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© Universidad de Salamanca Zephyrus, LXI, enero-junio 2008, 33-59 ISSN: 0514-7336 CRÓNICA DE LOS INTERCAMBIOS ENTRE LOS GRUPOS HUMANOS PALEOLÍTICOS La contribución del arte para el periodo 20000-12000 años BP Chronicle of exchanges among Palaeolithic human groups. The contribution of art in the period 20000-12000 BP Chronique des échanges entre les groupes humains Paléolithiques La contribution de l’art dans la période 20000-12000 ans BP Georges SAUVET*, Javier FORTEA PÉREZ**, Carole FRITZ* y Gilles TOSELLO* *TRACES, Université de Toulouse-Le-Mirail. Toulouse (Francia). Correo-e: [email protected] **Universidad de Oviedo *TRACES, Université de Toulouse-Le-Mirail. Toulouse (Francia). Correo-e: [email protected] *TRACES, Université de Toulouse-Le-Mirail. Toulouse (Francia). Correo-e: [email protected] Recepción: 2008-01-30; Revisión: 2008-02-09; Aceptación: 2008-04-09 BIBLID [0514-7336 (2008), XLI, enero-junio; 33-59] RESUMEN: En el transcurso de sus ciclos estacionales, los cazadores-recolectores del Paleolítico superior frecuentemente entraban en contacto con otros grupos. Testimonio de ello son la difusión de ciertas materias primas y los intercambios de bienes materiales y de las habilidades tecnológicas, pero los intercambios socio- culturales no pueden evaluarse más que a través del compartimiento de valores simbólicos, revelado, principal- mente, por la creación de obras de carácter artístico (arte mueble, arte rupestre y objetos de adorno personal). En un cuadro cronológicamente restringido (entre 20000 y 12000 BP) y un espacio limitado (desde el norte de España al sudoeste de Francia), hemos investigado los argumentos temáticos, estilísticos y técnicos que per- miten evaluar el grado de ósmosis sociocultural entre los grupos que vivían en este vasto territorio. Nuestra encuesta concluye con una visión contrastada de la historia de estas sociedades. Ciertos caracteres dejan entre- ver particularismos regionales de naturaleza idiosincrásica, pero, por el contrario y al menos para ciertos perio- dos, otros muestran una unificación de los sistemas de representación, que debe reflejar una homogeneización en las formas de organización social. Así, después de un periodo bastante largo, durante el que la Región Can- tábrica desarrolló un sistema propio, independiente del de las regiones de Aquitania y Nortepirenaica, se asis- te en el conjunto del territorio y durante el Magdaleniense medio, a una aproximación entre las concepciones artísticas, que probablemente sea la consecuencia de una intensificación de los contactos y del establecimiento de redes sociales operativas. Hacia el final del Magdaleniense, esta unidad de conjunto se disuelve progresiva- mente, a causa de una expansión territorial que hizo que los contactos se produjeran entre poblaciones cada vez más alejadas. En el plano metodológico, las obras de arte plástico son “reveladores culturales” que juegan un papel mayor en la caracterización de los grupos humanos y de sus relaciones con sus vecinos. Son elemen- tos esenciales para una aproximación antropológica a la arqueología. Palabras clave: Arte rupestre paleolítico. Arte mueble paleolítico. Intercambios culturales paleolíticos.

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Page 1: CRÓNICA DE LOS INTERCAMBIOS ENTRE LOS GRUPOS …

© Universidad de Salamanca Zephyrus, LXI, enero-junio 2008, 33-59

ISSN: 0514-7336

CRÓNICA DE LOS INTERCAMBIOS ENTRELOS GRUPOS HUMANOS PALEOLÍTICOSLa contribución del arte para el periodo 20000-12000 años BP

Chronicle of exchanges among Palaeolithic human groups.The contribution of art in the period 20000-12000 BP

Chronique des échanges entre les groupes humains PaléolithiquesLa contribution de l’art dans la période 20000-12000 ans BP

Georges SAUVET*, Javier FORTEA PÉREZ**, Carole FRITZ* y Gilles TOSELLO**TRACES, Université de Toulouse-Le-Mirail. Toulouse (Francia). Correo-e: [email protected]**Universidad de Oviedo*TRACES, Université de Toulouse-Le-Mirail. Toulouse (Francia). Correo-e: [email protected]*TRACES, Université de Toulouse-Le-Mirail. Toulouse (Francia). Correo-e: [email protected]

Recepción: 2008-01-30; Revisión: 2008-02-09; Aceptación: 2008-04-09

BIBLID [0514-7336 (2008), XLI, enero-junio; 33-59]

RESUMEN: En el transcurso de sus ciclos estacionales, los cazadores-recolectores del Paleolítico superiorfrecuentemente entraban en contacto con otros grupos. Testimonio de ello son la difusión de ciertas materiasprimas y los intercambios de bienes materiales y de las habilidades tecnológicas, pero los intercambios socio-culturales no pueden evaluarse más que a través del compartimiento de valores simbólicos, revelado, principal-mente, por la creación de obras de carácter artístico (arte mueble, arte rupestre y objetos de adorno personal).En un cuadro cronológicamente restringido (entre 20000 y 12000 BP) y un espacio limitado (desde el nortede España al sudoeste de Francia), hemos investigado los argumentos temáticos, estilísticos y técnicos que per-miten evaluar el grado de ósmosis sociocultural entre los grupos que vivían en este vasto territorio. Nuestraencuesta concluye con una visión contrastada de la historia de estas sociedades. Ciertos caracteres dejan entre-ver particularismos regionales de naturaleza idiosincrásica, pero, por el contrario y al menos para ciertos perio-dos, otros muestran una unificación de los sistemas de representación, que debe reflejar una homogeneizaciónen las formas de organización social. Así, después de un periodo bastante largo, durante el que la Región Can-tábrica desarrolló un sistema propio, independiente del de las regiones de Aquitania y Nortepirenaica, se asis-te en el conjunto del territorio y durante el Magdaleniense medio, a una aproximación entre las concepcionesartísticas, que probablemente sea la consecuencia de una intensificación de los contactos y del establecimientode redes sociales operativas. Hacia el final del Magdaleniense, esta unidad de conjunto se disuelve progresiva-mente, a causa de una expansión territorial que hizo que los contactos se produjeran entre poblaciones cadavez más alejadas. En el plano metodológico, las obras de arte plástico son “reveladores culturales” que jueganun papel mayor en la caracterización de los grupos humanos y de sus relaciones con sus vecinos. Son elemen-tos esenciales para una aproximación antropológica a la arqueología.

Palabras clave: Arte rupestre paleolítico. Arte mueble paleolítico. Intercambios culturales paleolíticos.

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1. Introducción

Desde hace algo más de veinte años asistimos aun cambio progresivo de paradigma en la prehisto-ria. Los especialistas centran su atención desdeentonces en los problemas de sociedad, identidadcultural, geografía social, territorialidad y relacio-nes entre grupos, comunidades o etnias (Bahn,1982; Conkey, 1992; Corchón, 1997, 2004; Djind-jian, 2004; Fortea, 1989; Fortea et al., 2004; Koz-lowski, 1992; Merlet, 1993; Otte, 1992; Rozoy,

1989; Sieveking, 1978, 2003; Straus, 1982, 1993;Utrilla y Mazo, 1996; Welté y Lambert, 2004). Paratratar de estas cuestiones, el acercamiento tradicio-nal mediante la tipología o los análisis tecnológicosde los vestigios materiales se muestra insuficiente,ya que son las actividades simbólicas las que jueganel papel más fundamental en la identificación cul-tural. Entre los objetos simbólicos de que dispone-mos para estudiar las sociedades paleolíticas, lasmanifestaciones gráficas ocupan evidentemente unpapel privilegiado.

ABSTRACT: During their seasonal cycles, Upper Palaeolithic hunters and gatherers frequently contactedother human groups. Evidence of these contacts is the spreading of the use of some raw materials and theexchange of goods and technological skills, but social and cultural exchange can only be evaluated throughthe sharing of symbolic values, particularly through the creation of artworks (mobile art, cave painting, andpersonal embellishment objects). The artistic themes, styles and techniques which allow us to evaluate thedegree of social and cultural osmosis achieved by the different groups sharing this vast territory, have beeninvestigated in a chronologically restricted framework (between 20000 and 12000 BP) and a limited geogra-phical area (from the North of Spain to the South West of France). Our survey concludes with a contrastedview of these societies’ history. Certain characteristics point to some particular regional idiosyncrasies, but, onthe contrary, at least in some periods, other characteristics show a unification of representative systems whichreflects some homogenisation in the social organisation methods. Thus, after a quite long period, during whichthe Cantabric Region developed its own system independently from that of the Aquitaine and North Pirenaicregions, we can see an approximation in artistic concepts on the whole territory and during the Mid-Magda-lenian period, which is probably a consequence of an intensification of the contacts between the differentgroups and the development of social operative networks. Towards the end of the Magdalenian period, thisgroup unity disappears progressively due to the territorial expansion which made contacts between the groupsmore difficult as they moved further away. From the methodological point of view, Plastic Artworks are “cul-tural revealers” which play a major role in the characterisation of human groups and their relationship withother neighbouring groups and they are most important for an anthropological approach to archaeology.

Key words: Paleolithic rock art. Paleolithic mobile art. Paleolithic cultural interchanges.

RÉSUMÉ: Au cours de leurs cycles saisonniers, les chasseurs-cueilleurs du Paléolithique supérieur, rencon-traient fréquemment d’autres groupes. La diffusion des matières premières, les échanges de biens matériels etde savoir-faire technologiques en témoignent, mais les échanges socio-culturels ne peuvent s’évaluer qu’à tra-vers le partage de valeurs symboliques, révélé notamment par la création d’œuvres à caractère artistique (artmobilier, art pariétal et objets de parure). Dans un cadre chronologique restreint (entre 20000 et 12000 BP)et un espace limité (au Nord de l’Espagne et au sud-Ouest de la France), nous avons recherché les argumentsthématiques, stylistiques et techniques permettant d’évaluer le degré d’osmose socio-culturelle entre les grou-pes vivant sur ce vaste territoire. Notre enquête aboutit à une vision contrastée de l’histoire de ces sociétés.Certains caractères laissent entrevoir des particularismes régionaux de nature idiosyncrasique, mais d’autresmontrent au contraire, au moins à certaines périodes, une unification des systèmes de représentation qui doitrefléter une unification des systèmes d’organisation sociale. C’est ainsi qu’après une assez longue période aucours de laquelle la Région cantabrique a développé un système propre, indépendant des régions Aquitaineet Nord-pyrénéenne, on assiste, au Magdalénien moyen, à un rapprochement des conceptions artistiques surl’ensemble du territoire qui est probablement la conséquence d’une intensification des contacts et de l’établis-sement de réseaux sociaux stables. Vers la fin du Magdalénien, cette unité semble se dissoudre progressive-ment en raison d’une expansion territoriale favorisant des contacts avec des populations de plus en plus loin-taines. Sur le plan méthodologique, les œuvres d’art plastique sont des “révélateurs culturels” qui jouent unrôle majeur dans la caractérisation des groupes humains et de leur relations avec leurs voisins. Ce sont des élé-ments essentiels pour une approche anthropologique de l’archéologie.

Mots-clef: Art rupestre paéolithique. Art mobilier paléolithique. Échanges culturels paléolithiques.

