advertencia a los curiosos.m.r. james

59
Advertencia a los curiosos. A warning to the curious, M.R. James (1862-1936) El pueblecito costero en el que pido al lector que se sitúe se llama Seaburgh. No es muy distinto hoy de como lo recuerdo cuando era niño: al sur marismas cortadas por diques que evocan los primeros capítulos de Grandes esperanzas; al norte campos llanos que se prolongan en una extensión de matorrales, abetos y sobre todo aulaga hacia el interior. Tiene un largo paseo marítimo y una calle; detrás, una amplia iglesia de piedra con una sólida torre occidental en la que repican seis campanas. ¡Cómo recuerdo su tañido un domingo de agosto, mientras nuestro grupo subía

Upload: rodry-sebastian-salazar

Post on 11-Nov-2015

17 views

Category:

Documents


3 download

DESCRIPTION

Advertencia a Los Curiosos.M.R. James

TRANSCRIPT

Advertencia a los curiosos.A warning to the curious, M.R. James (1862-1936)

El pueblecito costero en el que pido al lector que se site se llama Seaburgh. No es muy distinto hoy de como lo recuerdo cuando era nio: al sur marismas cortadas por diques que evocan los primeros captulos de Grandes esperanzas; al norte campos llanos que se prolongan en una extensin de matorrales, abetos y sobre todo aulaga hacia el interior. Tiene un largo paseo martimo y una calle; detrs, una amplia iglesia de piedra con una slida torre occidental en la que repican seis campanas. Cmo recuerdo su taido un domingo de agosto, mientras nuestro grupo suba despacio por el camino blanco y polvoriento que conduca a ellas! Porque la iglesia se alza en la cima de una pequea y empinada elevacin. En los das de calor sonaban con una especie de golpe seco y apagado, pero cuando el aire era ms suave, los taidos se volvan ms blandos tambin. La va del tren discurra hacia su pequea estacin terminal al otro lado del camino. Un poco antes de llegar a la estacin haba un molino de viento blanco y alegre, otro cerca de la playa de guijarros, en el extremo sur del pueblo, y algunos ms en terreno ms alto, al norte. Haba casas de campo de ladrillo rojo con tejado de pizarra...

Pero por qu os aburro con estos detalles triviales? La verdad es que se agolpan en la punta del lpiz al empezar a escribir sobre Seaburgh. Quisiera estar seguro de haber escogido los correctos para trasladarlos al papel. Pero un momento: an no he terminado la descripcin. Alejaos del mar y del pueblo, dejad atrs la estacin y torced a la derecha. Es un camino arenoso, paralelo a la va del tren. Si lo segus, veris que asciende a un terreno algo ms elevado. A la izquierda (ahora vais en direccin norte) la tierra es un extenso brezal, a la derecha (el lado del mar) hay una franja de viejos abetos azotados por el viento, de copa espesa, y con la inclinacin que suelen tener los rboles viejos junto al mar; vistos en el horizonte desde el tren os dicen instantneamente, si no lo sabais, que os estis acercando a una costa ventosa. Bien, pues en la cima de mi pequea elevacin destaca y corre hacia el mar una lnea de estos abetos sobre una loma que baja en ese sentido; loma que termina en un pequeo cerro bastante definido que domina los campos llanos de tosca hierba y est coronado por una maraa de abetos. Aqu podis sentaros un da clido de primavera y deleitaros contemplando el mar azul, los molinos blancos, las casas rojas, la hierba verde y brillante, la torre de la iglesia y el torren a lo lejos, al sur.

Como digo, conoc Seaburgh de nio. Pero de ese primer contacto al ms reciente meda un intervalo de muchos aos. No obstante, sigue ocupando un sitio en mi corazn, y cualquier historia relacionada con l tiene inters para m. Una de esas historias es la que sigue; me lleg estando muy lejos de Seaburgh y de manera totalmente casual, de un hombre al que le haba hecho un favor... lo bastante grande, en su opinin, como para hacerme su confidente hasta este extremo.

Conozco toda esa regin bastante bien dijo. Iba a Seaburgh a menudo a jugar al golf en primavera. Por lo general me alojaba en el "Oso" con un amigo, Henry Long; puede que le haya conocido.Superficialmente dije.Solamos alquilar tambin un cuarto de estar y nos sentamos muy instalados.

Desde que l muri no he vuelto por all. De todos modos, no s si me apetecera, despus de lo que nos pas en nuestra ltima estancia. Fue en abril de 19...; nos encontrbamos all, y ramos casi los nicos clientes que haba en el hotel, por lo que los salones de uso comn estaban prcticamente desiertos. As que nos quedamos de lo ms sorprendidos cuando, despus de cenar, se abri la puerta de nuestro cuarto de estar y asom la cabeza un joven. Le habamos visto ya. Era un individuo anmico, nervioso (de pelo y ojos claros), aunque no desagradable. De modo que cuando dijo: Perdonen, es privada esta sala?, no le soltamos un bufido, sino que dije: S, lo es; pero Long (o yo, da igual) dijo: Entre, por favor. Ah!, de veras puedo?, dijo l; y pareci aliviado. Era evidente que deseaba compaa; y como se le vea una persona discreta (no de sos que te encasquetan la historia de su familia a las primeras de cambio), le insistimos en que se sentase y se pusiese cmodo. Tal vez encuentre las otras salas desangeladas, dije. S, as era; pero ramos realmente muy amables, etc. Terminados todos estos prembulos, hizo como que se enfrascaba en un libro. Long haca solitarios, yo segu escribiendo. A los pocos minutos se me hizo evidente que nuestro invitado era un ser inquieto o estaba sumamente nervioso; el caso es que me contagi su desasosiego; de manera que dej lo que estaba haciendo y me dispuse a darle conversacin.

