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Política y Sociedad, 2006, Vol. 43 Núm. 1: 139-157 139 Julio Aramberri Presentación Infancia y nuevas tecnologías: un análisis del discurso sobre la sociedad de la información y los niños Children and New Information and Communications Technologies Iván RODRÍGUEZ P ASCUAL Dpto. Sociología y Trabajo Social. Universidad de Huelva [email protected] (traducción: Raquel Vélez Castro) Recibido: 17.11.05 Aprobado: 17.01.06 RESUMEN El término Sociedad de la Información se ha impuesto a la hora de analizar la revolución silenciosa que supone la introducción de las llamadas Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación. Sin embargo, el conocimiento de este nuevo tipo social está lleno de sombras y aspectos necesitados de acla- ración. Uno de estos aspectos es lo referente al impacto que pueda tener la difusión de las nuevas tecno- logías entre la población infantil. Sostenemos que, hasta la fecha, la literatura científica que se ha ocu- pado de la cuestión ha partido de una perspectiva adultocéntrica en la que la voz de los menores de edad ha sido ignorada. Por ello, es necesario considerar al niño como un agente social pleno que mantiene una relación compleja con los frutos de la innovación tecnológica, por lo que se hace necesario considerarlo unidad de observación e informante privilegiado. En nuestra opinión, la sociología de la infancia, por la inversión paradigmática que supone, constituye una herramienta teórica clave a la hora de evitar dicho análisis adultocéntrico. PALABRAS CLAVE: Sociología-Infancia-Tecnología-Sociedad de la Información. ABSTRACT The term ‘Information Society’ has been accepted as a good description of the social change impulse by the diffusion of Information and Communications Technologies. However, our knowledge about this phe- nomenon is not full of sense. A certainly ignored aspect of these new technologies concerns the impact in children and children’s lives. We affirm that the usual diagnosis about this phenomenon is affected by an adultcentric view. In order to avoid this, the consideration of the child as a full social agent and a worthy observation unit is needed. The idea that children are capable of constructing a complex rela- tionship to new technologies should also be considered. From our point of view, the sociology of child- hood, as a new way of understanding children and children’s vital experience, becomes a very useful ins- trument to avoid this adultcentric perspective.

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Page 1: Infancia y nuevas tecnologías

Política y Sociedad, 2006, Vol. 43 Núm. 1: 139-157 139

Julio Aramberri Presentación

Infancia y nuevas tecnologías:un análisis del discurso sobre la sociedad

de la información y los niños

Children and New Information andCommunications Technologies

Iván RODRÍGUEZ PASCUAL

Dpto. Sociología y Trabajo Social. Universidad de [email protected]

(traducción: Raquel Vélez Castro)

Recibido: 17.11.05Aprobado: 17.01.06

RESUMEN

El término Sociedad de la Información se ha impuesto a la hora de analizar la revolución silenciosa quesupone la introducción de las llamadas Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación. Sinembargo, el conocimiento de este nuevo tipo social está lleno de sombras y aspectos necesitados de acla-ración. Uno de estos aspectos es lo referente al impacto que pueda tener la difusión de las nuevas tecno-logías entre la población infantil. Sostenemos que, hasta la fecha, la literatura científica que se ha ocu-pado de la cuestión ha partido de una perspectiva adultocéntrica en la que la voz de los menores de edadha sido ignorada. Por ello, es necesario considerar al niño como un agente social pleno que mantiene unarelación compleja con los frutos de la innovación tecnológica, por lo que se hace necesario considerarlounidad de observación e informante privilegiado. En nuestra opinión, la sociología de la infancia, por lainversión paradigmática que supone, constituye una herramienta teórica clave a la hora de evitar dichoanálisis adultocéntrico.

PALABRAS CLAVE: Sociología-Infancia-Tecnología-Sociedad de la Información.

ABSTRACT

The term ‘Information Society’ has been accepted as a good description of the social change impulse bythe diffusion of Information and Communications Technologies. However, our knowledge about this phe-nomenon is not full of sense. A certainly ignored aspect of these new technologies concerns the impactin children and children’s lives. We affirm that the usual diagnosis about this phenomenon is affected byan adultcentric view. In order to avoid this, the consideration of the child as a full social agent and aworthy observation unit is needed. The idea that children are capable of constructing a complex rela-tionship to new technologies should also be considered. From our point of view, the sociology of child-hood, as a new way of understanding children and children’s vital experience, becomes a very useful ins-trument to avoid this adultcentric perspective.

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KEY WORDS: Sociology-Childhood-Technology-Information Society.

SUMARIO

1. Introducción. 2. ¿Hacia la sociedad de la información? 3. Las nuevas tecnologías y su impacto sobrela vida infantil: ¿riesgos o desafíos? 4. A modo de conclusión.

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1. INTRODUCCIÓN

Vivimos tiempos de cambio. Son muchas lasreferencias alrededor de un nuevo modelo socialen ciernes. Si en un determinado momento la dis-cusión se centraba alrededor de la posibilidad deque las sociedades modernas estuvieran evolucio-nando hacia una forma postindustrial, utilizandola conocida terminología de Daniel Bell (1976),en los últimos años hemos visto agregarse otrasmuchas denominaciones: la sociedad digital,informatizada o en red, por poner sólo algunosejemplos. Nombrar la lista de autores y libros quehan glosado estos cambios sería más un ejerciciode casuística bibliográfica que una aportaciónesclarecedora del sentido del cambio social, pues-to que muchas de estas denominaciones se refie-ren simultáneamente a la misma cosa todavía des-conocida y de contornos borrosos. Sin embargo,en el espacio del discurso político parece existirconsenso en el uso de la expresión sociedad de lainformación para referirnos a esta realidad cam-biante y escurridiza. Como tantas otras veces, laexistencia de un consenso discursivo respondemás a la necesidad práctica de nombrar lo que aúncarece de etiqueta, que a la existencia de una únicadefinición compartida por todos.

Por sociedad de la información viene siendocomún entender «aquélla que hace un uso gene-ralizado de las redes de información que propor-cionan grandes cantidades de datos, de bienes yservicios de la información y de la comunicacióny de contenidos de la información» (INE, 2001:7). Sin embargo, se apreciará que la definición esun tanto vaga y resulta difícil de operacionalizar.¿Cuánto es un uso generalizado? ¿Cuáles son lasredes de información? ¿Acaso no han sido lacomunicación y la información elementos clavesdel desarrollo desde la popularización de la tele-grafía sin hilos y otros medios distantes decomunicación? En realidad, este podría ser unode esos casos en los que el nombre hace a lonombrado; dicho de otro modo, puede que lainsistencia en avisar de la existencia tal sociedadde la información responda, más bien, a la nece-sidad de allanar el camino para su advenimiento.En tal caso, el discurso sobre la misma no estanto un reflejo una realidad concreta como una

suerte de mantra que se repite sin cesar para avi-var el cambio hacia tal estado de cosas y prepa-rar las conciencias (Garnham, 1998). Entonces,¿trabajamos sobre el vacío?

Puede que no del todo. Si hay un elementofácilmente identificable bajo estos problemas declarificación semántica que contribuye a hacervisible el cambio hacia esta nueva sociedad es elimpacto de la innovación tecnológica.Efectivamente, puede que cada autor escoja unadenominación, pero todos ellos coinciden enotorgar a las nuevas tecnologías de la informa-ción y la comunicación (TIC) un papel centralen el proceso de cambio social. Y sobre estasnuevas tecnologías trataremos en este texto,puesto que son la parte visible de una serie detransformaciones, todavía incipientes, en el con-texto de las sociedades modernas.

