doctrina estoica y defensa de epicuro - quevedo

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7/27/2019 Doctrina Estoica y Defensa de Epicuro - Quevedo http://slidepdf.com/reader/full/doctrina-estoica-y-defensa-de-epicuro-quevedo 1/59 Francisco de Quevedo  Nombre, origen, intento, recomendación descendencia de la doctrina estoica Defensa de Epicuro

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Francisco de Quevedo Nombre, origen, intento, recomendación descendencia de la doctrina estoicaDefensa de Epicuro

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Francisco de Quevedo

 La doctrina estoica

 y

 Defensa de Epicuro

 Nombre, origen, intento, recomendación y descendence la doctrina estoica3

Defensa de Epicuro11

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Nombre, origen, intento,

recomendación y

descendencia de la doctrinaestoica

 Defiéndese Epicuro de las calumnias vulgares

 Al docto y erudito licenciado

 Rodrigo Caro, Juez de Testamentos

Estudiemos algo para el que estudia, escribamos para ue escribe.

Pues hablar con el docto, para el que ignora, ecreditarse el que habla, no obligarle. Yo, señor, quiero qu

l libro y todo lo que en él es forzoso, se defienda en aridad de los amigos. A D. Juan de Herrera di el tratado,

Vm. las cuestiones de él. Más eruditas fueran si de su noas trasladara que escribiéndolas de la mía. Empero en ondición de mi obra no tiene lugar otra demostración de m

uena amistad. Escribiré lo que Vm. sabe mejor, como yo

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uicio es mío, las palabras son suyas, él las dice, yo lplico, epístola LXXIV: « Paréceme que yerran aquellos qu

ospechan que los fielmente dados a la filosofía so

ontumaces y enemigos, y despreciadores de lo

magistrados y de los reyes, y de aquellos por cuyutoridad es gobernada la república. Antes por e

ontrario, a ninguno son más agradecidos, pues a nad

dan más que a aquéllos a quien permiten gozar de oc

eguro. Por lo cual éstos a quienes para el propósito d

ien vivir hace la seguridad pública, es necesario que

utor de este bien le reverencien como padre. » Aquel lugue los guardaba la soledad en el rumor de las ciudadequel sitio que los vedaba su ocio en la ocupación espirituaquel huerto que con unas tapias juntaba los estudiosospartaba los solícitos; aquel pórtico que guardaba

etiramiento para el logro de todas las horas, sin el cual ni lomaestros pudieran enseñar ni los discípulos aprender, coazón merecieron el blasón de las profesiones; y por esto ombre y reconocimiento de padres, los ministros y reyeue disponen en las repúblicas el ocio que estos lugare

uardan y logran.Santifica David los portales y los atrios en la casa dDios, salmo XLIII: «Cuán amados son, Señor Dios de la

irtudes, tus tabernáculos.» Y en el verso 2: « Porque e

mejor un día en tus atrios que mil; tuve por mejor esta

despreciado en la casa de mi Dios, que habitar en lo

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abernáculos de los pecadores.» Infinita reverencia se deblos tabernáculos, atrios y casas divinas. Grande amor

econocimiento a los pórticos y retiramientos virtuosos; umo aborrecimiento a todos los lugares y escuelas en qu

e juntan los malos y los pecadores. David empieza con esoctrina, salmo I, « Bienaventurado aquel varón que no v

l concilio de los impíos, que no anda en el camino de lo

malos, que no se sienta en la cátedra de la pestilencia.»¡Oh, si aquella carta de nuestro Séneca a Lucilo valie

or carta de favor para los príncipes en recomendación dos estudiosos, contra cuyas horas se arruga el ceño de loue mandan, teniendo su ejercicio por espía y su juicio pcusación! Bien se conoce que la escribió con este intenéneca, mas no se conoce que haya conseguido su intento

El origen de los Estoicos es más anciano que el nomb

diferente del que muchos han hallado, y más nobretendo que me deban estas dos postreras prerrogativas.

La secta de los Estoicos , que entre todas las demás mion mejor vista a la virtud, y por esto mereció ser llamaderia, varonil y robusta, que tanta vecindad tiene con

alentía cristiana, y pudiera blasonar parentesco calificadon ella, si no pecara en lo demasiado de la insensibilidan que Santo Tomás la reprende y convence con lacciones de la vida de Cristo nuestro Señor Dios y homberdadero, y con él otros muchos doctores,

articularmente Pedro Comestor en su historia eclesiástic

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n los lugares que Cristo, sabiduría eterna, se afligió, urbó, se enojó, temió y lloró; esta doctrina tiene hasta hol origen poco autorizado, no el que merece y la es decento pudieron verdades tan desnudas del mundo coger

mpias de la tierra y polvo de otra fuente que de las sagradetras. Y oso afirmar que se derivan del libro sagrado de Jobrasladadas en precepto de sus acciones y palabraiteralmente. Probarélo con demostraciones y con ronología de los primeros profesores.

La doctrina toda de los Estoicos se cierra en esrincipio: que las cosas se dividen en propias y ajenas; quas propias están en nuestra mano, y las ajenas en la manjena; que aquéllas nos tocan, que estotras no noertenecen, y que por esto no nos han de perturbar ni afligue no hemos de procurar que en las cosas se haga nuestr

eseo, sino ajustar nuestro deseo con los sucesos de laosas, que así tendremos libertad, paz y quietud; y ontrario, siempre andaremos quejosos y turbados; que nemos de decir que perdemos los hijos ni la hacienda, sinue los pagamos a quien nos los prestó, y que el sabio no h

e acusar por lo que le sucediere a otro ni a sí, ni quejarse dDios. Job perdió sus hijos, la casa, la hacienda, la salud y mujer, mas no la paciencia, y a los que le daban las nueva

e que los ganados se los habían robado, que el fuego abía abrasado los criados, y el viento le había derribado

asa, no respondía quejándose de los ladrones, ni del fueg

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i del viento: no decía que se lo habían quitado; decía quuien se lo dio lo cobraba: « Dios lo dio, Dios lo quita; se

l nombre de Dios bendito.» Y no sólo lo volvía, sinambién le daba gracias porque lo había cobrado, y pa

mostrar que los reconocía por bienes ajenos, dijo: « Desnudací del vientre de mi madre, desnudo volveré .» No culpob a los ladrones ni a sí; la mujer le tentó para que culpase

Dios, y viéndole población de gusanos en un muladaonde el estiércol le acogía con asco, le dijo: « Au

ermaneces en tu simplicidad; bendice a Dios y muérete.

Reprendiéndole el bendecir a Dios con la ironía, y el nuejarse de él. A que respondió: « Has hablado como un

mujer necia. Si los bienes los recibimos de la mano de Dio

por qué no recibiremos los males? » ¿Quién negará qusta acción y palabras literalmente y sin ningún rodeo

sfuerzo de aplicación no es y son el original de la doctrinstoica, justificadas en incomparable simplicidad de varóue en la tierra no tenía semejante? No es encarecimien

mío, sino voz divina del texto. Díjole Dios a Satanás: « Acas

onsideraste a mi siervo Job, como no tiene semejante en

ierra, hombre simple y recto y temeroso de Dios, y que sparta del mal.» En sólo este capítulo se lee todo lo qurasladó Epicteto por la tradición de sus antecesores en esoctrina estoica. Léese la división de las cosas propias quon las opiniones de las cosas, y la fuga y la apetencia,

esprecio de las que son ajenas en la salud, en la vida, en

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acienda, en la mujer y los hijos. En recoger esto gasEpicteto el capítulo primero y segundo, tercero y cuar

asta el nono, sin escribir precepto que aquí no se vejecutado, y este postrero que numeré, enseña que a lo

ombres no los perturban las cosas, sino las opiniones que ellas tenemos por espantosas, no siéndolo. Pone Epictel ejemplo en la muerte, y dice que si fuera fea, a Sócrates o pareciera. ¡Cuánto mejor la ejemplifica Job, de quien eserdad se derivó a Sócrates! El mostró que ni la pobreza, a calamidad ultimada , ni la pérdida de hijos, ni ersecución de los amigos y de la mujer, ni la enfermedaor asquerosa, más horrible que la muerte, eran por orribles ni enojosas; y no sólo tuvo buenas opiniones dodas, que es lo que estaba en su mano, sino que enseñóu mujer a que tuviese buenas opiniones de ellas, y todo s

bro no se ocupa en otra cosa sino en enseñar a sus amigoue los que él padece no son males, sino que las opinioneescaminadas que ellos tenían les hacían que les pareciese

males. No sólo Job tuvo el espíritu invencible en ellos , anton estas palabras se mostró sediento de mayore

alamidades, capítulo VI: «Quien empezó me quebrantuelte su mano y acábeme, y ésta sea mi consolación, qu

fligiéndome en dolor, no perdone. » Como pudo trasladstas hazañosas razones Epicteto, cuando decía: « Plu

omine, super me calamitates. ¡Llueve, oh Dios, sobre m

alamidades!»

