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ea e. 1110 9.11 ti eríeb Organo de su Venerable Orden Tercera y Cofradías. Dirección y Administración: PP. MERCEDARIOS Silva, 39.—Madrid (12) AÑO VHIA 24 JUNIO 1926 ri t t7M. 95 t.m dblib *Is ea oro ea "LA MERCED„ RESPETUOSAMENTE FELICITA AL RMO. P. JIMII DEL CARMELO GARRIDO MAESTRO GENERAL DE LA ORDEN EN SU ONOMÁSTICO 24 DE JUNIO REITERÁNDOLE LOS SENTIMIENTOS DE FILIAL ADHESIÓN

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Page 1: Orden Tercera y Cofradías. eríeb - OdeMIH - Institutum … VIRTUAL... · 2018-08-19 · dimentos del pudor, con los principios de la sana moral. ... Creo que fue" el filósofo ginebrino,

eae.1110 9.11

ti eríebOrgano de su Venerable

Orden Tercera y Cofradías.

Dirección y Administración:PP. MERCEDARIOSSilva, 39.—Madrid (12)

AÑO VHIA 24 JUNIO 1926

ritt7M. 95

t.m dblib *Isea oro ea

"LA MERCED„RESPETUOSAMENTE FELICITA

AL

RMO. P. JIMII DEL CARMELO GARRIDOMAESTRO GENERAL DE LA ORDEN

EN SU ONOMÁSTICO

24 DE JUNIO

REITERÁNDOLE LOS SENTIMIENTOS

DE FILIAL ADHESIÓN

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Los Metropolitanos españo-les y las modas.

Profundamente alarmados los Soberanos Pontífices, losPrelados católicos, los Ministros del Evangelio y aun losestadistas y economistas de las causas que apartan lasalmas de los brazos amorosos de jesucristo, para sumirlasen la más lamentable de las degradaciones, con frecuencialevantan su autorizada voz contra esas «modas indecoro-sas», esas inauditas osadías, esos perturbadores desenfre-nos, que arrastran a la mujer de todas las edades y condi-ciones hacia el paganismo. La demoledora corriente de las«modas» de hoy están reñidas con los más elementales ru-dimentos del pudor, con los principios de la sana moral.Hay que decir toda la verdad: la mujer india, la salvaje,errante y fugitiva por las selvas, está empeñada en vestir-se, en a parecer más digna, más decente, más civilizada, enuna palabra, más mujer, mientras que la civilizada se em-peña en desnudarse, en ser la menos cantidad posible demujer. ¡Qué,vergüenza para la mujer civilizada!

Ante esa escandalosa reversión al desnudo, a dondeva la mujer esclava de la «moda»; ante la espantosísimacorrupción de costumbres que invade todas las clases so-ciales; ante las inmensas ruinas del dulce santuario del ho-gar, de la familia, en cuyos sólidos edificios ha abierto an-churosas brechas la «moda inmoral» y el «lujo deslumbra-dor»; ante la exaltación de los vicios, de las desenfrenadasaudacias, que se tes quiere hacer pasar por virtudes, losMetropolitanos españoles acaban de dar una bien sentidaPastoral, en donde ponen de manifiesto los inmensos da-ños que está causando en el seno de los pueblos las «mo-das», y hacen un generoso llamamiento a la mujer para quevuelva sus ojos al verdadero pudor, a la sana moral, alas cristianas costumbres, que tan felices hicieron a nues-tros gloriosos antepasados y nos labraron una Españagrande, y se sustraigan de esas ridículas indecencias delas «modas». Si la mujer no lo hace, las consecuenciasserán fatales, desastrosas y aterradoras.

Voy a descorrer el velo que oculta esta cancerosa llagasocial. No me hago ilusión del éxito que puedan obtenerestas páginas. Sé lo que es hablar y escribir sobre «mo-das». Cuando el Ministro francés Sully presentaba a la

firma de Enrique IV unos decretos contra los excesos de las«modas» y del «lujo» de su época, le dijo el Rey: «Más qui-siera yo combatir al Rey de España en tres batallas campa-les , que meterme con tanta mujer que vos queréis sujetarCO n vuestros reglamentos.»

Origen del vestido.Si estudiamos los orígenes de esta diosa inconstante,

Como llamó a la «moda» el impío Voltaire, nos tenemos quere montar, en alas de la imaginación, a los amenos verge-les del Edén encantado, llenos de luz y de poesía. Adán yEva, en el estado de inocencia y de gracia en que habíanSido creados, desconocían el rubor, la vergüenza no teñíaSUS anacaradas mejillas, se paseaban con su Dios y Crea-dor todos los días, a la caída de la tarde, y, enajenadosde gozo, escuchaban la voz dulcísima de jehovah, los ar-mo niosos trinos de mil parleras avecillas, mientras sus in-ma culados espíritus y sus purísimos corazones prorrumpíanen raudales de mística y sublime adoración.

A la nítida luz proyectada en las primeras páginas de laEscritura Santa, aparece en aquel refulgente cielo una nubedensa, obscura, reveladora del fatal cataclismo en que seen contraba envuelta la humanidad. Adán había quebranta-do el precepto que Dios le había impuesto; y, entonces, porP rimera vez, su cuerpo fue flagelado por fuertes sacudimien-tos de rubor y su rostro azotado por el carmín de la ver-güenza. El pecado fue el que los despojó de la inmaculadavestidura de la inocencia y, viéndose desnudos, se rubori-za ron, cubriendo sus cuerpos con ramas de vegetales, sal-pv iaeniedso. así el pudor que acababan de perder. Dios, movidoa Co mpasión de la gran vergüenza de Adán y Eva, cubreSu s desnudas y ateridas carnes con une rústica túnica de

He aquí el origen del vestido; pero, siendo éste el estig-M a del pecado, el sello de nuestra confusión y vergüenza,dei beilonrogullelozaya vanidad, lo quieren convertir en sublime título

No voy hacer historia de las diversas transformacionesqu e ha sufrido el vestido en el largo correr de luengos si-glos , pero sí, debo decir, que la «moda» de hoy nos lleva a,un movimiento general de reversión al desnudo, porquelas que siguen las extravagancias de la «moda», que impo-ne n los figurines de París, van enseñando por calles, plazas,ea tros y cines, y ¡ay!, muchas veces hasta en el templo del

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Sellor, lo que los primeros elementos del más rudimentariopudor mandan cubrir. Esta reversión al desnudo, que senota en el actual movimiento femenino, es un argumentoque aducen los que afirman y sostienen que el hombre esmás pudoroso que la mujer, porque éste nunca enseña loque el pudor exige cubrir.

Es, además, una profunda desviación de vuestro sexo.Los mayores encantos, los atractivos más sugestivos,aquel «chic» misterioso que posee la dama, para cautivary atraer las simpatías de los que la observan, es la modes-tia. Muchas veces la causa de que oigáis y escuchéis cier-tas procacidades, atrevidas frases, incorrectas palabras,que hieren vuestros delicados oídos y vuestros nobles sen-timientos, es, hay que decir toda la verdad, las tenues Ytransparentes telas de vuestros vestidos, las ridículas for-mas tan ajustadas al talle.

El origen, pues, y la necesidad de los trajes está en lasjustas exigencias del pudor, «que brotó a su vez de las pro-fundidades del pecado.» A sólo esto debe la mujer cristianadirigir y encaminarlo todo, de otra manera se aparta delfin de las cosas. «Si la mujer tiene abundosa cabellera,dice el Apóstol San Pablo, es esto para ella una gloria;porque el cabello es para la mujer como el velo de su mo-destia». Pero les parece poco, de aquí que la vanidad feme-nina desvía con frecuencia su fin. Así vemos cómo usurpalas plumas a las vistosas aves para adornar sus sombrerosy su cabeza.

Hemos visto ya el origen de los vestidos; veamos ahorael de las «modas»: pero antes permitidme que recuerdeaquella célebre frase del novelista francés, Balzac, muyducho en andanzas femeninas, quien un día, que debía deestar de mal humor, exclamó: «El que se fija en la «toilette»de una mujer es un filósofo o ,un imbécil». Procuraré fijar-me en el estudio de la indumentaria femenina desde el pun-to de vista filosófico, para no incurrir en el número de losimbéciles.

Origen de las modas.Hemos visto cómo el origen del vestido fué aquella des-

'obediencia de nuestros primeros padres en el Paraíso delas Delicias, en la que tomó tanta parte la mujer. El pecadoy el vestido aparecen al mismo tiempo en el mundo.

Ahora querrán mis lectoras saber quién inventó esta leycaprichosa, voluble, de las «modas»; quién lanza al merca-

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do los traj&ä, las formas, las telas, los encajes, los colores,Y no sé cuantas cosas más, para que las elegantes, entremil vacilaciones, elijan.

El primer vestido que usó Adán fui de hojas de vegeta-les ; días después, de pieles; más tarde, buscaría las máshermosas y vistosas, y en el correr de los años y siglos se,fue uniendo lo superfluo a lo necesario, lo ridículo a lo na-tural. Antes de pasar adelante voy a citar a dos célebresPersonajes, para que veáis cómo opinan sobre el origen delas «modas». Creo que fue" el filósofo ginebrino, Juan Jaco-1)0 Rousseau, quien dijo: «Casi siempre son las feas lasque inventan las «modas», a las que las bellas cometen latorpeza de someterse». Y Alfonso Karr no teme afirmar«que las que inventan las «modas», las acomodan a su par-ti cular gusto, y tienen por objeto ocultar un defecto perso-nal o revelarlo en las demás.»

Esto, no obstante, abramos la historia. La reina MaríaAn tonieta, no sé por qué, pierde su blonda cabellera, y en-tonces, en la fastuosa corte de Versalles, aparecen losraquíticos peinados, sacrificando las damas sus abundososcabellos para seguir la «moda» implantada en los regiossalones de la corte. Sigamos. Un día aparece la cabeza deun rey cubierta de blanquecina canicie; y he aquí que, paraocultar este defecto, aparecen las «pelucas» empolvadas,que casi todo el siglo XVII estuvieron en boga. Otro día,una beldad distinguida, que fué la admiración de su época,inventó la «moda» del «joyel», lo que hoy llamaríamos un« Pendantif», con objeto de ocultar una cicatriz que teníaen la frente, y la «moda» fué a hermosear la frente feme-nina.

En todas las épocas de la historia el «tono» de las «mo-das» , de las formas, de los encajes, de los colores lo dabanlas reinas, las princesas, salían de los magníficos salones,de las cortes, de los palacios y de las elegantes del granmundo. Pero en estos tiempos de democracia, ya no sonlos reyes, ni los caprichos de una reina, ni el defecto de,una dama de la corte, los que imponen la «moda»; hoy se,la imponen, ¿,quién? Las grandes actrices, los teatros sonups que ofrecen la creación de los últimos figurines; las. ar-tistas, las cupletistas, las bailarinas, son las que dan el to-no de la «moda»., Es de advertir que las gentes de bastidores no son, por10 general, muy remiradas en achaques de modestia, de4 'ha elegancia, de correctas formas, de gestos cultos, deli-

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cados; como su finalidad es agradar y divertir a los públi-cos, no se fijan en el arte, ni en la belleza, en los buenosmodales, sino en el medio ambiente en que actúan, de aquísus maneras y movimientos incorrectos, sus gestos provo-cativos, sus trajes excesivamente cortos o excesivamenteajustados al talle, sus escotes marcadamente pronunciados,sus posturas, etc., y muchas veces tienen que forzar lanota por las exigencias del público, y todo esto de una ma-nera impropia de la dignidad, del decoro, del buen nombrede la actriz. Estas, pues, son, pese a las reinas, a las prin-cesas, a las damas del gran mundo social, las que dan lapauta de la «moda».

