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INTRODUCCIÓN y OBJETIVOS
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ISBN: 978-987-661-270-8
Generalidades
La Fasciolosis es una enfermedad parasitaria zoonótica, transmitida por
alimentos, causada por Fasciola hepatica Linneaus, 1758 (Trematoda: Fasciolidae) que
utiliza como hospedadores intermediarios caracoles de agua dulce de la familia
Lymnaeidae. Los hospedadores definitivos son mamíferos silvestres y el ganado,
principalmente ovino y bovino, siendo el hombre un hospedador accidental. Aunque este
parásito es prevalente y produce severas pérdidas económicas en animales (Espinosa et
al, 2010), actualmente emerge como causa de enfermedad en humanos (Chen y Mott,
1990).
Fasciolosis era una enfermedad de los animales que en condiciones particulares podría
infectar al hombre. No se puede olvidar que se considera actualmente una zoonosis
emergente, una de las 17 enfermedades tropicales desatendidas, siendo una afección
parasitaria ampliamente difundida en el todo el mundo (Organización Mundial de la Salud,
1995).
La Fasciolosis se caracteriza por estar relacionada con una problemática muy compleja
que involucra un contexto socio-cultural y socio-económico que debe ser atendido
sanitariamente en forma simultánea. La decisión de prevenir, controlar o eliminar la
aparición de esta enfermedad, como muchos otros problemas del sector salud, está
relacionada con los estudios realizados.
Fasciola hepatica se sitúa en un lugar preferente dentro del campo de conocimiento de la
Parasitología, contribuyendo a ello la publicación de libros y trabajos dedicados a este
trematodo, en los que se analizan aspectos muy distintos y desde puntos de vista
diferentes.
Los apoyos recibidos desde la bioquímica, biología molecular, genética, epidemiología,
farmacología e inmunología, han demostrado ser pilares imprescindibles para impulsar
nuevos planteamientos de las investigaciones, y han permitido avanzar en el
conocimiento de esta parasitosis.
Los puntos de vista desde los que se investiga sobre F. hepatica y Fasciolosis, son muy
distintos y profundizan todo lo referente a su conocimiento, desde los estudios iniciales,
puramente biológicos, o ecológicos, hasta los más modernos y actuales que tienen su
máximo apoyo en la aplicación de avanzadas técnicas de biología molecular, bioquímica
e inmunología.
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Probablemente no sea ajena esta realidad al hecho importante de que la Fasciolosis
también afecta al hombre y de hecho existen regiones en el sur de Latinoamérica donde
se diagnostican prevalencias muy elevadas de personas parasitadas por F. hepatica
(Bargues et al, 1996 a);(Bargues et al, 1996 b).
En este sentido, en zonas de Latinoamérica, se reconoce el gran impacto en la salud
pública y en la economía de los productores ganaderos, donde los índices de
parasitación animal son muy altos (Marcos et al, 2007) lo que también se traduce en la
presentación de prevalencias de Fasciolosis humana en esa población, estando
afectados de manera especial niños y jóvenes (Valencia et al, 2005).
Los sistemas de información y de vigilancia de enfermedades transmisibles, no incluyen
en muchos casos los indicadores de morbilidad por zoonosis por lo que la casuística de
esta enfermedad está muy dispersa. Dado que el subregistro es importante, que la
información proporcionada con relación a los casos es variable de acuerdo a la fuente o a
la persona que la suministra, los datos tienen que ser obtenidos en un nuevo contexto
para que den respuestas a los interrogantes planteados sobre el tema.
En la República Argentina, la prevalencia de esta parasitosis en el hombre está reducida
por un fuerte subregistro al que se agregan problemas relativos al diagnóstico, realizado
rutinariamente mediante el análisis coproparasitológico, que presenta las desventajas de
una baja sensibilidad y no detectar la fase aguda de la enfermedad (Knoblock, 1985).
Numerosas técnicas de inmunodiagnóstico de esta parasitosis han sido descriptas y
aplicadas en diversos países, pero las mismas no se llevan a cabo en los laboratorios de
las áreas de mayor casuística de nuestro país (Carnevale y Velásquez, 2011).
En el país, la importancia de esta enfermedad en los humanos no ha sido suficientemente
evaluada, habiéndose detectado esporádicamente casos en pobladores rurales que
habitan en zonas serranas y turistas que visitaron tales áreas durante la época estival
(Siciliano et al, 1989);(Nieto Sosa et al, 2008). Es una patología de interés regional, su
notificación no es obligatoria, siendo una infección secundaria a la ingesta de berros
comunes del género Nasturtium officinale (Barcat, 2005), achicoria amarga (Toraxacum
officinale) (Siciliano, 1982) u otros vegetales silvestres comestibles. Por otra parte, el
agua se ha citado como fuente de infección humana, puesto que se demostró la
presencia de metacercarias flotantes, lo que se relacionó con casos de infección humana
en zonas de América donde no es habitual el consumo de berros (Vareille et al, 1993).
En los animales, el diagnóstico se basa en la observación de parásitos mediante
necropsia (Boero, 1976). También se utiliza el estudio con técnicas coproparasitológicas
y se han desarrollado test inmunológicos para la detección de anticuerpos contra el
trematode (Olaechea, 2007).
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La infección por F. hepatica fue siempre considerada una enfermedad de importancia
animal. En los últimos años la prevalencia de infecciones en rumiantes domésticos ha
sido reportada en Europa con valores de 5% en Italia, 10% en Gran Bretaña, 29,5% a
59% en España, 18,8% en Noruega, 11,9% en Polonia, 10,7% en Alemania, 45% en
Irlanda, 29,3% en Turquía y osciló entre el 11,2% al 25,2% en el centro de Francia
(Martínez-Valladares et al, 2013);(Kozłowska-loj y Loj-Maczulska, 2013). Sin embargo, a
partir de 1990 se planteó como un problema de Salud Pública debido a la aparición de
publicaciones que demostraban para el período 1970-1990 la existencia de personas
infectadas de 42 países diferentes de todos los continentes (Chen y Mott, 1990).
En nuestro país aunque los análisis en cuanto a fisiografía, clima, prevalencias animales
y limneidos son aún escasos (Mera y Sierra et al, 2011), la situación no tiene porqué
diferenciarse de lo que ocurre en Bolivia, Perú y Chile, donde Fasciolosis humana es
endémica. Debido a esta nueva situación, la Fasciolosis ya no puede considerarse
simplemente como una enfermedad zoonótica secundaria, sino más bien como una
importante enfermedad parasitaria del hombre.
Hoy se estima que, si bien son los animales los que padecen las infecciones con más
frecuencia respecto de las personas, y que si en el pasado la Fasciolosis humana estaba
circunscripta a áreas y poblaciones más o menos delimitadas, recientemente los cambios
climatológicos y ambientales y sobre todo los cambios de las costumbres y hábitos
humanos, están definiendo nuevos límites geográficos para la distribución de esta
parasitosis y hacen que aumente el riesgo de muchas poblaciones humanas ante esta
zoonosis (OMS, 2006), como en otras enfermedades emergentes.
La infección humana por F. hepatica siempre se había considerado como una
enfermedad de poca importancia, ante lo que se veía como una infección rara o
escasamente prevalente, sin embargo, desde la revisión de la situación (Chen y Mott,
1990) se llamó la atención sobre la importancia de la Fasciolosis como un verdadero
problema de Salud Pública.
Estas y otras circunstancias han hecho cambiar de forma radical la idea que hasta
entonces se tenía sobre Fasciolosis humana; sobre todo teniendo en cuenta las
numerosas regiones que más recientemente se han demostrado como endémicas y por
tanto con elevadas prevalencias e intensidades de parasitación. La Fasciolosis se
reconoce ahora como una enfermedad humana emergente. Sea como fuere es indudable
que el número real de casos humanos supera ampliamente los que se denuncian, y a
pesar de que la situación ha cambiado desde ese periodo, sigue siendo muy aceptada la
idea de que se trata de una enfermedad propia de ovejas y vacas lo que impide
convencer a los responsables regionales de Salud Pública de la importancia de estudiar
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en detalle las circunstancias que llevan a la infección humana en algunos países, y la
necesidad imperiosa de adoptar medidas de diagnóstico y control.
Las características de la epidemiología y transmisión de la Fasciolosis conllevan a que su
distribución se disponga en las típicas manchas, lo que hace que sea más correcto
mencionar la distribución en áreas geográficas o zonas con determinadas condiciones,
más que en el territorio completo de los países.
En el capítulo de la Salud Pública referente a Fasciolosis, se puede afirmar que hay
determinadas regiones con elevada prevalencia, y con muchas personas afectadas. En
alguno de los países avanzados hay un determinado número de casos humanos, muchos
de los cuales se informan detalladamente en las publicaciones, pero en otros lo que
sucede hace pensar que haya mayor número de infecciones por el trematodo y que
pasen inadvertidos para la consulta médica o que incluso se presenten casos de
Fasciolosis que clínicamente se diagnostiquen equivocadamente como otros procesos;
de ahí que sea de la mayor importancia mejorar o precisar el diagnóstico tanto a nivel de
semiología como del laboratorio.
Es evidente que muchos de los estudios sobre prevalencias de fasciolosis humana no
son realmente muestras epidemiológicas, sino solamente estimaciones del número de
casos detectados en una determinada zona. La infección humana está citada en
numerosos países de los cinco continentes, lo que viene a demostrar la gran capacidad
de adaptación a muy distintos hábitats y climas.
1. - Antecedentes
1.1. - Breve Reseña Histórica
La Fasciolosis en el sentido amplio del término está causada por parásitos trematodos,
digeneos, que pertenecen al género Fasciola, cuya distribución geográfica entra sin duda
en la categoría de parásito cosmopolita ya que su difusión es mundial (OMS, 2006). Se
han descrito varias especies dentro del género Fasciola, pero sólo dos se reconocen
como válidas desde el punto de vista taxonómico como parásitas del hombre y de
animales. Esencialmente las especies que intervienen en esta parasitosis son F. hepatica
y F. gigantica, Cobbold, 1855, la primera predomina en zonas de climas más templados,
sin excluir su presencia en otras regiones y reconociendo que ambas se superponen con
frecuencia en zonas subtropicales (Andrews, 1999).
En una investigación paleo-parasitológica realizada en el Valle Saale-Unistrut, en
Alemania (Teegen, 2003), se evidenció la presencia de huevos de F. hepatica en un
esqueleto humano prehistórico y también en los restos de un bovino de unos 3000 años
a. C., hallazgos que denotan la presencia de Fasciola spp. en Europa hace miles de
años. La primera descripción de Fasciolosis en la literatura está contenida en el libro
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titulado “Black Book of Chirk”, publicado cerca de 1200 (Froyd, 1969), donde hace
referencia a parásitos en el hígado de las ovejas.
Tabla 1 Hitos en el descubrimiento del ciclo biológico de Fasciola hepatica
De Brie, 1379 Primero en observar al trematodo F. hepatica
Redi, 1688 Refuta la teoría de la generación espontánea
Swammerdam,
1737 Primero en observar cercarias en un caracol
Müller, 1773 Observa cercarias nadando en el agua Zeder, 1803 Describe el miracidio eclosionando del huevo Nitzsch, 1807 Observa cercarias enquistándose
Bojanus, 1818 Describe las redias y el desarrollo de cercarías La Valette St
George, 1855 Observa la infección del caracol por el miracidio
Weinland, 1875 Sugiere que las fases larvarias de F. hepatica
transcurren en L. truncatula
Leuckart, Thomas, 1882
Confirma que L. truncatula es el hospedador intermediario y se comprende el ciclo biológico del trematodo
Lutz,1892, 1893 Confirma que los herbívoros adquieren la infección mediante la ingestión de metacercarias
Sinitsin, 1914 Confirma la ruta de migración de F. hepatica hacia el hígado
Fuente: Andrews Stuart J., 1999
Según la historia más cercana de F. hepatica, se trata del primer trematodo que describió
en 1250 Pietro d’Abano y más tarde, en 1379, Jean de Brie vio los parásitos en un hígado
ovino y relacionó su presencia con el consumo de una hierba que llama dauve (acaso un
ranúnculo), de donde derivó el nombre de duela del hígado (Cordero, 1999). Gesner
(1551) demostró que el distoma del hígado se encontraba allí donde el ganado vacuno se
alimentaba con hierba en las proximidades del agua (Piekarski, 1959).