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El cap. XIII de nuestro Manual  confiesa es discípulo sólo en el precepto, sino en las palabras propias de esagrado libro. Dice así: en los que siguen la división dimplicio en el original griego y texto latino, y en españ

Correa, Sánchez desigualó los capítulos con otra división,o sigo la suya: « Nunca digas perdí tal cosa, sin

estituíla: si se muere tu hijo, no digas perdíle, sin

aguéle. Robáronte la heredad, también dirás que l

estituiste. Replicarás es ladrón y malo el que te la robó

qué cuidado tomas tú del cobrador que envía el acreedo

or lo que le debes?»Ya he referido el texto sagrado de la manera que Jo

izo esto, pues dándole nuevas de que el fuego le habbrasado sus ganados y los pastores, y que el viento abía enterrado en su propia casa en su ruina sus hijos; qu

os Sabeos le habían robado las vacadas y las yeguadas, os Caldeos le habían hurtado los camellos; sin diferenciel fuego y del viento, a los ladrones los reconoció pobradores que Dios le enviaba por los bienes que le habado; y no dijo robáronme los ladrones, antes dijo: « Dios m

o dio, Dios me lo quita; como a Dios agradó, así se hecho; sea el nombre del Señor bendito .» Y para ver queconoció literalmente a los ladrones por cobradores qu

Dios suele enviar, lo dijo en el cap. XIX, vers. 12: «Juntoinieron sus ladrones, y se hicieron camino por mí,

ercaron en torno mi tabernáculo.» Últimamente traduc

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Epicteto de Job aquellas palabras literalmente: «Sic

omino placuit, ita factum est »; en el capítulo postrero: «S

eo ita visum fuerit, ita fiat .»Queda cuanto a la doctrina ennoblecido el orige

stoico, deducido de este libro sagrado donde se lee obradu doctrina y más abundante en todas sus palabras. Resronológicamente probar este origen. Todos nombraríncipe de esta escuela a Zenón Citieo, llamado así de iudad de Cittio, en Cypro. Éste fue discípulo de Crate

Cínico, y persuadido de honesta y urbana vergüenziguiendo los dogmas de los Cínicos, limpió su persona dsco que afectaban y la vida de la inmundicia de sesprecio; de que se colige que la doctrina de los Estoicoue con este nombre empezó en Zenón, era de los Cínicos,ue Zenón añadió la limpieza porque el desaliño envilecid

o la difamase. No está la humildad en lo vil, sino en esprecio de lo preciso. La suciedad no es señal de abiduría, sino mancha. La sabiduría puede ser pobre y nebe ser asquerosa; mucho la dio Zenón en lo que la quita que no la inventó el primero, fue el primero que la vist

ien; tal andaba, que por no verla no la oían, y con traecente la granjeó por silbos aplauso, y por escarnio uitó, Estrabón, lib. XIV de la Patria referida a Zenóratado de Cyprio: «Tiene puerto de Cittio, que se pued

errar donde nació Zenón, capitán y príncipe de la sec

stoica.» Diógenes: « Zenón Citieo de un pueblo griego d

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Cypro; empero que fue habitado de los Phenizes .» Dicuidas lo propio: « Zenón se llamó por sobrenombre Phénix

orque los Phenizes fueron habitadores de su patria. » DicCicerón en la 5.ª de las Tusculanas: «Que los de Cittio era

henizes.» Se colige de Diógenes Laercio en la vida dZenón: « Reverenciaban a Zenón igualmente los Citieo

ue habitaban en Sidón.» Colígese de todos los autoreitados que los Cínicos y Zenón, que fue su discípulo, y apitán de los Cínicos limpios y aliñados, que se llamaro

Estoicos, se precian de ser naturales de las tierras confineon Judea, de donde se derivó la sabiduría a todas laaciones, por lo que no sólo es posible, sino fácil, anteorzoso, el haber los Cínicos y los Estoicos visto los libroagrados, siendo mezclados por la habitación con lo

Hebreos, que nunca los dejaban de la mano. Lo que se colig

e estas autoridades, y se prueba con la demostración que hecho de su doctrina y del texto del libro de Job.

El intento de los Estoicos fue despreciar todas las cosue están en ajeno poder, y esto sin despreciar sus personaon el desaliño y vileza; seguir la virtud y gozarla por virtu

por premio. Poner el espíritu más allá de las perturbacioneoner al hombre encima de las adversidades, ya que nuede estar fuera por ser hombre. Establecer por nsensibilidad la paz del alma, independiente de socorroorasteros y de sediciones interiores; vivir con el cuerp

mas no para el cuerpo. Contar por vida la buena, no la larg

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o por muchos los años, sino por inculpables. Tantoontaban que vivían como lograban. Vivían para morir, omo quien vive muriendo. Acordábanse del mucho tiempn que no fueron; sabían que había poco tiempo que era

Veían que eran poco y para poco tiempo, y creían que cadora era posible que no fuesen. No despreciaban la muertorque la tenían por el último bien de la naturaleza; no emían, porque la juzgaban descanso y forzosa. He llegado scándalo de esta secta. En la paradoja de los Estoicos se lon este título: « Puede el sabio darse la muerte, es

decente y debe hacerlo.»Animosamente se bebió la muerte Sócrate

Animosamente la saludó en el baño Séneca; aquél en ecta Jónica discípulo de Archelao ateniense, como todofirman, sin que importe la contradicción que les hace en su

ersos Sidonio, a quien desautorizan las contradiccioneue hay en ellos propios. Y si bien fue de la secta Jónicue Sidonio llama Socrática, fue el que primero mejoró studio de la astrología y filosofía moral en el de laostumbres. Y por esto con Séneca, que fue estoico, nombr

Sócrates, que lo fue antes que tuviesen el nombre: emperi Sócrates ni Séneca, el uno bebiendo el veneno y el otresangrándose en el baño, acreditaron la paradoja de podl sabio y deber darse la muerte. Los dos estabaondenados a morir; no se tomaron la muerte, sin

scogieron género de muerte, siendo forzoso padecerl

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Referiré, no sin dolor, las palabras de Séneca, epist. LXXIXPoca diferencia hay de que la muerte venga a nosotros,

ue nosotros vamos a ella. Persuádete que fue de hombr

gnorantísimo aquella palabra: Hermosa cosa es morir s

muerte.» Razones que aun no las oyó sin reprensión ilosofía idólatra, que las condena la sacrosanta verdaristiana. No sólo dice Séneca estas palabras, mas conseja y las persuade, De ira, III, cap. XV: « A cualquie

arte que mirares, allí está el fin de los males. ¿Ves aque

despeñadero? Por allí se baja a la libertad. ¿Ves aque

mar, aquel río, aquel pozo? Allí en lo hondo habita l

ibertad. ¿Ves aquel árbol corto, seco e infeliz? La liberta

uelga de él. ¿Ves tu cuello, tu garganta, tu corazón

uidas son de tu cautiverio. Dirásme: muy trabajosa

alidas me enseñas, y que requieren mucho ánimo

alentía. ¿Preguntas, pues, cuál sea el camino para libertad? Cualquier vena en el cuerpo.» Ni el ser Sénecordobés, ni el ser tales los escritos de Séneca, han podidcallarme para que en esta parte no diga que con ellas antee mostró Timón que Séneca, tanto peor cuanto mejo

ablado. Timón digo, el que por enemigo del género humanondenaron, aquél que rogaba y persuadió a los hombresue se ahorcasen de un árbol que tenía dedicado a esruto. ¿Cómo, ¡oh grande Séneca! no conociste que eobardía necia dejarse vencer del miedo de los trabajos; qu

s locura matarse por no morir? Contigo, no con Fani

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ablaba Marcial cuando dijo:

«Matóse Fanio al huir De su enemigo el rigor:Pregunto yo: ¿no es furor Matarse por no morir?»

Desquitéme de un español con otro. Admírame qudmirando nuestro Séneca en su Epicuro la valentía con qulamó bienaventurado día suyo el que moría combatido d

ncomparables dolores de la vejiga y de los intestinolagados, aconsejase la muerte violenta y desesperada po padecerlos.

Y es de advertir que no porque Séneca tenga opinión due es licito darse la muerte, es opinión estoica; no lo e

ino de un Estoico. Oigamos a nuestro Epicteto: « Hombreufrid; aguardad a Dios, hasta que él os llame y os desa

de este ministerio: entonces volved a él; ahora padeced co

nimo igual, y vivid esta región en que os puso, porque d

erdad es corto el tiempo de esta habitación, y fácil y n

esada a los que así lo sienten.» Por ser palabras éstas tanriquecidas de verdad y tan piadosas, que pudiera haberlaicho varón cristiano, se leen en favor de ellas y ecusación de los Estoicos, que dijeron las contrarias. Esutil es acusación de San Agustín, de Civ., XIX, capítulo IVYo me admiro con qué vergüenza afirman que no ha

males, diciendo que si fueran tantos que el sabio no lo

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ueda sufrir, o no los deba tolerar, que puede darse muert

sacarse de esta vida.»Débame la doctrina estoica que la defienda de la fealda

e este error, en que algunos Estoicos se culparon.

En muchas cosas, con palabras enojadas juntamentcusó a los Estoicos e hizo burla de sus doctrinas el gralutarco, siendo así que todos sus opúsculos morales sostoicos. Escribió un libro que intituló: De las comun

oticias contra los Estoicos: en algo, como hombre, habe pecar el juicio de Plutarco, y si pecó fue en esta partersuádome que todo lo que escribió contra los Estoicos fuictamen del humor y no del seso. No se podía contradecirlutarco, sino por defender la doctrina estoica; es disculpe mi atrevimiento la inocencia del culpado, a quien, no són el libro citado impugna, sino en otros dos; tiene el un

or título: Compendio del comentario en que se muestrue los Estoicos escriben cosas más absurdas que lo

oetas; y el otro: De las repugnancias de los Estoicos. Loncarecimientos y las demasías, señas son de enojo, no dgualdad. Aunque no falta razón para responder a estos tre

ibros, me falta tiempo y lugar en esta prefación. Satisfaré mayor ímpetu, en que Plutarco quiere probar que loEstoicos escriben cosas más absurdas que los poetas. Taleon sus palabras, y a cada una seguirá con asistencia driaca mi respuesta: El sabio estoico cerrado no es

detenido. No su mejor parte, porque la cárcel cierra

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uerpo, no la mente, no el juicio, no el buen propósito, no loasos del entendimiento, no los actos de la voluntad libre eas prisiones. Ningún tirano ha podido inventar cárcel paas potencias del alma, ni sus crueldades han sabido pas

e los sentidos; no pasa del cuerpo su poderío. Despeñado padece violencia. No la padece el sabio sino en suerpo: si muere despeñado, no la padece el sabio, sino sida. No llama violencia el sabio que le despeñen, porquabe cuán fácil es despeñarse él mismo, y que son muchoos que se han despeñado por donde subían alegres, ponde bajaban cuidadosos, por donde andaban seguroabe que el golpe le da la vida que se había de acabar solpe, que el alma no se despeña si no peca. Quien ayuda ue va cayendo a que caiga, y al que se muere a que muercómo le puede hacer violencia si le ayuda? Si le pudo tene

i le pudo remediar y no lo quiso, más mostró flaqueza en ue dejó de hacer que fuerza en lo que hizo. El sabio máuiere morir digno de vivir, que morir indigno de la vida. Eabio con la sombra del cuerpo defiende la luz del almntretiene con la tierra y el polvo las venganzas del tiran

on la ceniza que le satisface le engaña. En los tormentos nadece. No, porque los tormentos y los tiranos padecenuien los sufre. Si pudiera, hablando como Plutarco, refeuántos mayores tormentos padecieron los tiranos en onstancia de los mártires que los mártires en los tormento

l divino español San Lorenzo convenciera esta oposició

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El santo ardía en las parrillas, diciendo: «Tirano, vuélvemesotro lado, que ya está asado éste»; y al tirano le servíastas palabras de parrillas. Mas, pues, no me es lícito retra

mi respuesta al sagrado de la Iglesia, acordaré a Plutarco d

Anaxágoras, que haciéndole Nicocreonte majar vivo comartillos de hierro, martillaba él a Nicocreonte con decirlMaja, maja el costalillo, que Anaxágoras está donde nuede quebrantarle tu mano.» ¿Qué mejor respuesta que ue se ve? Aquí está el sabio en tormentos, y no padecquí padece el tirano que atormenta. Cristo nuestro Señ

