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Resumen Núm. 19, sep-dic. 2014, pp. 65-89 LA COMUNICACIÓN Y LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO Communication and knowledge society Mario Alberto Revilla Basurto - [email protected] La Sociedad del conocimiento se erige como una caraerización para la época aual, centrada en el desarrollo tecno-científico como fundamento de la creación de riqueza y sustento del poder, asociado al impaante aporte de las Tecnologías de la Información y la Comunicación. Todo lo cual ha supuesto una adecuación tanto en los procesos de producción y difusión del conocimiento, como de las relaciones laborales y en general, al interior de las organizaciones. Pero la implantación de este fenómeno supone además, procesos de mediación social dirigidos a la articulación de los modos de producción de comunicación de las redes jerárquicas de comunicación tradicionales propias de la comunicación del quehacer científico, con las modernas redes digitales sociales y la comunicación de masas. Una reflexión sobre la relación entre las tecnologías, las práicas comunicativas y la circulación del conocimiento, con las dinámicas de articulación entre esos niveles de realidad, desde la perspeiva de la Teoría de la Mediación, para aproximarse al designio Sociedad del conocimiento como un fenómeno de comunicación pública, necesario para apuntalar los ajustes neoliberales del capitalismo global. Palabras clave: Comunicación pública; Conocimiento; Mediación; Redes de comunicación Abstract e Knowledge Society is established as a depiion of the present times, centered in tenical scientific development as the grounds for the origination of wealth and the foundation of power, combined with the striking contribution of the Information and Communication Tenology. is implies an adjustment to the produion processes and the dissemination of knowledge, in addition to working relationships, and in general, within corporations.

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Resumen

Núm. 19, sep-dic. 2014, pp. 65-89

LA COMUNICACIÓN Y LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO

Communication and knowledge society

Mario Alberto Revilla Basurto - [email protected]

La Sociedad del conocimiento se erige como una caracterización para la época actual, centrada en el desarrollo tecno-científico como fundamento de la creación de riqueza y sustento del poder, asociado al impactante aporte de las Tecnologías de la Información y la Comunicación. Todo lo cual ha supuesto una adecuación tanto en los procesos de producción y difusión del conocimiento, como de las relaciones laborales y en general, al interior de las organizaciones.

Pero la implantación de este fenómeno supone además, procesos de mediación social dirigidos a la articulación de los modos de producción de comunicación de las redes jerárquicas de comunicación tradicionales propias de la comunicación del quehacer científico, con las modernas redes digitales sociales y la comunicación de masas.

Una reflexión sobre la relación entre las tecnologías, las prácticas comunicativas y la circulación del conocimiento, con las dinámicas de articulación entre esos niveles de realidad, desde la perspectiva de la Teoría de la Mediación, para aproximarse al designio Sociedad del conocimiento como un fenómeno de comunicación pública, necesario para apuntalar los ajustes neoliberales del capitalismo global.

Palabras clave: Comunicación pública; Conocimiento; Mediación; Redes de comunicación

Abstract

The Knowledge Society is established as a depiction of the present times, centered in technical scientific development as the grounds for the origination of wealth and the foundation of power, combined with the striking contribution of the Information and Communication Technology. This implies an adjustment to the production processes and the dissemination of knowledge, in addition to working relationships, and in general, within corporations.

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The implementation of this phenomenon suggests as well social mediation procedures aimed to the unification of the ways of communication production of the traditional Hierarchical Communication Networks, characteristic to the communication of scientific endeavor, with the Social Digital Networks and Mass Communication.

This is a reflection on the relationship between technologies, communica-tive practices and the flow of knowledge, in conjunction with the dynamics of unification not outside those levels of reality. It is seen from the perspective of the Theory of Mediation in order to explore the idea of Knowledge Society as a phenomenon of Public Communication, required to support the neoliberal adjustments made to global capitalism.

Keywords: public communication, knowledge, mediation, communica-tion networks.

¿De qué va? (Introducción)

i

A través de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), la ONU organizó en dos partes, Ginebra 2003 y Túnez 2005, la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información. Ambas reuniones se significaron por el enfrentamiento entre los intereses privados, los intereses gubernamentales y las exigencias democráticas por un libre uso y conexión universal a las redes informáticas.

Posteriormente, en 2005 y ahora bajo el auspicio de la UNESCO, el organismo de la ONU para la Educación, Ciencia y Cultura, se publicó el documento Hacia las Sociedades del Conocimiento, centrado en puntualizar y enfatizar los derechos que se desprenden por la asimilación de las prácticas asociadas a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), fenómeno que se puede ubicar como propio de las últimas décadas del siglo XX y las primeras de este XXI (Pasquali, 2011; 83).

Cabe suponer que aquella Cumbre y este Documento supusieron la declaración oficial de la caracterización “Sociedad de la información/del cono-cimiento” para nuestro tiempo histórico. Desde luego, una caracterización políticamente correcta, más aceptable que su envés “Economía del copyrigth”

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o que otras denominaciones para el mismo fenómeno, “Sociedad neoliberal”, “Sociedad monopolista globalizada”, más fácil de abrazar.

Y no obstante, en ambas instancias quedaron claras las oposiciones planteadas respecto a las expectativas, las confrontaciones que se abren ante las ingentes posibilidades que la incorporación de la información/conocimiento ofrecen en cada vez más aspectos de la vida, tanto para afanes de control o emancipación, como para enfrentar necesidades y carencias o ahondar la desigualdad social.

Habrá que entender la “Sociedad del conocimiento”, sobre todo, como un modelo, una aspiración de conducta para las sociedades, empresas e individuos: una forma de concebir la realidad que responde a una reconformación del capitalismo. El modelo “Sociedad del conocimiento” surge y se implanta en las sociedades “posindustriales, en las que hay excedentes de producción agrí-cola-ganadera, industrial y de servicios” (Hernanz, 2012; 47). No obstante, el conjunto de sociedades que organizan su esfera de producción bajo la estruc-turación capitalista, pretenden asimilar y adaptarse al nuevo modelo, indepen-dientemente de que parten de condiciones desiguales.

Pese a los excesos en los usos y aplicaciones del concepto y a la mani-pulación publicitaria/propagandística, sustentada en las exageraciones sobre las bondades educativas, económicas y democráticas de la revolución de la tecnología de la información, hay elementos suficientes para reconocer una transformación en las dinámicas sociales de producción material y posible-mente en la generación de identidades (Castells, 2011; 56 / Pasquali 2011, 84 / Hernanz, 2013; 44). Sin embargo, y justamente porque es innegable y a cada momento más tangible esa transformación, del mismo modo que lo son los excesos, exageraciones y manipulaciones, es necesario preguntarse de qué va esa transformación, qué alcances tiene, qué es lo que se transforma y cómo, para qué; qué permanece y de qué manera, por qué.

