nuevas formas de elecciÓn presidencial en amÉrica latina...

47
NUEVAS FORMAS DE ELECCIÓN PRESIDENCIAL EN AMÉRICA LATINA: LA DOBLE VUELTA O “BALLOTAGE” Dr. Antonio Garrido [email protected] Universidad de Murcia, Spain 21st World Congress of Political Science - July 12 to 16, 2009 Santiago 2009

Upload: lamtruc

Post on 25-Sep-2018

214 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

NUEVAS FORMAS DE ELECCIÓN PRESIDENCIAL EN

AMÉRICA LATINA: LA DOBLE VUELTA O

“BALLOTAGE”

Dr. Antonio Garrido

[email protected]

Universidad de Murcia, Spain

21st World Congress of Political Science - July 12 to 16, 2009

Santiago 2009

1. FUNDAMENTO TEÓRICO Y POLÍTICO DE LA DOBLE

VUELTA

En las democracias presidenciales la mayoría de los presidentes (3/4) han

sido elegidos directamente mediante sistemas de simple mayoría o mayoría

relativa y de mayoría absoluta con doble vuelta, a pesar de la existencia de

otros métodos alternativos como la elección directa ratificada por el

Congreso, la elección indirecta por medio de un colegio electoral, el voto por

aprobación, el voto alternativo o voto mayoritario preferencial, la mayoría

relativa cualificada, la regla del doble complemento, el doble voto

simultáneo, la acumulación de mayoría relativa o voto repartido, el recuento

de ordenaciones o procedimiento Borda, etcétera. (Blais et al. 1997; Colomer

2003a; Filippov et al. 1999; Golder y Clark 2004; Jones 1995a; McClintock

2006; Nilson 1983; Shugart y Carey 1992; Shugart y Taagepera 1994; Wright y

Riker 1989).

Según la fórmula de la mayoría relativa, el candidato que obtiene el mayor

número de votos se convierte en ganador, cualquiera que sea su porcentaje

de votos. El ganador es el “primero que cruza la meta” (the first-past-the-

post system). Para determinar el vencedor se prima el criterio posicional, esto

es, el orden según el rango de los votos, y se aplica la regla de que “sólo hay

un ganador” o de que el “primero se queda con todo” (the winner takes it

all). La elección por mayoría relativa fue adoptada por el conjunto de las

democracias presidenciales en América Latina, desde su implantación en

Colombia en 1853 y nuevamente en 1910 y 1958, en México desde 1917, en

Uruguay desde 1918 y de nuevo en 1966, en Brasil desde 1945, en Venezuela

desde 1958, en Honduras desde 1981, en la República Dominicana desde 1962,

en Nicaragua desde 1984, y en Panamá y Paraguay desde 1989, así como en

Filipinas y Corea del Sur y en diversos países africanos bajo dominio colonial

inglés. Sin embargo, a causa del análisis de algunos problemas implícitos en

esta fórmula, como su elevada dependencia de las candidaturas irrelevantes o

la escasa eficiencia colectiva de sus resultados, al producir ganadores

minoritarios y políticamente sesgados, fue siendo sustituida en una gran parte

de las democracias presidenciales de la “tercera ola” por el método de la

mayoría absoluta con segunda vuelta o por sistemas mixtos intermedios. En la

actualidad, sólo México, Venezuela, Honduras, Panamá y Paraguay mantienen

este procedimiento de elección presidencial en América Latina.

En los sistemas presidenciales se han buscado fórmulas tendentes a

aumentar el apoyo popular de los presidentes con el objetivo de evitar que la

obtención de una mayoría muy reducida deslegitime a los candidatos

vencedores. Para ello, la elección del presidente mediante el sistema de

mayoría con doble vuelta establece un umbral o porcentaje de votos como

criterio para determinar el ganador (el cincuenta por ciento de los votos

emitidos) y una segunda ronda electoral, en el caso de que ningún candidato

supere ese umbral, entre los dos que hayan recibido más votos en la primera

votación. Para la selección de candidatos al run-off se aplica, como en el

sistema de mayoría relativa, un criterio de restricción estrictamente

posicional, basado en el orden de llegada en la elección preliminar: los dos

candidatos con más votos en la primera vuelta. Para dirimir la decisiva

votación final se sigue la regla de que el ganador es el candidato más votado.

Ésta es la fórmula que predomina entre los sistemas actualmente vigentes

tanto en los regímenes presidenciales, y especialmente en el conjunto de las

democracias semi-presidenciales. De hecho, sólo en América Latina 8 de 18

países han adoptado este sistema en los últimos años: Ecuador y Perú en 1978,

El Salvador y Guatemala en 1984, Brasil en 1986, Colombia en 1991, la

República Dominicana en 1995 y Uruguay en 1996 (véase tabla 1).

La fórmula de la doble vuelta o run-off está estrechamente vinculada al

semi-presidencialismo desde las experiencias de la República de Weimar y la

V República francesa (véase tabla 2). Es indudable que la adopción de este

mecanismo en Francia desde 1965 influyó poderosamente en su extensión a

gran parte de los países africanos bajo dominio francés y en su exportación a

la mayor parte de los países que han seguido el sistema de gobierno francés

en la Europa post-comunista. Sin embargo, los estudios sobre democracias

semi-presidenciales no han hecho apenas referencia al impacto de las

elecciones presidenciales en estos sistemas, lo que supone un grave déficit,

teórica y políticamente, para la correcta comprensión de este sistema

electoral.

En las democracias semi-presidenciales, a diferencia de lo que sucede en el

presidencialismo, se hace necesaria una fuerte legitimación del presidente

por dos razones: en primer lugar, porque su papel de jefe de estado y árbitro

del proceso político requiere dotarlo de un especial apoyo por parte de los

ciudadanos; en segundo lugar, porque, a diferencia de los regímenes

presidenciales, donde el presidente puede conformar su gabinete a voluntad

incluso si es escogido por una pequeña mayoría o pluralidad, en los sistemas

semi-presidenciales el gobierno depende del apoyo mayoritario de la

asamblea y, por tanto, un presidente que se enfrenta a una mayoría de la

oposición tiene muy difícil configurar un gabinete afín que le permita ejercer

su autoridad. Es por ello que, prácticamente, todas las democracias semi-

presidenciales del mundo, con la excepción de Taiwán y Palestina, eligen a

sus presidentes mediante doble vuelta o algún otro sistema de mayoría

absoluta.

Dos de estos mecanismos alternativos a la doble vuelta para la elección de

presidentes son el voto preferencial y el voto alternativo, hasta ahora sólo

experimentados en democracias semi-presidenciales (Irlanda y Sri Lanka), que

tienen la misma finalidad que la regla de la mayoría absoluta con run-off:

asegurar que el ganador tiene el apoyo de la mayoría. Sin embargo, para

exonerarse del coste político o administrativo de una doble votación unen las

dos rondas en una sola elección pidiendo a los electores que numeren a los

candidatos según su orden de preferencias. Este tipo de fórmula electoral, que

permite que los ciudadanos indiquen por qué candidatura habrían votado en una

segunda votación si su candidato ideal hubiera sido eliminado en la primera

vuelta, tienen muchos defensores en Estados Unidos, donde se le suele

denominar “segunda vuelta instantánea”. El problema con estos procedimientos

para su extensión a América Latina es que la evidencia empírica respecto a su

aplicación a elecciones presidenciales es muy limitada y han sido interpretados

habitualmente como una forma de asegurar el mayor apoyo posible al candidato

triunfador en sociedades plurales o multiétnicas para asegurar que el presidente

electo tenga el apoyo de distintos grupos étnicos. En el caso de Sri Lanka los

votantes deben marcar sus primeras, segundas y terceras opciones. Cuando un

candidato obtiene una mayoría absoluta de votos de primera preferencia resulta

ganador. Si ninguna alternativa recibe esta mayoría se eliminan todos los

candidatos, excepto los dos primeros, y los votos de segunda o tercera opción

de los excluidos se redistribuyen entre los dos candidatos principales, resultando

ganador aquel que consigue el mayor número de votos al concluir el proceso de

transferencia de preferencias. Mediante la fórmula del voto alternativo, usada

para elegir al presidente en Irlanda, los votantes no tienen ninguna restricción

respecto al número de preferencias que pueden señalar. Sólo es eliminado el

candidato con menos votos y son transferidas sus segundas preferencias,

procedimiento que se repite sucesivamente hasta que un candidato obtiene la

mayoría absoluta requerida o hasta que se terminan de reasignar todas las

preferencias. Esto supone que, al menos teóricamente, candidatos con escaso

apoyo en primeras preferencias pueden conseguir muchos votos de segunda o

tercera opción y derrotar a los candidatos principales por mayoría relativa. La

diferencia esencial entre el ballotage y el voto preferencial es que con éste se

ordenan los candidatos, pero no con aquél, que, a su vez, permite a los

electores modificar su voto durante la segunda vuelta. Según sus críticos, una de

las limitaciones del voto preferencial de Sri Lanka, a diferencia del sistema de

doble vuelta, es que los votantes no conocen quiénes serán los dos candidatos

principales cuando expresan sus preferencias y no se les da la oportunidad de

votar estratégicamente calculando las posibilidades reales de cada candidato.

También los sistemas de mayoría relativa en sociedades divididas étnica,

religiosa o culturalmente o en el marco de estados federales han buscado

mecanismos que tengan un efecto de ampliación del apoyo popular a los

presidentes electos similar al de la doble vuelta. Así, las fórmulas de

distribución del voto que exigen una acumulación de mayorías relativas en

diversas regiones o estados de una federación persiguen evitar que el presidente

tenga un escaso apoyo entre los votantes y pueda vencer por una pequeña

mayoría relativa. Por ejemplo, en Nigeria los candidatos deben obtener una

mayoría de los sufragios y un 25 por ciento de los votos (un tercio después de la

reforma constitucional de 1989) en dos tercios de los estados. Cuando ningún

candidato reúne estos requisitos de mayoría relativa y distribución o reparto de

sus votos, debe celebrarse una segunda vuelta entre el primer candidato o

ganador de mayoría relativa y el candidato con mayor número de votos en el

mayor número de estados (según el proyecto de constitución de 1979 la

situación de empate la resolvía un colegio electoral formado por los miembros

del Congreso nacional y las asambleas de los estados). En Kenia el candidato

ganador, además de ganar su escaño en las elecciones parlamentarias, debe

recibir un 25 por ciento de los votos en 5 de las 8 provincias. Al tener que buscar

sus apoyos por todo el país, ello asegura que ningún grupo étnico concreto

pueda proporcionar los votos suficientes para alcanzar el umbral exigido. Si

ningún candidato reúne los requisitos exigidos se disputa una segunda elección

entre los dos con mayor número de votos válidos, aplicándose asimismo el

umbral de distribución mencionado. Sin embargo, ni la experiencia con este tipo

de mayorías ni con el voto preferencial es concluyente. Más bien, la correlación

entre etnicidad y comportamiento electoral es tan elevada como en los casos de

sistemas con doble vuelta en sus elecciones presidenciales (Sierra Leona, Angola

o Uganda) o en los que actúan bajo la regla de mayoría relativa (Zambia y

Malawi).

Por último, en las democracias federales encontramos algunas fórmulas

singulares, que presentan notables analogías con algunos de los sistemas

electorales mencionados. Un ejemplo de ellas, aunque con elección indirecta

del presidente, es el de Estados Unidos, el caso par excellence de sistema

presidencial y federal en los estudios sobre política democrática comparada

(Shugart 2004). En este caso, tan conocido y analizado, el colegio electoral que

elige al presidente está formado por 538 miembros, cada estado tiene un

número de votos igual a la suma de sus diputados y senadores y el candidato

vencedor en un estado obtiene todos los representantes que le corresponden al

estado, por lo que se aplica la regla de la mayoría relativa en cada uno de los

cincuenta y un distritos multinominales: se trata, en la práctica, de cincuenta y

una elecciones (Best 1975; Peirce y Longley 1981). Con este método, a pesar de

la fórmula de distribución, la mitad de los presidentes desde 1828 han sido

elegidos con sólo una minoría de los votos populares (siendo Kennedy en 1960,

Nixon en 1968, Clinton en 1992 y 1996, y Bush en 2000 los ejemplos más

recientes) y, lo que es más grave desde el punto de vista de la teoría

democrática, en tres ocasiones el candidato perdedor en los votos populares

recibió una mayoría en el colegio electoral: Rutherford Hayes en 1876, Benjamin

Harrison en 1888 y George Bush en 2000.

