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LAS SIRENAS DE TIT NKurt Vonnegut Jr.

 

Título original: The Sirens of TitánTraducción: Aurora Bernárdez

© 1959 by Kurt Vonnegut, Jr.© 1971 Ediciones MinotauroHumberto Iº 545 - Buenos Aires.Edición digital: UrijennyRevisión: Lety

 

«Cada hora que pasa el Sistema Solar sacercaochenta m

kilómetros al Cúmulo Globular M13 dHércules... y todaví

algunos extraviados insisten en que ellamado progreso no existe»

RANSOM K. FERM

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DEDICATORIA A Alex Vonnegut, agente especial, co

afecto 

Todas las personas,lugares y acontecimientos

de este libro son reales.Ciertas palabras e ideas sonforzosamenteconstrucciones del autor. No

se han cambiado losnombres para proteger alinocente, pues como meracuestión de rutina celestial,Dios Todopoderoso protegeal inocente.

 

1 - Entre Tímido y Tombuctu

 

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«Supongo que hay alguien, allá arriba quien le gusto»

MALACHI CONSTAN 

 Ahora todos saben cómo encontrar esentido de la vida dentro de uno mismo.

Pero la humanidad no siempre fue taafortunada. Hace menos de un siglo lo

hombres y las mujeres no tenían fácil accesa las cajas de rompecabezas que llevadentro.

No podían nombrar siquiera uno de lo

cincuenta y tres portales del alma.Las religiones de pacotilla eran el granegocio.

La humanidad, ignorante de las verdadeque yacen dentro de cada ser humanomiraba hacia afuera, pujaba siempre haciafuera. En su impulso hacia afuera lhumanidad confiaba en llegar a saber quiéera el responsable de toda la creación y e

qué consistía toda la creación.

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La humanidad lanzaba sus agentes davanzada hacia afuera, hacia afuera. En emomento preciso los lanzó al espacio, ancoloro, insípido, ingrávido mar de lexterioridad sin fin. Los lanzó como piedras.

Esos desdichados agentes encontraron lque ya habían encontrado abundantementen la Tierra: una pesadilla sin fin, falta d

sentido. Los dones del espacio, de la infinitexterioridad, eran tres: heroísmo vacíocomedia barata y muerte fútil.

La exterioridad perdió, por fin, su

maginarios atractivos.Sólo quedaba por explorar la interioridad.Sólo el alma humana seguía siendo terr

ncógnita. Este fue el comienzo de la virtud y l

sabiduría.¿Cómo eran las gentes en los viejo

iempos, con sus almas todavía inexploradasLa siguiente es una verdadera historia d

a Época de la Pesadilla, comprendida, añ

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más, año menos, entre la Segunda GuerrMundial y la Tercera Gran Depresión.

 Había una multitud.La multitud se había reunido porque iba

producirse una materialización. Un hombre un perro se materializarían, saldrían del airsutil, vapores al principio, tan sustanciales a

inal como cualquier hombre y perro vivientesLa multitud no conseguiría ver l

materialización. La materialización erestrictamente asunto privado, en propieda

privada, y la multitud no estabadecididamente, invitada a recrearse los ojos.La materialización, como una ejecució

moderna, civilizada, iba a producirse entrparedes altas, desnudas, custodiadas. Y deotro lado de las paredes la multitud era coma multitud que está del otro lado de laparedes en una ejecución.

La multitud sabía que no iba a ver nada

pero sus integrantes se complacían en esta

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cerca, en contemplar las desnudas paredes maginar lo que estaba sucediendo adentroLos misterios de la materialización, como lomisterios de una ejecución, eran encarecidopor la pared; diapositivas de la linternmágica de una imaginación enfermizadiapositivas proyectadas por la multitud en ladesnudas paredes de piedra, los volvía

pornográficos.La ciudad era Newport, Rhode Island

U.S.A., la Tierra, Sistema Solar, Vía LácteaLas paredes eran las de la propiedad d

Rumfoord.Diez minutos antes de que lmaterialización hubiera de producirse, unoagentes de policía difundieron el rumor dque la materialización había ocurridprematuramente, fuera de las paredes, y quel hombre y su perro podían verse tan clarocomo el día a dos cuadras de distancia. Lmultitud se precipitó para ver el milagro en e

cruce.

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La multitud se volvía loca por los milagrosEn el extremo más alejado de la multituhabía una mujer que pesaba ciento cincuentkilos. Tenía bocio, una manzana acaramelady una niña gris de seis años. Llevaba a lniña de la mano y se abría paso empujones, como una pelota en la punta dun elástico.

—Wanda June —dijo—, si no empiezas portarte bien, no te traeré nunca más a unmaterialización.

 

Las materializaciones se habían produciddurante nueve años, una cada cincuenta nueve días. Los hombres más doctos valiosos del mundo habían suplicadconmovedoramente por el privilegio de veuna materialización. Cualquiera que fuese lorma de sus peticiones, la respuesta erajante. La negativa era siempre la misma, dpuño y letra de la secretaria social de Mrs

Rumfoord.

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  A pedido de Mrs. Winston Nile

Rumfoord, le comunico que no pued

extenderle la invitación que usted solicita. Lseñora está segura de que ustecomprenderá su sentir en esta cuestión: quel fenómeno que usted desea observar es urágico asunto de familia, que no se prest

en absoluto a ser visto por extraños, por munoble que sea el motivo de su curiosidad.

 Ni Mrs. Rumfoord ni su persona

espondieron a ninguna de las decenas dmiles de preguntas que se les hicieron sobras materializaciones. Mrs. Rumfoorconsideraba que debía muy poco al mundo e

materia de información. Cumplía esobligación incalculablemente pequeñcomunicando un informe veinticuatro horadespués de cada materialización. Nuncpasaba de unas cien palabras. El mayordom

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o depositaba en una caja de vidriencadenada a la pared próxima a la únicentrada de la propiedad.

La única entrada de la propiedad era unpuerta como para Alicia en el País de laMaravillas, situada en la pared oeste. Teníapenas un metro y medio de alto. Era dhierro y estaba cerrada con una gra

cerradura Yale.Los anchos portones de la propieda

habían sido tapiados.Los informes que aparecían en la caja d

vidrio junto a la puerta de hierro erauniformemente glaciales y displicentes. Lque decían sólo servía para entristecer quien tuviera una pizca de curiosidadComunicaban la hora exacta en que Winstonel marido de Mrs. Rumfoord, y su perrKazak, se habían materializado, y la horexacta en que se habían desmaterializado. Eestado de salud del hombre y su perro er

nvariablemente calificado de bueno. Lo

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nformes daban a entender que el marido dMrs. Rumfoord podía ver el pasado y euturo con claridad, pero no se molestaban edar ejemplos de visiones en ninguno de lodos sentidos.

La multitud había sido engañada parapartarla de la propiedad a fin de que pudier

egar sin inconvenientes hasta la puertecitde hierro de la pared occidental unimousine alquilada. De la limousine salió uhombre delgado, vestido como un dand

eduardiano, que mostró un papel al policíguardián de la entrada. Estaba disfrazadcon una barba postiza y anteojos oscuros.

El policía asintió con un gesto y el hombrabrió la puerta con una llave que sacó debolsillo. Se precipitó adentro y cerró tras dsí con un portazo. La limousine se fue.

¡Cuidado con el perro!, decía un cartesobre la puertecita de hierro. Lo

esplandores del atardecer de veran

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emblaron entre los filos y las puntas de vidrioto incrustadas en el cemento, en lo alto da pared. El hombre que había entrado era lprimera persona invitada por Mrs. Rumfoora una materialización. No era un gran hombrde ciencia. Ni siquiera era un hombreducado. Había sido expulsado de lUniversidad de Virginia al promediar su prime

año de estudios. Era Malachi Constant, dHollywood, California, el más rico de lonorteamericanos y famoso libertino.

¡Cuidado con el perro!, decía el cartel po

uera de la puertecita de hierro. Pero del ladde adentro sólo había el esqueleto de uperro. Llevaba un collar erizado de púas encadenado a la pared. Era el esqueleto dun perro muy grande, un mastín. Los largodientes encajaban como en un engranaje. Ecráneo y las mandíbulas formaban unmáquina, astutamente articulada e inocua, ddesgarrar carne. Las mandíbulas se cerraba

con un chasquido. Aquí habían estado lo

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ojos brillantes, allí las agudas orejas, allá esuspicaz hocico, aquí el cerebro decarnívoro. Cuerdas de músculosenganchados aquí y allá, juntaban los dientea través de la carne con un chasquido.

El esqueleto era simbólico, como upretexto, un tema de conversación propuestpor una mujer que no hablaba con casi nadie

Allí, junto a la pared, no había muerto ningúperro en su puesto. Mrs. Rumfoord habícomprado los huesos a un veterinario, lohabía mandado blanquear y barnizar y lo

había hecho armar con alambres. Eesqueleto era uno de los muchos comentarioamargos y oscuros de Mrs. Rumfoord sobras bromas pesadas que el tiempo y smarido le habían jugado.

Mrs. Winston Niles Rumfoord tenídiecisiete millones de dólares. Mrs. WinstoNiles Rumfoord ocupaba la posición sociamás alta que se pudiera tener en los Estado

Unidos de Norteamérica. Mrs. Winston Nile

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Rumfoord era sana y bella, y ademáalentosa. Tenía talento de poeta. Habípublicado anónimamente un delgado volumede poemas titulado Entre Tímido y TombuctuEl libro había recibido una discreta acogida.

El título derivaba del hecho de que, englés, todas las palabras entre timid (tímidoy Timbuktu (Tombuctu) en los diccionario

abreviados, se relacionan con el tiemp(time). 

Pero a pesar de estar tan bien dotadaMrs. Rumfoord hacía cosas turbias com

encadenar el esqueleto de un perro a lpared, tapiar los portones de la propiedadpermitir que los famosos y convencionaleardines se convirtieran en una selva de NewEngland. Moraleja: El dinero, la posición, lsalud, la belleza y el talento no son nada.

Malachi Constant, el más rico de lonorteamericanos, cerró tras de sí la puertde Alicia en el País de las Maravillas. Colg

os anteojos oscuros y la barba postiza en l

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hiedra de la pared. Dejó atrás vivamente eesqueleto del perro, mirando al mismo tiempsu reloj que funcionaba con energía solaDentro de siete minutos, un mastín vivientamado Kazak se materializaría y andarí

vagando por allí.«Kazak muerde», había dicho Mrs

Rumfoord en su invitación, «le ruego que se

puntual».Constant sonrió al recordar la advertenci

de que fuera puntual. Ser puntual significabexistir como un punto, significaba tanto es

como llegar a un lugar a tiempo. Constanexistía como un punto, no podía imaginacómo sería existir de otro modo.

Esa era una de las cosas que iba descubrir: cómo era existir de alguna otrmanera. El marido de Mrs. Rumfoord existíde otra manera.

 Winston Niles Rumfoord había conducid

su nave espacial privada hasta el corazón d

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un infundibulum crono-sinclástico inexploradosituado dos días más allá de Marte. Sólo uperro lo había acompañado. Ahora Rumfoory el perro Kazak existían como fenómenondulatorio, al parecer vibrando en unespiral torcida que empezaba en el Sol concluía en Betelgeuse.

La tierra estaba a punto de intercepta

esa espiral. Cualquier explicación breve sobre lo

nfundibula crono-sinclásticos ofender

seguramente a los especialistas en lmateria. Como quiera que sea, la mejoexplicación breve es probablemente la del DCyril Hall, que aparece en la decimocuartedición de la Enciclopedia infantil dmaravillas e inventos. Reproducimos aquí eartículo completo, amablemente autorizadopor los editores:

Infundibula crono-sinclásticos. Imagin

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que tu papá es el hombre más inteligente da tierra, y que conoce todo lo que existeiene razón en todo y puede probarlo

magina ahora a otro chico en otro lindmundo, a millones de años luz de distanciay que el papá de ese chico es el hombrmás inteligente de ese lindo mundo taalejado. Y que es tan inteligente y tiene tantrazón como tu papá. Los dos papas sonteligentes, los dos papas tienen razón. 

Sólo que si llegaran a encontrarse, spelearían muchísimo, porque no estarían d

acuerdo en nada. Tú puedes decir que tpapá tiene razón y que el papá del otro chicestá equivocado, pero el Universo es uugar enormemente grande. Hay espaci

bastante para una inmensa cantidad dgente que tiene razón y sin embargo no spone de acuerdo.

La razón de que los dos papas tenga

razón y sin embargo se peleen tanto es la d

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que hay muchísimas maneras de tenerazón. Pero hay lugares en el Universdonde cada papá puede al fin pescar lo qu

el otro papá está diciendo. En esos lugareodas las clases diferentes de verdades sajustan tan bien como las piezas del relosolar de tu papá. A esos lugares se les llamnfundibula crono-sinclásticos.

Según parece, el Sistema Solar estleno de infundibula crono-sinclásticosEstamos seguros de que hay uno enormsituado entre la Tierra y Marte. Lo sabemo

porque allí estuvieron un hombre terrestresu perro terrestre.

Quizá pienses que seria lindo ir a unfundibulum crono-sinclástico para ver la

maneras diferentes que hay de tener toda lrazón, pero es algo muy peligroso. El pobrhombre y su no menos pobre perro sdesperdigaron en todas direcciones, no sól

del espacio, sino también del tiempo.

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Crono significa tiempo. Sinclásticsignifica curvado hacia el mismo lado eodas direcciones, como la cascara de un

naranja. Infundibulum es lo que los antiguoromanos como Julio César y Nerón llamabaun embudo. Si no sabes lo que es uembudo, pídele a tu mamá que te muestruno.

 La llave de la puerta de Alicia en el Paí

de las Maravillas había llegado junto con lnvitación. Malachi Constant la deslizó en e

bolsillo forrado de piel de su pantalón y siguiel único sendero que se abría delante de éCaminó en una sombra profunda, pero loayos descendentes del ocaso ponían en la

cimas de los árboles una luz como la dMaxfield Parrish.Constant jugueteaba con la invitación

medida que iba avanzando, a la espera dque se la pidiesen en cada vuelta. La tinta da invitación era violeta. Mrs. Rumfoord tení

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sólo treinta y cuatro años, pero escribícomo una anciana, con una mano nudoscomo un garfio. Detestaba francamente Constant, a quien nunca había visto. El tonde la invitación era reticente, es lo menos quse podía decir, y como escrita en un pañuelsucio.

«Durante su última materialización», decí

a tarjeta, «mi marido insistió en que usteestuviese presente en la próxima. No puddisuadirlo de ello, a pesar de los muchos manifiestos inconvenientes de la cosa. Insist

en que lo conoce bien a usted, pues lo hencontrado en Titán que, por lo que he podidentender, es una luna del planeta Saturno».

 Apenas había una frase en la invitaciódonde no figurara el verbo insistir. El maridde Mrs. Rumfoord había insistido en que ellhiciera algo con lo cual estaba en absolutdesacuerdo, y ella a su vez insistía en quMalachi Constant se comportara lo mejor qu

pudiese, como el caballero que no era.

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Malachi Constant nunca había estado eTitán. Que él supiera, jamás había salido da envoltura gaseosa de su planeta natal, lTierra. Al parecer iba a enterarse de que nera así.

 Las vueltas del sendero eran muchas y l

visibilidad escasa, Constant avanzaba por u

caminito verde y húmedo del ancho de uncortadora de césped, que era en realidad lhuella dejada por la cortadora. A los doados se levantaban las verdes paredes de l

selva en que se habían convertido loardines.La huella de la cortadora orilló una fuent

seca. El hombre que manejaba la cortadorhabía mostrado su imaginación en ese puntobifurcando el sendero. Constant podía elegel lado de la fuente por el que prefirierpasar. Se detuvo en la bifurcación, miró haciarriba. La fuente misma era de un

maginación maravillosa: un cono formado po

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varios tazones de piedra de diámetrodecrecientes. Los tazones formaban argollaalrededor de un tubo cilíndrico de unos docmetros de alto.

En un arranque, Constant no eligió ni unni la otra rama de la bifurcación, sino que srepó a la fuente. Subió de un tazón a otrcon intención de ver desde lo alto adond

había llegado y hacia dónde iba. Desde lcúspide, en el tazón más pequeño de luente barroca, los pies entre ruinas de nidode pájaros, Malachi Constant echó un

mirada a la propiedad y a una gran parte dNewport y de Narragansett Bay. Tendió eeloj hacia la luz del sol, a fin de que bebier

el elemento que era para los relojes solareo que el dinero para los hombres de lTierra.

La fresca brisa marina desordenaba epelo renegrido de Constant. Era un hombrbien plantado, quizá un poco pesado, moreno

de labios de poeta, suaves ojos castaño

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sombreados por un entrecejo como el dehombre de Cromagnón. Tenía treinta y uaños, y tres mil millones de dólares, en graparte heredados. Su nombre significabmensajero fiel. Especulaba sobre todo coacciones de sociedades comerciales.

En las depresiones que siempre sufrídespués del alcohol, las drogas y la

mujeres, Constant deseaba una sola cosa, usolo mensaje que tuviera suficiente dignidad mportancia como para transmitirlhumildemente.

El lema del escudo de armas quConstant se había dibujado decísimplemente: El mensajero espera. 

Probablemente Constant pensaba en umensaje divino, de primera clase, a alguiegualmente distinguido.

Constant miró una vez más su reloj solaTenía dos minutos para bajar y llegar a lcasa, dos minutos antes que Kazak s

materializara y buscase a forasteros par

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morderlos. Constant se rió para sí pensanden lo encantada que estaría Mrs. Rumfoord sese ordinario, ese advenedizo de MConstant, de Hollywood, se pasaba toda lvisita encaramado en la fuente, acosado poun perro de raza. Mrs. Rumfoord podríncluso hacer funcionar la fuente.

Era posible que estuviese observando

Constant. La mansión estaba a un minuto dmarcha de la fuente, instalada fuera de lselva, junto a una picada tres veces máancha que el sendero.

La mansión de Rumfoord era de mármouna reproducción ampliada de la sala diestas del Whitehall Palace, de LondresComo casi todas las mansioneverdaderamente importantes de Newport, eruna parienta colateral de las oficinas dcorreos y de los tribunales federales deestado.

La mansión de Rumfoord era una muestr

remendamente cómica del concepto d

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«Gente de Pro». Era seguramente uno de loensayos más importantes sobre densidaefectuados desde la Gran Pirámide de KhufuEn cierto modo era un ensayo máafortunado de permanencia que la GraPirámide, que se afilaba hasta anularse medida que subía al cielo. En la mansión dRumfoord nada disminuía a medida que subí

al cielo. Invertida, hubiera tenido exactamentel mismo aspecto.

La densidad y permanencia de la casa eruna variante irónica del hecho de que quie

uera amo de la casa, no tenía más sustancique un rayo de luna, salvo durante una horcada cincuenta y nueve días.

Constant bajó de la fuente, haciendo pien el borde de los tazones cada vez mágrandes. Cuando llegó abajo, deseó contensidad que funcionara la fuente. Pensó ea multitud reunida afuera, que tambiédisfrutaría viéndola funcionar. Le encantarí

ver cómo el tazón más chiquito de la punt

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misma se desbordaba en el tazoncitsiguiente... y cómo el tazoncito siguiente sdesbordaba en el tazoncito siguiente... y esiguiente tazoncito se desbordaba en esiguiente, y así sucesivamente, en unapsodia en que cada tazón se desbordab

cantando su propia y alegre canción acuáticaY bostezando debajo de aquellos tazone

estaba la boca abierta del más grande dodos... una especie de Belcebú, reseco nsaciable... esperando, esperandoesperando esa primera, dulce gota.

Constant se extasiaba imaginando luente en funcionamiento. La fuente era comuna alucinación y las alucinaciones, por lgeneral provocadas por la droga, eran casi lúnico capaz de sorprender y entretener Constant.

El tiempo pasaba rápidamente. Constanno se movía.

En algún lugar de la propiedad ladró u

mastín. El ladrido sonó como los golpes de u

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mazo en un gran gong de bronce.Constant despertó de su contemplació

de la fuente. El mastín no podía ser sinKazak, el sabueso del espacio. Kazak shabía materializado. Kazak olía la sangre dun advenedizo.

Corrió la distancia que había hasta lcasa. Un viejo mayordomo de calzón cort

abrió la puerta a Malachi Constant, dHollywood. Lloraba de alegría. Señalaba unhabitación que Constant no podía veTrataba de describir lo que lo hacía feliz y l

provocaba lágrimas. No podía hablar. Tenía lmandíbula paralizada y lo único que puddecir a Constant fue:

—«Golpe, golpe... golpe, golpe, golpe».En el piso del vestíbulo el mosaic

dibujaba un zodíaco alrededor de un sol doro.

Winston Niles Rumfoord, que se habímaterializado sólo un minuto antes, apareci

en el vestíbulo y se paró sobre el sol. Er

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mucho más alto y pesado que MalachConstant, y la primera persona ante la cuaéste pensó que podía haber alguien superioa él. Winston Niles Rumfoord extendió spesada mano, saludó a Constant coamiliaridad, cantando casi sus palabras coimbre de tenor escocés.

—Encantado, encantado, encantado, M

Constant —dijo Rumfoord—. Muy amable dsu parte haber venido. 

—El gusto es mío —dijo Constant.—Me han dicho que usted e

posiblemente el hombre más afortunado demundo.—Quizá hayan exagerado un poco —dij

Constant.—Usted no va a negar que ha tenido un

suerte fantástica en los negocios —dijRumfoord.

Constant sacudió la cabeza.—No, sería difícil negarlo.

—¿Y a qué atribuye su maravillos

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suerte? —dijo Rumfoord.Constant se encogió de hombros.—¿Quién puede saberlo? —dijo—

Supongo que hay alguien allá arriba a quien lgusto.

Rumfoord miró al cielo raso.—Una idea encantadora, la de que ha

alguien allá arriba a quien usted le gusta.

Constant que cambiaba un apretón dmanos con Rumfoord mientras hablabanpensó que la suya era de pronto pequeña como una garra.

La palma de Rumfoord era callosa perno córnea como la de un hombre condenada un solo oficio durante toda su vida. Locallos eran todos uniformes, provocados poas mil labores felices de una clasactivamente ociosa.

Por un momento Constant olvidó que ehombre cuya mano estrechaba ersimplemente un aspecto, un nudo de u

enómeno ondulatorio que se extendía desd

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el Sol a Betelgeuse. El apretón de manoecordó a Constant lo que estaba tocando

pues sintió en la suya el hormigueo ligerpero inconfundible de una corriente eléctrica.

 Constant no se había dejado intimidar po

el tono con que Mrs. Rumfoord lo habínvitado a la materialización. Constant era u

hombre y Mrs. Rumfoord una mujer, Constant imaginaba que ya tendría manerde demostrar su indiscutible superioridad.

Winston Niles Rumfoord era otra cosa

moralmente, espacialmente, socialmentesexualmente y eléctricamente hablando. Lsonrisa y el apretón de manos de WinstoNiles Rumfoord desmontaban la alta opinióque Constant tenía de sí mismo, como lopeones de un parque de diversionedesmontan la rueda de la «Vuelta al Mundo»

Constant, que había ofrecido sus servicioa Dios como mensajero, estaba aterrad

ahora por la discretísima grandeza d

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Rumfoord. Constant hurgaba en su memoribuscando pruebas pasadas de su propigrandeza. Hurgaba en su memoria como uadrón en la billetera de otro hombreConstant encontró su memoria atiborrada dnstantáneas ajadas, sobreexpuestas, dodas las mujeres que había poseído, didículas credenciales probatorias de que er

dueño de empresas aún más ridículas, dcertificados que le atribuían virtudes poderes que sólo pueden tener tres mmillones de dólares. Había incluso un

medalla de plata con cinta roja, otorgada Constant por haberse clasificado segundo eel torneo interno de salto en alto y en largode la Universidad de Virginia.

Rumfoord seguía sonriendo.Para seguir con la analogía del ladrón qu

pasa a otra billetera, Constant desgarró lacosturas de su memoria, en la esperanza dencontrar un compartimiento secreto dond

hubiera algo de valor. No habí

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compartimiento secreto, no había nada dvalor. Todo lo que le quedaba era la cascarde su memoria, pedazos descosidos, lacios.

El viejo mayordomo miraba con adoracióa Rumfoord, y siguió haciendo contorsionede adulación como una vieja horrible quposara para un cuadro de la Madonna.

—El amo... —balaba—, el joven amo.

—Puedo leer su pensamiento, ¿sabe? —dijo Rumfoord.

—¿Ah, sí? —dijo Constant humildemente—Es lo más fácil del mundo —dij

Rumfoord. Le centelleaban los ojos—. Usteno es un mal tipo, sabe —dijo—, sobre todcuando se olvida de quién es. —Le tocgeramente el brazo. Era un gesto d

político, el vulgar gesto público de un hombrque en privado, entre los suyos, haría lndecible por no tocar a nadie.

—Si para usted es tan importante, en estetapa de nuestra relación, sentirse de algú

modo superior a mí —dijo en tono amable—

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piense en esto: Usted puede reproducirse, yno.

Volvió su ancha espalda a Constant echó a andar a través de una serie de vastoaposentos.

Se detuvo en uno, insistió en que Constanadmirara un enorme óleo, la figura una niñque tenía las riendas de un pon

nmaculadamente blanco. La niña llevaba usombrero blanco, un vestido blanco almidonado, guantes blancos, calcetineblancos y zapatos blancos.

Era la niña más limpia, más helada quMalachi Constant hubiera visto jamás. Sexpresión era extraña, y Constant decidió questaba preocupada por la idea de mancharsaunque sólo fuera un poquito.

—Lindo cuadro —dijo Constant.—No estaría mal que se cayera en u

charco de barro, ¿verdad? —dijo RumfoordConstant sonrió inseguro.

—Mi mujer cuando niña —dijo Rumfoor

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bruscamente, y salió de la habitación. Avanzó por un corredor trasero hasta u

cuartito minúsculo, apenas más grande quun gran armario para escobas. Teníaproximadamente tres metros de largo, umetro ochenta de ancho y un techo, como eesto de las habitaciones de la casa, de sei

metros de alto. El cuarto era como un

chimenea. Había allí dos sillas de brazoaltos.

—Un accidente arquitectónico —dijRumfoord cerrando la puerta y mirando e

cielo raso.—¿Cómo dijo? —preguntó Constant.—Este cuarto —dijo Rumfoord,

blandamente trazó con la mano derecha esigno mágico de una escalera de caracol—es una de las pocas cosas que he deseadcon toda mi alma cuando era chico: estcuartito.

Con la cabeza señaló las estantería

nstaladas a menos de dos metros de alto e

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a pared de la ventana. Estabamagníficamente hechas. Sobre los estantehabía una plancha de madera flotante dondescrito con pintura azul se leía: Museo Skip. 

El Museo Skip era un museo de vestigio—endoesqueletos y exoesqueletos— dcaracolas, corales, huesos, cartílagos quitones, de restos y residuos diversos d

seres desaparecidos hacía mucho tiempo. Lmayoría de los especímenes eran de los quun niño —probablemente Skip— podíencontrar fácilmente en las playas y bosque

de Newport. Algunos eran evidentementegalos costosos hechos a un niñsumamente interesado en las cienciabiológicas.

El principal de esos regalos era eesqueleto completo de un ser humano adultodel sexo masculino.

Había también un caparazón completo vacío de armadillo, un pájaro embalsamado

el largo colmillo en espiral de un narval al qu

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Skip había puesto en broma el rótulo: Cuernde unicornio. 

—¿Quién es Skip? —dijo Constant.

—Soy yo —dijo Rumfoord—. Era.—No sabía —dijo Constant.—Sólo para los de la familia

naturalmente.—Aja —dijo Constant.

Rumfoord se sentó en una de las sillasndicó a Constant la otra.

—Los ángeles tampoco pueden, sabe —dijo Rumfoord.

—¿No pueden qué? —preguntó Constant—Reproducirse —contestó RumfoordOfreció a Constant un cigarrillo, tomó tambiéuno y lo metió en una larga boquilla de hues—. Lamento que mi mujer no pueda bajapara recibirlo, pero está indispuesta —dijo—No es que quiera evitarlo a usted, sino a mí.

—¿A usted? —dijo Constant.—Exactamente. No me ve desde m

primera materialización. —Lanzó una risit

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astimosa—. Una vez le bastó.—Lo siento —dijo Constant—. N

comprendo.—No le gustan mis predicciones —dij

Rumfoord—. Lo poco que le dije de su future resultó muy perturbador. No le interesa onada más. —Se recostó en la silla, aspirprofundamente—. Le diré, Mr. Constant —

añadió afablemente—, es una tarea ingrata lde decir a la gente que está en un Universduro, duro.

—Mrs. Rumfoord me dijo que usted l

había pedido que me invitara —dijo Constant—Recibió el mensaje por medio demayordomo —dijo Rumfoord—. La desafié que lo invitara, si no ella no lo habría hechoTenga esto bien presente: la única manera dconseguir que haga algo es decirle que nendrá el coraje de hacerlo. No es una técnicnfalible, claro. Podría mandarle un mensajahora, diciéndole que no tiene el coraje d

enfrentar el futuro, y ella me enviaría d

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vuelta un mensaje diciendo que tengo razón.—Pero usted... ¿puede ver realmente e

uturo? —dijo Constant. La piel de la cara se puso seca, como si fuera a resquebrajarseLe sudaban las palmas de las manos.

—Hablando en rigor, sí —dijo Rumfoor—. Cuando llegué con mi nave espacial anfundibulum crono-sinclástico, tuve como e

un relámpago la visión de que todo lo quhabía sido sería siempre, y que todo lo quuera siempre había sido. —Se rió de nuev—. El saber esto quita todo prestigio a la

predicciones, las convierte en la cosa másencilla, más evidente que pueda imaginarse—¿Usted le dijo a su mujer todo lo que ib

a sucederle? —preguntó Constant. Era unpregunta indirecta. A Constant no lnteresaba lo que pudiera sucederle a lmujer de Rumfoord. Estaba ansioso de tenenoticias sobre su propia persona. Por timidehabía preguntado acerca de Mrs. Rumfoord.

—No todo —dijo Rumfoord—. No me dej

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que se lo dijera todo. Lo poco que le dije lquitó las ganas de saber más.

—Ah... ya veo —dijo Constant, que nveía absolutamente nada.

—Sí —dijo Rumfoord afablemente—. Ldije que usted y ella se casarían en Marte. —Se encogió de hombros—. No exactamentque se casarían —añadió— sino que sería

cruzados por los marcianos, como ganado. Winston Niles Rumfoord era miembro d

a única clase norteamericana verdadera. L

clase lo era de verdad porque sus límitehabían quedado claramente definidos por lmenos durante dos siglos, claramentdefinidos para quien tuviera el sentido de ladefiniciones. De la reducida clase dRumfoord habían salido una decena dpresidentes de los Estados Unidos, un cuartde los exploradores, un tercio de logobernadores del litoral occidental, la mita

de los ornitólogos full-time, tres cuartos d

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os grandes yachtmen, y virtualmente todoos que pagaban los déficit de la gran óperaEra una clase singularmente exenta dcharlatanes, con la notable excepción de locharlatanes políticos. La charlatanería políticera una manera de conseguir cargos y nuncse aplicaba a la vida privada. Una vez en ecargo, casi todos sin excepción se mostraba

magníficamente responsables.Si Rumfoord acusaba a los marcianos d

cruzar a las personas como si no fueran máque ganado, acusaba a los marcianos d

hacer ni más ni menos lo que había hecho spropia clase. La fuerza de esa clasdependía hasta cierto punto de la buenadministración financiera, pero dependía emayor medida de los casamientos basadocínicamente en los tipos de hijos que podíaproducirse.

El desiderátum era niños sanos, bonitosuiciosos.

El análisis más competente, aunque si

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sentido del humor, que se haya hecho de lclase de Rumfoord, es sin lugar a dudas el dWaltham Kittredge en The AmericaPhilosopher Kings. Kittredge probó que lclase era en realidad una familia cuyos cabosueltos volvían a anudarse en un apretadnúcleo de consanguinidad por vía dcasamientos entre primos. Rumfoord y s

mujer, por ejemplo, eran primos terceros, se detestaban mutuamente.

Y en el diagrama que Kittredge trazara da clase de Rumfoord, se vio que a nada s

parecía tanto como al apretado y redondnudo conocido con el nombre de  puño dmono. 

Waltham Kittredge fracasaba muchaveces en su intento de expresar con palabraa atmósfera de la clase de Rumfoord. Comprofesor que era, buscaba a tientas lagrandes palabras, y al no encontrar ningunadecuada, había acuñado una cantidad d

vocablos nuevos e intraducibles.

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De toda la jerga de Kittredge, sólo unexpresión ha ingresado en el lenguaje de lconversación: coraje no-neurótico. 

Esa clase de coraje había sido, desduego, la que llevó a Winston Niles Rumfoora salir al espacio. Era coraje puro, no sólpuro de la codicia de fama y dinero, sino purde todo incentivo con resabios d

nadaptación o no-convencionalismo.Hay, dicho sea de paso, dos palabra

vulgares y enérgicas que hubieran servidmuy bien, la una o la otra, para sustituir l

erga de Kittredge: estilo y gallardía. CuandRumfoord fue la primera persona propietaride una nave espacial privada, pagandcincuenta y ocho millones de dólarecontantes y sonantes, eso era estilo.

Cuando los gobiernos de la tierrsuspendieron toda exploración del espacio causa de los infundibula cróno-sinclásticos Rumfoord anunció que él iría a Marte, es

era estilo.

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Cuando Rumfoord anunció que llevaríconsigo un perro enorme, pues una navespacial no era más que un coche de sposofisticado, como si un viaje a Marte fuerpoco más que una vuelta hasta la carreterde Connecticut, eso era estilo.

Cuando no se sabía lo que podía ocurrir suna nave espacial llegaba a un infundibulum

crono-sinclástico, y Rumfoord se encamindirectamente al centro de uno de ellos, esera sin duda gallardía.

Contraponiendo a Malachi Constant, d

Hollywood, con Winston Niles Rumfoord, dNewport y de la Eternidad:Todo lo que Rumfoord hacía lo hacía co

estilo, dejando bien parada a la humanidad.Todo lo que Constant hacía lo hacía co

exhibición de estilo, en forma agresivaestentórea, infantil, inútil, dejando maparados a sí mismo y a la humanidad.

Constant se erizaba de coraje, pero er

odo menos un no-neurótico. Todas las cosa

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corajudas que había hecho tenían poncentivo el despecho y el temor que le veníde la infancia, de pasar por blandengue.

  Al oír de boca de Rumfoord que en Mart

o casarían con Mrs. Rumfoord, Constanapartó la mirada y la dirigió al museo dvestigios. Tenía las manos muy apretadas.

Carraspeó varias veces. Después silbdespacito entre la lengua y el paladar. Egeneral se comportaba como un nombre a lespera de que se le pase un dolor terrible

Cerró los ojos y aspiró aire entre los dientes.—Vaya, Mr. Rumfoord —dijo suavement—. ¿Marte?

—Marte —dijo Rumfoord—. Desde luegono es su último destino, ni tampoco Mercurio

—¿Mercurio? —dijo Constant. Convirtiese nombre encantador en un graznido sigracia.

—Su destino es Titán —dijo Rumfoord—

pero visitará Marte, Mercurio y otra vez l

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Tierra antes de llegar allá. Es esencial saber en qué punto se hallab

a exploración exacta del espacio cuandMalachi Constant recibió la noticia de suuturas visitas a Marte, Mercurio, la Tierra Titán. La actitud de la Tierra con respecto a lexploración espacial era muy parecida a l

actitud de Europa respecto a la exploraciódel Atlántico antes de los viajes de CristóbaColón.

Pero con estas importantes diferencias

os monstruos existentes entre loexploradores del espacio y sus metas no eramaginarios, sino numerosos, horriblesvariados y uniformemente cataclísmicos; ecosto de una expedición, por pequeña quuese, bastaba para arruinar a la mayoría das naciones, y era virtualmente cierto quninguna expedición podía aumentar la riquezde sus patrocinadores.

En una palabra, el más pedestre sentid

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común y las mejores informaciones científicandicaban que no había nada bueno que decde la exploración del espacio.

Hacía mucho que había pasado la épocen que cada país podía alcanzar más glorique los otros lanzando a la nada algún objetpesado. La Galactic Spacecraft, sociedadirigida por Malachi Constant, había recibid

el último pedido de uno de esos artefactoespectaculares, un cohete de 90 metros dargo por 10 de diámetro. Había sidconstruido, pero la orden de lanzamient

nunca había llegado.La nave tenía el sencillo nombre de LBallena, y contaba con instalaciones parcinco pasajeros.

La interrupción tan brusca de laactividades había sido determinada por edescubrimiento de los infundibula cronosinclásticos. El descubrimiento se habíhecho por vía matemática, a partir de lo

extraños esquemas de vuelo, de las naves si

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hombres, enviadas, al pareceanticipadamente.

El descubrimiento de los infundibula cronosinclásticos, en efecto, planteó a lhumanidad la siguiente pregunta: «¿Qué nohace pensar que vamos a alguna parte?»

Era una situación hecha de medida paros predicadores fundamentalista

norteamericanos. Fueron más rápidos que loilósofos, los historiadores o quienquiera quuese, en decir cosas sensatas sobre lruncada Era Espacial. Dos horas antes d

que se cancelara indefinidamente eanzamiento de La Ballena, el ReverendBobby Dentón clamaba en la Cruzada dAmor emprendida en Wheeling WesVirginia:

«Y descendió el Señor para ver la ciuday la torre que edificaban los hijos de lohombres. Y dijo el Señor: He aquí, el puebles uno y todos estos tienen un lenguaje: y ha

comenzado a obrar, y nada les retraer

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ahora de lo que han pensado hacer.  Ahorapues, descendamos y confundamos allí suenguas, para que ninguno entienda el hablde su compañero. Así los esparció el Señodesde allí sobre la faz de toda la tierra, dejaron de edificar la ciudad. Por esto fuamado el nombre de ella Babel, porque al

confundió el Señor el lenguaje de toda l

ierra, y desde allí los esparció sobre la fade toda la tierra».

Bobby Dentón echó a su audiencia unbrillante mirada de amor, y procedió a asarl

en los carbones de su propia iniquidad.—¿Y no son éstos tiempos bíblicos? —dijo—. ¿No hemos edificado con acero orgullo una abominación más alta que la Torrde Babel de los antiguos? ¿Y npretendemos, como aquellos constructorede la antigüedad, llegar así al cielo? ¿Y nhemos oído decir muchas veces que eenguaje de los científicos es internacional

Usan todos las mismas palabras griegas

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atinas para aludir a las cosas y hablan todoel lenguaje de los números. —A Dentón lparecía ésta una prueba suficientementcondenatoria, y los Cruzados del Amoasintieron fríamente, sin entender del todpor qué.

—Entonces, ¿por qué hemos de gritar dsorpresa y dolor cuando Dios nos dice lo qu

dijo al pueblo que edificaba la Torre de Babe«¡No! ¡Fuera de aquí! ¡No iréis al Cielo ni parte alguna con ese artefacto! Dispersaos¿me oís? ¡Basta de hablar el lenguaje de l

ciencia los unos con los otros! ¡Nada oapartará ahora de lo que habíais pensadhacer, si seguís hablando el lenguaje de lciencia los unos con los otros, y Yo no lquiero! Yo, vuestro Señor en las Alturasquiero que os abstengáis de algunas cosasde modo que os dejaréis de pensar en torredescabelladas y cohetes al Cielo, empezaréis a pensar en cómo ser mejore

vecinos, esposos y esposas, hijos e hijas. ¡N

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busquéis cohetes para salvaros, buscavuestros hogares e iglesias!»

La voz de Bobby Dentón enronqueció disminuyó.

—¿Queréis volar a través del espacioDios os ha dado ya la nave espacial má

maravillosa de toda la creación! ¡S¿Velocidad? ¿Queréis velocidad? La nav

espacial que Dios os ha dado va a sesenta seis mil millas por hora, y seguirá corriendo esa velocidad por toda la eternidad, si Dioasí lo quiere. ¿Queréis una nave espacial qu

ransporte confortablemente a los hombresLa tenéis! No transportará solamente uhombre rico y su perro, o cinco o diehombres, ¡No, Dios no es un pobre diabloOs está dando una nave espacial quransportará a miles de millones de hombresmujeres y niños! ¡Sí! Y no necesitaamarrarse a los asientos o usar escafandrasNo! ¡En la nave espacial de Dios, no! En l

nave espacial de Dios la gente puede nada

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y caminar al sol, y jugar al béisbol, y patinasobre hielo, y dar una vuelta en coche con loparientes los domingos después del servicieligioso y comer un pollo en familia!

Bobby Dentón hizo un gesto dafirmación.

—Sí —dijo—, y si alguien piensa que Dioes ruin pues ha puesto cosas afuera en e

espacio para impedirnos volar allecordémosle la nave espacial que Dios no

ha dado. Y no necesitamos comprar ecombustible, ni preocuparnos en gastar e

cualquier clase de combustible que hayamode usar. ¡No! Dios se ocupa de todo esto.«Dios nos ha dicho lo que debemos hace

en esta maravillosa nave espacial. Escribias reglas de manera que cualquiera pudiesentenderlas. No hace falta ser un físico o ugran químico o un Alberto Einstein parentenderlas. ¡No! Ni tampoco formuló muchaeglas. Me han contado que si se lanza L

Ballena, habrá que hacer once m

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verificaciones distintas antes de tener lseguridad de que está en condiciones dpartir: ¿Está abierta esta válvula, estcerrada aquélla, está tenso ese cable, esteno ese tanque? y así sucesivamente hast

verificar las once mil cosas. ¡Aquí, en la navespacial de Dios, Dios sólo nos da diez cosaque verificar, y no para cualquier viajecito

algunas de las grandes y muertas piedravenenosas que hay en el espacio, sino parun viaje al Reino de los Cielos! ¡Pensadlo¿Dónde os gustaría más estar mañana?: ¿e

Marte o en el Reino de los Cielos?«¿Sabéis cuál es la lista de control en ledonda y verde nave espacial de Dios

¿Tendré que decíroslo? ¿Queréis oír lcuenta de Dios?

Los Cruzados del Amor vociferaron qusí.

—¡Diez! —dijo Bobby Dentón—. ¿Hacodiciado la casa de tu vecino, o su criado,

su criada, o su zorro, o su asno, o cualquie

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cosa que sea de tu vecino?—¡No! —gritaron los Cruzados del Amor.—¡Nueve! —dijo Bobby Dentón—. ¿Ha

evantado falso testimonio contra tu prójimo?—¡No! —exclamaron los Cruzados de

Amor.—¡Ocho! —dijo Bobby Dentón—. ¿Ha

obado?

—¡No! —exclamaron los Cruzados deAmor.

—¡Siete! —dijo Bobby Dentón—. ¿Hacometido adulterio?

—¡No! —exclamaron los Cruzados deAmor.—¡Seis! —dijo Bobby Dentón—. ¿Ha

matado?—¡No! —exclamaron los Cruzados de

Amor.—¡Cinco! —dijo Bobby Dentón—. ¿Ha

honrado a tu padre y a tu madre?—¡Sí! —exclamaron los Cruzados de

Amor.

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—¡Cuatro! —dijo Bobby Dentón—. ¿Thas acordado del día del Señor y lo hasantificado?

—¡Sí! —exclamaron los Cruzados deAmor.

—¡Tres! —dijo Bobby Dentón—. ¿Haomado el nombre de Dios nuestro Señor evano?

—¡No! —exclamaron los Cruzados deAmor.

—¡Dos! —dijo Bobby Dentón—. ¿Haadorado imágenes?

—¡No! —exclamaron los Cruzados deAmor.—¡Uno! —gritó Bobby Dentón—

¿Antepones alguna cosa al Dios únicNuestro Señor?

—¡No! —exclamaron los Cruzados deAmor.

—¡Larguen! —vociferó Bobby Dentóalegremente—.

¡Paraíso, ahí vamos! ¡Larguemos, hijos

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comprender por qué la había usado. Era lque se decía por televisión cuando umeteorito se llevaba una superficie de controo cuando el astronauta se convertía en upirata del espacio procedente del planetZircón. Se contuvo—. ¿Para qué diabloengo que ir allá?

—Lo hará... se lo aseguro —dij

Rumfoord.Constant se acercó a la ventana; le volví

algo de su fuerza arrogante. —Se lo digrancamente —aclaró—, no voy a ir.

—Lamento que lo diga —dijo Rumfoord.—¿Se supone que haré algo por usted aegar allí? —preguntó Constant.

—No —respondió Rumfoord.—Entonces, ¿por qué lo lamenta? —dij

Constant—. ¿A usted qué le hace?—Nada —dijo Rumfoord— Lo siento po

usted, nada más. Realmente se lo pierde.—¿Me pierdo qué? —preguntó Constant.

—El clima más agradable que pued

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maginarse, por ejemplo —dijo Rumfoord.—¡Clima! —dijo Constant con despreci

—. Teniendo casa en Hollywood, el Valle dCachemira, Acapulco, Manitoba, Tahití, ParísBermudas, Roma, Nueva York y Capetown¿voy a ir en busca de mejor clima?

—Titán tiene algo más que buen clima —dijo Rumfoord—. Las mujeres, por ejemplo

son las criaturas más hermosas que existeentre el Sol y Betelgeuse.

Constant soltó una risotada amarga.—¡Mujeres! —dijo—. ¿Usted cree que m

voy a tomar semejante molestia por consegumujeres hermosas? ¿Usted cree que estohambriento de amor y que la única manerque tengo de acercarme a una mujehermosa es subirme a una nave espacial paregar a una de las lunas de Saturno? ¿Est

bromeando? He tenido mujeres tan hermosaque cualquiera entre el Sol y Betelgeuse ssentaría a llorar con sólo que una de ellas l

dijera simplemente ¿qué tal?

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Sacó la billetera y de ella la fotografía dsu conquista más reciente. No había nadque hacerle: la muchacha de la fotografía erde una belleza pasmosa. Era Miss Zona deCanal, candidata al título de Miss Universo en realidad mucho más hermosa que lganadora del concurso. Su belleza habíasustado a los jueces.

Constant le tendió a Rumfoord lotografía.

—¿Tienen algo así en Titán? —preguntó.Rumfoord estudió la foto respetuosament

y se la tendió de vuelta.—No —dijo—, no hay nada así en Titán.—Okey —dijo Constant, sintiéndose d

nuevo mucho más dueño de su destino—clima, hermosas mujeres, ¿qué más?

—Nada más —dijo Rumfoormansamente. Se encogió de hombros—. Ahobras de arte, si el arte le interesa.

—He reunido la colección privada má

grande del mundo —dijo Constant.

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Constant había heredado su famoscolección de obras de arte. La había formadsu padre, o más bien los agentes de spadre. Estaba dispersa en museos de todo emundo, donde en cada pieza aparecía lndicación de que era parte de la ColeccióConstant. La colección se había formado después exhibido de esta manera po

ecomendación del Director de RelacionePúblicas de Magnum Opus, Incorporated, lsociedad cuyo único objeto era administraos negocios de Constant.

El propósito de la colección había siddemostrar cuan generosos, útiles y sensiblepodían ser los multimillonarios. Por lo demáshabía resultado una inversión absolutamentmagnífica.

—Con eso el asunto arte queda liquidad—dijo Rumfoord.

Constant estaba por guardar la foto dMiss Zona del Canal en su billetera, cuand

se dio cuenta de que no era una fotografí

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sino dos. Había otra detrás de la de MisZona del Canal. Supuso que era la foto de lpredecesora, y pensó que también la podímostrar a Mr. Rumfoord, mostrarle ecelestial pimpollo que le había sido dadalcanzar.

—Aquí... aquí hay otra —dijo Constanendiendo la segunda foto a Rumfoord.

Rumfoord no hizo un movimiento paromarla. Ni siquiera se molestó en mirarla. Ecambio miró a Constant a los ojos y le sonriburlón. Constant miró la fotografía que habí

sido ignorada.Descubrió que no era la de lpredecesora de Miss Zona del Canal. Era unotografía que Rumfoord le había deslizadoNo era una foto ordinaria, aunque la superficiuera brillante y los bordes blancos.

En el interior de los bordes se extendíarémulas profundidades. El efecto ersemejante al de un vidrio rectangular en l

superficie de una clara, honda bahía de cora

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En el fondo de esa aparente bahía de corahabía tres mujeres, una blanca, una dorada una morena. Miraban a Constant suplicándolque acudiera, que se uniese a ellas en eamor.

Comparadas con Miss Zona del Canal, sbelleza era como el esplendor del Socomparado con el de una luciérnaga.

Constant se hundió de nuevo en una sillaTenía que apartar la mirada de toda esbelleza si no quería deshacerse en lágrimas.

—Puede guardar la foto, si quiere —dij

Rumfoord—. Es de tamaño de bolsillo. A Constant no se le ocurrió nada qudecir.

—Mi mujer todavía estará con ustecuando llegue a Titán —dijo Rumfoord—pero no se entrometerá si usted quieretozar con esas tres señoras. Su hijambién estará con usted pero será tan liberacomo Beatrice.

—¿Mi hijo? —dijo Constant. No tení

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ningún hijo.—Sí, un lindo muchacho llamado Crono —

dijo Rumfoord.—¿Crono? —dijo Constant.—Un nombre marciano —explic

Rumfoord—. Ha nacido en Marte, de usted Beatrice.

—¿Beatrice? —dijo Constant.

—Mi mujer —dijo Rumfoord. Se habívuelto completamente transparente. Su voambién se había debilitado, como si salierde una radio barata—. Las cosas son as

amigo —dijo—, con o sin mensaje. Es caos no error, pues el Universo apenas estempezando a nacer. El gran advenimiento eo que hace la luz, y el calor y el movimientoo que lo hace saltar a usted de aquí parallá.

«Predicciones, predicciones, prediccione—dijo Rumfoord pensativo—. ¿Hay algo máque deba decirle? Ohhhh, sí, sí, sí. Ese hij

suyo, el muchacho llamado Crono... Cron

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ecogerá un pedacito de metal de Marte y lamará su amuleto. No pierda de vista es

amuleto, Mr. Constant. Es increíblementmportante.

Winston Niles Rumfoord se desvanecientamente, empezando por las puntas de lodedos y terminando por la sonrisa burlonaque perduró cierto tiempo después que e

esto de su persona hubo desaparecido.—Lo veré en Titán —dijo la sonrisa. Y

después desapareció. 

—¿Se ha terminado, Moncrief? —MrsWinston Niles Rumfoord llamó al mayordomdesde lo alto de la escalera de caracol.

—Sí, señora. Se ha ido —dijo emayordomo—, y el perro también.

—¿Y el tal Mr. Constant? —dijo MrsRumfoord, Beatrice. Se conducía como unnválida: se tambaleaba, pestañeabconstantemente, tenía la voz del viento en l

cima de los árboles. Llevaba una larga bat

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blanca cuyos suaves pliegues formaban unespiral en sentido inverso a las agujas de ueloj, armonizando con la blanca escalera d

caracol. La cola del peinador se derramabpor encima del último peldaño, establecienduna continuidad entre Beatrice y larquitectura de la casa.

Lo más importante del espectáculo era s

igura alta, erguida. Los detalles de la careran insignificantes. Una bala de cañón eugar de su cabeza hubiera convenidgualmente a la gran composición.

Pero Beatrice tenía una cara, nteresante. Se podía decir que parecía uguerrero indio de grandes dientes, perhabría que añadir rápidamente que era unmaravilla. Su cara, como la de MalachConstant, pertenecía a cierto tipo, era unvariante sorprendente de un tipo familiar, unvariante que hacía pensar al que miraba: sesta podría ser otra forma de belleza. Lo qu

Beatrice había hecho con su cara era e

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ealidad lo que cualquier muchacha comúpuede hacer. La había cubierto de dignidadsufrimiento, inteligencia y un toque picante dputerío.

—Sí —dijo Constant desde abajo—, el taMr. Constant todavía está aquí.

—Se le podía ver, apoyado en uncolumna del arco que se abría al vestíbulo

Pero quedaba tan abajo en la composiciónan perdido entre detalles arquitectónicos quesultaba casi invisible.

—¡Oh! —exclamó Beatrice—. Much

gusto. —Era un saludo muy hueco.—El gusto es mío —dijo Constant.—No puedo sino apelar a s

caballerosidad —dijo Beatrice— para pedirlque no difunda la historia de su encuentro comi esposo. Comprendo lo tremenda que serpara usted la tentación.

—Sí —dijo Constant—. Podría vender lhistoria por un montón de dinero, pagar l

hipoteca de la casa solariega y convertirm

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en una figura de fama internacional. Podrícodearme con los grandes y los menograndes, alternar con las testas coronadas dEuropa.

—Discúlpeme —dijo Beatrice— si nconsigo apreciar el sarcasmo y todos lootros brillantes matices de su ingenindudablemente célebre, Mr. Constant. Esta

visitas de mi esposo me ponen enferma.—Nunca ha vuelto a verlo, ¿verdad? —dij

Constant.—Lo vi la primera vez que se materializ

—respondió Beatrice—, y bastó parenfermarme por el resto de mis días.—A mí me gustó mucho —dijo Constant.—A veces los dementes tienen su encant

—dijo Beatrice.—¿Demente?—Como hombre de experiencia, M

Constant —dijo Beatrice—, ¿no diría usteque una persona que hace profecía

complicadas y sumamente improbables est

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oco?—Bueno —dijo Constant—, ¿es ta

disparatado decirle a un hombre con accesa la mayor nave espacial jamás construidaque hará un viaje al espacio? Esta noticiacerca de que Constant tuviera acceso a unnave espacial, sobresaltó a Beatrice. Tantque retrocedió un paso en lo alto de l

escalera de caracol, apartándose de lespiral ascendente. El pequeño paso atrás lransformó en lo que era: una mujeasustada, solitaria, en una tremenda casa.

—¿Es usted dueño de una nave espacial—preguntó.—Una compañía que dirijo tiene una e

custodia —respondió Constant—. ¿Ha oídhablar de La Ballena? 

—Sí —dijo Beatrice.—Mi compañía se la vendió al Gobiern

—dijo Constant—. Creo que estaríaencantados de que alguien la comprara d

vuelta a cinco centavos el dólar.

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—Que tenga mucha suerte en sexpedición —dijo Beatrice.

Constant se inclinó.—Que tenga mucha suerte usted en l

suya —dijo.Se fue sin decir una palabra más. En e

vestíbulo, al cruzar el brillante zodíaco desuelo, sintió que la escalera de caraco

bajaba rápidamente en lugar de subiConstant se convirtió en el fondo mismo de uemolino del destino. Cuando atravesó l

puerta, tuvo la deliciosa conciencia d

evarse consigo el aplomo de la mansión dRumfoord.Puesto que estaba escrito que él

Beatrice volverían a encontrarse y producir uhijo llamado Crono, Constant no sentíemordimientos por no cortejarla o mandarl

por lo menos una tarjeta amable. Podíocuparse de sus asuntos, pensó, y la altanerBeatrice tendría que molestarse en buscarlo

como cualquier otra chica.

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Se reía al ponerse los anteojos negros a barba postiza, y salió por la puertecita dhierro abierta en la pared.

 Allí estaba la limousine y también lmultitud. La policía abrió un estrecho senderhasta la puerta de la limousine. Constant sprecipitó hacia el coche. El sendero se cerrcomo el Mar Rojo detrás de los Hijos d

srael. Los gritos de la multitud, todos juntosormaban un grito colectivo de indignación dolor. La multitud, a la que no se le habíprometido nada, se sentía defraudada

porque no había recibido nada.Los hombres y los niños comenzaron empujar la limousine. El chofer la puso emarcha, la hizo deslizarse a través del mar dcarne iracunda.

Un hombre calvo amenazó a Constant coun bocadillo de salchicha, golpeó el vidrio da ventanilla, el pan se deshizo, la salchichse partió dejando una asquerosa aureola d

mostaza y condimento.

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—¡Sí, sí, sí! —chilló una linda muchachay mostró a Constant lo que probablementnunca habla mostrado a ningún hombre. Lmostró que sus dos dientes de adelante erapostizos. Los dos dientes se apoyaron maChilló como una bruja.

Un muchacho se trepó al cocheobstruyendo la vista del chofer. Arrancó lo

mpiaparabrisas y los arrojó a la multitud. Ecoche tardó tres cuartos de hora en llegar aborde de la multitud. Y en el borde nestaban los locos sino los casi cuerdos.

Sólo allí los gritos se volvieron coherentes—¡Cuéntenos! —gritó un hombre, questaba simplemente harto, no furioso.

—¡Tenernos derecho! —gritó una mujeMostró sus dos hijos a Constant.

Otra mujer le dijo a Constant a qué creíener derecho la multitud. —¡Tenemoderecho a saber lo que está pasando!

El tumulto, pues, era un ejercicio científic

y teológico: la búsqueda de indicios, po

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parte de los seres vivientes, relativos a lo quera la vida.

El chofer, viendo por fin el camino libreapretó el acelerador a fondo. La limousinarrancó zumbando.

 Al costado se encendió un enorme cartellevemos A UN AMIGO A NUESTRA IGLESIA

EL DOMINGO!, decía.

 

2 - El tren fantasma 

«A veces pienso que es un gran error tenematerique pueda pensar y sentir. Se queja tanto

Pero polo demás supongo que se puede acusar

pedruscosmontañas y lunas de ser quizá demasiad

flemáticos»WINSTON NILES RUMFOOR

 

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La «limousine» arrancó zumbando hacia enorte de Newport, dobló por un camino dpedregullo, llegó a la cita con un helicópterque estaba esperando en un prado.

El objeto de Malachi Constant al pasar da limousine al helicóptero era impedir qualguien lo siguiera, que alguien descubriesquién era el visitante de barba y anteojos qu

había estado en la propiedad de Rumfoord.Nadie sabía dónde estaba Constant.Ni el chofer ni el piloto conocían l

verdadera identidad del pasajero. Constan

era Mr. Jonah K. Rowley para los dos.—¿Mr. Rowley? —dijo el chofer cuandConstant salía del coche.

—¿Sí? —dijo Constant.—¿No tuvo miedo, señor? —preguntó e

chofer.—¿Miedo? —dijo Constant, sincerament

desconcertado por la pregunta—. ¿De qué?—¿De qué? —repitió el chofer incrédul

—. Bueno, de toda esa gente enloquecid

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que quería lincharnos.Constant se sonrió y sacudió la cabeza. N

una vez en medio de la violencia habípensado que lo hirieran.

—De nada sirve asustarse, ¿no lparece? —dijo.

En sus propias palabras reconoció eestilo de Rumfoord, incluso algo de sus trino

aristocráticos.—Diablos, usted debe de tener algú

ángel guardián para mantenerse frío como uémpano en cualquier circunstancia —dijo e

chofer admirativo.Este comentario interesó a Constanporque pintaba bien su actitud en medio deumulto. Al principio tomó el comentario pouna analogía, una descripción poética de sestado de ánimo. Un hombre con un ángeguardián seguramente se hubiera sentidcomo Constant...

—¡Sí señor! —dijo el chofer—

Seguramente que alguien lo estab

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protegiendo a usted!   A Constant le sorprendió: Er

exactamente lo que pasaba. 

Hasta ese momento de la verdadConstant había considerado su aventura eNewport como una alucinación máprovocada por la droga, un resultado más depeyote, vivido, novedoso, entretenido, y si

consecuencia alguna.La puertecita había sido una experienci

soñada... la fuente seca otra... y el gracuadro con la niña toda blanca mírame y n

me toques... y el cuarto con la escalera dcaracol... y la fotografía de las tres sirenade Titán... y las profecías de Rumfoord... y edesconcierto de Beatrice Rumfoord en lo altde la escalera...

Malachi Constant empezó a sudar fríoLas rodillas querían doblársele y los ojos se salían de las órbitas. ¡Por fin empezaba comprender que cada cosa había sido rea

Había conservado la calma en medio de

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umulto porque sabía que no iba a morir en lTierra.

 Algo estaba preocupándose de él, mubien.

Y fuera lo que fuese, estaba protegiendsu pellejo para...

Constant se estremecía mientras contabcon los dedos los puntos de interés de

tinerario que Rumfoord le había prometido.Marte.Después Mercurio.Después la Tierra de nuevo.

Después Titán.Como el itinerario terminaba en Titán, erde suponer que allí moriría Constant. ¡Moriríallí!

¿Por qué a Rumfoord eso lo ponía tacontento?

Constant arrastró los pies hasta ehelicóptero, hizo tambalear el gran pájardestartalado cuando se trepó a su interior.

—¿Es usted Rowley? —dijo el piloto.

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—Así es —respondió Constant.—Nombre raro el suyo, Mr. Rowley —dij

el piloto.—¿Cómo dice? —preguntó Constan

nauseoso. Estaba mirando a través del techde plástico de la cabina del piloto, hacia ecielo de la tarde. Se preguntaba si habríojos allá arriba, ojos que vieran todo lo que é

hacía. Y si había ojos allá arriba, y queríaque hiciera ciertas cosas, que fuera a ciertougares, ¿cómo lo conseguían?

¡Dios, pero allá arriba todo parecí

ransparente y frío!—Dije que usted tiene un nombre raro —epitió el piloto.

—¿Qué nombre? —dijo Constanolvidado del nombre disparatado que habíelegido para disfrazarse.

—Jonah —dijo el piloto. Cincuenta y nueve días más tarde

Winston Niles Rumfoord y su leal perro Kaza

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se materializaron de nuevo. Habían ocurridmuchas cosas desde la última visita.

En primer lugar, Malachi Constant habívendido todas sus acciones en la GalactiSpacecraft, la compañía que tenía ecustodia la gran nave espacial llamada LBallena. Lo había hecho para destruir todconexión entre su persona y el único medi

conocido de llegar a Marte. Había colocadel producto de la venta en la Moon MisTobacco.

En segundo lugar, Beatrice Rumfoor

había liquidado sus diversos títulosnvirtiendo el producto en acciones de lGalactic Spacecraft, con intención de llevar lvoz cantante cuando se tratara de hacer algcon La Ballena. 

En tercer lugar, Malachi Constant se habípropuesto escribir a Beatrice Rumfoorcartas ofensivas, para tenerla alejada, paregar a serle absoluta y permanentement

ntolerable. Leer una de esas cartas equivalí

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a leerlas todas. La más reciente, escrita epapel de la Magnum Opus, Inc., sociedacuyo único objeto era administrar los asuntoinancieros de Malachi Constant, decía:

 ¡Te saludo desde la soleada California

Nena del Espacio! Hurra, me relamanticipadamente pensando en la juerga qu

me voy a correr con una dama de primercomo tú bajo las lunas gemelas de MarteEres la única dama que conozco y estoseguro de que eres imbatible. Amor y beso

para una iniciadora. Mal. En cuarto lugar, Beatrice había comprad

una cápsula de cianuro, más eficaz

seguramente, que el áspid de Cleopatra. Ersu intención tragarla en caso de que tuvierque compartir siquiera la misma zonemporal que Malachi Constant.

En quinto lugar, la bolsa de accione

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había sufrido un colapso, barriendo coBeatrice Rumfoord, entre otros. Beatrichabía comprado acciones de la GalactiSpacecraft a precios que variaban entr511/g y 169. La cotización había bajado a

en diez días, y ahora estaban asmoviéndose unas fracciones de puntoBeatrice lo había perdido todo en l

operación, incluso su casa de Newport. No lquedaba más que lo puesto, el buen nombry su perfecta educación escolar.

En sexto lugar, Malachi Constant habí

dado una fiestita íntima dos días después dvolver a Hollywood, que sólo ahora, cincuenty seis días después, estaba terminando.

En séptimo lugar, un joven de barbauténtica llamado Martin Koradubian se habídado a conocer como el extranjero barbudque había sido invitado a la propiedad dRumfoord para ver una materialización. Hacíeparaciones de relojes solares en Boston,

era un mentiroso encantador.

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Una revista le había comprado la historipor tres mil dólares.

Sentado en el Museo Skip, bajo lescalera de caracol, Winston Niles Rumfooreía la historia de Koradubian con deleite admiración. Koradubian afirmaba quRumfoord le había hablado del año DieMillones d. C.

Según Koradubian, en el año DieMillones habría una tremenda barrida. Todaas crónicas relativas al período comprendidentre la muerte de Cristo y el año Un Milló

serían echadas a la basura y quemadas. Asse haría, decía Koradubian, porque lomuseos y archivos atiborrados amenazabacon expulsar a los seres vivientes de lTierra.

El período de un millón de añoelacionado con la quema de trastos viejos

se resumiría en los libros de historia, segúKoradubian, en una frase: Después de l

muerte de Cristo hubo un período de reajust

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que duró aproximadamente un millón daños. 

Winston Niles Rumfoord lanzó un

carcajada y dejó de lado el artículo dKoradubian. Nada le gustaba más que unenorme y buena superchería.

—Diez millones d. C. —dijo en voz alta—un gran año para hogueras y desfiles y feria

mundiales. Un buen momento para hendepiedras angulares y desenterrar cápsulaemporales.

Rumfoord no hablaba consigo mismo

Había alguien más en el Museo Skip. La otrpersona era su mujer, Beatrice. Beatrice shabía sentado en la otra silla. Había bajado pedirle ayuda en un momento de granecesidad.

Rumfoord cambió suavemente de temaBeatrice, absolutamente fantasmal en speinador blanco, se puso plomiza.

—¡Qué animal optimista es el hombre! —

dijo Rumfoord alegremente—. ¡Imaginar qu

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a especie puede durar diez millones de añomás, como si los hombres hubieran sido tabien concebidos como las tortugas! —Sencogió de hombros—. Bueno, ¿quién sabe?quizá los seres humanos duren eso, a fuerzde pura malicia. ¿Cuál es tu idea?

—¿Qué? —preguntó Beatrice.—Tu idea de lo que durará la raza human

—dijo Rumfoord.De entre los dientes apretados d

Beatrice salió una nota temblona, aguda, taalta que estaba casi más allá de la

posibilidades del oído humano. El sonidenía la misma carga siniestra que el silbidde una bomba que cae.

Después se produjo la explosión. Beatricvolcó la silla, atacó el esqueleto, lo arrojestrellándolo en un rincón. Limpió los estantedel Museo Skip, proyectando loespecímenes contra las paredespisoteándolos.

Rumfoord estaba pasmado.

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—Santo Dios —dijo—. ¿Por qué haceeso?

—¿No lo sabes todo? —dijo Beatrichistérica—. ¿Alguien puede decirte algo? ¡Tbasta con leer mi pensamiento!

Rumfoord apoyó las palmas de sus manoen las sienes, los ojos muy abiertos. —Estática, todo lo que oigo es estática —dijo.

—¡Qué otra cosa habría sino estática! —dijo Beatrice—. ¡Voy a quedar directamenten la calle, sin un centavo siquiera parcomer, y mi marido se ríe y quiere qu

uguemos a las adivinanzas!—No era un juego corriente dadivinanzas —dijo Rumfoord—. Se trataba dsaber cuánto durará la raza humana. Pensque eso podía darte una mayor perspectivpara considerar tus problemas.

—¡Al diablo con la raza humana! —dijBeatrice.