¿No es verdad que es un absurdo, una incalificable abe-rración aceptar y copiar esas «toilettes», para vivir la vidareal en el seno de la sociedad? El talento, el gusto estético,el amor a la belleza, el arte que poseéis debe influir paradespertar en todas las damas el sentimiento estético, elamor a lo bello, el estudio de la naturaleza, fomentar el tu-rismo al campo para admirar su naturaleza y para el com-pleto desarrollo del organismo, a la vez que para espar-cimiento del espíritu, la afició3 a las plantas, a las flores, alas aves, elementos todos de verdadera reacción hacia losideales sublimes, apartando así la vista de esas «toilettes»,que achican el espíritu y ahogan en el corazón todo germende sentimiento noble, generoso, desinteresado.

P. DELGADO CAPEÁNS, O. DE M.

PAGINA MISIONALSan Raimundo Nonato 15 abril 1926.

R. P. Director de LA MERCED

Madrid.Carísimo hermano: Gracias a Dios que puedo escribirle

tinas líneas desde la misión.En el río San Francisco pasé medio mes malo, ya esta-

ba convencido que iba a dejar en él mis huesos. Embarqueen un vapor pequeñito llamado «Río Branco», que por loviejo, sucio y desmantelado, sirve de martirio de los pobrespasajeros; tenía seis camarotes con dos camas cada uno pa-

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ra más de cincuenta personas, así que teníamos que prestar-nos mutuamente los colchones y almohadas. Yo tuve quedormir enroscado a manera de perro, porque llovía diaria-mente dentro del barco como fuera; a este trabajo se añadíael de los mosquitos, que había millones de millones. Era pre-CiSO esconder la cara y las manos. No era de extrañar, pues,que me empezase un dolor de riñones y un abatimiento ge-neral en todo mi cuerpo que me inutilizó completamente.

Algunas veces fueron tan fuertes los vendavales que elbarquichuelo fué arrastrado como un juguete y llevado porentre piedras y árboles hasta meterlo en el bosque. i

Pasamos unas noches de angustia y después de las tro-nadas aumentaron los mosquitos de tal manera, que se ha-cia imposible la vida y no se podía ni respirar. Fueron tangrandes y extraordinarias las inundaciones que, en este año,a veces tenía el río muchas leguas de anchura y ha cubiertoel agua docenas de pueblos, en alguno de lo cuales sólo seveían los tejados de las casas más altas.

Era natural, por lo tanto, que cogiera el paludismo, a cu-Yas fiebres llaman sez6es. Se me declaró apenas llegué a Re-Manso, donde, a pesar del cuidado y solicitud del párrocodon José Ornena, estuve nueve días sin comer y en conti-nua danza por los fríos y escalofríos que preludiaban I ras fie-bres palúdicas.

Para evitar los gastos que haría allí la conducción queme mandó el P. Francisco, salí para esta ciudad el 27 demarzo; mas ¡qué viaje!, o mejor, ¡qué martirio! 'Cómo po-dría ir a 'caballo quien no podía estar ni en la cama? Sinfuerzas para ir sobre un caballo, sufrí una serie de desma-Yos y de vértigos que me hicieron interrumpir repetidas ve-ces el viaje.

Yo procuraba hacer actos de amor de Dios y de ofrecertodo al Sagrado Corazón de Jesús, proponiendo continua-mente el sufrir siempre con paciencia y resignación por mispecados y por las almas del purgatorio; mas no soy lo queYo debía y hubo momentos que la naturaleza se resistía con-tra el espíritu.

Así, sufriendo mucho, seguí, poco a poco, el camino quetrae a San Raimundo Nonato, adonde llegué el día 30 sinPoder ni siquiera hablar; por eso no hice más a mi llegada

(Continuará).

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que preguntar,por el modo de, adquirir una cama y en ellame acosté para , ver lo que Dios quería de mi vida. ¡Yo quevenía con deseos de ayudar al P, Francisco en la SemanaSanta, y ni siquiera pude ayudarle a confesar!

Aquí tenía por una casualidad algunas personas de BonlJesus y por ellas mandé recado al P. Pedro para que no en-viase la conducción que desde Río le había pedido para finesde este mes; no obstante, parece que estoy mucho mejor,aunque sin comer y sin ánimos de emprender todavía unviaje tan penoso como es ef de Born Jesus de Gurgueia.

Seguimos sin noticia alguna del Prelado, a pesar de ha-ber escrito que venía en el mes pasado y de rezar en la mi-sa la oración pro iter agent/bus; yo creo, sin embargo, quedebe ser por la irregularidad con que funcionan los trenes ylos vapores del río y más aún por el atraso vergonzoso conqui vienen a esta ciudad los correos; pues con excusa delos revoltosos y de las inundaciones no llega aviso alguno nipor telégrafo. Yo telegrafié a Lapa al hermano lego FrayAntonio Morón para que viniera conmigo en el vapor «RíoBranco», y al cabo de dos semanas, cuando yo llegué a La-pa y quería reclamar a la estación telegráfica, entregarontranquilamente el telegrama; así también tuve noticia queen Remanso hay detenidas varias sacas de correspondenciadesde el mes de diciembre, con destino a San RaimundoNonato, porque no encuentran caballerías ni modo de trans-portarla. De manera que puede ver cómo andamos en cues-tión de comunicaciones y cómo seguirnos incomunicadosaunque todo el mundo nos escriba continuamente...!

Por aquí lleva la gente una vida de sustos y de sobresal-tos, no sólo a causa de las grandes inundaciones, sino tarnybién y principalmente por parte del ejército que se levantóen revolución contra el Gobierno. Yo tuve que salir corrien-do en Remanso en compañía del cura. Aquí tuvimos queabandonar la casa y refugiarnos en un alto que hay próxi-mo a la ciudad, porque el agua del río Piauhy, siempre secoen verano, casi acabó con todas las casas de la ciudad aho-ra convertida en rnontón de escombros. La revolución ta.m-bién destruyó algunos pueblecitos, y me parece que segui'rá por mucho tiempo, porque las fuerzas leales no quierenluchar contra de sus compañeros militares,. quienes, asi-

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Mismo, evitan todo encuentro y ocasión de lucha, marchan-do cada ejército por su lado. A nosotros, como les dije alPasar entre los revoltosos por el río San Francisco, ningúnMal pueden hacernos, nada nos pueden robar de no cargarcon nuestras p€ rsonas y, en ese caso, cumpliremos nuestramisión entre ellos.

En Río tuve noticias del P. Taborda, por medio del obis-po electo de Barra. Se le dió permiso para ir a la capitalde l estado con objeto que pudiera realizar algtinas comprasPara su iglesia, principalmente de harina para hostias y vi-no para misa, y apenas llegó a Teresina comenzó allí la re-vol ución, siendo cercada la ciudad por los revolucionarios,37 n uestro Padre aguantando el hambre y los mil peligrosde muerte, que tuvo que vivir entre el fuego continuo quelos revoltosos mantuvieron sin compasión y con verdaderoespíritu destructor en los ocho días de cerco. Dice que des-Pués quedó allí estacionado, porque no halló barco algunoPara volver a Santa Filomena, permaneciendo más de dosnleses entre el hambre y sobresalto que reinaba por todasPartes. Volvió, en fin, a su parroquia y ahora espero que meescriba dándome detalles, conforme le indiqué en carta quele escribí desde Río, aunque en estas circunstancias segura -Mente llegarán para el mes de agosto o septiembre lo máspronto.

Me alegro de los trabajos que realiza S. P. en pro del se-Ininario misional y no dudo que las misioneras de AlarcónPub licarían en su hojita la nota que yo envié a S. P. sobrela i mportancia e imprescindible necesidad de ir formandoc lero indígena para que hagan fructuosa más tarde los tra-bajos que nosotros vamos haciendo ahora en evangelizar es-ta s tierras. En ese caso me gustaría saber si los centros,tanto el de Alarcón como todos los otros, están dispuestosa buscar alguna familia y limosna suficiente para sostenerU n estudiante de nuestro colegio apostólico.

Parece que cesaron las fiebres palúdicas, gracias a Dios,Y en ese caso no tardaré mucho a reponerme un poco de misfuerzas para continuar, dentro de un mes, el viaje para lasede de la misión; yo voy provisto de suero‘antiofídico y desuero anticlotädico, regalado, con todos los accesorios, porei Instituto Vital y el Director del Hospital San Sebastián.

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También el Ministro de Agricultura me mandará simientesy plantas de muchas clases para que enserie a cultivar latierra a estos pobres pueblos del interior de los que nadie seacuerda; pero el Director del Hospital me acompañó a va-rios sitios, diciendo a todos que lo hacía por amor a la pa-tria y que por patriotismo debían ayudar a tales misionerosque desinteresadamente se sacrificaban.

En el Instituto me enseriaron a coger culebras de todaslas clases y sacarles el veneno sin peligro alguno personal;porque del veneno hacen el suero antiofídico y tiene muchovalor. Yo les hablé claramente diciéndoles que tenía muchascosas a que atender y no podía dedicarme a este negocio;con todo, quisieron ellos que aprendiera para enseriar dichoservicio a otros; pero estoy seguro que en cuanto les habledel asunto me contestarán atemorizados: Deixa, deixa, naoquero negocios con cobras.

En caso de no encontrar a nadie que aproveche aquellaabundancia de culebras que tenemos en la agreste, ya que-darnos que trabajarían por enviar un empleado del Institutopara que tuviese casa en Born Jesús, y allí reuniese muchasculebras y las alimentase y las sacase el veneno todos losmeses.

Veremos lo que sucede, y si Dios Me da salud. Recuerdosa nuestros hermanos y hermanas, y también a los misione-ros. Todos rueguen por este pobre enfermo. S. P. reciba unfuerte abrazo de su afectísimo hermano y seguro servidoren Cristo,

J. MARIANO FERRER

1.111•Mel.MMIIMM.M.

NOTAS RELIGIOSASIglesia, una.

En toda esta discusión misional y de propaganda reli-giosa, que para gran dicha nuestra va cundiendo por todaspartes, se oye con frecuencia esta consideración: que tam-bién en las sectas acatólicas y entre paganoS hay muchoshombres de buena fe y aun justos, y se añade que con talque hagan lo que está de su parte, conseguirán la salva-

ción. Es verdad; pero cuando se habla así, acaso no setenga siempre la debida cuenta de la debilidad de los quenos rodean. Hay el peligro de que no se entienda bien lanecesidad de pertenecer a la iglesia, que alguno crea prefe-rible no sorprender la buena fe del que vive en ignoranciainvencible o no culpable y que sirva a Dios según su lealentender. Y entonces, ¿para qué las misiones, toda la san-gre de los apóstoles y propagandistas? De aquí la conve-niencia de recordar aquí un principio teológico que pongalas cosas en su debido lugar.