La cuestión de la “Sociedad del conocimiento” ha provocado buen número de análisis y reflexiones. Éstas se refieren a la definición del conocimiento científico, a aspectos jurídicos o éticos respecto a la propiedad o aplicación del conocimiento, a su impacto en la educación, sobre todo la superior. Desde luego, revisan su impacto económico y político (Suárez, 2009). Se le aborda incluso desde la antropología y la sociología. Rara vez, sin embargo, se revisa este tema desde el campo de la comunicación, del sistema de comunicación pública.

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En este ensayo se plantea que el fenómeno “Sociedad del conocimiento” es un reajuste que se realiza, centralmente, en el modo de producir socialmente la comunicación, desde la perspectiva de la Teoría de la Mediación.

ii

Dada la centralidad que la dotación tecnológica adquiere en las prácticas de la comunicación pública en el fenómeno de la “Sociedad del conocimiento” es lógico que buena parte de los intentos de explicación de tal experiencia apelen a la “Teoría del Medio”, planteamiento que centra sus análisis en los efectos que provocan las innovaciones tecnológicas. Desde esta perspectiva, hay quienes plantean que se ha arribado a una nueva etapa civilizatoria, por ejemplo, Robertson (citado en Malo, 2014; 5). La idea no es nueva, ya desde los años 90 Alvin Toffler profetizaba la llegada a una nueva civilización. Siguiendo la exposición de Salvador Malo, la propuesta de Robertson se basa en el criterio de la capacidad de generar, compartir y almacenar información y cómo el aumento en esta capacidad contribuye a extender la capacidad de interven-ción en el entorno: de tal modo que el primer salto civilizatorio habría sido la conquista de la oralidad cuya capacidad de compartir y almacenar información se restringe, respectivamente, a los intercambios en un mismo lugar y momento, y a la memoria de los hablantes (respecto al apasionante proceso de adquisición/construcción del lenguaje, puede consultarse a Fitch, 2012).

El segundo nivel civilizatorio correspondería a las sociedades que conquis-taron algún sistema de escritura, lo cual permitió diversificar las comunica-ciones, al hacer posible el transporte de información en el espacio y en el tiempo, y además permitió acumular información y experiencia, o conocimiento más allá de la memoria (sobre la importancia de los “exocerebros”, consultar Bartra; 2010 y sobre la aparición del código alfabético Pasquali: 2011).

El tercer nivel civilizatorio surgiría con la imprenta, etapa en donde se repite y potencia la capacidad de almacenamiento, intercambio e incremento de la información/conocimiento e incluso se constata una nueva forma de representar al tiempo y espacio, y por ende, de pensar al entorno, al ser humano y al conocimiento sobre ambos (cfr. McLuhan, 1985; 235).

En este sentido, la “Sociedad de la información/conocimiento” sería el arribo a un nuevo estadio, al cual se ha llegado por la súper carretera de la internet, a bordo de las tecnologías digitales: se caracteriza por haber logrado incrementar en una dimensión prácticamente inconmensurable la capacidad de generar,

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compartir y almacenar información, a la vez que se ha unificado en una sola codificación -la digital- la información procedente de distintos formatos, texto, imagen, sonido, con lo cual se potencia la capacidad y velocidad para generar información novedosa (cfr. Malo, 2014 / Pasquali, 2011; 28).

Por otra parte, desde el enfoque de la economía política, Castells entre otros, entiende a la “sociedad del conocimiento” como el arribo a una nueva etapa del capitalismo –o de la modernidad. A la experiencia caracterizada por la centralidad que adquiere la capacidad de conservar, renovar y aplicar la información, en su formulación como conocimiento científico/tecnológico, este autor la interpreta acentuando el carácter económico –procesos de creación de riqueza- y político –soporte de poder- del proceso.

Castells (2011; 60ss) compara las transformaciones provocadas por las revoluciones industriales, centradas en las sucesivas conquistas y utilización de diversos y cada vez más potentes energéticos –vapor, carbón, petróleo, electricidad-, y que se corresponden con otras tantas etapas de desarrollo del capitalismo, con el proceso actual, destacando el hecho de que el cono-cimiento, que jugó un papel de mero insumo en todas aquellas revoluciones, juega en el proceso actual un papel central, un papel fundamental: el conoci-miento es el eje y objeto mismo de la revolución en curso: se pasa de servirse sólo de energías o materias, a servirse de información en diversas fases de los procesos de producción (cfr. Majó, 2012; 67).

Este es un aspecto clave: siempre que se logre sustituir el intercambio de materiales o energías por información, se produce un ahorro de energía que propicia una mayor capacidad de intervención en el entorno (Martín 2007; 195); principio que, trasladado a nuestro tema, es el sustento de una mayor productividad económica y se traduce en fuente de poder, si por medio de la comunicación se logra inducir el comportamiento de las personas en función del designio de algún grupo (Martín 1986; 45).

Son dos estrategias de interpretación, desde perspectivas teóricas distintas, del mismo fenómeno: la primera enfatiza la determinación de la dotación tecnológica (infraestructura) sobre los procesos culturales; el segundo enfatiza el impacto de las disposiciones y estrategias de la estructura político-econó-mica para el desarrollo tecnológico y del proceso mismo de la producción tecno-científica y su uso.

Por su parte, en este trabajo se trata de señalar y subrayar los procesos que median entre la determinación tecnológica regida por sus dinámicas

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-teleología- y la disposición o el impulso político-económico regulado normati-vamente, y que permiten articular ambas instancias disímbolas entre sí.

El paradigma de la Mediación Social se interesa en aquellos procesos de ajuste social, en los cuales los seres humanos tratan de dirigir su destino, donde la información que conforma, la acción que transforma y la organiza-ción social que vincula, resultan procesos interdependientes (Martín, 2008; 26).

Desde esta perspectiva, se estima que se está operando un designio o ajuste del sistema capitalista en general, acompañado, replicado, sustentado, mediado por un ajuste en su sistema de comunicación: en el modo de producir la comunicación pública, específicamente en la modalidad de la “comunica-ción productiva”.

Acá se plantea que la "Sociedad del conocimiento" no tendría el alcance de una "revolución civilizatoria", pues no se transforman ni los fundamentos ideológicos ni las estructuras del sistema capitalista, más bien se consolidan al ampliar sus zonas geográficas de aplicación y sobre todo, se profundiza al incluir cada vez más actividades en sus lógicas de producción-circulación-con-sumo; pero es más que una revolución tecno-científica que impacta la capacidad de producción de bienes y servicios, incluido el propio conocimiento, pues supone la transformación de las relaciones laborales, del concepto y uso del tiempo, así como un cambio en los paradigmas que orientaban la producción, difusión y uso del conocimiento y de los que sustentaban la organización del sistema de comunicación.