Dios y hombre verdadero, dijo: «No temáis a los que sóueden matar el cuerpo.» ¿Quién negará que Anaxarcbedeció lo que no había oído (bien s in fe verdadera), y qulutarco duda de lo que ve, y contradice la verdad que sabei le abrasan, no se quema. No se quema el sabio que ard

uémase el vestido de su vida en el cuerpo, que no se puedegar es parte del hombre. Los tiranos queman la estatua do que no pueden quemar. Blasón mentiroso es suyo deciueman, al que queman la estatua: contra los sabios y louenos no pasa, digámoslo así, de la estatua su poder; a

o alcanza el fuego; está más allá de las iras de los hombrequel sólo pasa su castigo y sus hogueras más allá duerpo, que puede quemar las almas. Queman la parerrestre del sabio, no al sabio. Aunque es entretenido, esropósito lo que dijo un caballero francés , en tiempo d

ran Enrique: huyóse por graves delitos de Turín; pasó lo

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Alpes en las mayores nieves del invierno; supo después que habían quemado en estatua el propio día que pasó loielos de los Alpes, y dijo: « En mi vida he tenido más fr

ue el día que me quemaron.» Esto que dice de su estatu

on verdad el delincuente, dice con más verdad de su cuerpl sabio, y con gloriosa victoria triunfando el mártir de Cristerribado en la lucha, caí invencible. No lucha el sabio, e

ale al certamen, no desciende en la estacada; así lo dicEpicteto, que el sabio será invencible si no lucha ni pele

adie vence sino al que se le opone; el sabio no se oponino a los vicios y malos afectos: si le vencen, no es sabio; os vence, es invencible. Rodeado de municiones, no es

ercado. No, por la propia razón que estando preso probue no estaba detenido; está cercado su cuerpo, que es erca más apretada que tiene el sabio, y pues, rodeado d

uerpo, no está cercado en el alma en sus operacioneoluntarias, menos lo estará en las municiones. Si le vendeos enemigos, no puede ser esclavo. No, porque lonemigos venden el cuerpo, que es esclavo del sabio; no abio, que ni puede ser vendido ni esclavo. El sabio sólo e

sclavo si sirve al cuerpo; si se sirve del cuerpo, siempre eibre; en el cautiverio reina. Por esto los enemigos venden sclavo del sabio, no al sabio. Al discípulo que de

scuela estoica aprende virtud, le es lícito decir :

Desea lo que quisieresQue todo lo alcanzarás

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A estas palabras no respondo yo, porque Epicteto laesmiente en su Manual , cap. XIII: « No desees que lo qu

e hiciere se haga a tu voluntad; antes si eres sabio, has d

uerer que las cosas se hagan como se hacen

Expresamente enseña lo contrario de lo que le imponlutarco. Él dice que el Estoico desee lo que quisiere y lcanzará todo. El Estoico dice que no ha de desear qulguna cosa se haga a su voluntad, sino acomodar soluntad a cualquiera cosa que se haga. A mí me toc

mostrar en esta parte a Plutarco falto de razón, y a loEstoicos mostrarles falto de verdad. La virtud los d

iqueza, los adquiere reinos, los granjea la fortuna, lo

ace dichosos, abundantes de todo, todos de sí suficiente

unque no tengan ni una moneda de patrimonio. Esronía de Plutarco hace verdad a su pesar la virtud a quie

tribuye en el Estoico estas riquezas, este reino, eselicidad, esta abundancia. ¿Quién negará que sola puede irtud dar estas cosas, sino quien ignora la opulencia de irtud? No niego que todas estas cosas mismaparentemente las reciben los malos de los delitos y de otro

eores, y que se gastan más veces en precio de maldadeue en premio de méritos; mas estos bienes en la mannjusta que los da pierden la naturaleza, y en la codicia quos recibe el uso. A los peces igualmente los da alimento

mano que se le arroja porque se sustenten, y la que se

frece disimulando el anzuelo para pescarlos; del uno traga

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muerte, del otro alimento. El pecado y el delito dan riquezaeinos, felicidad y abundancia: con anzuelo pescan y no da

La virtud sola las da sin cautela y engaño. Si la justicia lebe solamente a la virtud, ¿por qué se persuade Plutarc

ue será tramposa con la virtud la justicia, y que no hará ue debe hacer la que castiga en todos el no hacer lo queben? No me hubiera atrevido a contradecir a Plutarco,

me hubiera podido atrever a culpar en esta parte a loEstoicos.

El instituto de esta secta fue de apatía o insensibilidaxcluyendo totalmente el padecer afectos: esta totalidad ondenaron los Pitagóricos y los Peripatéticos. De lo

menos antiguos, Lactancio, libro VI: « Furiosos son lo

stoicos que no templan los afectos, sino los quitan,

uieren en alguna manera castrar al hombre de cosa

ropias en su naturaleza.» San Jerónimo contra loelagianos, libro I: «Según los Estoicos, se ha de carecer d

fectos para la perfección; según los Peripatéticos, esto e

difícil e imposible, y a esta opinión favorece toda l

utoridad de la Sagrada Escritura.» El propio santo doct

e la Iglesia, que autoriza con la Sagrada Escritura la opinióe los Peripatéticos, desautoriza la de los Estoicos en patía, y la condena herética con el séquito de loelagianos: «Todos los afectos se pueden quitar, y todas su

bras de Pitágoras y de Zenón lo aprendieron lo

elagianos.» Julio Lipsio, varón doctísimo, en s

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anuducción a los Estoicos, dice que confiesa que prendieron de Zenón; empero se admira que el Santo dijeue lo aprendieron de Pitágoras, sentido lo contrario, comonstantemente lo prueba Lipsio. Yo quisiera que a Lipsio

sistiera para con el santísimo y doctísimo Padre aqueliedad con que por no confesar yerros en Plauto, ni eMarcial, ni en Varrón, y universalmente en todos los autore

rofanos, enmendaba, restituía lo que disonaba, pues emucho más justo presumir y consentir yerro en todos ello

ue en San Jerónimo, y más en cosa que no pudo ignoraAgradezco a Lipsio el haberme dejado esta enmienda, cuane acuso el haberla dejado error. Son forzosas las palabraatinas del Santo: «Omnes affectus tolli posse, omnesqu

orum fibras, à Pythagora, et Zenone, Pelagianu

ausisse.» Es enmienda que en el yerro tiene de sí tanta

eñas como letras, pues en Pythagora están con srtografía todas las de Apathia invertidas, y en manuense o impresores tuvo ocasión al ver las letraormales de Pythagoras en Apathia, y no conocer siguración por ser griega, y parecerles que tratando d

ilósofos era voz confín a Pythagoras, y que no habilósofo de aquel nombre; hace forzosa esta enmienda el sllí forzosa esta palabra Apathia, por ser la formal ocasióel error. Santo Tomás, doctor angélico, y con él todoondenan esta insensibilidad católicamente, sin que pued

er lícita alguna respuesta. Yo, para mostrar que no se me h

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ausado la afición con los Estoicos, confesando ser hoerejía afirmarlo, y error en la antigüedad, como lo pruebaodos, me esforzaré a interpretarlos. Ellos dicen que no an de sentir algunos afectos, y esto enseñan y es

mandan. Persuádome que algunos, por la palabra sentintendieron dejar vencer de los afectos, puesto que dentirlos nacen las virtudes, como la clemencia, piedad onmiseración, y de vencerse de ellos procede usilanimidad para poder producir las virtudes. No eortesía descaminada entender bien lo que dijeron algunoe aquellos que encaminaron todas sus acciones al bie

muchas cosas los debemos, débannos una.Su descendencia y genealogía empieza en el origen d

os Cínicos, en Zenón; prosigue en Cleantes, Crisipo, Zenóidonio, Diógenes, llamado Babilónico; Antípatro, Paneci

osidonio, Perseo, Erillo, Aristodechio, Atenodoro, EsferZenodoro, Apolonio, Asclepiodoro, Archidemo o Arched,

oción. A la doctrina estoica añade la fuente de las cienciaHomero; Séneca, siendo Estoico, los negó esta honra

rincipio en la epístola 88, y con las propias razones que

e niega, se le debe conceder; no fue en Séneca envidulpable, fue severidad celosa. Sócrates no fue Estoicmpero la doctrina estoica fue de Sócrates : lo propio digo dófocles y Demóstenes, de ninguno con más razón que dófocles. Filón se confiesa Estoico con el libro Todo sabi

s libre . Platón no se puede negar que fue Estoico, si

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rofesan sus obras. Entre los Romanos lo fueron loTuberones, los Catones, los Varrones, Traseas, PetoHelvidio Prisco, Rubelio, Plauto, Plinio, y Tácito, y MarcAntonio, emperador, y todos los que Sexto Empírico cuent

ue Estoico Virgilio, y siguió la Apathia, como expresamento enseña en el segundo libro de las Geórgicas: « Neque il

ut doluit miserans inopem, aut invidit habenti.» Hublgunos cristianos en la antigüedad que sintieron bien de lo