Tras hacer algunos comentarios (que he olvidado), se mostr confidencial: Habrn juzgado raro mi comportamiento empez ms o menos, pero es que he sufrido una fuerte impresin. Le recomend una copa de algo tonificante, y la pedimos. La entrada del camarero supuso una interrupcin (y por cmo reaccion nuestro joven al abrirse la puerta pens que era muy asustadizo); pero unos momentos despus reanud sus lamentaciones. No conoca a nadie all, y casualmente saba quines ramos nosotros (result que tenamos amistades comunes en la capital), y realmente necesitaba pedirnos consejo, si no nos importaba. Como es natural, los dos contestamos que no faltaba ms o por supuesto que no. Y Long dej a un lado las cartas, y nos dispusimos a escuchar cul era su problema.

Empez hace ms de una semana dijo, cuando fui en bicicleta a Froston, a slo unas cinco o seis millas de aqu, con idea de visitar la iglesia. Me interesa muchsimo la arquitectura, y tiene un prtico precioso con hornacinas y escudos. La fotografi, y un viejo que estaba limpiando las lpidas se acerc a preguntarme si quera ver el interior. Le dije que s; sac una llave y me abri. No haba mucho que ver, pero me dijo que era una iglesita preciosa, y que la mantena muy cuidada. Aunque dijo lo mejor que tiene es el prtico. Acabbamos de salir en ese momento; y dijo: Ah, s, es una preciosidad de prtico! Pues a que no sabe qu significa ese escudo de ah?

Era se que tiene tres coronas; de modo que, aunque no soy experto en herldica, pude decir que s, que crea que era el viejo escudo del reino de Anglia Oriental.

Muy cierto, seor dijo; y sabe el significado de esas tres coronas?Le dije que estaba seguro de que se conoca, aunque no recordaba haberlo odo.Ve usted? dijo; con todo lo entendido que es, yo le puedo explicar algo que no sabe: son las tres sagradas coronas que fueron enterradas cerca de la costa para impedirles desembarcar a los germanos... Ah!, veo que no se lo cree. Pues le aseguro que si no llega a ser porque una de las santas coronas an sigue en su lugar, aqu habran desembarcado los germanos una y otra vez. Habran llegado con sus barcos y habran pasado a cuchillo a hombres, mujeres y nios sin darles tiempo a saltar de la cama. Esto que le digo no es ni ms ni menos que la verdad. Y si no me cree pregntele al seor rector. Ah viene; ande, pregntele.

Me volv, y all estaba el rector, un hombre de aspecto simptico y venerable que vena por el sendero. Y antes de que pudiese empezar a asegurarle a mi informante (que se estaba excitando por momentos) que le crea, terci el rector y dijo:

Qu ocurre, John? Buenos das, seor. Ha visitado ya nuestra pequea iglesia?Sigui entonces una breve charla que permiti al viejo sosegarse, y seguidamente el rector volvi a preguntar qu ocurra.Nada, nada dijo el viejo; slo le estaba diciendo a este caballero que le preguntase a usted lo de las santas coronas.Ah, s; muy bien dijo el rector. Es curioso, verdad? Pero no s si al seor le interesan nuestras historias...Claro que le interesan! dijo el viejo; creer todo lo que usted le cuente, seor. Bueno, usted conoci a William Ager; al padre y al hijo.

Entonces intervine yo para manifestar lo mucho que me gustara or esa historia de principio a fin; unos minutos despus recorra la calle del pueblo con el rector, que tena que dejar algn recado a sus feligreses, y luego nos dirigimos a la rectora, donde me hizo pasar a su despacho. Se haba dado cuenta en el trayecto de que yo era sinceramente capaz de sentir un inters intelectual por ese fragmento de folclore, y de que no era el tpico turista; de modo que estaba dispuesto a hablar. Y me sorprende que esta leyenda no haya aparecido hasta hoy en letra impresa. Su versin fue sta: "La creencia en las tres santas coronas ha estado siempre presente en esta comarca. Los ms viejos dicen que fueron enterradas en diferentes puntos, cerca de la costa, para mantener alejados a los daneses, los francos y los germanos. Y dicen que una de ellas la desenterraron hace tiempo, otra desapareci a causa del avance del mar, y que la que queda sigue an cumpliendo su misin de ahuyentar a los invasores. Bueno, pues si ha ledo usted las guas normales y las historias de este condado, quiz recuerde que en 1687 una corona, dicen que la de Redwald, rey de Anglia Oriental, fue desenterrada en Rendlesham y (lamentable!, lamentable!) fundida antes de que nadie la dibujase o la describiese siquiera. Rendlesham no est en la costa, pero tampoco muy tierra adentro; y se halla en una importante lnea de acceso. Y creo que es a la que se refiere la gente cuando dice que hay una que desenterraron. Despus, en el sur, no hace falta que le diga dnde, hubo un palacio sajn, hoy bajo el mar, verdad? Pues ah estaba la segunda corona, tengo entendido. Y ms arriba de estas dos, dicen, est la tercera".

