ideologia y poder en la consolidacion colapso y reconstitucion del estado mochica de jequetepque

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Ideología y poder en la consolidación, colapso y reconstitución del Estado Mochica del Jequetepeque: El Proyecto Arqueológico San José de Moro (1991–2006) Author(s): Luis Jaime Castillo B., Julio Rucabado Y., Martín del Carpio P., Katiusha Bernuy Q., Karim Ruiz R., Carlos Rengifo Ch., Gabriel Prieto B., Carole Fraresso Reviewed work(s): Source: Ñawpa Pacha: Journal of Andean Archaeology, No. 29 (2008), pp. 1-86 Published by: Left Coast Press, Inc. Stable URL: http://www.jstor.org/stable/27977839 . Accessed: 30/03/2012 00:21 Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at . http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. Left Coast Press, Inc. is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Ñawpa Pacha: Journal of Andean Archaeology. http://www.jstor.org

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Ideología y poder en la consolidación, colapso y reconstitución del Estado Mochica delJequetepeque: El Proyecto Arqueológico San José de Moro (1991–2006)Author(s): Luis Jaime Castillo B., Julio Rucabado Y., Martín del Carpio P., Katiusha Bernuy Q.,Karim Ruiz R., Carlos Rengifo Ch., Gabriel Prieto B., Carole FraressoReviewed work(s):Source: Ñawpa Pacha: Journal of Andean Archaeology, No. 29 (2008), pp. 1-86Published by: Left Coast Press, Inc.Stable URL: http://www.jstor.org/stable/27977839 .Accessed: 30/03/2012 00:21

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Ideolog?a y poder en la consolidaci?n, colapso y reconstituci?n

del Estado Mochica del Jequetepeque: El Proyecto Arqueol?gico San Jos? de Moro (1991-2006)

Luis Jaime Castillo B., Julio Rucabado y., Mart?n del Carpio P., Katiuska Bernuy q., Karim Ruiz R., Carlos Rengifo Ch., Gabriel Prieto B. y Carole Fraresso

Para Don, Donna y Donnan

The nature of the ritual practices in San Jose de Moro (SJM) and their role in power strategies, over the roughly 1000

years of occupation of the site, have been the most important foci of scientific research of the San Jose de Moro

Archaeohgical Project (SJMAP) since 1991. This article describes the phases investigated during 16 years of study, reflecting on the methods applied and the results obtained, as well as on the hypotheses, interpretations, and reformu lations of our understanding of the peculiar nature of SJM as a regional ceremonial center, and as an elite cemetery in

the Jequetepeque Valley. Finally, it considers the evolution of complex societies on the north coast of Peru.

La naturaleza de las pr?cticas rituales en San Jos? de Moro (SJM) y su papel en Us estrategias de poder, a lo Urgo de

aproximadamente 1000 a?os de historia ocupacional del sitio, han sido los principales ejes de h investigaci?n cient?fica del Proyecto Arqueol?gico San Jos? de Moro (PASJM) desde 1991. En este art?cuh se exponen las fases que atraves?

esta investigaci?n a lo largo de 16 a?os de estudio, reflexionando sobre los m?todos aplicados y los resultados obtenidos,

as? como sobre las hip?tesis, interpretaciones y reformulaciones de nuestro entendimiento de la peculiar naturalem de

SJM como centro ceremonial regional y cementerio de ?lite en el valle de Jequetepeque y, en ?ltima instancia, de h

evoluci?n de las sociedades complejas en la costa norte del Per?.

Desde 1991 el Proyecto Arqueol?gico San Jos? de Moro ha venido investigando el desarrollo,

colapso y reconstituci?n de las sociedades complejas en la parte norte del valle de Jequetepeque (Figuras

1, 2, y 3); es decir, la larga y detallada sucesi?n de

procesos culturales por los que atraves? el sitio y la

regi?n a lo largo de las sucesivas ocupaciones Mochica,

Transicional, Lambayeque y Chim? (Figura 4). En

los diecis?is a?os de trabajo del proyecto, las inves

tigaciones han enfatizado las excavaciones estrati

gr?ficas conducidas en San Jos? de Moro, a trav?s de

las cuales se han estudiado m?ltiples aspectos de su

historia ocupacional, en particular las pr?cticas rituales y funerarias. A partir del a?o 2000 se am

pliaron las investigaciones a otros sitios arqueol?gicos en la regi?n, principalmente aquellos que fueron

Luis Jaime Castillo B., Mart?n del Carpio P., Katiusha Bernuy Q., Carlos Rengifo Ch., y Gabriel Prieto ., Programa Arqueol?gico San Jos? de Moro, Pontificia Universidad Cat?lica del Per?. Julio Rucabado Y., University of North Carolina at Chapel Hill, Depart

ment of Anthropology. Karim Ruiz R., Universidad Aut?noma de Barcelona. Carole Fraresso, Institut de Recherche sur les

Arch?omat?riaux. Universit? Michel de Montaigne de Bordeaux III.

Page 3: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

Figura 1. Mapa de la costa norte del Per? con la ubicaci?n de los principales sitios arqueol?gicos Mochicas, en la regi?n Mochica Sur y en las tres ?reas de desarrollo de la regi?n.

contempor?neos con las ocupaciones registradas en

San Jos? de Moro y que tuvieron funciones an?logas o complementarias. Este esfuerzo, sumado a los de

otros investigadores, ha permitido examinar aspectos

insospechados de las sociedades precolombinas que se desarrollaron en el valle de Jequetepeque y estudiar

los complejos procesos culturales que configuraron la regi?n.

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Page 4: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Castillo et al: Ideolog?a y poder

Figura 2. Mapa del Valle de Jequetepeque con la ubicaci?n de los principales sitios ocupados durante los per?odos Mochica, Transicional, Lambayeque, y Chim?.

San Jos? de Moro (SJM), ciertamente, es un sitio

arqueol?gico singular tanto por la riqueza de los

artefactos y contextos que encontramos all?, como

por su disposici?n estratigr?fica. En ?l abunda

evidencia de su importancia como centro ceremo

nial regional al que acud?an personas de todo el valle

de Jequetepeque para celebrar rituales muy ela

borados, particularmente entierros de miembros de

la ?lite y rituales de culto a los ancestros (Castillo

2000a, 2004). Relacionados con la evidencia fune

raria, hemos encontrado artefactos y contextos que indican que existi? una producci?n masiva de chicha

y de alimentos que habr?an servido para darle sustento

a las poblaciones que asist?an y participaban en los

rituales. Coincidiendo con el colapso Mochica en

Jequetepeque (aproximadamente en el a?o 850 D.c.) se multiplican las evidencias de que SJM fue parte de

una red de interacci?n e intercambio que cubr?a

pr?cticamente todos los andes centrales, lo que explica la alta frecuencia, en las tumbas y otros contextos

ceremoniales, de artefactos provenientes de Caja marca, Chachapoyas, Ayacucho y la costa central y sur. Los ritos que se celebraban, que inclu?a una

versi?n de la "Ceremonia del Sacrificio" (Donnan

Page 5: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

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Figura 3. Plano de San Jos? de Moro con indicaci?n de los mont?culos y las ?reas excavadas entre 1991 y 2007.

1975), seguramente fueron escenificados alrededor

de la Huaca La Capilla, la estructura m?s grande del

sitio, que data de la ocupaci?n Mochica (Figura 3). El presupuesto car?cter regional de los rituales que se celebraban en SJM nos llev?, a partir del a?o 2000, a una ampliaci?n de la escala y el ?mbito de inves

tigaci?n, no s?lo con excavaciones de gran dimensi?n

en el sitio (Figura 3), sino con investigaciones de sitios

contempor?neos en el resto del valle y de otros

correspondientes con el per?odo Mochica Tard?o

(Figura 2). San Jos? de Moro es una extensa colina de apro

ximadamente 150 hect?reas de extensi?n formada

entre dos brazos del r?o Cham?n, 5 km al norte de la

ciudad de Chep?n, en el departamento de La Libertad

(Figuras 2 y 3). Su superficie se eleva aproxima damente siete metros sobre los terrenos de cultivo

que la circundan y, sobre ella, se encuentran nume

rosos mont?culos de diferente configuraci?n que fueron producidos por actividades dom?sticas, du

rante las ocupaciones Chim? y Lambayeque, y cere

moniales, durante las ocupaciones Mochica y Transicional (Figuras 3 y 4). Tanto los mont?culos

como las ?reas que los rodean presentan una densa

estratigraf?a que en algunos casos alcanza los ocho

metros de capas superpuestas correspondientes a casi

1000 a?os de ocupaci?n continua.

El valle medio y bajo del Jequetepeque es una de las regiones m?s estudiadas del Per?, tanto en su

arqueolog?a, como en su historia y geograf?a. Du

4

Page 6: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Castillo et al: Ideobg?a y poder

Influencias Estil?sticas

Estilos Estilos Dominates Derivados

Inca

Chim?

Lambayeque de otras

regiones

'Wall,

Cajamarca

I flirtili -8<

(Cajamarca) . E

m*

PERIODOS EN JEQUETEPEQUE

CHIMU-INCA

CHIMU

LAMBAYEQUE

Figura 4. Secuencia cronol?gica del Valle de Jequetepeque fases de la secuencia ocupacional de San Jos? de Moro.

rante el per?odo virreinal se estableci? all? una serie

de poblados sobre las bases de antiguos asentamientos

prehisp?nicos. San Pedro, Pacasmayo, Jequetepeque,

Guadalupe y Chep?n son mencionados en censos y visitas coloniales, as? como por los primeros ex

ploradores y viajeros. M?s a?n, poblados m?s pe

que?os como Pueblo Nuevo, Pacanga y Ch?rrepe tambi?n figuran en los documentos (Cock 1986;

Mart?nez de Compa??n 1978 [1782]; Ram?rez 2002;

Figura 2). De esta ?poca destaca el trabajo del padre

agustino Antonio de la Calancha, quien vivi? en el

monasterio de Guadalupe y report? una serie de

con ejemplares cer?micos representativos de los per?odos y

aspectos importantes acerca de la naturaleza, historia

y tradiciones del valle (Calancha 1974 [1638]). Las investigaciones arqueol?gicas en el valle de

Jequetepeque se iniciaron en la d?cada de los a?os

treinta, con los trabajos de Heinrich Ubbelohde

Doering (1983) y sus disc?pulos Hans Disselhoff (1958) y Wolfgang y Gisella Hecker (1990). En 1965 Paul Kosok incluy? vistas a?reas de los sitios arqueo

l?gicos m?s importantes del valle de Jequetepeque en su estudio sobre la vida, la tierra y el agua en el

Per?. Don ?scar Lostanau y don ?scar Rodr?guez Razetto, el primero por sus observaciones y trabajos

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?awpa Pacha 29

de preservaci?n, el segundo por su colecci?n y am

bos por el apoyo a los investigadores, contribuyeron al desarrollo de la arqueolog?a jequetepecana. En la

d?cada del setenta, a ra?z de la construcci?n de la

represa Gallito Ciego, Rogger Ravines (1982) hizo

un catastro de los sitios arqueol?gicos que iban a ser

afectados y se realizaron excavaciones en algunos de

ellos, como Monte Grande (Tellenbach 1986). En la

misma ?poca, David Chodoff condujo las primeras excavaciones estratigr?ficas en ?rea en SJM (Chodoff

1979). Una aproximaci?n complementaria, en la que se evalu? la relaci?n entre los recursos y los sitios

arqueol?gicos, fue el estudio de los sistemas de

irrigaci?n precolombinos hecho por Herbert Eling (1987), quien situ? el origen de los sistemas complejos de irrigaci?n en ?poca Mochica, anticipando la

complejidad organizativa del valle. Varios estudios

de los patrones de asentamiento se han llevado a cabo, entre los que destacan el de los esposos Hecker (1990)

y el que Tom Dillehay y Alan Kolata (Dillehay 2001) han realizado ?ltimamente para todo el valle. Los

trabajos de Christopher Donn?n han sido los m?s

extensos y sostenidos en el valle, con excavaciones en

Pacatnam?, La Mina, San Jos? de Moro, Dos Cabezas

y Mazanca (Donnan y Cock 1986, 1997; Narv?ez

1994; Donnan y Castillo 1992; Donnan 2001,

2006). En los ?ltimos a?os, las investigaciones se han

incrementado. Merecen destacarse los trabajos de

Carlos Elera en Pu?mape (1998), Carol Mackey en

el Algarrobal de Moro (1997) y Farf?n (2005), Wil liam Sapp en Cabur (2002), Edward Swenson en San

Ildefonso y otros sitios (2004), Marco Rosas en Cerro

Chep?n (2005), llana Johnson en Portachuelo de

Charcape (Johnson 2008), Scott Kremkau en

Talambo, entre otros (Figura 2). En el contexto de estas investigaciones, el

Proyecto Arqueol?gico San Jos? de Moro (PASJM) se ha distinguido por ser un esfuerzo sostenido,

abocado al estudio de uno de los pocos sitios que combinan las funciones de cementerio y de centro

ceremonial y que a?n preservan amplios sectores

intactos. Las excavaciones en esta ?rea han producido, hasta la fecha, datos novedosos respecto a las pr?cticas rituales y funerarias de las sociedades Mochica,

Transicional y Lambayeque. La estratigraf?a del sitio

es singular no s?lo por su densidad, sino porque

contiene artefactos que permiten construir una

secuencia cronol?gica compleja y detallada de m?s

de mil a?os. Asimismo, desde el PASJM se han

propiciado investigaciones en otros sitios del valle,

incluyendo excavaciones en Portachuelo de Charcape

(Johnson 2008; Mauricio 2006), prospecciones intensivas en la parte norte del valle de Jequetepeque (Ruiz 2004) y exploraciones para ubicar fuentes de

arcillas y calcitas (Rohfritsch 2006). La investigaci?n arqueol?gica del valle de

Jequetepeque ha abordado todos los per?odos de

ocupaci?n y problemas tan diversos como las pr?cticas funerarias de individuos de diferente rango social

(Castillo y Donnan 1994a; Donley 2004), los pa trones de asentamiento (Dillehay 2001), la arquitec tura monumental (Donnan 2001), el desarrollo de

la tecnolog?a cer?mica (Rohfritsch 2006) o la iden

tidad de los metalurgistas (Fraresso 2007, 2008). A

diferencia de lo que ha ocurrido en otros valles de la

costa norte del Per?, en Jequetepeque las inves

tigaciones arqueol?gicas han sido realizadas por varios

grupos de investigaci?n y, por lo tanto, desde diversas

aproximaciones, metodolog?as y perspectivas. En los a?os que han trascurrido desde que se

iniciaron las investigaciones en San Jos? de Moro

muchas cosas han cambiado en el entorno social en

el que se realiza el proyecto, en el contexto de otras

investigaciones sobre la cultura Mochica y en nuestros

propios intereses de investigaci?n. La arqueolog?a de

la costa norte del Per? ha tenido, a partir del hallazgo y excavaci?n de las tumbas de Sip?n en 1987, un

desarrollo sorprendente. Decenas de excavaciones de

diferente magnitud, duraci?n y ?nfasis se han mul

tiplicado en toda la regi?n. Se han estudiado, por

ejemplo, los patrones de ocupaci?n a trav?s de

prospecciones intensivas pr?cticamente en todos los

valles de la costa norte; se ha triplicado el n?mero de

contextos funerarios registrados arqueol?gicamente; se han documentado miles de metros cuadrados de

estructuras y espacios habitacionales; y se han

expuesto m?s pinturas murales y relieves pol?cromos

que todos los que exist?an antes del inicio de este

desarrollo. Como consecuencia de esto, las publi caciones de art?culos, libros y tesis han aumentado

en n?mero y calidad. Nuestro conocimiento acerca

de las sociedades antiguas de la costa norte se ha

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Castillo et al: Ideologia y poder

multiplicado hasta tal punto que podemos abordar con cierta seguridad temas como las evoluciones

regionales de los estados Mochicas o el papel de su

ideolog?a en la construcci?n de estrategias de poder, las formaciones pol?ticas y las estrategias de control y

legitimaci?n. Si bien una gran mayor?a de estos

trabajos se ha centrado en el estudio de esta sociedad

y el mayor ?nfasis ha sido dado a lo espectacular y

monumental, es decir, a los grandes templos deco

rados con pinturas murales (Uceda 2001; Franco et

al. 2003) y a las ricas tumbas de ?lite (Alva 2004; Donn?n 2001; Donn?n y Castillo 1992; Narv?ez

1994; Tello et al. 2003; Williams 2006), tambi?n se han multiplicado los estudios de comunidades rurales

(Billman 1996; Billman et al. 1999; Gummerman y Brice?o 2003), de la dieta (Gumerman 1991), de la

tecnolog?a y producci?n (Uceda y Armas 1997; Fraresso 2008; Carcedo 1998; Rengifo y Rojas 2008; Uceda y Rengifo 2006; Rohfritsch 2006), de los contextos dom?sticos (Uceda, en prensa), de la

cer?mica utilitaria (Gamarra y Gayoso 2008) y de la

demograf?a (Chapdelaine 2003). Muchas de las preguntas y objetivos que Chris

topher Donn?n y Luis Jaime Castillo se plantearon hace 16 a?os, al iniciarse el Proyecto Arqueol?gico San Jos? de Moro, como, por ejemplo, el contexto

de la cer?mica de l?nea fina o las modalidades

funerarias de bota y c?mara en el per?odo Mochica

Tard?o, se absolvieron y resolvieron a medida que

progres? la investigaci?n (Castillo y Donnan 1994a) o fueron abordados y desarrollados cabalmente por otros proyectos, por ejemplo, a trav?s de los trabajos de Swenson (2004) y Rosas (2005). Pero casi inevitablemente las respuestas a las preguntas y las

soluciones a los problemas generaron nuevas

preguntas y nuevos problemas. Hay que se?alar,

finalmente, que este proyecto no se ha realizado al

margen de otros programas de investigaci?n abocados

en la comprensi?n de la evoluci?n de las sociedades

de la costa norte del Per?. En com?n con muchos de

estos esfuerzos est? el inter?s por contribuir a la

construcci?n de la identidad regional y nacional y con el desarrollo sostenible de las comunidades con

las que trabajamos. Esta comunidad de intereses

cient?ficos es particularmente m?s intensa con el

Proyecto Arqueol?gico Huaca de la Luna, con el que

hemos compartido experiencias, intereses, recursos

y alumnos. Formar a los estudiantes peruanos y

extranjeros en un ambiente internacional de coope

raci?n, as? como a los j?venes investigadores, ha sido

parte de la raz?n de ser de este proyecto desde que se

inici? y continuar? siendo uno de sus principales fines.

En las siguientes p?ginas se presenta un resumen

y recapitulaci?n de las fases por las que, en re

trospectiva, consideramos ha pasado el PASJM. Para

comprender su desarrollo es necesario recapitular en

los 16 a?os de trabajo los objetivos que nos trazamos

en cada fase del proyecto, los logros y hallazgos y los

cambios que todo esto gener? en el derrotero de la

investigaci?n. Conforme transcurrieron los a?os, la

complejidad del proyecto, la de los temas y preguntas

que se investigaron y la de los recursos humanos y materiales de los que se dispon?a fueron incre

ment?ndose sostenidamente. En esta recapitulaci?n se han omitido muchos detalles y nombres, hechos y

hallazgos que no por ello dejan de ser importantes.1 Sumando todo lo anterior, podemos concluir esta

introducci?n diciendo que trabajar en la arqueolog?a de la costa norte en esta ?poca ha sido, por decir lo

menos, afortunado y oportuno.

La Cer?mica de L?nea Fina, las Sacerdotisas de Moro y la Secuencia Ocupacional de

San Jos? de Moro (Temporadas 1991-1994)

El Proyecto Arqueol?gico San Jos? de Moro empez? en 1991 con un objetivo muy limitado y concreto:

precisar cu?l era el contexto de la cer?mica de l?nea

fina de la fase Mochica Tard?o2 (Figura 5). Puesto

que presum?amos que una cer?mica tan ornamentada

y generalmente tan bien conservada deb?a provenir de contextos funerarios, cre?amos imprescindible documentar y explicar: el tipo y las complejidad de las tumbas que las hab?an contenido, las caracter?sticas

de los individuos enterrados en ellas y su relativa

escasez, puesto que la cer?mica de l?nea fina es rara

a?n en las m?s grandes colecciones de la costa norte.

Aunque el estilo Mochica Tard?o de l?nea fina

se confunde con frecuencia con el estilo pict?rico de

la cer?mica Mochica V de la secuencia de Larco

7

Page 9: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

_?awpa Pacha

29_

Figura 5. Botellas de asa estribo de estilo Mochica Tard?o decoradas con dise?os en l?nea fina

excavadas en San Jos? de Moro.

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Page 10: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Castillo et al: Ideologlay poder

(1948, 2001), no es en absoluto igual, ni se gener?

bajo las mismas condiciones (Figura 6). Las se

mejanzas se deben a que el estilo de l?nea fina Mochica

Tard?o, propio de Jequetepeque, se habr?a originado en una expansi?n de los estilos Mochica IV y V del

sur (Castillo 2001: 317-318, 2003: 89-103) y, por lo tanto, no tendr?a sus ra?ces en la escueta y poco decorada cer?mica Mochica Medio del norte,

caracter?stica de sitios como Sip?n, SJM y Pacatnam?

