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Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=180618320001 Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Sistema de Información Científica ANDRÉS MONTERO GÓMEZ Síndrome de adaptación paradójica a la violencia doméstica: una propuesta teórica Clínica y Salud, vol. 12, núm. 1, 2001, pp. 5-31, Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid España ¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista Clínica y Salud, ISSN (Versión impresa): 1130-5274 [email protected] Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid España www.redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=180618320001

Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal

Sistema de Información Científica

ANDRÉS MONTERO GÓMEZ

Síndrome de adaptación paradójica a la violencia doméstica: una propuesta teórica

Clínica y Salud, vol. 12, núm. 1, 2001, pp. 5-31,

Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid

España

¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista

Clínica y Salud,

ISSN (Versión impresa): 1130-5274

[email protected]

Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid

España

www.redalyc.orgProyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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ARTÍCULOS

Síndrome de adaptación paradójica a laviolencia doméstica: una propuesta teórica

Paradoxical adaptation to domestic violence: at h e o r etical framework pr o p o s a l

ANDRÉS MONTERO GÓMEZ*

RESUMEN

Se presenta una hipótesis para conceptualizar una nueva categoría psicopato -lógica, el Síndrome de Adaptación Paradójica a la Violencia Doméstica (SAPVD).No se trata de una teoría sobre las causas o el mantenimiento de la violenciadoméstica, sino una aproximación tentativa a cómo se relacionan determ i n a d a svariables y momentos psicológicos para producir un escenario fenomenológicoc o n c reto e identificable, el SAPVD. Este síndrome será descrito como un conjun -to de procesos psicológicos que culmina en el desarrollo paradójico de un víncu -lo interpersonal de protección entre la mujer víctima y el hombre agresor a travésde la inducción de un modelo mental que estará dirigido a la recuperación de lahomeostasis fisiológica y el equilibrio conductual, así como a la protección de laintegridad psicológica, en la víctima. Los elementos definitorios del síndro m eserá caracterizados por un patrón de cambios cognitivos, su funcionalidad adap -tativa resultado de un proceso psicológico reactivo en la víctima.

ABSTRACT

A hypothesis for conceptualising a new psychopathological category, theParadoxical Adaptation to Domestic Vilence Syndrome (PADVS), is presented.

* Organización: Universidad Autónoma de MadridDirigir la correspondencia a : Andrés Montero Gómez, Departamento de Psicología Biológica y la

Salud, Universidad Autonoma de Madrid, 28049 Madrid (España). Tlf: 606363675. E-mail:a m o n t e r o @ c o p . e s

Agradecimientos: Al Prof. Dr. José Antonio Carrobles, quien dirige la investigación para la verifiicaciónempírica del modelo teórico

Clínica y Salud, 2001, vol. 12 n°. 1 - Págs. 5-31

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It is not a theory on the causes and maintenance of domestic violence, but atentative approach to how certain variables and psychological steps are put inrelation to each other to produce a phenomenological scenery, specific andidentifiable, the PADV syndrome. The PADV will be described as an interper -sonal bond of protection built between a victim woman and a man aggressor,within a traumatic and stimuli restricted environment, through the induction ofa mental model that will be aimed at the victim’s physiological and behavioru -ral balance recovering and psychological integrity protection. The feature ofthe syndrome would be determined by a pattern of cognitive changes and itsadaptive functionality as a fresult of a psychological reactive process in thevectim.

PALABRAS CLAVE

Vínculo traumático, modelo mental inducido, violencia doméstica, Síndro -me de Adaptación Paradójica a la Violencia Doméstica.

PALABRAS CLAVE

Traumatic bond, induced mental model, domestic violence, ParadoxicalAdaptation to Domestic Violence Syndrome.

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INTRODUCCIÓN

Un factor que añade un elemen-to de dificultad al estudio de la vio-lencia contra la mujer en el seno derelaciones de pareja -en su mayo-ría heterosexuales- es que única-mente una mínima parte de loscasos de malos tratos es denun-ciada. Al igual que ocurre en lasdiversas aproximaciones efectua-das al problema del abuso sexualen la infancia, el maltrato de lamujer por parejas o compañero ssentimentales ofrece re c o n o c i d a srestricciones al conocimiento de lasituación por parte de actore se x t e rnos al anillo primario de re l a-ciones de la víctima. Incluso, en unalto porcentaje de los casos, losdetalles del maltrato no salen delámbito diádico exclusivo de lap a reja donde se producen. Unaspecto que pudiera parecer para-dójico es que este si lencio nos i e m p re correlaciona con mujere seconómica o socialmente depen-dientes de sus parejas sentimenta-les, sino que a veces mujeres quepodrían ser autosuficientes en elt e rreno laboral o personal continú-an en el domicilio o contexto deconvivencia de la pareja dondeestán siendo maltratadas, alimen-tando así una extraña dinámica detraumáticas consecuencias. Así,comenzando las primeras agre s i o-nes durante el noviazgo o losmeses iniciales del matrimonio, lousual es que el escenario de vio-

lencia se prolongue durante añoshasta que la mujer es capaz dereaccionar o uno de los miembro sde la pareja muere. Alguna macro-encuesta de orientación sociológi-ca estima en cinco años la perm a-nencia de la mujer en el contextodoméstico donde está expuesta ala violencia (Instituto de la Mujer,2000), mientras estudios en entor-nos clínicos elevan esta cifra a losdiez años (Echeburúa, Corr a l ,Sarasua, Zubizarreta y Sauca,1990; Echeburúa, Corral, Sarasua yZ u b i z a rreta, 1996).

A pesar de que algunos estudiosestablecen un vínculo representati-vo entre maltrato doméstico y lesio-nes sufridas por las mujeres (Son-kin, Martin y Wa l k e r, 1985; Stark yFlitcraft, 1988), sólo una minoría deestas lesiones es la que finalmentese registra en centros policiales,judiciales o de atención a la mujercomo efecto de la violencia domés-tica. En la literatura se llega a esti-mar que el rango de incidentes dea g resión doméstica denunciadosse encuentra entre el 10% y el30%, aunque son datos cuya vali-dez es complicado precisar.