—No olvides que eres un miembro de ell

—dijo Rumfoord.

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—¡Entonces me gustaría pedir el pase a de los chimpancés! —dijo Beatrice—Ningún marido chimpancé se quedaría taranquilo mientras su mujer pierde todos lococos! ¡Ningún marido chimpancé trataría dque su mujer se convirtiera en la prostitutespacial de Malachi Constant, de HollywoodCalifornia!

Después de decir estas cosas horriblesBeatrice se calmó un poco. Meneó la cabezcon cansancio.

—¿Cuánto durará la raza humana

Maestro?—No lo sé —respondió Rumfoord.—Creí que lo sabías todo —dijo Beatric

—. No tienes más que echar una mirada auturo.

—Estoy mirando el futuro —dijo Rumfoor— y veo que no estaré en el Sistema Solacuando la raza humana desaparezca. Dmodo que el fin es tan misterioso para m

como para ti.

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En Hollywood, California, la campanilla deeléfono azul de strass instalado en uncasilla junto a la piscina de Malachi Constanestaba sonando.

Siempre es lamentable que un ser humanegue a una condición apenas más respetabl

que la de un animal. Mucho más lamentables cuando esa persona ha tenido todas la

ventajas.Malachi Constant, yacía en la canaleta d

desagüe junto a su piscina en forma de riñóndurmiendo el sueño de un borracho. En l

canaleta había medio centímetro de agucaliente. Constant estaba vestido copantalones azul verdoso y una chaqueta dbrocato dorado. La ropa se había empapado

Estaba completamente solo.La piscina había quedado en algú

momento cubierta uniformemente por una lissábana de gardenias. Pero una persistentbrisa matinal había llevado los pimpollos haci

un extremo, como quien dobla una manta a

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pie de la cama. Al doblar la manta, la brisevelaba que el fondo de la piscina estab

cubierto de vasos rotos, cerezas, pedazos dcascara de limón, botones de peyote, tajadade naranja, aceitunas rellenas, cebollitas evinagre, un televisor, una jeringa hipodérmicy las ruinas de un gran piano blanco. Colillade cigarros y cigarrillos, algunos d

marihuana, flotaban en la superficie.La piscina parecía menos una instalació

deportiva que una ponchera infernal.Uno de los brazos de Constant colgab

dentro de la piscina misma. De la muñecadebajo del agua, llegaba el fulgor de su relosolar. El reloj se había detenido.

La campanilla del teléfono insistía.Constant masculló algo pero no se movióLa campanilla se detuvo. Después d

unos veinte segundos, empezó de nuevo.Constant rezongó, se sentó, rezongó.Desde el interior de la casa llegaba u

sonido vivo, eficiente, de tacones altos en u

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piso de baldosa. Una encantadora mujer dun rubio cobrizo cruzó de la casa a la casilldel teléfono, echando a Constant una miradde altanero desdén.

Masticaba chicle.—¿Sí? —dijo al teléfono—. Oh, usted d

nuevo. Sí, está despierto. ¡Eh! —chilló Constant. Tenía una voz de grajo—. ¡Eh

cadete del espacio! —chilló.—¿Hmmrn? —dijo Constant.—El tipo ése que es presidente de l

compañía tuya quiere hablar contigo.

—¿Qué compañía? —preguntó Constant—¿De qué compañía es presidentusted? —dijo la mujer al teléfono. Lcontestaron—. Magnum Opus —dijo—Ransom K. Fern, de Magnum Opus.

—Díle... díle que lo llamaré —dijConstant.

La mujer se lo dijo a Fern y recibió otrmensaje para transmitir a Constant.

—Dice que se va.

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Constant se puso de pie tambaleándosese frotó la cara con las manos.

—¿Que se va? —dijo estúpidamente—¿El viejo Ransom K. Fern se va?

—Sí —dijo la mujer. Sonrió con odio—Dice que no puedes seguir pagándole esueldo. Dice que es mejor que vayas y hablecon él antes de que se vuelva a su casa. —

Se rió—. Dice que estás fundido.En Newport, el estruendo del estallido d

Beatrice Rumfoord atrajo a Moncrief, emayordomo, al Museo Skip.

—¿Ha llamado, señora? —dijo.—Era más bien un chillido, Moncrief —dijBeatrice.

—La señora no necesita nada, gracias —dijo Rumfoord—. Simplemente, estábamodiscutiendo animadamente.

—¿Cómo te atreves a decir si necesitalgo o no? —dijo con vehemencia Beatrice Rumfoord—. Empiezo a darme cuenta de qu

no eres ni mucho menos tan omniscient

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como pretendes. Ocurre que necesito muchalgunas cosas. Necesito mucho cierto númerde cosas.

—¿Señora? —dijo el mayordomo.—Me gustaría que dejara entrar al perro

por favor —dijo Beatrice—. Me gustaríacariciarlo antes de que se fuera. Mgustaría saber si un infundibulum crono

sinclástico mata el amor en un perro como lmata en un hombre.

El mayordomo se inclinó y salió.—Linda escena para hacer delante de u

criado —dijo Rumfoord.—Dicho sea en general —dijo Beatrice—mi contribución a la dignidad de la familia hsido un poco mayor que la tuya.

Rumfoord dejó caer la cabeza.—¿Te he defraudado en algún sentido

¿Es eso lo que estás diciendo?—¿En algún sentido? —dijo Beatrice—

En todo sentido!

—¿Qué hubieras querido que hiciera? —

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dijo Rumfoord.—¡Podías haberme dicho que se vení

esa quiebra del mercado de valores! —dijBeatrice— Podías haberme ahorrado las questoy pasando ahora.

Las manos de Rumfoord se movieron eel aire, tratando sin éxito de encontraargumentos.

—¿Y bien? —dijo Beatrice.—Desearía que hubiésemos salido junto

del infundibulum crono-sinclástico —dijRumfoord—, así verías por una vez de qu

estaba yo hablando. Todo lo que puedo deces que mi imposibilidad de prevenirte sobre lquiebra del mercado de valores forma partdel orden natural como el Cometa Halley, y ensensato enfurecerse.

—Estás diciendo que no tienes ningúcarácter ni sentido de la responsabilidad coespecto a mí —dijo Beatrice—. Lament

decírtelo, pero es cierto.

Rumfoord balanceó la silla para atrás

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para adelante.—Es cierto, pero, Dios mío, e

ormalmente cierto —dijo.Rumfoord se refugió de nuevo en s

evista. La revista se abrió naturalmente en epliego central, que era un anuncio en colorede Cigarrillos MoonMist. MoonMist TobaccoLtd., había sido comprada recientemente po

Malachi Constant.¡Placer en profundidad! decía el epígraf

del aviso. La foto era la de las tres sirenas dTitán. Allí estaban: la muchacha blanca, l

muchacha dorada y la muchacha morena.Los dedos de la muchacha dorada sabrían sobre su pecho izquierdo, de modque el artista había podido pintar un cigarrillMoonMist entre dos de ellos. El humo decigarrillo pasaba por debajo de la nariz de lamuchachas morena y blanca, y sconcupiscencia anuladora del espacio parecícentrada únicamente en el humo mentolado.

Rumfoord sabía que Constant trataría d

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degradar la foto utilizándola en el comercioEl padre de Constant había hecho algparecido cuando descubrió que no podícomprar la Mona Lisa de Leonardo a ningúprecio. El viejo había castigado a Mona Lisutilizándola en una campaña de publicidad dciertos supositorios. Era la manera que tenía libre empresa de manejar la belleza qu

amenazaba con salir triunfante.Rumfoord produjo un zumbido con lo

abios, como hacía cuando se acercaba a lcompasión. La compasión era por Malach

Constant, que estaba pasándolo mucho peoque Beatrice.—¿He oído ya toda tu defensa completa

—dijo Beatrice acercándose por detrás de lsilla de Rumfoord. Tenía los brazos dobladoy Rumfoord, leyéndole el pensamiento, supque ella pensaba en sus codos agudos salientes como si fueran espadas de torero—¿Cómo dices? —preguntó Rumfoord. —

Ese silencio, ese esconderte en la revista

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¿es la suma y el total de tu refutación? —dijBeatrice.

—Refutación, una palabra exacta, si lahay —dijo Rumfoord—. Yo digo esto, entonces tú me refutas, y yo te refuto, alguien más viene y nos refuta a los dos. —Se encogió de hombros—. Qué pesadilla ea que cada uno se dispone a refutar al otro.

—¿No podrías, en este mismo moment—dijo Beatrice—, pasarme datos que mpermitieran recuperar todo lo que he perdidy aún más? Si tienes una pizca d

preocupación por mí, ¿no podrías decirmexactamente cómo tratará de embaucarmMalachi Constant, de Hollywood, para quvaya a Marte, de modo que yo pueda ganarlde mano?

—Mira —dijo Rumfoord—, la vida paruna persona minuciosa como tú es como unde esos trenes fantasmas de los parques ddiversiones. —Se volvió y agitó las mano

delante de la cara de Beatrice—. ¡Te van

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suceder toda clase de cosas! —dijo—, veo eren fantasma en que estás metida. Y clarque podría indicarte en un pedacito de papeodas las idas y vueltas y saltos del tren prevenirte todos los espantajos que se te vaa aparecer en los túneles. Pero no te serviríde nada.

—No veo por qué no —dijo Beatrice. —

Porque de todas maneras tendrás que tomael tren fantasma —dijo Rumfoord—. La idedel tren fantasma no es mía, no mpertenece y no sé quién lo toma y quién no l

oma. Lo único que sé es qué forma tiene.—¿Y Malachi Constant es parte del treantasma? —preguntó Beatrice.

—Sí —respondió Rumfoord.—¿Y no hay manera de evitarlo? —dij

Beatrice.—No —dijo Rumfoord.—Bueno, pongamos que me dice

entonces de qué manera nos juntaremos —

dijo Beatrice—, para que yo pueda hacer l

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poco que pueda.Rumfoord se encogió de hombros.—Muy bien, si quieres —dijo—. Si te hac

sentirte mejor... En este mismo momento —dijo Rumfoord—, el presidente de los EstadoUnidos anuncia una Nueva Era Espacial paremediar el desempleo. Se gastarán miles d

millones de dólares en naves espaciales si

ripulantes, sólo para crear trabajo. Eepisodio inicial de esta Nueva Era Espaciaserá el lanzamiento de La Ballena el próximmartes. La Ballena será rebautizada L

Rumfoord en mi honor, irá cargada de monode organillero y será lanzada hacia Marte. Ty Constant participarán en las ceremonias. Tsubirás a bordo para una inspeccióceremonial y un desperfecto en un interruptoe enviará al espacio junto con los monosMerece la pena interrumpir en este momentel relato para decir que esta patraña contada Beatrice es, que se sepa, uno de los poco

casos en que Winston Niles Rumfoord dij

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una mentira.Había algo de cierto en la historia d

Rumfoord: que La Ballena cambiaría dnombre y sería lanzada el martes, y que epresidente de los Estados Unidos estabanunciando una Nueva Era Espacial.

—Algunos andan diciendo que leconomía norteamericana está envejecida

enferma —dijo el presidente— y francamentno entiendo cómo pueden decir eso, pues haahora mayores oportunidades de progreso eodos los frentes que en cualquier época d

a historia del hombre.«Y hay una frontera en que la podemoprogresar especialmente y es la gran fronterdel espacio. El espació ya nos ha rechazaduna vez, pero no es propio de lonorteamericanos tomar el no por respuestcuando se trata de progreso.

«Gentes de poco ánimo vienen a vermodos los días a la Casa Blanca —decía e

presidente—, y lloran y se lamentan y dicen

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Oh, señor presidente, los depósitos estáenos de automóviles y aviones y enseres d

cocina y otros diversos productos. Y dicenOh, señor presidente, las fábricas no tienenada más que hacer para nadie, porque todel mundo tiene dos, tres o cuatro ejemplarede cualquier cosa.

«Recuerdo a un hombre en particular, u

abricante de sillas, tenía superproducción no podía sino pensar en todas las sillas quhabía en su depósito. Yo le dije: En lopróximos veinte años se duplicará l

población del mundo, y esos miles de millonede gentes necesitarán dónde sentarse, dmodo que adelante con las sillas. Entre tanto¿por qué no se olvida de las sillas que hay eel depósito y piensa en el progreso espacial?

«Se lo dije a él, se lo digo a ustedes, ldigo a todo él mundo. El espacio puedabsorber la productividad de un trillón dplanetas del tamaño de la tierra. Podemo

construir y lanzar   cohetes indefinidamente,

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nunca llenaremos el espacio ni aprenderemoodo lo que de él se puede saber.

«Y esa misma gente a la que tanto lgusta llorar y quejarse me dijo: Oh, señopresidente, ¿pero qué hacemos con lonfundibula crono-sinclásticos y con esto y coo de más allá? Y yo les dije: Si los hombreescucharan a los que hablan como ustede

no habría nunca ningún progreso. No habríeléfono ni nada. Y además, les dije y se ldigo a ustedes y lo digo a todo el mundo, nenemos por qué meter gente en las nave

espaciales. Usaremos sólo a los animalenferiores.Había más que eso. Malachi Constant, de Hollywood

California, salió de la casilla del teléfono dstrass absolutamente sobrio. Sentía como suviera ceniza en los ojos. Su lengua ercomo de trapo.

Estaba seguro: nunca había visto a l

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mujer rubia.Le hizo una de las preguntas habituales e

momentos de cambio violento:—¿Dónde está la gente?—Los echaste a todos —dijo la mujer.—¿Ah, sí? —dijo Constant.—Sí —dijo la mujer—. ¿Quiere decir qu

ienes una laguna?

Constant asintió débilmente. Durante liesta de cincuenta y seis días había llegada un punto y no podía avanzar más. Sobjetivo había sido hacerse indigno d

cualquier destino, incapaz de cualquier misiónenfermarse demasiado para viajar. Lo habíconseguido hasta un punto espantoso.

—Oh, fue todo un espectáculo —dijo lmujer—. Lo estabas pasando tan bien comodos, ayudando a empujar el piano hasta lpiscina. Y cuando por fin cayó, te dio el vinriste.

—El vino triste —repitió como un ec

Constant.

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Era algo nuevo.—Sí —dijo la mujer—. Dijiste que había

enido una infancia muy desdichada, y lhiciste oír a todo el mundo lo desdichada quhabía sido. Cómo tu padre nunca te habídado una pelota, nunca, ninguna clase dpelota. La mitad del tiempo nadie te entendiópero eso sí, hubo algo que todos entendieron

y es que nunca te habían dado ninguna clasde pelota.

—Después hablaste de tu madre —dijo lmujer—, y dijiste que si era una put

entonces estabas orgulloso de ser un hijo dputa, y sí que era una puta. Entonces dijistque le regalarías un pozo petrolífero a lmujer que se te acercara, te estrechara lmano y dijera en voz bien alta, para quodos pudieran oír: «Soy una puta, igual quu madre».

—¿Y entonces qué pasó? —dijConstant.

—Le diste un pozo petrolífero a cad

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mujer de la fiesta —dijo la mujer—. Ydespués empezaste a llorar más que antes me elegiste a mí y le dijiste a todo el mundque yo era la única persona de todo eSistema Solar en quien podías confiar. Dijistque todos los demás estaban esperando que quedaras dormido para poder embarcarten una nave espacial y despacharte a Marte

Entonces echaste a todo el mundo salvo mí. A los criados y a todo el mundo.

«Después volamos a México y nocasamos, y luego volvimos aquí —dijo—

Ahora descubro que no tienes dónde caertmuerto. Es mejor que vayas a la oficina averigües qué mierda está pasando, porqumi amigo es un gángster y te matará si no mratas como es debido.

«Carajo —añadió—, he tenido unnfancia más desdichada que la tuya. Mmadre era una puta y mi padre nunca pisó lcasa, tampoco, pero además éramos pobres

Tú por lo menos tenías miles de millones d

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dólares.

En Newport, Beatrice Rumfoord se volvihacia su marido. Estaba en el umbral deMuseo Skip, de frente al corredor. Desde lotra punta venía el sonido de la voz demayordomo. El mayordomo estaba en lpuerta principal, llamando a Kazak, e

sabueso del espacio.—Yo también sé algo de trenes fantasma

—dijo Beatrice.—Qué bien —dijo Rumfoord con vo

nexpresiva.—Cuando tenía diez años —dijo Beatric—, a mi padre se le metió en la cabeza qusería divertido hacerme subir a unoEstábamos veraneando en Cape Cod uimos a un parque de diversiones en laafueras de Fall River.

«Compró dos entradas para el treantasma. Iba a tomarlo conmigo.

«Le eché una mirada al tren fantasma, m

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pareció tonto, sucio y peligroso, y me negusencillamente a subir. Mi padre no lconsiguió —dijo Beatrice—, aunque erpresidente de la Junta del Ferrocarril Centrade Nueva York.

«Dimos media vuelta y regresamos a cas—dijo Beatrice, orgullosa. Le brillaban loojos y asintió bruscamente con la cabeza—

Esa es la manera de tratar a los treneantasmas —dijo.

Salió majestuosa del Museo Skip y fue avestíbulo a esperar la llegada de Kazak.

En un instante sintió la presencia eléctricde su marido detrás de ella.—Bea —dijo—, si te parezco indiferente

us desgracias, es sólo porque sé que al finaodo terminará bien. Si parece grosero de mparte que no me indigne ante la idea de quormes pareja con Constant, es sólo porquadmito que será para ti un marido muchmejor de lo que yo nunca he sido ni seré.

«Prepárate a estar realmente enamorad

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por primera vez —dijo Rumfoord—Prepárate a comportarte aristocráticamentsin ninguna prueba exterior de tu aristocraciaPrepárate a no tener más que la dignidad, lnteligencia, la ternura que Dios te ha dadoprepárate a tomar esos elementos y nadmás, y a hacer con ellos algo exquisito.

Rumfoord suspiró levemente. Se estab

poniendo trivial.—Dios mío —dijo—, tú hablabas d

renes fantasmas... Detente a pensar un pocen qué tren fantasma estoy metido. Algún dí

en Titán te darás cuenta de qué manerdespiadada me han utilizado, y quiénes, y coqué fines repugnantes y despreciables.

Kazak se precipitó dentro de la casasacudiendo los belfos. Aterrizó patinando eel piso pulido.

Trató de doblar en ángulo recto, haciBeatrice. Cuanto más rápido corría, menopodría avanzar.

Se puso translúcido.

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Empezó a encogerse, a chisporroteansensatamente en el piso del vestíbulo comuna pelota de pinpong en una sartén.

Después desapareció.No había más perro.Sin mirar atrás, Beatrice supo que s

marido también había desaparecido.—¿Kazak? —dijo débilmente. Trató d

hacer chasquear los dedos, como para atraea un perro. Los dedos eran demasiaddébiles para producir un sonido.

—Perrito lindo —murmuró.

 

3 - Compañía consolidada de tortas «Hijo, dicen que no hay reyes en este país

¿perquieres que te diga cómo se puede ser re

de loEstados Unidos de Norteamérica? Bast

con dejars

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caer por el agujero de una letrina y saloliendo a rosas»

NOEL CONSTAN Magnum opus, la sociedad de Lo

Angeles que administraba los asuntoinancieros de Malachi Constant, había sidundada por el padre de Malachi. Tenía s

sede en un edificio de treinta y un pisosMagnum Opus era propietaria de todo eedificio, pero sólo usaba los tres últimopisos, alquilando el resto a las sociedade

que controlaba. Algunas de ellas, vendidas recientementpor Magnum Opus, se estaban mudando otra parte. Otras que Magnum Opus habícomprado recientemente estaban entrando eel edificio.

Entre las firmas locatarias figurabaGalactic Spacecraft, MoonMist TobaccoFandango Petroleum, Lennox Monorail, Fry

Kwik, Sani-Maid Pharmaceuticals, Lewis an

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Marvin Sulfur, Dupree Electronics, UniversaPiezo-electric, Psychokinesis Unlimited, EMuir Associates, Max-Mor Machine ToolsWilkinson Paint and Varnish, AmericaLevitation, Flo-Fast, King O'Leisure Shirts Emblem Supreme Casualty y Life AssurancCompany of California.

El edificio de Magnum Opus era una torr

esbelta, prismática, de doce carasevestidas las doce de vidrio azul-gris qu

viraba al rosa en la base. Según el arquitectoas doce caras representaban las doc

grandes religiones del mundo. Hasta entoncenadie había pedido al arquitecto que lanombrara.

Era una suerte, porque no hubiese podidhacerlo.

Había un helipuerto privado en lo alto.La sombra y la vibración del helicópter

de Constant al posarse en el helipuerto erpara muchas de las personas que estaba

abajo como la sombra y la vibración de

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Resplandeciente Ángel de la Muerte. Lparecía debido a la quiebra del mercado dvalores, a la falta de dinero y de trabajo...

Y lo parecía sobre todo porque las máafectadas por la quiebra, que habíaarrastrado todo consigo, eran las empresade Malachi Constant.

Constant conducía su propio helicóptero

pues todos sus servidores lo habíaabandonado la noche anterior. Constanconducía mal. Aterrizó con un crujido que hizestremecer todo el edificio.

Llegaba para una conferencia coRansom K. Fern, presidente de MagnumOpus.

Fern esperaba a Constant en el pisreinta y tres, un único salón enorme que era oficina de Constant.

La oficina estaba amueblada de unmanera fantasmal, pues ningún mueble tenípatas. Todo estaba suspendid

magnéticamente a la altura apropiada. La

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mesas, el escritorio, el bar, los divanes eraablas flotantes. Las sillas eran concavidadenclinadas, flotantes. Y lo más espectral dodo: lápices y blocs estaban desparramadoal azar en el aire, listos para que los atraparquien quiera que tuviese una idea digna dser escrita.

La alfombra era verde como césped, po

a sencilla razón de que era césped, céspeviviente tan lozano como el de una cancha dgolf.

Malachi Constant bajó de la pista de

helicóptero a su oficina en un ascensoprivado. Cuando la puerta del ascensor sabrió con un susurro, Constant sdesconcertó al ver los muebles sin patas, loápices y blocs flotantes. Hacía ochsemanas que no iba a la oficina. Alguiehabía cambiado los muebles.

Ransom K. Fern, presidente de MagnumOpus, estaba de pie junto a una puert

ventana, mirando la ciudad. Llevaba s

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sombrero Homburg negro y su chaquetChesterfield negra. Tenía su bastón dbambú como un arma. Era extremadamentdelgado, siempre lo había sido.

—Flaco como un arenque —había dichde Fern el padre de Malachi Constant, Noe—. Ransom K. Fern es como un camello aque ya se le han quemado las dos jorobas

ahora se le está quemando todo el restsalvo el pelo y los ojos.

De conformidad con las cifraproporcionadas por la Oficina de Impuesto

nternos, Fern era el ejecutivo mejor pagaddel país. Tenía un sueldo de un millón limpide dólares anuales, más opción en planes dbonos y reajustes por aumento del costo dvida.

Había ingresado en Magnum Opus a loveintidós años. Ahora tenía sesenta.

—Algo... alguien ha cambiado todos lomuebles —dijo Constant.

—Sí —dijo Fern, siempre mirando l

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ciudad—, alguien los ha cambiado.—¿Usted? —preguntó Constant.Fern resopló, se tomó tiempo antes d

contestar.—Pensé que debíamos demostrar lealta

hacia algunos de nuestros productos.—Nunca... nunca vi nada así —dij

Constant—. Sin patas... flotando en el aire.

—Usted sabe, magnetismo —dijo Fern.—Bueno... bueno, me parece maravilloso

ahora que me voy acostumbrando —dijConstant—. ¿Y es alguna compañía de la

nuestras la que hace estas cosas?—La American Levitation Company —dijFern—. Usted dijo que la compráramosentonces la compramos.

Ransom K. Fern se apartó de la ventanaSu cara era una turbadora combinación duventud y vejez. No mostraba señales dninguna de las etapas intermedias deproceso de envejecimiento, ningún atisbo de

hombre de treinta, cuarenta o cincuenta año

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que había dejado atrás. Sólo estabaepresentados la adolescencia y los sesent

años. Era como si un golpe de calor hubiesajado y blanqueado a alguien de diecisietaños.

Fern leía dos libros por día. Se ha dichque Aristóteles fue el último hombramiliarizado con la totalidad de su cultura

Ransom K. Fern había hecho una tentativmpresionante para igualar la hazaña dAristóteles. Había tenido algo menos de éxiten la percepción de las estructuras de

conocimiento.La montaña intelectual había parido uatón intelectual, y Fern era el primero e

admitir que era un ratón, y encima, sarnosoComo decía el mismo Fern, expresando silosofía coloquial en los más sencilloérminos:

—Usted se acerca a un hombre y le dice«¿Cómo andan las cosas, Joe?» Y é

contesta: «Oh, muy bien, no podrían anda

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mejor». Y usted lo mira a los ojos y ve quas cosas no podrían andar peor. Cuandusted llega al fondo, descubre que todo emundo la está pasando miserablemente, digo todo el mundo. Para colmo, nada parecservir de mucho.

Esta filosofía no lo entristecía. No lsumía en cavilaciones melancólicas.

Lo había vuelto despiadadamentvigilante. Lo ayudaba también en lonegocios, pues le permitió suponeautomáticamente que los otros individuo

eran mucho más débiles y estaban muchmás fastidiados que él mismo. A veces, también, personas de estómag

esistente encontraban divertidas lamurmuraciones de Fern.

La situación de Fern, primero al servicide Noel y después de Malachi, habícontribuido a que fuese amargamentdivertido casi todo lo que dijera, pues er

superior a Constant  pére et fils en tod

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sentido, salvo en uno, el único que realmentmportaba. Los Constant —ignorantesvulgares y desvergonzados— tenían unsuerte pasmosa, en cantidad abrumadora. Oa habían tenido hasta entonces. MalachConstant todavía tenía que meterse en lcabeza que se le había acabado la buensuerte, que se le había acabado del todo

Todavía tenía que metérselo en la cabeza, pesar de las horribles noticias que Fern lhabía dado por teléfono.

—Vaya —dijo Constant con ingenuidad—

cuanto más miro estos muebles, más mgustan. Esta mercadería debe venderscomo pan caliente. —Había algo patético epelente en la forma en que Malach

Constant hablaba de negocios. Lo mismhabía ocurrido con su padre. El viejo NoeConstant nunca había sabido nada dnegocios, y su hijo tampoco, y el pocencanto que tenían los Constant s

evaporaba no bien pretendían que su éxit

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dependía de que estaban al tanto de todo.Había algo de obsceno en u

multimillonario optimista, agresivo y astuto.—Si me lo pregunta —dijo Constant— l

diré que ha sido una excelente inversión, uncompañía que hace muebles como estos.

—Compañía consolidada de Tortas —dijFern. Era una de sus bromas favoritas

Cuando alguien iba a verlo para pedirlconsejo acerca de una inversión que duplicarel capital en seis meses, le aconsejabgravemente que invirtiera en esa compañí

icticia. Algunos habían intentado poner epráctica el consejo.—Sentarse en un diván de la America

Levitation es más difícil que mantenerse dpie en una piragua —dijo Fern secamente—Déjese caer en una de esas llamadas sillas, o harán rebotar en la pared como una piedrproyectada por una honda. Siéntese en eborde del escritorio y bailará un vals co

usted alrededor de la habitación.

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Constant tocó apenas el escritorio que sestremeció nerviosamente.

—Bueno, todavía no lo han puesto punto, eso es todo —dijo Constant.

—La cosa más cierta que se ha dichhasta ahora —dijo Fern.

Constant esbozó una disculpa que nunchabía tenido que dar hasta entonces.

—Cualquiera se puede equivocar de veen cuando —dijo.

—¿De vez en cuando? —dijo Fernalzando las cejas—. Durante tres meses n

ha hecho más que tomar decisioneequivocadas, y ha conseguido lo quhubiéramos considerado imposible: barrecon los resultados de casi cuarenta años deflexiones inspiradas.

Ransom K. Fern tomó un lápiz en el aire o quebró en dos.

—Magnum Opus no existe más. Usted yo somos las dos últimas personas en e

edificio. Todo el mundo ha recibido su paga

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se ha ido a su casa.Saludó con un gesto y se dirigió a l

puerta.—El conmutador funciona de modo qu

odas las llamadas pasen directamente a sescritorio. Y cuando salga, señor, no solvide de apagar la luz y cerrar la puerta dcalle.

Quizá corresponda en este punto trazauna historia de Magnum Opus, Inc.

Magnum Opus empezó siendo una idea ea mente de un yanqui, vendedor ambulant

de ollas de cobre. El yanqui era NoeConstant, oriundo de New BedfordMassachusetts. Era el padre de Malachi.

El padre de Noel, a su vez, SylvanuConstant, montaba telares de las hilanderíade New Bedford, de la Nattaweena DivisiónCompañía Algodonera de la Gran RepúblicaEra anarquista, aunque nunca se habímetido en líos por eso, salvo con su mujer.

La familia podía remontarse, a través d

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una relación ilegítima, hasta BenjamíConstant, que había sido tribuno bajNapoleón de 1799 a 1801, y amante de AmLouise Germaine Necker, baronesa de StaéHolstein, mujer del embajador sueco eFrancia.

De todos modos, una noche, en LoAngeles, a Noel Constant se le metió en l

cabeza que se dedicaría a la especulaciónTenía entonces treinta y nueve años, ersoltero, carecía de atractivos físicos espirituales y era un fracaso en los negocios

La idea de dedicarse a la especulación se locurrió mientras estaba sentado solo en unestrecha cama de la habitación 223 deWilburhampton Hotel.

La sociedad financiera más importantque jamás haya poseído un hombre no podíener en un principio una sede más humildeLa habitación 223 del Wilburhampton Hoteera de unos tres metros de largo por dos

medio de ancho, y no tenía ni teléfono n

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escritorio.Todo lo que había era una cama, un

cómoda con tres cajones forrados de papede diario y, en el cajón del fondo, una BibliGideon. La página del diario que forraba ecajón del medio era la de cotizacionebursátiles de catorce años atrás.

Hay una adivinanza sobre un hombre qu

está encerrado en una habitación donde sólhay una cama y un calendario, y la preguntes la siguiente: ¿cómo sobrevive?

La respuesta es: Come dates (fechas

ambién dátiles) del calendario, y bebe agude los springs (resortes y tambiémanantiales) de la cama.

Esta adivinanza se presta bastante biepara describir la génesis de Magnum OpusLos elementos con que Noel Constant elaborsu fortuna no eran más nutritivos en smismos que los de la adivinanza.

Magnum Opus se construyó con un lápiz

una chequera y algunos sobres del Gobiern

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del tamaño de los cheques, una Biblia Gideoy un estado de cuenta de ocho mil doscientodoce dólares.

Esa suma era los bienes del padranarquista, que habían correspondido a NoeConstant. Los bienes consistíaprincipalmente en bonos del Estado.

Y Noel Constant tenía un programa d

nversiones. Era la simplicidad misma. LBiblia sería el asesor.

Hay quienes, después de estudiar esistema de inversiones de Noel Constant, ha

egado a la conclusión de que, o era ugenio, o tenía un magnífico sistema de espíaen la industria.

Elegía invariablemente los valorebursátiles con mejores perspectivas, días horas antes de que empezaran a subir. Edoce meses, casi sin salir de la habitació223 del Wilburhampton Hotel, acrecentó sortuna hasta llegar a un millón doscientos m

dólares.

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Noel Constant lo hizo con genio y siespías.

El sistema era tan estúpidamente sencillque algunos no podían entenderlo, por máque les fuera explicado. Los que no podíaentenderlo son los que necesitan creer, parsu propia paz interna, que las enormeiquezas sólo pueden ser producidas por u

enorme talento.Este era el sistema de Noel Constant:Tomó la Biblia Gideon que había en s

cuarto, y empezó con la primera frase de

Génesis.La primera frase del Génesis, comalgunos saben, dice: «In the beginning Gocreated the heaven and the earth» («En eprincipio creó Dios los cielos y la tierra»Noel Constant escribió la frase con letramayúsculas, dejó huecos entre las letrasdividió las letras en pares, de modo que lrase quedaba así: «I.N., T.H., E.B., E.G

.N., N.I., N.G., G.O., D.C., R.E., A.T., E.D

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T.H., E.H., E.A., V.E., N.A., N.D., T.H., E.EA.R., T.H.

Y después buscó las compañías quuvieran esas iniciales y compró acciones. Snorma, al principio, era la de compraacciones sólo de una compañía por veznvertir en ella todo lo que tenía y venderlaen el momento en que su valor se hubier

duplicado.Su primera inversión fue Internationa

Nitrate. Después vinieron TrowbridgHelicopter, Electra Bakeries, Eternity Granite

ndiana Novelty, Norwich Iron, NationaGelatin, Granada Oil, DelMar CreationsRichmond Electroplating, Anderson Trailer, Eagle Duplicating.

El programa de los doce meses siguienteue éste: Trowbridge Helicopter de nuevoElco Hoist, Engineering Associates, VickerElectronics, National Alum, National DredgingTrowbridge Helicopter de nuevo.

La tercera vez que compró Trowbridg

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Helicopter, no compró sólo una parteCompró la totalidad, sin excepción.

Dos días después, la compañíconcertaba un contrato a largo plazo con eGobierno relativo a misiles balísticontercontinentales; en dicho contrato sasignaba a la compañía un valor, calculadcon prudencia, de cincuenta y nueve millone

de dólares. Noel Constant la había compradpor veintidós.

La única decisión ejecutiva que NoeConstant adoptó con respecto a la compañí

iguraba en una orden escrita en una tarjetpostal del Wilburhampton Hotel. La tarjetestaba dirigida al presidente de la compañíay le decía que cambiara el nombre por el dGalactic Spacecraft, Inc., puesto que hacíato que la compañía había dejado atráanto Trowbridge como los helicópteros.

En adelante, siguió buscandasesoramiento en la Biblia Gideon, per

conservó grandes cantidades de acciones e

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as firmas que realmente le gustaban.Durante los dos primeros años que pas

en la habitación 223 del Wilburhampton HoteNoel Constant tuvo un solo visitante. Esvisitante no sabía que era rico. Se trataba duna camarera llamada Florence Whitehill, qupasaba con él una noche cada diez por unpequeña cantidad de dinero.

Florence, como todos en eWilburhampton Hotel, le creía cuando decíque vendía sellos de correos. La higienpersonal no era la característica más notori

de Noel Constant. Era fácil creer que srabajo lo ponía en constante contacto con lgoma de pegar.

Los únicos que sabían lo rico que eraeran los empleados de la Oficina dmpuestos Internos, y los de la majestuosirma contable de Clough y Higgins.

 Al cabo de dos años, Noel Constanecibió su segundo visitante en la habitació

223.

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El segundo visitante fue un hombre dveintidós años, de ojos azules, delgado observador. Provocó la intensa atención dNoel Constant al anunciarle que pertenecía a Oficina de Impuestos Internos de loEstados Unidos.

Constant invitó al joven a entrar en scuarto y a sentarse en la cama. El se qued

de pie.—Así que me mandan a un chico —dij

Noel Constant.El visitante no se ofendió. Sacó partido d

a burla, usándola para dar de sí mismo unmagen realmente escalofriante.—Un chico con el corazón de piedra y l

mente rápida como una mangosta, MConstant —dijo—. He estudiado, además, ea Escuela de Comercio de Harvard.

—Tal vez sea así —dijo Constant—, perno creo que usted pueda hacerme daño. Ne debo un centavo al Gobierno Federal.

El inexperto visitante asintió.

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—Ya lo sé. Lo he encontrado todo en uorden perfecto.

El joven echó una mirada a la habitaciónNo le sorprendió su sordidez. Teníexperiencia bastante como para esperaencontrarse con algo morboso.

—He estado examinando sus planillas dmpuestos a los réditos de los dos último

años, y según mis cálculos usted es ehombre de más suerte que jamás hayexistido —dijo.

—¿Suerte? —dijo Noel Constant.

—Así me parece —respondió el jovevisitante—. Y a usted, ¿qué le parece? Poejemplo, ¿qué fabrica Elco Hoist Company?

—¿Elco Hoist? —repitió Constant siexpresión.

—Usted fue dueño del cincuenta y trepor ciento de las acciones de la compañídurante un período de dos meses —dijo eoven visitante.

—Bueno... fabrica grúas, cosas par

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evantar diversos objetos —dijo Noel Constanatragantado—. Y diversos artículos conexos

La sonrisa del joven visitante le pusbigotes de gato debajo de la nariz.

—Le diré para su conocimiento —dijo—que Elco Hoist Company era el nombre quen la última guerra dio el Gobierno a uaboratorio absolutamente secreto qu

rabajaba en la preparación de un mecanismpara escuchar debajo del agua. Después da guerra se vendió a una empresa privada, el nombre nunca se modificó puesto que lo

rabajos seguían siendo un secreto absoluto el único cliente era el Gobierno.»Supongamos que usted me dice —

continuó el joven visitante— qué fue lo que lndicó que era oportuno invertir en IndianNovelty. ¿Usted creyó que fabricaban objetode cotillón y sombreritos de papel?

—¿Tengo que contestar estas preguntapara la Oficina de Impuestos Internos? —dij

Noel Constant—. ¿Tengo que describir e

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detalle cada compañía de mi propiedad o ecaso contrario no puedo quedarme con edinero?

—Preguntaba sólo por curiosidad míaPor su reacción, conjeturo que usted no tiena más remota idea de lo que hace IndianNovelty. Le diré, para su información, qundiana Novelty no fabrica absolutament

nada, sino que es dueña de ciertas patenteundamentales de máquinas para recauchutaneumáticos.

—¿Qué le parece si volvemos a lo

asuntos de la Oficina de Impuestos Internos—dijo Noel Constant secamente.—No estoy más en la Oficina —dijo e

oven visitante—. He renunciado esta mañana mi empleo de ciento catorce dólaresemanales para tomar otro de dos mil.

—¿Para quién va a trabajar? —dijo NoeConstant.

—Para usted —dijo el joven. Se puso d

pie, tendió la mano—. Me llamo Ransom K

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Fern —dijo—. En la Facultad de Comercio dHarvard —prosiguió el joven Fern—, tenía uprofesor que siempre me decía que yo ernteligente, pero que debía encontrar mi tiposi quería ser rico. No me explicó qué querídecir. Añadió que lo encontraría tarde emprano. Le pregunté cómo podía salir buscarlo, y me aconsejó que trabajara más

menos durante un año en la Oficina dmpuestos Internos.

«Cuando vi sus planillas de impuestos, MConstant, entendí de pronto lo que habí

querido decirme. Había querido decirme quyo era sagaz y concienzudo, pero que nenía demasiada suerte. Debía encontrar alguien que tuviera una suerte asombrosa, así lo hice.

—¿Por qué le voy a pagar dos mil dólarepor semana? —dijo Noel Constant—. Usteestá viendo cuáles son mis instalaciones y mpersonal, y sabe lo que he conseguido co

ellos.

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—Sí... —dijo Fern—, y le puedo mostracómo podía haber hecho usted doscientomillones cuando sólo ha hecho cincuenta nueve. Usted no sabe absolutamente nada dderecho comercial o derecho impositivo, nsiquiera conoce los procedimientos comunedel comercio.

 A continuación, Fern probó lo que habí

dicho a Noel Constant, padre de Malachi, y lmostró un plan de organización que llevaba enombre de Magnum Opus, Incorporated. Eruna maravillosa maquinaria montada par

violar el espíritu de miles de leyes sicontravenir siquiera una ordenanza urbana.Noel Constant quedó tan impresionado po

ese monumento a la hipocresía y a la astucipráctica, que quiso inmediatamente compraacciones sin consultar siquiera la Biblia.

—Pero Mr. Constant —dijo el joven Fer—, ¿no ha comprendido? Magnum Opus eusted, usted es el presidente de la Junta y y

el Director.

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«Mr. Constant —continuó—, por ahorusted es tan fácil de vigilar para la Oficina dmpuestos Internos como un vendedor dperas y manzanas instalado en una esquinaPero imagínese lo difícil que sería vigilarlo suviera todo un edificio de oficinas atestadhasta el techo de burócratas industrialeshombres que pierden cosas y usa

ormularios equivocados y crean otros nuevoy piden todo por quintuplicado, y quentienden quizá un tercio de lo que se ledice, que por lo general dan respuesta

alsas para ganar tiempo y pensar, que tomadecisiones sólo cuando se ven obligados que después borran las huellas, que cometeerrores de perfecta buena fe cuando suman estan, que hacen reuniones cada vez que s

sienten solos, que escriben un memorándumcuando se sienten mal queridos, hombres qununca tiran nada salvo si piensan que puedhacerlos saltar. Un solo industrial burócrata, s

iene suficiente vitalidad y nervio, es capaz d

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producir una tonelada de papel sin sentidque la Oficina de Impuestos Internos tardarun año en examinar. ¡En el edificio MagnumOpus tendremos miles! Y usted y yo noeservaremos los dos últimos pisos y uste

podrá seguir la pista de lo que ocurreexactamente como ahora. —Echó una miraden torno a la habitación—. ¿Cómo hac

ahora, dicho sea de paso, para seguir la pistde lo, que ocurre, escribiendo con un fósforquemado en los márgenes de una guía deléfonos?

—En mi cabeza —dijo Noel Constant.—Hay una ventaja más que debseñalarle —dijo Fern—. Algún día se lacabará la suerte. Y entonces necesitará eadministrador más sagaz, más concienzudque pueda encontrar, o fundirá hasta el últimcentavo.

—Queda contratado —dijo Noel Constanpadre de Malachi.

—Bueno, ¿dónde construiremos e

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edificio? —dijo Fern.—Este hotel es mío, y el solar que est

del otro lado de la calle es del hotel —dijNoel Constant—. Constrúyalo en el solar denfrente. —Extendió un índice ganchudo—Pero hay una sola cosa...

—¿Sí, señor?—No me mudaré —dijo Noel Constant—

Aquí me quedo. Los que quieran conocer más detalles d

a historia de Magnum Opus, Inc., puede

pedir en las bibliotecas públicas dos obras: lomántica ¿Un sueño demasiado insensato?de Lavina Waters, o la rigurosa Primeropasos, de Crowther Gomburg.

El volumen de Lavina Waters, aunquvacilante en los detalles comerciales, contienel mejor relato de cómo la camarera FlorencWhitehill descubrió que había quedadembarazada por obra de Noel Constant,

que Noel Constant era multi-multi-millonario.

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Noel Constant se casó con la camarera, ldio una gran casa y abrió a su nombre uncuenta bancaria con un millón de dólares. Ldijo que llamara al niño Malachi si era varón Prudence si era mujer. Le pidió que tuviera bien ir a verlo una vez cada diez días a lhabitación 223 del Wilburhampton Hotel, perque no llevara al niño.

El libro de Gomburg, aunque de primerínea en los detalles comerciales, se vperjudicado por la tesis central de Gomburga saber, que Magnum Opus fue el product

de un complejo de imposibilidades de amaLeyendo entre líneas el libro de Gomburg, sve claramente que el propio Gomburg no hsido amado y es incapaz de amar.

Dicho sea de paso, ni Lavina Waters nGomburg descubrieron el método dnversiones de Noel Constant. Ransom KFern tampoco lo descubrió, aunque hizo lmposible.

La única persona a quien Noel Constan

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se lo dijo fue a su hijo, Malachi, el día qucumplió veintiún años. Aquella fiesta dcumpleaños entre dos se desarrolló en lhabitación 223 del Wilburhampton. Era lprimera vez que padre e hijo se encontraban

Malachi había ido a ver a Noel ponvitación.

Cosa típica de las emociones humanas, e

oven Malachi Constant prestó más atención un detalle de la habitación que aprocedimiento secreto para ganar millones aun miles de millones de dólares.

El secreto para ganar dinero era taelemental, por empezar, que no necesitabmucha atención. La parte más complicada sefería a la forma en que el joven Malach

habría de retomar la antorcha de MagnumOpus una vez que Noel, al fin, la soltara. Eoven Malachi debía pedir a Ransom K. Feruna lista cronológica de las inversiones dMagnum Opus y, leyendo el margen, el jove

Malachi sabría hasta dónde había llegado e

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viejo Noel en la Biblia y dónde debía empezaél.

El detalle del cuarto 223 que habínteresado al joven Malachi era una fotografísuya. Era una fotografía suya a los tres añosa foto de un chiquillo dulce, agradableuguetón, en una playa oceánica.

Estaba clavada con chinches en la pared

Era la única imagen que había en el cuarto.El viejo Noel vio que el joven Malach

miraba la foto y se quedó confuso y turbadpor todo lo que significa la relación padre-hijo

Rebuscó en su cabeza algo agradable qudecir, pero no encontró casi nada.—Mi padre me dio solamente do

consejos —dijo— y sólo uno ha resistido a lprueba del tiempo. Eran: «No toques a tsuperior» y «Guarda la botella fuera dedormitorio». —Su turbación y confusión erademasiado grandes para soportarlas—Adiós —dijo bruscamente.

—¿Adiós? —repitió el joven Malach

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desconcertado. Se dirigió hacia la puerta.—Guarda la botella fuera del dormitorio —

dijo el viejo, y volvió la espalda.—Sí, señor, lo haré —dijo el joven Malach

—. Adiós, señor —dijo, y salió.Fue la primera y última vez que Malach

Constant vio a su padre.Noel Constant vivió cinco años más, y l

Biblia nunca le falló.Murió justo cuando llegaba al final de est

rase:«And God made two great lights: th

greater light to rule the day, and the lesseight to rule the night: he made the stars also». 

Su última inversión fue en Sonny Oil a 1

/4.El hijo se hizo cargo de las cosas dondas había dejado el padre, aunque MalachConstant no se mudó a la habitación 223 deWilburhampton Hotel.

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Y durante cinco años la suerte del hijo fuan sensacional como lo había sido la depadre.

 Ahora, de pronto, Magnum Opus yacía euinas.

 Allí, en su oficina, con los mueblelotantes y la alfombra de césped, MalachConstant no podía creer que su buena suert

se hubiera acabado.—¿No ha quedado nada? —dij

débilmente. Se las arregló para sonreír Ransom K. Fern—. Vamos, viejo, tiene qu

haber quedado algo.—Yo también lo creía a las diez de estmañana —dijo Fern—. Me felicitaba de habesostenido a Magnum Opus contra todo golpposible. íbamos capeando bastante bien ldepresión, sí, y los errores suyos también.

«Y entonces, a las diez y cuarto, me visitun abogado que al parecer había estadanoche en su fiesta. Parece ser que uste

estuvo distribuyendo pozos petrolíferos l

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última noche y el abogado fue lo bastantprecavido como para preparar documentoque una vez firmados lo obligarían a ustedUsted los había firmado. Anoche ustedistribuyó quinientos treinta y un pozopetrolíferos, con lo que borró del mapFandango Petroleum.

«A las once —continuó Fern—, e

presidente de los Estados Unidos anunció qua Galactic Spacecraft, que nosotrohabíamos vendido, recibiría un contrato dres mil millones de dólares para la Nueva Er

Espacial.«A las once y media —dijo Fern— mdieron un ejemplar de la Revista de lAsociación Médica Norteamericanamarcada por nuestro director de relacionepúblicas con las letras 'PSI'. Estas tres letrascomo usted sabría si hubiera dedicado algúiempo a su oficina, significan 'para snformación'. Busqué la página marcada y m

enteré, para mi información, de que lo

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cigarrillos MoonMist eran, no una causa, sina causa principal de esterilidad en ambosexos, allí donde se hubieran vendid

cigarrillos MoonMist. Esto fue descubierto npor seres humanos sino por una calculadorelectrónica. Cuando se la alimentaba codatos sobre humo de cigarrillos, lcalculadora se excitaba muchísimo, y nadi

podía imaginar por qué. Evidentemente la máquina estaba tratand

de decir algo a sus operadores. Hacía todo lque podía por expresarse, y al fin se la

arregló para que los operadores le hicieraas preguntas correctas.«Las preguntas correctas se referían a l

elación de los cigarrillos MoonMist con leproducción humana. La relación era l

siguiente:«Las personas que fuman cigarrillo

MoonMist no pueden tener hijos, aunququieran.

«No cabe duda —dijo Fern— que ha

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gígolos, bailarinas y neoyorkinos quagradecen esta liberación de la biología. Pera juicio del Departamento Jurídico dMagnum Opus, antes de que dichDepartamento quedara liquidado, hay variomillones de personas que pueden demandacon éxito a la Compañía, alegando que locigarrillos MoonMist los han privado de alg

bastante importante. Placer en profundidadnada menos.

«Hay aproximadamente diez millones dex fumadores de MoonMist en este país —

dijo Fern—, todos estériles. Si uno de caddiez lo demanda a usted por daños perjuicios incalculables, aunque sea por lmodesta suma de cinco mil dólares, la cuentserá de cinco mil millones de dólaresexcluyendo los derechos legales. Y usted niene cinco mil millones de dólares. Desde lquiebra del mercado de valores y su comprde bienes tales como la American Levitation

usted no tiene ni siquiera quinientos millones.

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«MoonMist Tobacco —dijo Fern— eusted. Magnum Opus —dijo Fern— tambiées usted. Motivos todos por los que usteserá demandado, y demandado con éxito. Ysi bien los demandantes no conseguirásacarle peras al olmo, seguramente podrásecar el olmo entre tanto.

Fern volvió a inclinarse. —Cumplo ahor

mi último deber oficial, que es el de informarlque su padre le escribió a usted una cartque había de serle entregada sólo si ssuerte empeoraba de verdad. Mi

nstrucciones eran poner esa carta debajo da almohada de la habitación 223 deWilburhampton Hotel, si su suerte erverdaderamente mala. He puesto la cartdebajo de la almohada hace una hora.

«Y ahora, como humilde y leal servidor da compañía, le pido un pequeño favor —dijFern—. Si la carta arroja la más leve lusobre lo que puede significar la vida, l

ogaría que me telefoneara a mi casa.

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Ransom K. Fern saludó tocándose con ebastón el ala del sombrero Homburg. —Adiós, Mr. Magnum Opus, hijo, adiós.

 El Wilburhampton Hotel era una anticuad

construcción de tres pisos, de estilo Tudosituada frente al edificio de Magnum Opus, eelación con el cual parecía una cama si

hacer a los pies del Arcángel Gabriel. Eevoque exterior del hotel estaba revestido d

planchas de pino, simulando una construccióde madera. La arista del tejado había sid

quebrada intencionalmente, para simulavejez. Los aleros eran pesados y bajosabrumados de falsa paja. Las ventanas eraminúsculas, con cristales facetados.

En el pequeño bar del hotel había trepersonas, un barman y dos clientes. Los doclientes eran una mujer delgada y un hombrgordo, los dos aparentemente viejos. En eWilburhampton nadie los había visto hast

ese momento, pero era como si hiciera año

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que estaban sentados allí. Su asimilación amedio era perfecta, porque parecían tambiéevestidos de madera, con la arista dorsa

quebrada y las ventanas pequeñas.Se decían profesores jubilados de l

misma escuela secundaria del Medio OesteEl hombre gordo se presentó como GeorgM. Helmholtz, ex director de orquesta. L

mujer delgada se presentó como RobertWiley, ex profesora de álgebra.

Evidentemente, los dos habíadescubierto tarde en la vida los consuelos de

alcohol y del cinismo. Nunca pedían la mismbebida dos veces, estaban ávidos por sabequé había en esta botella y qué en aquéllaqué era un «punch alba de oro», y un «HeleTwelve-trees» y un «pluie d'or», y un «fizviuda alegre».

El barman sabía que no eran alcoholistasConocía bien el tipo y le gustaba: erasimplemente dos personajes del Saturda

Evening Post al final del camino.

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Mientras no hacían preguntas sobre ladiferentes bebidas, no se diferenciaban de lomillones de norteamericanos frecuentadorede bares el primer día de la Nueva ErEspacial. Estaban sólidamente sentados esus taburetes, mirando fijo las filas dbotellas. Movían los labios constantementeprobando, desanimados, con importante

muecas de asco, de burla, de desprecio.La imagen del evangelista Bobby Dentó

sobre la Tierra como la nave espacial de Diose aplicaba especialmente a lo

recuentadores de bares. Helmholtz y MisWiley se comportaban como el piloto y ecopiloto de un enorme viaje sin objeto ravés del espacio, que habría de durasiempre. Era fácil creer que habíaempezado el viaje con alegría, llenos duventud y capacitación técnica, y que labotellas que tenían delante eran lonstrumentos que habían estado vigiland

durante años y años y años.

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Era fácil creer que cada día el muchachy la muchacha del espacio eramicroscópicamente más negligentes que edía anterior, hasta hoy, en que constituían lvergüenza del Servicio Pan-Galáctico deEspacio.

Helmholtz tenía desabrochados dobotones de la bragueta, y un poco de crem

de afeitar en la oreja izquierda. Los calcetinede Helmholtz eran desparejos.

Miss Wiley era una viejecita de carenjuta, con aire de loca. Llevaba una peluc

negra y rizada que parecía haber estadclavada durante años en la puerta de ugranero.

—Parece que el presidente ha ordenadel comienzo de una Nueva Era Espacial parver si se arregla un poco la desocupación —dijo el barman.

—Aja —dijeron Helmholtz y Miss Wiley amismo tiempo.

Sólo una persona observadora y suspica

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hubiera advertido una nota falsa en ecomportamiento de los dos: Helmholtz y MisWiley estaban demasiado interesados en lhora. Para ser gentes que no tenían gracosa que hacer ni adonde ir, les importabaextraordinariamente sus relojes, Miss Wilesu reloj pulsera de hombre, Mr. Helmholtz seloj de oro de bolsillo.

La verdad es que Helmholtz y Miss Wileno eran profesores jubilados. Nada de esoEran hombres los dos, maestros en el disfraos dos. Eran agentes del Ejército de Mart

en misión, ojos y oídos de una bandmarciana que flotaba en un plato volador unos trescientos kilómetros de altura.

Malachi Constant no lo sabía, perestaban esperándolo.

 Helmholtz y Wiley no abordaron a Malach

Constant mientras cruzaba la calle edirección al Wilbur-hampton. No diero

muestras de interesarse en él. Lo dejaro

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cruzar el vestíbulo y subir al ascensor siecharle una mirada.

Pero echaron nuevamente una mirada sus relojes y una persona observadora suspicaz hubiera notado que Miss Wileapretaba un botón de su reloj que puso emarcha un cronógrafo.

Helmholtz y Miss Wiley no tenían intenció

de emplear la violencia con Malachi ConstanNunca habían empleado la violencia conadie, y sin embargo habían contratado catorce mil personas para Marte.

 La técnica habitual era vestirse comngenieros civiles y ofrecer a hombres mujeres no demasiado brillantes nuevdólares por hora, libres de impuestos, mácasa, comida y transportes, para trabajar eun proyecto secreto del Gobierno en unparte remota del mundo, durante tres añosEra una broma entre Helmholtz y Miss Wile

él que nunca hubieran especificado qu

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gobierno organizaba el proyecto, y el quninguno de los contratados lo hubiespreguntado jamás.

 Al noventa y nueve por ciento de locontratados se les provocaba amnesiapenas llegaban a Marte. Expertos en salumental les hacían un lavado de memoria y locirujanos marcianos les instalaban una anten

adial en el cráneo para poder controlarlopor ese medio.

Entonces se les ponían nuevos nombreelegidos al puro azar y se los destinaba a la

ábricas, las cuadrillas de construcción, apersonal administrativo o al Ejército de MarteNo sucedía lo mismo con los qu

demostraban ardientemente que servirían coheroísmo a Marte, sin haber sido sometidos ratamiento médico. Esa minoríafortunadamente ingresaba en el círculsecreto de los que mandaban.

Los agentes secretos Helmholtz y Wile

pertenecían a ese círculo. Gozaban de l

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plena posesión de sus recuerdos y no eracontrolados por radio. Adoraban su trabajo.

—¿Cómo es ese Slivovitz? —preguntHelmholtz al barman, echando una mirada dsoslayo a una botella polvorienta de la fila deondo. Acababa de terminar un jarabe dendrina con soda.

—Ni siquiera sabía que lo teníamos —dij

el barman. Puso la botella en el mostradonclinándola a cierta distancia para poder leeel rótulo—. Aguardiente de ciruela —dijo.

—Creo que probaré eso después —dij

Helmholtz. Desde la muerte de Noel Constant, l

habitación 223 del Wilburhampton Hotel habíquedado vacía, como recuerdo.

Malachi Constant entró en la habitació223. No había estado en el cuarto desde lmuerte de su padre. Cerró la puerta encontró la carta debajo de la almohada.

Nada en la habitación había sid

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cambiado, salvo la ropa de cama. Lotografía de Malachi niño en la playa seguísiendo la única figura en la pared.

La carta decía: Querido hijo: Algo malo e importante t

ha ocurrido, si no no estarías leyendo estcarta. Te escribo para decirte que t

ranquilices por las cosas malas y eches unmirada a tu alrededor para ver si no hocurrido algo bueno o importante debido que llegamos a ser tan ricos y después l

perdimos todo. Lo que quiero es que tratede ver si está ocurriendo algo especial o sodo sigue siendo tan descabellado como m

parecía a mí.

Si no fui un padre muy bueno, ni mubueno en nada, fue porque estaba ya muertmucho antes de morir. Nadie me quería, yno servía mucho para nada, no podí

encontrar nada que me gustara y estab

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harto y cansado de vender ollas y sartenesde mirar la televisión, y me sentía como sestuviera muerto y había ido demasiad

ejos para poder retroceder...En ésas andaba cuando empecé lonegocios con la Biblia y tú sabes lo quocurrió después. Parecía como si alguien algo deseara que yo poseyese todo eplaneta aunque fuera como si estuviesmuerto. Tuve los ojos abiertos por saparecía alguna señal que me indicara quera todo eso, pero no apareció. Simplement

me hice cada vez más rico.Entonces tu madre me mandó esa fot

uya en la playa y por la forma en que mmirabas desde la foto pensé que quizá par

i se estaba juntando ese montón de dineroDecidí que me moriría sin ver el sentido dodo eso y que quizá tú serias el que d

pronto lo viera todo claro como el agua. T

digo que hasta un hombre medio muert

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detesta estar vivo y no ser capaz de ver usentido en nada.

La razón por la que le dije a Ransom K

Fern que te diera esta carta sólo si se tdaba vuelta la suerte es porque nadie piensni advierte nada mientras tiene buena suerte¿De qué serviría?

Echa una mirada por mi, hijo. Y si tfundes y viene alguien a hacerte unpropuesta descabellada, mi consejo es qua aceptes. Podrías aprender algo si estácon ánimo para eso. Lo único que h

aprendido es que algunos tienen suerteotros no, y ni siquiera un graduado de lFacultad Comercial de Harvard puede decpor qué.

Cariñosamente. Tu papá. 

 Alguien llamó a la puerta de la habitació223. La puerta se abrió antes de qu

Constant pudiera responder.

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Helmholtz y Miss Wiley entraron. Lhicieron en el preciso instante en que susuperiores les advirtieron el momento justo eque Malachi terminaba de leer la carta. Lehabían indicado también, con precisión, lo qudebían decirle.

Miss Wiley se quitó la peluca, revelandque era un hombre huesudo, y Helmholt

compuso sus rasgos para mostrar que erntrépido y estaba acostumbrado a mandar.

—Mr. Constant —dijo Helmholtz—, estoaquí para informarle que el planeta Marte n

sólo está poblado, sino que lo está por unsociedad vasta, eficiente, militarizada ndustrializada. Esa población ha sidcontratada en la Tierra y transportada Marte en platos voladores. Tenemos ahorntención de ofrecerle a usted el cargo deniente coronel del Ejército de Malte.

«La situación de usted en la Tierra edesesperada, y tiene una mujer que es un

bestia. Además, nuestro servicio d

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nteligencia terrestre nos informa que usteno sólo quedará sin un centavo debido demandas civiles, sino que irá a la cárcel ponegligencia criminal.

«Además de un sueldo y prerrogativamuy superiores a las que se conceden a loenientes coroneles en los ejércitoerrestres, le ofrecemos inmunidad co

especto a cualquier persecución legal de lTierra, y la oportunidad tanto de ver uplaneta nuevo e interesante, como de pensasobre su planeta natal desde un punto d

vista nuevo y objetivo.—Si acepta la propuesta —dijo MisWiley—. levante la mano izquierda y repita lque le diré...

  Al día siguiente, el helicóptero de Malac

Constant apareció vacío en el centro dedesierto de Mojave. Las huellas de un hombrse alejaban de él unos doce metros; despué

se interrumpían.

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Era como si Malachi Constant hubiercaminado doce metros y después se hubierdisuelto en el aire.

 El martes siguiente, la nave espacia

conocida con el nombre de La Ballena, fubautizada nuevamente con el de ThRumfoord, y se la puso en condiciones d

anzamiento.Beatrice Rumfoord observaba satisfech

as ceremonias por televisión, a tres mkilómetros de distancia. Todavía estaba e

Newport. Si el destino quería que BeatricRumfoord estuviera a bordo, debería, darsuna prisa loca.

Beatrice se sentía maravillosamenteHabía probado muchas cosas buenas. Habíprobado que era dueña de su propio destinoque podía decir que no cuando quisiermantenerse firme. Había probado que lomnisciencia jactanciosa de su marido er

pura fanfarronería, que él no valía más e

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materia de previsiones que la OficinMeteorológica de los Estados UnidosAdemás, había trazado un plan que lpermitiría vivir con un modesto confort eesto de sus días, y al mismo tiempo dar a s

marido su merecido. La próxima vez que smaterializara, encontraría la propiedaatestada de papanatas. Beatrice les cobrarí

cinco dólares a cada uno por pasar a travéde la puerta de Alicia en el País de laMaravillas.

Esto no era un sueño imposible. Lo habí

discutido con dos supuestos representantede los titulares de la hipoteca sobre lpropiedad, que se habían entusiasmado.

Estaban allí con ella, contemplando poelevisión los preparativos del lanzamiento deRumfoord. El televisor estaba en la mismhabitación del gran retrato de Beatrice comuna inmaculada niñita de blanco, con un ponblanco de ella sola. Beatrice sonrió a l

pintura. La niñita había conseguid

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mantenerse sin una mancha.El anunciador de la televisión empezó l

cuenta de los minutos para el lanzamiento deRumfoord. 

Durante la cuenta, Beatrice se sentícomo un pájaro. No podía estar sentada nquedarse quieta. Su inquietud era el resultadde la felicidad, no del suspenso. Le er

ndiferente que el Rumfoord fallara o no.En cambio sus dos visitantes parecía

omar el lanzamiento muy en serio, como sogaran por él. Eran un hombre y una muje

un tal George M. Helmholtz y su secretariauna tal Roberta Wiley. Miss Wiley era unviejecita cómica, pero muy vivaz e ingeniosa.

El cohete arrancó con un bramido.Fue una salida impecable.Helmholtz se apoyó en el respaldo y lanz

un viril suspiro de alivio. Después sonrió y spalmeó los espesos muslos con exuberancia—Alabado sea Dios —dijo—, estoy orgullos

de ser norteamericano y de vivir en est

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época.—¿Les gustaría tomar algo? —dij

Beatrice.—Muchas gracias —dijo Helmholtz—

pero no me atrevo a mezclar los negocios coel placer.

—¿Pero no están terminados lonegocios? —dijo Beatrice—. ¿No hemo

discutido todo?—Bueno... Miss Wiley y yo hubiéramo

querido hacer un inventario de los edificioprincipales —dijo Helmholtz—, pero me tem

que esté demasiado oscuro. ¿Haeflectores?Beatrice sacudió la cabeza.—No, lo siento —dijo.—¿No tendrá usted una lintern

poderosa? —dijo Helmholtz.—Probablemente pueda conseguírsela —

dijo Beatrice—, pero no creo que senecesario salir. Le puedo decir lo que so

odos los edificios. —Llamó al mayordomo, l

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dijo que trajera una linterna—. Hay el pabellóde tenis, el invernadero, la casita deardinero, lo que fue en otro tiempo la casdel guardián, el deposito de coches, epabellón de huéspedes, el cobertizo dherramientas, los baños, la perrera y la viejorre del agua.

—¿Cuál es la nueva? —pregunt

Helmholtz.—¿La nueva? —dijo Beatrice.El mayordomo volvió con una linterna qu

Beatrice tendió a Helmholtz.

—La de metal —dijo Miss Wiley.—¿De metal? —preguntó Beatricdesconcertada—. No hay ningunconstrucción de metal. Quizá alguno de locobertizos que están a la intemperie parececomo dé plata. —Frunció el entrecejo—¿Alguien le dijo que había aquí unconstrucción de metal?

—La vimos al entrar —dijo Helmholtz.

—Viniendo por el sendero, entre lo

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matorrales, junto a la fuente —dijo MisWiley.

—No me imagino —dijo Beatrice.—¿No podemos ir a echar un vistazo? —

dijo Helmholtz.—Sí, naturalmente —dijo Beatrice

poniéndose de pie.Los tres cruzaron el zodíaco del piso de

vestíbulo y salieron a la perfumada oscuridadEl haz de la linterna bailaba delante de ellos.

—Realmente —dijo Beatrice—, tenganta curiosidad como ustedes de ver lo qu

es. —Parece una especie de cosprefabricada en aluminio —dijo Miss Wiley.

—Parece un tanque en forma de hongo algo por el estilo —dijo Helmholtz—, sólo quse apoya directamente en el suelo.

—¿Ah sí? —dijo Beatrice.—Usted sabe lo que dije que era

¿verdad? —dijo Miss Wiley.

—No... —dijo Beatrice—, ¿qué dijo?

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—Debo decirlo en voz baja —respondiMiss Wiley como jugando— para que no mencierren en un manicomio. —Se llevó lmano a la boca, susurrando en dirección Beatrice—. Un plato volador —dijo.

 

4 - Plan rataplán

 Rataplán, plan, plan; Rataplán, plan, plan

¡Plan, rataplán! ¡Plan, rataplánRataplán, rataplán, plan, rataplán

TAMBORES DE MART Los hombres se habían encaminado a l

pista de desfile al son de un tambor. Eambor les decía:

 Rataplán, plan, plan;Rataplán, plan, plan,¡Plan, rataplán! 

¡Plan, rataplán! 

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Rataplán, rataplán, plan, rataplán. Era una división de infantería de diez m

hombres formados en un cuadrado huecsobre una pista natural para desfiles, dhierro, y de un kilómetro y medio de espesoLos soldados, en posición de firmes, estabaen una superficie de herrumbre anaranjado

Se estremecían rígidamente, porque eraodo lo férreos que podían, tanto oficialecomo soldados. Los uniformes eran de unextura áspera, de un verde escarchado, de

color de los líquenes.Los soldados se habían puesto eposición de firmes en profundo silencio. No shabía dado ninguna señal audible o visible. Lhabían hecho como un solo hombre, compor una pasmosa coincidencia.

El tercer hombre del segundo pelotón de lprimera sección de la segunda compañía deercer batallón del segundo regimiento de l

Primera División Marciana de Infantería d

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Asalto era un soldado raso que había siddegradado tres años antes, siendo tenientcoronel. Hacía ocho años que estaba eMarte. Cuando un hombre en un ejércitmoderno es degradado a soldado raso, eprobable que como soldado sea viejo y qusus camaradas de armas, una vez habituadoa que no sea un oficial, por respeto a su

perdidas insignias lo llamen algo así comPops, o Gramps, o Unk 2  . 

