sendas y senderos de la ciencia social andina

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  • Center for Latin American and Caribbean Studies, University of Michigan, Ann Arbor

    SENDAS Y SENDEROS DE LA CIENCIA SOCIAL ANDINAAuthor(s): Silvia Rivera CusicanquiSource: Dispositio, Vol. 24, No. 51, Crtica Cultural en Latinoamrica: Paradigmas globales yenunicaciones locales (1999), pp. 149-169Published by: Center for Latin American and Caribbean Studies, University of Michigan, Ann ArborStable URL: http://www.jstor.org/stable/41491588 .Accessed: 10/04/2013 19:04

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  • Dispositio/n XXIV. 5 1 ( 1 999 (2000)): 1 49- 1 69 Department of Romance Languages, University of Michigan

    SENDAS Y SENDEROS DE LA CIENCIA SOCIAL ANDINA*

    Silvia Rivera Cusicanqui** Universidad Mayor de San Andres

    En 1973, cuando el grupo maoista Sendero Luminoso se escindi del Partido Comunista del Per-Patria Roja y decidi prepararse por su cuenta para una "guerra popular prolongada", los intelectuales y dirigentes polticos de la izquierda peruana consideraron al hecho como una banalidad. Siete aos ms tarde, los senderistas realizaron su primera accin armada, saboteando simblicamente las elecciones presidenciales de mayo de 1980 en una pequea y aislada comunidad de las serranas de Ayacucho. Desconcierto, incredulidad y an desprecio fueron las iniciales reacciones de la mayora de la izquierda frente a este hecho, que encontr a los principales partidos empeados en la contienda electoral tras laboriosas negociaciones frentistas y ms de una dcada de acciones contestatarias frente a los gobiernos militares reformistas.

    * Este trabajo, escrito en 1990, fue presentado al Coloquio "Balance y perspectivas de la antropologa en Amrica Latina y El Caribe", realizado en ciudad de Mxico entre el 1 8 y el 21 de junio del mismo ao. No ha sido posible, por razones de tiempo, realizar una actualizacin cuidadosa del texto con la nueva y abundante bibliografa antropolgica y "senderolgica" aparecida desde entonces. Considero, sin embargo, que gran parte del argumento mantiene su validez, en la medida en que intenta explicar, comparativamente, un proceso de ms de dos dcadas de encuentros/desencuentros entre las ciencias sociales y las sociedades rurales e indgenas de nuestros pases. ** Silvia Rivera C. es catedrtica en la Carrera de Sociologa de la UMSA y miembro del Taller de Historia Oral Andina.

    This article is reprinted with the kind permission of the author. It first appeared in Autodeterminacin: anlisis historiopolitico y teora social 10 (Oct. 1992): 83-108.

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    En el curso de los aos 80, la violencia generada por el fenmeno guerrillero y su represin ha crecido en progresin geomtrica, y su cobertura geogrfica y demogrfica se ha extendido por regiones tan diversas como la sierra tradicional de Ayacucho (epicentro inicial de sus acciones), el mercantilizado valle del Mantaro y las zonas de frontera agrcola de la amazonia peruana. Paradjicamente, algunas de ellas se cuentan entre las ms estudiadas y conocidas por la antropologa y otras disciplinas afines, que en el Per gozan de una larga trayectoria y un notable volumen y calidad de textos editados, en comparacin con cualquiera de los pases andinos.

    El problema que tal situacin plantea a los estudios andinos, no puede ser ms acuciante, puesto que apunta al sentido mismo de nuestro quehacer. Por ms lejos que estemos de la antropologa aplicada o de las polticas estatales dirigidas a las poblaciones indgenas, no podemos negar que la antropologa tiene posibilidades de indagacin explicativa y diagnosis de los conflictos y problemas vividos por dichas poblaciones. An disciplinas tan aparentemente distanciadas del presente como la etnohistoria y la arqueologa andinas, nos plantean cuestiones vigentes para el mundo de hoy.

    Hasta la aparicin del fenmeno senderista, pocos se habran atrevido a poner en duda que las ciencias sociales haban acumulado suficiente conocimiento de la realidad andina como para comprender a cabalidad sus fuerzas motrices y tendencias de desarrollo histrico. En 1980, con una tradicin nacional de medio siglo de investigacin y no menos de 40 aos de institucionalidad universitaria, la antropologa peruana era sin duda la decana de nuestras disciplinas en el rea. La ms subdesarrollada de todas, la antropologa boliviana, debera esperar hasta la dcada de 1970 para ver surgir la investigacin de terreno en manos de nacionales1, y hasta la dcada de 1980 para la creacin de su primer programa acadmico de Antropologa a nivel universitario. En esta etapa formativa de la antropologa boliviana, el trabajo de nuestros colegas peruanos fue fuente de inspiracin y enseanza. Sin embargo, hoy podemos preguntarnos: Qu malestar oculto incubaba la sociedad peruana en la dcada del 70, que las ciencias sociales no acertaron a diagnosticar? Qu aspectos de la realidad fueron omitidos o mal comprendidos? Qu podemos aprender de la experiencia peruana, ms all de la orientacin acadmica que nos ha brindado a todos los estudiosos del mundo andino?

    El presente trabajo es un intento de responder a estas preguntas, destacando algunos temas relevantes para la comprensin de las relaciones entre el contexto social/poltico y el quehacer antropolgico en el Per y Bolivia. A travs de este enfoque temtico y comparativo, espero poder identificar tambin los vacos de investigacin e interpretacin que exhibe el trabajo antropolgico en nuestros pases, y sealar algunos temas relevantes para una agenda futura.

    No pretendo realizar un ensayo bibliogrfico sistematico acerca de la produccin antropolgica de las ltimas dos dcadas: Tan slo una seleccin de problemticas relevantes para comprender la interaccin entre antropologa y sociedad en ambos pases. Por otra parte, debo advertir que no me ceir nicamente a la disciplina antropolgica, sino que tomar en cuenta trabajos provenientes de la

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    historiografa y otras disciplinas, en tanto los considere relevantes para la exposicin de cada tema. Este enfoque poco ortodoxo me permitir ubicar a la antropologa de nuestros pases en el contexto de la presente crisis de violencia rural que afecta al agro andino, e interpelarla como ciencia que, adems de ayudarnos a conocer el pasado y el presente de la sociedad andina, nos podra aportar elementos para imaginar un futuro menos catastrfico para nuestras colectividades.

    Los logros del hombre andino y la recuperacn de lo autonoma aymara

    Puede sealarse como uno de los aportes ms relevantes de la etnohistoria andina, el haber destacado en forma positiva la originalidad y creatividad de las sociedades que habitaron los Andes en tiempos pre-coloniales. El capital aporte que hiciera John V. Murra al estudiar los sistemas creados por las sociedades andinas para la organizacin multicclica de la produccin alimentaria, dispersa en varios pisos ecolgicos y sujeta a sui-gneris mecanismos de circulacin no-mercantil2, fue la base para el desarrollo de una serie de estudios, destinados a indagar los aspectos tanto agronmicos y tecnolgicos de estos sistemas, como sus mecanismos ideolgicos y organizativos. El funcionamiento pasado y presente del sistema de "control vertical de mltiples pisos ecolgicos" y el estudio de las condiciones de su deterioro o funcionamiento, ocuparon buena parte de estos esfuerzos.3 En particular, los nuevos trabajos sacaron a la luz algo que ni los burcratas estatales ni los antroplogos desarrollistas de las dcadas anteriores haban podido ver: que en muchas regiones de los Andes, y a pesar de siglos de agresin y deterioro impuestos, los pobladores andinos continuaban utilizando - dichos sistemas para enfrentar los riesgos de una agricultura sometida a las limitaciones del medioambiente alto-andino y a los efectos destructores de un mercado profundamente desigual. Implcita o explcitamente, tales hallazgos cuestionaban la visin dominante de que la mercantilizacin y especializacin de la produccin campesina seran la nica va de lograr superar el atraso y la miseria rurales4.

