cronica del gran incendio de guayaquil francisco campos 1896
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INRGEGNQEN.
STE lbroes de actualidad: ms que de actua-
lidad, es necesario.
Despubs de la gran catstrofe que ha "trado el des
consuelo y la. tristeza: despus de haber visto desa-
parecer en pocas horas, el trabajo de tres siglos, es pre-
ciso queda Historia se siente sobre los escombros h-
meantes, y escriba la. relacin del pavoroso incendio.
sas horas de luto y de lgrimas, no pasan: .ha.n
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pesado sobre Guayaquil, com: un siniestro harrible. y
la Amrica entera, ha experimentado una especie de
espanto. Un estupor profundo ha pasado par todas las
ciudades del continente occidental y los habitantes de
un hemisferio entero, han llorado con nosotros. sobre
las ruinas de una ciudad oreciente, cuya porcin
ms valiosa ha desaparecido destruida por el incendio.
Es en realidad una cosa. aterradora. Dormir
una ciudad entera, metida por la brisa de su ro, arru-
llada por las palmas que le dau sombra, tranquila; re-
costada sobre sus colinas verdes y sembradas de ores
que embalsaman su ambiente, y despertar en medio de la
noche, al eco terrible dela alarma, y contemplar en el ro-
jizo horizonte la llama que se eleva terrible y amenaza-
dora; ver las casas desaparecer derretidas al soplo abrasa-
dor. A lasuptema calma,suceder la.suprema lucha: al pa-
cco sueo, el estupor profundo: la. brisa suave el hu-
racn, y esta terrible escenmdbujnd: en su atm isifera.
llevar el supremo terror los horizontes lejanos, y todos
los pueblos circunvecinos, contemplando, en extenso rip
dio de sesenta millas, una ciudad, grande, poderosa, rica,
orgullosa con el trabajo de sus hijostranquila sobre el
porvenir, por la riqueza propia de su suelo, emporio del
comercio de una nacin, hidalga. y generosa, de todos
asilo, para todos madre, hundirse en torbellino terrible,
desaparecer en conagracin espantosa, ante la llanta que
abrasa, la mayor parte de sus edicios! Mil quinientos
hogares devorados por la inmensa hoguera; el hogar del
rico y el hogar del pobre; el palacio y la humilde choza:
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el templo, la imprenta, el banco, la escuela, el taller, la
aduana, todo ha desaparecido, y de ese montn de edi-
cios llenosde vida, slo ha quedado un montn de escom.
bros. como un campo de desolacin. Y los alrededores
de la ciudad, el espectculo an ms desolador: veinti-
cinco mil personas sin abrigo y sin pan, contemplando
el inmenso desastre.
Mas, en medio de tntas lgrimas amargas, na de
dulzura innita brota de nuestros ojos, al recordar que
no tiernos estado aislados en la inmensa catstrofe; hemos
tenido cincuenta millones de hermanos, que han venido
en la hora del infortunio tendemos su mano fraternal.
La Annricazentera se ha asociado nuestro duelo, y las
familias en su luto y orfandad han tenido la voz de
aliento, el carioso recuerdo que les ha venido de un ex.
remo al otro del gran continente americano. Esto es
grande y noble.
G uaya ]ui| se levantar de sus ruinas, y de entre los
escombros de hoy, surjir maana la ciudad rica, her-
mosa, ms hermosa que antes. Ciudad que cuenta con
el trabajo y el patriotismo de sus hijos, renace ese es-
fuerza vivicador.
Pero no debe olvidar su hora de duelo! aconteci-
mientos como ste forman poca en los anales de los
pueblos: es preciso que siempre conserve muy presente
esta inmensa desgracia, y h all por qu es bueno este
libro. El quedar como eterno monumento ante la his-
toria. ron sus nrrina-s oue las generaciones futuras h0.
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jearn estremecidas, como hojeamos hoy la relacin
del incendio de 1764., conservada en los anales de su
Municipio.
Es preciso que ese monumento quede, no slo en el
libro, sino en el bronce; debera levantarse una columna
conmemorativa del desastre para recordar siempre, los
hijos de Guayaquil, que el enemigo formidable de su de-
sarrollo, que desde su cuna viene persiguindola sin
tregua, sigue su obra destructora. Y, este recuerdo pe-
renne los conserve siempre en vela, para atacar con ener-
ga incontrastable al devorador elemento impedir que
llegue tomar grandes proporciones en cuyo caso el
hombre es impotente para dominarlo, y el incendio se
hace invencible.
Insistimos. En 1764, el incendio, destruy cente-
nares de casas, elevndose las prdidas cuatro millo-
nes de pesos fuertes. En 1771, toda la parte incendada
haba sido reedicada.
En 1896, el incendio ha sido diez veces mayor, pero
los adelantos modemos prestan recursos inmensos para
reedicar en diez veces menos tiempo que ciento treinta
y dos aos antes.
No vacilamos en asegurar que antes de diez aos,
Guayaquil estar reconstruido.
El patriotismo nunca desmentido, que caracteriza
los hijos de esta noble ciudad, ser la poderosa palanca,
con la cual se levantar de sus cenizas la perla del Pac-
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co, radiante yhermoea y dentro de pocosaos, veremos
an la animacin y la vida. donde hoy solo imperan el si-
lencio y la soledad; las plazas, aparecern con sus monun
mentos; las igiesias elevada sus altas torres; las callate
pohlarn de nobles edicios y las orillas de nuestro ro,
volvern la actividad que antes ha reinado y que hoy se
halla limitada a la regin Sur.-
Coneltmoe: repitiendo el deaastrees grande, pero,
mas grande esdn el patriotismo de los hijos de Gua.
yaquil.
F RANCISCO CA M POS
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He/acon His tor/ca.
Suuamo.El eracmigo implzcalc.l;sn-zus gigante;-
coa-La obra reparadora.(,-oltsal tributo.-
Ujcada W.(.ICO incendiosu-Deslntccilu
del Puerto y 1.a .\larna..v\ioa' quemados.-
ll fuego sorprende ri los habitantes en sus lechos.
Incendio de las Peas en 1678.-!!! incendiar-iu
Manlelillos.I30 casas destruidas en dos hu-
rrn-(uayaquil en cenizas por dos ocasiona.-
Jcuerdo del Cabildo y de la vecindad aprobado
por don Melchor Portocarrero [Aso de la Vega.-
La (Jiudad se extiende al Sun-H imwulia lr
i764, llamado "fuego grande."
Im nillonea rerddos.Llc "acta (le l: prime-
ra bomba contra inczmliwn-I-ueyo de lagomar-
sin}; en l830.H desmrc de 181 I.lnoend0
del Hospital lllililan-Incemio de la Fbrica le
(mw-Llaman siniestra; reminiscencias.
l
Guayaquil tiene un enemigo implacable que desde
su origen la amenaza de muerte: es el fuego.
En vano el heroico esfuerzo de sus hijos ha preten-
dido siempre ahogar al monstruo que la devora.
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Cuando s: ha credo ya al enemigo inerme, Guaya-
quil le ha visto erguirse ms ero que nunca y ha senti-
do otra vez todo el rigor de su brutal zarpazo.
Con esta amenaza constante, con los rudos golpes
asestados un da y otro dis en el corazn de un pueblo
que comienza a gozar de vida propia, no debe extraar-
s: que no baya recorrido en lnea ascendente. todala es-
cala del progreso; y antes bien, es admirable esa sed de
nueva vida con que se levanta de sus fras cenizas como
el fnix de la fbula.
Nuestros abuelos, nuestros padres y nosotros hemos
visto muchas veces consternados el siniestro resplandor
de la ho guera que ha barrido la fortuna pblica y sem-
brado de ruinas de muerte su inmenso radio y de fuego-
pero todos hemos visto tambin, llenos de admiracin y
de entusiasmo, como se lucha contra la voracidad del
insaciable enemigo, y cunto puede, la voluntad y la per-
severancia de este pueblo viril y laborioso por excelen-
cia para levantarse de nuevo rico y oreciente en medio
de sus escombros.