El tercer hombre del segundo pelotón da primera sección de la segunda compañí

del tercer batallón del segundo regimiento da Primera División Marciana de Infantería dAsalto respondía al apodo de Unk. Unk tenícuarenta años. Era un hombre bien plantado

peso mediano pesado, de piel morena, labiode poeta, suaves ojos castaños en laprofundas órbitas sombreadas por uentrecejo de hombre de Cromagnón. Uncalvicie incipiente dejaba aislado un dramátic

mechón.

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Una anécdota ilustrativa sobre Unk: Unvez que la sección de Unk estaba tomanduna ducha, Henry Brackman, sargento de lsección de Unk, le pidió a un sargento de otregimiento que eligiera el mejor soldado de l

sección. El sargento de visita, sin ningunvacilación, eligió a Unk, porque era un hombrcompacto, bien musculoso e inteligente.

Brackman abrió grandes ojos.—Cristo... ¿te parece? —dijo—. Es e

boludo de la sección.—¿Me estás tomando el pelo? —dijo e

sargento.—Carajo, no te estoy tomando el pelo —dijo Brackman—. Míralo, hace diez minutoque está ahí, y todavía no ha tocado el jabónUnk! ¡Despierta, Unk!

Unk se estremeció, dejó de soñar bajo lasalpicaduras de la ducha. Miró interrogante Brackman, vacío, bien intencionado.

—¡Usa el jabón, Unk! —dijo Brackman—

Usa el jabón, carajo!

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 Ahora, en la pista de hierro, Unk estaben posición de firme en el cuadrado vacíocomo todos los demás.

En el centro del cuadrado vacío había upilar de piedra con aros de hierro. Habíapasado chirriantes cadenas a través de loanillos, las habían ajustado alrededor de usoldado pelirrojo parado contra un poste. Er

un soldado limpio, pero no impecable, puestque le habían arrancado del uniforme todaas insignias y condecoraciones, y no tenícinturón, ni corbata, ni inmaculadas polainas.

Todos los demás, incluso Unkesplandecían. Todos los demás lucíaprimorosos.

 Algo desagradable iba a ocurrirle ahombre del poste, algo de lo cual el hombrhubiera deseado con toda él alma escapaalgo de lo cual no escaparía a causa de lacadenas.

Y todos los soldados mirarían.

Se había dado gran importancia a

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acontecimiento.Hasta el hombre del poste estaba e

posición de firme; dadas las circunstancias npodía hacer realmente otra cosa.

De nuevo, sin orden audible o visible, lodiez mil soldados ejecutaron el movimiento ddescanso como un solo hombre.

Lo mismo hizo el hombre del poste.

Los soldados se mantuvieron en filaaunque les hubieran dado orden de descansoSu obligación era descansar pero simoverse del lugar y guardando silencio

Ahora los soldados eran libres de pensar upoco, y de mirar alrededor y enviar mensajecon los ojos, si tenían mensajes y alguiepodía recibirlos.

El hombre del poste tironeó de lacadenas, estiró el pescuezo para juzgar laltura del poste al que estaba encadenadoEra como si creyese que podía escapaaplicando un método científico, con sólo qu

pudiera averiguar la altura del poste y de qu

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estaba hecho.El poste tenía casi seis metros de alto, si

contar los tres metros y medio encastradoen el hierro. El diámetro medio era de unosesenta centímetros pero con variaciones quegaban a más de veinte. Estaba hecho d

cuarzo, álcali, feldespato, mica, y huellas durmalina y hornablenda. Para información de

hombre sujeto al poste: estaba a doscientoveintisiete millones setecientos cincuenta seis mil ciento sesenta y ocho kilómetros deSol, y no tenía ayuda posible. El hombr

pelirrojo sujeto al poste no emitió ningúsonido, porque a los soldados en posición ddescanso no les estaba permitido hacerloPero envió un mensaje con los ojos, para quse supiera que hubiera querido llorar. Envió emensaje a alguien cuyos ojos se encontraracon los suyos. Confiaba en que el mensajegara a una persona en particular, a s

mejor amigo, a Unk. Estaba buscando a Unk

No pudo encontrar la cara de Unk. De habe

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encontrado la cara de Unk, no habría habidni un atisbo de reconocimiento y piedad eella. Unk acababa de salir del hospital de lbase, donde había sido tratado poenfermedad mental, y su mente estaba casen blanco. Unk no reconocía a su mejoamigo en la picota. Unk no reconocía a nadieNo habría sabido siquiera que su nombre er

Unk, no habría sabido siquiera que era usoldado, si no se lo hubiesen dicho al salir dehospital.

Había pasado directamente del hospital

a formación que integraba en ese momento.En el hospital le habían dicho una y otrvez que era el mejor soldado de la mejosección del mejor pelotón de la mejocompañía del mejor batallón del mejoegimiento de la mejor división del mejo

ejército.Unk conjeturó que uno podí

enorgullecerse de eso. En el hospital l

dijeron que había estado muy enfermo, per

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que ahora se había repuesto del todoParecía una buena noticia.

En el hospital le dijeron el nombre de ssargento, qué era un sargento y cuáles eraos símbolos de las jerarquías, los grados as especialidades.

Tanto habían blanqueado la memoria dUnk, que habían tenido que enseñarl

nclusive a mover los pies y a manejanuevamente las armas.

En el hospital habían tenido que explicarlqué eran las Raciones Respiratorias d

Combate o R.R.C.; tuvieron que decirle quomara una cada seis horas para nasfixiarse. Eran píldoras de oxígennecesarias porque faltaba ese elemento en latmósfera marciana.

En el hospital tuvieron que explicarlncluso que tenía una antena radial instaladen la coronilla y que le dolería cada vez quhiciera algo que un buen soldado no deb

hacer jamás. La antena le daría ademá

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órdenes y le proporcionaría música dambores para marchar. Le dijeron que nsólo él, Unk, sino también todos los demáenían una antena así, incluidos los médicosas enfermeras y los generales de cuatrestrellas. Era un ejército muy democráticodijeron.

Unk sospechó que era bueno que u

ejército fuese así.En el hospital le dieron un pequeñ

ejemplo del dolor que le produciría la antensi alguna vez hacía algo malo.

El dolor era horrible.Unk se vio obligado a admitir que usoldado tenía que estar loco para no cumplsiempre con su deber.

En el hospital habían dicho que la reglmás importante de todas era ésta: obedecsiempre una orden directa, sin un momentde vacilación.

 Allí, en formación, en la pista de hierro

Unk comprendió que tenía mucho qu

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eaprender. En el hospital no le habíaenseñado todo lo que se podía saber sobra vida.

En la cabeza de Unk la antena dio dnuevo una señal de atención y la mente lquedó en blanco. Luego la antena volvió ordenarle descanso, luego de nuevo firmeuego presentar armas, luego descanso d

nuevo.Empezó a pensar otra vez. Tuvo otr

atisbo del mundo que lo rodeaba.La vida era así, se dijo Un

cautelosamente: blancos y atisbos, y de veen cuando quizá ese terrible relámpago ddolor por haber hecho algo malo.

Una pequeña luna baja se moviápidamente en el cielo violeta. Unk no sabí

por qué, pero pensó que la luna se movídemasiado rápido. No parecía correcto. Y ecielo, pensó, debería ser azul y no violeta.

Unk sintió frío, también, y deseó qu

hiciera más calor. El frío interminable parecí

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an equivocado, tan injusto en cierto modcomo la rápida luna y el cielo violeta.

El comandante de división de Unk hablabahora con el comandante del regimiento. Ecomandante del regimiento de Unk se dirigial comandante del batallón. El comandantdel batallón de Unk se dirigió al comandantde la compañía. El comandante de l

compañía de Unk se dirigió al jefe depelotón, que era el sargento Brackman.

Brackman se acercó a Unk y le ordenque marchara militarmente hasta el hombr

sujeto a la picota y lo estrangulara hastmatarlo.Brackman le dijo a Unk que era una orde

directa. Entonces Unk la cumplió.Caminó hasta el hombre sujeto al poste

Caminó al ritmo de la musiquita seca de uambor. El sonido del tambor estabealmente dentro de su cabeza, saliendo da antena:

 

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Rataplán, plan, plan;Rataplán, plan, plan.¡Plan rataplán! 

¡Plan rataplán! Rataplán, rataplán, plan, plan. Cuando Unk llegó hasta el hombre en l

picota, vaciló justo un segundo, porque e

hombre pelirrojo en la picota parecía mudesdichado. Entonces hubo una levadvertencia dolorosa en la cabeza de Unkcomo el primer arañazo de un torno d

dentista.Unk apoyó los pulgares en la tráquea de

hombre pelirrojo, y el dolor se detuvo eseco. Unk no apretaba porque el hombr

estaba tratando de decirle algo. Unk estabdesconcertado por el silencio del hombre, entonces comprendió que la antena dehombre debía ordenarle silencio, así comas antenas ordenaban silencio a todos lo

soldados.

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Heroicamente, el hombre en la picotvenciendo la voluntad de su antena, hablápidamente, retorciéndose.

—Unk... Unk... Unk... —dijo, y loespasmos de la lucha entre su propivoluntad y la voluntad de la antena le hacíaepetir estúpidamente el nombre—. Piedr

azul, Unk —dijo—. Barraca doce... carta. 

Unk sintió de nuevo machacar en scabeza la advertencia dolorosa. Unestranguló al hombre en la picota, aprethasta que la cara del hombre se puso violet

y se le salió afuera la lengua.Unk retrocedió, se puso en posición dirme, dio una elegante media vuelta y volvió su lugar en las filas, acompañado de nuevpor el tambor en su cabeza:

 Rataplán, plan, plan;Rataplán, plan, plan.¡Plan rataplán! 

¡Plan rataplán! 

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Rataplán, rataplán, plan, plan. El sargento Brackman le hizo un gesto co

a cabeza a Unk, y un guiño afectuoso.De nuevo los diez mil se pusieron e

posición de firmes.Horriblemente, el hombre muerto en e

poste luchó por llamar la atención

demasiado, arrastrando las cadenasFracasó —no logró ser un perfecto soldado—no porque no quisiera serlo, sino porquestaba muerto.

 Ahora la gran formación se dividió esectores rectangulares. Caminaron, sipensarlo, cada uno con el sonido del tamboen la cabeza. Un observador no hubiera oídnada salvo las pisadas de las botas.

Un observador se hubiera quedadperplejo sin saber quién era el responsableporque hasta los generales se movían commarionetas, siguiendo el ritmo estúpido del:

 

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Rataplán, plan, plan;Rataplán, plan, plan.¡Plan rataplán! 

¡Plan rataplán! Rataplán, rataplán, plan, plan. 

5 - Carta de un héroe desconocido

 «Podemos conseguir que el centro de l

memoridel hombre sea virtualmente tan estér

como uescalpelo recién salido del autoclave. Per

las semillade la nueva experiencia empiezan

acumularsen él en seguida. Esas semillas a su vez sconstituye

en estructuras que no son necesariamentfavorable

al pensamiento militar. Por desgracia, est

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problema de la recontaminación parecinsoluble»

DR. MORRIS N. CASTLDirector de Salud Mental, Mart

 La formación de Unk hizo alto delante d

una barraca de granito, en una perspectiva dmiles de barracas iguales que parecía

perderse hasta el infinito en la llanura dhierro. Cada diez barracas había un mástcon un estandarte que restallaba al vientvivo.

El que flotaba como un ángel guardiásobre el sector de la compañía de Unk ermuy alegre: franjas rojas y blancas, y muchaestrellas blancas en un campo azul. Era lVieja Gloria, la bandera de los EstadoUnidos de Norteamérica en la Tierra.

Más allá estaba el estandarte rojo de lUnión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Después había un maravilloso estandart

verde, naranja, amarillo y púrpura, con u

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eón que sostenía una espada. Era lbandera de Ceilán.

Y después de ésta había una bola roja eun campo blanco, la bandera de Japón.

Los estandartes representaban a lopaíses que las diversas unidades marcianaatacarían y paralizarían cuando comenzara lguerra entre Marte y la Tierra.

Unk no vio ningún estandarte hasta que santena le permitió aflojar los hombros, soltaas articulaciones, salirse de la fila. Mirboquiabierto la perspectiva de barracas

mástiles. La barraca que tenía delantmostraba un gran número pintado sobre lpuerta. El número era 576.

 Algo en Unk encontró el númerascinante, lo movió a estudiarlo. Despuéecordó la ejecución, recordó que el hombr

pelirrojo a quien había matado le había dichalgo sobre una piedra azul y la barraca doce

 

En el interior de la barraca 576, Unk limpi

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su rifle y encontró la tarea sumamentagradable. Descubrió, además, que aúsabía cómo se desmontaba el arma. En todcaso, no le habían borrado eso en el hospitaLe hizo particularmente feliz sospechar quprobablemente otras partes de su memoriambién habían sido pasadas por alto. Poqué podía hacerlo furtivamente feliz est

sospecha, no lo sabía.Limpió el cañón del rifle. El arma era u

máuser alemán de 11 milímetros, de un soliro, ese tipo de rifle que se había ganado s

eputación cuando lo usaron los españoles ea guerra hispanoamericana, en la TierraTodos los rifles del ejército marciano eraaproximadamente de la misma cosecha. Loagentes marcianos, en su tranquila labosobre la Tierra, habían podido comprar popoco menos que nada enormes cantidadede máusers, Enfields ingleses y Springfieldnorteamericanos.

Los camaradas de pelotón de Un

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ambién estaban limpiando los cañones de loifles. El aceite olía bien, y el trapo aceitado

enroscándose en el interior del armaobligaba a hacer fuerza, justo lo suficientpara que la tarea fuera interesante. Casnadie hablaba.

Nadie parecía haberse fijadespecialmente en la ejecución. Si para lo

camaradas de Unk había sido una lección, lencontraban fácil de digerir.

Había habido un solo comentario sobre lparticipación de Unk en la ejecución, de part

del sargento Brackman.—Estuviste muy bien —le dijo.—Gracias —respondió Unk.—El tipo estuvo muy bien, ¿verdad? —

preguntó Brackman a los camaradas de Unk Algunos hicieron un gesto de asentimiento

pero Unk tuvo la impresión de que sucamaradas hubieran asentido a cualquiepregunta positiva, y hubieran sacudid

negativamente la cabeza en respuesta a un

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negativa.Unk retiró el trapo y la varilla, deslizó e

pulgar por debajo de la recámara abierta y luz llegó a su uña aceitada. La uña del pulgaenvió la luz a través del cañón. Unk aplicó eojo a la boca del arma y quedó estremecidpor su perfecta belleza. Podía habecontemplado con felicidad, durante horas, l

nmaculada espiral del rifle, soñando con eeliz país cuya redonda puerta veía en el otrextremo del cañón. Algún día se arrastrarípor el caño hasta aquel paraíso.

 Allí haría calor y habría una sola lunapensó Unk, y la luna sería gorda, tranquila enta. Algo más le llegó del paraíso rosadque estaba al final del cañón, y Unk se quedpasmado por la claridad de la visión. Habíres hermosas mujeres en aquel paraíso, Unk sabía perfectamente a qué se parecíanUna era blanca, otra dorada, la otra morenaLa dorada fumaba un cigarrillo en la visión d

Unk. Unk se quedó más sorprendido aún a

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descubrir que sabía la marca de cigarrilloque fumaba la muchacha. Era un cigarrillMoonMist.

—Venda MoonMist —dijo Unk en voz altaHacía bien decir aquello, hacía sentirse coautoridad, astuto.

—¿Eh? —dijo un joven soldado de coloque limpiaba su rifle junto a Unk—. ¿Qu

estás diciendo? —preguntó. Tenía veintitréaños. Su nombre estaba bordado en amarillsobre una franja negra en el bolsillo izquierdde la camisa.

Se llamaba Boaz. Si las sospechas hubieran estadpermitidas en el Ejército de Marte, Boahabría sido una persona sospechosa. Ersólo un soldado raso, de primera clase, persu uniforme, aunque de color verde liqueeglamentario, era de una tela mucho máina y estaba mucho mejor cortado que el dodos los que lo rodeaban, incluyendo e

sargento Brackman.

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Los uniformes de todos los demás eraordinarios, mal cortados, cosidos con torpepuntadas de hilo grueso. Y los uniformes dodos los demás sólo parecían buenocuando quienes los llevaban estaban eposición de firmes. En cualquier otra posicióun soldado corriente encontraba que suniforme tendía a hacer bollos y a crujir com

si fuera de papel.El uniforme de Boaz seguía cada uno d

sus movimientos con una gracia sedosa. Lapuntadas eran menudas y numerosas. Y l

más sorprendente de todo es que los zapatode Boaz tenían un lustre profundo, rico, rojizoun lustre que los otros soldados no podíaconseguir por más que se lustraran lozapatos. A diferencia de los zapatos de todoos otros miembros de la compañía, los dBoaz eran de auténtico cuero de la Tierra.

—¿Hablabas, de vender algo, Unk? —dijBoaz.

—Liquide MoonMist. Sáqueselo de encim

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—murmuró Unk. Las palabras no teníasentido para él. Las había dejado salsimplemente porque se habían empeñado ehacerlo—. Venda —dijo.

Boaz sonrió, tristemente divertido.—Que venda, ¿eh? —dijo—. Okey, Unk

venderemos. —Alzó una ceja—. ¿Qué vamoa vender, Unk? —Había algo particularment

brillante, penetrante en sus pupilas.Unk encontró intranquilizador ese brill

amarillo, esa agudeza de los ojos de Boaz, cada vez más, pues Boaz seguía mirándol

ijo. Unk apartó los ojos, miró al azar los ojode otros de sus camaradas, los encontruniformemente apagados. Hasta los ojos desargento Brackman estaban apagados.

Los ojos de Boaz continuaban mordienden Unk. Unk se sintió forzado a buscar otrvez su mirada. Las pupilas parecíadiamantes.

—¿No te acuerdas de mí, Unk? —dij

Boaz.

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La pregunta alarmó a Unk. Por algunazón era importante que no se acordara d

Boaz. Estaba agradecido de no recordarlealmente.

—Boaz, Unk —dijo el hombre de color—Soy Boaz.

Unk asintió con un gesto.—¿Cómo estás? —dijo.

—Oh, no estoy lo que se dice mal —dijBoaz. Sacudió la cabeza—. ¿No recuerdanada de mí, Unk?

—No —dijo Unk. La memoria lo estab

nquietando un poco ahora, diciéndole qupodía recordar algo sobre Boaz si hacía todo posible. Silenció la memoria—. Lo siento —dijo Unk—. Tengo la mente en blanco.

—Tú y yo éramos compadres —dijo Boa—. Boaz y Unk.

—Aja —dijo Unk.—¿Recuerdas lo que es el sistema d

compadres, Unk? —preguntó Boaz.

—No —contestó Unk.

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—Cada hombre en cada sección tiene ucompadre —dijo Boaz—. Los compadrecomparten la misma casamata, son comcarne y uña en los ataques, se cubren el unal otro. Si uno de los compadres se las veas en un cuerpo a cuerpo, el otro viene, layuda, le tiende un cuchillo.

—Aja —dijo Unk.

—Curioso —dijo Boaz—, lo que uhombre olvida en el hospital, y lo que siguecordando, le hagan lo que le hagan. A ti y

mí nos entrenaron como compadres durant

un año, y te has olvidado. Y ahora dices essobre cigarrillos. ¿Qué clase de cigarrillosUnk?

—Me... me he olvidado —dijo Unk.—Trata de acordarte —dijo Boaz—. L

enías hace un rato. —Frunció el entrecejo bizqueó, como tratando de ayudar a Unk acordarse—. Me parece tan interesante lque un hombre puede recordar después d

haber estado en el hospital. Trata de recorda

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odo lo que puedas.Había cierto afeminamiento en Boaz, a l

manera de un matón astuto que hacarrumacos a un marica, hablándole como a unene.

Pero a Boaz le gustaba Unk, eso tambiécorrespondía a su manera de ser.

Unk tenía el inexplicable sentimiento d

que él y Boaz eran las únicas personas realeen el edificio de piedra, que todos los demáeran robots con ojos de vidrio y no muy biepergeñados. El sargento Brackman, que s

suponía que mandaba, no parecía más vivazni más responsable, ni con más autoridad quuna bolsa de plumas mojadas.

—Veamos qué es lo que recuerdas, Un—dijo Boaz zalamero—. Viejo compadreecuerda todo lo que puedas.

 Antes de que Unk pudiera recordar nadae empezó de nuevo el dolor de cabeza que lhizo cumplir la ejecución. Pero el dolor no s

detuvo en la punzada de advertencia. Ante l

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mirada inexpresiva de Boaz, el dolor en lcabeza de Unk se convirtió en una coscentelleante, contundente.

Unk se puso de pie, dejó caer el rifle, sevó las manos a la cabeza, se tambaleó, s

desmayó. Cuando recobró el sentido en el piso de l

barraca, su compadre Boaz le pasaba unoalla mojada por las sienes.

Un círculo de camaradas rodeaba a Unk Boaz. Las caras no demostraban sorpresa n

simpatía. Pensaban que Unk había hechalgo estúpido e indigno de un soldado, y qupor lo tanto se merecía lo que le habípasado.

Lo miraban como si Unk hubiera hechalgo tan estúpido desde el punto de vistmilitar como recortarse contra el cielo mpiar un arma cargada, como estornuda

mientras andaba de ronda, o contraer, y n

decirlo, una enfermedad venérea, com

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echazar una orden directa o dormir despuédel toque de diana, como emborracharsestando de guardia, como guardar un libro una granada de mano en el cajón de lozapatos, como preguntar quién había iniciadel ejército y por qué...

Boaz parecía preocupado por lo que lhabía pasado a Unk.

—Fue culpa mía, Unk —dijo.El sargento Brackman se abrió camino

empujones a través del círculo y se detuvunto a Unk y Boaz.

—¿Qué hizo, Boaz? —dijo Brackman.—Yo lo estaba embromando, sargento —dijo Boaz con seriedad—. Le dije que tratarde recordar todo lo que pudiera. Nunca pensque lo haría.

—Hay que tener más cabeza y nembromar a un hombre que acaba de saldel hospital —dijo Brackman ceñudo.

—Oh, lo sé, lo sé —dijo Boaz lleno d

emordimientos—. ¡Compadre —dijo—, e

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diablo me lleve!—Unk —dijo Brackman—, ¿no te dijero

nada sobre eso de acordarse en el hospital?Unk sacudió la cabeza vagamente.—Tal vez —dijo—. Me dijeron tanta

cosas.—Es lo peor que puedes hacer, Unk

ratar de acordarte —dijo Brackman—. Po

eso te llevaron al hospital, sobre todo, porque acordabas demasiado. —Ahuecó lamanos regordetas, como para contener eellas el problema desgarrador que había sid

Unk—. Caramba —dijo—, te acordabaanto, Unk, que como soldado no valías ucentavo.

Unk se sentó, apoyó la mano sobre epecho, encontró que tenía la camisa húmedde lágrimas. Pensó explicarle a Brackmaque no había tratado de acordarse, qusabía instintivamente que eso estaba mapero que el dolor lo había asaltado de todo

modos. No se lo dijo a Brackman por temo

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de que volviera el dolor.Unk gruñó y pestañeó para desprende

as últimas lágrimas. No iba a hacer nada quno le hubieran ordenado.

—En cuanto a ti, Boaz —dijo Brackman—o único que sé es que quizá una semanmpiando las letrinas te enseñará a n

bromear con los que acaban de salir de

hospital. Algo informe en la memoria de Unk le dij

que observara atentamente el juego mudentre Brackman y Boaz. Era en cierto mod

mportante.—¿Una semana, sargento? —dijo Boaz.—Sí, diablos —dijo Brackman, y despué

se estremeció y cerró los ojos. Era evidentque su antena le había asestado unpequeña punzada de dolor.

—¿Una semana entera, sargento? —preguntó Boaz inocentemente.

—Un día —dijo Brackman, y era meno

una amenaza que una pregunta. Brackma

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eaccionó de nuevo al dolor de cabeza.—¿A partir de cuándo, sargento? —

preguntó Boaz.Brackman agitó las manos regordetas.—No importa —dijo. Parecí

desconcertado, al descubierto, obsesionadoBajó la cabeza, como para luchar mejocontra el dolor si volvía de nuevo—. No má

bromas, carajo —dijo con voz ronca. Y salicorriendo hacia su cuarto, al final de lbarraca, y cerró de un golpe la puerta.

 

El comandante de la compañía, el capitáArnol Burch, llegó a la barraca para unnspección de sorpresa.

Boaz fue el primero en verlo. Boaz hizo lque un soldado debía hacer en esacircunstancias. Boaz gritó «¡A-ten-ción! ». Lhizo aunque no tuviera ninguna graduación. Eun capricho de la costumbre militar que esoldado más humilde pueda dar la señal d

atención a sus iguales y suboficiales, si es e

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primero en descubrir la presencia de uoficial, en misión en un lugar cubierto, fuerde la zona de combate.

Las antenas de los reclutas respondieronstantáneamente, enderezaron las espaldasatiesaron las articulaciones, hundieron lovientres, sujetaron las culatas, hicieron eblanco en sus mentes. Unk se levantó de u

salto, se quedó tieso y temblando.Sólo un hombre respondió lentamente a

amado de atención. Ese hombre era Boaz. Ycuando se puso en posición de firme, habí

algo insolente, suelto y malicioso en la formen que lo hizo.El capitán Burch, considerand

profundamente ofensiva la actitud de Boazestuvo a punto de decirle algo. Pero apenaabrió la boca, sintió el dolor entre los ojos.

El capitán cerró la boca sin proferir usonido.

 Ante la siniestra mirada de Boaz, se pus

en elegante actitud de firme, oyó un tambo

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en su cabeza y salió de la barraca marcandel paso.

Cuando el capitán hubo salido, Boaz ndio a sus camaradas la orden de descansoaunque podía hacerlo. Tenía una cajita dcontrol en el bolsillo derecho del pantalón qupodía ordenar cualquier cosa a sucamaradas. La caja era del tamaño de u

rasco de bolsillo de un cuarto litro, y ademáestaba curvada para adaptarse a la curva decuerpo. Boaz decidió llevarla sobre la fadura, curvada, del muslo.

La caja de control tenía seis botones cuatro palanquitas. Manipulándolos, Boapodía controlar a cualquiera que llevara unantena en el cráneo. Podía administracualquier grado de dolor a quienquiera quuese, podía darle la orden de firme, hacerloír el tambor, hacerlo marchar, alto, cuerpo ierra, saludar, atacar, retirarse, arriba, salto

brinco...

Boaz no tenía antena en el cráneo.

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Libre en la medida en que quisiera serloasí era de libre la voluntad de Boaz.

Boaz era uno de los verdaderocomandantes del Ejército de Marte. Estaba amando de una décima parte de las fuerzaque atacarían a los Estados Unidos dNorteamérica cuando se decidiera asaltar a lTierra. Después estaban las unidade

adiestradas para atacar a Rusia, SuizaJapón, Australia, México, China, NepaUruguay...

Que Boaz supiera, había ochociento

verdaderos comandantes del Ejército dMarte, ninguno de ellos de grado eapariencia superior al de sargento. Ecomandante nominal de todo el Ejército, egeneral Pulsifer, era en realidad controladodo el tiempo por su ordenanza, el cabo BeWrigth. El cabo Wrigth, perfecto ordenanzaevaba aspirina para las jaquecas cas

crónicas del general.

Las ventajas de un sistema d

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comandantes secretos son evidentes. Todebelión dentro del Ejército de Marte irí

dirigida contra quienes no correspondía. Y eiempo de guerra, el enemigo podíexterminar toda la oficialidad marciana siperturbar en lo más mínimo al Ejército dMarte.

—Setecientos noventa y nueve —dij

Boaz en voz alta, corrigiendo para sí mismel número de verdaderos comandantes. Unde los verdaderos comandantes habímuerto, estrangulado en la picota por Unk. E

hombre estrangulado era el soldado rasStony Stevenson, uno de los verdaderocomandantes de la unidad de ataqubritánica. Stony había quedado tan fascinadpor la lucha de Unk por entender lo quocurría, que inconscientemente habíempezado a ayudarlo a pensar.

Por eso Stevenson había sufrido lhumillación última. Le habían instalado un

antena en el cráneo, y había sido obligado

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marchar a la picota como un buen soldadpara aguardar allí el asesinato de mano de sprotegido.

Boaz dejó que sus soldados siguieran eposición de firmes, temblando, sin pensar enada, sin ver nada. Boaz se acercó al catrde Unk, se acostó con los grandes, lustrosozapatos en la manta marrón. Cruzó las mano

por detrás de la cabeza y tendió el cuerpcomo un arco.

—Auuuuu —dijo Boaz, con algo que ermitad bostezo, mitad gruñido—. Auuuu, s

señor, soldados, soldados, soldados —dijodejando vagar la mente—. Maldita seasoldados. —Eran palabras ociosas, sisentido. Boaz estaba un poco aburrido de suuguetes. Se le ocurrió hacerlos pelear entrsí, pero el castigo por hacerlo, en caso dque lo pescaran, era el mismo que habísufrido Stony Stevenson.

—Auuuu, sí señor, soldados. Ahora s

soldados —dijo Boaz lánguidamente—

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Maldita sea, soldados. Lo conseguiréUstedes tendrán que admitirlo. El viejo Boaos obligará a decir que estuvo realmentbien.

Rodó fuera de la cama, aterrizó en cuatrpatas, se puso de pie con una gracia dpantera. Mostró una sonrisa deslumbranteHaría todo lo que pudiera para disfrutar de s

afortunada posición en la vida.—Ustedes, muchachos, no lo van a pasa

an mal —dijo a sus rígidos soldados—. Vaa ver cómo tratamos a los generales. —

Lanzó una risita como un arrullo—. Hace donoches los comandantes nos pusimos discutir sobre cuál de los generales podícorrer más. A continuación sacamos a loveintitrés generales de la cama, tododesnudos, y los ensillamos igual que caballos de carrera, hicimos apuestas y loargamos como si el diablo los corriera. Egeneral Stover salió primero, le siguió e

general Harrison y en tercer lugar el genera

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Moscher. Al día siguiente, todos logenerales del ejército estaban tiesos compalos. Ninguno podía recordar nada de lnoche anterior.

Boaz se rió de nuevo como en un arrullo decidió que su afortunada posición en la vidsería mucho mejor si se la tomaba en seriosi demostraba la carga que era y cua

honrado se sentía de tener que llevarla. Sechó hacia atrás juiciosamente, metió lopulgares en el cinturón y se puso ceñudo.

—Ah —dijo—, pero no todo es juego. —

Dio una vuelta alrededor de Unk, se detuvo unos centímetros de distancia, lo miró darriba abajo—. Unk, viejo —dijo—, me dabia decirte cuánto tiempo he pasad

pensando en ti, preocupándome por ti, Unk.Boaz se movió, balanceándose.—Tratarás de resolver el rompecabezas

¿no es cierto? ¿Sabes cuántas veces tevaron al hospital para limpiarte la memoria

Siete veces, Unk! ¿Sabes cuántas vece

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hace falta limpiar, por lo general, la memoride un hombre? Una vez, Unk. ¡Una vez! —Boaz hizo chasquear los dedos debajo de lanarices de Unk—. Es así, Unk. Una vez, y ehombre no vuelve a molestarse por nadnunca más. —Sacudió la cabeza, pensativ—. Pero tú no, Unk.

Unk se estremeció.

—¿Es demasiado tiempo para estar eposición de firme, Unk? —dijo Boaz. Rechinos dientes. No podía dejar de torturar a Unde vez en cuando.

En primer lugar, Unk lo había tenido toden la Tierra, y Boaz no había tenido nada.En segundo lugar, Boaz dependí

astimosamente de Unk o dependería cuandegaran a la Tierra. Boaz era un huérfano qu

había sido reclutado cuando tenía apenacatorce años, y no tenía siquiera una nocióvaga de lo que era pasarlo bien en la TierraContaba con Unk para que se lo explicara.

—¿Quieres saber quién eres, de dónd

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vienes, qué eras? —dijo Boaz a Unk. Unseguía en posición de firme, sin pensar enada, incapaz de aprovechar lo que Boaz ldijera. De todos modos, Boaz no hablabpara Unk. Boaz se estaba tranquilizandacerca del compadre que tendría a su ladcuando llegaran a la Tierra.

—Viejo —dijo Boaz, mirando ceñudo

Unk—, eres uno de los hombres de másuerte que haya habido. ¡Allá en la Tierraviejo, eras un rey!

Como casi toda la información que habí

en Marte, la información de Boaz sobre Unera insuficiente. No podía decir de dóndvenía exactamente. La había pescado entros rumores que circulaban en la vida deejército.

Y era demasiado buen soldado como parr a hacer preguntas a fin de perfeccionar suconocimientos.

Los conocimientos de un soldado n

ienen por qué ser perfectos.

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De modo que Boaz no sabía realmentnada sobre Unk, salvo que había tenidmucha suerte alguna vez. Sobre estbordaba.

—Quiero decir —siguió Boaz— que nhabía nada que no tuvieras, nada que npudieras hacer, ningún lugar a donde npudieras ir.

Y mientras Boaz insistía en la maravilla da buena suerte de Unk en la Tierra estabexpresando una profunda preocupación pootra maravilla: su convicción supersticiosa d

que su propia suerte en la Tierra seríseguramente pésima.Boaz empleó entonces tres palabra

mágicas que parecían describir la máximelicidad a que alguien podía aspirar en lTierra: Night clubs de Hollywood. Nunchabía visto Hollywood, nunca había visto unight club. 

—Viejo —dijo—, tú te pasabas los días

as noches en los night clubs de Hollywood

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Viejo —dijo Boaz a Unk que no comprendínada—, tuviste todo lo que un hombrnecesita para llevar una buena vida en lTierra y sabes cómo se hace. Viejo —continuó Boaz, tratando de disimular lpatético y amorfo de sus aspiraciones—remos a algunos lugares formidables pediremos cosas buenas, iremos de aqu

para allá con gente magnífica y nocorreremos unas buenas juergas. —Tomó Unk del brazo, lo balanceó—. Compadreseso es lo que somos. Viejo, nos vamos

hacer famosos, iremos a todas partesharemos de todo. ¡Aquí vienen el viejsuertudo, Unk, y su compadre Boaz! —dijBoaz, confiando en que ésas fueran lapalabras de los habitantes de la tierrdespués de la conquista—. ¡Y ahí van, felicecomo pájaros! —Lanzó una risita como uarrullo pensando en la feliz pareja dpájaros.

La sonrisa se le desvaneció.

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Las sonrisas nunca le duraban muchoHabía algo dentro de él que le preocupabaEstaba muy inquieto por la idea de perder spuesto. Nunca había visto muy claro de qumanera había conseguido el gran privilegio. Nsiquiera sabía quién se lo había dado.

Boaz ni siquiera sabía quién tenía emando de los verdaderos comandantes.

Nunca había recibido una orden de nadique fuera superior a los verdaderocomandantes. Boaz basaba su conductacomo todos los verdaderos comandantes, e

o que podría calificarse de chismes, chismeque circulaban al nivel del verdadercomando.

Cuando los verdaderos comandantes seunían por la noche, los chismes circulabaunto con la cerveza, las galletitas y el queso

Habría un chisme, por ejemplo, sobre edespilfarro en los depósitos de suministrosotro sobre la conveniencia de que lo

soldados se hirieran y enloquecieran d

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verdad durante las clases de jiujitsu, otrsobre la lamentable tendencia de losoldados a atarse mal las polainas. El mismBoaz hacía circular esos chismes sin teneninguna idea sobre su punto de origen, y scomportaba con arreglo a ellos.

La ejecución de Stony Stevenson por Unhabía sido anunciada también de esa manera

De pronto se, había convertido en un tema dconversación.

De pronto, los verdaderos comandantehabían mandado arrestar a Stony.

Boaz manipuló la caja de control que teníen el bolsillo, sin llegar a tocar un botónOcupó su lugar entre los hombres qucontrolaba, se puso voluntariamente eposición de firme y descansó cuando sucamaradas descansaron.

Tenía muchas ganas de un trago dalcohol bien fuerte. Y estaba autorizado omarlo cada vez que lo quisiera. Desde l

Tierra se recibían regularmente cantidade

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imitadas de bebidas para los verdaderocomandantes. Y los oficiales también podíaomar el alcohol que querían, pero no podíaconseguir del bueno. Lo que bebían looficiales era un alcohol verde y letal dabricación local, hecho con líqueneermentados.

Pero Boaz nunca bebía. Una razón por l

que no bebía era su temor de que el alcohodisminuyera su eficacia como soldado. Otrazón por la que no bebía era su temor d

olvidarse y ofrecer de beber a un soldad

aso.El castigo para un verdadero comandantque ofrecía a un soldado raso una bebidalcohólica era la muerte.

—Sí, señor —dijo Boaz, sumando su voa la batahola de los hombres en descanso.

Diez minutos después, el sargentBrackman anunció un rato de recreo durantel cual se suponía que todos salían y jugaba

a una especie de béisbol, la pelota alemana

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el principal deporte del Ejército de Marte.Unk se escabulló.Unk se escabulló a la barraca 12 en busc

de la carta debajo de la piedra azul, la cartde la cual le había hablado su víctima, ehombre pelirrojo.

Las barracas del sector estaban vacías.El estandarte en la punta del mást

apenas flotaba al viento.Las barracas vacías habían alojado a u

batallón de Comandos Imperiales MarcianosLos comandos habían desaparecid

silenciosamente al morir la noche un meantes. Habían despegado en las naves codestino secreto, las caras oscurecidas, laplacas de identificación atadas con cintapara que no tintinearan. Los Comandomperiales Marcianos eran expertos en matacentinelas con lazos de cuerda de piano.

El destino secreto de los Comandos era luna terrestre. Allí empezarían la guerra.

Unk encontró una gran piedra azul fuer

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de la sala de la caldera en la barraca doceLa piedra era una turquesa. Las turquesason muy comunes en Marte. La turquesa quUnk había encontrado era una baldosa dunos treinta centímetros de lado.

Unk miró debajo. Encontró un cilindro daluminio con una tapa atornillada. Dentro decilindro había una larga carta escrita co

ápiz.Unk no sabía quién la había escrito

Estaba en malas condiciones para haceconjeturas, puesto que sólo conocía lo

nombres de tres personas: el sargentBrackman, Boaz y Unk.Unk entró en la sala de la caldera y cerr

a puerta. Estaba excitado, aunque no sabípor qué. Empezó a leer a la luz de la ventanpolvorienta. Querido Unk, empezaba lcarta.

Querido Unk, empezaba la carta. Dio

sabe que no es mucho, pero estas son la

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cosas que sé con certeza y al finaencontrarás una lista de preguntas a las quharás lo que puedas por contestar. La

preguntas son importantes. He pensadmucho en ellas, más que en las preguntaque ya tengo. La primera cosa que sé cocerteza es: 1) Si las preguntas no tienesentido, las respuestas tampoco lo tendrán. 

Todas las cosas que el autor de la cartsabía con certeza estaban enumeradascomo para subrayar la índole difícil y graduadel juego que le había permitido descubr

cosas ciertas. Había ciento cincuenta y ochcosas que el autor tenía por ciertas. Habíasido en un principio ciento ochenta y cincopero había tachado diecisiete.

El segundo punto era 2) Soy una coslamada viviente. El tercero, 3) Estoy en un lugar llamad

Marte. El cuarto, 4) Estoy en una parte duna cosa llamada ejército. 

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El quinto, 5) El ejército planea matar otras cosas llamadas vivientes en un lugalamado Tierra. 

De los primeros ochenta y un puntosninguno estaba tachado. Y en los primeroochenta y uno el autor avanzaba hacicuestiones cada vez más sutiles, y los errorese iban multiplicando.

 Al comienzo del juego se hablaba de Boay luego el autor lo descartaba.

46) Vigila a Boaz, Unk. No es lo quparece. 

47) Boaz tiene algo en el bolsillo derechque lastima la cabeza de las gentes cuandhacen algo que a Boaz no le gusta. 

48)  Algunos otros tienen también un

cosa que pueden hacerte doler la cabezaComo mirando no puedes saber quién liene, sé amable con todos. 

71) Unk, viejo, casi todo lo que sé co

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certeza es el resultado de luchar contra edolor que me produce la antena, decía lcarta a Unk. Cada vez que empiezo a hace

rabajar la cabeza y a mirar algo, el doloempieza, pero de todos modos sighaciendo trabajar la cabeza porque sé quvoy a ver algo que se supone que no debver. Cuando hago una pregunta y empieza edolor, sé que he hecho una preguntverdaderamente justa. Entonces la divido epedacitos y pregunto cada pedacito. Cuandengo las respuestas a los pedacitos, la

unto todas y obtengo la respuesta a la grapregunta. 

72) Cuanto mayor es el dolor que consigsoportar, más aprendo. Ahora el dolor te d

miedo, Unk, pero no aprenderás nada si levitas. Y cuanto más aprendas, más talegrarás de soportar el dolor. 

 Allí, en la sala de la caldera de la barrac

vacía, Unk dejó un momento la carta de lado

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Estaba a punto de llorar, pues la fe de Unk eel heroico autor de la carta era injustificadaUnk sabía que no podría soportar unracción del dolor que el autor habíaguantado, posiblemente porque no podíamar tanto el conocimiento.

Incluso la pequeña punzada de muestrque le habían provocado en el hospital habí

sido una tortura. Tragó aire, como un pemoribundo en la orilla, recordando el gradolor que Boaz le había asestado en ecuartel. Prefería morir antes que arriesga

otro dolor como aquél.Se le mojaron los ojos.De haber intentado hablar, habrí

sollozado. El pobre Unk no quería tener máíos con nadie. Toda la información que lproporcionara la carta —información ganadcon el heroísmo de otro hombre—, lemplearía para evitar todo dolor.

Unk se preguntó si habría gentes qu

podían soportar más dolor que otros. Supus

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propio batallón. Historia: 26) En Marte todo el mund

viene de la Tierra. Creyeron que estaría

mejor en Marte. Nadie recuerda qué era lque estaba tan mal en la Tierra.  Astronomía: 11) Todo lo que hay en e

cielo gira alrededor de Marte una vez al día.Biología: 58) De las mujeres sale

personas nuevas cuando hombres y mujereduermen juntos. Es raro que en Marte salgapersonas nuevas de las mujeres, porque lohombres y las mujeres duermen en lugare

diferentes. Teología: 15) Alguien lo hizo todpor alguna razón. 

Geografía: 16) Marte es redondo. Lúnica ciudad que hay se llama Febe. Nadi

sabe por qué se llama Febe. Psicología: 103) Unk, el gran lío con lo

estúpidos de mierda es que son demasiadestúpidos para creer que se puede se

nteligente. 

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Medicina: 73) Cuando le limpian lmemoria a un hombre en este lugar llamadMarte, no se la limpian del todo. Sólo l

impian el centro, o algo así. Siempre quedun montón de cosas en los rincones. Circuluna historia acerca de cómo trataron dimpiar del todo algunas memorias. Lopobres a los que se lo hicieron, no podíacaminar, ni hablar, ni hacer nada. Lo únicque se pudo hacer con ellos fudesmantelarlos, enseñarles un vocabularibásico de unas dos mil palabras

emplearlos en relaciones públicas militares ndustriales. 

El cuento: 89) Unk, tu mejor amigo eStony Stevenson. Stony es un hombre alto

feliz, fuerte, que bebe un cuarto de whiskpor día. Stony no tiene una antena en lcabeza y puede recordar todo lo que le hsucedido. Pasa por estar en el servicio d

nteligencia, pero es uno de los verdadero

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comandantes. Controla por radio uncompañía de asalto que atacará un lugar da Tierra llamado Inglaterra. Stony es d

nglaterra. Stony se ríe todo el tiempo. Senteró de que eras un pobre desgraciadoUnk, y entonces fue a tu cuartel a vertePretendía ser amigo tuyo y que podía oírthablar. Después de un tiempo, empezaste confiar en él, Unk, y le contaste alguna dus teorías secretas sobre la vida en Marte

Stony trató de reírse, pero despuécomprendió que tú habías descubiert

algunas cosas que él no conocía. No podíconvencerse, porque se suponía que él lsabía todo y tú no sabías nada. Y entoncee dijiste a Stony una cantidad de las grande

preguntas que querías hacer, y Stony sólsabía respuestas para la mitad de ellas.Stony volvió a su barraca y las preguntacuyas respuestas no sabía siguieron dándol

vueltas en la cabeza. No podía dormir por l

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noche, aunque bebiera y bebiera y bebieraSe le había ocurrido que alguien lo estabutilizando, y no tenía idea de quién era. N

sabía siquiera por qué tenía que haber uEjército de Marte, en primer lugar. No sabísiquiera cómo Marte atacaría a la Tierra.cuanto más recordaba de la Tierra, mácomprendía que el Ejército de Marte tenias posibilidades de una bola de nieve en enfierno. El gran ataque contra la Tierra seríseguramente un suicidio. Stony se pregunta quién podría hablar sobre esto, y no habí

nadie más que tú, Unk. Te dijo todo lo qusabía sobre Marte. Y dijo que en adelante tdiría todo lo que descubriera y que tú ldirías cuanta cosa tú descubrieras. Y qu

odas las veces que pudieran se haríaalguna escapada y tratarían de combinaalgo juntos. Y te dio una botella de whisky.os dos bebieron. Stony dijo que tú eras s

mejor amigo. Te dijo que eras el único amig

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de verdad que había tenido en Marteaunque se riera todo el tiempo, y gritódespertó a casi todo el mundo alrededor de

catre. Te dijo que vigilaras a Boaz,después se volvió a su barraca y se durmicomo un chico. 

 A partir del cuento, la carta era unprueba de la eficacia del equipo secreto dobservación formado por Stony Stevenson Unk. A partir de ese punto, las cosas tenidapor seguras en la carta eran presentada

casi siempre con frases como: Stony dice,Tú descubriste, y Stony te dijo, y Le dijiste Stony, y Tú y Stony salieron gritandborrachos por el campo de tiro, una noche,

ustedes dos, vagos locos, decidieron... La cosa más importante que decidieroos dos vagos locos fue que el que tenía emando real de todo en Marte era un hombralto, afable, sonriente, con voz de falsete

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que siempre andaba con un gran perro. Esthombre y su perro, según la carta a Unkaparecida en las reuniones secretas de loverdaderos comandantes del Ejército dMarte una vez cada cien díaaproximadamente.

La carta no decía nada al respectoporque el autor nada sabía, pero est

hombre y su perro eran Winston NileRumfoord y Kazak, el sabueso del espacio. Ysus apariciones en Marte no eran irregularesDebido al infundibulum crono-sinclástico

Rumfoord y Kazak aparecían taprevisiblemente como el cometa HalleyAparecían en Marte una vez cada ciento oncdías.

 Como decía la carta a Unk, 155). Segú

Stony, el tipo alto y su perro aparecen en lareuniones y lo tapan todo. El es umuchacho alto y encantador, y cuand

ermina la reunión todo el mundo est

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ratando de pensar exactamente como éTodas las ideas de cada uno proceden deipo, que se limita a sonreír a sonreír,

sonreír y a hacer gorgoritos con esa vocuriosa que tiene, y llena a todo el mundo ddeas nuevas. Y todos los que están en lreunión manejan las ideas como si lahubieran pensado ellos mismos. Es loco poel juego de béisbol alemán. Nadie sabcómo se llama. Se limita a reír si alguien so pregunta. Por lo general usa el uniformde los Marinos Esquiadores Paracaidistas

pero los verdaderos comandantes de loMarinos Esquiadores Paracaidistas juran qununca lo han visto en ninguna parte, salven las reuniones secretas. 

156) Unk, viejo compadre, decía la carta Unk, toda vez que tú y Stony encuentrealgo nuevo, añádelo a esta carta. Escond

bien esta carta. Y cada vez que cambies d

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escondrijo, toma la precaución de decirle Stony dónde la has puesto. De esa maneraaunque te manden al hospital para limpiart

a memoria, Stony podrá decirte dóndienes que ir para cargarte la memoria dnuevo. 

157) Unk, ¿sabes por qué te dejaseguir? Te dejan seguir porque tienes mujey un hijo. Casi nadie en Marte los tiene. Elles instructora en la Escuela de RespiracióSchliernann, de Febe. Tu compañera slama Bee. Tu hijo se llama Crono. Vive en l

escuela de Febe. Según Stony StevensonCrono es el mejor jugador de béisbol alemáde la escuela. Como todos en Marte, BeeCrono han aprendido a vivir solos. No t

echan de menos. Nunca piensan en ti. Perú tienes que probarles que te necesitan da mejor manera posible. 

158) Unk, chiflado hijo de puta, te quiero

Creo que eres maravilloso. Cuando junte

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oda tu pequeña familia, trépate a una navespacial y vuela a algún lugar pacíficohermoso, a algún lugar donde no tengas qu

estar tomando globos de aire todo el tiemppara seguir viviendo. Llévate a Stoncontigo. Y cuando te instales, que todoustedes se pasen, mucho tiempo tratando dmaginarse por qué quienquiera que sea fuy lo hizo. 

Todo lo que le quedaba por leer a Unk era firma.

La firma estaba en una página aparte. Antes de volver la página para ver l

irma, Unk trató de imaginar el carácter y lapariencia del autor. El autor era intrépido. E

autor era tan amante de la verdad que shubiera expuesto a cualquier dolor con tal daumentar su acervo de verdades. Ersuperior a Unk y a Stony. Observaba egistraba sus actividades subversivas co

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afecto, diversión y desapego.Unk se imaginó al autor como un viej

maravilloso con una barba blanca y lcontextura de un herrero.

Unk volvió la página y leyó la firma.Con fidelidad y afecto, eran lo

sentimientos expresados antes de la firma.La firma llenaba casi toda la página. Era

res letras mayúsculas, de unos quinccentímetros de alto por casi cinco de anchoLas letras habían sido dibujadas torpementecon una exuberancia negra y borroneada d

ardín de infantes.Esta era la firma: 

La firma era la de Unk.Unk era el héroe que había escrito la

carta.Unk se había escrito la carta a sí mismo

antes que le hicieran un lavado de memoria.Era literatura en el mejor sentido, pues hacía

de Unk un ser valiente, observador y

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secretamente libre. Lo convertía en su propiohéroe en épocas de verdadera prueba.

Unk no sabía que el hombre a quien habíamatado en la picota era su mejor amigo,Stony Stevenson. De haberlo sabido, quizá shubiera suicidado. Pero el destino le ahorraríeste horrible conocimiento durante muchosaños.

 Cuando Unk volvió a su barraca, había un

bosque de cuchillos y bayonetas quechasqueaban. Cada uno afilaba una hoja.

Y en todas partes había sonrisas decordero de un tipo peculiar. Las sonrisashablaban de corderos que, en condicionesadecuadas, podían asesinar alegremente.

 Acababa de llegar la orden de que elegimiento se embarcara con la mayor prisa

posible en sus naves espaciales.La guerra con la Tierra había empezado.

 Algunas unidades avanzadas de los

comandos imperiales marcianos ya habían

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suprimido las instalaciones terrestres en launa de la Tierra. Las baterías teleguiadas deComando, disparadas desde la luna, estabanconvirtiendo en un infierno cada ciudadmportante.

Y como música para los que apreciabanel infierno, las radios marcianas transmitíaneste mensaje a la Tierra, como una

cancioncita enloquecedora:Hombre moreno, hombre blanco, hombre[amarillo: ríndete o muere.Hombre moreno, hombre blanco, hombre

[amarillo: ríndete o muere. 

6 - Un desertor en tiempo de guerra 

«No acierto a comprender por qué ebéisbol alemá

no es un acontecimiento, posiblemente uacontecimient

capital, en los Juegos Olímpicos»

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WINSTON NILES RUMFOOR Había un camino de diez kilómetros d

distancia desde el campamento del ejércithasta el llano donde se encontraba la flota dnvasión. Y el camino atravesaba el ángulnoroeste de Febe, la única ciudad de Marte.

La población de Febe en su moment

culminante, según la Breve Historia de Martede Winston Niles Rumfoord, era de ochenta siete mil habitantes. En Febe cada alma cada estructura estaba directament

elacionada con el esfuerzo bélico. La masde los trabajadores de Febe era controladcomo los soldados, por medio de una antenen el cráneo.

La compañía de Unk atravesaba eextremo noroeste de Febe, encaminándoshacia la flota, en el centro de su regimientoEn ese momento se consideraba innecesarimantener a los soldados en movimiento y e

ilas por medio de señales dolorosa

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ecibidas por las antenas. La fiebre guerrerse había adueñado de ellos.

Marchaban cantando y pisando fuerte lcalle de hierro con los talones metálicos das botas. El canto era sangriento:

 ¡Terror, duelo y desolación! ¡Jat, tap, zrap, fon! 

¡Vayamos a todas las naciones de lTierra! 

¡Jat, tap, zrap, fou! ¡Tierra, come fuego! ¡Tierra, pont

cadenas! ¡Jat, tap, zrap, fou! ¡Quebranta el espíritu de la Tierra, haz [saltar los sesos de la Tierra! 

¡Jat, tap, zrap, fou! ¡Chilla! ¡Tap, zrap, fou! ¡Sangra!  ¡Tap, zrap, fou! ¡Muere!  ¡Tap, zrap, fou! 

¡Perdicióoooooonnnnnnnnn! 

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 Las fábricas de Febe seguían trabajand

a todo vapor. Nadie vagabundeaba por lacalles para ver pasar cantando a los héroesLas ventanas hacían guiños cuando en enterior las lámparas incandescentes sacercaban y alejaban. Una puerta abiertvomitaba una luz amarilla y humeante d

metal fundido. Los chirridos de las ruedapasaban entre los cantos.

Tres platos voladores, naves dexploración, flotaban a baja altura sobre l

ciudad, produciendo un arrullo suave compeonzas. Cantaban rozando en un recorridparejo la superficie de Marte que se curvabdebajo. Titilaban en el espacio eterno.

 «Terror, duelo y desolación», cantaba

as tropas.Pero había un soldado que movía lo

abios sin producir ningún sonido. El soldad

era Unk.

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Unk estaba en la primera fila de lpenúltima sección de su compañía.

Boaz estaba justo detrás de él, con loojos clavados en la base del cuello de UnkAdemás, Boaz y Unk se habían convertido ehermanos siameses por obra del largo tubde una pieza de artillería de catorccentímetros que llevaban entre los dos.

«¡Sangra! ¡Tap, zrap, fou! » cantaban laropas. «¡Muere! ¡Tap, zrap, fou

Perdicióooonnnn». —Unk, viejo compadre... —dijo Boaz.

—¿Sí, viejo compadre? —repitió Unausente. Llevaba, entre la confusión de suarneses de guerra, una granada de mano, ypreparada. Para hacerla estallar en tresegundos, Unk no tenía más que tirarla aaire.

—Conseguí que nos dieran un buedestino, viejo compadre —dijo Boaz—. Eviejo Boaz se hace cargo de su compadre

¿no es cierto?

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—Es cierto, compadre —dijo Unk.Boaz había arreglado las cosas para qu

él y Unk estuvieran en la nave abastecedorde la invasión. La nave abastecedora de lcompañía, aunque transportaría el tubo de lpieza de artillería mediante un sistemogístico, no era en esencia una nave dcombate. Debía llevar sólo dos hombres, y e

esto del espacio lo ocuparían dulcesartículos deportivos, música grabadahamburguesas enlatadas, juegos de salónglobos de aire, bebidas sin alcohol, biblias

papel de esquelas, afeitadoras, tablas dplanchar y otros elementos moralizadores.—Es un buen comienzo, ¿no es cierto

viejo compadre?, ir en la nave maestra.—Es un buen comienzo, viejo compadr

—dijo Unk. Acababa de tirar la granada a uncloaca.

Un chorro y un estallido salieron de lcloaca.

Los soldados se precipitaron por la calle.

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Boaz, como verdadero comandante de lcompañía, fue el primero en alzar la cabezaVio el humo que salía de la alcantarillasupuso que eran emanaciones de las cloacaque habían explotado.

Boaz deslizó la mano en el bolsillo, apretun botón, envió a su compañía la señal decobrarse.

Cuando recobraron la compostura, Boaambién la recobró.

—Carajo compadre —dijo—, me parecque hemos tenido nuestro bautismo de fuego

 Atrapó la punta del tubo de la pieza dartillería.No había nadie que tomara la otra.Unk se había ido en busca de su mujer, s

hijo y su mejor amigo.Unk había cruzado la colina para irse po

a chatura, chata, chata, chata, de Marte. El hijo que Unk estaba buscando s

amaba Crono. Crono tenía, de acuerdo co

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os cálculos de la Tierra, ocho años. Snombre venía del mes en que había nacidoEl año marciano estaba dividido en veintiúmeses, doce de treinta días y nueve dreinta y uno. Esos meses se llamabanenero, febrero, marzo, abril, mayo, junio, julioagosto, septiembre, octubre, noviembrediciembre, Winston, Niles, Rumfoord, Kazak

Newport, Crano, Sinclástico, Infundibulum Salo. Mnemotécnicamente:

 Treinta días traen Salo, Niles, junio

septiembre,Winston, Crono, Kazak y noviembre, Abril, Rumfoord, Newport e InfundibulumY los demás traen treinta y uno.

 El mes de Salo llevaba el nombre de uncriatura que Winston Niles Rumfoord conocíen Titán. Titán, desde luego, es una luna dSaturno extremadamente agradable.

Salo, el amigote de Rumfoord en Titán

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era un mensajero de otra galaxia que shabía visto obligado a bajar en Titán debido un desperfecto en la planta energética de snave espacial. Estaba esperando que legara una pieza de repuesto.

Había estado esperando pacientementdoscientos mil años.

Su nave estaba impulsada, como toda l

maquinaria bélica de Marte, por un fenómenconocido con el nombre de VULLS, VoluntaUniversal del Llegar a Ser. La VULLS es lque saca a los universos de la nada, la qu

hace que la nada insista en llegar a ser algo.Muchos habitantes de la Tierra se alegrade que este planeta no tenga vulls.

Como dice la cancioncita popular: Willy encontró un poco de fuerz

universal [para llegar a ser,la mezcló con la goma de mascar.

Las mescolanzas cósmicas rara ve

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resultan bien:El pobre Willy se ha convertido en seis[nuevas Vías Lácteas.

 Crono, el hijo de Unk, era a los ocho añode edad un maravilloso jugador de béisboalemán. El béisbol alemán era lo único que lnteresaba. El béisbol alemán era el principa

deporte de Marte, en la escuela primaria, eel ejército, y en los campos de recreación dos obreros.

Como en Marte hay sólo cincuenta y do

niños, se las arreglaban con una sola escuelprimaria, situada justo en el centro de FebeNinguno de los cincuenta y dos niños habísido concebido en Marte. Todos habían sidconcebidos o bien en la Tierra o, como en ecaso de Crono, en una nave espacial quevaba nuevos reclutas a Marte.

En la escuela los niños estudiaban mupoco, pues la sociedad de Marte no tenía u

uso particular que darles. Se pasaban l

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mayor parte del tiempo jugando al béisboalemán.

El juego se practica con una pelota blanddel tamaño de un melón. La pelota no es másaltarina que un sombrero lleno de agua duvia. El juego es algo parecido al béisbo

común con un batter que lanza la pelota acampo enemigo y corre alrededor de la

bases mientras los jugadores tratan datrapar la pelota y hacer fracasar al qucorre. Hay, sin embargo, sólo tres bases eel béisbol alemán: la primera, la segunda

casa. Pero nadie se arroja sobre el batteEste toma la pelota en un puño y le pega coel otro. Y si uno de los jugadores consigudar con la pelota al que corre mientras éstse halla entre las bases, el que corre quedafuera, y debe dejar la cancha en seguida.

La persona responsable de la gramportancia dada al béisbol alemán en Martera, desde luego, Winston Niles Rumfoord

esponsable de todo en Marte.

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Howard W. Sams prueba en su WinstoNiles Rumfoord, Benjamín FranklinLeonardo da Vinci, que el béisbol alemán er

el único deporte de equipo que Rumfoorpracticaba de niño. Sams demuestra que Rumfoord se lo enseñó su gobernanta, unal Miss Joyce MacKenzie.

Durante la infancia de Rumfoord, e

Newport, un equipo formado por RumfoordMiss MacKenzie y Earl Moncrief, emayordomo, solía jugar al béisbol alemáegularmente contra un equipo compuesto po

Watanabe Wataru, el jardinero japonésBeverly June Wataru, la hija del jardinero, Edward Seward Darlington, el caballerizonto. El equipo de Rumfoord ganabnvariablemente.

Unk, el único desertor en la historia deejército de Marte, agachado y jadeanddetrás de una roca de turquesa, observaba os escolares que jugaban al béisbol alemá

en la cancha de hierro. Detrás de la roca

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unto a Unk, había una bicicleta robada dedepósito de bicicletas de una fábrica dmáscaras contra gases. Unk no sabía cuál dos niños era su hijo, cuál de los niños erCrono.

El plan de Unk era nebuloso. Su sueño eruntarse con su mujer, su hijo y su mejoamigo, robar una nave espacial y volar

algún lugar donde pudieran vivir siemprelices.

—¡Eh, Crono! —gritó un chico en el patide juego—. ¡Ahora puedes lanzar la pelota!

Unk miró por encima de la roca, a lercera base. El chico que iba a batear erCrono, era su hijo.

 Crono, el hijo de Unk, se dispuso a batea

Era pequeño para su edad, pero de hombrosorprendentemente viriles. El pelo renegridohirsuto, y las cerdas negras se juntaban en uremendo remolino.

El niño era zurdo. Tenía la pelota en l

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mano derecha y se preparaba a golpearlcon la izquierda. Tenía los ojos muy hundidoscomo los de su padre. Y los ojos erauminosos debajo del entrecejo oscuro espeso. Brillaban con una violencia total.

Los ojos violentos de Crono parpadeabaen una dirección, luego en otradesconcertando a los jugadores

desplazándolos de sus posicionesconvenciéndolos de que la lenta, estúpidpelota, llegaría hasta ellos con una velocidaerrible, los haría pedazos si se atrevían

nterponerse en su camino.También la maestra compartía la alarmque inspiraba el chico del bate. Estaba en lsituación clásica del arbitro en el béisboalemán, entre la primera y segunda base, se sentía aterrada. Era una frágil ancianamada Isabel Fenstermaker. Tenía setenta res años y había sido Testigo de Jehovantes de que le lavaran la memoria. L

habían narcotizado y raptado mientra

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rataba de vender un ejemplar de El Atalayaun agente marciano en Duluth.

—Vamos, Crono —dijo con una sonrisonta—, no es más que un juego, ¿sabes?

El cielo quedó súbitamente ennegrecidpor una formación de cien platos voladoresas naves rojo sangre de los MarinoEsquiadores Paracaidistas de Marte. E

arrullo conjunto de las naves era un truenmelodioso que hacía repiquetear los vidriode las ventanas de la escuela.

Pero para dar una idea de la importanci

que para el joven Crono tenía el juego cuande tocaba batear, ni un solo niño miró al cieloDespués que el joven Crono hubo llevad

a los jugadores y a Miss Fenstermaker aborde del colapso nervioso, dejó la pelotunto a sus pies, sacó del bolsillo una cortbanda de metal que era su amuleto. Besó lbanda para tener suerte y volvió a guardarlen el bolsillo.

Entonces levantó repentinamente l

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pelota, le dio un violento puñetazo y salidisparando alrededor de las bases.

Los jugadores y Miss Fenstermakeesquivaron la pelota como si fuera una balde cañón al rojo. Cuando la pelota se detuvpor decisión propia, los jugadores fueron buscarla con una especie de torpeza rituaEvidentemente el objeto de sus esfuerzos er

no darle a Crono con la pelota, sino no dejarlafuera. Los jugadores conspiraban todopara aumentar la gloria de Crondemostrando una oposición impotente.

Por supuesto, Crono era lo más gloriosque los niños hubieran visto jamás en Martey toda la gloria que tuvieran les venía de sasociación con él. Harían todo lo qupudieran por aumentar su gloria.

El joven Crono se deslizó a la tercerbase en una nube de herrumbre.

Un jugador le arrojó la pelota, demasiadarde, demasiado tarde, demasiado

Ritualmente, el jugador maldijo su suerte.

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El joven Crono se detuvo, se sacudió epolvo y besó de nuevo su amuletoagradeciéndole otra carrera a la base. Creíirmemente que todos sus poderes venían dsu amuleto, igual que sus condiscípulos ambién, secretamente, Miss Fenstermaker.

La historia del amuleto era la siguiente:Un día Miss Fenstermaker hizo con lo

escolares una visita educativa a una fábricde lanzallamas. El director de la fábricexplicó a los niños todas las etapas de labricación del lanzallamas y expresó l

confianza de que algunos de los niñoscuando fueran grandes, quisieran trabajapara él. Al final de la visita, en edepartamento de embalaje, el director senredó el tobillo en una espiral de acero parprecinto, del que se usaba para ajustar loembalajes de lanzallamas.

La espiral era un fragmento mellado quhabía caído en un pasillo de la fábrica po

descuido de un obrero. El director se arañó e

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obillo y se rompió el pantalón antes dconseguir quitarse la espiral. A continuacióhizo la única cosa comprensible que los niñohubieran presenciado aquel díaComprensiblemente, dio un puntapié a lespiral.

Después la pisoteó.Después la recogió de nuevo, la tironeó

a cortó con unas grandes tijeras en pedazode unos diez centímetros.

Los niños se sintieron edificadosestremecidos y satisfechos. Y cuand

dejaban el departamento de embalaje, eoven Crono levantó uno de los pedazos y ldeslizó en su bolsillo. El pedazo que habíecogido se diferenciaba de los otros en quenía dos perforaciones.

Ese era el amuleto de Crono. Llegó ormar parte de él mismo tanto como smano derecha. Su sistema nervioso, por asdecirlo, se extendía a la banda de meta

Tocarla era tocar a Crono.

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 Unk, el desertor, se puso de pie detrás d

a roca de turquesa, echó a andaenérgicamente por el patio de la escuela. Shabía arrancado todas las insignias deuniforme. Eso le daba una apariencia oficiabelicosa, sin unirlo a ninguna empresa eparticular. De todo el equipo que llevaba en e

momento de desertar, sólo conservaba ucuchillo de caza, su máuser de un solo tiro, una granada. Dejó las tres armas escondidadetrás de la roca, junto con la biciclet

obada.Unk se acercó a Miss Fenstermaker. Ldijo que deseaba entrevistar al joven Cronpor asuntos oficiales en seguida y en privadoNo le dijo que era el padre del chico. El hechde ser el padre no lo autorizaba a nada. Ehecho de ser un investigador oficial lautorizaba a todo lo que quisiera pedir.

La pobre Miss Fenstermaker se aturullab

ácilmente. Aceptó que Unk entrevistara a

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chico en su propia oficina.La oficina estaba atestada de papele

escolares, algunos de cinco años atrás. MisFenstermaker estaba muy atrasada en srabajo, tan atrasada que se había declaraden moratoria para poder ponerse al díaAlgunas de las pilas de papeles se habíacaído, formando ventisqueros que mandaba

amales debajo del escritorio, al vestíbulo, su lavatorio privado.