De acuerdo a Cole (1944), una descripción del gusano aplanado del hígado aparece en el
libro titulado: “A new Tracte or Treatyse moost profytable for all Husbandemen”, publicado
en 1523 por Sir Anthony Fitzherbert. Poco después, en 1539, en el libro: “De lumbricis
alvum occupantibus”, se hace referencia a una observación realizada por el médico
Fanensi Gabucinus, quien describe gusanos que parecían semillas de calabaza en los
vasos sanguíneos del hígado de ovejas y cabras. Durante la segunda mitad del siglo XVI
se reportaron observaciones adicionales sobre la enfermedad del gusano hepático
aplanado, principalmente las de Cornel Gemma (1575). En ese momento todavía era
común pensar que la alimentación de las ovejas con determinadas plantas era
responsable de la enfermedad. Recién en 1688 esta teoría fue cambiada por Francesco
Redi, un médico italiano autor de la primera helmintología comparada, quien mostrando
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que los parásitos liberaban huevos, y así destrozó la falsa doctrina de la generación
espontánea. Se desconoce el parásito en el cual esta observación fue realizada por
primera vez, pero Redi fue el primero en publicar un cuadro del parásito, un esquema de
un espécimen sacado del hígado de un carnero castrado, y años más tarde también las
recogió incluso de una liebre; fue él quien realizó, los primeros dibujos de los que se tiene
constancia de este trematode.
Aparentemente, John Faber, en 1670, afirmó que el gusano aplanado del hígado vivía en
los conductos biliares y no en los vasos sanguíneos (Reinhard, 1957). Pollas en el siglo
XIX descubre el parásito en el hombre, mencionándolo por primera vez en 1818. Otro de
los que describió el hallazgo de F. hepatica en humanos, fue Petridge en 1852 en vías
biliares extrahepáticas, en Inglaterra (Blancas et al, 2004).
En 1883, Leukhart de Alemania (Taylor, 1937), y Thomas de Inglaterra, investigando por
separado, describieron el ciclo de vida completo (Jensen y Mackey, 1973). Así pues, en
2014 se cumplió el primer centenario del descubrimiento del ciclo completo de F. hepatica
en el que participaron numerosos investigadores de diversos países, entre los que se
citan sólo los logros más destacados de alguno de ellos: Thomas y Leuckart, finalmente
concluidos por Sinitsin (Sinitsin, 1914).
1.1.1. - Sinonimia
La palabra trematodo, (derivada del griego) significa: abertura o ventosa. F. hepatica ha
recibido también nombres corrientes como “duela”, “distoma” o “liver fluke disease”, y
entre su sinonimia: “jallo jallo”, “callutaca”, “hojuela” y “mariposa”. El nombre vernáculo en
México es “cazahuate”; popularmente conocida como “alicuya” o “colerina” en la sierra
peruana; “T´alpha laq´o” en Bolivia; “pirihuín” en Chile o “saguaipé” en Uruguay y
Argentina. En nuestro país “Palomilla del hígado” en la pampa húmeda; “corrocho” en la
provincia de San Juan; “chonchaco” en San Luis y “unca” o “uncaca” en el noroeste
argentino.
1.1.2. - Clasificación taxonómica
Según los trabajos de Yamaguti et al, (1958), Pantelouris (1965), Taylor (1937), Schell
(1985), Borchet (1981), Boray (1982), Boch y Supperer (1982), Euzeby (1971) y Urquhart
et al, (1987) la clasificación taxonómica de las especies del género F. hepatica es la
siguiente:
Phylum Platyhelminthes (vermes que poseen un cuerpo aplanado y que en su mayoría
son hermafroditas), clase Trematoda (cuerpo no segmentado, forma foliácea, con aparato
digestivo incompleto y ventosas como órganos de fijación), subclase Digenea (evolución
indirecta, con uno o más hospedadores intermediarios), orden Echinostomatida, suborden
Prosomata Odhner, 1905, superfamilia Fascioloidea, familia Fasciolidae Railliet, 1985,
género Fasciola Linnaeus, 1758, especie F. hepatica (Belding, 1965).
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1.2. - Ciclo biológico de Fasciola hepatica
El adulto del parásito presenta aspecto foliáceo, lanceolado y aplanado. Mide de 5 a 13
mm de ancho por 2 a 3 cm de largo (Noble y Noble, 1965); es hermafrodita. Su aparato
digestivo es incompleto, sin ano. El de fijación está constituido por dos ventosas, la
posterior o acetábulo está sobre la cara ventral y es de forma triangular; la ventosa
anterior es redondeada y más pequeña. Carece de aparato circulatorio y respiratorio
(Belding, 1965).
Fuente:BIODIDACR Livingstone
Figura 1 Especímenes adultos de F. hepatica sobre la cápsula de Glisson obtenidos a
partir de una infección natural en Lama glama, en el valle de Fiambalá y esquema de F.
hepatica adulta.
El útero presenta una forma tubular enrollada, dilatándose por la acumulación de los
huevos y desembocando finalmente en el poro genital junto al cirro (Rey Millares,
1960);(Belding, 1965);(Pezzi Guimarães, 2002).
Los huevos del parásito (50 x 150 µ, de color parduzco) inmaduros, son descargados por
los conductos biliares en las heces. Pasan a cursos de agua, desarrollan el embrión,
liberan la primera forma larval, el miracidio, el cual penetra un hospedador intermediario,
que incluye muchas especies del género Lymnaea, en el que se desarrolla a otros
estadios larvales -esporoquistes, redias- hasta emerger como cercarias móviles. Las
cercarias se liberan del molusco y se enquistan como metacercarias en la superficie de
las plantas acuáticas, donde se mantienen intactas e infectivas por largos períodos.
El hospedador (mamífero) definitivo se infecta por el consumo de vegetales crudos. En él,
la metacercaria se desenquista y desarrolla a formas juveniles y adultas que finalmente
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se alojan en los conductos biliares. El parásito produce huevos (a partir de los 3 meses)
que pasan con la bilis a las heces del hospedador, completando el ciclo (Belding,
1965);(Kean et al, 1978).
Fuente: Centro para el control y prevención de enfermedades
(CDC)
Figura 2 Huevos de F. hepatica presentes en materia fecal de ovinos infectados
naturalmente en el valle de Fiambalá, obtenidos por el método de sedimentación de
Dennis, Stone y Swanson, donde se aprecian los embriones en su interior y el detalle del
opérculo abierto y esquema de huevo embrionado.
Los parásitos del Phylum: Platyhelminthes, Clase: Trematoda, Subclase: Digenea se
hallan dentro del grupo de los que se transmiten entre varios hospedadores. El ciclo de
vida de los digeneos involucra un hospedador definitivo, en general un vertebrado, donde
el parásito alcanza la madurez sexual, por lo menos un hospedador intermediario, donde
se produce la multiplicación larval (esporoquistes, redias y cercarias) y estadios de vida
libre (miracidios y cercarias) (Hasseeb y Fried, 1997). El primer hospedador intermediario
es un caracol con respecto al cual los digeneos poseen una gran especificidad. El estadio
infectivo para el hospedador definitivo es la metacercaria y para el primer hospedador
intermediario, el miracidio.
Figura 3 Esquema del ciclo biológico de Fasciola hepatica
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Nota: Los huevos inmaduros de F. hepatica se descargan en los conductos biliares y en
las heces . Los huevos embrionados maduran en el agua , huevos liberando
miracidios , que invaden un huésped intermediario adecuado , caracol del género
Galba/Fossaria. En el caracol los parásitos pasan por varias etapas de desarrollo
(esporoquistes , redias y cercarias ). Las cercarias se liberan del caracol y se
enquistan como metacercarias en la vegetación acuática u otras superficies. Los
mamíferos adquieren la infección por comer la vegetación que contiene metacercarias.
Los seres humanos pueden infectarse al ingerir vegetales que contiene metacercarias,
especialmente berros . Después de la ingestión, las metacercarias se desenquistan en
el duodeno y migran a través de la pared intestinal, la cavidad peritoneal, y el
parénquima hepático a los conductos biliares, donde se desarrollan como trematodos
adultos .
Fuente: Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC)
1.2.1. - Aspectos epidemiológicos
El estudio de la epidemiología de la Fasciolosis involucra los factores que afectan la
prevalencia y la intensidad de la infección y como esto impacta en los animales
(Torgerson y Claxton, 1999). La epidemiología de la enfermedad depende de la
susceptibilidad de las especies de hospedadores definitivos, dada por la resistencia
natural o adquirida y por el estado nutricional, la edad y otros factores que condicionan la
fisiología de cada especie y también de la presión de infección en el ambiente. La presión
de infección, a su vez, está fuertemente influenciada por factores abióticos, en particular
por la temperatura y la humedad, que modulan la presencia y el desarrollo de los
hospedadores intermediarios y el desarrollo del parásito dentro y fuera de éstos
(Torgerson y Claxton, 1999). La epidemiología de la Fasciolosis también depende de una
gran variedad de factores topográficos, biológicos y de manejo ganadero (Boray et al,
1969).
La distribución de la Fasciolosis es irregular, ya que la infección está determinada por la
presencia del molusco que actúa como hospedador intermediario en el agua dulce, de la
presencia de animales herbívoros, de las condiciones fisiográficas y climáticas y de los
hábitos dietarios humanos (Mas-Coma, 2005).
Respecto a las características ecológicas del caracol, bajo especiales circunstancias, los
limneidos son capaces de adaptarse a las condiciones más extremas. Los caracoles
limneidos son más resistentes a las bajas temperaturas que a las altas. Las
metacercarias son susceptibles a la desecación a temperaturas por encima de los 25 ºC,
pero pueden sobrevivir a las bajas temperaturas durante tiempo, con suficiente nivel de
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humedad. Una alta humedad asociada con abundantes lluvias suelen ser precursoras de
endemias en animales herbívoros (Ripert et al, 1988).
Los principales animales que actúan como reservorios hospedadores en relación al
hombre son las ovejas, las cabras y los bovinos. La oveja es el mamífero reservorio que
juega un papel más importante en la contaminación de los pastos y por tanto, en la
transmisión humana. En la oveja, la puesta de huevos diaria es relativamente alta (4.000-
5.000 huevos por parásito adulto y 8.800-25.100 por hospedador) (Boray, 1969).
Los hábitos alimenticios del ser humano son muy importantes en la Fasciolosis. Comer
berro, además de otras verduras acuáticas con metacercarias adheridas, puede ser
vehículo de la transmisión, así como beber agua contaminada con metacercarias
flotantes (Bargues et al, 1996 b).
Los trabajos de Fasciolosis publicados en la literatura, permiten distinguir varias
categorías: (I) la mayoría de artículos se refieren a notificaciones de casos individuales,
(II) otros informan de varios miembros de grupos familiares que compartieron alimentos
contaminados, (III) artículos que comunican brotes que no necesariamente afectan a
miembros de la misma familia, y (IV) artículos de estudios epidemiológicos que se
refieren a un gran número de personas (Chen y Mott, 1990);(Esteban et al, 1998).
Cabe destacar la gran capacidad de colonización y expansión de esta enfermedad a
partir de los orígenes euroasiáticos de F. hepatica, relacionada con la gran adaptabilidad
tanto de los trematodes como de los limneidos a medios muy diversos. En el caso de F.
hepatica resalta su capacidad de adaptarse y dar lugar a grandes endemias en lugares
extremos e inhóspitos.
1.3. - Vías de difusión geográfica de F. hepatica
Los animales domesticados alcanzaron grandes densidades poblacionales y se
concentraron en la proximidad de la vivienda humana, aumentando la probabilidad de
transmisión intraespecífica de las infecciones y el contagio a la población humana
(Wisnivesky, 2003). Los animales domésticos se originaron en la medialuna fértil del
Sudeste asiático o Mesopotamia y se dispersaron luego alrededor del mundo (Haviland,
1997).
El punto inicial de difusión de F. hepatica, durante el período posterior a la adaptación
peri-domiciliaria, mediante pequeños rumiantes ovinos y caprinos salvajes hacia el Viejo
Mundo, procedió del Medio Oriente, aproximadamente 6.000 a. C. La dispersión hacia el
oeste, centro y norte de Europa, tuvo lugar a través de los Balcanes, Turquía y Grecia,
entre los milenios 4-3 a. C. Hacia el oeste la ruta seguida probablemente fue por el
Mediterráneo, con los fenicios y más tarde con los romanos, llegando al noroeste de
África e Iberia sobre el siglo VIII a. C. Los ochocientos años de ocupación árabe de la
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península ibérica ciertamente habrían contribuido a la difusión de F. hepatica hacia el
norte de África a través de Gibraltar (Mas-Coma et al, 2009 a).
