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La España posmoderna: pasotas, huérfanos y nómadas Alison Maginn, Colby College No matter how troubling it may be, the landscape of post- modernism surrounds us. It's our problem and our hope. Andreas Huyssen, 'Mapping the Postmodern' La polémica de la posmodernidad empezó a dejarse notar en el escenario cultural español desde el final de la década de los setenta, con la publicación de artículos y ensayos periodísticos y con la traducción de las principales obras extranjeras sobre el tema. De acuerdo con la índole adversa de su modo, la posmodernidad ha ocasionado más debate que consenso entre los hispanistas en lo que a la significación del término y validez de su empresa se refiere. Quisiera traer a colación los varios argumentos sobre la condición posmoderna en general, y considerar en particular la manifestación y recepción de ella en la cultura de la España posfranquista. Ante el diagnóstico apocalíptico esgrimido por muchos hispanistas sobre la España posmoderna, me gustaría ofrecer la posibilidad de seguir una filosofía más vital y de más esperanza. Siguiendo el pensamiento de Gilíes Deleuze y Félix Guattari elaborado en Mille plateaux (1980) y el de varios pensadores españoles quienes, en mi opinión, han seguido los pasos de los filósofos franceses, propondré una filosofía de 'nomadismo' como modus operandi viable y positivo para el sujeto posmoderno de la España actual. El espíritu de la posmodernidad sospecha del empeño crítico de la categorización; ofreceré, no obstante, una definición provisional de la posmodernidad como fuerza contradictoria y transgresiva en la cultura capitalista contemporánea. En cuanto a la terminología, muchos hispanistas - entre ellos Francisco Rico - prefieren el término 'posmodernidad' al de 'posmodernismo', 1 y utilizaré el primero para referirme a la práctica de cierta sensibilidad y al momento cuando dicha sensibilidad está en plena vigencia. La sensibilidad posmoderna muestra adversidad contra ciertos dominantes culturales del humanismo occidental: los conceptos privilegiados de Verdad, Conocimiento y Cultura se ponen en tela de juicio, o para decirlo en palabras de Jean Frangois Lyotard, los 'grandes relatos' han sido 'desestabilizados' y han perdido su poder legitimador sobre el conocimiento. 2 Por 'gran relato' se puede entender cualquier discurso totalizante y, por ende, toda ideología que intente reducir a la uni-dimensionalidad las contingencias e indeterminancias de la multi- dimensionalidad humana. Uno de los resultados de este impulso

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La España posmoderna:pasotas, huérfanos y nómadas

Alison Maginn, Colby College

No matter how troubling it may be, the landscape of post-modernism surrounds us. It's our problem and our hope.

Andreas Huyssen, 'Mapping the Postmodern'

La polémica de la posmodernidad empezó a dejarse notar en el escenariocultural español desde el final de la década de los setenta, con lapublicación de artículos y ensayos periodísticos y con la traducción delas principales obras extranjeras sobre el tema. De acuerdo con la índoleadversa de su modo, la posmodernidad ha ocasionado más debate queconsenso entre los hispanistas en lo que a la significación del término yvalidez de su empresa se refiere. Quisiera traer a colación los variosargumentos sobre la condición posmoderna en general, y considerar enparticular la manifestación y recepción de ella en la cultura de la Españaposfranquista. Ante el diagnóstico apocalíptico esgrimido por muchoshispanistas sobre la España posmoderna, me gustaría ofrecer laposibilidad de seguir una filosofía más vital y de más esperanza. Siguiendoel pensamiento de Gilíes Deleuze y Félix Guattari elaborado en Milleplateaux (1980) y el de varios pensadores españoles quienes, en miopinión, han seguido los pasos de los filósofos franceses, propondré unafilosofía de 'nomadismo' como modus operandi viable y positivo para elsujeto posmoderno de la España actual. El espíritu de la posmodernidadsospecha del empeño crítico de la categorización; ofreceré, no obstante,una definición provisional de la posmodernidad como fuerzacontradictoria y transgresiva en la cultura capitalista contemporánea.En cuanto a la terminología, muchos hispanistas - entre ellos FranciscoRico - prefieren el término 'posmodernidad' al de 'posmodernismo',1 yutilizaré el primero para referirme a la práctica de cierta sensibilidad y almomento cuando dicha sensibilidad está en plena vigencia.

