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RELIGIÓN Y PODER

EN LAS MISIONES DE GUARANÍES



RELIGIÓN Y PODEREN LAS MISIONES DE GUARANÍES

Guillermo Wilde



En memoria de María Elena CassietFecha de catalogación: 08/07/2009

Título de la obra: Religión y poder en las misiones de guaraníes

Autor: Guillermo Wilde

© 2009, Editorial SbISBN: 978-987-1256-63-1

1O edición, agosto de 2009

Director editorial: Andrés C. TelescaCorrección: María Victoria TonelliDiseño de cubierta e interior: Departamento de Arte, editorial Sb

Impreso en los Talleres Gráficos Mitre & Salvay,Heredia 2952, Sarandí, Provincia de Buenos Aires, Argentina

Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723.Libro de edición argentina - Impreso en Argentina - Made in Argentina

No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la trans-misión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, seaelectrónico o mecánico, mediante fotocopia, digitalización u otros medios, sin el permi-

so previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.

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Empresa asociada a la CÁMARA ARGENTINA DEL LIBRO

Wilde, GuillermoReligión y poder en las misiones de guaraníes / Guillermo Wilde

- 1a ed. - Buenos Aires : SB, 2009.512 p. ; 23x16 cm. - (Paradigma indicial; 7 / Guillermo Wilde)

ISBN 978-987-1256-63-1

1. Antropología Cultural. I. Wilde, Guillermo, selec. I I. TítuloCDD 306



AGRADECIMIENTOS

La redacción de este libro exigió realizar una nueva lectura de ma-terial con el que me encuentro en contacto hace ya más de una década, yla reescritura total o parcial de textos elaborados entre 1999 y 2008, con

el propósito de articular temas, matizar argumentaciones previas, abonarideas, agregar y reinterpretar informaciones. En ese largo período, quecubre el final de una licenciatura, un doctorado y postdoctorados- recibí el apoyo de numerosas instituciones y personas, las cuales influyeron demanera decisiva. Este es el lugar para una evocación imperfecta de susnombres. Aquellos que olvide mencionar, seguramente se harán explíci-tos en referencias citadas a lo largo del texto, o quedarán implícitos en al-gunos pasajes, como en una suerte de guiño furtivo.

Mi investigación sobre las “culturas misionales guaraníes” comen-zó, hacia 1995, en la Sección Etnohistoria del Instituto de Ciencias Antro-pológicas de la Facultad de Filosofía y Letras (Universidad de Buenos Ai-res). En ese marco, obtuve becas de investigación y recibí financiación desubsidios del CONICET, la UBA y la Agencia Nacional de PromociónCientífica y Tecnológica que me permitieron realizar trabajo de archivo enArgentina, Chile, Paraguay, Brasil y España. Agradezco a Ana María Lo-randi su apoyo incondicional durante esos años. También a los miembros

de la Sección: Lidia Nacuzzi, Roxana Boixadós, Cora Bunster, Pablo Or-temberg, Ana Schaposchnik, Emilio, Mercedes Del Río, Blanca Daus,Carlos Zanolli, Lía Quarleri y, especialmente, Mercedes Avellaneda.

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Bibliografía

CLASTRES, Pierre 1974 Le grand parler . Paris: Seuil.

CLASTRES , Pierre 1978 A sociedade contra o Estado. Rio de Janei-ro: Francisco Alves.MELIÀ, Bartomeu 2004 “La novedad Guarani (viejas cuestiones y

nuevas preguntas). Revista bibliográfica (1987-2002)”. Revista de Indias

64:175-226.ROUSSEAU, Jean-Jacques [1755] 1989 Discurso sobre a Origem e os

Fundamentos da Desigualdade entre os Homens. São Paulo: Ática/Edito-ra da UnB.

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El análisis de los documentos antiguos estuvo siempre informadoen los debates teóricos y empíricos de la historiografía y la etnografía ac-tuales. Debo mi acercamiento al mundo guaraní contemporáneo a Irma

Ruiz y Ana María Gorosito Kramer, quienes en largas y afectuosas char-las compartieron conmigo su profundo conocimiento, fascinación ycompromiso con los mbya, además de guiarme en breves estadías de tra-bajo de campo en Misiones. Inquietudes complementarias me hicieronllegar a especialistas en la historia del arte, la musicología y la arquitectu-ra coloniales, de quienes aprendí mucho, entre ellos Bernardo Illari, Dar-ko Sustersic, Emilio Burucua, Gabriela Siracusano, Tom Cummins, Yo-landa Velo, Serge Gruzinski, Marta Penhos, Victor Rondón, Alejandro

