terry eagleton, nationalism and the case of ireland, nlr i-234, march-april 1999

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  • Terry Eagleton

    El nacionalismoy el caso de Irlanda

    La Ilustracin y sus secuelas romnticas dieron lugar a dos doctrinasque se distinguen nicamente por la letra s*. La primera consista enque el pueblo (people) tena derecho a la autodeterminacin; la se-gunda en que los pueblos (peoples) contaban con este derecho. Laprimera creencia es la piedra angular de la democracia moderna, ydesde luego del socialismo; la segunda es un ejemplo de mistifica-cin romntica, lo que no ha evitado que buena parte de la izquier-da poltica la hiciera suya. Tampoco su fundamentacin filosfica harecibido mucha atencin en la literatura comn acerca nacionalismo.

    No hay nada en el hecho de ser irlands o tibetano que impliqueque se tenga un derecho poltico a la autodeterminacin precisa-mente por ser irlands o tibetano, a no ser en la medida en que serirlands o tibetano significa ser humano, lo que permite disfrutar deun derecho a la autodeterminacin sobre tales bases. Los irlandesesqua irlandeses no tienen ms derecho a la autodeterminacin que

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    * Quiero mostrar mi agradecimiento a Willa Murphy y Perry Anderson por sus inestima-bles comentarios crticos a este artculo.

  • los pecosos, los pelirrojos o los patizambos. Hasta el momento, nilos golfistas ni los tenderos han exigido un Estado poltico propio, yla gente de Cornualles qua de Cornualles tendra tanta legitimidadnatural para ello como los anteriores.

    Puede que existan determinadas condiciones extremas la amenazade genocidio, por ejemplo que justifiquen que un grupo tnicocuente con su propio Estado, pero por regla general no hay que de-jarse llevar por los casos extremos. Ms adelante consideraremosotras condiciones menos extremas. Puede darse el caso de que sepertenezca a una comunidad poltica que coincida territorialmentecon un grupo tnico especfico, pero el derecho de autodetermina-cin de dicha comunidad es una cuestin poltica, y no una cuestinque venga dada por la etnicidad. Una persona tnicamente escocesano est indiscutiblemente legitimada para participar en una futura Es-cocia autodeterminada si ha optado por permanecer en Tasmaniacomo residente. La gente tiene derecho a afirmar su identidad tnica;pero no existe en principio ninguna razn que implique que para ha-cerlo necesiten formar su propio Estado. En cualquier caso, el dere-cho a la libre autoexpresin cultural, para que sea disfrutado iguali-tariamente por todos los grupos tnicos, supone en s mismo uncompromiso previo con ciertos valores universales de justicia, igual-dad, autonoma y otros por el estilo. Y dicha autoexpresin culturalest limitada asimismo por los derechos polticos de los dems. Conel debido respeto a buena parte del pensamiento postmoderno que,en este sentido, no se asemeja ms que a un ingenuo libertarianismoromntico, la autorrealizacin cultural no es un bien absoluto en smismo, si, por ejemplo, un caso particular de sta amenaza el marcodemocrtico que asegura dichos derechos para todo el mundo. Tam-bin en este sentido, la poltica est por encima de la cultura.

    Compartiendo el programa del opresor

    Sin embargo, se entiende bastante bien cmo estos dos enunciadospueden llegar a confundirse. Porque el hecho es que la gente ha deser capaz de elegir su propio destino poltico en el que encontrarsea s misma, y muy a menudo cmo se encuentra a s misma es comomiembro de algn pueblo o grupo tnico. En este sentido, exigir lalibertad para los macedonios en tanto seres humanos en la prcticaequivale a exigir la libertad para los macedonios en tanto macedo-nios, lo que para algunos constituira un lastre metafsico algo exce-sivo. Debido a que el planeta ha sido en su mayor parte dividido ennaciones, las reivindicaciones de autodeterminacin de los puebloscolonizados tiende a menudo a enmarcarse en trminos tnicos onacionalistas, y por tanto, en algn sentido, encajan en el molde desus opresores. Hay mucha verdad en la afirmacin de que el nacio-nalismo no es ms que una especie de colonialismo invertido. Si unose ha constituido en pueblo en alguna medida gracias al propiopoder colonial, o si ya contaba con una fuerte identidad tnica o na-cional antes de que aparecieran los colonizadores, esto le propor-cionar casi con seguridad los trminos esenciales, aunque equivo-cados, sobre los que elevarse a una posicin desde la que articular

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  • su derecho humano universal a la autodeterminacin. En la profusahistoria del nacionalismo irlands, los Irlandeses Unidos de finalesdel siglo xviii, herederos de la Ilustracin radical, fueron los nicosque articularon su anticolonialismo en trminos eminentemente nonacionalistas y, desde luego, no tnicos. Las reivindicaciones anti-coloniales el deseo de reemplazar un poder impuesto desde otrolugar por otro democrtico-popular sern de este modo y en tr-minos generales difciles de distinguir de las reivindicaciones tnicaso nacionalistas, y la culpa de este malentendido entre poltica y cul-tura la tendr, sobre todo, la historia colonial y no la miopa de cadauno. Y es que esa historia en cierto sentido determina las formas enlas que podemos liberarnos de ella, por ms que nos duela. Si mipropia opresin consiste en ser esclavo sexual del vicedecano de miuniversidad, entonces me tendr que liberar en tanto esclavo sexual,que es el ltimo modo en el que me gustara definirme a m mismo.Mi deseo no es el de ser un esclavo sexual libre; es el de ser un serhumano libre que en algn momento sufri esta clase especfica deultraje, pero cuya libertad en el presente consiste en no tener queservir a ese propsito nunca ms.

    Adems, si alguien tuviera que liberarse de un poder extranjero ennombre de una alternativa algo menos intilmente abstracta que losderechos universales, en ese caso la etnicidad, o la nacionalidadindgena, resultaran formas de resistencia fciles, incluso natural-mente asequibles, y de una extraordinaria fuerza poltica. Las nocio-nes universalistas de autonoma y autodeterminacin parecen estarpidiendo a gritos algn caso concreto si es que han de significar grancosa, y las categoras de nacin o etnicidad, con toda su rica especi-ficidad, seran unas candidatas admirables para jugar este papel. Deah que el giro de la autoemancipacin ilustrada al nacionalismoromntico cobrara en Irlanda la forma de una transicin de los Ir-landeses Unidos (Irish United Men) a los Jvenes Irlandeses (YoungIrelanders).

    El nacionalismo kantiano

    Si la exigencia de autodeterminacin de la Ilustracin se enmarcabacon demasiada frecuencia en un estilo kantiano-individualista, elproblema era el de traducir esta autarqua atomista en trminos mscomunales. Es a esta dificultad a la que Marx se enfrentara progre-sivamente; pero mientras tanto, dado que la base para semejante co-munalidad era escasa en la sociedad de clases, el nacionalismo seprestaba fcilmente como una forma alternativa de Gemeinschaft[comunidad] que tomaba al sujeto humano autnomo y autodeter-minado de Kant para reformularlo en trminos de nacin o grupo t-nico. Una versin colectivizada del sujeto solitario de la modernidadpodra desarrollarse a partir de entonces como una alternativa a lascondiciones de desintegracin de la propia modernidad. Si la auto-noma kantiana inclua tanto la libertad respecto a las formas heter-nomas de determinacin como el postulado de un yo unificado,noumnicamente inaccesible, que pudiera actuar como fuente dedicha libertad, entonces, no result difcil para algunos idealistas

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  • alemanes tardos traducir esto a la imagen de una nacin que se uni-ficaba y se autodeterminaba. Los aspectos positivos y negativos delnacionalismo se hallaban, por tanto, entrelazados desde su naci-miento, constituyendo partes inseparables del mismo credo terico:por un lado, el impulso a emanciparse polticamente de un poderopresivo heternomo; por otro, la premisa de que este proceso ni-camente cobra sentido si emana de una esencia tnica o del espri-tu unificador y autogenerador de la nacin. Una las diversas dificul-tades de este planteamiento era que, dado que el pueblo debaconstituir una entidad esencialmente indivisa para alcanzar la uni-dad nacional, podra desprenderse de ello que, a decir verdad, nonecesitaba conseguirla por encima de todo.