Las sociedades actuales estarían frente a un ajuste del sistema de comuni-cación, sobre todo en la esfera de la “comunicación productiva”, que involucra y transforma la organización de la producción del conocimiento y la vincula de manera más expedita con los procesos de producción y de circulación y acumulación de capital. Este ajuste se gestiona por un proceso de mediación que, por un lado, permite el tránsito de un modo de producción de comu-nicación de carácter productivo que declina, hacia el modo ascendente, al ensayar articulaciones inéditas entre las tecnologías –o infraestructuras, tanto comunicativas como económicas-, las formas organizativas –estructuras- y las representaciones –superestructura- o valoraciones que les asignamos a las tecnologías y al conocimiento científico que las genera, con todo lo cual se refuncionaliza el sistema comunicativo para cumplir eficazmente con los nuevos esquemas y exigencias del capitalismo neoliberal y, por otro lado, vincula estas transformaciones con aquellos ámbitos sociales en los que se requiere el uso o manejo de información.

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En las siguientes líneas, se partirá de una conceptualización del conocimiento en su modelación científica, que contempla su condición de producto comu-nicativo y mediacional. Seguirá una definición del sistema de comunicación desarrollado por el capitalismo. Después se expondrá un breve recorrido por algunos puntos clave en la conformación de la “Sociedad del conocimiento”. Para entonces argumentar la hipótesis planteada en el párrafo precedente.

I. Conocimiento científico y mediación

El ser humano se ha autodefinido a partir de ciertos rasgos o características que consideramos nos distinguen del resto de los seres vivos: el altruismo –o compasión: “pasión que se comparte”-, rasgo que entre los humanos pareciera llegar a un nivel peculiar, incluso si se le compara con otras especies gregarias

–semejante en su intensidad, tal vez, al odio- y que se puede designar como Homo ethicus; la capacidad de producir herramientas para diversos fines, incluso para producir otras herramientas, el Homo faber; la capacidad para designar o nombrar el mundo que le rodea y a sí mismo u Homo locutorio; y la capacidad de conocer y aprender a conocer, Homo sapiens: cada una de esas aptitudes puede entenderse como una forma de interpretación-actuación, ante el entorno natural y social, y a la vez cada una de estas características persigue fines distintos y sigue lógicas diferenciadas, por lo cual lo profunda, distintiva y específicamente “humano” deviene del desarrollo de la capacidad para articular todas ellas.

Dicho lo cual, abordemos la cuestión del “conocimiento”, fenómeno y concepto clave del tema que ocupa este texto: interpretar el entorno y entonces conservar, compartir y heredar, es decir, aprender a conocer y comunicar el conocimiento, es un proceso esencial en la cristalización y evolución de lo “humano”. Conocimiento, cabe insistir, que también refiere a la ética, a la técnica, la tecnología y el lenguaje.

Como parte de este empeño, han sido fundamentales la creación y el uso, desde etapas más o menos tempranas, de tecnologías para la preservación de información o “exocerebros” (Bartra, 2010), con sus correspondientes códigos de creciente complejidad (Pasquali, 2011; 11) tecnologías que han contribuido a ampliar la calidad, capacidad de difusión y almacenamiento del conocimiento desarrollado.

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Esquematizando –escribe Joan Majó (2012; 67)-, podríamos decir que la super-vivencia individual y la de la especie dependen de la capacidad para obtener del entorno los elementos que necesitamos para la vida (energía e información) y también de la habilidad para protegernos de las agresiones del entorno… Tanto para obtener recursos como para cambiar el entorno utilizamos tecnología y este es el motivo por el cual tanto los progresos de las tecnologías relacionadas con la energía, como los de la comunicación han marcado momentos de salto cualitativo en el progreso humano.

Así como un estímulo necesita ser procesado para convertirse en dato informado, la información requiere un cierto procesamiento para constituirse en conocimiento (Han, 2014; 102). Para los fines de esta reflexión, por conoci-miento entiendo, con Jorge Wagensberg (citado en Hernanz, 2012; 43),

Una representación mental (necesariamente finita) de la complejidad (presun-tamente infinita) capaz de atravesar la realidad para alcanzar otra mente. De este modo, entonces, no hay conocimiento que no se pueda transmitir. Cuando una complejidad no puede saltar de una mente a otra, entonces es una idea, una intuición, una vivencia o una visión…, pero aún no es conocimiento. Conocimiento es la forma que adquiere una idea para sobrevivir al tránsito de dos mentes. Crear conocimiento es tratar ideas para ese viaje. Y, según sea el tratamiento recibido, el conocimiento será ciencia, arte o revelación. Pero todo conocimiento necesita, para cruzar la realidad, convertirse él mismo en un trozo de realidad.

Considero importante atender tres elementos que contempla esta definición:

- el proceso de formalización, la introducción de una lógica u orden en la repre-sentación cognitiva de la realidad o mejor dicho, del aspecto de la realidad representado (estímulo-información-conocimiento); la formulación “Sociedad del conocimiento”, surgida en el contexto histórico actual, obviamente se asienta en el tratamiento o formulación científica del conocimiento;

- el impacto o afectación que el conocimiento provoca en la propia realidad, sea en su dimensión ecológica o cultural;

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- la necesaria comunicabilidad de esa formalización: conocimiento y comunica-ción están implicados.

Además, esta definición apunta al carácter del conocimiento como una mediación:

La relación del conocimiento con la realidad social podría calificarse como el gran estupor; asombro que surge de lo indefinido… cuando el mediador introduce un modelo de orden, los estímulos se transforman en <datos>. La relación directa del hombre cara a los <estímulos> es la contemplación… la relación del hombre cara a los <datos> es la clasificación… El pensamiento y la comunicación están constituidos de designaciones de objetos y no de objetos mismos… (Martín, 2008; 76).

II. Comunicación pública y circulación del conocimiento

Cabe insistir que las diversas posibilidades de configuración del conocimiento –religiosa, estética, científica- responden a demandas humanas o sociales de diversa índole que se traducen en campos de acción más o menos específicos, la producción de satisfactores o bienes –“acción teleológica”-, la producción de reglas que regulan el comportamiento –“acción regida por normas”-, la producción de identidades o del sentido comunitario –“acción dramatúrgica” (Habermas,1989). La comunicación sería un tipo de (inter) acción que sustenta y permite la realización de estas otras acciones, es decir: la comunicación aporta el conocimiento necesario y propio de cada uno de esos campos y a la vez permite la articulación entre ellos, a través de procesos de racionalización debidamente expresados.

La comunicación aporta el conocimiento necesario y propio de cada uno de esos campos y a la vez es la vía que propicia la articulación entre ellos: es por esto que a lo largo de la historia y lo ancho de la geografía, los pueblos han desarrollado sistemas de comunicación pública con los cuales han garantizado esas dos operaciones.