Estoicos; de éstos fue Arnobio, y más afecto Tertuliano, y rande Panteno, doctor de Alejandría en las cosas sagrada

Dícelo San Jerónimo: «Panteno, filósofo de la secta Estoicue enviado a la India por la grande gloria de su erudición,redicar a Cristo a los Brahmanes, y a los filósofos dquellas gentes.» Autorizó la doctrina Estoica Clemen

Alejandrino, como se conoce leyendo sus admirable

scritos. San Jerónimo sobre Isaías, cap. XX, los califica costas palabras: « Los Estoicos en muchas cosas concuerda

on nuestra doctrina.» Lipsio añade para lustre en nuestroiempos de los Estoicos a San Carlos Borromeo, si bien fu

más que Estoico, pues no cabe en la doctrina suya lo qu

upo en su santidad cristiana. Yo añado al beato Francisce Sales, pues en su introducción a la Vida devot

xpresamente incluye el Manual  de Epicteto, como onoce en los capítulos de la humildad. Añado a Just

Lipsio: fue cristiano Estoico, fue defensor de los Estoico

ue maestro de esta doctrina. El doctor Francisco Sánchez d

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as Brozas, blasón de España en la Universidad dalamanca, se precia de Estoico; en el comento que hizo ap. VI de Epicteto, él lo dijo. Yo no me atrevo a referir sualabras; yo no tengo suficiencia de Estoico, mas teng

fición a los Estoicos: hame asistido su doctrina por guía eas dudas, por consuelo en los trabajos, por defensa en laersecuciones, que tanta parte han poseído de mi vida. Ye tenido su doctrina por estudio continuo; no sé si ella henido en mí buen estudiante.

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Defensa de Epicuro

Resta la defensa de Epicuro: no la hago yo; refiero

ue hicieron hombres grandes, ni en este caso es mi caridaa primera con este nombre. Arnaudo, en su libro que llamuegos, la imprimió, mas dejando lugar a que yo no perdiel tiempo en ésta.

 No es culpa de los modernos tener a Epicuro por glotóhacerle proverbio de la embriaguez y deshonesta lascivi

o mismo precedió en la común opinión a Séneca: execrabmaldad fue en los primeros, que le hicieron proverbio vil paos que les siguieron necesariamente después; la infamjena más fácilmente se cree que se dice, y peor, pueiempre se añade. Diógenes Laercio dice que Diotim

Estoico, de envidia fingió muchos escritos torpes lasfemos, y le achacó otros a Epicuro, y los publicó paifamarle y desacreditar la escuela. Pocos hay en murmure otro, que no les parezca poco lo que oyen y verdad lo qureen. Esto sucedió a Epicuro con los demás filósofos, con

ntervención de las ruindades de la envidia. Epicuro puso elicidad en el deleite, y el deleite en la virtud, doctrina tastoica, que el carecer de este nombre no la desconocesembarazó la atención de sus discípulos, como de trastoe la dialéctica sofística, de la cual habló sola, porque

ógica en lo escolástico es grande y valiente, parte de

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eología; y el condenar la dialéctica (entiéndese sofística) eue fundaban su mayor pompa los otros filósofos, fucasión de aborrecer y difamar a Epicuro. Con felicísimstilo le defiende el primer fragmento de Petronio Arbitr

mucho pierde quien me obliga a traducir sus palabras: estaosas fueran tolerables, si hicieran lugar a quien s

ncamina a la elocuencia: ahora con la hinchazón de la

osas y el vanísimo rumor de las sentencias, só

provechan para que cuando vengan a la corte sospeche

ue han sido llevados a otro orbe de la tierra; por esto m

ersuado que los muchachos se hacen ignorantísimos e

as escuelas, pues ninguna cosa de las que no son en us

yen ni ven.

Poco es para esta defensa voz elegante; oigamos volegante, doctísima y sagrada. San Jerónimo sobre la epísto

e San Pablo a Tito: «Los Dialécticos, de quienes Aristótels príncipe, suelen tender redes de argumentos y concluir aga libertad de la retórica en las zarzas de los silogismos:sto hacen aquellos de quienes la contención es arte propiqué debe hacer el cristiano, sino huir la contienda?» Sa

Ambrosio en el Exameron: «De la manera que el agua (comicen) puede estar sobre el orbe, revolviéndose el orbe; ts la astucia dialéctica. Dame cosa a que te pueda respondeorque si no me la das, no responderé palabra.» San Agustontra Cresconio, gramático: «Esta arte que llaman dialéctic

a cual no hace otra cosa sino demostrar con la conclusión,

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a verdad a las verdades, o la mentira a las mentiras.» SaAmbrosio, de Fide ad Tratianum: «Los herejes fundan toda fuerza de su veneno en la arte dialéctica, la cual, pentencia de los filósofos, se define arte que no tiene fuer

e instruir los estudios, sino de destruirlos.» No hubo otroilósofos sino los Epicúreos que dijesen que la dialécticestruía, y no instruía los estudios. Sígase, que pues Epicuon razón desechó la dialéctica sofística, y que con la verdandignó contra si todos los filósofos, que valiéndose de alabra deleite, en que ponía la felicidad, callando la virtun que decía consistir el deleite, difamaron al filósofo máobrio y más severo. Que Epicuro dijese quo no había deleiin virtud, Séneca lo dice en el libro IVde Beneficios, cap. ILa virtud ministra los deleites; no hay deleite sin virtud.»

mismo, en el libro de la Vida bienaventurada , cap. XII: «N

e dan a la lujuria impelidos de epicuros; antes entregadosos vicios abrigaron en los retiramientos de la filosofía ujuria, y acuden donde oigan alabar el deleite, ni buscaquel deleite de Epicuro: así lo siento por ser sobrio y seco

Y en el cap. XIII: «De verdad éste es mi parecer (diré a pes

e nuestro vulgo): Epicuro enseñó doctrina santa y recta,sí te acercas triste.» Estas palabras por sí tienen soberaníichas por nuestro Séneca, ¡cuan grande estimacióolicitan a Epicuro! ¡Cuán justa indignación contra lognorantes que le difamaron, y particularmente cont

Leonides, autor de condenada memoria, por su libro, en qu

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lama a Epicuro Tersites de los filósofos; y estudiando en smengua oprobios que decir al gran filósofo, gasta su plumn distraimientos de la envidia. Este inútil escritor griego rata con tal ignominia, cuando Lucrecio en sus verso

onsolando al hombre de que ha de morir, con referir qumurieron los príncipes y los sabios, por últimncarecimiento del poder de la muerte, dice:

Murió el mismo Epicuro fenecidoEl curso de su vida, el que en ingenio

Todo el género humano aventajaba,Como sol celestial a las estrellasA todos los demás oscurecía.

Mi Juvenal, que a mi juicio escribió la política en verso

on nombre de sátiras (no sin cuidado), pues este género dilosofía más necesita de lo sátiro que de lo comendablorque más veces está el bien en lo que se deja de hacer qun lo que se hace, reprendiendo los glotones esordenados, pone por ejemplo de los sobrios bstinentes en todo rigor a Epicuro, sátira 13:

Y quien ni lee los Cínicos, ni estudiaDogmas de los Estoicos , que difierenSolamente en la capa de los Cínicos,

 Ni a Epicuro contenta con legumbres

Del huerto pobre.

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Y en la sátira 14:

Si me pregunta alguno la medidaDel censo que será bastante, digoQue cuanto pide hambre, sed y frío,Y cuanto a ti, Epicuro, te bas tabaEn los huertos pequeños.

Constante cosa es que se sustentaba el Epicuro de aguhierbas. En una carta suya que cita Laercio, dice que pan

gua le sustenta, y pide un poco de queso para regalarslinio dice fue el primero que introdujo huertos en la ciudaéneca habla de Epicuro con suma veneración, y se alaba due no habla de él como el inútil y rabioso Cleomedes, libre la Vida bienaventurada , cap. XIV: «Yo no digo lo qu

muchos de los nuestros, que la secta de Epicuro es maeste maldades; empero digo: mal nombre tiene, infamada estmas sin razón.» Sabía Séneca lo que Diógenes Laercio refien la vida de Epicuro, con estas palabras: «Diótimo Estoicor aborrecimiento que le tenía, le difamó cruelmenublicando por de Epicuro quinientas cartas lascivas eshonestas, y achacándole las que andan con nombre d

Crisipo.» En todo tiempo ha habido hombres infames quan tenido en más precio infamar a los famosos , que hacersamosos siendo infames; en Epicuro ya lo hemos visto; e

Homero ya se vio en Zoilo, que hubiera sido el más v

gnorante si Julio Escalígero siguiéndole, y a Escalíge

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tros abominables idiotas, no hubieran excedido su afrentOh postrera impiedad! Hacer en Epicuro proverbio de loicios, las virtudes; de la deshonestidad, al continente; de ula, al abstinente; de la embriaguez, al sobrio; de lo

laceres reprensibles, al tristemente retirado en estudicupado en honesta enseñanza. Muchos hombres doctomuchos padres cristianos y santos le nombraron con es

ota, no porque Epicuro fue deshonesto y vicioso, sóorque le hallaron común proverbio de vicio eshonestidad: en ellos no fue ignorancia, fue gravamen a ulpa que tenían los que con sus imposturas le introdujeron hablilla. Séneca, cuyas palabras todos los hombrerandes reparten por joyas en sus escritos, repartió en lauyas las de Epicuro, donde se leen con blasón las estrella