    Ahora bien, en el Per y en Bolivia, las investigaciones realizadas en la dcada de 1970 sobre el sistema de "control vertical de pisos ecolgicos" y otros temas relativos a la organizacin y a la "racionalidad" interna de las sociedades andinas, han tenido dos modos de crecimiento muy distintos. Sin duda, en el Per se ha producido un caudal ms vasto de trabajos, con una mayor distribucin geogrfica y una ms amplia resonancia acadmica. En Bolivia, en cambio, el impacto de los hallazgos de la etnohistoria puede situarse a un nivel ms societal que acadmico. Para explicar mejor esta situacin, debo hacer una digresin que me permita referirme al contexto en el cual se desarrollaron estas investigaciones.

    Tanto en el Per como en Bolivia, la dcada del 70 se inici con notables movilizaciones y transformaciones sociales. En el Per, el rgimen militar de Velasco Alvarado acababa de dictar una de las reformas agrarias ms radicales, tardas y

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    controvertidas del continente y un amplio y polifactico movimiento de izquierda se hallaba en condiciones de controlar prcticamente todas las organizaciones populares y campesinas que habran de participar en el proceso - ya sea para apoyarlo o combatirlo. A la luz de acaloradas controversias sobre el destino de la "cuestin agraria", la etnohistoria result totalmente marginalizada, cuando no directamente acusada de servir a los "enemigos del pueblo"5. En el invernadero al que fue condenada, la disciplina experiment un crecimiento exuberante. Surgieron nuevas investigaciones que buscaban refutar y a establecer los lmites del sistema de la verticalidad6 y floreci toda una corriente de antroplogos y etnohistoriadores dedicados al anlisis del riqusimo universo ideolgico andino7.

    Lo paradjico del caso, fue que la izquierda peruana hizo gala desde muy temprano, de una gran sensibilidad hacia el mundo andino y de una genuina preocupacin por la condicin explotada de los indios8.

    No obstante, en la dcada de 1970 prevaleci una suerte de divorcio entre la reflexin terica generada en torno al mundo andino y la prctica que esta misma izquierda ejerca en los espacios populares abiertos a su accionar. Para el caso de Ayacucho, Flores Galindo concibe este divorcio como una contradiccin entre el "atraso econmico" de la regin y el florecimiento de la vida intelectual y acadmica en la Universidad de San Cristbal de Huamanga9. Podra aadirse que las corrientes marxistas dominantes tendan a subordinar y reducir la problemtica tnica al anlisis de clase, y encubran sutiles formas de suplantacin del sujeto andino, que se converta en mero objeto de la reflexin y accin polticas. La dominancia de la ciudad capital y su distancia fsica de la realidad andina afectaron tambin a buena parte de la reflexin poltico-acadmica, puesto que lo "andino" no pas de ser un elemento retrico de las tesis, y "caracterizaciones" del pas, y fue sometido a interminables discusiones en torno a su "correcta" interpretacin marxista.

    El contexto boliviano difiere en este sentido muy radicalmente del contexto peruano. En 1971, un sangriento golpe de estado acab con las esperanzas de la izquierda de realizar una revolucin socialista a corto plazo, e inaugur un rgimen dictatorial que habra de prolongarse hasta 1978. Desde la clandestinidad, los dirigentes y cuadros de la izquierda tuvieron poca ocasin de discutir algo que pareca poco relevante a sus preocupaciones inmediatas, y de lo cual probablemente an ni siquiera haban escuchado hablar: los aportes tecnolgicos y organizitivos de las sociedades andinas prehispnicas. Como cosa de excepcin, el socilogo marxista boliviano Danilo Paz se ocup del estado Inka en su tesis de licenciatura, pero tan slo para continuar la polmica que enfrent al fundador del PIR (Partido de Izquierda Revolucionario), Jos Antonio Arze, con el investigador francs Boudin en los aos 30, en torno a la naturaleza "socialista" o "comunista" del Imperio10.

    Pese a la represiva situacin imperante, hacia mediados de la dcada, una serie de condiciones histricas de corto y largo plazo, dieron lugar a la emergencia de un movimiento indgena antnomo en el altiplano aymara - que posteriormente se denominara "katarismo-indianismo" - el cual discurri en forma casi invisible hasta salir a la luz en 197711. Este movimiento tuvo, desde sus inicios, un componente

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    urbano, principalmente en La Paz y Oruro, lo que contribuy a romper su aislamiento y a conectarlo con corrientes renovadoras de pensamiento. En la corriente katarista- indianista confluyeron varias agrupaciones, tanto culturales como polticas y sindicales, urbanas como rurales. En el curso de su desarrollo y consolidacin, el movimiento tuvo la capacidad, sin la intervencin decisiva de ninguna fuerza externa12, de formular un programa de reivindicaciones econmicas y culturales que se diriga simultneamente al campesinado como clase explotada y como mayora tnica oprimida colonialmente. Es importante destacar que la autonoma ideolgica del movimiento se nutri en buena medida de la obra de Fausto Reynaga, originalsimo ensayista que reivindic con valenta la personalidad histrica y cultural del indio como forjador de una nueva sociedad futura13.

    Pese a las disensiones internas y a los matices ideolgicos que ya se perciban en l, la magnitud del movimiento, particularmente en su vertiente sindical, se puso a prueba con la fundacin - en junio de 1979 - de la mayor organizacin campesina de la historia contempornea de Bolivia: la Confederacin Sindical Unica de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), donde hasta hace 1988, la hegemona katarista fue indiscutible. Pocos meses despus de su nacimiento como organizacin sindical, los kataristas de la CSUTCB lanzaron una importante movilizacin nacional contra medidas econmicas neo-liberales que afectaban la produccin campesina, paralizando el abastecimiento alimentario de las principales ciudades por ms de dos semanas, y reviviendo - en su propia percepcin, pero tambin en la de sus oponentes, la majora q 'ara que los oprime - el cerco de Tupac Katari a la ciudad de La Paz en 1781.