(Alva 2004; Castillo y Donnan 1994b; Ubbelohe

Doering 1983), donde la iconograf?a compleja en cer?mica es inexistente. Los temas iconogr?ficos m?s

frecuentes en la cer?mica de l?nea fina son las

Confrontaciones Rituales entre Divinidades (Figura

5), donde el dios de cara arrugada y cinturones de

serpientes (Ai Apaec) se enfrenta a dioses menores y animales antropomorfos; el Tema de la Mujer sobre

la Balsa de Totora (Figura 5), donde una divinidad femenina aparece navegando en una balsa que se

transfigura en una luna creciente (Cordy Collins

1977; Holmquist 1992; McClelland 1990); y el Tema del Entierro (Figura 7), donde se ilustra con gran detalle los rituales funerarios de un personaje de ?lite

dentro de un ata?d antropomorfo que es enterrado

en una gran tumba de c?mara (Donnan y McClelland

1979; Paulinyi 1998; Hill 1999). En el estilo de l?nea fina Mochica Tard?o predominan formas como las

botellas de cuerpo carenado y esf?rico con decoraci?n

9

Page 11: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Figura 7. Botella de asa estribo de estilo Mochica Tard?o, decorada con el Tema del Entierro, hallada en el Rasgo 15, un dep?sito subterr?neo que conten?a cer?mica utilitaria para la elaboraci?n de chicha (ver Figura 13).

pict?rica muy recargada. Muchos de los temas ico

nogr?ficos del estilo de l?nea fina se derivaron y, por lo tanto, son semejantes a sus contrapartes sure?os;

ejemplos de esto son las representaciones del Tema

de la Mujer sobre la Balsa de Totora o el Tema del Entierro (Donnan y McClelland 1979), pero en el estilo de l?nea fina se adaptaron a los c?nones norte?os

y se reinterpretaron sus elementos. Otros motivos, como el Tema de las Olas Antropomorfas (McClelland

1990), se desarrollaron independientemente en SJM,

por lo que presumimos que corresponden a narra

ciones mitol?gicas o actividades rituales propias de

Jequetepeque. Una diferencia iconogr?fica sustantiva

es que mientras en el sur figuran frecuentemente los

seres humanos actuando como corredores, sacerdotes

y guerreros, en la iconograf?a del norte pr?cticamente no figuran seres humanos naturales. Los actores son,

en casi todos los casos, seres mitol?gicos o animales

antropomorfos (Castillo 2003). Finalmente, una

caracter?stica importante es que el n?mero total de

piezas que corresponden al estilo de l?nea fina

Mochica Tard?o, tanto halladas en tumbas como en

asociaci?n con estructuras de uso ritual, es muy

peque?o. En las tumbas de ?lite de San Jos? de Moro,

incluso en las grandes c?maras funerarias que contienen decenas de ollas y cantaros, s?lo se encuen

tran una o dos botellas de este tipo. La homogeneidad estil?stica entre estas piezas, por otro lado, es muy

alta, por lo que Donnan y McClelland (1999) han

planteado que pr?cticamente todas las piezas pue den adscribirse a un n?mero reducido de artistas

(McClelland et al. 2007). Durante a?os, fuentes dispersas pero no com

probadas indicaban que la gran mayor?a de los

ceramios de l?nea fina proven?a de San Jos? de Moro

(Shimada 1990: 21). Inicialmente, en 1991, nos

propusimos estudiar de manera restringida lo poco

que parec?a quedar del sitio, luego de decenios de

10

Page 12: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Castillo et al: Ideologlay poder

intenso huaqueo, a fin de determinar los contextos

arqueol?gicos en los que se deposit? originalmente la cer?mica de l?nea fina. Adicionalmente, a partir de la densa estratigraf?a visible en los perfiles de los

pozos de huaqueros era evidente que el sitio ten?a una larga historia ocupacional, as? que nuestro

segundo objetivo fue caracterizar su secuencia a partir de excavaciones de perfiles estratigr?ficos (Castillo y Donnan 1994a).

Luego de dos temporadas de excavaciones en la

falda este de la Huaca La Capilla (Figura 3) pudimos resolver los dos interrogantes que nos hab?amos

planteado al inicio de la investigaci?n. Descubrimos,

por un lado, que el contexto de la cer?mica de l?nea fina eran grandes tumbas de c?mara de la ?lite. Las

botellas de l?nea fina aparecen junto a una gran cantidad de ofrendas funerarias (Figuras 8 y 9). Asimismo, un n?mero no menor de botellas de l?nea

fina se hall? en tumbas de bota del per?odo Mochica Tard?o, aunque de menor complejidad que las

11

Page 13: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

Figura 9. Tumba M-U 103, correspondiente a la Joven Sacerdotisa de Moro, excavada en 1992.

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Page 14: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Castillo et ai: Ideohg?a y poder

anteriores, y, generalmente, junto a una gran cantidad

de c?ntaros, ollas y vasijas de cer?mica y otras ofrendas

como metales, cuentas y conchas (Figura 9). En los

?ltimos a?os hemos encontrado botellas de l?nea fina

en contextos inusuales como, por ejemplo, una

c?mara subterr?nea que funcion? como dep?sito de

vasijas de cer?mica para hacer chicha (Castillo 2003)

y dentro de paicas3 utilitarias (Bernuy 2005). Del

mismo modo, se han hallado fragmentos de cer?mica

con decoraci?n del estilo de l?nea fina en los rellenos

producto de acumulaciones de basura y en rellenos

intencionales para cubrir la arquitectura que sell? las

ocupaciones Mochica Tard?o. Esto nos sugiere que, adem?s de su uso como parte de la parafernalia funeraria de las tumbas de ?lite, las botellas de l?nea

fina fueron utilizadas en rituales asociados a la pro ducci?n y al consumo de chicha y, al parecer, fueron

tambi?n parte de la vida cotidiana de las ?lites.

Ahora bien, a?n cuando la casi totalidad de

botellas intactas ha aparecido en SJM, parecer?a que la cer?mica Mochica Tard?o de l?nea fina se distribuy? desde all? hacia otros sitios, donde habr?a sido usada

en rituales posiblemente asociados con los cultos de

SJM. Fragmentos de botellas decoradas en este estilo

han sido reportadas en Pacatnam? (McClelland

1997), Portachuelo de Charcape y San Idelfonso

(Johnson 2008; Mauricio 2006; Ruiz 2004; Swenson

2004) en el valle de Jequetepeque. Fuera del valle se

han encontrado en los valles de La Leche, en Batan

Grande (Shimada 1994: 244-245), en el valle de Chicama, en Mayal (Glenn Russell, comunicaci?n

personal 1999) y en la Huaca Cao Viejo (R?gulo Franco, comunicaci?n personal 2006; George Gumerman, comunicaci?n personal 2004). Shimada

(1994: 243-245) reporta el entierro de un individuo,

dispuesto en una extra?a posici?n muy flexionada, excavado en la Huaca Luc?a de Bat?n Grande, que conten?a asociaciones de cer?mica muy parecidas a

las que encontramos en entierros Mochica Tard?o

excavados en SJM. Una botella de asa estribo decorada

pobremente con dise?os de ara?as corresponde al

estilo de l?nea fina y ser?a, por lo tanto, el ?nico

ejemplar completo de este estilo excavado arqueo

l?gicamente fuera de SJM. En las dos primeras temporadas de campo, en

1991 y 1992, en codirecci?n con Christopher Donn?n,

descubrimos un importante n?mero de tumbas, en

tre ellas cinco grandes c?maras funerarias que con

ten?an algunos de los entierros m?s elaborados

encontrados en sitios Mochicas (Castillo y Donnan

1994a; Donnan 1995). Dos de ellas correspond?an a las mujeres Mochicas m?s importantes de su ?poca: las Sacerdotisas de San Jos? de Moro (Castillo 2005;

Donnan y Castillo 1992, 1994) (Figuras 8 y 9). Los

espectaculares ajuares funerarios de estos personajes se compon?an, entre otras cosas, de cientos de piezas de cer?mica, algunas de ellas de exquisita calidad

art?stica, as? como tambi?n de ata?des adornados con

grandes placas de cobre o de aleaci?n con base de

cobre, que emulaban la parafernalia usada por estas

mujeres durante las ceremonias rituales de sacrificios

humanos en las que participaban. El hallazgo de dos

tumbas de Sacerdotisas confirm? que durante la ?poca Mochica una de las m?s importantes funciones rituales

era asumida exclusivamente por mujeres, quienes heredaban y transmit?an estas funciones de una

generaci?n a la siguiente (Castillo y Holmquist 2000). En San Jos? de Moro se pueden distinguir

b?sicamente tres tipos de contextos funerarios carac

ter?sticos de la ocupaci?n Mochica: tumbas de fosa, tumbas de bota y c?maras funerarias (Castillo y

Donnan 1994a; Donnan 1995). Las tumbas de fosa

son las m?s simples y est?n formadas por una oquedad

alargada de contorno irregular y profundidad vari

able que contiene a un individuo y limitadas ofrendas.

Las fosas tienen generalmente una orientaci?n muy variable y son poco profundas, llegando a estar

pr?cticamente a nivel de la superficie, en asociaci?n

con pisos y capas de relleno (Donley 2004). Durante el

desarrollo Mochica este tipo de tumba estuvo asociado

con los estratos sociales m?s bajos, pero esta corres

pondencia var?a en los per?odos siguientes (Transicional

y Lambayeque), cuando esta modalidad funeraria se

vuelve predominante en San Jos? de Moro.

El segundo tipo de tumba, la tumba de bota, es

una modalidad peculiar de enterramiento que ha sido

reportado s?lo en el extremo norte de la costa

(Disselhoff 1971; Lumbreras 1987: 60; Makowski 1994; Ubbelohde-Doering 1983) y que en San Jos? de Moro es la forma m?s frecuente durante el per?odo

Mochica. Esta consiste en un pozo vertical de entrada, una c?mara lateral y, entre estos dos, un sello de ado

13

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?awpa Pacha 29

bes (Figura 10). En la mayor?a de los casos, las tumbas

de bota han aparecido orientadas al suroeste y, en

menor n?mero, al este. El foso vertical tiene una

profundidad variable y una planta irregular, ovalada

o casi perfectamente rectangular. Las tumbas de bota

m?s ricas suelen ser las m?s profundas y las de planta m?s regular, con sellos de adobe m?s s?lidos y grandes

(Figuras 10 y 11). El foso culmina en uno o m?s

escalones que se excavaron en uno de sus lados y, desde ellos, se excav? la c?mara funeraria lateral

ubicada a continuaci?n del eje del foso. Para hacer la

c?mara abovedada de una tumba de bota, los

Mochicas buscaban un estrato de arena entre dos

capas duras de arcilla; all? era m?s sencillo excavar la

c?mara ya que los estratos de arcilla ofrec?an una

mayor solidez al piso y techo de la misma. Terminada

la excavaci?n de la tumba se introduc?a al individuo

con sus ofrendas. Generalmente, las tumbas de bota

tienen un solo ocupante, aunque se han documentado

casos donde m?ltiples adultos y/o ni?os han com

partido una tumba de este tipo (Ubbelohde-Doering 1983: 53-57). En SJM la mayor concentraci?n de

individuos en una tumba de bota se hall? en la tumba

M-U 314, donde dos mujeres adultas y dos ni?os

peque?os compart?an el espacio con 5 piezas de

cer?mica, cientos de crisoles, dos maquetas de

cer?mica, piruros y objetos de metal. Los individuos

enterrados en estas tumbas estaban en posici?n extendida dorsal en el mismo eje de la tumba,

envueltos en telas o esteras y, en algunos casos, dentro

de ata?des de ca?a muy semejantes a los docu

mentados en Pacatnam? (Ubbelohde-Doering 1983:

55-57; Donnan 1995: 131-132; Figura 12). Despu?s de depositar al individuo se rellen? tanto la

c?mara lateral como el pozo vertical con tierra o arena.

Excepcionalmente, hemos hallado individuos en

posiciones aberrantes en los fosos de acceso, a manera

de "guardianes" (Alva 2004). Las ofrendas asociadas

consisten, por lo general, en piezas de cer?mica y

crisoles, peque?as masas circulares de cobre frag mentadas y cuchillos doblados de metal, huesos de

cam?lidos, conchas de Spondylus sp., piruros de

diferentes materiales, artefactos de obsidiana y otros

objetos de adorno personal. Las ofrendas aparecen directamente sobre el piso de la c?mara rodeando al

individuo, en la boca y las manos. En algunos casos

Figura 10. Vista lateral de la tumba de bota M-U 725. Se indica la localizaci?n del foso vertical de

entrada, el sello de adobes y la c?mara funeraria. N?tese la estratigraf?a natural de capas de arcilla y arena en la que se dispuso la c?mara.

14

Page 16: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Castillo et al: Ideobgiay poder

Figura 11. Tumba M-U 1411, la tumba de bota Mochica Medio m?s grande excavada en SJM. N?tese el tama?o de la pared que sirvi? como sello de entrada, las dimensiones de la c?mara funeraria y su contenido.

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Page 17: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

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Figura 12. Impronta en arena de un ata?d de ca?as hallado en la tumba de bota Mochica Medio M-U 1062. N?tese el

parecido con los ata?des de ca?a usados en Pacatnam? (ver Donnan y McClelland 1997).

se ha podido determinar que las ofrendas aparecieron

ligeramente por encima del piso, sobre capas de arena

limpia con que se rellenaban y sellaban las tumbas, e

incluso en el relleno de los pozos verticales de acceso.

Podemos inferir que, en el primer caso, la colocaci?n

de ofrendas se produjo durante el entierro, acom

pa?ando al ata?d, mientras que, en el segundo, las

ofrendas se colocaron a medida que se iba rellenando

y sellando la tumba.

El tercer tipo de tumba, la gran c?mara funeraria

(Figuras 8 y 9), contiene los entierros m?s ricos y

complejos encontrados en SJM y son los ?nicos en

los que ha sido posible inferir una asociaci?n entre

los individuos enterrados y los personajes y actores

de las liturgias Mochicas (Donnan y Castillo 1992, 1994). Las c?maras constan de un gran foso rectan

gular de profundidad variable, pero siempre mayor a

los tres metros y orientadas al suroeste. En el interior

de este gran foso se construy? una habitaci?n o

c?mara rectangular con paredes de adobes y nichos

cuadrangulares. Este tipo de tumba, que se ha hallado

en San Jos? de Moro y Sip?n, parece corresponder a

un patr?n norte?o, puesto que en el sur las tumbas

de c?mara est?n divididas longitudinalmente por una

pared de adobes y sus nichos son pentagonales (Franco et al. 1999, 2001; Chauchat y Gutierrez

2002; Uceda 1997). En San Jos? de Moro las c?maras Mochicas estuvieron techadas en todos los casos, con

un sistema que consist?a en cuatro columnas u "hor

cones" colocados en las esquinas, dos vigas apoyadas en los horcones que atravesaban la c?mara por los

lados m?s largos y m?ltiples viguetas m?s ligeras

perpendiculares a las anteriores y que se apoyaban en ellas. Una vez que se termin? la construcci?n de

la c?mara, se rellen? parcialmente, sobre la parte techada, dejando un foso de acceso estrecho en el

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Castillo et al: Ideolog?a y poder

lado norte de la tumba. El interior de las c?maras

funerarias en SJM parece haber estado dividido en

dos sectores: una antec?mara directamente debajo del

foso de entrada y la c?mara funeraria donde se

deposit? el ata?d del ocupante principal, sus ofrendas

y, en algunos casos, entierros adicionales. A?n cuando

podemos encontrar m?s de un cad?ver dentro de las

tumbas de c?mara, estas parecen haber correspondido a un solo individuo, que fue colocado dentro de un

ata?d de ca?a en el centro de la c?mara funeraria y con la orientaci?n del eje de la misma.

Es preciso se?alar que en SJM s?lo se han

registrado tumbas de c?mara Mochica para el per?odo Transicional, sin que hasta la fecha se haya registrado

alguna c?mara funeraria para el per?odo Mochica

Medio, ni en SJM ni en Pacatnam?. En Sip?n, que

corresponder?a tambi?n con el per?odo Mochica

Medio, s? se han encontrado tumbas de c?mara de

gran complejidad y riqueza (Alva 2004). Asimismo, se ha reportado este tipo de tumbas para el per?odo

Mochica Temprano en Dos Cabezas (Narv?ez 1994)

y La Mina (Donnan 2001). La cantidad de ofrendas

y su calidad relativa es mayor en las tumbas de c?mara

que en las tumbas de bota. En estos contextos hemos

encontrado maquetas de arcilla cruda, grandes piezas met?licas como m?scaras, tocados, cuchillos y copas; restos humanos, tanto completos como parciales;

millares de crisoles, conchas de Spondylus sp., puntas de obsidiana, collares y brazaletes hechos de cuentas

de piedras semi preciosas, piruros y otros imple mentos de textiler?a, restos ?seos de perros y llamas,

completos o parciales (Castillo 2005; Donnan y Castillo 1992, 1994). Sin embargo, a?n en las tumbas

de c?mara m?s ricas, las cuales pertenecieron a las

Sacerdotisas,4 s?lo se encontraron algunos pocos

ejemplares de gran calidad de la cer?mica del estilo

Mochica Tard?o de l?nea fina, junto a una gran cantidad de cer?mica de formas y estilos inusuales.

De las cinco c?maras funerarias Mochica Tard?o

excavadas en 1991 y 1992, una no conten?a ninguna

pieza de alta calidad (tumba M-U 102), dos c?maras

conten?an una botella decorada con l?nea fina pero de ejecuci?n muy pobre (tumbas M-U 26 y M-U 30; Donnan y McClelland 1999: Figura 5.5), y s?lo en las tumbas de las dos Sacerdotisas (tumbas M-U

41 y M-U 103) se hallaron verdaderos ejemplos

sobresalientes de este estilo cer?mico. La tumba de la

Joven Sacerdotisa (M-U 103; Figura 9) conten?a una

botella con la representaci?n del Tema del Entierro,

que apareci? boca abajo en un nicho en la esquina suroeste (Castillo 1996: 6-7). Tambi?n en la esquina suroeste de la tumba de la Sacerdotisa (M-U 41;

Figura 8), se hall? una botella con la representaci?n del Tema de la Mujer en la Balsa y la famosa copa de

la Sacerdotisa de Moro (Donnan y McClelland 1999:

Figura 5.21). Un aspecto peculiar de la cer?mica asociada a

las tumbas Mochica que excavamos en los primeros a?os fue la inusual presencia de artefactos con formas

y decoraciones muy diferentes a la cer?mica reportada en otros sitios Mochicas, particularmente con exca

vaciones llevadas a cabo en los valles de Chicama,

Moche, Vir? y Santa. Hab?a, por ejemplo, una gran cantidad de cer?mica reducida, decorada con dise?os

en relieve; botellas de cuerpos achatados (flasks) con

decoraciones en relieve en el cuello, c?ntaros con

cuerpos carenados, piezas de cuerpos m?ltiples, botellas cilindricas, as? como ollas con cuerpos cubiertos por bultos y cuellos-plataforma. Las formas

que esper?bamos encontrar, como los c?ntaros con

cuellos o los "floreros, las botellas modeladas y con

dise?os geom?tricos," t?picos de los entierros de la

Huaca de la Luna (Donnan y Mackey 1978) y de las colecciones del Museo Larco, brillaban por su

ausencia. Parad?jicamente, en vez de estas formas

apareci? por primera vez en contexto una importante cantidad de cer?mica pol?croma, tanto del estilo

Mochica Pol?cromo y copias hechas en SJM de formas

for?neas (Castillo 2000b) como de cer?mica im

portada de la costa central y sierra sur, de estilos Wari

(Conchopata, Chaquipampa, Vi?aque, Atareo), Nie

ver?a, Pachacamac y cer?mica Caj amarca en varios

estilos y formas (Figura 4). Las caracter?sticas de los estilos cer?micos que

aparecieron en las tumbas de SJM nos permitieron

distinguir diferencias con respecto a otros sitios

Mochicas investigados y dejaron entrever la peculiar naturaleza del sitio y del proceso de desarrollo cul

tural del valle de Jequetepeque. En primer lugar,

parec?a que la tradici?n cer?mica era radicalmente

distinta, pues no s?lo no aparec?an en SJM ceramios

de formas y decoraciones como los que caracterizaban

17

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a los sitios Mochica V (Bawden 2001; Lockard 2005; Shimada 1994), sino que apareci? cer?mica de formas

y decoraciones que no exist?an en absoluto en otros

sitios investigados. Esta diferenciaci?n era tambi?n

visible en la cer?mica m?s temprana, correspondiente a lo que ahora llamamos Mochica Medio y que entonces pens?bamos que pod?a ser el equivalente del per?odo Mochica III en la secuencia de Larco

(1948). En cualquier caso, la cer?mica del estilo

Mochica IV, la m?s ubicua en el sur, no exist?a en

SJM y, por lo tanto, pudimos concluir que en SJM se pod?a documentar un estilo y una secuencia

cer?mica diferente a la que exist?a en otros sitios

Mochica (Castillo y Donnan 1994b; Castillo ms.;

Figura 6). Pero no s?lo se trataba de San Jos? de Moro,

ya que la cer?mica de estilo Mochica IV pr?cticamente no aparece en sitios Mochicas al norte del valle de

Chicama.

La segunda conclusi?n se deriv? de la anterior y de la presencia notable de la cer?mica importada en

SJM. Las diferencias estil?sticas y formales de la

cer?mica de Jequetepeque habr?an resultado de un

proceso cultural independiente del que model? el

desarrollo de otras zonas Mochicas. Los ritmos de

desarrollo, es decir, cu?ndo se inici?, madur? y

colapso la sociedad Mochica en cada regi?n, habr?an

generado una temporalidad diferente, por lo que, por

ejemplo, el fen?meno Mochica en SJM pudo durar

m?s o menos que en otras zonas. Ciertamente, la gran

cantidad de cer?mica for?nea demostraba que SJM, m?s que cualquier otro sitio Mochica, se habr?a

incorporado a las redes culturales, econ?micas y de

interacci?n ideol?gica que se hab?an gestado durante

el Horizonte Medio con una enorme influencia del

fen?meno Wari y sus derivados. En base a estas

reflexiones, y al reconocimiento de diferencias muy marcadas y otras mucho m?s sutiles, llegamos a la

conclusi?n que, geopol?ticamente, as? como en la

organizaci?n pol?tica, debi? existir una divisi?n del

territorio Mochica en dos regiones, el Mochica Norte

y el Mochica Sur (Castillo y Donnan 1994b), inte

grados, eso s?, por v?nculos culturales y religiosos y

por las interacciones de sus ?lites. Estos v?nculos e

interacciones habr?an permitido que los fen?menos

regionales, a pesar de sus diferencias e independencia, formaran parte de un mismo fen?meno cultural.

Recientemente ha quedado en evidencia que, en

realidad, el valle de Jequetepeque tuvo durante

pr?cticamente todo el per?odo Mochica y el Transi

cional plena independencia en relaci?n con el resto

de la costa norte y que, por lo tanto, atraves? por un

proceso cultural singular, marcado por la indepen dencia de sus unidades componentes (poblados y

territorios), por la inexistencia de un centro pol?tico o capital y por el ?nfasis en el ritual y la ideolog?a como fuerza cohesionadora de unidades territoriales

y pol?ticas (Feinman y Marcus 1996) que, en todo lo

dem?s, eran independientes (Castillo, en prensa). Definir la secuencia ocupacional fue una de las

prioridades del proyecto desde que iniciamos los

trabajos en SJM. El sitio es, sin duda, uno de los m?s

singulares yacimientos arqueol?gicos de la costa norte

por su larga ocupaci?n y compleja estratigraf?a. La

mayor?a de los mont?culos que lo conforman consiste

en superposiciones continuas de capas de ocupaci?n

y capas de rellenos que, en algunos casos, alcanzan

hasta los ocho metros. Asociado con estas capas, pisos

y superficies de ocupaci?n aparece una gran cantidad

de material cultural, particularmente fragmentos de

cer?mica, que incluye elementos que f?cilmente

podemos reconocer y otros de formas y decoraciones

que resultan francamente desconocidos. Algunos de

los ejemplos m?s curiosos son la cer?mica negra

estampada, que evidentemente no era de filiaci?n

Lambayeque o Chim?, y la cer?mica de estilos Caja marca o pol?croma (Figura 4). Fue evidente, entonces,

que la historia ocupacional del sitio, documentada

en detalle y relacionada con artefactos tipos, tomar?a

m?s tiempo en ser definida. La dimensi?n cronol?gica de nuestra investigaci?n, en relaci?n con la evoluci?n

de los estilos y con los fen?menos que moldearon el

sitio y la regi?n, a la larga ha resultado un problema

que viene tomando los 16 a?os del proyecto, cada

vez mejor entendido, pero nunca resuelto (Castillo

ms.). Durante la primera fase la Dra. Alana Cordy Collins, Don y Donna McClelland, Ulla Holmquist, Marco Rosas, Carlos Wester y Carmela Zanelli fueron

fundamentales para el ?xito del proyecto.