    Lo que naci como una explicacin desmitificadora de la racionali-dad humana pronto se convirti en una especie de misticismo orga-nicista. Y este particularismo mstico fue enseguida la extensin me-tafrica de un modelo ilustrado, y un modo de resistencia contra surepugnante abstraccin. Un mundo de naciones nicas, muy similara la forma interior del artefacto esttico, constituira un universo departicularidades sensitivas, que de este modo prometan trascenderde un golpe tanto la universalidad vaca como la particularidad cie-ga. Lo universal y lo particular se asociaron con fluidez tambin enel sentido de que el abstracto mundo del Estado poltico resultabaesencial para el florecimiento de una cultura tnica especfica. Si elnacionalismo clamaba por una correspondencia exacta entre puebloy Estado, en parte se deba a que el Estado era lo que conduca alpueblo a su ms alta expresin; y si el Estado poltico contena va-rios pueblos diferentes, algunos de ellos tendran que sucumbir poreste motivo. De este modo, el monoltico una nacin-un Estado sesitu, irnicamente, del lado de la diversidad cultural. Sin embargo,dado que naciones, etnias, culturas y Estados polticos en el mundoreal no encajaban unos con otros tan armnicamente como lo ha-can en las pginas de Herder o Fichte, el resultado de esta doctrinadio lugar a una historia de escisiones, secesiones, guerras civiles yconflictos tnicos, que se inici en el momento en que aquellos queestaban convencidos de que su condicin de pueblos diferentes eramotivo suficiente para lograr su autonoma poltica se pusieron aluchar por los mismos territorios o se enzarzaron en encarnizadasdisputas fronterizas.

    La primaca de la poltica

    El movimiento que va de la cultura tnica a la nacin y de sta alEstado, en una serie progresiva de autorrealizaciones romnticas,puede ser visto, tal y como observ Marx con relacin a otra cues-tin, como la inversin ideolgica del autntico proceso vital. Dehecho, debemos comenzar por el otro extremo: es el nacionalismopoltico el que, en general, tiende a definir, remodelar y reorgani-zar las etnicidades para sus propios fines. La poltica, efectivamen-te, tiene que hacer algo con los hechos culturales dados, ya que elEstado-nacin surgi en parte de identidades tnicas premodernas.Nos encontramos aqu con un vigoroso caso de constructivismo,

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  • que a pesar de lo epistemolgicamente radical, es en realidad im-perialista de forma encubierta: nada exista con anterioridad al de-senvolvimiento de las formas polticas de la modernidad. Aun as,son las formas polticas las que, hasta cierto punto, producen cul-tura, incluso si las propias instituciones polticas tienen que amol-darse a las exigencias culturales. La opinin opuesta es la que com-parten tanto los nacionalistas romnticos como los culturalistaspostmodernos, dos bandos que apenas se han prestado atencin enotros mbitos. Para el nacionalismo romntico, el guin en Estado-nacin sugiere la unidad entre cultura y poltica, un mbito en elque la ltima expresa luminosamente la primera. La poltica es msrepresentacional que constitutiva. En efecto, el nacionalismo cultu-ral irlands es conocido por su orgulloso desdn hacia la polticacomo tal. El culturalismo postmoderno y la poltica de la identidad,al mismo tiempo que se muestran totalmente alrgicos hacia esaforma de identidad especfica conocida como nacin, se arriesgana que la poltica colapse de modo similar dentro de la cultura. En loque respecta al nacionalismo romntico, la utilidad de la poltica esla afirmacin de una identidad cultural que en cierto modo ya estdada. Por ms que esta identidad ya no tenga que entenderse comouna esencia unificada, s precisa, sin embargo, de expresin polti-ca precisamente por su hibridez y dislocacin. Las semiticas ino-centemente figurativas del nacionalismo romntico son preservadasas de manera desplazada.

    Es el nacionalismo poltico, sin embargo, el que reconstituye la cul-tura de las etnicidades como algo denominado la nacin, que a suvez exige necesariamente una patria, cdigos legales comunes, unaeconoma unificada y otras cosas por el estilo, que una comunidadtnica como tal no necesita. No existe, es innecesario recordarlo,una correspondencia biunvoca entre etnicidad, nacin y Estado: unEstado-nacin puede fraguarse a partir de muchas etnias diferentes;algunos grupos tnicos pueden aspirar a ser una nacin pero no unEstado; entre ellos, algunos, los celtas, por ejemplo, pueden contarcon varias naciones y no con varios Estados-naciones. No todas lasnaciones tienen o incluso desean tener sus propios Estados; puededarse el caso, tal y como ocurra en Irlanda antes de la independen-cia, que alguno de los grupos tnicos de una nacin quieran tenersu propio Estado mientras que otros no lo quieran; algunos pueblos,como los rabes, cuentan con varios Estados polticos, etctera. Encualquier caso, la identidad tnica es, sin lugar a dudas, una baseclaramente resbaladiza y problemtica sobre la que construir unapoltica. Si el Estado es siempre en algn sentido un significante de-fectuoso de la nacin, se debe en parte a que el significado es im-puro de cabo a rabo.

    La doctrina del nacionalismo romntico sirvi, entre otras cosas,para ocultar el escandaloso universalismo de la doctrina ilustrada: elhecho asombroso de que a partir de entonces uno tenga derecho ala autodeterminacin simplemente por su condicin humana, y nopor una determinada condicin humana. Resulta irnico que unpostmodernismo supuestamente radical tienda a ver estas reivindi-

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  • caciones revolucionarias como polticamente sospechosas, e imagi-ne, como residuo de una venerable tradicin romntica, que resis-tirse a las mismas mediante el particularismo sea ipso facto un gestosubversivo. Cabra plantear en otros trminos la diferencia entre es-tas dos formulaciones: la universalista y la particularista. Ningnconjunto de personas tiene derecho a gobernar sobre otro conjuntode personas, pero no porque la gente gobernada tenga un derechonatural a gobernarse a s misma en tanto pueblo. Si Escocia pudiera,de algn modo misterioso, lograr un mayor grado de autodetermi-nacin poltica recuperando para las Lowlands una parte del nor-oeste de Inglaterra, entonces, ceteris paribus, no sera desaconseja-ble aceptar un arreglo semejante. Lo que est en discusin es lademocracia poltica, no la autonoma tnica o nacional. En realidad,la autonoma nacional no presupone en ningn caso automtica-mente la democracia; se trata ms bien de una condicin necesariaaunque no suficiente para lograrla, en la medida en que la libertadcon respecto a la determinacin de otro Estado-nacin aguarda sutraduccin en trminos de autntica soberana popular.

    Contra las proclamas metafsicas

    Esto no significa afirmar que lo malo del imperialismo o del colonia-lismo pueda reducirse a la cuestin de la democracia poltica; por elcontrario, al menos para un materialista histrico, el imperialismo yel colonialismo no son en absoluto cuestiones eminentemente polti-cas. Se trata simplemente de rechazar los enunciados metafsicos quesostienen que lo malo de estas formaciones consiste en impedir a lostibetanos, por ejemplo, gobernarse a s mismos en tanto tibetanos.Entrecomillo esta expresin porque, si bien su significado es en al-gunos sentidos suficientemente claro, en otras no lo es en absoluto.A un cierto nivel, todo el mundo a excepcin de los chinos com-prende lo que significa el Tbet para los tibetanos; a otro, que los ti-betanos se gobiernen a s mismos en tanto tibetanos puede llevaraparejada la idea de una identidad nicamente tibetana, en el senti-do de una manera de experimentar el mundo slo accesible a aqu-llos con orgenes tnicamente tibetanos. Esta idea no slo es filosfi-camente confusa sino moralmente alarmante. Mi postura no es quehaya que privar a los tibetanos de su derecho absolutamente justifi-cado al Tbet, sino que hay que volver a considerar los fundamentossobre las que queremos defender una postura semejante.

