fontana lázaro, josep el pensamiento marxista en españa

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Tomado del Vol 5 del libro: Economía y Economistas Españoles, Fuentes Quintana, Enrique Director

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  • Luis ngel Rojo Duque

    MOR lSH lMA, M. (1973), Marx's Economics: A Dual Theory o/ \ o/11 '"' Growth, Cambridge University Press.

    OKlSHIO, N. (1961), >, Proceedings of the National Acadcmy r;,, ,\, ,.,, septiembre.

    - (1971), > el peridico p ublicaba:

    1 1 notable Manifiesto a la clase obrera de Europa que ley el clebre socia-lr,tn Carlos Marx en la reunin celebrada el da 27 de setiembre de 1864 en ,,111 Martin's Hall -Londres- y los Estatutos generales y Reglamentos de l.r Asociacin Internacional de los Trabajadores que por esta reunin fue-'"" aprobados provisionalmente, y adoptados en definitiva por el primer l ongreso Internacional de Obreros, que en setiembre de r866 se celebr en 1 .rncbra.'

    {~uc Marx fuese un personaje que p oda ser calificado como

  • Josep Fontana Lzaro

    grfica muy elogiosa y de un retrato del doctor Carlos Marx, wt1 dr la Internacional en La Ilustracin Republicana y Federal;' Oll 11 1 u 1 es que su pensamiento fuese conocido en estas latitudes, como !-.l' p111 de advertir en la sntesis que de l se intenta hacer en la citad.t 11111 1 biogrfica:

    En su bella Das Kapital describe las transformaciones de la p ro r icd.1d p.11 venir a parar a la forma comunista, citando que la ant igua mquinn lllPvJol a brazo es hoy la mquina de vapor que no fu ncio nara sin muc hos o l 1 1111 q ue trabajan en comn, apareciendo propiedad , no del que la 111 :1 1H.: ja, ~111 11 del capitalista que, segn l, ser reemplazado fa talmente po r la Co!llllt t lll

    Como se ve, no se puede deci r que sta sea una sinopsis afo rrun:H hl 1, El capital.

    Gracias a los estudios de Emili Gasch, Pedro Ribas y Sa ntiago ( ,, tillo, conocemos hoy la historia de las traducciones de Mat x y .11 Engels en Espaa {Ribas 198 1, 1984, 1998; Gasch 1983; S. C.1~11 ll n 1979). Sus trabajos no se han limitado, por otra parte, a l aspcl:IH 1111 ramente bibliogrfico, sino que han extendido su anlisis a la dilllt.ltll l de las publicaciones, en el caso de Ribas, y a un estudio cspccrl l\.41 d1 las obras econmicas, en el de Gasch. Como no tendra sen1 ido .il r.11 no repetir aqu esta historia, me limitar a algunas considc r',H 111111 acerca de la ms importante de ellas desde el punto de vista del ,111 rl 1 sis econmico: El capital.

    El primer texto del tomo primero de El capital - publicado 1' 11 orl1 mn en 1867 y en su traduccin francesa en 1872- que lleg .1 I:O.hlll t debieron ser los fascculos de la traduccin francesa que Engcl!. 11 11 l'' 1 haber hecho enviar en 1872 a su amigo Mesa, en Mad rid (DOrtllll.l lt get 1969:69-80) . Sabemos de ellos por una carta, indita que 'f(l '' 1' 11 escrita por R.W ilmart a Engels el 11 de octubre de 1872, cua rtdo 1'' saba po r Madrid, dirigindose hacia Argentina para escapa r d llo~. l wl secuciones a que estaban siendo sometidos en Francia los pa rt i1rp.111 1 en la Commune. W ilmart afirma:

    ]'ai lu ici ce q ui a t envoy a M esa du Capital. Il serait urgen1 d'l'll lu111 1' 11 venir des exemplaires aux sections fran

  • 750 ]osep Fontana Lzaro

    quien le someti el texto, se mostr en extremo descontemo pcu " simplificaciones y errores, sin conseguir que Deville hiciese la:-: 1lii11CI rosas correcciones que le peda antes de publicarlo. Engels cri l ito '"" dureza este texto, que esquematizaba el marxismo, adelant::ndmc, 1 11 cierto modo, a la fosilizacin catequstica que se practicara lllll!. 1 11 de en la Unin Sovitica para adaptarlo a las conveniencias del p.111 dismo (Paquot r980:4o-s6).7

    No ser hasta 193 r cuando aparezca la primera traducci6tt e tiiH pleta de los tres volmenes, la realizada por Manuel Pedroso, qll\' 1 1 rece haber tenido escasa difusin, y en I934 cuando se publiqu' l.c de 1 primer tomo por Wenceslao Roces, que va a ser la primera qul' ,k,ttt ce una amplia lectura por parte del pblico de lengua espaola, sobe e todo a partir de la edicin mexicana de 1946, que abarca ya In nht 1 completa, y de la segunda edicin de sta, realizada en 19 59, y q111 segn afirmaba Roces, haba sido cuidadosamente revisada y 1.01 11 gida.

