tomo 1 ruy mauro marini m millan eds teoria social latinoamericana 1994

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) } ) ) ) UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO Rector ' Dr. losé Sarukhán \ Secretario General ' Dr. Francisco Earnés de Castro \ Secretario General Administrativo Dr. Salvador Malo Alvarez \ Secretario de Seivicios Académicos Dr. Roberto Casia ñon Romo ) Secretario de Asuntos Estudiantiles Lie. Rafael Cordera Campos ) Abogado General . Lie. Fernando Serrano M¡gallón / Director General de Publicaciones \ Miro. Vicente Quírarle Director General de Fomento Editorial \ Lie. Mario Mendoza Castañeda FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS COORDINACIÓN DE ESTUDIOS ) Y SOCIALES LATINOAMERICANOS Director Coordinador ) Dr. Juan Felipe Leal Dr. Ruy Mauro Marini Secretario General Secretaria Académica ) Miro. Guillermo Parían Mendoza Lie. Irene Sánchez Jefe de la División de Estudios de Posgrado Secretario Docente ) Dr. Enrique Suárez.-Iñiguii Dr. Lucio Olíver , Secretario Administrativo Coordinación Técnica de la Publicación J Lie. Rodolfo Consuegra Reyes Gilberto A. Cardoso Vargas \ Coordinación de Extensión Universitaria Cuidado de la Edición Lie. Ma. Eugenia Trigos Ruiz Gloría Carrillo Serrato y Damellys López Heredia ) ) DIRECCIÓN GENERAL DE ASUNTOS DEL PERSONAL ACADÉMICO Director General ) Dr. José Luis Boldú Olaízola Subdirector de Desarrollo Académico ) Ing. Héctor del Castillo González » Jefe del Departamento de Superación Académica Sra. Eva Mana Soto Fonseca ) _) ) '_) ) )

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) ) ) UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

Rector ' Dr. losé Sarukhán \ Secretario General ' Dr. Francisco Earnés de Castro \ Secretario General Administrativo

Dr. Salvador Malo Alvarez \ Secretario de Seivicios Académicos

Dr. Roberto Casia ñon Romo ) Secretario de Asuntos Estudiantiles

Lie. Rafael Cordera Campos ) Abogado General . Lie. Fernando Serrano M¡gallón / Director General de Publicaciones \ Miro. Vicente Quírarle

Director General de Fomento Editorial \ Lie. Mario Mendoza Castañeda

FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS COORDINACIÓN DE ESTUDIOS ) Y SOCIALES LATINOAMERICANOS

Director Coordinador ) Dr. Juan Felipe Leal Dr. Ruy Mauro Marini

Secretario General Secretaria Académica ) Miro. Guillermo Parían Mendoza Lie. Irene Sánchez

Jefe de la División de Estudios de Posgrado Secretario Docente ) Dr. Enrique Suárez.-Iñiguii Dr. Lucio Olíver , Secretario Administrativo Coordinación Técnica de la Publicación

J Lie. Rodolfo Consuegra Reyes Gilberto A. Cardoso Vargas \ Coordinación de Extensión Universitaria Cuidado de la Edición

Lie. Ma. Eugenia Trigos Ruiz Gloría Carrillo Serrato y Damellys López Heredia

) ) DIRECCIÓN GENERAL DE ASUNTOS DEL PERSONAL ACADÉMICO

Director General ) Dr. José Luis Boldú Olaízola

Subdirector de Desarrollo Académico ) Ing. Héctor del Castillo González » Jefe del Departamento de Superación Académica

Sra. Eva Mana Soto Fonseca

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Page 2: Tomo 1 Ruy Mauro Marini M Millan Eds Teoria Social Latinoamericana 1994

Primera Edición: 1994 DR ® 1994 Universidad Nacional Autónoma de México

Ciudad Universitaria, 04510, México, D.F. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales Coordinación de Estudios Latinoamericanos Dirección General de Asuntos del Personal Académico

Impreso y hecho en México

ISBN- 968-36-4058-3 968-36^1059-1 968-36-4060-5

Es una publicación confines didácticos no lucrativos.

índice

Presentación 9

I. LAS GRANDES HIPÓTESIS 13 Ramiro Guerra: Latifundio, esclavitud y dependencia económica 15 José Carlos Mariátegui: Evolución histórica del Peni. El problema del indio. La unidad latinoamericana 47 Víctor Raúl Haya de la Torre: La realidad económico-social de América Latina 79

II. LOS ESTUDIOS HISTORIO GRÁFICOS 97 Calo Prado Júnior: La formación de fuerza de trabajo libre en Brasil 99 Sergio Bagú: El carácter de la economía colonial: ¿feudalismo o capitalismo? . . . . 123 Julio César Jobet: Por una historiografía chilena 143 Rafael Ramos Pedmeza: Comentario sobre Zapata 163

III. LAS PROPUESTAS POLÍTICAS 169

Silvio Frondizi: La integración imperialista 171 José Revueltas: El proletariado sin cabeza 183

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10 PRESENTACIÓN

en buena medida del marxismo, aunque no sólo de él, se descartan entonces los dogmas liberales y los engendros racistas que habían servido para justificar la inserción subordinada de nuestras economías al mercado mundial y la creación de Estados nacionales que se distinguían por su carácter discriminatorio y excluyente. Subserviencia ante los centros capitalistas, superexplotación del trabajo y opresión de los indios, negros y mestizos: más allá de ciertos asomos de condescendencia y filantropía, éstas habían sido las consignas que había propagado la producción historiográfica, filosófica, económica y sociológica de nuestra élite intelectual.

Este tomo de nuestra antología parte del momento en que esto empieza a cambiar. Empezando con interpretaciones y propuestas de carácter regional, como en Ramiro Guerra, o continental, como en Haya de la Torre, así como realizando aportes originales dirigidos a explicar situaciones nacionales, como lo hizo Mariátegui, la nueva generación de pensadores latinoamericanos se ocupará luego de la reconstrucción de nuestra historia, llegando a producir estudios clásicos como los de Caio Prado Júnior, Sergio Bagú, Julio César Jobet y los autores que se esfuerzan por comprender la Revolución Mexica-na. Se sientan así las bases de una tradición original e independiente en la teorización de la región.

La institucionalización paralela de las ciencias sociales: la sociolo-gía, la economía y la historia, aunada a los avances del marxismo, proporcionarán elementos, a partir de los años 50, para trabajos de alta calidad teórica y metodológica. Obras como las que escriben Silvio Frondizi, Pablo González Casanova, Leopoldo Zea y José Re-vueltas, entre otros, marcan la madurez de nuestra teoría social y culminan con los aportes que harán los economistas de la CEP AL.

No podemos dejar de agradecer la colaboración destacada y lo mucho que han venido a enseñar en nuestro seminario profesores e investigadores de nuestra Facultad y otras dependencias de la UNAM, como la Facultad de Filosofía y Letras, el Instituto de Investigaciones Económicas y el Centro de Investigaciones Interdis-ciplinarias en Humanidades, asimismo de instituciones como la Uni-versidad Autónoma Metropolitana, sedes Xochimilco e Iztapalapa, el Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE), la Universidad

Pedagógica Nacional, El Colegio de México y la Universidad Autó-noma de Puebla, entre otras.

Factor importante para la realización del seminario ha sido el soporte proporcionado al mismo por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) y la Dirección General de Asuntos del Personal Académico (DGAPA), de la UNAM. Esta última, además de ayudar al reforzamiento de la infraestructura técnica, material y bibliográfica de la Coordinación de Estudios Latinoamericanos (CELA), abrió la posi-bilidad de integrar a las actividades del seminario estudiantes de posgrado y licenciatura de la propia Facultad y otras dependencias de la UNAM, en la calidad de becarios, así como la de sacar a la luz esta publicación.

Mención especial cabe aquí a la capacidad, empeño y dedicación del equipo de coordinación del seminario, a cargo de Margara Millán Moncayo, así como de Mario Trujillo Bolio, con la eficiente asistencia técnica de Gilberto Vargas Cardoso.

Finalmente, debemos registrar el trabajo desempeñado en el marco del seminario y agradecer la colaboración que han prestado a la preparación de esta publicación los becarios Rubén O. Amador Zamo-ra, Micaela A. Chávez Villa, Elsa G. Espinosa Consejo, Sandra Guadalupe Inacua Gómez, Marcos Rubén López Miguel, Susana Martínez Sánchez, Luis Eduardo Pérez Llamas, Jéssica Retis Rivas, ZaidaP.RodríguezMonzalvo, María del Consuelo SánchezR., Mario Sánchez Sánchez, Andrés Sierra Restrepo, Daniel Tapia Blanco y María Concepción Tonda Mazón.

Ruy Mauro Marini México, julio de 1994

PRESENTACIÓN —

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Primera parte

Ivas grandes hipótesis

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LATIFUNDIO, ESCLAVITUD Y DEPENDENCIA... ^ _ ^ _ — _ ^ _ _ _ _ 15

Ramiro Guerra: Latifundio, esclavitud

y dependencia económica

Extractado de Guerra, R., Azúcar y población en las Antillas (1927), Cap. u,in,xr,xn,xmyxvi, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1976, pp. 29-41, 99-116 y 133-140. j ^

Esclavos contra cultivadores libres

For the money which procured a white man 's servicefor ten years could buy a negro for Ufe. V. T. Harlow, A History of Barbados

El caso de Barbados, expuesto en sus grandes líneas en el capítulo precedente, ilustra el hecho, fundamental en la historia de las

Antillas, de la sustitución del trabajo del pequeño propietario por la mano de obra barata del esclavo, no como una fatalidad de raza o de clima, superior a la voluntad humana, según se ha aceptado y sostenido corrientemente por los esclavistas de ayer y los latifundistas de hoy, sino a virtud de una causa puramente social y económica: la destrucción de la pequeña propiedad por el latifundio azucarero, y la consiguiente emigración de una clase social emprendedora y activa, que se expatría voluntariamente para no descender a un plano inferior de vida, bajo la presión de la falta de trabajo y del hambre. La historia económica de las Antillas requiere una rectificación completa en este punto. No es el clima antillano precisamente el que expulsa a los blancos, sino la empresa capitalista azucarera, que en busca de pingües rendimientos, sin diques que se le opongan, aniquila la pequeña propiedad, suprime al cultivador independiente y convierte a jóvenes y robustas comuni-dades con vida propia en meros talleres donde se trabaja a bajo precio,

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en beneficio exclusivo de distantes metrópolis de banqueros y merca-deres.

Barbados, con el sistema de distribución de tierras a los cultivadores y de entrega de un lote de cierto numero de': acres a cada sirviente blanco al terminar su contrato de servidumbre, vio aumentar su población europea rápidamente, hasta llegar en 1634 a la cifra más alta: 37 200. Pero, como se ha expuesto en el capítulo anterior, en el momento en que se alcanzaba ese punto culminante, comenzó el acaparamiento de tierras por el latifundio azucarero, y se alteraron fundamentalmente las condiciones de vida en la isla para la clase social que constituía la columna vertebral de la colonia.

La emigración, que hubo de iniciarse casi enseguida, era ya intensa en la década de 1650 a 1660. Las autoridades y los vecinos de mayor arraigo en Barbados se dieron clara cuenta de la verdadera causa de la misma: el acaparamiento de la tierra, que impedía continuar la práctica de distribuir lotes a los sirvientes blancos al cumplir sus contratos, y la compra en grande escala por los más ricos fabricantes de azúcar de numerosas pequeñas propiedades. En 1647, el conde de Carlisle, como lord propietario de Barbados, se vio obligado a lanzar una proclama notificando que ya no había tierra disponible para los sirvientes que cumpliesen sus contratos, y que sólo podría suministrárseles en las islas vecinas de Nieves, Antigua y otras. La emigración se dirigió a esas islas (muy próximas a Barbados), a Jamaica y a la Guayana inglesa, todas de clima idéntico al de Barbados, lo cual prueba, si pmeba se necesitase, que no eran las condiciones climatológicas, sino las económicas y sociales, la causa principal del éxodo. El gobernador de la isla, Francis Lord Willoughby, comprendiendo que la emigración de los colonos blancos arruinaría a Barbados, fomentaría otras colonias rivales, y pondría en peligro la seguridad de ésta, trató de retener en las islas más cercanas a los emigrantes que buscaban tierra, llegando hasta a ocupar por la fuerza a Santa Lucía, perteneciente a los franceses. Pero todo fue inútil, porque el latifundio seguía expulsando a los pequeños propietarios. Así se fueron poblando, a expensas de Barbados: Jamaica, ocupada por Inglaterra en 1655, San Cristóbal, Tobago, Nieves, Trinidad, la Guayana inglesa y hasta Virginia, en la América del Norte. "La concentración de la tierra, en Barbados, en

-= - - , RAMIRO GUERRA LATIFUNDIO, ESCIAVITUR Y DEPENDENCIA... _^___ XL

las manos de un comparativamente pequeño cuerpo de grandes terra-tenientes" —dice el profesor Harlow— "iba obligando a las clases pobres de hombres blancos a buscar tierras en otras colonias. El movimiento contribuyó a una marcada expansión del imperio colonial inglés; pero, gradualmente, redujo a Barbados, de la posición de una populosa y viril colonia, a una plantación azucarera sin importancia poh'tica, poseída por propietarios absentistas y trabajada por esclavos". Y agrega: "En los primeros años, el azúcar produjo un gran aumento de la riqueza en la isla; pero inmediatamente comenzó a determinar la decadencia social y económica que es el hecho fundamental de la historia de las Indias occidentales".

La población blanca, desarraigada del suelo por el latifundio, empezó a decrecer desde 1645. En 1653 se había reducido a 30 000 habitantes; en 1668, a 20 000; en 1786, a 16 167; después ya quedó estacionada por más de un siglo en esa cifra. En 1922 no pasaba de 15 000. Basta observar a qué lugares fueron a establecerse los emigrantes, para eliminar la hipótesis del clima. Un escritor^de 1667, citado por Harlow, traza el siguiente cuadro de la emigración de Barbados: "No menos de 12 000 pequeños propietarios se han ido, echados de sus pequeñas propiedades por sus más ricos vecinos... Entre 1643 y 1647, a Nueva Inglaterra, 1 200; a Trinidad y Tobago, 600; entre 1646 y 1658, a Virginia y Surinam, 2 400; entre 1650 y 1652, aMartinica, Guadalupe, María Galante, Granada, Tobago y Curacáo, 1 600; con el coronel Venables, a Jamaica, 3 300. Más de 5 000 dejaron a Barbados en varias expediciones a las islas de Barlovento, durante las guerras con los franceses y los holandeses, de las cuales muy pocos retornaron. Desde 1667, el éxodo de los sirvientes blancos que cumplían y se marchaban por falta de tierras sobrepasaba al de los que llegaban de Inglaterra. En 1670, no menos de 2 000 ex-pequeños propietarios dejaron a Barbados para otras plantaciones".

Paralelo al decrecimiento de la clase social de los pequeños propie-tarios blancos, se produjo el aumento rápido y constante de la población esclava. En 1636, no consta que en Barbados hubiese esclavos africa-nos. En 1643, tres años después de introducida la fabricación de azúcar3

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ya había 6 000; en 1655 eran 20 000; en 1668 se elevaban a 40 000, duplicando lá población blanca; en 1792 sumaban 64 330 y, finalmente, en 1835, al abolirse la esclavitud 82 000. Podrá pensarse que la clase de los pequeños propietarios pudo haber permanecido en la isla como una clase de trabajadores asalariados; pero la misma causa económica que los desarraigó del suelo les impedía encontrar trabajo. "El cultivo de las grandes plantaciones requería el uso de mano de obra barata en grande escala*1 —dice Harlow—, "y muy pronto los azucareros pudieron comprobar que con el dinero necesario para procurarse los servicios de un trabajador blanco por diez años podían comprar un esclavo para toda la vida". Como los traficantes holandeses facili-taban esclavos a pagar cómodamente con azúcar desde ese momento la suerte del trabajador libre, que era el hombre blanco, quedó echada. Al principio hubo necesidad de emplearlo todavía en los trabajos que exigían cierta habilidad manual o alguna eficiencia técnica; pero tan pronto como los esclavos se adiestraron en toda clase de oficios, el jornalero blanco tuvo que tomar el camino de la emigración. No se estaba frente a un problema de razas, sustituyendo una más fuerte y más adaptada a las condiciones del clima a otra que "carecía de esas ventajas, sino del empleo de un trabajador más barato en lugar de otro que devengaba mayor salario. No era una cuestión de negros y de blancos, de europeos y de africanos, sino de trabajo depreciado frente a trabajo de mayor costo. El problema no era racial, sino social y económico. La abolición de la esclavitud no redimió al hombre de color de su servidumbre económica en Barbados, ni en ninguna de las otras pequeñas islas, porque, como veremos más adelante, estando ya hasta la última pulgada de tierra en manos de los latifundistas, se encontró al siguiente día de ser libre con este terrible dilema, idéntico, en el fondo, al que habían confrontado los blancos: emigrar o trabajar por eljornalmínimoqueleimponíanlosplantadores. ¿Emigrar? ¿Adonde? Ni los pobres libertos ni sus descendientes, menos afortunados que los pequeños propietarios blancos de la primera época, han logrado hacerlo, y viven sometidos,.no. sin violencia, al férreo yugo económico del latifundio. "Los modernos visitantes de Barbados" —escribe el profesor Harlow en 1926— "nos informan de la existencia de un profundo resentimiento contra los patronos. El proletario rural negro, cuyo salario es un chelín al día (25 centavos), encuentra muy duro

sufrir hambre y miseria en estos tiempos de altos precios, y nutre un resentimiento proporcional a la pésima condición en que vive. El plantador, por su parte, afirma que un salario más alto es una imposibilidad económica". El latifundio azucarero, como se ve, casi al terminar la tercera década del siglo XX, labra en Barbados, como en el siglo XVII, la fortuna y el bienestar de unos pocos, a costa'de la miseria y el sufrimiento de la mayoría. Crear la servidumbre económica del negro o del blanco, en lugar del cultivo independiente, ésa es su obra.

Tierra y trabajo en los dominios del latifundio

Unforiunately the ñame o/Jreedom was prostiíuled by planter's whose onfy aim was self-aggratidisement. V. T. Harlow, A History qfBarbados El trabajo forzado se reemplazó allí- (en las Indias Occidentales) con el trabajo libre, pero poco retribuido;

• al africano violentamente arrebatado a las selvas sucedió el asiático mañosamente contratado y adscrito a la gleba americana. (Informe de los comisionados cubanos a la Junta de Información, en 1886. Ponencia del Conde de Pozos Dulces sobre Inmigración).

El hecho fundamental de la historia de las Antillas inglesas, como dice el profesor Harlow, es la decadencia social y política de las mismas. El caso de Barbados se repitió en las demás islas, sin excluir a Jamaica, la mayor de todas, ocupada en 1655 por la expedición.de Penn y Venables, enviada por Cromwell, con la ambiciosa mira de echar a los españoles de la América. Los pequeños propietarios de Barbados contribuyeron a poblar otras colonias, en las cuales se reprodujo el mismo ciclo: acaparamiento de la tierra por los más ricos plantadores —abseñtistas en su mayoría—, desaparición de la pequeña y la mediana propiedad, emigración de los cultivadores blancos, importación de esclavos en gran escala. Sólo aquellos cultivadores que se dirigieron a la América del Norte, ora a Virginia, ora a la Nueva

18 RAMIRO GUERRA LATIFUNDIO, ESCLAVITUD Y DEPENDENCIA... 19

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2 0 _ ^ _ ^ _ ^ _ ^ _ _ RAMIRO GUETUIA

Inglaterra, tuvieron una suerte menos aciaga, porque la ilimitada extensión de las tierras disponibles les permitió erigir un hogar estable para sus hijos. Barbados perdió, antes de terminar el siglo XVII, la gran importancia política que hubo de alcanzar en sus primeros años, y otro tanto ocurrió a las demás colonias antillanas de la Gran Bretaña. Durante las últimas décadas del siglo xvn, todo el siglo xvm y el primer tercio del XIX, mientras las trece colonias norteamericanas, con inagotables reservas de tierras abiertas al trabajo, crecen, prospe-ran, conquistan su independencia y se convierten en una de las grandes naciones del mundo, las primeras fundaciones inglesas, reducidas a la inferior condición de colonias de plantaciones, reproducen, dé-cada tras década, por espacio de cerca de doscientos años, el mismo monótono y desolador cuadro histórico: centenares de miles de infeli-ces esclavos, trabajando y muriendo sometidos a la más dura y cruel opresión para proveer de azúcar, al más bajo precio posible, al gran mercado de Londres. La organización social y económica cristalizó en una forma definitiva, inmutable: arriba, el plantador latifundista; abajo, el esclavo africano. No hay en esta sociedad, tan sencilla en su composición, ningún factor de cambio, de progreso, de rectificación en el sentido de la humanidad y la justicia. No se concibe que el propietario de la plantación, generalmente un rico mercader de la City, o un lord con asiento en el Parlamento, se desprenda espontáneamente de una parte de sus ganancias o de sus tierras en provecho de unos miserables esclavos aplastados por el trabajo y envilecidos por la servidumbre, a mil leguas de distancia; ni cabe imaginar tampoco de qué manera estos infelices hubieran podido comunicarse entre sí, organizarse y encontrar los medios de mejorar su situación o sacudir el yugo de sus amos. La población blanca, reducida en cada isla a la cifra estrictamente indispensable para administrar las plantaciones, gobernar la colonia, recaudar los impuestos y mantener sujetos a los esclavos, no aumenta, porque en las islas no hay cabida ni incenti-vos de ningún género para nuevos pobladores europeos. Durante dos siglos, toda la historia se reduce a un mero relevo o a un monótono sucederse de administradores y empleados de las plantaciones. La decadencia había llegado a sus últimos límites. No pudiendo ir más allá el estado de cosas existente, ni mejorarse a sí mismo, se repiten,

LATIFUNDIO, ESCLAVITUD Y DEPENDENCIA... 21^

de generación en generación, las mismas escenas de explotación, de sufrimiento y de miseria,

En el año de 1833 se produjo un cambio, al parecer fundamental, en el orden social y político: el Parlamento inglés aprobó la ley de abolición de la esclavitud, restableciendo, como medida preliminar, lo que, según el profesor Mathieson, se llamó el apprentisceship system, sistema de aprendizaje o patronato. Disponía la ley que los menores de seis años quedaran libres desde el momento, pero preceptuaba que los mayores de esa edad debían continuar, en calidad de aprendices, durante seis años más, al servicio de sus amos, con la obligación de trabajar siete y media horas diarias para éstos, a cambio de recibir alimentación, vestido y alojamiento, sin devengar salario alguno. Calculada la jornada diaria de labor en diez horas, el esclavo, podía, según la ley, dedicar la cuarta parte, dos horas y media, a trabajar para sí. La ley proveía también que, como una compensación a los propie-tarios, en virtud de esta reducción de dos horas y media diarias en la jornada obligatoria deí esclavo, Inglaterra destinaría la suma de veinte millones de libras para ser distribuida proporcionalmente entre los plantadores. El esclavo podía invertir sus dos y media horas de trabajo libre donde quisiera; pero los plantadores estaban obligados a ofrecerle empleo, con un salario fijo, proporcional al precio marcado en venta al siervo. Ese salario debía ser igual, al año, a la sexta parte de dicho precio y abonársele en una cuenta llevada a cada esclavo de manera que al cabo de los seis años de aprendizaje pudiera comprar su libertad. Cada propietario quedaba facultado, no obstante, para concedérsela inmediatamente, si lo prefería.

La ejecución de esta ley puso de manifiesto un hecho fundamental, de carácter económico, social y político: el de que, no teniendo el hombre de color tierra donde trabajar como cultivador independiente, habría de continuar, aún después de enteramente libre, tan oprimido y explotado como antes.

En la isla Antigua, una de las Antillas Menores, se dio el primer caso, que es típico. La Asamblea Legislativa de la isla, formada por los plantadores, acordó, en febrero de 1834, "relevar a la población esclava de los deberes que le imponía la reciente ley del Parlamento", y

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22 RAMIRO GUERRA

declaró totalmente abolida la esclavitud. Aprobada esta aparentemente generosa medida por el ministro de las Colonias, entró en vigor el viernes lo. de agosto del citado año. Celebróse en todas las iglesias, dice el profesor Mathieson, reunidos blancos y negros, un día de gracias por la feliz terminación de la servidumbre en la isla, y era un noble espectáculo ver a los amos asistiendo a los oficios religiosos con sus esclavos, dándoles afectuosos apretones de manos y participando del regocijo de éstos. El sábado fue un día de fiesta también, y al lunes siguiente, los nuevos subditos de Su Majestad Británica, al iniciar su vida libre, se encontraron con que los plantadores, puestos de acuerdo, habían fijado en toda la isla un salario de un chelín para los trabajadores más hábiles, y nueve peniques para los demás, jornal ínfimo, que representaba para los plantadores un gasto menor que el que les irrogaba la manutención, el vestido y el alojamiento de cada esclavo. Los plantadores no perdían, sino ganaban, con la emancipa-ción, sin contar con la indemnización que recibían de la madre patria. Fue una burla sangrienta a los negros y a la generosidad del Parlamen-to. Los latifundistas pudieron llevar a cabo este plan, escribía el gobernador Lord Sligo, porque Antigua es una isla donde el último acre de tierra está en manos de los plantadores, donde la mayor parte de las provisiones se importa y donde los negros no tienen otro recurso, por consiguiente, que trabajar en las condiciones que se les imponen, para ir al mercado a comprar con su jornal diario el alimento de cada día. El costo de la producción azucarera no se aumentó; los plantadores obtuvieron mayores ganancias, y Lord Brougham pudo decir en el Parlamento que Inglaterra había regalado 20 millones de libras ester-linas a los propietarios de esclavos antillanos, a cambio de nada. En todas las pequeñas Antillas inglesas se reprodujo, salvo diferencias de detalle, el caso de Antigua. Los libertos, no pudiendo emigrar, porque no tenían recursos para trasladarse fuera de la isla con sus familias, ni una tierra hospitalaria adonde ir, se sometieron, y así continúan hoy ofreciendo al mundo, una vez más, la prueba terrible de que la libertad social y política, sin la libertad económica, determinada en su esencia para el cultivador por la posesión de un pedazo de tierra donde sembrar y vivir, es una sombra, una ficción, un mito.

LATIFUNDIO, ESCLAVITUD Y DEPENDENCIA... 23

Jamaica, Trinidad y la Guayana inglesa, colonias donde las tierras no estaban ocupadas ni eran poseídas en su totalidad por los plantadores, ofrecieron un caso distinto. Conociendo que no iban a poder imponer salarios mínimos a los negros, al quedar éstos libres, los latifundistas se opusieron con todas sus fuerzas a la abolición. El apprenüsceship system duró en Jamaica, por lo tanto, hasta 1838, agotando los plantadores todos los medios, ya que no poseían toda la tierra cultiva-ble, para asegurarse la manera de imponer un salario mínimo a los libertos.

El profesor Mathieson cita, a este propósito, una medida propuesta por los plantadores, sin ejemplo acaso en la historia, que es una triste evidencia de hasta dónde puede llegar el egoísmo humano: la de gravar con un fuerte impuesto las tierras destinadas a la producción de alimentos, a fin de que los negros no tuvieran manera de procurarse la subsistencia y se vieran forzados a aceptar el jornal que se les impusiera. Otro procedimiento empleado fue el de cobrar una crecida renta por los bohíos que los libertos tenían en las plantaciones, construidos por ellos mismos, constriñéndplos a trasladarse a Jugares distantes y despoblados, sin abrigos donde guarecerse, en un tiempo brevísimo, renunciando a' cuanto poseían. Conocían los plantadores —dice el profesor Mathieson—el apego de los africanos a sus conucos, en un rincón de los cuales teman las tumbas de sus muertos, que cuidaban con cariño, y se proponían, por este medio, obligándolos a abandonarlas, hacerlos capitular.

Ayudados por algunos misioneros, los libertos, que demostraron una paciencia y una mansedumbre extraordinarias, se defendieron tanto como les fue posible. Dirigidos por el pastor Knibb y favorecidos con dinero enviado por las sociedades abolicionistas inglesas, en noviem-bre de 1838, un grupo de libertos se aseguró la tierra necesaria para fundar el caserío de Birmingham, con campos de cultivo inmediatos. El ejemplo fue seguido, y cerca de doscientas colonias negras de la misma clase quedaron establecidas en cuatro años. La firme actitud de los labriegos de color, cuya defensa fue posible por la existencia de tierras de cultivo disponibles, determinó un alza de los salarios, colocando a Jamaica en condiciones mucho más favorables que las

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24 —*— ~ — _ _ _ RAMIRO GUERRA

pequeñas islas, manteniendo en muchos lugares una producción varia-da que existe todavía.

Pero el latifundio, que hace de la agricultura un negocio puramente mercantil, requiere, por encima de todo, mano de obra barata. No

\ pudiendo los plantadores, en las colonias donde todavía quedaban tierras fuera de sus manos, forzar ía baja del salario por el procediT

' miento de Antigua, apelaron, como actualmente se hace en Cuba, a la ) importación de braceros para competir con el trabajador nativo en \ condiciones de defenderse, allí donde dispone de medios de labrar la

tierra independientemente. La India inglesa ha sido, en los ültimos años, la fuente de abasteci-

) miento de trabajadores contratados a bajo precio, como los indentured ) servants ingleses de Barbados en el siglo XVII, los chinos en Cuba a x mediados del siglo pasado o los haitianos en la actualidad. Pocos saben,

entre nosotros, que de los 304 412 habitantes con que contaba la ' Guayana inglesa en 1925, más de 125 000 son indos o indostanos; qué ) en Trinidad hay Í20 000, y que hasta en Jamaica, a nuestras puertas, \ existen más de 18 000. Imponiendo la ley de su voluntad implacable-

mente donde posee toda la tierra, como en Antigua y otras islas de > reducida área, o importando braceros baratos para depreciar el trabajo ) nativo donde éste conserva aún lugares donde atrincherarse y defen-\ derse, el latifundio continúa su obra de secular explotación en las

Antillas, extendiéndola hoy a muchos de los países que baña el Caribe ' y amenazando con la misma decadencia social, económica y política, ) a islas más afortunadas que, como Cuba, y por causas que veremos en \ posteriores capítulos, estuvieron hasta fines del siglo pasado fuera de

sus opresoras garras. En la actualidad es una terrible nube negra que -* se cierne amenazadora sobre el pueblo cubano. ) (-O )

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LATIFUNDIO, ESCLAVITUD Y DEPENDENCIA... 2 5

Reducción de la independencia económica de Cuba y empobrecimiento de la población rural

La explotación latifundiaria necesita disponer de una clase proletaria lo más numerosa posible y tanto mejor podrá disponer de ésta cuanto más la separe de la propiedad del suelo y de los restantes medios de produc-ción, con virtiéndola de una clase de pequeños agricul-tores en una masa meramente jornalera. Ferdinand Tonnies, Desarrollo de la cuestión social, Editorial Labor, 1927.

El latifundio azucarero concentra, como hemos visto en un capítulo anterior, enormes extensiones de la mejor tierra cultivable en manos de unas pocas personas o compañías, que quizás no lleguen a medio centenar, y, como forzosa e inevitable consecuencia ataca y destruye la pequeña y la mediana propiedad. En tal virtud, su desarrollo en Cuba constituye un fenómeno diametral mente opuesto, en lo económico, lo social y lo político, al largo proceso que dio origen al pueblo y al Estado cubanos. En los capítulos que hemos dedicado a la formación del agro cubano demostramos cómo los primeros pobladores europeos de Cuba y sus descendientes fueron apropiándose, dividiéndose y culti-vando el suelo de la isla, llegando a crear una comunidad numerosa, firmemente arraigada en la tierra de donde obtenía el sustento, cuyos miembros se hallaban mejor adaptados que cualesquiera otros hombres de procedencia extranjera a las condiciones del ambiente natural y social. Esta comunidad cubana, formada en su inmensa mayoría por cultivadores y propietarios rurales, con la conciencia de su ser, de su existencia y de su personalidad, aspiró a la libertad política y luchó por alcanzarla, bajo el poder de España o fuera de éste, hasta constituirse en Estado independiente. Cuba existió como nación desde que el nativo, en mayoría abrumadora sobre el español peninsular, parceló el territorio de la isla, lo poseyó como dueño y lo labró y cultivó, teniendo colectivamente vida económica propia y distinta de

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la de España. Su autonomía económica fue el antecedente obligado de su autonomía espiritual y de su existencia política independiente. El latifundismo es un proceso a la inversa: funde miles de parcelas en grandes unidades agrarias, desarraiga al cultivador del suelo, destruye la clase cubana de propietarios rurales y agricultores independientes, columna vertebral de la nación, y finalmente, acaba con la autonomía económica nacional, para convertir la comunidad en una mera dependencia, en un simple satélite, en un taller de trabajo, al servicio de una metrópoli económica exterior. El proceso latifundiario es un proceso de revisión de la obra histórica secular de creación de la sociedad y del Estado cubanos, Mina, socava, destruye en lo esencial y básico de la misma, la nacionalidad. De igual manera que en un campo se derriban las cercas, se borran los linderos y se arrancan las plantas y yerbas de raíz, dejando el terreno limpio y expedito para nuevas labores y distintos cultivos, el latifundio acaba con todo lo que en cuatro siglos se fundó en Cuba, reduciéndonos a un inmenso campo de producción de azúcar a bajo precio para utilidad, beneficio y provecho del consumidor extranjero de ese artículo de primera necesi-dad.

El latifundio azucarero, además de atacar a la sociedad cubana en la raíz de su constitución económica, social y política, viene fatal e ineluctablemente reduciendo las grandes masas del pueblo cubano a la miseria. En efecto, los economistas de todos los tiempos y de todas las escuelas han reconocido, sin excepción, que la actividad productora por excelencia, la actividad creadora de riqueza verdaderamente tal, desde el punto de vista colectivo, es la agricultura, siguiéndole a distancia la selvicultura, la pesca y la minería, y mucho más lejos la industria y el comercio. He aquí por qué, mientras más dividido y distribuido entre la población está el suelo, mayores posibilidades de bienestar general. El latifundio, al arrebatar la tierra de manos del cultivador cubano, le arranca el más eficaz medio, acaso el único eficaz medio de bienestar de que dispone. El poder colectivo cubano de crear riqueza, de producir, de multiplicar los bienes va desapareciendo rápidamente. El cubano capitalista ha de vivir de la renta o del capital acumulado, gastándolo poco a poco, y el cubano pobre, del jornal diario, sin aspirar jamás a poseer nada, cuando más una casita en algún reparto pobre de las afueras de los pueblos. Es inevitable, por lo tanto,

LATIFUNDIO, ESCLAVITUD Y DEPENDENCIA... 27

el estancamiento, primero, en el proceso de multiplicación de la riqueza en manos cubanas, que ya se observa, y en una forzosa e inevitable reducción de esta misma riqueza, después, en mayor pro-porción cada día. Como un manantial cuya fuente se seca o cuya corriente se desvía, el poder cubano de crear riqueza, atacado y destruido en su raíz, se extingue poco a poco y cuando se gaste el último centavo de la venta de las tierras, el nativo estará llamado a ser, como ya" lo está siendo, un miserable en el país donde sus abuelos fueron los amos de vegas, potreros, ingenios, cafetales y estancias, engullidos por miles y miles en las fauces insaciables del latifundio.

El sistema de colonato en tierras de la compañía latifundiaria no puede evitar el aniquilamiento de la clase agricultura cubana, porque es un sencillo expediente de explotación implacable. Hemos demostra-do que la compra de tierra por los ingenios no ha respondido a otra necesidad que a la de reducir o acabar con la competencia entre las fábricas para la obtención de la materia prima, la caña, y limitar la ganancia del cultivador, entregándole menos arrobas de azúcar por cada cien arrobas de caña. El colono dependiente del ingenio no puede sino aceptar las condiciones que el ingenio le fija o abandonar la colonia; no tiene otra alternativa. ¿Y qué condiciones le fijan las compañías latifundiarias? Conociendo exactamente el costo de produc-ción, las compañías imponen a los colonos condiciones en virtud de las cuales sólo les queda a éstos la posibilidad, trabajando con gran vigilancia y economía, de un estrechísimo margen de ganancia. Los negocios son los negocios, y sería absurdo o tonto, y de ello tendrían que dar cuentan los directores de las compañías anónimas a los accionistas, que, sabiendo que el colono con cuatro arrobas y media cubra los gastos, la compañía le fuese a conceder cinco, suprimiendo media arroba de la cuenta de ganancias de la compañía para trasladar al haber del colono. Cada compañía fija, calculándolas al centavo, las condiciones que ha de imponer al cultivador para que éstecontinúe sembrando caña, sin que las ganancias de la fábrica se reduzcan en un solo peso más allá de lo indispensable. Como todos los riesgos corren de cuenta del colono —sequías, incendios, caña quedada, restricción de la zafra, baja del precio más allá del nivel que la compañía tuvo en

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) 28 RANERO GUERRA

) ) j cuenta al fijar las condiciones del contrato, etc.—, el sistema de

colonato es ideal para los ingenios, que no pierden nunca. El colono, ' sometido a esta servidumbre económica, no tiene más que una espe-) ranza: la subida imprevista del precio. Esta subida, introduciendo en , el negocio durante el año un factor nuevo, puede dejar alguna ganancia

al cultivador. No obstante, las condiciones en que trabajan los colonos son tan estrechas y desventajosas que casi todos tienen deudas con la

) compañía; de manera que las ganancias inesperadas de las subidas , repentinas del precio sirven sólo para reducir los créditos de los colonos

y hacerles alentar una esperanza de liberación y de ganancia que les - induce a continuar el negocio desventajosísimo en que se hallan ) comprometidos. El sistema de colonato actual es un diabólico invento. j Contra él, los colonos no tienen más que dos armas posibles: la

asociación, el gremio, para obtener condiciones menos onerosas, hasta ' el día en que la compañía pueda prescindir de ellos y siembre la Caña ) por administración, o la intervención del Estado para fijar por la ley v una distribución más equitativa de las ganancias de la industria'. Las

dos son de un uso peligroso y de dudosa eficacia. Dentro del latifundio •' no hay esperanza. )

.,) Aniquilando la pequeña propiedad y echando a los cultivadores fuera y del feudo que posee, o reteniéndolos dentro de éste para explotarlos

convirtiéndolos en colonos dependientes, el latifundio va reduciendo progresiva y fatalmente los medios de vida de la clase agricultora

) cubana, sumiéndola en la pobreza y provocando su inevitable decaden-) cia física, intelectual y moral. x En las zonas donde impera, va creando una sociedad tan sencilla

como la de Barbados: altos y bajos empleados de las compañías,

) . \ 1 Las dos medidas aconsejadas han- sido puestas en práctica. Los colonos han

constituido la Asociación de Colonos de Cuba, y el Estado, mediante la ley de J Coordinación-Azucarera (1937) y otras numerosas disposiciones, ha ofrecido y

asegurado a los colonos la protección necesaria, con lo cual las relaciones entre el colono y el central son armónicas, en beneficio de ambas partes y garantía de

) la Industria. (Nota de la tercera edición).

.)

; )

LATIFUNDIO, ESCIAVITUO Y PRPENQRNCIA... 2 9

jornaleros que devengan un corto salario al día, pagadero semanalmen-te. No hay espacio ni oportunidad para más. Nadie en las zonas latifundiarias, puede poseer nada, ni crear un hogar permanente para sus hijos. Pero, además, los empleados y jornaleros sólo tienen trabajo un corto número de meses, de tres a cuatro al año. Terminada la molienda quedan inactivos, porque en los grandes latifundios azucare-ros no hay sitiería, no hay otras ocupaciones que las de la caña: los pequeños cultivos no existen, como no existen tampoco pequeñas industrias rurales de ninguna clase. Los brazos que quedan ociosos entonces han de dirigirse a otras zonas de la república, cada día más reducidos y pobres, en busca de problemático empleo hasta que empiece la zafra del año siguiente.

Y así vamos tirando, de año en año, mientras el latifundio continúa su avance, en medio de las angustias de un pueblo que siente más agudamente cada día la mordedura de sus males, pero que aún ignora la verdadera causa de los mismos.

2 La situación, como queda dicho en la nota de la página 113, ha cambiado radicalmente con la legislación social de Cuba, una de las más avanzadas del mundo actualmente. Véase mi libro La industria azucarera de Cuba y el apéndice No. 5 de esta obra.

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El vasallaje progresivo del cultivador independiente y la escasez de tierras

El éxodo rural constituye una crítica silenciosa, pero bien claramente perceptible, de la posición de toda una clase de trabajadores, que aparte de su escaso bienestar económico, no sólo renuncia a toda mejora esencial de su vida sino que se saben separados por completo de toda esperanza, pudiendo difícilmente superar la sensa-ción de esclavitud y hallándose con frecuencia privados del derecho esencial de coalición para defensa de sus intereses de clase. Ferdinand Tonnies, Desarrollo de ¡a cuestión social, Editorial Labor.

La acción nociva del latifundio azucarero sobre los cultivadores no se reduce al doble proceso que hemos señalado en el capítulo anterior, de desarraigar a unos del suelo mediante la compra de tierras en grande escala, llevándolos a engrosar el proletariado de los centros urbanos, y de explotar a otros gracias al sistema de colonato dependiente; su influencia nefasta se hace sentir igualmente, con intensidad mayor cada día, sobre toda la clase agricultora, ora la que continúa en tierra propia en las zonas latifundarias, ora la que trabaja en regiones distantes.

Ya hemos demostrado que la compañía azucarera latifundiaria, no invierte enormes sumas en adquirir tierras por el mero deseo de erigirse en gran empresa terrateniente, sino por la necesidad de suprimir la competencia con otro central y asegurarse la provisión de caña indispensable, sin tener que disputársela en un mercado libre de colonos o cultivadores independientes, aumentando la cantidad-de azúcar a entregar por cada cien arrobas de caña. El central no invierte más capital en tierras, comúnmente, que el requerido para el logro del fin indicado. Cuando ya tiene asegurado el abasto de caña suficiente, la tierra no le interesa. De aquí que en la compra de tierras para la constitución de un latifundio azucarero se distinguen dos períodos: uno

LAnFUKOIO. ESCIAVITUO Y ÜKPENORNC1A... 31

inicial, en el cual, pagando el precio que sea menester, aunque resulte muy. alto, :la compañía se asegura un mínimo de caballerías bastante para garantizar la existencia del ingenio; otro posterior, en el que la compañía manifestando un cierto desdén por las tierras que se le ofrecen, las cuales, según la expresión corriente, no le interesan, las obtiene cuando se decide a adquirirlas, a un precio bajo. En el primer período, los propietarios de las tierras ambicionadas por la empresa latifundiaria difícilmente resisten las tentadoras y ventajosas ofertas que se les dirigen; en el segundo, los que se mostraron renuentes a vender, pensando en el aumento del valor de sus tierras, se encuentran con que, perdida la oportunidad, se hallan tan sometidos al central como los colonos que trabajan en terrenos de la compañía, resultando depreciadas sus fincas, tanto en venta como en renta. La causa es bien clara. Una vez que la compañía latifundiaria posee el mínimo de tierras calculado, la necesidad de la compra de caña al colono libre desapa-rece, o disminuye muy considerablemente, y.entonces aprovecha la ocasión para rebajar la cantidad de azúcar por cada cien arrobas de caña que entrega a dicho colono independiente, colocándolo en las mismas condiciones que al que trabaja en "tierras del ingenio. Como quiera que los grandes latifundios tienen sus redes ferroviarias propias, y éstas excluyen el ferrocarril público de las zonas que dominan, sustrayéndole toda la carga que podría ser un incentivo para la construcción de nuevas líneas y ramales públicos, y como, en otra parte, las grandes organizaciones o trusts de compañías azucareras se han distribuido el territorio nacional, suprimiendo la competencia entre sí, el propietario de una finca enclavada dentro de la zona de influencia de un latifundio se encuentra con que no tiene sino un solo posible comprador para su caña: la compañía, que ha extendido sus tentáculos en varios kilómetros a la redonda. No han sido pocos los propietarios que, encontrándose en este caso y no sintiéndose dispuestos a aceptar las onerosas condiciones del colono dependiente, han acudido al expediente extremo, la venta de su propiedad, hallándose con que ya a la compañía no le intergsgba. En tal caso, ha tenido que aceptar precios muy bajos si al fin la compañía se ha allanado a comprarle, o resignarse a sembrar caña en condiciones tan desventajosas como las de los colonos del central.

m

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)

) De esta manera, el latifundio va extendiendo su dominación en las zonas donde impera, concluyendo por suprimir toda propiedad rustica individual, o manteniendo la pequeña proporción que subsiste en una

) condición de sumisión absoluta. Es más: estos colonos independientes \ acaban por hallarse en peor situación que los otros, sobre todo si no . tienen deudas con la compañía, porque entonces la caña que cultivan ' constituye una reserva, que se utiliza o no, según el caso, sin pérdida ) ni riesgo para el central. ¿Hay exceso de caña por cualquier motivo, ) hay restricción de zafra, etc.? Pues el colono independiente ve cómo . . su fruto se queda en el campo, ya que, como es natural y lógico, la

compañía muele primero la caña propia, cultivada en sus tierras. Toda ,) propiedad rustica situada dentro de un gran latifundio acaba, pues, por ) ser dominada, sin necesidad de ser comprada por la empresa latífun-

diaria, el colono independiente, en tales casos, resultará fatalmente tan sometido como el otro. Sólo un medio de transporte fácil y económico

) puesto a su alcance le podría permitir, en algunas ocasiones, romper ) el círculo de hierro con que el latifundio lo estrecha. Esto explica por v qué es tan difícil resistirse a la venta de las tierras, cuando una empresa ^ latifundiariá, con capital suficiente, quiere establecerse en una zona. ) Los propietarios saben que si no aprovechan el primer momento, su ) propiedad, en un territorio ya dominado, quedará depreciada y some-

tida a un vasallaje económico desastroso. Aislada e individualmente, el propietario rural no puede resistir a la compañía latifundiariá. Si el

) Estado no acude a socorrerlo y defenderle, para él no hay salvación. ..) ) Sí en las zonas donde impera el latifundio convierte, sin invertir un , solo centavo en comprarlas, en feudatarias a las propiedades que no

pasan a sus manos, ejerciendo un imperio económico incontrastable sobre ellas, a distancia influye también de manera muy desfavo-

) rabie sobre el cultivador délos distritos donde todavía no ha penetrado. y El cultivador de más carácter y ambición, el que gusta de trabajar

libremente, por su cuenta, como arrendatario, si no tiene tierra propia; -* el que vacila en trasplantar su familia para una reducida casita del batey .) del central o del pueblo, abandonando la vaca lechera, las crías ) domésticas y el cultivo de algunas viandas cerca de la casa, con lo cual

. aseguraba los elementos fundamentales para sustento de su mujer y sus

LATIFUNDIO, ESCLAVITUD Y DEPENDENCIA... 33

hijos; el que, en una palabra, quiere ser un hombre libre en su tierra y mantener su familia en las condiciones que considera económica y moralmente más ventajosas, se encuentra con que la pequeña y la mediana propiedad desapareciendo o reculando y retirándose a los lugares más apartados, aislados y menos fértiles, por el crecimiento invasor del latifundio, escasean de día en día y aumentan el precio de la renta, y observa que, como ocurre con las propiedades urbanas de ciertas zonas comerciales en época de abundancia, no puede obtenerse en arrendamiento una finquita, cuando se obtiene, si queda vacante, a menos de ofrecer una regalía, muy considerable a veces, hecho desconocido antiguamente en el campo.

La escasez de sitios de labor —en ciertas zonas de la provincia habanera es ya extrema—, la necesidad de ofrecer regalías para obtener un sirio donde trabajar, y el aumento constante de la renta de las pequeñas propiedades, están pesando terriblemente sobre los cultiva-dores, en virtud de Ja extensión más y más grande de los latifundios. No hay casi un solo arrendatario de pequeñas y medianas propiedades rústicas que.pueda.cubrir los gastos, pagando rentas enormes,..no obteniendo dinero o refacción sino a un altísimo interés y no dispo-niendo de organización adecuada para la venta de sus cosechas. El latifundio va asfixiando poco a poco a toda la clase cultivadora independiente, la va arruinando y empobreciendo, rebajando su nivel de vida, creándole condiciones insoportables de existencia. En tal virtud es un agente formidable de depauperación y de urbanismo, aun en los lugares donde no ha penetrado, pero hasta los cuales llega su acción perturbadora de toda la economía rural.

Y como, según se sabe, la agricultura es la actividad económica creadora de riqueza por excelencia, la fuente de vida del cultivador cubano se agota en todo el territorio nacional. Su pobreza disminuye, al propio tiempo, proporcionalmente, su poder adquisitivo, y la industria y el comercio de Cuba, atacados y batidos en brecha, como veremos, por el latifundio, se resienten y languidecen, como si una anemia profunda de todo el organismo social destruyera todas las manifestaciones de la vitalidad de la nación. Es que, desdichadamente, el latifundio, en la economía de la república, viene produciendo el efecto destructivo del cáncer en el organismo humano: destruye la

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vitalidad de las células y los tejidos donde se implanta, y segrega virus que, a distancia alteran y perturban todas las funciones de los órganos de cuya actividad fisiológica normal dependen la salud y la vida.

La decadencia del comercio y la limitación del desarrollo industrial

Si se hiciese un balance riguroso se hallaría que casi todo nuestro comercio se halla prácticamente en quie-bra. (Opinión corriente sobre nuestra situación comer-cial en la actualidad).

Los males de orden económico y social que el latifundio azucarero lia producido en las Antillas inglesas y está produciendo actualmente en Cuba, afectan, en primer término, de una manera inmediata y directa, a la clase agricultura independiente, sustituida en aquellas islas por una población "de color" en estado de completa indefensión, cuyo trabajo se retribuye con jómales mínimos, y sometida en nuestro país a un proceso de proletarización y de empobrecimiento que, si no se contiene y se remedia, la llevará a la misma situación de inferioridad económica, social y política, porque las mismas causas operando en las mismas condiciones producen en todas partes los mismos efectos. Pero las funestas consecuencias del régimen latifundiario se extienden, a la larga, mucho más allá-de la clase agricultura. Alcanzan a toda la comunidad, porque, siendo ésta un todo orgánico, cuyos diversos elementos son solidarios, lo que ataca y destruye una de sus partes vitales, necesaria y fatalmente daña y quebranta al cuerpo social en su conjunto. Así estamos viendo cómo el latifundio azucarero va creando una situación cada día más difícil al comercio, a la industria y al ferrocarril público, a los cuales ha causado graves quebrantos, dete-niendo su desarrollo y amenazándolos con restringir cada día más su campo de acción, con enorme perjuicio para la colectividad.

De dos maneras distintas afecta el latifundio azucarero al comercio, a la industria y a las grandes empresas de transporte ferroviario. De

LATIFUNDIO, ESCLAVITUD Y DEPENDENCIA.,. 35

un modo general, al empobrecer la clase agricúltora y rebajar su nivel de vida, reduce la capacidad adquisitiva del 50 por 100 de la población y disminuye en proporción enorme y creciente el volumen de los negocios del comercio y de la industria cubanos y, como es consiguien-te, el de mercancías y pasaje a transportar por el ferrocarril. Para un comercio y una industria como los nuestros, que, con excepción de tabacos y cigarros, tienen todo su mercado y su negocio en Cuba, reducir la capacidad adquisitiva de la población es provocar, directa-mente la ruina de los mismos. Piénsese, por un momento, en la insignificante cantidad de productos elaborados en el país que consu-men los millares de braceros haitianos y jamaiquinos empleados en los ingenios, en las ganancias mínimas, si es que le proporcionan algunas, que de ellos obtiene el comercio; medítese sobre la extensión y perfección del régimen latifundiario —su perfección ideal, nadie se atreverá a negarlo, es el caso de Barbados: mano de obra de precio ínfimo, que lleva el costo de producción del azúcar al límite más bajo—, y se comprenderá si en pleno triunfo del latifundio podrían subsistir el comercio y la industria actuales.

En los Estados Unidos se ha asegurado el crecimiento asombroso del comercio y de la industria, aumentando sin cesar, con una escala progresiva de salarios y de ingresos, la capacidad de consumo de las clases obreras y trabajadorasTcfas son la inmensa mayoría en todas partes del mundo. En Cuba, empobreciendo a la clase agricultura y depreciando el salario con la importación de braceros antillanos, el latifundio azucarero reduce de día en día la capacidad de consumo de la clase pobre en general, determinando el paulatino estancamiento de las actividades mercantiles e industriales. Y como a menos comer-cio, menos industria y menos transporte, hay también menos trabajo en todos esos sectores, la situación de las clases que dependen de un salario se agrava, creándose un círculo vicioso en el cual venimos girando desde hace varios años. Puede ser, es sin duda, el negocio de las compañías azucareras rebajar más y más cada día el costo de produc-ción del azúcar, lo cual no puede obtenerse dentro del sistema actual sino a expensas del colono y del trabajador; pero semejante empeño no sólo es destructivo de estos dos pilares fundamentales de la nacionali-dad cubana, sino totalmente ruinoso para el comercio, la industria y las empresas de transporte, cuya prosperidad depende de un país

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poblado por pequeños propietarios y obreros, con la capacidad adqui-sitiva más alta que sea posible.

El comercio de nuestras ciudades de mayor pujanza mercantil, Cárdenas, Cienfuegos, Matanzas, Sagua, así como el de La Habana, radicado en la calle de Muralla y otros sectores de la capital, viene desde hace años, sufriendo una lenta e irremediable decadencia en todos los giros destinados a aprovisionar lo que llamamos el campo, porque, a pesar del aumento constante de la población, la capacidad de consumo de ésta disminuye paulatinamente, especialmente en las zonas donde el latifundio hace sentir con mayor fuerza su poderoso imperio.

No es necesario profetizar, porque se trata de hechos que se están produciendo a la vista del más mediano observador, que, en la misma proporción en que el latifundio vaya dominando económica y social-mente al país, disminuirán paralelamente las actividades comerciales e industriales, acentuándosela formación de la colonia de plantaciones, sin otra fuente de actividad y de vida que la industria azucarera, con las consecuencias finales que se han palpado en las Antillas inglesas: la decadencia irremediable de Cuba, hecho que es, como ha escrito Mr. Harlow, el dominante de la historia de estas desdichadas islas. Nuestros comerciantes y nuestros industriales pueden contemplar hoy la lenta caída de laclase agricultora de Cuba en un estado económico inferior, desposeída poco a poco de la tierra y privada del principal medio de crear riqueza, como en el caso de una inundación los habitantes de los lugares más altos ven hundirse en las aguas a los hombres de la llanura; pero la marea creciente del latifundio, entregada a sí misma, sigue un ciclo fatal de evolución y destruye —la historia de veinte prósperas islas antillanas así lo enseña— todo lo que se opone a la realización de su fin último; producir con el menor costo un artículo, de primera necesidad o de lujo, para un mercado distante, con fines de lucro mercantil, aunque para satisfacer tal empeño se arruine, a la larga, económica, social y políticamente, el país produc-tor.

Pero el latifundio azucarero ataca vigorosamente, por su propia naturaleza, al comercio, a la industria y a las empresas ferroviarias de transporte, no sólo de la manera general que dejamos indicada, sino

LATIFUNDIO, ESCLAVITUD Y DEPENDENCIA... 37

de un modo particular y directo, que trataremos de puntualizar, con tanta concisión y claridad como nos sea posible.

Al comercio lo afecta directamente en estas dos formas: echando a lo que pudiéramos llamar el comercio libre de sus dominios y colocan-do a los colonos y cultivadores en condiciones tales, que el comercio no puede tratar con ellos en las formas usuales establecidas en Cuba, sin exponerse a la pérdida total de sus créditos. En efecto, el ingenio antiguo no ya el pequeño de la pri mera mitad del siglo pasado, el central posterior al año 1880, era por sí y por los colonos cuyas cañas molía el mejor cliente del comerciante. Abasteciendo a los hacendados y a los grandes colonos de los efectos que necesitaban, se desarrollaron las fuertes y poderosas casas importadoras de La Habana, Matanzas, Cárdenas, Cienfuegos, Sagua, etcétera, y llenando igual necesidad respecto del pequeño cultivador, vivieron las sólidas y acreditadas tiendas de ropa, de víveres y de ferreterías de los pueblos. El ingenio no disponía de capital suficiente para asumir el control comercial en su zona, y, además, el colono independiente se refaccionaba por su cuenta, libremente, dondey como quería; sin contar con que las tierras del ingenio eran pocas y no podían evitar la vecindad de establecimien-tos mercantiles de toda clase, situados en casa propia, de las cuales no había posibilidad de echarlos.

El gran latifundio azucarero de nuestros días posee capital en abundancia, no sólo para no necesitar de los servicios del comercio, tanto del gran comercio importador de las ciudades como del pequeño , de los pueblos y los campos, sino para someterlos a su dominio y obligarlos a tributarle una parte de sus ganancias. Del gran comercio han prescindido, porque en verdad no lo necesitan, nuestras grandes compañías azucareras con oficina en Nueva York o en La Habana, dada la organización de sus negocios. Los pedidos se hacen por teléfono o por cable a los Estados Unidos, excepto cuando se trata de pequeñas compras de gran urgencia habiendo sustituido el industrial o el comerciante de dicho país al almacenista de Cienfuegos, de Cárdenas o de La Habana. No discutimos las ventajas que ello representa para las compañías; sencillamente señalamos que el procedimiento sustrae todo el negocio de los ingenios de la esfera de acción del comercio radicado en el país, disminuyendo el capital empleado en el mismo y

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la cantidad de trabajo que proporcionaba a miles de dependientes y obreros. Además, la compañía latifundiaria crea el departamento comercial y la farmacia, con privilegio exclusivo dentro de las tierras que domina, bien como un negocio de la compañía, bien de alguna persona o entidad a la cual se otorga una concesión al efecto, mediante el pago de una renta convencional.

El pequeño comercio es así, cuando existe en los latifundios, tributario de éstos, a los cuales ha de entregar una parte de sus ganancias. Quedan los colonos, tanto los dependientes como los nominalmente independientes, pero teniendo los centrales el derecho de primacía para el cobro de sus créditos y la sartén por el mango, como suele decirse, puesto que reciben y muelen la caña, el comer-ciante refaccionista está en segundo término, casi sin garantías, ex-puesto siempre a sufrir enormes pérdidas, yaque las estrechas condiciones en que trabajan los colonos obligan a éstos a vivir perpetuamente adeudados. Como consecuencia inevitable, a medida que el cultivador ha ido cayendo bajo el vasallaje del latifundio, perdiendo su libertad de contratación y su independencia económica, el comercio ha visto reducirse proporcional mente el radio y el volumen de sus negocios y sus posibilidades de ganancia. El latifundio va acaparando, pues, todas las fuentes de riqueza y disponiendo de una potencia económica más formidable e irresistible cada día. El comerciante independiente, como el cultivador libre es expulsado de las zonas donde domina, por un dinamismo tanto más temible cuanto que puede considerarse como inconscientemente y en íntima e indisoluble relación con la naturaleza de la empresa latifundaria. "Hoypormí, mañanaporti—puededecirle el cultivador al comerciante—, a ambos nos reserva el latifundio la misma triste suerte". (-0

LATIFUNDIO, ESCLAVITUD Y DEPENDENCIA... 39

El fatalismo de la evolución latifundiaria: superproducción, dependencia económica, empobrecimiento creciente de Cuba

El sistema no puede permanecer estacionario, s'uio que ' procede por avances y retrocesos. Es algo así como un

vapor desprovisto de reguladores. La máquina produc-tiva funciona rápidamente en el país, y todos encaminan sus bienes al mercado sin parar mientes en el día de mañana. No se hace tentativa alguna para Jijar el balance entre la oferta y la demanda. El resultado es una congestión del mercado, una depresión de los nego-cios, la falla de trabajo, la pérdida financiera y la bancarrota. J. Ramsay MacDonald, Socialismo, Editorial Labor, 1926.

En el capítulo anterior hemos demostrado cómo la compañía azuca-rera latifundiaria cubana se estrella, en una lucha infructuosa y estéril, a base de la reducción del costo de producción, contra un enemigo poderoso, que, armado de la tarifa arancelaria, es y será invulnerable: la producción azucarera norteamericana. Y hemos puesto a plena luz, para quien no sea ciego, por obcecación o por falta de comprensión de los hechos, a pesar de la claridad de los mismos, que el sistema actual está efectuando una transferencia constante, por valor de cerca de 140 millones de pesos anuales, de la riqueza de Cuba a los Estados Unidos, ya que éstos, sin invertir un sólo centavo en negocios azucareros, se quedan cada año, por concepto de derechos de aduana, con cerca del 50 por 100 del valor bruto de todo el azúcar que fabricamos.3

3 Después déla aprobación de la tarifa Hawley-Smoot en 1930, coa una proporción mucho mayor aún. En junio de 1932 el azúcar de Cuba llegó a venderse en Nueva York a2,57 centavos libra, de los cuales 2,00 cts. se destinaban al pago del arancel

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)

40 RAMIRO GUERRA

)

) También hemos dejado consignado que estimamos como una prueba . de un candor y una falta de conocimiento de la psicología humana ) )

extraordinarios en hombres de negocios y de experiencia, el esperar que los Estados Unidos cambien un sistema elaborado cuidadosamente para su defensa, que es la base de su prosperidad y en el cual todas las ventajas están de su parte, al sólo fin de que las compañías azucareras

) )

de Cuba ganen todo lo que ellos dejen de percibir. Sólo nos resta ahora, para terminar con la exposición de los males del latifundio, explicar de qué manera esa carrera loca en pos de la reducción del costo de

>. producción, obsesión de nuestros fabricantes de azúcar, lleva fatal-

.) )

mente la evolución del latifundio a sus últimos límites, haciéndole completar el ciclo que ha recorrido en todas las Antillas, hasta convertirlas en países donde sólo se produce azúcar, sujetos a una

, estrecha y definitiva dependencia económica, social y política del ) ) )

„ . . . . w « , gUVIUI J ^ U l l l l ^ d UC1 mercado consumidor, y con una población sumida en una pobreza absoluta e irremediable.

La reducción del costo de producción es el procedimiento que ITlI Q flrtrnuil™"»*" —' J ' ... c ««.» w v-i ¿uuwcumiiGiuu que

\ emplea normalmente el industrial para obtener una ganancia cuando no puede forzar el alza del precio. Cuando se obtiene en un producto

•* de consumo nacional, siempre es ventajosa para la economía colectiva ) en su conjunto, sobre todo si se trata de un artículo de primera \ necesidad, porque significa dicho artículo más barato puesto al alcance

del consumidor de casa. En cambio, si es en un producto destinado a la exportación, la reducción del costo de producción no es negocio sino cuando sirve para vencer la competencia extranjera, porque sólo significa que el consumidor de fuera obtiene algo que necesita, pagándolo más barato al obrero de casa que lo produce con su trabajo. Así ocurre con el azúcar cubano. Mientras más barato coloquemos en el mercado extranjero un saco de azúcar, más se beneficia la economía

y 0,57 de centavo iban a manos del productor de Cuba para cubrir todos los gastos. (Nota de la segunda edición). La siíuacidfl ha cambiado, én favor de Cuba, después de la implantación de la nueva política azucarera de los Estados Unidos a que se refiere la nota de la página 141. (Nota de ]a tercera edición).

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LATIFUNDIO, ESCLAVITUD Y DEPENDENCIA... 4 1

del país que lo compra y menos ventaja "obtiene la nuestra, porque ese saco representa igual cantidad de trabajo para el cubano. Sólo por necesidad, por una dura necesidad, para hacer frente a nuestros rivales, podemos acudir al agobiador expediente de producir a más bajo costo cada día, recibiendo menor remuneración por nuestra dura labor. Prestamos un servicio más mal retribuido de año en año, ese es el saldo que obtenemos.

Si el precio de venta se mantuviera inalterable, la reducción del costo de producción redundaría en una ganancia para la economía colectiva, distribuida más o menos equitativamente entre el central, el colono y el obrero;4 pero la historia del precio de todos los artículos de consumo sometidos a competencia enseña que la reducción del costo de produc-ción siempre se traduce en una reducción del precio de venta, ya que el que obtiene aquélla lo hace con el fin de asegurar la venta preferente y ventajosa de su artículo, usando un margen de la economía*alcanzada para vencer al contrario. Tómese la lista "de precios del azúcar de año en año, en los últimos cien años transcurridos hasta el día, y se observará que el valor del dulce ha ia'o declinando, en términos absolutos o relativos, comparado con el encarecimiento constante de la vida en casi todos los pueblos civilizados. Sólo cuando las guerras u otras causas accidentales han perturbado el equilibrio normal de la producción, los precios se han elevado, para volver sin tardanza a recobrar su tendencia corriente a la baja. Este fenómeno económico, unido a la ventaja que se obtiene con la reducción de los gastos generales, es el más poderoso y constante incentivo de la producción en grande escala, que, estimulando el consumo, aumenta el volumen del negocio. Producir más, y a menor costo, es el desiderátum de la industria moderna.

Todo esto es normal, corriente, sencillo; se trata de principios y verdades de orden económico, bien conocidos y elementales; pero cuando nos hallamos en presencia de una industria agrícola como la

4 Este es un camino que se ha tomado ya, con la mayor extracción de azúcar en los ingenios y el cultivo de variedades de caña más productivas. (Nota de la tercera edición).

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producción azucarera cubana, a base de cultivo extensivo, cuyos produc-tos se destinan "a la exportación", los hechos toman una significación sombría y ominosa, porque más azúcar a menor costo quiere decir una proporción mayor del territorio nacional destinada al monocultivo y un salario más bajo para el trabajador cubano, sin que nuestro consumidor que no se alimenta de azúcar, sino de artículos importados, se beneficie en nada. El negocio, en su conjunto, es desastroso para la economía cubana y nos lleva a una inevitable decadencia, como la que ha determinado en todas las Antilías.

Hacer más azúcar cada año, cuando los precios bajan sin cesar, es una necesidad para el central, porque sólo produciendo más puede obtener una compensación al vender a más bajo precio. De lo contrario, el capital invertido obtendría ganancias menores o no obtendría ningu-na. El latifundio se ve obligado, por una fuerza superior que no puede contrastar, a crecer sin cesar, a extenderse, a mejorar su maquinaria para obtener mayor extracción, a buscar tierras nuevas, sin que su apetito terrícola se sacie jamás, hasta que irremisible y fatalmente ocupe toda el área cultivable del país. Es lo que ha ocurrido en todas las Antillas; es lo que, a nuestros ojos, a los ojos de todos los que quieran ver y no nieguen lo que ven, está ocurriendo en Cuba con el sistema actual. Ahora bien: crecimiento constante del latifundio im-pulsado por fuerzas económicas ineluctables, significa extensión ine-vitable del monocultivo; por consiguiente, menos tierra, menos capital y menos energía humana disponible para otras actividades productivas. La caña cada vez más dueña del país, y el país más y más dependiente de la caña; Cuba más imposibilitada cada día para diversificar su agricultura, producir para el consumo y subvenir a las necesidades de su población, se hallará de año en año en la condición de un vendedor indigente, apremiado por vender a bajo precio el único artículo de que dispone, para obtener algo que comer. La dependencia económica de Cuba se efectuará y estaremos, de un modo definitivo e irremediable, a merced de los compradores y de los gobiernos extranjeros. El día en que nauseamos más que un inmenso cañaveral, la república y la independencia de Cuba podrían desaparecer al más ligero soplo, como un castillo de naipes. Y por esa pendiente nos deslizamos.

LATIFUNDIO, ESCLAVITUD Y DEPENDENCIA.,. ^^ 43

Pero la teoría de la reducción creciente del costo de producción no sólo significa extensión indefinida del latifundio, del monocultivo y de la dependencia económica de Cuba, sino salario más bajo, menor retribución al país por su trabajo, es decir, reducción constante de los ingresos que el cultivador y el obrero obtienen de la zafra a igualdad de producción. Un nivel más bajo de vida, un rodar indefinido por la pendiente de la miseria. Y lo más doloroso es que así como la compañía trata de hacer más azúcar para, con menor ganancia por saco, obtener dividendos satisfactorios, el cultivador y el obrero tratan también de que se siembre y se muela más caña, para, con menor salario al día, trabajando mayor número de días al año, elevar sus ingresos anuales. De esta manera, el crecimiento de la industria es favorecido y reclamado por los obreros lo mismo que por. la compañía, ya que lo bajo del salario les impone vina mayor necesidad de trabajar. ¡Más azúcar, más azúcar!, anhela la compañía latifundiaria; ¡más azúcar, más azúcar!, clama también el obrero, cogidos ambos entre las ruedas de un gigantesco "trapiche" a cuya presión no logran escapar. Pero más azúcar, más azúcar, significa una superproducción que deprime al mercado, y trae como consecuencia menos ganancias para la compañía y salarios más bajos para el obrero, que obligan a gritar a ambos: ¡más azúcar, más azúcar! En este círculo vicioso gira Cuba, mientras el latifundio se extiende, defendido por el egoísmo de los que todavía obtienen ganancias, y sólo en esto piensan, aunque a la larga se arruine y se hunda el país, y por la miopía intelectual de los que, con los ojos pegados a una pequeña parte del paisaje y a lo actual, no pueden observar el panorama en su conjunto ni ver el mañana.5

Esta evolución progresiva del latifundio, abandonado al libre juego de las fuerzas económicas que explotan desde hace cuatro siglos a las Antillas hundiéndolas en la decadencia social, económica y política, en beneficio de metrópolis financieras distantes y de grupos de consumidores pertenecientes a comunidades de mejor organizada

5 La apreciación de este hecho dio lugar a un cambio profundo en la política azucarera de Cuba a partir de 1929. Véase La industria azucarera de Cuba. (Nota de la tercera edición).

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44 RAMino GUEÍÍHA

economía, se produce en Cuba exactamente con los mismos caracteres y siguiendo las mismas etapas que en las Antillas inglesas, perdidas hasta ahora para la cultura y el progreso social, por la acción destruc-tiva de un régimen funesto de explotación de la tierra. Trátase de un virus ponzoñoso de la economía nacional, que cuando se introduce en ésta, sólo puede neutralizarse y extirparse con medidas llenas de prudencia, de previsión y de inquebrantable firmeza. La necesidad, esa dura e implacable maestra cuyas lecciones llegan siempre a posteriori, nos ha hecho tomar algunas determinaciones. Ya en los dos tíltimos años el gobierno ha impuesto una limitación a la zafra y ha establecido una prohibición de nuevos desmontes para siembras de caña. Son los primeros pasos para controlar un mal que nos aniquila; el reconocimiento de la existencia de un peligro que sólo el Estado puede combatir. Si la zafra no hubiera sido limitada por el gobierno, las compañías, impulsadas por esas fuerzas que las arrastran a producir más y más, a que nos hemos referido, y sobre las cuales no tienen control, habrían llevado al mercado más de cinco millones de toneladas de azúcar, agravando la baja del precio determinada por la superpro-ducción., . . . .

La zafra se ha reducido, y, como natural consecuencia, el otro agente de la producción, el cultivador y el obrero, han tenido menos trabajo menos ingresos, más miseria. Sus clamores contra la medida obedecen a un daño real que han experimentado, y en ese sentido son razonables y justos. Pero no es dentro del círculo vicioso del régimen latiftindiario donde debemos buscar el remedio. El ¡más azúcar, más azúcar! a menor costo hará de Cuba, en más o menos tiempo, fatal e inevitable-mente, un nuevo Barbados. A los que acepten ese destino para su país y se hallen conformes con la situación actual, nada tenemos que decirles. Para los que aman a Cuba con otro género de amor sí tenemos

6 Esta predicción se cumplió dos años más tarde. En 1929, los azucareros lograron que el gobierno cubano dejara sin efecto las medidas restrictivas, y fabricaron 5,157,000 toneladas de aziícar. El precio bajó rapidfsimamente al aumentarse^!' sobrante universal de azúcar, y los Estados Unidos aprobaron un nuevo arancel defensivo contra Cuba —la tarifa Hawley-Smoot— ruinosa para ésta. (Nota de la segunda edición).

un mensaje que enviarles: deben poner toda la inteligencia, toda la voluntad y toda la buena fe de que dispongan al servicio del magno problema que tenemos delante; asegurar la independencia económica del país librándolo de caer en el abismo de la decadencia adonde le arrastraba institución social que ha dejado los más tristes y negros recuerdos en la historia: el latifundio, que perdió a Roma, que ha provocado guerras y revoluciones sin cuento, que ha producido la decadencia de las Antillas y que actualmente asfixia y acogota lenta e inexorablemente al pueblo cubano.

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LA UNIDAD DE LA AMERICA... 47

J o sé Carlos Mariátegui: Evolución histórica del Perú.

El problema del indio. La unidad Latinoamericana.

Esquema de la evolución económica

Tomado de Mariátegui, J. C, Siete ensayos de interpre-tación de la realidad peruana (1929), México, Ediciones ERA, 1988, pp. 15-34.

I. La economía colonial

En el plano de la economía se percibe mejor que en ningún otro hasta qué punto la Conquista escinde la historia del Perú. La

Conquista aparece en este terreno, más netamente que en cualquier otro, como una solución de continuidad. Hasta la Conquista se desen-volvió en el Perú una economía que brotaba espontánea y libremente del suelo y la gente peruanos. En el Imperio de los incas, agrupación de comunas agrícolas y sedentarias, lo más interesante era la economía. Todos los testimonios históricos coinciden en la aserción de que el pueblo incaico —laborioso, disciplinado, panteísta y sencillo— vivía con bienestar material. Las subsistencias abundaban; la población crecía. El Imperio ignoró radicalmente el problema de Malthus. La organización colectivista, regida por los incas, había enervado en los indios el impulso individual; pero había desarrollado extraordinaria-mente en ellos, en provecho de este régimen económico, el hábito de una humilde y religiosa obediencia a su deber social. Los incas sacaban toda la utilidad social posible de esta virtud de su pueblo, valorizaban el vasto territorio del Imperio construyendo caminos, canales, etcétera, lo extendían sometiendo a su autoridad tribus vecinas. El trabajo

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48 J O S É CARLOS MARÍATEGUI

colectivo, el esfuerzo común, se empleaban fructuosamente en fines sociales.

Los conquistadores españoles destruyeron, sin poder naturalmente reemplazarla, esta formidable máquina de producción. La sociedad indígena, la economía incaica, se descompusieron y anonadaron com-pletamente al golpe de la Conquista. Rotos los vínculos de su unidad, la nación se disolvió en comunidades dispersas. El trabajo indígena cesó de funcionar de un modo solidario y orgánico. Los conquistadores no se ocuparon casi sino de distribuirse y disputarse el pingüe botín de guerra. Despojaron los templos y los palacios de los tesoros que guardaban; se repartieron las tierras y los hombres, sin pregun-tarse siquiera por su porvenir, como fuerzas y medios de producción.

El virreinato señala el comienzo del difícil y complejo proceso de formación de una nueva economía. En este período, España se esforzó por dar una organización política y económica a su inmensa colonia. Los españoles empezaron a cultivar el suelo y a explotar las minas de oro y plata. Sobre las ruinas y los residuos de una economía socialista, echaron las bases de una economía feudal. c

Pero no envió España al Perú, como del resto no envió tampoco a sus otras posesiones, una densa masa colonizadora. La debilidad del imperio español residió precisamente en su carácter y estructura de empresa militar y eclesiástica más que política y económica. En las colonias españolas no desembarcaron como en las costas de Nueva Inglaterra grandes bandadas óepioneers. A la América española no vinieron casi sino virreyes, cortesanos, aventureros, clérigos, doctores y soldados. No se formó, por esto, en el Peni una verdadera fuerza de colonización. La población de Lima estaba compuesta por una pequeña corte, una burocracia, algunos conventos, inquisidores, mercaderes, criados y esclavos.1

1 Comentando a Donoso Cortés, el malogrado crítico italiano Piero Gobetti califica a España como "un pueblo de'colonizadores, de buscadores de oro, no ajenos a hacer de esclavos en caso de desventura". Hay que rectificar a Gobetti que considera colonizadores a quienes no fueron sino conquistadores. Pero es impo-sible no meditar el juicio siguiente: "El culto deja corrida es un aspecto de este

LA UNIDAD DE LA AMERICA... 49

El pioneer español carecía, además, de aptitud para crear núcleos de trabajo. En lugar de la utilización del indio parecía perseguir su exterminio. Y los colonizadores no se bastaban a sí mismos para crear una economía sólida y orgánica. La organización colonial fallaba por la base. Le faltaba cimiento demográfico. Los españoles y los mestizos eran demasiado pocos para explotar, en vasta escala, las riquezas del territorio. Y, como para el trabajo de las haciendas de la costa se recurrió a la importación de esclavos negros, a los elementos y características de una sociedad feudal se mezclaron elementos y caracte-rísticas de una sociedad esclavista.

Sólo los jesuítas, con su orgánico positivismo, mostraron acaso, en el Perú como en otras tierras de América, aptitud de creación econó-mica. Los latifundios que les fueron asignados prosperaron. Los vestigios de su organización restan como una huella duradera. Quien recuerde el vasto experimento de los jesuítas en el Paraguay, donde tan hábilmente aprovecharon y explotaron la tendencia natural de los indígenas al comunismo, no puede sorprenderse absolutamente de que esta congregación de hijos de San Iñigo de Loyola, como los llama Unamuno, fuese capaz de crear en el suelo peruano los centros de trabajo y producción que los nobles, doctores y clérigos, entregados en Lima a una vida muelle y sensual, no se ocuparon nunca de formar.

Los colonizadores se preocuparon casi únicamente de la explotación del oro y la plata peruanos. Me he referido más de una vez a la inclinación de los españoles a instalarse ei. la tierra baja. Y a la mezcla de respeto y de desconfianza que les inspiraron siempre los Andes, de los cuales no llegaron jamás a sentirse.realmente señores. Ahora bien. Se debe, sin duda, al trabajo de las minas la formación de las poblaciones criollas de la sierra. Sin la codicia de los metales encerra-

amor de la diversión y de este catolicismo del espectáculo y de la forma: es natural que el énfasis decorativo constituya el ideal del haraposo que se da el aire del señor y que no puede seguir ni la pedagogía anglo-sajona del heroísmo serio y testarudo, ni la tradición francesa de la fineza. El ideal español de la señorialidad confina con la holgazanería y por esto comprende como campo propicio y como símbolo la idea de la corte".

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50 J O S É CARLOS MARJATEGUJ

dos en las entrañas de los Andes, la conquista de la sierra hubiese sido mucho más incompleta.

Estas fueron las bases históricas de la nueva economía peruana. De la economía colonial —colonial desde sus raíces— cuyo proceso no ha terminado todavía. Examinemos ahora los lineamientos de una segunda etapa. La etapa en que una economía feudal deviene, poco a poco, economía burguesa. Pero sin cesar de ser, en el cuadro del mundo, una economía colonial.

II. Las bases económicas de la República .

Como la primera, la segunda etapa de esta economía arranca de un hecho político y militar. La primera etapa nace de la Conquista. La segunda etapa se inicia con la Independencia. Pero, mientras la Conquista engendra totalmente el proceso de la formación de nuestra economía colonial, la Independencia parece determinada y dominada por ese proceso.

He tenido ya —desde mi primer esfuerzo marxista por fundamentar en el estudio del hecho económico la historia peruana— ocasión de ocuparme en esta faz de la revolución de la Independencia, sosteniendo la siguiente tesis: "Las ideas de la revolución francesa y de la constitución norteamericana encontraron un clima favorable a su difusión en Sudamérica, a causa de que en Sudamérica existía ya, aunque fuese embrionariamente, una burguesía que, a causa de sus necesidades e intereses económicos, podía y debía contagiarse del humor revolucionario de la burguesía europea. La independencia de Hispanoamérica no se habría realizado, ciertamente, si no hubiese contado con una generación heroica, sensiblea la emoción de su época, con capacidad y voluntad para actuar en estos pueblos una verdadera revolución. La Independencia, bajo este aspecto, se presenta como una empresa romántica. Pero esto no contradice la tesis de la trama económica de la revolución emancipadora. Los conductores, los caudillos, los ideólogos de esta revolución no fueron anteriores ni superiores a las premisas y razones económicas de este acontecimiento. El hecho intelectual y sentimental no fueanterior al hecho económico".

LA UNIDAD DE LA AMERICA... 51

La política de España obstaculizaba y contrariaba totalmente- el desenvolvimiento económico de las colonias al no permitirles traficar con ninguna otra nación y reservarse como metrópoli, acaparándolo exclusivamente, el derecho de todo comercio y empresa en sus dominios.

El impulso natural de las fuerzas productoras de las colonias pugnaba por romper esté lazo. La naciente economía de las embrionarias formaciones nacionales de América necesitaba imperiosamente, para conseguir su desarrollo, desvincularse de la rígida autoridad y eman-ciparse de la medieval mentalidad del rey de España. El hombre de estudio de nuestra época no puede dejar de ver aquí el más dominante factor histórico de la revolución de la Independencia sudamericana, inspirada y movida, de modo demasiado evidente, por los intereses de la población criolla y aun de la española, mucho más que por los intereses de la población indígena.

Enfocada sobre el plano de la historia mundial, la Independencia sudamericana se presenta decidida por las necesidades del desarrollo de la civilización occidental o, mejor dicho, capitalista. El ritmo ílel fenómeno capitalista tuvo en la elaboración de la Independencia una función menos aparente y ostensible, pero sin duda mucho más decisiva y profunda que el eco de la filosofía y la literatura de los enciclopedis-tas. El Imperio británico destinado a representar tan'genuina y tras-cendental mente los intereses de la civilización capitalista, estaba entonces en formación. En Inglaterra, .sede del liberalismo y el protestantismo, la industria y la máquina preparaban el porvenir del capitalismo, esto es, del fenómeno material del cual aquellos dos fenómenos, político el uno, religioso el otro, aparecen en la historia como la levadura espiritual y filosófica. Por esto le tocó a Inglaterra —con esa clara conciencia de su destino y su misión histórica a que debe su hegemonía en la civilización capitalista—, jugar un papel primario en la independencia de Sudamérica. Y, por esto, mientras el primer ministro de Francia, de la nación..que algunos años antes les había dado el ejemplo de su gran revolución, se negaba a reconocer a estas jóvenes repúblicas sudamericanas que podían enviarle "junto con

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52 Joss CARLOS MARIATECI»

) •\ sus productos sus ideas revolucionarias", Mr. Canning, traductor y

ejecutor fiel del interés de Inglaterra, consagraba con ese reconocí-) miento el derecho de estos pueblos a separarse de España y, anexa-) mente, a organizarse republicana y democráticamente. A Mr. Canning, \ de otro lado, se habían adelantado prácticamente los banqueros de

Londres que, con sus préstamos —no por usurarios menos oportunos ' y eficaces—, habían financiado la fundación de las nuevas repúblicas. ) El Imperio español tramontaba por no reposar sino sobre bases ) militares y políticas y, sobre todo, por representar una economía x superada. España no podía abastecer abundantemente a sus colonias

sino de eclesiásticos, doctores y nobles. Sus colonias sentían apetencia ) dé cosas más prácticas y necesidad de instrumentos más nuevos. Y, en ) consecuencia, se volvían hacia Inglaterra, cuyos industriales y cuyos •v banqueros, colonizadores de nuevo Upo, querían a su turno enseño-

rearse en estos mercados, cumpliendo su función de agentes de un ' imperio que surgía como creación de una economía manufacturera y ) librecambista. ) El interés económico de las colonias de España y el interés econó-

mico del occidente capitalista se correspondían absolutamente, aunque de esto, como ocurre frecuentemente en la historia, no se diesen exacta

) cuenta los protagonistas históricos de una ni otra parte. ) Apenas estas naciones fueron independientes, guiadas por el mismo ) impulso natural que las había conducido a la revolución de la Inde-

pendencia, buscaron en el tráfico con el capital y la industria de occidente los elementos y las relaciones que el incremento de su

.) economía requería. Al occidente capitalista empezaron a enviar los ) productos de su suelo y su subsuelo. Y del occidente capitalista

empezaron a recibir tejidos, máquinas y mil productos industriales. Se ' estableció así un contacto continuo y creciente entre la América del ) Sur y la civilización occidental. Los países más favorecidos por este )

*—~- 2 "Si Europa es obligada a reconocer los gobiernos de hecho de América —decía el Vizconde de Chateaubriand— toda su política debe tender a hacer nacer monarquías en el nuevo mundo, en lugar de estas repúblicas que nos enviarán sus

} principios con los productos de su suelo".

)

.) )

)

LAUNIDAD DÉLA AMÉRICA... 53

tráfico fueron, naturalmente, a causa de su mayor proximidad a Europa, los países situados sobre el Atlántico. Argentina y Brasil, sobre todo, atrajeron a su territorio capitales e inmigrantes europeos en gran cantidad. Fuertes y homogéneos aluviones occidentales acele-raron en estos países la transformación de la economía y la cultura que adquirieron gradualmente la función y la estructura de la econo-mía y la cultura europeas. La democracia burguesa y liberal pudo ahí echar raíces seguras, mientras en el resto de la América del Sur se lo impedía la subsistencia de tenaces y extensos residuos de feudalidad.

En este período, el proceso histórico general del Perú entra en una etapa de diferenciación y desvinculación del proceso histórico de otros pueblos de Sudamérica. Por su geografía, unos estaban destinados a marchar más de prisa que otros. La independencia los había manco-munado en una empresa común para separarlos más tarde en empresas individuales. El Perú se encontraba a una enorme distancia de Europa. Los barcos europeos, para arribar a sus puertos, debían aventurarse en un viaje larguísimo. Por su posición geográfica, el Perú resulta más vecino y más cercano al oriente. Y el comercio entre el Perú y Asia comenzó como era lógico a tornarse considerable. La costa peruana recibió aquellos famosos contingentes de inmigrantes chinos destina-dos a sustituir en las haciendas a los esclavos negros, importados por el virreinato, cuya manumisión fue también en cierto modo una consecuencia del trabajo de transformación de una economía feudal en economía más o menos burguesa. Pero el tráfico con Asia no podía concurrir eficazmente a la formación de la nueva economía peruana. El Perú emergido de la Conquista, afirmado en la Independencia, había menester de las máquinas, de los métodos y de las ideas de los europeos, de los occidentales.