    Los canales interpersonales de influjo que pudieron haber tenido las por entonces escasas personas interesadas en temas andinos en Bolivia, llegaron a los dirigentes kataristas bajo la forma de ideas sistematizadoras de su propia experiencia, las ms de las veces acogidas crticamente en virtud de una profunda desconfianza frente a las mltiples experiencias de manipulacin criollo mestiza14. As por ejemplo, el dirigente Simn Yampara, egresado de sociologa, haba vivido personalmente de nio la migracin itinerante a los valles en la Costa del Pacfico, donde su famiha y su comunidad mantenan lazos con sus parientes y haban tenido tierras en generaciones anteriores. Posteriormente, desde su puesto como Director del Instituto Nacional de Colonizacin y Ministro de Agricultura durante el gobierno de Siles Suazo (1982-85), intent influir en un cambio de orientacin de las polticas estatales, que nunca haban reconocido la doble tenencia de la tierra para los asentamientos aymaras en otros pisos ecolgicos. Otro tanto puede decirse de Mauricio Mamani, antroplogo aymara que ocup tambin el Ministerio de Asuntos Campesinos, desde donde intentara a su vez sensibilizar al Estado con respecto a los usos tradicionales de la hoja de coca15.

    Estos vnculos dan cuenta de un modo elocuente del destino que habra de tener el escaso, pero valioso conocimiento adquirido por la ciencia antropolgica en torno a las sociedades andinas, tanto pre-hispnicas como contemporneas. El acceso a la formacin universitaria por parte de aymaras migrantes de primera o segunda

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    generacin, y su activo y simultneo vnculo con la revitalizacin organizativa y poltica del movimiento indio sirvieron de contexto privilegiado para facilitar frtiles intercambios y adecuaciones de la agenda de investigacin a los intereses de los propios grupos involucrados, y no slo a los de una comunidad acadmica - por otra parte demasiado dbil como para imponer cualquier canon. En el proceso de conocimiento generado por la investigacin acadmica participaron entonces decisivamente, intelectuales aymaras que tenan presencia tanto en el escenario acadmico, como en el mundo poltico y sindical. Como se dijo anteriormente, ellos se nutran no slo de su experiencia vivida, sino tambin de una tradicin intelectual propia y autnoma, que se redescubrira y desarrollara notablemente16. De este modo, no slo el tema de la verticalidad, sino muchos otros temas conexos, como ser el de las autoridades tnicas, los calendarios rituales y el sistema simblico tuvieron canales directos e inmediatos de circulacin ideolgica, rompiendo las barreras entre el conocimiento laico y el conocimiento acadmico. Aunque las contribuciones de la etnohistoria andina hayan llegado hasta los aymaras del campo empobrecidas por un proceso inevitable de traduccin, no cabe duda que cayeron en terreno frtil y que fueron incorporadas a la utopa social aymara, que se nutre de su propio pasado para proyectarlo al futuro, pero que utiliza selectiva y crticamente los conceptos y los hallazgos de la antropologa como mecanismos de comunicacin intercultural y de legitimacin.

    Rebeliones andinas : parte de la "cuestin nacional", o sustento de un proyecto muititnico?

    El anlisis anterior se aplica a otros temas relevantes para la comprensin de las sociedades andinas, como ser las rebeliones, movilizaciones y movimientos de resistencia de los indgenas qhichwas y aymaras contra la opresin colonial o republicana. Al igual que en el tema de los "logros andinos", en el que la etnohistoria ha realizado sus principales aportes, el tema de las rebeliones exhibe una profusin mucho mayor de trabajos realizados y publicados en el Per que en Bolivia, tanto por antroplogos como por historiadores. Los ciclos tempranos de resistencia han sido analizados tan slo por investigadores peruanos17. El gran ciclo rebelde de 1780-82 conoce una profusin impresionante de estudios, aunque en Bolivia la tradicin de investigadores nacionales es bastante exigua18.

    No obstante, si en alguno de los dos pases las rebeliones de Tupak Amaru, Tupak Katari y los hermanos Nicols y Dmaso Katari, tienen significado presente para el campesinado indgena, es en Bolivia donde su significado histrico ha logrado ser reactualizado como fuerza ideolgica moldeadora de la identidad de los nuevos protagonistas sociales aymara-qhichwas. La tradicin oral, conjuntamente con la difusin masiva de la investigacin histrica19, adems del trabajo de crtica y reflexin ideolgica de pensadores indianistas como los Reynaga han contribuido a crear una

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    imagen perdurable del movimiento de 1 780-82, tanto como a renovar sus significados para la lucha presente.

    Una implicacin importante de este fenmeno, es que las emergentes organizaciones culturales y sindicales del campesinado aymara incorporaron el sentido histrico de las luchas anticoloniales de los Katari a su plataforma de demandas hacia la sociedad, de tal suerte que la ideologa oficial del Estado, el "nacionalismo revolucionario" fue sometida a una aguda crtica prctica20. Ninguna de estas condiciones se ha dado en el Per, aunque esto no significa que la situacin de los indgenas en ese pas est menos sometida a mecanismos de opresin y dominacin coloniales. Por un lado, la organizacin del campesinado peruano no tuvo ni las caractersticas autnomas del movimiento aymara, ni logr incoporar dimensiones tnicas y anticoloniales a su lucha, en gran medida debido a la fuerte presencia de un liderazgo externo vinculado a los partidos marxistas y dominado por cuadros de clase media urbana. La crtica a la ideologa nacionalista, por otra parte, resultaba poco menos que imposible, ya que estos mismos partidos e idelogos de la izquierda son, hasta hoy, los encargados de reproducirla.

    La legitimidad y el carcter dominante que asume para la intelectualidad peruana, el llamado "problema nacional" es una prueba de ello, y contrasta agudamente con la escasa importancia de esta problemtica en la discusin intelectual- poltica boliviana. Visto desde el debate clsico, ciertamente Bolivia es mucho menos "nacin" que el Per, aunque - o quizs debido a que - las dimensiones sociales de su revolucin nacional han sido siempre ms profundas, y de efectos ms perdurables.

    Ningn ejemplo resulta ms explcito en materia de diferencias de nfasis en la investigacin, que el estudio de las rebeliones en los siglos XIX y XX. En el Per, desde hace varios aos se viene desarrollando un debate centrado sobre los movimientos indgenas que se dieron en la sierra peruana, al calor de la guerra del Pacfico. El debate, que enfrenta - entre otros - a los historiadores Nelson Manrique y Florencia Mallon con Herclio Bonilla, se resume en el argumento, esgrimido por los primeros, de que la ideologa de los campesinos participantes de la guerra con Chile asumi formas "proto-nacionales" a raz de la invasin chilena y de la organizacin de guerrillas indgenas por el Gral. Cceres. As, el inters central de Manrique consiste en "explicar la conducta nacionalista de los indios, que aparece en abierta contradiccin con la premisa, aceptada, de la inexistencia de la nacin peruana" (1981: 381). Bonilla por su parte, sostiene que los campesinos indgenas no son capaces de formular ninguna ideologa globalizadora, y que slo pueden percibir contradicciones a un nivel parroquial y aldeano21.

    La inadecuacin de este debate para las condiciones y realidades bolivianas, proviene de un doble hecho: primero, que los estudios realizados por la antropologa y otras ciencias sociales en torno a las rebeliones andinas de los siglos XIX y XX, alimentan ya en buena medida una corriente crtica al nacionalismo, cuya historiografa oficial haba eliminado del escenario a las rebeliones andinas autnomas anteriores a la formacin de los primeros sindicatos en la dcada de 193022. Por otra parte, los argumentos nacionalistas - que desde la dcada de 1950 utilizaban los

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    argumentos de Lenin contra los narodnik para descalificar las luchas indgenas - resultaban conocidos, anacrnicos y emparentados con las posturas ms reaccionarias23.