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Page 20: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Castillo et al: Ideolog?a y poder

Pr?cticas Ceremoniales y Contextos Rituales (Temporadas 1995 a 1997)

Entre 1995 y 1997 los trabajos arqueol?gicos en San

Jos? de Moro pasaron a una segunda fase en la que

priorizamos el estudio contextual de las pr?cticas funerarias y el papel que ?stas y otros aspectos de la

vida ritual tuvieron en la construcci?n de estrategias

ideol?gicas de poder en el valle de Jequetepeque. Las

excavaciones en SJM se centraron tanto en el per?odo Mochica Tard?o como en su colapso y en la recom

posici?n cultural del valle de Jequetepeque, per?odo

que denominamos "Transicional" (Rucabado y Castillo 2003; Figura 4). La direcci?n del PASJM estuvo, en esta fase, a cargo de Carol Mackey, quien excav? el complejo administrativo del Algarrobal de

Moro, el centro del poder Chim? en la parte norte

del valle (Mackey 2005), Andrew Nelson, quien enfatiz? el estudio biol?gico de las poblaciones y la

demograf?a (Nelson et al. 2000), y Luis Jaime Castillo.

Al iniciarse la segunda fase del proyecto, el

estudio de las pr?cticas funerarias era el componente

principal de la investigaci?n en SJM. A?n cuando se

hab?a excavado un n?mero considerable de tumbas

de bota y c?maras funerarias, subsist?an muchas dudas

respecto a su representatividad y al contexto general del sitio como entorno ritual en el que se hab?an

realizado las pr?cticas funerarias de ?lite. En los

primeros a?os nos hab?amos topado con entierros

un tanto extra?os, como tumbas Lambayeque con

individuos extendidos o tumbas que conten?an una

cantidad de cer?mica Caj amarca apreciable, al lado

de formas de una tradici?n coste?a indefinida

(Castillo y Donnan 1994a). El estudio del contexto

ritual asociado con las pr?cticas funerarias no hab?a

avanzado mucho en la primera fase, pues el ?rea

adyacente a la Huaca La Capilla, donde se hab?an

concentrado las excavaciones, no conten?a mucha

evidencia de actividades ceremoniales (Figura 3). En el estudio de las pr?cticas funerarias defini

mos como objetivo el diferenciar con mayor precisi?n las dimensiones sociales de las temporales, es decir, las diferencias que se deber?an al status de los in

dividuos, las cuales habr?an estado determinadas por el per?odo al que correspond?an las tumbas. Era

evidente que en SJM se hab?an enterrado individuos

de diversas clases, funciones y posiciones, miembros

de una organizaci?n social mucho m?s compleja de

lo que hab?amos previsto. Hab?a que establecer, por otro lado, las modalidades funerarias propias de cada

per?odo. Llegar a comprender los patrones culturales, las modalidades y formas que corresponden a cada

per?odo de ocupaci?n en un sitio tan complejo no es

cuesti?n ?nicamente de un buen dise?o de inves

tigaci?n. Descubrir las peculiaridades del pasado es

un proceso inductivo que inevitablemente toma

tiempo y perseverancia, ya que se tienen que "en

contrar," pr?cticamente por azar, suficientes ejemplos de cada fen?meno (en este caso, de cada tipo de

tumba) para poder caracterizar un per?odo cultural

y, dentro de ?l, definir las variaciones que se puedan deber al status o a la funci?n de los individuos.

Por otro lado, las pr?cticas funerarias no hab?an

sido la ?nica actividad en el sitio y posiblemente ni

siquiera fueron las actividades m?s habituales, dada

la relativamente baja densidad de tumbas para un

sito de tan extendida ocupaci?n.5 Las actividades

rituales que se habr?an celebrado como parte del culto

general a los ancestros, como una pr?ctica espec? ficamente relacionada con el acompa?amiento de un

entierro o como celebraciones estacionales y continuas,

parecer?an haber contribuido m?s significativamente en la formaci?n del sitio que los entierros por s? so

los. Hay que se?alar que los cementerios prehis

p?nicos estudiados en la costa norte del Per? han

sido descritos mayoritariamente en lo que concierne

a sus tumbas, conoci?ndose relativamente poco de lo

que suced?a en su entorno (ver, por ejemplo, Alva

2004; Donnan y Mackey 1978; Castillo 2005). Esto es muchas veces comprensible por la complejidad y costos que implica la excavaci?n funeraria y por las

necesarias consideraciones de seguridad, tanto para los hallazgos como para los investigadores. Se sobre

entiende, adem?s, que cualquier tumba que no excaven

los arque?logos ser?, eventualmente, destruida por los huaqueros. Puesto que en excavaciones de este

tipo el objetivo es ubicar el mayor n?mero de tumbas, la metodolog?a usual es ubicar una tumba y luego

"seguir" los alineamientos o agrupaciones que haya en los alrededores. Es posible, sin embargo, que en

algunos casos no haya gran cosa por estudiar, ya que los cementerios podr?an haber sido lugares m?s bien

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Page 21: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

especializados, con poca o ninguna actividad ceremo

nial asociada a ellos, o que las actividades asociadas

(procesiones, ofrendas de flores o vegetales, danzas o

incluso sacrificios y libaciones) no dejaran huellas en

el registro arqueol?gico. En los casos en que el

contexto ha sido estudiado, las tumbas, particular mente las m?s ricas, se encontraron asociadas con

templos y espacios rituales, por ejemplo en Huaca

de la Luna (Tello et al. 2003; Uceda 2000) y en Huaca Cao Viejo (Franco et al. 1999; Williams 2006), o con banquetas asociadas a arquitectura dom?stica, por

ejemplo en Galindo (Bawden 2001). En el caso

espec?fico de SJM las actividades funerarias hab?an

estado acompa?adas de elaboradas ceremonias que

dejaron todo tipo de huellas y evidencia. En la

segunda parte del proyecto emprendimos el estudio

de este aspecto del ritual funerario (Castillo 2000a). En esta fase iniciamos el estudio de la distri

buci?n espacial de los entierros en el cementerio y de las connotaciones de estas distribuciones (Gold stein 1981). La distribuci?n de los diferentes tipos de tumbas y de las tumbas correspondientes a los

diferentes per?odos de ocupaci?n no era homog?nea. Por el contrario, tumbas del mismo tipo o del mismo

per?odo tend?an a estar concentradas o alineadas. Tal

fue el caso de las tumbas de c?mara, que aparecieron s?lo al pie de la Huaca La Capilla, o de alineamientos

de tumbas, como hab?a sido el caso del cementerio

H45CM1 de Pacatnam? (Donnan y Cock 1986,

1997). Como sucede con el estudio de otros aspectos de las pr?cticas funerarias, los patrones espaciales de

organizaci?n requer?an de una muestra suficien

temente representativa. Hemos ido abordando este

problema a medida que se fueron presentando las

circunstancias, es decir, conforme fue apareciendo suficiente evidencia como para poder establecer

generalizaciones. Los n?cleos y concentraciones de

tumbas que hemos encontrado, ya sean tumbas

simples alrededor de una tumba m?s compleja (Del

Carpio 2008), o alineaciones de tumbas (Castillo

2003), cambian en cada per?odo y nos indican que la organizaci?n espacial no s?lo estuvo determinada

por ejes temporales o de status. Parecer?a que otros

factores pudieron determinar la agrupaci?n y la

organizaci?n de las tumbas. La pertenencia a unidades

familiares, la participaci?n en rituales y cultos, las

funciones ceremoniales o de otra ?ndole (militares,

artesanos, campesinos y pescadores) y, en particular, el origen regional o local podr?an darnos pistas para

explicar algunos de los criterios de organizaci?n

espacial de las tumbas.

Si efectivamente existieron principios de organi zaci?n definidos en base a los criterios anteriores, entonces deber?amos detectar "marcadores de

afinidad" compartidos por las tumbas de un n?cleo,

que permitan diferenciarlos entre s?. Estos podr?an ser la inclusi?n de artefactos de una forma, estilo o

funci?n determinada (como los que aparecen con las

Sacerdotisas), de motivos iconogr?ficos o, simple mente, de cer?mica producida en una localidad y por tanto distinguible de aquella producida en otra

(Rohfritsch 2006). Durante esta fase del proyecto, mudamos las

excavaciones hacia el este de la Huaca La Capilla y nos concentramos en una antigua "cancha de f?tbol"

situada en la parte central del sitio. En ?poca Mochica

esta zona no estuvo asociada directamente con

ninguna estructura, sino que estaba m?s bien al pie de la mayor?a de los mont?culos, formando una

explanada donde se realizaban entierros de ?lite y rituales que implicaban el consumo de grandes cantidades de chicha. En la superficie actual de este

sector no hay ning?n indicio de lo que puede contener el subsuelo, ni existe suficiente contraste

como para hacer alguna prueba de detecci?n, as? que las decisiones sobre d?nde colocar unidades de exca

vaci?n fueron m?s bien aleatorias o se determinaron

por la proximidad a alg?n hallazgo realizado en una

unidad anterior. Nuestra estrategia de excavaci?n fue

definir unidades de excavaci?n, inicialmente de cinco

por cinco metros, que luego se ampliaron a unidades

de diez por diez metros de ?rea, en diferentes puntos del terreno a fin de definir el contenido, la estratigraf?a

y la secuencia ocupacional. A medida que se extend?a el ?rea excavada nos

percatamos de que la ocupaci?n del sitio a lo largo de su secuencia cultural no hab?a sido homog?nea. Las ocupaciones eran m?s densas en los mont?culos,

donde la estratigraf?a pod?a ser el doble que la que encontr?bamos en la cancha de f?tbol, incluyendo mucha m?s evidencia de actividades dom?sticas.

Adicionalmente, en las zonas llanas del sitio, las

20

Page 22: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Castillo et al: Ideolog?a y poder

ocupaciones parec?an concentrarse en n?cleos de

actividad, donde las evidencias de una u otra ocu

paci?n eran mayores. Esta falta de homogeneidad en

la dispersi?n de los elementos tambi?n caracteriza la

concentraci?n de tumbas. La Unidad 24, por ejem

plo, contuvo 24 tumbas Mochica Medio (Del Carpio

2008), mientras que la Unidad 17-20 no tuvo

ninguna. Esta tendencia a la concentraci?n de las

actividades funerarias no es exclusiva de los per?odos Mochica; en la Unidad 9 se excav? una gran cantidad

de tumbas Lambayeque, mientras que en otras

unidades eran pr?cticamente inexistentes.

El cambio en la estrategia y el progresivo cre

cimiento de las unidades de excavaci?n se debi? a la

constataci?n de una intensiva y continua actividad

natural y cultural asociada a los entierros. El origen de los materiales que formaron la densa deposici?n caracter?stica del sitio es un asunto que estamos

tratando de entender a partir de un estudio de la

geolog?a natural y cultural (Bustamante 2002). En

promedio, el sector de la "cancha de f?tbol" presenta tres metros de estratigraf?a entre el nivel actual y el

nivel est?ril; es decir, entre el presente y en el a?o

300 d.C, cuando SJM era una colina cubierta de

espinos y algarrobos, constantemente anegada, a

orillas del r?o Cham?n. Si asumimos que esa

estratigraf?a aparece en un ?rea de 30 hect?reas

(300,000 metros cuadrados), entonces el sitio est?

cubierto por casi un mill?n de metros c?bicos de

materiales. Considerando este volumen de sedi

mentos, una pregunta natural es de d?nde sali? todo

el material que fue cubriendo el sitio. Adem?s de la

descomposici?n del bosque, que fue formando un

suelo vegetal en la colina, tres parecen haber sido los

agentes externos que depositaron sedimentos y materiales en SJM: el acarreo e?lico (el polvo

transportado por el viento y "atrapado" por los

bosques), el acarreo fluvial (materiales transportados

por las infrecuentes, pero en ocasiones significativas, lluvias) y la actividad humana (materiales trans

portados para la construcci?n de estructuras arqui tect?nicas y muros, para el relleno y nivelaci?n de

pisos, y basura producida por actividad humana). De

estos, las actividades humanas, por ejemplo, las fies

tas y ceremonias que se escenificaron al pie y sobre

las huacas, si no fueron las que contribuyeron m?s,

fueron indudablemente las m?s significativas y diversificadas. Estas implicaron el transporte, el pro cesamiento y la producci?n de bienes, y el consumo

de alimentos en grandes cantidades, as? como la

construcci?n de una infraestructura de soporte. Las actividades relacionadas con la preparaci?n

y el consumo de alimentos y bebidas se hacen evi

dentes en la alta frecuencia de implementos cer?micos

utilitarios, enteros o fragmentados, particularmente de tres tipos: ollas, c?ntaros y grandes paicas. Frag mentos de ollas, c?ntaros y paicas de todo tama?o y forma son el componente m?s frecuente de la

fragmenter?a cer?mica recuperada en SJM en capas de ocupaci?n y relleno. Asimismo, un n?mero muy alto de artefactos se encuentra entero, dispuesto de

manera ordenada en n?cleos o alineados, en

semic?rculos o concentrados y en asociaci?n con capas

espec?ficas de ocupaci?n. Las ollas y los c?ntaros

aparecen en grandes cantidades en las capas de

ocupaci?n Mochicas y Transicionales, muchas veces

en n?cleos compuestos por varios ejemplares. Sus

formas var?an con el tiempo, aunque algunas de ellas, como las ollas de cuello plataforma, son muy

diagn?sticas para el per?odo Mochica Tard?o (Donnan

1997: 14; Castillo y Donnan 1994a: 105-108). Muchas veces encontramos conjuntos de ollas o

c?ntaros completos, boca arriba y en algunos casos

incluso tapados, lo que nos permite inferir que no

fueron desechados o abandonados, sino que fueron

cuidadosamente depositados de forma tal que

pudieran ser usados en una siguiente temporada de

fiestas y celebraciones. Concentraciones de este tipo son muy frecuentes en la capa estratigr?fica que separa la ocupaci?n Mochica Tard?o de la Transicional, lo

que nos ha llevado a pensar que fueron abandonadas

aproximadamente por la misma ?poca. Por la alta

concentraci?n de ollas y c?ntaros que encontramos

asociados con este estrato, hemos llamado a esta capa

estratigr?fica la "capa de fiesta," puesto que los

artefactos pertenecer?an a la parafernalia ritual aso

ciada con la preparaci?n de bebidas y comidas

necesarias para las actividades ceremoniales.

La segunda categor?a de recipientes cer?micos

que se encuentra con mayor frecuencia es las paicas,

que sirvieron para almacenar agua o granos y para fermentar y almacenar chicha. Sus tama?os son vari

21

Page 23: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

ables, fluct?an entre los 50 y 150 litros y sus formas

corresponden a dos grandes grupos: paicas sin cuello,

que son m?s frecuentes en los per?odos Mochica

Medio y Chim?, y paicas con cuellos cortos y evertidos, predominantes en el per?odo Mochica Tar

d?o. Las paicas se usaron semienterradas y recibieron

el calor lateralmente, seguramente para calentar su

contenido, m?s no para cocerlo.6 Es importante se?alar que a medida que el nivel del piso se elevaba, fruto de la acumulaci?n de desechos y de la construc

ci?n de nuevos pisos, las paicas pasaban de estar

semienterradas a estar totalmente bajo tierra. Si este

era el caso, se les colocaba un anillo de adobes sobre

las bocas, para reforzarlas y poder seguir us?ndolas,

ya no para calentar l?quidos sino, seguramente, como

dep?sitos. Las semejanzas entre los contextos arqueo

l?gicos de SJM y las chicher?as modernas son sorpren dentes, tanto en los artefactos que se usan para la

preparaci?n de la chicha como en su distribuci?n y la

organizaci?n del espacio productivo (Delibes y Barra

g?n 2008; Shimada 1994:221-224). La alta frecuencia

de paicas y ollas es muy importante para inferir que la poblaci?n atendida en SJM durante las actividades

ceremoniales era muy grande, mayor que la que

cualquier poblado pod?a aportar por s? solo al sitio.

La producci?n y el consumo de chicha, que fueron las actividades permanentes y continuas en el

sitio, estuvieron ?ntimamente relacionados con los

entierros y los rituales funerarios que, indepen dientemente de lo elaborado de las tumbas, habr?an

sido las actividades eventuales. Esta relaci?n es

evidente en el Rasgo 15 (Figura 13), un dep?sito o

repositorio subterr?neo en el que se almacenaron

diversos tipos de vasijas de cer?mica para hacer chicha.

El interior se subdivid?a en tres sectores en los cuales

se dispuso una variada gama de vasijas de cer?mica

de diferentes tama?os y formas (ollas, cuencos, c?ntaros y botellas). En el Rasgo 15, los usuarios

habr?an guardado sus utensilios y recipientes para utilizarlo cada vez que retornaban a SJM con motivo

de alg?n evento funerario o para actividades cere

moniales regionales (Castillo 2003). En el momento

Figura 13. Rasgo 15, dep?sito subterr?neo donde se hallaron c?ntaros, ollas, y otros artefactos para la preparaci?n de chicha.

22

Page 24: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Castillo et al: Ideolog?a y poder

de su abandono, el Rasgo 15 fue rellenado con barro

l?quido, sell?ndose su contenido en una masa s?lida

de arcilla. Una cuidadosa excavaci?n permiti? regis trar el contenido de este dep?sito y exponer, en

asociaci?n con el piso, una magn?fica botella de asa

estribo Mochica Tard?o de l?nea fina, decorada con

una intrincada representaci?n del Tema del Entierro

(Donnan y McClelland 1979), pero sospechosamente

fragmentada intencionalmente (Figura 7). Una pieza de esta calidad, que esperar?amos encontrar en la

tumba de un individuo de la ?lite, acent?a la pe culiaridad del Rasgo 15. Su presencia nos lleva a

pensar que no s?lo el consumo de la chicha fue parte

importante en los ritos conducidos en SJM, sino que la producci?n de la chicha, o de una chicha en par

ticular, se convirti? en una actividad ritual.

En contraste con la abundante evidencia de

actividades de preparaci?n y consumo de chicha y

comida, no hemos encontrado en SJM muchas

estructuras permanentes tales como almacenes, co

cinas o despensas, o incluso dormitorios y lugares

espec?ficos de consumo. La evidencia apunta a que, a

lo largo de su ocupaci?n, se constru?an o habilitaban

recintos temporales, en base a paredes ligeras de barro

y ca?as, y no recintos permanentes construidos con

materiales duraderos. La intrascendencia, en el

sentido de una deliberadamente corta duraci?n en el

tiempo, parece haber sido parte del car?cter especial de SJM y de los rituales que se escenificaban all?. La

limitada durabilidad de las estructuras contrasta con

el car?cter permanente de los sitios Mochicas monu

mentales m?s conocidos que capturaron las aporta ciones y las materializaron en capas sucesivas de

arquitectura monumental repleta de decoraci?n y

pintura. Tampoco son muy frecuentes, al menos en

la zona excavada, ?reas o espacios que puedan ser

calificados de manera inequ?voca como residencias o

unidades dom?sticas. La evidencia arquitect?nica y de organizaci?n del espacio nos lleva a pensar, enton

ces, que la presencia humana en SJM era intensiva

pero de corta duraci?n y que las actividades realizadas

en el sitio requer?an de mucha preparaci?n y generaban muchos desechos, pero no eran de car?cter permanente.

En s?ntesis, San Jos? de Moro parece haber

tenido la funci?n de albergar rituales de ?mbito re

gional, pero de duraci?n limitada. En otras palabras,

el sitio pudo haber sido una suerte de "campo ferial"

o centro ceremonial, cuya peculiaridad resid?a en que era intensamente ocupado por breves per?odos de

tiempo, para la celebraci?n de rituales estacionales o

para alg?n acontecimiento especial, como el entierro

de una persona notable. A SJM acud?a gente

proveniente de todo el valle de Jequetepeque y de

regiones aleda?as, trayendo consigo sus artefactos,

productos para la preparaci?n de chicha. Fuera de

"temporada," el sitio permanec?a pr?cticamente

desocupado, quiz? s?lo habitado o visitado por los

oficiantes religiosos. A SJM llegaban d?as antes de las

festividades y rituales las y los encargados de la

preparaci?n de la chicha, proced?an a desenterrar la

ollas y recipientes que hab?an dejado en el sitio en la

anterior visita y preparaban grandes cantidades de

chicha dej?ndola macerar. Como hemos visto, la

escala de la producci?n atestigua la naturaleza multi

tudinaria de los ritos. Es muy posible que diferentes

comunidades tuvieran en el centro ceremonial espacios

asignados a los que regresaban cada a?o y en los que

guardaban las vasijas para cocer la chicha y las paicas

para macerarlas (Delibes y Barrag?n 2008). La segunda fase del PASJM se propuso definir

las modalidades rituales y funerarias que se prac ticaron en el sitio. Como suele suceder, ca?mos en la

cuenta de que el fen?meno que estudi?bamos era a?n

m?s complejo de lo previsto. Las sociedades que hab?an usado el sitio eran socialmente m?s jerar

quizadas, econ?micamente m?s diversificadas, pol?ti camente m?s diferenciadas y, congruentemente, sus

artefactos, contextos, pr?cticas funerarias y actividades

rituales eran muy complejos y cambiantes en el tiempo. Por otro lado, la cantidad y calidad de la evidencia

nos anunciaba que el entorno regional era mucho

m?s determinante y din?mico en la definici?n del

sitio de lo que hab?amos previsto. La imagen de una

sociedad centralizada y dirigida por un una ?lite de

se?ores, sacerdotes y guerreros todopoderosos no se

aten?a con la naturaleza de nuestro datos. Finalmente, la historia ocupacional de SJM era mucho m?s

compleja que la que se hab?a reportado hasta entonces

en otros sitios Mochica estudiados, donde general mente se encuentra una gran homogeneidad en los

estilos y tipos de artefactos. Si bien entend?amos mejor las caracter?sticas del sitio y los fen?menos que all?

23

Page 25: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

hab?an ocurrido, a?n persist?an muchas dudas y era

evidente que el trabajo en un sitio tan complejo podr?a

proveernos de respuestas para estos interrogantes.

La Historia Ocupacional de San Jos? de Moro (1998 a 2001)

En la tercera fase del Proyecto Arqueol?gico San Jos? de Moro nos concentramos en la excavaci?n de

grandes ?reas en la parte central del sitio, zona que denominamos la "Cancha de F?tbol" (Figura 3). Decidimos trabajar exclusivamente en este sector

porque presentaba la mayor extensi?n de terreno

arqueol?gico no afectada por el huaqueo y porque all? se encontraba evidencia de todos los per?odos de

ocupaci?n del sitio, desde el per?odo Mochica Medio

hasta el per?odo Chim? (Castillo y Donnan 1994a). Si bien hasta la fecha no encontramos en esta zona

tumbas de c?mara Mochica Tard?o, como las que hab?amos ubicado al pie de la Huaca La Capilla en

1991 y 1992, encontramos una alta concentraci?n

de pisos de ocupaci?n y estructuras dedicadas a

diversos aspectos de los rituales celebrados en el sitio, as? como entierros simples y de ?lite que corresponden a las diversas fases de ocupaci?n.

