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Revista de Estudios Marítimos y Sociales

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Sumario / Contents

Presentación / Presentation

Dossier / Dossier“Cuando baja la marea… Reconstruyendo las redes de la conflictividad social”Una introducción necesaria: Instrumentos teórico metodológicos para la investigación de la historia de la clase obreraA Necessary Introduction: Theoretical and Methodological Instruments for a Research of the Working-Class HistoryNicolás Iñigo Carrera

Relaciones de trabajo en el sector de conservas de pescado: conflicto y negociación, 1880-1936Labor Relations in the Fish-Canning Sector: Conflict and Negotiation, 1880-1936Luisa Muñoz Abeledo

La huelga general marítima del Puerto de Buenos Aires, diciembre 1916The General Maritime Strike of the Port of Buenos Aires, December 1916Laura Gabriela Caruso

Conflictividad obrera en el puerto de Mar del Plata: del anarquismo al peronismo. El Sindicato Obrero de la Industria del Pescado, 1942-1948Conflict in the Port of Mar del Plata: from Anarchism to Peronism. The Fishing Industry Labor Union, 1942-1948Agustín Nieto

En río revuelto ganancia de Pescador. El gremio marítimo y el peronismo. Un estudio de la huelga de 1950 In a Rough River, the Fisherman Gains. The Maritime Trade Union and the Peronism. A Study of the Strike of 1950Gustavo Nicolás Contreras

Colapso de la merluza y protesta obrera en los inicios de la crisis pesquera (1997-1998)Collapse of Hake and Labor Protest at the Beginning of the Fishing Crisis (1997-1998)Guillermo Colombo

Artículos / Articles De la sustitución a la exportación. El sector pesquero argentino entre 1930 y 1965From Substitution to Exportation. The Argentine Fishing Sector between 1930 and 1965Mirta Masid, José Mateo

Un sindicalismo de tradición artesanalA Unionism of Artisan TraditionHugo Callelo, Miguel Murmis, Juan Carlos Marín

La comunidad portuaria y el sindicalismoThe Port Community and the UnionismT. S. Simey

Debates / Debates“Revisando el concepto de clase obrera”Globalizando el concepto de clase obreraGlobalizing the Working-Class ConceptMarcel van der Linden

El concepto de clase obreraThe Working-Class Concept Nicolás Iñigo Carrera

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Notas y Comentarios / Notes and CommentariesUna experiencia de extensión en Mar del Plata: el puerto, su gente, sus conflictosAn Experience of Extension in Mar del Plata: the Port, its People, its ConflictsAnalía Correa

De las obreras de la conserva a las fileteras. Cambios y continuidades del trabajo femenino en la industria del pescado. Mar del Plata,1942-1975From Female Workers of Canned Fish to Female Fish Filleter. Changes and Continuities of Female Labor in the Fishing Industry. Mar del Plata, 1942-1975Laura Ruocco

Las políticas públicas hacia el sector pesquero en la República Argentina entre 1977-2007The Public Policies towards the Fishing Sector in the Argentine Republic between 1977-2007

Victoria Cañete

Procesos empresariales del sector pesquero argentino orientado a la explotación de la merluza común (Merluccius hubbsi). Expansión productiva y crisis de un recurso de propiedad común (1985-2001)Managerial Processes of the Argentine Fishing Sector towards the Exploitation of the Common Hake (Merluccius hubbsi). Productive Expansion and Crisis of a Common Property Resource (1985-2001) Bernardo Perrotta

Crónica de un conflicto anunciado. Un nuevo capítulo en la lucha por la registración laboral en la industria pesquera marplatense, julio-diciembre de 2007Chronicle of an Announced Conflict. A New Chapter in the Struggle for the Labor Registration in the Fishing Industry in Mar del Plata, July - December, 2007Gonzalo Yurkievich

Posibles abordajes metodológicos de la geografía portuaria en la ordenación del territorio: el puerto de Mar del PlataPossible Methodological Approaches to the Port Geography in the Land Management: the Port of Mar del PlataMaría Marcela Eraso

Documentos / DocumentsEl Trabajo Marítimo en MéxicoThe Maritime Labor in MexicoAlfredo Salazar López

Crítica de Libros / Book ReviewsEl espíritu empresarial bajo la hegemonía del capital financiero. Notas críticas al libro ¿Quién crea empresas? Redes y empresarialidadThe Managerial Spirit under the Financial Capital Hegemony. Critical notes on book ¿Quién crea empresas? Redes y empresarialidad.Victoria Cañete

Algunas líneas sobre La nueva generación intelectual... de Omar AchaComments on La nueva generación intelectual... by Omar AchaPablo Pérez Branda

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A fuer de ser un país eminentemente medi-terráneo y rural, los argentinos hemos vivido de espaldas al mar y a sus problemas. Un mar incorporado tardíamente a la Nación, que prác-ticamente fue ajeno a los procesos de la ocupa-ción colonial y que por siglos no fue más que el vehículo por el cual circulaban las naves que transportaban personas y mercancías entre un puerto, el de Buenos Aires y un extenso mer-cado exterior.

El mar sobre el que Argentina ejerce sobera-nía se extiende por miles de kilómetros de costa entre el Cabo San Antonio en su extremo norte y el Cabo de Hornos en el sur. Esta extensión la multiplicamos hacia el Este por el largo de una particular plataforma continental y obtenemos una zona económica exclusiva (ZEE) con una superficie de más de un tercio de la continental. En sus tres dimensiones, este prisma no es un desierto de agua, rocas y arena, sino un reposi-torio inmenso de recursos de todo tipo.

Este mar ha sido mal tratado y peor conoci-do. Más allá de la mirada romántica de un atar-decer de vacaciones, al mar y a la gente que vive de él se lo esquilma, se lo corrompe y se lo oculta. Marginal casi siempre entre los lla-mados “grandes temas”, el mar y su gente han participado de todos y cada uno de los procesos que han acaecido en lo que llamamos Historia en sus vertientes locales y globales.

Cuando en nuestro país decimos por ejemplo “porteño”, sabemos claramente al sujeto que nos estamos refiriendo en lo residencial, étni-co, cultural, muchas veces ideológico y quizás varias apreciaciones más. Del mar los vieron llegar los pueblos originarios; el mar fue la ra-zón de ser de un puerto que durante siglos fue espectador de negocios colosales; protagonista al fin de esos negocios fue vital para recaudar

para un Estado en ascenso y para cumplir con el rol de la región en la división internacional del trabajo. Del mar vinieron muchos de nuestros antepasados, al mar recurrimos por alimentos, al mar recurrimos por divisas, al mar arrojamos nuestras vergüenzas… pero él es tan digno que no se hace cómplice y devuelve los cadáveres.

Es por esto que, sumado a que vivimos en una ciudad y trabajamos en una Universidad que tienen la palabra mar en sus nombres, hemos abordado esta iniciativa de generar un espacio para la expresión, divulgación y debate de tra-bajos empíricos y teóricos acerca de las socie-dades que están vinculadas por algún motivo al mar. También, pretendemos que estas páginas cuenten con trabajos que nos permitan abordar-las con mejores herramientas.

En este primer número, el tema elegido han sido los conflictos sociales, al menos un con-junto de los cuales los trabajadores han partici-pado. Nos decidió a hacerlo la escasa visibili-dad que han adquirido éstos en la literatura de las ciencias sociales y en la cotidianeidad de los argentinos. Nuestra mirada no es aséptica ni ingenua, pero tampoco está condicionada más que por el valor del aporte al conocimiento que realicen nuestros colaboradores, sometidos al escrupuloso testeo del comité editorial y de los árbitros externos.

La Revista de Estudios Marítimos y Sociales acompañará y estimulará, dentro de sus posibi-lidades, el debate de ideas que ayuden a com-prender, explicar y esperamos que también a actuar para hacer más vivible el mundo en que vivimos.

José Mateo,

Mar del Plata, 28 de setiembre de 2008

Presentación

Dossier

“Cuando baja la marea…

Reconstruyendo las redes de la conflictividad social”

Nicolás Iñigo Carrera

Luisa Muñoz Abeledo

Laura Gabriela Caruso

Agustín Nieto

Gustavo Nicolás Contreras

Guillermo Colombo

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Una introducción necesaria:A Necessary Introduction:

Instrumentos teórico metodológicos para la investigación de la historia de la clase obrera

Theoretical and Methodological Instruments for a Research of the Working-Class History

Nicolás Iñigo Carrera*

* El autor es miembro del Programa de Investigación sobre el Movimien-to de la Sociedad Argentina (PIMSA) e Investigador del CONICET. Tam-bien desarrolla actividades docentes en distintas universidades del país. Ha publicado diversos artículos en reconocidas revistas nacionales e internacionales. Entre sus libros po-demos nombrar La estrategia de la clase obrera, 1936, Buenos Aires, Ediciones Madres de Plaza de Mayo, 2004.

Introducción

La meta de este trabajo es confrontar con las concepciones de quienes preten-den analizar a la clase obrera desde perspectivas que reducen la complejidad de relaciones sociales que constituyen a ese sujeto social, protagonista fundamental de los procesos históricos del pasado y del presente, obstaculizando el conoci-miento científico.

Enfrentado a ese proceso histórico, que es el movimiento de la sociedad y que aparece como caótico, el investigador tiene como guía al conocimiento acumu-lado, sistematizado, que constituyen las teorías sociales. En cada hecho investi-gado intentamos descubrir el movimiento de la sociedad, movimiento objetivo resultante de la contraposición y cooperación de innumerables voluntades indivi-duales históricamente determinadas, cuyos cambios de forma van transformando la sociedad como resultante de la confrontación (desarrollo) de sus clases socia-les fundamentales. El movimiento de la sociedad lo constituyen los procesos de enfrentamientos sociales. Esto no significa dejar de lado ningún aspecto de la sociedad sino, por el contrario tener presente en el análisis de cada campo de relaciones (económico-sociales, político-jurídicas y de la conciencia), las rela-ciones de fuerzas que allí operan y que remiten al movimiento de la sociedad en su conjunto.

Lo que se expone a continuación son los instrumentos metodológicos genera-les necesarios para la reconstrucción de la historia de la clase obrera.

Clase obrera y lucha

En una primera aproximación, la heterogeneidad de las sociedades humanas, la existencia de diferentes clases de seres humanos en esas sociedades, es fácil-mente verificable mediante la observación directa de la existencia de “ricos” y “pobres”. Desde una perspectiva científica podemos precisar que en la sociedad los seres humanos se distinguen en grandes grupos sociales o clases, que “viven bajo condiciones económicas de existencia que las distinguen por su modo de vivir, sus intereses y su cultura de otras clases y las oponen a éstas de un modo hostil (...)”.1

1 Marx, Karl El 18 Brumario de Luis Bonaparte, Moscú, Ediciones Progreso, s/f, pp. 100-101.

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Dossier

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Como queda explícito en la cita del párrafo anterior, las “condiciones económicas de existencia” y los consiguien-tes “modos de vivir” e “intereses” no son suficientes para delimitar la existencia de una clase social. En la perspecti-va de la teoría social fundada por Carlos Marx y Federico Engels, sólo cuando los que conforman esos grupos socia-les toman conciencia de sus intereses contrapuestos con los de otros grupos sociales y luchan por la realización de esos intereses es que se constituyen como clase social en un sentido pleno.

Por eso, al precisar los orígenes de la clase obrera, Marx distingue entre el proceso histórico en que el capital reúne a masas de trabajadores que compiten entre sí para vender su fuerza de trabajo, convertidos en una “clase respecto al capital”, del proceso en que “en la lucha (...) esta masa se une, se constituye como clase para sí”.2

Las clases sociales, pues, se constituyen en la lucha. Y esa constitución como clases recorre momentos de géne-sis, formación, desarrollo y crisis que hacen a procesos de constitución, descomposición y recomposición. Las cla-ses sociales no son “una cosa”, se constituyen, descompo-nen y recomponen. Sólo desde una perspectiva reificante y ahistórica pueden reducirse los procesos de génesis, for-mación y desarrollo de una clase social a un hecho histó-rico ocurrido de una vez y para siempre.

Se sigue de lo anterior que sólo en la lucha se constitu-ye la clase obrera. En el sentido clásico del concepto, la clase obrera se hace presente, se constituye, cuando una parte de la sociedad, el conjunto humano formado por aquellos que expropiados de sus condiciones materiales de existencia sólo pueden obtener sus medios de vida bajo la forma de salario (lo obtengan o no), toma algún grado de conciencia de su situación (de aparentes propietarios de fuerza de trabajo o de expropiados de su vida misma) y luchan por modificarla.

Es, por tanto, en el análisis de los procesos de lucha que podemos conocer la historia de la clase obrera en su sentido pleno.

El ordenamiento de los enfrentamientos

El proceso de génesis, formación y desarrollo de la cla-se obrera está constituido por enfrentamientos sociales. Investigar el ordenamiento de esos enfrentamientos per-mite conocer las estrategias que existen en la clase obrera en cada momento histórico. Estrategias que pueden tener como meta la penetración en el sistema institucional ju-rídico y político, con la consiguiente obtención de me-jores condiciones de vida e influencia dentro del sistema vigente, o bien pueden apuntar a destruir este sistema y a construir otro. Más adelante veremos cómo estas dos estrategias tienen su asiento material en la condición de asalariados de los obreros y de expropiada de la clase en su conjunto, respectivamente.

Como se desprende de lo dicho en el párrafo anterior,

2 Marx, Karl Miseria de la Filosofía, Buenos Aires, Siglo XXI, 1975, p. 158.

para conocer el proceso de génesis, formación y desarro-llo de la clase obrera se debe investigar los hechos (en-frentamientos sociales) que constituyen ese proceso. Y esto requiere una descripción lo más precisa posible de cada uno de esos enfrentamientos.

Para una mirada superficial, ignorante de los principios fundamentales de la teoría del socialismo científico (y quizás también de los requerimientos de la investigación científica en general), la descripción minuciosa puede aparecer como una enumeración de acontecimientos poco diferente de lo que una corriente político ideológica ha de-nominado “historia militante”, manera poco sutil de tratar de desacreditar a quiénes, apartándose de las líneas temá-ticas e instrumental metodológico dominantes, reconocen el lugar preeminente que la clase obrera ha tenido en la historia y el presente argentino.3 Pero es justamente esa

3 Esa corriente impugna la “historia militante” o “historia escrita por militantes”, porque considera contrapuestos “compromiso” político y “rigor” en la producción de conocimiento (Romero, Luis Alberto “La historiografía argentina en la democracia: los problemas de la construcción de un campo profesional”, en Re-vista Entrepasados, Año V, Nº 10 comienzos de 1996, p. 92). A la “historia militante” se le contrapone una historia escrita por “profesionales” (ídem, p. 95), a los que se les atribuye un vago compromiso (¿militancia?) con “la democracia” en abstracto. Sin embargo, esa contraposición entre “historia militante” e “histo-ria profesional” es aplicada de manera desigual: así, cuando un liberal refiere las maravillas del orden conservador de comien-zos del siglo XX no es considerado “militante”; en cambio, sí lo es cualquier historiador marxista o nacionalista que señale las contradicciones del orden burgués. Es verdad que muchas veces quienes dicen alinearse con la clase obrera y el pueblo abonan a la imagen de poca rigurosidad, porque su ideología utopista (po-pulista o socialista) les hace creer que el mero abrazarse con el pueblo garantiza un conocimiento mejor, sin necesidad de seguir los métodos de la ciencia. Pero la cuestión es otra: en la Argenti-na actual, esta supuesta contradicción entre conocimiento cien-tífico de la historia y militancia se asienta en el desenlace de los procesos de luchas políticas y sociales del último medio siglo y la hegemonía lograda por el capital financiero, que “naturaliza” una determinada concepción del mundo. Presentada como “na-tural”, sustentarla y defenderla no es percibido como militancia a favor de esa concepción del mundo sino como algo “natural” en la sociedad. La naturalización de las condiciones existentes hace que cualquier conocimiento que muestre el carácter social, histórico y por tanto no “natural” de la sociedad en que vivimos sea considerado ligado a una militancia a favor de otra forma de organización social (lo que puede ser verdad), mientras se le quita el carácter de “militante” al conocimiento construido a partir de la aceptación de las condiciones existentes, presentado como aséptico y/o técnico. Toda declaración de asepsia en la producción de un conocimiento histórico que se atiene a recoger y analizar los hechos ocurridos sólo puede estar encubriendo dos situaciones reales: o bien la ignorancia por parte del historiador de las mismas condiciones en que está produciendo conocimien-to y la “naturalización” de las percepciones, de los instrumen-tos utilizados y de los resultados obtenidos; o bien el deliberado ocultamiento de los alineamientos (militancia) del historiador. Lo que acabo de afirmar no significa que en el proceso de investi-

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descripción exhaustiva la que constituye un paso impres-cindible para construir los datos que permiten superar el ensayismo, la atribución arbitraria de determinadas carac-terísticas a un momento histórico y la impotencia para co-nocer y reconstruir de la manera más aproximada posible el proceso histórico real. Sirva de ejemplo la caracteriza-ción de la década de 1930, un momento en que la sociedad argentina bordeó la guerra civil abierta: es probable que la contraposición entre la situación del movimiento sindical en esa década y la magnitud que alcanzó a partir del co-losal proceso de ciudadanización que tuvo lugar durante los primeros gobiernos peronistas, haya influido en la re-ferencia reiterada a la debilidad de la organización obrera antes de 1943, que se hizo en trabajos centrados en la ob-servación del sistema institucional político publicados en las décadas de 1960 y 1970. Sin embargo, esas investiga-ciones no eludieron el registro y análisis de los conflictos desarrollados en esa esfera. No es el caso de los trabajos generados en el nuevo clima de ideas difundido en Argen-tina desde comienzos de la década de 1980, cuando los discursos acerca de la inexistencia de la clase obrera y la elusión del conflicto como objeto de análisis estaban a la orden del día. En estos ensayos, que no centran la mirada en los procesos de lucha, pero que, además, rechazan la descripción minuciosa porque les aparece como una mera enumeración de acontecimientos, los años ’30 son presen-tados como una época de conciliación y sin lucha.

Formas e instrumentos de lucha. Periodizaciones

La protesta y la lucha que conforman la rebelión de los trabajadores4 incluye una variedad de formas, que ocupan un lugar principal o subordinado a otras formas según la circunstancia histórica en que se den, en una escala que recorre desde algunas manifestaciones del delito indivi-dual contra la propiedad hasta la insurrección consciente y la guerra revolucionaria. Estas distintas formas de lucha son también utilizadas por otras clases sociales, salvo la forma “huelga” que, estrictamente, sólo puede ser utiliza-da por la clase obrera.

Es por eso que las huelgas son una forma de enfrenta-miento social cuya detección, descripción y análisis re-sulta particularmente rico para conocer la historia de la clase obrera.

Esta afirmación requiere de tres precisiones: en primer lugar reiterar que, aunque la huelga sea la forma propia de los obreros, no es de ninguna manera la única que utiliza

gación histórica no pueda controlarse la influencia de la posición política o ideológica del historiador. Pero para eso es necesario, justamente, tomar conciencia y hacer explícita esa posición. La disyuntiva entre producción de conocimiento riguroso sobre los procesos históricos y “militancia” es falsa. No existe producción historiográfica, salvo que sea totalmente intrascendente, que no opere en favor o en contra de alguna teoría científica o alguna concepción del mundo o cosmovisión. Lo importante es en qué medida aportan a la construcción de conocimiento.4 Seguimos aquí la distinción marcada por Engels en La situa-ción de la clase obrera en Inglaterra, Buenos Aires, Ediciones Diáspora, 1974.

la clase obrera, ni, necesariamente, la más importante, ni siquiera la forma de lucha principal; esto depende del pro-ceso histórico en que se produzca, que puede constituir a una huelga general de masas, por ejemplo, en forma de lucha subordinada a otras, como la insurrección.

La segunda precisión es que la forma “huelga” puede tomar distintas modalidades: entre otras que la teoría del socialismo científico ha delimitado podemos enumerar la huelga y huelga general (incluyendo las distintas moda-lidades de ésta, como la huelga demostración, la huelga general política y la huelga política de masas). La huelga general, momento en que los trabajadores se unen con-tra el conjunto de los capitalistas, y se encuentran con el gobierno del estado, con lo que la lucha deviene po-lítica,5 resulta de particular interés para la investigación de la historia de la clase obrera. En la huelga general se expresa potencialmente, no importa la conciencia que de ello tengan sus protagonistas, la lucha contra la forma de organización social basada en la relación capital - trabajo asalariado, potencia que sólo realiza, alcanzando su forma desarrollada, cuando pone en cuestión la organización del poder del estado; pero llegado ese momento del desarrollo de un proceso histórico la huelga general deja de ser la for-ma fundamental o principal para devenir forma auxiliar o subordinada. Es por eso que la función o papel de una huelga sólo puede apreciarse en relación con un proceso histórico determinado, teniendo presentes los problemas vinculados a la superación de la forma de organización social pero también los que surgen de la penetración de las luchas de la clase obrera en el sistema institucional jurídico, con la consiguiente institucionalización de for-mas de organización, como el sindicato, y de lucha, como la huelga; esto se vincula, a la vez, con el surgimiento de lo que se ha denominado las formas degeneradas de la huelga6, como, por ejemplo, cuando es utilizada por una alianza de los trabajadores con sus capitalistas contra los consumidores.

La tercera, y quizás la más importante precisión, es que hasta ahora nos hemos referido a la constitución de la cla-se obrera en los procesos de lucha. Pero estos procesos, cuando devienen lucha política, incluyen a otras clases y fracciones sociales, enfrentadas o aliadas a la clase obre-ra. Los procesos de lucha siempre involucran a fuerzas so-ciales y los enfrentamientos sociales se libran entre fuer-zas sociales, es decir, entre distintas alianzas de clases. Excedería los límites de este trabajo avanzar en el análisis

5 Que la lucha devenga política nada dice acerca de la forma de conciencia de su situación y cómo superarla (reformista o revo-lucionaria) que tienen los obreros. Pero sí que, en la medida en que la huelga general sea puesta en práctica por un número im-portante de trabajadores, se ha superado la fragmentación propia de la organización económico-profesional de los intereses de los trabajadores propia de la dirección económica de la lucha de cla-se del proletariado para pasar a la dirección política de la lucha, al menos como grupo social.6 Lenin, V. I. “La guerra de guerrillas”, en Obras Completas, Buenos Aires, Cartago, Tomo XI, 1960.

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acerca de la composición y dirección de esas alianzas so-ciales. Baste decir que será la clase dirigente aquella que logre presentar su interés como el interés del conjunto de la fuerza. Es en el campo de las luchas, de la política, que en la teoría del socialismo científico adquiere su sentido el concepto de pueblo, los “excluidos del poder político”, que, a diferencia del nombre “sectores populares”, contie-ne clases y fracciones de clases sociales.

Conocidas y descriptas las formas de lucha principal y subordinadas que utiliza la clase obrera en un proceso histórico determinado, puede periodizarse ese proceso y determinar si se corresponde con un período revoluciona-rio o contrarrevolucionario, esto es cuál es el objetivo de la lucha y quién tiene la iniciativa; estos períodos inclu-yen fases según los instrumentos que utilicen las fuerzas sociales enfrentadas. También puede determinarse, según los grados de unidad / fractura y alianza / aislamiento en que se encuentra la clase obrera, si el momento es ascen-dente o descendente. Y también debe determinarse si la lucha de la clase obrera toma una forma ofensiva o de-fensiva.

Hasta aquí nos hemos referido a la lucha de la clase obrera en su proceso de constitución como clase. Es decir, al campo de relaciones sociales que pasan por la concien-cia, que dependen de la voluntad humana. No es necesario recordar que esa lucha no es resultado de ninguna volun-tad individual sino que resulta de las innumerables volun-tades individuales cooperantes y contrapuestas, histórica-mente determinadas, que constituyen un “paralelogramo de fuerzas”, como lo denomina Engels, que es algo más que la suma algebraica de las conciencias y voluntades in-dividuales: es un producto social, tiene un “plus” social en un sentido análogo al que señala Marx cuando se refiere a la potenciación de la fuerza productiva del trabajo por la cooperación entre los trabajadores.7

Esos procesos de lucha, que se libran en el campo de las relaciones políticas (cualquiera sea su grado de desarro-llo), pueden aparecer muchas veces remitiendo a movi-mientos “coyunturales” (“que se presentan como ocasio-nales, inmediatos, casi accidentales”).8 Pero si el objetivo es comprender el conjunto del movimiento de la sociedad en que se constituye la clase obrera, si se considera que la investigación no debe limitarse a considerar hechos aisla-dos en los distintos campos de la realidad (políticos, eco-nómicos, “culturales”) sino que debe buscar conocer las tendencias (leyes) que rigen ese movimiento, intentando una reconstrucción de la realidad como concreto de múl-tiples determinaciones, y descubriendo la complejidad y multiplicidad de las vinculaciones existentes entre esos

7 Marx, Carlos El Capital, México, FCE, 1973, Libro I, Cap. XI.8 Utilizo “movimiento ocasional”, “movimiento coyuntural” y “movimiento orgánico” en el sentido que les da Antonio Grams-ci en La política y el estado moderno, México, Premia editora, 1981.

distintos campos, la historia como disciplina no puede li-mitarse a la observación del movimiento ocasional sino que debe analizar el nexo entre el movimiento coyuntural y el movimiento orgánico.

Clase para el capital

No puede, pues, limitarse la observación y el análisis al campo de relaciones que constituyen la lucha política. Es un hecho largamente conocido por la ciencia, que los individuos están constituidos por conjuntos de relaciones sociales, y que si bien una parte de esas relaciones son ideológicas, en el sentido de que se establecen pasando por la conciencia y dependen de la voluntad de los indi-viduos, no son las únicas. Las relaciones que son ajenas a la voluntad, que se establecen en la actividad económi-ca, en la producción y reproducción de la vida material, constituyen una disposición de fuerzas objetiva9 en la que se asienta la vida política de la sociedad, es decir la con-frontación social. Así como no puede reducirse el análisis de un hecho a las relaciones productivas sin caer en el economismo, tampoco se lo puede reducir a las relaciones que pasan por la conciencia y dependen de la voluntad, sin caer en “un exceso de ideologismo”, con la exaltación del “elemento voluntarista e individual”.10

De manera que si bien la clase obrera se constituye ple-namente en la lucha, no puede limitarse el análisis a los procesos de lucha, porque su constitución como clase con conciencia de sí y para sí, tiene como condición necesaria que el capital la haya constituido como conjunto humano, reunido como clase para el capital.11

Esto nos remite al campo de relaciones establecidas en la actividad productiva. Cuando se trata de analizar este campo de relaciones, otra modalidad de reduccionismo hoy muy difundida en Argentina, induce a estudiar a la clase obrera limitando la observación a los procesos de trabajo. Ya los economistas anteriores a Marx evitaban reducir la actividad productiva a la única determinación de la producción, tomando en consideración también la distribución, el cambio o circulación y el consumo. En su crítica a los economistas, Marx va mostrando como cada una de esas determinaciones de la actividad productiva es, a la vez, las otras, en el sentido de que “constituyen las articulaciones de una totalidad” (la producción es consu-mo productivo y producción consumidora, la distribución es en primer lugar distribución de los instrumentos y por ende primer momento de la producción, etc.), con lo cual despliega en su plenitud a esas determinaciones de la ac-tividad productiva. Señala que es una producción deter-minada la que “determina un consumo, una distribución, un intercambio determinados y relaciones recíprocas determinadas de estos diferentes momentos”. Pero inme-diatamente recuerda que “también la producción, bajo su forma unilateral, está a su vez determinada por los otros

9 Gramsci, Antonio op. cit.10 Gramsci, Antonio op. cit.11 Marx, Karl Miseria de la filosofía, op. cit.

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momentos”.12

Este señalamiento de Marx resulta particularmente útil al analizar a los trabajadores en tanto “clase respecto al capital”, portadores de la mercancía fuerza de trabajo, que es producida y distribuida para ser finalmente con-sumida, todo bajo la égida del capital y bajo la apariencia de un intercambio entre propietarios (unos de medios de vida, que generalmente aparecen bajo la forma de dine-ro, otros de fuerza de trabajo). De manera que, así como para conocer los procesos políticos y el movimiento de las ideas es necesario conocer las relaciones establecidas en la actividad productiva, las “condiciones materiales de vida” que constituyen “la base real sobre la que se ele-va un edificio jurídico y político y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social”13, para cons-truir conocimiento sobre la clase obrera constituida para el capital no es suficiente analizar los procesos de trabajo ni tomar como unidad de análisis la fábrica. Es necesario analizar cómo las leyes que rigen la acumulación capita-lista reproducen a los trabajadores mediante el consumo individual, los distribuyen entre los distintos ramos de la actividad económica, y los consumen en los procesos de trabajo, previo acto de compraventa en el mercado de fuerza de trabajo.

Esto se vincula con la poco feliz traducción castellana de “Worlds of Labour” por “Mundo del trabajo”14, para hacer referencia a la historia de los trabajadores en distin-tos campos de relaciones, que incluyen desde la existencia de capas hasta las formas de organización y de concien-cia. Aunque no haya sido ésta la intención de Hobsbawm, tal denominación reduce a los trabajadores a una forma de actividad (el trabajo) que es puesta en práctica en un “mundo” (el lugar de trabajo) en el que los seres humanos han sido despojados de toda condición que no sea la de atributo de capital, engranaje en un mecanismo produc-tivo, donde cualquier intento por recuperar su condición humana implica justamente algún grado de ruptura con las condiciones de existencia de ese “mundo”. Distintas variantes de la producción historiográfica argentina que se reivindican a sí mismas como estudiosas del “mundo del trabajo” han dejado de privilegiar la observación del consumo individual (las condiciones de vida y lo que “los sectores populares leen”), e incluso han pasado a criticar-la, para centrar la mirada en el consumo productivo de la fuerza de trabajo en el proceso de trabajo; es decir, en los trabajadores como atributo del capital, como capital viviente. En síntesis, han recorrido un perfecto círculo para retornar a lo que clásicamente se llamó economismo,

12 Marx, Karl Introducción general a la crítica de la economía política y otros escritos sobre problemas metodológicos, Buenos Aires, Cuadernos de Pasado y Presente Nº 1, 9ª edición, 1974, p. 56. (Los subrayados son de Marx).13 Ídem, p. 76.14 Hobsbawm, Eric Worlds of Labour. Further Studies in the History of Labour, London, Weidelfeld and Nicolson, 1984. Editado en castellano como El mundo del trabajo, Barcelona, Editorial Crítica, 1987.

reforzado por el hecho de no centrar la observación en el proceso de las luchas de la clase obrera.

El análisis de las relaciones en la actividad productiva también muestra las condiciones objetivas de las alianzas que establece la clase obrera no sólo con sus capitalistas, sino con otras fracciones sociales. El clásico concepto de masa trabajadora y explotada, formada por los que, sean o no propietarios de sus condiciones materiales de existencia (es decir sean proletarios o pequeños propietarios), refiere, con mucho mayor precisión que el nombre de “sectores po-pulares”, a quienes reproducen su vida por su propio trabajo y son explotados o expoliados por diversos mecanismos.

Las estrategias

Y es también en las relaciones productivas que encuen-tran su asiento material los intereses que confrontan en los procesos de lucha y que dan lugar a las distintas es-trategias que se da la clase obrera en cada momento de su historia.

Al definir que entendemos por clase obrera se hizo re-ferencia a las condiciones objetivas en que se encuentran los que la forman: sólo pueden reproducir su vida en la medida en que sus medios de vida les lleguen bajo la for-ma de un salario. Y sólo pueden reproducir su vida de este modo porque, como conjunto, han sido despojados de sus condiciones materiales de existencia, es decir del control sobre las fuerzas productivas de la sociedad, en un proceso histórico que la producción capitalista reproduce diariamente, convirtiendo a los trabajadores en atributo del capital aún en su vida privada y cotidiana15. La toma de conciencia de la posición de asalariado, y las consi-guientes acciones para resolver las penurias que conlleva (luchas por aumentos de salario, condiciones de trabajo, duración de la jornada de trabajo, que pueden resumirse en la lucha por el precio de la fuerza de trabajo con rela-ción a las condiciones en que será consumida), conduce a la confrontación con el capitalista individual, y aun con el conjunto de los capitalistas y el gobierno, pero también a la alianza con esos mismos capitalistas en la medida en que la condición de asalariado requiere de capitalistas que compren la fuerza de trabajo y que éstos puedan presen-tar su interés como el interés del conjunto de los involu-crados en la empresa, rama de la producción o territorio. De manera que las luchas orientadas por el interés de los trabajadores en tanto asalariados pueden modificar el sis-tema social, reformarlo, pero no transformarlo de raíz.

La condición de expropiados, por el contrario, sólo pue-de modificarse para el conjunto de los trabajadores elimi-nando la propiedad privada individual de las condiciones materiales de existencia, es decir asumiendo la propiedad colectiva de las fuerzas productivas sociales, lo que sig-nifica la transformación de raíz del modo de organización económica y social.

Podría pensarse que, estrictamente, sólo se constituye plenamente la clase obrera en los momentos en que lu-

15 Marx, Karl El Capital, op. cit. Libro I, Cap XXI.

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cha por este último interés, ya que sólo en esos momentos rompe totalmente con su conciencia de clase para el ca-pital. Pero históricamente la lucha de la clase obrera se ha dado articulando los dos intereses, el del asalariado y el del expropiado, aunque predomine uno u otro en cada enfrentamiento social. En la medida en que el primero, que se expresa predominantemente en la organización y lucha sindical, es el que orienta la inmensa mayoría de las acciones obreras, es el que con más facilidad encuentra el investigador. Pero, a la vez, es la condición para que emerja el otro interés, que orienta la lucha por una nueva sociedad.

Septiembre de 2008.

Recibido: 11/09/2008

Aceptado: 30/09/2008

Relaciones de trabajo en el sector de conservas de pescado: conflicto y negociación, 1880-1936

Labor Relations in the Fish-Canning Sector: Conflict and Negotiation, 1880-1936

Luisa Muñoz Abeledo*

* La autora es doctora en Historia Económica por la Universidad Autó-noma de Barcelona (España) con la tesis Los mercados de trabajo en las industrias marítimas de Galicia. Una perspectiva histórica, 1870-1936. Ha impartido docencia en distintas uni-versidades españolas y extranjeras (U. Pompeu Fabra, U. de A Coruña, British Columbia University). Reali-zó varias estancias de investigación, tanto pre-doctorales como pos-doc-torales (British Columbia Universi-ty- Canadá, Center for the History of Business, Technology and Socie-ty- Estados Unidos, Universidade de Porto-Portugal). En la actualidad es profesora en el Departamento de Historia Contemporánea y de Améri-ca de la Universidad de Santiago de Compostela. Sus principales líneas de investigación son el mercado de trabajo y las relaciones laborales en sociedades marítimas, la historia de la empresa y del trabajo desde una perspectiva de género.

Resumen

Esta investigación explora las relaciones de trabajo en la industria de conservas de pescado del Noroeste de España, concretamente Galicia, que fue la principal región productora y exportadora entre 1880 y 1936, periodo de formación, mo-dernización y consolidación del sector. El artículo se centra en el estudio de la conflictividad obrera en relación al cambio técnico y a las condiciones fijadas en los contratos laborales (horarios, salarios, etc.). El cambio tecnológico que tuvo lugar a principios del siglo XX conllevaba cambios organizativos y laborales im-portantes: la contratación de adolescentes y mujeres reemplazando a los obreros especializados. El artículo analiza los problemas laborales comunes a hombres y mujeres, pero también diferencia los específicos masculinos y femeninos y sus soluciones, teniendo en cuenta que los sindicatos masculinos fueron más tempra-nos y tuvieron mayor capacidad de negociación que los femeninos, pauta común en los principales países conserveros.

Palabras Clave: relaciones laborales - conflictividad obrera - contratos - género - conservas de pescado - Galicia

Abstract

This article explores the labor relations in the fish-canning industry in the North West of Spain, mainly Galicia, which was the most important producer and ex-porter region in Spain between 1880 and 1936. This period was characterized by the formation, modernization and consolidation of the fish-canning sector. The article focuses on the influence of technological change in the labor market and in the evolution of the labor contracts. Labor conflicts were due to changes on la-bor conditions (wages, working hours) and mechanization process. The adoption of new machines and new work organization implied the substitution of skilled men for women and teenagers. The article analyzes the common problems of men and women, but also differentiates the specific labor conflicts that affected only women or men, taking into account that male unions had more bargaining power than female unions in Spain and in all the main canning countries.

Key Words: labor relations - workers conflict - contracts - gender - fish-canning industry - Galicia

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Introducción

En este artículo exploramos las relaciones laborales en el sector de conservas de pescado de Galicia, centrándo-nos en aspectos contractuales y organizativos: la conflicti-vidad laboral vino dada tanto por los cambios en las condi-ciones de los contratos (horarios, salarios, etc.) como por el cambio tecnológico que, a su vez, conllevaba cambios laborales importantes: la contratación de adolescentes y mujeres reemplazando a los obreros especializados tanto en las plantas conserveras como en los talleres y fábricas de elaboración de envases. En el artículo analizamos los conflictos que fueron comunes a todos los trabajadores, pero también diferenciaremos los específicos que se co-rrespondían con diferentes grupos ocupacionales mascu-linos y femeninos. En este sentido, los sindicatos masculi-nos fueron más tempranos y tuvieron mayor capacidad de negociación que los femeninos, consolidándose antes, lo que fue pauta común en los principales países conserve-ros.1 El área conservera analizada es el Noroeste de Espa-ña, la región de Galicia, que fue la principal productora y exportadora de conservas de pescado del Estado a lo largo del siglo XX. El estudio abarca desde la década de 1880 hasta la Guerra Civil española, lo que fue el periodo de formación y consolidación del sector.

La industria conservera fue, hasta bien entrado el si-glo XX, una manufactura de temporada, de junio a enero, en la cual se alternaban periodos de trabajo intenso con momentos de práctica inactividad, pues al ser la pesca de sardina estacional y sus capturas irregulares, la activi-dad industrial se detenía y reanudaba en función del flujo de pescado que entraba en las fábricas, desapareciendo la producción intermitente en la segunda mitad del siglo XX con la conservación por frío. Las primeras conserve-ras fueron de capital mixto francés y gallego, al igual que acontecía en Portugal, lo que servía para ampliar los mer-cados externos de nuestras conservas.2 También supuso la transferencia de tecnología y de mano de obra francesa en el montaje y puesta a punto de las primeras fábricas.3

En España, Galicia fue la región líder en producción y exportación hasta finales de la década de 1920.4 Vigo

1 Muñoz, Luisa “Políticas patronales y sindicales en el sector de conservas de pescado”, en Borderías, C. Género y políticas de trabajo en la España contemporánea, 1836-1936, Barcelona, Icaria, 2007, pp. 189-204.2 Carmona, J. y Fernández, A. “Demografía y estructura empre-sarial en la industria gallega de conservas de pescado del siglo XX”, en VII Congreso de Historia Económica, Zaragoza, 2001, p. 72; Carmona, J. “Crecimiento de la industria de conservas de pescado, 1900-1936”, en Nadal, J. y Catalán, J. (eds.) La cara oculta de la industrialización española. La modernización de los sectores no líderes, (siglos XIX y XX), Madrid, Alianza, 1994, pp.127-163.3 Se encuentran referencias de la participación francesa en la firma Goday en Mareiro “Retablo de precursores”, en Industria Conser-vera, Nº 175-176, Año 1954, pp. 70-71.4 Para Cantabria Ortega Valcarcel, J. Gentes de mar en Can-

y el resto de las Rías Bajas concentraban el cuarenta por ciento de las fábricas de sardina debido a que esta especie abundaba en las rías y a que había sido tradicionalmen-te elaborada en salazón. Desde 1880 hasta 1908, periodo de formación del sector en el que se produjo un rápido crecimiento del número de factorías así como de la pro-ducción y la exportación de conservas gallegas -cuarenta por ciento de la española-, lo que colocaba a España en el grupo de cabeza de los países sardineros, compitiendo con ventaja ante Francia, que había sido el primer pro-ductor mundial. Vigo concentraba el ochenta y tres por ciento de las exportaciones gallegas a principios del siglo XX, convirtiéndose en el puerto de entrada de las materias primas empleadas en la industria.5 La misma, orientada al mercado externo, no sólo contribuía a diversificar el tejido industrial español sino también a la modernización econó-mica de España puesto que aportaba nuevas tecnologías y nuevas formas de organizar el trabajo y la producción de-rivadas de la Segunda Revolución Tecnológica.6

El liderazgo conservero gallego no se manifestó única-mente en los datos de producción y exportación, sino tam-bién en la transferencia de tecnología americana y europea aplicada tanto en las plantas de transformación de pescado como en las fábricas de envases metálicos. Empresas pio-neras del sector como Curbera y Massó introdujeron con celeridad las principales innovaciones técnicas de tal for-ma que nuestra industria se situó junto con la de Noruega, por delante de Francia y Portugal en la mecanización de la fabricación y cierre de latas lo que trajo consigo, como veremos en este artículo, conflictos laborales, cambios en los contratos y en la organización del trabajo.

El artículo se divide en cuatro secciones en la primera estudiamos las consecuencias del cambio técnico sobre el mercado de trabajo en la primera década del siglo XX y los principales conflictos relacionados con el mismo. En la segunda sección analizamos el impacto de la I Guerra Mundial en las relaciones de empleo, especialmente por lo que se refiere los salarios. En la tercera visualizamos las relaciones de trabajo durante la Dictadura de Primo de Rivera, para, por último, explicar las mejoras en los contratos establecidas durante la II República.

tabria, Santander, Banco de Santander, 1996, pp. 140-144; y para Galicia Carmona, J. y Nadal, J. El empeño industrial de Galicia, 250 años de historia, 1750-2000, A Coruña, Fundación Pedro Barrie de la Maza, 2005 pp. 123-130.5 Ídem, pp. 122-135.6 El crecimiento de la producción industrial en Carreras, A. y Tafunell, X. Historia económica de la España contemporánea, Barcelona, Crítica, 2003.; Prados, L. El progreso económico de España (1850-2000), Madrid, Fundación BBVA, 2003. La mo-dernización de las industrias de bienes de consumo en Parejo, A. y Sánchez, A. La modernización de España, 1914-1939. Eco-nomía, Madrid, Síntesis, 2007. La incorporación de tecnologías desarrolladas en la economía española, sobre todo en las ramas manufactureras más vinculadas a la Segunda Revolución Indus-trial en Betrán Pérez, C. “Difusión y localización industrial en España durante el primer tercio del siglo XX”, en Revista de Historia Económica, XVIII, 3, 1999, pp. 663-696.

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1. El impacto del cambio técnico en las relaciones laborales antes de la I Guerra Mundial

Para entender la influencia de los cambios técnicos en las relaciones de trabajo del sector hay que conocer pri-mero cómo se organizaban los procesos productivos en las plantas de procesado de pescado y de elaboración de envases antes de la mecanización y cómo reaccionaron obreros y obreras ante la adopción de nuevas tecnologías. En las fábricas de conservas las mujeres constituían el ochenta por ciento de la mano de obra, siendo los proce-sos de preparación de pescado similares en todas las áreas conserveras, muy intensivos en trabajo y con una clara división sexual de las tareas: las mujeres se encargaban de elaborar las sardinas enlatadas en aceite mientras que la salazón y el cocinado de pescado eran supervisadas por hombres, lo que evidencia la existencia de discriminación ocupacional vertical.7 Cuando llegaban las sardinas a la fábrica las mujeres las seleccionaban por tamaños, las limpiaban y las cubrían con una capa de sal, siendo un operario, el salador, el encargado de controlar la salmue-ra. A continuación, las obreras emparrillaban las sardinas, y, o bien se freían o bien se introducían en hornos tosta-dores. Luego venía el empaque o enlatado del pescado, labor exclusivamente femenina. Estas tareas eran supervi-sadas por hombres, que también se encargaban del cierre y esterilización de las latas antes de la mecanización del proceso. El cambio técnico mejoró la calidad de la con-serva y redujo la necesidad de mano de obra en esta fase productiva.8 Las máquinas cerradoras ajustaban la tapa de la lata -que llevaba incorporado un aro de goma- al resto del envase lleno de pescado. En 1900 ya funcionaban en cinco fábricas viguesas las sertidoras Lubeck y en 1905 era adoptada una mejor versión, las Reinert. La lata así conseguida se denominaba “sanitary can”, pues garanti-zaba la salubridad de las conservas al no permitir que la soldadura pasase a su interior.9 Este cambio traía consigo

7 Los procesos de producción para Francia y Portugal en Seil-hac, M. L. La pêche de la sardine, Encyclopedie Scientifique des Aide-Memoire, Paris, s/e, 1902, pp. 91-92; para el Cantábrico en Ansola, A., Gómez, E., Olivery, E. y Palacio, R. Santoña, de los escabeches a los salazones. La transformación de una villa litoral de Cantabria, Santander, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cantabria, 2000, pp. 79-80.8 Carmona, J. “Crecimiento de la industria…”, op. cit., p. 143. Curbera encargaba más máquinas Reinerts para su fábrica de Vigo. Archivo Histórico de la Universidad de Santiago de Com-postela (en adelante AHUSC), Fondo Curbera, Copiador de car-tas Curbera, nº 197, Año 1910, Fol. 274, 28/10/1910.9 En Estados Unidos se adoptó la primera máquina soldadora en Oregón en 1877. La máquina usaba una cadena de dedos metálicos que introducían la soldadura entre la tapa y la lata, sellándola. Era atendida por dos trabajadores y cerraba entre 45 y 50 latas por minuto, lo cual suponía un enorme aumento de productividad. O’ Bannon, P. “Waves of change: Mechanization in the Pacific Coast Canned Salmon Industry, 1864-1914”, en Technology and Culture, 3, 1987, pp. 558-578. En British Co-lumbia (Canadá) no fue utilizada hasta 1906. Lyons, C. Salmon: Our Heritage, the Story of a Province and an Industry, Vancou-

la substitución progresiva de hombres por mujeres en el cierre de latas.10 Mientras que un obrero era tan sólo capaz de cerrar manualmente una lata por minuto lo que creaba un cuello de botella en la secuencia del proceso produc-tivo, con las máquinas soldadoras aumentaba mucho la productividad del trabajo. Además, estas podían ser ma-nejadas por mano de obra semicualificada, mujeres, tras un corto periodo de aprendizaje.

Por otro lado, la fabricación de envases se hallaba in-tegrada en las principales empresas conserveras, siendo realizada por mano de obra masculina adulta y unos pocos aprendices.11 El trabajo se organizaba en dos secciones dirigidas por maestros: la sección donde se preparaba la hoja de lata y la sección donde se ensamblaban las dis-tintas partes del envase. El proceso productivo mantenía la siguiente secuencia: los oficiales de la sección de tro-quelado cortaban el cuerpo de la lata y le daban forma en un molde o cilindro, para después producir el fondo y la tapa con una prensa que cortaba piezas rectangulares de una plancha de hojalata. Posteriormente, los oficiales del taller de construcción procedían al soldado, primero del cuerpo de la lata y luego de la base. En este punto, las latas estaban listas para ser usadas en la planta de proce-sado.12 Hasta los años de entre siglos tanto la construcción de envases como su posterior cierre tras el envasado el producto, se basaba en la destreza de los denominados ho-jalateros-soldadores, oficio que constituía una verdadera aristocracia obrera, con elevados salarios y gran poder de negociación colectiva.13 Esto animó a algunos de los ma-

ver, Packers, 1969.10 Esta organización del trabajo no se vio alterada a lo largo del primer tercio del siglo XX, exceptuando la fase de cierre de latas que se feminizó. Esta operación era manual y realizada por hombres desde los albores de la industria, pero pasó a mecani-zarse a raíz de la Segunda Revolución Tecnológica, primero en Norteamérica en los años setenta del siglo XIX, luego, a princi-pios del siglo XX en Europa: Noruega, Francia, España y Portu-gal. La primera cerradora fue introducida en 1877 en una planta procesadora de pescado de Oregon. O’ Bannon, P. “Waves of change…”, op. cit. Era mucho más eficiente y económica que el soldado manual: atendida por dos trabajadores no cualificados cerraba entre cuarenta y cinco y cincuenta latas por minuto. Más tarde, en 1887 en Baltimore, otra cerradora inventada por J.D. Cox, servía para cerrar una docena de latas al mismo tiempo, reduciendo el coste del proceso. Judge, A. A History of the Can-ning Industry and its Most Prominent Men, The Canning Trade, Souvenir of the 7th Annual Convention of the National Canners and Allied Associations. Baltimore, Feb 2 to 7, 1914, pp. 54-56.11 En el taller de envases de una fábrica de tamaño medio como era la de Ferrer y Alonso en Bueu trabajaban en 1893 diez y ocho hombres: un maestro, trece operarios y cuatro aprendices. Archivo Histórico Ferrer (en adelante AHF), Correspondencia Ferrer, 20/2/1893.12 Archivo Histórico Massó (en adelante AHM), Reglamento de La Perfección de 1883, Art. 9-11 y 20-22. 13 Carmona, J. Producción textil rural e actividades marítimo pesqueiras na Galiza, Tesis Doctoral, Universidad de Santiago

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yores conserveros a intentar mecanizar sus talleres de la-terío introduciendo, ya antes de 1900, diversas máquinas: prensas, embutidoras, sertidoras, soldadoras, etc.14

Los cambios técnicos producidos tanto en las plantas de elaboración como en los talleres de las conserveras contribuyeron a un aumento del asociacionismo obrero y de la conflictividad a principios del siglo XX, puesto que amenazaban las condiciones de trabajo e incluso el pues-to de los obreros de oficio.15 Mientras que el soldado de las latas que contenían el pescado fue un proceso manual y artesano, los soldadores fueron muy demandados por los empresarios y tenían gran capacidad de presión para mantener unas condiciones laborales relativamente bue-nas. Esto sucedía en las principales áreas conserveras: en Noruega, por ejemplo, los soldadores eran llamados knig-ht of iron porque su oficio era considerado un arte. Tanto en Francia como en Estados Unidos tuvieron, desde los inicios de la actividad conservera, una gran capacidad de presión sobre los empresarios, protagonizando conflictos con motivo de obtener subidas salariales y empleo regu-lar. En Portugal, los sindicatos de soldadores comenzaron a tener importancia hacia 1896, siendo tan numerosos y tan bien organizados como los franceses, sobre todo en el principal centro conservero, Setúbal.16

Uno de los objetivos primordiales de los sindicatos de soldadores era hacerse con el control de la fuerza de tra-bajo. De ahí los esfuerzos de las asociaciones por con-seguir la afiliación de la totalidad del oficio y el control sobre el ingreso de los nuevos operarios: exigían como condición indispensable para trabajar en la localidad, el carné de asociado.17 Si conseguían monopolizar la oferta de trabajo y regularla según las directrices del sindicato, entonces el fabricante se vería presionado a respetar las condiciones de empleo propuestas por el colectivo obrero, especialmente en lo referente a salarios.18 Para la consecu-

de Compostela, 1983; Muñoz, Luisa Los mercados de trabajo en las industrias marítimas de Galicia. Una perspectiva histórica (1870-1936), Tesis doctoral, Universidad Autónoma de Barce-lona, 2002.14 Carmona, J. “Crecimiento de la industria…”, op. cit.15 Muñoz, Luisa “Políticas patronales y sindicales…”, op. cit.16 Para Francia véase Seilhac, M. L. La pêche de la sardine…, op. cit., p. 97; para Portugal véase Pulido Valente, V. “Os conser-veiros de Setubal”, en Analise Social, 17 (3-4), 1981, pp. 615-618; Ouizille, H. Les conditions économiques des industries sar-dinières française et portugaise, Tesis Doctoral, Fac. de Droit, París, Université de Paris, 1926; para Noruega véase Hviding, J. The Race for Seaming Machine, Stavanger, Pub. Museo de la Conserva Noruega, 1994; para Estados Unidos véase Brown, M. y Philips, P. “The Evolution of Labor Market Structure: the California canning industry”, en Industrial and Labor Relations Review, 38 (3), 1986, pp. 743-756; McCauly, W. The History of the canning industry in Delaware, Master Thesis of the Univer-sity of Delaware, 1961, p. 45.17 Giráldez, J. “O movimento obreiro en Vigo na Primeira Guer-ra Mundial (1914-1917)”, en Grial, 92, 1986, pp. 57-91.18 Arenas, C. Historia económica del trabajo, siglos XIX y XX,

ción de este objetivo los soldadores gallegos impulsaron la creación de asociaciones obreras en distintas poblaciones costeras: Bueu, Grove, Sanxenxo, Porto do Son, Isla de Arosa, Vigo.19 A través de las mismas y mediante huelgas sucesivas conminaban a los empresarios a que despidie-sen a los soldadores no federados y a que no eliminasen de plantilla a los sindicalizados.20 A estas reivindicaciones no solían unirse las mujeres dado que trabajaban de forma temporal en el procesado de pescado más que en la fabri-cación de latas, ocupando una posición secundaria en el mercado de trabajo.

Como reacción al aumento del asociacionismo y de la conflictividad obreras derivadas del cambio técnico, los fabricantes de conservas se asociaron creando la “Unión de Fabricantes de Conservas de la Ría de Vigo” en 1904, la cual continuaba la labor del sindicato de fabricantes de 1899.21 Los principales objetivos de la patronal con res-pecto a los trabajadores eran: evitar el asociacionismo, expandir la oferta de trabajo que estaba siendo controla-da por los oficios, e imponer sus condiciones de contra-tación, fijando bajos salarios para lograr productos más competitivos.22 Las principales líneas de actuación em-presarial para eliminar los sindicatos de soldadores fueron las siguientes: fijar las condiciones de contratación desde la patronal, mantener el desempleo artificialmente, exter-nalizar el aprovisionamiento de envases y reducir planti-lla local conflictiva contratando mujeres, niños y obreros de Portugal y de otros lugares de España, medidas que ocasionaron tensiones sociales. En lo que atañe a la con-tratación, los fabricantes decidieron no reclutar operarios de ninguna otra empresa sin el consentimiento del propie-

Madrid, Tecnos, 2003, p. 62.19 Muñoz, Luisa “Políticas patronales y sindicales…”, op. cit.20 En una misiva del empresario Curbera a su encargado de Bueu: “Operarios.- hablé con Tapias sobre la Federación y me dice que con un poco de energía por nuestra parte puede desha-cerse. Me disgusta que en nuestra fábrica haya un número más crecido que en la de Tapias o Massó.” Archivo Histórico de la Universidad de Santiago de Compostela (en adelante AHUSC), Fondo Curbera, Copiador de cartas Curbera, nº 166, Año 1905 Fol. 156, 24/10/1905. “En la fábrica de los señores Areán se declararon en huelga los obreros soldadores. El motivo es que se despidiese al presidente y delegado de la Sociedad.” Noticiero de Vigo, 6/2/1905. “Se han declarado en huelga los operarios soldadores que trabajan en la fábrica que D. Guillermo Curbera tienen en Sangenjo a causa de haber sido despedido un obre-ro. Sólo han quedado 3 operarios y un aprendiz trabajando. Los huelguistas son 28.” Noticiero de Vigo, 16/3/1905. En Porto do Son: “Los caciques del pueblo no descansan hasta ver muerta la Asociación.” El Socialista 19/8/1904.21 Carmona, J. “Desarrollo industrial y asociacionismo empre-sarial en la historia del sector conservero gallego”, en Carmona, J. 1904-2004, Cien años de Unión Conservera, Vigo, ANFACO, 2004, pp. 91-133.22 Biblioteca ANFACO, Actas Unión de Fabricantes de Conser-vas, Sesión del 20 de Mayo de 1904, p. 6, Libro 1.

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tario de la misma;23 de esta manera evitaban competir por los trabajadores y que los salarios se elevasen, impidiendo además la entrada en la empresa de trabajadores sindicali-zados.24 Como era de esperar, los soldadores no aceptaron esta medida, suspendiendo su trabajo: el conflicto, de dos meses de duración, involucró a unos doscientos obreros de quince conserveras y de La Metalúrgica y finalizó, tras la revisión de las cláusulas de escritura por ambas partes, con la readmisión de los huelguistas.25 El segundo instru-mento empresarial para contener el poder obrero fue man-tener el desempleo de manera artificial: aún siendo razo-nable ir acumulando envases y tenerlos listos para cuando se elaborase la pesca, no llamaban a los soldadores hasta el momento en que precisaban las latas.26 La tercera tácti-ca de los fabricantes fue externalizar la fabricación de en-vases, comprándolos a las metalgráficas de Vigo, a lo que los soldadores respondieron negándose a cerrar los botes llenos que no fuesen fabricados por ellos.27 En cuarto lu-gar, las crisis de pesca fueron utilizadas por los empresa-rios como excelente argumento para reducir el trabajo de los soldadores a la fase de lleno, pues, aún reconociendo que esta era una situación lamentable para los operarios, si la industria atravesaba una crisis no podía aumentar la fabricación de envases.28 Por último, la estrategia clave para reducir el número de soldadores era la de contratar más aprendices, mano de obra joven y barata, ya fuese gallega o foránea, lo que contribuiría a rebajar los salarios de los soldadores.29 A su vez, los obreros intentaron alte-

23 Actas Unión de Fabricantes de Conservas, Acta sesión del 20 de Mayo de 1904, p. 6.24 La empresa que precisase soldadores debía participárselo a una comisión ejecutiva designada desde la patronal, la cual le autorizaba a que solicitase soldadores de las demás fábricas, uno de cada empresa como máximo, o bien gestionaba el traerlos de fuera de Vigo. Faro de Vigo, 4/4/1903.25 La Voz de Galicia, 8/4/1903. Al final se llegó a la conclusión de que las cláusulas de la escritura firmada por los empresarios no afectaba a la libertad que tenían los obreros para cambiar de una empresa a otra. Faro de Vigo, 27/5/1903; El Socialista 29/5/1903.26 AHUSC, Fondo Curbera, Copiador de cartas Curbera, nº 128, 1900, Fol. 62, 6/11//1900. En Portugal también se seguía una estrategia similar. Pulido Valente, V. op. cit.27 “...los trabajadores advierten que no cerrarán el lleno de no se-guir fabricando.” AHUSC, Fondo Curbera, Copiador de cartas Curbera, nº 177, Año 1907 Fol. 405, 24/7/1907. 28 Curbera dice: “Reconozco su situación que lamento pero la época y estado del negocio obligan a marchar con mucha pru-dencia.” AHUSC, Fondo Curbera, Copiador de cartas Curbera, nº 177, Año 1907 Fol. 405, 24/7/1907. Esto está en conexión con la subida en 1907 del precio de la sardina. Carmona, J. “Creci-miento de la industria…”, op. cit., p. 136.29 Como los contratos de los aprendices eran precarios lograrán desvirtuar el prestigio del oficio de soldador, rebajando sus sala-rios y empeorando sus condiciones laborales. Noticiero de Vigo, 2/6/1905. La expansión del número de soldadores artificialmen-te por medio de los aprendices arruinaba el arte o la “clase”.

rar esta estrategia empresarial, reproduciendo tradiciones gremiales de control de la oferta de trabajo: incorporaban a los aprendices dentro de las sociedades obreras en los primeros años del siglo XX, enseñándoles el oficio, pero sin permitir que su número creciera más de lo debido.

En contra de las expectativas de los soldadores, la con-tratación de aprendices y mujeres aumentó en los primeros años del siglo XX a raíz de la difusión del cambio técnico en la construcción de envases, lo que provocó conflictos laborales en diversas regiones conserveras hacia 1905.30 A pesar de la solidaridad de los soldadores de otras zonas de Galicia y Portugal, no se logró parar la contratación de trabajadores no asociados.31 En Galicia, las tensiones finalizaron en el verano de 1905, aceptando los obreros las bases de la patronal, es decir, reconociendo el trabajo de los aprendices y las mujeres y admitiendo que no les serían abonados los salarios perdidos por las huelgas.32 Como consecuencia de la pérdida de capacidad de presión de este grupo obrero las mujeres pasaban a formar parte de las plantillas de algunas empresas de construcción de envases: en la Metalúrgica de Vigo suponían un veintio-cho por ciento en 1905.33 En los años previos a la Primera Guerra Mundial, los soldadores estaban ya muy debilita-dos y su lucha se centraba en mantener su empleo, por lo que apoyarían las reivindicaciones laborales de los apren-dices y promoverían el reparto de trabajo, pues una me-jora de las condiciones laborales de sus potenciales subs-titutos ayudaría a que los obreros adultos no perdiesen su empleo.34 En suma, el que había sido oficio artesano en las dos últimas décadas del siglo XIX y primera del XX estaba condenado a desaparecer debido al cambio técnico y a las estrategias de empleo de los fabricantes.35

Pulido Valente, V. op. cit. 30 Para Portugal Pulido Valente, V. op. cit.; para Francia Ouzille op. cit.31 La Asociación de Soldadores de Setúbal solicitó apoyo a los sindicatos de las Rías Bajas para que no aceptasen los puestos que les ofrecieran los fabricantes portugueses en sustitución de los huelguistas. Noticiero de Vigo, 5/4/1905. “En Galicia.- Con-tinúa la huelga de los obreros litógrafos de la fábrica de estam-pación La Metalúrgica. El gerente de la fábrica se ha dirigido al extranjero solicitando operarios pero el Comité de la UGT hace todas las gestiones necesarias para que dicha solicitud no le pro-porcione ningún obrero.” El Socialista 19/12/1902.32 Faro de Vigo, 11/7/191. Mientras tanto, en Portugal, aunque los soldadores ganaron algunas huelgas en los años 1904, 1905 y 1908 (Lisboa, Setúbal, etc.), no consiguieron que los empre-sarios usasen sólo mano de obra sindicada. Pulido Valente, V. op. cit.33 Muñoz, Luisa “Políticas patronales y sindicales…”, op. cit., pp. 189-214.34 Un menor trabajo de los aprendices les hacía a ellos más ne-cesarios. El Socialista, 26/1/1912.35 Con la contratación de aprendices se rebajaban los salarios, debilitándose las sociedades de clase: “Entre los trabajadores de las fábricas de conservas los hay y en número bastante crecido de 9 a 14 años”. Solidaridad, 18/7/1913.

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Mientras que los sindicatos masculinos fueron tempra-nos en el sector, los femeninos fueron más tardíos y no representaron mejoras sustanciales sobre el trabajo feme-nino, consolidándose en la década de los treinta en el siglo XX.36 En este primer periodo, anterior a la Primera Guerra Mundial, las obreras conserveras protagonizaron algunos conflictos, pero no relacionados con cambios técnicos, sino con la jornada y las formas de remuneración. Agru-padas, con algunos compañeros, en el sindicato “Trabaja-dores de las Fábricas de Conservas” de 1899, solicitaron la retirada del “Reglamento de Trabajo para las fábricas de la ría de Vigo” con el que los empresarios querían im-poner la disciplina de fábrica a las familias obreras.37 En la huelga, que estalló en otoño de 1899, demandaban el descanso los domingos, igual jornada para obreros y obre-ras y también el pago a destajo para estas últimas.38 En la misma participaron hombres y mujeres -más de seiscien-tas asociadas-, pero, aunque las mujeres huelguistas eran mayoría, las negociaciones con los patronos las llevaron a cabo los obreros.39 Los logros para los trabajadores deri-vados de la huelga fueron: que los festivos fueran retribui-dos con jornal y medio a hombres, mujeres y niños; que las horas de trabajo nocturno se pagasen como un cuarto de jornada; que el horario de trabajo fuera igual para hom-bres, mujeres y aprendices, es decir de diez horas y me-dia;40 y que se implantase el pago a destajo, ya vigente en algunas empresas pioneras del sector como la de Massó en Bueu.41 La asociación “Trabajadores de las Fábricas de

36 Para Norteamérica véase Brown, M. y Philips, P. op. cit.; Newell, D. “The rationality of Mechanization in the Pacific Salmon-Canning Industry before the Second World War”, en Business History Review, 62 (4), 1998, pp. 626-655; Ruiz, V. Cannery women cannery lives, Alburquerque, University of New Mexico Press, 1997, pp. 69-87; Zavella, P. Women’s Work and Chicano Families: Cannery Workers of the Santa Clara Val-ley, Ithaca, Cornell University Press, 1987, 39-51; para el Sur de Europa véase Muñoz, Luisa Los mercados de trabajo..., op. cit., pp. 134-261; Pulido Valente, V. op. cit.; Marie D’ Avigneu, A. L’ industrie des conserves de poissons en France Metropolit-aine, Rennes, Université de Rennes, 1958.37 Solidaridad, 18/11/1899, Supl. n° 27.38 Este sindicato surgió en el otoño de 1899 y se hallaba in-tegrado por seiscientas obreras y un número indeterminado de soldadores. El Socialista, 1/12/1899.39 La dirección del conflicto la llevaría Benito Feijóo presiden-te de la Federación de Trabajadores de Vigo, el cual indicaba la conveniencia de intentar resolver las diferencias con los fa-bricantes por mediación del alcalde o del gobernador civil. La comunicación con los fabricantes quedaba dificultada porque éstos no querían entenderse con una comisión de huelga dirigida desde la Federación. Los obreros delegados decían que las razo-nes de la huelga eran de carácter general y por tanto cualquier trabajador podía entenderla. La Concordia, 27/11/1899.40 Solidaridad, 22/11/1899, Supl. N° 27; La Concordia, 27/11/1899.41 Faro de Vigo, 17/1/1900. Esta empresa lo había instituido des-de su fundación en 1883. AHM, Reglamento de la Perfección de 1883.

Conserva” desapareció una vez resuelto el conflicto y las mujeres conserveras de Vigo no protagonizaron ningún otro hasta 1911, año en que se creó la “Unión de Trabaja-dores de las fábricas de conservas de la Ría de Vigo”, el cual protagonizó una huelga cuyo fin era la reducción de la jornada femenina. El último conflicto femenino ante-rior a la Primera Guerra Mundial fue el de las cortadoras de pescado que pedían un aumento del precio del destajo, logrado tras una huelga en la que no sólo participaron más de mil personas, incluidos los soldadores, sino que llega-ron a cerrar sus puertas diez fábricas.42

En suma, entre 1899 y 1914 los conflictos masculinos estuvieron relacionados con el cambio técnico y la pérdida no sólo de los privilegios de los soldadores sino también de sus propios puestos de trabajo y los femeninos estuvie-ron relacionados con la jornada y las formas de remune-ración. En todo caso, tanto unos como otras, eligieron en su lucha la acción directa y no la intermediación estatal. Aunque a partir de 1908 comenzaron a funcionar los Tri-bunales Industriales de Trabajo a través de los cuales los obreros podían denunciar incumplimientos de contrato o de la legislación laboral, prefirieron emplear las huelgas como mecanismo de presión contra la patronal.43

2. La Primera Guerra Mundial: un periodo de inflexión

Entre 1916 y 1920 se produjo un aumento del asociacio-nismo y la conflictividad laboral en España debido, desde una perspectiva económica, a que se trataba de un mo-mento de estancamiento y redistribución anterior a la fase expansiva producida por los beneficios generados por la neutralidad española durante la Primera Guerra Mundial. Desde un punto de vista político, aumentó la inestabilidad por la crisis del sistema democrático de la Restauración. Los motivos de los conflictos en general eran: aumento de salario, reducción de jornada y reconocimiento del dere-cho de asociación.44 En este periodo también se produjo un mayor grado de afiliación, lo cual se relaciona con una mayor movilización social.45 En Galicia, el peso del aso-

42 Los fabricantes aceptaron las bases presentadas subiendo 0,25 céntimos el pago a las mujeres. Faro de Vigo, 12/6/1913.43 Los Tribunales Industriales fueron una continuación de los jurados mixtos de las Juntas Locales del Instituto de Reformas Sociales (en adelante IRS). Se crearon por la Ley de 19 de mayo de 1908, reformada por la de 22 de julio de 1912. Generelo Le-nespa, J. “La primera jurisdicción laboral: los tribunales indus-triales y su documentación (1908-1938)”, en La administración de justicia en la historia de España: Actas de las III Jornadas de Castilla La Mancha sobre investigación en archivos, Guada-lajara, 1999, pp. 1075-1108.44 Un reciente trabajo de Silvestre trata de comprobar si el au-mento de las huelgas seguía una tendencia pro-ciclo económico o bien era debido al aumento de la inseguridad económica. Sil-vestre, J. “Los determinantes de la protesta obrera en España: 1905-1935: ciclo económico, marco político y organización sin-dical”, en Revista de Historia Industrial, 24, 2003, pp. 51-80.45 Ibídem.

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ciacionismo regional con respecto al nacional aumentaba, incrementándose también el número de organizaciones obreras.46 En este contexto de lucha social y de diversifi-cación del tejido industrial se reforzaría la agrupación de trabajadores en torno a la totalidad de oficios de una rama de la producción. Pero también fue un periodo de movi-lización popular en torno a la carestía de los alimentos, sobre todo en las ciudades de Vigo, A Coruña y Ferrol, lo que impulsaría una mayor afiliación obrera a los grandes sindicatos: el socialista Unión General de Trabajadores (UGT) y el anarquista Confederación Nacional del Tra-bajo (CNT).47

En el sector de conservas de pescado la Primera Guerra Mundial significó un punto de inflexión pues las deman-das obreras no se refirieron tanto al grupo de soldadores, sino que se hicieron más generales, centrándose en dos problemas clave: el desempleo y los salarios. Las dificul-tades por las que atravesó la industria conservera durante el conflicto incidieron negativamente en el empleo: cerra-ron algunas fábricas y se redujo personal en otras, gene-rándose una importante bolsa de desempleo masculino y femenino.48 En Vigo, principal núcleo conservero, el paro alcanzaba a 10.700 obreros en 1916.49 El otro gran pro-blema era la pérdida de capacidad adquisitiva de las fami-lias conserveras puesto que ante la inflación del periodo bélico los salarios nominales permanecieron constantes, elevándose tan sólo a partir de 1918. Aunque la demanda externa de conservas por parte de los países beligeran-tes se expandió, especialmente desde 1916, y también se duplicaron los precios de este producto, los empresarios acumularon beneficios extraordinarios que no revirtieron en el bienestar de sus empleados: en 1917 y 1918 los sol-dadores percibían 4,5 Ptas. al día, jornal similar al de los obreros metalúrgicos.50 La subida salarial se retrasó has-

46 De las sociedades recogidas por el IRS en 1916, un 59% eran sociedades obreras, un 31% patronales y un 1% mixtas. Esta-dística de asociaciones. Censo electoral de asociaciones profe-sionales para la renovación de la parte electiva del Instituto y de las Juntas de Reformas Sociales. IRS, 1917, Sobrinos de la Suc. de M. Minuesa de los Rios.47 Pereira, D. “Proletariado e loita de clases na Galicia de an-teguerra”, en Constela Bergueiro, G. y Domínguez Castro, L. (eds.) Tempos de Sermos. Galicia nos séculos contemporáneos, Vigo, Servicio de Publicaciones Universidad de Vigo, 2002, pp. 123-146.48 Los elevados costes productivos provocados por el aumento de precio de las materias primas y bienes intermedios unido a mediocres costeras de sardinas supusieron un momento com-plicado para el sector. Carmona, J. “Crecimiento de la indus-tria…” op. cit.; “Demografía y estructura empresarial…”, op. cit. Archivo Municipal de Vigo (en adelante AMV), Reformas Sociales, Trab. 2, Exp. 16, Relaciones de obreros sin trabajo de este término municipal, 1916.49 Giráldez, J. op. cit.50 Los empresarios se quejaban de los altos costes de la hojalata y el estaño (Carmona, J. “Crecimiento de la industria…” op. cit., p. 146) y por ello intentarían mantener bajos los costes labora-

ta los años más inflacionistas, lo que también sucedía en empresas textiles.51 El año 1919 fue el de mayor conflicti-vidad en el sector y los salarios se elevaron.52 En Ponteve-dra, los sindicatos metalúrgicos defendían subidas salaria-les y reducción de jornada para los operarios de los talle-res de fabricación de latas, pero estas demandas no fueron tenidas en cuenta por la patronal conservera.53 La subida salarial de un veinticinco por ciento demandada por el sindicato conservero más importante, la “Unión General de Trabajadores de las fábricas de conservas de la Ría de Vigo”, englobaba a mujeres y hombres, siendo solicitado, además un aumento del precio del destajo para las corta-doras de pescado.54 Esta política de aumento salarial se fundamentaba en el extraordinario incremento del precio de las subsistencias y en que hacía años que no se había realizado una petición de subida general de jornales; pero este incremento no compensó el alza de precios por lo que las familias obreras sufrieron una pérdida substancial en su capacidad adquisitiva.55 Esto sucedía también en otros sectores como el textil algodonero catalán, donde los sa-larios nominales subían de forma rezagada a los precios siendo el nivel más crítico el del año 1918.56

les. Los jornales del metal de Vigo oscilaban entre 3-6 Ptas./día. Giráldez, J. op. cit.51 Los salarios de los operarios de la industria conservera subi-rían entre un 20 y 30 por ciento. Informes de los Inspectores de Trabajo sobre la influencia en la guerra europea en las industrias españolas (1917-1918). Vol. 2., Instituto de Reformas Sociales, Madrid, 1919, p. 138. Los salarios masculinos en el textil co-menzaron a subir en 1919. Soler, R. “La evolución del salario en una empresa textil algodonera: la fábrica de la Rambla de Vilanova y la Geltrú, 1891-1925”, en Revista de Historia Eco-nómica, XV, 2, 1997, pp. 399-412.52 Los de los lateros de 4,5 a 5 Ptas. y los de las conserveras de 1,75 a 2 Ptas. Muñoz, Luisa Los mercados de trabajo..., op. cit., pp.201.53 “En virtud de la huelga existente de los metalúrgicos estos acordaron variar los horarios. Discutido ampliamente este par-ticular se llegó al acuerdo de que cada asociado de acuerdo con el personal de sus fábricas vea el medio de lograr la entrada al trabajo a las 7,30 de la mañana y no a las 7 como hasta ahora en virtud de la media hora que se les concede a la una para el almuerzo”. Biblioteca ANFACO, Juntas Generales, Libro 2, Se-sión del 12 de Marzo de 1917, p. 17.54 “Fueron leídas dos cartas de 19 de Mayo y del corriente del Presidente y Secretario de la Unión General de Trabajadores de las fábricas de Vigo solicitando un aumento del 25% de salarios de todo el personal y subiendo además la mano de obra ejecu-tada a destajo en esta proporción: sardina actualmente pagada a 2 pesetas que se pague a 2,25, la de 2,25 a 2,5, la parrocha a tres. Los mismos precios de la sardina para el jurel”. Biblioteca ANFACO, Juntas Generales, Libro 2, Sesión del 28 de Marzo de 1919, pp. 49-50.55 Muñoz, Luisa Los mercados de trabajo..., op. cit., pp. 223-238.56 Llonch, M. “Jornada, salarios y costes laborales en el sector textil catalán (1891-1936)”, en Revista de historia industrial, 26, 2004, pp. 101-140.

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En general, durante la Primera Guerra Mundial hubo un mayor avance del movimiento obrero en Galicia: la transición de sociedades de artesanos a sindicatos de tra-bajadores industriales que seguían una línea política fun-damentalmente socialista.57 De todas formas, en el sector conservero las relaciones laborales fueron predominante-mente individuales, locales y no regladas, rompiéndose los pactos alcanzados con facilidad, pues los órganos de conciliación -tribunales industriales- apenas tuvieron in-cidencia hasta los años veinte.58 Esto no era una situación anormal, sino general en la industria española, a excep-ción de algunos sectores donde la tradición en las prácti-cas asociativas anticiparon la negociación colectiva como en el textil o en el metalúrgico.59

3. Políticas laborales en los años veinte

Los años veinte se caracterizarán por el intervencio-nismo estatal en la regulación de las relaciones laborales. España se integraba en la Organización Internacional del Trabajo en 1919, año en que se aprobaba la jornada de ocho horas y el seguro obrero obligatorio. Como culmina-ción de estos avances se creaba el Ministerio de Trabajo desde el que se impulsarían otros avances relacionados con los accidentes de trabajo, el empleo femenino, el paro forzoso. Desde 1923, la dictadura de Primo de Rivera significará la debilidad de los sindicatos, estableciéndo-se la Organización Corporativa Nacional en la que había representación obrera (copada por el sindicalismo socia-lista) y patronal, bajo la mediación del gobierno. En este entramado corporativo las relaciones laborales eran ges-tionadas por los comités paritarios, a través de los cuales

57 Los socialistas intentaron orientar a las sociedades obreras ha-cia las tácticas sindicales ugetistas. Pontevedra era la provincia gallega con más afiliados a UGT con mucha diferencia. Casti-llo, S. “En pos de las Reformas. El sindicalismo ugetista en sus orígenes”, en Redero, M (coord.) Sindicalismo y movimientos sociales, siglos XIX y XX, Madrid, UGT, pp. 1-23. Entre 1918 y 1922 la UGT vivió un periodo de gran desarrollo, pasando de 3000 a 11000 afiliados, sin que la dictadura primoriverista pudiese hacer retroceder su número. Castro, X. y De Juana, J. (eds.) Sociedade e movemento obreiro en Galicia, Orense, Dipu-tación provincial de Orense - Servicio de Publicaciones, 1986, p. 195.58 La evolución del sindicalismo industrial en Barrio Alonso, A. El sueño de la democracia industrial: sindicalismo y democra-cia en España, 1917-1923, Santander, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cantabria, 1996. Si existían crisis de tra-bajo, reajustes de plantilla, incumplimiento de los acuerdos por alguna de las partes se rompían los acuerdos. Ídem, p. 83. El pa-pel que asumió el Estado en el paternalismo patronal existente se explica en Sierra Álvarez, J. El obrero soñado: ensayo sobre el paternalismo industrial (Asturias: 1860 -1917), Madrid, Siglo XXI, 1990, p. 253.59 El asociacionismo textil catalán en Balcells, A. Trabajo in-dustrial y organización obrera en la Cataluña contemporánea (1900-1936), Barcelona, Laia, 1974, p. 54; y el del hierro en el País Vasco en Olabarri Gortazar, I. Relaciones laborales en Viz-caya (1890-1936), Durango, Leopoldo Zugaza, 1978, p. 314.

se dirimían los conflictos que pudiesen surgir por incum-plimiento de contratos; es decir, se hacía forzosa la co-operación entre trabajadores y empresarios, que quedaba fuertemente controlada por el Estado.60

Particularmente, en la industria conservera siguieron predominando las relaciones laborales individuales y los contratos implícitos y verbales para ambos sexos y dife-rentes categorías: encargados, jornaleras, serenos, opera-rios.61 Por ello, tanto obreros como patronos defendieron sus intereses a través de los organismos de arbitraje la-boral, tribunales industriales o comités paritarios, si bien en áreas conserveras urbanas como Vigo su importancia fue reducida62. El incumplimiento o rescisión de los con-tratos sin justificación daba lugar a que los obreros/as de la conserva, ya individualmente o desde los sindicatos, reclamaran al empresario sus derechos a través del tri-bunal industrial, siendo motivos comunes de demanda el impago de salarios y la rescisión unilateral del contrato por el patrón.63

El que los fabricantes acordasen las condiciones del contrato individualmente les resultaba beneficioso en el caso de querer prescindir de los servicios del trabajador, pues aunque fuese a juicio y tuviese que pagar una in-demnización, tenía un coste menor que enfrentarse a un sindicato o a una huelga, siendo muy fácil liquidar a las trabajadoras eventuales, que tenían los contratos más pre-carios y no se hallaban protegidas por la legislación ni en caso de despido ni en caso de incumplimiento de contrato. Por un lado, si eran despedidas no tenían derecho a co-brar la “mesada de aviso”, es decir un mes de salario; por otro lado, era común que los empresarios no respetasen la jornada laboral y que el pago no se ajustase al tiempo trabajado por las obreras: ellas no llevaban un control es-tricto de las horas trabajadas y los encargados de personal anotaban en los libros de jornales menos de las realmente

60 El comité paritario, pieza básica de la organización corpora-tiva laboral del ministro Aunós, estaba compuesto por un presi-dente nombrado por el Ministerio de Trabajo, cinco patronos y cinco trabajadores. Redero, M. “La expansión del sindicalismo socialista de negociación: De la Dictadura de Primo de Rivera a la República”, en Redero, M. (coord.) Sindicalismo…., op. cit pp. 155-167. La legislación laboral de la Dictadura de Primo de Rivera incluyó como pieza básica la ley sobre Contrato de Trabajo de 1926. Las formas y contenidos de los contratos en Mon Pascual, J. “El contrato de trabajo según el vigente código de trabajo”, en Revista Social, 3, 1926, p. 540.61 Archivo del Reino de Galicia (en adelante ARG), Sección Magistratura de Trabajo, Expedientes Tribunales Industriales, Exp. 6/19, Leg.- 2515., Exp. 3/5, Leg.- 2510. Ex. 13/8, Leg.- 2522. Exp. 33/30, Leg.- 2542.62 En Vigo tan sólo hubo 3 reclamaciones por despido improce-dente en la industria de conservas de pescado. Archivo Histórico de Pontevedra (en adelante AHP), Serie Gobierno Civil, Libros de Registro L-6110, (1919-1925), L-6088 (1925-1927), L-6292 (1927-1928), L-6091 (1929-1932).63 Muñoz, Luisa Los mercados de trabajo..., op. cit.

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efectivas. En todo caso, las mujeres solían perder los plei-tos por “impago de jornales” o “de horas extra”, dado que muchas veces carecían de pruebas o no tenían quien las defendiese.64 Esta débil posición de las mujeres conser-veras en los juicios civiles empeoraba cuando no llevaban abogado defensor y no estaban afiliadas a un sindicato, en cuyo caso no había duda de que la empresa ganaría el pleito.

En definitiva durante los años veinte la industria siguió funcionando bajo las normas laborales dictadas por los empresarios y al margen de la legislación vigente. De he-cho, la industria, por sus propias características quedaba eximida del cumplimiento de algunas normas dictadas por la OIT como es el caso de la jornada de 8 horas o el descanso los domingos.65 Las políticas laborales adapta-ban el trabajo al funcionamiento de la industria con con-tratos flexibles, cuyas condiciones no mejoraron, debido en parte a que los comités paritarios se aproximaban más a los intereses de los empresarios que a los de los traba-jadores.

4. Las bases de trabajo durante la II República: algunos logros para los trabajadores

Los comités paritarios de la Dictadura fueron substitui-dos por jurados mixtos en la II República de tal forma que se producía una relativa continuidad de la regulación ad-ministrativa de las relaciones entre capital y trabajo, aun-que con un reforzamiento de la representación sindical. Esta continuidad venía dada por el ministro de Trabajo del primer bienio republicano, Francisco Largo Caballe-ro, que ya tuvo un gran protagonismo en la etapa anterior, y que impulsaría una amplia legislación intervencionis-ta.66 Los contratos implícitos e individuales que habían predominado en el sector conservero hasta los años veinte se transformarían definitivamente en contratos colectivos siguiendo la legislación laboral republicana; pero la nego-ciación de estos contratos produjo de nuevo un periodo de tensiones entre obreros y patronos. Las bases de trabajo presentadas por los sindicatos a la patronal eran aproba-das, con o sin enmiendas, por el jurado mixto del sector,

por lo tanto tenían fuerza legal para hacerse cumplir, de forma que los contratos eran fruto del pacto firmado entre obreros y empresarios. El inicio de la contratación colec-tiva reglada por la Ley de Contrato de Trabajo se produ-jo en el verano de 1931, negociándose las bases entre el sindicato obrero mayoritario, que era el socialista “Unión

64 Ello se fundamenta en que sólo los dependientes, factores o mancebos con arreglo al Código de Trabajo y art. 300 y 302 del Código de Comercio tienen derecho a la mesada de aviso y nunca los jornaleros. ARG, Sección Magistratura de Trabajo, Expedientes Tribunales Industriales, Exp. 6/20, Leg.- 2515.65 No se cumplía ni en Francia ni en Estados Unidos. Ouizille, H. op. cit., p. 133; Bulletin of Women’s Bureau, nº 62, 127.66 Parejo Barranco La modernización de España (1914-1939), economía, Madrid, Síntesis, 2007, p. 150.

de Trabajadores de las Fábricas de la Ría de Vigo” (en adelante La Unión o UTFCV) y la patronal, “Unión de Fabricantes de Conservas” (UFC).67 Los sindicatos lu-charían por aprobar unas bases que mejorasen las con-diciones laborales, firmándose contratos colectivos en el otoño-invierno del año 1931 en la industria conservera y en la de construcción de envases.68 Sin embargo, la dis-tinta interpretación de algunas de las cláusulas provocaba conflictos entre sindicatos y empresarios: mientras que la sociedad obrera “La Invencible” recordaba a los patronos el derecho de los obreros de más de un año de antigüedad a siete días de vacaciones pagadas según la ley, la patronal aducía el carácter temporal de los contratos para librarse del pago de las vacaciones; derecho que finalmente ten-drían que reconocer gracias a la acción sindical.69

No hubo ninguna revisión del contrato colectivo en la conserva hasta 1934, año en el que “La Invencible”, sin-dicato vinculado a la CNT y por tanto de ideología anar-quista, presentó unas nuevas bases laborales que fueron aceptadas por la UFC.70 La central sindical reivindicará la semana de vacaciones, dado que no todas las obreras la disfrutaban, también aumento de salarios, dada la preca-riedad de los mismos: entre 2 y 3 Ptas. los femeninos, y 5 y 7 Ptas. los masculinos. Sin embargo, la patronal aludirá a la crisis mundial y por lo tanto del sector, que era mera-mente exportador, para no elevarlos.71

Algunos logros destacables de estas negociaciones fue-ron la reducción de la jornada y el aumento del pago de las horas extras. En cuanto a la jornada de ocho horas, por fin se implantó su cumplimiento en todas las áreas con-serveras. Incluso, y pese al desacuerdo de los fabricantes, los trabajadores propusieron la reducción de la misma a cuarenta horas sin recorte salarial, con el objetivo de in-centivar el consumo y hacer frente al desempleo de los años treinta. Estas medidas de política laboral tendrían un

67 Aunque la negociación se establece desde la Delegación Local del Consejo de Trabajo, en las Actas de las sesiones no aparecen las Bases de Trabajo. AMV, Delegación Local del Consejo de Trabajo, Libro de Actas, 1927-1932, Trab.5, Fol. 61, 67-68,7/9/1931. El sindicato la “Unión” abarcaba fábricas de Alcabre, Bouzas, Coia, Arenal, Guixar y Teis. González Pro-bados, M. A UGT na Galiza republicana (1931-1934): distri-bución cuantitativa e xeográfica, Sada – A Coruña, Edicións do Castro, 2006, pp. 29-30.68 AMV, Delegación Local del Consejo de Trabajo, Trab. 5, Li-bro de Actas, 1927-1932, Fol. 68 y 76, 30/10/1931.69 AMV, Delegación Local del Consejo de Trabajo, Trab 5, Libro de Actas de 1933-1934, Fol. 5, 10/2/1933. Este derecho de los trabajadores quedó confirmado, pero no se sabe hasta que punto se llevó a la práctica. González Probados, M. op cit, p. 369.70 AMV, Delegación Local del Consejo de Trabajo, Trab. 6, Libro de Actas, 1933-1934, Fol. 21, 29/5/1934.71 El pueblo gallego, 5/9/1934.

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sesgo keynesiano y se basaban en las primeras consecuen-cias de la crisis mundial sobre la economía española.72 También mejoraron las condiciones de trabajo en domin-go pues nunca podría ser de más de media jornada y estas horas se pagarían el doble que las del horario regular.73

La política salarial seguida durante la II República fa-voreció muy ligeramente a las mujeres conserveras, pues-to que, tras la negociación entre el sindicato “La Invenci-ble” y la patronal los salarios femeninos aumentaron 0,4 Ptas. y los masculinos 0,35 Ptas. La negociación fue ardua pues los fabricantes pretendían un aumento general del cinco por ciento de los salarios obreros, aduciendo crisis y mantenimiento de competitividad para no elevarlos más: “de los 70 fabricantes en Galicia, 30 tienen sus fábricas en la ciudad y el aumento de salarios les colocarían en peor posición que el resto de fabricantes de Galicia en los mercados exteriores.” Sin embargo, La Invencible re-chaza esta oferta por considerar el aumento insignificante, señalando que los jornales de 2-3 pesetas de las mujeres y de 5-7 de los hombres no podían satisfacer sus necesi-dades.74 En el año 1936 hubo una revisión salarial que no llegó a hacerse efectiva por el conflicto civil, y que habría situado los salarios de las empacadoras en 5,5 Ptas. y los de los soldadores entre 8 y 10 Ptas. al día.75

En 1936 el sindicato “La Unión” propuso unas bases de trabajo - las últimas anteriores a la guerra civil - en las que demandaban, entre otras cuestiones, las siguientes: la reducción de la jornada laboral - en mayor medida la femenina que la masculina - el aumento de personal para horas extras y la contratación de los asociados al sindi-cato (UTFCRV).76 Sin embargo, estas bases no tardaron

72 En palabras del ex-ministro de hacienda Calvo Sotelo: “La re-forma laboral revertiría al mercado en el aumento del consumo con lo que se revalorizarían los precios de las materias primeras cuya caída vertical ha sumido al mundo en su actual depresión.” Faro de Vigo, 19/1/1933. 73 Biblioteca ANFACO, Circulares, Núm. 87, 20/5/1936. 74 AMV, Trab. 6 Delegación Local del Consejo de Trabajo, Li-bro de Actas de 1933, 1934, 24/8/1934, Fol. 29. Biblioteca AN-FACO, Circulares, Núm. 14 del 1/9/1934.75 Los soldadores oficiales 2ª cobrarían 8 Ptas. al día y los ofi-ciales 1ª 10 Ptas. según el último convenio firmado. Esta base de Trabajo se aplicará a la Ría de Vigo desde Bayona a Cangas. Biblioteca ANFACO, Circular Núm. 87, Contrato de trabajo, Nuevas bases, 20/5/1936. Sin embargo, la guerra truncaría este último pacto ya que por fuentes de empresa, sabemos que los salarios no se movieron. AHUSC, Fondo Curbera, Libro diario trabajos taller de construcción, 22 de Julio de 1937 al 20 de Di-ciembre de 1937, Fol. 2-3.76 Base 1 de la sección 1° Jornada y Contratación de Trabajo de las Bases de Trabajo presentadas por la representación obrera a la patronal. 44 horas de trabajo semanal (trataban de conseguir 40 para los hombres y 33 para las mujeres). Base 3° de la mis-ma sección: Todo personal que trabaja en las fábricas debe estar asociado a la “Unión de Trabajadores de las Fábricas de la Ría de Vigo” y quedan obligados los fabricantes a solicitar de esta

en ser modificadas por la regulación franquista, que en 1939 implantaría de nuevo unas rígidas normas recogidas en el que fue el primer reglamento de trabajo del nuevo régimen.77

A modo de conclusión

En este artículo hemos analizado las relaciones labora-les entre sindicatos y patronal del sector conservas de pes-cado y el camino recorrido en la negociación de algunos elementos de los contratos -salarios, reclutamiento, des-pidos- durante el primer tercio del siglo XX, tomando en consideración el diferente papel jugado por los sindicatos femeninos y masculinos. El cambio técnico y la contrata-ción de soldadores fue una de las causas de mayor tensión en las relaciones laborales de la industria conservera en la primera década del siglo XX, puesto que este grupo obrero, que había sido clave en el periodo de formación del sector, comenzaba a verse substituido por mano de obra infantil y adolescente, que resultaba más barata y menos conflictiva. Sin embargo, apenas se modificaron los contratos de las mujeres, mano de obra mayoritaria en el sector, puesto que hasta los años treinta continua-ron siendo implícitos y verbales, lo que provocaba que las obreras perdiesen reiteradamente las demandas inter-puestas contra los patronos por despido o incumplimiento de contrato. A ello contribuyó en gran medida un sindi-calismo femenino tardío y poco operativo hasta los años treinta. La situación comenzó a cambiar con los contratos explícitos y colectivos de la II República: las bases labo-rales, aprobadas por el jurado mixto del sector supusieron algunas mejoras en las condiciones de trabajo como la reducción en la jornada laboral -la femenina inferior a la masculina-, aumentos de salarios y vacaciones pagadas. Sin embargo, el sindicalismo tampoco contribuyó en gran medida a mejorar la posición de la mujer en las empresas conserveras, pues sus contratos siguieron siendo mayori-tariamente eventuales y no implicaban promoción interna. En todo caso, los sindicatos operaron en mayor medida en favor de los hombres que de las mujeres porque, des-de su origen, fueron asociaciones de oficio masculinas, que incluyeron a las mujeres en algunas reivindicaciones; además, los sindicatos femeninos surgidos en la segunda década del siglo XX estaban dirigidos por hombres.