Otra característica a consideraren este fenómeno es la importantep ro p o rción de situaciones endonde las denuncias pre s e n t a d a sante las autoridades judiciales opoliciales son retiradas por las pro-pias mujeres objeto de maltrato,antes de que se inicie el correspon-

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diente procedimiento legal sancio-nador o preventivo. El sobre s e i-miento de una causa penal pormaltrato, como consecuencia delperdón al agresor o la retirada de ladenuncia por parte de la víctima, hasido evaluado cuantitativamentepor algún estudio en un 63’5%,representando el total de sobresei-mientos un 30% del global de cau-sas judiciales por maltrato (Themis,1999).

PLANTEAMIENTO GENERAL YMARCO CONCEPTUAL

La violencia contra mujeres en elm a rco de relaciones afectivas dalugar a la manifestación de unagran variedad de procesos psico-lógicos, la mayoría de ellos deevolución patológica debido a lanaturaleza traumática del contex-to. Algunos de estos pro c e s o sconstituyen categorías diagnósti-cas reconocidas en la psicopatolo-gía siendo clínicamente observ a-dos y tratados aunque en muchasocasiones sin conocer completa-mente las complejas estru c t u r a sdel problema real.

A pesar de la prevalencia delsilencio en las víctimas en la vastamayoría de casos de violenciadoméstica, los terapeutas hanidentificado una serie de desórd e-nes clínicos asociados a esta clasede maltrato. Por parte del hombre

a b u s a d o r, los estudios en la litera-tura se re f i e ren comúnmente at r a s t o rnos de la persona lidad( H a m b e rger y Hastings, 1986),siendo el trastorno antisocial de lapersonalidad y la depresión losmás detectados (Dinwiddie, 1992),complicados o no con abuso desustancias. Si se toma en conside-ración a la mujer víctima, las cate-gorías diagnósticas más fre c u e n t e sson depresión (Campbell, Sullivany Davison, 1995; Echeburúa,C o rral, Amor, Sarasúa y Zubizarre-ta, 1997) y diversos cuadros deansiedad (Sato y Heiby, 1991),e n t re los que destaca el trastorn ode estrés postraumático (Hous-kamp y Foy, 1991).

No obstante, si bien la diagnosispsicopatológica realizada post-hocpuede dar cuenta, parc i a l m e n t e ,del impacto de la violencia sobre elequilibrio psicofisiológico de la víc-tima, su utilidad será en cambiomarginal en el momento de ofreceruna explicación acerca del porqué,en más del 70% de los casos (Insti-tuto de la Mujer, 2000), la mujermaltratada permanece en una rela-ción de abuso durante añossufriendo las consecuencias aversi-vas y traumáticas de la violenciae j e rcida contra ella por su pare j a .En este punto, se podrían mencio-nar tentativamente tres grupos defactores que, ya sea de modo uni-tario o en combinación, e influidoso no por la presencia de distorsio-

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nes cognitivas producto de unaserie de mitos culturales y re l i g i o-sos, coadyuvan a mantener a lamujer en silencio sobre el maltratoque está sufriendo: 1) diversos pro-cesos paralizantes generados ymantenidos por el miedo; 2) la per-cepc ión por la víct ima de unaausencia de vías de escape o sali-da de la situación de tortura; 3) y lac a rencia de recursos altern a t i v o s ,s o b re todo en el caso de mujere scon hijos que no vislumbran, porcausas variadas, un apoyo externoviable. Sin embargo, en no pocasocasiones se observa que mujere sa quienes se supone una indepen-dencia personal o económica y unaposibilidad de acceso a re c u r s o scontinúan en relaciones íntimasdonde sufren violencia. Estas muje-res, que desarrollan actividadessociales o profesionales que sugie-ren a su entorno inmediato que noestán paralizadas por el miedo, oque incluso llegan a emprender conéxito iniciativas en varios ámbitosde sus vidas, parecen sin embargoincapaces de denunciar a sus agre-s o res, con quienes siguen convi-viendo, y mucho menos de aban-donar la relación.

En muchos casos este tipo demujeres, de perfil social considera-do más independiente, y aquellasotras de dependencia más ligada aun núcleo familiar del tipo que sea,c o m p a rten la reacción paradójicade desarrollar un vínculo afectivo

gradualmente más fuerte con susa g re s o res, llegando a asumir lasexcusas esgrimidas por el agre s o rtras cada episodio de violencia yaceptando sus arre p e n t i m i e n t o s ,retirando denuncias pol icialescuando han tenido un momento delucidez y las han presentado, odeteniendo procesos judiciales enm a rcha al declarar a favor de susa g re s o res antes de que sean con-denados.

Algunas investigaciones han tra-tado de arrojar luz sobre la ocurren-cia de estos vínculos paradójicose n t re víctima y agre s o r, fundamen-talmente apelando a las clavesafectivas o emocionales que apare-cen en el contexto del entorno trau-mático y, en algún caso, utilizandodescripciones similares a las pro-puestas para el denominado «sín-drome de Estocolmo», un conjuntode mecanismos psicológicos quedeterminan la formación de un vín-culo afectivo de dependencia entrelas víctimas de un secuestro y susc a p t o res y, sobre todo, a la asun-ción por parte de los rehenes de lasideas, creencias, motivos o razonesque esgrimen sus secuestradore spara llevar a cabo la acción de pri-vación de libertad (Strentz, 1980;M o n t e ro, 1999). No obstante, losescasos modelos teóricos se hanconcentrado en los elementos mássalientes del trauma que convertirí-an a la víctima en un receptor pasi-vo de la violencia, dejando de pro-

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fundizar en la cadena de pro c e s o spsicológicos impl icados y, portanto, obteniendo al final un dibujosesgado del fenómeno. Tal vez lau rgencia por encontrar mediospaliativos ante el sufrimiento de lasm u j e res maltratadas haya influidoen la circunstancia de prestar aten-ción a las señales más evidentes,sin preguntarse a qué re s p o n d í a ndeterminados síntomas. Pero, en elfondo, el éxito en interpretar lacomplejidad de la reacción de unavíctima en un escenario de agresióncontinuada re q u i e re una compre n-sión rigurosa del aparato psicológi-co involucrado en la formación deltipo de vínculos paradójicos men-cionados, con el propósito final dedesactivarlos y abrir más oportuni-dades a la acción de procedimien-tos legales o asistenciales.