III. E! período del guano y del salitre

El capítulo de la evolución de la economía que se abre con el descubrimiento de la riqueza del guano y del salitre y se cierra con su pérdida, explica totalmente una serie de fenómenos políticos de nuestro proceso histórico que una concepción anecdótica y retórica más bien que romántica de la historia peruana, se ha complacido tan superficialmente

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en desfigurar y contrahacer. Pero este rápido esquema de interpreta-ción no se propone ilustrar ni enfocar esos fenómenos, sino fijar o definir algunos rasgos sustantivos de la formación de nuestra economía colonial. Consideremos sólo el hecho económico.

Empecemos por constatar que al guano y al salitre, sustancias humildes y groseras, les tocó jugar én la gesta de la República un rol que había parecido reservado al oro y a la plata en tiempos más caballerescos y menos positivistas. España nos quería y nos guardaba como país productor de guano y salitre. Pero este diferente.gesto no acusaba, por supuesto, un móvil diverso. Lo que cambiaba no era el móvil; era la época. El oro del Perú perdía su poder de atracción en una época en que, en América, la vara del pioneer descubría el oro de California. En cambio el guano y el salitre —que para anteriores civilizaciones hubieran carecido de valor pero que para una civiliza-ción industrial adquirían un precio extraordinario—constituían una reserva casi exclusivamente nuestra. El industrialismo europeo u occidental —fenómeno en pleno desarrollo— necesitaba abastecerse de estas materias en el lejano litoral del sur del Pacífico. A la explotación de los dos productos no se oponía, de otro lado, como a la de otros productos peruanos, el estado rudimentario y primitivo de los transportes terrestres. Mientras que para extraer de las entrañas de los Andes el oro, la plata, el cobre, el carbón, se tenía que salvar ásperas montañas y enormes distancias, el salitre y el guano yacían en la costa casi al alcance de los barcos que venían a buscarlos.

La fácil explotación de este recurso natural dominó todas las otras manifestaciones de la vida económica del país. El guano y el salitre ocuparon^un puesto desmesurado en la economía peruana. Sus rendi-mientos se convirtieron en la principal renta fiscal. El país se sintió rico. El Estado usó sin medida de su crédito. Vivió en el derroche, hipotecando su porvenir a la finanza inglesa.

Esta es a grandes rasgos toda la historia del guano y del salitre para el observador que se siente puramente economista. Lo demás, a primera vista pertenece al historiador. Pero, en este caso, como en todos, el hecho económico es mucho más complejo y trascendental de lo que parece.

LA UNIDAD DE LA AMERICA... 5 5

El guano y el salitre, ante todo, cumplieron la función de crear un activo tráfico con el mundo occidental en un período en que el Perú, mal situado geográficamente, no disponía de grandes medios de atraer a su suelo las corrientes colonizadoras y civilizadoras que fecundaban ya otros paíse "• de la América indoibera. Este tráfico colocó nuestra economía bajo el control del capital británico al cual, a consecuencia de las deudas contraídas con la garantía de ambos productos, debíamos entregar más tarde la administración de los ferrocarriles, esto es, de los resortes mismos de la explotación de nuestros recursos.

Las utilidades del guano y del salitre crearon en el Perú, donde la propiedad había conservado hasta entonces un carácter aristocrático y feudal, los primeros elementos sólidos de capital comercial y bancario. Los profiteurs directos e indirectos de las riquezas del litoral empeza-ron a constituir una clase capitalista. Se formó en el Perú una burguesía, confundida y enlazada en su origen y su estructura con la aristocracia, formada principalmente por los sucesores de los enco-menderos y terratenientes de la Colonia, pero obligada por su función a adoptar los principios fundamentales de la economía y la política liberales. Con este fenómeno —r-al cual me refiero en varios pasajes de los estudios que componen este libro—, se relacionan las siguientes constataciones: "En los primeros tiempos de la Independencia, la lucha de facciones y jefes militares aparece como una consecuencia de la falta de una burguesía orgánica. En el Perú, la revolución hallaba menos definidos, más retrasados que en otros pueblos hispanoameri-canos, los elementos de un orden liberal burgués. Para que este orden funcionase más o menos embrionariamente tenía que constituirse una clase capitalista vigorosa. Mientras esta clase se organizaba, el poder estaba a merced de los caudillos militares. El gobierno de Castilla marcó la etapa de solidificación de una clase capitalista. Las concesio-nes del Estado y los beneficios del guano y del salitre crearon un capitalismo y una burguesía. Y esta clase, que se organizó luego en el 'civilismo', se movió muy pronto a la conquista total del poder".

Otra faz de este capítulo de la historia económica de la República es la afirmación de la nueva economía como economíaprevalentemente costeñat/La búsqueda del oro y de la plata obligó a los españoles —contra" su tendencia a instalarse en la Costa—a mantener y ensanchar

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) 56 J O S É CARLOS MARIATCOUI

) )

\ en la sierra sus puestos avanzados. La minería —actividad fundamental del régimen económico implantado por España en el territorio sobre

) el cual prosperó antes una sociedad genuina y típicamente agraria— ) exigió que se estableciesen en la sierra las bases de la Colonia. El guano \ y el salitre vinieron a rectificar esta situación. Fortalecieron el poder

de la costa. Estimularon la sedimentación del Perú nuevo en la tierra • baja. Y acentuaron el dualismo y el conflicto que hasta ahora consti-) tuyen nuestro mayor problema histórico. ) Este capítulo del guano y del salitre no se deja, por consiguiente, ^ aislar del desenvolvimiento posterior de nuestra economía. Están ahí

las raíces y los factores del capítulo que ha seguido. La guerra del ) Pacífico, consecuencia del guano y del salitre, no canceló las otras ) consecuencias del descubrimiento y la explotación de estos recursos, j cuya pérdida nos reveló trágicamente el peligro de una prosperidad

económica apoyada o cimentada casi exclusivamente sobre la posesión -* de una riqueza natural, expuesta a la codicia y al asalto de un ) imperialismo extranjero o a la decadencia de sus aplicaciones por ^ efecto de las continuas mutaciones producidas en el campo industrial

por los inventos de la ciencia. Caillaux nos habla, con evidente ^ actualidad capitalista, de la inestabilidad económica e industrial que ) engendra el progreso científico.3

) En el período dominado y caracterizado por el comercio del guano , y del salitre, el proceso de la transformación de nuestra economía de

feudal en burguesa, recibió su primera enérgica propulsión. Es, a mi ) juicio, indiscutible que, si en vez de una mediocre metamorfosis de ) , la antigua clase dominante se hubiese operado el advenimiento de una

clase de savia y élan nuevos, ese proceso habría avanzado más orgánica y seguramente. La historia de nuestra posguerra lo demuestra. La

^ derrota —que causó, con la pérdida de los territorios del salitre, un ) largo colapso de las fuerzas productoras— no trajo como una compen-. sación, siquiera en este orden de cosas, una liquidación del pasado.

) }

) 3 J. Caillaux, Oú va la Frailee? Oú va l'Europe?, pp. 234 a 239. )

)

)

LA UNIDAD DE LA AMERICA... 57

TV. Carácter de nuestra economía actual

El último capítulo de la evolución de la economía peruana es el de nuestra posguerra. Este capítulo empieza con un período de casi absoluto colapso de las fuerzas productoras.

La derrota no sólo significó para la economía nacional la pérdida de sus principales fuentes: el salitre y el guano. Significó, además, la paralización de las fuerzas productoras nacientes, la depresión general de la producción y del comercio, la depreciación de la moneda nacional, la ruina del crédito exterior. Desangrada, mutilada, la nación sufría una terrible anemia.

El poder volvió a caer, como después de la Independencia, en manos de los jefes militares, espiritual y orgánicamente inadecuados para dirigir un trabajo de reconstrucción económica. Pero, muy pronto, la capa capitalista formada en los tiempos del guano y del salitre, reasumió su función y regresó a su puesto. De suerte que la política de reorganización de la economía del país se acomodó totalmente a sus intereses de clase. La solución que se dio al problema monetario, por ejemplo, correspondió típicamente a un criterio de latifundistas o propietarios, indiferentes no sólo al interés del proletariado sino también al de la pequeña y media burguesía, únicas capas sociales a las cuales podía damnificar la súbita anulación del billete.

Esta medida y el contrato Grace fueron, sin duda, los actos más sustantivos y más característicos de una liquidación de las consecuen-cias económicas de la guerra, inspirada por los intereses y los concep-tos de la plutocracia terrateniente.

El contrato Grace, que ratificó el predominio británico en el Perú, entregando los ferrocarriles del Estado a los banqueros ingleses que hasta entonces habían financiado la República y sus derroches, dio al mercado financiero de Londres las prendas y las garantíasjiece-sarias para nuevas inversiones en negocios peruanos. En la restau-ración del crédito del Estado no se obtuvieron los resultados inmediatos. Pero inversiones prudentes y seguras empezaron de nuevo a atraer al capital británico. La economía peruana, mediante el reconocimiento

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práctico de su condición de economía colonial, consiguió alguna ayuda para su convalecencia. La terminación del ferrocarril a La Oroya abrió al tránsito y al tráfico internacionales el departamento de Junín, permitiendo la explotación en vasta escala de su riqueza minera.

La política económica de Piérola se ajustó plenamente a los mismos intereses. El caudillo demócrata, que durante tanto tiempo agitara estruendosamente a las masas contra la plutocracia, se esmeró en hacer una administración "civilista". Su método tributario, su sistema fiscal, disipan todos los equívocos que pueden crear su fraseario y su metafísica. Lo que confirma el principio de que en el plano económico se percibe siempre con más claridad que en el político el sentido y el contorno de la política, de sus hombres y de sus hechos.

Las fases fundamentales de este capítulo en que nuestra economía, convaleciente de la crisis posbélica, se organiza lentamente sobre bases menos pingües, pero más sólidas que las del guano y del salitre, pueden ser concretadas esquemáticamente en los siguientes hechos:

Io La aparición de la industria moderna. El establecimiento de fábricas, usinas, transportes, etcétera, que transforman, sobre todo, la vida de la costa. La formación de un proletariado industrial con creciente y natural tendencia a adoptar un ideario clasista, que siega una de las antiguas fuentes del proselitismo caudillista y cambia los términos de la lucha política.

2o La función del capital financiero. El surgimiento de bancos nacionales que financian diversas empresas industriales y comerciales, pero que se mueven dentro de un ámbito estrecho, enfeudados a los intereses del capital extranjero y de la gran propiedad agraria; y el establecimiento de sucursales de bancos extranjeros que sirven a los intereses de la finanza norteamericana e inglesa.

3o El acortamiento de las distancias y el aumento del tráfico entre el Perú y Estados Unidos y Europa. A consecuencia de la apertura del Canal de Panamá que mejora notablemente nuestra posición geográfi-ca, se acelera el proceso de incorporación del Perú en la civilización occidental.

4o La gradual superación del poder británico por el poder nortea-mericano. El Canal de Panamá, más que a Europa, parece haber

LA UNIDAD DE LA AMERICA... 59

aproximado el Perú a Estados Unidos. La participación del capital norteamericano en la explotación del cobre y del petróleo peruanos, que se convierten en dos de nuestros mayores productos, proporciona una ancha y durable base al creciente predominio yanqui. La exporta-ción a Inglaterra que en 1898 constituía el 56.7% de la exportación total, en 1923 no llegaba sino al 33.2%. En el mismo período la exportación a Estados Unidos subía del 9.5 al 39.7%. Y este movi-miento se acentuaba más aún en la importación, pues mientras la de Estados Unidos en dicho período de veinticinco años pasaba del 10.0 al 38.9%, la de la Gran Bretaña bajaba del 44.7 al 19.6%.4

. 5o El desenvolvimiento de una clase capitalista, dentro de la cual cesa de prevalecer como antes la antigua aristocracia. La propiedad agraria conserva su potencia; pero declina la de los apellidos virreina-les. Se constata el robustecimiento de la burguesía.

6o La ilusión del caucho. En los años de su apogeo el país cree haber encontrado El Dorado en la montaña, que adquiere temporalmente un valor extraordinario en la economía y, sobre todo, en la imaginación

f del país. Afluyen a la montaña muchos individuos de "la fuerte raza de los aventureros". Con la baja del caucho, tramonta esta ilusión bastante tropical en su origen y en sus características.5

7o Las sobreutilidades del período europeo. El alza de los productos peruanos causa un rápido crecimiento de la fortuna privada nacional. Se opera un reforzamiento de la hegemonía de la costa en la economía peruana.

8o La política de los empréstitos. El restablecimiento del crédito peruano en el extranjero ha conducido nuevamente al Estado a recurrir

4 El Extracto Estadístico del Perú- En los años 1924 a 26, el comercio con Estados Unidos ha seguido aventajando más y más al comercio con la Gran Bretaña. El porcentaje de la importación de la Gran Bretaña descendía en 1926 al 15.6 de las importaciones totales y el de la exportación a 28.5. En tanto, la importación de Estados Um'dos alcanzaba un porcentaje de 46.2, que compensaba con exceso el descenso del porcentaje de la exportación a 34.5.

5 Véase, en el sexto estudio de este volumen sobre regionalismo y centralismo, la nota 4.

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^ a los préstamos para la ejecución de su programa de obras publicas.6

También en esta función, Norteamérica ha reemplazado a Ja Gran ' Bretaña. Pletórico de oro, el mercado de Nueva York es el que ofrece ) las mejores condiciones. Los banqueros yanquis estudian directa-) mente las posibilidades de colocación de capital en préstamos a los

Estados latinoamericanos. Y cuidan, por supuesto, de que sean inver-' tidos con beneficio para la industria y el comercio norteamericanos. ) Me parece que éstos son los principales aspectos de la evolución ) económica del Perú en el período que comienza con nuestra posguerra, , No cabe en esta serie de sumarios apuntes un examen prolijo de las

anteriores comprobaciones o proposiciones. Mehepropuesto solamen-) te la definición esquemática de algunos rasgos esenciales de la forma-) ción y el desarrollo de la economía peruana. ) Apuntaré una constatación final: la de que en el Perú actual coexisten

elementos de tres economías diferentes. Bajo el régimen de economía feudal nacido de la Conquista subsisten en la sierra algunos residuos

) vivos todavía de la economía comunista indígena. En la costa, sobre \ un suelo feudal, crece una economía burguesa que, por lo menos en

su desarrollo mental, da la impresión de una economía retardada.

V, Economía agraria y latifundismo feudal )

^ El Perú mantiene, no obstante el incremento de la minería, su ) carácter de país agrícola. El cultivo de la tierra ocupa a la gran mayoría ^ de la población nacional. El indio, que representa las cuatro quintas

partes de ésta, es tradicional y habitualmente agricultor. Desde 1925, ' a consecuencia del descenso de los precios del azúcar y el algodón y

.) j 6 La deuda exterior del Peni, conforme el Extracto Estadístico de 1926, subía al 31

de diciembre de ese año a Lp. 10 341 906. Posteriormente se ha colocado en í Nueva York un empréstito de 50 millones de dólares, en virtud de la ley que

autoriza al Ejecutivo a la emisión del Empréstito Nacional Peruano, a un tipo no menor del 86% y con un interés no mayor del 6 %, con destino a la cancelación

) de los empréstitos anteriores, contratados con un interés del 7 1/2 al %%.

LA UNIDAD DE LA AMERICA... 61

de la disminución de las cosechas, las exportaciones de la minería han sobrepasado largamente a las de la agricultura. La exportación de petróleo y sus derivados, en rápido ascenso, influye poderosamente en este suceso. (De Lp. 1 387 778 en 1916 se ha elevado a Lp. 7 421 128 en 1926).

Pero la producción agropecuaria no está representada sino en una parte por los productos exportados: algodón, azúcar y derivados, lanas, cueros, gomas. La agricultura y ganadería nacionales proveen al consumo nacional, mientras los productos mineros son casi íntegra-mente exportados. Las importaciones de sustancias alimenticias y bebidas alcanzaron en 1925 a Lp. 4 148 311. El más grueso renglón de estas importaciones, corresponde al trigo, que se produce en el país en cantidad muy insuficiente aún. No existe estadística completa de la producción y el consumo nacionales. Calculando un consumo diario de 50 centavos de sol por habitante en productos agrícolas. y pecuarios del país se obtendrá un total de más de Lp. 84 000 000 sobre la población de 4 609 999 que arroja el cómputo de 1896. SÍ se supone una población de 5 000 000 de habitantes, el valor del consumo nacional sube a Lp. 91 250 000. Estas cifras atribuyen una enorme primacía a la producción agropecuaria en la economía del país.

La minería, de otra parte, ocupa a un número reducido aún de trabajadores. Conforme al Extracto Estadístico, en 1926 trabajaban en esta industria 28 592 obreros. La industria manufacturera emplea también un contingente modesto de brazos.7 Sólo las haciendas de caña de azúcar ocupaban en 1926 en sus faenas de campo 22 367 hombres y 1 173 mujeres. Las haciendas de algodón de la costa, en la campaña de 1922-1923, la última a que alcanza la estadística publicada, se sirvieron de 40 557 braceros; y las haciendas de arroz, en la campaña 1924-1925, de 11 332..

La mayor parte de los productos agrícolas y ganaderos que se consumen en el país proceden de los valles y planicies de la sierra. En

7 El Extracto Estadístico del Perú no consigna ningún dato sobre el particular. La Estadística Industrial del Perú del Ing. Carlos P. Jiménez (1922) tampoco ofrece una cifra general.

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las haciendas de la costa, los cultivos alimenticios están por debajo del mínimo obligatorio que señala una ley expedida en el período en que el alza del algodón y el azúcar incitó a los terratenientes a suprimir casí totalmente aquellos cultivos, con grave efecto en el encarecimiento de las subsistencias.

La clase terrateniente no ha logrado transformarse en una burguesía capitalista, patrona de la economía nacional.8 La minería, el comercio, los transportes, se encuentran en manos del capital extranjero. Los latifundistas se han contentado con servir de intermediarios a éste, en la producción de algodón y azúcar. Este sistema económico ha mantenido en la agricultura una organización semifeudal que constitu-ye el más pesado lastre del desarrollo del país.

La supervivencia de la feudalidad en la costa se traduce en la languidez y pobreza de su vida urbana. El número de burgos y ciudades de la costa es insignificante. Y la aldea propiamente dicha no existe casi sino en los pocos retazos de tierra donde la campiña enciende todavía la alegría de sus parcelas en medio del agro feudalizado.

En Europa, la aldea desciende del feudG disuelto.9 En la costa peruana la aldea no existe casi, porque el feudo, más o menos intacto, subsiste todavía. La hacienda —con su casa más o menos clásica, la ranchería generalmente miserable, y el ingenio y sus coicas— es el tipo dominante de agrupación rural. Todos los puntos de un itinerario están señalados por nombres de haciendas. La ausencia-de la aldea, la rareza del burgo, prolonga el desierto dentro del valle, en la tierra cultivada y productiva.

8 Las condiciones en que se desenvuelve la vida agrícola del país, son estudiadas en el ensayo sobre el problema de la tierra, pp. 46 a 93 de este volumen.

9 "La aldea no es —escribe Lucien Romier—, como el burgo q la ciudad, el producto de un agrupamiento: es el resultado de la desmembración de un antiguo dominio, de una señoría, de una tierra laica o eclesiástica en torno de un campanario. El origen unitario de la aldea transparece eii varias supervivencias: tal el "espíritu de campanario", tales las rivalidades inmemoriales entre Jas parroquias. Explica el hecho tan impresionante de que las rutas antiguas no atraviesen las aldeas: las respetan como propiedades privadas y abordan de preferencia sus confines". (Explicaihn ele Notre Temps).

LA UNIDAD DE LA AMERJCA... 63

Las ciudades, conforme a una ley de geografía económica, se forman regularmente en los valles, en el punto donde se entrecruzan sus caminos. En la costa peruana, valles ricos y extensos, que ocupan un lugar conspicuo en la estadística de la producción nacional, no han dado vida hasta ahora a una ciudad. Apenas si en sus cruceros o sus estaciones, medra a veces un burgo, un pueblo estagnado, palúdico, macilento, sin salud rural y sin traje urbano. Y, en algunos casos, como en el del valle de Chicama, el latifundio ha empezado a sofocar a la ciudad. La negociación capitalista se torna más hostil a los fueros de la ciudad que el castillo o el dominio feudal. Le disputa sü comercio, la despoja de su función.

Dentro de la feudalidad europea los elementos de crecimiento, los factores de la vida del burgo, eran, a pesar de la economía rural, mucho mayores que dentro de la semifeudalidad criolla. El campo necesitaba de los servicios del burgo, por clausurado que se mantuviese. Disponía, sobre todo, de un remanente de productos de la tierra que tenía que ofrecerle. Mientras tanto, la hacienda costeña produce algodón o caña para mercados lejanos. Asegurado el transporté de estos productos, su comunicación con la vecindad no le interesa, sino secundariamente. Él cultivo de frutos alimenticios, cuando no ha sido totalmente extinguido por el.cultivo del algodón o la caña, tiene por objeto abastecer al consumo de la hacienda. El burgo en muchos valles, no recibe nada del campo ni posee nada en el campo. Vive, por esto, en la miseria, de uno que otro oficio urbano, de los hombres que suministra al trabajo de las haciendas, de su fatiga triste de estación por donde pasan anualmente muchos miles de toneladas de frutos de la tierra. Una porción de campiña, con sus hombres libres, con su comunidad hacendosa, es un raro oasis en una sucesión de feudos deformados, con máquinas y rieles, sin los timbres de la tradición señorial.

La hacienda, en gran número de casos, cierra completamente sus puertas a todo comercio con el exterior: los "tambos" tienen la exclusiva del aprovisionamiento de su población. Esta práctica que, por una parte, acusa el hábito de tratar al peón como una cosa y no como una persona, por otra parte, impide que los pueblos tengan la función que garantizaría su subsistencia y desarrollo, dentro de la economía rural de los valles. La hacienda, acaparando con la tierra

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) las industrias anexas, el comercio y los transportes, priva de medios de vida al burgo, lo condena a una existencia sórdida y exigua.

' Las industrias y el comercio de las ciudades están sujetos a un . ) contralor, reglamentos, contribuciones municipales. La vida y los

servicios comunales se alimentan de su actividad. El latifundio, en tanto, escapa a estas reglas y tasas. Puede hacer a la industria y comercio urbanos una competencia desleal. Está en actitud de arrui-

) narlos. ) El argumento favorito de los abogados de la gran propiedad es el de •, la imposibilidad de crear, sin ella, grandes centros de producción. La

agricultura moderna —se arguye— requiere costosas maquinarias, ) ingentes inversiones, administración experta. La pequeña propiedad ) no se concilia con estas necesidades. Las exportaciones de azúcar y v algodón establecen el equilibrio de nuestra balanza comercial.

Mas los cultivos, los "ingenios" y las exportaciones de que se enorgullecen los latifundistas, están muy lejos de constituir su propia

) obra. La producción de algodón y azúcar ha prosperado al impulso -y de créditos obtenidos' con este, objeto, sobre la base de tierras

apropiadas y mano de obra barata. La organización financiera de estos ' cultivos, cuyo desarrollo y cuyas utilidades están regidas por el ) mercado mundial, no es un resultado de la previsión ni la cooperación ) de los latifundistas. La gran propiedad no ha hecho sino adaptarse al v impulso que le ha venido de fuera. El capitalismo extranjero, en su

perenne búsqueda de tierras, brazos y mercados, ha financiado y ) dirigido el trabajo de los propietarios, prestándoles dinero con la ) garantía de sus productos y de sus tierras. Ya muchas propiedades

cargadas de hipotecas han empezado a pasar a la administración directa de las firmas exportadoras.

- La experiencia más vasta y típica de la capacidad de los terratenien-) tes del país, nos la ofrece el departamento de La Libertad. Las grandes ) haciendas de sus valles se encontraban en manos de su aristocracia

latifundista. El balance de largos años de desarrollo capitalista se resume en los hechos notorios: la concentración de Ja industria

.) azucarera de la región en dos grandes centrales, la de Cartavio y la de ) Casa Grande, extranjeras ambas; la absorción de las negociaciones

nacionales por estas dos empresas, particularmente por la segunda; el

LA UNIDAD DE LA AMERICA... 65

acaparamiento del propio comercio de importación por esta misma empresa; la decadencia comercial de la ciudad de Trujillo y la liquidación de la mayor parte de sus firmas importadoras.10

Los sistemas provinciales, los hábitos feudales de los antiguos grandes propietarios de La Libertad no han podido resistir a la expansión de las empresas capitalistas extranjeras. Estas no deben su éxito exclusivamente a sus capitales: lo deben también a su técnica, a sus métodos, a su disciplina. Lo deben a su voluntad de potencia. Lo deben, en general, a todo aquello que ha faltado a los propietarios locales, algunos de los cuales habrían podido hacer lo mismo que la empresa alemana ha hecho si hubiesen tenido condiciones de capitanes de industrias.

Pesan sobre el propietario criollo la herencia y educación españolas, que le impiden percibir y entender netamente todo lo que distingue al capitalismo de la feudalidad. Los elementos morales, políticos, psico-lógicos del capitalismo no parecen haber encontrado aquí su clima.1

El capitalista, o mejor' el propietario, criollo, tiene el concepto de la renta antes cfue el dé la producción. El sentimiento de aventura, el ímpetu de creación, el poder organizador, que caracterizan al capita-lista auténtico, son entre nosotros casi desconocidos.

La concentración capitalista ha estado precedida por una etapa de libré concurrencia. La gran propiedad moderna no surge, por consi-guiente, de la gran propiedad feudal, como los terratenientes criollos se imaginan probablemente. Todo lo contrario, para que la gran propiedad moderna surgiese, fue necesario el fraccionamiento, la disolución de la gran propiedad feudal. El capitalismo es un fenómeno

lUAlcides'Spelucín ha expuesto recientemente, en un diario de Lima, con mucha objetividad y ponderación, las causas y etapas de esta crisis.- Aunque su crítica recalca sobre todo la acción invasora del capitalismo extranjero, la responsabilidad del capitalismo local —por absentismo, por imprevisión y por inercia— es a la postre la que ocupa el primer término. .

11 El capitalismo no es sólo una técnica; es además un espíritu. Este espíritu, que en los países anglosajones alcanzan su plenitud, entre nosotros es exiguo, incipiente, rudimentario.

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66 J O S É CARLOS MARJATEGUI

urbano: tiene el espíritu del burgo industrial, manufacturero, mercan-til. Por esto, lino de sus primeros actos fue la liberación de la tierra, la destrucción del feudo. El desarrollo de la ciudad necesitaba nutrirse de la actividad libre del campesino.

En el Perú, contra el sentido de la emancipación republicana, se ha encargado al espíritu del feudo —antítesis y negación del espíritu del burgo— la creación de una economía capitalista.

El problema del indio

Extractado de Mariátegui, J. C, Siete ensayos de inter-pretación sobre la realidad perua¡\a (1929), Editorial ERA. Serie Popular ntím. 67, México, 1988, pp. 35-40.

Todas las tesis sobre el problema indígena, que ignoran o eluden a éste como^problema económico-social, son otros tantos estériles ejer-cicios teoréticos —y a veces sólo verbales—, condenados a un absoluto descrédito. No las salva a algunas su buena fe. Prácticamente todas no han servido sino para ocultar o desfigurar la realidad del problema. La crítica socialista lo descubre y esclarece, porque busca sus causas en la economía del país y no en su mecanismo administrativo, jurídico o eclesiástico, ni en su dualidad o pluralidad de razas, ni en sus condiciones culturales y morales. La cuestión indígena arranca de nuestra economía. Tiene sus raíces en el régimen de propiedad de la tierra. Cualquier intento de resolverla con medidas de adminis-tración o policía, con métodos de enseñanza, con obras de vialidad, constituye un trabajo superficial o adjetivo, mientras subsista la feudalidad délos "gamonales".12

12 En el prólogo de Tempestad en los Andes de Valcárcel, vehemente y beligerante evangelio indigenista, he explicado asi mi punto de vista: "La fe en el resurgi-miento indígena no proviene de un proceso de 'occidentalización' material de la tierra quechua. No es la civilización, no es el alfabeto del blanco, lo que levanta

LA UNIDAD DE LA AMERICA... 67

el alma del indio. Es el mito, es la idea de la revolución socialista. La esperanza indígena es absolutamente revolucionaria. El mismo mito, la misma idea, son agentes decisivos del despertar de otros viejos pueblos, de otras viejas razas en colapso: hindúes, chinos, etc. La historia universal tiende hoy como nunca a regirse porel mismo cuadrante. ¿Porqué ha de serel pueblo incaico, que construyó el más desarrollado y armónico sistema comunista, el único insensiblea la emoción mundial? La consanguinidad del movimiento indigenista con las corrientes revo-lucionarias mundiales es demasiado evidente para que precise documentarla. Yo he dicho ya que he llegado al entendimiento y a la valorización justa de lo indígena por .la vía del socialismo. El caso de Valcárcel demuestra lo exacto de mi experiencia personal. Hombre de diversa formación intelectual, influido por sus gustos tradicional islas, orientado por distinto género de sugestiones y estudios, Valcárcel resuelve políticamente su indigenismo en socialismo. En éste libró nos dice, entre otras cosas, que "el proletariado indígena espera su Lenin". No sería diferente el lenguaje de un marxista.

La reivindicación indígena carece de concreción histórica mientras se mantiene en un plano filosófico o cultural. Para adquirirla —esto es para adquirir realidad, corporeidad— necesita convertirse en reivindicación económica y política. El socialismo nos ha enseñado a plantear el problema indígena en nuevos términos. Hemos dejado de considerarlo abstractamente como problema átaicG o moral para reconocerlo concretamente como problema social, económico y político. Y entonces lo hemos sentido, por primera vez, esclarecido y demarcado.

Los que no han roto todavía el cerco de su educación liberal burguesa y, colocándose en una posición abstractista y literaria, se entretienen en barajar los aspectos raciales del problema, olvidan que la política y, por tanto la economía, lo dominan fundamentalmente. Emplean un lenguaje pseudo-idealista para escamotear la realidad disimulándola bajo sus atributos y consecuencias. Oponena la dialéctica revolucionaria un confuso galimatías critico, conforme al cual la solución del problema indígena ño puede partir de una reforma o hecho político porque a los efectos inmediatos de éste escaparía una compleja multitud de costumbres y vicios que sólo pueden transformarse a través de una evolución lenta y normal.

La historia, afortunadamente, resuelve todas las dudas-y desvanece todos los equívocos. La Conquista fue un hecho político. Interrumpió bruscamente el proceso autónomo de la nación quechua, pero no implicó una repentina sustitución délas leyes y costumbres de los nativos por las délos conquistadores. Sin embargo, ese hecho político abrió, en todos los órdenes de cosas, así espirituales como materiales, un nuevo período. El cambio de régimen bastó para mudar desde sus cimientos la vida del pueblo quechua. La Independencia fue otro hecho político. Tampoco correspondió a una radical transformación de la estructura económica y social del Perú; pero inauguró, no obstante, otro período de nuestra historia, y

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) , 68 J O S É CARLOS MAIUATEGUI

)

)

! si no mejoró prácticamente la condición del indfgena, por no haber tocado casi la ) infraestructura económica colonial, cambió su situación jurídica, y franqueó el

camino de su emancipación política y social. Si la República no siguió este camino, la responsabilidad de la omisión corresponde exclusivamente a la clase que

\ usufructuó la obra de los libertadores tan rica potencial mente en valores y principios creadores.

) El problema indfgena no admite ya la mistificación a que perpetuamente lo ha sometido una turba de abogados y literatos, consciente o inconscientemente mancomunados con los intereses de la casta latifundista. La miseria moral y

) material de la raza indfgena aparece demasiado netamente como una simple consecuencia del régimen económico y social que sobre ella pesa desde hace siglos. Este régimen sucesor de la feudalidad colonial, es el "gamonalismo"; Bajo su

) imperio, no se puede hablar seriamente de redención de] indio. El término "gamonalismo" no designa sólo una categoría social y económica:

la de los latifundistas o grandes propietarios agrarios: Designa todo un fenómeno. \ El gamonalismo no está representado sólo por los gamonales propiamente dichos.

Comprende una larga jerarquía de funcionarios, intermediarios, agentes, parási-) tos, etc. El indio alfabeto se transforma en un explotador de su propia raza porque \ se pone al servicio del gamonalismo. El factor central del fenómeno es la

hegemonía de la gran propiedad semifeudal en la política y el mecanismo del ) Estado. Por consiguiente, es sobre este factor sobre el que se debe actuar si se

quiere atacar en su raíz un mal del cual algunos se empeñan en no contemplar sino las expresiones episódicas o subsidiarias.

) Esa liquidación del gamonalismo, o de la feudalidad, podía haber sido realizada por la República dentro de los principios liberales y capitalistas. Pero por las razones que llevo ya señaladas, estos principios no han dirigido efectiva y

\ plenamente nuestro proceso histórico. Saboteadas por la propia clase encargada de aplicarlos, durante más de un siglo han sido impotentes para redimir al indio

) de una servidumbre que constitufa un hecho absolutamente solidario con el de la \ feudalidad. No es el caso de esperar que hoy, que estos principios están en crisis

en el mundo, adquieran repentinamente en el Perú una insólita vitalidad creadora. ) El pensamiento revolucionario, y aún el reformista, no puede ser ya liberal sino

socialista. El socialismo aparece en nuestra historia no por una razón de azar, de imitación o de moda, como espíritus superficiales suponen, sino como una

) fatalidad histórica. Y sucede que mientras de un lado, los que profesamos el socialismo propugnamos lógicamente y coherentemente la reorganización del país

' sobre bases socialistas y —constatando que el régimeífeconómico y político que ) combatimos se ha convertido gradualmente en un fuerza de colonización del país

por los capitalismos imperialistas extranjeros— proclamamos que este-es \in instante de nuestra historia en que no es posible ser efectivamente nacionalista

LA UNIDAD DE LA AMERICA... 69

El "gamonalismo*' invalida inevitablemente toda ley u ordenanza de-protección indígena. El hacendado, el latifundista, es un señor feudal. Contra su autoridad, sufragada por el ambiente y el hábito, es impotente la ley escrita. El trabajo gratuito está prohibido por la ley y, sin embargo, el trabajo gratuito, y aún el trabajo forzado, sobreviven en el latifundio. El juez, el subprefecto, el comisario, el maestro, el recaudador, están enfeudados a la gran-propiedad. La ley no puede prevalecer contra los gamonales. El funcionario que se obstinase en imponerla sería abandonado y sacrificado por el poder central, cerca del cual son siempre omnipotentes las influencias del gamonalismo, que actúan directamente o a través del parlamento, por una y otra vía con la misma eficacia.

El nuevo examen del problema indígena, por esto, se preocupa mucho menos de los lincamientos de una legislación tutelar que de las consecuencias del régimen de propiedad agraria. El estudio del doctor José A. Encinas {Contribución a una legislación tutelar indígena) inicia en 1918 esta tendencia, que de entonces a hoy no ha cesado de acentuarse.13 Pero, por el carácter mismo de su trabajo, el .doctor Encinas no podía formular en él un programa económico-social. Sus proposiciones dirigidas a la tutela de la propiedad, tenían que limitarse aesteobjetivojurídico. Esbozando las bases delHomeSteadindígena,

y revolucionario sin ser socialista, de otro lado no existe en el Perú, como no ha ' existido nunca, una burguesía progresista, con sentido nacional, que se profese

liberal y democrática y que inspire su política en los postulados de su doctrina. 13 González Prada, que ya en uno de sus primeros discursos de agitador intelectual,

había dicho que formaban el verdadero Perú los millones de indios de los valles andinos, en el capítulo "Nuestros Indios" incluido en la última edición de Horas de Lucha, tiene juicios que lo señalan como el precursor de una nueva conciencia social: "Nada cambia más pronto ni más radicalmente la psicología del hombre que la propiedad: al sacudir la esclavitud del vientre, crece en cien palmos. Con sólo adquirir algo el individuo asciende algunos peldaños en la escala social, porque las clases se reducen a grupos clasificados por el monto de la riqueza. A la inversa del globo aerostático, sube más el que más pesa. Al que diga: >a escuela, respóndasele: la escuela y el pan. La cuestión del indio, más que pedagógica, es económica, es social".

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70 J O S É CARLOS MARIATEGUI

el doctor Encinas recomienda la distribución de tierras del Estado y de la Iglesia. No menciona absolutamente la expropiación de los gamo-nales latifundistas. Pero su tesis se distingue por una reiterada acusa-ción de los efectos del latifundismo, que sale inapelablemente condenado de esta requisitoria,14 que en cierto modo preludia la actual crítica económico-social de la cuestión del indio.

Esta crítica repudia y descalifica las diversas tesis que consideran la cuestión como uno u otro de los siguientes criterios unilaterales y exclusivos: administrativo, jurídico, étnico, moral, educacional, eclesiástico.

La derrota más antigua y evidente es, sin duda, la de los que reducen la protección de los indígenas a un asunto de ordinaria administración. Desde los tiempos de la legislación colonial española, las ordenanzas sabias y prolijas, elaboradas después de concienzudas encuestas, se revelan totalmente infructuosas. La fecundidad de la República, desde las jornadas de la Independencia, en decretos, leyes y providencias encaminadas a amparar a los indios contra la exacción y el abuso, no es de las menos considerables. El gamonal de hoy, como el "encomen-dero" de ayer, tiene sin embargo muy poco que temer de la teoría administrativa. Sabe que la práctica es distinta.

El carácter individualista de la legislación de la República ha favorecido, incuestionablemente, la absorción de la propiedad

14 "Sostener la condición del indio —escribe Encinas—es el mejor modo de elevar su condición social. Su fuerza económica se encuentra en la tierra, allí se encuentra toda su actividad. Retirarlo de la tierra es variar, profunda y peligrosamente, ancestrales tendencias de la raza. No hay como el trabajo de la tierra para mejorar sus condiciones económicas. En ninguna otra parte, ni en ninguna otra forma puede encontrar mayor fuente de riqueza como en la tierra" (Contribución a una legislación tutelar indígena, p. 39). Encinas en otra parte, dice: "Las instituciones jurídicas relativas a la propiedad tienen su origen en las necesidades económicas. Nuestro Código Civil no está en armonía con los principios económicos, porque es individualista en lo que se refiere a la propiedad. La ilimitación del derecho de propiedad ha creado el latifundio con detrimento de la propiedad indígena. La propiedad del suelo improductivo ha creado la enfeudación de la raza y su íiaiseria" (P-13).

LA UNIDAD DE LA AMERICA... 71

indígena por el latifundismo. La situación del indio, a este respecto, estaba contemplada con mayor realismo por la legislación española. Pero la reforma jurídica no tiene más valor práctico que la reforma administrativa, frente a un feudalismo intacto en su estructura econó-mica. La apropiación de la mayor parte de la propiedad comunal e individual indígena está ya cumplida. La experiencia de todos los países que han salido de su evo-feudal nos demuestra, por otra parte, que sin la disolución del feudo no ha podido funcionar, en ninguna parte, un derecho liberal.

La suposición de que el problema indígena es un problema étnico se nutre del más envejecido repertorio de ideas imperialistas. El concepto de las razas inferiores sirvió al Occidente blanco para su obra de expansión y conquista. Esperar la emancipación indígena de un activo cruzamiento de la raza aborigen con inmigrantes blancos, es una ingenuidad an ti sociológica, concebible sólo en la mente rudimentaria de un importador de carneros merinos. Los pueblos asiáticos, a los cuales no es inferior en un ápice el pueblo indio, han asimilado admirablemente la cultura occidental, en lo que tiene de más dinámico y creador, sin transfusiones de sangre europea. La degeneración del indio peruano es una barata invención de los leguleyos de la mesa feudal.

La tendencia a considerar el problema indígena como un problema moral, encarna una concepción liberal, humanitaria, ochocentista, iluminista, que en el orden político de Occidente anima y motiva las ligas de los Derechos del Hombre. Las conferencias y sociedades antiesclavistas, que en Europa han denunciado más o menos infructuo-samente los crímenes de los colonizadores, nacen de esta tendencia, que ha confiado siempre con exceso en sus llamamientos al sentido moral de la civilización. González Prada no se encontraba exento de su esperanza cuando escribía que la "condición del indígena puede mejorar de dos maneras: o el corazón de los opresores se conduele al extremo de reconocer el derecho délos oprimidos, o el ánimodelos oprimidos adquiere la virilidad suficiente para escarmentar a los opresores".

15 González Prada, Horas de Lucha, 2a. edición. "Nuestros indios".

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) La Asociación Pro-Indígena (1909-1917) representó, ante todo, la \ misma esperanza, aunque su verdadera eficacia estuviera en los fines

concretos e inmediatos de defensa del indio que le asignaron sus ^ directores, orientación que debe mucho, seguramente, al idealismo ) práctico, característicamente sajón, de Dora Mayer.16 El experimento \ está ampliamente cumplido, en el Perú y en el mundo. La prédica

humanitaria no ha detenido ni embarazado en Europa el imperialismo * nihabonificadosusmétodos.Laluchacontraelimperialismonoconfía ) ya sino en la solidaridad y en la fuerza de los movimientos de \ emancipación de las masas coloniales. Este concepto preside en la

Europa contemporánea una acción antimperi alista, a la cual se adhieren ^ espíritus liberales cqmo Albert Einstein y Romain Rolland, y que por ) tanto no puede ser considerada de exclusivo carácter socialista.. ) ¡ En el terreno de la razón y la moral, se situaba hace siglos, con v mayor energía, o al menos mayor autoridad, la acción religiosa. Esta ; cruzada no obtuvo, sin embargo, sino leyes y providencias muy ) sabiamente inspiradas. La suerte de los indios no varió sustancialmen-) te. González Prada, que como sabemos no consideraba estas cosas con

16 Dora Mayer de Zulen resume asf el carácter del experimento pro-indígena: "En fría concreción de datos prácticos, la Asociación Pro-Indígena significa para los historiadores lo que Mariátegui supone un experimento de rescate de la atrasada y esclavizada Raza Indígena por medio de un cuerpo protector extraño a ella, que gratuitamente por vías legales ha procurado servirle como abogado en sus reclamos ante los Poderes del Estado". Pero, como aparece en el mismo interesante balance de la pro-indígena, Dora Mayer piensa que esta asociación trabajó, sobre todo, por la formación de un sentido de responsabilidad. "Dormida estaba —anota—a los cien años de la emancipación republicana del Perú, la conciencia de los gobernantes, la conciencia de los gamonales, la conciencia del clero, la conciencia del público ilustrado y semi i lustrado, respecto a sus obligaciones para con la población que no sólo merecía un filantrópico rescate de vejámenes inhumanos, sino á la cual él"patriotismo peruano debía un resarcimiento de honor nacional, porque la Raza Incaica había descendido a escarnio dé propios y extraños". El mejorresultado de la Pro-Indígena resulta sin embargo, según el leal testimonio de Dora Mayer, su influencia en el despertar indígena. "Lo que era deseable que sucediera, estaba sucediendo; que los indígenas mismos, saliendo de la tutela de las clases ajenas, concibieran los medios de su reivindicación".

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LA UNIDAD DE LA AMERICA... 73

criterio propio o sectariamente socialista, busca la explicación de este fracaso en la entraña económica de la cuestión: "No podía suceder de otro modo: oficialmente se ordenaba la explotación; se preten-día que humanamente se cometieran iniquidades o equitativamente se consumaran injusticias. Para extirpar los abusos, habría sido necesario abolir los repartimientos y las mitas, en dos palabras, cambiar todo el régimen colonial. Sin las faenas del indio americano se habrían vaciado las arcas del tesoro español".17 Más evidentes posibilidades de éxito que la prédica liberal tenía, con todo, la prédica religiosa. Esta apelaba al exaltado y operante catolicismo español mientras aquélla intentaba hacerse escuchar del exiguo y formal liberalismo criollo.

Pero hoy la esperanza en una solución eclesiástica es indiscutible-mente la más rezagada y antihistórica de todas. Quienes la representan no se preocupan siquiera, como sus distantes —¡tan distantes!— maestros, de obtener una nueva declaración de los derechos'del indio, con adecuadas autoridades y ordenanzas, sino de encargar al misionero la función de mediar entre el indio y el gamonal.18 La obra que la Iglesia ho pudo realizar en un orden medieval, cuando su capacidad espiritual e intelectual podía medirse por frailes como el padre de Las Casas, ¿con qué elementos contaría para prosperar ahora? Las misio-nes adventistas, bajo este aspecto, han ganado la delantera al clero católico, cuyos claustros convocan cada día menor suma de vocaciones deevangelización.

El concepto de que el problema del indio es un problema de educación no aparece sufragado ni aún por un criterio estricta y

17 Obra citada. 18 " Sólo el misionero —escribe el señor José León y Bueno, uno de los líderes de

la Acción Social de la Juventud— puede redimir y restituir al indio. Siendo el intermediario incansable entre el gamonal y el colono, entre el latifundista y el comunero, evitando las arbitrariedades del Gobernador que obedece sobre todo al interés político del cacique criollo; explicando con sencillez la lección objetiva de la naturaleza e interpretando la vida en su fatalidad y en su libertad; condenando el desborde sensual de las muchedumbres en las fiestas; segando la incontinencia en sus mismas fuentes y revelando a la raza su misión excelsa, puede devolver al Perú su unidad, su dignidad y su fuerza". Boletín de la A. S. J. mayo de 1928.

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autónomamente pedagógico. La pedagogía tiene hoy más en cuenta que nunca los factores sociales y económicos. El pedagogo moderno sabeperfectamente que Ja educación no es una mera cuestión de escuela y métodos didácticos. El medio económico social condiciona inexora-blemente la labor del maestro. El gamonalismo es fundamentalmente adverso a la educación del indio: su subsistencia tiene en el manteni-miento de la ignorancia del indio el mismo interés que en el cultivo de su alcoholismo.1 La escuela moderna —en el supuesto de que, dentro de las circunstancias vigentes, fuera posible multiplicarla en propor-ción a la población escolar campesina— es incompatible con el latifundio feudal. La mecánica de la servidumbre anularía totalmente la acción de la escuela, si esta misma, por un milagro inconcebible dentro de la realidad social, consiguiera conservar, en la atmósfera del feudo, su pura misión pedagógica. La más eficiente y grandiosa enseñanza normal no podría operar estos milagros. La escuela y el maestro están irremisiblemente condenados a desnaturalizarse bajo la presión del ambiente feudal, inconciliable con la más elemental con-cepción progresista o evolucionista de las cosas. Cuando se comprende a medías esta verdad, se descubre la fórmula salvadora en los interna-dos indígenas. Mas la insuficiencia clamorosa de esta fórmula se muestra en toda su evidencia, apenas se reflexiona en el insignificante porcentaje de la población escolar indígena que resulta posible alojar en estas escuelas.

La solución pedagógica, propugnada por muchos con perfecta buena fe, está ya hasta oficialmente descartada. Los educacionistas son, repito, los que menos pueden pensar en independizarla de la realidad económico-social. No existe, pues, en la actualidad, sino como una sugestión vaga e informe, de Ja que ningún cuerpo y ninguna doctrina se hace responsable.

19 Es demasiado sabido que la producción —y también el contrabando— de aguardiente de caña, constituye uno de los más lucrativos negocios de los hacendados de la sierra. Aun los de la costa, explotan en cierta escala este filón. El alcoholismo del peón y del colono resulta indispensable a la prosperidad.de nuestra gran propiedad agrícola.

LA UNIDAD DE LA AMERICA... 7 5

El nuevo planteamiento consiste en buscar el problema indígena en el problema de la tierra.

La unidad de la América ¡ndoespañola

Artículo publicado en Variedades, 6 de diciembre de 1924. Tomado de Mariategui, J. C, Obra política, México, Ediciones ERA, 1979, pp. 2S1-284.

Los pueblos de la América española se mueven en una misma dirección. La solidaridad de sus destinos históricos no es una ilusión de la literatura americanista. Estos pueblos, realmente, no sólo son hermanos en la retórica sino también en la historia. Proceden de una matriz única. La conquista española, destruyendo las culturas y las agrupaciones autóctonas, uniformó la fisonomía étnica, política y moral de la América hispana. Los métodos de colonización de los españoles solidarizaron la suerte de sus colonias. Los conquistadores impusieron a las poblaciones indígenas su religión y su feudalidad. La sangre española se mezcló con la sangre india. Se crearon, así, núcleos de población criolla, gérmenes de futuras nacionalidades. Luego, idénticas ideas y emociones agitaron a las colonias contra España. El proceso de formación de los pueblos indoespañoles tuvo, en suma, una trayectoria uniforme.

La generación libertadora sintió intensamente la unidad sudameri-cana. Opuso a España un frente tínico continental. Sus caudillos obedecieron no un ideal nacionalista, sino un ideal americanista. Esta actitud correspondía a una necesidad histórica. Además, no podía haber nacionalismo donde no había aún nacionalidades. La revolución no era un movimiento de las poblaciones indígenas. Era un movi-miento de las poblaciones criollas, en las cuales los reflejos de la revolución francesa habían generado un humor revolucionario.

Mas las generaciones siguientes no continuaron por la misma vía. Emancipadas de España, las antiguas colonias quedaron bajo la presión de las necesidades de un trabajo de formación nacional. El ideal americanista, superior a la realidad contingente, fue abandonado. iLa

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revolución de la independencia había sido un gran acto romántico; sus conductores y animadores, hombres de excepción. El idealismo de esa gesta y de esos hombres había podido elevarse a una altura inasequible a gestas y hombres menos románticos. Pleitos absurdos y guerras criminales desgarraron la unidad de la América indoespañola. Acon-tecía, al mismo tiempo, que unos pueblos se desarrollaban con más seguridad y velocidad que otros. Los más próximos a Europa fueron fecundados por, sus inmigraciones. Se beneficiaron de un mayor contacto con la civilización occidental. Los países hispanoamericanos empezaron así a diferenciarse.

Presentemente, mientras unas naciones han liquidado sus problemas elementales, otras no han progresado mucho en su solución. Mientras unas naciones han llegado a una regular organización democrática, en otras subsisten hasta ahora densos residuos de feuda-lidad. El proceso del desarrollo de todas estas naciones sigue la misma dirección; pero en unas se cumple más rápidamente que en otras.

Pero lo que separa y aisla a los países hispanoamericanos, no es esta diversidad de horario político. Es la imposibilidad de que entre naciones incompletamente formadas, entre naciones apenas bosqueja-das en su mayoría, se concerté y articule un sistema o un conglomerado internacional. En la historia, la comuna precede a Ja nación. La nación precede a toda sociedad de naciones.

Aparece como una causa específica de dispersión la insignificancia de vínculos económicos hispanoamericanos. Entre estos países no existe casi comercio, no existe casi intercambio. Todos ellos son, más o menos, productores de materias primas y de géneros alimenticios que envían a Europa y Estados Unidos, de donde reciben, en cambio, máquinas, manufacturas, etcétera. Todos tienen una economía pareci-da, un tráfico análogo. Son países agrícolas. Comercian, por tanto, con países industriales. Entre los pueblos hispanoamericanos no hay cooperación; algunas veces, por el contrario, hay concurrencia. No se necesitan, no se complementan, no se buscan unos a otros. Funcionan económicamente como colonias de la industria y la finanza europea y norteamericana.

Por muy escaso crédito que se conceda a la concepción materialista de la historia, no se puede desconocer que las relaciones económicas

LA UNIDAD PELA AMERICA... 77

son el principal agente de la comunicación y la articulación de los pueblos. Puede ser que el hecho económico no sea anterior ni superior al hecho político. Pero, al menos, ambos son consustanciales y solidarios. La historia moderna lo enseña a cada paso. (A la unidad germana se llegó a través del zollverein. El sistema aduanero, que canceló los confines entre los Estados alemanes, fue el motor de esa unidad que la derrota, la posguerra y las maniobras del poincarismo no han conseguido fracturar. Austria-Hungría, no obstante la hetero-geneidad de su contenido étnico, constituía, también, en sus últimos años, un organismo económico. Las naciones que el tratado de paz ha dividido de Austria-Hungría resultan un poco artificiales, malogrando la evidente autonomía de sus raíces étnicas e históricas. Dentro del imperio austro-húngaro la convivencia había concluido por soldarlas económicamente. El tratado de paz les ha dado autonomía política pero no ha podido darles autonomía económica. Esas naciones han tenido que buscar, mediante pactos aduaneros, una restauración parcial de su funcionamiento unitario. Finalmente, la política de cooperación y asistencia internacionales, que se intenta actuar en Europa, nace de la constatación de la interdependencia económica de las naciones euro-peas. No propulsa esa política un abstracto ideal pacifista sino un concreto interés económico. Los problemas de la paz han demostrado la unidad económica de Europa. La unidad moral, la unidad cultural de Europa no son menos evidentes; pero sí menos válidas para inducir a Europa a pacificarse).

Es cierto que estas jóvenes formaciones nacionales se encuentran desparramadas en un continente inmenso. Pero, la economía es, en nuestro tiempo, más poderosa que el espacio. Sus hilos, sus nervios, suprimen o anulan las distancias. La exigüidad de las comunicaciones y los transportes es, en América indoespañola, una consecuencia déla exigüidad de las relaciones económicas. No se tiende un ferrocarril para satisfacer una necesidad del espíritu y de la cultura.

La América española se presenta prácticamente fraccionada, escin-dida, balcanizada.Sin embargo, su unidad no es una utopía, no es una abstracción. Los hombres que hacen la historia hispanoamericana no son diversos. Entre el criollo de Peni y el criollo argentino no existe diferencia sensible. El argentino es más optimista, más afirmativo que

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el peruano, pero uno y otro son irreligiosos y sensuales. Hay, entre uno y otro, diferencias de matiz más que de color.

De una comarca de la América española a otra comarca varían las cosas, varía el paisaje; pero casi no varía el hombre. Y el sujeto de la historia es, ante todo, el hombre. La economía, la política, la religión, son formas de la realidad humana. Su historia es, en su esencia, la historia del hombre.

La identidad del hombre hispanoamericano encuentra una expresión en la vida intelectual. Las mismas ideas, los mismos sentimientos circulan por toda la América indoespañola. Toda fuerte personalidad intelectual influye en la cultura continental. Sarmiento, Martí, Mon-talvo no pertenecen exclusivamente a sus respectivas patrias; pertene-cen a Hispanoamérica. Lo mismo que de estos pensadores se puede decir de Darío, Lugones, Silva, Ñervo, Chocano y otros poetas. Rubén Darío está presente en toda la literatura hispanoamericana. Actualmen-te, el pensamiento de Vasconcelos y de Ingenieros tiene una repercu-sión continental. Vasconcelos e Ingenieros son los maestros de una entera generación de nuestra América. Son dos directores de su mentalidad.

Es absurdo y presuntuoso hablar de una cultura propia y genuina-mente americana en germinación, en elaboración. Lo único evidente es que una literatura vigorosa refleja ya la mentalidad y el humor hispanoamericanos. Esta literatura —poesía, novela, crítica, sociolo-gía, historia, filosofía— no vincula todavía a los pueblos; pero vincula, aunque no sea sino parcial y débilmente, a las categorías intelectuales.

Nuestro tiempo, finalmente ha creado una comunicación más viva y más extensa: la que ha establecido entre las juventudes hispanoame-ricanas la emoción revolucionaria. Más bien espiritual que intelectual, esta comunicación recuerda la que concertó a la generación de la independencia. Ahora como entonces, la emoción revolucionaria da unidad a la América indoespañola. Los intereses burgueses son con-currentes o rivales; los intereses de las masas no. Con la revolución - — mexicana, con su suerte, con su ideario, con sus hombres, se sienten solidarios todos los hombres nuevos de América. Los brindis pacatos de la diplomacia no unirán a estos pueblos. Los unirán, en el porvenir, los votos históricos de las muchedumbres.

LA REALIDAD ECONÓMICO-SOCIAL... 79

Víctor Raúl Haya de la Torre: La realidad económico-social

de América Latina Tomado de Haya de la Torre, V .R., El aniimperialismo yelAPR4(l936),Cap.lXenObrascompleías14,Lum, Editorial Juan Mejfa Baca, 1976, pp. 115-129.

En los capítulos anteriores quedan esbozadas las bases ideológicas del Apra y sumariamente planteadas sus tesis normativas de

doctrina y de táctica. ¿Qué falta decir antes de iniciar el capítulo final? Para formular nuestro completo programa de acción no es tan

necesario presentar un esquema brillante de aforismos novedosos, como dejar bien en claro las bases sobre las que se afirma el nuevo sistema. Para el Aprismo, la realidad económico-social de Indoamérica es el punto de partida de su acción política. Consecuentemente, descubrir esa realidad ha sido y es su primera misión revolucionaria.

Vale recordar que hasta ahora, la interpretación de la realidad indoamericana ha sido buscada empecinadamente en Europa. Conser-vadores y radicales, reaccionarios y revolucionarios, no han podido jamás explicarse los problemas de estos pueblos sino a imagen y semejanza de los europeos. Esta gran paradoja histórica tiene su más alta expresión en la influencia notoria de la filosofía y literatura de la Revolución Francesa, como inspiración doctrinaria de nuestra Revo-lución de la Independencia. "Para los descontentos colonos de la América portuguesa y española, la Revolución Francesa les sirvió de gran ejemplo"1 y, —a pesar de que el contenido social y político

1 William Spencer Robertson, Hisiory ofthe Latin American Naíiotis, Apleton & Co., New York, 1922, p. 138. Y de la misma obra: "El espíritu de las leyes, de Montesquieu, que exalta la división del poder constitucional inglés —tal como él lo entiende—, en ejecutivo, legislativo y judicial; los ensayos, historias y poemas

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80 VICTOR RAÚL HAYA DE LA TORRE

del movimiento francés correspondía a una etapa económico-social mucho más avanzada que la que históricamente tocaba vivir a los pueblos

) indoamericanos— adoptamos las voces de orden, los preceptos ) y las fórmulas de París como el infalible recetario que había de , darnos también libertad, igualdad y fraternidad. Y mientras en

Francia significó el derrocamiento del feudalismo, en Indoamérica ) representó la afirmación y autonomía del poder feudal colonial. ) Allá la aristocracia latifundista fue aplastada y aquí los aristócratas

terratenientes criollos se libraron, revolucionariamente, del impe-rio de la metrópoli y capturaron el Estado como instrumento de

) dominio de su clase. ¡Así es cómo en los países indoamericanos "la ) idea de la independencia no arraigó en hombres de origen plebeyo , sino en la aristocracia"!2 "Por eso la revolución de la independencia

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fue genuínamente criolla",3 vale decir, la revolución de la clase

de Voltaire que criticaban a la Iglesia y a otras instituciones en rudas frases; la Historia Filosófica y Política de las Indias por Reoynal, un informado volumen

•i sobre colonización que denunciaba a sacerdotes y príncipes; la Enciclopedia de Diderot, que resumió los resultados del libre examen; todas estas producciones

) estimularon a los pensadores de varios sectores de la América Española. El \ Contrato Social de Rousseau, publicado en 1762, que discutía los males del

gobierno monárquico y formulaba la doctrina de que los gobiernos se basan en ) convenios, incitaron el espfritu.de revuelta en ciertos latinoamericanos", p. 138. ) 2 Manoel de Olíveira Lima, The Evolution o/Brasil compared with that ofSpanish

andAnglo SaxoAmerica, Edit. Stanford University California, 1914, Lectura IV, ) p. 74. En la Lectura II dice: "Sólo un limitado grupo de hombres de cultura x abogaban por los derechos de libertad y propio gobierno", p. 38.

3 Bartolomé Mitre, Historia de San Martín y de la Emancipación Sudamericana, ) Segunda Edición, Félix Lajaune Editor, Buenos Aires, 1890, Vol. I, Cap.I, p. I 57. Y refiriéndose a la influencia del movimiento francés dice; "La Revolución

Francesa de 1789 fue consecuencia inmediata de la revolución norteamericana ) cuyos principios universalizó y los hizo penetrar en la América del Sur por el , vehículo de los grandes publicistas del siglo XVIII que eran conocidos y estudiados

por los criollos ilustrados de las colonias o que viajaban por Europa y cuyas ) . máximas revolucionarias circulaban secretamente en las cabezas, como las medallas

conmemorativas de la libertad de mano en mano". Op. cit. Vol. 1, Cap. I, p. 44. ) José María Mora, en su obra México y sus Revoluciones. París de Rosa, 1836, se j refiere a la influencia de la Revolución Francesa "que bajo un aspecto ha sido un

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LA REALIDAD ECONÓMICO-SOCIAL... 81

feudal latifundista hispanoamericana contra el yugo económico y político que la corona española le imponía.

Resultado paradojal de la revolución emancipadora indoamericana fueron sus regímenes políticos nominalmente democráticos —correspondientes a una etapa económico-social posterior, burguesa o capitalista—, en contradicción con la organización feudal de la producción imperante en nuestros pueblos. Porque "la Independencia no destruyó el latifundio; lo afirmó. Las ideas de los liberales y radicales franceses perdieron su valor subversivo una vez instauradas las repúblicas indoamericanas. Los esclavos no se libertan inmediata-mente, pese al afán democrático. La esclavitud de los negros subsiste en el Brasil hasta 1880 y en el Perú hasta 1860. No obstante el grito inicial de emancipación, la esclavitud del indio continúa. El aislamien-to, caro al terrateniente, única clase triunfante de la Revolución de la Independencia, determina la división y subdivisión de los antiguos virreinatos españoles en muchas repúblicas. Todo esto sucede porque las bases económicas sóbrelas que descansa la sociedad, son feudales. El feudalismo necesita del siervo de la gleba, e Indoamérica, cení instituciones medievales antidemocráticas, tenía que recurrir al esclavó indio o negro".

Ningún sistema político y social que no sea el de los Estados Unidos del Norte, ha surgido en el Nuevo Mundo como expresión auténtica de la realidad americana. Los Estados Unidos se inspiraron evidentemente en las ideas de los grandes filósofos prerrevoli.cionarios franceses, pero con ellas crearon un sistema de organización estatal y de gobierno propio y nuevo, característicamente norteamericano y completamente concorde con su realidad y su grado de evolución histórica. Por eso

manantial de errores y desgracias y bajo otro una antorcha luminosa y un principio de la felicidad para todos los pueblos, produjo en México todo su efecto y fue disponiendo, aunque lentamente, los ánimos a los grandes cambios que se preparaban". Vol. I, p. 86. ~~

4 Haya de la Torre, Conferencia en la Universidad Nacional de México, Versión taquigráfica de C. M. Cox, publicada en la revista Amauta, año III, No. 12, febrero de 1928. Incluida en "Ideario y Acción Aprista", Buenos Aires, 1930.

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82 VÍCTOR RAÚL HAYA DE LA TORRE

las repúblicas de Indoamérica y la de Norteamérica "no tienen en común sino el nombre".5 La organización republicana de los Estados Unidos fue paradigma de la Revolución Francesa y camino señero de realización democrática. Nuestro republicanismo feudalista y tumul-tuario, ni siquiera alcanzó al plano brillante y original de las agitadas repúblicas italianas de la Edad Media. "En Norteamérica vemos una gran prosperidad basada en el crecimiento de la industria y de la población, en el orden civil y en la libertad. Toda la Federación constituye un solo Estado y tiene un centro político. En cambio las repúblicas sudamericanas se basan en el poder militar; su historia es una continua revolución; Estados que estaban antes federados, se separan; otros que estaban desunidos, se reúnen y todos estos cambios vienen atraídos por revoluciones militares", son palabras de Hegel en una admirable visión panorámica de los años iniciales de la América independiente.

La conquista española rompió el ritmo de la evolución social y política de las primitivas organizaciones indígenas americanas, cuyos más definidos exponentes fueron los imperios de México y el £erú. Pero la Conquista no logró destruir los sistemas de asociación y de

5 James Bryce, South-America, Observation Impressions, Macmillian, London, 1912, p. 507.

6 G. W. F. Hegel, "Lecciones sobre la Filosofía de la Historia", Revista de Occidente, Madrid, 1928, Vol. I, p. 181. Y añade: "Otra diferencia es que América del Sur fue conquistada mientras que la América del Norte ha sido colonizada. Los españoles se apoderaron de Sudamérica para dominar y hacerse ricos, tanto por medio de los cargos políticos como de las exacciones. Estando lejos de la metrópoli su voluntad disponía de más amplio espacio. Usaron, de la fuerza, de la habilidad, del carácter, para adquirir sobre los indígenas un enorme predominio..La nobleza, la magnanimidad del carácter español no emigraron a América. Los criollos, descendientes de los emigrantes españoles, continuaron exhibiendo las mismas arrogancias y aplastando bajo su orgullo a los indígenas. Pero los criollos se hallaban a su vez, bajo la influencia de los españoles europeos y fueron impulsados por la vanidad a solicitar títulos y grados. El pueblo se hallaba bajo el peso de una rigurosa jerarquía y bajo el desenfreno de clérigos seculares y regulares. Estos pueblos necesitan ahora olvidar el espíritu de los intereses hueros, orientarse en el espíritu de la razón y la libertad", Op. cit. p. 181.

LA REALIDAD ECONÓMICO-SOCIAL... 83

producción autónomos. Sojuzgó y explotó; o —recordando los agudos conceptos de Hegel— conquistó y no colonizó. Con "los órganos con que puede ejercitarse un poder bien fundado: el caballo y el hierro"1

los españoles fueron vencedores implacables de masas inmensas de hombres a pie que sólo usaban elementales armas de bronce.

Pero en ninguno de los grandes centros poblados de Indoamérica —México y los varios países de hoy, que comprendía el viejo imperio peruano, por ejemplo—, el importado sistema feudal, de trescientos años de coloniaje y cien más de república neocoloníal, pudo erigir una organización propia, realista y firme. Una lucha honda y secular entre las masas de población indígena, contra sus opresores feudales, llena de episodios sangrientos la historia de estos pueblos, desde la conquista hasta nuestros días. Esa lucha que subsiste, y en la que la Revolución campesina mexicana inicia una nueva etapa, representa la profunda oposición de las formas primitivas y tradicionales de reparto y propie-dad de la tierra contra el feudalismo europeo importado por los españoles: el ayllu, la comunidad, el calpulli; frente al feudo, al latifundio.8

7 Hegel, Op. cíf.,p. 179. CarlosPereyra escribe: "Se dice que uno de los principales factores de la conquista de América fueron los caballos. Es verdad: el caballo, el acero y la pólvora establecieron la dominación sobre millones de indígenas americanos. No olvidemos al perro, fiera paralizante, caballería ^igera del conquistador". La obra de España en América, Madrid, 1925, p. 120.

8 Las tierras del imperio mexicano estaban divididas entre la corona y la noblezaj el común de vecinos y los templos. "En el imperio mexicano eran pocos, según creo, los deudos propios y ninguno, si queremos hablar con rigor jurídico, pues no eran en su institución perpetuos sino que cada año se necesitaba una nueva renovación e investidura". "Las tierras que se llamaban altlepetalli, esto es, de los comunes de las ciudades y villas, se dividían en tantas partes cuantos eran los barrios de aquella población y cada barrio poseía su parte con entera exclusión e independencia de los otros. Estas tierras no se podían enajenar bajo ningún pretexto. Entre ellas había las destinadas a suministrar víveres al ejército, las cuales se llamaban milchjmalli o calcalomilli, según la especie de víveres que daban".,. "El comerciono sólo sehacíapor medio decambio, como dicen algunos autores, sino también por compra y venta. Tenían cinco clases de moneda corriente". Francisco Saverio Clavijero, Historia Antigua de México, Traducción

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, 84 _ _ _ VICTOR RAÚL HAYA DE LA TORRE

) del italiano-de José Joaquín de Mora, Editor Ackerman, Londres, 1826, Vol. I, pp. 316,317, 318 y 319. —"Los toltecas introdujeron enMéxico (1148) el cultivo del maíz y del algodón, construyeron ciudades, caminos y las grandes pirámides,

) que aunque muy desfiguradas por el transcurso del tiempo, son todavía lá admiración de los sabios, en razón de la regularidad de su construcción, de sus frentes perfectamente ajustados a los puntos cardinales y délo vasto de sus enormes

y r masas. Los toltecas hacían uso de la escritura jeroglífica que trasmitieron a los mexicanos, sabían fundir los metales y cortar las piedras más duras y tenían utv año solar njás perfecto que el de los griegos y romanos, pues las observaciones

\ que sirvieron para arreglarlo eran más exactas, la distribución de los meses más regular y la intercalación para ajusfar el curso del año con las estaciones, hecha

) . con más tino y conocimiento". Cita de la obra de José María Luis Mora, México y sus Revoluciones, París, 1826. Op. cit., Vol. I, pp. 60 y 61. —En el Perú" de los incas "la tierra concedida a persona particular pasaba a sus descendientes, mas

) . con tal condición que ni el primer poseedor ni los sucesores la podían enajenar, trocar, partir, ni disponer de ella por ninguna vía m" manera: salvo que uno que representaba siempre la persona del ayllu y linaje como pariente mayor, la tenía

) en su cabeza y dividía cada año entre los deudos conforme sus costumbres, de suerte que lodos gozasen de su fruto; y repartirse por cabezas"... "La misma división tenía hecha el Inca de todo el ganado manso que de las tierras, aplicando

\ una parte a Ja Religión, a sí otra, y a la comunidad otra; y no sólo dividió, separó cada una de estas partes, sino también las dehesas y pastos en que se apacenta-

) sen" . . . ' 'La lana del ganado de la comunidad se repartía entre la gente del pueblo, dando a cada uno la cantidad que había menester tasadamente para sí y para su mujer e hijos; y visitábanlos los caciques para ver si la habían hecho ropa, no

) : dejando sin castigo al que se descuidabay coheste cuidado andaban lodos vestidos. Al repartir esta lana de comunidad no se atenían a si la tal persona a quien se daba tem'a lana de su ganado". P. Bernabé Cobo de la Compañía de Jesús, Historia del

) Nuevo Mundo, Sdad. de Bibliófilos Andaluces, Sevilla, Primera Serie, Vol. III, pp. 250, 251, 253. "Daban a cada indio un tupo, que es una hanega de tierra para

/ sembrar maíz..., era bastante un tupo de tierra" para el sustento de un plebeyo \ casado y sin hijos. Luego que los tema le daban para cada hijo varón otro tupo y

para las hijas a medio; cuando el varón se casaba le daba el padre la hanega que 1 para su alimento había recibido"... "De manera que lo necesario para la vida \ humana de comer y vestir y calzar lo tenían todos, que nadie podía llamarse pobre

ni pedir limosna, etc." Inca Garcilaso de la Vega, Primera Pane de los ) Comentarios Reales, que tratan de los Incas Reyes quejueron del Perú, etc.,

Edición Pedro Crasbeeck, Lisboa, MDCIX, Libro V, Cap. HJ, foja 102, Libro V, Cap. IX, foja 107. EscribeH. Cunow: "Entre los incas... n£> existió el derecho

) de propiedad sobre el suelo en la forma en que el Derecho Romano lo concibe.

)

)

.)

LA REALIDAD ECONÓMICO-SOCIAL... 8 5

España vence, pues, militarmente a los imperios indígenas, pero su victoria, capaz de destruir el mecanismo político de los pueblos que conquista, no logra derribar totalmente sus estructuras económicas. La conquista trae un nuevo sistema, pero no puede acabar con el sistema anterior. El feudalismo importado no cumple una tarea de evolución integral. Se yuxtapone al sistema autónomo y deviene coexistente con él. La nueva clase feudal americana, el feudalismo criollo, no consigue tampoco destruir las bases del viejo sistema. Este fenómeno —especialmente notable en los países sudamericanos com-prendidos dentro de las fronteras del Imperio de los Incas— constituye su línea histórica fundamental. Con la Independencia, la clase feudal criolla, fortalecida en trescientos años de desarrollo, logra emanciparse del control de la clase dominante española, respaldo de la corona. Éste conflicto de intereses tuvo su línea central en la necesidad de sostener el monopolio comercial por parte de la clase dominante española y la necesidad de libre cambio por parte de la clase dominante criolla.9

Esta se independiza presurosa, y captura el poder político por una razón económica ineludible.10 Conserva el tipo feudal de su organización social, le añade el libre cambio y adapta a sus nuevos organismos autónomos, regímenes republicanos, copias de los métodos revolucio-narios europeos de la época. El libre cambio fortalece a una clase que

Toda la tierra era considerada como bien común; el que la había tomado en posesión y la cultivaba no era propietario en el sentido del derecho moderno, sino usufructuario..., un derecho de propiedad privada no existió entre los antiguos peruanos como no existió entre las tribus germánicas". H. Cunow, Las Comuni-dades de Aldea y de Marca del Perú Antiguo, Trad. castellana de María WoUscheck, Biblioteca de Antropología Peruana dirigidapor J. A. Encinas, Lima, 1929, pp. 312-13.

9 En el Prólogo de la Historia de Indias por Fray Bartolomé de las Casas, Edición M. Aguilar, Madrid (sin fecha), don Gonzalo de Repacaz anota-. "El dominio de España,duró lo que tardó en constituirse una clase indígena intermedia, con ambiciones propias e ideas diferentes de la casta superior". Vol. I, p. XVIII.

10 "A la sombra de los intereses económicos venía elaborándose la idea revolucio-naria", escribe Bartolomé Mitre en el prólogo de su Historia de Belgrano, Buenos Aires, p. xrx.

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86 VÍCTOR RAÚL HA VA DE LA TORRE

durante la colonia había tenido capacidades restringidas: la clase comercial. En ella se gesta el embrión de una elemental burguesía nacional.11 El libre cambio trae también los gérmenes primeros del naciente imperialismo económico que viene a la América bajo las banderas británicas que entonces gobernaban los mares, sin rivales. Las primeras inversiones de capital extranjero se alian con la clase feudal y con la clase comercial y van perfilándose más y más así los comienzos de Ja burguesía colonial.

A través de cien años, el imperialismo inglés primero y el nortea-. mericano últimamente —para no mencionar sino a los de mayor importancia—, van enlazando cada vez más fuertemente el aparato feudal de nuestros pueblos. Luego llegamos a la época actual en.que el Imperialismo yanqui ha desplazado a su rival británico y va quedándose dueño de gran parte del campo, que controla y vigila. Pero en el curso de nuestra evolución económica las etapas no se suceden como las de la transformación de un niño en hombre. Económicamente, Indoamérica es como el niño monstruoso que al devenir hombre le creció la cabeza, se le desarrolló una pierna, una mano, una viscera, quedando el resto del organismo vivo pero anquilosado en diferentes períodos del crecimiento. Examinando el panorama social de nuestros pueblos encontraremos esta coexistencia de etapas que deberían estar liquidadas. Cada una conserva vitalidad suficiente para gravitar sobre el todo económico y político.

En Indoamérica sobreviven los tres Estados que Engels adopta de la división de Morgan12: Salvajismo, Barbarie y Civilización, El salvajismo en su estado "medio y superior", incluyendo formas de canibalismo. Los tres Estados del barbarismo —y en los que incluire-mos al semi salvaje de las tribus más desarrolladas, capaces del cultivo incipiente, cerámica, etc.—, el comunismo primitivo, el colectivismo agrario organizado en grandes extensiones; los restos sociales de las

11 "En-las etapas precapitalistas de la sociedad el comercio domina a la industria". Karl Marx, El Capital, Edit. by Friedrich Engels, Transí, from the lrst. Germán Edition, Vol. III, Cap. XX, p. 389.

12Lew¡s H. Morgan, Ancient Society, parte I, p. 12, primera edición;

LA REALIDAD ECONÓMICO-SOCIAL... 87

civilizaciones autóctonas, el patriarcado y el feudalismo de tipo medieval con todas sus características. Luego la civilización contemporánea, el industrialismo y el capitalismo. A cada una de estas etapas —repre-sentadas por capas raciales de millones de hombres—, corresponden —obvio anotarlo— grados de mentalidad, de índices proporcionales de cultura. Esta coexistencia de etapas podría perder su originalidad, su carácter distintivo, si comparamos América con Asia o África, en donde hoy existe un panorama social aparentemente semejante. Pero el volumen proporcional de representación demográfica de esas etapas, en cualquier otro continente, no alcanza como en Indoamérica el relativo equilibrio, y los violentos contrastes que descubrimos en ella. Además, ninguna escala tan completa de todas las etapas de la evolución humana como la que ofrece Indoamérica con sus agregados étnicos de inmigraciones sucesivas, de tan abundante mezcla con las razas blancas. Y si encontramos en la vasta extensión de nuestro continente este panorama de la evolución social, completo, preciso y compacto, es curioso anotar que en cada país —en la mayor parte de ellos—, la encontramos reproducida en pequeño. Brasil q Ecuador, México o Perú, Colombia" o Paraguay, nos ofrecerán dentro de sus fronteras un completo y vivo cuadro de la evolución de la sociedad humana a través de las edades.

El Estado en nuestros países —por más que predomine en ellos la clase feudal y sea instrumento político de ésta— representa algo de los otros elementos constitutivos del grupo social y aparece en muchos casos indefinido y bamboleante sin llegar a ser verdadera expresión preponderante absoluta de una clase dada. Ya hemos anotado que el imperialismo usa del Estado también como su instrumento político de dominación más o menos indirecta y que se adapta a sus diversas formas o momentos de desarrollo para aprovecharlo como tal. La división aprista de los cuatro sectores de influencia imperialista, coincide en gran parte con los varios momentos de desarrollo del Estado como institución político-social en Indoamérica. El Estado en Centro América difiere del Estado en los países bolivarianos, alcanza mayor desarrollo y firmeza en Chile y en los países del Plata, y toma modalidades varias en el Brasil,, forma típica de federación. Esta diversidad de etapas de desarrollo del Estado está determinada eviden-

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88 VÍCTOR RAÚL HAYA DE LA TORRE

teniente por las condiciones económicas predominantes en cada uno de los sectores mencionados.

La tesis de "los cuatro sectores" —citada en el Capítulo IV— está, pues, relacionada con diversas formas de desarrollo económico-social que determina el desarrollo político-estatal. La división, desde este punto de vista, no es absolutamente estricta porque la tesis fue formulada teniendo en cuenta primordial mente las formas de acción o los métodos de ofensiva del imperialismo en cada uno de esos sectores; pero hemos de tomarlo como punto de partida para lo que podríamos llamar la tesis de las fronteras económicas.13

El programa del Apra enuncia en su segundo postulado la unión política y económica de los países latinoamericanos. Es la aspiración tradicionalmente sostenida en poemas y discursos, por líricos, román-ticos, idealistas y místicos del latino o indoamericanismo. Para realizar el plan realista de unión, es necesario estudiar las determinantes económicas de la división política actual. Exceptuando Brasil y Haití no hay ni razones oficiales de idioma. Sin excluir a ninguno de nuestros países, no hay motivos importantes de división técnica. Salvo las imperativas limitaciones geográficas de los países insulares en el Caribe, las fronteras entre nuestros Estados no son casi nunca ni fronteras naturales siquiera. Justamente las fronteras de la geografía republicana han encerrado pueblos de diverso idioma —Perú, Bolivia, Brasil—, de diversas razas —todos casi los indoamericanos—, y más o menos definidas fronteras naturales dentro de sus límites políticos que hoy resultan arbitrarios. En los últimos tiempos el imperialismo ha contribuido a crear nuevas fronteras —Panamá y la última separa-ción de las pequeñas Repúblicas centroamericanas—, de acuerdo con sus planes de explotación económica. Frecuentemente se ha aludido al bajo índice demográfico de nuestros países, como causa de la concen-tración de grupos sociales en torno de zonas de posible intercambio

Las fronteras económicas en Indoaniérica no coinciden con las actuales fronteras políticas. Dentro de un plan de unión, federación o anfictionfa económica y política indoamericana, sería indispensable estudiar científicamente la adopción de lo que podríamos llamar "las nuevas fronteras administrativas".

LA REALIDAD ECONÓMICO-SOCIAL.., 89

económico feudal —falta de vías de comunicación, deficiente técnica para la producción y la circulación, y para el contralor estatal o político de grandes zonas— que determinó la división política de las actuales veinte repúblicas. Ya el régimen colonial español fue trazando las fronteras de sus dominios de acuerdo con las condiciones económicas, que variaron grandemente en tres siglos. Los dos inmensos virreinatos fundados por el imperio español en América, México y Perú, fueron subdívidiéndose más tarde. La Independencia —cuyas raíces econó-micas ya he analizado—, erige los nuevos Estados sobre las bases de los virreinatos, capitanías y audiencias, modificadas por las dos fundamentales causas económicas que determinaron la Revolución contra España: la emancipación de las clases feudales criollas —vale decir, la toma y el uso del poder político por ellas mismas que supone ciertas dificultades técnicas para los nuevos Estados, que se simplifican con la reducción de la extensión territorial dominada—, y el estable-cimiento del libre cambio que trajo a América una transformación económica por la aceleración del comercio, la formación y la prospe-

c- ridad de los centros de exportación e importación; la urgencia de fron teras aduanales y de su contralor directo y eficaz dentro de determinadas zonas.14 Las fronteras políticas actuales de nuestros países son fronte-ras económicas, pero correspondientes a una etapa feudal. Las demarcó la clase feudal criolla al libertarse de España; pero no corresponden a una delimitación económica moderna anti-feudal y menos a una delimitación revolucionaria y científica.

Por eso es infantil el razonar de algunos pseudo teorizantes sociales que dividen' los problemas económicos y políticos indoamericanos en tantos cuantos son nuestros países. Con el mismo criterio con que un cubano puede hablar de Cuba, país y problema circunscrito por el mar, se pretende hablar de un problema ecuatoriano, o boliviano, o peruano,

14 H. de la T. Esteban Echeverría describe con estas palabras el período siguiente a la emancipación: "La América independiente sostiene en signo de vasallaje, los cabos del ropaje imperial de la que fue su Señora y se adorna con sus apolilladas libreas". Véase Dogma Socialista, Biblioteca Argentina, Buenos Aires, 1915, p. 172.

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9 0 VÍCTOR RAÚL HAYA DÉLA TOIÍRE

o uruguayo, o guatemalteco, países cuyas fronteras políticas no son sus fronteras económicas y, por ende, no delimitan sus problemas sociales. Simplismo e ignorancia.

¿Hay, pues, una oposición entre las fronteras de opresión y las fronteras de liberación?

Dentro de la gran unidad índoamericana que ya lia sido estudiada y enunciada, podemos distinguir, de acuerdo con sus condiciones econó-micas, zonas que presentan líneas de semejanza, comunidad de caracte-rísticas. Estas zonas corresponden a regiones geográficas más o menos continuas. ¿Las fronteras políticas entre México y Centro América y entre cada uno de los cinco pequeños países en que ésta se divide, son fronteras económicas? ¿Una reorganización científica, una transfor-mación radical del sistema político y económico de Indoamérica podría admitir esa absurda división? No es necesario argumentar mucho para tomar el lado de la negativa. Prueba de ello es que la división de Centro América fue alentada y está sostenida por el imperialismo, porque favorece a sus intereses que son justamente intereses opuestos a los nuestros. Las cinco repúblicas bolivarianas —Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia— corresponden a otra zona económica a pesar de sus actuales fronteras y sus frecuentes discordias oficiales, agitadas sutilmente por el imperialismo. Las caracterizan las mismas condicio-nes económicas. Desde el sur de Colombia hasta el norte argentino queda la huella étnico-social del Imperio Incaico. Aquella vasta zona occidental de Sudamérica, característicamente agraria, ha conservado los restos del primitivo socialismo del antiguo peruano. La comunidad o ayliu incaico, no puede incluirse en ninguna de las clasificaciones sociales planteadas por la ciencia europea. Gentes hay que en su afán de rusificar a Indoamérica opinan que el Ayllu es lo mismo que el Mir ruso. El paralelo es superficial, simplista, unilateral, falso. En el comunismo incásico hay dos aspectos fundamentales: el del comunis-mo primitivo propiamente dicho semejante al comunismo patriarcal de Asia y Europa y la organización de ese comunismo primitivo —que generalmente se presenta como elemental forma societaria de tribu o clanes poco numerosos— en un vasto sistema político y económico, en un imperio inmenso por su extensión territorial y por su población. Radica en este punto lo singular y verdaderamente característico del

LA REALIDAD ECONOMICO-SOCIAL... 9 1

organismo social incásico. Históricamente al comunismo primitivo, forma elemental de asociación, sucede la etapa de la apropiación individual de los medios de producción. A los grandes imperios antiguos: Egipto, Asiria y más larde Roma, aunque éste pertenece a un. grado superior de desarrollo, corresponde una organización feudal, tal lo vemos en algunos de los pueblos de México pre-corte-siano. En ninguno de los grandes pueblos de la antigüedad, ya organizados políticamente, vemos que subsiste el comunismo primiti-vo. Precisamente la apropiación de los instrumentos de producción, la instauración de la propiedad privada, la aparición de las primeras clases dominantes, dueñas primitivamente de la tierra y fundadoras de la esclavitud, determinan la organización de los estados primitivos, y sobre la prosperidad de las clases propietarias, aristocracia o teocra-cia, se afirma la prosperidad de los primeros imperios. Lo caracterís-tico del Imperio de los Incas radica en que el comunismo primitivo deviene sistema económico y político. El sistema incásico no se afirma en la propiedad privada. El comunismo primitivo es elevado a una categoría superior, sistematizado, engrandecido, puesto a tono con la época y teocratizado, pero conserva su esencia comunista, aunque indudablemente progresa técnicamente poco.15 Al desaparecer el im-perio, al extinguirse la civilización incásica, todo cae: religión, orga-nización política y teocracias. Hasta los cimientos del poderoso imperio se derrumban con los muros de sus monumentos grandiosos. Mas de la catástrofe queda lo indestructible hasta hoy: el sistema comunista, la comunidad, el ayllu. Queda en materia y en espíritu, si puedo usar libremente este vocablo. La comunidad se enfrenta al feudalismo invasor y no desaparece. Vive luchando. El ayllu deviene el símbolo económico, étnico y político del trabajador indígena.