    Hay aqu dos puntos que conviene sealar. El primero, la tard 1.1 d1 fusin de la obra terica de Marx en Espaa. Estudiando la npart1 11111 de traducciones de los diversos textos sobre economa, Gasch lltg.t ,1 la conclusin de que hasta los aos treinta no ha habido posihil td,1d de disponer de una base suficiente para asimilar su pensamiento e o nmico (Gasch 1983:38-39, s6-57). Fruto de este desconocimitn llll la pobreza de las formulaciones econmicas de los socialistas t l! p.111n les, no slo en los planteamientos programticos, donde todo M' 11 duce a una a lusin a un momento remoto de , acompaada de una list,l tic reivindicaciones inmediatas sobre

  • 752 Josep Fontana Lzaro

    pueblo fenicio no pudo llegar nunca a Espaa porque no t'l'. l 111 .1 que un pueblo de pescadores, falto de las naves necesarias pnr" 1 111 prender largas navegaciones y supeditado a los reyes de Asiri:1, qt11 l trasladaban de un punto a otro de su imperio . Todo lo quL' ~e lo ocurre hacer para mejorar y actualizar el libro de Estvancz l' '> .111 1 dirle, como complemento final, un largo texto terico tom~1do d1 Las ruinas de Palmira de Volney, un libro de 1 79T presentado ;t 11 mienzos del siglo xx como base insustituible de la reflexin bi ~tl llll 1 (Estvanez 1904). Por lo cual no habr de sorprender que se llcgtll ' 1 postular como al Herodoto de la anarqua a un positivistll tr1 v1 . .1 como Max Nettlau, cuyas escasas luces alcanzaran en su ohr.1 ttt.l ambiciosa a calificar los tres siglos de historia espaola quL' 11 :1 11 ' curren entre 1500 y 1 8oo como trois siecles d 'expansio n glorit'll'>t' (Nettlau 1969:6}, '0 en un elogio de la labor imperial de la mowHqllhl absoluta que no parece propio de un anarquista.

    Pero hay tambin una segunda reflexin que con viene plantcnr. 1 "' traducciones de los textos marxianos de los aos treinta se hicieron t'll unos momentos en que esta lnea de pensamiento apareca asoc..:iad.t ' las formas de divulgacin fosilizadora practicadas en la Rusi a sov~tt 1 ca desde 1917. Era, en cierto modo, un Marx mediatizado por Lt-. vt siones esquemticas soviticas el que lleg a Espaa, donde, c..:onvi~lh' no olvidarlo, el nefasto manual de Bujarin, El materialismo histriiJc n, se public antes que la traduccin de El capital de Roces.'' Pitn~o ql lt sta es una de las razones de que durante muchos aos se practir. t;t entre nosotros, con raras excepciones, una lectura sovit ic..:n ,, d, Marx: una lectura que buscaba en los textos los elementos qut cx plt casen la realidad, lo cual conduca, paradjicamente, a que no Sl' m tase atencin crtica a la calidad de la versin espaola. S lo ' "' ~~ puede entender que durante tantos aos se aceptasen las tradtu.:I.ot tt de Roces, cuando bastaba con una lectura atenta para dcsCilhtll 111 ellas inconsecuencias y disparates.

    A Roces le costaba seguir con atencin los razonamiento., t11 tll ' ' 1 nos, lo cual poda llevarle a constantes errores en los textos nt.t '> "' tractos del tomo tercero de El capital. En el captulo v 111, p01 1 11 "'

    10. Sobre el pensamiento>> historiogrfico de Nenia u, vase Rocker !1 ') ~ " ' H 1 II. Al final de la obra se hace constar que sta ha sido traducida del 11111l1 1'"' los estudiantes revolucionarios cubanos Pablo de la Torricnrc 13r:lll y l d11 ul Barcel, durante su prisin de dos aos -de junio de 193 r a mayo dl 1 '1 11 '' ' lo terrible Fortaleza de la Cabaa de la Habana y en el Castillo del Ptllh 11" .lo Torriente . Para la dursima crtica que Gramsci hizo del libro de H111 ,11111 ~ 1 Gramsci [I955:JI7-r 68].