2. TIPOLOGÍA Y CASOS DE DOBLE VUELTA

La tendencia entre las nuevas democracias con una presidencia

directamente elegida a optar por reglas electorales de mayoría absoluta con

doble vuelta (majority run-off) en detrimento de la mayoría relativa

(plurality), que había sido norma tradicional entre los sistemas

presidenciales, es un hecho muy destacado (Chasquetti 2001 y 2004; Colomer

2003a; Coppedge 2000; Jones 1993, 1994a y 1994b, 1995a, 1997 y 2004;

Kenney 1996 y 1998; Martínez 1998, 2004 y 2006; McClintock 2006; Pérez-

Liñán 2002, 2004 y 2006; Sabsay 1991 y 1995). La fórmula de la mayoría

absoluta con segunda vuelta se considera como una alternativa óptima para

evitar la victoria de candidatos minoritarios y extremos que son apoyados sólo

por una pequeña mayoría relativa, situación que resulta ciertamente probable

sobre todo en una elección entre muchos partidos y con un gran número de

candidatos. De hecho, una de las causas de la introducción de nuevas reglas

de mayoría absoluta o de mayoría relativa cualificada en algunas democracias

presidenciales y semi-presidenciales, ha sido la asociación que se ha hecho

entre las crisis de éstas y el modelo de mayoría relativa para la elección de

presidentes. Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, la

República Dominicana, Perú, Uruguay o Venezuela sustituyeron en los últimos

años la fórmula de la mayoría relativa en la elección de sus presidentes por

sistemas de mayoría absoluta con doble vuelta, mientras que Argentina y

Nicaragua se inclinaron por fórmulas intermedias o variantes de la regla de la

mayoría relativa cualificada, aplicada con cierto éxito en Costa Rica desde

1936. Por su parte, casi todas las nuevas experiencias democráticas con

sistemas semi-presidenciales, como se ha señalado, siguieron el modelo

francés y utilizan actualmente sistemas electorales de doble vuelta para la

elección de presidentes.

Tradicionalmente la principal variante del sistema de doble vuelta electoral

utilizada en América Latina para dotar de una mayor legitimidad electoral a

los presidentes había sido la segunda vuelta electoral en el Congreso, que de

este modo interviene activamente en el proceso de una manera que se aproxima

al de la formación de gobierno y selección del primer ministro en las

democracias parlamentarias. La experiencia con este tipo de fórmulas,

introducidas originalmente en Francia en 1851 y usadas en varias democracias

latinoamericanas en el siglo XIX, como Bolivia en 1871, 1967 y 1979, Honduras

en 1879, El Salvador en 1886 y nuevamente en 1963, Brasil en 1892, pero

también en Nicaragua en 1911, Costa Rica entre 1913 y 1932 o Chile entre 1925

y 1973 es actualmente muy limitada, siendo Bolivia una excepción. En Bolivia la

situación de empate, en la cual ningún candidato supera el umbral de la

mayoría, se resuelve con el Congreso decidiendo entre los tres primeros

candidatos según el voto popular (dos después de la reforma de 1993), lo que ha

permitido que después de las elecciones de 1985 y 1989 el segundo y tercer

candidato más votado asumieran la presidencia. En 1985 fue nombrado

presidente el segundo más votado, Paz Estenssoro del MNR (Movimiento Nacional

Revolucionario), gracias al apoyo del partido de Banzer, que acabó primero en

los votos populares, en el denominado Pacto por la Democracia; en 1989, con el

llamado Pacto Patriótico, el Congreso designó presidente al tercero más votado,

Jaime Paz Zamora (MIR, Movimiento de Izquierda Revolucionaria), que recibió el

apoyo de Banzer, el segundo en votos, en detrimento de Sánchez de Losada

(MNR), que fue el vencedor en los sufragios populares. Puesto que la legislatura

no ha escogido como presidente al candidato con la mayor mayoría relativa,

como en Chile, el funcionamiento del sistema ha sido más congruente con las

prácticas del parlamentarismo, aunque la reducción a sólo dos candidatos de la

segunda vuelta en el Congreso, aprobada en 1995, ha limitado ligeramente esta

pauta. Un sistema similar se utilizó en Chile entre 1925 y 1973 en una de las

experiencias más duraderas de democracia en América Latina. En Chile si ningún

candidato obtuviera una mayoría de los votos válidos emitidos, el Congreso era

el que designaba presidente entre los dos candidatos más votados. Sin

embargo, se estableció la tradición constitucional de seleccionar al primer

candidato y de estructurar previamente amplias alianzas preelectorales

(circunstancia que contribuyó a debilitar las candidaturas menores de un modo

similar a cómo el voto estratégico elimina a los terceros candidatos bajo la regla

de la mayoría relativa). En 1932, 1938, 1942 y 1964 el primer candidato recibió

una mayoría del voto popular y sólo en 1946, 1952, 1958 y 1970 el presidente

tuvo que ser elegido por el parlamento: González Videla fue apoyado por la

izquierda, Ibáñez del Campo por un amplio espectro de grupos, y Alessandri y

Allende fueron elegidos con el apoyo de los centristas.

Finalmente, también se han ensayado en América Latina vías intermedias que

intentan evitar la elección por una pequeña mayoría relativa estableciendo un

porcentaje de votos o umbral fijo inferior a la mayoría absoluta, aunque los

especialistas vacilan entre considerar a estos sistemas como casos de run-off o

como ejemplos de sistemas de mayoría relativa cualificada. Un ejemplo es el

método empleado en Costa Rica, donde se exige el 40 por ciento de los sufragios

o una segunda ronda en el caso de que ningún candidato logre traspasar ese

umbral de votación. La lógica de esta fórmula ha sido muy bien descrita por

Shugart y Carey (1992: 209 y 216-217): "La previsión del 40 por ciento puede

verse como un umbral que debe ser obtenido para una victoria en la primera

vuelta. La mayoría relativa pura no establece umbral, lo que significa que vence

el que más votos recibe sin considerar el porcentaje real obtenido. A medida

que el umbral aumenta, también los costes del fracaso para coaligarse, a menos

que el umbral se establezca tan alto como para fomentar muchas candidaturas

irrelevantes con la perspectiva de influir en la segunda vuelta [...]. El umbral

del 50 por ciento -del sistema de mayoría con doble vuelta- es un ejemplo de un

umbral demasiado elevado en muchos casos para inducir a la formación de

coaliciones […]. El umbral del 40 por ciento puede ser contemplado como una

«válvula de seguridad», alentando amplias coaliciones, como la mayoría

relativa, pero con un mecanismo incorporado que evita ganadores con un apoyo

muy limitado en contiendas con varios candidatos.” De hecho, la consecuencia

de esta fórmula es que desde 1936 sólo en una elección presidencial (2002) una

segunda vuelta fue necesaria en Costa Rica.

Similares fórmulas se han implantado recientemente en Nicaragua (40por

ciento de los votos en la primera vuelta) Argentina (con un umbral del 45por

ciento de los votos), con el complemento alternativo de una reducción del

umbral si se obtiene una determinada distancia respecto al segundo candidato:

40por ciento de los votos y una distancia del 10por ciento respecto al segundo

en Argentina y 35por ciento en caso de que la diferencia entre el primer y el

segundo candidato sea superior al 5por ciento en Nicaragua. En Ecuador el

umbral (40por ciento) y el margen entre los dos primeros candidatos (10por

ciento) se exigen simultáneamente.

3. VENTAJAS O FORTALEZAS

a) Fortalece la legitimidad del presidente al ser elegido por una amplia

mayoría

Desde el punto de vista de la tendencia a la generación de un fuerte

liderazgo presidencial después de la elección, bajo la regla de la mayoría

relativa es posible que el ganador obtenga sólo una pequeña mayoría relativa

o una victoria muy estrecha, especialmente cuando el excesivo número de

candidatos en competencia impide a los votantes concentrar sus votos. Por

ejemplo, las célebres elecciones presidenciales chilenas de 1970

proporcionaron un estrecho triunfo al candidato de la izquierda, Salvador

Allende, con el 36,2por ciento de los votos, mientras sus rivales Alesandri y

Tomic obtenían el 34,9por ciento y el 27,8por ciento de los votos

respectivamente. Allende, con un apoyo minoritario en el parlamento (83

escaños de 200) fue nombrado presidente. Con esta fórmula de elección, dado

el apoyo minoritario recibido por el ganador y el apretado margen entre los

candidatos, la legitimidad plebiscitaria del presidente merma, la autoridad

simbólica que el presidente encarna se debilita, y todo ello influye en la

forma en que directa o indirectamente el jefe del ejecutivo va a poder

ejercer su autoridad. En cambio, con la elección por mayoría absoluta se

asegura que el ganador recibe una mayoría de los sufragios. Como ha señalado

alguno de los defensores del mecanismo del run-off, “con la doble vuelta la

legitimidad del elegido se ve reforzada respecto de la de un presidente

surgido de un sistema de plurality. La sola presencia de dos candidatos en la

votación final augura, casi sin dudas, la mayoría absoluta para alguno de los

dos; en un sistema de plurality, no. Siendo con ambos sistemas electos

legítimos, parece evidente que será mayor el respaldo del presidente elegido

mediante doble vuelta. Incluso el apoyo del candidato en las elecciones

presidenciales suele ser mayor que el de su partido en elecciones generales.”

(Martínez, 2004:15).

Al respecto, resulta especialmente significativo que, en una reciente

encuesta entre congresistas peruanos y mexicanos realizada por Cynthia

McClintock (2006), la razón esgrimida por la mayoría de ellos para preferir el

run-off como mecanismos de elección presidencial sea el hecho de que este

método “aumenta la legitimidad”: el 62por ciento de los parlamentarios

peruanos y el 67por ciento de los mexicanos que preferían este sistema

argumentaban dicha circunstancia en su defensa.

b) Moderación y “centrismo” de los ganadores

Giovanni Sartori ha argumentado que los sistemas electorales

parlamentarios de doble vuelta castigan y subrepresentan especialmente a los

partidos radicales, extremistas o antisistema, ya que tienen una menor

capacidad que los partidos moderados para participar en las transferencias de

votos que se producen entre las rondas de votación. Este planteamiento ha

sido usado también por algunos defensores del “ballotage” para la elección

presidencial, que han señalado que en una segunda vuelta un candidato

radical recibirá muy pocos votos adicionales del resto de candidatos

eliminados en la primera fase.

En este sentido el contexto adecuado para que un candidato extremista

pueda alcanzar la segunda vuelta es una situación de multipartidismo bipolar

desequilibrado, como la denomina Gary Cox (1997: 134-135); esto es, la

división en diversas candidaturas de una familia de preferencias, lo que

permite que al run-off finalmente sólo pasen dos candidatos de la otra familia

de preferencias: “en el multipartidismo bipolar desequilibrado –por ejemplo,

con tres o más candidatos de izquierda compitiendo con dos candidatos de la

derecha-, se presentarían claras presiones para la consolidación de la izquierda:

sería probable, especialmente si la izquierda no fuera mucho mayor que la

derecha, y la izquierda y la derecha dividieran sus votos respectivos igualmente,

que los dos candidatos derechistas terminen ocupando los dos primersos puestos

en la primera vuelta. La anticipación de este resultado debería impulsar a las

élites izquierdistas a organizar retiradas en la primera vuelta o, fracasando ésto,

a proporcionar la necesaria información o los indicios suficientes a los votantes

para producir una deserción estratégica de uno de los candidatos izquierdistas”.