Cristo Señor no dejó en el mundo más que una sola so-ciedad religiosa, visible e invisible a la vez, de la que se esmiembro por el bautismo, requiriéndose además en el quetiene uso de razón la profesión de una misma fe y la obe-di encia externamente manifestada a la sagrada jerarquíaque el mismo Señor ha establecido. Si no hay más que una

siguese en el orden actual de la Providencia, quees absolutamente necesaria, de hecho o de voluntad, en todoti empo y lugar para alcanzar la salvación. En el decreto«De Ecclesia Christi» del Concilio Vaticano, se dice: «Enel o rden establecido por la Providencia, no hay comunica-ción del Santo Espíritu, participación de la verdad y vida,sino en la Iglesia y por la Iglesia, cuya cabeza es Cristo.De aquí que sea dogma de fe que nadie puede salvarse fue-ra de la Iglesia; no obstante, no han de ser condenados aPenas eternas aquellos que padezcan ignorancia invencible' cerca de Cristo y su Iglesia, por estar libres de culpa a losGios del Señor. Mas aun por cuanto Dios quiere la salva-ción de todos, si estos hombres hacen lo que está en sutnano, no son privados de la divina gracia para que pue-da n conseguir la justificación y la vida eterna. La cual siconsiguen, no por eso !a han coinseguido fuera de la Igle-

Pues todos los justificados pertenecen de hecho o yo-U ntad . re sive voto—a la Iglesia».

La Iglesia es la única depositaria de todos los tesoroscle la Redención, de todas las gracias y de toda la doctrinasobrenatural concedida al hombre. Hombres que viven enInedio del paganismo o que figuran como miembros de unasecta disidente pueden recibir la gracia sobrenatural—y es'42 fe contra Quesnell.

Los organismos disidentes son, por sí mismos, inútiles,en l a economía de la gracia, o mejor dicho, resultan muyeosos; pero en Casos dados, puede conducir la gracia a

less adeptos de buena fe, esto es, cuando una disposición

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providencial o la voluntad positiva de la Iglesia los tomacomo meros instrumentos de su largueza con la humani-dad caída. El presbiteriano que bautiza válidamente es cla-ro que es un instrumento de Cristo y su Iglesia, además lajerarquía disidente griega conserva de la Iglesia católica lapotestad del orden y puede administrar válidamente casitodos los sacramentos. Como no tiene potestad de juris-dicción no pueden administrar la penitencia ni absolver deculpa. Pero hay motivo sobrado para suponer que la Iglesiasuplirá esa jurisdicción, sobre todo en caso de suprema n e

-cesidad.De donde resultará que a la hora de la muerte habrá

.muchos más católicos de lo que parece.En cuanto a los gentiles que alcanzan la gracia santifi-

cante, sus buenas disposiciones naturales hacen de conduc-tores a la divina influencia. La conclusión, pues, es clara;nadie puede conseguir su fin sobrenatural fuera de la Igl e

-sia. «Si alguno dijere que la Iglesia de Cristo no es socie-dad absolutamente necesaria para lograr la salvación eter-na, o que los hombres pueden salvarse por el culto decualquier religión, sea anatema». Es canon del ConcilioVaticano.

Pero ¿cómo puede uno pertenecer a la Iglesia si no harecibido el bautismo o no profesa la misma fe y no obede-ce al mismo Pastor? La Iglesia consta de un cuerpo socialvisible, y del alma que es invisible. El alma de la Iglesia esla gracia santificante que lleva siempre por secuela las vir-tudes teologales y los dones del Espíritu Santo y se nutrecon las gracias actuales y carismas.

Se dice cuerpo de la Igle3ia la misma sociedad visible Yexterna de la Iglesia; a él pertenece la jerarquía de su doblefin de regir súbditos y celebrar los santos misterios y todauna muchedumbre de vínculos externos que puede verse enel Derecho Canónico. El bautismo recibido en la Iglesiaademás de conferir la vida sobrenatural hace a uno miem-bro de esa Iglesia, como sociedad visible. diremos sise trata de un bautismo válido, pero conferido en una sectaherética? Si el así bautizado es párvulo, es un miembroperfecto de la Iglesia, esto es, pertenece al cuerpo y al almade la misma. Si es adulto y está de buena fe en la secta, seune perfectamente al alma de la Iglesia, y de manera imper-fecta o por reflejo al cuerpo de la misma. El tal si conoci e-se la verdadera Iglesia de Cristo l abrazaría sin dlficultad.

Incorporación plena a la Iglesia considerada en su do-

ble elemento para los que la conocen; incorporación per-fecta al alma de la Iglesia e implícita al cuerpo de ella paralos que la ignoran sin culpa suya; he ahí lo que se ha derealizar necesariamente en cada caso para conseguir la vidaeterna.

Sinceridad, buena fe, amor a la verdad por sí mismaSin mezcla de consideración extraña y en contra de pasiónO interés contigente, eso es posible tan sólo cuando se amaa Dios con aquella totalidad sublime que exige la Santa Es-critura: «ex tofo corde tuo, ex tota anima tua», con todo tucorazón, con todas tus fuerzas, sin reserva alguna que se-ria injusta; de modo que los otros amores, el amor de sím ismo y el del prójimo encuentren en ese amor augusto sunorma y su razón de ser, como dos hilos de agua que flu-yen de un mismo majestuoso raudal para desembocar en éldespués de fecundar la tierra. Y cuando el alma siembra eseamor nobilísimo, conoce por una especie de consanguinidaddivina a la Esposa de Jesucristo, por ser ella la única insti-tución histórica que busca a Dios sin otro estímulo que lamisma Majestad soberana y educa las almas en toda pure-za espiritual. Torpeza insigne combatir a la Iglesia comouna teoría, cuando es un hecho vivo, impuesto al mundocomo el sol, para que alumbre y encienda al mundo espiri-tual, a pesar de la oposición de los hombres, como el sola lumbra y calienta el mundo físico.

Y esta tan hermosa sinceridad puede en más o menosgrado existir aun fuera del organismo jurídico de la Igle-sia, pero nunca será por la bondad de las sectas disiden-tes, sino por aquella bondad desbordada del Creador queManda el sol y la lluvia sobre los justos y pecadores.

Las dichosas iglesias nacionales o establecidas comotales, han pecado horriblemente contra el primer manda-miento de la Ley de Dios, pues que han impedido o adulte-rado ese impulso generoso del alma al Creador, teniendoque pasar antes por el medio de una serie de consideracio-nes geográficas, etnográficas y aun del sórdido mercanti-lismo. Nacionalizar las almas no es divinizarlas, ni muchoMenos.

Vladimiro Soloviev, llamado por cierta analogía el New-luan ruso, en el último tercio del siglo pasado dirigía a susCompatriotas estas vigorosas frases que de paso envuelvenU n vaticinio cumplido ahora: «La institución oficial que estárepresentada por nuestro gobierno eclesiástico y nuestraescuela teológica y que mantiene a toda costa su carácter

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particularista y exclusivo, nò es, por cierto, una parte vi-viente de la verdadera Iglesia universal fundada por Cristo.Una iglesia que hace parte de un Estado, de un reino deeste mundo, ha abdicado su misión y deberá compartir elel destino de los reinos de este mundo. No tiene razónde ser, se condena a sí misma a la debilidad y muerte.

Una institución que el espíritu de verdad ha abandona-do no puede ser la verdadera Iglesia de Dios. Para recono-cerlo no es menester abdicar la religión de nuestros padresni renunciar a la piedad del pueblo ortodoxo, a sus tradi-ciones sagradas, a las cosas santas que él venera. Muy alcontrario, la sola cosa que debemos sacrificar a la verdades esta institución pseudo-eclesiástica que tiene por base elinterés material y por medio de acción el fraude y la vio-lencia».

Las otras iglesias nacionales recuerdan el dicho del Pa-dreLacordaire: «Las herejías suelen tener de vida tres siglos».

Lo que más preocupa a la Iglesia en los países norteñoses la vieja superchería en sus múltiples -formas de ocultis-mo, teosofismo, espiritismo. Especialmente el espiritismoque nació en salones de muy elegantes señoras, corno elping-pong, hace hoy el mismo furor que hizo ese juego.

Interesante historieta.

Hace unos treinta años, o sea, por el año de 1896, unamañana llamó un sacerdote desconocido a la puerta de lacasa episcopal de Mantua, en Italia. No habiendo respondi-do nadie, trató él mismo de abrir la puerta, cuando se en-contró con el señor Obispo que, taza de café en mano, sele adelantó en hacerlo. •

—Excúseme, señor—dijo el extraño--; soy Ratti, elbibliotecario de Milán. Acabo de celebrar en su Catedral yantes de partir he querido visitar a vuecencia.

—Bien-- dijo el Obispo—, si ha dicho usted la misa, de-be ahora desayunar conmigo. Sólo que deberá usted pre-pararlo, porque mi hermana, que cuida de la casa, no havuelto aún. Venga.

Y, taza en mano, condujo al huésped a la cocina, dondehallaron un poco de pan seco y calentaron el café que ha-bía, y no era mucho. Así desayunaron juntos.

El Obispo llegó a ser el Papa Pío X, y el presbíterodesconocido el Papa Pío XI. El ama de la casa era AnaSano, recientemente muerta en Roma.

FR. MARTIN O. DE ARRIAGA

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N Corpus y su octava en Pibas delJarama el año 1603.

(CONTINUACION)

Al dominar la loma, según se va de Vicálväro, caminoProbable que llevaron nuestros recoletos, dieron vista a laiglesia de Pibas, ayuda de parroquia. Apeáronse del carroY de rodillas, con la frente en tierra, adoraron al SantísimoSacramento y encomendáronle el éxito de la jornada. Lar-go tiempo permanecieron postrados en oración renovandoSus propósitos de vida recoleta, avivando sus ya encendi-dos deseos de perfección y trazando nuevos modos de pe-ini tencia y abnegación y saludando con transportes de júbi-lo aquella tierra de promisión manante leche y miel de di-v inas consolaciones que la Providencia le deparaba paraP alestra de sus primeros fervores., Volvieron a subir al carro para andar la distancia quel os separaba de la iglesia, que es, dice el Padre San Ceci-no , «como tres o cuatro tiros de mosquete».

«Llegados a Pibas, escribe el Padre Tomás Martínez,causó tan grande pasmo a todos los vecinos ver aquellosnuevos ermitaños, que todos lloraban de puro gozo, y másPensando que su señoría (la Condesa) los llevaba allí parafun darles convento, y cuando se apearon a la puerta de laigl esia del lugar para hacer la primera estación y visita alSa ntísimo Sacramento, no se daban vado en llegar a be-sarles los hábitos».

Mientras nuestros descalzos visitan detenidamente alSantísimo Sacramento, describiré Pibas, que poco tieneque describir. Lo mismo está hoy que estaba en 1603, ex-cepción hecha de los hilos de teléfono que la Casa de losDuques de Pibas tiene instalado para comunicarse con Ma-drid. Es Pibas una pequeña cañada en la vertiente del Jara-nla , determinada por una loma a la parte del poniente, yPor dos montículos pelados, uno al norte, tocando y asom-Drando la actual iglesia y convento, y el otro, un poco ale-jado, al sur, por cuya falda frontera al convento hay unSe nd er o escalonado, casi perpendicular, al río, por dondelos religiosos, sin ver ni ser vistos, bajaban a banarse; esabundante de aguas frígidas y algo salobres, que rieganun a pequeña, espesa y lozana alameda, poblada de avesCa ntoras, ruiseñores, jilgueros, pardillos, oropéndolas. Al

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cese este río con el Henares y, caudaloso, tuerce el pasoque le corta el macizo sobre que está edificado el conven-to , obligándole a marchar a lo largo de aquel corte inexpli-cable de sierra; ensáñase en vano el río contra el macizoY, cansado, extiende sus aguas por la planicie, dándosetono de gran río. En este vertical corte de la sierra, pedazoselvätico de la naturaleza, anidan grajos y otros pájaros deta misma calaña. Levantando la vista vise a lo lejos Torre-jón de Ardoz y, hasta perderse en el horizonte, la cuencadel Henares: bajándola y hacia oriente, en plena llanura,está Mejorada del Campo, villa rica y conocida en la Cor-te por sus tomates y, sobre todos, por sus buenas judías,frutas y cereales, en amena, hermosa y rica vega. Haciaoriente piérdese la vista en la ondulante llanura.