Recibido: 29/09/2008

Aceptado: 20/10/2008

organización el personal que necesiten”. Bases sobre Jornada y Contratación de Trabajo. Biblioteca ANFACO, Circular núm. 87, 20/5/1936. 77 Reglamentación Nacional de Trabajo en las industrias de con-servas y salazones de pescado y similares. Orden del 17 de Julio de 1939, Boletín Oficial del Estado, 29/7/1939.

La huelga general marítima del Puerto de Buenos Aires, diciembre 1916

The General Maritime Strike of the Port of Buenos Aires, December 1916

Laura Gabriela Caruso*

Resumen

En el mes de diciembre de 1916, el Puerto de Buenos Aires se vio paralizado por la huelga de la Federación Obrera Marítima, sindicato que reunía a las diferentes categorías de trabajadores embarcados. A la luz de la fuerza que cobró este grupo de trabajadores dentro de la clase obrera argentina a partir de este conflicto, este trabajo analiza causas, características y desarrollo de la huelga general, así como los actores involucrados (empresas, trabajadores, organismos del Estado) y sus resultados.

Palabras Clave: movimiento obrero - huelga general - Federación Obrera Marítima

Abstract

In December 1916, the Port of Buenos Aires was paralyzed by the strike of the “Federación Obrera Marítima” (Maritime Labor Federation), a union composed of different workers from the maritime sector. Taking into consideration the role of these groups within the Argentine working class in this conflict, the present article aims at analyzing the causes, characteristics and the development of the general strike, the subjects involved in the conflict (companies, workers and gov-ernment agencies) and its impact.

Key Words: labor movement - general strike - Maritime Labor Federation

* La autora es Profesora en Historia (UBA), doctoranda UBA, Becaria CONICET, Investigadora IDAES-UNSAM, docente de la carrera de Historia, FFyL, UBA. Investigación abocada a la historia de los trabaja-dores marítimos en la Argentina; las características del proceso y organi-zación del trabajo, y la organización sindical marítima, la Federación Obrera Marítima, así como su rela-ción con el Estado argentino y las empresas. [email protected]

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El 1º de diciembre de 1916 los trabajadores marítimos declararon una huelga general en el puerto de Buenos Ai-res, la primera acción obrera ocurrida en el incipiente fin de la depresión económica causada por la Primera Guerra Mundial.1 Frente a la caída del salario real y nominal, el deterioro del nivel de vida y las pésimas condiciones la-borales, las asambleas de obreros foguistas y marineros del puerto de la Capital, durante los meses de octubre y noviembre, confeccionaron un pliego de reivindicacio-nes, al que se sumarían los mozos y cocineros, patrones y conductores, para generar así una acción contundente y eficaz. Ante la negativa de las empresas frente a la pre-sentación del pliego, se decidió ir a la huelga. Esta acción abrió en nuestro país un período ascendente de la lucha de clases, de álgida confrontación social, que se desarrolló durante los años que van desde 1917 a 1922, el cual no es privativo de la Argentina sino que, muy por el contrario, tiene estrecha relación con las luchas obreras producidas en diversos países de Europa y América, reimpulsadas por la acción de los movimientos revolucionarios en Rusia, Alemania, Italia, entre otros.

La huelga general marítima de Buenos Aires forma par-te del relato de varios trabajos ya clásicos de la historia del movimiento obrero argentino, aquellos que se enfo-caron en la formación y organización gremial, así como en la dirección ideológico-política del sindicato.2 Desde una perspectiva más cercana a la historia política, otros autores abordaron en forma sucinta este conflicto, como parte del desarrollo de la problemática central en sus obras, la relación entre el Estado y el sindicato maríti-mo, la Federación Obrera Marítima (FOM), en el período de los gobiernos radicales.3 Por último, algunos trabajos

1 Es posible ver esta evolución a partir de la cifras aportadas por el Departamento Nacional del Trabajo (DNT), según el cual frente a las 298 huelgas realizadas en 1910, en 1916 se desarro-llaron 80 acciones en la Capital Federal, número que asciende a 138 durante 1917. La huelga marítima se inscribe así en una de las primeras acciones del ciclo de ascenso del conflicto social. Crónica Mensual del DNT (CMDNT), Nº 110, abril de 1927.2 Bilsky, E. La FORA y el movimiento obrero, Buenos Aires, CEAL, 1987, Tomos 1 y 2; Godio, Julio El movimiento obrero argentino (1910-1930). Socialismo, sindicalismo y comunismo, Buenos Aires, Legasa, 1988; Baily, Samuel Movimiento Obre-ro, nacionalismo y política en la Argentina, Buenos Aires, Hys-pamerica, 1984; Belloni, A. Del anarquismo al peronismo, Bue-nos Aires, La Siringa, 1960; Marotta, S. El movimiento sindical argentino. Su génesis y desarrollo, 1907-1920, Buenos Aires, Lacio, Tomo II, 1961; Odonne, J. Gremialismo proletario ar-gentino, Buenos Aires, La Vanguardia, 1949.3 Falcón, R. y Monserrat, A. “Estado, empresas, trabajadores y sindicatos”, en Falcón R. (dir.) Democracia, conflicto social y renovación de ideas (1916-1930). Nueva Historia Argenti-na, Buenos Aires, Sudamericana, 2000, Tomo VI; Falcón, R. y Monserrat, A. “Políticas laborales y relación Estado-sindicatos en el gobierno de Hipólito Yrigoyen (1916-1922)”, en Suriano J. (comp.) La cuestión social en Argentina, 1870-1943, Buenos Aires, La Colmena, 2000; Rock, David El Radicalismo argen-tino (1890-1930), Buenos Aires, Amorrortu, 1992; Garguin, E.,

han encarado el estudio de las luchas en el puerto en el período de la primera posguerra, en sus aspectos simbó-licos y organizativos.4 Sin embargo, dentro de este grupo diverso de trabajos no existe aún un análisis que aborde en profundidad la huelga misma, sus características y de-terminaciones.

Los enfoques generales incorporan la mención de esta huelga como parte de un relato que apunta a otras dimen-siones problemáticas, sin detenerse en las características específicas del conflicto. Dicha mirada permitiría abordar toda una serie de cuestiones, como la unidad lograda por los trabajadores, la consolidación de una organización sindical unitaria entre marinos y foguistas, las caracterís-ticas y la diversidad de las formas de lucha, así como la participación comunitaria. Estos son algunos de los pro-blemas que el presente trabajo analiza, junto con otras dos cuestiones centrales. Por un lado, las causas que impul-saron la huelga, las cuales fueron combatidas y coyuntu-ralmente revertidas en base a una fuerte organización y acción unitaria. Logrando enfrentar la reducción de perso-nal embarcado por sección y el aumento de la intensidad del trabajo, mejorar las condiciones laborales y controlar desde el sindicato la contratación de la tripulación. Por otro lado, analizaremos aquí las formas y dinámica que tuvo la relación entre el sindicato marítimo y el Estado, con sus diversos actores, en especial el Poder Ejecutivo Nacional (PEN) y el Departamento Nacional del Trabajo (DNT), examinando cuáles fueron las formas concretas de intervención y cómo respondieron a la acción directa de los trabajadores. Por último, nos enfocamos en las res-puestas que instrumentaron las empresas de navegación y sus organizaciones corporativas. A partir de todos estos elementos, la presente investigación apunta a reconstruir la historia de los trabajadores marítimos en sus variados aspectos, en tanto grupo de suma importancia y vitalidad dentro de la clase obrera argentina en las primeras déca-das del siglo XX.

Para la realización de la presente investigación fueron revisados los periódicos sindicales La Unión del Marino (LUM), publicado por la FOM desde 1911, y La Organi-zación Obrera (LOO), perteneciente a la FORA IX (Fede-ración Obrera Regional Argentina IX Congreso). Además se utilizaron publicaciones oficiales como el Boletín del Departamento Nacional del Trabajo (BDNT) y la Cró-nica Mensual del Departamento del Trabajo (CMDNT), constituyendo así un corpus documental que permite abordar los problemas y preguntas planteados, pero de ninguna manera acabado. El mismo podrá ser enriqueci-

“Relaciones entre Estado y sindicatos durante los gobiernos ra-dicales, 1916-1930”, en Panettieri, J. (comp.) Argentina: traba-jadores entre dos guerras, Buenos Aires, Eudeba, 2000.4 Adelman, J. (ed.) Essays in Argentine labor history 1870-1930, Londres, Macmillan, 1992; Adelman, J. “State and labour in Ar-gentina. The portworkers of Buenos Aires”, en Journal of Latin America Studies, Cambridge University Press, Vol. 25, parte 1, 1993, pp. 73-102; Doeswijk, A. “La lucha por el espacio laboral y su dimensión utópica”, [CD], VII Jornadas Interescuelas de Historia, Neuquén, 1993.

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do con otro tipo de publicaciones en futuros avances de la investigación.

“Quien siembra vientos, cosecha tempestades”. Capital y Trabajo en el Puerto de Buenos Aires

Uno de los rasgos característicos de la industria maríti-ma fue su centralidad en la consolidación del capitalismo en la Argentina, a partir de su plena incorporación a la economía mundial. La circulación de la producción agro-pecuaria requería de la existencia de una infraestructura adecuada y un sistema de transporte que permitiera la ex-portación y la comercialización de carnes y cereales. Ya para 1914 habían culminado las obras de la primera etapa de ampliación del puerto de Buenos Aires, por las cuales pudieron navegar barcos a vela o vapor con un calado pro-medio de 18 a 22 pies.5

Desde 1890 se había generalizado en nuestro país el uso de embarcaciones que incorporaron mejoras en su cons-trucción y propulsión, fundamentales para la navegación fluvial y de ultramar. La máquina a vapor, con una o va-rias calderas, la implementación de turbinas y finalmente del motor diesel, la construcción del casco en hierro y lue-go acero y la utilización de la hélice en lugar de la rueda de paletas como medio de propulsión, son algunos de los cambios más importantes que se implementaron entre los últimos años del siglo XIX y los primeros del siglo XX en la industria marítima en Argentina.6

Estas transformaciones, a su vez, implicaron cambios en el tiempo y calidad de la travesía por ríos y mares, así como importantes cambios en el proceso de trabajo de a bordo. Por ejemplo, para los últimos años del siglo XIX, el tiempo de viaje entre Buenos Aires y Asunción pasó de 20 a 7 días. También en los años que van desde 1880 a 1914 se triplicó la capacidad promedio de bodega o carga de los barcos, pasando de 348 a 1.121 toneladas, a la vez que la tripulación media descendió de 20 tripulantes por barco en 1895 a 8 en 1914. Estos avances se tradujeron en un sustancial aumento en la productividad del trabajo, tanto en la velocidad como en la capacidad del transporte, que a su vez requería una menor cantidad de trabajadores a bordo para su ejecución.7 Tales cambios fueron imple-mentados y predominaron en la flota de la mayor empresa de navegación de cabotaje, la Mihanovich.

En las últimas décadas del siglo XIX existían varias compañías de barcos, lanchas y remolcadores que reali-zaban el transporte fluvial, así como agentes marítimos de

5 Ortiz, R. Historia Económica de la Argentina, Buenos Aires, Plus Ultra, 1987.6 Caruso, L. “La industria marítima. Su régimen de trabajo (1870-1920)”, en Revista RyR, Nº 11, Buenos Aires, invierno 2003, pp. 90-98.7 Datos de elaboración propia a partir de censos nacionales; Se-gundo Censo de la República, Buenos Aires, Talleres Tipográfi-cos de la Penitenciaría Nacional, 1898; Tercer Censo Nacional levantado el 1ro. de junio de 1914, tomo 10, Talleres Gráficos de L. J. Rosso, Buenos Aires, 1916-1917.

grandes empresas de navegación ultramarina, que opera-ban en el puerto de Buenos Aires. Durante los años fina-les del siglo tuvo lugar dentro del transporte de cabotaje un proceso de concentración y centralización de capita-les, protagonizado por la compañía Nicolás Mihanovich. Creada en 1898 por el croata que le dio su nombre, junto a otros dos compatriotas y a Lavarello, la empresa deno-minada Sociedad de Navegación a Vapor Nicolás Miha-novich llegó a dominar aproximadamente el 80% de la navegación fluvial para la primera década del siglo XX, constituyéndose en la pieza fundamental de la industria del transporte por los ríos del Litoral y los países limítro-fes, al absorber una serie de pequeñas empresas compe-tidoras.

Junto a la Mihanovich, durante la década de 1890, otras dos empresas dominaban el transporte de carga y pasaje-ros por el Río de la Plata: La Platense y Mensajerías Flu-viales del Plata, esta última creada en 1895 por Saturnino Ribes. Mihanovich compró La Platense en 1896.8 Tras establecer un acuerdo con la empresa Mensajerías, por el cual la navegación por el río Uruguay quedaba reservada a esta empresa y el Paraná a la Mihanovich, en los prime-ros años del siglo XX Mihanovich adquirió Mensajerías Fluviales, junto con otras flotas menores como Masilín, La Remolcadora, Carlos Casado, La Rápida, Fernando Saguier, Sauson, Casares e Hijos, Giuliani, J. H. Siemens, Adano, Nuñez y Gijaba, convirtiéndose así en el mayor propietario de la actividad.9

En 1909 la Mihanovich se convirtió en una empresa anglo-argentina, pasando a llamarse The Argentine Navi-gation Company Nicolás Mihanovich Limited, en la cual los Mihanovich retuvieron el control de un tercio de las acciones. Esta empresa contó con dos directorios, uno en Inglaterra, en la ciudad de Londres, y otro en Buenos Ai-res, y llegó a controlar todos los servicios costeros y del tráfico por los ríos de Argentina, Uruguay y Paraguay.10 Al tener la mayoría de su flota bajo bandera nacional, se vio ampliamente beneficiada por la Ley de Cabotaje Nº 7.049 sancionada en 1910, por la cual se estableció que sólo los barcos de bandera nacional podrían transportar mercade-rías entre los puertos interiores, debiendo cumplir con un porcentaje mínimo de tripulación nacida en el país o na-turalizada. Es de destacar que el cambio de bandera de las embarcaciones fue, de todas maneras, una herramienta de ataque a los trabajadores marítimos y su sindicato, ya que permitía embarcar trabajadores uruguayos o paraguayos en momentos de conflicto con la FOM, como se evidenció durante los conflictivos años ´10 y ´20.

Completando el cuadro de la industria marítima en los

8 Ortiz, R. op. cit., parte 3, cap. VI.9 Vázquez Presedo, V. “Navegación y puertos en el desarrollo de la economía argentina en el período 1875-1914”, en Temas de Historia Marítima Argentina, Buenos Aires, Fundación Ar-gentina de Estudios Marítimos, 1970, cap. 10.10 Azzi, M. S. y De Titto, R. “De Mihanovich a Dodero: las em-presas navieras”, en Pioneros de la industria argentina, Buenos Aires, El Ateneo, 2008, pp.137 a 168.

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primeros años del siglo XX, debemos mencionar la crea-ción en 1907 de la Marina Mercante Argentina, y en 1908 de la empresa Santiago Lambruschini, la cual compitió fuertemente con la Mihanovich en el tramo Buenos Aires-Montevideo. Lambruschini también se dedicó al salvataje de antiguas embarcaciones y a la construcción de buques, siendo el primero en construir una chata11 de acero en Ar-gentina. La empresa Marina Mercante Argentina contaba en 1914 con un capital de 3.300.000 pesos moneda nacio-nal ($ m/n), capital efectivo que representaba el 7,4% del total de la navegación fluvial a nivel nacional,12 mientras que Lambruschini contaba con 1.600.000$ m/n, lo cual representaba el 3,5%. Durante todo el período, una de las compañías que sostuvo su actividad fue la perteneciente al hermano de Mihanovich, Miguel, la Sud Atlántica, la cual realizaba el transporte por las costas patagónicas. Funda-da en la década de 1880, contaba en 1914 con un capital de 1.700.000$ m/n, el 3,7% del capital de la industria a nivel nacional. Frente a estos porcentajes, la Mihanovich era propietaria de 35.300.000$ m/n, lo que representaba el 78,3% del total de capitales involucrados en la acti-vidad, los que sumaban según el Tercer Censo Nacional 45.090.500$ m/n. De esta forma, para 1914 la Mihanovi-ch contaba, en relación a otras empresas que operaban en el puerto, con un capital 22 veces mayor al de la empresa Lambruschini, 10 veces mayor que el capital de la empre-sa Marina Mercante Argentina y 15 veces superior al de la empresa Importadora y Exportadora de la Patagonia, conocida como La Anónima, fundada en 1908 por Me-néndez, Braun y Blachard, con sede en Punta Arenas.

Al seguir las trayectorias de la empresa Mihanovich, se observa un doble proceso, constituido por dos fenóme-nos característicos de la dinámica del capital. Por un lado las transformaciones en el proceso de trabajo en busca de aumentar su productividad, desarrollando barcos con una fuente de fuerza motriz mejorada, por ende una mayor velocidad, mayores dimensiones y capacidad de carga. A su vez esto requirió de un creciente nivel de inversión, produciendo así un fuerte aumento en la concentración del capital en la actividad del transporte fluvial, y un ver-tiginoso proceso de centralización, del cual emerge exito-samente la Mihanovich. La situación de claro predominio en la que se encuentra frente a otras empresas en la indus-tria de navegación de cabotaje, plantea la necesidad de ver en esta empresa uno de los actores claves en el conflicto que se desarrolló en diciembre de 1916, impulsado por los trabajadores marítimos.

¿Quiénes eran estos trabajadores, qué tareas desarro-llaban? El trabajo marítimo, sus características y organi-zación a bordo, las formas de explotación existentes al interior de los barcos, son temas fundamentales a la hora de abordar las demandas y acciones de los trabajadores sometidos a estas. ¿Cómo estaba organizado el trabajo a

11 Chata o pequeña embarcación plana y de poco calado para el transporte de carga al interior del puerto.12 Martínez, A “Consideraciones sobre el censo de valores mo-biliarios”, en Tercer Censo Nacional 1914, tomo 10.

bordo? ¿Cuáles eran las particularidades de este trabajo en los buques mercantes y de pasajeros? Intentaremos dar respuesta, en forma parcial e incipiente, a estos proble-mas.

La organización del trabajo entre las tripulaciones se realizaba a partir de tres secciones bien diferenciadas: la sección de máquinas, la de cubierta y la de cámara o co-cina. Al interior de cada una de estas secciones existían diversas tareas con distintos grados de calificación, ex-presados en una escala salarial diferenciada. Marineros, contramaestres, bodegueros, faroleros, calafates, timone-les, guincheros y lustrabronces conformaban el personal de cubierta. Las tareas que desarrollaban consistían en la carga y descarga de mercadería, el control de las bodegas, la limpieza y mantenimiento de cubierta, abrir y cerrar escotillas, tender toldos, entre otras. En sala de máquinas trabajaban por turnos foguistas, carboneros y caldereros, pañoleros, limpiadores, electricistas, engrasadores, mecá-nicos y ayudantes, quienes se dedicaban a alimentar las calderas, vigilar, limpiar y mantener en estado las máqui-nas a vapor, turbinas o motores, según la embarcación. La sección de cámara, a su vez, estaba compuesta por mozos, cocineros y ayudantes, quienes atendían el comedor de la tripulación y el de la oficialidad. Los tipos de tareas de a bordo se hacían aún más complejos y variados cuando se trataba del trasporte de pasajeros.

Todas estas categorías conformaban la tripulación, fuer-temente diferenciada del personal jerárquico, tanto a nivel de la organización del trabajo y de los saberes requeridos como a nivel de la organización gremial. La oficialidad estaba compuesta por el capitán y los oficiales en cubier-ta, y el jefe de máquinas y los oficiales correspondientes. Junto a estos existían los baqueanos, expertos en diversos temas relacionados con las rutas fluviales y geografía de cada región particular, que asesoraban al capitán, y los pa-trones, nombre del capitán de pequeñas embarcaciones. También encontramos a los prácticos, quienes desarrolla-ban un trabajo muy calificado, cuyo ingreso era regulado por el Estado. Se abocaban al conocimiento pormenoriza-do de las características de un puerto, al que eran asigna-dos, sondeando y midiendo la profundidad del calado y maniobrando los buques al entrar y salir del puerto.

¿Cuántos eran los trabajadores dedicados a estas tareas? Claramente, la zona del puerto de Buenos Aires se carac-terizaba por una fuerte concentración de mano de obra. Para el caso de los trabajadores marítimos en particular, es decir, la tripulación, el Censo Nacional de 1914 conta-bilizó unos 13.585 marineros en todo el país, de los que 5.609 trabajaban en el Puerto de Buenos Aires, mostrando un crecimiento en relación a los años anteriores: el Censo de la Ciudad informaba la existencia de 3.944 marinos para 1910. De los 60 timoneles mencionados en el Cen-so de 1914, casi la mitad (26) estaban en el puerto de la Capital; de los 165 foguistas marítimos, 113 se ubicaban en Buenos Aires. En la sección de Cámara se repite esta concentración: de los 90 mozos censados a nivel nacional, 65 estaban en la Capital, de los 70 mayordomos, 67. En cuanto a la oficialidad, los censos informan que de los 355

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patrones de barco existentes para 1914 a nivel nacional, 257 operaban en Buenos Aires; de los 168 contramaes-tres, 67 se ubican en Buenos Aires. En cuanto a los maqui-nistas marítimos, se contabilizaron 292, de los cuales 193 estaban en Capital Federal, así como 59 de los 114 pilotos censados. Entre los capitanes, se encontraban en Buenos Aires 139 de los 269 censados, y de los 69 comisarios de a bordo, 48.13 Para 1910 la mayoría de los marinos y foguis-tas que constituían las tripulaciones del puerto de Buenos Aires se organizaron sindicalmente y conformaron una de las federaciones gremiales más importantes del período: la FOM, la cual contó en varias oportunidades con el apo-yo de la oficialidad y sus asociaciones.

La organización gremial marítima tuvo sus primeras expresiones durante los últimos años del siglo XIX entre marinos y foguistas, con la conformación de sociedades de foguistas, por un lado, y de marinos, por otro. Durante los años 1903 y 1904 estos gremios impulsaron dos huel-gas en Buenos Aires, de 5 días y de un 1 mes de duración respectivamente. Ambos conflictos tuvieron relativo éxito en función de un aumento salarial, fijación de la jornada laboral y de turnos de trabajo. A comienzos de 1907 inten-taron establecer una organización conjunta, la Liga Obrera Naval, la cual no logró consolidarse en medio de una fuer-te represión por parte del Estado, la cooptación por parte de la patronal de su secretario general, Juan Colmeyro, y el conflicto ideológico entre foguistas, cuyo sindicato era cercano al anarquismo, y marinos, claros adherentes a la tendencia sindicalista. En abril de 1910, y como resultado de estas experiencias, se formó la Federación Obrera Ma-rítima (FOM), la que incluyó tanto a obreros de cubierta como de máquinas, incorporando en su desarrollo poste-rior otras categorías y secciones. Uno de los antecedentes claves para la conformación de la FOM fue la huelga de enero de 1910, cuando marinos y foguistas, por separado, sostuvieron un paro con resultados opuestos. Tras 8 días de huelga, transcurridos entre el 20 y el 28 de enero, y con la mediación del Jefe de Policía, los marinos lograron el pago de horas extras, un aumento salarial y la imple-mentación de mejoras en los horarios y condiciones de a bordo, según fuentes oficiales.14 Por el contrario, los fo-guistas volvieron al trabajo a fines de marzo, desgastados tras dos meses de huelga.

Para fin del año 1911, la FOM dirigió una huelga im-portante durante diciembre y principios de enero de 1912, originada como una acción de solidaridad con los obreros portuarios. Esta huelga finalizó sin éxito, pero es intere-sante destacar de la intervención del Ministro del Interior, Indalecio Gómez, el que ya desde el comienzo de la huel-ga portuaria, y con más énfasis a partir de la adhesión de los marítimos, fue instado por los funcionarios del DNT a intentar mediar en el conflicto. Uno de los rasgos so-

13 Tercer Censo de la Ciudad de Buenos Aires, 1910; Tercer Censo Nacional levantado el 1ro. de junio de 1914, tomo 10, Talleres Gráficos de L. J. Rosso, Buenos Aires, 1916-1917.14 Boletín del DNT (BDNT), Nº 40, Febrero 1919. Informe de José E. Niklison.

bresalientes fue la aceptación de la negociación por parte de la asamblea de marinos y foguistas, para lo cual le-vantaron la huelga y nombraron a un abogado del DNT, Villafañe, miembro honorario de la FOM, permitiendo así que éste los represente ante el gobierno y los armadores en la posible negociación, que finalmente fracasó ante la intransigencia de las empresas. El dato a resaltar de este hecho fue el intento de mediación estatal como indicio de una nueva lectura y acción del Estado frente al conflicto obrero, expresada en el sector que sostuvo una postura más conciliadora en el caso marítimo, representado por el Ministro del Interior Indalecio Gómez y el DNT, frente a la política opuesta del Ministro de Marina, claramente a favor de medidas más represivas, en acuerdo con los intereses y reclamos de las empresas.

Desde su creación, la dirección de la FOM fue ejercida por la llamada corriente sindicalista revolucionaria. Ésta surgió en 1906 como escisión del Partido Socialista, al que cuestionaba su dominante parlamentarismo. En opo-sición, el sindicalismo sostuvo la acción directa como me-dio y el sindicato como organización para el cambio revo-lucionario. Frente al cambio de régimen político a partir de la Ley Sáenz Peña y las elecciones en 1916, junto con los cambios evidenciados en la actitud del Estado hacia los trabajadores, el sindicalismo fue virando el énfasis de su prédica y sobre todo de su acción. En detrimento de la huelga general ganó importancia la apelación a la unidad y las reivindicaciones corporativas-económicas, abando-nando la confrontación abierta en pos de una actitud más positiva hacia el poder político, desarrollando una tácti-ca más pragmática y negociadora.15 Fue esta corriente la que impulsó la Confederación Obrera Regional Argentina (CORA) y luego en 1915, logró ser la fuerza dominante de la Federación Obrera Regional Argentina del noveno congreso (FORA IX), la central sindical más importante del período. En relación a sus competidores para la déca-da de 1910, el anarquismo y el socialismo, el sindicalismo priorizó y enfatizó el programa mínimo de reivindicacio-nes, dando prioridad a la lucha sindical y la acción directa, frente al antiestatismo y a la propaganda anarquista, o al programa mínimo con énfasis en la lucha político-elec-toral sostenido por los socialistas.16 Así, los sindicalistas tuvieron un papel central en la formación de sindicatos a nivel nacional, construyendo y desarrollando organizacio-nes a partir del recorrido de ríos y costas, que junto con el apoyo a las huelgas y acciones de otros sectores, le dieron un rol clave y activo en la trayectoria organizativa e ideo-lógica la clase obrera argentina. Pero en su despliegue, el sindicalismo perdió su denominación y su contenido revolucionario. Conservando su acentuado obrerismo, su anti-intelectualismo, apoliticismo y una fuerte prédica an-tipartidaria, pasó a desarrollar, en la práctica, una política

15 Bertolo, M. Una propuesta gremial alternativa: el Sindicalis-mo Revolucionario (1904-1916), Buenos Aires, CEAL, Nº 442, 1993.16 Belkin, A. “Sobre los orígenes del sindicalismo revoluciona-rio”, en Cuaderno de Trabajo, Nº 74, Buenos Aires, Ediciones del Centro Cultural de la Cooperación, 2006.

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reformista, expresión de una formación y una experiencia política específica, constitutiva de una parte importante de la clase obrera argentina de las primeras décadas del siglo XX, como lo fueron los marítimos.

La huelga, diciembre 1916La prepotencia capitalista va a ser arrollada por la fuerza

obrera. Los Mihanovich van a temblar.17

La huelga general marítima fue impulsada por la FOM el 1º de diciembre de 1916. Según el Boletín del DNT el paro fue “inmediato y completo”, con una participación cercana a los 5.000 obreros, según LOO, o 6.000 según el Boletín del DNT. Como solía ser en esa época, las huelgas en el puerto se declaraban en verano, época de cosecha, la cual determinaba una alta demanda de mano de obra en el campo y con esto, disminuía la oferta de trabajo en las ciudades. A su vez, la necesidad de embarque de los pro-ductos agropecuarios al exterior aumentaba la demanda de trabajadores portuarios y marítimos, aumentando el ni-vel de ocupación en la ciudad y en el puerto en particular, y creando condiciones favorables para la lucha sindical.18 El paro de remolcadores y lanchas logró así paralizar la entrada, salida, carga y descarga incluso de los transatlán-ticos, además del tráfico fluvial.

Algunas de las causas de la huelga pueden identificarse en la descripción del trabajo a bordo que el secretario ge-neral de la FOM, Francisco García, realizó en las páginas de La Unión del Marino en octubre de 1916. Así, eran características las jornadas de 12 o 14 horas, con turnos de 6 horas o más, el hacinamiento por falta de espacios adecuados, la extensión de casos de tuberculosis, una marcada reducción de personal, el aumento del tiempo de trabajo -sobre todo en la sección foguistas-, falta de hi-giene, de ventilación e iluminación, malas condiciones de alojamiento y alimentación, además de la caída del salario real e incluso del salario nominal, ya que las empresas con motivo de las complicaciones por la guerra redujeron un porcentaje del mismo. La sección de foguistas era la que contaba con una mayor inestabilidad, agravada por el in-greso al gremio de cantidad de trabajadores ajenos al “ofi-cio”. Los tripulantes de remolcadores trabajaban incluso sin horario, al igual que los marinos de los buques que tienen patente de privilegio de paquete postal, lo que obli-gaba a trabajar a cualquier hora y día en que estos arriben a puerto.19 Tanto a los patrones y conductores de remolca-dores como a los lancheros se los responsabilizaba por los accidentes o averías del barco propio y ajeno, respondien-do con multas en efectivo fijadas por la Prefectura.20 Se sumaba a estas condiciones el incumplimiento, por parte de las empresas, de las ordenanzas y reglamentos existen-tes y el avance patronal que significó la promulgación por

17 La Unión del Marino (LUM), Nº 44, Noviembre 1916, p. 3.18 Pianetto O. “Mercado de Trabajo y acción sindical en la Argentina, 1890-1922”, en Desarrollo Económico. Revista de Ciencias Sociales, Vol. 24, Nº 94, julio-septiembre 1984.19 BDNT, Nº 37, Marzo 1918.20 LUM, Nº 43, Octubre 1916.

decreto del PEN, en junio de 1916, de dos ordenanzas de la Prefectura. La primera reemplazaba a otra emitida en agosto de 1907 y estipulaba la disminución del número de tripulantes mínimo por buque de matrícula nacional en la sección de cubierta. De esta forma disminuía progresi-vamente el personal requerido según el tonelaje del bu-que, en uno o dos marinos, excepto en los remolcadores. La segunda ordenanza reducía el número de maquinistas necesarios y la calificación requerida para desempeñar el puesto. La aplicación efectiva de estas reducciones signi-ficaba el despido de, al menos, un trabajador por buque, lo que se traduciría en 1.600 marítimos desocupados. La FOM denunció que “los armadores se ahorran aproxima-damente $100.000m/n por mes, sumado a la rebaja en los salarios y los abusos e intensividad en el trabajo, y el au-mento de la jornada”.21

Estas situaciones fueron la base para la conformación del pliego de condiciones que la FOM presentó a las em-presas navieras el 14 de noviembre, frente al aumento del costo de vida, la caída del salario real y la baja salarial realizada por los armadores al comenzar la Primera Gue-rra Mundial, por la que se les quitó 10$ m/n del salario a los trabajadores de todas las categorías con la promesa de recomponerlos apenas mejore el movimiento comer-cial del puerto.22 En el pliego se incluían las demandas de aumento salarial general del 50% en todos los barcos y ca-tegorías, una jornada laboral de 8 horas, con guardias de 4 horas, y la retribución de todo trabajo realizado dentro del horario en cubierta, como por ejemplo el baldeo, ma-niobras, tendido de toldos, abrir y cerrar escotillas, pintar y rasquetear el buque, tareas que no se incluían entre el trabajo pago. En varias oportunidades se demandaba la no realización de tareas ajenas al “oficio”. En el caso del per-sonal de máquinas, foguistas y carboneros, por ejemplo, no deberían ser enviados a trabajar en cubierta en tareas de guinche, trasbordo, estiba de combustible o pintar las chimeneas. También se reclamaba el pago de horas extras, domingos y feriados y la implementación de una alimen-tación “sana, abundante, 1 plato a las 8 de la mañana y 3 más, 1 litro de vino Mendoza por día; jueves y domin-go: fiambre y postres”, junto con la eliminación de los intermediarios en la provisión de los alimentos y el pase de esta responsabilidad a los cocineros. 23 En cuanto a las condiciones de habitabilidad, exigían una mayor ventila-ción y espacio suficiente en los “ranchos”, de acuerdo al número de ocupantes, así como disponer de un cuarto de baño para la tripulación. Uno de los puntos centrales del reclamo fue el establecimiento de la contratación exclusi-va de obreros pertenecientes a la FOM para la formación de las tripulaciones, demanda que lograron concretar en los hechos tras la huelga, y pudieron sostenerlo sólo con sucesivas medidas de acción directa.

Junto al planteo de cuestiones salariales, las demandas

21 LUM, Nº 58, Diciembre de 1919.22 BDNT, Nº 37, Marzo 1918 y Nº 40, Febrero 1919, LUM, Nº 44, Noviembre 1916.23 Ibídem.

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efectuadas por los marítimos se relacionaron también con los constantes cambios en la base técnica del proceso de trabajo de a bordo, los que apuntaban, como menciona-mos, a aumentar la productividad del trabajo y el despla-zamiento de trabajadores, afectando así la composición, calificación y cantidad de mano de obra empleada en las embarcaciones. Dicha transformación se reflejó en la dis-minución de la cantidad de personal de a bordo y en la desaparición de ciertas profesiones, así como por la apari-ción de otras nuevas. A modo de ejemplo cabe mencionar la disminución de carboneros y foguistas frente a la apari-ción del motor diesel. El cambio en el material del casco, de madera a hierro o acero, provocó la merma de la pro-fesión de los calafates, quienes se ocupaban de sellar las juntas de las maderas de las naves con estopa y brea para que no entre el agua. Los calafates pasaron de ser 28.200, según el censo nacional de 1895, a no figurar como cate-goría en los registros del censo de 1914.24

Las denuncias permanentes sobre la partida de barcos con una tripulación menor a la reglamentaria, la prolon-gación de los turnos y el no pago de horas extras, que se expresaban fuertemente en las páginas del periódico del sindicato, fueron el contexto en el cual la FOM, ya desde el mes de octubre de 1916, impulsó la constitución de una comisión para redactar el pliego de condiciones. Dicha comisión estuvo conformada por un trabajador de cada sección o categoría. El pliego confeccionado fue apro-bado por la asamblea de foguistas el 23 de noviembre y por la de marinos en 30 del mismo mes, realizando así el llamado a la iniciación de la acción de fuerza para el día siguiente.25

Durante todo el mes de noviembre el DNT desarrolló una intensa actividad tendiente a propiciar una instancia de mediación y evitar la huelga. Para esto, el inspector permanente Antonio Rouco Oliva, mantuvo reuniones con los empresarios y el Centro de Cabotaje Argentino (CCA), el cual agrupaba a las empresas más importantes del transporte de cabotaje y funcionaba como represen-tante colectivo y corporativo de las mismas. También se reunió con los obreros, asistiendo a las asambleas reali-zadas en el teatro Verdi y llegando incluso a participar como orador.26 Desde febrero de 1916, Oliva había sido nombrado inspector permanente del puerto para vigilar las operaciones de carga y descarga, realizar sumarios por accidentes, establecer responsabilidades y generar infor-mación estadística sobre las actividades obreras.27 Ante la persistente negativa de las empresas, las tripulaciones de los paquetes postales, las embarcaciones, remolcadores y lanchas fueron a la huelga. Según informa el Ministerio

24 Segundo Censo de la República, Buenos Aires, Talleres Tipo-gráficos de la Penitenciaría Nacional, 1898; Tercer Censo Na-cional levantado el 1ro. de junio de 1914, Buenos Aires, Talleres Gráficos de L. J. Rosso, 1916-1917.25 LUM, Nº 44, Noviembre 1916.26 BDNT, Nº 36, Enero 1918.27 Ibídem.

del Interior, la paralización del Puerto fue casi absoluta.28

Tras una semana de conflicto, el 8 de diciembre la Pre-fectura hizo efectivas las disposiciones del PEN, mul-tando a aquellos armadores que contrataban tripulación que incumplía las reglamentaciones y requisitos, cosa que ocurría en general con los rompehuelgas provistos por organizaciones pro-patronales. Entonces las grandes compañías organizaron un registro nuevo de tripulación no perteneciente a la FOM, para tramitar conjuntamente las libretas correspondientes en la Prefectura y embarcar-los.29 Tal iniciativa tuvo que ser suspendida una semana después debido a las dificultades evidentes a la hora de encontrar personal idóneo, de lo cual dan cuenta algunos de los accidentes producidos en el puerto.30

Durante los días en que se llevó a cabo la huelga, grupos de trabajadores realizaron giras de propaganda por la zona del puerto y ante los barcos que arribaban, para sumarlos a la huelga. Esta actividad propagandística se intensificó en la segunda semana de conflicto. Además se realizaban asambleas diarias a las 20hs. en Plaza Solís, donde se in-formaba de los hechos del día y, previa evaluación, se re-solvía sobre la continuidad de la medida. En este contexto se conformó una comisión de vecinos del barrio de La Boca, la cual se organizó en apoyo a la huelga, instru-mentando un comedor al que asistían los huelguistas que lo necesitaban y sus familias. Dicho comedor contó con la colaboración de los puesteros del Mercado de Solís y Garibaldi, mediante donaciones de mercaderías y produc-tos, los que también se repartieron entre las familias de los trabajadores. Ambas acciones muestran, por un lado, una importante aceptación de la medida, al menos en la zona del puerto, que era además donde vivían muchas de las familias de los huelguistas; y por otro, fueron un avance importante en las formas de organización desarrolladas para el sostén material de la huelga. La FOM, a su vez, se encargó de abonar todo lo consumido por los huelguistas federados, en los restaurantes de la zona del puerto, hasta que el 16 de diciembre inauguró un local de suficientes dimensiones para alimentar a la cantidad de obreros en huelga, el cual estuvo a cargo de los mozos y cocineros de a bordo.

Así, para mediados de diciembre, la huelga era un éxito en términos de adhesión del personal de cubierta, cámara y maquinas.31 Recibió, además, la solidaridad de nume-

28 BDNT, Nº 37, Marzo 1918.29 “La contraofensiva de la patronal liderada por la Mihanovich consistió en crear una asociación obrera paralela amarilla y ar-mar las tripulaciones con “carneros” y actuó para separar a los oficiales del resto de la tripulación. Pero, a la inversa, la solida-ridad de toda la tripulación llevó a crear una Comisión de Huel-ga, compuesta por las secciones más los oficiales, el Centro de Capitanes de Ultramar y el Centro de Comisarios Marítimos”; Troncoso O. Fundadores del gremialismo obrero/1, Buenos Ai-res, CEAL Nº 27, 1983.30 BDNT, Nº 37, Marzo 1918.31 Ibídem.

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rosas organizaciones obreras y de trabajadores marítimos de países limítrofes, como las federaciones de Paraguay y Uruguay. Fue central el apoyo de los estibadores y los patrones de lanchas del puerto de Buenos Aires, quienes se negaron a trabajar con barcos que emplearan tripulan-tes no pertenecientes a la FOM. Estas declaraciones de solidaridad, en muchos casos, iban acompañadas de dona-ciones en dinero, una forma básica de solidaridad obrera desplegada por la misma FOM para con otros gremios, la cual fue fuertemente impulsada por la central sindicalista FORA IX.32 De esta forma, y ante lo contundente del paro general, el DNT informaba que para el 15 de diciembre existía una “aglomeración extraordinaria de vapores, lan-chas y remolcadores” debido a la huelga. Incluso buques arribados el 1º de diciembre permanecían aún sin descar-gar sus bodegas.

Frente a estos hechos, algunos pequeños armadores, aquellos que empleaban entre 80 y 500 trabajadores, aceptaron negociar con el sindicato, solicitando a este que los provea de tripulación para sus buques a los que emplearían bajo las condiciones exigidas. La FOM no ac-cedió a la parcialización de la huelga, sosteniendo la im-portancia y fortaleza de su carácter general para su éxito. Por su parte, las grandes empresas nucleadas en el CCA se mantuvieron inamovibles en su negación a cualquier tipo de diálogo que llevara implícito siquiera cierto reconoci-miento al sindicato. Para el 19 de diciembre, a casi tres semanas de iniciada la huelga, finalmente los armadores aceptaron negociar, con la condición de que el gobierno estudie la eliminación de ciertos impuestos al transporte fluvial.33 El 21 de diciembre la asamblea de trabajadores marítimos aceptó la exigencia estipulada por el PEN para llevar adelante el arbitraje: resolvió reanudar las tareas apenas se conozca el nombre del árbitro designado por el Presidente Yrigoyen.34 El mismo 21, en reunión con el Diputado Bonifacio y el Ministro del Interior, los traba-jadores sumaron al pliego original las siguientes deman-das: readmisión de todo el personal en huelga, eximición de responsabilidades por averías, accidentes y faltas de cargas durante la huelga a los patrones, y se estipuló pla-zo para la respuesta a este pliego: el 30 de diciembre. Al conocerse como árbitro designado al Jefe de Policía Dr. Julio Moreno el 22 de diciembre, la FOM realizó al día siguiente una nueva asamblea donde, tras un extenso de-bate y cuarto intermedio, el 24 de diciembre se resolvió la vuelta al trabajo, por 967 votos a favor contra 461, lo cual implicó la aceptación del fallo del árbitro designado, cualquiera fuesen sus disposiciones.

Finalmente, la huelga continuó hasta el 4 de enero de 1917, cuando quedó confeccionado el laudo arbitral. El mismo, con vigencia desde el 1º de Enero, rigió para los puertos de Buenos Aires y La Plata, y estableció las si-

32 Tanto la Federación Obrera Ferrocarrilera (FOF) como otras organizaciones del FORA IX aportan al fondo de huelga. BDNT, Nº 37, marzo 1918.33 Falcón, R. y Monserrat, A. op. cit.34 BDNT, Nº 36, enero 1918.

guientes condiciones: ningún huelguista quedaría cesante al terminado el conflicto; la jornada para el personal de máquinas sería de 8 horas y la de cubierta de 9 horas -no incluyendo tareas como baldeo y limpieza-; cada obrero debería abocarse al trabajo correspondiente a su catego-ría; se reconocieron los feriados del 25 de Mayo, 9 de Julio, 25 de Diciembre, 1º de Enero y Viernes Santo; los salarios deberían pagarse en tiempo y forma, del 1º al 10 de cada mes. La calidad de la alimentación, sana y sufi-ciente, sería controlada por una comisión de obreros; a la vez que se estipulaba la obligación de respetar las condi-ciones mínimas de higiene a bordo. El control de las ho-ras extras quedó sujeto al certificado que debería firmar el capitán de cada embarcación. En cuanto al cumplimiento de los reglamentos, la Prefectura nombró un funcionario, a pocos días de firmado el acuerdo, a cargo del control de la tripulación mínima de cada buque.35 Así, el laudo contempló la mayoría de los reclamos obreros, con las ex-cepciones de la extensión de la jornada en cubierta, la cual quedó en 9 horas, y el pago de tareas de baldeo y limpieza a los marinos.

La existencia del laudo no implicó su cumplimiento efectivo, lo cual requirió una nueva acción por parte de las diversas tripulaciones y su sindicato. Las empresas, en es-pecial la firma Mihanovich, argumentando problemas de “interpretación” al laudo arbitral, no pusieron en práctica lo acordado, provocando una serie de pequeños conflictos en diversas embarcaciones en respuesta al despido o re-emplazo de algún tripulante.36 Esta situación desembocó en una nueva huelga, esta vez de carácter parcial contra la mencionada empresa. Iniciado el 20 de marzo de 1917, el paro se prolongó hasta el 22 de abril. A principios del mes abril, el día 3, CCA declaró un lock out, realizando así el desarme total de las flotas fluviales y su amarre, a excepción de las lanchas y remolcadores internos al puer-to.37 Durante los 33 días de huelga y 20 días de lock out se vieron involucrados 1.800 obreros, 400 empleados, y 160 buques pertenecientes a la flota Mihanovich.38

En los meses siguientes a la firma del acuerdo el con-flicto con la Mihanovich cobró nuevo impulso a partir de la decisión de la empresa de retomar la acción de la So-

35 BDNT, Nº 37, Marzo 1918.36 El 20/01/1917 se realiza una huelga por el incumplimiento del laudo arbitral, sostenida hasta el 24/01/17, al conseguirse el acatamiento patronal. El 9/021917 la tripulación del vapor Lon-dres, ante el despido de un fogonero, abandona el servicio. Se producen entonces su reincorporación. El 10/02/1917 se declara en huelga la tripulación del vapor Bruselas, nuevamente por des-pidos, la cual dura 24 horas. LUM, Nº 60, Febrero de 1920.37 BDNT, Nº 37, Marzo de 1918.38 La distinción entre empleados y obreros es asumida por el DNT, en referencia a la diferenciación entre el personal jerár-quico (maquinistas, comisarios, capitanes, prácticos) y la tri-pulación (marinos, foguistas, mozos) La Organización Obrera (LOO) informa que participaron de la huelga 2.000 trabajadores, la totalidad de los contratados por la Mihanovich. LOO, Nº 6, 1º de Mayo de 1917.

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ciedad Protectora del Trabajo Libre39 (SPTL), sindicato patronal creado en 1905 y al frente del cual se encontrada Juan Colmeyro, antiguo dirigente obrero. A esta medida, que atentaba directamente contra la contratación exclusi-va de personal por la cual la FOM había luchado en di-ciembre, se sumaban la falta de pago de horas extra de los meses de enero y febrero a cabos y foguistas, junto a los despidos injustificados de personal y la no revisión solicitada por el sindicato de varios despidos por parte de la Prefectura. Se añadían los reclamos por falta del perso-nal mínimo para atender las calderas de buques que na-vegan por más de 24 horas, los que requieren un mínimo de 2 cabos. La suspensión de obreros de la FOM en los talleres de Mihanovich y su reemplazo por personal de la SPTL, junto al desembarco y reemplazo del personal fe-derado del vapor Edimburgo, llevó al inicio de la medida de fuerza contra la Mihanovich. Junto con otros abordajes violentos a barcos con personal no federado, se dio un enfrentamiento armado entre trabajadores de la FOM, al enfrentar estos a la tripulación adventicia el 19 de marzo, sin lograr desembarcarlos, pero derivando en la interven-ción de la Armada tras el tiroteo.40 El 24 de marzo murió en otra balacera Colmeyro, quien presidía la SPTL.41

Así, el 20 de marzo de 1917 se declaró la huelga en toda la flota Mihanovich, a la que adhirieron los Contramaes-tres, Patrones y Conductores de remolcadores, el recién formado Centro de Comisarios Marítimos y Fluviales, los Prácticos, Capitanes y Comisarios de a bordo y el Cen-tro de Maquinistas Navales, reiteradamente amenazado de cobrar un tercio de su salario si no cooperaba con la empresa. De esta forma, el conflicto reunió a la totalidad del personal de la Mihanovich, tripulación y parte de la oficialidad, los cuales constituyeron un Comité de Huel-ga.42 El Comité impulsó un pliego de condiciones que expresaba las demandas del conjunto de los trabajadores, enfatizando en la necesaria eliminación de la SPTL, la reincorporación de todo el personal federado, a lo que se sumaba la exigencia de trabajo para patrones, maquinistas y contramaestres desocupados, a bordo o en talleres, el fin de las suspensiones al llegar el buque al puerto o cuando esté en proceso de armado. El pliego exigía además que en caso de conflictos debiera ser la Prefectura la que me-die en los desacuerdos sobre el laudo. Con relación a los mozos, estos deberían recibir los insumos para la cocina y realizar un inventario, sin responsabilidad alguna por faltas o desperfectos ocurridos durante la huelga. El ma-yordomo, la mayor jerarquía de la sección cocina, sería el encargado de seleccionar el personal de la misma. Así, la

39 La “defensa del trabajo libre” fue una consigna defendida por las empresas frente al control de hecho por la FOM sobre la con-tratación de personal. Véase Rapallo, M. E. “Los empresarios y la reacción conservadora en la Argentina: las publicaciones de la Asociación del trabajo, 1919-1922”, en Anuario IHES, Nº 12, Tandil, UNCPBA.40 LOO, Nº 6, 1º de Mayo de 1917.41 LOO, Nº 1, Septiembre 1917.42 LOO, Nº 6, 1º de Mayo de 1917.

acción unitaria; el programa de reivindicaciones conjunto del personal de a bordo, tanto la tripulación como la ofi-cialidad, y el aporte de los embarcados de otras flotas de un porcentaje de sus salarios, posibilitaron, desplegaron y fortalecieron las posiciones del sindicato frente a la em-presa.43

La resolución del conflicto vino de la mano de las ne-gociaciones realizadas entre el 18 y el 22 de abril, con la mediación del nuevo jefe de Policía, Dr. Duffei, desig-nado por el Presidente Yrigoyen. Se acordó entonces la finalización de la huelga y del lock out, la vuelta al trabajo y al puesto respectivo sin sanciones, el cierre de la SPTL, la contratación del personal de cubierta y maquinas en forma conjunta entre las empresas y la FOM, y el respeto al laudo arbitral del mes de enero, con la salvedad que el CCA se reservaba el derecho a suspender su implementa-ción de producirse un boicot por parte del sindicato. Las “diferencias” de interpretación se resolverían de acuer-do a los criterios que se acordaran con la Prefectura. El nuevo acuerdo estipuló además que el primer maquinista sería quien elija a la tripulación de su sección, lo mismo el mayordomo en la sección de cámara. A los patrones y maquinistas desocupados de la Mihanovich se los debería emplear en turnos mensuales de trabajo. Tanto el CCA, como la F.O.R.A. IX, la FOM, la Unión Naval de Ofi-ciales, Patrones, Conductores y Contramaestres, Mozos, cocineros y anexos de a bordo, Capitanes, Baqueanos, Prácticos y Comisarios44 firmaron este acuerdo, logran-do la reincorporación de la totalidad de los huelguistas. Pero el logro más significativo de la huelga general y su reforzamiento a través de la huelga parcial fue el control logrado por la FOM, a través de los oficiales de cada sec-ción, de cuyas sociedades sindicales eran aliados, en la contratación del personal, un logro fundamental que a su vez implicó el fortalecimiento y consolidación de la or-ganización sindical marítima, logrando altos niveles de sindicalización entre los trabajadores de la actividad. 45

La acción del Estado, oposición empresaria, aceptación obrera

La huelga general marítima constituye un episodio pri-vilegiado para explorar la diversidad y los canales de la acción estatal, así como las distintas respuestas sociales frente a la injerencia del Estado en los conflictos. En una visión general, es necesario partir de la importancia que tiene la industria del transporte marítimo dentro de la eco-nomía argentina agroexportadora para entender la actitud del Estado frente al conflicto en esta actividad. Su rol cla-ve está determinado por la necesaria comercialización de las mercancías argentinas en el mercado mundial. De allí la posición de fuerza que tienen estos trabajadores dentro del conjunto de la clase obrera, concentrados en la región del Litoral, teniendo como núcleo el puerto de la Capital. Esta centralidad se expresó además en la preocupación

43 BDNT, Nº 37, Marzo 1918.44 LOO, Nº 6, 1º de Mayo de 1917.45 BDNT, Nº 37, Marzo 1918.

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fectura y el Ministerio de Marina por otro. El DNT ofre-ció su mediación desde el inicio del conflicto y cumplió un rol de asesor del PEN y del Ministerio del Interior, en busca de una solución negociada. El Ministro del Interior recibió a una delegación obrera el 4 de diciembre, ape-nas iniciado el conflicto, la cual denunció los accidentes producidos por la contratación de personal adventicio sin experiencia. Paralelamente, la Prefectura y el Ministerio de Marina apoyaron de múltiples formas a las empresas navieras: solicitando la presencia de la policía ante la po-sibilidad de la huelga, protegiendo y proveyendo tripu-laciones adventicias, deteniendo el 5 de diciembre a seis huelguistas por hacer propaganda en el puerto, entre mu-chos otros ejemplos posibles. Los delegados de la FOM se entrevistaron directamente con el Presidente Yrigoyen el 6 de diciembre, el que ordenó entonces el retiro de las tropas de la zona del puerto, a disposición de los armado-res hasta ese momento, a la vez que se impidió la salida de barcos que no cumplan con las condiciones de contra-tación estipuladas por las reglamentaciones, esto es, con tripulantes que no posean la libreta emitida por Prefectura y cuyo número mínimo de tripulación estipulada según tonelaje y maquinaria no esté completo. Además, tras esta reunión, se decidió no entregar permisos provisionales a los rompehuelgas contratados por los armadores, liberar a los detenidos y establecer la libertad de acción y pro-paganda en la zona portuaria. Todas estas disposiciones del PEN fueron efectivizadas el 8 de diciembre, junto con la aplicación de multas a los armadores que contrataran personal sin cumplir con la reglamentación.49

En su intento de constituirse en mediador del conflicto, el Estado llevó adelante su acción a través de varios orga-nismos: en dos oportunidades el Presidente designó al Jefe de Policía como árbitro, el Ministro del Interior se entre-vistó en varias oportunidades con los delegados obreros, el 4 y el 21 de diciembre, quienes además en dos oportuni-dades se reunieron con el Presidente, el 6 de diciembre y el 24 marzo. Además, existieron contactos regulares entre el DNT y el sindicato. Esto mostró que el “apoyo logrado por los obreros desde el gobierno” no fue tan homogéneo como a veces suele presentárselo. A instancias del gobier-no y desde sus varias instituciones se implementaron dis-tintas acciones, como vimos, algunas contradictorias. Así, una nueva actitud por parte del Estado, expresada a través de algunos de sus organismos, puede definirse como más cercana a la prescindencia real del apoyo a los armadores que a un rol activo en apoyo a los trabajadores y su orga-nización sindical. A la vez, esta acción del PEN no logró materializarse en instituciones o instrumentos específicos, ni mecanismos originales; tampoco se canalizó a través del DNT, sino que se recurrió al Jefe de Policía para con-cretar la mediación, como se había hecho anteriormen-te durante los gobiernos conservadores. La intervención estatal fue en gran medida improvisada, determinada por las particulares relaciones de fuerza, en esa coyuntura

49 Garguin, E. “Relaciones entre Estado y sindicatos durante los gobiernos radicales, 1916-1930”, en Panettieri J. (comp.) op. cit.

del Estado por regular y legislar sobre el trabajo maríti-mo, como lo evidencian los reglamentos existentes para el personal de máquina de 1907, las modificaciones realiza-das en 1915, y el proyecto de reglamentación del trabajo a bordo discutido en 1919.

La actitud expresada por algunos sectores del Estado, más preventiva que represiva, se dirigió en principio a los sectores estratégicos de la economía argentina (trans-porte marítimo, ferrocarriles), a sectores próximos al socialismo o lejanos al anarquismo, según se los consi-dere; y estuvo vinculada fundamentalmente a la necesi-dad de prevenir o atenuar el conflicto obrero. En el caso marítimo fue central la acción del DNT. Este organismo, creado en 1907 por decreto presidencial, tuvo un rol dife-rencial al tratar de establecer una relación de negociación con los trabajadores y sus organizaciones, así como con las empresas, basada en el conocimiento concreto de las condiciones laborales. En este sentido, se designó al ins-pector permanente en el puerto de Buenos Aires.46 Esta agencia estatal laboral fue concebida como un medio por el cual encontrar mecanismos de encauzamiento del con-flicto entre el capital y el trabajo. Su misión fue definida como la de “recoger, coordinar y publicar todos los datos relativos al trabajo de la República, especialmente en lo que concierne a las relaciones del trabajo y del capital y a las reformas legislativas y administrativas capaces de mejorar la situación material, social, intelectual y moral de los trabajadores”, así como adquirir conocimientos de la realidad laboral sobre la que se debía actuar a través de “estadísticas fieles y continuadas y por unas investiga-ciones metódicas e imparciales”.47 Sus funciones fueron ampliadas en septiembre de 1912, cuando el Congreso le concedió la facultad de inspección y vigilancia de las leyes, la confección de un registro de colocaciones para desempleados y la facultad de mediar en los conflictos. Sobre esta base, el DNT construyó un vasto corpus de in-formación, a la vez que recolectó diversos documentos relacionados, tanto de las empresas como de los trabaja-dores y sus organizaciones. De esta forma, la actividad del DNT provocó una acumulación de conocimiento estatal para abordar la cuestión obrera, aportando así a la confor-mación de la agenda gubernamental.48

En Diciembre de 1916 las diversas posiciones del Esta-do se vieron representadas en la acción contrapuesta del DNT y el Ministerio del Interior por un lado, y la Pre-

46 Ibídem.47 Levaggi, A. “Historia del Derecho Argentino del Trabajo (1800-2000)”, en Revista Electrónica IUSHISTORIA, Nº 3, septiembre 2006; Soprano, G. “El Departamento Nacional del Trabajo y su Proyecto de Regulación Estatal de las Relaciones Capital-Trabajo en Argentina, 1907- 1943”, en Panettieri J. (comp.) op. cit.48 González Bollo, H. “La cuestión obrera en números: la esta-dística socio-laboral argentina y su impacto en la política y la sociedad, 1895-1943”, en Otero H. (dir.) El mosaico argentino. Modelos y representaciones del espacio y de la población, siglos XIX- XX, Buenos Aires, Siglo XXI, 2004.

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favorable a los obreros. Los trabajadores marítimos, en la medida en que no contaban, para el sindicato o sobre las condiciones en las que desarrollaban su trabajo, con ningún respaldo legal o formal ante la ofensiva patronal, defendieron su organización e impusieron sus demandas mediante la acción directa como asalariados en defensa de sus intereses inmediatos. En cada caso, la política que el Estado sostuvo no fue discutida, sancionada o plasma-da en una legislación coherente en materia de conflictos, conciliación y arbitraje, ausencia señalada reiteradamente por el propio DNT.50Al mismo tiempo, la intervención del gobierno a partir de sus múltiples interlocutores, y enta-blando con la FOM una negociación sostenida, conllevó cierto reconocimiento, aunque no formal, pero existente, del sindicato marítimo y de alguna manera dio cierto es-tatus legal a la FOM, al establecer relaciones tanto con el PEN, el Ministerio del Interior y el DNT, como con las empresas navieras.

Por último, vale la pena detenerse en la posición tanto de los obreros como de los empresarios frente a la inter-vención del Estado. La actitud de los capitales navieros frente al conflicto presenta una clara diferencia entre las grandes compañías y los pequeños transportes. Durante la huelga las pequeñas empresas aceptaron rápidamente la negociación y accedieron a cumplir con las condiciones exigidas. En cambio, las empresas más concentradas de la industria de navegación de cabotaje, y las más afectadas por la huelga, como la Mihanovich, reunidas en el CCA, no aceptaron el arbitraje ya antes de la declaración de la huelga, negándole a la FOM cualquier tipo de legitimi-dad. Ante el agravamiento del conflicto y la insistente in-tervención estatal tuvieron que ceder, no sin condiciones, a la mediación.51 Así, la estrategia que desplegaron los capitales de la rama durante la huelga consistió en negar entidad o cualquier tipo de reconocimiento al sindicato marítimo, como también adoptar una posición intransi-gente frente a la negociación. El intento de desgaste de los trabajadores al que se lanzaron las empresas más gran-des, mediante la acción de primero reconocer y aceptar las demandas obreras para así desactivar el conflicto y luego desconocer lo acordado, no funcionó, ya que reanudado el conflicto en 1917 y comprometida la tripulación y el personal jerárquico de la flota Mihanovich, se impusieron las condiciones obreras, demostrando y consolidando a la vez la fuerza y contundencia de la acción emprendida y de la organización que la sustentaba.

Mientras los armadores rechazaban la mediación, para los obreros esta fue positiva desde un comienzo e incor-porada como parte de sus demandas. El proceso de nego-ciación entre el sindicato y el Estado se repitió en ambos momentos del conflicto, tanto durante la huelga general como en la huelga parcial. En marzo de 1917, como en los primeros días de diciembre del ´16, una delegación de la FOM se reunió con el Presidente el 24 de marzo, quien negoció con el sindicato y con las empresas el fin

50 BDNT, Nº 37, Marzo 1918.51 Ibídem.

del conflicto en los términos antes citados, descartando así la posibilidad de una nueva huelga general marítima, agitada desde las páginas del periódico sindical.

La huelga marítima de 1916: balance de una victoria obrera.

Durante el último mes del año 1916 los trabajadores marítimos de las diferentes flotas de vapores, lanchas y remolcadores llevaron adelante una huelga general contra las empresas que los empleaban, cuyo resultado, plasma-do en el acuerdo firmado con mediación estatal en enero de 1917, fue de gran importancia para los obreros de esta actividad y las condiciones de su trabajo. Los reclamos abarcaban tanto lo salarial, como condiciones de habita-bilidad, higiene y alimentación a bordo, entre otros temas que afectaban las condiciones de trabajo. En tanto estas demandas eran consideradas en casi su totalidad tras la huelga, el tema de mayor controversia con las empresas fue, y lo siguió siendo, el control sindical sobre la con-tratación de trabajo a bordo. Tras la huelga general de diciembre y la huelga parcial de marzo-abril de 1917, la FOM consiguió hacer efectivo este control, mediante la selección y contratación de la tripulación de cubierta, má-quinas y cocina por el capitán de cada embarcación, en su mayoría afiliados al Centro de Capitanes de Ultramar.52

Uno de los elementos que explican este triunfo fue la acción unitaria y la alianza así establecida entre la tripu-lación y la oficialidad. La acción conjunta y solidaria, en principio, de sus organizaciones gremiales-corporativas dio a la FOM la posibilidad de tener injerencia y control sobre la contratación y la vida de a bordo; a través del capitán, el contramaestre y el jefe de máquinas; solida-rios y partícipes de la lucha de la Federación y legalmen-te responsables de la conformación de la tripulación, de las condiciones y normas de a bordo, entre muchas otras atribuciones. En los hechos el poder del sindicato sobre estas cuestiones fue mantenido, reasegurado y confirmado mediante la acción directa y la confrontación con las em-presas, junto con la negociación con organismos estatales. La FOM pudo así mantener este control durante los años que van desde 1917 a 1921, pero para entonces, en otras condiciones y siendo otro el contexto, fue derrotada. Cabe destacar aquí que a partir de la huelga analizada los traba-jadores marítimos de la FOM explícitamente desafiaron el control patronal sobre la selección de la mano de obra y las condiciones de a bordo, aspectos centrales defendidos e impulsados por el sindicalismo. Como afirma Doeswijk, en coincidencia con el resto de los autores, la FOM lo-gró entonces el control sobre las condiciones laborales, el cual sostuvo hasta junio de 1921.

Otro factor que permite explicar la favorable posición de fuerza lograda por la FOM fue el vínculo que desarro-lló este sindicato con ciertos sectores del gobierno y la cúpula estatal, como ser el PEN y el mismo presidente y líder político del partido gobernante, la Unión Cívica Ra-

52 Este Centro cambió su denominación en julio de 1918 por Centro de Capitanes de Ultramar y Oficiales de la Marina Mer-cante, que continúa hasta la actualidad.

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fuerza de trabajo, consiguiendo hacer efectivas formas de explotación más convenientes y estables para los obreros a través de la acción directa. En este sentido, la huelga se constituyó en uno de los triunfos económico-corporativos más importantes del período, posicionando a los traba-jadores marítimos en una favorable relación de fuerzas frente a las empresas y el Estado, relación de fuerzas en continua reconfiguración.

Recibido: 19/08/2008

Aceptado: 13/10/2008

dical (UCR). El lugar que este sindicato tuvo en el intento de ampliación de las bases sociales del estado radical, tra-ducida en la especial llegada al Presidente Yrigoyen, fue fundamental para una interpretación favorable al sindica-to de los laudos y acuerdos, cuya reglamentación y con-trol quedaba a cargo en última instancia de dependencias estatales como la Prefectura y la Aduana.

En resumen, el éxito de la acción huelguística que he-mos analizado en estas páginas puede ser comprendido a partir de la unidad lograda en el movimiento y la mayo-ritaria adhesión de los obreros de la industria marítima del puerto de Buenos Aires a la organización sindical que dirigió la huelga, la FOM. La formación y consolidación de esta federación fue clave para la coordinación a nivel local y regional, así como para la unión con otros sectores de la población, con el barrio de La Boca, y para encarar la negociación con el Estado, procesos que a su vez inci-dieron en el fortalecimiento del sindicato. La unidad a la que se hace referencia incluía a las diferentes tareas de a bordo que se expresan en la existencia de las diferentes secciones. El alto nivel de sindicalización alcanzado por los obreros marítimos tras el conflicto implicó el fortale-cimiento de su organización gremial. Los datos aportan mayor claridad sobre este proceso: el número de afiliados de la FOM para fines de 1916 en la capital era de 2.000, pertenecientes a los dos sindicatos de la Federación, ma-rinos (cantidad de afiliados 1.300) y foguistas (700).53 En 1918 la FOM contaba con 4 secciones: marinos (5.000), foguistas (1.500), patrones, contramaestres, conductores y ayudantes (1.600) y mozos, cocineros y anexos (1.000), con un total de 9.100 socios, a los que se sumaron aquellos de las nuevas secciones de Campana, Zárate, Rosario, San Fernando, Santa Fe, Concordia, Concepción del Uruguay y Posadas, por mencionar algunas de las 13 secciones del interior, las que agrupaban a 3.236 trabajadores, sumado 12.336 federados a nivel nacional, el 95% de los trabaja-dores. Así conformado, el sindicato marítimo desarrolló a nivel nacional una estructura de tipo federativa, sanciona-da en el nuevo estatuto de 1917, por la cual cada sindicato que la conformaba no perdía su autonomía, participaba del Consejo Federal con delegados propios y disponía de parte de sus cotizaciones para un fondo común. Esto im-plicó tanto la posibilidad de una mayor democracia inter-na en la organización, como la existencia de cierta debili-dad ante las acciones y decisiones tomadas por el Consejo Federal y su cumplimiento en las diferentes regionales, dando lugar a posibles fraccionamientos.

Si se revisan los resultados de la huelga de 1916, en conjunto con la acción de marzo 1917, es posible inter-pretar el resultado del conflicto como favorable para los obreros, en un sentido bien claro. A partir de esta acción se consiguieron la mayoría de las demandas obreras y se consolidó el control de la FOM en la contratación por me-dio de la exclusividad de emplear a tripulantes federados, garantizada por la colaboración del personal jerárquico a cargo de la selección. El éxito entonces puede entenderse como el logro de mejores condiciones para la venta de su

53 LUM, Nº 43, Octubre 1916.

Conflictividad obrera en el puerto de Mar del Plata: del anarquismo al peronismo. El Sindicato Obrero de la Industria del Pescado, 1942-1948

Conflict in the Port of Mar del Plata: from Anarchism to Peronism. The Fishing Industry Labor Union, 1942-1948

Resumen

En el presente artículo intentaremos rastrear la dinámica conflictual en el gremio del pescado durante la década del 1940. Se analizan los conflictos con la fina-lidad de volver observables sus rasgos distintivos, objetivo vinculado a la muy escasa producción sobre el tema. De esta forma, pretendemos reconstruir los pro-cesos, fases y movimientos moleculares que se desarrollaron entre 1942 y 1948, implicaron desplazamientos, reagrupamientos y cristalizaciones. Por otra parte, la relevancia de la periodización está asociada a la fundación del SOIP en 1942, la cual estuvo signada por un movimiento huelguístico de 29 días. No menos intensa fue su vida posterior, ya que no estuvieron ausentes las disputas en el in-terior de las fábricas por el cumplimiento de los pliegos de condiciones y el reco-nocimiento de las comisiones internas, como tampoco las escaramuzas intestinas por la dirección del gremio. Es así que el itinerario que nos proponemos recorrer comienza con la organización del sindicato por parte de un grupo de militantes anarquistas y termina cuando el mismo es intervenido por el peronismo.

Palabras Clave: Mar del Plata - SOIP - conflictos sindicales - anarquismo - peronismo.

Abstract

This article aims at tracking the conflict dynamics of the Fishing Industry Trade Union during the 1940’s. The conflicts are analyzed in order to make their main features visible, due to the lack of work about this topic. Therefore, the article pretends to reconstruct the processes, stages and molecular movements between 1942 and 1948 which implied displacements, regroupings and crystallizations. Choosing this period is relevant due to the foundation of the SOIP in 1942, which was characterized by a strike movement of 29 days. Later on, disputes over the fulfillment of conditions and recognition of internal commissions within the fac-tories as well as internal disputes over the direction of the union were still pres-ent. That is why this work starts with the organization of the union in the hands of the anarchists and ends up with the peronist intervention of the union.

Key Words: Mar del Plata - SOIP - union conflicts - anarchism - peronism

Agustín Nieto*

* El autor es Profesor en Historia (UNMdP), Becario Doctoral del CONICET, integrante del Grupo de Estudios Sociales Marítimos (GES-Mar). También es miembro del co-lectivo Nuevo Topo y de la Revista de Estudios Marítimos y Sociales. Desarrolla su actividad docente en la cátedra “Estructura y Cambio So-cial” de la carrera de Sociología en la Facultad de Humanidades de la UN-MdP. [email protected]

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Introducción La historia de los grupos sociales subalternos es necesa-

riamente disgregada y episódica. No hay duda de que en la actividad histórica de estos grupos hay una tendencia a la

unificación, aunque sea a niveles provisionales; pero esa tendencia se rompe constantemente por la iniciativa de los

grupos dirigentes y, por tanto, sólo es posible mostrar su existencia cuando se ha consumado ya el ciclo histórico,

y siempre que esa conclusión haya sido un éxito. Los gru-pos subalternos sufren siempre la iniciativa de los grupos dominantes, incluso cuando se rebelan y se levantan. (…). Por eso todo indicio de iniciativa autónoma de los grupos subalternos tiene que ser de inestimable valor para el his-

toriador integral; de ello se desprende que una historia así no puede tratarse más que monográficamente, y que cada monografía exige un cúmulo grandísimo de materiales a

menudo difíciles de encontrar.Antonio Gramsci

Este trabajo presenta resultados parciales y prelimina-res de una investigación en curso1 acerca de las caracte-rísticas y las formas que asumió la génesis, desarrollo, consolidación y crisis de un territorio social2: la pesca en tanto rama industrial. El devenir histórico de dicha indus-tria será indagado sin perder de vista sus relaciones con el desarrollo del capitalismo argentino y mundial. Pero el objetivo central del análisis es dar cuenta de las formas y características que asumió el movimiento constitutivo de las dos fracciones de clase3 de la industria de la pes-ca marplatense4, el proletariado y los capitalistas, y sus

1 “El enfrentamiento social como formador de territorios socia-les: Los trabajadores y los empresarios de la pesca marplatense (1938-1975)”. 2 Definimos territorio social como el tejido de relaciones so-ciales que, a lo largo de las generaciones, los seres humanos van construyendo, destruyendo y reproduciendo en relación con otros seres humanos y su medio, en cada momento de su desa-rrollo histórico social. “Desde la perspectiva que asumimos, la noción de territorio [social] refiere a la forma en que se organiza un espacio social” (Iñigo Carrera, Nicolás Análisis de una rela-ción de fuerzas sociales objetiva: Caracterización de los grupos sociales fundamentales en la Argentina actual, Buenos Aires, CICSO - Serie Estudios Nº 46, 1985, p. 40). 3 La formación de fracciones sociales responde al proceso glo-bal de división del trabajo social y al desarrollo de las fuerzas productivas presentes en toda formación económico-social. Es-tas fracciones pueden ser pensadas y representadas como “cor-tes” verticales que dividen horizontalmente a cada clase social. En este sentido, el capital se encuentra dividido en tres grandes fracciones: agrícola, industrial y comercial. A su vez, el capi-tal industrial esta dividido en una gran variedad de fracciones como, por ejemplo, alimentación, metalúrgica, construcción, etc. Asimismo, a cada una de estas fracciones del capital le co-rresponden fracciones obreras. Un ejemplo son los industriales y las obreras/os del pescado tratados en este trabajo. Es por lo dicho, que cuando hacemos la historia de una rama industrial estamos reconstruyendo el devenir de dos fracciones sociales, la capitalista y la obrera, que a su vez pueden ser entendidas como un territorio social específico. Por otro lado, al igual que la cla-se sociales en su conjunto, y como parte de ella, las fracciones obreras y capitalistas se constituyen en la lucha.4 A este respecto podríamos arriesgar que no sólo marplatense sino nacional. Decimos esto porque en aquellos años la ciudad

momentos de composición, descomposición y recompo-sición acaecidos durante los años que transcurrieron entre fines de la década de los treinta y mediados de los setenta. También en este punto buscamos establecer las relaciones existentes entre sus distintos momentos constitutivos, en tanto fracciones sociales, y los momentos constitutivos del conjunto social más vasto del cual son parte, las cla-ses sociales. Para hacer observable y ordenar todo este proceso social, tomamos como dimensión teórico-meto-dológica la lucha, con particular interés en las huelgas en tanto instrumento de lucha específico de las formaciones económico-sociales donde lo dominante es el modo de producción capitalista. Asimismo, buscamos establecer puntos de inflexión, hitos5, dentro de los procesos de lucha entre estas fracciones sociales. De esta forma, podremos establecer una periodización de la historia del territorio social indagado que nos permita distinguir los momentos de redefinición de las correlaciones de fuerzas sociales objetivas y políticas, y sus mutuas relaciones.6

En el presente artículo intentaremos rastrear la dinámi-ca conflictual en el gremio del pescado durante la década del 1940. En este primer avance se priorizará la descrip-ción analítica de los conflictos con la finalidad de volver observables sus rasgos distintivos, objetivo vinculado a la muy escasa producción sobre el tema.7 De esta forma, pretendemos reconstruir los procesos, fases y movimien-tos moleculares que se desarrollaron entre 1942 y 1948, y que implicaron desplazamientos, reagrupamientos y cris-talizaciones. El criterio interpretativo de las “modificacio-nes moleculares” implica la transmutación progresiva de la composición precedente de las fuerzas que devienen en

despuntaba como la principal en la rama, concentrando más del 65 % de las firmas existentes, de la producción y de la fuerza de trabajo registradas en todo el territorio nacional. De ahí su im-portancia para entender la dinámica de esta rama de la industrial argentina. 5 “Los hitos… están dados por los momentos de los enfrenta-mientos sociales, en los que las distintas fracciones de clase objetivamente, realizan relaciones de alianza o de ruptura con otras fracciones sociales que define, compone, institucionaliza (redefine, descompone, desarticula), las posiciones que cada una de ellas ocupará durante un cierto período en el conjunto social.” (Balvé, Beba Programa general de investigación, Buenos Aires, CICSO, 1991, p. 14)6 “Una correlación de fuerzas sociales estrechamente ligada a la estructura, objetiva, independiente de la voluntad de los hom-bres, que puede medirse con los sistemas de las ciencias exactas o físicas. Sobre la base del grado de desarrollo de las fuerzas ma-teriales de producción se forman las agrupaciones sociales, cada una de las cuales representa una función y ocupa una posición en la producción misma”. “Un momento sucesivo es la correlación de las fuerzas políticas, es decir, la valoración del grado de ho-mogeneidad, de autoconciencia y de organización alcanzado por los diversos grupos sociales” (Gramsci, Antonio La Política y el Estado Moderno, Barcelona, Planeta, 1985, p. 112).7 Sólo contamos con una investigación para el período abordado en este trabajo. Molinari, Irene Genero y Trabajo: el caso de las trabajadoras de la industria, los servicios y el comercio en Mar del Plata, 1940/1970, Tesis de Maestría en Historia, Facultad de Humanidades, UNMdP, (Mimeo) 1999.

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matrices de nuevas modificaciones.8

Por otra parte, la relevancia de la periodización está asociada a la fundación del SOIP en 1942, la cual estuvo signada por un movimiento huelguístico de 29 días. No menos intensa fue su vida posterior, ya que no estuvieron ausentes las disputas en el interior de las fábricas por el cumplimiento de los pliegos de condiciones y el recono-cimiento de las comisiones internas, como tampoco las escaramuzas intestinas por la dirección del gremio. Es así que el itinerario que nos proponemos recorrer comienza con la organización del sindicato por parte de un grupo de militantes anarquistas y termina cuando el mismo es intervenido por el peronismo hacia fines de los años ‘40.

¿Cómo abordar esta densa trama de relaciones socia-les?

Para analizar todo este proceso de luchas partimos de la siguiente premisa: el conjunto de las relaciones so-ciales, políticas, ideológicas, económicas, religiosas, de clase, etc., recorre tres campos de la realidad, los cuales refieren al de la lucha política, la lucha económica y la lucha teórica por la conducción de masas.9 Asimismo, cada una de estas tres dimensiones de relaciones sociales son productoras y producto de correlaciones de fuerzas internacionales, sociales objetivas, políticas y de partido e inmediatamente políticas (político-militares).10 Sin em-bargo, también necesitamos explicitar que aquellos tres campos de la realidad son productos teórico-analíticos que en el proceso histórico se dan de forma yuxtapuesta. Por lo tanto, la tarea del cientista social es determinar cuál es el elemento que tendencialmente predomina y subor-dina a los otros, en distintos momentos del proceso de lucha. Además, a esta complejidad general se le agrega una particular, la referente a la relación entre los procesos de escala nacional y los de escala local.11 De esta forma, a la yuxtaposición de vección horizontal se le adosa una de vección vertical.12 Dicho esto, no olvidamos que “la realidad abunda en combinaciones de lo más raro, y [que] es el teórico el que debe identificar en esas rarezas la con-firmación de su teoría, ‘traducir’ a lenguaje teórico los elementos de la vida histórica, y no al revés, exigir que la realidad se presente según el esquema abstracto. Esto no

8 Véase Gramsci, Antonio La Política y el Estado..., op. cit..9 Balvé, Beba y Balvé, Beatriz Acerca de los movimientos so-ciales y la lucha de clases, Buenos Aires, CICSO - Serie Análisis/Teoría Nº 14, 1991.10 Gramsci, Antonio La Política y el Estado…, op. cit.11 Otro elemento a tener en cuenta es el proceso internacional, pero en este momento de la investigación fue separado del aná-lisis y diferido hacia una etapa posterior de la pesquisa.12 Si bien, el todo no se puede reducir a la suma de las partes, éstas no dejan por ello de ser parte constitutiva del todo, con lo cual nos instalamos en la problemática de la mediación dialécti-ca entre la parte (el proceso en su dimensión local) y el todo (el proceso en su dimensión nacional). Por lo cual partimos de las siguientes premisas: a) lo local no se explica a sí mismo ni es autosuficiente; b) pero tampoco refleja mecánicamente procesos cuya inteligibilidad residen a nivel nacional.

ocurrirá nunca…”.13

Explicitado ya el desafío, nos queda comentar el modo en que la exposición está estructurada. En un primer apar-tado analizaremos el proceso huelguístico llevado a cabo por las obreras/os14 de la industria del pescado. Ulterior-mente indagaremos en los momentos posteriores a la huel-ga de septiembre de 1942, cuando el escenario de conflic-tividad cambió y se firmaron nuevos convenios. Para dar cuenta de esas transformaciones nos enfocaremos en los pequeños conflictos que se desarrollaron en las unidades productivas a lo largo de los seis años que transcurren hasta la intervención del SOIP por el peronismo. Luego intentaremos desentrañar el funcionamiento interno del sindicato y los problemas a los que se enfrentaron las/os militantes del mismo a la hora de afianzar la organización gremial y hacer “respetar” las reivindicaciones logradas a través de los pliegos de condiciones. Con tal objeto abor-daremos el papel cumplido por las obreras en el sindicato, tanto en las secretarias del mismo, como en las comisio-nes internas de fábricas y los cuerpos de delegados. Tam-bién indagaremos en las complicaciones que el sindicato tuvo a la hora de cobrar las cotizaciones voluntarias. Otro aspecto a tratar será el momento de intervención del SOIP y la creación de un nuevo sindicato dirigido por militantes peronistas. Por último, en las consideraciones finales, nos proponemos realizar una integración de todos los elemen-tos analizados a lo largo del trabajo.

La huelga fundacional: 1942Mar del Plata también tiene sus problemas gremiales.

Detrás de la ciudad pulcra y coqueta con sus hoteles tipo rascacielo, sus palacetes, sus villas y sus chalets; con su

vida multiforme y afiebrada del veraneo y con sus inquie-tudes frívolas, tiene otros problemas, que no son por cierto los de comentar los “fives ocloks teas” que dio Doña Fula-

na de Tal, o los partidos de “pigeon” disputados por cua-tro monigotes elegantes. Tiene los problemas del trabajo,

los problemas de la verdadera propulsión creadora. Detrás de los que se bañan, flirtea juegan y se inyectan cocaína,

están las gentes que trabajan para que ellos se diviertan o para que se aburran elegantemente. Primero está el pros-

13 Gramsci, Antonio Antología, México, Siglo XXI, 1998, p.312. 14 El importante peso numérico que tuvieron las proletarias del pescado sobre el conjunto de la fuerza de trabajo consumida por los capitales de dicha rama productiva y su masiva participación en los procesos de lucha y organización del gremio nos impul-só a interrogarnos sobre la forma más adecuada para designar a este colectivo. En primer término, descartamos la tradicional referencia genérica a obreros, pues se trataba de una convención evidentemente injusta en relación a las proporciones entre ambos sexos en el gremio. En sentido inverso, nos pareció inadecuado utilizar el recorte genérico-feminista que pretende el término obreras, pues podía ser confuso en relación a los objetivos de nuestro trabajo. Por último, no consideramos pertinente hablar de obreros y obreras porque supone una representación equili-brada de la relación entre ambos sexos. Por tal razón apelamos a la utilización de la expresión “obreras/os”, que se nos presentó como la mejor alternativa para designar la realidad bajo estudio. Estas características particulares dieron una forma singular al proceso de génesis-constitución-descomposición-reconstitución de dicha fracción obrera.

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cenio, donde se asiste la funambulesca visión de la escena cuajada de brillantes destellos y de feérico colorido. Lo otro está detrás. Detrás, en las bambalinas, en el telar,

en los camarines, en el sótano y en los corredores, están los hombres del trabajo, los héroes anónimos. En Mar

del Plata hay algo más que el “savoir faire” displicente y banal. Está el pueblo que trabaja y transpira. Y este pueblo

que trabaja y transpira se halla hoy en las calles, en una expresión justiciera de sus aspiraciones.

El Atlántico, 22/09/1942

Los orígenes del SOIP

Antes de abocarnos a la descripción analítica del mo-vimiento huelguístico, nos referiremos a los intentos pre-cedentes de organización de las obreras/os del pescado. Según lo que nos sugiere Woollands, cuando las Juventu-des Libertarias (JJ. LL.) tuvieron la iniciativa de organizar el gremio del pescado hacia el año 1942, los militantes anarquistas más antiguos los desanimaban recordándoles las lamentables experiencias hechas en los años ‘30, sos-teniendo que habían fracasado en su organización debido a la desidia e inconducta de las obreras/os del pescado.15 Sabemos por referencias dispersas que hubo intentos an-teriores a 1942 pero no hemos podido documentarlos en la prensa local, tanto por falta de material como por si-lencios frente al tema. Desafortunadamente los periódicos locales del período (1929-1935) faltan en los archivos de la ciudad y la referencia a un pliego de condiciones pre-sentado en 1938 no aparece en la prensa local. Revisando otras fuentes, encontramos una mención a una reunión de delegados obreros del Gremio de la Industria del Pescado realizada en mayo de 1935 en el local de la Biblioteca Juventud Moderna. Esta referencia aparece en las actas de dicha biblioteca.16 Asimismo, en las páginas del semana-rio de la CGT, en una nota titulada “Un despertar promi-sor en el proletariado de Mar del Plata”, se hace una refe-rencia a la participación de “un compañero de la Industria del Pescado” en un “mitin solidario” con los presos de Bragado (Vuotto, Mainini y De Diago) organizado por los sindicatos autónomos de la “Casa del Pueblo” en el teatro Colón de dicha ciudad el domingo 4 de agosto de 1935

15 Woollands, Héctor “Del pasado sindical marplatense. Crea-ción del Sindicato de la Industria del Pescado” en Cincuentena-rio de El Atlántico, Mar del Plata, El Atlántico, 1988, p.8.16 “Reunión de comisión con los delegados del Gremio de la In-dustria del Pescado - 7 Mayo 1935. Presentes. Gambia, Rodrí-guez, Caputo, Santandreu. Falta Moran- El Secretario informa a la delegación de obreros de I. del pescado sobre los acuerdos tomados en la última asamblea extraordinaria y que son de no permitirles reunirse en el local a dicho gremio. A continuación se da lectura a una nota de dicho gremio en la que piden el local para realizar asamblea. Se abre una discusión sobre el asunto del gremio del pescado en el sentido de que se le de local. El Secretario informa a la delegación del gremio del pescado en el sentido de que la resolución de asamblea tiene que respetarse pues la comisión no es ejecutiva sino administrativa y que en lo sucesivo traten de moralizar el gremio dejando de un lado las tendencias y dedicarse exclusivamente a la lucha Sindical. No habiendo otros asuntos se levanta la sesión a las 9 p.m.”. (Actas Biblioteca Juventud Moderna, 1932-1943, pp. 70-71)

(CGT, 30/08/1935).17 Si bien la problemática implicaría un trabajo en sí mismo, nos enfrentamos para su recons-trucción con todos los problemas propios de todo aquel que pretenda historiar a las clases subalternas. En primer lugar, es la historia de intentos fallidos, no cristalizados, de derrotas que no han dejado documentos identificables. En segundo lugar, los individuos medios de esta fracción obrera no sospechan que su historia pudiera llegar a ser importante y no creían que dejar registros documentales contuviera valor alguno. Por último, la historia de este grupo subalterno del puerto de Mar del Plata, al igual que la historia del conjunto de las clases subalternas, es necesariamente disgregada y episódica. Por eso, para es-tudiar el movimiento de estos elementos subalternos es necesario analizar todas sus fases moleculares de forma minuciosa, capilar. Por este motivo, el acervo documen-tal, constituido por libros, folletos, artículos de revistas y de periódicos, conversaciones y debates orales, actas, etc., debe ser leído a “contrapelo”. Este conjunto gigantesco y disgregado de fuentes sirve para hacernos una representa-ción aproximada de “ese lento trabajo del cual nace una voluntad colectiva con un cierto grado de homogeneidad, con el grado necesario y suficiente para determinar una acción coordinada y simultánea en el tiempo y en el espa-cio geográfico en el que se verifica el hecho histórico”.18

Como dijimos arriba, en la estructuración del SOIP tuvo particular importancia la actuación de la organización política anarquista JJ. LL., la cual surgió apadrinada por la Casa del Pueblo hacia 1941. Desde sus inicios dicha organización se avocó plenamente a la campaña por los presos de Bragado. Debido a que no podían participar del Comité directamente como organización política, crearon un organismo que se denominó “Comité Juvenil Sindical de Ayuda y Defensa a los Presos de Bragado”. Terminada la agitación por la libertad de los “Presos de Bragado”, en las reuniones de las JJ. LL. se discutía la posibilidad de propiciar la organización de las obreras/os del pescado. El primer vínculo que tuvieron con estas/os fue creado a través del periódico Avanzada, publicación de las JJ. LL. de Capital, pero que era distribuido en la ciudad. A través de sus páginas las “Juventudes” exhortaban a las obreras/os a organizarse repartiendo ejemplares en las puertas de las principales “fábricas”. Simultáneamente, las JJ. LL. habían comenzado a hacer contactos con gente que traba-jaba en el gremio. Después de estas primeras actividades se realizaron varias reuniones con trabajadores del gremio y hacia el mes de agosto de 1942 quedó constituida la Comisión Provisoria, que llamó a una asamblea funda-cional a realizarse el sábado 22/08 en el local de la Casa del Pueblo, con el fin de constituir formalmente el sindi-cato. En la misma quedó organizado el SOIP, se eligieron a las autoridades del gremio y elaboraron un “pliego de condiciones”19 que fue elevado a los industriales locales.