Aunque existen teorías que tra-tan de explicar aspectos parc i a l e sdel proceso del maltrato cuya men-ción sobrepasa el foco de análisisde este estudio (para una re v i s i ó n ,Villavicencio y Sebastián, 1999a),dos han sido los modelos postula-dos para ensayar una hipótesiss o b re la naturaleza y emerg e n c i ade los vínculos paradójicos en re l a-ciones íntimas de componente vio-lento (figura 1). En uno de ellos,Dutton y Painter (1981) han descri-to un escenario en el que dos fac-t o res, el desequilibrio de poder y lai n t e rmitencia en el tratamientobueno-malo, generan en la mujer

maltratada el desarrollo de un lazotraumático que la une con el agre-sor a través de conductas de doci-lidad. Según Dutton y Painter, elabuso crea y mantiene en la pare j auna dinámica de dependenciadebido a su efecto asimétr icos o b re el equilibrio de poder, siendoel vínculo traumático producido porla alternancia de re f u e rzos y casti-gos. Sin embargo, esta teoría des-cansa aparentemente sobre labase del condicionamiento instru-mental que, desde mi perspectiva,es válido para dar cuenta de algu-nos aspectos del re p e rtorio de vic-t imización (pr incipalmente deaquellos referidos a la indefensióna p rendida y al efecto sobre la vícti-ma de los períodos de arre p e n t i-miento del agresor), pero falla encubrir la compleja cadena funcionalde procesos psicológicos asociadaa este tipo de vínculos paradójicos.Según se expondrá aquí, la incert i-d u m b re inherente a la violenciarepetida e intermitente es un ele-mento clave en el camino hacia eld e s a rrollo del vínculo, pero no sucausa única. Además, la teoría notoma en consideración que algunaesfera de desequilibrio de poder esen cierta medida una característicacomún a muchas relaciones huma-nas (Dobash, Dobash, Wilson, yD a l y, 1992): en las parejas traumá-ticas no parece ser una conse-cuencia sino un antecedente ala b u s o .

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O t ro modelo que plantea unai n t e r p retación para el comport a-miento paradójico de las mujere smaltratadas es el tratamiento facto-rial de Graham sobre re a c c i o n e s -t i p o - s í n d rome de Estocolmo enm u j e res jóvenes que mantienen re l a-ciones de noviazgo (Graham, Raw-lings y Rimini, 1988; Graham et al,1995). Su modelo factorial toma laf o rma de una escala de evaluaciónde 49 ítems alrededor de un núcleocaracterizado por distorsiones cog-nitivas y estrategias de coping, ydos dimensiones secundarias deno-minadas ‘daño psicológico’ y unamás ambigua ‘amor- d e p e n d e n c i a ’ .La teoría de Graham, de pro p ó s i t o s

evaluativos, perfil topográfico ymetodología correlacional, fue dise-ñada para detectar la aparición desíntomas del síndrome de Estocol-mo en mujeres jóvenes sometidas aabuso por parte de sus compañero ssentimentales, y está basada en laidea de que el síndrome es el pro-ducto de un tipo de estado disocia-tivo que lleva a la víctima a negar lap a rte violenta del comport a m i e n t odel agresor mientras desarrolla unvínculo con el lado que percibe máspositivo, ignorando así sus pro p i a snecesidades y volviéndose hiperv i g i-lante ante las de su agresor (Grahamy Rawlings, 1991). Sin embarg o ,mientras esta explicación puede ser

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FIGURA 1Esquematización de los modelos teóricos de Dutton y Painter, 1981 y

Graham et al, 1995

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válida para describir alguno de losp rocesos globales implicados en els í n d rome, no pro p o rciona una hipó-tesis teórica sobre la naturaleza delp roceso traumático más allá dealgunos de sus elementos constitu-yentes. Igualmente, el modelo deGraham está afectado por un sesgometodológico inicial derivado delhecho de que tanto la extracciónempírica del cuestionario que utilizapara la contrastación teórica, comolos resultados que arroja, pro c e d e nde investigaciones que uti lizanmuestras de mujeres de una deter-minada franja de edad y nivel edu-cativo (universitarias), circ u n s t a n c i a sque comprometen las pro p i e d a d e sdel instrumento de medida y dificul-tan la generalización de los re s u l t a-d o s .

Por otra parte, hasta donde llegael conocimiento del autor, en Espa-ña no se han realizado investigacio-nes que abordaran la presencia dereacciones paradójicas en víctimasde violencia doméstica. Los traba-jos que han explorado actitudes oe s t ructuras cognitivas de interpre t a-ción de la realidad violenta en ámbi-tos de agresiones de género se hanconcentrado en describir la existen-cia de distorsiones cognitivas ena g re s o res intrafamiliares (Fern á n-dez-Montalvo y Echeburúa, 1997), oen dar cuenta de justificacionesa c e rca de la violencia en conductasde agresión sexual en re l a c i o n e sh e t e rosexuales entre jóvenes uni-

versitarios (Sipsma, Carro b l e s ,Montorio y Everaerd, 2000). En esteúltimo se encontró que un 17.5%de los varones de la muestra acep-taba algún tipo de coacción en con-ductas sexuales en base a determ i-nadas justificaciones, mientras queese porcentaje era de un 6.3% en elcaso de las mujere s .

A l t e rnativamente, en orden a facili-tar una explicación teórica para elc o m p o rtamiento paradójico observ a-do en determinadas mujeres maltra-tadas, se propone que un determ i n a-do tipo de víctimas de violencia en elámbito de la pareja, cuyas caracte-rísticas habrá que determinar en laconsiguiente investigación, sufren lamanifestación de un síndrome glo-bal, el Síndrome de AdaptaciónParadójica a la Violencia Doméstica(SAPVD), generado como una re a c-ción psicofisiológica y conform a d oen una serie de modificaciones cog-nitivas ante un entorno traumáticod e n t ro de un contexto re f e re n c i a l ,cual es el medio doméstico.

El síndrome APVD, como nuevoconcepto, proviene de la aplicaciónal ámbito de la violencia contra lamujer en el entorno doméstico delmodelo teórico desarrollado porM o n t e ro (1999, 2000a, 2000b) parael síndrome de Estocolmo clásico. Els í n d rome APVD será descrito aquícomo un conjunto de procesos psi-cológicos que, a través de las dimen-siones de respuesta cognitiva, con-ductual y fisiológico-emocional, cul-

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mina en el desarrollo paradójico deun vínculo interpersonal de pro t e c-ción entre la mujer víctima y el hom-b re agre s o r, en el marco de unambiente traumático y de re s t r i c c i ó ne s t i m u l a r, a través de la inducción deun modelo mental, de génesis psico-fisiológica, naturaleza cognitiva yanclaje contextual, que estará dirigi-do a la recuperación de la homeosta-sis fisiológica y el equilibrio conduc-tual, así como a la protección de laintegridad psicológica, en la víctima.Desde esta perspectiva, el síndro m eAPVD es un mecanismo activo deadaptación habilitado para amort i-guar y/o evitar la incidencia masivade estre s o res amenazantes sobre lavíctima, que se aproximaría a estec u a d ro psicológico a través de cua-t ro fases situadas en un continuo.