Cuando no se produce esta coordinación sucede como en las elecciones

presidenciales francesas de 2002, en las que la fragmentación de la izquierda

(con las candidaturas del primer ministro socialista Jospin, de Jean-Pierre

Chevènement, de los ecologistas, etcétera) permitió una segunda ronda con dos

candidatos conservadores, Chirac y Le Pen, en la que la diferencia en votos

entre ambos candidatos se aproximó al 65por ciento (Chirac obtuvo el 82,2por

ciento de los sufragios por sólo el17,8 por ciento de Le Pen).

En el estudio de McClintock anteriormente referido, los argumentos

predominantes para preferir un sistema de doble vuelta junto son, en primer

lugar, que asegura el apoyo mayoritario para un presidente más próximo al

centro político (señalado por el 16por ciento y el 28por ciento de los

legisladores peruanos y mexicanos respectivamente) y, en segundo término,

que tiende fomentar la construcción de consensos en el sistema político

(indicado por el 7por ciento y el 5por ciento respectivamente de los

parlamentarios peruanos y mexicanos).

c) Impide la victoria de un candidato con escaso respaldo electoral y del

perdedor “Condorcet”, eliminando el “efecto” Allende

En su clásico análisis de los peligros del presidencialismo, Arturo

Valenzuela o Juan Linz se han referido al conflicto político entre el presidente

Allende y el Congreso chileno culpando al presidencialismo del fracaso de la

democracia y especulan sobre las posibles alternativas constitucionales

considerando que el parlamentarismo hubiera conducido a un desenlace

diferente. En cambio, Dieter Nohlen plantea unos supuestos hipotéticos de

tipo contrafactual distintos, centrados en el tipo de elección presidencial que

llevó a la presidencia a Allende, y que relativizan la capacidad explicativa que

en el análisis del colapso se le atribuye al presidencialismo como sistema o

forma de gobierno: a) si la elección presidencial chilena de 1970 se hubiese

celebrado por ballotage, Salvador Allende no habría sido elegido y el proceso

democrático no hubiera llegado a un punto muerto; b) si el principio de no

reelección no hubiese estado vigente o hubiese tenido éxito la maniobra para

impedir la elección de Allende por el Congreso con nuevas elecciones, el

presidente saliente Eduardo Frei podría haber presentado su candidatura y en

caso de vencer en los comicios hubiera podido continuar su mandato; c) si los

democristianos hubieran presentado un candidato distinto al izquierdista

Radomiro Tomic, o hubieran fructificado los intentos de sustituir su

candidatura por la del moderado Bernardo Leighton, es posible que Alessandri

no se hubiera presentado como candidato; d) si Tomic hubiese podido formar

una gran alianza de izquierda englobando a los partidos marxistas es probable

que hubiera ganado la elección presidencial; e) si la Democracia Cristiana,

como partido de centro, hubiera seguido la política tradicional de acuerdos y

alianzas establecida por el Partido Radical, no habría perdido las elecciones

de 1970, etcétera.

Uno de los propósitos de la fórmula de la segunda vuelta es evitar la

elección de un ganador con sólo una mayoría relativa mínima, candidato que,

probablemente, sería derrotado por otros candidatos en una contienda frente

a frente. Se denomina ganador Condorcet a aquel que en enfrentamientos dos

a dos es capaz de vencer al resto de los candidatos y perdedor Condorcet a

aquel que en el mismo tipo de contiendas es derrotado por todos los restantes

candidatos. La estructura de incentivos del ballotage, a diferencia de las

disputas presidenciales bajo la regla de la mayoría relativa, garantiza que el

ganador Condorcet se impondrá en la elección si los votantes actúan

estratégicamente, es decir, que el ganador Condorcet, si no es eliminado en la

primera vuelta, siempre será el ganador bajo el procedimiento de la mayoría

absoluta. A diferencia de la regla de mayoría relativa, que no asegura el triunfo

del ganador Condorcet, la regla de decisión por mayoría absoluta garantiza que

el ganador Condorcet se impondrá en la segunda ronda de la votación. En el

mismo sentido, si el perdedor Condorcet accede a la segunda vuelta

inevitablemente será derrotado por el otro candidato.

Con el sistema de run-off la posible reversión del resultado de la primera

vuelta puede evitar la victoria de un candidato perdedor Condorcet, como

Salvador Allende en Chile 1970 o Daniel Ortega en 2006 en Nicaragua, y

facilitar a los electores que emitan un voto más racionalmente calculado,

como en Uruguay en 1999 (Batlle), Colombia en 1998 (Pastrana) o en la

República Dominicana en 1996 (Leonel Fernández). Se trataría de la hipótesis

en la cual, si todos esperan que el ganador de mayoría relativa pierda en la

segunda vuelta, la primera votación decide el resultado final por anticipado.

A veces, incluso sin llegar a celebrarse una segunda ronda, como en el caso de

la victoria de Kirchner en las elecciones presidenciales argentinas de 2003,

con un sistema de mayoría cualificada. Con un sistema similar al argentino, el

caso de Nicaragua es especialmente interesante porque muestra cómo las

fórmulas de mayoría relativa cualificada pueden producir problemas similares

a los de la mayoría simple: la división de las candidaturas de la Alianza Liberal

entre Eduardo Montealegre y José Rizo permitieron el triunfo del perdedor

Condorcet, el sandinista Daniel Ortega en primera vuelta (véase gráfico 1).

Esto probaría que su asimilación a la clásica doble vuelta con mayoría

absoluta no es demasiado procedente.

d) Estimula la articulación de coaliciones electorales y de gobierno

Una elección bajo el sistema de majority run-off produce un resultado menos

incierto que el sistema de plurality y se aproxima en el periodo entre las dos

vueltas al proceso de negociación para la formación de gobiernos en las

democracias parlamentarias, según algunos de sus defensores. Obviamente, si

la segunda vuelta se celebra en la asamblea y ésta es la encargada de elegir al

presidente, como en Bolivia y en Chile hasta 1973, el proceso para formar una

coalición parlamentaria ganadora se acerca en cierto modo al de un sistema

parlamentario en busca de primer ministro, un hecho que parece haber influido

favorablemente en la formación de pactos en ambos países: pactos

preelectorales en Chile, aunque no en Bolivia donde han predominado las

coaliciones postelectorales (Shugart y Carey, 1992: 86-87).

Es indudable que el tipo de elección presidencial tiene mucho que ver con

los cálculos estratégicos de los actores políticos. Aunque es dificil determinar

si un sistema de mayoría relativa supone un incentivo para construir una

coalición o no, se ha extendido la idea de que las elecciones a una sola vuelta

no incitan a la formación de coaliciones en tanto la segunda vuelta permite a los

perdedores de la primera negociar su apoyo a los candidatos mayoritarios, a

pesar de que el control que aquellos tienen sobre sus electores puede ser muy

variable y no se trata más que de una simple expectativa de voto. En realidad,

el incentivo para la formación de coaliciones preelectorales depende de las

expectativas de voto de cada partido o alianza y del umbral que se exige para

triunfar en la contienda, aunque la posibilidad de una presidencia minoritaria

puede no impulsar a la búsqueda de alternativas que estén por encima del

criterio de la mayoría; como las expectativas de cada formación política pueden

ser diferentes para algunos será más racional concurrir en solitario a la carrera

por la presidencia y para otros sólo su participación en una coalición con otras

fuerzas les garantizaría la posibilidad de obtener la presidencia para su

candidato o, más simplemente, integrarse en una candidatura ganadora.

La doble ronda electoral implica una estructura de incentivos distinta. Como

la primera vuelta no supone ningún riesgo para los partidos, a menos que la

fortaleza de algún candidato les incline a pensar que es preferible evitar la

amenaza potencial de que el juego quede resuelto en esta fase, el interés de los

partidos pasaría más bien por afirmar sus propias identidades y promover

candidaturas independientes con la esperanza de que su líder sea uno de los

elegidos para la segunda vuelta, una expectativa que indudablemente aumenta

en un contexto multipartidista. El juego que la segunda vuelta abre es mucho

más complejo y, de alguna manera, contiene una lógica que refuerza los

incentivos para llegar a acuerdos entre las fuerzas políticas. En principio son

necesarias la formación de alianzas y la negociación de apoyos partidistas para

canalizar la transferencia de los votos de las fuerzas perdedoras hacia alguno de

los dos candidatos. Estos deben reunir un respaldo electoral suficiente y, por lo

general, próximo o por encima del umbral de la mayoría para obtener la

presidencia, lo que supone un incentivo para la formación de coaliciones

mayoritarias.

e) Facilita la estructuración de un sistema multipartidista bipolar

A partir del caso francés se ha extrapolado el argumento de que la doble

vuelta “facilita la articulación de una estructura de sistema de partidos

bipolar multipartidista” (Martínez, 2006: 25). El efecto dualista imputable a

la competición presidencial se concreta bajo este sistema electoral en un

reagrupamiento partidista alrededor de dos grandes familias de preferencias o

de bipolaridad de opciones, pero no genera una dinámica bipartidista sino, a

lo sumo, una bipolarización multipartidista articulada alrededor de dos

grandes macrotendencias que dividen el el espacio o espectro ideológico. El

problema con esta tesis es que en Francia la doble vuelta también se utiliza

para las elecciones parlamentarias, una circunstancia que refuerza la lógica

bipolarizadora y la congruencia estructural del sistema, a diferencia de las

democracias latinoamericanas que han tenido a combinar el run-off

presidencial con diferentes fórmulas proporcionales para la elección de

congresistas y senadores, como en los ejemplos de Brasil, Ecuador o Perú.

4. DEBILIDADES O RIESGOS DEL “BALLOTAGE”

a) Fabrica mayorías artificiales y plebiscitarias

La elección presidencial mediante doble vuelta parece, en principio, la

solución óptima para otorgar a los presidentes un mandato más claro de los

votantes que el que presumiblemente recibirían con una menor proporción del

voto popular en un sistema de mayoría relativa. Sin embargo, como ha

observado Linz, este apoyo desproporcionado resulta más bien artificial y

puede suponer una amenaza para la estabilidad del sistema democrático si el

presidente elegido por una mayoría absoluta de los ciudadanos desarrolla la

sensación de tener un amplio respaldo nacional para llevar adelante su

programa de gobierno frente a un Congreso hostil, donde sus partidarios sólo

constituyen una minoría. Lo cierto es que este amplio apoyo electoral crea

unas expectativas populares y una ilusión plebiscitaria muy superior a la

generada por algunos presidentes elegidos mediante una pequeña mayoría

relativa y legitimados de una forma más débil.

b) Polarización electoral

La tendencia a estructurar la competencia política alrededor de dos

grandes opciones puede convertir a la doble vuelta, como ha señalado Juan

Linz, en una confrontación entre dos candidatos que representen dos modelos

de sociedad y, por tanto, en una elección bipolar que introduzca una fuerte

polarización política. El peso que los votos de los partidos extremistas pueden

tener en la resolución final del run-off puede otorgarles una importancia

desmesurada ante los candidatos moderados que necesitan de estos apoyos

para vencer en la votación definitiva: “Una de las consecuencias en sistemas

multipartidistas de la confrontación entre dos candidatos viables es que antes

de las elecciones probablemente se formen amplias coaliciones en las cuales

no puede ignorarse a partidos extremistas con cierto apoyo porque el éxito

podría depender incluso del pequeño número de votos que éstos podrían

aportar. Un sistema de partidos en el cual un significativo número de votantes

se identifiquen fuertemente con dichos partidos les otorga a estos votantes

una presencia desproporcionada entre los seguidores de los candidatos. Es

fácil para el oponente apuntar a la peligrosa influencia de los extremistas, y

los extremistas tienen un posible poder de chantaje sobre un candidato

moderado. A menos que un fuerte candidato del centro sea capaz de obtener

amplio apoyo contra aquellos que se alíen con segmentos extremos del

espectro político y encuentre amplio apoyo en el centro que rompa el vínculo

de alternativas más claramente definidas, una elección presidencial puede

fomentar tendencias centrífugas y polarizadoras en dicho electorado.” (Linz,

1994: 20).