Dedicado a Ignacio Barandiarán Maestu

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2. Problemas metodológicos

Para intentar delimitar la identidad de las cultu-ras paleolíticas, nos interesan las analogías en elámbito de las producciones artísticas y los fenóme-nos de difusión, de préstamo y de convergencia. Noobstante, esta problemática sólo tiene sentido si loselementos a comparar son contemporáneos. Asípues, el establecimiento previo de un cuadro crono-lógico tan preciso como sea posible supondrá nues-tra primera tarea y también la primera dificultadcon la que nos encontraremos, ya que la precisiónmáxima de los métodos de datación es, en el estadoactual de las técnicas, del orden de algunos cientosde años, es decir, de al menos una decena de gene-raciones. Salvo excepciones, será prácticamenteimposible afirmar que dos objetos que provengande emplazamientos distintos son estrictamente con-temporáneos. Tendremos que conformarnos conuna acepción imprecisa del término contemporanei-dad. El segundo problema atañe a la adopción deuna definición mínima de una analogía para quepueda considerarse como la indicación de un con-tacto entre dos grupos. La analogía no deberá sus-tentarse en un carácter aislado, sino en un conjuntode características pertenecientes a diferentes ámbi-tos (temática, convenciones formales, técnica, elec-ción del soporte, función, etcétera), a fin de que nose pueda sospechar de una convergencia fortuita.

Respecto a la analogía, debemos precisar otroaspecto metodológico concerniente a un procesoque podría ser descrito como el de la transposicióndel concepto original. Observamos que en lamayoría de los casos el objeto o el concepto difun-dido están sometidos a una reinterpretación porparte del grupo receptor y que ésta produce inevi-tablemente alteraciones. Esta noción es funda-mental, ya que explica parte de la variabilidad queobservamos.

Efectivamente, la reapropiación de una ideavenida de otro lugar se acompaña de modificacio-nes que en ocasiones son considerables. Así lacabra en actitud retrospectiva, esculpida sobrepropulsor, es conocida mayoritariamente enemplazamientos del Magdaleniense medio de lavertiente norpirenaica (Mas d’Azil, Bédeilhac,Isturitz, Arudy…); la ley del número sugiere queeste tema tan particular, al mismo tiempo estéticoy funcional, fue inventado en alguno de estosemplazamientos. Es interesante observar que enLa Garma, en la España cantábrica, se ha encon-trado un objeto con lo que parece ser una trans-posición del mismo concepto sobre otro soporte.

En esta ocasión se representa la imagen de unacabra con la cabeza vuelta, en ligero bajorrelieve,sobre las dos caras de una lámina ósea; de ahí lanecesidad de girar el objeto para comprender sudesarrollo. En ocasiones se ha considerado que laactitud retrospectiva sobre propulsores era unaadaptación al soporte y a la materia, pero la reali-dad es sin duda más compleja.

En la misma línea, podemos mencionar dosplacas procedentes de las cuevas relativamentecercanas de Labastide (Altos Pirineos) y del Masd’Azil, con el grabado de un bisonte en posiciónretrospectiva. Su diseño es sorprendentementeparecido. En La Madeleine (Dordoña) existe unarepresentación del mismo tema (“bisonte lamién-dose el flanco”), pero el soporte es diferente, yaque en esta ocasión se trata de un asta de renoesculpida en bulto redondo. Finalmente, el temadel bisonte retrospectivo no se halla ausente delarte parietal: aparentemente el bisonte n.º XXXIdel techo de Altamira participa de la misma fuen-te de inspiración. Estos ejemplos muestran que setrata de un concepto expresado con independenciadel soporte.

Una vez identificada una analogía entre dosseries de objetos, ¿qué hipótesis podemos formu-lar para intentar explicarla? Los objetos puedentener un único origen local, incluso un único crea-dor, y haber sido dispersados posteriormente. Enel caso de los cazadores-recolectores móviles,resulta prácticamente imposible saber si las analo-gías descubiertas entre objetos procedentes desitios alejados se deben a intercambios produci-dos durante el contacto entre grupos distintos (loque implica relaciones codificadas entre los gru-pos), o si se trata del mismo grupo, percibido endiferentes momentos de su ciclo de desplazamien-tos. La cuestión se plantea más particularmentecuando las analogías conciernen a lugares que tansólo distan entre sí unas decenas de kilómetros,como en el caso de los rodetes multiperforados, delos propulsores con cabra juvenil y pájaros ode los contornos recortados de Mas d’Azil, Enlè-ne y Bédeilhac (Fig. 1). Conviene además serextremadamente cauteloso antes de afirmar queun tipo de objeto o de decorado es característicode un territorio concreto. Por este motivo, loshuesos hioides con muescas laterales de La Güel-ga y de Tito Bustillo no pueden ser consideradoscomo “marcadores territoriales” (Menéndez, 2003),puesto que también se conocen en Abauntz(Navarra) e incluso en La Marche (Vienne). Por elcontrario, estos objetos, tan tipificados, apoyan la

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argumentación opuesta, ya que demuestran la exis-tencia de intercambios entre regiones alejadas.

En el caso de analogías entre grandes distan-cias, los desplazamientos físicos son menos proba-bles, pero no pueden ser excluidos. La cuestión seplantea concretamente cuando se trata de explicarlas representaciones en una región de una especiecuyos restos no aparecen entre la fauna consumida.¿Cómo interpretar, por ejemplo, las representacio-nes muebles de renos de La Viña y de Las Caldas(Fig. 2) ante la ausencia prácticamente total derenos en los yacimientos del Magdaleniense medio(Altuna y Mariezkurrena, 1996)? La cuestión seplantea igualmente en el caso de las magníficasrepresentaciones bicromas de Tito Bustillo y en elde los renos recientemente identificados en Llonín(Fortea, Rasilla y Rodríguez, 2004, 2007) y Cova-ciella (Fortea, 2007). ¿Iban los cazadores asturia-nos a cobrar renos hasta el País Vasco? Esto notendría nada de sorprendente; los desplazamientosestacionales del orden de 300 a 500 kilómetrosestaban a su alcance.

La noción de redes de intercambios con rami-ficaciones sobre vastos territorios se impone enciertos periodos, pero el modelo planteado aún sesustenta, implícitamente, en el estudiado por M.Mauss, hace ahora más de un siglo, para ciertassociedades esquimales (Mauss y Beuchat, 1904-1905). Su aplicación al caso de los cazadores-recolectores del Paleolítico superior sigue siendo

FIG. 2. Renos de La Viña (omoplato) y de Las Caldas (placa de arenisca). Según J. Fortea et al. (1990) y M. S. Corchón (1992).

FIG. 1. Rodetes multiperforados (1. Mas d’Azil; 2. Enlè-ne), propulsores de ciervo y de pájaros (3. Mas d’A-zil; 4. Bédeilhac) y contornos recortados (5. Mas-d’Azil; 6. Bédeilhac).

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conjetural (Conkey, 1992). Según este modelo, lagestión de los recursos alimentarios a lo largo de unciclo anual imponía fases estacionales de disper-sión y de agregación que periódicamente provoca-rían grandes concentraciones en sitios particulares.Estas concentraciones ofrecerían la ocasión para lamutua prestación de personas (matrimonio), deobjetos (trueque), pero también para transferirinformaciones y compartir ideas.

En consecuencia, cuando se constata una ana-logía formal entre obras separadas por grandes dis-tancias, no puede saberse si lo que se transmitió deun grupo a otro fueron los conceptos técnicos yestéticos asociados a la realización de dichas obraspor aprendizaje (o por simple observación), o sinos encontramos ante los productos de los mismosartistas trabajando en distintos sitios. La cuestiónconcierne tanto a los pequeños objetos mueblescomo al arte parietal. Sin embargo, estas hipótesistienen un punto común: ambas implican el estable-cimiento de fuertes lazos culturales, renovadosperiódicamente e incluso “institucionalizados” (esdecir, reconocidos por todos los grupos implicadosy reproducidos de generación en generación). Silas analogías son suficientemente fuertes comopara poder descartar la hipótesis de una coinci-dencia fortuita, serán para nosotros el indicio deuna comunidad cultural extensa.

En algunos casos marginales, la noción de comu-nidad cultural no resulta evidente y se debe sugerirla cuestión de eventuales préstamos transculturaleso la imitación. Tal cuestión se plantea a propósitode la excepcional cabeza de caballo de La Pierreaux Fées (Cépoy, Loiret). Los arqueólogos recono-cen que los restos materiales asociados a ellacorresponden a la denominada “cultura hambur-giense”, perteneciente al tecnocomplejo de puntasde muesca y diferente de la “cultura magdalenien-se” en numerosos aspectos. La presencia de unacabeza de caballo “de estilo magdaleniense” (loque supone que se sea capaz de definirlo) en unyacimiento hamburgiense, cuando no se atribuye alos hamburgienses la producción de arte animalis-ta, se interpreta “comme une acculturation secon-daire des Hambourgiens témoignant de contactsavec les Magdaléniens contemporains” (Allain,1989: 215). Sin embargo, tal interpretación es qui-zás unívoca, ya que nada prueba que los hambur-gienses no practicaran el arte figurativo en la granllanura del norte, de donde se supone son origina-rios (los yacimientos son demasiado poco numero-sos para afirmarlo). ¿Sólo los magdalenienses esta-ban capacitados para dibujar una cabeza de caballo

realista? Siguiendo la misma argumentación, habríaque suponer entonces que la cabeza de caballo dela cueva de Robin Hood (Gran Bretaña), en unaregión caracterizada por una industria conocidacomo creswelliense, sería una “importación” mag-daleniense. ¿También sería fruto de contactos conlos magdalenienses el arte parietal recientementedescubierto en Creswell Crags? Estos ejemplosilustran la dificultad de identificar los mecanismosprecisos que tienden a homogeneizar las produc-ciones artísticas en inmensos territorios ocupadospor cazadores-recolectores con modos de vida muyparecidos, que probablemente se encontraban demanera regular durante sus desplazamientos enbusca de materias primas o la persecución de lacaza. En esas ocasiones debieron establecerse rela-ciones de vecindad, basadas en el intercambio, quefavorecerían el compartimiento en cierto grado deideas, formas y técnicas. La búsqueda de analogíasno va a permitirnos constatar territorios cerrados,limitados por fronteras naturales o culturales, sinola intensidad más o menos grande de intercambiosentre grupos vecinos, y las fluctuaciones de estoslazos a lo largo del tiempo.

También debemos reconocer que, en algunoscasos, resulte difícil excluir completamente lahipótesis de una convergencia de ideas, pues algu-nos universales del pensamiento son susceptiblesde adoptar formas idénticas. Las manos negativas,extendidas por todos los continentes en periodosmuy diferentes, utilizando la misma técnica derealización “por soplado”, son un ejemplo indis-cutible de ello. Sin embargo, si vigilamos que lacomparación ataña únicamente a objetos contem-poráneos, e insistimos en la multiplicidad de loscriterios de analogía, el riesgo de confusión podráser más limitado.