El inicio de esta tercera fase estuvo marcado por una consideraci?n general respecto de la metodolog?a de investigaci?n y, en particular, de la escala de

excavaciones. Durante los primeros a?os del proyecto nos pregunt?bamos cu?l ser?a la escala correcta de

excavaci?n para poder contener adecuadamente los

fen?menos que estudi?bamos. D?nde, pero sobretodo

cu?nto, excavar en el sitio siempre fue una decisi?n

complicada que, m?s all? de las limitaciones

econ?micas o de tiempo, estuvo condicionada por nuestra percepci?n de la forma y extensi?n que deb?an

tener los fen?menos y de c?mo deb?an organizarse

espacialmente (Figura 14). Cuando inici?bamos las

investigaciones en SJM las unidades de excavaci?n

eran pozos de prueba de 2 por 2 metros, que, en el

mejor de los casos, nos daban una idea general de las

superposiciones culturales. A partir de 1996 am

pliamos las excavaciones a unidades de cinco por cinco

metros, lo que nos permit?a observar tumbas en su

totalidad y, en algunos casos, contextualizarlas con

otra evidencia. Finalmente, desde 1999, las unidades

de excavaci?n han tenido una extensi?n de 10 por 10 metros, una medida muy amplia pero que permite abarcar conjuntos funerarios y las relaciones entre

estos y los contextos ceremoniales. En unidades de

estas dimensiones ha sido posible documentar

simult?neamente hasta 20 tumbas, o espacios de

producci?n y almacenamiento de chicha. A partir de

la cuarta fase del proyecto, las excavaciones no se han

dado ya solamente por unidades de dimensiones

definidas, sino que la dimensi?n de las excavaciones

se ha ajustado a la extensi?n de los fen?menos y contextos que estudi?bamos. En un caso, por ejemplo, las excavaciones han abarcado todo un mont?culo de

30 por 25 metros (Unidad 35) y en otro, un recinto

funerario de aproximadamente 40 por 30 metros.

A partir de la tercera fase de la investigaci?n, las

excavaciones funerarias no fueron tan importantes como el estudio de los contextos ceremoniales que rodeaban a las tumbas, ni interesaban como fen?

menos aislados, sino m?s bien como concentraciones.

Despu?s de varios a?os de excavaciones de tumbas

ten?amos la certeza de que entend?amos la variabilidad

de las formas de tumbas; ahora, nos interesaban las

relaciones entre las tumbas que conformaban un

n?cleo y las relaciones entre los distintos n?cleos.

Ten?amos la certeza de que el sitio fue un centro

funerario para las ?lites precolombinas de Jeque tepeque; es decir, que las personas enterradas aqu?

proven?an de diferentes poblados y territorios del valle

(Castillo 2001, 2003). Los n?cleos, las concen

traciones y los alineamientos de tumbas deb?an

corresponder a estos poblados y territorios. Adicional

mente a los entierros ricos, el n?mero de entierros

de individuos pobres era tambi?n muy alto y presen taba una relaci?n m?s estrecha con la producci?n de

chicha y la "performance" ritual. El estudio de las

pr?cticas funerarias y de su distribuci?n en el sitio, en ?ltima instancia, deb?a informarnos acerca de los

criterios de organizaci?n de las comunidades en el

valle y de la evoluci?n en el tiempo de estas relaciones.

Las actividades que se hab?an realizado en SJM deb?an

haber contribuido al desarrollo cultural del valle e,

inversamente, este desarrollo deb?a reflejarse en la

evoluci?n de los patrones que encontr?bamos.

Para 1998 era evidente que la secuencia ocu

24

Page 26: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Castillo et al: Ideohglay poder

Unidad 3 2x2 metros

5x5 metros

Unidad 24 10 10 metros

Figura 14. Unidades de excavaci?n de diferentes dimensiones practicadas en SJM y que han determi nado la escala de la investigaci?n.

25

Page 27: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

pacional de SJM era una de las singularidades m?s

sorprendentes del sitio (Figura 4). Definido a partir de su cultura material, su iconograf?a y sus pr?cticas funerarias y ceremoniales, SJM es un sitio claramente

Mochica, pero a la vez es muy diferente de otros sitios

estudiados de la misma cultura, lo cual se refleja,

particularmente, en la forma de sus tumbas y en la

existencia de alfares cer?micos que usaban formas y decoraciones totalmente distintas. Estas diferencias

nos hab?an llevado a cuestionar la aplicabilidad de la

secuencia de Rafael Larco (Larco 1948; Castillo y Donnan 1994b) en el sitio y, por extensi?n, en el

valle de Jequetepeque y a plantear una secuencia

diferente de evoluci?n a nivel de la cer?mica (Figuras 4 y 6). Ahora bien, para 1994 numerosos in

vestigadores que trabajaban en diferentes valles de la

costa norte hab?an levantado dudas acerca de la

aplicabilidad de la secuencia de Larco al estudio de

toda la cer?mica Mochica y, por extensi?n, al uso de

esta secuencia en el estudio del desarrollo Mochica

(ver, por ejemplo, Kaulicke 1992; Klein 1967). Dados estos antecedentes, fue sorprendente cu?n

poca reacci?n hubo luego de la publicaci?n, en 1994,

del art?culo "Los Mochicas del Norte y los Mochicas

del Sur" (Castillo y Donnan 1994b). En este art?culo,

por primera vez y de manera directa, se cuestionaba

una ?nica secuencia de cinco fases como expresi?n de un fen?meno Mochica de naturaleza centralizada

y unitaria. Parec?a que los investigadores especia lizados en las culturas de la costa norte estuvieran

esperando una reformulaci?n del paradigma, parti cularmente una que incorporara los datos producidos desde 1987 y que diera sentido a las diferencias

regionales que se hab?an venido reportando. Sin

embargo, nos sorprendi? tambi?n cu?n poco con

secuentes fueron los investigadores en la aplicaci?n de la nueva formulaci?n, o cu?n casual se volvi?, por

ejemplo, el uso de t?rminos como Mochica Tard?o o

Temprano (Castillo ms.). Desde nuestro punto de vista, tras la secuencia

cer?mica formalmente distinta se ocultaba un proceso cultural radicalmente diferente al que se hab?a dado

en los valles del sur, sobre los cuales Larco (1948)

construy? su secuencia y que condujo a Willey

(1946), Strong (1948) y otros a plantear la existencia de un estado multivalle, basado en un aparato pol?tico

centralizado y coercitivo (Canziani 2003). El valle

de Jequetepeque habr?a tenido una historia diver

gente, en la que la centralizaci?n parec?a haber sido

m?s bien la excepci?n que la regla y en la que los

fen?menos pol?ticos parecer?an haber estado

condicionados por la necesidad de integrar, a trav?s

de las pr?cticas rituales, a territorios y poblados que,

por lo dem?s, habr?an gozado de un alt?simo grado de independencia. Este car?cter fluctuante de la

formaci?n pol?tica de Jequetepeque habr?a estado con

dicionado por la naturaleza redundante de su sistema

de irrigaci?n, en el que hasta 5 canales atend?an a

secciones del valle norte. Estos sistemas indepen dientes habr?an determinado una gran capacidad

productiva en cada regi?n del valle y, por lo tanto,

les habr?a permitido mantenerse independientes en

tre s? y al margen de cualquier intento de integraci?n. Fruto de esto, cada regi?n habr?a organizado su propia

estrategia defensiva, visible en sitios amurallados

como Cerro Chep?n (Rosas 2005; Figura 15) o San Ildefonso (Swenson 2004; Figura 16). Sin embargo tambi?n hemos encontrado evidencia de integraci?n

regional y de participaci?n coordinada en los grandes rituales y festivales que se celebraban en SJM. Toda

esta evidencia nos lleva a plantear un modelo singu lar de organizaci?n pol?tica al que llamamos "los

estados oportunistas." En este tipo de estados, la

integraci?n pol?tica, y por lo tanto la formaci?n de un

estado regional jequetepecano, fue un fen?meno tempo ralmente restringido y que se dio para aprovechar

oportunidades o en el marco de ocasiones ceremo

niales (Castillo, en prensa; Castillo y Uceda 2008). Es prioritario entender qu? sucedi? alrededor

del 850 D.C., antes y despu?s del colapso Mochica.

Por un lado, en el per?odo Mochica Medio se habr?an

gestado los primeros indicios y las direcciones de

desarrollo que conducir?an los procesos de formaci?n

de las peculiares condiciones del valle. Por otro lado, en el per?odo Transicional, tras el colapso Mochica, se dio un momento de independencia pol?tica que

permiti? que se activara una multitud de identidades

que hab?an permanecido ocultas o latentes. En esta

?poca se habr?an gestado nuevas alianzas, afinidades

y relaciones entre las comunidades de Jequetepeque

y las sociedades de otras regiones del Per?, que contri

buyeron a formar la peculiar identidad de esta ?poca.

26

Page 28: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Castillo et al: Ideologlay poder

Figura 15. Cerro Chep?n, sitio Mochica Tard?o ubicado tres km al sur de SJM, en la cima del cerro del mismo

nombre, posible centro pol?tico y administrativo regional. El sitio estuvo fuertemente amurallado y rodeado de terrazas

habitacionales. El ?rea amurallada excede las 10 hect?reas e incluye recintos ceremoniales y residencias de ?lite.

Figura 16. San Ildefonso, sitio Mochica Tard?o ubicado en la zona des?rtica aleda?a a la desembocadura del R?o

Cham?n, posiblemente uno de los centros pol?ticos locales. El sitio incluye tres l?neas de murallas defensivas, as? como

componentes ceremoniales, unidades residenciales y de almacenamiento.

27

Page 29: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

El estudio de estos nuevos y m?s complejos escenarios, donde m?ltiples actores culturales in

teractuaban en fen?menos que no s?lo estuvieron

determinados por el desarrollo independiente de los

valles de la costa, nos obligaron a adaptar los objetivos de la investigaci?n. El estudio del fen?meno Mochica

y de los otros fen?menos de la secuencia requer?an, en la pr?ctica, para ser documentados, de materiales

y contextos bastante espec?ficos que no resultaban

f?ciles de ubicar y que, en cualquier caso, s?lo ser?an

el resultado de muchos a?os continuos de investigaci?n. En t?rminos generales, entonces, podemos decir

que la tercera fase del proyecto se concentr? en el

perfeccionamiento de nuestro entendimiento de la

historia ocupacional del sitio. Para este fin fue

necesario definir con mucho detalle el desarrollo de

su cultura material para cada per?odo de ocupaci?n a

partir de su manifestaci?n en contextos funerarios y ceremoniales. Cuando la informaci?n contextual y

estratigr?fica consistentemente indicaba que habr?a

habido fases o subdivisiones al interior de los per?odos,

procedimos a segmentarlos y a intensificar su estudio,

tratando de definir las pr?cticas ceremoniales y rituales

que los caracterizaban. Es decir que el estudio de la

secuencia ocupacional dej? de ser una mera enu

meraci?n de formas caracter?sticas y de superpo siciones estratigr?ficas para convertirse en la base de

una concepci?n estructurada del desarrollo de las

sociedades en la regi?n. Una adecuada caracterizaci?n

de la secuencia deb?a conducirnos a una mejor

comprensi?n del proceso cultural e, inversamente,

entender el proceso que deb?a llevarnos a una mejor

comprensi?n de las peculiaridades de la cultura ma

terial. Las causas y condicionantes de los per?odos de

estabilidad y cambio de las adaptaciones y trans

formaciones son m?s importantes que los objetos que

diagn?sticamente los reflejan, pero establecen un

di?logo entre s?, de tal forma que no es posible entender uno sin el otro.

Entre los hallazgos m?s importantes realizados

en esta fase del proyecto destac? la tumba de c?mara

M-U 615 (Figuras 17 y 18) correspondiente a la fase

Figura 17. Vista general de la tumba de c?mara Transicional Temprana M-U 615.

28

Page 30: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Castillo et ai: Ideobgta y poder

Figura 18. Reconstrucci?n del contenido de la Tumba M-U 615.

Transicional Temprana, excavada entre 1998 y 1999

(Rucabado 2006, 2008; Rucabado y Castillo 2003). Estratigr?ficamente, esta c?mara funeraria estuvo

asociada a un estrato de ocupaci?n ubicado di

rectamente sobre capas Mochica Tard?o, pero por

debajo de capas Transicionales posteriores. Es decir

que corresponder?a al inicio del per?odo Transicional,

justo despu?s del final de la ocupaci?n Mochica Tard?o. La existencia de varias capas de ocupaci?n Transicionales sobre la tumba M-U 615 nos dio

indicios de que este per?odo pudo ser largo y

complejo. Eventualmente, como veremos m?s ade

lante, el per?odo Transicional se pudo dividir en al

menos dos fases, correspondientes a capas estrati

gr?ficas y estilos funerarios diferenciados.

La tumba M-U 615 es una estructura cuadran

gular subterr?nea, de aproximadamente 5.1 metros

de lado con un acceso formal por el noreste. La

estructura se encontraba dentro de un pozo cuadran

gular de aproximadamente 3 metros de profundidad,

que hab?a atravesado capas ocupacionales Mochica

Tard?o, Medio y estratos est?riles. El interior de la

c?mara estuvo dividido a partir de la creaci?n de tres

banquetas, una principal en la zona sur del recinto y dos laterales m?s peque?as en las esquinas noreste y noroeste (Figura 18). En cada esquina de la estructura

se hallaron los restos org?nicos de los postes, po siblemente con forma de horc?n, sobre los cuales

reposaban vigas longitudinales que cruzaban la

c?mara de norte a sur. Sobre estas dos vigas principales habr?a reposado un sistema de viguetas transversales

que formaban el techo de la c?mara. Poco despu?s

29

Page 31: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

de su abandono, la estructura funeraria sufri? modi

ficaciones, especialmente el colapso del techo sobre

la zona central de la c?mara. Esto debi? haber

ocurrido durante la fase Transicional Tard?a como

consecuencia de la construcci?n de una peque?a c?mara funeraria, la tumba M-U 613, exactamente

sobre la tumba M-U 615.

A diferencia de casi todas las otras tumbas

excavadas en SJM, la tumba M-U 615 es un ejemplo de una tumba m?ltiple de uso continuo y a la que

corresponder?an eventos funerarios sucesivos. Este

patr?n funerario es in?dito en las tradiciones del norte

del Per? y ciertamente no se deriva de una pr?ctica Mochica. En esta tumba se depositaron cuerpos y ofrendas funerarias en varias ocasiones, lo que implica

que ciertos individuos de la sociedad Transicional

entraban peri?dicamente a la c?mara para reorganizar la distribuci?n de los cuerpos y las ofrendas. Du

rante la excavaci?n registramos hasta cuatro niveles

superpuestos de deposici?n funeraria, cada uno

compuesto por un n?mero variable de asociaciones,

totalizando 208 piezas de cer?mica y de 20, 9, 19, y 9 individuos respectivamente. Asimismo, es probable

que cada uno de estos niveles no hubiera corres

pondido a un solo evento funerario, sino a una suerte

de fase de deposici?n; en caso contrario, deber?amos

asumir que hubo per?odos de gran mortandad en la

comunidad Transicional. El proceso de reacomodo

permiti? a los usuarios seguir utilizando la estructura

por un largo per?odo de tiempo, a?n cuando el

reacomodo trajo como resultado la desarticulaci?n

de muchos de los cuerpos, la separaci?n de las cabezas

de los miembros o del torso y de los individuos de

sus ofrendas. Los reacomodos debieron darse, en

tonces, tiempo despu?s de la muerte y deposici?n de

los individuos, cuando los cuerpos ya hab?an perdido

gran parte del tejido blando.

La composici?n de la poblaci?n funeraria de la

tumba M-U 615 es variada en edades y sexo. El

n?mero de individuos ascend?a a aproximadamente 58 pero podr?a ser m?s. Dada la mala conservaci?n

de los restos ?seos, no se logr? estimar el sexo o la

edad de varios de los individuos. Sin embargo, encontramos que la poblaci?n funeraria incluy? tanto

adultos como subadultos, inclusive neonatos, as?

como individuos masculinos y femeninos. La gran

mayor?a de los individuos, sin distinciones de sexo o

edad, fue colocada en posici?n extendida y orientada en el eje noreste-suroeste (con la cabeza hacia el sur

oeste). Otros fueron colocados en posici?n semi

flexionada lateral. La mayor?a de cuerpos fue

depositada sobre la banqueta principal, mientras que cinco individuos adultos y un neonato fueron

colocados cerca del ?rea de acceso a la tumba, entre

las banquetas laterales. Es importante mencionar que entre un nivel de deposici?n y otro se colocaron capas de tierra para nivelar las superficies y, posiblemente,

para atenuar la fetidez de los cuerpos descompuestos. Las asociaciones funerarias encontradas en la

tumba M-U 615 son muy variadas, destacando las

vasijas de cer?mica, collares y brazaletes hechos de

cuentas y pendientes de concha o piedra, piruros de

piedra y metal, as? como artefactos de cobre, m?scaras,

penachos, copas, cuchillos y placas de diversa forma.

La distribuci?n original de la cer?mica es dif?cil de

determinar puesto que el proceso de reubicaci?n trajo como consecuencia el apilamiento de vasijas de

cer?mica sobre las banquetas laterales. Sin embargo, es posible constatar que fue semejante a la distribuci?n

de ofrendas cer?micas en las tumbas Mochica Tard?o, donde la mayor?a de las ofrendas fue depositada

originalmente sobre la banqueta principal. Un grupo de vasijas dom?sticas (ollas y c?ntaros) fue colocado

cerca de la entrada, encima de los cinco individuos

adultos. En el segundo nivel de deposici?n, la

cer?mica continu? siendo colocada sobre la banqueta

principal. A partir de la tercera capa el n?mero de

ofrendas se redujo considerablemente y su disposici?n se hizo m?s variable.

La idea de construir un mausoleo colectivo

parece responder a la necesidad de la ?lite por legiti mar y mantener sus derechos y roles ceremoniales a

trav?s del uso de un espacio funerario familiar donde

se manifestar?an sus v?nculos de parentesco y sucesi?n, as? como su arraigo local. La necesidad de acentuar

las relaciones entre los individuos (parentesco y afinidad pol?tica) y entre ellos y el territorio (origen y pertenec?a) podr?a haber forzado la construcci?n

de mausoleos, como la tumba M-U 615, y a un tipo de pr?cticas funerarias singular, incluidas la aglome raci?n y la constante reubicaci?n de los cuerpos en

espacios peque?os. Asimismo, en las dos fases del

30

Page 32: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Castillo et ai: Ideolog?a y poder

per?odo Transicional, pero sobre todo en la fase tard?a, se incrementaron las c?maras funerarias con entierros

secundarios, lo que permitir?a inferir que hay un

intento de vincular y arraigar una poblaci?n y un

territorio, a trav?s de estrategias que incluso habr?an

llevado al desplazamiento de sus muertos y a su

reentierro en el nuevo territorio. Es probable que esta

manifestaci?n funeraria haya sido una adaptaci?n local de costumbres funerarias serranas (Topic y Topic 1992; Isbell 1997).

En este contexto resultaba novedosa la cer?mica

por la variedad y la diversidad de los estilos que

presenta, pero sobre todo por la ausencia de las

caracter?sticas m?s evidentes de la iconograf?a y el

arte Mochica (Figura 19). Las personas enterradas

en la tumba M-U 615, no habr?an sido Mochicas y habr?an rechazado en gran medida los c?nones de la

iconograf?a promovida por estos. Este distanciamiento

es visible en otros aspectos de las pr?cticas funerarias, como el uso de c?maras para entierros de numerosas

personas. Las c?maras Mochicas que hab?amos

encontrado eran muy diferentes por ser el resultado

de un solo evento funerario, por presentar nichos en

las paredes, por sus proporciones y, evidentemente,

por su contenido. Sin embargo, otros aspectos, como

la posici?n y orientaci?n de los cuerpos s? se

mantuvieron. El complejo juego de rechazos y

aceptaciones de la tradici?n Mochica result? m?s

parad?jico cuando se excavaron las capas m?s

profundas de la tumba M-U 615, donde encon

tramos, pegados al piso de la c?mara, los restos de los

primeros ocupantes de la c?mara. Estos estaban

ataviados con artefactos y adornos semejantes a los

que hab?amos encontrados en las tumbas de las

Sacerdotisas (Figuras 8 y 9). M?scaras, penachos y

copas de metal aparecen en esta tumba, marcando

una fuerte continuidad con la forma del entierro de

las Sacerdotisas Mochicas (Figura 20). Hasta que se descubri? la tumba M-U 615, no

hab?amos dado un ?nfasis especial al estudio del

per?odo Transicional, a?n cuando comenz?bamos a

intuir, desde que se inici? el proyecto, que se trataba

de una ocupaci?n muy compleja y diferente a la

ocupaci?n Mochica precedente (Rucabado y Castillo

2003). El per?odo Transicional es, por un lado, un

lapso de tiempo que abarca los 150 a?os que

transcurrieron entre el final de la hegemon?a Mochica

y el comienzo del estado Lambayeque en el valle de

Jequetepeque (Figura 4); por otro lado, es una

tradici?n cultural distinguible que se caracteriza por el rechazo de los c?nones Mochica y por la s?ntesis

de tradiciones de la costa y sierra del norte. Ori

ginalmente, hab?amos planteado que, al colapsar el

estado Mochica, y a lo largo del per?odo Transicional, no habr?a existido un poder pol?tico centralizado en

el valle de Jequetepeque. En este vac?o de poder, las

comunidades locales tuvieron la libertad de ejercer y exhibir sus propias preferencias culturales, art?sticas, socio-econ?micas y funerarias, lo que se reflej? en

una diversificaci?n estil?stica y en una multiplicaci?n de las identidades reflejadas en la cultura material

(Castillo 2000b, 2001, 2003). Actualmente, dada la

abundancia de informaci?n sobre el per?odo Transi

cional recuperada en SJM, y particularmente de su

fase Temprana (Figura 4), estamos replanteando y cuestionando nuestra concepci?n inicial de la organiza ci?n pol?tica del fen?meno Transicional. Es evidente

que hubo una mayor continuidad en ?mbitos del mane

jo ideol?gico del poder y que la organizaci?n social

present? una segmentaci?n tan compleja como la que hab?a existido en el Mochica Tard?o (Rucabado 2006).

Una peculiaridad del per?odo Transicional es la

presencia frecuente de cer?mica de estilos for?neos

en contextos funerarios y ceremoniales, particular mente de varias versiones del estilo Caj amarca y estilos

de las tradiciones Wari o asociadas a ella (Figuras 21

y 22). La evidencia de estas relaciones de larga distancia hab?a aparecido ya en los contextos fu

nerarios Mochica Tard?o, incluso en las tumbas de

las Sacerdotisas de Moro, pero mientras all? eran muy raras las piezas de estilos importados, en las tumbas y contextos del per?odo Transicional se multiplicaron hasta hacerse, en algunos casos, los estilos dominantes.