c) Incentiva la formación de mayorías “negativas” o de bloqueo

El sistema de mayoría absoluta ha impedido la victoria de muchos

ganadores por mayoría relativa: Vargas Llosa en Perú (1990), Horacio Serpa en

Colombia (1998), Tabaré Vazquez en Uruguay (1999), Menem en Argentina

(2003), en América Latina, pero también de Mitterrand en Francia (1974),

Giscard d’Estaing en Francia (1981), Freitas do Amaral en Portugal (1986),

Mamadou Tandja en Níger (1993), Ion Iliescu en Rumania (1996), Mircea

Snegur en Moldavia (1996), Adrian Nastase en Rumania (2004), Georges

Iacovou en Chipre (1998), Tito Petkovski en Macedonia (1999), Diouf en

Senegal (2000), George Weah en Liberia (2005), etcétera. Sin embargo, hay

que reconocer que, aunque el sistema de majority run-off evita el triunfo de

los perdedores Condorcet, es cierto también, como afirman algunos de sus

críticos, que la reversión del resultado de la primera ronda produce en ciertas

ocasiones un “consenso negativo” entre los votantes cuyo único objetivo es

evitar que una alternativa o candidato determinado obtenga la presidencia

votando, más que a favor del ganador, en contra del perdedor (Pérez-Liñán

2006). Los ejemplos de Alberto Fujimori en Perú (1990), Jorge Serrano en

Guatemala (1991), o de Febres Cordero (1984) o Abdalá Bucaram (1996/97) en

Ecuador, muestran los riesgos que, para la gobernabilidad, pueden plantear

este tipo de dirigentes en democracias presidenciales, especialmente por la

debilidad parlamentaria del partido o fuerza política que respalda al

presidente en el Congreso. Las amplias mayorías de votos populares obtenidas

por estos candidatos contrastan con el respaldo legislativo con el que deben

impulsar sus políticas. Un buen ejemplo es Abdalá Bucaram, quien recibió el

54 por ciento de los votos en la segunda vuelta de la elección presidencial

mientras el Partido Roldosista, la fuerza política en que se apoyaba, apenas

obtuvo el 23 por ciento de los curules en el Congreso ecuatoriano. Alberto

Fujimori pasó del 33 por ciento de votos en la primera vuelta al 62 por ciento

en la segunda ronda, en tanto que Cambio’90 sólo consiguió el 18 por ciento

de los escaños. Jorge Serrano Elías, por su parte, subió del 26 por ciento al 68

por ciento de los votos, pero en la cámara su partido apenas alcanzó el 14 por

ciento de los diputados.

Pérez Liñán (2002) ha intentado determinar, mediante un análisis estadístico,

el impacto de la doble vuelta sobre la gobernabilidad en regímenes

presidenciales y ha observado que, en general, el sistema de doble vuelta no

es un factor de inestabilidad política, pero la reversión del resultado de la

primera vuelta en la segunda ronda es una variable que aumenta las

posibilidades de que se produzca una crisis de gobernabilidad; por otro lado,

no son dimensiones relevantes ni el número de partidos ni el margen de

victoria de los candidatos, pero sí produce un “efecto diferenciado” la

institucionalización de los partidos políticos o la interacción entre reversión y

longevidad o edad de los partidos. De los datos se desprende que esta

interpretación contraria a los efectos de la doble vuelta tiene algunas

limitaciones: en primer lugar, que en muchos casos la reversión del resultado

electoral no ha conducido a ninguna crisis constitucional, como revelan los

ejemplos de Jorge Batlle en Uruguay, Andrés Pastrana en Colombia, Néstor

Kirchner en Argentina o Leonel Fernández en la República Dominicana, entre

otros; en segundo lugar, que las situaciones de crisis se circunscriben a

contextos políticos con sistemas de partidos poco institucionalizados, de modo

que donde el sistema de mayoría absoluta con doble vuelta presenta riesgos

es en esta clase de escenarios. En los países mencionados el sistema de

partidos era débil, muy fraccionalizado y poco institucionalizado, y el acceso

a la presidencia de este tipo de candidatos se vió facilitado por la propia

fragmentación política.

d) Fomenta la tendencia de las elecciones presidenciales hacia el

surgimiento de “outsiders”

La necesidad de buscar un apoyo amplio para ganar la presidencia en

un sistema electoral de doble vuelta puede desincentivar la tendencia a la

identificación de los candidatos con partidos asentados y a desarrollar

compromisos ideológicos bien definidos. Por eso las campañas electorales, los

mensajes a los votantes y la retórica del debate político se canaliza más hacia

la personalidad de los líderes que a sus vínculos con las organizaciones

partidistas y, a menudo, los contendientes en la carrera presidencial no

mantienen conexiones con los partidos e incluso cuestionan el papel de éstos

como factor de estabilidad desarrollando el característico discurso populista y

antipartidista.

La extrema personalización de la elección presidencial tiende a aumentar la

influencia política de los outsiders y los caudillos sin apoyo de partidos ni

congresistas. Los outsiders son candidatos con estilos y discursos antipartidistas,

que aspiran a la presidencia y que participan en las elecciones sin el apoyo de

un importante partido nacional o que han desarrollado sus carreras políticas

fuera de los tradicionales canales partidarios. Los ejemplos de Fujimori en Perú,

Collor de Melo en Brasil ("un presidente televisivo que flota sobre un Congreso

de partidos volátiles", por recoger la expresión de Sartori), Ollanta Humala en

Perú, Lucio Gutiérrez o Correa en Ecuador, Bordón en Argentina, Max Fernández

en Bolivia, Aristide en Haití, Noemi Sanín en Colombia, Ravalomanana en

Madagascar, Lebed en Rusia, e, incluso, el desconocido Tyminski en Polonia -que

obligó a ir a la segunda vuelta de las presidenciales a Lech Walesa en 1991- son

elocuentes. Sin embargo, aunque se encuentran algunos pocos casos análogos

en sistemas de mayoría relativa en democracias presidenciales, como los de

Ross Perot en Estados Unidos, Chung Ju Yung en Corea, o Estrada en Filipinas, la

tendencia al surgimiento de outsiders es especialmente evidente bajo la fórmula

del run-off, donde más candidatos se sienten atraídos a participar en la primera

vuelta (Linz 1994: 21; Jones 1995: 97; Mainwaring y Shugart 1997: 427;

Shugart y Carey 1992: 215). La evidencia empírica parece indicar que la

fórmula de la doble vuelta presidencial incentiva la concurrencia de outsiders

con un fuerte carisma personal, que intentan acceder al poder sin necesidad de

asociarse con los partidos establecidos y otras formas organizadas de

representación de intereses, lo que dificulta sobremanera la institucionalización

de los respectivos sistemas de partidos. Algunos de estos outsiders en sistemas

de run-off incluso han logrado alcanzar la presidencia, como Collor en Brasil,

Fujimori en Perú, Chávez en Venezuela o Lucio Gutiérrez y Correa en Ecuador.

Sin embargo, hay que reconocer que también distintos outsiders han

conseguido llegar a la presidencia bajo la regla de la mayoría simple o

plurality, como Chávez en Venezuela, o, en menor medida, Caldera en

Venezuela y Fernando Lugo en Paraguay.

e) No permite la estructuración de coaliciones sólidas

Algunas condiciones contingentes limitan la tendencia de la doble vuelta a

incentivar la formación de coaliciones preelectorales. Primero, el control sobre

el electorado de los partidos perdedores no es un recurso tan seguro como la

posesión de escaños en el Congreso, lo que debilita la posición de estos partidos

como oferentes de apoyo y puede llevar a los candidatos presidenciales a

ignorarles y a prescindir de negociar cualquier colaboración con ellos o a

exigirles sin más que se adhieran a su campaña. Por otro lado, en un espacio de

competición unidimensional, sólo los partidos centristas están realmente en

disposición de elegir entre las dos alternativas mientras que el resto de los

grupos, por sus propios posicionamientos, carecerían en teoría de una verdadera

autonomía y del poder de chantaje suficiente para sustraer su apoyo al

candidato más afín y prestar sus electores al otro partido o coalición. Esto

significa que si bien es posible, como señala Linz, que los extremistas de la

izquierda o la derecha puedan aportar votos a una candidatura moderada o de

centro, no sucede lo mismo con la hipótesis en la cual grupos de la izquierda

amenacen con apoyar al candidato de la derecha o partidos derechistas con

contribuir al triunfo del candidato de la izquierda. En este caso, el incentivo

para formar una coalición electoral en un sistema de doble vuelta es más

aparente que real, aunque la amenaza de una llamada a la abstención de algún

modo puede invertir los posibles beneficios de una renuncia a negociar con estos

partidos afines. Por otro lado, hay que tener en cuenta que la mayoría que

elige al ganador no representa una verdadera coalición de gobierno ni una

alianza consistente, bien estructurada y articulada, como ha señalado

Chasquetti (2003).

f) Dificulta los efectos de “arrastre” de las elecciones presidenciales sobre

las parlamentarias

Los estudios empíricos sugieren que la combinación de un formato de

mayoría relativa para la elección presidencial junto a las elecciones legislativas

produce un fuerte impacto sobre el sistema de partidos reduciendo su

fragmentación. Sin embargo, el incentivo hacia el multipartidismo inherente en

las fórmulas de representación proporcional para el Congreso empuja el número

de candidatos, de partidos competidores y de partidos parlamentarios

“efectivos” por encima de ese bipartidismo “casi perfecto” que han exhibido

otros sistemas presidenciales con fórmulas de mayoría relativa para sus

elecciones al Congreso, como Estados Unidos. En una elección a una sola vuelta

con mayoría relativa, el impacto de la competición por la presidencia sobre el

sistema de partidos depende, en gran medida, del calendario electoral (Shugart

1995; Shugart y Carey 1992: 226-258). En este caso, sólo cuando las elecciones

presidenciales y legislativas se realizan conjuntamente, el efecto de “arrastre”

o de “contagio” resulta significativo y puede emerger un sistema cercano al

bipartidismo. Un ciclo electoral con elecciones simultáneas a la presidencia y a

la asamblea ejerce una influencia directa en el número de partidos.

Por el contrario, con un ciclo de elecciones separadas, no hay ninguna razón

ligada al formato electoral presidencial para que se estructure o institucionalice

un sistema bipartidista en la asamblea legislativa. En las democracias

presidenciales, cuando se realizan las elecciones al Congreso y las elecciones a

la presidencia en momentos diferentes (Brasil, Chile, El Salvador), o de manera

simultánea con la primera ronda electoral en los sistemas de doble vuelta y

mayoría absoluta (Brasil desde 1994, Chile en 1989 y 1993, Guatemala, El

Salvador en 1994), la fragmentación del sistema de partidos de la asamblea

tiende a ser mucho mayor y puede resultar incluso excesiva si una ley electoral

fuerte no la modera suficientemente. Es obvio que si hay que recurrir a una

segunda vuelta, aun con elecciones parlamentarias coincidentes con la primera

vuelta de las elecciones presidenciales, pierde sentido la misma celebración

simultánea de las elecciones presidenciales y parlamentarias para conseguir una

mayor armonía entre las mayorías.

g) No garantiza la victoria del “ganador” Condorcet y plantea diferentes

problemas de coordinación estratégica entre candidatos y votantes

También con el procedimiento de majority run-off el ganador final podría ser

derrotado por algún candidato eliminado en la primera vuelta si los votantes

pudieran elegir de nuevo entre los dos. En Francia, como ha señalado Colomer,

en 1965 De Gaulle, y en 1988, 1995 y 2007 Mitterrand, Chirac o Sarkozy no eran

los candidatos preferidos por el votante mediano. En todos estos casos, los

ganadores Condorcet (el centrista Lecanuet en 1965 y los ex primeros ministros

Raymond Barre en 1988 y Edouard Balladur en 1995 o Bayrou en 2007) fueron

eliminados en la primera vuelta. El problema es, por consiguiente, que el

resultado de las elecciones mediante run-off depende excesivamente de las

contingencias y circunstancias de la primera vuelta y del hecho de que el

ganador Condorcet sea o no eliminado en la primera vuelta.