Famoso es el convento por la celebración de muchoscapítulos provinciales, y creo que algunos generales de laRecolección, por el Cursas philosophicus Ripensis, por lasantidad de su primer Comendador el Padre de la Recolec-ción, y santo varón Fr. Juan Bautista y sus compañeros,Por la predilección que a aquel lugar retirado tuvo la BeataMariana, a donde se hubiera ido a vivir los últimos años deSU vida, si sus superiores la dejaran, y ahora y hace ya mu-cho tiempo por el celebérrimo en muchas' leguas a la re-donda Cristo de Pibas, preciosa escultura del Señor atadoa la columna, cuya romería se celebra el 29 de septiembre.

Volvamos a nuestros descalzos. Visitado el Santísimo,salieron de la iglesia y en forma de comunidad se encami-naron a la casa, con grande silencio y maravillosa modes-tia. Esto con aqueli'os rostros demacrados por los años,Por los trabajos y por la penitencia, Ilevóse tras sí los co-razones y los ojos de los sencillos vecinos que verdadera-mente los tuvieron por santos, y no se engañaban, que dig-nos son 1 'de los altares. Acompañáronlos con igual silencioa la casa y volviéronse a las suyas comentando el caso,que les pareció -visión del cielo.

«Ya en casa—dice el Padre Luis de Jesús María—, cadauno compuso su tarima con dos mantas y una almohada deJerga, señalamos pieza para refectorio, que la iglesia lateníamos junto a la casa, una ermita de Santa Cecilia, cu-Ya imagen fui antiguamente hallada debajo de tierra, quehoy está dentro del convento que después se hizo en elSit io mismo donde se halló».

Ya que tenemos en campaña a estos gloriosos vence-dores de si mismos, del mundo y de sus pompas, digamos

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entrar por el camino de Vicálvaro están, a la derecha en un&tito, las cuatro casas en actitud de defensa contra una posi-ble incursión, capitaneadas por una grande, de extensos lien-zos y pequeñas ventanas, que llaman allí la casa de piedra,tal vez la del vecino de más caudal del lugar, Valdés, dondela octava del Corpus se hospedó la nobilísima y, sobre todo,con serio tanto, religiosísima Condesa del Castellar, alen-tadora y fautora de las Recolecciones descalzas de la Tri-nidad y Merced y fundadora de conventos, y entre ellos delde Corpus Christi, vulgo Carboneras, a donde vino a aca-bar sus días con fama no pequeña de santidad. A la iz-quierda del camino, y al alcance de la mano, frente porfrente a la aldeíta, está el cementerio con una edificacióncuadrangular en uno de sus ángulos, que bien pudiera serla antigua a y uda de parroquia, de la que no hay memoriaei Ribas. Dejando atrás aldea y cementerio, andando a lasombra de la alameda como medio centenar de metros,vise oculta entre los árboles una casa rectangular, de portenoble, que bien pudiera ser la casa de campo de la conde-sa, primer a bergue, interino, de la Recolección de la Mer-ced, y por tal digno de tenerse por monumento de la Ordeny reliquia preciosa de los santos varones que la habitarondesde el 10 de mayo al 6 de junio de 1603. Entre el costadode la casa, el derecho de la iglesia y camino que va a Mejo-rada y San Fernando, hácese un campo que podemos lla-mar del convento, casi llano y triangular, rodeado de árbo-les, lugar fresco yr retirado, si los hay. Al costado izquierdode la iglesia, a ella adosado y por ella del todo oculto y re-catado de las miradas curiosas de los vecinos y transeun-tes, levántase el convento de nuestros recoletos, verdade-ramente recoleto, con claustro recoleto, refectorio recoleto,bodega recoleta, celdas y librería recoletas; ésta la mejorpieza de la casa, con su estantería sin libros, con sus plú-feos señalados con números romanos en sencillas cartele-ras, presidida por un cuadro del Angel de las Escuelas. Esel convento un nido de águilas sobre el río Jarama, a unaaltura de treinta a cuarenta metros al borde de un precipicio,cortado casi a tajo. Desde él disfrútase hacia naciente denorte a sur de un hermoso panorama: al norte, ladeándosealgo al oriente, San Fernando de Henares, oculto detrásde un cerro, el río Jarama, jaloneado a lo largo de su co-rriente por un magnifico pinar, lugar muy frecuentado porlos madrileños en sus excursiones domingueras, y despuéspor anchísima arboleda que encuadra buenos prados; acri-

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Calzos que sólo lo eran de pie y pierna, mas no de corazón,como nuestros descalzos que todos se amaban con amorPuro y desinteresado. Retirábanse una hora a sus celdasdonde por maravilla alguno reposaba. A las tres volvían aId ermita, donde ocupaban la tarde en el rezo de vísperas,co m pletas, oración mental y otros espirituales ejercicios, yanochecido volvían a casa, donde tomaban una larga disci-Mi na y una corta colación, retirándose a descansar sobre lasdiez de la noche en la dura tarima, y había quien ni en latarima se acostaba, sino sentado en una silla arrimada laCabeza sobre el brazo, en postura tan incómoda, descabe-zaba el sueño.

«Dábanse a la oración con tal fervor, escribe el autordel manuscrito citado, que sin atender a horas ni reglas,todo era gozar de aquella avenida del Espíritu Santo que,como en los Apóstoles, había descendido en fuego de amorsobre los corazones... Ellos se servían unos a otros, acu-diendo cual a la cocina y cual a barrer y todos a todos mi-nisterios, que, aunque pocos religiosos, todos los oficios seservían, como en Religión formada, en que convenía ir po7h iendo principio y odo»., Maravillados estaban los de Ribas de sus frailes ynacíanse lenguas de ellos por los pueblos comarcanos; lacosa no era para menos, pues el espectáculo de piedad,oración, penitencia que daban nuestros recoletos, era extra-ordinario. Llevados de la curiosidad penetraban en la ermitaYsobrecogíanse al ver los religiosos aquí y allí, por losrincones de la iglesia, el uno de rodillas, el otro de pie,quien sentado, entregados a la oración con tal abstracción,que parecían estatuas de mármol, con silencio sepulcral ycasi a oscuras la iglesia; ablandaban el paso y unos a otrosse imponían silencio para no perturbar el trato con Dios deaquellos ángeles en carne.

Pero el diablo, que no duerme, y mucho temía de tanbuenos principios, movió, valiéndose de los seglares, unatormenta que, por ser en Pibas, no podía ser grande, perosi lo bastante para matar en flor la tierna planta de la Reco-lección, que dentro y fuera tenía enemigos. «Luego quesintieron, escribe el autor del manuscrito citado, los dellugar de Pibas, que los huéspedes que la señora Condesatenia en su palacio era principio de fundación, se opusieronCO n todas sus fuerzas, y tomaron armas como si hubierandescubierto los espías de un enemigo, diéronles nombre demilanos que se venían a comer las crías de sus polluelos,

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algo de los cuatro principales, tomado de un libro manus-crito en Roma por quien fue* novicio en Conjo del PadreJuan de San José, cuyo libro o copia está en la sección demanuscritos de la B. N. con el número 4.441.

«Eran todos tres sencillísimos, abundaban en amor ar-diente y extático, acompañados de la prudencia espiritual Yletras santas. Cada uno daba de este amor diferentes indi-cios, porque en nuestro Fr. Juan Bautista se manifestabacon muy frecuentes éxtasis y arrobamientos, en Fr. Miguel,con unos júbilos muy continuos con que andaba siemprederramando gozo y alegría de su semblante, en Fr. Luiscon continuos suspiros y amorosísimas jaculatorias, quepenetraban el cielo hasta llegar a abrazarse con su Ama-do. Faltaba la cuarta piedra fundamental para que quedasecuadrada la planta del edificio e incontrastable a las furiasy tempestades que el enemigo del género humano levantaen tales casos, y no hallaron más valeroso y diestro solda-do en toda la religión que nuestro Padre Juan de San José,en quien concurría el espíritu de penitencia y oración con eldon de gobierno prudente, cosas que muy raramente se ha-llan en un sujeto, porque el fervoroso celo de la penitenciano sufre la cauta rienda de la prudencia; mas cuando Dioslas hermana es cosa maravillosa de ver cómo se dan lasmanos para ayudarse».

Apenas instalados en Ribas emprendieron un género devida más austero aun que el que las constituciones les pres-cribían. Levantábanse a media noche a maitines, que a ve-ces se prolongaban hasta el amanecer; rezados acostában-se de nuevo, vigilando su Comendador, el Padre Juan Bau-tista, que lo hiciesen, prohibiendo para ello tuviesen luz enlas celdas, por temor de que el in iiscreto fervor de la peni-tencia en que ardían debilitase, con la falta de sueño, dema-siadamente las cabezas; a la madrugada acudían a la ermi-ta, donde tenían una hora bien cumplida de meditación, re-zaban las horas, decían sus misas, sentábanse algunos alconfesonario y ocupaban el tiempo sobrante en piadososejercicios hasta la una de la tarde en que volvían a casa atomar una ligera refección, consistente en pan, hortaliza y,cuando lo tenían, pescado cocido sin género alguno decondimento, que no despertase, no digo que la fiera insa-ciable de la gula, pero ni abriese el apetito. Recreábansedurante media hora con conversación sabrosa por «unaunión y afabilidad y llaneza grande» que entre ellos había,cosa que admiraba a la Condesa, que conocía a harto des-

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que eran unos artificiosos tiranos que con halagüeñaspalabras se venían a aprovechar de las haciendas de loslabradores. El cura ayudó a los labradores.

Era el Cura el doctor Valencia, Párroco en propiedadde Mejorada, a donde entonces pertenecía Pibas, celoso deSUS derechos parroquiales que veía amenazados desde laaltura de Pibas, convertido por la diligencia de los merceda-rios en cuatro días en centro de resurgimiento religioso paratoda 'aquella comarca. Consta esto de las siguientes palabras del Ayuntamiento de Pibas celebrado el 21 de mayo deaquel mismo año». En los días—dice—que han estado eneste lugar han dicho misas en la iglesia parroquia] y en laermita, y han predicado y oído de penitencia a muchas per-sonas de este lugar y de otros lugares comarcanos, y hechootras muchas obras de caridad, por donde han provocadoa mucha devoción a toda la gente del pueblo y mucha partede los lugares comarcanos, que acudían a visitar los dichosfrailes».

Los de Pibas que se pusieron contra los religiosos fue-ron uno que otro, pues casi la totalidad del pueblo estabaen su favor, como consta de documentos irrecusables yaun el Padre San Cecilio duda los hubiera de Pibas.