FASES SINDROMICAS

1 . Fase DESENCADENANTE(figura 2). Originada en la pre s e n t a-ción del escenario traumático, estoes, cuando la mujer recibe la primerae x p resión de violencia física de part ede su pareja sentimental. A pesar deque se hubieran producido discusio-nes previas o incluso algún nivel demaltrato psicológico en la pare j a ,consideramos la primera agre s i ó nfísica como el elemento disparadorclave de todo el proceso. Esta vio-lencia inaugural tiene el efecto trau-mático de una ruptura del espaciode seguridad y confianza constru i d os o b re la base de la relación afectiva.Después de la agresión, los límitesde seguridad y peligro se entre m e z-clan y sus señales se difuminan.

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FIGURA 2Mapa conceptual hipotetizado para la fase desencadentante del SAPVD

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A p a rte las bien conocidas re a c-ciones neuroendocrinas de estréscomunes a todo entorno de intensaamenaza (Selye, 1956; Sokolov,1963; Neufel, 1984; Sandín, 1995),desde una perspectiva cognitiva sepuede afirmar que el aspecto mássignificativo de esta fase será une s t rechamiento de los canalesatencionales (MacLeod, Mathews yTata, 1986), sesgados y comprome-tidos hacia la percepción de laamenaza (Williams, Watts, MacLe-od y Mathews, 1988; MacLeod yR u t h e rf o rd, 1992), que tendráre p e rcusiones en una consecuentelimitación de los imputs estimularesque alcanzan el nivel de conscien-cia. Debido a la focalización aten-cional, los procesos perceptivos y,a través de ellos, las vías estandari-zadas de juicio y razonamiento severán puntualmente desestabiliza-das por la evaluación de la amena-za y la inevitable adjudicación derecursos a su afrontamiento.

Emocionalmente, aunque en otraclase de ataques violentos contram u j e res (p.ej. violaciones) el con-tacto inicial y repentino entre vícti-ma y agresor origina una re a c c i ó nprimaria de miedo, genuina en elsentido instintivo jamesiano(James, 1983) y previa a cualquiervaloración cognitiva del hecho, elmiedo en este contexto y despuésla ansiedad estarán altamentemodulados por un sentido de pér-dida. La mujer siente que algo se

ha roto, que una parte en su interiorse ha perdido. Además, el impactoglobal de la realidad traumáticap e rcibido a través de una evalua-ción sesgada por la desorientaciónderivada de la circunstancia de queel agresor es la pareja afectiva de lavíctima, desencadenará una miría-da de emociones, principalmentenegativas. Una vez la agresión hafinalizado y la mujer es dejada asolas, el resultado más probable esque la víctima entre en un angustio-so estado de ansiedad de cursop ro g resivo, que pro b a b l e m e n t ecorrelacionará con accesos ocasio-nales de ira que revertirán hacia elestrés como elemento añadido( L a z a rus, 1968; Diamond, 1982).Tanto la incapacidad de la víctimade actuar eficazmente para modifi-car su entorno, como la acumula-ción de afecto negativo y, sobretodo, la consolidación del senti-miento de pérdida, favorecerán elavance hacia un posterior cuadrodepresivo.

2 . Fase de REORIENT A C I Ó N(figura 3). Cuando la mujer dispon-ga del momento de reevaluar tras laprimera agresión física, la ru p t u r adel espacio de seguridad habráp roducido un patrón general dedesorientación, responsable de lainstauración de un estado de incer-t i d u m b re donde previamente habíap rotección. Si consideramos elhogar como un ambiente re f e re n-cial en lo concerniente a la identi-

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dad individual, es viable suponerque la incertidumbre, junto al miedoy al sentido de pérdida, coadyuvana borrar los límites de la inserc i ó nde la víctima en su núcleo primariode relación, el lugar donde ella sesiente a salvo. Es de esperar quetal reversión tenga una repercusiónen los esquemas del self y en laautoestima de la víctima. Además,o t ro elemento significativo en laestructura de referentes de la mujer,su marido o compañero sentimen-tal, ha modificado abruptamente sudefinición, convirtiéndose en unaamenaza impredecible (re v e r s i ó n

de re f e rentes). De este modo, laprimera consecuencia derivada dela ruptura del espacio de seguridades la exposición a un riesgo que sesitúa en el interior mismo de unentorno de referencia básica para elsujeto. El poder disruptor de unp e l i g ro incierto, junto al manteni-miento de la violencia en casa, con-tribuirán de un modo notable ald e t e r i o ro psicofísico de la víctima.La presencia continuada de estre-s o res ambientales en un contextoreferencial substanciará la recurren-cia de un estado de ansiedad queseguramente irá creciendo en cro-

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FIGURA 3Mapa conceptual hipotetizado para la fase de reorientación del SAPVD.

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nicidad y que podría degenerar,como se verá, en la formación deun cuadro depresivo. Todo esteproceso de desorientación y ruptu-ra se verán potenciados en mujeressin ocupación profesional o aficio-nes fuera del hogar, debido al pesoespecífico del entorno domésticoen la definición de sus estru c t u r a sespacio-temporales básicas y ensu autoconcepto.

Unidas a las insidiosas cualida-des de la ansiedad y originadas enla fase previa como reacción adap-tativa a la percepción de la amena-za, las anormalidades atencionalesserán mantenidas como vía deoptimización de recursos. Algunosa u t o res (Will iams et al, 1988;Eysenck, MacLeod y Mathews,1987; Eysenck, 1991) han encon-trado evidencia que apoya la afir-mación de que los individuos afec-tados por estados de ansiedaddesarrollan una clase de sesgos enel procesamiento preatencional dela información ambiental que favo-recen, de modo automático, la cap-tación de estímulos amenazantes.En nuestro caso de re f e rencia, loscanales para el normal pro c e s a-miento de imputs estimulares exter-nos (a los que añadimos los intero-ceptivos) se estrechan hasta que-dar pro g resivamente limitados a lap e rcepción de la amenaza. Estetipo de bucle atencional, cre a d opor la situación ansiógena, suminis-tra un sustento para la ansiedad y

conduce al sujeto a una forma dec í rculo vicioso que es re t ro a l i m e n-tado a través del patrón general dedesorientación de la víctima. Inclu-so podríamos contemplar una suer-te de restricción estimular en elsentido de que la mujer está vivien-do permanente en el seno de unaconfiguración amenazante, similaren cuanto a un principio de percep-ción de no-hay-salida al aislamien-to sensorial producido en situacio-nes de secuestro (Montero, 1999).Así, la mujer sufre de una re s t r i c-ción estimular en clave de aisla-miento que, añadida a los sesgosatencionales, cercena claramentesu capacidad de comunicaciónhacia otras personas.