Por consiguiente, esta regla de decisión, al igual que la regla de la mayoría

relativa, depende de las alternativas o candidatos irrelevantes, es decir, de las

opciones disponibles para ser votadas. El efecto “spoiler” está presente en la

primera ronda de votación en la medida en que la presencia de competidores

marginales puede determinar la decisión sobre los dos finalistas. En las

elecciones peruanas de 2006, por ejemplo, hubiera podido concertarse, por

ejemplo, una alianza entre la Unidad Nacional de Lourdes Flores y el Frente de

Centro de Valentin Paniagua, que hubiera permitido a ésta acceder al run-off y

derrotar a Humala (véase gráfico 2). Cabría aducir entonces que la retirada de

la candidatura presidencial de Paniagua, o el apoyo a su candidatura de la

fujimorista Alianza para el Futuro, hubiera favorecido las opciones de Lourdes

Flores de acceder a la segunda vuelta. La importancia de las alianzas partidistas

y coaliciones electorales, por lo tanto, no es exclusiva del periodo entre

elecciones y de la movilización de los candidatos y sus formaciones políticas

ante la decisiva segunda vuelta, como en ocasiones se afirma en los estudios

sobre esta clase de sistemas de elección de presidentes, sino que se extiende

también a la selección de finalistas en la primera vuelta (McClintock, 2006). La

fragmentación de las candidaturas presidenciales aumenta las dificultades para

la coordinación entre partidos y votantes y permite la eliminación de los

ganadores Condorcet en la primera ronda de la votación, como en Perú o como

en la reciente elección presidencial ecuatoriana donde pasaron a la segunda

vuelta dos outsiders (Rafael Correa y Álvaro Noboa) y quedó eliminado el posible

ganador Condorcet, León Roldós (véase gráfico 3).

h) Incrementa el coste económico de las elecciones presidenciales

El hecho de implicar dos consultas electorales supone un incremento

indudable del coste económico de la celebración de las elecciones y del

trabajo de la administración electoral, así como un aumento en el volumen de

gasto para los candidatos finalistas de la contienda, que deben desplegar dos

campañas electorales prácticamente consecutivas.

6. LAS CONSECUENCIAS POLÍTICAS DEL “BALLOTAGE”

La evaluación de las consecuencias políticas y electorales de la fórmula

del ballotage ha de partir, en primer lugar, del grado en que se ha recurrido a

la segunda vuelta en los sistemas que lo han instaurado. Así, de 37 elecciones

bajo este procedimiento celebradas en América Latina en 23 de ellas se

celebró una segunda votación (62por ciento), lo que significa que en el de los

casos fue innecesaria 38por ciento de los casos los candidatos ganadores

sobrepasaron el umbral de la mayoría absoluta. En segundo lugar, de las 23

elecciones de segunda vuelta en 16 la votación confirmó al ganador en la

primera vuelta y en sólo 7 se produjo un cambio en el candidato vencedor

respecto al triunfador en la primera ronda. De modo que podemos señalar que

sólo en 7 de 37 casos el ballotage generó un resultado distinto del que se

hubiera obtenido mediante el sistema de plurality o mayoría relativa. En

resumen, en el 81por ciento de los casos el sistema de elección por mayoría

simple hubiera producido el mismo resultado electoral, mientras que sólo en

el 19por ciento de los casos el run-off generó un ganador distinto.

En segundo lugar, el promedio de votos recibidos por los candidatos más

destacados en ambos sistemas no resulta muy distinto. De acuerdo con los

datos de la Tabla , el promedio de votos recibido por los candidatos

ganadores, usando la regla de la mayoría relativa, se aproxima al 47 por

ciento; el contendiente que termina en segundo lugar obtiene por término

medio casi un 34 por ciento del voto, y ambos consiguen conjuntamente una

cuota de votos próxima al 81 por ciento. La brecha o diferencia entre ambos

es del 13 por ciento. Por lo que se refiere al ballotage, los promedios de los

primeros candidatos y de los que acaban en segundo lugar en la primera

vuelta son 44,1 y 29,4 por ciento respectivamente. La suma de las dos

opciones más votadas representa el 73,5 por ciento de los votos ciento, un 7,5

por ciento menos que con las fórmulas de mayoría simple, y la brecha entre

ambas es casi del 15 por ciento. Si considerásemos una muestra más amplia,

incluyendo el conjunto de las democracias semi-presidenciales que usan el

sistema de ballotage, los porcentajes de los dos candidatos más votados en la

primera vuelta supondría el 49,6 y 24,4 respectivamente (la suma de ambos

representa el 74 por ciento del electorado y la diferencia entre ambos es de

25 puntos porcentuales), una diferencia notable con los resultados que

produce la doble vuelta bajo sistemas presidencialistas.

Empíricamente la diferencia más importante entre la fórmula de la mayoría

simple y la doble vuelta parece encontrarse más bien en el efecto que

producen sobre la entrada de candidatos a las elecciones. Como formuló

Duverger en la primera de sus leyes sociológicas sobre los efectos de las

normas electorales, la regla de la mayoría relativa en circunscripciones

uninominales tiende a reducir el número de partidos a dos, esto es, a producir

sistemas bipartidistas. En correspondencia con los datos de la tabla 4, el

número efectivo medio de candidatos presidenciales en sistemas de mayoría

relativa es 2,7, lo que confirma la hipótesis duvergeriana de que estas

fórmulas producen, por lo general, enfrentamientos duales, bipartidistas o

entre dos candidatos fuertes, y con gran apoyo. En las escasas democracias

semi-presidenciales que usan esta fórmula de elección presidencial, el

número efectivo de candidatos es también 2,7. De manera que la evidencia es

consistente con la hipótesis de Duverger y con una generalización de ella que

Cox ha denominado la regla “M + 1”: que el número de opciones, partidos o

candidatos recibiendo una parte significativa de votos debería ser igual a la

magnitud o tamaño de la circunscripción más uno (Cox 1997). La fórmula

electoral condiciona al votante y crea una contienda entre dos (M + 1)

candidatos viables, fuertes o serios y algunos representantes de grupos o

alternativas minoritarias, que aportan la cuota residual –0,71- del número

efectivo de candidatos, y cuyo objetivo no es estrictamente ganar la elección.

Este equilibrio duvergeriano implica: a) La tendencia hacia la formación de

dos coaliciones o alianzas amplias detrás de dos candidatos fuertes, y b) La

tendencia hacia la erosión del apoyo a los candidatos sin opciones, es decir,

aquellos cuyas expectativas de voto caen por debajo del umbral de éxito

electoral.

Bajo este sistema de elección presidencial la lógica que dirige la entrada de

candidatos en la competición y la percepción de las expectativas que generan

entre los ciudadanos parece clara. Pensemos en un candidato que ocupa el

tercer lugar o una posición inferior en las encuestas de opinión previas a las

elecciones. Es posible que algunos de los votantes menos comprometidos con

el candidato, en reacción a los resultados ofrecidos por los sondeos, prefieran

inclinarse hacia otro candidato mejor situado en la intención de voto y retirar

el apoyo a su opción preferida. Esta actitud le resta progresivamente cuota

electoral en sucesivas encuestas y sus votantes algo menos incondicionales

comienzan también a plantearse las consecuencias negativas de respaldar a

un candidato irrelevante en la disputa presidencial. La dinámica descrita

continua hasta que el candidato pierde parte de su apoyo en beneficio de las

opciones que los electores consideran “viables”. En cambio, en un mundo no-

duvergeriano la coordinación estratégica entre líderes partidistas y votantes

fracasa, por lo que no encaja en este modelo. Por ejemplo, supongamos una

contienda entre tres candidatos alineados en un espacio unidimensional de

izquierda-derecha. El candidato izquierdista domina en las encuestas mientras

se detecta un virtual empate o una diferencia muy estrecha entre los

candidatos derechistas. Los votantes con esta última familia de preferencias

tienen más difícil coordinarse alrededor de uno de los candidatos que

representan ese lado del espectro y un equilibrio no-duvergeriano, no

bipartidista, inevitablemente, es el resultado más probable.

Algunas de las condiciones favorables para el establecimiento de la

coordinación de expectativas que hace posible el desarrollo del voto

estratégico y la aparición de esta lógica concentradora han sido extensamente

analizadas en la bibliografía sobre sistemas electorales. La drástica reducción

de los terceros candidatos se produce: Cuando los votantes disponen de una

información clara y adecuada sobre las preferencias electorales, las

intenciones de voto y la identidad de los candidatos principales (que

encabezan las encuestas) y los rezagados –trailing- (los más rezagados en los

sondeos); b) Cuando hay incertidumbre entre el electorado acerca del

presumible resultado de la elección, esto es, si ningún candidato parece tener

asegurada una mayoría de los votos; c) Donde está firmemente asentada la

premisa de la racionalidad instrumental de los votantes a corto plazo. Esto

excluye electorados compuestos, in nuce, por votantes que usan su voto para

afirmar sus propias posiciones políticas o que tienen expectativas

instrumentalmente racionales, “no miopes”, basadas en consideraciones de

medio o largo plazo; y d) Con adhesiones estrictas y fuertes lealtades

ideológicas, partidistas o personales hacia los candidatos pueden considerarse

las segundas y terceras preferencias de los votantes como irrelevantes en la

medida en que el triunfo de unas u otras alternativas les resulta indiferente.

A diferencia de la lógica concentradora del sistema de mayoría simple, los

sistemas presidenciales de segunda vuelta incentivan la presencia de un

número mayor de candidatos en la primera vuelta. La mayor presencia de

candidatos tiene su base en distintos objetivos político-electorales: acabar en

el segundo puesto que da acceso al run-off y atraerse el apoyo de los

seguidores de aquellos adversarios que han fracasado en la primera vuelta,

conseguir los votos negativos que intentan evitar la elección del candidato

principal, o reforzar su posición negociadora frente a los eventuales

contendientes en el caso de ser uno de los derrotados en la primera ronda. No

en vano una de las debilidades del ballotage, según sus críticos, es que el

resultado final depende mucho de las contingencias y avatares de la primera

vuelta y de los “candidatos de segunda opción” que, a veces por las

circunstancias que rodean la campaña o debido a cuestiones que han

adquirido relevancia en la agenda política, han podido atraer a una cierta

masa de votantes y convertirse en uno de los dos candidatos de segunda

vuelta, pero que no tendrían ninguna posibilidad de llegar a la presidencia en

una elección bajo la regla de mayoría relativa. La doble vuelta tiende a

desanimar la formación de dos grandes coaliciones preelectorales,

especialmente la unificación de los grupos de la oposición, y la aparición de

dos bloques principales. Empíricamente, la tendencia a presentar

candidaturas separadas es confirmada por los datos reunidos en las Tabla 5. El

número efectivo medio de candidatos en las elecciones con el procedimiento

de doble vuelta es 3,3, aunque es posible que este dato esté sesgado por la

incorporación de casos recientes que aún actúan bajo la inercia de la

tendencia dualista propia de sus tradicionales sistemas de mayoría relativa:

Colombia, la República Dominica y Uruguay (doble voto simultáneo). Eso

indicaría que el número efectivo medio de candidatos bajo el ballotage podría

ser, incluso, ligeramente más alto, un dato que se acomodaría mejor aún a la

regla “M+1” formulada por Gary Cox. En los sistemas semi-presidenciales es

3,4, una cifra bastante similar. El nivel de significación del coeficiente de

correlación entre ambas variables muestra su fuerte vínculo bajo diferentes

modelos estadísticos (Jones 2004: 84-86): el uso de la fórmula de la mayoría

absoluta con doble vuelta supone 4/5 de un candidato efectivo más que el uso

de la fórmula de la mayoría relativa. Es precisamente por ello que, en

ocasiones, se ha apuntado que las elecciones presidenciales fomentan la

fragmentación del sistema de partidos.

Con este método de elección de presidentes serían equilibrios

duvergerianos aquellos en los que los candidatos cuya expectativa es finalizar

en cuarto lugar o más abajo tienen cuotas de voto que tienden a cero, siendo

un 5 por ciento la media real, a causa de la tendencia a perder apoyo

instrumental como respuesta de sus votantes al escaso éxito que las encuestas

de opinión les otorgan. Los equilibrios no-duvergerianos implican empates o

márgenes muy estrechos entre los candidatos que ocupan el tercer lugar en

los sondeos y la deserción estratégica por parte de los votantes es poco

previsible. No muy distintos son los datos, aun limitados por los pocos casos

empíricos disponibles, que registran los sistemas de mayoría relativa

cualificada (véase tabla 6).