El problema reside en que la medición delalcance y naturaleza de la cadena de mutacionessociales que produce la innovación tecnológicase encuentra dominada por un enfoque neta-mente economicista y/o funcional, mientras quesabemos poco todavía sobre cómo afectan lasTIC a la vida cotidiana de los individuos fueradel ámbito productivo. Y esto mismo se acentúacuando tratamos con colectivos de poblaciónsujetos a una cierta «invisibilidad estadística».Éste es, sin duda, el caso de la población infan-til. Más allá de los diagnósticos alarmistas sobreel impacto de la sociedad de la información, loscuales no suelen estar basados en la investiga-ción empírica sino en futuribles y conjeturas dedudosa credibilidad, existe una fuerte necesidadde abordar de una vez por todas el estudio rigu-roso de las condiciones de vida de los niños quecrecen en la era de las nuevas tecnologías. Lasociología puede aportar una porción más quesignificativa de este conocimiento. En parte por-que desde mediados de los años ochenta unpuñado de investigadores se ha empeñado enreivindicar una aproximación sociológica alfenómeno de la infancia que no descarte la par-ticipación de los menores como unidades deobservación ni la crítica al discurso producidopor los adultos, que tiende a enjuiciar la realidadsocial que viven los niños y niñas desde unaperspectiva adultocéntrica1. En este caso, anali-

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1 El relato y caracterización de los rasgos distintivos de la sociología la infancia no es objeto de este texto más allá de lo ya apuntado:un intento de reconstruir el papel del niño en el marco de la sociedad adulta a partir de su participación como sujeto de pleno derecho enel marco de nuestras investigaciones. Puede ampliarse esta información acudiendo a algunos de los textos fundamentales de esta pers-pectiva, y en especial los de W. Corsaro (1997), J. Qvortrup (1993; 1994), James y Prout (1997) y Jenks (1996).

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zaremos cuál ha sido el diagnóstico predomi-nante en relación al impacto de las nuevas tec-nologías sobre la vida infantil, intentando ofreceralternativas conceptuales a dicho posiciona-miento adultocéntrico.

2. ¿HACIA LA SOCIEDAD DE LA INFOR-MACIÓN?

Como ya hemos argumentado, el términosociedad de la información, de uso ya común enmuchos ámbitos, se nos antoja esquivo y difícil-mente traducible en términos empíricos. Por ellovamos a centrar nuestro análisis en la parte másvisible del fenómeno: la penetración de las nue-vas tecnologías de la información y la comuni-cación en nuestra vida cotidiana, y más especí-ficamente en el contexto de la vida infantil. Estoplantea, de entrada, otros problemas también deíndole práctica. Por ejemplo, determinar quépuede ser considerado una nueva tecnología yqué no, o incluso cuál es el límite etario en elque situar a la infancia. La mayor parte de estosproblemas se resuelven (o no) atendiendo alpragmatismo de las circunstancias. Dado queexisten pocos estudios que tomen a los niñoscomo informantes con un criterio de edad con-sistente, habrá que trabajar con distintos interva-los según incluyamos en la categoría «infancia»a preadolescentes, adolescentes, niños de cortaedad o incluso todos los menores de edad. De lamisma manera, suele ser la norma el considerarel terreno de la microinformática, la telefoníamóvil y la comunicación en red el núcleo de lainnovación tecnológica que introducen las TIC.Pero no es tan fácil. Encontramos «viejas» tec-nologías, como la televisión, que resultan reno-vadas y transformadas en profundidad bajo elsigno de la nueva era, gracias a las transmisio-nes por cable, las emisiones digitales o los pro-digios de la interactividad y el pay per view. Yahabíamos anunciado que el panorama distaba deser claro y despejado.

En cualquier caso, los hechos no dejan lugara dudas: independientemente de si puede consi-derarse que nos encaminamos hacia la tan traíday llevada sociedad de la información, la cuestiónes que son pocos los ámbitos sociales que esca-pan a la penetración de estas nuevas tecnologías.

Algunos indicadores básicos pueden ayudarnosa comprender la situación. Sobre todo los referi-dos al equipamiento de los hogares, verdaderoescenario de una revolución silenciosa de caladotan hondo o más como el que pueda producirseen el ámbito productivo.

No cabe duda que el estudio comparativo delas cifras revela una tendencia muy clara haciauna presencia creciente de las nuevas tecnologí-as en los hogares del siglo XXI. Más allá de suimpacto sobre el entorno productivo, la presen-cia de este tipo de aplicaciones tecnológicas seha multiplicado en otros ámbitos. Cada vez esmás frecuente, muy especialmente en el contex-to de las sociedades desarrolladas, encontrarordenadores personales y conexiones a Interneten el espacio privado de la vida familiar. Noobstante, son también obvias las diferenciasindividuales. En lo que toca a la sociedad espa-ñola, si bien los indicadores muestran la tenden-cia ya apuntada, debemos ser conscientes deque, en muchos aspectos, seguimos siendo la«cenicienta» de las nuevas tecnologías.Partíamos de niveles muy bajos: apenas 10 decada 100 hogares españoles disponía de accesoa Internet al comenzar el siglo y no llegaban al5% los usuarios de la red. Alemania o el ReinoUnido doblaban y triplicaban estas mismascifras. Los datos más recientes muestran que labrecha se ha reducido, pero continúa presente.Curiosamente, algunas de estas nuevas tecnolo-gías parecen, al contrario, haber calado en nues-tro país con más fuerza que en el resto. Es elcaso de la telefonía móvil, cuyo número de abo-nados en nuestro país ha mostrado durante elperíodo considerado un crecimiento muy supe-rior al que corresponde a otro tipo de equipa-mientos como el ordenador o el acceso aInternet. Precisamente, el dato no resulta baladípuesto que, como mencionaremos más adelante,los menores de edad se han convertido en uno delos principales usuarios de la misma.

Pero, sin duda alguna, el producto estrella dela oleada de nuevas tecnologías, y sobre el cualrecae en buena medida la atención de los inves-tigadores, es Internet. Una cuarta parte de loshogares españoles tienen acceso a la red, y casila misma proporción de españoles son usuariosde la misma. No en vano las cifras de las distin-tas oleadas del Estudio General de Medios2

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2 AIMC (2004): los datos de 2004 corresponden a la oleada de abril/mayo.

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muestran un avance lento pero sostenido en estesentido. La proporción de usuarios de la redsobre la población total creció desde un modes-to 2.8% en 1997 a más de un 33% en 2004, y lomismo puede decirse de la proporción de usua-rios de Internet que se conectan desde su propiohogar, en detrimento de su centro de trabajo oestudios: de un 36.4% al 62% en ese mismoperíodo. Finalmente, esta revolución tecnológi-ca no deja fuera a los más jóvenes. Aunque esuna lástima que la cifra no alcance a cubrir eda-

des inferiores, sabemos que en 1996 apenas eran10 de cada 100 los usuarios de Internet que con-taban entre 14 y 19 años. Ocho años despuéshan incrementado su presencia y ya son más de16 de cada 100.

Lo cierto es que desde la llegada de los pri-meros medios masivos de comunicación, comola televisión, pocos adelantos electrónicos habí-an tenido una difusión tan rápida como las TICy sus distintas aplicaciones. Podemos reunircuantos datos queramos para llegar siempre a la

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Tabla 1. Penetración de las nuevas tecnologías: España/OCDE 1999-2003

*Datos disponibles para 2000 ** Datos disponibles para 1999 ***Datos disponibles para 2002Fuente: Ministerio de Ciencia y Tecnología: indicadores de la sociedad de la información (www.mcyt.es)

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misma conclusión: la penetración en los hogaresespañoles de estas nuevas tecnologías es clara yde tendencia ascendente. Y esto acerca conside-rablemente las posibilidades de la tecnología alos sujetos que, por haber estado apartados delámbito productivo, habían tenido un escaso con-tacto con ellas, tal y como ocurre con la pobla-ción infantil.

2.1. ¿FORMAN LOS NIÑOS PARTE DE LASOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN?