15 Thomas A, JoyceM. A., South American Archeology, Edit. Macmillian, London, 1912, Cap. V.

16 Segün la opinión de Max Uhle( (El Ayllu Peruano, Lima, 1911, p. 82), el ayllu primitivo fue matriarcal; "se constituía esencialmente de las mujeres y de sus descendientes, figurando en el título del ayllu sólo un hombre: el primer tío de todos los descendientes". Era, pues, endógeno. Después evoluciona hasta devenir exógeno predominando la vinculación económica, pero sin perder su extracción

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. 92 VÍCTOR RAÚL HAVA DE LA TORRE

^ El ayllu implica el derecho a poseer la tierra para explotarla sin ) apropiarse de ella. Esta defensa contra la apropiación de la tierra quizás , sí es motivo económico que determina una actitud mística en el

indígena. El feudalismo es la profanación de la tierra, hasta entonces ) libre, su apoderamiento: tabú. El comunismo agrario rechaza la ) apropiación de la tierra, la concibe como madre ubérrima que ofrece , su fruto a quien lo logra con el trabajo: tótem. El misticismo indígena

sudamericano, especialmente del indio que puebla el suelo que fue ) tutelado por el Inca, me parece un forma superada de totemismo, ) determinado por la lucha secular por la tierra convertida en símbolo. x Su apropiación marcó la caída del imperio. Su organización afirmará

la liberación de la raza oprimida. Hay frecuentes interpretaciones absurdas del misticismo indígena y

) no faltan quienes confundan el fenómeno determinado con la causa ) determinante. El indio heredero del comunismo incásico reconoce en

la lucha por la tierra,' no en la lucha por la propiedad individualista, sino por la posesión social de la tierra, su objetivo primordial de vida

) y trabajo. Sabe o intuye que la tierra sin dueños ^ libre y fecunda j correspondió a una época en que dominaba un Inca poderoso. Sabe , que la mayor parte de sus hermanos están en condiciones semejantes

de opresión y de servidumbre. Idealiza o convierte en símbolos más o ) menos elevados y puros al Inca de ayer y al hermano de hoy. Su ) ignorancia de las razones que determinaron su esclavitud le obliga a , ser supersticioso y místico. Pero en el fondo mantiene un instinto de

clase bastante definido. Porque si el hacendado o gamonal es indio no

..)

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mística tradicional y familiar. "Cuando los Incas más tarde avanzaron en sus ) conquistas y lograron tomar posesión de todo el territorio que ocupa el actual Peni,

Ecuador y Bolivia, la antigua división en tribus, fratrías y comunidades de marca quedó subsistente eri lo esencial'*. H. Cunow, Organización Social del Imperio

) de los Incas. (Investigación del comunismo agrario en el Antiguo Perú"), Trad. castellana de María Woitscheck, Biblioteca de Antropología Peruana dirigida por J. A. Encinas, Lima, 1923, Cap. IV, p. 53.

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L/V REALIDAD ECONÓMICO-SOCIAL... 9 3

deja de odiarle por eso y si el oprimido es quechua o aimará no hace distingo aunque los separe raza o lengua.17

Esta referencia, un tanto extensa, a la organización incásica, ha sido indispensable. La zona económica agraria que comprende el campo de lucha entre la comunidad incásica y el feudalismo, es vasta. La primera victoria revolucionaria en esa zona tendrá que ser la de la comunidad sobre el latifundio: los dos grandes elementos en lucha, cuatro veces secular. Hay que suponer que esa victoria ofrecerá extraordinarias experiencias. El problema es común a parte de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y hasta ciertos bordes de la Argentina. ¿Cómo hablar de un problema peruano o boliviano aisladamente? Las fronteras de la opresión feudal no serán las fronteras de la reivindicación campesina. Ya hemos visto que con relación al imperialismo esa zona constituye, también, un sector de ofensiva y, por ende para nosotros un sector de defensa.

Examinando un mapa del Perú de los Incas, se verá que la vasta unidad del Imperio se afirmó en la delimitación de cuatro zonas —Chinchasuyo, Contisuyo, Antisuyo y Collasuyo—, que correspon-dieron a una división política afirmada en razones económicas, dando a este término un valor marxista. La primera sección, Sur de Colombia, Ecuador y Norte y Centro del Perú, la segunda, Sur del Perú y parte de Bolivia. La tercera, parte de Bolivia hasta los bordes del Brasil, y la cuarta parte de Bolivia, Chile, hasta Concepción de hoy inclusive; y toda la vasta región interior de la República Argentina actual, comprendidas las regiones de Tucumán, Catamarca, Salta, hasta los bordes de Santiago del Estero y Mendoza. Es extraordinario reconocer que cuatrocientos años después de la caída del imperio comunista peruano, ese mapa demuestra un criterio económico, aún aplicable. Separada la sección chilena industrializada hoy, aunque necesitada siempre de las secciones agrarias y petroleras del Perú, Bolivia y Argentina, la división incásica —en una organización científica de la producción de esa zona sudamericana— tendría hasta cierto punto una

17 Véase: Haya de la Torre, Ideario y Acción Aprísta, Buenos Aires, 1930, pp. 71-88 sobre La Realidad del Perú y Problemas del Indio.

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94 VÍCTOR RAÚL HAYA DE LA TORRE

razón de ser, y sería una forma de afirmar la unidad económica de ese vasto sector agrario y minero, que dejaron los Incas organizado en comunidades, unificado por la lengua y la raza.

Chile por la industria y la Argentina por el comercio en alta escala forman hoy la zona más avanzada económicamente de Sudamérica. La zona agraria argentina en la que queda incluso el Paraguay y quizá una pequeña parte de Bolivia, y su lado industrial y especialmente comercial —en el que queda incluso el Uruguay—, integran un sector cuyas condiciones económicas han determinado una más definida organiza-ción política; constituyen a su vez, como ya hemos visto, uno de los sectores —el tercero— de la ofensiva imperialista. Las costas argen-tinas de hoy, son puertas naturales y lógicas —dentro de una nueva lógica económica científica—, de la vasta zona agraria que comprende el sur del Perú", Bolivia, Paraguay, Argentina y la región industrial chilena.

Intensificada la producción, organizada sobre la base de la restau-ración de la comunidad agraria, evolucionada, modernizada, impulsa-da con todos los elementos de la técnica moderna y organizada cooperativamente, Indoamérica será el granero y el establo del mundo. La reivindicación del indio como hombre y de su sistema como método de producción, son imperativos por razones económicas. El índice de producción se elevará extraordinariamente. Adaptando el sistema al hombre y el hombre al sistema y extendido a toda la región agraria de la zona argentina, bajo la forma cooperativa de promoción estatal, la transformación económica de Sudamérica se acelerará prodigiosa-mente. Si tratamos de extender el sistema a la industria, a medida que ésta vaya desarrollándose —especialmente a la minería, sumando todos los elementos de producción y los métodos más modernos—, uniremos un factor más al vasto panorama de total transformación económica, eje de la resistencia antiimperialista. La base, como habrá notado el lector, está en los millones de trabajadores indígenas del campo y de las minas, que alientan como anhelo sagrado para el futuro la restauración de un sistema social del pasado. Restaurado en esencia o modernizado por la técnica contemporánea, habremos utilizado el pasado, como ningún otro pueblo, en condiciones favorables para acelerar el adve-nimiento del porvenir.

LA REALIDAD KCONOMICO-SOCIAL... 9 5

En el Brasil coinciden, aparentemente, las fronteras políticas y geográficas y las lingüísticas con las económicas. Empero, la afirma-ción es relativa. El Brasil no implica una solución de continuidad al conjunto económico indoamericano. Tampoco representa un problema de características homogéneas en el orden económico y político.

El Brasil, organización federal, nos presenta también el Estado como institución, en diversos aspectos o momentos de su desenvolvi-miento, determinado por diversas condiciones económicas. Como grupo étnico no ofrece ni relativa unidad. Como en pocos países indoamericanos el Brasil nos presenta grupos sociales numerosos en todas las etapas de la evolución humana. Desde el salvaje feroz hasta el capitalista industrial que sueña —sueño que alienta maquiavélica-mente en las oligarquías brasileñas la astuta política yanqui—, con la dominación total de la América del Sur. En la división de "cuatro sectores" de la ofensiva imperialista, Brasil constituye el cuarto sector por sí solo. La ofensiva imperialista en el Brasil es multiforme. Usa de varios métodos, pero sobre todo, adormece en ensueños vanidosos a los ultranacionalistas brasileños ampulosos y fantásticos. Empero, en pocos países de los nuestros como en el Brasil, la opiniónTtntimpe-rialista entre los trabajadores manuales e intelectuales es tan profunda. El vasto y rico país se divide en varias e inmensas zonas económicas

18 "Los métodos por los que la emancipación política quedó asegurada en el Brasil difieren de aquellos empleados en la América Española, principalmente en esto: nuestra independencia fiíe cumplida por así decirlo, sin guerra... y este carácter no sangriento de la revolución fue debido, primeramente, a la existencia en el Brasil de un gobierno legítimo y tradicionalmente constituido que sirvió como un escudo contra las aspiraciones revolucionarias". Manoel de Oliveira Lima, The Evolution ofBrazil compared with that ofSpanish andAnglo Saxo America, Edit. Stanford University California (lectures), 1914, p. 47, Lect. TI. Puede verse, también: The History ofBrazil (From the Period ofthe Arrival ofthe Braganza Family in 1808 to the Abdication o/Don Pedro The First in 1831), by John Armilage, Vol. I, 1836, pp. 9, 10, 78. También, History ofBrazil, by Robert Southey (3 Vol.), London, 1819. Historia dos Principaes Succesos políticos do Imperio do Brasil, por José Da Silva Lisboa, Río de Janeiro, Tipografía Imperial, 1826. Como dato interesante sobre la lucha comercial entre Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania en el Brasil, tomo la siguiente tabla comparativa:

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9 6 VICTOR RAUU HAYA DE LA TORRE

de producción y en el occidente brasileño región tropical que alimenta en casi todo su radio la gran red fluvial que deriva al inmenso Amazonas está la zona que llamaríamos colonizable de Sudaméríca, formada por gran parte del Brasil, del Perú, de Colombia, de Bolivia, de Venezuela, del Paraguay, etc. Es la región misteriosa del trópico inmenso del Nuevo Mundo. Es la tierra inconquistada, colonizable, el gran acervo ignoto aún de la América del Sur. Su reserva, su despensa para los siglos. Ahí viven las tribus salvajes en medio de la estupenda naturaleza virgen. En aquella vasta región misteriosa y ubérrima, centro y corazón del continente, se encierran riquezas insospechadas. En un mapa económico de Indoamérica ella podría cubrirse, como su mejor descripción, con el discurso inmortal de Don Quijote a los cabreros...

Exportaciones al Brasil (En millones de libras esterlinas)

País exportador 1907 1912 1928

Grao Bretaña 12 Estados Unidos 5 Alemania 6

16 10 11

19.5 24. 11

De The Empire Review, London, "British Interests in Brazil", by W. A. Hirst, January 1929, p. 32.

Segunda parte

Lo s estudios historiográficos

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LA FORMACIÓN DE FUERZA DE TRABAJO ODRE...

Caio Prado Júnior: La formación de fuerza de trabajo

libre en Brasil Tomado de Prado Jr., C., Historia económica del Brasil (1945), Cap. VI, Buenos Aires, Editorial Futuro, 1960, pp. 195-216.

La decadencia del trabajo servil y su abolición

En el capítulo en que me ocupé de la extinción del tráfico africano (cap. 15), fue definida la posición del problema esclavista en el

Brasil en ocasión de la emancipación política del país. Vimos que la esclavitud, aunque mantenida y aún reforzada con el incremento notable del tráfico —cosa que duraría hasta mediados del siglo—, alcanzaba entre tanto el punto culminante de su "trayectoria y ya daba muestras de las primeras señales de descomposición. A pesar de ello y de las poderosas causas que actuaban en su contra, el problema de la esclavitud propiamente dicha y de su mantenimiento consérvase durante la primera mitad del siglo en segundo plano; la cuestión paralela del tráfico que le estaba tan íntimamente ligada absorberá en esta etapa toda la atención y es en ella que se centraliza la lucha. Observamos algunos otros síntomas exteriores del fortalecimiento de ía institución servil, como la drástica ley de 1835.' Sólo después

1 Esta ley estableció ia pena de muerte para la insurrección o cualquier ofensa física grave cometida por los esclavos. El juicio era realizado por un jurado (compuesto en general por propietarios, y por lo tanto muy severo) y sin recurso alguno. Para

..ofensas leves la pena era de azotes, en proporción a su gravedad; la ley no establecía discriminación'alguna y el numero de azotes era dejado al arbitrio del juez. Nótese que la aplicación de esta pena traía frecuentemente la muerte de la víctima, y cuando no, por lo menos graves lesiones.

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JLUU CAJO PRADO JÚNIOR

1

de suprimida la importación de esclavos y resuelta así la primera y ) natural etapa del problema esclavista se encara en conjunto la cuestión. ) Eso no quiere decir que en aquel período se olvidase por completo la ) esclavitud en sí, para pensar solamente en lo que era su aspecto secunda-

rio, el tráfico. Ella vuelve a veces a estar sobre el tapete, tanto en la ' prensa como en el Parlamento, donde, en 1831, es presentado un ) proyecto de abolición de la esclavitud que la Cámara se negó a tomar , en consideración. Se trata, no obstante, de manifestaciones ocasionales

y sin continuidad; la cuestión era excesivamente amplia y comprometía * intereses demasiado grandes para equipararse al problema permanente ) e inmediato del tráfico. ) Empero,.no debemos aventurarnos mucho en conclusiones fundadas y únicamente en manifestaciones expresas, y juzgar la cuestión solamen-

; x te por ellas. En el análisis de esta materia es preciso muchas veces leer ! entre líneas los hechos que llegaron hasta nuestro conocimiento para > valorar con alguna seguridad su estado en cada momento. Se nota en \ torno a ella una conspiración del silencio que puede engañar y que

engañó muchas veces a los historiadores. Lo que se encuentra en la ^ prensa, en las demás publicaciones de la época y en el Parlamento ) —que son nuestras mejores fuentes de información— no corresponde, * la mayoría de las veces, a la importancia que el problema esclavista

efectivamente representaba a los ojos de sus contemporáneos. Todas ' las fuerzas conservadoras (y son ellas y sus órganos las que natural-) mente más se hacen oír) prefieren callar y se niegan al debate público \ en torno a un asunto tan delicado y capaz de tener las más graves

repercusiones. No debemos olvidar el temor latente que despertaba Ja ' presencia de esta masa inmensa de esclavos que exudaba la sociedad ) brasileña por todos sus poros. Nadie podía saber con certeza sus j posibles reacciones, la actitud que tendrían los esclavos, curvados en

el trabajo, humildes y, hasta entonces, en general pacíficos, si acaso les sonriese aunque lejanamente una suerte mejor. Naes.de admirar,

) por lo tanto, que las más leves referencias públicas a la esclavitud j despertasen, como de hecho despertaban, la más justificada alarma.

Aún después que se comenzó a tratar la materia en las esferas oficiales, y cuando, por lo mismo, la cuestión ya estaba en vísperas de ser

LA FORMACIÓN DE FUERZA DE TRABAJO LIDRE... 101

resuelta, siempre se rodearon los debates y deliberaciones (en los primeros tiempos, por lo menos) con el más riguroso secreto.

En estas condiciones, es muchas veces difícil para nosotros, juzgar actualmente con seguridad la importancia asignada, en cada momento, al asunto, La ausencia de manifestaciones expresas no siempre signi-ficaba olvido o desprecio; por el contrario, muchas veces, era exceso de preocupación. Sea como fuere, lo cierto es que la esclavitud sólo entra en franco debate en 1850, después que se comienza a reprimir efectivamente el tráfico y éste, de hecho, se extingue, como vimos, poco después.

En ese mismo año, y luego en 1852, aparecen en el Parlamento varios proyectos de emancipación que encaran la libertad de los recién nacidos y la obligatoriedad de manumitir a los esclavos por los cuales se ofreciese el respectivo precio. El alboroto que levantaban estos proyectos —el presidente de la Cámara llega a quitar la palabra a un diputado que lo defendía— indica bien claramente la impresión pro-funda que aún causaba él tema. Y los proyectos ni llegan a ser objeto de deliberación.

Pero, en los años siguientes, el proceso de maduración del problema se precipita. Los efectos de la suspensión del tráfico comienzan en seguida a hacerse sentir. Había cesado bruscamente, sin tener hasta el momento ningún substituto equivalente, la más fuerte corriente para poblar el país representada anualmente por algunas decenas de miles de individuos. La labranza en seguida se resentirá por falta de brazos y el problema se agrava de año en año. Se estaba, con el desarrollo del cultivo del café, en un período de franca expansión de las fuerzas productivas y el simple crecimiento vegetativo de la población trabajadora no podía atender a las crecientes necesidades. Las medidas, proyectadas entonces para asegurar la conservación y estimular el.aumento de la esclavitud existente (como ser leyes de protección de la salud física de los esclavos, incentivación dé los casamientos y defensa de las familias) muestran hasta qué punto"erá sentido el problema; pero no sirvieron gran cosa.

Efecto capital de esta situación fue el desviar a los esclavos hacia regiones más prósperas en perjuicio de otras; la mano de obra del norte comenzó a fluir hacia el sur donde, gracias al café, ella se pagaba a

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buen precio. Esto se percibió y sintió tan pronto que ya en 1854 aparece en el Parlamento un proyecto de ley prohibiendo el tráfico interpro-vincial de esclavos. Su autor es uno de los más destacados repre-sentantes del norte, íntimamente ligado a los grandes señores de los ingenios de Pernambuco y de Bahía (Juan Mauricio Wanderley, barón de Cotegipe). La idea no tuvo eco, pero fue substituida, en algunas provincias septentrionales, por tasas locales impuestas a la salida de esclavos. Esta situación desfavorable al norte fue una de las causas que hizo madurar allí más rápidamente las ideas emancipadoras. El centro-sur constituyó el reducto principal de la reacción esclavista; y con su relativa gran riqueza y poderosa influencia política, con el tiempo sé convirtió en uno de los mayores frenos del movimiento liberador.

Puede comprobarse, así, cómo la extinción del tráfico africano vino bruscamente a acentuar y profundizar las contradicciones del régimen esclavista. La escasez de brazos y el desequilibrio demográfico entre las diferentes regiones del país agréganse a los problemas que antes derivaban de él. La transferencia de esclavos del norte hacia el sur, si perjudicaba mucho a aquél, no resolvía sino muy precariamente las dificultades de este último. Era necesaria una solución más amplia y radical. Se buscó en la inmigración europea. Ya en el auge de la campaña contra el tráfico y en previsión de lo que iba a suceder en breve, se comenzó a apelar a este recurso. La corriente inmigratoria se intensifica después de 1850; y veremos coexistir en los cultivos de café a trabajadores esclavos y europeos libres. La extraña combinación no dio resultado y en seguida se percibió su impracticabilidad, termi-nando con un fracaso esta primera tentativa de llenar con colonos europeos los claros dejados por la carencia de esclavos. Sólo más tarde y en otras condiciones que serán oportunamente analizadas, se reno-varán las corrientes inmigratorias de Europa, resolviéndose entonces con ellas el problema del trabajo en el cultivo del café. Pero se habrá confirmado con la experiencia la incompatibilidad de_las.dos formas

2 Desde 1835 las provincias gozaban de cierta autonomía, con un gobierno local propio aunque el jefe de su ejecutivo fuese nombrado por el Emperador.

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de trabajo; y éste será uno de los más importantes factores del creciente descrédito de la esclavitud.

Otra circunstancia que, en la misma época, acentúa y precisa los caracteres negativos de la esclavitud es la iniciación de la industria manufacturera en el país. En ella no se emplearon trabajadores serviles, a no ser para tareas secundarias y accesorias; su incapacidad para los trabajos más delicados y complejos de las manufacturas3 será comprobada en seguida; sin contar la ventaja financiera mayor que en la industria representa el pago de salarios en vez del precio de esclavos.4 Testimonio contemporáneo de esta opinión se encuentra en el informe de la Sección Artes Liberales y Mecánicas de la primera Exposición Nacional, realizada en 1861, donde el atraso de las manufacturas en el Brasil es expresamente atribuido al empleo del trabajo esclavo en el país.

Sobre la base de esta acentuación y agravamiento de las contradic-ciones del régimen esclavista se produce su descomposición. A partir de 1860 la presión de los acontecimientos ya es bastante fuerte para provocar una amplia toma de posiciones: el problema de la esclavitud y de su supervivencia, es entonces abierta y francamente enfocado;

3 No olvidemos que el esclavo brasileño por lo general era el africano bozal, reclutado entre las naciones de más bajo nivel cultural del continente negro. Los pueblos negros más cultos son los del Sudán, esto es, de regiones situadas al norte del Ecuador, donde el tráfico fuera prohibido en 1815.

4 .En verdad, esto también se da en la agricultura, pero no en forma tan sensible. Esta materia es muy compleja para ser discutida aquí a fondo. En general, y desde un punto de vista estrictamente financiero y contable, el trabajo esclavo, siendo las otras circunstancias iguales, es más oneroso que el asalariado. El esclavo corresponde a un capital fijo cuyo ciclo tiene la duración de la vida del individuo, asimismo, sin entrar a considerar el riesgo que representa la vida humana, constituye un adelanto a largo plazo del sobre-trabajo eventual a ser producido. El asalariado, en cambio, brinda este sobre-trabajo sin adelanto o riesgo alguno. En estas condiciones, el capitalismo es incompatible con la esclavitud, el capital que prescinde de ella, la excluye. Es lo que sucedió con el advenimiento de la industria moderna. La agricultura, en cambio, donde raramente se consigue una organización capitalista pura, soporta mejor por eso el trabajo esclavo. Este es, particularmente, el caso de la agricultura brasileña (y las semejantes).

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) ) menos en el Parlamento que fuera de él. Comienza a aparecer al

respecto un gran número de escritos de todo orden: libros, folletos, ^ artículos periodísticos y otras publicaciones.¿La cuestión es analizada ) y debatida a fondo; sus diferentes aspectos, económico, social y ) político, son desmenuzados. Primero, son núcleos intelectuales los que

toman posición; bachilleres en derecho, abogados, juristas, que forman cronológicamente el primer sector intelectual del país. Notemos que

) la más antigua manifestación franca y decidida en favor de la emanci-y pación de los esclavos emanada de un órgano colectivo es la del

Instituto de Abogados de Río de Janeiro. El problema de la abolición de la esclavitud entra en esta época definitivamente en la política

) brasileña para no salir más hasta la solución final del asunto. Con ) vicisitudes y alternativas diversas, se convierte en el centro principal x de atención.

En general no se irá todavía en este primer momento al extremo de •J pedir la abolición total e inmediata del régimen servil: búscanse medios ) de llegar a una solución conciliatoria que.armonice en Ja medida de lo \ posible los intereses en juego y traiga la extinción gradual y suave de

la esclavitud sin choques graves y comprometedores del equilibrio ••* económico y social del país. La libertad de los recién nacidos será una ) de estas soluciones. Era el ejemplo extranjero: en todas partes donde \ se aboliera anteriormente la esclavitud, la emancipación de los hijos

de esclavos precedió casi siempre a las medidas definitivas. En torno ' a esto se centralizan los debates. > Una circunstancia que en esta época acentuará las contradicciones ) ideológicas del régimen esclavista, contribuyendo grandemente a la , evolución de la cuestión, es la posición internacional del Brasil que

después de 1865 (cuando es abolida la esclavitud en Estados Unidos) -) será junto con Cuba el único país de la civilización occidental que la ) admite. Este aislamiento tuvo gran influencia sobre la opinión pública \ del Brasil, sobre todo cuando comenzaron a aparecer manifestaciones

.) j 5 Se mantenía aun en las colonias portuguesas: pero una ley de 1858 estableció que

en él plazo de 20 años todos los esclavos pertenecientes a subditos portugueses ) serían considerados libres.

J ) )

LA FORMACIÓN DE FUERZA DE TRAPAJO LIDRE... 105

internacionales hostiles a estos últimos países que conservaban un régimen social umversalmente condenado. Después de una apelación hecha en 1860 por la Junta Francesa de Emancipación y firmado por los nombres prestigiosos de Guízot, E. Laboulaye, el Príncipe y el Duque de BrogUe, Henri Martin y otros, el Emperador del Brasil, hasta entonces desinteresado de la cuestión, llevó al ministerio a tomar conocimiento oficial de ella6 y en el Habla del Trono de 18677 aborda el asunto, y aunque de un modo muy discreto (no le dedica más que un pequeño párrafo) sugiere que se inicien las reformas necesarias. La insinuación fue fuertemente criticada y muy mal recibida en los círculos políticos entonces de mayor influencia. Pero, partiendo de quien partía, la más alta personalidad del país, y manifestada así públicamente, no podía dejar de fructificar en el terreno ya tan preparado de la opinión pública. El propio Consejo de Estado, a pesar del reaccionansmo que lo caracterizaba, comienza a estudiar las medidas posibles a adoptarse.

Empero, en ese momento la cuestión no progresó mucho. El Brasil habíase empeñado en 1865, con la Argentina y el Uruguay, en la guerra contra el Paraguay; y esto sirvió de pretexto para retrasar el debate. Pero no impidió la radicalización cada vez mayor de la opinión pública. La idea de emancipación comenzaba a conquistar fuerzas políticas importantes y esto hizo que el Emperador, olvidando sus humos progresistas, organizara, en 1868, un ministerio fuertemente conser-vador y francamente esclavista cuyo primer acto fue disolver una Cámara excesivamente libertaria. Este hecho tuvo gran repercusión

6 El emperador Don Pedro II, hombre inlelectualmente mediocre, tenia a pesar de ello, pretensiones literarias y se lisonjeaba mucho con la amistad y consideración de intelectuales de renombre mundial. La vanidad imperial contribuyó así a quebrar la resistencia conservadora del Consejo de Estado de los grupos políticos más fuertes en aquel momento.

7 Habla del Trono era el discursojafícíal con el que cada año el Emperador abría las sesiones de la Asamblea General.

8 Esta disolución no fue un golpe de estado, porque por el régimen parlamentario en vigor en el Brasil, la disolución era lícita, Pero tuvo el mismo efecto, porque la Cámara siguiente, formada bajo presión electoral, llevará al Parlamento una

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en la evolución política del Brasil, pues provocó la polarización de las fuerzas conservadoras y reformistas. En el mismo año se constituye un nuevo partido liberal que presenta un amplio programa de reformas inclusive la emancipación de los esclavos, lo cual por primera vez aparece en los principios oficiales de un partido. Dos años más tarde, el ala extrema de este partido se agrupará bajo la bandera republicana.

Defínense así, claramente, los campos en lucha. Y mientras se ensancha la base antiesclavista, la reacción encastillada en el poder, le opone, una total inoperancia. La presión se torna particularmente fuerte ai terminar la guerra del Paraguay. No solamente se deshacía el pretexto invocado para no tratar el asunto, sino que se agregaban entonces nuevas circunstancias en favor de la causa liberadora. La guerra había puesto de relieve las debilidades orgánicas de un país en que la masa de la población estaba constituida por esclavos. Se encontraron las mayores dificultades en el reclutamiento de tropas y hubo que recurrir necesariamente a los esclavos, arrebatándolos a sus señores y concediéndoles la libertad. También en muchos lugares fue imposible movilizar en número suficiente a los hombres libres, pues esto iba a desguarnecer tales lugares dejándolos a merced de la masa esclava tan temida y peligrosa. La esclavitud revelaba un aspecto negativo más. Además, el Brasil, aunque victorioso, salía humillado de la guerra, no sólo frente a los aliados, sino también de los propios vencidos, con sus tropas de libertos recién salidos de la esclavitud. La cuestión de la abolición del régimen servil se volvía en adelante un punto de honor nacional.

Frente a todo esto, y a falta de recursos dilatorios, la reacción se sintió forzada a hacer concesiones. El Emperador, sin modificar fundamentalmente la situación en el poder, pero remodelándola con la inclusión en el gobierno de una fracción más tolerante de los conser-

casi unanimidad de reaccionarios y esclavistas que embarazará grandemente la marcha de [a emancipación,

9 En una población de menos de 10.000.000, más de un millón y medio eran esclavos. La proporción era mayor en las regiones más ricas y florecientes cuya colaboración en la guerra tenía particular importancia.

LA FORMACIÓN DE FUERZA DE TRABAJO LIBRE... 107

vadores, exhuma los antiguos proyectos discutidos en el Consejo de Estado seis años antes, y suavizándolos mucho, hace votar en las Cámaras la llamada Ley del Vientre Libre (el 28 de septiembre de 1871), en la que se declaran libres los hijos de esclavos nacidos desde aquella fecha en adelante y se dictan algunas providencias para estimular la manumisión de los esclavos existentes.

Todo esto pareció en su momento de gran significado. Los sectores menos radicalizados y más conciliadores de la campaña liberadora entendieron que con la Ley del Vientre Libre la obra de la abolición estaba terminada. Un razonamiento simple, aunque lógico a primera vista, hacía deducir que decretada la libertad de los recién nacidos, la esclavitud queda prácticamente extinguida. Se trataba apenas de una cuestión de tiempo.

Es la eterna ilusión (cuando no mala fe) de los reformistas de todos los tiempos. Una reforma cualquiera, cuando no es comprendida como simple etapa, como mero paso preliminar para ulteriores reformas más amplias y concretas, se torna en una fuerza de reacción. Y fue lo que efectivamente sucedió en el caso que analizamos. La ley del 28 de septiembre no produjo nada concreto y apenas sirvió para atenuar la intensidad de la presión emancipadora. Ella había establecido para los hijos de esclavos, hasta su mayoría de edad, un régimen de tutela ejercido por el propietario de los padres. El tendría obligación de alimentarlo, pero podía utilizar sus servicios. De modo que continua-ron esclavos de hecho, lo mismo que los padres. Se calcula que por este procedimiento la esclavitud todavía llevaría de 50 a 60 años para desaparecer del Brasil. En el estado en que se encontraban las cosas, esto constituía en realidad una victoria de la reacción esclavista. En cuanto a las otras medidas previstas por la ley (como el fondo de emancipación para el rescate de los esclavos existentes), ellas siguieron siendo prácticamente, letra muerta; los gobiernos que se suceden después de 1871, todos ellos del mismo espíritu y orientación política, nada realizarían de efectivo y concreto.

La Ley del Vientre Libre no resultó, en última instancia, sino una diversión, una maniobra de gran estilo que bloqueó mucho más que favoreció la solución del problema esclavista en el Brasil. Fue nece-sario un decenio para que renaciese el movimiento liberador, que tuvo

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)

> que esperar que las contradicciones inherentes a la esclavitud llegasen ) al auge de la crisis. Esto tuvo lugar, efectivamente, a partir de 1880. -, La gradual disminución de la población esclava que hacía casi treinta

años qué había dejado de ser alimentada por el tráfico africano, había ) tornado apremiante el problema del abastecimiento de brazos para la ) labranza. El norte, aunque más o menos estacionado, sufría porque el \ sur, en particular San Pablo, drenaba toda su mano de obra; y éste, a

pesar de tal recurso, no tenía brazos suficientes para atender a las > necesidades del cultivo cafetero cuyo ritmo de crecimiento, gracias a ) la fuerte valorización del producto después de 1880, llegaba a un nivel , considerable.I0 La malograda experiencia de años anteriores evidenció

que dentro del sistema esclavista vigente no era posible la solución del ' problema con trabajadores europeos. También se intentó importar ) coolies chinos y se llegó a formar una corriente inmigratoria de , Oriente. La idea no fue adelante porque Inglaterra no vio con buenos

ojos esta resurrección, bajo nueva forma, del tráfico de esclavos; y no ' le fue difícil matarlo desde su nacimiento.

Todas estas circunstancias agregadas al camino ya recorrido por la ) cuestión servil, le confieren extrema violencia cuando, después de , 1880, retoma al primer plano de las preocupaciones del país. Era como

si las compuertas se abrieran a aguas largamente contenidas. Ya no se ) tratará más de soluciones parciales y aleatorias: la abolición ilimitada, ) sin condiciones e inmediata se inscribe de inmediato en el orden del •, día. Además, el asunto ya no se limitará más a los círculos políticos y

partidarios, acompañados más o menos pasivamente por la opinión ) pública. La campaña se traslada a la calle. El pueblo, particularmente ) en Río de Janeiro, comienza a participar activamente de las agitaciones. ) En 1880, organízanse en la capital del país dos sociedades abolicionistas:

la Sociedad Brasileña contra la Esclavitud, y la Asociación Central ' Emancipadora. A través de reuniones, conferencias y banquetes, estas ) sociedades agitan el ambiente y mantienen la opinión pública perma-)

^ 10 El alza de precios comienza efectivamente después de 1884. Entre 1880 y 1889 j el numero de cafetos en la provincia de San Pablo pasa de 106 millones a 220; en

el decenio anterior el crecimiento habfa sido apenas de 37 millones.

LA FORMACIÓN DE FUERZA DE TRABAJO LIBRE... 109

nentemente alerta. Varios diarios y revistas aportan en seguida su cooperación al movimiento. Este será imitado en las provincias y, en 1883, se organiza la Confederación Abolicionista, destinada a centra-lizar la campaña y que reúne en su seno a todas las sociedades y agrupaciones antiesclavistas del país. En la misma época se amplía considerablemente la agitación con la entrada en escena de los princi-pales y más directos interesados: los propios esclavos. Hasta entonces ellos se habían mantenido apenas como espectadores pasivos de la lucha que se trababa en su beneficio; ahora participan de ella, reaccio-nando contra su estado por medio de fugas colectivas y abandono en masa de las estancias.

Toda esa agitación repercutía hondamente en la Asamblea Legisla-tiva. Su mayoría, salida de elecciones cuya voz pertenecía sobre todo a la clase conservadora directamente interesada en la materia, los grandes propietarios y estancieros, era por naturaleza esclavista. El-manipuleo de las urnas electorales se encargó de eliminar las voces discordantes. Pero una depuración completa no siempre era posible; y, frente a la mayoría aplastante de esclavistas, levántanse siempre adversarios resueltos, poco numerosos es verdad, pero que contaban con la opinión de la inmensa mayoría del país y eran apoyados por la agitación de las calles. La reacción no se sentía por eso con fuerzas para luchar abiertamente: procuraba soslayar el asunto con evasivas y tangentes dilaciones. Sucedíanse así las combinaciones ministeriales, cada cual con sus ensayos de conciliación. Ninguna perdurará porque ya no cabía ningún término medio posible entre los extremos de la cuestión: esclavitud o abolición total e inmediata. Y los gabinetes sucumben uno tras otro en una sucesión calidoscópica. Entre 1880 y 1885 se suceden en el poder siete ministerios.11 Solamente uno de ellos alcanzará un año completo de existencia; otro no durará más de tres meses. Todas las tentativas de repetir el tan exitoso golpe de 1871 con medidas que amainasen la tempestad desencadenada, fracasaron. La ley del 28 de septiembre de 1885, entre otras, concedió libertad a los

11 Nótese que desde la independencia hasta 1880, o sea 58 años, el numero total de los ministerios fue solamente de 27.

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esclavos mayores de 60 años: una estruendosa carcajada recorrerá el país. Nadie tomó en serio lo que la reacción esclavista pretendía presentar como una amplia y generosa concesión.

Ella recurre entonces a medidas extremas; y como siempre ocurre en esos momentos de agonfa de una situación, se saca la máscara y estalla la lucha franca. Ese mismo año (1885), es llamado al gobierno el grupo político más intransigente y esclavista que sin reservas descubre sus armas contra el abolicionismo. Abandonaba la táctica de medias tintas y de concesiones. La lucha era ahora de vida o muerte.

El contragolpe no se hizo esperar. Se amplía la agitación popular y esta vez se desencadena, sobre todo, entre los esclavos. El abandono de las estancias se torna prolongado; los abolicionistas organizados en sociedades y agrupaciones fuertemente constituidas y ramificadas en todas partes, estimulan y protegen las fugas. Estaba quebrantada la disciplina de las "cenzalas", y las más enérgicas medidas del gobierno para restablecerlas resultaban innocuas. Le faltaba el apoyo que la opinión pública dispensaba ampliamente a los liberadores. Las propias fuerzas armadas llamadas para hacer frente a la situación y restablecer el orden gravemente amenazado, se negaban a intervenir. El abolicio-nismo había hecho mucho camino en su seno; la oficialidad, reclutada en general en las clases medias de la población y por lo mismo desligada de cualquier compromiso con la esclavitud, en su mayoría le era adversa. Desde 1880 existían en ellas dos sociedades abolicionistas que funcionaban en la Escuela Militar y tomaban a los jóvenes oficiales en el período de su formación ideológica. La tarea de capturar esclavos fugitivos será considerada humillante y el ejército se negará abierta-mente a cumplirla.

En esas condiciones el volumen que el movimiento ya incontrolable adquiriera ponía al país en la inminencia de la más completa anarquía. Comienza entonces la desbandada en los medios esclavistas hondamen-te alarmados con las perspectivas de un desenlace trágico cuya apro-ximación todo indicaba. Sus sectores más previsores comprenden que la resistencia se había vuelto inútil y que insistir en ella sería llevar el asunto al terreno de la violencia declarada y abierta. Casi 800.000 esclavos, en una población total que no pasaba de los 14 millones, eran una amenaza tremenda; aún más, cuanto que ellos se concentraban en

LA FORMACIÓN DE FUERZA DETRABAJO LIBRE... 111

la mayoría de las concentraciones numerosas de las estancias y grandes propiedades aisladas en el interior y desprovistas de cualquier defensa eficaz.

La campaña estaba ganada para los abolicionistas. Los propios interesados directos en la esclavitud abandonaban el terreno de la lucha. En marzo de 1888 cae el último gobierno esclavista del Brasil; dos meses después, la Asamblea General, abriendo sus sesiones, vota en pocos días y casi por unanimidad, la ley del 13 de mayo que de una plumada ponía término a la esclavitud en el Brasil.

Inmigración y colonización

La cuestión de la inmigración europea en el siglo pasado está íntimamente ligada a la esclavitud. Ya lo vimos al tratar este tema en el capítulo anterior. Se trata efectivamente de dos aspectos, aunque distintos, de un mismo acontecimiento fundamental de. la evolución brasileña que se refiere a la gran transformación del régimen de trabajo en el país. Observemos, antes-quedada, que la inmigración europea del siglo XIX representa para el Brasil un tipo original de corriente pobladora. La colonización brasileña hasta entonces habíase realizado merced al aflujo espontáneo de colonos blancos (portugueses en su gran mayoría), a la importación de esclavos africanos, y finalmente por la incorporación de indígenas. La corriente demográfica que ahora nos interesa estará constituida por trabajadores braceros de origen europeo, cuya afluencia y fijación en el país serán provocados y estimulados por una política oficial y deliberada de colonización o por la iniciativa privada de particulares interesados en la obtención de mano de obra.

12 La ley del 13 de mayo de 1888, llamada "Ley Áurea", no contenía más que dos frases: Art. I o : "Se declara extinguida la esclavitud en el Brasil. -Art. 2o : Revócanse las disposiciones en contrario". ¡Cuánta lucha, cuánto heroísmo también para arrancar estas dos frases tan simples, pero tan grandes al mismo tiempo, del reaccionario y esclavista Imperio brasileño!

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ll'Z CAIO PRADO JurJiQR

) Es cierto que sé encuentran en el pasado algunos ejemplos de este

tipo de población; empero, son excepcionales. Se empleó sobre todo ) para ocupar y poblar regiones de valor estratégico que la emigración ) espontánea dejaba abandonadas; fue el caso de algunos sectores N fronterizos de la colonia que la metrópoli deseaba ver ocupados y

defendidos contra la competencia española. Es lo que sucedió en Santa ) Catalina y en Río Grande do Sul. Allí se instalaron colonos naturales ) de las islas de las Azores, concediéndoseles facilidades para el trans-, porte y el establecimiento.13 En menor escala pasó lo mismo en el

extremo norte, en Para. La inmigración y colonización provocadas tuvieron en esos casos,

) como se ye, objetivos políticos y militares. Es solamente después del ) traslado de la corte portuguesa al Brasil en 1808, que su finalidad se

torna propia y exclusivamente demográfica; y, al mismo tiempo, se amplía mucho. Cuando los acontecimientos de Europa obligan al rey,

) su corte y gobierno a trasladarse a la colonia y erigir en ella la sede de ) la monarquía portuguesa, se impondrá luego, como ya mencionamos,

la necesidad de considerar al Brasil como algo más que una^simple colonia. Se juzgó por un mómento^que el territorio metropolitano, el

) reino europeo, estaba definitivamente perdido para la corona y la ) monarquía lusitana y que el Brasil sería su substituto. Es cierto que tal. , alternativa no se produjo; el reino europeo sería restituido y las

contingencias de la política nacional e internacional portuguesa impón-.) drían el retorno del soberano y atín una tentativa frustrada de volver ) alBrasil a su antiguo "status", en parte ya superado, de simple colonia. v Pero, sea como fuere durante la permanencia del soberano portugués

y de su gobierno en Río de Janeiro se seguirá con relación al Brasil ) una nueva política. Llena de contradicciones, es cierto, en que el país ) fue considerado alternativamente y hasta muchas veces conjuntamente,

colonia y nación, pero asimismo suficiente para revolucionar el antiguo ..)

i 13 El asunto ya file referido anteriormente. Yéase el cap. II. Observamos que España actuó en la misma forma y con el mismo objeto en el territorio de la actual

.) Repilblica Oriental del Uruguay, utilizando para estos colorios de las Canarias. , Este fue el origen de Montevideo.

LA FORMACIÓN DIÍ FUERZA DE TRABAJO UBRE... 113

sistema colonial puro. Fue éste, entré otros, el caso ya estudiado de las diferentes medidas de carácter económico que entonces se adopta-ron y que, aunque no buscasen deliberadamente este fin, rompieron muchas de las conexiones coloniales del Brasil. Es también lo que sucedió en cierto sentido en la cuestión de la política de poblar. No fue difícil comprender que el sistema hasta entonces seguido, esto es, aquel que junto con una débil corriente de colonos blancos, traía al Brasil la masa numerosa de esclavos africanos, si convenía a una simple colonia destinada a abastecer de productos tropicales al comercio de la metrópoli, ya no encuadraba evidentemente en las exigencias de una nación. La heterogeneidad que resultaba de tal sistema,- tanto racial como cultural y social, era situación por demás impropia para un país convertido en sede de una monarquía europea. Las condiciones que los dirigentes portugueses encontraron en el Brasil cuando en él instalaron el trono y el gobierno nacionales eran más que inconvenien-tes, resultaban alarmantes. No les fue difícil comprender la necesidad de reformas.

: En un caso particular y concreto ellos tuvieron de inmediato la medida de las dificultades con que tropezaban para reorganizar en el Brasil la monarquía portuguesa privada de su base europea. Era preciso reconstituir sus fuerzas armadas, materia sobre todo importante en un momento como aquel de graves dificultades internacionales: el terri-torio metropolitano ocupado por el enemigo, serias amenazas pesando sobre los demás dominios lusitanos, las rutas marítimas vitales para el comercio portugués parcialmente interrumpidas y la propia soberanía de la nación entregada a los buenos oficios de un poder extraño como era Gran Bretaña. La reconstitución de la fuerza armada de la nación era el primer paso necesario para el restablecimiento de la plena soberanía y de la personalidad internacional de la monarquía portuguesa tan gravemente comprometidas y afectadas. Agregúese qué las cuestiones del Plata, que surgen en seguida de la llegada del soberano al Brasil, envuelven al país en nuevos conflictos muy serios.

Se impone el problema de cómo organizar en el Brasil una fuerza armada eficiente, contando apenas con una población dispersa y escasa, compuesta de casi un 50 % de esclavos y otra gran parte de elementos heterogéneos y mal asimilados. Nunca fue posible resolver debidamente

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este problema y el soberano portugués tuvo que contar hasta el final de su permanencia en el Brasil con la buena voluntad de su aliado inglés; y para su acción en el Plata se vio obligado a recurrir a tropas reclutadas en Portugal después déla expulsión de los france-ses. Pero, la existencia del problema sirvió de estímulo para reformar la política de poblar el país.

Gosa semejante ocurrió con relación a la seguridad interna. El soberano, la corte, su séquito numeroso de hidalgos y funcionarios, unidos al reducido núcleo de la clase dominante de colonos blancos que vinieron a encontrar aquí, nunca se sintieron suficientemente tranquilos y seguros en medio de esa masa de esclavos libertos y similares que formaban el grueso de.la población del país y en la cual a falta de otra, tenían que reclutar sus fuerzas armadas. Las tropas nativas tendrán que continuar siendo encuadradas, como lo fuera en el pasado, por tropas portuguesas. El problema subsistió hasta después de la independencia y se apelará a tropas mercenarias alemanas e irlandesas.

Tales son, entre otras, las circunstancias que hicieron indispensable una nueva política de poblar capaz de transformar este conglomerado heterogéneo de poblaciones mal asimiladas entre sí, que constituían el país, en una base segura para el trono portugués y para sede de una monarquía europea. No hay que olvidar tampoco que sobre el tráfico africano que representaba la principal corriente pobladora de este territorio semi-desierto, pesaba una amenaza latente y fatal: su extin-ción en un plazo más o menos remoto, pero desde ya reconocida como cierta. Y esto tocaba de cerca a los intereses de los grandes cultivos necesitados de brazos. La formación de nuevas corrientes demográfi-cas constituía una necesidad impostergable y a ella se aplicó la administración portuguesa.

Pero, como todas las iniciativas en que participó, su acción será débil y oscilante. A sus deficiencias orgánicas que ya venían de siglos, se agregaba ahora la posición incierta en que se encontraba, desubicada en el Brasil y vacilando en la línea política a seguir con relación a la colonia. Su contribución, durante la permanencia de Ja corte en el Brasil, no pasó del establecimiento de un puñado de núcleos coloniales formados con inmigrantes alemanes, suizos y azorianos, distribuidos

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en Espíritu Santo y Río de Janeiro, y, en menor escala, en Santa Catalina. Para la historia tendrán más importancia las intenciones que los resultados, numéricamente mínimos.

Los gobiernos que se suceden a la partida del rey (gobiernos de un Brasil ya independiente), continuaron la tarea emprendida y que ya contaba con tantos antecedentes. Las agitaciones políticas del momento, , y las graves dificultades financieras en que se debatían no les dieron oportunidades para una acción más eficaz. Además, el problema déla inmigración europea al Brasil ofrecía grandes dificultades. Contra ella actuaban varios factores: el clima tropical desfavorable a los colonos europeos (por lo menos considerados como tales); la organi-zación social y económica poco atrayente que el país ofrecía; el régimen político vigente en el cual, aunque bajo el manto de institu-ciones parlamentarias, la libertad civil era inexistente para el grueso de la población, aún con exclusión de los esclavos. Existían aún las restricciones de orden religioso que ponían en serio embarazo a la inmigración de los países protestantes de Europa, que eran justamente los que ofrecían entonces los mayores contingentes inmigratorios. Alemania, en particular.

La corriente inmigratoria será, aún por mucho tiempo, débil. No tendrá en el momento que nos ocupa gran interés inmediato. El tráfico africano continuaba arrojando anualmente al país decenas de miles de individuos que suplían abundantemente la necesidad de mano de obra. Lejos de confirmar las previsiones pesimistas que habían sido hechas y que la actitud intransigente de Inglaterra parecía a primera vista corroborar, la importación de esclavos se hallaba más floreciente.que . nunca. Solamente ante la inminencia de su extinción (alrededor de 1840 y pico) y su efectiva interrupción poco después, la cuestión de la inmigración europea y de la colonización vuelve a ocupar un primer plano en los proyectos brasileños. Se reactiva la política de poblar y a la par de las colonias oficiales y aún particulares, pero organizadas según el sistema tradicional que consistía en distribuirentre los colonos pequeños lotes de tierra agrupados en núcleos autónomos, aparece un nuevo tipo de colonización: fijación de los colonos en las propias estancias y grandes plantaciones trabajando como subordinados y en un régimen de aparcería. Este tipo de colonización representa una

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transición entre el sistema primitivo que resultaba de la formación de ' pequeños propietarios y campesinos independientes hacia aquel que se ) adoptará más tarde casi exclusivamente: la colonización de asalariados ^ puros, Y corresponde a un periodo en que comienza a manifestarse la

preeminencia del problema de mano de obra; convenía encaminar a - los inmigrantes directamente a las grandes plantaciones necesitadas de ) brazos. ) Quien ideó el nuevo sistema fue un gran propietario de San Pablo,

plantador de café y figura prestigiosa en la política del país: el senador Nicolás de Campos Vergueiro. El introdujo en su estancia de Ibicaba,

) entre 1847 y 1857, a 177 familias de colonos alemanes, suizos, portugue-) ses y belgas. El ejemplo fue imitado por muchos otros plantadores de •, café de la provincia, y, en menor escala, de otros lugares. Los

resultados del sistema fueron al principio buenos y San Pablo llegó a ) contar cerca de 70 de estas colonias. Pero, poco después, fueron. ) evidenciándose sus inconvenientes. Los propietarios, habituados a x lidiar exclusivamente con esclavos, no tenían para con éstos la consi-

deración debida a su calidad de trabajadores libres; los contratos de .) trabajo que los inmigrantes firmaban antes de embarcarse en Europa ) cuando desconocían aún completamente el medio y las condiciones del *. país adonde iban a radicarse, eran generalmente redactados en prove-

cho exclusivo del empleador y frecuentemente con.acentuada mala fe. ^ Además, la coexistencia en la plantación, de esclavos que aún forma-) ban la gran mayoría de los trabajadores y de europeos libres haciendo \ el mismo servicio que ellos, no podía ser muy atractiva para estos

últimos, y representaba una fuente de constantes choques y disputas. Por otro lado, el reclutamiento de colonos en Europa se hacía sin mayor

) cuidado: los agentes encargados de ello no tenían otra preocupación \ que el número, pues de acuerdo a él se calculaba su remuneración.

Aceptaban a cualquier candidato, sin indagar sobre su capacidad para el trabajo agrícola y sobre todo para el pesado esfuerzo exigido por

..) una agricultura tropical. Llegaban a emigrar al Brasil, y "rió raramente, I hasta_enferinos y viejos inválidos. Se puede imaginar la confusión y

disgusto de los plantadores para con sus colonos cuando, después de larga y demorada espera, recibían estos grupos de trabajadores inca-

) paces a los que se habían sujetado por contratos que estaban obligados ) ahora a cumplir.

LA FORMACIÓN DE FUERZA DE TRABAJO LIBRE... 117

En estas condiciones, no es de admirar que de una parte y de otra comenzasen a surgir descontentos. Los propietarios iban perdiendo interés por un sistema tan lleno de trastornos y dificultades. Por otro lado, la opinión pública de Europa se alarmaba, en particular en Alemania y en Portugal de donde provenía entonces la mayor parte de la inmigración al Brasil, por la suerte reservada a sus compatriotas emigrados. Se sucedían las investigaciones oficiales y en su gran mayoría éstas eran favorables y no aconsejaban la emigración. Desen-cadénase entonces contra ella una fuerte campaña y la emigración al Brasil llegó a ser prohibida en Alemania, en 1859. La corriente de inmigrantes alemanes se torna después de 1863 casi nula, mientras la portuguesa disminuirá en más de un 50 %.

Se interrumpe así, nuevamente, el suministro de trabajadores euro-peos a las plantaciones. La región donde el problema de la mano de obra era más agudo, el oeste despoblado de San Pablo y donde se desarrollaba más activamente el cultivo del café, comenzó a encontrar, por esta época, mayores facilidades para abastecerse de esclavos gracias al hecho de que otras regiones cafeteras (el valle del río Paraíba y sus adyacencias) alcanzaban por aquel entonces el apogeo de su desenvolvimiento y entrando en una fase de estabilización, precursora de la próxima decadencia: reducíase así su competencia en el mercado de mano de obra.

La situación volverá a tornarse aguda en 1870, en virtud, sobre todo, del considerable incremento del cultivo del café en el decenio anterior. Además, como hemos visto, es entonces que la esclavitud recibe los primeros grandes golpes que hacen anunciar su próxima extinción; esto constituirá un fuerte estímulo para medidas de fomento a la inmigra-ción. Ellas encuentran una situación internacional favorable: por un lado, se iniciaba en los Estados Unidos una política de restricciones a la inmigración, y ésta tiene que ir en otras direcciones y el Brasil, en pleno florecimiento económico, será una de ellas. Por otro lado, entraba en escena un nuevo país de gran inmigración, Italia, como resultado de las perturbaciones políticas y sociales por que atravesaba. El italiano, tanto por razones de clima como de mayor afinidad con las condiciones del Brasil, se adaptará mejor y más fácilmente que el alemán u otros nativos del norte de Europa, que antes formaban los

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118 CAIO PRADO JÚNIOR

principales contingentes inmigratorios que se dirigían a América. .El italiano, por otra parte, es Un trabajador más rústico y menos exigente: aceptará con mayor buena voluntad las duras tareas de los cultivos brasileños. La inmigración italiana hacia el Brasil, muy escasa hasta 1875, ascendió, en 1876, a casi 7.000 personas; y, al año siguiente, con más de 13.000, superará ampliamente a casi todas las demás corrientes, inclusive la portuguesa, hasta entonces a la vanguardia y que apenas alcanzara los 8.000. De ahí en adelante y hasta el siglo actual, la inmigración italiana conservará siempre, y con gran ventaja, ese primer lugar.

Esta fase que ahora se inicia, la inmigración hacia el Brasil tomará un nuevo rumbo. Se abandona el sistema de aparcería adoptado anteriormente y los trabajadores son ubicados en las estancias como simples asalariados; es decir, que su remuneración dejó de hacerse con distribución de productos pasando a realizarse con el pago de salarios. Con esto se obviaban algunos de los principales inconvenientes del

. sistema anterior, haciendo desaparecer las dudas que siempre surgían en ocasión de la fijación de las.cuotas que correspondían respectiva-mente al empleador y al empleado. Además, en vez de procederse a la venida del inmigrante con contratos ya firmados en Europa, el gobierno tomó el asunto a su cargo, limitándose a hacer la propaganda en los países inmigratorios y pagando el transporte de los inmigrantes hasta el Brasil. Llegados aquí, eran distribuidos por las diferentes plantaciones de acuerdo con sus necesidades y a los pedidos hechos.

Este procedimiento de reclutamiento y fijación de los inmigrantes pasó a ser denominado "inmigración subvencionada", reservándose el nombre de "colonización" al primitivo sistema de localización de los inmigrantes en pequeñas propiedades agrupadas en núcleos. Ambos sistemas tendrán sus partidarios. La "inmigración" tiene naturalmente lapreferencia de los mayores y más directos interesados: los propietarios necesitados de brazos, con lo que resolvían de inme-diato su problema de trabajo. El plan de la "colonización" no presen-taba soluciones tan rápidas e inmediatas; sus partidarios argumentaban que lo principal era incrementar la población del país, la cuestión de brazos para el gran cultivo se resolvería naturalmente en el futuro como consecuencia de tal incremento: de los núcleos de colonias saldrían

LA FORMACIÓN DE FUERZA DE TRABAJO LIBRE... 119

luego los trabajadores necesarios. Y existía la ventaja de que la emigración al Brasil resultara mucho más atrayente, ofreciendo a los candidatos la posibilidad de convertirse en propietarios. Sin contar las ventajas de orden social, pues se formaban verdaderos poblados fijados a la tierra e identificados con ella, en vez de poblaciones fluctuantes de mercenarios desarraigados.

La razón estaba con ellos, ciertamente. Pero nada pudieron contra el interés poderoso de los propietarios necesitados de brazos, y que requerían una solución inmediata para el problema apremiante de mano de obra que enfrentaban. Sobre todo en las regiones donde el gran cultivo dominaba de forma absoluta, particularmente en San Pablo, nunca se encararía en escala aprecíable la organización de núcleos de colonias de pequeñas propiedades. Los inmigrantes que llegaban eran pocos para las necesidades del cultivo cafetero siempre en franco progreso y la casi totalidad de ellos se establecerá en las plantaciones como simples asalariados.

El sistema de "colonización" tuvo más éxito en el extremo sur del país (Río Grande, Sta. Catarina, Paraná),ry en menor proporción en Espíritu Santo, lejos de estos casos de la acción perturbadora y absorbente del gran cultivo. Encontró allí el interés y estímulo de los gobiernos locales de las provincias que procuraron solucionar con él el problema de sus territorios casi desiertos y fomentar con la población las actividades económicas y las rentas públicas. En el norte del Brasil no se intentará: esta parte del país nunca recibirá una corriente aprecíable de inmigrantes europeos, a pesar del interés que muchas veces se tuvo por el asunto. Tenía el obstáculo del clima, menos atrayente para las poblaciones de Europa, así como una situación económica estacionaria sino decadente. El sur, por su riqueza y prosperidad, y con un clima más favorable, se convierte en el polo único de atracción de las corrientes inmigratorias del Brasil.

En conjunto, la "inmigración" (en el sentido estricto del término) superará siempre-en mucho a la "colonización". I-as principales dificultades que hicieron tan difíciles en el primer momento la contra-tación de trabajadores Ubres en las plantaciones serán vencidas en esta segunda fase más madura y activa de la inmigración europea. Por un lado los propietarios, ya con dificultades mucho mayores de mano de

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120 CAIO PRADO JÚNIOR

obra y contando cada vez menos con otros recursos además del inmigrante europeo, procuraron tener más consideraciones con él, y tratarlo de acuerdo con su condición de hombre libre. Más tarde comenzará también a intervenir una legislación protectora que asegu-rará algunas garantías y mejores condiciones de vida para los trabaja-dores rurales. Por otra parte, el abandono del sistema de aparcerías y la adopción del salario alejó, como hemos visto, una de las principales causas de choques y desentendimientos: un salario fijado en general por tarifa y establecido por normas y prácticas generales, eliminó cualquier margen de dudas. Finalmente, sobre todo en la región en que se establecerán ahora los inmigrantes, el oeste de San Pablo, la -proporción de esclavos con respecto a los trabajadores libres se reducirá mucho; la masa esclava, en disminución desde la abolición del tráfico, ya no era suficiente para abastecer a los nuevos sectores de ocupación; los esclavos quedaron allí en miñona. La mayor parte de las plantaciones de café, instaladas después de 1880, contará casi únicamente con trabajadores libres. Desaparece así una circunstancia generadora de dificultades para el trabajo libre, y que era su coexis-tencia en las'mismas plantaciones y en iguales tareas con el trabajo servil.

El progreso de la inmigración en el ultimo cuarto de siglo fue rápido. Comienza a crecer después de 1871, alcanzando, en 1886, poco más de 3.000 personas. Al año siguiente, cuando la abolición del régimen servil resultaba ya inminente, salta bruscamente a 55.000; y, en el propio año de la abolición (decretada, como ya vimos, en mayo de 1888), sube a más del doble de esta cifra... (133.000). En adelante, y hasta fines del siglo, la inmigración se conservará siempre en un nivel medió anual muy superior a las 100.000 personas.

Pero, si este progreso del trabajo libre estuvo condicionado en gran parte por la decadencia del régimen servil, inversamente él acelerará considerablemente la descomposición de este último. Poniendo en evidencia sus contradicciones en lo que respecta a su insuficiencia tanto cuantitativa como cualitativa, irá minando cada vez más sus bases y señalando el camino futuro.. Por otra parte, la presencia del trabajador libre, cuando deja de ser una excepción, se torna fuerte.elemento de disolución del sistema esclavista. A través del ejemplo y de la palabra,

LA FORMACIÓN DE FUERZA DE TRABAJO LIBRE... 121

conspira permanentemente contra la disciplina y sumisión del esclavo. Si antes la servidumbre soliviantaba al hombre libre, ahora es la libertad la que solivianta al esclavo. Cuando los abolicionistas comien-zan a actuar en las plantaciones, proclamando la rebelión y la fuga de los cautivos, sus principales colaboradores serán los trabajadores libres que llevan a los esclavos el ejemplo y la palabra bienhechora de la libertad.

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EL CARÁCTER DE LA ECONOMÍA COLONIAL... 123

Sergio Bagú: El carácter de la economía colonial:

¿feudalismo o capitalismo? . . Extractado de Bagú, S., Economía de la sociedad colo-

nial. Ensayo de historia comparada (1949-1993), México, Editorial Grijalbo, 1993, 2a. ed., pp. 85-86, 111-120, 215-216, 253 y 271-274.

C)

V. índole de la economía colonial

La determinación de la índole de la economía colonial es algo más que un tema estrictamente técnico. Afecta la interpretación

misma de la historia económica y adquiere un alcance práctico inmediato si consideramos que la economía actual de los países latinoamericanos conserva aún muchas de las fundamentales caracte-rísticas de su estructura colonial.

La estructuración económica de la sociedad colonial hispano-lusa va adquiriendo sus líneas definitivas a mediados del siglo XVI, las que se acentúan notablemente en los siglos posteriores. Al producirse la independencia de nuestros países, ya lleva el régimen colonial tres siglos largos de funcionamiento. En uno de ellos —Cuba— casi cuatro. Y en el más infortunado de todos —Puerto Rico— aún continúa en pie, bajo distinta insignia. Esta larga vigencia ayuda a explicar la honda huella colonial que los Estados independientes de América Latina heredan, mientras que en las colonias anglosajonas del norte el régimen imperial no alcanzó a vivir dos siglos, durante gran parte de los cuales estuvieron libradas a su propia suerte.

¿Qué índole de economía es ésta que españoles y portugueses organizan aquí, en medio de las enormes multitudes nativas de América y África? ¿Es feudalismo, decadente entonces en el continente viejo?

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124 SERGIO BAGÜ )

)

) ) ¿Es capitalismo, cuyo brillo y empuje documentan en la época el

apogeo italiano y los navegantes ibéricos? ¿Es algo distinto de ambos, aunque de ambos recoja algunas de sus características básicas?

En la historiografía latinoamericana ha prevalecido la opinión de ) que es feudalismo y algunos de los más autorizados historiadores ) españoles de los últimos lustros se inclinan en igual sentido. En

particular, ha sido el estudio de algunas instituciones, del espíritu de } la legislación colonial y de la organización interna de las explotaciones ) mineras, agrícolas y" ganaderas, el que ha robustecido en nuestros •) historiadores esa manera de pensar.

Veamos nosotros ahora cómo el régimen ha ido construyendo su propia historia y cómo ha encuadrado dentro de la historia económica

) europea. De ese análisis irán surgiendo los elementos que nos permi-) tiran después formar nuestra opinión. ) <~> ) ) )

La esclavitud, institución capitalista

En los escritores latinoamericanos ha predominado la tendencia a ) considerar la esclavitud —la solapada del indio y la legal del negro— ) como manifestación de un renacimiento feudal en el continente nuevo.

Existen hoy suficientes elementos de juicio para dar a este fenómeno tan importante una interpretación distinta. .

) 1. El formidable resurgimiento de la esclavitud, adormecida como ) institución durante la Edad Media, se debe principalmente a la apari-, ción de América como colosal depósito de materias primas. El brazo

esclavo fue en nuestro continente puesto al trabajo para crear una * corriente de mercancías que se volcase en los mercados europeos. ; América, enriquecida a su vez por el trabajo esclavo, crea más tarde ) su propio mercado interno y se transforma en excelente consumidora

de la producción europea. Este es un proceso capitalista, cuya verdad ' histórica aceptan hoy historiadores y economistas —primeros, entre > ellos, los de Gran Bretaña y Estados Unidos. ) La esclavitud americana fue el más extraordinario motor que tuvo

la acumulación del capital comercial europeo y éste, a su vez, la piedra

EL CARÁCTER DE LA ECOHOMIA COLONIAL,.. I 25

fundamental sobre la cual se construyó el gigantesco capital industrial de los tiempos contemporáneos —capital industrial que, necesitado como estuvo tempranamente de productores y consumidores libres, atacó desde el siglo xix la institución de la esclavitud como funesta para sus propósitos—. Indirectamente, pues, la esclavitud del indio y el negro resultó indispensable para que, mediante un secular proceso de acumulación capitalista, pudiera la Europa occidental tener indus-trias modernas y Estados Unidos alcanzara en el siglo Xix su especta-cular desarrollo económico.

En una de las obras de investigación más valiosas sobre el tema aparecidas en los últimos años, Eric Williams sintetiza este fundamen-tal proceso diciendo que el capitalismo comercial del siglo XVIH desarrolló la riqueza europea mediante la esclavitud y el monopolio, lo cual contribuyó a crear el capitalismo industrial del siglo Xix y éste, al refluir, destruyó el poder del capitalismo comercial, la esclavitud y todos sus productos.1

2. En las colonias británicas de las Antillas y América del Norte las dos grandes fuentes de mano de obra fueron los servants (siervos) y los esclavos.

Tres clases de servants reconoce la historia colonial de Estados Unidos, según Davie.2

Los indenturedservants (siervos contratados). Eran desocupados o personas sin recursos que deseaban trasladarse a América para buscar horizontes nuevos. Ingleses e irlandeses muchos de ellos, pero también alemanes y de otros países de Europa occidental. Firmaban un contra-to, por el cual se comprometían a servir a un amo durante cierto tiempo fijado —cuatro años era un plazo frecuente—, sin más retribución que la comida, la vestimenta y el hospedaje. Al cabo de ese tiempo, recobraban su libertad y se les entregaba una fracción de tierra en propiedad. Los indentured servants perdían su capacidad de hombres

1 Eric Williams, Capitalista and Slavery, ChapelHill, UniversityofNorth Carolina Press, 1944, p. 210.

2 Maurice E. Davie, World Iiwúgration, Nueva York, Macmillan, 1939, p. 31.

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126 SERGIO BAGÓ

libres al entrar en el buque. El capitán de la nave, al llegar al puerto americano, los vendía al mejor postor. "Un remate público muy semejante al mercado de esclavos", explica el autor citado.

Los redemptioners ofree-mllers. No firmaban contrato alguno. El capitán del buque les transportaba con la condición de que, ya en América, trabajarían para pagarle el costo del pasaje. En la práctica dio lugar a todo género de abusos, porque el trabajo obligatorio que el free-willer prestaba aquí a un amo no tenía límite fijado por ley ni contrato.

Los siervos forzados ("forced into servitude", dice Davie), entre los que se cuentan, en larga lista los delincuentes, los vagos y los raptados. El procedimiento de enviar delincuentes a América fue usado como un recurso para proveer de mano de obra a las colonias que no la tenían. Pero, como en el caso de los delincuentes españoles que vinieron a América, estos infortunados no eran, en algunos casos, más que subditos de monarquías donde la profesión de ciertas opiniones políticas era considerado delito grave.

El rapto llegó a ser una industria próspera en los puerios ingleses de salida, como Londres y Bristol. A veces con engaños —especialmente cuando se trataba de niños—, otras mediante el uso de alcohol, las víctimas eran arrojadas a las bodegas, para desembarcar en América como siervos forzados.

En un solo año —1760— se calcula que llegaron en esas condiciones 10 000 personas. Entre 1750 y 1770, Maryland recibió 20 000 delincuentes británicos y nunca, durante el siglo XV11I faltaron traba-jadores de este tipo, según afirma Davie.3 Pero, de las tres categorías, los más numerosos fueron los indentured servants. Abbot Emerson Smith, en un libro reciente, CoJonists in bondage, calcula que de la mitad a los dos tercios del total de los trabajadores blancos llegados a la colonia norteamericana estaba formada por indentured servants, mientras que Richard Monis sostiene que hay documentos que elevan

3 M. E. Davie, op. cit., p. 33.

E L cARAcniñ DE LA ECONOMÍA COLONIAL... 127

el número de ellos al 80 por ciento del total de los trabajadores blancos que recibieron las colonias.

Las dos primeras categorías de estos siervos —el indentured y el free-willer— sé asemejan al siervo medieval únicamente en la existencia de un contrato o compromiso que especifica ciertas obligaciones y derechos de ambas partes. Se diferencian de la servidumbre feudal en que su esfuerzo es aplicado a las tareas y en las condiciones impuestas por el amo con el propósito de acelerar el proceso de acumulación capitalista.

De esto último no puede caber duda alguna. Davie explica que los siervos fueron dedicados a realizar una importante faena: la de preparar regiones salvajes para poder transformarlas en plantaciones. Si no se utilizaban en esa labor asalariados libres era porque, enfrentados con amplias extensiones sin dueño u ofrecidas aprecios irrisorios, hubieran desertado rápidamente de sus empleos para transformarse en cultiva-dores autónomos. Esas plantaciones, así convertidas en una realidad por el trabajo del siervo, comenzaron más tarde a producir para el mercado.

Desde un ángulo histdrico-económico, el supuesto siervo colonial norteamericano cumple la misión del esclavo. En realidad, su condi-ción de tal, sólo está limitada por la circunstancia de que, vencido el plazo —los cuatro o más años, en el caso de los indentured servants—, o la condición —el pago del pasaje, en el de losfree-willers—, recobra su condición de trabajador libre. El hecho de que haya ingresado voluntariamente —voluntad, por cierto, casi inexistente cuando era un vagabundo hambriento en el viejo mundo— también puede darse en la esclavitud.

Como antes, cuando estudiamos la condición económica de los indios en Hispanoamérica, digamos ahora que la condición jurídica del supuesto siervo de la América inglesa no debe velar el hecho econó-mico de que la misión que cumple, dentro de la sociedad colonial, es la del esclavo y jamás la del siervo.

Los de la tercera clase mencionada —los siervos forzados— revelan aún más abiertamente su condición de esclavos. Por la violencia han sido sometidos al trabajo forzado, como por la violencia eran los negros africanos transformados en esclavos. Si posteriormente una ley, algún

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128 SERGIO BAOÚ ) —

"j magistrado humanitario o su fuga, le liberan de su terrible condición de esclavos, no por eso el servicio prestado al amo colonial lleva menos

) el sello de la esclavitud. También los negros y los indios, cuando eran ) esclavos legales en la América hispano-lusa, huían constantemente y \ los primeros, sintiéndose de regreso en la libertad de la selva tropical,

llegaron a proclamar en el corazón del Brasil tropical una comunidad ' de hombres libres que —no hemos podido averiguar si los historiadores ) o ellos mismos— bautizaron con el pomposo nombre de República de ) los Palmares. \ La otra gran fuente de mano de obra en las colonias británicas fueron

los negros africanos. En el siglo xvn comienzan a llegar en grandes •) cantidades a las islas británicas de las Antillas y en 1619 un buque ) holandés arroja en el puerto virginiano de Jamestown la primera \ miserable carga, integrada por veinte esclavos.

:, Si admitimos, pues, que la calificación más exacta que deba darse, desde un ángulo económico, al servant es la de esclavo —esclavo

.) blanco, cuya condición está disimulada con otro nombre y limitada en ) el tiempo—, debemos llegar a la conclusión de que la economía de las

posesiones británicas en las Antillas y de las colonias del norte tuvieron en la esclavitud la principal mano de obra que impulsó su desarrollo

í comercial y su progreso económico. ) 3. Dos instituciones hay en las colonias antillanas que guardan ) similitud con el servant de la historia colonial angloamericana: el

engagé á trente six mois de las Antillas francesas en el siglo xvn - y el chino llevado a Cuba en el siglo XIX. ^ Tanto uno como otro no son considerados por la ley colonial como ) esclavos, sino ubicados en una confusa situación intermedia. Su ) condición, como en el caso del indentured servant, estaba determinada

por un contrato cuya dudosa validez jurídica encuentra confirmación -1 en el hecho de que muchos eran analfabetos. Traídos —unos de China ) y otros de Francia— eran vendidos en Cuba y en las islas francesas \ del Caribe al mejor postor. El chino y el engagé estaban obligados a

trabajar para sus compradores, el uno durante ocho años, el otro 1 durante tres. Sus derechos quedaban, reducid os a percibir un peque-.) ño salario ya ser considerados libres al cabo de los plazos citados, } como ocurría también con el indentured servant.

} •

)

)

EL CARÁCTER DE LA ECONOMÍA COLONIAL... 129

Sacó, que ha estudiado estas instituciones antillanas,4 cree que no pueden asimilarse ni a la esclavitud ni a la servidumbre. Como en el caso del indentured servant, opinamos que el chino llevado a Cuba y el colono francés engagé a trente six mois en las Antillas francesas son tipos de esclavitud con plazo y condición. Si investigáramos más minuciosamente su verdadero estatus encontraríamos que el salario que se les paga no es para el propietario una carga más onerosa que la que tiene el senhor de engenho de vestir y alimentar a sus negros. En cambio, el precio pagado por sus personas, su obligación de trabajar para un patrono durante un largo período sin posibilidad de modificar esa situación, son características de la esclavitud.

El chino y el engagé francés fueron mano de obra en los ingenios y en otras actividades destinadas a producir provecho capitalista, con lo cual queda descartada su posible condición de siervos. En la práctica, en cambio, uno y otro fueron tratados como esclavos, según el testimonio de los historiadores.

4. La esclavitud legal en la América hispanoportuguesa tuvo dos destinos económicos: las faenas domésticas y la producción de mercade-rías para la venta.

En las ciudades, siempre hubo un número de esclavos domésticos que practicaban algunas rústicas artesanías, cuyos productos vendían por las calles en beneficio del amo. Pero la forma más típica de acumulación capitalista se encuentra en la empresa colonial que utiliza mano de obra esclava para producir mercancías en grandes cantidades con destino al mercado internacional.. Hablamos de las minas —principalmente movidas por negros en Brasil—; de los ingenios hispano-lusos; de las plantaciones de cacao, algodón, etcétera.

No sólo el esclavo legal produce dentro de un mecanismo incuestio-nablemente capitalista, sino que la venta del esclavo a ésas empresas coloniales —es decir, la provisión de mano de obra esclava para la

4 José Antonio Saco, Colección postuma de papeles científicos históricos, políticos y de otros ramos sobre la Isla de Cuba, ya publicados, ya inéditos, La Habana, Miguel de Villa editor, 1881, pp. 181 y ss.

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130 SERGIO BAGÚ

vasta maquinaría de la producción capitalista colonial—, está a cargo de sociedades e individuos organizados de acuerdo a cánones capita-listas y que persiguen un provecho indudablemente comercial.

Las bases del tráfico negrero, desde el punto de vista económico, son las de la empresa capitalista: sociedades por acciones o empresarios individuales •—según la magnitud del negocio—, dividendos, acumulación de beneficios, competencia internacional. Podríamos añadir "absolu-tamente irreligioso, sin unión interna, sin mucho espíritu público", como caracteriza Keynes a la empresa capitalista. Tratándose del tráfico de carne humana, agreguemos nosotros profundamente inmo-ral, absolutamente ciego a las desastrosas consecuencias éticas, eco-nómicas y sociales que el infame comercio ocasionaría en América.

Para cazar en el Sudán, en Senegambia, en la Costa de Oro, transportar a través del Atlántico y vender en Brasil los millones de negros introducidos durante varios siglos fueron menester capital y organización en escala completamente desconocida en épocas anterio-res. Sólo el capitalismo comercial en pleno empuje podía realizar esa estupenda y miserable hazaña.

El agente negrero que opera en África, seduciendo a los reyezuelos bárbaros que le proporcionan la carne humana; el capitán del buque que transporta las "piezas de Indias"; el importador que las recibe en América —asentista le llaman en un tiempo en las colonias españolas— y las vende al ingenio o a la mina, forma parte, muchas veces, de un vasto y único mecanismo comercial. Las compañías que explotan este rubro no sólo cumplen esas tres etapas indicadas en la descarnada forma en que las enumeramos, sino que llegan a perfeccionar una compleja técnica mercantil, no menos sutil —aunque sin duda más inhumana— que la que desarrollaron los banqueros italianos del Renacimiento, precursores y maestros indiscutibles del procedimiento bancario moderno.

La técnica esclavista tiene distintas fases. En América, la colocación del producto no se hace a ciegas. Se estudian las condiciones del mercado y el tipo de actividad productiva al que se aplicará el esclavo. Se trata de que éste sea usado en la producción de una mercancía cuya colocación en el mercado europeo pueda también beneficiar a estas empresas internacionales de múltiples intereses. Cuando el suelo es

EL CARÁCTER DE LA ECONOMÍA COLONIAL... 13]

propicio para la producción de un frutó en cuya comercialización está interesada la empresa, ésta convence a los colonos a dedicarse a su cultivo, les entrega esclavos, implementos y dinero a crédito. Es decir, la compañía realiza algo que constituye una de las características de la compleja técnica comercial moderna: crea la necesidad. La compañía es además, por sí misma, una potencia marítima y militar. Tiene que defender su carga humana contra los corsarios y sus instalaciones terrestres contra los saqueos y los enemigos. Cuando sus directores lo consideran conveniente, puede inclusive atacar militarmente una colo-nia o una región, deponer sus autoridades y establecer allí un gobierno que le obedezca.

En las cortes europeas, la empresa negrera tiene estrechas vincula-ciones con monarcas, ministros, parlamentarios. Algunos son sus accionistas y directores. Otros aceptan, más descansadamente, las participaciones que la empresa les distribuye en sus ganancias.

Como los banqueros-comerciantes italianos del Renacimiento; como las casas de los Fuggers y los Welzers, en la Alemania de fines de la Edad Media y principios de la Moderna, las empresas negreras invierten en múltiples rubros. Pero podemos estar siempre seguros que ninguno le ofrece ganancia más cuantiosa que el tráfico de esclavos.

Así, en esa trama compleja, actúa la Companhia Geral de Comercio de Grao Para e Marañhao, a la que ya hemos mencionado cómo ofreciendo en crédito esclavos, instrumentos y capital alos agricultores de Marañón para que se dediquen al cultivo del algodón, que la Companhia coloca muy bien en Gran Bretaña. La Companhia, además, tiene en Lisboa amigos poderosos, como que la corona le había entregado —en el período de política nacionalista del marqués de Pombal— el monopolio del comercio en la zona de Marañón.

Pero nada puede compararse a la vasta y poderosa, organización holandesa y británica para explotar este rubro. No es accidental que fuera un buque holandés el que condujera los primeros negros esclavos que ingresaron en las colonias británicas del norte, ni que la Dutch West India Company —que ya hemos mencionado— invadiera el noroeste del litoral marítimo brasileño en el siglo XVII, derrotara a las tropas portuguesas y nativas y mantuviera allí sus posiciones durante

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132 SERGIO BAGÍI

varios lustros, mientras introducía —ella también— el cultivo del azúcar en gran escala en las posesiones del Caribe.

Holandeses e ingleses, además de franceses, portugueses, daneses y alemanes, traficaron clandestinamente con esclavos en las posesiones hispanas de América durante toda la colonia y la política exterior de Gran Bretaña, por mucho tiempo, estuvo orientada con el propósito de legalizar este comercio y ampliarlo en todo lo posible.

El tratado de Utrecht, firmado en 1713, fue su primer gran triunfo diplomático en este terreno España admitió que Gran Bretaña instalara

> en sus posesiones asientos, con autorización para introducir 40 000 j esclavos negros en el plazo de 30 años.

La empresa que iba a realizar ese tráfico era la más típica expresión del capitalismo comercial de la época: la South Sea Company. La

) perspectiva de un negocio de tal magnitud envolvió a sus directores, j accionistas y a todo el mundo de la Bolsa de valores de Londres en una , niebla de locura. La especulación se desencadenó con tales visos de

leyenda que la gran literatura inglesa de la época la registra como ) episodio histórico. "South Sea Bubble" llaman los economistas britá-) nicos a ese demoniaco alucinamiento de riquezas a costa del infortunio •, africano. "South Sea Bubble" significa "pompa del Mar del Sur".

Cuando la pompa estalló, en 1720, el escándalo envolvió a los ) personajes más prominentes de la política y las finanzas. "Orgía de ) inmoralidad financiera", la llama Tawney. Y agrega: "Compara-•, dos con los hombres que ocasionaron la 'South Sea Bubble', los

Fuggers eran inocentes".5

El capital británico era infatigable en aquel siglo XVIII. Como los ) holandeses en Brasil más de un siglo antes, los ingleses se apoderaron j de La Habana y la zona vecina en 1762. Mucho menos pudieron que

los holandeses mantener sus posiciones. Apenas si unos meses. Pero en el brevísimo plazo hicieron lo imposible: introdujeron más de

) 10 000 esclavos africanos. Los historiadores cubanos mencionan el

5 Richard Henry Tawney, Religión and the Rise of Capitalista, Nueva York, > Harcont, BreceyCo., 1926, p. 191.

EL CARÁCTER DE LA ECONOMÍA COLONIAL... 133

episodio con horror. ¿Qué hubiera sido de Cuba si el imperio británico se hubiera quedado allí?

Para llevar a la práctica esa verdadera hazaña técnica, era menester disponer de una excelente y vasta organización que pudiera ser puesta en movimiento en un plazo de semanas o acaso de días y que cumpliera su compleja tarea con toda puntualidad. Esa organización existía y operaba con tal grado de eficiencia técnica que nos sentimos tentados a concebir lo inconcebible: si en vez de estar destinada a esclavi-zar seres humanos lo hubiera estado a liberarlos, ¡qué estupendo aporte hubiera hecho a la civilización americana!

Era un vasto mecanismo capitalista, cuyos métodos comerciales quedan sintetizados en este procedimiento que puso en práctica al día siguiente de ocupar La Habana: vendió el esclavo a los colonos a bajo precio y ofreció comprar el azúcar, que iba a ser producido por ese esclavo, a alto precio. Lo que le interesaba, de pronto, eran dos cosas: iniciar el tráfico en gran escala sobre bases sólidas y adquirir grandes cantidades del producto tropical, por el cual pagaban muy bien los mercados europeos. Aun cuando hubiera habido pérdidas iniciales —lo que es dudoso— las. enormes ganancias posteriores las hubieran cubierto con holgura. No puede darse un criterio comercial más, moderno.

La esclavitud americana fue la fuente más rápida y eficaz de multiplicación de capital en la era colonial. Fue también uno de los principales factores que operaron indirectamente para hacer posible la gran-revolución industrial que se inicia en el siglo XViH.

La historia del tráfico de la carne humana requeriría, para ser más completa y justa, conocer los nombres de sus principales beneficia-rios. El economista los usaría como síntomas que permiten descubrir enfermedades. El sociólogo, para medir la calidad ética de algunos regímenes políticos. Nosotros podemos aquí mencionar tres apenas: Felipe V, rey de España y señor de las Indias; Luis XIV, el Rey Sol de la Francia bizantina, cada uno de los cuales recibía una cuarta parte de los beneficios obtenidos por la Compañía de Guinea, formada en Francia en 1701 y destinada a explotar el monopolio de la importación de 42 000 negros en la América española en el plazo de diez años, prorrogables a otros tres; y la reina madre María Cristina de España,

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principal accionista del tráfico en un tiempo en que la corona firmaba, bajo presión diplomática, tratados abolicionistas con Gran Bretaña y los violaba sistemáticamente.

Reconozcamos que había quedado firme en las casas gobernantes de la Europa occidental el precedente de la reina Isabel de Inglaterra, principal accionista de las piraterías de Hawkins y Drake en las Antillas, tan elocuente en la condena pública de ellas cuando contestaba los insistentes reclamos diplomáticos de Felipe II.

La economía colonial como capitalismo colonial

Estamos ahora en condiciones de ofrecer una respuesta a los interrogantes que abrimos al iniciar el capítulo. El régimen económico luso-hispano del período colonial no es feudalismo. Es capitalismo colonial.

Cuando los historiadores y economistas dicen que el feudalismo, agonizante en Europa, revivió en América, se refieren a hechos ciertos: el traslado de algunas instituciones ya decadentes en el viejo mundo; el florecimiento de una aristocracia constituida por elementos despla-zados de allá; ciertas características de las grandes explotaciones agrarias, ganaderas y mineras, que hemos analizado y que evocan las condiciones de dependencia de siervo a amo y la beligerancia señorial de la época feudal. Pero todos esos hechos no son suficientes para configurar un sistema económico feudal.

Por lo demás, el capitalismo colonial presenta reiteradamente en los distintos continentes ciertas manifestaciones externas que lo asemejan al feudalismo. Es un régimen que conserva un perfil equívoco, sin alterar por eso su incuestionable índole capitalista.

Lejos de revivir el ciclo feudal, América ingresó con sorprendente celeridad dentro del ciclo del capitalismo comercial, ya inaugurado en Europa. Más aún: América contribuyó a dar a ese ciclo un vigor colosal, haciendo posible la iniciación del período del capitalismo industrial, siglos más tarde.

La esclavitud no tiene nada de feudal y sí todo de capitalista, como creemos haberlo probado en el caso de nuestra América. Al integrarse

u

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dentro del ciclo comercial, la América luso-hispana recibió un formi-dable injerto africano. La mano de obra indígena y la otra de procedencia africana fueron los pilares del trabajo colonial america-no. América y África —destiladas sus sangres por los alquimistas del comercio internacional— fueron indispensables para el deslumbrante florecimiento capitalista europeo. (...)

X. Un vocablo de síntesis

Aunque breve, la jornada ha sido intensa. Tres siglos largos en la vida económica de nuestros pueblos han pasado ante nosotros. Cual-quier intento de síntesis en materia histórica lleva siempre implícito el riesgo de menospreciar la complejidad de los acontecimientos huma-nos. Mas los acontecimientos, cuando se acerca uno a ellos demasiado, restan perspectiva y lesionan la capacidad de interpretar, sin la cual la historia se transforma fácilmente en caótico desfile de sombras. Nace-el libro éste, además, en la necesidad sentida de aprehender lo que de comdn tienen las historias de cada parte de la América nuestra, de señalar las rutas paralelas por las cuales hemos transitado —unos aquí y otros allá.

Nos llega ahora, al alejarnos del tema, el instante de concretar las conclusiones a que nos conduce nuestra investigación.

En España y en Portugal no llegó a enraizar una economía moderna de bases capitalistas ni a la hora de consolidar la unidad nacional, ni en los años posteriores de la monarquía absoluta. Lo que hubo de tal sólo afectó la periferia del organismo ibérico, que continuó arrastrando una estructura de inconmovible reminiscencia feudal. La persecu-ción política y religiosa, de tal manera extrema, hirió las fuentes productivas, que jamás, ambas metrópolis, lograron superar sus dele-téreos efectos.

El enquistamiento de las economías metropolitanas no sólo impidió a Portugal y España obtener de sus colonias frutos mejores, sino que les colocó en posición de inferioridad para competir con las otras

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potencias del occidente europeo en el duro campo de la batalla económica .