    Lo cierto es que hay muchas situaciones en las que la distincin queestoy tratando de defender es ms analtica que real: aquellas en lasque, por decirlo con otras palabras, el nico modo factible de al-canzar la autodeterminacin poltica es en tanto pueblo especfico,ya que sta es la forma histrica en la que uno suele encontrarse, ascomo la base ms evidente sobre la que resistirse a los que impidenel propio derecho de autodeterminacin. As, esta forma histrica estanto un problema como una posibilidad. Pero la distincin siguesiendo importante, tanto en la prctica como en la teora. Presupo-ne que, por ejemplo, en principio, no es peor que la nacin que tecoloniza sea de una etnicidad diferente a la propia. En principio, re-

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  • sulta igual de malo ser colonizado por aquellos cuya etnicidad es agrandes rasgos del mismo tipo. Los britnicos y sus colonos norte-americanos eran muy prximos tnicamente, pero esto no hizo queel dominio britnico en Norteamrica fuera en principio algo ms to-lerable o disculpable que el que los britnicos ejercieron en Jamaicao Irlanda. Lo importante es el hecho de que alguien se vea impedi-do para dirigir sus propios asuntos, y no que se niegue el supuestoderecho a una identidad tnica sin trabas. Desde un punto de vistademocrtico, un Estado sera igualmente criticable si estuviera diri-gido por aquellos ciudadanos que midieran ms de cinco pies y diezpulgadas de altura que por invasores extranjeros. El colonialismo esmucho ms censurable que una simple falta de democracia interna,pero esto se debe a que adems implica otros tipos de opresin yexplotacin, y no a que los administradores hablen una lengua dife-rente a la propia. En cualquier caso, los administradores del mismogrupo tnico podran hablar una lengua diferente, por ejemplo, fran-cs en lugar de ruso.

    De acuerdo con los nacionalistas, no se puede tener libertad cultu-ral si no se disfruta adems de libertad poltica. Sin duda, esto escierto, pero de ello no se sigue que el derecho de alguien a la auto-rrealizacin cultural implique el presupuesto poltico especfico dedirigir el propio Estado. No existe ninguna base filosfica slida paracreer esto, por ms que, como acabamos de ver, a menudo sea ne-cesario en la prctica. El nacionalista romntico o cultural exige laindependencia poltica porque, adems de ser un medio fundamen-tal para fomentar dicha cultura, para l la independencia poltica yase halla implcita en la idea de una cultura nacional autnoma. Enotras palabras, lo poltico es o bien cultural de antemano o un meroinstrumento para alcanzarlo. El nacionalista cvico, en cambio, con-sidera tanto la autodeterminacin poltica como la autorrealizacincultural como bienes en s mismos. Pero aun as tiende a asumir unarelacin interna entre ambos, aunque en principio no exista ningu-na. La autorrealizacin cultural de un pueblo slo puede ser asegu-rada mediante la autonoma poltica del tal pueblo nicamente encondiciones histricas especficas y ha llegado ya el momento deque dejemos de naturalizar este lazo como un precepto universal.

    La cuestin de la contingencia

    Esto no equivale a decir que todos los Estados tnicos, en el sentidode Estados basados en una ethnie nica o dominante, han de ser bo-rrados del mapa. Esto nos dejara con una mnima parte del mundo.Resulta difcil ver lo que supondra borrar del mapa, por ejemplo, aChina; y ya he sugerido que un Estado tnico puede ser el nico me-dio efectivo para alcanzar la autodeterminacin poltica en ciertascircunstancias. Lograr una democracia local y promover la identidadtnica de cada cual puede llegar a ser ms o menos sinnimos. Eseste aspecto progresista del nacionalismo el que los antinacionalis-tas dogmticos tienden a pasar por alto, y asimismo es esta relacinentre ser un pueblo y tener un Estado la que muchos nacionalistastienden a universalizar errneamente. Sin embargo, existe una dife-

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  • rencia entre los Estados tnicos que son, por decirlo de alguna ma-nera, el subproducto de la autodeterminacin poltica, y las demo-cracias polticas que son subproductos de Estados tnicos. Esta dis-tincin puede ser parafraseada como la que se da entre Estadostnicos contingentes y no contingentes. China es un Estado tni-co porque su poblacin es en su totalidad tnicamente homognea,mientras que el Estado del apartheid sudafricano constitua un ejem-plo bastante diferente de esta especie. Un Estado tnico contingen-te es aquel que, en principio, podra estar gobernado por antiguasminoras tnicas que han crecido hasta convertirse en mayoras, sinque esto haya ido en detrimento de ningn principio fundador oideologa oficial. Los Estados Unidos seguiran siendo los EstadosUnidos aunque los latinos llegaran a ser una mayora real de su po-blacin; hasta qu punto Irlanda del Norte seguira siendo Irlandadel Norte en el caso de que sus ciudadanos protestantes se convir-tieran en un poder minoritario es ms difcil de determinar.

    Cmo se aplicara la argumentacin que acabo de esbozar a Irlan-da? La mayor parte del nacionalismo irlands, desde los IrlandesesUnidos y los Jvenes Irlandeses hasta la Hermandad Republicana Ir-landesa y el actual Sinn Fein, ha tenido, al menos formalmente ha-blando, un carcter ms cvico que tnico. Aun en las versionesanglfobas ms militantes del credo, por regla general irlands hadenotado ms la ciudadana de un Estado poltico putativo que lapertenencia a un grupo tnico. Tal y como sucede con muchos na-cionalismos del Tercer Mundo hoy en da, la clase media naciona-lista irlandesa, una vez cmodamente instalada en el poder, trat defundamentar la base de su poder poltico e ideolgico en la comu-nidad tnica mayoritaria, al tiempo que adoptaba formas cvicas denacionalismo provenientes de otros lugares e intentaba adaptarlas alas condiciones locales.

    Aun as, nadie niega el hecho de que el nacionalismo irlands, al igualque muchos otros, ha manifestado tradicionalmente una fuerte ten-dencia, a veces virulenta y en ocasiones racista, hacia el particularis-mo tnico, y su reivindicacin de una Irlanda unida a veces se ha sus-tentado, o al menos ha supuesto, este alegato tnico caracterstico.

    Rechazar la doctrina de que los pueblos tengan un derecho naturala su propio Estado poltico equivale a echar por tierra esta clase dereivindicaciones del nacionalismo irlands. Supone rechazar, por ejem-plo, la nocin irredenta de que la comunidad galica de Irlanda delNorte tiene algn derecho natural en tanto galicos a sumarse al Es-tado poltico de sus colegas tnicos del otro lado de la frontera. Nohay nada lamentable en s mismo en cortar polticamente con el res-to de la propia familia tnica. En realidad, puede llegar a ser unaventaja poltica: siempre cabe imaginar una situacin, bien es ver-dad que lejana de la de los catlicos norirlandeses, en la que un de-terminado grupo tnico puede, por pertenecer a otro Estado polti-co, disfrutar de derechos y libertades de las que no disfrutara en susupuesta patria. No hay necesariamente ninguna ventaja, tal y comohan advertido muchos emigrantes irlandeses que han prosperado en

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  • sociedades no galicas, en sumarse al grito de la mayora. La idea deque los catlicos en Irlanda del Norte estn oprimidos simplementepor hallarse aislados mediante una frontera artificial de sus correli-gionarios tnicos y religiosos en la Repblica de Irlanda es un mitosentimental. En efecto, los catlicos de Irlanda del Norte estn opri-midos, pero no por esa razn.

    Victoria al MLF!