Es inevitable mencionar en este punto que no sólo el método de

elección presidencial tiene consecuencias sobre el número efectivo de

candidatos presidenciales. El límite en los mandatos y la cláusula de la no

reelección incentivan la alternancia en el poder y favorecen la entrada en la

disputa electoral de nuevos competidores que, después de la retirada

obligada del presidente, se aventuran a participar en la disputa electoral. La

ausencia de una figura de relieve, dispuesta a retener el poder, abre la vía a

la fragmentación política, tanto a nivel presidencial como parlamentario. Si el

presidente busca la reelección, sensu contrario, el resto de candidatos tienen

la expectativa de que sus posibilidades de ganar disminuyen en la medida en

que el presidente pueda explotar las ventajas del cargo durante su campaña.

Como ha indicado Jones (2004: 80-81), la presencia en la elección del

presidente saliente tiene un significativo efecto en la reducción del número

efectivo de candidatos: cuando un presidente saliente participa en la elección

el número efectivo de candidatos se reduce casi en 1, exactamente en 0.89

(Kasuya 2006: 21) o en 4/5 de un candidato “efectivo” más (Jones 2004: 86).

Por último, hay dos cuestiones vinculadas estrechamente con las

anteriores: ¿el ballotage produce más fragmentación en el sistema partidista

o simplemente mantiene la existente? ¿el ballotage causa el multipartidismo o

el multipartidismo es causa del ballotage?

Para determinar si la doble vuelta introduce una mayor

fraccionalización del sistema de partidos sería necesario extender el análisis a

las elecciones parlamentarias y al efecto que la fórmula de elección

presidencial y el correspondiente ciclo electoral tiene sobre los grupos

parlamentarios. Si nos referimos estrictamente a las consecuencias del

ballotage sobre el apoyo a los candidatos presidenciales que entran en la

competición electoral, sería necesario recurrir a los países que han

modificado recientemente su sistema de mayoría simple por un sistema de

mayoría absoluta con doble vuelta (Colombia, República Dominicana y

Uruguay) para comprobar los efectos del cambio. Dadas las peculiariedades

propias del doble voto simultáneo uruguayo, si nos ceñimos a los casos de

Colombia y la República Dominicana podemos apreciar que sólo se ha

producido un levísimo descenso en el porcentaje de voto a los dos primeros

candidatos (del 2 por ciento en Colombia y del 0,5 por ciento en la República

Dominicana –debido al inesperado y amplio aumento del apoyo electoral al

candidato ganador en este último caso), aunque sí que resulta muy

significativa la reducción en el voto que ha experimentado el segundo

candidato y el aumento experimentado por el tercero, en correspondencia

con los efectos y los equilibrios duvergerianos a los que antes nos referíamos:

en la República Dominicana el segundo candidato ha visto reducirse su apoyo

medio en más de un 5 por ciento (del 37,73 al 32.45 por ciento) mientras que

el tercer candidato ha aumentado su voto en más de un 4 por ciento de

promedio (del 11,83 al 16,05 por ciento); en Colombia el apoyo tanto al

segundo como al tercer candidato se han visto reducidos en un punto

porcentual aproximadamente (véanse los gráficos 4, 5 y 6). Aunque la

evidencia es escasa hasta el momento, podríamos indicar tentativamente que,

desde luego, la introducción del sistema de ballotage en una democracia

presidencial tiende, indudablemente, a mantener el multipartidismo

previamente existente y es muy posible que contribuya ligeramente a

acentuarlo. No obstante, son necesarios estudios más detallados y exhaustivos

antes de alcanzar una conclusión definitiva.

7. UNA CRÍTICA A LA IMPLEMENTACIÓN DEL BALLOTAGE:

LOS PROBLEMAS DE LA INGENIERÍA ELECTORAL

En cuanto a la segunda cuestión abierta en el epígrafe anterior, acerca

de si es la doble vuelta la que causa el multipartidismo y la fragmentación o

viceversa, ambas afirmaciones resultan ciertas. Los contextos de cambio

político de un sistema bipartidista a uno multipartidista, o la apertura de un

proceso de democratización, son escenarios donde el peso de la

incertidumbre permite explicar la adopción de sistemas electorales menos

restrictivos como la doble vuelta, al obligar a los actores políticos a tomar las

decisiones institucionales y sobre las reglas electorales en una situación que

evoca en cierto sentido el “velo de la ignorancia” de Rawls. En el primer caso,

como han mostrado distintos análisis estadísticos, cuanto más elevada es la

fraccionalización o fragmentación de una asamblea, mayor es la probabilidad

de que se promueva una reforma electoral para adoptar el sistema de mayoría

absoluta. Distintos modelos de regresión apuntan esta tendencia. Según

Coppedge (2000: 11), mientras el número de partidos efectivo en una

asamblea se encuentre entre 1 y 2, la probabilidad de que en la siguiente

elección presidencial tenga un sistema de majority runoff es menor del 5 por

ciento; con 3 partidos esa probabilidad aumenta al 28 por ciento; cuando un

número efectivo de partidos se sitúa entre 4 y 5, en cambio, dicha

probabilidad asciende al 92 por ciento. En el segundo caso, durante los

procesos de redemocratización, si los procesos de reforma electoral en el

ámbito de las fórmulas para la elección de presidentes deben ser emprendidas

por un régimen autoritario dirigido por militares, dado que los militares

carecen de interés electoral directo (por la dificultad que encuentran para la

articulación de plataformas políticas y electorales viables) y suelen estar

apoyados por partidos pequeños o marginales, prefieren reglas electorales

incluyentes y pluralistas como el “ballotage”. La probabilidad de que un

régimen militar imponga un sistema electoral presidencial de mayoría

absoluta se aproxima al 83 por ciento por sólo el 3 por ciento en el caso de la

regla de la mayoría relativa con elecciones parlamentarias simultáneas

(Negretto 2006). Si los gobernantes autoritarios carecen de apoyo civil y

político, la proliferación de candidatos impide que aparezca un gran

movimiento o un partido fuerte capaz de derogar inmediatamente las medidas

adoptadas por el régimen militar precedente. Si disponen de seguidores en el

seno de pequeños grupos extremos, un sistema de doble votación les

permitiría a éstos ejercer una mayor influencia en la negociación de apoyos

para la segunda vuelta a diferencia de una elección mediante relativa. En

cualquiera de los casos, la subrepresentación de los partidos radicales y

antisistema y la eliminación en la primera o en la segunda vuelta de los

candidatos que suscitan un elevado grado de rechazo entre los ciudadanos,

hacen que los militares, tradicionalmente conservadores o moderados,

intuitivamente apoyen este mecanismo para la elección del jefe del

ejecutivo. El cambio de una fórmula de mayoría relativa a la doble vuelta en

Ecuador en 1979, el caso chileno bajo Pinochet o la decisión en favor de un

sistema de mayoría absoluta para la elección presidencial de 1973, adoptada por

el régimen militar de la “revolución argentina” que tuteló el proceso de

redemocratización, son algunos ejemplos.

De ello podríamos concluir que la ingeniería institucional puede ser útil

para alcanzar ciertos fines modestos, como en este caso sería el

mantenimiento de un sistema multipartidista propiciado por la introducción

del ballotage. Sin embargo, la evaluación de la capacidad de la ingeniería

electoral para perseguir fines determinados exige contemplar criterios

adicionales: el grado de representatividad alcanzado por el sistema, su grado

de efectividad o concentración, la legitimidad que produce al sistema político

o su simplicidad, etc. Los problemas y debilidades de la doble vuelta han

quedado ya convenientemente descritos con anterioridad, lo que prueba que

su introducción ha generado algunas mejoras en los procesos de elección

presidencial, pero también notables riesgos. Es posible, además, que desde el

punto de vista de la extensión del ballotage en el presidencialismo

latinoamericano como instrumento de ingeniería institucional hayamos

asistido al final de un ciclo. Es posible que nuevos escenarios de

multipartidismo y fragmentación puedan conducir a alguna reforma electoral

en la dirección de la doble vuelta, pero el cada vez mayor consenso

académico acerca de los problemas que presenta esta institución ha abierto

posiblemente una nueva generación de reformas en materia de derecho

electoral presidencial.

Esta nueva ola de reformas electorales está generado una mayor interés

por introducir variaciones alrededor de sistemas de mayoría relativa cualificada,

como en los casos de Argentina, Nicaragua y Ecuador. En Argentina el nuevo

régimen electoral establece que se elige a un candidato en la primera votación

si recibe alternativamente: a) más del 45 por ciento de los votos, o b) más del

40 por ciento de los votos y un 10 por ciento más que el segundo candidato. En

Nicaragua desde 1995 se ha establecido un umbral electoral del 45 por ciento en

la primera vuelta, que se transformó en una fórmula combinada de umbral y

distancia tras la reforma de 2000: a) más del 40 por ciento de los votos, o b) el

35 por ciento de los votos en caso de que la diferencia entre el primer y el

segundo candidato fuera superior al 5 por ciento. En Ecuador se ha adoptado

una regla que también aúna umbral y distancia para eludir una segunda vuelta si

ninguna candidatura obtiene la mayoría absoluta: el 40 por ciento de los votos y

una diferencia del 10 por ciento entre el primer y el segundo candidato más

votados. Asimismo, entre los académicos está teniendo un cierto eco la

propuesta de un umbral no fijo, como en el caso de la denominada “regla del

doble complemento”. El “double complement rule” es resultado de la media

aritmética de las condiciones que definen la mayoría absoluta y relativa, que estipula la

elección de un candidato en la primera ronda si obtiene una cuota de votos cuya

diferencia respecto de la mayoría absoluta es más del doble que la diferencia del

porcentaje de votos del segundo candidato respecto de la mayoría absoluta. Si el

primer candidato no cumple este requisito se celebra una segunda y última vuelta entre

los dos primeros contendientes en la votación. La lógica detrás de una fórmula basada

en el margen mínimo entre los dos candidatos principales no es sólo evitar la elección

de candidatos muy contestados que se hayan impuesto por una distancia muy pequeña;

es también alentar la unificación en un bloque de las fuerzas de la oposición,

anticipándose al hecho de que la fragmentación de sus candidaturas hará más probable

que el favorito electoral obtenga el margen exigido. La pregunta final queda evidentemente planteada: ¿Señalan estos casos

el declive de la doble vuelta como mecanismo de ingeniería institucional para

las elecciones presidenciales en América Latina?

BIBLIOGRAFÍA

AMORIN NETO, Octavio y Gary C. COX (1997): “Electoral Institutions, Cleavage

Structures, and the Number of Parties”, American Journal of Political Science

vol. 41, pp. 149-174.

BLAIS, André, Louis MASSICOTTE y Agnieszka DOBRZYNKSA (1997): "Direct

Presidential Elections: A World Summary", Electoral Studies, vol. 16, pp. 441-

455.

CHASQUETTI, Daniel (2001): "Elecciones presidenciales mayoritarias en América

Latina", América Latina Hoy, nº 29, pp. 31-51.

CHASQUETTI, Daniel (2004): “Balotaje y coaliciones de gobierno: examen de una

falsa promesa,” en R. Martínez, ed., La elección presidencial mediante doble

vuelta en Latinoamérica. Barcelona: Institut de Ciències Polítiques i Socials.

CHEIBUB, José Antonio (2007): Presidentialism, Parliamentarism, and Democracy.

Cambridge: Cambridge University Press.

COLOMER, Josep M. (2001): Political Institutions: Democracy and Social Choice.

Oxford: Oxford University Press.

COLOMER, Josep M. (2003b): Electoral Rules and Governance. Ponencia presentada

al Congreso de la American Political Science Association (APSA), Filadelfia.

COLOMER, Josep M. (2004): Handbook of Electoral Design. Londres: Palgrave.