La economía que las metrópolis ibéricas organizaron en América fue de incuestionable índole colonial, en función del mercado centro-occidental europeo. El propósito que animó a los productores luso-hispanos en el nuevo continente tuvo igual carácter.

No fue feudalismo lo que apareció en América en el período que estudiamos, sino capitalismo colonial. No hubo servidumbre en vasta escala, sino esclavitud con múltiples matices, oculta a menudo bajo complejas y engañosas formulaciones jurídicas.

Iberoamérica nace para integrar el ciclo del capitalismo naciente, no para prolongar el agónico ciclo feudal.

América enriqueció a algunos grupos sociales de ambas metrópolis ibéricas, pero no salvó a éstas de la decadencia. No constituyó tampoco la causa que la ocasionó.

Enquistfldo el mecanismo de la producción en un molde anacrónico en ambas metrópolis, las enormes riquezas coloniales no pudieron ser asimiladas por aquellas y se filtraron a través de la península para ir a desembocar, en última instancia, en los países cuyas estructuras económicas nacionales más modernas —no su genio innato, ni su raza— las absorbieron con avidez y alto provecho.

Robustecido, el enemigo europeo —Gran Bretaña, en primer térmi-no— ganó la batalla imperial, librada en todos los mares y bajo todos los soles, porque usó en ella armas económicas más eficaces y modernas. La historia económica de las colonias americanas fue quedando progresivamente más vinculada —y más sometida—• a la acción de ese enemigo triunfante.

Importancia harto modesta tuvieron en la historia colonial de nuestra América los factores raciales. Ninguna teoría que les tome como punto de partida, ni que venga teñida con preocupaciones de esa índole alcanzará a ofrecernos explicaciones satisfactorias de la conducta luso-hispana en erfíüevo continente, ni de los fenómenos de nuestra propia historia colonial.

Malas fueron las condiciones de labor y.de vida del trabajador colonial. Bajos, el índice de productividad y la calidad de la mano de

EL CARÁCTER DE LA ECONOMÍA COLONIAL... 137

obra. Injusta, la organización social. Ausente de sentido ético, el régimen de trabajo y de distribución de los bienes.

Pero no fueron España y Portugal las inventoras de tantos males. Esas son características inalterables de los regímenes coloniales don-dequiera que aparezcan y prosperen.

La más sabia disciplina del trabajo, la más inteligente organización, el más elevado sentido ético y social del esfuerzo individual son, en ese vasto período que hemos estudiado, los que se encuentran en las sociedades indígenas precolombinas más avanzadas.

A organizar y fiscalizar el proceso de la producción como un todo, sólo los incas llegaron. (...)

Posfacio (1993)

Lo que me propuse con mi libro

A partir de la convicción de que América Latina ha sido y sigue siendo una unidad dentro de la realidad mundial, mi tentativa consistió en estudiarla precisamente como unidad dentro de una evolución histórica internacional. No como un conjunto de unidades regionales y nacionales, sino como un todo en sí misma; sin olvidar, por supuesto, lo propio de cada región. Como el dato his tórico disponible —entonces aún más que ahora— atribuía a la historia de cada región una lógica autónoma, no me pareció que existiera otro camino metodológico que la historia comparada.

Pero el conjunto excedía esos límites: inclusive el subcontinente en su totalidad no se explica en sí mismo. América Latina colonial es un invento de la Europa occidental injertado sobre dos robustos troncos preexistentes: el americano y el africano. Era necesario extender el tema de análisis a Europa occidental. Además, las colonias británicas del norte del continente ofrecían un punto de referencia importante, por lo cual debían también aparecer en el planteamiento comparativo.

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El primer problema metodológico de la exposición consistía en optar entre la comparación de multitud de detalles, de los que están com-puestas las historias locales, o bien buscar las líneas de la gran estructura continental. Los riesgos metodológicos no terminaban allí, porque se trataba de descubrir una estructura en movimiento, es decir, una estructura histórica.

Este objetivo presentaba problemas de toda naturaleza, algunos por la magnitud del horizonte propuesto, otros por la índole misma del material disponible. Era, en verdad, un universo que no se terminaba de explorar. Lo sabía, y por eso llamé ensayo al subtítulo del libro. Ensayo en el doble sentido: como género de exposición en prosa y como tentativa de escribir una historia heterodoxa, que cruzara todas las líneas tradicionales en búsqueda del verdadero núcleo de la reali-dad. (...)

III. La idea básica, nuevamente examinada (...)

El reverso de la verdad histórica

Lo menos que podemos observar, a esta altura de nuestro conoci-miento del pasado, es que en la cultura occidental la tradicional hipótesis de las transiciones ha dejado en el olvido numerosos procesos, algunos de primera magnitud social, que cuando sean clasificados de manera más precisa, desde el punto de vista metodológico, permitirán reconstruir mucho mejor las líneas de la evolución organizativa. En otras palabras, lo ya construido en materia de investigación de las sociedades humanas, con ser mucho y muy importante, debe ser ampliado con actitudes metodológicas y epistemológicas más adecua-das a nuestra necesidad contemporánea de saber.

En lo que se refiere a la génesis del sistema capitalista —cuyo mejor conocimiento nos acercará más a la comprensión de su naturaleza—

EL CARÁCTER DE LA ECONOMÍA COLONIAL... 139

parece hoy indudable que hay varias vías por las cuales se fue gestando en Europa occidental:

la. La renovación tecnológica que se inicia en el siglo XI, se interrumpe en el xni y se reanuda a mediados del XIV;

2a. los movimientos urbanos protóburgueses, tan bien analizados por Romero (1967) y los movimientos regionales que enfrentan —unos y otros, a menudo con las armas— los privilegios señoriales, así como la protesta de trabajadores artesanales, asalariados no pocos, contra el poder señorial o el comunal;

3a. la paulatina transformación de algunas señorías en empresas capitalistas en ciertas regiones y épocas, incluyendo lo que ha recibido la inapropiada denominación de segundo feudalismo en Europa oriental a partir del siglo XVI;

4a. el vigoroso desarrollo económico italiano y el algo menos vigoroso de los Países Bajos, que se registra desde la baja Edad Media, sin deber nada o casi nada al feudalismo, ni a los movimientos urbanos y regionales que menciono, ni a la nueva señoría aburguesada.

Pero estas corrientes no lograron, por sí solas, generar el macrosis-tema que llamamos capitalismo. Actuó, además, otro proceso de la mayor importancia: la incorporación de las zonas de expansión en Asia, África y América. Fue por esa vía como el capitalismo se transformó tempranamente en macrosistema intercontinental.

La dominación de América es el episodio más importante en la construcción del sistema mundial del capitalismo. Resultó, en efecto, el agente más dinámico de la acumulación de capital desde comienzos' del siglo XVI, el sine qua non de la gestación histórica del sistema capitalista mundial.

Sin América, Felipe II (1556-1598) no hubiera podido realizar su formidable empresa en Europa, con la cual se ubica plenamente en esa etapa —cuyos prolegómenos habían estado a cargo de los Reyes Católicos— del Estado nacional europeo con su hinterland imperial, antes que Holanda, Francia e Inglaterra. Por más católico que fuera, antes que católico fue el arquitecto del Estado capitalista mundial. No confundir, pues, el papel que él le asignaba a su fe religiosa. Para él, el papa era un monarca más, aunque sui generis. Cuando el papa

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Paulo IV llega a un acuerdo con Francia, que Felipe U interpreta dirigido contra los intereses de España como potencia imperial en Europa, ordena al duque de Alba, virrey de Ñapóles y su subordinado, que invada militarmente los Estados pontificios. La operación se cumple sin dificultad y el papa se ve forzado a firmar la paz con España, en 1557, en los términos dictados por el catolicísimo Felipe II.

El macrosistema capitalista mundial, en plena expansión en el siglo XVI, tiene su propio perímetro y no pueden entenderse su naturaleza y su dinámica hasta que se le estudie, como macrosistema global que es, dentro de esos límites. Cada una de las partes desempeña una función, por larga que sea la travesía de los veleros interoceánicos. Por supuesto, éste es un embrión de lo que sería el capitalismo de la revolución industrial del siglo xvni, así como éste no es más que un embrión del capitalismo de la revolución nuclear e informática de la segunda mitad del siglo XX.

Lo que se fue gestando en tierra americana tuvo sus complejidades específicas. Las sociedades de las Antillas —con excepción de Cuba— resultaron extremadamente simplificadas. Cuba y la colonia portugue-sa lo fueron menos. Pero México y Peni resultaron sociedades colo-niales en el pleno sentido de la palabra: economía local y regional, exportación monopólica de metales preciosos, comercio y contrabando internacionales e interregionales, estructura de clases sociales cruzadas por un increíble estatuto de mezclas raciales, cultura colonial (pero cultura, sin duda, con colegios y universidades, teatro, bibliotecas, periódicos científicos y obras filosóficas). Una sociedad cuya dinámica no puede comprenderse sí se la desprende de su adjetivo de colonial.

Cualquier corte sectorial que se le haga (por ejemplo, la estructura económica) aparecerá como simbiosis: formas nativas entrecruzadas con formas importadas con el resultado de que ya no es ni lo uno, ni lo otro. Es colonial, simplemente. Esto es lo que producen todos los mecanismos de dominación imperial, en mayor o menor grado.

Hay más atín. Entre todos los imperios que se articulan durante los siglos XVI y XIX, es el de España en América el que crea ía pauta de la política imperial, cuyos principios básicos reproducirán los otros más tarde. Para gobernar a distancia, el imperio español puso en marcha los dos mecanismos de la sumisión —la majestad imperial y

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la religión— tanto con destino a la gran masa déla población dominada como a los nuevos núcleos de dominadores locales. La majestad imperial y la religión se unificaron con gran éxito práctico desde los primeros episodios. El imperio organizó en tierras americanas su propia delegación imperial y su propia burocracia civil, a la vez que configuró con la Iglesia un temprano pacto sumamente eficaz de división de poderes y de colaboración activa.

El imperio se propuso crear en cada colonia dos poderes sociales locales —la Iglesia y la clase dominante— pero ambos subordinados al poder imperial, Conectados entre sí por distintas vías, esos dos poderes, a la vez, se vigilaron mutuamente y entraron en una incesante competencia por ganarse el favor de la corona. Fueron los dos extremos del equilibrio concebido con perspicacia política por la corona en las tierras lejanas. Los altos funcionarios tuvieron siempre un límite para su arbitrio: desde la rotación en los cargos para evitar que crearan vínculos demasiado estables en un lugar, hasta el juicio de residencia para mantener en estado de alerta el juramento de entera fidelidad, bajo el cual actuaban en ultramar.

La legislación de Indias no fue un testimonio de la hipocresía imperial, como lo interpretó el liberalismo novecentista, sino un constante mecanismo de equilibrio entre los sectores dominantes coloniales, a la vez que un importante instrumento de defensa del poder imperial. La encomienda, por ejemplo, siempre estuvo rigurosamente limitada en el tiempo y siempre fue revocable.

La protección de la población indígena que se encuentra en esas leyes —algunas de cuyas normas se adelantaron en varios siglos a la legislación del trabajo contemporánea— no es ni un acto de simulación ni un gesto de piedad cristiana, sino el límite que el poder imperial ponía a la explotación de la mano de obra como recurso necesario para seguir manteniendo su presencia en tierras tan lejanas. Si hubiera continuado el exterminio físico de los indios iniciado en el siglo XVI habría conducido al fin del poder de la corona en tierras americanas. Un milagro parece que el imperio no se haya desarticulado a lo largo de más de tres siglos en un subcontinente tan extenso y lejano, pero no es milagro sino fruto de la sagacidad política.

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Todos estos principios conforman una política colonial orgánica y cuando Jos otros imperios de, la gran era capitalista se fueron organi-zando —el holandés, el francés, el inglés—en los siglos que siguieron al XVI, repitieron los mismos principios de dominación a distancia, algunos inclusive menos elaborados y menos eficaces que los que España había inventado para sus propias colonias.

Este es el capítulo colonial en la historia del capitalismo en el mundo, que va corriendo simultáneamente con la ampliación del mercado intercontinental. España funda el capitalismo colonial y América es su formidable campo de experimentación, a la vez que la más extendida y rica entre todas las posesiones coloniales que el capitalismo logra establecer en esta prolongada etapa formativa.

Por eso, encuentro altamente apropiada la denominación de capita-lismo colonial usada en la primera edición de esta obra. Sólo tengo que reconocer que descubro en su relectura reciente algunas vacilacio-nes terminológicas o algunas situaciones no analizadas con suficiente claridad.

POR UNA HISTORIOGRAFÍA CHILENA ^ ^ ^ 143

Julio César Jobet: Por una historiografía chilena

Tomado de Jobet, J. C, Ensayo crítico del desarrollo económico-social de Chile, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1955, pp. 13-30.

C)

Del análisis que hemos hecho creemos justo deducir que en la historiografía nacional, con excepción de los ensayos históricos

quehemos mencionado especialmente, predomina un criterio estrecho y cerrado, el que nos explica que no se haya dado la trascendencia que posee al estudio de los fenómenos económico-sociales, gestadores en grado decisivo, del desenvolvimiento de la sociedad.

Monod, destacado representante de la ciencia histórica francesa, ha escrito algo-que sé aplica con mucha exactitud-a la historiografía nacional: "los historiadores se han acostumbrado demasiado a prestar exclusiva atención a las manifestaciones brillantes, ruidosas y efí-meras de la actividad humana, a los grandes acontecimientos y a los grandes hombres, en lugar de presentar los grandes y lentos movimien-tos de las condiciones económicas y de las instituciones sociales que constituyen la parte verdaderamente interesante y permanente del desarrollo de la humanidad, la parte que, en cierta medida, puede ser sintetizada en leyes y sometida hasta cierto grado a un análisis exacto. En efecto, los acontecimientos y las personalidades destacadas lo son precisamente como signos y símbolos de diferentes etapas de dicho desarrollo. En cambio, la mayoría de los acontecimientos llamados históricos son para la verdadera historia lo que para el movimiento profundo y constante del flujo y reflujo las olas que nacen en la superficie del mar, brillan un momento con su luz viva y van a estrellarse luego contra la costa arenosa, desapareciendo sin dejar huellas".

Según Monod, pues, la tarea primordial de la ciencia histórica en el presente es el estudio de las instituciones sociales y de las condiciones

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144 JULIO CÉSAR JODKT

) económicas de una determinada colectividad. Es lo que se echa de menos en forma impresionante en nuestro país. Y es curioso que los trabajos de investigación sobre dicho aspecto son, en su mayor parte,

) de especialistas extranjeros: Mac-Bride, F. W. Fetter, Ellsvvorth y ~) otros. Es, por esta razón, a los historiadores jóvenes a quienes , corresponde presen tar nuevos aspectos del proceso histórico nacional y,

sobretodo, investigaren su raíz económico-social, hasta entregarnos una ) visión exacta, verídica y de acuerdo con el real desenvolvimiento ) nacional, de la que hasta el momento carecemos. Indudablemente, esta , vasta labor tendrá que ser emprendida y llevada a término por equipos

de historiadores. ' Para escribir la Historia es necesario conocer todos los hechos, sin ) exclusivismos y luego, hay que analizar la dependencia recíproca de ) los mismos, discerniendo cuáles son los principales y cuáles los

r — c — j „~™— — ^

secundarios. De aquí que la historiografía supone una elección de los hechos, en la que influye no solamente las pasiones del historiador, sino también los intereses de la clase a que pertenece, sobre todo en

) lo que se refiere a la interpretación. Es ingenuo aceptar el punto de ..) .)

vista de algunos historiadores liberales que consideran a la Historia una ciencia tan objetiva como las Matemáticas ni es posible imaginarse al historiador como a un ser inmaterial inspirado por un interés

\ científico abstracto tínicamente. Jean Jaurés, gran político, y excelente

.) historiador, ha expresado este juicio acertado: "A medida que una clase social surge y afirma su fuerza, no busca solamente preparar el porvenir, sino que desea comprender el pasado e interpretarlo según

) las nuevas luces de su conciencia. Ha llegado la hora para el proleta-riado obrero y campesino de tomar posesión, por su pensamiento, del siglo que ha terminado, así como se apoderará por la acción, del siglo

) que comienza..." El historiador es un hombre vivo, es decir, el hombre de una época,

de un país, de una clase social determinada. Hasta ahora en Chile, las clases oprimidas nunca han tenido sus propios historiadores. Todos pertenecen a la clase dominante.

La historia en Chile ha sido eminentemente narrativa y erudita y se ha desenvuelto en función de la pequeña oligarquía gobernante. Los diversos historiadores proceden de dicha clase o se incorporan a ella.

)

POR UNA HISTORIOGRAFÍA CHILENA 145

Quizás esta afirmación parezca exagerada y parcial, no obstante algo similar expone el historiador don Guillermo Feliú Cruz, investigador paciente y ensayista de aguda comprensión, quien ha enfocado certe-ramente, como ya lo hicimos notar, algunos rasgos del carácter de la historiografía nacional en su estudio aludido. En un trozo, especial-mente revelador, expresa: "Uno quisiera proclamar el fracaso rotundo de los historiadores chilenos como maestros y orientadores de la cultura histórica. Fueron incapaces de desenvolver el sentido de la vida del pasado, por más que ese pasado esté encerrado en limitaciones bien estrechas, Arrastrados en la carrera loca de la investigación puramente erudita, que vino a convertirse al fin, en una especie de manía por desentrañar papeles inéditos, no nos dejaron conocer lo que éramos para explicarnos nuestra formación de pueblo, nuestra condición de raza. Y en pocos países de América se ha escrito más historia,que en Chile y se ha exaltado más el patriotismo. Se ha exagerado nuestra grandeza. Nos han hecho creer que somos un pueblo superior. Nuestras virtudes aparecen dominando, avasalladoras sobre las lacras de nues-tros vicios. No nos dejaron ver nuestros defectos y el orgullo, el heroísmo, el desprecio, han adquirido las proposiciones de una elefan-tiasis. Pero la historia escrita por nuestros mejores historiadores, sólo sirvió siempre para fortalecer las pretensiones de una casta y asegurar suposición. No rozó la epidermis del gran pueblo. La misma oligarquía chilena, de la cual salieron los más aventajados maestros de la composición histórica, no puede decirse que los leyera con ánimos de buscar en ellos, en sus páginas, una enseñanza. Sé complacía en encontrar reflejada en esos libros las altas glorias de sus antepasados. El espíritu de clase de nuestra sociabilidad todavía discute apasionada el carrerismo y el o'higginismo, el montt-varismo y el balmacedismo. No polemiza por los ideales políticos o sociales que esos caudillos sostuvieron. Les interesa más saber que se les recuerda como hombres que cubren de gloria una familia o una dinastía de familias... Y el orgullo de la tribu se hincha". _

Este fragmento resume muy claramente el contenido de la histo-riografía nacional, a la vez que apunta justamente los vacíos y deficiencias de ella. Ya hemos anotado que los grandes historiadores liberales representan, desde un ángulo filosófico, discrepancias con

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los historiadores conservadores, pero en los problemas fundamentales de carácter económico-social su posición es idéntica de tal modo que sólo en obras ocasionales, o en ensayos aislados, algunos historiadores y escritores han enfocado el fondo medular de nuestro proceso histó-rico, aunque sin obedecer a un plan sistemático y continuado.

No es un juicio aventurado afirmar que la historia de Chile está por hacerse. Hasta el presente no ha sido más que el relato de los grandes magnates del país y la crónica de la clase pudiente, cuyos privilegios ocupan el sitio preponderante, como si no existiera nada fuera de ellas. Es necesario, por eso, llevar a cabo la historia del pueblo chileno, cuyas condiciones de vida se han desconocido, para destacar el papel decisivo y fundamental que ha jugado en la evolución de la nacionali-dad. Es que al escribir la historia nacional se han utilizado de preferencia los documentos provenientes de los miembros de-las clases privilegiadas (magistrados, altos jerarcas de la Iglesia, jefes de las fuerzas armadas, diplomáticos, miembros del Parlamento y de la alta burocracia), desconocedores muchas veces de la vida popular, por no haber mantenido nunca contacto con ella o por haberla considerado propia de una clase inferior. De otro lado, junto con pertenecer a esa clase privilegiada, han estado vinculados directamente al poder, lo que los ha llevado a exagerar la acción, importancia y virtudes de los personajes de la política del país, presentándolos a todos como a grandes estadistas y dechado de perfección y haciendo, entonces, de la Historia una exclusiva actuación de hombres superiores de una determinada clase social.

Las clases dominantes interpretan siempre la historia desde un punto de vista "idealista" y se imaginan que solamente ellas y sus núcleos dedicados a la actividad intelectual son los que la hacen; que la Historia se mueva gracias al trabajo de la inteligencia humana en las formas "superiores" de su actividad, osea, las más alejadas de la trama diaria y pesada de la vida. Convierten la Historia en la historia de la ilustración, olvidando todo el papel primordial de las clases populares, laboriosas. Reducen la creación de la historia a lFacción de los jefes y de los "héroes" de la clase dominante, sin tomar en cuenta para nada a las clases trabajadoras: obreros, campesinos, artesanos. Si en verdad

POR UNA HISTORIOGRAFÍA CHILENA 147

los jefes y héroes desempeñan un gran papel, lo es cuando se apoyan en las masas, en el pueblo, expresando sus necesidades y aspiraciones.

Es así como esta interpretación "idealista" de la Historia es la que ha reducido el campo real- de la historia, eliminando el análisis de las clases bajas, y no dándole ninguna atención a la historia del hombre en el mundo de las necesidades y la de los pueblos en su terrible lucha por la existencia. Con razón Malthus, el renocido economista, ha dicho que "las historias de la humanidad que poseemos, son, por lo general, historias de las clases superiores".

Para formarnos una idea clara del fondo del proceso histórico es particularmente útil la lectura del libro de Parmalee Prentince: "El hambre en la Historia". En sus páginas se puede apreciar el alcance de la interpretación "idealista".' Es difícil conciliaria con la realidad viva, según la cual el hombre libra una contienda atormentadora para adquirir el pan de cada día, renovada incesantemente, que aniquila y absorbe totalmente al individuo; que agobia a los pueblos y los lanza a tremendos conflictos; que mantiene a la humanidad en una lucha feroz y permanente.

Más justo es el criterio que reconoce que la acción del hombre, en general, tiende fundamentalmente a producir para tener la posibilidad de subsistir y que por ello la Historia tiene su base más vasta en las necesidades materiales, de tal modo que, a causa de lo expresado, es la masa laboriosa, el pueblo, la decisiva en el desarrollo de la sociedad' y que son los millones de trabajadores que alimentan y visten al mundo entero los verdaderos héroes de la vida, ya que su tarea inmensa decide la suerte de colectividades, de las naciones, de la Historia. Y esta interpretación sencilla y objetiva del proceso de la sociedad y" de la Historia es el materialismo histórico.

La base del desarrollo de la sociedad humana reside en la economía, o sea, la lucha que el hombre sostiene con la naturaleza por la existencia, de tal modo que la Historia se halla movida por intereses materiales, es decir, por la necesidad que el hombre tiene de alimen-tación, vestido, vivienda, calefacción y herramientas. Y el motor de la Historia es la lucha de las clases sociales, según el sitio que ocupan en la producción económica. De las clases oprimidas, explotadas, contra las clases que la oprimen y explotan. La esencia de la Historia

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consiste en el desarrollo y modificación graduales de la sociedad humana, con el objeto de satisfacer en una forma más adecuada las necesidades materiales y porque sean satisfechas de la manera más justa posible, de tal suerte que los bienes terrenales se distribuyen entre todos, según sus necesidades. Claro está que no solamente influyen las necesidades materiales que caen en el campo de la técnica económica, aunque son las decisivas; también tienen un rol importante las teorías políticas, que responden a una concepción racional de la sociedad; e, igualmente, la voluntad humana, o sea el hombre muchas veces más allá de su pertenencia de clase y de sus exigencias materiales se mueve por aspiraciones, pasiones, instintos, que en un momento dado ocupan su existencia hasta provocar acciones trascendentales, desligadas de motivos puramente económicos, como son el heroísmo, la santidad, el honor, la amistad y muchos aspectos de la creación estética. Y es preciso, además, darle un sitio a la casualidad o azar.

Creo que el filósofo Rodolfo Mondolfo interpreta correctamente los principios del materialismo histórico cuando afirma que la fuerza dinámica de la Historia son los hombres impulsados por sus necesida-des, pero que no hay una dialéctica fatal y automática de las cosas sobrepuestas al hombre, sino que hay siempre la lucha de los hombres hacedores de la Historia. Por eso el materialismo histórico se opone al determinismo económico; y aquellos que han querido interpretar a Carlos Marx, principal sostenedor de esta teoría, por medio de la doctrina del determinismo económico, han olvidado que para éste la propia economía es una creación del hombre, y todo el movimiento y desarrollo de la historia es un intercambio continuo y reacción recíproca de efectos que se transforman en causas y de causas que se convierten en efectos. Todo el curso de la Historia es un desarrollo progresivo de lucha de clases. En cada momento histórico las fuerzas de producción se sistematizan en formas de equilibrio social, pero el desarrollo ulterior pone a las fuerzas productoras en lucha contra las formas ya establecidas y contra las clases interesadas en su conserva-ción. Esta lucha se produce a raíz de las necesidades humanas, entre las cuales la necesidad económica es fundamental; pero ella misma no opera sino por medio de los hombres creadores activos de la economía y de los instrumentos técnicos. Los hombres no son un producto pasivo de la estructura económica, porque intervienen siempre dinámicamente

POR UNA HISTORIOGRAFÍA Cí KLENA 149

con sus necesidades, aspiraciones, voluntad y sentimientos en la transformación de la estructura económica.

El método materialista enfoca las luchas de intereses de las clases sociales y fracciones de clases, determinadas por el desarrollo econó-mico y pone de manifiesto que los partidos son la expresión política más o menos adecuada de estas mismas clases y fracciones de clase. A veces una minoría dominante, amolda de nuevo a sus intereses las instituciones estatales, debido a que por el desarrollo económico los anhelos de esta minoría están más en consonancia con la situación general y logran contar con el apoyo o la pasividad de la gran mayoría dominada, lo que le da a la acción del grupo minoritario la apariencia de ser representante de todo el pueblo.

Esta fecunda teoría, y científico método de investigación, que es el materialismo histórico aplicado al estudio del desarrollo nacional, nos permite una comprensión y explicación claras de su desenvolvimiento, sucesos, hombres y fenómenos "típicos". A los nuevos historiadores corresponde la enorme tarea de analizar y comprender el pasado nacional en su verdadera raíz, con el objeto de poder presentar más exacta y realmente el momento actual tan denso de problemas graves y necesidades agudas, cuya resolución adecuada exige la interpretación franca y valerosa de la realidad, sin perjuicios y sin mezquinas limitaciones, cómo único camino para conseguir la verdadera trans-formación estructural y progresiva qué Chile requiere si no pretende quedar a la zaga de la historia. Es una tarea que estimamos urgente e ineludible para las actuales generaciones.

* * *

Después de un estudio constante y atento de nuestra evolución histórica y por una observación directa de la vida diaria, con un criterio materialista y científico, hemos podido constatar de manera irrefutable el profundo divorcio existente entre lo escrito y proclamado en innumerables libros de Historia, que exaltan la grandeza y la superioridad de nuestro país, y la verdadera realidad económico-social trágica y dolorosa, de atraso y miseria, en que se debate. Del mismo modo hemos comprobado la contradicción violenta entre las conquistas sociales y garantías de todo orden establecidas en centenares de leyes de prolijas disposiciones y bien intencionados fines, y la increíble

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pobreza e inicua explotación que predominan en el ambiente, sin el menor asomo de ser remediadas por la aplicación real de esas leyes. Es que este legalismo chileno, producto del criterio abogadil y dialéc-tico de las legiones de juristas que hacen nata en la política profesional, es idéntico al legalismo feudal que hizo de la Colonia un modelo de despotismo bárbaro con un régimen legal que es un modelo de humanismo y sentido social. Así, por este afán de dar "solución jurídica" a los problemas que nos agobian, vivimos con una plétora de leyes avanzadísimas, pero a espaldas de ellas, porque ha sido una misma oligarquía gobernante que las ha elaborado, interpretado y ejecutado y siempre con el pensamiento oculto de falsearlas y engañar a las masas reivindicacionistas. Este legalismo ha llevado, además, a la entrega del país a los consorcios extranjeros conforme a contratos y leyes aprobadas por brillantes parlamentos, entre cuyos miembros sobresalían los más destacados abogados de los consorcios imperialis-tas interesados en reducirnos a colonia, y después de abundantes consideraciones sobre el patriotismo, la soberanía y la libertad de Chile.

De esta manera, la democracia que ha imperado ha sido limitada, formalista y falsa, pues existe en el papel, y no en la práctica, caracterizándonos como a un país de simulaciones políticas. Así se habla del respeto a la voluntad popular y se veneran al Ejecutivo y al Parlamento como poderes públicos de alta calidad democrática, pero todos los grandes partidos políticos asientan su dominio sobre un electorado reducido, en relación a la masa de la población, y éste convertido en mesnada, que solamente entrega su sufragio a quien le paga más. A los poderes públicos se les hace emanar de "feudos electora-les" y del poder del dinero. Se habla del "culto a la ley" y las leyes quedan escritas o son interpretadas en favor de los poderosos, o sencillamente, deformadas. Se habla de las libertades ciudadanas y se da amplia garantía a las libertades de palabra, reunión y pensamiento, pero no hay órganos donde se pueda realizarlas, ya que la amenaza de leyes represivas permanentes lo impide y además, porque los diarios, teatros, radios, están sujetos a monopolios comerciales o políticos o dependen de las autoridades del gobierno, siempre prestas para perse-guir a quienes traten de proclamar su verdad, que no es la verdad oficial.

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Este panorama tan tétrico es el resultado de la evolución nacional, subordinada al exclusivo provecho de una ínfima oligarquía plutocrá-tica. Dicha minoría, acaparándose la Patria y su Historia, ha tratado siempre de reducirla a sus intereses y tras las bellas palabras patrióti-cas, no ha hecho otra cosa que negociar, enriquecerse a costa del patrimonio nacional y expoliar a sus grandes masas trabajadoras. Las ha mantenido en la más injusta y degradante condición y las ha reprimido cruelmente cuando han solicitado el otorgamiento de sus derechos elementales y la satisfacción de sus reivindicaciones mínimas, con lo que no solamente ha explotado y agobiado a un sector social de la nacionalidad sino que, además, ha debilitado al país, a Chile en su conjunto, como nación y potencia. Pocas clases dominantes más egoístas, tartufas y crueles que la oligarquía chilena. Ha mantenido el latifundio y el inquilinaje feudales, negándose a toda reforma agraria democrática; ha desvalorizado sistemáticamente la moneda; ha entregado las materias primas al capital extranjero imperialista; ha creado una incipiente y artificial industria en forma de monopolios abusivos; ha dominado el crédito con fines de lucro,.por medio de bancos de su absoluto control; ha mantenido al pueblo laborioso en misérrimas condiciones de vida; ha impedido el funcionamiento de un sistema político democrático verdadero, y ha generado un estado de desmoralización total.

Esta realidad que se oculta con leyes adelantadas, pero sin aplicación efectiva, y con una organización institucional formal muy perfecta, aunque en la práctica casi no rige, o lo es para el disfrute de una escasa minoría, ha asombrado a los observadores extranjeros que llegan al país y que no se basan en las leyes y libros oficiales para enfocarla, sino que se adentran en la observación directa de nuestras formas de vida diaria. Así el escritor francés André Bellesort, en su obra "La Jeune Amérique" (3a. edición en 1923), después de recorrer todo Chile, escribe algo que resume la impresión general que se forman estos observadores independientes y perspicaces: "Trescientas fami-lias detentan la propiedad del territorio y a la vista de los extranjeros se traspasan una a otra la fortuna pública... La República se compone de una clase que lo posee todo y de otra clase, más numerosa, que no posee nada. Lo que admira es que esta última nada exige tampoco...

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) De este modo, en esta joven república, que parece la mejor organizada ) de la América del Sur, se encuentra una plebe tan miserable, tan falta v de esperanza, que no tiene ni bastante energía, ni bastante conciencia

para manifestar ninguna aspiración... La pereza y la embriaguez la man tie-) nen en su estado de ignorancia. Ha heredado de los indígenas que ella ) ha absorbido su fisonomía grave y su individualismo taciturno. La -. Araucanfa ha conquistado el alma de sus últimos vencedores".

Y este j uicio se ha reproducido constantemente en las observaciones ' y publicaciones de numerosos tratadistas extranjeros, especialmente ) norteamericanos, como Mac-Bride, F. W. Fetter, Mac-Leish, Ellsworth, \ y se ha fundamentado en forma dramática con los resultados impresio-

nantes de la encuesta de los técnicos Dragoni y Burnet, sobre las ' condiciones de vida de las masas laboriosas chilenas, verificada en los ) años finales de la segunda administración Alessandri. ) Tal vez las consideraciones anteriores sean tomadas como apresu-N radas y unilaterales, producto del desconocimiento de la realidad

nacional. Pero no es así. Por el contrario, el estudio directo del país ) entero y de las condiciones de vida de su población; la lectura y estudio ) de las estadísticas oficiales y de innumerables obras de gran calidad \ que han abordado de preferencia los problemas económico-sociales de

Chile; y el manejo constante de sus principales obras históricas, nos ' han llevado a formular las anotaciones que desarrollamos.

. ^ Existen varias obras emanadas de organismos estatales que exhiben ) claramente los hechos que afirmamos, entre ellas, principalmente, el

"Plan Agrario", publicado por el Ministerio de Agricultura, y la "Renta Nacional", patrocinada por la Corporación de Fomento de

.) la Producción. Asimismo, son varios los libros de altos personeros del ) gobierno, que ratifican la mencionada situación: basta señalar los dos

estudios de don Pedro Aguirre Cerda: "El problema agrario" y "El problema industrial".

Por otra parte, son numerosos los libros de investigación seria y .) especializada que enfocan y exhiben este lamentable cuadro. Léanse, ) por ejemplo, "La economía chilena y el comercio exterior", de

Fernando Ulanes; "Estructura de nuestra economía", de Francisco A. Pinto; "La economía de Chile y la industria del cobre", de Ignacio

) Aliaga; "Política agraria chilena", de Adolfo Mátthei; "Expansión y )

_)

)

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estructura agraria", de Hugo Trivelli;""La realidad médico-social", de Salvador Allende; y a esta lista sumaria pueden agregarse diversas obras generales, publicadas en el extranjero, por sus capítulos relacio-nados con Chile, que ratifican los juicios que hemos formulado sobre el atraso y dependencia de nuestro país, tales como: "Problemas económicos de América Latina", de Harris S. E., y otros; "Dólares en la.América Latina", de Feuerlein W. y Hannan E.; "La economía internacional latinoamericana", de Olson R. R. e Hickman C. A.

Si el conocimiento de la renta nacional de un país, de su composi-ción, de su distribución, de sus fuentes de origen y de sus diversas características, es indispensable para tener una idea exacta de su estructura económica y social y, a la vez, para la formulación de todo plan económico serio, que tienda a transformarla y desarrollarla, la lectura y meditación de la obra sobre esta materia, ya mencionada, es particularmente concluyeme. De sus análisis más importantes resulta que en la economía nacional predomina un escaso nivel de vida y una fuerte dependencia de factores externos. De los extensos desarrollos y numerosas cifras de la obra citada se desprende que la renta nacional es un reflejo de la atrasada estructura económica del país; que sus características son desfavorables, por cuanto es muy baja, y se reparte injustamente, de tal suerte que es perentorio un reajuste económico que tienda a superar esos factores tratando de acelerar la capitalización, a fin de incrementar la renta nacional y con ello elevar los niveles de vida e impedir el atraso, miseria y sujeción de nuestra patria.

La razón de esta atrasada estructura económica, generadora de una bajísima renta nacional, y resultado de la evolución republicana subordinada a una clase social profitadora, reside en los siguientes hechos, como concreción del desarrollo histórico de más de un siglo: lo. Sujeción absoluta al capitalismo extranjero, lo que hace que la estruc-tura económica chilena se distinga por la extremada dependencia de la exportación de productos minerales (plata, cobre, salitre) y, en especial de uno solo en la actualidad, el cobre, donde se concentra el inversio-nismo extranjero, de carácter imperialista. Esta circunstancia afecta tanto la economía fiscal como la privada; da origen a la mayor fuente de recursos del Estado (en cualquiera disminución del precio de venta del cobre, el Fisco deja de percibir cientos de millones de pesos); crea

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el principal poder de compra en la economía interna y provoca la mayor disponibilidad de divisas extranjeras, con los efectos y riesgos que todos conocemos. 2o. Atraso considerable en la explotación agraria, a causa del predominio del latifundio, lo que determina un escaso aprovechamiento de Ja superficie agrícola; reducida mecanización de sus faenas; bajos rendimientos; bajas rentas de la población campesina, de tal modo que se encuentra prácticamente fuera de la órbita mone-taria, además que sus escasas e invariables rentas no guardan relación con los cambios que ocurren en las rentas monetarias del resto de la población. Todo esto hace que exista anualmente déficit de producción en la mayoría de los artículos alimenticios e ínfimas condiciones de vida, atraso y analfabetismo en las masas rurales. 3o. Incipiente y localizada industria, de sostenimiento artificial, que no elabora mate-rias primas nacionales, sino importadas y vive a la sombra de aranceles prohibitivos. Es así cómo el abastecimiento del país se hace fundamen-talmente con artículos importados. Por otra parte, esta reducida producción industrial nacional se halla organizada en monopolios abusivos que obtienen enormes porcentajes de utilidad a costa de los consumidores. Aparte de ser escasa y cara nuestra producción indus-trial, es de mala calidad en razón de su reducido y anticuado equipo de maquinarias y de la limitada mano de obra con la experiencia y técnica necesarias. 4o. Régimen financiero caracterizado por una permanente desvalorización monetaria, como consecuencia y reflejo de las debilidades de la estructura económica, lo que provoca una disminución ininterrumpida del poder adquisitivo de los sectores asalariados, y ayuda al fuerte proceso de permanente inflación. 5o. Sistema tributario anticuado y agobiador, que sólo tiende a salvaguar-dar los intereses de las clases plutocráticas y en el cual una parte considerable de las personas y de las rentas afectas a tributación escapan a todo gravamen tributario. Los impuestos generales de la nación gravan principalmente los consumos (arancel aduanero e im-puestos indirectos), pagados por igual por el contribuyente rico y el pobre. Los impuestos indirectos que recaen sobre los consumidores alcanzan a la mitad de la tributación nacional. En este sórdido régimen tributario son desconocidos los impuestos directos de estricta justicia social y de rentabilidad elevada, como ser: impuesto al mayor valor espontáneo de la tierra; imposición a las ganancias ilegítimas; tributo

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especial alas industrias favorecidas por el arancel aduanero; impuestos a los terrenos agrícolas insuficientemente cultivados y al ausentismo agrario; imposición de tributos adicionales a las patentes de minas mensuradas, sin trabajo actual, tanto de compañías nacionales como extranjeras; impuestos a las compra-ventas de lujo; reavalúos de la propiedad raíz; establecimiento de diversos estancos, penas severas al delito tributario. 6o. Acción dispersa y torpe, cuando no se margina, del Estado, que ha carecido de un plan y de una política definida, lo que ha significado que la Ley de Presupuestos carezca de una orienta-ción precisa, como elemento básico de una política fiscal creadora. Esta estructura económica anticuada y apoyada en la injusticia y el privilegio, que se ha formado y mantenido a lo largo de la tan exaltada evolución histórica nuestra, por "extraordinaria" y "superior", ha provocado una realidad social, demográfica, sanitaria y cultural lamen-table. Son evidentes un estado de miseria grave y un empobrecimiento sistemático de la masa nacional, déficit alimenticio", escasez de vivien-da sana y confortable, deficiente vestuario, salarios reducidos, enfer-medades destructivas, todo lo que está causando una alarmante decadencia en las condiciones físicas de la población, ^ue daña y compromete a nuestro capital humano, elemento y sujeto primordiales de la gestión económica.

En la realidad económica y social que hemos señalado, una reducida clase ha tenido y mantiene el control de los medios de producción, permitiéndole un enriquecimiento desmesurado, mientras la in-mensa mayoría permanece en la pobreza. Este contraste ha dado origen a un duro antagonismo de clase que ha ayudado a disgregar la conciencia nacional y a mantener una fuerte pugna, la denominada "cuestión social", que se ha agravado en los últimos años.

El atraso económico-social, derivado de la estructura semifeudal y semicolonial que impera, ha dado origen a la formación y desarrollo de clases sociales antagónicas en permanente lucha, y la clase domi-nante ha impedido un reestructuran! i en to económico-social progresis-ta, que saque al país del atraso y la pobreza. La pugna señalada ha tenido su repercusión aguda en el plano político, de tal manera que nuestro régimen democrático lo es sólo en el nombre, pero en la práctica está fuertemente limitado por los intereses económicos

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\ privilegiados. A pesar de que nuestro país es reputado en todo el Continente como ejemplar en cuanto a su amplitud democrática,

' madurez política y perfección jurídico-institucional, es el hecho que el ) sector ciudadano que elige y es elegido, con plena conciencia política, \ es limitadísimo, de tal suerte que la base del régimen democrático:

determinación de los destinos de Ja nación por la voluntad de las ^ mayorías no funciona en la práctica y, por el contrario, como en los ) sistemas oligárquico-aristocráticos, una ínfima minoría es la que decide .. la marcha y destino del país. En las elecciones presidenciales de 1946

no alcanzó a participar medio millón de ciudadanos, o sea, un chileno de cada 11; y el Presidente de la República fue designado con menos de

) 200,000 sufragios. ) La democracia que ha imperado en Chile ha sido formalista y , burocrática, puesto que ha funcionado sin una conciencia política en

vastos sectores del pueblo y sin una verdadera organización de la ) voluntad popular, falseada sistemáticamente por vicios diversos: co-) hecho, fraudes e intervención y porque los partidos que han disfrutado \ el poder, han carecido de una concepción técnica del Estado^ y de un

sentido orgánico y constructivo, manejándolo con un criterio electoral ' y burocrático. Además, la democracia de que se alardea ha estado ) entregada al control extranacional de unos cuantos grandes consorcios , internacionales pues la economía de la nación depende de los grandes

capitales internacionales que dominan el salitre y el cobre y, dentro ) del país, le sirven de aliados, a cambio de una intensa expoliación de ) sus masas consumidoras, los reducidos capitales que manejan una \ incipiente industria, los bancos y la propiedad de la tierra. Así la

libertad y "la democracia son un espejismo. La democracia concebida -1 como un método para controlar científicamente la economía y la técnica ) en beneficio de la sociedad, desarrollándolas planificadamente, y como j un gobierno de verdadera representación popular, es desconocida en

nuestro país. No puede existir democracia mientras la economía sea colonial y la organización política sea generada por una pequeña

) minoría de su población, orientada-por partidos o fracciones de tales, } sin programas ni ideales legítimos. ) La historia política del país, muy distinta a la escrita por.los

historiadores oficiales, nos lleva a la conclusión de que los partidos

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llamados "históricos", han desperdiciado más de un siglo.de vida para la superación de la Colonia y la construcción de un país efectivamente Ubre y progresista. Su preocupación ha sido mantener y defender privilegios económicos de una reducida minoría, bajo una apariencia de régimen democrático, y establecer una inocua tradición de respeto a la ley, que no es más que respeto a la oligarquía dominante.

El liberalismo, como doctrina económica y como ideario político, no ha logrado encarnar en instituciones renovadoras al servicio de los auténticos intereses y necesidades de Chile. Hasta mediados del siglo XIX sobreviene intacto el orden colonial, consagrado jurídicamente en la Constitución de 1833. La república consistía, en la práctica, en un régimen de privilegios que favorecía a los terratenientes, a la Iglesia y a los togados. A partir de la década de 1850-1860 se verifican grandes transformaciones económicas y sociales. Surge una burguesía activa y emprendedora, adepta apasionada a las teorías liberales y librecambis-tas. En lo político tiende a la liberalización del Estado y al laicismo en las instituciones, y por eso lleva a cabo una ofensiva sistemática en contra de la aristocracia y de la Iglesia y una abierta oposición al gobierno, defensor de aquellos intereses. En lo económico defiende la fórmula del "laissez faire, laissez passer" y tiende a eliminar toda intervención del Estado en la economía.

Las teorías liberales se expanden y afirman en razón del desarrollo delaburguesía minera y comercial desde la administración Montt y cuando la economía del país pierde su carácter nacional, vinculándose al mercado internacional, del que entra a depender en alto grado. El liberalismo se impone en lo económico. El Estado ajusta su acción por los principios del "laissez faire, laissez passer"; se -margina de la vida económica y sólo vela por la seguridad de las personas y sus bienes; el Estado no debe ya entorpecer el libre juego de los intereses individuales; debe limitarse a defenderlos y para ello se convierte en el Estado gendarme. La política económica del "dejar hacer" se impuso fácilmente porque en la práctica no hirió los intereses feudales, al dejarlos en completa libertad de acción. Y como ellos tenían el control de la oferta gozaban de hecho de verdaderos monopolios. En cambio, por otra parte, desató la producción minera, desarrolló los

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transportes e intensificó la creación de bancos y el comercio, bases económicas sobre las cuales se asienta y afirma la burguesía.

Es así como la política económica liberal fue la aliada en el fortalecimiento de la vieja economía agraria monopolista y su corres-pondiente orden social déla Colonia, al revés de lo que hizo en Europa, donde destruyó el régimen feudal, a la vez que desató la expansión de la economía burguesa, minera y comercial, que entra a coexistir con el feudalismo agrario.

El radical individualismo reinante y el absoluto marginamiento del Estado de la vida económica se traducirá en el desarrollo de una economía clasista atrasada, feudal-capitalista, fortalecida por el apo-deramiento de las tierras del sur (Magallanes y Araucanía) por grandes concesionarios y particulares privilegiados, y de las minas de salitre en el norte que luego son enajenadas a los capitalistas internacionales. Este falso liberalismo importado de Inglaterra, Francia y Estados Unidos, hecho sobre los intereses de esas naciones, pero ajeno a nuestra realidad económica y social, ha servido para fortalecer los grupos tradicionales que han detentado la riqueza.

La política liberal en Chile ha servido para dos cosas: 1) Afirmar el sometimiento de la sociedad chilena a la rígida esclavitud en manos de unas cuantas familias, las que controlan la "libertad de la economía"; 2) Estimular la ineptitud del Estado chileno, que durante un largo y decisivo período no se sintió obligado a actuar y hacer, aceptando pasivamente los principios del liberalismo anti-intervencionista, defen-dido por Courcelle-Seneuil y las familias gobernantes, porque convenía a sus intereses (Gustavo Courcelle-Seneuil por espacio de siete años, 1855-1863, orientó la política económica del Gobierno, en su calidad de consultor técnico del Ministerio de Hacienda y sus discípulos, como Zorobabel Rodríguez, Miguel Cruchaga Montt y otros, la continuaron. Courcelle-Seneuil, formado en la Francia liberal y capi-talista del siglo XIX, era un partidario ardoroso de esas teorías, las que aplicadas rígidamente a Chile, país de economía débil, fueron desastrosas frente a las grandes potencias. No logró modificar las bases de la economía interna y no supo defenderla de los embates de las economías desarrolladas europeas; "por eso la influencia del eco-nomista francés, considerada dentro del desarrollo general de la

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economía, fue perniciosa para el país. Con su admirable erudición asentó el predominio de las doctrinas liberales y librecambistas, en circunstancias en que los grandes imperialismos pugnaban por estable-cer su hegemonía universal. Y escudada bajo el manto de tan sabias teorías, la oligarquía chilena pudo ceder tranquilamente al capitalismo extranjero, a cambio del disfrute del poder, las principales fuentes de nuestra riqueza nacional").

Esta libertad y liberalismo han consistido en dejar manos libres a terratenientes y capitalistas para manejar el mercado interior y el mecanismo simple de los precios, es decir, para que funcione la economía en orden a un pequeño grupo de intereses sin tomar en cuenta las necesidades y posibilidades de las mayorías trabajadoras. Es una libertad para destruir la verdadera libertad. A la vez que este liberalismo desenfrenado entregó las materias primas al capitalismo extranjero y asf la economía nacional quedó subordinada a una o dos de ellas y, por lo tanto, sujeta a las fluctuaciones de sus precios en el mercado mundial, controlado por el imperialismo.

El gran presidente-Balmaceda luchó por una vigorosa política de intervención estatal para lograr un desarrollo económico armónico y diversificado, industrializador y nacional, y para hacer frente al imperialismo (a este respecto es sugestivo su notable discurso pronun-ciado en la Convención que lo proclamó candidato a la presidencia de la República). Fue vencido y el régimen parlamentario que lo sucede pasó a ser el vehículo del más desenfrenado liberalismo, favorecedor de los negocios de la oligarquía y de la penetración imperialista. Desde la crisis de postguerra, 1919-1922, en la que Chile empieza a recibir una enorme corriente de capitales, de nuevo se lucha por eliminar el espíritu rígidamente liberal que ha predominado en nuestro sistema político administrativo y en la posición pasiva del Estado, con funciones policiales solamente (represiones del movimiento obrero surgente en 1903, 1905, 1906, 1907, 1919, 1921 y 1925). Desde esta época de 1920-1925 se preconiza la intervención del Estado en la vida econó-mica, y se inicia un intervencionismo tibio (dictación de las leyes sociales y del trabajo), que se lleva a cabo sin menoscabo de la adhesión a los principios liberales y bajo el predominio de las fuerzas sociales y políticas de tal inspiración, por lo que se transforma en la práctica

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) en una acción desorganizada, torpe y burocrática. Su intervención, en % vez de crear la libertad económica y desarrollar las fuerzas productivas

(o sea, con un objetivo liberal), ha tendido más bien a dar vida a ^ empresas monopolistas, a robustecer las existentes, dejándolas operar ) libremente en el mercado nacional por medio de medidas de rígido \ proteccionismo, a costa de los consumidores del país. No intervienen

para crear riqueza, sino para fomentar la concentración de riqueza en ' manos de algunas industrias privilegiadas, sin intentar siquiera repartir ) los beneficios traídos por las restricciones o privilegios aduaneros entre \ las diversas clases sociales que concurren en la economía nacional. v. Si en el plano económico el liberalismo se impuso sin mayor

oposición, en el campo político e institucional debió librar una con-^ tienda violenta con la aristocracia colonial y la Iglesia, fuerzas sociales ) conservadoras, apegadas a sus prejuicios y creencias, y que ejercían -. el control absoluto del Estado, de sus instituciones y de las conciencias.

Desde la abolición de los mayorazgos hasta la dictación de las leyes .) laicas, en el gobierno de Santa María durante varias décadas se ) desarrolló un vasto conflicto entre la burguesía liberal y la aristocracia , e Iglesia, conflicto que le da bastante color a la segunda mitad del siglo

Xix. Sin embargo, durante el gobierno de Balmaceda, ambas clases se -> unen y se entrelazan para oponerse resueltamente a sus grandes ) reformas económicas por medio de una acción planeada e intervención j técnica del Estado tendiente a modificar la anticuada estructura econó-

mica nacional, lo que suponía una amenaza para las clases privile-.' giadas y para el imperialismo inglés, que ya había captado gran parte ) de la riqueza salitrera. ' ) En la revolución de 1891 triunfaron esas fuerzas y de ella surgió , poderosa y ávida una plutocracia que sólo anhelaba conservar sus

prebendas económicas y disfrutar del gobierno, a costa del pueblo y .) del patrimonio nacional. Desde 1891 hasta 1924 el liberalismo político ) se concreta en el sistema parlamentario, el que expresa la ineficacia e

irresponsabilidad de los llamados partidos históricos, dedicados a un estéril bizantinismo politiquero, mientras entregan las riquezas nació-

} nales a los ávidos consorcios imperialistas (los capitales ingleses ) dominan enteramente el salitre, elemento básico de la economía de la . época), y toleran la subsistencia de un régimen agrario medieval, lo

POR UNA HISTORIOCRAFIA CHILENA 161

cual determina la ignorancia y miseria de las multitudes laboriosas. La representación al Parlamento, órgano decisivo de este nuevo régimen, proviene de un juego sin alternativa de. feudos electorales y del cohecho. Y al examinar las nóminas de parlamentarios, se llega a la conclusión de que a pesar de renovarse periódicamente, el Parla-mento fue prácticamente vitalicio, ya que en él figuran siempre los mismos diputados y senadores. No había selección ni renovación de valores. Desde este instante se establece la "profesión parlamentaria", que era compatible con la profesión de litigar y de actuar al servicio de los intereses contrarios al país, representados por las compañías, bancos y consorcios extranjeros. Los parlamentarios no se consi-deran con ninguna responsabilidad frente a sus electores, puesto que compran sus asientos. Y los ciudadanos no tenían ninguna autoridad sobre ellos, desde que constituían una masa pasiva, que en el día de las elecciones se vendía, desvinculándose de sus representantes desde el mismo momento que los elegía.

En estas condiciones, aunque legalmentepuede ser elegido cualquier ciudadano, de hecho.no lo son más que quienes poseen dinero e influencias, o sea, terratenientes, capitalistas y altos profesionales. El parlamento es, por su origen y carácter, aristocrático-plutocrático. Grupos de familia se lo transmiten hereditariamente, como repre-sentantes del pueblo, así como los tribunales, en calidad de jueces; y el Ejecutivo, como gobernantes. Tíos, sobrinos y primos dominan en la Presidencia, Congreso y Tribunales.

Ante esta patética realidad, sólo los movimientos militares de 19244932 han provocado cienos cambios en el panorama social, abriendo brecha en la muralla de los privilegios y posibilidades de ascenso a grupos sociales nuevos. El odiado militarismo, por la oligarquía, que ya en la Independencia trató de imponer un régimen liberal en desmedro de la aristocracia colonial, hasta que fue aplastado por Diego Portales y la reacción colonial, ha realizado más por la democratización del país que los tranquilos y "normales" períodos de civilismo legalista oligárquico.

De todos modos, la base del país no se altera; solamente el reemplazo del imperialismo inglés por el norteamericano, joven y avasallador, impone algunos cambios al ampliar y modernizar la explotación de las

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materias primas e intensificar la explotación de grandes masas de trabajadores, significando algunas transformaciones cuantitativas en la economía y en las relaciones sociales.

En el presente, después de siglo y cuarto de evolución republicana, y a pesar de una década de "régimen popular", se mantienen intactos los privilegios económicos y políticos, aunque disimulados por algunas leyes avanzadas, por la propia costumbre y por la actuación en el primer plano de elementos descastados de las clases de abajo, incor-porados como sirvientes al séquito de los poderosos. Los partidos históricos dominan sin contrapeso y siempre existen los apellidos tabú de la aristocracia colonial, terratenientes viñateros, y de la plutocracia bancaria, bolsista e industrial, que prestan a quienes-lo poseen, sin beneficio de inventario, un poder mágico y universal; son los apellidos que no pueden discutirse y que se emplean de preferencia en las crisis políticas.

Esta es la realidad económica, social y política que llena nuestra historia, la que por haber sido escrita por cronistas de familias, por vulgares desecadores de hechos y hombres o por escribas cortesanos, nada trascendental y cierto ha dicho sobre el tiránico, negativo y tartufo papel desempeñado por los privilegios hereditarios en una república democrática de ficción, pero de contenido feudal y burgués.

Las nuevas generaciones tenemos una doble misión: de una parte, realizar un estudio e interpretación del pasado con un criterio científi-co, que estén acordes con la verdadera realidad histórica del país; y de otro lado, emprender una acción sostenida y sistemática en favor de la transformación de Chile en sus bases económicas y sociales, hasta conseguir el funcionamiento de una verdadera democracia, en donde imperen la justicia económica, la igualdad social y la libertad que permitan un desarrollo histórico armonioso y fecundo.

COMENTARIO SOBRE ZAPATA 163

Rafael Ramos Pedrueza: Comentario sobre Zapata

Tomado de Ramos Pedrueza,R. La lucha de clases a través de la historia dé México, Talleres Gráficos de la Nación, México, 1941, tomo II, pp. 100-104.

Emiliano Zapata se ha transformado en el símbolo redentor de esclavos rurales. Su vida se comenta como alto ejemplo de abnega-

ción y firmeza. Nació en un hogar humilde, ranchería de Anenecuilco; estudió en la escuela pueblerina; desde niño se distinguió por su carácter observador y reflexivo, y su amor a la justicia y a la verdad. Refiérese que un día, al volver de la.escuela, encontró a su padre profundamente abatido, porque un opulento hacendado lo había des-pojado de sus tierras, para aumentar la extensión de su inmensa propiedad. El pequeño tallaba una cabeza de-cabalío, en un trozo de madera, escuchando atentamente los amargos comentarios que eviden-ciaban la iniquidad del régimen feudal porfirista. De improviso, se irguió, exclamando con firmeza: "Padre, cuando yo sea hombre, haré que nos devuelvan las tierras..." La promesa fue cumplida con creces. El niño tornóse hombre y en compañía de su hermano Eufemio, ayudó a peones, aparceros y labradores, en sus incesantes conflictos y sufrimientos, provocados por la explotación de insaciables latifundis-tas. A los 20 años, por su rebeldía, fue desterrado de Morelos, trabajando en Puebla, hasta su retorno.

Tenía gran cariño por los caballos, siendo su diversión favorita los deportes relacionados con la equitación. Poseía conocimientos prácti-cos sobre esos nobles amigos del hombre, y varias veces desempeñó el puesto de arrendador. Refiérese que el rico hacendado Ignacio de Ja Torre, hijo político del Presidente Díaz, le mostró, en una ocasión, sus magníficas caballerizas, haciendo exclamar a Zapata: "Las bestias viven mucho mejor que los peones; tienen alimentos y comodidades constantes; los que cultivan la tierra padecen hambre y desnudez; no son dueños ni del pedazo en que entierran sus cuerpos..."

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) Era un excelente agricultor, labrando la pródiga tierra de Morelos ) y cosechando personalmente exuberantes melones y sandías, maíz y

frijol, que prodigabaen parte, generosamenteentrelos más necesitados campesinos.

^ Ante los atropellos inicuos y continuos de los latifundistas que ) despojaron a los poblados de Anenecuilco y Villa de Ayala, Zapata \ organizó un grupo de vecinos, comisionando un abogado para que

clamase, por la vía legal, los despojos de que esos labriegos habían ) sido víctimas, arrebatándoseles por la fuerza y la intriga las tierras de ) cuyos productos vivían; pero todos los procedimientos se estrellaron \ ante.influencia política de los señores feudales. Zapata y algunos

campesinos de los más impetuosos, exasperados por su impotencia* ' recurrieron a las armas, defendiendo sus tierras valerosamente. Sol-) dados de línea y policías rurales, los arrollaron y persiguieron, \ batiéndolos como a forajidos. Zapata fue capturado y obligado a servir

en el Ejército Federal, en compañía de otros morelenses, ingresando ) al noveno regimiento que guarnecía Cuernavaca. Seis meses perma-j necio en el cuartel, adquiriendo con sus. compañeros, de "leva'-' , conocimientos militares que utilizó más tarde en favor del agrarismo. v Ignacio de la Torre, quien le prodigaba estimación, por su gran

honradez y laboriosidad, admirando sus raras facultades de centauro, ) le prestó ayuda política, la que unida al pago de su reemplazo, reunido ; con grandes sacrificios, le permitió obtener su libertad. ) Al aproximarse el período para elegir Gobernador del Estado de

Morelos, hizo activa propaganda en favor del caudillo popular, Patricio Leyva —infiel a sus partidarios— en contra del impuesto por el

) Gobierno del centro, coronel Pablo Escandón, gran hacendado more-) lense. Se consumó, como habitual mente, la imposición, burlándose la

voluntad popular. Emiliano Zapata, Gabriel Tepepa y Pablo Torres Burgos iniciaron

•••' la revolución en el Sur, adhiriéndose al Plan de San Luís Potosí. El ) último, decepcionado por algunas violencias cometidas por el ejército } insurgente, en un asalto, se alejó —probablemente con la intención de

volver, más tarde--- de la lucha armada. Se encontraba con su joven hijo, David, en la barranca de Rancho Viejo, cuando fue sorprendido

) por tropas federales, que al identificarlo, hicieron fuego, asesinando

CpMBffl'ARTO SOPRE ZftPATA _ _ _ _ _ ^ _ _ 1 6 5

al padre y al hijo. Torres Burgos, comisionado por Madero, fue el primer jefe del movimiento rebelde suriano. Gabriel Tepepa, sirvió en su juventud en el ejército republicano, combatiendo valerosamente contra el imperio de Maximiliano y la intervención francesa, partici-pando en batallas memorables, entre ellas la toma de Puebla por aquel ejército, el 2 de abril de 1867, a las órdenes del general Porfirio Díaz. Gozaba de inmensa simpatía y estimación en el Estado de Morelos; tenía 70 años, y a pesar de su edad, más entusiasmos y arrestos que muchos jóvenes. Se le llamaba cariñosamente "el viejo Tepepa". En 1911, los hacendados morelenses urdieron calumnias y tramaron intrigas, contra el anciano agrarista, obteniendo que las fuerzas del antiguo ejército porftrista, lo capturaran durante una comida a la que fue invitado, fusilándolo poco después por imaginarios delitos. El gobierno de Francisco León de la Barra, no exigió responsabilidad a los autores de ese asesinato. Los vecinos se quejaron a Madero, quien olvidando los grandes merecimientos del revolucionario agrarista Tepepa, tampoco exigió, como era su deber, el castigo délos asesinos.

Emiliano Zapata inspiró afecto y confianza a las masas rurales, que abandonaban sus chozas para seguirlo, y convertirse en ejércitos insurgentes. Compartió siempre con sus campesinos armados, sacrifi-cios, fatigas y peligros, sin demandar ni aceptar privilegios personales. La prensa pagada por los terratenientes, arrojó sobre su heroica personalidad, injurias y calumnias, incesantes, empleando frases igua-les a las consignadas un siglo antes, en las gacetas virreinales, contra los defensores de la independencia nacional: José María Morelos, Mariano Matamoros, Hermenegildo Galeana, Vicente Guerrero ("Atila del Sur, Tigre Suriano, Bandolero, Latrofaccioso").

Tuvo colaboradores militares y civiles, que siguieron su ejemplo de honradez y firmeza. Entre los diversos grupos revolucionarios, los surianos, en su gran mayoría, han permanecido inmunes a las tenta-ciones del enriquecimiento y a la corrupción política.

Zapata atrajo poderosamente a los hombres de mayor-relieve, rebeldes de diversa ideología a la injusticia social, desde 1910, entre ellos los hermanos Vázquez Gómez y sus partidarios de mayor significación... . . •-.

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166 RAFAEL RAMOS PEDRUEZA

El autor lo recuerda en esa época: alto, delgado, vistiendo traje y sombrero charros, negros, con botonadura y galones dorados. Tipo mestizo, tez bronceada, ojos grandes, espesos mostachos brunos; sobrio en el hablar, revelando profundidad de pensamiento, alteza de miras y resolución inquebrantable en el objetivo de su lucha redentora.

Zapata burló las acechanzas militares de Victoriano Huerta, instru-mento del infiel Presidente De la Barra. Intentó tenazmente convencer a Madero, del urgente deber de repartir las tierras ofrecidas en el Plan de San Luis Potosí. Proclamó el Plan de Ayala, que desconocía al Gobierno maderista, por su incompatible actuación hacia las reivindi-caciones agrarias. Colaboró —con la División del Norte y los ejércitos del Noroeste y Noreste— al derrumbe del usurpador Huerta. Sostuvo, desinteresadamente, la defensa del campesinaje hasta que aquel Plan fue aceptado por la Soberana Convención. Laboró con firmeza para que el Primer Jefe, Venustiano Carranza, rectificara su actitud, hostil al agrarismo, enviándole proposiciones encaminadas a la resolución de ese problema vital. Emiliano Zapata ha sido uno de los caudillos más comprensivos de la realidad mexicana, dando al agrarismo su importancia objetiva, al tener en cuenta que México es típicamente agrícola. Sin embargo de su escasa instrucción, se preocupó intensa-mente por que se difundiese cultura entre la clase explotada, para desarrollar su conciencia y emanciparla de la ignorancia. Tuvo una clara visión de la Revolución soviética, admirando su inmensa trascen-dencia; así escribió el general Jenaro Amézcua, su representante en Cuba. Fue inflexible con los enemigos del campesinaje, ordenando fusilamientos de jefes militares, no por servir a gobiernos enemigos, sino por perpetrar delitos del orden común, de los que fueron víctimas familias de humildes labriegos. Con los vencidos, a quienes no se acusaba de esos crímenes, fue siempre humanitario. Con los traidores, mostró inexorable severidad, sin tomar en cuenta, para castigarlos, antiguas amistades ni parentescos. Uno de los jefes agraristas conocido con el nombre de "El Tuerto Morales", traicionó su.c.ausa, recono-ciendo al usurpador Victoriano Huerta, como Presidente de la Repú-blica. Más tarde, cayó prisionero del Ejército Libertador. Emiliano Zapata había sido amigo fraternal y compadre del prisionero, por el que sentía hondo afecto y profunda estimación; pero fue implacable

COMENTARIO SOBRE ZAPATA 167

con el traidor, ordenando su fusilamiento. Siguió siempre esa línea de conducta, extremándola hasta Con los sospechosos de infidelidad. Así fue ejecutado, también, el profesor Otilio Montano, uno de sus primeros colaboradores, hasta que, decepcionado por la falta de éxitos militares y las naturales violencias y crueldades, que por desgracia se cometen en las prolongadas luchas, de los esclavos transformados en vengadores, tuvo la debilidad de expresar su pesimismo, pagando con la vida su falta de fe en la victoria del agrarismo... (Algunos elementos surianos afirman que Montano fue víctima de intrigas y enemistades personales; pero no se ha esclarecido definitivamente con pruebas rotundas, esta amarga versión; otros elementos dignos de crédito también, sostienen que su ejecución fue justa e indispensable, para evitar defecciones. Toca a los historiadores revolucionarios esclarecer este punto y condenar o reivindicar la personalidad del profesor Otilio Montano).

Inmune a las amenazas que intimidan y al oro que corrompe, rechazó altivamente las proposiciones de los gobiernos antiagraristas de Porfi-rio Díaz, De la Barra, Madero, Huerta y Carranza, que intentaron atraerlo con ofertas: Gobierno del Estado de Morelos, magníficas haciendas, opulenta vida en Europa, fuerte capital en efectivo. El heroico revolucionario no vaciló un solo momento en cumplir su alta misión. Por sus manos pasaron barras de oro y plata, y fuertes sumas de dinero —fue el único revolucionario que acuñó moneda; cuando sólo circulaba papel— y desinteresado de bienes materiales, despre-ciando la riqueza, murió pobre, al grado de que sus familiares quedaron en lá miseria. Su merecido prestigio ha pasado las fronteras de México. Grandes pensadores, lo presentan como alto exponente de reivindica-ciones agrarias y como el más puro de los revolucionarios mexicanos (Carleton Beals, Upton Sinclair, Scott Nearing, Freeman, Enrique Barbusse, Vallaint Couturier, Estanislao Pestkovsky, primer Ministro de la u.R.s.s. en México, Marcelino Domingo, Luis Araquistáin, Valle Inclán, José Ingenieros, Alfredo Palacios y otros más), admirando su energía y perseverancia, su valor y abnegación, al sucumbir cumplien-do su promesa: "Vencer o morir, porque la tierra sea libre para los mexicanos". Sus restos descansan en el monumento que se le ha erigido en Cuautla, perpetuando, simbólicamente, su obra inmortal. El mártir aparece a caballo, extendiendo su brazo protector sobre un campesino.

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) \ 168 RAFAEL RAMOS PEPKUEZA

Año por año, su sepulcro se cubrede flores, ofrecidas copiosamente, ) en homenaje fervoroso, de todos los campesinos de la República. Es \ una peregrinación imponente y expresiva en alto grado. Hombres,

mujeres, niños, llevan ofrendas. En sus actitudes se advierten sinceri-^ dad, dolor, cariño, gratitud, admiración... ) El autor de esta obra cumple un deber, narrando un episodio. ) Representaba a México en la República del Ecuador (1925). Una tarde, , en la ciudad de Quito, pidieron hablar con él unos indígenas, quienes

pretendían que Zapata fuese a organizarlos y dirigirlos, para obtener * tierras, como sus hermanos de México, saliendo así de su condición ) de parias... Al saber que Zapata había muerto asesinado por agentes de ••, los hacendados mexicanos, expresaron su indignación y su desespe-

ranza... ¡Aquellas cabezas cobrizas se inclinaron dolorosamente y ) algunos ojos se humedecieron!... ) Contrasta la actuación de este justiciero agrarista, con la de inicuos ) traficantes de la Revolución, que hicieron de ¡a Lucha un Negocio,

acumulando millones, robados al pueblo mexicano... Un hijo de Zapata fue becado con una pequeña suma, para estudiar;

•' las dos hermanas del mártir, imposibilitadas para trabajar, percibían ) la irrisoria cantidad de un peso diario —cada una—para su sosteni-x miento. Las organizaciones campesinas, deben luchar por que los

familiares del héroe agrarista, gocen de la protección a que tienen ' derecho, asegurándoles condiciones de vida decorosa; pensiones, a los ) incapacitados para laborar. Trabajo a quienes puedan desempeñarlo. ) Después del asesinato de Zapata y sus compañeros, el Ejército

Libertador designó su jefe al doctor Francisco Vázquez Gómez, quien por encontrarse en los Estados Unidos, fue substituido por el general

^ Gildardo Magaña. Sin embargo del rudo golpe sufrido por las fuerzas ) surianas con la desaparición de su heroico caudillo, :—sostenedor , durante 9 años de incesantes luchas armadas— sus campesinos com-

batientes continuaron tremolando su bandera "Tierra y Libertad".

Tercera parte

propuestas políticas

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Lft INTEGRACIÓN IMPERIALISTA 171

Silvio Frondizi: La integración imperialista

Tomado de Frondizi, S., La realidad argentina. Ensayo de interpretación sociológica, Buenos Aires, Ed. Praxis, 1955 101110 1, pp. 11-20.

En la época actual de interdependencia de la economía mundial no es posible realizar el examen de una situación nacional, teniendo

en cuenta única y exclusivamente las condiciones de ésta. Por el contrario, debe tomarse como punto de partida a las condiciones

y tendencias de aquélla, el estado de desarrollo de la economía mundial, con sus consecuencias, es decir, el conjunto délas economías tomadas como un todo; éste condiciona y determina a las economías nacionales. Es decir, que al modificarse las condiciones de la economía mundial, se modifica la situación de íos países en general, particularmente la de los colonia-les y semícoloniales.

Estas breves consideraciones, nos obligan a iniciar nuestro examen por la economía mundial y sus tendencias. Claro está que este examen es realizado única y exclusivamente en cuanto clarifica el objeto concreto de nuestra investigación; en otras palabras, en cuanto incide directamente sobre el tema a desarrollar: la estructura de un estado semicolonial. La misma finalidad impone otra restricción; debemos examinar la economía mundial en líneas generales, independientemente de las alternativas que puedan producirse.'

1 Para un examen sobre el problema, nos remitimos a nuestros trabajos publicados y en curso de publicación, que serán citados en el momento oportuno.

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172 SILVIO FRONDIZI'

1. Estado actual de la economía capitalista: la integración mundial

De acuerdo a io dicho más arriba, debemos iniciar nuestro estudio examinando la si tuación de la economía mundial capitalista. Una breve historia nos hará comprenderla mejor. Empleamos libremente los conceptos vertidos en nuestro anterior trabajo, La integración mundial, última etapa del capitalismo,2 en el que hemos planteado por primera vez en forma metódica nuestra teoría.

Como la sociedad moderna se mueve de acuerdo a su propia dinámica interna, para comprender tanto el estado actual del ordena-miento de las fuerzas sociales en lucha, como el de las relaciones entre las diversas naciones soberanas, es necesario examinar la fase a que ha llegado, en su proceso evolutivo, el sistema capitalista.

Este proceso ha pasado, hasta hoy, por tres períodos perfectamente diferenciados.

Biprimero de dichos períodos, estudiado por Marx, a quien se deben las bases para todo estudio científico ulterior, es el de la competencia nacional. Se caracteriza, desde un punto de vista general, por un desarrollo primario del sistema capitalista, basado en la libré compe-tencia. De aquí que actúe moderadamente su contradicción fundamen-tal: el carácter social de su producción y el carácter individual de la apropiación.

Esta es su contradicción básica e inevitable; precisamente la antítesis férrea, la que lleva el sistema al desastre. Porque mientras el capita-

2 Silvio Frondizi, La integración mundial, última etapa del capitalismo. Respuesta a una crítica, Buenos Aires, A. D. L, 1947. Cfr. también La evolución capitalista y el principio de soberanía, Buenos Aires, Centro de Estudios Políticos, 1946. Incluimos concretamente este trabajo, porque en él se contesta especialmente la critica más grave y al mismo tiempo menos consistente a nuestra teoría, lanzada por e\ dirigente stat"mista argentino Rodolfo Ghioldi: La supuesta semejanza con la teoría del superiinperialismo de Kautsky, cfr. "La Hora", 16 de marzo de 1947.

LA INTEGRACIÓN IMPBÍUALÍSVA _ _ _ 173

lismo se ve en la necesidad, y tal es su misión histórica, de desarrollar en forma ilimitada las fuerzas productivas, limita al mismo tiempo ese desarrollo, al hacerlo depender, en última instancia, de la capacidad adquisitiva —y no de las necesidades reales— de las masas proletarias.

En otras palabras, el capitalismo necesita para sobrevivir una expansión ilimitada de la producción, pero por naturaleza dicha produc-ción está limitada, no por las fuerzas productivas, posibilidades técni-cas, etc., sino por la propia forma capitalista. Tal es el sentido de la afirmación marxista de que "el verdadero límite de la producción capitalista es el capital mismo".

Esta conclusión es decisiva para comprender todo el proceso evolu-tivo del sistema capitalista, y su desesperada tendencia a atenuar sus contradicciones. La primera manifestación en el orden nacional está dada por los monopolios; más tarde en el orden internacional por la actual tentativa de integración mundial.

Esta primera etapa se presenta en lo internacional, con una característica perfectamente definida: acentuación de las nacionali-dades. Tal característica es, en parte, producto de las fuerzas históri-cas,3 porque la modernidad se constituyó sobre la base de la formación de los Estados nacionales; y en parte determinada por las propias necesidades del sistema capitalista.

El segundo período, estudiado por Lenin como desarrollo lógico del anterior, es el de la formación de los sistemas imperialistas

3 Para un desarrollo "¡n extenso*1 de este punto, véase nuestro volumen El estado moderno. Ensayo de crítica constructiva, Buenos Aires, Losada, 1945, pp. 54 y ss.; 2a ed., Bs. Aires, Roque Depalma, en prensa.

4 V. Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo, 1916. Empleamos la edición Moscd, Lenguas extranjeras, 1945. No correspode en esta introducción de carácter general, realizar el examen de las teorías contemporáneas del impe-rialismo, inspiradas algunas de ellas en la obra de Rosa Luxemburgo. Cfr. Fritz Sternberg, Capitalism and Socialista on trial, translated by Edward Fitzgerald, London, Víctor Gollanez, 1951; Joseph A. Schumpeter, Imperialism and Social Classes, translated by Heins Norden, New York, A. M. Kelley, 1951; E. M. Winsíow, Thepatern oj imperialism. A study in the ¡beoríes ofpower, New York, Columbia University Press, 1948; etc., etc.

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174 SILVIO FRONDIZI

nacionales. Se caracteriza, en el orden interno, es decir, nacional, por la acentuación de la contradicción fundamental del sistema capita-lista, que lo lleva a sustituir la libre competencia por la formación de monopolios, esto es, a establecer lo que se designa como capitalismo monopolista. De esta manera, el régimen tiende a socializar —por supuesto que para su propio beneficio— la producción en el orden nacional, y así tiende a atenuar una importante contradicción del sistema. . . . . . .

Pero como, a consecuencia del amplio desarrollo de la técnica.se acentúa la contradicción del proceso de acumulación, el capitalismo monopolista tiende a exportar capitales hacia los países menos avan-zados. Ese es precisamente uno de los rasgos sobresalientes de las relaciones económicas mundiales, dentro de esta segunda etapa. Dicha exportación es posible en virtud de la ley del sistema capitalina referente al desarrollo desigual de las diversas potencias, consecuen-cia, a su vez, del elevado nivel alcanzado por las fuerzas productivas. Sin ese desarrollo desigual no podría haber, como lo ha señalado con toda precisión Lenin, imperialismo.

Por otra parte, el resultado natural en el orden internacional es la pugna entre las grandes potencias capitalistas para la obtención de materias primas y mercados. En otras palabras, la competencia inter-nacional imperialista, con la consiguiente división territorial del mundo en zonas de influencia. Como ejemplo clásico de esta etapa puede indicarse la lucha entre Inglaterra y Alemania.

Si bien este período importó sobre el anterior un avance en el proceso capitalista, amplió, de acuerdo a la contradicción intrínseca que caracteriza la dinámica del sistema, sus contradicciones. Estas pueden ser sintetizadas en la siguiente forma: 1) acentuación de la lucha de clases, dentro de los respectivos países capitalistas; 2) lucha de las potencias capitalistas entre sí; 3) lucha entre las potencias capitalistas y las naciones de tipo semicolonial y colonial.

Esta segunda etapa, a cuyo fin asistimos, perduró mientras la situación económica y política del capitalismo la hizo posible pero su agravación presenta en la actualidad el problema en términos distintos. Es precisamente lo que pasamos a examinar; la tercera etapa, la actual,

LA INTEGRACIÓN IMPERIALISTA 175

que puede ser denominada de la integración mundial capitalista.5 Nos apresuramos a aclarar que nuestra teoría implica la continuación de la de Lenin;6 en este sentido se ha empleado la.expresión distinta que hemos usado en los primeros trabajos y que suscitara algunas falsas interpretaciones y críticas equivocadas.

Las nuevas condiciones que explican la transformación de la política mundial del capitalismo son fundamentalmente las siguientes. Ante todo, el enorme desarrollo de las fuerzas productivas mundiales y la consiguiente interdependencia económica. Debemos agregar la enorme intensidad alcanzada por las contradicciones internas en los países capitalistas, especialmente en los Estados Unidos.

Por último, otra condición está dada por la franca ruptura del equilibrio entre las principales potencias capitalistas, equilibrio que era uno de los fundamentos del período anterior, y cuya ruptura es consecuencia de la aludida ley del sistema referente al desarrollo desigual de las potencias que lo integran. Esta desigualdad en el desarrollo, permite al capitalismo realizar su postrer avance por medio de la potencia directora, Estados Unidos, y en sií propio beneficio. Así como la dinámica interna del sistema tendió en un momento dado a integrar la producción en el orden nacional, podríamos decir a socia-lizarla, a través de la división del trabajo, hoy tiende por gravitación natural a realizar dicha integración en el plano internacional.

5 Todos los problemas que plantea la integración serán examinados en la segunda parte, pero ya desde el punto de vista socialista.

6 Lenin aceptó como posible esta integración, aunque creyó que antes que se produjera, el capitalismo estallaría. "Está fuera de duda que la evolución tiende a la creación de un trust único mundial, comprendiendo a todas las industrias y a todos los Estados, sin excepción. Pero la evolución se cumple en circunstancias tales, a un ritmo tal y a través de tales antagonismos, conflictos y trastornos —no solamente económicos, sino políticos, nacionales, etc.— que antes de llegar a la creación de un trust único mundial, antes de la fusión "superimperialista" universal de los capitales, el imperialismo deberá fatalmente quebrantarse y el capitalismo se transformará en su contrario*'. Prólogo, diciembre de 1915, "in fine" al trabajo de Nicolás Bujarin, La economía mundial y el imperialismo.

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176 SILVIO FRONDIZI

Esta tentativa no es la primera, pues su objetivo siempre constituyó el sueño dorado de las potencias capitalistas. Lo único nuevo está dado por las condiciones históricas, actuales, favorables para llevar a una potencia al dominio del mundo capitalista. Para ello es necesario someter a revisión el principio de soberanía y modificar la política seguida con las demás potencias. Lo primero surge con toda claridad de la tarea a que se han dedicado los teóricos del capitalismo. Dice, por ejemplo, a este respecto, Emery Revés:

"La abolición del partícularismo internacional y económi-co es una necesidad histórica. La restricción de las sobera-nías nacionales y el principio del proceso dé la integración internacional será el resultado más cierto de esta guerra.

"Este desenvolvimiento puede cumplirse en dos formas: ya por mutuo convenio entre las naciones hasta ahora independientes y soberanas o ya imponiéndolo por la fuerza.

"Si el nuevo orden democrático ha de ser creado por compulsión —y de acuerdo a los precedentes históricos así ocurrirá—entonces es esencial qué las naciones anglo-ame-ricañas se empeñen en la tarea. Y han de empeñarse en ello no sólo porque de la adecuada organización del mundo dependerá la supervivencia de sus propias instituciones democráticas y la existencia misma de sus pueblos, sino también porque los siglos pasados han probado que en la presente fase de la historia humana, la s upremacía angloame-ricana significa progreso general para toda la humani-dad, mientras que todos los intentos de dominación por cualquier otra potencia mundial siempre significaron reac-ción contra la evolución democrática.

"Las naciones democráticas deben renunciar a sus con-ceptos estáticos y defensivos e imbuirse con el espíritu dinámico de ataque y de conquista".7

7 Manifiesto democrático, Irad. p. Mariano A. Barrenechea, Buenos Aices, Clari-dad, 1945, pp. 174-5.

LftlOTEGKAClÓN IMPERIALISTA 177

Por su parte, la realidad de la política internacional de los Estados Unidos sigue parí passu esta concepción. Lo demuestra, entre otras cosas, la nueva orientación de los últimos acuerdos internacionales, así como la política de tipo "progresista" iniciada por Roosevelt, tendiente a estimular cierto desarrollo industrial de las potencias menores.

Por supuesto que este desarrollo tiene límites perfectamente claros, fijados por el interés del país director. De aquí que la industrialización de los países coloniales y semicoloniales, se produzca de acuerdo a un plan de división del trabajo impuesto, y se refiera a productos que no significan una competencia seria con la del país imperialista. Por ello, en casi todos los casos, se excluye la industria pesada.

Esta nueva orientación, ajustada a las necesidades de la situación presente del capitalismo, exige la modificación del actual sistema colonial, es decir, la substitución de un sistema colonial por otro sistema colonial, en el que el país dominante cede aparentemente en un aspecto —el político— para ganar en otro —el económico—. La anterior política colonial, seguida en general por todas las potencias capitalistas y especialmente por Inglaterra, se basaba, más que nada, en su limitada capacidad económica y en la falta de desarrollo de los movimientos nacionales de las colonias.

La situación actual se ha modificado; por un lado Estados Unidos ha adquirido una capacidad financiera y técnica extraordinaria, y por el otro, el grado de madurez alcanzado por los países sojuzgados no permite continuar con dicha política y obliga a someterla a revisión para colocarla sobre nuevas bases.

Esta es precisamente la tarea fundamental, en este aspecto, que se ha propuesto cumplir la potencia directora del capitalismo mundial, los Estados Unidos, en cuyo beneficio se realiza la integración. Lo demuestra la política seguida por el presidente Roosevelt. Es extraor-dinariamente ilustrativo a este respecto el volumen publicado por Elliot Roosevelt, titulado "Así lo veía mi padre". Allí encontramos frases pronunciadas en privado y como al pasar, que ponen al descubierto el pensamiento del ex presidente a este respecto. Dice:

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178 SILVIO FKONDIZI

"¡ Riqueza ! ¡ Los imperialistas no se dan cuenta de las grandes cosas que pueden hacer, de lo que pueden crear! Le han robado a este continente (se refería a África) miles de millones porque eran tan cortos de vista que no veían que, comparados con las posibilidades, esos miles de millones eran tan sólo peniques. Posibilidades que deben acarrear una vida mejor para la gente que habita esta región".

Y poco más adelante agrega: ''Esta vez somos nosotros el aliado de Gran Bretaña. Y

es justo que lo seamos. Pero... antes en Argentina, en Washington y ahora en Casablanca... he tratado de hacerle comprender a Churchill (y a los otros) que, aunque somos sus aliados y estamos a su lado en la victoria, no deben hacerse la idea de que sólo lo estamos para ayudarles a mantener sus ideas de imperio arcaicas y medievales."

En cambio: "...los métodos del siglo veinte comprenden la intro-

ducción de la industria en tales colonias..." Intimamente unida al problema de la política colonial seguida hasta

el presente, se encuentra nuestra afirmación de que al integrar un frente mundial capitalista se atenúa la contradicción entre el capital imperialista y el capital nacional, por el dominio del primero sobre el segundo. En consecuencia, se atenúan las diferencias nacionales, se unlversaliza la situación política, y queda señalada "cuál debe ser la posición de las fuerzas de izquierda: integrar un frente mundial y lanzarse a la batalla definitiva"; y más particularmente para el caso argentino, queda invalidado el argumento de la necesidad de que nuestro país cumpla la llamada revolución democrático-burguesa.

A los tres factores señalados, que actúan en favor de la integración mundial capitalista, podemos añadir un cuarto: la Iglesia. Esta, efec-

8 Asi lo veía mi padre, traducción de Mañano de Alarcón, Buenos Aires, Sudame-ricana, 1946, pp. 118, 157 y 61, respectivamente.

LA INTEGRACIÓN IMPERIALISTA 179

tivamente, por la diversidad y cuantía de sus intereses económicos, por ideología y tradición histórica, se halla identificada con el sistema social vigente, y por lo tanto con sus tendencias dominantes y experi-mentos de equilibrio, v. gr. en este caso la marcha hacia la integración. Se explica así la armoniosa colaboración que ha sido dado observar entre el Vaticano católico y los Estados Unidos de Norteamérica protestantes.

Por último, debemos agregar otro factor que gravita en la orienta-ción de la política internacional del capitalismo: la aparición de la Ü.R.s.S., es decir, una potencia de tendencia socialista en el escenario mundial.