La expansión hacia el este, en Asia, señala dos posibles rutas principales, una más
limitada hacia el sur, a través de las montañas de Afganistán y hasta Pakistán,
probablemente en los milenios IV y III a. C., y otra vía más larga a través de Mongolia,
hasta China y el Lejano Oriente, al parecer más reciente.
Figura 4 Geografía de la probable dispersión de Fasciola hepatica
Fuente: Mas-Coma et al, 2009 a.
1.3.1. - Distribución de F. hepatica en América
Fueron las rutas transoceánicas hacia el Nuevo Mundo y Oceanía las que continuaron la
propagación de F. hepatica durante los últimos 500 años. Otras rutas secundarias
completaron la dispersión en las diferentes zonas de América. Esto viene a significar que
la amplia difusión de la Fasciolosis en España, Portugal, Francia, el Reino Unido y Países
Bajos, entre los siglos XV y XIX, constituyó probablemente la vía de introducción del
parásito en tierras americanas.
Luego de la llegada de los europeos a América comienza la introducción de animales
domésticos. El ganado español adquirió importante representación, puesto que se habría
extendido inicialmente en el área del Caribe y después hacia el resto de América Central
y del Sur. En Argentina, F. hepatica, se describe por primera vez como problema en
ovinos, en 1888 (Bacigalupo et al, 1943).
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El ganado de origen español introducido en el continente, fue inicialmente ovino y
después se amplió al vacuno, mientras que el ganado de origen portugués que llegó
hacia Brasil fueron bovinos, criados principalmente en el noroeste de la península Ibérica
(Mirol et al, 2003).
La gran uniformidad genética de las Fasciolas halladas en puntos geográficamente
alejados, como Valdivia en Chile o León en España, demuestra el origen común de la
difusión de parásito y de hospedadores en toda América. Otro tanto sucede entre los
aislamientos genéticos del Reino Unido en relación con los hallados en Australia.
La Fasciolosis endémica que hoy se extiende por amplias zonas de los países del sur de
Latinoamérica es producto de la historia. En América precolombina no se conocían las
ovejas ni las vacas, pero los europeos al llegar a las nuevas tierras, las importaron desde
Europa, presumiblemente ya infectadas con trematodes, y no sólo eso, también se
trajeron sin tener conocimiento de ello los caracoles (Lymnaeas).
Tal acarreo ha llegado a generar un verdadero problema ecológico, que con el paso del
tiempo ha alcanzado cotas tan importantes que, por ejemplo, solamente en la VII Región
de Chile, se ha registrado un porcentaje de animales infectados del 90%, con importantes
decomisos hepáticos en las faenas de los mataderos (Apt et al, 1992). La invasión
parasitaria fue tan efectiva que afectó a otras muchas especies, incluso a las vicuñas,
llamas (Marín, 2009), alpacas, guanacos, liebres (Kleiman et al, 2004), conejos silvestres,
etcétera. Otro tanto puede decirse de amplias regiones de Perú, Bolivia, Ecuador y de
países centroamericanos, como es el caso de Cuba (Acha y Szyfres, 1997).
El empleo de especies animales para el transporte de personas, bienes y mercancías que
se produce en todas las civilizaciones humanas, proporcionó la posibilidad de que F.
hepatica se extendiera de modo progresivo a amplias áreas geográficas, dentro de un
continente o una región intracontinental. Muchos de estos animales, entre ellos las mulas
y llamas, todavía se emplean hoy para el transporte, aunque sea a escala local, y en ese
sentido representan un medio importante que posibilita la difusión de la infección.
La trashumancia es un sistema de explotación ganadera basado en el pastoreo y
aprovechamiento de pastos en periodos adecuados y se orienta a evitar los efectos
negativos de factores climáticos excesivamente rigurosos, por las temperaturas frías o
cálidas acompañadas de escasas precipitaciones o de excesiva sequía; en particular en
ciertas estaciones y regiones determinadas. La migración estacional de la ganadería,
entre tierras bajas y de montaña ha sido una tradición importante durante muchos años y
aun todavía se practica en muchas regiones cordilleranas de nuestro país.
Es evidente que los transportes por vía terrestre, marítima o aérea, utilizados
asiduamente para movimientos de importación/exportación de ganado; pueden tener
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repercusiones sanitarias y muy probablemente han sido el origen de introducción de
Fasciolosis hasta otras zonas lejanas, tal como sucedió en América.
Los problemas relacionados con estos movimientos comerciales además de implicar el
riesgo de extender la infección por F. hepatica hacia otras áreas, también dificultan la
realización y obtención de buenos resultados en estudios genéticos que estén basados
en algunos marcadores moleculares. En efecto, si las poblaciones de F. hepatica
proceden de mezclas anteriores y de distintos orígenes, es muy difícil que a través de los
estudios genéticos se puedan hacer interpretaciones correctas sobre su origen y las vías
seguidas por los parásitos (Semynova et al, 2006);(Walker et al, 2007); y por tanto habrá
mucha dificultad para obtener resultados reveladores sobre las rutas seguidas por
Fasciola spp., sobre todo si se tiene en cuenta la escasa disponibilidad de marcadores
moleculares fiables.
Tales movimientos de ganadería realmente no sólo facilitan la extensión de F. hepatica,
sino también de las especies de caracoles que actúan como huéspedes intermediarios,
como es el caso de los limneidos que se encuentran en contacto directo con los animales
porque ambos comparten hábitats similares. Esto es lo que sucede con respecto a Galba
truncatula, que puede ser arrastrado entre las pezuñas de los animales, y dispersados a
otros lugares, introduciéndose así de manera accidental donde no es habitual. Es lo que
muy probablemente ha sucedido y se ha analizado en zonas de Bolivia (Mas-Coma et al,
2001). Las evidencias sugieren que ejemplares de G. truncatula pueden permanecer
activos en el seno de trozos de barro adherido a las pezuñas de los rumiantes que
pisotean esas zonas, y pueden ser trasladados a otras, donde tras un periodo de
hibernación o estivación se reactivan cuando nuevamente se sumergen en agua.
Si se observan los datos sobre la evolución de la Fasciolosis animal de los últimos años
en muchas regiones, los resultados no dejan de sorprender, porque se comprobó algo
muy llamativo y es que, lejos de disminuir la prevalencia ha aumentado.
Diversos estudios han puesto de manifiesto diferencias en la resistencia o sensibilidad a
esta parasitosis dependiendo de la especie animal, los bovinos, ovinos, equinos y el
hombre reaccionan en forma tardía permitiendo su desarrollo. Así pues, la infección por
F. hepatica no afecta por igual a todas las especies animales; el ganado ovino y bovino
son los más receptivos, lo que implica considerables pérdidas económicas, tanto directas
(son conocidas las mortandades, en bovinos, debidas a Hemoglobinuria Bacilar por
Clostridium haemolyticum, como la Hepatitis Infecciosa Necrosante por C. novyi B en
ovinos, asociadas a Fasciolosis aguda) como indirectas (decomiso de hígados,
disminución de las producciones, gastos en tratamientos, etcétera) (Olaechea, 1994).
Dentro de los animales susceptibles de ser hospedadores reservorios de F. hepatica se
diferencia: I) animales domésticos principales reservorios: ganado vacuno y ovino,
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cerdos, búfalos y monos; II) animales domésticos reservorios secundarios: caballos,
cabras, dromedarios, camellos y llamas; III) animales silvestres: liebres, conejos y
roedores, entre otros (Mas-Coma et al, 1997).
Es curioso como en animales de laboratorio como ratas, ratones, conejos, así como en
humanos, unos pocos ejemplares de F. hepatica producen reacciones muy intensas e
incluso muertes. Otros en cambio, como el cerdo, poseen una resistencia natural a la
migración de las formas juveniles, probablemente por la gran cantidad de tejido
conjuntivo perilobulillar que tienen (Getty, 1974); sin embargo, también hay descritas
Fasciolosis graves. En équidos, que son hospedadores receptivos a F. hepatica, las
lesiones son casi inaparentes incluso en caso de parasitación abundante. Se mencionan
casos de muerte relacionados con F. hepatica, en los que curiosamente se encontraron
números variables de especímenes desde uno a 14 e, incluso, hasta 40 ejemplares (Rojo
y Ferré, 1999).
En la República Argentina, los registros de decomiso de hígados indican que la
Fasciolosis es la cuarta enfermedad de importancia veterinaria del ganado bovino, de
acuerdo a los datos de la Oficina de Estadística del Servicio Nacional de Sanidad y
Calidad Agroalimentaria; Dirección de Fiscalización de Productos de Origen Animal. Es
considerada una enfermedad endémica en el país y su distribución abarca las provincias
de Buenos Aires, Catamarca, Córdoba, Corrientes, Chaco, Chubut, Entre Ríos, Jujuy, La
Pampa, Mendoza, Misiones, Neuquén, Río Negro, Salta, San Luís, Santa Cruz, Santa Fe
y Tierra del Fuego. En los últimos años, las mayores prevalencias en animales, se
registraron en la Región Patagónica (6,8%), seguida de la Región Noreste (4,1%),
Noroeste (2,5%), Cuyo (1,4%) y Pampeana (0,9%) (Prepelitich y Wisnivesky-Colli, 2013).
En Catamarca, no existen registros oficiales del porcentaje de infección en el ganado
vacuno u otras especies animales por este trematodo hepático, aunque los ganaderos
refieren pérdidas económicas importantes. La Fasciolosis animal está ampliamente
distribuida en todos los departamentos de la provincia, según se desprende de la
información de los decomisos de vísceras infectadas en los mataderos.
La Fasciolosis se ha considerado una enfermedad que afecta a la ganadería desde
tiempo inmemorial. Debido a su importancia económica, a su particular ciclo biológico y
forma de transmisión, su peculiar especificidad de hospedadores, etc.; se han planteado
a lo largo de muchos años multitud de estudios, no sólo desde la perspectiva veterinaria
sino también de otras muchas áreas de conocimiento, en lo que se ha convenido en
llamar acercamientos multidisciplinares, que van siendo habituales en las investigaciones
parasitológicas.
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1.4. - Hospedador intermediario
El parásito no se encuentra en regiones donde las condiciones no son las adecuadas
para el desarrollo de los caracoles que sirven de hospedador intermediario. Pertenecen al
Phylum Mollusca y a la clase Gasteropoda y las especies de interés se encuentran en la
subclase Euthyneura o Pulmonata, dependiendo del sistema de clasificación (Cuezzo,
2009).
Los caracoles pertenecientes al género Lymnaea se encuentran involucrados en la
transmisión de F. hepatica. Son anfibios y viven en el barro, en ambientes de aguas poco
profundas sujetos a las inundaciones y desecaciones. Se los encuentra normalmente en
hábitats que se presentan húmedos intermitentemente y en aguas ligeramente ácidas y
es raro encontrarlos en ambientes permanentemente húmedos. Su distribución no es
uniforme porque, dentro de cada hábitat, pueden concentrarse en áreas pequeñas con
canales de drenaje y filtraciones. Viajan largas distancias arrastrados por la corriente y en
ciertos países del mundo, como Australia, las grandes regiones con aguas permanentes y
que contienen pocos caracoles, son consideradas importantes en la recolonización de
cursos de agua temporarios. El 30% de los moluscos sobrevive meses de sequía
mediante la estivación y aún los recién eclosionados pueden sobrevivir dos meses de
estivación. Sin embargo, una vez que el agua regresa, los caracoles son capaces de
procrearse rápidamente (Torgerson y Claxton, 1999).
Figura 5 Imagen y fotografía del aspecto externo de Lymnaea neotropica, proveniente del
valle de Fiambalá, Catamarca, Argentina.
La ecología de la Fasciolosis está estrechamente relacionada con la de los moluscos que
sirven de hospedadores intermediarios. Los caracteres fisiográficos, la composición del
suelo y los factores climáticos determinan el ritmo de la reproducción de los limneidos y
por consiguiente, la dinámica epidemiológica.
F. hepatica posee una gran especificidad hacia su hospedador intermediario ya que sólo
se desarrolla en caracoles de la familia Lymnaeidae. Estos caracoles están distribuidos
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en todo el mundo aunque son más abundantes en las zonas templadas del hemisferio
norte (Malek, 1962). Son caracoles pulmonados, en su mayoría anfibios, capaces de vivir
sobre el fango, aunque existen algunas especies más acuáticas que se desarrollan a
varios centímetros de profundidad. Habitan una gran variedad de ambientes
dulceacuícolas temporarios y permanentes, poco profundos, de aguas claras con poca
corriente (Malek, 1962).