En el otro extremo de la historia ocupacional del sitio, en el per?odo Mochica Medio, las

excavaciones se concentraron en ?reas de densas

concentraciones de tumbas. El estudio de las

concentraciones funerarias, de sus distribuciones y diferencias relativas aportaron importante in

formaci?n para entender el desarrollo del valle de

Jequetepeque. Entre las temporadas del 2000 y 2002

hallamos una concentraci?n de casi 30 tumbas

31

Page 33: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

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Figura 19. Vasijas de cer?mica de diversas formas y estilos halladas en la tumba M-U 615 que evidencian la variabilidad estil?stica t?pica del per?odo Transicional.

Page 34: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Castillo et al: Ideolog?a y poder

Figura 20. Mascaras funerarias asociadas con los niveles inferiores de la c?mara M U 615. N?tese el parecido con la m?scara funeraria de la Sacerdotisa Mochica hallada en la tumba M-U 41 (ver Donnan y Castillo 1994, L?mina XV-2).

33

Page 35: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Figura 21. Colecci?n de cer?mica de estilo Cajamarca o de influencia Cajamarca excavada en SJM.

Page 36: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Figura 22. Colecci?n de cer?mica de esrilo Wari o de influencia Wari excavada en SJM.

Page 37: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?atupa Pacha 29

Mochica Medio dispuestas una al lado de otra en un

?rea de excavaci?n de 250 metros cuadrados (Del

Carpio 2008; Figuras 23 y 24). Este hallazgo, su

mado a un numero semejante de tumbas del mismo

per?odo encontradas dispersa en diversos sectores de

excavaci?n, permiti? ahondar en el entendimiento

de los patrones funerarios durante el per?odo Mochica

Medio; de esta forma se determin? la posible exis

tencia de concentraciones que corresponder?an a

diferentes grupos, quiz?s originarios de diferentes

comunidades del valle de Jequetepeque o de otras

regiones.

Al realizar comparaciones con otros contextos

funerarios de la zona Mochica Norte se pudo con

firmar la contemporaneidad de estas tumbas con las

de Sip?n y Pacatnam? (Alva 2004; Donn?n y McClelland 1997). Las tumbas Mochica Medio halladas en SJM, sin embargo, son m?s simples que

aquellas encontradas en otros sitios, con excepci?n de la tumba de bota M-U 1411 (Figura 11). Por lo

general se trata de tumbas de bota peque?as y poco

profundas, que contienen a un individuo extendido

sobre su espalda con muy pocas asociaciones. A

diferencia de las tumbas de los per?odos siguientes,

Figura 23. Concentraci?n de tumbas Mochica Medio del Area 15-16.

36

Page 38: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Castillo et ai: Ideologia y poder

Figura 24. Concentraci?n de tumbas Mochica Medio del ?rea 24.

en el Mochica Medio s?lo se inclu?an una o dos

botellas o c?ntaros en cada tumba. La ventaja evidente

de ver las tumbas en grupos y concentraciones, dadas

las dimensiones de las unidades de excavaci?n, fixe el

poder confirmar que muchas veces grupos de perso nas compartieron la misma tradici?n funeraria, como

por ejemplo enterrarse con cuellos de grandes c?n

taros a manera de adornos y ofrendas, o tumbas que

compart?an una orientaci?n inusual. A primera vista,

los datos que recuperamos sobre el Mochica Medio

nos indicaban que hab?a sido un per?odo de marcada

fragmentaci?n, lo que se reflejaba en la coexistencia

de varios n?cleos diferenciados de tumbas en el sitio

y en sus pr?cticas funerarias que, si bien eran muy

semejantes en lo general, se distingu?an en aspectos

que pod?an resultar de gran importancia como las

37

Page 39: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

asociaciones, la localizaci?n y la orientaci?n de las

tumbas.

Adem?s de las observaciones de car?cter hori

zontal, es decir, de las correlaciones entre los diferentes

componentes y, por lo tanto, de su contemporaneidad e interacci?n, nos interesaba establecer de manera

precisa las relaciones verticales, es decir, de estrati

ficaci?n y superposici?n. No s?lo quer?amos saber

qu? hechos hab?an sucedido simult?neamente y qu? contextos se hab?an producido a la vez, sino que

quer?amos determinar cu?l hab?a sido el orden

correcto de los hechos. Para este fin era indispen sable tener un alto control sobre las superposiciones, las continuidades y discontinuidades, los procesos de

evoluci?n formal, etc. Generalmente, podemos estudiar la evoluci?n a partir de las variaciones

formales de objetos del mismo tipo, a trav?s de

tipolog?as y seriaciones, pero estos m?todos siempre nos dejan la duda de si las trasformaciones formales

no se derivan de condicionantes evolutivos sino de

factores sociales o fuentes de influencia externas. Una

forma de cer?mica determinada, por ejemplo, puede ser reemplazada por otra, o puede evolucionar hacia

otra. En el primer caso el proceso se genera de manera

ex?gena, mientras que en el segundo es el resultado

de un proceso interno. En San Jos? de Moro esta

reflexi?n, que resulta generalmente te?rica en sitios

con una historia ocupacional m?s corta y sencilla, se

torna complej?sima. A fin de precisar la historia ocupacional de SJM

hemos empleado tanto criterios de evoluci?n formal

como criterios estratigr?ficos. Nos percatamos que uno sin el otro, ? a veces m?s uno que el otro, pod?an ofrecernos una mejor imagen de la evoluci?n cul

tural en el sitio. En algunos casos fue posible ubicar

superposiciones estratigr?ficas significativas, que adem?s separaban per?odos distinguibles. En otros

casos la superposici?n por s? sola no nos ofrec?a la

resoluci?n que requer?amos para poder apreciar la

evoluci?n de un fen?meno. A la larga, adem?s, el

elemento m?s diagn?stico para estudiar la evoluci?n

cultural ha sido la cer?mica y, por lo tanto, el estudio

de la evoluci?n de los estilos cer?micos ha sido cr?tico, as? como su asignaci?n a pisos de ocupaci?n y tumbas.

Somos conscientes, sin embargo, de las limitaciones

que tiene la evoluci?n de los estilos de artefactos como

indicador de transformaciones sociales, as? que nuestra aplicaci?n de los criterios anteriores no ha

sido autom?tica e irreflexiva, sino que ha tratado de

ajustarse a otros indicadores. Por ejemplo, presu mimos que los cambios que separan el per?odo Mochica Tard?o del Transicional deben ser m?s

evidentes y de mayor magnitud que los que separan,

por ejemplo, las fases internas de cualquiera de estos

dos per?odos. En el primer caso deben registrarse abandonos de tradiciones y formas e incorporaciones de nuevos patrones, mientras que en el segundo caso

ser?n b?sicamente procesos graduales de evoluci?n

formal, como el que llev? a los c?ntaros t?picamente Gallinazo de cuello alto, recto y evertido a cuellos en

forma de "S," m?s t?picos del Mochica Medio.

Aplicando estos criterios hemos llegado a definir

una secuencia muy detallada de per?odos y fases (Figu ra 4). En su conjunto, estos per?odos y la compren si?n, todav?a parcial, de las razones y condicionantes, as? como las caracter?sticas y formas que tom? cada

momento, nos ha permitido formular una compleja historia de la ocupaci?n de San Jos? de Moro. En

esta historia, San Jos? de Moro se comenz? a ocupar durante el per?odo Mochica Medio, que presenta las

fases A y B. Luego siguen el per?odo Mochica Tard?o,

que aparece con las fases A, B, y C, seguido por el

per?odo Transicional, en sus fases A y B. Finalmente

el sitio fue ocupado por dos sociedades for?neas,

Lambayeque, en la que se pueden distinguir al menos

las fases culturales A y (Bernuy 2008) y Chim?, que ocup? algunas de las zonas m?s elevadas del sitio y cuando cambi? la naturaleza de SJM, convirti?ndose en un emplazamiento dedicado a la producci?n de

chicha (Prieto 2004; Prieto y Lena 2005). La tercera fase del proyecto se hab?a planteado

con el objetivo de perfeccionar nuestra comprensi?n de la historia ocupacional de San Jos? de Moro y por extensi?n del valle de Jequetepeque. Como se ha visto, el ?nfasis en este per?odo estuvo dado al estudio de

los per?odos Mochica Medio y Transicional. En

realidad, para esta fase, nuestra comprensi?n del

per?odo Mochica Tard?o, sobre todo en lo que respecta a las pr?cticas funerarias, ya estaba llegando a un nivel

de saturaci?n. Como veremos en la ?ltima secci?n,

el ?nfasis a partir de este momento fue entender los

aspectos m?s puntuales de las pr?cticas ceremoniales

38

Page 40: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Castillo et al: Ideolog?a y poder

anexas a los entierros. Al finalizar el tercer per?odo de investigaciones en SJM era evidente que muchas

de las conclusiones que hab?amos alcanzado, parti cularmente la rica historia ocupacional del sitio,

ten?an que ser refrendada fuera de ?l, en asenta

mientos contempor?neos.

Perspectivas Regionales y el Per?odo Transicional (2002 a 2006)

Luego de diez a?os de trabajos en SJM y teniendo una razonable certeza de las caracter?sticas del sitio y los artefactos que hallamos en ?l, de sus funciones

ceremoniales y funerarias, as? como de su compleja historia ocupacional, era posible y necesario contrastar

los resultados obtenidos, en primer lugar, con los

datos que exist?an para el valle de Jequetepeque, y en

?ltima instancia con el desarrollo de las sociedades

complejas de la costa norte. Ahora bien, extender

autom?ticamente a todo el Jequetepeque o a toda la

costa norte nuestras conclusiones respecto a la historia

ocupacional de SJM no era posible, a?n cuando es

pr?ctica com?n en la arqueolog?a peruana. Por

ejemplo, no ten?amos seguridad si el per?odo Tran

sicional, que en SJM es tan significativo, mostraba

las mismas caracter?sticas fuera del sitio, o incluso si

exist?a. Salvo una observaci?n de Wolfgang y Gisela

Hecker (1987) acerca de una peculiar cer?mica que llamaron Pacanga, el Transicional de SJM no hab?a

sido reportado en otros sitios o no hab?a sido distin

guido de otros componentes culturales. ?Es l?cito,

entonces, afirmar que el mismo proceso de des

estructuraci?n cultural, los intensos contactos con

sociedades de la sierras norte y central o el eclecticismo

estil?stico que siguen al colapso Mochica en SJM se

pueden aplicar a zonas aleda?as del Jequetepeque o a

otros valles? Tampoco ten?amos certeza si la cer?mica

de l?nea fina o los entierros de bota y c?mara, tan

caracter?sticos para la ocupaci?n Mochica de SJM, se daban de la misma manera en el resto del valle.

?Acaso estos objetos y contextos son expresiones de

una pr?ctica funeraria singular de SJM, o era este

sitio el ?nico repositorio de tumbas de ?lite, por lo

que este tipo de contextos y objetos cer?micos s?lo

aparecer?an all?? Para algunas de las fases culturales

descritas en SJM, las correlaciones locales y regionales eran evidentes. Por ejemplo, el per?odo Mochica Me

dio parec?a corresponder muy bien con la ocupaci?n descrita por Donnan y Cock para Pacatnam? (1986,

1997) e incluso parec?a corresponder con las tumbas

de Sip?n, que corresponder?an a esta fase (Del Carpio

2008). Sin embargo, a falta de un estudio regional, no sab?amos cu?l hab?a sido el ?mbito de extensi?n

de la ocupaci?n Mochica en esta ?poca, o cu?l era el

grado de proximidad e integraci?n entre los diferentes

centros. ?Hab?an estado todos los sitios Mochica

Medio integrados en una sola entidad pol?tica centralizada, o habr?an coexistido numerosas forma

ciones independientes que, sin embargo, habr?an

compartido un estilo de cer?mica?

Nuestra aproximaci?n al desarrollo de una

perspectiva regional difer?a de otras que part?an de

un examen general de los patrones de ocupaci?n (ver,

por ejemplo, Billman 1999; Dillehay 2001), puesto que se sustentaba en los trabajos previos de reco

nocimiento del valle (Hecker y Hecker 1990; Ra

vines 1982) sumado al estudio sistem?tico y sostenido

de un sitio con una rica estratigraf?a y una amplia

complejidad en manifestaciones culturales. Dado el

peculiar car?cter inductivo de nuestra investigaci?n,

que parti? de la especificidad de SJM para llegar a

comprender el desarrollo general de las sociedades

que hab?an habitado la costa norte, nuestro objetivo

regional estuvo dirigido a verificar la existencia,

extensi?n y condici?n de los patrones y la evidencia

que hab?amos encontrado en San Jos? de Moro, a

constatar la validez y aplicabilidad de la secuencia, a

determinar las interacciones entre las diferentes partes del valle y, por lo tanto, a reevaluar el papel del sitio

como centro ceremonial regional. Un conjunto de

cuestiones puntuales, como la existencia y extensi?n

de ciertos rasgos (tumbas de c?mara y bota o la

producci?n masiva de chicha), estilos cer?micos lo

cales t?picos (Mochica Tard?o de l?nea fina, Mochica

Tard?o pol?cromo o Mochica Medio con pintura

morada) o estilos importados (Wari, Cajamarca,

Chachapoyas o Niever?a), era de particular inter?s,

ya que su existencia y distribuci?n ayudar?a a entender

las din?micas al interior del valle durante la larga

ocupaci?n del sitio. Todo esto nos permitir?a pasar de una "historia ocupacional" para San Jos? de Moro,

39

Page 41: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

donde se daba prioridad a los artefactos, la estratigraf?a

y las secuencias, a una "historia regional," donde el

?nfasis estar?a puesto en los procesos que configuraron al valle de Jequetepeque a lo largo de los mil a?os en

que SJM estuvo activo.

Como consecuencia de esta ampliaci?n y de una

correlaci?n estrecha entre los hallazgos de SJM y la

evidencia cultural del resto del valle, quisimos abordar

la explicaci?n de una serie de procesos culturales

(or?genes, desarrollo, colapsos, alianzas, movimientos

e influencias) documentados en el sitio pero que por su naturaleza se deb?a extender a todo el valle y, en

general, a la costa norte. Por ejemplo, cre?amos que la ampliaci?n del estudio ayudar?a a entender las

tendencias de desarrollo que se expresan en la larga historia ocupacional de SJM, la naturaleza de la

organizaci?n pol?tica y productiva, la conformaci?n

de redes de abastecimiento de materias primas, de

producci?n y distribuci?n de productos como la

cer?mica o los metales. Por estas razones, a partir del

a?o 2001 el PASJM se convirti? en un programa de

investigaciones interdisciplinario y de escala regional. Si bien hemos seguido centrando nuestro esfuerzo

principal en San Jos? de Moro y en la parte norte del

valle de Jequetepeque, hemos intentado involucrar

en nuestra estrategia de investigaci?n otras aproxi maciones y, directamente o a trav?s de otros inves

tigadores, el estudio de otras ?reas del valle y otros

sitios (Figura 2). El a?o 2002 iniciamos una prospecci?n sis

tem?tica de la cadena de monta?as comprendidas entre los r?os Jequetepeque y Cham?n (cerros Farf?n,

Santa Catalina, Murci?lago, Charcape y San Idel

fonso; Ruiz 2004). Este estudio y la informaci?n

recogida por otros investigadores (Dillehay 2001;

Swenson 2004) revelaron aspectos insospechados en

los patrones de ocupaci?n prehisp?nicos, como la casi

completa inexistencia de sitios que contuvieran

cer?mica Transicional, en contraste con una abun

dancia de sitios correspondientes a las ocupaciones Mochicas, Lambayeque y Chim?. Algunos de los sitios

presentaban proporciones monumentales y recur

rentemente estaban rodeados de m?ltiples murallas

o ubicados en zonas inaccesibles y de f?cil defensa.

Nuestro primer esfuerzo fue caracterizarlos en t?r

minos de los materiales arqueol?gicos que conten?an,

compararlos con los materiales hallados en SJM y, en

funci?n de ello, situarlos en la secuencia ocupacional. En lo que respecta a la ocupaci?n Mochica, el

estudio de la distribuci?n de sitios en la zona inter

media del valle de Jequetepeque permiti? reconocer

sitios asociados con los per?odos Mochica Medio y

Tard?o, as? como sitios o zonas donde los materiales

de ambos per?odos aparecen mezclados como

consecuencia de una larga ocupaci?n (Figura 25). El

mapa que se revel? a medida que los sitios y su

cer?mica iban siendo reportados era muy indicativo

para documentar cu?ndo ocurri? la expansi?n Mochica hacia la zona norte del valle (t?cnicamente

correspondiente al valle del r?o Cham?n) y qu? ca

racter?stica hab?a tenido este proceso. La distribuci?n

de la cer?mica Mochica Medio, no s?lo en San Jos? de Moro sino en otros sitios de la parte norte,

confirm? que la ampliaci?n de valle hab?a sido un

fen?meno asociado con el per?odo Mochica Medio

y no con el Mochica Tard?o como se hab?a planteado

(Dillehay 2001). Una segunda peculiaridad es que los sitios donde aparece la cer?mica Mochica, tanto

del per?odo Medio como del Tard?o, est?n amu

rallados, lo que se?alar?a que este fue un tiempo de

competencia y conflicto interno. Parad?jicamente, los sitios Mochica Medio est?n amurallados, por lo

que parecer?a que la competencia y el conflicto que llevaron a la fragmentaci?n del valle se originaron cuando se dio la expansi?n del sistema de irrigaciones

y no fueron, como se hab?a supuesto, una conse

cuencia tard?a de la ampliaci?n (Swenson 2004). El estudio prospectivo del valle de Jequetepeque

ha continuado a fin de verificar una serie de hip?tesis alternativas acerca del establecimiento del estado

Mochica Temprano en la parte sur del valle (en lo

que actualmente es San Jos?, Pacasmayo y San Pedro)

y su posterior destrucci?n por efecto de un mega fen?meno El Ni?o (Michael Moseley, comunicaci?n

personal 2003). Este colapso habr?a originado la

necesidad de ampliar la frontera agr?cola hacia el

norte, es decir hacia la zona del valle de Cham?n en

las actuales jurisdicciones de Guadalupe, Chep?n y

Pacanga (Figura 26). En el 2003 decidimos estudiar un sitio Mochica

Tard?o de manera m?s intensiva a fin de verificar si

se cumpl?an los postulados de la cronolog?a pro

40

Page 42: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Castillo et ai: Ideobg?a y poder

Figura 25. Sitios Mochica Medio y Mochica Tard?o en la parte norte del Valle de Jequetepeque.

puesta y de entender la funci?n que estos sitios

tuvieron en las estrategias de control territorial en el

valle (Johnson 2008). Seleccionamos el sitio de

Portachuelo de Charcape, un asentamiento Mochica

Tard?o ubicado estrat?gicamente a un lado del abra

que corta los cerros de Charcape y que permitir?a controlar un acceso privilegiado entre el valle de

Cham?n y el mar. Antes de nuestras excavaciones, este sitio, as? como muchos otros sitios arqueol?gicos de la regi?n, hab?a sido parcialmente excavado por

Dillehay y Swenson (Figura 27). Nuestro trabajo se

limit? a excavar un sector muy peque?o del sitio

aleda?o a la zona excavada por los investigadores que nos antecedieron y a elaborar un mapa del sitio y sus

componentes. Las colecciones de cer?mica recu

peradas, particularmente una frecuencia muy alta de

ollas con "cuello plataforma" y c?ntaros con cuellos

decorados con la faz del "Rey de Asir?a" (Ubbelohde

Figura 26. Actuales jurisdicciones del Jequetepeque Norte Doering 1952) indicaban que la ocupaci?n princi

(Chaf?n, Guadalupe, Pueblo Nuevo, San Ildefonso, pal del sitio correspond?a a la fase Mochica Tard?a

Chep?n y Pacanga). (Castillo 2000b: 158-160; Figura 28). A esta

41

Page 43: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

Figura 27. Plano esquem?tico del sitio arqueol?gico de Portachuelo de Charcape con indicaci?n de los principales sectores registrados.

evidencia positiva se suma una consistente evidencia

negativa: pr?cticamente no se hall? evidencia de

cer?mica diagn?stica de otros per?odos Mochicas.

Respecto a su naturaleza y ubicaci?n, Charcape parece haber sido un sitio defensivo, ubicado en la parte des?rtica del valle, separado de otros asentamientos

por monta?as y murallas y compuesto de algunas residencias de ?lite y un par de edificios que bien

pudieron ser templos (Swenson 2004). Asociado a

estas estructuras aparecieron fragmentos de cer?mica

de l?nea fina. Tambi?n aparecieron muchas estructuras

donde encontramos grandes cantidades de recipientes de cer?mica utilizados para almacenamiento. El sitio,

por lo tanto, combin? funciones administrativas y residenciales con funciones ceremoniales en un es

pacio un tanto limitado; parece ser la versi?n reducida

de un peque?o asentamiento rural.

Otro de los sitios examinados, cerro Ciudadela

Pampa de Faci? (Figura 29), present? casi exclu

sivamente cer?mica de estilo Mochica Medio, predo minando c?ntaros grandes con cuellos decorados con

caras impresas. En este sitio no encontramos ollas de

cuello plataforma, que son la forma m?s frecuente

en sitios Mochica Tard?os. Finalmente, en cerro

Chep?n la cer?mica parece corresponder tanto con

ocupaciones Mochica Medio como Mochica Tard?o.

El panorama que se est? construyendo a partir de

estos estudios y su correlaci?n con SJM es el de una

historia regional mucho m?s fragmentaria, menos

centralizada e integrada de lo que hab?amos pre sumido. La existencia de centros ceremoniales re

gionales y de grandes asentamientos, como cerro

Chep?n, permitir?a presumir que s? hubo integraci?n y centralizaci?n, quiz? no de manera permanente,

pero s? por per?odos suficientemente largos como para

que se construyeran las murallas y residencias del sitio, o lo suficientemente frecuente como para que se diera

una concentraci?n tan densa de ocupaciones en San

42

Page 44: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

1 ^^^^^^^^^^^^H^?^>:^ . V. ^^^^^^^^^^^^ ^^^^ ,?*-V - V^^^^B

Figura 28. Colecci?n de cer?mica de estilo Mochica Tard?o excavada en el sitio de Portachuelo de Charcape que incluye fragmentos de botellas de l?nea

fina y c?ntaros cara gollete.

Page 45: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

Figura 29. Cerro Catalina, Ciudadela Pampa de Faci?, sitio Mochica Medio ubicado al este de Pacatnam?, al pie del

cerro del mismo nombre, posible refugio asociado con las aldeas Mochicas aleda?as.