Hemos indicado en repetidas oportunidades las consecuencias de esa aparición en el orden interno de las potencias capitalistas, sobre todo en aquellas en las que las fuerzas de avanzada estaban a punto de dominar la situación. Hemos dicho a ese respecto que el totalitarismo era el sucedáneo capitalista del experimento ruso, tendiente a detener el avance de las izquierdas en el frente interno.

Aquí podemos indicarsomeramentelas consecuencias en el plano internacional. La presencia de una potencia de tendencia socialista como la U.R.S.s. acerca, por reacción natural, a los gobiernos de las potencias capitalistas, y refuerza así indirectamente la tentativa de integración mundial de su sistema.

Lo dicho no es suficiente para comprender acabadamente la nueva etapa del capitalismo mundial, porque debemos examinar la otra fase que presenta. AI iniciar el examen de la integración, partimos del carácter autocontradictorio del capitalismo. Pues bien, este carácter explica que las fuerzas integradoras actúan también como fuerzas desintegrador as, las que en última instancia habrán de prevalecer si perdurara el sistema. Porque si bien el capitalismo tiene la virtud de tender siempre a la expansión económica destruyendo todas las barre-ras que se le oponen, todos los aislamientos y tratando de nivelar todas las alturas, realiza esta tarea de acuerdo a su propia dinámica interna, es decir, desarrollando sus propias contradicciones y destruyendo en parte su tarea de avance.

Esta característica puede ser explicada con una comparación de corte leninista. Así como los monopolios produjeron y producen como

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v 180 „ , SILVIO FROMDIZI

)

) consecuencia del carácter au tocón tradic torio del capitalismo, una ^ acentuación de la anarquía de la producción, la integración actúa

también al mismo tiempo como fuerza desintegradora y anarquizante. De aquí que en la marcha integradora que hemos visto más arriba,

) actúe una poderosa fuerza de desintegración y anarquía, que opone una ) rama de la producción a otra, un país a otro, etc. La característica del

momento actual, dado el estado crítico del capitalismo mundial, el parasitismo de la potencia.dominante, es una tremenda lucha por la

) propia supervivencia entre las potencias menores. Esta lucha queda al ) descubierto, por ejemplo, en la total dislocación del comercio mundial.9

) Debemos agregar como fuerza desintegrador importantísima, la presencia en, el escenario, internacional de potencias de tendencia

^ socialista, tales como la U.R.S.S., Yugoslavia, las Democracias Popu-.) lares y China, que económica y políticamente van dislocando al sistema ) capitalista. \ Podríamos decir que la conjunción de esas fuerzas, la centrípeta y

la centrífuga, da la resultante del proceso capitalista. Este aspecto es ) decisivo para comprender la situación actual y la marcha de/los ) acontecimientos.10

) ) ' .

' ) . . . . . . .

9 Mientras el tonelaje total de carga del comercio internacional fue en 1950 del 16 ) y 10% superior al de los años 1929 y 1937, respectivamente, la producción

industrial mundial (fabricación y minería) fue según los índices preparados por la O.N.U. y su predecesor^ la Liga de las Naciones en 1950 el 55% mayor que en

) 1937 y el 85% mayor que en 1927. Cfr. Economía y Finanzas, Buenos Aires, No. 181. Cfr. la misma publicación; No. 182. La dislocación del mercado mundial es

J señalada incluso por los economistas burgueses; cfr. Frederic Bentham, Curso ) superior de economía, México, FCE, 1948, pp. 30-31.

10 Claro está que no con las características que pretenden señalarles los dirigentes -actúales de la U.'R.S:S. En efecto, si bien aceptan la existencia de la integración

) capitalista, llegan a la conclusión de que esta integración será destruida por la lucha intercapitalista. Recuérdese a este respecto la ridicula teoría de Slalin

J referente a una futura, casi inmediata, guerra entre Estados Unidos e Inglaterra.

J

; . • .

LA INTEGRACIÓN IMPIilUALISTA 181

El examen realizado es de carácter general y requiere un paso adelante que lo aproxime más a la realidad. Este paso significa que, además del estudio de la integración mundial capitalista y su conse-cuencia, debe realizarse otro de la potencia integradora y su acción sobre el resto del mundo, particularmente sobre América Latina. Aparecerá entonces claramente su tremenda acción deformadora tanto en lo económico, como en lo social y político, de los diversos países, especialmente de los semicoloniales.

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E L PROLETARIADO SIN CABEZA ^ ^ ^ 133

José Revueltas: El proletariado sin cabeza

Extractado de Revueltas, J., Ensayo sobre un proletariado sin cabeza (1961), Cap. m, México, Ediciones ERA, Obras Completas, No. 17, 1980, pp. 75-94.

En México se produce un fenómeno del que difícilmente puede darse un paralelo en ningdn otro país del mundo contemporáneo.

Este fenómeno consiste en que la conciencia de la clase obrera ha permanecido enajenada a ideologías extrañas a su clase, y en parti-cular a la ideología democrático-burguesa, desde hace más de cincuenta años, sin que hasta la fecha haya podido conquistar su independencia. O sea, su enajenación ha terminado por convertirse en una enajenación histórica. Esto quiere decir que aun aquello que aparece en México como ideología proletaria noc constituye olra cosa que una deformación de la conciencia obrera, una variante sui generis de la ideología democrático-burguesa dominante. De tiempo en tiempo, y bajo la presión de las condiciones objetivas, algunos sectores de la clase obrera reaccionan, casi nada más por puro instinto, y libran luchas independientes que, o bien son aplastadas brutalmente por el aparato represivo del Estado, o bien devienen en movimientos que la burguesía en el poder termina por capitalizar mediante un audaz soborno de la propia clase obrera, colocándose de hecho al frente de los mismos a través de la presión del Estado sobre los patrones, de tal suerte que el gobierno de la burguesía aparece a la postre como el gobierno "obrerista" que defiende los intereses de las "masas traba-jadoras". La clase obrera mexicana, de este modo, se proyecta en la historia de los últimos cincuenta años del país como un proletariado sin cabeza, o que tiene sobre sus hombros una cabeza que no es la suya.

Dentro del proceso de tal enajenación han desempeñado un papel decisivo las contradicciones entre la burguesía nacional en el poder y el capital monopolista extranjero. A este respecto, en una u otra forma,'

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) ) todos los ideólogos sin excepción, desde los democrático-burgueses N hasta los sedicentes marxistas, se esfuerzan por presentar dichas

contradicciones como si se trataran de contradicciones absolutas y ' antagónicas. De tal modo, y en virtud de una simple relación causal, ) la burguesía aparece entonces como una clase revolucionaria en no \ importa qué género de circunstancias, y cuando no se conduce revo-

lucionariamente esto se atribuye al hecho de que no puede serlo, a ^ pesar de sus buenas intenciones, lo que debe obligar al proletariado ) a "sacrificarse" y a no crearle al gobierno ningún género de dificultades. ) Esta no es, por supuesto, la única actitud que asumen los ideólogos

de Ja enajenación. Los de la "extrema izquierda", para explicarse de algún modo la conducta contrarrevolucionaria déla burguesía nacional

..) en el poder, simplemente... la colocan fuera del poder. La que detenta ) el poder, así, no es la burguesía nacional, sino una burguesía reaccio-. naria, a la cual hay que oponer un "amplio frente democrático" en

alianza con la burguesía no reaccionaria, cuya existencia física se reduce, ) en la práctica, a no ser sino un determinado y muy característico número ) fde pequeñoburgueses e "intelectuales progresistas", cuya identidad

con el proletariado consiste en colocarse en la situación más factible para realizar una rápida y "valerosa" carrera política, desde las más

.) cómodas posiciones de una "izquierda" cada vez más confusa y ) convenenciera. ) Las corrientes ideológicas que enajenan la conciencia de la clase

obrera mexicana, pueden dividirse en las siguientes tres ramas princi-pales:

a) La corriente democrático-burguesa propiamente dicha, repre-) sentada por la "ideología de la revolución", en cuyo seno se mueve j un "ala izquierda" nacional-revolucionaria, y un ala derecha nacional-

reformista (indistintamente dentro del gobierno, en el partido oficial y entre cierto núcleo de políticos, unas veces fuera y otras dentro del

_) propio gobierno); ) b) La corriente del "marxismo" democrático-burgués, ideología •. social-burguesa representada por Vicente Lombardo Toledano, y

c) La corriente sectario-oportunista representada por el Partido Comu-nista Mexicano y por los restos ya no muy gloriosos del Partido

) Obrero-Campesino. )

)

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La característica común de estas tres corrientes ideológicas es que todas giran (desde luego que la primera del modo más legítimo, puesto que se trata de su propia clase) en torno a la interpretación del papel que juega Ja burguesía nacional en el proceso histórico y político del país, y las tres, con diferentes matices y diverso instrumental teórico, dan por descartada la independencia de clase del proletariado, como si ésta fuese un fenómeno ajeno al proceso y sin ninguna conexión histórica con el mismo.

Examinemos el problema de la enajenación mexicana de la clase obrera a la burguesía nacional, a la vista de la Declaración de los partidos comunistas y obreros, suscrita en Moscú en noviembre de 1960.

Reproducimos en seguida la parte de dicha Declaración en que se aborda el conocimiento del papel que desempeña la burguesía nacional en los países atrasados y dependientes. Dice lo siguiente:

En las condiciones presentes, la burguesía nacional de las colonias y los países dependientes, no vinculada con los círculos imperialistas, está objetivamente interesada en que se realicen importantes tareas de la revolución antimperia-lista y antifeudal y, por ello, conserva su capacidad de participar en la lucha revolucionaria contra el imperialismo y el feudalismo. En este sentido, tiene un carácter progresista. Pero, al mismo tiempo, es inestable y propensa a las componendas con el imperialismo y el feudalismo. Debido a su doble carácter, la burguesia.de los distintos países no participa en la revolución en la misma medida. El grado de su participa-ción depende de las condiciones concretas, de los cambios en la correlación de las fuerzas de clase, de la agudeza de las contradicciones del imperialismo y el feudalismo con las masas populares y de la profundidad de las contradicciones del imperialismo y el feudalismo con la burguesía nacional.

Una vez conquistada la independencia política, los pueblos buscan la solución de los problemas sociales que plantea la vida y de las cuestiones relacionadas con la necesidad de consolidar la independencia nacional. Las distintas clases y

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partidos proponen.distintas soluciones. Es asunto interno de cada pueblo elegir el camino de desarrollo que mejor le convenga. La burguesía nacional, a medida que se agravan las contradicciones sociales, se inclina cada vez más a la componenda con la reacción interna y el imperialismo. Las masas populares, en cambio, se van convenciendo de que el mejor modo de acabar con el atraso secular y de mejorar sus condiciones de vida es emprender el desarrollo no capitalista. Sólo siguiendo ese camino los pueblos podrán verse libres de la explotación, la miseria y el hambre. La clase obrera y las grandes masas campesinas están llamadas a desempeñar un enorme papel en la solución de este problema social de cardinal importancia}

Podrán advertir, quienes conozcan la Declaración completa, y el lector del presente ensayo por cuanto a la parte que reproducimos, que la Declaración resulta particularmente notable respecto a documentos similares del pasado (anteriores al XX Congreso del PCUS), en lo que se refiere a no caer en formulaciones rígidas ni en prescripciones que las mentes estrechas pudieran tomar como recetarios aplicables a cualquier situación. Un espíritu de inimaginativo y obtuso servilismo a la letra de la Declaración de los partidos comunistas y obreros, estaría reñido con el carácter del documento, que no pretende convertirse, de ningún modo, en una resolución imperativa que debiera acatarse sin examen y sin el menor intento por adecuar su contenido teórico a la realidad nacional de cada país.

Al efecto de servirnos de^Declaración en la forma más útil por lo que se refiere a nuestras propias experiencias y realidades nacionales, examinaremos entonces la parte transcrita dividiéndola en párrafos particulares que nos permitan establecer una referencia concreta hacia los problemas de nuestro país. He aquí el primero de dichos párrafos:

1 Problemas de la paz y el socialismo, Praga, 1960, Nüm. 12, pp. 29-30, (Subrayado por mí, JR.)

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En las condiciones presentes, la burguesía nacional de las colonias y los países dependientes, no vinculada con los círculos imperialistas, está objetivamente interesada en que se realicen importantes tareas de la revolución antimperia-Iista y antifeudal y, por ello, conserva su capacidad de participar en la lucha revolucionaria contra el imperialismo y el feudalismo. En este sentido, tiene un carácter progre-sista. Pero, al mismo tiempo, es inestable y propensa a las componendas con el imperialismo y el feudalismo.

Para cualquier persona que examine el párrafo anterior sin intencio-nes oportunistas ni sectarias, aparecerá con toda evidencia la condicio-nalidad del mismo respecto al papel de la burguesía nacional, hecho que se subraya más adelante sin lugar a dudas en el propio documento. "La burguesía nacional —vemos que dice— no vinculada con los círculos imperialistas, está objetivamente interesada en que se realicen importantes tareas de la revolución antimperialista y antifeudal".

Véase hasta qué grado la.formulación aquí es precisa: no se habla de sectores, de núcleos o de fragmentos é& la-burguesía nacional que, no relacionados con el imperialismo, estuviesen en condiciones obje-tivas de participar en la revolución; aquí se trata de la burguesía nacional en su conjunto, además, no vinculada con los círculos imperialistas. ¿Qué es lo que implica esta consideración? Implica desde luego la consideración contraria: que la burguesía nacional en su conjunto puede también estar vinculada con los círculos imperialistas.

La corriente sectaria, -entre los ideólogos de la enajenación en México, subraya la mimalezaforzosamente progresista de la burguesía nacional oponiéndole un sector, no perteneciente a ella, y que por sus características económicas constituye el aliado por excelencia de la penetración imperialista: la burguesía comercial y financiera.

Es evidente que tales sectores desempeñan dicho papel, y en los países coloniales, donde hasta la aparición del imperialismo (fines del siglo XIX) el pueblo estaba oprimido preponderantemente por los caciques feudales, la burguesía comercial y financiera viene a figurar junto a éstos como la nueva clase opresora aliada a los monopolios extranjeros. Tal cosa no quiere decir, sin embargo, y menos aún en

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) j países donde el desarrollo capitalista ha llegado a un nivel de cierta

elevación relativa —como en México— que la burguesía nacional > —enemiga condicional de la primera— deba ser forzosamente y en ) todo momento una burguesía progresista, enemiga natural del impe-N rialismo y, por ende, aliada natural del proletariado.

En lógica correspondencia con el concepto de que, por el contrario, la burguesía nacional es por excelencia el aliado de la clase obrera, el

) Partido Comunista Mexicano trata de localizar a dicha burguesía ) progresista en cualquier punto donde imagina que puede encontrarla. . Como el carácter progresista o no progresista, en su caso, de la

burguesía nacional, se expresa en el terreno dé las relaciones políticas, .) el partido comunista se encara entonces al gobierno como ante la ) esfinge de quien espera la respuesta: ¿lleva a cabo el gobierno una

política contraria al imperialismo? Si la respuesta es afirmativa, eso querrá decir que en el gobierno se encuentra debidamente representada

.) la burguesía nacional; si la respuesta es negativa, eso será el mejor ) índice de que dicha burguesía ha sido "desplazada" del gobierno.

Como la burguesía nacional, de cualquier modo, no lleva a cabo una política consecuente bien sea en un sentido u otro, y mucho menos

.) constituye una burguesía antimperialista, su gobierno, lógicamente, ) refleja esa inconsecuencia. Pero el partido comunista prefiere ignorar

tal eventualidad, y en cuanto se encuentra frente a hechos políticos que indican por parte del gobierno una tendencia hacia la derecha, o una

.) política francamente reaccionaria, carga esto a la cuenta, entonces, de ) la burguesía financiera e "intermediaria", absolviendo de todo pecado , a la burguesía nacional, la que parece haber desaparecido del gobierno

como engullida por un mágico escotillón. Este simplismo político ha determinado, a través de largos años de

.) una práctica errónea que se rectifica a sí misma, cada vez, con la •) comisión de los errores opuestos, la naturaleza de la actividad del

Partido Comunista Mexicano como un movimiento pendular que, de las posiciones sectarias, es inevitablemente rechazado a las posiciones

) oportunistas, y viceversa. La caracterización de derecha en que incurre j el PCM cuando pretende que la burguesía nacional es progresista y

revolucionaria en su conjunto, se corresponde, así, en la práctica sectaria y de extremismo infantil, cuando, al no querer ver a la

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burguesía nacional dentro del gobierno, el Partido Comunista Mexi-cano concluye que, por tal razón, deberá lucharse en forma sistemática y deliberada contra ese gobierno, por no representar otra cosa que el papel de un agente o lacayo del imperialismo norteamericano.

Esta actitud, con todo, no puede tomarse como un simple fruto del esquematismo doctrinario y de la inercia política a los cuales parece abandonarse el Partido Comunista Mexicano en cada una de las etapas de su existencia. El fenómeno es mucho más profundo, y de cierta manera —en la medida en que su propia conciencia enajenada no le permite verlo— un fenómeno que se produce al margen del mismo Partido Comunista Mexicano, y del que éste no viene a ser sino un reflejo pasivo e insensible, como si fuese una víctima más. Nos referimos al fenómeno de la enajenación histórica de la clase obrera por la burguesía nacional: enajenación que es anterior al nacimiento del partido comunista en México, cosa que por supuesto no lo releva de su inconsciente complicidad con dicha enajenación. Es decir, en tanto que el partido comunista nace en México y sigue existiendo hasta nuestros días, sin que advierta la enajenación de la clase obrera ni que es la burguesía nacional, y no ninguna otra clase o sector social, la que ejerce sobre el proletariado dicha enajenación, el partido comunista mismo se convierte, también sin darse cuenta, en una forma más de esa enajenación: la enajenación "comunista" de la clase obrera. La burguesía nacional mediatiza así al proletariado con el propio instru-mento que debiera servirle a ese proletariado para conquistar su independencia de clase.

La raíz del fenómeno se encuentra en el hecho de que la burguesía nacional es la clase que pudo imprimir al proceso del desarrollo ideológico su propio sello, desde un principio, como clase dirigente de una revolución democrático-burguesa que la llevó al poder en el que se mantiene desde hace cincuenta años. Este hecho histórico constituye precisamente el que se empeñan en pasar por alto los ideólogos de todos los matices que contribuyen a la enajenación de la conciencia obrera.

Pero, ahora bien: ¿en qué forma ha podido la burguesía nacional imprimir al desarrollo ideológico su propio sello sin que le haya disputado la preeminencia su clase antagónica, el proletariado?

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Para lograrlo la burguesía no ha hecho otra cosa que poner de cabeza las relaciones ideológicas de la sociedad mexicana. Esta sub-versión de las relaciones ideológicas le ha permitido el "negarse" a sí misma como clase y confundirse con la revolución mexicana como si ella misma, la burguesía nacional, ya fuese la totalidad del movi-miento y se hubiera diluido dentro de él. Sabida es la tendencia de todas las clases que se realizan en el Estado mediante la toma del poder, a unlversalizar su propia ideología identificándola con la de la sociedad entera.

Los ideólogos de lo que se llama revolución mexicana —y aun los sedicentes ideólogos proletarios— denominan a este movimiento revolución mexicana, prescindiendo, con esta connotación, de su contenido de clase; pasan como inadvertido el hecho de que tal revolución haya dado el poder a una clase nueva que hasta entonces no lo había ejercido, nueva clase como lo es, en el siglo XX mexicano, la burguesía nacional.

Para dichos ideólogos, cuya mentalidad de clase les impide advertir el contenido histórico real de la revolución mexicana democrático-burguesa, el fenómeno no consiste en que esa nueva clase se haya hecho dueña del Estado, sino en que, al revés, dicha revolución haya dado a luz, en la historia de México, a un nuevo Estado: resulta así que el fruto de la revolución mexicana no es una clase burguesa nacional que se realiza en el Estado, sino un Estado nacional no-burgués en el que se desrealizan todas las clases de la sociedad mexicana, porque tal Estado no representa a ninguna de ellas.

Esto se expresa del modo más claro y sin embozos en la teoría oficial que se condensa en la fórmula de "la revolución hecha gobierno". El sello que imprime la burguesía nacional al proceso del desarrollo ideológico no es, entonces, sino el de su propio mito: ella no constituye una clase determinada, sino una revolución de todo el pueblo; su programa no es el de una parcialidad social, sino el programa del país entero que se expresa en la Constituciónry-su "conciencia organizada" no es otra que el gobierno mismo, a través del partido de Estado, cuyo jefe indiscutible —acaso como una reminiscencia de los antiguos tlacatecuhtlis de las comunidades prehispánicas— no es otro también que el propio jefe del poder ejecutivo.

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De este modo la organización de la conciencia burguesa no viene siendo, en la realidad histórica de México, sino la organización burguesa de todas las conciencias, la fuerza dirigente en el proceso del desarrollo y la mediatizadora de la conciencia obrera.

Véase lo que decíamos al respecto en nuestro trabajo: "El marxismo revolucionario y las deformaciones democrático-burguesas del socia-lismo en México" (escrito en mayo de 1960):

La burguesía mexicana se mira en el espejo del poder y este espejo ideológico le devuelve su propia imagen divini-zada, líos dioses mayores de la historia: el país, la naciona-lidad, la idiosincrasia y tradición nacionales, presididos por

... el Zeus de la revolución, tienen su propia forma, son su reflejo olímpico; así, la burguesía ya no es la clase burguesa, es México y la revolución, pues ahora puede permitirse el lujo de negarse en apariencia como clase en tanto se afirma como Estado.

Pero no; la autonegación de la burguesía mexicana como clase no es sino su autonegación ideal, no constituye una renuncia a la existencia histórica. Lo que ocurre es que si la burguesía se juzga a sí misma fundida como clase dentro de una entidad que la supera, o sea, la revolución mexicana, las otras clases revolucionarias, y éstas sí de hecho, desaparecen en el terreno ideológico como tales, se diluyen como ideo-logías propias dentro de la ideología burguesa divinizada bajo la forma de una revolución con la que todos se creen identificados. La ideología burguesa, así, trata de reducir a su magnitud mínima los antagonismos y las contradicciones sociales, de tal modo que la burguesía queda convertida en simple patrón, y la clase obrera en un simple obrero, como entidades no comprendidas dentro del Estado sino ajenas a él. Ya no hay lucha de clases, por ende, sino un periódico ajuste del equilibrio entre los "factores de la producción", bajo la mirada reguladora del "gobierno revolucionario" que deviene entonces en el instrumento de rescate de lo "racional

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y humano" que, en sfmism ast tendrían la propiedad privada, el valor, el salarió y demás relaciones capitalistas.2

) ) ) )

Ante esto la corriente sectario-oportunista objetará: pero ¿por qué ) no se habla de otros sectores burgueses susceptibles de adueñarse del ) Estado, o que incluso han ejercido (o ejercen) el poder bajo la forma . de gobiernos capitulantes o de franca entrega al. imperialismo? v Aquí está el nudo de la cuestión, el punto neurálgico donde los ^ árboles democrático-burgueses de la ideología dominante no dejan ver, ) a los ideólogos de la enajenación, el bosque de la burguesía que domina "y en la realidad social. Si se analiza la pregunta anterior se verá que en

ella se cifra, precisamente, la inversión de las relaciones de clase, la ' puesta al revés de los términos en que funciona la hegemonía burguesa, ) y que, en la composición interna de la pregunta misma —¿qué \ burguesía o qué sectores de ella ejercen el poder?—y a se encuentra

implícito el mecanismo entero de la enajenación ideológica. Pues bien; aunque seamos nosotros, en razón del método discursivo,

' quienes formulemos dicha pregunta, sus elementos corresponden a una ) realidad objetiva; corresponden con exactitud ala ecuación en que se v cifra el problema de la táctica que preconizan en México todos los

falsos ideólogos proletarios: a qué sector de la burguesía debe apoyar • •> o combatir la clase obrera, ecuación en que ya se presenta, alienado, ) el problema histórico real: cómo debe la clase obrera ponerse a la » cabeza del desarrollo, dirigirlo y arrastrar tras de sí a las demás clases

de la sociedad mexicana susceptibles de seguirla, Pero ¿por qué pues, ante el problema del contenido de clase de la

) fórmula "la revolución hecha gobierno", no se puede hablar sino de la ) burguesía nacional y no de ningunos otros sectores susceptibles de , adueñarse del Estado, o que incluso hayan ejercido el poder bajo la

forma de gobiernos capitulantes o de franca entrega al imperialismo? Al respecto sólo existe una única respuesta, que es donde el

) problema encuentra su explicación marxista, o sea: porque la burgue-) sía nacional es la burguesía histórica de México. No son los sectores

2 Espartaco, órgano de la Liga Leninista Espartado, Vol.T, ndm. 2, enero de 1961.

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burgueses financieros, comerciales, usurarios, los que informan y dan la tónica del desarrollo histórico burgués de México. La clase que informa nuestro desarrollo histórico desde hace más de cuarenta años y desde el poder, no es otra que la propia burguesía nacional porque es ella la que domina el proceso ideológico, la que lo mediatiza, la que le da su curso y la que le imprime su propio sello.

¿De qué modo la sedicente ideología proletaria impide que tal fenómeno se haga visible para la clase obrera de nuestro país?

En la pregunta anterior se encuentra implícito todo el complejo social comprendido en las relaciones de la clase obrera con los "gobiernos emanados de la revolución", es decir, otro concepto enajenante.

La falsa ideología proletaria encubre el carácter alienado que tienen las relaciones de la clase obrera con los "gobiernos emanados de la revolución*' bajo el aspecto de que se trata de relaciones "tácticas". Aquí existe una confusión a tal extremo bien urdida, que no Hay grupo revolucionario o tendencia marxista —de las muchas que medran en la llamada "izquierda mexicana"— que haya querido o podido perca-tarse cabalmente de ella y del modo^n que funciona.

La forma en que la falsa ideología proletaria plantea la cuestión de las relaciones del proletariado con los gobiernos burgueses, sin embargo, no se reduce en el fondo a otra cosa que a sustraer de dicho plantea-miento el fenómeno de la lucha dé clases y para ello, naturalmente, recurre a todo género de lucubraciones sobre necesidades tácticas. Examinemos en qué consiste tal actitud.

Desde luego es evidente que el problema de, las relaciones del proletariado con los gobiernos de la burguesía implica, ante todo, consideraciones tácticas. Pero ese problema, si no se quiere sustraer del mismo el fenómeno déla lucha de clases, sólo se puede plantear desde el punto de vista de la correlación defuerzas entre clases antagónicas, aunque no deba darse por establecida, siempre y en todos los casos, en una obligada disposición de lucha frontal. O sea, la clase obrera está midiendo constantemente sus propias fuerzas y las del adversario para asestar los golpes posibles y librar las batallas necesarias en las mejores condiciones, orientada siempre a dirigir la ofensiva principal sobre el lado más débil de dicho adversario.

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El factor básico de la táctica es esa medición de fuerzas en que se expresan, esencialmente, las relaciones de clase, porque de ahí se deriva (de esa medición de fuerzas) su objeto mismo: la obtención de la iniciativa, ese requisito de la victoria que consiste en obligar al adversario a dar la pelea en el lugar y el momento que uno elige. Pero si en lugar de que se actúe sobre las magnitudes que arroje esta medición objetiva de las fuerzas, la acción que se desenvuelva se apoya únicamente y por entero tan sólo en las intenciones del adversario, se habrá puesto de cabeza, se habrá subvertido el factor básico de la táctica, y aunque se puedan obtener, mediante este recurso, determinadas victorias parciales, esta o aquella ventaja local inmediata, la decisión de la batalla general se habrá comprometido muy seriamente.

Las intenciones del adversario siempre son secundarias, no consti-tuyen nunca lo esencial en el trazo de la táctica: porque el adversario puede proponerse realizar una cosa u otra (y el que estemos enterados de ello con toda precisión, tampoco, en sí mismo, añade ventaja a nuestras posiciones), pero lo que decide, en última instancia, es la suma de factores que constituye la superioridad de las fuerzas en lucha. Cuando la táctica no se sustenta en la correlación de fuerzas sino en las intenciones del enemigo, entonces se prescinde de la conquista de la iniciativa y prácticamente de la victoria. En estas condiciones la táctica se rebaja a ese género en que el vulgo la confunde con la "astucia" y que se reduce a esperar las "oportunidades", el aprovechamiento de las situaciones y lo que pueda obtenerse mediante el chamarileo "diplo-mático" entre los "altos jefes". En esto, pues, ya no existe lucha de clases, y el factor básico de la correlación de fuerzas se sustituye por las componendas y el oportunismo.

Es así como la falsa ideología proletaria ha encarado en México el problema, de las relaciones de la clase obrera con los "gobiernos emanados de la revolución": es decir, no como un cierto tipo de relaciones que serían una de las formas de la lucha de clases, sino relaciones que, portel contrario, se convierten en una forma concreta de la colabora-ción de clases revestida de una actitud táctica que daría siempre por supuesto, bien para la política oportunista de derecha, o bien para la política sectaria de izquierda, que el gobierno no representa a la burguesía, o que, cuando esto ocurre, representa a la burguesía más

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reaccionaria y no, simple y llanamente, a la burguesía nacional que hace una política reaccionaria.

El aspecto concreto en que aparece esta deformación de principio de la ideología proletaria —y hacemos énfasis en el carácter de principios que tiene y no, al modo en que lo pretende Lombardo Toledano, como si el problema se redujera a simples "diferencias tácticas"— es el de las consideraciones que se hacen respecto a la naturaleza "positiva" o "negativa" de dichos gobiernos "emanados de la revolución", y la política que siguen.

Estas consideraciones respecto a lo "positivo" o "negativo" de los gobiernos burgueses en México es el punto donde se enajena la conciencia de la clase obrera, porque mediante estas consideraciones se le hace perder las posibilidades de tomar la iniciativa y se abandona ésta en manos de la ideología democrático-burguesa, la cual impone al proletariado las reglas con que debe conducirse en el juego: o sea, el adoptar ante el gobierno la actitud que supondría que dicho gobierno unas veces está manejado por los "sectores" progresistas de la burguesía y otras por los sectores "reacciónarios!', pero en ningún caso por una clase social única, la burguesía nacional, que en determinadas ocasio-nes puede ser progresista y en otras reaccionaria, pero que, en fin de cuentas, es la clase burguesa antagónica que está en el poder. Exacta-mente como lo dice con toda claridad la Declaración de los partidos comunistas y obreros de 1960 en Moscú, en la parte que hemos transcrito más arriba, cuando se refiere al doble carácter de la burguesía nacional que, progresista en un sentido, "al mismo tiempo es inestable y propensa a las componendas con el imperialismo" y que por ello, en los diferentes países "no participa en la revolución en la misma medida", sino que su grado de participación "depende de las condiciones concretas, de los cambios en la correlación de las fuerzas de clase, de la agudeza de las contradicciones del imperialismo y el feudalismo con las masas populares y de la profundidad de las contradicciones del imperialismo y el feudalismo con la burguesía nacional".

Los ideólogos de la enajenación obrera en México, lejos de tomar en cuenta el doble carácter de la burguesía nacional, despojan de su contenido de clase a los aspectos positivos y negativos de su política

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con el espejismo de las ventajas o desventajas inmediatas que pueda acarrear dicha política a los trabajadores en un momento dado, para lo cual invierten, colocan al revés el significado de lo positivo y lo negativo. Empero, basta el análisis dialéctico de estos términos para que tal superchería ideológica se desvanezca en absoluto.

¿Qué es, en realidad, lo positivo y lo negativo de los gobiernos de la burguesía nacional en México?

Si se toma en cuenta el hecho de que la burguesía nacional mexicana se disimula, se disfraza en la fórmula "sin clases" de la "revolución hecha gobierno", lo negativo y lo positivo de su política será precisa-mente lo diametral mente opuesto, como decíamos, a lo que pretenden como tal los ideólogos de la enajenación.

La política progresista del gobierno es una negación relativa de la burguesía como clase (puesto que tal política parece contrariar sus intereses mediante concesiones a la clase obrera, medidas nacionalis-tas, otorgamiento de libertades democráticas, etcétera), pero al mismo tiempo afirma a la burguesía nacional como clase revolucionaria, afirma la existencia aparente de un gobierno no-burgués, "amigo de los trabajadores" y enemigo de una burguesía que, en apariencia, tampoco se encuentra en el poder. Este extremo, el realmente negativo del proceso desde el punto de vista de clase, resultará pues, positivo para el proletariado, si se considera objetivamente, tan sólo en la medida en que facilite su propio desarrollo, su organización, sus luchas, la propaganda ideológica y demás, pero ante todo bajo la condición forzosa de que la clase obrera lo aproveche para constituirse en clase independiente o esto facilite una lucha en mejores condiciones para la conquista de tal independencia. Pero pretender que la clase obrera borre sus límites ideológicos y se "identifique" con los gobiernos "progresistas" de la burguesía, equivale a desnaturalizar a la clase obrera misma, haciéndola abandonar sus fines históricos de clase.

El extremo positivo del proceso se produce, por el contrario, cuando predomina dentro del gobierno una política reaccionaria, proimperia-lista, antiobrera. Este interregno político constituye una afirmación absoluta (en la medida en que se puede hablar de términos absolutos al respecto) de la burguesía como clase, puesto que se trata de la

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defensa abierta, brutal, de sus intereses, pero al mismo tiempo niega a la burguesía nacional como clase reaccionaria, como aliada del imperialismo, según los ideólogos de la enajenación, ya que afirma la existencia de un gobierno que ha dejado de ser "amigo de los trabajadores" y de donde la burguesía nacional, en apariencia, ha sído desterrada.

Objetivamente, entonces, este extremo positivo del proceso, resulta negativo para la clase obrera, ya que ésta se resiente en sus derechos, en sus libertades y en todo lo que había logrado obtener o se le había concedido por los gobiernos progresistas.

Pero es exactamente en la realidad inmediata de lo positivo y lo negativo, y en las conveniencias o desventajas, también inmediatas que se derivan para el proletariado de la política seguida por los gobiernos de la burguesía, donde ha radicado, a través de los años -<Iesde el pacto de Carranza y la Casa del Obrero Mundial— el resorte que hace funcionar la trampa pava enajenar a la clase obrera y no permitirle una acción independiente, condicionada por su propia situación dentro éé\ conglomerado social y por sus intereses históricos, sino por el contra-rio, limitar su actividad y movimiento a la situación concreta que ocupe la burguesía en el momento de que se trate.

Conforme a los ideólogos de la enajenación, el desiderátum de la clase obrera se resuelve, cada vez, en el hecho de que las masas trabajadoras "apoyen" a los gobiernos progresistas o "combatan" a los gobiernos reaccionarios, pero sin que en ningún momento la propia clase obrera esté en condiciones de poder tomar conciencia de su propia perspectiva histórica como clase independiente, que debe colocarse, por imperativo del desarrollo, ala cabeza del proceso social.

Véase cómo un ideólogo, ni siquiera sedicente marxista, sino un representante del socialismo mexicano "no exótico", Emilio Portes Gil, nos devela —aunque sea sin proponérselo— el mismo problema —respecto a las ventajas y desventajas, en su caso, de la política positiva o negativa de los gobiernos burgueses— con una franqueza de tal modo notable, desde el punto de vista de Ja propia burguesía, que en verdad resulta extraordinaria y grandemente reveladora. Lo que transcribimos a continuación son párrafos de una carta confidencial enviada por su autor, Portes Gil, en diciembre de 1931 al general

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Calles, caria donde, entre otras cosas, el primero se quejaba ante el segundo del retroceso "revolucionario" que representaba a la sazón la política seguida por el gobierno de Ortiz Rubio. Dice Portes Gil en su interesante documento:

Desde 1920 hasta 1929, en efecto, habíamos aceptado como artículo de fe revolucionaria la realización de la reforma agraria y el afianzamiento de las conquistas logradas por las clases obreras. Con ese programa se combatió a la imposición bonillista, con ese programa se aniquiló al déla-huertismo; con ese programa se volvió al obregonismo, después de un balance en el qué, de un modo consciente, renunciamos al ideal democrático de la no-reelección, para mejor consolidar el anhelo social de asegurar, en favor de nuestros campesinos y de nuestros obreros, ventajas que no tienen nada de excesivas.

Pero desde 1930, nos hemos dado a proclamar que, para recuperar nuestro crédito interior y exterior y para obtener el florecimiento económico del país, debemos liquidar la política "radical" que se siguió por diez años, renunciar al reparto de ejidos, ..redactar un Código de trabajo que "dé garantías al capital" y pagar nuestras deudas, cueste lo que cueste, lo mismo si descubriéramos que nuestros presupuestos se des-ploman de déficit en déficit, que si nos enteráramos que la situación del mundo ha llegado al extremo de que los mismos

* acreedores se rehusen a cobrar. ¿Qué es lo que representan estas palabras del revolucionario democrá-

tico~burgués Emilio Portes Gil? ¿Cuál es su inapreciable significación ideológica para la clase obrera? Representan y significan nada menos que una crítica de Portes Gil al gobierno de su clase y desde el punto de vista de su clase, es decir, son una autocrítica de la burguesía

3 E. Portes Gil, Quince años de política mexicana, Ed. Botas, México, 1941, pp. 206-207. .

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nacional a la cual Portes pertenece y de la cual es uno de los representantes ideológicos de mayor relevancia.

Por supuesto que Portes Gil no invoca a la burguesía nacional, y esto tal vez fuese pedirle demasiado. Su carta no critica al gobierno de Ortiz Rubio como si se tratara de un gobierno que estaba haciendo la política reaccionaria de la burguesía nacional, sino como si se tratara de un gobierno en donde el "espíritu revolucionario" estuviese apunto de extinguirse, y por ende, lo critica como aun gobierno suyo, de los suyos, que se ha desviado, que ha conculcado un "artículo de fe revolucionaria" y abandona ese programa de "la reforma agraria y el afianzamiento de las conquistas logradas por las clases obreras" con el que, sin embargo, la burguesía nacional combatió y pudo vencer a los políticos y militares disidentes que figuraron en el bonillismo, en el delahuertismo... O para decirlo con otras palabras, Portes Gil, como buen ideólogo de su clase, critica al gobierno de la burguesía nacional desde el punto de vista, que ya señalábamos nosotros, de lo que constituyen lo positivo y lo negativo reales, no deformados, no puestos de cabeza —como k> hacen los íedicentes'ideólogos marxistas en México— de una política histórica verdadera de la burguesía que arrastra tras de sí álos campesinos y enajena a su servicio la conciencia proletaria, en el "afianzamiento de las conquistas logradas por las clases obreras", con cuyo apoyo esa burguesía nacional ha podido combatir y vencer a sus propios enemigos. En lugar de colocarse en la posición de las ventajas inmediatas positivas para la burguesía nacional, Portes Gil se desinteresa —y es de suponerse, lógicamente, que no para siempre— de las tendencias oportunistas hacia la recupe-ración del "crédito interior y exterior" del gobierno democrático-burgués, de las tendencias hacía "el florecimiento económico del país'* y en favorjie una política de "garantías al capital" y pago délas deudas extranjeras, "cueste lo que cueste", a cambio de un crédito mayor y de mucho más largo alcance, o sea, el crédito histórico de que el gobierno de la burguesía nacional no aparezca como gobierno burgués, sino como el Estado que aun pudo renunciar a la más burguesa e inocua de las reivindicaciones de Madero, el "ideal democrático de la no-reelección", en bien de consolidar, "en favor de nuestros campesinos y de nuestros obreros, ventajas que no tienen nada de excesivas".

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' Pero Portes Gil no se queda en este punto de su reveladora carta. ) Más adelante destaca con todo vigor y sin titubeos "tácticos", la \ motivación interna, esencial, de su crítica, es decir, de la autocrítica

que a través de su pluma se hace la burguesía nacional. He aquí el ) otro singular párrafo de su documento:

No se podrá contar con el apoyo entusiasta de las clases ) humildes cuando, persiguiendo quiméricos planes económi-) eos, se han presentado a las cámaras proyectos de leyes

agrarias y obreras en que se daba un franco paso atrás y que, si no se aprobaron en su primitiva redacción, fue sólo por

) intervenciones personales diversas (en materia de trabajo, la ) de usted mismo) y en condiciones tales, que siempre pareció

que se trataba de concesiones arrancadas al gobierno en ' contra de su voluntad y de las cuales, por la misma razón, ) el gobierno no sacó la más ligera ventaja moral.4

) La diafanidad ideológica de estos párrafos casi haría ocioso cual-\ quier comentario. Mientras el sedicente marxismo de lo^ oportunistas

disimula el hecho de que existan relaciones de clase entre el proleta-' riado y los "gobiernos de la revolución", pretendiendo que las ) existentes no son sino relaciones tácticas entre "aliados"; y mientras \ el atropellado y también sedicente marxismo de los sectarios circuns-

cribe todas las relaciones de clase a la lucha única contra un gobierno -' donde, según él, la burguesía nacional no está representada, o se ) encuentra en una triste miñona, junto a la "gran burguesía reacciona-

ria" dominante, teníamos que resucitar un documento ¡escrito hace treinta años! por un ideólogo burgués y ex-presidente de la República, para esclarecer a los deliberadamente amnésicos representantes de un

) "marxismo" alienado a la democracia burguesa, que los gobiernos "de la revolución" no han sido otra cosa, desde un principio, que los gobiernos de la burguesía nacional.

¿Puede quedar alguna duda, respecto a la enajenación de la inde-^ pendencia de la clase obrera portos gobiernos de la burguesía nacional,

4 Ibid., p. 208. (El subrayado es mío, JR)

;

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después de que, en forma tan clara, Portes Gil pone de relieve el contenido verdadero del "obrerismo" democrático-burgués de dichos gobiernos en el segundo párrafo transcrito de su carta?

Otorgar graciosamente algunas ventajas a los trabajadores, que, además, no sean ventajas que tengan "nada de excesivas", sí; pero que no aparezcan como "concesiones arrancadas al gobierno en contra de su voluntad". Esa es la política de los "gobiernos de la revolución" y ahí están los ferrocarrileros huelguistas de marzo de 1959 —la crítica de cuya estrategia y táctica huelguísticas es un problema aparte— en la prisión de Lecumberri, como testimonio vivo de cómo las sonrisas de los gobernantes de la burguesía nacional "amiga de los trabajado-res", se trocan en el no menos repulsivo rechinar de dientes de esbirros y verdugos, cuando esa misma burguesía reprime cualquier intento real de auténtica independencia obrera que, al revés de lo que concluye la carta de Portes Gil, precisamente sí se le puede imponer "en contra de su voluntad" y por la fuerza, cuando no permanece aislada y encuentra la resonancia de clase necesaria para la victoria.

Los ideólogos social-burgueses y los falsificadores del marxismo entre la clase obrera, como Vicente Lombardo y sus seguidores, eluden la cuestión de la independencia proletaria, la deforman y la escamo-tean/precisamente en el punto donde hacen aparecer el rostro placen-tero de la burguesía nacional "amiga de los trabajadores". En esta forma, cuando se trata de la actitud que el proletariado deba asumir ante un gobierno progresista, la acción independiente de la clase obrera es presentada entonces como si fuera, en todos los casos, y de modo forzoso, una lucha contra dicho gobierno, y como si el proleta-riado careciera de otros medios de ejercer su independencia que no fuesen sino las acciones violentas que, según los ideólogos social-burgueses, serían necesariamente luchas frontales contra el Estado.

Cuando se trata, en cambio, de que se imponga como necesaria una lucha contra el gobierno (y está claro que no una lucha insensata ni suicida), los ideólogos social-burgueses se apresuran a presentar esta forma concreta de ejercer la clase obrera su independencia, como si fuese lo mismo que poner a la orden del día la toma del poder por el proletariado.

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Exactamente por todo esto el problema de la burguesía nacional es el punto donde están comprendidas todas las supercherías ideológicas que hacen aparecer nuestras circunstancias nacionales como si en este país las leyes del desarrollo pudieran tomar a su antojo el cauce más inesperado y original, o pudieran escoger, en virtud de combinaciones mágicas ignoradas, y en honor de nuestra burguesía nacional, las formas de su propia excepción y no realizarse en una serie de aspectos, pero en particular por lo qué se refiere al desarrollo de la conciencia socialista, de la conciencia histórica de la clase obrera.

Tomada pues la Declaración de los partidos comunistas y obreros desde el punto de vista de la realidad mexicana —y no de las supercherías ideológicas con que esta realidad se distorsiona en México—, el problema de la burguesía nacional aparece con una nitidez extraordi-naria y subvierte por completo, desenajenándolos de la ideología burguesa, los conceptos que hasta ahora siguen campeando en las filas de la clase obrera y en el movimiento comunista del país.

Asf, queda en pie, como la cuestión cardinal en que descansa todo el porvenir del movimiento obrero y del desarrollo histórico de México, la que se refiere al papel independiente que debe desempeñar el proletariado dentro de las relaciones de clase de la sociedad mexicana. Reafirmemos una vez más que los destinos del proletariado no pueden cifrarse en el carácter progresista o no progresista que tenga la burguesía: encaminar a la clase obrera a esperarlo todo en esa dirección, aunque esto se disfrace con la fórmula de "presionar" sobre la burguesía para que haga una política positiva, no es sino traicionar a la propia clase obrera, no es sino condenar al movimiento proletario a que vegete en la charca del tradeunionismo, o sea, condenarlo a que sus luchas no se expresen de otro modo que como una simple "guerrilla" económica contra los patronos, situación que no puede menos que mantener al proletariado sometido en absoluto a la demo-cracia burguesa.

Pasaremos ahora al examen del último párrafo de la parte que se ha transcrito de la Declaración de los partidos comunistas y obreros. Dice este párrafo final:

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Una vez conquistada la independencia política, los pueblos buscan la solución de los problemas, sociales que plantea la vida y de las cuestiones relacionadas con la necesidad de consolidar la independencia nacional. Las distintas clases y partidos proponen distintas soluciones. Es asunto interno de cada pueblo elegir el camino de desarrollo que mejor le convenga. La burguesía nacional, a medida que se agravan las contradicciones sociales, se inclina cada vez más a la componenda con la reacción interna y con el imperialismo. Las masas populares, en cambio, se van convenciendo de que el mejor modo de acabar con el atraso secular y de mejorar sus condiciones de vida es emprender el desarrollo no capitalista. Sólo siguiendo ese camino los pueblos podrán verse libres de la explotación, la miseria y el hambre. La clase obrera y las grandes masas campesinas están llamadas a desempeñar un enorme papel en la solución de este problema social de cardinal importancia.

El análisis del párrafo precedente y su adecuación a las condiciones de México, nos coloca ante el problema más trascendental y de las más graves perspectivas, sin duda alguna, de todos cuantos ofrece la realidad mexicana. Primero nos encontramos en un país que dispone, a pesar de los factores en contrario, de cierto grado considerable de independencia nacional; segundo, en este país, como lo afirma la Declaración, "la burguesía nacional, a medida que se agravan las contradicciones sociales, se inclina cada vez más a la componenda con la reacción interna y con el imperialismo", y tercero, el desarrollo no-capitalista de México constituye ya una necesidad objetiva impos-tergable que se deriva, por un lado, de los dos puntos anteriores, y por el otro, de los cambios cualitativos que se han producido en las relaciones internacionales con la existencia de un sistema de países socialistas en el mundo.

5 Problemas, op. cit., p. 30. (Subrayado por mí-, JR.)

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Puede decirse, sin vacilaciones de ninguna especie, que en la contradicción inferna que encierran los tres puntos anteriores y en la forma que tenga de solucionarse dicha contradicción, radica el destino mismo del país y del curso que deba tomar su desarrollo histórico.

La contradicción a que nos referimos se cifra en los siguientes términos: mientras la necesidad de un desarrollo no-capitalista del país se ha convertido ya en un hecho objetivo, cuya realización es inapla-zable, al mismo tiempo, todavía no existen las condiciones subjetivas para que pueda realizarse en la práctica. Esto quiere decir que necesa-riamente el proceso tendrá que colocarse —o ya se encuentra colocado— sobre las vías de una solución negativa de la contradicción. Los elementos que condicionan esta solución negativa y que impulsan al proceso de esa dirección, son los siguientes: a) burguesía nacional que desempeña el papel hegemónico en las relaciones de clase; b) absoluta falta de independencia de la clase obrera; c) inexistencia del partido de clase del proletariado; y, como resultado de lo anterior, d) la falta de una alianza entre la clase obrera y los campesinos.

La burguesía en el poder no puede menos que advertir la existencia de esta contradicción, y se apresura entonces a solucionarla de acuerdo con su propia naturaleza de clase, esto es, la burguesía se siente con las manos libres para resolver dicha contradicción en una forma negativa sin que la clase obrera pueda percibirlo de inmediato, sino —y éstas son las esperanzas burguesas— cuando ya sea demasiado tarde. ¿En qué recurso soci.al encuentra la burguesía mexicana el modo de resolver la contradicción a su manera sin alterar la enajena-ción que ejerce dentro de las relaciones de clase sobre el proletariado? Encuentra este recurso en el capitalismo de Estado: el capitalismo de Estado es para la burguesía mexicana su vía más natural de desarrollo, si se toman en cuenta las condiciones históricas específicas en que éste se ha ido realizando.

Ahora bien, si no existieran en la realidad nacional, como hechos innegables, los factores que condicionan la solución negativa del problema, el capitalismo de Estado tendría un contenido diferente en nuestro país. El capitalismo de Estado representaría, sin duda, una forma de aproximarse a las formas del desarrollo no capitalista del

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país. Pero en las condiciones existentes, por el contrario, el capitalismo de Estado no sólo no se encamina a dicha dirección, sino que lleva en su seno —y comenzará a desplegarlas en la realidad política en cuanto las circunstancias maduren para ello— las premisas de un sistema de dominación fascista de tipo especial.

Estos son los peligros a que tendremos que enfrentarnos, de no superar las limitaciones subjetivas que aquejan al proceso del desarrollo, por más que los agentes ideológicos de la burguesía en el poder, como Lombardo Toledano, no se cansen de entonar loas al capitalismo de Estado, en el país, pese a las condiciones en que nos encontramos en México donde no se cuenta con una clase obrera independiente ni con un partido de clase del proletariado, como requisitos mínimos para que dicho capitalismo de Estado no se convierta en una de las mayores asechanzas que hayan podido amenazar nunca a la clase obrera mexicana.

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-JÍ

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Pablo González Casanova:

El México marginal Tomado de González Casanova, P., La democracia en México (1965), Cap. vil, México, Ediciones ERA, 1978, pp. 144-160.

Frente al México organizado del gobierno —con su sistema presidencialista, su partido, sus uniones de trabajadores—y frente

a los factores de poder, también organizados —como el ejército, la Iglesia, los empresarios nacionales y extranjeros— hay un México que no está organizado políticamente.

Frente a los grupos de interés y los grupos de presión que utilizan con más o menos eficacia la Constitución, la Presidencia, el Congreso, la Corte, los gobiernos locales y estatales, los partidos, los sindicatos, las cámaras industriales y comerciales, las enejadas, la prensa, hay un México cívicamente desarmado, para el que las instituciones y las leyes no son un instrumento que ellos manipulen, con el que ellos luchen, con el que ellos presionen.

Frente al México político hay un México impolítico; que no lucha cívicamente, que carece de instrumentos políticos. Y este México impolítico, que no es sujeto político sino objeto político, no se limita a aquel sector de la población que por falta de cultura, de experiencia, es dominado, manipulado en sus propias organizaciones por las clases gobernantes, y que, organizado efectivamente en sindicatos, ligas, asociaciones ve cómo esos organismos son controlados desde fuera o desde arriba. Este México manipulado dentro de las organizaciones, también existe; pero hay otro México manipulado por las organizacio-nes, que está fuera de las organizaciones, un México para el que la organización es un elemento ajeno, una institución de los demás —de los ladinos, del gobierno, de los líderes sindicales, de los políticos.

En la vida política de México se dan pues, dos tipos de control: el control de las organizaciones populares y el control del pueblo no

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) '

organizado por los organismos y las organizaciones gubernamentales ) o paragubernamentales, y en general por las organizaciones de las clases ) obreras, medias y altas de la población participante. Si las organiza-. ciones populares que existen en buen número son controladas para que

no manifiesten la inconformidad de sus coaligados, la inmensa mayoría ) de los ciudadanos ni siquiera tiene organizaciones para manifestar ) políticamente su inconformidad. > Vamos a tomar algunos indicadores de estos hechos, a fin de

colocarnos en un terreno preciso y no se entienda que hablamos de un ' fenómeno más o menos discutible: ) - 1. Según las estadísticas oficiales, del total de la población económica-) mente activa, que en 1964 era de 13 216 000 individuos, sólo 1 388 \ 260 estaban agremiados, es decir el 10.5%. Pero mientras en la

industria eléctrica estaba agremiado cerca del 90% de los trabajadores ' y en los transportes y comunicaciones el 57%, en la agricultura, de un ) total de 6 909 000 campesinos sólo estaba agremiado el 1.9 %, es decir, \ 129 868. O para expresarlo de otro modo, del total de la población

económicamente activa no estaba agremiada el 89.5%, y dé la pobla-J ción económicamente activa dedicada a actividades primarías no estaba ) agremiada el 98%. ) Los datos anteriores pueden parecer excesivos si se piensa que en

México trabajan por su cuenta 1 200 000 ejidatarios y 1 500 000 agricultores y pequeños propietarios (Censo de 1960) y que Ja Confe-

J deración Nacional Campesina y otras centrales afirman agrupar ) —mediante afiliación colectiva— a todos los ejidos y comunidades , , agrarias. Pero incluso aceptando estas afirmaciones, que coinciden en

cierta forma con la estructura de la propiedad y la organización política .) del campo mexicano, nos encontramos con los siguientes hechos: ) a) Del total de obreros dedicados a las industrias, el comercio y los , servicios que asciende en 1960 a 1 200 000 el 76.56% estaban

agremiados; b) del total de obreros agrícolas que en ese mismo año ) alcanzaban 1 900 000 sólo el 6.5% estaban agremiados, cifra que baja ) a 6.4 % si se toma como base a los jornaleros de campo que eran 1945 000

de acuerdo con el mismo censo de 1960; c) Por lo tanto en un cálculo más ceñido y riguroso nos encontramos con que no estaban agremiados

) el 23.44% de los obreros dedicados a la industria, el comercio y los

EL MÉXICO MARGINAL 209

servicios, y que no estaban agremiados el 93.5 o el 93.6% de los obreros y jornaleros agrícolas.

La .situación anterior se ha mantenido prácticamente igual desde 1939 hasta 1963. En el primer año encontramos dentro de la fuerza de trabajo un trabajador agremiado por 8.6 no agremiados y en el último un trabajador agremiado por 8.3 no agremiados, sin que las variaciones intermedias sean muy grandes. En estas condiciones para la inmensa mayoría de los obreros y campesinos no existe ni siquiera el tipo de organizaciones o sindicatos verticalmente controlados. El problema se acentúa sobre todo en el México campesino, marginal, para el que las uniones, sindicatos, ligas, federaciones, no existen como canales para manifestar su inconformidad económica o política^

2. De otra parte, los partidos políticos alcanzan una afiliación mucho menor que las agrupaciones de trabajadores, pues aunque el Partido Revolucionario Institucional considera que tiene 6 621000 afiliados en 1964 y anuncia que tendrá más de 8 millones al finalizar 1966, no se trata de afiliados individuales que permitan hacer un cálculo aproxi-mado de afiliación, sino de una cifra excesivamente arbitraria por referirse a afiliados que se calculan en forma colectiva. Prueba de esta situación es que en ocasiones el número de afiliados con que informa contar el PRI en una entidad federativa, es mayor que el de votos alcanzados, en esa misma entidad. Su significado numérico escapa pues a toda posibilidad de análisis sobre afiliación.

En cuanto a los demás partidos es imposible determinar el número de afiliados porque, o no llevan registro o éste no es público, hechos ambos que son indicadores de la situación que guarda la afiliación en los partidos políticos de México.

En realidad los partidos políticos de México no se pueden medir por sus afiliados. Cada partido tiene un grupo de políticos y administrado-res —más o menos numeroso— con simpatizantes a los que moviliza mediante el auxilio de organizaciones gubernamentales, o eclesiásti-cas, o por intermedio de los pequeños y grandes dirigentes de-tipo tradicional. No hay partidos de masas; hay políticos y simpatizantes, y los partidos solos no movilizan; movilizan el gobierno o los factores reales de poder.

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Puede decirse sin lugar a dudas, que los partidos no están organiza-dos, subsidiados y controlados por los ciudadanos. Lo normal es que los grupos de poder —con políticos y administradores— organicen, subsidien y controlen partidos, y que los partidos sean su instrumento jund ico-político constitucional mente sancionado para la lucha cívica. No es por ello extraño que cuando manifiestan inconformidad ésta se vea como expresión de sus dirigentes o patrocinadores y no de las "masas" que dicen representar; así como cuando el partido del gobierno manifiesta satisfacción pública ésta se ve como satisfacción de sus dirigentes, o del propio gobierno. Y aunque tales juicios no corresponden exactamente a la realidad, pues los partidos suelen ser agentes para la manifestación de la opinión pública; ocurre que no siendo los partidos un instrumento organizado, subsidiado, y controlado por los ciudadanos, los dirigentes tienen una libertad de maniobra que les permite manifestar su conformidad o inconformidad, sin que éstas necesariamente correspondan a las de los ciudadanos. Por otra parte mucha de la inconformidad de las masas se mueve fuera délos partidos, es ajena a los partidos, no determina la lucha de los partidos; y mucho del conformismo y la inconformidad de los ciudadanos se manifiesta con su misma abstención de ingresar, actuar y controlar los partidos.

En estas condiciones la inmensa mayoría de los mexicanos están fuera de los partidos: son muy pocos los que están dentro, controlándolos, subsidiándolos, organizándolos, como instrumentos de lucha cívica. Los "hombres de partido" se dan sobre todo en individuos de la clase media o alta urbana —abogados, burócratas, "trabajadores millonarios"— especializados como políticos, que en los momentos electorales, movilizan y manipulan a la ciudadanía; y la ciudadanía se acerca a ellos como a entidades metafísicas o se deja llevar por ellos como intermediarios del gobierno, la Iglesia, los empresarios, en una escala de pasividad cuyos niveles más bajos se encuentran en las regiones agrícolas más atrasadas del país, donde florece como en todos los países sub desarrollad os, el hombre que no tiene la weltanschauung, la visión y la cultura política del ciudadano.

Los hechos anteriores anulan la posibilidad de un análisis de la inconformidad política de las masas marginales por medio de los. partidos y sus afiliados. En tanto que canales cívicos y políticos

EL MÉXICO MARGINAL 2 1 1

los partidos reflejan, a lo más, la inconformidad de las facciones de la clase dirigente y de los estratos medips más avanzados, en parücular de los urbanos.

3. Un tercer camino para estudiar la forma en que se manifiesta cívicamente la inconformidad consiste en el análisis de la votación. Ya hemos visto que la proporción de votos que registra la oposición es relativamente muy pequeña. Pero esa oposición que se da en los comicios, en las elecciones presidenciales y de legisladores, ¿qué características tiene, cómo se comporta, hasta qué punto puede servir para manifestar la inconformidad de las regiones o de los sectores más pobres del país? Los datos oficiales son perfectamente válidos para contestar esta pregunta, incluso en aquellos casos en que la oposición que registran es inferior a la real. En efecto, desconocer oficialmente que hay oposición cuando de hecho la hay, indica que la vida cívica no ha alcanzado el nivel en que las autoridades se ven obligadas, por su propio interés, a registrar cuidadosamente los votos de la oposición, pues no hacerlo suscitaría serios conflictos.

f . Con los supuestos anteriores el problema está en saber si en las entidades más pobres hay más oposición oficialmente reconocida; si en las entidades donde hay un mayor subdesarrollo y- marginalismo se manifiesta una mayor inconformidad en el voto.

Tomando una de las elecciones presidenciales más reñidas —la de 1929— nos encontramos en 5 de los estados más pobres que el candidato del partido del gobierno obtuvo la proporción máxima de votos y la mínima de oposición: en Chiapas la oposición fue el .32% de los votos, en Guerrero el .53%, en Hidalgo el 5.05%, en Tlaxcala el 5.24%, mientras los estados en que el candidato gubernamental obtuvo una menor proporción de votos y se enfrentó a una mayor oposición fueron algunos de los más ricos y desarrollados: en Coahuila la oposición alcanzó el 19.63% de los votos, en Durango el 15.89%, en Sinaloa el 24.06%, en Sonora el 13.16%, en Chihuahua el 21.11%.

Si dejamos transcurrir 35 años y consideramos las elecciones presidenciales de 1964 encontramos que en los cinco estados pobres arriba señalados el candidato de Ja oposición obtuvo una baja propor-ción de votos a su favor; en Chiapas sólo el 1.1% de los votos correspondió a la oposición, en Guerrero el 3.1 %, en Hidalgo el 1.6%,

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en Oaxaca el 3.4%, en Tlaxcala el 1.6%, mientras la máxima oposición ' se localizó en algunas de las entidades más avanzadas del país: en Baja ) California y Chihuahua la oposición alcanzó el 21.3%, en el Distrito j Federal el 25.1%, en Nuevo León el 15.7%. v Con las elecciones de diputados ocurre algo semejante. En las de

1961, en algunos de los estados más pobres, los candidatos del partido ) gubernamental encuentran el mínimo de oposición: en Chiapas el ) 0.73%, en Guerrero 7.37%, en Hidalgo 1.25%, en Oaxaca 5.17%, , en Tlaxcala 0.27%. En las elecciones de 1964 las proporciones en

favor de los candidatos de la oposición son como sigue en esos mismos * estados: Chiapas 1.81%, Guerrero 4.55%, Hidalgo 1.14%, Oaxaca ) 6.41%, Tlaxcala 6.22%. ) Por el contrario en las entidades más prósperas se da la mayor oposición:

en 1961 los candidatos de la oposición obtienen en Baja California Norte } 33.01%, en el Distrito Federal 35.32%, en Morelos 26.90% y en ) Chihuahua 18.09%. En 1964 obtienen en Baja California Norte

•) 28.78%, en Chihuahua 23.29% y en el Distrito Federal 34.01%. ^ Observando todos estos datos se advierte que en los estados más

pobres la oposición no se manifiesta en el voto o no se reconoce, no ) se registra en los comicios, y que la oposición es más fuerte o reconocida ) en los estados más avanzados. A las tendencias anteriores se añade el A hecho que hay estados de desarrollo intermedio que manifiestan su

oposición en el sufragio y logran un reconocimiento relativo del •* mismo: generalmente se trata de las entidades del centro donde la Iglesia ) es muy fuerte, con lo que la oposición cívica tiende a identificarse con la j oposición de uno de los factores tradicionales del poder.' , 4. Resumiendo los datos que hemos expuesto hasta aquí y añadiendo

a ellos algunos más tenemos un panorama aproximado de la forma en * que se puede manifestar cívicamente la inconformidad o en que sé ) perciben sus presiones por los canales previstos en la Constitución y

i 1 Aparte de estos hechos otro más, digno de destacarse, es que tanto en las elecciones presidenciales de 1958 como en las de 1964, la oposición se redujo a] candidato

) del Parlido de Acción Nacional (PAN) pues los demás partidos —PARM, PNM, , PPS—apoyaron al candidato del PRI en una forma abierta o velada.

,)

)' )

EL MÉXICO MARGINAL 2 1 3

el-Derecho:, a) La población agrícola y en especial la población trabajadora del campo que es la más pobre de la población económi-camente activa, es la que tiene una menor proporción de miembros que pertenezcan a organizaciones de trabajadores; b) Los partidos políti-cos, que en cualquier parte del mundo son organismos predominante-mente urbanos, en México, a más de serlo, no tienen las características ni la dimensión de organizaciones ciudadanas de países altamente desarrollados. Los ciudadanos, y sobre todo los ciudadanos del campo, son marginales a Jos partidos, instrumento pasivo de sus dirigentes; c) La población rural —es decir, la más pobre— se asocia a la que

. menos vota; es en sus tendencias generales la población más marginal al voto; d) La población analfabeta está asociada con la que menos vota; e) La población rural que vota es la que menos oposición presenta; f) Los estados más pobres son los que menos oposición registran en las elecciones.

5. Contemplando este panorama que nos revela que la población económica y culturalmente marginal es políticamente marginal, y la menos organizada, la que menos manifiesta su. oposición en las elecciones, cabe preguntarse dónde se manifiesta su inconformidad y cómo se manifiesta.

En busca de una inconformidad que parece razonable, obvia, pensamos que quizás ésta se manifiesta en la violencia; no necesaria-mente en la violencia política, sino en un malestar violento, agresivo, como el que se da generalmente en las sociedades más atrasadas, en las sociedades coloniales, donde la política no ha sustituido a las formas primitivas de lucha. Con este supuesto buscamos si hay una mayor criminalidad —ataques, asesinatos, robos— en los sectores más pobres del país, y encontramos, contra nuestras expectativas, que la tasa de delincuencia entre los campesinos —es decir, entre la población más pobre y marginal del país— es inferior a la delincuencia media nacional, pues mientras ésta es de 3 por 1 000 habitantes,2 aquélla es de 2 por 1 000; en estratos con más altos niveles de vida la tasa de delincuencia llega a ser hasta de 8 (1960), mientras en la agricultura

2 De la fuerza de trabajo.

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214 , PABLO GONZÁLEZ CASANOVA

es de 2, como dijimos. Por otra parte y confirmando los datos anteriores encontramos que la tasa de presuntos responsables es de 1.67 por 1000 habitantes alfabetos y sólo de .51 por 1 000 analfabetos; en cuanto a la tasa de delincuencia es de 1.42 por 1 000 alfabetos y de .42 por 1 000 analfabetos.

De modo que la inconformidad no se manifiesta en el México marginal ni siquiera en sus formas primarias o elementales. .

Quizás sea este hecho más natural de lo que parece. En condiciones normales el "ciudadano" marginal no manifiesta su inconformidad ni siquiera en un clima de violencia, de agresividad especial; porque cualquier acto de violencia, individual o colectivo, le cuesta mucho más que a nadie, y todavía considera o siente —con instinto de conservación— que tiene más que perder de lo que puede ganar. La actitud contemplativa y paciente es el resultado de una larga experien-cia. El ciudadano marginal puede estar al borde de la violencia o de la desesperación, tener sueños, cuentos y danzas llenos de fobias, de inseguridad y agresividad; pero mientras no ocurre una explosión, "paciencia"; mientras no pierde todo, es el ser ínás hierático, cortés y tranquilo, y se pregunta textualmente como en la novela de Agustín Yáñez: "¿De qué sirve a los pobres enojarse? Más recio nos pegarán."

6. La inconformidad del México marginal no se manifiesta en forma consecuente y continua, como fenómeno colectivo, institucional o natural. La inconformidad no aparece ni cívica ni permanentemente. Todo un México desorganizado, no informado y sin medios de información está quieto, silencioso; es un México sin ciudadanos en el'sentido genuino de la palabra. Y no son ciudadanos precisamente los qué tienen más carencias económicas, sociales y culturales. Y son ciudadanos los mexicanos conforme más elevados son sus niveles de vida, más altos sus ingresos, más prósperas, urbanizadas e industrializadas las regiones en que viven. Porque si aun estos mexicanos —en sus organizaciones, en sus actos cívicos, en su oposición electoral— tienen limitaciones para asociarse y manifestar su inconformidad o exigir el cumplimiento de sus derechos, aquéllos ni tienen organizaciones, ni tienen instrumentos de información o jurídicos, ni pertenecen al engranaje mínimo en que la inconformidad se manifiesta en la lucha electoral.

EL MÉXICO MARGINAL 2 1 5

7. Ahora bien, como la inconformidad del México marginal no se expresa por las formas constitucionales y constitucionalmente previstas para ese efecto, las demandas populares del México marginal sobre-viven bajo formas tradicionales de súplica y petición a las agencias gubernamentales, de queja, en los organismos políticos paraguberna-mentales, en que la súplica se hace más humilde y la queja se acentúa más, conforme más humilde y marginal es el ciudadano o grupo de ciudadanos que la formulan, o a cuyo nombre se formula. Trátase de un sistema muy antiguo, que se ha combinado con formas republi-canas de petición y lucha, en que operan personajes popularmente llamados "padrinos", "valedores", "tatas", "compadritos", "coyo-tes",' 'influyentes ", nombres que corresponden a los estereotipos del buen y el mal gestor. Y estos intermediarios que están en el gobierno o fuera del gobierno, que tienen ideas revolucionarias ó conservadoras, siguen jugando sus papeles antiguos en un México en que las nuevas fuerzas de empresarios públicos y privados dominan ya las formas de lucha y los instrumentos de la sociedad moderna, y conservan parte de las formas tradicionales del control política

La inconformidad del México marginal sólo se manifiesta así al través de sus mediadores, de sus intermediarios, de sus negociadores que pertenecen al México participante y a los grupos dirigentes del México participante. Opera bajo un curioso sistema de control y lucha política en que los intermediarios son de dos tipos principales, los que forman parte del gobierno o de las organizaciones gubernamentales, con la ideología oficial más o menos radicalizada, y los que operan por su cuenta, como amigos del gobierno con actitudes ideológicas más moderadas que la extrema izquierda o la extrema derecha. Los primeros hacen gestiones personales o en favor de sus protegidos en las oficinas públicas durante los períodos de estabilidad, y sólo cuando el calendario político electoral o la Constitución de un nuevo régimen exige una lucha entre la familia revolucionaria para ocupar posiciones, pasan de ser gestores a organizar protestas, a hacer presiones y hasta movimientos de cierta magnitud. Es así como en el interior del Partido Revolucionario Institucional, o en otras organizaciones revoluciona-rias, estos dirigentes libran una lucha de clases con características paternalistas, y que a la postre se ha convertido en la forma misma de

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) \ gobernar, de luchar políticamente y de ganar el apoyo degrandes masas

del pueblo. En efecto, ínuchos de estos líderes, de estos "jefes ) populares" obtienen prestaciones efectivas para sus representados y ) para ellos mismos, y hasta amenazan con la agitación cuando no hallan \ respuesta a sus demandas más elementales.

El sistema naturalmente coloca en una situación de privilegio a los intermediarios y resulta relativamente efectivo para que los ciudadanos

) apadrinados por ellos, obtengan algunas prestaciones. Sin embargo, •) estas prestaciones en su mayor parte benefician a las clases bajas de v los grupos participantes —las más exigentes con sus propios padrinos y

con el gobierno— y es mucho menos lo que obtienen con el sistema ) predominante las clases bajas marginales, más pacientes y cívicamente ) menos o nada peligrosas. De hecho la población marginal a menudo

carece de padrinos que directamente la protejan, y las reclamaciones que en su torno se hacen tienen un carácter más moral que político.

' Con frecuencia no existe siquiera en su favor una maquinaria ) paternalista para su defensa permanente, con el típo de presiones que ) entran en el juego de concesiones del México participante. ^ Hay también gestores que están fuera del gobierno o de las organi-' zaciones paragubernamentales. Sacerdotes, abogados, médicos con -) ideologías de izquierda o derecha que operan también como pacíficos ) intermediarios de los "necesitados", declarándose "conservadores", \ "católicos", o "marxistas" y amigos del gobierno, que buscan ayu-

darlo ayudando a sus representados. Revolucionarios "a la mexicana" los unos, conservadores y socia-

) listas los otros, todos tienen actitudes gobiernistas, paternalistas y ) autoritarias, y saben que pertenecen a organizaciones de arriba, que , no están controlados por las masas, que las masas no les exigen ni

exigirán cuentas de su conducta, lo que les permite una libertad de ) movimiento y negociación muy grandes para fines personales.

.) Que entre ellos hay hombres extraordinarios y de un humanismo ) innegable nadie podría discutirlo; pero sería absurdo pensar que las

instituciones que forman sean representativas, algo semejante a lo que ' es en la sociedad industrial un partido político de ciudadanos, un ) sindicato de obreros, una unión de campesinos. Las instituciones que ; forman son exactamente lo opuesto: hay dirigentes con su partído, )

J

EL MÉXICO MARCÍNAL 2 1 7

líderes con su sindicato, políticos con su unión campesina. El sistema mismo en que operan es ajeno a las ideas republicanas, y resulta difícil o imposible controlar políticamente al intermediario. Las masas lo perciben en actitudes providencialistas; más que como un representante o instrumento político como un ser moralque puede ser bueno o malo, digno de odios o afectos, proveedor a su arbitrio de beneficios o desgracias. Frente a él no existe ese tipo de razonamiento que carac-teriza a las presiones y negociaciones de la sociedad política moderna, sino el tipo de razonamientos que en una weltanschauung religiosa corresponde a las plegarias, las expectativas de milagros y las rogativas que se hacen a la divinidad o a los santos, y al uso de signos y símbolos que son útiles para ahuyentar a los demonios. La cultura del razonamiento político y el arte de hacer juicios políticos ceden a la cultura del razonamiento ético y de los juicios morales.

Las excepciones que se dan a este sistema paternalista que en la forma suele ser republicano, ocurren generalmente en las capas sociales que más han participado en el desarrollo del país, y que han alcanzado formas representativas e ideológicas de lucha-política, parecidas a las estructuras de países más avanzados.

8. Ahora bien, este sistema tradicional en el fondo y republicano en la forma tiene sus reglas del juego, muchas de las cuales se fundan en un sistema de relaciones personales que amerita un estudio socio-lógico sobre su funcionamiento y vinculación con las instituciones constitucionales.

Se entiende y acepta dentro del sistema que los intermediarios gobiernistas, antes de las elecciones, presenten protestas, formulen demandas populares, hagan presiones: es una forma de participar en el gobierno del país canalizando la lucha en momentos peligrosos, y una forma de exigir que-se les hagan concesiones en el nuevo gobierno. Es igualmente válido que los intermediarios gobiernistas exijan que se cumplan esas demandas populares cuando con ello impiden que sus representados busquen el liderazgo en los enemigos del gobierno, al satisfacer las exigencias de aquellas masas de la población —trabajadores calificados, agricultores y ejidatarios organizados— que tienen ya una incipiente formación política, una cultura política. Lo que no es comprensible ni aceptable dentro del sistema es que esos

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mismos dirigentes, una vez que se les dan las posiciones correspondientes en el gobierno o que han pasado Jas elecciones o las crisis políticas, continúen exigiendo y protestando, o traten de organizar y politizar desde abajo a los sectores marginales del país, y se pongan a presionar con esos sectores.

En cuanto a los intermediarios con ideologías contrarias a la revolución, las reglas del juego son también muy claras y están directamente vinculadas a la lógica de las relaciones personales. Se puede ostentar la ideología más opuesta a la ideología de la Revolución Mexicana, sea de izquierda o de derecha, las reglas del juego hacen que de cada ideología con un respaldo de masas importantes se destaquen dos tipos de líderes, uno amigo, que se convierte en gestor, procurador intermediario, y otro, enemigo, no comprometido, al que no se le permite resolver ningún problema social, económico o político de las masas. Con ello cada grupo ideológico de la oposición es dividido en un grupo de amigos declarados y un grupo de enemigos, y el primero es el que resuelve los problemas de las masas.

El sistema en éste, como en otros terrenos, obedece a la estructura social y política del país y teniendo un sentido funcional como parte de la política de "unidad nacional" dentro de una cultura y un régimen político en transición, es también la base del embotellamiento político nacional, el freno del desarrollo político, la fuente de toda una cultura paternalista y providencialista que dificulta el avance del país hacia formas más avanzadas de gobierno.

a) El sistema tiene un efecto educativo: las masas aprenden que para resolver sus problemas el mejor de todos los caminos es recurrir al intermediario o procurador oficial, revolucionario, y que en caso de que éste no tenga éxito o no sepa luchar, lo mejor es recurrir a los procuradores —conservadores o radicales— amigos del gobierno. Aprenden que los partidos de la oposición resuelven los problemas de los políticos de la oposición, no de las masas, y sólo se les acercan o suman en casos de desesperación, cuando se cierran los demás canales. Incluso este aprendizaje sólo ocurre en las masas de ciuda-danos pobres o de clases medias, que participan del desarrollo. En las clases marginales no queda más que la súplica a la autoridad, al padrino o al compadre, si acaso éstos existen.

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b) Actuar políticamente cuando se pertenece al México marginal, "aparece" como pecado de soberbia, como atentado contra el principio de autoridad o intento de rebeldía. El mexicano marginal espera sin exigir, o suplica sin esperar demasiado, o se atiene a la tensión, a la irritación de los propios procuradores —padrinos o compadres—, y naturalmente de los funcionarios o dirigentes. A este nivel la tradición política mexicana es muy clara. No se conciben con claridad organi-zaciones de base ni protestas políticas. No sólo los gobernantes sino los gobernados miran como delincuente el acto de organizarse, y protestar, de exigir.

En el sector participante la organización y la protesta deben observar las reglas del juego; pertenecer al gobierno o a los amigos del gobierno, sean de la ideología que sean, y dejar que ellos regulen las protestas, las presiones, las demandas y fijen los calendarios de acción y calma. En el sector marginal es inconcebible la organiza-ción, no tolerable la protesta: el gobernante percibe en cualquier acto de organización y protesta cívica un intento de agitación o rebelión que es necesario detener en sus Tafees mediante distintos tipos de manipu-lación política, incluida la violencia; por su parte el pueblo marginal ve que lo mejor es estar silencioso, calmado, en actitud suplicante, sin manifestar el menor signo de oposición, de protesta, sin intentar siquiera pensar en organizarse. La súplica y el silencio le sirven poco; pero la protesta y la organización son el camino tradicional de la cárcel, el éxodo e incluso la muerte. Por eso lo más ajeno a su elemental sentido de supervivencia es pensar en tener un líder propio, en organizarse, en votar.

Esto no quiere decir que necesariamente haya conformidad en los grupos marginales del país, y que la conformidad crezca conforme más marginales son; quiere decir que no hay inconformidad cívicamente organizada y representada, constitucionalmente formulada; que no hay siquiera un tipo de inconformidad que se manifieste y luche al través de los intermediarios, que busque tener intermediarios para librar una lucha cívica de tipo tradicional.

El hombre marginal puede pensar en luchar, pero no concibe la lucha ni siquiera como lucha cívica del tipo tradicional, porque toda su experiencia es que Ja lucha pacífica es imposible y contraproducente.

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) ) Menos aún piensa en luchar con líderes y votos. El líder y el voto a . este nivel no tienen significado alguno. Si hay que luchar, el único

camino que queda es el mismo de los amos, los ladinos y la autoridad ) que no es el de la Constitución sino el de la violencia. Pero este camino ) es muy lejano, y lo único que queda es la paciencia, la cortesía, el

silencio y a lo sumo la súplica, hecha en forma muy comedida y llena de excusas, rodeos y disculpas.

^ 9. En México como en toda sociedad civil hay un pacto político y ) una forma de entrar en compromisos. El pacto y el compromiso \ presentan las características de una sociedad plural y de un Estado

predemocrático. Sus formas son una mezcla de Constitución y violen-• cia, de derecho republicano e instituciones tradicionales. La Constitu-.) ción, el derecho, las organizaciones, los partidos, el voto pertenecen al \ México participante, y dentro de ese México participante las clases

dominantes reconocen a las dominadas la posibilidad de ejercer la ' Constitución, de defenderse en derecho, de organizarse, de tener ) partidos, de votar, conforme más participan del desarrollo y la cultura. ) Lo normal es que incluso para las clases bajas del México partici-v pante opere una mezcla de derecho republicano y de instituciones

tradicionales, y que para Ja solución de los problemas populares se ' exija el compromiso de la amistad o la alianza política, dando una ) relativa libertad de enemistad política, de inconformidad cívica a los \ partidos y las organizaciones, siempre que éstos no resuelvan proble-

mas populares. En cuanto al México marginal el pacto exige que no se le toque, que

) no se le organice ni por los amigos, ni menos aún por los enemigos del ) gobierno, que se le deje como está, sin organizaciones, sin derechos , públicos efectivos, en actitud silenciosa y suplicante, atenido a lo que

se decida en los círculos dirigentes del país. Y así está objetivamente: a) sin organizaciones, b) sin partidos,

) c) sin derechos, d) sin voto, y lo que es más grave, e) sin intermediarios j efectivos que presionen permanentemente por-la solución de sus

problemas, como parte del juego político. En efecto, antes del México marginal están todas las masas que se hallan encima, pobres, pero

J utilizando ya esa mezcla de vida política antigua y moderna, a las que i es necesario atender, porque constituyen sectores que pelean cívica-

EL MÉXICO MARGINAL 2 2 1

mente, que son un problema político, que forman parte del pacto, aunque lleven la peor parte de los que se hallan dentro. Los de fuera no cuentan como ciudadanos. Reducidos a una situación ancestral, el político no los ve como sujetos políticos, y en el mejor de los casos los ve como sujetos de caridad; todo lo que hace en su favor es un acto generoso, moralmente muy satisfactorio y que nada tiene que ver con la obligación de un servidor público ante sus exigentes y severos conciudadanos.

El gobernante, el político, que aquí como en todas partes sólo tiene ojos para ver las fuerzas y las organizaciones, en condiciones normales no ve ningún peligro en ese México cívicamente tranquilo, ninguna razón de preocupación política, de acción pacífica frente a una colectividad que políticamente no existe, frente a una fuerza que no se manifiesta, que no se estructura ni en las formas constitucionales ni en las formas tradicionales depresión política. Y México —una gran parte de México, que abarca del 50 al 10% de la población— sigue desorganizado y calmado.

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Cuarta parte

L) esarrollo y modernización

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LA INDUSTRIALIZACIÓN... 225

Raúl Prebisch: La industrialización de América Latina

Extractado de Prebisch, R., "El desarrollo económico de la América Latina y algunos de sus principales problemas" (1949), en Gurrieri, A., La obra de Pre-bisch en la CEPAL, México, FCE, 1982, ppi 99-143.

I. Introducción

La realidad está destruyendo en la América Latina aquel pretérito esquema de la división internacional del trabajo que, después de

haber adquirido gran vigor en el siglo XLX, seguía prevaleciendo doctrinariamente hasta muy avanzado el presente.

En ese esquema a la América Latina venía a corresponderle como parte de la periferia del sistema económico mundial, el papel específico de producir alimentos y materias primas para los grandes centros industriales.

No tenía allí cabida la industrialización de los países nuevos. Los hechos la están imponiendo, sin embargo. Dos guerras en el curso de una generación, y una profunda crisis económica entre ellas, han demostrado sus posibilidades a los países de la América Latina enseñándoles positivamente el camino de la actividad industrial.

La discusión doctrinaria, no obstante, dista mucho de haber termi-nado. En materia económica, ¡as ideologías suelen seguir con retraso a los acontecimientos o bien sobrevivirles demasiado. Es cierto que el razonamiento acerca de las ventajas económicas de la división inter-nacional del trabajo es de una validez teórica inobjetable. Pero suele olvidarse que se basa sobre una premisa terminantemente contradi-cha por los hechos. Según esta premisa, el fruto del progreso técnico tiende a repartirse parejamente entre toda la colectividad,

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226 RAÚL PREBÍSCH

ya sea por la baja de los precios o por el alza equivalente de Jos ingresos. Medianteelintercambiointernacional, los países deproduc-ción primaria obtienen su parte en aquel fruto. No necesitan, pues, industrializarse. Antes bien su menor eficiencia les haría perder irre-misiblemente las ventajas clásicas del intercambio.

La falla de esta premisa consiste en atribuir carácter general a lo que de suyo es muy circunscrito. Si por colectividad sólo se entiende el conjunto de los grandes países industriales, es bien cierto que el fruto del progreso técnico se distribuye gradualmente entre todos los grupos y clases sociales. Pero si el concepto de colectividad también se extiende a la periferia de lá economía mundial, aquella generaliza-ción lleva en sí un grave error. Las ingentes ventajas del desarrollo de la productividad no han llegado a la periferia, en medida comparable a la que ha logrado disfrutar la población de esos grandes países. De ahí las diferencias, tan acentuadas, en los niveles de vida de las masas de éstos y de aquélla, y las notorias discrepancias entre sus respectivas fuerzas de capitalización, puesto que el margen de ahorro depende primordial mente del aumento en la productividad.

Existe, pues, manifiesto desequilibrio, y cualquiera que fuere su explicación o el modo de justificarlo se trata de un hecho cierto que destruye la premisa básica en el esquema de la división internacional del trabajo.

De ahí el significado fundamental de la industrialización de los países nuevos. No es ella un fin en sí misma sino el tínico medio de que disponen éstos para ir captando una parte del fruto del progreso técnico y elevando progresivamente el nivel de vida de las masas.

Se encuentran, pues, los países de la América Latina frente a un problema general muy vasto, en el cual convergen una serie de problemas parciales, a plantear previamente, para ir trazando luego el largo camino de investigación y acción práctica que habrá de recorrerse, si se tiene el firme designio de resolverlos.

Sería, prematuro, en este primer informe, formular conclusiones cuyo valor sería el dudoso de toda improvisación. Es fuerza reconocer que en los países latinoamericanos queda mucho por hacer, en esta materia, tanto en el conocimiento de los hechos mismos como en su correcta interpretación teórica. A pesar de tener estos países taraos

LA INDUSTRIALIZACIÓN... 227

problemas de índole semejante, ni tan siquiera se ha conseguido abordar en común su examen y dilucidación. No es de extrañar entonces que prevalezca frecuentemente en los estudios que suelen publicarse acerca de la economía de los países de la América Latina, el criterio o la experiencia especial de los grandes centros de la economía mundial. Mal cabría esperar de ellos soluciones que nos conciernen directamente. Viene al punto, pues, presentar con claridad el caso de los países latinoamericanos, a fin de que sus intereses, aspiraciones y posibilidades, salvadas desde luego las diferencias y modalidades específicas, se integren adecuadamente en fórmulas ge-nerales de cooperación económica internacional.

Es por lo tanto muy amplia la tarea que se tiene por delante y grande la responsabilidad contraída. Para afrontar la una y realizar metó-dicamente la otra habría que comenzar por aquel planteamiento previo de los principales problemas, con perspectiva de conjunto, exponiendo a la vez ciertas reflexiones, sugeridas por la experiencia directa de la vida económica latinoamericana. Tal es el propósito de esta introducción.