Entonces, la comunicación pública sería aquélla dedicada a producir y difundir la información que concierne o afecta a la sociedad en su conjunto, necesaria para los procesos de producción (satisfactores) y reproducción (identidad y cohesión) sociales (Martín, 1986; 72). La comunicación que aporta

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información destinada a la producción social, trata sobre las tecnologías y técnicas, ciencias, consumo, mercados, finanzas. Por otra parte, la comunica-ción destinada a la reproducción social, se ocupa de la información referida a política y orden público, sucesos y vida cotidiana (Martín, 86; 94). Claro que nada impide que en algunas narraciones se incluyan temas propios de cada ámbito; de hecho, bajo otros sistemas de comunicación, tales narraciones eran comunes: la intención o tendencia a la especialización de las narraciones es producto de la racionalidad capitalista.

Los sistemas de comunicación pública, de los cuales es posible reconocer las tipologías históricas más importantes en función de sus dotaciones tecno-lógicas, organizacionales y simbólicas (Martín, 86; 74), han evolucionado solidariamente con la creciente complejidad de los sistemas sociales, desde el primitivo sistema de asambleas, pasando por el de emisarios, al de redes, muy importante en este trabajo, hasta llegar al de masas. De esta relación interesa resaltar tres aspectos: en cada tipo de sociedad ha operado un único sistema de comunicación de manera hegemónica, pero los sistemas que han perdido su estatus hegemónico no desaparecen, se integran y complementan al nuevo sistema hegemónico; un sistema de comunicación permanece mientras sea capaz de otorgar eficazmente al sistema social la información pertinente para la producción y reproducción de sus condiciones; y cada sistema o tipo de sistema de comunicación, dentro de su estructuración básica, acepta variantes en los "modos" de producir y apropiarse la comunicación (Martín, 86; 77 y 82).

Así pues, cada sociedad genera y difunde la información en función de sus necesidades, características, despliegues tecnológicos, normatividades, dinámicas y propósitos. En el contexto de este trabajo, se puede plantear que los sistemas sociales se valen del sistema de comunicación para difundir y apropiarse colectivamente también del conocimiento –bajo cualquiera de sus modelajes arte, religión, ciencia- requerido por la sociedad en su conjunto.

La sociedad capitalista ha incorporado los sistemas de comunicación que la precedieron, refuncionalizándolos. En su momento generó y consolidó un sistema caracterizado por la producción y difusión masiva de productos comu-nicativos, pero conservó sistemas de redes en varios ámbitos. Para el hilo de esta argumentación, es muy importante la incorporación y refuncionalización de una parte del sistema de redes de distribución de mensajes, el destinado a la producción y circulación del conocimiento científico.

Gestado durante el Feudalismo, la producción, circulación y preservación del conocimiento estuvo a cargo de diversas instituciones como los claustros,

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cátedras o colegios, incluso las sociedades iniciáticas; todas ellas estructuradas como auténticas “redes de distribución de mensajes”, en las cuales el acceso a la cantidad y cualidad de información estaba determinado por el lugar que se ocupaba en la jerarquía de la red (Martín, 1986; 75). En su momento, fueron absorbidas por las universidades burguesas y eficientados con la reorientación del método científico plenamente implantado.

Apunta Martín Serrano (1986; 94) que en los primeros tiempos de la comu-nicación de masas, correspondiente a la Prensa, “la comunicación al servicio de la producción fue cuantitativamente tan importante como la que atendía a la reproducción; pero la orientación posterior de dicho medio y de todos los que han ido apareciendo se fue haciendo cada vez más reproductiva”.

Es decir, en el sistema capitalista la comunicación destinada a soportar y actualizar los procesos que generan identidad y cohesión a la sociedad –la Reproducción social-, se realizó principalmente, vía el “Sistema de comunica-ción de masas”, atendiendo por un lado los asuntos políticos y de la adminis-tración pública, preferentemente por el recurso a la actividad periodística; y por otro lado, los temas de la vida cotidiana, por el recurso a narraciones de ficción como novelas, películas, series de T.V. y canciones.

En tanto, la comunicación de carácter productivo, aquélla destinada a organizar y conducir la aplicación de conocimiento para la obtención de satisfactores, si bien tuvo presencia en aquellos primeros medios de masas, se realizó principalmente mediante un “sistema de redes” configurado por los espacios académicos y asociaciones científicas. Este sistema se complementará a través de la educación, replicando su forma y dinámica piramidal, caracterís-tica central de los sistemas tradicionales de redes de distribución de mensajes: se provee de información básica a la gran mayoría de la población, vía la educación básica, y reservando la circulación de información/conocimiento especializado en los circuitos universitarios, en sus bibliotecas y laboratorios, con conexiones con las asociaciones científicas, con los centros de investiga-ción de algunas empresas, y con algunas agencias gubernamentales altamente especializadas en la investigación de base y el desarrollo de tecnologías. Esta forma de distribuir el conocimiento se consolidó en primera instancia en los campos de las ciencias duras y poco a poco se desarrolló en las disciplinas administrativas y de la conducta.

El vínculo entre esos sistemas de comunicación organizados por redes jerárquicas y la comunicación de masas, se verificó a través de las secciones o

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shows de difusión científica y hasta cierto punto en las secciones de economía y finanzas.

Ahora bien, la comunicación en el sistema capitalista ha operado a partir de tres premisas: la “división funcional”: una distinción entre los productores o agentes mediadores profesionales y los consumidores, dominada por las inter-venciones de los primeros; la “división instrumental”, que consiste en clasificar los contenidos de los productos comunicativos en función del fin -producción o reproducción- al que están destinados y en cada caso, en una clasificación temática; ambas operaciones se complementan con la segmentación o diferen-ciación del público consumidor al que van dirigidos.

Esta estructuración y sus estrategias operativas empezaron a mostrar señales de agotamiento en las últimas décadas del siglo pasado, pues su diseño correspondía a un sistema basado en la producción y el trabajo en serie (Martín, 1986; 94-95) y a un mundo compartimentado en industrias más o menos autónomas y dividido en Estados soberanos. El conjunto de fenómenos que reconocemos como “Sociedad del conocimiento” es la reconfiguración del sistema de comunicación que responde a ese agotamiento provocado por los cambios en el sistema capitalista a escala global.