Pero por grande y fecunda que sea la labor de los
gunyaquileos, por infatigables que se muestren en la
obra continua de reparacin; ay! no pueden impedir que
la hermosa Guayaquil, se detenga muchas veces en su
rpida marcha hacia el progreso cuando la hiere el formi-
dable azote de su adversario.
Como las profundas heridas que dejan siempre hon-
das cicatrices, pesar de los auxilios de la ciencia y de
la accin reparadora de la naturaleza, la "ciudad de Gua-
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yaquil queda tambin mostrando huellas indelebles, des-
pus de los grandes incendios, no obstante la ya recono -
cida actividad de sus habitantes para borrar las seales
del desastre.
Si con el tiempo y el trabajo, el dao llega al n
desaparecer y se ve la poblacin que surge llena de nue-
va vida entre los restos carhonizados, los aos perdidos
en esta obra de Penlope no se reponen jams, y esa su-
ma de tiempo representa un caudal inmenso, que au-
menta en cada centura sus proporciones gigantezcas y
viene ser el tributo ms colosal que haya pagado pue-
hlo alguno de la tierra al dspota de sus tiranos.
Oh! es admirable cmo Guayaquil puede levantar
cabeza bajo el peso de esta garra formidable.
Todo es echar una mirada sobre la historia de este
pueblo y no se ven ms que montones de ruinas marcan-
do todos las pocas de su existencia; siempre la hoguera
por todas partes consumiendo la riqueia pblica me.
dirla que renaca, con la voracidad del buitre de Pro-
meter).
A la vista tenemos la crnica negra de estos. sjnies.
tros, extrada de los archivos municipales.
Echemos una rpida ojeada sobre esas sombras p-
ginas y detengmcncs apenas ante los ms altos rimeros
de escombros.
Hasta el ao de 1756 padeci esta ciudad cinco in-
cendios generales, que redujcrcn cenizas ms de cien
casas en cada uno, sin contar los templos.
El primero ocurri en 1624. El segundo en 1632,
que comenz en la plaza y puerto de la Marinanabrazan-
130m;
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do la porcin ms valiosa de la poblacin. Elterteo en
1636, que principio media noche y se desarroll con tal
voracidad que segn la relacin textual tomada de datos
ociales que tenemos la vista muchas madres no se
acordaron de sus hijos, pereciendo en las llamas algunos
nios, y muchas personas salieron medio abrazados. por-
que el fuego las sorprendi en sus lechosn. El cuarto fq
en i678, quemndose todas las casas del barrio de las
Peas: Este siniestro fu obra del crimen y el incen-
diario se conoce con el nombre de Jlanlrlllos. El quinto
incendio tuvo lugar en 1707, el 27 de Agosto las 7 de la
noche, durante el cual se vi caer en escombros 13o ca-
sas en menos de dos horas.
De estos incendios dos fueron tan generales que la
ciudad qued reducida cenizas, y tan grandes desastres
fueron el origen de que se pensara. en extender la pobla-
cin hacia el Sur, sea la parte que se llam despus
Cuidad Nuevab.
Un extracto del Compendio Histrico de Guaya-
quil, escrito en 1741 por don Dionisio de Alsedo y He-
rrera, antiguo Presidente de la Real Audiencia de Quito,
dice ese respecto lo siguiente:
La ruina de los incendios experimentada en nueve
ocasiones obligaron al Cabildo y la vecindad, discu-
rrir los medios ms adecuados su preservacimy apren-
diendo que la estrechez del terreno donde se hizo la
planta de la primera fundacin, poda ser la causa de que
la desgracia de uno correspondiera todos, propusieron
al Virrey Don Melchor Portocarrero Lazo de la Vega,
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Conde de la Monclova, la mutacin de la ciudad al
paraje ms capaz y extendido, donde est hoy fundada la
imeva, y habindose obtenido la licencia se di principio
su traslacin el ao de 1693.
La. medida adoptada por el Cabildo, aunque muy
cuerda y oportuna, no correspondi en ecacia las es-
peranzas; pues apesar del mayor ensanche de la poblacin
los incendios siguieron y han seguido arruinndola con
desconsoladora frecuencia.
En 176+ un incendio destruy la mitad de la pobla-
cin. causando prdidas tan considerables que fu llama-
do "Fuego Grande"; y no haba desaparecido an de los
nimos la consternacin que produjo este inmenso desas-
tre, cuando cuatro meses despus ocurri otro incendio y
(lestruy propiedades por valor de msde dos millones
de pesos.
Como dato interesante, entre estos apuntes cronol-
gicos sobre los incendios debemos consignar aqu, de pa-
so. que la primera bomba contra-incendios que tuvo Gua-
yaquil, lleg el 8 de marzo de i762.
En 1830 volvi el fuego asolar la poblacin en pro-
porciones gignntezcas, siendo aqul el llamado en las cr-
nicas, de Lagomarsno por haber comenzado en la casa
de dicho seor.
En 1841 se repiti un desastre igual.
En 1873 el incendio abras una rea extensa en
Ciudnd Vieja y destruy el Hospital Militar.
En 1879 hubo otro incendio grande que sepult en
tuinas la Fbrica de Gas.
Si furamos apuntando rigurosamente todas ests l-
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gubres efemrides habra para llenar un volumen; pero co-
mo nuestro objeto no es ms que el de hacer una breve
reminiscenca sobre esta: fechas timestras, antes de rela-
tar el colosal incendio de! 5 al 6 de vctubre del presente
amcitaremos para concluir esta triste enumeracin el ie-
go del Malecn el 26 de octubre de 1890.1042 2156 de los:
almacenes de Gainshorg y destruy valiosas y tiendas de comercio el de mayo de 1 896 tambin en el Ma-
lecn entre el primero y segundo estero, que dej un gn;
vaco en las oficinas de cacao :el del 6 de am de 1.395 que
lespobl una parte de la calle de la Municipalidad-v y por
ltimo el incendio dei u de febrero del ao en curso que
reduo cenizas 8 manzanas entre las calle-sde uPichin-
elias Boyacu, rzobispou ,y Municipalidadq comen-
zando en el templade San _Agusu;,. y propagndose con
inmensa rapidez hasta destruir 80 casa; en pocas horas.
A pesar de la magntlui de estos siniestros, todos te-
sultan ya enanos en presencia del fuego gigante que va-
mos narrar.
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CAPITULO II
SunAmm-Ia m: de alarma-ln poblacin despierta ur
brrmllahLld irrita/ru nmuculon-Giyviule
iuundble.l.a hoguera nwun sin cnar..lln-
cimiento de wlblllw-IFCiid del viento.
Ihromhoi de la prima-m manzana-JJ fumo
nm Ii Mail/c de IIQWYJTL- La: nIinIdorunn/a
Iumvio del (Jul; de la lfniny le la mu; le
fm.lunmnrliorld lhuro(lrl lj-uudor.-hiremlic
dd bum Comenal y Jgrcolrh-Colwnm le
llm-lwomnlz! majo wm la mllc de Pedro Par.
ln-(Jnuro mutuas ardcmlo.l.luvi1 defun-
yar-Sa 070m el agua-fuman cauagmcra m
halle de llum/uan. :7 templo y convento de sun
Francisco 44/4017121-1: se enuuleri las calles de l-u
Grimm, fhmcruldru y lbtYlrw-/t mua de
lmazfuerla-Iluiutlc la nrropdw le Roca/unir.-
Il
Muchas y muy grandes con las cehmidades que que-
dan relntadu en el captulo precedente; pero. entre todas
no hay una que puede compererseconel denme del 5 al
6 sleocrubre del presente ao.
En cerca de la media noche amado se oy el lgu.
bre teido de las campanas nnunciarudo el fuego.
De ordinario, nlescuclnr este toque, no hay hijo de
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Guayaquilque no salte de su lecho y corra. darse cueutn
de la magnitud del peligrmpero. como en noches anteriores
hubiera un incendio en el dalecn, y los escombros in-
amados an, dieran lugar continuas alarmas, todos
creyeron que la voz de fuego obedeca esta causa des-
provsta de mayor peligro, y pocos se levantaron en el
primer momento.