No todas las especies de limneidos son igualmente susceptibles a F. hepatica y tanto los
factores extrínsecos (condiciones ambientales de cada región), como los intrínsecos
(estado nutricional, tamaño, madurez sexual, etcétera), influyen en el rol de cada especie
como hospedador intermediario (Ollerenshaw, 1971);(Mattos y Ueno, 1986);(Minchela et
al, 1985).
En la mayoría de los países de América del Sur, L. viator, L. cubensis y L. truncatula
están identificadas como los principales hospedadores de F. hepatica (Samadi et al,
2000);(Pointer et al, 2006);(Kleiman et al, 2007); en Brasil, la especie introducida L.
columella es el principal hospedador intermediario (Amato et al, 1986).
Las especies descriptas en nuestro país son: L. viator, L. diaphana, L. peculiaris, L.
pictonica y L. plicata (Hubendick, 1951);(Paraense, 1975);(Castellano y Landoni, 1981);
(Paraense, 1982);(Paraense, 1983);(Paraense, 1984);(Malek, 1985), L. columella
(Hubendick, 1951);(Prepelich et al, 2003), L. patagonica, L. neotropica (Bargues y Mas-
Coma, 2005);(Bargues et al, 2007 a, b) y L. truncatula (Issia et al, 2008).
En Argentina, la relevancia epidemiológica y la distribución geográfica de estos caracoles
no se conocen con precisión y existe poca certeza taxonómica entre las especies del
género. Las especies L. plicata Hylton Scott, 1953 y L. diaphana King, 1830 han sido
escasamente citadas (Hubendick, 1951);(Hylton, 1953). La distribución de L. diaphana se
encuentra asociada a zonas frías, abarca la Patagonia, Tierra del Fuego e Islas Malvinas
(Castellanos y Landoni, 1981); aunque en Salta también se ha observado la presencia de
esta especie (Rossanigo et al, 1983). La especie L. viatrix Orbigny, 1835 ha sido
descripta en las siguientes provincias: Buenos Aires, Catamarca, Chubut, Córdoba,
Corrientes, Entre Ríos, Jujuy, Mendoza, Neuquén, Río Negro, Salta y San Luis
(Paraense, 1976, 1982);(Lombardero et al, 1979);(Castellanos y Landoni,
1981);(Rossagnino et al, 1983);(Venturini y Fonrouge, 1985);(Kleiman et al, 2004). La
distribución de L. columella (Say, 1817), está restringida al Noreste (Prepelitch et al,
2003), mientras L. truncaluta es reportada en el país como el más importante limneido en
la transmisión de Fasciolosis (Bargues et al, 2006 b). En la provincia de Catamarca, L.
viator es la especie reconocida (Bacigalupo, 1930);(Morton, 1986);(Ubaid, 1989).
En la revisión general más reciente sobre limneidos sudamericanos, Malek (1985)
catalogó la misma especie mencionada por Hubendick (1951), pero aceptando L.
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patagonica como válida y no incluyó a L. peculiaris. Mientras que para Lombardero et al,
(1979) el informe, en Argentina, de la especie europea Stagnicola como L. palustris por
NJ Evans, del Museo Británico de Historia Natural es sorprendente; ya que sería el único
Stagnicola reconocido en la Región Neotropical. Asimismo, se debería confirmar la cita
de la especie L. cousini, (Olaechea, 1994) ya que puede haber un malentendido sobre
esta especie porque, contrariamente a lo que se señala, no se incluye la presencia de L.
cousini, en Argentina, en la última revisión de Castellanos y Landoni (1981).
Recientemente, los hallazgos de L. neotropica por Mera y Sierra (2009) en la provincia de
Mendoza y el de Pujadas et al (2014) en la provincia de Entre Ríos, representan tanto
una nueva especie de limneido para la fauna argentina, como un interés adicional del
punto de vista de la enfermedad.
Cuando la temperatura ambiente oscila entre los 10-30 ºC y hay suficiente humedad en el
suelo se generan condiciones favorables para el establecimiento y desarrollo de los
caracoles de la familia Lymnaeidae (Torgerson y Claxton, 1999). Estas condiciones
permiten que los moluscos desarrollen poblaciones abundantes y persistentes en el
tiempo. A su vez, los huevos de F. hepatica, eliminados por el ganado infectado, se
desarrollan satisfactoriamente bajo estas mismas condiciones ambientales, liberándose al
ambiente gran cantidad de miracidios. Estos se ponen en contacto con los caracoles
susceptibles y aumenta el número de ejemplares infectados, que luego emitirán cercarias
que se enquistarán en la vegetación. Una gran cantidad de hospedadores definitivos
susceptibles, ya sea porque tienen una resistencia innata pobre o una respuesta inmune
deficiente, estará en condiciones de infectarse y desarrollar exitosamente la infección.
Si bien el hospedador intermediario juega un rol fundamental en el ciclo de transmisión
porque el parásito se multiplica asexualmente en él y aumenta en forma exponencial el
número de larvas; el hospedador definitivo es importante en la diseminación de la
infección debido a su mayor capacidad para trasladarse (Haseeb y Fried, 1997). Para
entender el modo de transmisión en este tipo de ciclos es esencial conocer la biología de
los hospedadores intermediarios y definitivos. Más aún, la dinámica de transmisión de las
infecciones por digeneos sólo puede ser comprendida teniendo en cuenta los factores
abióticos que regulan las poblaciones de hospedadores intermediarios y aquellos que
influyen en el desarrollo de los estadios de vida libre del parásito (Haseeb y Fried, 1997).
Las pequeñas especies de limneidos incluidas en el grupo Galba/Fossaria son muy
importantes debido a su gran capacidad para transmitir F. hepatica. Hay, sin embargo,
especies incluidas en este grupo que muestran una alta capacidad de transmisión y en el
extremo opuesto hay otras que han demostrado no ser susceptibles a la infección por
etapas larvales de F. hepatica, como L. schirazensis (Bargues et al, 2011 a). Por otra
parte, hay especies de este grupo que están claramente relacionadas con las áreas
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endémicas de Fasciolosis humana debido a su ecología antropofílica y comportamiento;
mientras que otras especies por lo general habitan biotopos frecuentados por el ganado,
pero alejados de los lugares donde los humanos viven o desarrollan sus actividades
(Artigas et al, 2011);(Bargues et al, 2012).
Debido a este aspecto, estar más relacionado con la infección humana o la infección
animal, presenta un interés aplicado a la diferenciación entre las especies que
pertenecen a este grupo, cuando se trata de los hospedadores intermediarios presentes
en una zona endémica (Bargues et al, 2011 c).
La susceptibilidad de las especies de limneidos en Fasciolosis representa un factor
crucial en el establecimiento no sólo de la distribución geográfica de la enfermedad en los
animales y los seres humanos, sino también en las prevalencias e intensidades, debido a
características ecológicas (dinámica de la población, característica antropofílica, tipo de
cuerpos de agua, etcétera.) de las distintas especies de limneidos. Es por ello que los
limneidos aparecen vinculados a los diferentes patrones de transmisión (Mas-Coma,
2005) y escenarios epidemiológicos (Mas-Coma et al, 1999 a) de esta enfermedad, muy
heterogénea en los seres humanos (Mas-Coma et al. 2009 a). Las diferencias en faunas
de limneidos continentales también explican porque la Fasciolosis en América solamente
es causada por F. hepatica, debido a la ausencia de limneidos del género Radix que
actúan como intermediarios de F. gigantica (Bargues et al, 2001).
A nivel de especies de limneidos, los problemas se encuentran principalmente en la
uniformidad morfológica y anatómica interespecífica, que por lo general da serias
dificultades en la clasificación de una muestra (Bargues y Mas-Coma, 2005);(Bargues et
al, 2007 a, 2011 a). Por otra parte, la variación intraespecífica de la forma de la conchilla
es particularmente marcada en limneidos dependiendo de las condiciones ambientales.
Por lo tanto, hay muchos problemas de clasificación de muestras, principalmente
relacionados con las especies del grupo Galba/Fossaria (Bargues et al, 2011 a).
Afortunadamente, hay marcadores de secuencia, tanto en el ADNr nuclear y el ADN
mitocondrial, que permiten una apropiada clasificación de muestras en estos
invertebrados (Mas-Coma y Bargues, 2009).
1.5. - Fasciola hepatica en humanos
En lo que hace referencia a la Fasciolosis humana, durante muchos años se encuadró
como una enfermedad que se presentaba en situaciones muy particulares, de modo que
se habían citado relativamente pocos casos y de forma esporádica, lo que condujo a que
esta parasitosis haya estado clasificada como “enfermedad secundaria”.
Esta situación ha cambiado apreciablemente en los últimos años, cuando la OMS
comenzó a sospechar que había aspectos nuevos que atender, puesto que al disponer
de informes serios de varios países, se confirmaba la existencia de la infección humana
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por F. hepatica con mucha más frecuencia de lo que se suponía. Fue en ese periodo
cuando la OMS decidió apoyar las investigaciones sobre Fasciolosis humana a nivel
mundial, con una iniciativa que incluyó diversos campos de investigación dentro de lo que
se denomina colaboración de equipos multidisciplinares y con la aplicación avanzada de
procedimientos de estudio que, por ejemplo, incluían la genética molecular.
Desde la década de 1990, la Fasciolosis humana tiene una mayor relevancia, debido no
solo al aumento en el diagnóstico del número de casos y la alta tasa de morbilidad que
causa entre la población afectada, sino también por el elevado número de personas en
riesgo de infección (Chen y Mott, 1990). Este hecho refleja un serio problema de Salud
Pública con una importante repercusión en la economía de las sociedades, traducido
como ausencias escolares y laborales por parte de la población parasitada. Esto respalda
que la Fasciolosis no siga siendo considerada una mera zoonosis secundaria.
Se estimaba que la población humana afectada por Fasciolosis podría situarse entre los
2,4 (Rim et al, 1996) y 17 millones de personas (Hopkins, 1992) con un total de 180
millones en riesgo de contraer la enfermedad (OMS, 1995). Además, si se tiene en
cuenta la falta de conocimiento sobre la enfermedad en humanos en muchas regiones de
África y Asia, el número de personas afectadas podría ser mucho mayor que el notificado
(Mas-Coma, 2004 a, b).
La Fasciolosis humana ha sido descrita en 51 países diferentes de los 5 continentes
(Esteban et al, 1998). Los análisis de distribución de la enfermedad han mostrado que es
la parasitosis, que presenta una distribución geográfica con la mayor amplitud latitudinal,
longitudinal y altitudinal conocidas (Mas-Coma et al, 2003). En la Fasciolosis humana se
han descrito situaciones de hipoendémia, mesoendémia e hiperendémia (Mas-Coma et
al, 1999 a, 2008, 2009 a).
La Fasciolosis es una enfermedad parasitaria cosmopolita. En todo el mundo se
presentan casos humanos esporádicos (Soulsby, 1987), habiéndose incrementado su
incidencia desde fines del siglo pasado (Loja et al, 2003). Es así como en la década del
noventa, se empezaba a considerar como una parasitosis de mayor importancia en salud
humana. Los brotes que se registraban con anterioridad eran localizados y afectaban un
número reducido de personas. Para esa época la OMS reconoce el interés médico a
escala mundial.
Hasta hace pocos años, la Fasciolosis se circunscribía a poblaciones de cuencas
hidrográficas bien delimitadas, pero los recientes cambios ambientales y del
comportamiento humano están definiendo nuevos límites geográficos y aumentando las
poblaciones en riesgo (Savioli et al, 1999), por ende, la enfermedad posee una
distribución irregular. Las características corresponden no a un país determinado sino a
una determinada zona fisiográfica y climáticamente homogénea (Mas-Coma et al, 1999
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b). Típicamente ocurre en regiones templadas, a excepción de Oceanía, distribuyéndose
además en zonas tropicales y subtropicales. La Fasciolosis humana es una enfermedad
tropical re-emergente, que en los últimos años se reporta con mayor incidencia, aun
donde anteriormente se había asociado a casos surgidos entre el ganado de la zona
afectada (Mas-Coma et al, 1999 b).