Lo cierto es que el Cura de la Mejorada aprovechó*ocasión y dió un golpe de mano que le pareció decisivo. Alanochecer del día de Pentecostés, 18 de mayo, «estando losreligiosos recogidos en casa de la Condesa y cerradas laspuertas del cuarto bajo», acompañado de unos mozos deMejorada, se presentó ante las puertas de la ermita que`estaba ya cerradas, las descerrajó, y penetrando dentrocogió manteles, frontal, candeleros, en fin, todo el mobilia-rio del culto, menos el cáliz que los religiosos tenían consi-go, mandó subir a la torre y descolgar la campana y demo-ler el pequeño campanario de ladrillo. Al ruido y a las vocesabrieron las ventanas los religiosos y, sobrecogidos dedolor, imaginaron lo que era, de que tenían ya barruntosdías atrás, y hubieran prorrumpido en algunas palabras, Yaun salido a hablar al Cura, si el Padre Juan Bautista, temien-do, y con razón, algún desmán, no mandase cerrar la venta-na y, antecogiéndolos a la sala que servia de refectorio, lesdijo consolándolos lo siguiente: «Ya comienza el demonio ahacer de las suyas, y a certificarme más y más de que estaes obra de Dios, de que se ha de seguir mucha honra ygloria, pues el infierno con tantas veras se opone a ella. Nole valdrán sus ardides, antes redundarán todos en su mayor

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apoyo. Encomendémoslo muy de veras a su Divina Majes-tad en quien firmemente confío que de todo saldremos conmucha ganancia.»

Los vecinos, sorprendidos por el ruido, acudieron entropel a la ermita, y viendo forzadas las puertas, desman-telado el altar y que estaban derribando el campanario yreconociendo a su Cura corno autor de la hazaña, se enco-lerizaron contra él diciéndole palabras muy pesadas sobreque se había metido en la ermita que era particular, y sellevaba lo que no era suyo, y que los frailes allí estaban dePaso y en casa que no era convento. Crecía el tumulto, yera de temer viniesen a las manos; y el Cura, no tenién-dolas todas consigo, les protestó reiteradas veces queaq uello era un atentado co para su carácter sacerdotal e in-m unidad eclesiástica de que se quejaría ante el Arzobispode Toledo. Llegó a creer, por lo menos lo dijo ante el Vica-ri o eclesiástico de Madrid, que le habían querido mataraq uella noche y también que le habían injuriado gravementede Palabra llamándolo ladrón. Intervinieron las personas deedad y peso para que aquello no pasase adelante, pero cadauno con intención muy determinada de salirse con la suya.

Acompañado de sus feligreses, los mozos de Mejorada,retirióse a descansar de tan mala noche el cura a casa de uncl rigo, su lugarteniente en Pibas, y los vecinos a la unade la noche estaban constituidos en Ayuntamiento dondeCo misionaron a sus dos regidores para que en la mismam añana se trasladasen a Madrid a informar a la Condesade lo acaecido, y le suplicasen fundase en el lugar conventode aquellos frailes y diesen todos los demás pasos conducentes al efecto.

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Levantóse el Cura después de media mañana, e infor-mado del acuerdo del Ayuntamiento y que estaban en Ma-drid sus procuradores, no quiso perder tiempo, y a la mis-ma hora partió para Madrid e informó al Vicario y obtuvode él provisión en que se mandaba con graves penas ycensuras que los religiosos no dijesen misa ni alguien selo p ermitiese. Ufano volvió- se a Pibas el martes 23, acompa-hado de un Regidor de la Corte y un Notario de la Audien-ci a eclesiástica que notificó a los afligidos religiosos laPro visión y sin hacer estancia en Pibas marchóse a su villade Mejorada.

El autor del manuscrito pinta la provisión con más ne-gros colores, diciendo: «salió provisión contra nuestros pa-dres para qu'e saliesen de Pibas y de todo el Arzobispado,

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y en rebeldía los descomulgasen y contra ellos se publica-sen carteles onde quiera que intentasen fundar en este Ar-zobispado».

Mandaron también nuestros religiosos a dos de ellos,los padres fray Luis de Jesús María y fray Juan de San Joséa Madrid para que con la Orden y la Condesa buscasen unasolución al conflicto; hicieron las diligencias, pero no sedieron prisa a volver, porque en Pibas ni podían decir ni oirmisa; quedäronse, pues, en el convento de la Merced unosocho días.

Al día siguiente al de la notificación de la famosa pro-visión del vicario, «a veintiún días del mes de mayo de milseiscientos y tres años, en concejo abierto, a campana ta-ñida, se juntaron con el alcalde Miguel Romano, como re-gidores Pedro Cebrián el Viejo y Luis Vaquerizo, Juan Fran-cisco Perete como alcalde de la Santa Hermandad» y, has-ta catorce hombres, que pocos más habría en el lugar,«desconsolados por haberse ido los frailes, dan poder aJuan Chinchón para que pida a su Majestad y al señor Car-denal Arzobispo de Toledo licencia para un convento de laMerced, que les daría hecho la condesa del Castellar y conrenta bastante para su sustento, atento a que en el dicholugar no hay más de un clérigo, que es el teniente cura, porser este dicho lugar y su iglesia anexo al curato de la villade Mejorada, y todas las veces que dicho teniente está en-fermo o tiene otras ocupaciones, forzosamente se ha deacudir a la dicha villa, donde está el cura propio, y en me-dio de este lugar y dicha villa está el río Jarama, que porser tan caudaloso, no se puede pasar en tres ni en cuatrodías por no poder andar la barca, y a esta causa este lugarse queda sin misa muchas veces y suele correr el peligro,habiendo algunos enfermos, en irse sin Sacramentos».

Mucho sintió la Condesa el agravio hecho, pero no erade ánimo que se acobardase por dificultades, y así trató desalir con decoro de Pibas sin meter ruido en la Corte, quebien podía hacerlo, pues su intento por entonces no eraotro que establecer a sus recoletos en Andalucía. Despuésde muchas idas y venidas de su mayordomo Juan Ozaeta,logró, por fin, que pudiesen los religiosos celebrar en Ribasel Corpus y su octava y que durante ella el ComendadorJuan Bautista pudiera decir misa y comulgar a sus religio-sos—notable ofensa a los religiosos sacerdotes no permi-tirles decirla—.

Con este permiso el 27 martes, víspera de la víspera del

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Corpus, salió de mañana para Ribas con su hija, dos hijosY casi todos sus criados, para alentar con su presencia alos frailes, impedir cualquier otro posible desacato y hacere n Pibas una fiesta de Corpus y su Octava que fuese sona-da. Para el efecto llevó consigo todas las colgaduras y lonläs precioso de su casa, y todo el adorno de su oratorioParticular, que era de lo más curioso y rico que había enMadrid.

Hospedóse en casa de Pedro Valdés, el vecino de máscaudal que había en el lugar, pues la casa de la Condesa laocupaban los religiosos. Apenas llegada a Pibas, fuerontodos los religiosos muy contentos a darle la bienvenida, yel la, agradeciéndoselo, vino a hablar del motivo del viaje,Y dijo: «que por aquel desacato que se les había hecho yaquella violencia en la ermita, había ella venido para quetodos juntos se ocupasen en alabanzas de Nuestro Señortoda aquella semana, y que toda la Octava 'había de estarm anifiesto el Santísimo Sacramento y que habían de predi-car todos los días, tener allí su oración y decir sus horascon muy gran solemnidad para mayor gloria de nuestroSetior y confusión del demonio que había causado aquelalboroto -y levantado aquella polvareda».

A todos agradó el programa y empezaron los prepa-rativos para la gran fiesta. La Condesa y su hija en traje defaena y sin admitir ayuda de nadie, barrieron y limpiaronla iglesia que bien lo había menester, sacando ellas mis-mas afuera la basura; entraron los criados y religiosos yPoniendo escaleras, acomodaron las hermosas cortinas, yen el altar mayor pusieron un rico dosel carmesí, y cubrie-ron el suelo con ricas alfombras y alcatifas. Quedó tan lin-da la iglesia, que aun en Madrid causaría admiración.

Llegada la tarde de la víspera de la fiesta, cantaron losSe is religiosos presididos por el clérigo con mucha solem-nidad las vísperas, con asistencia de la condesa, toda sufamilia y el pueblo. Concluidas sentöse la condesa, sushilas e hijos en el borde de la tarima del altar y los religio-Sos a los lados, y allí estuvieron confiriendo entre sí delgran amor de Dios a los hombres, sacando argumentos dela festividad misma del dia. Cantaron igualmente los maiti-nes y concluyéronlos ya cerrada la noche.

La fiesta fué verdaderamente grandiosa. Hubo muchasCon fesiones y comuniones, pues conste que por las ocupa-

lones no pudo haber aquel día sermón. El camino que ha-lade recorrer la procesión desde la iglesia a la er mita por

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medio de la alameda, estaba adornado con espadaña, tré-bol, ramas de árbol y flores, y era mucha la gente quehabía, no sólo toda la del pueblo, sino la de los lugarescomarcanos.

Repartióse a todos, grandes y chicos, cera blanca. Laprocesión fui hermosísima y, sobre todo, fervorosísima,bastaba para ello poner los ojos en los religiosos y, sobretodo, en el venerable Juan Bautista del Santísimo Sacra-mento.

Todos los restantes días de la Octava hubo sermón, pre-dicados casi todos por el padre Luis de Jesús María, quetenia para ello mucha gracia, como puede verse en algunosescritos que de él nos quedan.

Concluida la Octava con otra procesión, al día siguienterecogieron todo, dejando como regalo a. la iglesia el doselcarmesí, y a la tarde salieron, con gran sentimiento dellugar para Madrid, la Condesa y sus hijos en coche, los reli-giosos en carro, a disponer la partida para Andalucía.

Al despedirla en Pibas los religiosos y según subía alcoche dijo con grande aseveración al padre Juan Bautista:«Al fin aquí tendremos convento, aunque nos ha de costartrabajo».

Y lo tuvieron.

FRAY JUAN G. CASTRO

EL PIANO DE CONCHITA(c,oNcLusióN)

Súbitamente y cual si hubiese penetrado nrii pensamien-to, se sentó, y como una sonámbula, sin darse cabal cuen-ta de lo que hacia, comenzó a hacerme cantar el bello en-sueño de Listz: «San Francisco sobre las olas»...

Sentí sobre mis teclas el suave contacto de aquellos de-dos angélicos, perfumados y tibios, embajadores de la feli-cidad en que un tiempo rebosaba el pecho de Conchitaa•Ellos que tantas veces mariposearan haciéndome arrancarufanos cantos de amor y trinos de alondra, expresaban hoyconvulsos los embates furiosos de un mar encolerizado.. •

Imagen era aquella composición de la interna borrascaque aguantaba heroico el corazón de aquel ángel de latierra...

Comenzó su mano izquierda, arrancando de las notasmás graves, a simular con escalas cortas e impetuosas elcrecer y recrecer de las hondas momentos antes de estallaren tempestad deshecha; un acorde enérgico, casi frenético,coronaba aquella ondulante gama, imitando con su estalli-do disonante el temeroso rugido de la ola al romperse co-ronada de espuma contra las rocas.

Después sentí que Conchita extática, y como fuera de siPor la violencia de su dolor, hacía brotar de mis entrañasraudal copioso de notas y de sonidos que reflejaban el con-fuso bramar de la tormenta al descoger sus preñadas nubesPor sobre la verdinegra superficie del mar...