La industrialización deja Arríérica Latina no es incompatible con el desarrollo eficaz de la producción primaria. Por el contrario, una de las condiciones esenciales para que el desarrollo de la industria pueda ir cumpliendo el fin social de elevar el nivel de vida, es disponer de los mejores equipos de maquinaria e instrumentos, y aprovechar prontamente el progreso de la técnica, en su regular renovación. La mecanización de la agricultura implica la misma exigencia, Necesita-mos una importación considerable de bienes de capital, yt también necesitamos exportar productos primarios para conseguirla.

Cuanto más activo sea el comercio exterior de la América Latina tanto mayores serán las posibilidades de aumentar la productividad de su trabajo, mediante la intensa formación de capitales. La solución no está en crecer a expensas del comercio exterior sino de saber extraer, de un comercio exterior cada vez más grande, los elementos propulsores del desarrollo económico.

Si no fuera suficiente el razonamiento para persuadirnos de la estrecha relación entre el desarrollo económico y el intercambio, ciertos hechos que están ocurriendo bastarían para ponerla de mani-fiesto. La mayor parte de los países latinoamericanos han aumentado

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228 RAÚL PREDISCH

intensamente su actividad económica, y se encuentran en un nivel de ocupación relativamente alto sí se le compara con el anterior a la guerra. Este alto nivel de ocupación exige también elevadas importa-ciones, tanto de artículos de consumo, así inmediato como duradero, cuanto de materias primas y artículos de capital. Y en muchos casos las exportaciones resultan insuficientes para satisfacer aquéllas.

Esto es evidente cuando se trata de importaciones y otras partidas pasivas a pagar en dólares. Hay ya casos notorios, en ciertos países, de escasez de esta moneda, no obstante que los dólares suministrados por los Estados Unidos al resto del mundo, al realizar sus propias importaciones, alcanzaron elevada cuantía. Es que el coeficiente de tales importaciones, con respecto al ingreso nacional de los Estados Unidos, ha llegado a ser exiguo (no pasa del 3 %) al cabo de una baja persistente. No es de extrañar entonces que, a pesar del alto nivel de ingreso nacional de ese país, los recursos en dólares que así provee a los países de la América Latina parezcan ser insuficientes para cubrir las importaciones requeridas por su intenso desenvolvimiento. . Es cierto que, conforme se restablezca la economía en Europa, se

podrá aumentar provechosamente el intercambio con ella. Pero de allí no saldrán más dólares para la América Latina, a menos que los Estados Unidos aumenten su coeficiente de importaciones de artículos euro-peos.

Aquí se encuentra, pues, el factor principal del problema. De aumentar dicho coeficiente, es obvio que Ja América Latina se vería forzada a desviar sus adquisiciones en los Estados Unidos hacia aquellos países que suministren las divisas para pagarlas. Solución muy preca-ria, por cierto, pues significa con frecuencia tener que optar en favor de importaciones más caras o inadecuadas para sus necesidades.

Sería lamentable volver a caer en prácticas de este linaje, cuando acaso pudiera lograrse una solución fundamental. Suele pensarse a veces que, dado el enorme potencial productivo de los Estados Unidos, es ilusorio suponer que este país pueda aumentar su coeficiente de importaciones para dar al mundo esa solución fundamental. No se justifica una conclusión semejante, sin previo análisis de las causas que han llevado a los Estados Unidos a reducir persistentemente su coeficiente de importaciones. Tales causas actúan en campo propicio,

LA INDUSTRIALIZACIÓN... 229

cuando hay desocupación. Pero no habiéndola cabría la posibilidad de superarlas. Por donde se comprende la trascendencia que tiene para la América Latina, así como para todo el mundo, que el gobierno de los Estados Unidos pueda cumplir su designio de mantener allí un alto nivel de ocupación.

No se discute que el desarrollo económico de ciertos países de la América Latina y su rápida asimilación dé la técnica moderna^ en todo cuanto fuere aprovechable para ellos, dependen en alto grado de las inversiones extranjeras. El problema no es nada simple, por las implica-ciones que contiene. Entre sus factores negativos se recuerda, en primer lugar, el incumplimiento de servicios financieros durante la gran depresión de los años treinta. Es opinión general que ello no debiera repetirse. Encontramos aquí el mismo fondo que en el proble-ma anterior. Los servicios financieros de estas inversiones, si no se. realizan otras nuevas para compensarlos, deberán pagarse con expor-taciones en la misma moneda, y si ellas no crecen correlativamente se presentará, con el andar del tiempo, el mismo género de dificultades. Tanto más si las exportaciones caen violentamente, como en aquellos tiempos. Por ello, y mientras no se llegue a la solución fundamental referida, cabría preguntarse si no sería prudente orientar las inversio-nes hacia aquellas aplicaciones productivas que, al reducir directa o indirectamente las importaciones en dólares, permitan atender regu-larmente los servicios financieros.

En todo esto hay que precaverse de generalizaciones dogmáticas. Suponer que el cumplimiento de los pagos exteriores y el buen funcionamiento monetario dependen meramente de la decisión de seguir ciertas reglas del juego, entraña un error de graves consecuen-cias. Aun en épocas en que funcionaba regularmente el patrón oro en los grandes centros, los países de la periferia latinoamericana encontra-ron enormes dificultades para mantenerlo y sus vicisitudes monetarias provocaron con frecuencia el anatema exterior. Experiencias poste-riores, en países importantes, han enseñado a percibir mejor ciertos aspectos de la realidad. La Gran Bretaña, entre las dos guerras, ha tenido contratiempos de cierto parecido con los que ocurrían y siguen ocurriendo en nuestros países, históricamente refractarios a la rigidez

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230 RAÚL PREBISCH

del patrón oro. Lo cual contribuye, sin duda, a la mejor comprensión de los fenómenos de la periferia.

El patrón oro ha dejado de funcionar como antes, y el manejo de la moneda se ha vuelto más complejo aún en la periferia. ¿Es que todas esas complejidades podrán dominarse con la firme aplicación de ¡a buena doctrina ? Pero la buena doctrina, para estos países, se encuen-tra todavía en una fase primaria de su formación. He aquí otro de los problemas de trascendencia: aprovechar la experiencia particular y general, para ir elaborando fórmulas mediante las cuales la acción monetaria pueda integrarse, sin antagonismos ni contradicciones, dentro de una política de desarrollo económico intenso y regular.

No vaya a interpretarse que las enseñanzas tradicionales carecen de valor. Si. no brindan normas positivas, indican, al menos, lo que no puede hacerse sin comprometer la estabilidad de la moneda. Los extremos a que ha llegado la inflación en la América Latina demuestran que la política monetaria no se ha inspirado en esas enseñanzas: como que, en general, ciertos países importantes de la América Latina han aumentado su circulante más intensamente que los países obligados a cubrir ingentes gastos de guerra.

Este es otro de los aspectos del problema de la escasez de dólares. Es cierto, como se tiene dicho, que el alto nivel de ocupación acrecienta las importaciones. Pero no lo es menos que el crecimiento excesivo del circulante, en muchos casos ha acentuado indebidamente la presión de la balanza de pagos, llevando a emplear las divisas en formas que no responden siempre a las genuinas exigencias del desarrollo econó-mico.

Estos hechos tendrán que considerarse en el examen objetivo de las consecuencias del incremento inflacionario sobre el proceso de capi-talización. No se puede desconocer, sin embargo, que en la mayor parte de los países latinoamericanos el ahorro espontáneo es insuficien-te para cubrir sus necesidades más urgentes de capital. Pero, desde luego, la expansión monetaria no tiene la virtud de aumentar las divisas necesarias para importar bienes de capital. Su efecto es de mera redistribución de ingresos. Hay ahora que averiguar si ello ha condu-cido a una más activa formación de capital.

LA INDUSTRIALIZACIÓN... 231

Este punto es de importancia decisiva. La elevación del nivel de vida de las masas depende, en última instancia, de una fuerte cantidad de capital por hombre empleado en la industria, los transportes y la producción primaria, y de la aptitud para manejarlo bien.

En consecuencia, se necesita realizar una enorme acumulación de capital. Entre los países de la América Latina hay ya algunos que han demostrado su capacidad de ahorro, al punto de haber podido efec-tuar, mediante su propio esfuerzo, gran parte de sus inversiones industriales. Pero aun en ese caso, que no es general, la formación del capital tiene que luchar contra una tendencia muy marcada hacia ciertas modalidades de consumo que muchas veces resultan incompa-tibles con un alto grado de capitalizador.

Sin embargo, para formar el capital necesario a la industrialización y el progreso técnico de la agricultura, no parecería indispensable comprimir el consumo de la gran masa, que por lo general es demasiado bajo. Además del ahorro presente, inversiones extranjeras bien encaminadas podrían contribuir al aumento inmediato de la productividad por hombre. De maneraque, lograda esta mejora inicial, una parte importante del incremento del producto sirviera entonces para formar capitales, antes que destinarse a un consumo prematuro.

Pero ¿cómo lograr aumentos de productividad en magnitud suficien-te? La experiencia de estos últimos años es aleccionadora. El crecimiento de la ocupación exigido por el desarrollo industrial ha podido realizarse, aunque no en todos los casos, con el empleo de gente que el progreso de la técnica iba desalojando de la producción primaria y de otras ocupaciones, especialmente de ciertos tipos de trabajos y servicios personales, de remuneración relativamente baja, y con la utilización del trabajo femenino. La ocupación industrial de gente desocupada o mal ocupada ha significado pues una mejora en la productividad, que se ha traducido en un aumento neto del ingreso nacional, cuando factores de otra índole no han provocado un descenso general de la eficacia productiva.

Con las grandes posibilidades de progreso técnico en la producción primaria, aun en países en que es ya grande, y con el perfeccionamiento de las industrias existentes, el incremento neto del ingreso nacional podría ir ofreciendo un margen de ahorro cada vez mayor.

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232 RAÚL PREBISCH

Pero todo ello, y en la medida a que quiera reducirse la necesidad del aporte exterior, supone un esfuerzo inicial de capitalización, que no se concilla generalmente con el tipo de consumo de ciertos sectores

) de la colectividad ni con la elevada proporción del ingreso nacional \ absorbida, en varios países, por ciertos tipos de gastos fiscales que no

aumentan directa ni indirectamente la productividad nacional. Trátase, en fin de cuentas, de una manifestación del conflicto latente

) entre el propósito de asimilar con premura modos de existencia que ) los países de técnica más avanzada han logrado progresivamente, v merced al aumento de su productividad, y las exigencias de una capita-

lización, sin la cual no nos será posible conseguir aumento semejante. ) Por lo mismo que el capital es escaso y su necesidad muy grande ) habría que ceñir su aplicación a un criterio de estricta eficacia, que no \ ha sido fácil seguir, dadas las circunstancias en las cuales se han

desarrollado muchas industrias para afrontar situaciones de emergen-^ cia. Pero el proceso no ha avanzado tanto que resulte demasiado tardía ) la corrección de ciertas desviaciones, ni mucho menos imposible

evitarlas en lo futuro. . . , . . - , A tal propósito es necesario definir con precisión el objeto que se

persigue mediante la industrialización. Si se la considera como el medio de llegar a un ideal de autarquía, en el cual las considera-

) dones económicas pasan a segundo plano, sería admisible cualquier v industria que sustituya importaciones. Pero si el propósito consiste en

aumentar lo que se ha llamado conjusteza el bienestar mensurable de > las masas, hay que tener presentes los límites más allá de los cuales ) una mayor industrialización podría significar merma de productividad. ) En otros tiempos, antes de la gran depresión, los países de la

América Latina crecieron impulsados desde afuera por el crecimiento persistente de las exportaciones: Nada autoriza a suponer, al menos por ahora, que este fenómeno haya de repetirse, con análoga intensi-dad, salvo en casos muy particulares. Ya no se presenta la alternativa entre seguir creciendo vigorosamente de ese modo o bien crecer hacia adentro mediante la industrialización. Esta última ha pasado a ser el

) modo principal de crecer, ) - • •

)

LA INDUSTRIALIZACIÓN... 233

Pero ello no significa que la exportación primaria haya de sacrifi-carse para favorecer el desarrollo industrial; no sólo porque ella nos suministra las divisas con las cuales adquirir las importaciones nece-sarias al desenvolvimiento económico sino también porque, en el valor de lo exportado, suele entrar en una proporción elevada la renta del suelo, que no implica costo colectivo alguno. Si con el progreso técnico se logra aumentar la eficacia productora, por un lado, y si la industria-lización y una adecuada legislación social van elevando el nivel del salario real, por otro, se podrá corregir gradualmente el desequilibrio de ingresos entre los centros y la periferia sin desmedro de esa actividad económica esencial.

Encuéntrase aquí uno de los límites de la industrialización, que conviene considerar atentamente al esbozar los planes de desarrollo. Otro de los límites está dado por consideraciones reales a la dimensión óptima de las empresas industriales. En los países de la América Latina se está tratando, por lo general, de desarrollar a un lado de la frontera las mismas industrias que al otro. Ello tiende a disminuir la eficiencia c productora y conspira contra la consecución del fin social que se persigue. Es una falla muy grave, que el siglo XIX supo atenuar en mucho. Cuando la Gran Bretaña demostró, con hechos, las ventajas de la industria siguiéronla otros países. Pero el desarrollo industrial, aguijoneado por una activa concurrencia, se realizó en favor de ciertas formas características de especialización, que alentaron un provechoso intercambio entre los distintos países. La especialización favorecía el progreso técnico y éste permitía distribuir crecientes ingresos. Con-trariamente a lo que ocurre cuando se trata de países industriales frente a países de producción primaria, se cumplían las ventajas clásicas de la división del trabajo: de la división del trabajo entre países iguales o casi iguales.

La posibilidad de que se llegue a malograr una parte importante del fruto del progreso técnico a causa de un excesivo fraccionamiento de los mercados es, pues, otro de los límites dehdesarrollo industrial de nuestros países. Pero lejos de ser infranqueable, es de aquellos que unapolítica clarividente de interdependencia económica podría remo-ver con gran beneficio recíproco.

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234 RAÚL PREBISCH

Si, con fines sociales, se trata de elevar al máximo el ingreso real, las consideraciones anticíclicas no pueden faltar en un programa de desenvolvimiento económico. La propagación a la periferia latinoame-ricana de las fluctuaciones cíclicas de los grandes centros implica considerables mermas de ingreso. Si estas mermas pudieran evitarse, el problema de la formación de capital se haría menos difícil. Ha habido ensayos de política anticíclica; pero hay que reconocer que aún estamos en los comienzos de la dilucidación de este asunto. Es más, el debilitamiento que está ocurriendo en las reservas metálicas de varios países significa que la eventualidad de una contracción de origen exterior no sólo va a sorprenderlos sin plan de defensa sino también sin los recursos propios necesarios para facilitar las medidas que las circunstancias aconsejen.

Expuestos en esta primera sección los lincamientos de los principales problemas, las siguientes secciones explayarán algunos de sus aspectos más salientes, que no sabrían omitirse, tanto por su intrínseca impor-tancia cuanto por. la necesidad de dar comienzo a su investigación sistemática.1 f

1 Son bien conocidas las dificultades que se oponen en Latinoamérica a una tarea de esta naturaleza. Acaso la principal de ellas sea el número exiguo de economistas capaces de penetrar con criterio original en losfenómenos concretos latinoamericanos. Por una serie de razones no se logra suplir su carencia con la formación metódica de un numero adecuado de hombres jóvenes de alta calificación intelectual. El enviarlos a las grandes universidades de Europa y los Estados Unidos representa ya un progreso considerable, pero no suficiente. Pues una de las fallas más ingentes de que adolece la teoría económica general, contemplada desde la periferia, es su falso sentido de universalidad. Mal podría pretenderse, en verdad, que los economistas de los grandes países, embargados en muy graves problemas propios, vayan a dedicar preferentemente su atención al estudio de los nuestros. Concierne primordialmetite a los propios economistas latinoamericanos el cono-cimiento de la realidad económica de la América Latina. Sólo si se llega a explicarla racionalmente y con objetividad científica será dado alcanzar fórmulas eficaces de acción práctica. No se interprete, sin embargo, que este propósito está animado de un particularismo excluyenle. Por el contrario, sólo se sabrá cumplirlo mediante un sólido conocimiento de las teorías elaboradas en los grandes países, con su gran caudal de verdades comunes. No hay que confundir conocimiento

LA INDUSTRIALIZACIÓN... 2 3 5

II. Las ventajas del progreso técnico y los países de la periferia

Se ha afirmado en la parte precedente que las ventajas del proceso técnico se han concentrado principalmente en los centros industriales, sin traspasarse a los países que forman la periferia del sistema económico mundial. Por cierto que el aumento de productividad en los países industriales ha estimulado la demanda de productos pri-marios y ha constituido así un elemento dinámico importantísimo en el crecimiento de la América Latina. Pero esto constituye asunto distinto del que se va a considerar en seguida.

En general, parece que el progreso técnico ha sido más acentuado en la industria que en la producción primaria de los países de la periferia, según se hace notar en un reciente informe sobre las relaciones de precios.2 En consecuencia, si los precios hubieran descendido en armonía con la mayor productividad, la baja habría tenido que ser menor en los productos primarios que en Jos indus-triales; de tal suerte que la relación de precios entre ambos hubiera ido mejorando persistentemente en favor de los países de la periferia conforme se desarrollaba la disparidad de productividades.

De haber ocurrido este fenómeno habría tenido un profundo signi-ficado. Los países periféricos habrían aprovechado, con la misma intensidad que los países centrales, la baja en los precios de los productos finales de la industria. Por tanto, los frutos del progreso técnico se hubiesen repartido parejamente en todo el mundo, según el supuesto implícito en el esquema de división internacional del trabajo,

reflexivo de lo ajeno con una sujeción mental a las ideas ajenas, de la que muy lentamente estamos aprendiendo a librarnos,

2 Naciones Unidas, Consejo Económico y Social, Fostwaf TriceRélations in Trade Between TJnder-developed and Industrialized Countrtes (E/CN.l/Sub.3/3.5), febrero de 1949.

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) ) )

236 RAOL PHEBISCH

) y la América Latina no tendría ventaja económica alguna en su \ industrialización. Antes bien habría una pérdida efectiva, en tanto no

se alcanzara igual eficacia productiva que en los países industriales. Los hechos no justifican aquel supuesto. Como se advierte, por.los

) índices del cuadro 1, desde los años setenta del siglo pasado, hasta ) antes de la segunda Guerra Mundial, la relación de precios se ha , movido constantemente en contra de la producción primaria. Es de

lamentar que los índices de precios no reflejen las variaciones ^ de calidad ocurridas en los productos finales. Por ello no ha sido ) posible tenerlas en cuenta en estas consideraciones. En los años treinta \ sólo podía comprarse el 63 % de los productos finales de la industria

que se compraban en los años sesenta del siglo pasado, con la.misma ) cantidad de productos primarios; o sea que se necesitaba en término ) medio 58.6% más de productos primarios para comprar la misma ^ cantidad de artículos finales de la industria.3 La relación de precios se

ha movido, pues, en forma adversa a la periferia; contrariamente a lo ' que hubiera sucedido, si los precios hubiesen.declinado conforme al ) descenso de costo provocado por el aumento de productividad. ) Durante el auge de la última guerra, como en todo auge cíclico, la

relación se ha movido en favor de los productos primarios. Pero, sin haber sobrevenido una contracción, se está operando ya el típico reajuste,

) merced al cual los precios primarios van perdiendo ventaja anterior-) mente conseguida.

• >

.)

)

.)

)

)

3 Según el informe citado. Las cifras de los treinta llegan solamente hasta 1938 ) inclusive. Los datos presentados son los índices medios de precios del Board of

Trade para las importaciones y exportaciones británicas, representativas de los ---' precios mundiales de artículos primarios y manufacturados, respectivamente. .

i

I

)

)

LA INDUSTRIALIZACIÓN... 237

Cuadro 1. Relación entre los precios de productos primarios y artículos finales de la industria*

(Base: 1876-1880 = 100)

Período Cantidad de artículos finales de la industria que se pueden obtener con

una cantidad determinada de productos primarios.

1876-1880 1881-1885 1886-1890 1891-1895 1896-1900 1901-1905 1906-1910 1911-1913

•1921-1925 1926-1930 1931-1935 1936-1938

1946-1947

100.0 102.4 96.3 90.1 87.1 84.6 85.8 85.8

67.3 73.3 62.0 64.1

68.7

Fuente: Naciones Unidas, Postwar Trice Relations in Trade Betiveeh Uiidevelop-ttwnt and hidustrialized Countries. Documento E/CN.l/Sub.3/w5. * Precios medios de importación y exportación respectivamente, de acuerdo con los datos del Board of Trade.

Señalar aquella disparidad de precios no implica abrir juicio acerca de su significado desde otros puntos de vista. Podría arguirse, en efecto, en lo tocante a equidad, que los países que se esforzaron en conseguir un alto grado de eficacia técnica no tenían por qué compartir sus frutos con el resto del mundo. De haberlo hecho no se hubiera concentrado en ellos la enorme capacidad de ahorro que tienen; cabe preguntar sí el progreso técnico hubiese tenido, sin ella, el ritmo tan intenso que ha caracterizado el desarrollo capitalista. De todos modos ahí está esa

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238 RAÚL PJÍEDISCH

técnica productiva a disposición de quienes tengan la aptitud y perse-verancia para asimilar y aumentar la productividad del propio trabajo, Pero todo ello es ajeno a esta introducción. El propósito que se persigue es subrayar un hecho, al cual no obstante sus considerables proyeccio-nes no suele dársele el lugar que le corresponde cuando se distingue el significado de la industrialización en los países periféricos.

Un razonamiento simple, acerca del fenómeno que comentamos, nos permite formular las siguientes consideraciones:

Primero: los precios no han bajado conforme al progreso técnico, pues mientras por un lado el costo tendía a bajar, a causa del aumento de la productividad, subían por otra parte los ingresos de los empre-sarios y de los factores productivos. Cuando el ascenso de los ingresos fue más intenso que el de la productividad los precios subieron en vez de bajar.

Segundo: si el crecimiento de los ingresos, en los centros industriales y en la periferia, hubiese sido proporcional al aumento de las respec-tivas productividades, la relación de precios entre los productos primarios y los productos finales de la industria no hubiese sido diferente de la que habría existido si los precios hubiesen bajado estrictamente de acuerdo con la productividad. Y dada la mayor productividad de la industria, la relación de precios se habría movido en favor de los productos primarios.

Tercero: como en realidad la relación, según se ha visto, se ha movido en contra de los productos primarios, entre los años setenta del siglo pasado y los años treinta del presente, es obvio que los ingresos de los empresarios y factores productivos han crecido en los centros más que el aumento de la productividad, y en la periferia menos que el respectivo aumento de la misma.

En otros términos, mientras los centros han retenido íntegramente el fruto del progreso técnico de su industria, los países de la periferia les han traspasado una parte del fruto de su propio progreso técnico*

4 Véase lo que se dice al respecto en el informe citado, pp. 115-116: "Un empeoramiento a largo plazo, en la relación del intercambio, como el que ha

L A INDUSTRIAUZACIÓN... 2 3 9

Antes de explicar la razón de este fenómeno, que tanta importancia tiene para la América Latina, conviene examinar cómo se trasmiten los efectos del incremento de productividad.

Con tal propósito, se presenta un ejemplo ilustrativo en el cuadro 2, en el cual se supone que los índices de productividad por hombre han sido mayores en la industria que en la producción primaria. Para simplificar el ejemplo, se ha considerado que ésta y aquélla intervienen por partes iguales en el producto final.

Se supone, en un primer caso, que al aumentar la productividad de 100 a 120 "en la agricultura y de 100 a 160 en la industria, no suben los ingresos de los empresarios y factores productivos sino que bajan los costos. Si los precios descienden de acuerdo con los costos, la rebaja en los precios primarios resulta menor que en los industriales, según señalan los índices correspondientes. Y en consecuencia la

afectado a los productores primarios durante prolongado periodo, puede ser efecto de las diferencias en el ritmo de aumento de la productividad en la producción de artículos primarios y manufacturados, respectivamente. Si pudiéramos suponer que el empeoramiento, para los países de producción primaria, refleja más rápido aumento de la productividad en los artículos primarios que en los manufacturados, el efecto del empeoramiento en la relación del intercambio sería menas grave, desde luego. Significaría solamente que, en la medida en que los artículos primarios se exportan, los efectos de la mayor productividad se traspasan a los compradores de artículos primarios en los países más industrializados. Aun cuando faltan, casi completamente, datos estadísticos de los diferentes ritmos de aumento de la productividad en la producción primaria y en la industria manufacturera, esta explicación de las variaciones a largo plazo, en las relaciones de intercambio... puede descartarse. No cabe duda que la productividad aumentó más rápidamente en los países industriales, que en los de producción primaria. Esto se comprueba por el mayor aumento en el nivel de vida, durante el largo período transcurrido desde 1870. Por tanto, las variaciones observadas en la relación del intercambio no significan que la mayor productividad de la producción primaria se haya traspasado a los países industriales; por el contrario, significa que los países menos desarrollados, a través de los precios que pagaron por los artículos manufacturados, en relación con los que lograron por sus propios productos, sostuvieron crecientes niveles de vida en los países industrializados, pero sin recibir en cambio, en el precio de sus propios productos, una contribución equivalente a su propio nivel de vida".

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) ) 2 40 RAÚL PREBISCH

)

' relación entre ambos se ha movido en favor de los productos primarios, ) o sea de 100 a 116.7. ) Esta es precisamente la relación que hubiera permitido a los produc--} tores primarios participar, con igual intensidad que los industríales, en

el incremento de la producción final. En efecto, si la productividad ' primaria aumenta de 100 a 120, y si con 100 de productos primarios se ) puede comprar ahora, como acaba de verse, 116.7 de productos finales •, de la industria, ello quiere decir que los productores primarios pueden

adquirir ahora 140 de tales productos, en vez de los 100 de antes, o ' sea que obtienen un aumento de la misma intensidad que el ocurrido en ) la producción final, aumento que evidentemente también obtuvieron los \ productores industriales (véase cuadro 2). v Los resultados del cuadro 2 se alteran sensiblemente cuando varían

los ingresos, en el segundo caso. Supóngase que, en la industria, el ) incremento de los ingresos es mayor que el incremento de la produc-) tividad, y que en la producción primaria ambos incrementos son

iguales. En consecuencia la relación de precios se mueve en contra de la producción primaria, pasando de 100 á 93.3; de tal manera que

) los productores primarios, no obstante su aumento de productividad ) de 100 a 120, sólo pueden adquirir 112 de productos finales, contra v 100 anteriormente. En cambio, un cálculo semejante permitiría demos-

trar que los productores industriales pueden adquirir ahora 168 de y productos finales, contra 100 que adquirían antes. ) Obsérvese que, mientras los productores primarios pueden aumentar ) sus adquisiciones de productos finales menos intensamente de lo que

ha aumentado su productividad, los productores finales se benefician más de lo que correspondería al aumento de la suya.

Si en vez de suponer que los ingresos de la producción primaria han J subido paralelamente a su productividad, se hubiese supuesto un j ascenso inferior, la relación de precios, como es lógico, se habría

desmejorado más aún en perjuicio de aquélla.

)

L A INDUSTRIALIZACIÓN... ^ ^ „ . -

Cuadro 2. Ejemplo de la forma cómo el fruto del progreso técnico se distribuye entre el centro y la periferia.

Producción Producción Producción Relaciones Primaria Industrial Total*

(O (2) (3) 1/3 100 2/3 100

Planteamiento: Aumenta la productividad segtín los índices siguientes:

100 100 100 — _ 120 160 140 — — .

Primer caso: Los costos disminuyen de acuerdo con la productividad y los precios

de acuerdo con los costos, sin aumentar los ingresos.

100.0 83.3

100b

62.5b 100.0 71.4

100.0 116.7

100.0 87.5

Segundo caso: Los costos disminuyen como en el caso anterior, pero los ingresos

aumentan en la siguiente forma:

100 100 100 100 100 120 180 150 , 8 0 120

Precios resultantes después de los aumentos de ingresos: 100.0 100b, 100.0 100.0 100 99.9 112.5b 107.1. 93.3 . 105

a. Cifras correspondientes al producto final. b. Parte del precio correspondiente al valor agregado en la producción industrial.

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242 RAÚL PREBISCH

El empeoramiento de 36.5 % en la relación de precios entre los años setenta del siglo pasado y los años treinta del presente, sugiere la posibilidad de que haya ocurrido un fenómeno de este tipo.

En síntesis, si a pesar de un mayor progreso técnico en la industria que en la producción primaria, la relación de precios ha empeo-rado para ésta, en vez de mejorar, parecería que el ingreso medio por hombre ha crecido en los centros industriales más intensamente que en los países productores de la periferia.

No podría comprenderse la razón de ser de este fenómeno sin relacionarlo con el movimiento cíclico de la economía y la forma en que se manifiesta en los centros y la periferia. Pues el ciclo es la forma característica de crecer de la economía capitalista y el aumento de productividad uno de los factores primarios de crecimiento.

Hay en el proceso cíclico una disparidad continua entre la demanda y la oferta globales de artículos de consumo terminados, en los centros cíclicos. En la creciente la demanda sobrepasa a la oferta y en la menguante ocurre Jo contrario.

La cuantía y las variaciones del beneficio están íntimamente ligadas a esa disparidad. El beneficio aumenta en la creciente y tiende así a corregir el exceso de demanda, por el alza de los precios, y disminuye en la menguante y tiende así a corregir el exceso de oferta por la baja de aquéllos.

El beneficio se traslada desde los empresarios del centro a los productores primarios de la periferia mediante el alza de los precios. Cuanto .mayores son la competencia y el tiempo que se requiere para acrecentar la producción primaria, en relación con el tiempo de las otras etapas del proceso productivo, y cuanto menores son las existencias acumuladas, tanto más grande es la proporción del beneficio que se va trasladando a la periferia. De ahí un hecho típico en el curso de la creciente cíclica: los precios primarios tienden a subir más intensa-mente que los precios finales, en virtud de la fuerte proporción de los beneficios que se trasladan a la periferia.

Si ello es así, ¿cómo se explicaría que con el andar del tiempo y a través de los ciclos los ingresos en el centro hayan crecido más que en la periferia?

LA INDUSTRIALIZACIÓN...

No hay contradicción alguna entre ambos fenómenos. Los precios primarios suben con más rapidez que los finales en la creciente, pero también descienden más que éstos en la menguante, en forma tal que los precios finales van apartándose progresivamente de los precios primarios a través de los ciclos.

Véanse ahora las razones que explican esta desigualdad, en el movimiento cíclico de los precios. Se ha visto que el beneficio se dilata en la creciente y se comprime en la menguante, tendiendo a corregir la disparidad entre la oferta y la demanda. Si el beneficio pudiera comprimirse en la misma forma en que se ha dilatado, no habría razón alguna para que ocurriera ese movimiento desigual. Ocurre precisamente porque la compresión no se realiza en esa forma.

La razón es muy sencilla. Durante la creciente una parte de los beneficios se ha ido transformando en aumento de salarios por la competencia de unos empresarios con otros y la presión sobre todos ellos de las organizaciones obreras. Cuando, en la menguante, el beneficio tiene que comprimirse aquella parte que se ha transformado en dichos aumentos ha perdido en el centro su fluidez, en'virtud de la conocida resistencia a la baja de los salarios. La presión se desplaza entonces hacia la periferia con mayor fuerza que la naturalmente ejercióle, de no ser rígidos los salarios o los beneficios del centro, en virtud de las limitaciones en la competencia. Cuanto menos pueden comprimirse así los ingresos en el centro tanto más tendrán que hacerlo en la periferia.

La desorganización característica de las masas obreras en la produc-ción primaria, especialmente en la agricultura de los países de la periferia, les impide conseguir aumentos de salarios comparables a los vigentes en los países industriales o mantenerlos con amplitud semejante. La compresión de los ingresos —sean beneficios o salarios— es pues menos difícil en la periferia.

De todos modos, aun cuando se conciba en la periferia una rigidez parecida a la del centro, ello tendría por efecto aumentar la intensidad de la presión de éste sobre aquélla. Pues al no comprimirse el beneficio periférico, en la medida necesaria para corregir la disparidad entre la ofertay la demanda en los centros cíclicos, seguirán acumulándose existencias de mercaderías en éstos y contrayéndose la producción

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244 RAÚL PREBISCH

industrial, y por consiguiente la demanda de productos primarios. Y ) esta disminución de demanda llegará a ser tan fuerte como fuere ) preciso para lograr la necesaria compresión de los ingresos en el sector > primario. El reajuste forzado de los costos déla producción primaria,

durante la crisis mundial, nos ilustra acerca de la intensidad que ) puede adquirir este fenómeno. ) La mayor capacidad de las masas, en los centros cíclicos, para ) conseguir aumentos de salarios en la creciente y defender su nivel, en .x la menguante, y la aptitud de esos centros, por el papel que desempe-

ñan en el proceso productivo, para desplazar la presión cíclica hacia ) la periferia, obligando a comprimir sus ingresos más intensamente que

en los centros, explican por qué los ingresos en éstos tienden persistentemente a subir con más fuerza que en los países de la periferia, según se patentiza en la experiencia de la América Latina.

En ello está la clave del fenómeno, según el cual, los grandes centros ) industriales no sólo retienen para sí el fruto de la aplicación de las \ innovaciones técnicas a su propia economía, sino que están asimismo

en posición favorablepara captar una parte del que surge en el progreso -1 técnico de la periferia, ' . . . ) ) HI. La América Latina y la elevada productividad

de los Estados Unidos

Los Estados Unidos son ahora el centro cíclico principal del mundo, como lo fue en otros tiempos la Gran Bretaña. Su influencia económica sobre los otros países es manifiesta. Y en esa influencia, el ingente

) desarrollo de la productividad de aquel país ha desempeñado papel j importantísimo. Ha afectado el comercio exterior y, a través de sus

variaciones, el ritmo de crecimiento económico del resto del mundo, ' y la distribución internacional del oro. í Los países de la América Latina, con un fuerte coeficiente de ) comercio exterior, son extremadámente sensibles a esas repercusiones

económicas. Se justifica, pues, examinar las proyecciones de aquel fenómeno y los problemas que traen consigo.

LA INDUSTRIALIZACIÓN... 245

Que los precios no han bajado conforme al aumento de la producti-vidad en los Estados Unidos es un hecho conocido, al que recientes investigaciones de S. Fabricant han dado una expresión precisa. En el período que abarcan tales investigaciones, esto es los cuatro decenios anteriores a la segunda Guerra Mundial, los costos de la producción manufacturera han descendido con ritmo regular y persistente. El movimiento de los precios no tiene nada de común con ese ritmo. La creciente productividad no ha influido en ellos sino en los ingresos. Los salarios han subido a medida que baja el costo real. Pero no toda la mejora de la productividad se ha manifestado en ellos, pues una parte apreciable se ha reflejado en la disminución de la jornada de trabajo.

El aumento de ingresos, provocado por la mayor productividad, se extiende en más o menos tiempo a toda la actividad económica, por el conocido proceso que no es del caso recordar. Actividades en las cuales el progreso técnico ha sido insignificante o no ha existido, como ciertos tipos de servicios, han aumentado también sus ingresos en virtud de este proceso. En algunos grupos sociales el incremento ha ocurrido con gran lentitud mientras tanto el resto de la colectividad disfruta de ventajas que conforme se fue produciendo el necesario ajuste, tuvo que ir cediendo a aquéllos. Pero los nuevos aumentos de productividad fueron compensando, generalmente con creces, lo que se iba transfiriendo a los grupos rezagados.

No cabría detenerse a señalar este hecho si no diera un ejemplo bien ilustrativo del tipo de ajuste que la industrialización progresiva de la América Latina irá provocando necesariamente. La industrialización, al aumentar la productividad hará subir los salarios y encarecerá relativamente el precio de los productos primarios. De este modo, al subir sus ingresos, la producción primaria irá captando en forma gradual aquella parte del fruto del progreso técnico que le hubiera correspondido por la baja de los precios. Como en el caso de aquellos grupos sociales rezagados, es claro que este ajuste significará pérdida de ingreso real en los sectores industriales, pérdida tanto menor cuanto más pequeño fuese su coeficiente de importaciones; pero, en fin de cuentas, esa pérdida podría ser generosamente compensada con el fruto de sucesivas innovaciones técnicas.

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246 RAÚL. PREBISCH

Se ha dicho en otro lugar que, pues los precios no siguen a la productividad, la industrialización es el único medio de que disponen los países de la América Latina para aprovechar ampliamente las ventajas del progreso técnico.

Sin embargo, la teoría clásica había encontrado otra solución. Sí las ventajas de la técnica no se propagaban a través de los precios se extenderían de igual modo por medio de la elevación de los ingresos. Acaba de verse que esto es precisamente lo que ocurrió en los Estados Unidos, así como en los otros grandes centros industriales, pero no sucedió lo mismo en el resto del mundo. Para ello hubiera sido esencial que en el mundo entero existiese la misma movilidad de factores de la producción que se produjo en el amplio campo de la economía interna de aquel país. Esa movilidad es uno de los supuestos esenciales de aquella teoría. Pero, en realidad, presentóse una serie de obstáculos al fácil desplazamiento de los factores productivos. Sin duda los salarios de los Estados Unidos tan altos con respecto al resto del mundo hubieran atraído grandes masas humanas hacia aquella nación, las cuales hubiesen influido muy desfavorablemente sobre esos salarios, tendien-do a reducir su diferencia con los del resto del mundo.

Tal hubiera sido el efecto de la aplicación de una de las reglas esenciales del juego clásico: rebajar sensiblemente el nivel de vida de la población de los Estados Unidos, en comparación con los niveles efectivamente alcanzados.

Basta enunciar este hecho para comprender que la protección de ese nivel de vida, logrado tras mucho esfuerzo, tenía que prevalecer sobre las presuntas virtudes de un concepto académico. Pero las reglas clásicas del juego forman un todo indivisible. Y no se concibe lógica-mente cómo, eliminada una de ellas, las otras puedan servir para extraer normas absolutas que regulen las relaciones entre los centros y los países periféricos.

Es tanto más digno de reflexión este punto cuanto que el mismo progreso técnico de los Estados Unidos, tan superior al del resto del mundo, ha tenido por consecuencia otra desviación muy importante de aquellas reglas.

LA INDUSTRIALIZACIÓN... 247

Según ya se dijo, los Estados Unidos han llegado a un bajísimo coeficiente de importaciones, no mayor de 3 %. En el año 1929 era de 5%. El descenso no es un fenómeno nuevo sino de larga data. En los últimos cien años el ingreso nacional aumentó alrededor de dos veces y media más que las importaciones.

El progreso técnico es uno de los factores que más contribuyen a explicar este fenómeno. Aunque parezca paradoja, la mayor produc-tividad ha contribuido a que aquel país prosiga y acentúe su política proteccionista, después de haber alcanzado la etapa de madurez económica. La explicación es sencilla. El progreso técnico, en una época determinada, no obra por igual en todas las industrias. Pero al extender a las industrias de menor progreso los mayores salarios provocados por la gran productividad de las industrias avanzadas, las primeras pierden su posición favorable para competir con industrias extranjeras, que pagan menores salarios. Si se recuerda que hoy los salarios en los Estados Unidos son dos o dos veces y media mayores que en la Gran Bretaña se tendrá una idea del significado de este factor. Han necesitado así protección actividades más eficaces que las exte-riores, pero de menor productividad que el nivel medio del propio país. Por ejemplo, no obstante el gran perfeccionamiento de la técnica agrícola, se ha necesitado proteger la agricultura para defender algunas de sus ramas, importantes en razón de sus ingresos relativamente altos, comparados con los de competidores extranjeros.

Inglaterra siguió una política diametralmente opuesta cuando le tocó obrar anteriormente como centro propulsor. Pero no podría afirmarse que volvería a hacerlo y a desarticular su economía si emprendiera nuevamente el mismo camino histórico. Los Estados Unidos constitu-yen una unidad económica poderosa y bien integrada, y en parte lo deben a su política deliberada cuya trascendencia se está, pues, muy lejos de desconocer, Pero tampoco ha de ignorarse que ello ha traído, para el resto del mundo, condiciones incompatibles con el funciona-miento de la economía internacional tal Como ésta existía antes de la primera Guerra Mundial, cuando el centro británico practicaba las reglas del juego en la moneda y el comercio exterior.

Es en estas nuevas condiciones de hecho de la economía internacio-nal donde ha comenzado a desenvolverse el proceso de industrializa-

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) x 2 4 8 ^ _ ^ ^ ^ ^ RAÚL PREBISCII

\ ción de la América Latina. El problema fundamental está en adaptarse a esas condiciones —en la medida en que no puedan transformarse—

) procurando encontrar nuevas reglas, concordantes con la nueva ) realidad, ) Mientras ello no ocurra seguirá prevaleciendo, con ligeras intermi-^ tencias, si se quiere, una tendencia tenaz hacia el desequilibrio. Su razón

de ser radica en este hecho. Mientras en los Estados Unidos, según se ) ha visto, ha venido disminuyendo el coeficiente de importaciones en ) los países de la América Latina tiende a subir el coeficiente de N importaciones en dólares, obligándoles tal subida a tomar medidas

de defensa para atenuar sus efectos. Son varios los motivos. ' Primero: por lo mismo que el progreso técnico es mayor en los

_) Estados Unidos que en cualquier otra parte, la demanda de bienes de ) capital que la industrialización trae consigo trata de satisfacerse preferen-

temente en ese país. Segundo: el desarrollo técnico se manifiesta continuamente en

•* nuevos artículos que, al modificar las formas de existencia de la J población, adquie?en el carácter.de nuevas necesidades, de nuevas \ formas de gastar el ingreso de la América Latina, que generalmente

sustituyen a formas de gasto interno. Tercero: aparte de esos artículos, que representan innegables ven-

) tajas técnicas, hay otros hacia los cuales se desvía la demanda, en virtud ) de la considerable fuerza de penetración de la publicidad comercial. - Créanse nuevos gustos que exigen importaciones, en desmedro de

gustos que podrían satisfacerse internamente. Que no es posible hacer bajar sistemáticamente el coeficiente de

) importaciones, por un lado, y dejarlo crecer libremente, por otro, bajo ) la influencia de los factores que acaban de verse es una proposición

bien comprobada en los graves acontecimientos de los años treinta. Tenemos ahora suficiente perspectiva para comprender la significación

.) de tales sucesos y derivar de ellos la enseñanza que entrañan. Pero ,L_,. antes se debe mencionar un hecho más. j Ya se ha expresado que la industrialización de la América Latina,

si se realiza con clarividencia, ofrecerá la posibilidad de aumentar sensiblemente el ingreso nacional, al dar empleo más productivo a las

;

LA INDUSTRIALIZACIÓN... 249

masas de población ahora empleadas en ocupaciones de escasa produc-tividad.

El aumento de ingreso conseguido hasta ahora, ya se está viendo, significa acentuar la acción de aquellos factores sobre la demanda de importaciones en dólares. Cuanto más aumenta el ingreso de estos países, en consecuencia, mayor se hace su necesidad de importaciones. Con lo cual vuelve a plantearse la cuestión de la escasez de dólares, cuya importancia aconseja especial consideración. (...)

VI. Los limites de la industrialización

Es obvio que el crecimiento económico de la América Latina depende del incremento del ingreso medio por habitante, que es muy bajo en la mayor parte de estos países, y del aumento de la población.

El incremento del ingreso medio por habitante sólo podrá conseguirse de dos modos. Primero, por el aumento de la productividad, y segundo, dada una determinada productividad, por el aumento del ingreso por hombre, en la producción primaria, con respecto a los ingresos de los países industriales que i mportan parte de esa producción. Este reajuste, según se ha explicado tiende a corregir la disparidad de ingresos, provocada por la forma en que se distribuye eí fruto del progreso técnico entre los centros y la periferia.

Consideraremos ahora el aumento de la productividad, en la pobla-ción ya existente. El caso se presenta bajo un doble aspecto. Por un lado, la asimilación de la técnica moderna permitirá acrecentar la produc-ción por hombre, dejando gente disponible para aumentar la pro-ducción, en las mismas condiciones en que ya estaba empleada, o desplazarla hacia otras. Por otro lado, el desplazamiento de personas mal ocupadas en actividades cuya exigua productividad no puede mejorarse sensiblemente, a otras en que el progreso técnico haga posible esa mejora, elevará también el índice de productividad.

La agricultura presenta un caso típico de la influencia del progreso técnico. En ramas importantes de ella, el desarrollo técnico ha permi-tido seguir acrecentando la producción, con un crecimiento proporcio-

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nalmente inferior de gente ocupada. En otros términos, la agricultura absorbe una proporción menguante del incremento de población en edad productiva, con lo cual la industria y otras actividades han podido aumentar con mayor amplitud su ocupación. No se trata entonces de un desplazamiento de gente ya ocupada sino de una forma distinta de emplear la que llega a la edad de ocuparse. Sin embargo, en algunos casos, con el intenso desarrollo industrial de los últimos años se han notado desplazamientos reales, con consecuencias desfavorables para la agricultura.

Por otro lado, el crecimiento de la demanda exterior de productos agrarios, después de la gran crisis mundial, ha sido relativamente lento, por lo general, si se le compara con el ritmo característico de tiempos anteriores. Sumado este hecho a las consecuencias del que acaba de mencionarse, no sabría decirse qué otras actividades, fuera de la industria, hubiesen podido absorber el crecimiento de la población en los países de la América Latina que exportan dichos productos.

Es bien posible que el progreso técnico en otras actividades traiga consecuencias semejantes a las que acaban de señalarse. Y en todo ello habrá una fuente importante de mano de obra para el crecimiento industrial.

Pero no es la ünica. Dentro de la misma industria hay un potencial humano que se desperdicia por la baja productividad. Si se consigue aumentar ésta mediante la asimilación de la técnica moderna, ese potencial podría emplearse, con gran provecho colectivo, en el desa-rrollo de las industrias existentes o en el de otras nuevas.

Finalmente, hay otra posibilidad, que no es desdeñable, según lo comprueba la experiencia reciente de ciertos países. El bajo ingreso prevaleciente en las clases más numerosas ha permitido a las de ingresos más altos disfrutar de productos manuales o de distintos tipos de servicios personales a precios relativamente bajos. Ello se debe a lo que hemos llamado población mal ocupada.. Conforme va creciendo la productividad de la industria y mejorando el ingreso real por hombre, esa población tiende a trasladarse naturalmente hacia activi-dades industriales. Por mucho que este hecho perturbe en ciertos sectores, es la forma típica en que, dentro de un país, se propagan las Ventajas del progreso técnico a todas las clases sociales, como ya se

LA INDUSTRIALIZACIÓN... 251

ha visto al recordar la experiencia de los grandes países industríales. No todo, sin embargo, consiste en aumentar la productividad. Destinar una parte exagerada de su incremento a aumentar el consumo o a disminuir prematuramente el esfuerzo productivo podría conspirar gravemente contra el propósito social de la industrialización.

Hemos insistido en que, para lograr este aumento de productividad, es necesario aumentar sensiblemente el capital por hombre y adquirir la técnica de su empleo eficaz. Esa necesidad es progresiva. En efecto, al aumentar en general los salarios, por la mayor productividad de la industria, se extiende gradualmente el alza a otras actividades, obli-gándolas a emplear mayor capital por hombre, a fin de conseguir el incremento de productividad, sin el cual no podrían pagar salarios más altos. Se irá imponiendo así, en la América Latina, la mecanización de muchas actividades en que hoy resulta más provechoso el trabajo directo, por ser más barato, como se irá imponiendo la mecanización de la economía interna.

No es posible formarse una idea aproximada acerca de la magnitud de estas necesidadespotenciales de capital, y por tanto, délos recursos para satisfacerlos, pues ni tan siquiera es dable conocer satisfactoria-mente la cantidad presente de capital por hombre ocupado en los principales países de la América Latina. Pero si se juzga por las necesidades que ya se han manifestado, en esta fase inicial del proceso de industrialización los recursos provenientes de las exportaciones, al menos las exportaciones en dólares, no parecen ser suficientes para atenderlas, después de haber satisfecho otras importaciones y partidas pasivas.

Hay, pues, que aceptar, según ya se ha explicado, la posibilidad de que tenga que reducirse el coeficiente de importaciones, ya sea en conjunto o en dólares reduciendo o suprimiendo artículos no esencia-les, para dar lugar a más amplias importaciones de bienes de capital. En todo caso, la necesidad de cambiar la composición de las impor-taciones parecería indispensable para proseguir la industrialización.

Hay que comprender claramente lo que esto significa. Es una mera adaptación de las importaciones a la capacidad de pago dada por las exportaciones. Si éstas crecieran suficientemente no sería necesario pensaren restricciones, salvo que mediante esas restricciones sequiera

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) intensificar el proceso industrializador. Pero las exportaciones de la América Latina dependen de ¡as variables del ingreso de los Estados

' Unidos y Europa, principalmente, y de sus respectivos coeficientes de ) importación de productos latinoamericanos. En consecuencia, escapan ) a la determinación directa de la América Latina: se trata de una

condición de hecho, que sólo podría modificarse por la decisión de la ' otra parte. > Es muy distinto el caso, si se quisiera llevar la industrialización a ) extremos que obliguen a desplazar factores de la producción primaria \ a la industria para aumentar la producción de ésta en detrimento, de

aquélla. O sea, que pudiendo exportar e importar hasta un determinado / nivel, lo rebajáramos deliberadamente, sacrificando parte de la expor-) tación, para acrecentar la producción industrial en sustitución de las s importaciones.

¿Habría, en este caso, aumento de productividad? Llegados a este punto, el problema se plantearía en términos clásicos. Se trataría,

) entonces, de averiguar si el incremento de producción industrial que ) se obtiene con los factores desplazados de la producción primaría es

o no superior a la masa de artículos que antes se obtenían a cambio de las exportaciones. Solamente si fuera superior podría decirse que

) hay un aumento de productividad, desde elpunto de vista colectivo; de. ) no serlo, habría una pérdida de ingreso real. ) Aquí está, pues, uno de los límites más importantes de la industria-

lización, límite de carácter dinámico, que podrá irse trascendiendo, a medida que se desarrolle la economía; pero, en todo momento debiera

) " preocuparnos si es que se persigue el objetivo primordial de aumentar j el bienestar real de las masas. j No hay síntoma alguno de que la América Latina se encuentre cerca ' de ese límite. Se está en la fase inicial del proceso de industrialización, ' y es muy grande aún, en la mayor parte de los casos, el potencial ) humano disponible, mediante el incremento de la productividad, para ) el crecimiento industrial. Más aún, no parecería que los países más

avanzados en ese proceso se vean precisados a optar entre el creci-miento efectivo de las exportaciones o el crecimiento industrial.

' Sin embargo, no es necesario, ni mucho menos, que se hayan ) agotado las posibilidades de intensificar la productividad y utilizado ) )

LA INDUSTRIALIZACIÓN. .. 2 5 3

todo el potencial humano, para que llegue a perjudicarse la exportación en favor de un incremento ilusorio del ingreso real.

El aumento de productividad requiere un incremento considerable de capital, y antes que se haya logrado conseguirlo, pasará mucho tiempo y sobrevendrán otras innovaciones técnicas, que posiblemente exijan sus propios aumentos de capital, conjuntamente con el que se requiere para acompañar el crecimiento de la población. Por otro lado, el ahorro es escaso. Es, pues, necesario utilizarlo en tal. forma que rinda el incremento máximo de producción. Una política equivocada podría provocar, sin embargo, el empleo deficiente de este ahorro, como es fácil demostrarlo en seguida.

Se ha dicho que el progreso técnico de la agricultura y la demanda exterior relativamente lenta de sus productos han permitido a la industria, en muchos casos, absorber una parte del incrementode la población en edad productiva mayor que la agricultura. Supóngase que siga requiriéndose, de año en año, ese incremento de brazos en la agricultura, para atender al crecimiento de la demanda exterior, aparte del aumento de consumo interno; pero que, en virtud de ciertas medidas, se exagere en tal forma el desarrollo industrial, que la actividad agrícola se vea privada de los brazos que necesita para seguir aumentando las exportaciones.

Ya se han explicado las razones a causa de las cuales esta sustitución de exportaciones por producción industrial podría significar una pér-dida directa de ingreso real. Pero habría además otra pérdida. La tierra es un factor de producción que vale mucho, sin que haya costado nada. El capital que requiere agregársele es relativamente pequeño, si se lo compara con el que la industria absorbe. En consecuencia, al llevar a la industria los hombres que habrían podido producir eficazmente en la tierra, hay que dotarles de un capital mayor. Pero este mayor capital podría haberse aplicado más productivamente, si en vez de diluirlo en todo el incremento anual de la población se le aplicase tan sólo a una parte de ese incremento: el más alto capital por .hombre daría una mejor productividad. De manera que, por esta dilución de capital, se habría dejado de obtener el incremento de productividad, lograble de otro modo. Con lo que a aquella pérdida directa, se agregaría otra que no por ser menos tangible sería menos real.

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Más aún: al no crecer así la productividad, sería menos fuerte el incentivo que ofrece la industria a la gente mal ocupada, con lo cual, en vez de utilizarla en la medida posible, estaríamos extrayendo perjudicial mente el potencial humano de ocupaciones altamente pro-ductivas.

No se trata de una eventualidad remota sino de un riesgo a que estamos expuestos de continuo y en el que acaso se haya caído algunas veces, a falta deprogramas de desarrollo económico, con objetivos precisos y medios definidos para conseguirlos. El capital es escaso y sería bien lamentable dejar de invertirlo en donde puede aumentar la productivi-dad total, para hacerlo en donde va a disminuirla.

No debe, pues, olvidarse que, cuanto mayores sean las exportacio-nes de la América Latina, tanto más intenso podrá ser el ritmo de su desarrollo económico. Pero tampoco se debe descartar la eventualidad de que un posible recrudecimiento de la política proteccionista en los países compradores tienda a desplazar las exportaciones latinoameri-canas, sustituyéndolas por su propia producción.

Sería en extremo lamentable este hecho, pero si los países latinoa-mericanos no lograran evitarlo, no tendrían otra solución que disminuir el crecimiento de sus importaciones o aun reducirlas en términos absolutos, a fin de ajustarías a las exportaciones. En tal contingencia, el crecimiento del ingreso real por hombre sería menor de lo que pudo haber sido y hasta se concibe un descenso si se acentuara aquel fenómeno.

En todo esto, hay que tener en cuenta un hecho elemental. Europa ha perdido gran parte de sus inversiones en el resto del mundo, y desde el punto de vista de la disponibilidad de dólares, no es dable esperar que, cuando haya logrado su reconstrucción, se encuentre en condi-ciones de suministrarlos a la América Latina. Al contrario, deberá cuidar atentamente de la nivelación de su intercambio. En consecuen-cia, si un país aislado pudiera, por algún tiempo, reducir sus impor-taciones sin sufrir perceptiblemente en sus exportaciones a-Europa, el conjunto de la América Latina no podría hacerlo por razones obvias.

Al discurrir acerca del aumento del capital por hombre, se ha supuesto implícitamente que los establecimientos industriales podrían

LA INDUSTRIALIZACIÓN,.. 2 5 5

alcanzar una dimensión satisfactoria, para lo cual se requiere un mínimo de producción. ¿Hasta dónde tiende a alcanzarse esta dimen-sión en los países de la América Latina? La diversidad de condiciones en que se encuentran impide generalizar, en éste como en otros casos. Por lo demás, no se ha realizado aún en estos países un estudio sistemático de la productividad y su relación con la dimensión óptima de la empresa y de la industria. Pero suelen citarse ejemplos poco halagadores, ya sea de la subdivisión de una industria en un número excesivo de empresas de escasa eficiencia dentro de un mismo país, o de la multiplicación de empresas de dimensión relativamente pequeña, en países que, uniendo sus mercados para una serie de artículos, podrían conseguir una mayor productividad. Esteparcelamiento de los mercados, con la ineficacia que entraña, constituye otro de los límites del crecimiento de la industria, límite que, en este caso, podría ir cediendo ante el esjuerzo combinado de países que, por su situación geográfica y sus modalidades, estarían en condiciones de realizarlo con recíprocas ventajas.

Se dijo al comenzar que había dos medios de mejorar el ingreso real. Uno, el aumento de la productividad, y el otro, el reajuste de los ingresos de la producción primaria, para ir atenuando su disparidad con los ingresos de los grandes países industriales.

Lo segundo sólo podrá conseguirse a medida que se vaya logrando lo primero. Conforme aumenta Ja productividad y el ingreso real medio en la industria en los países latinoamericanos, tendrán que ir subiendo en éstos los salarios de la agricultura y de la producción primaria en general, como ha ocurrido en otras partes.

El resultado será gradual, y si no hay cierta relación entre el crecimiento respectivo de cada uno de los ingresos medios, en los principales países exportadores de productos primarios, podrán surgir algunas dificultades, ciertamente inevitables, en reajustes de esta naturaleza, sean internos o internacionales.

La posibilidad de ir ganando terreno, en esta materia, depende también de la aptitud para defender los precios de la producción primaria en las menguantes cíclicas, que es donde con frecuencia se ha perdido, en todo o en parte, la participación en el fruto del progreso

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técnico que la periferia suele alcanzar en la creciente. Hay en ello un campo muy propicio de colaboración económica internacional.

FACTORES ESTRUCTURALES... 257

Celso Furtado: Factores estructurales

del estancamiento Latinoamericano

Extractado de Furtado, C, Subdesarrollo y estanca-miento en América LatinafCap. n i , Buenos Aires, Eudeba, 1966, pp. 58-101.

Los economistas latinoamericanos vienen dedicando una creciente atención, en el correr de los últimos años, a dgs problemas

considerados de fundamental importancia para la región. El primero se refiere a la tendencia a la persistente elevación del nivel general de precios, que se observa principalmente en los países donde se está realizando o intentando el desarrollo, bajo condiciones de declinación en el coeficiente de las importaciones. El segundo, a la reducción de la tasa de crecimiento de la renta real por habitante, reducción particularmente notoria en los países cuyas estructuras económicas alcanzaron una mayor di versificación.'

La finalidad del presente estudio es proyectar alguna luz sobre ciertas peculiaridades de las estructuras socioeconómicas que consti-tuyeron el marco del proceso de crecimiento del ingreso real de los países latinoamericanos en las últimas décadas. Los supuestos estruc-

1 La tasa anual acumulada de crecimiento de la renta real per capita en América Latina, en su conjunto, a partir de 1950, se comportó así: 1950-1955, 2,2 por ciento; 1955-1960, 1,4 por ciento; 1960-1963, 0,4 por ciento (Véase CEPAL, Estudio Económico de América Latina,' 1963, Vol. I, p. 3). En español en el original (N. del T.)

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2 5 8 CELSO FURTADO

turales previos [*], que sirven de parámetros al análisis económico, son inferidos de la observación de las realidades históricas constituidas por las economías nacionales, aunque no siempre se hacen referencias a casos concretos. Se opera en base a una tipología de las economías regionales, que se va tornando explícita, en el propio curso del análisis.

La interdependencia entre el proceso de crecimiento y la elevación del nivel general de precios surge claramente, como un simple subproducto del análisis, cuyo objetivo básico es determinar el origen de las fuerzas que operan en el sentido de reducir la tasa de crecimiento.

[*] El enfoque estructuralista de los problemas del desarrollo, que se viene genera-lizando entre los economistas latinoamericanos, surgió iniciatmente en conexión con los estudios teóricos destinados a identificar las causas primarías de los desequilibrios inflacionarios —que son consecuencia, generalmente, de la rigidez estructural de la oferta, inherente al subdesarrollo— distinguiéndolas de los mecanismos de propagación de esos desequilibrios. Los intentos corrientes para controlar la inflación actuando sólo sobre los mecanismos^propagatorios (inspira-dos en la teoría monetarista), constituyen el ejemplo clásico del esfuerzo estéril en el sentido de modificar el comportamiento de los agentes económicos sin que sean alterados los parámetros estructurales que condicionan ese comportamiento. Como los criterios de racionalidad de la política monetarista son establecidos en el plano macro, sin que se puedan prever adecuadamente o aún controlar oportunamente sus repercusiones en el plano micro, es común que los agentes económicos sean inducidos por esa política a actitudes "irracionales", desde el punto de vista de sus objetivos legítimos. Para la consecución de los objetivos de una política económica (definidos en términos de logro de un máximo de bienestar social) no cabe inducir a los agentes económicos a abandonar sus propios criterios de racionalidad, pues éstos son indispensables en un sistema descentralizado de decisiones económicas. No existiendo compatibilidad entre lo racional en los planos macro y micro, se hace necesario introducir modificaciones en las propias relaciones estructurales qué condicionan el sentido y la dirección del comporta-miento de los agentes económicos, particularmente de aquéllos que toman decisiones estratégicas. Sobre la teoría estructuralista de la inflación consúltense como trabajos básicos: Juan Noyola Vázquez, "El desarrollo económico y la inflación en México y en otros países latinoamericanos", Investigación Económica (México), Cuarto Trimestre 1956, y Osvaldo Sunkel, "La inflación chilena: un enfoque heterodoxo", El Trimestre Económico (México), Vol. XXV, no. 4,1958. Nota de los compiladores: Este párrafo se encuentra al final del capítulo, como parte del texto. Parece corresponder, sin embargo, a una nota, a ubicarse en el sitio señalado.

FACTORES ESTRUCTURALES... 2 5 9

Esas fuerzas, en apariencia, están ligadas a las peculiaridades de las estructuras socio-económicas, referidas anteriormente, lo que indicaría la posibilidad de una generalización del enfoque estructura-lista, que predomina en el pensamiento económico latinoamericano contemporáneo, en el sentido de abarcar en una sola explicación teórica, no sólo el tipo de crecimiento que se desarrolla en la región, sino también la persistente elevación del nivel general de precios y la tendencia al estancamiento. (...)

Hasta la mitad del siglo pasado, la base de las economías latinoa-mericanas estuvo constituida, de manera predominante, por sistemas de tipo precapitalistas con las características generales que acabamos de esbozar. La abundancia de tierra permitía el crecimiento regular de la población. No existe, sin embargo, indicación alguna que la pro-ductividad del trabajo se elevara de manera persistente en ninguna región. La revolución tecnológica en los medios de transporte maríti-mo, la introducción de los productos manufacturados ingleses que modificaban los patrones de consumo de ciertos-sectores-dela-pobla-ción, las nuevas posibilidades creadas en los mercados europeos en la fase más avanzada del desarrollo capitalista, en la que el nivel de vida de las masas empezaba a elevarse, así como también el ejemplo del rápido desarrollo de los Estados Unidos, esos y otros factores hicieron surgir una actitud "progresista", principalmente en aquellas regiones donde las clases urbanas poseían mayor expresión social. Esa actitud progre-sista llevó a los gobiernos de algunos países a tomar la iniciativa en la promoción de importantes inversiones infraestructurales, financiándo-las con empréstitos externos, o aún, a cubrir todos los gastos de traslado de grandes masas de inmigrantes europeos atraídos hacia la región. Esos grupos de población europea tendieron a concentrarse geográfi-camente contribuyendo a intensificar el progreso de urbanización.

Segtín ya lo destacamos, la rapidez del proceso de integración de las economías latinoamericanas en los mercados mundiales, a par-tir de la segunda mitad del siglo pasado, tiene su explicación en la convergencia de factores exógenos y endógenos. En el caso de la industria minera, los factores exógenos tuvieron, sin duda alguna, una importancia predominante. Otras veces, esa acción exó-

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gena surgía en una fase más avanzada, ligada a la exportación de capital financiero o de equipos, como también a la introducción de nuevas técnicas y a la creación de economías externas a través de la instalación de puertos, ferrocarriles o servicios públicos urbanos. Sin embargo, todas esas transformaciones sucedían al impulso del creci-miento de las exportaciones, y su característica fundamental era que se apoyaban en un nuevo sistema de organización de la producción, lo cual pasó a coexistir, en cada país, con la economía precapitalista. En el caso de los países exportadores de minerales, el dualismo de los sistemas económicos era particularmente obvio, pues la economía de exportación se hallaba, en general, aislada geográficamente. Este dualismo era menos visible pero no por eso menos real en los países exportadores de productos agrícolas, por Jo menos en su fase inicial. En Brasil la producción de café, cacao, caucho y demás productos de exportación, a excepción del azúcar, fue organizada en tierras no utilizadas anteriormente, exigiendo importantes desplazamientos de población.

Es necesario tener en cuenta.las características de la economía precapitalista queprevalecía en la región, para llegar a comprender por qué la nueva economía de exportación tuvo que organizarse.al margen de la estructura económica tradicional. El gran dominio, según observamos, se había transformado progresivamente en una institución básica de la estructura social y política y desempeñaba, cada vez menos, funciones de carácter predominantemente económico. Le cabía, principalmente, la función de extraer un excedente de la población trabajadora agrícola, organizar la seguridad y crear algunas economías externas. Dentro de la estructura social y política representada por el gran dominio, el trabajador aislado, utilizando mano de obra familiar, se presentaba más y más como la unidad básica de producción. En tales circunstancias, es natural que la clase de propietarios de la tierra se distanciara de tareas ligadas directamente al proceso productivo, para preocuparse con otros tipos de actividades de carácter social y político. La actitud empresaria que posibilitó el rápido desarrollo de "las líneas de exportación, se originó entre los grupos comerciantes que operaban desde los centros urbanos. Es ahí donde surgieron los individuos que "descubrían" nuevos horizontes econó-micos, induciendo a los grupos de agricultores a cultivar productos

FACTORES ESTRUCTURALES... 2 6 1

con perspectivas favorables en los mercados exteriores. Una vez hecho el "descubrimiento", era natural que se multiplicasen las iniciativas, dando así comienzo a un período de especulación sobre las tierras favorablemente situadas y capaces de presentar altos rendimientos agrícolas. El desplazamiento de poblaciones, atraídas por los altos salarios y por el espejismo de un enriquecimiento fácil, que la fortuna de unos pocos transformó en leyenda, ocurría espontáneamente. El desplazamiento de la frontera del café, en el norte del Paraná brasileño, constituye un ejemplo reciente de ese proceso de rápida creación de una nueva agricultura bajo el estímulo dinámico de la demanda externa.

La agricultura de exportación, organizada en empresas de tipo capitalista, tendió a concentrarse en determinadas áreas, según los productos en que se especializaba, facilitando la construcción de la infraestructura requerida para su expansión y su vinculación con los mercados externos. La absorción de mano de obra, suponiendo una demanda externa totalmente elástica a cierto nivel de precios, pasaba a ser determinada por la disponibilidad de tierras de adecuada localización y calidad, por Ja productividad física de esa mano de obra y por la tasa de salario real, que debería ser superior a la remuneración que obtenía el trabajador en la agricultura tradicional.

Al fijar una tasa de salario superior a la remuneración que el trabajador obtenía en la agricultura precapitalista, el sector expor-tador se aseguraba una oferta totalmente elástica de mano de obra. En efecto, la vieja agricultura funcionaba como una reserva de mano de obra; mientras esta no se agotara, el sector exportador gozaría de una oferta ilimitada del factor trabajo, en un nivel de salario básica-mente definido por las condiciones de vida que prevalecían en el gran dominio semifeudal. En el caso de un país cuyo nivel.de vida, en el ámbito de la economía precapitalista, es relativamente elevado —como ocurre donde las tierras son de buena calidad y donde el trabajador no paga renta (caso del Paraguay)— el desarrollo de una agricultura de exportación se enfrentó con serios obstáculos.

El caso de la expansión cafetalera en Brasil constituye un típico ejemplo de combinación de una abundante cantidad de tierras de buena calidad, y bien ubicadas, con la oferta ilimitada de mano de obra a un nivel de salarios relativamente bajo. La expansión de la producción

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262 CELSO FURTADO

quedó limitada cuandolos mercados internacionales se vieron satura-dos del producto. Aun sin presentar las características dramáticas que las dimensiones dan al caso del café en Brasil, de una manera general la experiencia latinoamericana en la fase clásica de expansión de las exportaciones siguió las mismas líneas básicas. La tierra surge siempre como un factor abundante y la oferta de mano de obra presenta una elevada elasticidad, dentro de un nivel de salario relativamente bajo. El equilibrio entre la oferta y la demanda se va logrando a través de una secuencia de crisis de superproducción, lo que en parte explica la tendencia al deterioro de los términos de intercambio, que se observa a largo plazo.

El rápido desarrollo de la agricultura de exportación latinoamericana en la fase aquí estudiada, puede ser mejor comprendida al considerar más detenidamente el proceso de formación de capital dentro de esa agricultura. Si la inversión es definida en un sentido limitado, como la formación de capital a través de la aplicación de recursos generados en un período productivo anterior, el desarrollo de la nueva agricultura se procesaba ejt base a inversiones relativamente escasas. Dichas inversiones se destinaban a abrir caminos de acceso, a la compra de equipos manuales utilizados por los agricultores y a los limitados adelantos requeridos por la nueva mano de obra que se iba incorpo-rando a las tareas agrícolas. La principal parte de la remunera-ción de la mano de obra, aplicada directamente al aumento de la capacidad productiva de la agricultura, era atendida con la producción de alimentos obtenida en las tierras que se iban incorpo-rando a la nueva agricultura. .Tomaremos como ejemplo el caso de los cultivos permanentes, que se prestan mucho mejor al análisis de este proceso. En él, la formación de capital equivale a la acumulación de la renta imputada al factor tierra, renta ésta imposible de existir si la agricultura no estuviera en expansión. De esa manera, la propia expansión de la agricultura crea los recursos que alimentan el proceso de inversión. Así se explica por qué se duplicó en un período de cinco a seis años, en la década del cincuenta, la producción brasileña de café, sin que eso representara presión mayor alguna sobre los recursos o algún desvío de las inversiones pertenecientes a otros sectores. Ese concepto, más amplio de inversión, que incluye el trabajo incorporado a la agricultura, será considerado en detalle a continuación.

FACTORES ESTRUCTURALES... 263

Intentaremos cuantificar las relaciones mencionadas anteriormente con respecto al proceso de formación de capital, tomando como base una economía agrícola de exportación del tipo de la brasileña, en su fase áurea de la expansión del café, cacao u otro cultivo permanente. En ese caso, se puede admitir que aproximadamente el 90 por ciento del capital reproductible, invertido directamente en la expansión de los cultivos destinados a la exportación, constituye un trabajo acumulado, pagado con parte de la "producción agrícola obtenida de la misma tierra, durante el período de gestación del cultivo permanente. A esa parte.de la inversión la denominaremos Ak. Los restantes 10 por ciento de la inversión, que requieren una cobertura de ahorro generado en un período productivo anterior serán denominados AK, adicional al stock de capital K. Supongamos que la relación producto-capital reproductible (P/k + K) es de 0,4; se comprende, por lo tanto, que la relación P/K es diez veces superior, o sea, 4.

Consideremos más detenidamente el proceso de generación de k, que como sabemos representa el trabajo incorporado a través de nuevas plantaciones y que corresponde aproximadamente al valor de la renta de la tierra durante ese período. Todo se desarrolla como si el trabajador hubiera dedicado una parte de su tiempo, por ejemplo, la mitad de sus horas de trabajo, a implantar el cultivo permanente y la otra mitad la dedica para sí mismo en cultivos anuales, lo que no significa que estos últimos se destinen exclusivamente al autoconsumo. Para una mejor claridad del concepto pasemos a considerar la instala-ción de nuevas plantaciones como un sector productivo independiente, o sea, un sector orientado hacia la generación de capacidad productiva. Aún así, hay que tomar eri cuenta que esa producción de capacidad productiva agrícola exportadora se hace concomitantemente con una expansión de la producción agrícola corriente destinada a cubrir la remuneración de mano de obra adicional que se requiere para la expansión del sector exportador. Por último, la mano de obra empleada en la producción de k, necesita la misma cantidad de K y obtiene la misma remuneración que los trabajadores directamente empleados en la producción agrícola exportadora.

Esas definiciones y relaciones que acabamos de exponer nos permi-ten dividir las actividades agrícolas en tres sectores, y a cada uno de

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264 . CELSO FVJRTADO ) ~ ) •, ellos corresponde una función de producción propia. El primer sector

(Pj) se halla constituido por la agricultura precapitalista; el segundo ) (P2) corresponde a aquellas actividades que directamente producen ) para la exportación; y el tercer sector (P3) está formado por las -, actividades responsables de la expansión de la capacidad de P2, es

decir, por la producción de k. Debemos admitir que la productividad ) de la mano de obra es sustancial mente mayor en P2 y P3 que en Pi, ) como también lo es la remuneración del trabajador. Sin embargo, si . bien la remuneración del trabajador es inferior en Pi, dada la baja

productividad de la economía precapitalista, es de suponer que la ) parcela de la producción requerida para remunerar al trabajador sea ) inferior en P2 y P3. En efecto, en el sector exportador, la remuneración x del trabajador difícilmente llega a absorber el 50 por ciento de su

producto, llegando algunas veces a menos de la tercera parte; en .) cambio, en el sector precapitalista, la remuneración del trabajador, de ) un modo general, alcanza o supera Ja mitad de su producción. De este ^ modo, si consideráramos el conjunto de la agricultura en la fase de

expansión de las exportaciones, comprobaremos que el aumento de la ) productividad de trabajo y el aumento de la remuneración media del ) trabajador ocurren paralelamente a la reducción de la participación ^ del trabajo en el ingreso global generada en la agricultura; o sea, con

una mayor concentración del ingreso en las manos de la clase ) propietario-capitalista. Y si consideráramos esta dirima clase aparte, ) verificaremos que el grupo de empresarios-capitalistas aumentará su j participación en perjuicio del grupo de terratenientes feudales.

La expansión de la capacidad productiva de P2 presupone un aumento previo en la actividad productiva de P3, que se comporta como

) un sector productor de equipos, sometido por lo tanto a un mecanismo ) de aceleración^ cada,vez que hay un aumento de la demanda de los . bienes producidos por el uso de los mencionados equipos. De esta

manera, si.aumenta la demanda de café, cacao u otro producto •' semejante, el sector P3 dedicado a la instalación de nuevas plantaciones ; tenderá a absorber una gran cantidad de mano de^obra, sacándola del

sector precapitalista. La absorción de dicha mano de obra requiere una cierta movilización de ahorro, generada en un período productivo

; anterior AK, que, segün dijimos, es igual por trabajador, a la requerida

FACTORES ESTRUCTURALES,.. 265

para ocupar una persona en P2. Ahora bien, si la productividad de la mano de obra es de la misma magnitud tanto en P2 como en P3, la relación P/K es también idéntica en los dos sectores, con la diferencia que en el sector P2, K debe recibir una importante complemenración de k, al paso que en P3 los insumos se limitan a la mano de obra (1) y a K. Las tres funciones de producción pueden expresarse del siguiente modo:

Producción Pl P2 P3 Insumos

1 . li h b K. O bk2 bk3 k O bk2 O

blj =cantidad de capital 1 necesaria por unidad de producción del sector j. Ij =cantidad de trabajo necesario por unidad de producción del sector j.

La participación de P3 en el total de la producción agrícola tenderá a u n aumento, siempre que se eleve la tasa de crecimiento de las exportaciones. Por otro lado, siempre que la importancia relativa de P3 aumenté en el total de la producción agrícola, aumentará la tasa de inversión en el conjunto del sector agrícola, al mismo tiempo que se eleva Ja relación producto-capital. La acción convergente de esos dos factores provocará un aumento de la tasa de crecimiento. Llame-mos AK a la inversión total, siendo Dh = 0,9K y AK =0,1K, según las definiciones dadas anteriormente. Como la productividad del factor trabajo es la misma en P2 y P3, siendo también la misma en los sectores productivos la relación L/K, la relación producción-capital (P/K) en P3, es diez veces superior que.en P2. Como P2 y P3 deben ser considerados conjuntamente como dos subsectores de la agricultura capitalista que se.interpretan, deducimos que la relación producto-capital tenderá a ser tanto mayor en esa agricultura, cuanto más elevada sea su. tasa de crecimiento. Por otro lado, considerando inversión y ahorro iguales ex-post, debemos deducir que el aumento de la partici-pación de P3 en la producción total implica una elevación de la tasa de

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ahorro; porque al crecer relativamente P3, la producción de k aumen-tará necesariamente con la misma intensidad. Como k no puede ser consumido o exportado y debe forzosamente incorporarse a la capaci-dad productiva, se entiende que su creci miento relativo significa, ceteris paribus, un aumento de la tasa de ahorro ex-post.

Si el crecimiento relativo de P3 provoca al mismo tiempo una elevación de la tasa de ahorro, se infiere que ésta es función de la orientación en la aplicación de los recursos. En esta forma, no sólo el nivel de la demanda sino también la composición que ella presenta, constituye un factor básico en la determinación de la tasa de ahorro y del ritmo de crecimiento. Si el comportamiento de la demanda induce a transferir gente de Pi hacia P3, provocará no sólo una elevación de la productividad del factor trabajo, sino también una elevación de la tasa de ahorro, lo que permite una aceleración del crecimiento con una presión inflacionaria mínima. Dichas condiciones sólo se configuran cuando el incremento anual de P2 crece en términos absolutos, lo que exige una tasa de incremento estable o creciente de las exportaciones y son incompatibles con las exportaciones crecientes pero de una tasa declinante. Con todo, si las exportaciones van en aumento, aun con una tasa proporcionalmente declinante, la producción en P3 podrá seguir aumentando durante algún tiempo. Esto significa que un cierto volumen de mano de obra, si bien decreciente, se está transfiriendo de Pi hacia P2, lo que acarrea un aumento de la productividad media del trabajo y de la remuneración del trabajador, pero no la elevación de la tasa de crecimiento de la producción total. Si la tasa de crecimiento de Pi continúa en declinación llegará a alcanzar un punto donde el sector P3 empezará a reducirse. Si la tendencia sigue en la misma dirección, se alcanzará un segundo punto en el cual la absorción de gente nueva en P2 será inferior al desempleo creado en p3, significando esto que Pi tendrá que recibir gente de vuelta. En el primer punto, cuando P3 empieza a declinar, se inicia la contracción de la tasa de ahorro; en el segundo, que marca la iniciación del retorno de la mano de obra hacia Pi, se inicia la declinación de la productividad media del factor trabajo. Esa caída de productividad tendrá consecuencias secun-darias en las zonas urbanas, donde los precios relativos de los produc-tos agrícolas tenderá a subir.

FACTORES ESTRUCTURALES... 267

Ya nos referimos al hecho de que la nueva agricultura, que se desarrolla ante el impulso de la demanda externa, se beneficia con una oferta ilimitada de mano de obra, a un nivel de salario relativamente bajo definido por las condiciones de vida que prevalecen en el sector precapitalista. Puede ocurrir sin embargo que este ultimo sector presente dimensiones relativamente reducidas, desde el punto de vista de la mano de obra en él empleada y, que por el contrario, la disponibilidad de tierras con calidad y ubicación adecuadas para una rápida expansión de la agricultura de exportación sea considerable. Este fue justamente el caso de la Argentina, cuya integración en los mercados internacionales se operó con extraordinaria rapidez. En tales condiciones, es posible que se produzca un vacío en la agricultura precapitalista, en un tiempo relativamente corto, incorporándose todos los factores dentro de la nueva agricultura organizada sobre la base de empresas capitalistas.

Una vez absorbido el sector precapitalista, el mercado de trabajo estará unificado. En esa forma la tasa de salario no será ya función de los patrones establecidos en los grandes dominios semifeudales, de-biendo ésta elevarse con la productividad como ocurre en cualquier economía capitalista en la que la mano de obra es factor de oferta limitada. Cuando la tasa de salario llega a un determinado nivel, puede ser factible un aflujo significativo de mano de obra extranjera. La corriente inmigratoria hará posible un mayor desarrollo del sector exportador y, por algún tiempo, detendrá la tendencia a la elevación de los salarios. Con todo, introducirá en el país nuevos hábitos de consumo y, por ser de origen europeo, nuevas actitudes sociales, que conducirán a formas más avanzadas de organización de trabajo gracias a las cuales se reducirá la posibilidad de reversión a formas precapitalistas.

Con respecto a los países donde el sector precapitalista desapareció como reserva de mano de obra y donde las tasas de salario pasaron a ser fijadas de acuerdo con las condiciones imperantes en un mercado de trabajo básicamente unificado, verificamos que la transición hacia una estructura capitalista se cumplió plenamente. Las economías de esos países —Argentina y Uruguay constituyen los dos únicos ejemplos en América Latina— no pueden ser consideradas subdesarrolladas,

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) . 2 6 8 CELSO FURTADO

) ) mientras el concepto de subdesarrollo esté unido a la idea de un

dualismo estructural. Al eliminar ese dualismo, el mercado de trabajo ya no se diferencia cualitativamente de los mercados de los demás

) factores de producción. Es posible que en dichas condiciones los ) salarios pagados en la agricultura se acerquen a aquellos de las

industrias y servicios, tendiendo a desaparecer la gran disparidad de ' condiciones de vida entre poblaciones urbanas y rurales, que constituye ) la característica principal de los países típicamente subdesarrollados. ) Las economías que desarrollaron la exportación de productos mine-\ rales presentan también ciertas peculiaridades que merecen destacarse.

El proceso de integración en el mercado internacional crea, en este ) caso, un profundo dualismo en las estructuras productivas, ya que el ) sector exportador presenta un elevado coeficiente de capital y un alto , nivel de productividad de mano de obra, sin absorber, con todo, más

que una pequeña fracción de la fuerza de trabajo. La profunda ) disparidad en los niveles de productividad sectorial permite que el ) coeficiente de exportación se eleve al 25 o al 30 por ciento, aun cuando \ el sector que produce para la exportación emplee menos del 5 por ciento

de la población activa. En tales casos, la capacidad fiscal del gobierno ) aumenta sustancialmente y una de las múltiples consecuencias secun-) darías de ese hecho es la intensificación del proceso de urbanización. , La absorción de la mano de obra en el sector minero exportador y el

crecimiento urbano crean la necesidad de mayores excedentes agríco-^ las, sin que ese impulso sea suficiente para acarrear transformaciones ) en la estructura agraria. Si la agricultura de exportación abre camino j a la penetración de la empresa capitalista, ello es debido a que por su

especialización proporciona una elevada rentabilidad, aun sin la intro-ducción de mayores avances técnicos. En el caso de una simple expansión

) del mercado interno, no existe la posibilidad de esa especialización, •j razón por la cual la empresa capitalista debería apoyarse desde el

principio en significativos avances técnicos, para en esa forma com-petir con los excedentes que provienen de la economía tradicional. Sin

> embargo, errvista de las condiciones favorables del sector externo, lo ) más probable es que la demanda adicional de alimentos sea satisfecha

total o parcialmente a través de las importaciones. De esta manera se pudo alcanzar un elevado coeficiente de exportación en varios países

,) latinoamericanos —un ejemplo extremo es Bolivia en el período )

)

)

FACTORES ESTRUCTURALES... 269

prerrevolucionario— sin que el sector agrícola presentara ninguna modificación significativa. Todo lo contrario: la valorización de los excedentes creados por la agricultura tradicional tiende a traducir-se en el aumento de la renta de la tierra, permitiendo así que el grupo latifundista feudal aumente su participación en el ingreso y consolide su posición en el sistema de poder.

Durante el período formado por el último cuarto de siglo pasado y las primeras décadas del actual, se verificaron condiciones favorables al desarrollo de diversos renglones de exportación latinoamericanos, beneficiando, aunque en forma desigual, ala casi totalidad de los países de la región. Con respecto al área como un todo, las exportaciones ya representaban, al terminar la década del veinte, una cuarta parte aproximadamente del producto bruto. Aun teniendo en cuenta que una tercera parte del ingreso generada por las exportaciones permanecía fuera de la región, debemos reconocer que las economías latinoame-ricanas llegaron a un grado de integración, en un sistema de división internacional del trabajo, excepcionalmente elevado. Sin embargo, constituye un hecho de ineludible significación el que, no obstante esa. elevada integración eñ un sistema de división internacional del trabajo —aproximadamente el cuarentapor ciento de la actividad económica se hallaba vinculada al sector exterior, ya sea a través de las exporta-ciones o de las importaciones—el sector precapitalista conservaba una importancia relativa muy grande en casi todos los países del área. Y como la mano de obra es un factor de oferta ilimitada en los sectores productivos fuera de la economía precapitalista, el crecimiento asumía básicamente la forma de crecimiento relativo de esos sectores beneficiarios de la oferta elástica de mano de obra, sin que ocurriesen mayores modificaciones en las funciones de producción dentro de esos sectores. De esa manera, la producción por unidad de insumos aumentaba para el conjunto de la economía, pero se mantenía estable dentro de cada sector productivo, o sea: el sistema económico iba modificando su estructura sin necesidad de absorber innovaciones tecnológicas. Evidentemente, donde se utilizaban equipos importados, dichas innovaciones eran absorbidas como un simple proceso de rutina y no como consecuencia de necesidades económicas. En la agricultura esa

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penetración automática de innovaciones tecnológicas tendría que ser extremadamente limitada, ya queen el proceso de formación del capital se incorporaba una escasa cantidad de equipos.

La crisis mundial de 1929 y la prolongada depresión que la siguió interrumpieron en casi toda América Latina el proceso de integración en el sistema de división internacional del trabajo. Seinició entonces un proceso de reversión, por el cual la mayoría de las economías nacionales de la región tuvo, de una u otra manera, que reducir su coeficiente de integración en el mercado mundial. Ese proceso de "cierre" de las economías nacionales asumió dos formas. La primera consistió en una simple reversión de los factores aplicados en activi-. dades dependientes del sector exterior al ámbito de la economía precapitalista, como la agricultura o la artesanía. I-a segunda consistió en la industrialización. Las dos formas fueron utilizadas en todas partes en distintos grados, pero el éxito de la industrialización fue muy disparejo, fenómeno que fácilmente se explica teniendo en cuenta que esa industrialización se apoyaba en mercados internos cuyas dimensio-nes, eran también disparejas. En algunos pocos países el impulso dado a la economía nacional por la industrialización, permitió que ésta alcanzase, aunque en períodos limitados, tasas de crecimiento relati-vamente altas, iguales o superiores a las alcanzadas en la fase de crecimiento de las exportaciones. El problema que se presenta actual-mente es el de identificar la naturaleza y el alcance de ese proceso de industrialización. ¿Será éste el camino seguro para alcanzar y mantener una elevada tasa de crecimiento en la región?