    Entretanto, el movimiento katarista-indianista, planteaba la lucha por un estado multinacional y plurilinge como base de su plataforma, permitiendo as superar los esquemas occidentales habituales de formulacin de la llamada "cuestin nacional". El planteamiento aymara del estado multinacional abordaba, por una parte, un problema de democracia y derechos humanos y en ese sentido interpelaba a los aspectos liberales de la institucionalidad del pas. Por otra parte, tena - sin proponrselo - un tono postmodernista incompatible con las formulaciones nacionalistas y stalinistas. Y finalmente, abordaba explcitamente el problema de la descolonizacin, que a mi juicio constituye el elemento crucial que diferencia el caso boliviano del peruano. Las implicaciones de estos hechos para la investigacin no pueden pasar desapercibidas.

    Es as que en Bolivia, aunque los estudios sobre las rebeliones indgenas en el siglo XIX y XX son bastante ms escasos, su efecto societal y su vnculo con la dinmica ideolgica del propio movimiento indgena resultan muy evidentes. En estos trabajos es considerable el aporte realizado por los propios investigadores aymaras24 cuyas inquietudes metodolgicas y conceptuales muestran el frtil intercambio entre una slida formacin acadmica y una identidad tnica asentada en la recuperacin de una visin autnoma del pasado indgena.

    Indios en as ciudades

    La visibilidad del fenmeno indgena en la ciudad de Lima ha sido muy escasa para la antropologa. Con la notable excepcin de una tesis de Altamirano (1984), las historias orales recogidas por Matos Mar (1986) y de un reciente trabajo de Glte (1987) titulado sugerentemente Los caballos de Troya de los migrantes , la tradicin investigativa en el Per, tan fuerte en otros temas antropolgicos y etnohistricos, resulta relativamente menos rica a la hora de considerar la identidad tnica de los migrantes y los conflictos culturales que viven en su adaptacin a la urbe. En contraste con las otras reas temticas, este es quizs el nico terreno donde la antropologa boliviana le lleva alguna ventaja25.

    Subyacen aqu dos fenmenos que muestran la interaccin entre antropologa y sociedad: Por un lado, en consonancia con la matriz de pensamiento dominante, este fenmeno, en el Per, muestra la prevalencia de supuestos integracionistas que habra que someter a mayor escrutinio. La identidad dominante que se atribuye al campesino-indgena trasladado a la ciudad es la de "migrante" o "poblador" de las barriadas. Por lo tanto, lo que ms atencin ha convocado ha sido el desarrollo de esta "nueva" identidad, a travs de estudios sobre la formacin de movimientos barriales, movilizaciones para alterar la distribucin del suelo urbano y la organizacin de los pobladores (cf. Matos Mar, 1984). No obstante, se sabe tambin que estos

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    migrantes forman asociaciones de "residentes" - en Lima tanto como en La Paz y otras ciudades andinas - por las que puede entreverse que la identidad anterior no haba sido totalmente abandonada26. A pesar de ello, esta lnea de investigacin ha quedado prcticamente abandonada, lo que a mi juicio implica una conviccin subyacente acerca de la inevitable "mezcla" de los migrantes en el melting pot crisol de una nica cultura "criolla" dominante (cf. Matos Mar, 1988, Degregori y Blondet, 1987). Este enfoque queda bien representado por la propuesta de los antroplogos Carlos Ivan Degregori y Cecilia Blondet, sobre el trnsito de "invasores" de las barriadas de Lima a "ciudadanos", (es decir, integrados a la polis nacional), como el proceso fundamental que configurara la identidad de los migrantes rurales a la ciudad.

    En contraste con el caso boliviano, el predominio de las versiones integradoras frente a las que reafirman la existencia de identidades tnicas diferenciadas en la ciudad se debe, a primera vista, a la muy distinta configuracin urbana en ambos pases. La fuerte presencia de una cultura afro-americana y de una migracin asitica en la costa peruana, conjuntamente con la tradicin colonial tan agudamente retratada, por Salazar Bondy en un memorable ensayo, han generado una situacin de efectiva supresin tnica, consistente en un alto grado de prdida del idioma materno, internalizacin de una imagen desvalorizada de la cultura de origen, y una disponibilidad a la "ciudadana", entendida como aproximacin al modelo cultural occidental dominante. Sin embargo, siendo la mayora de investigadores miembros de esta misma cultura dominante, este efecto de supresin puede estar condicionado tambin por la relacin asimtrica entre ambos sujetos. Lo cierto es que la identidad tnica de los migrantes en Lima parece estar relegada a los estratos mas profundos y reprimidos de su conscincia, y esto se expresa tanto en las formas organizativas y programas reivindicativos que los migrantes generan, como en la relacin que desarrollan con los investigadores y otros agentes externos. Tengo la conviccin de que estos fenmenos de supresin y represin tnica son, sin embargo, parte sustantiva de un problema de colonialsmo interno en la relacin entre la cultura dominante y los pueblos y culturas nativas dominados, que es tarea de la antropologa desentraar y explicar.

    En el caso de La Paz podemos afirmar todo lo contrario. Ciudad constituida desde su misma fundacin por dos ciudades - una india y otra espaola - su historia exhibe una permanente contradiccin entre el modelo ciudadano importado, y el modelo comunario andino que organiza tanto las prcticas como las percepciones colectivas de sus habitantes. Hasta hoy, el aymara es el idioma de la mitad de su poblacin y puede observarse, antes que un deterioro, una revitalizacin creciente de las manifestaciones culturales andinas en la vida de la ciudad. Lgicamente, todo esto tuvo que generar una mayor cantidad de estudios destinados a abordar esta realidad, en los que los sujetos investigados - seguramente por estar sometidos a menores conflictos - no parecen haber necesitado mimetizarse ni oscurecer su identidad tnica27. El orgullo del indio urbano en La Paz tiene escasos parangones en Amrica Latina; la sutil contrahegemona cultural que esto implica tiene por fuerza

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    que afectar todas las esferas del comportamiento colectivo, incluido el pensamiento antropolgico y social. Sin embargo, habra que ver hasta qu punto este fenmeno es comn a las ciudades de la sierra peruana, lo que podra ayudarnos a explicar las distintas relaciones que en cada regin se establecen entre la intelectualidad local y la poblacin objeto de su estudio28. Asimismo, habra que constatar en qu medida los enfoques prevalecientes en la investigacin peruana - obsesionados, como estn en muchos casos, por la construccin de lo "nacional" - estn creando obstculos efectivos al reconocimiento de los elementos complejos, a veces ocultos y subterrneos, que hacen a la identidad tnica de una poblacin y de los no menos ocultos y explosivos conflictos coloniales que estos elementos ponen de manifiesto. Resulta significativo que la mayora de expositores peruanos y alguno boliviano en el Coloquio de Mxico (junio 1990), hubiesen utilizado, para referirse a la presencia india en las ciudades, slo trminos como invasin, desborde, Caballo de Troya, avalancha y otros similares, lo que mostrara fuertes sntomas de paranoia instalada en el corazn mismo del discurso cientfico.

    manera de eplogo

    Hemos visto cmo, tanto en Bolivia como en el Per, el trabajo de la antropologa y otras disciplinas afines en las ltimas dos dcadas se ha visto enriquecido y cuestionado por la realidad histrica y social en la que se desenvuelve. Para poner en evidencia los problemas que actualmente confrontan los antroplogos de la regin, iniciamos esta ponencia con una referencia inevitable al fenmeno senderista. Ahora quizs estamos en condiciones de apuntar algunos efectos de esta situacin sobre la reflexin antropolgica en nuestros pases. En el caso del Per, aparte del hecho evidente de que amplios espacios del agro se encuentran bajo control militar29, por lo tanto fuera de toda posibilidad de acceso tanto de los medios de informacin como de los investigadores, existe un impacto ms bien positivo - si se me permite calificarlo as, en medio del dramatismo de las circunstancias - del fenmeno senderista sobre las ciencias sociales30.