Jos? de Moro. El estudio de los sistemas de irrigaci?n

que acompa?aron a la expansi?n y que seguramente fueron su sustento est? dando luces a?n m?s detalladas

de la forma en que se desarroll? el valle de Jequete

peque (Castillo, en prensa; Figura 30). Como dijimos m?s arriba (Castillo y Uceda 2008), la configuraci?n pol?tica del estado Mochica de Jequetepeque tuvo

como factores m?s recurrentes la variabilidad y la

inestabilidad, lo que nos ha llevado a pensar que tuvo

un car?cter m?s oportunista que estructurado, m?s

contingente que planeado y, por tanto, debi? haber

sido mucho m?s d?bil, pero tambi?n m?s flexible.

El estudio regional que hemos emprendido nos

enfrent? con la paradoja de no entender si el

desarrollo que est?bamos documentando era una

singularidad del valle de Jequetepeque, o si, por el

contrario, era el comportamiento regular de la

sociedad Mochica en su per?odo final. Es decir, la

fragmentaci?n territorial y el faccionalismo pol?tico

podr?an bien haber sido la norma y no la excepci?n en las sociedades Mochica Tard?o. La ?nica forma de

resolver esta duda era emprender excavaciones en

otros sitios contempor?neos fuera del valle de

Jequetepeque. Adem?s de SJM dos sitios Mochica

Tard?o de grandes proporciones han sido estudiados

de manera intensiva: Galindo (Bawden 1996; Lock

ard 2005) y Pampa Grande (Shimada 1994). Cuando se excav? en ellos por primera vez, en los a?os setenta,

la arqueolog?a Mochica estaba en su infancia, por lo

que resultaba imposible comprender el papel que estos sitios tuvieron en el proceso final de esta socie

dad. Ambos sitios fueron excavados muchos a?os

antes de los descubrimientos de Sip?n (Alva 2004) y de la divisi?n de la sociedad Mochica en m?ltiples estados (Castillo y Donnan 1994b). Hoy, m?s de treinta a?os despu?s y luego de muchos y muy elaborados trabajos arqueol?gicos para este per?odo, resulta imperativo volver a estudiar esos sitios.

Los investigadores originales de Pampa Grande

hab?an planteado una serie de hip?tesis respecto a la

naturaleza del sitio, a la compleja estructura social

del per?odo Mochica Tard?o que se refleja en ?l, a su

formaci?n mediante una reducci?n forzosa de la

poblaci?n, a su car?cter de ciudad prisi?n para la

mayor?a de sus habitantes y a su colapso como efecto

de una suerte de revuelta social (Shimada 1994).

Investigar Pampa Grande, donde el fen?meno

Mochica Tard?o tiene una forma tan distinta, con

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Page 46: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Casti?o et al: Ideologia y poder

Figura 30. Sistemas de irrigaci?n del valle de Jequetepeque desarrollados desde el per?odo Mochica Medio.

estructuras monumentales y cer?mica muy parecidas a las de Galindo y estando este sitio a tan corta

distancia de SJM, era un imperativo para entender

c?mo dos procesos aparentemente coet?neos pueden haberse dado con tanta diferencia. Establecer la

contemporaneidad entre estos dos sitios es, en s?

misma, una tarea muy dif?cil por la falta de infor

maci?n respecto a los estilos cer?micos de Pampa Grande y por la escasez de fechados de SJM. A?n

cuando tenemos algunos buenos fechados de Pampa Grande, no es posible simplemente trasladar estas

fechas a SJM, cuya historia ocupacional se inici? m?s

temprano, durante el Mochica Medio, y continu?

en uso, aparentemente, mucho despu?s de que Pampa Grande colapsara.

En Pampa Grande, ubicada a 60 km de SJM, en la parte media del valle de Chancay-Lambayeque, iniciamos en el 2004 una investigaci?n centrada en

la secci?n sureste del sitio, en la zona denominada

Piedemonte Sur (Shimada 1994). Esta secci?n no es

de car?cter monumental, a?n cuando incluye algunas

peque?as plataformas con rampas y recintos cere

moniales. M?s parecer?a que estuvo compuesta por

grandes espacios delimitados por murallas para uso

administrativo, productivo, de almacenamiento y de

residencia. Nuestro proyecto es concentrarnos en esta

secci?n por los siguientes a?os, tratando de completar un mapa integral y de excavar en ?reas escogidas por el tipo de configuraci?n arquitect?nica. Dentro de

estas ?reas estudiaremos los artefactos que se en

cuentren a fin de definir su asignaci?n cronol?gica y las funciones de las unidades arquitect?nicas. Resulta

imprescindible para entender el per?odo Mochica

Tard?o definir si existieron correlaciones entre SJM

y Pampa Grande. A estas alturas del trabajo, y despu?s de dos temporadas de excavaciones y mapeos conducidas por llana Johnson, parecer?a que los

componentes cer?micos son totalmente diferentes en

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Page 47: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

ambos sitios. La cer?mica Mochica es muy semejante a la que se encuentra en Galindo y difiere en formas

y estilos decorativos de la que encontramos en SJM. Asimismo, no se ha encontrado cer?mica de estilos

Wari o relacionados ni de filiaci?n Cajamarca, mientras que cer?mica de estilos y formas relacionadas

con Gallinazo aparecen con frecuencia. Estas obser

vaciones confirman los hallazgos de Shimada y la

misi?n del Museo Real de Ontario, pero no explican la naturaleza del sitio ni el car?cter discontinuo de la

presencia Mochica V en la regi?n. M?s trabajos se

requerir?n para abordar estos problemas. A la vez que emprendimos la investigaci?n re

gional del fen?meno Mochica, continuamos de

manera a?n m?s intensiva con las excavaciones en

SJM. Durante los ?ltimos a?os se han estudiado 15

unidades de excavaci?n, lo que hace un total de

aproximadamente 12,000 metros de superficies de

ocupaci?n, expuestos y registrados. Con una exten

si?n de esta magnitud ha sido posible documentar

muy detalladamente aspectos que ya conoc?amos del

sitio, como la producci?n y consumo de chicha, las

alineaciones y organizaci?n de las "paicas," la orga nizaci?n de los espacios funerarios, los procesos de

abandono del sitio en los tr?nsitos entre per?odos, la

reocupaci?n e intrusiones en el per?odo Lambayeque, la "capa de fiesta," etc. El estudio de horizontes de

ocupaci?n, donde se hacen coincidir capas de las

diversas unidades a fin de tener una idea espacial mente m?s amplia de la ocupaci?n y sus caracte

r?sticas, est? en curso, as? como el perfeccionamiento de los patrones funerarios con la adici?n de los

contextos encontrados en estos a?os.

Las excavaciones de tumbas pertenecientes al

per?odo Mochica Medio continuaron durante la

cuarta fase del proyecto confirm?ndose los patrones de alineamiento y agrupamiento. En la Unidad 24

se excavaron tumbas en las que se hab?an conservado

restos de los ata?des de ca?a (Del Carpio 2008; Fi

gura 12). Estos son muy semejantes a los ata?des que Donnan encontr? en Pacatnam?, cajas estrechas

hechas con ca?a y sogas al interior, en las cuales

estuvieron los cad?veres envueltos en telas (Donnan

y McClelland 1997). Una caracter?stica de las tumbas

Mochica Medio es que aparecen en concentraciones

o alineamientos, tal como Donnan los hall? en el

cementerio H45CM1 de Pacatnam? (Donnan y McClelland 1997). En San Jos? de Moro hemos

podido documentar al menos dos concentraciones

en las que destaca el entierro de un individuo

masculino adulto con muchas ofrendas, rodeado de

tumbas m?s simples con la misma orientaci?n (Del

Carpio 2008). Estos individuos presentaban un

tratamiento m?s elaborado que los entierros que los

rodeaban, incluyendo varias piezas de cer?mica

ornamentada y artefactos met?licos inusuales como

herramientas y un tocado. La tumba M-U 725 inclu?a

piezas met?licas de cobre dorado que formaban un

tocado con la efigie de un felino, as? como un

conjunto de doce herramientas l?ticas y met?licas

asociadas tecnol?gicamente a la etapa de los trabajos de decoraciones y acabados (Figuras 31 y 32). La

presencia de estos elementos resalta elocuentemente

el rol y la posici?n social del individuo as? como su

evidente especializaci?n productiva, pero tambi?n nos

ofrece la posibilidad de documentar la relaci?n

estrecha e inalienable entre los artesanos y sus

herramientas. Parecer?a que los metalurgistas tuvieron

en la sociedad Mochica Medio funciones fundamen

tales que los ligaban a las ?lites gobernantes en tanto

produc?an los artefactos a trav?s de los cuales se

materializaba la ideolog?a del poder (De Marrais et

al. 1996) y, en ?ltima instancia, la identidad del grupo

(Fraresso 2008). Nuestra aproximaci?n al problema de la iden

tidad ha tenido un recorrido peculiar. En primera instancia estudiamos la identidad a trav?s de criterios

estrictamente arqueol?gicos, fundamentalmente las

concentraciones de tumbas, donde supon?amos que individuos del mismo grupo compartir?an el mismo

espacio funerario; y a trav?s del estilo, puesto que asum?amos que las personas que compart?an las

mismas afinidades culturales y sociales tender?an a

realizar sus artefactos con las mismas formas y decoraciones. Estos criterios, lamentablemente, resultaron estrechos y nos aportaban s?lo un valor

cronol?gico a la definici?n de la identidad. Nuestra

segunda aproximaci?n fue a trav?s del estudio de los

materiales, es decir, de qu? materias se compon?an los artefactos. Artefactos hechos con los mismos

materiales deber?an haber sido producidos por las

mismas personas o talleres. Este estudio tampoco est?

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Page 48: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Castillo et al.: Ideolog?a y poder

Figura 31. Tumba de bota Mochica Medio M-U 725, perteneciente a un adulto masculino ataviado con un tocado de felino y asociado a herramientas de decoraci?n

metal?rgica.

siendo concluyente por s? mismo puesto que otra vez

constatamos que las materias primas, sean metales o

arcillas, fibras o tintes, eran productos que se pod?an

transportar desde largas distancias, se intercambiaban

u ofrec?an como muestras de lealtad o sumisi?n, e

incluso despu?s de haber sido usados una vez pod?an ser reutilizados o reciclados (Pernot 1998; Fraresso

2008), por lo que no necesariamente determinan un

origen especifico. Finalmente, hemos llegado a la

conclusi?n de que la aproximaci?n correcta al estudio

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Page 49: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

Figura 32. Tumba M-U 725, dibujo de planta.

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Page 50: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Castillo et al: Ideologia y poder

de la relaci?n entre artefactos e identidades est? dada

por la respuesta a la interrogante de c?mo se hizo el

artefacto y no s?lo con qu? materiales estuvieron

hechos (Figuras 33 y 34). La relaci?n objeto-materia/

objeto-funci?n parecer?a ser la aproximaci?n m?s

fruct?fera. Con este criterio, y luego de este largo

proceso, hacemos ahora la "lectura tecnol?gica" de

los artefactos met?licos (Fraresso 2008) y la cer?mica

(Rohfritsch 2006) a fin de determinar las "cadenas

productivas" que permitieron su fabricaci?n. Esta

aproximaci?n nos permitir? reconstruir los modos,

las habilidades, los procesos productivos y las cadenas

de abastecimiento de materiales que, en ?ltima

instancia, conformaron la(s) identidad(es) produc

tiva(s) de la sociedad Mochica.

Las investigaciones respecto del Mochica Tard?o

Figura 33. Reconstituci?n del tocado asociado al individuo de la tumba M-U 725. Observaci?n en microscop?a ?ptica de la superficie pulida en secci?n de una garra met?lica revelando restos de dorado por reemplazo electroqu?mico.

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Page 51: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

Figura 34. Conjunto de herramientas para t?cnicas decorativas de orfebrer?a registradas en

la tumba M-U 725. a) Observaci?n en microscop?a ?ptica tras un ataque qu?mico de la muestra del cincel M7. Microestructura dendritica t?pica de vaciado, b) Observaci?n en

MEB. La forma alargada de los poros y de las dendritas, as? como la presencia de numerosas

l?neas de deslizamiento observadas al nivel del filo, indican que el cincel de cobre arsenical

(97.2% Cu y 2.8% As) fue elaborado a partir de un esbozo vaciado en un molde. Se

finaliz? la fabricaci?n martillando la parte activa para darle m?s dureza y resistencia.

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Page 52: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Castillo et al: Ideohgla y poder

en la cuarta fase del PASJM, si bien continuaron con

el estudio de las pr?cticas funerarias y ceremoniales, se centraron en la naturaleza de los pisos de ocupaci?n

y los entierros "informales." Los pisos y capas de

ocupaci?n Mochica Tard?o son f?cilmente distin

guibles de otras ocupaciones por su forma y por los

materiales que incluyen. Una serie de materiales muy

diagn?sticos, como se dijo m?s arriba, caracteriza a

esta ocupaci?n, adem?s de que en ambos extremos

del per?odo, es decir, en las capas estratigr?ficas que

separan el per?odo Mochica Tard?o del Mochica

Medio y del Transicional, encontramos cambios en

la composici?n del relleno. Estas capas son de

naturaleza m?s natural que cultural, es decir, fueron

el resultado de acarreo eolico o pluvial o de depo siciones de materiales org?nicos. Parecer?a que en los

momentos de tr?nsito el sitio no fue ocupado de

manera tan intensa y que el bosque de algarrobos

{Prosopis pallida) y otras especies end?micas se fue

apoderando del ?rea, produciendo capas de relleno

que mezclaron material de acarreo eolico con descom

Figura 35. Capa de Fiesta del ?rea 24. N?tese la el desgaste del piso arquitect?nico mezclado con

elementos constituyen evidencia de una intensa a

posici?n de materiales org?nicos. Ahora bien, estas

interfaces no son homog?neas en el sitio, y muchas

veces est?n entremezcladas con entierros y ocupa ciones menos intensas; en otras palabras, m?s que un

abandono, evidencian una disminuci?n en la inten

sidad de la ocupaci?n. En la interfaz entre el Mochica

Tard?o y el Transicional es donde se pudo confirmar

la presencia de lo que hab?amos venido llamando la

"capa de fiesta" (Castillo 2003; Figura 35). Parecer?a

que esta capa corresponde con un evento terminal,

justo antes del colapso de los Mochicas, en el que se

dejaron semienterradas ollas de tama?o mediano,

seguramente usadas para producir la chicha ritual, con el objetivo de volver a ellas en la pr?xima opor tunidad ceremonial. Si este fue el caso, la presencia tan frecuente de este tipo de materiales podr?a signi ficar que la disminuci?n en la intensidad de uso del

sitio por los Mochica Tard?o fue s?bita y terminante

y que las personas que enterraron las ollas en la "capa de fiesta" nunca pudieron regresar al sitio. Tambi?n

es posible que las ollas enterradas por ciertos grupos

presencia de paicas y ollas abandonadas, as? como una densa capa de sedimento org?nico. Estos

ctividad en el ?rea.

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Page 53: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

y, por lo tanto, en ciertos sectores de SJM, no hayan sido reclamadas porque sus propietarios fueron, por

alguna raz?n, excluidos del sitio. Esto ser?a muy

congruente con un estado de guerra end?mica y enfrentamiento entre las poblaciones del valle, escenario que hipot?ticamente hemos postulado para el final del Mochica Tard?o (Castillo, en prensa).

En lo que respecta a los pisos de ocupaci?n, se

ha podido verificar que hubo momentos en los que las actividades ceremoniales se intensificaron, produ ci?ndose muchas m?s alteraciones en los pisos de

ocupaci?n, mientras que en otros la intensidad fue

menor (Figura 36). Parecer?a que la mayor intensidad

est? relacionada con la construcci?n de tumbas y con

rituales funerarios, mientras que en ausencia de

tumbas la actividad fue menor. No todas las tumbas

descubiertas en SJM para el per?odo Mochica Tard?o

fueron de individuos de la ?lite. Con frecuencia se

han encontrado cuerpos dispuestos en tumbas de fosa

muy superficiales, con muy pocas o ninguna asociaci?n. Estos restos, entre los que abundan los

ni?os peque?os y las mujeres, parecen corresponder con individuos de las clases bajas de la sociedad

Mochica. Hemos denominado a estos entierros

"informales" puesto que no se ajustan a los patrones funerarios de las ?lites Mochicas. Un estudio realizado

con una colecci?n de casi cincuenta de estos entierros

ha revelado que su adhesi?n a los criterios de orien

taci?n y posici?n del cuerpo son mucho m?s diversos

que los que encontramos en tumbas de bota (Donley 2004). Los entierros "informales" aparecen en las

capas de relleno adyacentes a los pisos donde se

preparaba y consum?a la chicha. Es de suponer que las personas enterradas en ellos corresponden a las

clases bajas de la sociedad Mochica por sus pobres asociaciones y poca preparaci?n de las tumbas. Dado

que estos entierros no presentaron ning?n caso de

"huesos a la deriva" (Nelson y Castillo 1997), supo nemos que estas personas participaron en las acti

vidades de servicio relacionadas con la preparaci?n de la chicha y que murieron durante las fiestas.

En la cuarta etapa de las excavaciones en SJM hemos dado m?s atenci?n al estudio del per?odo Transicional y en particular a sus pr?cticas funerarias.

Como dijimos antes, el ?nfasis en un per?odo o

aspecto en desmedro de otros es en parte producto

del azar, puesto que simplemente nos "encontramos"

con contextos muy significativos pertenecientes a

dicho per?odo; y en parte producto del dise?o, puesto

que a partir de un hallazgo fortuito, por ejemplo una

tumba Transicional, desarrollamos una estrategia para

poder abarcar otras manifestaciones del mismo

fen?meno. Nuestra intenci?n ?ltima es poder correla

cionar los fen?menos horizontalmente, con otros

contextos de la misma ?poca y, verticalmente, con

fen?menos que son sus antecedentes y consecuentes.

A partir del 2002 enfatizamos las exploraciones de la zona norte de la "Cancha de F?tbol," en un

?rea que previamente hab?a recibido poca atenci?n

del programa (Figura 3). En esta zona excavamos una

serie de ?reas que contuvieron evidencia notable de

las pr?cticas funerarias Transicionales, particular mente tumbas de c?mara de diversa forma y contenido (Figura 37). Estratigr?ficamente las tumbas

aparec?an en dos capas superpuestas. En la capa su

perior aparecieron tumbas peque?as de c?mara, de

forma cuadrada muy semejantes unas a las otras. En

la capa inferior encontramos c?maras m?s grandes y de formas m?s diversas con asociaciones singu larmente ricas. Hemos optado por considerar estas

diferencias estratigr?ficas y su correlaci?n con dife

rentes tipos de tumbas, como suficientemente signifi cativas como para confirmar la divisi?n del per?odo Transicional en dos momentos que llamamos las fases

A y (Figura 4). As?, el Transicional B, la fase tard?a, se asocia con tumbas peque?as y cuadradas, que inusualmente fueron en su mayor?a saqueadas o al

teradas en la antig?edad y en las que abunda la

cer?mica de estilo Cajamarca (Bernuy y Bernal 2008;

Figura 38). En este estilo lo t?pico son platos y cuencos, de base anular o tr?pode, con engobe y/o elaborados ?ntegramente con caol?n y decorados con

pintura de l?nea fina de motivos abstractos (Figura 21). En el Transicional A, la fase m?s temprana, las

tumbas tienen formas menos similares entre s?, con

un rango de tama?o que va desde c?maras de siete

por siete metros, con nichos en las paredes y sub

divisiones internas (Tumba M-U 1242; Figura 39), hasta c?maras cuadradas de cinco por cinco metros,

sin nichos y con m?ltiples individuos y reocupaciones (Tumba M-U 615). Las tumbas de la fase Transicional

A, quiz? por su proximidad temporal con el per?odo

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Castillo et al: Ideobg?ay poder

Area 26, Capa 8

Area 26, Capa 10

Figura 36. Capas 8 y 10 del ?rea 26. Se observa y compara la intensidad de la ocupaci?n y las caracter?sticas arqueol?gicas de las superficies de uso de la primera capa Mochica Tard?o

(Capa 8) y la ?ltima capa del per?odo Mochica Medio (Capa 10).

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Page 55: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

Figura 37. Plano del sector norte de la "Cancha de F?tbol" de SJM donde se observa la concentraci?n de tumbas de c?mara del per?odo Transicional junto a otras tumbas de fosa asociadas al mismo per?odo.

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Page 56: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Castillo et al: Ideobg?a y poder

Figura 38. C?mara Transicional Tard?o M-U 1217. N?tese los cr?neos humanos, los fragmentos de cer?mica y las

grandes lajas de piedra disturbadas al interior del recinto.

Mochica Tard?o, contienen m?s objetos verdadera

mente de tr?nsito, es decir, que combinan rasgos claramente Mochicas con caracter?sticas propias de

la cer?mica de los per?odos que se desarrollaron

subsecuentemente. Adem?s, aparecen otros artefactos

de tradici?n Mochica como crisoles, adornos de metal

y piruros, as? como cer?mica de estilo Cajamarca,

aunque en menor proporci?n que en la fase siguiente

(Bernuy y Bernal 2008). La diferenciaci?n del per?odo Transicional en

dos fases se ha confirmado estratigr?ficamente en una

serie de zonas del sitio. En algunas de las unidades

excavadas la presencia del per?odo Transicional fue

m?s bien leve y consisti? de superposiciones de pisos

muy desgastados. Cabr?a la posibilidad de que en la

zona norte se haya dado una ocupaci?n m?s intensa, o que se haya definido una suerte de recinto funerario,

donde la intensificaci?n de la ocupaci?n determin?

que pudi?ramos distinguir fases y no s?lo capas. La

idea de un recinto se sustenta en el hecho de que hemos encontrado el ?rea parcialmente circundada

por un muro s?lido de metro y medio de alto. Este

muro definir?a un espacio cuadrangular al interior

del cual se ubic? la mayor?a de las tumbas que describiremos a continuaci?n (Figura 40).