Vera, Norberto Levinton y Estela Auletta. A través de contactos infor-males, cursos, grupos y proyectos de los que formé parte, pude benefi-ciarme de la interacción con profesionales verdaderamente brillantes dequienes he recibido orientaciones y consejos, como Judith Farberman,Roberto Di Stefano, Pablo Buchbinder, Ana Frega, Gilles Riviere, Mar-tín Morales, Marta Bechis, Claudia Briones, Rosana Guber, Sergio Visa-kovsky, Santiago Álvarez, Ana María Presta, Javier Nastri, Ricardo Ro-dríguez Ponte, Claudia Gaspar, Juan Besse, María Elena Imolesi, Robert

Jackson, Hector Jaquet, Alejandro Grimson y Marilin Cebolla.En la ardua fase final de redacción tuvieron cercanía, como siempre,los amigos entrañables. Entre ellos quiero agradecer especialmente a Mó-nica Ferraro Kelly, Ignacio Telesca y Pablo Perazzi, quienes leyeron pa-cientemente el manuscrito final. También recuerdo constantemente las es-timulantes e intemporales charlas mantenidas con Diego Escolar, Eduar-do Saguier, Zeca y el editor, Andrés Telesca, y la vital complicidad conSantos Primante, Christian Wilson, Carlos Juárez Aldazábal, Pablo

Schamber, Federico Aboslaiman, Paz Encina, Carlos Paz, Ana Hosne,Ángel Jara, Sebastián Pardo, Pau Navajas, Gabriela Cardozo y GuillermoHamilton.

Mis queridos padre, hermanos y tías (Dora y Elda) acompañaronel proceso a distancia. De cerca, Ana fue capaz de sostener, aun en lostiempos difíciles, la intensidad, el deseo y la ilusión.

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INTRODUCCIÓN

... un pasado que detenta y que restituye, en intercambio,el secreto sentido de los destinos humanos.

Lucien Fevre

María Isabel Franco se encontraba adentro cuando llegó el grupode “forajidos”. Uno de los hombres irrumpió en la casa y, aferrando a lamujer de la mano, empezó a sacar todo cuanto encontraba y a repartirloentre los demás. Pocos minutos después la desdichada pudo constatar

con horror que habían asesinado a su marido. El grupo estaba comanda-do por Josef Ignacio, un “indio” que hablaba castellano y guaraní, quienordenaba a los demás que no agujereasen la ropa del difunto, ni la ensu-ciasen con sangre. María Isabel fue conducida al sitio donde yacía el cuer-po inerte y desnudo de su marido, clavado contra el suelo por el costadoderecho con un “chuzo” que arrancaron en su presencia. En ese sitio fa-tídico, delante del cadáver, Josef Ignacio inició una galante conversacióncon la mujer: le comentó que él era tan cristiano como ella, que se había

casado en el Caneló con una mulata esclava de Gregorio Bordón y porculpa de aquel amor se había vuelto asesino y prófugo, mezclándose conlos “indios infieles”. También le relató que antes de los avances “bombea-ba” estancias y que por esos días había estado en la de Don Manuel Pé-rez, del otro lado del Río Negro. Josef Ignacio también aprovechó paraindagar a María Isabel sobre la existencia de otras mujeres en las pobla-ciones inmediatas. Luego fue llevada al corral, donde la alzaron en un ca-ballo en pelo con el propósito de volver a los toldos. Como no sabía an-

dar, la mujer cayó al suelo y un “indio minuan” quiso castigarla. Pero Jo-sef Ignacio se lo impidió y la alzó a las ancas del caballo que montaba elmismo “indio” que la había sacado de su casa. Al poco andar la mujer

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1CIVILIDAD Y ORDEN SIMBÓLICO

Veo todo esto, y comprendo que cuanto dice Platón puede muy bien aplicarse a los pueblos americanos.

José Peramás

“En los últimos tiempos de la militante iglesia, cuando se veía combatida delas huestes enemigas del abismo, mediante el tropel de las herejías que vomitóLutero, Calvino y otros monstruos infernales, para contrastarla, envistes, So-berano Espíritu, dos celestiales Athantes que la sustentasen y dos nuevos yverdaderos Prometeos que con sus antorchas encendiesen el mundo, al granIgnacio y al apóstol del oriente San Francisco Javier, para dar vida a la estatuadel mundo con el fuego de vuestro soberano trono: ignem vení mittere in te-rram, para que mediante sus luces se extienda la gloria de vuestro santísimonombre: A solis ortu usque ad occasum.” (Trelles 1890: 26)

Se lee este párrafo en uno de los documentos que anteceden a laobra Sobre la Diferencia entre lo Temporal y lo Eterno, del jesuita Euse-bio Nieremberg, publicada en lengua guaraní en la imprenta misional([1705] 1967). El texto presenta impecablemente la imagen que los jesui-tas tenían de sí mismos: enviados de Dios para acabar con los enemigosde la religión cristiana, adalides de la expansión del cristianismo en elmundo y, como es posible apreciar en otras obras de corte doctrinal,reencarnaciones de los apóstoles y del mismo Cristo (Mujica Pinilla1992). Este impulso transformó a la joven orden de la Compañía de Jesúsen ideóloga de la expansión mundial de los imperios ibéricos en la segun-da mitad del siglo XVI. Los jesuitas explícitamente reconocían estar con-tribuyendo a crear la idea del nuevo orbe cristiano mediante las eficaces

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2para su reproducción y actualización Los intercambios reciprocitarios

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2 JESUITAS, MBURUBICHAS Y “HECHICEROS”

The encounter with the world is itself a valuation,and a potential revaluation, of signs.