Ésta es una cuestión interesante si observamosel hecho de que la situación social de la pobla-ción infantil ha estado marcada por un estatus desemiexclusión. Apoyado sobre un discurso defuerte raigambre evolutiva y esencialista, ha sidoun lugar común el definir al menor como aquélque no participa de las mismas prácticas socia-les que los adultos. Así, nos hacemos adultos enla medida en que ingresamos en tales prácticas,que abarcan desde el derecho al voto a la posibi-lidad de desempeñar un empleo remunerado oconsumir alcohol, por poner sólo algunos ejem-plos. Por tanto, es lógico preguntarse hasta quépunto los niños y niñas se están incorporandolibremente a la llamada revolución de la socie-dad de la información o si, por el contrario, lasnuevas tecnologías constituyen uno de esosámbitos que los adultos reservan para sí.

Lo que los datos nos permiten concluir es quela penetración de las nuevas tecnologías enespacios privados, como es el caso del hogar,está posibilitando que los niños se conviertan enusuarios de estas nuevas tecnologías, lo quegarantiza que suban al carro de la revolución

tecnológica. Han sido, eso sí, uno de los últimosagentes sociales en quedar reflejados en las esta-dísticas de la sociedad de la información, ytodavía hoy subsisten muchas lagunas en estesentido, pero comenzamos a contar con estudiosque nos hablan de la magnitud del fenómenoLamentablemente, muchos de ellos adolecen decarencias metodológicas importantes, como porejemplo estar basados en cuestionarios que se«cuelgan» on-line, lo que sesga la muestra con-seguida. Pero la mayor parte de ellos vienen areforzar la idea de que los niños y niñas se estánconvirtiendo en usuarios activos de las nuevastecnologías de la información y la comunica-ción. Uno de los más recientes en el contexto dela sociedad española es el de la Asociación parala Investigación de Medios de Comunicación(AIMC), responsable también del EstudioGeneral de Medios3, en el que se señala que estádescendiendo la edad de los menores usuariosde las nuevas tecnologías (éstos cada vez sefamiliarizan antes con las mismas), puesto queaproximadamente la mitad de los niños entre 8 y13 años navegan con frecuencia por Internet yun tercio de los mismos dispone de teléfonomóvil. Según el estudio, cada año en que incre-mentamos la edad del usuario es más probableque esté en contacto con estos nuevos productostecnológicos y que haya crecido el equipamien-to de los hogares que habitan. De otra parte, unareciente investigación del Instituto Nacional deEstadística sobre las TIC en los hogares (INE,2003) reservaba un lugar para los menores deedad. Los resultados daban fe del alcance de lapenetración de estas nuevas tecnologías en elcontexto de la población infantil.

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3 Disponible también on-line en el sitio www.aimc.es

Tabla 2. Acceso de los niños españoles de 10 a 14 años a las nuevas tecnologías (%)

Fuente: INE (2003)

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Es fácil comprobar como, a pesar de la brechaabierta entre la sociedad española y otras socie-dades industrializadas en cuanto a la penetra-ción de las nuevas tecnologías, no podemos des-cartar el hecho de que éstas tienen ya unapresencia muy significativa entre los más jóve-nes. Los datos que ofrece el INE permiten bos-quejar una representación de esta realidad en laque prácticamente uno de cada dos niños entre10 y 14 años tienen acceso a ellas. El acceso esmás frecuente cuando hablamos de un bien deequipamiento como el ordenador y menos cuan-do nos referimos a la telefonía móvil (que, noobstante, alcanza ya a una tercera parte de lapoblación infantil entre 10 y 14 años). Resultaigualmente llamativo que la llamada «brecha degénero» ya no consiste en un problema de dis-ponibilidad del equipamiento tecnológico, pues-to que parece que el acceso de niños y niñas aestas tecnologías se encuentra en niveles muysimilares, destacando tan sólo la mayor propor-ción de niños que disponen de un teléfonomóvil. Los datos de este mismo estudio mues-tran, en cambio, que las nuevas tecnologías sontodavía un equipamiento minoritario en entor-nos rurales y pequeños núcleos de población, asícomo en los hogares unipersonales, compuestosmayoritariamente por ancianos. Así que, en loque respecta a la sociedad de la información, nosólo parece que podemos descartar la hipótesisde que los niños estén quedando excluidos sinoque parecen ser usuarios privilegiados por suacceso a las mismas, mientras que el déficitestaría por arriba, esto es, en los más mayores.

Cuestión igualmente importante es la del usoque hacen los niños de los nuevas tecnologías,dado que va a constituirse en el núcleo de la lite-

ratura sobre las consecuencias de la llegada delas TIC a la vida cotidiana de la población infan-til. Pues bien, por lo que puede colegirse de lascifras, el uso tecnológico queda claramente deli-mitado en dos grandes grupos de tareas o prác-ticas: las que tienen que ver con el currículumescolar y las llamadas de ocio. Las segundasparecen ser las más frecuentes tanto en lo que serefiere al uso del ordenador como de Internet,aunque en este último caso la diferencia es pocosignificativa. Aquí si aparecen algunas diver-gencias entre niños y niñas, aunque nuevamenteson poco abultadas en términos porcentuales.Por ejemplo, es más frecuente que las niñashagan uso de la tecnología con fines escolares,especialmente de la red, mientras que el usomasculino se muestra más decantado hacia elocio. No obstante, que 84 de cada 100 niñosentre 10 y 14 años con ordenador lo utilicenpara realizar trabajos escolares o que casi 79 decada 100 utilicen Internet para este mismo fin,parece poner en cuestión la imagen, tantas vecespresente en el discurso sobre los riesgos de lasTIC para la población infantil, del menor deedad como un usuario indolente con tendencia aabusar de las aplicaciones tecnológicas parafines poco productivos. Más adelante añadire-mos algunas notas sobre este último aspecto.

En otros lugares donde nos llevan la delanteraen esto de la sociedad de la información hacetiempo que se publican regularmente informesque dan cuenta de las tendencias de uso de lasnuevas tecnologías por parte de los usuariosmenores de edad, y los resultados suelen ser sor-prendentes. Uno de los lugares donde estosinformes son más rigurosos es en estadosUnidos, donde las TIC se encuentran firmemen-

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Tabla 3. Uso de las TIC entre los niños españoles de 10 a 14 años (%)

Fuente: INE (2003)

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te arraigadas y son ya de uso cotidiano para unos37 millones de niños y niñas. En junio de 2001se editaban los resultados de una gran investiga-ción sobre el uso que los menores hacen deInternet a cargo de la Pew Internet & AmericanLife Project, una organización independiente quepretende constituirse en una fuente privilegiadade datos sobre el ámbito de las nuevas tecnologí-as y la población infantil. Algunos de sus hallaz-gos apuntaban a la consolidación del uso de lared entre usuarios cada vez más jóvenes, trascen-diendo un uso puramente académico (Lenhart etal., 2001). Concretamente:

— Internet se ha convertido en el eje de lavida social de una elevada proporción deadolescentes americanos (aproximada-mente un 73% de los que tienen entre 12 y17 años), y desempeña un papel central ensus relaciones con sus iguales, sus familiasy sus escuelas.

— 13 millones de adolescentes usan profusa-mente la mensajería instantánea y otrasformas de comunicación tecnológica, porlo que hablar con los compañeros mientrasse está conectado es ya la principal formade obtener información y contacto social.

— Muchos de estos chicos son más diestrosen el uso de la tecnología que sus propiospadres, por lo que en muchas ocasiones esdifícil para los adultos saber con exactitudqué tipo de uso hacen los menores de edadde la tecnología de la que disponen. Un40% de los padres han discutido con sushijos sobre algún asunto relacionado conInternet

— Un 87% de los padres y un 78% de losadolescentes cree que la red de redes cons-tituye una ayuda eficaz de cara a las tare-as escolares y el proceso educativo. Peroademás, son muchos los chicos que opinanque la información que está a su disposi-ción en Internet no sólo es útil para com-pletar trabajos escolares, sino tambiénpara averiguar cosas sobre asuntos difícil-mente tratables con otros adultos (26%) osimplemente estar a la última en sus prefe-rencias de consumo (54%).