Durante la fase Transicional las tumbas caracte

r?sticas son c?maras peque?as, de aproximadamente dos por dos metros, con accesos ubicados general mente en la pared norte (Figura 41). La construcci?n

de las c?maras presenta marcadas diferencias, ya que en algunos casos las paredes estaban enlucidas,

mientras que en otros hab?an sido dejadas pr?cti camente sin tratamiento; en unas el piso era plano,

compuesto por una gruesa capa de barro fino, y en

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Page 57: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

Figura 39. Tumba de c?mara Transicional Temprano M-U 1242, la c?mara funeraria m?s grande excavada en SJM. N?tese la entrada alargada orientada al suroeste que conecta con el anexo interior. La antec?mara contiene la mayor?a

de ofrendas cer?micas e individuos sacrificados, mientras que en la c?mara se hall? el ata?d principal enchapado con

placas de cobre pero que sin embargo estaba vac?o.

otras era irregular y presentaba alineamientos de ado

bes sueltos. En todos los casos parece que estas tumbas

fueron semisubterr?neas, que estuvieron techadas y

que el ingreso a ellas se hac?a por un acceso en el

muro norte. Lo que resulta enigm?tico de estas

tumbas es que sus contenidos est?n mezclados e

incompletos, sus restos humanos est?n desarticulados

y alterados en sus posiciones, y que muchos objetos

y fragmentos han desaparecido de las tumbas. En

consecuencia, resulta muy importante tratar de

reconstruir y entender los sucesos que llevaron a las

tumbas Transicionales al estado en que las en

contramos. A?n cuando algunas de las c?maras han

aparecido completamente vac?as, dos parecen ser los

tipos de contenidos: a) las que contienen entierros

secundarios de huesos sueltos y ofrendas mayo

ritariamente fragmentadas, y b) las que contienen

restos ?seos humanos que claramente fueron pri marios y estuvieron articulados, pero que al momento

de hallarlas hab?an sido alteradas, not?ndose la falta

de numerosos huesos y la aparici?n de ofrendas rotas

y desperdigadas tanto dentro de las c?maras como

fuera de ellas. El primer caso es inusual para la costa,

a?n cuando en los complejos arqueol?gicos de Huaca

de la Luna y El Brujo se han encontrado evidencias

irrefutables de entierros donde parecer?a que los

huesos y las ofrendas hubieran sido extra?dos de

alguna tumba importante y llevados all? en sacos, con

la tierra que tuvieron asociados, para ser reenterrados

(Franco et al. 2001; Uceda 1997). Las c?maras

Transicionales del primer tipo son ejemplos de este

tratamiento y sus ocupantes provendr?an de lugares

56

Page 58: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Castillo et al: Ideologia y poder

Figura 40. Lado sur del muro perimetral que encierra la concentraci?n de tumbas Transicionales del sector norte de la "Cancha de F?tbol" de SJM, registrado en el ?rea 27.

alejados. En el estudio de este tipo de c?maras se

document? que los individuos estaban incompletos, que abundan los huesos largos y los cr?neos, mientras

que los huesos peque?os, sobre todo dedos, costillas

y v?rtebras, aparecieron en n?meros mucho m?s

bajos. Esta carencia de huesos peque?os nos hace

suponer que cuando los restos humanos fueron reti

rados de sus entierros primarios, se extrajeron s?lo

los huesos m?s grandes, dejando los peque?os en el

lugar. Si bien los entierros secundarios son mino

ritarios en la costa, la pr?ctica de los "huesos a la

deriva" es muy frecuente en los entierros Mochicas

(Nelson y Castillo 1997; Verano 2001). En esta

pr?ctica los restos ?seos de individuos Mochicas

aparecen fuera de su posici?n anat?mica debido a

que los cad?veres se trasladaban cuando ya su descom

posici?n estaba muy avanzada. El lugar donde mor?a

un individuo y el lugar en que era enterrado pod?an estar muy alejados y tambi?n pod?a transcurrir mucho

tiempo entre una situaci?n y otra. Ambas pr?cticas funerarias parecer?an haber estado ligadas con cultos

a los ancestros que habr?an requerido el traslado de

los restos de los mismos y su localizaci?n en SJM. El segundo tipo de tumbas de c?mara de la fase

Transicional B, las que aparecen alteradas y en

desorden, es a?n m?s inusual por las condiciones en

las que encontramos los artefactos y restos humanos.

La condici?n inusual es que fueron abiertas y alteradas

en alg?n momento entre el final del per?odo Tran

sicional y la ocupaci?n Lambayeque. Ubicarlas para alterarlas no debe haber sido una tarea dif?cil en

tonces, puesto que por su car?cter semisubterr?neo

deben haber sido bastante conspicuas. Dentro de ellas

lo que encontramos son restos humanos alterados,

57

Page 59: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

Figura 41. C?mara Transicional Tard?o M-U 1311. N?tese el grado de alteraci?n de los restos humanos y las vasijas al interior de la c?mara.

movidos de lugar y muchas veces desmembrados. Las

asociaciones, mayoritariamente huesos de cam?lidos

y cer?mica, aparecieron alterados, rotos y en desorden,

dentro y fuera de las c?maras, a veces a varios metros

de la entrada. En el caso de las ofrendas parece no

faltar nada, al menos nada notorio. Estas tumbas

contuvieron muy pocos artefactos de metal, que apa recen fraccionados. En suma, las tumbas de c?mara

de este tipo parecen haber sido alteradas, desacra

lizadas y desfiguradas intencionalmente, lo que nos

lleva a plantearnos el porqu? de esta pr?ctica. La sustracci?n de elementos o restos no parece

haber sido el m?vil de la alteraci?n. Para explicar este inusual fen?meno pareciera necesario pregun tarnos acerca la construcci?n de las relaciones entre

los individuos y los territorios, en las formas de

generar la estructuraci?n del mundo, en su apro

piaci?n y en la legitimaci?n de derechos de propiedad a partir de ritos de ancestralidad. La alteraci?n de

estos contextos habr?a tenido el efecto inverso al de

los entierros secundarios, puesto que en este caso se

destru?an y se alteraban las tumbas seguramente para desmontar la legitimidad y la propiedad del territorio

que habr?a sido simb?licamente construida con los

contextos funerarios trasplantados. Es interesante

anotar que las dos variedades de tumbas de c?mara

del Transicional contienen frecuentemente mate

riales for?neos, particularmente cer?mica de estilo

Cajamarca y Vi?aque (Figuras 21 y 22). Sobre este

tipo de cer?mica se ha documentado el mayor n?mero

de marcas postcocci?n, pr?ctica muy inusual y que a

todas luces identifica al propietario y no al productor,

ya que aparece la misma marca sobre piezas de alfares

totalmente distintos (Figura 42). Todo esto nos hace

58

Page 60: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Castillo et al: Ideologia y poder

sospechar un posible origen serrano de las personas enterradas en las c?maras. Para una comunidad mi

grante, la afirmaci?n de legitimidad a partir de un

"traslado de ancestros" y de la implantaci?n de una

"comunidad funeraria" habr?a sido una estrategia coherente. Asimismo, para quien hubiera tratado de

erradicarlos del lugar, destruir los s?mbolos de su

legitimidad habr?a sido igualmente coherente.

Un ejemplo alternativo de tratamiento funerario

complejo durante la fase Transicional es la tumba

de fosa m?ltiple M-U 1221 (Rengifo 2004; Rengifo y Barrag?n 2005). Se trata de una tumba de fosa pro funda en la que se identificaron los cuerpos de seis

personas, asociadas con cr?neos humanos, ceramios,

piruros y artefactos en miniatura, en hueso, metal y

piedra (Figura 43). Lo que resulta peculiar de esta

tumba es la complejidad de la secuencia de enterra

miento de los siete ocupantes (Figura 44). Primero,

sobre una matriz recortada en un piso Mochica, se

colocaron dos mujeres, una al lado de la otra orientadas

hacia el suroeste; luego se depositaron, sobre las

anteriores, otros tres individuos, un hombre, una

mujer y un ni?o; finalmente, se coloc? sobre los restos

anteriores a un hombre adulto. Todo parece indicar

que entre cada deposici?n transcurri? un lapso de

tiempo prolongado, suficiente como para que los

?nicos restos fueran huesos. Adicionalmente, el

hombre adulto recibi? como ofrenda ocho cr?neos

humanos que se dispusieron alrededor de su cuerpo

y en el relleno de la tumba. De estos, s?lo uno

presentaba v?rtebras cervicales lo que hace presumir

que los otros fueron posiblemente extra?dos de otras

tumbas. Las asociaciones cer?micas son del mismo

tipo que las que aparecieron en las c?maras peque?as,

predominando la cer?mica de estilo Cajamarca y las

botellas negras t?picamente Transicionales. Adem?s,

apareci? una gran cantidad de piruros, restos mala

col?gicos, l?ticos, artefactos de metal y una concen

traci?n de limonita. Un estudio cuidadoso de estos

artefactos revela que en su conjunto ellos pudieron

Figura 42. Fragmentos de cer?mica con marcas post-cocci?n asociados al per?odo Transicional

y excavados en SJM.

59

Page 61: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

Figura 43. Tumba Transicional M-U 1221, perteneciente a posibles Chamanas enterradas con varios de los artefactos

que habr?an usado en sus rituales. N?tese que adem?s de los 7 individuos enterrados, se adicionaron 8 cr?neos humanos como ofrendas.

tener una funci?n ritual asociada a actividades de

curander?a o chamanismo. Esta pudo ser la tumba

de uno o varios curanderos o curanderas que fueron

enterrados a lo largo de un extenso per?odo de tiempo. Cabe se?alar que la mayor?a de artefactos de posible uso cham?nico estuvo asociado con una mujer adulta

que fue la primera ocupante de la tumba. La tumba

M-U 1221 es inusualmente rica para ser una tumba

de fosa, pero su singularidad tambi?n reside en la

distribuci?n de algunos de sus elementos. Dos

aspectos singulares fueron el uso de algunos huesos

largos extra?dos de las primeras ocupantes y que fueron usados para crear un lecho sobre el que repos? el hombre adulto del ?ltimo evento funerario. As?

tambi?n se hall? una flauta de arcilla insertada en la

zona p?bica de una de las mujeres del segundo grupo.

Ambas pr?cticas no tienen antecedente en el registro

arqueol?gico de la costa norte.

Las modalidades funerarias propias de la fase

Transicional A son muy diferentes a las tumbas de la

fase Transicional B, seguramente porque se derivan

de procesos culturales y sociales donde el peso de la

entonces fenecida tradici?n Mochica y el reco

nocimiento o distanciamiento de ella parecen ser

fundamentales. Corresponde a este per?odo la tumba

M-U 615, discutida anteriormente, en la que en

contramos un patr?n funerario en el que m?ltiples individuos fueron enterrados en la misma c?mara a

trav?s de un proceso continuo de deposici?n (Ruca bado 2006, 2008). Algunas tumbas de fosa, simples en su contenido y disposici?n, tambi?n corresponden a la fase Transicional A, a?n cuando resulta dif?cil

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Page 62: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Castillo et al: Ideolog?a y poder

Figura 44. Secuencia de deposici?n de la tumba M-U 1221 a partir de los dibujos de planta de cada uno de los niveles excavados.

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Page 63: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

diferenciarlas de las que corresponden a la siguiente fase. Dos tumbas de c?mara excavadas en las

temporadas 2002 y 2004, las tumbas M-U 1045 y M-U 1242 respectivamente, destacan por su riqueza

y porque, a trav?s del estudio de sus formas y contenidos y del ritual que llev? a su elaboraci?n,

podemos advertir las caracter?sticas esenciales de esta

?poca de cambios fundamentales en la historia del

valle de Jequetepeque. La tumba M-U 1045 es uno de los contextos

funerarios m?s ricos y complejos excavados en San

Jos? de Moro (Figuras 45 y 46). Por su ubicaci?n

temporal, su forma, contenido y organizaci?n, esta

c?mara funeraria es una suerte de eslab?n entre las

tumbas de c?mara Mochicas Tard?as y las tumbas de

c?mara Transicionales. La c?mara M-U 1045 tiene

una planta rectangular, con banquetas laterales y un

acceso abierto en la pared norte, as? como cuatro

columnas que sosten?an un techo compuesto por vigas

y viguetas. En las paredes tiene nichos que contu

vieron gran cantidad y diversidad de asociaciones,

incluyendo maquetas, cer?mica de diversos estilos y

or?genes, huesos de cam?lidos, crisoles y artefactos

de uso ritual. Como sucedi? en el caso de las c?maras

Mochicas, algunos nichos aparecieron vac?os y no es

posible determinar si originalmente contuvieron ar

tefactos fabricados con materiales org?nicos, como

madera o textiles, que no han sobrevivido. La c?mara

parece haber sido construida para albergar los restos

de tres ocupantes principales, dos mujeres y un ni?o,

que se encontraron en ata?des dispuestos sobre el

piso. Adem?s de estos, aparecieron asociados, a ma

nera de ofrendas, dos hombres j?venes extendidos y orientados de la misma manera que los individuos

principales. Sobre las dem?s asociaciones, a manera

de ?ltimo aporte a la tumba, se coloc? un envoltorio

cuadrangular dentro del cual se hallaron cuatro ni?os

peque?os y las piernas de tres individuos adultos.

Formalmente, es decir, si s?lo consideramos su

estructura, la tumba M-U 1045 es muy semejante a

las c?maras Mochicas de las Sacerdotisas, excepto por el acceso y los nichos de la pared norte. Las dimen

Figura 45. Tumba de C?mara Transicional Temprano M-U 1045. N?tese la gran cantidad de cer?mica dispuesta en los nichos, sobre el piso y alrededor de los individuos principales colocados al centro de la tumba.

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Page 64: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Castillo et ai: Ideobg?a y poder

Figura 46. Tumba M-U 1045, dibujo de planta.

siones, la division en una antec?mara y la c?mara

misma, el hecho de que haya tenido cuatro grandes columnas, la ubicaci?n y orientaci?n de los individuos

principales, la distribuci?n y organizaci?n de la

cer?mica (alrededor de 300 piezas) son factores que se?alan una serie de continuidades con el patr?n funerario de ?lite Mochica Tard?o. Estas semejanzas contrastan con las marcadas diferencias en el tipo y decoraci?n de la cer?mica. En esta tumba se encontr?

una numerosa colecci?n de cer?mica Cajamarca,

incluyendo platos, cuencos, cucharitas y c?ntaros

(Figura 47). En muchos casos encontramos dos

ejemplos casi id?nticos de cada pieza de cer?mica

Cajamarca, as? como marcas post-cocci?n con dise?os

complejos, que incluyen la panoplia emblem?tica

para San Jos? de Moro (Figura 48). Las piezas

duplicadas y las marcas post-cocci?n, caracter?sticas

de la cer?mica Cajamarca ya antes mencionada,

63

Page 65: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

Figura 48. Tumba M-U 1045. Vasija retrato con una marca post cocci?n, el dise?o corresponde a la panoplia de SJM.

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Page 66: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Castillo et al: Ideohgla y poder

tambi?n se dieron en ceramios de otros tipos y

or?genes. La tumba M-U 1045 se ubica no s?lo

temporalmente en el tr?nsito que ocurre al final del

per?odo Mochica, sino que conceptualmente re?ne

rasgos de las dos tradiciones, adiciona una fuerte

influencia externa y sintetiza estas tradiciones dando

lugar a la peculiar identidad del per?odo Transicional.

Finalmente, cabe se?alar que si se pudiera reconocer

alguna identidad o funci?n de parte de los ocupantes,

mayoritariamente femeninos, es que se asocian a

artefactos de uso en actividades de curanderismo y

brujer?a. Esta atribuci?n, frecuente en tumbas com

plejas de San Jos? de Moro, es quiz? el elemento de

continuidad entre una ?poca y otra. En los albores

del per?odo Transicional, San Jos? de Moro sigui? siendo un centro ceremonial y de pr?cticas cham?

nicas independientemente de que en ese momento

no pareciera haber cristalizado una identidad cultural

singular o que una sociedad o grupo estuviera a cargo. El segundo contexto funerario notable de la fase

Transicional A es la tumba de c?mara M-U 1242

(Del Carpio y Delibes 2004; Figura 39). La c?mara tiene una planta rectangular de siete por siete metros,

lo que la convierte en la tumba m?s grande excavada

en San Jos? de Moro, definida por un muro de ado

bes con nichos amplios y bajos y estuvo dividida

longitudinalmente en dos partes con la "c?mara" y "antec?mara" funeraria en el lado este y el "anexo" en

la lado oeste. El acceso a la c?mara se hac?a por una

rampa ubicada al suroeste, que conduc?a a una

apertura en la pared sur. Dada la amplitud de la

c?mara el techo necesit? nueve columnas de madera

y un intricado sistema de vigas y viguetas. La c?mara

funeraria conten?a los restos de un ata?d rectangu

lar, originalmente hecho de madera enchapado con

placas de metal recortadas en forma de olas y escaleras.

Otras placas ten?an un intricado dise?o calado donde

se pod?a ver a una mujer ataviada con una falda y con el pelo trenzado, adornada con un tocado com

puesto por dos plumas de bordes aserrados, que lleva

una copa en la mano (Fraresso 2007; Vallet 2007;

Figura 49). Esta representaci?n corresponde exacta

mente con las im?genes cl?sicas de la Sacerdotisa

Mochica (Donnan y Castillo 1992). El ata?d, sin

embargo, estaba vac?o; su ocupante original hab?a

sido extra?do y su tapa, ornamentada con las placas en forma de la silueta de la Sacerdotisa, apareci?

apoyada contra la pared de la c?mara. La alteraci?n

de esta tumba, si bien no tan radical como la que encontramos en las tumbas de c?mara de la fase

Transicional B, indica un comportamiento que se

generalizar?a despu?s con la alteraci?n sistem?tica de

Figura 49. Tumba M-U 1242. Placa de cobre recortada que presenta el dise?o de la Sacerdotisa de Moro sosteniendo una copa, representaci?n que originalmente aparece en la cer?mica de l?nea fina del per?odo Mochica Tard?o.

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Page 67: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

todos los contextos funerarios. ?Se escaparon de esta

destrucci?n las tumbas de c?mara de la fase Tran

sicional A porque no eran visibles, o la destrucci?n

no estuvo dirigida contra ellas?

A los pies de la c?mara y en un nivel un tanto

m?s bajo encontramos m?s de 10 individuos sentados

y echados sobre el piso y una concentraci?n de

cer?mica de diversos tipos y formas, en las que platos de estilo Cajamarca son las formas m?s frecuentes

(Figura 21). Todas estas evidencias defin?an un con

junto al que denominamos la "antec?mara" funeraria.

En esta secci?n de la tumba tambi?n encontramos

evidencias de alteraci?n intencional en la distribuci?n

de los artefactos, pero en este caso hab?a adem?s

evidencia de que agua y barro hab?an penetrado en

la tumba, alterando la posici?n de los restos ?seos y la cer?mica. Ambas alteraciones, la intencional y la

natural, parecen haber ocurrido algunos a?os despu?s de que la tumba fue clausurada. Asimismo, no hay razones para suponer que la sustracci?n del ocupante del ata?d no ocurri? a la vez que se alter? la "an

tec?mara."

La ?ltima secci?n, el "anexo," ocupaba la mitad

oeste de la tumba. En el "anexo" la mayor?a de las

asociaciones se encontr? en los nichos donde hallamos

grandes cantidades de botellas y platos de cer?mica,

crisoles, maquetas muy incompletas y restos de

cam?lidos. El aspecto m?s interesante de la dis

tribuci?n de los objetos hallados en los nichos de las

paredes norte y oeste del "anexo" fue que cada uno

de ellos contuvo vasijas de cer?mica de diferentes

estilos. En uno de los nichos aparecieron piezas de

clara inspiraci?n Mochica, pero con un tratamiento

menos acabado (estilo "Post Mochica," Figura 50). En el segundo encontramos dos botellas negras de

doble pico y puente decoradas con sapos modelados

y un personaje con tocado de cuatro cuernos (estilo "Proto Lambayeque," Figura 51). En el tercer nicho

encontramos una maqueta de arcilla cruda y una

concentraci?n de platos de estilo Cajamarca (Figura

52). Finalmente, delante de uno de los nichos, en el

relleno sobre el piso, apareci? una concentraci?n de

tres vasos de estilo Wari Vi?aque (Figura 53). Estas

tres magn?ficas piezas se suman a dos botellas

encontradas en la antec?mara que, en conjunto,

representan uno de los hallazgos m?s notables de

Figura 50. Tumba M-U 1242. Ejemplares de cer?mica post Mochica registrada como parte de las ofrendas cer?micas de la c?mara.

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Page 68: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

_Casti?o et al: Ideohg?a y poder _

Figura 51. Tumba M-U 1242. Colecci?n de cer?mica proto Lambayeque hallada en uno de los nichos de la c?mara.

Figura 52. Tumba M-U 1242. Colecci?n de platos Cajamarca hallada en uno de los nichos de la c?mara.

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Page 69: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

Figura 53. Tumba M-U1242, nicho con cer?mica Wari Vi?aque al momento de su excavaci?n.

cer?mica Wari en la costa norte del Per? (Figura 54).

Estas piezas fueron fabricadas originalmente en alg?n

lugar del sur del Per? y transportadas a San Jos? de

Moro para acabar su recorrido en uno de los nichos

de la tumba M-U 1242. La excavaci?n de la tumba

M-U 1242 hasta ahora nos va revelando una gran continuidad de algunos rasgos Mochicas, como la

presencia de la imagen de la Sacerdotisa, pero en el

contexto de una composici?n muy cosmopolita que se refleja en los estilos cer?micos presentes. Estos

deben ser el reflejo de la compleja situaci?n pol?tica

y cultural que defini? al per?odo Transicional du

rante su fase A.