La industrialización latinoamericana es conocida en todas partes como un proceso de sustitución de importaciones. Se trata en realidad de un proceso de modificación de la estructura productiva, lo cual permite reducir la participación de las importaciones en la oferta global sin volver a la economía precapitalista. Se reducen o se eliminan ciertos ítems de las importaciones —los cuales son sustituidos en el mercado por medio de la producción interna— y se amplían aquellos ítems de sustitución más difícil. Como al mismo tiempo que se reduce el coeficiente de importaciones se amplía el ingreso/?£/* capita, la composición de la demanda interna tiende a modificarse, lo

FACTORES ESTROCTURALRS... 271

que exige mayores alteraciones en la estructura de la oferta que aquellas consideradas al iniciarse el proceso sustitutivo. El período de tiempo requerido para que la oferta interna se adapte a las modificaciones en la composición de la demanda —período este que muchas veces es ampliado debido a obstáculos institucionales— da origen a presiones inflacionarias, particularmente cuando el sector externo presente poca o ninguna flexibilidad.

Consideremos el caso de un país donde, en 1929, las exportaciones representaban cerca de la quinta parte del producto bruto y en el cual las importaciones contribuían con aproximadamente el sesenta por ciento de la oferta de manufacturas. En razón de la baja de precios y de la contracción de la demanda externa, provocadas por la depresión, la capacidad para importar se reduce al 50 por ciento. Las exportacio-nes están formadas por productos agrícolas e interesan a un gran mímero de productores, lo que induce al gobierno a actuar, comprando el excedente de la producción exportable, mediante la expansión de los medios de pago y la modificación de la tasa de cambio, de manera que las dos medidas conjugadas permiten mantener éknivel 4el ingreso monetario del sector exportación. La estructura de la demanda global deberá acomodarse a un nivel sustancialmente más bajo de importa-ciones. Para absorber una parte de la presión ejercida sobre las exportaciones debido a la expansión de los medios de pago, el gobierno aumentará las tarifas que inciden sobre ciertas manufacturas que ya eran producidas internamente aunque de manera incipiente.

La contracción de las importaciones, la modificación en la tasa de cambios, la expansión del crédito para financiar los stocks y el aumento de tarifas tienden a determinar una serie de modificaciones en la estructura de costos. La acción de esos factores y la lucha de los distintos grupos de defensa de su ingreso real, determinarán las modificaciones en los precios relativos y en la distribución del ingreso, que harán compatibles la composición de Ja demanda y la estructura de la oferta. El reajusteJinal tendrá que producir, sin embargo, un aumento en el nivel general de precios y un aumento relativo en los precios de bienes importados. Por lo tanto, es natural que la posición competitiva de las manufacturas de producción interna mejore sustan-cialmente, con aumento de sus precios relativos. Como la tasa de

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2 7 2 CELSO FURTADO ) )

) ) salarios en el sector industrial se mantiene estable, es de esperar que

la tasa de lucros aumente en ese sector. En dichas condiciones y 7 teniendo en cuenta la existencia de una oferta ilimitada de mano de ) obra, es natural que los industriales busquen trabajar en dos y en tres ) turnos, lo que podrá ser llevado a cabo mediante reducidas inversiones

complementarias. La relación producto-capital tenderá, en consecuen-' cia, a crecer sobremanera. En efecto, admitamos que esa relación es ) igual a 1 en la situación inicial, es decir, que la inversión de un millón ) de dólares en capital reproductible produce un flujo de ingreso (valor

adicionado) de un millón de dólares en un período productivo anual. Con el trabajo dividido en dos turnos, mediante un incremento de diez

) por ciento en la inversión (principalmente para cubrir las necesidades y adicionales de capital de giro), el flujo de ingreso producido por Ja

empresa aumentará a dos millones de dólares, elevándose la relación } producto-capital a 1,82. Pasemos ahora a estudiar el mismo fenómeno ) desde el punto de vista de la tasa de lucro. Supongamos que el stock y de capital por trabajador en la posición inicial es de 2.500 dólares y

que el salario anual del trabajador alcanza los 600 dólares. Si.la relación ' producto-capital es igual a 1, los 2.500 dólares de inversión tendrán ) que originar un flujo de ingreso (salarios, más el interés del capital) ) de 2.500 dólares. Si el salario es de 600 dólares, la utilidad bruta

alcanza a 1.900 dólares, o sea, el 16 por ciento de la inversión. En la segunda situación, el stock de capital se eleva a 2.750 dólares, pero

) la uülidad alcanza a 3.800 dólares, que corresponden auna tasa de 138 ) por ciento. Se trata de una formulación a grosso modo, con el objetivo

limitado de dejar explícita cuál es la tendencia en el sentido de una rápida elevación en la tasa de utilidad.

•' Al observar el sistema económico en su conjunto veremos que, a ) partir del momento en que la demanda externa se contrae, el sector P3, ^ responsable del aumento de la capacidad productiva en la agricultura,

entra en rápido colapso, lo que acarrea una declinación en la relación productorcapital y la caída de la tasa de lucro en la agricultura

.) capitalista (P2 + P3X aunque se evite reducir el nivel de actividad en P2, mediante la compra de excedentes por el gobierno. Simultánea-mente empiezan a operar otras fuerzas que provocan, una elevación en la relación producto-capital y en la tasa de lucros del sector industrial.

) En consecuencia, es de esperar que tanto una parte de la capacidad

)

;

FACTORES ESTRUCTURAIJÍS... 273

empresaria como de los recursos financieros absorbidos por el sector exportador en su fase de crecimiento, sean desviados hacia el incipiente sector manufacturero. Esa modificación en et polo de atracción de las inversiones acarrea una serie de consecuencias, en razón de las diferencias específicas en el proceso de formación de capital entre el sector agrícola exportador y las nuevas actividades manufactureras.

Al analizar la fase de expansión de las exportaciones indicamos que el contenido de K en el monto del capital requerido para el aumento de la capacidad de exportación era relativamente pequeño (K — 0,1 K). Teniendo en cuenta la cantidad de K necesaria para producir k, que complementa K en P2, cabe atribuir al referido coeficiente un valor mayor, que sin embargo no es superior a 0,2. De ese modo, se deduce que la relación' P/K es igual o mayor a 2, si consideramos P2 y P3 conjuntamente. Dicho en otras palabras: para cada aumento de 100 dólares en la capacidad productiva de la agricultura capitalista, es necesario un máximo de inversiones de 50 dólares en términos de K, quesabemos está básicamente constituido por equipos importados. Ahora pasemos a considerar, a los fines de una comparación, el proceso de formación de capital en el sector manufacturero, que designaremos P4. Dada la estructura de precios relativos, la producti-vidad, tanto del trabajo como del capital, es sustancialmente mayor en P4 que en la agricultura capitalista. Admitamos que la producción por trabajador sea 2,5 veces mayor y que'la relación producto-capital sea también 2,5 veces superior.2 La tasa de salario sería apenas 50 por ciento más elevada, lo que se explica teniendo en cuenta que esa tasa sigue siendo bastante influida por el nivel de vida del gran contingente de población que permanece en el sector precapitalista. Para simplifi-car la exposición atribuiremos al sector exportador una producción

2 Considerando P2 y P3 en conjunto, la relación producto-capital tendrá que ser mayor que 0.4. Empero, la dimensión relativa de P3 solamente podrá ser definida si se formula con anterioridad una hipótesis sobre la tasa de crecimiento de P2. Con todo, la relación P/K es siempre estable, por cuanto se admite que, en los subsectores de la agricultura capitalista, son idénticas la productividad del trabajo y Ja cantidad de K por trabajador.

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media anual por trabajador de 1.000 dólares, y un salario medio anual de 400 dólares. Los valores correspondientes a la industria serían, por lo tanto, 2.500 y 600 dólares. La relación producto-capital (P/K) sería la industria igual a 1 y en la agricultura de exportación igual a 0,4, lo que significa que el capital total (K) por trabajador sería el mismo en los dos sectores, o sea 2.500 dólares. La tasa de utilidad bruta sería por lo tanto del 24 por ciento en la agricultura (600/2.500) y del 76 por ciento en la industria (1.900/2.500). Es necesario tener en cuenta, sin embargo, que de la inversión en el sector agrícola sólo una parcela no superior al 20 por ciento debe ser cubierta directa o indirectamente por ahorro, generado en el período anterior, al paso que en el sector industrial la totalidad de la inversión consiste en AK. En esa forma, la relación P/K es de 2 en la agricultura de exportación y de 1 en la industria; en otras palabras: dada una cierta tasa de ahorro —definida como ingreso generado y no consumido en el período anterior— la tasa de crecimiento obtenida en la industria corresponde a la mitad de aquella que sería posible obtener, en la agricultura de exportación. La composición de la demanda global constituye, por lo tanto una limitación a las tasas relativas de crecimiento de los dos sectores. Esa composición pasa a ser un factor básico determinante de la relación producto-capital, en la economía como un todo, cuando se mide el capital sólo en términos de K. Se debe tener en cuenta, por otro lado, que al modificarse la composición de la demanda global, en el sentido de inducir al crecimiento relativo de las inversiones indus-tríales, tiende a elevarse la tasa de utilidad bruta, hecho que repercute favorablemente en la tasa de ahorro. En efecto, como la relación P/K tiende a bajar de 2 a 1, con la reorientación de las inversiones, será necesario que la tasa de ahorro aumente proporcionalmente a fin de mantener la misma tasa de crecimiento. Frente a la elevación sustancial de la tasa de utilidad a la que ya hicimos referencia, es perfectamente posible que ocurra el aumento de la tasa de ahorro requerido.

Desde el punto de vista de la balanza de pagos, esas alteraciones en el proceso de formación de capital tienen un significado particular. En lo que respecta al sector exportador, ya vimos que K estaría constituido en su casi totalidad por equipos importados. En el sector industrial el contenido de importaciones (sumados efectos directos e indirectos) no

FACTORES ESTRUCTURALES... 275

sería inferior al 75 por ciento de la inversión. De ese modo, el coeficiente de importaciones por unidad de inversión adicional se elevaría de 0,5 a 0,75. Dicho en otras palabras, para crear un flujo adicional de ingreso de 100 dólares, se necesitaría en el primer caso importar equipos por valor de 50 dólares y en el segundo por valor de 75 dólares; o sea, para mantener la tasa de crecimiento se necesitaría aumentar en 50 por ciento las importaciones de los equipos. Por otro lado, el aumento en la tasa de utilidad y la consiguiente concentración del ingreso tendría que impulsar la demanda de bienes de consumo durables, importados en su totalidad. No obstante eso, cabe admitir que, en la primera fase del proceso de industrialización sustitutiva, esa tendencia es anulada por el efecto-precio, en razón de la fuerte elevación de los precios relativos de dichos productos. Clasificando las importaciones en tres grupos —equipos y productos intermedios, bienes de consumo durables y bienes de consumo no durables— es de suponer que el efecto de la elevación de los precios relativos (conse-cuencia de las desvalorizaciones) sobre la demanda será mínimo en relación con e{ primer grupo y máximo en relación con el tercero. En razón de la elevación de la tasa de utilidad, los industriales procurarán importar equipos y bienes intermedios, a pesar de la elevación de sus precios; por otra parte, la concentración del ingreso determinada por el propio mecanismo del desarrollo, capacita a las clases que poseen altos ingresos para enfrentar el aumento de los precios de los bienes durables importados. Así, es natural que la reducción de las importa-ciones tienda a concentrarse en el grupo de las manufacturas de consumo no durable. Y la concentración de la presión en este último sector que crea las condiciones favorables al proceso de sustitución de importaciones.

La industrialización en las referidas condiciones requiere un esfuer-zo de adaptación del sistema económico a progresivas reducciones de la participación de las importaciones en la oferta global. Es evidente que, una vez agotadas las posibilidades de sustituciones de bienes de consumo no durables, particularmente en lo que respecta a la fase final de la manufactura de esos bienes, todo intento de mantenimiento de la tasa de inversión tendrá que acarrear una creciente presión sobre la balanza de pagos; en consecuencia los precios relativos de los bienes durables de consumo y de los equipos, aumentarán aún más que en la

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) . 276 CELSO FURTADO

) fase anterior. Como el encarecimiento de los equipos tiende a afectar •, negativamente la tasa de inversión, la economfa sólo mantendrá la tasa

de crecimiento si se inicia la fase de sustitución de los bienes durables > de consumo y de los propios equipos. Denominaremos P5 a ese nuevo ) sector productivo, cuya característica básica es un elevado coeficiente , de capital. Así, si para cada trabajador ocupado en P4 eL orden de la

inversión es de 2.500 dólares, en el nuevo sector P5, son necesarios ' por lo menos 10.000 dólares para emplear una persona. En rigor, no ) se puede afirmar que toda industria productora de bienes durables de , consumo o de equipos presente un elevado coeficiente de capital y que

ocurra lo contrario con las industrias productoras de bienes no durables ) de consumo. Pero es perfectamente claro que esa es la regla general. ) Este hecho, combinado con la circunstancia de que el mercado de N. bienes durables y equipos presenta dimensiones relativamente menores

que el de los bienes no durables, es responsable del tardío desarrollo ) de dichas industrias. ) Siempre que se admita que la tasa de utilidad tiende a igualarse en \ las distintas industrias —de lo contrario no sería posible -%

explicar que las industrias con una notoria inferioridad en lo que f ' respecta a la rentabilidad del capital llegaron a traer inversiones— y ) que se tenga en cuenta que la tasa de salarios es la misma, cabe j inferir que la relación producto-capital tiende a ser tanto más baja

cuanto más elevado es el coeficiente de capital por trabajador. Dé acuerdo con supuestos anteriores, en P4 la cantidad dé capital por

,) trabajador sería de 2.500 dólares, la tasa de "salario de 600 dólares y ) la tasa de utilidad bruta del 76 por ciento, admitiendo una relación

producto-capital = 1. Si en P5 mantenemos las mismas tasas de salario y de utilidad bruta y si la densidad de capital por trabajador es de

) 10.000 dólares, la relación producto-capital no podrá exceder de 0,82. -; ) Esta segunda fase de la industrialización sustitutiva presenta otro \ aspecto de gran relevancia. Las industrias de bienes de capital, por el

hecho de que enfrentan mayores obstáculos, consecuencia de las - limitadas dimensiones del mercado y de la falta de medios adecuados ) de financiación de sus ventas, sólo encuentran condiciones de desarro-j lio cuando los precios relativos de ese sector alcanzan niveles extre-

madamente elevados. En realidad, los precios relativos de los equipos

FACTORES ESTRUCTURALES... 277

empiezan a elevarse a partir del momento en que se inicia el proceso de industrialización sustitutiva, pero sólo cuando esa elevación llega a alcanzar un determinado punto, la producción de equipos se torna económicamente viable. Es hasta posible que esa elevación de precios relativos de los equipos sólo empiece cuando ya este muy avanzado el proceso sustitutivo de manufacturas no durables de consumo; o que se inicie moderadamente y se acentúe en la fase final, como consecuencia de la modificación de la política tarifaria, que en una fase inicial podía estar orientada en el sentido de favorecer las importaciones de equipos y dificultar las de manufacturas de más fácil sustitución..Esa brusca elevación de los precios relativos de los equipos, que caracteriza a la segunda fase de la industrialización sustitutiva, repercute seriamente en el proceso de formación de capital, tanto en el sector manufacturero como en el agrícola. Teniendo en cuenta que la tasa de salarios está determinada por factores exógenos ai mercado, y siendo estable, es de esperar que la declinación en la relación producto-capital, provocada por la elevación de los precios relativos de los equipos, se traduzca en la reducción de la tasa de lucro. De esta manera, se excluye la posibilidad de que la tasa de ahorro suba para compensar la declinación de la productividad de K.

El aumento de la participación del sector P5 (productor de bienes durables de consumo y equipos) en el proceso de formación de capital, repercute en otras direcciones que merecen consideración. Dado el elevado coeficiente de capital por unidad de empleo en P5, a medida que este sector absorbe mayor volumen relativo de inversiones, menor es la cantidad de personas que se transfieren del sector precapitalista hacia las demás actividades productivas. Si para emplear una persona en P5 se necesita inversiones cuatro veces superiores que en P4, a medida que las nuevas inversiones se orientan hacia aquel sector, la tendencia a la concentración del ingreso tenderá a agravarse, aunque la tasa de utilidad se mantenga estable. En efecto, si la tasa de salarios y el monto de las inversiones se mantienen inalterables a medida que se reduce la tasa de transferencia de mano de obra de Pi hacia el sector industrial (P4 •+ P5) por unidad de inversiones en este último sector, el monto de la utilidad bruta tenderá a crecer con mayor rapidez que el monto de los salarios pagos. Como se admite que la población urbana, que goza de un nivel de salarios más altos, también crea una

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demanda para la agricultura capitalista, el crecimiento más lento de la masa de salarios tendrá efectos depresivos en la demanda de productos agrícolas, lo que reducirá la transferencia de mano de obra de Pi hacia P2 y P3, agravando la tendencia a la reducción en la relación producto-capital (P/K) de la agricultura como un todo.

En síntesis: la demanda global cambia su composición de tal manera que los recursos productivos deberán orientarse en el sentido de aumentar la participación de aquellos sectores donde es menor la productividad de K (bienes durables de consumo) y de reducir la participación de aquel sector en que la productividad es relativa-mente mayor (agricultura capitalista).

Surge de ese modo un proceso acumulativo circular por el cual las transformaciones en la composición de la demanda global determinan modificaciones en la estructura de la oferta que, al concretarse, acarrean: a) una elevación en la relación capital-trabajo del conjunto del sistema económico (K/L); b) declinación en la transferencia de la mano de obra desde los sectores de baja productividad hacia los de productividad más alta; c) aumento en la relación capital-producto de la economía como un todo (K/P). La elevación en el coeficiente de capital por unidad de empleo, en condiciones de estabilidad en la tasa de salario, opera en el sentido de concentrar el ingreso, por un lado, y por el otro, al orientar las inversiones hacia industrias cada vez más exigentes desde el punto de vista de las dimensiones de mercado, ponen en marcha factores que hacen mermar la relación producto-capital. En síntesis, el proceso de concentración del ingreso actúa en dos direc-ciones. Por un lado, tiende a elevar el coeficiente de capital, dando lugar a un mecanismo acumulativo, porque la elevación del coeficiente de capital por unidad de empleo provoca una nueva concentración del ingreso, si la tasa de salario se mantiene estable. Por otro lado, tiende a reducir la tasa de crecimiento a medida que provoca una declinación en la relación producto-capital, como consecuencia de la concentración de las inversiones en las industrias de bienes durables de consumo, con respecto a las cuales son mayores los obstáculos provocados por las dimensiones inadecuadas del mercado; y en la medida en que provoca una relativa reducción de las inversiones en el sector agrícola, donde la formación de capital se hace efectiva, en gran

FACTORES ESTRUCTURALES... 279

parte, a través de la absorción de la mano de obra proveniente del sector precapitalista.

Conviene considerar aparte el caso especial de una economía que, en la fase del crecimiento de las exportaciones, haya absorbido la totalidad del sector precapitalista y presente un mercado de trabajo prácticamente unificado. Supongamos que el gobierno, para enfrentar la depresión, emprenda una política idéntica a la señalada anteriormen-te, manteniendo el nivel de ingreso monetario del sector exportador por la compra de los excedentes agrícolas y por la desvalorización de la tasa de cambio.

Como en el caso anterior, la oferta de manufacturas importadas sufriría una declinación en términos reales, mientras que el nivel de ingreso monetario se mantendría, lo que acarrea una elevación de los precios relativos de aquellas manufacturas, creando un incentivo para intensificar su producción interna. Sin embargo, la industrialización tendrá que realizarse a través de la absorción de la mano de obra aplicada anteriormente en el sector exportador, una vez que dejó de existir el sector precapitalista. A pesar de la política de defensa 4el nivel de ingreso del sector exportador, es natural que, tanto la tasa de salarios como la tasa de utilidad, vayan declinando en términos reales, ya que la productividad económica del sector exportador ha mermado y los términos de intercambio del país muy probablemente están en deterio-ro. De esta manera, las industrias no encuentran dificultad en atraer la mano de obra, porque la tasa de utilidad en las actividades indus-triales aumentan como consecuencia de la elevación de los precios relativos de las manufacturas. La intensificación de las inversiones industriales repercute doblemente en la agricultura de exportación: por un lado crea una presión en el sentido de elevar los salarios, a medida que atrae grandes cantidades de mano de obra hacia las ciudades; por otro lado agrava la tendencia —consecuencia del deterioro de los términos de intercambio— a la elevación de los costos agrícolas en la medida en que, al desviar hacia el sector industrial una parte sustancial de la capacidad de importar, reduce la disponibilidad de divisas para atender a las necesidades del sector agrícola, obliga a éste a adquirir manufacturas de producción interna, de precios relativamente altos. De esa manera ocurre una convergencia de factores que opera en el

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sentido de reducir la tasa de utilidad del sector agrícola exportador e, indirectamente, de hacer más atractiva las inversiones industriales, permitiendo que el proceso sustitutivo avance con extraordinaria rapidez.

En dichas condiciones, es probable llegar a una subutilización de la capacidad exportadora, con efectos negativos para la productividad en el conjunto de la economía. Al alcanzar la fase superior de sustitución de importaciones, caracterizada por Ja producción de equipos, se presentarán nuevos problemas. Siendo el coeficiente de capital de la agricultura más alto que en el caso de las economías con un sector precapitalista, el aumento de los precios relativos de los equipos, al cual hicimos referencia, contribuirá también a reducir la tasa de lucros en el sector exportador. En síntesis: el "cierre" de una economía que haya alcanzado un elevado nivel de ingreso al integrarse en un sistema de división internacional del trabajo, y que, en esta forma, haya absorbido la totalidad de su sector precapitalista, tiende a provocar una reducción de la productividad media, que es particularmente grande cuando la ventaja relativa que favoreció su integración en el mercado internacional es consecuencia de una utilización extensiva de recursos naturales. Las modificaciones estructurales requeridas por la industria-lización sustitutiva significan, en este caso, bajas en la productividad que sólo podrán ser anuladas a través de un desplazamiento hacia arriba en las funciones de producción causado por la elevación del nivel tecnológico.

Si comparamos los dos casos —el de la industrialización sustitutiva con una oferta ilimitada de mano de obra, con un nivel de salario condicionado por el patrón de vida en el sector precapitalista (como el ejemplo de Brasil) y el de la industrialización sustitutiva con la oferta limitada de mano de obra (como el ejemplo de la Argentina)— verificamos lo siguiente. En el primero, la industrialización puede seguir adelante sin ningún efecto sobre el nivel délos salarios agrícolas y sí [*] afectar significativamente la rentabilidad del sector exportador;

[*] Nota de los compiladores: Se trata, obviamente, de un error tipográfico: debe decir "sin" y no "sf .

FACTORES ESTRUCTURALES...

en esta forma no'existe incompatibilidad entre el avance de la indus-trialización sustitutiva y la recuperación del sector exportador en el momento en que existan condiciones favorables en los mercados externos, como se evidenció en Brasil en la década del cincuenta, en ocasión de la gran expansión de la producción cafetalera, al mismo tiempo que la industrialización sustitutiva alcanzaba elevadas tasas de crecimiento. En el segundo caso, la industrialización sustitutiva puede afectar seriamente la rentabilidad del sector agrícola y dificultar su recuperación en el momento en que surjan condiciones favorables en los mercados externos. Para evitar esos efectos negativos, la industria-lización tendría que estar acompañada por un esfuerzo de inversión en el sector agrícola con miras a elevar el nivel técnico del mismo y a liberar la mano de obra. Ese esfuerzo de inversión en el caso conside-rado, jamás podría realizarse espontáneamente, ya que la agricultura se está enfrentando con una declinación en la tasa de utilidades como consecuencia de la crisis exterior y de los efectos indirectos del esfuerzo de sustitución de importaciones.

Volvamos ahora al caso general en que el proceso de industrializa-ción sustitutiva provoca, en su fase más avanzada, una relativa elevación de los precios de los equipos y una mayor concentración del ingreso. El relativo encarecimiento de los equipos tiene efectos inver-sos al de las innovaciones tecnológicas que tienden a ahorrar capital: exige mayor inversión por unidad de producto, mantenidos sin ninguna alteración los demás insumos. Así como las innovaciones tecnológicas ahorrativas de capital, en condiciones de salarios estables, tienden a elevar la tasa de utilidad, ocurre lo contrario cuando aumentan los precios relativos de los equipos. Es evidente que dicha tendencia puede ser anulada por una elevación del nivel general de precios que permita una redistribución compensatoria del ingreso. Sin embargo, como se supone que la tasa del salario real es constante, la declinación de la relación producto-capital tendría que traducirse en la contracción de la tasa de utilidad, con efectos negativos en el ahorro y reducción de la tasa de crecimiento. La tendencia a la declinación de la tasa de ahorro podría, con todo, ser anulada por aquellos factores que están actuando simultáneamente en el sentido de aumentar la concentración del ingreso.

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282 CELSO FURTADO

La concentración del ingreso, al orientar las inversiones hacia las industrias con elevado coeficiente de capital, tiene efectos semejantes al de la penetración de la tecnología ahorrativa de mano de obra. Si la tasa de salarios es estable, la reducción del insumo de mano de obra por unidad de producto acarreará necesariamente la elevación de la tasa de utilidad, o una baja en el precio relativo del producto. Sin embargo, si los salarios son determinados básicamente por otros factores, la reducción en el precio relativo de un producto sólo significa que la elevación de la tasa de utilidad se realiza en el conjunto del sistema económico y no en beneficio de una determinada industria. En cualquiera de esos casos ocurre una concentración de ingreso, lo que elevará la tasa de ahorro, pudiendo neutralizar la tendencia indicada anteriormente. Por consiguiente, todo sucede como si el sistema económico estuviera absorbiendo una tecnología tendiente a reducir la productividad del capital y aumentar la de mano de obra. Por eso, para que el producto aumente son necesarios insumos crecientes de capital y decrecientes de mano de obra, de donde se concluye que, manteniéndose inalterados los precios relativos, a una tasa estable de crecimiento del producto corresponde una tasa declinante de absorción de mano de obra íuera del sector precapitalista y otra tasa ascendente de ahorro, manteniéndose inalterados los precios relativos.

Lo más probable es que las dos tendencias referidas anteriormente se presenten con distintos pesos en cada caso concreto. Ahí donde las dimensiones reales y potenciales del mercado son relativamente gran-des, como en el caso de Brasil, es perfectamente concebible que las industrias de bienes de capital superen las dificultades de la primera fase y lleguen a beneficiarse con ciertas economías de escala, detenien-do la tendencia al encarecimiento relativo de los equipos a que ya hicimos referencia. Quizá esté ahí la diferencia básica entre la evolu-ción del proceso sustitutivo en Chile y en Brasil. En el primer caso, cuando la industrialización alcanzó aquella fase en que las limitaciones del mercado se traducen en creciente ineficiencia de las inversiones, provocó una reducción de la tasa de ahorro y una declinación en la tasa de crecimiento. En el segundo caso, las dimensiones más amplias del mercado, junto a una mayor importancia relativa del sector precapita-lista, crearon las condiciones para que, por un lado, la industria de

FACTORES ESTRUCTURALES... 283

bienes de capital alcanzara mayor eficiencia y por otro, para que el proceso de concentración del ingreso avanzara lo suficiente para producir con toda plenitud sus consecuencias negativas, tanto econó-micas como sociales. De este modo, los factores que permitieron el éxito del proceso sustitutivo en Brasil son los mismos que hicieron que el desarrollo en ese país sólo haya beneficiado a reducida parcela de la población y haya generado agudas tensiones sociales. Al alcanzar un punto crítico, esas tensiones tendrían que afectar de modo adverso el proceso de crecimiento. Aunque por procesos diversos, la industriali-zación sustitutiva, tanto en Brasil como en Chile, engendró una serie de obstáculos que llegarían a provocar su agotamiento como factor capaz de impulsar el desarrollo.

En el curso de todo el análisis anterior se ignoró explícitamente el hecho de que la matrix estructural podría ser modificada a través de la absorción de nuevas tecnologías. Se pretendió demostrar que las alteraciones en la composición de la demanda —provocadas inicial-mente por el impulso externo y, en una fase subsiguiente, generadas por la política de defensa del ingreso de los exportadores—1 son suficientes para explicar las modificaciones en la estructura de la oferta que permitirían elevar la productividad media de la mano de obra en la región. Las alteraciones ocurridas en las funciones de producción. encuentran su explicación en la interferencia de factores exógenos al proceso económico, como es el hecho de que los equipos importados eran portadores de innovaciones tecnológicas. Sin embargo, cabría indagar si la penetración de nuevas técnicas, al modificar las relaciones insumo-producto, no operaron en el sentido de anular la acción de los factores tendientes a concentrar el ingreso. Teniendo en cuenta que las innovaciones tecnológicas encuentran su principal vehículo de penetración en los equipos, es natural que sean aquellos sectores que los usen más ampliamente los que están en mejor posición para recibir los beneficios de esas innovaciones. Así, a la agricultura corresponde la menor probabilidad de beneficiarse, y la máxima a las industrias de bienes de consumo durable y de equipos. Supongamos que las innovaciones tecnológicas sean "neutras", es decir, que aumenten simultáneamente la productividad del capital y de la mano de obra. En condiciones de salarios estables, tanto el aumento de la productividad del capital como el de la mano de obra operan en

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) el sentido de reducir la participación de los salarios en el total del \ ingreso. Con todo, se puede admitir que la penetración de técnicas más

avanzadas, concentrándose en el sector manufacturero, llegue a pro-' vocar una baja en los precios relativos de los productos industria-) les, benefeciando en algo a los trabajadores del sector precapitalista, , cuya remuneración está fijada tradicionalmente como una proporción

constante de aquello que producen. Esa elevación del nivel de subsis-) tencia provocaría un desplazamiento hacia arriba de toda la escala de ) salarios rurales y urbanos. Con todo, teniendo en cuenta el peso •>j reducido de las manufacturas en el gasto del trabajador del sector

precapitalista, el beneficio que le toca tendrá que ser muy inferior al ) que retorna a los grupos que poseen un alto coeficiente de consumo de ) bienes manufacturados, particularmente durables. De esta manera, . independientemente del hecho de que posibilita la elevación de la

productividad media, las innovaciones tecnológicas contribuyen a ) agravar las tendencias señaladas. ..) En síntesis, todo sucede como si la existencia de un sector precapi-) talista de carácter semifeudal, junto a un sector industrial que absorbe

una tecnología caracterizada por un coeficiente de capital rápidamente • creciente, originase una pauta de distribución del ingreso que tiende a .) orientar la aplicación de los recursos productivos, en forma de ) reducir la eficiencia económica de éstos, y de concentrar aún más

el ingreso, en un proceso de causación circular. En el caso más general, la declinación en la eficiencia económica provoca directamente el

.) estancamiento económico. En los casos particulares, la creciente ) concentración del ingreso y su contrapartida de población subempleada

que afluye hacia las zonas urbanas, crean tensiones sociales que, de por sí, son capaces de hacer imposible el proceso de crecimiento.

Sin pretender sacar conclusiones de carácter general del análisis ) presentado, diremos que el desarrollo como un proceso espontáneo, ) es decir, como una consecuencia de la actuación de ciertos grupos

sociales empeñados en elevar al máximo sus beneficios materiales y„ su influencia sobre los demás grupos componentes de una comunidad

) nacional se produjo en América Latina a partir de la segunda mitad del

FACTORES ESTRUCTURALES... 285

siglo pasado, sin exigir o provocar cambios fundamentales en la estructura social de la gran mayoría de los países.3 Este proceso, sin embargo, aunque pueda todavía perdurar en ciertas áreas por algún tiempo, presenta evidentes señales de agotamiento en la región como un todo.

Por sus características el desarrollo latinoamericano, tanto en su fase de crecimiento de las exportaciones como en la de industrialización, constituye un proceso histórico distinto de lo que se admite como modelo clásico del desarrollo capitalista, en el cual las innovaciones tecnológicas desempeñan un papel fundamental. A menos que haya un mayor avance en la identificación de los tipos básicos de economía capitalista, todo intento de generalización teórica que procure interpretar los problemas actuales de la economía latinoamericana en base a la evidencia histórica de las economías capitalistas avanzadas, será de reducida eficacia. Nada autoriza a ver en el desarrollo latinoamericano una fase de transición hacia estructuras capitalistas del tipo conocido hoy en Europa occidental y en América del Norte, porqué existen abundantes datos empíricos de que la industrialización sustitutiva está agravando el dualismo del mercado de trabajo, y de que el hiato entre el sector moderno y la economía precapitalista se amplía, sin que se pueda vislumbrar ninguna perspectiva de reducción de la importancia de esta última como fuente de ocupación. En el sector urbano la agravación del mismo dualismo se manifiesta a través del rápido crecimiento de poblaciones subempleadas.

En los modelos teóricos utilizados corrientemente como base para la formulación de políticas de desarrollo, se admite implícitamente que el sistema económico se halla integrado por un conjunto de relaciones estructurales, cuya relativa estabilidad es consecuencia de la existencia de un marco institucional y que los hombres y los grupos sociales, en su esfuerzo por aumentar su ingreso, se apoyan en la propia experiencia

3 Los tres pafses latinoamericanos que conocieron revoluciones sociales en el último medio siglo —México, Boliviay Cuba—constituyen casos especiales con respecto a los cuales cabría introducir nuevos elementos en el análisis esbozado en el presente capítulo.

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286 CELSO FURTADO

y prefieren caminos ya recorridos, lo que hace posible prever estadís-ticamente ese comportamiento. Por otro lado, se admite que una constante del comportamiento social de individuos y grupos de indivi-duos, es la propensión a aumentar la participación en el ingreso, sea reduciendo la- cuota de otros o provocando el aumento del ingreso global mediante la introducción de innovaciones técnicas en los pro-cesos productivos. Este tipo de modelo teórico implica también que si se mantiene un nivel adecuado de empleo, existe compatibilidad, -o incluso una relación causal necesaria, entre el comportamiento esta-dísticamente más probable de cada grupo y el logro máximo del bienestar social, en la medida en que este último concepto puede ser definido en términos de variables macroeconómicas. Una serie de "señalizadores" políticos, que registran las tensiones estructurales más significativas, permite que se introduzcan oportunamente en el marco institucional las correcciones capaces de asegurar la referida compati-bilidad. Contrariamente a ese modelo, el marco institucional que prevalece en América Latina crea patrones de distribución de ingreso responsables de formas de comportamiento incompatibles con una más racional utilización de los recursos disponibles, en función de la maximización del producto global en un período de tiempo definido. Existe un conflicto entre los intereses de grupos que controlan el proceso de formación de capital y los de la colectividad como un todo, siempre que se admita que esta última aspira a llevar al máximo las posibilidades de bienestar social. Como los referidos grupos económi-cos también ocupan todas las posiciones estratégicas en el sistema de poder, no es de admirar que los señalizadores políticos se muestren inadecuados para registrar las tensiones estructurales y que los órganos de decisión política carezcan de la necesaria funcionalidad para pro-mover oportunamente la remoción de los obstáculos al desarrollo. El meollo del problema no se halla en el comportamiento de los agentes que toman decisiones económicas, los cuales pueden muy bien regirse por estrictos criterios de racionalidad, tanto en función de loS-medios que utilizan como de sus legítimos objetivos; se halla en las relaciones estructurales que delimitan el campo dentro del cual son tomadas las decisiones relevantes. En este sentido se puede atribuir al problema

FACTORES ESTRUCTURALES... 287

del estancamiento latinoamericano un carácter estructural.4 De ese modo, cabe indagar si una política capaz de detener la tendencia al estancamiento a largo plazo no tendrá que asumir la forma de acción consciente y deliberada tendiente a crear relaciones estructurales y condicionar formas de comportamiento capaces de engendrar un proceso social del cual el desarrollo económico sea un componente necesario.

4 La tasa anual acumulada de aumento de la renta real per capita en América Latina en su conjunto se comportó, a partir de 1950, de la manera siguiente: 1950-1955, 2,2 %; 1955-1960, 1,4 %\ 1960-1963, 0,4 %. (Ver CEPAL, Estudio Económico de América Latina, 1963, Vol. I, p. 3).

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CONCENTRACIÓN DEL PROGRESO... 289

Aníbal Pinto: Concentración del progreso técnico

y del ingreso. El papel del Estado

Extractado de Pinto, A., "La concentración del progreso técnico y de sus frutos en el desarrollo latinoamericano" (1965), en Inflación. Raices estructurales, México, Fon-do de Cultura Económica, 1973, pp, 38-53,63-75,81-82 y 95-103.

El punto de partida o, si se quiere, la motivación para este trabajo yace en la conocida tesis de la CEPAL, expuesta por.el doctor

Prebisch, sobre la retención por parte de los países industrializados de los beneficios de su productividad creciente.' Por otro lado, el tema

1 En 1950 el Dr, Prebisch resumió asf el fenómeno ocurrido en las naciones centrales y su repercusión sobre las periféricas: "Primero: los precios no han bajado conforme al progreso técnico, pues mientras por un lado el costo tendía a bajar a causa del aumento de la productividad, subían, por otra parle, los ingresos de los empresarios y los factores productivos. Cuando el ascenso de los ingresos fue mis intenso que el de la productividad, los precios subieron en vez de disminuir. "Se-gundo: Si el crecimiento de los ingresos, en los centros industríales y en la periferia, hubiese sido proporcional al aumento de las respectivas productividades, la relación de precios entre los productos primarios y los productos finales de la industria no hubiese sido diferente de la que habría existido si los precios hubiesen bajado estrictamente de acuerdo con la productividad. Y dada la mayor producti-vidad de la industria, la relación de precios se habría movido en favor de los productos primarios. "Tercero: Como en realidad, la relación, según se ha visto, se ha movido en contra de los productos primarios, entre los años setenta del siglo pasado y los treinta del presente, es obvio que los ingresos de los empresarios y factores productivos han crecido, en los centros, más que el aumento de ]a productividad, y en la periferia, menos que el respectivo aumento de la misma. "En otros términos, mientras los centros han retenido íntegramente el fruto del progreso técnico de su industria, los países de la periferia les han traspasado una parte

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2 9 0 ANÍBAL PINTO

también está inspirado por los planteamientos del profesor Rosens-tein-Rodan respecto a las tendencias a la concentración del capital y del progreso técnico en los países centrales, en vez de diseminarse en función de las oportunidades aparentes en cuanto a mano de obra y a recursos naturales en la periferia. Como se comprende, ambas cuestiones están estrechamente emparentadas y son, en verdad, caras de una misma moneda, ya que lo primero, en lo fundamental, ha sido consecuencia del segundo fenómeno.

Desde esos análisis de las relaciones económicas internacionales, nuestro interés se desvió hacia la reproducción de esos hechos en el ámbito interno de nuestras economías» ya que dentro de cada país, aunque con características originales, emergen problemas similares en los nexos entre sectores y unidades que absorben con ritmos dispares el progreso técnico y asimismo aprovechan en grado diverso sus rendimientos.

En la primera parte de este trabajo examinaremos la forma en que se han concentrado los aumentos de productividad en nuestra evolución y la repartición social de los mismos. En la segunda, intentaremos un examen del origen de esos aumentos y de su relación con los incre-mentos del ingreso. En la sección final trataremos de analizar algunas implicaciones de los fenómenos registrados para la dinámica del desarrollo y las alternativas que plantean para la política económica.

Casi es innecesario señalar que apenas somos capaces de intentar un tosco boceto de cada uno de esos temas, tanto más cuanto que ellos se presentan con rasgos propios en los diferentes países. Tenemos la esperanza, sin embargo, de que esta exposición pueda resultar un estímulo para exámenes más competentes, particulares y documentados.

del fruto de su propio progreso técnico". "El desarrollo económico de la América Latina y sus principales problemas", Boletín Económico para Atnérica Latina, Vol. vn, núm. 1, febrero de 1962, p. 5.

CONCENTRACIÓN DEL PROGRESO...

I. La concentración del progreso técnico en América Latina

Para escrutar los problemas que afloran en una economía subdesa-rrollada conviene que miremos separadamente los modelos de crecimiento predominantes en la evolución latinoamericana: el "primario-exportador" y el de "desarrollo hacia adentro", ahorrándo-nos, por conocidas, toda referencia a la naturaleza o contenido de ambos.2

El problema en las economías primario-exportadoras

En el primer modelo, como bien se sabe, la demanda exterior por productos primarios dinamizó de preferencia aquellos sectores y actividades ligadas a la exportación de esos bienes. En muchos casos, más que absorción deprojreso técnico, en el sentido deoina asimilación de instrumentos y procesos más eficaces, la mayor productividad del sistema o de las áreas favorecidas obedeció a una explotación más intensa de los recursos naturales y la fuerza de trabajo.

Cualquiera que fuera la modalidad al respecto, lo cierto es que las transformaciones acaecidas dejaron más o menos intacto el resto del cuerpo económico, componiendo la típica estructura dual de esos sistemas. En otras palabras, no sólo se concentraron en el sector exportador y en sus satélites los aumentos visibles de productividad, sino que éstos, por diversas razones, no consiguieron irradiarse "hacia atrás", hacia el hinterland, que continuó viviendo en el "pasado económico". Un mapa de la actividad productiva a principios de siglo habría mostrado con claridad una serie de manchas, generalmente

2 Aparte de los numerosos estudios básicos de la CEPAL, desde el informe de 1949 adelante, puede consultarse la exposición reciente de Mana Concei$áo Tavares, "Auge y declinación del proceso de sustitución de importaciones eñ Brasil", Boletín Económico para América Latina, Vol. IX, núm. 1, marzo de 1964.

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)

' cerca de las costas, incrustadas y en cierto grado aisladas de la masa ) territorial circundante. \ La concentración sectorial y espacial que implicó ese modelo tema

su contrapartida lógica en el plano social, esto es, en la distribución de las ' ganancias de la mayor productividad. Dada la restricción de ) los derechos de propiedad sobre los recursos explotados y la abundan-\ cia de mano de obra, el ingreso generado tenía que repartirse muy

desigualmente, de manera que a menudo no había grandes diferencias ' entre la remuneración del trabajo en los sectores dinámicos y en los ) tradicionales. Por otro lado, considerada la habitual participación de \ capital extranjero, una parte variable de la renta originada quedaba

fuera del sistema. La situación en estos aspectos presentó francos contrastes en la

-1 región. En general, la diseminación de las ganancias de productividad ) parece haber sido mayor allí donde se dieron todas o algunas de estas \ condiciones: a) dominio nacional de las exportaciones; b) menor

concentración del ingreso generado por el sector exportador; c) mayor ^ participación del Estado én esas rentas; d) mayor dependencia de las

'} actividades de exportación respecto a insumos o abastecimientos de , origen interno; e) riqueza de los recursos y disponibilidad y costo

de la fuerza de trabajo. Para ilustrar este punto pueden verse las líneas gruesas de algunos

) casos típicos. ) En un extremo, por ejemplo, es posible ubicar a algunas de las ; pequeñas repúblicas centroamericanas, especializadas en la exporta-

ción de plátanos, donde a la propiedad foránea se sumaban circuns-' tandas del típico enclave que, recordando a Singer,3 sólo desde el

.) ángulo geográfico formaba parte de la economía nacional. ) En otra esquina se perfila el esquema argentino-uruguayo, en que I prevalecen la propiedad interna de los recursos explotados, la

.) ) 3 Hans W. Singer, "Comercio e inversión en países poco desarrollados. Distribu-

ción de las ganancias entre los países inversores y los deudores", El Trimestre •' Económico, Vol. XVII, nüm. 66, México, 1950, pp. 232-251. )

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CONCENTRACIÓN DEIPROCRESO... 293

generosidad délos mismos y la escasa necesidad de mano de obra. A. pesar de la concentración interna del ingreso, propia de las estructuras latifundistas, la expansión primaria consigue promover otras activida-des y difundir así las ventajas de su elevada productividad natural.4

En Chile sobresalen otros rasgos. En una primera fase del creci-miento hacia afuera, la demanda exterior dinamizó actividades mineras y agrícolas de propiedad nacional, diseminando los mayores rendi-mientos del sistema en una forma más amplia que en el modelo de enclave, a despecho de la gran concentración del ingreso y de la filtración vía importaciones. En una segunda etapa, con la incorpora-' ción del nitrato, emergen otras relaciones, a base de la absorción por el Estado de parte de la renta generada por la industria salitrera, que pasa a manos extranjeras. En estas circunstancias, como escribió Jorge Ahumada, el gasto público llega a ser el "ventilador" que reparte ingresos y crea empleos con los frutos de la explotación minera. Por otro lado, el sector exportador se constituye en un mercado importante de la agricultura, lo que refuerza la irradiación interna de sus opera-ciones.

En el caso del Brasil, original en muchos aspectos, tal vez lo más interesante son las diferencias que destaca el estudio de Celso Furtado5

entre el efecto de la explotación azucarera en el Nordeste y el del café en la región Centro Sur y especialmente en San Pablo. En la primera experiencia, como indica Furtado, "un conjunto de circunstancias tendió... a desviar para el exterior en su casi totalidad ese impulso dinámico". Influyó en esto tanto el peso de los intereses coloniales portugueses y holandeses como la concentración del ingreso propia del latifundio y acentuada por el régimen de esclavitud, que proyectaba la demanda para afuera y no hacia atrás. El café, en cambio, se desarrolla sobre la base del trabajo asalariado y con un nivel relativamente elevado de remuneraciones por causa de la inmigración de mano de

4 Hacia 1930 las actividades manufactureras empleaban alrededor del 26 % de la población activa; los servicios, el 33 % y el agro absorbía el resto. Aldo Ferrer, La economía argentina, Fondo de Cultura Económica, México, 1963, p. 140..

5 Formación económica del Brasil, Fondo de Cultura Económica, México, 1962.

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obra y el tipo de cultivo. Con esto se difunde en mayor grado la bonanza exportadora y emerge un mercado interno más propicio para la aparición de otras actividades.

De todos modos, a pesar de los contrastes, el modelo de crecimiento primario exportador, al radicar exclusivamente o con gran preferencia los beneficios de la mayor productividad del sistema en el sector exportador y en sus satélites, dejó al margen o sustancial mente rezagadas a las otras actividades o áreas. Aun en la Argentina, que presenta con el Uruguay el ejemplo más desvaído de ese fenómeno, también resalta "el estancamiento del interior" frente a lá expansión del litoral, "centro dinámico indiscutido del país".6

La nueva dualidad en el modelo de "desarrollo hacia adentro"

AI desplazar la atención hacia las circunstancias creadas por el nuevo modelo de desarrollo que ha caracterizado Ja evolución de las princi-pales economías latinoamericanas en los últimos tres decenios encon-tramos algunas importantes diferencias con respecto a lo acaecido en el pasado anterior.

Por lo pronto, la elevación de la productividad del sistema —mirada globalmente— que se expresa en el incremento de los ingresos por persona activa, obedece más al esfuerzo de inversión interno, tanto público como privado, que a la sola o predominante incorporación de factores o a su explotación más completa. Cierto es que en muchos casos, sobre todo en el período inicial, los mayores rendimientos se deben en parte principal al uso más intenso de instalaciones y recursos ya existentes y subempleados por causa de las políticas liberales de importación, pero, sobrepasada esa etapa, el dinamismo de la econo-mía pasa a depender de la incorporación de equipos, técnicas, formas de organización y capital básico por parte de los agentes colectivos y particulares de producción.

6 Aldo Ferrer, op. cit.

CONCENTRACIÓN DEL PROGRESO... 295

Sin embargo, lo señalado sólo explica en parte los aumentos de productividad del sistema y en particular de los sectores emergentes. La verdad es que el ingreso por persona ocupada en esas áreas también se elevó por causas distintas al incremento de la productividad física o real de los factores y este aspecto tiene significación primordial para las cuestiones que se examinarán más adelante. En efecto, en un grado difícil de cuantificar y seguramente muy variable en cada actividad y cada país, aquel mejoramiento de la productividad se debió también a decisiones de la política económica y social y al cambio de precios relativos en favor de los bienes sustituidos en la pauta de importaciones.

Lo que interesa en el momento es que el modelo emergente implicó una segunda y también parcial transformación, determinada por la extensión del progreso técnico al sector industrial y a las actividades complementarias, así como antes había ocurrido en el área exportadora y sus ramificaciones. De este modo, la estructura productiva pasó a exhibir dos universos relativamente avanzados por sus niveles de productividad. En algunos casos, ambos polos se enlazan y refuerzan, como parece haber sido la experiencia^del Brasil, tanto por los nexos entre la explotación cafetalera y la industria paulista, como porque los ingresos de las exportaciones contribuyen en forma decisiva a la diversificación industrial. En otros, en cambio, continúan siendo relati-vamente independientes, aunque el aparato fiscal establezca lazos entre ambos, como en Chile o Venezuela.

Entretanto, como en el pasado, un segmento más o menos apreciable del cuerpo económico quedó al margen de estos cambios, compren-diendo, por lo general, la actividad agropecuaria no exportadora (y a veces también la exportadora), otras actividades primarias (excepto, habitual mente, la minería de exportación), gran parte de los servicios y una fracción considerable de la propia industria, detenida en un nivel artesanal o semiartesanal.

Fácil es percibir la mayor complejidad y los contrastes del nuevo esquema de dualidad que toma cuerpo. Por una parte, como se ve, la separación entre los polos es menos nítida que en el otro modelo y no corresponde a una simple dicotomía sectorial. Dentro de cada una de Jas actividades principales —primarias, secundarias y terciarias— se

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establece una suerte de "corte horizontal", que divide las capas modernas de las tradicionales o estancadas.

Por otro lado, los desniveles entre ambos universos parecen ser con frecuencia mucho más pronunciados, especialmente porque el campo industrial, a medida que se diversifica y se extiende a la producción de bienes de consumo durables y de capital, incorpora tecnologías equiparables a las de los países centrales.

En verdad, en este cuadro, más que una dualidad, se perfila una extraordinaria heterogeneidad histórica, en que conviven unidades económicas representativas de fases separadas por siglos de evolución, desde la agricultura primitiva, a veces precolombina, a la gran planta siderúrgica o de automotores montada a imagen y semejanza de la instalada en una economía adulta.

En lo principal, esos contrastes son un reflejo del grado en que se ha concentrado el progreso técnico en puntos determinados de la estructura productiva. Una ilustración adecuada del fenómeno podría extraerse del cotejo de la productividad por persona en los campos representativos de los segmentos básicos. Sin embargo, los datos disponibles, cuando los hay, por lo general sólo permiten extraer promedios sectoriales, que no acusan las disparidades dentro de cada sector. En Chile, por ejemplo, la "gran minería" del cobre tenía en 1952 una productividad alrededor de 12 veces mayor que la media y más de 20 veces superior a la de la agricultura; sin embargo, el conjunto de la minería sólo ostenta una productividad poco menor al doble de la media y alrededor de tres veces mayor que la agrícola. Por su lado, la industria, tomada globalmente, aparecía con rendimientos poco inferiores al promedio y sólo un 50% mayor que el registrado para la agricultura.7 Con certidumbre, el cuadro sería bien diferente si se tomaran por separado nada más que las grandes empresas fabriles —entendiendo por éstas a las que emplean más de 200 personas— que constituyendo en 1957 sólo el 2.9 de los establecimientos, absorbían

7 Instituto de Economía, Desarrollo económico de Chile 1940-56, Editorial Uni-versitaria, Santiago, 1956, cuadro 125, p. 155.

CONCENTRACIÓN DEL PROGRESO... 2 9 7

el 61.7 % de la fuerza motriz del sector y generaban el 54.6 % de su valor agregado.8

A falta de antecedentes más detallados puede elegirse como indica-dor pálido y tosco la diferencia entre la productividad alcanzada por el sector más modernizado, el industrial, y la de la agricultura. Como es obvio, este contraste será mayor y el problema que nos interesa más serio en la medida que la agricultura tradicional tenga gravitación importante en el sistema (por ejemplo, en términos de la población que retiene) y que las actividades industriales hayan llegado más lejos en su progreso tecnológico. En ambos aspectos, el Brasil y México que, dicho sea de paso, representan alrededor de la mitad de la población regional, parecen ofrecer los ejemplos más conspicuos, aunque en ambos casos debe recordarse que ni el sector agrícola ni el industrial son homogéneos, esto es, hay fajas avanzadas y rezagadas en uno y otro. Si se pudiera distinguir, el problema se perfilaría con mucho más relieve.

Las disparidades en cuanto a la productividad de los sectores básicos quedan evidenciadas en el cuadro 1.

Cuadro 1. El Brasil y México. Productividad por persona ocupada en la industria y la agricultura

Brasil (en miles de cruceiros de 1949) México (en pesos de 1950)

Año 1950 1960 1950 1960

Industria 29.100 49.000 10.227 12.045

Agricultura 4.700 5.000 2.047 2.430

Fuentes: Brasil: Centro CEPAL/BNDE. México: Cincuenta años de Revolución mexicana en cifras.

8 Véase Instituto de Econom/a, La economía de Chile en el período 1950-63, Santiago, 1963, tomo I, p. 125.

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Como salta a la vista, las diferencias son sustanciales y crecientes en el Brasil. La productividad por hombre en el sector industrial fue aproximadamente 6 y 10 veces superior a la del agrícola en los años 1950 y 1960, respectivamente. En México la relación es de 5 a 1 y no se modifica prácticamente en los años de referencia, lo que implica que, por lo menos, el sector agrario consiguió elevar sus rendimientos a paso semejante al de la industria.9

La concentración del progreso técnico en el plano sectorial tiene su contrapartida en los desniveles regionales, ya que los centros fabriles se han desarrollado de preferencia o exclusivamente en puntos deter-minados de los territorios. En el Brasil, por ejemplo, en 1960, poco más del 55 % del valor agregado por las industrias de transformación se originaba en las plantas de San Pablo, aunque este Estado sólo tem'a el 18 % de la población. En ese mismo Estado, por otra parte, estaba radicado el 66 % del capital instalado por esas industrias en 1950.10

El reflejo general de estos hechos puede verificarse en los contrastes del ingreso por persona de las principales áreas o estados. En 1960, los estados del noreste del Brasil, que albergaban poco menos de la tercera parte de la población, teman una renta media por persona equivalente a la mitad del promedio nacional, en tanto que la de San Pablo la excedía en un 77 % y la de Guanabara era tres veces superior ala media.11

En el caso de México, también la concentración regional de los aumentos de productividad es menos marcada que en el Brasil. Al

9 Las diferencias intersectoriales entre los dos países son atribuibles en parte a que en México el universo industrial incluye a la construcción. Por otro lado, el Brasil ha ido más lejos en la instalación de industrias de capital y bienes de consumo durable, como la automotora.

10 Cifras de los censos nacionales. Las correspondientes a 1960 para el capital instalado no habían sido divulgadas. Si se tiene en cuenta que en los años 50 tuvo lugar una extraordinaria expansión de las industrias más ,<pesadas*, en esa área, hay lugar para pensar que el fenómeno debe haberse acentuado.

WPlww Trienal, 1963. Debe recordarse que el estado de San Pablo tiene una proporción relativamente alta de población rural, un 37%.

CONCENTRACIÓN DEL PROGRESO... 2 9 9

respecto, Higgins señala que "se puede trazar una b'nea a través del país al sur de la capital y decir que la región desarrollada queda al norte de Ja línea y la subdesarrollada, al sur de la misma. Sin embargo, el corte geográfico es menos nítido que en el Brasil". A pesar de esto, el autor agrega que: "Si los estados mexicanos fueran agrupados por regiones principales [por un lado los seis estados limítrofes con los Estados Unidos y del otro los situados al sur de la ciudad de México] la diferencia en términos de ingresos regionales por persona serían del mismo orden de magnitud que en el Brasil".12

El registro en un momento dado de estos contrastes en la repartición sectorial y regional del progreso técnico tiene menor interés que una evaluación de sus relaciones dinámicas, esto es, de los cambios que ocurrenose perfilan entre los polos coexistentes. Aquí, avía de ilustración metodológica, podemos imaginar dos alternativas principales.

La primera sería aquella en que la aparición de un nuevo centro impulsor, ahora relativamente autónomo e independiente de la deman-da y la inversión externa, opera como un mecanismo de arrastre de ÍÓs sectores rezagados, incitándolos y presionándolos para que ellos también absorban progreso técnico y se aproximen al "polo capitalís-tico". Una segunda posibilidad estriba en que el área moderno-industrial, por diversas razones, no sea capaz de influir en el sentido de la homogeneización y se aisle o continúe distanciándose del resto del sistema, al igual que sucedió en el modelo primario exportador.

Un cotejo de los cambios en la productividad por sectores nos daría una visión adecuada del camino seguido. Sin embargo, aparte de la escasez de estadísticas, nos encontramos con el problema de la ag regación de las mismas, esto es, de su falta de discriminación dentro de los sectores. Por ejemplo, los datos promedio respecto a la industria, que pueden ser muy reveladores, como se vio antes, oscurecen el hecho de que también en ese universo hay disparidades sustanciales en un país sub desarrollad o y que no se encuentran en los centrales, a cuyo

12 J. Medina Echavarrfa y B. Higgins (editores), Aspectos sociales del desarrollo económico de América Latina, UNESCO, París, 1963, tomo II, p. 170.

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300 ANÍBAL PINTO

caso aludiremos más adelante. Con esta reserva in mente, que permite suponer que los desniveles particulares son muchísimo más notorios que los generales, puede examinarse el cuadro 2.

Cuadro 2, América Latina: Ritmo de crecimiento del producto por persona ocupada

(Tasas acumulativas anuales en porcientos entre los períodos indicados)

Sector 1936/40 a 1955/60 Total 2.1 Agricultura 1.5 Industria manufacturera 3.1 Servicios 0.1

Fuente: CEPAL, El desarrollo económico de América Latina en la postguerra, cuadro 30, p.32, Naciones Unidas, Nueva York, 1963.

Se aprecia con claridad la ventaja notoria del nuevo sector dinámico. Por otro lado, el virtual estancamiento del ingreso por persona en el área de los servicios tiene particular significación porque hacia allá se ha desplazado el mayor porcentaje del incremento de población activa en los últimos años. En efecto, entre 1945 y 1960, el 39.5 % de la mayor población fue absorbido por esas actividades.

Tomando pie de esta última realidad, podría sostenerse que el indicador más simple y elocuente para aquilatar los efectos generales de la existencia y funcionamiento del polo capitalístico o, mejor dicho, de su núcleo rector, el sector industrial, yace en su capacidad para crear empleo o, si se quiere, en su absorción de fuerza de trabajo desde las áreas de menor productividad. Esta, como se sabe, ha sido una de las vías o medios básicos que caracterizó a la industrialización y al desarrollo de los países centrales —aunque en el preserve las cosas hayan variado—, como veremos más adelante.

En la experiencia de la América Latina parecen distinguirse dos etapas en esta materia primordial. Una primera en que efectivamente

CONCENTRACIÓN DEL PROGRESO... 3 0 1

esas actividades incorporan mano de obra a una tasa bastante más elevada que la del aumento de la población; y la segunda, en que su capacidad se retrae o, incluso, se estanca o disminuye en términos absolutos.

En el cuadro 3 se presenta esa evolución en lo que afecta al Brasil, Chile y México, comparándola con la que tiene lugar en la agricultura.

Si atendemos a las cifras del Brasil, verificamos que en el período 1940-1950 el personal ocupado en la industria se elevó a una tasa anual de 4.6 % frente a una del 2.4 % para la población total. En el siguiente decenio apenas lo hizo a una de 2.8 % o sea, inferior a la de la población, estimada en 3 %. En la agricultura ocurrió lo opuesto. En la primera década, sólo aumentó a un 0.8 %, reduciendo su participación, en tanto que en la segunda la fuerza de trabajo creció más rápido que la masa de habitantes.

En Chile la evolución es más negativa, ya que después de un incremento poco superior al de la población entre 1940 y 1952, la fuerza de trabajo industrial prácticamente ha permanecido intacta entre ese año y 1960. Entretanto, la agricultura no modifica mayormente su situación, desviándose hacia los servicios el incremento poblacional que, dicho sea de paso, parece acelerarse en los últimos años.

El caso de la Argentina es aún más grave. Entre 1939y 1948, el empleo industrial se acrecentó a una tasa anual del 6.4 %. Entre el ultimó año y 1953, hubo una disminución de ese contingente al ritmó medio de 2.5 % por año. Desde 1945 a 1958 se registró un leve mejoramiento,

13 Un factor lundamental en el Brasil parece ser el desplazamiento de la frontera agrícola. Entre 1950 y 1960 el número de propiedades aumentó de 2.1 a 3.3 millones, "sin que ocurriera una fragmentación de las medianas o grandes propiedades". La tendencia principal fue hacia el surgimiento de pequeñas explotaciones en las áreas llamadas "pioneras" de Goyaz, Matto Grosso, Paraná, Maranhao, Bahía, etcétera. Véaseos. Hasselman, "Algunos aspectos do Censo Brasileiro de 1960", en América Latina, Año 6, núm. 2, abril-junio de 1963, p. 98.

14 Instituto de Economía, La economía en Chile en los años 1950-1963, op cit., tomo I, p. 35 y tomo II, cuadro 21, p. 14.

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3 0 2 _ _ _ ^ ^ _ _ _ _ _ _ _ _ _ ^ _ ANÍBAL PINTO

que se manifiesta en una tasa de aumento del 0.2 % anual> para irrumpir una verdadera crisis entre 1958 y 1960, en que se registra una reducción anual media del 6.2 %.15 Según Aldo Ferrer,

en el trienio 1959-1961 la mano de obra ocupada en la industria manufacturera era similar a la correspondiente al quinqueniol945-1949 e inferior a la de 1955. Dado el crecimiento de la población activa del país es lógico que la industria absorba ahora menos del 20 % de la fuerza de trabajo contra casi el 24 % en 1945-1949.16

Evidentemente, en la experiencia argentina obran factores especia-les, ligados más a la política económica que a las restricciones internas del modelo de desarrollo hacia adentro, pero puede pensarse que ellos no han hecho sino reforzar en extremo la tendencia general.

Hemos dejado para el final a México, cuyas cifras representan un cuadro bastante más favorable. Puede verse que en el segundo quin-quenio considerado se eleva la tasa ya alta de incremento de la fuerza detrabajoen la industria. En este caso, es cierto, setratadeun universo más amplio, pero no creemos que ello modifique sensiblemente la tendencia. No obstante ese curso ventajoso, y considerado el creci-miento rápido de la población (que sobrepasa al 3 %en los años 50), se verifica que esa área dinámica sólo aumentó su participación en la estructura ocupacional de un 13.8 % en 1940 a un 15.5 % en 1960. Entre esos años, en cambio, la cuota de servicios (excluidos los de utilidad pública) se acrecentó del 16 al 22 %. Por otro lado, fácil es apreciar que el personal empleado en la agricultura también se incre-mentó considerablemente (aunque la representación del sector, muy alto por el patrón de los países industrializados de la región, bajó del 63.3 % al 52.8 % entre los años citados), a pesar de que existe consenso de que hay un margen sensible de subempleo o desempleo disfrazado en esas labores.

15 Naciones Unidas, TJie Growth qf WorldIndnstry, 1948-1961, Nueva York, 1965. 16 Aldo Ferrer, La economía argentina, op. cií., p. 192.

CONCENTRACIÓN DEL PROGRESO... 3 0 3

Cuadro 3. Brasil, Chile y México; Tasas de crecimiento del personal ocupado en la industria y en la agricultura

INDUSTRIA AGRICULTURA Variación Tasa de Variación Tasa de

Años Total porcentual crecimiento Total porcentual crecumenio (en miles) en el anual en el (enni¡¡es) en e¡ anual en el

decenio decenio decefí¡0 decef¡¡0

1940

1950

1960

1940

1952

1960

1940

1950

1960

871

1363

1797

298

405

406

836

1222

1868

56.5

31.9

35.9

0.2

46.2

52.9

BRASIL

4.6

2.8

CHILE

2.6

MÉXICO

3.9

4.3

10 160

10 997

15 522

620

629

648

.3 831

4 824

6 342

8.2

41.1

1.5

3.0

25.9

31.5

0.8

3.5

0.1

0.4

2.3

2.8

FuentesrBrasil: Censo Agrícola e Industrial. Chile: Dirección de Estudios y Censos. México: Cincuenta años de Revolución mexicana en cifras. Notas: Para el Brasil el sector industria excluye las industrias de construcción civil y servicios industriales de utilidad pública. Para Chile el sector industria excluye la construcción y servicios de utilidad pública. Para México el sector industria incluye la construcción, las industrias de transformación y la generación y distribución de energía eléctrica.

El fenómeno de la decreciente irradiación o de la marcada concen-tración del progreso técnico ha sido disimulado —y también agravado—

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3 0 4 _ _ _ ^ ANÍBAL FIHTQ

s por la intensidad de la urbanización, esto es, del desplaza-miento poblacional hacia los centros desarrollados, sobre todo las

^ grandes ciudades.17 Esas migraciones internas han alimentado la ) ilusión de que la transformación industrial —en un sentido amplio— •\ ha sido mucho más extensiva de lo que es efectivamente. ^ En realidad, como indica CEPAL,18 "el crecimiento urbano —en

especial el de las ciudades principales—precedió a la industria" y esto, ) sin duda, fue una resultante indirecta del modelo primario-exportador,

pero también es patente que el desarrollo fabril "contribuyó a alentar los avances de un crecimiento ya en plena marcha".

Lo" que importa en el asunto es que esos movimientos no encuentran en las urbes el apoyo productivo que permita aprovechar debidamente

) la fuerza de trabajo incorporada. El documento mencionado ofrece un ) dato revelador al respecto: "en siete países latinoamericanos la pro-

porción de obreros y empleados en la industria alrededor de 1950 era -' sólo la tercera o cuarta parte de la población que habitaba en ciudades ) de 20 mil o más habitantes. En cambio, en siete países europeos dicha •} proporción alcanzaba a la mitad de la población y en muchos casos se

aproximaba a los dos tercios". Toma cuerpo así una disociación entre el ritmo de la urbanización

^ y el del empleo en los sectores dinámicos. Esto se aprecia con relieve ) en el cuadro 4, en que se comparan el porcentaje de la población total ) que vive en localidades de 20 mil o más habitantes y el de la fuerza de

) ) \ 17 "Entre 1950 y 1960 aumentó de 11 a 17 países el número de países latinoameri-

canos con una población urbana igual o superior al 30 % de sus habitantes". .) CEPAL, El desarrollo social de A¡nérica Latina en la postguerra, Solar/Hachet-\ te, Buenos Aires, 1963, p. 19.

18 El desarrollo social..., op. cit., p. 63. 19 Nos parece que el documento subestima el "magnetismo" de la transformación

) urbano-industrial sobre los desplazamientos de población. Un hecho revelador es que en los Últimos anos, con el retraimiento de la expansión fabril, parece haber

y disminuido el éxodo agrícola. •) 20El desarrollo social..., op. cit., p. 64.

CoNCEf-TTRACIÓN DEL PROGRESO... 305

trabajo total empleada en la industria manufacturera, la construcción, los servicios de utilidad pública y las minas y canteras.

Cuadro 4. Relación entre industrialización y urbanización en países seleccionados

(Porcienlos)

País

Chile

Cuba

Suecia

Unión Soviética

Estados Unidos

Año Censal 1920 1950 1919 1943 1910 1950 1928 1955 1910 1950

Urbanización

28 40 23 31 16 30 12 32 31 42

Industrialización

30 30 20 18 27 41 8

31 31 37

Fuente: "La situación demográfica en América Latina", Boletín Económico de América Latina, Vol. VI, niSm. 2, octubre de 1961, cuadro 17, p. 35. Notas: Urbanización: porcentaje de la población total que vive en localidades de 20 mil habitantes o más. Industrialización: porcentaje del total de mano de obra que trabaja en minas y canteras, industria manufacturera, construcción y servicios públicos (electricidad, gas y agua).

Resalta de inmediato el contraste entre las situaciones latinoameri-canas y la de Suecia y la URSS. Si atendemos a las cifras de Chile, es marcada la diferencia entre el aumento de la cuota de habitaciones en los núcleos urbanos y la inmovilidad del porcentaje de ocupados en las actividades elegidas. En el otro extremo sobresale Suecia, donde la absorción de fuerza de trabajo por esos sectores ha aventajado al paso de la urbanización. En la URSS es llamativo el paralelismo entre las

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306 ANÍBAL PINTO

dos corrientes. Los Estados Unidos parecen una excepción, pero no hay tal. Lo que sucede es que en el nivel de desarrollo del país del Norte y dada su extraordinaria productividad por hombre en las áreas aportadoras de bienes, incluso la agricultura, una proporción creciente de la población activa va desplazándose hacia el área de servicios, con estándares tanto o más altos de ingreso que los existentes en otros sectores secundarios.

En el caso latinoamericano, paradójicamente, ha ocurrido algo similar, pero con un significado por completo diferente. El incremento de la fuerza de trabajo en los servicios, en vez de ser una resultante de la elevación del ingreso y la diversificación correspondiente de la demanda, es fundamentalmente una expresión de la insuficiencia del crecimiento en las actividades básicas; en suma, una forma social de disimular o repartir el desempleo. Evaluando el problema, el estudio antes recordado manifiesta

que una alta proporción de la población encontró empleo en servicios de carácter tradicional y de baja productividad [servicio interno, servicios menores y trabajos ocasionales y de poca importancia]. Aun dentro del rubro actividades comerciales, un crecido número de personas desempeñó actividades marginales [venta ambulante y pequeño comer-cio].

La concentración sectorial —e intersectorial— y su repetición regional sugiere que en el ámbito interno gravitan fuerzas parecidas a las que destacó Rosen stein-Rodan para exponer el problema en la escala internacional. En vez de la tendencia centrífuga que visualizaban los economistas liberales, que diseminaría el capital y la técnica, atraídos por la abundancia de mano de obra y la disponibilidad de recursos naturales, se repite el movimiento centrípeto y la acumulación acrecentada en los focos aventajados. A la postre, aquellos incentivos potenciales también resultaron menos atractivos que el complejo de economías externas y demás factores que inducían a ahondar el proceso allí donde se había iniciado.

CONCErfTRrtClÓN DEL PROGRESO...

La concentración de los frutos

Como es obvio, esas modalidades en la repartición del progreso técnico repercuten sobre el otro aspecto básico, el de la asignación social de sus frutos.

Este punto podría examinarse con varias metodologías. La más empleada es la de las cuentas nacionales, cuya aplicación tiene limita-ciones manifiestas en los países subdesarrollados, principalmente por la heterogeneidad de los estratos y la representación de pequeños propietarios y empresarios independientes que convencional mente se agrupan entre los no asalariados aunque a menudo son auténticos "proletarios".

Otro sistema de análisis estriba en el corte horizontal marxista, que reúne por un lado a los dueños de los activos productivos y por el otro a los que aportan Ja fuerza de trabajo. Estas categorías, sin embargo, no son adecuadas para investigar o poner en. evidencia las-cuestiones que nos interesan, más o menos por la misma debilidad que afecta a la clasificación de las cuentas nacionales. En efecto, si es posible y legítimo para, por ejemplo, estimar la magnitud de la plusvalía, colocar en un mismo universo a un obrero de Huachipato, Volkswagen o Monterrey y al asalariado de un latifundio o al repartidor de un pequeño establecimiento comercial, no cabe duda de que esa agrupación deja en la oscuridad las diferencias fundamentales de diverso orden, que separan casi cualitativamente las situaciones respectivas. Lo mismo, por cierto, podría decirse sobre el mundo propietario en los países subdesarrollados.

Por lo que se dijo antes, fácil es comprender que se requiere otra aproximación en el problema que nos preocupa, de manera que se distingan las situaciones en los dos polos del sistema. O, si se quiere, efectuar otro tipo de corte, que separe a las poblaciones ocupadas en la faja avanzada y en la subdesarrollada de cada sector, reuniendo y discriminando a la vez a propietarios, empresarios, empleados, obre-ros y campesinos de ambas áreas. De esta calificación emergerían dos pirámides cort características propias. Se diferenciarían, desde luego,

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308 ANÍBAL PINTO

en su tamaño, sobre todo si se apreciara el ingreso por persona respectivo. En seguida, puede suponerse que la subdesarrollada sería más aguda, o sea, acusando una mayor concentración del ingreso y una proporción muy alta de su contingente en la base. La otra, en cambio, por el peso de los grupos medios —incluidos los trabajadores mejor pagados—, insinuaría la forma de la cebolla prevaleciente en economías más adultas. Por otro lado, es razonable imaginar que no habría contrastes muy notorios en la renta por persona de los colocados en las dos cúpulas, pero que los márgenes serían considerables al cotejar a los radicados en las bases de las pirámides. Finalmente, para recordar de nuevo el esquema marxista y reconocer su valor complemen-tario para el análisis, es meridiano que en la parte superior de ambas estarían los capitalistas-empresarios y en la inferior los asalariados, acompañados de pequeños propietarios agrícolas, proveedores inde-pendientes de servicios, parte de los artesanos, etc.

Ni los antecedentes ni el tiempo disponible permiten ensayar esos enfoques —aunque sería campo provechoso y estimulante para pesqui-sas nacionales. Sólo resta, pues, seguir otra huella:.la de clasificar por escalones los ingresos de las unidades receptoras, que es la que exploró un trabajo reciente de la CEPAL.21 Aunque los-resultados generales que se desprenden de esa metodología no iluminan sobre la composición sociológica y la ubicación sectorial de las personas por lo menos permiten vislumbrar con claridad la representación de los "margina-dos" en el proceso de desarrollo, esto es, aquellos que no han sido favorecidos en la repartición de los frutos del progreso técnico. En el cuadro 5 se revela desde varios ángulos la situación del 50 % de las unidades perceptoras de menores rentas en cuatro países latinoameri-canos y la probable del conjunto de la región.

21 CEPAL, El desarrollo económico de América Latina en lapost-guerra, Naciones Unidas, Nueva York, 1963, pp. 66-77.

CONCErmíACIÓN DEL PROGRESO... 309

Cuadro 5. Situación del 50 % de las unidades perceptoras de menores ingresos en cuatro países latinoamericanos

Países

Chile (1960)

Ecuador (1957)

México (1957)

Venezuela (1957)

América Latina

Participación del grupo en el

ingreso personal total

15.6

24.0

15.8

11.0

16.0

Proporción del ingreso

promedio del grupo en

relación con el ingreso

promedio del país

31

48

32

22

30

INGRESO MEDIO DEL

GRUPO

INGRESO MEDIO DEL

PAÍS

(dólares)

140

106

133

142

120

453

223

415

644

370

Fuentes: CEPAL, El desarrollo económico de América Latina en la postguerra, op. cit., cuadros 67, 74, 75, 76, 77. Notas: Los niveles absolutos de ingreso por persona difieren de las cifras corriente-mente utilizadas debido a la adopción de un método de evaluación que lo estima en función de los precios de los Estados Unidos. Esa es la razón de la baja del ingreso medio de Venezuela y del aumento para los otros países. Algunos porcentajes y cifras absolutas de este cuadro han sido redondeados.

La reducida participación y precario nivel absoluto de los ingresos de una capa considerable de la población resalta aún más diáfanamente

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3 1 0 ANÍBAL PINTO

si se descompone ese 50 %, como lo hace el trabajo mencionado y se muestra en el cuadro 6.

Cuadro 6. Situación de las unidades perceptoras de menos ingresos en cuatro países latinoamericanos

Países

Chile (1960) Ecuador (1957) México (1957) Venezuela(1957)

Proporción de unidades perceptoras en el grupo en relación con el lolal

31.7 28.8 34.8 35.5

Participación del grupo en

el ingreso personal

total

5.6 7.8 9.2 6.0

Proporción del ingreso medio del grupo en

relación con el promedio

del país

18 27 26 17

Ingreso medio del

grupo (en dólares) •

81.5 60.1

108.0 109.6

Fuente: CEPAL: El desarrollo económico de América Lalina en la posguerra, op. cit. cuadros 74, 75, 76 y 77.

Para ahorrar comentarios y adjetivos sobre el asunto puede tenerse a la vista que los ingresos medios estimados para el Asia y el África son de 154 y 164 dólares por persona al año.22* (...)

22 CEPAL, El desarrollo económico de América Lalina.... op. cit., cuadro 49, p. 52.

CONCENTRACIÓN DEL PROGRESO... 311

II. Relaciones entre los aumentos de productividad y los del ingreso

Para seguir la exposición ahondaremos en el problema de la con-centración de los frutos del progreso técnico. A primera vista ese fenómeno podría explicarse y justificarse porque los sectores benefi-ciados son aquellos que han logrado aumentar su productividad, de manera que no habría razón para discutir o regatearles la elevación correspondiente de ingresos. Ese enfoque, sin embargo, es muy insatisfactorio, sobre todo en el caso de nuestros países.

A fin de esclarecer el asunto conviene examinar más de cerca el significado y los orígenes de los incrementos de productividad, distin-guiendo de partida la expresión real y la monetaria del fenómeno. La primera correspondería a las situaciones en que por obra y gracia de innovaciones en el modo o en las formas de producción se acrecienta el volumen (o la calidad) de los bienes creados, siendo estos cambios reales el antecedente de la elevación de ingresos de la fuerza de trabajo y de los dueños del capital. La versión monetaria, por su lado, sería aquella en que el aumento de la retribución a los factores es inde-pendiente del mayor rendimiento material o efectivo de los mismos, debiéndose a causas ajenas a la unidad o sector productivo considerado.

En la primera situación podría decirse que el incremento de produc-tividad es el responsable del correlativo aumento de ingreso. En la segunda, a la inversa, es la elevación "exógena" del ingreso la causante de un aumento monetario, aparente o estadístico de la productividad.

Para ver mejor el problema recurramos a algunos ejemplos extremos. Imaginemos, por un lado, el caso de una empresa en que un ejecutivo

innovador o un obrero stajanovista establece una diferente y más efectiva rutina de trabajo que, con los mismos recursos disponibles, permite acrecentar el volumen de bienes susceptibles de entrar-af-comercio. Ello redundará en una mayor productividad real de los factores y también en una mayor remuneración monetaria, esto es, en un ingreso más alto —si no hay disminución compensatoria de los

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3 Í 2 ANÍBAL PINTO

precios a causa del incremento de la oferta o de otras interferencias que no consideraremos ni en éste ni en otros ejemplos.

Por otro lado, pensemos en el fenómeno de una empresa que, de un día para otro, a causa de la prohibición de importar mercaderías competidoras o de una devaluación cambiaría, experimenta un alza de precios de sus productos, sin que se eleven sus costos. En este caso, aunque no ha ocurrido ninguna alteración de su rendimiento real, se registrará un aumento del ingreso de los factores y éste se tomará como signo de un mejoramiento proporcional de su productividad.

Consideremos ahora una posibilidad más complicada: la de una unidad mixta que es favorecida o montada con una inversión estatal que le permite alcanzar un nivel relativamente alto de productividad real y la consiguiente remuneración privilegiada de sus factores. En esta versión se asocian los dos aspectos mencionados; sin embargo, es evidente que la situación, en lo principal, se debe a la inversión pública que ha financiado la adquisición del instrumental productivo.

Teniendo a la vista esta primera ilustración del problema examine-mos ahora en un nivel más concreto las formas y arbitrios comunes que han prevalecido en la región para mejorar las posiciones del polo dinámico o capitalístico y, por consiguiente, de quienes reciben los distintos tipos de ingreso en esa área.

La contribución de los recursos públicos

Veamos en primer lugar las instancias ligadas al empleo de recursos públicos o bajo tutela del Estado, en las que el problema se presenta con mayor nitidez.

Como se comprende, el caso más obvio es el de las empresas estatales, paraestatales o mixtas, en que todo o parte sustancial del capital y, por ende, de los equipos e instalaciones provienen de los recursos que la comunidad transfiere a los gobiernos por cualquiera de las vías usuales —tributaria, crédito público, emisiones. Suponien-do, como se hizo en el tercer ejemplo anotado, que el apoyo estatal redunda en un nivel de productividad más elevado que el promedio y en ingresos también superiores para la fuerza de trabajo, ejecutivos o

CONCENTRACIÓN DEL PROGRESO... 313

capitalistas de la unidad o sector favorecido, parece claro que el esfuerzo colectivo es la verdadera fuente responsable de esas posicio-nes.

Una segunda posibilidad, menos diáfana, pero también importante y representativa, se origina en la práctica corriente de los créditos subsidiados a las unidades privadas o públicas para fines de instalación, expansión u operaciones corrientes. Aquí también, en el fondo, se registra el uso o destino de recursos sociales para fines que en definitiva —y al margen de sus efectos o conveniencias económicas— mejorarán la situación en materia de productividad y/o de ingresos de los factores radicados en las unidades beneficiadas.

Una tercera oportunidad, ciertamente más compleja, para que la aplicación de recursos públicos derive en ventajas privadas proviene del amplio campo de las inversiones de infraestructura que, por un lado u otro, directa o indirectamente, modifican el cuadro de econo-mías externas de las unidades y elevan sus rendimientos reales y/o monetarios. Puede ser la obra de irrigación que permite un aprovecha-miento más intenso de los recursos agrícolas y de la mano de obra; o el sistema carretero que incorpora explotaciones al mercado o reduce los costos de transporte; o el aumento en la oferta de energía que hace posible un mayor empleo de la capacidad instalada; o las inversiones en saneamiento urbano o rural. Cualquiera sea su carácter, el hecho es que los incrementos de la productividad y el ingreso dependerán en alguna medida de la contribución social a través de la finanza pública. En ciertos casos, este aporte será el exclusivo causante de esos cambios, por ejemplo, al reducir los costos de movilización de los productos, sin que ocurra nada "dentro" de la unidad favorecida. En otros, ese efecto irá acompañado de mejoramientos internos en las empresas; por ejemplo, el mayor abastecimiento de energía puede dar lugar al uso de procedimientos más mecanizados.

El problema también se plantea con las inversiones sociales. A primera vista podría suponerse que ellas, por su naturaleza, deberían distribuirse en razón inversa del ingreso, o sea de acuerdo a la seriedad de los estados de necesidad. Sin embargo, es patente que obran fuerzas poderosas en el sentido contrario, tendiendo a favorecer a los grupos localizados en el polo avanzado.

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-314 ANÍBAL PINTO

Si tomamos como punto de referencia la situación y gastos educati-vos —cuya gravitación sobre la distribución del ingreso ha sido tan subrayada—, ya vimos en un cuadro anterior las diferencias que se registran en los niveles de alfabetización de la población total y de la urbana. Si comparamos la situación de la segunda con la de la rural veremos que en el caso de Chile —relativamente satisfactorio en el promedio latinoamericano— el porcentaje de analfabetos rurales al-canzaba al 34.8 % en 1960, en tanto que el de los urbanos sólo era del 11.9 %.23

La comparación de los gastos educativos por persona en las diversas regiones da una idea más instructiva del fenómeno. Si se escoge el Brasil, por ejemplo, puede verificarse que el dispendio medio de las autoridades federales, estatales y municipales, llegaba a 586 cruceiros por habitante para el conjunto de los Estados del Noreste, en 1962. Para Guanabara (incluido el Distrito Federal), en cambio, era de 9 231; para San Pablo, de 4 211 y para Río Grande del Sur, de 2 769 cruceiros.24

Otra señal muy sugerente de las disparidades de este campo emana del contraste entre la expansión de la educación primaria y de la secundaria. En Chile, por ejemplo, la relación entre los matriculados en el nivel básico y el secundario era de 6.08 a 1 en 1943-1945, pero habíabajadoa4.65en 1955-1957. En términos absolutos, los atendidos por la primaria aumentaron un 49 % entre esos años y los otros casi se duplicaron.25

Indudablemente, el proceso de urbanización es el factor primordial en la asignación de las inversiones sociales. Sin discutir la justificación de la tendencia, lo cierto es que ella provee otro ejemplo de la

23 Instituto de Economía, La economía de Chile en el período 1950-1963, op. cií., Universidad de Chile, lomo II, cuadro 24, p. 17.

24Anuario estadístico, 1963. 25Instituto de Economía, La economía de Chile..., op. cit., tomo II, cuadro 27, p.

20.

CONCENTRACIÓN DEL PROGRESO... 3 1 5

concentración preferente de los esfuerzos colectivos en el área desa-rrollada.

Las influencias de la política económica y social

La concentración de los frutos del desarrollo no sólo se ha debido al destino de los recursos públicos. Tanto o más importante ha sido la gravitación de la orientación de una variedad de medidas más o menos características en la experiencia regional. En estos casos —y suponien-do, para mayor claridad, la inmutabilidad de otras circunstancias— el incremento de los ingresos de los grupos y sectores favorecidos puede decirse que ha sido independiente de las mudanzas en el rendimiento material de los factores.

Probablemente ha correspondido a las políticas de comercio exterior el papel sobresaliente en la materia. Desde luego, los diversos expe-dientes en la primera y decisiva fase del actual modelo tuvieron como subproducto principal y necesario la modificación de! sistema de precios. Como señaló Celso Furtado:

fue preciso que se elevasen fuertemente los precios rela-tivos de los artículos importados para que se restableciera el equilibrio entre demanda y oferta de divisas para pagar importaciones... Como base en ese nuevo esquema de pre-cios relativos se desarrollaron las industrias destinadas a sustituir importaciones.

En Chile, por ejemplo, entre 1929 y 1934, coyuntura de gestación del modelo "hacia adentro", el índice general de precios subió un 78 %, en tanto que el de bienes importados lo hizo en un 220%.27

Claro está que una parte de ese mejoramiento de precios relativos debe haber sido absorbida por los costos más elevados de la producción sustitutiva, pero la afluencia de capital y recursos hacia actividades es

26 Formación económica..., op. cit., p. 208. 27 Servicio Nacional de Estadística.

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3 1 6 ANln/iL PINTO

un signo concluyente de que los factores encontraron allí una retribu-ción generosa, ajena, repitámoslo, a cualquier progreso en su nivel de

) productividad real —aunque es de suponer que también se registraron ) avances por este lado, sobre todo por el mayor aprovechamiento de v las instalaciones existentes.