En aquel torbellino de sonidos en que me sentí envueltoaq uella noche por las manos albas de la niña de Montenegro, creí presenciar la lucha titánica de una nave contras-t ada por la furia de las olas... Acaso aquella nave era la delcorazón de aquella niña. Escuché un instante, y percibí elestremecimiento que causaba en ella cada uno de los fero-ces bandazos con que era azotada... Cegó mi vista el fulgortrágico de una centella, seguida de un estampido seco y en-sordecedor. Oí el rasgarse, como si lo hirieran del árbólm ayor, el crujir doloroso de jarcias y de cuadernas... ¡DiosMío!, pensé, así el dolor desgarra muchas veces los cora-zones... Así también se retuercen sus fibras más delicadas...Después, no sé si fué ilusión mía; tal vez contagio delfebril delirio que abrasaba el pecho de Conchita; acaso,acaso un sueño de mi loca fantasía...; lo que sí sé es quemo mentos antes de que enmudecieran mis voces aquellan oche, cruzó por mi mente en visión fantástica la trágicasilueta de una joven bella y triste, en pie sobre el panel deUna lancha azul que luchaba y reluchaba en la lobreguez deu na noche horrenda con el furioso azotar de las olas de unM ar embravecido... Iba sola, demacrado su semblante, des-trenzados por el huracán sus cabellos y obscurecidos sus

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ojos por el dolor... Jurara también que en su frente temblabala luz de una pequeña estrella...

¡Ah! Yo no sabré expresaros qué lástima tan honda,qué angustia y amor tan intensos sentí hacia aquella niñaal considerar su suerte desdichada... Seguí atisbando llenode ansiedad. Los violentos maretazos trataban de envolverla barquita en un manto medroso de blanca espuma... Laj ovencita aferraba llena de angustia su mano blanca y lumi-nosa a la caña del timón...; pendía la vela hecha jirones,de la tronchada antena... De improviso vf hundirse la barcaen el abismo y desaparecer ¡qué instante aquél más horro-roso!—; torné luego a distinguirla como engastada en ellomo blanquecino de una ola gigantesca.

A la luz vivísima de un relámpago que iluminó su rostro,pude conocer al tripulante de la barquilla... ¡Ah, dolor! EraConchita Montenegro... Sentí entonces desgarrarse misentrañas en un grito frenético ahogado por el pesar...; envano fui llamarla una y mil veces... mi voz ronca se desva-necía ante el estruendo de la tempestad... Quise lanzarme asalvarla, y me sentí aprisionado, como aprisionadas sientoen las frías cuerdas, mis notas y mis suspiros, mis armo-nías y mis lágrimas...

Me resigné a seguir observándola sin apenas respirarde pena... Cien veces vi subir y descender a Conchita ensu lancha azul... Sus ojos no derramaban una sola lágri-ma... Súbita dió de través la embarcación, y ya comenzabaa hundirse en el abismo cuando vi a su heroica tripulantealzar sus brazos suplicantes al cielo enviando ansiosa lapostrer plegaria... Un instante después columbraba la celes-tial figura del Serafín de Asís caminando sobre las olas,con su rostro nimbado de luz divina, sus llagas resplande-cientes y abiertas, y su pecho henchido de divino amor...

Tomó en sus brazos a aquel ángel, y estrechándole ca-ricioso contra su pecho, la hizo después mirar hacia elcielo... Extendió su mano y apareció a los ojos atónitos deConchita, por entre el desgarrón que dejaron las nubes, uncamino tachonado todo de estrellas, ornado de flores y en-

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vuelto en una tenue claridad como de luz de luna... Al finalde aquel camino pudo ella contemplar embebecida la figurade un hombre de hermosura sobrenatural y divina que os-te

ntaba en sus manos y pies unas llagas mil vece másresplandecientes y bellas que las de aquel Santo, y queMostraba en su pecho un corazón ensangrentado despi-diendo vivísimos rayos de divina lumbre. Noté asimismocómo el divino Maestro mirando con amorosos ojos aaquella joven angelical le decía estas palabras: Veni, sponsaChristi, accipe coronam... (1).

Sostenida en el aire por dos ángeles bellos que la toma-ron en sus brazos, la ví luego tornarse toda trasparente,C ual si su cuerpo y vestido fuesen de luz, y cómo ceñíansus sienes con diadema de rica pedrería... Comenzó así aca minar por aquella encantada senda, y cuando hubo lle-gado al umbral mismo de la Gloria, un ángel la hizo volverSUS ojos hacia atrás mostrándole el tenebroso camino delab ismo. . En el extremo, y sobre el umbral también dedquella morada de llanto, pudo contemplar Conchita horro-.rizada la figura de una mujer vestida de blanco traje nup-cial, con ojos de sierpe y garra de dragón que atormentaba

un hombre joven y gallärdo arrastrándolo furiosa haciael i nterior de aquella horrenda morada...

Aquí llegaba yo de mi visión cuando Conchita dejabade r esbalar sus manos sobre mi teclado... Había transcu-rrido cerca de media hora... quedó unos momentos pensa-tiva , ensimismada, al cabo de los cuales tornó a sentirsede nuevo el ir y venir extraordinario de los carruajes que seacercaban a la puerta del templo. Instantes después, ¡tristedolor!, el órgano esparcía en alas del viento los ecos de laM archa nupcial solemne y bella que Conchita compusieraCO n tanto amor...

Aquellas notas fueron la herida, postrera que hubo derecibir su lastimado corazón... Se levantó del asiento como

(1) Ven, esposa de Cristo a recibir tu corona de gloria.

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¡SIN IVIAI)RE,11

Triste, casi desfallecido, sintiendo que el piso faltababajo sus pies y que su cabeza vacilaba al peso del dolor,Eduardo volvió de la iglesia después de acompañar al San-to Viático; entró de puntillas en la alcoba y se acercó allecho de madera, contemplando a su esposa a través delvelo de lágrimas que oscurecía su vista.

Consuelo parecía dormir; sus manos diáfanas, cruza-das sobre el pecho como si quisiera retener amorosamented aquel Dios que acababa de recibir, a Aquel que se habíadado a ella para abrirla las puertas del cielo.

La joven esposa respiraba penosamente; un débil ester-tor se escapaba de su pecho, pero una dulce placidez se ex-tendía sobre su rostro; sin embargo, al aproximarse su ma-rido, tal vez porque imprimiera un ligero movimiento a la ca-ma al apoyarse él en ella o-por otra causa, Consuelo abrióPenosamente los ojos, y con voz débil y apagado acento,murmuró:

—1Eduardot... ¡Nuestras hijas!...—¿Quieres que las traiga?—preguntó éste afanosa-

mente, inclinándose sobre ella y limpiando con su pañueloel frío sudor que pegaba a las sienes sus rubios cabellos.

Consuelo cerró los ojos, como afirmando; el desola-do esposo salió vivamente, volviendo a los pocos instan-tes conduciendo de cada mano una preciosa niña de seisY cuatro años, dos amorcillos de ojos de cielo y cabellosde oro y cuyos semblantes retrataban un sentimiento deestupor que helaba en sus labios la risa infantil y dilatabaSUS ojos con espanto; era el presentimiento de una inmensadesgracia cuya magnitud aún no podían ellas comprender.

Su padre las levantó basta el lecho, sentándolas en suborde.

—Aquí tienes las niñas—dijo procurando hacer firme suacento y bebiéndose las lágrimas que le ahogaban.

La pobre madre volvió a abrir los ojos, sus manos bus-caron algo en el vacío, encontró las cabecitas de sus hijasY las estrechó contra su pecho con las últimas fuerzas queaún le quedaban.

Luego, mirando a su marido con ojos dilatados:—Eduardo—balbuceó—, no les des madrastra...Y como si se arrepintiera de aquella orden, añadió:

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enajenada, tambaleöse su cuerpo unos instantes, y cayó sinsentido al pie de una vieja consola de caoba...

Un hilito de sangre comenzó a correr de su frente, em-papándose en ella la preciosa alfombra...

Acudió al ruido una de sus doncellas; lleváronla de allícon presteza...

De allí a poco murió... Ví cruzar una tarde su blancoataúd cubierto de flores por debajo de mi reja... Yo envelecide dolor...; hice estallar muchas de mis cuerdas con un ge-mido doliente y prolongado... Dejé que la Polilla fuese ro-yendo poco a poco mis entrañas... No quise que otrasmanos se posaran sobre mis teclas... Quedé abandonadoen aquella casa muchos años, envuelto en una funda deluto... Después me vendieron sin consideración alguna y...

Aquí llegaba nuestro piano con su cuento cuando se viöde improviso interrumpido por la súbita entrada del prende-ro que, despidiendo grato tufillo de aguardiente y hacién-dole los honores a un churro calentito, se disponía a venti-lar su tugurio o comercio como él le llamaba, y a salir conel / saco al hombro a recorrer los barrios en busca de nue-vas gangas...

Eran las seis de la mañana. Amaneciera ésta, espléndi-da y dorada por el naciente sol. Sobre el florido brocal delpozo arrullaban dos palomas sus amores. Un malvís gor-jeaba dulcemente sobre la copa de un naranjo en flor mien-tras una linda chiquilla, arremangadas las mangas de lachambra, vertía acetres de agua sobre la pila de un lava-dero, disponiéndose a lavar, y escuchando alborozada conintermitentes y cristalinas carcajadas las chirigotas quedesde el corredor alto del patio le dirigía en mangas decamisa un regocijado oficial de barbero, mozuelo y decidor.

FR. MIGUEL E. MINGORANCE

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—Si se la das... escoge bien.—¡Nunca, n unca—sollozó el pobre marido con profun-do acento.Consuelo estrechó más y más a las pobres niñas, a

quienes el terror impedía llorar, y dijo niuy bajito, confun-diéndose su voz con el último beso:

—iLa Virgen, la Virgen Santísima sera' vuestra Madre!Y sus brazos cayeron sin fuerzas, sus ojos se cerraron

de nuevo y el estertor se fui haciendo más y más penoso.Eduardo sacó a las niñas de la alcoba y entonces las

pobres pequeñas rompieron en amargo llanto.Dos días después, Consuelo era llevada a su última

morada.

Eduardo lloró sinceramente a su isposa; llamó a su la-do.a una hermana de ésta y viuda, y el cuidado de sushijas fué durante algún tiempo su único consuelo.

Pero al cabo de dos años conoció a cierta vecina, viu-dita argentina, de p rovocativa belleza, que no pareciéndolesaco de paja el joven viudo, se propuso conquistarle.

Empezó acaricianäo a las niñas cuando las encontrabaen la escalera, regalándolas dulces, y cuando llegó el díade Reyes tuvo la delicada idea de que los Santos Magospusieran en su balcón dos p reciosas muñecas.

Las niñas subieron a dar los gracias, y Eduardo, alencontrarla «casualmente» en la escalera, se creyó obliga-do a hacer lo mismo.

--¡Me da una pena verlas tan chiquitas sin madre!—dijola sensible viuda limpiando sus ojos—. ¡Ah!, si la míaviviera sería como Consuelito.

Consuelito era la menor, que acababa de cumplir seisaños.Y de esta manera se estableció la amistad entre los ve-

cinos, pues María del Mar (así se llamaba la viudita) roga-ba a menudo la enviaran las niñas que la consolaran de susoledad.

Tocaba la cítara con verdadero arte, con la que seacompaña el canto de tangos de su país; su voz teníauna dulzura acariciadora que subyugaba, y Eduardo notardó en sentir la influencia de aquel hechizo. María del Marenseñó a las niñas algunas cancioncitas que las pequeñasentonaban con su pura vocecita, y como las colmaba decaricias y agasajos, no tardaron en encariñarse con aque-lla peligrosa sirena.

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Sólo Dolores, la hermana de la pobre Consuelo, mira-ba con desconfianza a la hermosa argentina; con su expe-riencia de mujer probada en el dolor, veía su manejo queconducía a ocupar el lugar de su difunta hermana.

María del Mar comprendía claramente que el enemigoque podía estorbar sus planes era la cuñada de Eduardo,Y trató de suprimirlo.