Luego, como las campanas seguan difundiendo la
clamorosa seal, con ese particular acento que hace dis-
tinguir los que escuchan el peligro grande del peque-
o, como si el bronce tuviera vibraciones especiales para
los momentos de angustia, el alarma fu creciendo por
grados y bien pronto Guayaquil entero estuvo en pi, las
calles sellenaron de gente, se abrieron todos los balco-
nes y una mortal ansiedad invadi todos los espritus.
En la parte ms central de la poblacin, entre las
ms anchas" y hermosas calles, en el ncleo del connercio,
levantaba el fuego su penacho rojo, coronado por una co-
lumna de humo negro que iba ascendiendo lentamente cn
densas espirales.
En media hora el fuego haba tomado proporciones
colosales: el pequeo monstruo que naci encerrado en-
tre cuatro paredes y que apenas asomaba sus abrazado-
ras garras por las rendijas de las puertas y su cimera por
lostejadoscuando fu advertida su presencia p un Guar-
din del Comercio, yun reprter de EL Garro DEL Pm:-
aLo, era ya un gigante invencible que ahogaba con abra-
zos de fuego un radio inmenso yhaca crugir la madera
de las casas cual si fuera triturada por enormes mandbu-
las de erro.
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La ciudad contemplaba aterrada los progresos de
esa espantosa hoguera. que avanzaba sin cesar hacia el
Norte, senlrando su paso - de ruinas. desolacin v
muerte.
La Compaa usalamandran haba estado de guar-
dia en esa aciaga noche sobre los escombros humean-
tes del ltimo incendio, Al air la voz de fuego! fu,
pues, la primera en acudir al teatro del siniestro, y con
ella el jefe del Cuerpo de Bomberos. que se hallaba con
uniforme y en servicio algunos momentos antes.
El incendio sali del almacn de lencera denomi-
nado La joya, sito en la manzana comprendida entre
las calles de uhlalecn, Pichincha, Illingworthn y
.Aguirre.
All haban grandes y valiosos edicios, todos de
un piso superior y vcon numerosos y .ricos almacenes en
la planta baja, con frente las cuatro calles.
El viento soplaba del Sud-Este, que es la brisa
constante en el verano, y esta direccin fu la que de-
termin la del incendio.
Contigua la manzana en dondeel fuegotuvo ori-
gemestaha el Palacio de Gobierno, en el que iba reu-
nirse pocoszdas despus la Convencin Nacional, pero,
como aquel edicio estaba separado hacia el Sur, por la
anchura de la calle de Aguirre y el incendio no avan-
z tinpalmo en ese sentido, se salvaron las ohcinas p
blicas; en tanto que la hoguera v se lanzabanhaca el Nor-
te yal Oeste con rapidez vertiginosa.
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A las dos de la maana saltaba el fuego sobre la
calle de lllingworth, que est paralela la de Agui-
rre y termina en el Malecn, arrojando un torrente de
chispas que fueron alojadas por los miradores de la ca-
sa de Norverto Osa y C. y los del Club de lauUnin.
La conagracin fu instantnea e.n esas construc-
ciones tan altas y de madera resnosn.
En esta manzana se hallaba el Banco Comercial y
Agrcola.
Las bombas que funcionaban en e] Malecn, m-
pidiendo el progreso del incendio hacia el Norte, eran
la Salamandra N 2, la Independencia N 15n. la Su-
cre N r7 y la Unin N 3, esta ltima vapor.
La Columna de Hackeros distribuida en los con-
tornos de la hoguera proceda la marcha progresiva del
t1rioso elemento, arrancando pedazos y poniendo fue-
ra de su alcance el combustible que iba devorar.
Esfuerzo intil. El fuego lo alcanzaba todo y lo
devoraba todo, con insaciable voracidad.
Dela primera manzana no quedaba ya ms que
una alfombra de carbones namados.
En tanto. por la calle de uAguirren, cuya direccin
es de E. 0., elincendio recorra la acera izquierda.
atravesando la calle de uPichinchan y abrazando la man-
zana opuesta. En sta se hallaban los vastos almace-
nes de Vignolo, Garca y Ninc. el danco del Ecua-
dor, las lujosas ocinas de Rohde, la peluquera y lx
zar de Guillamet, la nueva y elegante tica Francesa
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y muchas tiendas de pequeo comercio. Todas ardie-
ron con los edicios que las contenan, sin que hubiera
esperanzas de verle all el n la inmensa catstrofe. i
El monstruo di un nuevo salto y pas la calle de
uPedro Carbo. pasando frenteal costado del Teatro y
del Colegio de San Vicente, sin abandonar la acera de-
recha de la calle de Aguirre que vena asolando.
All estaban el Hotel de Europanla Tipografa P2-
NRG CARRO, la magnca Fotograa Alemanada uPas-
telerar Italiana y otros establecimientos de importan-
cia. v. Una lluviade fuego caa sobre los edicios de esta
manzana y pronto fueron invadidos todos por las lla-
mas.
En estos momentos se agotaba el. agua del pozo en
donde funcionaba la bomba Salamandra. y vino en su
auxilio el vapor uvial Bolvar, situndose en el mue-
lle vecino y proveyendo con su ,donkey el depsito ago-
tado.
La accin combinada de la bomba y el vapor hubo
de cesar, desgraciadamente, porqueel fuego lleg don-
de estaba la primera y la oblig retroceder, corno to-
das las dems.
Las llamas, siguiendo la lnea del Malecnr, avan-
zaban sobre la calle 9 de Octubre, mientras que por la
parte de atrs arda la misma extensin en la calle de
Pichincha- y otra igual en la calle de Pedro Carbo,
hasta desembocar en la plaza de Rocafuerte,
All se reunieron las tres bocas de fuego que venan
..--I!-
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por las tres primeras calles y produjeron un torbellino
imponderahle, que calcinaba hasta las piedrasde la pla-
za y pareca cebarse con furor inaudito en los inmensos
nmeros de mercaderas. muebles_.y_ objetos de valor que
haban aglomerados all procedentes ae las casas y al-
macenes incendiados.
La primera de las casas que ardi en la plaza fu
la del Sr. Antonio Elizalde Najar, que. miraba al costa
do Sur, ybajo la cual estaba el depsito central (le la
Cervecera. De all pas la de las Srtas. Elizalde,
luego la de la familia V era, cuyos bajos ocupaban los
talleres y ocinas de EL TIEMPO, en seguida invadi el
ngulo S. O. yprend el depsito de la bomba sala-
nmndrm, el Convento de los. Padres Franciscanos y la
iglesia de San Francisco.
Marcaba el reloj de la torre Norte, las 6 menos cuar
to de la maana, cuando las llamas llegaron la cpula
y borraron las esferas con sus lenguas de fuego.
Un momento despus sedesplomaba con horrible
estrpito y caldeada en su mayor parte la campana gram
de de la iglesia.
El templo, cuya fachada era toda de tablazn resi-
nosa, ardi con la brevedad de un castillo de naipes.
En este punto, que formaba el ngulo N. O. de la
plaza, se abran dos nuevas vas al destructor elemento:
la prolongacin de la calle 9 de Octubre y la calle de
la uGalleraucon sus transversales de Esmeraldas- y Br
lvars.
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Las casas de las familias Aspiazu, Calvo y Oyarvi-
de ardan un tiempo por el lado oriental y cerraban
el cuadro, tambin presas de las llanas. todos los edi-
cios del costado Sur,
En medio de ese mar de fuego slo se destacaba
una gura grave, imponente, pensativa, que pareca en-
tregarse las ms tristes meditaciones entre los horro-
res que la circundaban.
Era la estatua de don Vicente Rocafuerte.
El noble Patricio, que en poca no muy lejananeu y
momentos de inmensa calamidad pblica recorri esa
plaza y esas calles vecinas, llevando sobre sus hombros
los cuerpos inertes de los apestados con la ebre amarL
lla, distribuyendo al paso socorros y consuelos los que
sufrnndnfundiendo valor y fuerzas los que empezaban
a desfallecer, asista ayer, con inmovilidad monumentaL
[a destruccin de su queritlad ciudad. pero en la doliente
actitud del que sufre. como si hubiera latido an su co-
razn dentro de su pecho de bronce.