III. Representaciones y características de la sociedad del conocimiento

Durante la segunda mitad del siglo XX inició por distintas vías un conjunto de procesos que apalancaron una reestructuración global del capitalismo (Castells, 2011; 39). Por un lado, la saga de la miniaturización material e incremento en la capacidad de procesamiento de los componentes electrónicos, desde ENIAC hasta los smartphones, que ha permitido el despegue de las industrias ligadas a las tecnologías de la informática (Pasquali, 2011; 36). Por otro, se podrían identificar puntualmente, como sustento del desarrollo de la instrumentali-zación económica de la información y el conocimiento, desde programas científicos asociados al campo militar, hasta algunos proyectos como el del mapa del genoma humano encabezado por Estados Unidos o el del colisio-nador de hadrones en Europa (Castells, 2011; 80).

En efecto, es por esta interfaz de programas de macroinvestigación y extensos mercados desarrollados por el Estado, por una parte, y la innovación descentra-lizada, asociada a una cultura de creatividad tecnológica y modelos de rápido

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éxito personal, por la otra, por lo que las nuevas tecnologías de la información llegaron a florecer” y contribuyeron a disparar el cambio (Castells, 2011; 87).

Como correlato, se dedicó gran atención a valorar de otra manera la importancia de la información y el conocimiento en los procesos de producción y administración, incluso a desarrollar instrumentos para medir la importancia del conocimiento en función del rendimiento de las organizaciones y las naciones (Stewart, 1998; 39ss). Se redefinió la importancia del conocimiento, tanto el que se traduce en aplicaciones tecnológicas, como el referido al “saber hacer”, cuyas aplicaciones generaban nuevos procedimientos y estrategias de gestión que aumentaban la eficiencia en prácticamente todas las áreas de actividad (Echeverría, 2000 / cfr. Revilla, 2001; 21-22).

Así, el conocimiento dejaba de percibirse como un insumo o un supuesto, como un bien común dispuesto para ser aprovechado, para visibilizarse como nunca antes, para patentizar su centralidad (Stewart, 1998; 39). El capital intelectual acumulado y la capacidad de generar cada vez más conocimiento, empezaba a tomar una posición determinante en la medida que la sociedad se internaba en una “revolución económica” que daba lugar a la “Era de la Información” (Stewart, 1998; 32).

Por una parte, el conocimiento en sí adquiría la cualidad de mercancía con lo cual se provocó una alteración de los procesos económicos, que se puede ilustrar con casos como las semillas transgénicas, cuyo mercado, más que la semilla en sí, es el conocimiento desarrollado/invertido en ese producto, lo cual altera la dinámica de la industria agrícola, al introducir un nuevo elemento: la propiedad intelectual de la semilla tratada.

Para ayudar a que las aplicaciones tecnológicas y los procesos gerenciales, que a la par se implantaban, tuviesen una acogida favorable por la población, se dio un proceso de publicitación y/o propaganda.

Obras como la de Toffler (1971, 1983 y 1995) fueron abonando el terreno, ahí se planteaban previsiones más bien en tono profético, de una nueva etapa, signada por la centralidad del conocimiento. Se trataba de implantar conceptos como el de “organizaciones inteligentes” (Senge, 1999), es decir organizaciones flexibles, dispuestas al aprendizaje, a la generación, formalización y aplicación de conocimiento. Se reconceptualizaba al propio conocimiento como una actividad que alcanza su pleno sentido en el colectivo u organización (Nonaka y Takeuichi, 1999).

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Todos esos estudios y reflexiones intentaban dar cuenta de la transforma-ción en curso, de describirla, explicarla; se construían las representaciones que dotarían de sentido a la experiencia, a la par que nuevas herramientas y prácticas, nuevas formas de relacionarse y establecer objetivos iban surgiendo y demandaban los ajustes que orientaran el comportamiento individual y colectivo.

En este punto, cabe recordar que una representación ideológica efectiva, es decir, capaz de conducir en algún sentido al conjunto de la sociedad, no puede quedar en mera propaganda o publicidad, sino que debe ofrecer una “teoría de la sociedad”, modelos de comportamiento aceptables, capaces de brindar

“gratificaciones cognitivas y afectivas” a los sujetos para que éstos las asuman y se las apropien (Martín, 1986; 45).

Lo que estaba en curso era la conformación de un macro proceso de mediación para que los agentes sociales entendieran y se convencieran con el nuevo paradigma, el cual mientras se aplicaba en ciertos campos, se divulgaba en los circuitos académicos, vía conferencias y con su inclusión en las currícula. Claro, en algún momento el proceso de difusión/normalización de estas representaciones se llevó al gran público a través de los medios de masas: estaba en marcha la difusión e implantación de un modelo ideológico capaz de rearticular las prácticas emergentes.

Estaba en marcha la “revolución” de la “Sociedad del conocimiento” y consistía en la producción de un nuevo tipo de bienes y servicios, pero funda-mentalmente consistía en una nueva forma de producirlos y de gestionar o administrar los procesos de producción, así como en transformar al conoci-miento en mercancía y aun motivo de especulación financiera.

El paradigma de la “Sociedad del conocimiento” se constituye alrededor de algunas premisas reconocidas por varios autores, como los autores seguidos en este texto: Castells (2011; 88-89) y Hernanz (2012; 45ss) y que se pueden señalar con bastante precisión.

Primero, la información es su materia prima y produce tecnologías que actúan o intervienen el propio proceso de generación de información, con lo que, aceptado su valor de uso, se remarca el valor de cambio de la información (“Sociedad de la información”); a diferencia de toda la experiencia anterior, donde la información era una condición para actuar sobre las tecnologías y/o el medio.

Esto es porque se generarán ahorros energéticos y de tiempo, que evidente-mente se pueden traducir en una baja en los costes, siempre que el intercambio de información, que es un tipo de energía modulada de baja intensidad, pueda sustituir los intercambios de materiales o de energías; a la vez, la comunicación

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gana en amplitud y profundidad en la medida que aumenta el número de partici-pantes pertinentes; del mismo modo que los procesos de gerencia y producción/aplicación se aceleran y disminuyen sus costes al lograr reducir pasos o etapas desde la concepción y el diseño, hasta la realización, es decir, en la medida que el conocimiento forme parte del proceso de producción/administración. El cono-cimiento entendido como una producción colectiva, donde la unidad para la generación del conocimiento ha dejado de ser el individuo y ha pasado a ser la organización, lo cual implica un ajuste en las dinámicas comunicativas.

Segundo, todo el conocimiento, incluido el “implícito” o producto de la experiencia, puede y debe ser formalizado –con calidad de patentable- e incorporado al conjunto del conocimiento generado por/en la organización y, a la vez, debe ser traducido en alguna aplicación o innovación, sean éstas tecnoló-gicas, técnicas, procedimentales o gerenciales, pues si no se materializan no se pueden mercantilizar, a menos que se introduzcan al mercado como especulación.