    En la dcada de 1980, ha florecido un debate - principalmente a cargo de los historiadores Alberto Flores Galindo y Manuel Burga - en torno a la existencia de una utopa andina , basada en un complejo proceso de interaccin entre la memoria de un pasado pre-hispnico autnomo y las condiciones y realidades de la sociedad colonial31. Esta corriente en los estudios andinos otorga un nfasis hasta ahora indito al problema de la formacin de identidades colectivas, y explora el papel que en este proceso tiene la memoria histrica y el remoto pasado andino. De esta manera, el conocimiento de las realidades andinas halla un cauce significativo para conectar el pasado con el presente, la sierra con la costa, el campo con la ciudad, redescubriendo en cada caso la importancia poltica de la cultura y de la vida cotidiana, la relacin entre el conocimiento acadmico y el conocimiento laico creado por las propias poblaciones "objeto" de estudio antropolgico e historiogrfico32. La imagen de un

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  • SENDAS Y SENDEROS DE LA CIENCIA SOCIAL ANDINA 1 59

    Per rural cruzado por contradicciones regionales y de clase, comienza entonces a ceder paso a otra imagen donde cobran relieve las contradicciones tnicas y los sistemas coloniales de dominacin - cuyas expresiones son a veces menos visibles pero al mismo tiempo ms ubicuas y cotidianas.

    Estas transformaciones de nfasis y de enfoque pueden verse por ejemplo en la reinterpretacin que hace Manrique (1988), de su propio trabajo anterior sobre las rebeliones indgenas durante la guerra del Pacfico (1981). En su primer libro, la palabra "indgena" no pareca sino un sustituto y un adjetivo para designar la identidad campesina de los guerrilleros de la Sierra Central, y su mayor preocupacin era entender como estos campesinos - aislados, atrasados - podan elaborar una ideologa "nacional". En este nuevo estudio, en cambio, el propio autor se encarga de mostrarnos el cambio de perspectiva:

    ". . . la cuestin nacional, que era central en el estudio anterior, pasa a un lugar subordinado frente a dos niveles de problema- tizacin que ocupan un lugar privilegiado en el presente estudio: los de las oposiciones tnicas y clasistas al interior de las sociedades terratenientes serranas de fines de sigio XIX"33.

    El resultado es que un anlisis ms sutil, diferenciado y complejo de las relaciones etnia-clase, sustituye a lo que en efecto, constitua una versin reduccionista de lo indgena, no slo en su anterior libro, sino en buena parte de la ciencia social peruana en la dcada anterior. Asimismo Manrique introduce por primera vez en su reflexin el tema de la violencia colonial, como elemento estructural definitorio que habra moldeado la relacin indios-mistis a lo largo de la historia, desde 1532 hasta el presente. Este anlisis es llevado an ms alia en su trabajo ms reciente (1989), acerca de los fenmenos que caracterizan el enfrentamiento guerrillero contemporneo en Ayacucho y otras regiones.

    El anlisis de Alberto Flores Galindo sobre Sendero Luminoso, por su parte, emparenta la situacin presente con una serie de movilizaciones indgenas de las ltimas dcadas que, aunque planteadas en trminos de confrontacin de clases, escondan una dimensin tnica no resuelta, que habra de resurgir ms adelante a travs de la confrontacin armada (cf. 1987: 304 y ss.). Describe a los senderistas como

    ". . .jvenes de procedencia andina, occidentalizados por la enseanza y las migraciones; contingentes de nuevos mestizos que se insertan en una historia ms antigua, remontable hasta los tiempos de la colonia, y que desde entonces, como lo ha sugerido Pablo Macera, hablando de Garcilazo, ha ido sedimentando frustraciones" (1987:325)

    Buena parte de ellos son pues, los invisibles indios de las ciudades, a los que la opresin, cultural occidental les impone una brutal supresin de su propia identidad y los convierte en seres llenos de rabia y frustracin, conscientes de que es necesario

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  • 1 60 SILVIA RIVERA CUSICANQUI

    destruir el sistema que los oprime, pero no muy claros en cuanto a la imagen de pas que desean para el futuro. El hecho de que la intelectualidad peruana no hubiese podido detectar la presencia de estas contradicciones encarnadas por Sendero, lleva a Flores Galindo a atacar directamente a la corriente de pensamiento mayoritaria, que mientras se desarrollaba el fenmeno senderista ". . . trazaban la imagen de un pas ms moderno, donde la urbanizacin era irreversible y ... se constataba la desaparicin de lo andino" (p. 325). Se seala entonces que la incapacidad de descubrir el significado que contina teniendo el pasado andino para el presente del Per es tambin corresponsable de la monumental encrucijada histrica que hoy en da somete a ese pas un futuro oscurecido por la incertidumbre.

    Quizs las tendencias anteriores de la reflexin no hubieran prosperado en el Per, de no mediar la aparicin catastrfica del fenmeno senderista, que es tambin un cuestionamiento a las formas occidentales dominantes de ejercicio poltico, hasta hoy no criticadas por la mayor parte de la izquierda. En el caso boliviano, tal cuestionamiento tiene ya una larga trayectoria, pero tambin la crisis de los 80 ha tenido manifestaciones dramticas. Por un lado, la labor del estado y de los partidos de izquierda, tanto como los propios resabios nacionalistas del movimiento indgena, han confluido en provocar un profundo reflujo en el movimiento katarista-indianista, tanto en el plano poltico como en el plano sindical. La otrora orgullosa autonoma ideolgica de la CSUTCB ha cedido paso al control partidario de la entidad sindical del campesinado indgena, que, aunque nutrida de un nuevo discurso culturalista e indianista, no esconde su profunda subordinacin a la poltica cupular y elitista de los sectores q