En varios países —como la Argentina, el Brasil y Chile— un instrumento cardinal para fortalecer la posición y crecimiento del

) sector capitalista fue la discriminación en el sistema de cambios, •j manejado en el sentido de sustraer del sector exportador las ventajas

de su mayor productividad respecto a la media del sistema o las -1 ganancias del mejoramiento de Ja relación de precios de intercambio ) en algunos períodos, a fin de transferirlas a las actividades indus-) triales y a otras favorecidas. Aunque pieza clave y por muchas razones

positivas, asimismo es indudable que esa política más de una vez J influyó para subrayar el problema que nos interesa. ' Una ilustración particularmente llamativa de sus efectos se presentó ) en el Brasil, ya que una parte significativa de la exportación primaria ^ (excluido, el café) proviene del Noreste. Las divisas "baratas" origi-. nadas en esa región sirvieron en la práctica para subsidiar y estimular ) la importación de equipos productivos para la industrialización del ) centro paulista y de otros focos manufactureros.28 Un caso por completo \ diferente en este asunto es el de Chile, por cuanto el proceso implicó

aumentar la participación nacional en los ingresos de la gran minería extranjera, distribuyéndose esas ganancias por la vía de la sobrevaluacidn

) en favor de los consumidores y de los importadores deinsumos y de bienes de capital en las actividades incentivadas.

) 28 "El Noreste, proporcionando divisas ai Centro-Sur, ha contribuido para el desarrollo de esta última región con el factor en ella más escaso: la capacidad de importación". Celso Furtado, Una política para el desarrollo del Noreste, 1959.

) 29 No obstante, el sistema ha creado otros problemas serios, sobre todo un obstáculo para la diversificación de exportaciones. Este tema lo analizó el autor en una obra reciente, Chile, una economía difícil, Fondo de Cultura Económica, México, 1964.

)

CONCEIÍTRACIÓN DEL PROCRESO...

Los instrumentos tributarios generalmente se han sumado para reforzar las tendencias en pro de la concentración del ingreso y a favor de los sectores adelantados. Los estímulos para las industrias repre-sentativas del nuevo modelo han sido programados y practicados como elemento indispensable de las políticas desarrollistas. Aunque ellos no suponen aplicación directa de recursos presupuestarios, mejoran a costa pública la productividad de las unidades y les permiten elevar la remuneración de sus factores. Por otro lado, la debilidad de los impuestos progresivos reduce o elimina los efectos contrapesadores que podrían caber al sistema tributario global. Un aspecto interesante en esta cuestión son las dificultades para gravar con alguna intensidad los bienes de consumo característicos de la emergente estructura industrial y de la demanda de grupos de mayor renta. Como se trata de las actividades dinámicas por excelencia, cualquiera restricción de su mercado potencial parece inconsulta, amén de que suscita la reacción combinada de empresarios, asalariados y los portavoces políticos de ambos. Por el contrario, se arbitran las medidas apropiadas para expandir su demanda, por ejemplo, vía la extensión de las facilidades de crédito (acrecentadas a menudo por la depreciación inflacionaria). Todo esto puede ser defendido por diversas razones que serán discutidas más adelante; sin embargo, es obvio que significan otros medios de fortalecer el ingreso real en las áreas adelantadas.

La política social pesa en las mismas direcciones, sobre todo en lo que se refiere a remuneraciones y a previsión, lo que se explica por el mayor poder de negociación y la representación política de los asala-riados urbanos y del medio industrial. Aunque los "salarios mínimos" o los "sueldos vitales" pretenden abarcar a todo el universo, ni aun en esos niveles básicos tienen vigencia efectiva para gran parte de los trabajadores, sobre todo los ocupados en las fajas subdesarroliadas de cada sector. Por otro lado, en algunos casos, como el de Chile, ha ido marcándose una apreciable diferencia entre empleados y obreros, con ventaja, por cierto, para los primeros. Entre 1940 y 1954 (ultimo año para el que se disponen cifras oficiales sobre distribución del ingreso), aunque la clase obrera mantuvo su cuota en la población activa (alrededor de un 78%), su participación en la renta nacional bajó del 33.7 al 30 %. Los empleados, por su parte, descontando el efecto

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3 1 8 ANÍBAL PINTO

del crecimiento relativo de su contingente, elevaron su cuota en el ingreso total en un 10 % aproximadamente. ° Según una investigación del Instituto de Economía,31 en 1957, un 80 % de los obreros recibía menos de un "sueldo vital"; lo propio ocurría con sólo un 20 % de los empleados. Más de un sueldo vital sólo ganaba el 4 % de los operarios y el 50 % de los asalariados de "cuello blanco".32

Las leyes de previsión refuerzan esos contrastes, especialmente porque y cuando hay regímenes particulares para sectores o grupos de asalariados. Habitualmente, los más fuertes tienen sistemas más gene-rosos, que no se pagan, como piensan algunos ingenuos, con el ahorro de los favorecidos o las utilidades de las empresas, sino que se difunden o trasladan vía precios a la masa consumidora. Ocurre así, al margen de otros efectos, el contrasentido de que los empleados y obreros de ingresos relativos más altos tienen sus garantías financiadas en parte por los miembros más pobres de la comunidad.33

Parece obvio que los desniveles en materia de rentas personales que derivan de estas y otras influencias similares nada tienen que ver con las productividades relativas, que se suponen determinantes en los libros de. texto importados. En lo fundamental, como se ha visto, provienen de factores sociales, políticos e institucionales independientes de las mutaciones en el modo de producción y en la organización de los factores, esto es, de las variaciones "endógenas" de la productivi-dad real.

Naturalmente, en las fajas avanzadas de los sectores o polo capita-lístico también han tenido lugar cambios positivos del último carácter.

30 Helio Várela, "Distribución del ingreso nacional chileno", Panora/na Económico, nüra. 119, febrero de 1959, cuadros 6 y 8, pp. 65 y 68. La definición de "clase obrera" utilizada por Várela es más amplia que el concepto utilizado en el sistema de cuentas nacionales de Naciones Unidas.

31 La población del Gran Santiago, 1959. 32En "alrededor de un sueldo vital" estaba el resto de Ja población asalariada. 33 Véase, sobre este tema, Aníbal Pinto, "Alternativas para una reforma de los

sistemas convencionales de previsión", El Trimestre Económico, núm. 111, julio-septiembre de 1961.

CONCENTRACIÓN DEL PROGRESO... 319

No en balde son esas unidades las que han tenido mejores posibilidades para modificar sus funciones de producción, tanto porque han dispues-to de buena parte de los nuevos equipos y facilidades como porque, a la vez, han acaparado la crema de los recursos humanos de todos los niveles.

Sin embargo, reconociendo lo anterior, debe insistirse en que muchos progresos que aparecen como conquistas "privadas" o "en-dógenas" de productividad, en la realidad también tienen un origen social. Una empresa, por ejemplo, puede haber logrado mayores rendimientos de sus factores por medio del autofinanciamiento de las inversiones. De este modo, ese adelanto parece originarse en la propia unidad. No obstante —y aparte de las influencias públicas antes señaladas—, esa operación posiblemente se realizó merced a una alta tasa de rentabilidad, lo que significa en último término que los consumidores pagaron por los bienes o servicios recibidos un valor muy superior al que la empresa tuvo que cancelar a sus trabajadores y por otros insumos. En el hecho, pues, lo que se presenta como un fenómeno "endógeno" es en verdad una instancia de ahorro colectivo.

Relaciones entre los polos

Si convenimos en definitiva que los aumentos de ingreso que acusan las actividades dinámicas en gran medida son ajenos a cambios correlativos en la productividad real, cabe ahora llamar la atención sobre las relaciones entre los dos polos:-el capitalista y el subdesarrollado. Para el efecto podemos aplicar un análisis similar al recordado de CEP AL sobre los vínculos entre centro y periferia en la escala interna-cional.

Con el objeto de esclarecer el asunto imaginemos que por diversas razones, más o menos válidas (y que se discutirán más tarde), el proceso técnico tiene que concentrarse en áreas determinadas de la estructura económica elevando, por lo tanto, la productividad de los factores radicados en ellas. Dada esa situación se plantean dos alter-nativas principales (o combinación de las mismas). La primera estri-baría en que esa mejora de los rendimientos se traduzca en un incremento correspondiente de ingresos de los capitalistas y la fuerza

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) 320 ANIDAI, PINTO

)

) de trabajo délos sectores favorecidos, para lo cual sería necesario que ) los precios de los bienes producidos no disminuyeran parí passu con

el aumento de productividad. La segunda, por el contrario, supondría ' que el progreso técnico no redunda en alza de ingresos, con lo cual ) toda la comunidad (incluso los capitalistas y asalariados de las activi-j dades beneficiadas) compartirían en diferentes grados los frutos de la . mayor productividad.

Como es evidente, si hubiera predominado la segunda alternativa, ^ los precios de los bienes y servicios producidos por las actividades ) desarrolladas tendrían que haberse deteriorado respecto a los pré-\ cios de las mercaderías ofrecidas por las áreas rezagadas, donde los

incrementos de productividad fueron menores o simplemente no tuvie-) ron lugar. ) Pero no parece haber ocurrido tal cosa. De inicio, como vimos, el ) desarrollo "hacia adentro" implicó una mutación sustancial en v favor de los precios relativos de los sectores dinámicos, sobre todo el

ligado a la sustitución de importaciones, posición que no tiene visos ) de haberse rectificado con el paso del tiempo. Descontado, pues, el ) margen en que ese incremento obedeció a un alza obligada de costos \ (en breve, por la menor eficiencia general de los productores naciona-

les respecto a los abastecedores extranjeros), está claro que aquellas ) actividades guardaron para sí los frutos del progreso técnico, vía ) elevación de sus ingresos. ) En relación a este punto conviene llamar la atención sobre las

reacciones que han suscitado en el medio de los economistas los débiles mejoramientos de los precios agrícolas acaecidos en algunos períodos.

) Como este fenómeno ha sido considerado habitualmente en relación a ) las presiones inflacionarias que provoca, se ha dejado de la mano casi , por completo el enfoque del otro aspecto fundamental: que si eso no

sucede las ganancias de la productividad serán acaparadas por el sector .) capitalista, sin compartirlas con los factores radicados en el polo } subdesarrollado. Para que esto último ocurra, como es evidente, los > precios relativos del primer sector tendrían que haber empeorado

persistentemente, tanto cuanto aventajaron sus progresos de producti-) vidad a los obtenidos por las actividades subdesarrolladas. )

)

)

CONCENTRACIÓN DEL PROGRESO... 3 2 1

Las causas del fenómeno no difieren mayormente de las apuntadas por el análisis de CEPAL para las relaciones centro-periferia y que se expresan finalmente en las relaciones de intercambio.

Por una parte, como ya se anotó, está el nivel de organización de los factores, que tanto en los centros industrializados como en el sector capitalista de las economías subdesarrolladas, les permite luchar con éxito en pro de la retención de las ganancias de la mayor productividad.

Sobre este aspecto podría pensarse que la situación de nuestros países es muy diferente, dada la oferta elástica de mano de obra .y la debilidad del poder sindical.

Sin embargo, debe tenerse presente que esta situación tiene especial importancia para la distribución de los frutos dentro del área capitalis-ta, esto es, entre sus asalariados y sus propietarios-empresarios, pero que este universo, en su conjunto, tiene predominio sobre él otro, en parte por el respaldo de las diversas políticas públicas antes descritas, que ciertamente son peculiares a nuestro medio y de fuerte gravitación.

El segundo elemento de parentesco proviene del hecho de que el sector capitalista igual que los centros en las relaciones internacionales, tiene a su favor la vinculación preferente con las actividades cuya demanda tiene una elasticidad-ingreso superior a la de las producciones primarias. Naturalmente, en nuestros países, eso obedece sobre todo a la concentración de la renta, no a su nivel, como es el caso de las comunidades industrializadas, pero las implicaciones son las mismas.

Dadas estas circunstancias principales, aunque no únicas, parece lógico que la relación de precios de intercambio entre los dos polos tienda a independizarse de los cambios respectivos de productividad, permitiendo que el avanzado guarde para sí la mayor parte o todos los frutos délos mismos.3''

34 En algunos páfses como el Brasil, la existencia de fuentes impositivas particulares de los Estados crea otros mecanismos "desigua lizadores". SánPablooGuanabara, por ejemplo, al imponer gravámenes a la producción de sus bienes industriales, en la práctica obligan a tributar en su favor a los consumidores de los mismos en las otras unidades de la federación.

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322 ANIOAL PINTO

Las relaciones dentro de los polos

El examen se ha venido haciendo hasta ahora en términos globales, distinguiendo dos grandes áreas en razón de la concentración del progreso técnico y de sus rendimientos sociales.

Como se dijo en la primera sección de este trabajo, ese enfoque presenta otra realidad que Ja del "corte horizontal" clasista porque ambos universos son heterogéneos en cuanto a su composición social.

Retomando el asunto podría agregarse que la aproximación marxista es más apropiada para investigar cómo se reparten los ingresos dentro de cada sector o unidad productiva que entre los univer-sos considerados. En verdad resulta sobre todo apta para dar una visión "microeconómico-social" del problema. En efecto, ella parte del ingreso neto o valor agregado de una unidad y evidencia la forma en que él se reparte entre la fuerza de trabajo y los proveedores y dueños del capital, pero no esclarece cómo se ha determinado aquel ingreso a disputar o, si se quiere, de qué manera la unidad considerada ha logrado apropiarse una parte de la renta nacional. Por esto mismo, resulta inadecuada para dilucidar y exponer la cuestión de las diferencias del ingreso medio de todos los factores —y sobre todo de los asalariados— entre ambos grupos de actividades.

Sin embargo, como también se adelantó, el "corte horizontal" es útil para investigar cómo se ha distribuido la renta ya apropiada por las empresas y el sector capitalista en general.

El fundamento estadístico sobre la materia es muy precario y, otra vez, debido al hecho de que los datos sectoriales estén presentados en forma global, impide desentrañar la situación relativa de las fajas beneficiadas o postergadas en cada uno de ellos. Sin embargo, de los estudios y escrutinios realizados en varios países parece desprenderse un rasgo común, que podría resumirse así: en tanto-que los asalariados de las actividades adelantadas han conseguido generalmente una remu-neración apreciablemente superior a sus congéneres del polo subdesa-rrollado, sólo han logrado posesionarse de una fracción reducida de las ganancias reales o monetarias absorbidas por el sector capitalista.

CONCENTRACIÓN DEL PROGRESO.,.

Más aún, dados los efectos restrictivos del tipo de tecnología empleado por las industrias dinámicas sobre la demanda de mano de obra, habría lugar para temer una tendencia sobre la deterioración de esas relacio-nes, antes que a un mejoramiento de las mismas.35

Naturalmente, ésta es una conjetura más que una hipótesis en virtud de la pobreza de antecedentes; sin embargo, su punto de apoyo no parece de ningún modo irrazonable.

Lo que ha ocurrido o puede ocurrir respecto a las inclinaciones del reparto del ingreso dentro de las actividades marginadas del progreso técnico también es materia de especulación. No obstante, hay funda-mentos generales para suponer una repetición de la tendencia hacia una mayor regresividad.

Desde Juego, un hecho medular para ese problema es el mayor o menor vigor del desplazamiento de fuerza de trabajo redundante desde aquellas actividades hacia el universo desarrollado. Esta es, por decirlo así, la modalidad primaria para que se eleven su productividad y su ingreso. Pero hay signos manifiestos de que tal cosa no está sucediendo con la intensidad que sería necesaria. Por él contrario, la parquedad de la demanda de mano de obra en los sectores adelantados estrecha esa salida y plantea la ingrata disyuntiva de permanecer en el agro o transferirse a los servicios urbanos, o sea, dos formas diferentes de desocupación disfrazada.

En ambos casos, como es obvio, las tasas de crecimiento demográ-fico (más elevadas entre los "pobres" que entre los "ricos") agravan las tendencias originadas en las relaciones económicas.

35 En el Brasil, por ejemplo, la participación de los salarios en el valor agregado de las industrias de transformación evolucionó así en anos recientes: 1949 (22.6 %); 1955 (24.3%); 1956 (23.7%); 1957 (23.6%); 1958 (21.6%); 1959 (18.7%). Fuente: 1BCE.

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3 2 4 ANÍBAL PINTO

El problema en los países centrales

Por una serie de factores, la cuestión analizada tiene menos signifi-cación dentro de los países centrales. Dos son, a nuestro juicio, las

) razones de ello. Por una parte está la circunstancia primordial de que, > • como se vio antes, el progreso técnico se ha repartido más equilibra-

damente en estas economías. Desde el momento ó en el grado en que ocurra lo dicho, tiene menor significación que los factores ocupados

) en éste u otro sector guarden para sí los rendimientos de su mayor \ productividad. Todos se favorecerán con el mejoramiento vía alza de

ingresos, cuando no por el de la baja de precios, incluidos los cambios ' de calidad. ' Por otro lado, parece incuestionable que en esos países han tenido ) una significación muchísimo menor las influencias sociales para el , aumento aparente o monetario de la productividad y, a la inversa, han

sido decisivos los elementos "endógenos" o reales, esto es, las ) transformaciones internas en el modo y en la organización del proceso ) productivo. En estas circunstancias, la elevación de los ingresos de la , fuerza de trabajo y los propietarios-empresarios ha correspondido

aproximadamente a los incrementos materiales de la productividad.36

Como se comprende, dada esa realidad, la atención necesariamente ) se concentra en la distribución "horizontal" del ingreso, o sea, en la ) forma que la mayoría de los rendimientos se reparte dentro de

cada unidad o sector o en el conjunto del sistema entre los que aportan fuerza de trabajo y los que controlan el capital —en su acepción más amplia.37

.;

' 36 No obstante, apenas hay una aproximación general a la suposición de los textos ) entre ingreso y productividad. Una gama de elementos institucionales y tradicio-

nales, el acceso a la educación y a las oportunidades, la concentración de la - propiedad, etcétera, diluyen ese nexo en la práctica. Sobre el asunto véase B. , Wootón, Social foundation ofwages policy, que examina las "irracionalidades"

del sistema de ingresos en la Gran Bretaña. ' 37 Sin embargo, el enfoque marxista originat resulta excesivamente simplista para i integrar hechos nuevos, como la presencia del estrato de asalariados de "cuello

CONCENTRACIÓN DEL PROCRESO... 325

Pese a lo anotado, bien se sabe que, sobre todo después de la segunda Guerra Mundial, también en las economías desarrolladas ha aflorado un problema de centro y periferia, en que la última está representada básicamente por la agricultura.

Este fenómeno, sin embargo, nada tiene que ver con la concentra-ción del progreso técnico y los otros elementos que inciden en nuestra realidad. En los Estados Unidos, por ejemplo, se estima que la productividad agrícola "continuará subiendo a razón de 6 % anual, o sea, más rápidamente que la productividad industrial". Entre 1934-1938 y 1958-1960, el rendimiento por hectárea de 12 cultivos impor-tantes se acrecentó así en un 78 % en el país del Norte y en un 29 % en la Europa occidental —contra 14 % en la América Latina.

En cambio, las disparidades sectoriales obedecen principalmente a la baja elasticidad-ingreso de los alimentos vis á vis el aumento sostenido de una renta muy elevada en términos absolutos y, por otro lado, a los obstáculos de diverso orden que entraban la transferencia de factores desde las áreas rezagadas de la agricultura hacia los otros sectores.

Por otro lado, no es menos importante la circunstancia de que las políticas oficiales actúan frecuentemente a la inversa de como han procedido en nuestros países, esto es, redistribuyendo ingresos desde los sectores avanzados hacia la periferia, vía subsidios, fijación de precios, compra de excedentes, etcétera. De este modo, para el área rezagada, los ingresos se mantienen por encima de lo que conseguirían en un mercado "libre", en el cual sus progresos en la productividad

blanco", proletarios funcionalmeote, "burgueses", por status y psicología. Como señala W. Mills, "ellos constituyen una pirámide nueva del siglo XX, superpuesta y entremezclada con la antigua pirámide de empresarios-trabajadores del capita-lismo del siglo pasado". En The Marxists, op. cit., p. 110.

38 Raúl Prebisch, Nueva política comercial para el desarrollo (Informe a la Confe-rencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo), Fondo de Cultura Económica, México, 1964, pp. 65-66.

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326 ANIDAL PINTO

tendrían que cederlos a los demás sectores debido a la baja eventual de sus precios relativos. (...)

III. Trazos gruesos de algunas orientaciones para la política económica

Aunque se sostuviera que el fenómeno que nos ha interesado fue inevitable,39 dada la estructura y el modelo latinoamericano reciente, parece que hacia adelante resulta bien difícil conciliario con una tasa más o menos rápida de desarrollo y con las circunstancias sociopolíti-cas que han emergido o que derivan de nuevas situaciones internacio-nales. En otras palabras, la concentración "tridimensional" que pudo ser, en alguna medida, el precio o condición para la transformación de las últimas décadas, parece haberse tornado un obstáculo para proseguirla, tanto por razones económicas como por las tensiones sociales, la inestabilidad política y el fundamental problema ético que envuelve.

Si se adopta este punto de vista surge la tarea de fijar criterios y de examinar los medios de abordarlo y rectificarlo. Queremos discutir brevemente algunos aspectos generales de esta cuestión.

En un nivel muy abstracto el problema se perfila con nitidez y es pertinente para cualquier tipo de sistema económico. Se-trataría, en último término, de que los aumentos de productividad originados por cualquier causa que pueda atribuirse al esfuerzo social se traduzcan en mejoramiento de ingreso o de condiciones de vida para el conjunto de la comunidad, distribuidos entre individuos y grupos según los criterios que ella misma establezca —en vez de redundar en beneficios exclusiva o principalmente para quienes están colocados en las activi-

39 Lo que no significa que haya sido completamente "necesario", en el sentido que se expuso más atrás.

CONCENTRACION DEL PROGRESO... 327

dades favorecidas por la inversión o las diversas formas de contribu-ción colectiva.

Es indudable que tal objetivo no sólo enfrenta escollos operativos manifiestos, sino también la dificultad para distinguir las causas de los aumentos de productividad, esto es, los que se deben al empeño o ingenio privados (y que dan título a la correspondiente apropiación de sus frutos) y los que tienen su raíz en factores sociales. Sin embargo, la formulación establece un marco de referencia, una orientación para la conducta, cuya influencia en las decisiones debería ser mayor allí donde tienen particular importancia las influencias extemas o sociales sobre el avance del progreso técnico, esto es, para las economías subdesarrolladas y también para las socialistas.

Puntualicemos ahora más directamente a nuestras economías y a los medios eventuales para asegurar una distribución menos desigual del progreso técnico y de sus frutos. A fin de simplificar las cosas imaginemos que el problema se plantea hacia el futuro, esto es, que no se pretende mudar las condiciones ya establecidas, sino suscitar una tendencia a su rectificación progresiva. En verdad, la otra alternativa sólo podría tomar cuerpo a base de una redistribución de activos o-

de propiedad en perjuicio de quienes pudieron acumularlos. Ella ha estado presente, sin duda, en los procesos revolucionarios —expropia-ciones de tierras, residencias urbanas y hasta bienes de consumo durables, automóviles, yates, etcétera. Aunque no se considere esta alternativa, es útil tener en cuenta que aun una estrategia más "mode-rada" podría exigir reducciones en la concentración de la propiedad. El caso de la reforma agraria es un ejemplo sobresaliente, ya que puede ser imposible elevar el ingreso disponible de la masa campesina sin alguna mudanza del régimen tradicional de tenencia de la tierra.

Para ordenar el" análisis es conveniente discriminar entre las direc-tivas.que miran a la distribución del ingreso y las que se proponen actuar sobre el reparto del progreso técnico. Hay relaciones estrechas y hasta interdependencia entre ambas vías; sin embargo, las separamos para los fines de la exposición, aunque haya que apreciarlas conjunta-mente.

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3 2 8 ANIDAL PINTO

Para la redistribución del ingreso

Respecto al primer asunto atenderemos de preferencia a lo que se refiere a la distribución de ingreso entre los polos —y no dentro de

) cada uno—, aunque se verá que en algunos casos se requiere asociar ) los dos aspectos. \ Una posibilidad que se discierne al respecto es la modificación de

los precios relativos de los bienes y servicios producidos por cada ' sector. Como se comprende, ello tendría como norte traspasar al área ) subdesarrollada una parte de los frutos del incremento de produc--) tividad en el polo capitalista, en la medida que éste excede al

que tuviera lugar en el otro. En estas circunstancias, la relación de ' precios seguramente mejoraría para las actividades rezagadas y se ) elevaría así más rápido su ingreso por persona. ) Sin debatir Ja viabilidad de tal interferencia en el sistema de x precios —desde el ángulo administrativo y del político—, saltan a los

ojos otros reparos, que tienen que ver con los efectos sobre la ) distribución de rentas dentro de ambos sectores. Por una parte, dada ) la estructura de propiedad agraria y la amplia disponibilidad de fuerza j de trabajo, hay razón de más para suponer que el aumento de rentas

se concentraría en la cúspide social de las actividades beneficiadas. De ) este modo podría no haber cambios apreciables en el cuadro básico del ) problema. Esa apropiación, claro está, acrecentaría los recursos del ^ empresario agrícola, pero no se puede asegurar que ellos se traducirían

en inversiones. Au nque ese windfall o regalo no se desviara al consumo J suntuario, hay otra alternativa: que regrese al sector desarrollado. ) Ambas vías parecen haber sido corrientes en la América Latina en j fases de bonanza agropecuaria. v Pero hay más inconvenientes. En primer término, los "marginados"

délos otros sectores serían fuertemente afectados, sin siquierala esperanza .) de competir o compartir con los propietarios rurales las ventajas de ) precios relativos. En segundo, que empeoraría la estructura del reparto

de ingresos dentro del área desarrollada y alentaría presiones inflado-

.) )

CONCENTRACIÓN DEL PROGRESO... _ _ 3 2 9

nanas en proporción a la magnitud y rapidez de las mutaciones y de Ja capacidad de reaccionar de los perjudicados.

Veamos ahora otro camino, que sería el de influir directamente sobre los ingresos, o si se quiere, sobre el precio de los factores.

Atendiendo de inicio al sector subdesarrollado, se percibe que una política de elevar salarios y/o promover la organización sindical podría causar alguno de estos efectos o ambos: mejorar la distribución del ingreso dentro del área y —si no se interpusieran otros elementos— promover, asimismo, un cambio de los precios relativos a favor de ellas. Sin embargo, esa alternativa suscitará en los sectores y capas sociales las repercusiones esbozadas más arriba.

Esas tácticas, por otro lado, tanto en lo que se refiere a los trabajadores agrícolas como a los postergados del sector terciario y secundario, encontrarían evidentes vallas para su materialización, dado el escaso poder de negociación de todos ellos y la posibilidad de mayores reajustes equivalentes de la población capitalista.

Otra dirección visible es la que presentan las operaciones públicas que implican transferencia de ingresos. Supuesta una inclinación progresiva de la tributación, muchos arbitrios pueden redundar en mayores ingresos monetarios o reales (v. gr., bienes y servicios sociales) para los "marginalizados" rurales o urbanos. Esta alternativa se encontrará supeditada a la capacidad política del Estado para aplicar tal orientación impositiva y a la magnitud de recursos que podrían desviarse hacia el objetivo elegido. No es preciso recalcar que en ambos aspectos el radio de-maniobra sería más estrecho, amén de que obligaría a una selectividad rigurosa de los favorecidos, cosa que contradiría la tendencia predominante a concentrar el gasto social en los grupos más fuertes y mejor colocados del universo asalariado.

Para cerrar esta parte atendamos a la ligera al tema de la distribución de ingreso dentro del polo desarrollado, que no es la preocupa-ción principal de este trabajo. Como ya se dijo antes, cualquiera política simplista para disminuir esas rentas en aras de la inversión privada o de la equidad con los otros asalariados, no resolvería los problemas del sector desarrollado ni aliviaría los del resto de los trabajadores. Sin embargo, es patente que la dualidad del sistema no puede atenuarse o resolverse si los grupos bien pertrechados consiguen

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3 3 0 ANÍBAL PINTO

retener junto con sus empresarios-propietarios todos los frutos de la mayor productividad real o monetaria. Sus. ingresos, por lo tanto, tendrían que ser encuadrados en algún marco de referencia nacional, siempre y cuando se opere en el mismo sentido respecto a la cúpula de su sector. Es en esta obligación de actuar simultáneamente sobre las rentas de las fuerzas de trabajo y de las originadas o vinculadas al dominio del capital donde reside el mayor escollo para esa orientación. Si las primeras pueden ser hipotéticamente reguladas por la política de remuneraciones y/o la de precios relativos, para operar sobre las segundas se requiere de instrumentos variados y complejos, como un eficaz sistema tributario progresivo, que no son fáciles de manejar o montar en las sociedades subdesarrolladas, aparte del aspecto clave de la resistencia sociopolítica de los grupos afectados —los más poderosos, repitámoslo, en la estructura de poder de estos países.

Como se anticipó y podrá apreciarse, estos y otros expedientes, de mayor o menor eficacia y viabilidad, miran solamente a la redistribu-ción del ingreso, sin inmiscuirse en los factores que pueden determinar originaímente el reparto dado de las rentas. En este sentido son medidas que trabajan "contra la corriente", dirigidas a deshacer o rectificar ex post la distribución que tiende a establecerse por el juego espontáneo de los elementos influyentes, que inclina a la concentración de ingresos en un proceso de causación acumulativa.

No es aventurado sostener que una estrategia asentada nada más que en arbitrios redístributivos tiene poca posibilidad de alterar las rela-ciones que generan las condiciones básicas del sistema económico-social. Esta, como diría Furtado, sería una típica aproximación populista, expuesta a bruscos virajes y que a lo más podría mejorar transitoria o esporádicamente fragmentos minoritarios de la población preferida.

40 C. Furtado, Dialéctica do desenvolv'unehto, p. 83.

CONCENTRACIÓN DEL PROGRESO... 3 3 1

Diseminando el progreso técnico

Cualquiera conducta al respecto debe, en consecuencia, ir más allá de esos objetivos, hasta sus factores primarios, entre los cuales resalta la concentración precedente y actual del progreso técnico, entendido esto en el sentido amplio que se evidenciará en el análisis a seguir. Los movimientos en esta dirección serán el soporte y la complementación indispensables para el éxito de toda gestión por el lado de la redistri-bución monetaria del ingreso.

Encarando directamente el problema pueden distinguirse tres vías principales para el propósito que se destaca: la inversión pública productiva y la social, y la inversión privada.

El interés en la participación estatal nada tiene que ver con prejuicios doctrinarios. Partimos del hecho simple y meridiano de que los recursos particulares con toda probabilidad tenderán a seguir acumu-lándose o dirigiéndose con preferencia hacia el polo capitalista y con beneficio para la población allí localizada.

El asunto que se plantea es demasiado amplio como para ser abordado en sus múltiples facetas, de manera que nos limitaremos a presentar algunos aspectos primordiales.

Si atendemos primero a las inversiones productivas del Estado, parece obvio que el objeto central reside en una reasignación de los gastos de capital en favor de los sectores rezagados y, en la mayoría de los casos, de la agricultura tradicional. Ese cambio en la composi-ción de las inversiones no implicaría una disminución absoluta de las efectuadas en el área desarrollada si la tasa de capitalización pública se elevara apropiadamente.

Sin olvidar que la extensión sostenida del progreso técnico hacia el segmento agrícola del polo sub des arrollad o puede exigir adecuaciones institucionales del mismo, debe llamarse la atención sobre dos cues-tiones principales. Por una parte, que el propio atraso tecnológico en esa área supone que existen grandes reservas de productividad, esto es, que innovaciones relativamente simples y poco costosas en la organi-zación y en los métodos técnico-científicos pueden acarrear elevacio-

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3 3 2 AWIBAL PINTO

') ) nes considerables de los rendimientos. Este, como se anotó en la . primera parte, es uno de los privilegios del subdesarrollo. Por otro

lado, y reforzando lo anterior, debe recordarse que, sobre todo en la ) agricultura, existe una opción tecnológica entre los cambios dirigidos ") a acrecentar los rendimientos por hectárea y aquellos encaminados , principalmente a incrementar la productividad por hombre y así a

economizar fuerza de trabajo. Claro está que ambas aproximaciones ) a menudo se superponen; sin embargo, un criterio definido respecto a ) los énfasis respectivos es fundamental para la estrategia. Como se , comprende, una tecnología principalmente ahorradora de mano de obra

subentiende un desplazamiento más o menos considerable y persistente ) de población hacia otros sectores. En la medida que éstos no pudieran ) absorberla económicamente se agravaría el problema del desempleo y , la "marginalidad" urbana. En otras palabras, el eventual aumento de la

productividad y el ingreso en las zonas agrícolas estimuladas sería •* contrarrestado por los efectos negativos en la periferia no agrícola y ) en otras áreas de la propia agricultura. ) Los avances en la productividad agrícola, por su lado, en la medida

que importan acrecentar la oferta de alimentos, serían fundamentales / para mejorar las condiciones de vida de todos los grupos de bajo ) ingreso, ya que su estándar real depende especialmente de la mayor o j menor disponibilidad de ese consumo esencial. •j No escapará.a los lectores que esta perspectiva plantea algunos

problemas delicados y que tienen que ver con la repartición de los ' frutos del progreso técnico entre los agricultores y la población ajena ) al sector. En efecto, si imagináramos que el aumento de productividad , se transfiere del todo a esos consumidores vía baja de precios, el

mejoramiento de ingreso en el campo quedaría supeditado exclusi-vamente a la reducción eventual de la población campesina y al

i incremento del volumen de la oferta. Esta sería una alternativa muy •} ventajosa para los habitantes urbanos y en el hecho parece haber sido

' representativa de la evolución de las cosas en modelos de desarrollo como el del Japón. Si el incremento de la productividad por hombre y

) de la oferta física no fueran adecuados, surgiría entonces el problema de j una elevación de los precios relativos de la agricultura, con las

derivaciones antes señaladas y otras que saría largo detallar.

)

CONCENTRACIÓN DEL PROGRESO... ^ 3 3 3

Pero el sector subdesarrollado, como se ha repetido, no se circuns-cribe a la agricultura tradicional y en algunos países resalta con tanta o igual gravedad el de las fajas rezagadas de las actividades secundarias y terciarias, para las cuales se plantea con mayor complejidad la tarea de "sembrar" el progreso técnico.

Observemos primero las cuestiones relativas al área industrial. Las opciones tecnológicas son aquí más restringidas que en la agricultura y parecería que mayor capitalización y menor empleo son términos inseparables. Sin embargo, en una economía dinámica, ni se plantea rigurosamente esa relación ni es posible subestimar los efectos ampli-ficadores del proceso, esto es, que el aumento de ingresos derivado de los cambios en el modo de producción acrecienta y diversifica la demanda, abriendo otros frentes de trabajo para los que pudieran ser desalojados de sus ocupaciones originales.

De todos modos, aunque el problema de las opciones tecnológicas probablemente no tiene particular significación en lo que se refiere a las unidades menores, es fundamental para una apreciación global de la capacidad del sector fabril para absorber fuerza de trabajo, cuestión clave en toda discusión.

En esta materia, que ha comenzado a ser investigada detenidamente en algunos trabajos de la CEP AL,41 domina en las ideas corrientes una especie de reflejo específico del efecto demostración, que lleva a suponer que las únicas posibilidades de- expansión industrial dinámica y viable residen en grandes unidades, capaces de aplicar la tecnología más reciente y densa de los países centrales.

La verdad es que esa suposición sólo tiene validez para actividades donde no existe otra alternativa tecnológica —por el hecho de que es importada y no puede hacerse "a la medida", o hay imperativos ligados a la concurrencia en el mercado exterior—, aunque aquí la justificación es menos poderosa. Para las demás —y en el grado que sea viable físicamente o sea posible establecer métodos adecuados a la

41 Seminario sobre Programación Industrial, San Pablo, 1963. Documentos sobre selección de técnicas y utilización de la mano de obra.

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334 ANÍBAL PINTO

constelación y costos de los factores nacionales— lo que importa realmente son los niveles de productividad relativa en comparación con los predominantes en la economía nacional. En otras palabras, la "economicidad" de las actividades deberá ser graduada por sus distintos aportes al producto neto nacional y no por las comparaciones con la eficiencia y costos de hipotéticas similares extranjeras.

No cabe aquí ahondar en este asunto, que, además de complejo, escapa a nuestro tema. Para seguir con éste y con el propósito de esclarecer la cuestión, queremos insistir en la congruencia del aumento de la ocupación y de los incrementos de productividad, o sea, de la realidad de opciones tecnológicas para seguir ese camino allí donde lo imponen el estadio de desarrollo y/o la reserva de fuerza de trabajo.

Un ejemplo elocuente de la compatibilidad de esos términos encon-tramos en la pequeña y eficiente economía de Suiza. Como anotan Jóhr y Kueschaurek:

En lo que se refiere a la industria, en el presente... no hay más de 40 plantas con más de 1 000 trabajadores y sólo 9 tienen más de 3 000. Los establecimientos industriales con más de 1 000 operarios sólo representan menos del medio por ciento del total de las plantas industriales del país. En contraste, 82 % del total de establecimientos suizos emplea menos de 50 trabajadores.42

El caso del Japón, donde gravita con fuerza el problema de empleo, también ofrece un cuadro revelador por su dualidad estructural en la actividad fabril. Conviven en esa economía un estrato de industrias básicas y de exportación montadas con elevada densidad tecnológica y un universo de empresas medianas y pequeñas, con alta carga de mano de obra, cuya eficiencia (y menores remuneraciones) también les permite a menudo rivalizar en el mercado exterior. Sobresale en este cuadro, como se vio en la primera parte, la tendencia a estrechar

42 W. A. Johry F. Kueschaurek, Study ofthe efficiency ofa small nation: Economic conseqaences ofthe size oftiations, Macmillan, Londres, 1963, p. 58.

CONCENTRACIÓN DEL PROGRESO... 3 3 5

los desniveles sectoriales. Indica un experto que "las firmas medianas y pequeñas han modernizado sus directivas en los últimos años y los salarios han aumentado a un ritmo mayor que. el de las empresas de gran escala".43

Naturalmente, estas referencias tienen un mero propósito ilustrativo y no caben analogías mecánicas. Sin embargo, son útiles para socavar el mito que identifica gran empresa y alta densidad tecnológica como único medio de elevar la productividad y también para apuntar hacia modelos "a la japonesa", conciliables con la escasez de capital y la demanda de empleos.

Mirando desde otro ángulo el problema de la ocupación, parece obvio que aun cumpliendo la tarea ineludible de elevar la tasa de inversión, sería imposible para los países latinoamericanos homoge-neizar según el más satisfactorio nivel tecnológico prevaleciente a todo su universo industrial en un futuro cercano. Esa realidad elemental implica que habrá de mantenerse cierto tipo de dualidad, a base de dos grandes compartimientos: uno, que por "imposición tecnológica" y/o por proyectarse hacia el comercio exterior, será relativamente mez-quino en cuanto a absorción de fuerza de trabajo; otro, en quela opción tecnológica debe inclinarse hacia procedimientos trabajo-intensivos, pero que envuelven a la vez, incrementos de la productividad real y del ingreso, como para ir angostando la brecha entre los dos universos.

La tarea no es fácil de definir ni de realizar, pero la conciencia de su necesidad y el amplio instrumental de la política de inversiones, créditos e influencias públicas pueden sin duda hacerla viable —si hay voluntad colectiva que la respalde.

En el grado que se progrese en esas direcciones parece claro que también habrá dividendos para la masa preferida del sector servicios. Para ella se abren dos caminos principales. Por un lado, el de acceso al desarrollo secundario en la escala que éste amplíe sus oportunidades

43Masao Sakisaka, "Desarrollo de la economía japonesa después de la segunda Guerra Mundial", en Revista Economía, Universidad de Chile, núra. 77-78, p. 67.

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3 3 6 ANÍBAL PINTO

) de empleo. Por el otro, el de promoción vertical dentro del propio sector, o sea, de las actividades menos remuneradas (o desde el

) desempleo "disfrazado") hacía las de servicios calificados, incluso a ) los ligados a las otras áreas. ) En este punto —y en Ja medida que los movimientos delineados

amplían y modifican la estructura de los sectores primario y ' secundario— adquieren significación singular las inversiones sociales

.) del Estado, sobre todo las dirigidas a la educación elemental ya la \ técnica. Ellas, claro está, son fundamentales en cualquier circunstan-

cia, por cuanto, aun en economías como las nuestras, la oferta excesiva global de mano de obra puede coexistir con insuficiencias específicas

) de personal califlcado.de los más variados tipos. Sin embargo, esos ) requerimientos se multiplican y generalizan en un proceso de homo-

geneización de las actividades, uno de cuyos ingredientes esenciales serán los cambios cualitativos en la eficiencia de la fuerza de trabajo,

) tanto más decisivo cuanto más escaso sea el instrumental productivo a ) diseminar. Por otra parte, huelga recalcar que los progresos en esa vía

serán elemento sobresaliente para disminuir los márgenes de ingreso entre la población de los polos, que tenderían a aproximarse por la

) redistribución del progreso técnico. ) Aunque, como se anotó, compete básicamente a las inversiones , productivas y sociales del Estado el papel cardinal en la estrategia, es

evidente que no faltan arbitrios para inducir a los recursos privados a ^ reforzarlo, esto es, a desviar una mayor proporción hacia el polo ) subdesarrollado. Tanto en los países centrales como en los nuestros j esa posibilidad se ha planteado de preferencia en relación a las

provincias o regiones atrasadas. Por la información que se tiene, da la ' impresión de que esa alternativa ha sido más fructífera en países como ) los Estados Unidos, en que las ventajas marginales tienen mucho peso j en las decisiones empresariales, que no en otros, en los cuales la

balanza del cálculo privado parece inclinarse fuertemente hacia los puntos en que sobresalen las economías de aglomeración y otras

J facilidades externas. ) Para cerrar estas notas preliminares y considerando en conjunto los

efectos eventuales de una estrategia que maneje tanto los resortes de la redistribución del ingreso como los de la reasignación del progreso

CONCENTRACIÓN DELPROGHESO... 337

técnico, cabría aludir a la posibilidad no despreciable de que ella implicara una moderación del impulso del sector capitalista, que ha sido el foco dinámico del sistema en los últimos lustros.

Es muy difícil evaluar aproximadamente esa hipótesis, expuesta a la influencia de múltiples variables —desde la ajena del comportamien-to del sector exterior hasta la decisiva de los cambios en la tasa de inversión o las respuestas de los sectores rezagados. No obstante, el asunto se apreciaría con una perspectiva más adecuada si se conviniera en que la dinámica del propio desarrollo se encuentra constreñida por Ja dualidad estructural. En este caso se trataría en lo esencial de reculer pow sauter miex o, si se quiere, de acumular energías para desatar nuevos impulsos para el desarrollo en un marco o modelo más expansivo.

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DE LA SOCIEDAD TRADICIONAL...

Gino Germani: De la sociedad tradicional

a la participación total Germani.G., Política y sociedad en una época de tran-sición. De la sociedad tradicional a la sociedad de masas, Cap. 5, Buenos Aires, Ed. Paidós, 1962, pp. 147-162.

1, Seis etapas en la transición

En este capítulo se ha ensayado una aplicación a la evolución política de América Latina de algunas de las ideas expuestas en

los trabajos incluidos en los capítulos anteriores.1

La evolución política de los países de América Latina puede ser descripta sintéticamente como una serie de seis etapas sucesivas, y consecuentemente el estado actual de cada país determinado podrá definirse con referencia a la etapa alcanzada dentro del proceso de transición. Está de más advertir los grandes peligros que presenta este procedimiento. Sin embargo, es el único que permite ofrecer una visión de conjunto del proceso, y en tanto no se olviden sus obvias limitacio-nes, constituye un recurso metodológico de considerable utilidad.

Las seis etapas en que dividimos el proceso son las siguientes: (1) Guerras de liberación y proclamación formal de la inde-pendencia; (2) Guerras civiles, caudillismo, anarquía; (3) Autocracias unificadoras; (4) Democracias representativas

J Se trata sobre todo de una ampliación del contenido del capítulo sobre autorita-rismo, ahora con especial referencia a la América Latina. Sin embargo, debe advertirse que los dos ensayos fueron escritos con cierto intervalo de tiempo enlre sí. Gran parte del presente capítulo apareció en la Revue Francaise de Sociologie duTravail, No. 4 de 1961.

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) 3 4 0 GINO GERMANI

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) con participación "limitada" u "oligarquía"; (5) Democra-) " cias representativas con participación ampliada; (6) De-

mocracias representativas con participación total; y, como 7 una posible alternativa a las aludidas formas de democracia: ) "revoluciones nacionales-populares". ) ) Durante las primeras dos etapas —de muy distinta duración en los v diferentes países— predominó de manera casi inmodificada el patrón

"tradicional" de estructura social. Las élites criollas que en la mayoría ' de los países hace un siglo y medio llevaron a cabo las revoluciones ) en contra del poder colonial, intentaron superponer a la sociedad -. "tradicional" las formas modernas de un Estado nacional con demo-

cracia representativa. Este intento estaba destinado a fracasar, pues ) faltaban, por un lado, la base humana necesaria —burguesías nacio-) nales suficientemente desarrolladas y por lo menos algunos sectores •-. de los estratos populares suficientemente "modernizados"—; por el

otro, el vacío creado por la destrucción de Ja organización colonial y ) * el aislamiento cultural y geográfico de la gran mayoría de la población ) constituían un obstáculo insuperable. La pri mera fase —independencia \ formal— fue así seguida por una segunda caracterizada por un alto

grado de desintegración —anarquía, caudillismo— fragmentación ^ política y fragmentación geográfica, jefes locales en continuas luchas ) —los clásicos "caudillos" sudamericanos— y que, sin embargo y a su \ manera, representaban una forma de "democracia" elemental cuando

se la compara con las tendencias aristocratizantes y hasta monárquicas ' de las'élites liberales. Fundado esencialmente sobre un vínculo de ) lealtad personal y de admiración hacia las virtudes del jefe (a menudo \ de origen popular y hasta perteneciente en algunos casos a grupos

étnicos despreciados —mestizo, indios, mulatos o negro) este régimen ) de caudillos implicó en esencia el mantenimiento del patrón tradicional de ) la estructura social. En muchos casos, algún caudillo logró emerger y » establecer una dictadura personal suficientemente fuerte como para

asegurar la unidad del país y mantener cierta forma de orden. Es la ^ tercera etapa, la fase de las autocracias unificadoras, las que, si en ) algunos casos continuaron el aislamiento y la inmovilización de la j estructura tradicional, en otros implicaron cambios económicos y

sociales en sentido modernizante: por ejemplo, inversión extranjera,

PE LA SOCIEDAD TRADICIONAL... 3-11

inmigración, integración del pafs a la economía mundial (aunque a través de las formas "coloniales*' de exportación de materias primas), construcción de transporte, alguna medida educacional, etc. El paso a la cuarta etapa —democracia con participación limitada (lo que en lenguaje corriente en América Latina suele llamarse "la oligarquía'')— fue en extremo variable: ocurrió tempranamente, como el caso de Chile, después de Portales, y desde la segunda mitad del siglo, como en la Argentina después de Rosas, o desde sus últimos años y primeros del actual, como en Uruguay después de la serie de tres dictadores entre 1870 y 1903; en Brasil también podemos hablar de una transición análoga —con todas las reservas del caso— tras la desaparición del "poder moderador" o de la "democracia coronada" representada por Pedro II, y el establecimiento de la República. El caso de Costa Rica, excepcional en América Latina por su estructura agraria basada en un amplio estrato de campesinos propietarios, también muestra una tran-sición semejante hacia una forma estable de democracia representativa, especialmente después de 1889, fecha en que se realizan las primeras elecciones libres. Y por último, debe mencionarse a Colombia, que logra también estabilizar un régimen de democracia "limitada" desde fines de siglo, aunque con interrupciones no muy frecuentes. Mas en todos los demás —en particular los países del Caribe y Paraguay— el círculo vicioso de autocracia, crisis de sucesión e intentos abortivos de régimen democrático, y por fin nuevas autocracias, se han prolon-gado hasta nuestros días y solamente en las últimas dos décadas sobre todo desde mediados de los años 50, se dieron en numerosos países nuevos intentos de pasar a formas más avanzadas de gobierno. Estos cambios políticos recientes, expresión clara de las modificaciones sustanciales que están ocurriendo con gran rapidez en la estructura social de todos los países latinoamericanos, han conducido a la desaparición de casi todos los regímenes autocráticos (casi siempre de tipo militar).

Los recientes ensayos de democracia representativa en Venezuela, Ecuador, Perú y otras naciones se ven enfrentados con serias amenazas . internas. Al mismo tiempo y paradójicamente graves signos de inesta-bilidad —aunque en diferente medida— afectan también a aquellos países incluidos en el primer grupo y que habían alcanzado cierta duración y normalidad en el nivel de la democracia "limitada" o en el

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de la "ampliada". Dos de ellos —Brasil y la Argentina— experimen-taron regímenes autoritarios, y en el caso del segundo de los países nombrados, un recrudecimiento en el intervencionismo militar, desde el golpe de 1930 que derribó un gobierno legal. Mas el significado tanto de la inestabilidad de los países que sólo ahora están entrando en la fase de democracia representativa, como de aquellos que recayeron en dictaduras militares o de otra índole después de un largo período de gobierno democrático más o menos "normal", es completamente distinto de la inestabilidad de los habituales "pronunciamientos" militares característicos de la segunda y tercera etapa de nuestro esquema. El hecho nuevo es, como es bien sabido, la aparición en la escena como participantes activos de grandes estratos populares, que hasta ese momento habían quedado pasivos y Juera del proceso político. Las consecuencias de tal hecho se vinculan en considerable medida con la época y Jas circunstancias de la transición de las etapas que hemos llamado de participación "limitada" y de participación "ampliada".

La democracia representativa con "participación limitada" aparece con cierta estabilidad en aquellos países cuya estructura económica y social ha madurado lo bastante como para originar —y necesitar— una capa media urbana que, aunque reducida a una pequeña proporción de la población (por ejemplo hasta del 10 o del 15%), concentración ecológica (en pocas ciudades, o en una sola ciudad "primate") y por las funciones que desempeña en un país cuya economía y organización social requiere ya cierta concentración de capacidad especializada, ha adquirido algún peso político. Un peso suficiente para compartir, o por lo menos acompañar, en el poder a las "oligarquías" propiamente dichas (clásicamente compuestas de "grandes terratenientes"), y restar posibilidades.a las intervenciones irracionales de otras fuerzas (parti-cularmente militares) o por lo menos encauzarlas en un sentido menos perjudicial para el funcionamiento de las instituciones de una sociedad en vías de modernización. Estas capas medias crecen obviamente con el incremento de la urbanización y de la industrialización, y aunque al comienzo mantengan cierta identificación con la "oligarquía", acaban por adquirir cierta autoconciencia de su propia existencia y posibilida-des. El funcionamiento de la democracia representativa, con el "juego normal de las instituciones" —según un bien conocido slogan político—

DE LA SOCIEDAD TRADICIONAL... 343

se funda en realidad sobre el otro hecho de que tal juego normal solamente abarca esa pequeña minoría de la población. El país se halla dividido (esquemáticamente) en dos partes: áreas "centrales" en las que se ha producido cierto proceso de modernización, con la formación de una o varias grandes ciudades, asiento de las capas medias aludidas, y todo el resto, constituido por regiones "periféricas" que incluyen la gran mayoría de la población. Esta última pertenece sociológicamente al patrón tradicional (con las reservas señaladas en los primeros párrafos): economía de subsistencia, formas mentales y control social basado sobre los mecanismos y las normas de las instituciones tradi-cionales. De este modo la gran mayoría de la población permanece pasiva en el proceso político no ya porque se la excluya (por ejemplo, a través de formas legales o ilegales de limitación del sufragio), sino y sobre todo por cuanto su mentalidad, y nivel de aspiraciones y expectativas están "ajustadas" a las posibilidades y condiciones con-cretamente ofrecidas por el tipo de estructura en que viven.

Pero la limitación en el funcionamiento de la democracia, en esta etaparde "participación limitada",4io sólo implica.la no participación de los habitantes de las áreas "periféricas", supone al mismo tiempo la (relativa) marginalidad política de los estratos populares que viven en las áreas centrales, es decir, del naciente proletariado urbano. Estos, según los países y según las épocas, se hallan más o menos "avanza-dos" en el proceso de transición hacía una mentalidad "moderna" y ejercerán una presión variable sobre los grupos dirigentes o partici-pantes en el poder, a través de movimientos de protesta, organización gremial, partidos políticos, y el tránsito a la sucesiva etapa de "parti-cipación ampliada" se produce, precisamente, cuando —en general en virtud de una alianza implícita o explícita entre estratos medios y estratos populares— aquéllos adquieren mayor poder y éstos reales posibilidades de participar e influir en el proceso político. Del mismo modo que la estabilidad del régimen con "participación limitada" supone la posibilidad de mantener ajenos al proceso político tanto la población de las zonas periféricas como los estratos populares de las áreas desarrolladas "centrales", el régimen con "participación amplia-da" descansa por un lado en el mantenimiento de la exclusión de la población "periférica" y por otro en la existencia de un consensus entre todos los grupos de las regiones "centrales"—altos, medios y populares—

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en el mantenimiento del "juego de las instituciones", precisamente dentro de esos límites.

2. Movilización e integración: diferencias entre los países de Europa y Latinoamérica

Quizás para describir adecuadamente este proceso sea conveniente introducir aquí una distinción más clara entre "movilización"2 e "integración". La primera corresponde al proceso psicosociológico a través del cual grupos sumergidos en la'"pasividad" correspondiente al patrón normativo tradicional (predominio de la acción prescriptiva a través del cumplimiento de normas internalizadas), adquieren cierta capacidad de comportamiento deliberativo, alcanzan niveles de aspi-ración distintos de los fijados por ese patrón preexistente, y consiguien-temente, en el campo político, llegan a ejercer actividad. Esta obviamente

2 El concepto "Social raobilization" fue empleado por Deulsch para indicar un aumento de la comunicación. K. W. Deutsch: Nationalism and Social Communi-cation, New York, Wiley & Sons, 1953, Cap. II, ha definido el mismo concepto como una capacidad de identificación. Nosotros la hemos definido como el pasaje de la acción prescriptiva a la acción electiva. Cf.: G. G. Germani: "Secularización y desarrollo económico" en Centro Latinoamericano de Pesquisas, Resistencia a Mudanca. Río de Janeiro, 1960, pp. 261-266. N. Stokés ha dado una descripción de este fenómeno entre los indios de Guatemala: "Un despertar cuyo significado era profundo tuvo lugar lentamente para una cantidad de sujetos (...), pero no era lo que se designa generalmente un cambio "ideológico". Podríamos más bien llamarlo un despertar sociológico, ya que era la manifestación de que ciertos roles y status en el sistema social previamente aceptados, no estaban ya regidos por las mismas normas y las novedades por la expresión y la satisfacción de necesidades se cambiaban repentinamente (...) Esta conciencia de una nueva potencialidad sociológica tenía aspectos característicamente ideológicos; los cambios sociológi-cos acarreaban grandes alteraciones de las actitudes tradicionales. Probablemente para los nativos (..-.) el hecho de que el proceso tuvo lugar bajo un nombre u otro era de poca importancia, lo importante era tener por la primera vez una serie de vías de comunicación y de actividades permitidas entre ellos y la autoridad". N. Stores: "Receptívily to communist fomented agitation in rural Guatemala, Eco-nomic Development and Cultural Change, V. (1957): 358-361.

DE LA SOCIEDAD TRADICIONAL... 345

produce participación, intervención en la vida nacional; pero tal intervención puede darse de muy diferentes maneras, desde movimien-tos de protesta desorganizados hasta explosiones revolucionarias abier-tas, desde expresiones religiosas hasta actividad política desarrollada en el seno departidos, con el ejercicio del sufragio, etc. Es con respecto a estas diferentes formas como podemos definir como integración una forma particular de intervención de los grupos movilizados: (a) por un lado se lleva a cabo dentro de canales institucionalizados en virtud del régimen político imperante (y tal intervención posee por lo menos un cierto grado de efectividad, además de un reconocimiento formal; (b) por el otro es percibida y experimentada como "legítima" por los grupos movilizados, debiéndose agregar que en ese sentimiento de "legitimidad" está también englobado, de manera explícita o implícita, consciente o inconsciente, el cuadro institucional global, es decir, el régimen político por un lado, y por otro, por lo menos ciertos valores básicos que aseguran un mínimo de integración en la estructura social, Está de más aclarar que se trata de una actitud de legitimidad y no de legitimidad legal. También conviene recordar que el procese^ es en extremo complejo y que la actitud de legitimidad puede perfecta-mente combinarse con profundas divergencias, coexistir con gravísi-mos conflictos y clivajes entre los grupos sociales que componen la sociedad global. Lo importante es que por debajo de tales conflictos —incluso de manera implícita y hasta completamente inconsciente— existe un mínimum de acuerdo en cuanto a las reglas del juego y que tal respeto se funde en mecanismos de control social no dependientes por entero del ejercicio déla fuerza represiva externa, sino que posee algo de la espontaneidad de las normas internalizadas. Como es bien sabido, estos mecanismos pueden acompañarse perfectamente de acti-tudes verbales extremas que impliquen un rechazo total del orden existente —siempre que implícitamente tal actitud de rechazo sea "suspendida" y postergada para un futuro no especificado.

Utilizando esta terminología, podemos decir entonces que la demo-cracia representativa ha funcionado en América Latina en la medida en que ha habido correspondencia entre "movilización" e "integra-ción", y que la posibilidad de que ello sucediera ha dependido, entre otros muchos factores, de la capacidad de establecer canales institu-cionalizados de participación y bases mínimas de comensus, durante

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346 GINO GERMANT

la etapa previa a la "movilización", o por lo menos a medida que ésta iba afectando a nuevos grupos.

Hasta aquí el esquema que se ha tratado de formular no es por cierto novedoso. Es fácil reconocer en el mismo un proceso análogo al que condujo a la sucesiva ampliación de la base política de las democracias occidentales, a través de la integración de los estratos populares y la sucesiva extensión de los derechos civiles, políticos y sociales por medio del sufragio político, el welfare state y el consumo masivo, fase más avanzada del desarrollo económico. El surgimiento y desarrollo de la sociedad industrial requiere la "movilización" y de hecho se acompaña de ella, de la totalidad de los habitantes de un país. En el modelo occidental tal "movilización" ha consistido también en la movilización política. Mas la transición presenta en los países de desarrollo posterior —como en el caso de América Latina— rasgos diferenciales de esencial importancia. Es sobre todo a estos rasgos que debemos dirigirnos si queremos comprender el comportamiento político de ios estratos populares. Tales rasgos pueden probablemente clasificarse en tres grupos: < '

(a) Diferencias entre la estructura social, la cultura y los tipos de personalidad de los países de industrialización temprana, con respecto a los presentemente en curso de desarrollo;

(b) Diferente secuencia de los cambios en los distintos sectores de la estructura social, y la no menos divergente rapidez del proceso;

(c) Diferencias en la época histórica, en las circunstancias sociales, en el contexto global en que se desarrolló el proceso de transición temprana en occidente, y de transición tardía en América Latina y en otras regiones.

(a) El primer punto ha sido elaborado considerablemente en la literatura sobre desarrollo y no necesita mayores comentarios. Baste recordar que las divergencias pueden abarcar valores, actitudes, tipo de personalidad, rasgos institucionales, sistema de estratificación, distribución del poder político, condiciones económicas, y que las mismas pueden conducir a una relativa (mayor o menor según los casos) inaplicabilidad del modelo occidental.

DÉLA SOCIEDAD TRADICIONAL... 347

(b) En cuanto al segundo, es bien sabido que el rasgo esencial de la asincromcidad de los procesos de cambio caracteriza también el modelo occidental y que, de consiguiente, discontinuidades y desnive-les considerables se produjeron (y en parte subsisten) tanto en el plano geográfico como en el de las instituciones, grupos, actitudes, también de los países de industrialización temprana. De este modo, y para seguir en el paradigma clásico del desarrollo en Occidente, es conve-niente recordar que la sucesiva extensión de los derechos civiles, políticos y sociales se escalona a lo largo de tres siglos. El proceso de extensión de la participación política, por ejemplo, fue en extremo gradual. Típicamente implicó como lo destaca Marshall, la sucesiva extensión de los derechos políticos a grupos que previamente estaban excluidos de los mismos. En Inglaterra con la reforma de 1832, que significó un avance con respecto a la situación anterior, sólo un 20% de la población adulta, en total, llega a poseer el derecho al voto. Casi noventa años tuvieron que transcurrir todavía para que se perfec-cionara la universalidad del sufragio, tanto para los hombres como para las mujeres.3 Aunque por cierto que ya desde fines de siglo la proporción de votantes había crecido considerablemente sobre el nivel de 1832, seguía siendo, sin embargo, inferior al 50% de la población. Sin embargo, lo más importante aquí no es tan sólo lentitud y gradualidad, sino, sobre todo, la secuencia entre la "movilización" de los estratos populares y la formación de canales de participación. Aunque la primera época de la industrialización en Inglaterra se caracterizó por hondos conflictos sociales, es bien posible que el ritmo de "movilización" de la población tradicional, es decir, su paulatina emergencia del estado de "pasividad" típico de la situación preindus-trial, haya guardado cierta correspondencia con el desarrollo de mecanismos "legítimos" (formales e informales) de participación en la comunidad nacional, tanto en el plano político como en el económico y en otros. Por ejemplo, en lo concerniente a la actividad sindical que desempeñó un rol de tanta importancia en el proceso general de

3 T. H. Marshall: Cilizetiship andSocial Class, Cambridge, University Press, 1950, chap. 1.

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integración, incluso en el primer cuarto del siglo XIX en la época de las peores persecuciones, los sindicatos pudieron en cierta medida subsistir y en algunos casos desarrollarse. Por otra parte, es necesario destacar aquí que en el ejemplo inglés el comienzo del proceso económico del desarrollo tendió a preceder el de movilización mental y material de los estratos populares y no fue contemporáneo o incluso sucesivo, como ocurre en los países presentemente en curso de desarrollo. ¿Hasta qué punto, por ejemplo, se puede hablar en Ingla-terra del fenómeno de "sobreurbanización", de crecimiento excesivo de las ciudades con respecto al nivel de industrialización, tal como ocurre en la mayor parte de los países subdesarrollados? La urbaniza-ción es, naturalmente, uno de los aspectos del proceso de "moviliza-ción mental". (Aquí se insiste sobre todo en el hecho de la movilización de grandes masas, de cambios mentales que afectan a la mayoría de una población y no solamente a la formación de grupos de vanguardia en el seno de los estratos populares). La diferencia entre el ejemplo inglés y otros países de Occidente y el caso de América Latina reside entonces en el distinto grado de correspondencia entre la paulatina movilización de una proporción cada vez mayor de la población (hasta alcanzar la totalidad) y el surgimiento de múltiples mecanismos de integración —sindicato, educación, legislación social, partido político, sufragio, consumo de masa— capaces de absorber estos sucesivos grupos, proporcionándoles los medios para una adecuada expresión, en lo académico y lírico así como en otros aspectos fundamentales, de la cultura moderna.

El extraordinario crecimiento de los estratos ocupacionales medios, que implicó un grado intensísimo de movilidad ascendente, y la disminución proporcional del proletariado (en particular de los obreros industriales), el paulatino incremento en la participación de los asala-riados en el producto nacional, con la consiguiente mejora en el nivel de vida, la difusión de la educación y de formas de consumo, que otrora eran simbólicas del estilo de vida de los estratos medios o superiores, todo esto ha configurado un amplísimo proceso que podríamos deno-minar de movilidad ascensional por participación creciente. Análoga-mente, ha sido durante la época de "participación limitada" en la democracia representativa y a la par con el proceso global de progre-siva ampliación de la participación, que se han formado mecanismos

l

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formales y sustanciales capaces de asegurar la intervención política sobre el fundamento de ciertas normas compartidas, de un consensus básico entre los grupos participantes. Por último, la difusión de una conciencia nacional, en un primer tiempo limitada a la burguesía, también a los estratos populares, fue a la vez un efecto y un ulterior factor de integración.

Pero en los países latinoamericanos faltó esa sincronicidad. Incluso en los que se adelantaron a los demás en su desarrollo —como Chile, Uruguay, Brasil y a su manera México— y en los que por cierto tuvo lugar en el pasado un proceso semejante al descrito, lográndose proporcionar así cierta estabilidad a sus diferentes versiones de "de-mocracia representativa", falta todavía un paso ulterior para asegurar la estabilidad del régimen: en todos ellos, como se verá, subsiste una proporción muy elevada, mayoritaria en muchos casos de población que se halla todavía al margen de la comunidad nacional. Solamente en la Argentina el tránsito déla movilización parcial, pero "ampliada", a la total se ha producido ya; pero aquí justamente se pone de relieve el fracaso en la formación de los mecanismos de integración, y los graves problemas que este país está enfrentando son una expresión de tal fracaso. La posición y las actitudes de las capas populares recién "movilizadas" será muy distinta no sólo según la velocidad del proceso de movilización, sino también según el tipo de estructura social dentro del cual tal emergencia tiene lugar. En la mayoría de los países de América Latina tal movilización está ocurriendo en forma vertiginosa, y dentro de una estructura "arcaica"; se trata del paso improviso de la "pasividad" tradicional a la movilización total. Pero a la vez, en el momento actual, sería completamente utópico pensar en la posibilidad de repetir la sucesión histórica de la progresiva ampliación de las bases de la democracia, según ocurrió parcialmente en algunos países de la región, pues la alternativa de la limitación de la participación está hoy fuera de lo posible. Con esto llegamos a la tercera de Jas diferencias señaladas, entre el desarrollo del "modelo" occidental y el de los países de~Xmérica Latina: el clima histórico.

(c) El contexto global y el clima histórico dentro de los cuales tuvo lugar la emergencia de la sociedad industrial en Occidente, y en particular en el primer país que emprendió la transición, difieren

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sustancialmente del actual. En un sentido dado uno de los grupos de países que han ido entrando sucesivamente en el proceso se ha encontrado en una situación relativamente única e irrepetible, desde este punto de vista. También dentro de América Latina hallamos diferencias comparables con el grupo de países que se adelantaron a los demás, desde la segunda mitad del siglo XIX. Las diferencias en el contexto global y en el "clima histórico" pueden ejemplificarse con varias categorías. Todas ellas, sin embargo, apuntan una sustancial modificación en la posición, actitudes y expectativas de las clases populares.

(1) En primer lugar, cabe señalar la evolución interna experimentada por los países capitalistas: por un lado, el proceso de concentración técnico-económico, la aparición y desarrollo de las grandes corpora-tions> la sustitución del entrepreneur por el manager, la burocratiza-ción; por el otro, el ya aludido proceso de movilidad por participación creciente: expansión del consumo masivo y de todas las demás formas de participación (y el consiguiente "aburguesamiento" del proletariado urbano en los países más desarrollados); y por fin, el desplazamiento del ethos de la producción, por el ethos del consumo, o en otras palabras, el creciente predominio de la imagen de la qffluent society.

(2) Como parte de lo anterior, y en especial de la aparición del welfare state y del perfeccionamiento de los derechos de ciudadanía (en el sentido de Marshall) civiles, políticos y sociales, en los países desarrollados, ha ocurrido un cambio sustancial en la posición de los estratos populares con el reconocimiento de la necesidad de unlversa-lizar a todos los países y a todos sus habitantes tales derechos.

(3) La emergencia de modelos alternativos de desarrollo. En parti-cular, de las formas parcial o totalmente socialistas o comunistas u otros regímenes autoritarios de diferentes orientaciones.

(4) La alteración, conectada en parte con los cambios señalados anteriormente en las relaciones entre élite dirigente y masa: el surgi-miento o si se quiere la acentuación de ideologías y de técnicas de manipulación fácilmente aplicables a las poblaciones en curso de "movilización" rápida.

(5) El profundo cambio con respecto al "clima ideológico" predo-minante durante el siglo XIX y hasta la primera guerra mundial. Este

DE LA SOCIEDAD TRADICIONAL... 351

cambio puede resumirse en lo que en las décadas entre las dos guerras fue llamada la "crisis de la democracia". La aparición de ideologías totalitarias de derecha, de izquierda o de situación ambigua en el espectro político tradicional y de formas de participación masiva divergente del modelo de la "democracia representativa". Ello sobre todo implicó una pérdida de confianza en este régimen, incluso después de la derrota del fascismo y del nazismo. Por cierto, y por una cantidad de motivos, las élites nacionales de los países subdesarrolla-dos no concibieron la democracia liberal como un "ideal", lo que, en cambio, había ocurrido con los movimientos progresistas en el siglo anterior. Con otras palabras, la democracia dejó de representar un "modelo de modernización" como lo había sido en el pasado. En muchos casos, y paradójicamente, se transformó en una ideología conservadora, o fue percibida así, tendiente a proteger el mantenimien-to de formas tradicionales, en los países no industriales o dependientes. Este proceso se relaciona también, por un lado, con una clara concien-cia de las profundas diferencias que separan las culturas de la mayoría de los países todavía no industrializados del patrón occidental, y por el otro, por el hecho de que frecuentemente la modernización debe realizarse precisamente en contra de los países hegemónicos occiden-tales, caracterizado precisamente por el régimen democrático. Esto es sobre todo el caso de América Latina, para la cual por razones geográficas e históricas, el problema de la dominación rusa no existe o no es percibido, mientras que la hegemonía de los países democrá-ticos del Occidente, sobre todo los Estados Unidos, es experimentada como un hecho omnipresente.

3. Movilización masiva y movimientos sociales

La mayor consecuencia en este contraste en el clima ideológico se dio en el tipo y en la orientación de los movimientos de protesta y en los partidos que fueron canalizados a los grupos de las clases populares a medida que iban emergiendo de su mentalidad tradicional. En los países de industrialización temprana eso ocurrió dentro de orientacio-

, nes ideológicas que, cualquiera que fuera su actitud militante contra el orden democrático, compartían con éste muchos de sus principios

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)

ideales, los que, justamente, apuntaban a llevar a sus últimas conse-' cuencias. Tal era, por cierto, en esencia, la orientación de las élites ) intelectuales y obreras que los dirigieron y organizaron, aun cuando \ la masa pudiera conservar actitudes autoritarias derivadas ya sea del

autoritarismo tradicional, ya sea de las condiciones psicológicas ) y ambientales de las clases populares.4 Los cambios estructurales ) dentro de la sociedad capitalista, por un lado, y por el otro la x adquisición progresiva de nuevos derechos políticos y sociales, una

distribución más igualitaria del producto nacional, la participación ' efectiva en el poder, todo esto contribuyó luego a asegurar una mayor ) integración de estos grupos dentro del régimen representativo. Mas en \ los países en los cuales la "movilización" de.los estratos populares

ocurrió después de la crisis de las democracias occidentales entre las •* dos guerras, después del surgimiento y el afirmarse de Estados ) industriales con régimen autoritario comunista, y sobre todo estando \ esos países menos desarrollados dentro de una situación de

dependencia económica o política, precisamente con respecto a los países de régimen democrático representativo, la orientación de las

) élites que tomaron la dirección de los movimientos populares debía ser \ muy distinta, del mismo modo que era muy diferente el tipo de

problemas que estaban llamados a enfrentar. Esto se reflejó típicamente en las llamadas ideologías de industria-

) lización, cuyas características esenciales parecen ser el autoritarismo, ) el nacionalismo y una u otra forma de socialismo, colectivismo o x capitalismo de Estado, es decir, movimientos que han combinado de

varias maneras contenidos ideológicos correspondientes a opuestas • ' tradiciones políticas. Autoritarismo de izquierda, nacionalismo de ) izquierda, socialismo de derecha y una multitud de fórmulas híbridas

o hasta paradójicas, desde la perspectiva de la dicotomía (o continüum) izquierda-derecha. Son precisamente estas formas las que, a pesar de sus varias y en muchos sentidos opuestas variedades, podemos subsumir

4 Cf. S. M. Lipset: Political Man, New York, Doubleday & Co. 1960: "Working ) class authoritaríanism".

5 Cf. S. M. Lipset: op. cit., Cap. V. ,

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bajo la denominación genérica de movimientos "nacionales-populares", y que parecen representar la forma peculiar de intervención en la vida política nacional de los estratos tradicionales en curso ie rápida movili-zación en los países de industrialización tardía.

En estos movimientos, y en los regímenes que de ellos resultan, reside, en efecto, la divergencia más significativa entre el proceso de ensanchamiento progresivo de la participación política, tal como ocurrió con el "modelo" occidental y tal como está produciéndose en nuestros días en los países actualmente en vías de desarrollo o por lo menos en la fase de desintegración de la estructura tradicional. Y para explicarnos tal divergencia debemos tener igualmente en cuenta los tres órdenes de factores que se acaban de enumerar —diferencias en la cultura preexistente, en el ritmo y secuencia de los procesos de cambio y en los contrastes en el contexto global y en el clima histórico e ideológico en que ambos tuvieron lugar.

Estos movimientos "nacionales-populares" han aparecido o están apareciendo puntualmente en todos los países de América Latina, pues en todos ellos el grado de movilización de las capas populares de las áreas marginales dentro de cada país rebasa o amenaza rebasar los canales de expresión y de participación que la estructura social es capaz de ofrecer. Es claro que la situación presenta grandes diferencias de acuerdo con las particulares circunstancias en que el proceso acontece. Es muy distinto en los países en que se trata de pasar de la movilización parcial, ya integrada en formas dé democracia ampliada, con respecto a aquella que se da en los países en que dicho régimen jamás alcanzó estabilidad y duración. Y este hecho está relacionado naturalmente con el grado de desarrollo económico alcanzado: así, el grupo de países que se hallan en tal situación —la Argentina, que ya cumplió el paso, Brasil, México, Chile, Uruguay— son también los más desarrollados económicamente. Con algunas excepciones, en todos los demás países la movilización se está produciendo ahora en forma rápida y total, y esto implica una ampliación subitánea de la intervención política, desde una proporción mínima (que bien puede ser menos del 10% de la población adulta) a una totalidad de la misma. La forma en que tal movilización se produce también tiene importancia. En la mayoría de los casos se ha tratado de una movilización a través de desplazamiento

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físico —grandes migraciones urbano-rurales. Pero un proceso totalmente análogo desde el punto de vista psicosocial, ha empezado a producirse, al mismo tiempo, en las zonas rurales mismas, es decir, sin desplazamiento físico.6 Tal es el caso de Bolivia, de Cuba (bajo el choque de la revolución que derribó a Batista), del norte de Brasil. Aunque parcialmente, otro ejemplo lo hallamos en la revolución mexicana —este movimiento nacional-popular avant la lettre— que luego evolucionó hacia una democracia con participación ampliada, aunque de tipo sui generis, sobre la base de un partido único.

Otras diferencias se producen por la opuesta naturaleza de las élites que logran constituir o controlar movimientos fundados sobre estas masas recién movilizadas. Hay aquí algo difícil de entender dentro de la experiencia del ochocientos europeo. Grupos potíticos muy distintos, extrema derecha nacionalista, fascistas o nazis, comunistas stalinistas, todas las variedades de troskismo —así como los sectores sociales más variados—, intelectuales, obreros modernizados, profesionales y políticos de origen pequeño burgués, militares, sectores de la vieja "oligarquía" terrateniente en decadencia económica o política no menos que las más insólitas combinaciones entre todos ellos, ha intentado (a veces con éxito) apoyarse en esta base humana para lograr sus fines políticos. Como es obvio, tales fines no siempre coinciden con las aspiraciones de las capas movilizadas mismas, aunque a veces puede haber identidad de aspiraciones y objetivos entre élites y masas. Con respecto a esta vasta gama de posibilidades en cuanto a élites y a sus relaciones con las masas en los movimientos nacionales-populares, es preciso tener en cuenta sobre todo dos aspectos (a) en primer lugar, parece fuera de duda que el origen social y los fines políticos reales de las élites ponen ciertos límites a la acción de estos movimientos, especialmente en cuanto a su capacidad de transformación, en un sentido u otro, de la estructura social preexistente (b) en segundo lugar, cualquiera que sea el grado de manipulación de las masas por parte de las élitesy es decir, el grado de coincidencia en los fines políticos

6 Véase en los trabajos incluidos en los capftulos 8 y 9 un análisis más detallado del caso argentino.

DE LA SOCIEDAD TRADICIONAL... 3 5 5

"reales" de unas y otras, las masas deben poder lograr a través del movimiento y del régimen que del mismo surja cierto grado efectivo de participación. Como ilustración del primer aspecto, es interesante observar que, en las ultimas tres décadas, han sido numerosos los golpes militares que intentaron transformarse en régimen permanente, apoyándose en la masa disponible, recién movilizada, Sin embargo, no hay ejemplos de transformaciones sustanciales de la estructura social a través de estos regímenes militares, aun cuando tuvieron éxito y estabilidad. Puede ser un azar, pero es muy significativo el que no solamente ningún régimen de origen militar logró alguna modificación sustancial de la concentración latifundista, sino que los únicos regíme-nes que lograron una reforma agraria no surgieron de revoluciones militares.

Aunque las fuerzas armadas pueden aparecer en movimientos de opuesta orientación, no hay duda de que existen limitaciones a su acción política (en cuanto grupo social, bien entendido, no como individuos aislados). Limitaciones análogas, aunque en diferentes sentidos, se dan con respecto a grupos de otros orígenes sociales.

Con respecto a la segunda condición —el grado de participación política— puede tomarse otro ejemplo de movimiento de origen militar. El peronismo constituye, sin duda, un caso de manipulación, que sin embargo fue exitosa, pues logró proporcionar un grado efectivo de participación a las capas movilizadas, aunque, por supuesto, absteniéndose de reformas sociales o en todo caso manteniéndolas dentro de límites aceptables por los grupos sociales y económicos más poderosos. El peronismo presenta un interés teórico extraor-dinario, pues fue iniciado y dirigido por un grupo de orientación definidamente íascista y nazi. Sin embargo, como las circunstancias histórico-sociales del país no le proporcionaban las capas medias que habían formado la base del modelo europeo, tuvieron que acudir a los estratos populares, en su mayoría producto de las grandes migraciones internas. Pero esto implicó algo más que un mero cambio de termino-logía, de mitos, de superficie ideológica. No se trató solamente de sustituir Jas palabras "orden, disciplina, jerarquía" por "justicia social" o "gobierno de los descamisados". Lo que ocurrió fue que la manipulación tuvo cierta reciprocidad de efectos. El peronismo difirió

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del fascismo europeo justamente en el hecho esencial de que, para lograr el apoyo de la base popular, tuvo que soportar, de parte de su base humana, cierta participación efectiva, aunque por cierto limitada. Es justamente en la naturaleza de esta participación donde reside la originalidad de los regímenes nacionales-populares latinoamericanos.

En efecto, ella no se realiza a través de los mecanismos de lá democracia representativa: goce de los derechos individuales de ex-presión, de organización, etc., y de la opción a través del voto (aunque en algunos casos en América Latina esto último se practicó: así ocurrió en la Argentina con Perón y en Brasil con Vargas). Ni tampoco de la participación regimentada y burocratizada de los regímenes totalitarios europeos de derecha o de izquierda.

No solamente hay espontaneidad', sino que, cosa que más cuenta, dicha participación implica el ejercicio de cierto grado de libertad efectiva completamente desconocido e imposible en la situación ante-rior al establecimiento del régimen nacional-popular. Tal libertad se ejerce en el nivel inmediato de la experiencia personal, se halla implicado de manera concreta en la vida diaria del individuo. Se trata de personas que han emergido solamente ahora del patrón tradicional de la acción prescriptiva; que por primera vez son conscientes de la posibilidad de tomar decisiones en una serie de esferas que anterior-mente estaban fijadas una vez para siempre. Participar de una huelga, elegir un representante sindical dentro del taller, discutir en pie de igualdad con el patrón, alterar el nivel de comportamiento individual y en sentido igualitario las relaciones "señor-siervo" (todavía tan común en América Latina), he aquí mil ocasiones de vivir un cambio efectivo.

\ Ciertamente, los mecanismos de participación de la democracia representativa no excluyen estas formas inmediatas: por el contrario,

-' éstas pueden constituir una experiencia mediadora capaz de otorgar ) significado a aquéllos y es bien posible que un proceso de este tipo ) haya ocurrido en el modelo, occidental de desarrollo. \ Pero tampoco los implican necesariamente, y en las presentes

circunstancias de América Latina, incluso donde hay regímenes que practican la democracia representativa, los muchos elementos arcaicos

) de la estructura social excluyen toda posibilidad de participación en el .)

;

)

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sentido arriba indicado a la vez que tienden a mantener cerrados, para las capas recién movilizadas, los canales de participación propíos de la democracia representativa. Los grupos dirigentes, en efecto, apuntan al mantenimiento del status quo, lo que implica la restricción de lá participación. Pero tal restricción se enfrenta ahora con masas "movilizadas", lo que contrasta con la situación anterior, en que se contaba con su pasividad.

A menudo la gama de partidos existentes no les ofrece posibilidades adecuadas de expresión. Se configura así una verdadera situación anómica para estos grupos, de cuya "disponibilidad" pueden alimen-tarse movimientos nuevos, dirigidos por élites dotadas de la flexibili-dad necesaria para utilizarlos, o bien coincidentes con sus aspiraciones.

Pero hay también otras poderosas razones por las cuales las formas inmediatas de participación pueden ejercer tanta influencia. Para la mayoría de los países de América Latina, y en particular para las capas recién movilizadas, los símbolos de la democracia han perdido —o mejor aún, nunca han tenido—una significación positiva. Por el contrario, debido a la tradición política de esas naciones, tienden a poseer más bien un valor negativo. No ha habido dictadura, autocracia absoluta y arbitraria que no haya empleado desmedidamente los símbolos y la terminología de la democracia.

Los dictadores y los generales siempre se consideraron "presidentes constitucionales" popularmente elegidos, todos tuvieron parlamentos y sobre todo abundaron las "constituciones" en extremo generosas en cuanto a derechos políticos, y recientemente también en cuanto a derechos sociales. Pero en ningún lugar hubo un abismo más profundo entre la realidad y la ley. Para los grupos emergentes de las zonas atrasadas, incluso las democracias limitadas que funcionan con cierta regularidad, aparecen como un instrumento de dominación en benefi-cio de minorías. Si bien es cierto que en algunos países de más larga tradición democrática -^como la Argentina, Chile, Uruguay y algún otro— la única forma de obtener legitimidad es a través de una elección correcta, en la mayoría de las naciones menos desarrolladas, especial-mente fuera de las ciudades i el voto carece de valor simbólico o lo tiene negativamente. Guando Castro afirma que los cubanos tienen algo más que el voto, pues recibieron un rifle, no expresa, por cierto, una

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concepción de la democracia aceptable por los obreros urbanos o las clases medias de los países más desarrollados de América Latina, pero sí refleja probablemente una actitud que puede extenderse a gran parte de la población recién movilizada o en rápido proceso de movilización en el resto del continente.

La existencia de este sentimiento de participación no guarda nece-sariamente relación con la influencia efectiva que las capas populares puedan ejercer sobre el gobierno.

Aunque, como ya se indicó, la manipulación posea límites, se trata, sin embargo, de límites amplios. Tampoco hay una estrecha relación con las mejoras de orden económico que estos regímenes puedan efectivamente proporcionar. Contrariamente a la opinión muy difusa de que la adhesión de las capas populares se logra a base de promesas demagógicas en el orden económico, la base real del apoyo es aquella "experiencia de participación" que hemos intentado describir.

Estos movimientos y los regímenes resultantes tienen carácter autoritario. No hay duda de que la situación existencia!, el tipo de vida de las capas populares recién movilizadas, las predispone favorable-mente, mas no hay que olvidar que hay formas de autoritarismo que pueden afectar solamente los derechos individuales de los miembros de la clase media o de los intelectuales. Si se limita la "libertad de expresión", son los intelectuales quienes en primer lugar se sienten perjudicados (es una libertad concreta para ellos), ¿pero qué repercu-siones tiene ello para los campesinos y los obreros? Para éstos las limitaciones a la libertad de expresión pueden coexistir con significa-tivas experiencias de libertad concreta, en la esfera de sus vidas individuales. Es obvio que estamos hablando de formas autoritarias que no han alcanzado la perfección técnica del totalitarismo. Este régimen, en efecto, supone una estructura industrial y una tecnología relativamente avanzada. Incluso en Rusia, donde, por lo demás, se trabajó sobre el suelo firme de la autocracia tradicional, se alcanza una organización totalitaria real solamente con el primer plan quinquenal.

Nos hemos referido hasta ahora a lo "popular". Lo "nacional" requerirá sólo una corta referencia. Aquí también puede descubrirse cierto paralelismo con la evolución en las clases populares en Europa. Estas llegaron a experimentar el sentimiento de identificación nacional

ir

D l i LA SOCIEDAD TRADICIONAL.. 359

tardíamente: fue, en parte, un efecto de su creciente participación, de su derecho y ciudadanía. Esta se produce también con la transferencia de lealtades de la comunidad local a la comunidad nacional. Pero el proceso se ve enormemente facilitado por el hecho de que se trata de países dependientes o semidependientes y que los grupos dirigentes son (o son percibidos) como aliados de tas potencias "coloniales". Las élites de cualquier orientación tienden a utilizar esta circunstancia y a interpretar en términos de interés nacional las aspiraciones de las capas populares. Mientras en la Europa del siglo Xix la nación era para los movimientos de izquierda "Ieur patrie", la patria "de los burgueses", en la América Latina (como en todos los demás países ex coloniales), el interés nacional es reclamado como expresión del "pueblo", atribu-yéndose a la "oligarquía", la "burguesía", etc., el interés extranjero. Como nadie acepta, en definitiva, tal atribución, se llega a la caracte-rística inflación de ideologías nacionalistas, especie de componente universal. En otro sentido, por Jo demás, el sentimiento de identifica-ción nacional tiene un papel integrativo de suma importancia, al asegurar la cohesión de la pluralidad de grupos recién emergidos de las pequeñas comunidades locales. *