La sensibilidad posmoderna muestra adversidad contra ciertosdominantes culturales del humanismo occidental: los conceptosprivilegiados de Verdad, Conocimiento y Cultura se ponen en tela dejuicio, o para decirlo en palabras de Jean Frangois Lyotard, los 'grandesrelatos' han sido 'desestabilizados' y han perdido su poder legitimadorsobre el conocimiento.2 Por 'gran relato' se puede entender cualquierdiscurso totalizante y, por ende, toda ideología que intente reducir a launi-dimensionalidad las contingencias e indeterminancias de la multi-dimensionalidad humana. Uno de los resultados de este impulso

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transgresor es la ampliación de lo que se ha comprendido tradicionalmentecomo Cultura. Se le ha mostrado irreverencia al decoro de la 'alta' cultura,por lo que a su deseo por pureza se refiere, al contaminarla con lainclusión de elementos de cultura 'baja'. En este sentido, la posmodernidadcelebra la operación misma que el modernismo intentó prohibir: la mezclade las estéticas 'alta' y 'baja' en las artes. Los discursos y materiales de lacultura de masas en sus varias configuraciones - los medios decomunicación, la tecnología de la informática, el cine y la literaturapopular - han sido inscritos sobre el lienzo del arte, lienzo anteriormentedefinido por la exclusividad, la autonomía y el purismo de la élite. Estaintrusión de lo popular en la estética modernista de lo 'alto' ha dadocomo resultado un eclecticismo que algunos teóricos consideranimprescindible para que se pueda llegar a un nuevo pensamientopluralista. La Cultura, como patrimonio de una minoría elitista se haconvertido en las culturas de las minorías desfavorecidas.

Ni que decir tiene que para algunos críticos, lejos de sugerir cambiospositivos, este eclecticismo señala el empobrecimiento de las artes, que sehan visto reemplazadas por un batiburrillo popular carente de criteriosestéticos. Lo que es para algunos expresión híbrida de la posmodernidad,para otros no es más que el resultado de la mercantilización de la culturay el consumismo. Charles Newman, por ejemplo, ve la posmodernidadcomo la etapa final de un siglo de inflación; no puede esconder la nostalgiaque siente por los viejos tiempos y la estética alta de la modernidad. Supesimismo refleja una tendencia en la crítica cultural contemporáneaque asocia la posmodernidad con el fin de la creatividad, tendencia queNicolás Zurbrugg ha llamado 'el registro apocalíptico'.' Newman nosinforma que 'the postmodern harbors the deep suspicion that we haveonly unpleasant choices; that we may have seen the best civilization hasto offer'.4

Ha habido, en general, reticencia a reconocer los resultados positivos einnovadores de la experimentación posmoderna con el eclecticismo, elcollage, la parodia y los medios de información, todos los cuales tienenla potencialidad de cuestionar y extender los límites del arte mismo.Esto no es decir que la posmodernidad no merezca crítica o que no corrariesgos; los problemas y peligros con los que se enfrenta el arte en nuestracultura finisecular son muchos y pueden amenazar la integridad delartista. Fredric Jameson ha llamado la atención sobre dos: primero, laamericanización global de la cultura es, sin dejar lugar a dudas, uno delos síntomas menos positivos de la posmodernidad; y, en segundo lugar,hay que reconocer alguna que otra connivencia desagradable del artecon las maniobras más sórdidas del capitalismo en forma del patrocinioque reciben muchos proyectos artísticos y arquitectónicos. Nos avisaJameson: 'I must remind the reader of the obvious; namely that thiswhole global, yet American, postmodern culture is the infernal andsuperstructural expression of a whole new wave of American military