Cicerón llamó al libro que se intitula Canon entre las obra

e Epicuro, libro que cayó del cielo . Escribió tantos libroue dice Laercio fueron infinitos, y que excedió en el númetodos los filósofos; los títulos de todos son útiles, so

ecentes, son, como es lícito decir en un gentil, santos: enttros, escribió el libro de Apetencia y fuga, que es toda

octrina estoica que Epicteto abrevió en las dos palabraustine et abstine. Esto movió a Séneca en el libro de la Vid

ienaventurada, cap. XXX, a decir: «En esto difieren doectas, la Epicúrea y la Estoica, mas cualquiera encamina cio por diferente camino. Dice Epicuro: el sabio no

legará a la República sino cuando interviniere causa. Zenó

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ice: llegaráse a la República el sabio si no se lo impidielguna cosa: el uno apreció el propósito; el otro la causagualmente se apiadaron del sabio Zenón y Epicuro eificultarle los cargos políticos; parece que no pued

dmitirlos sin aventurarse; puestos son más apetecidos dsunto que del sabio. Más frecuente es Epicuro en las obrae Séneca, que Sócrates y Platón, y Aristóteles y Zenón. Éprecia mucho de hacerlo, y da la razón en la epístola VIIPuede ser que me preguntes por qué de Epicuro refierantas cosas bien dichas, y no de los nuestros. ¿Por quazón juzgas que estas voces son de Epicuro, y no pública

Muchos poetas dicen lo que dijeron los filósofos o debieroecir.» Por esto en veinte epístolas Séneca le cita todas laeces que necesita de socorro en las materias morales quscribe: dice en la VII: «A Metrodoro, a Erimacho, a Polien

arones grandes, no los aprovechó la escuela de Epicurino el trato.» Calificaba alabanza de la vida de Epicurprovechar más con el ejemplo que con la doctrina. En la Iefiere que dijo Epicuro: «Si a alguno no le parece bastante ue posee, aunque sea de todo el mundo señor, e

miserable.» ¿Quién puede ser sabio que no diga estaalabras? ¿Quién bueno que no las obre? En la XII dice quEpicuro dijo: «¿Qué tienes tú que embarazarte con lo ajenoLo que es verdad es mío, perseveraré en introducirte Epicuro.» Al que Séneca quiere aprovechar con Epicuro

siste. En la XIII: «¿Qué cosa hay más vergonzosa que

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iejo que empieza a vivir? No añadiera el autor de esentencia si no fuera retirada entre los dichos de Epicuro, louales yo me precio de alabar y apropiarme.» ¡Oh grandéneca, que te precias de lo que te aprovechas, que nombra

l autor ignorado de la sentencia que te ilustra! Eres lo que ve raras veces, fiel y docto. En la XVIII: «Tenía ciertoías señalados aquel maestro del deleite, Epicuro, en quscasamente satisfacía la hambre, para ver si faltaba algo dusto consumado y lleno, y cuánto, y si era digna la falta der recompensada con grande trabajo: no gastaba un dinerabal todo el sustento de Metrodoro, que no había arribad

tanta perfección.» Esta acción más facciones tiene dyuno que de glotonería: más muestran a Epicuro y

Metrodoro penitentes que bacanales. En la epístola XIXSegún lo pide el discurso nos hemos de valer de Epicur

ue dice: antes debes considerar con quién comes y bebeue no lo que comes y bebes.» Primero quiere se asegure

as costumbres en la compañía, que satisfacer el apetito en mesa. Epístola XXI: «¿Referiré el ejemplo de Epicuscribiendo a Idomeneo, y queriéndole reducir al camb

ncho (así lo leo yo, no vida, ni vía especiosa, sinspaciosa) a la gloria fiel y permanente, siendo rígidministro del poder, y ocupado en grandes negocios. Díjoli eres ambicioso de gloria, más fama te darán mis cartas , quodas estas cosas que reverencias, y por que te reverencia

Acaso mintió'? ¿Quién conociera a Idomeneo, si Epicu

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on sus cartas no le hubiera ilustrado? Todos aquellorandes magistrados y sátrapas, y el propio rey, de quien itulo de Idomeneo se derivaba, alto olvido los sepultaoderosa virtud, que con una carta reduce un tirano de

icencia del poder a la gloria segura de la virtud, y con unláusula en que le nombra, le da la memoria que no puduardar del olvido su mismo príncipe. En la propia epístolA este Epicuro escribió aquella notable sentencia, con ual le aconseja a Pythoclea no le enriquezca por el públicoudoso camino. Si quieres, dijo, enriquecer a Pythoclea, ne has de añadir dinero, sino quitarle la codicia.» ¡0h almrande y generosamente docta, fecunda de partos taelices! ¿Cuál seso humano sin luz de fe, encaminó al espíriiqueza tan decente? Bien admiró nuestro Séneca estaalabras, pues consecutivamente dijo: «Tan clara es es

entencia, que no necesita intérprete; tan docta, que no hmenester esfuerzo.» Y más abajo pocos renglones, bien

ropósito de Cleomedes, y otras lechuzas ciegas de esta lue Epicuro, dice Séneca: «Por eso de mejor voluntad refier

as admirables sentencias de Epicuro; porque aquellos que

u nombre disfamado se acogen llevados de mala esperanzmaginando hallar rebozo de sus maldades, experimenten qun cualquier parte que se acogieren han de vivir bien.» Coste propio fin refiero todas las palabras de Epicuro, con

mismo le defiendo, deseo que nadie halle acogida en homb

an admirable para su desenvoltura, rescato de poder de lo

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icios el talento admirable que se debe a los virtudes. Nudo ser tan eminente varón secuaz de las abominacioneo lo fue, fue su reprensión, fue su desengaño. En la XXIudo responderte con la voz de tu Epicuro, y calificar es

arta: «Molesto es empezar siempre la vida, o si de esmanera se declara más este sentir; mal vive quien siempmpieza a vivir.» Esta voz no pudo salir por garganrecuentada de ahítos y embriagueces, no pudo ser paso dráculos y de glotonerías. Quien decía que vivía mal, quieiempre empezaba a vivir, no podía vivir como quien niensa morirse. En la XXIV reprende Epicuro no menoquellos que desean la muerte, que a los que la temen: «Quosa tan ridícula como apetecer la muerte, cuando con

miedo de la muerte inquietas tu vida.» En pocas palabraondena con suma elegancia Epicuro la opinión de alguno

stoicos que referiremos, afirmando que el sabio puede ebe darse la muerte. Olvidóse Séneca que le citaba contí: no empero es falta de memoria, antes sobra dngenuidad. No rehusó citar la verdad contra sí. En afirmue se debía dar muerte el sabio, se mostró estoico, y e

ontradecirse, buen estoico. ¡Oh grande Séneca! Cuáelizmente sabes acertar, aun cuando te contradices. En XXV: «Agua y pan desea la naturaleza, nadie es pobre dsto: pues quien en estas cosas descansó su deseo, puedompetir en felicidad con Jove, como dice Epicuro, de quie

lguna voz mezclaré en esta carta, de tal manera (dice) h

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odas las cosas, como si alguno te viese.» Y pocoenglones mas abajo: «Lo mismo aconseja Epicuro. Entoncerincipalmente te retira a ti mismo, cuando eres forzado star en la multitud.» Estando sólo conocía Epicuro que era

estigos de sus acciones su conciencia dentro de él, y sobl Dios; quería que el hombre obrase a solas como si fuespectáculo de todos. Aconsejaba por más importanoledad la que se tenía en los propios concursos. Ningunijo primero que Epicuro que el mejor solitario era el quabía estar solo entre la gente. En la XLVI, tratando de uibro que le envió Lucilo, y alabándole encarecidamente dic

Quam dissertus fuerit ex hoc intelligas, licet levis mihi visu

st, cum esset nec mei, nec tui temporis, sed qui prim

spectu, aut Titi Livii, aut Epicuri posset videri. Hrasladado las palabras latinas, porque como reconocerá

octo que tiene ingenio, están erradas, yo las leo y restituysí; Brevis mihi visus est, nec esse mei, nec tui temporis : ue confirma el sed , que con relación comparativa le juzgor digno de Tito Livio, o de Epicuro: Levis mihi visus est , Irevis; que la mayor señal de que en libro es bueno, es qu

arezca breve, y el error fue fácil. Esta es la versión del lugaomo lo he leído. «De esto podrás entender cuán docto mareció tu libro, parecióme breve, que no era de tu tiempo, el mío, sino que a la primera vista podía parecer de Tit

Livio, o de Epicuro.» Bien encarecido queda el alto espíri

e Lucilo, de donde se conoce lo sublime del estilo d

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a hicieron desear, ni aborrecer. Hizo lo que dijo, murió comecía que se había de morir, vivió para poder morir, como lijo. Epístola XCIII: «¿Acaso no te parece igualmenncreíble, que quien está padeciendo sumos tormentos dig

oy bienaventurado? Y con todo, esta voz se oyó en lmisma oficina de los deleites: Bienaventurado es este día eue espiro, dijo Epicuro, cuando las úlceras de los intestinoel dolor insuperable de la orina le atormentaban.» Repe

éneca cuatro veces esta acción y palabras de Epicuro eus epístolas, no es proligidad, sino admiración. No eobreza de noticia de otro ejemplo, es pobreza de otjemplo, en otro que Epicuro. Verdad es que es decir un

misma cosa, más algo más trae, cuanto se repite más. No ontenta Séneca con decirlo, vuélvelo a decir paersuadirlo. Muchas veces se ha de decir la cosa, que poco

acen alguna vez, y que todos deben hacer muchas. En bro de la pobreza a Lucio, por empezarle Séneca co

majestad, dice: «Dice Epicuro que es honesta cosa obreza alegre.» ¿Qué cosa pudo decir más honesta Epicuri se pudo oír con mayor alegría? En otros muchos lugare

ita Séneca a Epicuro, que dejo por no crecer en libro esuaderno, donde lo que Diógenes Laercio, Séneca, PetronJuvenal dijeron de Epicuro muestra su grande doctrina, s

ncarecida virtud, su alta elocuencia, su rica pobreza, sbstinencia y su constancia, y juntamente la causa de qu

os otros filósofos le envidiasen, hasta fingir obra

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eshonestas e infames, y publicarlas por de Epicuro. Grands esta defensa donde bastaba nombrar a Séneca; emper

mayor es el haber yo referido lo que él enseñó y dijo, coméneca lo cita. Dará fin a esta defensa la autoridad del Sr. d