Naturalmente, estas son las cifras de unasociedad que ha llevado hasta el límite las posi-bilidades tecnológicas que ofrecen las TIC yque, por sus propias peculiaridades socioeconó-micas, anima a los más jóvenes a que se inicien

muy pronto en su uso. Sin embargo, no es des-cartable que las cifras que caracterizan a otrassociedades se parezcan cada vez más a esto. Enel caso español la red, como una de las principa-les aplicaciones de las TIC, todavía tiene unacobertura relativamente baja en nuestro contex-to: los costes de entrada son altos y la conexiónbásica lenta y poco fiable, pero si en un futurose corrigen algunos de estos aspectos es alta-mente probable que crezca el papel como usua-rios de los niños y niñas.

Finalmente, otra prueba de que la poblacióninfantil está constituyendo uno de los puntales dela revolución tecnológica es su papel determi-nante en el crecimiento del número de usuariosen las zonas menos desarrolladas del planeta.Muchos países en vías de desarrollo se caracteri-zan por tener poblaciones muy jóvenes, y enéstas la difusión de las nuevas tecnologías de lainformación y la comunicación cobra un interésjustificable porque está achicando significativa-mente la diferencia respecto al mundo desarro-llado. En el gráfico que sigue nos hacemos ecode una proyección del número de usuarios de lared de menos de 18 años en dos ámbitos muydiferentes, el de la mitad norte del continenteamericano con Estados Unidos y Canadá comopaíses de referencia en cuanto al consumo deTIC y el de la mitad sur, al que hemos agregadoMéxico. Como se observa en la figura, en unospocos años el número de usuarios en lugarescomo Colombia, Argentina o Chile va a dupli-carse o triplicarse, en una tendencia que pareceser válida para todo el cono sur, mientras que losusuarios del lado desarrollado van a crecermucho más lentamente. El resultado: una incor-poración masiva de menores de áreas en desarro-llo al tráfico global de la red. Un dato ayuda acomprender el fenómeno. En el año 2003 losusuarios de Internet en América del Norte sobre-pasaban a los del sur en una proporción de 9 a 1;en 2007 el cálculo indica que esta proporción sehabrá reducido hasta ser de 3 a 1.

Por tanto, a la pregunta de si la poblacióninfantil participa de la silenciosa revolución delas nuevas tecnologías de la información y lacomunicación sólo cabe responder positivamen-te, al menos si nos basamos en las evidenciasempíricas que nos sirven para medir la magnituddel fenómeno. Cada vez hay más niños y niñashaciendo uso de aplicaciones fundamentales deestas tecnologías, como la red de redes o la tele-fonía móvil, y en el conjunto de los usuarios

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cada vez es mayor su peso relativo. Sin embargo,esto no significa que la incorporación de estosmenores a las nuevas tecnologías sea un procesonatural o exento de conflicto. Vamos a dedicaralguna atención al análisis del discurso sobre lasconsecuencias de las nuevas tecnologías para losniños, porque éste revela una construcción con-tradictoria que vuelve a abogar por incrementarlos niveles de control sobre la conducta infantil ytiende a la victimización del usuario menor deedad. De esta manera, la magnitud de la realidaddel fenómeno, del que nos hemos ocupado eneste apartado, queda ensombrecida por los diag-nósticos que sobre ésta se generan, en los queson las representaciones sociales que el mundoadulto hace sobre los niños y sus formas de vidalos que sirven como eje vertebrador del discursoy materia prima para la polémica.

3. LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS Y SUIMPACTO SOBRE LA VIDA INFANTIL:¿RIESGOS O DESAFÍOS?

Si bien es cierto que la innovación tecnológi-ca constituye una constante que acompaña al ser

humano a lo largo de su historia, no es menoscierto que las potenciales consecuencias de lamisma sobre la vida social constituyen un inte-rrogante no menos omnipresente en las socieda-des humanas. Probablemente ha sido así desdeque entraron en juego elementos decisivos comoel silex, la rueda, el metal, el telar o la máquinade vapor, y las nuevas tecnologías compartencon muchos de estos avances tecnológicos elhaber lanzado a nuestros congéneres hacia nue-vas formas de organización social, no siemprefácilmente previsibles. Es por ello que cuando lainnovación parece introducir un vector de cam-bio social de suficiente magnitud, automática-mente nos preguntamos hacia dónde nos condu-ce y cuáles pueden ser las consecuencias delprogreso tecnológico. Surgen los diagnósticos ylas previsiones sobre el futuro, y la literatura sellena de vaticinios más o menos halagüeños.

Las nuevas tecnologías de la información nosólo no escapan a esta tendencia, sino que lamagnifican. Ciertamente, el ritmo de la innova-ción tecnológica es hoy acelerado, y los cambiosen la nuestras vidas cotidianas se suceden conrapidez. En estas circunstancias no es extrañoque exista ya un cuerpo voluminoso de literatu-

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Evolución comparada del número de usuarios de Internet menor de 18 años en Norteaméricay Centro/Sudamérica 2003-07

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ra científica que gira alrededor de las posiblesconsecuencias de la implantación masiva de lasnuevas tecnologías. Resulta asimismo un hechosignificativo que la mayor parte de los análisispresentes en esta literatura son recurrentes ypoco optimistas respecto de la llamada sociedadde la información. Una apreciación que tiende aacentuarse cuando se trata la cuestión delimpacto de las TIC sobre la vida infantil.

Recurrentes porque, bajo la apariencia deldiscurso que trata sobre una nueva realidadsocial, tienden a reproducir de manera miméticalas consideraciones vertidas con anterioridadante desarrollos tecnológicos similares. Muchasde las apreciaciones que existen hoy día sobrelos riesgos del uso de Internet, por ejemplo, noson tan distintas de las ideas vertidas a raíz de lapopularización de la televisión o el cine, y sebasan en una imagen ciertamente pobre delusuario de estas tecnologías, que a menudoresulta ser sólo un individuo dominado por elpoder hipnótico de las mismas (Wartella yJennings, 2000). Poco optimistas porque, comoya hemos adelantado, manejan representacionesconceptuales del sujeto que entra en contactocon los medios tecnológicos que lo conviertenen una victima potencial y, en raras ocasiones,un individuo creativo o capaz de aprovechar laspotencialidades de las TIC sin caer en sus ame-nazas. Por supuesto, la consideración del niñocomo un sujeto especialmente vulnerable eindefenso, a la par que notoriamente inmaduro,como veremos al tratar sobre la representaciónsocial de la infancia, acentúa estos rasgos y pro-porciona al diagnóstico sobre las consecuenciasde las nuevas tecnologías en la vida infantil untinte ciertamente sombrío.