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and economic domination throughout the world: in this sense, asthroughout class history, the underside of culture is blood, torture, deathand terror'.5 No obstante, por repugnante que parezca tal relación, no essiempre el caso que la co-optación mercantil acabe en resultados tannegativos. Cabe señalar aquí el talante paradójico del proyectoposmoderno, que a veces participa de las mismas empresas que pretendedesafiar: la fuerza totalizante del capitalismo de consumo, por ejemplo.Tal práctica, indudablemente ambigua, no es necesariamente ingenua nihipócrita, porque puede llevarse a cabo consciente y voluntariamente, yen muchos casos con una tensión crítica. En su libro The Politics ofPostmodernism, Linda Hutcheon examina la crítica de la dominaciónejercida por la posmodernidad, reconociendo a la vez la paradoja de talempresa; agrega que 'it must be admitted from the start that this is astrange kind of critique, one bound up, too, with its own complicitywith power and domination, one that acknowledges that it cannot escapeimplication in that which it nevertheless still wants to analyze and maybeeven undermine'.6

Que la posmodernidad se haya involucrado en el capitalismo esinnegable; empero, si bien forman parte de la superficialidad delconsumismo las imágenes resplandecientes de la televisión, el video, lapublicidad y el diseño popular, el arte posmoderno, en cambio, apropiade una manera reflexiva y paródica elementos de esta imaginería paraque se produzca una nueva visión ecléctica del arte, en conflicto con laestética purista del arte modernista. Es claro que existe una diferenciacualitativa y filosófica entre un fenómeno y otro, como mantieneHutcheon al comentar: 'Most televisión, in its unproblematized relianceon realist narrative and transparent representational conventions, is purécommodified complicity, without the critique needed to define thepostmodern paradox'.7 Es la auto-conciencia y la ironía de esta paradojaque los escépticos de la posmodernidad muchas veces pasan por alto.

Cuando a finales de los años setenta la imaginación posmoderna saltaa la palestra en España - recordemos las palabras de Vázquez Montalbán,quien explicó cómo estuvo 'prohibida' la posmodernidad bajo Franco -se recibe con escepticismo en la mayoría de los casos.8 En efecto, a laposmodernidad le ha caído encima todo el bagaje de una nacióndesazonada ante los fracasos de la nueva democracia y la cursilería delcapitalismo avanzado. Una mirada a la trayectoria socio-económica delpaís en los años sesenta y setenta ayudará a explicar el desdén que sentíala gente hacia las transgresiones posmodernas: España, a finales de lossesenta, ya estaba bien encaminada a ser una sociedad de consumo, demodo que la muerte de Franco, coincidente con la continua capitalizacióndel oeste, abrió paso a que las demandas del mercantilismo cambiaranlas artes del país; en unos doce años la economía del país había cambiadode pre-industrial a post-industrial, creando un clima cultural radicalmentediferente a cualquier precedente. Un impacto inmediato de la nueva

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cultura de consumo se evidenciaba en los medios de entretenimiento:cine, televisión, revistas, espectáculos públicos y literatura popular. JuanPablo Fusi indica que aunque la asistencia a eventos culturales era altadurante el período de la transición, el consumismo creciente tuvo suprecio, resultando en 'la trivialización de temas culturales' y 'la aceptaciónacrítica de cualquier iniciativa seudo-cultural'.9

Para muchos observadores, el aspecto más alarmante del apetito culturalfue la obsesión con la televisión, legado, indudablemente, de la culturade evasión del régimen franquista. España después de Franco era unanación de tele-adictos. Ignacio Soldevila informa de una encuesta hechaen 1978, en la que el cincuenta por ciento de españoles dijeron que nuncaleían, ni siquiera periódicos ni revistas; el ochenta por ciento miraban deforma cotidiana la televisión, y el treinta y dos por ciento deseaban poderquedarse en casa para mirar más televisión. Soldevila concluye el artículo- escrito en 1985 - con pesimismo, declarando que el futuro de laliteratura seria en España parece poco prometedor, ya que incluso lasub-literatura tiene que competir con el video.10