Si suponemos que las agre s i o-nes tienen un curso intermitente yrepetido (Dutton y Painter, 1981;Echeburúa et al. 1990), el manteni-miento de intensos niveles en larespuesta de estrés, la incapacidadque percibe la víctima para manejarun entorno hostil con la evidenteinferioridad de sus recursos, ladesorientación debida a la re v e r-sión de re f e rentes y, finalmente, laadicción de factores de influenciap e rturbadora como la incert i d u m-b re y la sensación de negatividad,todos ellos se agruparán para con-solidar el inicial proceso agudo yreactivo de estrés hacia uno cróni-co y sostenido de ansiedad, perju-dicial de ese modo para el organis-mo. Este estadio en la evolución de

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la situación traumática es complejo,pues la formación crónica de lareacción de ansiedad coincide en lavíctima con la búsqueda de estrate-gias de coping en orden a adaptar-se al nuevo contexto.

Una vez sobrepasada la fase ini-cial de miedo reactivo moduladopor la sensación de pérdida, lasinteracciones víctima-agresor queo c u rran en ausencia de violencia,serán posicionadas por la mujer enel marco de la dinámica de reorien-tación en la que está compro m e t i-da. Aunque posibles acercamientosentre los actores implicados duran-te la que he denominado ‘fasedesencadenante’ puedan estarmarcados por conductas de recha-zo y aislamiento en el lado de lavíctima (i .e. negativas a hablar,retracción motora, etc.), la aperturaconductual de la mujer en esta fasede exploración favorecerá una dis-tensión en la relación, quizás coin-cidiendo con algunos signos dea rrepentimiento en el compañeroa g resor (Wa l k e r, 1984). Aquí, sine m b a rgo, la mujer comenzará aañadir indicadores de vulnerabili-dad a los ya emergentes sentimien-tos de culpabilidad.

En efecto, durante los compasesiniciales del proceso de violencia latendencia en la mujer será autocul-parse por los golpes recibidos. Unavez la ira ha desaparecido o se hai n t royectado (Wa l k e r, 1984), y elpatrón de desorientación y los ses-

gos atencionales se han estableci-do, los canales cognitivos centra-dos en evaluar la amenaza sugeri-rán a la mujer que debe de haberuna razón para las agresiones, quela violencia pudiera ser un castigopara alguna clase de comport a-miento impropio en que ha incurri-do. La mujer se sentirá culpablep o rque sus vías de razonamiento,c o m p rometidas por la hiperv i g i l a n-cia y los sesgos atencionales, laconducen hacia la conclusión másautorreferencial: el castigo está ahípara corregir algo que ella ha hechomal. De esta forma, la víctima seautoinculpa, pronunciándose estatendencia en mujeres que conser-ven estructuras de creencias basa-das en pautas de comport a m i e n t otradicionales, ya sean fundamenta-das en ejes religiosos, culturales osociales, que primen adhesionesincondicionales de fidelidad a lapareja o ideas irracionales sobre ela m o r, entre otras. Pero, además,otra fuente de culpa y verg ü e n z a ,bastante más inconsciente y laten-te, la constituye el hecho de que ela g resor es alguien que la pro p i amujer eligió un día para compart i rsu vida: esta es una culpa determi-nada por una frustración de expec-tativas y metas.

La ruptura del espacio de seguri-dad, más pronunciada si se produ-ce en el seno de una unión matri-monial, quiebra en la mujer lasexpectativas en un proyecto de

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f u t u ro junto a su pareja. Este con-cepto era un elemento pro b a b l e-mente ya incorporado a los esque-mas de identidad de la mujer yahora, en un contexto de violencia,se torna en factor disonante quecolisiona con el mantenimiento delestatus marital o afectivo. En estafase de reorientación, la mujerbusca introducir un equilibrio entresu sistema de creencias, la frag-mentada estructura de re f e re n t e s ,la autoestima dañada por la auto-culpabilización y la realidad violentaen el hogar. La víctima entoncesproducirá un reajuste de expectati-vas y un realineamiento cognitivo

sobre la base del principio de con-g ruencia actitudinal, todo ello enorden a evitar la disonancia (Festin-g e r, 1957) entre su conducta deelección y compromiso con la pare-ja, de una parte, y la situación trau-mática en la que está viviendo, deotra. Intentando compaginar estoselementos con un mermado paque-te de recursos, la mujer entrará enla fase de coping.

3 . Fase de AFRONT A M I E N T O(figura 4). En este punto, la víctimadedica su limitada capacidad deinfluencia a lograr una inserc i ó nmás funcional en un entorno refor-

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FIGURA 4Mapa conceptual hipotetizado para la fase de afrontamiento del SAPVD.

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mulado. En este punto, las posibili-dades de coping estarán modula-das por las variables personales ycontextuales asociadas a la víctimaen cada caso part i c u l a r, entre lascuales mencionamos los estilos dea f rontamiento (Witkin y Goode-nough, 1981; Lazarus y Folkman,1984), el apoyo social real (Saran-son y Saranson, 1985) y perc i b i d o(Hoff, 1990), y el propio estado psi-cofisiológico general de la mujer,sin olvidar el peso específico juga-do por los factores de vulnerabili-dad de la víctima ante el maltrato(Mittchel y Hodson, 1986; Wa l k e r,1984; Dutton, 1992), en cuya cate-goría destaca la exposición generalde la víctima a violencia durante lainfancia/adolescencia (Vi l l a v i c e n c i oy Sebastián, 1999b).