Montaña, en su libro, que en francés escribió, y se intitussais ó Discursos, libro tan grande, que quien por verejara de leer a Séneca y a Plutarco, leerá a Plutarco y éneca. En el cap. II de le crueldad, lib. II: «Parece que ombre de la virtud presupone dificultad y contraste, y quo se puede ejercitar sin padecer. ¿Esto acaso puede sausa por la cual nosotros llamamos a Dios bueno, fuertberal, justo? Empero nosotros no le llamamos virtuoso: superaciones son todas puras y sin contraste. De loilósofos, no sólo los estoicos, sino los epicúreos, y a éstoo les defiendo de la opinión común, que es falsa, n

bstante aquel mote sutil, de quien le dijo, eran infinitos loue pasaban de su escuela a la de Epicuro y ninguno ontrario. Yo creo bien, que de los gallos se hacen muchoapones, más de los capones nunca se hizo un gallo; porqula verdad, en firmeza y rigor de opiniones y preceptos,

ecta epicúrea no cede en ninguna manera a la estoica.» Y el propio libro, cap. X de los libros: «Plutarco tiene lpiniones platónicas, dulces y acomodadas a la compañivil: el otro las tiene estoicas y epicúreas, más apartadas dso común, según mi parecer, más acomodadas en particula

más firmes.» Cicerón, De natura deorum, libro I, mand

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ue Epicuro sea tenido en reverencia; éstas son sualabras: «El solo vio primero que hay dioses, cuya razóuerza y utilidad, recibimos de aquel libro suyo celestial, Da regla y del juicio .» Y en el primero de las Cuestion

usculanas, dijo: «No sólo de los epicúreos, a los cuales yo desprecio, antes, no sé por qué, del hombre docto soespreciados.» Severo el Sr. de Montaña, juzga que en lerdadero, rígido y robusto no cede la doctrina de Epicuroa estoica: no dice que la excede, no, porque no es verdaino porque no era fácil de creerse; dice que Plutarco elatónico, cuyas opiniones son opuestas a las estoicas picúreas; esto es, descubrir la causa, porque tasclarecido varón como Plutarco, vencido de la pasión de secta, contradijo con tanta pasión la estoica.

He procurado desempeñarme de las promesas de es

ntroducción previa a la doctrina estoica. La secta es fueel común sentir, mejor diré, contraria; los términos con que declara son forasteros a los espíritus vulgares, más altoe lo que puede percibir la oreja: por eso dijo Séneca, XIINo hablo contigo en la lengua estoica, sino en otra má

aja»; es lengua no sólo diferente, sino extraña la de erdad; es amarga, óyese, y en vez de aprenderse se temn es ta lengua escribió Epicteto, en esta escribió Epicuro, nn la que le achacaron a la gula y embriaguez los que nonocieron su culpa en no obedecerla. Difamáronle, lo

orpes filósofos idólatras. Admiróle Séneca, admiróle: con

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eshonra al grande cordobés, quien no lo creyere en estuien no le siguiere. No soy quien le defiende, oficio para mesigual; soy quien junta su defensa, porque no puedlasonar el vicio, que fue tan admirable filósofo su secua

Errores tuvo Epicuro como gentil, no como bestia: aquélloe condenan los católicos; éstos le achacaron lonvidiosos, y después por hallarle ya común proverbio nico de los vicios, los doctos y los santos le advirtieron pscándalo: San Crisólogo, sermón V: Epicuro se tradun

ltimo de sperationis et voluptatis autore . Comunmente ice negó la inmortalidad del alma; este error tan feo no olige de su vida ni de sus palabras, ni de llamienaventurado el día en que moría atormentado dnmensos dolores: antes es confesión de lo contrario, segúas señas que da el Espíritu Santo, de los que no creen ot

ida en el Libro de la Sabiduría. Las señas de hombre sDios, son gozar de todos los placeres y gustos, porque nreen otros; empero no gozar de ninguno y abstenerse dodos, y llamar bienaventurado el día de la muerte, señas soe creer otra vida. Acúsanle de que negó la Providenc

ivina: yo trato este punto en mi libro que intitulo: Historeologítica, política de la divina Providencia . Sea que errn esto, mas diga la causa el grande Padre Agustino, en sbro de Las ochenta y tres cuestiones , donde prueba que eguedad de la mente no puede ver a Dios: «De la mane

ue la vista de los ojos, si está enferma, juzga que no hay

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ue no ve, por demás la imagen presente asiste a los ojouando tienen cataratas, así Dios, que en todas partes esto puede ser visto de los ánimos cuya mente está ciegaor esto no vio Epicuro a Dios y a su providencia; porque s

mente no alcanzó la vista, que a nosotros nos da la fe qulcanzamos. Y, pues, por misericordia de Dios tenemos la luue le faltó a él y a todos los filósofos gentiles, estimemos ue vieron, y no les acusemos lo que dejaron de ver; cuando condenáremos no difamemos su memoria, ontradijéremos sus escritos. Oigamos por Epicuro a Eliane varia historia, lib. VI, en el título Epicuri sententia

ælicitas. Epicuro Gargecio decía: «A quien poco no le bastada le basta.» El mismo decía que se atrevería a competir d

a felicidad con Júpiter, si tuviera agua y pan. Habiendenido Epicuro este sentimiento, otra vez trataremos con qu

ntención alabó el deleite. Nada dejó por decir Eliano en defensa de Epicuro,

unque no declaró, como lo promete, de qué deleite hablabn Cicerón se lee repetidamente, L, De natura Deorum

Nosotros los epicúreos ponemos la bienaventuranza de

ida en la paz del alma, y en carecer de todas las dádivas.» n el tercero de las Tusculanas: «Niega Epicuro que uede vivir bien sin virtud. Niega que la fortuna tenglguna fuerza en el sabio, antepone la comida pobre a spléndida. Niega que hay algún tiempo en que el sabio n

ea bienaventurado.» Y en el primero de Tusculana

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Vienen no sólo catervas de epicúreos, que contradicen, os cuales no desprecio: más no sé cómo cualquieoctísimo lo desprecia.» Yo me admiro de lo que se admir

Cicerón en el segundo De Finib. «Epicuro siempre dice qu

l sabio es bienaventurado, tiene fin en las codiciaesprecia la muerte, siente sin algún miedo la verdad de loioses inmortales, no duda si será mejor salir así de la vidnstruido con estas cosas, siempre está en deleite.» Y en egundo De Finibus: «Niega Epicuro (ésta es vuestra luue nadie pueda vivir con deleite, que no vivonestamente.» Y en el tercero de las Tusculanas: «No sausa se atrevió a decir Epicuro, siempre goza de muchoienes el sabio, porque s iempre está en deleite.» Y habland

Cicerón en la proposición capital que acerca de rovidencia divina le acusan, dice en el tercero de la

Tusculanas: «Con verdad pronunció Epicuro aquelentencia: Lo que es eterno y bienaventurado, ni padecegocio ni le hace padecer.» Si esto ha de ser verdad, eorzoso que se regule con la fe santa y católica, entendiendue Dios, aunque cuida de todo, él no padece cuidado

cupación de toda su Providencia, que le embarace o semolesta, achaques de los que los hombres llaman negociouidados y ocupaciones.

 No ignoro que el propio Cicerón acusó a Epicuro emuchas cosas, y le contradijo en muchas opiniones. Suced

Cicerón contradecirse, así lo dice Quintiliano, libro III, ca

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XIII: paulum in his secum etiam Cicero dissentit : mas coeverencia de tan grande varón, oso decir que Cicerón fu

muy interesado en sus opiniones, y que padeció en sefensa la terquedad de causídico, que procuran por

recio, no sólo disculpar los delitos, sino defender lirtudes y méritos. Y es cierto que en los libros de la filosofmostró Cicerón más su oficio que su seso: quien los leyeme disculpará con lo que leyere, y verá son estas palabramenos de mi pluma que de la suya. En el primero De natur

eorum, dice : «Y de verdad, no entiendo por qué razóEpicuro quiso más decir que los dioses eran semejantes a lo

ombres, que decir que los hombres eran semejantes a loioses.»

Admírame que Cicerón ignorase cosa a que le puedesponder cualquier ignorante, como en mí lo verifico: fue

ausa que como no se ve, ni alcanza, ni puede comprender aturaleza de Dios, y la del hombre se ve y entiende pdvertencia científica, declarar lo no conocido por onocido a nuestro modo de entender, y lo contrario, errracional axioma repetido. Cristiano es: «Por las cosas qu

ueron hechas, se ven las cosas que se entiendenEnséñanos esto la Iglesia católica con la sagrada adoracióe las imágenes de Dios Padre, y del Espíritu Santo, y de llmas y ángeles, pintándolas a semejanza de los hombreara que nuestros sentidos sean capaces de

ncomprensible, a nuestro modo de entender.