Se sabe el lugar?S, desde luego dijo; pero no se dice.Y su actitud no me anim a hacerle la lgica pregunta. En vez de eso, esper un momento, y pregunt:A qu se refera el viejo con eso de que usted conoci a William Ager? Tiene eso algo que ver con las coronas?Desde luego dijo; sa es otra historia curiosa. De estos Ager (es un apellido muy antiguo en la regin, pero no he encontrado que fueran nunca gente de ttulo o grandes propietarios), de estos Ager dicen, o decan, que su rama familiar era guardiana de la ltima corona. Yo al ms antiguo que conoc fue a un tal Nathaniel Ager. Yo he nacido y me he criado cerca de aqu... Este hombre, creo, estuvo acampado en su puesto durante toda la guerra de 1870. S que su hijo William hizo lo mismo durante la guerra de Sudfrica. Y el hijo de ste, el joven William, que ha muerto hace poco, estuvo viviendo en la casa ms cercana al lugar, cosa que precipit su final, estoy seguro, porque estaba tsico, al exponerse a la intemperie vigilando por las noches. Era el ltimo de esa rama. Le produca una angustia espantosa pensar que era el ltimo miembro, pero no poda hacer nada: sus nicos parientes cercanos estaban en las colonias. Yo mismo le escrib cartas para ellos suplicndoles que viniesen a fin de hacer frente a un asunto de vital importancia para la familia, pero no recibi respuesta. De manera que la ltima de las coronas, si est, carece hoy de guardin.

Esto es lo que el rector me cont, y pueden imaginar el inters que me despert. Mi nico pensamiento al despedirme de l era cmo averiguar el sitio donde se supona que estaba la corona. Ojal la hubiera dejado en paz.

Pero en esto hubo una especie de fatalidad; porque volva de un paseo en bicicleta cuando, al pasar por delante del cementerio, me llam la atencin una lpida relativamente nueva con el nombre de William Ager. Como es natural, baj de la bicicleta y me acerqu a leerla. Pona: "De esta parroquia. Muerto en Seaburgh en 19..., a la edad de 28 aos". As que ah estaba. No tena ms que hacer unas preguntas discretas en el sitio indicado, y localizara la casa ms cercana al lugar. Slo que no saba cul era el sitio indicado para iniciar mis pesquisas. Y otra vez intervino el destino, llevndome a la tienda de antigedades que haba en esa calle. All estuve hojeando libros viejos; y encontr un Libro de Oraciones de mil setecientos cuarenta y pico, con una encuadernacin bastante elegante... Voy a traerlo; lo tengo en mi habitacin.

Se fue, dejndonos un poco perplejos; pero apenas habamos tenido tiempo de intercambiar algn comentario cuando regres jadeante, y nos tendi el libro abierto por las guardas, donde tena escrito con letra desordenada:

Nathaniel Ager es mi nombre, Inglaterra mi nacin,Seabourgh mi morada, y Cristo mi salvacin;Cuando me encuentre en la tumba, y sea todo pudricin,Y me hayan olvidado, espero Seor que tengas de m recordacin.

Este poema estaba fechado en 1754; pero haba muchas anotaciones ms de sucesivos Anger: de Nathaniel, de Frederick, de William, etc., terminando con las de William, en 19...

Como comprendern dijo, cualquiera habra considerado esto tener una suerte milagrosa. As me lo pareci a m, pero no ahora. Naturalmente pregunt al librero si saba algo de William Ager, y naturalmente dio la casualidad de que recordaba que haba vivido en una casa que haba en el Campo Norte, donde muri.

Esto me seal el camino. Saba qu casa poda ser: slo haba una un poco grande por aquellos alrededores. El siguiente paso era hacer alguna amistad con la gente, as que me puse inmediatamente manos a la obra. Un perro me facilit las cosas: me atac con tanta furia que tuvieron que salir a sujetarlo; despus, como no poda ser menos, me pidieron disculpas y trabamos conversacin. No tuve ms que citar el nombre de Ager y fingir que le conoca, o me pareca conocerle, y la mujer exclam que era una pena que hubiera muerto tan joven, y que estaba convencida de que haba sido por pasar las noches fuera en tiempo fro. Entonces tuve que preguntar: Sala al mar por las noches?, y contest: Ah, no; se estaba all, en aquel altozano cubierto de rboles!. Y all me dirig.