3.1. EL DIAGNÓSTICO DEL IMPACTO DELAS NUEVAS TECNOLOGÍAS SOBRELOS NIÑOS: ENTRE EL NEOLUDISMO YLA TECNOUTOPÍA

En líneas generales, se ha argumentado quelas nuevas tecnologías de la información y lacomunicación producen un efecto paradójicosobre las personas. Lejos de contribuir a lacomunicación entre seres humanos contribuyena distanciarnos y empobrecer nuestras relacio-nes sociales. Es ésta una constante del diagnós-tico sobre la influencia de las TIC en nuestrasvidas. Las nuevas tecnologías, bajo su aparien-

cia de prótesis para la comunicación, producenel efecto contrario: generan aislamiento, reem-plazan las relaciones humanas por sustitutoscibernéticos nunca del todo satisfactorios y con-tribuyen a que exista una saturación de informa-ción que, lejos de facilitarla, dificultan la inter-acción comunicativa y producen ruido yconfusión (Forester, 1992). La mayor parte delos escenarios futuros tienen que ver con la pro-bable tendencia a la fragmentación social, laatomización de la comunidad y, en general, laconstrucción de una sociedad comunicada entiempo real en la que se produce, paradójica-mente, un aislamiento creciente de sus unidadesindividuales (Castells, 1996). Hay quien ha lle-gado a definir la sociedad de las nuevas tecno-logías como una sociedad «autista» (Baruch,2001), caracterizada por la falta de contactoemocional normal, el desarrollo de rutinas repe-titivas o la dificultad para hablar y comunicarse,entre otros aspectos. Desde este punto de vista,Internet constituiría un pobre sustituto delmundo real y una causa demostrada de soledady estados depresivos, al tiempo que interferiríacon otras actividades causando adicción(Brenner, 1997; Kraut et al., 1999). Preci-samente, la cuestión de la adicción ha sido unode los caballos de batalla del discurso que alertade las amenazas de la sociedad de la informa-ción: especialmente desde que se publicaran losprimeros datos relativos al IAD [InternetAddiction Disorder] (Estallo, 2001). La otragran pieza de este discurso la constituye la cues-tión de la pornografía y la falta de control sobrelos contenidos y usuarios de la red de redes.Igualmente, han proliferado los encuentrossexuales entre internautas y los mensajes y gru-pos de noticias en torno a prácticas sexuales queen muchos casos son consideradas como deni-grantes u ofensivas por el público general, comonos informan Lamb (1998) y Rosemberg(1993); la mayor parte de las veces sustentadossobre identidades falsas y fantasías sexuales queocasionalmente derivan hacia contactos perso-nales fuera del ciberespacio, terreno en el quenos enfrentamos a la creciente amenaza de lapornografía infantil y las redes de pederastia,con lo que entra la escena la infancia para ofre-cerse simultáneamente como imagen de la victi-mización de determinados colectivos de pobla-ción, indefensos ante la influencia de las nuevastecnologías, así como referente de la ruptura de

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los valores y formas de vida tradicionales porefecto de la innovación tecnológica.

No es este el espacio para analizar crítica-mente todas estas referencias, pero sí para obje-tar brevemente sobre sus planteamientos. Comohemos indicado, el sustrato antropológico deestos diagnósticos pasa por una imagen empo-brecida del usuario de tecnología. El individuose encuentra indefenso ante el progreso tecnoló-gico, que le encierra en una cuadrícula que pare-ce derivar de la tecnología misma y no del con-texto en que se produce o de la manera en queéstas se insertan en el conjunto de relacioneshumanas que constituye la vida social. La tec-nología parece tener la capacidad de «inyectar»algo a los individuos, sin que estos puedan resis-tirse, como ya ha expuesto convincentementeMeirowitz (1985).

Pero, ¿y los niños? En cierta medida, la pecu-liar situación de la población infantil, excluidabajo el argumento de la inmadurez de buenaparte de los procesos sociales en los que partici-pan los adultos o reubicados como sujetos pasi-vos en muchos otros, explica porqué el tono deldiscurso sobre las nuevas tecnologías y suimpacto sobre la infancia ha venido a reprodu-cir, amplificado, este tono fatalista.

En realidad, como argumenta DavidBuckingham (2002), el análisis de las conse-cuencias de la irrupción de las TIC en la vidainfantil no encuentra término medio en el queexpresarse, sino que oscila de forma un tantocontradictoria entre dos opciones diametralmen-te opuestas: por un lado los que denuncian quela innovación tecnológica no sólo es perjudicialpara los niños, sino que significa la mismamuerte de la infancia4 y han sido su verdugo;del otro, los que confían ciegamente en las posi-bilidades de la misma para generar, casi auto-máticamente, un mundo mejor para la poblacióninfantil, que se incorporará a las TIC de maneranatural y espontánea. Neoludismo temeroso delas máquinas que sustituyen a los seres humanoso tecnoutópicos que ven en el progreso tecnoló-

gico la palanca que cambiará el mundo definiti-vamente. Nada nuevo bajo el sol. No obstante,pese a defender posicionamientos tan distintos,el autor sostiene que pecan de las mismas debi-lidades: fundamentalmente un enfoque que llevaa ambas posturas a adoptar una visión esencia-lista de la infancia y la juventud y a dar unaexplicación excesivamente determinista delpapel que juegan los medios y la tecnología,basado en una especie de sentimentalismo sobrelos niños que no logra reconocer la diversidadde la experiencia vivida de la infancia y de lasrelaciones de estos con los medios.

Sin embargo, aunque compartimos la descrip-ción de Buckingham y su crítica a las visionesesencialistas de la relación entre infancia y nue-vas tecnologías, creemos que ambos posiciona-mientos están desigualmente representados en elconjunto de la literatura sobre el advenimientode estas nuevas tecnologías. Un análisis somerode la misma revela que el diagnóstico sobre elfenómeno participa más del primero que delsegundo. Esto es, presta más atención a las ame-nazas que a los posibles desarrollos positivos dela misma, ofreciendo un bosquejo francamentepesimista de la situación.

Así, el núcleo distintivo del discurso que aler-ta de las consecuencias de la difusión de las nue-vas tecnologías entre la población infantil portala impronta inconfundible de la representaciónde la infancia desde la perspectiva de la victimi-zación. En él quedan albergadas las que son,más allá del problema de la tecnología y su uso,las principales obsesiones y zozobras del mundoadulto: la contaminación del niño, su manipula-ción, especialmente en manos de otros adultos,y en última instancia su maduración precipitaday desviada. El tipo de alertas que se construyensobre el impacto de las TIC en la vida infantiltienen mucho que ver con estos elementos sub-yacentes, cuando no se identifican abiertamentecon ellos.

Ya hemos indicado que algunos autores hanvisto en la penetración tecnológica un signo

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4 El título original de la obra de Buckingham es muy explícito: tras la muerte de la infancia, creciendo en la era de los medios elec-trónicos [After the Death of Childhood, Growing up in the Age of Electronic Media]. Sin embargo, en un alarde de adultocentrismo el edi-tor español ha hecho desaparecer la primera parte, omitiendo cualquier referencia a la infancia en un libro que trata sobre la interacciónentre los niños y la tecnología. La obra merecía mejor suerte. Por otra parte, la expresión que hace referencia a la «muerte» de la infanciatal y como la conocemos se popularizó a raíz de la publicación del libro de Neil Postman (1984), entre cuyos argumentos se encontrabauna clara acusación a las nuevas tecnologías y su penetración en los hogares por haber difuminado la frontera entre lo público y lo priva-do, así como entre el mundo adulto y el infantil, causando la destrucción de una hipotética infancia pasada que el autor describe con níti-da añoranza.

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inequívoco de la muerte de la infancia, enten-diendo que tal óbito viene a clausurar el mundodel pasado, en el que los niños podían crecerlejos de la irrupción de los males del mundoadulto en un espacio propio claramente separa-do del resto de la vida social y sin peligro de quela inocencia característica de la edad infantilresultara vejada por contenidos degradantes ointimidatorios. Sin ser tan radical, el diagnósticosobre las TIC y la población infantil discurre porun cauce parecido.