A lo largo de esta fase de afron-tamiento en una relación violentaque ha perdido los límites definito-rios y referenciales afectivos que lai n i c i a ron, los procesos de valora-ción cognitiva del medio ambientese convierten en el elemento pros-pectivo preponderante. Si durantela exposición inicial a una coaliciónde estresores la evaluación primariade las demandas contextuales es laque tiene prioridad en la formaciónde respuesta de resistencia ade-cuada, en cuanto concierne alcoping la cuestión predominante esun ciclo de evaluación secundaria,esta vez concentrado en la valora-ción permanente de los recursos de

la víctima para hacer frente a lasdemandas contextuales. Estemecanismo bifásico de evaluacióncognitiva descrito por Lazarus yFolkman (1984) implica someter acontinuo contraste la estimación delas demandas situacionales frente ala percepción de los propios recur-sos, de tal manera que ello produz-ca una progresiva retroalimentaciónen donde la información originadaen el medio ambiente marque elritmo de las medidas puestas enmarcha para lograr el ajuste indivi-dual. En un escenario de ru p t u r adel espacio de seguridad, expuestala víctima a restricción estimular yafectada por sesgos atencionales,es viable considerar que la habili-dad de la mujer para llevar a cabouna evaluación secundaria congarantías está básicamente distor-sionada.

Si la mujer carece de vías salu-dables para la expresión emocio-nal, la configuración depresiva delestrés crónico avanza (por tanto,involucrando una dinámica circ u l a rnegativista en la perc e p c i ó nambiental –Beck, 1976) y, sobretodo, la inacción determinante en lavíct ima está creciendo, los yae m e rgentes sentimientos de culpay vergüenza serán promocionados;y el drástico descenso en la auto-estima debido a las conductas dedocilidad se verá pronunciado.

La culpa es atribuida en la litera-tura a la influencia de difere n t e s

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f a c t o res (Castilla del Pino, 1991),aunque su génesis bien puede serlimitada a un par de áreas: la per-cepción, por parte del sujeto, deque no está cumpliendo con re f e-rentes normativos externos, deter-minados por religión-moral, educa-ción, cultura (Kohlberg, 1981); o lapresunción de que está excediendocriterios re f e renciales internos delautoconcepto (Rogers, 1951). Eneste ámbito y ligando los senti-mientos de culpa a la mencionadacircularidad del proceso depresivo,es posible suponer una culpa estre-chamente asociada a autoevalua-ciones corrompidas por el procesode desorientación y la hostilidad dele n t o rno, afectando directamente ala búsqueda por parte de la mujerde elementos de ayuda en el exte-r i o r, una búsqueda que finalmentela conducirá al itinerario más carac-terístico del SAPVD, su fase deadaptación.

A esta clara incapacidad de lamujer para lograr recursos efectivospor ella misma -siempre teniendoen cuenta una víctima que ha llega-do a este punto sin conseguir una f rontamiento adaptativo-, pode-mos añadir la elevada carga dei n c e rt i d u m b re inherente a agre s i o-nes intermitentemente administra-das. A modo de agente desestabili-z a d o r, la incert i d u m b re tendrá unainfluencia sustantiva en esta etapa,puesto que es en esta fase cuandola incertidumbre se manifiesta más

claramente en su coincidencia conla autoevaluación de recursos en lavíctima y sus intentos por construirestrategias de control sobre elentorno. Según el argumento clási-co de Kelly (1955), la determinaciónde la conducta está basada en lacapacidad de la persona para anti-cipar apropiadamente la ocurrenciade eventos a su alrededor, consoli-dándose el ajuste personal pormedio de la previsión de accionesllevadas a cabo desde la observ a-ción de las regularidades en la rea-lidad. En el entorno traumático yamenazante que se analiza, losc o n t o rnos para la anticipación sonborrosos y las intenciones del agre-sor difícilmente predecibles.

La producción de modelos derealidad, escenarios para la acción,por parte de la mujer se transformaen un proceso extre m a d a m e n t ec o n s t reñido por la reversión dereferentes y subordinado a la cons-tante probabilidad de una agresión.La incapacidad para la anticipaciónse une a la inacción para erosionarel autoconcepto, sujeto a una pre-sión multidimensional alimentadapor las dinámicas cognitivas circu-l a res y los sesgos mencionados, ypor un patrón de notable deterioropsicofísico. De este modo, la per-cepción de estar en posesión deconductas ineficaces para afro n t a rel contexto aversivo y la importantecarga de incertidumbre que condu-ce a sentimientos de incontrolabili-

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dad, se traducirán en la víctima enel desarrollo de lo que se conocecomo conducta de victimización,especialmente asociada con losprincipios de la teoría de la indefen-sión aprendida de Seligman, quecomprende el establecimiento en lamujer de conductas de entre g apasiva bajo la inevitabilidad de lasconsecuencias derivadas de lasituación aversiva (Seligman, 1975;Abramson, Seligman y Te a s d a l e ,1978; Peterson y Seligman, 1983).También, la ausencia de contro ls o b re los elementos traumáticosestaría impulsada por lo que Hoierdenomina «aprendizaje traumático»(Hoier et al, 1992), que pro v e n d r í ade la exposición de la mujer a unasuperposición de programas con-c u rrentes de aprendizaje, definidospor el re f u e rzo positivo de las re s-puestas de la víctima deseadas porel agresor y el castigo para cual-quier conducta de resistencia.

En este estado de cosas, el pro-ceso de cronificación del estrésligado a fases previas, las cognicio-nes depresógenas y el distrés sincoping, se unirán para estabilizarun incipiente estado depresivo enla víctima, que evolucionará haciaun patrón distímico que sería válidosituar como el último eslabón encontinuo dimensional estrés-ansie-d a d - d e p resión-distimia (Kendall yWatson, 1989; King, Ollendick, yGullone, 1991; Craig y Dobson,1995). La generación de analgesia

medida por la liberación de opioi-des endógenos, probada en estrés( Van der Kolk, Gre e n b e rg y Orr,1989) y estrés sin coping, puedecontribuir -además del aumento enel umbral dolor- al embotamientoemocional y a la reducción de lasensibilidad, todo lo cual fortalece-rá las conductas de pasividad eindefensión en la víctima.