17 Agradezco al historiador Lucas González la referencia a dicha nota. 18 Gramsci, Antonio Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y el Estado moderno, Buenos Aires, Nueva Visión, 1972, p. 99. 19 “1º Reconocimiento de la sociedad: a) En cada fabrica exis-

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Estos se comprometieron a responderle en el transcurso de la semana, con lo cual el sindicato resolvió realizar una asamblea el domingo 6 de septiembre para tratar la res-puesta patronal. Con el pliego, el SOIP reclamaba, entre otras cosas, el reconocimiento del sindicato, las comisio-nes internas y de las delegadas/os, la abolición del tra-bajo a destajo, una escala de salarios, la jornada de ocho horas.

La huelga fundacional del SOIP20

Llegó el día de la asamblea y los patrones no habían contestado, esa actitud determinó, por parte de las obre-ras/os, la declaración de la huelga general del ramo por tiempo indeterminado. En el transcurso de los 29 días que duró la huelga, ésta fue cambiando su carácter.

Desde su declaración, el domingo 6, hasta el viernes 25 de septiembre la huelga tuvo carácter general en la rama (siendo la lucha predominantemente económica), pero en-tre el sábado 26 de septiembre y el domingo 4 de octubre la huelga fue parcial, pues se acotó a las firmas que no habían aceptado el pliego (si bien la huelga cambió de forma siguió siendo predominantemente económica). Du-rante el primer momento se realizó la huelga general local de solidaridad de 24hs. convocada por la UOL (lucha que fue predominantemente política).

También se hace necesario señalar que en el transcur-so del movimiento huelguístico las obreras/os del pesca-do fueron creando fuerza moral y material a través de la constitución de una amplia alianza de clases, que permitió quebrar la unidad patronal y aislar al sector más concen-trado y centralizado de la industria, a la vez que lograron cubrir de amplia legitimidad sus reclamos y acciones. De

tirá una comisión de control que representara a este Sindicato nombrada exclusivamente por los obreros y obreras, b) Todos los obreros y obreras deben pertenecer a este Sindicato. 2º Hora-rio de trabajo: a) Este será de ocho horas diarias y el sábado de cuatro horas. b) La jornada diurna termina a las 18 horas y los sábados a las 12 horas. Lo que se exceda será considerado extra y se abonará con un recargo del 50 % por hora. c) Los menores trabajarán seis horas diarias. 3º El trabajo a destajo (por tanto) queda completamente abolido. 4º Salarios mínimos: a) Maqui-narias: Calderistas a $ 7.50 por día, autoclave a $ 7 por día, ca-mioneros a $ 7 por día, remachadores a $ 7 por día. b) Peones: especializados en saladeros, a $ 7 por día, peones comunes en general a $ 6 por día. c) Mujeres: únicamente en el trabajo de su especialidad a $ 4.50 por día. No podrán efectuar el trabajo que corresponda a los hombres, y en su defecto recibirán el salario correspondiente a la especialidad que ocupen. d) Menores: las mujeres a $ 3 por día, los varones a $ 4 por día. 5º El pago será quincenal y durante las horas de trabajo. 6º Ningún obrero podrá ser despedido sin causa justificada. 7º No podrán tomarse repre-salias contra los obreros que intervinieron en la organización del gremio.” (La Capital, 08/09/1942). 20 Para un desarrollo más pormenorizado del conflicto véase Nieto, Agustín “Hito en la formación de una fracción de la clase obrera: El movimiento huelguístico en la industria procesadora de pescado, Mar del Plata, agosto – octubre de 1942”, en PIMSA 2007 (en prensa).

esta forma, en un momento previo a la huelga, las obre-ras/os contaron con el apoyo de las JJ. LL., que se consti-tuyeron en la dirección del gremio. Una vez declarada, el movimiento contó con la solidaridad del conjunto de los gremios de Mar del Plata, de otras ciudades del interior, de la Capital y de Uruguay. También la prensa local brin-dó su apoyo, lo mismo hicieron la prensa política nacional de los anarquistas, socialistas y comunistas. Tampoco fue ajeno a los reclamos obreros el vecindario del puerto y de la ciudad. Ya transcurrido unos días y firmado el pliego por una parte de la patronal, dueña de las fábricas y sala-deros más pequeños, la alianza social se conformó defini-tivamente. Este sector de la patronal y los pescadores, el otro sector explotado y subalterno de la rama, se pusieron de acuerdo para hacerle una oferta al SOIP. La misma con-templó los siguientes puntos: 1) los pescadores no le ven-derían pescado a los industriales no firmantes, poniendo bajo control obrero la venta del producto; 2) el personal de las “fábricas” remisas sería tomado por los saladeros y conserveras firmantes y el salario de las obreras/os que, por alguna razón, no fueran incorporadas a estos estable-cimientos sería abonado por los pescadores. Todo esto a cambio de la vuelta al trabajo en las “fábricas” firmantes y la parcialización de la huelga. Hecho que ocurrió el 26 de septiembre y posibilitó el triunfo definitivo de las obre-ras/os. La victoria obrera dio lugar a la consolidación de la organización económico-corporativa de las obreras/os del pescado.

Nuevos convenios y conflictos de baja intensidad: 1943-1947

En los años posteriores a la firma del primer pliego de condiciones hasta que fue intervenido por el peronismo, el SOIP firmó, al menos, tres nuevos pliegos. En éstos se establecían nuevas escalas de salarios y cambios en las condiciones de trabajo. El primero de estos pliegos fue fir-mado en octubre de 1944,21 el segundo en abril de 1946,22 en ninguno de los dos casos el SOIP pudo tratar para la negociación con una entidad homónima de los industria-les del pescado, pues éstos todavía no habían conseguido establecer una sólida organización corporativa. Pero, en el transcurso de ese año los empresarios pesqueros lograron

21 “‘3.500 Obreros del Pescado se Beneficiaron con Aumentos’. Bajo la presidencia del inspector señor Rafael A. Paccagnella, a cargo de la Sub-Delegación local, se ha firmado un convenio colectivo de trabajo entre los patrones de fábricas de conserva de pescado y el Sindicato Obrero de la Industria del Pescado, habiendo obtenido un aumento de un 19% sobre los anteriores, que benefician a más de 3.500 obreros. Han obtenido asimismo otras mejoras, como ser útiles de trabajo y ropas necesarias en las tareas a realizarse, como también el pago del 50% sobre las horas extras.” (El Puerto, 07/10/1944)22 “‘Comunicado del Sindicato Obrero de la Industria del Pes-cado’. En este primero de mayo, queremos dar a grandes ras-gos, una reseña de las actividades desarrolladas durante el año. Entre las conquistas obtenidas, destacaremos las más dignas de ser conocidas por la clase trabajadora, por ejemplo: Se elaboró un nuevo pliego de condiciones...” (Unión Obrera Local, abril 1946 - Nº 15)

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regular la competencia y constituirse como organización corporativa en la Cámara Marplatense de Industriales del Pescado (CMIP).23 El tercer pliego fue firmado en no-viembre de 1947. Para esa ocasión los industriales conta-ban con la CMIP, por lo cual este pliego, y su negociación, fue el primero en ser reconocido por las dos entidades cor-porativas representantes de la rama industrial de la pesca y rubricado por la sub-secretaría de Trabajo y Previsión de la provincia. 24

A diferencia de lo ocurrido en 1942, la firma de estos convenios no motivó huelgas generales, los mismos fue-

23 Al igual que sus obreras/os, la patronal pesquera tuvo intentos previos de organización corporativa, que quedaron truncos. La primera evidencia de estos intentos data de 1939, cuando entre un grupo de industriales de la conserva organizan la Asociación de Fabricantes de Conservas de Pescado. En el diario La Ca-pital, en un recuadro chico de la tapa del día 10 de diciembre, aparece la siguiente nota: “Asoc. de Fabricantes de Conservas de Pescado. Quedó constituida dicha entidad, para la defensa de los intereses de la industria. En asamblea realizada recientemen-te por la Asociación de Fabricantes de Conservas de Pescado, que tendrá por fines la defensa y la unificación de los intere-ses de la industria.” Cinco años más tarde, en un nuevo intento de constitución de una entidad defensora de sus derechos, los industriales del pescado fundan la Cámara de Industriales del Pescado. En nota aparecida en el periódico local El Puerto se daba cuenta de la constitución de dicha organización: “Quedó constituida la Cámara Industrial del Pescado. La asamblea eli-gió la mesa directiva, que presidirá don Francisco Brotons. En el hotel Ostende tuvo lugar el martes la reunión de un núcleo numeroso de personas vinculadas a la industria de la conserva del pescado, con la finalidad de dejar constituida la entidad que agrupe a los manufactureros locales.” (El Puerto, 17/06/1944). Pero esta vez tampoco lograron el objetivo, tuvieron que esperar dos años para consolidarse definitivamente. Igualmente, en me-dio de dicho proceso, registramos la constitución efímera de una nueva entidad corporativa en 1945: la Unión de Fabricantes de Conserva de Pescado (El Trabajo, 19/01/1945). Pero, fue final-mente hacia 1946 que quedo constituida la CMIP (El Trabajo, 18/06/1946).24 “Rige un Nuevo Convenio Entre Patronos y Obreros de la Industria del Pescado. El Sindicato Obrero de la Industria del Pescado y la Cámara Marplatense de Industriales del Pescado, acaban de dejar concluidas las tramitaciones efectuadas para el establecimiento de un nuevo convenio colectivo de trabajo que regirá las relaciones entre patronos y obreros. Como desde estas columnas se informara, las conversaciones entre ambas partes lograron un completo acuerdo que, previa aprobación de la asamblea del gremio, permitió su vigencia con carácter retro-activo al 1º del corriente mes. Posteriormente, el nuevo pliego de condiciones fue refrendado en la Delegación Regional de la Secretaría de Trabajo y Previsión, sin que surgieran dificultades en ese trámite por cuanto, como es de público conocimiento, las partes habían ya arribado a un acuerdo. (…) El pliego que se encuentra en vigencia desde el 1º de octubre del corriente mes tiene fecha de vencimiento al 31 de octubre de 1948, y si con sesenta días de anticipación ninguna de las partes lo denuncia, automáticamente continuará su vigencia por un año más.” (El Puerto, 15/11/1947)

ron aceptados por el conjunto de los industriales.25 Pero esta inexistencia de huelgas a la hora de establecer los convenios no implicó la ausencia de “microconflictos” que se desarrollaron a escala reducida. Pues referían a conflictos en las unidades productivas, por un lado, debi-do a represalias patronales como suspensiones, despidos sin causa justificada, falta de reconocimiento de las horas extras, elección arbitraria de las obreras. Por otro lado, ciertas obreras/os eran obligadas/os a realizar tareas de mayor complejidad que la estipulada para su categoría en el pliego y por el mismo salario, no se les reconocían las vacaciones pagas, entre otras acciones de “revancha”. To-dos puntos incluidos en los pliegos de condiciones firma-dos por la patronal. Además, existieron conflictos por la entrega del equipo y las herramientas de faena y el cum-plimiento de los turnos rotativos de trabajo. Esta situación llevó al sindicato a tener una agitada actividad militante que se dividió entre negociaciones y paralización de ac-tividades en diversas fábricas.26 En la resolución de estos entredichos las comisiones y las/os delegadas/os de “fá-brica” jugaron un papel relevante. Entre las firmas que mantuvieron algún tipo de conflicto con el SOIP se con-taban más de diez, entre las cuales se destacaron Dulmar, Comarina, Lipa, Somboas, Fampimar, Costa Atlántica, La Soberana, Frigorífico Mar del Plata, La Banquina, La Ballena, La Yacoma, La Campagnola, La Marbella. Todos estos “microconflictos” pueden ser entendidos como dis-tintos y múltiples encuentros a lo largo de una prolongada

25 “Se elaboró un nuevo pliego de condiciones, el que fue acep-tado por los industriales sin necesidad de recurrir a la huelga como en otras oportunidades.” (Unión Obrera Local, abril 1946 - Nº 15)26 Esto se ve reflejado, por ejemplo, en las siguientes notas: “El Sindicato de la Industria del Pescado tuvo que enfrentar un con-flicto, días pasados, en una de las fábricas del ramo. El motivo fue la falta de cumplimiento de un patrón, que se negaba a pa-gar las horas extras. Este sindicato está en tan firme pie de lu-cha, que bastó una reunión del personal de la fábrica y una nota conminatoria a dicho patrón, para que ésta pusiera término a la anormalidad, lo que de por sí habla de la eficiencia de esta orga-nización, creada en la lucha y para la lucha.” (Solidaridad Obre-ra, febrero 1943 - Nº 22) “Sigue ganando conflictos el Sindicato del Pescado. Continúa dándole malos ratos a los burgueses de la industria del pescado el Sindicato del ramo, que es uno de los de constitución más reciente, adherido a la Unión Obrera Local. Sigue desplegando una actividad casi febril en todas las tareas tendientes a consolidar posiciones frente a la voracidad patronal. No pasa semana sin que se plantee algún conflicto en alguna de las numerosas fábricas y saladeros radicados en la ciudad; con-flictos que, debido a la gran movilidad de los elementos activos del gremio, más tardan en declararse que en resolverse favora-blemente para las obreras y obreros de la industria. A menudo se ve con paso indeciso y mirada escudriñadora, algún personaje de inequívoco aspecto burgués en el patio de la Casa del Pueblo, que pregunta con palabra agitada por la secretaría del Sindicato del Pescado: es un rollizo saladerista o conservero de anchoítas, que viene a buscar arreglo con el personal de su casa, que lo ha ‘plantado’, y a veces antes de que lo planten…” (Solidaridad Obrera, mayo 1943 - Nº 24)

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“guerra de guerrillas” fabril. En este sentido, el concepto de “guerra de guerrillas” hace referencia a las luchas o conflictos pequeños y cotidianos (“pequeña guerra”), que se desarrolla entre fuerzas asimétricas y en forma irregu-lar.27

La mujer en el sindicatoEn la conserva de pescado, industria de gran prosperidad,

destinada a un enorme desarrollo, el 90% aproximadamen-te del personal obrero, es constituido por mujeres. Como se sabe, fueron esas obreras, con plena conciencia de sus

derechos de tales, las que decididamente impulsaron la huelga del gremio, imponiendo el triunfo final. Y lo más

interesante es que no se conformaron con la simple acep-tación del pliego de condiciones por parte de los patrones,

sino que ingresaron en masa en el sindicato de la indus-tria, el que cuenta con la casi totalidad del personal en

funciones. Es así que, de huelguistas se han convertido en militantes sindicales y es seguro que a través del sindicato,

adquieran una noción más clara de sus derechos que a través de cualquier prédica teórica.

Solidaridad Obrera, enero 1943 - Nº 21

Un aspecto sobresaliente del complejo proceso de or-ganización del gremio giró en torno al rol de la mujer en el sindicato.28 En la tapa del primer número de El Obrero del Pescado apareció un recuadro titulado “La Mujer y el Sindicato”, en el cual se propugnaba la participación de las obreras, que habían tenido un papel preponderante en la huelga fundacional, en la vida sindical. Reproduci-remos el recuadro in extenso ya que nos brinda un amplio panorama sobre la temática. Veamos:

Quizás el hecho más notable, más importante de la orga-nización del gremio del pescado ha sido la participación de la mujer. Desde los comienzos fue ella la primera en dar a la lucha el aporte formidable de su entusiasmo y su valentía, y ahora consolidado ya el sindicato, es ella también su más firme puntal. Y es que la mujer obrera, la víctima más grande de la sociedad actual, doblemente esclava en la fábrica y en su casa, empieza a desper-tar. A comprender que ella también tiene derechos que defender, que tiene dignidad y que se acabaron ya los tiempos en que como una burra de carga no paraba de trabajar todo el día, soportando en silencio la brutalidad del macho que no veía en ella más que una sirvienta, o a una bestia de placer. Ya no se conforma con el sermón del cura o con el consuelo de la religión, que le decía que la vida de la mujer no podía ser otra que trabajar, pa-rir y obedecer. La obrera moderna que interviene en la producción a la par del hombre, que como él tiene que

27 La analogía constante que establece la tradición marxista en-tre las formas de la lucha de clases y la guerra es recurrente, casi omnipresente. Es en ese sentido analógico que usamos aquí el concepto de “guerra de guerrillas”. Véase Marx, Carlos Salario, precio y ganancia, Buenos Aires, Anteo, 1956. 28 Un aspecto que no es abordado en este avance de investi-gación, pero que se pretende indagar en próximos trabajos, es la triple condición de subalternidad que revistieron los cuerpos de las numerosas niñas que trabajaron en los establecimientos conserveros, en tanto sus cuerpos fueron moldeados por el en-trecruzamiento de su condición de obreras (en relación de sub-ordinación con los capitalistas de la rama), mujeres (en relación de subordinación con los obreros de la rama) y menores (en re-lación de subordinación con los adultos de la rama).

luchar para mantener a los suyos, comprende que como él tiene “los mismos derechos y obligaciones”. Como trabajadora tiene que ocupar su puesto de lucha en la fábrica o el sindicato, luchando codo a codo, de igual a igual con sus compañeros de explotación. Tiene que terminar de una vez por todas aquello de que el sindi-cato o la organización son cosas para los hombres nada más. Los que sostienen esto (como muchas obreras del pescado que dicen que no hay que ir a la Casa del Pueblo porque está lleno de hombres), son inconscientes enemi-gos del progreso y la elevación de la mujer proletaria. A romper pues, compañera, con todos los prejuicios y las trabas con que pretenden atarnos. Como mujeres y como obreras seamos la vanguardia digna y combativa de la clase trabajadora. [La cursiva es nuestra]

Más allá de los inconvenientes que se les presentaron a los/as organizadores/as del sindicato en la consolidación del mismo, el resultado parece haber sido favorable. Por una parte se puede decir que la participación de las obreras en las actividades sindicales fue importante, gran cantidad de secretarías estuvieron a cargo de obreras, también cum-plieron el papel de delegadas y participaron activamente en las comisiones de fábricas. Sin embargo, esta partici-pación gremial de las trabajadoras no fue proporcional al papel desarrollado por ellas tanto en el proceso productivo como en los procesos de lucha. De esta forma, podemos afirmar que sus cuerpos29 siguieron estando extensamente estigmatizados por una doble condición de subalternidad: la de cuerpos subyugados y mutilados por la confluencia de relaciones capitalistas y patriarcales. Ambas, relacio-nes que rebasaban espacial y temporalmente a la “fabrica” y se extendían a toda la sociedad.30

Problemas de organización en el SOIPLos obreros y obreras de la industria del pescado nos he-

mos dado una herramienta de que carecíamos para defen-der nuestros derechos y hemos de aprender a utilizarla a la vez que trabajaremos incansablemente para perfeccionarla

cada vez más.

El Obrero del Pescado Nº 1, marzo de 1943

Debido al marcado carácter estacional del trabajo en la rama, la actividad sindical se intensificaba con el in-cremento de la actividad industrial entre los meses de septiembre y noviembre, durante la “temporada de la an-choíta”. Sin embargo, las actividades sindicales, aunque con fluctuaciones estacionales, eran permanentes y los periódicos de la época así lo reflejan. De esta forma, la or-ganización del gremio descansó en el funcionamiento de asambleas periódicas, reuniones, comisiones de control por fábrica y cuerpo de delegados. Fruto de aquello, a seis meses de la huelga fundacional del SOIP, salió a la ca-lle el primer número del periódico gremial El Obrero del

29 Sobre la problemática del control social de los cuerpos véase Nievas, Flabian El control social de los cuerpos, Buenos Aires, Eudeba, 1998.30 Para ahondar en la problemática de género como condición de subalternidad y su consecuente subvaloración en las fuentes, véase Spivak, Gayatri Chakravorty “¿Puede hablar el subalter-no?”, en Revista Colombiana de Antropología, Vol. 39, enero-diciembre 2003, pp. 297-365.

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Pescado, en el cual se realizó un balance de la huelga y de las actividades llevadas a cabo en esos meses, también se presentaron perspectivas de acción para el futuro de la organización. Dentro del balance encontramos la mención de la existencia de conflictos parciales con patrones que incumplieron el pliego de condiciones por ellos firmado, pero en todos los casos se habría llegado a “soluciones justas”, previa paralización de las labores.

Dentro del balance y las perspectivas se destacaron tres puntos: a) Completa organización del gremio; b) Cumpli-miento del pliego de Condiciones firmado por todos los industriales de la localidad; c) Lucha contra los elementos que, con intención o sin ella, actúan en contra de la orga-nización. Los dos primeros aparecen como saldados, ya que la totalidad del gremio se encontraba organizada y el pliego era cumplido. En cambio el tercer punto parece haber estado vigente como preocupación durante los años abordados en este trabajo. En El Obrero del Pescado Nº 1 se decía lo siguiente:

Sobre el tercer punto en la lucha contra los elementos adversos a nuestra organización, la comisión Directiva no ha dejado un solo instante de obrar por creer que uno de los peligros más grandes para la unidad del gremio son los elementos que olvidan sus deberes para con la organización, hacen circular rumores o comentan sus ac-tividades o la de compañeros sin conocerlas a fondo, fo-mentando así la desconfianza y la desunión del gremio. Seremos una organización fuerte e indestructible cuando todos estos inconvenientes hayan sido superados, cuan-do no haya ningún enemigo o ningún inconciente entre nuestras propias filas. Para ello es necesaria la colabora-ción de todos y cada uno de los obreros del pescado que comprende el valor y la fuerza de nuestro sindicato.

Pero, ¿quiénes eran estos “elementos adversos” al SOIP? Seguramente la respuesta no sea unívoca, mas las reiteradas menciones a los mismos en la prensa anarquista nos brindan algunas claves. En el periódico Unión Obrera Local de febrero de 1945 se menciona la existencia de dos tipos de obreras/os que atentaban contra la organización con su irresponsabilidad en el trabajo, el primero era el que no cumplía con sus obligaciones, exponiéndose así “a continuos apercibimientos patronales, sin que se le pueda defender con derecho.” El segundo era el que se reventa-ba trabajando y, por ende, era considerado “un elemento enemigo de la organización, pues propaga la división in-terna”. El recuadro terminaba con un llamado al conjunto de los trabajadores del gremio:

No seas tú ninguno de los dos; trata de ser, ante todo, un obrero consciente. Alguno de los actuales capataces y encargados de fábrica han sido simples obreros, delega-dos de personal otros; algunos ocuparon el lugar que les correspondía, con menos o más responsabilidad; otros se transformaron en “dictadores” de sus antiguos com-pañeros para quedar bien con el amo, pero por lo gene-ral, han quedado mal con ambas partes y podríamos citar ejemplos de muchos que volvieron a ser obreros, pero, solamente diremos: “ojo con los piojos resucitados”.

De estas notas podemos inferir que los elementos diri-gentes del gremio elaboraron un discurso educacional y disciplinador para ser dirigido a las masas obreras de la industria. Este discurso creaba tres tipos de representa-

ciones de las obreras/os del gremio y las interpelaba. Las “buenas” obreras/os eran las/os que respetaban lo acorda-do en el pliego, “ni más ni menos”. Por su parte, el grupo de los “elementos adversos” era estigmatizado y dividido en dos subgrupos, por un lado estaban los que hacían “me-nos” de lo establecido y, por otro, los que hacían “más”. Estos últimos eran los “verdaderos enemigos” de la or-ganización, ya que propiciaban la competencia entre las obraras/os. Así el grupo dirigente del SOIP desarrollaba una sistemática actividad educadora-homogeneizadora de las tendencias “espontáneas”, “primitivas” y “elementa-les” que anidaban en el seno de este grupo subalterno.31

Otra problemática que tuvieron que enfrentar los mi-litantes sindicales del SOIP, en el período elegido, fue la baja cotización. Es recurrente la presencia de llamados a cotizar en las páginas de los diarios anarquista que in-forman sobre el SOIP. El informe sobre el sindicato del pescado brindado por el periódico de la UOL, arriba cita-do, culmina con esta sugerente conminación: “COMPA-ÑEROS: HAY QUE PONERSE AL DÍA CON LA CO-TIZACIÓN”. Un año más tarde, nuevamente aparecen en las páginas de dicho diario un informe de las distintas actividades desarrolladas por el SOIP. A renglón, la nota termina sugiriendo que…

…los trabajadores atrasados en la cotización, traten de ponerse al día, e igualmente les hacemos notar la conve-niencia de que en las fábricas no haya obreros desorga-nizados. Cumpliendo con lo que queda especificado, se facilitará las tareas de tesorería y los de la comisión en general. (Unión Obrera Local, marzo de 1946)

La problemática de la cotización que enfrentó la direc-ción anarquista del sindicato nos revela, a través de las páginas de la prensa libertaria, la tensión entre el proceso general tendiente a la burocratización-modernización de las organizaciones obreras y la ideología anarquista. Los ácratas acusaban a todas las otras tendencias del movi-miento obrero de burocráticas, en contraposición predica-ban y practicaban el federalismo y la militancia no rentada en las estructuras sindicales. Pero, estas ideas y prácticas anarquistas cada vez entraban en mayor tensión con las modernas estructuras sindicales. Esta tensión persistió a lo largo de toda la trayectoria sindical del anarquismo, ya que no pudo resolver esta encrucijada que le presentaba el proceso histórico.

Por último, otro aspecto de la organización gremial fue la ampliación del espectro de obreras/os comprendidos y representados por el SOIP. En un informe aparecido en el periódico Unión Obrera Local de marzo de 1946 se daba cuenta de la organización de la “cuadrilla de cargadores” de la banquina del puerto:

Los compañeros de las cuadrillas de cargadores, com-prendiendo la conveniencia que tanto para ellos como para nosotros representa su agremiación junto con el resto de los trabajadores de la industria, aceptaron in-gresar al sindicato y ya han comenzado a asociarse. El

31 Para profundizar teóricamente la problemática de las tenden-cias “espontáneas, primitivas y elementales”, véase Gramsci, Antonio Antología, op. cit.

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presente caso fue tratado en reunión de delegados, que por unanimidad y hasta tanto una asamblea general dé su confirmación, aprobó la organización de los cama-radas cargadores que, como queda dicho, en adelante serán parte integrante de nuestro sindicato.

Pero toda esta dinámica se vio truncada por la interven-ción del SOIP.

1948: Intervención del SOIP

En el año 1948 el SOIP fue intervenido por el peronis-mo, fuerza política que contaba con el apoyo de los mi-litantes comunistas de dicho gremio. Pero este final, que venía siendo anunciado por la previa intervención que había sufrido la UOL después de apoyar la huelga de chó-feres de ómnibus, en diciembre de 1947, fue el punto de llegada de un proceso que comenzó en los primeros meses de 1946, después del triunfo de Perón. Ya en abril de ese año encontramos en las páginas de Unión Obrera Local la denuncia de un intento “divisionista” en el gremio del pescado. Aquellas páginas rezaban lo siguiente:

…se intentó por parte de elementos enemigos de las verdaderas normas sindicales, dividir nuestro gremio, utilizando argumentos infundados, acusando falsamente a la Comisión Administrativa y utilizando obreros que inconscientemente se prestaban a servir a las maniobras de estos traidores, pero felizmente, en vez de disgregar las fuerzas de nuestro Sindicato sirvió para que los tra-bajadores comprendieran el verdadero valor de nuestra organización, y hoy nuestro gremio, se encuentra más vigorizado aún, puesto que los obreros han aprendido a defender [lo que con] tanto sacrificio costó conquistar.

Esta nota, que hacía referencia a un conflicto interno dentro del las filas obreras, no nombraba a la tendencia político sindical que llevaba adelante esos intentos divi-sionistas, pero esa situación se revierte en las páginas del ejemplar del mes de junio del periódico de la UOL. En el mismo aparece un breve informe del SOIP que, ahora sí, denuncia a la Federación Laborista como la responsable de los intentos de agremiar a las obreras/os del pescado en un sindicato paralelo. En la misma se lee:

Gremio experimentado en las luchas continuas contra las arbitrariedades de los industriales irreductibles a re-conocer los derechos obreros; nacido y engrandecido al calor de la solidaridad de los trabajadores de las distin-tas industrias, sus componentes, obreros y obreras, que tienen conciencia de la misión que mutuamente se han impuesto en defensa de su propia vida de productores; no las tomará de sorpresa ningún grupo de obreros in-conscientes que se presente con el propósito de hacer valer su organización para respaldar ninguna campaña demagógica que emane de ningún partido político; ese fue el fracaso de la intentona de la llamada F. Laborista y a eso debe el fracaso de los que activan en nombre de un partido que se dice interpretar los intereses de los traba-jadores pero que su finalidad es la conquista del Estado para desde allí continuar gobernado. Con la experien-cia adquirida en las alternativas de una lucha continua contra todo elemento advenedizo, no pierde la serenidad frente a ningún problema que se presente en sus asam-bleas, y no se entusiasma por discursos teóricos que la práctica demuestra lo contrario.

Estos intentos de conformación de un nuevo sindicato oficialista que les disputara el gremio del pescado a los anarquistas, terminó con la intervención del SOIP y el pa-

saje compulsivo de las obreras/os a la Sociedad Obrera de la Industria del Pescado y Afines (SOIPA), adherida a la CGT y reconocida por la Delegación Local de la Secreta-ria de Trabajo y Previsión como única entidad del gremio, previa encarcelación de varios militantes anarquistas. Una de las militantes detenidas fue la tesorera del SOIP, Dolo-res C. de Ferre.32

Esta breve revista que pasamos sobre las disputas entre la dirección anarquista del SOIP y los grupos peronistas “divisionistas”, nos habla de la “lucha teórica” entre estas dos corrientes político-ideológicas y del complejo proceso de formación de cuadros político-sindicales y su crisis y recomposición.33 Pero, ¿qué se disputaban? Se diputaban la dirección de las masas obreras del gremio. Sin embar-go, esta disputa fue un episodio más de la “lucha teórica” que el peronismo estaba librando contra el conjunto de las corrientes de izquierda en y por el movimiento obrero de la ciudad y el país. Fue en este punto que la realidad nacional tiñó a los procesos que hasta ese momento se venían desarrollando con relativa autonomía, como fue el caso de la experiencia anarquista en la organización de las obreras/os de la industria del pescado.

Consideraciones finalesCuando sea posible han de historiarse los distintos acon-

tecimientos… de Mar del Plata, especialmente los entrete-lones de algunos de los principales, pues los detalles, que

casi siempre se mantienen en silencio, son los que realmen-te hacen la historia; luego los acontecimientos visibles son

simplemente sus resultados.Unión Obrera Local Nº 24 (30/12/1947)

Con esta breve reseña de los hechos ocurridos en el ám-

32 “La tesorera de un Sindicato Marplatense permanece detenida hace más de dos meses. Un comunicado reciente del Sindicato Obrero de la Industria del Pescado, de Mar del Plata, da cuenta de las persecuciones de que es objeto la organización por parte de elementos de la delegación regional de Trabajo y Previsión. La asamblea que el gremio debía realizar hace unos días no pudo efectuarse por carecer del permiso policial. ‘Los organismos ofi-ciales de la localidad -expresa el comunicado- impiden el libre ejercicio del derecho de reunión’. Por otra parte, continua de-tenida la obrera Dolores C. de Ferré, tesorera del sindicato, no habiendo más motivo para ello, desde hace más de dos meses, que el ejercer tales funciones. Se trata de una maniobra llevada a cabo por un grupo oficialista, que pretende reorganizar la C.G.T. local, a cuyo fin persigue por todos los medios a los sindicatos pertenecientes a la combativa e intransigente Unión Obrera Local, que, como hemos informado oportunamente, se halla impedida de toda vida pública por la clausura de su local social. La policía y la delegación regional de Trabajo y Previsión no hacen sino seguir las indicaciones de los gremialistas de nuevo cuño en funciones de entregadores.” (La Obra, agosto de 1948 - Nº 67)33 Según Marín este es un elemento de enorme importancia, pues “el proletariado va incorporando mediante mecanismos sociales muy complejos, una gran cantidad de cuadros (…). El proletariado oye todos los días a miles de individuos que le dan alternativas, pero selecciona, no escucha a todos, elige más a unos que a otros, abandona e incorpora a otros.” Marín, Juan Carlos “La noción de polaridad en los procesos de formación y realización de poder”, en Razón y Revolución, Nº 6, otoño de 2000, pp. 21-33.

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Agustín Nieto

bito de influencia del SOIP, tanto de lo más palmarios (la huelga de 1942), como de los menos visibles (los conflic-tos en las unidades productivas), hemos intentado poner de manifiesto un cambio en la dinámica conflictual del gremio. La pregunta que nos guió es la siguiente: ¿por qué se pasó de una forma conflictual que implicaban un enfrentamiento frontal del conjunto de las fuerzas obreras contra el conjunto de los patrones (huelga general de la rama), a enfrentamientos de menor escala, a “micro-con-flictos” de “fábrica”?

Si bien, en el presente trabajo abordamos la lucha de clases desde la perspectiva obrera, no podemos dejar de referirnos a su contraparte, la perspectiva patronal. Ya que los cambios en la dinámica conflictual afectan a ambos, pero no por igual. Necesariamente lo que beneficia a uno perjudica al otro. En este sentido, la gran perdedora de las jornadas de septiembre de 1942 fue la patronal, este hecho implicó la invisibilidad pero no la ausencia de conflictos. A partir de ese año el escenario del conflicto cambió para los dos, se pasó de la lucha de calles a la lucha en la pri-vacidad de las fábricas. Pero si la causa de este cambio estuvo en el triunfo de las obreras/os, la iniciativa, des-de la situación de derrotados, en el establecimiento de un nuevo escenario les cupo a los industriales, sobre todo a los más pequeños. Éstos se encontraban en desventaja en relación a los capitales más concentrados de la rama si se respetaba y cumplía lo pactado en el pliego. Es por esto que los mismos impulsaron una nueva táctica que consis-tía en la dispersión de las fuerzas entre el centenar de uni-dades productivas con que contaba la rama. De esta forma intentaron revertir la debilidad en la que habían quedado luego del enfrentamiento frontal con la instrumentación de una “guerra de guerrillas” fabril a la que fue empujado el SOIP. El contenido de la prensa gremial no hace más que reflejar con creces esta nueva dinámica conflictual. Pero el proceso quedó trunco, pues la lógica interna de la lucha económica en esta rama industrial particular se vio sacudida por el proceso de lucha política y teórica a escala nacional, en el que la fuerza social que adoptó el nombre de peronismo jugó un rol central.

Para ensayar la precedente respuesta a la pregunta ini-cial hicimos uso del concepto de hito, concepto que hace referencia a momentos de los enfrentamientos sociales, en los que las distintas fracciones de clase objetivamen-te, realizan relaciones de alianza o de ruptura con otras fracciones sociales que define, compone, institucionaliza (redefine, descompone, desarticula), las posiciones que cada una de ellas ocupará durante un cierto período en el conjunto social. Es por esto que consideramos el enfren-tamiento de 1942 como un hito en el territorio social del puerto de Mar del Plata y, en tanto tal, dio término a un período de competencia y debilidad en las filas obreras de la industria pesquera para abrir una etapa en la cual esta fracción obrera pudo mejorar las condiciones de ven-ta y reproducción de su fuerza de trabajo. Esta situación perduraría hasta 1948, el desplazamiento de la dirección anarquista del sindicato y su reemplazo por un nuevo organismo bajo la hegemonía peronista abre nuevos in-terrogantes. ¿La intervención del sindicato implicó un

cambio en la situación de las obreras/os del pescado al momento de vender su fuerza de trabajo como denuncia-ban los anarquistas desplazados? ¿Los nuevos convenios firmados por los peronistas significaron un retroceso en las condiciones logradas con los anteriores? De ser así, ¿la conflictividad obrera registró nuevamente un cambio en su dinámica bajo la hegemonía peronista? Evidentemente las respuestas a estas preguntas quedan fuera de las posi-bilidades de este trabajo, pero nos guiarán en avances de investigación futuros.

Recibido: 10/08/2008

Aceptado: 15/10/2008

En río revuelto ganancia de Pescador. El gremio marítimo y el peronismo: un estudio de la huelga de 1950

In a Rough River, the Fisherman Gains. The Maritime Trade Union and the Peronism. A Study of the Strike of 1950

Gustavo Nicolás Contreras*

* El autor es Profesor en Historia por la Universidad Nacional de Mar del Plata y es miembro del Grupo de Investigación sobre Movimien-tos Sociales y Sistemas Políticos en la Argentina Moderna (MSSPAM). Desde hace varios años estudia los conflictos sindicales ocurridos du-rante el peronismo (1946-1955), primero mediante becas de investig-ación de la UNMdP y actualmente con una beca doctoral del CONI-CET. Ha publicado parte de su tra-bajo en actas de congresos, capítulos de libros y revistas especializadas. [email protected]

Resumen

Enmarcado en un proyecto de investigación que pretende conocer la forma en la que participó la clase obrera durante el peronismo, el siguiente trabajo se abocará al estudio de la huelga marítima de 1950. Aquel conflicto cobró gran notoriedad tanto porque se paralizaron gran parte de los puertos nacionales por más de dos meses como por su repercusión en muchos puertos extranjeros luego de que la Federación Internacional del Transporte declaró el boicot a los barcos argentinos en solidaridad con los trabajadores marítimos de nuestro país. Pese a esta magni-tud, el hecho ha sido poco considerado por los estudios sobre el período. En este sentido, avanzar en su análisis nos permitirá recuperar la historia de un episodio de las luchas obreras, precisar la actuación de un gremio con dirección no pero-nista y complementar nuestros conocimientos sobre la dinámica de los conflictos sindicales durante el peronismo.

Palabras Clave: Conflictos sindicales - huelga - trabajadores marítimos - puertos - peronismo.

Abstract

Framed in a research project which pretends to know how the working class par-ticipated during the Peronism, the following article will study the maritime strike of 1950. That conflict had great relevance, not only because a big part of the national ports stopped during two months but also because of its repercussion in many foreign ports after the International Transport Federation had declared the “boycott” of the Argentine ships in solidarity with the maritime workers of our country. Despite this magnitude, the conflict has been hardly considered by the studies of that period. Therefore, the analysis will let us recover one episode in the labor struggles, describe the actions of one non-peronist directed trade union and add to our knowledge of the dynamics of the conflicts of the trade unions during the peronist government.

Key Words: trade unions - strike - marine workers - ports - peronism

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Presentación

Enmarcado en un proyecto de investigación que pre-tende conocer la forma en la que participó la clase obre-ra durante el gobierno peronista, el siguiente trabajo se centrará en el análisis de la huelga marítima de 1950. Es necesario destacar que ésta ha pasado casi desapercibida en los escritos sobre el período, hallándose sólo breves menciones al respecto. Esta ausencia llama la atención si se evalúa la magnitud nacional e internacional que tuvo el conflicto y la importancia que le dieron los actores de la época. Ocurrida entre abril y agosto de 1950, la huel-ga marítima puede ser ubicada en el ciclo de conflictos sindicales acaecidos entre 1949 y 1951, los cuales se de-sarrollaron en un contexto de creciente crisis económica y de polarización política, adquiriendo una notoriedad importante.

Sin embargo, no sólo se buscará rescatar un hecho des-cuidado por la historiografía sino que a partir de su estu-dio empírico se intentará avanzar en el conocimiento de la estrategia que adoptaron los trabajadores en ese momento particular de su desarrollo que fue el peronismo. Reco-nociendo la hegemonía de una estrategia reformista en el movimiento obrero de aquel período, el siguiente trabajo sostiene que ésta puede tomar distintas expresiones (eco-nómicas, corporativas, políticas e ideológicas). En este sentido cobra relevancia analizar la lucha que dieron dis-tintas fracciones obreras por la dirección del proceso.

Este abordaje a su vez nos permitirá reflexionar sobre la relación entablada entre el movimiento obrero y el gobier-no peronista. De esta manera, por un lado, serán revisadas las visiones que plantearon un vínculo “inherente” o “na-tural” entre ambos, priorizándose un planteo que entiende que las características que tomó ese vínculo correspon-dieron tanto al resultado de las luchas que dieron distintas fracciones obreras por imponer sus perspectivas como a las posibilidades que éstas encontraron en contextos de-terminados. Por otro lado, en este examen de las distintas orientaciones existentes al interior del gremio marítimo, se reparará en los antecedentes y las características de las organizaciones que actuaban en el gremio marítimo así como también se tratará de precisar el desempeño de un gremio con dirección no peronista. Esta última cuestión toma relevancia en tanto que no es mucho lo que se sabe al respecto, y en su investigación es posible reconsiderar ciertos conceptos preestablecidos sobre la actuación de los sindicatos opositores, la cual muchas veces es homo-logada a la posición defendida por los partidos políticos antiperonistas, desconociendo así ciertas características propias de la acción de los sindicatos que no se alineaban con el peronismo.

Breve estado de la cuestión

Los textos académicos han destacado los conflictos ocurridos entre 1949 y 1951, aunque el caso de los maríti-mos ha recibido escasa atención. En este sentido, Samuel Baily señaló que en los últimos años del primer manda-to de Perón las principales huelgas fueron realizadas por gráficos, azucareros, frigoríficos, marítimos, bancarios y

ferroviarios. Para ejemplificarlas, por decisión metodoló-gica, sólo se explayó en el caso de los ferroviarios.1 Del mismo modo Walter Little concluyó que los sindicatos que de alguna manera se oponían ideológicamente a Pe-rón podían agruparse en cuatro categorías (oposición, sin-dicalismo, liberalismo y peronismo independiente), en las cuales el gremio marítimo no recibió tratamiento, aunque fue asimilado a la “oposición liberal” de la Fraternidad en una nota al pie de página.2 Llamativamente se nota la misma carencia en el trabajo más completo sobre el tema, donde Louise Doyon apenas menciona la huelga maríti-ma.3 Asimismo, Hugo Gambini no da cuenta del episo-dio al repasar los conflictos sindicales del período.4 Sólo Torcuato Di Tella, Rubens Íscaro, Félix Luna y Orestes Confaloneri le dedican exiguas líneas.5

¿Cómo se explica esta ausencia? Una primera respuesta podría aludir a la poca significación de la huelga. Sin em-bargo, lejos estuvo de haber sido así. Los trabajadores ma-rítimos se desarrollaban en un sector de suma importancia en la economía argentina. Su actividad huelguista por más de cuatro meses junto a su repercusión internacional, se tornaron una preocupación de primer orden para el go-bierno, quien por todos los medios intentó quebrar el mo-vimiento.6 Esto nos lleva a una segunda respuesta posible, al verificarse que uno de los medios utilizados contra el paro fue su negación a través de una fuerte campaña por parte de los diarios oficialistas. Y si bien esto pudo in-fluenciar la mirada académica sobre el proceso, en contra-partida a este desconocimiento o minimización, la prensa opositora se ocupó de exaltar el hecho. ¿A quién creerle? Para el investigador no queda más opción que contrapo-ner ambas visiones y acudir, en lo posible, a otras fuentes para superar estas subjetividades “obvias”. En relación a esto, una tercera respuesta sobre este bache nos lleva al te-

1 Baily, Samuel Movimiento obrero, nacionalismo y política en la Argentina, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986.2 El autor toma los casos de ferroviarios, frigoríficos, gráficos y bancarios. Little, Walter “La organización obrera peronista y el Estado peronista, 1943-1955”, en Desarrollo Económico, Nº 75, Buenos Aires, 1979. 3 La autora aborda para el periodo 1949-1951 las huelgas de azucareros, frigoríficos, gráficos, bancarios y ferroviarios. Do-yon, Louise Perón y los trabajadores. Los orígenes del sindica-lismo peronista, 1943-1955, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006.4 Para los años que van de 1949 a 1951 describe los conflictos de bancarios, gráficos y ferroviarios. Gambini, Hugo Historia del peronismo. El poder total (1943-1951), Buenos Aires, Planeta, 1999.5 Di Tella, Torcuato Perón y los sindicatos. El inicio de una relación conflictiva, Buenos Aires, Ariel, 2003; Íscaro, Rubén Origen y desarrollo del movimiento sindical argentino, Buenos Aires, Anteo, 1958; Luna, Félix Perón y su tiempo /2, Buenos Aires, Sudamericana, 1985; Confaloneri, Orestes Perón contra Perón, Buenos Aires, Antigua, 1956.6 Franz Bayer, trabajador del gremio, recuerda que los maríti-mos con el pasar de los años se referían a ella como “la gran huelga”. Entrevista del autor, 19/05/2007.

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rreno de los “comportamientos ideológicamente determi-nados”. Haber ubicado a los trabajadores marítimos entre los opositores a Perón se tradujo en que su huelga fue una acción esperada, “natural”, que no necesitaba explicación por su “obviedad”, restándole importancia a su estudio.

El posicionamiento institucional-político antiperonis-ta del Partido Comunista, del Partido Socialista y de la Unión Cívica Radical, compartido también por los apar-tidarios anarquistas y sindicalistas, ha sido linealmente equiparado al comportamiento de los gremios por ellos dirigidos durante el gobierno peronista. En esa lectura del proceso fue destacada tanto la intransigencia frente al aparato estatal como la militancia política contra el go-bierno. Sin embargo, la realidad sindical dista en algunos aspectos de esta imagen. Es sabido que desde sus orígenes el peronismo atrajo a gran cantidad de gremialistas socia-listas y sindicalistas (y en menor medida a anarquistas y comunistas) con su política laboral. Aquel fue sin dudas un momento donde las identidades y tradiciones sindica-les estaban en un proceso de fuerte redefinición.

El conocimiento de la compleja realidad de la oposi-ción sindical durante el gobierno peronista sigue siendo eludido al ser aquella directamente homologada a las posiciones de la dirigencia partidaria antiperonista. De igual modo poco se sabe sobre la acción concreta de los distintos sindicatos, ya que la misma ha sido considerada esquemáticamente en tanto si se alineaban con los opo-sitores o si se subordinaban al gobierno. Salvo contadas excepciones, no se han abordado en profundidad las zo-nas grises ni las contradicciones por las que atravesaba la clase obrera en esa coyuntura. Indagar esta falencia en el conocimiento de las ciencias sociales nos permite revisar varios supuestos implícitos de los estudios sobre la rela-ción clase obrera-peronismo.

El devenir del gremio marítimo mostró su complejidad cuando cierto apoyo a la política laboral del gobierno en-tró en tensión con su filiación no peronista. La exploración del caso cobra relevancia en el debate historiográfico si se consideran los aportes realizados por Hugo del Campo. En su investigación el autor, entre uno de sus objetivos, “se propuso rastrear en la tradición sindicalista el origen de algunas características del movimiento obrero argenti-no que se desarrollaron en la década del ´30 y que contri-buyeron a la configuración del sindicalismo peronista”.7 Del Campo afirma que el sindicalismo como corriente

7 Del Campo, Hugo Sindicalismo y peronismo. Los comienzos de un vinculo perdurable, Buenos Aires, Siglo XXI, 2005, p. 25. “...trate de rastrear en su historia algunas tendencias que facilita-ron su vinculación con el peronismo: burocratización, reformis-mo pragmático, apelación al arbitraje favorable del estado; apo-yo político a quien sostuviera sus reivindicaciones; desconfianza y hostilidad frente a los partidos obreros... Encontré sobre todo estas tendencias en el seno de la corriente sindicalista (...). Creo que esas actitudes prepararon el terreno para que muchos diri-gentes sindicales respondieran favorablemente a las propuestas de Perón como antes habían buscado el apoyo de Yrigoyen o de Ortiz”. Ídem, p. 15.

pragmática y economicista acuñó ciertas características que perdurarían y que de alguna manera estarían presen-tes en el sindicalismo peronista. Llamativamente el gre-mio marítimo fue uno de los máximos exponentes de la orientación sindicalista. Sin embargo su filiación no pero-nista parecería contradecir de alguna manera la hipótesis de Del Campo. El análisis de la huelga marítima de 1950 nos permitirá también avanzar en la precisión de lo que en primera instancia se muestra como una contradicción.

La siguiente investigación, entonces, sostiene que no es suficiente clasificar qué sindicatos se alineaban con el peronismo y cuáles con el antiperonismo para entender cómo participaron los trabajadores durante el gobierno de Perón. Es necesario complementar esta distinción con el conocimiento de los objetivos que perseguían los obre-ros en esas articulaciones y de las prácticas concretas que resultaron de ellas. En este sentido, el estudio mo-lecular del conflicto marítimo nos permitirá acercarnos al conocimiento de la estrategia de la clase obrera.8 En su observación se aspira a obtener una visión más am-plia que la ofrecida por la sola distinción del alineamiento político-ideológico de su dirección. Partiendo desde esta perspectiva se privilegiará una mirada integral que abor-de conjuntamente los aspectos económicos, corporativos, políticos e ideológicos que emergieron en aquella huelga. También se dará cuenta de cómo en su desarrollo se in-volucraron de manera particular dependencias estatales, sindicatos, organizaciones internacionales, etc.9 Todo ello es importante al momento de intentar comprender la for-ma en la que participó la clase obrera durante el gobierno peronista.

Antecedentes organizativos del gremio marítimo

Los puertos cobraron un lugar de primera importancia en el modelo agro-exportador de la Argentina de fines del siglo XIX y principios del XX. Su funcionamiento

8 Utilizo el concepto en el sentido que le dio Nicolás Iñigo Ca-rrera en La estrategia de la clase obrera. 1936, Buenos Aires, Madres de Plaza de Mayo, 2004. 9 En un documento de trabajo reciente sobre el gremio de la carne intenté recuperar en toda su dimensión cómo el sindica-to si bien apoyó al gobierno desde sus orígenes y se reconocía peronista, lejos estuvo de subordinarse y mantuvo su propia po-sición en torno al nivel salarial, las condiciones de trabajo, el funcionamiento de la comisión paritaria de la industria de la car-ne, al cumplimiento de los convenios colectivos, el tipo de or-ganización sindical y el rol del Ministerio de Trabajo, lo cual lo llevó también a enfrentarse con el gobierno en el plano político e ideológico. Contreras, Gustavo “El peronismo obrero. La estra-tegia laborista de la clase obrera durante el gobierno peronista. Un análisis de la huela de los trabajadores frigoríficos de 1950”, en PIMSA 2006, Buenos Aires, 2007. Allí el lector encontrará un desarrollo más amplio de la propuesta teórica. En la misma línea puede leerse Contreras, Gustavo “Los trabajadores gráficos, la prensa y la política durante el peronismo”, en Da Orden, Ma-ria Liliana y Melón, Julio (Compiladores) Prensa y periodismo. Discursos, práctica, empresas (1943-1958), Rosario, Editorial Prohistoria, 2007.

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era vital para la economía nacional. Las crecientes acti-vidades exportadoras e importadoras, junto a las tareas relacionadas a ello, desarrollaron notablemente el sector. Las burguesías locales y extranjeras obtenían cuantiosos beneficios, mientras que el revés de la moneda mostraba que las condiciones de trabajo en los puertos, los talleres y los barcos eran duras, tanto por las propias características de las tareas así como por las extensas jornadas, las malas condiciones laborales, etc. Esta cruda realidad estimuló los primeros pasos organizativos por parte de los traba-jadores.

Desde sus orígenes, a principios del siglo XX, los marí-timos recibieron la influencia del anarquismo y el sindica-lismo revolucionario y, en menor medida, del socialismo. El llamado que las dos primeras hacían a la acción directa, su perspectiva revolucionaria y una valoración positiva de la violencia obrera tuvieron buena recepción en un sector donde la patronal estaba poco dispuesta a negociar, que reprimía todo intento de organización o de reivindicación obrera y que en esa actitud era secundada por el gobierno y la policía. Incluso la patronal recurría con frecuencia a fuerzas de choque de civiles y agrupaciones de rompe-huelgas, lo cual originaba enfrentamientos con los traba-jadores sindicalizados, que no pocas veces terminaban a punta de cuchillo o a los tiros. La posición intransigente de los patrones y el gobierno fue respondida con intransi-gencia por el movimiento obrero del puerto.

En los puertos actuaban por lo menos tres grandes gremios. Por un lado, los gremios marítimos agrupaban a todo el personal embarcado, desde los capitanes hasta los marineros, cocineros y camareros. Por su parte, los portuarios congregaban principalmente a los estibadores, quienes se ocupaban de la carga y descarga de las em-barcaciones. Por último, encontramos a los constructores navales, quienes se dedicaban a la construcción y repara-ción de los distintos tipos de barcos, siendo predominante esta última tarea. A los fines de este artículo mi interés se centrará en la evolución de los marítimos, ya que éstos protagonizaron la huelga de 1950, aunque recibieron la solidaridad de los otros dos gremios.

Las condiciones adversas que enfrentaban los maríti-mos para la organización obrera tenían una contraparte que marcaba también su potencialidad. Señala Di Tella que en el gremio marítimo había una fuerte “comunidad ocupacional”, dada por la vida en los barcos que implica-ba una convivencia que a veces duraba meses y que, en muchos casos, se extendía en los lugares de residencia, generalmente ubicados alrededor de los puertos.10 De esta

10 Di Tella, Torcuato op. cit., p. 245. Joel Horowitz considera que también los ferroviarios son una comunidad ocupacional, la cual define a través de Graeme Salaman como “una relación par-ticular entre el trabajo y el resto de la vida (…). Los integrantes de las comunidades ocupacionales están de tal modo influidos por su trabajo, que su vida entera fuera de éste se halla impreg-nada de las relaciones, intereses y valores desarrollados en él… Construyen su vida sobre la base de su trabajo; sus compañeros de tarea son sus amigos cuando la tarea termina, y sus intereses

manera, la propia actividad creaba relaciones de unidad, solidaridad y organización. Desde el capitán hasta el úl-timo marinero debían trabajar en conjunto, coordinados y ordenadamente. En el barco todos dependen de los otros tripulantes para poder desarrollar la actividad y en algunos casos hasta para sobrevivir. “Posiblemente esto hacía que hubiera más tolerancia entre gente de diversas ideológicas”.11 Aunque es necesario destacar que también se daban conflictos entre los distintos oficios, tanto por cuestiones de jerarquía como por cuestiones de delimi-tación en la distribución de tareas, así como por temas sindicales, políticos e ideológicos. La multiplicidad de oficios que intervenían en la actividad marítima fue sin dudas un punto central al momento de evaluar la cons-trucción sindical. Sin poder ser disueltos ni obviados, los múltiples oficios fueron encontrando en la forma federa-tiva la mejor opción para avanzar en la organización de la rama de actividad.

Los primeros pasos organizativos fueron dados por los foguistas y los marineros quienes formaron una Socie-dad de Resistencia en 1902. A pesar de este avance en 1906 la Sociedad sufrió el divisionismo producto de la declaración finalista del Vº Congreso de la FORA. Pero ese mismo año volvió a reagruparse con motivo de una huelga que logró “aumentos de salarios, jornada de ocho horas para todas las secciones, descanso dominical para las tareas que lo permitiesen y la patronal aceptó la res-ponsabilidad por los accidentes de trabajo”.12 Sobre esta base se creó La Liga Obrera Naval Argentina. La LONA en 1910 impulsó una huelga exitosa, pero no pudo sobre-vivir a ella.13 Inmediatamente foguistas y marineros vol-vieron a unirse fundando la Federación Obrera Marítima (FOM), bajo la dirección de Francisco García y orientada por una mezcla de anarquismo moderado-organizador y sindicalismo revolucionario.

La FOM pronto se convirtió, junto a los ferroviarios, en la vanguardia del movimiento obrero argentino. La im-portancia de los transportes en el modelo agro-exportador no sólo les permitía incrementar su masa de afiliados y acumular fuerza a partir de la posibilidad de paralizar el circuito económico nacional mediante huelgas y boicots, sino que en su estructuración abarcaban un amplio territo-rio, situación que hicieron valer no sólo para construir un sindicato de escala nacional sino también para desarrollar la organización de otros gremios. Así los marítimos esti-mularon y apuntalaron la sindicalización de los hacheros

y actividades en los momentos de ocio giran en torno al trabajo”, citado en “Los trabajadores ferroviarios en la Argentina (1922-1943)”, en Desarrollo Económico, Nº 99, Bs. As., 1985. 11 Di Tella, Torcuato op. cit.12 Troncoso, Oscar Fundadores del gremialismo obrero/1, Bue-nos Aires, CEAL, 1983, p. 78.13 La LONA se disolvió porque su secretario general, Juan Col-meyro, fue acusado de recibir un soborno por parte de los ca-pitalistas navieros y de “ser confidente policial”. Poco después pagaría estas acusaciones con su vida. Troncoso, Oscar op. cit., p. 81; Di Tella, Torcuato op. cit., p. 251.

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de La Forestal, los obreros de las fábricas de tanino de Las Palmas, los yerbateros misioneros, los estibadores de los puertos del interior, etc. Incluso fueron varias las huelgas y los boicots declarados en solidaridad con otros gremios, posibilitando su victoria, como en los casos de frigoríficos y ferroviarios en 1917, La Forestal en 1921, etc.

Esta práctica de solidaridad sería reconocida por el pro-letariado argentino, y la importancia de la FOM tomaría un primer plano en el IXº Congreso de la FORA, en 1915. Este fue hegemonizado por la FOM y presidido también por Francisco García. Pero en esta coyuntura su orienta-ción se fue alejando de las luchas maximalistas del todo o nada, valorando tanto las conquistas meramente gremia-les como la intervención del estado en los conflictos entre el capital y el trabajo. En 1916 rompiendo con la tradi-ción de no buscar apoyos oficiales, la FOM entrevistó a Yrigoyen pidiéndole su mediación en la huelga que im-pulsaba.14 Obteniendo un resultado exitoso inauguró así una tradición de diálogo y negociación con el estado, que se fue acentuando con el correr de los años.15 La huelga revolucionaria dejaba lugar a la huelga reivindicativa y, en este camino, se afianzaba una estrategia reformista en esta fracción de la clase obrera, que dos décadas más tarde sería hegemónica en el movimiento obrero.

Desde 1916 a 1924 la FOM vivió su mejor época. Los resultados positivos de su perspectiva la convirtieron en el brazo fuerte de la FORA IXº Congreso y luego de la Unión Sindical Argentina (USA), en 1922. En esos años la FOM acumuló fuerzas mediante un planteo que priori-zó, por un lado, la unidad del conjunto de los marítimos tanto sobre sus oficios particulares como sobre sus posi-ciones políticas e ideológicas; y por otro, la apelación a la intervención del estado en los conflictos laborales para la obtención de reivindicaciones puntuales y concretas. De esta manera, la perspectiva de un sindicalismo me-nos revolucionario, más pragmático y economicista logró agrupar al personal jerárquico (capitanes, patrones de lan-chas, oficiales, baqueanos, prácticos, comisarios navales, radiotelegrafistas, etc.) junto a quienes realizaban oficios menos calificados (marineros, foguistas, conductores, co-

14 Véase en este mismo número Caruso, Laura “La huelga ge-neral marítima del Puerto de Buenos Aires, diciembre 1916”, en Revista de Estudios Marítimos y Sociales, Nº 1, Mar del Plata, 2008, pp. 23-34. La búsqueda de apoyo estatal puede rastrearse incluso desde 1911, cuando la FOM acudió al Ministro del Inte-rior Indalecio Gómez.15 “Dos factores facilitaban el acercamiento entre Irigoyen y los sindicalistas. Por un lado, la común rivalidad de ambos frente al PS: si a Irigoyen le interesaba consolidar la dirección sindicalis-ta de los gremios como barrera contra el avance de la influencia socialista, a los sindicalistas no les preocuparía que los obreros votaran por un gobierno que se mostraba dispuesto a apoyarlos en lugar de hacerlo por sus rivales en el campo gremial. Por otro lado, como hemos dicho, la orientación crecientemente pragmá-tica y economicista de los sindicalistas hacía que no dudaran en dejar de lado viejos principios si, con la ayuda que les ofrecía el estado, podían obtener mas fácilmente sus reivindicaciones” Del Campo, Hugo op. cit., pp. 42-43.

cineros, mozos, etc.).

Este bloque fue quebrado en 1924. Las diferencias entre las organizaciones de oficiales y tripulantes provocaron la derrota de la FOM en una larga huelga. Como conse-cuencia se dispersaron las agrupaciones por oficio y sur-gió un sindicato patrocinado por la empresa Mihanovich: la Unión Obrera Marítima (UOM). En ésta, enemiga de la FOM, actuaron desde sus inicios una mezcla de agentes patronales, individuos pragmáticos y algunos más solida-mente ligados al gremio pero opuestos a la forma de ac-tuación de la FOM. Controlada por la empresa más grande y significativa del puerto, la UOM recibía constantemente denuncias de amarillismo.16

En 1926 a través de un Comité de Unidad se intentaría revertir la situación a partir de un nuevo entendimiento entre la oficialidad y los tripulantes. Pero la tarea de re-construcción sería costosa. Recién en 1934 las negocia-ciones para la unidad retomarían fuerza cuando la FOM bajo la dirección de Fortunato Marinelli17 impulsó un Comité Mixto para coordinar actividades con entidades autónomas y de oficiales, respondiendo de alguna mane-ra a la tendencia de la época de formar sindicatos únicos por industria. A su vez, hacia mediados de la década del ´30, el sector mayoritario del movimiento obrero también adoptaba una estrategia reformista.18 El intento unitario recobró fuerza con las perspectivas favorables que encon-traron los sindicatos con el advenimiento del peronismo.19 En junio de 1946 la FOM participó en tratativas de unidad con la UOM y con otras cuatro entidades de trabajado-res calificados del área. De este núcleo inicial se organizó una Comisión Intersindical de Unidad Marítima (CIUM), cuyo objetivo era formar una Confederación General de Gremios Marítimos y Afines (CGGMA) que incluyera a todos los marítimos citados (administrativos, profesio-nales y tripulantes) en su seno e invitara a participar a portuarios y navales.20 Para evitar trabas se postergó la

16 Di Tella, Torcuato op. cit.17 Fue secretario general de la FOM desde 1933 hasta 1945, y secretario general de la USA desde que se refundó en 1937 hasta 1942, cuando dejó el cargo por la dirección de la caja de jubila-ciones de los marítimos. Investido de este cargo formó parte del Consejo Asesor del Instituto Nacional de Previsión Social reor-ganizado por la Secretaria de Trabajo dirigida por Perón. Esta participación fue criticada por los más enconados opositores al peronismo. Marinelli, junto a Luís Gay y otros, se enrolaba en la línea más pragmática del sindicalismo, que se diferenciaba de la más ideológica de Sebastián Marotta y demás. Veáse Di Tella, Torcuato op. cit. p. 256.18 Véase Iñigo Carrera, Nicolás op. cit. 19 Véase Doyon, Louise, “La organización del movimiento sin-dical peronista 1946-1955”, Desarrollo Económico, Nº 94, Bue-nos Aires, 1984.20 Relacionando las características laborales con su programa de construcción sindical, la CGGMA señalaba su prioridad por lograr la unidad del conjunto de los trabajadores marítimos: “La tripulación de un buque la forman la oficialidad, la maestranza y la marinería. Todos firman un rol para desempeñar determinada

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decisión de adherir a la CGT peronista o a la USA sindi-calista.

Los dos gremios principales (FOM y UOM) debían di-solverse fusionándose en una nueva entidad denominada Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU), que debía representar a los 70.000 marítimos del país y con-federarse en la CGGMA. Disuelta la FOM a principios de 1947, sus ex afiliados esperaban que la UOM hiciera lo mismo y consecuentemente sus miembros se afiliaran al SOMU. Pero antes de que se iniciara el congreso de la UOM previsto para febrero de 1948, sus dirigentes invo-cando una orden de la CGT argumentaron que la UOM no podía vincularse a la CGGMA. Ante el escándalo que estalló con la intervención de la CGT, la mayoría de los obreros de la UOM de todos modos se afiliaron al SOMU, sin hacer caso a las decisiones que venían de las oficinas de la UOM y la CGT.

La dirección del SOMU quedó en manos de los mili-tantes de la ex FOM, encabezados por Antonio Aguilar, quienes pese a no ser peronistas estaban dispuestos a convivir con los trabajadores justicialistas y el gobier-no de Perón. Así en la Revista Congregar, órgano de la CGGMA, “aparecían ocasionalmente fotos de Perón y artículos que elogiaban la labor de ciertas reparticiones del Estado, aunque sin caer en la propaganda oficialista, al menos explícita”.21 Tempranamente, en enero de 1945, Aguilar en representación de la FOM participó en la firma de un Convenio Colectivo de Trabajo Marítimo y Fluvial en la Secretaria de Trabajo y Previsión junto con la UOM. Por este acto tuvo que defenderse de los sectores más doc-trinarios que lo acusaban de “colaboracionista”. De todos modos Aguilar “evitaba los purismos de la tradición sindi-calista y no tenía empacho en ir a las oficinas de gobierno por su gremio”22

Haciendo caso de su orientación sindicalista, el SOMU especificaba en su declaración de principios que habría exclusión de temas ideológicos, religiosos y políticos así como señalaba al estado como un aliado deseable para la resolución de los problemas laborales. Así lo expresaban en un artículo titulado “Políticos en los sindicatos, no!... Pero sectarios tampoco”: “había que darse cuenta de que

función, pero en la vida diaria del buque forman un todo único e indivisible. Todos dependen de todos. A bordo no hay super-numerarios. Todos son felices cuando el capitán puede asentar en su diario de navegación ‘sin novedad’. Todos sufren, pero todos luchan contra los elementos cuando estos acometen a la embarcación. Todos ofrecen su vida sin preguntar por qué en defensa de su buque. Llegados a puerto todos tienen el mismo anhelo: el hogar. Coloque este aspecto de la vida de abordo en el plano sindical y verá Ud. claramente qué es la CGGMA. Somos nosotros, los mismos de abordo, defendiendo una misma nave; con el mismo ideal: que llegue a puerto seguro para la felicidad del hogar”, Informativo, Nº 1, 27/5/1950.21 Di Tella, Torcuato op. cit.22 Ibídem. Aguilar sucedió en la secretaria general de la FOM a Marinelli y fue secretario administrativo de la USA entre 1945 y 1947.

la intervención del estado en los conflictos obreros es una realidad en todo el mundo, pero no por ello podía decirse que el sindicalismo es un rebaño en esos países. Partir del punto de que aceptar la intervención del estado es renun-ciar a los principios sindicales es un juicio deformado por la pasión”.23 Señala Di Tella que la experiencia de este gremio es un caso muy peculiar, ya que muy unido por características laborales y con larga experiencia de lu-cha, mantuvo su independencia por largos años, en una convergencia entre antiguos militantes que rechazaban al nuevo movimiento de masas y otros que adherían a él.24

La clase obrera y el peronismo.

El gobierno peronista le permitió al movimiento obrero hacer hegemónico el modelo organizativo por rama in-dustrial que se venía desarrollando en la etapa anterior. De esta manera los sindicatos por oficio fueron siendo desplazados por organizaciones nacionales únicas por industria y estructuradas de manera centralizada, lo cual aumentaba su poder de negociación. Así mientras los gre-mios con este tipo de organización crecientemente logra-ban la satisfacción de sus demandas, el gobierno apostaba a dominar estas estructuras masivas, unificadas y centra-lizadas para implementar su propia política y apuntalar el régimen. En este punto se daba su alianza, sin por ello borrar sus perspectivas diferentes.

Los trabajadores obtuvieron importantes beneficios du-rante el peronismo. El esquema económico basado en el mercado interno y la industrialización por sustitución de importaciones permitió un crecimiento del PBI del 8% anual.25 Para el funcionamiento de este esquema el estado potenciaba el consumo interno a través de la distribución de la riqueza. Así entre 1944 y 1950 la remuneración al trabajo aumentó del 44.8% al 56.4%, la tasa de explota-ción pasó del 123% al 76.5% y la masa de ganancia dismi-nuyó del 55.2% al 43.3%.26 Sin embargo, Louise Doyon ha señalado que “las concesiones del período 1946-1948 eran más un reconocimiento del poder político de la clase trabajadora que del nivel productivo de la industria nacio-nal”27. La distribución económica favorable a los trabaja-

23 Ídem, p. 256.24 Osvaldo Bayer, quien trabajó en el gremio desde los seis meses anteriores al inicio de la huelga hasta que fue despedi-do por tomar parte activa en ella, recuerda el predominio de la identidad peronista entre los trabajadores menos calificados, los cuales en su mayoría provenían del interior. Entrevista del autor, 19/05/2007.25 Gerchunoff, Pablo y Antúnez, Damián “De la bonanza pero-nista a la crisis de desarrollo”, en Torre, Juan Carlos (ed.) Los años peronistas, Buenos Aires, Sudamericana, 2002, T. VIII, p. 160. La coyuntura abierta a fines de 1948 pondría en primer plano el problema de la “productividad”, el cual se mantendría latente durante todo el gobierno peronista.26 Peralta Ramos, Mónica, Acumulación del capital y crisis po-lítica en Argentina (1930-1974), México, Siglo XXI, 1978, p. 33.27 Doyon, Louise “Conflictos obreros durante el régimen pe-

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dores a su vez era complementada con legislación laboral, derechos sociales y la participación en el sistema institu-cional político.

Las condiciones favorables que transitó el movimiento obrero en los orígenes del peronismo, sin embargo, no se mantuvieron. En este sentido, la huelga marítima de 1950 se desarrolló en un contexto particular. Desde fines de 1948 comenzó una creciente crisis económica producto del agotamiento de las reservas del Banco Central y el desmejoramiento de los términos del intercambio, lo cual repercutió en el mercado interno en forma de inflación.28 La consecuente tendencia decreciente de los salarios rea-les inquietó a los trabajadores, que en muchos casos toma-ron medidas para mantener ciertas posiciones adquiridas. Pero a diferencia de las huelgas ocurridas entre 1946-1948 que contaron con cierto acuerdo del gobierno, las realiza-das entre 1949 y 1951 fueron duramente reprimidas. Si en un primer momento los trabajadores pudieron avanzar en su estrategia reformista en consonancia con el gobierno, en el segundo encontraron su rechazo.

En aquel período signado por la creciente crisis eco-nómica también se profundizaba la polarización entre el peronismo y el antiperonismo, llevando al gobierno tanto a aumentar la ofensiva contra la oposición como a cerrar filas a su interior, recortando la posibilidad de ciertos apo-yos que mantenían una relativa autonomía.29 En este con-texto, el gobierno decidió consolidar aún más su vínculo con la clase obrera, ya que ésta era su principal fuerza de apoyo. De esta manera la relación entre movimiento obre-ro y gobierno se encontraba en un terreno de relativa re-definición. En este sentido, la unificación y centralización que aumentaron el protagonismo del movimiento obrero en los orígenes del peronismo cambió de signo cuando el control de la CGT por parte de Perón y la tendencia a la verticalización, burocratización y desmovilización en el funcionamiento de la central obrera modificaron su rol de mediadora entre los sindicatos y el estado para conver-tirla en ejecutora de las políticas gubernamentales en el movimiento obrero.30 Sin embargo, esta orientación de la CGT no le aseguraba al gobierno el control monolítico del movimiento obrero y tampoco podía evitar los conflictos entre el trabajo, el capital y el estado, aunque le sumaba un recurso organizativo fundamental para enfrentar situa-ciones conflictivas en el mundo del trabajo.

Los trabajadores marítimos y el peronismo. La huelga de 1950

A fines de marzo la CGGMA convocó a una asamblea con el objetivo de informar al gremio sobre el estado de las negociaciones que se estaban realizando en el Ministe-

ronista, 1946-1955”, en Desarrollo Económico, N°67, Buenos Aires, 1977.28 Véase Gerchunoff, Pablo y Antúnez, Damián op. cit.; Peralta Ramos, Mónica op. cit. 29 Véase Contreras, Gustavo “El peronismo obrero…”, op. cit., p. 84. 30 Doyon, Louise “La organización del...” op. cit.

rio de Transportes. Por este motivo dispuso un paro de 24 horas en los puertos de La Plata y la Capital, para facilitar la concurrencia de los afiliados. La UOM por su parte se opuso al paro por considerarlo inconsulto y sorpresivo. El Segundo Congreso Marítimo convocado por la CGGMA fue presidido por su Secretario General, el Capitán Juan Carlos Mason. Se votó memoria y balance, se aprobaron los estatutos y se autorizó al consejo ejecutivo a tomar las medidas que creyera necesarias para obtener el cum-plimiento del convenio subscripto en agosto de 1949 con el Ministerio de Transporte. Continuando su tradición de buscar apoyos gubernamentales se decidió solicitarle una audiencia al presidente de la Nación para informarle sobre los problemas que afectaban al gremio.

El motivo principal esgrimido por los marítimos era que no se había cumplido en partes sustanciales el acuerdo sellado entre la patronal, el estado y la CGGMA en el con-venio colectivo del 26 de agosto de 1949. En el artículo 4º del convenio se establecía que antes del 31 de diciembre de 1949 se debía nombrar una comisión para el estudio integral del problema marítimo.31 Pasados más de siete meses desde la firma del acuerdo, la CGGMA reclamaba que se cumpliera lo pactado.32

Sin recibir respuestas, los días 3 y 4 de abril, la CGG-MA impulsó un paro de 48 horas en todos los puertos del país. El gremio declaró que “ve agotados los medios de conciliación para lograr una solución ecuánime y adecua-da para dichos problemas”. A su vez denunció maniobras divisionistas de la empresa estatal ex Dodero (antes Mia-novich) y de la UOM, las cuales pretendían que esta enti-dad ejerciera la representación de los marítimos frente al estado. La UOM, y otros sindicatos adheridos a la CGT, continuaron desautorizando los paros y llamaron a desa-rrollar normalmente las tareas.33

31 “Artículo 4º: Las bonificaciones a que se refieren los artículos anteriores, tendrán aplicación al primero de junio de 1949 y con una duración de hasta el 31 de diciembre del mismo año, lapso durante el cual deberá estudiarse el problema de forma integral (régimen de contratación y despido, escalafón, estabilidad, suel-dos, dotaciones, alojamientos, asistencia social, etc.) por una co-misión integrada por las partes…” Citado en La Unión del Ma-rino. Periódico del SOMU, Año XXXIII, mayo-junio de 1950, Buenos Aires. (en adelante LUM) 32 El Ministerio de Transportes dio cuenta de ello a través de la resolución Nº 2-50. En ella consideraba “que el convenio de orden marítimo suscripto el 26 de agosto ppdo., señala mediante su articulo 4º, que el mismo tendrá una duración de hasta el 31 de diciembre, lapso durante el cual debía estudiarse el problema marítimo en forma integral. Que por razones no imputables al personal embarcado ha decidido para que aún no se haya con-cretado las conclusiones que señala el articulo 4º mencionado, el Ministerio de Transporte de la Nación resuelve: 1º- Declárese subsistente el convenio de orden marítimo suscripto el 26 de agosto ppdo. Ante la Dirección General del Trabajo, hasta tanto se establezcan las conclusiones que señala el articulo 4º del con-venio referido” Citado por LUM, mayo-junio de 1950.33 La Prensa (en adelante LP), 4/04/1950 y 5/04/1950.

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A pesar de la desautorización de las organizaciones de la CGT, se hizo efectivo el paro en todos los puertos del país. La Prefectura General Marítima informó que de 97 buques de ultramar anclados en la Capital Federal sólo trabajaron 8, y de los 475 barcos de cabotaje sólo hubo actividad en 17.34 Asimismo, el 5 de abril, se congregaron en asamblea gran cantidad de trabajadores y debatieron sobre las siguientes medidas a impulsar.

Durante el conflicto se daba un hecho que no pasaría desapercibido para el sindicalismo argentino. Los días 16, 17 y 18 de abril la CGT en congreso extraordinario reformaba sus estatutos. Las novedades más sobresalien-tes fueron que la central obrera adoptaba el justicialismo como doctrina, perdiendo su anterior independencia de los partidos políticos, y que se facultaba al Comité Central de la CGT a intervenir sindicatos afiliados.35 La reforma ex-presaba un proceso en el cual la CGT comenzaba a actuar más como un representante del gobierno ante los obreros que como representante de los obreros frente al gobierno.

Siguiendo esta tendencia, el 29 de abril en el Ministe-rio de Trabajo se constituía una Comisión Paritaria del gremio marítimo integrada, por un lado, por los represen-tantes de los armadores privados y estatales y, por el otro, por los representantes de los gremios afiliados a la CGT y aquellos que habían presentado su solicitud de afiliación a la central (a su vez, la CGT nombró asesores para los sindicatos que seguían asociados a la CGGMA). Com-pletaron la comisión miembros del Comité Central de la CGT y funcionarios del Ministerio de Transporte. El pe-titorio obrero presentado hacía referencia al “conjunto de problemas de los marítimos”,36 sentando su aspiración de encarar las demandas de los obreros del sector selladas en el convenio firmado por la CGGMA en agosto de 1949.

Frente a la nueva situación la CGGMA organizó un paro de actividades entre el 3 y el 6 de mayo, involucran-do a todos los puertos del país. El motivo invocaba el fra-caso de las gestiones para constituir la Comisión Paritaria, ya que el convenio de agosto de 1949 establecía que ésta se formaría entre las partes que lo suscribieron, es decir, la CGGMA y sus organismos filiales. Contrariamente, afirmaba la CGGMA, quienes “aparecen formando parte de la aludida comisión, carecen de autoridad y represen-tación para tratar en nombre de los auténticos marítimos argentinos y denuncia que son simplemente agentes pa-tronales, a quien sólo mueve favorecer los intereses del capitalismo naviero”. La entidad finalizó asegurando que no reconocería ningún convenio en el que no haya tomado parte en sus gestiones. 37

Por su parte el Ministerio de Trabajo declaró ilegal el movimiento.38 Y siguiendo una directiva del presidente de

34 El Día, 5/04/1950.35 Estatuto de la CGT, Buenos Aires, 1950. 36 Democracia, 30/05/1950. 37 LP, 3/05/1950.38 Comenta al respecto Manuel Gallardo de la CGGMA: “El 4

la Nación, dio a conocer su respuesta a un telegrama en-viado por la CGGMA. En primer lugar, mencionaba que la entidad emisora del telegrama carece de “personería gremial”.39 Continuaba insinuando que las actividades de la CGGMA respondían a directivas extranjeras, pues “es de público conocimiento que está incorporada a la Federa-ción Internacional del Transporte (FIT) con asiento en La Habana”, y que además adoptó siempre una actitud hostil y aún de guerra frente a la CGT. Esta conducta “disloca-da y de muy dudoso patriotismo”, alegaba, la ha alejado del auténtico proletariado nacional como asociación que opera contra los intereses de la Nación. Concluía dicien-do que “no se trata de un asunto gremial sino exclusiva-mente intersindical”, pues la Comisión Paritaria se había constituido y funcionaba normalmente en el Ministerio de Trabajo.40

La CGGMA replicó enviándole al presidente de la Na-ción un telegrama para expresarle que ella y sus gremios afiliados ofrecían todos sus libros y documentación, así como el análisis de la vida sindical y privada de sus di-rigentes, a fin de dejar establecido su limpia actuación gremial, “netamente argentina”. A su vez rechazó “cate-góricamente que la CGGMA tenga pactos u obediencia a directivas para colocarla en situación de oposición a su obra de gobierno, con la cual ha colaborado y seguirá co-laborando lealmente, buscando no solamente el bienestar del personal afiliado sino también afianzar la marina mer-cante argentina”.41

de mayo nos citó el entonces Director de Acción Social Directa del Ministerio de Trabajo, Hugo Mercante. En esa oportunidad se ofreció tomar a su cargo la solución del problema, exponién-donos algunas bases conciliatorias, que adelantamos en princi-pio podían ser aceptables. Nos solicitó el funcionario que con-sideráramos su ofrecimiento y que le lleváramos la respuesta antes de las 18 horas de ese día. Mientras estábamos reunidos en la CGGMA, la radio del estado anunció sorpresivamente que el paro había sido declarado ilegal (…)Supimos más tarde que mientras se desarrollaba la reunión con Hugo Mercante, estaba en antesalas el secretario general de la CGT, José Espejo, y al enterarse del posible arreglo, que hubiera significado un triun-fo para nuestra entidad y su consolidación definitiva frente a la central peronista, exigió la adopción de esa grave medida contra los trabajadores marítimos”. La Razón, 13/10/1955, citado por Confaloneri, Orestes op. cit., pp. 26-27. El mismo episodio es mencionado por Íscaro, Rubens op. cit., quien cita un panfleto de la CGGMA. (Las cursivas son mías como en todos los casos citados en el presente texto). 39 La ley 23.852 de asociaciones profesionales de 1945 esta-blecía el reconocimiento de un solo sindicato por rama de acti-vidad, al cual se le daría la personería gremial y sería el único con el que negociaría el estado. Pese a la acusación es necesario recordar que la CGGMA ya había establecido convenios colec-tivos con el gobierno.40 LP, 9/05/1950. 41 Ibídem. En un artículo titulado “nuestro patriotismo” la CGG-MA señaló varias de sus acciones “en beneficio del engrande-cimiento de la marina mercante nacional y de todo el país”: a)

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La falta de respuesta al pedido de la CGGMA provocó que ésta dispusiera el 18 de mayo el desembarco por tiem-po indeterminado de las tripulaciones, capitanes y oficia-les de mar y río. La medida mantenía entre sus objetivos la obtención de la reincorporación de trabajadores que sufrieron represalias por participar en la huelga y el cum-plimiento del artículo 4º del convenio del 29/08/1949. A ello se sumaba el reclamo “por el derecho de las organiza-ciones a elegir libremente su propio camino sindical”.

La huelga se desarrolló de manera parcial en los días siguientes en los puertos de todo el país, principalmen-te en Capital Federal, La Plata, la Boca, Bahía Blanca, Entre Ríos (Gualeguaychú, Colón y Concepción del Uru-guay), Posadas y Rosario. Cada tripulación desembarca-da era festejada y publicada por los huelguistas, al igual que lo hacían los cegetistas y el gobierno cuando zarpaba un barco. Esta pelea era complementada con la “batalla organizativa”, en la cual cada central se disputaba la afi-liación de las distintas asociaciones particulares.42 Esta verdadera “partida de ajedrez” se desarrolló por más de dos meses, donde la victoria dependía de cómo se movían las diferentes piezas en un tablero complicado. Veamos aquel movimiento.

A principios de junio la CGGMA afirmaba que suma-ban 8.000 los tripulantes desembarcados pertenecientes a 1.591 barcos de mar, ríos y puertos,43 los cuales ascendie-ron a 1.982 para mediados de junio.44 A este panorama hay que sumarle la solidaridad de los otros dos gremios

dimos valiosas opiniones técnicas y profesionales en lo relacio-nado con la formación de la flota mercante; b) tripulamos los doce primeros buques con los mejores tripulantes (…) sin esa colaboración hubiera resultado muy difícil para los directores de la flota poder hacer navegar los buques; c) los navegantes de marinería fueron a navegar la Flota Mercante del Estado por $120 mensuales, casi sin extras, mientras que en los buques par-ticulares el sueldo era de $145; d) para las victimas de San Juan el gremio marítimo entregó muchos miles de pesos a la ex Se-cretaria de Trabajo y Previsión como contribución solidaria…” LUM, mayo - junio de 1950.42 Esto puede seguirse a través de la prensa de la época y las publicaciones sindicales. La CGGMA se esforzaba para que sus organizaciones filiales declararan periódicamente su adhesión a la huelga: “Los patrones y conductores del puerto se mantienen firmes como el primer día” (Informativo, Nº 11, 15/07/1950), “¡Bravo! compañeros oficiales” (Informativo, Nº 8, 24/06/1950); etc. Mientras que la CGT publicaba que constituyó un Centro Naval Mercante y un Sindicato de Apuntadores y Encargados del Puerto, basándose ambas nuevas agremiaciones en su dis-conformidad con la CGGMA (LP, 23/05/1950); festejaba la creación en Corrientes de la Asociación Marítima Argentina (LP, 8/07/1950); etc.43 LP, 4/06/1950. 44 Informativo, Nº 6, 16/6/1950. Por su parte la Gendarmería Nacional informaba al Ministerio del Interior que desde el 2 de junio la flota de YPF estaba totalmente parada. Informe Secreto Gendarmería Nacional (en adelante ISGN), Nº 114, 9/06/1950, en Departamento Intermedio del Archivo General de la Nación.

del puerto, ambos dirigidos por el anarquismo: la Fede-ración Obrera de Constructores Navales (FOCN) declaró que la huelga se cumplía “unánimemente por todos sus asociados”, los cuales eran 6.000, mientras que la Socie-dad de Resistencia de Obreros del Puerto informó que la cantidad de trabajadores inactivos alcanzaba el 83%.45

Paralelamente a esta actividad, la CGT y las autorida-des del estado amenazaban a los marinos en actividad para que continuaran trabajando y comenzaron a orga-nizar grupos de rompehuelgas. Para ello propiciaban la creación de nuevas entidades, reclutaban marinos extran-jeros o tripulantes sin licencia, presionaban marinos jubi-lados, hacían zarpar buques con menos tripulación que la establecida legalmente y en ocasiones sin las habilidades necesarias para cada puesto, etc. En esta disputa con la CGGMA, a mediados de junio la CGT creó una central única de marítimos que siguiera sus directivas. Nació así el Comité Pro Federación Gremial Central de Gremios Marítimos, el cual abogaba por la espera de la resolución de la Comisión Paritaria en curso sin medidas de fuerza.46 Para fortalecer este objetivo y quebrar la huelga, a fines de junio, la CGT y el Ministerio de Trabajo comenzaron a firmar una serie de convenios por oficio que acordaban mejoras de sueldos para el personal embarcado pertene-ciente a los gremios marítimos afiliados a la CGT.47 Esta situación fue predisponiendo a algunas asociaciones a vi-sualizar los beneficios tanto de levantar el paro como de desvincularse de la CGGMA y adherirse a la CGT.

Por su parte, la Gendarmería Nacional mediante infor-mes secretos fue comunicándole al Ministerio del Interior el estado de la huelga. En esos escritos se daba cuenta de los buques parados y de los que zarpaban, de la activi-dad de las distintas asociaciones como de las asambleas realizadas. De este modo, el 21 de junio informaban que en lo que refería a la flota mercante “los dirigentes del movimiento se encuentran muy satisfechos por la forma en que esta reaccionando el personal de la misma, ya que se están desembarcando casi la totalidad de los tripulantes de los barcos que regresan”.48 A lo que agregaban que “la intransigencia de la CGGMA hace prever que el conflicto no llegue a un acuerdo”49 y que sólo trabajaban algunos

45 LP, 6/06/1950. La FOCN hizo saber que su adhesión a la huelga era exclusivamente en solidaridad con los marítimos no teniendo ninguna demanda salarial, mientras que los portuarios desde enero venían reclamando un sueldo de $30 diarios sobre los $16 que había fijado el estado.46 LP, 18/06/1950. 47 El 22 de junio el Ministerio de Trabajo suscribió un convenio colectivo de trabajo para los armadores particulares y de flo-tas fiscales afiliados a la CGT, por el que acordaron mejoras de sueldos (LP, 23/06/1950). El 29 de junio firmaron un convenio sobre sueldos los encargados y apuntadores del puerto de la Ca-pital Federal afiliados a la CGT (LP, 30/06/1950). El 13 de julio recibían mejoras los empleados de las líneas de la empresa ex Dodero y de la Flota Naval Argentina, (LP, 14/07/1950); etc. 48 ISGN Nº 124, 21/06/1950. 49 Ibídem.

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vapores y remolcadores de la ex compañía Dodero y otras pocas embarcaciones particulares y de la flota del esta-do.50

Frente a este panorama desalentador para el gobierno, los informes de la gendarmería a su vez daban cuenta de la tendencia a largo plazo del movimiento, prestándole elementos para que trazara una línea de intervención. En este sentido mencionaban que el escuadrón informante podía establecer que era cada vez más visible el deseo de levantar la huelga, lo cual se reflejaba en el cansan-cio, el hambre y en varias desafiliaciones de la CGGMA. También hicieron llegar al ministro del interior que en una asamblea de la CGGMA, a la que asistieron 3.000 perso-nas, Juan Carlos Mason resaltó “el espíritu disciplinado de lo huelguistas” y los exhortó a continuar así y “no de-jarse vencer por el hambre”.51 Frente al desgaste “natural” de una huelga, que por esa fecha llevaba aproximadamen-te un mes y medio, la dirección de la CGGMA anunció que recurriría al apoyo de la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte (FIT) y sus 56 millones de afiliados para inyectarle nueva fuerza al movimiento. Las características laborales de los marítimos, la importante proporción de trabajadores extranjeros como las influen-cias político-ideológicas facilitaron su internacionalismo desde sus orígenes.

Los primeros días de julio, en Estocolmo, la Unión Obrera del Transporte de Suecia comenzó el boicot contra los barcos argentinos siguiendo el llamado internaciona-lista de la FIT. Esta acción pronto se fue extendiendo a Dinamarca, Noruega, Holanda, Bélgica, Gran Bretaña, Alemania Occidental y Francia.52 A mediados de julio en Londres, los representantes de los sindicatos portuarios europeos aprobaron el boicot contra la marina mercante argentina. La medida promulgaba que éstos no se carga-rían ni descargarían en puertos extranjeros hasta que no se resolviera el conflicto en Argentina.53 En respuesta los portuarios adheridos a la CGT declararon el boicot a los barcos extranjeros que arribaran a puertos argentinos.