    Otra consecuencia de este razonamiento es el abandono de la su-persticin de la unidad territorial, esa modalidad del determinismogeopoltico segn la cual el territorio de Irlanda, o el de cualquierotro sitio, es uno por naturaleza. Esta integridad nacional, al igualque otras formas de unidad, en realidad no es ms que un fetiche. Elmero hecho de que Irlanda est dividida, dejando por un momen-to de lado las causas y consecuencias de dicha divisin, es tan la-mentable como el hecho de que Europa lo est. No hay nada intrn-secamente malo en que parte de la isla de Irlanda sea britnica. Nohay nada inherentemente fuera de lugar en dividir un territorio geo-grfico concreto en dos o veinte Estados diferentes, siempre y cuan-do esto potencie la causa del autogobierno democrtico. Tambinhay que refutar el supuesto de que el territorio de Irlanda corres-ponde de algn modo por naturaleza a los galicos, y que aquellosde ascendencia britnica o de cualquier otra son, por consiguiente,intrusos extraos en su tierra. Los galicos son a su vez intrusos enIrlanda, al menos desde el punto de vista del Movimiento de Libera-cin de Firbolg1. Muchos irlandeses, en 1798, dieron la bienvenidaen sus costas a un grupo de intrusos extranjeros conocidos como losfranceses, ya que consideraron que de ese modo fortaleceran su lu-cha por la democracia. Prcticamente cada palmo del planeta estocupado por un poder extranjero, en el sentido de que casi todos losasentamientos actuales son el resultado de conquistas y usurpacio-nes. Sin duda, existe una enorme diferencia entre ser descendiente,como ocurre con los irlandeses, de un invasor extranjero y colonizaro ser colonizado en el presente. Los indonesios siempre podranabandonar Timor Oriental y tendran otro sitio a donde ir. Pero loque importa no es el mero hecho de que un territorio haya sido al-guna vez de alguien y ahora pertenezca a alguien distinto. Si estofuera as, en la actualidad los britnicos tendran motivos legtimospara quejarse de que ya no gobiernan lo que ahora es la Repblicade Irlanda. Lo importante es que la ocupacin de un territorio con-lleva la explotacin, opresin y desposesin de sus actuales habi-tantes nativos. Si los firbolgs an estuvieran en estas tierras, notendran ningn derecho a impugnar la conquista celta, ya que hahabido demasiados asentamientos histricos en todo este tiempo.Que ellos afirmen ser habitantes oriundos del pas no les da derechoa ese ttulo, y en cualquier caso sera seguramente falso. En cambio,

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    1 Los firbolgs hombres del saco, en irlands era el pueblo mtico que se dice pobl laisla antes de la llegada de los celtas. Si an vivieran hoy en da, ellos seran sin duda losque tendran prioridad y ms derecho a reclamar la posesin del lugar, en contra del co-lonialismo celta.

  • si la conquista celta tuviera lugar en la actualidad, estara perfecta-mente justificado que se opusieran a ella. El hecho de que prctica-mente todo territorio sea conquistado no puede ser empleado comouna justificacin estoica para desplazar y oprimir a la gente en elpresente. No obstante, esto sigue siendo diferente a decir que un te-rritorio particular es de alguien por naturaleza, ignorando el hechode que haya sido poblado en algn momento por otras gentes. Yninguna tierra es propiedad de un pueblo en el sentido de que pue-da hacer con ella lo que quiera de la misma manera que yo podraquemar mis calcetinos si lo considerara oportuno.

    Robo y marginalidad

    La cuestin de los intrusos extranjeros puede plantearse de otromodo. Sin duda, los colonialistas britnicos no deberan haber con-fiscado la tierra irlandesa, pero no porque esta tierra fuera de algnmodo intrnseca y eternamente irlandesa. La tierra en Irlanda no es ir-landesa en el mismo sentido en que son mos mis achaques y dolo-res. El hecho de que la tierra, a diferencia de otras clases de propie-dades alienables, permanezca en el mismo sitio puede contribuir aalimentar esta ilusin. Las montaas de Slieve Bloom son permanen-temente irlandesas en el sentido de que, a no ser que se emplearauna cantidad excesiva de trabajo pesado, no pueden ser trasladadasfuera del pas, pero no son irlandesas en el sentido de que nunca an-tes hayan sido la tierra de otra gente que no fueran los celtas, o queno lo puedan ser en el futuro. Los britnicos no deberan haber ex-propiado la tierra irlandesa por el mismo motivo por el que un pue-blo o un individuo no debera robar la propiedad de otro. Y esto esigual de vlido en el caso de un pueblo que roba a otro de su mismaetnia. Al margen de lo que pueda pensar la polica metropolitana, ro-bar no es peor por el hecho de que el ladrn sea de un origen tni-co diferente al de la vctima. Es cierto que el colonialismo es muchopeor que robar un bolso, puesto que apoderarse de un territorio ex-tranjero supone atar de manera permanente a la totalidad de una so-ciedad a las prioridades polticas, econmicas y culturales de los in-vasores. Pero no es peor que robar un bolso porque los que han vistoexpropiada su tierra, recursos y fuerza de trabajo sean de una etniadiferente a la de aquellos que perpetran el robo. En realidad, puedenno serlo, al menos en cierto sentido de ese endiablado trmino.

    Otro supuesto que hay que rechazar, en este caso ms de origenpostmoderno que romntico, es que el hecho de ser una minora seade algn modo inherentemente opresivo. La expresin minoraoprimida ha llegado a convertirse en una tautologa en nuestrotiempo, pero tambin ste es un espejismo sentimental. Ninguna de-mocracia puede existir sin minoras, ya que son pocas las decisionesdemocrticas que se toman por unanimidad. Y alguien no est opri-mido sencillamente por estar en desacuerdo. Las minoras no siem-pre estn oprimidas, y los oprimidos no siempre estn en minora.Con relacin a esta cuestin, el postmodernismo, con sus orgenesen gran parte americanos, tiende a pensar de forma provinciana, porejemplo, en los afroamericanos en vez de pensar en los grupos t-

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  • nicos subordinados en la Sudfrica anterior al CNA. Y, el marxismo,por supuesto, ha insistido durante mucho tiempo en que los opri-midos forman una mayora. En principio, no hay nada malo en quela comunidad galica norirlandesa forme una minora dentro de estaprovincia, del mismo modo que no hay nada intrnsecamente posi-tivo en pertenecer a una mayora. El estatus de minora de los na-cionalistas norirlandeses tiene mucha importancia a la hora de com-prender su opresin, pero ser una minora no es una condicinopresiva en s misma. Los fisioterapeutas hngaros que residen enSuecia no tienen motivos de queja a este respecto. nicamente unpostmodernismo intelectualmente descuidado considera la condi-cin de marginalidad ipso facto como positiva y oprimida casi pordefinicin.

    La comunidad nacionalista norirlandesa ha sido vctima de una vio-lencia, opresin y discriminacin considerable a lo largo de los aos,pero esto no es un motivo suficiente como para exigir el derecho aser ciudadanos de otro Estado. Sobre esta base, los inmigrantes bos-nios en la Repblica de Irlanda que en la actualidad son objeto dediscriminacin por parte de los irlandeses, podran erigir su propioEstado tambin, a lo mejor en la parte sur de Dubln. Y hay muchagente en todo el mundo que ha sido tratada por los de su propia et-nia con bastante ms dureza que con la que los unionistas norirlan-deses han tratado a los catlicos de Irlanda del Norte. El argumentonacionalista en Irlanda del Norte no debe basarse en ltimo trminoen los agravios empricos infligidos a la comunidad catlica, pormuy escandalosos que hayan podido ser, sino en la pretensin deque formar parte del Estado de otros a la fuerza es opresivo en smismo, independientemente de lo injusto o benvolo del trato quese reciba. Cabra imaginar que el Estado de Irlanda del Norte hubie-ra tratado a su minora catlica mejor de lo que lo ha hecho. En estesentido, parte de la opresin que sufre esta comunidad es histrica-mente contingente, aunque no por ello menos real y digna de re-chazo, y desde luego se podra especular acerca de una mejora enel trato que podra recibir en el futuro. Para que las exigencias deacabar con este Estado de una vez por todas fueran convincentestendran que fundarse en principios polticos, y no simplemente enel modo vergonzoso en el que los unionistas se han comportadorealmente en la mayor parte de los casos. Pero esto nos devuelvesencillamente a la cuestin de por qu habra que considerar opre-sivo formar parte de otro Estado. Los nacionalistas norirlandeses sesienten oprimidos porque forman parte del Estado de Irlanda delNorte en contra de su voluntad, pero una de las razones por las queello va en contra de su voluntad es porque consideran esta perte-nencia como una forma de opresin en s misma, independiente-mente de cmo se les trate realmente.