Había un fichero de dos cajones, abiertocon su colección de piedras.

Nadie vigilaba a Miss Fenstermaker. Nadise preocupaba. Tenía un certificado denseñanza del Estado de Minnesota, U.S.Aa Tierra, Sistema Solar, Vía Láctea, y erodo lo que importaba.

Para entrevistarse con su hijo, Unk ssentó detrás del escritorio, mientras su hijCrono estaba delante. Crono deseabquedarse de pie.

Mientras planeaba las cosas que diría

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Unk abrió ociosamente los cajones deescritorio de Miss Fenstermaker y descubrique estaban llenos de piedras.

El joven Crono era sagaz y hostil, y pensen decir algo antes que Unk lo hiciera.

—Pavadas —dijo.—¿Qué? —dijo Unk.—Todo lo que diga son pavadas —dijo e

chico de ocho años.—¿Por qué lo piensas? —dijo Unk.—Todo lo que dicen todos son pavadas —

dijo Crono—. ¿Qué le importa lo que y

piense? Cuando tenga catorce años mpondrán una cosa en la cabeza y haré lo ququieran que haga.

Se refería al hecho de que las antenas nse instalaran en el cráneo de los niños hastque cumplían catorce años. Era cuestión damaño de cráneo. Cuando un niño cumplícatorce años lo enviaban al hospital paroperarlo. Le afeitaban el pelo y los doctores

as enfermeras le hacían bromas sobre s

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entrada en la edad adulta. Antes de llevarlo a sala de operaciones, le preguntaban cuáera su helado favorito. Al despertar, despuéde la operación, un gran plato de ese helado estaba esperando: avellana, chocolateresa, lo que fuera.

—¿Tu madre dice pavadas? —dijo Unk.—Las dice desde que ha salido de

hospital.—¿Y tu padre? —dijo Unk.—No sé nada de él —dijo Crono—. Ni m

mporta. Dirá montones de pavadas, com

odos.—¿Y quién no dice pavadas? —preguntUnk.

—Yo no digo pavadas —dijo Crono—. Soel único.

—Acércate —dijo Unk.—¿Por qué? —preguntó Crono.—Porque te voy a decir algo mu

mportante.

—Lo dudo —dijo Crono.

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Unk se levantó del escritorio, se acercó Crono y le dijo al oído:

—¡Soy tu padre! —Cuando hubo dichestas palabras, el corazón le latió como unalarma contra robos.

Crono se quedó impasible.—¿Y qué? —dijo duramente. Nunca habí

ecibido instrucciones, nunca había visto u

ejemplo en la vida que le hiciera pensar en lmportancia de un padre. En Marte la palabrno tenía significado emocional.

—He venido por ti —dijo Unk—. De algun

manera nos iremos de aquí. —Sacudió achico suavemente, tratando de hacerleaccionar un poco.

El chico se arrancó del brazo la mano depadre como si fuera una sanguijuela.

—¿Para qué?—¡Para vivir! —dijo Unk.El chico miró a su padr

desapasionadamente, buscando una buen

azón que justificara el compartir su suert

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con este extranjero. Crono sacó el amuletdel bolsillo y lo restregó entre las palmas.

La fuerza imaginaria que sacó deamuleto le daba energías suficientes para nconfiar en nada, para seguir como siemprecolérico y solo.

—Yo estoy viviendo —dijo—. Estoy mubien —dijo—. Vete a la mierda.

Unk retrocedió un paso. Se le cayeron lacomisuras de los labios.

—¿Que me vaya a la mierda? —murmuró—A todo el mundo le digo que se vaya

a mierda —dijo el chico. Estaba tratando dser amable, pero en seguida le fatigó eesfuerzo—. ¿Puedo irme a jugar a la pelota?

—¿Le has dicho a tu propio padre que svaya a la mierda? —murmuró Unk. Lpregunta repercutió en la memoria vacía dUnk hasta llegar a un rincón intocado dondaún vivían fragmentos de su extraña infanciaSu propia infancia había transcurrido e

antaseos en los que por fin veía y amaba

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un padre que no quería verlo, que no queríser amado por él.

—He... he desertado del ejército parvenir aquí... a buscarte —dijo Unk.

El interés se despertó en los ojos dechico, y se desvaneció.

—Te pescarán —dijo—. Pescan a todo emundo.

—Robaré una nave espacial —dijo Unk—Y tú, tu madre y yo nos embarcaremos

volaremos de aquí!—¿A dónde? —dijo el muchacho.

—¡A algún buen lugar! —dijo Unk.—Díme cuál es un buen lugar —dijCrono.

—No sé. ¡Tenemos que buscarlo! —dijUnk.

Crono sacudió la cabeza compasivo.—Lo siento —dijo—. No creo que sepa

de qué estás hablando. Terminarás comanta gente a la que han matado.

—¿Quieres quedarte aquí? —dijo Unk.

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—Estoy muy bien aquí —contestó Cron—. ¿Puedo irme ahora a jugar a la pelota?

Unk lloró.Su llanto asombró al chico. Nunca habí

visto llorar a un hombre. El nunca habíorado.

—¡Me voy a jugar! —gritó salvajemente, salió corriendo de la oficina.

Unk se acercó a la ventana. Miró el patide hierro. El equipo del joven Crono estabahora en la cancha. El joven Crono se unió sus camaradas, frente a un batter que dab

a espalda a Unk.Crono besó su amuleto, lo guardó en ebolsillo.

—¡Adelante, chicos! —gritó roncament—. ¡Vamos, chicos, matémoslo!

La mujer de Unk, madre del joven Cronoera instructora en la Escuela de RespiracióSchliemann para Reclutas. La respiracióSchliemann es una técnica que permite a lo

seres humanos sobrevivir en el vacío o en un

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atmósfera inhóspita sin tener que usar casco cualquier otro incómodo aparato.

Consiste, esencialmente, en tomar unpíldora rica en oxígeno. La corrientsanguínea lleva este oxígeno a través de lpared del intestino delgado, más que a travéde los pulmones. En Marte las píldoras eraconocidas oficialmente con el nombre d

Raciones Respiratorias de Combate, y eenguaje popular como bolas de aire.

La Respiración Schliemann es de lo másencilla en una atmósfera benigna pero inúti

como la de Marte. El sujeto respira y hablde manera normal, aunque no haya en latmósfera oxígeno para sus pulmones. Todo que necesita es acordarse de tomaegularmente las bolas de aire.

La escuela en que la mujer de Unk ernstructora enseñaba a los reclutas laécnicas más difíciles, necesarias en unatmósfera al vacío o perjudicial. Esto exige n

sólo tomar píldoras, sino también taparse lo

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oídos y la nariz y mantener la boca cercadaTodo esfuerzo por hablar o respirar daría poesultado hemorragias y probablemente l

muerte.La mujer de Unk era una de las sei

nstructoras de la Escuela de RespiracióSchliemann para Reclutas. Su aula era unhabitación desnuda, sin ventanas, de parede

encaladas. Junto a las paredes, todalrededor, había bancos.

Sobre una mesa en el centro había uecipiente con bolas de aire, otro con tapone

para la nariz y los oídos, un rollo de teladhesiva, tijeras y un pequeño grabador. Eobjeto del grabador era pasar música durantos largos períodos en que no había otrcosa que hacer sino sentarse y esperapacientemente a que la naturaleza siguiera scurso.

Se había llegado a ese momento. Lclase acababa de recibir la dosis de bolas d

aire. Ahora los alumnos debían sentars

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ranquilamente en los bancos y escuchamúsica hasta que las bolas de aire llegaran antestino delgado.

La canción que se escuchaba había sidpirateada recientemente a una emisorerrestre. Era un gran éxito en la Tierra, urío compuesto por un muchacho, una chica as campanas de una catedral. Se llamab

«Dios es nuestro decorador de interiores». Emuchacho y la chica cantaban versoalternados y se juntaban en estrecha armoníen el estribillo.

Las campanas de la catedral resonabaoda vez que se mencionaba algo dnaturaleza religiosa.

Eran diecisiete reclutas. Estaban todocon la nueva ropa interior de color verdquen. Estaban desvestidos para que lnstructora viera de una ojeada las reaccioneísicas exteriores de la respiracióSchliemann.

Los reclutas acababan de salir de

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Hospital Central de Recepción donde lehabían hecho tratamientos de amnesia nstalación de antenas. Tenían la cabezafeitada, y cada uno de ellos llevaba una tirde tela adhesiva que iba desde la coronillhasta la nuca.

La tela adhesiva indicaba que había sidnstalada la antena.

Los ojos de los reclutas estaban vacíocomo las ventanas de una hilanderíabandonada.

Lo mismo ocurría con los ojos de l

nstructora, pues también ella había sidsometida recientemente a un lavado dmemoria.

Cuando la dieron de alta en el hospital, ldijeron cuál era su nombre, dónde vivía cómo enseñar la respiración Schliemann; eroda la información concreta que le habíadado. Había otra cosa: le dijeron que tenía uhijo de ocho años, llamado Crono, y qu

podía visitarlo en su escuela los martes por l

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arde, si quería.El nombre de la instructora, de la madr

de Crono, de la compañera de Unk, era BeeLlevaba un traje de color verde liquenzapatillas de gimnasia y alrededor del cuelluna cadena con un silbato y un estetoscopio.

Bordadas en la camisa estaban laniciales de su nombre.

Miró al reloj en la pared. Había pasadiempo suficiente para que el sistemdigestivo más lento hiciera llegar al intestindelgado el globo de aire.

Se puso de pie, detuvo el grabador sopló el silbato.—¡Formen fila! —dijo.Los reclutas no habían recibido todaví

adiestramiento militar básico, de modo queran incapaces de alinearse con precisiónPintados en el piso había unos cuadradodonde debían situarse los reclutas parormar filas agradables a la vista. S

desarrolló entonces un juego como el de la

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cuatro esquinas, en el que varios reclutas dojos vacíos forcejeaban por el mismcuadrado. En su debido momento, cada unencontró un cuadrado.

—Muy bien —dijo Bee—, tomen loapones y tápense la nariz y los oídos, poavor.

Los reclutas apretaban los tapones en la

palmas húmedas. Se taponaron la nariz y laorejas.

Bee fue de recluta en recluta parcerciorarse de que todas las narices y oreja

estaban taponadas.—Muy bien —dijo, una vez terminada lnspección—. Muy bien —repitió. Tomó de lmesa el rollo de tela adhesiva—. Ahora voy probarles que no necesitan usar los pulmonepara nada mientras tengan racioneespiratorias de combate, o, como pronto laamarán cuando estén en el ejército, bolas d

aire. Pasó por las filas cortando pedazos d

ela adhesiva y tapando bocas. Nadie s

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opuso. Cuando hubo terminado, nadie teníun agujero adecuado para proferir unobjeción.

Miró la hora y de nuevo puso la músicaEn los próximos veinte minutos no habrínada que hacer sino observar en los cuerpodesnudos los cambios de color, los espasmoagónicos de los pulmones sellados e inútiles

Teóricamente los cuerpos se pondrían azulesdespués rojos, después de color natural en eplazo de veinte minutos, y la caja de lacostillas se agitaría violentamente, cedería

se aquietaría.Transcurrida la prueba de los veintminutos, todos los reclutas sabrían cuannecesario era respirar. Teóricamente todoos reclutas confiarían tanto en sí mismos en las bolas de aire, que una vez terminado ecurso de adiestramiento, estarían dispuestoa saltar de una nave espacial a la lunerrestre, al fondo de un océano o dond

uera, sin dudar un segundo. Bee se sentó e

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un banco.Tenía círculos oscuros alrededor de lo

ndos ojos. Los círculos le habían apareciddespués de salir del hospital e ibaoscureciéndose a medida que pasaban lodías. En el hospital le habían asegurado quría serenándose y ganando en eficiencia coel paso de los días. Y le habían dicho que s

por casualidad no era así, debía comunicarlal hospital para que la ayudaran de nuevo.

—Todos necesitamos ayuda de vez ecuando —había dicho el doctor Morris N

Castle—. No hay por qué avergonzarseAlgún día yo puedo necesitar de su ayudaBee, y no vacilaré en pedírsela.

Había sido enviada al hospital después dmostrarle a su supervisor este poema quhabía escrito sobre la respiración Schliemann

 Rompe todo vínculo con el aire y l

niebla,

sella toda abertura;

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aprieta la garganta como el puño de uavaro,

guarda la vida encerrada dentro de ti.

No más, no más aspirar, inspirar, pues respirar es para los mansos,y cuando en el espacio mortal no

remontemos,ten cuidado de no hablar.Si te arrebata la pena o la alegríamuéstralo sólo con una lágrima;al alma y al corazón encerrados en ti añade la palabra y el aire.

Cada hombre es una islamientras errarnos en el espacio.Sí, cada hombre es una isla:fortaleza isla, hogar isla.

 Bee, que había sido enviada al hospita

por haber escrito este poema, tenía una carenérgica: pómulos altos, arrogancia. Er

asombrosa su semejanza con un jefe indio

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Pero el que lo dijera estaba obligado a añaden seguida que también era muy hermosa.

En ese momento alguien golpebruscamente a la puerta. Bee fue y la abrió.

—¿Sí? —dijo.En el corredor desierto había un hombr

congestionado y surodoso, de uniforme. Euniforme no tenía insignias. El hombre llevab

un rifle en bandolera.Tenía los ojos hundidos y furtivos.—Mensajero —dijo con aspereza—. U

mensaje para Bee.

—Yo soy Bee —dijo Bee incómoda.El mensajero la miró de arriba abajo, lhizo sentirse desnuda. Su cuerpo despedícalor, y el calor la envolvía sofocándola.

—¿No me reconoces? —murmuró.—No —dijo ella. La pregunta del hombr

a alivió un poco. Al parecer había tenido algque ver con él antes. El hombre y su visiteran, pues, de rutina, y en el hospital habí

olvidado simplemente al hombre y su rutina.

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—Yo tampoco me acuerdo de ti —susurrél.

—Estuve en el hospital —dijo ella—Tuvieron que lavarme la memoria.

—¡Habla en voz baja! —dijo ébruscamente.

—¿Qué?—¡Que hables en voz baja!

—Perdón —murmuró ella. Al parecer, ehablar en voz baja formaba parte de la rutinen el trato con este funcionario particular—He olvidado tantas cosas.

—¡Todos hemos olvidado! —murmurcolérico. De nuevo miró de arriba abajo ecorredor—. Tú eres la madre de Crono¿verdad? —susurró.

—Sí —susurró Bee. Ahora el extraño mensajero concentró s

mirada en la cara de ella. Respirprofundamente, suspiró, frunció el entrecejopestañeó frecuentemente.

—¿Cuál... cuál es el mensaje? —susurr

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Bee.—El mensaje es éste —murmuró e

mensajero—. Yo soy el padre de CronoAcabo de desertar del ejército. Me llamo UnkVoy a buscar alguna manera de que tú, yo, echico y mi mejor amigo escapemos de aquTodavía no sé cómo, pero tienes que estasta para partir en cierto momento. —Le di

una granada de mano—. Esconde esto ealguna parte —susurró—. Cuando llegue emomento podrás necesitarlo.

Gritos excitados llegaron de la recepción

en el extremo del corredor.—¡Dijo que era un mensajero confidencia—gritó un hombre.

—¡Otra que mensajero! —gritó otro—. ¡Eun desertor en tiempo de guerra! ¿A quién hvenido a ver?

—No dijo. Dijo que era un secretabsoluto.

Sonó un silbato.

—¡Vengan conmigo seis de ustedes! —

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gritó un hombre—. Revisaremos este lugacuarto por cuarto. Los demás lo rodearán pouera.

Unk empujó a Bee con su granada dmano al otro cuarto y cerró la puertaDescolgó el rifle, le quitó el seguro y apuntó os reclutas.

—Un gesto, un movimiento, y los bajo

odos, muchachos —dijo.Los reclutas, rígidos cada uno en s

cuadrado del piso, no respondieron nada.Estaban azul pálido.

La caja de las costillas se agitaba.Toda la conciencia de cada hombrestaba concentrada en la región del duodendonde se disolvía una pequeña píldorblanca, dadora de vida.

—¿Dónde puedo esconderme? —dijo Un—. ¿Cómo puedo salir?

Era innecesario que Bee respondiera. Nhabía dónde esconderse. No había otr

camino sino la puerta que daba al corredor.

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Sólo se podía hacer una cosa y Unk lhizo. Se desvistió, se quedó en ropa interiocolor verde liquen, escondió el rifle debajo debanco, se tapó las orejas y la nariz, se sella boca y se paró entre los reclutas. Tenía lcabeza afeitada, como las de los otros. Ycomo ellos, Unk tenía una tira de teladhesiva que le cruzaba la cabeza desde l

coronilla hasta la nuca. Había sido un soldadan pésimo que los doctores le habían abierta cabeza en el hospital para ver si no luncionaba mal la antena.

 Bee vigilaba la sala con fascinada calmaSostenía la granada que Unk le había dadcomo sí fuera un vaso con una rosa perfectaDespués se acercó al lugar donde Unk habíescondido el rifle y puso la granada al ladocon cuidado, con un correcto respeto por lpropiedad ajena.

Después volvió a su lugar junto a la mesa

No miraba a Unk ni lo evitaba. Como l

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habían dicho en el hospital: había estado mumuy enferma, y volvería a estar muy muenferma si no aplicaba su atencióestrictamente a su trabajo, dejando a otros erabajo de pensar y preocuparse. Tenía qumantener la calma, costara lo que costase.

La falsa alarma furiosa de los hombreque buscaban cuarto por cuarto se acercab

entamente.Bee se negaba a preocuparse por nada

Unk, al ocupar su lugar entre los reclutas, shabía reducido a un número. Considerándol

profesionalmente, Bee vio que el cuerpo dUnk se ponía azul verdoso en lugar de azupuro. Eso podía significar que no habíomado una bola de aire para varias horasen cuyo caso pronto caería desmayado.

El desmayo sería seguramente la soluciómás pacífica del problema planteado, y Bequería paz por encima de todo.

No dudaba de que Unk fuera el padre d

su hijo. La vida era así. Ella no lo recordaba

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no se molestó en estudiarlo para reconocerla próxima vez, si es que la habría. No sabíqué uso darle.

Observó que el cuerpo de Unk erpredominantemente verde. Su diagnóstichabía sido correcto. Se desplomaría ecualquier momento.

Bee fantaseaba. En su fantaseo aparecí

una niñita de vestido almidonado y guanteblancos, zapatos blancos y un caballito blancque era suyo. Bee envidió a la niñita que shabía mantenido tan limpia. Bee se pregunt

quién sería la niñita. Unk se desplomó siuido, flojamente, como una bolsa danguilas.

 Unk se despertó y se encontró tendido d

espaldas en una litera, en una nave espaciaLas luces de la cabina eran enceguecedorasUnk empezó a gritar, pero un dolor de cabezerrible lo hizo callar.

Pugnó por ponerse de pie, se arrim

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como un borracho a los soportes de la literaEstaba completamente solo. Alguien le habípuesto el uniforme. Pensó al principio que lhabían lanzado al espacio eterno.

Entonces vio que la escotilla estababierta al exterior, y que el exterior era suelirme.

Unk espió por la escotilla y se arroj

afuera. Alzó los ojos húmedos y vio que a

parecer seguía en Marte o en algo que sparecía mucho a Marte.

Era de noche.La llanura de hierro estaba llena de hilerae hileras de naves espaciales.

Mientras Unk observaba, una fila de navede cinco millas de largo despegó de lormación y se lanzó melodiosamente aespacio.

Un perro ladró, ladró con un ladrido comun gran gong de bronce.

Y el perro se precipitó en la noche

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grande y terrible como un tigre.—¡Kazak! —gritó un hombre en l

oscuridad.El perro se detuvo obedeciendo la orden

pero mantuvo a raya a Unk, aplastado contra nave bajo la amenaza de aquellos largos húmedos colmillos.

El dueño del perro apareció haciend

bailar el haz de una linterna delante de supies. Cuando llegó a pocos metros de Unkse puso la linterna debajo del mentón. Econtraste de luces y sombras dio a su car

una apariencia demoníaca.—Qué tal, Unk —dijo. Apagó la linternacaminó hacia un lado para quedar iluminadpor la luz que salía de la nave espacial. Eralto, vagamente suave, maravillosamentseguro de sí mismo. Usaba el uniforme azul ojo y las botas cuadradas de los marino

esquiadores paracaidistas. No llevaba armassalvo una daga blanca y dorada de uno

reinta centímetros de largo.

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—Hace tiempo que no nos vemos —dijonsinuó una ligera sonrisa, en forma de v. Svoz era de tenor, gutural, aguda.

Unk no recordaba al hombre, pero erevidente que el hombre lo conocía bien, lconocía muy bien.

—¿Quién soy, Unk? —preguntó el hombralegremente.

Unk boqueó. Tenía que ser StonStevenson, tenía que ser el mejor, el indómitamigo de Unk.

—¿Stony? —susurró.

—¿Stony? —dijo el hombre y lanzó uncarcajada—. Ah, Dios, muchas veces hdeseado ser Stony, y lo desearé muchaveces.

El suelo se sacudió. El aire se atorbellinóLas naves espaciales vecinas saltaron en eaire, desaparecieron.

 Ahora la nave de Unk tenía todo el sectode la llanura de hierro para ella sola. La

naves que estaban más cerca en el suelo s

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hallaban quizá a media milla de distancia.—Allá va tu regimiento, Unk —dijo e

hombre— y tú no estás con ellos. ¿No te dvergüenza?

—¿Quién es usted? —dijo Unk.—¿Qué importan los nombres en tiemp

de guerra? —dijo el hombre. Puso su gramano en el hombro de Unk—. Ah, Unk, Unk

Unk —dijo—, qué temporada te has pasado.—¿Quién me trajo aquí? —dijo Unk.—La policía militar, agradécelo —dijo e

hombre.

Unk sacudió la cabeza. Las lágrimas lcorrían por las mejillas. Estaba vencido. Nhabía razón para seguir guardando esecreto, aun en presencia de alguien ququizá tuviera poder de vida o muerte sobre éEn cuanto a la vida y a la muerte, el pobrUnk era indiferente.

—Traté... traté de juntar a mi familia —dij—. Eso es todo.

—Marte es un malísimo lugar para e

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amor, un malísimo lugar para un hombre damilia, Unk —dijo el hombre.

El hombre era, desde luego, Winston NileRumfoord. Era comandante en jefe de todoos marcianos. No era en realidad un marinesquiador paracaidista. Pero podía usar euniforme que se le antojara, sin importarlcuánto le costaría a cualquier otro consegu

ese mismo privilegio.—Unk —dijo Rumfoord—, la más trist

historia de amor que jamás me haya siddado oír ha ocurrido en Marte. ¿Te gustarí

escucharla? «Hubo una vez, dijo Rumfoord, un hombr

ransportado de la Tierra a Marte en un platvolador. Había sido reclutado como voluntaridel Ejército de Marte y usaba el deslumbrantuniforme de teniente coronel en la Infanteríde Asalto. Se sentía elegante, pues en lierra no había sido un privilegiado

espiritualmente, y suponía, como todas la

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personas que no son espiritualmentprivilegiadas, que el uniforme decía mucho dbueno sobre él.

«Aun no le habían hecho un lavado dmemoria ni le habían instalado la antena, perera un marciano leal tan evidente que habíecibido el mando de la nave espacial. Loeclutas tienen un nombre para los que so

así, llaman Deimos y Fobos a sus testículo—dijo Rumfoord—; Deimos y Fobos son lados lunas de Marte.

«Este teniente coronel, que no habí

ecibido ningún adiestramiento militar, estabhaciendo la experiencia que en la Tierraman encontrarse a sí mismo. Ignorante da empresa en que estaba entrampado, dabórdenes y era obedecido.

Rumfoord alzó un dedo y Unk ssorprendió al ver que era translúcido. —Había una cabina cerrada con llave donde ehombre no podía entrar —dijo Rumfoord—

La tripulación le explicó detenidamente que e

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a cabina estaba la mujer más hermosa quamás hubiera llegado a Marte, y que ehombre que la viera seguramente senamoraría de ella. El amor, decían, destruíel valor de quien no fuera un verdadersoldado profesional.

«El nuevo teniente coronel se quedofendido por la insinuación de que él no er

un soldado profesional, y recreó a lripulación con historias de sus hazañaamatorias con espléndidas mujeres, todas lacuales habían dejado su corazó

absolutamente intacto. La tripulación smantuvo escéptica, sosteniendo que eeniente coronel en todas sus aventuraascivas, jamás se había expuesto a lnfluencia de una belleza inteligente y altivcomo la que estaba en la cabina clausurada.

«El aparente respeto de la tripulación poel teniente coronel fue desapareciendsutilmente. Los otros reclutas lo advirtieron

e retiraron el suyo. El teniente coronel en s

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ostentoso uniforme, se sintió como lo quealmente era, después de todo: un payasanfarrón. Nadie dijo nunca de qué manerpodía recobrar su dignidad perdida, pero erevidente para todos. Sólo podía recobrarlconquistando a la belleza encerrada en lcabina. Estaba absolutamente preparadpara esto, desesperadamente preparado...

«Pero la tripulación —dijo Rumfoord—seguía protegiéndolo de un presunto fracasamoroso y de la desesperación. El ego se lpuso efervescente, chisporroteó, restalló

crepitó, estalló.«Hubo una fiesta en la cantina de oficialesdijo Rumfoord, y el teniente coronel se puscompletamente borracho y gritón. Se jactó dnuevo de su fría lascivia en la Tierra. Yentonces vio que alguien había puesto la llavde la cabina en el fondo de su vaso. «Eeniente coronel se escabulló hasta la cabincerrada, la abrió, entró y cerró la puerta —

dijo Rumfoord—. La cabina estaba a oscuras

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pero el interior de la cabeza del tenientcoronel estaba iluminado por el alcohol y poas triunfantes palabras del anuncio que haríen el desayuno a la mañana siguiente.

«En la oscuridad poseyó fácilmente a lmujer, debilitada por el terror y los sedante—dijo Rumfoord—. Fue una unión sin alegríansatisfactoria para todos salvo para la Madr

Natura, más insensible que nunca. «Eeniente coronel no se sintimaravillosamente. Se sintió miserableEstúpidamente encendió la luz, confiando e

encontrar en la apariencia de la mujer algunazón para enorgullecerse de su brutalidad—dijo Rumfoord tristemente—. Acurrucaden la litera había una mujer bastante comúde más de treinta años. Tenía los ojocolorados y la cara hinchada por el llanto y ldesesperación.

«Además el teniente coronel la conocíaEra la mujer que según un adivino un día l

daría un hijo, —dijo Rumfoord—. Había sid

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an altanera y orgullosa la última vez que lviera, y estaba ahora tan aplastada, quhasta el despiadado teniente coronel se sinticonmovido.

«El teniente coronel comprendió poprimera vez lo que la mayoría de la gentnunca comprende: que no sólo era unvíctima de la tumultuosa fortuna, sino tambié

uno de sus más crueles agentes. Al conocerliempo atrás la mujer lo había mirado como un cerdo. Ahora él probaba sin duda que erun cerdo. «Como lo había anunciado l

ripulación —dijo Rumfoord—, el tenientcoronel quedó arruinado para siempre comsoldado. Lo absorbió totalmente lcomplicada táctica de causar antes menoque más dolor. Prueba de su éxito sería lconquista del olvido y la comprensión de lmujer.

«Cuando la nave espacial llegó a Martesupo por conversaciones oídas en el Hospita

Central de Recepción, que estaban po

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avarle la memoria. Entonces se escribió a smismo la primera de una serie de cartadonde enumeraba las cosas que no queríolvidar. La primera carta era sobre la mujer a que había hecho daño.

«La buscó después de haber sidsometida al tratamiento de amnesia, descubrió que ella no lo recordaba. No sól

eso, sino que estaba embarazada, iba a teneun hijo de él. Su problema, a partir de esmomento, se convirtió en conseguir su amoy a través de ella, el amor de su hijo.

«Eso es lo que trató de hacer Unk —dijRumfoord—, no sólo una sino varias veces. Ycada vez perdió la partida. Pero siguió siendel problema central de su vidaprobablemente porque él mismo venía de unamilia deshecha.

«Lo que le hizo perder la partida, Unk —dijo Rumfoord— fue una frialdad congénita dparte de la mujer, un criterio psiquiátrico qu

consideraba los ideales de la socieda

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marciana como noble sentido común. Cadvez que el hombre hacía vacilar a scompañera, la psiquiatría absolutamentdesprovista de imaginación la enderezaba, lconvertía de nuevo en una ciudadaneficiente.

«Tanto el hombre como su compañervisitaron frecuentemente los servicio

psiquiátricos de sus respectivos hospitales. Yquizá dé qué pensar —dijo Rumfoord— el quese hombre absolutamente frustrado fuera eúnico marciano que escribió una filosofía,

que esa mujer absolutamente autofrustraduera la única marciana que escribió upoema.

Boaz llegó a la nave abastecedora de lcompañía desde la ciudad de Febe, dondhabía ido a buscar a Unk.

—Gran puta —dijo a Rumfoord—, ¿asque todo el mundo se ha ido y nos hadejado? —Estaba en bicicleta.

Vio a Unk.

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—La puta, compadre —dijo a Unk—viejo, siempre metes en líos a tu compadre¿Cómo has llegado aquí?

—Policía militar —dijo Unk.—La forma en que todo el mundo llega

odas partes —dijo Rumfoord con ligereza.—Tenemos que alcanzarlos, compadre —

dijo Boaz—. Los muchachos no van a ataca

si no van con una nave abastecedora. ¿Parqué van a luchar?

—Por el privilegio de ser el primer ejércitque ha muerto por una buena causa —dij

Rumfoord.—¿Cómo es eso? —preguntó Boaz.—No importa —dijo Rumfoord—. Ustedes

muchachos, suban a bordo, cierren lescotilla, aprieten el botón. Los alcanzarán sidarse cuenta. Todo es totalmente automático

Unk y Boaz subieron a bordo. Rumfoormantuvo abierta la puerta exterior de lescotilla.

—Boaz... —dijo—, ese botón rojo de

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ablero central, allí... ése es el botón que haque apretar.

—Lo sé —dijo Boaz.—Unk... —dijo Rumfoord.—¿Sí? —dijo Unk sin expresión.—Esa historia que te conté... la historia d

amor. Me olvidé de una cosa.—¿Qué? —dijo Unk.

—La mujer de la historia de amor, la mujeque tuvo el niño de aquel hombre —dijRumfoord—. La mujer que era la única poetde Marte...

—¿Qué hay con ella? —dijo Unk. No lnteresaba mucho. No había entendido que lmujer de la historia de Rumfoord era Bee, spropia compañera.

—Había estado casada varios años antede llegar a Marte —dijo Rumfoord—. Percuando el ardoroso teniente coronel lconsiguió en la nave espacial que iba Marte, la mujer todavía era virgen.

Winston Niles Rumfoord hizo una guiñad

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a Unk antes de cerrar la puerta exterior de lescotilla.

—Linda broma para el marido, ¿no ecierto, Unk? —dijo.

 

7 - Victoria 

«No hay razón para que el bien no puedtriunfa

con tanta frecuencia como el mal. El triunfd

algo es cuestión de organización. Si existelo quse llama ángeles, espero que esté

organizadosiguiendo los métodos de la Maffia»

WINSTON NILES RUMFOOR Se ha dicho que la civilización terrestre h

producido hasta ahora diez mil guerras, per

sólo tres comentarios inteligentes sobre l

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guerra: los de Tucídides, Julio César Winston Niles Rumfoord.

Winston Niles Rumfoord escogió tan bieas 75.000 palabras de su Breve Historia dMarte, que no queda nada por decir, o decmejor, sobre la guerra entre la Tierra y MarteTodo el que se ve obligado, en el curso duna historia, a describir la guerra entre l

Tierra y Marte, se siente disminuido acomprender que ha sido contada codeslumbrante perfección por Rumfoord.

Lo habitual en el frustrado historiador e

describir la guerra en los términos mádesnudos, chatos y telegráficosecomendando al lector que recurra dnmediato a la obra maestra de Rumfoord.

Es lo que se hace aquí.La guerra entre Marte y la Tierra duró 6

días terrestres.Fueron atacadas todas las naciones de l

Tierra.

Las pérdidas de la Tierra fueron 46

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muertos, 223 heridos, ningún prisionero, 216 desaparecidos.

Las pérdidas de Marte fueron 149.31muertos, 446 heridos, 11 prisioneros y 46.63desaparecidos.

 Al final de la guerra todos los marcianohabían sido muertos, heridos, capturados habían desaparecido.

No quedó un alma en Marte. No quedó uedificio en pie.

Las últimas oleadas de marcianos quatacaron la Tierra, para horror de lo

erráqueos que les soltaron algunos tiroseran viejos, viejas y unos pocos niños. Los marcianos llegaron en los vehículo

espaciales más extraordinarios del SistemSolar. Y mientras las tropas marcianauvieron verdaderos comandantes pardirigirlos por radio pelearon con tantdesinterés, resolución y voluntad de lucha

mano a mano que se ganaron la admiració

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envidiosa de todos los contendientes.Pero era frecuente que las tropa

perdieran a sus verdaderos comandantes, yuera en el aire o en tierra. En ese casoaflojaban.

Sin embargo, el mayor inconveniente erque apenas estaban mejor armados que udepartamento policial de una ciuda

mportante. Peleaban con armas de fuegogranadas, cuchillos, morteros y pequeñoanzadores de cohetes. No tenían armanucleares, ni tanques, ni artillería mediana

pesada, ni aérea, ni transporte una vez quocaban tierra. Además las tropas marcianas n

controlaban el lugar donde iban a aterrizasus naves. Las naves eran gobernadas ponavegantes pilotos absolutamentautomáticos, y esos sistemas electrónicohabían sido instalados por técnicos de Martpara que las naves aterrizaran en punto

determinados de la Tierra, sin tener en cuent

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o terrible que pudiera ser allí la situaciómilitar.

Los únicos controles de los que estaban bordo eran dos botones en el tablero centrade la cabina. El botón de encendido iniciabel vuelo desde Marte. El interruptor no estabconectado con nada. Había sido instalado nstancias de los expertos marcianos en salu

mental, quienes decían que a los serehumanos siempre les gustan las máquinacuyo funcionamiento pueden interrumpir.

La guerra entre la Tierra y Marte empez

cuando 500 comandos imperiales marcianoomaron posesión de la luna terrestre el 2de abril. No encontraron oposición. Loúnicos terráqueos que se hallaban en esmomento en la Luna eran 18 norteamericanoen el observatorio Jefferson, 53 rusos en eobservatorio Lenin, y cuatro geólogodaneses que navegaban por el Mare Imbrium

Los marcianos anunciaron su presenci

por radio a la Tierra, y le pidieron que s

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indiera. Y dieron a probar a la Tierra lo quellos llamaban «un sabor de infierno».

Ese sabor, para considerable diversión da Tierra, resultó ser un ligerísimo chaparróde cohetes con 6 kilos de TNT cada uno.

Después de dar a probar a la Tierra essabor de infierno, los marcianos dijeron a loerráqueos que la situación de la Tierra er

desesperada. La Tierra no pensaba lo mismoEn las veinticuatro horas siguientes la Tierrdisparó 617 unidades termonucleares a lcabeza de puente marciana en la Luna

Dieron en el blanco 276, vaporizando no sóla cabeza de puente, sino haciendo imposibla ocupación humana de la Luna al menos podiez millones de años.

Y por un capricho de la guerra, un disparerró la Luna y dio en una formación de naveespaciales que transportaban 16.67comandos imperiales marcianos, con lo cuaes arreglaron las cuentas a todos.

Usaban uniformes negros y brillantes,

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evaban en las botas cuchillos dentados dunos treinta centímetros de largo. La insigniera una calavera y unas tibias cruzadas.

Su lema era Per áspera ad astra, emismo de Kansas, U. S. A., la Tierra, SistemSolar, Vía Láctea.

Después hubo una tregua de treinta y dodías, tiempo que tardó el grueso de la fuerz

ofensiva de Marte en atravesar el vacío entros dos planetas. Se trataba de 81.93soldados embarcados en 2-311 navesEstaban representadas todas las unidade

militares, salvo los comandos imperialemarcianos. A la Tierra le fue ahorrado esuspenso relativo a la fecha de llegada desa terrible armada. Los emisores marcianoen la Luna, antes de vaporizarse, habíaprometido la llegada de esa fuerza irresistiblen treinta y dos días. A los treinta y dos díascuatro horas y quince minutos, la armadmarciana dio con una barrera termonuclea

dirigida por radar. El cálculo oficial de

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número de cohetes antiaéreoermonucleares que se dispararon a larmada marciana es de 2.542.670. Perpoco interesa el verdadero número dcohetes disparados cuando se puedexpresar el poder de esa barrera de otrmodo, un modo que resulta ser tan poéticcomo verdadero. La barrera hizo que el azu

celestial de las nubes de la Tierra se volvierun naranja ardiente e infernal. El cielpermaneció de un naranja ardiente durante uaño y medio.

De la poderosa armada marciana, sól761 naves con 26.635 soldados sobrevivieroy aterrizaron.

De haber aterrizado todas las naves en usolo punto, los sobrevivientes hubieran podidesistir. Pero los pilotos electrónicos de la

naves tenían otras ideas: desparramaron loestos de la armada a todo lo largo y l

ancho de la superficie de la Tierra. Divisiones

pelotones, compañías emergieron de la

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naves en todas partes, pidiendo la rendición países de millones de habitantes.

Un solo hombre medio chamuscadoamado Krishna Garu, atacó a la India con uusil de doble cañón. Aunque no había nadique lo controlara por radio, no se rindió hastque se le descargó el arma.

El único éxito militar de los marcianos fu

a captura de un mercado de carne eBasilea, Suiza, por diecisiete marinoesquiadores paracaidistas.

En todos los demás casos los marciano

ueron despachados rápidamente, antes qupudieran hacer pie. La matanza estuvo cargo tanto de aficionados como dprofesionales. En la batalla de Boca Ratónen Florida, U.S.A., por ejemplo, Mrs. LymaR. Peterson bajó a cuatro miembros de lnfantería marciana de asalto con el rifle dsu hijo, calibre 22. Los pescó cuando salíade la nave espacial que había aterrizado en e

patio de la casa.

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Se le concedió, con carácter póstumo, lMedalla de Honor del Congreso.

Los marcianos que atacaron Boca Ratóndicho sea de paso, eran los restos de lcompañía de Unk y Boaz. Sin Boaz, sverdadero comandante, para controlarlos poadio, lucharon con apatía, por decir poco.

Cuando las tropas norteamericana

egaron a Boca Ratón para luchar con lomarcianos, ya no quedaba nada con quuchar. Los civiles, agitados y orgullosos, shabían hecho cargo espléndidamente d

odo. Veintitrés marcianos habían sidcolgados de los faroles de alumbrado en edistrito comercial, once habían sido fusiladoy uno, el sargento Brackman, estabprisionero y gravemente herido.

La fuerza de ataque había sido de treinty cinco personas en total.

—Mándennos más marcianos —dijo RosL. Mc-Swann, el alcalde de Boca Ratón.

Posteriormente llegó a ser senador de lo

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Estados Unidos.Y en todas partes hubo matanzas d

marcianos; los únicos que quedaron libres en pie sobre la faz de la Tierra fueron lomarinos esquiadores paracaidistas quaraneaban en el mercado de carne dBasilea, Suiza. Se les dijo por altavoces qusu situación era desesperada, que habí

bombarderos sobre sus cabezas, que todaas calles estaban bloqueadas por tanques nfantería de asalto y que iban camino demercado de carne cincuenta piezas d

artillería. Se les dijo que salieran con lamanos en alto o el mercado de carne volaría—¡Pamplinas! —gritó el verdader

comandante de los marinos esquiadoreparacaidistas.

Hubo otra tregua.Una sola nave exploradora marcian

perdida en el espacio transmitió a la Tierrque se preparaba otro ataque, un ataque má

errible que el que jamás se hubiera conocid

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en los anales de la guerra.La Tierra se rió y se preparó. En todo e

globo se oyeron los alegres disparos de loaficionados que se familiarizaban con armapequeñas.

Se entregaron nuevas provisiones dartefactos termonucleares a las pistas danzamiento y se dispararon nueve tremendo

cohetes al mismo Marte.Uno dio en el blanco, borrando a la ciuda

de Febe y al campamento militar de la faz deplaneta. Otros dos desaparecieron en u

nfundibulum crono-sinclástico. El resto sperdió en el espacio.No importaba que Marte hubiera recibid

el cohete.Ya no quedaba nadie allí, ni un alma.Los últimos marcianos iban camino de l

Tierra.Los últimos marcianos llegarían en tre

andas.

La primera estaba formada por la

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eservas del ejército, las últimas tropaadiestradas: 26.119 hombres en 721 naves.

Medio día terrestre después, llegaro86.912 civiles recientemente enrolados, desexo masculino, en 1.738 naves.

No tenían uniformes, habían disparado loifles una sola vez, y no habían recibid

ningún adiestramiento en el manejo de otra

armas.Medio día terrestre después de esto

últimos miserables soldados irregularesegaron en 46 naves 1.391 mujeres sin arma

y 52 niños.Estas eran todas las personas y todas lanaves que Marte había dejado.

 La inteligencia superior que había detrá

del suicidio de Marte era Winston NileRumfoord.

El suicidio detallado de Marte estabinanciado con los intereses de capitale

nvertidos en tierras, valores, espectáculos d

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Broadway e inventos. Como Rumfoord podíver el futuro, era facilísimo para él hacemultiplicar el dinero.

El tesoro marciano estaba guardado ebancos suizos, en cuentas identificadasolamente por números cifrados.

El hombre que administraba lanversiones marcianas, que dirigía e

Programa Marciano de Abastecimiento y eServicio Secreto de Marte en la Tierra, erEarl Moncrief, el antiguo mayordomo dRumfoord. Moncrief, que tuvo su oportunida

casi al final de su vida de criado, llegó a seel despiadado, eficaz e incluso brillantPrimer Ministro de Asuntos Terrestres.

La fachada de Moncrief permanecimperturbable. Moncrief murió de viejo en scama, en el ala de la servidumbre de lmansión de los Rumfoord, dos semanadespués del fin de la guerra.

El responsable principal de los triunfo

ecnológicos del suicidio marciano fue Salo, e

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amigo de Rumfoord en Titán. Salo era umensajero del planeta Tralfamadore, de lPequeña Nube Magallánica. Salo poseía uconocimiento técnico práctico de uncivilización de varios millones de añoerrestres de antigüedad. Salo tenía una navespacial desmantelada, pero que, aun asera con mucho la nave espacial má

maravillosa que jamás hubiera visto eSistema Solar. El la había desmantelado, lhabía arrancado todos los elementosuntuarios, dejándola como prototipo d

odas las naves de Marte. Aunque el propiSalo no era muy buen ingeniero, con todo ercapaz de calcular cada parte de su nave razar los planos para sus descendientemarcianos.

Lo más importante es que Salo tenía esu poder una cantidad de la fuente de energímás poderosa que fuera dable concebir, lvulls o Voluntad Universal de Llegar a Se

Salo donó la mitad de su provisión de vull

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para el suicidio de Marte. Earl Moncrief, el mayordomo, construy

sus organizaciones financieras, económicas secretas con el poder bruto del dinero y uprofundo conocimiento de la gente astutamaliciosa y descontenta que vivía detrás dserviles fachadas.

Esas eran las gentes que aceptaban edinero y las órdenes de Marte con alegría. Nhacían preguntas. Agradecían la oportunidade trabajar como termitas en los cimiento

del orden establecido.Venían de todos los sectores sociales.Los planos modificados de la nav

espacial de Salo se desglosaron en planos dcomponentes. Los planos de componenteueron llevados por los agentes de Moncrief os fabricantes de todo el mundo.

Los fabricantes no tenían idea de parqué eran los componentes. Sólo sabían qu

os beneficios obtenidos fabricándolos era

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excelentes.El primer centenar de naves marciana

ue reunido por los agentes de Moncrief edepósitos secretos situados en la Tierra.

Esas naves estaban cargadas de lVULLS que Rumfoord había dado a Moncrieen Newport. Fueron puestas en funciones dnmediato, lanzando las primeras máquinas

os primeros reclutas a la llanura de hierro dMarte donde se levantaría la ciudad de FebeCuando se levantó Febe, cada rueda girabpor obra de la VULLS de Salo.

 La intención de Rumfoord era que Martperdiera la guerra, y la perdiera de un modestúpido y horrible. Como vidente del futuroRumfoord sabía con seguridad que así seríay estaba contento.

Deseaba cambiar el Mundo para mejopor medio del grande e inolvidable suicidio dMarte.

Como dice en su Breve Historia de Marte

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«El hombre que quiera cambiar el Mundo duna manera significativa debe tener sentiddel espectáculo, una buena voluntagenerosa para derramar la sangre ajena una nueva religión plausible que introducdurante el breve período de arrepentimiento horror que suele seguir al derramamiento dsangre.»

«Se ha comprobado que todo fracaso ea dirección de la Tierra se debió a una falten el dirigente, de por lo menos una de estares cosas», dice Rumfoord.

«Basta de fiascos de dirección en los qumueren millones por poco menos que nadaPor una vez, que haya unos pocomagníficamente dirigidos que mueran pomuchos».

Rumfoord tenía esos pocomagníficamente dirigidos en Marte, y él era edirigente. Tenía sentido del espectáculoEstaba generosamente dispuesto a derrama

a sangre de los demás.

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Tenía una nueva religión plausible quntroducir al final de la guerra.

Y poseía métodos para prolongar eperíodo de arrepentimiento y horror quseguiría a la guerra. Dichos métodos eravariaciones sobre un tema: Que la gloriosvictoria de la Tierra sobre Marte había siduna grosera carnicería de santo

desarmados, santos que habían declaraduna débil guerra a la Tierra para unir a lopueblos de ese planeta en una monolíticHermandad del Hombre.

 La mujer llamada Bee y su hijo, Cronoestaban en la última tanda de navemarcianas que se acercaron a la Tierra. Srataba en realidad de una minúscula tandcompuesta de sólo cuarenta y seis naves.

El resto de la flota había quedaddestruido.

Esa última tanda había sido detectada po

a Tierra. Pero no se dispararon las arma

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nucleares. No quedaban más por disparar.Todas habían sido usadas.Y la tanda llegó intacta. Se dispersó po

oda la faz de la Tierra.Los pocos afortunados que disponían d

marcianos contra quienes disparar en esúltima tanda, lo hicieron contentos hastdescubrir que sus blancos eran mujeres

niños desarmados.La gloriosa guerra había terminado.La vergüenza, como lo había planead

Rumfoord, empezó a reinar.

 La nave donde viajaban Bee y Crono juntcon otras veintidós mujeres no fue tiroteadcuando aterrizó. No aterrizó en una zoncivilizada.

Se estrelló en la Selva Húmeda deAmazonas.

Sólo Bee y Crono sobrevivieron.Crono salió, besó su amuleto.

 

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Unk y Boaz tampoco fueron tiroteados.Les había ocurrido algo muy especia

después de apretar el botón duncionamiento y despegar de MarteEsperaban alcanzar a su compañía, pernunca lo hicieron.

Nunca vieron otra nave espacial.La explicación era sencilla, aunque n

hubiera nadie para darla: Unk y Boaz ndebían ir a la Tierra, por lo menos ndirectamente.

Rumfoord había dispuesto el pilot

automático de tal manera que la nave llevara Unk y Boaz al planeta Mercurio primero después de Mercurio a la Tierra.

Rumfoord no quería que Unk murierpeleando. Rumfoord quería que Unk pasarunos dos años en un lugar seguro.

Y después Rumfoord quería que Unapareciera en la Tierra como por milagro.

Rumfoord reservaba a Unk para hacerl

desempeñar un papel importante en u

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espectáculo que quería montar para su nueveligión.

Unk y Boaz estaban muy solos desconcertados allí en el espacio. No habímucho que ver ni hacer.

—Carajo, Unk... —di ja Boaz—. Mpregunto dónde se habrá metido la banda.

La mayor parte de la banda colgaba, e

ese momento, de los faroles de alumbrado eel distrito comercial de Boca Ratón.

El piloto automático de Unk y Boazcontrolando, entre otras cosas, las luces d

a cabina, creaba un ciclo artificial de nochey días terrestres, noches y días, noches días.

Las únicas cosas para leer a bordo erados tomos de tiras cómicas que habíadejado los armadores. Eran TweetySylvester, sobre un canario que vuelve loco un gato, y Los Miserables, sobre un hombrque roba unos candelabros de oro a u

sacerdote que ha sido bueno con él.

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—¿Para qué se robó los candelabrosUnk? —preguntó Boaz.

—Al diablo si lo sé —dijo Unk—, mmporta un carajo.

El navegante piloto acababa de apagaas luces de la cabina, decretando que afuerera de noche.

—Te importa un carajo de todo, ¿no e

así? —dijo Boaz en la oscuridad.—Así es —dijo Unk—. Me importa u

carajo esa cosa que tienes en el bolsillo.—¿Qué es lo que tengo en el bolsillo? —

dijo Boaz.—Una cosa para hacer sufrir a la gente —dijo Unk—. Una cosa que le obliga a hacer a gente lo que tú quieres que haga.

Unk oyó gruñir a Boaz, después suspirasuavemente en la oscuridad. Y supo quBoaz había apretado un botón de la cosa quenía en el bolsillo, un botón que debía dejarlseco.

Unk no se inmutó.

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—¿Unk...? —dijo Boaz.—¿Sí? —dijo Unk.—¿Estás ahí, compadre? —dijo Boa

pasmado.—¿Y dónde voy a estar? —dijo Unk—

¿Crees que me hiciste humo?—¿Estás bien, compadre? —pregunt

Boaz.

—¿Y por qué no iba a estar biencompadre? —dijo Unk—. Anoche, mientradormías, compadre, te saqué esa porquerídel bolsillo, compadre, y la abrí, compadre,

e rompí todo lo que tenía adentrocompadre, y la rellené de papel higiénico. Yahora estoy sentado en mi litera, compadre, engo el rifle cargado, compadre, y te esto

apuntando, compadre, ¿y qué carajo creeque vas a hacer?

 Rumfoord se materializó en la Tierra, e

Newport, dos veces durante la guerra entr

Marte y la Tierra, una vez justo cuand

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empezaba, y la otra el día que terminó. Él su perro, en esa época, no tenían unsignificación religiosa particular. Erasimplemente una atracción turística.

Los dueños de la hipoteca sobre lpropiedad de Rumfoord la habían arrendada un empresario de espectáculos llamadMarlin T. Lapp. Lapp vendía a un dólar billete

para asistir a las materializaciones.Salvo la aparición y luego la desaparició

de Rumfoord y su perro, no había muchespectáculo que ver. Rumfoord no decía un

palabra a nadie salvo a Moncrief, emayordomo, y lo hacía en voz muy baja. Sdespatarraba rumiando en una silla del cuartque estaba debajo de la caja de la escaleraen el Museo Skip. Y se tapaba los ojos couna mano, enroscando los dedos de la otren la apretada cadena de Kazak.

Rumfoord y Kazak eran anunciados comantasmas.

Había un andamiaje del otro lado de l

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ventana del cuartito, y la puerta que daba acorredor había sido suprimida. Dos hileras despectadores podían desfilar para echar uvistazo al hombre y al perro del infundibulumcrono-sinclástico.

—Me parece que no tiene muchas ganade hablar hoy, amigos —decía Marlin T. Lap—. Como comprenderán, tiene un montón d

cosas en qué pensar. No está exactamentaquí, amigos. Él y su perro estádesparramados en el camino del Sol Betelgeuse. Hasta el último día de la guerr

oda la publicidad estuvo a cargo de Marlin TLapp.—Es maravilloso que todos ustedes

amigos, en este gran día de la historia demundo, vengan a ver este gran espectáculcultural, educativo y científico —dijo Lapp eúltimo día de la guerra.

«Si este fantasma hablara —dijo Lapp—nos contaría maravillas del pasado y de

uturo, y de cosas del Universo ni siquier

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soñadas. Tengo la esperanza de que algunode ustedes tengan la suerte de estapresentes cuando decida que ha llegado emomento de decirnos todo lo que pueda.

—El momento ha llegado —dijo Rumfoorcon voz cavernosa—. Vaya si ha llegado —añadió Winston Niles Rumfoord.

«La guerra que termina hoy ha sid

gloriosa para los santos que la perdieronEsos santos eran terráqueos como nosotrosFueron a Marte, montaron sus desesperadoataques y murieron alegremente para que lo

erráqueos pudieran por fin convertirse en usolo pueblo alegre, fraternal y orgulloso.«Su deseo, cuando murieron —dij

Rumfoord—, era no el paraíso para ellossino la hermandad del hombre en la Tierra.

«Con ese objeto, piadosamente desead—dijo Rumfoord—, les traigo la palabra duna nueva religión que puede ser recibida coentusiasmo en todos los rincones de cad

corazón de la Tierra.

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«Las fronteras nacionales —dijo Rumfoor—, desaparecerán.

«La sed de guerra —dijo Rumfoord—, sextinguirá. «La envidia, el miedo, el odio sextinguirán. «El nombre de la nueva religió—dijo Rumfoord—, es la Iglesia de Dios, eAbsolutamente Indiferente. «La bandera desa iglesia será azul y oro —dijo Rumfoord—

En esa bandera, en letras de oro sobrcampo azul, se leerán las siguientes palabrasOcúpate de los hombres y DioTodopoderoso se ocupará de sí mismo. 

«Las dos principales enseñanzas de esteligión son las siguientes —dijo Rumfoord—El hombre endeble no puede hacer nada parayudar o agradar a Dios Todopoderoso, y lSuerte no es la mano de Dios.

«¿Por qué han de creer ustedes en esteligión más que en otra? —pregunt

Rumfoord—. Han de creer en ella porque yocomo jefe de esta religión, puedo hace

milagros, y ningún jefe de otra religión puede

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¿Qué milagros puedo hacer? Puedo hacer emilagro de predecir, con absoluta exactitudas cosas que traerá el futuro.

 A continuación Rumfoord predijo con gradetalle cincuenta acontecimientos futuros.

Esas predicciones fueron cuidadosamentegistradas por los presentes.

Es innecesario decir que todo llegó en s

momento a cumplirse, y a cumplirse con emayor detalle.

—Las enseñanzas de esta religióparecerán sutiles y confusas al principio —

dijo Rumfoord—. Pero resultarán bellas claras como el agua a medida que pase eiempo.

«Como comienzo por ahora confuso —dijRumfoord—, les contaré una parábola:

«Una vez la suerte dispuso las cosas dal manera que nació un niño, MalachConstant, el más rico de la Tierra. El mismdía la suerte dispuso las cosas de tal maner

que una abuela ciega tropezó con un patín d

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uedas en lo alto de unas escaleras dcemento, el caballo de un policía pisó al monde un organillero, y un ladrón de bancos ebertad condicional encontró en el fondo d

un baúl, en su desván, un sello de correoque valía novecientos dólares. Y yo lepregunto: ¿La suerte es la mano de Dios?

Rumfoord alzó un dedo índice ta

rasparente como una tacita de Limoges.—En mi próxima visita, compañeros de l

e —dijo Rumfoord—, les contaré unparábola sobre la gente que hace cosa

creyendo que Dios Todopoderoso lo quiereEntre tanto harán bien, como fundamento desta parábola, en leer todo lo que caiga esus manos sobre la Inquisición Española.

«La próxima vez que venga a verlos —dijRumfoord— les traeré una Biblia revisadpara que tenga sentido en los tiempomodernos. Y les traeré una breve historia dMarte, una verdadera historia de los santo

que murieron para que el mundo pudier

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unirse en la Hermandad del Hombre. Esthistoria destrozará el corazón de todo sehumano que sea sensible.

Rumfoord y su perro se desmaterializarobruscamente.

 En la nave espacial que iba de Marte

Mercurio, en la nave espacial que llevaba

Unk y Boaz, el piloto automático decretó quotra vez era de día en la cabina.

Era el alba después de la noche en quUnk le había dicho a Boaz que la cosa qu

enía en el bolsillo ya no podía hacer daño nadie.Unk dormía sentado en su litera. Tení

sobre las rodillas el rifle cargado y preparadpara disparar.

Boaz no dormía. Estaba tendido en sarima. Boaz no había pegado los ojos. Ahorpodía, si lo deseaba, desarmar y mataácilmente a Unk.

Pero Boaz había decidido que necesitab

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un compinche más de lo que necesitaba umodo de hacer que la gente cumplierexactamente su voluntad. Pero de todomodos, durante la noche había perdidmucha de su seguridad sobre lo que queríque la gente hiciera.

No estar solo, no tener miedo: Boaz habídecidido que ésas eran las cosas importante

en la vida. Un verdadero compinche serímás útil que cualquier otra cosa.

La cabina estaba llena de un sonidextraño, como un susurro, una tos. Era risa

Era la risa de Boaz. Lo raro es que Boanunca se había reído así, nunca se habíeído de las cosas que le hacían reír ahora.

Se reía del lío fenomenal en que estabmetido, y de cómo durante toda su vidmilitar había presumido entender todo lo quocurría, y que todo lo que ocurría estaba mubien.

Se reía de la manera estúpida en qu

había sido usado por Dios sabe quién par

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Dios sabe qué.—Caramba, compadre —dijo en voz alt

—, ¿qué estamos haciendo aquí en eespacio? ¿Qué estamos haciendo con estaopas? ¿Quién maneja esta cos

disparatada? ¿Cómo hemos subido a estcaja de lata? ¿Cómo vamos a disparar contralguien cuando lleguemos adonde vamos

¿Cómo se nos acercarán y nos dispararán¿Cómo? —preguntó Boaz—. Compadre, ¿mvas a decir cómo?

Unk se despertó, blandió el máuser e

dirección a Boaz.Boaz siguió riéndose. Sacó la caja dcontrol del bolsillo y la arrojó al suelo.

—No la quiero, compadre —dijo—. Estmuy bien que la hayas hecho pedazos. No lquiero.

Y entonces gritó—: ¡No quiero nada doda esta basura!

 

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8 - En un night club de Hollywood Harmonium - Única forma conocida de vid

en eplaneta Mercurio. El harmonium vive e

cuevasSería difícil imaginar una criatura má

agraciada

ENCICLOPEDIA INFANTIL DMARAVILLAS Y CURIOSIDADE

 El planeta Mercurio canta como una cop

de cristal.Canta todo el tiempo.Un lado de Mercurio mira al Sol. Ese lad

siempre ha mirado al Sol. Ese lado es un made polvo blanco y caliente.

El otro lado mira a la nada del espacieterno. Ese lado siempre ha mirado a la naddel espacio eterno. Ese lado es un bosque dcristales gigantescos de un azul blanquecino

de un frío glacial.

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La tensión entre el hemisferio caliente dedía sin fin y el hemisferio frío de la noche siin es lo que hace cantar a Mercurio.

Mercurio no tiene atmósfera, de modo qua canción que canta existe para el sentido deacto.

La canción es lenta. Mercurio sostendruna sola nota de la canción durante tant

iempo como un milenio terrestre. Haquienes piensan que la canción fue alguna veápida, salvaje y brillante, extremadament

variada. Es posible.

Existen criaturas en las profundacavernas de Mercurio. La canción que cantel planeta es importante para ellas, pues lacriaturas son alimentadas por las vibracionesSe nutren de energía mecánica.

Las criaturas se adhieren a las paredecantantes de sus cavernas.

De esa manera comen la canción dMercurio.

Las cavernas de Mercurio so

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confortables y cálidas en sus profundidades.Las paredes de las cavernas en su

profundidades son fosforescentes. Dan unuz de color amarillo junquillo.

Las criaturas de las cavernas soranslúcidas. Cuando se adhieren a laparedes fosforescentes, la luz las atraviesaPero cuando pasa a través de los cuerpos d

as criaturas, la luz amarilla se vuelve de uaguamarina vivido.

La naturaleza es una cosa maravillosa.Las criaturas de las cavernas se parece

mucho a barriletes pequeños y sin colaTienen forma de diamante, treintcentímetros de alto por dieciséis de ancho aegar a la madurez.

No tienen más espesor que la goma de uglobo de juguete.

Cada criatura tiene cuatro débileventosas de succión, una en cada uno de suángulos. Esas ventosas le permite

arrastrarse, un poco como una oruga,

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adherirse y descubrir los lugares donde emejor la canción de Mercurio.

Cuando han encontrado un lugar qupromete buena comida, las criaturas sienden contra la pared como papel dempapelar húmedo.

Las criaturas no necesitan un sistemcirculatorio. Son tan tenues que la

vibraciones dadoras de vida haceestremecer sus células sin intermediarios.

Las criaturas no excretan.Las criaturas se reproducen po

descamación. Cuando se desprenden de uprogenitor, son como caspa.Hay un solo sexo.Cada criatura desprende simplement

escamas de sí misma y ella misma es comodas las demás.

No existe la infancia como tal Laescamas empiezan a su vez a descamarsres horas terrestres después de habers

desprendido.

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No llegan a la madurez para deteriorarsy morir.

Llegan a la madurez y permanecen en splenitud, por así decirlo, mientras Mercuricante.

No hay manera de que una criaturperjudique a otra ni motivo para ello.

El hambre, la envidia, la ambición, e

miedo, la indignación, la religión y la codicisexual son tan improcedentes comdesconocidos.

Las criaturas poseen un solo sentido: e

acto.Tienen poderes telepáticos débiles. Lomensajes que son capaces de transmitir ecibir son casi tan monótonos como l

canción de Mercurio. Tienen solos domensajes posibles. El primero es unespuesta automática al segundo, y e

segundo una respuesta automática aprimero.

El primero es: «Aquí estoy, aquí estoy

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aquí estoy».El segundo es: «Me alegro de que estés

me alegro de que estés, me alegro de questés».

Hay una última característica de lacriaturas que no ha sido explicada pomotivos utilitarios: parecen disponerssiguiendo un modelo sobre las parede

osforescentes. Aunque ciegas e indiferentes a l

contemplación de quien quiera que seasuelen disponerse de manera de formar u

diseño regular y deslumbrante de diamanteamarillo junquillo y aguamarina vivido. Eamarillo procede de las paredes desnudas da caverna. El aguamarina es la luz de laparedes filtrada por los cuerpos de lacriaturas.

Por su amor a la música y scomplacencia en desplegarse al servicio de lbelleza, los terráqueos dan un nombr

encantador a las criaturas.

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Las llaman harmoniums. Unk y Boaz iban a aterrizar en el lad

oscuro de Mercurio, a setenta y nueve díaerrestres de Marte. No sabían que el planeten que estaban aterrizando era Mercurio.

Pensaron que el Sol era aterradoramentgrande...

Pero no dejaron de pensar que estabaaterrizando en la Tierra.

Perdieron el sentido durante el período ddesaceleración aguda. Ahora estaba

volviendo a la conciencia, iban a tener uncruel y encantadora ilusión. A Unk y Boaz les pareció que su nave s

estaba posando lentamente entre rascacielosobre los cuales se movían los reflectores.

—No están disparando —dijo Boaz—. Oa guerra ha terminado, o todavía nempezó.

Los alegres haces de luz que veían n

eran de reflectores. Venían de los alto

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cristales situados en el límite entre lohemisferios claro y oscuro de Mercurio. Esocristales captaban resplandores del sol, lomezclaban prismáticamente, los desplegabaen el lado oscuro. Otros cristales en el ladoscuro captaban los rayos y los transmitían.

Era fácil creer que los reflectores sdeslizaban sobre una civilización realment

desarrollada. Era fácil tomar la densa selvde cristales gigantescos de un azublanquecino por rascacielos estupendos hermosos.

Junto a una tronera, Unk llorsilenciosamente. Lloraba, por el amor, por lamilia, por la amistad, por la verdad, por lcivilización. Las cosas por las que lloraberan todas abstracciones, pues su memoripodía proporcionarle pocas caras u objetocon los que su imaginación pudiera elaborauna representación de la Pasión. Lonombres repiqueteaban en su cabeza com

huesos pelados. Stony Stevenson, u

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amigo... Bee, una esposa... Crono, un hijo.Unk, un padre... 

Le vino el nombre Malachi Constant y n

supo qué hacer con él.Unk se dejó caer en un fantaseo vacío, eun respeto vacío por el espléndido pueblo as espléndidas vidas que habían producidos majestuosos edificios barridos por lo

eflectores. Allí, seguramente, familias sicara, amigos sin cara y esperanzas sinombre podrían florecer como...

Unk no encontraba una imagen adecuad

para el florecimiento.Imaginó una fuente extraordinaria, un conormado por tazones descendentes ddiámetro en aumento. No servía. La fuentestaba reseca, llena de ruinas de nidos dpájaros. A Unk le hormigueaban las uñas dos dedos, como raspadas de habersrepado por los tazones secos.

La imagen no servía.

Unk imaginó de nuevo las tres hermosa

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muchachas que le hacían señas para qubajara por el cañón aceitado de su máuser.

—¡Viejo —dijo Boaz—, todo el mundduerme, pero no por mucho rato! —Su voera como un arrullo, los ojos lelampagueaban—. ¡Cuando el viejo Boaz y e

viejo Unk lleguen a la ciudad, todo el munddespertará y quedará despierto semanas

semanas!La nave era diestramente guiada por e

piloto automático. La maquinaria hablabnerviosamente consigo, girando, zumbando

intineando, susurrando. Iba advirtiendo esquivando los riesgos de los costadosbuscando un lugar ideal para aterrizar abajo.

Los diseñadores del piloto automátichabían introducido en la máquina, adrede, ldea obsesiva de buscar abrigo para ssupuesta carga de soldados y materialepreciosos. El piloto automático depositaríos soldados y materiales preciosos en e

agujero más profundo que pudiera hallar. Er

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de suponer que el aterrizaje se haría frente un fuego hostil.

Veinte minutos terrestres más tarde, epiloto automático aún hablaba consigo mismohallando tanto tema de conversación comsiempre. Y la nave seguía cayendo, cayendo rápido. Los reflectores y rascacielono se verían por mucho más tiempo. Sól

había una negrura de tinta.Dentro de la nave reinaba un silenci

apenas menos sombrío. Unk y Boaz sentíaque lo que les estaba ocurriendo, que lo qu

estaba ocurriendo era indecible.Sentían justamente que iban a seenterrados vivos. La nave se sacudibruscamente, tumbando a Boaz y a Unk.

La violencia produjo un violento alivio.—Por fin en casa —gritó Boaz—

Bienvenidos a casa! Luego empezó de nueva lúgubre sensación de una caída como dhojas.

Veinte minutos terrestres después, la nav

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seguía cayendo suavemente.Los sacudones fueron más frecuentes.Para protegerse de ellos, Boaz y Unk s

ueron a la cama. Se tendieron boca abajoas manos aferradas a los soportes de acerde las literas.