Asimismo la decisión de la FIT involucró desde los pri-

50 ISGN Nº 130, 26/06/1950. Un dato a tener en cuenta es que algunas compañías ante la imposibilidad de tripular sus naves, las pusieron en manos del Ministerio de Transporte, para que este hiciera entrar y salir buques del puerto de la capital. ISGN Nº 123, 21/06/1950. 51 Ibídem. 52 Por ejemplo, en Hamburgo y Stuggart, los obreros alemanes se negaron a trabajar para buques argentinos “Gualeguaychú” y “Entre Ríos”, en solidaridad con la huelga de la CGGMA. En Rótterdam y Ambers, los obreros holandeses y belgas respectivamente, respon-dieron en el mismo sentido que los alemanes. “Así los buques ar-gentinos no pudieron descargar, ni recargar”. LP, 14/07/1950. 53 Exportadores y senadores de Alemania occidental mostraron su preocupación de que la medida pudiera perjudicar los acuerdos co-merciales sellados entre ambos países en el mes de junio. Sobre el desarrollo y la concreción de los mismos véase El Día, junio de 1950.

meros días de julio a los trabajadores del puerto de Mon-tevideo que inicialmente boicotearon al barco argentino “Marinero” de la empresa estatal ex Dodero.54 La exten-sión en el tiempo de la medida y la presión del gobierno argentino a su par rioplatense provocó que el 28 de julio el gobierno uruguayo intentara descargar el buque “Para-ná” con las fuerzas armadas, logrando en contraposición que los gremios del puerto declararan la huelga general, profundizando el boicot a los barcos argentinos.55 En esos días la CGGMA comunicó que el personal que se man-tenía en huelga comprendía: 243 capitanes de ultramar y oficiales de marina mercante, 319 capitanes y baqueanos fluviales, 804 jefes y oficiales maquinistas, 102 comisa-rios navales, 101 telegrafistas y alrededor de 22.000 mari-neros y personal de maestranza.56

Frente a este panorama la CGT y el gobierno continua-ban firmando convenios, legalizando nuevas asociacio-nes, organizando rompehuelgas y apresando dirigentes de la CGGMA. En ese contexto dividían las aguas en dos: los que no se alineaban con ellos estaban contra Perón, la patria, la marina mercante nacional y los trabajadores. Los diarios oficialistas acusaban a la huelga de la CGGMA de antinacional y sentenciaban la traición de los sentimientos peronistas y argentinos de los trabajadores del mar y los ríos. A medida que crecía el conflicto la predica oficialista denunciaba la “huelga política” contra el gobierno de Pe-rón, orquestada por elementos de la ex Unión Democrá-tica en alianza con potencias extranjeras.57 El apoyo de la FIT y las declaraciones a favor de la huelga de la UCR, el PS y el PC fueron presentados como claras pruebas de la acusación. La crítica fue aún más feroz respecto al boicot en los puertos extranjeros decretado por la FIT, lo cual fue denunciado como subversión apátrida contra la marina mercante nacional y contra la independencia económica conseguida por Perón y el país.58

Por su parte la CGGMA le dio gran importancia al “de-bate público”. Así a través de declaraciones a la prensa comercial, un boletín de huelga y de su periódico, deli-mitó sus posiciones: “Ni somos apátridas ni somos ven-depatrias. Somos solamente y en toda la acepción de la palabra, obreros argentinos, entregados a la tarea de mos-trar a los poderes públicos la razón de nuestras deman-das sindicales. Hemos colaborado y colaboraremos con

54 LP, 5/07/1950. 55 LP, 29/07/1950.56 LP, 27/07/1950.57 La tapa de Democracia titulaba: “Elementos de la ex Unión Democrática intentaban otro golpe contra el país. Radicales y comunistas, aliados a extranjeros, querían destruir la flota mer-cante”, 7/05/1950; “Radicales y comunistas quieren anular el justicialismo y enajenar el país. Al servicio de la oligarquía y los intereses foráneos tratan de organizar la traición”, 8/05/1950; “Tiene fines antiargentinos el paro ungido y financiado desde el extranjero”, “Intentan la destrucción de la marina mercante”, 18/05/1950. 58 LP, 29/06/1950.

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éstos, obrando en la luz y sin caídas que nos deshonren o nos empequeñezcan”. Y respecto a la acusación de la CGT, respondieron “que en ningún momento la CGGMA ha constituido una organización cuyas actividades fueran contrarias a la acción estatal, sino que fue y seguirá siendo un elemento de utilidad pública desde que se ha contribui-do con su esfuerzo y sus conocimientos a dar solución a los numerosos asuntos que le han planteado en beneficio del país, de la marina mercante en general y en conse-cuencia del estado”.59 Por otra parte su posición era reafir-mada con una frase del propio Perón, acuñada en 1945: “Las conquistas sociales no se discuten, se defienden”.

Pese a estas delimitaciones, el gobierno se mantuvo fir-me en su negativa a negociar con la CGGMA. El desgaste de los huelguistas y la consecuente intención de muchos de volver al trabajo, auspiciados por la CGT y el gobier-no, provocó que Aguilar recorriera el puerto armado y a la cabeza de una comisión de huelga, impidiendo por la fuerza que los obreros retomaran las tareas.60 De todos modos, el 4 de agosto el Comité Central de la CGGMA anunció la vuelta al trabajo. Así terminó un conflicto de más de cuatro meses, que “motivó el abandono de muchos buques de bandera argentina por parte de los tripulantes, la paralización de gran parte de la flota de remolcadores y de la casi totalidad de las lanchas, chatas, buques de ca-botaje y fluvial y servicios a puertos de Brasil y Atlántico Sur”. Solamente la FOCN continúo la huelga por varias semanas más.61

Ese mismo 4 de agosto se reunieron en el local de la CGT representantes de diferentes gremios marítimos para designar delegados para la nueva central marítima. Esta iniciativa fue complementada con la reorganización del gremio. En este sentido, por señalar algunos ejemplos, a fines de agosto el Centro de Jefes y Oficiales Maquinistas Navales pidió la renuncia de su Comisión Directiva y se afilió a la CGT, al igual que el Centro Naval y del Centro de Capitanes de Ultramar. Mientras que el 12 de septiem-bre fue intervenido ilegalmente el SOMU por la CGT, aunque éste no estaba afiliado a la Central. Contrariamen-te a la perspectiva unitaria y centralizada de la CGGMA

59 LP, 30/06/1950. 60 ISGN Nº 140, 13/07/1950. A su vez, este muestra el desgaste al señalar que “como medida de economía se ha restringido la publicación de panfletos, siendo reemplazados por la propagan-da que se realiza por intermedio de las columnas del periódico La Unión del Marino”.61 LP, 9/08/1950. La FOCN denunció que terminada la huelga impulsada por la CGGMA, los trabajadores del gremio se en-contraron que al reincorporarse al trabajo existía una disposición patronal por la cual serían recibidos a condición de que ingresa-ran la SOCN, nuevo sindicato adherido a la CGT, y de que fir-maran un nuevo pliego de condiciones, el cual entre otras cosas establecía un cambio en la relación directa mantenida entre ellos y la patronal durante 33 años. A diferencia de los marítimos, los constructores navales se oponían a la intervención del estado en las relaciones laborales. Ello se debía a la fuerte influencia del anarquismo en el gremio.

para dar solución integral a los problemas marítimos, el gobierno y la CGT avanzaron en la firma de convenios por oficio quebrando el trabajo unitario que venía impulsando el gremio marítimo y satisfaciendo demandas particulares lograron conformar algunas especialidades, pero las con-quistas lejos estuvieron del anhelo de solución conjunta del problema marítimo pretendido por la CGGMA.

Consideraciones finales

Hemos transitado a lo largo del texto un acontecimiento poco atendido por la historiografía. La huelga marítima de 1950 sin dudas fue un hecho de gran importancia que repercutió nacional e internacionalmente, tornándose una preocupación de primer orden para el gobierno. Cerca de cuatro meses los puertos, los talleres y los barcos no pu-dieron realizar sus tareas con normalidad, situación que la patronal y el gobierno sólo pudieron revertir con un gran esfuerzo.

¿Cómo debemos interpretar aquel episodio? ¿Qué nos muestra la dinámica del conflicto? La huelga se originó con motivo de reclamos insatisfechos sobre aumentos sa-lariales y mejoras en las condiciones de trabajo. Ello se enmarcaba en el pedido de solución integral de los pro-blemas del gremio. Más allá de divergencias de cantidad y forma, los distintos sectores de obreros marítimos hicieron propias estas demandas y apelaron a la negociación con el estado para su realización, aunque difirieron en el camino para su obtención. Partiendo de una estrategia reformista compartida, las perspectivas de cada fracción se fueron diferenciando en los aspectos económicos, corporativos, políticos e ideológicos.

La reivindicación económica de los huelguistas tenía el aval de las firmas de los ministros de trabajo y transporte rubricadas en el convenio colectivo de agosto de 1949, lo que le imprimía cierta legitimidad al pedido. Legitimidad que era reforzada al mostrar que la CGGMA era una in-terlocutora aceptada por el estado para sellar acuerdos. La CGGMA sin reconocerse peronista intentaba convivir con el gobierno señalando su predisposición a la negociación con el estado, su apoyo a ciertas obras del gobierno y su conformidad con el desarrollo de la marina mercante na-cional. En respuesta a esta actitud, el gobierno de Perón desde sus orígenes se relacionó con la entidad. De hecho, sus primeros interlocutores no podían ser peronistas sino que inevitablemente procedían de la “vieja guardia sindi-cal”.62 De esta manera, Perón y sus funcionarios, una vez en el gobierno firmaron convenios colectivos, por citar un ejemplo, con sindicatos que no les eran orgánicos, incluso en 1949, como lo muestra el acuerdo con los marítimos.

Pero sí en un primer momento (1946-1949) el gremio marítimo pudo desarrollar su estrategia conviviendo con el gobierno, con el advenimiento de la crisis económica y la creciente polarización política entre peronismo y anti-peronismo el panorama cambió. La huelga de 1950 mos-tró los límites que hallaron los marítimos para profundi-

62 Véase Torre, Juan Carlos La vieja guardia sindical y Perón, Buenos Aires, Sudamericana, 1990.

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zar su estrategia reformista así como las dificultades para consolidar la organización unitaria de los trabajadores de la industria con una orientación autónoma. Por una parte los compromisos asumidos en el convenio colectivo de 1949 se le presentaron al oficialismo como excesivos en la nueva coyuntura. El gobierno peronista comenzaba a desandar su política reformista y en este camino encon-traba el rechazo de un sector numeroso de los marítimos. Por otra parte, la unificación y centralización de todos los oficios marítimos en la CGGMA le daba al gremio una herramienta organizativa fundamental para luchar con mayor fuerza por la solución integral de los problemas de los obreros marítimos. Pero esta perspectiva entraba en contradicción con la actuación que el gobierno esperaba de las organizaciones obreras, sobre todo en el nuevo con-texto político y económico.

En este punto emergía la “batalla organizativa”, lucha que de alguna manera remitía también a una disputa po-lítica. Contrastaban allí dos modelos de sindicatos únicos por industria: uno federativo y autónomo, el otro vertica-lista y orgánico al gobierno. El primero venía madurando en el gremio por varias décadas, el otro daba cuenta de este proceso pero nacía de las estructuras estatales y prio-rizaba las necesidades del gobierno, aunque no por ello renunciaba a representar los intereses de los trabajadores. Ambas posibilidades respondían a la estrategia reformista de la clase obrera pero queda claro que de manera distinta. La CGGMA buscaba insertarse en el sistema existente y lo hacia en los términos propuestos por el estado, pero en esta perspectiva se permitía diferir y enfrentar a fin de defender las conquistas y los derechos por los que los tra-bajadores adherían a la política laboral peronista: salarios iguales o superiores al costo de vida, mejoras en las condi-ciones de trabajo, inclusión del conjunto del gremio en los beneficios, regulación institucional de las relaciones entre el capital y el trabajo a través de paritarias y convenios co-lectivos, autonomía sindical, principalmente. Por su parte los cegetistas centraron su objetivo en la defensa de un régimen político que consideraban propio frente al contra-ataque de las fuerzas antiperonistas y las necesidades del gobierno para la nueva coyuntura económica, relegando en pos de ese objetivo ciertas conquistas, la incorporación del conjunto de los trabajadores a las reformas y gran par-te de su autonomía.

Esta disputa se expresaba particularmente en el plano institucional, reflejando las contradicciones que enfrenta-ba el gobierno peronista en aquella coyuntura. El gobier-no procedía de manera ilegal, negando su propio esquema organizativo y desconociendo los convenios colectivos que el mismo avaló, mientras que la CGT intervenía ile-galmente al SOMU, el cual no se encontraba afiliado a la central. Por su parte, la CGGMA defendía lo dispuesto por los Ministerios de Transporte y Trabajo y luchaba por el funcionamiento de la comisión paritaria y la regulación de las relaciones del trabajo por medio de convenios colecti-vos, los cuales respondían a la propuesta institucional pe-ronista. Esta situación paradójica excedía la mera disputa corporativa, burocrática y/o legal y nos podría remitir a un proceso más general de redefinición política del vínculo

del gobierno con los sindicatos, la política económica y las relaciones con las distintas fuerzas políticas.

La lucha también se proyectó al campo político-ideoló-gico. El gobierno y la CGT delimitaron tajantemente que quienes no se alineaban con Perón estaban contra el go-bierno justicialista, la patria, los trabajadores argentinos y la marina mercante nacional. No dejaban lugar para las medias tintas y los apoyos tibios: se estaba totalmente con el gobierno o se estaba en su contra. Frente a este pano-rama la CGGMA pretendió replicar las acusaciones que caían sobre ella señalando su consentimiento con varios aspectos de las políticas del gobierno peronista. La CGG-MA buscaba apartarse de las posturas más duras del anti-peronismo reconociendo las obras del gobierno, su políti-ca laboral, las instituciones estatales creadas para regular las relaciones entre el capital y el trabajo y el desarrollo de la marina mercante nacional. Este apoyo explícito le permitía justificar, en los términos propuestos inicialmen-te por el oficialismo, su lucha por la profundización del programa reformista impulsado por el peronismo en sus orígenes y que en esa coyuntura pretendía desandar. Pese a la filiación no peronista de su dirección y su tradición sindicalista, lejos de ser intransigente, la CGGMA inten-tó convivir con el gobierno peronista, manteniendo su autonomía, para desarrollar reivindicaciones por las que los marítimos venían luchando desde largos años atrás. Los hechos mostraron las dificultades que acarreaba su opción.

Recibido: 11/08/2008

Aceptado: 12/10/2008

Colapso de la merluza y protesta obrera en los inicios de la crisis pesquera (1997-1998)

Collapse of Hake and Labor Protest at the Beginning of the Fishing Crisis (1997-1998)

Guillermo Colombo*

Resumen

La década del ‘90 se caracterizó por profundas transformaciones que impacta-ron en distintas ramas de la economía. En la industria pesquera marplatense la tendencia estuvo dominada por el crecimiento de la concentración empresarial, la extranjerización de la flota y el incremento de la explotación de los trabaja-dores. Con el correr de la década, el sobredimensionamiento de la flota produjo la sobreexplotación del principal recurso pesquero argentino, la merluza hubbsi. Para 1997 dicha especie comenzó a dar signos de agotamiento, por lo cual des-de el Estado nacional tuvieron que implementarse medidas conservacionistas reduciéndose el volumen permitido de pesca. Así, tanto la evidencia del colapso como el perjuicio que implicaba la perdida de ganancias y la disminución de ma-teria prima, provocaron que los sujetos fundamentales de la actividad se vieran implicados en un proceso conflictivo. En este trabajo intentamos comprender las formas que asumió dicha conflictividad, dando cuenta de los distintos ali-neamientos de los actores, tanto a través de sus acciones directas de protesta como de sus discursos. En particular nos interesa, desde nuestro estudio de caso, visualizar las características y contenidos de la movilización obrera, la cual fue invisibilizada por el grueso de los discursos académicos, los cuales anunciaron su declive y pronosticaron su extinción.Palabras Clave: crisis de la merluza - trabajadores - protesta

Abstract

The 1990’s were characterized by deep changes which impacted in different sec-tors of economy. In the fishing industry of Mar del Plata, the tendency was domi-nated by the increase of concentration of companies, the foreign fleet and the increase of exploitation of workers. Throughout the decade, the enormous fleet caused the overexploitation of the main fishing resource in Argentina, the hubbsi hake (Merluccius hubbsi). By 1997 this species started showing signs of exhaus-tion; this was the reason why the government had to implement conservationist measures, reducing the fishing permissible volume. In this way, the evident col-lapse and the damage that the loss of profits and the diminution of raw material meant, involved the fundamental subjects of the activity in a process of conflict. This work tries to understand the ways that the conflict follows, accounting for the different alignments of the subjects, through their direct actions and protest as well as their speeches. From its case study, this article is particularly interested in visualizing the characteristics and contents of the labor movement, which was made invisible by the academic speeches that announced its decline and forecast its extinction.

Key Words: crisis of hake- workers - protest

* El autor es Profesor en Historia (UNMdP), Becario Doctoral del CONICET, integrante del Grupo de Estudios Sociales Marítimos (GES-Mar). También es miembro de la Re-vista de Estudios Marítimos y Socia-les. Desarrolla su actividad docente en la cátedra “Estructura y Cambio Social” de la carrera de Sociología en la Facultad de Humanidades de la UNMdP. [email protected]

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Introducción

Mucho se ha escrito durante los últimos años sobre la beligerancia popular en el país, pero es poco lo que se ha

investigado Javier Auyero

Seis años atrás, el sociólogo Javier Auyero señalaba en las conclusiones de su libro La Protesta, con cierta ironía pero con una veracidad irrefutable, que sobre conflicti-vidad social en la Argentina reciente se escribió mucho pero se investigó poco.1 La literatura sobre el tema creció a un ritmo vertiginoso con posterioridad a las jornadas de diciembre de 2001. Con el alza en los niveles de con-flictividad y la expulsión de un gobierno electo tan sólo dos años antes, se expandieron en el campo de las cien-cias sociales las interpretaciones sobre la aparición de “novedosos sujetos” con “nuevos repertorios” de acción. Estos diferentes actores desplazaron del campo de inte-rés de los cientistas sociales las acciones del movimiento obrero que parecía ya no tener demasiada incidencia en la dinámica conflictual de finales de los noventa, a raíz de las transformaciones productivas, las innovaciones tec-nológicas, el ajuste del Estado, la desproletarización y la desarticulación de la sociedad salarial. De este modo, se construyó una imagen analítica dominante, según la cual los trabajadores quedaron relegados a una posición con-servadora y pasiva, mientras que, por el contrario, nuevos agrupamientos de la sociedad en torno de intereses más particulares inundaban la escritura de los textos sobre pro-testa social.

En el marco de este renovado contexto de narración y ante la aparente perdida de centralidad de la clase obrera en la conflictividad social, quedaron planteados algunos interrogantes acerca de la relación protesta – trabajado-res, como por ejemplo ¿qué queda del movimiento obre-ro?,2 ¿las organizaciones sindicales siguen siendo la vía adecuada para estructurar las demandas obreras?, ¿otros movimientos sociales podrán ocupar su lugar?,3 ¿asisti-mos a la crisis de la acción laboral tradicional, junto al crecimiento del protagonismo de los obreros precariza-dos?,4 ¿se produjo un descentramiento de los reclamos de la matriz laboral a raíz de la pérdida de exclusividad de los trabajadores en las protestas y de su método de lucha

1 Auyero, Javier La protesta. Relatos de la beligerancia popular en la argentina democrática, Buenos Aires, Libros del Rojas-UBA, 2002.2 Farinetti, Marina “¿Qué queda del movimiento obrero? Las formas del reclamo laboral en la nueva democracia Argentina”, en Trabajo y Sociedad, N°1, Vol. I, Santiago del Estero, Argen-tina, 1999.3 Battistini, Osvaldo “Transformaciones culturales en el traba-jo y acción sindical. Un juego de intereses contradictorios”, en Fernandez, Arturo (comp.) Sindicatos, crisis y después, Buenos Aires, Ediciones Biebel, 2002, p.31-48.4 Delamata, Gabriela “De los ‘estallidos’ provinciales a la ge-neralización de las protestas en Argentina”, en Revista Nueva Sociedad, N° 182, 2002.

por excelencia, la huelga, a manos de los “excluidos” del modelo, que utilizaran el corte de calles y otros novedosos repertorios?5 Y el eje de las respuestas se ubicó en la ten-dencia, que había sido anunciada con anterioridad, hacia “el fin del trabajo”. Con todo, muchas de las presuncio-nes sobre las transformaciones en la protesta se trabajaron de una manera ensayística, sin asentarse en un material empírico suficiente y sin abarcar un espectro amplio de estudios de caso.

Más recientemente, con la llegada de la devaluación y la reaparición del sindicalismo en la escena de la conflic-tividad, los cientistas sociales han vuelto a mirar el peso “corporativo” de los sindicatos dentro de la sociedad ar-gentina.6 Si bien volvió la atención sobre las acciones del movimiento obrero, aunque en el caso particular de es-tos autores bajo el recorte del sindicalismo, aún no se ha saldado aquella imagen sobre la desaparición de la clase obrera y su participación en las luchas sociales. ¿Despare-ció hacia finales de la década del ‘90 y volvió a aparecer después del 2003? ¿O estuvo siempre allí, participando de distintos modos en las protestas, lo cual debe ser de-bidamente explorado? Teniendo en mente estos interro-gantes, nos pareció relevante empezar a aportar evidencia empírica respecto a qué sucedió con los trabajadores y la conflictividad social de finales de la década del ‘90. Nada mejor para ver en qué situación se encontraron los obreros que analizar lo sucedido dentro de una rama productiva. Por ello, nuestra inquietud se volcó hacia la industria pes-quera en la ciudad de Mar del Plata. Consideramos que a partir de la información empírica es posible visualizar la existencia o no de hechos de protesta protagonizados por trabajadores. Y, de existir esos hechos, conocer cuales fueron sus características, sus formas, quienes los lleva-ron a cabo, con qué demandas y horizontes, etc. Realiza-mos una reconstrucción a partir del análisis de la prensa escrita que constituye, a pesar de sus deficiencias, una de las fuentes mejor cualificadas para brindarnos infor-mación sobre la existencia de conflictividad en la vida cotidiana del puerto local. A partir de la revisión de los periódicos La Capital y El Atlántico de la ciudad de Mar del Plata, realizamos un doble proceso. En primer lugar, examinamos los enfrentamientos en el nivel público - dis-cursivo de los distintos actores de la realidad pesquera. En segundo lugar, contabilizamos el total de enfrentamien-tos registrados en nuestro recorte temporal, lo que nos permite conocer la existencia de los hechos de protesta, contabilizar cuántos hubo (que fueran registrados) y qué características asumieron. Nuestro interés está puesto en la lucha de clases, pero no entendida como una pura abs-tracción donde siempre están enfrentándose el conjunto de los proletarios contra el conjunto de los capitalistas, sino en su dinámica concreta, donde pueden observarse conflictos entre clases, pero también intra clases a través

5 Lobato, Mirta y Suriano, Juan La protesta social en la Argen-tina, Buenos Aires, FCE, 2003.6 Etchemendy, Sebastián y Collier, Ruth “Down but Not Out: Union Resurgence and Segmented Neocorporatism in Argentina (2003-2007)”, en Politics & Society, vol. 35, Nº3, 2007.

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de la conformación de alianzas sociales que se enfrentan bajo la forma de fuerzas sociales.7

Nuestra hipótesis inicial es que durante una fase regre-siva considerada a partir de los contenidos y resultados de la lucha popular (iniciada por la última dictadura y afianzada después de las hiperinflaciones), los trabajado-res de la rama industrial pesca adoptaron una estrategia reformista8 tendiente a atacar los efectos de la política pesquera. Para llevar adelante esta estrategia y en función de su meta, la clase obrera portuaria conformó una alian-za de clases9 con una fracción de la burguesía pesquera, consolidando un programa “marplatense” (de la ciudad en tanto corporación económica10). Sin embargo, esto no presupone la existencia de un solo frente de lucha para los trabajadores, sino que están presentes en todo momento dos anversos: la lucha contra los congeladores y factorías (gran burguesía), en defensa del sistema productivo que les garantizaba su continuidad en tanto trabajadores de la

7 Marín, Juan Carlos Los hechos armados. Argentina 1973-1976, Buenos Aires, La Rosa Blindada / P.I.C.A.S.O., 2003.8 Esta estrategia reformista implicó seguir manteniendo su lu-gar en tanto asalariados, ante la amenaza de quedar fuera de la actividad en el marco de una crisis que puso en jaque a toda la industria pesquera marplatense. La lucha se movió entonces por mantener la situación y no empeorar (defensa), pero también por pequeñas mejoras (recomposición), dependiendo de qué fracción la llevara adelante. Según Iñigo Carrera “las clases se constituyen en procesos de enfrentamientos sociales, y que esos enfrentamientos se ordenan siguiendo una estrategia”. Iñigo Ca-rrera, Nicolás “Lucha democrática de la clase obrera argentina en las décadas de 1930 y 1940”, en Critica de Nuestro Tiempo, Nº 6, Argentina, 1993.9 Entendemos por “alianza” la confluencia de intereses entre parcialidades de clase en un momento determinado y que se expresa en el antagonismo frente a un tercero. Dicha sociedad se manifiesta, a través de las acciones concretas desarrolladas por los sujetos involucrados quienes constituyen “alianzas” en y para la acción. Se trata de una alianza de clases y fracciones de clase que el observador establece, al margen inclusive de la voluntad inmediata de los actores, a través de la adjudicación de “intereses” en términos de la contradicción en el nivel de la estructura de una formación económico social, donde fracciones de clase agrupadas conforman un específico “campo de interés” Portantiero, Juan Carlos “Economía y política en la crisis ar-gentina (1958-1973)”, en Revista Mexicana de Sociología, N° 2, México, 1973.10 Resulta de interés analítico resaltar que en el desarrollo del conflicto se manifiestan elementos tanto de la defensa de la pes-ca marplatense como corporación de intereses conjuntos de los empresarios y trabajadores marplatenses en contra de un ene-migo común externo que afecta sus intereses económico-cor-porativos. Pero también existen intereses opuestos que llevan a una convivencia poco armónica de estos “pescadores – vecinos marplatenses”, presentando elementos de conflictividad en cla-ve clasista al interior de la alianza de los “pescadores - vecinos marplatenses”. Para mayores precisiones sobre la comparación entre casos que presentan la unificación de intereses corporati-vos (puebladas) y otras protestas donde prima el antagonismo de clase (“azos”). Véase Aufgang, Lidia Las puebladas: dos casos de protesta social. Cipolleti y Casilda, Buenos Aires, CEAL, 1989.

rama y la disputa por el lugar y las condiciones en que se mantenían dentro de aquel sistema, que los enfrenta-ba con el sector de la burguesía con el que establecían la alianza. Además, no podemos dejar de mencionar que el sector más pauperizado de la rama, es decir los fileteros que trabajan en las pseudo cooperativas, fueron uno de los protagonistas clave del escenario conflictivo. A pesar de que entre las reivindicaciones de los contendientes se introdujeron consignas que implicarían un paso a la ofen-siva (como el fin de las cooperativas y la incorporación de los trabajadores a las plantas bajo relación de dependencia y en el marco del convenio colectivo de trabajo 161/75), la lucha terminó siendo hegemonizada, producto de la co-yuntura histórica, por un contenido defensivo.11 Es decir, que las protestas producidas buscaban como objetivo el que no se empeore. Este proceso es el que intentaremos hacer visible a través del análisis de las acciones de pro-testa realizadas entre julio de 1997 y enero de 1998.

El inicio de la crisis

Un período de crisis puede ser un excelente mirador para testimoniar acerca de la fortaleza o las falencias de una

estructura económica social. Algo de esto veremos anali-zando someramente los posibles movimientos y estrategias que puedan manifestarse en nuestro espacio para remontar

la crisisCarlos Assadourian

La industria pesquera es una actividad fundamental-mente extractiva con poco valor agregado en el procesa-miento de su producción. Su desarrolló y expansión en la Argentina se vincula casi con exclusividad al mercado externo y reproduce la relación que ubica a nuestro país como exportador de materias primas. Durante la década del noventa, bajo la Convertibilidad que anuló la ventaja de la disparidad cambiaria para los sectores exportado-res, se caracterizó por la concentración empresarial y la extranjerización, el crecimiento de la explotación de los trabajadores con la particularidad de la implementación de pseudo cooperativas de trabajo para el procesado del pescado, y la sobrecapitalización (a partir de la existencia de una flota sobredimensionada que excedió la posibili-dad de renovación-reproducción del caladero nacional). Esta situación comenzó a hacer crisis en 1997. Hasta este año el volumen de las capturas se mantuvo en un nivel ascendente y se superaron los niveles históricos. Las cap-turas totales en el caladero nacional pasaron en miles de toneladas de 475,5 en 1989 a 1.341,1 en 1997 (Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación [SAGP-yA]). A partir de aquí los volúmenes comenzaron a decaer bruscamente, hasta su recuperación, aunque en niveles mucho menores, en el año 2001. La presión que ejercía la flota pesquera sobre el recurso merluza puso en peligro la posibilidad de reproducción de dicha especie, la cual des-

11 De todos modos, este pasó a la ofensiva sólo es tal, analizando el corto plazo. Desde una perspectiva de mayor alcance, vemos cómo la consigna más “radical” sostenida por los trabajadores no es más que la reivindicación de retrotraer las condiciones de existencia al año 1975, cuando se firmó el último convenio co-lectivo de la rama.

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de mediados de la década del sesenta se constituyó como el principal recurso pesquero (en función de lo que se ex-porta y lo que se consume en el mercado interno), siendo además el que en su procesamiento mayor cantidad de mano de obra utiliza.12

Ante esta situación, el gobierno nacional resolvió rea-lizar vedas (prohibición de pesca de determinadas espe-cies por períodos de tiempo), junto a otros controles para resguardar el caladero, provocando una reducción en las capturas de merluza. Estas medidas se tomaron como res-puesta a una crisis en marcha, y en general, sin tener en cuenta las consecuencias económicas y sociales. La crisis provocó una creciente movilización social que involucró al conjunto de los actores del escenario de la pesca mar-platense y fue el entretejido que dio forma a una crisis so-cial, política y económica que desembocó en un “estallido social” en junio de 2000.13

En torno a la dinámica de las clases: divisiones horizontales y verticales

En julio de 1997 el entonces secretario de la SAGPyA, Ingeniero Felipe Solá, anunció públicamente la crisis que atravesaba el caladero y durante una conferencia de pren-sa, indicó las medidas a realizar para “salvar” la pesca. Entre ellas, se extendería la zona y el período de veda para la pesca de merluza, además de promover un fuerte incremento de las sanciones para las empresas que violen las nuevas reglas. El funcionario adjudicó la sobrepesca de la merluza al incumplimiento de todo tipo de dispo-siciones conservacionistas, a la falta de estímulos para la preservación, la debilidad del marco legal y la carencia de una ley de pesca (La Capital, 23/07/1997). Por su parte, Héctor Salamanco, entonces subsecretario de Pesca, des-lindó responsabilidades de su cargo así como del Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (INI-DEP), en la crisis de la merluza. Sostuvo que la situación de agotamiento la sufren todos los caladeros del mundo y todas las medidas “fracasan en un régimen donde hay propiedad común. El pez que está en el agua es de todos”. Después anunció que era inminente la firma de un decreto de necesidad y urgencia que permitía la aplicación de un sistema de manejo pesquero conocido con el nombre de Cuotas Individuales Transferibles.14

12 Colombo, Guillermo “Las trasformaciones de la industria pesquera marplatense durante la Convertibilidad: concentra-ción, transnacionalización y algunas consecuencias sociales (1991-2002)”, ponencia presentada en las VI Jornadas de Inves-tigadores del Departamento de Historia, Universidad Nacional de Mar del Plata, 23 de noviembre, 2007. Colombo, Guillermo y Nieto, Agustín “Bases sociales y económicas de la protesta. La industria de la pesca en Mar del Plata. De la convertibilidad a la devaluación (1991-2002)”, en Actas de las XX Jornadas de la Asociación de Historia Económica, versión electrónica, 2006.13 El 28 de junio de 2000 alrededor de 300 trabajadores de la pesca (marineros y fileteros) atacaron seis fábricas de procesa-miento de pescado y se enfrentaron con la policía.14 De manera sorprendente las actividades económicas que se desarrollaron en nuestro mar no fueron reglamentadas hasta fi-

Días más tarde, el Consejo Federal Pesquero15 ratificó el cumplimiento de las medidas. Sin embargo, como ge-neralmente no son las leyes las que crean los hechos, sino que son estos los que motivan la creación de aquellas, los intentos por aplicar criterios para desarrollar la pesca bajo nuevas normas chocaron con los distintos intereses exis-tentes dentro de la actividad. Al interior de una rama pro-ductiva poco afecta a las regulaciones, los conflictos se fueron haciendo cada vez más profundos. Para conocerlos con mayor claridad comencemos por los que se origina-ron “desde arriba”.

La división de la burguesía pesquera

¿Quien ganará finalmente la pulseada que, hasta el mo-mento, parece inclinarse levemente hacia los fresqueros?

El tiempo lo diráT. K., La Capital, 30 de noviembre de 1997

Sobre la base de las transformaciones ocurridas en la industria pesquera, se produjo a finales de la década del ‘90 una profunda división empresarial que estalló en el seno de la Cámara Argentina de Armadores de Buques Pesqueros de Altura (CAABPA), conocida como la dispu-ta entre “fresqueros” versus “congeladores”.16 El conflicto

nes de la mitad del siglo XX, siendo la primer Ley Nacional la de 1997. Sin duda, influyó en esta ausencia legal la creencia en la infinitud de las riquezas de nuestras costas. Por su parte, las CIT implican la adopción de un criterio de privatización de cupos de pesca (asignación de cuotas fijas a determinadas per-sonas o grupos empresarios) ante la imposibilidad de establecer otro tipo de propiedad privada en el mar (la propiedad sólo se establece entre estados y no entre individuos). Este punto par-ticular de la ley fue duramente cuestionado por los empresarios fresqueros y los gremios marplatenses.15 El CFP quedó constituido por la Ley Federal de Pesca como el órgano de aplicación y fijación de la política pesquera, el cual está integrado por dos representantes del Poder Ejecutivo nacio-nal, el subsecretario de Pesca, un representante de la Secretaría de Recursos Naturales, un representante del Ministerio de Rela-ciones Exteriores y un representante de cada una de las provin-cias con litoral marítimo adherentes.16 Algunas de las diferencias de los tipos de flota consisten en que los congeladores tienen mucha mayor autonomía que los fresqueros porque procesan y congelan su producción sin la ne-cesidad de volver a tierra: “En el buque congelador, se congela y empaca el pescado, y se lo mantiene listo para enviar al mer-cado consumidor. Una vez en el país de destino, se descongela y trabaja, otorgándole valor agregado. Cuando coincide con un buque mercante, el transbordo se hace en el mar y se exporta di-rectamente. Esta actividad industrial reduce las ventajas compa-rativas de la producción argentina frente al mercado internacio-nal y tiene un impacto negativo sobre la mano de obra nacional empleada en el sector (…) Los congeladores tienen una capaci-dad mucho mayor de captura, mientras que la industria fresquera tiene más posibilidades de elaborar productos de mayor valor agregado, empleando una mayor cantidad de mano de obra. En términos de actividad, los fresqueros deben destinar 60 días por año en el puerto para realizar las tareas de logística; los conge-ladores pasan sólo 42 días. Desde que los fresqueros salen del puerto, llegan al caladero y vuelven nuevamente a puerto, se cal-culan alrededor de 120 días de navegación por año mientras que los congeladores ocupan 21 días al año. Ello se explica porque

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afloró en toda su magnitud cuando los niveles de merluza comenzaron a dar signos de agotamiento a partir de 1997 y tuvo expresión en el nivel jurídico-político en torno a la Ley Federal de Pesca. Por un lado, se posicionaron los grupos económicos vinculados al sistema fresquero con fuerte presencia en la ciudad de Mar del Plata, que asumi-rán el liderazgo de la CAABPA. Por otro, los grupos eco-nómicos dueños de buques congeladores, radicados prin-cipalmente en los puertos del sur argentino, representados por la Cámara de Armadores Pesqueros y Congeladores de la Argentina (CAPECA).17 Sin embargo, la disputa ad-quiere mayor complejidad cuando integramos un tercer tipo de empresas, más concentradas y diversificadas. En esta situación se encontraron los grupos Moscuzza, Gior-no y Solimeno, que con origen en Mar del Plata, confor-maron hacia finales de 1997 el Consejo de Empresarios Pesqueros Argentinos (CEPA).

Para ese año se hizo visible el impacto de la sobreex-plotación de la merluza, por lo que el gobierno adoptó medidas para disminuir las capturas. Pero ¿quién dejaría de pescar ante lo que se evidenciaba como una sobrecapi-talización? Ante este panorama, las distintas fracciones de la burguesía pesquera pretendieron influir a través de dife-rentes acciones sobre las políticas del gobierno, procuran-do hacer recaer la crisis de sobrepesca sobre el otro sector, generando un resquebrajamiento en su frágil unidad.18 Al mismo tiempo, cada bloque generó un programa de res-puesta orientado a la definición de una política pesquera nacional y señalando un culpable de la depredación. El programa de los fresqueros giraba en torno a la defensa de una cuota de 300 mil toneladas de merluza para ser pesca-da con los buques fresqueros y procesada en tierra, junto a una diferenciación positiva en los reintegros a los pro-ductos elaborados en tierra. Responsabilizaban por la so-brepesca a los buques congeladores y factorías, junto con la política pesquera aperturista que favoreció el ingreso de flotas extranjeras al caladero nacional, con una tecnología

los congeladores pueden estar entre 60 y 90 días seguidos pes-cando, hacen menos viajes al puerto y están permanentemente procesando sobre el cardumen. Los fresqueros tienen una pesca efectiva de 185 días al año, mientras que los congeladores tienen 302”. Litovsky, Alejandro La depredación de la merluza en la Argentina. Incentivos políticos y conservación de los recursos naturales, Universidad Torcuato Di Tella, Tesina de licenciatura en Relaciones Internacionales, mimeo, 2000, pp. 23-24.17 En 1991 había 128 buques congeladores y factorías operando en el caladero argentino. Para 1997 la cantidad sube a 282.18 Durante la década de los ’90 la Captura Máxima Permisi-ble (CMP) fue de 390.000 tn. de merluza. Sin embargo, ya para mediados de los noventa se pescaron 600.000 toneladas decla-radas. Ante las voces de alerta sobre la depredación, la autori-dad de aplicación esbozó la necesidad de reforzar los controles para hacer cumplir la CMP. Pero esta situación implicaba una merma general en los volúmenes posibles de ser pescados, lo que motivó la presión de cada bloque empresario por acceder a las capturas permitidas. Hacia mediados del año 1997 se habían pescado ya 210 mil toneladas de merluza, por lo que quedaban en disputa 180 mil hasta alcanzar la CMP.

(procesado a bordo) que era señalada como depredatoria (La Capital, 5/11/1997). Esta posición irá ganando fuerza moral generando consensos entre la ciudadanía marpla-tense, tomando la forma de un reclamo de contenido “po-pular” (con apelaciones al pueblo marplatense). En este sentido, el conflicto se presentó como una disputa entre localizaciones, provincias del sur argentino, como Chubut y Santa Cruz, versus la provincia de Buenos Aires.

Por el lado de CAPECA, su entonces presidente Daniel Badens, sostenía que la depredación de la merluza no se debía a la operatoria de uno u otro buque, y que tampoco eran culpables los barcos extranjeros, sino que la razón había que ponerla en la pesca irresponsable. A su vez, cuestionaba el argumento de los grupos fresqueros, según el cual éstos buques merecían mayores cuotas de pescado, indicando que:

Se hacen mal las comparaciones. Se compara un fres-quero con la planta en tierra, y se olvida que el con-gelador tiene marineros pescando y una planta en el buque procesando. Habría que sacar bien los números de cuánto es la industria en tierra y a bordo, como tam-bién la rentabilidad que arrojan. Mal vale comparar so-cial o laboralmente tener en tierra una cantidad inmensa de trabajadores en tierra mal pagados, en negro o con-tratados en cooperativas, contra la comparación de un congelador, donde posiblemente haya menos gente en planta, pero rentables, estables, que paga sus sueldos y su seguridad social (La Capital, 19/09/1998).

Por su parte, el bloque de los “congeladores marplaten-ses” envió el 22 de febrero de 1998 una nota al diario La Capital donde anunciaba el surgimiento del CEPA, enti-dad que “nuclea a hombres fuertes del sector” (La Capi-tal, 22/02/1998), es decir, empresas integradas19 que se dedican a capturar, procesar y comercializar el producto. Afirmaban la necesidad de adecuarse a las nuevas rea-lidades del caladero, el cual debería pasar de una pesca expansiva a una regresiva. Como medidas ante la crisis solicitaban “una administración clara, sana y responsable del caladero argentino, exigimos la inmediata aplicación de la Ley Federal de Pesca en todos sus aspectos, tanto laborales como en la asignación de cuotas individuales transferibles de captura, así como también en lo relativo a la pesca responsable y conservación del caladero sin discriminaciones” (Informe del CEPA, 29/11/1999). Ade-más, criticaban que aquellas empresas que “hoy reclaman ampliamente desde lo social”, haciendo referencia a los “fresqueros”, no tuvieron ningún cuidado en abandonar fábricas y presionar sobre los recursos en zonas biológica-

19 Estos grupos se consolidaron como verdaderos gigantes y complican la observación de la estructura empresaria de la pes-ca. Se localizan tanto en el sur, como en Mar del Plata; tienen trabajadores en blanco, pero también operan con pseudo coo-perativas; pescan con fresqueros y congeladores; tienen lugar tanto en la CAABPA como en la CAPECA; están asociados a empresas transnacionales; se dedican fundamentalmente a la ex-portación, pero también venden en el mercado interno a través de las cadenas de supermercados.

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mente comprometidas para obtener mayores utilidades.

De este modo, durante todo el proceso de protesta se mantuvo constante el conflicto entre la burguesía pes-quera. La división fue fundamental en las características que asumieron las protestas desarrolladas en el Puerto de Mar del Plata, favoreciendo la conformación de distintas alianzas sociales. En este proceso debemos tener en cuen-ta que los más preparados para afrontar una reconversión eran los sectores que poseían congeladores, ya que por su tamaño e integración, podían dedicarse a la pesca de otras especies. Pero también su peso político era mayor y poseían una vinculación más estrecha con el gobierno na-cional. Por su parte, el grupo fresquero, peor posicionado a priori, adquirió mayor posibilidad de presión política, integrando una alianza más grande con la participación de gremios y los gobiernos local y provincial.

La división de “los de más abajo”

En la peor situación dentro del modelo productivo vi-gente, se encontraban los trabajadores de las plantas pro-cesadoras en tierra. Particularmente, el sector que des-empeñaba sus tareas en las pseudo cooperativas.20 Ante la carestía de pescado, lo cual implicaba la inexistencia de materia prima para procesar, ésta fracción obrera no contaba con ningún tipo de contención social. Situación agravada por un contexto de creciente desocupación en la ciudad que imposibilitaba la búsqueda de otro tipo de labor.21 En este marco, según el diario El Atlántico, más de 100 trabajadores se volcaron a las calles el 9 de julio de 1997, dando lugar al primer corte de calle con olla popu-lar. Allí expresaron: “Nos estamos muriendo de hambre, queremos trabajar” (El Atlántico, 10/07/1997).

Desde este día se fueron dibujando dos sectores con rei-vindicaciones distintas entre los obreros cooperativizados (y ahora desempleados). El diario La Capital señalaba: “Debido a las diferencias planteadas entre los manifestan-tes la asamblea de ayer no produjo ningún comunicado, esto se debió a que algunos de los presentes estaban de acuerdo en exigir un subsidio de $500 hasta que se norma-lice la situación laboral y otros no. En un momento de la asamblea, los grupos antagónicos amenazaron con dirimir la diferencia a golpes” (La Capital, 10/07/1997). Los de-nominados Autoconvocados, que lideraban trabajadores de tradición política peronista, definieron un programa bá-sico en torno al pedido de reactivación del puerto local, la definición de una política pesquera nacional y solicitaron la intervención de las autoridades. La responsabilidad de la sobrepesca recaía, al igual que la postura de los “fres-queros”, sobre los “congeladores”. En este sentido, una

20 Según el Censo de mano de obra ocupada y capacidad indus-trial instalada realizado en el año 1996 por la Fundación Atlán-tica, de 5.837 obreros y obreras que se dedicaban al fileteado de pescado, 2.921 lo hacían dentro del sistema cooperativo.21 De 240.688 personas económicamente activas para el año 1995, el 78% (187.613) se encontraba ocupada y el 22% (53.075) desocupada (Encuesta Permanente de Hogares, octubre de 1995).

representante del grupo expresaba: “los congeladores son los grandes culpables de la enorme depredación del recur-so vivo” (El Atlántico, 12/07/1997) y aclaraban que “pri-mero debemos pelear por el pescado en puerto y después comenzaremos a hablar de cómo estamos trabajando”, lo cual los desvinculaba del sector de los “duros”.22 Sostu-vieron “Nosotros no somos piqueteros, somos fileteros. Existe una gran diferencia en quienes salen a hacer un pi-quete y quienes nos reunimos para un reclamo justo como el derecho a trabajar (…) el objetivo es la reactivación del puerto. No queremos subsidios, queremos trabajo” (La Capital, 15/07/1997). Así se distanciaban del pedido de subsidio por una parte, y por otra, de la identificación con el movimiento piquetero, asimilación que el grupo de los “duros” alzaría como estandarte. Los obreros Autoconvo-cados fijaron como prioridad la entrada a puerto de mate-ria prima, la elaboración y procesamiento del pescado en tierra y la revisión de los permisos pesqueros de los últi-mos años. Las consignas eran perfectamente compatibles con las demandas de los empresarios fresqueros.

El otro sector, liderado por la Unión Obrera del Pescado (UOP), agrupación impulsada por dirigentes del Partido Obrero que se conformó a mediados de la década del no-venta con el objetivo de organizar a los trabajadores de las cooperativas, alentaba un programa de corte más “clasis-ta”, apuntando, en primer lugar, hacia las condiciones de trabajo. En un comunicado dirigido al Concejo Deliberan-te, rechazaban “la política flexibilizadora y el ajuste de los ‘90”. En el mencionado documento exigían 1) el derecho al trabajo con pleno empleo y la vigencia del convenio colectivo de 1975; 2) el gobierno, responsable de la des-ocupación y el subempleo, debe otorgar un subsidio para el compañero parado; 3) la defensa de la riqueza ictícola y la reactivación del trabajo en la industria pesquera en tierra (La Capital, 14/07/1997).

De esta manera, la división se expresaba en torno a dos consignas inmediatas. La primera remitía al subsidio que pedían los “duros”, mientras que los “blandos” exigían trabajo. Por otra parte, los primeros demandan la regu-lación de la situación salarial, mientras que los segundos la aplazaban en pos de la reactivación del Puerto. Estos últimos, culpaban de la crisis a los grupos más concen-trados, posibilitando de hecho una alianza con el bloque fresquero. Por el contrario, los primeros apuntaban de lleno contra las cooperativas consideradas “truchas”, de las cuales se servían ambos bloques empresariales. Uno y otro grupo cuestionaban a la dirigencia del Sindicato de Obreros de la Industria del Pescado (SOIP), pero los segundos lo hacían más enconadamente. Se constituyó así una división que superficialmente puede ser presentada entre “duros” y “blandos”, pero que encarnaba diferentes apreciaciones tanto de las relaciones de fuerza existentes,

22 Adoptamos la separación, bastante superficial, entre los sec-tores que protestaban de “blandos” y “duros” que ofrecieron los medios de difusión sólo porque resulta útil para diferenciar dos posiciones disímiles. Sin embargo, no pretendemos llevarla al plano explicativo, ni la consideramos adecuada para caracterizar los contenidos de las demandas de cada sector.

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como disímiles tradiciones de lucha.23

El movimiento obrero organizado: CGT, SOMU y SOIP

Desde el comienzo de las protestas, la regional Mar del Plata de la Confederación de Trabajadores mantuvo cierta solidaridad con el reclamo de los desocupados y asumió una posición en el proceso de lucha por la defensa de Mar del Plata como corporación económica. Tras el primer corte de calle elaboró un comunicado bajo el título “Los desocupados del puerto tienen razón” en el cual señaló que el conflicto “es la consecuencia de decisiones políti-cas que nunca atendieron la urgente necesidad de cuidar el recurso ictícola ni de defender la falta de trabajo de la gente” (La Capital, 13/07/1997). El documento apuntaba contra las potencias pesqueras multinacionales y los gran-des grupos económicos, al mismo tiempo que solicitaba a las autoridades la modificación de la política pesquera en pos de favorecer a la industria nacional. También incluía otras demandas como la ayuda a los desocupados y la ins-pección de las cooperativas para comprobar su legalidad. Dentro de la CGT, Domingo “Gato” Novero, líder del Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU), se des-empeñaba como secretario de Pesca e Intereses Marítimos y Portuarios. Él resume bien la posición en el conflicto “…defender a Mar del Plata a toda costa. Queremos que los recursos sean para los fresqueros que históricamente

23 “Tradición de lucha” funciona en este sentido como elemento de la cultura política que media entre el sujeto y la acción de protesta. Svampa, Maristella y Pereyra, Sebastián Entre la ruta y el barrio. La experiencia de las organizaciones piqueteras, Bue-nos Aires, Biblos, 2003. Utilizado de este modo, dos tradiciones de lucha se corresponderían con dos concepciones ideológicas, producto de una experiencia histórica y cultural particular. No obstante, desde una concepción que analice el concepto desde una perspectiva de totalidad, el término refiere a la acumulación de experiencia en las luchas del pasado, en el nivel de la memo-ria histórica, que se cristaliza en determinados sujetos. General-mente, las protestas sociales se activan mediante la participación de estos personajes. Al mismo tiempo esa experiencia de lucha se vincula con y expande hacia, el resto de los que protestan en el sentido de una “cultura inherente” como la que planteaba Rudé, George Revuelta popular y conciencia de clase, España, Editorial Crítica, 1981. Según este autor, la ideología popular es una fusión de dos elementos, de los cuales solamente uno es pri-vativo de las clases “populares”, mientras que el otro se constru-ye mediante un proceso de transmisión y adopción desde fuera. El primero es el elemento tradicional, “inherente”, “una especie de ‘leche materna’ ideológica, basada en la experiencia directa, la tradición oral o la memoria colectiva”. El segundo elemen-to es el cúmulo de ideas, creencias que “derivan” o se toman prestadas de los demás y que a menudo se presentan en forma de un sistema más estructurado de ideas políticas. Estas ideas derivadas son una destilación más elaborada de la experiencia popular y de las creencias “inherentes” del pueblo. No existe un movimiento de dirección única, sino una constante interacción entre las dos. Mientras que la ideología “inherente” puede lle-var a los que protestan a la huelga, a protagonizar disturbios o rebeliones, e incluso a tomar conciencia de la necesidad de un cambio radical, no puede llevarlos a la revolución.

han trabajado y que el mayor cupo que se asigne a la pesca de merluza sea para los fresqueros marplatenses (La Ca-pital, 06/05/1998).

El SOMU, sindicato con presencia nacional que agrupa a 2.000 afiliados en Mar del Plata (otras versiones menos optimistas hablan de 650), en su seccional local fue di-rigido hasta fines del 2001 por Domingo Novero, quien mantenía (y mantiene) profundos vínculos políticos con Felipe Solá. El gremio en cuanto tal fue el más moviliza-do dentro del ciclo de protesta. Sus acciones se orientaron hacia la defensa del sistema fresquero y el ingreso de pes-cado al puerto marplatense, pero introduciendo reclamos tendientes a mejorar las condiciones salariales de los tra-bajadores. Las acciones discurrieron entre lo institucional y lo disruptivo. Con motivo de la oposición al primer tex-to de la Ley de Pesca, el SOMU estableció sus reivindica-ciones principales: descarga de materia prima en puerto, 100% de la mano de obra argentina, las cuotas no pueden ni deben ser trasferibles (oposición al artículo 29, que ha-bilitaba el sistema de las Cuotas Individuales Transferi-bles), repudio de los acuerdos con la Comunidad Europea, participación de los gremios con voz y voto en el CFP. En noviembre de 1997 Novero decía: “…con la pérdida de puestos de trabajo y de poder adquisitivo, con aumento de la productividad y reducción de nuestros derechos, hemos financiado la etapa de reestructuración pesquera que aho-ra está muriendo y tuvo como apogeo los acuerdos con la CEE. Gracias a estos acuerdos padecemos la depredación de buques congeladores” (El Atlántico, 26/11/1997).24

24 A pesar de que se conocía desde mediados de la década del ’80 que “la explotación del recurso merluza común se encuentra a niveles próximos al rendimiento máximo sostenible”, y que “existe un sobredimensionamiento de la flota pesquera habili-tada para operar sobre la especie”. Verazay, G. y Otero, H. “El estado actual de recurso merluza común (Merluccius hubbsi) y pautas para su manejo pesquero”, informe presentado en el Tercer Simposio Científico. Mar del Plata, Argentina, 24 al 26 de noviembre, 1986. En 1992 se aprobaron, por una parte, el decreto de charteo (alquiler de permisos de pesca a buques de terceros países para la extracción de especies excedentarias. Los países involucrados en la operación negocian cada año un canon que pagan por la cesión de los permisos. Esto motivo la entrada de buques factoría asiáticos para la pesca de calamar) y por otra, en mayo de 1994 el “Acuerdo Sobre las Relaciones en Materia Pesquera entre la Comunidad Económica Europea y Argentina”. En su artículo 5, inciso 3, se describe el meollo del Acuerdo: “La Comunidad, en el marco de su política de reestructuración de la flota, facilitará la incorporación de buques comunitarios a empresas constituidas o que se constituyan en Argentina. A este fin, la Argentina en el marco de su política de renovación tecnológica en materia pesquera, facilitará la transferencia de los permisos de pesca vigentes y expedirá los nuevos permisos que correspondan en virtud del presente acuerdo”. Godelman, Ernesto y otros “La Política de Subsidios Pesqueros de la Unión Europea, el Acuerdo en Materia de Pesca Marítima Entre la UE y la República Argentina, y sus Consecuencias en la Sustentabi-lidad de las Pesquerías del Atlántico Sudoeste, Particularmente en la de Merluza Argentina (Merluccius hubbsi)”, 1999, p. 20 (en la red http://www.cedepesca.org.ar/los_acuerdos_con_la_ue.htm).

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Por su parte, creado en 1942, el SOIP agrupa a los tra-bajadores del procesado de pescado. Principalmente file-teros, pero también, envasadores y peones. Desde 1969 el sindicato fue liderado por el mítico Abdul “Chancho” Saravia, amigo de Carlos Menem. Saravia murió en 1997 y fue hasta esa fecha el secretario general. Aquellos que se hicieron cargo del sindicato a partir de allí eran sus colaboradores y asumió la secretaría general Carlos Dar-guibel. La posición del gremio respecto a la crisis pes-quera fue similar a la del SOMU, aunque su presencia en acciones de protesta fue bastante menor. El “…gremio dejó aclarado que mantendrá su objetivo, que es la lucha por la veda a los buques factoría y congeladores que tan-to afectan al sector, haciendo prevalecer la mano de obra argentina en tierra, la ley de pesca que proteja a la riqueza ictícola nacional y en contra de las supuestas cooperativas que trabajan sin legislación” (La Capital, s/f). El aspec-to central de sus reclamos residía en el ingreso a puerto y procesado en tierra de la materia prima, que permitía mantener las fuentes laborales. En pos de ese objetivo, prefirieron el accionar de los fresqueros, pero en caso de que no se limitara la pesca de los congeladores, preten-dían que el gobierno exija que el 50% de las capturas se descarguen en tierra. Fueron el sindicato más “pegado” a los distintos bloques empresariales, dando cuenta po-siblemente, tanto de una situación de vulnerabilidad en la estructura productiva como de una perspectiva política poco afecta a la promoción de conflictos.

La construcción de una alianza social. Mediados del año 1997

Las posiciones de los actores marplatenses se fueron nucleando en torno al programa de defensa de la flota fresquera y el procesado en tierra, ante lo cual sirvieron de impulso los anuncios de Felipe Solá en agosto de 1997 que informaban la decisión de realizar un cambio de eje en la política pesquera. En el Consejo Provincial Pesquero los sectores de la pesca marplatense lograron una postura común, que dejaba fuera al CEPA y emitieron un docu-mento conjunto titulado La Industria Pesquera de Mar del Plata y los recursos del mar argentino. Llevaba las firmas del Intendente Aprile,25 del responsable provincial del Consejo Asesor Pesquero, Sergio Lorusso, la CGT re-gional, todos los gremios pesqueros y diferentes entidades empresariales. El acuerdo se realizó en base a mantener los puestos de trabajo, alentar la producción pesquera rea-

25 En noviembre de 1997, mes en que se trató la Ley de Pesca, el secretario de Producción de la Comuna, Darío Sócrate, señaló que “Frente a la necesidad de la conservación del recurso marino y de la implementación del trabajo en tierra que pone a esta ley de pesca en uno de los temas más importantes para la ciudad, el intendente municipal ha manifestado su voluntad de acompañar a todos los sectores de Mar del Plata, que por primera vez en la historia, han señalado un discurso único en defensa del trabajo para los marplatenses y para los argentinos en general” (La Ca-pital, 13/11/1997).

lizada en tierra y promover una protección mayor de los recursos marítimos (La Capital, 19/09/1997).

Este primer acuerdo entre los distintos sectores terminó de tomar forma en torno a la futura Ley de Pesca. El 12 de noviembre el Congreso Nacional debía tratar la apro-bación de la Ley. El día anterior se produjo una movi-lización convocada por el SOIP hacia la Municipalidad que movilizó, según el diario La Capital, a más de 2.000 trabajadores. La intención era entregar un petitorio al in-tendente Aprile en donde se le pedía la defensa de la ac-tividad en tierra, la representación gremial en el CFP, la expulsión de los buques factoría y que no se permita la depredación. En la Comuna se reunieron los trabajadores con distintos funcionarios y empresarios. El punto prin-cipal de ataque unificado fue el artículo 29 de la Ley, en donde se permitía la transferencia de cupos. Al respecto, Eduardo Porta, secretario de la UCIP, afirmó que la CA-PECA jugó el papel de “ángel negro” en la redacción de la ley. Y señalaba que: “El cuello de botella es que los barcos chicos al no tener rentabilidad, estarán obligados a la transferencia de sus cuotas de extracción. De modo que la captura se concentrará en pocas manos” (El Atlántico, 12/11/1997). El diario La Capital del día 12 de noviembre anunciaba “…partirán hoy a Capital Federal a las 6 desde 12 de Octubre y Édison más de 10 micros con manifes-tantes, dirigentes y funcionarios locales a fin de expresar su desacuerdo con la norma” (La Capital, 12/11/1997). Según el diario El Atlántico: “La Ley Federal de Pesca, que se tratará en diputados, ha logrado movilizar y uni-ficar criterios en sectores empresarios y gremiales (…). Las protestas individuales fueron suspendidas en el día de ayer, para sumar esfuerzos contra el Art. 29 de la nueva le-gislación; artículo que permitiría la libre transferencia, es decir compra-venta, de las cuotificaciones pesqueras futu-ras” (El Atlántico, 12/11/1997). El día 13 de noviembre, se produjo la primera movilización del sector pesquero marplatense hacia Capital Federal (se realizaron dos más en el futuro), reclamando la derogación del artículo 29. Desde el mediodía hubo protestas en la zona de Congre-so. Algunos manifestantes recorrieron la ciudad con ca-miones cargados de piezas de antiguos buques pesqueros, también filetearon pescado fresco al aire libre y luego lo arrojaron frente a la puerta de la Cámara Baja del Con-greso.

Finalmente, el tratamiento de la Ley quedó paralizado durante una semana porque los legisladores oficialistas cedieron ante los reclamos. Posteriormente, el 20 de no-viembre y ante un Congreso cercado por temor a la mo-vilización de los pescadores marplatenses, se aprobó la Ley, aunque con la modificación del artículo 29. En este sentido, se introdujeron variables más afines a las preten-siones de los empresarios fresqueros para la obtención de los cupos de pesca, como el procesado en tierra, las inversiones en el país, la mano de obra argentina y se pro-hibió la transferencia de cuotas de los fresqueros hacia los congeladores. Además, el CFP se reservó un cupo de

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pesca para destinarlo a una situación de crisis social. De este modo, la presión ejercida por la alianza social confor-mada en torno a la defensa de la pesca marplatense logró obtener un cambio de sentido en la Ley de Pesca. Se trató de una victoria parcial, que abriría un nuevo campo de batalla en el futuro.

Las primeras chispas. Fines de 1997, principios de 1998

En diciembre de 1997 todos los gremios pesqueros se reunieron en asamblea para debatir una postura de con-junto respecto de la crisis pesquera. Los dirigentes de las entidades confluyeron en un diagnóstico: “…hasta el día de hoy tratamos de mantener diálogos para mejorar la si-tuación de todos los sectores de todas las cámaras. Pero el cuadro de situación actual es que hay desocupación, hay sueldos en negro, no hay aumento salarial desde ‘91” (La Capital, 17/12/1997). Al mismo tiempo, hacían pública su mayor preocupación: “…tenemos vedas y restriccio-nes que son para mejorar el recurso pero quién paga estos costos, porque habrá gente que no podrá trabajar…” (La Capital, 17/12/1997). Los gremios elaboraron un petitorio de 19 puntos, algunos de los cuales eran: Relación de de-pendencia en todas las lanchas y buques; No al fraude la-boral; No a la evasión fiscal; No a las cooperativas; 100% de tripulación argentina en todos los buques; buques con-geladores deben operar al sur de los 47 grados latitud Sur; no a la privatización del Puerto local; participación de los gremios con voz y voto en el CFP; pacto social para proteger al pescador y trabajador de la pesca por las con-secuencias derivadas de la implementación de las vedas (Volante “Convocatoria a Asamblea”, diciembre 1997). Los términos del petitorio incluían reclamos netamente sindicales que el conjunto de los empresarios no estaban dispuestos a cumplir. Días más tarde, un informe del dia-rio La Capital daba cuenta del cambio de situación: “…el conflicto definitivamente tomó un matiz laboral, cuando inicialmente ambos protagonistas habían impulsado un documento conjunto para superar la crisis del recurso y doblegar la competencia desleal que presupone la explo-tación de los buques congeladores y factoría” (La Capital, 9/01/1998).

El 3 de enero de 1998 los gremios de la pesca, con la excepción del SOIP, decretaron un paro hasta tanto no se atendieran los puntos requeridos. A raíz de esta medida, volvieron a darse las divisiones verticales y horizontales. En el primer sentido, las reivindicaciones en clave más clasista por las condiciones de vida chocaron con el pro-grama general de la alianza que propugnaba un consenso en torno a la defensa del sistema fresquero. Esto dividió a trabajadores de empresarios. Los segundos consideraron que el paro era “a contramano” y sostenían: “hablamos con los barcos en el agua” (La Capital, 7/01/1998). Días más tarde, la CAABPA y la Cámara de Procesadores ele-varon un comunicado en el que expresaron que “el paro de actividades de la flota fresquera, organizado y promo-vido por algunos de los gremios de la actividad maríti-

ma de Mar del Plata, beneficia exclusivamente a la flota de congeladores”. El documento añadía que “las causas invocadas para realizar el paro, que nunca fueron notifi-cadas oficialmente a las Cámaras, han sido tergiversadas para convertirlas injustificadamente en un reclamo sala-rial” (La Capital, 4/01/1998). Por su parte, la Asociación de Embarcaciones de Pesca Costera, la Unión de Intere-ses Pesqueros Argentinos y la Sociedad de Patrones Pes-cadores adhirieron al documento. También la Unión del Comercio la Industria y la Producción y la Unión de Inte-reses Pesqueros Argentinos llamaron a levantar el paro y a la unidad de todos los marplatenses. De este modo, los empresarios utilizaban el argumento de un consenso mar-platense y la defensa del sistema fresquero para oponerse a los reclamos de los trabajadores. Así las cosas, la activa-ción que había surgido en conjunto ante reclamos consen-suados, después de una victoria parcial, derivaron en una acción autónoma de los obreros, exigiendo mejoras en las condiciones salariales y de trabajo. En este sentido, los reclamos se “des-marplatizan” y se tornan más clasistas, evidenciando las contradicciones de una alianza que se mantenía en oposición a un mal mayor, pero se rompía cuando se discutían las reivindicaciones obreras.

Pero el desarrollo de la protesta no sólo expresó esta división “clasista”, sino que también provocó una nueva división horizontal a nivel gremial. Desde los comienzos de la propuesta del paro, el SOIP se manifestó contrario a la medida. Juan Luis Saravia, hermano del mítico Abdul y secretario adjunto de la institución, sostuvo: “respeta-mos las diferentes posturas gremiales ya que cada gre-mio es autárquico en sus decisiones, por ello es que no vamos a avalar paro de ningún tipo, ya que sería neta-mente fresquero, dejándole el camino expedito a quienes nos están ocasionando el mayor perjuicio y ocasionando mayor daño a nuestros afiliados” (La Capital, 3/01/1998). Esta postura fue criticada por el conjunto de los gremios y por algunos de los propios trabajadores de la industria. También el SOMU nacional, contrariando la postura de la regional Mar del Plata, deslegitimó la medida de fuerza por no realizarse a través de los canales institucionales del gremio. Finalmente el paro fue levantado luego de veinte días, al obtener un aumento salarial para el conjunto de los trabajadores (salvo la notable excepción de los trabajado-res de las plantas en tierra). Aunque también hubo voces de disconformidad al no conquistarse los otros reclamos. Sin embargo, esas voces no lograron acumular la fuerza para mantener la medida de protesta y el grueso de los obreros optó por volver al trabajo.

Acercamiento a las formas de la protesta

Durante los siete meses que transcurrieron entre julio de 1997 y enero de 1998 el conjunto de los trabajadores de la rama pesquera llevó a cabo 67 medidas de acción directa de protesta.

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Cuadro 1. Cantidad y tipo de hecho (julio de 1��7 a enero de 1���)Meses

Tipo de hechos Julio Agosto Sept. Octubre Nov. Dic. Enero TotalesCorte de calle 5 2 - 3 1 - 2 13Movilización 1 1 - 1 5 1 1 10Manifestación 1 2 2 3 4 1 3 16Toma de edificio público - - - 1 - - - 1Toma de edificio privado - 1 - 1 - - - 2Asamblea 1 - 1 - - 1 7 10Olla popular 2 - 1 - - - - 3Paro o huelga - 1 1 - - - 1 3Instalación de carpa 1 1 - - - - - 2Acto público 1 - - - - - - 1Radio abierta 1 - - - - - - 1Piquete de obstrucción - - - - - - 4 4Permanencia en edificio público sin toma - - - - 1 - - 1Totales 13 � 5 � 11 3 1� 67

Fuente: elaboración propia en base a datos de los diarios La Capital y El Atlántico

Cuadro 3. Cantidad de hechos de protesta y protagonistas por mes

MesesProtagonista Julio Agosto Sept. Octubre Nov. Dic. Enero TotalesPauperizados 13 6 2 9 - - 1 31Ocupados - 2 1 - 5 - 1 �Ocupados + pauperizados - - - - 3 3 16 22Pequeña burguesía - - 2 - 3 - - 5Totales 13 � 5 � 11 3 1� 67

La acción más recurrente fue la manifestación, seguida por el corte de calle, la movilización y la asamblea. La presencia de repertorios por fuera del marco institucional fue superior a las protestas llevadas a cabo por los canales más institucionales. El número total de acciones por mes llegó a casi 10 hechos.

Cuadro 2 Cantidad de acciones protagonizadas por sector

Protagonista Nº de acciones

Trabajadores pauperizados (desocupados, empleados de las cooperativas y/o en negro) 31

Ocupados (afiliados a gremios) 9Pauperizados + Ocupados 22Pequeña burguesía (propietarios de lanchas) 5Totales 67

En el lapso de tiempo comprendido, quien más hechos protagonizó fue el sector que agrupa a los trabajadores pauperizados. Estos dieron inicio a nuestro ciclo con el primer corte de calle a raíz de que fueron los más perjudi-cados por el agotamiento de la merluza. Ante la coyuntura que evidenciaba la escasez de pescado, lo cual implicó la carestía de materia prima para procesar en las plantas que funcionaban como cooperativas, los obreros se quedaron

sin trabajo y, por lo tanto, no percibieron salario. Distinta era la situación de los trabajadores que se desempeñaban “en blanco” y al amparo de las garantías que ofrecía el convenio de la rama. En este caso en particular, les asegu-raba una garantía horaria pagada por el empleador ante la ausencia de materia prima. En este contexto, los primeros “activados” fueron los trabajadores pauperizados quienes utilizaron los mecanismos más disruptivos. Sin embargo, esta preponderancia en las acciones con algún tipo de he-cho en todos los meses, se termina a partir de noviembre de 1997. Aquí crecen los hechos protagonizados por los trabajadores ocupados. Esto se explica porque el mes de noviembre es el del tratamiento de la Ley Nacional de Pesca, en la que estuvo en juego el mecanismo por el cual se asignarían los cupos de pesca. De este modo, las accio-nes de los trabajadores ocupados (con los sindicatos a la cabeza) ven su inicio en la disputa contra la burguesía más concentrada (grupos “congeladores”) y los lleva a reali-zar una alianza con el sector fresquero marplatense. Es el 12 de noviembre cuando la alianza de clases se movilizó hacia la ciudad de Buenos Aires para exigir a la Cámara de Diputados que modifique el criterio de asignación de los cupos de pesca. Objetivo que logró cumplirse. De ésta movilización también participó el sector de trabajadores pauperizados que caracterizamos como más dispuesto a la integración de una alianza, pero en una posición subor-dinada dentro del conjunto de los obreros.

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Sin embargo, a fines de diciembre los trabajadores de todos los gremios convocaron a una asamblea para dis-cutir la posición de los obreros respecto de la crisis. Es ahí cuando surgieron las primeras chispas con los secto-res empresarios fresqueros y también se produjeron las divisiones horizontales entre los sindicatos. A su vez, se revitalizó la dirección del movimiento por parte de los trabajadores organizados sindicalmente, en particular los gremios de los obreros marítimos, quienes llamaron y ga-rantizaron la huelga, y la levantaron cuando consideraron que habían obtenido un aumento salarial significativo.

A modo de conclusión

Nuestra exploración sobre la conflictividad social en el puerto marplatense durante los comienzos de una crisis económica, política y social producida a partir del año 1997, nos brindó algunos elementos para comprender la forma que adoptó el conflicto de clases en una rama productiva. En cuanto a la dinámica en que se desenvol-vió la lucha, observamos tres momentos: 1) el inicio de la conflictividad a nivel público, en el contexto de una crisis ante la cual el gobierno decidió tomar medidas con-servacionistas que restringieron la posibilidad de pesca, provocando la división de la burguesía pesquera y la acti-vación de los trabajadores más pauperizados. A partir de allí, 2) se consolidó una alianza de clases entre la fracción de la burguesía “fresquera” marplatense y los trabajado-res sindicalizados, aunque también participó un sector de los ccoperativizados. Esta alianza fue adquiriendo fuerza moral y legitimidad, conquistando el consenso de buena parte de la ciudadanía marplatense junto con el apoyo del gobierno municipal y provincial. En su articulación logró producir reformas en la legislación que le fueron benefi-ciosas y sobre todo, la posibilidad de seguir pescando. Sin embargo, las contradicciones de clase dentro de la alianza afloraron cuando después de esa victoria, los empresarios se negaron a cumplir con las promesas formuladas a los trabajadores. 3) Estos últimos se reunieron en una asam-blea de la que participaron el conjunto de los gremios pes-queros y decretaron un paro en pos de conquistar distintas reivindicaciones. Después de veinte días la huelga alcan-zó un éxito relativo, en la medida en que se consiguió un aumento salarial para el conjunto de los trabajadores (exceptuando nada menos que a los trabajadores de las plantas en tierra, tanto de las cooperativas como quienes estaban bajo relación de dependencia), pero no se alcan-zaron el resto de las reivindicaciones.

En lo concerniente a la conceptualización, comprobamos para el período y el lugar estudiado, el desarrollo de una estrategia reformista llevada adelante por los trabajadores de la industria pesquera, estrategia hegemonizada por los obreros sindicalizados. La consecución de sus objetivos los llevará a conformar una alianza con una fracción de la burguesía pesquera marplatense. Por su parte, los obreros más pauperizados (de las pseudo cooperativas) fueron los que activaron la protesta y desde allí se visualizó la exis-tencia de dos grupos con planteos contrarios. Aquellos que denominamos “blandos”, quienes se integraron a la alianza, mientras que los “duros” con una orientación más

combativa, mantuvieron discursos de mayor autonomía de clase. Sin embargo, la posición de estos últimos dentro de la dinámica conflictual fue relativamente marginal, en la medida en que no pudieron expandir sus criterios al conjunto de los trabajadores. En términos de su eficacia social, por un lado, lograron consolidar un agrupamien-to, la UOP, que representó a los obreros cooperativizados que tuvo una importancia significativa en las acciones de protesta futuras. Por otro, sus reclamos más “radicales” tuvieron que ir cediendo, en un contexto en que la corre-lación de fuerzas fue bastante desfavorable para los tra-bajadores, al reclamo de un subsidio al Estado que, por otra parte, nunca se implementó en los términos en que fue solicitado. En este sentido, pensamos como hipótesis a confirmar o descartar en futuras exploraciones, que la participación de los obreros precarizados en las protestas se corresponde más con la situación crítica de existencia que atravesaban ante la imposibilidad de trabajar, contex-to dado por la carencia de materia prima, que a un presun-to “avance” en el grado de conciencia.

Con todo, en nuestro caso observamos cómo participan de la protesta, tanto los trabajadores bajo relación de de-pendencia cómo los precarizados. A su vez, mientras que los sindicatos continuaron siendo la herramienta con la cual los obreros “en blanco” vehiculizaron las protestas, los trabajadores “en negro” construyeron un agrupamien-to por fuera de la dirigencia gremial. No obstante, este agrupamiento intervino en las elecciones gremiales de los años siguientes, demostrando que en la subjetividad de los activistas, el sindicato continuaba siendo un espacio a ocupar. En cuanto a los formatos de las acciones de pro-testa, si bien observamos cómo la manifestación, la mo-vilización y el corte de calle fueron más recurrentes que las huelgas, esto no nos señala una mutación única ni de-finitiva de los repertorios de lucha. En primer lugar, tanto los obreros precarizados, como aquellos bajo relación de dependencia, utilizaron los formatos des-institucionaliza-dos para ejercer presión en función de sus reivindicacio-nes, frente al Estado y también al empresariado. De este modo, ambos sujetos recurrieron a repertorios similares. En segundo lugar, quienes más acciones protagonizaron fueron los obreros precarizados, que más allá de apoyar las huelgas realizadas, no estaban en condiciones de sos-tener este tipo de repertorio de lucha, debido a que su pro-blema principal era la ausencia de trabajo. En este con-texto, la declaración de huelga no tiene ningún sentido, ya que de hecho, por las propias condiciones de carestía de pescado, los trabajadores se encontraban en situación de paro. Por ello, dentro de los repertorios disponibles, necesariamente se recurrió a los desinsitucionalizados ya que ningún canal legal estaba disponible para los obreros cooperativizados que no tenían representación gremial. Resulta también de interés destacar que la dirección del SOIP decidió no adherir al paro del conjunto de los gre-mios, priorizando su vínculo con los empresarios fresque-ros y la necesidad de trabajar para obtener mayor salario, que, recordemos, se abona según productividad (por kilo de pescado fileteado en el caso de los fileteros). Ésta deci-sión no generó protestas públicas de los trabajadores bajo

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relación de dependencia. Por tal motivo, tenemos cómo hipótesis que, o existía una coincidencia de “las bases” con la dirección gremial, o las diferencias no fueron lo su-ficientemente importantes como para impulsar una acción colectiva de oposición.

Por último, desde nuestro análisis de caso, se comprue-ba la participación de los trabajadores en la protesta de finales de la década del noventa. En este sentido, los dis-cursos que anunciaban su extinción provinieron, a nuestro entender, de presupuestos no comprobados con evidencia empírica. Por ello, será necesario continuar con investiga-ciones de hechos concretos que nos permitan dilucidar los modos en que la clase obrera participó de la protesta po-pular. Pero estas indagaciones deben desprenderse de los a priori sobre el cómo deberían comportarse los sujetos (apriorismo que muchos critican pero del que no logran escapar) y prestar mayor atención a la información que la “desordenada” realidad nos provee. De este modo, podre-mos liberarnos de dos “prejuicios analíticos” recurrentes, aparentemente antagónicos pero complementarios en su escaso sustento empírico y metodológico, que obstaculi-zan el conocimiento de la realidad. Nos referimos tanto a la declaración de extinción de la clase obrera, que enfatiza el fenómeno de manera teleológica, elevando al grado de veracidad irrefutable y a-histórica algunas de las muta-ciones del capitalismo y la sociedad de los últimos años; como al intento de encontrar “una” (y sólo una) conducta (¡¿revolucionaria per se, todo el tiempo?!) que necesaria-mente impulsa a los trabajadores, en todo momento histó-rico, hacia la acción insurgente.

Recibido: 13/08/2008

Aceptado: 07/10/2008

Artículos

Mirta Masid

José Mateo

Hugo Callelo

Miguel Murmis

Juan Carlos Marín

T. S. Simey

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De la sustitución a la exportación. El sector pesquero argentino entre 1930 y 1965

From Substitution to Exportation. The Argentine Fishing Sector between 1930 and 1965

A Jorge Schvarzer in memoriam

Mirta Masid*

José Mateo**

ResumenLas medidas arancelarias y cambiarias iniciadas con la dictadura de J. F. Uri-buru originaron nichos de una demanda que pudo ser satisfecha por el “similar argentino” de productos tradicionalmente importados. Entre ellos se encuentran los elaborados con derivados pesqueros (seco, salado y en conserva) que fue-ron sustituyendo a las conservas importadas. La demanda de vitaminas A y D generada por la Segunda Guerra Mundial reorientó eventualmente la actividad hacia la pesca del “tiburón vitamínico”, impulsando la de los pescadores costeros que permitió el incremento de las fuerzas productivas del sector. Finalizada la guerra y sintetizadas las vitaminas, la industria conservera retomó su desarrollo con destinos que excedían el mercado interior. Finalmente, la crisis pesquera del Atlántico Norte generó demanda de especies demersales que puso a la industria “merlucera” local en la órbita internacional del comercio de pescado fresco y congelado. Si bien estas instancias no fueron ajenas al interés gubernamental, su potencial exportador se tradujo en políticas financieras, arancelarias y crediticias. Analizamos este proceso a partir de las estadísticas oficiales de producción y de comercio exterior con el objetivo de seguir la evolución de la industria pesquera marplatense, principal terminal nacional pesquera afectada por estos estímulos.

Palabras Clave: Argentina - historia - industria - pesca

AbstractCustoms and exchange measures initiated with the dictatorship of J. F. Uriburu (1930-1932) originated niches in a demand that could be satisfied by the “Ar-gentine version” of traditionally imported products. Among them are the ones elaborated with fishing derivatives (dry, salty and canned) that were replacing imported canned fish. The demand of vitamins A and D generated by the Second World War reoriented the activity towards the fishing of the “vitamin shark”, and impelled the coast fishermen to increase the productive forces. By the time the Second World War was over and the vitamins were synthesized, the fish- can-ning industry reinitiated its development within and outside the inner market. Finally, the fishing crisis of the North Atlantic Ocean created a huge demand of demersal sea species that put the local hake industry in the international orbit of fresh and frozen fish commerce. Although these instances called the attention of the government, the exporting potential of the fishing was translated in financial, tax and credit policies. We analyzed this process from the official statistics of production and foreign trade in order to follow the evolution of the fishing in-dustry in Mar del Plata, which was the main National Fishing Terminal affected by these stimuli.

Key Words: Argentina - history - industry - fishing

* La autora es Licenciada en Historia (UNMdP), integrante del Grupo de Estudios Sociales Marítimos (GES-Mar). También es miembro de la Re-vista de Estudios Marítimos y Socia-les. Desarrolla su actividad docente en la carrera de Historia en la Facul-tad de Humanidades de la UNMdP.

** El autor es el director del grupo de Estudios Sociales y Maritimos (GESMar) así como también de la revista de este grupo. Es investigador del CONICET y docente de la cátedra Historia Argentina II en la UNMdP. Ha publicado diversos artículos en revistas especializadas nacionales e internacionales.

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ArtículosMirta Masid - José Mateo

Introducción

La crisis económica de l930 y la Segunda Guerra Mun-dial, hicieron de la economía Argentina tanto un campo de experimentación (y de especulación política), como el objeto de una extensa y rica producción historiográfica. A ella nos remitimos para configurar el período histórico y articular en el mismo el desarrollo industrial pesquero. En distintos trabajos se señalan las contradicciones políticas del período; se destaca el impulso de los conservadores, promotores de las propuestas industrialistas más audaces, cuya intención era crear nuevas instituciones que fortale-cieran el poder, y la resistencia a las innovaciones de ra-dicales y socialistas, defensores de la estructura agraria y la economía tradicional. En definitiva, los conservadores intentaban quebrar los límites comerciales establecidos en el pacto Roca-Runciman, diversificando no solo los productos de las exportaciones sino también los mercados y promover, sobre todo, un acercamiento a los Estados Unidos. Por lo tanto, al margen de la resistencia de los opositores, comenzaron a vislumbrarse nuevas oportuni-dades y algunas incipientes industrias protegidas ingre-saron, unas más tímidamente que otras, al sector de las exportaciones.1

Opiniones matizadas, pero coincidentes en aspectos fundamentales, nos han permitido delinear, entre 1933 y 1940, una etapa donde el juego estratégico giraba en tor-no a las propuestas de Federico Pinedo. En este sentido, Juan José Llach2 define el Plan Pinedo de 1940 como “el primer documento en el que se considera la posibilidad de modificar parcialmente la estrategia de desarrollo vigen-te”. Las conocidas dificultades para su implementación, significaron, en un momento, “la victoria de la política so-bre la economía”, pero las medidas que fueron jalonando la discusión del proyecto, permitieron una participación más activa de las industrias “escondidas” en las sustitu-ciones coyunturales.

La Segunda Guerra ofreció una nueva oportunidad a las industrias no tradicionales para afianzarse en el mercado interno. Si bien el impacto de la guerra no tuvo conse-cuencias tan adversas como las previstas, la industrializa-ción y las economías del interior resultaron beneficiadas por el curso de los acontecimientos3 y por el sesgo mer-cadointerdista de las políticas económicas del gobierno peronista. Esta orientación fue posteriormente criticada

1 Díaz Alejandro, C. Ensayos sobre la economía argentina, Buenos Aires, Amorrortu Ed., 2001; Pereyra, H. J. “Pinedo y el Plan económico de 1940”, en Ansaldi, W., Pucciarelli, A. y Villarruel, J. Representaciones inconclusas, Buenos Aires, Ed. Biblos, 1995.2 Llach, J. “El Plan Pinedo de 1940, su significado histórico y los orígenes de la economía política del peronismo”, en Desarrollo Económico, Vol. 23, N° 92, 1984.3 Díaz Alejandro, C. op. cit. y Llach, J. op. cit. Véase también los aportes realizados por Schvarzer, Jorge La industria que su-pimos conseguir. Buenos Aires, Planeta, 1996 y Guerchunoff, P. y Llach L. El ciclo de la ilusión y el desencanto. Un siglo de políticas económicas argentinas, Buenos Aires, Ariel, 1998.

por algunos autores. Según Díaz Alejandro, la fabricación de bienes internos en desmedro de los bienes exportables y el acoplamiento de la demanda a la estructura existente, son algunos de los nudos que determinaron el posterior estancamiento industrial.

Nuestra intención no es rediscutir el Plan de Federi-co Pinedo sino reconocer las consecuencias de medidas substanciales que trascendieron los avatares de su no im-plementación y que dieron impulso, a pesar de ello, a in-dustrias no tradicionales basadas en la explotación de los recursos naturales. En nuestro caso en particular nos refe-rimos a la industria pesquera y anticipamos que su desa-rrollo, sobre todo en esta primera etapa, no es el producto de resultados inmediatos y peculiares, sino del esfuerzo sostenido de quienes la llevaron a cabo. Tampoco busca-mos discutir el proyecto “mercadointernista” del gobierno peronista, sino las variaciones de la actividad pesquera en uno y otro período a fin de vislumbrar el comportamiento relativamente autónomo de los industriales del sector. En definitiva, el objetivo del presente trabajo es analizar las transformaciones que sufre la industria pesquera, a través de los tres momentos constitutivos del proceso de susti-tución de importaciones. En la primera parte del trabajo se señalará cómo el ímpetu industrialista que se puso en marcha durante la primera gestión de Federico Pinedo, titular del Ministerio de Hacienda de la presidencia de Justo, va a permitir anticipar las estrategias que pondrán a las industrias no tradicionales en la ruta exportadora. Para ello confrontaremos las intenciones del equipo pinedista en orientar el comercio hacia los Estados Unidos con el destino de las (incipientes) exportaciones pesqueras. En la segunda parte, se observará cómo incidió la política mercadointernista del peronismo en la industria pesquera y finalmente, dentro de la etapa desarrollista (y última del proceso de industrialización sustitutiva), examinaremos la coyuntura que dio un lugar definitivo a la industria del pescado congelado argentino en el mercado internacional. Nuestro principal objetivo es revelar las claves de la polí-tica económica que, en momentos álgidos de la economía del país, no pasaron inadvertidas para un número relativo de pequeños productores pesqueros, intermediarios y ex-pendedores de productos marítimos. Prácticas arancelarias y exportaciones pesqueras

Como se ha observado sintéticamente, las políticas ofi-ciales que siguieron a la crisis del 30 se caracterizaron por diversificar e industrializar las exportaciones y ampliar los mercados externos. Además de las medidas cambia-rias y regulatorias que se sancionaron en esta etapa, cabe señalar la substanciosa producción censal que se llevó a cabo entre 1933 y 1941. La misma tenía por objeto com-probar el grado de desarrollo y las potencialidades de las industrias regionales que devendrían de las “Juntas Na-cionales”. Así se realizó el Censo Nacional de Yerba Mate (1933/34), Censo Algodonero (1935/36), Censo Nacional de Vinos (1936/37/39), Censo Nacional de Floricultura (1939) y el Censo de Pesca y Caza Marítima (1941), ade-más se publicaron los resultados de las encuestas indus-triales realizadas en 1935, 1937, 1939 y 1941.4

4 Novick, S. Aspectos jurídico-políticos de los censos en la Ar-gentina: 1852-1995, Documento de Trabajo Nº 39, Instituto de Investigaciones Gino Germani, Universidad de Buenos Aires, 2004.

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De la sustitución a la exportación. El sector pesquero argentino entre 1930 y 1965

El Censo de Pesca y Caza Marítima dio cuenta de las va-riaciones y especializaciones regionales que la actividad pesquera presentaba en 1940 y en 1941, y evidenció una industria que se desarrollaba desde principios del siglo XX en cada una de sus especialidades. El censo contem-pló la actividad marítima y la fluvial, pero el mayor én-fasis estuvo puesto en la industria marplatense, cuya base principal era la salazón y elaboración de la anchoíta, es-pecie que aglutinaba la casi totalidad de la actividad. Los censistas estimaron conveniente “realizar el censo de la parte industrial en noviembre por ser el momento en que se intensificaban las tareas de pesca, ya que la anchoíta, principal renglón de la industria, afluye a las costas de Mar del Plata, máximo centro de producción del país”. El censo revela la base que daría origen a la industria de productos de la pesca.

Para 1941 la pesca marítima y fluvial en Argentina pre-sentaba la siguiente estructura:

Tabla 1Cantidad de establecimientos industriales individualizados por rubros de industria

Rubros

Capit

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enos

Aire

s

Entre

Ríos

Santa

Fe

Chub

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l Fue

goPl

at. co

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ntal

Total

Conservas de pescado 6 55 - - - 1 - 62Pescado, guano, aceite, harina - 8 8 1 - - 14Ballena, aceite, harina de huesos y guano - - - - - - 1 1

Lobos, aceite, harina, cueros - - - - 4 1 - 5Guano de pescado - 1 - - - - - 1Total 6 64 5 1 4 2 1 83Fuente: Censo de Pesca y Caza Marítima, ley 12.343/41, Ministerio de

Agricultura y Ganadería de la Nación, Buenos Aires, 1941.

Las actividades en los distintos rubros comenzaron casi simultáneamente a fines del siglo XIX, sin embargo fue la fabricación de guano y de aceite de pescado y de cetáceos la que registra la más temprana participación en el comer-cio exportador.

La única productora de aceite de animales marinos era la “Compañía Argentina de Pesca”, una sociedad anónima fundada en 1904, cuyo capital inicial estaba integrado por accionistas argentinos y noruegos. En realidad la Compa-ñía se creó a instancias del gobierno noruego; la sobreex-plotación de la ballena en el Atlántico Norte y la concen-tración de los cetáceos en el sur, impulsaron a inversio-nistas de ambos países a emprender el negocio ballenero. La explotación se realizaba en el puerto de Grytviken, en las islas Giorgias del Sur y rendía importantes dividen-dos, pero, a fin de evitar altos costos de flete y transbordo, la Compañía transportaba el aceite en una fragata de su propiedad directamente a Europa. La Compañía funcio-nó hasta 1964, sin embargo, a partir de 1930 su accionar

es bastante confuso. Los Anuarios de Comercio Exterior registran operaciones relacionadas con el negocio balle-nero, identificables unos pocos años, ya que a partir de 1935 se asimilan los aceites y guanos de pescado y cetá-ceos. Estos productos van a liderar el comercio pesquero durante buena parte del período analizado, por lo menos hasta que el aceite de tiburón se convierta, sobre todo por sus altos costos, en el principal producto exportado por el sector pesquero y origine la transformación del sector.

Tabla 2Exportación de guano y aceite

de pescado y cetáceos

Años

Vol. total de las

export. en tm.

Vol. Export. de aceite y guano en

tm.

Principal país importador

1930 258,6 258,05 Alemania

1935 3.108,13 3.031,42 Cuba

1940 1.337,95 880,79 Reino Unido

1945 9.896,4 8.234,6 Colombia

1950 2.046,82 794,15 Irlanda

1955 894,72 s/exportación s/d

1960 1.142,96 947,4 Países Bajos

Fuente: Anuarios de Comercio Exterior de la República Argentina.

La captura de la merluza era estacional y se practicaba en diferentes lugares según la época del año, dentro de una franja marítima bastante acotada; en invierno junto a la desembocadura del Río de la Plata, en otoño y prima-vera se llegaba hasta Mar del Plata y en verano la pesca se realizaba entre los paralelos 39º y 51º de latitud Sur. Los barcos solamente recalaban en Mar del Plata cuando los cardúmenes se encontraban en el paralelo 42º, pero el precio del hielo y el envío del pescado por tren resul-taba antieconómico y muchas veces se corría el riego de perder el producto.5 La falta de infraestructura necesaria para la conservación del pescado era una preocupación constante para los productores, ya que la falta de frigorí-ficos cercanos a los puertos de desembarque los obligaba a comercializar rápidamente el producto, lo que signifi-caba aceptar los precios y las condiciones de los inter-mediarios. Diecisiete mayoristas distribuían el pescado a los expendedores de la capital y del interior,6 además eran propietarios de comercios minoristas y de puestos en los principales mercados porteños.

5 Lopez, R. “La pesca en la República Argentina”, en Revista del Museo Municipal de Ciencias Naturales y Tradicional de Mar del Plata, Vol. I, Mar del Plata, 1954. 6 Para 1940 había 394 expendedores de pescado en todo el país, esta cifra incluye locales de venta y puestos en ferias barriales y en mercados.