    La mayora no siempre tiene la razn

    Si el planteamiento aqu expuesto es correcto, las razones de estaperspectiva no pueden basarse simplemente en que se es una mi-nora cuando de hecho se podra ser una mayora, o en que el terri-

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  • torio en disputa fue en algn momento propio, o en que el Estadoal que uno pertenece est dominado por una etnia diferente de lapropia, o en que, si uno no hubiera sido tiranizado de acuerdo coneste modelo, sera libre de unirse a otro Estado gobernado por unaetnia de la misma familia. La respuesta ha de formularse en trminosde autodeterminacin democrtica, aunque no en el sentido en elque la izquierda poltica ha empleado frecuentemente esta expre-sin para Irlanda. Autodeterminacin democrtica no significa quelo que decida hacer la mayora de los irlandeses, dejando en princi-pio de lado la difcil cuestin de qu constituye la mayora significa-tiva en Irlanda, sea necesariamente lo que haya que hacer. Las ma-yoras optan con demasiada frecuencia por cosas errneas, talescomo la pena de muerte o la monarqua. Esto no supone defenderque habra que dejar de lado los deseos de la mayora en Irlanda, ymenos por un vanguardismo dispuesto a matar en nombre de lo queidealmente debera desear el pueblo irlands. Simplemente se tratade sealar que si una Irlanda unida, por ejemplo, es un objetivo de-seable, ello no depende de cuntos irlandeses quieran que as sea,sin que esto implique sugerir que, en el caso de que una mayorarealmente lo deseara, se les debera negar a la fuerza. Ni significa de-fender que una Irlanda unida sea un objetivo indeseable aunqueslo la quiera una minora de irlandeses. Los provos estn en lo cier-to al menos en esto, a pesar de que de ello no se desprenda, una vezms, que la gente tenga que tragrselo a la fuerza. El socialismo y lafalibilidad del Papa tambin responden a creencias rechazadas porla mayora de los irlandeses, pero en s mismo esto no los convierteen indeseables. La autodeterminacin democrtica es, por el contra-rio, la base sobre la que se puede asentar el deseo de desmantelar elEstado de Irlanda del Norte, en contraposicin a las doctrinas acer-ca de las virtudes inherentes a la integridad territorial, la esencialunidad del pueblo irlands, la injusticia que supone que los tnica-mente extraos hayan robado la tierra hace algunos siglos, la pre-sencia de un Estado extranjero en un territorio propio por naturale-za, la indignidad de ser reducido a una minora en el propio pas, elmodo vil en el que histricamente uno ha sido tratado y la opresinintrnseca que supone haber sido separado artificialmente de la pro-pia familia tnica.

    Sin embargo, lo fundamental es que desde el principio los naciona-listas irlandeses de hoy en da nunca deberan haberse colocado enuna situacin tal en la que les resultara verosmil abrigar estas du-dosas creencias. Lo que les llev en esta situacin fue la creacin enel Ulster, a principio del siglo xx, de un ejemplo clsico de Estado t-nico, conocido como Irlanda del Norte. Algunos nacionalistas irlan-deses mantuvieron que esto no estaba justificado porque los protes-tantes del Ulster no constituyen de hecho un pueblo diferenciado, yen este sentido no tienen ningn derecho a un Estado poltico pro-pio. Algunos crticos del nacionalismo irlands sostienen que en rea-lidad s lo son, habindose conformado como un pueblo a causa desu historia y de haber habitado en una tierra distinta a la originaria,y que, por consiguiente, tienen tanto derecho a un Estado propiocomo el que puedan tener los galicos que tienen al sur. Nuestro

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  • presente argumento no respalda ninguna de estas perspectivas. Escierto que los protestantes del Ulster constituyen un pueblo diferen-ciado, en la medida en que se puede decir que los pueblos son di-ferentes, pero esto no es un motivo por el que pudieran reclamar supropio Estado poltico. Los hay que sostendran que ellos no lo re-clamaron en ningn caso, sino que simplemente eligieron permane-cer en el seno del Estado britnico multitnico existente. Y as lo hi-cieron; aunque esta decisin en la prctica les garantizara su propiaparcela de autoridad poltica como pueblo. Tambin los hay quepiensan que una alternativa al modelo organizativo existente hoy enIrlanda debera ser una soberana compartida sobre el norte de Ir-landa por Dubln y Westmister. Esta propuesta suscribe de manerams bien enrevesada la falacia del nacionalismo romntico sobre larelacin intrnseca entre cultura y poltica.

    Chovinismo y autodeterminacin

    Hemos visto que hay distintas formas de justificar la existencia de Es-tados tnicos, pero ninguna de stas puede aplicarse a la invencinde Irlanda del Norte. Los protestantes del norte no estaban amena-zados de genocidio, y no necesitaban crear su propio Estado paragarantizar la autodeterminacin democrtica. No hay motivos razo-nables para creer que si hubieran unido su suerte a la del Estado Li-bre de Irlanda habran sido privados de sus derechos civiles y de-mocrticos. En realidad, sta no era su preocupacin fundamental:era su hegemona cultural y econmica por lo que ms teman. Enel Estado Libre seguramente se les habra reducido a una minora,aunque ya hemos visto que no hay nada inherentemente negativoen ello. Los unionistas del norte tenan motivos suficientes comopara creer que un Estado Libre galico tnicamente chovinista po-dra poner en peligro su cultura y su religin en un brote de triun-falismo tras su recin alcanzada independencia. Este Estado debeaceptar un grado de responsabilidad considerable por la alienacinde los unionistas, y, en el caso de que stos hubieran consentido enunirse a l, habra tenido que asumir la tarea de asegurar su acogiday su posibilidad de prosperar.

    Sin embargo, apoyar y proteger identidades culturales o tnicas di-ferentes no puede tener prioridad respecto a la cuestin de la auto-determinacin poltica para la mayora, y menos an cuando la fun-cin vital de esa mayora democrtica es la de cuidar las condicionesen las que las minoras podran florecer por doquier. Uno de los ras-gos ms reaccionarios de la teora postmoderna es que se siente ex-cesivamente incmoda con este tipo de enunciados; en este sentido,no es en absoluto sorprendente que algunos de los unionistas msastutos estn adoptando en estos momentos el lenguaje de la polti-ca de la identidad y de los estudios culturales. Resultara inaceptablepara la comunidad china de Birmingham convertirse en una mayorapoltica mediante una astuta redefinicin de las fronteras de la ciu-dad con el fin de afirmar ms vigorosamente su identidad cultural.Tal y como hemos visto, se trata del error del nacionalismo romn-tico que consiste en pensar que el florecimiento de la propia cultu-

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  • ra nica como pueblo hace necesario un Estado poltico propio. Pa-radjicamente, los unionistas cometieron, por tanto, justamente elmismo error que los irlandeses de Irlanda a los que tanto detestaban.Probablemente estaban en lo cierto al temer por su autonoma cul-tural en la nueva Irlanda, pero erraron al creer que esto justificabapor tanto su independencia poltica de sta. Estaban tan obstinadosen ello como los nacionalistas irlandeses, que crean que la raznpor la que merecan la independencia poltica era porque eranmiembros de una cultura tnica distinta. Dado que sta era proba-blemente la opinin mayoritaria entre los nacionalistas que lograroncierto grado de independencia poltica para Irlanda, esa indepen-dencia se logr casi con toda seguridad gracias, al menos en parte,a razones equivocadas.