3. Cuadro cronoestratigráfico

Los restos materiales sacados a la luz por lasexcavaciones y las dataciones absolutas asociadas aellos permiten establecer un cuadro cronológicoen el que intentaremos situar a continuación laevolución de las producciones artísticas. Los obje-tos manufacturados que constituyen la base de lasindustrias lítica y ósea tienen ante todo una fun-ción utilitaria, pero ello no debe hacernos olvidarque fueron fabricados en el seno de un grupo, enun contexto social que impone obligaciones yorienta las alternativas. Así pues, a las limitacio-nes materiales, directamente relacionadas con las

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propiedades físicas de las materias, se añaden otroscondicionantes sociales que explican ciertas dife-rencias que se observan en las producciones degrupos vecinos y contemporáneos. Dicho de otramanera, la tecnología no puede ser estudiada inde-pendientemente de los contextos socioculturalesen los que los objetos han sido producidos y utili-zados (Dobres, 2001). En este sentido, los objetosutilitarios pueden ser valiosos indicadores de laorganización social a gran escala, ya que permitenevaluar la importancia de los intercambios a lolargo de vastos territorios. En efecto, algunos tiposde objetos (o ciertos aspectos técnicos de su fabri-cación) no conocen más que una difusión geográ-ficamente limitada, mientras que otros se disper-san rápidamente por toda el área considerada. Asípues, son portadores de información acerca delgrado de independencia entre grupos. Igualmente,las fuentes de abastecimiento de materias primasindispensables para la vida cotidiana como el sílex,o de otras materias de gran valor simbólico comolas conchas utilizadas para el ornato, permiten ima-ginarnos la extensa geografía de los territorios fre-cuentados o al menos las áreas geográficas en elinterior de las cuales se tejían redes de intercambio.

Resumiremos pues, brevemente, lo que cono-cemos sobre la evolución de las sociedades de caza-dores-recolectores que ocuparon el sudoeste deFrancia y el norte de España a lo largo de los ochoúltimos milenios del Paleolítico superior (20000-12000 BP según el radiocarbono). Posteriormente,intentaremos relacionar la estructuración obtenidacon la información aportada por las produccionesde carácter artístico.

3.1. 20000-18500 BP

Tanto en Francia como en España, los datosarqueológicos permiten atribuir al Solutrensesuperior los yacimientos de este periodo (Cuadro1). Las fechas 14C de que disponemos son poconumerosas pero coherentes, desde Asturias hasta lacuenca del Loira (Cueto de la Mina E, Altamira,Antoliñako-Koba, Le Cuzoul de Vers, Les Jam-blancs, Le Placard, Abri Fritsch). La aparente simi-litud de las industrias líticas está relacionada conla técnica del retoque plano por presión conoci-da como retoque solutrense y con la presencia deútiles foliáceos en todo el territorio considerado(hojas de laurel, puntas de muesca, etcétera). Sinembargo, ciertos tipos de útiles sólo conocieronuna expansión limitada, revelando así variaciones

regionales e intercambios reducidos. Es por ejem-plo el caso de las puntas de base cóncava, de lasque más de la mitad de los ejemplares conocidos adía de hoy provienen de Asturias (Straus, 1978;Rasilla y Santamaría Álvarez, 2005). De oeste aeste de la costa cantábrica parece alumbrarse ungradiente negativo, y sólo se conocen algunos ejem-plares aislados en el sudoeste francés (Isturitz,Azkonzilo, Haréguy, Brassempouy-grotte du Papey Lespugue-grotte des Harpons). La excepcionalpresencia de estas puntas en el Alto Garona justifi-ca la opinión emitida por St-Périer: “Je seraisporté, pour ma part, à croire que les Solutréens deLespugue sont venues d’Espagne, apportant aveceux les formes si particulières encore inconnues auNord” (St-Périer, 1920). Estos solutrenses “veni-dos de España” habrían penetrado en un territorioprácticamente deshabitado, a tenor de la escasezde vestigios solutrenses en el piedemonte pirenaico(Foucher y San Juan, 2002).

3.2. 18500-16500 BP

Este periodo marca un claro cambio respectoal anterior. La situación a ambos lados de los Piri-neos es aparentemente muy contrastada. En el sud-oeste de Francia se caracteriza por una industrialítica singular (industria mayoritariamente sobrelascas, útiles con muescas, denticulados, piezasastilladas, rasquetas [“raclettes”]). Denominado enotro tiempo Magdaleniense 0 y Magdaleniense Ipor razones estratigráficas, este periodo está hoyreconocido como una entidad distinta del Magda-leniense y recibe el nombre de Badegouliense(Vignard, 1965).

La concordancia de los acontecimientos enEspaña y Francia es notable. Las industrias bade-goulienses más antiguas están fechadas en Franciaen los alrededores de 18400 BP (Cuzoul 24, LePlacard 2, Laugerie-Haute Este 20-18; cf. Cuadro1). En España, en este mismo periodo cronológi-co, constatamos la disminución del retoque solu-trense, un fuerte aumento de las herramientassobre lascas y, a veces, la presencia de buena can-tidad de “raclettes”. En Las Caldas, por ejemplo,S. Corchón señala el “vivo contraste” que existeentre los niveles 10 y 7 (Solutrense superior) y losniveles suprayacentes (6 a 3), que considera comouna fase terminal del Solutrense “en vías de deso-lutreanización”, ya que la industria está práctica-mente desprovista de útiles foliáceos (Corchón,1981).

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No existe acuerdo sobre la filiación de estaindustria. Industrias muy parecidas son denomina-das “Magdaleniense arcaico” por P. Utrilla, lo quemantiene la equivalencia con los términos de Mag-daleniense 0 y Magdaleniense I, todavía utilizadosen Francia por algunos autores (Utrilla, 1989,1996). Sin embargo, la composición de la industrialítica de estratos arqueológicos como los de LaRiera 8-16, Las Caldas 3 (Sala I) y XIVc (Sala II),Rascaño 5, etcétera, se aleja tanto del Solutrensesuperior precedente como del Magdaleniense infe-rior cantábrico siguiente, tal y como han mostradolos análisis factoriales de las industrias líticas de losgrandes yacimientos estratificados cantábricos(Bosselin y Djindjian, 1999). No pretendemosentrar en una controversia que, a nuestro parecer,se centra más sobre la terminología que sobre elfondo. El hecho importante es que, en el mismomomento en que se desarrolla en Aquitania elBadegouliense sobre un sustrato solutrense, apare-cen en toda la región cantábrica (Las Caldas 3:18250 BP; Aitzbitarte IV, niv. 3: 17950 BP; MirónCorral-117: 17050 BP) industrias tipológicamentemuy similares. Afinidades badegoulienses han sidoseñaladas también en las industrias líticas y óseasdel nivel III de la Galería de Llonín (Fortea, Rasi-lla y Rodríguez, 2004).

Es extremadamente improbable que estas dosindustrias hayan podido aparecer simultáneamentey desarrollarse paralelamente sin que algunos con-tactos expliquen su similitud.

En Francia, la estratigrafía de ciertos yacimien-tos muestra la sucesión de un Badegouliense anti-guo desprovisto de raclettes y de un Badegouliensereciente con raclettes (Badegoule, Laugerie-HauteEste, Pégourié, Vers-Le Cuzoul, Cassegros, etcéte-ra). En la España cantábrica, P. Utrilla ha propues-to distinguir en este periodo dos facies que seríanen parte funcionales y en parte culturales: la facies“Rascaño 5” y la “facies de raclettes” (Utrilla, 1996)eventualmente precedidas por una fase de transi-ción en torno al 17000 BP (Utrilla, 2004). Sinembargo, la presencia en el estrato III de la Gale-ría de Llonín de auténticas raclettes y de grandesazagayas de bisel en lengüeta con rayados, así comola presencia de la técnica del grabado “pseudoexci-so”, muestran que estas facies se funden a vecesen una sola entidad (Fortea, Rasilla y Rodríguez,2004). Probablemente suceda lo mismo en La Riera.Debemos señalar que, durante este periodo, los Piri-neos parecen estar prácticamente desocupados(con excepción del Badegouliense de raclettes seña-lado en Enlène y desgraciadamente mal datado). Si

bien el Badegouliense no penetró en los Pirineos,está atestiguado en las Landas (yacimiento al airelibre de Cabannes), remontó el valle del Garona(Cassegros) y, por el paso de Naurouze, llegó alLanguedoc (yacimiento al aire libre de Lassac;pequeña cueva de Bize, estrato 5). Finalmente, con-viene indicar que industrias “no badegoulienses” sehan señalado igualmente en esta horquilla cronoló-gica, y atribuido a un Magdaleniense “muy anti-guo” a fe de la ausencia de raclettes, de la abundan-cia de laminitas de dorso, de un tallado fuertementelaminar y de la extracción de varillas de asta de renopor doble ranurado. Es el caso de Lascaux, con unafecha de 17190 ± 140 BP (y otra todavía más anti-gua: 18600 ± 190 BP) (Aujoulat et al., 1998) y, sobretodo, de Gandil (Tarn y Garona), donde tres data-ciones convergentes han dado edades comprendi-das entre 17480 y 16980 BP (Ladier, 2004). Estasindustrias, que responden mal a los criterios tecno-tipológicos habituales, son quizás el indicio de lacoincidencia de grupos con tecnologías diferentes.

3.3. 16500-14500 BP

En la Cornisa Cantábrica, esta horquilla crono-lógica corresponde al “Magdaleniense inferior can-tábrico” (MIC) en el que se reconocen actualmen-te dos facies: la facies de tipo Juyo y la faciesmicrolítica (Utrilla, 1995). La primera se caracteri-za esencialmente por la abundancia de raspadoresnucleiformes (hasta un 50%) y de azagayas de sec-ción cuadrangular con decoraciones de diseñosangulares que, a veces, han sido impropiamentedenominados como “tectiformes”. La segundafacies, bien representada en Las Caldas (niv. XIII-XI), se caracteriza por una proporción particular-mente elevada de microlitos (a veces más del 50%),esencialmente laminillas de dorso (34%) y, demanera singular, por triángulos escalenos (7%)(Corchón, 1994).

En Francia, este periodo corresponde al Mag-daleniense III de Breuil. Las similitudes con elMagdaleniense inferior cantábrico son numerosas(proporción importante de microlitos, azagayas debisel simple y de sección cuadrangular) y probable-mente resultan de fenómenos de difusión por con-tacto. Un tipo de azagayas cortas y espesas conranura longitudinal, conocidas con el nombre deazagayas de Lussac-Angles, y sin duda desarrolladoinicialmente en Vienne (Angles-sur-l’Anglin, LaMarche), está más o menos considerado como su“fósil director”.

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CUADRO 1. Cronología de los principales yacimientos datados por el 14C entre 20000 y 11500 BP en la región cantábrica y sudoeste de arqueológicos no datados directamente.