4 . Fase de ADAPTACIÓN ( f i g u-ra 5). Este estadio es una exten-sión de la fase de coping endonde, bajo el prisma de la re s i s-tencia pasiva, la víctima comienzaa someterse a las condicionese x t e rnas, a adaptarse de maneraparadójica a la violencia de sua g re s o r. De este modo, bajo la pro-bable premisa del deterioro psicofi-siológico, sumergida la mujer en talambiente de duda sobre su pro p i ob i e n e s t a r, con un sistema de re f e-rencias fracturado, consciente deuna situación de inferioridad que lahace dependiente de su agresor ysin elementos fiables de juicio paraabrigar esperanzas reales de cam-bio, la víctima se comprometerá enuna búsqueda de nuevos factore sque puedan suministrar estabilidady equilibrio. Ello la llevará a mover-se hacia el lugar donde se concen-tra el mayor porcentaje de poderen ese momento, el agre s o r, conquien comenzará a desarrollar unvínculo paradójico de dinámicasimilar al síndrome de Estocolmo( M o n t e ro, 1999, 2000a).

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En efecto, durante la fase deadaptación la víctima busca sui n s e rción con el máximo grado deajuste en un entorno cuyas propie-dades de cambio sobrepasan losrecursos que tiene la persona. Lamujer asume que el mantenimientode un contexto hostil y adverso esindependiente de los medios queella pueda poner en práctica paramodificarlo, entrando de estamanera en un estado cercano a laindefensión aprendida descrita porSeligman (Seligman, 1975), que ennuestro caso sería del tipo personalautoinculpatorio (Abramson et al,1978).

No obstante el período de victi-mización, lo que transforma verda-deramente al SAPVD en un cuadrodiferencial con respecto a otro tipode desórdenes explicados en partesobre la base de la teoría de Selig-man (por ejemplo, el PTSD), es quedurante el desarrollo de la fase deadaptación la víctima logra sobre-pasar la indefensión aprendida enorden a situarse en posiciones quemarcarán el ritmo de su reintroduc-ción en un marco redefinido por losnuevos referentes impuestos por elcontexto. La mujer abandona laindefensión apre n d i d a - p e r s o n a lprincipalmente a través de un pro-

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FIGURA 5Mapa conceptual hipotetizado para la fase de adaptación del SAPVD.

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ceso de «identificación traumática»con el agresor y por medio delcambio de atribuciones personalesi n t e rnas (sobre las que se funda-menta el modelo re f o rmulado deSeligman) a externas y universales,ambas en el sentido causal de Wei-ner (1972).

El proceso de identificación seconstruye sobre la base proporcio-nada por la emergencia de unaespecie de formación delirante opseudodelirio, hacia el cual la vícti-ma dirige sus mínimos recursos eno rden a proteger el autoconceptopor medio de un desplazamientode la culpa hacia el mundo externoa su hábitat -precisamente hacia

quienes el agresor haya declaradocomo sus enemigos o re s p o n s a-bles de la situación-, conteniendoasí la percepción de relaciones deno-contingencia e incontro l a b i l i d a d(ahora existen responsables causa-les y están fuera). Los estudios deO’Leary apoyarían esta tesis cuan-do encuentra que el 75% de lasmujeres maltratadas no perciben surelación como problemática y atri-buyen las causas de las agresionesrecibidas a elementos externos alm a l t r a t a d o r, s in reconocer susintenciones de ser violento o dehacer daño (O’Leary et al, 1989).

Por lo tanto, el proceso de identi-ficación víctima-agresor arranca de

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FIGURA 6Previsión de tres dimensiones atribucionales de la víctima en las fases de

afrontamiento y adaptación del SAPVD.

AUTOEFICACIA LOCUS DE LOCUSPERCIBIDA CONTROL DE CAUSALIDAD

afrontamiento baja externo (agresor) Interno

adaptación baja externo (otros) Externo

• la autoeficacia (Bandura, 1977) percibida responde a las expectativas quetiene el sujeto de emitir una respuesta con éxito en una situación determi-nada

• el LOC, en el sentido de Weiner (1972), responde a la pregunta de ¿bajocontrol de qué o de quién está la situación?

• el locus de causalidad responde a la pregunta de ¿dónde está situada lacausa de la situación? o, lo que es igual, ¿qué o quién causa la situación?(equivaldría a la percepción de responsabilidad)

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un estado de ruptura del espaciode seguridad y confianza y de lasuperación de la indefensión apren-dida, para llegar a construir unmodelo mental inducido a partir dela naturaleza traumática del contex-to y sus re p e rcusiones, un modeloque encarna un marco re f e re n c i a lp ropio, que podríamos denominar« m a rco re f e rencial de transición»–transición derivada del carácteri n s t rumental del modelo-, y unaidentidad de compromiso, amboselementos adoptados por la víctimaen el transcurso de su adaptaciónal trauma.

La identidad de compromiso esuna identidad disociativa ad hocf o rmada por esquemas que incor-poran las premisas cognitivas dela g re s o r. A través de esta nuevah e rramienta cognitiva, la víctimaensaya la composición de unaespecie de alianza con su pare j aabusiva para intentar afrontar, para-dójicamente, la espiral de agre s i o-nes. El modelo mental inducidorecoge las ideas, razonamientos ya rgumentos del maltratador paramodelar un tipo de escenario ope-racional. Este conjunto de ideasconstituirá el pretendido escenariomental donde conseguir diversosniveles subjetivos de seguridad yconfianza.

El modelo mental inducido, queconceptualmente podemos situarc e rcano a un esquema contextualde procedimiento, quizás como un

esquema explicativo con Fiske yTaylor (1991) o similar a un esque-ma de razonamiento pragmático enel sentido de Holland et al (Holland,Holyoak, Nisbett y Thagard, 1986),es un algoritmo cognitivo que operas o b re la base adaptativa de sobre-vivir a las posibles consecuenciasnegativas del entorno traumático,cuyas expectativas adversas son deese modo congeladas y evitadas;también tiene un propósito de ajus-te al ambiente amenazante pormedio del nuevo marco re f e re n c i a l .La identidad de compromiso trabajaa modo de eje del proceso de iden-tificación, condicionado por un prin-cipio de congruencia cognitiva ysostenido en esa mencionada clasede formación delirante cuyas fun-ciones son evitar la disonancia (Fes-t i n g e r, 1957) y llenar de sentido losvínculos de la víctima con el agre-s o r. Las líneas de la identidad dec o m p romiso actúan sesgadas porla selectividad atencional, que enestas circunstancias filtra la infor-mación negativa en orden a incor-porar al marco de identificación úni-camente los elementos de la con-ducta del agresor que parezcan serpositivos, generalmente ideas, arg u-mentos o instantes de arre p e n t i-miento y re c o n c i l i a c i ó n .