No se me da mal excavar en esas lomas; lo he hecho en muchas cercanas al mar, aunque siempre a plena luz del da y con permiso del dueo y la ayuda de unos cuantos hombres. Aqu tuve que calcular con todo cuidado antes de hincar la pala: no poda ponerme a abrir zanjas por toda la elevacin; y dado que haba abetos, saba que tropezara a cada paso con sus races. Sin embargo, la tierra era suelta y arenosa y fcil de cavar; y haba una madriguera o algo parecido que podra agrandar en una especie de tnel. La parte ms embarazosa sera salir del hotel y regresar a horas extraas. Una vez que hube decidido cmo iba a llevar a cabo la excavacin dije que estara ausente esa noche, y la pas all. Hice el tnel: no quiero aburrirles con detalles sobre cmo lo apuntal, y lo rellen una vez terminado todo; el hecho es que encontr la corona.

Naturalmente los dos proferimos una exclamacin de sorpresa e inters. En primer lugar, yo haca tiempo que saba del hallazgo de la corona de Rendlesham y haba lamentado muchas veces su destino. Nadie ha visto nunca una corona anglosajona; o nunca la haba visto, al menos. Pero nuestro hombre nos mir con ojos abatidos.

S dijo; y lo peor es que no s cmo dejarla donde estaba.Dejarla donde estaba? exclamamos. Pero mi querido seor, ha hecho uno de los descubrimiento ms emocionantes que se han llevado a cabo en este pas. Por supuesto, su sitio est en la Cmara del Tesoro de la Torre. Cul es la dificultad? Si est pensando en el dueo del terreno, el derecho sobre el hallazgo y dems, desde luego le podemos ayudar. Nadie va a meterse en tecnicismos legales en un caso como ste.

Probablemente dijimos mucho ms; pero l se limit a apoyar la cara entre las manos y murmurar:

No s cmo dejarla donde estaba.Finalmente dijo Long:Perdone si parezco impertinente, pero est totalmente seguro de que la tiene?

Yo estaba deseando hacerle la misma pregunta tambin; porque desde luego la historia pareca la quimera de un luntico si se pensaba bien; pero no me haba atrevido a decir nada que pudiera herir los sentimientos del pobre muchacho. Sin embargo, acogi la pregunta con toda calma; con la calma de la desesperacin, podramos decir.

Se levant y dijo:S; de eso no hay duda. La tengo aqu en mi habitacin, guardada en la maleta. Si quieren pueden venir a verla; no quisiera traerla aqu.

No bamos a dejar escapar semejante oportunidad. Fuimos con l; su habitacin estaba a unas puertas de la nuestra nada ms. El botones andaba en ese momento recogiendo los zapatos del pasillo. O eso nos pareci: despus no estbamos seguros. Nuestro visitante se llamaba Paxton se hallaba en un estado de nervios peor que antes. Entramos apresuradamente en su habitacin; l nos mir por encima del hombro, encendi la luz y cerr la puerta precavidamente. Entonces abri su maleta y sac un envoltorio hecho con pauelos limpios; lo puso sobre la cama y lo deshizo. Ahora puedo decir que he visto una autntica corona anglosajona. Era de plata como siempre se ha dicho que era la de Rendlesham: tena engastadas piedras preciosas, la mayora antiguos camafeos y gemas talladas, de ejecucin sencilla, casi tosca. En realidad era como las que se representan en las monedas y los manuscritos. No vi ningn detalle que hiciera pensar que fuera posterior al siglo IX. Yo estaba fascinado, claro, y quise darle vueltas en mis manos; pero Paxton me lo impidi.

No la toque dijo. Yo lo har.Y con un suspiro que son espantosamente, debo confesar, la cogi y fue girndola para que pudisemos verla por todos los ladosLa han visto bien? dijo finalmente; y asentimos.La envolvi, la guard en su bolsa, y se nos qued mirando en silencio.Volvamos a nuestra habitacin dijo Long; y cuntenos cul es el problema.Nos dio las gracias y dijo:Quieren salir antes a ver si... est despejada la costa?

No comprendimos; porque nuestra actitud no haba podido llamar la atencin y el hotel, como digo, estaba prcticamente vaco. Sin embargo, empezbamos a sospechar... no sabamos qu. De todos modos, los nervios son contagiosos. As que salimos, asomndonos antes a mirar, e imaginando (me di cuenta de que los dos tuvimos esa impresin) que una sombra, o algo ms que una sombra pero no hizo ruido algunose apart a un lado al trasponer nosotros la puerta. Todo va bien, susurramos a Paxton (pareca que convena hablar en voz baja); y nos dirigimos a nuestro cuarto de estar con l en medio de los dos. Cuando llegamos me dispona a expresar mi entusiasmo ante la extraordinaria pieza que acababa de tener ante los ojos, pero mir a Paxton y comprend que era terriblemente inoportuno, as que dej que hablara l.