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PIRINEOS PIRINEOS PIR-ORI ENT. AVEYRON QUEREY PÉRIGORD CHARENTEAtlánticos centrales Aude Tarn Gironde Vienne, Indre

11750 Courbet 11720 Limeuil11800 Eglises 8

12000 Poeymaü BI 12020 Gourdan A 12040 Conduché

12260 Dufaure 4 12250 Rhodes II-F5 12270 Belvis12395 Arancou B2 Magdaleniense superior

12450 Espélugues12540 Gare de Couze

Magdaleniense superior 12620 Murat IV 12640 Madeleine 8 12685 Bois-Ragot 512740 Plantade

12850 Vache 4b12900 Églises 8bis

13020 Montastruc 13070 Madeleine 1313140 Fontalès

13210 Gourdan13370 Bois-du-Cantet 13320 Montgaudier13400 Mas d'Azil GS 13490 Courbet 10 13440 Madeleine 14J13500 Labastide div.13640 Mas d'Azil 13680? Magd-Plaine C4g13725 Bédeilhac GV

13840 Duruthy 4 13810 Fontanet 13850 Laugerie-B 1513900 Enlène SM

Magd. medio pirenaico (IV) 14020? Plantade14180 Duruthy 5

14270 Troubat 14230? Canecaude Magd. medio aquitano (IV) 14280? La Marche[Isturitz] 14350 Tuc Audoubert 14360 Les Cottés

14400 Gourdan14570 Dufaure 5b 14530 Bize 414640 Dufaure 6b 14680 Roc-de-Sers

[Marsoulas] 14730 Laug.-Hte IIIs 14770 Angles RSC[Lespugue-Scilles]

[Enlène SM] 14910 Roc-Marcamps 2b[Troubat] 15070? Gazel 7 15030 Combe-Cullier

[Montfort ?] 15160 Chaffaud[Massat ?] 15200 Ste-Eulalie 15250 Flageolet II

[Gourdan ?] 15300 St-Germain-R.2 15300 Fadets

"Magd. inf. Aquitano" (III) "Magd. inf. Aquitano" (III) 15560 Garenne15650 Terriers

15890 Plantade 15830 Bergerie 7

16070 Gandil 2 16020 Chaire-Calvin 6

16300 Placard CRL1

16750 Lassac 16800 Cuzoul 1316890 Pégourié 8a 16890 St-Germain-R.4

[La Rivière] 16980 Gandil 20 16920 Taillis des C.AG-III[Bize 5] 17050 Cuzoul 20 17040 Laug. Hte E8 (Magd. II)

17180 Gabillou 17130 Frisch 3a

17280 Frisch 5b

17480 Gandil 23 17420 Pégourié 9a 17440 Placard GLD2

Badegouliense 17650 Jamblancs E17770 Jamblancs O2

Badegouliense y Magd. inf.stricto sensu 17980 Frisch 6

[Enlène div. G]18260 Laug.-H. E

18370 Placard Y218400 Cuzoul 24

[Isturitz] [Lespugue-Harpons]18600 Lascaux (puits)

[Hareguy] [Roquecourbère] [Bize 6][Azkonzilo]

19010 Jamblancs 319180 Frisch 8d

Solutrense superior Solutrense superior

19400 Cuzoul 30

19630 Combe-Saunière IV919700 Brassempouy 19740 Laug. Hte O.5

20000 Laug. Hte O.2

20280 Grotte XVI 20210 Placard GLD17

Francia. Los signos de interrogación indican que la datación no concuerda con la atribución cultural. En cursiva, los niveles

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Es importante destacar la casi simultaneidadde la aparición del MIC en España y del Magdale-niense III en Aquitania (Cuadro 1); así pues, es ilu-sorio, en el estado actual de nuestros conocimien-tos, preguntarse en qué sentido pudo ejercerse ladifusión. Las fechas más recientes para las indus-trias badegoulienses se sitúan hacia 16800 BP(Pégourié 8a, Lassac, Cuzoul 13) y las más antiguaspara las industrias magdalenienses hacia 16500-16300 BP (Le Placard, St-Germain-La-Rivière,Ekain VIIb, Mirón 114). En La Riera, se manifies-ta una importante ruptura entre los estratos 8 a 16por una parte y los estratos 17 a 20 inf. por otra(Bosselin y Djindjian, 1999); sin embargo, la fechaobtenida para el estrato 17 (16900 BP) parece unpoco alta. Es posible entonces situar entre 16900 y16500 BP la aparición del más antiguo Magdale-niense stricto sensu (si se exceptúa el corto episodiodenominado Magdaleniense II que sólo se cono-ce en algunos emplazamientos aquitanos). Teniendoen cuenta el abandono de los primeros estadiosde la clasificación de Breuil, parecería juiciosorenombrar hoy al Magdaleniense III como “Mag-daleniense inferior aquitano” por simetría con el“Magdaleniense inferior cantábrico”, como hanpropuesto Djindjian, Kozlowski y Otte (1999).

Las relaciones entre el norte de Aquitania y lasregiones meridionales están corroboradas por ladifusión de las azagayas Lussac-Angles en direcciónsur (Quercy, Pirineos, región cantábrica). En losPirineos, aún hay pocos emplazamientos atribui-bles a este periodo. Azagayas de tipo Lussac-Angleshan sido señaladas en los Altos Pirineos (Troubat),en el Alto Garona (Marsoulas, Montconfort, Les-pugue-Les Scilles, Gourdan), en Ariège (Enlène-Salle des Morts, Montconfort) e incluso en Aude(Canecaude), pero éste es sin duda un argumentofrágil para atribuir los estratos que las contienen alMagdaleniense III tal y como se conoce en Aquita-nia, con una cronología idéntica (Clottes, 1989a).En efecto, los estratos que han proporcionado aza-gayas de tipo Lussac-Angles han recibido a vecesfechas más tardías (Canecaude: 14230 BP; Enlène-Salle des Morts: 13940 BP). Resulta sin embargointeresante señalar que es verosímil que azagayasde este tipo se encuentren presentes en Tito Busti-llo (Moure, 1975: 43; Clottes, 1989b: 76), y quepodrían indicar una ocupación más antigua de loque se supone generalmente, de acuerdo con ciertasfechas 14C particularmente altas (14930 y 14890BP). Estas típicas azagayas han sido registradasrecientemente en el estrato 116 de El Mirón, inme-diatamente suprayacente al 117, que posee todas las

características de un “Magdaleniense arcaico-Bade-gouliense” y que está fechado en 17050 BP (Strausy González Morales, 2005).

Durante este periodo, parece que los gruposmagdalenienses conocieron una expansión consi-derable, ya que ocuparon de nuevo territorios quehabían sido abandonados en el momento del máxi-mo glaciar. Pertenecen probablemente a esta olea-da el Magdaleniense con “navettes” del este deFrancia (Cueva Grappin: 15770 ± 390 BP y 15320± 370 BP; Rigney: 14950 ± 500 BP) que convienerelacionar con emplazamientos aún más orientalescomo Kniegrotte en Alemania y Maszycka en Polo-nia (15490 ± 310 BP).

3.4. 14500-13300 BP

En Francia, se corresponde con el Magdale-niense IV de Breuil. A partir de 14.500 BP, las ocu-paciones se multiplican en los Pirineos, desde elAtlántico hasta Ariège1. Este movimiento encuen-tra quizás su origen en un intermedio climáticomás atemperado durante el Dryas I correspondien-te al pre-Bolling (fase cantábrica IV de M. Hoyos).En la España cantábrica, las excavaciones de LaViña (J. Fortea), de Llonín (J. Fortea y M. de laRasilla) y de Las Caldas (S. Corchón) han contri-buido de manera espectacular al reconocimientode un Magdaleniense medio claramente diferencia-do del MIC subyacente. Las analogías con el Mag-daleniense IV pirenaico también han sido constata-das. Es sobre todo la industria ósea la que harevelado las transferencias tecnológicas y temáticastransregionales. En efecto, el Magdaleniense mediose caracteriza a ambos lados de los Pirineos por lapresencia algunas veces abundante de azagayas conbase ahorquillada y protoarpones.

Es interesante subrayar que el paso en Asturiasdel Magdaleniense inferior al medio se acompaña,especialmente en Las Caldas y La Viña, de profundasdiferencias en la tecnología y la tipología líticas,

1 Una datación por radiocarbono del estrato 7 de Gazel(Aude) que corresponde a un Magdaleniense IV de tipo pire-naico indiscutible (protoarpones, azagayas con bisel doble,varillas semicirculares adornadas, contornos recortados sobrehueso hioides) ha revelado una edad de 15070 ± 270 BP (Sac-chi, 1986). Sin embargo, resulta difícil aceptar sin reservas estafecha, pues Gazel constituiría un islote en medio de decenasde emplazamientos atribuibles al Magdaleniense III (aquitanoo cantábrico), 500 años antes de que estos últimos adoptarana su vez las formas del utillaje del Magdaleniense IV.

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quizás en parte relacionable con la materia prima,constituida casi exclusivamente por sílex en el Mag-daleniense medio, mientras que la cuarcita represen-taba una parte importante en el Magdaleniense infe-rior (Fortea, 1989; Corchón, 1995). Siendo el sílexescaso y de mala calidad en Asturias, parece que suempleo masivo en los yacimientos del Magdalenien-se medio regional responde a la existencia de redesde captación de materias líticas más articuladas yoperativas. La muy reciente identificación en elMagdaleniense medio de Las Caldas de sílex proce-dente del sur e incluso del norte de los Pirineos con-firma la existencia de relaciones con los territoriosorientales lejanos (Corchón et al., 2006). Más ade-lante veremos que los documentos artísticos de esteperiodo muestran que esas relaciones no concernie-ron solamente al abastecimiento de materias primassilíceas, sino que también fueron la ocasión paraintercambios culturales sustantivos.

De nuevo, sorprende la casi contemporaneidadde los intercambios que se produjeron a uno y otrolado de los Pirineos (Cuadro 1). Las fechas más tar-días para el MIC parecen situarse alrededor de14500 BP y las más antiguas para el Magdalenien-se medio (IV) en los Pirineos se aproximan a dichafecha: a juzgar por los estratos 6 y 5 de Dufaure,que permiten situar la transición hacia 14600 BP, ypor el nivel G de Berroberría, que data la prime-ra ocupación del yacimiento hacia 14430 BP. Lamayoría de las fechas en Cantabria y Asturiasson algo más bajas, lo que podría traducirse comoun ligero desfase, difícil de apreciar a causa de laincertidumbre relativa al método. A este respecto,el caso de Tito Bustillo plantea un problema parti-cularmente delicado. Muchos autores están deacuerdo hoy en atribuir el nivel 1c al Magdalenien-se medio, pero si se aceptan ciertas fechas 14C(14550 para el nivel 1cb y 14440 para el nivel 1c.1),éstas se situarían entre las más antiguas del Magda-leniense medio en cualquier región.

3.5. 13300-12000 BP

Tanto en Francia como en España, este perio-do conoce la expansión del Magdaleniense supe-rior y final, identificado frecuentemente por la pre-sencia de arpones (y, a veces, por sólo este criterio).Las fechas más antiguas de las que disponemos enlas diferentes regiones sitúan los estratos más anti-guos atribuibles al Magdaleniense superior hacia13300 BP, coincidiendo así con el inicio del Bolling(Cuadro 1). Desde Charente (Montgaudier: 13320

BP) hasta los Pirineos (Gourdan: 13210 BP),Navarra (Berroberría: 13270 BP) y Asturias (Cal-das III: 13185 BP), las fechas son sorprendente-mente próximas, lo que probablemente es indica-dor de fenómenos de difusión muy rápidos y deintensos contactos interregionales. La homogenei-dad de las industrias lítica y ósea en toda el áreageográfica considerada es tan evidente que a vecesse olvida sacar conclusiones en términos de econo-mía de subsistencia y de organización social.