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Tabla 3: Vendedores mayoristas remitentes al interior

Cimino Luis Mercado del Pilar, Santa Fe 1970

Cogliandro Miguel Mercado de Liniers

Di Cugno Gerónimo y Nicolás Mercado de Abasto del Sur

De Rosa Antonio y Cía. Mercado Ciudad de Buenos Aires

Dinatale Rafael Mercado Ciudad de Buenos Aires

Fontana F. e Hijos Morán 3347

Fuentes y Cía. Mercado Eugenio Ben

García Arturo Eloy Mercado de Abasto Sud

Gestore Juan Mercado de Abasto

Guido Miguel Mercado Concentración Sud Puesto 16

Leiro Marcelino Mercado del Plata

Lizarraga y Gargiulo Mercado General Roca

Medrano Germán Mercado Abasto del Sud

Mellino Hermanos Mercado del Plata

Meo Felix y Cía. Mercado Abasto del Sud

Pérsico Eduardo Mercado Ciudad de Buenos Aires

Rodogno L. Hermanos Mercado Ciudad de Buenos Aires

Fuente: Libro de Recetas de Cocina de la Empresa Gardella S. A. (no conserva datos de imprenta)

Según el Censo pesquero de 1941, la pesca para consu-mo humano, ya fuera fresco, salado o elaborado en con-serva, presentaba la siguiente estructura:

Tabla 4Clasificación de la actividad pesquera

según sus fuerzas productivas

Altu

ra

Cos

tera

De

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na

De

río

De

emba

lse

Embarcaciones 11 227 66 165 3

Explotaciones 5 227 53 177 3

Pescadores 189 1.033 152 366 8

Fuente: Censo de Pesca y Caza Marítima, ley 12.343/41, Ministerio de Agricultura y Ganadería de la Nación, Buenos Aires, 1941.

Si bien el censo registra cinco sociedades, las fuentes oficiales nos han permitido rescatar ocho empresas dedi-cadas a la pesca de altura, que operaban en la costa bonae-rense, dedicadas especialmente a la extracción de corvina y pescadilla.

Tabla 5: Sociedades que comenzaron sus actividades entre 1�36 y 1�41

Empresas Período de actividades

Barcos Pesqueros

Pesquerías Gardella S.A. (Pesgar S.A.) 1936/1942

Delia

Angélica

Trucha

Blanca

Undine

Maneco

Bigüá

Tito

Industria Pesquera Argentina S.A.1 1936/1937

Pescadilla

Corvina

Merluza

Besugo

Lenguado

C. Lunblad, V. Guirovich y R. Ersini 1936/1939 No se registran

buques

H. Fonda, P. Carucci y V. Arzubiaga 1941/1949 Golondrina

Cía. Argentina Comercial e Industrial de Pesquerías S.A.

(C.A.C.I.P.)

1936/1949No se registran

buques

Pesquerías Argentinas Riomar (S.R. Ltda.) 1938/1951

Cristo de Limpias

Don Bosco

Africa Río de la Plata 1938/1939 Sentinel II

Industria Argentina de Pesca Plate y Cía. 1940/1942 Gamma

Fuente: Sangiorgio, A. B., La pesca marítima en el país, Secretaría de Estado de Agricultura y Ganadería de la Nación, Buenos Aires, 1959.

1 En 1938 los buques pasaron a integrar la flota de Pesquerías Gardella S.A.

Estas empresas por lo general se dedicaban solamente a la captura. Solo dos de ellas, Gardella y la Compañía Industrial de Pesquerías (C.A.C.I.P.), contaban con frigo-rífico a bordo. La C.A.C.I.P. estaba integrada por capi-tales argentinos y japoneses y dado su conocimiento del mercado internacional, era la única empresa que estaba en condiciones de aventurar pequeñas exportaciones de pescado fresco.

A partir de 1933 los Anuarios de Comercio Exterior re-gistraron exportaciones de pescado fresco y en 1937 de pescado seco y conservado. En 1931 y 1932 el derecho aduanero de exportación de productos pesqueros era de un 2%, a partir de 1933 se liberan de aranceles, mientras que el arancel aplicado a las importaciones oscilaba entre 5 y el 12% y en algunos casos el 22%. Sumado a esto, las prioridades consignadas por la Comisión de Control de

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De la sustitución a la exportación. El sector pesquero argentino entre 1930 y 1965

Cambios dejaba un escaso margen para la importación de productos pesqueros mientras que una divisa libre para las exportaciones no tradicionales permitía un tipo de cambio estimulante para la comercialización de pescado conser-vado. Estas medidas funcionaron como impulso para la transformación de agencias exportadoras de conservas en fábricas elaboradoras7 orientando a dos firmas importado-ras, Benvenutto e Hijos (La Campagnola) y Panebianco (Cascabel) en la ruta de la elaboración de productos de la pesca y su distribución en el mercado interno.

En realidad, el volumen de las exportaciones tiene una mínima incidencia en relación a la producción total de pescado fresco y elaborado, pero su rasgo destacable es la continuidad y la diversidad de los mercados de destino. En 1933 se exportaron 51,44 toneladas de pescado fresco a 13 países, los principales importadores eran Alemania, España, Francia, Italia, Reino Unido y Uruguay; en 1936 se exportaron 118,04 toneladas a 23 países, Alemania y el Reino Unido fueron los principales compradores; en 1937 se incorpora la exportación de pescado salado y conservado, se comercializan 159,3 toneladas y en 1938, 365,48 toneladas, se exporta a 24 países y los principales compradores son Brasil, Estados Unidos y Alemania; en 1940 las exportaciones ascienden a 456,16 toneladas y se mantienen los mismos mercados; finalmente, en 1943 se comercializan 1.609,3 toneladas de pescado a 39 países, siendo los principales compradores la Unión Sudafricana, Holanda, Brasil y Estados Unidos.

Resumiendo, podemos observar que entre 1933 y 1943, la producción de pescado fresco, salado y conservado se inserta en el circuito de las industrias protegidas, con una participación mínima pero sostenida en el comercio ex-terior. Si además incluimos las exportaciones de guano y aceite de pescado, y las exportaciones de harina de pes-cado que comienzan a registrarse en 1941 y gozan de las mismas exenciones arancelarias, rescatamos la participa-ción de todos los rubros que integran la industria pesque-ra. Participación significativa, si se tienen en cuenta los rasgos destacados precedentemente, y que a la vez revela una dinámica empresarial atenta a las oportunidades.

7 Este tema, que ha sido objeto de un trabajo más extenso Véase el caso de “La Campagnola” y “Cascabel” en Masid, M. “El pro-ceso de sustitución de importaciones pesqueras en la Argentina, durante la Gran Depresión: una visión desde las instituciones (1933-1943)”, en Primeras Jornadas de Historia de la Industria y los Servicios, UBA-Facultad de Ciencias Económicas.

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Capturas de pesca marí t ima Expo rtacio nes de pro duct o s pesquero s

Gráfico 1 Relación entre las capturas (eje principal) y las exportaciones (eje

secundario) en el período 1�33-1�43

Fuente: Elaboración propia con datos del Ministerio de Agricultura en Publicación Mis-celánea, varios números y Anuarios de Comercio Exterior de la República Argentina

Como puede observarse, las exportaciones que en el mejor momento alcanzaron al 20% de las capturas, siguen dos derroteros que sólo ocasionalmente coinciden. Al parecer, sólo ocasionalmente también, la demanda de la industria conservera estimuló la extracción. Algo bastante diferente ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial que originó una demanda insospechada hasta entonces de al-gunos productos pesqueros.

Sustituyendo importaciones marinas...ya sea porque nuestros productos, anualmente en aumen-to, van ganado mercado interno, ya por el elevado costo de

producción extranjero, lo cierto es que vamos camino de cesar con estas importaciones dando amplitud de mercado

al producto nacional8

Arrastrado por la realidad más que por política econó-mica, la relación de Argentina con el mercado mundial comenzó a transformarse luego de la Gran Guerra. Du-rante las décadas de 1920 y sobre todo de 1930 la capaci-dad de obtener divisas para importar fue crecientemente deficitaria, ya fuera vía arancelaria o vía empréstitos. Se intentaron una serie de medidas fiscales en función de ali-viar las arcas del estado que como correlato fue generan-do una industrialización sustitutiva de la importación que fue cubriendo algunos nichos de demanda dejados por la disminución de la posibilidad de obtener productos im-portados.

Cuando confluyeron las dificultades de abastecimiento con la crisis del modelo agroexportador y el desarrollo de una incipiente industrialización de la pesca, –a finales de los años 1930–, las empresas manufactureras de deriva-dos pesqueros se beneficiaron con el arancelamiento de las importaciones y con la libertad cambiaria a las no tra-dicionales exportaciones de derivados pesqueros. Pasaron entonces a abastecer al mercado interior con conservas de pescado, pero aún con niveles de captura muy modestos. Además, por esos años, a la venta en los mercados y a la venta ambulante se sumaron las de las “pescaderías” distribuidas en algunas ciudades.

8 Rossani, J. A. La pesca en la república Argentina, Buenos Ai-res, Ediciones Alba, 1935, p. 88.

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Gráfico 2Relación entre la producción de derivados pesqueros (eje principal) y las exportaciones e importaciones (eje secundario) en el período

1�33-1�43

Fuente: Elaboración propia con datos del Ministerio de Agricultura en Publicación Mis-celánea, varios números y Anuarios de Comercio Exterior de la República Argentina

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El efecto de la II Guerra Mundial es claro. En el Gráfico 2 se observa el cruce de tijeras que se produjo hacia 1941 cuando las exportaciones tuvieron un salto cuantitativo, rompiendo la barrera de las 2500 toneladas para llegar a 6700.

La mayor caída de las importaciones se dio en los aren-ques ahumados, sardinas y en las anchoas coincidente-mente con un mayor desarrollo de la conserva. Esto se-guramente se debió tanto a las dificultades para importar como al desarrollo de la industria conservera en Mar del Plata. Desde la instalación en 1919 de La Marplatense, la primera fábrica de conservas de pescado del puerto, ubi-cada junto a la escollera sur, se fueron instalando algunos saladeros de anchoas familiares. Como se puede apreciar la salazón de anchoas era una actividad complementaria a otras formas de renta. La década de 1930 se inicia con el auge de los saladeros de anchoítas organizados princi-palmente por emprendedores de apellidos marquellanos, sicilianos y napolitanos: Pisani, Panebianco, Gentile, Ro-meo, Belfiore, Santagati, Spoto, Buono, Di Meglio, Car-bone, Pellegrino, Di Scala, Sinagra, Rua, Speranza, Greco Puglisi. Algunos de estos saladeros devinieron en fábricas de conserva.

La fábrica que hegemonizó la conserva fue “La Cam-pagnola” de la familia Benvenutto. Unos años más tarde se instalarían otras también relevantes como “Macchiave-llo y Cía.”, “Mares del Sud”, “Pulgar Hnos.”, “Giacomo S.A.”, “Molfeta”, etc. A principios de la década de 1940 “La Campagnola” empleaba a 500 operarios, La Marpla-tense” ocupaba a 300, “Mares del Sud”, a 150 y Pulgar Hnos a 150.

Todo un símbolo del fin de una época. Sin embargo al-gunos derivados pesqueros no pudieron ser sustituidos, pero su importación disminuyó de todas formas conside-rablemente. Las importaciones de ostras se redujeron un 23% entre 1929 y 1933 y la de caviar un 41%.

La fiebre del tiburón9

El desarrollo de una industria conservera sustitutiva de-rivó en el crecimiento de una industria pesquera integrada que se desarrollaba lenta pero ininterrumpidamente hasta que una demanda coyuntural, la de aceite de hígado de tiburón, permitió un salto cualitativo en todos los aspec-tos vinculados con la actividad pesquera. La demanda de hígado de tiburón, cuyo valor pasó de aproximadamente u$d 40 a valores que rondaban en los u$d 2000, produjo una verdadera “fiebre” de captura.10 ¿A qué se debía esta

9 Mateo, José “Sembrando anzuelos para tiburones. Las de-mandas vitamínicas de la II Guerra Mundial y el desarrollo de la pesca comercial marítima en Argentina (1943–1952)”. En Bole-tín del Instituto de Investigaciones Históricas Dr. E. Ravignani, Nº 29, 2006, pp. 119-150.10 Esta “fiebre” como todas ellas tuvo su cara luctuosa. El tibu-rón vitamínico no sólo fue la primera especie sometida a estrés

demanda inusual y frenética? Tal aproximación a la pes-ca intensiva del tiburón tuvo su origen en dos coyunturas particulares. En primer lugar, la II Guerra Mundial inte-rrumpió la pesca en los “Grandes Bancos” de Terranova y en el Mar del Norte, caladeros históricos del bacalao, que era por entonces teatro de operaciones bélicas. Como señala Álvaro Díaz de la Paz11 para España: “El conflicto bélico había privado a la flota hispana del acceso a sus tradicionales caladeros del Norte Europeo y, por tanto, al principal artículo de consumo básico de españoles, portu-gueses, griegos e italianos, el bacalao. Había que buscar especies alternativas que pudieran satisfacer esta deman-da y, al menos, coyunturalmente, ésta se encontraría en las aguas saharianas: el «bacalao español»”

En segundo lugar, la misma logística de la guerra incre-mentó la necesidad de los complejos vitamínicos extraí-dos de este gádido. En el intento de hallarle un sustituto al tradicional cod liver oil se descubrió que la concentración de unidades vitamínicas A en el aceite del hígado de al-gunos tiburones era incluso varias veces superior a la del bacalao.

Se había demostrado que la vitamina A era esencial en la vida de los mamíferos, aves y reptiles y que el sínto-ma característico de la avitaminosis A en el ser humano era, generalmente, “un largo umbral visual”, es decir, una adaptación muy lenta a la oscuridad. En grados más agu-dos se produce una desecación de las glándulas sebáceas y la piel se hace escamosa, produciéndose así muchas infecciones locales, especialmente en los ojos, pudiendo llegarse a una ceguera definitiva.12

El complejo vitamínico del aceite de hígado de tiburón permitía combatir la “preceguera nocturna”. De ahí su im-portante aplicación en tiempo de guerra para aumentar la capacidad visual en la oscuridad, cuya carencia era uno de los primeros síntomas que afectaba a los aviadores y a los conductores de automotores y lanchas de asalto en la Segunda Guerra Mundial.

Argentina no permaneció indiferente al estímulo y por los años ’40 del siglo pasado muchos para quienes el mar era una abstracción se transformaron en pescadores, y hasta incluso en prósperos pescadores seducidos por la fiebre del tiburón. Como correlato de esta incipiente in-dustria, en 1944 el aceite de hígado de tiburón apareció como rubro y este fue el comportamiento de esta exporta-ción durante la coyuntura.

de sobrepesca, sino que su captura produjo la mayor cantidad de vidas humanas pérdidas que recuerda la actividad pesquera en Argentina (véase Mateo, José “Sembrando anzuelos…”, op. cit.).11 Díaz de La Paz, A. “Las pesquerías canario-africanas a la luz de los estudios sobre el banco sahariano (1940-1975)”, en Aula Canaria y el Noroeste de África, Nº 3, 1988, pp. 431-441.12 Además, la vitamina A reduce la susceptibilidad al resfrió y tiene también efectos sobre el sistema nervioso.

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De la sustitución a la exportación. El sector pesquero argentino entre 1930 y 1965

Tabla 6: Exportaciones de aceite de hígado de tiburón en toneladas métricas (tm)

Año 1�44 1�45 1�46 1�47 1�4� 1�4� 1�50 1�51 1�52Alemania - - - 1 1 - - - -Brasil 100 100 565 - - - - - -Chile 99 3586 489 190 - - - - -Dinamarca - - 953 1193 2641 - - - -Estados Unidos 217076 249527 247847 86398 91999 15956 19234 3597Francia - - 0 73781 62976 20662 7235 4632 3813Italia - - 3070 - - - - - -México - 5 10 - - - - - -Noruega - - - 3232 - - 2468 - -Países Bajos - - - 575 - - - - -Reino Unido - 25 16430 93001 1712 - - - -Suecia - 179 3600 - 2820 - - - -Suiza - - 4 3509 - - - - -Uruguay 5200 - - - - - - - -Venezuela 100 - 217 90 244 140 150 130 50

Totales 222575 253422 2731�5 261�70 1623�3 3675� 2�0�7 �35� 3�63Fuente: Anuarios de Comercio Exterior de la República Argentina

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Gráfico 3Relación entre las capturas de tiburón vitamínico (eje prin-cipal) y las exportaciones de aceite de hígado de tiburón

(eje secundario) en el período 1�44-1�52

Fuente: Elaboración propia con datos del Ministerio de Agricultura en Publicación Mis-celánea, varios números y Anuarios de Comercio Exterior de la República Argentina

Aquí podemos observar como la captura sí fue estimu-lada por la exportación, su caída fue acompañada con la de las exportaciones al punto de que en 1953 desaparece momentáneamente como rubro de exportación.

Hacia 1945, y haciéndose eco de las posibilidades de esta actividad la Corporación para la Promoción del In-tercambio (en adelante CPI) difundió un conjunto de in-formaciones sobre la naciente industria del aceite de híga-do de tiburón, con el propósito de colaborar con quienes

habían “creado una nueva fuente de recursos” y una actividad útil para numerosas personas dedicadas a la pesca, quienes, “inesperadamente” ante las nece-sidades de la guerra, hallaron un “más provechoso empleo de su capacidad, su energía y de sus imple-mentos de trabajo” (CPI 1945).

¿Qué era esta Corporación? La experiencia de la Gran Guerra generó la idea en los referentes de la economía argentina de mediados del siglo XX (Federico Pinedo y Raúl Prebisch) que el proble-ma fundamental en la II Guerra Mundial serían los “excedentes invendibles de productos agrarios.” A la inversa, era la oportunidad para iniciar la expor-tación de artículos nuevos de origen industrial. En este sentido, y a pesar del destino político del plan Pinedo de 1940, el Estado de la Restauración Con-servadora posibilitó que “un núcleo de hombres de negocios estrechamente vinculados al comercio ar-gentino–norteamericano“13 alcanzara el monopolio de la venta de divisas producidas por la exportación de productos no tradicionales a quienes deseaban adquirir productos importados sujetos a restriccio-nes. Con esto se procuraba promover la exporta-ción de origen industrial y fomentaba la compra de productos en los Estados Unidos. Los directorios de esta Corporación –que en la práctica adquirió la forma de una sociedad anónima– estuvieron ocupa-dos por altos directivos de las empresas norteame-ricanas con filiales en el país, por banqueros y por empresarios industriales tradicionales con “aptitud exportadora”.14

13 Decreto Ley 90.235 del 9/2/41 publicado en el Boletín Oficial el 29/5/41.14 Entre los primeros se destacan los presidentes del City

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A corto plazo la CPI fracasó debido a la falta de trans-portes y a la selectividad negativa creciente de Estados Unidos con respecto a los productos provenientes de la Argentina. La institución se abocó a realizar estudios “con vistas a las actividades a desarrollar en el futuro” integra-dos en el Informe Armour.15 El informe proponía líneas de producción con mejores ventajas comparativas tales como la elaboración de cemento y cal, ganado porcino, lácteos, cereales, lana, algodón, madera, plomo y zinc y químicos (soda cáustica y ácidos). También algunas industrias más elaboradas como la bodeguera, papelera, calzadas y fri-goríficas.

Por intermedio de sus sucursales en los Estados Uni-dos, la Corporación observó el interés creciente de ese mercado por el aceite de hígado de tiburón como fuente de vitamina A en reemplazo del de bacalao. Promovieron entonces la creación de negocios de exportación hacia los Estados Unidos apoyada en material bibliográfico referi-do tanto a la pesca misma, como a la captura, la obtención del aceite y su refinación posterior y el aprovechamiento de cueros y carne, etc., proveniente tanto de los Estados Unidos como de otros países donde esta industria alcan-zó cierto desarrollo. Este material, a juzgar por el rápido desarrollo que alcanzó la actividad debió ser cabalmente aprovechado.

Pero no todo terminaba en las vísceras del tiburón, del mismo modo que la ballena, el tiburón era íntegramente aprovechado por la industria. La carne era utilizada como alimento humano, siendo vendida fresca en algunos mer-cados, además de ser salada y secada, preparándose con ella una conserva tipo bacalao. También se elabora ha-rina de pescado y el cuero ofrecía un excelente material para la confección de calzado, carteras, etc. Además, del tiburón se extraían colas y gelatinas de apreciable valor comercial.

La demanda de tiburón apareció con la guerra y des-apareció casi por completo una vez restablecida la paz y sintetizada la vitamina A por los laboratorios suizos Ro-che −aunque su calidad no podía oponerse a la excelencia de la vitamina natural del hígado de tiburón-. Este corto tiempo bastó para crear pequeños fondos que se conver-tían en viviendas de pescadores, en lanchas pesqueras y en equipos industriales.

También afectó la forma de comercialización de la pes-ca. La producción de aceite de hígado de tiburón promo-vió tan fenomenal cambio en el movimiento pesquero, que éste dejó de realizarse en la forma transaccional típi-ca, para pasar de una operatividad rutinaria “a tarifa” con los pescados destinados para los saladeros y las fábricas, a una puja diaria del producido de sus pescas, incitándolos a extraer mayores volúmenes a la máxima brevedad ante

Bank, General Electric, General Motors, Ford Motors, Banco de Boston y Cámara de Comercio Estadounidense entre otros. Entre los miembros nativos figuran los apellidos Bemberg, Tor-nquist, Bunge & Born y Braun Menéndez (véase Llach, J. “El plan Pinedo…”, op. cit.).15 Ídem, p.528.

los estimulantes precios de remate que las promovía.

La pesca costera saltó las barreras de las corporaciones locales, haciendo del negocio de la pesca una cuestión na-cional en su fase extractiva e internacional en sus alcances comerciales.

Se conjugaron en esta oportunidad los intereses priva-dos externos a la pesca a través de su participación en las fases de elaboración y comercialización y el impulso, aunque más no sea fiscal, del Estado. A estos se sumó una acumulación interna del propio productor que tuvo opor-tunidad de multiplicar sus fuerzas productivas (embar-caciones, artes de pesca, pescadores formados, puertos, conocimientos, etc.).

Cabe evocar ese pasaje de nuestro movimiento pes-quero, fabril y comercial −incluso generador de divisas− como el que más ingentes beneficios económicos reportó a los propietarios y a los pescadores de las embarcacio-nes dedicadas a la pesca que con el tiburón impulsaron el desarrollo de la actividad en nuestro país, auspiciando un prometedor futuro pesquero.

La oportunidad surgida a partir de la industria sustituti-va del tiburón permitió un salto cualitativo que estimuló la actividad pesquera en su conjunto y muy probablemen-te fue la causa de que la industria de Mar del Plata pu-diera absorber y contener, con un éxito notable, el nuevo impulso dado a la pesca al desaparecer el interés por el tiburón.

Este fue uno de los pocos casos conocidos en que la actividad pesquera logró acumular capital y desarrollar fuerzas productivas en función del valor de sus capturas, sin la inversión directa de capital ni crediticia de sectores ajenos a la pesca o del Estado.

La segmentación del mercado

Para 1950 la industria de la conserva y la salazón pre-sentaba un notable desarrollo en el mercado interno y una participación importante en el mercado exportador, sin embargo el tema del bajo consumo de pescado fresco en Argentina era una preocupación latente. La importancia de promover el consumo de pescado, residía en su valor alimenticio como sustituto de la carne vacuna, cuyo ex-cedente era necesario incrementar debido a la necesidad del gobierno de obtener divisas a través de la exportación de carne. La política económica del peronismo había re-servado en sus planes quinquenales un espacio para el desarrollo pesquero y la mira estaba puesta en la pesca de altura. De acuerdo a lo establecido en el Segundo Plan Quinquenal, el gobierno tenía previsto incrementar en un alto porcentaje la producción y comercialización pesque-ra y el consumo de pescado fresco16. Entre 1949 y 1952

16 En el segundo Plan Quinquenal se tomaron medidas protec-cionistas orientadas directa o indirectamente, a promover el con-sumo de la pesca nativa. Además hubo vedas de carne los días viernes. Sin embargo estas medidas no estimularon el consumo, las pescaderías siguieron siendo pocas y dispersas y los carnice-ros tuvieron aversión a expender pescado los días de veda (Ma-

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dos empresas belgas y una española se asentaron Mar del Plata para dedicarse a la captura de pescado para consu-mo en fresco y sentaron las bases para la explotación de la merluza. Los barcos belgas, particularmente, estaban dotados de la tecnología básica para operar a grandes profundidades y permanecer un tiempo prolongado en el mar17. Sus exploraciones posibilitaron el descubrimiento de nuevos bancos de merluza, sobre todo de la merluza austral, especie cuyo valor comercial tendría un peso sig-nificativo en las futuras exportaciones de pescado fres-co18. Las capturas de merluza se incrementaron, pasando de 9.250 toneladas en 1950 a 19.696 toneladas en 1951 y 24.624 toneladas en 1952;19 sin embargo, subsistía el pro-blema de la falta de instalaciones para la conservación del producto20 y de medios adecuados para el transporte de pescado (vagones y camiones frigoríficos). En el marco de la política de financiamiento del Banco Industrial se otorgaron créditos al sector pesquero, que solo beneficia-ron a las industrias con mayor respaldo financiero, Ben-venutto S.A. (La Campagnola), Pesquería Argentina de los Mares del Sur y a la Compañía Argentina de Pesca21. Algunas empresas se beneficiaron con el otorgamiento de créditos acordados dentro de la política global de finan-ciamiento a la industria de bienes de consumo orientados al mercado interno22.

teo, José El período heroico de la pesca costera en Argentina (1940–1975), Universidad Nacional de Lanús, 2005).17 Hasta la llegada de los barcos belgas, la flota fresquera estaba integrada casi totalmente por vapores que salían muy temprano a la mañana y regresaban al atardecer. La especie de merluza que se capturaba no es la misma que se comercializa actualmente.18 Véase Masid, M., “Los pescadores flamencos de Mar del Pla-ta, una aventura que comienza en Niewpoort”, Centro de Estu-dios Migratorios Latinoamericanos, Año 18, Nº 54, 2004.19 Fuente: Dirección General de Pesca y Conservación de la Fauna, 1954.20 En nota fechada el 5-10-53, el Ingeniero Eduardo Quinterno, solicitó al Ministro de Asuntos Técnicos, Dr. Mendé, autoriza-ción para utilizar la planta de congelación rápida, sistema “Otte-sen”, que poseía el Frigorífico Eva Perón, situado de la dársena de pescadores del puerto de Mar del Plata, perteneciente al Mi-nisterio de Agricultura y Ganadería. La intención del Ing. Quin-terno era poner en marcha una organización de congelación de pescado y su distribución “de acuerdo a las más modernas exi-gencias de la ciencia, técnica e higiene”. También solicita la ad-judicación de seis acoplados “Dorsey” y dos unidades de tracto-res, dichos elementos eran propiedad del I.A.P.I.; esto permitiría la rápida distribución del pescado congelado en óptimas condi-ciones de conservación. En el documento figuran inscripciones marginales que dan cuenta del trámite burocrático seguido por la nota, pero no de la resolución de la misma, que creemos no fue positiva (AGN, Leg. 474, Consejo de Posguerra).-21 Rougier, M. La política crediticia del Banco Industrial du-rante el primer peronismo (1944-1955), UBA-FCE, 2001.22 Entre 1948 y 1970 el B.I.R.A. otorgó para la industria pesque-ra 1.150 operatorias, por un importe de $ 11.308.219 (Pesos ley) (Alomar, J., “El crédito para inversiones privadas” en Malaret, A. (comp.) La Pesca Comercial en Argentina, Buenos Aires, Fundación Argentina de Estudios Marítimos, 1973).

Durante el gobierno peronista se mantienen las expor-taciones de pescado, pero cambia la tendencia, a medida que aumentan las capturas, decrecen las exportaciones. Los principales países importadores son España, Brasil, Italia, Reino Unido y Estados Unidos.

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(eje secundario) en el período 1�44-1�55

Fuente: Elaboración propia con datos del Ministerio de Agricultura en Publicación Mis-celánea, varios números y Anuarios de Comercio Exterior de la República Argentina

El plan de acción del gobierno de Arturo Frondizi, ins-pirado en las tesis del desarrollismo se orientó decidida-mente a fomentar aquellas actividades que garantizaran el paso hacia una economía industrial. Las industrias centra-les del programa eran las químicas, las petroquímicas y la siderurgia. Las industrias extractivas y manufactureras quedaron, en una primera instancia rezagadas, sin embar-go, las políticas de estímulo a la industria del transporte posibilitaron su expansión. La construcción de una red vial y la incorporación de medios de transporte posibili-taron la integración económica de las regiones del país y la descentralización de las actividades económicas. Entre 1958 y 1961 se produjo un incremento del 80% en la in-dustria manufacturera.23

Por su parte, la industria pesquera supo acoplarse es-tratégicamente a sus políticas de financiamiento. En la década del 60 tres factores convergieron para producir el primer gran cambio estructural del sector pesquero: nuevas formas de presentación del pescado fresco en el mercado consumidor, el acceso a ventajosas fuentes de financiamiento y la oportunidad de insertarse en condicio-nes favorables en el mercado internacional. La merluza sería esta vez la especie propiciatoria. La captura abun-dante de merluza promovió a principios de la década el procesamiento industrial del filet, generando una expan-sión de la demanda interna24. El auge del producto exigió

23 Gerchunoff, P y Llach, L.op. cit..24 Hasta ese momento el pescado se vendía entero y era el ex-pendedor quien lo evisceraba y fileteaba.

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la instalación de cámaras congeladoras en las plantas de fileteado. La iniciativa fue fortalecida por la política cre-diticia del gobierno de Arturo Frondizi, que al incluir la industria naviera entre las beneficiarias de créditos para la renovación de los medios de transporte, posibilitó el crecimiento de la flota fresquera.25 En 1958 se autorizó la concesión de créditos a armadores o propietarios de barcos para la construcción y modernización de buques y embarcaciones (Decreto-ley 3115/58) Los primeros crédi-tos fueron otorgados a principios de 1960 por intermedio del Banco Industrial y estaban destinados al equipamiento de la flota de la Marina Mercante26, incluyendo su flota pesquera. Posteriormente el financiamiento se extendió a las empresas privadas. Los armadores y consignatarios se integraron al circuito industrial. Las plantas se expandie-ron y las empresas se diversificaron. La unidad productiva absorbió simultáneamente la captura, la industrialización y la comercialización del producto.

La articulación al comercio internacional en condiciones más ventajosas se originó con la crisis de los tradiciona-les caladeros del Mar del Norte. El proceso de sobrepesca que comenzó a manifestarse en los años 50 promovió la demanda de pescado blanco de caladeros no tradiciona-les.27 La difusión del valor nutritivo del pescado entre los consumidores extranjeros y un cambio en los patrones de consumo, permitieron la inserción de la merluza argentina en el mercado exportador. El margen de capacidad ociosa de las plantas alentó al sector industrial a orientar el exce-dente hacia el mercado externo. La industria elaboradora se reactivó en un 170 %. Considerando un aumento del 206% en la producción de harina de pescado, los volúme-nes de la exportación se incrementaron en un 300% con relación a años anteriores.28 Sin embargo, la década del 60 debe considerarse de ensayo y error, sobre todo en los primeros años, porque la política exportadora fue impro-visada y la adaptación tecnológica exigió fuertes inversio-nes y el consiguiente endeudamiento. Si bien en el ámbito fiscal la aplicación de medidas impositivas y el reintegro de recargos de cambio y de derechos aduaneros aliviaron

25 Díaz Alejandro, C. op. cit. y Gerchunoff, P y Llach, L. op. cit. Muchos consignatarios porteños, beneficiados con estos crédi-tos, alcanzaron la oportunidad de insertarse en el sector produc-tivo (Masid, M., Redes flamencas en Mar del Plata..., op. cit.)26 La Flota Mercante del Estado se creó después de la Segunda Guerra, “con la confiscación de barcos de países beligerantes que se hallaban en puertos argentinos a comienzos de la misma”. Rapoport, M. y colaboradores Historia económica, política y so-cial de la Argentina (1880-2000), Buenos Aires, Ed. Macchi, 2000.27 Cushing, D. Fisheries Resources of the sea and their Manage-ment, Oxford University Press, 1975 y HOLM, P. “The global fish market, 198-1995”, en Harlaftis, G. y Starkey, D. (comp.) Global market: the internalization of the sea transport indus-tries since 1850, Sevilla, Universidad de Sevilla, 1998.28 Espoz Espoz, M., Introducción a la Pesca Argentina. Su rol en la Economía Nacional y Mundial, Mar del Plata, Fundación Atlántica, 1985.

los problemas derivados de las importaciones de insumos, estas fueron entorpecidas por las continuas regulaciones cambiarias, la vez que el proceso inflacionario alteraba los cálculos en los costos de producción.29

Durante el gobierno de Arturo Illia se puso en marcha el “Plan de Fomento de la Pesca Marítima”. El mismo surgió de la firma de un convenio de cooperación técnica y científica entre el gobierno argentino y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimenta-ción (F.A.O.), su objetivo era proyectar la ordenación del sector y promover el desarrollo de las principales especies marítimas. En 1964, la firma de un acuerdo con la Asocia-ción Latinoamericana de Libre Comercio (A.L.A.L.C.), impulso la actividad pesquera hacia el mercado regional. Estos acuerdos fueron resistidos por los industriales; ellos argumentaban que el otorgamiento de permisos de pesca a países extranjeros obstaculizaba la competencia de la industria nacional. Sin embargo en 1964 las exportacio-nes presentaron un significativo incremento, sobre todo si se las relaciona con la de principios de la década, y se debió especialmente al comercio realizado con los países de la A.L.A.L.C. El camino hacia nuevos mercados esta-ba trazado, pero no será hasta la próxima década que la industria del pescado fresco y congelado se oriente deci-didamente al mercado exportador.

Conclusiones

Las etapas analizadas en el presente trabajo han revela-do que la articulación de la industria pesquera al proceso de sustitución de importaciones fue temprana y gradual, y que en dicho proceso el sector presentó continuas trans-

29 Garcia Cabrejas, J. y Malaret, A. “Análisis del comercio ex-terior de los productos pesqueros argentinos 1963-1968”, en Publicación Serie Informes Técnicos, Proyecto de Desarrollo Pesquero- FAO, Vol. 21, 1970.

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formaciones que evidencian su adaptación a distintas co-yunturas y un oportuno aprovechamiento de las distintas oportunidades que fueron surgiendo en su desarrollo. Señalamos en cada etapa los factores de imponderable importancia que estimularon la dinámica industrial: las medidas arancelarias “de emergencia” y “transitorias” implementadas por los gobiernos conservadores; una fase de acumulación de fuerzas productivas durante la coyun-tura del tiburón, y las extendidas medidas de protección y apoyos estatales, directas e indirectas, durante las últimas fases de la sustitución de importaciones.

Sobre la base de una industria regional, y en algunos ca-sos netamente estacional, los datos estadísticos revelan, a partir de los años ´30, el lento pero sostenido crecimiento del sector pesquero y sus diversos rubros, y su inclusión dentro de las industrias protegidas por los beneficiosos instrumentos arancelarios del período. Asimismo, los Anuarios de Comercio Exterior determinan su inserción en el comercio exportador. Consecuentemente con los ob-jetivos de su creación, la Corporación para la Promoción del Intercambio (CPI), fue el vehículo de las exportacio-nes y un activo dinamizador de las manufacturas pesque-ras. Particularmente el aceite de hígado de tiburón, que en la mitad de la década de los 40 ejerció un notable predo-minio en el mercado exportador y provocó la acumulación inicial de los productores pesqueros marplatenses y, como consecuencia, la reinversión de una parte considerable del capital en la industria elaboradora..

El aumento de las capturas durante el período, manifies-ta asimismo la introducción de recursos humanos foráneos que agilizaron las operaciones de altura, rezagadas por la falta de la infraestructura adecuada, y la explotación de nuevas especies. El excedente de la captura de merluza y una nueva coyuntura (la sobrepesca en el Mar del Norte), va a dar origen, en los años ´60, al primer gran cambio estructural en la industria pesquera, el procesamiento y la comercialización de pescado fresco y congelado. La in-dustria pesquera argentina atrajo a partir de ese momento la atención de los importadores externos y es vislumbrada ella misma como generadora de divisas. Una oferta credi-ticia oportuna que favoreció la introducción de tecnología adecuada y la implementación de una política pesquera (no siempre acorde al proceso de desarrollo), orientaron netamente la industria hacia el mercado exportador.

Recibido: 17/08/2008

Aceptado: 03/10/2008

Un sindicalismo de tradición artesanal*

A Unionism of Artisan Tradition

Hugo Callelo

Miguel Murmis

Juan Carlos Marín**

Introducción

Esta investigación tiene como objetivo realizar una descripción analítica de la acción de un sindicato correspondiente a una etapa temprana de desarrollo in-dustrial, poniendo de manifiesto la relación entre la estructura de la organización sindical, sus métodos de lucha y su ideología y la situación social e industrial. Se intenta verificar además cómo el cambio de la situación social e industrial es acompañado por cambios en las características y vigencia del sindicato.

La investigación se ha realizado en la Federación de Obreros en Construc-ciones Navales (FOCN).1 Se trata de una federación de gremios de oficio que presenta una asincronía con respecto al desarrollo general del sindicalismo hacia la organización de sindicatos de industria centralizados. La industria a su vez se mantuvo largo tiempo estacionaria, compuesta en gran parte por pequeños talle-res poco tecnificados. El área en que se encuentra localizada la industria, la zona portuaria, fue también durante largo tiempo el área de residencia de la mano de obra, compuesta por inmigrantes italianos.

Nos proponemos establecer de qué manera la acción del sindicato y su ideolo-gía están vinculadas a las características del medio social e industrial en que el sindicato desenvolvió su acción durante largos años. Analizaremos los factores que moldean la conducta del sindicato y a la vez la acción de éste como mode-lador de su propio medio. Nuestro análisis intentara mostrar cómo esta efectivi-dad del sindicato y finalmente su existencia misma se vieron cuestionadas por un proceso de transformación del medio. Un proceso que incluyo al aumento del volumen de la industria, acompañado por modificaciones en el tamaño y la organización de los talleres, por un cambio en el área de reclutamiento y en la estabilidad de la mano de obra y por una mayor integración a la sociedad urbana, sujeta ésta a su vez a procesos de industrialización y crecimiento migratorio.

1 Este trabajo fue presentado a la FOCN, reunida en asamblea, la cual lo aceptó y decidió prestar su toda colaboración. Anteriores vinculaciones con la entidad obrera permitie-ron contar con la confianza de algunos militantes, a lo que se agregó la relación de este sindicato con el movimiento estudiantil universitario. Desde el comienzo mostraron una actitud colaboradora, dada su buena disposición hacia la Universidad, y hasta el momento siempre han acogido de buen grado nuestros pedidos.

* Tomado de Torcuato Di Tella y otros Estructuras Sindicales, Buenos Aires, Nueva Visión, 1969. El artí-culo fue publicado por primera vez en 1960 como publicación interna nº 10, Formas de lucha e ideología del sindicalismo y el medio social e industrial, del Instituto de Sociología de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.** Los autores son reconocidos socio-logos argentinos.

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La investigación se organizo tomando dos caminos:

1) Una encuesta de actitudes entre los afiliados destinada a:

1.a) verificar la influencia sobre los militantes de las variables consideradas centrales en la deter-minación de las características del sindicato, y

1.b) contar con una descripción de los militantes, en especial de sus actitudes sociales, dado que éstas serán uno de los factores significativos en la determinación de las características del sindi-cato.

2) Una descripción analítica del sindicato en sus dis-tintas etapas históricas, estableciendo en especial su relación con la situación políticosocial global, con las condiciones de la comunidad dentro de la cual actúa, con las características de la industria y los caracteres socioculturales de la mano de obra. Se trató de esta-blecer qué funciones desempeña el sindicato con res-pecto a su personal y a la industria, qué mecanismos se ponen en juego para servirlas y cuál es la constela-ción de valores orientadora, así como también en qué condiciones tomaron forma funciones, mecanismos y valores y el impacto que produjo en ellos un cambio de condiciones.

De esta manera se espera lograr:

1) Una descripción de un sindicato correspondiente a una etapa temprana de desarrollo industrial, que pue-de dar lugar a la construcción de un tipo utilizable en el análisis de la cambiante estructura y las funcio-nes del sindicato de nuestra sociedad. Ese tipo podría emplearse en estudios comparativos de sindicatos correspondientes a distintas etapas de desarrollo in-dustrial y distintas situaciones sociales.

2) Un esquema analítico que, complementado con los que puedan resultar de otros estudios de casos, colaboraría en la definición de un esquema generali-zado aplicable en el estudio de sindicatos. Se trataría en especial de hacer justicia no solo a las variables vinculadas a la situación interna del sindicato y la fa-brica, sino también a las atenientes a situaciones so-ciales de mayor globalidad, dado que los estudios por realizar en nuestro país han de ocuparse de organiza-ciones que, en vez de actuar en una situación social e industrial de características constantes, se mueven en situaciones de definición cambiante que ponen en cuestión sus funciones y su estructura.2

3) Una interpretación del proceso histórico por el que ha pasado un sindicato de importancia dentro del movimiento obrero argentino, de posible aplicación a

2 Este trabajo ofrece un interés inmediato dado que la Sección de Estudios sindicales del Departamento de Extensión Universita-ria de la UBA con cuyo auspicio se inicio este estudio, realiza en la actualidad investigaciones en otros sindicatos, por ejemplo, la Federación de Empleados de Comercio.

otros sindicatos de características similares.

En este informe presentaremos el campo estudiado, a través de una revisión de los distintos pasos dados y del rendimiento parcial de cada uno de ellos, y presentare-mos a continuación el análisis de la historia del sindicato, tratando de poner de relieve los factores que modelaron la organización y los sucesivos procesos sociales a que debió hacer frente, y cómo esta organización actuó como “normadora” de la conducta de quienes se movían dentro de su radio de acción. El trabajo posterior y una mayor preparación teórica podrán dedicarse a definir con preci-sión el esquema que se intentó emplear en este trabajo.

Presentación del campo de estudio

La industria: el mercado de trabajo y mano de obra

La industria de la construcción naval agrupa a los es-tablecimientos dedicados a la construcción y reparación de barcos. El trabajo de mayor volumen y en el que se invierten mayores sumas es el de reparaciones, ya que la construcción se encuentra limitada a embarcaciones de pequeño calado.

Cuadro 1

Productos elaborados en la industria naval

Año Construcciones $ Reparaciones $

1935 3.343.562 6.139.042

1950 15.570.226 145.473.987

De los Censos Industriales 1935 y 1950

La industria esta concentrada en su mayor parte en la Capital Federal y alrededores; en menor medida se la en-cuentra en Rosario (Prov. de Santa Fe) y en Río Santiago, Puerto Belgrano, Campana, La Plata y Quequén (Prov. de Buenos Aires) y en muy pequeña escala en las provincias de Entre Ríos y Corrientes y en otros puntos del litoral.3 El carácter de la industria impone una concentración de los talleres cerca del puerto, en especial para los talleres dedicados a las reparaciones.

Las necesidades belícomilitares y el negocio marítimo son las dos fuentes de la demanda. Las embarcaciones destinadas a utilización militar están a cargo de talleres del Ministerio de Marina (Arsenal, Puerto Belgrano y Río Santiago). El negocio marítimo esta vinculado en espe-cial al comercio de exportación y sus fluctuaciones, en-tre las cuales han sido muy importantes las debidas a las dos guerras mundiales. También son fuentes de trabajo

3 Dentro de la industria hay que distinguir un sector de cons-trucción de pequeñas embarcaciones de madera, en gran parte de uso deportivo, concentrado en los alrededores de la ciudad de Buenos Aires, en Tigre y en San Fernando. Se trata de talle-res muy pequeños cuya mano de obra se mantuvo en general apartada del resto de la industria y es numéricamente reducida (alrededor de 800 obreros en todo el país). En este informe se prescinde de este sector.

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las embarcaciones menores dedicadas al comercio de ca-botaje. La existencia de una flota de bandera nacional es de especial significación, dado que los barcos de bandera extranjera sólo acostumbran realizar en nuestros puertos reparaciones de emergencia, dejando los trabajos de fon-do y sobre todo la atención regular para los puertos de origen. La existencia de una importante Flota Mercante nacional desde los comienzos de la segunda guerra mun-dial constituyó un factor decisivo en las actividades de la industria naval. Hay que hacer notar que esa flota ha sido construida en el extranjero. La influencia de la demanda proveniente de la guerra y de la creación de la Flota Mer-cante se advierte con claridad en la estadística de personal ocupado por la industria:

Cuadro 2Personal ocupado en la industria naval

1908 11914 5061935 1.6071940 2.0421941 2.4541943 3.1981946 5.0081950 9.3431955 7.838

Censo Comercial e Industrial 1908-14; Censo Nacional 1914; Censo Industrial 1935 y Gonzales Climent, La in-

dustria naval en la Argentina, UBA, 1946

Entre los talleres hay algunos que se encuentran muy separados del circuito de la industria en general, tales como los del Ministerio de Marina y Obras Públicas; atienden construcciones y reparaciones de sus respectivos ministerios y no toman otros trabajos. El que más ha en

trado en contacto con el resto de la industria es el taller de Arsenal de Marina, situado en Dársena Norte, que en al-gunos casos ha trabajado en barcos privados. Además de estos talles estatales existen los de la Flota Argentina de Navegación de Ultramar (FANU), que atiende a su pro-pia flota y son los sucesores de los talleres Dodero (antes Mihanovich). En el sector privado podemos distinguir los talleres que pertenecen a compañías armadoras, los que sin pertenecer a compañías armadoras cuentan con una

clientela estable (una línea de navegación, por ejemplo) y los talleres que atienden reparaciones ocasionales y ac-túan como subcontratistas en reparaciones de los talleres con clientela más fija. Estos diferentes tipos de talleres se distinguen entonces por el volumen y por la estabili-dad del trabajo; sus patronales son distintas, así como su tecnificación y su organización interna. Tendríamos en un extremo el taller que repara sus propios barcos y constru-ye en pequeña escala, de tal modo que consigue mantener ocupada permanentemente mano de obra estable, ligado a intereses económicos importantes, con máquinas más o menos modernas, con una organización técnica y jerar-quías dentro del taller, y en el otro extremo el pequeño taller con un puñado de obreros estables, equipado con maquinaria escasa y antigua, cuyo patrón es a veces un ex obrero de la industria e incluso un ex militante y donde la organización del trabajo corre por cuenta de los oficiales controlados por un capataz o por el mismo patrón, atento siempre al golpe de trabajo que una reparación puede re-presentar y dispuesto a atenderla mediante el empleo de obreros changuistas. Entre estos dos extremos se encuen-tran los talleres de volumen mediano, en general con una mínima clientela estable, con más de 80 obreros perma-nentes, medianamente tecnificados, dirigidos por algún habilitado o por un patrón que ya posee inversiones en otros sectores de la actividad económica, y que a su clien-tela regular agrega también las reparaciones extraordina-rias con la consiguiente movilización de changuistas.

Muy pocos son los talleres del primer tipo, dado que un buen taller supone una gran inversión de capital. Además, durante un prolongado período no se otorgaron divisas para importar maquinaria naval.

El hecho de que los talleres más grandes tuvieran su clientela estable permite sobre todo en épocas de estabi-lidad cierta independencia entre ambos sectores. Ha ha-bido incluso choques entre diversos grupos patronales y sus actitudes hacia la organización obrera han sido muy diferentes.

Lo señalado hasta ahora ya sugiere que en los talle-res más grandes el trabajo ha de estar más estandariza-do, mientras que en los más pequeños la habilidad y la

1�37 Sin obreros

Menos de 5 6-10 11-25 26-50 51-100 Más de

100 Total

Establecimientos 20 40 10 8 6 7 4 95

N° de obreros - 103 78 134 244 530 893 2.072

1�41

Establecimientos 44 36 14 9 5 8 9 125

N° de obreros - 89 115 166 159 618 2.464 3.611

Cuadro 3Talleres y astilleros navales según número de obreros

Estadísticas industriales de 1937 y 1941

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práctica del obrero tienen mayor gravitación. “En los ta-lleres chicos se hacen más reparaciones y en verdad la reparación requiere más capacidad: el oficio de calderero está desapareciendo, las máquinas facilitan el trabajo y se pierde la capacidad que había antes. Un oficial viejo do-bla una chapa a maza en tres horas, yo tardo tres días, yo que trabajé en Dodero con buenas máquinas herramientas tengo ahora cantidad de problemas para hacer el trabajo”.4 “Nuestro oficio es de práctica y no de conocimiento teó-rico”, dice un viejo calafate. “Ahora hay menos artesanía, pero más capacidad por los medios de estudio”. Entre los oficios, el de metalúrgico es el que más utiliza maquinaria, le sigue el de calderero (soldadores, caldereros, trazado-res y remachadores, si bien incluye ya especialidades que sólo utilizan herramientas portátiles tradicionales (marti-llo, maza, etc.); luego ya nos encontramos con oficios tra-dicionales como carpintero y calafate, complementando el cuadro los pintores (con un grado variable de especiali-zación) y los rasqueteadotes y raschines, que realizan un rudo trabajo de peón de limpieza de cascos y calderas. A las diversas épocas y a los distintos tipos de talleres les corresponde una diferente proporción de obreros más o menos ligados a la tecnificación: con estos cambios se modifica también el tipo de aprendizaje: del aprendizaje junto al oficial se pasa al estudio en la escuela técnica. Si se tiene en cuenta que, según declaraciones de técnicos, la industria se encuentra atrasada en cuanto a tecnificación, y que además las reparaciones son tanto más importantes que la construcción de barcos, se advertirá que los viejos oficios pueden mantener su importancia, sobre todo en los talleres de menor volumen. No es raro oír que el oficio naval argentino es tan bueno que en otros países se han elogiado trabajos que permiten salvar motores y piezas que en cualquier lado se tiran. Estas palabras de un obre-ro tienen aún paralelo en estas otras de una propaganda patronal publicada en un diario: “Aquí, superando con el clásico criollo la falta de herramientas y elementos ade-cuados, se llegó a nivelar la técnica extranjera”.

En cuanto al origen de la mano de obra, se han produ-cido cambios; al grupo inicial se agregaron primero los hijos de inmigrante y algunos nativos del interior, llega-dos en especial a través de la cercana industria frigorífica; más tarde, al producirse el crecimiento de la industria y el proceso de urbanización, una gran masa de inmigran-tes nativos entró a la industria, en especial en el oficio de raschín engrosado con muchos obreros no calificados provenientes de la cercana Villa Maciel. También varió la forma de reclutamiento: al comienzo predominó la vecin-dad en el país de origen y el parentesco; luego el control del mercado de trabajo por parte de la organización gre-mial continuó ejerciendo una selección impuesta por la parte obrera, si bien contrarrestada en alguna medida por la entrada de personal libre; más tarde, los grandes talleres comenzaron a exigir la no pertenencia a la FOCN, a pedir recomendación y finalmente a crear las fichas del personal

4 Esta cita, como la siguiente y como casi todos los entrecomilla-dos posteriores, corresponde a entrevistas. Éstas fueron realiza-das siguiendo una guía de entrevistas sobre modos de trabajo.

no recomendable. “Eché 1.800 a la calle y después los fui tomando: éste sí, éste no”, nos dijo un administrador; por su parte, un obrero declaró: “hoy es difícil entrar en Dodero: tienen fichas”.

Se trata entonces de una industria que se mantuvo esta-cionaria por largos años y que experimentó un crecimien-to considerable del 40 en adelante. Se pueden distinguir dentro de ella dos sectores: uno de talleres pequeños y medianos (menos de 100 obreros permanentes), basados en trabajos de reparaciones ocasionales, contratados por administración;5 estos sectores movilizan sobre todo obre-ros changuistas, cuentan con poca maquinaria, en ellos predomina el oficio y la habilidad, hay poca distancia so-cial entre patrones y obreros y existe poca estratificación interna. El otro sector comprende talleres que ocupan a mas de 100 obreros permanentes, se basan en una cliente-la estable, y a veces realizan construcciones complemen-tarias; en ellos ya tiene más importancia la preparación técnica del obrero y el aprendizaje en escuelas, existe una mayor diferenciación jerárquica dentro del trabajo y sus patronales son a veces sociedades anónimas ligadas a im-portantes intereses económicos o que son propiedad del Estado. Es de hacer notar que los talleres de este último tipo son los que tomaron gran incremento al producirse el crecimiento de la industria. Pero, no obstante, toda la in-dustria tiene carácter estacional, dado que su vinculación con el comercio de exportación la hace requerir mucho más personal en cierta época del año.

La organización sindical

En la organización sindical existían gremios desde fi-nes del siglo pasado. Las Sociedades de Carpinteros y de Calafates agrupaban tanto a asalariados como a elemen-tos patronales.6 En 1902, bajo la inspiración de un inmi-grante italiano anarquista expulsado al año siguiente del país, se fundó la sociedad de Resistencia de Caldereros y Afines, con personal que antes pertenecía a los Metalúr-gicos Terrestres. Dos años después, luego de una huelga que duró cuatro meses y resultó triunfante, las Sociedades de Carpinteros y de Calafates se convirtieron también en Sociedades de Resistencia. Las Sociedades siguieron ac-tuando en forma coordinada, pero sin unirse hasta que en 1917 integraron como gremios de oficio la Federación de Obreros de Construcciones Navales. Este hecho se produ-ce cuando comienzan a llegar a la industria otros oficios, y los talleres se diversifican ante el triunfo definitivo del hierro frente a la madera; es también contemporáneo de la desvinculación de los sindicatos navales de la central obrera nacional.

5 La FOCN insiste en que el sistema de contratación por admi-nistración en el que se cobra según los gastos de la empresa se ha prestado a grandes negociados, tales como el hacer figurar obreros que no trabajan, y luego se ha pretendido achacar a la organización el encarecimiento de los costos.6 Un viejo naval nos dijo que una de esas sociedades era presi-dida por un escribano, el escribano López, y que los domingos, antes de las reuniones iban a misa.

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La FOCN se fundó para agrupar a los obreros de “ofi-cios que en una u otra forma tengan atingencia con la in-dustria marítima y sus afines de la construcción naval”.7 Es por ello una organización nacional, si bien su núcleo más importante y decisivo lo constituyen por lo general los gremios de la Capital Federal. Han existido seccio-nes (grupos locales) con cierta permanencia en Rosario, Campana, San Fernando y La Plata, y otras más fugaces en Río Santiago, Santa Fe y Corrientes. En la actualidad funcionan, aunque en condiciones precarias, las secciones Capital Federal y La Plata, y existen algunos núcleos en Rosario y Campana. La seccional de la Capital Federal agrupa a cuatro gremios de oficios: los de “Metalúrgicos Navales” y “Pintores, Raschines y Peones de Varadero”, creados poco después de la creación de la FOCN, y los de “Caldereros y Anexos” y “Carpinteros de Ribera”, an-teriores a la Federación. Hay un quinto gremio, el de los Calafates, que se encuentra desvinculado de la FOCN y en vías de desaparición, dada la paulatina perdida de im-portancia del oficio.

En la FOCN se ha insistido siempre en su “carácter fe-deralista” y de “autentica militancia”, esto es, en que las decisiones son tomadas con una intensa participación de los afiliados, por coordinación entre los gremios y sin la existencia de autoridades ejecutivas centrales ni cargos rentados. En cuanto a su acción, subrayan su lucha por mejores condiciones de trabajo y no por meros aumentos de sueldo: prestan especial atención al problema de la ple-na ocupación. Estas conquistas deben ser obtenidas por acción directa, sin intermediarios políticos. La acción de sus dirigentes ha estado siempre guiada por una ideología de tipo anarquista, si bien nunca se la aceptó como oficial del sindicato.

Desde su fundación, la FOCN tendió a controlar el in-greso al mercado de trabajo, cosa que consiguió durante muy largos periodos, sobre todo en los talleres pequeños y medianos. En los grandes tuvo por lo general problemas, en especial desde 1930 en adelante. En 1950 fue clausu-rada por el gobierno y en la clandestinidad siguió publi-cando su periódico. Entretanto los obreros navales fueron organizados como departamento Naval de la Asociación Marítima Argentina (AMA), afiliada a la CGT. Al caer el gobierno peronista, la FOCN se hizo cargo de los afilia-dos a la AMA. Poco después comenzaron sus encontro-nazos con las empresas, en especial con la estatal FANU. Finalmente, y a propósito de la discusión del convenio colectivo de trabajo que incluía un reclamo de jornada de 6 horas, se declaró la huelga general, que duró de agosto de 1956 hasta noviembre de 1957 y termino con la derro-ta del sindicato. La FOCN quedó limitada al control de algunos talleres pequeños, cada vez menos, y el caudal de afiliados se redujo en cientos, muchos de los cuales de-bieron emigrar a otras industrias. Desde entonces ha ido reduciéndose cada vez más.

Presentaremos ahora su forma de gobierno, las conquis-tas por las que ha luchado, los métodos destinados a obte-

7 Tomado de los estatutos de la FOCN.

nerlas y la ideología que los ha guiado.

Forma de gobierno. Según sus estatutos, la FOCN “se regirá por dos consejos, el uno local, el segundo regional, compuesto por dos delegados, respectivamente, de cada sindicato adherido”. El consejo regional rara vez funcio-nó, salvo en casos en que se utilizó la representación in-directa. El consejo local de la Capital Federal es el que conservó y conserva la continuidad de la organización. Está compuesto por dos delegados de cada gremio y cada gremio cuenta a su vez con una Comisión Administrati-va de alrededor de doce miembros. Estos cuerpos son los ejecutivos, que sólo deben cumplir y poner en práctica las resoluciones de las asambleas.

Las asambleas pueden ser de gremio o de la federación. La forma más tradicional de decisión es la consulta a la asamblea del gremio. Ésta debe reunirse regularmente cada seis meses para renovar la C. A. del gremio y los delegados al Consejo Federal. Éste debe coordinar las re-soluciones de los gremios. Las asambleas de la Federa-ción tomaron más importancia alrededor de 1940 y de ahí en adelante. Las asambleas de gremio, así como la de la Federación, pueden citarse también para considerar pro-blemas específicos, tanto por decisión de la Comisión o el Consejo como a pedido de un grupo de socios.

En la FOCN se considera definitoria la importancia de las asambleas y se insiste en que son el único cuerpo con poder de decisión. Se señala que en ciertas épocas eran muy frecuentes y concurridas: “A principios de siglo ha-cíamos asambleas todas las noches y venía todo el mun-do”.8 Para evitar el alejamiento de los obreros y contar con su respaldo, se utilizó el sistema de asamblea con control, lo que supone la necesidad de obtener un com-probante de asistencia a la asamblea para poder trabajar al día siguiente. Alrededor de los años 46 al 50 se cita-ron muchas asambleas con control, si bien, en general, finalmente se lo dejaba sin efecto. Al crecer la industria se realizaron asambleas muy numerosas, con 3.000 o aún más asistentes.

En caso de urgencia o imposibilidad de reunir la asam-blea, pueden convocarse plenarios, es decir, reuniones de comisiones de todos los gremios en conjunto, las que tienen poder de decisión. El hecho de que los plenarios asuman funciones de decisión propias de las asambleas ha sido muy criticado dentro de la Federación y es también un fenómeno de la década del 40.

Junto con la asistencia en la importancia de la asamblea se da el rechazo de la idea de dirigente y de la existencia de cargos rentados: quienes desempeñan cargos siguen sus tareas habituales en la industria. Hay que recordar en este punto que gran parte de los militantes son changuis-tas, de modo que casi nunca se encuentran ocupados lar-gos períodos.

El radio de acción de los gremios se define como abso-luto en lo tocante a sus problemas, salvo que éstos afecten

8 De una entrevista.

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a otros gremios. El sistema es federal: “de lo simple a lo compuesto”.

Vinculación con centrales sindicales. Desde hace casi veinte años la FOCN es autónoma. No integra ninguna central obrera y es frecuente entre sus militantes el recha-zo de las centrales: “lo importante es la solidaridad, no las centrales”.

Antes de la fundación de la FOCN, los gremios navales preexistentes formaron parte de la FORA hasta 1915. Más tarde la FOCN formó parte de la USA (Unión Sindical Argentina), de tipo sindicalista, donde según se afirmaba no se hacía política. En 1929 se apartó de la central que se formó al unirse las entidades antes divididas. Más tarde participó, si bien no como miembro pleno, de otros tipos de unión, hasta que resolvió no participar más en ese tipo de entidades y tratar directamente con otros sindicatos

Conquistas y forma de lucha. La FOCN ha insistido siempre en que sus conquistas han estado orientadas hacia la obtención de un ambiente de trabajo adecuado a la dig-nidad del obrero. Esta preocupación debió jugar siempre sobre el fondo del problema central en este mercado de trabajo: asegurar la plena ocupación.

Uno de los gremios navales, caldereros, es el primero, o uno de los primeros, que logra en el país la jornada de 8 horas (1904). Ya a principios de siglo logran el pago doble de las horas extras, la eliminación del trabajo a des-tajo y beneficios por accidentes de trabajo. En cuanto a la introducción de la nueva maquinaria, han sostenido que son partidarios de su introducción, pero “reglamentada” de tal manera que no signifique mayor explotación y no desplace operarios: esta actitud los ha llevado a sostener duras huelgas. Otra conquista en ambos aspectos, buenas condiciones de trabajo y mercado seguro de trabajo, son visibles, es la obligación de que a cada oficial lo acompa-ñe un ayudante y la prohibición de realizar tareas ajenas a la propia especialidad. “Controlaban tan minuciosamente el trabajo en las distintas especialidades que si, por ejem-plo, se rompía un enchufe, me veía precisado a buscar en el sindicato un electricista para un trabajo que a lo mejor llevaba media hora” las limitaciones y la definición de las tareas no sólo diferenciaba los gremios, sino también los trabajos que correspondían a cada categoría, en especial al ayudante con respecto al oficial. También se protegía el mercado, limitando las tareas del capataz, quien no podía trabajar como obrero, e incluso la de los parientes cerca-nos del dueño, quienes debían figurar como patrones o bien como obreros.

En cuanto al salario, la FOCN lo regula más que a tra-vés de altos jornales por intermedio de otras conquistas: prohibición de tomar operarios por fracción de jornada y sobre todo reglamentación de las horas extras, principal fuente de ingreso de la mayoría de los obreros, en espe-cial de los changuistas. La existencia de insalubre tiene los mismos efectos, dado que acorta la jornada regular y convierte más horas en horas extras.9 Las limitaciones en

9 Antes de su proyecto de convenio de 1956, que fija la jorna-

las horas extras consisten en la prohibición de trabajar al día siguiente después de haber hecho turno continuado de sol a sol y también en la fijación de un número tope de ho-ras extras en caso de haber desocupados. Los changuistas tienen preferencia por las extras.

Algunas actitudes acerca de beneficios laborales están más directamente ligadas a fundamentos ideológicos, no utilitarios, tales como el rechazo del jornal del primero de mayo, día de duelo proletario, y el rechazo del agui-naldo.

Todas las conquistas y condiciones de trabajo deben ser logradas por la acción directa, sin intervención algu-na del estado. La acción directa debe comenzar “al pie del trabajo”. Cada obrero debe vigilar que se cumplan las condiciones establecidas, negarse a realizar trabajos anti-rreglamentarios y protestar por intermedio del delegado. Dada la gran perdida que representa para el armador del barco un atraso en los trabajos de reparación, las amena-zas de paro durante el trabajo tienen una gran efectividad. Los gremios esperan aquellos momentos en que el taller consigue un gran trabajo que no quiere perder y exigen condiciones que luego servirán como precedente al dis-cutir otros convenios. De negarse el patrón e ir el barco a otro taller se repetirán las exigencias. Es frecuente leer en actas de asambleas o de comisión que ante un problema e un taller se decida esperar “un golpe de trabajo”. Una vez lograda la conquista, esta debe ser vigilada por los operarios y el delegado. En general, se trata de que an-tes de provocar un conflicto exista consulta al gremio y que éste entreviste a la patronal. En caso de no resolverse favorablemente el reclamo se puede llegar a una huelga. Al comienzo ésta podrá ser el paro de un gremio en un taller, lo que permite tener en el lugar de trabajo gente que vigile la entrada de nuevo personal e impida el cierre del taller. Además, en épocas de poco volumen de trabajo, los paros deben ser parciales, dado que al taller podría serle muy conveniente cerrar. En caso de crearse un entredicho mayor, las huelgas pueden extenderse a todo el taller o a todo el gremio, o a un grupo de talleres e incluso a toda la industria. El principio que rige la ampliación del conflicto es ante todo impedir la realización del trabajo en conflicto y luego la realización de trabajos que pudieran estar liga-dos al taller en conflicto. La FOCN ha sostenido varias huelgas de meses y aún de años de duración, las que en más de una oportunidad le costaron el control de los talle-res y la obligación de pasar duros períodos de reconstitu-ción. Tales derrotas fueron especialmente notables en los talleres de mayor volumen de personal.

Toda esta forma de lucha excluye la intervención del estado, si bien desde la década del 40 cada vez resultó más difícil a la FOCN evitar contactos, sea con la Prefectura

da en 6 horas, la FOCN cobraba las horas extras del siguiente modo: de 17 a 19 el 100% de recargo, de 21 a 23 una jornada, de 24 a 6 del día siguiente dos jornadas. Además se consideraba hora de comida de 11 a 13 y de 19 a 21 y de 23 a 24, y en caso de tener que trabajar durante las horas de comida se abonaba a día de jornada por cada hora de trabajo.

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Marítima, sea con el Ministerio de Marina como empre-sario, sea con Trabajo y Previsión. En general, se trató de que esos contactos promovieran la neutralidad de las fuerzas estatales más que su apoyo. La FOCN insiste en que sólo concurre al Ministerio de Trabajo ante citaciones oficiales y que su presencia tiene carácter meramente in-formativo.

Ideología. Los militantes del sindicato han orientado siempre su acción por principios que van más allá de la obtención de conquistas que aseguren el bienestar. Por el contrario, un cuerpo ideológico bastante abarcador parece haber sido patrimonio común, con orientaciones no sólo en el campo de la acción sindical, sino también en lo que hace a la vida privada y a la posición ante los problemas sociales. Así, en una publicación reciente,10 declara la FOCN que “(la Federación) no desdeña el bienestar so-cial. Por el contrario, es su punto de partida. Empero su fi-nalidad es la emancipación de los trabajadores mediante la revolución social, es decir, una profunda transformación de las cosas que sólo es posible con una notable supera-ción de los hombres”. Su definición central es entonces la búsqueda de una transformación social a través de una límpida conducta personal, y el intermediario entre ambos términos, el individuo y la revolución, es el sindicato que forma al individuo en la práctica del estilo de vida propio de una sociedad libre. “El sindicato debe ser una escuela activa que eleve el nivel moral y cultural de sus integran-tes. Aunque muchos no lo quieran, es por su naturaleza una especie de ensayo y sin duda la célula nuclear o bá-sica de la ordenación económica que sucederá al régimen estatal-capitalista”.11 Pero la base de esta acción es el indi-viduo, al que las publicaciones de la organización llaman a los altos valores morales: ser digno, rebelde, no mentir, luchar con voluntad y sinceridad y depreciar la traición, la delación, el amor propio. Y estas virtudes tendrán opor-tunidad de manifestarse tanto en la lucha sindical, basa-da en la decisión de cada individuo “al pie del trabajo”, en su consagración a la huelga que “nunca debe ser mera empresa destinada a conseguir unos centavos” y en su presencia y participación en la asamblea, así como en el trabajo cotidiano en el cual se forma el obrero responsa-ble, muy distinto del inconsciente que cree que trabajando mal lucha contra el capitalismo cuando en verdad no hace sino rebajar la moral obrera. Esta acentuación de la lucha transformadora unida a la acentuación del valor formati-vo del trabajo da lugar a dos versiones de la comunidad naval, que aparecen con diverso énfasis según las épocas y según los grupos. Una es la de la fuerza revolucionaria

10 El Constructor Naval, órgano de la FOCN (autónoma), II° época, n° 7, Buenos Aires, mayo de 1959. Más adelante se citan escritos de distintos ejemplares de este periódico y de El Obrero Calderero, publicación de la Sociedad de Resistencia de Obre-ros Caldereros y Anexos.11 No significa esto que el sindicato deba convertirse en coope-rativa o en unidad económica de producción, idea rechazada por los militantes y por las publicaciones del sindicato.

dispuesta a recurrir a la violencia y rebelde a todo yugo: “… el problema de los proletarios no es problema de ra-zón y de derecho, aunque le asiste la razón social: es un problema ante todo de asociación y de fuerza”; la otra es la que acentúa el papel de los obreros como único grupo serio y organizado dentro de la industria naval, verdadero creador de ésta, a través de su esfuerzo y de su capaci-dad: “Es conveniente que sepa la opinión pública que si en nuestro país se ha desarrollado la industria naval se nos debe a nosotros, los trabajadores organizados que hemos sabido leal y honestamente ganarnos la confianza de las casa armadoras y de las antiguas consulares, marítimas, navales, etc. de los países en beligerancia contra la hidra totalitaria.”

Para realizar sus fines este grupo debe contar ante todo con su firme organización. Fuera de la industria naval sus aliados son los sindicatos de “auténtica militancia”, a quienes se les ofrece solidaridad y de quienes se espera igual actitud, además de una solidaridad que debe ser ofre-cida y que ha de aceptarse con decisión pero que no debe pedirse. Sin embargo, entre los trabajadores también ha prendido el morbo capitalista: hay sindicatos reformistas y capitalistas y, peor aún, los hay totalitarios, comunistas. Y no solo hay dirigentes desviados, sino también aparece entre los obreros el mal, obreros que en lugar de integrar una organización de lucha se convierten en una “recua humana”: “la desviación es el problemas más importan-te de nuestro tiempo”. Estas declaraciones escépticas y aun agresivas se hacen más frecuentes desde la década del 40.

Fuera de las otras organizaciones obreras “auténticas”, y salvo el apoyo que “las fuerzas de la cultura” como los estudiantes pueden prestar, el sindicato debe cuidarse de caer en las trampas que el estado tiende a través de los políticos y de todas sus organizaciones. “El estado desna-turaliza la naturaleza humana y las leyes naturales, el ins-tinto de vivir con amor y armonía.” Al servicio del estado y de los ricos se encuentran el cura y el militar.

Para completar el cuadro de la vida social que aparece en las publicaciones sindicales nos queda un personaje: el burgués. El burgués nada aporta a la vida social: es un ser que vive “en la molicie”.

El sindicato se percibe entonces a sí mismo como una escuela que forma al obrero naval como auténtico revo-lucionario y como trabajador consciente, con un variable énfasis en uno u otro de los aspectos. Junto a él podrían alinearse algunos sindicatos “auténticos” y organizacio-nes culturales y estudiantiles. Todos estos grupos luchan por la libertad y la dignidad. No otro es el sentido de las conquistas laborales: humanizar el trabajo y permitir el perfeccionamiento del hombre. Frente a esta empresa se unen el estado, la religión, el ejército, el burgués enrique-cido por el esfuerzo de los obreros y todo tipo de sindica-tos legalistas, desde mutuales patronales hasta marxistas.

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El trabajo de investigación

Las primeras etapas

Este estudio se proyectó al comienzo como parte de una serie de encuestas destinadas a analizar los principales determinantes de las actitudes sociales, y en especial gre-miales, de dirigentes y afiliados de sindicatos. Se trataba de verificar relaciones existentes entre posiciones en la ocupación, autoconciencia de clase, expectativas, actitu-des hacia el sindicato y actitudes sociales. Luego se pensó también agregar un tema de investigación vinculado a las características específicas de esta organización. Desde los primeros contactos con el campo se advirtió que tanto las actitudes significativas como los posibles determinantes presentaban en este medio características muy específi-cas, haciéndose sentir fuertemente la influencia de facto-res históricos y sociales y del proceso de cambio que vive el país. Dado que este proceso de cambio afecta en menor o mayor medida a todos los sindicatos del país llevándo-los a enfrentar vastos problemas y a redefinir constante-mente sus funciones, se pensó que sería fructífero tratar de definir, a partir del estudio de este caso extremo, las variables más importantes en la determinación de la ac-ción sindical, desde las vinculadas a la situación interna de la fábrica hasta las relacionadas con procesos sociales globales, y centrar la atención en el papel desempeñado por este sindicato como “organización” reguladora del medio industrial y de la conducta de los afiliados y en los procesos que le hicieron perder vigencia. Decidimos correr el riesgo de una cierta generalidad, dejando de lado formulaciones más particulares y rigurosamente verifica-bles, alentados también por cierta insistencia de algunos trabajos sociológicos recientes que señalan la convenien-cia de ampliar en esta dirección el marco de los estudios de sociología del sindicato.12

El trabajo de campo comenzó con un período de ob-servación en el sindicato, durante el cual se realizaron ta-reas de fichaje en la biblioteca. Estas tareas permitieron establecer un primer contacto con los hombres de la orga-nización. Se situaron fuentes escritas (libros, periódicos, correspondencia, libros de actas, volantes) acerca de la historia y los problemas de la FOCN y se realizaron algu-nas entrevistas a militantes importantes de diversas épo-cas, las que versaron sobre todo acerca de la historia del sindicato. De estos contactos surgió la impresión de que estos militantes no se diferenciaban de los otros sindicatos sólo por tener opiniones y actitudes distintas, sino que se mostraban como hombres que respondían a otra realidad. En la conversación se sentía la presencia de “otro mundo industrial”, talleres poco tecnificados, muchos de ellos

12 Véase Touraine, Alain “L’ambuguité de la sociologie indus-trielle américe”, en Cahiers Internationaux de Sociologie, n° XII, 1952; Kerr, Clark y Fisher, Llyod H. “Plant Sociology: The Elite and the Aborigines”, en Komarosvky, Mirra (ed.) Common fornteries of the Social Science, The Free Press, 1957; Allen, V. L. “The Need for Sociology of Labour”, y Scott, W. N “The Aims of Industrial Sociology”, en The British Journal of Sociol-ogy, vol. X, n°3, setiembre de 1959.

pequeños, con una forma de trabajo “artesanal”, de otro mundo social: la comunidad de “la Barranca”. Este era el aspecto de la industria que los militantes de la FOCN hacían resaltar. La organización y la forma de lucha per-sistente después de duras derrotas, que en otras industrias había ya desparecido, así como esa ideología que aparecía como dominante cuando el resto del mundo obrero se li-mitaba por lo general a grupos asilados de militantes, eran factores que se mostraban coordinados. Nos propusimos entonces explorar la relación entre la supervivencia de la organización, sus métodos de lucha y su ideología y la persistencia de condiciones industriales y sociales corres-pondientes a una etapa temprana de desarrollo industrial y social sobre la organización y sus hombres.

En primer término se decidió continuar con el plan ori-ginal de realizar una encuesta y para ello se elegiría como tema esa relación general entre medio social e industrial, organización y actitudes que nos habían llamado la aten-ción. Se trataba entonces de comprobar qué variables re-sultaban significativas en la determinación de las actitudes sociales de los militantes, discriminando aquellos factores que promovían la adhesión. Habría entonces que formular hipótesis acerca de esas variables y diseñar un método de verificación. Una forma de verificación sería la compara-ción con otro sindicato con similar punto de partida y dis-tinta evolución; otra, la constitución de grupos internos. Como primer paso elegimos este último camino.

Para la determinación de la variable hipotéticamente significativa podíamos guiarnos por nuestras entrevistas y por la literatura existente.

Para comenzar elegimos una variable tradicionalmente citada en la literatura sociológica y que, además, nos per-mitirá formar grupos internos: el carácter más artesanal o más tecnificado del trabajo. La diferenciación clara de oficios, de diferente época de aparición en la industria, parecía señalar que ésta podía ser una variable significati-va. Las actitudes más tradicionales estarían ligadas a una relación más artesanal entre el hombre y su trabajo, y las más modernas a una actividad más ligada a las maquinas. Para precisar esta primera diferenciación nos dirigimos a la historia del sindicato y emprendimos una serie de entre-vistas acerca del “modo de trabajo”. Tanto las entrevistas como el análisis de la historia del sindicato nos fueron lle-vando a una concepción más sociocultural de las variables condicionantes. El factor decisivo en la ampliación de nuestra perspectiva fue el conocimiento de la existencia de un cambio industrial definido en términos que si bien tenían una vinculación con la tecnificación, no dependían de esta y la rebasaban. Tanto la ventaja metodológica que significaba poder utilizar una variable decisiva que nos permitiera construir grupos, como algunos defectos de in-formación, nos alejaron en el primer momento del camino que luego se reveló más adecuado. La creencia de que el sindicato mantenía aún cierta importancia en el mercado, unida al conocimiento de que la industria no había hecho adelantos tecnológicos muy grandes, nos hacía pensar en una industria estacionaria, y eso nos llevaba a buscar una diferenciación más parcial, tal como la que puede estable-

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cerse según la relación del hombre con su herramienta. En efecto, en un comienzo no se pensó en la tecnificación en el sentido amplio del término como variable a tener en cuenta, porque la industria no se había reformado a fondo en este aspecto: se pensó que algo así como un vehículo de la modernización podía ser la diferencia técnica existente entre diferentes oficios. Pero nuestro trabajo posterior nos permitió establecer que existían otras diferencias signifi-cativas en la industria y que, efectivamente, la importan-cia del sindicato era mucho menor, sobre todo en ciertos sectores claramente diferenciados, en los que se había producido un cambio en la organización industrial y en el reclutamiento de mano de obra. A través del conocimiento de la historia del gremio pudimos establecer: (1) en su historia el sindicato ha resultado derrotado en muchas de sus grandes huelgas, en especial cuando debió enfrentarse con talleres de mayor magnitud; (2) existen dentro de la industria varios sectores diferenciados: los talleres peque-ños y medianos de la Barranca, por un lado, y por otro ta-lleres de mayor magnitud como FANU, Astarsa, antes La Central, vinculados a intereses económicos poderosos; (3) en los grandes talleres se invierte el porcentaje de chan-guistas y permanentes; (4) alrededor de 1940 se produjo un gran crecimiento de la industria, en especial en los ta-lleres mayores; (5) se dio además un proceso de ingreso en la industria, en gran escala, de obreros de otro origen étnico y sin concentración ecológica en la zona; (6) pare-ce existir una diferencia de actitud entre obreros formados en los talleres tradicionales de la Barranca y los formados en los talleres grandes; (7) antes del cambio, el personal de la industria parecía provenir sobre todo de la zona del puerto, altamente diferenciada del resto de la sociedad urbana y con especial valor emotivo para los militantes; (8) el sindicato ha mantenido su control en especial en la zona de la Barranca, en los talleres medianos y peque-ños, mientras que en muchas oportunidades ha perdido el control de los grandes talleres. Similares comprobaciones realizamos en las entrevistas, donde era frecuente señalar la diferencia entre la “gente de Dodero” y la gente de los otros talleres, y en las consideraciones acerca del modo de trabajo que recogimos en nuestras entrevistas con guía. Llegamos así a comprobar la existencia de un campo industrial definido en los siguientes términos: aumento del tamaño de los talleres,13 inversión del porcentaje de changuistas y permanentes y modificación en cuanto al origen étnico y cultural y en cuanto al área de residencia de la mano de obra. Una vez dado este cambio industrial, subsiste no obstante un sector de la industria en el que se mantienen las viejas condiciones, y allí es donde mejor se mantiene la organización y los hombres. Habríamos descubierto así una experiencia básica modeladora de las actitudes de los militantes. Por un lado nos encontramos ante una diferente organización industrial con estabilidad del obrero y jerarquía dentro de la fábrica. Pero esta no es toda la situación: este cambio en la organización de la empresa está ligado a todo el proceso de urbanización, a la vez que la industria tradicional está ligada al viejo

13 De 1939 a 1941, el número de establecimientos crece en un 14,3% y el número de obreros en un 64,3%.

medio comunitario de la Barranca: estamos también ante una experiencia social básica. En este momento conside-ramos entonces que la formación de las actitudes de los militantes podía ser correlacionada con dos variables, re-presentativa la una de la posición dentro de la industria y la otra del medio social en que se ha formado y vive el obrero: historia ocupacional y participación social. Den-tro de la participación social se distinguía a su vez como factor de gran peso propio la historia gremial en la orga-nización: precisamente el trabajo de esos momentos nos fue llevando a advertir la importancia de la pertenencia a la organización como factor modelador de actitudes, en cierta medida independiente de las dos variables centra-les. Nuestra idea era en ese momento que existía un para-lelismo entre la integración en un medio social tradicional (la comunidad de la Barranca), la integración en un medio industrial tradicional (los talleres pequeños y medianos de la Barranca, la integración en la actividad sindical tra-dicional (de la FOCN) y la integración psicológica que suponía todo un cuerpo orgánico de actitudes. Los obreros sometidos a otras experiencias sociales (provenientes del interior o de la sociedad urbana y ligados a esa sociedad), a otras experiencias industriales (talleres grandes, paso por industria moderna) irían alejándose de las actitudes tradicionales según como pesara el tercer factor: la parti-cipación en el sindicato.

Análisis de la historia del sindicato

La situación inicial, previa a la fundación de las socie-dades de resistencia, es la de una industria en la que junto a un taller de regular volumen existen algunos pequeños talleres y un grupo de contratistas. Tanto en el taller ma-yor como en los más pequeños, los dueños son inmigran-tes ex obreros de la industria, mientras que los contratis-tas son en realidad oficiales que subcontratan personal. La tecnología es muy simple: los tres oficios (carpinteros, caldereros, calafates) se llevan a cabo sin máquinas, con herramientas tradicionales (maza, serrucho). El oficio de calderero es el más rudo y el que más exige una cadena de operarios (calentador, pasa remache, aguantador, re-machador). El trabajo lo dirige el oficial, un capataz o el dueño, pero no hay organización técnica de la empresa, y en verdad los operarios ordenan su trabajo, movidos so-bre todo por el sistema de destajo. Los oficiales forman a los aprendices, si bien a menudo éstos son sólo chicos duramente explotados. La industria, por las características propias del trabajo naval, se encuentra geográficamente concentrada, y los obreros, inmigrantes italianos también ellos viven concentrados en la zona. El carácter irregular del trabajo, realizado por contrata, para tareas especiales, una reparación, una construcción, no liga al obrero al ta-ller. Tempranas sociedades mutuales organizan los oficia-les de carpinteros y calafates y acostumbran por lo menos los oficiales a establecer algunos acuerdos y a participar en una organización común.

Pero no existe una situación de acuerdo. Ha habido huelgas, y la llegada de inmigrantes fogueados en las lu-chas revolucionarias de Italia, en medio de la agitación que explota en los atentados de Montjuich y en el ase-

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sinato de Humberto I y de la agitación que nace en el país con la recién fundada Federación Obrera Argentina, hace llegar a navales a un nuevo tipo de acción obrera. Un inmigrante italiano organiza a los caldereros navales, separándolos de los mecánicos terrestres, y constituye una Sociedad de Resistencia. Esta Sociedad tiene tareas in-mediatas que lograr: “limitar la jornada de trabajo, elimi-nar el destajo” y luchar contra los contratistas. En el gran taller se concentran ayudantes de caldereros y desde allí consiguen imponer una conquista que tampoco choca con al taller de Mihanovich: la eliminación de los contratistas. Con esta eliminación el campo queda libre y el sindicato ha de encargarse de organizar el trabajo en la industria naval. No serán fáciles los choques con el taller mayor, pero las ocho horas se consiguen. Pero es necesario con-seguir plena ocupación y buenas condiciones y eliminar la competencia entre obreros: el destajo debe ser perseguido y cada obrero debe ser garante de la conquista y vigilar al pie del trabajo. Las tareas son globales: un hombre para y un trabajo queda sin hacer. La eliminación del contratista intermediario asegura mejores condiciones a todo el gre-mio changuista. Ahora el obrero changuista sólo debe ser afiliado al sindicato para conseguir trabajo, aunque para su trabajo depende de éste. Pero a su vez participa inten-samente en él: “en esa época hacíamos asamblea todas las noches”. Y las conquistas son efectivas: después de una huelga triunfante, carpinteros de ribera y calafates se convierten en Sociedades de Resistencia: los agitadores extranjeros han tecnificado la lucha y obtenido éxito. Pero además estos episodios son vividos como parte de una re-volución que nace: apenas fundada, la Sociedad de Resis-tencia de Caldereros y anexos se afilia a la FOA. No sólo está a la altura de la clase obrera sino a su vanguardia.

A la integración cultural y la situación histórica se une como factor de consolidación el sentimiento de la preca-riedad de las conquistas: la inestabilidad del trabajo hace que toda conquista deba ser reafirmada día a día. Un con-trol informal garantiza este respecto. Pero también actúa una disciplina más directa: eran frecuentes las multas y las suspensiones aplicadas por el sindicato por no cumplir con las condiciones de trabajo establecidas. Cada uno te-nía obligación de denunciar al sindicato las transgresio-nes que hubiera observado y si en realidad el acusador había faltado a la verdad el castigado era él. No faltaba la asistencia al compañero en desgracia: ayuda en efectivo a enfermos y a viudas. Pero más allá de la ayuda ocasional se trataba de regularizar algunas formas de protección: sa-lario mínimo y limitación en las tareas para el aprendiz, protección al anciano, consistente, en el gremio de cala-fates, en la asignación de trabajos descansados a quienes la asamblea consideraba ancianos. Quien hacia trabajar a un anciano en tareas que no le correspondían debía pagar multas, y así debieron hacerlo patrones y capataces.

Para fijar las condiciones de trabajo se citaba una asam-blea; allí se discutían y luego se imprimían los resultados a que se había llegado para volver a discutirlos en una asamblea posterior: quien faltara a esas asambleas debía pagar multa.

Pero si había remisos a estas condiciones, la sociedad no estaba dispuesta a tolerarlos, la expulsión de los car-neros era siempre condición inmodificable, luego podían ser perdonados y debían disculparse, pero en el primer momento no podía evitarse la sanción.14

Aparecían en verdad algunos sectores donde el control no era tan fácil: algunos obreros navales trabajaban en condiciones muy distintas en el Arsenal y en las obras del Riachuelo. Se discute bastante si asociarlos o no, hay fluc-tuaciones, pero si se consigue que no invadan el mercado de trabajo, se los deja sin asociar. Este blanqueamiento del mercado de trabajo controlado, por obreros que traba-jan en otro tipo de taller con diferentes modalidades, será siempre un problema para las organizaciones navales. Pero en esta época el núcleo se mantiene unido y controla el mercado.

Y todo esto no ocurre sólo en nombre de ventajas ma-teriales: a la integración étnicocultural se agrega la ac-ción de una ideología unificadora, que acentúa el valor del individuo dotado de conciencia de su poderío y de una noción del papel que desempeña en el proceso producti-vo, y que enfatiza el valor transformador de las pequeñas comunidades. Con la guía de esa ideología se obtienen conquistas laborales y se está en primera fila en un movi-miento social liberador.

Tenemos entonces una industria basada en herramientas portátiles, sin jerarquías internas en el taller, con patrones con poco poder y poca distancia social con respecto a los obreros. Éstos cuentan con un oficio, tienen una unidad cultural, viven en el barrio, están organizados en un sin-dicato que actúa como institución a la vez reguladora del mercado e integradora social, afectivamente no están li-gados al taller sino que son changuistas, el sindicato ante quien responden y del que participan activamente es quien regulariza sus tareas, y están unificados alrededor de una ideología que no sólo los orienta en la lucha cotidiana sino que además les señala un puesto en la sociedad global, agitada por la entrada en escena del proletariado.

Hacia la segunda guerra mundial el trabajo crece, la in-dustria empieza a cambiar técnicamente y aparecen nue-

14 La mayoría de estos datos está tomada de un libro de actas del gremio de calafates, de principios de siglo. Este gremio era menos combativo que el de los caldereros y “más dado a pro-blemas de compañerismo”. Es interesante señalar que durante los primeros años del siglo los apellidos de los concurrentes son italianos y que las actas están escritas en un castellano que es casi italiano. Actas posteriores de la FOCN van mostrando un paulatino progreso del castellano; cerca del 40 aparecen ya erro-res propios de un argentino poco instruido y en 1955 pasan a ser casi correctas. En las actas de calafates figuran habitualmente entre los concurrentes personas de igual nombre y apellido dis-tinguidas por un ordinal. En 1911 figura incidente que si bien no es explicado con claridad parece consistir en que un argentino, al que querían cobrar una cuota especial de ingreso de 50 pesos por ser nacido en Buenos Aires, se presenta a la asamblea y pide reconsideración, la que se le otorga y se decide cobrarle sólo 2 pesos.

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vos oficios. Los gremios sufren una derrota en una larga huelga en el taller mayor, pero poco a poco van recupe-rándose: en la industria hay posibilidades, pero hay que presentar un frente unido y crear las condiciones para que los nuevos oficios también se organicen. Además, en el movimiento obrero hay conflictos y muchos se alejan por caminos teóricos muy distantes de la realidad del trabajo: el comunismo anárquico y las incorrecciones que se co-meten en su nombre repugnan a los hombres de navales. Navales deben unirse para ser más fuertes en su industria, para organizar los nuevos oficios y nuevos talleres espe-cializados, pero también para contrarrestar su alejamiento de la FOA y quizás porque su efectividad podrá conver-tirla en el núcleo de un movimiento obrero más sano. Los malos vientos que soplan en la sociedad urbana del 17 al 21 contribuyen a cerrar en sí a los navales. Entretanto se han organizado los gremios de los nuevos oficios: Meta-lúrgicos, Navales y Raschines. Los primeros podrán inte-grarse a través de su oficio en la modalidad organizativa de navales, siempre dispuesta a actuar de reguladora y a valorizar la capacitación técnica.15 Donde debe cumplir una tarea transformadora es con Raschines. Este oficio, de peón no especializado, atrae hombres que navales hará entrar en una cultura nueva para ellos, una cultura que va-loriza el trabajo, el valor del individuo y la rebeldía. Con su base bien firme en los otros oficios, la FOCN integra a los Raschines, cumplirá con ellos el papel de mediador ante una cultura extraña, la cultura industrial, si bien los asimilará a una forma que no es la que más vigencia ten-drá al transcurrir el tiempo. Raschines que pasaron por ese proceso dicen: “Si no fuera por la FOCN hoy sería cualquier cosa, quizás un criminal”; “en la FOCN me en-señaron y me hicieron un hombre”. Y el núcleo integra-dor sigue siendo el grupo inmigrante extranjero: “Por el año 20 se hablaba genovés en la Barranca, hasta un negro como yo hablaba genovés”. Pero a medida que el grupo se integraba y fortalecía su adhesión interna, se alejaba de la sociedad global. La ideología anarquista reforzaba ese aislamiento y era fuerte obstáculo para que la FOCN cumpliera la función que se ha señalado a otros sindicatos de integrar al extranjero en la vida política nacional, pues rechazaba esa participación y era una valla para la nacio-nalización.