    ' aras dominantes. Esto se debe, en parte, a que la crisis del marxismo como paradigma dominante de las ciencias sociales, ha permitido revalorizar los temas y reivindicaciones planteados por el movimiento indgena en los aos 70, pero convertidos en ingrediente de la retrica parlamentaria y electoral en manos de sectores no indgenas. Nos encontramos entonces en una situacin de deterioro que no constituye el mejor de los ambientes para que prospere un trabajo de investigacin moralmente comprometido e intelectualmente slido. Sin embargo, creo que lo ya avanzado permite proponer algunas temticas para una agenda de investigacin que responda al desafo planteado, y que creo son tan vlidas para el Per como para Bolivia. En primer lugar, el tema del colonialismo interno, sobre el cual hacen falta trabajos monogrficos, tanto como reflexiones tericas y ensayos interpretativos que continen con la frtil brecha abierta por la tradicin intelectual indgena en Bolivia. Un otro tema que salta a la vista, y que ha sido ignorado por largusimas dcadas, es el de los fenmenos asociados al mestizaje y a la transformacin de identidades en nuevos contextos mercantiles y urbanos. Aqu, es evidente que se requiere superar la idea de una "integracin" y un "sincretismo" como proceso gradual y excento de conflictos, para mostrar la dialctica colonial que el Estado y la cultura dominantes plantean como marco para la formacin de identidades, tanto para los sectores mestizos como para los pueblos y culturas dominadas34. Finalmente, la necesidad de ms y mejores estudios en todos los temas ya sealados no debe ser incompatible con un esfuerzo de difusin mejor orientado a las necesidades de las

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  • SENDAS Y SENDEROS DE LA CIENCIA SOCIAL ANDINA 1 1

    propias poblaciones estudiadas y a la formacin de acadmicos e intelectuales que puedan sistematizar el pensamiento y la propuesta de sociedad que su lucha encarna.

    La reciente experiencia boliviana puede servirnos de alerta frente a potenciales peligros de una "revitalizacin" superficial, no acompaada por una profundizacin del conocimiento ni por un compromiso moral slido y a largo plazo. Si en la dcada de 1970 la reflexin antropolgica acompa en alguna medida a la formacin de identidades y a la movilizacin autnoma de los indios, en la dcada de 1980 se ha producido una explosin de "discursos" pro-indgenas, acompaados de una prctica ms bien convencional de reforzamiento de la institucionalidad occidental dominante. La doble moral que ha caracterizado histricamente a la opresin colonial sobre la mayora indgena, halla una renovada versin en este singular comercio verbal: Hoy en da, no slo la izquierda, sino los populismos y la derecha boliviana, afirman en voz alta su vocacin por defender a los indios, y no vacilan en utilizar wiphalas y muchos otros smbolos andinos como ingredientes de su retrica electoral y poltica. No obstante, en el terreno de las reformas institucionales que demandan las organizaciones indgenas - autonoma, educacin bilinge e intercultural, como programa mnimo, y un estado plurinacional y pluritnico como objetivo a largo plazo - se ha avanzado poco o nada. Podemos entonces afirmar que las ciencias sociales bolivianas se enfrentan hoy a una delicada opcin: la de servir de instrumento legitimador de nuevas formas de dominacin y de cooptacin de las demandas indgenas en los nuevos proyectos polticos liberales y autoritarios de dominacin; o la de caminar por la senda abierta por las reivindicaciones indgenas, contribuyendo con elementos de anlisis y sistematizacin, pero sin intentar suplantar a los propios indios como protagonistas organizativos y polticos de dichas reivindicaciones. Si bien en la dcada de 1980 los avances han sido escasos, y en muchos sentidos se ha vivido un verdadero reflujo, podemos concluir que la posibilidad contina abierta, y no se ha cerrado an al lenguaje de las ideas y las palabras.

    NOTAS

    1 En la dcada de 1950, una produccin de carcter ms ideolgico que cientfico, acompa a la revolucin nacional de 1952 y brind la justificacin terica a sus reformas y el sustento a su idea de "nacin". Con respecto a la realidad andina, ver por ejemplo Jos Fellman Velarde 1961, Diez de Medina [1950] 1974; Ponce Sanjins 1 957 y Antezana Ergueta 1966. En el campo de la investigacin antropolgica y arqueolgica, se cre una institucionalidad destinada a garantizar el monopolio estatal sobre la investigacin (cf. Rivera,

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    1980). En la dcada de 1960 y principios de 1970, convenios estatales con la Universidad de Wisconsin y el Research Institute for the Study of Man, dieron lugar a nuevos estudios antropolgicos y epidemiolgicos en las reas andinas tradicionales, a cargo de investigadores en su mayora norteamericanos (cf. Clark 1971; Barnes 1970a, 1970b; Mc. E wen 1975). En esta escuela, se form una nueva generacin de antroplogos bolivianos, cuyo trabajo se orient inicialmente al tema de los efectos de la reforma agraria en la modernizacin rural (cf. Romero 1970; Camacho 1970; Mamani 1971). Mamani y Romero han continuado hasta el presente investigando y actuando sobre la realidad andina e indgena de Bolivia, aunque ms all de sus planteamientos desarrollistas y campesinistas iniciales. 2 Puede consultarse Murra, 1975 y 1984, para una visin sinttica de sus principales planteamientos. 3 Entre otros, los trabajos de Csar Fonseca (1981), Jorge Flores Ochoa (1972, 1977), Henry Pease (1982) y Jrgen Glte (1986) en el Per - y los de Tristan Platt (1978, 1982), Olivia Harris ( 1 978, 1 982), Xavier Alb ( 1 972) y Rossana Barragn ( 1 982) en Bolivia, abordan diversos aspectos de esta problemtica, haciendo nfasis en la racionalidad interna de estos sistemas, el papel de las autoridades tnicas y los cambios histricos debidos a la influencia de la sociedad colonial y republicana. El tema de las autoridades tnicas coloniales tiene desarrollos especficos, entre los que podemos citar Spalding (1977), Rivera (1978) y Choque (1980). 4 En Bolivia, esta visin era compartida por la burocracia estatal y por la ciencia social a ella subordinada. A travs de la reforma agraria de 1953 el estado boliviano se empe en convertir al campesinado aymara y qhichwa de la regin andina, en un "farmer" subordinado al mercado y despojado de lazos de identidad tnica y comunitaria. Lo nico que se logr con ello fue erosionar las bases mismas de la agricultura y la organizacin social andinas. Para comparar esta situacin con la revalorizacin de lo andino que se experiment en Bolivia en los 70-80, puede verse la compilacin preparada por Olivia Harris, Brooke Larson y Enrique Tandeter en torno a la participacin indgena en los mercados (1987). En el Per, como bien lo ha notado Flores Galindo, la corriente liberal de las ciencias sociales, que consideraba al campesinado andino como un anacronismo condenado irreversiblemente a la desaparicin, haba anidado sobre todo en el seno de la izquierda. Bajo el concepto leninista de la "descampesinizacin", estos socilogos o economistas - y no pocos historiadores y antroplogos, yo aadira - acariciaban una imagen occidental y "moderna" de su pas, que poco despus se hara aicos con el estallido de la violencia senderista (cf. Flores G., 1987: 325). 5 En enero de 1978, en el Segundo Congreso del Hombre y la Cultura Andina (Lima), fui testigo de las penurias sufridas por John V. Murra al ser acosado por estudiantes de antropologa de San Marcos por sus tesis "morganianas" e "imperialistas". 6 Vase, por ejemplo, Rostworowsky ( 1 977, 1 978) y Mayer ( 1 977). El propio Murra se sinti obligado a plantear que el concepto de "verticalidad" andina no se aplicaba a todos los casos y tena sus lmites y limitaciones" (cf. Murra, 1978). Esta explicacin no habra sido necesaria, quizs, de no haber contado las tesis murrianas con una adhesin tan entusiasta. 7 Entre otros, ver Tom Zuidema (1964) y la compilacin realizada por Juan Ossio (1973). * Siguiendo una larga y notable tradicin que, aunque ms asentada en el Cusco y en otras ciudades serranas, tuvo gran influencia en los crculos de la intelectualidad limea. Nos referimos a las obras de Valcrcel (1927), Castro Pozo (1924), y particularmente Maritegui (1973). El novelista y antroplogo Jos Mara Arguedas es casi una categora aparte (cf., por ejemplo, 1968, 1970, 1975). Aunque la mayora de los intelectuales marxistas en el Per se han mostrado afnes a respetar y comprender la continuidad histrica andina y han aportado considerablemente a su estudio (destacamos como ejemplo el trabajo los antroplogos Degregori y Montoya y los historiadores Flores Galindo, Manrique y Burga),