Después de años de estudio en las zonas donde la infección humana por F. hepatica es
común, se propuso una clasificación en base a supuestos epidemiológicos (Mas-Coma et
al, 2009 c). Así se indican casos humanos “importados” que aparecen en zonas sin
Fasciolosis pero que se han adquirido en otros lugares endémicos. Hay también casos
“autóctonos”, que se presentan generalmente donde hay una casuística animal
importante y que aparecen de manera esporádica o muy irregular. Finalmente, se
entiende que hay zonas “endémicas” detectadas mediante pruebas directas y por
serología. Entre ellas hay diferencias importantes en cuanto a la prevalencias, desde las
que tienen porcentajes inferiores al 1%, hasta otras zonas en las que se puede definir un
estadio de hiperendemismo, con prevalencias que superan el 10%.
En esos lugares endémicos pueden distinguirse tres tipos de situaciones atendiendo a la
prevalencia en la población total: Hipoendémico: la prevalencia es menor al 1%;
Mesoendémico: con porcentajes de infección del 1 al 10%, donde puede presentarse una
alta prevalencia en niños de 5 a 15 años; e Hiperendémico: porcentajes de infección
superiores al 10% (Mas-Coma, 2005), y donde los casos humanos participan
significativamente en la transmisión a través de la eliminación de huevos; generalmente
se presenta asociada a condiciones sanitarias muy deficientes (Mas-Coma et al, 1999 a).
Además hay diferentes tipos de brotes de acuerdo a la situación endémica/no endémica
de la zona:
a).Epidemia en áreas donde la Fasciolosis es endémica en los animales, pero no en los
humanos: zonas donde los reportes previos de casos humanos han sido siempre aislados
y esporádicos; esos brotes usualmente involucran a pocos individuos, que resultan
infectados desde el mismo foco de contaminación (familia o pequeño grupo, berros u
hortalizas silvestres, de cultivo doméstico o comercial, portadoras de metacercarias).
b).Epidemia en áreas humanas endémicas: brotes en zonas donde la enfermedad es
endémica en los humanos, pueden involucrar a un gran número de individuos;
usualmente está relacionado a condiciones climáticas favorables para el desarrollo del
ciclo biológico tanto del parásito, como del caracol. La epidemia puede tener lugar en
áreas hipoendémicas, mesoendémicas o hiperendémicas (Mas Coma et al, 1999 a).
1.6. - La infección a nivel mundial
La infección ha sido reportada en Unión Soviética, China, Europa, África, América del
Norte, Sudamérica, Centro América y Australia (OMS, 1995). Las epidemias más
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extensas ocurrieron en Francia con más de 500 casos (Courde y Triozon, 1957) y en
Cuba con 799 casos (Pérez et al, 1983).
Ejemplos de prevalencia muy reducida se dan en Francia. Niveles intermedios se hallan
en Irán, Yemen (Farag, 1998), Portugal (Mas-Coma, 2005), Vietnam (Tran et al, 2001) y
Egipto (Curtale et al, 2000);(Amer et al, 2011). La más alta prevalencia e intensidad de la
infección en humanos se presenta en Bolivia, con 72%, realizando diagnósticos por
métodos coprológicos y 96% por serología (Esteban et al, 1997 b, 1999).
1.6.1. - América
La infección humana por F. hepatica se ha denunciado en muchos países del mundo,
pero es en América donde ocurren más casos (Acha y Syfres, 1997), demostrándose que
las más importantes regiones endémicas de Fasciolosis humana están localizadas en
América del Sur (Marcos et al, 2004). La frecuencia de la infección humana en América
Latina se ha subestimado en la bibliografía parasitológica.
En diversos lugares de Latinoamérica la prevalencia e incidencia de las enteroparasitosis
son un indicador del nivel socio económico y de vida de la población. Los factores de
riesgo asociados a deficientes condiciones sanitarias, hacinamiento, promiscuidad,
analfabetismo, ruralidad y pobreza continúan estando presentes en estas infecciones.
Aun hoy las enfermedades tropicales olvidadas (NTDs) (OMS, 2008) siguen siendo las
infecciones más comunes de las personas pobres que habitan en América Latina
(Cáceres, 1989).
Dentro de las diversas regiones de mayor concentración de Fasciolosis humana
conocidas (Mas-Coma et al, 2005, 2009 a), América del Sur se destaca por las zonas
endémicas humanas descritas en muchos países. Altas prevalencias e intensidades en
los seres humanos se han reportado en los países andinos como Bolivia (Hillyer et al,
1992);(Esteban et al, 1997a, b, 1999);(Mas-Coma et al, 1999 b), Perú (Esteban et al,
2002);(Espinoza et al, 2007);(González et al, 2011) y Chile (Apt et al, 1993);(Artigas et al,
2011). Zonas endémicas humanas también se han descripto, aunque con prevalencias e
intensidades más bajas, en Centroamérica (Arroyo et al, 1981) y, recientemente, también
en América del Norte (Zumaquero et al, 2013). Se denuncia sólo en forma esporádica en
Estados Unidos (Graham et al, 2001) o en Canadá (Fullerton et al, 2006) y con mayor
incidencia en zonas de México (Cruz López et al, 2006). Varios casos humanos también
se han registrado en zonas de altitud de Ecuador (Trueba et al, 2000), Colombia
(Bargues et al, 2011 b), y Venezuela (Bargues et al, 2011 c). En Uruguay (Binkley y
Sinniah, 1997) y Brasil, los informes humanos sólo se refieren a casos esporádicos y
aislados. En la región del Caribe, la Fasciolosis humana plantea principalmente
problemas en Cuba, donde los pacientes son diagnosticados de forma continua (Millán et
al, 2000);(Díaz Fernández et al, 2011), incluso con alta incidencia (Gonzáles Santana et
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al, 2013) al igual que en Haití (Agnamey et al, 2012). Puerto Rico todavía se puede
considerar una zona riesgosa de infección humana después de la situación
epidemiológica en el pasado (Hillyer, 1981). En América, casi todas las especies de
limneidos involucradas en la transmisión de F. hepatica pertenecen al grupo
Galba/Fossaria, hecho que demuestra que la clasificación por simples herramientas
malacológicas es pronunciadamente difícil, pero que es de suma importancia, ya que hay
especies de caracoles de este grupo que no participan en la transmisión, aunque por lo
general están presente en zonas de alta transmisión (Bargues et al, 2011 a).
1.6.1.1. - Perú, Bolivia y Chile
Las prevalencias e intensidades de infección encontradas en Perú son muy altas, donde
el número de personas infectadas es de 742.000 (Marcos et al, 2007). Concretamente, se
denunciaron prevalencias ligeramente superiores al 30% de la población estudiada en
Santa Ana (Stork et al, 2003) y Junín (Marcos et al, 2004) clasificándose como zona
hiperendémica para la Fasciolosis humana. Estudios efectuados en Huertas, localidad
perteneciente al valle de Mantaro, realizados mediante pruebas serológicas y exámenes
parasitológicos de heces, revelan una prevalencia de Fasciolosis del 28,3% por técnicas
coprológicas, alcanzando 36,3% por métodos serológicos realizados con Fas2-ELISA
(Marcos et al, 2004).
En Asillo, departamento Puno, la prevalencia general de Fasciolosis por exámenes de
heces fue 33,3% y por serología, 51,9% (Marcos et al, 2005), siendo analizadas también
por el ensayo Fas2-ELISA (Maco et al, 2002). Posteriormente se recopiló el número de
casos humanos de infección por F. hepatica en cuatro décadas, llegando a la conclusión
de que la Fasciolosis humana es una enfermedad emergente en el Perú y de mayor
importancia en Salud Pública (Marcos et al, 2007). Los estudios realizados determinan
que no hay diferencias significativas entre el género masculino y el femenino (Marcos et
al, 2004). Son susceptibles las personas de cualquier edad y en las zonas de alta
prevalencia, las tasas más elevadas suelen aparecer entre los niños menores de 15
años, a diferencia de lo que ocurre en zonas no endémicas (Blancas et al, 2004).
Se distinguen áreas de baja prevalencia, como 8,7%, en Cajamarca (Knobloch, 1985), en
tanto que ejemplos de alta prevalencia se encuentran en la región de Puno (15,6%);(Mas-
Coma et al, 1999 a) y del valle de Mantaro (34,2%) (Marcos et al, 2007 a).
En Bolivia, el área endémica para “talp´a laqo” (lengua Aymará) está limitada a una
relativa pequeña región (60 x 60 Km) en el noroeste del altiplano boliviano, entre el lago
Titicaca y la ciudad de La Paz, donde se presenta una prevalencia de la infección en
niños en edad escolar con un rango entre 31,2 % y 38,2% (Mas-Coma et al, 2001).
Aunque no se pensaba antes, ahora se sabe que hay lugares con prevalencias altas de
infección por F. hepatica en personas que viven en áreas endémicas. Además, se ha
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constatado que frecuentemente afecta de manera preferente a niños y mujeres, y
asimismo se ha comprobado que no es excepcional que en áreas humanas
hiperendémicas como en Bolivia y Perú, se detecten cifras de más de 400 huevos por
gramo de heces (Esteban et al, 1997); en algunos casos, como el de niños bolivianos, se
han superado los 5.000 hpg de heces, lo que revela la existencia de un grave problema
de salud en esas zonas.
En Chile las infecciones por F. hepatica son frecuentes en todo el país, extendiéndose la
enfermedad desde la Primera hasta la Undécima Región, siendo las zonas de mayor
prevalencia las comprendidas entre la VI y la IX. Es poco frecuente en la población
humana pero en ningún caso es una enfermedad rara (Sapunar et al, 2001). En un
estudio realizado a 5.861 individuos en la VII región, se registró un 0,7% de prevalencia
(41 casos), encontrando un 0,6% en los sectores rurales de la provincia de Curicó, 0,75
por ciento en Talca y 0,71% en Linares (Apt et al, 1992).
1.6.1.2. - República Argentina
En Argentina se hallan identificados 58 reportes registrando 555 casos, que involucran 13
provincias, la mayoría de ellas (97,7%) en zonas altas, en áreas montañosas centrales y
valles andinos, concentrados en Córdoba (430), San Luis (29) y Mendoza (28), mientras
que el resto de las provincias son raramente afectadas. La mayor prevalencia se observa
en mujeres. La edad varía de 3-95 años, con una media aritmética de 37,1. En general
las infecciones ocurren de enero a abril al aumentar las precipitaciones y las
temperaturas y los diagnósticos se realizaron por análisis coproparasitógicos (288),
intradermoreacción (63), cirugía (43), serología (13) y seis presentaciones erráticas (Mera
y Sierra et al, 2011).
Varios brotes que presentan características típicas de transmisión alimentaria, aparecen
relacionados con la ingestión de berros que crecen naturalmente a lo largo de los lechos
de ríos y arroyos recogidos durante fines de semana o actividades vacacionales en áreas
serranas de Córdoba (Siciliano et al, 1989) y San Luis (Carnevale et al, 2012), donde la
Fasciolosis ha sido diagnosticada como un problema de Salud Pública a tener en cuenta.
Un análisis retrospectivo permite destacar los informes de publicaciones (Roffo,
1913);(Greenway, 1924);(Bengolea et al, 1927);(Del Valle y Donovan, 1928);(Bacilalupo
et al, 1930);(Mascheroni, 1933);(Castex y Greenway, 1937);(Paladino y Galarce,
1938);(Boto,1939);(Cames,1940);(Bacigalupo, 1942);(Solari y Canepa, 1943);(Bacigalupo
et al, 1943);(Cuenya, 1944);(Cid, 1947);(Cames et al, 1947);(Rodríguez, 1952);(Longo y
Daraio, 1953);(Petraglia, 1954);(Rodríguez, 1954);(Cáceres, 1955);(Logaldo, 1955);
(Rodríguez, 1961);(Strada, 1961);(Ahualli y Arias, 1961);(Urrutia y Ferraris, 1962);(Cañas
et al, 1964);(Cornejo y Castillo, 1964);(Simón et al, 1964);(Ruggieri et al, 1967);(Sosa y
Romero, 1967);(Correa et al, 1969);(Peiretti, 1969);(Trosero y Nocetti, 1969);(Padilla et al,
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1970);(Carena et al, 1972);(Ossola et al, 1972);(Peiretti y Morales, 1973);(Sonzini et al,
1973);(Alaggia, 1981);(Majul et al, 1981);(Siciliano, 1982);(Gifoniello et al, 1983);(Miguel
et al, 1985);(Siciliano et al, 1989);(Melero et al, 1991);(Siciliano et al, 1992);(Minoprio et
al, 1995);(Ale et al, 2000);(Barcat, 2005);(Lloret et al, 2005);(Rubel et al, 2005);(Corti et al,
2006);(Nieto Sosa et al, 2006);(Salomón et al, 2006);(Nieto Sosa et al, 2008);(Ríos et al,
2008); (Nieto Sosa et al, 2012);(Carnevale et al, 2012), referidos a casos esporádicos y
aislados.