Si el consumismo influía negativamente en el nivel de intelectualismo,era igualmente desalentador en lo que le toca a la acción política: cuandola democracia - largamente esperada - por fin llegó, la concienca política,tan vital en la década de los sesenta, hibernó. El desmoronamiento delfranquismo - catalista de la oposición durante 40 años - combinadocon la comercialización de la sociedad, llevó a la apatía política y alegoísmo mercantilista. Vázquez Montalbán describe el ambiente de vacíoy de desorientación que imperaba en esos días: 'Los espíritus más sensiblesde la izquierda empezaban a añorar aquellos tiempos cuando el enemigoera tan nítido y tan único que unificaba voluntades y no requeríademasiados esfuerzos de clarificación teórica ni práctica ... Pero ahora,¿dónde estaba el enemigo?, ¿qué objetivos históricos podían proponerseante un futuro pactado y bien pactado, desvalida la izquierda del espíritude combate?'11 Los pasotas y el pasotismo vinieron a sustituir a losactivistas de días pasados. Es más, lejos de lamentar la pérdida delactivismo político, los españoles de ese momento se sentían huérfanos yañoraban al padre fallecido: mientras los de la derecha expresaban sudesencanto con el lema 'con Franco vivíamos mejor', los de la izquierda- dice Vázquez Montalbán - clamaban casi lo mismo con 'contra Francovivíamos mejor'.12 Ahora bien, fue contra este ambiente de desencanto -orfandad, pasotismo y superficialidad comercial - que surgió lacelebración eufórica de una nueva onda cultural. Para principios de losochenta esta euforia se conocía como la Movida y se asociaba, correcta oincorrectamente, con una explosión cultural que abarcaba el diseño, lamoda, la música y el cine, sobre todo el de Pedro Almodóvar. Los escritorestambién habían estado respondiendo a la sensibilidad democrática: yadesde mediados de los setenta se estaba dando a conocer una nuevaliteratura posmodernista de novelistas como Eduardo Mendoza, Carmen

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Martín-Gaite, Miguel Espinosa, Esther Tusquets, Julián Ríos, paranombrar a algunos, cuyos textos trataban asuntos a los que antes nohabían prestado atención, bien por razones de censura bien por elcompromiso político al que se habían sentido obligados. La teoría deesta nueva sensibilidad posmoderna se discutía en la revista La luna deMadrid, fundada a principios de los ochenta por José Tono Martínez yBorja Casani. Sin embargo, a pesar de toda esta actividad, muchoshispanistas rechazaron la nueva sensibilidad posmoderna comomovimiento de mal gusto que parecía celebrar los problemas mismosque apestaban la sociedad.

Efectivamente, las teorías del 'registro apocalíptico' abundan en España.En un polo están los que rechazan la validez de la posmodernidad comotérmino y posición epistémica: Carlos Díaz, por ejemplo, quien opinabaque 'la modernidad ha cambiado de collar y ahora se llamaposmodernidad, pero no existe diferencia fundamental entreposmodernidad y modernidad'.13 El hispanista norteamericano MalcolmCompitello apoyaría esta opinión, y mantiene que la posmodernidadespañola no existe porque no hay nada en el ambiente cultural españolactual que lo distinga de los discursos del pasado: 'there is no Spanishpostmodernism ... or in less polemical terms ... there is no need to usethis term when speaking to current cultural events in Spain. For all theavant-garde sword rattling, for all the desire to effect the social andcultural transformations that the 1982 elections supposedly ushered in,nothing essential has changed'.14 En 1991, Compitello sugirió que laposmodernidad había sido superpuesta arbitrariamente sobre el escenariocultural español de los ochenta. También atribuyó la creación de la revistaLa luna de Madrid y el espíritu de la Movida al deseo de estar de modamás que a una manifestación cultural auténtica de la imaginaciónposmoderna. Si bien los escritores y críticos de La luna crearon un foropara la discusión de las nuevas teorías posmodernas, no tuvieron quesuperponerlas sobre la cultura española porque ya había empezado amanifestarse esta sensibilidad en la obra de varios escritores y artistas. Lateoría, entonces, y siempre según Compitello, respondía a una condiciónya existente y no al revés.