Qu podemos hacer? empez. Long juzg conveniente (como me explic ms tarde) hacerse el tonto, y dijo:Por qu no averiguamos quin es el dueo del terreno y le informamos...?Ah, no, ni hablar! le interrumpi Paxton con impaciencia. Les ruego que me perdonen. Son ustedes muy amables, pero no han comprendido: hay que devolverla. Yo no me atrevo a ir all de noche, y de da es imposible. Aunque quiz no lo entiendan, lo cierto es que desde que la toqu no me he sentido solo en ningn momento.Fui a decir alguna estupidez, pero Long me lanz una mirada, y me call. Y dijo l:Creo que comprendo; pero sera un... alivio... que nos aclarara un poco ms la situacin.Entonces Paxton lo solt todo: mir por encima del hombro, nos hizo sea de que nos acercsemos ms, y comenz a hablar en voz baja: le escuchamos con la mayor atencin, evidentemente, y comparamos notas despus. Yo me encargu de redactar nuestra versin, de modo que estoy seguro de haber consignado casi palabra por palabra lo que nos cont. Dijo:

Empez cuando me puse a explorar, interrumpindome una y otra vez. Siempre haba alguien: un hombre de pie junto a un abeto. Eso durante el da. Nunca lo tena delante. Siempre lo vea a la derecha o a la izquierda por el rabillo del ojo. Y cuando me volva a mirar haba desparecido. Me estaba un buen rato tumbado, vigilando, y asegurndome de que no haba nadie alrededor; y cuando me levantaba y reanudaba mis exploraciones, all estaba otra vez. Adems, empez a hacerme advertencias; porque pusiera donde pusiese ese Libro de Oraciones (a menos que lo guardase bajo llave, cosa que hice al final), cuando volva a mi habitacin lo encontraba siempre sobre la mesa, abierto por las guardas donde tiene los nombres, y con una de mis navajas de afeitar cruzada encima para que se mantuviese abierto. Estoy seguro de que no puede abrir mi bolsa de viaje, de lo contrario habra hecho algo ms.

Es flaco y endeble; pero de todas formas no me atrevo a encararme con l. Bueno, pues cuando empec a hacer el tnel, lgicamente la situacin empeor; y si no hubiera estado tan ansioso habra abandonado y habra echado a correr. Era como si tuviese a alguien rozndome la espalda sin parar: durante bastante tiempo pens que era tierra que me caa encima; pero cuando me acerqu a... a la corona, la sensacin fue inequvoca. Y al descubrirla, y meter los dedos por dentro del aro y tirar para sacarla, o una especie de grito detrs de m. Ah, no puedo describir lo desolado que son! Y horriblemente amenazador tambin. Me arruin toda la alegra del hallazgo... me la quit en un instante. Y si no fuese el desdichado idiota que soy, la habra dejado y me habra ido. Pero no lo hice. Y desde ese momento ha sido espantoso. An faltaban horas para que pudiera volver decentemente al hotel. Primero me dediqu a rellenar el tnel y borrar mis huellas, con l all tratando de estorbarme. Unas veces le veas y otras no, segn le daba, creo. Est ah, pero tiene algn poder sobre los ojos de uno. En fin, dej el lugar no mucho antes de que saliera el sol, y despus me dirig a la estacin de Seaburgh para coger un tren de regreso. Y aunque se hizo de da casi en seguida, no s si mejor mi situacin. A cada paso haba setos, o matas de aulaga, o cercas (algn tipo de obstculos, quiero decir) a lo largo del camino, lo que haca que no me sintiese tranquilo un solo momento. Adems, cada vez que alguien se cruzaba conmigo camino del trabajo, se volva a mirarme de manera muy extraa; quiz se sorprendan de ver a alguien tan temprano; aunque tena la sensacin de que no era slo eso. No s: era como si no me miraran a m. En la estacin, el mozo se comport del mismo modo tambin. Y el jefe de tren mantuvo abierta la puerta despus de subir yo, como si viniese alguien ms. Ah, pueden estar seguros de que no son imaginaciones mas! dijo con una risa desmayada; y prosigui: Pero aun en el caso de que la devuelva, no me perdonar, lo s. Con lo feliz que era yo hace un par de semanas! se hundi en la silla, y creo que se ech a llorar.

No sabamos qu decir, pero comprendimos que debamos echarle una mano como fuera; as que le dijimos en realidad pareca que era lo nico que podamos hacer que si estaba decidido a devolver la corona a su sitio, le ayudaramos. Aadir que despus de lo que habamos escuchado nos pareca lo mejor. Si le haba acarreado a este pobre hombre tan horribles consecuencias, no habra tambin algo de verdad en la idea original de que la corona tena un extrao poder para proteger la costa? Al menos sa era mi opinin, y creo que la de Long tambin. Paxton agradeci efusivamente nuestro ofrecimiento. Cundo lo haramos? Eran casi pasadas las diez. Podamos pretextar ante el personal del hotel que salamos a dar un ltimo paseo esa misma noche? Nos asomamos a la ventana; haba una esplndida luna llena: la luna de Pascua.

Long se ocup de propiciarse al botones. Deba decirle que estaramos no mucho ms de una hora, y si nos sentamos tan a gusto que nos demorbamos algo, procuraramos resarcirle por tenerle levantado. Bueno, ramos clientes bastante asiduos del hotel, no causbamos muchas molestias, y el servicio no nos tena por personas tacaas en lo que se refera a propinas; y de esta forma nos ganamos al botones, que nos dej salir a dar una vuelta por el paseo martimo, y se qued esperndonos, como nos enteramos despus. Paxton sali con un abrigo doblado sobre el brazo, y con la corona envuelta debajo.