Es frecuente señalar, por ejemplo, que las nue-vas tecnologías han alejado al niño del mundoque le es natural, el del juego con sus pares, sus-tituyendo la interacción social por la pobre comu-nicación cibernética y trocando el espacio deljuego tradicional por una pantalla y un videojue-go (Moll, 1998; Nissenbaum y Walker, 1998;Subrahmanyan et al., 2000). Los mismos autoresnos advierten de otros problemas más concretospero igualmente importantes: las nuevas tecnolo-gías de la información y la comunicación no sólogeneran aislamiento, también producen obesidad,depresión, ansiedad y adicción. De acuerdo conlas evidencias empíricas, el establecimiento derelaciones duraderas en entornos telemáticospodría no ser sino un indicador de un fuerte des-ajuste familiar y de un déficit de comunicaciónen el entorno «natural» del niño y el adolescente(Wolack et al., 2003). También el ocio electróni-co lleva su parte de pecado en todo esto: Parececlaro que tras el contacto con videojuegos losniños reproducen conductas violentas con másfrecuencia (Kirsh, 1998), al tiempo que se señalacómo son los juegos en los que interviene algúntipo de contenido violento los preferidos porniños y jóvenes (Funk y Buchman, 1996a;Provenzo, 1991). De hecho, los videojuegosconstituyen, a tenor de las pruebas experimenta-les realizadas, una fuente de aprendizaje de com-portamientos violentos y pautas inapropiadas deinteracción, a la par que también conllevan unriesgo demostrado de incitar al abuso o el usocompulsivo y, nuevamente, la adicción (Funk,

1993a; 1993b; Funk et al., 1996a; 1996b; 1997;2000; Munné y Codina, 1992).

Mención aparte merece una de las cuestionesque más ha impactado en la opinión pública enlo que a niños y nuevas tecnologías se refiere: elcontrol de los contenidos a los que tienen acce-so los niños a través de Internet. En realidad,esto se refiere a toda aquella información que seestima pueda resultar ofensiva o perjudicial parael desarrollo personal de niños y adolescentes;pero en la práctica el discurso ha venido gravi-tando de manera dominante sobre el problemade la pornografía5. En cualquier caso, no deja deser cierto que la red ha permitido, entre otrascosas, la proliferación de sitios en los que seofrece supuesta pornografía infantil y se reúnen,aprovechando las ventajas de la tecnología,comunidades de individuos que hacen uso deella e intercambian información sobre sus prác-ticas al margen de la ley. En este sentido, la pre-ocupación es doble en la medida que el niñoaparece tanto como víctima de la distribución dematerial pornográfico (a través del spam, porponer un caso), que en muchos casos puede serun reclamo para intentar un contacto en elmundo real, como también objeto de la misma,al convertirse en el sujeto exhibido (Freeman-Longo, 2000; Hick y Halping, 2001; Mc Cabe,2000; Oswell, 1998; Stanley, 2001).

El panorama resulta, por tanto, desalentador,y en lo que se refiere estrictamente al análisis delas consecuencias de la propagación de las nue-vas tecnologías entre la población infantil sedecanta nítidamente hacia un diagnóstico pesi-mista sobre dichas consecuencias. Sin embargo,pueden construirse muchas objeciones a talmodo de ver las cosas. Por ejemplo, que siendouna mirada sobre la vida infantil, en realidad elniño cuenta poco y raramente se escucha su voz,o que existe una sobredeterminación de los peli-gros y amenazas y una clara subestimación desus posibles ventajas. Nuestra hipótesis es que eldiagnóstico es más el producto de la representa-ción adulta de la infancia que un reflejo fiel dela realidad social.

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5 Esto no debe resultar sorprendente, pues la imagen del niño que visita sitios pornográficos encaja mal con la representación del menorinocente y vulnerable que gustan de esgrimir los críticos con la sociedad de la información y sus consecuencias. Sin duda alguna, la pre-sencia del sexo en todas sus formas, incluso aquellas que incluyen al niño como víctima directa de la explotación sexual, es un duro golpepara los adultos que han aprendido a ver en la infancia una reserva moral, exenta de los vicios adultos, ya sean estos públicos o privados.

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3.2. LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LAINFANCIA: LAS REPRESENTACIONESSOCIALES Y SU INFLUENCIA SOBRE ELDISCURSO DE LOS ADULTOS

El estudio del impacto de las TIC sobre lapoblación infantil, por tanto, se mueve en mediode posiciones ambiguas en las que se echa enfalta más investigación empírica con menorespara contrastar los aspectos contradictorios deldiscurso (a la par que ciertamente alarmista)sobre las amenazas de la sociedad de la infor-mación. Si no se atiende a la representaciónsocial de la infancia y a la manera en que cadasociedad construye un espacio social para serhabitado por los niños, resulta extremadamentecomplicado interpretar la naturaleza y direccióndel cambio tecnológico y sus efectos sobre lascondiciones de vida de la población infantil.

De todo lo dicho se habrá deducido que lasaparentes contradicciones producidas en el dis-curso sobre el impacto de la sociedad de lainformación sobre los niños son, más bien, elresultado del papel interviniente que adoptan lasrepresentaciones sociales sobre la infancia quecirculan en nuestras sociedades. En la práctica,esto significa que raramente realizamos diag-nósticos asépticos ni juicios objetivos sobre loque las nuevas tecnologías de la información yla comunicación suponen en el ámbito de la vidainfantil. Por el contrario, son muchas las vecesen que creemos estar observando la realidad ysólo conseguimos reproducir una idea preconce-bida, de la misma manera que no resulta infre-cuente desgranar conclusiones sobre cómoviven los niños que son, en realidad, juiciosretrospectivos en los que más bien analizamosnuestro concepto de la infancia, el recuerdo par-ticular de nuestras vivencias infantiles, o ideasmuy generales sobre lo que se supone que es unniño y cómo debe vivir.

Bajo el diagnóstico, por tanto, suele latir larepresentación colectiva, utilizando una termi-nología Durkheimiana, o una representaciónsocial o imagen compartida subjetivamente, siqueremos ser más precisos. Lamentablemente,

el estudio de las representaciones sociales y suanálisis es una parcela de la realidad social queescapa a nuestros objetivos y al que no podemosdedicar el espacio que se merece, dado que estáinvolucrado claramente en nuestra percepciónsobre las condiciones de vida de los niños6.Retendremos tan sólo la idea de que la imagencompartida sobre lo que la infancia es o debe serresulta una variable influyente en el análisis dela vida social del niño, y con demasiada fre-cuencia tal imagen compartida incluye unacaracterización de los menores de edad que tien-de a minusvalorar su capacidad en tanto agentessociales poniendo el acento sobre la vulnerabili-dad, la maleabilidad, la fragilidad e inclusosobre su peligrosidad social cuando resultanexpuestos a determinados ambientes y conteni-dos. Hay quien se ha ocupado de señalar, en estemismo sentido, que la representación social delniño se encuentra dominada por estereotipos enlos que encaja malamente la diversidad de expe-riencias que caracteriza tal momento del ciclovital, tales como: el niño víctima, seducido envirtud de su dependencia y vulnerabilidad ycuya contrapartida es el incremento del controlque los adultos ejercen sobre la vida infantilpara evitar la contaminación de la infancia; elniño en peligro, aquél que podría entrar en con-tacto con el mundo reservado para los adultos;finalmente, el niño peligroso, que busca activa-mente aproximarse a este mundo o perteneceinevitablemente a él y que es estigmatizado porcuanto su conducta se desvía de aquella que atri-buimos a la infancia, hasta tal punto que se dudade su niñez (Oswell, 1998).

En un sentido más general, la investigaciónempírica ha servido para desvelar los compo-nentes esenciales de la representación social dela infancia. Lo que encontramos es una tenden-cia muy clara a subestimar la madurez de losniños, lo que escora el discurso hacia la necesi-dad del control y la sobreprotección. Algunos delos rasgos principales de la representación socialde la infancia en la sociedad española incluyenla consideración del niño como una «propiedad»de la familia; el acento sobre su vulnerabilidad e

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6 Efectivamente, el campo del estudio de las representaciones sociales sobre la infancia viene desarrollándose con insistencia en losúltimos años. Existe ya un cuerpo bibliográfico muy interesante al que se puede acudir para ampliar información, y al que me remito parasu consulta. El origen del término nos lleva a la obra de Moscovici (1979), que las define como sistemas de valores, ideas y prácticas com-partidos por los individuos que juegan un papel fundamental en la comunicación y conducta interindividual, así como en la comprensiónde la realidad. Su obra ha sido continuada por parte de autores tales como Jodelet (1991; 1993) y Farr (1993). En el ámbito nacional des-tacan los trabajos de Ferrán Casas (1992), y desde un plano netamente sociológico puede acudirse al estudio de Aguinaga y Comas (1991).