En la provincia de Catamarca la presencia de F. hepatica, se registra en la década de
1980 cuando se hallaron ejemplares adultos en actos quirúrgicos realizados a cinco
pacientes del género femenino (Andrada et al, 1983).
1.7. - Factores de riesgo en la infección de F. hepatica
La epidemiología y transmisión de la Fasciolosis humana está determinada por la
presencia de caracoles dulceacuícolas como hospedadores intermediarios, animales
domésticos infectados, condiciones climáticas y por algunos hábitos de consumo. No
obstante, algunos autores han demostrado que en las áreas endémicas, los factores
epidemiológicos y de transmisión no son tan simples como pudiera parecer a priori y que
se deben tener en cuenta otros factores adicionales para proponer una clasificación
epidemiológica respecto de las áreas de presentación de Fasciolosis humana (Esteban et
al, 1999).
El hombre es un huésped accidental. La infección es de relativa baja frecuencia en el ser
humano, debido a que su principal mecanismo de transmisión está ligado a los hábitos
alimentarios de los individuos. La mayor frecuencia de casos se presenta después de
veranos húmedos, cuando las aguas de drenaje de los pastos irrigados y encharcados de
los animales cubren completamente a los berros (Nasturtium spp.) (Soulsby, 1987), en
los que se encuentran enquistadas las metacercarias (Faust, 1949), la ingesta de berros
contaminados por el parásito es un antecedente que ocurre en la mayoría de los casos.
También se infectan por el hábito que tienen muchas personas de llevarse a la boca
tallos de plantas, acederas, briznas de hierba, etc., y de esta manera enferman los
agricultores y ganaderos (Piekarsky, 1959). Además en la infección humana intervienen
especies vegetales como las hojas de Taraxacum dens leonis (diente de león), Mentha
spp. (menta), Medicago sativa (alfalfa), Cichorium intybus (achicoria) Juncus andicola y
Juncus ebracteactus (juncos), Nostoc sp. (Cianofitas) (Bjorland et al, 1995). También se
suele asociar a la ingestión de plantas acuáticas, tales como el mastuerzo (Radostits et
al, 2002) y a los emolientes que son consumidos como plantas medicinales, existiendo la
creencia que los berros y la alfalfa son buenos para el hígado, son otra vía de infección
(Marcos et al, 2004).
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El agua es una fuente de infección, sea por beberla sin hervir o por contaminación de
hortalizas o utensilios de cocina (Mas-Coma et al, 2007). Se ha demostrado que los seres
humanos participan en la transmisión de la enfermedad en aquellos lugares donde se
practica la defecación al aire libre (Mas-Coma et al, 1999).
En áreas epidémicas hay diferentes tipos de brotes en relación con las características de
la zona. Generalmente coinciden las zonas epidémicas con las de Fasciolosis animal y en
tales casos normalmente concuerdan con un grupo de personas que consumen la misma
fuente de contaminación; generalmente verduras Lactuca sativa (lechuga), Spinacea
oleracea (espinaca) u otros vegetales frescos y contaminados con metacercarias de F.
hepatica. Estos casos habitualmente se presentan en miembros de una familia o en
comunidades de una misma zona.
George A. Alleyne en el prólogo de la publicación “Enfermedades transmisibles, género y
equidad en la salud” (Hartigan, 2001) cita a Levins cuando comparte que la complejidad
de los factores determinantes (género, raza y clase social) de las enfermedades
emergentes constituye un serio problema científico de nuestra época (Levins, 1995). En
las distintas infecciones humanas, es importante profundizar en los factores que afectan a
la distribución de la enfermedad, como analizar la influencia del género del hospedador
definitivo sobre la Fasciolosis.
Hasta 2003, en la mayoría de estudios sobre la Fasciolosis humana y su incidencia en las
diferentes zonas de endemicidad, los aspectos referidos a la epidemiologia de la
enfermedad en función del género del hospedador definitivo arrojaban resultados
contradictorios, obteniéndose zonas donde las prevalencias e intensidades de infección
eran diferentes. De ese modo, los estudios referidos anteriormente muestran que tanto en
Bolivia como en Perú (Esteban et al, 1999) las diferencias relativas a la prevalencia de
infección por F. hepatica en función del género no eran significativas. Por el contrario, en
Egipto, al igual que en Chile (Apt et al, 1992), existían diferencias significativas en la
prevalencia de infección dependiendo de si afectaba a hombres o mujeres.
Las investigaciones continuaron y no es hasta la década pasada cuando se llega a
recopilar (Curtale et al, 2007) más de 21.000 casos, con casi 1.000 positivos. Ambos
parámetros analizados, prevalencia e intensidad de infección, resultaron
significativamente mayores en mujeres que en hombres en Egipto; poniendo de
manifiesto lo que la tendencia ya reflejaba y es que sï existen diferencias en cuanto a las
intensidades de infección en función del género; afectando en mayor medida a las
mujeres.
Mientras que el predominio de Fasciolosis humana puede ser insignificante en áreas
donde la forma veterinaria de la enfermedad ocurre, las tasas varían extensamente en
áreas donde la enfermedad es endémica en la gente.
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La relación entre el predominio de Fasciolosis y la edad del huésped se diferencia en
áreas humanas endémicas y humanas no endémicas. El alto predominio en niños
menores de 15 años se presenta por lo general en áreas endémicas con las tasas más
elevadas, en contraste con la situación corriente en áreas humanas no endémicas
(Esteban et al, 2002).
1.8. - Sintomatología clínica y patología
El primer caso de Fasciolosis humana en el mundo fue reportado en 1600 (Náquira et al,
1975), mientras que en 1852, se describe por primera vez el hallazgo de especímenes
adultos de F. hepatica en las vías biliares intrahepáticas del hombre.
El diagnóstico de Fasciolosis humana se presenta ante un enfermo con un cuadro clínico
caracterizado por trastornos digestivos, especialmente hepatobiliares y fiebre.
Presentando o no urticaria, de evolución aguda o crónica, que puede estar acompañada
de eosinofilia elevada y en el que puede haber antecedentes de ingestión de berros.
Aunque, también es posible que la parasitosis curse en forma subclínica, si la infección
es por pocos ejemplares. La importancia de la clínica está condicionada por el número de
metacercarias ingeridas.
Las manifestaciones clínicas por F. hepatica se agrupan en las fases agudas o crónicas
(Behm y Sangster, 1999). La forma aguda se clasifica en tres subtipos diferentes: típica
(Chen y Mott, 1990);(Vilches et al, 1993), atípica (Ibáñez et al, 1994) y ectópica
(Catchpole y Snow, 1952);(Mas-Coma et al, 2014), mientras que la forma crónica se
diferencia con dos subtipos: sintomática (Jiménez et al, 2001) y asintomática (Arjona et
al, 1995). El síndrome agudo corresponde al periodo de migración de las formas
inmaduras, se caracteriza por fiebre de intensidad variable, eosinofilia (Behm y Sangster,
1999), ictericia (Kianman et al, 1996), dolor del hipocondrio derecho con signo de Murphy
y dolor abdominal (Náquira, 1995), mialgias, artralgias, cefalea, náuseas, vómitos
(Picoaga, 1980), flatulencia, alergia (prurito o urticaria) (Ortiz et al, 2000), hepatomegalia,
fatiga, decaimiento, perdida de peso, anorexia y alteración de las pruebas funcionales
hepáticas (Espinosa et al, 2010). Puede durar 3 meses, pero muchos infectados cursan
asintomáticamente aunque fiebre, hepatomegalia y eosinofilia sugieren Fasciolosis en
áreas endémicas (Marcos et al, 2007 b). Esta fase aguda se debe a los túneles que las
formas inmaduras del parásito al migrar cavan en el parénquima hepático durante las
primeras semanas, los que se llenan con sangre (Loja et al, 2003) y células de una
respuesta inmunitaria mediada por linfocitos con reclutamiento masivo de eosinófilos.
El cuadro puede llegar a cinco meses y presenta las complicaciones más severas de la
enfermedad, entre las que se destacan: hematoma subcapsular, granuloma, múltiples
abscesos hepáticos, anemia severa, colecistitis, pancreatitis, colangitis, derrames
pleurales y eventualmente fibrosis hepática (Dalton, 1999).
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El estadio o fase crónica (Maclean y Graeme-Cook, 2002) aparece cuando los parásitos
adultos ya se ubican en la luz de los conductos biliares y empiezan a emitir los huevos.
Presenta síntomas inespecíficos o vagos en la mayoría de los casos, aunque algunos de
ellos se complican, principalmente por obstrucción biliar (Umac et al, 2006) y terminan en
intervenciones quirúrgicas, momento en el que se hace el diagnóstico, encontrándose los
parásitos adultos en los conductos biliares o causando disfunción hepática. Muchos
casos se diagnostican como colecistitis aguda. Los síntomas son causados por la
inflamación del conducto e incluyen dispepsia, diarrea, ictericia, colecistitis, cólico biliar y
litiasis del colédoco. Dentro del conducto biliar se observa inflamación perivascular, que
el proceso de resolución transforma en fibrosis.
La fase aguda puede superponerse a la fase crónica si se está en permanente exposición
a la fuente de contaminación y podría adquirirse la infección aguda sobre la crónica
previamente presente; por lo tanto se pueden observar casos de Fasciolosis crónica con
cifras altas de eosinofilia.
La migración de las formas inmaduras a través del parénquima hepático puede producir
lesiones traumáticas y necróticas. Destrucción considerable del hígado, caracterizada por
necrosis coagulativa (Dalton, 1999), abscesos hemorrágicos (Loja et al, 2003) y hepatitis
con infiltración de neutrófilos, linfocitos y eritrocitos (Bryan y Michelson, 1995). La
patogénesis de la Fasciolosis depende de la carga parasitaria y del tamaño de los
trematodos adultos que provocan reacciones granulomatosas con agrupaciones de
histiocitos, células epiteliales y gigantes. En la etapa crónica se observa que en la pared
de los conductos biliares el parásito adulto produce alteraciones inflamatorias,
adenomatosas y fibróticas (Sánchez et al, 2000), existiendo hiperplasia del epitelio que
puede llegar a la obliteración total provocando ictericia obstructiva, infección bacteriana
secundaria, atrofia del hígado, cirrosis periportal, colecistitis y colelitiasis (Atias, 2001).
En los conductos biliares, en infecciones graves, con gran número de parásitos, puede
haber litiasis biliar y cirrosis que ocurren con cierta frecuencia en los casos crónicos
(Bryan y Michelson, 1995).
Se distinguen, además, los siguientes periodos clínicos:
Fase de incubación: desde la ingestión de las metacercarias hasta la aparición del primer
síntoma, varía dependiendo del número de metacercarias consumidas y de la repuesta
del hospedador. Su duración es variable.
Fase aguda o invasiva: comienza cuando ocurre la migración parasitaria hasta el
conducto biliar, la sintomatología se debe principalmente a la destrucción mecánica del
tejido hepático y del peritoneo abdominal, debida a la migración de las larvas. Dura 2 a
cuatro meses, y sus principales signos son: Fiebre, dolor abdominal desde leve a severo,
generalmente localizado en el hipocondrio derecho o bajo el xifoides; trastornos
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gastrointestinales: como pérdida de apetito, flatulencia, nausea y diarrea; urticaria.
Ocasionalmente ocurren síntomas respiratorios: tos, disnea, hemoptisis y dolor torácico.
Al examen físico pueden aparecer además: hepato y esplenomegalia; ascitis, la que se
caracteriza por ser un líquido amarillo con un alto contenido de leucocitos, y con
predominio de eosinofilos; una anemia leve a moderada; signos torácicos, por
auscultación o radiografía; e ictericia, la cual es poco frecuente.
Fase latente: incluye la etapa de maduración hasta el inicio de la ovoposición.
Puede durar meses o años; los pacientes frecuentemente son descubiertos durante un
"screening" familiar tras detectar a uno de sus integrantes infectado. Pueden tener
dolores gastrointestinales o una o más recaídas de los síntomas agudos.
Fase obstructiva o crónica: cuando el parásito se establece en el conducto biliar.
Puede desarrollarse durante meses o años después de la infección inicial. El parásito
adulto en el conducto biliar causa inflamación e hiperplasia del epitelio. La resultante
colangitis y colecistitis, combinada con el gran tamaño del parásito son suficientes para
producir una obstrucción mecánica del conducto biliar.