    Aunque as fuera, se podra seguir argumentando que los unionistastenan derecho a seguir siendo britnicos. Pero el significado de serbritnico precisa de un anlisis ms detenido. No hay en s mismo ningn mrito en ser un sbdito britnico. Es mejor ser ciudadano deuna sociedad que garantiza los derechos democrticos y las liberta-des civiles que pertenecer a otra que no lo hace; sin embargo, polti-camente hablando, existe tanta diferencia entre escoger entre estasdos formas positivas determinadas de gobierno, como pueda haberen elegir entre el azul o el rosa. Puesto que el asunto es puramenteformal, no hay gran cosa en la que basarse para tomar una decisinde peso. En cuanto a la ciudadana poltica, por consiguiente, en elpresente no hay mucho que elegir entre la Repblica de Irlanda y elReino Unido, si dejamos de lado el hecho de que la primera, por logeneral, tiene mejor historial en lo que se refiere a los derechos hu-manos. Alguien podra preferir ser britnico en parte por razoneseconmicas, tal y como lo hicieron los unionistas en el perodo de laindependencia irlandesa; pero aspirar a disfrutar de los beneficioseconmicos que una nacin ha llegado a acumular para s misma enun momento histrico especfico no es lo mismo que querer disfru-tar de esa identidad nacional permanentemente. Las ventajas econ-micas en cuestin pueden resultar un tanto efmeras, tal y como se hademostrado en Irlanda del Norte. Querer ser britnico cobra sentidonicamente si se interpreta como un deseo cultural, y esto quiere de-cir que se da un gran valor a la cultura britnica, incluyendo, sin lu-gar a dudas, sus instituciones polticas, y que se desea ser parte deella. Y, aqu, las preferencias cobran en realidad sentido: no hay nadachovinista o etnocentrista en sentirse ms satisfecho con una identi-dad cultural en particular que con otra, siempre y cuando esto no im-plique denigrar o excluir esas otras identidades. De hecho, los unio-nistas han adoptado con demasiada frecuencia una desagradableactitud de supremaca hacia la cultura galica, y no es un secreto quesu deseo de seguir siendo britnicos forma parte de un tipo de iden-tificacin negativa; dicho de otro modo, no desean unirse a un Esta-do galico. No obstante, esto no debera ocultar el hecho de que tam-bin tienen razones positivas, aunque sean difciles de racionalizar yen ocasiones ms difciles de creer, para afirmar su identidad culturalcomo britnicos. Lo cierto es que en estos momentos existen menosmotivos si cabe para sostener el prejuicio del nacionalismo romnti-

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  • co de que ello slo puede lograrse mediante un Estado poltico pro-pio. En realidad, la eleccin es ms cultural que poltica; a pesar deque los unionistas, al igual que los irlandeses, los provos y los post-modernos, se muestren incapaces de discriminar de un modo efecti-vo entre estos dos mbitos.

    Socavando el unionismo?

    No se trata tampoco de defender al Estado de Irlanda del Norte porser tnicamente contingente, en el sentido en el que he venido em-pleando este trmino. Todo lo contrario, su diseo responde preci-samente al de un Estado tnico, basado internamente en el predo-minio de un grupo tnico sobre otro. Se podra argumentar que estopodra cambiar en el futuro en la medida en que la democratizacininterna socave la hegemona unionista. Esto es, presumiblemente, alo que aspiran tanto los liberales y algunos nacionalistas, como loslealistas ms progresistas, tras las reformas polticas que de un modoun tanto precario se estn llevando a cabo ahora mismo en la pro-vincia. Si la comunidad nacionalista en Irlanda del Norte estuvierade algn modo en condiciones de disfrutar de plenos derechos de-mocrticos, entonces, al hilo de la argumentacin que vengo pro-poniendo, el hecho de que continuara siendo una minora no seraipso facto un motivo de queja, en la medida en que dicha queja su-pondra aceptar los principios del nacionalismo romntico relativosal derecho poltico inherente a la etnicidad. En cualquier caso, conel paso del tiempo, el cambio demogrfico puede propiciar que losnacionalistas adquieran el estatus de mayora dentro de la provincia.Pero resulta difcil imaginar cmo la comunidad nacionalista podralograr de hecho plenos derechos democrticos, si esa nocin se con-templa a la luz de la presente argumentacin. El problema no es queel motivo por el que la comunidad nacionalista nunca pueda lograrplenos derechos en Irlanda del Norte se deba a que dichos derechosdan por sentado ante todo que no debera estar ah, sino en la Rep-blica de Irlanda, tal y como sostendran algunos nacionalistas. Yahemos visto que no existe ninguna virtud especial en sumarse a lamayora, que la divisin poltica de un territorio no es en s mismainsoportable, que ser separado de la propia etnia no constituye au-tomticamente una injusticia, y que el derecho a un Estado polticopropio no emerge automticamente de la propia etnicidad. Si se ga-rantizaran plenos derechos democrticos a la comunidad naciona-lista norinlandesa, no existira en principio, con todos los respetoshacia los nacionalistas, ninguna razn por la que no debera, polti-camente hablando, quedarse donde est. Pero para que esto pudie-ra suceder, habra que transformar una sociedad tnica no contin-gente en una sociedad tnica contingente; y resulta difcil imaginarcmo podra lograrse en un Estado que ha sido tnicamente injustodesde su fundacin, y en el que, a diferencia, por ejemplo, de laSudfrica anterior al CNA, el grupo tnico dominante constituye lamayora. Desde luego, el cambio demogrfico puede en ltima ins-tancia hacer que la minora catlica se convierta en una mayora;pero resulta dudoso que la justicia poltica tenga que abandonarse alos caprichos demogrficos. Aunque se determinara algn tipo de

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  • reparto de poder entre ambas comunidades en el norte de Irlanda,sera difcil imaginar cmo ello podra contribuir a la transformacinde un Estado que en lo esencial es tnicamente no contingente, yaque se trata en primer lugar de una cuestin esencialmente geopol-tica y no contingentemente institucional.

    No est claro, entonces, que una Irlanda del Norte transformada ra-dicalmente, aun en el supuesto de que una entidad semejante pu-diera existir, tuviera ya una raison dtre. Si el Estado fuera justo yequitativo es dudoso que su existencia siguiera siendo necesaria, locual no es el caso de, por ejemplo, Turqua. nicamente tendrarazn de ser para aquellos ciudadanos que creen errneamente quesu existencia es una condicin fundamental para poder seguir dis-frutando de una identidad cultural britnica. Pero lo cierto es que laconexin britnica ms que alimentar lo que ha hecho es perjudicary daar la identidad cultural de los protestantes. Y esto es lo que haocurrido realmente con la comunidad nacionalista norirlandesa que,en este sentido, no slo ha sido vctima de la brutal injusticia brit-nica, sino que adems ha visto cmo su identidad cultural se veaconstreida por un cerco mental similar al de los unionistas. Porconsiguiente, acabar con la divisin sera una oportunidad para quelos protestantes descubrieran lo que tienen en comn con los que sesitan al sur, y para que los nacionalistas norirlandeses comenzarana explorar sus diferencias con respecto a este mismo pueblo. Una Ir-landa indivisa y prspera sera aquella en la que los menos procli-ves a la integracin fueran los catlicos del norte, mientras que losprotestantes del norte se mostraran mucho ms favorables a la mis-ma, en cuyo caso la unin beneficiara ms a los protestantes que alos catlicos. Si el Estado de Irlanda del Norte se desmantelara, dosculturas profundamente patologizadas podran comenzar a recibir elreconocimiento que merecen. Lo paradjico de Irlanda del Norte esque, una vez que se convirtiera en un lugar en el que la comunidadnacionalista pudiera sentirse totalmente en casa, estas culturas ya nola necesitaran, as como una vez que los unionistas se mostrarandispuestos a unirse a la repblica, podran saborear lo distintivo desu cultura sin sentirse obligados a empuarla como un arma agresi-va o un escudo defensivo.