En cuanto a la Movida, fue, a mi parecer, uno de los emblemas másindicativos de la entrada de España en la sociedad posmoderna ydemocrática. El frenesí de la celebración sugería la condición huérfanade los jóvenes, quienes, desatados del yugo edípico del padre, se lanzarona la transgresión y la desmantelación de todo el pensamiento institucionalfranquista; como anunciaron Tono Martínez y Borja Casani en el primernúmero de La luna en noviembre de 1983: 'En el corto espacio de diezaños, los madrileños nos hemos marcado así, de sopetón, más novedadesque un neoyorkino en toda su existencia'.15 Estas 'novedades', como hemantenido arriba, representaban tanto la euforia de la libertad como eldesasosiego de la condición huérfana, ambos estados acarreados por la

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nueva democracia. Es precisamente esta ambigüedad agonizante deliberación y pérdida la que caracteriza la condición posmoderna.En La polémica de la posmodernidad, colección de ensayos editada porTono Martínez en 1986, muchos teóricos y pensadores comparten estavisión negativa en cuanto al ocaso del arte 'alto'. Charles Decors declaraque en la posmodernidad 'todo es válido, todo se acepta "a priori",todo puede convertirse en arte', y Miguel Cerceda la rechaza comoproyecto que ha reemplazado el rigor intelectual con 'una coqueteríafrivola e insustancial'.16 Dos años más tarde Eduardo Subirats iba acontinuar en esta vena con su libro La cultura como espectáculo. Aquísubraya la fuerza deshumanizante y la homogeneidad de los medios decomunicación y señala la impotencia del ser humano ante la manipulaciónde sus imágenes consumistas.17 Estos argumentos, en todo caso, averiguanque hay un tremendo miedo a la posmodernidad en España, miedo quetambién existe en otros países donde este modo de pensar ha alzado lacabeza. No obstante, en La polémica de la posmodernidad el polo opuestodel debate lo representan los varios acercamientos de Javier Sádaba, JoséLuis Brea y el propio Tono Martínez, para nombrar a algunos.18 Susopiniones dejan constancia de que por lo menos algunos pensadores hanconquistado ese miedo y se han atrevido a encararse con el reto que laposmodernidad les ofrece.

Lo que se destaca de sus argumentos es el aprecio de la multi-dimensionalidad de la posmodernidad y el que hayan resistido al impulsode hacer juicios totalizantes o reductivos. Si bien estos escritores aboganpor la potencialidad positiva del proyecto posmoderno, no caen en latrampa de reducir sus discusiones a la aprobación simplificada y acríticade todo lo que puede comprender tal proyecto. Conscientes de lasimplicaciones problemáticas de la sociedad posmoderna, sugieren uncamino que seguir. De hecho, la complejidad de su pensamiento va hacialo que podríamos llamar una filosofía de nomadismo, siguiendo las ideasde Gilíes Deleuze y Félix Guattari. El modo nómada viene a ser un estilofigurativo de pensar y de actuar que evoca la actividad de itinerancia,resistencia, solidaridad y convivencia que incorpora el nómada verdadero.El sujeto que adopte tal estilo como modus operandi se halla en continuaoposición y competición con el poder y el pensamiento institucionalizados,como explican Deleuze y Guattari: 'The classical image of thought, andthe striating of mental spaces it effects, aspires to universality ... thenomad thought that rejects this image ... does not ally itself with auniversal thinking subject ... and it does not ground itself in an all-encompassing totality but is on the contrary deployed in a horizonlessmilieu that is a smooth space, steppe, desert, or sea'.19

El espacio que ocupa el nómada es abierto y liso, de modo que nuncaestá limitado en su trayectoria ni en su comunicación y solidaridad conlos otros. Su posición como pensador será siempre radical y se situará enlo que Deleuze y Guattari han llamado el intermezzo, porque aunque va

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de un punto a otro, cada punto sólo existe como lugar de paso: se llegaal oasis para luego dejarlo atrás. Lo más importante de su trayectoria,pues, es el camino, no la llegada.20 De igual modo, el pensamiento nómadadel sujeto posmoderno ve la filosofía como un proyecto incompleto, enproceso constante de construcción, porque admite la posibilidad de quese relacionen y se fertilicen un sin fin de narrativas diferentes. Talesarticulaciones dan como resultado nuevas configuraciones depensamiento, identidad y sujetividad, como ha expresado Javier Sádaba:'La función del filósofo posmoderno no consistiría en ser juez o supervisorde la Racionalidad ... sino la de poner en contacto, de una manera másmodesta, existencial y móvil, discursos diferentes y hasta incomensurables.De esta forma, el hombre no sería una esencia de Vidrio, un gran Espejoque refleja el mundo y se olvida de sí mismo, sino un continuo redefinirse,redescribirse en las muchas historias que ha sido y que puede ser'.21