Desde el 41 en adelante se suceden los conflictos con la Prefectura Naval Marítima por la exigencia de un docu-

15 Hay en la FOCN dos tendencias a la vez: una que acepta la idea de que no existe en navales un oficio muy especializado (al decir de un militante: “lo que hacemos nosotros lo hace cualquiera”), y otra que insiste en la calificación profesional y que señala que el nuevo tipo de trabajo rebaja la capacidad de resistencia de los trabajos realizados por lo cual, en bien de la industria, hay que tratar de mantener los viejos métodos. Los que tiene la primera actitud, en cambio consideran que las nuevas máquinas realizan trabajos superiores. La insistencia en el valor profesional del viejo oficio podría ser también un intento de mantener un status que la modernización echaría por tierra. (Véase Myers, cit. por Lipset y Trow, “Reference Group Theory and Trate Union Wage Policy”, en Komarovsky, op. cit., p. 439)

mento expedido por esa entidad. Muchas veces se está a punto de perderlo todo, pero tras huelgas y muchas entre-vistas con prefectos, ministros y embajadas extranjeras, la FOCN triunfa. Aquí aparece ya una característica de los contactos de la FOCN con entidades estatales: ante la imposibilidad de evitar el contacto, la FOCN lo acepta, pero su objetivo es siempre obtener de la autoridad de que se trate no un apoyo sino la abstención.

Algo similar ocurre con la Secretaría de Trabajo y Pre-visión. Dentro del Consejo mismo de la FOCN surgen acusaciones acerca de visitas cotidianas a la Secretaría. No obstante, el consejo concurre repetidas veces a la Se-cretaría. En una oportunidad, por ejemplo, decide concu-rrir para evitar que un grupo de obreros vaya a la Secreta-ría por su propia cuenta, dejando de lado a las autoridades gremiales. En todas estas oportunidades lo que se le pide a Trabajo y Previsión es lo mismo: que no intervenga en los conflictos de construcciones navales.

También el Arsenal de Marina, ante el cual habían teni-do éxito las gestiones destinadas a evitar que se mezclara en el mercado de trabajo privado, deja de respetar com-promisos.

En medio de esta tormenta de conflictos la FOCN sigue controlando el sector privado pequeño y mediano con la mayor estrictez. Ante el aumento de trabajo un patrón que en el 30 había echado a obreros de la Federación quiere reanudar relaciones con ésta: ofrece echar a los carneros menos tres y aceptar las condiciones de la FOCN; pero ésta es inflexible: exige el despido de todos los carneros, el reintegro de los anteriores obreros, e impone al due-ño del taller que si sus hijos desean trabajar tienen que cumplir las mismas tareas y normas que los obreros. Pero existe cierta conciencia de que no puede haber un conflic-to profundo entre la vieja patronal y la vieja Federación. Cuando en 1946 surge el conflicto a propósito del reco-nocimiento de un nuevo sindicato de empleados afiliados a FOCN, ésta recuerda a los patrones que quienes hicie-ran la grandeza de la industria fueron los obreros y les reprocha la ingratitud que demuestran. Ante esta actitud patronal, la FOCN se siente con fuerza para desplazar a la patronal y emprende la realización de trabajos directos para las casas armadoras, pero la resistencia dentro de la Federación misma impide la iniciativa. Pronto ya aparece la FOCN en relaciones con la Unión patronal, y es intere-sante señalar que una de las primeras notas que ésta envía después del conflicto es para protestar porque, pese a que la Federación insiste en el entendimiento directo, muchos obreros hacen pleitos a los patrones.

La presencia de una diversidad y de un volumen de personas superior al que se manejaba antes con éxito es visible en infinidad de índices: hay acusaciones contra obreros que firman manifiestos después que su posición resultó derrotada en la asamblea, hay constante referencia a elementos inescrupulosos y politiqueros, se protesta por la poca concurrencia a las asambleas, se decide que las listas con las que se recoge dinero para los enfermos de-ben ir refrendadas por comisiones, se habla de individuos que juegan en el trabajo y van bebidos.

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El contacto con el impulso revolucionario inicial se mantiene a través de movimientos tales como la ayuda a España (la FOCN donó una ambulancia y efectuó un des-cuento especial en el salario, con destino a la guerra civil, a lo que agregó el boicot a los barcos franquistas) y la lu-cha por la libertad de los presos sociales, temas éstos que parecen complicarse con las opciones políticas del mo-mento. Después de una serie de intentos insatisfactorios, en 1940 la FOCN decide no participar más en reuniones de unificación obrera, con excepción de aquellas destina-das a coordinar la acción solidaria de sindicatos afines.

Esta invasión del mundo exterior en la FOCN encuentra varias respuestas: algunos intentan una integración de los nuevos personales a través de la capacitación técnica. Así, un dirigente afirma en una asamblea que hay que hablar con los padres de los raschines (peones rasqueteadotes) para que les hagan aprender un oficio y sean hombres úti-les, y que la Federación debe colaborar en ese proceso agilizando el pase entre gremios. Otros pretenden integrar esa masa con el recurso de la rebeldía y la violencia ele-mentales que a la vez concuerda con la vieja mística anar-quista. Otros, especialmente los metalúrgicos, pretenden apoyarse en instituciones de la sociedad global y al mis-mo tiempo aceptar la estratificación dentro de la FOCN, y finalmente la línea más tradicionalista insiste en que los males viene del desplazamiento de los viejos líderes paternales, que hubieran podido dar un ejemplo a los jó-venes, y de la práctica de la demagogia en la vida interna de la Federación. En todos los casos la presencia de los grupos humanos distintos es clara, pero existe siempre la conciencia de que el liderazgo corresponde por derecho propio a los más formados, a los viejos militantes ver-daderos. Poco a poco se acentúa una actitud de rechazo frente a los nuevos obreros “masificados”.

Desde el punto de vista organizativo, una de las princi-pales respuestas es la organización de la bolsa de trabajo en todos los gremios. Las normas de la bolsa y la búsque-da de la imparcialidad en la adjudicación de los trabajos configuraron un elemento socializador que en esta época tuvo su significación. Dentro del sindicato se trató de res-ponder a las nuevas formas de aprendizaje creando una escuela técnica, y también se buscó la integración de los jóvenes a través del Ateneo cultural, que publicó un perió-dico, organizó conferencias y paseos.

Pero la estructura de poder del sindicato no varía y el tipo de reclamos y su forma de lucha tampoco. Sus largas huelgas generales en los talleres grandes parecen haberlo enfrentado a enemigos demasiado poderosos, que medían sus pérdidas en otros términos que los pequeños talleres y que sin duda resultaban más difíciles de controlar por la fuerza. A veces los reclamos de la FOCN no satisfacían a los obreros de los grandes talleres. En el conflicto de La Central los pintores protestan porque el convenio presen-tado es para ellos desventajoso. Se les contesta que no se puede hacer diferencias. Del mismo modo, se rechaza el aguinaldo.

Finalmente la FOCN se decide a controlar sólo el área que está a su alcance. En 1950 se amenaza a la Confede-

ración General de los Gremios Marítimos: se les quitará su bolsa de trabajo. FOCN sale a la lucha con más entu-siasmo que los propios interesados, porque advierte que la independencia del Puerto está en juego: es derrotada, su local es clausurado y poco después se hace obligato-ria la afiliación al Departamento Naval AMA (afiliado a la CGT). Los líderes del sindicato se van de la industria o se repliegan a los talleres más pequeños. Entran en la resistencia al régimen peronista. Se reparten periódicos y algunos forman a su lado grupos de jóvenes. Esta gente va perdiendo contacto con el núcleo vital originario de na-vales: la integración de las buenas condiciones de trabajo y la integración emotiva a través del mercado de trabajo. Los grupos se vuelven casi enteramente expresivos. Cae el peronismo y los viejos dirigentes vuelven a primera fila; algunos jóvenes los acompañan, hay efervescencia en la base. La FONC espera que se le reconozca su militancia bajo el peronismo, quiere establecer sus condiciones de trabajo y además lograr algo que la convierta en punta de lanza del movimiento obrero argentino. Consigue que el Ministerio de Trabajo y Previsión obligue a FANU a res-petar “modalidades tradicionales de trabajo”, pero FANU tiene otros planes y tampoco la FOCN puede imponer a los nuevos personales el respeto por el trabajo que la ca-racterizaba: a la vez choca con los planes de desenvolvi-miento de este tipo de taller, tampoco puede brindar el orden que antes ofrecía. Su conquista central, las 6 horas, destinada a la “humanización del trabajo”, pero además garantizaba ocupación a más personal, no concuerda con el movimiento económico, sus conquistas son también gravosas para los talleres privados de la Barranca: se de-clara el lock-out y todo el personal queda fuera. En este momento en que la FOCN, por triunfar en un sector más amplio, ha dejado de lado algunas de las limitaciones tra-dicionales, el patrón del pequeño taller, ex obrero y ex militante, se dirige a ella para recordarle sobre qué base se asentaba su actividad tradicional: “Y además ponemos en vuestro conocimiento que la FOCN nunca ha resuelto días rentados para ningún obrero, y por otra parte entendemos que dichos feriados son por decreto de estado y nosotros hasta el momento sólo hemos pactado con la FOCN y no con el estado y sería lamentable que no se interprete así”.

Perdida la huelga, la FOCN se repliega a algunos ta-lleres chicos, pero al no controlar la industria sus condi-ciones son demasiado pesadas y aun los talleres chicos la abandonan. Quedan entonces en la FOCN algunos viejos militantes, que ya no confían del todo en el estereotipo que conocieron en otras épocas como garantía de éxito y guía moral, y jóvenes, algo más ortodoxos, pues para ellos los principios no son sino una gran afirmación que nunca conocieron como realidad, salvo en los días afiebrados de la gran huelga.

Lo que hemos querido señalar es cómo esta derrota es-taba prefigurada en la crisis que debió enfrentar la FOCN al encontrar roto su medio comunitario, dentro del cual podía socializar, a través de la participación en las asam-bleas y en acción al pie del trabajo, a un número regular de obreros y formarlos en el respeto al trabajo y a la or-ganización, orientándolos mediante ideología abarcadora

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dentro de este medio, pero que no permitía manejarla en una realidad de otro orden. La FOCN chocó con una nue-va base económica de la empresa, con una nueva organi-zación interna, con un distinto tipo de obrero industrial, con una sociedad más moderna dentro de la cual cada vez es menos posible el aislamiento de aquellas épocas en que “ni el Departamento de Trabajo se metía con nosotros ni nosotros con ellos”.

La comunidad portuaria y el sindicalismo

The Port Community and the Unionism

T. S. Simey y otros*

En la industria del transporte de puerto los lazos trabajo y comunidad son estrechos. Si bien no se ha llevado a cabo ningún estudios formal sobre el

ambiente social de los trabajadores del puerto de Manchester como parte de una investigación, aquí se intenta bosquejar en conjunto algunas de las informacio-nes obtenidas en el curso de entrevistas con hombres que podían servir de ejem-plo o bien de conversaciones informales con otros trabajadores; se espera aquí arrojar alguna luz sobre la acción recíproca entre las condiciones y las relaciones de trabajo y la familia y la vida social.

El cuadro 1 nuestra la distancia entre la entrada principal del puerto hasta el hogar de los hombres entrevistados

* Tomado de Torcuato Di Tella y otros Estructuras Sindicales, Buenos Aires, Nueva Visión, 1969. El artí-culo fue publicado por primera vez en 1954, en el libro The Dock Wor-ker, editado por el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de Liverpool, The University Press of Liberpool.

Cuadro 1Distancia entre el hogar del trabajador portuario y la

entrada principal del puerto

Distancia Número %

Menos de 1 milla 120 40

Entre 1 y 2 millas 63 21

Entre 2 y 3 millas 49 16

Entre 3 y 4 millas 32 11

Entre 4 y 5 millas 12 4

Más de 5 millas 29 10

Total 305 100

Aproximadamente el 40 por ciento de los trabajadores portuarios vive a menos de una milla de las puertas principales del puerto, en una zona triangular delimi-tada por el río Irwell y los muelles, y al norte por Reget Road, es decir, en una zona estrechamente asociada con la vida del puerto. Los trabajadores portuarios que viven en esta área representan sólo las dos quintas partes de un total aproxi-mado de 1.800 trabajadores, que viven en Stanford; y como puede verse en el cuadro, los hogares de un cierto número de trabajadores quedan a una distancia considerable del lugar de trabajo.

A pesar de lo sombrío del área de Regent Street y de las pobres condiciones de alojamiento, los investigadores fueron informados de que son pocos los trabaja-dores portuarios que viviendo en este lugar deseen mudarse. Parece ser que los contactos sociales de que disfrutan les sirven de compensación por la pobreza del

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entorno. Pues aunque suman solamente dos quintos del total de la fuerza laboral y menos de un quinto de la po-blación total del área, los trabajadores portuarios forman un grupo social muy bien tramado dentro de una comuni-dad más amplia. Este grupo es el que provee los líderes informales en el trabajo y en la comunidad local y los con-currentes regulares a los mitines sindicales y de masa. Es obvio que resulta mucho más fácil asistir a esos mitines para los que viven en las proximidades que para aquellos a alguna distancia, pero la conveniencia por sí sola, no explica adecuadamente la sorprendente diferencia en el interés que manifiestan por esas reuniones. Además, este grupo posee un poder y una influencia desproporcionada a su tamaño para determinar tanto lo que ocurre en los puertos como en la comunidad. Solamente una minoría de los trabajadores portuarios vive en el área del puerto, pero el carácter de las relaciones de trabajo está ampliamente determinada por ellos. Así, aunque sólo una minoría de los hombres que viven en el área portuaria trabaja en el puerto, la comunidad está extensamente organizada en torno a esa minoría.

Si bien la mayor parte de los líderes informales de los puertos forman parte de este grupo, el mismo incluye po-cos líderes formales. Las autoridades del sindicato son reclutadas en otras áreas o se mudan después de elegidas, y en ningún caso llegan a ser miembros de grupos pre-ponderantes del puerto o de la comunidad, y esto puede explicar en alguna medida la actitud de los trabajadores con ellos. Más aún, la mayor parte de aquellos que ejer-cen posiciones de autoridad en la conducción jerárquica, y casi la mitad de los capataces de la compañía de Barcos del Canal de Manchester, vive fuera del área. Las dificul-tades que estos trabajadores deben enfrentar se discuti-rán más adelante en detalle. Los capataces han perdido mucho su autoridad en los últimos años y han quedado en cierto modo como un grupo aislado, en una posición incómoda, a mitad de camino entre los “patrones” y los trabajadores portuarios. Esto se refleja en su preocupación ante el problema de un lugar adecuado para vivir. En un principio, los capataces eran una figura poderosa en la co-munidad del puerto, y todavía ahora aquellos que viven en el área portuaria gozan de status y prestigio en razón de su ocupación superior y de su bienestar material; muchos de ellos, particularmente los más viejos, han asumido una actitud en cierto modo paternal hacia los que habitan a su alrededor. Estos capataces no desean abandonar la comu-nidad donde gozan de prestigio y seguridad emocional, tanto más cuanto temen que el bajo status que se acuerda a los que están conectados con trabajos del puerto pueda afectar su aceptación en otra vecindad. Por otro lado, los capataces recientemente promovidos, al entrar en estrecha relación con las altas autoridades de la administración, a menudo buscan identificarse con ellas. Presiones de sus esposas y aspiraciones de aumentar el status de clase de sus hijos muchas veces los alientan a buscar comodidades en otro lado.

Una pauta tradicional de vida familiar y de asociación entre trabajo y hogar se desarrolló en esta área en épocas en que era difícil obtener un empleo regular. Este hecho

hacía imposible para el trabajador portuario y para su fa-milia alcanzar el modo de vida basado sobre el horario regular de trabajo, característico de la moderna sociedad industrial. El trabajador portuario estaba dentro y fuera de su casa en cualquiera de las horas del día, al tanto de lo que ocurría en el puerto y a la vez informándose sí mismo de lo que sucedía en su casa y en el vecindario. La rutina de la esposa del portuario en sus labores caseras era direc-tamente afectada por las horas en que su marido trabajaba y por el género de cargamento que debía cargar. Los niños sabían mucho sobre su padre, y viviendo cerca del puerto, estaban familiarizados con el trabajo que realizaba y se interesaban en el ir y venir de los diferentes barcos. Las fluctuaciones de los salarios producían un impacto directo en el presupuesto casero, el trabajador portuario que po-día llevar a su casa un salario semanal regular era un ser tan excepcional que adquiría status en la comunidad, tanto para él como para su familia. Cuando el trabajador portua-rio estaba en huelga, la totalidad de su familia resultaba afectada, no solamente por las dificultades financieras que el paro acarreaba, sino también porque la conducta del padre con respecto a la huelga afectaba la posición de la familia en la comunidad. La familia del dirigente huel-guista lograba alto status; su mujer y sus hijos asumían a menudo papeles de líderes en sus esferas particulares. En cambio, las familias de los “carneros” que continuaban trabajando quedaban expuestas a abusos e ignominias, y sufrían tanto o más que el hombre mismo.

La asociación estrecha entre el hogar y trabajo que, como tal, constituye una característica de la comunidad portuaria, explica que el trabajador del puerto haya de-sarrollado un gran interés y miras elevadas en lo que a la vida en familia se refiere. Durante el estudio de Man-chester, los investigadores quedaron impresionados por el interés que los trabajadores portuarios demostraban por sus familias. Casi todos los hombres entrevistados, tanto jóvenes como viejos, hablaban con libertad y entusiasmo de sus hogares y de sus hijos. Tradicionalmente, el pa-dre es la cabeza incuestionable de la casa; y por lo que se pudo descubrir en Stanford, parece que al menos los más viejos trabajadores portuarios todavía conservan esa posición. Muchos viven con sus hijos casados, pues es difícil para las jóvenes parejas encontrar vivienda allí o en otra parte. Todos los que viven en la casa deben aceptar el estándar establecido por el padre, a quien se refieren a menudo llamándolo “el patrón”.

La estructura de la familia patriarcal está a menudo aso-ciada con la tradición de que el hijo continúe en la misma ocupación que el padre. El puerto de Manchester no es to-davía lo suficientemente viejo como para que más de tres generaciones de una misma familia estén conectadas con él. Aún así, casi el 75 por ciento de los trabajadores por-tuarios entrevistados eran hijos de portuarios. Casi el 10 por ciento de los hombres entrevistados habían entrado al puerto al casarse con hijas de trabajadores portuarios; al-gunos eran ellos mismos hijos de trabajadores portuarios, pero habían sido introducidos en el trabajo del puerto por sus suegros o cuñados, más que por sus propios padres. Esto era mucho más frecuente cuando los hombres, al ca-

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La comunidad portuaria y el sindicalismo

sarse, iban a vivir con la familia de sus mujeres.

En conjunto, los hijos de trabajadores portuarios entre-vistados demostraron una actitud más agresiva y crítica hacia las personas con autoridad, que aquellos cuyos pa-dres no estaban conectados con la industria. Por ejem-plo, el 95 por ciento de los hombres que pensaban que la Compañía de Barcos del Canal era mala empleadora, eran hijos de trabajadores portuarios. Esta actitud hostil puede formar parte de una tradición familiar que se ha manteni-do viva a través de las historias transmitidas de padres a hijos; historias sobre tratos injustos y malas condiciones de trabajo. En algunos casos, sin embargo, pueden estar asociadas con un resentimiento hacia la autoridad desper-tado por la subordinación obligada del hijo al padre que exige la estructura de la familia patriarcal.

La falta de separación entre trabajo y hogar, la estructu-ra patriarcal de la familia y la tradición del hijo continuan-do la ocupación del padre contribuyeron al desarrollo de comunidades estrechamente tramadas con sus propias ru-tinas de vida y sistemas de valores, pero probablemente el más importante y singular de los factores en este proceso haya sido la actitud asumida hacia los portuarios por la gente de afuera de la industria, que generalmente consi-dera el trabajo en el puerto una ocupación de status bajo. En el pasado, el carácter fortuito de la ocupación en los puertos atraía a trabajadores cuya personalidad y conduc-ta les hacía difícil encontrar empleo en otra parte, y el trabajador portuario ha sido juzgado a menudo por las ca-racterísticas de este tipo de hombres.

Junto con el trabajo más regular y los salarios más altos y más estables de la posguerra se produjeron cambios en el modo tradicional de vida del trabajador portuario, que se fue acercando a la de los demás trabajadores. Al igual que éstos, ahora deja su casa por la mañana y no regre-sa hasta la noche, y como trabaja horas extras de manera más o menos continua, su día de trabajo es particularmen-te largo. De este modo no le es posible ya mantenerse en contacto estrecho con lo que sucede en su hogar, con lo que se le hizo más difícil conservar su tradicional au-toridad dentro de la familia. Las dificultades aumentaron por el hecho de que ésta separación mayor entre hogar y trabajo se ha producido en momentos en que toda clase de cambios afectaban el status y el papel de la mujer y de la madre. Particularmente en las casas de los trabajadores portuarios más jóvenes, las mujeres están asumiendo más responsabilidades, en conexión con asuntos tales como la asistencia de los niños al colegio y las carreras que po-drían seguir al dejarlo. Los fundamentos sobre los cuales la familia patriarcal se había fundado estaban socavados. Muchos jóvenes trabajadores demostraban que se daban cuenta de ello y que estaban disgustados por el cambio, al comparar su posición con la de sus padres en “los buenos viejos tiempos en que sabíamos dónde estábamos”.

Todos los trabajadores portuarios de Manchester perte-necen al Sindicato de Trabajadores del Transporte y Afi-nes, al igual que 75.000 de los 90.000 trabajadores regis-trados en todo el país. Pero para apreciar más ampliamen-te la naturaleza de los problemas que surgen en conexión

con esto, es necesario considerar brevemente el escenario del movimiento sindical, y en particular la estructura y or-ganización del Sindicato de Trabajadores del Transporte y su relación con el trabajo en el puerto de Manchester.

La función primaria del movimiento sindical, tal como se desarrollo en el siglo pasado, era la satisfacción de las necesidades económicas de sus miembros. En la industria portuaria, se hicieron esfuerzos no sólo para mantener y aumentar la tarifa de pagos, sino también para obtener el mayor control posible sobre los factores que afectaban la seguridad de empleo, tales como la entrada en la industria, el contrato de trabajo, los despidos, las horas de trabajo y los cambios en los métodos laborales. Pero esta lucha para satisfacer las necesidades del trabajador sirvió también para llenar una segunda función; diversas satisfacciones, que pueden describirse como sociales y psicológicas, eran provocadas por la participación en las actividades del sindicato. En primer lugar, desde luego, el movimiento sindical protegió a sus miembros de la presión ejercida por los empleadores sobre el número de individuos que trabajaban para ellos.

De este modo, el sindicato ofrecía un antídoto a la des-personalización y a los sentimientos de inferioridad con-comitantes con ella, consecuencia del empleo casual y el desarrollo de la organización industrial en gran escala.

En segundo lugar, el sindicato alentó la acción colec-tiva. Los líderes urgían constantemente a los miembros insatisfechos con los salarios y las condiciones de trabajo a tomar parte en una acción colectiva para forzar a sus empleadores a mejorarlas.

Las actividades de este orden en el sindicato ofrecían una salida para los sentimientos agresivos que inevitable-mente se producen dentro de cualquier estructura admi-nistrativa en contra de aquellos que imparten órdenes o ejercen el poder. Los trabajadores portuarios podían apa-gar la efervescencia que encendía el abuso de sus patrones en los mitines del sindicato, desprenderse del antagonis-mo y la agresión provocados por las frecuentes demandas que se les hacían para que aceptaran indiscriminadamen-te regulaciones y controles. La energía liberada por este proceso podía dirigirse entonces hacia la búsqueda cons-tructiva del objetivo primario del sindicato. Por último, el movimiento sindical ofrecía a los trabajadores portuarios la oportunidad de ganar status y prestigio dentro de la co-munidad en que vivían. Las posibilidades de promoción en el trabajo no eran sino pocas y lejanas; pero entre tanto muchos hombres con capacidad de dirigentes encontra-ban en el sindicato una salida para sus talentos.

Por este motivo, en los primeros tiempos del sindica-lismo los trabajadores portuarios alcanzaron ciertas satis-facciones como afiliados, además de las ventajas que re-sultaban de un mejoramiento de su situación económica. Pero para llenar su función primaria de manera efectiva, el sindicato debía alcanzar suficiente poder como para negociar con sus empleadores de igual a igual. Lo logró por el aumento de sus afiliados, por la fusión de los sin-dicatos más pequeños y por la asociación con el Partido

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Laborista, en un intento de reforzar el poder sindical con el poder político. Esta política llegó a ser extremadamente exitosa en el caso particular del sindicato de Trabajado-res del Transporte, pues las asociaciones gremiales fueron creciendo durante la mitad del siglo pasado, en que eran consideradas como cuerpos antisociales y subversivos, para convertirse en instituciones sociales respetadas. No obstante, este crecimiento los obligó a construir una ela-borada armazón institucional divorciada de la vida priva-da de sus afiliados, a desarrollar un complicado sistema de regulaciones y controles, a imponer sanciones para soste-ner la subordinación del individuo al interés del grupo, y a aceptar un número de responsabilidades y obligaciones incompatibles con sus funciones originales.

Los sindicatos, desde luego, están ahora enfrentados con dificultades similares a las de todas las organizacio-nes en gran escala. Ya no son capaces de proporcionar aquellas satisfacciones sociales y psicológicas que los afi-liados y sus iniciadores disfrutaron en los pioneros días de militancia. Convertidos en organizaciones en gran escala, no pueden facilitar escape para la agresión, que ahora ellos mismos provocan. La acción colectiva fue re-emplazada por la maquinaria de negociación; y mientras las responsabilidades de los funcionarios full-time fueron creciendo, las actividades de grupo disminuyeron. Cabe dudar si los líderes del sindicato han reconocido suficien-temente la importancia de las funciones secundarias del sindicalismo y la magnitud de los cambios que lo están socavando. Muchos parecen no haber comprendido los problemas que ha traído aparejado el crecimiento de su organización y permanecen inadvertidos de que los traba-jadores portuarios tienen más que necesidades materiales, y de que su descontento actual está estrechamente ligado con su falta de satisfacciones en este aspecto. Típica de esa actitud es la siguiente indicación hecha a uno de los investigadores: “Los trabajadores portuarios están bien pagados ¿Qué más pueden desear?” Esta falta de pers-picacia es extremadamente significativa, porque la causa más honda del conflicto e insatisfacción dentro del Sin-dicato de Trabajadores del Transporte debe encontrarse probablemente en esta creciente inhabilidad para llenar sus funciones secundarias.

DebAtes

“Revisando el concepto de clase obrera”

Marcel van der Linden

Nicolás Iñigo Carrera

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Globalizando el concepto de clase obrera*

Globalising the Working-Class Concept

Marcel van der Linden**

El concepto de “clase obrera”, originado en la Europa del siglo XIX, ha sido cuestionado cada vez más en las últimas décadas. Esta crítica surge en parte

de estudiosos que están interesados en Asia, África y América Latina. Ellos se-ñalan que las líneas divisorias entre el trabajo “libre” asalariado, el trabajo por cuenta propia y el trabajo no libre no son claras y que la oposición entre trabajo rural y urbano no debería ser absoluta1. Jan Breman ha defendido este punto de vista desde los años 70 en sus estudios de la Gujarat contemporánea. Además, Nandini Gooptu ha demostrado en su investigación sobre los pobres urbanos en Uttar Pradesh que es plausible que este punto de vista sea también valido para los primeros años del siglo XX.2 La crítica ha sido también expresada en parte por historiadores de la modernidad temprana de la región del Atlántico Norte. Peter Linebaugh y Marcus Rediker construyeron una imagen fragmentaria de cómo fue el desarrollo de un proletariado multiforme (“hewers of wood and drawers of water”), con varios sitios de lucha: “los campos comunales, la plantación, el barco y la fábrica.” Para ellos es probable que los esclavos y negros de África, los sirvientes y aprendices de Europa, los americanos nativos, y los trabajadores “libres” asalariados y artesanos constituyeran una compleja pero también social y culturalmente interconectada “multitud” amorfa, que fue también considera-da como un todo (una víbora con muchas cabezas) por el poder. Linebaugh y Rediker se refirieron a la rebelión de los esclavos haitianos en 1791 como “la primera revuelta obrera triunfante en la historia moderna.” Ellos sugirieron que esa revolución contribuyó a la posterior segmentación de la “multitud” rebelde: “Lo que se dejó atrás fue lo nacional y lo parcial: la clase obrera Inglesa, los

1 Allen, V. L. fue uno de los primeros en iniciar la discusión en “The Meaning of the Working Class in Africa”, en Journal of Modern African Studies, Vol. 10, Nº 2 (1972), pp. 169-189. Véase también Bergquist, Charles Los Trabajadores en la Historia Latinoame-ricana. Estudio Comparativo de Argentina, Chile, Colombia y Venezuela, Bogotá, Siglo XXI, 1988. Especialmente capítulos 1 y 6. 2 Breman, Jan Patronage and Exploitation. Changing Agrarian Relations in South Gu-jarat, Berkeley y Los Ángeles: University of California Press, 1974; Breman, Jan Of Peasants, Migrants and Paupers. Rural Labour Circulation and Capitalist Production in West India, New Delhi, Oxford University Press, 1985; Breman, Jan Beyond Patron-age and Exploitation. Changing Agrarian Relations in South Gujarat, New Delhi, Ox-ford University Press, 1993; Breman, Jan Footloose Labour. Working in India´s Informal Economy, Cambridge, Cambridge University Press, 1996; Gooptu, Nandini The Politics of the Urban Poor in Early Twentieth-Century India, Cambridge, Cambridge University Press, 2001.

* “Globalising the Working-Class Concept”. Tomado del apartado “Re-conceptualising the Working Class”, de la sección “Debate”, de la publi-cación LabourAgain, editada por el International Institute of Social His-tory. En línea: www.iisg.nl/labour-again/reconceptualising.php [Nota de los Traductores – en adelante N.T.]

** Marcel van der Linden (1952) estudió Sociología en la Universi-dad de Utrecht y obtuvo su título de posgrado en la Universidad de Ams-terdam. En 1983 se unió al Interna-tional Institute of Social History de Ámsterdam, donde actualmente es Director de Investigaciones. Desde 1987 se desarrolla como editor eje-cutivo de la International Review of Social History de Cambridge y como profesor de “Historia del Movimien-to Social” en la Universidad de Ams-terdam desde 1997. Entre sus libros podemos nombrar The End of Labour History, Cambridge, 1993; Social Security Mutualism, Berne, 1996; y, junto con Larry Griffin, New Meth-ods for Social History, Cambridge, 1998. [N.T.]

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negros haitianos, la diáspora irlandesa.”3 El estrecho y decimonónico concepto de proletariado que encontramos en Marx y otros fue el resultado de esta segmentación.

La pregunta que abordaré en las siguientes páginas es cómo un nuevo concepto de clase obrera puede ser cons-truido teniendo en cuenta los conocimientos ofrecidos por Breman, Gooptu, Linebaugh y otros. Con el fin de encontrar una respuesta a esta pregunta, voy a comenzar con un crítica constructiva al concepto de clase obrera elaborado por Marx. Uso a Marx como punto de partida por dos razones: porque es todavía una fuente importante de inspiración para los estudiosos de todo el mundo y, a pesar de varios puntos débiles, su análisis sigue siendo lo mejor que tenemos.

1. La complejidad de la mercantilización de la fuerza de trabajo

Las oraciones con que Marx abre El Capital son fa-mosas: “La riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista se presenta como un ‘enorme cúmulo de mercancías’, y la mercancía indivi-dual como la forma elemental de esa riqueza. Nuestra in-vestigación, por consiguiente, se inicia con el análisis de la mercancía.”4 Marx consideraba el modo de producción capitalista como la consecuencia de la mercantilización de (i) la fuerza de trabajo, (ii) de los medios de produc-ción y materias primas, y (iii) los productos del trabajo. El primer elemento es fundamental en este contexto. Marx asume que la fuerza de trabajo puede ser mercantilizada en un solo sentido “verdaderamente” capitalista, es decir, a través del trabajo libre asalariado, en el que el trabaja-dor como poseedor de fuerza de trabajo “pueda disponer de la misma, y por tanto que sea propietario libre de su capacidad de trabajo, de su persona” y “en vez de poder vender mercancías en las que se haya objetivado su tra-bajo, deba, por el contrario, ofrecer como mercancía su fuerza de trabajo misma, la que sólo existe en la corpo-reidad viva que le es inherente.”5 Marx hizo hincapié en que “la fuerza de trabajo, como mercancía, sólo puede aparecer en el mercado en la medida y por el hecho de que su propio poseedor -la persona a quien pertenece esa fuerza de trabajo- la ofrezca y venda como mercancía.”6

El concepto estrecho de clase obrera se basa en esta idea. Si sólo la fuerza de trabajo de trabajadores libres asala-riados es mercantilizada, la “verdadera” clase obrera en el capitalismo tan solo consiste de estos trabajadores. La hipótesis de Marx, que yo sepa, nunca estuvo sustenta-da por un razonamiento adecuado. Probablemente esto pareció evidente durante mucho tiempo, porque pareció

3 Linebaugh, Peter y Rediker, Marcus The Many-Headed Hy-dra. Sailors, Slaves, Commoners, and the Hidden History of the Revolutionary Atlantic, Boston, Beacon Press, 2000, pp. 327, 319, 286.4 Karl Marx, El Capital, Buenos Aires, Siglo XXI, 2002, T. 1, Vol. I, p. 43.5 Ídem, pp. 204-205.6 Ídem, p. 203.

corresponderse con el proceso por el cual el proletariado se formó en la región del Atlántico Norte. No obstante, la hipótesis de Marx se basa en dos dudosos supuestos, a saber, que la fuerza de trabajo debe ser ofrecida a la venta por la persona que es portador y poseedor de esta fuerza de esta fuerza de trabajo y que la persona que vende la fuerza de trabajo la ofrece en forma exclusiva.7 ¿Por qué debería ser así? ¿Por qué la fuerza de trabajo no puede ser vendida por alguien que no sea su portador? ¿Por qué la persona que ofrece fuerza de trabajo a la venta (la suya o la de otro) no puede venderla condicionalmente, jun-to con los medios de producción? ¿Y por qué no puede ser contratada, por un tercero, mano de obra esclava para beneficio de su dueño? Si nosotros sólo miramos la dis-tinción entre un “portador” y un “poseedor” de fuerza de trabajo en tanto tal, podemos distinguir cuatro tipos de mercantilización del trabajo, a saber: la mercantilización autónoma, en la que el portador de la fuerza de trabajo es también su poseedor, y la mercantilización heterónoma, en la que el portador de la fuerza de trabajo no es su po-seedor. En ambos casos, la fuerza de trabajo del portador puede ser ofrecida por el mismo portador o por otra per-sona (Tabla 1).

7 El término “venta” no es realmente apropiado en el caso del trabajo asalariado, porque es siempre una venta temporal, y que por lo general no nos referimos a dicha operación como “ven-ta”, sino como “alquiler”. Esto parece una fútil diferencia pero las consecuencias teóricas pueden ser grandes. Véase Oppen-heimer, Franz Die soziale Frage und der Sozialismus. Eine kri-tische Auseinandersetzung mit der marxistischen Theorie, Jena, Verlag von Gustav Fischer, 1912, pp. 119-122; Eldred, Michael y Hanlon, Marnie “Reconstructing Value-Form Analysis”, en Capital and Class, No. 13, Spring, 1981, pp. 24-60, 44; Lun-dkvist, Anders “Kritik af Marx’ lønteori”, en Kurasje, Nº 37, Di-ciembre 1985, pp. 15-46, 16-18; Burkhardt, Michael “Kritik der Marxschen Mehrwerttheorie”, en Jahrbuch für Wirtschaftswis-senschaften, Nº 46, 1995, pp. 121-137, 125-127; y Ruben, Peter “Ist die Arbeitskraft eine Ware? Ein Beitrag zu einer marxistis-chen Marxkritik”, en Eidam, Heinz y Schmied-Kowarzik, Wol-fdietrich (eds.) Kritische Philosophie gesellschaftlicher Praxis, Würzburg, Königshausen & Neumann, 1995, pp. 167-183.

Tabla 1Algunas formas de mercantilización del trabajo

Autónomo(el portador es el

poseedor)

Heterónomo(el portador no es

el poseedor)

El portador vende su propia fuerza de trabajo

Trabajadores libres asalariados (Marx)

Mediero/aparcero

Trabajadores por cuenta propia

Artesanos

Trabajadores asa-lariados no libres (esclavos).

El portador no vende su propia fuerza de trabajo

Trabajadores asa-lariados subcontra-tados

Trabajadores es-clavos

Trabajo asalariado de los niños

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Parece ser una suposición razonable que el trabajo tenga muchas formas de mercantilización de la que el trabajador libre asalariado es sólo un ejemplo.8 Más adelante explo-raré estas múltiples formas señalando las formas transi-cionales entre las clases subalternas de Marx, y también revelando los falsos supuestos implícitos en su concep-ción. Espero que esta deconstrucción prepare el terreno para una nueva conceptualización.

2. Transiciones graduales

Además de capitalistas y terratenientes, la tradición marxista distingue cinco clases subalternas o semi-cla-ses en el capitalismo, los trabajadores libres asalariados, quienes sólo poseen su fuerza de trabajo y la venden; la pequeña burguesía, constituida por pequeños producto-res y distribuidores de mercaderías; los trabajadores por cuenta propia, quienes poseen su fuerza de trabajo y me-dios de producción y venden sus productos o servicios (los “trabajadores por cuenta propia son su propia fuerza de trabajo asalariada, sus propios medios de producción aparecen como su capital. Es como un capitalista que se emplea así mismo como un trabajador asalariado”9); los esclavos, a quienes no les pertenecen ni su fuerza de tra-bajo ni sus herramientas y son vendidos (en esclavitud “el trabajador no es más que una máquina de trabajo viva, el que por lo tanto tiene un valor para otros, o más bien es un valor.”10); y el lumpemproletariado, que no se venden ni venden nada. El último grupo suele permanecer fuera del análisis y se utiliza como una categoría residual.

La lucha de clases se libra principalmente entre capi-talistas, terratenientes y asalariados. Las otras clases son históricamente menos importantes; “van degenerando y desaparecen con el desarrollo de la gran industria.”11

• El esclavismo es “una anormalidad frente al sis-tema burgués”, que es “posible en algunos puntos particulares dentro del sistema burgués de produc-ción”, pero, “solamente porque no existe en otros

8 John Hicks llegó a la conclusión de que hay muchas formas de mercantilización de la fuerza de trabajo: “O el trabajador no calificado puede ser vendido directamente, lo que es trabajo esclavo; o sus servicios sólo pueden ser contratados, lo que es trabajo asalariado”. Hicks, John A Theory of Economic History, Oxford, 1969, p. 123. Una primera elaboración de esta visión puede ser encontrada en Rohwer, Götz “Kapitalismus und `freie Lohnarbeit’. Überlegungen zur Kritik eines Vorurteils”, en Hamburger Stiftung zur Förderung von Wissenschaft und Kultur (ed.), “Deutsche Wirtschaft”. Zwangsarbeit von KZ-Häftlingen für Industrie und Behörden, Hamburg, VSA-Verlag, 1991, 171-185.9 Marx, Karl “Ökonomische Manuskripte 1863-1867”, en Marx-Engels Gesamtausgabe, Berlin, Dietz, 1988, Vol. II/4.1, p. 111.10 Marx, Karl Grundrisse. Foundations of the Critique of Politi-cal Economy, Harmondsworth, Penguin, 1973, p. 465. [Existe traducción al castellano. N.T.]11 Marx, Karl y Engels, Friedrich “Manifiesto del Partido Co-munista”, en Marx-Engels, Obras Escogidas, T. 4, Buenos Ai-res, Ciencias del Hombre, p. 101.

puntos.”12

• Los trabajadores por cuenta propia son “anomalías” que existen en “pequeñas familias de base agrícola (en conexión con la industria artesanal).”13

• La pequeña burguesía, “-el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el campesino- todos ellos luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales elementos me-dios”, caen gradualmente en el proletariado.14

• El lumpemproletariado es la ‘clase peligrosa’, la escoria social, “ese producto pasivo de la putrefac-ción de las capas más bajas de la vieja sociedad,”15 que incluye “vagabundos, delincuentes, prostitu-tas”.16

Según este esquema marxista, existe una brecha entre los trabajadores libres asalariados y los otros grupos subalter-nos. Pero ¿este esquema coincide con la realidad históri-

12 Marx, Karl Grundrisse…, op. cit., p. 464.13 Marx, Karl “Theorien über den Mehrwert”, en Marx-Engels Werke, Ed. s/d, Vol. 26/3, p. 414. [Existe traducción al castel-lano. N.T.]14 Marx, Karl y Engels, Friedrich “Manifiesto…”, op. cit., p. 101.15 Ídem, p. 102. Sobre la conceptualización de Marx de peque-ños productores de mercancías véase también el apéndice en Jaeger, Christine Artisanat et capitalisme: l´envers de la roue de l´histoire, Paris, Payot, 1982, pp. 297-314.16 Marx, Karl El Capital, op. cit., p. 802. Compárese con: “una masa bien diferenciada del proletariado industrial, es un cam-po de reclutamiento de ladrones y delincuentes de toda clase, que viven de las migajas de la sociedad, gentes sin profesión fija, vagabundos, gens sans feu et sans aveu.” Marx, “Las lu-chas de clases en Francia de 1848 a 1850”, en Marx-Engels, Obras Escogidas, Buenos Aires, Ciencias del Hombre, T. 4, p. 101. Véase también Hayes, Peter “Utopia and the Lumpenpro-letariat: Marx´s Reasoning in The Eighteenth Brumaire of Louis Bonaparte”, en Review of Politics, 1988, pp. 445-465. En los escritos de Marx pueden encontrarse diferentes puntos de vista sobre la situación de las prostitutas en el sistema de clases. En El Capital, él considera a las prostitutas como una parte impor-tante del “lumpemproletariado propiamente dicho”. Marx, Karl El Capital…, op. cit., p. 802. En otros lugares, especialmente en las Teorías sobre la plusvalía, Marx dice que las prostitutas, si trabajan para el dueño del burdel, realizan trabajo asalariado improductivo, como actores o músicos, y, por tanto, son, en consecuencia, parte del proletariado en el sentido estricto de la palabra. Marx-Engels Werke, Ed. s/d, Vol. 26 / 1, pp. 136, 157. Esto muestra, una vez más, cómo las formas en que se define a la clase social están llenas de falsas consideraciones, que a menudo siguen estando implícitas, precisamente porque se vinculan con la moralidad u lo característico de una época. Esto es probable-mente a lo que Resnick y Wolff se refieren como el “dispositivo discursivo” inspirada por “una urgente intención polémica”. Resnick, Stephen A. y Wolff, Richard D. Knowledge and Class. A Marxian Critique of Political Economy, Chicago y London, University of Chicago Press, 1987, pp. 161-162.

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ca? Los trabajadores libres asalariados de los que Marx habla, ¿existen realmente? Yo diría que existe una casi interminable variedad de productores en el capitalismo y que las formas intermedias entre las diferentes categorías son vagas y fluidas.

Trabajadores libres asalariados

Trabajadores por cuenta propia

Esclavos Lumpemproletariado

Tal vez sea útil examinar más de cerca algunas de estas formas intermedias; entre el trabajo asalariado y la escla-vitud, entre el trabajo asalariado y el trabajo por cuenta propia; entre la esclavitud y el trabajo por cuenta propia; y entre el trabajo asalariado, la esclavitud y el trabajo por cuenta propia por un lado, y el lumpemproletariado por otro.

Formas intermedias entre trabajo asalariado y escla-vitud. Existen varias relaciones laborales en las cuales el asalariado es físicamente forzado a realizar su trabajo, mientras los salarios son pagados o entregados a una ter-cera persona. El trabajo infantil, en cuyo caso los padres o tutores del niño reciben el salario, es un buen ejemplo. Un grupo de jóvenes niñas japonesas que fueron contratadas o alquiladas como geishas a cambio de una suma de dine-ro, fueron un ejemplo de ello.17

Se conocen muchos casos de esclavos que realizaban trabajo asalariado para sus amos. En Buenos Aires hacia fines del siglo XVIII, por ejemplo, este fenómeno era tan común que muchos propietarios de esclavos dependieron completamente del salario de sus esclavos. Las cuentas notariales de la época sugieren que en los largos contratos de trabajo, los empleadores de mano de obra esclava co-múnmente pagaban los salarios, menos los gastos de sub-sistencia estimados, a los propietarios de los esclavos.”18 Tal vez sea útil distinguir tres variedades:

• El propietario de esclavos obliga al esclavo a hacer trabajo asalariado para otro empleador y recoge todo o parte de los salarios. A menudo, “el escla-vista y el empleador de esclavos arreglan la tasa de alquiler sobre la cabeza del esclavo”, pero también ocurría que “el esclavo buscaba y negociaba acti-vamente su propio alquiler”.19

17 Ramseyer, J. Mark “Indentured Prostitution in Imperial Ja-pan: Credible Commitments in the Commercial Sex Industry”, The Journal of Law, Economics, and Organization, Nº 7, 1991, p.101.18 Johnson, Lyman L. “The Competition of Slave and Free La-bor in Artisanal Production: Buenos Aires, 1770-1815”, en Brass Tom y van der Linden, Marcel (eds.) Free and Unfree Labour: The Debate Continues, Berne, Peter Lang Academic Publishers, 1997, p. 273.19 Bolland, O. Nigel “Proto-Proletarians? Slave Wages in the

• El esclavista paga a sus esclavos en efectivo por trabajo extra, ya sea por medio de “primas, como regalo o como incentivos”, o como “pago hecho por trabajo extra en los sistemas de trabajo o por horas extras.”20

• El esclavo trabaja voluntariamente por su salario, para un empleador o para otro esclavo. El estado de Montaña Azul, en Jamaica, hacia fines del si-glo XVIII, es un ejemplo de este último caso: “Los esclavos se pagaban salarios unos a otros. En el trabajo dominical sobre las tierras de provisiones, por ejemplo, podían ganar 1s.8d por día más el de-sayuno”.21

Con seguridad, sobre todo esta última variedad, vuel-ve bastante difusa la distinción entre un asalariado y un esclavo.

Por el contrario, los trabajadores asalariados son a me-nudo menos libres que lo sugerido por la visión clásica. Los empleadores a menudo han restringido, a sus emplea-dos (asalariados), la libertad de salir en caso de escasez de mano de obra. Un empleado puede estar vinculado a un empleador, en muchos aspectos:

• La servidumbre (o peonaje) por deudas es un mé-todo que tuvo lugar en todos los continentes, desde las minas de carbón de Escocia en el siglo XVIII hasta la agricultura contemporánea en América Latina y Asia meridional.22

• El trabajo forzado está, por supuesto, estrecha-mente vinculado con la servidumbre por deudas. Los indios, los japoneses, y los “coolies”23• chinos que estaban empleados en el sur de África, Amé-rica Latina u otras partes de Asia son un conocido ejemplo de ello.24

• La movilidad de los trabajadores también puede ser limitada por medio de certificados de licencia. Sin estos medios de identificación, los trabajadores no pueden ser contratados por los empleadores. Es una característica de esta práctica que el emplea-dor tome posesión del certificado al comienzo del empleo y se lo devuelva al trabajador sólo cuando él o ella haya satisfecho, en opinión del empleador,

Americas”, en Turner Mary (ed.) From Chattel Slaves to Wage Slaves: The Dynamics of Labour Bargaining in the Americas, Kingston, Ian Randle, 1995, p. 128.20 Ídem, p. 127.21 Turner, Mary “Chattel Slaves into Wage Slaves: A Jamaican Case Study”, en Turner, From Chattel Slaves… op. cit., p. 39.22 Ashton, T. S. “The Coal-Miners of the Eighteenth Century”, en The Economic Journal: Economic History Series, Nº. 3, en-ero 1928, p. 308.23 Trabajador asiático descalificado y empleado por poco dinero [N.T.].24 Véase la revisión de Potts, Lydia The World Labour Market: A History of Migration, London, Zed Press, 1990.

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todas sus obligaciones.25

• Coacción física es otra opción para los empleado-res. A veces los empleadores llegaron al extremo de encerrar a sus empleados asalariados para im-pedir que sean “tentados” por sus comerciantes rivales. En la industria textil japonesa de la década de 1920, las trabajadoras fueron encerradas en dor-mitorios por esta razón. A veces, no se les permi-tía salir de las instalaciones durante más de cuatro meses.26

• Las disposiciones de seguridad social y otros be-neficios especiales ofrecían una forma menos agresiva de trabajo forzado. Alrededor de 1900, las empresas argentinas, por ejemplo, crearon socie-dades de socorros mutuos que estaban a cargo de la empresa y diseñadas de forma que los trabajadores no dejaran de depender de la misma.27 Las parcelas que fueron proporcionadas por la empresa podrían tener el mismo efecto, porque hicieron de posible complemento de los salarios, ya sea porque las verduras, aves, etc., de producción casera reduje-ron los gastos de vida, o porque los productos de este parcela fueran comprados por el empleador.28

• Por último, las conexiones entre un empleador y un empleado fuera de la relación de trabajo inme-diata podría tener un efecto vinculante. (Voy a pro-fundizar en esto a continuación.)

Formas intermedias entre el trabajo asalariado y el empleo independiente. En la visión clásica, el trabajador sólo dispone de su propia fuerza de trabajo, pero no de otros medios de producción. Hay muchas excepciones a esta regla.

• Un ejemplo es el trabajador que lleva sus propias herramientas al taller, como ha sido y sigue sien-do común en muchos lugares. Ya en la década de 1880, el economista alemán Agosto Sartorius von Waltershausen observaba en los Estados Unidos que “A diferencia de sus homólogos europeos, los trabajadores fabriles estadounidenses comúnmen-te son dueños de sus propias herramientas. [...] Las

25 Véase el ejemplo de lo fabricantes de cigarrillos cubanos en los años 1850s, en Casanovas, Joan Bread, or Bullets! Urban Labor and Spanish Colonialism in Cuba, 1850-1898, Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 1998, p. 60.26 Orchard, John E. Japan´s Economic Position: The Progress of Industrialization, London, McGraw-Hill, 1930, p. 343.27 Thompson, Ruth “Trade Union Organisation: Some Forgotten Aspects”, en Adelman, Jeremy (ed.) Essays in Argentine Labour History, 1870-1930, Houndmills y London, Macmillan, 1992, p. 161.28 La compra de los productos por parte del empleador se pro-dujo en las minas de cobre de Rhodesia del Norte en la década de 1930, de acuerdo con Parpart, Jane L. Labor and Capital on the African Copperbelt, Philadelphia, Temple University Press, 1983, p. 42.

herramientas constituyen a menudo una considera-ble proporción de la riqueza de un trabajador.”29

• Una segunda posibilidad es que los trabajadores tengan que pedir prestado los medios de produc-ción al empleador. En ese caso, pagan un depósito y son formalmente independientes. El rickshaw pullers (hombres-caballo que tiran de un carro de dos ruedas) en Changsha, provincia de Hunan, China, alrededor de 1918 son un ejemplo de esto. Sus rickshaws (carros) eran propiedad de garages (che-zhan) y tenían que ser contratados todos los días. El propietario del garaje paga el impuesto sobre el rickshaw y el puller tiene que hacer un depósito de diez mexicanos (plata) de dólares. “Cada carrito tenía un número y era asignado a un determinado puller que era siempre responsable del mismo. Si el rickshaw estaba roto y fuera de servicio por reparación, el alquiler diario debía ser pagado de cualquier modo”.30 El ingreso del puller consistía en la diferencia entre sus ingresos y sus pagos al propietario del garaje.

• También ocurría que a un empleado se le permitie-ra mantener parte de su producto de trabajo (pro-ducción) y lo vendiera independiente. Los mineros de plata en Pachuca (México) a mediados del siglo XVIII recibían una suma de dinero (salario) por una cantidad específica básica de mineral de plata y todo lo que producían en exceso se dividía en dos partes: “de su mitad, el barretero31 daba una cier-ta proporción a los cargadores, los timber-men32 y para los demás trabajadores de las minas que lo habían ayudado”.33 Sabemos que existían arreglos similares en la agricultura, en Java y en muchos

29 Montgomery, David y van der Linden, Marcel (eds.) August Sartorius von Waltershause: The Workers´ Movement in the United States, 1879-1885, New York, Cambridge University Press, 1998, p. 216.30 McDonald, Jr. Angus W. The Urban Origins of Rural Revolu-tion: Elites and the Masses in Hunan Province, China, 1911-1927, Berkeley, University of California Press, 1978, p. 147. Hoy en día todavía existe un acuerdo similar en el caso de los conductores de jeepney y los taxistas en Manila. Véase Pinches, Michael “‘All that we have is our muscle and sweat’. The Rise of Wage Labour in a Manila Squatter Community”, en Pinches, Michael y Lakha, Salim (eds.) Wage Labour and Social Change: The Proletariat in Asia and the Pacific, Monash University, Centre of Southeast Asian Studies, 1987, p. 118. 31 Operario que extrae el mineral del frente, es uno de los traba-jos más pesados y peligrosos.[N.T.]32 Hombres empleados en la colocación de soportes de madera en una mina. [N.T.]33 Velasco Avila, Cuauhtemoc “Labour Relations in Mining: Real del Monte and Pachuca, 1824-74”, en Greaves, Thomas y Culver William (eds.) Miners and Mining in the Americas, Manchester, Manchester University Press, 1985, p. 57.

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otros lugares.34

Formas intermedias entre la esclavitud y el trabajo por cuenta propia. El caso de Simon Gray, un esclavo del sur de los Estados Unidos, quien sirvió como el jefe del bar-quero de la empresa maderera, Natchez, desde 1845 hasta el 1862, muestra cuán complicada podía ser la realidad ca-pitalista. Las tripulaciones de Gray se conformaban entre diez y veinte hombres y se componían de esclavos afro-americanos y hombres de río blancos. “Algunos de los es-clavos eran propiedad de la empresa, mientras que otros, como el propio Gray, fueron contratados por la empresa a sus propietarios. Los miembros blancos de la tripulación, por el contrario, eran empleados por el Negro, quien man-tiene sus registros, paga sus gastos, les presta dinero, y a veces paga sus salarios. En consecuencia, veían a Gray como su empleador.” Gray y sus hombres estuvieron a menudo fuera de casa por dos o tres semanas. Durante estos viajes, Gray realizó un gran número de tareas en calidad de gerente. “Además de hacer entregas también solicitaba las órdenes para la fábrica, hacía presupuestos, ampliaba el crédito a los clientes, y recogía el dinero que se adeuda a la empresa maderera”.35 Por lo tanto, este caso muestra un esclavo que trabajaba como un administrador, trabajadores libres asalariados que estaban empleados por un esclavo, y otros esclavos que tenían que obedecer a este empleador. No todos los esclavos eran propiedad de la compañía Natchez, sino que algunos, entre ellos Gray, fueron contratados a otros propietarios de esclavos. Esta situación es, sin duda, poco habitual de un punto de vista histórico. En otra situación, los esclavos trabajaban como los aparceros. En Jamaica a finales del siglo XVIII, a ve-ces “los ‘mejores’ esclavos establecían las bases y utiliza-ban a los más ‘pobres’ para trabajar a cambio de compartir los productos.”36

Formas intermedias entre el trabajo asalariado / escla-vo / por cuenta propia y el lumpen-proletariado. La transi-ción desde las tres formas principales (esclavo, etc.) hasta la “no-clase” del lumpen-proletariado también es gradual. V. L. Allen afirmó que “en sociedades donde la subsisten-cia básica es la norma para una alta proporción de la clase obrera, y donde hombres, mujeres y niños están obligados a buscar medios alternativos de subsistencia, distintos a

34 Véase Hart, Gillian Power, Labor, and Livelihood: Processes of Change in Rural Java, Berkeley, University of California Press, 1986, pp. 180-182; Hüsken, Frans “Landlords, Share-croppers and Agricultural Labourers: Changing Labour Rela-tions in Rural Java”, en Journal of Contemporary Asia, Nº 9, 1979, pp. 140-151.35 Hebron Moore, John “Simon Gray, Riverman: A Slave Who Was Almost Free”, en The Mississippi Valley Historical Review, Nº 49, Diciembre 1962, pp, 472-84; reimpreso en Newton, James E. y Lewis, Ronald L. (eds.) The Other Slaves: Mechan-ics, Artisans and Craftsmen, Boston, MA: G.K. Hall & Co., 1978, pp. 158-59.36 Turner, Mary “Chattel Slaves into Wage Slaves: A Jamaican Case Study”, en Turner, Mary From Chattel Slaves to Wage Slaves, p. 34.

los tradicionales, el lumpen proletariado básicamente se distingue de la mayoría de la clase obrera.”37

• Los trabajadores “respetables” que fueron des-pojados de sus pertenencias también se sintieron obligados a robar. El saqueo de comida organizado por trabajadores fue “un fenómeno a nivel nacio-nal” en los Estados Unidos hacia 1932.38 Este tipo de saqueos reaparecieron en Italia a principio de los setenta.39

• Revisar la basura era frecuente en tiempos difíci-les y llegó a constituirse en una ley consuetudina-ria. Louis Adamic mostró en 1935 que “desde que se tiene memoria en los yacimientos de antracita (carbón) en Pensilvania, ha sido común para los mineros y sus familias ir con sacos y baldes a los basureros de desechos de carbón alrededor de sus inhóspitos asentamientos y recoger, de entre las rocas y las pizarras, el carbón desechado en los procesos de rompimiento y limpieza en las gran-des minas. Quienes recogían eran generalmente las familias más pobres.”40

• El robo, hurto y malversación de fondos han sido tradicionalmente actividades “normales” para al-gunos grupos de trabajadores. En muchos países es común entre los estibadores robar parte del car-gamento, pero también en fábricas y oficinas, los robos por parte de los empleados ocurren frecuen-temente.41

37 Allen, V. L. “The Meaning of the Working Class in Africa”, en Journal of Modern African Studies, Vol. 10, Nº 2, 1972, p. 188.38 Bernstein, Irving The Lean Years. A History of the American Worker, 1920-1933, Boston, 1960, p. 422.39 Collonges, Yann y Randal, Pierre Georges Les autoréduc-tions. Grèves d’usagers et luttes de classes en France et en Italie (1972-1976), París, 10/18, 1976, cap. 4.40 Adamic, Louis “The Great ‘Bootleg’ Coal Industry”, en The Nation, Nº 40, 1935, p. 46. Una descripción de desarrollos si-multáneos en Upper Silesia aparece en Machtan, Lothar “Die ‘Elendsschächte’ in Oberschlesien: Bergmännische Selbsthilfe-Initiativen zur Überwindung von Arbeitslosigkeit um 1930”, en Jahrbuch Arbeiterbewegung-Geschichte und Theorie 1982, Frankfurt/Main, EVA, 1982, pp. 141-155.41 Ditton, Jason “Perks, Pilferage, and the Fiddle: The Histori-cal Structure of Invisible Wages”, en Theory and Society, Nº 4, 1977, pp. 39-71. Como estudio de caso véase: Mars, Ger-ald “Dock Pilferage: A Case Study in Occupational Theft”, en Rock, Paul y McIntosh, Mary (eds.) Deviance and Social Con-trol, London, 1974, pp. 209-228; Grüttner, Michael “Working-Class Crime and the Labour Movement: Pilfering in the Ham-burg Docks, 1888-1923”, en Evans Richard J. (ed.) The German Working Class 1888-1933. The Politics of Everyday Life, Lon-don y Totowa, Croom Helm and Barnes & Noble, 1982, pp. 54-79; d´Sena, Peter “Perquisites and Casual Labour on the London Wharfside in the Eighteenth Century”, en London Journal, Nº 14, 1989, pp. 130-147; Randall, Adrian J. “Peculiar Perquisites and Pernicious Practices. Embezzlement in the West of England

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3. Supuestos implícitos

El punto de vista clásico no sólo hace una aguda distin-ción entre los fenómenos, que en la realidad no son enti-dades fijas, sino que también tiene supuestos implícitos que deben ser examinados. Un número de estos supuestos surge de la idea de que los trabajadores intercambian su fuerza de trabajo con un empleador por dinero para luego comprar productos alimenticios. Al consumir estos pro-ductos, los trabajadores reproducen su fuerza de trabajo, que pueden luego vender de nuevo al empleador. Así, en el nivel de circulación, hay un proceso cíclico, que se muestra en el siguiente diagrama:

Este concepto de circulación es una abstracción de mu-chos elementos y propone un complejo proceso aislado. En primer lugar, sugiere que el consumo de los salarios no requiere trabajo. La compra de bienes de consumo y el esfuerzo para hacerlos aptos para el consumo (por ejem-plo, vender y preparar la comida, o alquilar y limpiar un espacio de vida) no se tienen en cuenta. Sin embargo, las feministas han señalado desde hace décadas que el trabajo asalariado no puede existir sin el trabajo de subsistencia.42 Esporádicamente, hay empleados que reproducen su fuer-za de trabajo sin trabajo de subsistencia, pero estas son personas con un ingreso muy alto: “El verdadero proleta-riado que se reproduce por completo por medio del salario es, en el mejor de los casos, el Yupi (Young Urban Profes-sional – joven profesional urbano), quien como ejecutivo de una empresa multinacional compra un sándwich para el almuerzo y para la cena se reúne con su esposa Yupi (tal vez una accionista o profesora universitaria) en un restaurante, mientras que un sirviente doméstico limpia el departamento alquilado. El obrero asalariado normal, sin embargo, se reproduce mediante el trabajo del ama de casa o participa activamente en la producción de subsis-

Woollen Industry, c. 1750-1840”, en International Review of Social History, Nº 35, 1990, pp. 193-219; Green, Anna “Spell-ing, Go-Slows, Gliding Away and Theft: Informal Control over Work on the New Zealand Waterfront, 1915-1951”, en Labour History, Nº 63, 1992, pp. 100-114; Smyth, Ines y Grijns, Mies “Unjuk Rasa or Conscious Protest? Resistance Strategies of Indonesian Women Workers”, en Bulletin of Concerned Asian Scholars, Vol. 29, Nº 4, 1997, p. 21. William Freund revela la posibilidad de una delicada transición al robo como un acto col-ectivo, en “Theft and Social Protest Among the Tin Miners of Northern Nigeria”, en Radical History Review, Nº 26, 1982, pp. 68-86.42 La literatura sobre este tema es tanta que me limitaré a la mención de un trabajo representativo: Walby, Sylvia Patriarchy at Work. Patriarchal and Capitalist Relations in Employment, Cambridge, Polity Press, 1986.

tencia.”43 En la mayoría de los casos, el trabajo de subsis-tencia es realizado por una o más mujeres en el hogar, la esposa o esposas y, a veces, las hijas de los paterfamilias (padres de familias). También es posible que el propio asalariado emplee a uno o más asalariados para hacer el trabajo doméstico. Muchas familias blancas de la clase obrera de Sudáfrica a principios del siglo XX, por ejem-plo, tenía un sirviente doméstico negro, que, entre otras cosas, era responsable de “prender el fuego, limpiar la co-cina, barrer, lavar los platos, preparar el té de la mañana y la tarde, mantener el patio limpio, y hacer el trabajo de rutina del jardín como la escarda y el riego”.44

En segundo lugar, el esquema parece sugerir que la re-lación entre el empleador y el empleado se limita al inter-cambio de dinero por fuerza de trabajo. Los posibles vín-culos entre ambas partes fuera del proceso de circulación no se toman en consideración. Pero, por supuesto, estos vínculos pueden existir. El empleador puede sujetar al empleado económicamente, por ejemplo, proporcionán-dole alojamiento de propiedad de la empresa o haciendo obligatorio para el empleado comprar bienes de consumo que el empleador ofrece a la venta con los ingresos obte-nidos por los salarios (el llamado sistema de trueque).45 Pero la relación entre el empleador y el empleado no tie-ne por qué ser económica, por ejemplo, si ambos están relacionados o pertenecen a la misma comunidad reli-giosa. Los casos de empresas de vivienda y otras formas similares de sujeción material se pueden encontrar sobre todo, pero no exclusivamente, en las grandes empresas, por ejemplo la United Fruit Company, que albergaba a sus campesinos de las plantaciones en América Central, o la empresa siderúrgica Krupp en Alemania.46 Los lazos extra-económicos son relativamente más comunes en las pequeñas empresas.

43 Evers, Hans-Dieter “Schattenwirtschaft, Subsistenzpro-duktion und informeller Sektor”, en Heinemann Klaus (ed.) Soziologie wirtschaftlichen Handelns, Opladen, Westdeutscher Verlag, 1987, p. 360.44 van Onselen, Charles Studies in the Social and Economic His-tory of the Witwatersrand, 1886-1914, Harlow, Longman, 1982, Vol. 2, New Nineveh, pp. 30-31.45 Sobre el sistema de trueque véase por ejemplo: Hilton, George W. The Truck System Including a History of the British Truck Acts, 1465-1960, Cambridge, 1960.46 Para los casos de empresas de viviendas véanse los siguien-tes estudios: Aggarwal, S. C. Industrial Housing in India, New Delhi, 1952; Graham Tipple, A. “Colonial Housing Policy and the `African Towns´ of the Copperbelt: The Beginnings of Self-Help”, en African Urban Studies, Nº 11, 1981, pp. 65-85; Mel-ling, Joseph “Employers, Industrial Housing and the Evolution of Company Welfare Politics in Britain´s Heavy Industries: West Scotland, 1870-1920”, en International Review of Social History, Nº 26, 1981, pp. 255-301; Honhart, Michael “Company Housing as Urban Planning in Germany, 1870-1940”, en Cen-tral European History, Nº 23, 1990, pp. 3-21; Crinson, Mark “Abadan: Planning and Architecture under the Anglo-Iranian Oil Company”, en Planning Perspectives, Nº 12, 1997, pp. 341-359.

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En tercer lugar, el diagrama cíclico sugiere que un em-pleado tiene un sólo empleador y que él o ella sólo está envuelto/a en una relación laboral a la vez. Este fenóme-no, efectivamente, se produjo con frecuencia y es común entre los artesanos y trabajadores cualificados, pero no es el caso de gran parte de la población mundial que depende del salario, ni en el pasado ni en la actualidad. Las per-sonas con varios trabajos son bastante comunes en Asia, África y América Latina. Lo mismo puede decirse de Eu-ropa en las décadas anteriores al surgimiento del estado del bienestar. Es también el caso de la Rusia contempo-ránea, donde por lo menos alrededor del 15 al 20% de la población ocupada tenía un empleo complementario a mediados de los 1990s.47 Por supuesto, es también perfec-tamente posible que el empleado tenga diferentes tipos de ingresos. André Gunder Frank ha hablado de la “fluidez en las relaciones propietario-trabajador”. Él da el ejemplo de “un trabajador que es al mismo tiempo (i) dueño de su propia tierra y casa, (ii) aparcero en la tierra de otro (a ve-ces por la mitad, a veces durante un tercio de la cosecha), (iii) arrendatario sobre la tierra de terceros, (iv) trabajador asalariado durante la época de la cosecha en una de estas tierras, y (v) comerciante independiente de sus mercan-cías de fabricación casera.”48 La importancia relativa de las diferentes fuentes de ingresos puede cambiar en repe-tidas ocasiones a lo largo del tiempo, como Adam Smith ya sabía.49

En cuarto lugar, el modelo de circulación se centra en la relación entre un empleado y su empleador. Pero es perfectamente posible que los trabajadores estén emplea-dos como un grupo. A veces esto ocurre por medio de un subcontratista quien recluta trabajadores en la zona cir-cundante y, posteriormente, los entrega a un empleador. En la industria textil de Shangai de principios del siglo XX, por ejemplo, estaba el sistema Pao-kung en el cual el subcontratista “alquilaba” niñas a los padres de las aldeas vecinas por tres años y luego las “subalquilaba” a fábricas de algodón británicas y japonesas de la ciudad durante ese período.50 En otro acuerdo, el subcontratista supervisa a

47 Hussey, Stephen “Low Pay, Underemployment and Multiple Occupations: Men´s Work in the Interwar Countryside”, en Ru-ral History, Nº 8, 1997, pp. 217-235; Klopov, Eduard V. “Sec-ondary Employment as a Form of Social and Labor Mobility”, en Sociological Research, Vol. 37, Nº 2, marzo-abril 1998, pp. 64-87.48 Frank, André Gunder Capitalism and Underdevelopment in Latin America: Historical Studies of Chile and Brazil, edición revisada y amplada, New York, Monthly Review Press, 1969, pp. 271-272. [Existe traducción al castellano. N.T.]49 “En los años de abundancia, los sirvientes abandonan frecuen-temente a sus amos, y confían su subsistencia a lo que pueden hacer por su propia cuenta. [...] En los años de escasez, la difi-cultad y la incertidumbre de subsistencia hace que todas estas personas estén deseosas de volver al servicio.” Smith, Adam The Wealth of Nations, London, Everyman´s Library, 1991, p. 74. [Existe traducción al castellano. N.T.]50 Chesneaux, Jean Chinese Labor Movement 1919-1927, Stan-ford, Stanford University Press, 1968, p. 57.

los trabajadores contratados por él y por lo tanto, trabaja para su cliente también. Este fue, por ejemplo, el caso en muchas minas de carbón indias y chinas.51 También podía suceder que un grupo de trabajadores se alquilasen ellos mismos a un empleador sin la mediación de un subcon-tratista, como en el caso de los trabajadores rurales que trabajaban en la parte europea de Rusia en el siglo XIX, quienes se organizaron en artels (“cooperativas”).52

En quinto y último lugar, según el modelo, el ciclo se rompe cuando un trabajador ya no vende su fuerza de tra-bajo y deja de trabajar. Esto sugiere que las huelgas son una forma de acción colectiva que se asocia sobre todo con los trabajadores libres asalariados y también que ésta es la única forma posible de acción. Pero si miramos las formas en que la protesta es expresada y la presión es ejercida por los diferentes grupos de trabajadores subal-ternos (es decir, los esclavos, los trabajadores por cuenta propia, el lumpenproletariado, y los trabajadores “libres” asalariados), estas formas parecen superponerse conside-rablemente. En el pasado, todos los tipos de trabajadores subalternos se declaraban en huelga. Los trabajadores de las minas de plata en Chihuahua, por ejemplo, protestaron ya en 1730 en contra de la finalización de sus contratos de trabajo atrincherándose en las colinas cercanas. “Allí construyeron una improvisada barricada de piedra, des-plegaron una pancarta que proclamaba su resistencia, y juraron arrasar la villa de San Felipe, matar a San Juan y Santa Cruz, y quemar su casa. Durante varias semanas si-guientes, se negaron a ceder su lugar en la montaña, don-de pasaban el tiempo componiendo y cantando canciones de protesta.”53 Los mineros regresaron sólo después de la mediación de un sacerdote enviado por el obispo. Los es-clavos regularmente se declararon también en huelga. En las plantaciones del Caribe británico a principios del siglo XIX, por ejemplo, hubo huelgas parciales. “Las rebelio-nes en Demerara en 1829 y Jamaica en 1831 comenzaron como versiones de huelgas obreras modernas, junto con otros actos de resistencia, pero no con matanzas. Éstas realmente tuvieron lugar sólo cuando la milicia local re-primía con fuerza, asumiendo que se trataba de otro le-vantamiento armado.”54 Por el contrario, los trabajadores

51 Simeon, Dilip The Politics of Labour Under Late Colonial-ism: Workers, Unions and the State in Chota Nagpur, 1928-1939, New Delhi, Manohar, 1995, pp. 25-26; Wright. Tim “‘A Method of Evading Management’ - Contract Labor in Chinese Coal Mines before 1937”, en Comparative Studies in Society and History, Nº 23, 1981, pp. 656-678.52 Mixter, Timothy “The Hiring Market as Workers’ Turf: Mi-grant Agricultural Workers and the Mobilization of Collective Action in the Steppe Grainbelt of European Russia, 1853-1913”, en Kingston-Mann, Esther y Mixter, Timothy (eds.) Peasant Economy, Culture, and Politics of European Russia, 1800-1921, Princeton, Princeton University Press, 1991, pp. 294-340.53 Martin, Cheryl English Governance and Society in Colonial Mexico: Chihuahua in the Eighteenth Century, Stanford, CA, Stanford University Press, 1996, p. 51.54 Schuler, Monica “Akan Slave Rebellions in the British Car-

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libres asalariados utilizaron métodos de acción que co-múnmente se asociaban con otros grupos de trabajadores subalternos, como linchamientos, motines, incendios pre-meditados, y bombardeos.55

4. Hacia nuevos conceptos

Las reflexiones de arriba muestran que los límites en-tre los trabajadores “libres” asalariados y otros tipos de trabajadores subalternos en la sociedad capitalista son vagos y graduales. En primera instancia, hay extensas y complicadas zonas grises llenas de lugares de transición entre los trabajadores libres asalariados y los esclavos, los trabajadores por cuenta propia y el lumpen-proletariado. En segundo lugar, casi todos los trabajadores subalter-nos pertenecen a hogares que combinan varios modos de trabajo.56 En tercer lugar, los trabajadores subalternos también pueden combinar los diferentes modos de traba-jo, tanto sincrónicamente como diacrónicamente. Y, por último, la distinción entre las diferentes tipos de trabaja-dores subalternos no siempre es clara. Las consecuencias son de largo alcance. Al parecer, hay una clase numerosa de personas en el capitalismo, cuya fuerza de trabajo es mercantilizada de diversas maneras. En este contexto, me refiero a esta clase como trabajadores subalternos. Ellos constituyen un grupo muy variado, que incluye esclavos, aparceros, pequeños artesanos y asalariados. Es la diná-mica histórica de esta “multitud” la que debemos tratar de entender.

La primera cuestión que capta nuestra atención es lo que todos estos diferentes trabajadores subalternos tienen en común. ¿Dónde está la línea divisoria, el fundamen-tum divisionis, entre ellos y la otra parte, la de aquellos que tienen más poder? Siguiendo a Cornelius Castoriadis como una primera orientación, podríamos decir que todos los trabajadores subalternos están en un estado de “he-

ribean”, en Savacou, Vol. 1, Nº 1, junio 1970. Reimpreso en: Beckles, Hilary y Shepherd, Verene (eds.) Caribbean Slave Society and Economy: A Student Reader, Kingston y London, 1991, pp. 382-383.55 Rightly, Cloward y Fox Piven remarcan: “[...]algunas formas de protesta están más o menos universalmente disponibles. El incendio provocado, ya sea en los campos del mundo preindus-trial o en las calles del mundo urbanizado, requiere más recur-sos tecnológicos que de organización, y tampoco mucho de lo primero. Los disturbios dependen más de la organización que del número de personas, una cierta proximidad, y algo de comu-nicación. La mayoría de los patrones de asentamiento humano, ya sea un pueblo preindustrial o una metrópolis moderna, ofrece estos requisitos estructurales.” Fox Piven, Frances y Cloward, Richard A. “Collective Protest: A Critique of Resource-Mobili-zation Theory”, en Lyman, Stanford M. (ed.) Social Movements: Critiques, Concepts, Case-Studies, Houndmills, Macmillan, 1995, p. 148.56 Para una argumentación completa véase mi “Introducción” y “Conclusión” en Kok, Jan (ed.), Rebellious Families. House-hold Strategies and Collective Action in the Nineteenth and Twentieth Centuries, Oxford y New York, Berghahn, 2002, pp. 1-23 y 230-242.

teronomía instituida”. Para este filósofo griego-francés, la heteronomía instituida es lo contrario de la autonomía social; esto se manifiesta como “una masa de las condi-ciones de privación y opresión, como una solidificada es-tructura global, material e institucional de la economía, del poder y de ideología, como inducción, mistificación, manipulación y violencia.” La heteronomía instituida ex-presa y sanciona “una división antagónica de la sociedad y, simultáneamente con esto, el poder de una determinada categoría social por sobre el conjunto. [...] De esta mane-ra, la economía capitalista - la producción, distribución, comercialización, etc - es alienante en la medida en que va junto con la división de la sociedad en proletariado y capitalistas.”57 Podemos ser un poco más específicos cuan-do seguimos una indicación de filósofo Gerald Cohen. Él ha sostenido que “la falta de medios de producción no es tan esencial a la condición de proletario, como tradicio-nalmente se mantuvo. Es mejor decir que un proletario debe vender su fuerza de trabajo con el fin de obtener sus medios de vida. Él puede poseer medios de producción, pero no puede utilizarlos para mantenerse y alimentarse y evitar contratarse con un capitalista.”58 Siguiendo a Marx, Cohen entiende la frase “debe vender su fuerza de traba-jo” en este contexto como compulsión económica, pero si queremos incluir también coacción física, estamos cerca de una clara demarcación.

Cada portador de fuerza de trabajo cuya fuerza de tra-bajo es vendida o alquilada a otra persona en virtud de una compulsión económica o no económica pertenece a la clase de trabajadores subalternos, independientemente de que el portador de fuerza de trabajo esté en venta o alquiler e, independientemente de que el portador mismo sea propietario de medios de producción. En cierto sen-tido, esto nos lleva de nuevo al concepto pre-marxista de “clase trabajadora”. Todos los aspectos de esta definición provisional requieren una mayor investigación.59

Otra cuestión se desprende de lo anterior. ¿Cómo pode-mos conceptualizar la diferenciación interna de las clases subalternas? Como es bien sabido, el análisis clásico se centró en el poder en el proceso de producción. Ese proce-so de producción es, por supuesto, caracterizado por una combinación de tres elementos: “la actividad orientada a

57 Castoriadis, Cornelius The Imaginary Institution of Society, Cambridge, Polity Press, 1987, 109. [Existe traducción al castel-lano. N.T.]58 Cohen, G. A. Karl Marx´s Theory of History: A Defence, Ox-ford, Clarendon Press, 1978, p. 72. [Existe traducción al castel-lano. N.T.]59 El concepto de “compulsión económica”, por ejemplo, me-rece un examen más detenido, ya que implica una importante dimensión colectiva. Aun cuando cada individuo proletario pue-de, en teoría, escapar de su destino por medio de la movilidad ascendente, todavía puede haber obligación colectiva y falta de libertad, porque “cada uno [proletario] es libre sólo a condición de que los otros no ejerzan de manera similar su libertad condi-cional.” Cohen, G. A. History, Labour, and Freedom. Themes from Marx, Oxford, Clarendon Press, 1988, p. 263.

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un fin o sea el trabajo mismo, su objeto y sus medios.”60 El producto del trabajo es el cuarto elemento de este análi-sis. En conjunto, estos elementos definen las dimensiones más importantes del análisis clásico que debe mantenerse en un enfoque distinto:

• La relación entre el empleado y su fuerza de traba-jo (¿está el empleado en control de su cuerpo, o lo está el empleador o un tercero?);

• La relación entre el empleado y sus medios de pro-ducción (¿en qué medida el empleado es dueño de sus objetos e instrumentos de trabajo y en qué me-dida son estos objetos e instrumentos de trabajo propiedad del empleador o de un tercero?);

• La relación entre el empleado y el producto de su trabajo (¿en qué medida el producto de su esfuerzo pertenece al empleado y en qué medida pertenece al empleador o a un tercero?).

Las observaciones contenidas en este artículo parecen indicar que, junto a las dimensiones clásicas, otras tres dimensiones son relevantes:

• La relación entre el empleado y los demás miem-bros de su hogar (¿qué tipo de dependencia social y económica existe entre el empleado y los demás miembros del hogar?);

• La relación entre el empleado y su empleador fue-ra del proceso de producción inmediato (¿en qué medida el empleado se vincula al empleador a tra-vés de deudas, vivienda, etc?);

• La relación entre el empleado y otros empleados dentro de la relación laboral (¿qué tipo de depen-dencia social y económica existe entre el emplea-do y sus colegas inmediatos?).61

Estas seis dimensiones nos permiten desarrollar una se-rie de sutiles variaciones con las que podemos describir la posición de clase de un empleado frente a un empleador.62

60 Marx, Karl, El Capital, op. cit., p. 216. Véase también Witt-fogel, August, Karl “Geopolitik, geographischer Materialismus und Marxismus”, en Unter dem Banner des Marxismus, Nº 3, 1929, pp. 506-522, y Balibar, Etienne “Sur les concepts fonda-mentaux du matérialisme historique”, en Althusser, Louis Lire le Capital, Paris, Maspéro, 1968, Vol. II, p. 98. [Existe traducción al castellano. N.T.]61 Naturalmente, las dimensiones pueden superponerse. En el sector de servicio, por ejemplo, los medios de trabajo y el pro-ducto de trabajo pueden ser idénticos y en la subcontratación, el equipo de trabajo puede componerse de miembros del hogar.62 Mirando a los trabajadores subalternos como heterónomos instituidos, podríamos decir que el grado de heteronomía es ma-yor cuando el empleado tiene menos poder sobre (i) su propia capacidad de trabajo, (ii) los medios de trabajo, (iii) el producto del trabajo, (iv ) los otros miembros de su propio hogar, (v) la relación con el empleador fuera del proceso de trabajo inme-diato, y (vi) los posibles compañeros de trabajo en el proceso laboral. En este sentido, las mujeres generalmente tienen menos

Si un empleado combina varios puestos de trabajo, enton-ces tenemos que llevar a cabo varias de estas determina-ciones de clase. Por otra parte, porque por lo general un empleado pertenece a una unidad mayor (hogar), parece aconsejable ampliar el análisis e incluir las posiciones de clase de los demás miembros del hogar. Esto puede dar lugar a interesantes incongruencias si un hogar une di-vergentes posiciones de clase.63 Por último, estos análisis deberían ser, en la medida de lo posible, hechos longitu-dinalmente, porque todos los miembros del hogar pueden cambiar sus “trabajos” en el curso de su vida si es que tienen un cierto grado de libertad.64

Una nueva tipología podría diferenciar aún más las variedades ya distinguidas en la Tabla 1. Podríamos, por ejemplo, distinguir tres tipos de transacciones de venta de fuerza de trabajo en función de si se refieren exclusiva-mente a la fuerza de trabajo, o también a parte de los me-dios de producción o a todos los medios de producción. También debemos tener en cuenta la forma en que el tra-bajo se paga. Immanuel Wallerstein, una vez propuso una tipología rudimentaria, que consta de dos grandes grupos: los que deben renunciar a todo el valor que ellos producen y los que deben renunciar a parte de ese valor. Ambos gru-pos pueden a su vez subdividirse en aquellos que reciben a cambio ya sea nada, o bienes, o dinero o bienes más dinero. De este modo, se puede formar una matriz de ocho categorías, sólo uno de las cuales consta de trabajadores asalariados “típicos”.65 Se podría incorporar esta sugeren-

autonomía que los hombres y la autonomía de los asalariados es más grande que la autonomía de los esclavos, pero más pequeña que la autonomía de los trabajadores autónomos.63 Para una discusión sobre el problema de las familias con composición de clase heterogénea (cross-class families) véase: Graetz, Brian “The Class Location of Families: A Refi ned Clas-sification and Analysis”, en Sociology, Nº 25, 1991, pp. 101-118. Graetz propone un “modelo genérico para la clasificación conjunta de las ubicaciones de clase en las familias”.64 Por razones subjetivas, no todos cambian fácilmente su tipo de relación laboral. Cuando Bakke (científico social de los EE.UU.) vivió en el barrio de clase obrera de Greenwich (Lon-dres) a principios de los años 1930, observó la “falta de voluntad para poner en marcha algún tipo de empresa independiente”. Él explicó esto por “la inhabilidad de aquel que ha nacido y ha sido criado en la tradición de un asalariado para visualizarse como un trabajador independiente, como su propio jefe.” Esta “falta de imaginación” es producto de la socialización laboral del trabajo asalariado: “El trabajo de rutina, la regularidad y la simplicidad de la rutina fuera del horario de trabajo, las pesadas necesidades de la economía de los hogares - todo esto refuerza una disciplina que entrena para la estabilidad como un asalariado, pero no para la independencia y la adaptabilidad y la personalidad necesaria para el éxito en una empresa independiente.” Bakke, E. Wight The Unemployed Man: A Social Study, London, Nisbet and Co., 1935, pp. 126-127.65 Wallerstein, Immanuel “Class Conflict in the Capitalist World-Economy”, en Wallerstein, The Capitalist World-Econo-my, Cambridge y Paris, Cambridge University Press y Editions de la Maison des Sciences de l´Homme, 1979, pp. 289-290. [Ex-

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Globalizando el concepto de clase obrera

cia también.66

Pero de cualquier manera que abordemos esto, varias ad-vertencias me parecen justificadas. En primer lugar, de-bemos resistir la tentación de una “Gran Teoría” vacía de contenido empírico (C. Wright Mills); en cambio, tene-mos que crear tipologías sobre la base de conocimiento empírico detallado. En segundo lugar, no debemos estu-diar los diferentes tipos de trabajadores subalternos por separado, sino considerar las conexiones entre ellos tanto como sea posible. Sidney Mintz, por ejemplo, ha adver-tido que no se definan los términos “esclavo” y “proleta-rio” de forma aislada: “[Estas] dos grandes categorías de trabajadores estaban en realidad íntimamente ligadas por la economía mundial que ha, por así decirlo, dado a luz a ambas, en su forma moderna.” Debemos tener en cuenta esos vínculos, puesto que “un enfoque puramente teórico deja mucho que desear.”67 En tercer lugar, no debemos considerar a los subalternos como individuos aislados, porque, en realidad, deberían ser analizados como seres humanos concretos, que son parte de familias, de sistemas de parentesco, y de otras redes sociales y culturales. Y, por último, no debemos ver a los subalternos únicamente desde el punto de vista del Estado-nación (como en “la clase obrera india”, etc); es mejor analizar el aspecto “na-cional” en su contexto y explicado en sí mismo. Breman y otros nos enfrentan a una amplia y compleja cuestión.

Traducción de Carina Meckievi y Agustín Nieto

iste traducción al castellano. N.T.] El enfoque de Wallerstein, como tal, no es adecuado para nuestro propósito ya que su cat-egoría de “proletario” se reduce a “la más general y, por tanto, la más abstracta determinación de clase -la apropiación de los productos excedentes- y se impone desde fuera a las más diver-sas relaciones sociales. Las clases se definen en relación a los productos del trabajo más que por la relación del uno con el otro en los procesos de producción y reproducción social. Es como si las relaciones de personas con las cosas fuesen más decisivas que las relaciones del uno con el otro”. Tomich, Dale “World of Capital / Worlds of Labor: A Global Perspective”, en John R. Hall (ed.) Reworking Class, Ithaca, NY, Cornell University Press, 1997, p. 290.66 El trabajo de los economistas políticos Robert W. Cox y Jeffrey Harrod también podría resultar estimulante. Véase el artículo programático de Cox, “Approaches to a Futurology of Industrial Relations”, en International Institute of Labour Studies Bulletin, Nº 8, 1971, pp. 139-164, y la elaboración de sus trabajos en dos libros: Cox Production, Power and World Order: Social Forces in the Making of History, New York, Columbia University Press, 1987, y Harrod Power, Production, and the Unprotected Worker, New York, Columbia University Press, 1987.67 Mintz, Sidney W. “Was the Plantation Slave a Proletarian?”, en Review, Vol. 2, Nº 1, verano1978, pp. 97-98.

El concepto de clase obrera*

The Working-Class Concept

Nicolás Iñigo Carrera**

* “El concepto de clase obrera”. To-mado del apartado “Reconceptualis-ing the Working Class”, de la sección “Debate”, de la publicación Labour-Again, editada por el International Institute of Social History. En línea: www.iisg.nl/labouragain/reconceptu-alising.php ** El autor es miembro del Programa de Investigación sobre el Movimien-to de la Sociedad Argentina (PIMSA) e Investigador del CONICET. Tam-bien desarrolla actividades docentes en distintas universidades del país. Ha publicado diversos artículos en reconocidas revistas nacionales e internacionales. Entre sus libros po-demos nombrar La estrategia de la clase obrera, 1936, Buenos Aires, Ediciones Madres de Plaza de Mayo, 2004.

El problema que plantea Marcel van der Linden en su búsqueda de “a new concept of the working class” que supere lo que él considera el “narrow

nineteenthcentury concept of the proletariat we find in Marx” es el del pasaje de las formas con que se presenta la clase obrera en las situaciones concretas a la de-limitación del concepto de clase obrera, o sea el pasaje del concreto representado a la abstracción, para poder recorrer el camino hacia el concreto determinado.1

Afortunadamente, la propuesta evita las rápidas, pero falsas, soluciones (tan corrientes hoy en Argentina) de decir que frente a la complejidad de las situacio-nes concretas a) es imposible hacer cualquier intento de conceptualización o b) inventar tantas clases sociales como situaciones hay, renunciando a la universa-lidad propia de la ciencia.

Aunque planteado en otros términos el problema se vincula directamente con una temática hoy rejuvenecida pero que tuvo auge en América Latina en los ’60, a propósito de la denominada “marginalidad social”2, y que fue declinando hacia los planteos menos teóricos y más técnicos del “trabajo informal” y “trabajo precario”. Lo mismo que entonces, el punto de partida teórico lo constituyen los trabajos de Karl Marx, dado que, en palabras de van der Linden, que comparto, “su análisis es el mejor que tenemos”.

Sin embargo, parece necesario hacer algunas precisiones acerca de ese “con-cepto estrecho de proletariado” que se atribuye a Marx. Porque limitar la defini-ción de clase obrera a este concepto estrecho significa acompañar a Marx sólo un trecho en el recorrido que él hace desde las abstracciones generales hacia lo concreto determinado.

Leyes (tendencias) generales y situaciones concretas

En primer lugar, cuando se hace hincapié en las diferencias entre la “pureza” de la relación propia del capitalismo atribuida a Marx y las múltiples situaciones concretas descriptas históricamente, se deja de lado el hecho de que Marx está

1 Marx, Karl Introducción General a la Crítica de la Economía Política / 1857, Buenos Aires, Pasado y Presente, 1971.2 Véase, entre otros, Nun, José, Murmis, Miguel y Marín, Juan Carlos La marginalidad en América Latina. Informe Preliminar, Documento de Trabajo, Instituto Torcuato Di Tella - Centro de Investigaciones Sociales, Buenos Aires, 1968. Nun, José “Superpoblación relativa, ejército industrial de reserva y masa marginal”, en Revista Latinoamericana de Sociología, Vol. 5, N° 2, Buenos Aires, Julio de 1969. Quijano, Aníbal “Notas sobre el concepto de Marginalidad Social”, mimeo.