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inmadurez; la representación del mismo exclusi-vamente en términos de víctima o, por el con-trario, potencialmente peligroso; así como elescaso o nulo reconocimiento de la idea de queel niño puede ser portador de derechos y partic-par activamente en el espacio público(Alfageme et al., 2003).

La influencia de estos factores señaladospuede explicar el acento alarmista que se hapuesto en el diagnóstico del impacto de la socie-dad de la información sobre los niños y niñas.Puede comprobarse esto, por ejemplo, si anali-zamos el tipo de información transmitida por losmedios de comunicación en relación a esta cues-tión. La imagen del niño adicto a su consola devideojuegos; o del menor que ha sido forzado avisitar páginas pornográficas; o incluso los quehan sido contactados por adultos con el propósi-to de abusar de ellos es la predominante en elimaginario colectivo. Es evidente que todasestas cosas ocurren; pero no es menos cierto queson sólo una pequeña parte del campo de fenó-menos que supone la irrupción de la nueva tec-nología en nuestras vidas y las de los niños. Elproblema es que el menor que utiliza la red pararecabar información para sus trabajos escolares;o el que tiene problemas de movilidad y graciasa Internet mantiene una red de sociabilidad; o elque aprende a distancia; o el que simplemente sedivierte en red con el resto de sus congéneres hadesaparecido de tal imaginario. El discursoadultocéntrico ha encontrado una sola manerade resolver este entuerto, consistente en produ-cir información contradictoria: por un lado, seafirma la inevitabilidad del advenimiento de lasTIC como un signo del cambio de los tiempos yse propaga la idea de que la alfabetización tec-nológica es la llave del futuro progreso; por otro,se trata, paradójicamente, de excluir al niño deluso de estas tecnologías por resultar estas peli-grosas o poco convenientes para los menores(Fager et al., 2001). La exclusión está servida.

Quizás sea ésta la razón que explica por quécuando los adultos esgrimimos el argumento dela protección del menor sólo somos capaces detraducirlo en términos de control. Las recomen-daciones sobre el «buen uso» de las nuevas tec-nologías son un compendio muy ilustrativo deeste problema, puesto que tienden a mostrarcómo el diagnóstico sobre la seguridad de la redy otras aplicaciones tecnológicas se escora irre-mediablemente hacia la criminalización de lasactividades del niño y la sospecha sobre su ido-

neidad. Hemos reproducido a continuación, paraejemplificar esta cuestión, el decálogo parapadres sobre el uso responsable de Internet de laAsociación Española de Pediatría (AEP).Podemos comprobar cómo los consejos paraprevenir las amenazas de los nuevos medios sebasan, casi en su totalidad, sobre el control delmenor y la fiscalización de su interacción tele-mática, existiendo, como contrapartida, escasasiniciativas centradas en su cualificación comousuario o el uso responsable de la red sin super-visión directa del adulto.

Sin embargo, es posible imaginar otro ordende cosas. Uno que permita contemplar los ries-gos y ventajas de las nuevas tecnologías sin dis-minuir al mismo tiempo el papel de los niños yniñas. Pero esta nueva mirada pasa ineludible-mente por otorgar a éstos un lugar privilegiadocomo actores y constructores de la sociedad quehabitan, despojándolos así del estigma de la vic-timización que tan frecuentemente aparece en laliteratura que hemos manejado hasta el momen-to. Para ello, prestar oídos a la voz de los meno-res de edad es una tarea inexcusable, así comorechazar visiones esencialistas y diagnósticosque parten de una interpretación determinista delas consecuencias de la innovación tecnológica.

3.3. OTRA FORMA DE VER LAS COSAS: ELNIÑO COMO CONSTRUCTOR

El problema de fondo reside en que durantemucho tiempo hemos contado con modelosextremadamente reduccionistas a la hora derepresentar la relación entre los niños y la tec-nología, lo que finalmente ha sido denominado(y criticado) como modelo HCI (HumanComputer Interaction), en los que la compleji-dad cultural de la vida del niño queda sustituidapor diseños experimentales o estudios parcialesque, desde una perspectiva sociológica, se nosantojan claramente insuficientes. Recientemen-te, nuevos enfoques han hecho su aparición, ycada vez encontramos más investigaciones queintentan estudiar los niños en su propio contex-to cultural, evitando el riesgo del adultocentris-mo (Jessen, 1999; Yates y Littleton, 1999;Holloway y Valentine, 2001). La diferencia radi-ca en que, en este tipo de investigaciones, losniños y niñas no son simples organismos res-pondientes, ni sujetos desprovistos de identidadcultural, sino agentes sociales plenos a los que

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se considera informantes priveligiados a la horade poder emitir un diagnóstico sobre el efecto delas nuevas tecnologías sobre sus vidas.

Como resultado de este nueva perspectiva,que supone algo más que una simple reubica-ción del niño para convertirse en una inversiónde rango metodológico y epistemológico, des-cubrimos que algunos de los riesgos de la socie-dad de la información para con los menores deedad son más una proyección de la representa-ción social de los adultos que un fenómeno cla-ramente delimitable en la realidad social, y otrosexisten como tales pero pueden ser reinterpreta-

dos a la luz de lo que sabemos sobre la culturainfantil y la manera en que los niños viven yexperimentan su infancia.

Por ejemplo, respecto de la cuestión del niñocomo víctima en el contexto de la implantaciónde las nuevas tecnologías, es necesario hacernotar que estos están lejos de ser usuarios pasi-vos que desconocen por completo los peligrosque acechan tras la apariencia golosa del entor-no telemático o virtual. Esto no es lo mismo quedecir que no existen riesgos, pero sí equivale areconocer la necesidad de replantearnos su natu-raleza. Y así sucede en la medida en que una de

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Tabla 4. Decálogo para padres de uso responsable de Internet de la AEP

Fuente: acceso on-line (http://www.aeped.es/infofamilia/temas/internet.htm)

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las ideas que forman parte del imaginario colec-tivo sobre la infancia consiste en mostrar el ries-go como un patrimonio exclusivo del mundoadulto. La sobreprotección del niño es una parteintegrante de tal imaginario, y para tal fin laszonas de juego en el medio urbano se han valla-do, las ventanas se han dotado de cierres a prue-ba de manos infantiles y el juego se circunscri-be a espacios «seguros» en los que el menor nopuede escapar de la supervisión de los adultos.La realidad, sin embargo, tiende a revelarse demanera distinta cuando los investigadores seaproximan a ella, desvelando usuarios compe-tentes y autónomos que han desarrollado suspropios sistemas de gestión del riesgo (Olesen,1999), lo cual es lo mismo que poner en eviden-cia que muchos de las supuestas amenazas delas TIC son conocidas por los niños. No se tratade hacer apología del riesgo como instrumentopedagógico, sino de apostar por dotar a losmenores de los recursos necesarios para sortear-lo antes que apartarlos de la vida social orecluirlos en espacios seguros que, a la postre,son antes que nada espacios supervisados en losque el niño resulta atrapado en una cuadrículade control.