El concepto de formación deli-rante no alude aquí estrictamente ala catalogación de un delirio segúnla perspectiva clásica de Jaspers(1975), puesto que mi pro p u e s t ac a rece de los elementos de falso

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juicio o evidencia sobre una re a l i-dad imposible que requeriría laaproximación diagnóstica a un tras-t o rno delirante. Al contrario, conf o rmación delirante se pre t e n d ereferir cierta arrogación cognitivaque la víctima realiza acerca de lasideas motivantes del agresor, de suuniverso argumental, al modo queo c u rrir ía en un caso de «folie àdeux» (Gralnick, 1942). Desde estaperspectiva y para evitar connota-ciones confusas, quizás sería mása p ropiado incluso proponer unaformación ideativa o ideacional, envez de delirante, sobre la cual seapoyarían la identidad de compro-miso y el modelo mental constru i-dos por la víctima.

El fenómeno de la re e s t ru c t u r a-ción cognitiva producido en la vícti-ma es de tal magnitud que generaun nuevo modelo mental de induc-ción situacional -con el agre s o rcomo estímulo de referencia nucle-a r- que se convierte en un factorg o b e rnante en la conducta de lamujer, debido especialmente a quesu re p e rtorio conductual está des-p rovisto de sentido: la víctima see n f renta a una distorsión en suestatus de relación con ella mismay con el mundo, y sus perc e p c i o-nes son filtradas a través de losesquemas de una identidad dec o m p romiso, que son esquemasauto-referenciales establecidos conel agresor y la situación traumáticacomo referentes.

Finalmente, se puede utilizar lateoría de la identidad de Schlenker(1982) para respaldar la hipótesisexpuesta de que la mujer pro t e g esu autoconcepto modificando suinicial actitud de rechazo hacia elcontexto por una nueva de acepta-ción, asumiendo el modelo mentalde su pareja y proyectando la culpaal exterior. Schlenker afirma queuna persona cambiará sus actitu-des cuando se crea responsable deacciones aversivas, todo ello alobjeto de introducir un ajuste entrec o m p o rtamiento y actitudes. En elmodelo que se presenta, la mujercomienza autoculpándose por lasituación traumática, pero adaptati-vamente modifica su actitud derechazo desarrollando un vínculocognitivo con su agresor pasandopor un modelo mental de anclajecontextual.

VERIFICACION DE LA HIPOTESIS

El proceso de vinculación trau-mática expuesto para el Síndro m ede Adaptación Paradójica a la Vio-lencia Doméstica podría tener raí-ces biológicas ligadas a una basefilogenética, que conectarían ade-más con las tesis defendidas por lateoría de Bowlby para el apego enniños (Bowlby, 1969). No seríaarriesgado especular con la posibi-lidad de que exista una pro g r a m a-ción biológica, en el repertorio con-ductual no-aprendido de la especie

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humana, que prepara al individuopara reaccionar en algún modo afi-liativo en contextos de dependen-cia para la supervivencia. Tal comose ha planteado con el desarro l l ode un modelo mental inducidocomo eje nuclear para la emergen-cia del síndrome, así uno de loselementos del apego de Bowlby esla construcción de lo que él deno-mina «modelos de trabajo». Estosson re p resentaciones cognitivase s t ructuradas sobre la experienciadel niño con la figura de apego, ycontienen re c u e rdos, conceptos,expectativas y una visión acerc adel mundo físico y social que sirvepara poner en contexto la re l a c i ó ncon la figura de referencia. La prin-cipal diferencia entre la teoría deBowlby y la hipótesis para elSAPVD, además del hecho de queen Bowlby el apego es un conceptodotado de demasiada potenciaexplicativa, es que el interés delniño por la figura de apego es origi-nal e innato, mientras en el ámbitode la violencia contra la mujer elvínculo paradójico es secundario einstrumental.

De otra parte, a pesar de algunosde los conceptos que se han utili-zado para elaborar la hipótesis sondifíciles de operacionalizar, una víaóptima para contrastar si respondeo no a una realidad psicológica ypara val idar empíricamente elmodelo teórico es diseñar un cues-tionario para la detectar la pre s e n-

cia del SAPVD en mujeres maltrata-das. Tal instrumento, que está sien-do desarrollado en la UniversidadAutónoma de Madrid por JoséAntonio Carrobles y el autor (Mon-t e ro y Carrobles, 2000) traduce enítems de extracción teórica los pro-cesos nucleares del síndrome, tra-tando de representar los conceptosmenos operacionalizables desdeuna perspectiva funcional. El cues-tionario está siendo refinado enmuestras piloto de diversas pobla-ciones -población normal, mujere smaltratadas denunciantes en cen-t ros de asistencia, mujeres maltra-tadas en primer contacto con la redde asistencia policial, social o sani-taria- para evaluar sus propiedadespsicométricas y de detección, y serposteriormente sometido a un aná-l is is factorial para confirmar yexplorar la estructura del SAVD ypara evaluar su consistencia. Seespera así mismo que la investiga-ción empírica contribuya a ajustarel modelo teórico hasta hacerlomás parsimonioso.

Evidentemente, no todas lasm u j e res que permanecen en entor-nos de violencia doméstica lohacen por estar afectadas por unp roceso que pudiéramos describircomo similar al Síndrome de Adap-tación Paradójica a la Vi o l e n c i aDoméstica. A igual que sugiere nFuselier (1999) y Montero (1999)para la variante clásica del síndro-me de Estocolmo, al considerar

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que el desarrollo del síndrome deEstocolmo en una situación decautiverio no se llega a producir enla mayoría de los escenarios des e c u e s t ro, cabe señalar aquí que laincidencia de este cuadro clínicopuede no ser tan común como lap resencia de otros condicionantesen la casuística que rodea a la per-manencia de la mujer en un mediodonde está siendo sometida a mal-trato constante. Algunos de estoscondicionantes podrán estar re f e r i-dos a diversos tipos de dependen-

cia distintos del SAPVD (afectiva,económica), miedo combinado conexpectativas de desamparo, desór-denes de la personalidad o a otraclase de circunstancias de índolepersonal o familiar, algunos de loscuales pueden ejercer como facto-res predisponentes y/o facilitadore spara un eventual desarrollo delSAPVD. Futuras investigacionestendrán que dilucidar hasta quépunto están presentes en contex-tos reales los elementos aquím o d e l i z a d o s .

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