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  • SENDAS Y SENDEROS DE LA CIENCIA SOCIAL ANDINA 1 63

    subyace, sin embargo, un problema de comunicacin intercultural, que bloquea la circulacin de conocimientos y el diseo de metas y agendas compartidas. 9 Flores Galindo (1987: 320) enumera a los notables antroplogos e historiadores que pasaron por sus aulas. Fue en esta universidad, precisamente, donde Abimael Guzmn, el mtico "Presidente Gonzalo" de Sendero Luminoso, dio sus primeros pasos como dirigente poltico. No obstante, existi - y an existe - una clara oposicin entre quienes consideraban a lo andino como mero adjetivo de la identidad clasista campesina, y aquellos que le atribuyeron autonoma en tanto sujeto histrico. En la dcada de 1970, esta ltima corriente era marginal, aunque posteriormente haya sido revalorizada. As, en los crculos de la izquierda limea, el trabajo del antroplogo australiano John Earls sobre el conocimiento predictivo inca y la mitologa qhichwa contempornea, que hoy resulta muy sugerente para la comprensin de los fenmenos polticos y culturales andinos, era considerado esoterismo puro (cf. por ejemplo, Earls, 1973 y 1976). 10 Paz, 1978, Arze [1941] 1952; Baudin 1928. En 1978, este debate ya resultaba anacrnico, an para el reducido mundo acadmico boliviano. Fue precisamente Ramiro Condarco, un historiador boliviano interesado en la arqueologa y la prehistoria, quien realiz investigaciones en los aos 60, conducentes a conclusiones anlogas a las de Murra en torno a la "verticalidad" (Condarco, 1970, 1978). 11 Para una descripcin completa de los orgenes y desarrollo del movimiento katarista- indianista, y particularmente de su ideologa, ver Lebot (1982), Rivera (1984), Crdenas (1984), Hurtado (1986) y Alb (1987). Adems, puede consultarse a Lavaud (1982), para tener una idea de los prejuicios por entonces prevalecientes frente a este movimiento. 12 Existe controversia en torno a este punto. Hurtado ( 1 986) quizs apabullado por el posterior reflujo del katarismo, lo llega a considerar como hechura ideolgica de los religiosos catlicos y protestantes que por entonces mantenan las pocas instituciones de investigacin y promocin social capaces de sobrevivir en dictadura. No cabe duda que la labor de estos religiosos ayud al crecimiento y consolidacin del movimiento, y que algo de influencia ideolgica debieron haber tenido sobre l. El sacerdote catlico X. Alb, por entonces una de las pocas personas en Bolivia que poda preciarse de conocer los trabajos de Murra, acababa de terminar su tesis de lingustica en la Universidad de Cornell. Si influencia tuvo, sta debi haber discurrido por los caminos de reafirmar algo que los andinos ya conocan: su capacidad y creatividad para sobrevivir y alimentarse - a ellos y a todo el pas - en condiciones inestables y difciles. 13 Por ejemplo, Reynaga (1970), entre su abundante bibliografa. 14 La correspondencia entre sistematizacin externa y pensamiento propio, puede verse comparando mi propia investigacin, con la Tesis Poltica de la CSUTCB (ambas en Rivera, 1984). No est dems sealar que mi relacin con el katarismo-indianismo estuvo ricamente matizada por debates, conflictos, rupturas y aproximaciones siempre enmarcadas en una distancia cultural, relativa, pero mutuamente reconocida. 15 Cf. Carter y Mamani, 1978 y Mamani, 1987. La "diplomacia de la coca" tan rimbombantemente asumida hoy por las esferas oficiales, intenta desconocer estos pioneros esfuerzos reivindicativos.

    16 Aqu no slo debe mencionarse a los escritos de Reynaga, sino a toda la tradicin escrita - y conservada en los archivos - de dirigentes de las luchas reivindicativas indgenas - como Eduardo L. Nina Qhispi - qe fue "desempolvada" en las dcadas de 1970-80 por autores aymaras como Roberto Choque, Toms Huanca, Esteban Ticona, Ramn Conde, Carlos Mamani y otros (ver, por ejemplo, THOA 1984, 1986; Mamani 1991, Choque et al. 1992). 17 Ver por ejemplo Millones, 1964. 18 Entre la produccin reciente, ver Jrgen Glte (1980), Jan Szeminski (1984), Scarlett O'Phelan (1985), Alberto Flores Galindo (1976, 1987) y la compilacin de Steve Stern (1990).

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  • 1 64 SILVIA RIVERA CUSICANQUI