Para que el suplicio fuera completo, epiloto automático decretó que la noch

cayera en la cabina.Un ruido desgarrador sobre la cabina d

a nave, obligó a Unk y a Boaz a volver loojos de las almohadas a las troneras. Ahor

había afuera una pálida luz amarilla.Unk y Boaz gritaron de alegría, corrieron as troneras. Llegaron justo a tiempo parcaer al suelo nuevamente, pues la naveberada de una obstrucción, iniciaba otra ve

su caída.Un minuto terrestre más tarde, la caída s

detuvo.El piloto automático produjo un golpecit

seco, modesto. Después de transportar s

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carga segura de Marte a Mercurio, como se había indicado, se había apagado a smismo.

Había entregado su cargamento en el pisde una caverna situada a ciento veintkilómetros por debajo de la superficie dMercurio. Se había abierto camino a travéde un tortuoso sistema de chimeneas hast

que no pudo seguir bajando.Boaz fue el primero en llegar a un

ronera, mirar afuera y ver la alegrbienvenida de diamantes amarillos

aguamarinas que los harmoniums habíaorganizado en las paredes.—¡Unk! —dijo Boaz—. ¡Te juego cualquie

cosa a que nos ha metido justo en un nighclub de Hollywood!

En este punto corresponde hacer unecapitulación de las técnicas de respiració

Schliemann para que se pueda entender bieo que sucedió después. Unk y Boaz, en l

cabina presurizada, habían sacado oxígen

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de las bolas de aire que tenían en el intestindelgado. Pero estando en una atmósfera bajpresión, no necesitaban taponarse la nariz as orejas ni mantener la boca bien cerradaEsto sólo era necesario en el vacío o en unatmósfera venenosa.

Boaz tenía la impresión de que fuera de lnave espacial reinaba la atmósfera saludabl

de su Tierra nativa.En realidad, no había sino el vacío.Boaz abrió de golpe, con gran descuido

as puertas interior y exterior de la escotilla

convencido de que afuera la atmósfera erpropicia.Fue retribuido con la explosión de l

pequeña atmósfera de la cabina en el vacíexterior.

Cerró de un golpe la puerta interior, perno antes de que él y Unk tuvieran unhemorragia en el momento de gritar dalegría.

Sufrieron un colapso, y el sistem

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espiratorio les sangró profusamente.Lo que los salvó de la muerte fue u

sistema de emergencia totalmente automáticque respondió a la explosión con otranormalizando de nuevo la presión de lcabina.

—Madre mía —dijo Boaz cuando secobró—. Carajo, esto parece el infierno

no la Tierra. Unk y Boaz no se asustaron.Restauraron sus fuerzas con comida

descanso, bebida y bolas de aire.Y después se taponaron las orejas y la

narices, cerraron la boca y exploraron lacercanías de la nave. Decidieron que sumba era profunda, tortuosanterminablemente sin aire, deshabitada ponadie remotamente humano e inhabitablpara cualquiera remotamente humano.

Observaron los harmoniums, pero npudieron descubrir nada alentador en lpresencia de esas criaturas, que parecía

úgubres.

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Unk y Boaz no creían realmente questuvieran en semejante lugar. El no creerlera lo que los salvaba del pánico. Volvieron a nave.

—Okey —dijo Boaz con calma—, hhabido algún error. Nos hemos hundiddemasiado en el suelo. Tenemos quetroceder hasta donde están los edificios. T

o digo francamente, Unk, no me parece questo sea la Tierra. Debe de haber habidalgún error, como digo, y tenemos qupreguntar dónde estamos a la gente de lo

edificios. —Okey —dijo Unk.—Aprieta el botón de marcha —dijo Boa— y volaremos como un pájaro.

—Okey —dijo Unk.—A lo mejor —dijo Boaz— allá arriba l

gente de los edificios ni siquiera sabe que haesto aquí abajo. Quizá descubrimos algo quos dejará pasmados.

—Claro —dijo Unk. El alma de Unk sentí

a presión de kilómetros de roca, y sentí

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ambién la verdadera naturaleza del trance eque estaban. Por todos lados y por arribhabía pasadizos que se bifurcaban, sbifurcaban y se bifurcaban. Las ramas sabrían en ramitas y las ramitas se abrían epasadizos no más anchos que un porhumano.

El alma de Unk tenía razón al sentir qu

ninguna de las diez mil ramas llevaba hasta lsuperficie.

La nave espacial, gracias al dispositivsensible brillantemente concebido que tení

en el fondo, había percibido su camino haciabajo fácilmente, por una de las pocas víade ingreso, bajando, bajando y bajando pouna de las poquísimas vías de salida.

Lo que Unk no había sospechado todavíera la estupidez congénita del pilotautomático cuando tuviera que subir. Nuncse les había ocurrido a los diseñadores qua nave podía tropezar con problemas cuand

se tratara de subir. Después de todo, s

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suponía que las naves marcianas debíadespegar en Marte de una pista siobstáculos, para ser abandonadas luego daterrizar en la Tierra. Por lo tanto no había ea nave un dispositivo que solucionara loproblemas de la subida.

—Hasta la vista, vieja caverna —dijBoaz.

Con displicencia, Unk apretó el botón dmarcha.

El piloto automático zumbó.En diez segundos terrestres se habí

calentado.La nave despegó del piso de la caverncon un susurro, fácilmente, tocó una paredaspó sus bordes contra ella con un chirrid

penetrante, golpeó el techo de la cabincontra algo que se proyectaba arribaetrocedió, volvió a golpear el techo, volvió etroceder, rozó la protuberancia, trepó d

nuevo zumbando. Después se produjo otr

uerte chirrido que esta vez venía de todo

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ados.Todo movimiento ascendente se habí

detenido.La nave estaba incrustada en la roc

sólida.El piloto automático lanzaba quejidos.Soltó una ráfaga de humo color mostaz

que subió entre las planchas del piso de l

cabina.El piloto automático dejó de quejarse.Se había recalentado y ésa era una seña

de que debía sacar a la nave de un lí

nextricable. Procedió a hacerlo, entrchirridos. Las piezas de acero gimieron. Loemaches estallaron como disparos de rifle.

El piloto automático sabía cuando lhabían derrotado. Volvió a bajar la nave apiso de la caverna, aterrizando con un beso.

El piloto automático se desconectó a smismo.

Unk apretó el botón para hacerlo funciona

otra vez.

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La nave subió de nuevo a tumbos por upasaje ciego, se retiró de nuevo, de nuevo sasentó en el suelo y se desconectó a smisma.

El ciclo se repitió unas doce veces, hastque fue evidente que la nave sólo conseguiríhacerse polvo. La carrocería estaba ybastante abollada.

Cuando la nave se asentó en el piso de lcaverna por duodécima vez, Unk y Boaestaban destrozados. Se echaron a llorar.

—¡Estamos muertos, Unk, estamo

muertos! —dijo Boaz.—Que yo recuerde, nunca he estado viv—dijo Unk, brusco—. Pensé que por fin viviríun poco.

Unk se acercó a una tronera y miró haciafuera con los ojos anegados.

Vio que las criaturas que estaban cercde la tronera habían dibujado en aguamarinuna letra T, perfecta, de un amarillo pálido.

El diseño de una T estaba dentro de lo

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ímites de probabilidad de criaturas sicerebro distribuidas al azar. Pero entonceUnk vio que la T estaba precedida por una perfecta. Y la S por una perfecta E.

Unk movió la cabeza hacia un lado y miroblicuamente a través de la tronera. Emovimiento le dio una perspectiva dcincuenta metros de pared infestada d

harmoniums.Unk se quedó pasmado al ver que lo

harmoniums formaban un mensaje con letradeslumbrantes.

El mensaje era éste, en amarillo pálidbordeado de aguamarina:¡ES UN TEST DE INTELIGENCIA! 

9 - Un acertijo resuelto «En el principio Dios se hizo los cielos y l

tierra.

Y dijo Dios: 'Sea yo la luz', y Él se hizo luz»

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WINSTON NILES RUMFOORBiblia autorizada y revisad

«Si quiere hacer deliciosos bocadillos parel té

arrolle harmoniums tiernos y rellénelos coques

blanco de Venus»

BEATRICE RUMFOORLibro de cocina galáctic

«En lo que respecta a sus almas, lo

mártires dMarte no murieron al atacar la Tierra sincuand

fueron reclutados para la máquina bélicmarciana»

WINSTON NILES RUMFOORBreve Historia de Mart

«Me encontré un lugar donde puedo hace

el bie

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sin hacer daño»BOAZ, EN EL LIBRO DE SARAH HORN

CANBYUnk y Boaz en las cuevas de Mercuri

 El libro de más venta en los último

iempos ha sido la Biblia revisadaautorizada de Winston Niles Rumfoord. L

sigue en popularidad esa falsificaciódeliciosa que es el Libro de cocina galácticde Beatrice Rumfoord. El tercero es la BrevHistoria de Marte, por Winston Nile

Rumfoord. El cuarto, un libro para niños, Uny Boaz en las cuevas de Mercurio, por SaraHorne Canby.

En la solapa del libro de Mrs. Canby, e

editor da una explicación lisonjera de su éxito«¿A qué chico no le gustaría embarcarse euna nave espacial con un cargamento dhamburguesas, salchichas, salsa picanteartículos de deportes y bebidas gaseosas?»

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El doctor Frank Minot, en ¿Son adultoos harmoniums? ve algo más siniestro en egusto de los niños por el libro. «¿Diremos

pregunta, cuan cerca están Unk y Boaz de lexperiencia cotidiana de los niños, cuandUnk y Boaz tratan solemne espetuosamente con criaturas que eealidad son obscenamente gratuitas

nsensibles y estúpidas?» Minot, al trazar uparalelo entre los padres humanos y loharmoniums, se refiere a las relaciones dUnk y Boaz con los harmoniums. Lo

harmoniums deletrearon para Unk y Boaz unuevo mensaje de esperanza o velada irrisiócada catorce días terrestres, durante treaños.

Naturalmente, los mensajes eran escritopor Winston Niles Rumfoord, que smaterializaba brevemente en Mercurio cadcatorce días. Manoteaba unos harmoniumaquí, recogía otros allá y formaba con ello

as letras de imprenta.

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En el cuento de Mrs. Canby, la primernsinuación a propósito de que Rumfoord sda una vuelta por las cuevas de vez ecuando, aparece en una escena muy próximal final, escena en la cual Unk encuentra lahuellas de un gran perro en el polvo.

En ese punto de la historia es forzoso qusi un adulto está leyéndola en voz alta a u

niño, le pregunte con voz deliciosamentonca: «¿Quién ela el pelo?»

El pelo ela Kazak. El pelo ela de WinstoNiles Rumfoord, el gran perrazo infundibulad

crono-sinclásticamente. Hacía tres años terráqueos que Unk

Boaz estaban en Mercurio cuando Unencontró las huellas de las patas de Kazak eel polvo del piso de una cueva. Mercurihabía llevado a Unk y Boaz doce veces media alrededor del sol.

Unk encontró las huellas en un piso a die

kilómetros por encima de la cámara dond

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estaba la mellada y abollada nave espaciancrustada en la roca. Unk no siguió vivienden la nave y Boaz tampoco.

La nave espacial les servía simplementde base común de abastecimientos a la quvolvían en busca de provisiones más o menouna vez por mes terrestre.

Unk y Boaz rara vez se encontraban. S

movían en círculos muy diferentes.Los círculos en que se movía Boaz era

pequeños. Tenía una residencia fija y bieprovista. Estaba al mismo nivel que la nav

espacial, a sólo medio kilómetro de distanciaLos círculos en que se movía Unk eravastos e inquietos. No tenía casa. Viajabgero y lejos, trepando cada vez más alt

hasta que lo detenía el frío. Cuando el frídetenía a Unk, detenía también a loharmoniums. En los niveles superiores por loque erraba Unk, los harmoniums eradesmedrados y escasos.

En el confortable nivel inferior donde viví

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Boaz, los harmoniums eran abundantes crecían rápido.

Boaz y Unk se habían separado despuéde pasar juntos un año terrestre en la navespacial. En ese primer año habían llegado a conclusión de que no saldrían de allí si algo alguien no venía a buscarlos. La conclusióera clara aunque las criaturas continuaba

deletreando en las paredes nuevos mensajesnsistiendo en la corrección del test al questaban siendo sometidos Unk y Boaz, en lacilidad con que podían escapar, si sól

pensaran un poco más intensamente, y coun poco más de sutileza. «¡PIENSA!», decíaas criaturas. Unk y Boaz por separado svolvieron locos temporalmente. Unk habíratado de asesinar a Boaz. Boaz habíentrado en la nave espacial con un harmoniumque era exactamente igual a los demás había dicho: «¿No es una cosita encantadoraUnk?» Unk le había saltado a la garganta.

 

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Unk estaba desnudo cuando encontró lahuellas del perro. El uniforme verde liquen as botas de fibra negra de la InfanteríMarciana de Asalto se habían hecho trizas polvo en contacto con la piedra.

Las huellas del perro no entusiasmaron Unk. Ni la música de la sociabilidad ni la lude la esperanza llenaron su alma cuando vi

as huellas de una criatura de sangre calienteas huellas del mejor amigo del hombre. Yuvo muy poco que decirse a sí mismcuando las huellas de un hombre bien calzad

se unieron a las del perro.Unk estaba en guerra con su mediambiente. Había llegado a considerarlo malévolo o cruelmente mal administrado. Sespuesta era combatirlo con las única

armas a mano: la resistencia pasiva muestras francas de desdén.

Las huellas le parecieron los movimientoniciales de otro juego estúpido que querí

hacerle su medio. Seguiría las huellas, per

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sin entusiasmo, perezosamente. Las seguirísólo porque no tenía nada más previsto parese momento. Las siguió.

Vio a dónde llevaban.Su marcha fue terca y desordenada. E

pobre Unk había perdido mucho peso mucho pelo también. Envejecía rápido. Loojos le ardían y tenía el esquelet

desvencijado.Unk nunca se había afeitado en Mercurio

Cuando el pelo y la barba le crecieron hastestorbarle, se corto unos mechones con u

cuchillo de carnicero.Boaz se afeitaba todos los días. Doveces por semana terrestre se cortaba epelo con un equipo de peluquero que tenía ea nave espacial.

Boaz, doce años menor que Unk, nuncse había sentido mejor en su vida. Habíaumentado de peso en las cavernas dMercurio, y además había ganado e

serenidad.

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La bóveda donde vivía Boaz estabamueblada con un catre, una mesa, dosillas, un púnchinbol, un espejo, unapalancas de gimnasio, un grabador y unacien obras musicales grabadas en cintmagnética.

La bóveda donde vivía Boaz tenía unpuerta y un canto rodado con el que podí

cerrar la boca de la bóveda. La puerta ernecesaria, pues Boaz era Dios Todopoderospara los harmoniums. Podían localizarlo poos latidos del corazón.

De dormir con la puerta abierta, shubiera despertado cubierto de cientos dmiles de admiradores, que sólo lo hubieradejado levantarse cuando cesara de latir scorazón. Boaz, como Unk, estaba desnudoPero aún tenía zapatos. Sus zapatos dcuero auténtico habían resistidmagníficamente. En realidad, Unk habícaminado setenta kilómetros por cada uno d

Boaz, pero los zapatos de Boaz no se había

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mitado a resistir. Parecían nuevos.Boaz los cepillaba, enceraba y lustrab

egularmente.En ese momento los estaba lustrando. L

puerta de su bóveda estaba bloqueada por lpiedra. Sólo cuatro harmoniums favorecidoestaban con él. Dos se le habían subido a lobrazos. Uno estaba adherido al muslo. E

cuarto, un harmonium inmaduro de sólo sietcentímetros de largo, colgaba del interior dsu muñeca izquierda, alimentándose del pulsde Boaz.

Cuando Boaz encontraba un harmoniumque le gustaba más que todos los otroshacía eso: dejaba que la criatura salimentara de su pulso.

—¿Te gusta? —le decía mentalmente aafortunado harmonium—. ¿No es lindo?

Nunca se había sentido mejor físicamentenunca se había sentido mejor mentalmentenunca se había sentido mejor espiritualmente

Se alegraba de que él y Unk se hubiera

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separado, porque a Unk le gustaba dar vueltas cosas de manera que todo el que fuereliz pareciera estúpido o loco.

—¿Qué es lo que hace que un hombrsea así? —preguntaba mentalmente Boaz apequeño harmonium—. ¿Qué es lo que creganar comparado con lo que desecha? No ede extrañarse que parezca enfermo.

Boaz meneó la cabeza. —He tratado dque se interese en ustedes, muchachos, casi se vuelve loco. De nada sirve volversoco.

«No sé lo que está pasando —dijo Boamentalmente—, y es probable que no sea lbastante inteligente para entenderlo si alguieme lo explica. Todo lo que sé es que en ciertmodo nos están poniendo a prueba, alguien alguna cosa muchísimo más inteligente qunosotros, y todo lo que puedo hacer emostrarme servicial y mantener la calma ratar de pasarlo bien hasta que se termine.

Boaz asintió. —Es mi filosofía, amigos —

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dijo a los harmoniums que tenía pegados—Y si no me equivoco, es también la dustedes. Supongo que por eso hemos llegada entendernos tan bien.

La punta del zapato de cuero auténticque Boaz estaba lustrando brilló como uubí.

—Vaya, vaya, vaya —se dijo Boaz a s

mismo, contemplando el rubí. Cuando sustraba los zapatos, imaginaba que podía vemuchas cosas en los rubíes de la punta.

 Ahora Boaz miraba un rubí y veía a Un

estrangulando al pobre Stony Stevenson, ea picota de piedra, en la pista metálica de lodesfiles, allá en Marte. La imagen horrible nera un recuerdo casual. Era el punto muertde la relación de Boaz con Unk.

—No me digas la verdad —decía Boaz esus pensamientos— y yo no te la diré. —Erun argumento que había expuesto variaveces a Unk.

Boaz había inventado el argumento y s

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significado era el siguiente: Unk dejaría ddecirle a Boaz verdades sobre loharmoniums porque Boaz los quería y era lsuficientemente bueno como para no decverdades que hicieran desdichado a Unk.

Unk no sabía que había estrangulado a samigo Stony Stevenson. Unk creía que Stonestaba aún maravillosamente vivo en algú

ugar del Universo. Unk vivía soñando que seunía con Stony.

Boaz era lo suficientemente bueno compara callar la verdad a Unk, por grande qu

hubiera sido la provocación de éste.La horrible imagen del rubí se desvaneció—Sí, señor —dijo Boaz en sus pensamientosEl harmonium adulto que Boaz tenía en ebrazo se movió.

—¿Le estás pidiendo un concierto al viejBoaz? —preguntó mentalmente Boaz a lcriatura—. ¿Eso es lo que estás tratando ddecir? El viejo Boaz no quiere pasar po

ngrato, porque sabe el gran honor que e

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enerlos tan cerca del corazón. Sólo que sigpensando en todos mis amigos de afuera, sigo deseando que lo estén pasando bienambién. ¿Eso es lo que estás tratando ddecir? —dijo mentalmente Boaz—. Estáratando de decir, «Por favor, papá Boaz, poun concierto para todos los pobres amigoque están afuera». ¿Eso es lo que está

ratando de decir?Boaz sonrió.—No tienes por qué adularme —dijo a

harmonium.

El pequeño harmonium que tenía en lmuñeca se dobló hacia arriba y despuévolvió a extenderse.

—¿Qué estás tratando de decirme? —lpreguntó—. Estás tratando de decir: «TíBoaz, tu pulso es demasiado suculento parun mocoso como yo. Tío Boaz, pon algunmúsica bonita, suave, fácil de comer». ¿Eses lo que estás tratando de decir?

Boaz volvió la atención al harmonium qu

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enía en el brazo derecho. La criatura no shabía movido.

—¿No eres tú el tranquilo? —preguntmentalmente Boaz a la criatura—. No hablamucho, pero piensas todo el tiempo. Apuesta que piensas que el viejo Boaz es bien maloque no hace sonar la música todo el tiempo¿eh?

El harmonium que tenía en el brazzquierdo se movió de nuevo.

—¿Qué estás diciendo? —dijo Boamentalmente. Alzó la cabeza, hizo como qu

escuchaba aunque no podía circular ningúsonido en el vacío en que vivía—. Estádiciendo: «Por favor, Rey Boaz, tócanos lObertura 1812 ». Boaz demostró sorpresauego severidad.

—Porque algo parezca mejor que todo ldemás —dijo mentalmente— no significa qusea bueno para ti.

 

Los eruditos especializados en la Guerr

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Marciana suelen pasmarse ante la extrañrregularidad de los preparativos bélicos dRumfoord. En algunos sectores, sus planeeran terriblemente endebles. Los zapatos quproveyó a sus tropas ordinarias, por ejemploeran casi una sátira de lo transitorio de lsociedad de pacotilla de Marte, una sociedacuyo único propósito era destruirse a s

misma uniendo a los pueblos de la Tierra.Sin embargo, en las grabacione

musicales que Rumfoord eligió personalmentpara las naves abastecedoras de l

compañía, se comprueba un gran capitacultural, un capital preparado como para uncivilización monumental que fuera a durar maños terrestres. Se dice que Rumfoorempleó más tiempo en las inútiles discotecamusicales, que en la artillería y en la sanidamilitar combinadas.

Como ha dicho un ingenio anónimo: «Eejército de Marte llegó con trescientas hora

de música continuada y no duró lo suficient

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como para escuchar hasta el final el Vals dun Minuto». 

La explicación de la extraña importanci

dada a la música que llevaban las naveabastecedoras de Marte es sencillaRumfoord era loco por la buena músicaocura, dicho sea de paso, que le dio sólo depues de que el infundibulum crono-sinclástic

o hubiera desplegado a través del tiempo del espacio.

Los harmoniums de las cuevas dMercurio también eran locos por la buen

música. Se habían alimentado de una solnota de la canción de Mercurio sosteniddurante siglos. Cuando Boaz les dio a probaa música por primera vez, con Le Sacre dPrintemps, al gunas de las criaturas murieroen éxtasis.

Un harmonium muerto se encoge y svuelve anaranjado en la luz amarilla de lacuevas de Mercurio. Un harmonium muert

parece un damasco seco.

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En esa primera ocasión, que no se habíplaneado como concierto para loharmoniums, el grabador se hallaba en el pisde la nave espacial. Las criaturas qumurieron en éxtasis estaban en contactdirecto con el casco metálico de la nave.

  Ahora, dos años y medio más tarde, Boa

demostraba la manera adecuada de dar uconcierto para las criaturas sin matarlas.

Boaz dejó la cueva donde vivía, llevándosconsigo el grabador y las seleccione

musicales para el concierto. En el corredoexterior había dos tablas de planchar daluminio con punteras de fibra en las patasLas tablas de planchar estaban a dos metrode distancia, y tendido entre las dos había ubastidor con un cañamazo de fibra de liquesostenido por estacas de aluminio.

Boaz puso el grabador en el medio debastidor. El propósito del aparato montad

era diluir en lo posible las vibraciones de

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grabador. Antes de llegar al piso de piedraas vibraciones debían luchar con ecañamazo muerto, las manijas del bastidoas tablas de planchar y por último lapunteras de fibra de las patas de las tablade planchar.

La dilución era una medida de seguridadGarantizaba que ningún harmonium recibirí

una dosis excesiva y letal de música.Boaz ponía entonces la cinta en e

grabador y lo hacía funcionar. Durante todo econcierto montaba guardia junto al aparato

Su deber era vigilar que ninguna criatura sacercara demasiado. Su deber, cuando uncriatura se había acercado demasiado, ersacarla de la pared o el piso, reprenderla rasladarla a unos cien metros por lo menode distancia.

—Si no eres capaz de ser más juicioso —decía mentalmente al temerario harmonium—, terminarás aquí tres días. Piénsalo bien.

En realidad, una criatura situada

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cincuenta metros del grabador seguíconsiguiendo música abundante para comer.

Las paredes de las cuevas eran tabuenas conductoras, que los harmoniumpegados a las paredes de otras cuevas, kilómetros de distancia, recibían bocanadade los conciertos de Boaz a través de lpiedra.

Unk, que había seguido las huellas en lacuevas, ahondando cada vez más, podídecir por la forma en que se comportaban loharmoniums, que Boaz estaba dando u

concierto. Había llegado a un nivel cáliddonde los harmoniums eran espesos. Sesquema regular de diamantes alternadoamarillos y aguamarina se iba rompiendodegenerando en melladuras quempalmaban, en ruedas de engranaje, eelámpagos fulgurantes. La música los poní

así.Unk dejó sus cosas en el suelo y se tendi

a descansar.

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Soñaba con colores que no fueran eamarillo y el aguamarina.

Después soñó que su buen amigo StonStevenson lo estaba esperando a la vuelta depróximo recodo. Se reanimaba pensando eas cosas que él y Stony dirían cuando sencontraran. En la mente de Unk no habíuna cara que correspondiera al nombre d

Stony Stevenson, pero eso no importabdemasiado.

—Qué dos —se dijo Unk a sí mismo. Coeso quería significar que él y Stony

rabajando juntos, serían invencibles.—Te lo digo —se decía Unk a sí mismcon satisfacción—, son dos que aquélloquisieran mantener separados a toda costaSi el viejo Stony y el viejo Unk llegan encontrarse de nuevo, será mejor quaquéllos se cuiden. Cuando el viejo Stony y eviejo Unk se juntan, puede ocurrir cualquiecosa, y así pasa a menudo.

El viejo Unk lanzó una risita. Las gente

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presuntamente asustadas de que Unk y Stonse juntaran vivían en los grandes, hermosoedificios de arriba. La imaginación de Unhabía trabajado mucho en tres años con loatisbos que había tenido de los supuestoedificios, que eran en realidad, sólidosmuertos, fríos, inertes cristales. Lmaginación de Unk estaba ahora segura d

que los amos de toda la creación vivían eaquellos edificios. Eran los carceleros de Uny quizá de Stony. Hacían experimentos coUnk y Boaz en las cuevas. Escribían lo

mensajes con los harmoniums. Loharmoniums no tenían nada que ver con lomensajes. Unk daba por seguras todas estacosas. Daba además por seguras muchaotras cosas. Hasta sabía cómo estabaamueblados los edificios de arriba. Lomuebles no tenían patas. Flotaban en el airesuspendidos por el magnetismo. Y las genteno trabajaban y no se preocupaban. Unk lo

odiaba.

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Odiaba también a los harmoniumsArrancó uno de la pared y lo partió en dos. Eharmonium se encogió en seguida, se pusanaranjado.

Unk lanzó al techo el cadáver en dopedazos. Y mirando al techo vio un nuevmensaje escrito. El mensaje se estabdesintegrando a causa de la música. Per

aún era legible.En cinco palabras le decía cómo escapa

con seguridad, facilidad y rapidez de lacuevas. Cuando encontró la solución de

acertijo que había sido incapaz de resolver eres años, Unk se vio obligado a admitir quera sencillo y claro.

Unk bajó por las cuevas hasta llegar aconcierto de Boaz para los harmoniums. Unegaba desolado y con los ojos desorbitado

por las grandes noticias. No podía hablar eel vacío, así que llevó a Boaz a empujonehasta la nave espacial.

 Allí, en la atmósfera inerte de la cabina

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Unk le dijo a Boaz el mensaje que significabsalir de las cuevas.

 Ahora le tocaba a Boaz reaccionaentamente. Boaz se había estremecido anta menor ilusión de inteligencia de parte de loharmoniums, pero ahora que había oído lposibilidad de liberarse de su prisiónmostraba una extraña reserva.

—Eso, eso explica otro mensaje —dijBoaz suavemente.

—¿Qué otro mensaje? —preguntó Unk.Boaz levantó la mano para describir u

mensaje que había aparecido en la pareexterior de su cueva cuatro días terrestreantes. —Decía, «¡BOAZ NO TE VAYAS!» —dijo Boaz. Miró para abajo, semiconsciente—TE QUEREMOS, BOAZ, eso es lo que decía

Boaz dejó caer las manos a los lados decuerpo, se apartó como quien se aleja de unbelleza intolerable.

—Lo vi —dijo— y tuve que sonreír. Miré

esos personajes dulces, buenos, allí en l

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pared, y me dije: «Muchachos, ¿cómo va hacer el viejo Boaz para ir a ningún lado? ¡Eviejo Boaz, se queda clavado aquí por muchiempo todavía!

—¡Es una trampa! —dijo Unk.—¿Es qué? —dijo Boaz.—¡Una trampa! ¡Una triquiñuela par

etenernos!

El libro de historietas llamado TweetySylvester estaba abierto sobre la mesdelante de Boaz. Boaz no contestdirectamente a Unk. Pasó las páginas de

bro destartalado.—Así lo espero —dijo al fin.Unk pensó en el descabellado llamamient

en nombre del amor. Hizo algo que no hacídesde largo tiempo atrás. Se rió. Pensó quera un final histérico de la pesadilla, eso dque las membranas sin cerebro que había eas paredes hablaran de amor.

De pronto Boaz agarró a Unk y sacudi

sus pobres huesos descarnados.

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—Me gustaría —dijo Boaz severament—, me gustaría que me dejaras pensar lo quenga que pensar del mensaje de que mquieren. Quiero decir... sabes... —dijo—, niene por qué tener sentido para ti. Quierdecir... sabes... no hay ningún llamamientdirigido a ti, ni en un sentido ni en otro. Quierdecir... sabes... —dijo—, esos animales n

son necesariamente cosa tuya. No tienen poqué gustarte, no tienes por qué entenderlosno tienes por qué decir nada sobre ellosQuiero decir... sabes... —dijo Boaz— e

mensaje no te estaba dirigido. A mí me diceque me quieren. Tú te quedas afuera.Se apartó de Unk, volvió nuevamente l

atención hacia el libro de historietas. Lespalda ancha, morena, musculosasorprendió a Unk. Unk se había halagado a smismo pensando que era físicamentcomparable a Boaz. Ahora veía que habísido un patético engaño.

Los músculos de la espalda de Boaz s

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deslizaban unos sobre otros lentamentehaciendo contrapunto al rápido movimiento dsus dedos al pasar las hojas.

—Tú que sabes tanto de trampas riquiñuelas —dijo Boaz, ¿cómo sabes que nnos espera una trampa peor si salimovolando de aquí?

 Antes que Unk pudiera contestarle, Boa

se acordó que había dejado el grabador soly funcionando.

—¡No hay nadie cuidándolos! —exclamóDejó a Unk y corrió a rescatar a lo

harmoniums.Entre tanto, Unk hacía planes para davuelta la nave espacial. Esa era la soluciódel acertijo acerca de cómo salir. Por eso loharmoniums habían escrito en el techo:

 UNK, DA VUELTA LA NAVE

 La teoría de dar vuelta la nave espacia

era sensata, desde luego. El equipo sensibl

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de la nave estaba en el fondo. Al darla vueltaa nave podría aplicar para salir de las cuevaa misma gracia fácil y la misma inteligencique había aplicado para entrar.

Merced a una poderosa palanca y a ldébil fuerza de gravedad de las cuevas dMercurio, cuando Boaz volvió, Unk ya habídado vuelta la nave. Todo lo que quedaba po

hacer era apretar el botón de encendido. Lnave invertida tropezaría entonces contra episo de la cueva, cedería, se retiraría del pisbajo la impresión de que el piso era un techo

Haría salir para arriba el sistema dchimeneas bajo la impresión de que lo hacíhacia abajo. E inevitablemente encontraría lsalida, bajo la impresión de que buscaba eagujero más profundo.

El agujero que llegado el momentencontraría sería el pozo sin fondo y siparedes del espacio eterno.

Boaz entró en la nave invertida, los brazo

cargados de harmoniums muertos. Llevab

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por lo menos cinco kilos de damascos secosnevitablemente dejó caer algunos. Y adetenerse para recogerlos, reverente, se lcayeron más.

Las lágrimas le bañaban la cara.—¿Ves? —dijo Boaz. Estaba loco d

dolor y furioso contra sí mismo—. ¿Ves, Unk¿Ves lo que pasa cuando uno se va y s

olvida?Boaz meneó la cabeza.—Estos no son todos —dijo—. Ni much

menos. —Encontró una caja vacía que habí

contenido caramelos. Puso en ella locadáveres de los harmoniums.Se enderezó, las manos sobre los muslos

Así como Unk se había asombrado de lcondición física de Boaz, así se asombrahora de su dignidad.

Erguido ahora, Boaz era un Hérculesabio, digno, lloroso, moreno.

Por comparación, Unk se sintió escuálido

desarraigado, resentido.

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—¿Quieres hacer el reparto, Unk? —dijBoaz.

—¿El reparto?—De bolas de aire, comida, agua minera

dulce —dijo Boaz.—¿Dividirlo todo? —dijo Unk—. Dios mío

hay bastante de todo para quinientos añosNunca se había hablado hasta entonces d

dividir las cosas. No había habido escasez dnada, ni amenaza siquiera.

—La mitad te la llevas, y la otra mitad ma dejas —dijo Boaz.

—¿Te la dejo? —dijo Unk, incrédulo—¿No... no vas a venir conmigo?Boaz alzó su gran mano derecha en u

ierno gesto de silencio, un gesto hecho poun ser humano realmente grande.

—No me digas la verdad, Unk —dijo Boa—, y yo no te la diré. —Se secó las lágrimacon el puño.

Unk, nunca había sido capaz de dejar d

ado el argumento de la verdad. Lo asustaba

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Algo en el fondo le advertía que Boaz nanfarroneaba, que Boaz sabía realmente unverdad acerca de Unk que podía hacerlpedazos.

Unk abrió la boca y volvió a cerrarla.—Grandes noticias las que me das —dij

Boaz—. «¡Boaz, me dices, vamos a sebres!» Y yo me excito todo, y largo lo qu

estoy haciendo y me preparo a ser libre.«Y empiezo a decirme a mí mismo cóm

voy a ser libre —dijo Boaz—, y entonces tratde pensar cómo va a ser, y todo lo que ve

es gente. Gente que me empuja para aquque me empuja para allá, y no está satisfechde nada, y se vuelve cada vez más locporque nada la hace feliz. Y hombres que mgritan so pretexto de que no los hago felicesy todos andamos a los tirones y a loempujones.

«Y entonces, de pronto —dijo Boaz— macuerdo de todos esos animalito

disparatados a los que tan fácilmente h

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hecho felices con la música. Y me encuentrcon miles muertos porque Boaz, tan excitadpor liberarse, se había olvidado de ellos. Y ypodía haberles salvado la vida a todos loque murieron si hubiera seguido atento a lque estaba haciendo.

«Y entonces me digo, nunca he sidbueno para nadie, y nadie ha sido nunc

bueno para mí. ¿De modo que para ququiero ser libre entre multitudes dpersonas?

«Así supe lo que ahora te estoy diciendo

Unk, al volver aquí —dijo Boaz.Boaz añadió:—Me encontré un lugar donde pued

hacer bien sin hacer ningún daño, y veo questoy haciendo bien, y ellos saben que leestoy haciendo bien, y me quieren, Unk, lmejor que pueden. Me encontré un hogar.

«Y cuando me muera aquí, algún díapodré decirme a mí mismo: Boaz, hicist

millones de vidas dignas de ser vividas. Nadi

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desparramó jamás tanta alegría. No tienes uenemigo en el Universo. Boaz ha llegado ser para sí mismo el papá y la mamafectuosos que nunca tuvo. Ahora vas dormir —se dijo a sí mismo, imaginándose eun sepulcro de piedra en las cuevas—. Ereun buen muchacho, Boaz. Buenas noches.

 

10 - Una era de milagros «Oh, Altísimo Señor, Creador del Cosmos

Hilanderde las Galaxias, Alma de las OndaElectromagnéticas, Inhalado

y Exhalador de Inconcebibles Volúmenede Vacío, Escupidor d

Hierro y Roca, Despilfarrador de Milenios¿qué podríamo

hacer por Ti que Tú no pudieras hacer poTi mismo un octilló

de veces mejor? Nada. Oh Humanidad

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regocíjate de la apatía dnuestro Creador, porque nos hace libres

veraces y dignoal fin. Un insensato como Malachi Constan

ya no puede señalaun ridículo accidente de buena suerte

decir: Hay alguien allarriba a quien le gusto. Y un tirano ya n

puede decir: 'Dios quierque ocurra esto o lo otro, y el que n

contribuya a que ocurra esto lo otro está contra Dios'. ¡Oh, Altísim

Señor, qué armgloriosa es Tu Apatía, pues la hemodesenvainado, hemos embestid

y tajeado con ella, y el golpe de teatro qutan a menudo nos h

esclavizado o conducido al manicomio yacmuerto!

REVERENDO C. HORNER REDWIN 

Era un martes por la tarde. en e

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hemisferio norte de la Tierra, era primavera.La Tierra estaba verde y húmeda. El air

de la Tierra era bueno de respirar, suculentcomo crema.

La pureza de las lluvias que caían sobre lTierra se podía gustar. El sabor de la purezera delicadamente picante.

La tierra estaba caliente.

La superficie de la Tierra jadeaba y bullíen fecunda inquietud. La Tierra era más fértdonde más muerte había.

 

La lluvia delicadamente picante caía en uugar verde donde había mucha muerte. Caíen un cementerio de iglesia del Nuevo MundoEl cementerio estaba en West BarnstableCape Cod, Massachusetts, U.S.A. Ecementerio estaba lleno, los espacios entros muertos de muerte natural llenos hasthundirse de los honrados muertos de guerraMarcianos y terráqueos yacían juntos.

No había un país en el mundo que n

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uviera cementerios donde los terráqueos os marcianos no yacieran juntos. No había usolo país en el mundo que no hubiese libraduna batalla en la guerra de toda la Tierrcontra los invasores de Marte.

Todo se había olvidado.Todos los seres vivientes eran hermanos

odos los seres muertos lo eran aún más.

La iglesia, acurrucada entre las piedraumbales como una gallina mojada, había siden diversos tiempos presbiterianacongregacionista, unitaria y apocalíptic

universal. Ahora era la iglesia de Dios, eAbsolutamente Indiferente.Había un hombre de apariencia salvaj

que estaba en el cementerio, maravillado antel aire cremoso, lo verde, lo húmedo. Estabcasi desnudo, y tenía la barba retinta y epelo largo, enmarañado y salpicado de grisLo único que llevaba era un taparrabos dharapos sujeto con un alambre.

La prenda le cubría las vergüenzas.

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La lluvia le bajaba por las rudas mejillasEchó hacia atrás la cabeza para beberíaPosó la mano en una lápida sepulcral, mápara sentirla que para apoyarse. Estabhabituado al tacto de las piedras, estabmortalmente habituado al contacto de lapiedras ásperas, secas. Pero piedras quuesen húmedas, piedras que fuese

musgosas, piedras que estuviesen talladas escritas por hombres, esas piedras hacímucho, mucho tiempo que no las sentía.

Pro patria decía la piedra que tocaba.

El hombre era Unk.Había vuelto de Marte y Mercurio a scasa. Su nave espacial había aterrizado solen un bosque próximo al cementerio de lglesia. Estaba lleno de la negligente, tiernviolencia de un hombre que ha desperdiciadcruelmente su vida.

Unk tenía cuarenta y tres años.Tenía todas las razones para marchitars

y morir.

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Lo que le hacía seguir era un deseo mámecánico que emocional. Deseaba reunirscon Bee, su compañera, con Crono, su hijo, con Stony Stevenson, su mejor y único amigo

 El Reverendo C. Horner Redwine estab

en el púlpito de su iglesia aquel lluviosmartes por la tarde. No había nadie más en l

glesia. Redwine se había subido al púlpitsimplemente con el objeto de ser lo más felposible. No era lo más feliz posible ecircunstancias adversas. Era lo más fel

posible en circunstancias extraordinariamentelices, pues era el ministro muy amado duna religión que no sólo prometía sino quhacía milagros.

Su iglesia, la Primera Iglesia de Dios eAbsolutamente Indiferente, en Barnstableenía un subtítulo: La Iglesia del FatigadVagabundo del Espacio. El subtítulo sustificaba por su profecía: Que un solitari

ezagado del Ejército de Marte llegaría un dí

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a la iglesia de Redwine.La iglesia estaba lista para el milagro

Había un espigón de hierro forjado a mano eel pilar de roble basto detrás del púlpito. Epilar soportaba la poderosa viga que formaba cumbre. Y del clavo colgaba un percherncrustado de piedras semipreciosas. Y deperchero colgaba un traje metido en un

bolsa de plástico transparente.Según la profecía, el Fatigado Vagabund

del Espacio estaría desnudo, y las ropas lrían como un guante. El traje sólo podí

convenir a un hombre determinado, no cualquiera. Era de una pieza, color amarillmón, engomado, con un cierre relámpago

perfectamente ajustado a la piel.No era ropa a la moda. Se trataba de un

creación especial para añadir brillo al milagroCosidos a la delantera y trasera del traj

había signos de interrogación color naranjde unos treinta centímetros. Significaba qu

el Vagabundo del Espacio no sabía quién era

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Nadie sabría quién era hasta que WinstoNiles Rumfoord, jefe de todas las iglesias dDios el Absolutamente Indiferente dijera enombre al mundo.

Cuando llegase el Vagabundo del EspacioRedwine daría la señal echando a volaocamente la campana de la iglesia.

Cuando la campana sonara locamente, lo

eligreses caerían en éxtasis, abandonaríaodo lo que estaban haciendo, reiríanorarían, acudirían.

El cuartel de bomberos voluntarios d

West Barnstable estaba tan dominado pomiembros de la iglesia de Redwine quenviaría el camión contra incendios, por ser eúnico vehículo cuyo esplendor lo hacía digndel Vagabundo del Espacio.

Los aullidos de la alarma de incendio en ecuartel se añadirían a la enloquecida alegríde la campana. Un aullido de la alarmsignificaba el incendio de un prado o u

bosque. Dos aullidos significaba el incendi

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de una casa. Tres aullidos significabasalvamento. Diez aullidos significaban que eVagabundo del Espacio había llegado.

 El agua se colaba por el marco de un

ventana desvencijada. El agua se deslizabpor un tablón suelto del tejado, goteaba ravés de una grieta y caía en cuenta

brillantes desde una viga hasta la cabeza dRedwine. La buena lluvia mojaba la campandel viejo Paul Reveré en el campanario, sescurría por la cuerda de la campana

empapaba el muñeco de madera atado en eextremo de la cuerda de la campanagoteaba de los pies del muñeco y hacía ucharco en las losas del piso del campanario.

El muñeco tenía un significado religiosoRepresentaba una forma repelente de vidque ya no existía. Se le llamaba un MalachNo había casa ni lugar de trabajo de umiembro de la fe de Redwine donde n

hubiese un Malachi colgando en algun

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parte.Había una sola manera correcta de colga

un Malachi: por el cuello. Había un solo nudcorrecto en ese caso: el nudo para ahorcar.

Y la lluvia goteaba de los pies del Malachde Redwine en el extremo de la cuerda de lcampana.

La fría primavera de los duendes y lo

crocos había pasado.La frágil y fresca primavera de las hada

y los narcisos había pasado.Había llegado la primavera para lo

hombres, y los racimos de lilas en el exteriode la iglesia de Redwine colgaban gruesospesados como uvas.

Redwine escuchaba la lluvia y lmaginaba hablando un inglés de ChauceDijo en voz alta las palabras que pronunciaría lluvia, armoniosamente, justo con el tono dvoz de la lluvia.

 

Cuando abril con sus chaparrones busca

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la sequía de marzo hasta la raíz y baña cada vena en un licor dulcecuya virtud engendrada es la flor.

 Una gotita cayó tintineando desde lo altde la viga, humedeció el cristal izquierdo dos anteojos de Redwine y su lozana mejilla.

El tiempo había sido piadoso co

Redwine. Allí, de pie en el púlpito, parecía uústico vendedor de periódicos coloradote

de anteojos, aunque tuviera cuarenta y nuevaños. Levantó la mano para secarse l

humedad de la mejilla e hizo sonar la bolsitde tela azul con un peso de plomo que llevabatada a la muñeca.

Tenía otras bolsitas similares atadas a loobillos y a la otra muñeca, y pesadaplanchas de hierro colgaban con correas dos hombros, una sobre el pecho y otra sobra espalda.

Estos pesos eran su handicap en l

carrera de la vida.

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Cargaba veinticuatro kilos, y los cargabalegremente. Una persona más fuertcargaría más, una persona más débcargaría menos. Todos los miembros fuertede la secta de Redwine aceptaban coalegría esos handicaps, y los usaban coorgullo en todas partes. Los más débiles enclenques estaban obligados a admitir, al fin

que la carrera de la vida era justa.Las melodías líquidas de la lluvi

ormaban un fondo tan encantador parcualquier recitado en la iglesia vacía, qu

Redwine recitó algo más. Esta vez recitó algque había escrito Winston Niles Rumfoord, eAmo de Newport.

Lo que Redwine iba a recitar con el corde la lluvia era algo que el Amo de Newpohabía escrito para definir su propia posiciócon respecto a sus ministros, la posición dsus ministros con respecto a sus fieles, y lposición de cada uno con respecto a Dios

Redwine lo leía a sus feligreses el prime

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domingo de cada mes.—No soy tu padre —dijo Redwine—

Llámame más bien hermano. Pero no soy thermano. Llámame más bien hijo. Pero nsoy tu hijo. Llámame más bien perro. Pero nsoy tu perro. Llámame más bien pulga de tperro. Pero no soy una pulga. Llámame mábien germen de una pulga de tu perro. Com

germen de una pulga de tu perro, estoansioso por servirte como pueda, así como testás dispuesto a servir a DioTodopoderoso, Creador del Universo.

Redwine batió palmas aplastando a lpulga imaginaria infestada de gérmenes. Lodomingos todos aplastaban la pulga aunísono.

Otra gotita cayó temblorosa de la vighumedeciendo de nuevo la mejilla dRedwine. Redwine asintió con la cabezaagradeciendo dulcemente la gota, la iglesiaa paz, el Amo de Newport, la Tierra, un Dio

despreocupado, todo.

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Bajó del púlpito, haciendo sonar las bolade plomo que se balanceaban para atrás para adelante con un majestuoso ruido.

Recorrió la nave y atravesó el arco quhabía bajo el campanario. Se detuvo junto acharco formado al pie de la cuerda de lcampana, miró hacia arriba para adivinar ecurso que había seguido el agua. Decidió qu

a lluvia de primavera había entrado de unmanera encantadora. Si alguna vez tenía questaurar la iglesia, se aseguraría de que la

emprendedoras gotas de la lluvia siempr

pudieran entrar de ese modo.Más allá del arco del campanario habíotro, un frondoso arco de lilas.

Redwine avanzó hasta quedar debajo desegundo arco, vio la nave espacial como ungran ampolla en el bosque, vio al Vagabunddel Espacio, desnudo y con barba, en scementerio.

Redwine gritó de alegría. Corrió a l

glesia y tironeó y sacudió la cuerda de l

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campana como un chimpancé borracho. En eoco repicar de las campanas, Redwine oías palabras que según el Amo de Newpodecían todas las campanas.

 «¡NO HAY INFIERNO!» tañían la

campanas.«¡NO HAY INFIERNO!»

«¡NO HAY INFIERNO!»«¡NO HAY INFIERNO!» Unk se quedó aterrado por la campana. A

él le sonaba como una campana coléricaasustada, y corrió a su nave, lastimándosbastante la espinilla al trepar la pared dpiedra. Mientras cerraba la escotilla, oyó unsirena que aullaba respuestas a la campanaUnk pensó que la Tierra seguía en guerra coMarte, y que la sirena y la campansignificaban la muerte súbita para él. Apretel botón de puesta en marcha. El pilot

automático no respondió instantáneamente

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sino que se empeñó en una confusa e ineficadiscusión consigo mismo. La discusióerminó cuando el piloto se desconectó a smismo.

Unk volvió a apretar el botón. Esta vedejó puesto encima el talón.

El piloto discutió de nuevo estúpidamentconsigo mismo, trató de desconectarse

Cuando descubrió que no podía, produjo uhumo sucio y amarillo.

El humo se puso tan denso y venenosque Unk se vio obligado a tragar una bola d

aire y a practicar de nuevo la respiracióSchliemann.Entonces el piloto automático lanzó un

nota de órgano profunda como un sollozo, murió para siempre. Ahora no habíposibilidad de despegar. Cuando el pilotautomático moría, moría toda la navespacial. Unk atravesó el humo en dirección una tronera y miró hacia afuera.

Vio un camión de bomberos. El camión s

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abría paso a través de los matorrales hacia lnave espacial. Hombres, mujeres y niñocolgaban de él, empapados por la lluvia y coaire de éxtasis.

Delante del camión de bomberos iba eReverendo C. Horner Redwine. En una manevaba un traje amarillo limón en una bolsa d

plástico transparente. En la otra un ramo d

las recién cortadas.Las mujeres enviaban besos a Unk

ravés de la tronera, levantaban a sus hijopara que vieran al hombre adorable qu

había adentro. Los hombres permanecían eel camión de bomberos, vitoreaban a Unk, svitoreaban unos a otros, vitoreaban todo. Econductor hizo restallar el motor, sonar lsirena, repicar la campana.

Todo el mundo usaba handicaps de algúipo. La mayoría eran evidentes: contrapesosbalas, viejas parrillas, con objeto dcontrarrestar ventajas físicas. Pero entre lo

eligreses de Redwine había varios sincero

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creyentes que habían elegido handicaps duna índole más sutil y expresiva.

 Algunas mujeres habían recibido, para sorpe suerte, la ventaja terrible de la bellezaHabían anulado esa ventaja injusta con ropaanticuadas, malas posturas, goma de mascay horribles cosméticos.

Un hombre de edad, cuya única ventaj

era una vista excelente, se la había arruinadusando los anteojos de su mujer.

Un joven moreno cuyo sinuoso y rapaatractivo sexual no podía menoscabarse co

opas ordinarias y malas maneras, se habíbuscado la desventaja de una esposa a quieel sexo le daba náuseas.

La esposa del joven moreno, que teníazones para envanecerse de sus títulos, s

había buscado la desventaja de un maridque sólo leía historietas.

La congregación de Redwine no era lúnica. No era especialmente fanática. Habí

en la Tierra, literalmente, miles de millones d

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personas que se sometían gozosamente diversos handicaps. 

Y lo que los hacía tan felices era qunadie se aprovechaba ya de nadie.

Los bomberos pensaron en otra manerde expresar su alegría. Había una manguermontada en mitad del camión. Se la podíhacer girar como una ametralladora. L

colocaron apuntando hacia arriba y la hicierogirar. Un chorro tembloroso, inseguro, trepal cielo; cuando no pudo trepar más el viento hizo trizas. El agua caía todo alrededor, y

sobre la nave espacial con porrazos chapuzones, ya sobre las mujeres y los niñosempapándolos, sorprendiéndolos, dándoleaún más alegría que antes.

Que el agua hubiera de desempeñar unparte tan importante en la bienvenida a Unkera un accidente encantador. Nadie lo hablplaneado. Pero era perfecto que cada uno solvidara de sí mismo en una fiesta d

universal humedad.

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El Reverendo C. Horner Redwine, que ssentía desnudo como un duende en ubosque pagano, en la humedad viscosa dsus ropas, sacudió un ramo de lilas sobre evidrio de la tronera y luego apoyó su cara dadoración contra el vidrio.

La expresión de la cara que miraba Redwine tenía un parecido sorprendente co

a de un mono inteligente en el zoológico. Lrente de Unk estaba profundamentarrugada, y en sus ojos líquidos había udeseo desesperado de entender.

Unk había decidido no asustarse.Tampoco tenía prisa en dejar entrar Redwine.

Por fin fue hasta la escotilla, abrió locerrojos de las puertas interna y externaRetrocedió, esperando que alguien laabriera.

—¡Primero déjenme entrar y darle el trajpara que se lo ponga! —dijo Redwine a s

congregación—. ¡Después podrán verlo!

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  Allí en la nave espacial, el traje amarill

món le iba a Unk como una capa de pinturaLos signos de interrogación del pecho y lespalda se estiraban sin una arruga.

Unk aún no sabía que nadie en el mundestaba vestido como él. Supuso que muchapersonas llevaban trajes como el suyo, co

os signos de interrogación y todo.—¿Esta... esta es la Tierra? —dijo Unk

Redwine.—Sí —contestó Redwine—. Cape Cod

Massachusetts, Estados Unidos dNorteamérica, Hermandad del Hombre.—¡Gracias a Dios! —dijo Unk.—¿Por qué agradeces a Dios? —dij

Redwine—. Él no se preocupa de lo que tocurre. No se tomó ninguna molestia para quegaras aquí sano y salvo, así como no somó la molestia de matarte. —Alzó lobrazos, demostrando la musculatura de su fe

Las balas que llevaba sujetas a la muñeca s

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movieron crujiendo, y atrajeron la atención dUnk. De ellas la atención de Unk dio un fácsalto a la pesada chapa de hierro qucolgaba sobre el pecho de Redwine. Redwinsiguió la dirección de la mirada de Unksopesó la chapa de hierro que le colgabsobre el pecho—. Pesada.

—Aja —dijo Unk.

—Calculo que tendrás que llevar unoveinticinco kilos después que te hayaepuesto —dijo Redwine.

—¿Veinticinco kilos? —preguntó Unk.

—Deberías alegrarte y no entristecerte devar semejante handicap —dijo Redwine—Nadie podrá entonces reprocharte que hayaaprovechado las azarosas vías de la suerte—Había en su voz un bello tono de amenazque no usaba desde los primeros días de lglesia de Dios el Absolutamente Indiferentedesde las estremecedoras conversiones emasa que siguieron a la guerra con Marte. E

aquellos días, Redwine y todos los otro

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óvenes proselitistas habían amenazado a loncrédulos con el justo desagrado de lamultitudes, multitudes que entonces nexistían.

Esas multitudes y su justo desagradexistían ahora en todas partes del mundoLos miembros de las Iglesias de Dios eAbsolutamente Indiferente redondeaban u

otal de tres mil millones. Los jóvenes leoneque al principio habían enseñado el credopodían permitirse ahora ser corderoscontemplar misterios tan orientales como e

agua goteando por la cuerda de la campanaEl ejército disciplinario de la Iglesia estabormado por multitudes en todas partes.

—Debo advertirte —dijo Redwine a Unk—que cuando salgas y te encuentres entre esagentes, no debes decir nada en el sentido dque Dios se ha interesado especialmente poi, o que puedes ser de algún modo unayuda para Dios. Lo peor que puedes deci

por ejemplo, es algo como: «Gracias, Dio

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mío, por librarme de todos mis males. ¡Poalguna razón El me ha distinguido, y ahora múnico deseo es servirlo!»

«La multitud amistosa que está ahí afuer—prosiguió Redwine— podría ponerse prontmuy desagradable a pesar de los altoauspicios bajo los cuales has venido.

Unk tenía previsto decir casi exactament

o que Redwine le advertía que no dijera. Lhabía parecido lo único adecuado.

—¿Y qué... qué debo decir? —dijo Unk.—Lo que dirás, ha sido profetizado —dij

Redwine—, palabra por palabra. He pensadmucho en las palabras que vas a decir, estoy convencido de que no puedemejorarse.

—Pero soy incapaz de pensar en ningunpalabra como no sea hola, o gracias —dijUnk—. ¿Qué quieres que diga?

—Lo que digas —dijo Redwine—. Esabuenas gentes han estado ensayando est

momento durante mucho tiempo. Te hará

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dos preguntas, y tú las contestarás lo mejoque puedas.

Condujo a Unk afuera por la escotilla. Esurtidor de la manguera había cesado duncionar. Los gritos y danzas se habíadetenido.

La congregación de Redwine formabahora un semicírculo alrededor de Unk

Redwine. Los miembros de la congregacióapretaban los labios e hinchaban lopulmones.

Redwine hizo un gesto sagrado.

La congregación habló como un solhombre.—¿Quién eres? —dijo.—No... no sé mi nombre verdadero —dij

Unk—. Me llaman Unk.—¿Qué te ha ocurrido? —preguntó l

congregación.Unk meneó la cabeza vagamente. No er

capaz de hacer un resumen adecuado de su

aventuras. Simplemente, se esperaba alg

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grande de él. Y él no era capaz de grandezaExhaló ruidosamente, para que lcongregación supiera que lamentabdefraudarlos con su insipidez.

—He sido víctima de una serie daccidentes —dijo. Se encogió de hombros—Como todo el mundo —añadió.

Los vítores y las danzas empezaron d

nuevo.Unk fue subido al camión de bomberos

evado hasta la puerta de la iglesia.Redwine señaló amigablemente un roll

de madera desplegado que había sobre lpuerta. Grabadas en el rollo con letradoradas había las siguientes palabras:

 HE SIDO VÍCTIMA DE UNA SERIE DE

 ACCIDENTES. COMO TODO EL MUNDO Unk fue conducido en el camión d

bomberos directamente de la iglesia

Newport, Rhode Island, donde debí

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producirse una materialización.Con arreglo a un plan establecido año

antes, se había enviado otro camión dbomberos para proteger West Barnstableque estaría sin sus bomberos por un tiempo.

La nueva de la llegada del Vagabundo deEspacio se difundió sobre la tierra como uncendio. En cada aldea, pueblo y ciudad po

a que pasaba el camión, Unk era recibidcon lluvias de flores.

Unk iba sentado en el camión dbomberos, sobre una tabla colocada encim

de la cabina del conductor. En la cabina iba eReverendo C. Horner Redwine. Redwinmanejaba la sirena del camión, y la hacíuncionar constantemente. Atado al badajo da sirena había un Malachi de plásticextrafuerte. El muñeco era de un tipo especiaque sólo podía venderse en Newport. Exhibuno de esos Malachis era proclamar que unhabía hecho una peregrinación a Newport.

 

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Todo el cuerpo de Bomberos Voluntariode West Barnstable, con excepción de dos nconformistas, había hecho esa peregrinacióa Newport. El Malachi del camión dncendios había sido comprado con fondodel Cuerpo de Bomberos.

En la jerga de los mercachifles decuerdos de Newport, el Malachi de plástic

extraduro del Cuerpo de Bomberos, era u«Malachi auténtico, autorizado, oficial».

Unk se sentía feliz; era tan bueno estar dnuevo entre personas, respirar de nuevo e

aire. Y todo el mundo parecía adorarlo.Había tanto ruido bueno. Había tantbueno de todo. Unk confió en que lo bueno dodo seguiría siempre.

—¿Qué te ha ocurrido? —le gritaba toda gente, y después reía.

Para la información colectiva, Unk abrevia respuesta que tanto había gustado a lpequeña multitud reunida delante de la Iglesi

del Vagabundo del Espacio.

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—¡Accidentes! —gritaba. Se reía.Qué cosa, viejo.Qué maravilla. Y se reía. En Newport, hacía ocho horas que l

propiedad de Rumfoord estaba atestada. Loguardias apartaban a miles de personas de lpuertita abierta en la pared. En realidad lo

guardias no eran necesarios, pues en enterior la multitud era monolítica.

Una anguila engrasada no se hubierpodido escurrir en ella.

 Afuera miles de peregrinos se empujabapiadosamente para acercarse a loaltoparlantes montados en los ángulos de laparedes.

De ellos saldría la voz de Rumfoord. Lmultitud era numerosísima y estabsumamente excitada, pues había llegado ean prometido Gran Día del Vagabundo deEspacio.

Por todas partes se desplegaban los má

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antasiosos y eficaces tipos de handicaps. Lmultitud estaba maravillosamente trabada.

Bee, que había sido la pareja de Unk eMarte, también estaba en Newport, Tambiéestaba Crono, el hijo de Bee y Unk.

 —¡Vamos, compren los Malachi

auténticos, autorizados y oficiales! —decí

Bee roncamente—. Vamos, compren aquí loMalachis. Cómprese un Malachi para saludaal Vagabundo del Espacio —decía Bee—Cómprese un Malachi, para que el Vagabund

del Espacio lo bendiga cuando llegue.Tenía un puesto de venta frente a lpuertecita de hierro de la propiedad de loRumfoord, en Newport. El puesto de Bee erel primero de una hilera de veinte instaladorente a la puerta. Los veinte puestos estabacubiertos por un solo techo continuo, separados uno de otro por tabiques quegaban a la cintura.

Los Malachis que pregonaba era

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muñecos de plástico articulados y con ojos dstrass. Bee los compraba en una santería poveintisiete centavos cada uno y los vendía res dólares. Era una excelente mujer dnegocios. Y mientras Bee mostraba al mundun exterior eficiente y llamativo, tenía en snterior la grandeza que le daba vender máque nadie.. El brillo carnavalesco de Be

atraía la mirada de los peregrinos. Pero lque los llevaba a su puesto y a comprarleera su aura. El aura decía inequívocamentque Bee estaba destinada a una posición má

noble en la vida, que era una brombuenísima el que estuviera allí donde estaba—Vamos, compren Malachis mientras ha

iempo —decía Bee—. ¡No se puede compraun Malachi durante una materialización!

Era cierto. La norma era que loconcesionarios debían cerrar sus postigocinco minutos antes de que Winston NileRumfoord y su perro se materializaran, Y

debían mantener los postigos cerrados hast

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diez minutos después que hubierdesaparecido la última huella de Rumfoord Kazak.

Bee se volvió hacia su hijo, Crono, questaba abriendo una nueva caja de Malachis.

—¿Cuánto falta para el silbido? —lpreguntó. Lo producía un gran silbato a vaponstalado dentro de la propiedad. Sonab

cinco minutos antes de la materialización.Las materializaciones propiamente dicha

eran anunciadas por un cañonazo de un armde quince centímetros.

Las desmaterializaciones se anunciabasoltando mil globos de juguete.—Ocho minutos —dijo Crono mirando s

eloj. Tenía ahora once años terrestres. Ermoreno y ardiente. Experto para trampear eel vuelto, era malhablado y usaba una navajde treinta centímetros. Crono no tenía tratcon otros niños y su fama de afrontar la vidcon coraje y franqueza era tan mala que sól

atraía a unas pocas niñas muy alocadas

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muy bonitas.Crono estaba catalogado por e

Departamento de Policía de Newport comdelincuente juvenil. Conocía por lo menos cincuenta funcionarios de justicia por snombre de pila, y era veterano en catorcests para detectar mentiras.

Si Crono no estaba recluido era gracias a

excelente personal de justicia de la Tierra y apersonal jurídico de la Iglesia de Dios eAbsolutamente Indiferente.

Bajo la dirección de Rumfoord, el persona

defendía a Crono contra todas laacusaciones.Las acusaciones más corrientes contr

Crono eran escamoteo, portación de armasposesión de pistolas no declaradas, disparode armas de fuego dentro de los límites de lciudad, venta de imágenes y artículoobscenos y carácter difícil.

Las autoridades se quejaba

amargamente de que el peor inconvenient

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del niño era su madre. Su madre lo amabasí como era.

—Sólo ocho minutos para comprar uMalachi, señores —decía Bee—. Rápidoápido, rápido.

Los dientes superiores de Bee eran doro y su piel, como la de su hijo, era del colode una encina dorada.

Bee había perdido los dientes superiorecuando la nave espacial en que ella y Cronvenían de Marte se estrelló en la región dGumbo, en la Selva Amazónica Húmeda. Ell

y Crono habían sido los únicos sobrevivientedel accidente, y habían vagado por la selvdurante un año.

El color de la piel de Bee y de Crono erpermanente porque provenía de unmodificación del hígado. Se les habímodificado el hígado debido a una dieta dres meses consistente en agua y raíces dsalpa-salpa o álamo azul amazónico. La diet

había sido parte de la iniciación de Bee

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Crono en la tribu Gumbo.Durante la iniciación madre e hijo había

sido atados con cuerdas largas a una estacaen el medio de la aldea; Crono representabal Sol y Bee representaba a la Luna, tal comel pueblo Gumbo entendía al Sol y a la Luna.

Como resultado de estas experienciasBee y Crono estaban más cerca el uno de

otro que la mayoría de las madres y los hijosHabían sido rescatados al final por u

helicóptero. Winston Niles Rumfoord lo habíenviado al lugar justo en el momento justo.

Winston Niles Rumfoord había dado a Bey Crono la lucrativa concesión de venta dMalachis frente a la puerta de Alicia en ePaís de las Maravillas. Había pagado tambiéa cuenta de dentista de Bee y había sugeridque los dientes postizos fueran de oro.

El hombre que tenía el puesto junto al dBee era Harry Brackman. Había sidsargento del pelotón de Unk en Marte

Brackman se había vuelto corpulento

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estaba casi calvo. Tenía una pierna dmadera y la mano derecha de acernoxidable. Había perdido la pierna y la manen la batalla de Boca Ratón. Era el únicsobreviviente de la batalla, y de no habeestado tan horriblemente herido, seguramenthabría sido linchado junto con los demásobrevivientes de su pelotón.

Brackman vendía modelos en plástico da fuente que había del otro lado de la paredEran de unos treinta centímetros de altoTenían un sistema de surtidores en la base. E

agua subía desde el gran tazón de la base os pequeños tazones de la punta. Entonceel contenido de los pequeños se ibderramando en los más grandes y assucesivamente...

Brackman tenía tres funcionando al mismiempo sobre el mostrador.

—Exactamente como la de adentroseñores —decía—. Y ustedes se puede

evar uno a casa. Pónganlo en el marco de l

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ventana para que todos los vecinos sepaque han estado en Newport. Pónganlo en emedio de la mesa de la cocina, en las fiestade los chicos, y llénenla con gaseosa rosada

—¿Cuánto? —dijo un paisano.—Diecisiete dólares —dijo Brackman.—¡Caracoles! —dijo el paisano.—Es una reliquia sagrada, hermano —dij

Brackman, mirando al paisandespectivamente— No es un juguete. —Sagachó para mirar debajo del mostradosacó un modelo de nave espacial marciana—

¿Quiere un juguete? Aquí lo tiene. Cuarenta nueve centavos. Sólo gano dos centavos.El paisano se comportó como u

comprador juicioso. Comparó el juguete coel artículo real que pretendía representar. Eartículo real era una nave espacial marciannstalada en lo alto de una columna de treintmetros de alto. La columna y la nave espaciase hallaban del otro lado de los muros de l

propiedad de Rumfoord, en el ángulo dond

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habían estado una vez las canchas de tenis.Rumfoord aún tenía que explicar e

propósito de la nave espacial, cuya columnde apoyo había sido construida con monedade los escolares de todo el mundo. La navestaba permanentemente preparadaApoyada contra la columna una escaldesmontable, considerada la más larga de l

historia, llevaba vertiginosamente a la puertde la nave.

En el tanque de combustible de la navespacial quedaba la última huella de

abastecimiento bélico marciano de lVoluntad Universal de Llegar a Ser.—Aja —dijo el paisano. Dejó el model

sobre el mostrador—. Si no le molestaseguiré mirando los otros puestos un pocmás. —Hasta ese momento, lo único quhabía comprado era un sombrero de RobiHood con un retrato de Rumfoord en un ladoa figura de un velero en el otro, y su propi

nombre cosido en la pluma. Se llamab

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Delbert, según la pluma.—Gracias igual —dijo Delbert—, quiz

vuelva.—Claro que sí, Delbert —dijo Brackman.—¿Cómo supo que me llamo Delbert? —

preguntó Delbert, agradado y suspicaz.—¿Usted cree que Winston Nile

Rumfoord es el único hombre de estos pago

que tiene poderes sobrenaturales?Un chorro de vapor subió del otro lado d

as paredes. Un instante después, la voz degran silbato rodó sobre los puestos

poderosa, lúgubre y triunfante. Era la señade que Rumfoord y su perro smaterializarían dentro de cinco minutos.