El fuego en tanto ruga junto su pedestal con [g
furia del monstruo que siente escapraele la presa qua
tena en sus garras.
Arrstrase cual inmensa serpiente al pi del monu-
mento, se enrosca en la verja del jardn y la destruye;
arroja su hlito abrazador sobre las tiernas plantas, que
aquella misma noche embalsanmaban el ambiente con el
aroma de sus ores y las convierte en cenizas, avanzan-
do siempre y elevndose sobre el pedestal hasta cubrir
la estatua con un manto de llamas.
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Pero aqu la materia resiste la accin destructora
riel voraz elemento. El destino quiere conservar sin
duda. en medio de tanta ruina, el bronce que inmortali-
za al Gran Repblico, y el fuego respeta al n esa gloria
nacional; pero antes de abandonarla, ataca con furia la
base de granito. Esta cruge con ruido siniestro. cual
si fuera oprimida por una fuerza ciclpezuse llena de an-
chas grietas y vacila sobre sus cimientos: pero el mons-
truo no puede ya ms y cae vencido sobre las gradas de
piedra.
Rocafuerte solo queda en pi entre aquellas ruinas
humeantes. A travs del velo rojo que parece cubrir la
plaza como una bruma sangrienta. se destaca la gura
del patricio, negra como el humo de la hoguera, pensar-
lra y triste como la imagen del dolor.
A sus espaldas se alzan tambin otros monumentos
que las llamas devoran sin piedad: son los mausoleos del
templo de San Francisco. Los mrmoles han quedado
en pi en medio de los escombros de las torres y de la te-
chnmbre que arden an en tierra; pero esta vez el fuego
no respeta memorias sagradas y se lanza sobre las tum-
has con furor sacrego.
Las lozas cinerarias saltan en pedazos al contacto
con las llamas; las inscripciones doradas que recuerdan
nombres amados desaparecen en un instante: caen las
columnas de jaspe, ruedan los zcalos deshechos y se
precipitan las estatuas con estrpito.
El mrmol queda convertido en menudo polvo blan-
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co en pequeos fragmentos calcinados.
Los restos humanos que guardaban algunasurnas
aadieron un puado ms de polvo al inmenso montn
de cenizas que cubra el rea de la iglesia. .
Avancemos.
Por dnde seguir ahora el incendio, que gana terra.
no en todas direcciones?
Sgmosle por la calle c9 de Octubre y sus parele.
as hacia el Oeste, para volver en seguida contemplar
sus estragos hacia el Norte.
En esta calle estaba el edicio de la Comandancia
de Armas y 6. su lado la Brigada de Artillera Sucre-
con abundante parque en sus depsitos.
El incendio lleg la calle de Chimborazo por la
va indicada, al mismo tiempo que asomaba en igual
punto por las calles de-Clemente Balln, Aguirre Lu.
que. y. abolivarn.
Los artilleros se ocupaban activamente en la extrac-
cin del parque para evitar la formidable explosin que
hubiera tenido lugar al incendiarse el cuartel.
Ms de cuarenta carretas se arrastraban penosamen-
te entre la aterrada multitud y los rimeros de muebles
que atestaban las calles, conduciendo armas y municio-
nes dela Artillera.
Cuando el fuego lleg este edicio se haba sacao
do ya unagran cantidad de explosivos; pero quedaban
an bastantes en el ngulo N. 0., que mira las calles
e mayas. y Villarroel.
La gente hua despavorida, medida que las ll
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masinvadan este ngulo.
Lueo se oy una serie de detonaciones que pare
can descargas cerradas de artillera: pero felizmente no
haba plvora granel ni explosivo alguno en grandes
depsitos, sino proyectiles de rie y de can. que fue-
ron estallando aisladamente con menor peligro para el
vecindario.
Media hora despus no haba ni resto de la Coman-
dancia ni de la Brigada. El incendio atravesaba Boya-
c en toda la zona descrita y se lanzaba sobre los edi-
cios dela acera oriental de la calle de uChanduyn.
Por el Norte las llantas invadan la calle de uBol.
var, que separa la parroquia de la Concepcin de la
parroquia de Rocafuerte.
Esta ltima, que por estar en el corazn de la ciu-
dad, em una de las ms valiosas y pobladas, quedaba ca-
si por entero en ruinas.
Veintiocho manzanas han desaparecido de su super-
cie.
La parroquia de Rocafuerte era un paralelgramo ca-
si rectangular con 35o metros debase por 1.400 metros
de altura. sea 460.000 metros de supercie. Entre los
valiosos edicios que contena y que el fuego ba destrui-
do, debemos mencionar las iglesias de San Francisco y de
la Tercera Orden, el. Cuartel de Artillera, la Comandan-
cia de Armas, el local de la Sociedad de Benecencia
Garibaldi, la Galleta y otros hacia la parte occidental.
En la oriental los bancos Comercial y Agrcola, lipo-
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tecario, de El Ecuador, Territorial, el Club de la
Unin, el Bazar y joyera de Offner, Casino Espaol
y los extensos almacenes de Norverto Osa y CH, N. No-
rero y C y A. Duran y Levray.
Entre los salvados slo merecen mencin la Escue
la de Artes y Ocios de la Sociedad Filantrpica del
Guayas y la iniciada construccin del Instituto Anzoa
tegui, en la cual se deposit todo el parque dela Arti-
llera.
Antes de pasar adelante debemos echar una ojeada
los progresos del fuego haca el Sur y recordar que
aunque el viento lo empujaba al Norte, y pareca no
avanzar un punto de la calle de Aguirre, que era la li.
nea en donde tuvo origen, invadi no obstante las tres
manzanas comprendidas entre las calles de Clemente
Bailn, Boyac, Aguirre y Caridad, una de las cua-
les daba frente la plaza de Bolvar.
Cuando esta ltima comenz arder, todos teman
la destruccin del hermoso Parque que adorna ycmbe-
llece la plaza y en particular la de todos los valiosos y
notables edicios que ella contiene, entre los cuales -
gnran la iglesia Catedral, el Sagrario, el Colegio de San
Vicente, el Seminario, el de los Hermanos nos y el Palacio Episcopal.
Afortunadamente, el fuego no pas de la calle de
Clemente Bailn. Hubo un momento en que las lla.
mas azotaban las paredes del Colegio Seminario, pero
el ser stas de adobe impidi la combustin inmediata y
di largo tiempo para defenderlo.
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El desastre en la parroquia de Bolvar qued, pues,
reducido tres manzanas. Y fu una gran fortuna que
los estragos no hubieran sido mayores, porque en esta
parte de Guayaquil radica todo el servicio administrati-
vo de la ciudad. All est el Palacio de la Gobernacin.
que contiene las ocinas de Gobierno; Tesorera de Ha-
cienda, Corte Superior de Consulado de Co-
mercio, Intendencia de Polica, Administracin de
Correos, Departamento de Sa1es,Ocina Telegrca Na-
cional y la del Cable, la Casa Municipal, con sus nume-
rosas dependencias, entre las cuales se cuenta la Biblio-
teca con 7.000 volmenes impresos. ms de 2.000 folle-
tos, 50o colecciones de peridicos y 60o obras nacionap
les; la Plaza del Mercado, el Muelle, la Capitana dq
Puerto y la Comandancia del Resguardo.
Pasemos sobre los escombros la calle de Bolivian
y veamos arder el templo de la Merced, donde comienza
la extensa parroquia de la Concepcin, que es boy un
campo de cenizas.
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CAPITULO III
Sumuuo.loa'enthb dela Iglesia de la MercatSalm-
cfn de la: imzgcnevu-lfllnlo clamor de la:
comparan-Tra mila urdicndo.um-u dr.
[maya-Esperanzas dc-auddas.fhga de las
fundida; i la: pobtram-lmndo dd Colegio
le lo: Sagrado: Cov-azovtea-llnnaudo de las
(Jcinas y (lcpsiloa k Aduanaa-Ptrdfda de la
bomba Uunm m la calle de RancheraFB
di/a de las bombas mlspinzvu lntrpda- en el
Makcfouu-nrdc el templo dr, a Cwwcpdn.