COX, Gary W. (1997): Making Votes Count: Strategic Coordination in the World’s

Electoral Systems.Cambridge: Cambridge University Press.

CRESPO, Ismael y Antonio GARRIDO (2008): Elecciones y sistemas electorales

presidenciales en América Latina. México: Porrúa.

FILIPPOV, Mikhail G., Peter C. ORDESHOOK y Olga SHVETSOVA (1999): "Party

Fragmentation and Presidential Elections in Post-Communist Democracies",

Constitutional Political Economy, vol.10, nº 1, pp. 3-26.

GARRIDO, Antonio (2006): “Problemas de coordinación estratégica en elecciones

presidenciales,” en C. Flores Juberías, ed., De la Europa del Este al Este de

Europa. Valencia: Universitat de València.

GOLDER, Matt y William R. CLARK (2004): Presidential Candidates and Legislative

Party Systems, Manuscrito, New York University.

GROFMAN, Bernard (2006): “Properties of Runoff Methods”. Ponencia presentada a

la Conferencia “Plurality and Multirround Elections”, Universidad de Montreal,

Canadá.

GROFMAN, Bernard y Andrew REYNOLDS (2001): “Electoral Systems and the Art of

Constitutional Engineering: An Inventory of the Main Findings,” en R. Mudambi

et al., eds., Rules and Reason: Perspectives on Constitutional Political

Economy. Cambridge: Cambridge University Press.

GROFMAN, Bernard y Michael LEWIS-BECK (2005): “Elections under the French

Double-Ballot System: An Introduction”, French Politics, vol. 3, nº 2, pp. 93-

97.

HICKEN, Allen y Heather STOLL (2006): “Presidential Powers and Presidential

Candidates: How Political Institutions Shape Electoral Coordination in

Presidential Elections”. Ponencia presentada a la reunión anual de la

American Political Science Association (APSA), Filadelfia.

JONES, Mark P. (1993): The Majority Run-off Method of Presidential Selection:

Popular yet Flawed. Ponencia presentada a la reunión de la American Political

Science Association, Washington D.C.

JONES, Mark P. (1994b): "Presidential Election Laws and Multipartism in Latin

America", Political Research Quarterly, nº 47, pp. 41-57.

JONES, Mark P. (1995a): Electoral Laws and the Survival of Presidential

Democracies. Notre Dame: University of Notre Dame Press.

JONES, Mark P. (1999): "Electoral Laws and the Effective Number of Candidates in

Presidential Elections", Journal of Politics, vol. 61, nº 1, pp. 171-184.

JONES, Mark P. (2004): “Electoral Institutions, Social Cleavages, and Candidate

Competition in Presidential Elections”, Electoral Studies nº 23, pp. 73-106.

KENNEY, Charles D. (1996): Blackballing Ballotage? A Reexamination of the Effects

Presidential Majority Run-off in Latin America. Ponencia presentada en la

reunión de la Latin American Studies Association (LASA), Guadalajara, México.

KENNEY, Charles D. (1998): The Second Round of the Majority Run-off Debate:

Classification, Evidence, and Analysis. Ponencia presentada a la reunión de la

Latin American Studies Association (LASA), Chicago.

LIJPHART, Arend (1994b): Electoral Systems and Party Systems: A Study of Twenty-

Seven Democracies, 1945-1990. Oxford: Oxford University Press.

LINZ, Juan J. (1994): “Presidential or Parliamentary Democracy: Does It Make a

Difference?”, en J. J. Linz y A. Valenzuela, eds., The Failure of Presidential

Democracy: Comparative Perspectives. Baltimore: The Johns Hopkins

University Press.

MARTINEZ, Rafael, ed., (2004): La elección presidencial mediante doble vuelta en

Latinoamérica. Barcelona: Institut de Ciències Polítiques i Socials.

MARTINEZ, Rafael (2006): “Ventajas y desventajas de la fórmula electoral de doble

vuelta”, Documentos CIDOB, nº 12.

McCLINTOCK, Cynthia (2006): “Plurality versus Majority Runoff Rules for the

Election of the President in Latin America: Insights from the 2006 Peruvian

and Mexican Elections”. Ponencia presentada al Congreso de la American

Political Science Association (APSA), Filadelfia.

MOLINA V., José E. (2001): “Consecuencias políticas del calendario electoral en

América Latina: Ventajas y desventajas de elecciones simultáneas o separadas

para presidente y legislatura”, América Latina Hoy, nº 29, pp. 15-29.

NEGRETTO, Gabriel (2004): “Argentina: Compromising on a Qualified Plurality

System”, en J. M. Colomer, ed., Handbook of Electoral System Choice.

Londres: Palgrave.

NEGRETTO, Gabriel (2006): “Choosing How to Choose Presidents: Parties, Military

Rulers and Presidential Elections in Latin America”, Journal of Politics, vol.

68, nº 2, pp. 421-433.

NIOU, Emerson M.S. (2001): "Strategic Voting under Plurality and Run-off Rules",

Journal of Theoretical Politics, vol. 13, nº 2, pp. 209-227.

NOHLEN, Dieter (2004): Sistemas electorales y partidos políticos. México: FCE.

NOHLEN, Dieter, ed., (2005): Elections in the Americas: A Data Handbook. Oxford:

Oxford University Press.

NURMI, Hannu (1987): Comparing Voting Systems. Dordrecht: Reidel.

PEIRCE, Neal R. y Lawrence D. LONGLEY (1981): The People's President: The

Electoral College in American History and the Direct Vote Altenative. New

Haven: Yale Univerity Press.

PEREZ-LIÑAN, Aníbal (2004): “La reversión del resultado y el problema de la

gobernabilidad,” en R. Martínez, ed., La elección presidencial mediante doble

vuelta en Latinoamérica. Barcelona: Institut de Ciències Polítiques i Socials.

PEREZ-LIÑAN, Aníbal (2006): “Evaluating Presidential Runoff Elections”, Electoral

Studies, nº 25, pp. 129-146.

REYNOLDS, Andrew y Ben REILLY (1997): The International IDEA Handbook of

Electoral System Design. Estocolmo: IDEA.

SABSAY, Daniel A. (1991): El Ballotage: Su Aplicación en América Latina y la

Gobernabilidad. San José, Costa Rica: IIDH/CAPEL.

SABSAY, Daniel A. (1995): "El sistema de doble vuelta o «Ballotage»", Lecciones y

Ensayos, nº 62, pp. 121-174.

SAMUELS, David (2000): "Concurrent Elections, Discordant Results: Presidentialism,

Federalism, and Governance in Brazil", Comparative Politics, vol. 33, nº 1, pp.

1-20.

SAMUELS, David y Matthew S. SHUGART (2004): “Presidentialism, Elections, and

Representation”, Journal of Theoretical Politics, vol. 15, nº 1, pp. 33-60.

SARTORI, Giovanni (1997): Comparative Constitutional Engineering: An Inquiry into

Structures, Incentives and Outcomes. Nueva York: New York University Press.

SCHMIDT, Gregory (1999): Strategic Voting under Top-Two Majority Runoff: The

1990 Peruvian Presidential Election. Ponencia presentada al Congreso de la

American Political Science Association (APSA), Atlanta.

SHUGART, Matthew S. (2004): "The American Process of Selecting a President: A

Comparative Perspective", Presidential Studies Quarterly, vol. 34, nº 3, pp.

632-655.

SHUGART, Matthew S. y John M. CAREY (1992): Presidents and Assemblies:

Constitutional Design and Electoral Dynamics. Cambridge: Cambridge

University Press.

SHUGART, Matthew S. y Rein TAAGEPERA (1994): "Plurality vs. Majority Election of

President: A Proposal for a «Double Complement Rule»", Comparative

Political Studies, nº 27, pp. 323-348.

TAAGEPERA, Rein y Matthew S. SHUGART (1989): Seats and Votes: The Effects and

Determinants of Electoral Systems. New Haven: Yale University Press.

WRIGHT, Steven G. y William H. RIKER (1989): "Plurality and Run-off Systems and

the Number of Candidates", Public Choice, vol. 60, pp. 155-175.

Tabla 1. SISTEMAS DE ELECCION EN DEMOCRACIAS PRESIDENCIALES

Mayoría relativa Mayoría absoluta DOBLE VUELTA

Mayoría relativa con umbral, con doble complemento, o con fórmulas de distribución

Colegio electoral Segunda vuelta en Congreso

COLOMBIA 1914-90 HONDURAS 1981- MEXICO 2000-

NICARAGUA 1984-90 PANAMA 1994-

PARAGUAY 1993- R. DOMINICANA 1962-

1994 URUGUAY 1966-1994

(doble voto simultáneo)

VENEZUELA 1947-

BRASIL 1989- CHILE 1989-

COLOMBIA 1994- ECUADOR 1978-96 EL SALVADOR 1984- GUATEMALA 1985-

PERU 1985- R. DOMINICANA 1996-

URUGUAY 1999-

Umbral COSTA RICA 1936-

PERU 1980

Doble complemento Umbral + distancia ARGENTINA 1995- ECUADOR 1998- NICARAGUA 1996-

ARGENTINA (1983-89) (colegio electoral)

ESTADOS UNIDOS

BOLIVIA (Congreso) CHILE 1925-1970 (Congreso)

COREA DEL SUR 1987- FILIPINAS 1992-

GEORGIA 1995- INDONESIA

PRESIDENCIALISM

O

MALAWI 1994- ZAMBIA 1996-

BENIN 1991- GAMBIA 1982- GANA 1992-

TANZANIA 1995- ZIMBABUE 1990-

KENIA 1992- NIGERIA 1979-

Tabla 2. SISTEMAS DE ELECCION EN DEMOCRACIAS SEMI-PRESIDENCIALES

Mayoría relativa

Mayoría absoluta DOBLE VUELTA

Mayoría relativa con umbral o

doble complemento

Voto único transferible Voto alternativo

BOSNIA 1998- (presidencia colegiada) ISLANDIA

ALEMANIA 1925-32 ARMENIA 1991- AUSTRIA 1951- BULGARIA 1992- CROACIA 1992- ESLOVENIA 1992- ESTONIA 1992 (Congreso)

FINLANDIA 1919- (Colegio electoral)

FRANCIA 1965 LITUANIA 1993-

MACEDONIA 1994- MOLDAVIA 1991-

1998 MONGOLIA 1993- POLONIA 1990-

PORTUGAL 1976- RUMANIA 1990- RUSIA 1991- UCRANIA 1994-

SRI LANKA 1978- IRLANDA 1945-

TAIWAN 1996-

SEMI-PRESIDENCIALISM

O

BURKINA FASO 1998-

CABO VERDE 1996- COMOROS 1990- CONGO 1992- GABON 1993- GUINEA-BISSAU

1994-

MADAGASCAR 1992-

MALI 1992- MAURITANIA 1992-

MOZAMBIQUE 1994-

NIGER 1992- REP. CENTRAL AFRICANA 1993-

Tabla 3. ELECCIONES PRESIDENCIALES BAJO LA REGLA DE LA MAYORIA ABSOLUTA CON DOBLE VUELTA

PRIMERA VUELTA PAIS ELECCION CANDIDATO GANADOR

por ciento VOTOS

PRIMERA VUELTA

por ciento VOTOS

GANADOR SEGUNDA VUELTA

por ciento VOTOS SEGUNDO CANDIDATO

1º 2º 3º 4º

1989 Collor (PRN) 30,5 53,0 Lula (PT) 47,0 30.5 17.2 16.5 11.5 1994 Cardoso (PSDB,PFL,PTB, PL) 54,3 * Lula (PT) * 54.3 27.0 7.4 4.4 1998 Cardoso (PSDB) 53.0 * Lula (PT) * 53.0 31.7 10.9 2.1 2002 Lula (PT- PL- PC do B- PMN-

PCB- PV) 46.4 61.3 Serra (PSDB) 38.7 46.4 23.2 17.9 12

BRASIL

2006 Lula (PT- PC do B- PRB- PL- PSB- PP)

48.6 60.8 Alckmin (PSDB- PFL – PPS)