Existen también Fasciolosis de tipo ectópicas, por parte de estados inmaduros del
parásito que pueden desviarse durante la migración. En el hombre, los sitios más
frecuentes para esta presentación están en el tracto gastrointestinal. Otros lugares
pueden ser el tejido subcutáneo, corazón, vasos sanguíneos, pulmón y cavidad pleural,
cerebro, pared abdominal, apéndice, páncreas, glándula mamaria, articulaciones y bazo.
Aquellos parásitos ectópicos nunca logran madurar, y sus efectos patológicos son debido
a los surcos de migración que causan daño tisular con inflamación y fibrosis. Este
parásito puede ser calcificado o incorporado en un granuloma (Mas-Coma et al, 1999 b).
La duración de la infección humana es desconocida, pero algunos investigadores han
estimado que el parásito podría sobrevivir por 5 a 12 años (Karnaukhov, 1978) y desde 9
a 13,5 años (Dan et al, 1981).
1.9. - Diagnóstico
1.9.1. - Directo
El diagnóstico de certeza en humanos se establece de forma directa cuando se
encuentran huevos del parásito en las heces o bilis obtenida por sondeo duodenal. Los
exámenes coprológicos de rutina, desde el examen directo hasta los métodos de
sedimentación se utilizan en la fase crónica, pero el método coproparasitológico presenta
baja sensibilidad (Levine et al, 1980), sólo permite detectar la infección cuando el parásito
adulto ya está instalado en los conductos biliares y requiere la recolección de muestras
seriadas, resultando poco confiable y complicado (Chen y Mott, 1990).
Asimismo, hay que considerar la dinámica en la producción de huevos que, en el hombre,
se conoce menos, aunque se sabe que el número de huevos y su liberación pueden ser
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reducida o intermitente (Maco et al, 2002). El hombre no se considera un hospedador
muy receptivo para F. hepatica y la mayor parte de los ejemplares juveniles quedan
atrapados en el parénquima hepático durante su migración, aunque algunos sí alcanzan
los conductos biliares y maduran.
Debido a la ovoposición intermitente del parásito, en muchos casos, nunca se llega a
detectarlos, de esta manera resultan negativos los exámenes coprológicos de hasta tres
días de recolección consecutiva. La manifestación microscópica de huevos es
sumamente específica, pero tiene limitaciones en la sensibilidad debido al tiempo de
maduración sexual y posterior producción de huevos. El examen coprológico, método
sencillo y de bajo costo, no detecta infecciones tempranas (los ejemplares jóvenes no
producen huevos) ni cargas parasitarias bajas. En el hombre el número de huevos
producidos y su dinámica son poco conocidos.
Una buena técnica para el diagnóstico coproparasitológico de Fasciolosis humana es la
sedimentación en copa o técnica de sedimentación rápida (TSR) (Lumbreras et al, 1962).
También hay que considerar en qué fase de la infección se encuentran, puesto que el
periodo de prepatencia es de 3 a 4 meses post-infección y los síntomas clínicos pueden
aparecer mucho antes de que se observen los huevos en las heces (Marcos et al, 2007
a).
Se debe considerar que el análisis cuantitativo (Kato y Miura, 1954) no refleja cuántos
ejemplares de especímenes adultos albergan esos individuos y tampoco las pruebas de
diagnóstico indirecto o serológico; si bien es fácil suponer que son procedimientos muy
útiles de diagnóstico. Un segundo problema se plantea a la hora del tratamiento, de modo
que la aplicación de un fármaco eficaz puede provocar concentración de parásitos
adultos muertos y por su tamaño llegar a obstruir los canales biliares y el colédoco.
También hay que tener muy en cuenta la resistencia parasitaria a las drogas
antihelmínticas (Villegas et al, 2012).
1.9.1.1. - Imágenes
Existen otros métodos directos de diagnóstico como son las imágenes obtenidas por
radiografía, ecografía (Van Beers et al, 1990), scanner, tomografía axial computada
(TAC), colangiopancreotomía retrógrada endoscópica, (Martínez et al, 2000) o resonancia
magnética nuclear. Estas técnicas se utilizan ante la sospecha de infección y para
confirmar el diagnóstico y posterior seguimiento, durante y después del tratamiento
(González et al, 2001);(Corti et al, 2006).
Las imágenes ayudan al diagnóstico y a la evaluación de complicaciones. Los hallazgos
dependerán de la fase clínica en la cual se encuentre el paciente. En fase aguda, la
ecografía puede mostrar heterogeneidad del parénquima hepático, lesiones nodulares
hipoecogénicas múltiples o únicas y linfonódulos periportales (Castro, 2010). Durante la
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fase crónica es posible visualizar partículas orogénicas intravesiculares, edema de la
pared vesicular y engrosamiento parietal del colédoco, con dilatación moderada (Castro,
2010).
Sin embargo, de los exámenes de imagenología usados para estudiar el hígado y las vías
biliares, ninguno confiere certeza diagnóstica. La forma de los parásitos puede
confundirse con los cálculos del colédoco o los coágulos de hemoglobina (Arjona, 1995)
aunque la ecografía resulta de valor y puede mostrar (10 semanas después de la
infección) lesiones hepáticas nodulares hipodensas o quísticas, dilatación de los
conductos biliares y formas móviles ecogénicas dentro de la vía biliar (González Llorente
et al, 2002).
Dentro del estudio por imágenes, la Fasciolosis se debería encontrar entre los
diagnósticos diferenciales de granuloma hepático. Esta lesión, aunque no cuente con
biopsia, debe sugerir que en todo paciente que proceda de zona endémica y que
presente lesiones en el hígado ecográficamente compatibles con granuloma hepático
debe incluirse a esta parasitosis dentro de los principales diagnósticos diferenciales y no
tomarse meramente como de exclusión (Sezgin et al, 2004).
1.9.1.2. - Técnicas quirúrgicas
La primera publicación sobre una cirugía realizada en Argentina, que permitió el hallazgo
de ejemplares de F. hepatica, data de principio del siglo pasado (Del Valle y Donovan,
1923). Mientras que en una litiasis biliar (Cañas et al, 1964), por coledocotomía extraen
parásitos, sin encontrar huevos en la bilis, reportando que en la práctica se sacan 2
ejemplares y días posteriores, por el tubo de Kehr, salen huevos de F. hepatica. La mayor
casuística es reportada por Alaggia (1981) que presenta 16 pacientes positivos operados.
En Catamarca, se registra la presencia de especímenes adultos en actos quirúrgicos de
las vías biliares, practicados en 5 oportunidades (Andrada et al, 1983).
1.9.2. - Indirecto
Numerosas pruebas serológicas han sido evaluadas para el diagnóstico de infecciones
por F. hepatica. La detección de anticuerpos en suero es claramente el método de
preferencia para el inmunodiagnóstico (Hillyer, 1999) de la Fasciolosis humana.
Los niveles de inmunoglobulinas (Ig): IgG, IgM e IgE están generalmente aumentados en
Fasciolosis, incluso los niveles de IgE se correlacionan positivamente con la carga de
huevos, la edad, las características clínicas y el grado de eosinofilia. En lo que a la clase
IgG se refiere, las subclases predominantes son IgG1 y el isotipo IgG4 (Mas-Coma et al,
1999 b).
La Fasciolosis humana es de difícil diagnóstico principalmente en la fase aguda o
invasiva, porque no puede ser diagnosticada por el examen de huevos en heces y
depende de pruebas serológicas (Maco et al, 2002), por lo cual numerosas técnicas de
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inmunodiagnóstico de esta parasitosis han sido descriptas y aplicadas en diversos países
(Espino et al, 1987);(Córdova et al, 1999);(Carnevale et al, 2001 a).
Se ha comprobado la respuesta inmunológica en el hombre ante antígenos metabólicos,
y también ante las cistein-proteasas, procatepsina L1 (Cornejo et al, 2003);(Carnevale et
al, 2001 b).
El inmunodiagnóstico se ha planteado como una interesante alternativa en la búsqueda
de métodos diagnósticos más sensibles y específicos, tal es el caso del ensayo por
inmunoadsorción ligado a enzimas (ELISA). Sin embargo, generalmente, se han usado
antígenos constituidos por complejos antigénicos, que frecuentemente conducen a
problemas de sensibilidad o especificidad. El preparado antigénico utilizado
primariamente fue un extracto del gusano adulto, luego fueron productos de excreción-
secreción y fracciones parcialmente purificadas. El análisis mediante
inmunoelectroforesis en geles de agarosa (inmunoprecipitación simple y cruzada) ha
permitido determinar que los extractos parasitarios crudos de F. hepatica, muestran una
composición antigénica variada, siendo más complejos los antígenos somáticos y de E-S
provenientes de parásitos adultos (Gorman et al, 1992). Más recientemente han sido
usados antígenos nativos purificados y antígenos recombinantes (Hillyer, 1999). Los
antígenos E-S han sido considerados importantes inductores de la respuesta inmune
humoral en la Fasciolosis, y tanto su especificidad como su utilidad diagnóstica, han sido
demostradas en numerosos estudios de Fasciolosis humana y animal (Díaz et al, 1998).
Otros estudios también se han enfocado sobre la detección directa de antígenos
parasitarios, ya sea en suero, plasma o heces (Hillyer, 1999). En 1990 se desarrolló un
ELISA para detectar antígeno parasitario circulante en personas con Fasciolosis, el cual
al aplicarlo sobre 25 pacientes, resultó que el 100% de ellos fue reconocido como positivo
a Fasciolosis; además, no se presentaron reacciones cruzadas con otras parasitosis
(Espino et al, 1990).
Actualmente, el diagnóstico de rutina de Fasciolosis humana se basa en la detección de
anticuerpos contra el parásito en suero, principalmente por el método de ELISA,
considerada una de las pruebas más ampliamente usadas, pero su sensibilidad y
especificidad dependen de la calidad de los antígenos (Espino et al, 1991) del parásito
empleados para evaluar la detección de anticuerpos anti- F. hepatica en humanos
(O´Neill et al, 1998). La proteasa usada como antígeno, cisteín-proteasa procatepsina L1
de F. hepatica, purificada o como proteína recombinante, se expresa en levaduras o
bacterias, resultando una prueba con buena sensibilidad y especificidad (O´Neill et al,
1999).
Asimismo hay evidencia de un fenómeno de variación de antígenos del tegumento de F.
hepatica como mecanismo de evasión y se ha puesto de relieve la existencia de cierta
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similitud antigénica con el propio hospedador, hasta el punto que el parásito no sea
reconocido tan fácilmente por el sistema inmunitario (Espino et al, 1997), aunque la
detección de anticuerpos contra F. hepatica en suero con ELISA es considerado un
método sensible para infecciones agudas y crónicas (Hillyer, 1999).
La técnica inmunoenzimática de ELISA, emplea el principio de la detección del complejo
antígeno anticuerpo (IgG), mediante conjugados anti inmunoglobulinas específicas
marcadas con una enzima la cual es revelada por la adición de su sustrato. Esto permite
determinar la concentración de antígeno o de anticuerpos, mediante el uso de uno de
ellos unido a una fase sólida y el otro en solución. Es una técnica relativamente sencilla
que permite procesar una gran cantidad de muestras en un corto período de tiempo, tanto
para estudios clínicos como seroepidemiológicos. Los antígenos mayormente empleados
en ELISA, corresponden a preparados somáticos o productos de excreción-secreción,
provenientes de tremátodos adultos. El primero de ellos corresponde a un macerado total
del parásito adulto y el otro a un derivado metabólico in vitro o productos de E-S de
estados adultos de F. hepatica (Espino et al, 1987);(Pfister, 1990).
En Japón se realizó el primer estudio que identificó y caracterizó la enzima cisteín-
proteasa, purificada a partir de ejemplares adultos del parásito (Yamasaky et al, 1989).
Esta proteína luego fue usada como antígeno en una prueba de ELISA, demostrando ser
reconocida por el 100% de los pacientes con Fasciolosis que fueron estudiados. Esta
proteasa estaría involucrada en la alimentación, migración y evasión de la respuesta
inmune del parásito (Smooker, 2000).