    Dominacin y predominio

    Pero, si es un error creer que los protestantes del Ulster tienen dere-cho a su propio Estado en virtud de su estatus de pueblo, no se apli-cara esto igualmente a aquellos que habitan en la Repblica de Ir-landa? No se limitaron los protestantes a pedir para s lo mismo queexigiera el Estado Libre de Irlanda? Por qu se consiente a los ga-licos lo que no se consiente a los de otro origen? Seguramente po-dramos ver la creacin de Irlanda del Norte como un loable intentopor parte de los unionistas por defenderse de un Estado tnico cua-si-teocrtico, profundamente intolerante, al sur. Lo cierto es que elEstado Libre de Irlanda estaba dominado por un grupo tnico es-pecfico, tal y como lo est en la actualidad la Repblica de Irlanda;y, en esa medida, lo que invalida el Estado del norte, podra parecer

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  • que invalidara tambin al Estado Libre de Irlanda. Pero, en primerlugar, habra que distinguir aqu dos significados de dominacin:dominacin como poder injusto sobre otros, y dominacin comopresencia mayoritaria, para lo que predominio sera una palabrams acertada. Debido a su dominacin en el segundo sentido, losgalicos del Estado Libre podran haber ejercido su dominacin so-bre los protestantes del Ulster en el primer sentido, de haber optadostos por unirse al Estado Libre. Pero, de hecho, decidieron no ha-cerlo; los galicos del Estado Libre tienen bien poco sobre lo queejercer su dominio, tnicamente hablando, al margen de un puadode angloirlandeses; en cambio los protestantes crearon su propio einjusto poder de dominio; y un subjuntivo poltico no es conmensu-rable con un indicativo poltico.

    En segundo lugar, la Repblica de Irlanda est dominada de unmodo tnicamente contingente en un sentido en que no lo est Ir-landa del Norte. Algunos de los que lucharon por la independenciairlandesa bien pudieron adherirse a esa causa porque crean en lasuperioridad de los galicos respecto a los sassenach2, o porque latierra era suya de modo natural, o simplemente por razones nacio-nalistas igualmente vergonzosas y vulgares. Pero, a pesar de que suconflicto con Gran Bretaa fue ideolgicamente conjugado, la esen-cia histrica de su revolucin fue anticolonialista. Ya lucharan ennombre de Maeve y de Cuchulain o bajo la bandera del republica-nismo socialista internacional, la consecuencia histrica de sus lu-chas fue un aumento de la autodeterminacin democrtica, dadoque los asuntos polticos de la mayor parte de Irlanda dejaron de es-tar subordinados en general a los intereses de Gran Bretaa y en sulugar pasaron a manos de la democracia burguesa irlandesa.

    La nacin irlandesa que finalmente consigui la independencia, yque garantiz los derechos civiles para todos sus miembros sin dis-tinguirlos por su origen tnico, estaba de hecho dominada por unnico grupo tnico. (Por supuesto, se habra dado un mejor arreglo,tnica y culturalmente ms diverso, si los unionistas no se hubieranseparado.) Pero ya hemos advertido que ste es con frecuencia elmodo de actuar de estos movimientos anticolonialistas, donde a me-nudo resulta difcil distinguir en la prctica entre autodeterminacinpoltica y autoafirmacin tnica, ya que el pueblo que aspira a la in-dependencia suele pertenecer mayoritariamente a un nico grupo t-nico. Que esto sea as no invalida en modo alguno sus luchas por lalibertad poltica, aunque lo cierto es que les impone la responsabili-dad de proteger, entre otros, los derechos del resto de los grupos t-nicos. Dada la renuncia de los unionistas del norte, en Irlanda estovino a quedarse en poco ms que una discusin acadmica. Un Es-tado como el de Irlanda del Norte, que es constitutivamente tnico,difiere de un Estado postcolonial en el que se da una mayora tnicaespecfica, pero que en principio no necesita de ella para existir, yque, debido a que emerge de las ruinas de la autoridad colonial, re-presenta en su conjunto una extensin de la democracia poltica.

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    2 Trmino empleado de forma peyorativa para referirse a los ingleses. [N. de la T.]

  • Un planteamiento no-nacionalista

    La conclusin, entonces, es un planteamiento no-nacionalista a fa-vor de una Irlanda unida, al menos en el sentido en que se ha en-tendido comnmente el nacionalismo. No es que una Irlanda unidasea un bien inherente, sino que Irlanda del Norte es inherentemen-te imperfecta. Es imperfecta, en parte, porque se asienta sobre la fal-sa premisa del nacionalismo romntico acerca de las relaciones en-tre cultura, etnicidad y poltica, y en parte porque las consecuenciasprcticas de esta premisa han sido profundamente antidemocrticas.Una Irlanda no dividida sera, por consiguiente, un medio para re-mediar esta deficiencia, y no un bien en s mismo por el que luchar.Proponer una solucin no-nacionalista para una Irlanda no divididaal menos tiene la ventaja de enfadar a casi todo el mundo; pero nose trata de sugerir que no hay nada que decir en favor del naciona-lismo, un proyecto al que Anthony Smith ha elogiado acertadamen-te por su defensa de las minoras culturales; su recuperacin de his-torias y literaturas perdidas; su inspiracin de los renacimientosculturales; su resolucin de las crisis de identidad; su legitimacinde la solidaridad social y comunitaria; su inspiracin de resistir con-tra la tirana; su ideal de soberana popular y movilizacin colecti-va...3. El caso es que no hay ninguna necesidad de acudir a seme-jante proyecto para abogar por una Irlanda unida, y s demasiadospeligros.

    Sin embargo, cabe la posibilidad de revisar, a la luz de lo que se hadicho, los argumentos ms vergonzosos a favor de una Irlanda uni-da, y rescatar el grano de verdad de sus mistificados caparazones. Laintegridad territorial o la unidad de un pueblo no tienen en s mis-mas absolutamente ninguna virtud, pero es ms probable que unterritorio carente de fronteras internas favorezca las ventajas de lapluralidad y la heterogeneidad que uno dividido. Los pluralistas li-berales, hoy legin a ambos lados de la frontera irlandesa, que abo-gan por una Irlanda ms multicultural, y que al mismo tiempo pres-tan su apoyo al menos de forma tcita a la divisin, corren el riesgode contradecirse. Oponindose a la hiptesis unionista de que lassociedades totalmente interculturales son indeseables, refuerzan lahiptesis unionista de que es probable que la cultura de los protes-tantes del Ulster desaparezca si se unen a la repblica. En pocas pa-labras, ellos encarnan la contradiccin entre pluralismo cultural ypoltica de la identidad, posiciones que los postmodernos no pue-den ni abandonar ni reconciliar de manera adecuada. La idea de launidad tnica es en efecto un fetiche peligroso; pero aun as tienealgn valor estar por algn tiempo con los de la propia familia tni-ca, al igual que con la familia, los colegas o los amigos, ya que estopropicia cierto sentimiento espontneo de comunidad en s mismovalioso. Nada justifica la dogmtica premisa postmoderna de que di-cho sentimiento de comunidad debe ser siempre y en todas partesnostlgico, sofocantemente consensual, celosamente excluyente conlos otros y esencialista. Pero si estar codo a codo con los iguales tie-

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    3 Anthony D. Smith, The Ethnic Origins of Nations, Oxford, 1986, p. 18.

  • ne algn valor, ms valor tiene estar codo a codo con los que no loson. En este sentido, una Irlanda no dividida beneficiara muchoms a los protestantes del norte y a los galicos del sur que a loscatlicos del norte.