Está claro que los límites temporales indicadosen los párrafos anteriores son poco seguros, y portanto susceptibles de revisión, a causa de la impre-cisión de las fechas 14C por un lado, y por otro, delos inevitables periodos transitorios y los desfasesque pudieran producirse de una región a otra (Fig.3a y b). Efectivamente, el importante recubrimien-to que se observa entre los diferentes estadiosmagdalenienses puede tener numerosas causas.Una de ellas puede deberse a errores en las data-ciones por radiocarbono. Fechas “anormalmente”bajas pueden explicarse fácilmente por una conta-minación de las muestras por carbono reciente,pero las causas de un envejecimiento accidentalson más difíciles de suponer. Cuando la secuenciade las fechas es incoherente con la secuencia estra-tigráfica de los depósitos, se puede sospechar de lainfluencia de perturbaciones post-deposicionales,pero éstas son a veces difíciles de demostrar si nose han realizado análisis litoestratigráficos y sedi-mentológicos a lo largo de la excavación. Los recu-brimientos también pueden derivarse de las difi-cultades de atribución de ciertas industrias decarácter “transicional”. Por ejemplo, la distinciónentre el Magdaleniense IV y el Magdaleniensesuperior se vuelve delicada por la presencia deprotoarpones en el Magdaleniense IV muy próxi-mos de los verdaderos arpones. El carácter conti-nuo de la transición se demuestra también por lasazagayas de base ahorquillada que se encuentranen un breve lapso cronológico que cubre el fin delMagdaleniense medio y el principio del Magdale-niense superior (Pétillon, 2004). Habida cuenta deestas diversas causas de errores, resulta práctica-mente imposible saber si hubo concretos desfasestemporales entre las regiones en los momentos delas grandes transiciones. La cuestión es importan-te, ya que nos informaría acerca del sentido de cir-culación de las innovaciones técnicas y de lasinfluencias culturales.

Nos parece importante subrayar una vez másque, en el estado actual de nuestros conocimientos, elesquema evolutivo global (tal como lo presentamos

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en el Cuadro 1) no revela desfases temporales sig-nificativos. Al contrario, este cuadro muestra quelas transiciones han sido casi simultáneas en toda elárea considerada, con una incertidumbre que noexcede el orden de magnitud de los errores estadís-ticos que afectan a las edades 14C.

4. La creación artística comomarcador cultural

Como acabamos de ver, la estratigrafía delos grandes yacimientos pone de manifiesto una

evolución de las industrias lítica y ósea más omenos paralela y sincrónica en toda el área geográ-fica considerada. Esto significa simplemente quelos grupos que ocupaban este vasto territoriotenían ocasión de encontrarse. Con motivo de estosencuentros intercambiaban objetos, técnicas y,sin duda, también informaciones prácticas relati-vas a la explotación de los recursos del territorio.Sin embargo, los intercambios realizados duran-te estos encuentros no implican necesariamente queesos grupos compartieran también valores ideoló-gicos, espirituales o religiosos en cantidad suficien-te como para poder considerarlos pertenecientes a

FIG. 3a. Recubrimiento de las fechas 14C de los diferentes estadios magdalenienses en la Región Cantábrica. Zona 1: Capas atri-buidas al “Magdaleniense arcaico” (Utrilla), al “Solutrense final” (Corchón) o al “Badegouliense cantabrique” (Djind-jian, Bosselin). Las edades de radiocarbono de estas capas se corresponden con la segunda parte del Badegouliense fran-cés (Badegouliense reciente). Zona 2: Atribución al Magdaleniense inferior cantábrico probablemente errónea;concierne a dos fechas de La Riera 17. Zona 3: Atribución al Magdaleniense medio probablemente errónea; 6 de las 8fechas conciernen a Tito Bustillo 1c (incluso admitiendo, según González Sainz, que esta capa pertenezca al Magdale-niense medio y no al superior, la discordancia de sus fechas de radiocarbono es manifiesta. La horquilla cronológica14400-15000 BP convendría mejor a un Magdaleniense inferior cantábrico, como, por otra parte, lo sugiere la presen-cia de azagayas de tipo Lussac-Angles). Zona 4: Atribuciones al Magdaleniense inferior cantábrico probablemente erró-neas; conciernen a El Juyo 4 y La Güelga 3c. Varios autores han propuesto su atribución al Magdaleniense medio.

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una misma cultura (con el sentido que los antropó-logos dan a esta palabra, y no con el de los prehis-toriadores, que se basan en la “cultura material”).En efecto, la difusión de un nuevo útil o de unanueva técnica puede llevarse a cabo rápidamente,de vecino a vecino, entre grupos culturales distin-tos que no mantienen más que relaciones de proxi-midad. Dicho de otra manera, la presencia de lasmismas industrias en un territorio dado no implicala existencia de lazos culturales fuertes entre losocupantes de dicho territorio. Igualmente, las inves-tigaciones que demuestran que las materias silíceasnecesarias para la fabricación de armas y herra-mientas provienen en ocasiones de distanciasconsiderables (Simonnet, 1996; Lacombe, 1998;Tarriño, 2001) indican que los cazadores-recolecto-res paleolíticos circulaban por vastos territorios en

los que sin duda se reencontraban periódicamente,pero esto en nada nos informa sobre el grado deósmosis cultural.

La información aportada por el tráfico de con-chas es de naturaleza distinta, ya que se trata deobjetos preciosos que debían ser objeto de inter-cambios (Taborin, 1992). Por ejemplo, la presenciade numerosos Homalopoma sanguineum, una con-cha exclusivamente mediterránea, en Tito Bustillo,no permite inferir relaciones directas entre los gru-pos asturianos y los mediterráneos, pero puedeservir para reconstruir de manera hipotética su tra-yecto por el norte de los Pirineos siguiendo losemplazamientos en los que esta concha se hallapresente (Canecaude, La Vache, Enlène, Mas d’A-zil, Les Espélugues), vía más verosímil que la quesigue el valle del Ebro (Álvarez, 2002).

FIG. 3b. Recubrimiento de las fechas 14C de los diferentes estadios magdalenienses en Francia. Nótese que la cronología de losniveles atribuidos al “Magdaleniense antiguo” (Roc-de-Marcamps, Gandil, Le Taillis des Côteaux, etc.) coincide con lasegunda parte del Badegouliense (así como con el Magdaleniense arcaico/Badegouliense cantábrico: cf. Fig. 3a). Obsér-vese que las curvas en puntillado bajo el Magdaleniense medio se corresponden con las fechas atribuidas por los auto-res al Magdaleniense III y al Magdaleniense IV, y que coinciden, respectivamente, con el Magdaleniense inferior can-tábrico y el Magdaleniense medio cantábrico.

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Si en un área dada únicamente se encuentranobjetos trabajados con materias primas de origenlocal, lógicamente se puede concluir que esos gru-pos vivían en una cierta autarquía, o en todo casoque intercambiaban poco con sus vecinos. En cam-bio, si se encuentran numerosas materias primasexógenas, podemos deducir que el área geográficaconsiderada forma parte de una unidad territorialmás amplia, o que dichas materias primas fueronobtenidas por intercambio, pero esto no permitiríaobtener conclusiones acerca de la naturaleza de lasrelaciones, culturales o simplemente económicas,entre los grupos implicados. Para zanjar el asuntohabrá que recurrir a datos que dependen de lacultura de manera más directa. Nos centraremosentonces en las producciones de carácter no utilita-rio, es decir, en aquellas que poseen un caráctersimbólico y estético y que implican una comunidadde pensamiento y de valores, así como unos meca-nismos de transmisión entre generaciones, porquetodo eso son signos de cultura compartida. En con-secuencia, si las producciones artísticas de unaregión son originales con relación a las de las regio-nes circundantes, tenemos grandes posibilidadesde hallarnos en presencia de un área cultural autó-noma. Si, por el contrario, salen a la luz analogíasen cantidad suficiente con las producciones artís-ticas de las regiones circundantes, sin duda con-vendrá ampliar la noción de área cultural a la tota-lidad del territorio considerado.

El problema está en el reconocimiento de loselementos que permitan discernir en las produc-ciones artísticas una comunidad de inspiración quedemuestre lazos culturales entre sus autores. Asípues, para cada uno de los periodos anteriormentedefinidos con la ayuda de criterios puramentearqueológicos, vamos a examinar lo que los ele-mentos artísticos pueden enseñarnos acerca de laevolución de las relaciones culturales entre gruposregionales. Debemos señalar que, por comodidad,seguiremos utilizando los límites cronológicos pro-porcionados por la arqueología. Ahora bien, estoslímites no sólo son imprecisos por los motivos queya hemos visto, sino también inadecuados, sin dudaalguna, en relación con nuestro objetivo. Efectiva-mente, no tenemos razones para suponer que lasrelaciones culturales sigan una evolución paralela ala de la tecnología lítica y ósea. Por ejemplo, novemos por qué la introducción del arpón (que es amenudo el elemento determinante de la atribuciónde un horizonte arqueológico al Magdaleniensesuperior) hubiera modificado de manera sustancialy brutal las redes de relación. En cambio, podemos

concebir que acontecimientos de carácter anecdó-tico que se nos escapan completamente (personajecarismático, rivalidad entre clanes) llevaran a ungrupo a desmarcarse de sus vecinos mediante pro-ducciones gráficas originales.

4.1. Elementos artísticos del periodo20000-18500 BP

En el arte parietal de la Región Cantábrica, ellapso cronológico 20000-18500 BP se correspondeprobablemente con el extremo fin de la tradiciónde los grabados exteriores y con el desarrollo deuna nueva tradición consistente en pinturas rojasde trazo tamponado (o puntillado) realizadas encuevas profundas. En ambas tradiciones, el motivode la cierva ocupa un lugar predominante. Aunquelos centros de gravedad de los territorios cubier-tos por estas dos tradiciones no sean exactamentelos mismos (los grabados exteriores son mayorita-riamente asturianos y cantábricos los animales tam-ponados), los territorios se solapan ampliamente,lo que nos lleva a pensar que el conjunto de laregión cantábrica, a pesar de los obstáculos provo-cados por los numerosos ríos de orientación norte-sur que la dividen, poseía una cierta unidad deconcepción artística que recubre otra cultural. Almenos una parte de los signos cuadriláteros com-partimentados, que con frecuencia acompañan alos animales de trazado tamponado, probablemen-te, deban atribuirse a este periodo. Ése es el casoparticular de La Haza, cuyo contexto arqueológicono consistía más que en algunas piezas con retoquesolutrense (Moure Romanillo, González Sainz yGonzález Morales, 1987). En La Pasiega, la presen-cia de un contexto Solutrense superior abunda enel mismo sentido, pero la presencia de elementosmagdalenienses abre una ventana cronológica másamplia. Conviene anotar que algunos autores tien-den a remontar al Gravetiense los comienzos de latécnica del trazo puntillado, basándose en datacio-nes por termoluminiscencia obtenidas principal-mente en las cuevas de Pondra y La Garma (Gon-zález Sainz y San Miguel Llamosas, 2001; GonzálezSainz, 2003; Gárate Maidagan, 2004, 2006).

En el sudoeste de Francia, las escasas obrasmuebles figurativas fechadas estratigráficamente(plaquetas grabadas de Isturitz, Hareguy, Badegou-le) comparten ciertos rasgos estilísticos, desgracia-damente insuficientes para sacar conclusiones.