Salimos, pues, dispuestos a cumplir esta extraa misin sin pararnos a pensar en lo inslita que era. He querido ser breve adrede en esta parte para reflejar la prisa con que trazamos el plan y lo pusimos en prctica.

El camino ms corto es subiendo la colina y cruzando el cementerio dijo Paxton, cuando nos detuvimos un momento delante del hotel a mirar a un lado y a otro del paseo. No haba nadie; nadie en absoluto. Fuera de temporada Seaburgh es un pueblo madrugador y tranquilo. No podemos pasar por delante de la casa por el perro dijo tambin Paxton cuando coment que me pareca ms corto ir por el paseo martimo y cruzar dos campos; la razn que dio era de suficiente peso.

Echamos a andar cuesta arriba hacia la iglesia, y nos metimos por el cementerio. Confieso que pens que algunos de los que all yacan podan saber qu nos traamos entre manos; pero si era as, saban tambin que uno de los suyos, por as decir, nos tena vigilados, por lo que no nos molestaron. Pero me senta observado como no me he sentido en ningn otro momento de mi vida. Sobre todo cuando salimos del cementerio y cogimos un estrecho sendero flaqueado por dos setos altos, donde corrimos como corri Christian por aquel valle, y salimos a campo abierto. Seguimos andando junto a nuevos setos, aunque yo hubiera preferido ir por terreno despejado donde pudiera comprobar que no vena nadie detrs de m. Cruzamos un portillo o dos, torcimos a la izquierda a continuacin, y subimos a la loma que terminaba en ese pequeo cerro.

Al acercarnos, Henry Long tuvo la sensacin, y yo tambin, de que haba esperndonos lo que slo puedo llamar oscuras presencias, as como que nos acompaaba una bastante ms definida. No puedo daros una idea fiel del nerviosismo de Paxton durante todo este tiempo: respiraba como un animal acosado, y ni Henry ni yo ramos capaces de mirarle a la cara. No nos habamos parado a pensar qu hara cuando llegsemos al lugar. Se haba mostrado tan seguro que nos pareci que no sera difcil. Y no lo fue. Jams he visto nada como el mpetu con que se abalanz sobre un punto concreto del montculo y se puso a cavar, de manera que en pocos minutos casi todo su cuerpo haba desaparecido de la vista. Nosotros nos quedamos de pie, sosteniendo el abrigo con el envoltorio de pauelos debajo, sin parar de mirar a nuestro alrededor, muy asustados debo reconocer. No se vea a nadie: una fila de abetos oscuros formaba el horizonte detrs de nosotros; a la derecha tenamos ms rboles y la torre de la iglesia; casas aisladas y un molino de viento a media milla, a la izquierda; el mar en completa calma, enfrente; los ladridos dbiles de un perro en una casa sobre un dique reluciente, entre l y nosotros; la luna llena trazando ese camino que todos conocemos sobre el mar; el susurro eterno de los abetos encima de nosotros, y el del mar. Y en medio de toda esta quietud, muy cerca, la aguda, la intensa conciencia de una hostilidad contenida, como un perro sujeto con una correa que en cualquier momento se puede soltar.

Paxton emergi del agujero y tendi la mano.Dnmela susurr, desenvuelta.Abrimos los pauelos, y cogi la corona. La luna la ilumin justo en el instante en que la coga. No llegamos a tocar el metal, y desde entonces he pensado que fue una suerte. Poco despus estaba Paxton de nuevo fuera del agujero y cavaba afanoso con unas manos que ya le sangraban. Sin embargo, rechaz toda ayuda. Lo ms trabajoso fue dejar el lugar de forma que pareciese intacto; no obstante no s cmo, lo hizo maravillosamente bien. Y una vez que qued definitivamente satisfecho, emprendimos el regreso.

Estbamos ya a unas doscientas yardas del montculo cuando dijo Long de repente:Un momento; se ha dejado el abrigo. No es prudente. Lo ve all?Yo me volv y lo vi, en efecto: el abrigo largo, oscuro, tendido junto a la boca cegada del agujero. Pero Paxton no se haba detenido; neg con la cabeza, y alz el abrigo que llevaba en el brazo. Y cuando le alcanzamos dijo sin inmutarse, como si nada importase ya:Aquello no es mi abrigo.Y en efecto, cuando volvimos a mirar la mancha oscura ya no estaba.