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En otra parte dice Cicerón, se espanta que Homeruisiese más pintar a los dioses como hombres, que a loombres como dioses. Pues Cicerón repite esta (a sarecer) advertencia; preciado estaba de ella, o empeñado e

creditarla, cosa aun a su elegante persuasión difícil. Yo nalifico a Epicuro, refiero las calificaciones que hallo escrite su doctrina y costumbres, en los mayores hombres de entilidad; diligencia hecha primero por Diógenes Laercior Eliano, por Séneca, por Cicerón, y en nuestros tiempoor Arnaudo, en que yo que los junto soy el sexto, que nudiendo añadir autoridad a esta defensa, la añado uúmero. Dos cosas, empero, añado, y pongo eonsideración a los lectores: que Cicerón para impugnar elgunas partes la doctrina que fue de Epicuro, se vale de ue falsamente le impusieron sus envidiosos con carta

ingidas. La otra que se lee frecuentemente, que desterraroe diferentes repúblicas los Epicúreos, más nunca a Epicurntes Cicerón dice que por veneración de su memoria se trau retrato en los dedos en anillos, y Laercio, que se icieron estatuas, y se le señalaron fiestas. De esto, teng

or causa que Epicuro, para atraer fáciles a los hombres a irtud, la llamó deleite, nombre que hace más gente euestra naturaleza que el de virtud y autoridad y filosofí

Los viciosos, que fueron los Epicúreos desterradocudieron al nombre deleite, para autorizar sus vicios

esautorizar a Epicuro. Lo que consiguieron, sin culpa de lo

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ue le nombran proverbio de gula y deshonestidad; no dtra manera que ha sucedido en nuestra España a Juan de

Encina, que, siendo un sacerdote docto y ejemplarísimuerdo y pío, como consta de sus obras impresas, en que s

een muchas de seria erudición, a quien llevó en su compañl excelentísimo señor Marqués de Tarifa cuando fue en vovisitar la Casa Santa, que, no sólo le honró con su lad

ino imprimiendo en el libro que Su Excelencia hizo de iaje, el propio viaje escrito en verso por el mismo sacerdouan de la Encina; sólo porque entre otras obras de versouyos imprimió un juguete que llamó Disparates, se huedado injustamente por la tiranía del vulgo en proverbe disparates, tan recibido, que para motejar de necedade

as de cualquiera, es el común y universal modo de decir, soisparates de Juan de la Encina. A mi ver, es tan ajustado e

aso, que se pueden consolar el uno con el otro, esengañar a todos del agravio, sin razón de entrambo

Clemente Alejandrino, stromatum I, llama a Epicuro príncipe los autores impíos, y San Agustín en muchas parte

Empero, hablan del Epicuro que hallaron introducido e

roverbio de la maldad y de la doctrina impía, que al nombe Epicuro atribuyó falsamente Diotimo.Temo, escarmentado, que unos hombres que en es

iempo viven de hazañeros del estudio, cuya suficiencia eestos y ademanes, han de ladrar el haber osado yo moder

Cicerón las alabanzas en la filosofía; quiero entretenerl

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os dientes con las palabras del Diálogo de los oradore

uya posesión anda dudosa entre Tácito y Quintiliano: eas obras del uno se imprime con nombre del otro. Dice asablando de Cicerón: «Porque sus primeras oraciones n

arecen de vicios de la antigüedad, es lento en lorincipios, largo en las narraciones, ocioso en los fines, tarde conmueve, raramente se enciende.» Y aunque estacusaciones no son pocas, ni leves, añade muchas má

Consideren estos doctores en tropelía que, si en la arratoria, que fue su blasón y su oficio, y toda su presuncióue tan reprensible, que no es considerable que lo sea en ilosofía, ni yo soy el que sólo en esta parte no le admit

Léase a Hortensio Laudio en sus paradojas; léase Mayaxuán sólidamente opugna las paradojas de Cicerón.

Y si estos censores avinagrados, que apoyan l

uténtico de sus embustes en las rugas de su frentubieran leído al propio Cicerón, y todo el primer libro de Lo

nes de bienes y males, frenaran en estas palabras suenguas: « Accurate autem quondam á L. Torquato, homin

mni doctriná erudito defensa est Epicuri sententia d

oluptate.» «Con gran cuidado en otro tiempo fue defendida sentencia de deleite de Epicuro por L. Torcuato, hombrrudito en toda doctrina.» Conocieran a su pesar cuántigua es la defensa de Epicuro, y cuán grandes hombres icieron , y s i leyeran todo el libro hasta el fin, vieran erudit

ficaz, honesta y verdadera la defensa de Epicuro, según

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a enseñaba, no como se la inficionaron los envidiosos, que impusieron cartas y tratados disolutos y sacrílegos. Y ien en el segundo libro Cicerón impugna la defensa hechn el primero por Torcuato a las opiniones de Epicuro, so

eídas con seso, réplicas que sólo condenan el que las haceSexto Empírico hace en sus obras muy frecuenmención de Epicuro, Adversus Mathematicos, al princip

ice: «De una propia suerte parece que sienten los Epicúreolos Pyrrhónicos, más no con una propia acción.» Y poco

englones más abajo: «En muchas cosas es avisado dgnorante Epicuro, y por no puro en el común hablar, pueder la causa el aborrecer a Platón y a Aristóteles, y a otroemejantes que se preciaban del conocimiento de muchaisciplinas.» No dice Sexto Empírico que fue tenido pgnorante, porque lo era, sino porque tenía por ignorantes

latón y a Aristóteles.Y en el propio libro, cap. III, cuyo título es ¿Que es

ramática? empieza: «Siendo así que de parecer del sabEpicuro no es lícito inquirir, ni dudar, sin anticipación, seronveniente, antes todo, considerar qué es gramática». Y e

l capítulo XIII dice: «Averíguase que Epicuro aprendió surincipales dogmas de los poetas.» Y los verifica coHomero y con Epicharmo. Y en el propio capítulo dic

Epicuro no tomó de Homero el decir que el término de randeza era el deleite: muy diferente es decir que alguno

esaron de comer y beber y haber satisfecho su apetit

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omo decir:

Después que el apetito fue vencidoDe comer y beber 

»Ha de decir que es el término de las grandezas en loeleites la carencia de dolor.» Más benignamente declasta opinión Sexto Empirico que Cicerón. En este sentidrometió declararla Eliano. Prosigue tres renglones mbajo: «Decir que la muerte es nada, Epicharmo lo dijo, ma

emostrólo Epicuro, y lo admirable no fue decirlo, sinemostrarlo.» En el libro VII contra los matemáticos, dicCuentan a Epicuro con éste, como quien desterraba ógica contemplación. Otros hubo que afirmaron que nesterraba en universal la lógica, sino sólo la de lo

stoicos.» Y en el libro X, folio 466: «Decía Epicuro que ilosofía era operación que con razones y argumentos haca vida bienaventurada.» No dijo que la embriaguez ascivia, sino la filosofía. Y estos méritos reconoció aquerso que se lee en Petronio:

Ipse pater veri doctus Epicurus in arte.

Blasón que, si bien en Petronio está profanado, cuyronía ocasionó Cleomedes, llamándole inventor de erdad, cuando falsamente afirmando dijo, que el sol

pagaba chirriando en el mar, como una lucerna. Empero e

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an único Epicteto en la gentilidad, que no se lee de otombre a quien aquellas almas erradas que mancilló dolatría llamasen padre de la verdad, sino sólo a Epicurue le llamaron así por aclamación consta. Y la razón la colij

o de Sexto Empírico contra los matemáticos, pág. 19Como a Epicuro, por razón de que muchos a una voz dicee él que halló la verdad.» Hallo que Lactancio, De divin

remio, libro VII, cap. I, dice estas palabras: «Sólo Epicuregún Demócrito, fue verdadero; en ésta, pues, dice, que

mundo tuvo principio y tendrá fin.»Yo bien sé que no halló la verdad, y que sólo la hal

uien halla a Cristo Nuestro Señor, que es verdad, camino ida. Bien sé que no fue padre de la verdad; porque sé qu

Dios es sólo verdadero, y que es Dios verdadero de Dioerdadero. Y sé por las palabras del Apóstol: «Que Dios e

erdadero, y todo hombre mentiroso, como está escritoCondeno en Epicuro todas las palabras y opiniones quondena la santa y sola verdadera Iglesia católica romana.

Defiendo su opinión infamada por los envidiosos, non mis palabras, sino como se ha leído con las de Diógene

Laercio, con las de L. Torcuato, con algunas de Cicerón, coEliano, con toda la pluma de nuestro gran Séneca, con everidad de Juvenal, con el peso elegante y admirable duicio del Sr. Montaña, con la diligencia de ArnaudoAdvierta, pues, el interesado en su terquedad, que en n

estituir a Epicuro, condena a todos los referidos por peor

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ue Epicuro, según él se acusa. Repare en el nombre déneca venerable, empeñado en esta defensa: reverencie eus escritos toda la majestad de la filosofía idólatra: no onstituya reo de tan facineroso desprecio, que será juntar

o idiota lo profano.Y porque se conozca que son antiguos estos oprobiosos que difaman a Epicuro, referiré las palabras de Diógene

Laercio, con que responde a todos aquellos que refierDecían de Epicuro era bebedor, y que tenía su felicidad en

eleite, y el deleite en la glotonería y embriaguez y rameraEn el lib. X, al principio, dice Sed hi profecto insaniun

Más de verdad éstos no saben lo que dicen; porqufirman muchos fue este varón increíblemente agradable odos. Testifícalo su patria, que le honró con estatuas d

metal, y la inmensa cantidad de amigos que todas la

iudades llenaba, los discípulos que le asistían, a quienstruyeron aquellas dogmáticos sirenas, menos u

Metrodoro Estratonicense, que se pasó de él a Carneadein duda porque le era pesada de aquel incomparable varóa bondad inmensa, y la perpetua sucesión de su escuel

ue despoblándose las demás todas permaneció solontinuándose con repetidos concursos. Tuvo suma piedaara sus padres, fue bienhechor de sus hermanolementísimo con sus esclavos, como se lee en sestamento, pues juntamente con él filosofaron, entre lo

uales fue clarísimo el que referimos, fue su apacibilida

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xtremada para con todos. ¿Qué diré del culto de loioses?» Palabras son éstas fielmente traducidas de Laercn el lugar citado, en que se conoce cuáles razones movieronuestro Séneca a alabar tanto su doctrina y a preciarse d

lla, y juntamente con las postreras palabras que encarecen Epicuro el culto de los dioses, me acuerdo de lo que dijéneca en el lib. IV De los beneficios, cap. IV: «No da Dioeneficios; mas seguro y descuidado, apartado del mundace otra cosa (o lo que Epicuro juzga por mayor felicidadada hace.» De estas razones coligen todos que Epicurintió que no había Providencia; y siendo así, como Laercijo, que cuidó del culto de los dioses, parece, como lo tengeclarado, que no quiso decir que no hacía nada, sino que acía sin padecer cuidado en hacerlo, o solicitumbarazada; nuestra manera de hablar en español m

eclara: decimos de quien hace algo sin cuidado, parece quo hace nada, nada hace en hacerlo.

En el lib. IV De los beneficios, cap. II, son estas laalabras de Séneca: «En esta parte tenemos controverson la turba delicada y umbrática de los epicúreos, en s

onvivio, de los que filosofan acerca de ellos, la virtud eministra de los deleites, a ellos obedece, a ellos sirve, véloobre sí, dice, no hay deleite sin virtud.»