Adem?s de las excavaciones de contextos Mo

chicas y Transicionales, durante la cuarta fase del

proyecto se ha excavado una gran cantidad de

contextos perteneciente a la ocupaci?n Lambayeque

(Bernuy 2008; Nelson et al. 2000). Como se dijo antes, la presencia de la tradici?n Lambayeque en

SJM no se expresa en monumentos o edificios y es

un tanto dif?cil definir si alguno de los pisos excavados

corresponder?a con la llegada de esta tradici?n. Nos

inclinamos a pensar que la ocupaci?n Lambayeque

corresponde al inicio de la decadencia de SJM, cuando declina el sitio como centro ceremonial re

gional en beneficio de Pacatnam?, pero conservando

a?n un cierto prestigio y, consecuentemente,

recibiendo a?n entierros de cierta importancia. Se

trat?, por tanto, de una ocupaci?n menos intensa y

mayoritariamente compuesta por contextos fu

nerarios intrusivos. Las tumbas Lambayeque pare cer?an corresponder a dos tipos en base a los objetos

que contienen: a) las que presentan cer?mica Lamba

yeque cl?sica, muy semejante a la encontrada en Bat?n

Grande (Shimada 1995; Figuras 55 y 56) y b) las

que, aunque semejantes, no corresponden con el pa tr?n cl?sico, ni presentan las formas usuales como el

"Huaco Rey" o las botellas de base pedestal (Nelson et al. 2000; Figura 57). Nos inclinamos a pensar que las diferencias entre estas dos variedades funerarias

se deben a su ubicaci?n cronol?gica. Las tumbas que no corresponden al patr?n cl?sico parecen ser m?s

antiguas y en ellas la tradici?n Lambayeque Temprana se habr?an originado como una evoluci?n del Tran

sicional (Nelson et al. 2000). La segunda variedad,

m?s apegada a la norma Lambayeque, ser?a m?s mo

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Page 70: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Figura 54. Tumba M-U1242, colecci?n cer?mica de influencia Wari registrada en esta c?mara funeraria.

derna y en estas tumbas podr?amos ver c?mo se

impone sobre el valle de Jequetepeque el control de

un estado expansivo for?neo. Esta divisi?n es tentativa

puesto que no podemos descartar que ambos tipos sean contempor?neos, expresando entonces diferentes

identidades, m?s o menos afines a la "civilizaci?n"

Lambayeque (Shimada et al. 2004). Recientemente,

sin embargo, esta concepci?n del fen?meno Lam

bayeque como intrusivo ha cambiado un tanto, ya

que hemos hallado una estructura de grandes

proporciones, que podr?a haber sido un palacio o

residencia de ?lite, en la zona sur de la "Cancha de

F?tbol." Esta estructura incluye pisos gruesos y

pulidos, paredes enlucidas y pintadas con dise?os

pol?cromos y una demarcaci?n de zonas de acti

vidades de almacenamiento y preparaci?n de

alimentos (Prieto y L?pez 2007; Figuras 58 y 59). A?n cuando est? todav?a en estudio, la presencia de

esta estructura nos revelar?a que la presencia Lam

bayeque pudo haber sido m?s intensa de lo que

esper?bamos. Finalmente, la ocupaci?n Chim? se ha loca

lizado ?nicamente en las zonas altas de las huacas

que rodean la "Cancha de F?tbol." Durante las

primeras temporadas (1991 y 1992) se perfilaron algunos pozos de huaqueros para determinar la

secuencia estratigr?fica de los mont?culos de SJM. En la parte superior de estos cortes estratigr?ficos se

document? una importante presencia de materiales

Chim? as? como algunos entierros. Posteriormente, en la temporada de campo del a?o 2000 se hizo una

trinchera en un mont?culo anexo a la Huaca Alta,

logr?ndose definir en las capas superiores una densa

estratigraf?a de capas dom?sticas de filiaci?n Chim?, en las que predominaba basura org?nica y utensilios

para la preparaci?n de alimentos. A partir del a?o 2004

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Page 71: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

Figura 55. Tumba Lambayeque M-U 1209, un cl?sico ejemplo de esta tradici?n, con el individuo en posici?n flexionada y con una botella tipo "Huaco Rey."

se continuaron las excavaciones en este mont?culo, esta vez por medio de una gran ?rea de excavaci?n

(?rea 35) que ha llegado a tener m?s de 20 por 30 metros de extensi?n (Figura 60). El mont?culo tiene

una planta cuadrangular orientada al noreste en la

que se superponen 13 capas ocupacionales asociadas

al per?odo Chim?. Todas la capas de ocupaci?n pa recen corresponder a un centro especializado en la

producci?n de chicha, el cual contaba con ?reas

espec?ficas para cada fase de la producci?n (?reas de

preparaci?n, de maceramiento-expendio y de alma

cenamiento) (Prieto 2004; Prieto y Lena 2005;

Figuras 61 y 62). Aunque no es extra?a la producci?n de chicha en San Jos? de Moro, especialmente du

rante el per?odo Mochica Tard?o, ?sta siempre estuvo

asociada a ceremonias funerarias y actividades cere

moniales de car?cter regional (Castillo 2003). Durante

el per?odo Chim? la producci?n de chicha parece haber continuado en gran escala, a?n cuando SJM

ya no funcionaba como un cementerio ni como un

centro ceremonial de escala regional. Una posible explicaci?n del car?cter de este sector

del sitio se deriva de la lectura de los datos etnohis

t?ricos producidos durante los primeros a?os de la

conquista en el valle de Jequetepeque. En ellos se

menciona que los primeros espa?oles que llegaron a

esta regi?n observaron varias tabernas^ es decir, espacios destinados a la producci?n y distribuci?n de chicha

que, seg?n Ram?rez (2002), fueron centros de produc ci?n especializados, manejados y controlados por los

curacas o se?ores locales de los pueblos para pro veerse de ella y "pagar" as? sus deberes de reciprocidad

y redistribuci?n (Ram?rez 2002). Durante el per?odo Chim? SJM habr?a sido uno de los lugares en los

70

Page 72: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Casti?o et al: Ideobg?ay poder

Lambayeque Temprano

Figura 56. Secuencia de botellas tipo "Huaco Rey" procedentes de contextos funerarios excavados en SJM.

que se produc?a chicha en cantidades suficientemente

grandes como asegurar un suministro confiable. La

chicha, en el contexto de las interacciones establecidas

por el estado Chim?, debi? funcionar no s?lo como

medio de pago ritual, o como elemento de activaci?n

ceremonial, sino como agente de integraci?n social,

fundamental para establecer las alianzas estrat?gicas a partir de relaciones de parentesco (Castillo 2001,

2003). La proximidad entre SJM y el centro ad

ministrativo Chim? del Algarrobal del Moro (Mackey 1997) permitir?a inferir que existi? una relaci?n

funcional entre los dos sitios, siendo el primero el

espacio productivo y el segundo la sede administrativa

desde donde la ?lite Chim? debi? ejercer el poder.

La comparaci?n de los materiales asociados a ambos

ha permitido definir que son contempor?neos. Los

datos recuperados en el ?rea 35 no nos permiten establecer alg?n tipo de actividad dom?stica o de

habitaci?n, por lo que queda descartada alguna funci?n residencial. Con respecto al destino del

brebaje, dado que nuestros c?lculos nos permiten inferir que se produc?a continuamente m?s de 1000

litros de chicha (Prieto 2006), podemos inferir que ?sta fue utilizada en ceremonias de escala estatal, en

fiestas comunales y, seguramente, en ceremonias de

culto a los ancestros que hipot?ticamente se habr?an

realizado en las plazas del centro administrativo del

Algarrobal del Moro. El hecho que una bebida apa

71

Page 73: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

Figura 57. Tumba Lambayeque M-U 508, se observa al individuo principal en posici?n flexionada con un tumi sobre sus manos, as? como algunas vasijas registradas

como parte de

este contexto.

rentemente de consumo cotidiano (Camino 1987) fuera producida en centros especializados controlados

por el aparato estatal y al mismo tiempo fuera

consumida bajo condiciones especiales, cargadas de

un profundo simbolismo, le otorga un valor agregado

que el estado pudo manejar como parte del control

de ciertos bienes en su af?n por ostentar y mantener

la legitimidad y el orden impuesto (Baines y Yoffee 1998). Al parecer, durante el per?odo Chim?, esta

estrategia fue parte de una compleja red de abaste

cimiento de productos claves como, por ejemplo, la

cer?mica fina, los textiles, los objetos de metal, etc.,

los cuales fueron controlados por el estado y consu

midos en situaciones especiales. Por el momento nos falta definir cu?l fue el

sistema de aprovisionamiento utilizado para obtener

las materias primas y las vasijas necesarias para la

producci?n. El descubrimiento de hornos para hacer

paicas en el sitio de Farf?n (Mackey 2005) indicar?a

que el mismo estado fue el encargado de fabricar y distribuir los utensilios necesarios para la producci?n de chicha, logrando al mismo tiempo la estandari

zaci?n en las medidas de almacenamiento (Prieto

2006). En asociaci?n con las vasijas de preparaci?n y maceraci?n de chicha se ha hallado una vasta cantidad

de utensilios de madera y textiles, as? como restos

vegetales en muy buen estado de conservaci?n que, en conjunto, habr?an sido parte del mismo proceso

productivo. Si bien es cierto SJM no fue m?s un centro ce

72

Page 74: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Castillo et al: Ideobglay poder

Figura 58. Residencia de ?lite Lambayeque excavada en la Unidad 35 de SJM. La vista corresponde a la parte centrai,

posiblemente la cocina y ?rea domestica de la residencia.

Figura 59. Mural pol?cromo que decoraba una de las paredes del sector norte de la residencia de ?lite Lambayeque, que habr?a correspondido con el ?rea p?blica de este conjunto.

73

Page 75: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

Figura 60. ?rea 35, Capa 7, correspondiente a la ocupaci?n Chim? Tard?o de SJM.

remonial de escala regional, no estuvo excluido de la

vida pol?tica, productiva y ceremonial del valle.

Probablemente la construcci?n del centro adminis

trativo del Algarrobal del Moro y del centro de

producci?n de chicha indicar?a que el prestigio del

sitio no se perdi? y que, por el contrario, los nuevos

grupos que ostentaron el poder reconocieron el peso de su rica historia ocupacional, la cual debi? seguir

vigente por muchos a?os m?s en la memoria colectiva

de los pobladores del valle de Jequetepeque.

Conclusiones y Direcciones

Luego de 15 a?os de trabajos en San Jos? de Moro las preguntas que nos hacen con m?s frecuencia son

si continuaremos los trabajos en el sitio y por cu?nto

tiempo. Si bien no se concibi? as? en su inicio, el

PASJM se ha convertido en un programa regional de

investigaci?n, de largo plazo y de car?cter multi

disciplinario. En principio, el centro de la investi

gaci?n es el sitio, pero a partir de ?l y de las proble m?ticas que se desprenden de su investigaci?n nos

hemos visto obligados a abarcar otras zonas del valle

de Jequetepeque e incluso Pampa Grande en el valle

de Chancay. Adem?s, hemos estado en continuo

di?logo con otras investigaciones de larga duraci?n,

particularmente los proyectos Sip?n, Huaca de la

Luna, El Brujo y Dos Cabezas, con quienes hemos

compartido recursos, datos e ideas, en un di?logo de

provecho para todos. Concordamos con otros colegas en que una investigaci?n arqueol?gica debe proponer una dimensi?n regional de an?lisis, pero ?sta no debe

excluir el que se enfatice el estudio intensivo de sitios

claves, ni creemos que cada programa de investigaci?n deba cubrir toda una regi?n. El grado de desarrollo

de la arqueolog?a de la costa norte nos obliga a com

plementar nuestras estrategias y a comparar nuestros

hallazgos y sus interpretaciones con los de otros pro

gramas, no por razones altruistas, sino para cumplir con los objetivos que nos trazamos.

Como dijimos en la introducci?n, un com

74

Page 76: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Casti?o et al: Ideologia y poder

Figura 61. Area 35, Capa 13, correspondiente con un ?rea de producci?n masiva de chicha durante el per?odo Chim?.

promiso de muchos a?os en un sitio reviste ciertos

riesgos y ventajas. Los riesgos m?s evidentes son que se relativice el desarrollo de una regi?n a partir de los

hallazgos de sitios excepcionales, que, como SJM y

Pampa Grande, pueden ser peculiares en su natu

raleza. Somos concientes de que muchos de los

contextos hallados en San Jos? de Moro, como la

cer?mica Wari o Caj amarca, o las tumbas Transi

cionales de c?mara, son muy singulares y no parecen

repetirse fuera del sitio. Otros aspectos, como la

secuencia ocupacional y su correlato en la secuencia

de evoluci?n de la cer?mica, no deber?an tener este

car?cter singular ya que deber?an describir con

precisi?n lo que sucedi? en la regi?n. Disparidades en las secuencias de ocupaci?n o evoluci?n, es decir, el que la misma secuencia de per?odo y fases no se

encuentre en otros sitios de la misma regi?n, plantea situaciones inesperadas que deber?n llevarnos a un

reevaluaci?n de los paradigmas que usamos. En la

arqueolog?a andina tendemos a descartar las in

terpretaciones que no concuerdan con nuestros

hallazgos, desconociendo la calidad de los proyectos

que generaron estos datos contrarios, cuando su

mayor riqueza potencial est? en su singularidad y diferencia. Tratar de contestar a la pregunta de por

qu? algo sucede de manera diferente en la misma

?poca y bajo condiciones muy semejantes, nos lleva

a abordar el tema de los desarrollos alternativos pero concurrentes. As?, por ejemplo, una gran paradoja de la arqueolog?a del norte del Jequetepeque es el

definir por qu? no aparece m?s evidencia del per?odo Transicional fuera de San Jos? de Moro. Creemos

que el avance m?s importante de la arqueolog?a Mochica en los ?ltimos a?os se debe a esta pre

disposici?n de asumir un paradigma m?s flexible, donde muchas cosas son posibles a la vez, donde el

75

Page 77: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

Figura 62. Paica Chim? hallada en el ?rea 35 cuya capacidad exced?a los 400 litros de almacenamiento.

desarrollo tom? formas y direcciones impredecibles (Castillo y Uceda 2008; Quilter 2001, 2002). Los

arque?logos que trabajamos en la costa norte del Per?

nos hemos acostumbrado a sorprendernos y tratamos

de entender, no de predecir. Las ventajas de un proyecto de larga duraci?n

son muchas. Los trabajos arqueol?gicos en San Jos? de Moro han permitido ampliar la frontera de nuestro

conocimiento sobre las sociedades de la costa norte

de manera notable, particularmente porque muchos

de los hallazgos y los procesos culturales de los que se

derivan son originales. Por ejemplo, nos han llevado

a plantear la naturaleza fragmentaria de la sociedad

Mochica, en la que cada regi?n vivi? su propio desarrollo, con una coordinaci?n muy limitada con

las otras. Esto ha devenido en que tengamos que reconocer, primero, las particularidades de cada re

gi?n, sus propios patrones arquitect?nicos y fune

rarios, su propia cronolog?a y secuencia cer?mica, y su propio y peculiar desarrollo en irrigaci?n y

metalurgia. Ahora bien, si todo es tan "propio" y sin

gular, ?d?nde reside entonces lo Mochica, lo com?n,

lo que mantuvo interconectadas a las distintas

sociedades de la costa norte, lo que en ultima instancia

evit? su "deriva cultural"? Parecer?a que, tal como

Christopher Donn?n ha venido arguyendo desde hace

varios a?os, la "goma" que mantuvo unidos a todos

los Mochicas fue una religi?n de ?lite, controlada y

propiciada por los estados, un conjunto de pr?cticas ceremoniales comunes, donde las ?lites ten?an el

protagonismo en la representaci?n y teatralizaci?n

de los mitos que aseguraban la continuidad de la

sociedad. Puesto que es presumible que las fuentes

de poder econ?mico y pol?tico fueran d?biles o poco

desarrolladas, parecer?a que los Mochicas fundaron

su poder en una peculiar combinaci?n de coerci?n e

ideolog?a. Pero esta afirmaci?n general tiene que ser

adaptada a las condiciones y formas que adquiri? en

cada regi?n. San Jos? de Moro s?lo fue la sede de un centro

de influencia que integr? el norte del valle de

Jequetepeque y, quiz? en algunos momentos, tambi?n

76

Page 78: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

Castillo et al.: Ideolog?a y poder

a la parte sur. No pretendemos convertir a SJM en

un centro ceremonial comparable con Pampa Grande

o con los complejos de la Huaca de la Luna o El

Brujo. S? creemos que SJM, durante los per?odos Mochica Tard?o y Transicional, tuvo m?s influencia,

al menos en su ?rea, que los grandes centros cere

moniales con templos monumentales y grandes urbes.

Ahora bien, en su singularidad y relativa peque?a escala, SJM ha presentado evidencia de una actividad

que no se ha visto en los otros sitios. Ninguna otra

zona o sitio de la costa norte de su tiempo ha

producido un n?mero mayor de cer?mica de estilos

Wari y derivado, o Cajamarca. En ning?n otro sitio

se ha hallado un n?mero tan considerable de botellas

del estilo Mochica Tard?o de l?nea fina. En ning?n otro sitio, a?n, se han encontrado tumbas de Sa

cerdotisas tan claramente identificadas con el ritual

del Sacrificio. A esto hay que sumar que pocos sitios

de la costa norte tienen la densidad y complejidad

estratigr?fica que hemos encontrado en San Jos? de

Moro, ni presentan la variedad tan grande de tumbas,

cer?mica y otros materiales ordenados cronol?gica mente en superposiciones f?cilmente distinguibles.

Pero San Jos? de Moro es, ante todo, un sitio

que nos habla elocuentemente del fin de los

Mochicas, de su largo proceso de languidecimiento

y de su reconstituci?n durante el Transicional. Este

es un proceso que las capas ocupacionales y los

contextos de San Jos? de Moro ilustran vivamente, en el que es posible ver los cambios sutiles en el estilo

cer?mico, y en el que hablar de influencias significa medir transformaciones en las formas, colores e iconos

que se usaban o dejaban de usar. Lo que todo este

proceso nos dice es que el final de Moche fue en

esencia una crisis de identidad, una p?rdida de

confianza en el liderazgo, una paulatina trans

formaci?n de las esferas del poder. No est? claro si

las ?lites Mochicas al final sucumbieron o simple mente se transformaron; lo cierto es que sin duda el

registro arqueol?gico nos expone un abandono de

patrones idiosincr?ticamente Mochica, del cese de la

construcci?n de tumbas y de la fabricaci?n de objetos

lit?rgicos Mochicas. En el per?odo Transicional, si

bien constatamos algunas continuidades, lo que

aparece de forma m?s evidente es un deliberado

distanciamiento y distinci?n del pasado Mochica.

Sin embargo, no todo es, ni puede ser, inductivo

y aleatorio. Los trabajos que hemos realizado hasta

ahora nos han planteado una larga serie de preguntas

respecto al origen, desarrollo, colapso y reconstituci?n

de las sociedades complejas en el valle de Jequetepeque

que no se han contestado en San Jos? de Moro, ni se

contestar?n all?. Es en este ?mbito donde el dise?o

de la investigaci?n es m?s relevante y donde el trabajo concertado con otros programas de investigaci?n es

imprescindible. Excavar adecuadamente Pampa Grande y publicar documentaci?n copiosa de sus

contextos y hallazgos es imprescindible. Entender

mejor los fen?menos de colapso en las diferentes

regiones de la costa norte es tambi?n esencial para

poder dilucidar lo que sucedi? en San Jos? de Moro.

Creemos que, por ejemplo, los artistas que trajeron a

San Jos? de Moro la decoraci?n de l?nea fina huyeron del valle de Moche o Chicama, pero no sabemos

cu?les fueron las condiciones que los llevaron a ver

como ventajoso el mudar su operaci?n a una regi?n

ignota y posiblemente m?s pobre (Castillo 2001). Yendo incluso m?s all?, es importante tratar de

entender cu?les fueron las estrategias de las sociedades

Wari en su interacci?n con sociedades costeras y de

la costa norte en particular. Todas estas preguntas sin contestar y las l?neas

que nos conducen hacia otros campos de investigaci?n

y regiones geogr?ficas justifican la continuaci?n de

los trabajos en San Jos? de Moro, el tratar de preservar

para generaciones futuras contextos intactos y el

publicar sistem?ticamente los resultados del Pro

grama. Tambi?n nos fuerzan a adaptarnos a los vientos

que soplan en la arqueolog?a peruana, con regu laciones excesivas e innecesarias, donde el trabajo en

colaboraci?n es una necesidad, donde el compromiso con el desarrollo sostenible de las comunidades donde

estamos afincados es insoslayable y donde el com

promiso con la formaci?n de nuevas generaciones de arque?logos es esencial para que el esfuerzo no

caduque en s? mismo. Creemos que todav?a no hemos

visto lo mejor que San Jos? de Moro tiene para darnos

y que la arqueolog?a de la costa norte del Per?, incluso

considerando la espectacularidad de los hallazgos de

los ?ltimos veinte a?os, tiene a?n secretos por develar.

77

Page 79: Ideologia y Poder en La Consolidacion Colapso y Reconstitucion Del Estado Mochica de Jequetepque

?awpa Pacha 29

Agradecimientos

Alcanzar 16 a?os de investigaci?n cient?fica en San

Jos? de Moro ha sido consecuencia de la perseverancia de todas y cada una de las personas e instituciones

involucradas, que hasta hoy en d?a mantienen un

cercano v?nculo con las actividades del Programa, con

sus objetivos y direcciones que va tomando con el

paso del tiempo. En este devenir hubo personas e

instituciones que de uno u otro modo aportaron a

esta causa, llegando a formar parte de un equipo

multidisciplinario e internacional en un marco de

cooperaci?n cient?fico-acad?mica.

Entre estas instituciones queremos destacar la

participaci?n de la Pontificia Universidad Cat?lica

del Per?, a trav?s de su Direcci?n Acad?mica de

Investigaci?n y su Direcci?n de Relaciones Inter

nacionales y Cooperaci?n. Tambi?n agradecemos a

instituciones como el Patronato de las Huacas de

Moche, la Fundaci?n Backus, la Fundaci?n Bruno

de Fresno, el Maya Research Program, y a la Uni

versidad de California, Los Angeles. Finalmente, queremos expresar nuestra gratitud

a personas cuya generosa participaci?n ha permitido el desarrollo arm?nico y sostenido de nuestras

actividades, que tambi?n consideramos como suyas. Entre ellas reconocemos los aportes de Christopher Donn?n, Alana Cordy-Collins, Don y Donna

McClelland, Carol Mackey y Andrew Nelson. As?

tambi?n nuestro agradecimieto al personal del

Proyecto Arqueol?gico Huacas del Sol y de la Luna, a sus directores Santiago Uceda y Ricardo Morales, a

la familia Ibarrola en San Jos? de Moro, en especial a

Ricardo y Julio Ibarrola, y a todos los arque?logos y m?s de cien estudiantes peruanos y extranjeros que han participado en las distintas temporadas de

excavaci?n y en los trabajos de an?lisis en los

laboratorios de la PUCP en Lima. Muchos quedan ausentes en este agradecimiento, pero no en nuestra

gratitud. Todos los gr?ficos, fotos y dibujos corresponden

al archivo del Programa Arqueol?gico San Jos? de

Moro.

Notas

1 La direcci?n y concepci?n del proyecto ha pasado por tres fases. En su primera fase, entre 1991 y 1994, el proyecto fue

dirigido por Christopher . Donn?n y Luis Jaime Castillo. En la segunda fase, entre 1994 y 1997, la codirecci?n del

proyecto estuvo en manos de Carol Mackey, Andrew Nelson

y Luis Jaime Castillo. Desde 1998 el proyecto ha sido dirigido por Luis Jaime Castillo, en colaboraci?n con los coautores

del presente trabajo. 2 El t?rmino "Moche Fineline Art" fue desarrollado por Donnan

y McClelland (1979, 1999) para distinguir un estilo pict?rico de decoraci?n que se basa en l?neas extremadamente finas y

dise?os escenogr?ficos complejos, de representaciones

pict?ricas que enfatizan el uso de ?reas de color y dise?os

geom?tricos. El estilo de l?nea fina se origin? en la fase III de la cer?mica Mochica del Sur y lleg? a su m?xima expresi?n en el estilo Mochica IV pict?rico. La vanante Mochica Tard?o

de l?nea fina corresponde a la tradici?n norte?a y tiene su

m?xima expresi?n en las botellas pict?ricas de SJM decoradas

con dise?os muy abigarrados y peque?os que crean una

verdadera forma de "horror al vac?o" (ver tambi?n McClelland

et al. 2007). 3 El t?rmino "paica," que se emplea localmente para describir a

un gran recipiente de cer?mica utilizado para la fermentaci?n

de la chicha, y como sin?nimo de porr?n o tinaja, se deriva

del t?rmino Mochica "paiy?k." 4 Una discusi?n m?s detallada sobre las tumbas de las dos

Sacerdotisas Mochica Tard?o, as? como de otras tres tumbas

complejas de mujeres, se puede encontrar en Castillo 2005. 5 Esta afirmaci?n no es antojadiza si consideramos que, por

cada 100 metros cuadrados de ?rea excavada, s?lo encontramos,

en promedio, 10 tumbas correspondientes a los per?odos Mochica Medio y Tard?o (aprox. 500 a 850 D.c), es decir, una tumba cada 35 a?os. En contraste, la evidencia de

actividades ceremoniales en esos mismos 350 a?os es continua. 6 Los restos de quema encontrados en las paredes externas de

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