    El pensamiento econmico marxista en Espaiia 753

    plo, hay por lo menos tres errores numricos en los q ue cualquier lec-tor a tento puede reparar, sin necesidad siquiera de ir a consultar el o riginal, y una omisin de texto que deja una frase completamente 1111ntc l igi ble. 11

    Ta 1 tipo de descuidos es frecuente a lo largo de todas sus traduc-l to nes. Lo que resulta escandaloso es que algunos lapsus del primer lomo, que deberan haber sido detectados inmediatamente porque 11os ofrecen un texto castellano carente de sentido, pasasen de la edi-' Ion madrilea de 1934-1935 a la mexicana de 1946 y a la nueva, l.trnbin mexicana, de 1959, cuidadosamente revisada. Por ejem-plo, la nota 4 del captulo lii del primer tomo rezaba en la edicin de Cenit de 1935: >, que llevaba en apndice, como , tres textos

    1 .t11011icos: el captulo 52 del tercer tomo de El capital - el conocido 11 \ l O inco mpleto sobre las clases-, otro del captulo 24 del primer lll tllO y el primer captulo de La ideologa alemana, de Marx y Engels.

    A ~t~tquc no lo indicase, el autor utilizaba las versiones castellanas de l{uli'S en los tres casos, lo cual le llevaba a reproducir sin inmutarse olm de esos deslices tremebundos del traductor espaol. En la nica '" " ' del captulo 52 del libro tercero, Roces escribi algo tan aluci-tl. llll t' como lo siguiente:

  • 754 fosep Fontana Lzaro

    slo demuestra la ausencia de civilizacin ... ". Est claro qUl' 1 ltt 1 ductor se adormil en este punto, y debi recordar que en los dH '"' narios una de las acepciones de Cut es ' hacienda', en el scn tidtt , , , cuente sobre todo en Amrica Latina de 'finca', pero lo re;dr11r 1111 sorprendente es que el disparate -incorregido en la edicin rcvi .. td 1 de 1959-lo copie Theotonio dos Santos, a pesar de que en l:t prou 1 nota, pocas lneas ms abajo, se dice pero al aparecer el cotn\'11 '" ' la industria las grandes 6ncas se desintegraron en explotaciolt l~ d1 tipo mediano. En el texto tornado por el propio autor de La Jdl'ul" ga alemana aparece otra de esas extraas pifias. Roces trac..luc; l'11t lo dems, divisin del trabajo y propiedad privada son trminos 1(!, rt tic os: uno de ellos dice, referido a la esclavitud, lo mismo que d tr! 111 referido al producto de sta. Lo absurdo de la frase debera llcv.11 1 cualquiera a una verificacin, que le mostrara inmediatamente: qtlt ., que el texto original dice no es esclavitud sino

  • ]osep Fontana Lzaro

    chazo de la va industrial emprendida para proponer, como altern;ttiv,,, la creacin y fomento de las industrias basadas en la transformadw ' de los productos de la agricultura y del subsuelo -los ejemplos co11 ~ 1 derados son los del corcho, la lana, el cobre, el plomo y el hierro-, y l.1 adopcin del ejemplo de >, no como doctrina>>, sino como una corriente k pensamiento que aportaba algo al caudal comn de la ciencia eco-II111Hica. Conocemos la temprana intervencin del joven Ramn Ca-' .111dc 1191 5], quejndose en el prlogo a un li bro de Tugan-Bara-llovski de que de Marx como filsofo y economista, como forjador 1k la ciencia social [ . . . ] en Espaa apenas se ha escrito; sin perjuicio de

    qu ~ , ms de una vez, se haya proclamado [ ... 1 como incuestiona ble la l1.1ncnrrota del marxismo . Aos ms tarde, Gabriel Franco traduci-rl .l l' l libro de R. Wilbrandt, profesor de economa de la Universidad dv Tuhinga, Carlos Marx. Ensayo para un juicio, como homenaje a q11it t1 haba sido su profesor en Alemania y como una necesaria apor-1 LCi, n a un terreno, el de la literatura marxista, de cuya miseria en

    1111c~tra lengua se quejaba el traductor en su prlogo. Wilbrandt con-l l111.1 su exposicin del ideario de Marx y de su

  • ]osep Fontana Lzaro

    aburra . Slo cuando tena una asistencia de diez o doce c~ltlllt 111 tes se encontraba a sus anchas y explicaba lo que bien le p :11 1 1 1 1 Y aade: A l le escuch la crtica de la economa liberal, la l "1'" t cin del marxismo y, sobre todo, la teora general del dinero, qtw 1 11 juicio era la parte ms brillante de El capital, y unas leccion c~ 1 1 tt 1 1 sobre el concepto de plusvala, que refera casi siempre a ejctnplth 1l 1 mercado capitalista (Tierno I982:77-78).17

    Hay por este camino todo un trabajo de investigacin posiblt ,. ti 1 pensamiento de Marx en la universidad espaola- que est por 11111 1 11 porque se ha tendido a privilegiar el estudio de la que se supona q11t 11, ba ser su va normal de entrada -el movimiento obrero y los w t "'" marxistas-, con resultados, como se ha visto, negativos.