Esta cláusula no razona contra Epicuro, sino contra urba de los epicúreos. Ya tenemos dicho cuán diferente

on. Advierto empero que las palabras de los epicúreos so

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La virtud es ministra de los deleites .» Esto impugna SénecLas palabras de Epicuro son: «No hay deleite sin virtudCicerón, en el lugar citado lo confesó. Honesta ilación e

ue si no hay deleite sin virtud, que el deleite que hay e

irtuoso. Séneca aquí, más útil que sólido, dice contra lopicúreos: «No hay virtud si puede seguir; sus principaleartes son guiar, debe reinar y estar en el sumo lugar: tú

mandas que siga.» Y pocas palabras más abajo: «De estólo se disputa si la virtud es causa del sumo bien, o si es umo bien. ¿Juzgas que preguntar esto es sólo inversión drden? Mas ésta es confusión, y manifiesta ceguedareferir lo postrero a lo primero. No me indigna que despuéel deleite se ponga la virtud, sino que totalmente se mezcon el deleite.» Bien a propósito me valdré de Agelio en dougares expresos, en que contra Plutarco defiende a Epicur

n razón de acusarle la misma colocación de términos en loilogismos. Lícito es responder a Séneca con lo que esponde, y aun se reprende a Plutarco por la doctrina d

Epicuro, Agelio, lib. II, cap. VIII: «Plutarco, en el segundibro de los que compuso de Homero, dice de Epicuro: nec

ineficazmente usó del silogismo»; y cita las propialabras de Epicuro: «La muerte no nos toca, porque esatado no siente, y lo que no siente no nos toca.» Acuslutarco que dejó pasar lo que en primer lugar había de dec

La muerte es disolución del alma y del cuerpo: demás d

sto, habiendo olvidado el antecedente que debía pon

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rimero, usa de él como si lo hubiera puesto para sacar onclusión. Perfectamente en esta parte este silogismo, si nrecede esta mayor, no puede concluir. Con verdaoncluyó Plutarco esto tratando de la forma y orden d

ilogismo; porque si se ha de discurrir conforme el orden método lógico, así se debía discurrir. La muerte es disolucióel alma y del cuerpo. Lo disuelto no s iente, lo que no s ieno nos toca. Más Epicuro, siendo tal hombre, no dejó pgnorancia aquella parte del silogismo ni pretendió formar ilogismo con todos sus números y fines, como en la escuee los filósofos: antes por ser evidente la separación dlma y del cuerpo en la muerte, no le pareció necesarxpresarla, por ser cosa notoria a todos: de la misma sueruso la conclusión del silogismo, no en el fin, sino en rincipio. ¿Quién no echa de ver que no se hizo p

gnorancia? También en los escritos de Platón hallaráilogismos defectuosos.»

En el cap. IX el propio Agelio dice así: «En el propiibro Plutarco reprende al propio Epicuro, que usó de unalabra poco propia y de impropia significación. Estas so

as palabras de Epicuro. Definición de la magnitud de loeleites, carencia de todo dolor: no debió decir de todolor, sino de toda cosa congojosa y triste: dice que arencia se ha de significar del dolor, no del dolorid

Demasiada menudencia y casi frialdad es la de Plutarco e

cusar a Epicuro, observando las dicciones. Estos cuidado

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e palabras y elegancias, no sólo no las afecta Epicurntes las condena.» Hasta aquí son palabras de Agelio, on ellas hemos respondido a la delgada contradicción duestro Séneca a los epicúreos, y añadido otro defensor

Epicuro en la antigüedad.Advierto que Séneca, hablando de la turba epicúrea, amó delicata et umbratica, palabra de reprensión, como e en Petronio: « Nondum umbraticus doctor in Xev

deleverat .» Que a Epicuro ya hemos visto que le llama sabia su doctrina santa.

Lactancio, en el libro III De falsa sapientia, capítulo VIice: «Epicuro decía que el sumo bien estaba en el deleite dnima. Aristipo, en el deleite del cuerpo.» Por este lugar sonoce que Epicuro no ponía la felicidad en el deleite duerpo; parece se ha de enmendar este lugar en Lactancio,

eer Crisipo donde se lee Aristipo, pues consta de DiógeneLaercio en la vida de Epicuro, escribió cartas lascivas

eshonestas, que Diotimo impuso a Epicuro, y murió deber, y se emborrachaba, si bien Aristipo fue viciosísimo, omo refiere Diógenes Laercio en su vida, Xenophón

borreció, y escribió un libro contra el deleite, por sAristipo defensor del deleite, que es lo que Lactancio tribuye, lo cual defiende la lección y prueba en favor d

Epicuro; empero yo, si se ha de enmendar, antes lnmendaría en Laercio, leyendo Aristipo, movido de la

alabras referidas y de la disolución de sus acciones, qu

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on las que acusan a Epicuro, y no se leen de Crisipo. No es mía sola la opinión de que son diferente

octrinas la de los que llaman epicúreos y la de Epicuro, ue aquélla fue condenada y ésta admirada. El doctísim

spañol Francisco Sánchez de las Brozas, en su prólogoEpicteto, lo dice con estas palabras, en que defiendcérrimamente la doctrina y virtud de Epicuro, prefiriéndolaa estoica y a la peripatética.

«Otros, como fueron los epicúreos, dijeron que, pues nabía más que nacer y morir, que todo regalo corporal sebía preferir.

»Tres opiniones que más tocaron la verdad quierxaminar, y después veremos cuál siguió Epicteto. La primela mejor de todas fue la del filósofo Epicuro, si bien

ntendiera, fue que puso la felicidad y la bienaventuranza e

l deleite y contento. Aristóteles, en el libro X de suMorales, declara esta opinión, y la aprueba mucho, diciend

ue este deleite y gozo se entiende en el ánimo; porque diue los dioses del cielo se llaman propiamente Machareue es decir muy gozosos; así, que el deleite del ánimo es

ue da la bienaventuranza. Esta opinión de Epicuro vinoer tan abominable, por ser mal entendida de sus secuaces,omada corporalmente, y en afrenta de su inventor, porque ue muy abstinente y muy buen hombre.»

El maestro Gonzalo Correas, en sus notas a la tabla d

Cebes, tiene esta opinión con tales palabras: «Epicúreos lo

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ue siguieron a Epicuro, que puso la felicidad en el deleite,ntendiéndolo él del ánimo, se lo interpretó el vulgo por eleite corporal.»

Juan Bernacio, hombre docto, que en nuestro tiempo h

ido el solo comentador juicioso, asistiendo a la mente y exto filosófico del autor, cuando todos se ocupan eonfundir con manuscritos y borrar con enmendaciones loutores en las cosas, que ignoradas no hacen falta a octrina, creciendo el volumen y la nota en examinar si une llamó Liberio, o Niberio, o Linerio, como si hubieran dasar con él una hija sin importar a la sentencia, en somentario a Boecio, en el libro admirable De Consolació

ibro III, prosa 2.ª, tiene esta opinión por la inocencia dEpicuro, con estas palabras: «Epicuro es tenido por maestr

e maldades: Preguntará alguno si con razón, siendo así qu

l deleite de Epicuro se refiere a lo poco y a lo tenue, y la quosotros llamamos virtud llama él deleite.»

Responde Bernarcio en esta cláusula con Séneca, en bro De la vida bienaventurada, cap. XIII, y añade el luge Eliano ya citado por mí.

Oberto Gifanio, sobre Lucrecio, en la carta a Juaambuco, tratando de las cosas que escribió tocantes nimo en deleites y vicios , dice:

«De ijs profecto tam escribit copiosè, esanctè , ut verum esse videatur, id quod de Epicurscribit Diogenes, falso accusari eum à quibusdam

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quod voluptati nimium tribuerit; meramque eoruesse calumniam, qui ea, quœ vir ille de animtranquillitate intellexisset, ad corporis voluptatedetorquerent, quâ de re, etiam initio libri secun

 poëta noster elegantissimis canit versibus: clarissimus Imperator Cassius Epicuri aPhilosophiæ studiossus ad Cicer. ij, inquit, qui nobis vocantur, sunt omnesque virtutes, et colunet retinent, ut ipsius Epicuri verbis ibidecommemorat Cassius. Cicero ipse huic hœresmaximè inimicus, multis tamen locis bonos viroepicureos, nullosque ex Philosophis minumaliciosos esse ait.»

Si se persuadiesen unos hombres que son graduado

or sí propios, de que Gifanio habla con su presuncióando un tapaboca al chisme que oyeron, y apoyan en laalabras de Cicerón, que de Epicuro habló con discursonos desmentidos de otros, no juzgaría haber perdido iempo, si bien tengo por difícil reducir hombres catedrático

e su ignorancia, que pasan lo lego por profeso, sin sabtra facultad que la de que usan, para juzgar y reprendeEmpero, si despreciando la autoridad de tantos y tan graveutores perseveraren en difamar a Epicuro, disculpado estauien a ellos los despreciare, y desesperando de ersuasión les doy por consejo que se abstengan de eprensión de las costumbres que los Griegos envidioso

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achacaron a Epicuro, por no condenar inadvertidos suyas propias, de que pueden prometerse crédito, y defensa.

Señor licenciado Rodrigo Caro, Vm. que sólidame

defendió la opinión de Flavio Dextro, poniéndose docto avulgar noticia, atenderá con experiencia piadosa y binformada al aparato de calumnias que me prevengo en bocas, que tiene dedicadas la milicia a ladrar y mordmastines de los libros, que, asalariados de la rabia contraestudio, ponen la suficiencia en el veneno de sus dientes,tanto que la verdad, saludador efectivo, los mata a soplos

Clemens Alejandrino, Strom., lib. I. Nullam enim existimo scripturam ad

fortunatam prœcœdere, cui nullus omni

contradicat: sed illam existimandum est, esratione consentaneam, cui nemo jure contradicit.

Todo lo que en este libro he escrito, sujeto a corrección de la santa y sola y verdadera Iglesia Romacon rendimiento católico, y dispuesto a reconocer ignorancia en todo lo que no concordare con la verdad defe, o contradijere el buen ejemplo.