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exponiendo las leyes, las tendencias que son propias de la sociedad capitalista3, que como el mismo Marx señaló, aparecen modificadas en mayor o menor grado cuando se analizan situaciones concretas.4 Cuánto se modifica la ley (tendencia) en una situación concreta constituye, justa-mente, un problema central a tratar en toda investigación, pero no invalida la existencia de tendencias propias del régimen capitalista de producción.

Por eso, incluso antes de considerar a las clases sociales, manteniéndonos en el plano de los “vendedores” y “com-pradores” de fuerza de trabajo, hay de hacer notar que el mismo Marx tomaba en consideración las “situaciones intermedias”. Marx no reduce la actividad productiva a la producción sino que incluye la distribución, la circula-ción y el consumo de mercancías y de fuerza de trabajo.5 Hace, por tanto, innumerables referencias a las formas no dinerarias del salario y a la combinación de formas dine-rarias y no dinerarias, a diversas formas de coacción que quitan “libertad” a la compra y venta de fuerza de trabajo: al truck system y “formas de vasallaje” bajo forma dine-raria6, al “peonaje” y al endeudamiento como forma de relación entre capitalistas y obreros; a situaciones en que el obrero no ha sido totalmente desposeído de sus instru-mentos de trabajo, etc. Citar todas las referencias de Marx a estas formas requeriría hacer una lista interminable. Tampoco se le escapaba la distinción entre “portador” y “poseedor” de fuerza de trabajo, ni las combinaciones a que su entrelazamiento da lugar. También plantea Marx la vigencia de la coacción extraeconómica en el capitalismo desarrollado, aunque su existencia no haga a “la ley eco-nómica que preside la sociedad moderna”7, pero sí a situa-ciones concretas8: “Todavía se emplea, de vez en cuando,

3 Marx, Karl El Capital, México, Fondo de Cultura Económica, 1973, Libro 1, Prólogo a la Primera Edición.4 A propósito de la “ley general, absoluta, de la acumulación capitalista”, dice Marx “Una ley que, como todas las demás, se ve modificada en su aplicación por una serie de circunstancias [...]”. Marx, Karl El Capital, México, Fondo de Cultura Econó-mica, 1973, Libro 1, Cap. XXIII, p. 546. Lo mismo, por poner otro ejemplo, cuando en el Libro III trata la ley de tendencia decreciente de la tasa de ganancia, dedica un capítulo (el XIV) a analizar las causas que contrarrestan esa ley.5 Marx, Karl Introducción General a la Crítica…, op. cit.6 Por ejemplo, Marx, Karl El Capital, op. cit., Libro I, Cap. XXI, p. 486.7 Marx, Karl El Capital, op. cit., Prólogo, p. XV.8 Por ejemplo a propósito de la prohibición de emigrar de los obreros maquinistas en los distritos algodoneros ingleses (Marx, Karl El Capital, op. cit., Libro I, Cap. XXI, p. 483) o cuando, por ejemplo en las colonias, “surgen circunstancias que estorban la formación de ejército industrial de reserva, e impiden, por tanto, la supeditación absoluta de la clase obrera” el capital y sus ideólogos “se rebelan contra la ‘sagrada’ ley de la oferta y la demanda y procuran corregirla un poco, acudiendo a la vio-lencia”. Marx, Karl El Capital, op. cit., Libro I, Cap. XXIII, p. 542. Un análisis de la coacción extraeconómica en una situación donde las relaciones capitalistas ya están impuestas y desarrolla-

la violencia directa, extraeconómica, pero sólo en casos excepcionales”.9

Las mujeres y los niños, es decir “todos los individuos de la familia obrera”, son considerados, cuando corres-ponde, trabajadores “bajo la dependencia inmediata del capital”: “los trabajos forzados al servicio del capitalista vinieron a invadir y usurpar, no sólo el lugar reservado a los juegos infantiles, sino también el puesto de trabajo libre dentro de la esfera doméstica”10; también toma en consideración que al utilizar la fuerza de trabajo femenina e infantil “el capital compra seres carentes en todo o en parte de personalidad. Antes el obrero vendía su propia fuerza de trabajo, disponiendo de ella como individuo for-malmente libre. Ahora, vende a su mujer y a su hijo” y “se convierte en esclavista”11, con la consiguiente “depaupe-rización moral” y “degeneración intelectual”.

Pero, como veremos a continuación, incluso mante-niéndonos dentro de la consideración de las tendencias generales, la definición estrecha de proletariado no es la de Marx.

La esfera de la circulación: la relación entre propietarios individuales, es decir, el obrero como “vendedor” de mercancía

En la aplicación de lo que “es, manifiestamente, el mé-todo científico correcto”12, Marx recorrió en El Capital el camino desde las “relaciones generales abstractas deter-minantes” hacia “lo concreto” como “síntesis de múlti-ples determinaciones”.13 La definición “estrecha” (en las palabras de van der Linden), corresponde a un momento de ese camino: el del análisis de la fuerza de trabajo como mercancía, creadora de valor, y del obrero como su posee-dor, “libre” para venderla y “libre” de todo otro vínculo con las condiciones y medios de producción. Pero aquí es-tamos, todavía, tratando de “categorías personificadas”14, del encuentro del capitalista y el obrero en el mercado, como poseedores uno de fuerza de trabajo y otro de dine-ro. Pero no de clases sociales.

Nos mantiene en la esfera de las relaciones establecidas en el mercado, es decir, en la consideración de la fuerza de trabajo como mercancía. Claro que “(...) la cosa cam-bia radicalmente si enfocamos la producción capitalista

das puede verse en Iñigo Carrera, Nicolás “Nuevamente sobre la ‘violencia’ como potencia económica: análisis del papel del Es-tado en el desarrollo de una comunidad chaqueña. 1969-1980”, en Teruel, Ana Fronteras, ciudades y estado, Córdoba, Alción Editora, 2000. También las periódicas referencias periodísticas a la existencia de trabajadores bolivianos sometidos a coacción directa en talleres textiles en Buenos Aires.9 Marx, Karl El Capital, op. cit., Libro I, Cap. XXIV, p. 627.10 Marx, Karl El Capital, op. cit., Libro I, Cap. XIII 3.a, p. 324.11 Marx, Karl El Capital, op. cit., Libro I, Cap. XIII 3.a, p. 325.12 Marx, Karl Introducción General a la Crítica de la Economía Política / 1857, Buenos Aires, Pasado y Presente, 1971.13 Ibidem. 14 Marx, Karl El Capital, op. cit., Libro 1, Cap. IV.

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en el curso ininterrumpido de su renovación y si, en vez de fijarnos en un solo capitalista y en un solo obrero, nos fijamos en la totalidad, en la clase capitalista, de una par-te, y de otra en la clase obrera”.15 Pero esto sería, como lo aclara Marx, “aplicar a la producción de mercancías una pauta totalmente ajena a ella”.16 De manera que si preten-demos llegar a una definición de “clase obrera” no po-demos limitarnos a considerar las relaciones establecidas en el mercado, entre individuos, entre “propietarios” de mercancías. Aquí se ha detenido la definición “estrecha” de clase obrera que se atribuye a Marx.

Los obreros como expropiados de condiciones materiales de existencia

Porque en el capitalismo las leyes de la propiedad in-herentes a la producción de mercancías se trocan en leyes de la apropiación capitalista, que reproducen “el divorcio entre los obreros y la propiedad sobre las condiciones de realización de su trabajo”17. Este divorcio es perpetuado por la misma acumulación capitalista (si observamos a las clases y no historias individuales de ascensos o descensos sociales): la necesidad de reproducir su vida obliga a los obreros a entregar su fuerza de trabajo para obtener sus medios de vida bajo la forma del salario y “el consumo individual vela, de una parte, por su propia conservación y reproducción y, de otra parte, por la destrucción de los medios de vida, para obligarlos a que comparezcan nue-vamente y de una manera constante en el mercado de tra-bajo”.18

Lo mismo ocurre cuando se analiza la reproducción de los obreros: la distinción entre “consumo productivo” (en el proceso de trabajo) y “consumo individual” (reproduc-ción de la vida del obrero) cambia “si en vez de fijarnos en un capitalista y un obrero aislados enfocamos la clase capitalista y la clase obrera en su totalidad; si, en vez de examinar el proceso aislado de producción de una mer-cancía, examinamos el proceso capitalista de producción, en su flujo y en toda su extensión social”19: “el capital de que se desprende [la clase capitalista] a cambio de la fuer-za de trabajo se convierte en medios de vida, cuyo con-sumo sirve para reproducir los músculos, los nervios, los huesos, el cerebro de los obreros actuales y para procrear a los venideros”20 y, por tanto, “el consumo individual del obrero es, pues, un factor de la producción y reproducción del capital”.21

De manera que, si los consideramos como clase, los obreros no sólo no son propietarios sino, por el contrario, son propiedad del capital, personificado en la clase capi-talista, aunque “el cambio constante de patrón y la fictio

15 Marx, Karl El Capital, op. cit., Libro 1, Cap. XXII, p. 494.16 Ibidem.17 Marx, Karl El Capital, op. cit., Libro 1, Cap. XXIV, p. 608.18 Marx, Karl El Capital, op. cit., Libro 1, Cap. XXI, p. 482.19 Marx, Karl El Capital, op. cit., Libro 1, Cap. XIII, p. 381.20 Marx, Karl El Capital, op. cit., Libro 1, Cap. XXI, p. 480.21 Ibidem.

juris del contrato de trabajo mantienen en pie la aparien-cia de su libre personalidad”.22

Y esta situación no se limita a los obreros en activo sino que se extiende también a la superpoblación relativa, “que pertenece al capital de un modo tan absoluto como si se criase y mantuviese a sus expensas”.23

¿Cuál es el lugar de las mujeres y los niños, de la fami-lia obrera? También este aspecto ha sido considerado por Marx: el trabajo doméstico, el trabajo de las mujeres y los niños en la economía doméstica, forma parte de la repro-ducción de la fuerza de trabajo para el capital.24 Y también en este sentido la familia obrera constituye clase obrera.

En síntesis, cuando acotamos nuestra mirada a la acti-vidad productiva, a las relaciones de producción lo que define a los obreros como clase es su posición de no pro-pietarios de sus condiciones materiales de existencia, im-posibilitados de reproducir su vida más que como atributo del capital, sometido a la clase propietaria del capital.

Las condiciones materiales de existencia no son sim-plemente “una cosa”, instrumentos, materias prima, etc. (como muchas veces se entiende “medios de produc-ción”), sino que son las fuerzas productivas de la socie-dad.25 Estas últimas remiten a un modo de producción, de cooperación, un modo de vida, que “depende de las condiciones materiales de su producción”.26

De manera que si salimos de la estrecha esfera de la circulación de mercancías y de la relación entre el capi-talista y el obrero individuales, y pasamos a considerar la reproducción capitalista y la relación entre la clase capi-talista y la clase obrera, encontramos que la ampliación del concepto de “clases subalternas” propuesto por van der Linden parece terminar coincidiendo con el concepto de clase obrera explicitado por Marx: los expropiados de condiciones materiales de existencia que deben vender fuerza de trabajo.27

22 Ídem, p. 482. 23 Marx, Karl El Capital, op. cit., Libro 1, Cap. XXIII, p. 535. 24 “El capitalista puede dejar tranquilamente el cumplimiento de esta condición [la reproducción de la fuerza de trabajo] al instinto de la propia conservación y el instinto de perpetuación de los obreros”. Marx, Karl El Capital, op. cit., Libro I, Cap. XXI, pp. 481-482.25 “Estas condiciones de existencia sólo son, naturalmente, las fuerzas productivas y las formas de relación existentes en cada caso”. Marx, Karl y Engels, Friedrich. “La ideología Alemana”, en Obras Escogidas, Moscú, Progreso, 1974, p. 68.26 “Este modo de producción [...] es ya, más bien, un determi-nado modo de la actividad de estos individuos, un determinado modo de manifestar su vida, un determinado modo de vida de los mismos”. Ídem, p. 16.27 “Every carrier of labour power whose labour power is sold or hired out to another person under economic or non-economic compulsion belongs to the class of subaltern workers, regardless of whether the carrier of labour power is him- or herself selling or hiring it out and, regardless of whether the carrier him - or

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Hay sin embargo, un punto en que ambos conceptos difieren: en la inclusión de los trabajadores “autoemplea-dos” como clase obrera. Los trabajadores sólo pueden estar “autoempleados” si poseen algún tipo de propiedad (instrumentos o condiciones), más allá de su fuerza de trabajo, que les permita reproducir su vida sin entregar su fuerza de trabajo a la clase capitalista. Lo que venden es el producto de su trabajo y por tanto son productores simples de mercancías.28 La propuesta de considerarlos clase obrera no es nueva y ha sido rebatida por Marx y sus continuadores, porque su inclusión en la clase obrera borra la divisoria de la propiedad de las condiciones ma-teriales de existencia.

Esto no significa que estos pequeños propietarios no puedan ser expoliados por otros mecanismos diferentes a la forma salarial (por ejemplo, el monopolio de demanda de las grandes empresas frente a la dispersión de la oferta de sus productos por los campesinos, los impuestos o el crédito y la usura).

Incluso ese conjunto formado por la clase obrera y los pequeños propietarios expoliados por el capital ha sido conceptualizado en el marxismo clásico como “masa tra-bajadora y explotada”29, que, en mi opinión coincidiría con lo que van der Linden denomina “clases subalternas”.

La existencia de diferentes modos de apropiación de valor por el capital y las situaciones de transición (que veremos a continuación) no invalidan las diferencias al interior de esa “masa trabajadora y explotada” ni elimi-nan la especificidad de la base material de intereses de clase diferentes: unos como expropiados (clase obrera) y otros como pequeños propietarios (campesinos, artesa-nos, etc.).

Procesos de proletarización

Claro que, cuando el régimen capitalista domina una sociedad una parte de los que aparecen como trabaja-dores “autoempleados”, no son más que superpoblación relativa(en su modalidad estancada o intermitente), pobla-ción sobrante para las necesidades inmediatas del capital y que forman, potencialmente, parte de la clase obrera.

Esto remite al momento que transita el desarrollo del capitalismo en una sociedad concreta, a los procesos de proletarización de fracciones sociales que van siendo in-corporadas a la clase obrera por la expropiación de sus

herself owns means of production”.28 van der Linden hace una distinción entre “pequeña burgue-sía” (“small commodity producers and distributors”) y “autoem-pleados” (“the self-employed, who own their labour power and means of production and sell their labour products or services”) que, al menos en términos teóricos resulta difícil de sostener: si los autoempleados venden el producto de su trabajo ¿qué son sino productores y vendedores de mercancías? Un caso prototí-pico es el de los campesinos analizado por Marx en El Capital, op. cit., Libro III, Cap. 47.29 Lenin, V. I. El desarrollo del capitalismo en Rusia. Buenos Aires, Ediciones Estudio, 1973.

condiciones materiales de existencia y a los procesos de repulsión de superpoblación relativa. Y también al pro-blema del análisis de las situaciones transicionales, con la comprobación de la existencia de combinaciones de mo-dos productivos no capitalistas (esclavitud, servidumbre) no sólo como consecuencia de su perduración a pesar del desarrollo del capitalismo sino porque también son gene-rados por él. Pero la consideración de las situaciones par-ticulares no puede hacer perder de vista que las relaciones salariales han tendido a imponerse, aunque haya múltiples ejemplos de situaciones intermedias.

Como estos procesos pueden ser de larguísima dura-ción30 y de ninguna manera lineales (el capitalismo puede recrear, generar formas de producción no capitalistas), te-niendo presente que las clases se definen con relación a su posición respecto de la propiedad en la obtención de sus medios de renta31, el análisis de una situación específica permitirá conocer en qué medida la vida de un conjunto humano depende de la entrega de la fuerza de trabajo para la obtención de medios de vida bajo la forma del salario, en qué medida el salario adopta una forma dineraria, en qué lugar del proceso de proletarización se encuentra una determinada fracción social, si existe en la relación un elemento de coacción extraeconómica y en qué medida el régimen capitalista genera superpoblación relativa, que necesita entregar su fuerza de trabajo aunque no lo logre.

Es justamente la tendencia a generar una creciente su-perpoblación relativa una de las bases en que se asienta el crecimiento del lumpenproletariado y el problema de su conceptualización con relación a la clase obrera: una parte de esa superpoblación relativa sólo puede encontrar sus medios de vida en actividades ilegales (caracteriza-das como delictuales) en un contexto en que ramas de la actividad económica capitalista y que mueven enormes masas de dinero hoy se desarrollan fuera de la ley (la más evidente el tráfico de drogas).

Queda el problema de cómo caracterizar las diferencias internas en la clase obrera, es decir como distinguir sus fracciones y capas. Clásicamente se ha delimitado las pri-meras atendiendo a cómo están determinadas por el capi-tal que las explota. Las segundas por las condiciones en que reproducen su vida.

Teniendo presente los procesos de proletarización y de generación de superpoblación relativa y las múltiples ar-ticulaciones que en ellos pueden darse, las seis dimensio-nes que propone Van der Linden pueden ser de utilidad.

El concepto de clase obrera

Pero todavía no hemos llegado a una conceptualización de clase obrera como totalidad histórica. Porque todo lo anterior sólo nos permite conocer el asiento de los inte-reses materiales que se manifiestan en la vida real. Hasta

30 Los ejemplos de trabajo esclavo vendido por el amo a un ter-cero remiten a los siglos XVIII y XIX; en América esas formas han sido desplazadas por el trabajo asalariado. 31 Marx, Karl El Capital, op. cit., Libro III, Cap. LII.

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aquí intentamos conceptualizar “clase obrera” limitándo-nos a considerar las relación establecidas en la actividad productiva, en la reproducción de la vida material. Pero esta limitación nos reduce a considerar a la clase obrera sólo como atributo del capital, como capital viviente.

El mismo Marx ha señalado que esta manera de con-siderar a la clase obrera es incompleta: “esta masa es ya una clase respecto al capital, pero aún no es una clase para sí”32, porque “los diferentes individuos sólo forman una clase en cuanto se ven obligados a sostener una lucha co-mún contra otra clase”33, “en la lucha [...] esta masa se une, se constituye como clase para sí”.34

Por tanto, es en la consideración de los procesos de lu-cha, de enfrentamientos sociales en que podremos encon-trar a la clase obrera como totalidad. Al analizar procesos de enfrentamientos sociales podrá conocerse cuáles de las múltiples relaciones establecidas por los conjuntos de in-dividuos, están en juego en un momento determinado, y, por ende, si se están constituyendo en clase.

Aquí nos adentramos en la consideración de las formas de la rebelión, que no debe tampoco limitarse a la consi-deración de las formas sindicales y parlamentarias sino a considerar todos los medios de lucha que se manifiestan en los procesos históricos.

32 Marx, Karl Miseria de la Filosofía, Buenos Aires, Siglo XXI, 1975, p. 158. 33 Marx, Karl La Ideología Alemana, op. cit., pp. 60-61. 34 Marx, Karl Miseria de la Filosofía, op. cit., p. 158.

NotAs y

comeNtArios

Analía Correa

Laura Ruocco

Victoria Cañete

Bernardo Perrotta

Gonzalo Yurkievich

María Marcela Eraso

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Una experiencia de extensión en Mar del Plata: el puerto, su gente, sus conflictos

An Experience of Extension in Mar del Plata: the Port, its People, its Conflicts

Analía Correa*

El desarrollo de un proyecto extensionista1 posibilitó vincular las tareas de un equipo de trabajo orientado a socializar conocimientos referidos a la historia

de la ciudad-puerto de Mar del Plata y la comunidad educativa marplatense. Mediante la edición de videos, la puesta en escena de una obra de títeres, y la actividad de docentes vinculados al GESMar,2 pudimos comunicar los resulta-dos de investigaciones recientes acerca de la conformación del espacio urbano portuario, desde un enfoque que prioriza el tratamiento del desarrollo histórico de las relaciones sociales existentes entre sujetos involucrados en la producción pesquera y el medio marítimo. En principio, trabajamos en tres instituciones edu-cativas localizadas en el ámbito portuario: Escuela Termas Huincó, Escuela Mu-nicipal N° 10 y ESB Provincial N° 9, así como la vinculación con otros ámbitos organizacionales: ADUM, SUTEBA, Fundación Vida Silvestre, Museo “Cleto Ciocchini”, Departamento de Televisión de la UNMdP. Las ideas que expone-mos a continuación, son el resultado de esas tareas de vinculación entre ámbito científico-académico y comunidad.

Conocimiento histórico, el mar y la gente.

Para construir conocimientos socialmente significativos, procuramos salir del aislamiento del Complejo Universitario y acudimos al mundo de la expresión artística y a las aulas. En nuestros tiempos, ha crecido la visibilidad del puerto marplatense, a través de la circulación de discursos que previenen acerca de los efectos negativos de la depredación de recursos pesqueros y, principalmente, dado el incremento de la protesta social que nació a partir de la precariedad laboral para los trabajadores del sector pesquero. Esta percepción también se registra en las escuelas en las cuales hemos estado trabajando, vinculadas por su ubicación territorial y por el carácter socio-ocupacional de las familias de esas comunidades educativas con lo que sucede en la actividad pesquera.

Los docentes están trabajando en el aula, promoviendo la elaboración de mo-nografías por parte de los estudiantes, exhibiciones de expresión artística, mues-tras de fotografías y otras intervenciones creativas.3 Los estudiantes de ESB fue-

1 Proyecto “El puerto, su gente, sus conflictos: estrategias pedagógicas para el análisis de lo social en Mar del Plata”, UNMdP., 2006.2 Grupo de Estudios Sociales Marítimos “Ricardo G. Perrotta”, Facultad de Humanida-des, UNMdP.3 Estas actividades están a cargo de docentes que integran el equipo de trabajo extensio-nista: Raúl Aimar, de la Escuela Termas Huincó, Verónica Iñurrieta de la Escuela Provin-

* La autora es Profesora en Historia (UNMdP), integrante del Grupo de Estudios Sociales Marítimos (GES-Mar). También es miembro de la Re-vista de Estudios Marítimos y Socia-les. Desarrolla su actividad docente en la carrera de Historia en la Facul-tad de Humanidades de la UNMdP. Investiga procesos de construcción de etnicidad en el espacio social de la frontera pampeano-patagínica duran-te los siglos XVIII y XIX.

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ron los destinatarios y son ellos quienes definen éxitos y fracasos en la comunicación que pretendemos dinamizar y dotar de continuidad. Como suele ocurrir con este tipo de experiencias, nuevas personas se incorporan a la tarea y otras mantienen los vínculos generados hace ya varios años. Ha sido fundamental la inserción del equipo de tra-bajo en el Museo del Puerto “Cleto Ciocchini”, puesto que gran parte de las experiencias investigativas realiza-das, han tenido en esa institución -a través de su acervo documental y de la favorable predisposición de sus inte-grantes- un espacio cultural de pertenencia. Así, el video “Yo también soy porteño”, que presenta imágenes vincu-ladas a la primera etapa de la construcción del puerto, se pudo filmar gracias al aporte de películas y fotografías existentes en el Museo. Por otra parte, el Programa Mari-no de la Fundación Vida Silvestre Argentina (FVSA) ha venido apoyando el proyecto de extensión participando activamente en los encuentros con los grupos de escola-res, aportando sus experiencias en capacitación docente, intercambiando conocimientos referidos al ecosistema marítimo.

Con relación a la explotación de nuestro patrimonio marítimo nacional el problema se complejiza si tenemos en cuenta que la sociedad argentina ha vivido tradicio-nalmente “de espaldas” a su litoral marítimo, convencida de su carácter agroexportador, concebido como destino histórico de la nación. Esto ha dificultado la comprensión de las recurrentes manifestaciones de conflictividad social originadas en comunidades como la marplatense, donde buena parte de la población depende directa o indirecta-mente de la industria pesquera.

Producción de dispositivos didácticos

Recientemente, la ciudad de Mar del Plata ha sido escenario de acciones colectivas de protesta de los tra-bajadores del puerto, generando debates, reclamos y de-nuncias respecto de la situación crítica generada por la inestabilidad laboral y la escasez de recursos pesqueros. En este contexto, el equipo de trabajo se reunió en largas e intensas sesiones de debate para establecer los ejes con-ceptuales y la metodología de trabajo para la elaboración de guiones, edición de videos y puesta en marcha de los talleres. La obra de títeres “El Merlu va de viaje” operó como un dispositivo privilegiado para que los estudian-tes se sientan identificados con las ideas que proponemos trabajar en conjunto. Dos actores y titiriteros, Horacio Hernández y Jorge Rivera Woollands, aportan desde su oficio de artistas y logran que cientos de adolescentes se involucren en una obra que trata acerca de la depredación de los recursos pesqueros. Los códigos del lenguaje de los chicos y los gestos informales de los actores, generan identificación positiva, sentido de pertenencia a una co-munidad, interrogantes y pensamiento crítico acerca de aquellas situaciones que ocurren en el mar y en la ciudad y que no resultan ajenas para los estudiantes. Lejos de la reproducción de discursos conservacionistas o catastrofis-tas, los dispositivos didácticos están pensados para pro-

cial N° 10 y Elida Correa de la Escuela Municipal N° 9.

mover preguntas, para incentivar a realizar indagaciones, y este es el camino que estamos transitando en estos días para evaluar el proyecto.

La serie de videos -Yo también soy porteño, Y el mar era un fábrica, Días de Furia- trata el momento de génesis de una comunidad pesquera y portuaria en Mar del Plata, hasta la situación socio-económica actual. Se presentan imágenes del paisaje marítimo, las transformaciones ocu-rridas en las relaciones de producción, en la tecnología y los diversos sujetos sociales que intervinieron en esos procesos durante el siglo XX y XXI.

El sentido que pretendemos imprimir a nuestro discurso consiste en generar en los estudiantes de ESB inquietudes referidas a la condición de la ciudad en que viven como puerto marítimo. Los estudiantes participaron en la filma-ción de escenas en sus propias escuelas, en la biblioteca del barrio, en las calles del puerto, plasmando en imáge-nes aspectos de la vida cotidiana de los jóvenes que viven en el barrio. A la vez, se plantean los aspectos principa-les del ecosistema marítimo y las potencialidades de un mar epicontinental argentino de más de 4700 Km. y una plataforma submarina de una superficie de 960.000 km2. La formación de una comunidad de pescadores y la cons-trucción de un puerto de ultramar, son procesos históricos que logramos representar a través de diversas imágenes documentales que aportó el Museo “Cleto Ciocchini”.4 Se presentaron aspectos identitarios del viejo “pueblo de pescadores”, la recreación de identidades vinculadas a Italia, la sociabilidad desplegada en aquel espacio, las estrategias de reproducción, la organización familiar, los vínculos entre hombres y mujeres. Se plantean los com-ponentes solidarios y de conflicto que intervinieron en la conformación de la comunidad portuaria, el rol de la elite vinculada a la empresa constructora del puerto y el de los pescadores como sector subalterno. Se aborda la crisis de 1930, con el desarrollo de la industrialización sustitutiva de la conserva de pescado, el impacto de la guerra poten-ciando esa industria y la demanda, coyuntural pero inten-sa en 1943, de aceite de hígado de tiburón. Se explican los factores que incidieron para que en esos años cambiara la polaridad económico-social de la comunidad portuaria, cuando familias de pescadores dejan de tener una posi-ción subalterna para experimentar éxito económico en su actividad productiva, desarrollando trayectorias profesio-nales o empresariales, abandonando muchos de ellos la pesca e incluso al puerto como residencia. La pesca de altura desde los años 1960 potenció esta nueva posición social incorporando nueva población al barrio y a la pro-fesión, ahora sin antecedentes culturales en ella.

Finalmente, el siglo XXI comenzó con la intensifica-ción de los conflictos, generados a partir de la incorpora-ción de los trabajadores al sistema de cooperativas “fal-sas”. Es nuestra intención explicar cómo funcionan estas entidades, identificar las condiciones de precariedad que implica para los trabajadores y sus familias este régimen laboral y reconocer las estrategias de resistencia ante las

4 Gentileza del Director del Museo, Sr. Héctor Becerini.

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Una experiencia de extensión en Mar del Plata: el puerto, su gente, sus conflictos

relaciones salariales impuestas a partir de los ‘90. Aspi-ramos a dar cuenta de los procesos de concentración de capital implementados por empresarios, la eliminación de competidores y la integración vertical de procesos pro-ductivos de captura, procesamiento, distribución y co-mercialización. Un pequeño número de grandes empresas en Mar del Plata cuentan con barcos costeros, fresqueros y congeladores-factoría (embarcaciones en las cuales se captura, procesa y congela el pescado a bordo), manejan instrumental económico clave como es el transporte y el almacenamiento en frío, cuentan con plantas de proce-samiento en Mar del Plata y en la Patagonia y además distribuyen y venden a través de Joint Ventures, (acuerdo comercial de inversión conjunta a largo plazo entre dos o más personas). Explicar estas estrategias orientadas a la maximización de ganancias, exige considerar las formas institucionales capaces de asegurar el éxito de las decisio-nes económicas de los agentes que ocupan posiciones do-minantes en este micro-cosmos. Explicar los mecanismos que inciden en procesos de acumulación y las consecuen-cias de decisiones económicas, en las cuales intervienen agentes que expresan diferentes intereses, es la tarea pe-dagógica que pretendemos concretar. Para eso, contamos con la tarea investigativa de los integrantes del equipo de trabajo responsable de la ejecución del proyecto.

Conclusión

Habitado por familias de aquellos pescadores origina-rios o sus descendientes, el puerto sigue siendo un refe-rente cultural de una ciudad en la cual el territorio se fue organizando de modo tal que la actividad balnearia y la portuaria se excluyeron mutuamente, diferenciación en el espacio urbano que es el resultado de escisiones y conflic-tos que el paso del tiempo no ha borrado.

Conocer la realidad social, identificar los agentes y los intereses para comprender de qué modo se expresan los conflictos y pensar estrategias para generar nuevas formas de relación social, superando profundas desigualdades so-ciales y culturales, apostando a nuevos modos de vincu-lación con el ambiente natural, es el ambicioso propósito de esta experiencia de compromiso social universitario. Asumimos el carácter político de las intervenciones pe-dagógicas y pretendemos aportar a la identificación de los mecanismos de la dominación social en el tiempo y el es-pacio que nos toca vivir y trabajar en la evaluación de los medios y las tácticas para superar los efectos negativos de una sociedad en la cual las decisiones y las acciones de los que aspiran a la obtención de los máximos beneficios a corto plazo amenaza las posibilidades de vida humana en el planeta.

De las obreras de la conserva a las fileteras. Cambios y continuidades del trabajo femenino en la industria del pescado. Mar del Plata 1942-1975

From Female Workers of Canned Fish to Female Fish Filleter. Changes and Continuities of Female Labor in the Fishing Industry. Mar del Plata, 1942-1975

Laura Ruocco*

El objeto de estudio de nuestro proyecto son las obreras del pescado desde una perspectiva de género tanto como de clase social. A modo general nos

interesa distinguir los cambios y continuidades en las condiciones laborales, las formas de organización gremial y las identidades de las obreras de la industria del pescado de Mar del Plata dentro del período 1942-1975. Para abordar esta temática contemplaremos diversas cuestiones para investigar. En principio em-prenderemos un estudio comparativo de las características del trabajo femenino a partir de las modificaciones de la estructura productiva de la rama, desde la preponderancia de la industria de la conserva hasta el predominio de las fábricas de fileteado. De allí que nuestro proyecto comienza con el nombre “de las obre-ras de la conserva a las fileteras”. Por otra parte se nos presenta imprescindible buscar los factores que fomentaron la inserción de las mujeres en la industria del pescado y analizar en qué medida las causas se relacionan con la demanda propia de la economía capitalista o con reivindicaciones de tipo feministas. Des-de una perspectiva gremial indagaremos en torno a la existencia de demandas y protestas de género y el consenso que alcanzaron en el ámbito obrero y sindical e intentaremos aportar nuevos datos sobre la influencia de las trabajadoras en el Sindicato Obrero de la Industria del Pescado (SOIP), así como otras formas de organización formal e informal que las nuclearon. Asimismo nos interesa re-construir las identidades y las percepciones que las obreras del pescado tenían de sí mismas, tanto en el ámbito público como doméstico. Finalmente, sobre las condiciones laborales de la obreras, abarcaremos la incidencia del Estado nacio-nal y provincial, así como del gobierno municipal en la regulación del trabajo femenino y estudiaremos la imagen que las distintas corrientes políticas intervi-nientes en el SOIP tenían sobre la inserción de la mujer en el mundo del trabajo y en la actividad gremial

Las problemáticas de género, entendiendo al mismo como una construcción social que contempla las relaciones establecidas entre los sexos1, nos han permi-tido aproximarnos al estudio de la relación entre las categorías de análisis genero y clase como dos ejes en donde se expresan desigualdades sociales. Algunos au-tores contemplan este abordaje considerando la división sexual del trabajo como una de las dimensiones en donde se expresa con mayor impunidad social la in-

1 Scott, Joan “El género: una categoría útil para el análisis histórica”, en M. Navarro y C. Stimpson (comp.) Sexualidad, género y roles sexuales, Buenos Aires, FCE, 1999.

La autora es alumana avanzada de la carrera de Historia (UNMdP), inte-grante del Grupo de Estudios Socia-les Marítimos (GESMar). También es miembro de la Revista de Estudios Marítimos y Sociales. [email protected]

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equidad de género2. En este sentido consideramos la rela-ción entre género y clase que se establece con el desarrollo del sistema capitalista. Desde sus orígenes el capitalismo incorporó mano de obra femenina e infantil en la produc-ción. A partir de allí se manifiestan dos contradicciones que nos permiten delinear nuestro objeto de estudio. Una de ellas se desarrolla en sentido vertical entre capitalistas y proletariado. Pero a su vez aparece otra contradicción a nivel horizontal (por desarrollarse dentro de la clase obre-ra), que se manifiesta a través de las diferencias de género dentro del ámbito de la producción entre trabajadores y trabajadoras. De manera general, nuestro proyecto con-templa la articulación de ambas contradicciones dentro de la industria del pescado que es la principal de Mar del Plata. De esta manera consideramos una primera hipótesis sobre la condición doblemente subordinada de la mujer obrera, por un lado como clase social oprimida y por otro lado como género marginado dentro de una misma clase social.

En este plan de trabajo nos proponemos abordar la si-tuación particular de las mujeres dentro de la industria del pescado. Desde los orígenes de esta industria en 1919, el peso del trabajo femenino fue predominante. Esta tenden-cia se profundizó principalmente cuando la elaboración de conservas y el salado de anchoíta tuvieron un fuerte impulso al consolidarse como partes del proceso de susti-tución de importaciones en la década del treinta y cuaren-ta3. En este período, las trabajadoras pasaron a conformar entre el 80 y el 85% de la mano de obra fabril4. Nuestro trabajo comprende el período 1942-1975, este corte perió-dico nos indica cambios y continuidades que se desarrolla-ron entre el primer convenio laboral y el último convenio colectivo de trabajo en donde se reflejaron las diferentes reivindicaciones laborales, y dentro de ellas, la incidencia de los reclamos particulares de las obreras de esta indus-tria. Un aspecto de relevancia que indica un cambio den-tro del período abordado es la disminución en el número de mano de obra femenina, siendo que declinó del 80%

2 Ariza, M. y de Oliveira, O. “Inequidades de género y clase. Algunas consideraciones analíticas”, en Nueva Sociedad 164, noviembre/diciembre, 1999.3 La industria del pescado se desarrolló en el marco de la de-manda de los mercados consumidores del producto ictícola que se vieron afectados por las barreras comerciales de la Segun-da Guerra Mundial, en este sentido la exportación del producto marplatense reemplazó a los mercados europeos. Es entonces como la producción de consumo local de las primeras décadas del siglo veinte tuvo un impulso hacia el mercado exterior du-rante la década del treinta y cuarenta.4 Véase Molinari, Irene Género y trabajo: el caso de las traba-jadoras de la industria, los servicios y el comercio en Mar del Plata, 1940-1970, Tesis presentada en el Programa de Posgrado de la Maestría en Historia de UNMdP, Facultad de Humanida-des, 1999, mimeo.

al 40% hacia la década del setenta [censos económicos y censos industriales]. Aquí surge el problema de las causas que originaron esta modificación en la composición. Para contextualizar esta situación se debe tener en cuenta que cuando la industria del pescado se consolidó como una de las principales economías de exportación del mercado ar-gentino, entre la década del sesenta y setenta, se modificó la demanda extranjera y cambió la estructura productiva incorporando un nuevo producto ictícola de exportación: la merluza. Desde allí se desarrolló la trasformación que reemplazó la industria de la conserva por la consolidación de las fábricas de fileteado y harina de pescado5. Esta im-portante modificación en la estructura productiva alteró la composición de la mano de obra y repercutió en el trabajo femenino trasladando nuestro enfoque de las obreras de la conserva a las fileteras, como protagonistas del análisis.

Desde la disciplina de la Abogacía, Mariel Cecilia Mar-tín brindó nuevos aportes sobre la composición de la mano de obra femenina y las actividades desarrolladas en las diferentes estaciones ictícolas de la pesca en las décadas del cuarenta y cincuenta6. En relación a la problemática de género, la autora destaca que la subordinación de la mujer, como obrera del pescado, comienza por la consideración de que su trabajo no era reconocido como calificado por-que el tipo de actividad monótona y minuciosa que ejercía era una condición innata y no el producto de una instruc-ción calificada, a diferencia del trabajo del hombre. De esta manera Martín aborda este aspecto para ejemplificar la exclusión de los derechos laborales de las mujeres. Esta situación también se reflejó a través de la desigualdad de los salarios, por la exclusión en los puestos sindicales de mayor jerarquización y por los abusos y degradaciones permanentes hacia las obreras.

A partir del análisis de las trabajadoras de la industria del vestido y en relación a las desigualdades del salario femenino, Silvina Pascucci busca sus orígenes bajo el concepto de “sueldo complementario” que surge a partir del desarrollo del capitalismo. Esto significa que el salario se considera en función de las necesidades básicas estima-das para cada familia. En este sentido el salario de la mu-jer se considera un complemento del salario del hombre dentro del núcleo familiar y así el trabajo extrafamiliar de la mujer es menos remunerado, menos reconocido y no se puede concebir de manera independiente al trabajo

5 Bertolotti, María “El sector Pesquero Argentino”, en Realidad Económica Nº 65, 1985, pp. 70-95. También Pradas, Eduardo Un acercamiento a la problemática Pesquera Marplatense, Mar del Plata, El Mensajero, 2006.6 Martín, Mariel “El rol de la mujer en la industria conservera del pescado de la ciudad de Mar del Plata de 1940-1950”, en Congreso Nacional de Estudios del Trabajo Nº 47, Buenos Ai-res, ASET, 1994.

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del hombre7. Respecto a las causas que originaron la in-serción de las trabajadoras en las diversas industrias del país, Mirta Lobato explica que la extensión de las fábricas y talleres, durante fines del siglo diecinueve y las prime-ras décadas del siglo veinte, dio el impulso para que las mujeres se incorporen al trabajo asalariado, empujadas no solo por necesidad sino también por deseos inconfe-sables de autonomía8. Traspolando estas inquietudes a la industria del pescado nos surgen nuevos interrogantes: ¿qué diferencias existían entre los salarios femeninos y masculinos considerando la calificación de las actividades que efectuaban en el proceso de trabajo? ¿en qué medida la inserción del trabajo femenino estuvo asociado con la iniciativa de los empresarios de la industria del pescado y/o con las necesidades propias y de su entorno familiar? ¿influyeron en su incorporación al mundo del trabajo las reivindicaciones feministas?

Siguiendo a Lobato, otra dimensión para incorporar en el análisis es la relación entre las diversas políticas del Estado para regular las condiciones laborales del traba-jo femenino (por ejemplo, en relación a la maternidad). En este sentido consideramos importante indagar en tor-no a la articulación entre Estado-empresarios-sindicato-trabajadoras, para profundizar en las modificaciones que se produjeron en el sistema institucional. Siguiendo las sugerencias de Dora Barrancos, indagaremos también sobre las discusiones y propuestas de los legisladores9. Nos enfocaremos principalmente en el ámbito municipal, observando las disposiciones y ordenanzas emanadas del concejo deliberante y de la legislatura provincial.

El reciente trabajo de Mirta Lobato, citado anteriormen-te, expone una exhaustiva reconstrucción de la historia de las trabajadoras en la Argentina entre 1869 y 1960 a partir del estudio de obreras, empleadas, amas de casa, enfer-meras y maestras. En este sentido nuestro trabajo propone aportar al estudio general de las trabajadoras del país, un caso particular en el que no se ha profundizado: el de las obreras de la industria del pescado.

Uno de los pocos trabajos que ha abordado esta temá-tica, aunque tangencialmente, es el de la historiadora Ire-ne Molinari, quien abordó el estudio de la relación en-tre género y trabajo para el caso de las trabajadoras de la industria, el comercio y los servicios en las ciudad de Mar del Plata. En el mismo hace referencia, entre otras cuestiones, a las diferentes prácticas y discursos que las

7 Pascucci, Silvina Costumbres, monjas y anarquistas, Buenos Aires, CEICS-RyR, 2007.8 Lobato, María Historia de las trabajadoras en la Argentina (1869-1960), Buenos Aires, Edhasa, 2007.9 Barrancos, Dora “Reseña sobre el libro de Lobato, M. Historia de las trabajadoras en la Argentina (1869-1960)”, en Revista de Trabajo, Año 3, Nº4, Enero/Noviembre, 2007.

distintas corrientes que dirigieron el Sindicato de Obreros de la Industria del Pescado (SOIP) construyeron sobre el papel de la mujer en el mundo del trabajo. La autora se concentra en la década del cuarenta y el cincuenta, por tal razón nos parece necesario profundizar y extender este abordaje temporalmente.

Asimismo, consideramos relevante conocer las percep-ciones subjetivas de las trabajadoras sobre su condición e identidad y su rol en las luchas gremiales. Los únicos aspectos que se han desarrollado en forma parcial son en relación a la incidencia de las mujeres en la huelga de 1942 que culminó con la creación del primer Sindicato de Obreros de la Industria del Pescado (SOIP), así como las percepciones de las trabajadoras de la conserva en el ámbito público y privado10.

Sobre el desarrollo de la actividad gremial de las obre-ras del pescado tampoco se ha profundizado todavía. Mo-linari hace referencia a la exclusión de las mujeres en los cargos sindicales de mayor jerarquía, pero es poco lo que sabemos sobre su participación en la estructura gremial. De allí se desprenden los siguiente interrogantes ¿se vio reflejado el peso productivo de las obreras en la estructura gremial? ¿las trabajadoras consiguieron un mayor recono-cimiento de sus reivindicaciones de género cuando hubo mujeres integrando la comisión directiva del sindicato?

Por último, resulta ineludible referir al campo de es-tudios sobre el movimiento obrero en Argentina11, pues nuestra investigación dialoga también con la bibliografía que aborda este sujeto, ya que nuestra atención se concen-tra en la mujer en tanto obrera. En este punto convendrá observar las vinculaciones o desvinculaciones entre las corrientes hegemónicas en el plano sindical a nivel na-cional (sindicalistas, peronistas, anarquistas, comunistas, socialistas) con aquellas que fueron predominantes en la escena local.12

En función de los aspectos que todavía no se han pro-fundizado desde la historiografía, incorporamos los si-guientes interrogantes a los cuestionamientos que hemos ido formulando en el desarrollo de estos antecedentes: ¿Por qué la industria del pescado emplea mano de obra femenina? ¿Cuáles fueron los cambios y continuidades en

10 Molinari, Irene Género y trabajo… op. cit.11 Del Campo, Hugo Sindicalismo y peronismo. Los comienzos de un vínculo perdurable, Buenos Aires, CLACSO, 1983; Ja-mes, Daniel Resistencia e integración, Buenos Aires, Sudame-ricana, 1990; Schneider, Alejandro Los compañeros. Trabaja-dores, izquierda y peronismo. 1955-1973, Buenos Aires, Imago Mundi, 2005; entre otros.12 Es importante resaltar la influencia del anarquismo en Mar del Plata, tanto a través de la central sindical local, UOL (Unión Obrera Local) como de la dirección del SOIP durante la década del cuarenta y entre 1955- 1966.

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relación a las condiciones laborales de las mujeres dentro de esta producción en el período 1942-1975? ¿Qué inci-dencia tuvieron las mujeres en la política sindical y cuá-les fueron sus reivindicaciones más importantes? ¿Cuáles eran las tareas específicas de las mujeres dentro del pro-ceso productivo y por qué? ¿Qué percepción tenían las mujeres sobre su rol en la estructura gremial?

Desde la perspectiva metodológica recurriremos a la lectura de fuentes periodísticas tanto partidarias como co-merciales (nacionales y locales) contemporáneas así como a documentación oficial, censos y boletines. Este análisis será abordado contemplando que debemos realizar una lectura “a contrapelo” de las fuentes, con el fin de rescatar un sujeto cuya voz ha sido acallada en los testimonios que recuperamos de nuestro pasado. Para conocer las percep-ciones de las obreras escucharemos sus testimonios por medio de la realización de encuestas y recurriendo a la práctica de historia oral. También abordaremos un estudio comparativo de los convenios colectivos de trabajo de la industria del pescado desde 1945 hasta 1975 para visuli-zar las reivindicaciones laborales de las trabajadoras.

Las políticas públicas hacia el sector pesquero en la República Argentina entre 1977-2007

The Public Policies towards the Fishing Sector in the Argentine Republic between 1977-2007

Victoria Cañete*

El golpe militar que tomo el Estado en 1976 impuso una transformación profunda de la economía Argentina e inicio el proceso de transición hacia

un modelo de acumulación estructurado en torno a la especulación financiera y la producción primario-exportadora, que se conocerá como Neoliberalismo. El terrorismo de estado preparó el terreno social para la aplicación del “ajuste estructural”, que constituyó el eje del capitalismo globalizado para países depen-dientes como la Argentina1. A pesar de la caída del gobierno de facto, la política económica de Martínez de Hoz fue exitosa al lograr condicionar a los gobiernos siguientes a continuar su camino2. De hecho, aunque la aplicación de las políticas neoliberales adoptó un ritmo desigual durante los ’80, la hiperinflación desarti-culó las relaciones sociales e indujo la aceptación de las medidas impulsadas por los órganos internacionales de financiación. Medidas que, durante la década de gobierno menemista, consolidaron la hegemonía neoliberal. En este período el mecanismo para lograr el acatamiento pasivo al ajuste se basó en el espejismo de la paridad cambiaría, que ganó el apoyo de las clases medias, y el espectacular crecimiento de la desocupación, en tanto dispositivo social que actualizaba el miedo y la exclusión como un rasgo persistente de la Argentina post-dictatorial3. Algunos de los resultados de este modelo fueron el retroceso de la producción industrial, el colosal aumento de la deuda externa, la centralización y transnacio-nalización del capital local y la creciente pauperización de distintas fracciones sociales. En 1995, la “crisis del Tequila” representó un quiebre del ciclo capi-talista internacional y, en nuestro país, estuvo acompañado por un incremento de la conflictividad social para la segunda mitad de la década. No obstante, la llegada al gobierno de “La Alianza” no alteró la política económica. Desatándose una gran inestabilidad social, que desembocó en la crisis de diciembre de 2001 y puso de manifiesto la necesidad de formular un nuevo tipo de consenso polí-tico sobre la distribución social de la riqueza. Sin embargo, luego del cierre de

1 Klachko, Paula “Conflictividad social en la Argentina de los ´90: el caso de las locali-dades petroleras de Cutral Có y Plaza Huincul (1996-1997)”, en Leby, Bettina Crisis y conflicto en el capitalismo latinoamericano: lecturas políticas, Buenos Aires, CLACSO, 2002.2 Schvarzer, Jorge La política económica de Martínez de Hoz, Buenos Aires, Hispano-américa, 1986. 3 Anderson, Perry “Balance del neoliberalismo: lecciones para la izquierda”, en Procesos: revista ecuatoriana de historia. N° 11, II semestre, Universidad Andina Simón Bolívar, Ecuador, 1997.

* La autora es Profesora en Historia, integrante del Grupo de Estudios So-ciales Marítimos (GESMar). También es miembro de la Revista de Estudios Marítimos y Sociales. [email protected]

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filas de la clase dirigente durante el gobierno del Duhalde en pos de restablecer la gobernabilidad, los términos de dicho consenso siguen jalonando la vida institucional del país hasta el día de hoy.

La reconversión productiva neoliberal tuvo su correla-to en la pesca. El proceso de deterioro que exhibían los principales caladeros mundiales para la década de 1970, favoreció la creación de las Zonas Económicas Exclusi-vas por parte de los países ribereños, generó una fuerte presión de los países con tradición pesquera para obtener el acceso a nuevos caladeros y amplió la demanda inter-nacional hacia los productos congelados provenientes de otras regiones. En este contexto, la Argentina dejó de ser un país con pesca para convertirse en un país pesquero, al propiciarse desde el Estado la ampliación y diversifica-ción de la flota y un aumento significativo de las capturas. Las medidas adoptadas desde entonces para lograrlo de-finieron algunas de las características que aun perduran en la actividad, como ser la concentración, integración y flexibilización empresarial, la transnacionalización de empresas locales, la orientación productiva hacia la ex-portación de comodities, el aumento continuo de la tasa de explotación de la mano de obra y la sobreexplotación de los recursos marinos.

En 1996 la exportación en dólares de productos pesque-ros aventajó a las carnes rojas. Para entonces, el sistema productivo de pesca con fresqueros y procesamiento en tierra había perdido su preponderancia. Se le había agre-gado una elevada importación de buques congeladores y factoría, con procesado a bordo, mayor capacidad de bodega y que operaba desde otros puertos ubicados en la región patagónica.

La expansión de la actividad pesquera también estuvo acompañada por cambios institucionales como la crea-ción, dentro del ámbito del Ministerio de Economía, de una Secretaria y subsecretaria de incumbencia pesquera. Asimismo, en 1975, el Estado dispuso la creación del Ins-tituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (INIDEP), encomendándole la tarea de asesorar a la au-toridad de aplicación sobre las medidas más recomenda-bles para el manejo sostenible de los recursos marítimos nacionales. Ambas instituciones implicaban la novedosa disposición por parte del Estado Nacional de dirigir la exploración, explotación y conservación de los recursos marítimos nacionales y su gestión quedó, en ese entonces, monopolizada por la Armada Argentina.

Si bien los distintos gobiernos tuvieron un fuerte rol subsidiario en la expansión pesquera argentina, hasta la sanción de la Ley Federal de Pesca, en 1998, no hubo una ley nacional que sirviese de plataforma para fijar un perfil pesquero federal de largo plazo y consensuar las líneas de desarrollo de los distintos sectores y regiones dedicados a esta actividad. El acceso al caladero argentino estaba regido por lo que se conoce como “Sistema Olímpico”. Es decir, que todos los buques con permiso de pesca para operar en aguas nacionales competían por los recursos. Prevalecía así la concepción de que el Estado debía limi-tarse a promover y administrar los medios necesarios para

su explotación.

Por su parte, los objetivos y la organización institucional del INIDEP para el cumplimiento de sus funciones han ido variando en el tiempo. En un principio, las líneas de inves-tigación siguieron una intensión claramente exploratoria. Era necesario conocer las características y la abundancia de las especies que albergaba nuestro territorio marítimo. Un segundo momento, estuvo caracterizado por la orga-nización de proyectos de investigación que involucraban los distintos aspectos de la explotación pesquera en torno a las especies que se habían convertido en los principales recursos de la actividad económica. Finalmente, la tarea principal se ha circunscripto al análisis biológico de la evolución mono-específicas de tales especies, a fin de de-terminar Cuotas Biológicamente Aceptables (CBA) para la explotación de los stocks pesqueros. Este derrotero parece estar relacionado con los distintos proyectos pes-queros albergados, en cada momento, por la correlación de fuerzas al interior de la alianza social que impulsó la estrategia neoliberal. Hacia el final de la dictadura militar, por ejemplo, los sectores económicos pesqueros cada vez más concentrados encontraron en la orientación naciona-lista de la Marina (que relacionaba explotación pesquera con soberanía nacional), un límite para sus intenciones de expandirse formando redes empresariales con el capital internacional. Estas diferencias dieron lugar a un debate en el que se cuestionó la importancia de las actividades del INIDEP. De hecho, una de las medidas adoptadas durante el gobierno radical de Raúl Alfonsín fue disolver el Fondo Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero, que de-ducía el 2% a las exportaciones pesqueras para financiar las actividades de dicho instituto. La pauperización sala-rial y estructural provocada por esta medida generó pro-testas, aun hoy recordadas como emblemáticas, por parte del personal. Durante el gobierno de Carlos Menem, el proceso de “Reforma y modernización del Estado”, tuvo un triple impacto en la capacidad de gestión pesquera del Estado. En primer lugar, profundizó las deficiencias de las estructuras de administración y control, por escasez de inversión y recursos humanos. En segundo lugar, junto con el creciente desempleo, sirvió para disciplinar el tra-bajo de los investigadores del INIDEP, de la mano de una gestión institucional sumamente autoritaria. Y, en tercer lugar, al reorganizar al personal del INIDEP bajo el Siste-ma Nacional de la Administración Pública (SINAPA), lo incorporó a un escalafón que no responde a los objetivos y modalidades del trabajo científico y desalienta la forma-ción académica y la creatividad.

El incremento del esfuerzo pesquero tuvo su impacto sobre el caladero nacional. La caída de la biomasa del principal recurso marítimo del país (Merluccius hubbsi), entre 1997-2001, puso en evidencia la sobrecapitalización del sector, detonó los conflictos intra-empresariales y re-gionales que la expansión había generado y colocó en el centro de la escena la actuación que asumiría el Estado en la gestión de los recursos naturales de propiedad común.

En las últimas décadas, la República Argentina ha sus-cripto un conjunto de acuerdos internacionales a partir de

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los cuales se ha comprometido a conservar la biodiversi-dad marina y a explotar sosteniblemente los recursos pes-queros. Incluso, la actitud de los gobiernos nacionales no ha sido la de ignorar lisa y llanamente las recomendacio-nes científicas sino que no se arbitraron los medios para su correcta aplicación y seguimiento. La integración de las consideraciones ambientales y sociales en la toma de deci-siones de los asuntos económicos de la actividad pesquera cedió su aplicación a los regimenes de libre comercio, a través del Sistema de Cuotas Transferibles. En consecuen-cia, las medidas tendientes a proteger los recursos natura-les fueron siempre paliativas ante la evidencia de colapso y nunca formaron parte de una política integral. Una de las consecuencias de este tipo de gestión consistió en una drástica reducción de la autonomía cognoscitiva que se había mantenido en la producción intelectual y científica de la región. Las controversias en torno a valores e inte-reses, que subyacen a las normas ambientales y que no son traducibles a las reglas de la racionalidad económica, son alejadas de estos niveles y centralizadas en las autori-dades gubernamentales. Esta paradoja se profundiza hoy día, ya que la restricción de las esferas de incumbencia del INIDEP y su aislamiento con respecto a los actores sociales de la pesca presionan por convertir a sus inves-tigadores en tecnócratas del medio ambiente, únicamente autorizados a la reproducción de formulas matemáticas4. Paralelamente, la tercerización de las investigaciones de orientación ecosistémica a través de becarios de otras en-tidades de investigación, permiten a la dirección del INI-DEP no hacerse cargo de sus resultados.

La centralidad otorgada por la Ley Federal de Pesca a la investigación pesquera nacional, para fortalecer el rol estatal en el manejo precautorio, ecosistémico y genera-cionalmente equitativo de los recursos marítimos, parece haber quedado reducida a la recomendación formal de una CBA. De ser así, los resultados de la investigación pesquera nacional tendrían poco que ver con el consenso y la participación social necesarios para el cumplimiento efectivo de las Cuotas Máximas Permisibles que regulan la explotación de los recursos pesqueros. Fortaleciendo sí, un tipo de gestión política lobbista que presiona por apropiarse de los recursos estatales para favorecer sus in-tereses sectoriales.

Desde el 2007, la pesquería más importante del país en-frenta su segunda crisis por disminución del recurso na-tural. Su reiterada sobreexplotación representa un límite físico inherente al actual patrón de explotación. Y pone en evidencia la necesidad de consensuar los contenidos concretos de las políticas englobadas bajo el rótulo de la sostenibilidad, desde una perspectiva de largo plazo que no solo contemple las urgencias y presiones políticas pro-pias de las coyunturas de crisis.

El fracaso de las políticas estatales implementadas en

4 Alegret, Juan “Gobernabilidad, ciencia y pesca: el papel de las ciencias sociales en la gestión de la pesca de bajura”, en Revista Zanaic, N°21, 2002, pp. 13-25.

nombre de la sostenibilidad pesquera durante los últimos diez y la conflictividad creciente en el seno del INIDEP, nos obliga a preguntarnos sobre la relación entablada entre las instancias de decisión de las políticas guberna-mentales, el devenir de las investigaciones pesqueras na-cionales y los sectores socioeconómicos dedicados a esta actividad.

Parece oportuno que desde las Ciencias Sociales se in-tente una sistematización del conocimiento sobre la ex-plotación pesquera de los recursos marítimos nacionales, que revise la relación entre ciencia, sociedad y naturaleza e intente servir a la socialización del poder.

La investigación doctoral encarada está destinada a es-tudiar el rol desempeñado por el Estado en la evolución de la pesca comercial marítima argentina, entre 1977 y 2007, partiendo de tres ejes temáticos. El primero consiste en analizar las políticas gubernamentales que han regulado la explotación de los principales recursos pesqueros. El segundo trata de historiar la evolución del Instituto Nacio-nal de Investigación y Desarrollo Pesquero (INIDEP), los cambios en su relación con las políticas gubernamentales, sus principales líneas de investigación, y sus conflictos intrainstitucionales. Y, por último, estudiar los cambios en las demandas de los principales actores socioeconómi-cos de la pesca para con las políticas públicas de gestión pesquera y la labor del INIDEP. Esperamos que esta pers-pectiva, nos permita analizar el rol jugado por el Estado, pero complejizando su abordaje al considerarlo el garante de la utilización sostenible de los recursos naturales de propiedad común y, a la vez, ámbito de la pugna por defi-nir la hegemonía entre las clases sociales organizadas en fuerzas sociales, en momentos determinados.

El recorte temporal del estudio obedece a diferentes motivos. En primer lugar, la dictadura iniciada en 1976 constituyó un quiebre en la política pesquera nacional y la posterior expansión del sector. En segundo lugar, 1977 es la fecha de creación oficial del INIDEP. Y en tercer lugar, entre 1997 – 2007 se puede fechar la primera y segunda crisis de la pesquería más importante del país por dismi-nución de la disponibilidad –con riesgo de colapso - del recurso natural. Para abordarlo, nos valemos de aquellos enfoques que dan cuenta de fenómenos históricos contem-poráneos, o como algunos han comenzado a denominarla “Historia reciente”5.

El Grupo de Estudios Sociales Marítimos (GESMar) se encuentra desarrollando varias líneas de investigación en torno a la evolución de la pesca comercial marítima en nuestro país. Las mismas han enfocado la temática des-de la expansión de la pesca costera bonaerense; desde la configuración de espacios territoriales portuarios, desde las estrategias productivas y la organización familiar del trabajo de los pescadores costeros, desde la sustitución de importaciones y la expansión de la pesca de altura y, desde la conflictividad socio-laboral. Sin embargo, no han

5 Franco, M. y Levín, F. (comps.) Historia reciente. Perspecti-vas y desafíos para un campo en construcción, Buenos Aires, Paidós, 2007.

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desarrollado aun estudios que se propongan historiar la instancia político-institucional del desarrollo pesquero.

Si ampliamos nuestra mirada hacia diferentes abordajes realizados desde la Historia de Empresas, encontramos trabajos tendientes a estudiar el rol del Estado en tanto empresario6; así como también, aquellos que analizan las relaciones existentes entre estrategias empresariales, ins-tituciones y desarrollo económico7. Por su parte Franco y Lazaro8 nos introducen en el análisis de la relación entre la política y las políticas públicas, en los procesos de re-forma del último cuarto de siglo XX en América Latina. Asimismo, desde el derecho, se han abordado los aspec-tos legales del manejo pesquero9 y los alcances de los principios de sostenibilidad en la legislación pesquera de nuestro país. Paralelamente, los teóricos de la Ecología Política10 han advertido que la degradación ambiental ac-túa como limite material concreto de la lógica económica capitalista. En respuesta, la geopolítica de la globaliza-ción se ha centrado en las falsas virtudes del mercado y en la capacidad empresarial para alcanzar una explotación “conservacionista”, buscando legitimar una estrategia de apropiación que intenta “naturalizar” la mercantilización de la naturaleza. Por el contrario, las controversias entre la racionalidad económica y la racionalidad ambiental en las perspectivas del desarrollo sostenible, implican oponer a la lógica del valor de cambio una racionalidad productiva fundada en el valor de uso. Esta última va mas allá de los principios de la calidad total y la tecnología limpia de la ecoindustria, así como de una calidad de vida fundada en la soberanía del consumidor. La racionalidad ambiental, exige repensar la producción a partir de los potenciales ecológicos de la naturaleza y las significaciones y simbo-lismos asignados a ella por la cultura.

Específicamente, la explotación pesquera de los recur-sos marítimos argentinos podría producir importantes beneficios de largo plazo en términos de generación de

6 Gómez, T. “Cuando la función de empresario y de funcionario público se confunden: el caso del ferrocarril del Oeste en la se-gunda mitad del siglo XIX”, en Cerra, A. (comp.) El desarrollo argentino. Una aproximación comparativa, Buenos Aires, Fun-dación Simón Rodríguez, 2005. Del mismo autor “Empresas, empresarios y poder político. Un estudio de caso sobre el com-portamiento empresario en el origen de la Argentina moderna. (1857-1880)”, ponencia presentada en las VIII Jornadas Interes-cuelas/Departamentos de Historia, Salta, 2001.7 López, A. Empresarios, instituciones y desarrollo económico: el caso argentino. Buenos Aires, CEPAL, 2006.8 Franco, R. y Lazaro, J. (coords.) Política y Políticas Públicas en los proceso de Reforma de América Latina, México, FLAC-SO, 2006.9 Filippo, P. La legislación argentina en materia de ordenamien-to y operaciones pesqueras. Programa Marino. Fundación Vida Silvestre Argentina, 2006.10 Leff, E. “La geopolítica de la biodiversidad y el desarrollo sustentable”, en Conflictos sociales y recursos naturales, Revis-ta OSAL. Año VI, 17, 2005. También Alimonda, H. Ecología Política. Naturaleza, sociedad y utopía, CLACSO, 2002.

riqueza, empleo y provisión de alimentos para el país. Sin embargo, la pesca tiene una serie de complejidades endógenas que condicionan su realización económica11. En primer lugar, se nutre de recursos naturales renova-bles pero finitos y, por lo tanto, agotables. El esfuerzo pesquero no debería superar la capacidad de regeneración de los stocks pesqueros, so pena de generar una crisis por sobrecapitalización. En una situación de sobrepesca, se alcanza el equilibrio bioeconómico entre la tasa de repro-ducción del recurso, los ingresos máximos en captura y los costos totales. Cuando el flujo de ingresos se iguala a los costos de explotación el beneficio se “disipa” entre los participantes de la pesca, generándose una situación económicamente ineficiente12. En segundo lugar, es una actividad con un alto grado de incertidumbre debido a que las capturas no son previsibles y están sujetas al carácter migratorio de algunas especies y a su interdependencia ambiental. Por todo lo antes dicho, es de vital importan-cia el monitoreo científico constante del ecosistema ma-rino y de la disponibilidad de los recursos pesqueros en relación con la biomasa de las especies. En tercer lugar, por tratarse de Recursos de Propiedad Común, la sobre-explotación es inevitable si se deja librada al mercado13. Este impulsa una racionalidad económica individualista, y de corto plazo, que no tiene en cuenta el costo social del deterioro del medio ambiente. La discrepancia entre los intereses privados y la distribución ecológica14 constituye una falla en el mercado que en términos económicos se denomina externalidades15. Gualdoni y Errazti16 sostienen que las externalidades negativas en la actividad pesquera se originan en la ausencia de derechos de propiedad, pri-vada o comunal claramente reglada, y en los altos costos de exclusión (evitar el acceso de otros pescadores o hacer cumplir las reglamentaciones). Como Aguado Franco de-fine,17 los Recursos de Libre Acceso se encuentran en uno

11 Bertolotti, María y otros Principios de política y economía pesquera, Buenos Aires, Editorial Dunken, 2008.12 Gordon, H “The economic theory of common property re-source: the fhisery”, en Journal of Political Economy, Vol. 62, April, 1954, pp. 124-142. 13 Hardin, G. “The Tragedy of Commons”, en Science, N°162, 1968, pp. 1243-1248.14 La distribución ecológica se refiere a la repartición desigual de los costos y potenciales ecológicos. Es decir, externalidades que son inconmensurables con los valores del mercado. Pues comprende los procesos extraeconómicos (ecológicos y políti-cos) que desplazan la racionalidad económica al campo de la ecología política. El conflicto distributivo enfrenta a la econo-mía política las condiciones ecológicas de producción susten-table, así como el conflicto social que emerge de las formas dominantes de apropiación de la naturaleza y la contaminación ambiental.15 Alimonda, H. Los Tormentos de la materia. Aportes para una ecología política latinoamericana, Bs. As., CLACSO, 2006.16 Gualdoni, P. y Errazti, E. Las externalidades en la pesca, Informe Técnico, INIDEP, N° 48/02. 17 Aguado Franco, J. La propiedad de los recursos naturales y

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de los extremos del continuo de los derechos de propiedad por su inexistencia, mientras que en el extremo opuesto fi-gura la propiedad privada. A medio camino queda la Pro-piedad Común, situación en la que el Estado representa la propiedad social y otorga derechos de explotación a un grupo de agentes, según un conjunto de normas encami-nadas a garantizar un uso sostenible de los recursos. En síntesis, en el actual contexto capitalista, si se busca que la pesca comercial marítima sea económica, ecológica y socialmente sostenible, el Estado y la ciencia tienen un importante rol que cumplir.

Para finalizar, Toledo18 afirma que la naturaleza, agre-dida, reacciona transformándose en un actor político. Y, Mayorga19 sugiere que la crisis ambiental abre una discu-sión sobre el cientificismo moderno. Cabe, entonces, des-tacar la complejidad que acompaña al valor adjudicado en nuestro país al conocimiento científico para “limitar” la explotación pesquera a niveles sostenibles. Alegret20 destaca la existencia de un discurso hegemónico que se centra en un enfoque instrumental de la pesca y que sos-tiene una política pesquera orientada a la “gestión” en tér-minos de productividad y eficiencia económica antes que en la eficacia social. En este proceso de tecnocratización de la política pesquera se intenta derivar hacia la ciencia la responsabilidad de dar soluciones a problemas políticos con instrumentos técnicos, quedando los científicos como nexo entre un saber-poder predeterminado por la política, a través de la administración pública. Según Balvé21, la lucha entablada por la distribución de la riqueza social-mente producida es, en parte, resultado de la apropiación de la ciencia por parte del capital. Esta premisa permite reubicar al sistema institucional dedicado a la investiga-ción pesquera como un terreno en disputa, en el que se ha agudizado el enfrentamiento intrainstitucional por la

su conservación, en línea: www.uco.es/grupos/edr/aeea/congre-so/recursos/Jaguado.doc, 2001.18 Toledo, Víctor La paz en Chiapas. Ecología, luchas indígenas y modernidad alternativa, México, Quinto So, 2000.19 Mayorga, E. “Teoría crítica y crítica política en la cuestión ambiental: problemas y perspectivas”, en Alimonda, H. (comp.), op. cit.20 Alegret, Juan “Gobernabilidad, ciencia y pesca…”, op. cit.21 Balvé, Beba Ciencias sociales y sujeto social, CICSO, Serie Análisis/Teoría N°16, 1991.

construcción de dos tipos de sujeto y de relación social. Por un lado, la orientación que circunscribe el profesiona-lismo a la formación de tecnócratas del medio ambiente, altamente especializados, pero con poca incidencia sobre las razones que llevan a los hombres a optar por ciertas prácticas de explotación en detrimento de otras. Antes bien se espera que sean aptos para ocupar la posición de funcionarios dentro de aparatos de carácter burocrático, en función de garantizar la reproducción de las relaciones de poder establecidas. Por otro, la presión de los secto-res que pugnan por encontrar espacios para desarrollar un proceso de construcción de conocimiento en estrecha im-bricación con la sociedad. Son estos espacios donde el in-telectual emerge en tanto personificación de una función social que, sin significar necesariamente la negación de esas relaciones de poder, sí supone su paso por la crítica.

Esperamos que el estudio sistemático de las po-líticas públicas de gestión pesquera nos permita precisar qué relaciones existen entre la actual sobreexplotación de nuestros principales recursos marítimos y la implementa-ción de un tipo de prácticas y de discurso sobre el creci-miento sostenible, que disuelve el origen antropocéntrico del deterioro ambiental. A su vez, la reconstrucción de la historia del INIDEP, pondrá en evidencia los cambios en la definición hegemónica del rol del Estado y la ciencia en el manejo de los recursos marítimos.

Consideramos que si la economía global genera los espacios donde las sinergias negativas de la degradación socio-ambiental hacen manifiestos los límites del creci-miento, es allí donde pueden emerger sinergias positivas de racionalidad ambiental. Los espacios de decisión lo-cales son el locus en el que se asienta un mundo que ha sido trastocado por la globalización. Ante este desafío, las dificultades del ámbito público para desarrollar un aná-lisis sobre su propio desempeño, tornan pertinente este intento por conocer cómo las instituciones se relacionan con el entorno natural, a fin de facilitar herramientas para el aprendizaje social.

Procesos empresariales del sector pesquero argentino orientado a la explotación de la merluza común (Merluccius hubbsi). Expansión productiva y crisis de un recurso de propiedad común

(1985-2001)Managerial Processes of the Argentine Fishing Sector towards the Exploitation of the Common Hake (Merluccius hubbsi).

Productive Expansion and Crisis of a Common Property Resource (1985-2001)

Bernardo Perrota*

El actual proyecto de investigación se plantea como una continuidad y una profundización de la tesis de grado, en la cual habíamos abordado el modelo

pesquero marplatense, principal puerto e industria tradicional de nuestro país, en relación al contexto socioeconómico nacional entre 1976 y 2001. En esta etapa conocida como “Neoliberalismo”, la actividad se consolidó como exportadora y se reestructuró con el ingreso de capitales extranjeros y el desarrollo del polo patagónico en un período de concentración empresarial y de flexibilización la-boral. Mediante un recorte temporal más adecuado a la complejidad del tema, este proyecto se centra en uno de los principales ejes de la reestructuración: en el proceso de transformación empresarial y productiva pesquera, y por ende, en el desarrollo e interrelación de los dos polos productivos en torno a la pesquería de merluza, focalizando nuestro análisis en la expansión del gran sector empresario marplatense en su contexto de desarrollo local, regional y nacional.

Hasta hace unos años el tema de la pesca comercial argentina había sido abor-dado escasamente por la historiografía. Por un lado, fue objeto de investigación de numerosas tesis de carácter monográfico1, y por otro fue tratado por marinos2 desde una perspectiva más general. Pero estos enfoques, con sus diferentes ma-tices, se basaron en una sucesión de hechos y análisis estadísticos y/o redujeron las explicaciones de la problemática pesquera a las disfuncionalidades institucio-nales o a la coyuntura económica. Asimismo, tampoco los estudios de historia económica reflejaron la complejidad de la actividad pesquera, en cuanto a su funcionamiento, estructura y al rol particular del Estado, debido a la propiedad común del mar, cuestión que a su vez, genera una alta competitividad económica y una constante incompatibilidad entre los objetivos a corto plazo de las empre-sas y los macro objetivos perseguidos, a priori, por los agentes de regulación.

En cuanto a la merluza hubbsi vale mencionar que ha sido y es la principal pesquería de nuestro país y la de mayor índice de captura. Dentro del sector, favoreció la expansión de la industria y del mercado interno, y es la que asegura una mayor y mejor rentabilidad y operatividad de la infraestructura. A su vez,

1 Litovsky, Alejandro “La depredación de la merluza en la Argentina. Incentivos políti-cos y conservación de los recursos naturales”, Universidad Torcuato Di Tella, Tesina de licenciatura en Relaciones Internacionales, Mayo de 2000. También Magaria, Edgardo El sector pesquero argentino. Informe general, 2001. UCA, 2001.2 Talamoni, Hugo El desarrollo de la pesca en la República Argentina, Biblioteca del INIDEP, 2004. Y Fermepin, Ricardo y Villemur, Juan 155 años de la pesca en el mar argentino (1821-1976), Buenos Aires, Instituto de publicaciones navales, 2004.

* El autor es Licenciado en Historia, integrante del Grupo de Estudios So-ciales Marítimos (GESMar). También es miembro de la Revista de Estudios Marítimos y Sociales. [email protected]

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Notas y ComentariosBernardo Perrotta

es la especie en que la inserción de capital extranjero ha generado más abroquelamiento con el sistema productivo en tierra en manos de capitales locales y que más se ha co-rrespondido con estrategias empresariales. Al ser la prin-cipal especie objetivo, es capturada por buques de altura tanto fresqueros como congeladores así como también por costeros de menor envergadura, capturándose tanto en la región patagónica como en la bonaerense, cuestiones que provocan y potencian conflictos y pujas por permisos y cuotas entre distintas áreas (Mar del plata y Patagonia), distintos tipos de flotas (fresqueros y congeladores), y en-tre empresas de diferentes orígenes del capital (nacionales y extranjeros).

En 1965 las capturas la especie merluza representaban el 64% del total con 260 mil toneladas,3 llegando en 1990 a las casi 300 mil toneladas. El salto cualitativo se pro-duce en la década del noventa, en 1996 aumentan a mas de 600 mil pero disminuyendo su participación relativa al 48% debido a la incorporación desde finales de la déca-da del ochenta de buques congeladores de empresas tras-nacionales con artes de pesca específicas destinados a la captura de calamar, langostino y merluza negra. En 1997 la especie comienza su etapa crítica y entra en riesgo de colapso. Por lo tanto en el período tratado (1985-2001) la especie pasa de la subexplotación al exceso de capturas.

Para desarrollar nuestra investigación partimos de la consideración de Bertolotti (Bertolotti, 2001) de tres ci-clos definidos de expansión y crisis de la pesca nacional hasta 1981,4 a los cuales le agregábamos un periodo de estancamiento (1982-1989), una nueva crisis y un nuevo periodo de expansión (1989-97) que culmina al finalizar la década con la gran crisis de la industria pesquera y del modelo productivo5. Los tres primeros ciclos estuvieron determinados por la demanda de merluza. El primero (1963-1967) se caracterizó por la demanda interna de la industria harinera y por el desarrollo de la flota de altu-ra, formándose en Mar del Plata la cámara de armado-res (CAABPA). El segundo ciclo (1972-1975) y tercero (1976-1979) estuvieron ya originados por la demanda externa producida por el agotamiento de los caladeros tradicionales. En el segundo se importaron buques fres-queros y en el tercero factorías y congeladores al sur de nuestro país. De esta forma los armadores marplatenses complementaron las capturas con el trabajo masivo en tie-rra y quedaron identificados con el fresco, y las empresas

3 Espoz Espoz, Milcíades Introducción a la pesca argentina, Mar del Plata, Fundación Atlántica, 1985.4 Bertolotti, M; Verazay, G. y Akselman, R “El mar argen-tino y sus recursos pesqueros”, en Flota pesquera argen-tina, evolución período 1960- 1998, Tomo III, INIDEP, 2001.5 Perrotta, Bernardo La pesca comercial marplatense en el con-texto socioeconómico argentino (1976-2001), expansión pro-ductiva, concentración empresarial y crisis de sustentabilidad de un recurso de propiedad común, Tesina de Licenciatura, Fa-cultad de Humanidades, Universidad Nacional de Mar del Plata, 2008.

patagónicas con el congelado, formándose la CAPeCA, la cámara de buques congeladores.

En la década del ochenta, la actividad atraviesa una nueva crisis, producida por la situación económica nacio-nal y las consecuencias de la guerra contra Gran Bretaña, aunque matizada por el impulso de la pesca industrial pa-tagónica y el auge del langostino6. El modelo pesquero patagónico, desde un principio, estaba asociado a un perfil exportador y de empresa integrada y diversificada en el circuito productivo y comercial. En pleno clima de ex-tranjerización, en 1986 se firma el primer acuerdo interna-cional de pesca con la URSS y Bulgaria, y se consolida la formación de empresas conjuntas de capitales nacionales y extranjeros. En Mar del Plata, el proceso provoca la di-visión del empresariado pesquero y finaliza con el colap-so del grupo fresquero y mercadointernista tradicional, en principio apoyado por el “menemismo”.

Con la nueva década, se produce un nuevo impulso de la actividad en un contexto de transformación y consoli-dación de un modelo productivo basado en la valorización financiera. La importación de buques, la flexibilización laboral y la relativa expansión interna comercial benefició y concentró a las principales empresas del sector. Pero, a pesar del proyecto del ministro de economía Domin-go Cavallo, la actividad continuaría como exportadora de commodities y no de productos de alto valor agregado7. En este contexto, con la firma del Acuerdo de Pesca con la Unión Europea en 1994, el grupo más concentrado de la pesca marplatense adhería a la formación de empre-sas conjuntas integrando congeladores a su flota, los cua-les fueron ganando importancia relativa en las capturas anuales. A su vez, este sector se mostraba como el más diversificado en capturas, puertos y comercio, y mantenía inversiones en la región patagónica.

La principal consecuencia del acuerdo fue la viola-ción sistemática de la Captura Máxima Permisible de la merluza común (establecida por el INIDEP con el fin de preservar el recurso). De esta forma en un contexto de crisis mundial y retracción económica interna, a partir de 1997 comienza la mayor crisis pesquera nacional que gira en tres ejes: la sustentabilidad del recurso, los reclamos laborales y las divisiones empresariales. En cuanto a las cámaras, los conflictos políticos eran una constante en el desarrollo de la actividad, no se había establecido una ley de pesca y en 1995 había fracasado, luego de tan sólo tres años, el primer intento de federalización nacional de las mismas. En el contexto de crisis se formula la primer Ley Federal de Pesca y se establecen cuotas de captura, aumentando los conflictos. La división empresarial gira en torno a la cámara de armadores marplatense que re-emplaza en la conducción al grupo congelador que había sido parte de los acuerdos (que forma el Consejo de Em-presarios Pesqueros Argentinos) y aglutina detrás de sí a diferentes gremios y al gobierno municipal, provocando

6 Talamoni, Hugo op. cit.7 Schvarzer, Jorge La industria que supimos conseguir. Buenos Aires, Planeta, 1996.

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Procesos empresariales del sector pesquero argentino orientado a la explotación de la merluza ...

una crisis política que afectó al orden nacional.

Estas breves consideraciones nos llevan hacia la for-mulación de problemas que se corresponden con la rela-ción entre los capitales locales y extranjeros, las nuevas transformaciones productivas, las políticas y estrategias de los grupos locales y la naturaleza del conflicto político desencadenado a partir de 1997. De esta forma el objeti-vo general del presente proyecto es analizar el proceso de apertura, concentración, y diversificación productiva en la actividad pesquera entre 1985 y 2001 en torno al recurso merluza hubbsi y su articulación en el contexto empresarial y político. Sugerimos que los cambios en el modelo productivo pesquero son parte de una estrategia empresarial articulada con el poder político y el capital extranjero, que favorecida por una estructura deficitaria en materia de regulación pesquera produce una crisis de sustentabilidad del recurso generando pujas empresariales y políticas que se corresponden a factores de presión y objetivos a corto plazo.

El trabajo se enmarca dentro de la historia económica con algunas dimensiones de la historia de empresas no concebida simplemente como una rama de aquella, sino también dentro del campo de la historia social. A su vez, esta perspectiva esta complementada con la sociología empresarial y con diferentes estudios políticos, desde la ecología política hasta los análisis sobre el Estado, funda-mentalmente aquellos que hacen hincapié en la relación y función del mismo con respecto a los agentes econó-micos.

Teniendo en cuenta lo mencionado consideramos que no sólo podemos desarrollar desde una perspectiva his-tórica nuevas cuestiones en torno al tema pesquero y a la reconversión productiva nacional, sino también al tri-nomio recursos naturales, empresas y Estado, planteando diferentes puntos de vista en torno a la sustentabilidad de un recurso, a las relaciones sociales de producción y mer-cado, y al ejercicio y administración del poder político.

Crónica de un conflicto anunciado. Un nuevo capítulo en la lucha por la registración laboral en la industria pesquera marplatense, julio-diciembre 2007

Chronicle of an Announced Conflict. A New Chapter in the Struggle for the Labor Registration in the Fishing Industry in Mar del Plata

Gonzalo Yurkievich*

Hace más de una década, en el marco de la desregulación y flexibilización del trabajo a escala nacional, nació en la industria pesquera marplatense una

nueva estrategia por medio de la cual el capital estableció sus relaciones con la fuerza de trabajo. La quiebra masiva de empresas del año 91 había provocado un despido masivo de personal efectivo el cual fue reincorporado a la cadena de generación de plus valor a través de un sistema de apócrifas cooperativas de tra-bajo. En ellas, los empleadores contaron con la posibilidad de desentenderse del personal y de sus derechos toda vez que la mengua en el aprovisionamiento del recurso lo demandara. Eliminada la garantía horaria, la vulnerabilidad del sujeto obrero/obrera aumentó, quedando desvalido en los periodos de parate debido a un recurso ampliamente depredado, situación que determina vedas biológicas recurrentes. Estos cambios estructurales en la forma de regular la utilización de la mano de obra han motivado la generación de reiterados conflictos durante los últimos 15 años.

En este marco y durante casi toda la segunda mitad de 2007, se dio un nuevo capítulo de esta lucha, la cual acabó diluyéndose hacia fin de año.

Vayamos primero al principio de esta historia, recorramos sus etapas y recién entonces, intentemos reflexionar acerca de algunos de los motivos de este nuevo fracaso en el intento obrero de forzar la modificación de las normas que regulan el trabajo asalariado en la industria del pescado de la ciudad de Mar del Plata.

Hacia los primeros días de julio de 2007, un grupo de 8 cooperativas pesque-ras, que faenaban para el grupo Giorno-Valastro, se encontraba sin suficiente materia prima para procesar. Los obreros ya venían trabajando salteado, a veces solo una jornada de cuatro horas por semana, y debían cortar pescado pequeño. Esta situación, generó una tensión que estalló en conflicto el día 16 de julio a las 03:00 hs. cuando trabajadores de la Cooperativa San Julián se negaron a procesar 250 cajones de castañeta de ínfimas dimensiones y condicionaron el corte de 500 cajones de merluza a la entrega de un vale de 100 pesos antes del mediodía. En pocas horas, la retención de tareas se extendió a las 8 cooperativas que trabajaban para Giorno S.A perteneciente al grupo Valastro. A las 11 Hs, el contador Guiller-mo Ferreira, apoderado de la empresa, recibió en su despacho a una delegación de obreros y rechazó el pedido que le hicieron de un salario garantizado de 980 pesos y ni qué hablar de la regularización laboral. Durante toda la tarde se que-maron neumáticos delante de las puertas de la empresa y al anochecer, ante la falta de respuestas, se resolvió en asamblea volver al día siguiente. Durante todo el segundo día los delegados intentaron sin éxito el diálogo con la patronal.

* El autor es Licenciado en Geogra-fía, Becario Doctoral del CONICET, integrante del Grupo de Estudios So-ciales Marítimos (GESMar). También es miembro de la Revista de Estudios Marítimos y Sociales. [email protected]

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Elda Taborda delegada de una de las cooperativas, cua-dro del PC (Partido Comunista) local y referente histórico de las luchas en el puerto, solicitó la intervención del abo-gado de la CTA (Central de Trabajadores Argentinos).

Durante la noche del segundo día ya ardían gomas fren-te a las entradas del puerto. Los focos formaban un trián-gulo que imposibilitaba que el recurso, descargado de los barcos, pudiera llegar a las plantas para ser procesado y que se acumulara pudriéndose dentro del puerto. La situa-ción era tensa y las amenazas de desalojo violento eran constantes, pero allí estaban ellos, los manifestantes, fir-mes, decididos y convencidos de la validez de su relamo:

La registración laboral en el marco del Convenio Co-lectivo de Trabajo 161/75 sin enmiendas ni anexos

Se sucedieron las reuniones conciliatorias pero no se llegó a un acuerdo ya que los empresarios no concurrían o cuando lo hacían se manifestaban en contra de registrar trabajadores bajo ningún concepto. Calamante, titular de la CTA, Mar del Plata, expresaba “Esperaremos hasta el lunes. De no haber alguna respuesta de los empresarios, no descartamos realizar paros generales en la ciudad, cada vez más extensos. Y podemos continuar con un paro más contundente, de mayor envergadura, si el conflicto sigue sin solución”.1 Esto nunca ocurrió.

La tensión siguió durante varios días con constantes amenazas de desalojo. En estos momentos se observó la solidaridad de otros sectores del campo popular mar-platense. Ciudadanos que concurrieron a titulo personal y miembros de diferentes agrupaciones y organizaciones sociales, culturales, políticas y de derechos humanos, “in-filtrados”, a decir de los dirigentes del Sindicato Obrero de la Industria del Pescado (SOIP), de los empresarios y de sus voceros en los medios de comunicación.

Durante esta etapa del conflicto se desarrollaron ma-nifestaciones en contra de los cortes. El día lunes 30 de julio, capitanes de lanchas amarillas y barcos costeros, transportistas y cooperativistas se concentraron a las 8:30 horas para movilizarse hacia la Autovía 2,2 y exigir que se liberen los piquetes. La marcha reunió a cerca de 20 ca-miones y decenas de autos particulares. Hubo un pequeño enfrentamiento con la policía que impidió el corte de ruta promovido por la llamada “Contramarcha”.

El miércoles 1º de agosto, luego de 15 días de cortes y muchas negociaciones, y ante el inminente desalojo vio-lento de los piquetes, se firmó un acuerdo en el cual las partes acordaron constituir una comisión integrada por el SOIP, las entidades empresariales y un delegado de cada cooperativa, para analizar las condiciones laborales de los trabajadores, su dependencia laboral y la registración

1 Revista De Acá, Año 1, Nº 8, agosto de 2007, p. 8.2 La autovía 2 es la principal vía de acceso de la ciudad desde la ciudad de Buenos Aires. Esta arteria resulta vital durante los periodos de afluencia turística, la cual en su mayor parte provie-ne desde la ciudad de Buenos Aires u otros lugares en el norte del país.

laboral, conforme a las leyes y los convenios vigentes. La comisión sesionaría y resolvería en un plazo no mayor a 100 días. También se acordó entregar un sueldo de $800 correspondiente al mes de julio y asegurar de ahí en más un mínimo de $800 para todos aquellos que concurrie-ran a trabajar ante cada convocatoria de la cooperativa y siempre que mantuvieran un ritmo de actividad normal y usual.3 A los trabajadores se les entregó la suma de $800 por única vez durante el mes de julio. Las negociaciones comenzaron en el ministerio de trabajo pero pronto quedó claro, según declaraciones hechas a la prensa por los ma-nifestantes, que los empresarios no estaban dispuestos a registrar en el marco del convenio del 75. Estas reuniones se extendieron durante un mes para luego interrumpirse.

Los dirigentes del sindicato, sin llamado a una reunión de delegados, comenzaron a gestionar un pacto con los empresarios y a diseñar un nuevo convenio “a la baja”: el convenio Pyme. Si bien en éste, los trabajadores apa-recían en relación de dependencia, no disponían de repre-sentación gremial, plus por antigüedad, ni regulación en la forma de pago, además de establecerse una garantía ho-raria de solo 800 pesos y de ser obligados a procesar todos aquellos productos que puedan ser calificados como aptos para el consumo humano al contrario del convenio del 75, que establecía que no existía obligación de procesar merluza inferior a los 35cm, a fin de “preservar nuestra riqueza marina”. Los trabajadores no aceptaron el conve-nio Pyme y esta situación desencadenó el inicio de nueva etapa del conflicto en la cual las tomas y las marchas, es-coltadas por la policía y la infanteria, para forzar el paro, constituyeron el repertorio de los manifestantes.

El día martes 11 de septiembre fileteros, peones y enva-sadores marcharon por la calles del puerto, golpeando las puertas de la fábricas, incitando a los obreros y obreras de otras plantas a sumarse al reclamo. La jornada concluyó con heridos y detenidos y con la toma de la sede del SOIP. Los trabajadores, desde ese momento, se declararon en estado de asamblea permanente.

El día 27 de septiembre hubo una movilización a la municipalidad, adonde los trabajadores esperaban ser re-cibidos por el intendente Daniel Katz para entregarle un petitorio. Éste no los recibió.

El día 29 de septiembre los trabajadores marchaban por las calles del puerto para hacer cumplir el paro, pero la manifestación, que se había detenido ante la cooperativa El Dorado, fue duramente reprimida por infantería y Die-go Argañaraz, de 23 años, resultó herido en el tórax, por disparos efectuados desde el interior de una planta.

3 Acta firmada por los funcionarios Mouilleron y Casas; los re-presentantes patronales Mariano Pérez, Fernando Rivera y Os-car Gerez; y por los trabajadores, con mandato expreso de la asamblea en pleno, Alberto Ygriega, Carlos Caro, María Cris-tina Carpio, Carlos Corvalan, Noel Carvallo y Rogelio Cisne-ros, patrocinados por el abogado de la CTA nacional Horacio Meguira, publicada en revisa De Acá, Año 1, Nº 8, agosto de 2007, p. 9.

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El día 11 de octubre se realizó una marcha que culminó con una fuerte represión policial y la detención de tres obreros quienes fueron golpeados por la policía

Durante todo este periodo del conflicto, la ciudad de Mar del Plata se militarizó, desplazándose a la misma efectivos de distintos grupos especiales de tareas. Se su-cedieron las amenazas a militantes del puerto y de distin-tas organizaciones.

Eleonora Alais, de Hijos, Mar del Plata, relató a Indy-media, Mar del Plata el día 8 de noviembre: “se nos hizo referencia a la Ley Antiterrorista, nos llamaban por nues-tros nombres, sabían quienes éramos, nos decían en par-ticular que nos iban a detener en la fiscalía como mínimo durante 24 horas, y que una vez que estuviéramos allí iban a saber quienes eran ellos”4

La mayoría de los detenidos durante este periodo fueron trasladados a la ciudad de Balcarce con causas caratuladas con motivos diferentes a las causas por las cuales se pro-ducían las detenciones. En muchos casos, se produjeron agresiones físicas y psicológicas en las comisarías.