    Una contradiccin violenta

    No es cierto, como hemos visto, que ser una minora implique ne-cesariamente estar oprimido. Aun as, los nacionalistas norirlandesestienen algn derecho a protestar contra su estatus de minora, debi-do a que, aunque no sea equivalente a su opresin, est estrecha-mente ligado a ella. No est justificado reclamar un territorio comopropiedad natural de uno, lo que no significa invalidar el derecho aquejarse cuando la tierra en la que uno se ha asentado es usurpada.No hay nada malo en principio con que lo que antes fuera el propiopas pertenezca ahora a un poder extranjero, y que este poder seade una etnia diferente a la de uno no viene al caso. Pero si una delas consecuencias de este poder extranjero es reforzar una estructu-ra de poder nativa que es injusta y desptica en algunos aspectosfundamentales, entonces hay motivos para oponerse a ella. El hechode que esta estructura de poder haya tratado a algunos pueblos deforma violenta y opresiva no es en s misma una justificacin paraque stos opten por ser miembros de un Estado dominado por losde su propia etnia. Puede ser un motivo suficiente para que optenpor una ciudadana poltica diferente, tal y como ocurre con los re-fugiados polticos en general, pero en principio no existe ningnmotivo por el cual, en este caso, la etnicidad sea pertinente. Aun as,el hecho de que los catlicos del norte hayan sido maltratados porlos unionistas ha contribuido de manera comprensible a su senti-miento de que estaran mejor fuera de la repblica, y ha creado laclase de animadversin que ha podido situar al Estado del norte le-jos de la posibilidad de una reforma adecuada, en el caso de queuna reforma adecuada fuera posible.

    Sin embargo, ningn conjunto de medidas polticas puede surgir apartir de esta argumentacin. Pues sugiere que los republicanos quese opusieron al Tratado Angloirlands de 1921, que supona la par-ticin de la isla, estaban en su derecho, pero no que estuvieran ensu derecho por los motivos correctos, o que deberan haber llevadoa cabo por este motivo una sangrienta e impresionante guerra civil.Tambin indica que aquellos republicanos irlandeses que en la ac-tualidad tienen puestas sus esperanzas en el desmantelamiento de-finitivo del Estado de Irlanda del Norte, ms que en un modus vi-vendi permanente en su seno, tambin estn en su derecho, pero deello no se desprende que estn legitimados para emplear la fuerzacon el fin de lograr dicho objetivo. La Iglesia Catlica Romana, a laque se adhieren algunos de estos republicanos, ha establecido unaserie de condiciones para justificar moralmente el uso de la violen-cia. Entre las que figura el hecho de que sta ha de ser empleada enuna causa justa, que asegure algo mejor en contrapartida al sufri-miento infligido; que debe ser ante todo defensiva; que debe em-plearse como ltimo recurso una vez agotados todos los medios

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  • pacficos; que debe dirigirse contra los combatientes y no contra losciviles, y que debe contar con altas probabilidades de xito. Se de-bera aadir a estos reparos que la violencia no puede ser usada poruna vanguardia que acte en nombre de lo que se considera que unpueblo debera querer, y que tampoco debera emplearse simple-mente como un medio de promocionar la propia presencia en laescena poltica. Resulta difcil ver cmo la campaa militar republi-cana cumplira las suficientes condiciones como para estar moral-mente justificada. Pero una verdad bastante aceptada dice que sedeberan abandonar los principios morales en el momento en queempiezan a interferir en la vida cotidiana de uno.

    No parece probable que el planteamiento que acabo de exponervaya a tener ninguna repercusin en los pasillos en los que se diri-me el poder o en las calles de Irlanda del Norte. Lo que sucederprobablemente en las calles de ambas comunidades del norte, esuna aceptacin pragmtica de una reforma del status quo, dejandoen suspenso una perspectiva difusa acerca de la unidad irlandesadefinitiva en el bando nacionalista, lo que no es poco tras tantas d-cadas de violencia y sufrimiento. Pero, aun as, es preciso decir algopara abordar de un modo necesariamente abstracto algunos de lossupuestos filosficos encubiertos de ambos bandos. Durante dema-siado tiempo, muchos nacionalistas irlandeses han defendido un ob-jetivo acertado empleando razonamientos errneos. Abrir la doctri-na del Estado tnico a un examen crtico podra ser un modo deenterrar esta contradiccin.

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  • Introduccin al dilogosobre el futuro de China

    El movimiento estudiantil que surgi en Pekn en marzo de 1989 ycreci hasta convertirse en una conmocin nacional, que suscit laprotesta de millones de ciudadanos en la capital y en todo el pascontra la respuesta oficial a la crisis hasta que la ocupacin de la pla-za de Tiananmen fue reprimida por el ejrcito en la noche del 4 dejunio, permanece como un acontecimiento crucial de la historia dela China contempornea. Diez aos despus, la mayora de los prin-cipales activistas del 4 de junio viven en el exilio, como miembrosde una dispora intelectual china ms numerosa que mantiene es-trechos contactos con la vida cultural en la China continental, ascomo con sus equivalentes en Taiwn y Hong Kong. La relativa es-tasis poltica en la RPCh se ha visto acompaada por una importan-te ebullicin de los debates y una diversidad de ideas dentro de estacomunidad ms amplia, uno de cuyos motivos centrales ha sido elsignificado y las consecuencias del 4 de junio.

    En conmemoracin del dcimo aniversario del movimiento, la NLRorganiz un debate acerca de su legado y enseanzas para el futu-ro de China entre tres destacados participantes: Wang Dan, WangChaohua y Li Minqi. Estudiante de historia, Wang Dan (nacido en1969) fund el Saln de la Democracia en la Universidad de Pekn,que fue un foco de agitacin en 1988, antes de hacerse miembro delComit Permanente de la Unin Autnoma de Estudiantes en la ciu-dad y ser una figura notable en la huelga de hambre y en la sede cen-tral de defensa de la plaza en mayo-junio. Figuraba en primer lugaren la lista de los veintin estudiantes ms buscados por la polica, cu-yas imgenes fueron emitidas por la televisin nacional tras el aplas-tamiento de la revuelta; fue capturado en octubre y condenado a cua-tro aos de prisin. Liberado en 1993, fue encarcelado de nuevo porsubversin en 1995. Finalmente, en la primavera de 1998 fue puestoen libertad y obtuvo el permiso de las autoridades para abandonarChina hacia los Estados Unidos. En la actualidad es estudiante de pri-mer ciclo en Chinese studies en la Universidad de Harvard.

    Wang Chaohua (nacida en 1952) form parte de aquella multitud quefue enviada al campo durante la Revolucin Cultural; perteneca al

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  • departamento de graduados de la Academia China de Ciencias So-ciales, al que represent en el Comit Permanente de la Unin Aut-noma de Estudiantes hasta el aplastamiento de la revuelta. Una de lasdos nicas mujeres sealadas como organizadoras clave en la lista delos ms buscados del 13 de junio, despus de pasar ocho meses enla clandestinidad escap del dispositivo policial y consigui llegar aOccidente a principios de 1990. En la actualidad cursa el doctoradoen literature china en la Universidad de California, Los ngeles.

    Li Minqi (nacido en 1967) por aquel entonces licenciado por la Uni-versidad de Pekn, fue uno de los miles de estudiantes movilizadospor el movimiento en la capital que volvi a sus estudios despus dela represin. Un ao despus fue detenido por pronunciar un dis-curso en conmemoracin del 4 de junio, en su primer aniversario, enel tringulo del campus de Beida, epicentro del movimiento de1989. Condenado a dos aos de prisin, fue liberado en 1992. En 1aactualidad cursa el doctorado en economa en la Universidad deMassachusetts, Amherst.

    La revista plante veinte preguntas a estas tres diferentes figuras delmovimiento del 4 de junio. El posterior debate se celebr en Har-vard el 21 de febrero1 y fue moderado por Leo Ou-fan Lee, profesoren el departamento de lenguas y civilizaciones de Asia Oriental y de-cano de los estudios sobre literatura china en Occidente. Reciba des-de aqu nuestro agradecimiento por haber aceptado moderar el di-logo. El resultado es un documento extraordinario.

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    1 La ltima pregunta, acerca del bombardeo de la embajada china en Belgrado, se hizo afinales de mayo y fue contestada por escrito.