Son pensadores nómadas escritores como Javier Sádaba, Jesús Ibáñez,Juan Antonio Ramírez y José Luis Brea; sus discusiones muestran unespíritu de resistencia contra las máquinas de dominación y unaperseverancia frente a los miedos e incertidumbres de nuestro tiempo.Reconociendo los problemas y las paradojas de la condición posmoderna,cada uno insiste de manera diferente en que, a pesar de la fuerzadeshumanizante y homogeneizadora del capitalismo de consumo, el sujetoposmoderno puede, en una actitud de resistencia, ejercer una energíacompetidora capaz de cuestionar, desafiar y manipular tales fuerzas. Estaactividad de resistencia, que Sádaba define como 'mantenerse enalternativa continua',22 tomará lugar ora desde el exterior ora desdedentro de la estructura de poder, porque el nómada es el que puededeslizarse sobre muchas superficies, desterritorializándose por acá y allá.

En su artículo 'Errar - para no hablar de posmodernidad-', José LuisBrea presenta lo que tal vez parezca ser un paisaje apocalíptico de desolacióny vacío como el espacio que el sujeto posmoderno tiene que ocupar. Ellugar característico de la crisis modernista - el túnel con su oscuridad,desorientación y luz al final - ha sido reemplazado por el laberinto que a suvez se ha convertido en desierto. Estamos destinados a errar a través de unespacio público que Brea denomina 'liso', ya que, como explica, 'cualquierdirección es en ella, ahora de nuevo, igualmente probable. Igualmenteocasional. Igualmente irresolutiva: no es imaginable laberinto más pérfidoque el desierto'.2' Es cierto que el sujeto nómada está desterritorializado: lacondición posmoderna es tal que exige a los que quieren sobrevivir en ellaun espíritu itinerante y aventurero: uno tiene que desarraigarse,desempadronarse, por así decirlo, para poder hacer frente a lo nuevo, lodesconocido y lo inquietante. No obstante, al contrario de lo que mantienenlos teóricos de la vena apocalíptica, este sujeto itinerante no se hadesintegrado, sino que sigue muy vivo y activo. Este sujeto ya no es elmaestro pensador, centrado y arraigado, más bien se desvía en su pensamientohacia la piratería, la delincuencia y el nomadismo, como ha sostenido Brea:

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Definitivamente: Lo Social, como totalidad estructural-sistémica, hamuerto ... desaparecen al mismo tiempo, como protagonistas mayoresde la interacción discursiva, los maestros pensadores, la casta sacerdotal... de la modernidad. En su lugar, aparece un nuevo tipo de agenteactivo de la producción discursiva: ... el pirata de las ideas, el infractorpermanente del buen decir, el delincuente deconstructor del lugarcomún ... Nuestra cultura de fin de siglo se halla en manos de semejantecalaña. Son ellos los que, hoy, con su perseverancia en el supuesto-error, destronan, por eficacia crítica, a la ley, a la supuesta-verdad.24

Es este sujeto errante, operando desde dentro y desde fuera, el queinyecta energía en los centros de poder. Como nómada, el sujetoposmoderno está destinado a errar en el doble sentido de cometer error yde vagabundear, o en palabras de Brea 'Equivocarse siempre para nodetenerse nunca';21 palabras éstas que se hacen eco de las de Deleuze yGuattari cuando postulan que 'All of thought is a becoming'.26 Elpensamiento nómada bajo el signo de la posmodernidad expone, entonces,el fraude de las grandes narrativas autorizantes, bien estén inscritas en lagrandiosidad del modernismo, en la retórica totalizante del franquismoo en las expectativas inverosímiles y las promesas rotas de la democracia.El nómada cuestiona y desafía estos discursos, compite con ellos, perono puede pretender que los ha aniquilado. Las narrativas del humanismoilustrado tal vez hayan perdido su hegemonía sobre la filosofía occidental,pero eso no significa que no sigan siendo operativas. El nómada se dacuenta del estado de las cosas. Sabe que estamos viviendo en los mejorestiempos y en los peores tiempos pero que esto no tiene que conllevarnecesariamente el colapso de la cultura. Por lo tanto, para asegurar lacontinuidad del impulso creador, el imperativo intelectual y político denuestros tiempos consiste en seguir los pasos errantes del nómada:equivocarse siempre para no detenerse nunca.