(manda materiales acumulados en la plaza.-
l-Z fueyo nullza las banda; ulndependawu,
uGuayac- y Steven-inunda de la iglesia le
Santo lmnngmConcbuuiu ggpalezcmulls-
nz-trienio sublimml-J httracn.l.aa fuerzas
da/allecaLIwmlu de las Mar-Alarma del
Polvarim-aamlos por r1 fuejo.l.a borrasm
de la rim-La: eubaroxdoim Mufmgasw-Alno-
mutua-Incendio de las ontqunas de la Carm-
cerm-Fiu del fuga.
III
Sedan las 8 a. m. cuando comenz arder la igle-
sia de la Merced, declarindose el incendio por l: torre
que mira .1 Oriente.
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Multitud de personas piadosae penetraron a la igle-
siruqueestaba ya envuelta en un torbellino de humo,
para salvar las imgenes, en especial la de la Vrgen de
Mercedes, que tiene numerosos devotos. Varios de s-
tos lograron su objeto. con no pocas dicultades y lle-
varon cuestas los santos hasta la plaza de la Concep-
cin, sin sospechar jams que el fuego pudiera llegar a
tan distante sitio.
Las campanas de la iglesia, cual voz clamorosa que
demandara auxilio en la agona, hicieron or su lgubre
taido hasta el momento mismo en que los broncas ca-
yeron caldeados por el fuego.
Destruida laiglesia y convento de los Padres Mer-
canarios, el incendio cerr con inranqueable barrera to-
das las vas que conducan al barrio de Ciudad-vieja,
desde la calle de Bolvarn hacia el Norte. En efecto,
ardan un tiempo las calles del Malecn de la Liber-
tad y de Rocauerte, cortando el paso entre las parro-
quias de Rocafuerte y la Concepcin.
Mientras tanto, los vecinos de esta ltima crean
an que eluego no llegara los extremos de la ciudad,
y, alentados por esta esperanza, vaeiaban casas y tien-
das para conducir muebles y mercaderas las Peas y
la plaza inmediata.
Haba varias probabilidades en apoyo de aquella
opinin: en primer lugar la extensin amenazada desde
la calle de aBolvar hacia arriba, por las tres vas longi-
tudinales enunciadas, est cortada por tres esteros, de re-
gular anchura, y a la sazn bastante crecidos, que po-
dan ofrecer otros tantos obstculos a los avances del fue
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go; en segundo lugar, el incendio anterior haba dejado
un gran claro cerca del segundo estero, y poda esperarse
que el actual se extinguiera all .por falta de combus-
tihle.
Pero la espantosa realidad se burl sucesiva y cruel-
mente de los clculos hechos por la previsin. Nada
hubo que detuviera la violencia del incendio.
En dos tres ocasiones pareca el fuego dominado
ante los esfuerzos redoblados que se le oponan; pero no
{ir ms que una triste ilusin de momentos, para hacer
ms amargo el desengao.
Cuando ln hoguera invadi el segundo estero y si-
gui su curso devastador, el pnico se apoder de los ha-
bitantes que iban yendo en retirada hacia el cerro. Mul-
titud de familias se refugiaron en lospotreros occidenta-
lesLde la calle de Rocafuerte y otras en las Peasu,
barrio que, por su excepcional posicin topogrca, de"-
fendido al frente por el ro ya la espalda por la colina.
de Santa Ana, pareca enteramente cubierto de las
llamas.
Pero, escrito estaba! como diran los fatalistas de
Oriente, que no quedara piedra sobre piedra de la parte
Setentrional dela ciudad.
Haba en el principio de la calle del Malecn: dos
grandes, importantes y valiosos edicios: la Aduana y el
Colegio de los Sagrados Corazones. Ambos estaban
separados por una. estrecha bocacalle y ocupaban cada
uno una cuadra cuadrada de supercie.
El incendio, de estos grandes edicios produjo una
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conagracin espantosa, aumentada por la gran cantidad
de efectos que haba en los depsitos de Aduana.
Frente estos funcionaba la bomba Intrpidan,
cuando lleg su mayor altura la columna de fuego y
ensancb su base tal extremo que fu barriendo toda
la parte inmediata del Malecn, hasta envolver en su
torbellino las bombas ulntrpidan y Aspiazu, dejndo-
las inutilizadas, sin que pudieran evitarlo el primer Jefe
del Cuerpo de Bomberos que con un Comandante y va-
rios particulares, haba acudido oportunamente en dc-
fensa de las mquinas.
Suerte igual haba cabido momentos antes la bom-
ba Unin, en la calle de Rocafuerte, y poco despus
las llamas inutilizaban tambin las mquinas Indepen-
dencia, Guayas: y Sucre, en la plaza de la Concep-
cin.
En este punto volvi el fuego tomar proporciones
inmensas, debido al enorme rimero de trastes que haban
aglomerado en la plaza y al incendio de la iglesia de la
Concepcin.
Otro templo arda poca distancia al pi del cerro:
el de Santo Domingo, que aunque era edicado con ci-
mientos y paredes de mampostera, entraba, no obstan-
te mucha madera en el resto de su construccin para
que pudiera escapar la voracidad del fuego.
Fijando un tiempo nuestra atencin en esta lti-
ma zona incendiada, tenemos, pues, que ardian simult-
neamente, el Colegio, la Aduana, dos iglesias, dos con-
ventos, una capilla, un cuartehtoda la lnea de edicios
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que encuadraba la. plaza por el lado Norte y la monta-
a de muebles y mercaderas que haba en el centro.
La combustin era imponderable en este extremo
de la ciudad.
Las llamas tomaban haces gigantezcos, que se tor-
can y retorcan con fulgor siniestro. Todos los rostros
se vean crdenos, el ro encendido y hasta el cielo pare-
ca inamado.
El espectculo era sublime; pero con esa sublimi-
dad terrible que surge dela furia de los elementos.
No poda conoebirse ya mayor intensidad de fuego;
pareca que no era posible acentuar ms los colores de
ese cuadro de horror. Y sin embargo, faltaba an el
viento, que iba servir de aliado al incendio; para en-
sanchar sus furores.
Violentas rfagas comenzaron soplar sobre la ho-
guera, y en un segundo se convirti sta en una tromba
calcinadora, que arranc de raz las ltimas esperanzas
que alentaban los corazones fuertes.
All los nimos decayeron: todo esfuerzo humano
era ya intiL. El incendio superior todas las fuerzas,
se proclamaba dueo absoluto del campo y lo arrastraba
todo su vrtice infernal.
El huracn en tanto iba siendo de ms en msvio-
lento: los ligeros fragmentos de madera inamada eran
exparcidos en inmenso radio, produciendo en conjunto el
fantstico efecto de un gran castillo pirotcnico. A los
pequeos, sucedieron luego los mayores: el viento, cada
vez ms recio, arrancaba gruesos trozos de material en.
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cendido, y despus de elevados considerable altura los
arrojaba largas distancias, produciendo en dilatado
contorno una copom lluvia de fuego.
Esta lluvia fu la que cay sobre el hermoso y pin-
torezco barrio de Las Peasu, cuando el foco principal
del incendio no haba .salido an delos depsitos de
Aduana.
Los moradores de este lugar, que haban conado
an en la seguridad de sus domicilios, huyeron despavo-
ridos al ver los techos cubiertos por un torbellino de chis-
pas, y la atmsfera abrazada, comosi todoel vaco estu-
viera ocupado por el fuego.
La gente corra en la direccin de la hacienda uAta-
razana, faldeando la colina de Santa Ana; pero, para
aumentar el espanto, cundi all la falsa alarma de que
el Polvorn estaba encendido, y todos los que iban hu-
yendo del peligro cierto, al escuchar aquella aterradora
noticia, retrocedan desesperados y volvan al foco del
incendio, que les pareca ya menos. amenazadorque la
formidable explosin del parque.