    En Bolivia, adems de Mara Eugenia del Valle (1990), tan slo Fernando Cajias (1986) ha publicado contribuciones basadas en fuentes primarias. 19 En los aos 70, la institucin jesuita CIPCA emiti una exitosa radionovela llamada "Tupak Katari", en la cual se combin la investigacin bibliogrfica con el talento de guionistas y libretistas aymaras que recrearon ficcionalmente la historia de la rebelin de 1781 en al Altiplano, andindole una buena dosis de ideologa contestataria. En 1987-88, el Taller de Historia Oral Andina realiz una experiencia similar al difundir en forma radio-novelada, el resultado de sus investigaciones (la mayora an inditas) en archivos e historia oral, en torno a las movilizaciones aymaras liderizadas por el cacique-apoderado Santos Marka Tula (THOA, 1984, 1987, s/f). El historiador aymara Roberto Choque, autor de un importante libro sobre la rebelin de 192 1 en Jess de Machaca, ha colaborado tambin con los libretistas de la radionovela del mismo nombre, que se emiti en 1989 (Choque, 1986). Una segunda novela histrica que comenz a emitir CIPCA en la dcada de 1980, fue censurada y suspendida, porque comenz a hacerse visible la brecha de interpretacin entre la poltica institucional y la visin "de abajo" de los libretistas aymaras encargados de "traducir" el guin elaborado en el gabinete acadmico. 20 En la dcada del 70, tanto la ideologa como la forma estatal que surgieron de la revolucin nacionalista del 52, entraron en una profunda e irreversible crisis, y este fue en buena medida resultado de la emergencia katarista-indianista. Sobre el nacionalismo revolucionario como ideologa hegemnica, ver Antezana, 1983. 21 El debate ha sido resumido por Stern (1987), en una compilacin que refleja ms o menos bien el "estado de la cuestin" en Per y Bolivia. Ver tambin los trabajos de Bonilla y Mallon, en la misma compilacin. 22 Lo que equivale a decir, la historia de mas de un siglo de resistencia contra las reformas liberales del Estado. Las nuevas corrientes historiogrficas - comenzando por el pionero estudio de Condarco (1965) - replantearon esta situacin y descubrieron la existencia de movilizaciones regionales (Platt, 1982) y de escala pan-andina (THOA, 1984; 1986a; 1987 y THOA s/f, Choque, 1984, Mamani 1991) entre las dcadas de 1890 y 1930, con lo cual toda la visin que se tena sobre las rebeliones andinas ha cambiado completamente. 23 Al respecto, ver por ejemplo las diatribas de Luis Antezana Ergueta contra el katarismo en sus frecuentes editoriales en Presencia entre los aos 1984-85. En uno de ellos, aluda al katarismo como instrumento de "propaganda y agitacin populista en el campo . . . que suean con utopas al pasado como el retorno a las comunidades originarias o con utopas al futuro como el socialismo" (Presencia 4-IX-84). 24 Los trabajos ya citados del THOA, y de los socilogos e historiadores aymaras Toms Huanca (s/f), Roberto Choque (1984, 1986, 1992), Esteban Ticona, Ramn Conde (ambos en Choque et al. 1992) y Carlos Mamani (1986 y 1991) han tenido considerable influencia en la nueva visin de las rebeliones. 25 Ver al respecto Altamirano 1984, Matos Mar 1984 y 1986 y Glte 1987. En cuanto a los estudios realizados en Bolivia, tenemos la monumental obra en 4 tomos de Alb, Greaves y Sandoval (1981-1987). Ver adems Sandval y Alb (1978), Caldern (1984) sobre la situacin contempornea, y Saignes (1985) y Barragn (1990) sobre la historia de la presencia india en la ciudad de La Paz. Asimismo, los principales textos dedicados a la emergencia del movimiento aymara en Bolivia y a la historia de las movilizaciones aymaras de principios de este siglo (Rivera, 1984, Hurtado 1986, THOA 1984, Mamani 1991) discuten con algn detenimiento su componente urbano. 26 Mangin, 1970. 27 Sobre aspectos especficamente culturales, puede consultarse: Albo y Preiswerk (1986), Choque y Fernndez (en preparacin). La ideologa de un yatiri rural, fuertemente vinculado a la ciudad en su actividad ritual, ha sido exhaustivamente analizada por el antroplogo Toms Huanca en una obra reciente (1989).

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    28 No me ha sido posible, en este trabajo, abordar la produccin tan abundante e interesante de la antropologa e historiografa cusqueas. Para el caso que nos ocupa, tan slo el extraordinario relato autobiogrfico de Gregorio Condori Mamani recopilado por los antroplogos Ricardo Valenzuela y Carmen Escalante, nos muestra que en Cusco suceden cosas muy distintas que en Lima en materia de trabajo antropolgico. 29 Flores Galindo (1987) menciona que Sendero Luminoso est presente en 10 de 24 departamentos, con 26 provincias bajo total control militar (pp. 332-355). 30 Los estudios ms lcidos sobre el fenmeno guerrillero se los debemos a Alberto Flores Galindo (1987) y Nelson Manrique (1989). Uno de los primeros intelectuales que puso en discusin las connotaciones tnicas del fenmeno senderista, fue Rodrigo Montoya (1983). Tanto Flores Galindo como Manrique representan una radical renovacin de los trminos en que hasta ahora ha sido concebida la cuestin tnica y colonial en el Peru, en tanto que otros intelectuales continan seducidos por la "cuestin nacional" (cf., por ejemplo, Matos Mar, 1988). 31 Ver Burga, 1989 y Flores G. 1987. 32 Slo Arguedas, en su novela postuma El zorro de arriba, el zorro de abajo (1976), intent profundidad un programa de trabajo tan ambicioso, que eligi realizar en el camino de creacin literaria antes que en el de la investigacin antropolgica y que, en cierta medida, le cost la vida. Les temas planteados por Arguedas cobran un indito sentido en el momento actual, como lo ha recalcado Flores Galindo (1987). 33 1 988 : 1 9. Manrique atribuye este cambio de perspectiva al hecho de que la "cuestin nacional" slo habra sido importante durante la guerra, y que en su nuevo libro de investigacin habra de extenderse varias dcadas en la post-guerra. Tal argumento no parece muy convincente, pero lo que importa es el resultado. 34 Al respecto, ver el trabajo indito de Rossana Barragn (s.f.) y el mo sobre "Mestizaje colonial andino", que prximamente publicar la editorial Aruwiyiri.

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    Issue Table of ContentsDispositio, Vol. 24, No. 51, Crtica Cultural en Latinoamrica: Paradigmas globales y enunicaciones locales (1999), pp. i-iv, 1-220Front MatterINTRODUCCIN: CRTICA CULTURAL EN LATINOAMRICA: PARADIGMAS GLOBALES Y ENUNCIACIONES LOCALES [pp. iii-iv]ENUNCIAR/INTERPELAR DESDE EL MARGEN (LAS METFORAS DE LA INTEMPERIE) [pp. 1-12]SEMITICA DEL VACO Y DE LA ESPERA [pp. 13-26]EL SENTIDO DE LA TRADUCCIN (DESDE LOS MRGENES) [pp. 27-44]ENTRE BABEL Y LA BSQUEDA DE UNA NUEVA SNTESIS: INTERDISCIPLINA Y ENUNCIACIN CRTICA DE PROBLEMAS [pp. 45-55]NOVEDAD DE LOS ESTUDIOS CULTURALES O NUEVA VERSIN DE LA TEORA CRTICA DE LA CULTURA? [pp. 57-66]LA PUESTA EN PERSPECTIVA POSMODERNA DE UNA ESCENA DE LECTURA CONFLICTIVA [pp. 67-79]PENSAR LOS MRGENES DESDE LOS MRGENES [pp. 81-86]"KEEP OUT. TRESPASSERS WILL BE SHOT.": GLORIA ANZALDA, JORGE LUIS BORGES, OSVALDO LAMBORGHINI [pp. 87-113]APROXIMACIONES A LA POSDICTADURA EN EL CONO SUR [pp. 115-133]Dossier...DOSSIER SOBRE PENSAMIENTO CRITICO EN AMERICA LATINA [pp. 135-136]COLONIALIDAD DEL PODER, CULTURA Y CONOCIMIENTO EN AMRICA LATINA [pp. 137-148]SENDAS Y SENDEROS DE LA CIENCIA SOCIAL ANDINA [pp. 149-169]"CONTRA" VATTIMO? [pp. 171-179]CULTURA MUNDIALIZADA, MODERNIDAD Y POSMODERNIDAD [pp. 181-196]

    REVIEWSReview: untitled [pp. 197-200]Review: untitled [pp. 200-203]Review: untitled [pp. 203-206]Review: untitled [pp. 206-209]Review: untitled [pp. 209-210]Review: untitled [pp. 211-213]Review: untitled [pp. 213-220]

    Back Matter