Esto último tiene una aplicación muy intere-sante en el estudio de uno de los fenómenoscaracterísticos de la infancia de las sociedadesdesarrolladas: el problema del aislamientosocial y la soledad infantil. Se ha repetido insis-tentemente que las nuevas tecnologías son lasculpables de un creciente aislamiento de lapoblación infantil, que ha sustituido la interac-ción social y el juego compartido por el chat yel ocio tecnológico sedentario frente al televisoro la pantalla del ordenador. En realidad, bienpodríamos preguntarnos si este fenómeno no es,más bien, consecuencia de la rigidez con que losadultos dividen y reglamentan el espacio socialen el que se mueve la vida infantil. Precisamen-te, las evidencias empíricas de las que dispone-mos sugieren que no es aislamiento todo lo quereluce. Parece claro que uno de los rasgos dis-tintivos del uso que los niños hacen de las nue-vas tecnologías es el convertir determinadosproductos tecnológicos concebidos para su usoindividual en el centro de una intensa interac-ción social. A este respecto, el uso grupal imbri-cado en complejas redes de sociabilidad pareceser la tónica en el caso de las pequeñas video-consolas portátiles o las mascotas virtuales(Jessen, 1999; Garitaonandia et al., 1999). En

esta misma línea de trabajo Orleans y Laney(2000) plantean el estudio de la relación entrelos menores y el uso de la tecnología desde unmodelo naturalista y utilizando técnicas cualita-tivas de investigación, alcanzando también con-clusiones divergentes del discurso oficial sobrelos riesgos de las nuevas tecnologías. Su estudiorevela que la hipótesis del aislamiento parecetener sentido con los menores que hacen un usomás intensivo de la tecnología, pero es poco útilpara ser aplicada a la población infantil en gene-ral. Lejos de admitirla, por tanto, generan unahipótesis alternativa: en el contexto de los gru-pos de pares y también en el contexto de losnúcleos domésticos, la tecnología puede estarreforzando las pautas tradicionales de sociabili-dad infantil e incluso generando otras nuevas.

4. A MODO DE CONCLUSIÓN

Aunque hemos insistido en las dificultades derealizar una medición precisa del alcance de lapenetración de las nuevas tecnologías de lainformación y la comunicación en el contextode la población infantil, las evidencias de quedisponemos apuntan a que cada vez es más fre-cuente —y no sólo en las llamadas sociedadesdesarrolladas— encontrar este tipo de equipa-miento tecnológico en el espacio de los hogaresy fuera de él, lo que posibilita el acceso masivode los menores de edad a la revolución tecnoló-gica que estas tecnologías suponen. Los ordena-dores personales, la telefonía móvil o la red deredes forman ya parte de la vida cotidiana demuchos niños y niñas; buena prueba de ello esel hecho de que está descendiendo la edad de losusuarios de las TIC al tiempo que aumenta sudestreza en el uso de un equipamiento tecnoló-gico cada vez más variado y complejo.

Precisamente, la constatación de la plenaincorporación de los menores de edad al uso delas TIC puede explicar la proliferación de litera-tura científica alrededor de la cuestión delimpacto de estas nuevas tecnologías tanto sobrelas condiciones de vida de los niños como sobrela infancia misma, si ésta se entiende como unaetapa fundamental del ciclo vital de los sereshumanos. Al analizar esta literatura hemos com-probado cómo tiende a generar diagnósticos queoscilan entre la victimización del menor, al con-siderarlo únicamente como un usuario fácilmen-te manipulable y poco conocedor de los riesgos

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potenciales de las TIC, o su criminalización, alhacerlo parecer un usuario peligroso por ser pro-penso a destinar para las nuevas tecnologías unuso perverso o perjudicial para el resto de lasociedad. Por esta razón, la imagen del niño queemana de este diagnóstico pone el acento sobresu capacidad para desbordar el control impuestopor los adultos o bien sobre el riesgo potencialque este corre de acabar siendo víctima de lasconductas desviadas de los adultos, amén de lasya conocidas advertencias sobre los posiblesefectos orgánicos y psicológicos de las TIC,tales como: el aislamiento social, la depresión,la búsqueda de un sustitutivo del mundo real o laobesidad. Lamentablemente, la literatura que seocupa de analizar el impacto de las nuevas tec-nologías sobre la población infantil no ha pues-to el mismo cuidado en describir los posiblesusos positivos de estas tecnologías, ni en recal-car que los problemas que sufren los niños fren-te al PC no son tan diferentes de los que puedenafectar a los propios adultos y se enmarcan en elseno de una cultura grupal y una vida social queno es simplemente un reflejo del mundo de losadultos.

Se ha argumentado que esto proviene, por unlado, de la pobreza de los diseños experimenta-les con que hasta ahora se ha analizado la cues-tión, que no recogen la complejidad de la cultu-ra infantil ni reconocen el papel activo del niñocomo constructor de su relación con la tecnolo-gía que, desde una perspectiva sociológica, esmás que evidente. Por otro, también se ha seña-lado que las representaciones sociales de lainfancia actúan como variables intervinientesque distorsionan el diagnóstico orientándolo sis-temáticamente hacia la victimización del menoro bien a su respuesta en términos prácticos: elincremento del control sobre la conducta delniño. En cualquier caso, nos parece necesarioapuntar que existe una necesidad más que evi-dente de abordar la relación entre las nuevas tec-nologías y la población infantil contando connuevas herramientas teóricas que nos permitansuperar esta tendencia a la victimización delniño, presentándolo más como un sujeto quecomo una víctima, un ser pre-social o, lo que espeor, como un objeto.

Por tanto, si queremos un diagnóstico máspreciso de lo que la sociedad de la informaciónsignifica para los niños, deberíamos hacer loposible por incorporar la visión sociológica tal ycomo ha sido definida con anterioridad, como

un compromiso entre el rigor científico y el res-peto por la voz de los menores, funcionandocomo garante de un análisis que conoce las limi-taciones que imponen las representacionessociales, nuestras representaciones socialessobre la infancia, a la propia interpretación delas condiciones de vida de los niños. Para ello,es necesario:

Huir del reduccionismo que supone el campoexperimental y el modelo HCI. Desde un puntode vista sociológico intentar determinar elimpacto de las TIC sobre los niños supone con-siderar la red de fenómenos compleja que cons-tituye la vida social de la población infantil, ycómo ésta se ve afectada por las decisiones delos adultos.

Intentar producir diagnósticos no adultocén-tricos, apoyados sobre un análisis preciso de lasideas preconcebidas sobre la infancia que entrana formar parte del discurso adulto sobre las con-diciones de vida de los niños.

Y, por supuesto, traer al menor al primerplano convirtiéndolo en unidad de observa-ción, primando aquellas técnicas de investiga-ción y diseños metodológicos que propicien suparticipación. Es a esto a los que nos referimosal estimar que debemos oír «la voz» de losmenores.

Podemos identificar la utilidad de estoshallazgos con el redescubrimiento del niñocomo agente social, como participante activo enla construcción del entorno que acoge su madu-ración social. Y aunque esto no es lo mismo quecreer en la bondad de dicho entorno, suponeconcederle un papel protagonista que quedamuy lejos de poder ser interpretado en rígidosdiseños experimentales y diagnósticos ajenos ala voz propia de la población infantil. De aquíque la reivindicación de su reconocimientocomo participante de la sociedad que habitaconduzca, de manera natural, a la propuesta dela participación de pleno derecho del niño en losdiseños de investigación y los entramados meto-dológicos que se plantean para conocer mejorsus condiciones de vida en el contexto de lasociedad de la información. En última instancia,mejorar nuestro conocimiento de la realidadsocial es mejorar los instrumentos con queactuamos sobre ella, por lo que el reconoci-miento del papel central del niño en la revolu-ción tecnológica no supone una renuncia a com-batir las amenazas que pudiera contener lasociedad de la información, sino un compromi-

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so orientado a la reducción de sus riesgos paragarantizar la optimización de sus beneficiospara con los niños en lugar de un simple incre-

mento del control sobre los menores, lo que, depaso, lejos de servirles de ayuda, sólo los reubi-ca en una posición de exclusión.

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Iván Rodríguez Pascual Infancia y nuevas tecnologías