Bueno, salimos al camino, y apretamos el paso. An no eran las doce cuando llegamos, procurando poner buena cara, y diciendo Long y yo qu noche tan esplndida haca para pasear. Al entrar en el hotel nos estaba esperando el botones, as que le dedicamos algn comentario de este estilo para su edificacin. l ech otra ojeada a uno y otro lado del paseo antes de cerrar la puerta, y dijo:

Supongo que no se han encontrado con nadie, verdad, seor?No, desde luego; no hemos visto un alma dije; y recuerdo que al orme Paxton me dirigi una mirada singular.Es que me ha parecido ver a alguien que suba camino de la estacin, detrs de ustedes dijo el botones. Pero como iban los tres juntos, no me ha parecido que llevara malas intenciones.Yo no supe qu decir; Long se limit a murmurar: Buenas noches. Nos dirigimos a la escalera, prometiendo apagar todas las luces y acostarnos en seguida. Una vez en nuestra habitacin, hicimos lo posible por animar a Paxton.Bueno, ya est la corona otra vez en su sitio dijimos. Tal vez hubiera sido mejor no haberla tocado Paxton asinti a esto con nfasis pero en realidad no se le ha causado ningn dao, y desde luego no le vamos a revelar esto a nadie capaz de cometer la locura de acercarse all. Adems, no se siente ahora mejor? A m no me importa confesar dije que cuando bamos para all me inclinaba a coincidir con usted en que... bueno, en que nos seguan; pero al volver ya no he tenido esa impresin pero no dio resultado.Ustedes no tienen por qu preocuparse dijo. Pero a m no se me ha perdonado. Yo an tengo que pagar este atroz sacrilegio. S qu me van a decir: que puede ayudarme la Iglesia. S; pero es el cuerpo el que tiene que sufrir. Es cierto que ahora no tengo la sensacin de que me espera ah fuera. Pero...

Call. Se volvi para darnos otra vez las gracias, y le despedimos en cuanto pudimos. Naturalmente, le insistimos en que utilizara nuestro cuarto de estar al da siguiente, y le dijimos que nos encantara salir a pasear con l. O tal vez jugaba al golf? S, as era; pero no crea que se sintiera con nimos para jugar por la maana. Bueno, le aconsejamos que se levantara tarde y se viniera a nuestra habitacin mientras nosotros jugbamos, y por la tarde daramos un paseo. Se mostr muy sumiso y maleable a todo lo que dijimos; y dispuesto a hacer lo que nosotros creysemos mejor, aunque claramente convencido en su fuero interno de que no podra evitar ni atenuar lo que le iba a venir. Se preguntar usted por qu no le insistimos en acompaarle a su casa y dejarle a salvo con sus hermanos o con quien fuera. La verdad es que no tena a nadie. Posea un piso en la ciudad, pero ltimamente haba decidido irse a vivir un tiempo a Suecia, haba desmantelado el piso, lo haba facturado todo, y estaba pasando un par de semanas o tres antes de emprender el viaje. De todos modos, nos pareci que no podamos hacer otra cosa, aparte de dormir o tratar de dormir, como fue mi caso, y esperar a ver cmo nos sentamos por la maana.

Nos sentimos muy distintos Long yo, esa maana de abril, preciosa que no poda pedirse ms; y Paxton pareca tambin muy distinto cuando le vimos en el desayuno. Creo que es la primera noche algo decente que paso desde hace tiempo, fue lo que dijo. Pero hara lo que nosotros le habamos dicho: quedarse en el hotel toda la maana, y salir ms tarde con nosotros. Nos fuimos al campo de golf; nos reunimos con otros aficionados, estuvimos jugando con ellos, y comimos all ms bien temprano, a fin de no regresar tarde. Sin embargo, las trampas de la muerte se abatieron sobre l. No s si poda haberse evitado. Creo que, de una u otra manera, habra cado. Sea como sea, lo que ocurri fue esto:

Subimos directamente a nuestro cuarto de estar. All encontramos a Paxton, leyendo plcidamente. Dispuesto a salir pregunt Long, digamos dentro de media hora?Por supuesto contest l.

Yo dije que antes tenamos que cambiarnos, quiz tomar un bao, y que pasaramos a recogerle en media hora. Yo me ba en seguida, me ech en la cama, y me qued dormido; estuve durmiendo como unos diez minutos. Long y yo salimos de nuestras habitaciones al mismo tiempo y fuimos juntos al cuarto de estar. Paxton no estaba... Slo estaba su libro. Tampoco le encontramos en su habitacin, ni abajo. Dimos una voz, llamndole. Sali un camarero y dijo:

Vaya, crea que haban salido ustedes ya como el otro seor. Les ha odo llamarle desde el camino y ha salido corriendo; le he visto desde la ventana de la cafetera, aunque no a ustedes. A l le he visto correr hacia la playa, en esa direccin. Sin una sola palabra, echamos a correr hacia all: era la direccin opuesta a la de la expedicin de la noche anterior. An no eran las cuatro, y haca bueno, aunque no tanto como por la maana, de modo que no haba motivo para alarmarnos. Habiendo gente, sin duda no poda correr serio peligro.

Pero algo debi de leer en nuestra expresin el camarero cuando echamos a correr, porque sali a la escalinata, seal y dijo:

S, en esa direccin fue.Seguimos corriendo hasta la playa de guijarros; all nos detuvimos. Haba que elegir entre dos direcciones: por delante de las casas que haba en el paseo, o por la playa, que ahora que haba bajamar era bastante ancha. Naturalmente, tambin podamos seguir por la franja de guijarros que haba entre uno y otro camino, y andar atentos a los dos, pero era bastante incmodo. Elegimos la arena, que era el paraje ms solitario, y alguien poda perpetrar cualquier atropello sin que le viesen desde el camino pblico.