Redobló sus coqueterías, fingió profundas tristezas, lu-chas contenidas, nada omitió, y cuando vió rendido al in-cauto Eduardo, planteó el plan con osadía.

—Usted tiene el deber de amparar a la hermana de sum ujer—dijo hipócritamente—; tal vez ella abriga otras espe-ranzas, que después de todo no serían descabelladas; esJoven aún... nunca transigiría con ver a una extraña ocuparel puesto de dueña en su hogar...

Eduardo protestó, luchó; ella permanecía inexorable, y,Por fin, él, loco, rendido, la prometió que su cuñada se ale-jaría de su casa.

—¿,Será usted capaz de hacer eso?—preguntó ella conzalamería.

—Es necesario; yo mismo comprendo que es un estorboPard mi felicidad.

Y Eduardo bajó a su casa dispuesto a despedir a sucuñada, buscando una manera suave de plantear la cues-tión y sin lograr encontrarla.

—Y las niñas?—preguntó al entrar, extrañando que nosa lieran a recibirle como de costumbre.

—Están rezando las flores—dijo sencillamente Dolores;Co mo nunca vienes tan temprano, aún no te esperan; ¡,quie-res que las llame?

—No, no; prefiero que estén distraídas; tengo que hablarcontigo.

El acento de Eduardo fijé tan extraño que Dolores lomiró con inquietud, pero dominándose dijo:

—Dí lo que quieras.---Voy a dejar en mi cuarto el abrigo y el sombrero, y

vuelvo en seguida.Y Eduardo, queriendo de este modo recobrar su aplomo,

IW a su habitación que comunicaba por una puerta vidrieraCO n la en que Dolores había colocado un pequeño altarcitoPara que sus sobrinas hicieran la hermosa devoción de lasflores de mayo.

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Eduardo se detuvo un momento tras aquella puerta; sushijas, arrodilladas en unas pequeñas sillas ante la imagende María Santísima, rezaban el Rosario que guiaba la ma-yor con encantadora seriedad y tierna devoción.

La pura voz de las niñas llegó hasta los oídos del padre,diciendo:

—Una Salve a la Santísima Virgen, para que sea siem-pre nuestra Madre, como se lo pidió mamá al morir.

Y lentamente, las dos vocecitas unidas fueron recitandola hermosa plegaria con que la Iglesia honra a la Madre dede Dios.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Eduardo y tuvo queapoyarse en la cama; ésta crujió con un sonido extraño dela madera seca, que al joven le pareció un quejido, y sobrela blanca colcha creyó ver el cuerpo rígido y blanco de laque había muerto en ella.

Y sus palabras aparecieron en su memoria con caracte-res de fuego:

—No las des madrastra... o si se la das, escoge bien.Larmó un gemido y arrastrado por una fuerza irresisti-

ble abrió la puerta, precipitándose en la habitación en quesus hijas pedían a la Virgen que fuera siempre su Madre.

Las pequeñas, al verle, lanzaron un grito de alegría ycorrieron a sus brazos, dejando la oración con esa rapidezcon que la infancia cambia de impresión.

— ¿Rezábais? — preguntó Eduardo 'cubriéndolas debesos.

—Sí, papá; todos los días rezamos—dijo la mayor—;hacemos el mes de Mayo como cuando vivía mamá.

¡Mamá! Esta frase hizo estremecer al viudo.—¿Y no os gustaría tener otra mamá?—dijo en voz

baja, como avergonzado.La niña se irguió y sus delicadas cejas se fruncieron.—No, papá—dijo seriamente—. Mama' está en el cielo y

nosotras no queremos más madre que la Virgen Santísima.—¿Ni una mamá que os quiera mucho, que os compre

muñecas, que...La pequeña movió a su vez la cabecita.—Mamá lloraría en el cielo—dijo con adorable candor—

y yo me moriría de pena.Y su boquita fresca como un capullo de rosa, se contra-

jo en un mohín de pena, mientras las lágrimas brotaron desus ojos corriendo por sus mejillas.

La otra niña, al ver llorar a la pequeña, la rodeó con

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sus brazos, y cubriéndola de besos con esa ternura mater-na l que por instinto guarda siempre el corazón de las niñashacia sus hermanitas menores, y en defecto de éstas haciasu muñeca, dijo con encantador acento:

—¡No, no llores tú, mi cielo! Todo es una broma dePapá... No nos trae ninguna mamá nueva, no llores, teso-ro mío!

Y ella también lloraba, y alzando hasta su padre susgrandes ojos, retrato de los de su madre muerta, dijo:

—¿Verdad que es una broma, papá, ¿que nuestra mamáes la Virgen?

Eduardo, profundamente conmovido, estrechó a ambasunas en sus brazos y conteniendo sus lágrimas:

—Sí, hijas mías—dijo cubriéndolas de besos --; vuestramadre es la Virgen.

Cuando volvió al lado de su adiada no la dijo una pa-l abra , y ésta, con admirable perspicacia al ver su rostroalterado, adivinó que la tormenta había pasado y tampocole Preguntó nada.

Desde aquel día las niñas dejaron de subir a casa de lahermosa argentina; ésta comprendió que había perdido laPartida y adoptó una actitud desdeñosa de reina ofendida,que Eduardo afectaba no notar.

Pero de pronto una noticia cayó como una bomba en elu_inar del joven viudo: la argentina dejaba su habitación,de spedida por la dueña de la casa.

—Parece que es una pájara de cuenta--dijo la portera ar-cluardo, mirándole con malicia—. La señora se ha ente-fado de que allí en su tierra cantaba en un café... y no sécuántas Cosas más. ¡Buena es la señora para tener talesinquilinos! ¡Esta es una casa muy decente, señorito!

Eduardo no contestó, pero el día que viö partir el carroCOn los muebles de la hermosa viuda, le pareció que le qui-taban un peso de encima, y el mal humor que le dominabadesde hacía algún tiempo desapareció de su ánimo comoun negro nubarrón que disipara un viento sano y purificador.

Y aquel mismo día, Dolores, llevando a las niñas antei magen de la Virgen, las hizo arrodillarse a su lado, di-

ciendo Con voz conmovida:— Hijas mías: dad gracias a la Madre de Dios, que nos

ha l ibrado de una desgracia muy grande.Y las pequeñas repitieron su oración, sin comprender

(1ue. desgracia sería aquella de que la Virgen les habíaaarddo.

JULIA G. a HERREROS

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PADIOGR AMAS¿Qué efectos causa la absolución en los moribundos

que no pueden confesarse?Si de ningún modo puede confesarse, o lo hizo manifes-

tando dolor de sus pecados o pidiendo confesión, pero noante el confesor, por estar ausente, es dudoso que la absolu-ción de los tales moribundos produzca ningún efecto, aunquelas disposiciones internas sean excelentes. A los tales mori-bundos se les socorre mejor con la Extremaunción, que,además de dar fuerza al alma contra las tentaciones del de-monio --efecto propio de este Sacramento perdonatambiénlos pecados que tuviese el enfermo, si de ellos está por lomenos atrito.

Si ante el sacerdote manifiesta el moribundo con algúnsigno dolor de sus pecados o deseo de que le sean perdona-dos, aunque, por imposibilidad, no pueda declarar ningunoen particular, la absolución, supuestas las demás condicio-nes, produce los mismos efectos que en el que puede y hacecompleta y distinta confesión de sus pecados.

¿Le basta al moribundo la atrición para salvarse?

La atrición sola, no; porque no pone en estado de gracia.La atrición con confesión de algún modo ante el confesor yabsolución, si; sin confesión manifestada con algún signo, omanifestada, pero no ante confesor, y con absolución, es du-doso. La atrición con la Extremaunción, basta. Pero el asíjustificado, debe tratar de hacer actos de puro amor de Dios.

¿Puede en alguna ocasión estar la mayor gloria de Diosen contradicción con el mayor bien de nuestras almas?

En aquellas ocasiones en que la mayor gloria de Diosresulta inmediatamente de mis obras, no; porque la mayorgloria de Dios y la mayor bondad de mis obras, y, por tanto,el mayor bien de mi alma, vienen a ser en la realidad lomismo. La mejor obra mía ahora y en este lugar es la mayorgloria que a Dios puedo dar ahora y aquí, y, por tanto, elmayor mérito que aquí y en este momento puede alcanzar.

En ocasiones en que la mayor gloria de Dios no resultainmediatamente de mi acción, puede ser que la gloria deDios que resulte de las acciones de otros provocadas por rniintervención, sea mayor y esté en contradicción con mi bienespiritual; como se ve en los que ocupados en promover lagloria de Dios, son ocasión, no causa de que Dios sea másconocido y amado, que lo que él lo amaría y conocería, y nopor eso obtienen ellos mayor bien para su alma.

U j ÄN

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NOTICIASMADRID

Novena del Santísimo Sacramento en la Buena Dicha.—Solem-nisirrla resultó la que los «Jueves Eucarísticos» celebraron comoPreparación a la fiesta del Corpus. Predicó elocuentemente el Re-verendísimo Padre Inocencio.

El Centro del Apostolado de la Oración de Don Juan de Atar-eó", celebró su acostumbrada novena al Corazón de Jesús desdecl 11 de junio, su fiesta, hasta el 19. La presidenta y celadorasPusieron todo su entusiasmo en que resultase esplendorosa, y loee' ri siguieron. Las comuniones generales dei día 11 y 19, en que elPadre Ricardo Delgado dijo una plática, fueron numerosas. Laigl esia estuvo artísticamente adornada, el coro de señoritas cantóadmirablemente, y el Reverendísimo Padre Inocencio López, exgeneral de la Merced, cautivó la atención del auditorio durante lanovena con la exposición elocuente de los símbolos del SagradoCorazón. Satisfecho puede estar el Apostolado de la Oración de lasolemnidad y fervor de la novena.

Ya que la ocasión es oportuna, queremos dejar consignado enlas Páginas de esta revista que el día del Sagrado Corazón lucie-ron colgaduras, puede decirse que todo Madrid y los Bancos par-ticulares, empezando por el Banco de España. Esto hace concebirl a ha lagüeña esperanza de que la fiesta del Sagrado Corazón va aser la fiesta más grande de España y que pronto—alguien diceque el año próximo—será fiesta nacional, complemento de la con-sagración de la nación a jesús en el cerro de los Angeles.

FERROLLa fiesta del Corpus.—Solemnisima resultó este año la fiesta

lel Santísimo, contribuyendo a ello la esplendidez del día, excep-cionalmente bueno en medio de los anteriores y siguientes, queParecían robados al corazón dei invierno.

Por la mañana hubo sermón en la misa solemne celebrada enSan Julián, a cargo del Padre Luis Barros, Rector de nuestroColegio; y por la tarde salió la procesión del mismo templo, reco-rriendo el itinerario de costumbre, formando en ella todo el clerosecular y regular de la población, así como todas las Asociacio-nes Y Cofradías. En dos grandes filas iban las numerosas repre-sentaciones de la Armada y del Ejército, presididas por el señorComandante General del Arsenal y Gobernador militar. Lacarrera la cubrieron fuerzas de marinería, Infantería de Marina,Artillería de plaza e infantería de línea. Todas estas fuerzas desfi-laron al final ante las autoridades.

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En honor del Sagrado Corazón.—En la parroquia de San Ju-lián, a partir del día del Corpus, se celebró con toda solemnidad latradicional novena al Sagrado Corazón, predicando los seis pri-meros días el Padre Barros, y los tres últimos el Padre Alcorta,C. M. F., versando sus sermones- sobre las promesas reveladas aSanta Margarita María. Plácemes muy sinceros merecen el celo-sísimo párroco don Manuel Montes, y la presidenta del Apostola-do señorita Concepción G. Vázquez.