En Aquitania, el arte parietal atribuible al Solu-trense es poco abundante. Sin embargo, se puede

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señalar la inclinación por realizar bajorrelieves den-tro del propio hábitat (ejemplo de Roc-de-Sers y delFourneau-du-Diable), tradición heredada sin dudadel Perigordiense (Laussel). Una cierta comunidady una continuidad de pensamiento parecen igual-mente perceptibles en un vasto territorio que va deCharente a Vézère. Los contactos en el interiorde esta región e incluso más allá se demuestranpor la distribución de los llamados signos “en aco-lada”, o “tectiformes en chimenea” desde Charente(Le Placard) hasta Quercy (Cougnac, Pech-Merle)2.En cambio, los argumentos a favor de relacionesculturales entre Aquitania y la región cantábrica enel Solutrense superior son relativamente tenues. ¿Sepuede considerar, por una parte, que los signos tipo“Placard” están emparentados con los signos cua-driláteros cantábricos que también poseen una pro-tuberancia en la parte superior (casi siemprepuntiaguda) y, por otra, que las diferencias entreambos se deben a variaciones regionales en torno aun concepto común? Carecemos de formas inter-mediarias para afirmarlo. Llegados aquí, quizás hayaque señalar que, entre las figuras más arcaicas deFont-de-Gaume, aparecen prótomos de uros concuernos sinuosos dirigidos hacia delante, realiza-dos con puntuaciones rojas adyacentes, que H.Breuil no dejó de referir a las de Covalanas. Igual-mente, algunos dibujos rojos de Quercy (espe-cialmente cabras de Carriot, de Cantal y de Pech-Merle) recuerdan el estilo cantábrico, pero estoselementos aislados, no fechados, no son suficientespara plantear la hipótesis de un acercamiento. Noobstante, los signos en parrilla o rejilla que cubrenel techo de la cueva del Cantal (Lot) refuerzan estahipótesis, pues estos signos tienen su equivalentecasi perfecto en la cueva asturiana de Las Herre-rías: misma estructura geométrica, igual combina-ción de trazos continuos y punteados, idénticalocalización en el techo. La analogía de estos dosconjuntos impone la idea de una conexión directaentre sus autores pese a la lejanía geográfica de susemplazamientos (Fig. 4).

4.2. Elementos artísticos del periodo18500-16500 BP

La extrema pobreza del arte atribuible al Bade-gouliense ha sido señalada en numerosas ocasiones,siendo el testimonio más notable el bisonte grabadosobre un canto de Cuzoul de Vers (Clottes y Giraud,1989). Debe hacerse una mención particular al abri-go de Gandil “contemporáneo de los periodos quevieron desarrollarse al Badegouliense”, pero cuyaindustria se considera como perteneciente al “Mag-daleniense antiguo” (Ladier, 2004). En efecto, unode los aspectos que distinguen a Gandil del Bade-gouliense es justamente la presencia de un arte figu-rativo sobre plaquetas en los estratos profundos.Una de ellas tiene grabados finos (un reno, un bóvi-do) y sobre todo el dibujo de un ciervo en negrocuya silueta recuerda el estilo de ciertas figuras rojasde La Pasiega o de algunos de los grabados de Las-caux. Ya hemos mencionado que una de las fechas14C de Lascaux sitúa la ocupación de la cueva en esteperiodo. Una azagaya ranurada de Gabillou recien-temente fechada (17180 ± 170 BP) (Aujoulat et al.,1998) encaja perfectamente con la hipótesis de lacontemporaneidad de las dos cuevas sugerida por suarte parietal. Lascaux y Gabillou serían por tanto lasestaciones parietales representativas de este periodocronológico en Aquitania. La presencia en ambas designos cuadrangulares compartimentados incita lacomparación con los signos cuadrangulares cantá-bricos. No obstante, la existencia de una relacióndirecta sigue siendo problemática, en parte pormotivos cronológicos, pero también por las acusa-das diferencias formales: ángulos romos, distorsiónen forma de media luna, bandas escaliformes perifé-ricas y apuntamiento conopial son detalles descono-cidos en el Périgord. Es posible que los tipos espa-ñoles y los tipos aquitanos tengan un origen comúna partir del cual habrían divergido progresivamente.Las formas próximas de especímenes de El Castilloy de Gabillou permiten plantearnos la cuestión,pero no resolverla (Fig. 5). Por lo demás, la existen-cia de un elevado número de variantes sobre unterritorio de dimensiones relativamente reducidasencaja con la función de marcadores de identidadétnica que ha sido sugerida para esta familia de sig-nos (Leroi-Gourhan, 1981).

Del lado español, la cantidad de obras atribui-bles con certeza a este periodo (cualquiera que seael nombre que se dé) es asimismo muy escasa. Esnecesario mencionar aquí el caso de Chufín, cuyoyacimiento ha proporcionado la fecha de 17420 ±200 BP, que parece demasiado reciente para una

2 Un signo de este tipo pintado en la cueva de Lascauxpuede ser interpretado bien como una perduración del tipomás allá del Solutrense, bien como un argumento a favor deuna frecuentación de Lascaux más precoz de lo que se supo-nía. La datación directa por AMS de una azagaya de Lascaux(18600 ± 190 BP) iría en este sentido (Aujoulat et al., 1998).

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industria atribuida al Solutrense superior, pero queencaja bien con la palinología que sitúa la ocupa-ción en la oscilación de Lascaux (Almagro et al.,1977; Boyer-Klein, 1980). La similitud de los gra-bados del interior de la cueva con el estilo de Las-caux sería un argumento a favor de la contempora-neidad de estos dos emplazamientos (Fig. 6).

Otro hilo que enlaza a Cantabria con el Périgordquizás nos lo proporcionen una serie de varillasdecoradas con un motivo muy particular de sur-cos ondulados paralelos, realizados mediante lasucesión de cortos levantamientos oblicuos segúnuna técnica original llamada “pseudoexcisa” (Baran-diarán, 1973: 258; Utrilla, 1986). Esta decoración

aporta agua al molino de los que relacionan elBadegouliense francés con el “Magdaleniensearcaico” español, ya que piezas prácticamente idén-ticas provienen de Laugerie-Haute, Badegoule,Pégourié y Aitzbitarte IV (Fig. 7). La técnica pseu-doexcisa también es conocida en azagayas de Ras-caño (estrato 5) y de Cova Rosa, lo que extiendehacia el oeste de manera considerable la difusiónde dicha técnica (en contextos industriales contem-poráneos). El empleo del grabado pseudoexcisotambién ha sido señalado recientemente en un obje-to procedente del estrato III de la galería de Llo-nín, atribuido precisamente al Magdaleniense arcai-co de afinidades badegoulienses. En esta misma

FIG. 4. Signos rojos. A. Las Herrerías (Asturias); B. Le Cantal (Lot). Según calcos de F. Jordá y M. Mallo Viesca (1972) y de M.Lorblanchet (1984). Fotos G. Sauvet.

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cueva, unos signos negros, constituidos por líneashorizontales formadas por la yuxtaposición depequeños triángulos, recuerdan formalmente a latécnica pseudoexcisa. Su pertenencia a la fase II(anterior a las ciervas de trazo múltiple y estriadostipo Altamira/Castillo de la fase III) es coherentecon una edad comprendida entre 18500 y 16500BP (Fortea, Rasilla y Rodríguez, 2004).

4.3. Elementos artísticos del periodo16500-14500 BP

En Aquitania, las obras más representativasde este periodo, caracterizado por la industria delMagdaleniense III, son los centenares de placas

grabadas de La Marche y el friso parietal deAngles-sur-Anglin. En la Región Cantábrica noexiste nada comparable a esto, lo cual puede serinterpretado como una persistencia del aisla-miento relativo entrevisto a lo largo del periodoanterior. Incluso analizando las cosas a una esca-la territorial más limitada, los intercambios pare-cen poco importantes. Así, por ejemplo, práctica-mente sólo entre Vienne y Charente (Angles, LaMarche, Montgaudier) se encuentra un tipo deobjetos tan definido morfológica y técnicamentecomo son los incisivos de caballo con un triángu-lo pubiano grabado. Fuera de este espacio limita-do, se conoce un único ejemplar en Laugerie-Basse, y aun así la distancia es tan sólo de unos100 km.

FIG. 5. Signos cuadriláteros compartimentados del Castillo (Cantabria) (A) y de Gabillou (Dordoña) (B).

FIG. 6. .Caballos de Chufín (A) y de Lascaux (B). Según M. Almagro et al. (1977) y calco de A. Glory en Arl. Leroi-Gourhanet al. (1979).

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En la Región Cantábrica, se observa igual-mente el desarrollo de formas gráficas originales.El tema de la cierva conserva su importancia, peroel trazo puntuado del Solutrense cede su puesto aun trazo modelado que evoluciona progresivamen-te hacia la tinta plana, que permite una expresiónmás fiel del volumen corporal. Este mismo interéspor resaltar las masas musculares se traduce en unnuevo tipo de grabado, en el que los músculos dela mejilla y del cuello son representados medianteestriados. Grabados sobre las paredes, pero tam-bién sobre soportes muebles seleccionados comolos omoplatos, estos grafismos originales aparecendesde el Nalón hasta el Asón (Candamo, Tito Bus-tillo, Llonín, El Castillo, Altamira, La Garma, ElCierro, El Mirón). Un omoplato de El Mirón, pro-cedente de un estrato datado en 15700 ± 190 BP,

muestra que era probablemente demasiado recientela fecha anteriormente lograda de una muestraextraída de un omoplato de Altamira. Al igualque las ciervas rojas del Solutrense, estas repre-sentaciones, tan características, son un argumentoen favor de una unidad cultural extendida desdeAsturias hasta el límite oriental de Cantabria.Sería ilusorio interrogarse a propósito de laausencia de representaciones similares en Vizca-ya, Guipúzcoa y el País Vasco francés, pues laexperiencia nos muestra que una argumentaciónbasada en la ausencia frecuentemente resultaerrónea al hilo de los descubrimientos.

Hemos visto que los signos cuadriláteros com-partimentados y con rellenos variados, que son unade las originalidades del arte parietal cantábrico,sin duda habían hecho su aparición mucho antes delMagdaleniense inferior cantábrico. Pero es posibleque perduraran hasta este periodo si aceptamos lafecha 14C de un signo negro de la galería profundade Altamira (15440 ± 200 BP). Las ciervas estriadas,que también abundan en el fondo de la misma gale-ría, confirman que, efectivamente, fue visitada a lolargo de este periodo (y también antes, como indi-ca la datación de trazos negros: 16480 ± 210 BP).

El establecimiento del hombre en los Pirineosantes de 14500 BP parece limitarse a algunas incur-siones que han dejado pocas huellas. En el planoarqueológico, tan sólo las azagayas de tipo Lussac-Angles confirman una frecuentación anterior.Especialmente, ése es el caso de Marsoulas (AltoGarona), cuyo estudio en curso revela elementosparietales en favor de una cronología relativamen-te antigua (Fritz y Tosello, 2004, 2005). Esta apre-ciación se basa particularmente en un prótomo decierva cuyo cuello está lleno de trazos apretujadossegún un procedimiento que recuerda en granmedida a las ciervas estriadas cantábricas (y queilustra la noción de transposición de rasgo culturalmencionada más arriba). Al fondo de la cueva, unsigno rojo violáceo de forma subrectangular, conángulos romos, dividido en dos porciones desigua-les por un trazo horizontal y que contiene una seriede trece cortas rayas alineadas en la porción supe-rior, también recuerda los signos rectangularescantábricos.

En el trazo superior externo de este signo deMarsoulas se aprecia la presencia de cuatro cortasrayas, detalle que se encuentra también en otrosigno de la misma cueva, pintado en rojo sobre elcuerpo de un bisonte negro. Este segundo signo,pentagonal de líneas angulosas, se clasifica sin difi-cultad junto con los tectiformes del Périgord. ¿Se

FIG. 7. El motivo de las bandas paralelas sinuosas realiza-do mediante la técnica “pseudoexcisa”: A. Aitzbi-tarte IV (Guipúzcoa); B. Laugerie-Haute (Dordo-ña); C. Badegoule (Dordoña); D. Pégourié (Lot). E.Técnica “pseudoexcisa” utilizada para el contornode una figura ¿animal? (Llonín, Asturias). A y B:según P. Utrilla (1986); C: según M. Chollot-Varag-nac (1980, p. 274); D: según M.R. Seronie-Vivien(2005); E: foto J. Fortea.