    La situacin de miseria del pensamiento de afiliacin - ms qtw eh inspiracin- marxista slo cambi muy tardamente. No h:~r:l l.d1 1 explicar que los aos posteriores a 1939 no fueron los ms adccn.ui P para la difusin del marxismo en Espaa. Por desgracia, adtltt t cuando pudo comenzar a penetrar, burlando las vigilancias de In 11 11 su ra y la polica, no lo hizo en la versin anglosajona de los (' l:flth 1 mistas e historiadores marxistas de Maurice Dobb o de Cristo ph1 ' Hill (Kaye 1989; VV.AA. 1988), ni en la italiana, que pudo p:Htu tl t la reflexin de Gramsci en los Quaderni del carcere -en t94R qw t ca el primer volumen, Il materialismo storico e la filosofia dt l fl-111 detto Croce, que contena una dursima crtica del esquematismo 1 .1 tequstico de Bujarin-, sino sobre todo a travs de las traduc ionn. d1 1 peor y ms trivial de los estructuralismos marxistas>> -parientt '1 1 cano del dogmatismo stalinista-, en su versin francesa. Dllr.111 tc aos, buena parte de los supuestos marxistas >> de este pas S, sino tambin de autores del como Kalecki o Kornai-JII l l' una parte de esta intelligentsia que no se content simplemente 1 c1 11 disfrazarse, acabaron surgiendo, en los aos setenta, unos reduci-do' focos de buen anlisis marxista en algunas universidades espao-l.", ..:omo las de Madrid, Barcelona o Valencia.20

    1 H Nos falta una visin de conjunto de este marxismo> espaol de los aos del 1t " 'll"i~mo. Lo ms aproximado a esto es, tal vez, el texto de Elorza (r984:1:58], d1 donde se ha tomado esta cita . 1 '1 l ln libro que algunos han calificado de ~ panfleto estalinista y que no resulta " 1, prc:cisamente, el que mejor represente lo que en Lukacs hay de innovador. '" 1 .1 dificultad de hacer un balance sin olvidos o injusticias - y el temor de moles-' " 11 .tlgunos, al recordarles antecedentes que hoy prefieren olvidar- me impide 1111til'l,;t f ;~qu la actividad de ncleos como el sraffiano de Valencia, los reunidos en

  • Josep Fontana Lzaro

    En el terreno de la historia econmica, y si dejamos a un lado la \ 1 mencionada discusin sobre la revolucin burguesa, que ti~ 111 poco que ver con ella,2 1 la penetracin del marxismo se produjo 111 1 directamente -el dogmatismo ortodoxo no tena en este campo mo delos satisfactorios que ofrecer-, sino a travs de la influencia ejcrt 1 da por investigadores europeos que no tenan nada que ver con i:J h teratura catequstica primaria, sino que estaban instalados en u11 .1 heterodoxia creativa. La lectura de las obras de Hilton, Vibr r1 Kriedte, por poner unos pocos ejemplos, o la de los debates sobre 1.1 transicin del feudalismo al capita li smo, sobre la crisis general de l ~ ~ glo XVII o el suscitado por las propuestas interpretativas de Brenrwt, estimularon unas lneas de investigacin que estaban a la hora de 1.1 Europa occidental y que se planteaban de manera abierta y crentiv.,, sin exclusivismos sectarios. En los coloquios de Pau que Tun dt Lara convoc entre 1970 y 1980, y en los volmenes de la Histo/'ltl de Espaa que dirigi para Labor, historiadores y economistas con diverso grado, o ninguno, de influencia marxista pudieron colabo~ou sin dificultad.u

    Todo ello es tal vez demasiado tenue y demasiado reciente con11 para que resulte fcil hacer la criba de este escaso grano, sepa rndol11 de la mucha paja de publicstica mar:xistizante que nos inund d uran te unos aos y que, afortunadamente, se ha llevado el reflujo en ()111' vivimos, a l igual que acaba siempre llevndose toda la hojarasca de las modas culturales y de los disfraces de la intelligentsia, incluso h1 de unos neoliberales>> que siguen tan poco originales en su 1Tpro duccin mimtica de las modas acadmicas internacionales, y ta n c;t rentes de inters, como cuando eran paleomarxistas.

    B I BLIOGRAFA

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