Tercero, cada nivel o ámbito de las organizaciones o las relaciones sociales se configuran/conectan en distintos tipos de red, al parecer, la morfología más adecuada para dar curso a la exigencia/necesidad creciente de interacciones multidireccionales; lo cual supone una adaptación de las jerarquías y líneas de mando, al menos en la operatividad (“Sociedad red”). Esta estructuración permite y aun favorece una riqueza simbólico-conceptual, que surge de las interdisciplinas a la vez facilitadas por la multi conectividad, que da paso a nuevas relaciones laborales, signadas más por la productividad u obtención de metas, que por una remuneración salarial, de ahí el surgimiento de la figura de

“socios” más que de “empleados”.Cuarto, la capacidad/necesidad de flexibilidad y reconfiguración constante,

inevitablemente asociada a la interconexión reticular y su interactividad, proclividad al cambio y fluidez organizativa (“Sociedad u organizaciones que aprenden”), ligada a la continua incorporación de innovaciones conceptuales y “actualizaciones” tecnológicas, inevitables para mantener la rentabilidad de la industrias gestoras de TIC.

Quinto, “la convergencia creciente de tecnologías específicas en un sistema altamente integrado, (Castells, 2011; 89), lo cual se refiere a la presencia de aplicaciones que controlan cada vez más funciones de cada vez más aparatos presentes en las actividades cotidianas de las personas, dando pie a la confusión de actividades laborales y personales, bajo la noción de “disponibilidad”. Convergencia que se sustenta, de nuevo, en la exigencia de consumo constante de conectividad y gadgets, con su parafernalia de aplicaciones y actualizaciones.

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Una vez anotadas dichas premisas, es razonable suponer que el uso extendido y reiterado de las TIC terminará por influir en algún grado en la modelación de los comportamientos sociales, lo cual plantea un panorama interesante: el incremento constante del mercado de estas tecnologías, pues como se apuntó, en un contexto capitalista el conocimiento tiene que traducirse en innova-ciones y aplicaciones tecnológicas para su realización en el mercado, a su vez puede suponer un riesgo: que el desarrollo y producción de tecnologías de información y comunicación, se vuelva auto referente, centrado en sus propias aspiraciones, a tal grado que ponga en riesgo su funcionalidad para el sistema en su conjunto. Dicho de otro modo, que el costo de la comunicación se incremente innecesariamente, producto de un consumismo suntuario o del carácter especulativo de las innovaciones por venir.

La “Sociedad del conocimiento” implica asimismo, el desarrollo y aplicación de tecnologías simbólicas (Han, 2014; 65) que perfilan a los individuos y pautan los comportamientos para acoplarlos a las dinámicas de producción y consumo. Por eso el sujeto que habita esas organizaciones reticulares tiende a caracterizarse por la constante utilización de las TIC y porque por estos medios, integra distintos tipos de relaciones, que no busca una remuneración salarial, sino que tiene la capacidad y disposición para consumir y producir a la vez, información, conocimiento, y se esfuerza por traducirlo en aplica-ciones; que está dispuesto también a aprender continuamente y a adaptarse a las exigencias del mercado, un “empresario de sí mismo”, centrado en la obtención del máximo rendimiento (Han, 2013).

IV. Ajustes en el sistema de comunicación

Se ha apuntado que desde los orígenes del capitalismo y hasta hace unas décadas, la práctica dominante de producción y comunicación del conoci-miento tecno-científico se ha llevado a cabo en las universidades, centros y agencias de producción científica, a través de un modo de comunicación de redes, al cual por su dinámica de distribución de la información, se denominará aquí "Red Jerárquica de Comunicación" (RJC).

El modelo para comunicar la producción científica basado en las Redes Jerárquicas había llegado a un límite en su capacidad para responder a las necesidades y desarrollar innovaciones, pues fue desbordado por las condiciones impuestas por la monopolización y la globalización neoliberales a finales del siglo pasado. Tampoco el sistema de masas podía encargarse de

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esta tarea, ni por su estructuración –basada en las divisiones “funcional” e “instrumental”- ni por la orientación reproductiva en que se fue especializando, como también ya se apuntó.

Ahora bien, es importante tener en cuenta que en el plano de la organi-zación, la información posee un valor de uso, que es responder a la creciente complejización de los sistemas, pues el incremento de la información favorece la división técnica, disminuye el tiempo de trabajo, estimula y acelera las transformaciones y reduce el tiempo de los ciclos de circulación/acumulación de capital. Por otro lado, la producción de comunicación también tiene un costo, su valor de cambio, el cual debe ser compatible, o sea rentable, para ser realmente eficaz (Martín, 1986; 88-89). Cabe hacer notar el grado de implicación entre la comunicación y otras acciones sociales en los procesos de producción y reproducción social, en la dinámica de sustentabilidad de los sistemas sociales.

Así pues, se requería de un ajuste que salvara la viabilidad del sistema (Castells 2012; 87), un ajuste encauzado a resolver, al menos, dos grandes reclamos: proveer de los intercambios de información, con el volumen y la velocidad que la estructuración globalizada de producción y distribución de bienes y servicios exigía, así como una mayor rapidez en la circulación del capital y por tanto, en la realización de la plusvalía, de una manera ágil y de bajo costo. Para ello hubo que reducir el tiempo y los pasos entre la generación e innovación de conocimiento y su aplicación, es decir, se redujo el tiempo de circulación de este tipo de información, de tal modo que la propia producción de ciencia y tecnología se integró al proceso de producción de bienes y servicios, propiciando un incremento generalizado en la rentabilidad del capital.

La respuesta consistió en el desarrollo de las TIC y en la implementación de una nueva forma de vinculación comunicativa, lo que coloquialmente llamamos “redes sociales”. A diferencia de las redes jerárquicas, se trata de individuos u organizaciones autónomos, cuya participación es maleable, toman y también aportan información; sin fronteras definidas, están vinculados por intereses, problemas o temas compartidos, incluidos los de carácter tecno-cien-tífico (Dettmer, 2009; 276). Las redes sociales son tan antiguas como los grupos humanos, la conectividad permanente a lo largo del tiempo y ancho de la geografía de las TIC ha potenciado este tipo de interacciones. Para diferen-ciarlas de las redes jerárquicas, las designaremos en este trabajo como Redes Horizontales Digitales (RHD).

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Al entrelazar las redes jerárquicas tradicionales con la dinámica de las redes horizontales, se logró hacer frente a aquellas demandas, al adoptar una estrategia o gestión operativa de la comunicación novedosa, que resultó en un incremento del número de comunicantes, al relajar la división entre los actores de la comunicación -“división funcional”-; lo que a su vez generó un conside-rable aumento en el volumen, diversificación y velocidad de la información circulante, al flexibilizar la compartición temática -“división instrumental”-: con esta gestión se entrecruzan los ámbitos de la comunicación productiva, reproductiva y aun con las comunicaciones de índole particular, fenómeno de

“convergencia” (cfr. Castells, 2012; 88) con lo cual, si bien se puede provocar alguna confusión en ciertos niveles, se alcanza una extraordinaria flexibi-lidad y velocidad en la circulación de información que queda a disposición de aquellos congregados por un tema específico, justo por esa vinculación entre diversos ámbitos.