H6 all, pues, una multitud de personas, oogdas en-
tre dos grandes peligros; mejor dicho, entre varios,
pues no pareca sino que todas las fuerzas destructoras
de la naturaleza se haban combinado all! paradestruir
vidas y haciendas con ereza salvaje.
En medio de una calle estrecha, ondulada y tortuo-
sa, gema aterrado el vecindario, buscando una salida
para escapar las ms terrible de las muertes: arriba la
lluvia de fuego, al Norte la amenaza de la plvora, al
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Sur el incendio que cortaba el paso y abajo el ro turba
lento como una mar borrascosa.
El manso Guayas que han cantado nuestros poe-
tas, admirando la quietud de sus linfas, sali de su ha-
bitual reposo al sentir sobre su tersa supercie los em-
pujes del vendabal. y levant olas enormes coronadas de
espuma, que no habra desechado el Oceano en sus horas
de tormenta.
Las playas de Las Peas: que slo haban conoci-
do las suaves ondulaciones del ujo y reujo en nuestro
ro, vieron estrellarse contra sus cantos, en aquel aciago
da, esas grandes montaas lquidas, que venan de fuera
rugiendo sordarnente, cual si ocultaran monstruos enfu
recidos bajo sus altos dorsos convexos.
A pesar del terrible aspecto del ro, aquella era la
va ms obvia para la salvacin de las personas, y bien
pronto se echaron al agua vinieron de lejos embarca-
ciones de toda forma y tamao, para ofrecer un refugio
los sitiados por el fuego.
Lanchas, botes y canoas se llenaban al instante
de personas; pero apenas repuestas de la zozobra en que
el fuego las pusiera, echaban de ver que las embarcacio-
nes eran juguetes de las olas, y que cada momento se
abra un abismo amenazanteJos rostros volvan pali-
decer, en presencia del nuevo peligro, y' varias veces
en espacio cortsimo de tiempo, vironse volcar sbita:
mente varias canoas y botes de los que luchaban con la
marejada.
Imposible era prestar socorro los naufragos en
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aquellos momentos de mortal ansiedad y de general tri-
bulacin.
Si alguien pudo permanecer sereno en medio de tan-
ta desgracia, slo aquel podra decirnos cuantas vctimas
escapadas del fuego fueron sucumbir en el agua y qu
cuadro desgarrador formaran esas infelices criaturas en
lucha abierta con tres elementos desencadenados.
La verdad es que muchas personas hallaron su
tumba en el ro, pareciendo despus de la ms espanto-
sa y cruel agona.
Varias familias de las 'ms notables del barrio cor-
rieron a refugiarse en una gran lancha de erro, que un
caballero de la vecindad haba hecho venir en auxilio
de los amenazados; ms no bien se haba apartado de la
orilla, inamarnse dos toneles de alcohol que iban abor-
do y se declar el fuego en la lancha, produciendo la
confusin y el pnico entre todas las familias que la
tripulaban. Felizmente, como hemos dicho antes, ape-
nas se haba apartado la lancha de la orilla, de manera
que fu fcil echar un cable tierra y remolcarla hasta
la ribera de la Atarazanru. en .cuyo punto desembarca-
ron todos, sin desgracia alguna personal.
Anloga aventura, pero, desgraciadamente, con fa-
tal resultado, fu la acaecida en otra lancha frente al Co-
legio de los Sagrados Corazones. En sta, como en
aqulla, fueron refugiarse muchas personas, entre ellas
las religiosas docentes de los Sagrados Corazones, lle-
vando lo ms precioso de sus manajes. La lluvia de
chispas que caa sobre la embarcacin llena de muebles.
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declar el incendio bordo; pero aquella navegaba ya
en medio ro y todo socorro estaba distante, mxime
cuando empezaba cerrar la noche y la magnitud del
peligro no se revel lo lejos sino cuando la columna
se elev sobre la borda y alumbr la escena de muerte
que all se realizaba, como una gigantezca antorcha fu-
neraria.
Muchas personas se arrojaron al agua. Algunas
encontraron auxilio en las embarcaciones prximas, las
ms se ahogaron y cinco seis, cuyos cadveres carbo-
nizados se vieron despus, murieron abrazadas en la
lancha.
Aqullo no pareca ya la realidad, sino el delirio de
una imaginacin calenturienta. Qu pincel ha podido
jams pintar un cuadro tan siniestro como el que pone-
mos la vista del lector? El cielo cubierto por sangriento
velo: all las fulgurantes ruinas de ochenta manzanas
quemadas: ac la gente tendida en las calles agru pa-
(las bajo los portales, con los semblantes lvidos por la
desesperacin, llorando sii infortunio, y al frente, en el
ro oscuro y negro como un ro de tinta, surcado tre-
chos por reejosgneosJa lancha incendiada que pasaba,
coronada de llamas, envuelta en una atmsfera encendi-
da y avanzando pausadamente hacia el Sur favor de la
corriente!
Este ltimo detalle del cuadro es por si slo una
cruel pesadilla: enermaba elalma la presencia de esa
lancha navegando la ventura, con una tripulacin
nxuerta, en una noche pavorosa.
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Al da siguiente, cuando el fuego haba cesado y la
embarcacin fu trada al puerto, hallronse dentro, seis
tronco": informes. rodos. carbonizados, que apenas con-
servaban la apariencia de cuerpos humanos.
Quines eran aquellos desgraciados?
Nunca se abr. El fuego lo haba borrado todo
hasta los nombres de sus vctimas.
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CAPITULO IV
StlNARl0.-C1llItlru de zleaolacvu-Ja noche en loo potre-
roen-d-Jalrryus del huraczinm-Cauca aica de
este fmznenm-JlzIcblea arrebatado: por los
rtiI-eII.--.19-I0Ia arrancado; de ma-Sc cree que
el [mayo a obra del mnima-Personas sindica-
Iml le mendiarioaw-Pnkonan-Frtlammto
h: 1mm TGOP-IGGH del sumario quese
anul pum mlarerer el delitos-Declaracin
de lkmel (in-tea-Jd. de Alejandro Maldona-
rIm-hl. dr Mmuel Ilurllm-Id. de Domingo
lkrrrn-hl. Ir. laa: Stemrm-Juicio de la Pren-
m 300w vam ejeructii: I reexiona sobre el
orignI dll (Nardin.
IV
El sol del da 7 alumbr un cuadro de desolacin.
Multitud do familias haban pasado la noche cielo
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razo en la sabana y en los hmedos potrercs que dan
frente la vieja ramada de la Matanza.
Los escombros humeaban todava, produciendo es-
pesa brumay exparciendo el olor acre d: mil diversas
sustancias carbonizadas.
En la pampa se vean tambin los estragos del hu-
racn.
Este fenmeno pramente fsico, canrlo han expli-
cado ya nuestros hombres de ciencias, ocasionado por la
expansin de los gases calentadas por la accin del fuego,
no ha tenido precedente en Guayaquil, as como tampoco
se haba presentado en igual intensidad la causa que lo
produjo.
Elvnco peridico que pudo salir luz ai da si-
guiente del incendio, y que fu: EL Gano 01-21. Pa 1531.0.
relataba de esta manera ,en su crnica, los niaravillosos .
la par que terribles efectcsdeaquel interesante fenmeno.
nUn remolino de viento s3 desat en los potreros.
donde estaba aglomerada la muchedumbre y sacu-
di muchos muebles, hacindolos pedazos, llegando le-
vantar una altura de cerca de treinta pies algunas bau-
les que se abran al subir y exparcan la ropa en el aire.
como pedacillo-s de papel que se arrojaran desde lo alto
de una ventana.-
Espectcul tremendo que causgeneral desespera-
ci6n,pues pareca algo as como el ltimo da de la tierra.
Hay ms an, segn datos serios que tenemos a
vista: era tal la violencia del huracn, que volc un piano
colocado en tierra, desarraig varios rboles y levant la.
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cubierta de una casa de zinqechando volar las planchas
como las hojas de un naipe.