Era la señal para que los concesionarionterrumpieran su irreverente pregoneo dartículos de pacotilla y cerraran los postigos.

Los postigos se cerraron de golpe y a uiempo.

 Al cerrarse, el interior de los puestos s

convertía en una hilera de concesiones dentr

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de un túnel a media luz.El aislamiento de los concesionarios en e

únel añadía un toque fantasmagórico máspues en el túnel sólo había sobrevivientes dMarte. Rumfoord había insistido en eso: eque los marcianos tuvieran prioridad para laconcesiones de Newport. Era su manera ddar las gracias.

No había muchos sobrevivientes: sólcincuenta y ocho en los Estados Unidos, rescientos dieciséis en el mundo entero.

De los cincuenta y ocho que había en lo

Estados Unidos, veintiuno eraconcesionarios en Newport.—Ahí va de nuevo, chicos —dijo alguien

ejos, lejos, lejos. Era la voz del ciego quvendía los sombreros Robin Hood con uetrato de Rumfoord en un lado y la figura d

un velero en el otro.El sargento Brackman apoyó los brazo

doblados en el medio tabique entre su puest

y el de Bee. Le hizo una guiñada al jove

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Crono, que estaba tendido sobre un cajón dMalachis sin abrir.

—Al carajo, ¿eh, Crono? —le dijBrackman.

—Al carajo —convino Crono. Se estabmpiando las uñas con el pedazo de meta

extrañamente doblado, perforado y dentadque había sido su amuleto en Marte. Seguí

siendo su amuleto en la Tierra.El amuleto había salvado probablement

as vidas de Crono y Bee en la selva. Lohombres de la tribu Gumbo había

econocido en el pedazo de metal un objetde tremendo poder. El respeto por él lohabía movido a iniciar a sus poseedoreantes que a comerlos.

Brackman se rió cariñosamente.—Sí señor, hay un marciano para ti —dij

—. Ni siquiera quiere salir de su cajón dMalachis para echar una mirada aVagabundo del Espacio.

Crono no era el único en mostrar apatí

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con respecto al Vagabundo del Espacio. Erorgullosa y descarada costumbre de todoos concesionarios mantenerse apartados das ceremonias, permanecer a media luz en eúnel hasta que Rumfoord y el perro hubieseegado y se marcharan.

No era que los concesionarios sintiesen uverdadero desprecio por la religión d

Rumfoord. La mayoría pensaba que la nueveligión era probablemente bastante buena

Lo que recalcaban permaneciendo en supuestos cerrados era que ellos, com

marcianos veteranos, ya habían hecho máque suficiente por poner en pie la Iglesia dDios el Absolutamente Indiferente.

Recalcaban el hecho de haber sido todousados hasta el agotamiento.

Rumfoord alentaba en ellos esa actitudos mencionaba afectuosamente como sus.santos soldados del otro lado de lpuertecita. Su apatía —había dicho Rumfoor

una vez— es una gran herida que los afecta

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para que podamos ser más vivientes, másensibles y más libres.

La tentación de los concesionariomarcianos de echar un vistazo al Vagabunddel Espacio era grande. Había altoparlanteen las paredes de la propiedad Rumfoord, cada palabra que Rumfoord decía adentresonaba en los oídos de todos los qu

estuvieran a medio kilómetro de distanciaLas palabras habían hablado una y otra vedel glorioso momento de verdad quadvendría cuando llegase el Vagabundo de

Espacio.Era un gran momento que hacíestremecer a los verdaderos creyentes, egran momento en que los verdaderocreyentes sentirían diez veces más ampliasclaras y vivientes sus creencias. Ahora habíegado el momento. El camión de bombero

que trasladaba al Vagabundo del Espacidesde la Iglesia del Vagabundo del Espacio

hasta Cape Cod, resonaba y aullaba fuera d

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os puestos.Los duendes en la media luz de lo

puestos se negaban a atisbar.El cañón atronó dentro de las paredes.Rumfoord y su perro se había

materializado, y el Vagabundo del Espacipasaba a través de la puerta de Alicia en ePaís de las Maravillas.

—Probablemente algún actor de malmuerte que contrató en Nueva York —dijBrackman.

Nadie le contestó, ni siquiera Crono, qu

se veía a sí mismo como el cínico mágrande de los puestos. Brackman no tomó eserio su propia sugerencia, la de que eVagabundo del Espacio fuera un fraude. Loconcesionarios conocían demasiado bien lnclinación realista de Rumfoord. CuandRumfoord ponía en escena una pasiónutilizaba gente de verdad en infiernos dverdad.

 

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Permítasenos insistir aquí en que, pomuy aficionado que Rumfoord fuera a lograndes espectáculos, nunca había caído ea tentación de declararse a sí mismo Dios algo que se le pareciera.

Sus peores enemigos lo admiten. Edoctor Mamice Rosenau en su PatrañPangaláctica o Tres mil Millones de Incautos

dice:

Winston Niles Rumfoord, el fariseoartufo y Cagliostro interestelar, se h

omado la molestia de declarar que él no eDios Todopoderoso, que no es un parientcercano de Dios Todopoderoso y que no hrecibido instrucciones directas de Dio

Todopoderoso. A estas palabras del Amo dNewport podemos decir ¡Amén! ¡Y podemoañadir que Rumfoord está tan lejos de ser upariente o agente de Dios Todopoderoso quoda comunicación con Dios Todopoderos

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Mismo es completamente imposible mientraRumfoord se entrometa! 

 

Por lo común la conversación de loveteranos marcianos en los puestos cerradoestaba alegremente erizada de divertidarreverencias y salidas sobre la venta ddespreciables artículos religiosos a lo

papanatas. Ahora que Rumfoord y el Vagabundo de

Espacio iban a encontrarse, a loconcesionarios les costaba mucho n

nteresarse.El sargento Brackman levantó su mansana hasta la coronilla. Era el gestcaracterístico de un veterano marciano. Socaba la zona de la antena, de la antena qualguna vez había pensado por él todo lo qumportaba. Echó de menos las señales.

—¡Traigan al Vagabundo del Espacio aqu—bramó la voz de Rumfoord desde lo

altoparlantes en lo alto de las paredes.

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—Quizá... quizá deberíamos ir —dijBrackman.

—¿Qué? —murmuró Bee. Estaba de piecon la espalda apoyada en los postigocorridos. Tenía los ojos cerrados, la cabezgacha. Parecía helada.

Siempre se estremecía cuando se estabproduciendo una materialización.

Crono frotaba lentamente el amuleto coa yema del pulgar, observando un halo dniebla en el metal frío, un halo alrededor depulgar.

—Que se vayan al carajo, ¿eh, Crono? —dijo Brackman.El hombre que vendía pájaros cantore

mecánicos agitaba distraídamente lmercadería por encima de su cabeza. Ungranjera lo había ensartado con una horquillen la batalla de Toddington, Inglaterradándolo por muerto.

El Comité Internacional de Identificación

Rehabilitación de los Marcianos, con ayud

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de las impresiones digitales había identificadal hombre de los pájaros como Bernard KWinslow, un violador de menores ambulantque había desaparecido de la sala dalcohólicos de un hospital londinense.

—Muchas gracias por la información —había dicho Winslow al Comité—. Ahora yno me siento desorientado.

El sargento Brackman había siddentificado por el Comité como el soldadFrancis J. Thompson, desaparecido al final da noche mientras hacía la ronda de guardi

alrededor de un pozo mecánico en FoBragg, North Carolina, U.S.A.Bee había desconcertado al Comité. Su

mpresiones digitales no estaban registradasEl Comité pensaba que era o bien FlorencWhite, una muchacha sencilla y cordial quhabía desaparecido de una lavandería dCohoes, Nueva York, o Darlene Simpkins, unmuchacha sencilla y cordial que había sid

vista por última vez en momentos en qu

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aceptaba la invitación a salir en coche con uorastero moreno en Brownsville, Texas.

Y siguiendo la línea de tenderetes a partde los de Brackman, Crono y Bee, estaban ecomún de los marcianos que habían siddentificados como Myron S. Watson, ualcohólico que había desaparecido de spuesto de encargado de los lavabos en e

aeropuerto de Newark; Charlene Helleayudante dietista en la cafetería de lEscuela Secundaria Stivers de Dayton, OhioKrishna Garu, un cajista técnicament

prófugo, aún, y acusado de bigamiaproxenetismo y abandono de personas cargo, en Calcuta, India; Kurt Schneidealcohólico también, administrador de unagencia de viajes en quiebra, de BremenAlemania.

—El todopoderoso Rumfoord... —dijBee.

—¿Cómo dices? —preguntó Brackman.

—Nos arrancó de nuestras vidas —dij

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Bee—. Nos hizo dormir. Nos lavó el cerebrcomo quien limpia de semillas una calabazaNos manejó como a robots, nos adiestró, nodestinó... nos quemó por la buena causa. —Se encogió de hombros.

«¿Lo hubiéramos hecho mejor si nohubiera confiado nuestras propias vidas? —dijo Bee— ¿Hubiéramos llegado a ser alg

más o algo menos? Me parece que malegro de que me haya utilizado. Sospechque tenía un montón de ideas mejores sobro que se podía hacer conmigo que Florenc

White o Darlene Simpkins o quien quiera quuese.«Pero de todos modos lo detesto —dij

Bee.—Ese es tu privilegio —dijo Brackman—

El dijo que era el privilegio de todos lomarcianos.

—Queda un consuelo —dijo Bee—Hemos sido usados hasta agotarnos. É

nunca nos usará de nuevo.

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 —Bienvenido, Vagabundo del Espacio —

atronó Rumfoord con una voz de tenoaceitado que salía de las trompetas dGabriel instaladas en lo alto del muro—. Quoportuno haber venido hasta nosotros en ecarro rojo brillante de un cuerpo de bomberovoluntarios. No puedo imaginar un símbol

más conmovedor de la humanidad del hombrhacia el hombre que un camión de bomberosDíme, Vagabundo del Espacio, ¿ves algaquí... algo que te haga pensar que quiz

hayas estado antes?El Vagabundo del Espacio murmuró algninteligible.

—Más fuerte, por favor —dijo Rumfoord.—La fuente... recuerdo esa fuente —dij

el Vagabundo del Espacio—. Sólo que... sólque...

—¿Sólo qué? —dijo Rumfoord.—Entonces estaba seca... no sé cuándo

Ahora está tan húmeda —dijo el Vagabund

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del Espacio.Un micrófono cerca de la ventana estab

ahora conectado con el sistema daltoparlantes para el público, de modo que emurmullo real, el ruido de las salpicaduras da fuente subrayaban las palabras deVagabundo del Espacio.

—¿Alguna otra cosa familiar, o

Vagabundo del Espacio? —dijo Rumfoord.—Sí —dijo tímidamente el Vagabundo de

Espacio—. Usted.—¿Te soy familiar? —dijo Rumfoor

maliciosamente—. ¿Quieres decir que exista posibilidad de que yo haya desempeñadantes un pequeño papel en tu vida?

—Lo recuerdo en Marte —dijo eVagabundo del Espacio—. Usted era ehombre del perro... justo antes de qudespegáramos.

—¿Qué pasó después que despegaste—dijo Rumfoord.

—Algo anduvo mal —dijo el Vagabund

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del Espacio. Era como si pidiera disculpascomo si la serie de desventuras fuesen ecierto modo culpa suya—. Un montón dcosas anduvieron mal.

—¿Has pensado alguna vez en lposibilidad de que todo anduvierperfectamente bien?

—No —dijo el Vagabundo del Espacio co

sencillez. La idea no lo desconcertó, no podídesconcertarlo puesto que estaba muchmás allá de su filosofía de pacotilla.

—¿Reconocerías a tu compañera y a t

hijo? —dijo Rumfoord.—No... no sé —dijo el Vagabundo deEspacio.

—Tráiganme a la mujer y al chico quvenden Malachis del otro lado de la puertecitde hierro —dijo Rumfoord—. Traigan a Bee a Crono.

 El Vagabundo del Espacio y Winston Nile

Rumfoord con Kazak estaban sobre u

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ablado delante de la mansión. El tabladquedaba a la altura de los ojos de la multitude pie. El tablado delante de la casa erparte de un sistema continuado de pasadizosampas, escalerillas, púlpitos, escalones

estrados que llegaban a todos los rincones da propiedad.

El sistema permitía la libre y visibl

circulación de Rumfoord por el terreno, sique la multitud lo estorbara. Permitía tambiéque todos los que estaban en el lugapudieran echar un vistazo a Rumfoord.

El sistema no estaba suspendidmagnéticamente, aunque parecía un milagrde levitación. El aparente milagro se habíogrado gracias al uso astuto de pintura. Lopuntales estaban pintados de negro liso, eanto que las superestructuras eran de orcentelleante.

Un sistema de cámaras de televisión micrófonos permitía seguir todo lo qu

ocurría en cualquier lugar.

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Para las materializaciones nocturnas lasuperestructuras estaban subrayadas coámparas eléctricas color carne.

 El Vagabundo del Espacio era sólo l

rigesimoprimera persona que había sidnvitada a encontrarse con Rumfoord en lestructura elevada.

En ese momento se había enviado a uayudante hasta el puesto de venta de loMalachis para que trajera a las personarigesimosegunda y trigesimotercera qu

compartirían la eminencia.Rumfoord no tenía buen aspecto. Estabde mal color. Y aunque sonreía comsiempre, sus dientes parecían rechinar detráde la sonrisa. Su complaciente alegría shabía convertido en una caricaturaraicionando el hecho de que las cosas nandaban nada bien.

Pero siempre estaba allí su famos

alegría. El magnífico y esnob complacedor d

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a multitud sujetaba a su gran perro Kazacon una cadena tirante. La cadena senroscaba incrustándose preventivamente ea garganta del perro. La precaución ernecesaria, pues evidentemente al perro no lgustaba el Vagabundo del Espacio.

La sonrisa vaciló un instante, recordanda la multitud la carga que Rumfoor

soportaba por ella, advirtiendo a la multituque quizá no pudiera seguir soportándolsiempre.

Rumfoord llevaba en la palma de la man

un micrófono y un trasmisor del tamaño duna moneda. Cuando no quería que su voegara a la multitud, simplemente cerraba e

puño.La moneda estaba ahora metida en e

puño... pues se dirigía con cierta ironía aVagabundo del Espacio lo cual hubierdesconcertado a la multitud, de haber podidoírlo.

—No hay duda de que es tu día, ¿verdad

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—dijo Rumfoord—. Una perfecta fiesta damor desde el instante en que llegaste. Lmultitud te adora, sencillamente. ¿Tú adoraa las multitudes?

Las gozosas sacudidas del día habíaeducido al Vagabundo del Espacio a un

condición pueril, condición en que la ironía ncluso el sarcasmo no daban en el blanco

Había sido cautivo de muchas cosas en sumalos tiempos. Ahora era cautivo de unmultitud que lo consideraba maravilloso.

—Han estado extraordinarios —dij

espondiendo a la última pregunta dRumfoord—. Han estado grandiosos.—Oh... son un grandioso rebaño —dij

Rumfoord—. En eso no hay que equivocarseMe he estado devanando los sesos parencontrar la palabra justa, y tú me la haraído de afuera. Grandiosos, eso es lo quson. —Evidentemente, el pensamiento dRumfoord estaba en otra cosa. No l

nteresaba mayormente el Vagabundo de

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Espacio como persona, apenas lo mirabaTampoco parecía muy excitado por lcercanía de la mujer y el hijo del Vagabunddel Espacio.

—¿Dónde están, dónde están? —dijRumfoord a un ayudante que estaba abajo—Sigamos con la cosa. Acabemos con la cosa

El Vagabundo del Espacio encontraba su

aventuras tan satisfactorias y estimulantesan espléndidamente escenificadas, que lntimidaba hacer preguntas, porque temíparecer desagradecido.

Comprendía que su responsabilidad ererrible en la ceremonia y que lo mejor qupodía hacer era mantener la boca cerradahablar sólo cuando le hablaran y responder odas las preguntas breve y sencillamente.

La mente del Vagabundo del Espacio nbullía de preguntas. La estructura básica desa situación ceremonial era obvia, tan neta adecuada como un taburete para ordeña

Había sufrido enormemente y ahora er

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enormemente recompensado.El súbito cambio de fortuna constituía u

espectáculo formidable. Sonrió, porquentendía el placer de la multitud, pretendíormar parte de la multitud misma, compartsu placer.

Rumfoord leyó en el pensamiento deVagabundo del Espacio.

—Esto les gusta tanto como lo otrosabes —dijo.

—¿Lo otro? —dijo el Vagabundo deEspacio.

—Cuando la gran recompensa vienprimero y luego el gran sufrimiento —dijRumfoord—. Lo que les gusta es econtraste. El orden de los acontecimientos nes hace ninguna diferencia. Es eestremecimiento del cambio rápido...

Rumfoord abrió el puño, expuso emicrófono. Con la otra mano hizo señapontificales. Las hacía a Bee y a Crono, qu

habían subido a una adyacencia de

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andamiaje dorado de tablados, rampasescalerillas, púlpitos, peldaños y tinglados.

—Por aquí, por favor. No tenemos todo edía, saben —dijo Rumfoord con tono dmaestrita.

Durante la tregua, el Vagabundo deEspacio sintió el primer cosquilleo real de loplanes para un buen futuro en la Tierra. Tod

el mundo era tan bueno, tan entusiasta pacífico que se podía vivir no una vida buenasino una vida perfecta en la Tierra.

El Vagabundo del Espacio ya habí

ecibido un hermoso traje nuevo y unprominente situación en la vida, y en cuestióde minutos le serían restituidos su mujer y shijo.

Lo único que le faltaba era un buen amigoy el Vagabundo del Espacio se echó emblar. Temblaba porque, sabía en el fondde su corazón que su mejor amigo, StonStevenson, estaba escondido por allí en algú

ugar, a la espera de una ocasión par

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presentarse.El Vagabundo del Espacio sonrió, porqu

maginaba la entrada de Stony. Stony llegaríbajando a toda velocidad por una rampaiendo y un poco borracho. «¡Unk, hijo d

puta... —rugiría Stony directamente delantde los altoparlantes—, te he buscado ecuanta taberna he encontrado en esta Tierr

de mierda, y te has quedado todo el tiempcolgado en Mercurio!»

Cuando Bee y Crono llegaron a dondestaban Rumfoord y el Vagabundo de

Espacio, Rumfoord se apartó. Si se hubierseparado de Bee, Crono y el Vagabundo deEspacio la distancia de un brazo, sseparación podía haber sido entendida. Perel andamiaje dorado le permitía poner undistancia respetable entre él y los tres, y nsólo eso pues el rococó y algunos azarediversamente simbólicos la volvían intrincadde veras.

Era indiscutiblemente gran teatro, n

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obstante el capcioso comentario del doctoMaurice Rosenau (op. cit.): «Las gentes qumiran con reverencia a Winston NileRumfoord bailando en su selvático gimnasidorado de Newport son los mismos idiotaque uno encuentra en las jugueteríasabriendo la boca reverentes delante de lorenes de juguete que avanzan con su chu

chuf chuf por los túneles de papel machésobre puentes de mondadientes, a través dciudades de cartón y de nuevo por túneles dpapel maché. ¿Reaparecerán los trencitos

Winston Niles Rumfoord con su chuf chuchuf? ¡Oh, mirabile dictu! ¡Reaparecerán!»Desde el entarimado frente a la mansió

de Rumfoord corría una hilera de escaloneque se arqueaba sobre lo alto de un seto dmadera de boj. Del otro lado de loescalones había un pasadizo de unos tremetros que llegaba al tronco de un haycobriza. El tronco tenía un metro veinte d

diámetro. Sujetos al tronco con tornillos flojo

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había unos listones dorados. Rumfoord ató Kazak al peldaño de abajo, y después srepó hasta perderse de vista como unaraña en el follaje.

Desde lo alto del árbol habló. La voz salíno del árbol sino de los altoparlantenstalados en las paredes.

La multitud apartó los ojos de la cop

rondosa para volverlos a los altoparlantemás cercanos.

Sólo Bee, Crono y el Vagabundo deEspacio seguían mirando hacia arriba, a

ugar donde Rumfoord estaba realmente. Ncomo prueba de realismo sino de turbaciónMirando hacia arriba los miembros de lpequeña familia evitaban mirarse los unos os otros.

Ninguno de los tres tenía ninguna razópara estar contento de la reunión.

Bee no se sentía atraída por el felpapanatas flaco y barbudo, en ropa interio

de color amarillo limón.

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Había soñado con un librepensador, altocolérico.

El joven Crono odiaba al intruso barbudque intervenía en su sublime relación con smadre. Crono besó su amuleto y deseó qusu padre, si realmente lo era, cayese muerto

Y el propio Vagabundo del Espacioaunque lo intentara sinceramente, no veí

nada que él hubiera elegido por su propia bre voluntad, en los morenos, malévolos

madre e hijo.Por casualidad, la mirada del Vagabund

del Espacio se encontró con el único ojbueno de Bee. Había que decir algo.—¿Cómo te va? —dijo el Vagabundo de

Espacio.—¿Cómo te va? —dijo Bee.Los dos miraron de nuevo el árbol.—Oh mis felices, desventajados hermano

—dijo la voz de Rumfoord—, demos gracias Dios... a Dios que aprecia nuestras gracia

como el poderoso Mississippi aprecia un

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gota de lluvia... que no somos como MalachConstant.

 Al Vagabundo del Espacio le dolía un poca nuca. Bajó la mirada, y los ojos le quedaroatrapados en una larga, recta, dorada pistde aterrizaje a una distancia intermediaSiguió el trayecto de la pista.

La pista terminaba en la escalerilla móv

más larga de la Tierra. La escalerilla tambiéestaba pintada de dorado.

La mirada del Vagabundo del Espacisubió por la escalerilla hasta la minúscul

puerta de la nave espacial instalada en lo altde la columna. Se preguntó quién tendríortaleza suficiente o suficientes motivos parsubir por una escalerilla tan aterradora hastuna puerta tan minúscula.

El Vagabundo del Espacio miró de nueva multitud. Quizá Stony Stevenson estaba ealgún punto de la multitud. Quizá esperaba que todo el espectáculo terminara par

presentarse a su mejor y único amigo e

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Marte. 

11 - Odiamos a Malachi Constanporque...

 «Díme una cosa buena que hayas hech

alguna vez en tu vida»

WINSTON NILES RUMFOOR Y así continuó el sermón:—Estamos asqueados de Malach

Constant —dijo Winston Niles Rumfoordesde lo alto del árbol— porque empleó loantásticos frutos de su fantástica buensuerte para financiar una interminabldemostración de que el hombre es un cerdoRodó entre parásitos. Rodó entre mujerendignas. Rodó en entretenimientos lascivosalcohol y drogas. Rodó en toda formconocida de depravación voluptuosa.

«En la cima de su buena suerte, Malach

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Constant valía más que los estados de Utah North Dakota juntos. Y sin embargo, matrevo a decir que su valor moral no llegaba a altura del ratón más pequeño y mácorrompido de cualquiera de esos doestados.

«Estamos enojados con Malachi Constan—dijo Rumfoord desde lo alto del árbol—

porque no hizo nada para merecer sus milede millones y porque no hizo nada generoso maginativo con sus miles de millones. Era tabenévolo como María Antonieta, tan creado

como un profesor de cosmetología de unstituto de embalsamamiento.«Odiamos a Malachi Constant —dij

Rumfoord desde lo alto del árbol— porquaceptó los fantásticos frutos de su fantásticbuena suerte sin un escrúpulo, como si lbuena suerte fuese la mano de Dios. ¡Parnosotros, los de la Iglesia de Dios eAbsolutamente Indiferente, no hay nada má

cruel, más peligroso, más blasfemo que u

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hombre que cree que... que la suerte, bueno mala, es la mano de Dios!

«La suerte, buena o mala —dijo Rumfooren lo alto del árbol— no es la mano de Dios.

«La suerte —dijo Rumfoord en lo alto deárboles la forma en que el viento sarremolina y el polvo se asienta después dhaber pasado Dios., «¡Vagabundo de

Espacio! —llamó Rumfoord desde lo alto deárbol.

El Vagabundo del Espacio no le prestabuna estricta atención. Su capacidad d

concentración era escasa, posiblementporque había estado demasiado tiempo eas cuevas, o había tomado las bolas de airdemasiado tiempo, o había estaddemasiado tiempo en el Ejército de Marte.

Estaba mirando las nubes. Eran una cospreciosa, y el cielo en que bogaban era, parel Vagabundo del Espacio hambriento dcolor, de un azul estremecedor.

—¡Vagabundo del Espacio! —llam

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Rumfoord de nuevo.—Tú, el del traje amarillo —dijo Bee. L

dio un codazo—. Despierta.—¿Qué pasa? —dijo el Vagabundo de

Espacio.—¡Vagabundo del Espacio! —llam

Rumfoord.Él Vagabundo del Espacio atendió d

golpe.—¿Sí, señor? —gritó a la bóveda d

verdura. El tono era ingenuo, alegre divertido. Un micrófono en la punta de un

vara se balanceaba delante de él.—¡Vagabundo del Espacio! —llamRumfoord, y estaba enojado ahora, pues ecurso del ceremonial se veía perturbado.

—¡Aquí estoy, señor! —gritó eVagabundo del Espacio. Su respuesta resonhendiendo los oídos, resonó por loaltoparlantes.

—¿Quién eres? —dijo Rumfoord—. ¿Cuá

es tu verdadero nombre?

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—No sé cuál es mi verdadero nombre —dijo el Vagabundo del Espacio—. Mamaban Unk.

—¿Qué te pasó antes de que volvieras a Tierra, Unk? —dijo Rumfoord.

El Vagabundo del Espacio se pusadiante. Lo inducían a repetir la sencill

declaración que había provocado tanta

isas, danzas y cantos en Cape Cod.—He sido víctima de una serie d

accidentes, como todo el mundo —dijo.Esta vez no hubo risas ni danzas n

cantos, pero la multitud estaba decididamentde acuerdo con lo que el Vagabundo deEspacio había dicho. Se alzaron las barbillasse abrieron los ojos, las narices sensancharon. No hubo gritos porque lmultitud deseaba saber absolutamente todo que Rumfoord y el Vagabundo del Espacipodían decir.

—Víctima de una serie de accidentes

¿verdad? —dijo Rumfoord desde lo alto de

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árbol—. De todos los accidentes, ¿cuáconsiderarías el más importante?

El Vagabundo del Espacio levantó lcabeza.

—Tendría que pensarlo... —dijo.—Te ahorraré el trabajo —dijo Rumfoor

—. El accidente más importante que te hsucedido es haber nacido. ¿Podrías decirm

cómo te llamabas cuando naciste?El Vagabundo del Espacio vaciló sólo u

momento, y lo que le hacía vacilar era emiedo a estropear una carrera ceremonia

muy satisfactoria diciendo lo que no debía.—Hágalo usted, por favor —dijo.—Te llamabas Malachi Constant —dij

Rumfoord desde lo alto del árbol. En la medida en que las multitudes puede

ser algo bueno, las multitudes que atraíWinston Niles Rumfoord a Newport erabuenas. No tenían mentalidad de multitud

Sus miembros seguían siendo dueños de s

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propia conciencia, y Rumfoord nunca lonvitaba a que participaran como una solpersona en ningún caso, menos aún en eaplauso o la reprobación.

Cuando cayó sobre la multitud el hecho dque el Vagabundo del Espacio era eepugnante, tedioso y odioso Malach

Constant, sus miembros reaccionaron co

ranquilidad, lamentándolo, cada uno a smanera, que en general era compasiva. Esus conciencias por lo general honestasabían, después de todo, que habían colgad

a Constant en efigie en sus casas y lugarede trabajo. Y si bien habían colgado laefigies con bastante alegría, muy pocopensaban que Constant en persona merecíen realidad ser colgado. Colgar a MalachConstant en efigie era un acto de tantviolencia como adornar un árbol de Navidad esconder huevos de Pascua.

Y Rumfoord desde lo alto del árbol no dij

nada para disuadirlos de su compasión.

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—Ha tenido usted el singular accidenteMr. Constant —dijo con simpatía—, dconvertirse en un símbolo central de malcabeza para una secta religiosverdaderamente enorme.

«No sería atractivo para nosotros comsímbolo, Mr. Constant —dijo— si nuestrocorazones no lo compadecieran, hasta ciert

punto. Tenemos que compadecerlo porquodos sus extravagantes errores son los quhan cometido los seres humanos desde ecomienzo de los tiempos.

«Dentro de unos pocos minutos, MConstant —dijo Rumfoord desde lo alto deárbol— usted va a bajar por los tablados ampas hasta aquella larga escalerill

dorada, y subirá por la escalerilla, y entraren la nave espacial, y volará hacia Titán, ununa cálida y fecunda de Saturno. Vivirá alcon seguridad y confort, pero exiliado de sTierra natal.

«Y lo hará voluntariamente, Mr. Constan

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para que la Iglesia de Dios el Absolutamentndiferente pueda contar con un drama dautosacrificio digno de recordar y meditaodo el tiempo.

«Nos imaginamos, para nuestrsatisfacción espiritual —dijo Rumfoord desdo alto del árbol—, que usted se llevará todaas ideas equivocadas sobre el significado d

a suerte, toda la riqueza y el podepervertidos, y el repugnante tiempo pasado.

El hombre que había sido MalachConstant, que había sido Unk, que había sid

el Vagabundo del Espacio, el hombre que erMalachi Constant de nuevo, ese hombre sintimuy poco al ser declarado nuevamentMalachi Constant. Posiblemente habrísentido algunas cosas interesantes si lsincronización de Rumfoord hubiera siddiferente. Pero Rumfoord le dijo cuál iba a sesu prueba sólo unos segundos después ddecirle que era Malachi Constant, y la prueb

era suficientemente terrible como para atrae

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oda la atención de Constant.La prueba había sido prometida no par

dentro de unos años o meses o días, sinminutos. Y como cualquier criminacondenado, Malachi se puso a estudiar, coexclusión de todo lo demás, el sistema dentrdel cual había de desempeñarse.

Curiosamente, su primera preocupació

ue la de tropezar, la de pensar demasiado eel simple hecho de caminar y la de que supies dejarían de moverse con naturalidad ropezarían en las patas de madera.

—Usted no tropezará, Mr. Constant —dijRumfoord en lo alto del árbol, leyendo epensamiento de Constant—. No le quedningún otro lugar a donde ir, ninguna otrcosa que hacer. Poniendo un pie delante deotro, mientras lo miramos en silencio, ustehará de sí mismo el ser humano mámemorable, magnífico y significativo de loiempos modernos.

Constant se volvió para mirar a su

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oscuros mujer e hijo. Sus miradas eradirectas. Por ellas Constant supo quRumfoord había dicho la verdad, que no tenípor delante otra salida que no fuera la navespacial. Beatrice y el joven Crono erasupremamente cínicos en cuanto a laestividades, pero no en cuanto acomportamiento valiente que presenciaban.

Desafiaron a Malachi Constant comportarse bien.

Constant se frotó el pulgar y el índiczquierdos en un cuidadoso movimiento d

otación. Contempló esta tarea sin objetdurante quizá diez segundos.Y luego dejó caer las manos a lo

costados, alzó la mirada y caminó coirmeza hacia la nave espacial.

Cuando el pie izquierdo tocó la rampa, lcabeza se le llenó de un sonido que hacíres años terrestres que no oía. El sonidvenía de la antena que tenía en la coronilla

Rumfoord, en lo alto del árbol, estab

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enviando señales a Constant por medio duna cajita que tenía en el bolsillo.

Estaba haciendo que la larga y solitarimarcha de Constant fuera más soportablenándole la cabeza con el sonido de uambor.

El tambor le decía esto: 

Rataplán, plan, plan;Rataplán, plan.¡Plan rataplán! ¡Plan rataplán! 

¡Rataplán, rataplán, plan, plan!  El tambor se calló cuando la mano d

Malachi Constant se cerró por primera ve

sobre el travesaño dorado de la escala máarga del mundo. Miró hacia arriba y, en lperspectiva, la cima de la escalerilla parecíminúscula como una aguja. Constant apoyó lrente un momento contra el peldaño al qu

se había aferrado su mano.

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—¿Quisiera decir algo, Mr. Constanantes de subir por la escala? —dijo Rumfooren lo alto del árbol.

Un micrófono en la punta de una pértigse balanceaba ahora delante de ConstanConstant se lamió los labios.

—¿Va a decir algo, Mr. Constant? —dijRumfoord.

—Si va a hablar —dijo a Constant eécnico encargado del micrófono—, hágalcon un tono absolutamente normal mantenga los labios a unos quinc

centímetros del micrófono.—¿Va a hablarnos, Mr. Constant? —dijRumfoord.

—Probablemente... probablemente nvale la pena decirlo —dijo Constanranquilamente—, pero igual me gustarídecir que no he entendido una sola cosa de lque me ha ocurrido desde que llegué a lTierra.

—¿No ha tenido ese sentimiento d

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participación? —dijo Rumfoord en lo alto deárbol—. ¿Es eso?

—No importa —dijo Constant—. Iguasubiré por la escala.

—Bueno —dijo Rumfoord en lo alto deárbol—, si le parece que estamos cometiendaquí una especie de injusticia con ustedsupongamos que usted nos dice alg

ealmente bueno que haya hecho en algúmomento de su vida, y decidamos entonces sese acto de bondad puede librarlo de lo quhemos planeado para usted.

—¿Un acto de bondad? —dijo Constant.—Sí —dijo Rumfoord expansivo—Dígame una cosa buena que haya hechalguna vez en su vida, que usted puedecordar.

Constant pensó intensamente. Suecuerdos principales eran de correteos poos interminables corredores de las cavernasHabía habido pocas oportunidades de lo qu

hubiera podido pasar por un acto de bonda

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con Boaz y los harmoniums. Pero Constant npodía decir honradamente que habíaprovechado esas oportunidades para sebueno.

Después pensó en Marte, en todas lacosas contenidas en su carta a sí mismoDesde luego, entre todos aquellos puntoshabía algo sobre su propia bondad.

Y entonces recordó a Stony Stevensonsu amigo. Había tenido un amigo, lo cual ersin duda algo bueno.

—Tuve un amigo —dijo Malachi Constan

delante del micrófono.—¿Cuál era su nombre? —dijo Rumfoord—Stony Stevenson —dijo Constant.—¿Sólo un amigo? —dijo Rumfoor

desde el árbol.—Sólo uno —dijo Constant. Su pobr

alma se llenó de placer al comprender que uamigo era todo lo que un hombre necesitabpara estar bien provisto de amistad.

—Su pretensión de bondad se confirmar

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o invalidará realmente —dijo Rumfoord en lalto del arbolen la medida de lo buen amigque usted haya sido del tal Stony Stevenson.

—Sí —dijo Constant.—¿Recuerda usted una ejecución e

Marte, Mr. Constant —dijo Rumfoord en lalto del árbol— en que usted era el verdugoUsted estranguló a un hombre en la picot

delante de tres regimientos del Ejército dMarte.

Este era un recuerdo que Constant habíhecho todo lo posible por suprimir. Lo habí

conseguido en gran medida, y la exploracióque hizo en su mente era ahora sincera. Npodía estar seguro de que la ejecucióhubiese ocurrido.

—Creo... creo que me acuerdo —dijConstant.

—Bueno... ese hombre que usteestranguló era su gran y buen amigo StonStevenson —dijo Winston Niles Rumfoord.

Malachi Constant lloró mientras subía po

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a escala dorada. Se detuvo en la mitad Rumfoord lo llamó de nuevo por loaltoparlantes.

—¿Se siente ahora un participantvitalmente interesado, Mr. Constant? —dijRumfoord.

Mr. Constant asintió. Comprendía ahoroda su indignidad y sentía una amarg

simpatía por quien considerara bueno tratarlcon aspereza.

Y cuando llegó a lo alto, Rumfoord le dijque no cerrara todavía la escotilla, pues s

mujer y su hijo subirían en seguida.Constant se sentó en el umbral de su navespacial, en lo alto de la escala, y escuchó ebreve sermón de Rumfoord sobre la morencompañera de Constant, la mujer tuerta y codientes de oro llamada Bee. Constant nescuchó muy atentamente el sermón. Suojos veían un sermón más amplio, máeconfortante en el panorama de la ciudad, l

bahía y las islas, que se extendía abajo hast

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an lejos.—Les hablaré ahora —dijo Winston Nile

Rumfoord en lo alto del árbol, tan lejos podebajo de Malachi Constant— sobre Bee, lmujer que vende Malachis del otro lado de lpuerta, la mujer morena que con su hijo nomira ahora severamente a todos.

«Mientras iba camino de Marte hac

antos años, Malachi Constant la violó engendró en ella este hijo. Antes de eso, ermi mujer y la dueña de esta propiedad. Sverdadero nombre es Beatrice Rumfoord.

Un gemido ascendió desde la multitud¿Era de maravillarse que las polvorientamarionetas de otras religiones hubieran siddejadas de lado por falta de público, quodos los ojos se volvieran hacia Newport? Eefe de la Iglesia de Dios el Absolutamentndiferente no sólo era capaz de predecir euturo y combatir las desigualdades mácrueles de todas: las desigualdades de l

suerte, sino que su provisión de nueva

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sensaciones pasmosas era inagotable.Estaba tan bien provisto de materia prim

que podía arrastrar la voz en el momento eque anunciaba que la mujer tuerta de lodientes de oro era su mujer, y que MalachConstant le había puesto los cuernos.

—Los invito ahora a desdeñar el ejemplde la vida de ella como durante tanto tiemp

han desdeñado el ejemplo de la vida dMalachi Constant —dijo suavemente desde lalto del árbol—. Cuélguenla junto con MalachConstant en los postigos de las ventanas y e

as lámparas, si quieren.«Los excesos de Beatrice eran excesode aversión —dijo Rumfoord—. De joven ssentía tan exquisitamente criada que no hacínada ni permitía que se lo hicieran, por mieda la contaminación. La vida para Beatriccuando era joven, estaba tan llena dgérmenes y de vulgaridad que no podía sinser intolerable.

«Nosotros los de la Iglesia de Dios e

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Absolutamente Indiferente la condenamos taotundamente por haberse negado

arriesgar viviendo su imaginada pureza, comcondenamos a Malachi Constant por habersevolcado en la inmundicia.

«Estaba implícita en todas las actitudede Beatrice la idea de que era intelectuamoral y físicamente lo que Dios pretendía d

os seres humanos perfectos, y que el restde la humanidad necesitaba otros diez maños para lograrlo. Tenemos de nuevo aquí ecaso de un Dios Todopoderoso ensalzado

adornando de todas las perfecciones a unpersona común y sin capacidad creadora. Lproposición de que Dios Todopoderosadmiraba a Beatrice por su educación dmírame y no me toques es por lo menos tadiscutible como la proposición de que DioTodopoderoso quería que Malachi Constanuera rico.

«Mrs. Rumfoord —dijo Winston Nile

Rumfoord desde lo alto del árbol—, ahora l

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nvito a usted y a su hijo a seguir a MalachConstant y a entrar en la nave espaciadestinada a Titán. ¿Quisiera decir algo antede partir?

Hubo un largo silencio en el cual madre hijo se acercaron aún más y miraron, hombrcontra hombro, un mundo muy cambiado poas noticias del día.

—¿Tiene usted el propósito de hablarnosMrs. Rumfoord? —dijo Rumfoord desde lalto del árbol.

—Sí —dijo Beatrice—, pero no me llevar

mucho tiempo. Creo que todo lo que ustedice de mí es cierto, porque rara vez mientePero cuando mi hijo y yo caminemos juntohacia esa escala y la subamos, no lharemos por usted o por su tonta multitud. Lharemos por nosotros mismos, y noprobaremos a nosotros mismos y a todo eque quiera mirar, que no tenemos miedo dnada. Nuestros corazones no se desgarrará

cuando abandonemos este planeta. No

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asquea por lo menos tanto como nosotrosbajo la guía de usted, lo asqueamos.

«No recuerdo los viejos tiempos —dijBeatrice— en que yo era el ama de estpropiedad, en que no podía soportar el hacenada o que se me hiciera nada. Pero mgusté a mí misma en el instante en que usteme dijo que yo había sido así. La raz

humana es una cosa despreciable, y lo misma Tierra, y usted también.

Beatrice y Crono caminaron rápidamentpor los entarimados y rampas hasta l

escala, y subieron por ella. Rozaron al pasaa Malachi Constant que estaba en la puertde la nave espacial, sin hacerle ningúsaludo. Desaparecieron en el interior.

Constant los siguió y se unió a ellos questaban examinando las instalaciones.

El estado de las instalaciones era unsorpresa, y lo hubiera sido sobre todo paros guardianes de la propiedad. La nav

espacial al parecer inviolable en lo alto de un

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columna situada en precintos sagrados bajel control de guardianes, había sidevidentemente el escenario de una o quizvarias orgías.

Las literas estaban todas deshechas. Lasábanas estaban arrugadas, retorcidas evueltas. Tenían manchas de lápiz labial

betún de zapatos.

 Almejas fritas crujían grasientas bajo lopies.

Desparramadas en la nave había dobotellas de Mountain Moonlight, una pinta d

Southern Comfort y una docena de latas dcerveza Narragansett Lager, todas vacías.En la pared blanca, junto a la puerta

había dos nombres escritos con lápiz labiaBud y Sylvia. Y de un reborde de la columncentral de la cabina colgaba un corpiñnegro.

Beatrice recogió las botellas y las latas dcerveza. Las arrojó por la puerta. Sujetó e

corpiño que quedó flotando del otro lado de l

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puerta, a la espera de un viento favorable.Malachi Constant, suspirando, meneand

a cabeza y lamentándose por StonStevenson, utilizó los pies como escobasBarrió las almejas fritas hacia la puerta.

El joven Crono se sentó en una cuchetarotando su amuleto.

—Vamos, mamá —dijo severamente—, s

e pones a llorar así, nos vamos.Beatrice dejó ir el corpiño. Una ráfaga l

evó hacia la multitud y lo suspendió de uárbol, cerca del que ocupaba Rumfoord.

—Adiós a todos, gentes limpias, juiciosay encantadoras —dijo Beatrice. 

12 - El caballero de Tralfamadore 

«Para decirlo de una manera puntuaadiós»

WINSTON NILES RUMFOOR

 

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Saturno tiene nueve lunas, la más grandde las cuales es Titán.

Titán es sólo un poco más pequeña quMarte.

Titán es la única luna del Sistema Solaque tiene una atmósfera. Hay mucho oxígenpara respirar.

La atmósfera de Titán se parece a la qu

hay junto a la puerta trasera de unpanadería de la Tierra en una mañana dprimavera.

Titán tiene en su centro un horno químic

natural que mantiene una temperaturambiente uniforme de veintitrés grados.Hay tres mares en Titán, cada uno de

amaño del lago Michigan de la Tierra. Laaguas de los tres son dulces y de uesmeralda claro. Los nombres de los tres soWinston, Niles y Rumfoord.

Existe un racimo de noventa y treestanques y lagos que son el comienzo de u

cuarto mar. El racimo es conocido con e

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nombre de Kazak.Tres grandes ríos unen el Winston, e

Niles, el Rumfoord y los Kazak. Estos ríoscon sus afluentes, son caprichosos, yugientes, ya tranquilos, ya precipitados. S

carácter está determinado por la complicadnfluencia fluctuante de ocho lunas iguales por la prodigiosa influencia de Saturno qu

iene noventa y cinco veces la masa de lTierra. Los tres ríos son conocidos con enombre de río Winston, río Niles y ríRumfoord.

Hay bosques, praderas y montañas. Lmás alta es el monte Rumfoord, que tiendos mil novecientos cuarenta metros daltura.

Titán brinda una vista incomparable de lbelleza más asombrosa del Sistema Solaos anillos de Saturno. Esas bandadeslumbrantes tienen sesenta y cinco mkilómetros de largo y son apenas má

gruesas que una hoja de afeitar.

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En Titán los anillos se llaman el Arco Iride Rumfoord.

Saturno describe un círculo alrededor deSol. Lo hace en veintinueve años y medierrestres. Titán describe un círculo alrededode Saturno. Titán describe, en consecuenciauna espiral alrededor del Sol.

Winston Niles Rumfoord y su perro Kaza

eran fenómenos ondulatorios pulsando eespirales deformadas, con su origen en el Soy su terminal en Betelgeuse. Toda vez que ucuerpo celeste interceptaba sus espirales

Rumfoord y su perro se materializaban eese cuerpo.Por razones aún misteriosas, las espirale

de Rumfoord, Kazak y Titán coincidíaexactamente.

De manera que Rumfoord y su perrestaban permanentemente materializados eTitán.

Rumfoord y Kazak vivían allí en una isla

un kilómetro y medio de la costa del ma

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Winston. Su casa era una reproducciómpecable del Taj Mahal, en la India terrestre

Había sido construida por mano de obrmarciana. Por un capricho perverso

Rumfoord llamó Dun Roamin3  a su casa eTitán. 

 Antes de la llegada de Malachi ConstanBeatrice, Rumfoord y Crono, había una solpersona en Titán. Esa otra persona samaba Salo. Era viejo. Salo tenía onc

millones de años terrestres. Salo era de otra galaxia, de la Pequeñ

Nube Magallánica. Medía un metro cuarentde estatura.

La piel de Salo era de la textura y el colode la cascara de una mandarina terrestre.

Salo tenía tres piernas finas como dgamo, y unos pies de diseño extraordinariocada uno era una esfera inflable. Inflandesas esferas hasta el tamaño de una pelotde fútbol, Salo podía caminar sobre el aguaReduciéndolas al tamaño de pelotas de gol

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podía saltar por superficies duras a gravelocidad. Al desinflarlas del todo, sus pies sconvertían en ventosas succionadoras. Salpodía trepar por las paredes. Salo no teníbrazos. Tenía tres ojos, que podían percibno sólo el llamado espectro visible, sinambién los rayos infrarrojos y ultravioletasEra puntual, es decir, vivía un momento po

vez, y solía decir a Rumfoord que prefería veos maravillosos colores de los extremos deespectro antes que el pasado o el futuroEsto era un cuento porque Salo había visto

viviendo un momento por vez, mucho más depasado y mucho más del Universo quRumfoord. Recordaba también más de lo quhabía visto.

La cabeza de Salo era redonda y colgabsuspendida como una esfera de Cardán.

Su voz era como una bocina de bicicletaHablaba cinco mil lenguas, cincuenta de ellaerrestres, treinta y tres de las cuales era

enguas muertas.

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Salo no vivía en un palacio, aunquRumfoord le había ofrecido construirle unoVivía al aire libre, cerca de la nave espaciaque lo había llevado a Titán doscientos maños antes. Su nave espacial era un platvolador, el prototipo de la flota de invasiómarciana.

Salo tenía una historia interesante. En e

año terrestre 483441 antes de Cristo, habísido elegido por entusiasmo telepáticpopular como el espécimen más hermoso y emás sano, física y mentalmente, de s

pueblo. La ocasión era el cien millonésimaniversario del gobierno de su planeta nataen la Pequeña Nube Magallánica. El nombrde su planeta natal era Tralfamadore, qucomo el viejo Salo había traducido en unocasión a Rumfoord, significaba todonosotros y el número 541. 

La duración de un año en su planeta natasegún sus propios cálculos, era 36.162 vece

a duración de un año terrestre, de modo qu

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a celebración en la que participaba era eealidad en honor de un gobierno d

361.620.000 años terrestres. En una ocasióSalo describió a Rumfoord esta formdurable de gobierno como anarquía hipnóticapero se abstuvo de explicar suncionamiento. «O entiendes en seguida lque es», le dijo a Rumfoord, «o no tien

sentido tratar de explicártelo, viejo».Su deber, al ser elegido representante d

Tralfamadore, era llevar un mensaje selladde «un confín del Universo al otro». Los qu

habían planeado la ceremonia no creíaengañosamente que la proyectada ruta dSalo abarcaba el Universo. La imagen erpoética, como la expedición de Salo. Salomaría el mensaje e iría tan rápido y taejos como lo permitiera la tecnología dTralfamadore.

El mensaje mismo era ignorado por SaloHabía sido preparado por lo que Sal

describió a Rumfoord como «una especie d

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universidad, sólo que nadie va. No hay ningúedificio, no hay ninguna facultad. Está todo emundo y no está nadie. Es como una nube a que cada uno ha soplado una bocanada dniebla y entonces la nube se encarga de lopensamientos pesados de todo el mundo. Nquiero decir que sea realmente una nubeQuiero decir solamente que es algo así. Si n

entiendes de qué estoy hablando, viejo, nvale la pena tratar de explicártelo. Todo lque puedo decir es que no hay reuniones».

El mensaje estaba contenido en u

estuche de plomo sellado, de cinccentímetros de lado y medio centímetro despesor. El estuche mismo estaba conteniden una red de malla de oro que colgaba duna banda de acero inoxidable encajada en eallo que podía llamarse el cuello de Salo.

Salo tenía órdenes de no abrir la red y eestuche hasta que no llegara a destino. Sdestino no era Titán. Su destino estaba e

una galaxia que empezaba a diecioch

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millones de años luz más allá de Titán. Loplaneadores de las ceremonias en las quhabía participado Salo no sabían qué iba encontrar Salo en la galaxia.

Salo no ponía en tela de juicio el buesentido de su misión porque, como todos loralfamadorianos, era una máquina. Commáquina debía hacer lo que se suponía qu

era su objetivo.De todas las órdenes que Salo habí

ecibido antes de despegar de Tralfamadorea más importante era la de que no debí

abrir el mensaje en el camino, por ningúmotivo. Tanto se había insistido en esa orden, qu

se convirtió en el núcleo mismo del ser depequeño mensajero tralfamadoriano.

En el año terrestre 203117 antes dCristo, Salo se vio obligado a bajar aSistema Solar debido a dificultademecánicas. Lo obligó la total desintegració

de una pequeña parte de la central eléctric

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de su nave espacial, parte del tamaño de uabridor de latas de cerveza. Salo no tenínclinación por la mecánica y tenía apenauna vaga idea de cómo era o debía ser lparte que faltaba. Como la nave de Salo erpropulsada por vulls, la Voluntad Universal dLlegar a Ser, su central energética no sprestaba a los chapúceos de un mecánic

aficionado.No es que la nave de Salo estuvier

otalmente fuera de uso. Todavía funcionabapero renqueando, a sólo unas sesenta y och

mil millas por hora. Podía hacer cortos saltoalrededor del Sistema Solar, aun mutilado, copias de la nave estropeada prestaronestimables servicios al esfuerzo bélico dMarte. Pero la nave mutilada era de unentitud imposible para los propósitos de lgestión intergaláctica de Salo.

De modo que el viejo Salo saltó a Titán mandó a Tralfamadore noticias de su trance

Envió el mensaje con la velocidad de la luz, l

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cual significaba que tardaría ciento cincuentmil años terrestres en llegar a Tralfamadore.

Se dedicó a distintos hobbies que layudaron a pasar el tiempo. El principal era lescultura, el cultivo de margaritas titánicas a observación de las diversas actividades da Tierra. Podía hacerlo mediante el visor deablero de comando de la nave, hecho añicos

El visor era suficientemente potente compara que Salo pudiera seguir las actividadede las hormigas terrestres, si así ldeseaba.

 A través de ese visor obtuvo la primerespuesta de Tralfamadore. La respuestestaba escrita en la Tierra con grandepiedras en una llanura de lo que ahora englaterra. Las ruinas de la respuesta aúexisten, y son conocidas con el nombre dStonehenge. El significado de Stonehenge eralfamadoriano, visto desde arriba es esiguiente: «Sustituir parte aplastada a mayo

velocidad posible». 

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Stonehenge no era el único mensaje quhabía recibido el viejo Salo.

Había habido otros cuatro, todos elloescritos en la Tierra.

La Gran Muralla China, vista desde arribasignificaba en tralfamadoriano: «Sé pacienteNo te hemos olvidado». 

La Casa Dorada del emperador roman

Nerón significaba: «Estamos haciendo lmejor que podemos». 

El significado del Kremlin, en Moscúcuando se hicieron las primeras murallas, era

«Estarás en camino antes de lo qupiensas». 

El significado del Palacio de la Liga de laNaciones en Ginebra, Suiza, era el siguiente

«Alista tus cosas y prepárate para partir corto plazo». La simple aritmética revelará que esto

mensajes llegaron todos a velocidades musuperiores a la velocidad de la luz, y quardaron ciento cincuenta mil años en llegar

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Tralfamadore. Salo había recibido unespuesta de Tralfamadore en menos d

cincuenta mil años.Para alguien tan primitivo como u

erráqueo es grotesco explicar cómo sefectuaron esas rápidas comunicacionesBaste decir, para tan primitiva compañía, quos tralfamadorianos eran capaces de hace

ebotar ciertos impulsos de la VoluntaUniversal de Llegar a Ser en la arquitecturabovedada del Universo a una velocidad unares veces superior a la de la luz. Y era

capaces de enfocar y modular esos impulsopara influir en criaturas muy, muy alejadas, ncitarlas a servir a los fines de Tralfamadore

Era una manera maravillosa de conseguque se hicieran las cosas en lugares muymuy alejados de Tralfamadore. Era comucho la manera más rápida.

Pero no resultaba barato.El viejo Salo no estaba equipado par

comunicar y conseguir que las cosas s

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hicieran de esa manera, aun a distanciacortas. El mecanismo y la cantidad dVoluntad Universal de Llegar a Ser utilizadoen el proceso eran colosales, y exigían loservicios de miles de técnicos.

Y aun el poderoso aparatralfamadoriano, de poderosa energía poderosa dotación, no era particularment

preciso. El viejo Salo había observadmuchas fallas en las comunicaciones con lTierra. En la Tierra empezaban a florecer lacivilizaciones, y los participantes empezaba

a construir tremendas estructuras quevidentemente serían mensajes eralfamadoriano, y entonces las civilizacionese desinflaban sin haberlas terminado.

El viejo Salo había visto ocurrir escientos de veces.

El viejo Salo le había dicho a su amigRumfoord una cantidad de cosas interesantesobre la civilización de Tralfamadore, per

nunca le había hablado de los mensajes y la

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écnicas de envío.Todo lo que le había dicho a Rumfoord er

que había enviado a su patria un mensajpara avisar que estaba en dificultades y quesperaba que de un momento a otro llegaruna pieza de repuesto. La mente del viejSalo era tan diferente de la de Rumfoord, quéste no podía leer en su pensamiento.

Salo estaba agradecido a esa barrerexistente entre sus pensamientos, porquenía un miedo mortal de lo que Rumfoordiría al descubrir que las gentes de Sal

habían tenido mucho, que ver en eemporcamiento de la historia de la TierraAunque Rumfoord había sido infundibuladcronosinclásticamente y cabía esperar quuviera una visión más amplia de las cosasSalo había descubierto que seguía siendo uerráqueo sorprendentemente provinciano eel fondo del corazón.

El viejo Salo no quería que Rumfoor

descubriera lo que los tralfamadoriano

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estaban haciendo a la Tierra, porque estabseguro de que se ofendería, de que svolvería contra Salo y contra todos loralfamadorianos. Y Salo no podía soportarloporque amaba a Winston Niles Rumfoord.

No había nada ofensivo en este amor. Edecir, no era homosexual. No podía serlopues Salo no tenía sexo.

Era una máquina, como todos loralfamadorianos.

Estaba armado con clavijas, grampasuercas, pernos e imanes. Su piel colo

mandarina que era tan expresiva cuandestaba emocionalmente perturbado, se podíponer o sacar como una camiseta. Un cierrelámpago magnético la mantenía cerrada.

Según Salo, los tralfamadorianos smanufacturaban el uno al otro. Nadie sabícon certeza cómo había llegado a lexistencia la primera máquina.

La leyenda era la siguiente:

 

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Hubo una época en que en Tralfamadorhabía criaturas que no eran como máquinasNo eran dependientes. No eran eficientes

No eran dignas de confianza. No eraduraderas. Y esas pobres criaturas estabaobsesionadas por la idea de que todo lo quexistía debía tener una finalidad y qualgunas finalidades eran más elevadas quotras.

Esas criaturas se pasaban la mayor partdel tiempo tratando de descubrir cuál era sfinalidad. Y cada vez que encontraban lo qu

parecía ser una finalidad de ellos, parecían baja que las criaturas se llenaban d

asco y vergüenza.Y antes de servir una finalidad tan baja

as criaturas hacían una máquina que lsirviera. Así las criaturas quedaban libres dponerse al servicio de finalidades máelevadas. Pero cada vez que encontraba

una finalidad elevada, resultaba que no er

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o bastante.Entonces se hacían máquinas par

ponerlas al servicio de finalidades aún má

elevadas.Y las máquinas lo hacían todo con tantpericia que finalmente se les confió la tarede descubrir cuál debía ser la finalidad máelevada de las criaturas.

Las máquinas informaron con todhonestidad que no lo sabían realmente.

 A continuación las criaturas empezaron asesinarse entre si, porque detestaban po

encima de todo las cosas sin finalidad.Y descubrieron que ni siquiera servía

para asesinar. De modo que confiaron esrabajo a las máquinas, también. Y la

máquinas terminaron el trabajo en menoiempo del que se tarda en dec«Tralfamadore». 

Por medio del visor del tablero roto de s

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nave espacial, el viejo Salo observaba ahorel acercamiento a Titán de la nave espaciaque transportaba a Malachi ConstanBeatrice Rumfoord y su hijo Crono. La navestaba preparada para aterrizaautomáticamente en la orilla del mar Winston

Debía aterrizar entre dos millones destatuas del tamaño de seres humanos. Sal

había hecho las estatuas a un ritmo de unadiez por año terrestre.

Las estatuas estaban concentradas en legión del mar Winston porque estaba

hechas de turba titánica. La turba titánicabunda junto al mar Winston, a sólcentímetros bajo la superficie del suelo.

La turba titánica es una sustancia curiosy, para un escultor natural y sincero, atractiva

 Al extraerla, la turba titánica tiene lconsistencia de la masilla terrestre.

Después de una hora de exposición a luz y el aire de Titán, la turba tiene l

cohesión y la dureza del yeso de París.

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Después de dos horas de exposición, edura como el granito y debe ser trabajadcon escoplo.

Después de tres horas de exposiciónnada sino el diamante raya la superficie de lurba titánica.

Para hacer tantas estatuas Salo se habínspirado en las llamativas conductas de lo

erráqueos. Lo que inspiraba a Salo no eranto lo que los terráqueos hacían, sino cómo hacían.

Los terráqueos se comportaban en toda

as ocasiones como si hubiera un gran ojo eel cielo y como si ese gran ojo estuvieransioso de diversión.

El gran ojo tenía un hambre glotona dgran teatro. El gran ojo era indiferente a quos espectáculos de la Tierra fueran comediaragedia, farsa, sátira, atletismo o vaudeville

Su exigencia, que al parecer los terráqueoconsideraban tan irresistible como l

gravedad, era que los espectáculos fuese

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grandes.La exigencia era tan poderosa que lo

erráqueos casi no hacían otra cosa quactuar para satisfacerla, noche y día, inclusen sus sueños.

El gran ojo era el único público que a loerráqueos les interesaba realmente. Laactuaciones más fantásticas que Salo habí

visto eran las de terráqueos que estabaerriblemente solos. Imaginaban que el graojo era su único público.

Salo, con sus estatuas duras como e

diamante, había tratado de conservar algunode los estados mentales de esos terráqueoque habían montado los espectáculos mánteresantes para el gran ojo imaginado.

No menos sorprendentes que las estatuaeran las margaritas titánicas que abundabaunto al mar Winston. Cuando en el añ203117 antes de Cristo, Salo llegó a Titán, lamargaritas titánicas eran flores minúsculas

estrelladas, amarillas, de apenas medi

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centímetro de diámetro.Entonces Salo comenzó a hacer un cultiv

selectivo.Cuando Malachi Constant, Beatric

Rumfoord y su hijo Crono llegaron a Titán, lípica margarita titánica tenía un tallo de umetro veinte de diámetro y una flor lavandmanchada de rosa de más de una tonelada.

 Salo, que había observado la cercanía d

a nave espacial de Malachi ConstanBeatrice Rumfoord y su hijo Crono, infló su

pies hasta darles el tamaño de pelotas dútbol. Caminó por las aguas esmeralda clardel mar Winston, cruzándolas hasta el TaMahal de Winston Niles Rumfoord.

Entró en el patio cerrado del palacio, dejsalir el aire de los pies. El aire silbó. El silbidepercutió en las paredes.

La reposera lavanda de Winston NileRumfoord estaba vacía junto a la piscina.

—¿Skip? —llamó Salo. Usaba el má

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ntimo posible de todos los nombres dRumfoord, el de su infancia, a pesar de que Rumfoord le fastidiaba que lo usara. No lusaba para hacerlo sufrir. Lo usaba parafirmar la amistad que sentía por Rumfoordpara probar un poco la amistad y verlriunfar elegantemente de la prueba.

Había una razón para que Salo sometier

a amistad a una prueba de colegial. Nunchabía visto, nunca había oído hablar de lamistad antes de llegar al Sistema Solar. Eruna novedad fascinante para él. Tenía qu

ugar con ella.—¿Skip? —llamó Salo de nuevo.El aire tenía un sabor desusado. Salo l

dentificó a tientas como ozono. Era incapade explicarlo.

 Aún ardía un cigarrillo en el cenicero junta la silla, de modo que no hacía mucho quRumfoord se había ido.

—¿Skip? ¿Kazak? —llamó Salo. Er

nsólito que Rumfoord no estuvier

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dormitando en su silla, que Kazak ndormitara a su lado. El hombre y el perro spasaban la mayor parte del tiempo junto a lpiscina, controlando las señales procedentede sus otros yoes a través del espacio y deiempo. Rumfoord estaba por lo generanmóvil en su silla, con los dedos de una manánguida, colgante, enterrada en el pelo d

Kazak. Kazak por lo general se quejaba contraía en sueños.

Salo miró el agua de la piscinectangular. En el fondo de la piscina, en och

metros de agua, estaban las tres sirenas dTitán, las tres hermosas hembras humanaque habían sido ofrecidas al lascivo MalachConstant hacía tanto tiempo.

Eran estatuas hechas por Salo con turbitánica. De los millones de estatuas hechapor Salo, sólo estas tres estaban pintadacon colores naturales. Había sido necesaripintarlas para darles importancia dentro de

ambiente suntuoso, oriental, del palacio d

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Rumfoord.—¿Skip? —llamó Salo de nuevo.Kazak, el sabueso del espacio, respondi

a la llamada. Salió del edificio abovedado con minaretes que se reflejaba en la piscinaEmergió calladamente de las sombras dencaje de la gran cámara octogonal.

Parecía envenenado.

Se estremeció y miró fijo un punto a uado de Salo. No había nada.

Se detuvo, como si se preparara para eerrible dolor que le costaría un paso más.

Y entonces ardió y crepitó en un fuego dSan Telmo.El fuego de San Telmo es una descarg

eléctrica luminosa y la criatura afectada por éno sufre más molestia que la que le causaríel cosquilleo de una pluma. De todos modoses como si la criatura se incendiara y no eextraño que se desmaye.

La descarga luminosa de Kazak er

horrible de ver. Y renovó el tufo de ozono.

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Kazak no se movió. Su capacidad dsorpresa ante la asombrosa exhibición shabía agotado hacía mucho tiempo. Toleraba hoguera con fatigado pesar.

La hoguera se extinguió.Rumfoord apareció en el portal. Tambié

él parecía desaliñado y apático. Una bandde desmaterialización, una banda de nada d

un ancho de treinta centímetros pasó poRumfoord de la cabeza a los pies. A ésta lsiguieron dos bandas estrechas separadapor dos centímetros y medio.

Rumfoord mantuvo las manos en alto, coos dedos separados. De las puntas de lodedos salían rayos de fuego de San Telmosa, violeta, verde pálido. En el pelo l

chisporroteaban breves rayos de oro pálidoponiéndole un halo de oropel.

—Paz —dijo Rumfoord débilmente.El fuego de San Telmo se extinguió e

Rumfoord.

Salo estaba despavorido.

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—Skip... —dijo—. ¿Qué... qué pasaSkip?

—Las manchas del sol —dijo RumfoordSe arrastró hasta la reposera lavanda, tendien ella su gran corpachón, y se cubrió loojos con una mano floja y blanca como upañuelo mojado.

Kazak yacía a su lado. Estaba temblando

—Nunca... nunca te he visto así hastahora —dijo Salo.

—Nunca ha habido en el Sol una tormentcomo ésta hasta ahora —dijo Rumfoord.

 A Salo no le sorprendió saber que lamanchas del sol afectaban a sus amigonfundibulados crono-sinclásticamenteMuchas veces había visto a Rumfoord Kazak enfermos por las manchas del sopero el síntoma más grave había sido unnáusea pasajera. Las chispas y las bandade desmaterialización eran nuevas.

 Ahora que Salo observaba a Rumfoord

Kazak, se volvieron por un moment

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bidimensionales, como figuras pintadas ebanderas ondulantes.

Se estabilizaron, se volvieron otra veedondas.

—¿Puedo hacer algo, Skip? —dijo SaloRumfoord gruñó.

—¿La gente nunca dejará de hacer esapreguntas horribles? —dijo.

—Lo siento —dijo Salo. Sus pies estabaan desinflados que eran cóncavosconvertidos en ventosas. Hacían un ruido dsucción en el pavimento pulido.

—¿No puedes dejar de hacer ruido? —dijo Rumfoord de mal humor.El viejo Salo quiso morirse. Era la primer

vez que su amigo Winston Niles Rumfoord ldecía palabras desagradables. Salo no podísoportarlo.

El viejo Salo cerró dos de sus tres ojos. Eercero estaba presa en dos manchas azuleabigarradas en el cielo. Las manchas era

dos pájaros, dos azulejos de Titá

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suspendidos en el aire. La pareja habíencontrado un sostén. Ninguno de los dograndes pájaros agitaba un ala.

Ni un solo movimiento, ni siquiera el duna pluma, era inarmónico. La vida era usueño suspendido en el aire.

—Gro —dijo socialmente un azulejo dTitán.

—Gro —convino el otro.Los pájaros cerraron las ala

simultáneamente y cayeron desde la alturcomo piedras.

Parecían desplomarse en una muertsegura fuera de las paredes de RumfoordPero se remontaron de nuevo, iniciando otrascenso largo y fácil.

Esta vez subieron a un cielo rayado por lhuella de vapor de la nave espacial en quviajaban Malachi Constant, BeatricRumfoord y su hijo Crono. La nave estaba poaterrizar.

—¿Skip? —dijo Salo.

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—¿Tienes que llamarme así? —dijRumfoord.

—No —dijo Salo.—Entonces no lo hagas —dijo Rumfoor

—. No me gusta ese nombre, a menos que luse alguien que me conoce desde chico.

—Pensé que... como amigo tuyo... —dijSalo—, yo podía...

—¿Por qué no terminamos con esta falsamistad? —dijo Rumfoord cortante.

Salo cerró el tercer ojo. La piel de sorso se estiró.