El día 17 de octubre, un automóvil Volkswagen Gol blanco con vidrios polarizados y sin patente efectuó va-rios disparos contra la sede sindical tomada, hiriendo en una pierna a Franco Juárez.

Cuando llegó el día 100 el único saldo hasta entonces de la lucha era, según rezaba la revista De Acá. “Cien días más de trabajo en negro, 500 obreros despedidos, 2 balea-dos, varios heridos, procesados y detenidos. Militariza-ción de calles y empresas, criminalización de la protesta y ningún trabajador registrado”. 5

El viernes 9 de noviembre, día 101, 200 obreros acom-pañados por las organizaciones sociales, políticas y de derechos humanos se dirigieron hacia la municipalidad custodiados por un amplio cordón policial. Mientras el grueso permanecía en el frente, bajo la lluvia, un grupo de unas 30 personas logró entrar al edificio y llegar has-ta la sala de sesiones del consejo deliberante. Al rato, se asomaron al balcón y saludaron a sus compañeros y com-pañeras que los aclamaron con júbilo. Aquí, los trabajado-res permanecieron todo el día y toda la noche mientras se negociaba con los legisladores y el intendente una salida. Finalmente se firmó un acta, a la cual se le adjuntó un petitorio y se acordó aguardar al día 14 de noviembre, en el cual arribarían a la ciudad, como resultado de las gestiones que realizaría el intendente Daniel Katz, las au-toridades nacionales con competencia en el tema.6

El día 14 se confirmó la versión de que éstos no ven-drían.

4 Indymedia, Mar del Plata, 11 noviembre de 2007.5 Revista De Acá, Año 1, Nº 11 noviembre de 2007, p. 7.6 Acta de apoyo político firmada por los concejales el sábado 10 a la cual se le agrega como anexo un petitorio de los tra-bajadores, ambos publicados en revista De Acá, Año1, Nº 12, diciembre de 2007, p. 5.

El 16 de noviembre Daniel Katz se presentó en el SOIP para comunicar que había realizado las gestiones perti-nentes para que el subsecretario de Pesca Gerardo Nie-to y el ministro de trabajo Carlos Tomada, arribaran a la ciudad pero que no lo harían ese día y que no tenía la certeza de cuando lo harían. Apenas pudo Katz salir del sindicato en una camioneta que lo esperaba y que se alejó raudamente entre cascotazos. Enseguida los manifestantes iniciaron una movilización por el puerto buscando sumar compañeros y se dirigieron al centro de la ciudad. Antes de que llegaran, una ovación festejaba la noticia: un grupo de obreros, que se habían desprendido de la marcha y se habían adelantado para burlar la custodia, había logrado entrar al Ministerio de Trabajo de la Nación. Cuando la marcha llegó, doce personas se encontraban en el balcón del ministerio adonde permanecerían por una semana. Uno de los cánticos que predominaba rezaba: “Adónde están, que no se ven, la CTA y la CGT”

Durante toda esta semana los funcionarios siguieron sin aparecer y se sucedieron marchas pacíficas por el puerto.

El jueves 22 de noviembre, mientras la mayoría se en-contraba cortando la calle de la sede ministerial, solo seis personas realizaban la guardia nocturna en el SOIP. Éstos fueron despertados por la violenta irrupción de unos 100 efectivos del cuerpo de infantería quienes los redujeron y los detuvieron, dejando la casa de los trabajadores de nue-vo en manos de la “burocracia”. La perdida del sindicato resultó un duro golpe y planteó un escenario cada vez más complicado.

Durante ese día 22 de noviembre, los obreros que man-tenían tomado el ministerio de trabajo emprendieron una huelga de hambre. Hubo amenazas de represión y se te-mió por un desalojo violento.

A las nueve de la noche, los diez protagonistas que aún quedaban en el edificio recibieron un fax mediante el cual el Ministro de Trabajo de la Nación, Carlos Tomada, se dirigía a ellos exigiéndoles que desalojaran el ministerio y comprometiéndose a recibirlos el día martes 27 de no-viembre en Buenos Aires.7 El edificio fue desalojado esa noche.

De aquí en más las asambleas se realizaron en la socie-dad de fomento del barrio Cerrito Sur, donde se debían pagar 20 pesos la hora. Estas se hicieron más esporádicas que cuando estaba tomada la sede gremial.

El 26 de noviembre por la noche un nutrido grupo de trabajadores viajó a Buenos Aires. Unos 12 de ellos se reunieron con el ministro Tomada el cual se comprometió a “buscar un mecanismo que permita registrar laboral-mente a los trabajadores, modificando los actuales abusos y distorsiones en el sistema vigente”. En tal sentido se comprometió a “coordinar a todos los organismos invo-lucrados, a fin de contar a la brevedad con una respuesta a implementar en el sector, a cuyo efecto se convocaría además de a la AFIP, a la Dirección General de Rentas, a

7 22/11/07 - 21:09 - Fax Nº 43106315 publicado en revista De Acá, Año1, Nº 12, diciembre de 2007, p. 11.

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la Subsecretaría de actividades pesqueras de la provincia de Buenos Aires y a la Municipalidad de General Puey-rredón”.8 Tomada los convocó a una nueva reunión para el día 13 de diciembre.

Aquel día 13, el tren arribó a Buenos Aires a primera hora. Los trabajadores llegaron al Ministerio de Trabajo de la Nación antes de las 12 horas y no había signos de que la reunión fuera a comenzar a horario. Tomada ni si-quiera estaba en el edificio. Mientras esperaban llegó una columna del Polo Obrero. Más tarde arribó por Leandro N. Alem una nutrida columna de la CCC. Se cortó uno de los carriles de la avenida. La reunión se demoró y fi-nalmente cerca de las 14 hs. comenzaron a pasar los tra-bajadores en grupos de a tres. La reunión no comenzaría hasta cerca de las 15:30 hs. En la misma participaron los trabajadores, las carteras laborales de nación y provincia, la subsecretaría de pesca, el INAES (Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social), el secretario de pro-ducción del municipio de General Pueyrredón, Horacio Tetamanti y la subsecretaría de Actividades Pesqueras bo-naerense. Participaron también el abogado de la CTA, Ju-lio Hikkilo y el titular local Calamante. Cuando éste llegó, se originó una trifulca entre trabajadores que apoyaban la intervención de la CTA y aquellos que comenzaban a opo-nerse, esto hizo evidente una partición hacia dentro del grupo de Trabajadores Autoconvocados del Puerto que llevaban entonces cinco meses en lucha. En la reunión no se lograron avances concretos en la registración de los trabajadores, lo único que se llevaron fue un nuevo com-promiso, del ministro de trabajo, de coordinar acciones conjuntas. Se habló de una registración en el marco del convenio Pyme mejorado. Para esto se llamó a una mesa de trabajo la semana siguiente en Buenos Aires, en la cual participarían los mismos actores pero con la condición de que el número de representantes de los trabajadores se re-duzca a 6.

Esta reunión fue infructuosa y el conflicto fue diluyén-dose poco a poco sin encontrar, una vez más, los trabaja-dores del filet, una solución a su precaria situación labo-ral.

La patronal una vez más resultó victoriosa y pudo seguir contando con una mano de obra flexible, barata y cautiva.

Existieron numerosos elementos que conspiraron con-tra el éxito obrero:

La falta de organización efectiva y concientización plena de los trabajadores acerca de su situación y de la necesidad de luchar por modificar su realidad material in-mediata es sin dudas un limitante en la reproducción del conflicto en el Puerto de Mar del Plata. Una de las causas que motiva esta situación es la desindicalización de los obreros de la rama, ocurrida a principios de los 90’. Al representar el SOIP a sólo una cuarta parte, aproximada-mente, de los asalariados del sector, perdió éste su capa-cidad natural para masificar y extender los conflictos de

8 El Atlántico, Mar del Plata, 27 de noviembre de 2007, p. 3.

la industria pesquera. Por otro lado, la sobre-explotación del caladero y la incorporación de tecnología a su captura generan efectos distorsivos, ya que es cada vez más esca-so el recurso a ser procesado en las plantas locales. Esta situación se traduce en la necesidad de los obreros de con-servar sus puestos de trabajo lo cual reduce sus apetencias de organizarse para luchar por condiciones laborales más justas.

La central sindical CGT estuvo ausente y la CTA, si bien se hizo presente y se manifestó a favor del reclamo, nunca cumplió con sus promesas de extender el conflicto llamando a un paro regional o nacional.

Las elites políticas nacionales están relacionadas con los capitales pesqueros asentados en Mar del Plata y en la Patagonia, situación que complica aun más el margen de negociación obrera, habiendo existido represión y milita-rización de la ciudad durante el conflicto.

Mientras que la toma del sindicato actuó como elemen-to simbólico y aglutinante, coincidiendo los meses de ocupación con los de mayor efervescencia del conflicto, la recuperación de la sede sindical por parte de la dirigen-cia de Salas-Verón marcó un hito en dirección al fracaso de las fuerzas obreras, que desde entonces comenzaron a debilitarse definitivamente.

La pesca sigue fuera del imaginario argentino, esta si-tuación se traduce en la no aprehensión de la significancia del reclamo por parte de la sociedad, tanto nacional como local, quien no vislumbra la importancia de la actividad en términos macroeconómicos y culturales. En un país que da sus espaldas al mar, es sencillo legislar sobre po-líticas pesqueras sin tener por ello a la opinión pública atenta y agitada. La pesca no forma parte del conjunto de fibras sensibles de la nación y los medios masivos, o bien ignoran los hechos conflictivos ocurridos o bien demoni-zan a quienes se manifiestan.

En un país empobrecido, en el cual la mano de obra continúa en una situación precaria, condicionada por el desempleo y desatendida por un estado que legisla a favor de la flexibilidad desde hace ya más de 15 años, la conflic-tividad en el puerto de Mar del plata volvió a encenderse, como casi cada año, cuando la falta estacional de merluza reduce al mínimo las horas de faena de los trabajadores a destajo.

Los conflictos son recurrentes en el puerto local y su solución depende de una decisión política. Ésta sólo lle-gará cuando sean muchos quienes tomen conciencia y se sumen a los reclamos, llegando a generar climas de ines-tabilidad social significativos.

La lucha por la registración lleva más de una década y se recrudecerá en la medida que el recurso y los réditos sean cada vez más escasos y su repartición más desigual. Quienes dirigen deberán estar atentos y generar políticas más equitativas, de otra forma, tiempos negros se darán lugar en la ciudad de Mar del Plata y el Barrio Puerto volverá a ser el epicentro de la tormenta.

Posibles abordajes metodológicos de la geografía portuaria en la ordenación del territorio: el puerto de Mar del Plata

Possible Methodological Approaches to the Port Geography in the Land Management: the Port of Mar del Plata

María Marcela Eraso*

Introducción

La relación Ciudad-Puerto y el impacto de las infraestructuras portuarias sobre los litorales y las ciudades han generado en nuestro país una magra producción académica particularmente desde la integración del enfoque geográfico y de la ordenación territorial. Como antecedentes precursores en la temática se pueden reconocer los trabajos de Luis Domínguez Roca,1 quien ha destinado una espe-cial dedicación al puerto de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Otros trabajos vinculados a los puertos trazan sus objetivos sobre el análisis de los flujos portua-rios, el tráfico de buques y mercaderías, los impactos ambientales en diferentes obras e investigaciones finalizadas o en curso, volcándose hacia aspectos relacio-nados con la geografía económica y del ambiente.

En la búsqueda de un enfoque integrado en torno a la determinación de la inci-dencia real que las obras portuarias tienen sobre la ciudad y los espacios litorales, el objetivo del presente trabajo es definir los posibles abordajes al estudio de la Geografía Portuaria en la Ordenación Territorial, alcanzando su aplicación teórica al puerto de Mar del Plata.

Metodología

Para abordar esta aproximación la metodología del trabajo incluyó un releva-miento bibliográfico y el análisis de trabajos anteriores, la búsqueda de fuentes documentales y archivos fotográficos y cartográficos existentes.

Antecedentes

La construcción de un puerto genera impactos en el medio natural, en el siste-ma urbano-regional y en la ciudad de su emplazamiento. El medio natural se ve interferido por una obra de infraestructura de enormes proporciones generándose procesos de erosión-acumulación, refracción de olas, sedimentación, mortalidad de especies, desaparición de la pradera subacuática, entre otros fenómenos. El sistema urbano regional recibe impactos en general deseados desde la instalación del puerto como resultan los beneficios de los flujos de mercaderías, ideas y per-sonas, aunque existen casos donde el soporte de redes tangibles e intangibles de un sistema urbano-regional-portuario no tiene la capacidad suficiente para absor-ber todas las transformaciones que el emplazamiento del puerto propone.

1 Domínguez Roca, L. J. “Contenedores y turistas: reflexiones sobre la relación entre ciu-dad y puerto a inicios del siglo XXI”, en Geografías, Espacios y Sociedades, Las Palmas de Gran Canaria, 2006, Vol. 1, Nº 1.

* La autora es Profesora y Licenciada en Geografía. Magister en Gestión Ambiental de Desarrollo Urbano. Docente-Investigador de la UNMDP. Es integrante del Grupo de Estudios Sociales Marítimos (GESMar). Tam-bién es miembro de la Revista de Es-tudios Marítimos y Sociales. [email protected]

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Finalmente la ciudad de emplazamiento del puerto su-fre impactos severos en su ordenación territorial, viéndose afectada, su circulación y sus condiciones ambientales, en la transformación de su litoral y en la inaccesibilidad de sus pobladores a sectores de la costa, entre otros. Se apre-cian entonces, aspectos de interés para profundizar en el estudio de modelos de intervención de las infraestructuras portuarias, sobre el entramado urbano y el soporte físico de su emplazamiento. Este constituye el objeto de estudio para el presente trabajo. Expresado el objetivo propuesto, corresponde establecer la escala de estudio que nos pro-ponemos, que es la local y que queda expresada en el em-plazamiento del Puerto Mar del Plata.

Desde el punto de vista funcional y más allá de las uni-dades de gestión que participen en su gobierno, el análisis del presente trabajo no se cierne a las actividades comer-ciales o a las regidas por el Consorcio Portuario Regional Mar del Plata.

El puerto de Mar del Plata formó parte hasta 1989 de la composición de los más de 100 puertos que llegó a po-seer la Administración General de Puertos. S.E. (AGP). Luego de la promulgación de la Ley 23.696 –conocida como de Reforma del Estado- la AGP fue una de las em-presas liquidadas. Un año más tarde, en 1990; el Decreto 2074/90 dispone diferentes acciones entre las cuales para puertos como el de Mar del Plata se dispone que puedan ser transferidos a las provincias respectivas que así lo so-liciten, mediante convenio Nación-Provincia, en un plazo de ciento ochenta (180) días. Esta normativa fue el paso previo a discutir qué modelo de gestión se le otorgaría a Mar del Plata, una vez transferido a la provincia.

En una primera instancia el puerto funcionó bajo el dominio de la Provincia de Buenos Aires con la figura de un Consejo Asesor. Este consejo asesor finalmente a mediados de la década del ’90 decidió crear el Consorcio Portuario Regional Mar del Plata. Este consorcio es una figura oficial no Estatal con participación del Estado pro-vincial de emergencia, autofinanciado y con una mesa de directores que representan diferentes subsectores portua-rios (comerciantes, estibadores, frigoríficos, propietarios de buques, despachantes de aduanas, gremios, municipa-lidades de la zona, etc.).

En este sentido el abordaje de este trabajo abarca a toda función portuaria –actividad marítima que requiere infra-estructura portuaria- que se desarrolla en el Puerto de Mar del Plata. Cabe señalar que este puerto ha sido calificado como multipropósito, en este sentido a la relación histó-rica comercial-industrial-militar desarrollada en él desde su origen, se fueron incorporando otras funciones poste-riormente, como la náutica-deportiva y la de plataforma logística de transporte de contenedores, para finalmente vislumbrarse otras funciones potenciales como es el turis-mo de cruceros.

La concepción de un puerto en el litoral de la “muy galana costa” despertó la imaginación de los primeros hombres blancos que arribaron –por tierra o por mar- a la misma. Hacia 1786 se realizó por pedido del Cabildo

de Buenos Aires, un estudio acerca de la conveniencia de crear un puerto en la zona del Volcán (estribaciones de las serranías de los Padres) dada la distancia que separaba a la capital del Virreinato con el Puerto de San José de la Patagonia. Este estudio fue elaborado por Don Custodio Sá y Farías,2 quien señalaba que

“por esta misma razón, sobre lo que llevo expuesto, me parece importante la conservación del establecimiento del Río Negro, que da la mano al de San José y queda mas próximo a esta capital, así fuera posible formar a lo menos otro [puerto], en la punta este de la Sierra del Vuulcan [Volcán = abra o abertura entre montañas, topó-nimo del área de las Sierras de los Padres/Balcarce], que podría ser el sitio donde los jesuitas habían dado princi-pio a una reducción de indios pampas, llamada nuestra Señora del Pilar, que se abandonó…”3

Posteriormente, la construcción de un puerto en el área desveló el esfuerzo de los pioneros residentes del pueblo de Mar del Plata hacia las postrimerías del Siglo XIX. De este modo el primer intento fue el “puerto” que estuvo ins-talado al pie de la loma norte (Santa Cecilia), justamente al lado del saladero, teniendo un precario muelle en donde se dio origen a las primeras actividades de intercambio marítimo, propias de un puerto. Allí, en Punta Iglesia, se sucedieron los embarques durante varias décadas, conti-nuando la labor de Coelho de Meyrelles, luego el fun-dador de la ciudad Patricio Peralta Ramos desde 1860; posteriormente Pedro Luro a partir de 1878; a su vez los señores Spiro Monterisi y Fermín Benemert en 1896 y 1897; luego Ángel Gardella y Cia., en 1889 y posterior-mente, en 1909, el Lloyd Comercial Mar del Plata. Ese era un puerto muy precario y poco a poco se fue haciendo más fuerte la idea de construir uno nuevo.

Paralelamente en otra locación, hacia 1886 a instancias de los Sres. Fernández, Francesconi y Denicoli se presen-tó un proyecto de Puerto en el Torreón. La concesión fue otorgada por Ley Nacional de fecha 25 de Octubre de ese mismo año. Incluso se abrió una suscripción de acciones para integrar el capital necesario de 1.800.000 pesos, pero al no prosperar el proyecto los planes y estudios fueron donados al Gobierno.

Los muelles de cabotaje construidos hasta 1909, fue-ron los esfuerzos más destacados que se hicieron, para habilitar un puerto en las costas de Mar del Plata. Los primeros trabajos se llevaron a cabo, por iniciativa de los señores Taglioni Hnos., quienes solicitaron y obtuvieron una concesión para construir y explotar un puerto de ul-tramar en la “playa sur de Mar del Plata”. La concesión de Taglioni Hnos. fue declarada caduca el 11 de octubre de 1909, en virtud que los concesionarios fracasaron en su plan de financiación del proyecto, no obstante haber

2 Extraído de Don Custodio Sá y Farías “Segundo informe pre-sentado…sobre el puerto de San José, citado por Pedro de Ange-lis, en Colección de Obras y Documentos relativos a la Historia Antigua y Moderna de los pineros del Río de la Plata. Buenos Aires, s/e,1836.3 Se respeta la gramática original.

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dado comienzo a las obras, arrojando algunas toneladas de piedra al mar en Cabo Corrientes, desde donde arran-caba la escollera sur del ante-puerto, en su proyecto, lugar éste donde primeramente se deseaba construir el puerto. La empresa Taglioni Hnos. desistió de las obras, mediante una indemnización y el Gobierno de la Nación lo acordó por ley nº 6499.

Finalmente el proyecto del puerto definitivo de Mar del Plata, tuvo un emplazamiento que dio la espalda a todas las propuestas del siglo XIX, que sostenían la necesidad de aprovechar el abrigo de la bahía conformada entre la Punta Piedras (Torreón del Monje) y Punta Iglesias, es decir la hoy conocida como bahía Bristol. Dicho emplaza-miento, a vistas del inicio del siglo XX, resultaría incom-patible con el carácter de villa balnearia de la élite porteña que emplazó sus residencias veraniegas en la “balcona-da” natural que ofrecía la Bahía Bristol, esto había ya ge-nerado a finales del Siglo XIX varias reacciones de los residentes estivales y permanentes contra las actividades de pesca realizadas artesanalmente en el sector, sumados así a la incomodidad de los veraneantes a los intereses de los vecinos residentes más encumbrados, se concibe que la construcción de un puerto deberá realizarse fuera del ejido del pueblo.

Este emplazamiento al sur de la ciudad representaba resguardar los intereses de la “gente de buena sociedad” y separarlas de las “gentes pobres del puerto” como se iden-tificó tempranamente a esta conjunción socioeconómica extranjera que comenzaba a establecerse en las orillas del Arroyo del Barco del hoy Barrio Puerto.

El Puerto de Mar del Plata se construiría entonces en el extremo norte de una amplia bahía delimitada al sur por Punta Canteras y al norte por Cabo Corrientes. El 11 de octubre de 1909, el Congreso sanciona la ley nº 6499, autorizando al Poder Ejecutivo de la Nación a contratar la construcción del “Puerto de ultramar de Mar del Pla-ta”, con empresas particulares de reconocida capacidad financiera, mediante un concurso de competencia, mani-festando que “el desarrollo de la producción exportable, impone la necesidad de aumentar el número de puertos de aguas hondas, que permitan la reducción de los fletes con el aumento de tonelaje y calado de los buques entre los cuales, el de Mar del Plata, tiene señalado un puesto de favor respecto al turno de la construcción”.

Por decreto del Poder Ejecutivo del 26 de noviembre de 1910, fue aceptado el pliego de los señores Allard, Dolfus, Sillard y Wiriot, de París, que habían construido el puerto de Montevideo, Uruguay. La iniciación de los trabajos, debió ser demorada por dificultades surgidas en la expro-piación de los terrenos necesarios, pero zanjadas las mis-mas, las obras se iniciaron a mediados de junio de 1911.

Dicho emplazamiento presentaba una serie de ventajas oceánicas, ya que en la latitud de la ciudad de Mar del Pla-ta, la plataforma continental presenta su menor desarrollo, acompañado este fenómeno con las mayores profundida-des que pueden encontrarse cerca de la costa, aunque no todas las ventajas litorales, pues el sector seleccionado

para la construcción del puerto no posee abrigos natura-les (golfos, bahías, puntas) a punto tal que el espacio de abrigo indispensable para concebir cualquier puerto era inexistente en el sector y debió ser creado artificialmente a través de la construcción de dos escolleras de gran ex-tensión.

El emplazamiento del puerto, a 7 kilómetros de la ciu-dad, sin comunicación por vía férrea, obligaba al trans-porte de todos los materiales de construcción, en carros, por caminos en mal estado. En abril de 1912 se recibía y montaba la gran grúa “Titán-Sur” con la que se debía construir la escollera sur, construyéndose un perfil míni-mo de observación. En diciembre de 1912, se inició la fabricación de bloques artificiales, los que comenzaron a colocarse en obra, en febrero de 1913, continuándose la construcción de la escollera normalmente hasta agosto de 1914, fecha en que, a causa de la primera guerra mundial, los trabajos sufrieron una paralización casi completa, re-anudándose a principios de 1915. Se construyeron ade-más dos espigones, de la escollera Sur, que encierran una superficie de agua de 3 hectáreas, destinada a puerto de pescadores, conocido hoy como el sector de las lanchitas amarillas. Paralelamente se comenzó el arraigamiento de la escollera Norte en agosto de 1912, con la preparación de una plataforma para el montaje de la grúa “Titán-Nor-te” y en abril del año siguiente, se dio principio a la obra, continuándose los trabajos sin interrupción, hasta agosto de 1914, fecha en que se suspendieron.

En la dársena de pescadores, se construyó un muelle de mampostería y bloques, de 70 metros de longitud, funda-do a –5 metros y se hizo la construcción del talud Norte, en una extensión de 200 metros, con un revestimiento de piedra a juntas tomadas y provisto de escaleras y anillos de amarre. Se ejecutaron además, terraplenes generales empleando 450.000 metros cúbicos de tierra, procedente de la descubierta en las canteras donde sacaban las pie-dras.

La hipótesis que se esboza en este punto del análisis es que la construcción del puerto de Mar del Plata ha sido el principal elemento disparador de la transformación natu-ral y funcional del litoral marplatense en la última cen-turia.

La geografía portuaria en la ordenación del territorio: puerto Mar del Plata

Los litorales constituyen los territorios que soportan mayor presión desde lo demográfico, desde las activi-dades económicas y desde lo ambiental. La accebilidad tierra-mar-tierra está condicionada por el soporte físico natural de los mismos tanto en la tierra como en el mar. Entre los numerosos artefactos construidos en los litora-les, los puertos son las obras de infraestructura por exce-lencia, aunque su planificación ha estado más bien regida por los principios ingenieriles propios del Siglo XIX y principios del XX, que por los lineamientos de la orde-nación territorial, enfoque desarrollado hacia la segunda mitad del siglo XX. De esta manera en el emplazamiento de los principales puertos del mundo se ha ignorado los

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principios de la Ordenación Territorial que hubiera estado más atenta a los efectos que la infraestructura portuaria pudiera producir y de los enlaces e interrelaciones de los diferentes elementos (infraestructura, flujos y accesibili-dad) sobre el territorio.

Esta falta de relación mutua entre la Planificación Por-tuaria y la Ordenación Territorial fue característica hasta ya avanzada la 2da. Mitad del siglo XX pues al parecer con los grandes cambios en el tránsito naviero, el aumen-to en los volúmenes de carga, el tamaño de los buques, la especialización, la automatización y la reciente contei-nerización, se hizo imprescindible planificar o remodelar los puertos bajo las premisas de la Ordenación Territo-rial. Esta relación resultaría relativamente fructífera en el diseño de nuevas terminales portuarias, pero sumamente conflictiva en aquellas consolidadas durante décadas en el entramado urbano, donde la falta de espacio y la obso-lescencia de las construcciones, enquistada desde varias décadas, hace de cualquier intento de reordenación terri-torial una tarea ciclópea.

Siguiendo a Barragán Muñoz cuando expresa que “las obras portuarias presentan una serie de características que deben ser tenidas muy en cuenta por la Planificación Terri-torial” es posible trasladar las mismas al análisis del Puer-to de Mar del Plata. Se indica así que las infraestructuras portuarias, “prescindiendo del tamaño suelen estar bien definidas espacialmente” no siendo frecuente que generen procesos expansivos rápidos.4 En este orden de cosas el Puerto de Mar del Plata, desde su plano de construcción, daría una idea acabada de la magnitud e importancia ex-cepcional de este puerto de “aguas hondas” y del emporio comercial en que se iba a constituir una vez terminado y cuando convergieran en él, las líneas férreas proyecta-das. El monto de las obras contratadas con el gobierno argentino alcanzaba un total de doce millones de pesos moneda nacional oro sellado y comprendía las siguientes construcciones:

• Dos escolleras (rompeolas) de abrigo que partiendo de la costa llegan hasta las profundidades de unos once metros bajo cero (-11 m) y forman una rada abrigada en la que se establecerán las instalaciones del puerto.

• Dragado del antepuesto y de las dársenas de ultramar a treinta pies (-9.15 m) y de la dársena de cabotaje de veinte pies (-6.05 m).

• Construcción de los muelles de ultramar con un desa-rrollo de 2234 m.

• Construcción de los muelles de cabotaje con un desa-rrollo de 700 m.

• Revestimiento de taludes.

• Dos muelles para embarcaciones pescadoras.

• Terraplenamientos a (+5 m.)de los terrenos ganados al

4 Barragán Muñoz, J. M. “Las infraestructuras portuarias en la ordenación, planificación y gestión del espacio litoral”, en Bole-tín de la A.G.E. Nº 19, 1994, pp. 5-16.

mar.

• Construcción de hangares y depósitos.

• Edificios para aduana, suprefectura y servicio del puerto.

• Pabellones para W:C: y mingitorios.

• Usina eléctrica para luz y fuerza motriz.

• Usina frigorífica e instalación para preparación del pescado.

• Instalación de grúas de pórtico y de pared, flotantes, cabrestantes, básculas y correas transportadoras de ce-reales.

• Vías férreas para el servicio del puerto.

• Pavimentación con adoquines.

• Servicios sanitarios y provisión de agua potable.

• Alumbrado, faros y balizas.

Como puede verse en lo expresado en el proyecto origi-nal, se habían tomado todas las previsiones para la cons-trucción de un puerto de aguas profundas, capaz de recibir a los buques del mayor calado de entonces, tanto de pa-sajeros como de transporte, y se habían tomado disposi-ciones particulares para hacer de él un puerto cerealero, pero también se había tenido en cuenta, con gran visión de futuro, la expansión de la industria pesquera y hasta su elaboración posterior del producto de la pesca en el mismo puerto.

Otra característica que señala en su clasificación el es-pecialista español es que las obras portuarias “tienen una enorme capacidad estructurante”.5 En este sentido el di-seño del Puerto de Mar del Plata ha llevado a la confor-mación de estructuras fijas (arterias, vías férreas, accesi-bilidad y circulación, usos de suelo industrial, central de producción eléctrica, etc.) que fueron diseñadas en prin-cipio para ordenar la funcionalidad del mismo y que, con el paso del tiempo, algunas de ellas muestran marcados signos de obsolescencia. Continuando con el análisis de los aspectos que se le adjudica a las obras portuarias pue-de señalarse que ellas “se derivan en forma directa hasta casi todos los subsistemas territoriales”.6 Entre estos as-pectos se considera los efectos sobre lo físico-ambiental, lo económico-productivo y lo urbano-relacional. Estos aspectos serán desarrollados en el próximo apartado para el puerto de Mar del Plata.

Las obras portuarias a su vez se destacan por su tras-cendencia en la economía del país, destacándose entre las funciones más destacadas el comercio y la industria. Esta afirmación puede resultar dudosa cuando se trata de aplicar a un puerto multipropósito como lo es el de Mar del Plata, pero si se intenta analizar de cuál de todas las funciones podría prescindir el puerto marplatense entre sus numerosas funciones (comercial, industrial, granele-

5 Ibídem.6 Ibídem.

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ro, militar, posta de inflamables, investigación, náutico-deportivo y potencialmente turismo de cruceros) queda claro que la única función que no puede desaparecer, pues le da sustento y vida es la comercial.

Finalmente pueden indicarse que para las obras portua-rias, “el desarrollo de sus funciones dependen en gran me-dida de circunstancias ajenas al propio puerto”7 aspecto recurrente en la estación portuaria marplatense, ya que si bien en la faz administrativa funciona como un Consor-cio de Gestión, muchos de los organismos e instituciones públicas y privadas ubicadas en el área portuaria marpla-tense tienen sus sedes centrales, directorios, comandos o gerencias en Capital Federal. Por ejemplo, entre las ins-tituciones públicas, se destacan los organismos de defen-sa apostados en el puerto (Prefectura Naval Argentina y Armada Argentina) tienen sus comandos superiores en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Una Ley Nacional de septiembre de 1926, dio origen a la Base Naval de nuestra ciudad. En febrero de 1928 se inauguraron en el Puerto y las obras en la dársena naval. En aquella oportunidad, fondearon frente a Mar del Plata el crucero Buenos Aires y el aviso Golondrina. En 1933 llegaron los primeros sub-marinos. Siguiendo en la órbita pública, pero en el caso de instituciones dedicadas a la investigación se destaca el INIDEP (Instituto de Investigación y Desarrollo Pesquero) depende de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos del Ministerio de Economía y Producción de la Nación. En el ámbito privado, de los cuatro clubes náu-ticos apostados en la marina del puerto, dos de ellos –el Centro Naval y el Yacht Club Argentino) tienen sus sedes principales en Buenos Aires donde residen los presiden-tes. En marzo de 1925 se constituyó el “Club Náutico Mar del Plata”, siendo su primer presidente Eduardo Peralta Ramos. En diciembre de ese año, el Ministerio de Obras Públicas de la Nación le otorgó un espacio para los botes, construyendo un galpón en el interior del Puerto.

Como queda señalado en los párrafos precedentes, ade-más del conjunto de intereses que conviven en el puerto marplatense, algunos de los cuales son contrapuestos en-tre sí, muchos de los mismos se localizan muy lejos del puerto propiamente dicho.

Posibles abordajes metodológicos en el estudio del puerto de Mar del Plata

Entre los posibles abordajes metodológicos que permite la Geografía Portuaria a la luz de la Ordenación Territorial es posible asumir dos dimensiones complementarias:

a) analizar el puerto como unidad en sí y

b) analizar el puerto en el marco de los subsistemas te-rritoriales.

A su vez, en esta línea de pensamiento podemos abor-dar las siguientes categorías de análisis:

• Análisis de la clasificación funcional.

• Aspectos morfológicos-estructurales

7 Ibídem.

• Delimitación funcional-administrativa

El puerto marplatense -como se indicó más arriba- es un puerto multipropósito, que reúne una gran cantidad de funciones complementarias y competitivas entre sí, algu-nas tradicionales desde sus primeros años de funciona-miento, otras incipientes y otras potenciales no desarro-lladas aún.

En los aspectos morfológicos del Puerto de Mar del Pla-ta se deben analizar los resultados de la integración formal y funcional del puerto, ya que se condicionan mutuamen-te. Para comprender esta relación es necesario analizar la cartografía histórica y actual a fin de poder analizar la planta y el perfil del espacio litoral donde fue emplaza-do el puerto. A partir de estas fuentes de información se puede determinar cómo fueron ocupados los espacios, el relleno de terrenos y los espacios ganados al mar. El aná-lisis de esta planimetría permite analizar la conformación de las Zonas de servicios y la Zona Marítima Operativa. Los estudios de los perfiles litorales tienen una destacada importancia en relación al acceso de los buques a puerto y sobre todo en el análisis de los procesos litorales. Un puerto como el de Mar del Plata que requirió desde su misma concepción un dragado constante sumado al porte de los buques genera un impacto indirecto en la dinámica litoral.

En los puertos pueden diferenciarse espacios funcio-nal-administrativos en la interfaz mar-tierra, entre las que pueden identificarse:

• Zona Marítima de Acceso, Refugio y Fondeo (con ne-cesidad de algún abrigo pero sobre todo de calado)

• Zona Marítima Operativa (dársenas interiores comple-tamente abrigadas para facilitar el amarre y operacio-nes portuarias)

• Zonas Terrestre o Zona de Servicios (muelles, arterias, almacenes navales, áreas industriales, plataformas lo-gísticas)

Por otra parte si se busca analizar el puerto en el marco de los subsistemas territoriales, será necesario involucrar en el mismo la relación del puerto con el subsistema fí-sico-ambiental, el subsistema económico-productivo y el subsistema urbano-relacional. Los efectos de la construc-ción del puerto Mar del Plata sobre los subsistemas indi-cados son contundentes.

Entre los efectos más controversiales se encuentra el generado en el subsistema físico-ambiental. El litoral bo-naerense presenta una corriente de deriva en sentido sur-norte que es la encargada de proveer de arena a las playas del Sudeste bonaerense. Todas las obras que el hombre construye en sentido oblicuo o perpendicular a la costa, como escolleras de cemento o piedra, generan acumula-ción de arena sobre el norte de la obra de infraestructura.

Por su parte el efecto sobre la hidrodinámica marina hace que las costas ubicadas al norte de las obras vean especialmente socavadas sus litorales. De este modo el emplazamiento y diseño del Puerto de Mar del Plata ge-

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neró desde sus inicios consecuencias sobre el litoral mar-platense. La Bahía de Punta Mogotes ubicada al sur del puerto marplatense hasta punta Canteras vio aumentado su aporte de arenas, mientras que las playas al norte del puerto han sufrido la pérdida del aporte correspondiente.

Asimismo la construcción del puerto marplatense de-mandó la explotación a cielo abierto de las canteras adya-centes, generando erosión de los relieves. Las canteras de arenisca ortocuarcítica estaban ubicadas sobre el mismo puerto. Los frentes de atraque se extendían en más de un kilómetro y fueron explotados intensivamente alcanzando a producir hasta 2500 toneladas de piedra diariamente. La perforación de los barrenos se efectuaba mecánicamente al aire comprimido y la destrucción de la cantera con ex-plosivos químicos.

Al analizar los efectos de la construcción del puerto en el subsistema económico-productivo, la primera referen-cia que surge es la producción de su hinterland (terres-tre-producción primaria e industrial) y la de su foreland (acuático-pesca) y el peso relativo del puerto Mar del Pla-ta en la economía del sudeste bonaerense.

Como señala José Mateo,8 …a principios del siglo XX, se conjugaron en Mar del Plata, por razones ajenas a la pesca, varios elementos que la promovían indirectamente: el ferrocarril, un puerto de excelencia, una demanda local estacional pero importante y el asentamiento de una comunidad de pescadores única –hasta nuestros días– en el país. Mar del Plata se encaminaba a ser la terminal pesquera que hegemonizaría la pesca comercial en Argentina por mu-chos años, pero por entonces no era la principal fuente de abastecimiento de pescado del país.

La llegada del ferrocarril tuvo en sus inicios dos pers-pectivas de desarrollo económico muy importantes, la primera de ellas el transporte de pasajeros hacia la villa balnearia y la segunda constituirse en salida de los pro-ductos de la campaña hacia la estación portuaria local que se estaba gestando. Sin embargo muy pronto el ferrocarril jugaría en contra del puerto, desarrollando una actividad competitiva y no complementaría como debería haberse producido.9

La presencia del ferrocarril Sur en las costas bonaeren-ses destruyó todo intento de montar industrias locales, aún cuando el hinterland del puerto Mar del Plata indicaba riqueza suficiente como para la exportación de abundantes mercaderías provenientes de la agricultura, la ganadería, la minería y la pesca, al punto de mantener ramales total-mente improductivos en la región, entre los que podemos destacar el que llegaba a Mar del Plata.

Ya hacia 1890 el Ferrocarril del Sud alcanzaba Bahía Blanca por el ramal de Azul, proyectando hacia el Puerto de Ingeniero White -un muelle de acero- mercaderías de esta región y, a su vez, por el ramal Tandil y Tres Arroyos

8 Mateo, J. “Gringos que montaban olas”, en Nexos, Nº 15, Mar del Plata, UNMdP, 2002, pp. 21 a 26.9 Scalabrini Ortíz, R. Historia de los Ferrocarriles Argentinos, Buenos Aires, Ed. Plus Ultra, 1995, 10º edición.

comenzó a drenar la rica zona de las sierras. El Ferrocarril comenzó a competir a través de la tarifa, resultando su potencial superior al del propio Estado que no pudo, no supo o no quiso gestionar a favor del puerto y abogar por la complementariedad de ambos modos de transporte, en la búsqueda de un desarrollo regional mas allá de la expo-liación de los recursos naturales.

Cuando, en 1889, don Ángel Gardella estableció una lí-nea de navegación al sur de la provincia para operar desde el muelle existente en área céntrica, el ferrocarril rebaja las tarifas en competencia desleal hasta que la sofoca. En 1929 –ya con el puerto nuevo en su emplazamiento ac-tual- el director de Puertos y Canales declaraba que “el ferrocarril Sur que atiende la provincia de Buenos Aires, ha desviado toda la producción hacia los puertos de Bahía Blanca y Buenos Aires”, no recibiendo carga de dicha em-presa, ni el puerto de Mar del Plata que había costado 27 millones de pesos, ni el de Necochea que costó 14 millo-nes. Lo poco que esos puertos han recibido fue conducido por carros.

El ferrocarril ingles tenía carga de ida, con los artículos manufacturados que el interior necesita y carga de vuel-ta con los productos primarios generados en la campaña. Esta situación comenzará a distorsionar tempranamente la idea de hinterland de la estación portuaria marplaten-se, perdiéndose las potenciales cargas de la región del sudeste bonaerense y desviándose hacia Buenos Aires y Bahía Blanca, a través de salidas alternativas ferroviarias y viales.

En la relación puerto-subsistema urbano relacional se generan otros efectos de microescala sobre la arquitectura urbano-portuaria entre los que se distinguen a) los “efec-tos barreras” que se producen cuando el puerto dificulta o impide el acceso al mar, también, b) los “efectos corredor” que se producen cuando el puerto obliga a un determinado trazado de ejes viarios urbanos y finalmente c) los “efecto pantalla” cuando el puerto impide el disfrute visual o la contemplación del mar.10

Ejemplos de los tres tipos de efectos que dificultan o en-torpecen la relación puerto-subsistema urbano relacional pueden identificarse en la Ciudad-Puerto Mar del Plata como, a modo de caracterización primaria, se detalla a continuación.

a) Efectos Barreras (que se producen cuando el puerto dificulta o impide el acceso al mar). Este efecto queda evidenciado en la estación portuaria marplatense en los sectores comprendidos los silos graneleros, el varadero del espigón 3 y las áreas custodiadas para la defensa, la Prefectura Naval Argentina en el área reservada estable-cida a partir de los sucesos del S-11 (ha dentro del puerto comercial propiamente dicho) y la Armada Argentina en el frente destinado a la Base Naval Mar del Plata.

10 Sánchez Pavón, B. “La ordenación de los espacios portua-rios y los efectos barrera puerto-ciudad,” http://www.udc.es/iuem/documentos/doc_xornadas/espacioslitorais/b.sanchez.pdf, 2000.

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b) Efecto Corredor (que se producen cuando el puerto obliga a un determinado trazado de ejes viarios urbanos). Este efecto se evidencia en el puerto marplatense en la traza de la arteria 12 de Octubre, la Av. Martinez de Hoz y la Av. Juan B. Justo.

c) Efecto Pantalla (cuando el puerto impide el disfrute visual o la contemplación del mar). Este caso se observa en el frente costero ocupado por los clubes deportivos y náuticos, que no tienen sectores de acceso público y se halla restringido únicamente a los socios.

Conclusiones

El abordaje del Ordenamiento Territorial, desde la pers-pectiva de la geografía portuaria, requiere un análisis re-trospectivo de la evolución del espacio litoral que alber-ga el puerto en cuestión. Conocer e identificar la historia del emplazamiento (sitio) y de su ubicación en el marco regional y/o nacional, como asimismo sus vinculaciones con el modelo socio-económico al que sirve y su posición en la red de circulación local y global, permiten alcanzar explicaciones de su funcionamiento actual.

El emplazamiento y el desarrollo de las actividades propias de un puerto, complejizan las múltiples relacio-nes entre la infraestructura creada y el territorio. De este modo pueden identificarse problemáticas del emplaza-miento del puerto en sí, del mismo en el entorno litoral y del puerto en relación a su hinterland regional y su fore-land marítimo.

La identificación de los múltiples puntos de vista y perspectivas de análisis que ofrece la Geografía Portuaria permite reconocer que el abordaje metodológico de fu-turas investigaciones de estaciones portuarias requerirán visiones holísticas a fin de alcanzar adecuados diagnós-ticos conducentes a posteriores diseños de políticas de ordenación territorial.

seccióN

DocumeNtos

Alfredo Salazar López

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El Trabajo Marítimo en México*

The Maritime Labor in Mexico

Alfredo Salazar López**

El trabajo marítimo en México está diseminado entre distintos actores sociales (sindicatos, empresas y autoridades). Cuando en el sector marítimo se abordan temas como el empleo, la capacitación, las condiciones de trabajo, los salarios, las perspectivas y los diagnósticos de los actores, muchas veces se contradicen.

La crisis de la marina mercante nacional ha representado la reducción de las oportunidades de empleo en embarcaciones mexicanas, lo que se ha traducido en tasas de desempleo generales muy elevadas, pero particularmente altas en el personal subalterno que labora a bordo de buques, quienes, además, muestran síntomas de edad avanzada. Estas cifras corresponden al conjunto de marinos concentrados en la navegación de cabotaje.

A partir de una disposición constitucional, el cabotaje mexicano está reservado para los navieros locales, al tiempo que el empleo en embarcaciones nacionales se reserva para los marinos mexicanos. De esta manera, el cabotaje se venía considerando como un bastión o una garantía de empleo para los marinos mexi-canos; sin embargo, la reducción de la flota nacional, dejó de ofrecer empleo en el servicio de cabotaje.

Se ha detectado que la educación náutica, como institución educativa, no ha mostrado interés en desarrollar la capacitación del personal subalterno a bordo de buques.

No se cuenta con incentivos para la colocación de gente de nacionalidad mexi-cana en la navegación de cabotaje y de altura. Esto no sólo se refiere a la falta de una flota mercante nacional, sino a la ausencia de mecanismos institucionales y laborales para que la gente se embarque.

El contacto de las organizaciones de marinos (sindicatos) con empresas extran-jeras es escaso y resulta problemático, al parecer, por la existencia de una cultura empresarial renuente a tratar temas de contratación con sindicatos.

En el ámbito de las autoridades educativas, parece haberse dejado de lado la labor vinculante entre los centros de formación marítima y la industria. Se trata de actores entre los que no parece haber un desarrollo cooperativo.

Para algunos la mejor vía para promover el empleo de los marinos mexicanos sería la reactivación de la industria mexicana.

Es claro que, mientras se resuelve el dilema de la reactivación o no de la marina mercante, se podrían tomar medidas inmediatas para promover el embarque de los marinos mexicanos en el mercado nacional e internacional y bajo condiciones

* Este documento fue leído por Fran-cisco Montes Granillo, Secretario General de la Federación Auténtica de Trabajadores del Estado de Vera-cruz (México), el 17 de septiembre de 2008 en la reunión de trabajo de la International Transport Workers Fe-deration (ITF) offshore task meeting, en Ciudad del Carmen, Campeche, México.

** El autor es Licenciado en Dere-cho, Magíster en Derecho Laboral y en Administración de Empresas Navieras y Portuarias. Se desarrolla como coordinador de la Maestría de Empresas Navieras y Portuarias, Fidena, SCT, es representante de organizaciones sociales y trabajó en la implementación y ratificación del convenio sobre trabajo marítimo.

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de trabajo adecuadas. Ante esta posibilidad surgen múlti-ples interrogantes: ¿Quiénes serían los responsables de la promoción de los marinos mexicanos en el mercado inter-nacional? ¿Qué limitantes institucionales existen para lo-grar este objetivo? ¿Existen limitantes organizativas para alcanzar dicho fin? En caso afirmativo, ¿Qué medidas son necesarias para promover esa internacionalización de los marinos mexicanos? ¿Es viable y deseable esto?

El panorama no es muy alentador si revisamos los in-formes que arroja el Comité Técnico de la OIT (Organi-zación Internacional del Trabajo) sobre el cumplimiento por parte del Estado Mexicano de los instrumentos 9 y 22, que versan sobre colocación gratuita de gente de mar y de enrolamiento de gente de mar respectivamente.

La Unión Nacional de Marineros de Veracruz se ha dedi-cado a denunciar las irregularidades e inobservancia. Esto se muestra en el último documento de 2007 que, sobre el Convenio 9 y 179, la Comisión Técnica llama la atención del gobierno de México para atender el cumplimiento del convenio sobre colocación gratuita de gente de mar, que en resumen son las siguientes:

a) La Comisión solicita al Gobierno se sirva adop-tar las medidas necesarias para poner en práctica la legislación y las disposiciones del Convenio.

b) La Comisión solicita al Gobierno que prohíba la colocación de la gente de mar por toda empresa co-mercial que realice actividades con fines lucrativos y velar porque únicamente estén autorizadas a la colo-cación de la gente de mar agencias gratuitas y, en prin-cipio, públicas.

c) Las Comisiones consultivas, cuestionan la inexistencia del consejo consultivo integrado por re-presentantes del sector público y por organizaciones nacionales de trabajadores y de empleadores, con un número igual de representantes de armadores y de la gente de mar, con el fin de ser consultados en todo lo que respecte al funcionamiento de las agencias de colocación de la gente de mar.

d) En 2005 la Unión Nacional de Marineros de Ve-racruz, por conducto de la Confederación de Trabaja-dores de México, indicó, en sus comentarios relativos a la memoria del Gobierno, que se había establecido un comité de bienestar de gente de mar, en la que des-afortunadamente no se ha considerado a las organi-zaciones de personal subalterno para integrar los co-mités de bienestar de gente de mar. Esta lamentable condición se reitera en la integración del Órgano de Gobierno de FIDENA (Fideicomiso de Formación y Capacitación para el Personal de la Marina Mercante Nacional) donde sólo lo integran la Orden de Capita-nes y la Asociación de Maquinas.

e) Los artículos 6 y 7 prevén las garantías de trabajo que por escrito se hagan al trabajador, condición que se deberá observar estrictamente con base al artículo 133 de la Constitución Mexicana y que se relaciona con el artículo 194 de la Ley Federal de Trabajo, en

el que se prevé que las condiciones de trabajo de los marinos se harán constar por escrito, en cuatro ejem-plares. Un ejemplar quedará en poder de cada parte, otro se remitirá a la Capitanía del Puerto o al Cónsul mexicano más cercano y el cuarto a la Inspección del Trabajo del lugar donde se estipularon. Sobre el parti-cular la Unión Nacional de Marineros de Veracruz, a través de la Confederación de Trabajadores de México, señala que los marinos no reciben copia del contrato de trabajo y, además, las agencias de colocación o los empleadores obligan al trabajador a firmar su renuncia en blanco para evitar que generen derechos. En conse-cuencia, al respecto, la Comisión exhorta al Gobierno tenga a bien adoptar todas las medidas necesarias para poner la legislación y la práctica en conformidad con estas disposiciones del Convenio e informar al respec-to a la Comisión en su próxima memoria.

f) La Comisión hace notar que no existen en el pe-riodo del 1º de enero de 2002 al 31 de diciembre de 2004, inspecciones específicamente a agencias de co-locación de la gente de mar.

Observaciones al Convenio 22 sobre enrolamiento de gente de mar.

a) La Comisión ruega de nuevo al Gobierno que tome las medidas necesarias para garantizar que la terminación del contrato se registrará en la libreta de marino y que en ese documento no se puede incluir ningún comentario sobre la calidad del trabajo del ma-rino o indicación sobre su salario.

b) La Unión Nacional de Marinos denunció el in-cumplimiento a este instrumento, a través de la Con-federación de Trabajadores de México, donde indicó que, aunque existen textos en materia de inspección del trabajo, los controles sobre la aplicación de las dis-posiciones del Convenio son inexistentes debido a los escasos medios de los que disponen los servicios de inspección.

De esta forma, según esta organización, no se efectúa ninguna inspección periódica de los buques. Asimis-mo, informa que actualmente sólo dos inspectores de la Federación Internacional de los Trabajadores del Transporte (ITF) se encargan a escala nacional de la inspección de los buques extranjeros que enarbolan pabellones de conveniencia y de la recepción de las quejas de los marinos. Lamentablemente estos inspec-tores no reciben ningún apoyo en su trabajo por parte de las autoridades. El Gobierno indica que para res-ponder a estas observaciones debe obtener más infor-mación de la Confederación de Trabajadores de Méxi-co. La Comisión ruega al Gobierno que proporcione, en su próxima memoria, precisiones sobre este punto.

Cómo se puede apreciar existen diversas inconsisten-cias por parte de las autoridades para velar por el trabajo a bordo de buques.

El proceso de desregulación del trabajo a bordo de bu-ques nacionales y de conveniencia ha trascendido con

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efectos negativos al bienestar de la gente de mar, lo an-terior se acentúa cuando el país depende de los fletes ex-tranjeros y reduce la oferta de empleos para los marinos mexicanos.

En los últimos años el cabotaje se ha visto controlado de manera creciente por buques de bandera extranjera bajo permisos de navegación, esperamos que la autoridad marítima encargada de expedir éstos, cumpla con la limi-tante que prevé la legislación vigente, sobre el número máximo de permisos de navegación que se podrá conce-der a un buque con bandera extranjera, y con ello evitar el desempleo masivo de marinos mexicanos.

Esta situación es denunciada por las organizaciones de marinos, pues bajo pabellones extranjeros las embarca-ciones no están obligadas a contratar trabajadores mexi-canos.

Resulta evidente que el mercado para marinos mexica-nos ha venido sufriendo una contracción no sólo por el adelgazamiento de la flota mercante, sino por la mayor participación de embarcaciones extranjeras en el cabota-je.

Lo anterior ha dado lugar a la proliferación de com-pañías navieras “intermediarias”, es decir, de compañías con escasa posesión de embarcaciones pero encargadas de tramitar permisos de navegación para embarcaciones extranjeras.

El hecho más importante que se observa a través de PE-MEX (petróleos de México) es que al ser el fletador más importante dentro del cabotaje, y dada la importancia de la flota petrolera en el TRB (Tonelaje de Registro Bruto), es también uno de los principales empleadores de mari-nos en el país. Esta situación es fundamental, pues revela que el sistema de educación náutica ha sido un proveedor histórico de personal marítimo para PEMEX. Se trata de un escenario que obliga a plantear el tema de una coopera-ción interinstitucional, con miras al apoyo a la educación náutica por parte de sus principales beneficiarios.

Se debe destacar otro hecho que sólo en el cabotaje mexicano se presenta y es que actualmente un gran por-centaje de embarcaciones extranjeras haciendo cabotaje en el país son de bandera norteamericana. Un problema que plantea esto, es la falta de reciprocidad, ya que la Jo-nes’ Act de Estados Unidos restringe su cabotaje en un 100% a buques de su bandera y tripulación de ese país.

En un sentido formal, el cabotaje podría ser visto como un ámbito de competencia restringida, y por ello como un mecanismo para el desarrollo de la marina mercante y para la defensa del empleo de tripulaciones mexicanas; sin embargo, en los hechos esto no ha funcionado así.

Se confirmó, a través de estudios de campo de la Uni-versidad de Cardiff, el personal subalterno no recibe de las escuelas náuticas formación en las embarcaciones de la industria Offshore (Costa fuera).

Como ya se ha mencionado, el sistema de formación de marinos mexicanos deriva de lo establecido en el Art.

32 Constitucional, el cual establece la obligatoriedad de tripular barcos mexicanos exclusivamente con marinos mexicanos. La forma de entender este artículo es contro-versial, pues lo que para unos representa una garantía de empleo, para otros representa una garantía de tripulantes para la Marina Mercante, en realidad en sus inicios esta exclusividad parecía tener sustento más en una perspecti-va de resguardo de la seguridad nacional que de resguar-do de los empleos.

La falta de articulación entre un proyecto educativo y el desarrollo de la Marina Mercante es un hecho que se observa también con la antes referida escasa participación de la iniciativa privada en la promoción de la educación náutica de personal subalterno.

Se ha venido planteando la falta de conexión entre el sistema educativo y la industria a nivel nacional e interna-cional. En otras palabras, una suerte de desfase entre las necesidades de la industria y el sistema educativo.

No existe duda, que la reducción de la flota mercante nacional tuvo un impacto más severo sobre el empleo del personal subalterno que en el de los oficiales, por las res-tricciones de emplearse al mercado internacional.

Además de la falta de ofertas de empleo para el personal subalterno se ve limitado por la edad, es otra causante del desempleo, lo que hace suponer que se trata de un sector con síntomas de envejecimiento. Esto vuelve doblemente grave la proliferación de contratos temporales en la in-dustria, pues por definición, estos resultan problemáticos para la formación de “antigüedad” en las empresas, y con ello se dificulta la jubilación.

El desempleo del personal subalterno es el resultado de la desarticulación entre centros de formación, sindicatos y organizaciones de representación, así como empresas.

La cooperación y coordinación entre los actores es empañada por la incapacidad para generar un horizonte común de desarrollo con riesgos y oportunidades com-partidas.

Recomendaciones

1. Es necesario lograr una mayor coordinación en-tre los centros formadores de personal, los organismos representativos y las empresas, no sólo en el ámbito nacional, sino también en el internacional.

2. Es necesario revalorar la formación de personal subalterno que atenderá la demanda laboral en la in-dustria Offshore, bajo la garantía que prevé el artículo 32 Constitucional.

3. Es necesario promover una educación especiali-zada para la industria Offshore, que permita el conoci-miento necesario para esta industria, pero sobre todo que les permita estar consientes de las características reales de este trabajo.

4. Es necesario revisar el papel y la contribución del sector privado en el sistema educativo náutico, ya que al interior de FIDENA éste es escaso.

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5. Se debe revalorar el hecho de que FIDENA y los Institutos privados de Educación Náutica juegan el papel de proveedor de personal marítimo para la in-dustria y que en tal sentido debe recibir mayor apoyo.

Finalmente, la Unión Nacional de Marineros, invita a los actores sociales adherirse a los trabajos que permitan ratificar el Convenio sobre Trabajo Marítimo, adoptado por la Conferencia Internacional de la OIT en Febrero de 2006.

Estamos convencidos que la instauración de este con-venio va permitir renovar las comisiones tripartitas que actualmente no considera la autoridad laboral y marítima, motivo de diversas observaciones de la Comisión Técnica de la OIT.

Son diversas las acciones que se han realizado por parte de organizaciones hermanas y de la Unión Nacional de Marineros de Veracruz:

• Primer foro de promoción para la ratificación del Convenio sobre Trabajo Marítimo en América Latina, con la presencia de la OIT.

• Punto de acuerdo del Senador Sebastián Calde-rón, por el que exhorta a la Secretaría del Trabajo para pronunciarse a Favor de su ratificación.

• Reuniones de Trabajo Tripartitas en las instala-ciones de la autoridad marítima, que desafortunada-mente no ha mostrado interés para que éstas conti-núen.

Como Secretario General de la Federación Auténtica de Trabajadores del Estado de Veracruz que agrupa a más de 400 sindicatos del Estado y como Secretario General de la Unión Nacional de Marineros que representa 15.000 trabajadores de la industria marítima estoy convencido de la representación legítima de los trabajadores, es por ello que celebramos desde esta tribuna el fallo unánime en favor del voto secreto en los recuentos sindicales por parte de los Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

También hago un atento exhorto a los organizadores para que desde este momento se tome el acuerdo para instaurar las acciones necesarias que permita que cobre vigencia el acuerdo de marzo de 2001, entre la ICEM (Federación Internacional de Trabajadores de la Industria Química, Energía, Minas e Industrias Diversas) y Statoil (empresa de petróleo noruega) sobre la iniciativa de las Naciones Unidas acerca del nuevo concepto de ‘Pacto Mundial’, por el que las multinacionales se comprometen a fomentar los derechos sindicales y otros derechos hu-manos, esperamos que las organizaciones de trabajadores noruegos que nos visitan apoyen acabar con las prácticas antisindicales que se ejercen en el Golfo de México, de modo de sentar otro precedente tal como lo fue con el caso de la empresa de Trico Marine (nombre propio de una empresa americana que se dedica al servicio costa fuera), a favor de 54.000 trabajadores que laboran en el servicio Costa Fuera.

Por último aprovecho esta tribuna y exijo a la autoridad laboral conducirse con la legalidad para resolver el con-flicto que el sindicato de Sobrecargos (sindicato de perso-nal que atiende a los tripulantes) enfrenta contra empresa Aeroméxico (empresa mexicana de aerolíneas), asimismo brindo mi solidaridad y mejores votos para que se solven-te a la brevedad.

criticA De

libros

Victoria Cañete

Pablo Pérez Branda

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El espíritu empresarial bajo la hegemonía del capital financiero. Notas críticas al libro ¿Quién crea empresas? Redes y empresarialidad*

The Managerial Spirit under the Financial Capital Hegemony. Critical Notes to the Book ¿Quién crea empresas? Redes y empresarialidad.

por Victoria Cañete **

Actualmente, la empresa es aceptada como la forma privilegiada y “natural” de gestionar la producción social. Sin embargo, el recorrido histórico hasta

la aparición de esta institución supuso la creación de mecanismos y reglas eco-nómico-jurídicas que regulan su actividad y que representan un desafío para las teorías económicas. Tanto para la tradición neoclásica como para el materialismo histórico, el rol desempeñado por la empresa resulta complejo de interpretar. En-tre otras cuestiones, por su capacidad de incidir sobre el mercado y por la sepa-ración entre la propiedad y el control gerencial de las decisiones al interior de las mismas.1 Desde mediados del siglo XX, se ha abierto un campo de investigación dedicado al análisis histórico de las empresas y a la teorización de su función económica, social y política. La preeminencia política otorgada desde hace unos años a la “Empresarialidad y/o Espíritu empresarial” 2, ubican los cambios intra e inter empresariales en el centro de la escena a la hora de interpretar el rumbo adquirido por la economía capitalista mundial y los tipos de relaciones predomi-nantes entre capital y trabajo

El libro de los sociólogos I. Brunet Icart y A. Alarcón Alarcón invita a ana-lizar la construcción discursiva y el fomento político de la figura del empren-dedor-empresario, vivenciada en Europa durante la década de 1990. Para ello concentran su investigación en cinco ejes temáticos. En el primero, se realiza una revisión crítica de las teorizaciones sobre la naturaleza del espíritu empresarial y la función del empresario. Seguido por una interpretación de los principales rasgos del actual capitalismo globalizado. Luego, en el tercero, se estudian las consecuencias del crecimiento económico español a partir de su incorporación en la Comunidad Económica Europea. En el cuarto se caracteriza la composición sectorial y el comportamiento empresarial del distrito industrial localizado en el Camp de Tarragona. Por último, se releva la percepción o esquema de sentidos que movilizó a 54 sujetos a actuar como agentes en el mercado y crear nuevas empresas.

Los autores engloban las teorías que caracterizan la empresarialidad de una persona por sus acciones y rasgos psicológicos bajo la categoría de “Perspectiva individual”. De esta forma, destacan sus aportes sobre aspectos solapados en

1 Schvarzer, J., Gómez, T y Rougier, M. La empresa ayer y hoy: nuevas investigaciones y debates, Facultad de Ciencias Económicas, Universidad de Buenos Aires, 2007. 2 Entendido como el dinamismo de los agentes económicos, que actúan en el mercado, conducente a la creación de nuevas empresas a partir de la persecución constante de nue-vas oportunidades económicas mediante proyectos innovadores.

* Brunet Icart, I. y Alarcón Alarcón, A. ¿Quién crea empresas? Redes y empresarialidad, España, Ed. Talasa, 2005, 241 p.** La autora es Profesora en Histo-ria, integrante del Grupo de Estudios Sociales Marítimos (GESMar). Tam-bién es miembro de la Revista de Es-tudios Marítimos y Sociales. [email protected]

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la teoría económica clásica, como ser: las imperfeccio-nes del mercado y sus “costos de transacción”, la defini-ción contractual de la empresa, las consecuencias de las decisiones tomadas al interior de las empresas sobre la realización económica, la separación entre la propiedad y la gestión del capital, la importancia del conocimiento y la organización en el proceso productivo, etc. No obs-tante, consideran que esta caracterización personalista no alcanza para determinar quién es el empresario-empren-dedor sino tan solo lo que él hace. Así, al asociarlo a los conceptos de innovación y oportunidad, ha devenido en un cuerpo de principios y modelos prácticos de compor-tamiento empresarial poco explicativos de la complejidad social que abonó el camino para una construcción retórica de la figura del emprendedor-empresario, en tanto agente privilegiado del crecimiento económico y la creación del empleo a partir de sus habilidades para innovar, buscar oportunidades de negocios y crear empresas. Las políticas de fomento del espíritu empresarial, propiciadas desde la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Eco-nómico (OCDE), interpretaban los cambios estructurales de la economía europea como “oportunidades para ini-ciativas innovadoras” y estimulaban a los gobiernos na-cionales para que implementasen reformas conducentes a fomentar externalidades positivas para la creación de Pymes. La empresarialidad era contemplada como un re-curso potencial que formaba parte del acervo de una de-terminada región que debía ser impulsada para lograr su desarrollo económico.

En contrapunto, los autores sostienen que las transfor-maciones sociales producidas en las últimas décadas han significado la quiebra de los lazos sociales comunitarios y su sustitución por la búsqueda de soluciones privadas a la mayoría de los problemas sociales “o, lo que es lo mismo, que cada cual se busque la vida bajo el paraguas protector del mercado”.3 En este contexto, las políticas de empleo apelaban al espíritu empresarial, a efectos de soportar las transformaciones de los mercados y las nuevas formas de organización de la producción. Transmitiendo la creencia de que las personas debían desarrollar estrategias indivi-duales para estructurar su vida laboral, según criterios de economía de mercado que aseguraran su empleabilidad. En consecuencia, concluyen que es necesario comple-mentar los estudios sobre la empresarialidad con lo que ellos denominan “perspectiva estructural”. Un conjunto de investigaciones, centradas en los factores sociales, eco-nómicos e institucionales, que permiten teorizar sobre los condicionantes externos de la empresarialidad. En este sentido, rescatan aquellos enfoques que relacionan las características estructurales de los mercados con los com-portamientos diferenciadores de las empresas, los víncu-los entre el marco institucional y el desempeño empresa-rial, las formas en que la redes de relaciones existentes en un entorno o tejido empresarial facilitan/obstaculizan la creación de empresas, la influencia del capital humano y/o la marginación social en la decisión de los agentes de capitalizar su formación como una ventaja competitiva

3 Brunet Icart, I. y Alarcón Alarcón op. cit., p. 12.

en el mercado, etc. Con todo, también aquí advierten que si bien el estudio de la función emprendedora no puede omitir la estructura del campo económico, “la cuestión es determinar de qué autonomía disponen los agentes que se autoemplean creando una empresa respecto de las presio-nes asociadas a su posición en el campo económico”.4

Sin pretender agotar aquí la profundidad del análisis y las particularidades del caso estudiado en los cinco capí-tulos del libro, vale la pena destacar algunas de sus con-clusiones generales.

Desde la perspectiva de los autores, el culto político al emprendedor-empresario creador de Pymes refleja varias cuestiones. En principio, una “reconversión del sistema de convenciones, justificaciones y metáforas que enmar-can, cognitiva e ideológicamente, a los intercambios mer-cantiles”.5 La figura del emprendedor responde a las ne-cesidades de un capitalismo globalizado que es, a la vez, causa y consecuencia del predominio de un “modelo de producción en masa flexible o neofordismo”.6 Los deba-tes sobre el espíritu empresarial, la desintegración de las empresas y el crecimiento económico territorial, no deben enmascarar el poder y la influencia creciente del capital global, industrial y financiero. Ya que, tras la falacia de las “economías de filtración”, se instaló una restructuración empresarial que remueve la base productiva y socio-ins-titucional del Estado de Bienestar y apoltrona en su lugar el antiguo laissez faire.

El desarrollo de las tecnologías de la información abrió un camino para la reducción de los costos de transacción de las empresas, tornando ineficiente la integración verti-cal de la actividad productiva propia del modelo de em-presa fordista. El tránsito hacia el neofordismo ha sido impulsado por las relaciones de fuerzas favorables a los capitales concentrados en los grandes grupos empresarios multilocalizados industriales y de servicios. Este modelo se caracteriza por aumentar la competitividad y los be-neficios a través de la concentración descentralizada de la actividad productiva. El objetivo consiste en comple-mentar los mecanismos presentes en el mercado y en la empresa para resolver los problemas de coordinación y motivación existentes en el proceso de realización eco-nómica. La economía mundial emergente en la era digital se organiza, entonces, en una nueva distribución espacial e intrasectorial de enclaves productivos cada vez más especializados e interdependientes. En consonancia, la Comisión Europea estableció que para aumentar la com-petitividad de la economía europea una de las claves era recrear un entorno favorable a la creación de empresas que fomentase el espíritu empresarial. En España, esto se tradujo en reformas institucionales y medidas tendientes a socializar a los individuos en valores competitivos que los impulse a comprometerse con la flexibilización producti-va. El conjunto de las empresas analizadas se organizaron en función de incrementar su eficacia económica en el

4 Ídem, p. 37.5 Ídem, p. 12.6 Ídem, p. 52.

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mercado, a través de la especialización y potenciación de su capital intangible (recursos humanos) y la externaliza-ción de las actividades productivas secundarias, costosas y/o que menor valor agregado aportaban. La búsqueda de eficiencia productiva replicó el despliegue de estrategias empresariales orientadas a beneficiarse de las ventajas comparativas existentes en los distritos industriales terri-toriales, tercerizando funciones en una red de empresas de servicios a la producción. La tercerización a través del outsourcing -subcontratación- y la franquicia han sido una forma de establecer redes asimétricas de coopera-ción e independencia que permiten mantener el control y la subordinación entre grandes y pequeñas/medianas empresas respectivamente. Este desplazamiento hacia la tercerización no significa que las economías hayan dejado de ser industriales sino que ha supuesto una destrucción del empleo neto ocupado por ese sector sin desmedro de su contribución a la generación de riquezas.

La extensión de prácticas ofensivas y defensivas de flexibilización productiva implicó el establecimiento de un nuevo modelo de empleo tendiente a mercantilizar los contratos y reducir así los costes de transacción asociados al oportunismo laboral. La transformación del sistema de relaciones laborales ha tenido un impacto desigual sobre el mercado de trabajo, provocando la segmentación de la fuerza de trabajo. Por un lado, una mano de obra cali-ficada, regulada por la flexibilidad interna -funcional y salarial- y con mayor margen de compromiso, colabora-ción y participación en las actividades de la empresa. Por otro, una mano de obra secundaria donde predominan los contratos mercantiles precarios, la flexibilidad numérica, la degradación en las condiciones de trabajo y la inesta-bilidad laboral. Los trabajadores involucrados en aquellas actividades consideradas esenciales para la empresa son discursivamente identificados como “recursos humanos” y tratados como fuente de ventajas comparativas. Mien-tras que los trabajadores periféricos, son discursivamente caracterizados como “emprendedores-empresarios”, más confiados en las oportunidades que brinda el mercado que en la estabilidad de un empleo por cuenta ajena. Sin em-bargo, el estudio demuestra que esto constituye una forma de ajuste orientada a aumentar la productividad del tra-bajo, abaratar costos, reducir riesgos y disminuir los con-flictos laborales. Los autores sostienen que “en el nuevo espíritu del capitalismo globalizado, en donde las reglas de juego las ponen las empresas-red de características transnacionales, el empleo depende tanto de la empleabi-lidad que cada trabajador demuestre a diario como de su iniciativa para autoemplearse, esto es, de ser empresarios de su propia fuerza de trabajo”.7

Cabe aquí una aclaración: el objetivo de la investiga-ción es analizar quiénes crearon empresas, cómo, y por qué, a fin de deconstruir el discurso dominante sobre em-presarialidad en torno a las consecuencias que la flexibi-lización productiva ha tenido sobre la relación entre ca-pital y trabajo. Para ello contextualizan el éxito que estas prácticas discursivas tuvieron sobre el comportamiento de

7 Ídem, p. 15.

un sector de la fuerza laboral con los recursos necesarios para crear empresas. Y sostienen que la “liposucción de las empresas es un ejemplo de que estamos ante la presen-cia de la sublimación de las fuerzas productivas”.8 Quizás sea necesario matizar su interpretación del nuevo modelo de organización reticular de las empresas como una con-firmación de la independencia del capital con respecto al trabajo para su crecimiento. De hecho, su análisis de la economía española muestra que la relación salarial con-tinúa siendo mayoritaria. Que la externalización va más allá de la simple generación de trabajadores por cuenta propia. Contratar externamente equivale a eliminar com-portamientos oportunistas de tipo laboral para pasar a contratos entre “empresarios profesionales autónomos”. Esta operación consiste en delegar responsabilidades so-ciales sobre la fuerza de trabajo asalariada en las Pymes subcontratadas o en los trabajadores autónomos con me-nos conexiones con los mercados de servicios y constitu-ye una forma indirecta de aumentar el disciplinamiento de la fuerza de trabajo. Los autores también destacan que “la relación laboral no es única ni principalmente una re-lación mercantil sino una relación social”.9 Creo que se-ria conveniente, entonces, circunscribir los logros de la avanzada neoliberal de los años noventa a la puja cons-tante por la hegemonización de la distribución social de la riqueza que, según parece, sigue estando mediatizada por la reproducción social del trabajo como fuente de de-recho. Observar esta avanzada en términos de correlaciones de fuerza entre capital/trabajo evita traducir autoexplotación por desproletarización.

Luego de indagar sobre las trayectorias, los recursos y los intereses que manifiestan los emprendedores por con-vertirse en empresarios, Brunet Icart y Alarcón Alarcón afirman que los denominados emprendedores son traba-jadores formados a través de su experiencia laboral pre-via por cuenta ajena que optan por autoemplearse. Esos trabajadores acaban impelidos a actuar como agentes en el mercado, ya sea por la desvalorización de su forma-ción profesional, el riesgo de desempleo o la irregularidad y precariedad laboral. En consecuencia, ingresan en un juego económico que suprime la responsabilidad de los gobiernos en la creación de empleo y legitima la exclu-sión de los “pequeños productores más ineficientes”10, ar-gumentando que la existencia de regulaciones y garantías sociales anula la capacidad competitiva de las empresas y de los territorios. Concluyen, también, que la libertad de estos agentes para actuar está contenida en la posición que ocupa el capital específico que ellos poseen. Siendo más o menos dominantes/dominados a la hora de definir sus estrategias, en función de la distribución desigual de los distintos tipos de capital y las relaciones de poder entre las empresas que integran el sector económico. En el caso de los nuevos emprendedores, su capital humano y so-cial resultó de vital importancia a la hora de establecerse como empresarios. Paralelamente, su dependencia de la

8 Ídem, p. 74.9 Ídem, p. 76.10 Ídem, p. 77.

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red de empresas representa un límite para su expansión. Finalmente, el estudio da cuenta de cómo las relaciones objetivas de poder en el campo económico afectan la ca-racterización de las preferencias de los propios agentes. Iluminando la génesis colectiva de unas nociones indivi-duales aparentemente incondicionadas, tales como nece-sidad, preferencia o cálculo. Es sobre el fondo de las in-teracciones sociales que sostienen la producción en masa flexible, donde los esquemas de percepción y las estrate-gias posibles de los nuevos emprendedores-empresarios se tornan inteligibles, permitiéndonos conocer quiénes son, cómo actúan y qué rol desempeñan.

La exposición sucinta de las conclusiones generales arribadas en esta investigación no hace justicia a las múl-tiples variaciones de la situación ilustrada y corre el ries-go de hacerla parecer determinista. Es precisamente en su complejidad que contiene aportes útiles para el estudio de las empresas y los empresarios, al abordarlo empíri-camente desde perspectivas que incluyen tanto aspectos estructurales de la actividad económica como las trayec-torias sociales y subjetividades que actúan en ella. Por úl-timo, este trabajo constituye un estudio de caso que invita al análisis comparado de las similitudes y diferencias con que fueron aplicadas las políticas y las estrategias de fle-xibilidad productiva en la Argentina durante la década de 1990. En especial en un sector económico como la pesca, donde la subcontratación, la diversificación y la integra-ción empresarial han sido causa y consecuencia de una crisis de sobrecapitalización, en cierta medida sustentada en la flexibilización de la fuerza de trabajo.

Algunas líneas sobre La nueva generación intelectual... de Omar Acha*

Comments on La nueva generación intelectual... by Omar Acha

Por Pablo Pérez Branda**

¿Se ha convertido el paisaje intelectual argentino en una zona inocua, costum-brista, plagada de imposturas? ¿Deberían las nuevas camadas de intelectua-

les redefinirse como tales, con independencia de los datos de la cultura política donde están insertos? ¿Es realmente una pretensión de los intelectuales interve-nir críticamente en la arena política? Estas preguntas surgen de la lectura de la primera parte del último libro de Omar Acha La nueva generación intelectual. Insinuaciones y ensayos. Su autor intenta estimular la emergencia de una nueva generación intelectual presentando el escenario que la hace posible y augurando que en ella anida un brío “socialista”, pero de corte plebeyo y cooperativo.

En este comentario haré foco en esa primera parte, fundamentalmente en al-gunas de las máximas que ofician de epílogo al volumen y que resumen dónde estriba hoy la cuestión intelectual para el autor. En la segunda parte del libro titu-lada “Tres ensayos sobre el cambio intelectual”, Acha presenta tres artículos más ligados a la profesión del historiador que del ensayista y que, de alguna manera, se ensamblan al tramo inicial por intermedio de canales de preguntas novedosas y un formato que no por histórico, deja de recoger los problemas actuales a partir de intervenciones incisivas.1

Nota a la primera tesis

La obra, como recalca su autor, es un libro para intelectuales ya que reco-rre muchas de sus posibles inquietudes contemporáneas y por ende, se presenta como una útil plataforma desde donde comenzar a discutir cuál debería ser la agenda de la nueva generación y quiénes son o serían estos intelectuales renova-dores. Sin embargo, el ejercicio de discusión comenzó hace ya un tiempo para quienes tenemos contacto con su trabajo: en efecto Acha inició “las hostilidades” anticipando su libro con la publicación del controvertido epílogo del volumen que consta de “Diez tesis sobre el obrar intelectual contemporáneo”.2 Aquellos primeros escarceos supusieron poner a prueba las máximas achianas, que de la

1 Se trata de los artículos titulados “Grande historia e historia normal (en torno al fracaso de Groussac); “Revistas de las afueras del peronismo: Contorno e Imago Mundo entre la renovación historiográfica y el proyecto generacional”; “Las narrativas contemporáneas de la historia nacional y sus vicisitudes.”2 Acha, Omar “Diez tesis sobre el obrar intelectual contemporáneo”, en tapera.info, 21-3-2007.

* Acha, Omar La nueva generación intelectual. Incitaciones y ensayos, Buenos Aires, Herramienta, 2008.** El autor es Profesor en Historia, becario doctoral de CONICET y miembro del Grupo de Estudios La-tinoamericanos.

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Crítica de LibrosPablo Pérez Branda

primera a la décima, no dejan de abrir interrogantes. La primera por caso, contiene un fuerte anclaje histórico-po-lítico y marca a fuego todas las posteriores:

…la crisis Argentina de 2001-2002 quebrantó la ideó-loga de la democracia liberal-capitalista como único y mejor continente de la coexistencia social. Conmovió el sueño progresista de 1983. Las respuestas populares a la debacle agitaron el espacio de una expansión democrá-tica diferente. Sus efectos fueron heterogéneos y preca-rios. Uno de ellos concierne al quehacer intelectual. El despliegue de la crisis inauguró la posibilidad de una ruptura generacional en el ámbito de la cultura.3

Inmediatamente a la afirmación subyace la duda: ¿Fue la crisis reciente un parteaguas claramente identificable o más bien se trató de arrestos, gestos y guiños cuyos resul-tados aun nos cuesta percibir? En lo personal la afirma-ción me resulta un tanto apresurada ya que los resultados de la crisis están plagados de contradicciones. Aunque se puede considerar que hubo un reacomodamiento de viejos actores e ideas -junto a la aparición de algunos nuevos protagonistas sociales- cuyas consecuencias me cuesta mensurar en sus alcances.

Pero en la respuesta más certera reside, quizá, el nudo gordiano de las expectativas del autor. Sobre todo por-que para él, la crisis supuso una parálisis en las voces y plumas que debían explicarla, y es por ello que terminan de languidecer las tres generaciones intelectuales que aun viven de los virajes de 1955, 1970 y 1983. En palabras del autor: ellas “entraron en un crepúsculo definitivo” (p. 25). Vivimos entonces una etapa de orfandad intelectual. Ya no hay padres a quienes rendirle tributo, en realidad están, pero nada o poco representan.

Omar Acha pretende alejarse también de aquellas imá-genes que únicamente retratan a los intelectuales de ma-nera convencional; es decir, aquella percepción que deja afuera a quienes no escriben libros o llenan columnas de revistas y diarios, o discuten -café y cigarrillo median-te- hasta altas horas de la noche, o bien forman parte de la cátedra universitaria. Sostiene que “probablemente el armado de una murga demande mayor esfuerzo intelec-tual que la escritura de un libro académico” (p. 17). El argumento requiere el reconocimiento de innumerables quehaceres intelectuales actuando mancomunadamente para construir la nueva generación de espaldas a las pre-cedentes. Considero en este punto que Acha nos advierte contra las distorsiones provocadas por un enfoque (hasta ahora dominante) que esta demasiado centrado en los in-dividuos excepcionales.4 Aquellos a los que hay que se-guir o seguir; nuestros tutores obligados. Aunque todavía me cueste creer que el autor, finalmente, no nos este ha-

3 Acha, Omar op. cit. p.195.4 Véase Lemert, Charles “Los hábitos de los intelectuales: res-puesta a Ringer”, en Prismas. Revista de Historia intelectual, Nº 10, Buenos Aires, 2006, pp. 121-135.

blando solamente a nosotros, a los que escribimos libros o pretendemos escribirlos, a quienes estamos insertos en el circuito universitarios y participamos de las cátedras, de los congresos y simposios. ¿Será quizá que la “materia prima universitaria” es menos proclive a la emergencia del cambió? ¿Estaremos nosotros tan íntimamente ligados a nuestros padres intelectuales convalecientes, que nos solidarizamos con ellos e incluso necesitamos prolongar sus vidas? Tal vez seamos, a decir de Eric Hobsbawm, “Gente poco corriente”, pero a diferencia de los “zapate-ros políticos” del siglo XIX retratados por el historiador inglés, nuestra característica saliente no parece ser la re-belión por inconformismo, sino, que a veces, parece todo lo contrario.5

Nota a la segunda tesis

La segunda tesis del epílogo rompe lanzas definitiva-mente con las generaciones intelectuales precedentes y marca el vacío actual en la crítica y en la creación. Como Marx, Acha busca la poesía en el futuro. Se abriría así la posibilidad de una época donde primen las “herejías eclécticas” en un tiempo en que las ortodoxias están ca-ducas.6 Es en esta tesis donde taxativamente señala que “no existe la necesidad de un parricidio de la generación precedente” como ha ocurrido en otras oportunidades, ya que ésta defeccionó de “su responsabilidad de producir una política de la cultura” (p. 196). También reclama un urgente examen sin concesiones de la generación de 1970 cuyo exponente emblemático sería hoy Horacio Gonzá-lez que, frente al numéricamente amplio espacio Carta Abierta, parece dar menos sustento intelectual que crédito abierto al kirchnerismo. Si bien no está en el afán del au-tor discutir la “primavera” kirchnerista, tiende a mirar el fenómeno neopopulista con cierta indulgencia y, en parte -creo-, la experiencia lo contraría. Es decir, en el espacio intelectual de apoyo al oficialismo se percibe el recupe-ro de un cierto grado de compromiso de los intelectuales con la política, independientemente de que Omar Acha considere a ese espacio como parte del pasado; casi una suerte de seguidismo crítico inconducente ya que fuera de lo retórico, se le hace muy difícil al autor diferenciar entre kirchneristas y antikirchneristas.

En este panorama de la cultura política poco halagüeño, el autor tampoco encuentra en el marxismo partidario, del tinte que fuese, demasiados estímulos. Más bien algunas rémoras de nostálgicos referentes negados al cambio y a la autocrítica. Agregaría también que en muchos casos, la situación de los exégetas de Marx, Lenin y Trotsky exige que reconozcan definitivamente la derrota que supuso la

5 Véase Hobsbawm, Eric Gente poco corriente, Barcelona, Crí-tica, 1999.6 Baczko, Bronislaw Los imaginarios sociales, Buenos Aires, Nueva Visión, 1991, p. 25.

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Algunas líneas sobre La nueva generación intelectual... de Omar Acha

última dictadura militar y sus consecuencias, la caída de los socialismos realmente existentes, e inclusive se ani-men a impulsar una necesaria relectura del peronismo concebido ya no como una contrarrevolución implacable, sino como el gran fenómeno popular y político de los últi-mos sesenta años en Argentina. Es indudable, pese a ello, que para Omar Acha “el marxismo sigue siendo el gran horizonte de nuestra época”, y los setenta, hoy reivindica-dos por algunos sectores, están jugando más en su sentido nostálgico que ideológico, si por ideológico entendemos algo que realmente informa una práctica política, y por mitología, algo que sublima.7

Nota a la quinta tesis

El diagnóstico sobre la existencia de un desierto inte-lectual entonces, abre la puerta para el desafío de devenir en generación. La quinta tesis del epílogo de la obra se adentra en este terreno dificultoso:

…la generación intelectual contemporánea no se defi-ne por el año o la década de nacimiento. Su comunidad imaginada se establece en el horizonte de una nueva problemática cultural y política. Es recorrida por la in-terrogación existencial de la activación de una cultura comprometida. La nueva generación corre el peligro de la disolución si no logra coagular un proyecto colectivo. Las adscripciones a las tribus intelectuales de las viejas generaciones constituyen un obstáculo para la edifica-ción de una praxis intelectual original. Lo concluido pa-rasita lo naciente8

Aquí el derrotero se hace más nebuloso e intrigante. Sobre todo porque nos cuesta imaginarnos no formando parte de alguna tribu o no queriendo participar de alguna de las tantas que están a nuestro alcance. Al parecer existe una necesidad de creer en un proyecto ya instituido y he aquí una gran dificultad: ¿No estaremos demasiado para-sitados como para intentar llevar adelante tamaña emanci-pación sin necesidad de “matar” a los caciques de esas tri-bus caducas? Creo que al menos deberíamos pensarlo. No obstante de iniciar el dificultoso camino de construirnos, debemos cuidar de no caer en la tentación de pretender erigirnos como una nueva elite, como vanguardia, que fi-nalmente reconstituya la figura del intelectual tradicional (aquel de los libros, la barba y la pipa) pero ahora con una nueva agenda de problemas y con una “base” ampliada de seguidores. Este inconveniente elitista puede terminar extirpando el sesgo plebeyo (reivindicado por Acha) de la necesaria creación. Tendremos que ponernos a examinar cuánto hay de crítico y reflexivo, cuánto de resistencia y rebelión subyace en los directores de cine, en las murgas, en el teatro callejero y en el sin fin de expresiones que podrían intelectualizarse.

7 Sartre, Jean Paul (1960) Crítica de la razón dialéctica I, Bue-nos Aires, Losada, 2005, p. 17.8 Acha, Omar op. cit., p.196.

Balance

La obra de Omar Acha es sumamente estimulante a raíz de que apunta a que reflexionemos sobre el opaco quietis-mo de la reflexión intelectual en nuestro país, que favore-cería -según su hipótesis- a la emergencia de un nuevo co-lectivo aun difuso, soslayado, o quizá, todavía inexistente. El trabajo llama a despojarnos de la impronta de aquellas generaciones que ya nada tienen para ofrecer, a partir del intensivo buceo sobre un abanico de interrogantes y afir-maciones que el autor intenta desandar en tono ensayís-tico, aunque sin despojarse de la aleación académica en la que está forjado. Y es ese tono libresco el que le da definitivamente potencia a la reflexión en un ida y vuelta constante en las actuaciones y límites de las generacio-nes intelectuales pasadas, en sus vicios y en sus virtudes. Sin lugar a dudas este tipo de ejercicios “desprejuiciados” estimulan a que empecemos a pensar sobre el rol de los intelectuales en nuestras sociedades latinoamericanas, a que pensemos el papel que nosotros pretendemos jugar si es que nos reivindicamos como intelectuales críticos.

Revista de Estudios Marítimos y Sociales

Año 2 - Nº 2

Solicitud de colaboraciones para el dossier------------------------------------------------------

“El puerto. Territorio social, distrito político, comunidad cultural y espacio económico”

“Port. Social territory, political district, cultural community and economic space”

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El dossier tomará como eje de los análisis al puerto, en-tendiendo que los puertos son mucho más que una estruc-tura funcional; que ellos son el resultado de la interacción entre agregados humanos más o menos diferentes y más o menos distantes, concentración demográfica de diver-sos horizontes culturales, espacios de difícil integración al contexto urbano, sitios de afincamiento de agregados o clusters económicos, áreas recreativas a la luz del sol o a la sombra de la noche, y una larga etcétera. La diversidad de enfoques en torno al teatro portuario y las ceremonias que en él se llevan a cabo es entonces muy amplia: los puertos pueden ser examinados tanto en un contexto local como desde la perspectiva amplia de las ciencias sociales a escala mundial; se puede hacer hincapié en la relación entre los puertos y entre los puertos y sus hinterlands; también se puede hacer foco sobre las relaciones socia-les y culturales entre los agentes sociales dentro de los puertos y de las ciudades portuarias; se pueden abordar problemáticas en un enfoque sincrónico de las actividades en un puerto o en varios u otro diacrónico de los procesos que signaron la historia de uno o más puertos.

Consideramos entonces que tomar al puerto como una puerta para el análisis social permite poner en evidencia un contexto espacial, político, económico y urbanístico transitado pero no siempre visible, tomado por espectador pero pocas veces como protagonista, de procesos que a mitad de camino entre lo rural y lo urbano ha transitado todos los episodios del complejo social en su conjunto.

Invitamos a quienes compartan, al menos en parte, la noción de oportunidad que el puerto nos brinda para in-gresar en su complejidad o para el análisis de diferentes procesos sociales más generales a enviar sus colaboracio-nes, las cuales serán arbitradas externamente por recono-cidos especialistas.

El plazo para la entrega de los originales es el 31 de mayo de 2009

The dossier will take the port as the main point of analy-sis, considering it more than just a functional structure. The port is the result of the interaction among people (as different and distant as they may be); it is a demographic concentration of diverse cultural horizons, a space of dif-ficult integration into the urban context, a settlement for people or economic clusters, a recreational area by the light of the sun or the shade of night, etcetera. The diver-sity of approaches to the port is wide and the ceremonies held in it are many: the port may be examined both in a local context and in the broader perspective of the social sciences on a global scale. One may also stress the rela-tionship among the ports and between the ports and their hinterlands; or focus on the social and cultural relation-ships among the social agents inside the ports and the port cities. Furthermore, problematic issues can be approached either by using a synchronous focus on one or several port activities, or a diachronous one on the different processes that influence the history of one or many ports.

We consider then that to take the port as a door to the social analysis demonstrates a spatial, political, economic and urban context that is not always visible yet exists, that is often regarded as a spectator but rarely as the main character, and that has walked through all the episodes of the social complex as a whole somewhere between the rural and the urban area.

We invite those who share, at least partly, the notion of opportunities that the port offers us in order to enter its complexity or to analyze different general social process-es, to send their collaborations, which will be arbitrated externally by acknowledged specialists.

Deadline to submit works: May 31st 2009.

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e-mail: [email protected]

En el presente número oficiaron como evaluadores:

Omar Acha

Oscar Aelo

Beba Balvé

Hernán Camarero

José María Cóccaro

Enrique Massés

José Mateo

Julio Melón

Agustín Nieto

Nicolás Quiroga

Agustín Santella

Germán Soprano

Oscar Videla

Aníbal Viguera

Revista de Estudios Marítimos y Sociales

Año 1 - Nº 1