Long dijo que vea a Paxton a cierta distancia, corriendo y agitando el bastn como haciendo seas a alguien que iba delante. No estoy seguro: estaba subiendo deprisa una de esas brumas marinas que vienen del sur. Haba alguien; eso es todo lo que puedo decir. Y haba huellas en la arena como de alguien que corra con zapatos. Y haba otras huellas anteriores porque las de zapatos las pisaban de alguien que corra descalzo. Bueno, naturalmente, slo tiene mi palabra de que es verdad todo esto: Long ha muerto, no tenamos tiempo ni medios para tomar bocetos o sacar moldes, y la siguiente pleamar borr las huellas; lo nico que podamos hacer era observarlas mientras corramos. Pero all estaban repetidas una y otra vez, y se vea claramente que eran de unos pies desnudos, de unos pies en los que haba ms huesos que carne.

La imagen de Paxton corriendo detrs de un ser as, creyendo que iba en pos de sus amigos, nos resultaba verdaderamente espantosa. Puede imaginarse qu pensbamos: que el ser que persegua poda detenerse de pronto y volverse hacia l, y la clase de rostro que revelara, medio velado al principio por la bruma... cada vez ms espesa. Por mi parte, mientras corra preguntndome cmo el pobre desventurado poda confundir con nosotros a aquella criatura, record sus palabras: Tiene un poder especial sobre los ojos de uno. Me preguntaba cmo iba a terminar esto; porque ya no tena esperanza de que pudiera evitarse el desenlace, y... bueno, no hace falta que cuente los pensamientos sombros y horribles que me pasaron por la cabeza al sumergirnos en la niebla. Era extrao tambin que, aunque el sol estaba alto todava, no se pudiera ver nada. Slo sabamos que habamos dejado atrs las casas y habamos llegado al descampado que hay entre ellas y el antiguo torren. Pasado el torren, no hay ms que guijarros: ni una sola casa, ni un ser humano hasta esa punta de tierra, o ms bien de piedras, con el ro a la derecha y el mar a la izquierda.

Pero justo antes de eso, pegada al torren, recordar que est la antigua batera, cerca del mar. Creo que ahora slo quedan unos cuantos bloques de mortero, el resto lo ha destruido el mar; pero en aquel entonces quedaba mucho ms, aunque todo eran prcticamente ruinas. Bien, pues cuando llegamos all, subimos a lo alto lo ms deprisa que pudimos para otear toda la franja de guijarros que haba a nuestros pies, si la niebla nos dejaba ver algo. Pero tenamos que descansar un momento: habamos corrido lo menos una milla. No se vea nada. Y nos disponamos a bajar para seguir corriendo sin muchas esperanzas, cuando omos lo que slo puedo describir como una risa: una risa sin hlito, sin pulmones; no s si comprende lo que quiero decir. Me temo que no.

Provena de abajo; y se alej flotando con la niebla. Fue suficiente. Nos asomamos por encima del muro. Abajo, al pie, estaba Paxton. No hace falta decir que estaba muerto. Sus huellas indicaban que haba corrido junto al muro de la batera, haba dado la vuelta a la esquina y sin duda se haba dado de bruces con alguien que le estaba esperando. Tena la boca llena de arena y guijarros, y las mandbulas y los dientes destrozados. Slo le mir una vez la cara. En ese momento, mientras bajbamos de la batera a recoger su cuerpo, omos un grito, y vimos delante del torren a un hombre que acuda corriendo por la playa. Era el vigilante: su mirada alerta haba divisado a travs de la niebla que ocurra algo. Haba visto caer a Paxton, y nos haba visto a nosotros correr un instante despus... afortunadamente para nosotros, porque de lo contrario difcilmente nos habramos librado de la sospecha de estar implicados en este asunto espantoso. Le preguntamos si haba visto a alguien atacar a nuestro amigo. No estaba seguro.

Le mandamos en busca de ayuda, y nos quedamos junto al muerto hasta que llegaron con una camilla. Fue entonces cuando descubrimos el rastro en la franja de arena al pie de la muralla de la batera. El resto era de guijarros, y era completamente imposible saber en qu direccin haba huido el otro.

Qu bamos a decir en la encuesta? Consideramos un deber no revelar inmediatamente el secreto de la corona para que no saliese publicado en todos los peridicos. No s hasta dnde habra contado usted; pero nosotros acordamos decir lo siguiente: que conocamos a Paxton slo del da anterior, y que nos haba confesado que tena miedo de un individuo llamado William Ager, que le haba amenazado. Tambin, que habamos visto las huellas de Paxton y de otro cuando le seguimos por la playa. Pero ahora haban desaparecido de la arena.

Por suerte, nadie saba de ningn William Ager que viviera en la comarca. El testimonio del hombre del torren nos libr de toda sospecha. Lo nico que pudo hacerse fue emitir un veredicto de homicidio intencionado, cometido por uno o varios desconocidos.

Paxton careca de parientes, al extremo de que ninguna de las pesquisas efectuadas despus condujo a nada positivo. Y desde entonces no he vuelto a estar en Seaburgh, ni a acercarme siquiera.