—¿Falsa?—¡Tus pies están haciendo ese ruido otrvez! —dijo Rumfoord.

—¡Skip! —exclamó Salo. Rectificó esnsoportable familiaridad—. ¡Winston, ecomo una pesadilla que me estés hablandasí! Creí que éramos amigos.

—Digamos que nos hemos ingeniado parser de alguna utilidad el uno para el otro,

que quede en eso —dijo Rumfoord.

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La cabeza de Salo se meció suavementsobre sus cojinetes a bolilla. —Pensé quhabía habido algo más que eso —dijo al fin.

—Digamos —dijo Rumfoord ácido— quhemos descubierto el uno en el otro un medipara nuestros fines distintos.

—Yo... yo estaba contento de ayudarte.y confío en haberte ayudado de verdad —dij

Salo. Abrió los ojos. Tenía que ver la reaccióde Rumfoord. Seguramente se mostraríamistoso de nuevo, porque Salo realmente lhabía ayudado con generosidad.

—¿No te he dado la mitad de mi vulls? —dijo Salo—. ¿No te dejé copiar mi nave parMarte? ¿No despaché las primeras misionede reclutamiento? ¿No te ayudé a calcular lmanera de controlar a los marcianos, parque no causaran trastornos? ¿No me pasos días y los días ayudándote a concebir lnueva religión?

—Sí —dijo Rumfoord—. ¿Pero qué hicist

después por mí?

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—¿Qué? —dijo Salo.—Nada —dijo Rumfoord cortante—. Es l

última línea de una vieja broma que hacen ea Tierra, y no muy divertida, en estacircunstancias.

—Ah —dijo Salo—. Conocía una cantidade bromas de la Tierra, pero esa no.

—¡Esos pies! —gritó Rumfoord.

—¡Perdón! —gritó Salo—. Si pudierorar como un terráqueo, lo haría. —N

podía controlar sus molestos pies. Siguierohaciendo los ruidos que Rumfoord de pront

detestaba tanto—. ¡Lo siento por todo! Lque sé es que he tratado siempre de ser uverdadero amigo, y que nunca pedí nada ecambio.

—¡No tenías por qué pedir! —dijRumfoord—. No tenías por qué pedir nadaTodo lo que debías hacer era sentarte esperar a que te cayera en la mano.

—¿Qué es lo que yo quería que m

cayera en la mano? —dijo Salo incrédulo.

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—La pieza de repuesto de tu navespacial —dijo Rumfoord—. Ya está casaquí. Está llegando, señor. El chico dConstant la tiene, lo llama su amuleto, comsi tú no lo supieras.

Rumfoord se sentó, se puso verde, hizuna seña pidiendo silencio.

—Perdóname —dijo—, me siento mal d

nuevo.Winston Niles Rumfoord y su perro Kaza

estaban enfermos otra vez, máviolentamente que antes. El pobre y viejo Sal

pensó que ahora desapareceríachisporroteando o estallarían.Kazak aulló en una bola de fuego de Sa

Telmo.Rumfoord se mantuvo derecho, los ojo

desorbitados, como una columna orgullosa.Este ataque también pasó.—Discúlpame —dijo Rumfoord co

mordaz corrección—. ¿Decías...?

—¿Qué? —dijo Salo desanimado.

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—Estabas diciendo algo o por decirlo —dijo Rumfoord. Sólo el sudor de sus sieneraicionaba el hecho de que acabara de pasapor un tormento. Puso un cigarrillo en unarga boquilla de hueso, lo encendió. Proyecta mandíbula. La boquilla apuntó hacia arrib—. No volveremos a ser interrumpidodurante tres minutos —dijo—. ¿Decías?

Salo tuvo que hacer un esfuerzo parecordar el tema de la conversación. Cuand

se acordó, se sintió más perturbado qununca. Le había ocurrido la peor de las cosa

posibles. Rumfoord no sólo habídescubierto, al parecer, la influencia dTralfamadore en los asuntos de la Tierra, lcual lo hubiera ofendido bastante, sino que sconsideraba a sí mismo, de algún modo, unde las principales víctimas de esa influencia.

Salo había tenido de vez en cuando lncómoda sospecha de que Rumfoord estabbajo la influencia de Tralfamadore, pero habí

expulsado el pensamiento de su ment

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porque no podía hacer nada al respecto. Nsiquiera lo había discutido, porque discutirlcon Rumfoord hubiera significado sin duda luina inmediata de su hermosa amistad. Mu

débilmente, Salo exploró la posibilidad de quRumfoord no supiera tanto como parecía.

—Skip... —dijo.—¡Por favor! —dijo Rumfoord.

—Mr. Rumfoord... —dijo Salo—, ¿ustecree que lo he usado de alguna manera?

—Tú no —dijo Rumfoord—. Las máquinacomo tú, allá en tu precioso Tralfamadore.

—Aja —dijo Salo—. ¿Te... te parece.que has sido usado, Skip?—¡Tralfamadore —dijo Rumfoord co

amargura—, llegó al Sistema Solar, me pescy me usó como a un monigote!

—Si podías verlo en el futuro —dijo Salastimero—, ¿por qué no lo mencionastantes?

—A nadie le gusta pensar que lo está

usando —dijo Rumfoord—. Uno se niega

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admitirlo hasta último momento. —Torció lboca—. Quizá te sorprenda saber que sientcierto orgullo, por estúpido y errado qupueda ser, en adoptar mis propias decisionepor mis propias razones.

—No me sorprende —dijo Salo.—¿Aja? —dijo desagradablement

Rumfoord—. Pensé que era una actitu

demasiado sutil para que una máquina lpescara.

Este era, sin duda, el punto débil de selación. Salo era una máquina, porque habí

sido diseñado y manufacturado. Él no locultaba. Pero hasta entonces Rumfoornunca había usado el hecho como un insultoAhora lo usaba decididamente como unsulto. A través de un fino velo de noblessoblige, Rumfoord dio a entender a Salo quser una máquina era ser insensible, no tenemaginación, ser vulgar, era ser tenaz sin unpizca de conciencia.

Salo era patéticamente vulnerable a est

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acusación. Que Rumfoord supiera tan biecómo herirlo era un tributo a la intimidaespiritual que ambos habían compartidalguna vez.

Salo cerró de nuevo dos de sus tres ojoscontempló de nuevo los azulejos de Titásuspendidos en el aire. Los pájaros eragrandes como águilas terrestres.

Salo deseó ser un azulejo de Titán.La nave espacial donde viajaban Malach

Constant, Beatrice Rumfoord y su hijo Cronse meció sobre el palacio y aterrizó en l

orilla del mar Winston.—Te doy mi palabra de honor —dijo Sal—, yo no sabía cómo te usaban, y no tenía lmenor idea de lo que...

—Máquina —dijo Rumfoord codesprecio.

—Díme, ¿para qué has sido usado, poavor? —dijo Salo—. Palabra de honor, nengo la más vaga...

—¡Máquina! —dijo Rumfoord.

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—Si piensas tan mal de mí, Skip.Winston... Mr. Rumfoord —dijo Salo—después de todo lo que he hecho e intentaden el solo nombre de la amistadseguramente nada de lo que yo pueda decir hacer cambiará tu opinión.

—Precisamente lo que una máquina dirí—dijo Rumfoord.

—Es lo que una máquina dijo —replicSalo humildemente. Infló sus pies hasta eamaño de pelotas de fútbol, preparándose salir del palacio de Rumfoord y caminar sobr

as aguas del mar Winston, para no volvenunca. Sólo cuando sus pies estuvierocompletamente inflados advirtió el desafíque contenían las palabras de RumfoordContenían una clara insinuación de que eviejo Salo aún podía hacer algo para arreglade nuevo las cosas.

 A pesar de ser una máquina, Salo era lbastante sensato como para saber qu

preguntar de qué se trataba hubiera sid

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ebajarse. Se puso rígido. En nombre de lamistad, se rebajaría.

—Skip... —dijo—, díme qué debo haceTodo... absolutamente todo.

—Dentro de muy poco —dijo Rumfoord—una explosión hará volar la terminal de mespiral, borrándola del Sol, borrándola deSistema Solar.

—¡No! —gritó Salo—. ¡Skip! ¡Skip!—No, no, nada de compasión, por favo

—dijo Rumfoord, retrocediendo por temor que lo tocaran—. Es algo muy bueno, d

veras. Veré una cantidad de cosas nuevasde criaturas nuevas. —Trató de sonreír—Uno se cansa, sabes, de estar preso en lmonótona relojería del Sistema Solar. —Sió ásperamente.

«Después de todo —dijo—, no es como sme muriera o algo por el estilo. Todo lo quha sido será siempre, y todo lo que sersiempre ha sido. —Sacudió la cabez

ápidamente y dejó caer una lágrima que si

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saberlo le colgaba del párpado.«Aunque el pensamiento infundibulad

cronosinclásticamente es consolador —dijo—de todos modos me gustaría saber cuál hsido el punto principal de este episodio deSistema Solar.

—Tú... tú lo has resumido mucho mejor do que nadie podría en tu Breve Historia d

Marte —dijo Salo.—La Breve Historia de Marte —dij

Rumfoord— no menciona el hecho de que hsido poderosamente influido por fuerza

emanadas del planeta Tralfamadore. —Hizechinar los dientes.«Antes que mi perro y yo estallemos en e

espacio como chinches —dijo Rumfoord— mgustaría mucho saber cuál es el mensaje quú llevas.

—No... no sé —dijo Salo—. Está selladoTengo órdenes...

—Contra todas las órdenes d

Tralfamadore —dijo Winston Niles Rumfoor

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—, contra todos tus instintos de máquinapero en nombre de nuestra amistad, Saloquiero que abras el mensaje y me lo leaahora.

Malachi Constant, Beatrice Rumfoord y eoven Crono, el niño salvaje, comían de maalante a la sombra de una margarita titánicaa orillas del mar Winston. Cada miembro d

a familia tenía una estatua para apoyarse.El barbudo Malachi Constant,  playboy de

Sistema Solar, usaba todavía el traje amarillbrillante con los signos de interrogació

anaranjados. Era el único traje que tenía.Constant se apoyó en una estatua de SaFrancisco de Asís. San Francisco estabratando de amistarse con dos enormepájaros hostiles y aterradores, al parecer doáguilas calvas. Constant no podía identificacorrectamente a los pájaros como azulejosporque aún no había visto un azulejo titánicoHabía llegado a Titán apenas una hora antes

Beatrice, que parecía una reina gitana, s

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consumía al pie de la estatua de un joveestudiante de física. A primera vista, ecientífico con su guardapolvo de laboratorioparecía un perfecto servidor de la verdad nada más que la verdad. A primera vista, unque daba convencido de que nada sino lverdad podía agradarle allí sonriente ante subo de ensayo. A primera vista uno pensab

que estaba tan por encima de lapreocupaciones bestiales de la humanidacomo los harmoniums en las cuevas dMercurio. Allí, a primera vista, había un jove

sin vanidad, sin codicia, y uno aceptaba al pide la letra el título que Salo había grabado ea estatua: Descubrimiento de la EnergíAtómica. 

Y entonces uno advertía que el jovebuscador de la verdad estaba en erección duna manera chocante. Beatrice todavía no shabía dado cuenta. El joven Crono, moreno peligroso como su madre, ya estab

cometiendo o intentando su primer acto d

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vandalismo. Estaba tratando de inscribir unmala palabra terrena en la base de la estatuen la cual se había apoyado. Intentabhacerlo con la punta aguda de su amuleto.

La turba titánica estacionada, casi tadura como el diamante, fue la que en cambimelló la punta. La estatua en la que Cronestaba trabajando era un grupo familiar, u

hombre de Neanderthal, su compañera y shijo. Era una obra muy conmovedora. Lacriaturas achaparradas, andrajosas desvalidas eran tan feas que resultaba

hermosas.Su importancia y universalidad no quedabmenoscabada por el título satírico que Salhabía dado a la obra. Había puesto títuloerribles a todas sus estatuas, como parproclamar desesperadamente que no somaba en serio, ni un solo instante, comartista. El título de la familia de Neanderthaderivaba del hecho de que el niño estab

contemplando un pie humano asándose en u

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osco asador. El título era Este lechachiquitito. 

—Ocurra lo que ocurra, sea hermoso, riste, o feliz, o aterrador —decía MalachConstant a su familia allí en Titán—, que mcuelguen si respondo. Cuando parece qualgo o alguien quiere que yo actúe de un

manera determinada, me echo a temblar. —Lanzó una mirada a los anillos de SaturnoFrunció los labios—. ¿No es demasiadhermoso para decirlo con palabras? —

Escupió en el suelo.«Si alguien espera alguna vez utilizarmde nuevo en algún plan tremendo —dijConstant—, que se prepare para una gradecepción. Será mucho mejor que trate ddespertar a una de esas estatuas.

Escupió de nuevo.—Por lo que a mí se refiere —dij

Constant—, el Universo es un depósito d

chatarra, en el que todo está sobrevalorado

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Yo voy hurgando entre los montones drastos, buscando una ganga. Todas laamadas gangas —dijo Constant— han sid

conectadas con finos cables a un ramillete ddinamita.

Escupió de nuevo.—Renuncio —dijo Constant.«Me retiro —dijo Constant.

«Abandono —dijo Constant.La pequeña familia de Constant asintió si

entusiasmo. El buen discurso de Constant ermercadería rancia. Lo había pronunciad

varias veces durante los diecisiete meses dviaje de la Tierra a Titán, y era, al fin y acabo, una filosofía de rutina para todos loveteranos de Marte.

En realidad Constant no hablaba para samilia. Lo hacía en voz alta, de modo que svoz llegara a cierta distancia del bosque destatuas y del mar Winston. Estabpronunciando una declaración política par

beneficio de Rumfoord o de cualquier otr

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que anduviera por allí cerca espiando.—¡Hemos participado por última vez —dij

Constant en voz alta— en experimentospeleas y festivales que no nos gustan o nentendemos!

«¡Entendemos!» dijo el eco que devolvia pared de un palacio construido en una islaa cien metros de la costa. El palacio era

desde luego, Dun Roamin, el Taj Mahal dRumfoord. A Constant no le sorprendió verlallí. Lo había descubierto al desembarcar dsu nave espacial, brillando como la Ciudad d

Dios de San Agustín.—¿Qué sucede a continuación? —preguntó Constant al eco—. ¿Todas laestatuas empiezan a vivir?

«¿Vivir?» dijo el eco.—Es el eco —dijo Beatrice.—Ya sé que es el eco —dijo Constant.—Yo no sabía si tú sabías que era el ec

o no —dijo Beatrice. Era distante y cortés

Había sido extremadamente correcta co

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Constant, no lo criticaba nunca, no esperabnada de él. Una mujer menos aristocráticpodía haberle hecho la vida imposiblecriticándolo por todo y pidiendo milagros.

Durante el viaje no habían hecho el amoNi a Constant ni a Beatrice les habínteresado. A los veteranos de Marte nunces interesaba eso.

Inevitablemente, el largo viaje había hechque Constant se acercara a su mujer y a shijo más de lo que habían estado en edorado sistema de tablados, rampas

escalas, púlpitos, gradas y escenarios eNewport. Pero el único amor en la unidaamiliar seguía siendo el del joven Crono Beatrice. Aparte del amor entre madre e hijosólo había cortesía, compasión malhumorady una indignación contenida por haberse vistobligados a formar una familia.

—Ah, diablos —dijo Constant—, la vida edivertida cuando uno deja de pensarlo.

El joven Crono no sonrió cuando su padr

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dijo que la vida era divertida.El joven Crono era el miembro de l

amilia menos indicado para pensar que lvida era divertida. Beatrice y Constandespués de todo, podían reírse amargamentde los feroces incidentes a los que habíasobrevivido. Pero el joven Crono no podíeírse con ellos, porque él mismo era un fero

ncidente.No es de sorprender que los principale

esoros de Crono fueran un amuleto y unnavaja automática.

El joven Crono sacó su navaja automáticaabrió como al descuido la hoja. Entrecerró loojos. Se preparaba para matar, si matauera necesario. Miraba en dirección a unbarca de remos dorada que salía del palacide la isla.

La que remaba era una criatura de colomandarina. El remero era, naturalmenteSalo. Acercaba el bote para transportar a l

amilia hasta el palacio. Salo era un ma

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emero, nunca había remado. Tomó loemos con las ventosas de los pies.

Tenía una ventaja con respecto a loemeros humanos: el ojo en la parte posterio

de la cabeza.El joven Crono hizo espejear la luz en e

ojo del viejo Salo, la hizo relampaguear con lbrillante hoja de la navaja.

El ojo posterior de Salo pestañeó.Lo que Crono hacía no era cosa d

broma. Era una artimaña de la selva, unartimaña calculada para poner incómoda

cualquier criatura con ojos. Era una de lamiles de artimañas que el joven Crono y smadre habían aprendido en el año qupasaran juntos en la Selva AmazónicHúmeda.

La mano morena de Beatrice tomó unpiedra.

—Moléstalo de nuevo —dijo suavemente Crono.

El joven Crono mandó de nuevo la luz a

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ojo del viejo Salo.—Su cuerpo parece la única parte bland

—dijo Beatrice sin mover los labios—. Si npuedes dar en el cuerpo, procura que sea eun ojo.

Crono asintió.Constant se quedó helado viendo l

eficiente, unidad defensiva que formaban s

mujer y su hijo. El no estaba incluido en suplanes. No lo necesitaban.

—¿Qué debo hacer? —murmurConstant.

—¡Shh! —dijo Beatrice bruscamente.Salo desembarcó en la playa con su barcdorada. Hizo rápidamente un torpe nudmarinero en la muñeca de una estatua junto aagua. La estatua era una mujer desnudocando el trombón. Se titulabaenigmáticamente, Evelyn y su violín mágico.

Salo estaba demasiado perturbado por lpena para preocuparse de su propi

seguridad, para entender incluso que alguie

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podía darle un susto. Se paró un momento eun bloque de turba titánica estacionada, cercdel lugar de desembarco. Sus molestos piesuccionaron la piedra húmeda. Los levantcon un tremendo esfuerzo.

En ese momento los relámpagos decuchillo de Crono lo deslumbraron.

—Por favor... —dijo.

Una piedra voló del resplandor del cuchilloSalo bajó la cabeza. Una mano lo atrap

por el cuello delgado y lo derribó.El joven Crono estaba ahora montado e

el viejo Salo, la punta de su cuchillapuntando al pecho de Salo. Beatrice sarrodilló junto a la cabeza, suspendiendsobre ella una piedra capaz de deshacerla.

—Adelante... mátenme —dijo Saloncamente—. Me harán un favor. Desearí

estar muerto. Ojalá nunca me hubieraabricado y puesto en funcionamiento, antodo. Mátenme, acaben con mi desdicha

después vayan a verlo. Quiere que uste

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vaya.—¿Quién? —dijo Beatrice.—Su pobre marido, el que fue mi amigo

Winston Niles Rumfoord —dijo Salo.—¿Dónde está? —dijo Beatrice.—En ese palacio de la isla —dijo Salo—

Se está muriendo, solo, salvo su fiel perro. Lestá llamando... —dijo Salo—, los llama

odos. Y dice que no quiere volver a poner loojos en mí.

 Malachi Constant vio que los labio

plomizos besaban silenciosamente el airenue. Detrás de los labios la lengua hizo uchasquido infinitesimal. De pronto los labiose contrajeron, mostrando los dienteperfectos de Winston Niles Rumfoord.

Constant a su vez mostraba los dientespreparándose a hacerlos crujconvenientemente a la vista de este hombrque le había hecho tanto daño. No los hiz

crujir. En primer lugar, nadie estaba mirando

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nadie lo vería hacerlo y lo entendería. Pootra parte, Constant descubrió que no teníodio.

Sus preparativos para hacer rechinar lodientes terminaron en un abrir la boca comun papanatas, el gesto del que está epresencia de una espectacular enfermedamortal.

Winston Niles Rumfoord yacíacompletamente materializado, de espaldas ea reposera lavanda junto al estanque. Suojos se dirigían al cielo, sin pestañear y com

ciegos. Una hermosa mano colgaba junto a lsilla, los esbeltos dedos enroscados en lajustada cadena de Kazak, el sabueso deespacio.

No había nada en el extremo de lcadena.

Una explosión del Sol había separado ahombre de su perro. Un Universo planeadcon misericordia los hubiera mantenido juntos

El Universo habitado por Winston Nile

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Rumfoord y su perro no estaba planeado comisericordia. Kazak había sido enviado anteque su amo a la gran misión a nada y ningunparte.

Kazak había partido aullando en unbocanada de ozono y luz pálida, en uzumbido como de enjambre de abejas.

Rumfoord dejó que la cadena se l

deslizara de los dedos. La cadena expresabmuerte, hizo un sonido informe y un montónforme; era una despreciable esclava de lgravedad, nacida con la espina dorsal rota.

Los labios plomizos de Rumfoord smovieron.—Hola, Beatrice, mujer —dij

sepulcralmente.«Hola, Vagabundo del Espacio —dijo

Esta vez su voz era afectuosa—. Muy amablde tu parte haber venido, Vagabundo deEspacio, a aceptar una chance máconmigo.

«Hola, joven e ilustre portador del ilustr

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nombre de Crono —dijo Rumfoord—. Salveestrella del béisbol alemán, salve, dueño deamuleto.

Los tres a quienes hablaba estaban justpegados a la pared. Entre ellos y Rumfoorse encontraba el estanque.

 El viejo Salo, a quien no se le habí

concedido la gracia de morir, penaba en eimón de la barca dorada, en la orilla, del otrado de la pared.

—No me estoy muriendo —dijo Rumfoor

—, simplemente me despido del SistemSolar. Y ni siquiera eso. De acuerdo con ecriterio grande, intemporal, infundibuladcronosinclásticamente, siempre estaré aquSiempre estaré allí donde haya estado.

«Estoy pasando la luna de miel contigoBeatrice —dijo—. Lo estoy llevando todavíal cuartito debajo de la caja de la escalera eNewport, Mr. Constant. Sí, y jugando a

escondite en las cavernas de Mercurio co

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usted y con Boaz. Y Crono... —dijo—, testoy observando mientras juegas tan bien abéisbol alemán en la cancha de hierro, eMarte.

Gimió. Fue un gemido muy leve, y tariste.

El aire dulce, suave de Titán se llevó eeve gemido.

—Todo lo que hayamos dicho, amigosodo lo que estamos diciendo, tal como fueal como es, tal como será —dijo Rumfoord.

El leve gemido volvió de nuevo.

Rumfoord lo miraba irse como si fuera uanillo de humo.—Hay algo que deben saber sobre la vid

en el Sistema Solar —dijo—. Por haber sidnfundibulado cronosinclásticamente, lo hsabido todo el tiempo. Sin embargo, es algan nauseabundo que he pensado en ello lmenos posible.

«Esa cosa nauseabunda es la siguiente:

«Todo lo que cada terráqueo ha hech

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siempre ha sido urdido por criaturas de uplaneta situado a ciento cincuenta mil años lude distancia. El nombre del planeta eTralfamadore.

«Cómo nos controlan loralfamadorianos, no lo sé. Pero sí con quin nos controlan. Nos controlan de modo tapara hacernos entregar una pieza d

epuesto a un mensajero tralfamadoriano quse estableció aquí en Titán.

Rumfoord señaló con el dedo al joveCrono.

—Tú, muchacho... —dijo—. Tú la tieneen el bolsillo. En tu bolsillo está la culminacióde toda la historia terrestre. En tu bolsillestá ese algo misterioso que todo terráqueha tratado con tanta desesperación, con tantervor, tan a tientas, con tanta fatiga, producy entregar.

Una ramita chisporroteante de electricidabrotó de la punta del dedo acusador d

Rumfoord.

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—¡Eso que tú llamas tu amuleto —dijRumfoord— es la pieza de repuesto por lcual ha estado esperando tanto tiempo emensajero tralfamadoriano!

«El mensajero —dijo Rumfoord— es lcriatura color mandarina que está ahoracurrucada ahí afuera. Su nombre es SaloYo había confiado en que el mensajero darí

a la humanidad un atisbo del mensaje quevaba, puesto que la humanidad le daba u

buen impulso en el camino. Por desgraciaiene órdenes de no mostrar el mensaje

nadie. Es una máquina, y como tal no puedsino considerar que las órdenes son órdenes«Le pedí cortésmente que me mostrara e

mensaje —dijo Rumfoord—Desesperadamente se negó.

La ramita de electricidad del dedo dRumfoord creció formando una espiraalrededor de su figura. Rumfoord contempla espiral con triste desprecio.

—Pienso que quizá es esto —dijo de l

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espiral.Y lo era. La espiral se condens

geramente, haciendo una reverencia. Yentonces empezó a girar alrededor dRumfoord, hilando un capullo continuo de luverde, susurrando.

—Todo lo que puedo decir —dijRumfoord desde el interior del capullo— e

que he hecho todo lo que he podido para biede mi Tierra natal mientras servía a lorresistibles deseos de Tralfamadore.

«Quizá ahora que la pieza de repuesto h

sido entregada al mensajero tralfamadorianoTralfamadore abandone el Sistema Solar a smismo. Quizá los terráqueos sean ahorbres de desarrollar y seguir sus propianclinaciones como no lo han sido durantmiles de años. —Estornudó—. La maravilles que los terráqueos hayan sido capaces dograr tanta coherencia como lo han hecho —dijo.

El capullo verde se alzó del suelo, qued

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suspendido sobre la cúpula.—Recuérdenme como a un caballero d

Newport, la Tierra y el Sistema Solar —dijRumfoord. Parecía sereno otra vez, en paconsigo mismo, y por lo menos igual cualquier criatura que pudiera encontrarse ecualquier parte.

—Para decirlo de una manera puntual —

se oyó que decía Rumfoord con su gorgoritde tenor desde el capullo—, adiós.

El capullo y Rumfoord desaparecieron coun pit. 

Rumfoord y su perro nunca más fuerovistos.El viejo Salo llegó brincando al patio just

en el momento en que Rumfoord y su capulldesaparecían.

El pequeño tralfamadoriano estabdesatado. Con un pie ventosa se habíarrancado el mensaje de la banda quodeaba su garganta. Un pie seguía siend

ventosa y en él estaba el mensaje.

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Miró el lugar donde el capullo se habíelevado.

—¡Skip! —gritó al cielo—. ¡Skip! Te diré emensaje ¡El mensaje! ¡Skiiiiiiiiiiiiiiiip!

La cabeza le dio un gran salto en lobulones.

—Se fue —dijo con voz vacía. Susurró—Se fue.

«¿Una máquina? —dijo Salo. Hablabartamudeando, tanto para sí mismo compara Constant, Beatrice y Crono—. Máquinsoy, y también lo es mi gente —dijo—. Fu

diseñado y manufacturado sin reparar egastos ni economizar talento para hacermdigno de confianza, eficaz, predecible duradero. Yo era la mejor máquina que podíhacer mi pueblo.

«¿Hasta dónde he demostrado ser unbuena máquina? —preguntó Salo.

«¿Digna de confianza? —dijo—. Sconfiaba en que yo guardaría el mensaj

sellado hasta llegar a destino, y ahora lo h

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abierto.«¿Eficaz? —dijo—. Al perder a mi mejo

amigo en el Universo, me cuesta ahora máenergía pisar una hoja seca de lo que mcostó una vez saltar sobre el montRumfoord.

«¿Previsible? —dijo—. Después dobservar a los seres humanos durant

doscientos mil años terrestres, me he vueltan caprichoso y sentimental como la máonta de las colegialas de la Tierra.

«¿Duradera? —dijo opacamente—. Ya l

veremos.Dejó el mensaje que había llevado durantanto tiempo sobre la reposera lavanda, quRumfoord había dejado vacía.

—Aquí está... amigo —dijo en recuerdde Rumfoord—, y ojalá te sirva de consueloSkip. Mucho dolor le cuesta a tu viejo amigSalo. Para dártelo, aunque sea demasiadarde, tu viejo amigo Salo tiene que lucha

contra el centro de su ser, contra s

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naturaleza misma de máquina.«Le pediste lo imposible a una máquina —

dijo Salo— y la máquina ha cumplido.«La máquina ya no es una máquina —dij

Salo—. Los contactos de la máquina estácorroídos, el alcance reducido, y suengranajes hechos trizas. Su cerebro zumby estalla como el cerebro de un terráqueo

chisporrotea y se recalienta con las ideas damor, honor, dignidad, derechos, logrontegridad, independencia...

El viejo Salo recogió de nuevo el mensaj

de la reposera de Rumfoord. Estaba escriten un fino cuadrado de aluminio. El mensajera una sola tilde.

—¿Les gustaría saber cómo he sidusado, en qué se ha consumido mi vida? —dijo—. ¿Les gustaría saber cuál es emensaje del que he sido portador durantcasi medio millón de años terrestres, emensaje del que yo debía ser portado

durante otros dieciocho millones de años?

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Sostuvo el cuadrado de aluminio con upie ventosa.

—Una tilde —dijo.«Una sola tilde —dijo.«El significado de una tilde e

ralfamadoriano —dijo el viejo Salo— es...«Saludos. 

La maquinita de Tralfamadore, despuéde revelarse el mensaje a sí mismo, Constant, a Beatrice y a Crono desde undistancia de ciento cincuenta mil años luz, d

un salto brusco salió del patio y llegó a lplaya. Allí se mató. Se desmontó a sí mismo

arrojó sus piezas en todas direcciones.Crono salió solo a la playa y err

pensativo entre los pedazos de Salo. Cronsiempre había sabido que su amuleto tenípoderes extraordinarios y un significadextraordinario.

Y siempre había sabido que algun

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criatura superior vendría en su momento eclamarle el amuleto como propio. Er

característico de los amuletos realmenteficaces el que los seres humanos nuncueran sus dueños absolutos.

Simplemente se hacían cargo de ellos, sbeneficiaban de ellos, hasta que llegaran loverdaderos dueños, los dueños superiores.

Crono no tenía el sentido de la futilidad el desorden.

Todo le parecía en un orden perfecto.Y el chico mismo participab

ajustadamente de ese orden perfecto.Sacó el amuleto del bolsillo, lo dejó caesin pesar en la arena, entre las partedispersas de Salo.

Crono creía que tarde o temprano lauerzas mágicas del Universo lo armaríaodo de nuevo.

Siempre lo hacían. 

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Epílogo - Reunión con Stony «Estás cansado, tan cansado, Vagabund

del EspacioMalachi, Unk. Contempla la estrella má

débiterráqueo, y piensa qué pesadas se t

están poniendo las piernas»

SALO No hay mucho mas que contar.Malachi envejeció en Titán.

Beatrice Rumfoord envejeció en Titán.Murieron apaciblemente, a veinticuatrhoras el uno del otro. Murieron a los setenta cuatro años.

Sólo los azulejos de Titán supieron lo quocurrió, finalmente, a Crono, su hijo.

 Cuando Malachi Constant llegó a lo

setenta y cuatro años de edad, era áspero

dulce y patituerto. Estaba totalmente calvo

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andaba desnudo casi todo el tiempo, cubiertsolamente por una barba blanca, bieecortada, a lo Van Dyck.

Vivía en la nave espacial de Salo; alhabía vivido durante treinta años.

Constant no había intentado volar en lnave espacial. No se había atrevido a tocaun solo control. Los controles de la nave d

Salo eran mucho más complejos que los duna nave marciana. El tablero de Salpresentaba doscientos setenta y trebotones, llaves y perillas, cada uno con un

nscripción o calibrado tralfamadoriano. Locontroles no eran sino un placer paraficionado a las charadas en un Universcompuesto de una trillonésima parte dmateria contra un decillón de partes de negry aterciopelada futilidad.

Constant había chapuceado en la navsólo para llegar a saber cautelosamente, scomo había dicho Rumfoord, el amuleto d

Crono servía realmente como parte de l

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central de energía.Superficialmente, en todo caso, el amulet

servía. Había una puerta de acceso a lcentral de energía que evidentemente habíargado humo en una ocasión. Constant labrió y encontró en el interior ucompartimiento cubierto de hollín. Y debajdel hollín había cojinetes y palancas que n

se relacionaban con nada.Constant pudo acomodar los agujeros de

amuleto de Crono en los cojinetes y entre lapalancas. El amuleto se adecuab

ajustadamente a los huecos y los llenos, dun modo que hubiera complacido a un relojersuizo.

 Constant tenía muchos hobbies que l

ayudaban a pasar el tiempo apaciblemente eel clima saludable de Titán.

El más interesante consistía en pasar eato con Salo, el mensajero desmantelado d

Tralfamadore. Constant se pasó miles d

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horas tratando de armar de nuevo a Salo de hacerlo funcionar.

Hasta entonces no había tenido suerte.Cuando Constant emprendió l

econstrucción del pequeño tralfamadorianoo hizo con la expresa esperanza de que Salaceptaría llevar de vuelta al joven Crono a lTierra.

Constant no estaba ansioso por volver a lTierra, como tampoco lo estaba scompañera Beatrice. Pero Constant Beatrice habían convenido en que su hijo, qu

enía casi toda la vida por delante, debívivirla con los activos y alegrecontemporáneos de la Tierra.

Pero cuando Constant llegó a los setenty cuatro años, el problema de devolver aoven Crono a la Tierra ya no era apremianteEl joven Crono ya no era particularmentoven. Tenía cuarenta y dos años. Y se habíadaptado de un modo tan completo

especial a Titán que hubiera sid

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extremadamente cruel enviarlo a otra parte. A los diecisiete años, el joven Crono s

había marchado de su hogar palaciego parunirse a los azulejos, las criaturas máadmirables de Titán. Crono vivía ahora entrsus nidos, junto a los estanques KazakUsaba sus plumas, se sentaba sobre suhuevos, compartía sus alimentos y hablaba s

dioma.Constant nunca veía a Crono. A veces

arde en la noche, oía sus gritos. Constant nespondía. Los gritos eran por nada y par

nadie.Eran para Febe, una luna pasajera. A veces, cuando Constant recogía fresa

de Titán, o los huevos manchados, de ukilogramo de peso, del avefría de Titánegaba a un pequeño santuario hecho d

palos y piedras en un claro. Crono levantabcientos de esos santuarios.

Los elementos de los santuarios era

siempre los mismos. Una gran piedra en e

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centro representaba a Saturno. Un aro dmadera hecho con una rama verde lodeaba, representando los anillos d

Saturno. Y más allá de los anillos había unapiedritas que representaban las nueve lunasLa más grande de esas piedras satélites erTitán. Y debajo estaba siempre la pluma dun azulejo titánico.

Las marcas en el suelo mostraban a laclaras que el joven Crono, ya no tan joven, spasaba horas haciendo girar los elementodel sistema.

Cuando el viejo Malachi Constanencontraba uno de esos extraños santuariode su hijo en estado de abandono, lordenaba lo mejor que podía. Lo desyerbaby rastrillaba, y hacía un nuevo anillo con unama para la piedra que era Saturno. Debaj

de la piedra que era Titán ponía una plumnueva de azulejo.

Con la limpieza de los santuarios

Constant se acercaba espiritualmente lo má

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que podía a su hijo.Respetaba lo que su hijo estaba tratand

de hacer con la religión.Y aveces, cuando Constant contemplab

un santuario restaurado, movíexperimentalmente los elementos de spropia vida, pero en el nivel de la mente. Eesas ocasiones era probable que reflexionar

con melancolía en dos cosas sobre todo: easesinato de Stony Stevenson, su mejor único amigo, y el amor de Beatrice Rumfoordque había conquistado tan tarde en la vida.

Constant nunca supo si Crono sabía quiéordenaba los santuarios. Quizá Cronpensara que su dios o sus dioses lo hacían.

Todo era tan triste. Pero todo era tahermoso, también.

Beatrice Rumfoord vivía sola en el TaMahal de Rumfoord. Sus contactos coCrono eran mucho más perturbadores que lode Constant. Con intervalos imprevisibles

Crono nadaba hasta el palacio, se vestía co

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opas de Rumfoord, anunciaba que era ecumpleaños de su madre, y se pasaba el díen una conversación indolente, tristeazonablemente civilizada.

 Al final de un día así, Crono se ponírenético contra las ropas, su madre y lcivilización. Se desgarraba el traje, chillabcomo un azulejo y se zambullía en el ma

Winston.Después de soportar una de esas fiesta

de cumpleaños, Beatrice clavaba un remo ea arena de la playa frente a la orilla má

cercana y enarbolaba una sábana blanca.Era una señal para Malachi Constanogándole por favor que fuera en seguida

ayudarla a calmarse.Y cuando Constant llegaba en respuesta

a señal de angustia, Beatrice siempre sconsolaba a sí misma con las mismapalabras.

—Por lo menos —decía— no es un nen

de mamá. Y por lo menos tiene la grandez

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de alma necesaria para juntarse con las mánobles, las más hermosas criaturas visibles.

 La sábana blanca, la señal de angustia

estaba flotando ahora.Malachi Constant llegó a la orilla en un

piragua. La barca dorada que correspondía apalacio se había hundido hacía mucho

comida por la carcoma.Constant usaba una vieja salida de bañ

azul que había pertenecido a Rumfoord. Lhabía encontrado en el palacio y la usaba e

vez del gastado traje de Vagabundo deEspacio. Era su único vestido y sólo se lponía cuando Beatrice lo llamaba.

Constant llevaba consigo en la piraguseis huevos de avefría, medio kilo de fresasilvestres, una jarra de turba con doce litrode leche de margaritas fermentadas, treinta cinco litros, de semillas de margarita, ochbros que había tomado prestados de l

biblioteca de cuarenta mil volúmenes qu

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había en el palacio, una escoba y una pala dconfección casera.

Constant se bastaba a sí mismoCultivaba o recogía todo lo que necesitabaEsto le daba una enorme satisfacción.

Beatrice no dependía de ConstanRumfoord había almacenado en el Taj Mahagenerosas cantidades de alimentos y bebida

errestres. Beatrice tenía para comer y bebeen abundancia, y siempre tendría.

Constant llevaba alimentos del lugar Beatrice porque estaba muy orgulloso de su

alentos de leñador y agricultor. Le gustabmostrar sus talentos de abastecedor.Era compulsivo en él.Constant llevaba la escoba y la pala en l

piragua porque el palacio de Beatrice era uverdadero revoltijo. Beatrice no limpiaba, dmodo que Constant sacaba lo más gordo da suciedad cuando le hacía una visita.

 

Beatrice Rumfoord era una ancian

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elástica, tuerta, con dientes de oro, morenaderecha y flaca como una espina. Pero pesar de su decadencia, se trasparentaba sclase.

Para cualquiera con sentido de lo poéticoo mortal y lo maravilloso, la altiva y pomuloscompañera de Malachi Constant era el sehumano más hermoso de todos.

Era probablemente un poco chiflada. Euna luna donde sólo había otras dopersonas, estaba escribiendo un libro tituladEl Verdadero Objeto de la Vida en el Sistem

Solar. Era una refutación de la idea dRumfoord de que el objeto de la vida humanen el Sistema Solar era hacer que emensajero que desembarcara dTralfamadore siguiera de nuevo su camino.

Beatrice empezó el libro cuando su hijo ldejó para juntarse con los azulejos. Hasteste momento la obra, escrita a manoocupaba treinta y ocho pies cúbicos del Ta

Mahal.

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Cada vez que Constant la visitaba, ella leía en voz alta los últimos añadidos amanuscrito.

Estaba haciéndolo ahora, sentada en lvieja reposera de Rumfoord mientraConstant haraganeaba en el patio. Llevabuna colcha de felpa rosa y blanca que habíen el palacio. Labrado en la guarda de l

colcha se leía el mensaje, Dios no spreocupa. A Dios no le importa. 

Había sido la colcha personal dRumfoord.

Beatrice seguía leyendo, devanandargumentos contra la importancia de lauerzas de Tralfamadore.

Constant no escuchaba demasiadoSimplemente gozaba de la voz de Beatriceque era fuerte y triunfante. Estaba metido euna boca de alcantarilla junto a la piscinahaciendo girar una válvula para sacar el aguaEl agua de la piscina se había convertido e

algo parecido a la sopa de arvejas, debido

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as algas de Titán. Cada vez que Constanvisitaba a Beatrice, libraba una batallperdedora contra la prolífica espesura verde

—Sería inútil negar —decía Beatriceeyendo su obra en voz alta— que las fuerzade Tralfamadore han tenido algo que ver coos asuntos de la Tierra. Pero las personaque han servido los intereses d

Tralfamadore lo han hecho de una manera tapersonal, que se puede decir quTralfamadore no ha tenido prácticamentnada que ver con la cosa.

Constant, de pie en la alcantarilla, apoya oreja en la válvula que había abierto. Auzgar por el sonido, el agua salía lentamente

Constant blasfemó. Uno de los elementode información vitales que habíadesaparecido con Rumfoord y muerto coSalo, era cómo se las habían arreglado, esu tiempo, para mantener cristalina el agude la piscina. Aun desde que Constant s

hiciera cargo del cuidado de la piscina, la

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algas habían seguido creciendo. El fondo os lados de la piscina estaban forrados couna capa de limo, y un montículmucilaginoso tapaba las tres estatuas decentro, las tres sirenas de Titán.

Constant sabía el significado de las tresirenas en su vida. Lo había leído, tanto en lBreve Historia de Marte como en La Bibli

autorizada y revisada de Winston NileRumfoord. Las tres grandes bellezas ya no lmportaban tanto, como no fuese parecordarle que alguna vez el sexo lo habí

perturbado.Constant emergió del agujero. —Salcada vez más despacio —dijo a Beatrice—Me parece que no puedo dejar pasar muchiempo sin destapar los caños.

—¿Ah, sí? —dijo Beatrice, levantando loojos de su manuscrito.

—Sí —dijo Constant.—Bueno... haz lo que haya que hacer —

dijo Beatrice.

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—Es la historia de mi vida —dijo Constan—Acaba de ocurrírseme una idea qu

debería figurar en el libro —dijo Beatrice—basta que no se me escape.

—Le daré con la pala si pasa por aquí.—No digas nada durante un minuto —dij

Beatrice—. Déjame que la atrape en mcabeza. —Se puso de pie y caminó hasta l

entrada del palacio para huir de ladistracciones de Constant y de los anillos dSaturno.

Miró largamente un gran cuadro al óle

colgado en la pared de entrada. Era la únicpintura del palacio. Constant lo había traídde Newport.

Era el retrato de una niñita inmaculada, dblanco, que sostenía las riendas de su ponblanco.

Beatrice sabía quién era la niñita. Ecuadro tenía un rótulo de bronce que decíBeatrice Rumfoord, niña. 

Había un gran contraste entre la niñita d

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blanco y la anciana que la miraba.De pronto Beatrice volvió la espalda a

cuadro y salió de nuevo al patio. La idea ququería añadir al libro estaba ahora en smente.

—Lo peor que le puede ocurrposiblemente a cualquiera —dijo—, es no seusado para nada por nadie.

El pensamiento la alivió. Se tendió en lvieja reposera de Rumfoord, miró lohermosos anillos de Saturno, el Arco Iris dRumfoord.

—Gracias por haberme usado —dijo Constant—, aunque yo no quisiera ser usadpor nadie.

—De nada —dijo Constant.Empezó a barrer el patio. Lo

desperdicios que barría estaban formadopor una mezcla de arena, que venía de afuercon el viento, cascaras de semilla dmargarita, cascaras de maní terrestre, lata

de pollo vacías y hojas apelotonadas de

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manuscrito. Beatrice subsistía sobre todo base de semillas de margarita, cacahuetes pollo enlatado porque no tenía que cocinarlosporque ni siquiera tenía que interrumpir sescritura para comerlos.

Podía comer con una mano y escribir coa otra, y deseaba, más que nada en la vidaque todo quedara escrito.

Cuando había barrido la mitad del patiose detuvo para ver cómo se vaciaba lpiscina.

Lentamente se desagotaba. El viscos

montículo verde que cubría las tres sirenade Titán rompía justo la superficidescendente del agua.

Constant se inclinó sobre la alcantarillabierta, para escuchar el sonido del agua.

Escuchó la música de los caños. Y oyalgo más.

Oyó la ausencia de un sonido familiar amado.

Su compañera Beatrice ya no respiraba.

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 Constant Malachi enterró a su compañer

en la turba titánica a orillas del mar WinstonLa enterró donde no había estatuas.

Malachi Constant le dijo adiós cuando ecielo estaba lleno de azulejos titánicos. Debíde haber por lo menos diez mil grandes nobles pájaros.

Convertían el día en noche, sacudían eaire con el batir de sus alas.

Ni un pájaro gritó.Y en esa noche en mitad del día, Crono

el hijo de Beatrice y Malachi, apareció en uncolina que dominaba la nueva tumba. Llevabuna capa de plumas que restallaba como suera un par de alas.

Era espléndido y fuerte.—¡Gracias, Padre y Madre —gritó— po

el don de la vida. ¡Adiós!Se fue, y los pájaros partieron con él.Cuando el viejo Malachi Constant volvió a

palacio, el corazón le pesaba como una bal

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de cañón. Lo que lo llevaba de vuelta a aqueriste lugar era el deseo de dejarlo en bueorden.

Tarde o temprano alguien más vendría.El palacio debía estar limpio, pulcro y list

para quien fuese. El palacio debía hablar biede su anterior ocupante.

 Alrededor de la gastada reposera d

Rumfoord estaban los huevos de avefría y laresas silvestres de Titán, la jarra de leche dmargaritas fermentadas y el canasto dsemillas de margarita que Constant habí

raído para Beatrice. No durarían hasta quegara el próximo ocupante.Constant lo puso todo en la piragua.No lo necesitaba. Nadie lo necesitaba.

 Al enderezar su vieja espalda, desde lcanoa vio a Salo, el pequeño mensajero dTralfamadore, caminando sobre el agua en sdirección.

—Mucho gusto —dijo Constant.

—El gusto es mío —dijo Salo—. Gracia

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por haberme armado de nuevo.—Creí que no lo había hecho bien —dij

Constant—. No pude conseguir que dierseñales de vida.

—Lo hizo bien —dijo Salo—. Era yo el quno me decidía a darlas. —Dejó salir el aire dsus pies con un susurro—. Supongo quendré que irme.

—¿Va a entregar el mensaje, después dodo? —dijo Constant.

—Todo el que ha viajado hasta ahora couna misión tonta —dijo Salo—, no puede sin

defender el honor de los tontos completanda misión.—Mi compañera ha muerto hoy —dij

Constant.—Lo siento —dijo Salo—. Yo diría: «¿N

puedo hacer nada por usted?», pero Skip mdijo una vez que era la expresión más odiosy estúpida de la lengua.

Constant se frotó las manos. La únic

compañía que le quedaba en Titán era la qu

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su mano derecha podía hacerle a lzquierda.

—La echo de menos —dijo.—Al fin usted se enamoró, por lo que ve

—dijo Salo.—Hace sólo un año —dijo Constant—

Nos llevó tanto tiempo comprender que eobjeto de una vida humana, quienquiera qu

sea que la controle, es amar al que estcerca para ser amado.

—Si usted o su hijo quieren volver a lTierra —dijo Salo— sepa que no me qued

muy fuera de camino.—Mi hijo se ha ido con los azulejos —dijConstant.

—¡Suerte la de él! —dijo Salo—. Yo mría con los azulejos si me dejaran.

—La Tierra —dijo Constant, maravillado.—Podríamos estar allí en cosa de hora

—dijo Salo—, ahora que la nave funciona biede nuevo.

—Esto ha quedado solitario —dij

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Constant— ahora que... —Sacudió la cabeza En el viaje de vuelta, Salo sospechó qu

había cometido un error trágico al aconsejaa Constant que regresara a la Tierra. Habíempezado a sospecharlo cuando Constannsistió en que lo llevara a Indianápolisndiana, U.S.A.

La insistencia de Constant fue unevelación consternante, pues Indianápoli

estaba lejos de ser un lugar ideal para uviejo sin hogar.

Salo quería dejarlo junto a una pista duego de tejo en St. Petersburg, FloridaU.S.A., pero Constant, a la manera de loviejos, no sería disuadido de su primerdecisión. Quería ir a Indianápolis, y nadmás.

Salo supuso que Constant tenía parienteo posiblemente viejas relaciones de negocioen Indianápolis, pero resultó que no.

—No conozco a nadie en Indianápolis,

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no conozco nada sobre Indianápolis, salvuna cosa —dijo Constant—, una cosa que leen un libro.

—¿Qué es lo que leyó en un libro? —dijSalo incómodo.

—Indianápolis, Indiana —dijo Constant—es el primer lugar de los Estados Unidodonde un hombre blanco fue ahorcado po

haber asesinado a un indio. El tipo de gentque cuelga a un blanco por haber asesinado un indio... —dijo Constant—, es el tipo dgente que me viene bien.

La cabeza de Salo se sobresaltó sobrsus cojinetes a bolilla. Sus pies hicieron unopenosos sonidos en el piso de hierroEvidentemente su pasajero no sabía casnada sobre el planeta hacia el cual sacercaba a una velocidad próxima a la de luz.

Por lo menos Constant tenía dinero.Eso era una esperanza. Tenía casi tres m

dólares en diversas monedas terrestres

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omadas de los bolsillos de los trajes dRumfoord en el Taj Mahal.

Y por lo menos estaba vestido.Llevaba un traje terriblemente bolsud

pero de buen tweed, que había sido dRumfoord, completado con una llave, símbolestudiantil, colgando de una cadena quatravesaba la delantera de la chaqueta.

Salo le había hecho llevar la llave juntcon el traje.

Constant tenía un buen abrigo, usombrero y también galochas.

 A sólo una hora de distancia de la TierraSalo se preguntó qué más podía hacer parque lo que le quedaba de vida a Constanuera soportable, aun en Indianápolis.

Y decidió hipnotizar a Constant, para quos últimos segundos de la vida de Constanpor lo menos, agradaran enormemente aviejo. La vida de Constant terminaría bien.

Constant ya estaba en un estado cas

hipnótico, contemplando el Cosmos a travé

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de una tronera.Salo se le acercó por detrás y le habl

suavemente.—Estás cansado, tan cansado

Vagabundo del Espacio, Malachi, Unk —dijSalo—. Contempla la estrella más débierráqueo, y piensa qué pesadas se te estáponiendo las piernas.

—Pesadas —dijo Constant.—Vas a morir algún día, Unk —dijo Sal

—. Lo siento, pero es verdad.—Verdad —dijo Constant—. No lo sientas

—Cuando sepas que te estás muriendoVagabundo del Espacio —dijo Salhipnóticamente—, te ocurrirá una cosmaravillosa. —Entonces describió a Constanas cosas maravillosas que Constanmaginaría antes de que su vida sextinguiera.

Sería una ilusión posthipnótica.—¡Despierta! —dijo Salo.

Constant se estremeció, se apartó de l

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ronera.—¿Dónde estoy? —dijo.—En una nave espacial tralfamadorian

que ha salido de Titán rumbo a la Tierra —dijSalo.

—Ah —dijo Constant—. Claro —dijo umomento después—. Debo de habermdormido.

—Eche un sueñito —dijo Salo.—Sí, creo que lo haré —dijo Constant. S

endió en una litera. Se hundió en el sueño.Salo sujetó al Vagabundo del Espacio a s

tera. Luego se sujetó a su propio asientrente a los controles. Puso los tres dialesverificó dos veces cada uno. Apretó un botóojo brillante.

Se reclinó. No había nada más que haceDesde ese momento en adelante todo erautomático. En treinta y seis minutos la navaterrizaría sola cerca del final de una línea dautobuses en las afueras de Indianápolis

ndiana, U.S.A., la Tierra, Sistema Solar, Ví

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Láctea.Serían allí las tres de la mañana.

 Además sería invierno. La nave espacial aterrizó sobre cuatr

pulgadas de nieve fresca en un terreno baldísituado al sur de Indianápolis. No había nadidespierto para verla aterrizar.

Malachi Constant salió de la navespacial.

—Allí está la parada del autobús, viejsoldado —susurró Salo. Había que hablar e

voz baja, porque a sólo diez metros ddistancia había una casa de dos pisos couna ventana de dormitorio abierta. Salseñaló un banco nevado en la acera—Tendrá que esperar unos diez minutos —susurró—. El autobús lo llevará al centro da ciudad. Pídale al conductor que lo dejcerca de un buen hotel.

Constant asintió.

—No se preocupe —murmuró.

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—¿Cómo se siente? —murmuró Salo.—Caliente como una tostada —murmur

Constant.La queja de alguien a quien vagament

habían molestado en el sueño salió de lventana abierta.

—Auuu, es alguien —se quejó el hombr—, afo, aua, deyab, ummmm.

—¿Se siente bien, de veras? —susurrSalo.

—Sí. Muy bien —susurró Constant—Caliente como una tostada.

—Buena suerte —susurró Salo.—Aquí no decimos eso —susurrConstant.

Salo pestañeó.—Yo no soy de aquí —susurró. Mir

alrededor el mundo perfectamente blancosintió los besos húmedos de los copos dnieve, pensó en los ocultos significados de lapálidas luces amarillas de la calle qu

brillaban en un mundo tan blancament

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dormido. —Hermoso —susurró.—¿No es cierto? —susurró Constant.—¡A ver si se callan! —grit

amenazadoramente el que quería dormir, aque pudiera amenazar su sueño—. ¿Qupasa? Oooh.

—Mejor que se vaya —susurró Constant.—Sí —susurró Salo.

—Adiós —susurró Constant— y gracias.—No hay de qué, vamos —susurró Salo

Volvió a la nave, cerró la escotilla. La nave selevó con el sonido de un hombre que sopl

sobre el cuello de una botella. Salió entre loemolinos de nieve, desapareció.—Adiós —dijo.Los pies de Malachi Constant chirriaron e

a nieve mientras caminaba hacia el bancoSacudió la nieve del banco y se sentó.

—¡Frooo! —gritó el hombre que querídormir, como si de pronto hubiera entendidodo.

«¡Broo! —gritó porque no le gustaba nad

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o que de pronto había comprendido.«¡Sapfrum! —dijo, expresando co

érminos seguros lo que iba a hacer.«¡Fluf! —gritó.Era de imaginar que los conspiradore

habían huido. Cayó más nieve.

El ómnibus que Malachi Constanesperaba llegó con dos horas de retraso esmañana, debido a la nieve. Cuando llegó erdemasiado tarde. Malachi Constant estab

muerto.Salo lo había hipnotizado para qumaginara, al morir, que veía a su mejor único amigo, Stony Stevenson.

Mientras la nieve goteaba sobre Constanél imaginaba que las nubes se abrían dejandpasar un rayo de sol, un rayo de sol todpara él.

Una nave espacial dorada, tachonada d

diamantes, se deslizó por el rayo del sol

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aterrizó en la nieve intacta de la calle.Bajó de ella un hombre rechoncho

pelirrojo, con un gran cigarro. Era jovenUsaba el uniforme de la Infantería Marciande Asalto, el viejo traje de Unk.

—Hola, Unk —dijo—. Entra.—¿Que entre? —dijo Constant—. ¿Quié

es usted?

—Stony Stevenson, Unk. ¿No meconoces?

—¿Stony? —dijo Constant—. ¿Eres túStony?

—¿Qué otro puede soportar ese ritmendemoniado? —dijo Stony. Se rió—. Entr—dijo.

—¿Para ir a dónde? —dijo Constant.—Al Paraíso —dijo Stony.—¿Cómo es el Paraíso? —dijo Constant.—Todo el mundo es feliz para siempre —

dijo Stony—, o por lo menos mientraaguante este Universo de mierda. Entra Unk

Beatrice ya está allí, esperándote.

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—¿Beatrice? —dijo Unk, entrando en lnave espacial.

Stony cerró las troneras, apretó el botóde marcha.

—¿Vamos... vamos al Paraíso ahora? —dijo Constant—. ¿Voy... estoy yendo aParaíso?

—No me preguntes por qué, viejo —dij

Stony—, pero hay alguien allí arriba a quien lgustas.

 

FIN 

El llamado de sirena de la espiral dVonnegut: desde las vistas lunares dDresden a Tralfamadore

 I 

Kurt Vonnegut (h.) ha investigado el ámbit

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de la imaginación apocalíptica más qucualquiera de sus contemporáneos. Hasta lecha, tres de sus novelas abordan los temabásicos de la ciencia ficción. Su primernovela, Phyer Piano (1952), presentdetalladamente y de manera algconvencional la distopía futurista y mecánicde Ilium, Nueva York. The Sirens of Titán

1959), su segunda novela, la más cercandel «centro vital» de la ciencia ficción y temde este capítulo, trata el impacto filosófico metafísico que provoca el descubrimiento d

que la historia humana en toda su extensióha servido a los intereses de manipuladoreextraños del planeta Tralfamadore. En euturo indeterminado en que ubica CatCradle (1963), otro descubrimiento, el de unsustancia llamada hielo-nieve, congela hastextinguir la vida en la Tierra. En Cat's Cradlea invención de una nueva forma de consueleligioso y la llegada de un nuevo mesías

ema dominante en las novelas de Vonnegut

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asociado con los aspectos utópicos de lciencia ficción, está tratado en profundidadEn cambio, en Mother Night (1961), lprimera de las novelas no futuristas dVonnegut, es notoria la ausencia delementos religiosos o mesiánicos; tal vedebido a que esta novela está dedicada máde lleno que cualquiera de las cinco restante

al interés de Vonnegut polarizado en el caos el horror de la guerra, especialmente de lsegunda guerra mundial. En este casasistimos a la historia desolada y apabullant

y al eventual suicidio de Howard WCampbell, un agente doble norteamericanque vive en Alemania durante la segundguerra. El Sr. Rosewater y Billy Pilgrimprotagonistas respectivamente de God BlesYou Mr. Rosewater (1936) y SlaughterhouseFive (1969), sufren durante la segunda guerrmundial experiencias igualmente traumáticasSiguiendo en gran parte el ejemplo de Kilgor

Trout, un escritor de ciencia ficción prolífico

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pero sin éxito económico y con aire de Cristoel Sr. Rosewater logra calmar semordimiento por haber matado a tre

bomberos alemanes durante la guerradedicando su vida a la creación de una utopíilantrópica. Billy Pilgrim, tal vez a raíz de suespantosas experiencias durante ebombardeo de Dresde, tal vez por leer

Trout, quizá porque es cierto, se cre«liberado en el tiempo» merced al ejemplo dsus cautivos en el planeta Tralfamadore; dmodo que el relato de su vida es un

rayectoria zigzaguente en el tiempo. Las tres novelas ajenas a la ciencia ficciógiran en gran parte en torno de la interaccióculpable de pasado y presente; los treelatos de ciencia ficción proyectan hacia euturo las mismas fuerzas de mecanizaciónsin sentido y destrucción. Observar esto eun modo de decir que la obra de Vonnegupresenta una totalidad temporal, es una clav

para comprender que la visión de Vonnegu

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iene muchos elementos en común con la dos habitantes del planeta Tralfamadore, quven todo lo temporal dispuesto en el espacioDesde el punto de vista espacial, no hay dudde que Vonnegut considera a su obra unotalidad, al modo de Faulkner. Lo quparecen ser las mismas ubicaciones, lmisma gente y las mismas familias, co

algunas discrepancias al parecer deliberadasentra y sale en su ficción. Tralfamadore Kilgore Trout son ejemplos de esoSlaughterhouse-Five, en especial, parece u

compendio de los motivos de las primeranovelas y la única en que el pasado, epresente y el futuro funcionaconcertadamente. Breakfast of Champion1973), una obra decepcionante, parec

compuesta con lo que no se adaptaba Slaughterhouse-Five, y sólo sirve paracentuar ese sentimiento de fin. De esto sdeduce que las novelas se ilumina

directamente una a otra, y que The Sirens o

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Titán proporciona un perímetro exterior o uelón, de foro cósmico sobre el cual sdesarrolla la acción de todas las obras dVonnegut. Por consiguiente, The Sirens oTitán tiene una importancia que no se leconoce, con excepción del mism

Vonnegut, que la llamó su novela favorita4 

Parece ineludible sacar la conclusión de quThe Sirens of Titán ha sido subestimada poratarse de la obra de Vonnegut cuycarácter de ciencia ficción es mándiscutible. «Cada día se admite más l

seriedad de las investigaciones de Vonneguque hizo que la gente se diera cuenta de quno era simplemente el escritor de cienciicción que parecía en primera instancia»

sostiene Tony Tanner, poniendo de manifiesta suposición miope de la crítica que hempañado el reconocimiento de que ThSirens of Titán es la novela más inteligentde Vonnegut, y tal vez la mejor obra d

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ciencia ficción de los últimos años5 . Entiendque este análisis de la función de la cienciicción en general y de The Sirens of Titán e

particular en el mundo imaginario de Vonnegusupone una enmienda en el enfoque de esobra. 

En la primera de las tres novelas nuturistas, el elemento de ciencia ficción estausente, excepto en lo que se refiere a mhipótesis del telón de foro cósmico en ThSirens of Titán, pero en las otras dos enterés por los factores de ciencia ficción s

va colocando gradualmente en primer planoEn un discurso de ebrio, el Sr. ElioRosewater se dirige a un grupo de escritorede ciencia ficción cuya conversación h

nterrumpido: «Yo los quiero, hijos de perra»:

Son los únicos a quienes leo. Son loúnicos que hablan de los cambios realmenterribles que están sucediendo, los únicos l

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bastante locos como para saber que la vides un viaje espacial, y no un viaje corto, sinque durará miles de millones de años. Son loúnicos con tripas suficientes como parencarar realmente el futuro, que advierteverdaderamente lo que nos hacen lamáquinas, lo que nos hacen las guerras, lque nos hacen las tremendas equivocaciones

errores, accidentes y catástrofes. Son loúnicos lo bastante locos como parangustiarse por el tiempo y las distancias siímites, por los misterios que no morirá

nunca, por el hecho de que justo ahorestamos determinando si el viaje espacial depróximo millar de millones de años se dirige a

Cielo o al Infierno6 . 

Si éste es el recuento de los temas dicción de Vonnegut, como parece serlo, ldeducción lógica sería aceptar su propicriterio e incluirlo entre los escritores dciencia ficción que constituyen el auditorio d

Rosewater. Pero llegar a esa conclusión

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preparada de antemano, es pasar por alto ehecho que, si bien los temas de Rosewateson de ciencia ficción, pueden ser tratados eobras que no lo son: Mother Night y ThMysterious Stranger, de Twain, por ejemploTemas de esta naturaleza en gran escalconstituyen la materia principal de lo que hamado literatura apocalíptica, de la cual l

ciencia ficción es una subdivisión fácilmentdentificable. Aunque me propongo analizar easpecto de ciencia ficción de la obra dVonnegut, debo destacar que lo consider

undamentalmente un escritor apocalípticque utiliza un componente considerable dciencia ficción. 

II En Slaughterhouse-Five se pone d

manifiesto la relación de este componentcon la concepción apocalíptica más amplia d

Vonnegut. En esta novela Vonnegut afronta l

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herida psíquica que tensa el arco de su arteDurante la segunda guerra mundial, siendmiembro de un batallón de exploradores, fucapturado por los alemanes y obligado rabajar en una fábrica de Dresde que hacíarabe de malta para mujeres embarazadasEl 13 de febrero de 1945, dentro de «unalacena de carne fría bajo un matadero»

sobrevivió al bombardeo de la ciudad por loaliados, una atrocidad, estratégicamentnjustificada, que tuvo como consecuencia «uncendio apocalíptico» y la muerte de 135.00

personas, mortandad que excedconsiderablemente al número de vidas que sperdieron cuando se arrojó la bomba atómic

en Hiroshima7  . Ninguna analogía terrestr

puede expresar con exactitud el efecto quuvo sobre Vonnegut la ciudad devastada«Dresde era como ahora la Luna, nada má

que minerales»8  . También para Billy Pilgrim«era como la Luna»: ningún sobrevivient

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«treparía curva tras curva de la superficie da Luna». 

Es lo que hizo Vonnegut. Aunquactualmente las pantallas de los televisorenos han familiarizado con ese paisajceniciento y estéril, lleno de hoyos, la mediden que el silencio de la Luna, el sistema solay tal vez toda la galaxia, proclama la ausenci

de vida, es una concepción imaginaria que nse puede transmitir por medios electrónicos.

En un artículo sobre la juventunorteamericana, Vonnegut termina diciendo

«Su problema es éste: el próximo holocaustdejará la Tierra inhabitable, y la Luna no eSuiza. Tampoco lo es Marte. Ni Venus.

En todo el resto del sistema solar no ha

nada que respirar»

9 . Estas oprimentemplicancias imaginarias son terreno exclusiv

de la ciencia ficción. Paradójicamente, no obstante que e

horrendo matadero de Dresde se transform

en una forma de protección y que la analogí

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de ciencia ficción proporcionó a Vonnegut umedio de concebir su desgarradorexperiencia, también le proporcionó lestrategia mental con que hacer frente a lremenda sensación de culpa quexperimentaba como norteamericano dorigen alemán que sobrevivió al holocaustdesencadenado por sus compatriotas. A

menudo se ataca a la ciencia ficción por salta de interés humano y de complicacioneemocionales. Pero esa aparente debilidadebiera considerarse como una fuerza.

Como en el Apocalipsis de San Juan, ealcance cósmico de la ciencia ficción y lmagnitud de los acontecimientos o fenómenoque trata, da lugar a que se retraiga el sehumano individual. En la perspectiva de lciencia ficción los problemas terrestres svuelven intrascendentes.

Tal como se le explica a Malachi Constanen The Sirens of Titán, el viaje espacial l

dará «una oportunidad para ver un planet

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nuevo e interesante, y una oportunidad pareflexionar sobre tu planeta nativo desde u

punto de vista nuevo y objetivo»10 . 

De dos partes sucesivas de God BlesYou, Mr. Rosewater, se puede inferir que espensamiento fue efectivamente, un aspectmportante de la supervivencia de Vonnegut al vez una explicación del fuerte acento dciencia ficción que caracteriza la primeretapa de su obra después de la experiencide Dresde. En la primera de esas partesEliot, mientras viaja en ómnibus, lee Pan

Gálactic Three-Day Pass, de Kilgore Trouuna de sus setenta y cinco novelas de cienciicción que no han tenido éxito. En lsegunda, lee «transpirándole las palmas d

as manos, una descripción de las explosioneen Dresde». La yuxtaposición es aqumportante y fundamental parSlaughterhouse-Five.  Al protagonist«terrestre» de Trout, que es miembro de un

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expedición «apoyada por alrededor ddoscientas galaxias» y que ha llegado a«borde del universo» se le ofrece un pase dres días «a causa de una muerte allá en sierra». Después de investigar cuál de suparientes pudo ser, el «terrestre» recibe estespuesta: «No se trata de quién ha muerto

sino de qué ha muerto. «Muchacho, h

muerto la Vía Láctea». Posiblemente emiedo que tenía Billy Pilgrim eSlaughterhouse-Five de que la Tierra pudierponer en peligro al universo es doblement

nfundado: cuando un piloto de prueba dTralfamadore ensaya un nuevo combustiblpara platos voladores, hace estallaaccidentalmente el Universo; la Tierra no sól«no tiene nada que ver con ello», sino que «nsiquiera está allí». 