Volviendo ahora la impresin que produjo el in-
cendio en el nimo del pueblo, debemos declarar que en
la gran mayora de los damnicados predominaba laidea
de que la catstrofe haba sido producida por una mano
criminal, la cual an no cesaba en su maldita obra ex.
terminadorsny esta creencia, justicada hasta ci . .3 pun-
to por algunos documentos ociales que salieron luz,
calicando el crimen, contribuy grandemente aumen-
tar la exacerbacin pblica tal punto, que la fantasa
de los ms exnltados se apoder de los datos y form un
drama horripilante con personajes conocidos y supuesto
plan poltico.
Varias personas fueron sindicadas en seguida como
cmplices en el neando crimen de incendio; algunas fue-
ron reducidas prisin inoontinent, y, por la tarde de
ese mismo da, fu pasado "por las armas, en ln calle del
halecn, el ciudadano juan Tello.de quien, segn p-
blica \-oz,se deca que haba sido cogido infraganti en la
nfamia de incendiar un edicio.
Una gran cantidad de pueblo enardecido le acom-
pa al patbulo, execrando su nombre y despus su
memoria, por haberlo credo de buena f manchadocon
el incalicahle crimen que se le imputaba.
N o nos toca nosotros emitir juicios en esta obrita,
porque, fuer de cronistas. slo nos corresponde hacer
la relacin de los hechos y dejar las apreciaciones al lec-
tor;por consiguiente, prescindamos de nuestra opinin so.
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aquel fusilamiento, y pongamos de maniesto, para ilus-
trarel criterio pblico, un ligero extracto del sumario
iniciado contra Juan Tell0,el 7 de Octubre, con el objeto
de averiguar su responsabilidad en el incendio de una ca-
sa aituadaentrelas calles de Chanduyn y Clemente Ba-
llnn.
Daniel Cortez. primer testigo dijo, en resumen, lo
que sigue: que la hora indicada, Tellopidi un fsforo
y entr con un bulto debajo del poncho en la casa de que
se hace mencnda cual arda momentos despus, sin que
el declarante hubiera visto penetrar en ella otra perso-
na que el sindicado.
Alejandro Maldonzdmsegundo testigo, dijo: que v
arder la casa de que se trata.en momentos en que no ha-
ba en ella ninguna otra persona que Tello. Y que lue-
go que acudieron ese lugar, fug el sindicado llevando
una camiseta de bombero debajo del brazo.
Manuel Murillo, tercer testigo. dijo: que cuando ar-
da la covacba que se cita en el proceso, sala de ella un
individuo que dice llamarse juan Tello, y que fu en ese.
momento capturado por el pueblo,por lo cual suporreqiie
haya sido incendiario.
Domingo Barr6,cuarto testigo, de nacionalidad ita-
lana, dijo: que eso de las doce del da poco ms me-
nos, encontr a un individuo, que introducia en la cova-
cha situada entre las calles arriba indicadas, una mecha
encendida. y que el declarante quiso mpedrselo, pero
que, dicho individuo al fin coloc la mecha, y que, en
manto se agrup el pueblo fug precpitadamente.
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Luis Stenery, quinto testig o, tambin de naciona
lidad italiana, dijo: que cuando se empez quemar la
covacha citada, sali de all, perseguido por el pueblo, el
individuo quien se acusa de inccndario, y que llevaba
camiseta colorada.
Estos son los cargos que pesan contra juan Tello,
y era tal la indignacin pblica que haba contra l, que
si no hubiera sido fusilado, el pueblo irritado le habra
linchado en las calles,
Once das despus, con el animo ya sereno, se tra-
taba este asunto, de la manera siguiente, en las colum-
nas editoriales de EL Garro DEL PuzsLo.
Pasada la primera impresin de la catstrofe, y res-
tablecida la serenidad, es posible ya juzgar con calma el
origen del incendio.
Al principio se le atribuy algn comerciante
asegurado.
uDespus se dijo con insistencia, que la pasin po-
ltica haba pelado la tea incendiaria, para impedir que
se reuniera la Convencin.
Ambas versionesznocncontraron cabida en el ni-
mo de la gente sensata
La ltima era absurda. La Convencin se hubie-
ra reunido en cualquiera parte.
La existencia de una banda de fanticos incendia-
rios. es algo tan fantstico, tan inverosimil, que slo se
puede aceptar como captulo de una novela terrorca.
Y sinembargo, (ost la vida una inocente vcti-
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ma esa obsesin de spuesta criminalidad que se apo-
der delas turbas.
El juicio que se sigui instruyendo todos los que
se crean cmplices en el nefando crimen, no arroj in-
dicios contra los que sealaba la opininvpblica, y al
n fueron puestos en libertad.
Pasada la excitacin, se lamentaba en todos los
crculos la muerte de Tello, como un error irreparable.
En las clases elevadas prevalece la idea de quee]. incen-
dio fu casual, pero las clases bajas continan aferradas
en la idea de que el fuego fu la obra maldita del cr.
men.
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CAPITULO V
SUMRIO.-P7-ddll de los rastas del insigme vale nacional
don Jos Joaqun Olmedo. --IIs/uerzos intiles
del lujo por salva-r las reliquias v del padv-L-ln-
cendio de la casa del seor Olmedo, en las Pe-
17as.Pr+-1-dida de la valiosa biblioteca del ilustre
Inn-do y de 1mrios objetos de su exclusivo uso
personal que eran ocioso o-eczIerdo para su ln"-
O-'-I)S]T3UOH&V ociales. daewoo del incendio.
Aloja1nienlo para los infelces.Prrroga
para los derechos aduanera-Comisin deso-
cmv-os.-Concelacin de m-dlos.uardzb Ur-
lmnan-ledida contra los abusos de los vivnde
ros.1-.-l .9 de Octubre, echa gloriosa en da de
dueloe-Svn extraordinaria de la Alunicipal-
dacLwConsh-vmivhz de ctwachas.Colecla de
fondosw-Vapmvs etadoxn-Alojanaienlo para
11s Jersmms sin Lagoon-Instalacin de la Con-
wm-rn.--Dccreto para arwilur ci los damni-
CLIdQV.-'-D7.8Cu7-8() del Jefe Supremou-Jespuegm
del Presidente de la Asamblea.
V
Entre las grandes prdidasque hay que lamentar en
el incendio, n por la. materialidad de su valonsino por el
precioso recuerdo que encerraban, la ms deplorable
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por cierto, es la de los restos del insigne Cantor de Ju-
nn, que desaparecieron abrasados en el templo de San
Francscofdonde se hallaba depositada la urna cine-
raria.
Un admirador de Olmedo. que suscribe con XXX,
deploraba con estas palabras la sentida cuanto irrepa-
rable prdida de esas venerandas reliquias.
En el enorme y voraz incendio del 5 del presente.
se han perdido, 6 mejor dicho, se han quemado los res-
tos del Ilustre Cantor de junn: dicha prdida es, pues,
nacional. No existen ya sus despojos; no existe tam-
poco su lpida, tampoco existe su casa, en la cual el
Ilustre Concejo le dedicara una lpida con sentidas ins-
cripciones de oro.
El hijo del seor Olmedo, el respetable don jos
joaqun que tan justamente queridoes portodos los gua-
yaquileos, olvid sus dolencias fsicas en cuanto supo
que el fuego amenazaba el templo donde estaban las ce-
nizas de su ilustre padre; pero, por mucha que fuera su
premura en acudir al incendio para cumplir con sus de-
beres de hijo, salvando de las llamas ese puado de pol-
vo tan querido, lleg ya tarde, cuando la hoguera insa-
ciable lo haba devorado tdo, hasta los huesos de las
tumbas.
La misma pluma que citamos arriba, aade luego:
cEste noble seor regres su casa sin esperanza
agunayoonlgrmasenlos ojos . . . . ..
Por la tarde del da 6 el destructor elemento llega-
ba Las Peas y pocas horas despus bajaba de su
c136:
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casa sin sacar nada que le fuera til en las necesidades
de la vida. Pierde todo sin sacar una hilacha.
uPierde, adems, toda la biblioteca de su seor pa_
dre, en la cual haba ms que una regular fortuna, sus
retratos, sus papeles, su escritorio, su anteojo larga-
vista, el canutero con que escribi en vida, talvez el que
us para escribir el Canto Bolvar, su silln,.reliquias
todas sagradas para el seor Olmedo.-
i
Ii
En la maana delda 7 se dictaron algunas disposi-
ciones conducentes atenuar los rigores en que haba
sumido la poblacin el desastre de la vspera.