En la Graria también resultaron muy brillantes los cultos dis-puestos este ario para honrar al Corazón Divino, predicandoalternativamente el doctor don José María Bermúdtz, ArciprestePárroco del Socorro; el Padre Alcorta, del Corazón de María y elPadre L. Barros, superior de nuestra Residencia. Fueron muy fe-licitados el Párroco don Ramón Mayobre, y la presidenta delApostolado, señorita Mercedes García del Río.

Triduo en honor de San Antonio.—Para festejar al popularsanto de Padua, se dispuso un triduo en nuestra residencia, porcuya brillantez trabajaron con gran interés y sumo gusto lasseñoras de Pereira, de Lema y Díaz del Río. Predicó los tres díasel Padre Ildefonso Sánchez, de nuestra Comunidad.

Capítulo de la V. O. T. de la Merced.—Según disponen las cons-tituciones de la V. O. T., se celebró el capítulo anual de Penteco s

-tés. Concurrieron todas las señoras y señoritas que forman laJunta directiva y las directoras de los coros; presidiendo el PadreModerador Fray Luis Barros, y la señora vicecomendadora doñaPilar Rubí, por ausencia obligada de la señora comendadora,doña Dolores García, viuda de Plä. Después de rezadas las precesde ritual, dióse lectura a una interesante memoria de la señoracomendadora, exponiendo el estado de la V. O. T. y animando atodos los terciarios a redoblar el fervor y el amor a Nuestra Seño-ra Madre y a la Orden de la Merced. Después hizo uso de la pala-bra el Padre L. Barros, glosando algunos puntos de dicha memo-ria, y puntualizando al mismo tiempo la verdadera significacióndel estado seglar dentro de la Tercera Orden. Finalmente se to-maron algunos acuerdos de régimen interior, terminándose conlas preces del ceremonial.

Exámenes de fin de curso.---Después de más de quince días deexámenes finalizaron los que han prestado nuestros alumnos desegunda enseñanza en el Instituto de la Coruña. La jornada fuelaboriosa, pero muy halagüeña y satisfactoria para profesores ydíscipulos. Eran unos ciento veinte los alumnos presentados pornuestro Colegio, sumando un total de cuatrocientos sesenta ejer-cicios. En general han obtenido muy brillantes calificaciones,

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algunas supremas, siendo muy reducido el tanto por ciento de losreprobados. Desde la fundación del Colegio fue este año el deMayor número de matriculados en segunda enseñanza.

HERENCIALas Marías de los coros de Villarta y Puerto de San Juan visi-

taron sus sagrarios respectivos, por primera vez, acompañadasdel R. P. Director y de Fray Antonio M. Silva. El acto fué de granentusiasmo y fervor. En Villarta, por iniciativa de las Manías, fueimplantada también la visita domiciliaria de nuestra SantísimaMadre.

El domingo de Pentecostés y los dos días siguientes, organizóel R . P. Comendador las visitas jubilares de las Asociaciones reli-giosas radicadas en nuestra iglesia. Se hicieron procesionalmenteY asistieron también otras muchas personas, que entre todas su-rnaban unas ochocientas. En el trayecto de una a otra iglesia y alentrar y salir de las mismas, toda la devota muchedumbre eleva-ba al cielo cánticos de penitencia. Los tres días se hicieron dosvisitas a cada iglesia.

Se está celebrando el mes de junio con gran solemnidad. Todoslos ellas, por la tarde, hay ejercicio con exposición, estación canta-da y motetes.

El día 30 de mayo hubo besamanos de la preciosa imagen deNuestra Madre. De antemano se había adornado el camarín conflores y preciosas alfombras y cortinas. Habiendo dispuesto elPadre Comendador que jor la mañana subiesen los caballeros, yPor la tarde las señoras, durante todo el día destiló ante la imageninmenso pueblo ansioso de testimoniar el cariño y veneraciónque profesan a su excelsa Patrona.

El mismo día, por la tarde, se hizo la consagración al SagradoCorazón de Jesús para conmemorar la que hizo él Rey de Es-Paria en el Cerro de los Angeles en el ario de 1919.

El R. P. Tomás Escánez está organizando una asociación dejóvenes con el título de Juventud Mercedaria, destinada a conser-var y desarrollar ellos entre la piedad que recibieron en la Cate-quesis. Ya tiene licencia del Ordinario y ha encargado un preciosoCine y otros elementos de distracción y solaz para los días festi

El Señor bendiga su obra y la haga prosperar. El día 11 dejunio, fiesta de San Bernabé, patrón de Arenas, predicó en dichoPueblo el Padre Comendador con la elocuencia y fervor que acos-tumbra.

CERDEÑA (ITALIA)Fiestas de la consagración de la Basílica y nueva coronación

de Nuestra Señora de Bonaria.—Como preparación a estas solem-nes fiestas quince padres Pasionistas dieron al pueblo de Cagliari

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en varias iglesias:misiones generales desde:el 12 de abril, que seinauguraron en el:santuario, hastael.18:del mismo mes en que seconcluyeron con la:colocación de la cruz de' la misión en el m is

-mo santuario.Las fiestas empezaron el 21: con la llegadaIdel :eminentísimo

cardenal CayetanoAisleti, Legado pontifick , para la consagra-ción de la nueva Basílica y coronación de la:gportentosa Imagen,Con el:Cardenal llegaron el reverendísimo padre Garrido, M aes-tro General de la Merced, el padre Londei, ProvinciaCde laMer-ced de laYrovincia romana y tres padres más:de la'misma Orden.

En la estación le esperaban obisposapresididos por su eminen-cia monseñor Piovella, las autoridades civilesy militares, nume-rosas asociaciones y gran muchedumbre, que dentro y fuera dela estación acogieron la presencia del cardenal con fragorososaplausos.

En automóviles dirigióse el cortejo a hacer la primera visita aNuestra Señora y a implorar su bendición para todo:lo que se pre-tendíalhacer para su mayor gloria.

El mismo día empezó el solemnísimo novenario en el santua-rio, oficiando mariana y tarde obispos, y se inauguró en la parro-quia de Santa Ana el segundo Congreso Mariano Sardo.

El día 22, a las siete y media de la mañana, procedió el emi-nentísimo Cardenal a la consagración de la Basílica, que conclu-yó a la una de la tarde.

Erdía 24, fiesta de Nuestra -,Seriora de Bonaria, la afluencia degente todo el día fue enorme, así en la basílica como en el san-tuario, donde celebraron la santa misa y distribuyeron la comu-nión dos señores obispos. A las diez y media celebró misa de pon-tifical monseñor Morera.

Pero las fiestas llegaron a su máximo esplendor el 25 con lacoronación:de la ialagenjel pontifical celebrado por el Cardenal enla basílica y por la grandiosa procesión, los tres números capita-les del programa de fiestas.

La oleada humana, a pie, en coches y automóviles, por el c a-mino jaloneado por añosos pino;, invadía la explanada donde se

yergue el santuario, los senderos bullían también de gente.Solemnísimo resultó el acto de la coronación. Asistió brillante

representación del ejército y de la marina, «de los hijos del marque venían a honrar a Nuestra Señora de los mares». Cuando laSantísima Virgen salió de su santuario fue indescriptible el entu-siasmo; vivos aplausos de la muchedumbre, repique general detodas las iglesias de la ciudad, policromado silbido de las sirenasde las embarcaciones ancladas en el puesto, todas ellas empave"sadas.

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La emoción fue indescriptible en el momento de la coronación.Adelantóse el cardenal y subiendo a una escalera colocó sobre lacabeza del Niño Jesús la corona de oro, diciendo estas 'palabras:«Así como te coronamos por nuestras manos en la tierra, merez-camos por Tí ser coronados en el cielo», y al imponer la coronasobre la cabeza de la Virgen: «Así como eres coronada por nues-tras manos en la tierra, así merezcamos ser coronados de gloria37 honor por Cristo en el cielo». Al ver coronados al Niño y a laVirgen Madre, prorrumpió el pueblo en delirante.. aplausos; elCardenal con las lágrimas en los ojos besa la imagen de María, ytodos emocionados, se inclinan ante su Reina coronada.

1n11.•nnn••

13I5LIOGRAHALA ESCLAVITUD DE LA MERCED DE BARCELONA

Y EL AÑO SANTO DE 1925, por el Rvdo. P. SerapioGonzdlez Gallego, Mercedario. Imp. «La Ibérica » , 1926.287 páginas, 19>< 13.

, Una vez más, hemos sido gratamente sorprendidos con'a lectura de la última producción literaria del Rvdo. P. Se-tapio González Gallego. Con estilo claro, sencillo y ameno,nos p resenta las impresiones recibidas por el autor y por losperegrinos en su viaje a Roma con objeto del Jubileo del Arior.'anto. Es tal su amenidad, fluidez y espiritualidad, que no'e le puede tomar en las manos sin saborearlo hasta la últi-4n-la página. Se encuentran en él descripciones emocionan-'es , observaciones muy atinadas, diálogos ricos en chiste,g

racia y buen gusto. Día por día va el P. González narrán-"n os lo más sobresaliente de la peregrinación, haciendoPasar por delante del lector todo lo que encierra de arte,nuel leza y religiosidad Marsella, Niza, Mónaco, Génova,ues. Florencia, Nápoles, Milán, Venecia, París y Lour-

isiLtaadoobs ra del P. González es un magnífico recuerdo para' (), s peregrinos, cu y a lectura les hará vivir aquellas deli-emsas horas de religiosidad, de piedad y de arte vividas alclo r místico de la peregrinación y de lugares tan santos

Fe licitamos al ilustre mercedario por su amena obra, queno d udamos hará mucho bien a las almas..

P. D.

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NECROLOGIAEn Sarriá (Lugo), el día 11 de mayo, la señora doña Ro-

sario Ferreiro; y el 31 del mismo mes, su esposo don EvaristoGayoso, procurador, hermano tercero de la Merced y presi-dente del Apostolado de la Oración.

A sus hijos, nuestro sentido pésame.—En Madrid, en el convento de las Mercedarias Descal-

zas de Göngora, sor Rosario de San Bernardo. be comple-xión delicada, no pudo desempeñar cargos; tenía notablehabilidad para labores. Tres arios vino sufriendo con admi-rable silencio la horrible enfermedad del cáncer que la llevóal sepulcro. Su muerte ha sido suave como un reloj que separa por falta de cuerda. Recibió los Santos Sacramentoscon extraordinario fervor que edificó al confesor y a la Co-munidad.

Damos nuestro pésame a la Comunidad de Góngora y asu prima la M. Comendadora de Toro.

—En Madrid, el archicofrade de la Merced de don Juande Alarcón, don José Martínez Zapata.

R. I. P.

STJMAPIOFELICITACIÓN AL RVDMO. P. MAESTRO GENERAL. -LOS METROPOLITA-

NOS ESPAÑOLES Y LAS MODAS, por Fr. Ricardo Delgado.—PÁGINA

NAL.-NOTAS RELIGIOSAS: LA IGLESIA, UNA. -EL CORPUS Y SU OCTAVA

EN PIBAS DEL JARAMA EL AÑO 1603, por Fr. Juan G. Castro.—EL PIANO

DE CONCHITA (conclusión), por Fr. Miguel E. Mingorance.-1SIN M A-

DREI, por Julia G. H erreros. -RADIOGRAMAS, por Ilián.—BIBLIOGRAFIA'

NOTICIAS. -NECROLOGÍA.

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