La procatepsina L1 (CL1), una cisteín-proteasa secretada por estadios adultos y juveniles
de F. hepatica tiene potencial como agente diagnóstico de la Fasciolosis humana. Para
demostrarlo se realizó un ELISA dentro de una población de 95 pacientes en el altiplano
boliviano, usando tres tipos de antígenos: crudo, E-S y CL1; en el caso del antígeno
crudo, la diferencia entre individuos seronegativos y seropositivos fue pobremente
definida, en tanto con los antígenos E-S y CL1 hubo una gran discriminación entre ambos
grupos (Espino et al, 1991). Esta diferencia fue mejorada al usar un segundo ELISA, pero
sobre IgG4 (isotipo predominante en la infección); CL1 identificó menos individuos
seropositivos al compararlo con E-S, pero mejoró mucho la discriminación entre
individuos seropositivos y seronegativos. En tanto al aplicar esta prueba sobre sueros con
otras parasitosis, todos dieron resultados negativos, por lo que se demostró que además
este IgG4 ELISA es especifica en el diagnóstico de Fasciolosis (O' Neill et al, 1998).
El mismo grupo de trabajo un año después, utilizó dos ELISA basados en la detección de
IgG4, (en suero de pacientes con Fasciolosis), producida por una procatepsina L1
recombinante (CL1) (en ADN de Saccharomyces cerevisiae) y una procatepsina L1
nativa. Los resultados mostraron una significativa correlación estadística entre los
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resultados de los valores de absorbancia obtenidos con los dos antígenos. Además, no
se presentaron reacciones cruzadas con otras parasitosis en ninguno de los casos. Por
esta razón, CL1 recombinante presenta un excelente potencial para el desarrollo del
primer ensayo estandarizado para un diagnóstico sensible y específico de la Fasciolosis
humana (O'Neill et al, 1999).
Las alteraciones del hemograma dan eosinofilia marcada (Blancas et al, 2004),
leucocitosis con desviación a la izquierda (Atias, 1991), hiperbilirubinemia (Carrada y
Escamilla, 2005) y anemia, la cual es común pero generalmente no es tan severa
(Vilchez et al, 1993).
No obstante, se describen casos que pueden evolucionar con eosinofilia fluctuante (Atias,
2001). La fluctuación de la eosinofilia y lo polimorfo del cuadro clínico orientan el
diagnóstico hacia otras patologías (Apt et al, 2002).
Las pruebas de funcionalidad hepática en la fase aguda pueden detectar un aumento de
enzimas como alaninoaminotransferasa o transaminasa glutámica pirúvica (ALT o GPT) y
aspartato-aminotransferasa o transaminasa glutámica oxalacética (AST o GOT) (Gianini
et al, 2005), además de globulina y bilirrubina sérica, debiendo ser consideradas un
marcador de valor diagnóstico y de control terapéutico en casos de Fasciolosis (Atias,
2001). Asimismo se puede observar una tendencia a tener más alto el nivel de
transaminasas séricas en los casos crónicos, mientras que el patrón colestásico sólo está
presente en pacientes de la fase crónica y levemente elevado en la fase aguda.
Cuando el parásito pasa a los canalículos biliares provoca el aumento de la fosfatasa
alcalina (FA) que está elevada en patologías del hígado asociadas con enfermedad de
las vías biliares y colestasis (Pratt y Kaplan, 2000). Durante la fase obstructiva la ictericia
es característica y se observa aumento en los procesos obstructivos a nivel de vías
biliares. Son indicadoras del daño del hígado asociado con la prevalencia de F. hepatica
(Marcos et al, 2008). Las bilirrubinas conjugadas se hallan incrementadas en la etapa
aguda y la actividad del citocromo p450 hepático está reducida (Honkakoski y Negishi,
2000).
1.10. - Planteamiento del problema
La dinámica de transmisión de Fasciolosis tiene fuertes determinantes ambientales que
modelan y generan patrones de transmisión particulares en cada región. En Argentina,
por su gran amplitud longitudinal y latitudinal, es de esperar que la dinámica de
transmisión de F. hepatica en las distintas zonas endémicas del país sea diferente y se
vea afectada por distintos factores.
En nuestro país, son pocos los trabajos relacionados con el estudio de la Fasciolosis, y
en general éstos abordan el tema desde una perspectiva veterinaria, analizando sólo lo
que ocurre en los hospedadores definitivos de importancia económica (Lombardero et al,
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1979 b);(Dwinger et al, 1982);(Olaechea, 2007);(Moreira et al, 2009). Los trabajos que
emprenden el estudio de ésta parasitosis desde una perspectiva epidemiológica,
analizando los factores involucrados en la dinámica de transmisión (hospedadores
definitivos, hospedadores intermediarios, parásito, ambiente, clima, etcétera) son escasos
(Rubel et al, 2005);(Kleiman et al, 2007). Entre ellos, se destaca la investigación sobre los
factores involucrados en el ciclo de transmisión de F. hepatica, realizado en los valles
cordilleranos patagónicos de la provincia de Chubut, por ser el más actual y completo del
país (Kleiman et al, 2007). Los resultados obtenidos en dicho trabajo, reforzaron la
necesidad de estudiar la dinámica de F. hepatica en otra zona endémica, con
características climáticas y topográficas contrastantes, para identificar los factores que la
determinan, comparar los patrones de transmisión y obtener una visión global e integrada
de esta zoonosis a nivel nacional.
La región Noroeste se presenta interesante para delimitar un estudio epidemiológico de
Fasciolosis, ya que es un área endémica para la enfermedad animal, una zona de
importancia a nivel de prevalencias de infección y presenta características climáticas y
fisonómicas distintas a la patagónica.
Las características fisiográficas justifican en gran medida la situación de la mayor parte
de la región, con existencia de baja densidad poblacional y la imposibilidad de desarrollo
de actividades agropecuarias de importancia. Se localizan asentamientos poblacionales
de distintas magnitudes en estrecha dependencia con los ríos. Estos pobladores utilizan
el agua proveniente de cursos temporarios, para consumo familiar y riego. Se encuentran
algunos puestos de pocas personas, en varios casos grupos de individuos emparentados,
que permanecen en viviendas sumamente precarias, construidas con material de la zona,
llevados por la necesidad de alimentar el ganado según la estación del año.
La protección del agua contra la contaminación fecal constituye un elemento de relevante
importancia. Sin embargo, las características de los suelos y la altura no permiten la
obtención de agua subterránea a un costo accesible para el poblador, quien opta por la
utilización de las aguas superficiales que poseen una alta contaminación fecal tanto de
humanos como animales de cría y silvestres. Una alternativa medianamente posible
incluiría someter el agua a hervor o filtrado adecuado. Con respecto al hervor, no se
presenta en algunos casos como un método simple de descontaminación, ya que el uso
de leña como combustible clásico induce a la gente a su utilización restringida. Con
respecto a la filtración, los equipamientos adecuados suelen ser costosos y, si bien
pueden ser útiles en la reducción de la carga, pueden no ser totalmente efectivos en la
eliminación dependiendo de la porosidad.
Las prácticas sanitarias habituales para la evacuación de desechos humanos y animales
pueden interrumpir el ciclo de vida de algunos de estos parásitos, pero el mal
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saneamiento y la falta de higiene personal pueden introducir, propagar y mantener la
transmisión en la comunidad, revistiendo gran importancia la disponibilidad y uso de
letrinas.
Además, entre las fuentes de riesgo de contraer enfermedades zoonóticas se encuentra
el comportamiento alimentario, por lo tanto, es indispensable entender estos hábitos para
prevenir y controlar estas infecciones. La educación sanitaria en la comunidad sobre la
preparación higiénica de alimentos, limpieza, lavado, cocción, ayuda también a reducir el
riesgo.
La situación descripta muestra la necesidad de efectuar estudios epidemiológicos en
áreas donde una prueba piloto ha detectado casos humanos de la enfermedad y que
permitan la identificación de especies que mantienen el ciclo biológico como reservorios y
hospedadores intermediarios.
Además es necesario aplicar métodos de diagnósticos directos e indirectos para la
detección sensible y específica de esta parasitosis. En el capítulo de la Salud Pública
referente a Fasciolosis, hay determinadas regiones en el mundo con elevada prevalencia,
y con muchas personas afectadas. Lo que sucede, hace pensar que haya mayor número
de casos de trematodosis y que pasen inadvertidos para la consulta médica o que incluso
se presenten casos de Fasciolosis que clínicamente se diagnostiquen equivocadamente
como otros procesos; de ahí que sea de la mayor importancia mejorar o precisar el
diagnóstico tanto a nivel de semiología como de laboratorio. Todos estos antecedentes
llevan a la necesidad de revisar los conocimientos actuales sobre la epidemiología de la
enfermedad.
A partir de ello se formula la siguiente pregunta de investigación: ¿Cuál es la probabilidad
de que la Fasciolosis endémica en el valle de Fiambalá se transmita a los seres humanos
en forma epidémica?
1.10.1 - Justificación
Los informes de la OMS señalan que la Fasciolosis incrementa permanentemente el
número de personas infectadas en el mundo, se propaga en forma alarmante entre la
población y va adquiriendo mayor importancia con el transcurso del tiempo. Ante la
evidencia de que no es un hecho aislado, ni localizado, surge la necesidad de conocer la
situación epidemiológica de manera eficaz y medir sus alcances.
La investigación planteada contribuirá a generar estrategias para entender y resolver,
para que los resultados ayuden a crear un mayor conocimiento sobre la enfermedad. Se
cuenta con indicadores que prometen resultados efectivos los que medirán las variables
de estudio en el contexto catamarqueño y se desea aportar información con aplicaciones
a otros ambientes provinciales.
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1.10.2. - Viabilidad del estudio
El estudio fue factible porque se ha tenido en cuenta la disponibilidad de recursos
financieros, humanos y materiales que determinaron el alcance de la investigación. Para
que el estudio fuera viable y no se dispersara se circunscribió la población a la localidad
de Tatón y su zona de influencia dentro del valle de Fiambalá.
Se contó con el aval de las autoridades sanitarias provinciales y asimismo se obtuvo el
apoyo de instituciones interesadas en conocer no solo la situación sino participar en la
toma y el procesamiento de las muestras, lo que facilitó el desarrollo del trabajo.
1.10.3. - Evaluación de las deficiencias
Como deficiencia en el desarrollo hay que tener en cuenta el acceso al contexto y lugar
donde se realizó el trabajo de campo. La investigación fue muy respetuosa con las
personas que participaron en el estudio. No se anticipa ningún efecto negativo, en cambio
se pretende proporcionar información valiosa a personas que conviven con factores de
riesgo. Desde luego, fue necesario obtener el consentimiento informado de los
pobladores.
1.11. - Objetivos
1.11.1. - Objetivo general
Contribuir al conocimiento de la epidemiología de la Fasciolosis describiendo la
ocurrencia de la infección por Fasciola hepatica en la población humana, animales
y hospedadores intermediarios, utilizando diferentes métodos de diagnóstico en el
valle de Fiambalá, Catamarca.
1.11.2. - Objetivos específicos
Reconocer los principales factores que determinan la presencia de Fasciolosis.
Estimar la prevalencia serológica de Fasciolosis en personas que habitan el valle
de Fiambalá.
Analizar diferentes metodologías de diagnóstico (directo e indirecto), signos y
síntomas de la enfermedad en humanos.
Determinar la prevalencia de Fasciolosis en especies de ganado que se crían en
la zona (asnos, rumiantes menores y camélidos sudamericanos) mediante
métodos coproparasitológicos.
Realizar estudios anatomorfológicos de ejemplares de F. hepatica que permitan
caracterizar el fenotipo de los especímenes en el valle de Fiambalá.
Observar si las características microscópicas de los parásitos presentan
variaciones con las de otras localizaciones de origen del hospedador definitivo.
Analizar la variabilidad genética para la identificación de ADN de F. hepatica en la
región.
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Comprobar con técnicas moleculares la posible presencia de cepas de F. hepatica
resistentes a fármacos antiparasitarios en ejemplares recogidos en las necropsias.
Reproducir el ciclo biológico de moluscos intermediarios, en el laboratorio, para
probar infección inducida.
Demostrar la infección natural de los limneidos y la prevalencia de caracoles
infectados.
Caracterizar el fenotipo de los limneidos por la morfometría de su conchilla.
Identificar la especie de Lymnaea spp., en el ciclo de F. hepatica, involucrada en
el valle de Fiambalá, mediante herramientas moleculares.
1.12. - Hipótesis
El número de casos de Fasciolosis humana diagnosticados en el valle de Fiambalá
presenta importantes variaciones con otras regiones del país, transformándola en una
zona endémica que manifiesta nuevas características tanto en los ejemplares de F.
hepatica como a nivel de los hospedadores intermedios.