A nivel tecnológico, todo ello se hace posible merced a los haces de conexiones propios de las TIC, y por la implementación de un código único, digital, que permite el intercambio de información de diversa índole como textos, imágenes fijas y kinésicas, sonidos, todo ello sobre un soporte material de datos, como discos duros, ondas electromagnéticas y pantallas, que dotan a las comunicaciones de un altísimo alcance y velocidad, a la par de una enorme flexibilidad, a un costo mínimo.

El resultado es una mayor disponibilidad de la información, lo cual se ha logrado, para el caso que nos ocupa, al conectar o entrelazar las tradicionales redes jerárquicas de comunicación (RJC), propias de los circuitos universitarios, los laboratorios de industrias y las agencias gubernamentales, con las redes hori-zontales digitales (RHD), circuitos donde seguramente participan los mismos actores que en el otro entramado, pero bajo rutinas de conexión más flexibles, lo que multiplica el número de intercambios y además, eventualmente, permite las aportaciones o demandas de otros individuos o colectivos que comparten el interés tecno-científico y aun de quienes representan otros intereses con los que puede haber relación, como los financieros o mercadológicos.

Es importante resaltar que, además del aporte tecnológico y el aprendizaje para usarlo y explotarlo adecuadamente, para el logro de tal cometido se ha precisado la implementación de una (novedosa) representación sobre el modo de producir el conocimiento científico (cfr. Castells, 2011; 90/ Herranz, 2013; 54), articulación pautada por una forma de colaboración extensa gracias a la exposición permanente o disposición de un reservorio casi infinito de

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información de todas las disciplinas: conocimiento acumulado que facilita y potencia la producción de nuevos elementos en todo el ciclo de innovación/aplicación/actualización en prácticamente todos los niveles en que la información/comunicación interviene -diseño, gerencia, producción y distri-bución e inducción al consumo. A nivel superestructural la articulación más relevante ha sido la reorientación de los paradigmas de producción, difusión y valoración del conocimiento científico.

Como se puede observar, para dar paso a la “Sociedad del conocimiento” se han debido operar ajustes en los tres niveles del sistema de comunicación, lo cual nos coloca frente a un típico proceso de mediación social (Martín, 2008; 71): en el nivel infraestructural, el ajuste consistió en la introducción de las TIC; en el nivel estructural, con la forma de organizar la producción y difusión de comunicación con la articulación entre RJC y RHD; y en el nivel superestruc-tural, con la reorientación del quehacer tecno-científico a partir de las colabo-raciones multi y transdisciplinarias y su incorporación a la lógica de mercado. Ajustes que se acoplan a las demandas del sistema económico para incidir en la reproducción de ambos (Martín 1986; 65).

Es importante señalar que las mediaciones articuladoras se complementa-rían con diversos enlaces a la comunicación de masas. Por una parte, habría que señalar las obras de divulgación anotadas en el apartado anterior, con sus resonancias a través de las reseñas y notas en los medios de masas.

Por otra parte, en el medio periodístico, a través de las secciones de negocios al dar cuenta de las expectativas, desarrollos y ganancias que generaban las empresas y mercados asociados a las “nuevas tecnologías” y con secciones editoriales que se fueron añadiendo, dedicadas éstas a dar cuenta de las incesantes novedades en este campo, sobre todo las innovaciones de las TIC. Qué decir del papel de la publicidad con sus técnicas para notificar novedades y para inducir el consumo.

Finalmente habrá que apuntar la gran cantidad de producciones de ficción, como series de T.V., películas y hasta canciones, en las que se introducían y normalizaban como parte de la vida cotidiana las nuevas representaciones al mostrar tanto las ventajas que ofrecía el uso de las tecnologías, como los modelos de conducta, actitudes, aspiraciones y valoraciones, apropiados para navegar exitosamente en el nuevo mundo, plantado ya no en territorios o factorías, sino en las nubes virtuales. Tanto las obras de divulgación y los relatos periodísticos, como las de ficción, contribuyeron también a construir los prototipos de los nuevos héroes culturales: los nerds o cerebritos dejaban de

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ser esas extrañas personalidades enclaustradas en sus laboratorios y cubículos para reaparecer como exitosos y carismáticos empresarios. Curioso arreglo, claro ejemplo de mediación reproductiva: el conocimiento se produce colec-tivamente, la fortuna y la fama siguen siendo individuales, he ahí los Jobs, Zuckerberg, etc.

En este sentido, la comunicación de masas ha cumplido a cabalidad con su función reproductiva: introducir las novedades, darles calidad de normalidad, ponderando sus ventajas y bondades, enlazándolas con el fondo de lo ya sabido.

No está por demás anotar que a esos contenidos comunicativos, se accede cada vez más, por medio de las TIC, que de esta manera se suman a las operaciones reproductivas típicas de la comunicación de masas y ofrecen un claro ejemplo de la “convergencia tecnológica”: los sujetos trabajan o producen, se entretienen y consumen, participan en redes sociales, todo mediante el mismo dispositivo digital, a la vez que aprenden, interiorizan y aplican las representaciones que pautan su comportamiento.

En una perspectiva histórica, en realidad estos ajustes mantienen el sentido general que siempre ha tenido la comunicación para el capitalismo, pues a lo largo de la historia de este sistema ha habido una interrelación entre racio-nalización, burocratización y dependencia de tecnologías. “Las organizaciones sociales resultantes entretejen sus instituciones económicas, políticas, admi-nistrativas, culturales y axiológicas con instituciones de comunicación” que comparten aquellos rasgos, los mismos que motivaron el despliegue de las ciencias y tecnologías desde el Renacimiento o los albores del capitalismo, y que pueden formularse como la voluntad de una clase social por apropiarse del mundo, sometiendo todas las manifestaciones del entorno al control del principio de “razón”, que generó la “ética del progreso”, sistema de valores que aprecia la innovación y deposita en el conocimiento y la tecnología un poder taumatúrgico. Si para la comunicación el mundo existe en su dimensión de objeto de referencia, “la apropiación social de la dimensión referencial del mundo es condición necesaria” para apropiárselo materialmente, por eso la comunicación, bajo el capitalismo, ha pretendido siempre que “alguna vez cualquier entidad pudiese ser incorporada al universo de objetos de referencia… y que cada hombre (persona), en cualquier lugar, pueda tener noticia de toda cosa…” pretensión central del Iluminismo (Martín, 86; 87-88 / Hernanz, 2012; 79).