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debe concluir que los dos cuadriláteros de Marsou-las son variantes de un mismo tipo? ¿O bien, comorecogemos en otro lugar (Fritz y Tosello, 2004),ambos grafismos reflejan una doble influencia,cantábrica y aquitana? Las dos hipótesis no sonpor lo demás irreconciliables, sobre todo por laausencia de fechas 14C para los tectiformes aquita-nos. Así pues, no puede excluirse una cierta con-temporaneidad para los dos tipos, que no seencuentran muy alejados en el plano formal3.

4.4. Elementos artísticos del periodo14500-13300 BP

A partir de aproximadamente 14500 BP, losPirineos parecen estar de nuevo ocupados demanera regular. El arte que acompaña a este movi-miento de expansión muestra profundas afinidadescon el de Aquitania y simultáneamente (según laprecisión del 14C) el arte de la Región Cantábri-ca presenta profundos cambios cualitativos y cuan-titativos respecto al periodo anterior. Por ejemplo,el examen estadístico de la temática figurativaparietal muestra un retroceso muy importante delos cérvidos en general y de la cierva en particular,y un aumento concomitante del motivo del bison-te, de modo que la Región Cantábrica, los Pirineosy el Périgord comparten desde ese momento lamisma temática (Sauvet y Wlodarczyk, 2001). Escomo si las regiones aquitana y cantábrica hubieranestrechado unos lazos que precedentemente sehabían diluido, acercamiento que estaría acompa-ñado por una expansión territorial a lo largo delpiedemonte pirenaico hasta Ariège.

Los ejemplos que confirman esta unificacióncultural “cántabro-aquitana-pirenaica” son muynumerosos y bien conocidos en su mayoría. Nosbastará con citar brevemente los más convincen-tes y notables, ya que es sobre todo su proliferaciónlo que confirma este hecho.

En el ámbito de los objetos muebles, que hanpodido ser transportados fácilmente a largas dis-tancias, citemos, sin pretender ser exhaustivos,los contornos recortados sobre hueso hioides, losrodetes perforados, los dientes apuntados y conmuescas laterales, las esculturas con ojos incrusta-dos, los propulsores con cabeza de caballo… Sisituamos en un mapa los puntos donde se hanencontrado estos objetos, constatamos la existenciade focos principales, identificables gracias a la fuer-te densidad de ejemplares producidos y a la pre-sencia esporádica de objetos del mismo tipo enpuntos alejados, o que parece ilustrar un modelode difusión radial.

El ejemplo más evidente de este tipo de distri-bución es sin duda el de los contornos recortadosde cabezas de caballos sobre hueso hioides (Buis-son et al., 1996). La aportación más numerosa pro-viene de los Pirineos (38 en Ariège, 3 en los AltosPirineos y 32 en los Pirineos Atlánticos). Sólo sehan encontrado diecisiete ejemplares fuera de estazona: 1 en Las Landas, 5 en Dordoña (solamenteen Laugerie-Basse), 2 en Aude y 9 en Asturias (3 enLa Viña, 2 en Las Caldas y 4 en Tito Bustillo). Esinteresante señalar que, en las regiones marginales,algunas veces el tipo original ha sido objeto detransposiciones a otros soportes. Por ejemplo, lascabezas de caballo también se recortaron en otrohueso plano (Montastruc, St-Marcel), o incluso enasta de reno (Gazel), perdiendo quizás en la susti-tución el sentido simbólico que había determinadola elección del hueso hioides de caballo, cuyaforma natural es homotética de la cabeza de estemismo animal.

Sin duda, el encuentro de una tradición localcon un nuevo tipo de objeto es lo que explica igual-mente la cierva estriada de una costilla de El Juyo.El motivo de la cierva y el relleno de finas estríasvienen de la larga tradición local precedente,mientras que la elección de situar el perfil naso-frontal del animal sobre el borde natural delhueso, afinándolo y puliéndolo, es la novedad.Estos caracteres “mixtos” concuerdan con la fechadel estrato 4 donde ha sido encontrada (13920 ±240 BP), que se sitúa no lejos de la transición Mag-daleniense inferior-Magdaleniense medio, y, en con-secuencia, cronológicamente cercana de los contor-nos recortados clásicos sobre hueso hioides de LaViña (Fortea, 1981 y 1983) y Las Caldas (Corchón,2005-2006).

Numerosos tipos de objetos simbólicos ytemas decorativos, aunque no conozcamos de ellosmás que una limitada cantidad de ejemplares,

3 De todas formas, además del signo cuadrilátero y lacierva, otros elementos permiten suponer contactos e influen-cias cantábricas en Marsoulas (la abundancia de signos rojosde grandes dimensiones, el estilo “altamirense” de algunoscaballos y sobre todo los bisontes pintados y grabados…).Por otro lado, además del tectiforme, existen innegables indi-cios de contactos con el Périgord (el tema de los renos afron-tados, comparable a la pareja de Font-de-Gaume o de Com-barelles, los colgantes pisciformes con decoración geométricaanálogos a otros ejemplares de Laugerie-Basse, etcétera).

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concurren a reforzar la probabilidad de una rela-ción cultural estrecha entre puntos alejados deltriángulo Cantábrico/Ariège/Périgord-Charente.Considerados por separado, cada uno de ellosconstituiría un argumento de poco peso, pero laacumulación de elementos que van en el mismosentido constituye finalmente un importante con-junto de pruebas. Citaremos sin entrar en detallesalgunos ejemplos que nos resultan particularmentesignificativos.

El área de repartición de los rodetes perforadosse superpone en gran medida a la de los contornosrecortados de cabezas animales. Los lazos que unena Asturias con los Pirineos se constatan particular-mente gracias a opciones decorativas idénticas talescomo los trazos radiados y el burlete acordonadoperiférico (La Viña, Llonín, Enlène). Que encontre-mos los mismos caracteres incluso hasta en el valledel Aveyron (Montastruc) demuestra la extensiónde las redes de intercambio y/o la movilidad parti-cularmente amplia de los grupos durante este perio-do (Fig. 8). El rodete de Las Aguas, con decoraciónradiada, y el de El Linar, con un grabado animal,recientemente descubiertos, van en el mismo senti-do (Las Heras et al., 2007).

Exactamente siguió el mismo camino la idea devaciar el lugar de los ojos en cabezas de bultoredondo para incrustar en ese lugar cabujones deotro material y color (Enlène, Mas d’Azil, Bédeil-hac, Gourdan, Tito Bustillo). El famoso propulsorde mamut de Montastruc confirma la pertenenciade Aveyron a esta red.

Los dientes con muescas laterales, a menudoapuntados, han seguido aparentemente la mismavía, ya que los encontramos en el Mas d’Azil, enGourdan, en La Garma, en Las Caldas y en La Viña.En este caso, hay que señalar que La Garma

constituye algo así como una parada de caminomuy oportuna para demostrar que el aparente“vacío” entre Asturias y los Pirineos se irá relle-nando al hilo de nuevos descubrimientos. LaGarma ha aportado recientemente toda una seriede objetos excepcionales cuyo parecido con algu-nos objetos pirenaicos es sorprendente. Entre ellosdestacan un cáprido en posición retrospectiva quese desarrolla sobre las dos caras de una espátula,un contorno recortado de cabra sobre hueso hioi-des y un uro esculpido en bajorrelieve sobre unafalange.

Leroi-Gourhan ha destacado los bastonesperforados decorados con dos cabezas de bisonteopuestas (Laugerie-Basse, La Madeleine), de losque una versión muy abreviada y geométrica habríallegado hasta Asturias (Tito Bustillo) (Leroi-Gourhan, 1976). También podemos señalar, en lamisma línea, los dos magníficos propulsores conuna cabra esculpida de Las Caldas y de Mas d’Azil;las espátulas pisciformes (El Pendo, La Viña, Istu-ritz, Bisqueytan, La Madeleine, etc.); las patas debisonte esculpidas (Las Caldas, Isturitz, Mas d’Azil);o incluso las varillas con una decoración ondulan-te constituida por surcos paralelos estrechamenteyuxtapuestos, de los que se conocen varios ejem-plares en Isturitz y Espélugues, y un fragmento casiidéntico procedente de Hornos de la Peña (Fig. 9).Cada uno de estos tipos de objetos merecería unestudio detallado, imposible de realizar en el marcodel presente trabajo.

Resulta interesante señalar que algunos obje-tos tienen una distribución geográfica diferente dela que acabamos de examinar. Un caso notable locomponen los propulsores con cabeza de caballo,de los que se conocen numerosos ejemplares enlos Pirineos (Mas d’Azil, Gourdan, Les Espélugues,

FIG. 8. Rodetes perforados con burlete periférico acordonado. A. La Viña (Asturias); B. Enlène (Ariège); C. Montastruc (Tarn-et-Garonne). A: foto J. Fortea; B: según R. Bégouën et al. (1988/89); C: según A. Leroi-Gourhan (1965).

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Arudy, Isturitz), en Aude (La Crouzade, Gazel), enel valle del Aveyron (Montastruc, Le Courbet,Lafaye) y en el Périgord (Laugerie-Basse, La Made-leine). Deben tenerse en cuenta dos observacionesimportantes: por una parte, la ausencia de ejempla-res del tipo en España y, por la otra, su extensiónhacia el este, en Suiza (Kesslerloch) y en Alemania(Teufelsbrücke), tendencia que se desarrollará enel periodo siguiente.

El arte parietal ofrece documentos comple-mentarios al arte portátil, pues aporta la pruebade que son los conceptos y no sólo los objetos losque circulan. El caso de los signos “claviformes”es un claro ejemplo de ello. Se trata de un motivoexclusivamente parietal cuyo origen en el Ariègeno ofrece dudas (Le Tuc d’Audoubert, Les Trois-Frères, Le Mas d’Azil, Le Portel, Niaux, Bédeilhac,Fontanet). Se podría tener la tentación de conside-rarlos como identificadores locales, de la misma

manera que los signos rectangulares cantábricosdel periodo anterior, pero hay una diferencia impor-tante, ya que signos “claviformes” stricto sensu sepintaron también en La Cullalvera (Cantabria) yen el Pindal (Asturias)4. En ambos casos, nosencontramos con grupos de signos rojos, alinea-dos paralelamente o ligeramente en abanico, entodo análogos a los de Fontanet. Los dos ejemploscantábricos, por su carácter excepcional, demues-tran que probablemente nos encontremos ante untema “importado” que no tuvo mayor porvenir.

FIG. 9. Decoraciones de líneas paralelas sinuosas: 1. Hornos de la Peña (Cantabria); 2-5. Isturitz (Pirineos-Atlánticos); 6-7. LesEspélugues (Altos-Pirineos). A: según I. Barandiarán (1973); 2: según E. Passemard (1944); 3-5: según R. de St-Périer(1936); 6-7: según E. Piette (1907).

4 Excluimos de este inventario los signos de Altamira,de La Pasiega y de Tebellín que son igualmente denominados“claviformes” por algunos autores, pero que se describenmejor como signos triangulares de forma muy alargada. Laexistencia de una relación entre estos signos y los “clavifor-mes” stricto sensu no está demostrada.