39.2 48.6 41.6 6.8 2.6

1989 Aylwin (CPD-PDC) 55,2 * Buchi (UDI) * 55.2 29.4 15.4 -

1993 Frei Ruiz-Tagle (PDC-CPD) 58,0 * Alessandri (UPC) * 58.0 24.4 6.2 5.5 1999 Lagos (CPD-PS) 48,0 51,3 Lavín (UC) 48,7 48.0 47.5 3.2 0.5

CHILE

2005 Bachelet ( 45.9 53.7 Piñera 46.7 45.9 25.4 23.2 5.4 1994 Samper (PL) 45,2 50,4 Pastrana (PC) 48.5 45.2 45.0 3.8 1.1 1998 Pastrana (PC)* 33,9 50,4 Serpa (PL) 46,5 34.3 33.9 26.8 1.8 2002 Uribe (Primero Colombia) 53.05 * Serpa (PL) * 53.05 31.8 6.2 5.8

COLOMBIA

2006 Uribe (Primero Colombia) 62.2 * Gaviria (Polo Democrático)

* 62.2 22.0 11.8 1.2

1978 Roldós (CFP) 27.7 68.5 Durán (PSC) 31.5 27.7 23.9 22.7 12.0 1984 Febres C. (PSC)* 27.2 51.5 Borja (ID) 48.5 28.7 27.2 13.5 7.3 1988 Borja (ID) 24.5 54.0 Bucaram (PRE) 46.0 24.5 17.6 14.7 12.6 1992 Durán B. (PUR 31.9 57.3 Nebot (PSC) 42.7 31.9 25.0 21.8 8.4

ECUADOR

1996 Bucaram (PRE)* 26.3 54,3 Nebot (PSC) 45.5 27.2 26.3 17.3 11.3

1984 Duarte (PDC) 43.4 53.6 D’Aubuisson (Arena) 46.4 43.4 29.8 19.3 3.5 1989 Cristiani (Arena 53.8 * Chávez (PDC/AD) * 53.8 36.5 4.1 3.8

EL SALVADOR

1994 Calderón Sol (Arena) 49,3 68,3 Zamora (FFMLN) 31.6 49.3 25.6 16.0 -

1999 Flores (Arena) 52,0 * Guardado (FFMLN) * 52.0 28.9 7.6 5.8 2004 Saca (Arena) 57.7 * Handal (FMLN) * 57.7 35.7 3.9 2.7 1996 Arzú Irigoyen (PAN) 36,6 51,2 Portillo (FRG) 48.8 36.6 22.1 12.9 7.7 1999 Portillo (FRG) 47.7 68.2 Berger (GANA) 31.8 47.7 30.3 12.3 3.1 2003 Berger (PP-MR-PSN) 34.3 54.1 Colom (UNE) 45.9 34.3 26.4 19.3 8.3

GUATEMALA 2007 Colom (UNE) 28.2 52.8 Pérez Molina (PP) 47.2 28.2 23.5 17.2 7.4

1980 Belaúnde (AP) 45.4 Villanueva (PAP) 45.4 27.4 9.6 3.9 1985 García (PAP) 53.1 Barrantes (IU) 53.1 24.7 11.9 7.3 1990 Fujimori (C90)* 29.1 62.5 Vargas Llosa

(FREDEMO) 37.5 32.6 29.1 22.6 8.2

2001 Toledo (Perú Posible) 36.5 53.1 García (PAP) 46.9 36.5 25.8 24.3 9.8

PERU

2006 García (PAP) 24.3 52.6 Humala (Unión por el Perú)

47.4 30.6 24.3 23.8 7.4

1996 L. Fernández (PLD)* 38.8 51.2 Peña Gómez (PRD) 48.8 45,9 38.8 14.9 -

2000 Mejía (PRD) 49,9 * Medina (PLD) * 49.9 24,9 24.6 0.2

REPUBLICA DOMINICANA

2004 Fernández (PLD) 57.1 * Mejía (PRD) * 57.1 33.6 8.6 - 1999 Batlle (PC)* 31.3 51.6 Vazquez (EP) 44.1 38.5 31.3 21.3 4.4 URUGUAY

2004 Vázquez (EP/FA) 50.4 * Larrañaga (PN) * 50.4 34.3 10.4 1.8

Fuentes: Elaboración propia.

Tabla 4. NÚMERO DE CANDIDATOS EN SISTEMAS DE MAYORÍA RELATIVA (1930-2008)

Porcentaje de votos para candidatos País

Nº de elecciones

Nº Efectivo de candidatos 1 2 3 4

MAYORÍA RELATIVA

Brasil (1945-60) 4 2.76 46.97 31.95 18.95 8.3 Colombia (1930,1946,1974-90)

7 2.57 49.32 34.31 13.08 3.6

Honduras (1993-2005) 4 2.18 51.65 43.66 1.96 1.20 México (2000-06) 2 3.06 39.89 36.12 19.08 2.20

Nicaragua (1990) 1 2.15 54.7 40.8 1.2 0.8 Panamá (1994-2004) 3 3.14 41.94 32.76 16.93 7.20 Paraguay (1993-2008) 4 3.07 43.30 24.97 11.1 4.53 República Dominicana (1962,1978-82, 1994)

6 2.64 46.28 37.73 11.83 2.67

Venezuela (1958-2006) 11 2.80 47.69 34.08 9.28 6.19 Media Elecciones Mayoría

relativa

42

2.71 46.86 35.15 11.49 4.07

Tabla 5. NÚMERO DE CANDIDATOS EN SISTEMAS DE DOBLE VUELTA (1978-2008)

Porcentaje de votos para candidatos País

Nº de elecciones

Nº Efectivo de candidatos 1 2 3 4

MAYORIA RUN-OFF

Brasil (1989-2006) 5 3.29 46.56 28.14 11.94 6.52 Colombia (1994-2006) 4 2.63 48.67 33.18 12.13 2.48 Chile (1989-2005) 4 2.52 51.78 31.68 12.0 2.85 Ecuador (1978-1996) 5 5.19 28 24 18 14.32 El Salvador (1984-2004) 5 2.68 51.24 31.30 10.18 3.16

Guatemala (1985-2007) 6 4.59 35.17 24.41 15.52 9.45

Perú (1980-90, 2001-06) 5 3.67 39.64 26.26 18.44 7.32

Repúb. Dominicana (1996-2004)

3 2.51 50.97 32.45 16.05 0.13

Uruguay (1999-2005) 2 3.00 44.47 32.8 15.83 3.37 Media Elecciones Mayoría 39 3.34 44.06 29.36 14.45 5.51

Tabla 6. NÚMERO DE CANDIDATOS BAJO OTRAS FÓRMULAS DE ELECCIÓN (1932-2008)

Porcentaje de votos para candidatos País

Nº de elecciones

Nº Efectivo de candidatos 1 2 3 4

OTROS METODOS

Mayoría relativa cualificada

Argentina (1995-2007) 4 3.61 42.01 28.08 15.06 6.07 Costa Rica (1953-2006) 14 2.38 49.94 38.03 8.61 1.72 Ecuador (1998-2006) 3 5.43 27.49 22.37 2.65 14.39 Nicaragua (1996-2006) 3 2.60 48.43 36.1 10.87 2.86 Media Elecciones May. Cual. 24 3.50 41.96 31.14 9.30 6.26

Colegio Electoral Argentina (1983-89) 2 2.46 50.55 38.6 4.7 2

Selección por el Congreso Bolivia (1979-2005) 8 4.66 33.2 24.89 15.36 10.38 Chile (1932-70) 9 2.65 48.31 33.87 16.42 7.42

17 3.65 40.75 29.38 15.89 8.9

Gráfico 1. INTENCION DE VOTO A LOS CANDIDATOS EN LA ELECCION PRESIDENCIAL NICARAGÜENSE DE 2006

14,0

18,0

27,229,0

30,9

33,0

38,1

22,0 21,7

27,929,1

23,0

26,4

22,0

29,0

6,0

12,0

16,3 15,714,0

16,3 17,0

26,228,0 27,3

17,9

15,214,0

15,9

13,0

6,4

1,1 1,0 0,9 1,0 0,3

31,4

0,0

5,0

10,0

15,0

20,0

25,0

30,0

35,0

40,0

Diciembre_05

Febrero_06

Mayo_06

Julio_06

Agosto_06

Sept._06

Oct._06

voto real

Fecha

Intención de Voto (%)

Ortega

M ontealegre

Rizo

Jarquin/Lewites

Pastora

Fuentes: CID-Gallup y M&R Consultores.

Gráfico 2. INTENCION DE VOTO A LOS CANDIDATOS EN LA ELECCION PRESIDENCIAL PERUANA DE 2006

Fuente: APÒYO S.A. Opinión y Mercado. Encuesta Nacional.

28,0 28,0

37,0

33,0

31,0

28,027,0

23,825,0

32,0

27,0

25,026,0

30,0

32,033,0

30,6

18,017,0

16,017,0

22,0 22,021,0

22,0

24,3

16,0

11,010,0

8,07,0

5,0

7,0 7,05,86,0

4,05,0

7,0 7,0 7,4

35,0

0,0

5,0

10,0

15,0

20,0

25,0

30,0

35,0

40,0

_12 13_1 27_1 10_2 24_2 10_3 17_3 24_3 voto real

Fecha

Intención de Voto (%)

Flores

Humala

García

Paniagua

Chávez

Gráfico 3. INTENCION DE VOTO A LOS CANDIDATOS EN LA ELECCION PRESIDENCIAL DE ECUADOR 2006

Fuente: CEDATOS Gallup. Encuesta Nacional.

31,032,0

26,0 26,0

24,0

21,020,0

19,0

13,615,0

16,0

20,0

31,030,0

37,0 37,0

34,0

31,0

25,4

18,0

12,0 12,0

14,0 14,015,0

19,0

22,0

25,0

27,2

22,023,0

18,017,0 17,0

15,0

12,0 12,0 12,010,8

7,0

5,0 5,04,0 4,0 4,0

6,0 6,0

8,0

15,0

26,0

0,0

5,0

10,0

15,0

20,0

25,0

30,0

35,0

40,0

20_08 2_09 12_09 17_09 23_09 1_10 10_3 13_10 15_10 voto real

Fecha

Intención de Voto (%)

Roldos

Correa

Noboa

Viteri

Gutiérrez

GRAFICO 4. EVOLUCIÓN DEL NUMERO EFECTIVO DE CANDIDATOS PRESIDENCIALES EN COLOMBIA Y LA REPÚBLICA DOMINICANA

Evolución del número efectivo de candidatos presidenciales tras la reforma electoral en

Colombia y Rep. Dominicana

2,8

3,36

2,712,61 2,69

2,2

2,5

2,1

3,1

2,5

3,3

2,6

0

0,5

1

1,5

2

2,5

3

3,5

4

Elecciones

NE

P

R. Dominc.

Colombia

GRAFICO 5. PORCENTAJE DE VOTO DE LOS CUATRO PRIMEROS

CANDIDATOS PRESIDENCIALES EN COLOMBIA (1982-2002)

46,8

58,2

48,2

34,3

53,0

41,0

35,8

23,9

45,0

33,931,8

10,9

4,5

12,6

3,8

26,8

6,1

1,2 0,6

12,3

1,1 1,8

5,8

45,2

0,0

10,0

20,0

30,0

40,0

50,0

60,0

70,0

1 2 3 4 5 6

Elecciones Presidenciales

Porcentaje de Voto (%)

C1

C2

C3

C4

GRAFICO 6. PORCENTAJE DE VOTO DE LOS CUATRO PRIMEROS

CANDIDATOS PRESIDENCIALES EN REP. DOMINICANA (1986-2004)

41,4

35,1

42,3

49,9

57,1

39,2

33,8

41,538,8

24,9

33,6

17,9

23,4

13,114,9

24,6

8,7

0,3

7,0

2,30,0 0,2 0,2

45,9

0,0

10,0

20,0

30,0

40,0

50,0

60,0

1 2 3 4 5 6

Elecciones Presidenciales

Porcentaje de Voto (%)

C1

C2

C3

C4