No es que todas las comunicaciones que circulan por las redes sociales generen conocimiento científico o desarrollen aplicaciones tecnológicas ni que hayan desaparecido las redes de comunicación jerárquicas propias de la

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academia, la articulación se desarrolla porque con el aporte de las TIC y sus dinámicas, se facilitan las comunicaciones entre las redes académicas con las redes industriales, financieras y gubernamentales y se propicia la interacción con todo tipo de agentes que pueden generar o aportar conocimiento, aunque no pertenezcan a aquellos circuitos. A mayor número de participantes en los procesos comunicativos, mayor volumen de la información aportada/procesada, en consecuencia mayor probabilidad de producir innovaciones o aplicaciones (Herranz, 2013; 45). Sin descontar que, en la dinámica de las finanzas especulativas, la mera promesa de innovaciones puede disparar fluc-tuaciones de capital (Rendueles, 2015; 59).

Si bien, paradójicamente por la amplia disponibilidad de información, se ha implantado una homogenización no sólo en los bienes y servicios que se están produciendo y ofreciendo en el mercado, con la consecuente homogenización en los patrones de gusto y consumo, sino que tal condición se aprecia también en los procesos mismos de producción y gerencia. Todo ello con los riesgos que toda práctica endogámica conlleva.

¿De qué va? (A manera de conclusión)

El proyecto de la Ilustración trajo la promesa y esperanza utópicas de una sociedad más justa a la que se llegaría de la mano de la razón y de la ciencia. Se requirió poco más de un siglo para entender que la promesa no se estaba cumpliendo: que la razón y el saber científico se habían aplicado tan sólo en el campo de a producción económica, con notables resultados, a costa del bienestar de la mayoría, que seguía sumida en un abanico de penurias. La inconformidad quedó plasmada en los movimientos ludistas y cantada, por así decir, en las actitudes rebeldes de los románticos y en sus creaciones. Pareciera que hoy se vive una situación semejante: estamos entre la ilusión y la deseperanza.

El designio “Sociedad del conocimiento” es el resultado de una serie de iniciativas que se echaron a rodar durante las últimas décadas del siglo XX, cargadas con una serie de expectativas de diversa índole y que, al parecer, se van consolidando en lo que va de este siglo y que paso a paso va dejando su huella en nuestro tiempo. Otras formulaciones tratan de definir al tipo de organización social que resulta de esos empeños: sociedad monopolista, posin-dustrial, neoliberal, global -tanto geográficamente como por la diversidad

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de actividades que van entrando en la lógica de mercado-, sociedad del rendimiento, economía del copyright.

No obstante la denominación, todas apuntan a los mismos rasgos del fenómeno: la impronta creciente de las Tecnologías digitales de la Información y Comunicación, dada su capacidad para procesar, guardar y compartir cantidades ingentes de información generada en distintos formatos y su papel creciente en los procesos de producción, gerencia y distribución de bienes y servicios. La definición “del conocimiento” enfatiza la centralidad que en la producción de riqueza y sustentación del poder adquiere el conocimiento científico y sus aplicaciones tecnológicas.

También parece haber consenso en la apreciación del necesario cambio de representaciones en el quehacer tecno-científico, para responder a las exigencias que el sistema impuso a esta esfera de la acción social, muestra de ello es el papel paradigmático de algunos proyectos, como el del CERN en la Física o el del Genoma en la Biología y las investigaciones en Neuro-biología, focalizados éstos en la gestación y tratamiento de la información, con referencia al proyecto de la Inteligencia Artificial: todos ellos comparten un esquema colaborativo y se sustentan en la asombrosa capacidad, que aportan las tecnologías digitales, para registrar y correlacionar miles y miles de datos; tecnologías que en sí mismas son proyectos en desarrollo.

En este texto se ha argumentado que todo ello ha sido posible gracias a una operación mediacional capaz de articular la racionalidad económico-política con las innovaciones tecnológicas y el quehacer tecno-científico, ajuste que pasa y se concreta a través de una reorganización del sistema de comunicación, espe-cíficamente en la comunicación de carácter productivo, justo en la manera de hacer circular las aportaciones científicas con sus aplicaciones y actualizaciones.

Si el designio de la “Sociedad del conocimiento” iba en el sentido de hacer más funcional al sistema capitalista, es decir, provocar un aumento en la renta-bilidad del capital y una aceleración de los procesos que van del diseño de bienes y servicios, a su producción, distribución, inducción a su consumo y, por tanto, acelerar los ciclos de circulación y acumulación de capital, todo indica que el designio se está cumpliendo.

Pero los avances que la ciencia ha tenido en estas décadas y que abren posibilidades hasta hace poco insospechadas para resolver grandes retos en campos como la salud, alimentación, ecología y que sustentan la ilusión, infor-tunadamente no han incidido en una mejora en la calidad de vida en general ni en el ejercicio de las libertades de los individuos.

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Al contrario, la experiencia parece indicar que la desigualdad tanto entre naciones y bloques de naciones como entre individuos crece: la acumulación de capital ha aumentado sostenidamente desde la década de los 80 y “en el siglo XXI la desigualdad crece no sólo en los países ricos… sino también en los emergentes” (Pinketti, 2014). Justo el periodo temporal que corresponde a la implantación de la “Sociedad del conocimiento”. Y no se han resuelto aquellas demandas porque bajo la formulación capitalista es imposible resolverla “el capital es un fin en sí mismo”, apunta Pinketti (Hussey, 2014). La consecuencia, al parecer, es una existencia individual marcada por la apatía, la indiferencia, por enfermedades emocionales como estrés o depresión, de sujetos aislados en un individualismo que corroe la solidaridad y restringe el encuentro auténtico con la Otredad (Han, 2013 y 2014). El problema se recrudece al suponer que la solución vendrá del desarrollo de la tecnología, pues al parecer, a lo largo de la historia los desarrollos tecnológicos más bien han contribuido a la profundiza-ción de la desigualdad material (Rendueles, 2015; 45).

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MARIO ALBERTO REVILLA BASURTO es Maestro en Comunicación Institucional por el Centro Avanzado de Comunicación (CADEC), Licenciado en Periodismo y Comunicación Colectiva por la UNAM-FES Acatlán. Profesor Titular “B” Definitivo, Tiempo Completo en el área de Teorías de la Comunicación de la Licenciatura en Comunicación en la FES Acatlán con una antigüedad de 29 años.Es autor de: Introducción a la Teoría de la Comunicación, S y G editores, México, 1997. Comunicación: información y representaciones, UNAM FES Acatlán, México, 2010. “Operaciones mediacionales en la representación de género”, en la Colección Itinerario de miradas No. 144, Programa de Investigación, FES Acatlán, México, 2011. Coautor en La organización habitable, México, 2001.Sus temas de especialización son teorías de la comunicación; análisis culturales; estética y comunicación; ética y comunicación.