Extrapolando del relato de Trout que «edistrito de Rosewater se había ido», Eliodescubre que «no lo echaba de menos». Est

ría perspectiva viene bien como respuesta

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a descripción de los incendios de DresdeCuando el ómnibus llega a los suburbios dndianápolis, tiene la alucinación de un grancendio, pero éste se transforma en uncolumna de fuego majestuosa estéticamente hermosa: «... hélices dascuas rojas giraban en estática armonía eorno de un centro interior blanco. El blanc

parecía sagrado». En este caso lperspectiva de la ciencia ficción funcioncomo una forma de consuelo casi religiosoDespués de esta visión «todo se volvió negr

para Eliot, tan negro como lo que se escondmás allá del límite del Universo». Sdespierta para «verse sentado en el bordso de una fuente seca», muy semejante a luente seca de The Sirens of Titán, y oye ecanto de un pájaro: «Ru-tiwiit?», igual al depájaro que canta en Slaughterhouse-Fivcerca de un vagón «verde y en forma dataúd». Para Vonnegut la ciencia ficción n

sólo proporciona una imagen visual de l

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muerte, sino que evoca un escenario dondpuede producirse la regeneración. Aparte da vida y la muerte no existen criterios fijopara Vonnegut. La realidad es de uncomplejidad en última instancia incognoscibleSolamente podemos percibir mentiras, foma para utilizar el término que se introdujen Cat's Cradle. La única distinción práctic

es la distinción entre las ficciones questimulan a las fuerzas de la muerte y las quavorecen a las fuerzas de la vida. Saplicamos esto a la literatura, las obra

ealistas, las obras de ciencia ficción y laantásticas son todas igualmente verdaderao falsas. Sin embargo, las obras realistadependen de una cierta confianza en locánones y en los sistemas mentales rígidoque inhiben la vida. El proceso vida/muertsugiere que sólo en el caso que un sistemse metamorfosee fácilmente en otro, laconcepciones más prácticas tendrán un

estructuración libre, fluida. La ciencia ficción

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como forma convincente de fantasía, permitesa estructuración abierta, y tal es la razóde su presencia en la obra de VonneguAplicándolo al Universo en Cat's Cradle sestablece; una distinción entre un granfalloono forma de organización «ficticia», como poejemplo el Partido Comunista, Hijas de lRevolución Americana y naciones, que so

ormas rígidas, conglomerados sin sentido, un karass, que por tener «una forma dúctcomo la de una ameba», es un cano«ficticio» más eficaz, puesto que la

elaciones son sutiles y a menudmisteriosas, de manera que se vuelv

mposible establecer causas y efectos11 . Va de suyo que tanto un granfalloon com

un karass son foma, pero como la noción dconfiguración karass es menos identificable no está sujeta al asentimiento colectivo, no sa puede impugnar de foma de la manera menudo catastrófica en que se pued

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mpugnar un granfalloon. En consecuenciaas formas karass, tales como las religionepersonalizadas opuestas a religione

organizadas, proporcionan una forma dconsuelo mucho más confiable para afrontaas penurias de la vida y la muerte. En unpalabra, la ciencia ficción le sirve a Vonnegucomo una forma karass plausible. 

El empleo que hace Vonnegut de la cienciicción como una forma de religión sustituíexplicaría por qué hace que Trout tenga upunto de vista escéptico respecto de Crist

en dos de sus novelas. En una de ellas uviajero en el tiempo muy parecido aprotagonista de Béhold, the Man de Micha eMoorcock, trata de verificar la humanidad dCristo en oposición a su divinidad. Otro relatde Trout, The Cospel from Outer Spaceambién sintetizado en Slaughterhouse-Fivpreviene de la conclusión de «un visitantprocedente del espacio exterior, de aspect

muy parecido a un nativo de Tralfamadore»

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según el cual los Evangelios implican qu«Antes de matar a alguien hay quasegurarse cuidadosamente de que no teng

buenas amistades», es decir, da carta blancpara linchar a la gente que no está bievinculada. El Evangelio del espacio exterioque sustituye a éste, corrige esantidemocrático criterio, transformando

Cristo en un don nadie a quien Dios adoptsolamente después de que lo han crucificadoposibilitando así que Dios establezca estmoraleja: «A  partir de este momento, É

castigará terriblemente a quienquiera quatormente a un pobre diablo que no tengamistadas influyentes». Este relato de Trouconstituye una introducción apropiada para m

análisis de The Sirens of Titán, que pone dmanifiesto «el Evangelio procedente deespacio exterior» de Vonnegut, y trata de dauna identidad a la asociación karass questructura su universo imaginario. 

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 III Entre los miembros más fácilment

dentificables del karass que rodea a loplanetas Tierra y Tralfamadore en The Sirenof Titán se encuentran tres miembros degrupo adinerado de la Tierra: Winston Nile

Rumfoord, su esposa Beatriz y MalachConstant, el segundo marido de Beatrizademás de Salo, un robot de TralfamadorePosiblemente estén también incluidos otro

millones de seres, tanto de la Tierra como dTralfamadore. La naturaleza de un karass eal que no se puede estar seguro de quién lntegra y quién no, quién ocupa en él upuesto central y quién un puesto periféricoEn la terminología bokononista de CatCradle nos enteramos de que cualquier ente

animado o inanimado, puede ser wampeter 1

es decir, puntal de un karass, y de que «e

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un momento dado un karass tiene en realidados wampeters, la importancia de uno dellos es creciente y la del otro e

menguante». En la mayor parte de la novelaWinston Niles Rumfoord parece ocupar upuesto de control, a pesar de que resulta seel wampeter de importancia menguante. Ealgún momento de un futuro presumiblement

próximo, durante un período que se conoccomo «Edad de Pesadilla... entre la segundguerra mundial y la tercera gran crisis»Rumfoord con su perro Kazak pon

accidentalmente (?) en marcha «su navespacial particular hacia el corazón de unfundíbulo cronosinclástico no registrado eos mapas, que está a dos días de Marte»Esta combadura dimensional da lugar a quRumfoord y Kazak existan «como fenómenoondulantes, que laten al parecer en unespiral distorsionada que comienza en el Soy termina en Betelgoso». Cuando las órbita

de Marte y de la Tierra cruzan esta espira

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cosa que ocurre cada cincuenta y nueve díaen el caso de la Tierra y cada ciento oncdías en el caso de Marte, Rumfoord y Kazase materializan ellos mismos con mayor edadPor el mismo motivo se materializan tambiéen Titán, una de las lunas de Saturno, adondRumfoord llega gracias a Salo, el robomensajero abandonado, natural d

Tralfamadore, del que utiliza su conocimientsuperior. 

Con la ayuda de la «voluntad universal devolucionar» de Salo, una fuente de pode

nstantáneo, y su estropeado plato voladoque sólo sirve para dar paseos alrededor desistema solar, pero que funciona comprototipo de modelos más simples, Rumfoorsecuestra a centenares de personas de lTierra para integrarlas al ejército que estconstituyendo en Marte. Entre esas personase encuentran Malachi Constant y BeatrizDespués de perder su identidad de terrestre

con fines militares, se los conoce como Unk

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Bee, y copulan para engendrar a Chrono —tacomo les profetizó Rumfoord, para su mutuhorror, en una de sus materializaciones en lTierra. En su condición de infundibuladoRumfoord conoce el pasado, el presente y euturo. Todas estas maniobras forman partdel plan de Rumfoord para instaurar unnueva religión, «La Iglesia del Dio

absolutamente Indiferente», fundada en lcreencia de que todo sucede por accidentePara preparar el terreno, Rumfoord hace qusu desesperanzado ejército de Marte

pésimamente equipado —seguramente srata de la más débil de las «amenazas deespacio» en toda la ciencia ficción— ataque a Tierra para sufrir una derrota catastróficaLa conversión masiva de los terrestres a lnueva religión de Rumfoord se ve facilitadpor el arrepentimiento de la posguerraRumfoord ha dispuesto que, durante lguerra, Unk/Malachi y otro secuestrado

Boaz, queden en Mercurio, de manera qu

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Unk pueda ser trasladado de nuevo a lTierra en un momento culminante como eCaminante del Espacio, y cumplir la funcióde víctima propiciatoria que representa todo malo del antiguo mundo jerárquico. Parconsolidar por fin la autoridad de esta nueveligión, Rumfoord hace que Malachi, Beatr

y Chrono suban a un plato volador para inicia

un permanente exilio en Titán. Dada lextraordinaria complejidad del argumenta desta obra, supongo que muy pocos lectoreadvierten la relación «real» que existe entre l

eligión de Rumfoord y la situación de Salo eTitán. Eventualmente nos enteramos de quel plan de Rumfoord aislado es ugranfalloon, pero, en el contexto de unestructura mucho mayor, se puede consideraque es parte de una formación karass.  Acomenzar la historia de la Tierra, Salo, quien se podría describir como una naranjmecánica, recibió de otros seres mecánico

del planeta Tralfamadore, en una galaxi

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ejana, el encargo de llevar un mensajsecreto de un extremo a otro del Universo. Eel camino, las dificultades mecánicas y «lotal desintegración de la planta de energíde la nave», obligan a Salo a descender eTitán. El mensaje de Salo en que explica Tralfamadore su situación tarda «cientcincuenta mil años terrestres» en llegar,

después de eso los habitantes dTralfamadore han usado la Tierra comsistema de comunicaciones. Se deduce qua mayor parte de las grandes construccione

arquitectónicas de la Tierra son en realidamensajes de Tralfamadore. Por ejemplomirando a través del telescopio, Salnterpreta Stonehenge como si dijera: «Piezde repuesto despachada a toda velocidad »Cuando Malachi, Beatriz y Chrono llegan poin a Titán, descubrimos que el fragmento dacero que Chrono recogió en Marte parponérselo alrededor del cuello como si fuer

un amuleto servirá como repuesto de la nav

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espacial de Salo. Al parecer, todos lohechos importantes de la historia de la Tierrhan sido manipulados con fineralfamadorianos. Salo, que se ha hechamigo de Rumfoord, no le habla de est«porque estaba seguro de que Rumfoord sofendería, y se volvería contra Salo y loralfamadorianos». Este detall

endemoniadamente sutil señala l«verdadera» relación que existe entre leligión de Rumfoord y la situación de Salo. E

hecho es que Rumfoord, por se

cronosinclásticamente infundibulado y, por lanto, conciente del pasado, presente uturo, y de todas las cosas, debe en realidaconocer lo que significa Tralfamadore. En undeclaración previa formulada antes que uataque de manchas solares expulse anfundíbulo de Rumfoord del sistema solar, écomunica a Salo que en todo momento supque Tralfamadore intervenía en los asunto

de la Tierra, y que se considera a sí mism

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«una de las principales víctimas de esnfluencia». «Tralfamadore, dice Rumfooramargamente, llegó al sistema solar, mecogió y me usó como un cómodo pelado

de papas». Su episodio con el infundíbulcronosinclástico no fue casual. 

Es probable que Rumfoord pergeñara seligión de la causalidad accidental como un

orma de compensación o de consuelo parproteger a los hombres del tristconocimiento de que lo que dirige los asuntohumanos es en realidad un proyecto co

objetivos propios, un proyecto que hace mupoco por fortalecer el sentimiento de dignidadel hombre. En una obra que por lo generapone en duda las relaciones de causa-efectoésta es una de las relaciones que puedeconsiderarse casi seguras. Ahora, eproblema es determinar por qué Vonnegut nestableció esa relación de manera directa, a dejó en cambio librada a la capacidad d

nferencia del lector. La respuesta s

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encuentra en el breve prólogo que brinda umarco confuso a la novela. De modo bastantapropiado, The Sirens of Titán está contadpor un narrador «omnisciente» pero ndentificado, ubicado en algún momento de uuturo lejano, mucho después de loacontecimientos que describe. Este narradovive en una época de renacimiento religioso

En lugar de lanzar exploraciones fútiles aespacio exterior para saber «quién tuvealmente a su cargo la creación y qu

sucedía con toda la creación», el hombr

mira ahora hacia dentro, hacia su propialma. Pareciera que se ha impuesto unvariante refinada de la religión de RumfoordEl proyecto de Rumfoord ha tenido por lmenos tanto éxito como el que esperabener. En vista de la pretensión del narradode que la investigación del exterior dio comesultado «una pesadilla interminable y si

sentido», por cierto es curioso y ligerament

contradictorio que introduzca como «un relat

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verídico» un informe que demuestra quTralfamadore es el factor que controla lhistoria de la Tierra. Esta lógica algesquizoide es la consecuencia evidente de lesistencia del narrador a aceptar —y aquí s

puede presumir que representa a sucontemporáneos— que la salvación espirituaque ha alcanzado el hombre se puede atribu

directamente a los descubrimientoconcernientes a Tralfamadore que hizRumfoord. Por consiguiente, podemos inferque la fe espiritual del narrador ha dado luga

a un punto de vista ciego en virtud del cual, tavez subconscientemente, omite el párrafo eque exponen directamente los motivos quuvo Rumfoord para instaurar su nueveligión. El paralelo es, por supuesto, l

declaración que subrayó poco antes, que eseñal de que Salo ha omitido su conocimientde la presencia de Rumfoord en aras de smutua amistad y confianza. Puesto que tod

o que conocemos es mentira y lo que pued

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haber de verdad no se puede distinguir de lamentiras, y como la mayoría de las mentiraque aceptamos son tan desagradables, tancómodas y destructoras, hay que alentar lamentiras que colaboren con la felicidad y lconformidad, como la de Salo o la denarrador. Vonnegut es un propogandista das virtudes de la esquizofrenia. 

De manera que es un rasgo de sensatedel narrador el tomar el mito del control dTralfamadore como «un relato verídico» dequivocación, como el de Beatriz Rumfoord a

concluir su vida en Titán, escribiendo un libritulado El verdadero objetivo de la vida en esistema solar. «Era una refutación deconcepto de Rumfoord de que el objetivo da vida humana en el sistema solar fuerencontrar a un mensajero otra vez en scamino desde Tralfamadore». Sin embargoconsidera apropiado terminar diciendo qu«posiblemente, lo peor que le pueda pasar

cualquiera... sea que nadie lo utilice par

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nada». Es muy probable que loralfamadorianos no sean los contraloreúltimos, sino que funcionen como unanalogía metafórica de los verdaderocontroles. Si el nombre Tralfamadore es uncontracción coherente de Trafalgar comodoro, hay que advertir que comodorsólo es el jefe de un club de yates o d

botes, no es el máximo rango naval. Tal vez e«accidente» que obligó a Salo a descendeen Titán, como el accidente de Rumfoordsean, en realidad, parte del plan de alguien

La idea central de Vonnegut en The Sirens oTitan es que un auténtico contralor cósmicdebe regir el tiempo, se trate de Dios, o dun escritor como el narrador omnisciente ndentificado o Beatriz Rumfoord. 

IV La metáfora más clara de la concepció

de Vonnegut de las ruedas dentro de la

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uedas, los argumentos dentro de otroargumentos, es la misma estructura deUniverso, en la cual cada movimiento formparte de un movimiento más amplio. Launas giran alrededor de los planetas, loplanetas alrededor de los soles; los soleparticipan del movimiento giratorio de lagalaxias y de los cielos en torno de u

probable «punto fijo» del universo, en tanto euniverso mismo tal vez esté contenido en unórbita más amplia, totalmente inconcebiblesujeta a la gravedad de otros universos. E

movimiento más externo que podemoconstatar es el de las galaxias, por esTralfamadore, que representa esa fuerza emovimiento, está ubicado en una galaxia muejos de nuestra Vía Láctea, la Pequeña NubMagallánica. En Cat's Cradle se establecque los miembros de un karass giraalrededor de su wampeter «en el caomajestuoso de una nebulosa espiral». Com

odo movimiento orbital forma parte de u

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movimiento mayor, el camino que traza todcuerpo celeste es en realidad una espiraVonnegut afirma sobre Titán lo siguiente: 

Saturno describe un círculo alrededor deSol.

Lo hace cada veintinueve años y medierrestres.

Titán describe un círculo alrededor dSaturno.

Por consiguiente, Titán describe unespiral alrededor del Sol.

 Saturno con sus «nueve lunas» se puedconsiderar como un microcosmos de nuestrsistema solar con sus nueve planetasPodemos inferir analogías ulteriores y ehecho de que el movimiento de Titáepresenta el movimiento del Universo. Lnformación de que los infundíbulocronosinclásticos de Rumfoord y Kaza

existen a modo de una onda en espiral, y qu

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esa espiral y la de Titán son exactamentcoincidentes, en consecuencia de lo cual «ehombre con su perro» se materializaconstantemente en Titán, es un modo ddecir que Rumfoord y Kazak están unidosimpáticamente al movimiento del Universo.

Se diría que todas las espirales de la obr—muchas de ellas se pueden considera

aspectos de una imagen «de control» (unrase fortuita)— simbolizan el movimientuniversal y ya que la espiral DNA eealmente importante, de la vida misma. Po

ejemplo, el amuleto de Chrono, por falta decual la nave de Salo no puede moverseficientemente, forma parte de «una faja dacero en espiral, el tipo de faja que se usabpara mantener cerrados los paquetes danzallamas», que utiliza el ejércit«marciano» de Rumfoord. Su relación con upoder destructivo nace del rasguño que dejen la pierna del gerente de la fábrica. E

epresalia, el gerente la patea, y la corta e

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pedazos de diez centímetros. Chrono se ponuno de esos pedazos en el bolsillo. Ssuponemos que el curso de los movimientode los cuerpos celestes encierra significadoy objetivos últimos, este incidente quconcierne a una espiral no es particularmentoptimista; y, dejando de lado la perversidade Chrono, se diría que tiene poco que ve

con la buena suerte. Desgraciadamente, lque ocurre con las espirales es que puedesignificar cualquier cosa, tanto buena commala. ¿Qué hacer con la voz modulada d

Rumfoord y con el «Toodleoo» de los platovoladores que se consideran espiraleauriculares? Como símbolo de un significaduniversal, las espirales son indeterminadasPero hay cuatro posibilidades básicas.

Sea plano, cónico o en forma de túnel —es decir, lineal, circular o de otra forma— emovimiento en espiral implica un avance mundirecto. Los métodos extraordinariament

ndirectos y complicados a los que recurr

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Rumfoord para instaurar su religión y quutilizan los tralfamadorianos para rescatar Salo son análogos a una forma de avance eespiral. En efecto, toda la estrategia técnicde la obra descansa sobre cuantas clases dcualidades indirectas se pueden concebir; epreciso recordar que las formaciones karasavorecen las conexiones indirectas y sutiles

Al viajar desde la Tierra a Mercurio, de nuevhacia la Tierra, y después a Titán, Malachdescribe una espiral especialmente erráticaDado este carácter indirecto, no es d

extrañar que sea tan atrayente la tentaciódel progreso lineal. Malachi Constant, cuynombre significa Mensajero de la Fe«anhelaba sólo una cosa, un solo mensaje lbastante digno e importante como parmerecer que se lo llevara humildemente de upunto a otro». Al parecer los tralfamadorianoambién favorecen la dirección lineal aordenar a Salo que llevara su «mensaje baj

sobre lacrado desde un borde del Universo a

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otro». El hecho de que el mensaje resulte sesimplemente un punto, que en inglés significin o nada y en el lenguaje de Tralfamadorsignifica «Saludos» y por lo tanto concuerdcon la sugerencia de que el nombre Salo eel resultado de una contracción de «sahelio» «[diga hola]», parece subrayar la idede que el movimiento lineal es un fin deseabl

en sí mismo13 . Las otras tres posibilidades dependen d

que el movimiento en espiral se interpretcomo creador, como destructivo, o com

ambas cosas a la vez. Desde un punto dvista metafórico, los remolinos y loorbellinos podrían considerarse comespirales integradoras, y por consiguient

creativas, que se dirigen a la unidad. UnConstant, cuando observa por el alma de susil, ve el cielo: «Podía haberse quedadmirando durante horas la espiral inmaculaddel rifle, soñando con la comarca dichos

cuya verja redonda veía del otro lado de

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alma. El color rosa de la uña de su pulgamanchado de aceite en el otro lado del cañoen ese extremo lejano hacía que pareciesverdaderamente un paraíso rosado». Beatrizque se va convirtiendo cada vez más en lBeatriz simbólica de Dante, aparecelacionada con la espiral integradora cuand

saluda a Constant «desde lo alto de l

escalera de caracol»: «Llevaba un vestidblanco, cuyos pliegues formaban una espiraen sentido inverso al de las agujas del reloque armonizaba con la escalera blanca. E

vuelo del vestido caía en cascada, de manerque Beatriz parecía parte de la arquitecturde la mansión». Al pie de la escaleraConstant, «tan abajo en la composición, taperdido en los detalles arquitectónicos quera casi invisible» también quedmomentáneamente atrapado en el diseñarmonioso de Beatriz. Pero, al final de lentrevista, Constant «sintió que la escalera e

espiral giraba ahora hacia abajo y no haci

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arriba. Constant se transformó en el puntmás bajo en el remolino del destino». Aparecer, debemos inferir que la asociación sconsidera destructora o, al menos, que epoder destructor es lo que predomina.

El vestido de Beatriz que cae en cascada el remolino de Constant señalan una relacióentre las espirales integradoras, vitales

unificantes, y el agua, particularmente luente que ocupa un lugar prominente en linca de Rumfoord. Constant llega allí por ucamino en espiral: «Los recodos del camin

eran muchos, y poca la visibilidad», que sbifurca en la fuente: «La fuente ermaravillosamente creadora. Cuencos dpiedra configuraban un cono de diámetrdecreciente. Los cuencos eran collares euna columna cilíndrica de doce metros dalto». La disposición de los cuencos, aunquno forma precisamente una espiral, sugiere lestructura de un sistema dentro de otr

propio del Universo, y tal vez correspond

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ecordar la equiparación que se establece eGod Bless You, Mr. Rosewater, y que yseñalé, entre el borde del Universo y el bordde una fuente. Cuando Unk, en Mercurioexperimenta breves momentos decuperación de su identidad anterior, sguala la imagen de una fuente «enteramentseca» a la imagen de una espiral: «Unk s

volvió a imaginar a las tres hermosamuchachas que le habían hecho señacuando bajó el alma aceitada de su fusMauser»; siendo las muchachas las tre

sirenas del cuadro que Rumfoord entrega Constant para convencerlo de las delicias dTitán. 

En vez de dar vueltas alrededor de luente, que está seca, Constant trepa «hasta punta para ver de dónde había venido hacia dónde iba». Constant está dandseñales de su deseo de integrar el pasado el futuro, por un sentimiento de totalidad. E

hecho de que la fuente tenga agua cuand

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mucho después, Constant vuelve a la Tierrpara convertirse en el Caminante del Espacique se sacrifica, sugiere que su deseo dcoherencia, en cierto sentido, se ha cumplidoEn efecto, en su regreso impera la humedadcuando llega está lloviendo. Los bomberosque como ministros de una revelación estéranuncian con la sirena de las bombas d

ncendio —la única sirena auténtica en toda lóbrala llegada del Caminante del Espaciodirigen una de sus mangueras al cielo parormar «una poco segura fuente temblorosa»

Los bomberos y las bombas de incendio sosiempre elementos fuertemente positivos ea obra de Vonnegut, especialmente en GoBless You, Mr. Rosewater, tal vez comeacción contra el holocausto de Dresde. E

narrador se refiere a la lluviosa bienvenidcomo a «un accidente encantador. Nadie lhabía previsto. Pero era perfecto que todose olvidaran de sí mismos en un festival d

mojadura universal». El agua es mu

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abundante en Titán, con sus «tres mares»«un racimo de noventa y tres estanques agos, que eran el comienzo de un cuartmar» y «tres grandes ríos», que, a diferencide los mares y de los estanques, socaprichosamente turbulentos, de modo qusugieren las fuerzas de la creación. CuandConstant, empapado, anticipa su segund

subida, esta vez a lo alto de la escalera quo conduce a la nave que lo llevará a Titánhace un gesto sin sentido: «restregó spulgar izquierdo y su dedo índice en u

movimiento cuidadosamente giratorio». El sentido de una espiral, que puede secreativo o destructivo, o quizá las espiraleentendidas como creadoras y destructorasimultáneamente, evocan los giros de Yeatque se interpenetran. Una espiral se puednterpretar como destructora cuando «nconserva su centro», según el verso dYeats, cuando las fuerzas centrífuga

predominan sobre las centrípetas, o e

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érminos de la dinámica del universo de Pocuando se produce lo contrario. Por ciertque todas las espirales de The Sirens oTitán tienen esa propensión, aunque una dellas parece más siniestramente destructorque cualquiera de las demás. Los veintquioscos instalados por los concesionarios ea parte exterior de la pared de la finca d

Rumfoord para concretar lamaterializaciones «estaban bajo el techcontinuo de un cobertizo». 

Cinco minutos antes de la

materializaciones, los propietarios tienen qucerrar los postigos: El efecto del encierro dentro de la

barracas se producía al convertir la hilera das concesiones en un túnel ensombrecido.

El aislamiento de los concesionariodentro del túnel tenía una dimensióantasmal, porque el túnel encerrab

solamente a los sobrevivientes de Marte

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Rumfoord insistió en eso.... Es cierto que esta imagen de espiral est

algo disimulada, pero la comparación con eúnel en forma de embudo y el caño del fusvuelve por lo menos plausible la identificaciódel motivo de espiral. Difícilmente puede secasual que esta descripción, que sugiere l

melancolía del potencial destructor de lespiral, concierna a los marcianos, puestque Marte es la principal fuente de ladestructivas formaciones granfalloon en est

novela. El mismo Rumfoord aparece comvíctima de esas fuerzas al final de la novelaPrimero, una explosión del Sol hace que enfundíbulo de Kazak se separe del dRumfoord. Se nos advierte que «un universconcebido con clemencia hubiera manteniduntos al hombre y a su perro». Al pociempo, Rumfoord abandona también esistema solar: «el siseante ramal d

electricidad aumentó junto a su ded

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ormando una espiral alrededor de RumfoordRumfoord la consideró con un despreciriste. 'Pienso que tal vez sea eso' dijo de lespiral». Como Rumfoord ha estado hablanddel repuesto de la nave de Salo y demensaje secreto de Salo, «eso» en lranquila afirmación de Rumfoord se puedeferir a alguna de esas dos cosas o ambas

a vez, salvo por el hecho de que el términde referencia sea la espiral. Desde luego quiene como efecto asociar el mensaje, eepuesto y la espiral, como un modo d

destacar la importancia totalizadora demotivo de espiral en esta obra. Las mismas posibilidades y los significado

ambivalentes que se le pueden atribuir a lespiral —el principio de falta de dirección, lestructura integrada o desintegrada, euncionamiento alternativo o simultáneo—determinan toda la temática y el desarrollo dmágenes de The Sirens of Titán, par

sugerir la llegada de nuevos mundo

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ilosóficos y el aislamiento de los anterioresUna vez más se establece la analogía con lexperiencia norteamericana: «En la Tierra, lactitud respecto de la exploración espacial sparecía mucho a la actitud europea respectde la exploración del Atlántico antes de quCristóbal Colón emprendiera su viaje». Perel temido cataclismo se reduce a una lluvi

suave como la que «cayó en un cementericampesino del Nuevo Mundo» en BarnstableCape Cod, para saludar el retorno deCaminante del Espacio. 

V La obra es un laberinto bizantino d

nterconexiones entrecruzadas, algunasutiles e indirectas, otras obvias o burdasalgunas integradoras y otras desintegradorasesto es, algunas parecen tener significado otras no. Todo depende de si consideramos

un complejo de imágenes en particular com

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parte de una espiral centrífuga o centrípetaAunque creo que las imágenes que he reuniden un todo hasta aquí son parte de unntención conciente de Vonnegut, no estoy taseguro de que eso se pueda aplicar muchas de las interrelaciones que soteralmente espirales que voy a tratar. E

cierta medida, esta «sinceridad» es un

consecuencia de la técnica creadora dVonnegut. Me arriesgaría a sugerir que, aelaborar un argumento, Vonnegut deja unbuena parte de él librado a procesos d

asociación libre, con lo cual posibilita qucierta cantidad de material anecdótico sesugerido por la frase, la imagen e incluso lpalabra precedente. Evidentemente, dentrde un contexto temático que opone control accidente, difícilmente esté fuera de lugar lexistencia de elaboraciones antojadizas.

Tanto en términos de estructura temáticcomo de estructura de imágenes, la novel

plantea la pregunta: «¿Es un problem

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accidental o calculado?», y de esa manera eema principal, por ejemplo, quién estmanipulando a quién, y quién o qué es lo qucontrola se vuelve parte de la estrategiécnica de Vonnegut. Aparte del problema da espiral, que es un motivo central de lobra, aunque muy ambivalente contradictorio, se estimula sistemáticament

a búsqueda por parte del lector de un planmagen, analogía, o posición filosófica «qucontrole» para después ponerlo en duda. Eun producto artístico, lo mismo que en u

experimento científico, la validez designificado depende de un entorno controladoVonnegut brinda una experiencia de lecturadonde el grado de control es cuestionable aparentemente variable, de modo que lbúsqueda de significado se trunca o se vuelvconjetural, en el mejor de los casos.

Hay otro rasgo del estilo de Vonnegut quavorece esta situación. Me refiero al emple

en parte autoconsciente y llamativo d

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mágenes que Goldsmith en su estudio ponde relieve con mucho acierto, y quconsidera, erróneamente a mi juicio, como uelemento negativo. Tomando como ejempldescripciones de personajes, Goldsmith samenta de que las imágenes de Vonneguaunque llamativas, «tienden a llamar latención sobre sí mismas y a exist

ndependientemente de la caracterizacióundamental en lugar de enriquecerla»14 

Como ejemplo, cita la descripción de BillPilgrim en Slaughterhouse-Five, subrayand

os símiles que comparan su pecho hombros con «una caja de fósforos dcocina», y el conjunto de su apariencia co«un flamenco sucio». Me parece mu

apropiado que esas comparaciones tengan uvínculo muy débil con un tema particular paracilitar su vinculación a otros temas, y parconstituir por lo tanto configuracionealternadas. 

La superficie de una novela de Vonnegu

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se transforma con eso en un mosaiccaleidoscópico o en un rompecabezas qupermite posibilidades múltiples en la ubicacióde cada pieza. Como condición previa parograr esa flexibilidad, Vonnegut intenta movede su lugar las piezas que puedan formamoldes fijos en la cabeza de sus lectores. Lconclusión de Goldsmith, según la cual la

mágenes «nunca se expanden en ideaantásticas ni se utilizan en ningún moldemático» y de que «Vonnegut parece nconocer el Leitmotiv, o mejor dicho, opta po

no usarlo», dejando de lado la impresión dabsurdo, obedece a una concepción estrechy convencional de la función de las imágenesque es inexacta aun en sus propios términosi se acepta mi análisis del motivo de l

espiral15  . Se podría decir lo mismo propósito del conjunto del estilo de Vonneguatractivamente sencillo, casi infantil, en sausencia de fraseología calificativa

subordinada o causal. En términos técnicos

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el estilo de Vonnegut es  paratáctico: scaracteriza por la sucesión de oracionedirectas que no implican distincioneerárquicas. El efecto que produce eminimizar las conexiones inmediatas magnificar las posibilidades de conexionemás distantes; las conexiones distantes soas más operativas en The Sirens of Titán. 

 A favor de mi argumento se puedeaplicar a la estrategia artística de Vonnegudos intrincados tableros de controespecificados en la novela. Los vehículo

espaciales manejados por las tropamarcianas de Rumfoord eran controlados po«pilotos totalmente automáticos» instaladoen tierra por técnicos:

 Los únicos controles accesibles a l

ripulación eran dos botones de presióubicados en el centro de la cabina; uno dellos tenía el rótulo on y el otro el rótulo of

El botón que decía on era el que iniciaba e

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viaje desde Marte. El otro botón nconectaba con nada. Estaba instalado nstancias de los expertos en salud mental dMarte, que aseguraban que los serehumanos son siempre más felices con unmaquinaria cuyo funcionamiento creen qupueden detener. 

Esto se parece al sistema de órdenedentro del ejército. Quienes controlan no sooficiales de rango sino soldados rasos comel negro Boaz, equipados con cajas d

control que emiten órdenes e imponesanciones por medio de antenas de radinstaladas en la cabeza de los otrosoldados. Boaz queda, como es natural, mudesconcertado cuando descubre que lobotones de su caja de control, lo mismo quos botones off de las naves espacialemarcianas, no conectan después de que Unvacía el mecanismo. El tablero d

nstrumentos de la nave de Salo presenta u

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problema diferente, y es «mucho mácomplejo que el de las naves marcianas»: 

El tablero de instrumentos de Salmostraba a Constant doscientas setenta res perillas, llaves y botones, cada uno dos cuales tenía una inscripción o calibracióralfamadoriana. Los controles distaban dser el deleite de un jugador de juegos brusco

en un Universo donde una billonésima partmporta a la inutilidad por cada decillón dpartes de terciopelo negro.

 

Lo que quiero dejar sentado es que, anterpretar los modelos temáticos y dmágenes de The Sirens of Titán, el críticextrae conclusiones obvias, en cuyo casestá apretando botones que estádesconectados, o bien se encuentrenredado en un sistema tan complejo que emposible sacar conclusiones de él, que es lque sucede con el tablero de Salo. En e

próximo intento de relacionar brevemente lo

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elementos más notoriamente desconectadossería conveniente que se tuviera presente eelemento que acabo de analizar. 

El resumen sumario que di del argumentde la obra es una base necesaria, porqusolamente en una segunda lectura, cuando eector ya está en posesión de la línea dacción principal, se evidencian muchas de la

sutilezas que ahora deseo subrayar. Poejemplo, se puede considerar por qué, dada escala de control, la ciudad de Newpoestá ubicada en un sistema de referenci

nusualmente amplio, que abarca «Rhodsland, los Estados Unidos de América deNorte, la Tierra, el Sistema Solar, la VíLáctea». La primera escena está llena dmágenes de control. La muchedumbre quespera junto a los muros de la finca dRumfoord una materialización que no verá euna entidad extraordinariamente manipulableLa policía controla a la muchedumbre

difundiendo el rumor de que la materializació

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se ha producido ya fuera de los muros docuadras más allá, y motivando con ello umovimiento masivo en dirección a la zonseñalada. «En la cola había una mujer qupesaba ciento treinta y seis kilos». Llevaba una niña llamada Wanda June «de la mano, a hacía caminar a tirones, como una bola ea punta de un goma». La imagen de control

su posición «al final de la cola», combinadacon la información de que va a aparecer uhombre con su perro, evoca la idea de la colque el perro menea. Si recordamos el títul

del libro, el peso de la mujer la define comun Titán femenino. La misma pared alta y lisaque protege los misterios del interior de lvista del público, simboliza el sentidsubyacente de una fuente de controdesconocida. La bola, que aparecpresentada como un símil, se puedelacionar con muchos otros objetos esférico

en la novela: «el nudo duro como una pelota

amado  puño de mono», que describe l

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estructura familiar de la clase de Rumfoorda sugerencia de que Rumfoord es un loco, lristeza de Constant porque su padre nunca liró una pelota, el juego del béisbol alemánque Rumfoord introduce en Marte, y los piede Salo que se pueden inflar «hasta llegar aamaño de pelotas de béisbol». Otroejemplos incluyen la «bala de cañón», qu

puede sustituir a la cara de Beatriz, y lcabeza de Constant «pesada como una balde cañón»; los representantes avanzados da humanidad se lanzan al espacio «com

piedras»; Boaz se imagina su «lecho dmuerte de piedra» en las cuevas de Mercurioel encuentro final aunque ilusorio de Constancon el amigo a quien ha estrangulado, StonStevenson (Stony significa «de piedra»); lmportante «piedra azul» en Marte bajo lcual Unk ha escondido su carta; y la otr«piedra turquesa» detrás de la cual Unk vigila su hijo; los ojos de Boaz como «diamantes

que se pueden relacionar con los armonios d

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mercurio «en forma de diamantes». ¿Algunde esos objetos circulares es el primemotor? ¿Cuál? 

La bola imaginaria de la mujer corpulentestá en la punta de una goma imaginariaEsta goma es un instrumento dmanipulación, lo mismo que las variadacuerdas (¿de la cuna de un gato?), rienda

las riendas de caballo que tiene Beatriz en setrato de muchacha), traillas (la que contien

a Kazak), cadenas (el esqueleto del perro da finca de Rumfoord lleva un collar unid

mediante una cadena a la pared, y locuencos de la fuente descriptos com«collares», alambres, y sogas que apareceen toda la novela. La sugerencia del títere ea cuerda cede ante la sensación de lealidad mortuoria de tal circunstancia y poin a la noción de suspensión como forma dconservación, como medio de huir de lanfortunadas consecuencias del tiempo. L

materialización que está esperando l

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muchedumbre al comenzar la novela estvinculada a una «muerte en la horca modernacivilizada». Al final de la novela, Constannsiste en ir a Indianápolis, escenario de uahorcamiento verdadero, porque es «eprimer lugar de los Estados Unidos dAmérica en que ahorcaron a un blanco pohaber asesinado a un indio». Cuando s

ermina la guerra con Marte, a los marcianose los cuelga de los postes de las lámparasPoco después, adherentes a la religión dRumfoord cuelgan simbólicamente muñeco

que representan a Malachi. El capítulitulado «Aplausos en la casa de alambrepodría inducir al lector atento a creer que srata del lugar donde se encuentran loalambres, las poleas y los distintomecanismos de control. Resulta que el títulse debe a la manera confusa en que epresidente de Estados Unidos pronuncia la

palabras «sillas en depósito16  » en e

ranscurso de un episodio protagonizado po

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un fabricante que sobreestimó la demanda dsillas. Por otra parte, se supone que emoblaje flotante, fantástico, de la oficina dConstant —suspendido por medio dmagnetismo, no de alambres— se vender«como el pan». Sin embargo, en Titán esomuebles resultan ser poco prácticos. 

El «tablado» que construyó Rumfoor

para la ceremonia del retorno del Caminantdel Espacio y que se puede relacionar con emotivo de la horca, puesto que estconcebido para facilitar el acto de sacrifici

de Constant, depende de un sistema dcontrol invisible, lo mismo que los mueblelotantes:

 El sistema no estaba suspendid

magnéticamente, aunque parecía un milagrde levitación. El milagro aparente era eesultado de un modo hábil de pintar. La bas

estaba pintada de negro, y la

superestructuras de dorado vivo.

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 Este «sistema dorado» permite

Rumfoord poner cierta distancia entre él, eitiritero y Bea, Chrono y el Caminante deEspacio, «una distancia a la que azareococó y variadamente simbólicos» hacíaortuosa. Se desprende de esta descripcióque todo el sistema se interpreta como un

analogía de la metodología artística dVonnegut en esta novela, sobre todo dado eplan de Rumfoord de poner en escena «uápido vuelco» porque el auditorio ama lo

contrastes dramáticos. La novela está llende esas «originalidades rápidas», porque apúblico encantan los contrastes dramáticosLa novela está llena de estas rarezaápidas, al tiempo en que el lector se v

enterando gradualmente de toda clase delaciones insospechadas: el descubrimient

de que el hombre que Unk estranguló eMarte era su mejor amigo; el descubrimient

de Unk y del lector de que es el mismo Un

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quien escribió la carta informativa oculta baja piedra azul. Sólo funcionan los sistemas delaciones más improbables. Por ejemplo, e

padre de Constant, al utilizar la Biblia comun método provechoso de inversión, es lúnica persona que descubre el valoverdadero del libro, Rumfoord destaca lmportancia de las relaciones adecuadas —e

el ámbito familiar— cuando al anticipar lmportancia de Chrono le dice a Constan«Tú puedes reproducirte y yo no»mportancia que comparte con su clase, qu

depende de «matrimonios fundadocínicamente en el tipo de hijos que puedegenerar». La novela establece todo tipo dconexiones y controles que se pueden o naplicar. Como parte de la definición de unfundíbulo cronosinclástico, al niño que nsabe qué es un embudo, lo mandan a «ver Mami para que te muestre uno». ¿Debemontuir alguna relación genuina entre u

nfundíbulo y la vagina de mami? 

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El infundíbulo-embudo se puede relacionagenuinamente con el túnel por donde caAlicia en Alicia en el País de las MaravillasA la finca de Rumfoord se entra por «unpuerta baja, como la de Alicia en el País das Maravillas». El gato de Cheshire, dLewis Carroll «desapareció lentamentecomenzando por la punta de la cola

erminando por la sonrisa burlona, qucontinuó unos momentos después que eesto se había esfumado»; del mismo modo

casi en los mismos términos, Rumfoor

«desapareció lentamente, comenzando por lpunta de los dedos y terminando por ssonrisa burlona. La sonrisa continuó unomomentos después que el resto se habí

esfumado»

17 . Evidentemente este paralelcon una fantasía familiar es adecuado en e

contexto de una novela que pide al lector quentienda la realidad simplemente como unorma inusualmente plausible de fantasía,

se lo debiera relacionar con otros detalle

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que sirven para confundir la condición de lealidad. Nos enteramos, por ejemplo, de qu

Constant toma drogas: «Lo que podísorprender y entretener más a Constant eraas alucinaciones, generalmente provocadapor drogas». Tiene la alucinación de unuente donde cae agua en lugar de la fuentseca, y hasta que descubre lo contrario

considera «su aventura en Newport como unalucinación más inducida por drogas —comuna sesión más de mescalina— novedosaentretenida y sin consecuencias». E

probable que los cigarrillos «Niebla de Luna»manufacturados por una compañía qucompró Malachi Constant, tengan marihuanay por lo tanto corresponda asociarlos con ecuadro de Rumfoord donde se encuentran lasirenas de Titán, arrasadoramente deseablespero ilusorias. Los narcóticos requeridocomo parte de la Técnica de RespiracióSchliemann, de Marte, combinadas con l

obstrucción de los oídos y la nariz y la boc

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cerrada que destruye «todo vínculo con eaire y la niebla» —para citar un poema dBea sobre el tema— señalan el caráctemortuorio de las fantasías provocadas por lo«Niebla de Luna». Sin embargo, cuando Constant le llega el momento de morir, Saldispone una visión apocalíptica: «una navespacial dorada incrustada de diamantes baj

ozando ligeramente el haz de luz del Sol, aterrizó en la nieve impecable de la calle»Sale el pétreo Stevenson para dar saprobación a la particular fantasía del aza

que permitió a Constant entender su vida«Alguien allá arriba te quiere». ¿Qué mejoconsuelo que la idea de que un operadodivino actúa a nuestro favor? 

VI Todos estos dispersos detalles temático

y de imágenes imparten la sensación de un

otalidad interrelacionada, pero la

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estructuras mitológicas fortalecen más quninguna otra fantasía la sensación de uuniverso, coherente. Por lo tanto, tienen unplausibilidad única. El escenario de galaxiade este relato permite a Vonnegut presentaos cuerpos celestes sin omitir su relación coa unidad mitológica y el sistema de controque los antiguos vieron escrito en el cielo d

a noche. De acuerdo con la mitología clásicaas primeras formas de creación fuerogigantes, o Titanes, entre los cuales Chronoo Saturno en latín, era el más importante

Chrono o Kronos significa tiempo y es despecial importancia porque señala ldimensión extratemporal de la mitologímisma.) De esto se deduce que la eleccióque hizo Vonnegut de Saturno, de su satélitTitán y del nombre Chrono no es casual.

Tampoco es casual que la espiral dRumfoord se extienda entre el Sol dBetelgoso. Betelgoso significa «hombro de

gigante» (específicamente de Orion) y, por l

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anto, se puede relacionar con la concepcióantropomórfica del Universo como una formgigantesca. El piso del salón de entrada de lmansión de Rumfoord «era un mosaico qumostraba los signos del zodíaco alrededor dun sol dorado».

 Al situarse de pie en el Sol, Rumfoorevela solamente su lugar en el sistema d

cosas. La idea mitológica negativa de Martcomo dios de la guerra estconsistentemente elaborada en la narracióde Vonnegut. El Marte de Vonnegu

epresenta la imagen final de controorientada hacia pautas de rigidez mortuoriaos soldados condicionados marchan al soprogramado de pequeños tambores militareque retumban en sus cráneos. Los comandomarcianos, con sus discos metálicos ddentificación como los que se ponen ecollares de perros, eran «expertos en matacentinelas con lazos de cuerda de piano»

esto está patéticamente vinculado con e

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desaliño de algunos soldados que «omitevueltas al atarse los cordones de supolainas» y con un guardián borracho que «nsiquiera sabe atarse los cordones de suzapatos de manera que le queden atados»Mucho después del episodio marciano, noenteramos de que Febe, la ciudad mámportante de Marte, tiene el nombre de un

una de Saturno. Siempre tenernos la mismsensación de fragmentos que vaencontrando su sitio. 

Frente a las pautas mecánica

destructoras de Marte se encuentran lapautas creadoras fluidas de MercurioMitológicamente hablando, Mercurio es emensajero de los dioses, ese tipo dmensajero que hubiera querido ser ConstanEl mensaje que finalmente entrega Constan«un objetivo en la vida humanandependientemente de quién lo controle, eamar a quien se encuentre cerca para se

amado», es el que recibe en Mercurio. Pero

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mientras está en Mercurio, Boaz armonizmás que Unk con la canción de Mercurio, aunque no está en medio de los lugares ddiversión nocturna de Hollywood, como queríoriginalmente, encuentra la plenitud que éasociaba con esos lugares. Mercurio canta causa de la tensión entre el costado brillanty caliente del planeta, que mira siempre a

sol, y el otro costado, que es un bosqunegro y helado. En otras palabras, eMercurio los opuestos armonizan. Como en eplaneta no hay atmósfera, la única forma d

vida en él son las criaturas planas, en formde barrilete, que se llaman Armonios perciben el canto por el tacto más que por eoído; con sus cuatro ventosas de succión sprenden a las paredes de las cuevas dMercurio. Se alimentan con el canto de sirende Mercurio, y les gusta disponerse eagradables formaciones «de diamantes dcolor amarillo junquillo y de vivido color d

aguamarina. El amarillo viene de las parede

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desnudas de la cueva. El aguamarina es ecolor de las paredes que se filtra a través dos cuerpos de las criaturas». Pareciera qua bandera «azul y dorada» de la nueveligión de Rumfoord armoniza con lo

colores de la luz en Mercurio. En TitánConstant sustituye su gastado equipo amarillde Caminante del Espacio por «una vieja bat

de baño de lana azul», probablemente en uacto más de fidelidad al mensaje dMercurio. Los Armonios se acercan, sobrodo para gozar de las buenas vibracione

que emanan directamente del latido del pulsde Boaz («se prenden» a su brazo en dosentidos) e indirectamente de los conciertode música grabada que organiza. CuandUnk descubre que pueden abandonar lacuevas dando vuelta su nave, Boaz prefierquedarse «prendido» a Mercurio, sobre toddespués de leer uno de los mensajes quemiten los Armonios «cada catorce día

errestres»: «BOAZ, NO TE VAYAS... T

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QUEREMOS, BOAZ». Lo que Boaz no sabes que esos mensajes son emitidos poRumfoord, que se materializa en Mercurio contervalos de catorce días. La visión que tienUnk de los carceleros, «los dueños de lcreación», que viven en la superficie cristalinde Mercurio, es por lo menos correcta medias. Unk deja a Boaz pasando las página

de una tira cómica de Tweety and Sylvestedespués de advertir como «los músculos da espalda de Boaz se deslizaban uno sobrotro en movimientos suaves, que s

contraponían a los movimientos rápidos dos dedos que daban vuelta las páginas»Este mensaje de recíprocas y fluidas pautade empatía y amor es el que se lleva consigoLa oposición se da entre pautas dignificadade amor (finalmente Constant ama a Beatrizy pautas destructoras de odio o control. Nsiquiera las sirenas de Titán tampoco sootalmente falaces. La realidad de la

sirenas, mitad mujeres y mitad pájaros, s

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puede relacionar con los pájaros azules dTitán que Chronos intentaba emular. Desde upunto de vista mitológico, el lugar adecuadpara esta interpretación sería Venus más quMercurio, excepto en lo que se refiere a lelación que señalé entre Mercurio y Constan

como mensajeros. Sin embargo, se establecuna relación entre Mercurio y Venus a travé

de la receta de El libro de Cocina Galácticde Beatriz Rumfoord: «Para preparar uentempié rápido y delicioso, pruebArmonios jóvenes enrollados y rellenos co

equesón venusiano». Es preciso contraponer la coherentestructura mitológica al movimiento erráticdel motivo de la espiral en función de ladistintas dimensiones temporales que estámplícitas. El concepto newtoniano de uuniverso que funciona como un reloj conservuna dosis considerable de vitalidametafórica; tengo la esperanza de habe

rasmitido en parte la manera en que en Th

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Sirens of Titán las circunvoluciones deargumento están conectadas entre sí, bella ntrincadamente, como las piezas de un reloLas espirales interdependientes del Universnos dicen con toda seguridad algo: la horaEs importante advertir que en el primecapítulo Malachi Constant se presenta muorientado según las horas con el tiempo. L

señora Rumfoord le pide que sea puntual, y éo es. Cuando se pone el sol, Constant paspor la puerta de Alicia-en-el-país-de-laMaravillas abierta «en la pared oeste»,

controla la hora en su reloj de energía solaDicho de otro modo, el tiempo y sumovimientos aparecen correlacionados coos movimientos de los cielos. Pero el tiemperrestre, lineal y exacto, no es constante. Eealidad, no es aplicable a cualquier otro luga

del Universo. Y Vonnegut pone muchcuidado en especificar las diferencias dduración de las horas, los días, los meses

os años en los casos de Marte, Mercurio

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Titán. Por ejemplo, en tres años terrestre«Mercurio ha llevado a Unk y a Boaz veintveces y media alrededor del Sol». Un espacidiferente supone un sentido diferente deiempo. Cuando Unk está en Marte pasanueve años terrestres, tres o más cuandestá en Mercurio, y un número indeterminadde años cuando está en Titán como Constan

en cada disyunción temporal noencontramos con un Constant diferente, algenvejecido. Se magnifica el efecto del tiempoen tanto se minimiza o se pone en duda l

medida terrestre del tiempo. Rumfoord squeja de «haber sido atrapado en lmonótona maquinaria de relojería del sistemsolar» 

Como toda idea de control debe invocar eprincipio de causa y efecto, que sólo eposible en una concepción lineal del tiempo, lcomprensión de que la naturaleza del tiempes relativa se dirige de alguna manera

socavar la mayor parte de las concepcione

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de control. Esta es la paradoja quepresenta Rumfoord. Parece se

alternativamente, controlado y controladopero no existe en un tiempo lineal. Bajo lorma de ciencia ficción, enfrentamos emisterio religioso fundamental del destino o lpredeterminación —dada la omnisciencia dDios— y el libre albedrío. Uno puede eleg

como fuente de consuelo, de acuerdo con lacircunstancias, o bien que el hombre tienbertad de elección o bien que un episodinfortunado es voluntad de Dios. Esta es l

contradicción, mejor dicho, la paradoja, quse halla en el corazón de la obra dVonnegut, y que él acepta como el wampetedual que rige el sistema de foma quconfigura su organización karass. Por otrparte, los sistemas granfalloon scaracterizan por su hostilidad al dualismparadójico. 

La noción religiosa de tiempo y eternida

se convierte para Vonnesut en tiempo exact

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y tiempo infundibular. Ese contraste sestablece en el primer capítulo, que se titula«Entre Tímido y Timbuktu», según lcalificación del sutil volumen de poemas qupublicó Beatriz: «El título proviene del hechde que en los diccionarios muy pequeñoodas las palabras que hay entre tímido Timbuktu se refieren al tiempo». La frase qu

aquí nos importa es «en los diccionarios mupequeños», porque implica los límites dnuestra percepción. Posiblemente haya quconsiderar a una Enciclopedia Infantil d

maravillas u cosas para hacer, —donde sdefine al infundíbulo cronosinclástico como umodo más amplio de medir el tiempo—, comun diccionario más grande. Según lEnciclopedia, «esos lugares se encuentradonde toda clase de verdades encajan unaen otras tan bien como las piezas del reloj dsol de tu papá». Se podría decir lo mismo dos aspectos contradictorios de las ficcione

de Vonnegut; y es válido también respecto a

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modo en que el amuleto de Chronos se ajusty funciona como un repuesto de la nave dSalo: «El amuleto se acomodó a toleranciaeducidas y a las separaciones circundante

de un modo que hubiera encantado a uelojero suizo». El repuesto tiene forma d

espiral e incluso se lo podría considerar comel muelle real de un reloj. En todos lo

episodios, el motivo de la espiral, además dos significados que extraje, está asociadcon el tiempo. Está la «espiral en sentidnverso al de las agujas del reloj» del vestid

blanco de Beatriz, ya señalada, y los cabellonegros e hirsutos de Chrono que «crecían eun remolino de sentido contrario al de laagujas del reloj». Rumfoord compara spropia perspectiva temporal con la forma d«una montaña rusa». Hasta el enigma dehombre que «come fechas del calendario

bebe agua de los resortes del colchón»1

para sobrevivir en una habitación cerrada qu

no tiene otros objetos sirve para relacionar e

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iempo con el motivo de la espiral. TambiéRansom K. Fern en el epígrafe del librelaciona el tiempo con los movimientos dos astros: «Cada hora que pasa lleva asistema solar veintisiete mil kilómetros mácerca del Archipiélago Globular M13 dHércules, y todavía hay desubicados qunsisten en que el progreso no existe». S

Fern se hubiera detenido a considerar lorma de amplia espiral de este «progresohabría usado en su lugar el términ«movimiento», que está menos cargado d

optimismo. La primera vez que encontramos a Chronen Marte es uno de «cincuenta y dos niños»uno por cada semana del año terrestre. Yseñalé la relación mitológica que existe entrChrono, Saturno y el tiempo, interpretacióque acentúa la relación aún más obvia con enfundíbulo cronosinclástico. Se diría que ssupervivencia en la novela tiene algo que ve

con su capacidad de existir simultáneament

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en un tiempo terrestre y en un tiempnfundibular. Al acompañar a los pájaroazules, Chrono, lo mismo que su contrapartmitológica —representada algunas veces cocuatro alas, dos desplegadas en el tiempo, as otras dos en reposo en la eternidad—evela su interés por volar. Cuando Salo s

suicida después de descubrir la naturaleza de

mensaje que ha llevado, Chrono rescatecuánimemente su amuleto de entre loestos dispersos de Salo:

 

Chrono creía que tarde o temprano lauerzas mágicas del Universo volverían eunirse. Siempre lo hacen.

 Los pedazos de Salo se vuelven a unir d

un modo ambiguo, a menos que saquemos lconclusión de que el movimiento en espiral deiempo, después de dejar atrás las cosas, lavuelve a unir. El verdadero agente del cambio

el verdadero manipulador, es el tiempo,

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quienquiera lo controle. Chrono imita Saturno con sus anillos y sus lunas, y «pashoras moviendo los elementos del sistema».

El hombre puede moverse en el espacio buscar ubicaciones deseables, pero, ecambio, no puede hacer lo mismo con eiempo. Probablemente el secreto resida eespacializar el tiempo, en verlo todo a la vez

como Dios, en ver todas las verdadeposibles, como hace Rumfoord en scondición infundibular, y después elegir.

El artista creador, sobre todo el escrito

iene la facultad de hacerlo.Desde el punto de vista de Vonnegut, eescritor tiene el deber de elegir lugares deiempo pintorescos, aun corriendo el riesgde caer en el sentimentalismo, para entrar edisonancia o en contradicción con una formde paradoja mística.

Por consiguiente, la contradicción de lque parece ser culpable el narrado

omnisciente de The Sirens of Titán en e

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prólogo debiera interpretarse simplementcomo una paradoja fecunda. Al distanciar eel tiempo a su narrador de loacontecimientos que narra, Vonnegut lcoloca en un punto en que puede controlar eargumento, porque —lo mismo que Rumfoor— conoce su forma total. El lector sencuentra en una posición parecida cuand

ee la obra por segunda vez, y más aúcuando es conciente de la multiplicidad dconfiguraciones temáticas y de imágenesque reflejan en términos espaciales l

comprensión omnitemporal de que todas lacosas son verdaderas porque todas lacosas son una. Al manipular nuestra realidacon el fin de construir mensajes de consuelpara un miembro de su desamparadespecie, los tralfamadorianos son los mejoreescritores de Vonnegut. Sin embargo, nexiste ninguna evidencia de que gocen de lbertad de elección propia de la concienci

espacializada del tiempo que debiera tener e

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escritor. Salo sostiene que existe en el tiemperrestre, y podemos inferir que todos loralfamadorianos son como él, puesto qucuando dominan las máquinas, los seres quas construyeron participan de buen grado esu propia extinción. Sin embargo, eTralfamadore de Slaughterhouse-Fivcontradice esta información. En esta obra lo

ralfamadorianos no son robots, y perciben eiempo de manera parecida a la dRumfoord. Desde su punto de vista, estamoeternamente suspendidos como «bicho

atrapados en el ámbar de este momento»¿Sorprendimos al narrador selectivo de ThSirens of Titán en otra contradiccióeveladora, que sería un nuevo síntoma de

miedo a ser envuelto en la trama de otro, estamos ante una nueva paradoja mística emporal? Lo cierto es que tanto el tercer ojde Salo como el único ojo heterotópico (estubicado en una mano) de lo

ralfamadorianos «con formas d

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desatrancapilas», en Slaughterhouse-Fivanuncian un conocimiento místico. 

 A pesar de que el concepto del tiempo dos tralfamadorianos lo mismo que la mayoríde las concepciones de Dios, parecería negael libre albedrío, proporciona una forma eficade consuelo en períodos de angustia, y upensamiento último propio de ciencia ficció

para hacer frente a un episodio como ldestrucción de Dresde. Billy Pilgrim explicesta visión apocalíptica de la realidad:

 

Lo más importante que aprendí eTralfamadore fue que cuando una personmuere, muere sólo aparentemente. Siguviviendo en el pasado, de modo que es muonto que la gente llore en su entierro. Todoos momentos del pasado, presente y futurhan existido siempre y seguirán existiendoLos tralfamadorianos pueden ver todos lomomentos, como nosotros podemos ver u

recho de las Montañas Rocosas. 

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  Al concebir la vida como una cuestión d

altibajos, con mucha sensatez eligeconcentrarse en los altos. Su visión evidencincidentalmente el movimiento en espiral dos cielos surcados de estrellas, que parece«llenos de tallarines luminosos enrarecidos».

No debe sorprender que los escritores d

esta especie cuyas obras giran en torno aautor produzcan libros en forma delegramas, muy a la manera de Vonnegu«dispuestos en pequeños grupos de símbolo

separados por estrellas»: Cada grupo de símbolos es un mensaj

breve y urgente que describe una escenauna situación. Los tralfamadorianos los leesimultáneamente, no uno después de otroEntre los mensajes no existe ninguna relacióparticular, excepto que los autores los haelegido cuidadosamente, de manera que

cuando se los percibe de una vez, produce

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una imagen de vida que es hermosasorprendente y profunda. No hay comienzo, nmedio, ni fin, no hay suspenso, no hamoraleja, no hay causas ni efectos (esubrayado es mío). Lo que amamos enuestros libros es la intensidad de muchomomentos maravillosos que se percibesimultáneamente. 

 Aquí hay muchas paradojas. En Vonneguas imágenes fijas o de rigidez —locadáveres de Dresde o las víctimas del hielo

nieve— significan muerte y destrucción. Perel control estético descansa en gran parte eel principio rígido del determinismo. Vonnegudestaca como creadoras la fijeza estética o lde no temporalidad de las palabras en unpágina o en las estatuas que Salo esculpe eTitán, como por ejemplo las de las sirenasCon el fin de evitar ser manipulado, Constandice: «Me voy a congelar», de modo qu

quien quiera utilizarlo «estará mucho má

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cómodo si trata de conseguir una explosióde ira de una de estas estatuas». Sucedque una de esas estatuas «tuvo unmpresionante erección». Establezco estomatices sutiles en vista de la oposiciódemasiado fácil que hizo uno de los críticode Vonnegut entre fuerzas positivas quluyen y fuerzas negativas que vuelven rígid

a realidad19 . En el contexto total del argumento qu

presenté hay un episodio de The Sirens oTitán que parece estar especialment

cargado de significación. Tiene lugar en eMuseo de Skip, la habitación en forma dchimenea que está debajo de la escalera dcaracol. La habitación fue el refugio predilect

de Rumfoord cuando era niño, cuando lamaban Skip. Este nombre que parece dperro se presta a ser asociado con Kazak, eebrel del espacio sospechosamentmprocedente. Entre los restos mortaleguardados en el Museo se encuentra «e

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argo colmillo en espiral de un narval, al quSkip llamaba jugando Cuerno de Unicornio»maginativamente se puede asociar a estespiral con la Ballena, una gran nave espaciapropiedad de Constant, que en determinadmomento lleva a Constant a adoptar eseudónimo de Jonás Rowley cuanddescubre que la Ballena puede ser el medi

de trasladarlo a un destino no menos tentadoque el de Jonás. Pero la Ballena da lugaambién a esa imagen más fecunda quBuckminster Fuller hizo tan familiar: «L

magen que tiene el evangelista Bobby Dentóde la Tierra como la nave espacial de Dios»El nombre creador que Skip le puso acolmillo de narval señala la capacidad dsupervivencia de las fantasías. El musemismo es una de esas fantasías. Representel intento de congelar el tiempo para ordenaa realidad. 

Poco tiempo después del episodio en qu

Constant se hace pasar por Jonás Rowley

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después de la visita de Constant a la finca dRumfoord «enmascarado tras de anteojonegros y barba postiza», un hombre joven con barba auténtica, que se llama MartíKoradubian (las iniciales se parecen a las dMalachi Constant) se identifica como eextranjero barbudo a quien Rumfoord invitó su finca para presenciar una materialización.

«Era un reparador de relojes solares (esubrayado es mío) de Boston, y uembustero encantador». Vende el relato dsu visita a Rumfoord y su conversación con é

a un semanario que Rumfoord lee «sentaden el Museo de Skip debajo de la escalera dcaracol», Lee «con delicia y admiración». Ssupone que Rumfoord le ha hablado Koradubian del «año Diez Millones, en quendrá lugar una limpieza de la caspavorosa»: «Se arrastrarán a los vaciaderopara quemarlos todos los archivos referidoal período que media entre la muerte d

Cristo y el año Un Millón D.C. Koradubia

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dice que se haría eso porque los museos archivos ocuparían lugar que necesitarían loseres vivientes hasta fuera de la tierra». Lmismo sucederá con el Museo de Skip. 

Los libros de historia resumirán esperíodo en blanco llamándolo «período deadaptación». Muy entretenido, Rumfoor

advierte que el año Diez Millones es «u

momento oportuno para desenterrar cápsulade tiempo». Koradubian, escritor y reparadode relojes en su única aparición, representa anarrador omnisciente de la novela, a Beatr

que es autora de «El verdadero objetivo de lvida en el sistema solar » y a Vonnegut, todoos cuales ejemplifican la capacidad deescritor de readaptar una realidad «históricaconstrictiva a las líneas de la ciencia ficciónealizando ajustes temporales. 

VII 

Tengo la esperanza de que el análisis qu

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acabo de hacer sirva para repasar los temade que me he ocupado a lo largo de estnvestigación y, al mismo tiempo para ponede relieve determinados puntos. Ante todo, sdiría que hay obras de ciencia ficción quesisten al más estricto escrutinio crítico y l

hacen honor. Sin embargo, quisiera subrayaque, el elaborar un continuo genérico qu

permita hablar al mismo tiempo tanto de l«obra espacial» de E. E. «Doctor» Smitcomo del Paraíso perdido de Milton, me limita establecer un campo de posibilidade

dentro de una forma definida con el objeto dseñalar los criterios pertinentes. En loanálisis del Paraíso perdido, la cuestión decarácter plano de los personajes de Milton nparece conllevar la carga de reprobación qusuele conllevar, en cambio, cuando se trata lmisma cuestión a propósito de los personajede las obras de ciencia ficción. Vonnegut eun tipo de escritor que ejemplific

particularmente bien los aspectos satíricos

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ilosóficos, y visionarios de la imaginacióapocalíptica, en la gama que va desde lutopía hasta la distopía, y tanto en suaspectos de ciencia ficción como en la grateratura, Vonnegut se puede comparar co

otro escritor norteamericano, Mark Twain. Lcualidad de norteamericano es importanteAunque de todos los escritores apocalíptico

se puede decir que habitan un EstadoUnidos mental, la tradición central estadherida al suelo norteamericano.

El «mundo nuevo» de Vonnegut es d

naturaleza fundamentalmente visionaria eligiosa, y éste es el aspecto de su obra ququiero subrayar. A causa de las distincioneque establecí entre las diferentes facetas da imaginación apocalíptica, la visión religiosaasociada tradicionalmente a lo apocalíptico, menudo ha cedido su puesto a otroaspectos. En la medida en que esadistinciones —que hacen exclusivamente

cuestiones de grado y de matiz—

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desaparecen, se puede concebir lmaginación apocalíptica como una totalidacon un centro religioso móvil o fluctuante. Lecuación entre «el cielo en la tierra» utópico el visionario «los cielos allá arriba» es sólo eejemplo más directo de la ecuación entre lomundos nuevos y la realidad visionariaComunicar la apreciación de todo mund

nuevo, y esto es lo común en términos de usentimiento de «unidad» opuesto asentimiento de desintegración asociado con emundo antiguo, implica la pertinencia de un

ealidad visionaria. Al mismo tiempo, laormulaciones filosóficas, si no son dnaturaleza directamente teológica, se puedeconsiderar como sustitutos, compensación ntegraciones de la secularización de usistema de creencias religioso. El elementeligioso, desplazado, enmascarado

secularizado o en relación antagónica, sigusiendo una característica constante para l

dentificación de la imaginación apocalíptica.

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FIN 

1. E hizo Dios las dos grandes lumbres;la lumbrera mayor para que señoreaseen el día, y la lumbrera menor para que

señorease en la noche; e hizo tambiénlas estrellas 

2. Papi, abuelo, tío. 3. Forma fonética de Done Roaming qu

podría traducirse por «vaganciaterminada». 4. «El hijo predilecto de toda madre e

aquel a quien dio vida en un partnatural. Sirens of Titán es una obra, dese tipo», según la opinión de Vonnegucitada por Richard Todd en «The Maskof Kurt Vonnegut», The New York TimMagazine (24 de enero de 1971), pág

22. 

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5. Cuy of Words, pág. 181. 6. Los datos entre paréntesis remiten

God Bless You, Mr Rosewater, edició

de bolsillo de Dell, 1966. 

7. Véase «Introduction» en MotheNight, edición de bolsillo de Avon, 1967pág. VI. 

8. Los datos entre paréntesis referidos

a Slaughlerhouse-Five remiten a laedición de bolsillo de Delta, 1969. 

9. Véase «Why They Read Hesse»Horizon, XII (primavera de 1970), pág

31. 10. Los datos entre paréntesis referido

The Sirens of Titán remiten a la edicióde bolsillo de Dell, 1959. 

11. Los datos entre paréntesis referidosa Cat's Cradle remiten a la edición debolsillo de Delta, 1969. 

12. Wampum significa familiarment

«dinero»; wampeter sería «el que tien