Se trat, en primer lugar, de dar alojamiento las
personas que haban quedado sin abrigo,
Se facult la Aduana para que pudiera aceptar
los comerciantes pagares seis meses de plazo, por los
saldos que adeudaran de los derechos de Aduana.
Nombrse una" comisin compuesta por" los seores
Luis A. Dillon, Martn Avils y Emilio Estrada, para
la adquisicin y distribucin de vveres a los menes-
terosos.
Se expidiun decreto, por el jefe Supremo, en el-
que se concedan cuarenta dasde plazo para la cancela.
cin de crditos.
Se dictaron severas medidas contra los proveedores
de artculos de primera. necesidad que, pretendieran ele-
var sus tarifas, abusando de las circunstancias.
Y, por ltimo, se organiz un cuerpo de Guardia
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Urbana para vigilar la poblacin durante las intranqui-
las noches que siguieron la del incendio.
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El nueve de Octubre, la fecha clsica de Guayaquil,
dade gloria que est marcado con letras de oro en la
historia de nuestra independencia, vino 6. sorprender
esta ciudad, cuna de los hroes del ao 1820, sobre un
montn de escombros.
Los himnos triunfales que se preparaban para cele-
brar el gran da, se tomaron en tristsimos lamentos, el
hermoso pabelln de la patria que hubiera lucido como
siempre, en el tope de los mstiles, indicando el regoci-
jo pblico, fu izado media asta en seal de duelo; el
can guard silencio, yen n, todos los preparativos
de esta se trocaron en manifestaciones de sentimiento
pblico.
La Municipalidad celebr una sesin extraordina-
ria, para tratar de reparar en lo posible la inmensa ca-
lamidad pblica, y adopt doce acuerdos, de los cuales
extractamos los ms importantes:
Construir covachas para brindar alojamiento las
personas indigentes:
Nombrar una comisin para colectar recursos.
nombre del Concejo.
Conar la Sociedad de Vvanderos la supervig-
lancia de aquellos individuos que, no perteneciendo al
gremio. pretendieran alterar el precio de los artculos de
primera necesidad.
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lletar vapores para conducir fuera los damnica-
dos que quisieran salir de la ttindnd.
Solicitar edicios, particulnres scales. para alo-
jar los infelices.
Conceder plazo de meses para la construccin de
covachas, fuera del rea incendiada.
Aumentar el nmero de inspectores y Celadores de
la Polica Municipal.
Prohibir la venta de licores.
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Q0
El mismo da 9 2 y 3o de la tarde, se reuni
en los salones de la Casa de Gobierno, la Convencin
Nacional.
Despus de los preliminares de estilo y elecciones
correspondientes, el doztor Peralta, Diputado por el
Azuay, manifest la desgracia que agobiaba al pueblo
de Guayaquil, por causa del incendio y propuso que se
escogitnran los medios de aliviarla.
Su palabra fu acogida con calurosos aplausos por
la barra yedetermin una larga interesante discusin
sobre el asunto.
Un diputado pidi que la Asamblea se constituyen
en comisin permanente hastaencontrar los medios de
aliviar la suerte de los damnicados.
Otro pidi que se interpelara al Ministro delo In.
terior sobre los recursos que hubiera hecho valer en ta-
vor de los damnicados.
Otro present un proyecto para auxiliar las vcti-
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mas del incendio, el cual fu estudiado por una comi-
sin y aprobado en esta forma:
La Asamblea Nacional considerando:
Que la ciudad de Guayaquil, una delas ms flore-
cientw de la Repblica, ha experimentado una cats-
trofe como no recuerda otro en su historia;
Que causa de esta calamidad ha quedado sin ho-
gar ni pan la mayor parte de la poblacin, decreta:
Art. 1. -La Asamblea Nacional hace suyo el due-
lo que aqueja al pueblo de Guayaquil.
Art. 2.--Facltase al Presidente de la Repblica
para que atienda en el da a las familias damnicadas,
mediante negociaciones con los bancos; y se le faculta
tambin para que facilite medios para trasladarse
otros puntos de.la Repblica todas las personas que
deseen: y para que facilite transportes fluviales.
Art. 3.'La comisin de salvacin pblica, com-
puesta de personas de esta ciudad, distribuir los socor-
rou los menesterosos.
Art. uFacltase asimismo al Ejecutivo para
que dicte los reglamentos tendentes 6. evitar el alza de
los artculos de primera necesidad, estando limitada esta
facultad durante el tiempo de tres meses.
Art. 5.La Municipalidad dar gratis el agua du-
rante tres meses.
Al art. 5 se agreg la guiente adicin, propuesta
por el Diputado Pareja.
Que las Municipalidades de la Repblica se les
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imponga, excepcin de la de Guayaquil, una contribu-
cin del o co durante los aos de 189798 para el ser-
vicio de intereses y amortizacin de la deuda oontrada,
sin perjuicio de que el Ejecutivo pueda arbitrar otros re-
cursos ccmo el 1 c100 de los bienes races dela Repbli-
ca, excepcin de los situados en el Cantn de Guaya-
quil. .
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Cuando la Comisin nombrada por la Asamblea
para anunciar al seor jefe Supremo la instalacin de
la Convencin, fu llenar su cometido, el General
Alfaro hizo referencia en su discurso la gran calami-
dad pblica, en los siguientes trminos:
Ssoass DIPUTADOS:
inmensa habra sido la satisfaccin de la Repblica
y muy especialmente la ma, al veros hoy congregados
en el recinto de las leyes, si la mano del crimen no hu-
biera descargado su rudo golpe sobre esta inclita ciu-
dad que sufre las consecuencias de la mayor de las ca-
tstrofes. El trabajo que todo lo salva retemplar el
nimo de los guayaquileos, ya que su resignacin que
raya en lo sublime nos augura que presto llegar el da
en que este hermoso puerto se levante de sus cenizas
recobrando su alta importancia y esplendorJ
Y el seor doctor don Manuel B. Cueva, Presiden-
te de la Asamblea. le contest con estas bellsimas pa-
labras en la parte referente al incendio de Guayaquil.
Vuestros esfuerzos patriticos no han sido estri-
les. El fuego ms puro y vehemente patriotismo arde
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oe ne las provincias mas lejanas, han acudido presum-
sos a este augusto recinto a desempear sus seras y di-
iciles labores. Es por eso que la Convencin Nado-
nal de 1896 no ha trepidado en instalarse, aun cuando
sea sobre los escombros humeantes y las ruinas causa-
das por la mano del crimen ms atroz y detestable.
Ojal nos sea dado remediar los grandes males que, con
motivo de la reciente catstrofe, aigen hoy la noble
y-librrima Guayaquil. Ella, contando como cuenta
con las excelentes cualidades que caracterizan sus dig-
nos hijos, volver ser en breve tiempo la perla del Pa-
clco, el puerto ms oreciente de Sud-Amrica:
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CAPITULO VI
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d los lrunn/cudou-Se uumura la venida de la
mwamp Lma..lu.r1-loa dc ln Ifepvihla: Ar-
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m-r de lunodmur-Ikruattm de lhltalooyop
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de la Gnnpavi: Trlayrm de (forum y Sud-
Amrau-Qvldr: dc la Uma del tuerto del
QuinnLa Junta Municipal de Socorro;-
Cmidolcucfc! del .-irzoln-spo.Audhoa donan-
leaMeeting en Buena: Aimar e mor de Gua-
yuqu Vivero encaiadoa en el chupa-fal- por
el (Human de (Iciar-Huan: dCMV-PI.
lIGN in del Gfrmcl Pcrumim-Gnl/ralendad
umermrtm-Ccndolencny rearme de Gu-
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QIdOw-J 031m4! de (Mile ciurega al Gobierno
la: vveres de El lmperalL-An-l