NOTAS

1 Véase 'De hoy para mañana: la literatura de la libertad', en HistoriaCrítica de la Literatura Española: Los nuevos nombres, 1975-1990, coord.Francisco Rico y Darío Villanueva (Barcelona: Crítica, 1992), pp. 86-93.

2 Jean Francois Lyotard, The Postmodern Condition: A Report onKnowledge, trad. Geoff Bennington y Brian Massumi, prefacio de FredricJameson (Minneapolis: University of Minnesota Press, 1984), p. 15.

3 Nicholas Zurbrugg, Parameters of the Postmodern (Carbondale/Edwardsville: Southern Illinois University Press, 1993), p. xi.

4 Charles Newman, The Post-modern Aura: The Act of Fiction in an Age ofInflation (Evanston: Northwestern University Press, 1985), p. 61.

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5 Frederic Jameson, Postmodernism, ors The Cultural Logic of LateCapitalism (Durham: Duke University Press, 1991), p. 5.

6 Linda Hutcheon, The Politics of Postmodernism (Nueva York: Routledge,1989), p. 4.

7 The Politics of Postmodernism, p. 10.8 Véase Manuel Vázquez Montalbán, Crónica sentimental de la transición

(Barcelona: Planeta, 1985), p. 19.9 Juan Pablo Fusi, 'La cultura de la transición', Revista de Occidente, 122-

123 (1991), 37-64; la cita de la pág. 63.10 Ignacio Soldevila Durante, 'The Spanish Novel, 1975-1985' , en

Literature, the Arts and Democracy. Spain in the Eighties (Londres/Toronto: Fairleigh Dickinson University Press, 1990), pp. 56-57.

11 Crónica sentimental, p. 151.12 Crónica sentimental, p. 151.13 Citado por Francisco Javier Higuero, 'Tres aproximaciones críticas al

pensamiento postmoderno en el ensayo español actual: Subirats, Campillo,Albiac', Letras Peninsulares, 3 (1990), p. 223.

14 Malcolm A. Complitello, 'Benet and Spanish Postmodernism', RevistaHispánica Moderna, 44 (1991), 259-73; la cita de la pág. 269.

ls Borja Casani y José Tono Martínez, 'Madrid 1984: ¿La posmodernidad?',La luna de Madrid, 1 (1983), pp. 6-7.

16 Charles Decors, 'El arte del pos(modernismo)', y Miguel Cerceda, 'Lafalsa superación de la modernidad', en José Tono Martínez (ed.), Polémicade la posmodernidad (Madrid: Libertarias, 1986), pp. 215-241; las citasde las págs. 120 y 236, respectivamente.

17 Véase Eduardo Subirats, La cultura como espectáculo (Madrid: Fondo deCultura Económica, 1988).

18 Véanse: José Luis Brea, 'Errar - para no hablar de posmodernidad-';Javier Sádaba, 'La posmodernidad existe'; Juan Antonio Ramírez,'Catecismo breve de la pos(modernidad)'; y José Tono Martínez, 'Losdos poderes (y el baile de San Vito)'; todos en La polémica de laposmodernidad, ed. Tono Martínez.

19 A Thousand Plateaus. Capitalism and Schizophrenia, traducción de BrianMassumi (Minneapolis: University of Minnesota Press, 1987), p. 379.

20 Véase A Thousand Plateaus, p. 380.21 La polémica de la posmodernidad, ed. Tono Martínez, p. 172.22 La polémica de la posmodernidad, ed. Tono Martínez, p. 180.2i La polémica de la posmodernidad, ed. Tono Martínez, p. 149.24 La polémica de la posmodernidad, ed. Tono Martínez, pp. 158-59.25 La polémica de la posmodernidad, ed. Tono Martínez, p. 164.26 A Thousand Plateaus, p. 380.