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Los ejemplos que acabamos de citar muestranque numerosos conceptos artísticos circularon porel conjunto del territorio franco-cantábrico, aveces pagando el tributo de una reinterpretaciónque los adaptó a las tradiciones locales. En efecto,la unificación cultural que percibimos a lo largodel Magdaleniense medio no culminó en la unifor-midad. Cada región conservó caracteres que leeran propios y la diferenciaban de las colindantes.Tales diferencias son necesarias para preservar laidentidad de los grupos. Se manifiestan en moda-lidades formales que pueden convertirse en ver-daderos rasgos estilísticos de valor regional, o inclu-so traducirse en la eclosión de temas efímeros queno sobrepasan un emplazamiento o un pequeñogrupo de emplazamientos cercanos. Podemoscitar el caso de las cabezas de caballo descarnadas,conocidas únicamente en el Mas d’Azil, o inclusola hermosa serie de varillas semicirculares con lasfamosas decoraciones de espirales en relieve, que selimitan a la parte occidental de los Pirineos (de Istu-ritz a Lespugue, unos 150 km).

Identificar estos rasgos estilísticos propios decada región y señalar a continuación los présta-mos de una región a otra es otro medio de cons-tatar las relaciones interregionales. A este respecto,nos ha interesado el estudio de las representacionesparietales de bisontes, que constituyen uno de losmotivos principales en todas las regiones (Fortea etal., 2004). Tras señalar que algunas característicasmorfológicas y técnicas se asociaban frecuente-mente en la construcción de las figuras de unamisma cueva o de un conjunto localizado de cue-vas, nos ha sido posible definir morfotipos caracte-rísticos y seguir su difusión a partir de un foco ori-ginario. Hemos podido mostrar, por ejemplo, queel morfotipo pirenaico definido a partir de Niauxse encontraba de forma puntual en Dordoña,mientras que el morfotipo aquitano definido bási-camente a partir de Font-de-Gaume no era com-pletamente desconocido en los Pirineos. En Cova-ciella (Asturias), la presencia en una mismacomposición de un bisonte del morfotipo de Niauxy de otro del morfotipo de Font-de-Gaume es unhecho notable que sería difícil de explicar sin lahipótesis de las redes de intercambio que englobana las tres regiones con desplazamientos a larga dis-tancia de individuos. Los caracteres formales quealgunos bisontes pirenaicos comparten con repre-sentaciones del Pindal o de Llonín, así como lasanalogías del reno vareto con las cuatro patas reple-gadas de Llonín con los “daguet” de reno de Trois-Frères o Teyjat (Fortea, Rasilla y Rodríguez, 2004 y

2007), muestran que los intercambios sobrepasa-ron con creces el carácter anecdótico que podíadeducirse de los claviformes del Pindal.

Globalmente, los elementos recopiladosdemuestran que a lo largo del Magdaleniensemedio, la Región Cantábrica y los Pirineos compar-tieron un amplio stock de valores culturales queconcernían no sólo a tipos de objetos (contornosrecortados sobre hueso hioides, rodetes perfora-dos…), sino también a temas parietales (clavifor-mes) y a todo un conjunto de características forma-les que afectan a la silueta de los animales, a latraza, a las convenciones de representación de losvolúmenes corporales, etcétera.

4.5. Elementos artísticos del periodo13300-12000 BP

Estamos convencidos de que la invención delarpón (a veces el único elemento que hace que seatribuya un estrato arqueológico al Magdalenien-se superior) no es un acontecimiento que haya tras-tornado la cultura magdaleniense de la noche a lamañana. Sin embargo, a lo largo de este periodo seasiste a una notable evolución del arte y de su dis-tribución geográfica, índice probable de una modi-ficación en las redes de intercambio. La unidadque caracterizaba al periodo precedente va a disol-verse progresivamente. En el plano gráfico, algunasinnovaciones tendrán una difusión limitada y nopasarán de un extremo al otro del ámbito. Algunosejemplos bastarán para ilustrar nuestro propósito.

En los estratos atribuidos al Magdaleniensesuperior cantábrico, a menudo aparece el dibujoesquemático convencional de un cáprido o de uncérvido en visión frontal (Fig. 10). Los yacimientosen los que se ha encontrado este grafismo son muynumerosos y engloban toda la cornisa cantábrica deoeste a este (La Paloma, Tito Bustillo, Sofoxó,Cueto de la Mina, Llonín, El Pendo, Morín, ElValle, Torre, Urtiaga, Ekain, Aitzbitarte, Abauntz).El origen cantábrico de este grafismo parece indis-cutible, a causa de su cantidad (es mucho másdiscutible la propuesta de una mayor antigüedad,Magdaleniense inferior, que a veces se cita basándo-se en una azagaya de Bolinkoba). El mismo moti-vo se difundió en algunos yacimientos pirenaicos(Gourdan, Lortet, La Vache) hasta Belvis (Aude) y,de manera marginal, hacia el norte (La Madeleine,Raymonden, Laugerie-Basse, Teyjat, Montgaudier).

De forma curiosamente simétrica, el grafismode las siluetas femeninas esquemáticas vistas de

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perfil parece ser originario del Périgord. Lalindepara la versión mueble y Fronsac para la parietalson los ejemplos característicos. Este grafismoconoció un gran impulso, difundiéndose hacia elnorte de Europa (Gönnersdorf, Hohlenstein),donde aparece realizado con diversas técnicas ysoportes (grabados, escultura, colgantes: Monruz,Petersfels, Nebra, Oelknitz, Pekarna). Hacia el sur,al contrario, la difusión parece limitarse al Quercyy al valle del Aveyron: Pestillac (parietal), Le Cour-bet (colgante y grabado), Fontalès (grabado sobreplaca) y, de manera muy puntual, en los Pirineos(Gourdan, Mas d’Azil). Parece que una siluetaseñalada en la cueva de El Linar sea actualmente

la única excepción cantábrica conocida (San MiguelLlamosas, 1991).

La distribución geográfica de los caballos concabeza hipertrofiada, a menudo representadosen hilera sobre soportes alargados (varillas o basto-nes perforados), coincide casi totalmente con la delas siluetas femeninas. Breuil ya constató al respec-to que “le point de diffusion de ces objets est lavallée de la Vézère et celle de la Dordogne, qui enont fourni plus de trois-quarts en deux stationsseulement” (Cartailhac y Breuil, 1907: 22). En efec-to, muy abundante en el Périgord (La Madeleine,Laugerie-Basse, Le Soucy, Raymonden), el temaes desconocido en los Pirineos, excepto en Mas

FIG. 10. Cápridos en visión frontal. 1. Cueto de la Mina (Asturias); 2. Tito Bustillo (Asturias); 3. El Pendo (Cantabria); 4. LaVache (Ariège); 5. Llonín (Asturias); 6. El Valle (Cantabria); 7. Cueva Morín (Cantabria); 8. Montgaudier (Charente);9. Gourdan (Alta Garona). 1,2: según M.S. Corchón (1986); 3: según I. Barandiarán (1973); 4: según S. Rougane in J.Clottes y H. Delporte (2003); 5: foto J. Fortea; 6: según M. P. García-Gelabert (2005); 7: según C. Cacho en VVAA(1996:286); 8: según A. Marshack (1972); 9: según M. Chollot (1964:116).

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d’Azil. Sorprende su ausencia en La Vache, yaci-miento capital del arte mueble del Magdaleniensesuperior. No se conoce ningún ejemplo en España,si exceptuamos la placa de hematites de Lumentxa, amenudo citada al respecto, porque los caballos tie-nen cabezas casi normales. En cambio, podemosmencionar aquí el caballo de Cabônes (Jura), queposee sin duda la hipertrofia más acusada. Denuevo percibimos una orientación hacia el este.Parece que, progresivamente, los grupos del Péri-gord abandonaran sus vínculos tradicionales conlos grupos del sur para tornarse hacia el norte y eleste, estableciendo nuevas relaciones con los gru-pos magdalenienses que, recordémoslo, ocupabanestos territorios desde hacía mucho tiempo (cf.Grappin 15770 BP, Rigney 14950 BP).

5. Conclusiones

La creación de obras artísticas es uno de loselementos más significativos para caracterizar lacultura de un pueblo. Desde el gesto individualhasta la acción colectiva, desde la simple ornamen-tación de una azagaya a la realización de un vastofresco subterráneo, es toda la sociedad la que seexpresa.

Si queremos intentar reconstruir la historiade las relaciones entre los grupos humanos en unterritorio tan amplio como Francia y España ydurante un periodo tan largo como ocho milenios,las producciones gráficas, parietales y muebles sonla parte más apropiada de los elementos arqueoló-gicos de que disponemos. Las similitudes entreobras distantes nos desvelan la existencia de meca-nismos de transmisión, nos ponen sobre la pista delas redes de intercambio, nos hacen entrever suconstitución y a veces también su desmembramien-to. Con los ejemplos de creaciones originales cuyadifusión no sobrepasa un centenar de kilómetros,vislumbramos particularismos e idiosincrasias, roza-mos lo efímero, el acontecimiento. Del cotejo de lassimilitudes y las diferencias emerge poco a pocouna visión de conjunto.

A lo largo del periodo considerado, hemosobservado situaciones muy contrastadas. Hasta unafecha que se puede estimar en torno a 14500 BP,la Región Cantábrica se muestra como una unidadcultural en la que resulta difícil distinguir subcon-juntos. La distribución geográfica de los yacimien-tos muestra claramente zonas de concentración a lolargo de algunos ríos, pero la difusión de los temasy las técnicas desborda ampliamente esos núcleos,

mostrando que quizás poseyeran una realidad eco-nómica ligada a la explotación de los recursoslocales, pero que a menudo no la tuvieron en elplano cultural. Para resolver esta paradoja, hayque admitir que los grupos humanos que ocupa-ban esta amplia franja de tierra mantenían contac-tos de vecino en vecino, asegurando una fuertesoldadura cultural. Podríamos seguir este mismorazonamiento y sacar las mismas conclusiones parala gran región situada al norte del Garona (Cha-rente, Périgord). En cambio, parece que los con-tactos entre el Périgord y la Región Cantábricafueron muy esporádicos a lo largo de este periodoanterior a 14500 BP.

Será a partir del Magdaleniense medio cuandolos contactos se volvieron lo bastante fuertes comopara que se llegara a establecer una auténtica con-tinuidad cultural en toda el área considerada, pie-demonte pirenaico comprendido, de nuevo ocupa-do de manera permanente. Es éste el periodo de launificación máxima, que a veces se ha dado enllamar la “edad de oro” del arte magdaleniense,pues las más bellas creaciones (grabados y escultu-ras sobre hueso y asta de cérvido, contornos recor-tados, colgantes, grabados y bajo o medio relievessobre piedra, pinturas y grabados parietales) semultiplican por todo el territorio, probando laexistencia de una fuente de inspiración común y deunos valores compartidos que tienden a difuminarlas diferencias. Durante este periodo casi no hayempleo de convenciones estilísticas o modalida-des formales que otra vez nos permitan diferenciarlas regiones; hay que añadir además que dichasconvenciones son objeto de préstamos, lo cual com-plica las cosas.

A este Magdaleniense “unificado” le sucedeun periodo a lo largo del cual los vínculos van arelajarse de nuevo. Hemos visto que algunos temasdesarrollados en la España cantábrica durante elMagdaleniense superior tan sólo conocen unadébil difusión en Francia, mientras que, a lainversa, ciertos temas aquitanos aparecen escasa-mente en los Pirineos y no en España. El Péri-gord, por razones económicas, climáticas odemográficas que habría que precisar, parecetener cada vez más contactos con los grupos delnorte y del este.

En este periodo de la Prehistoria, las manifes-taciones plásticas, en su diversidad, constituyen unmaravilloso “revelador cultural”, una herramien-ta indispensable al servicio de la arqueología paraidentificar los grupos humanos, delimitar sus con-tornos y caracterizar sus relaciones.

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