Marshall Sahlins

La organización misional jesuítica representó para las sociedades tu-pí-guaraníes el advenimiento de una forma de poder político hacia la cualya tendían antes de la conquista, pero que no podían consumar por haber

desarrollado en su seno un movimiento profético que la rechazaba. Tal esel sugestivo postulado de Hélène Clastres en su libro La tierra sin mal. En-tre los tupi-guaraníes, afirma la autora, existían los mburubicha o “jefes deprovincia” que acumulaban poderes más allá de los límites aceptados. Aellos se oponían unos personajes llamados karaí o “profetas”, que encabe-zaban movimientos destinados a evitar la instalación de un poder despóti-co, preparando espiritual y corporalmente al grupo, a través del canto y ladanza, para alcanzar una “tierra sin mal”. La llegada de los jesuitas coinci-dió con un momento crítico de estos enfrentamientos y acabó por favore-cer a los mburubicha, quienes se aliaron a los ignacianos en su combatecontra los karaí , derrotándolos definitivamente (Clastres, H. 1989).

Decidir si las misiones realmente cumplieron una profecía anuncia-da del origen del Estado exige un estéril ejercicio de historia conjetural.Parece más importante establecer a partir de las fuentes disponibles cómose formó ese contexto misional y qué transformaciones implicó en las or-ganizaciones políticas nativas y sus nociones de autoridad, cómo partici-

paron los actores indígenas en ese proceso y por qué caminos el prestigioque reconocían en sus líderes llegó a transformarse en una posición está-

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para su reproducción y actualización. Los intercambios reciprocitariosentre los actores (entre jefes, entre miembros de cacicazgo, entre unos yotros, entre ambos sectores y los jesuitas) reforzaban gradualmente los lí-mites de una civilidad cristiana general y una historia singular del contac-

to que afectaba a cada pueblo. Las celebraciones operaban en el espaciomisional mecanismos tendientes a instituir una memoria colectiva, unnuevo régimen de temporalidad y espacialidad que no necesariamente ex-cluía las modalidades tradicionales de producción y reproducción deltiempo como retorno cíclico.

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3ESPACIOS DE AMBIGÜEDAD

misión. Ellos eran el nexo con el antiguo sistema de vida, corporizaban unmodo de humanidad, de persona, que iba directamente en contra del mo-delo que la misión buscaba imponer. Neutralizarlos era el modo de desar-

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Time, much like language or money, is a carrier of significance,a form through which we define the content

of relations between Self and the Other.

Johannes Fabian

Desde un primer momento, el proceso de conversión presentó di-lemas de orden político, jurídico, religioso y moral, exigiendo a los jesui-tas una adaptación de la doctrina, y a los indígenas una resignificación de

sus tradiciones socioculturales. Como vimos en los capítulos anteriores,en el marco del sistema colonial los jesuitas crearon neologismos y cons-truyeron, para los ojos europeos, una imagen del espacio misional orde-nada y exenta de conflictos. Inventaron linajes indígenas que suponían laherencia de atributos políticos de “padres a hijos” biológicos basándoseen el discurso de la descendencia por sangre. También introdujeron insti-tuciones como el cabildo, a partir de las cuales se formó una “casta buro-crática” que incorporaba buena cantidad de caciques amigos, además de

otros individuos de la población indígena que buscaban ascender social-mente en el marco del nuevo régimen. Así se afirmaba una transición ha-cia una organización política centralizada, controlada por una “burocra-cia” indígena y un puñado de jesuitas, en la que llegaron a convivir milesde personas y diversidad de grupos sociopolíticamente diferenciados.

Pero, si bien es claro que –siguiendo un conjunto de fuentes más omenos oficiales– la estructura misional se fue haciendo cada vez más es-tática con el paso del tiempo, los mecanismos tradicionales de legitima-

ción de la autoridad y una singular visión nativa del espacio y las relacio-

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delo que la misión buscaba imponer. Neutralizarlos era el modo de desarticular la memoria que el grupo tenía del “antiguo ser”.

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5LA EXPULSIÓN DE LOS JESUITAS



[...] es mi voluntad imponer (como impongo por la presente miReal Cédula) perpetuo silencio sobre el asunto a todos mis vasallos.

El Rey

Pragmática sanción de su Majestad en fuerza de ley para el extra-ñamiento de estos reinos a los regulares de la Compañía, ocupación de sustemporalidades y prohibición de su restablecimiento en tiempo alguno,con las demás precauciones que se expresan. El pomposo título del decre-to estaba a la altura de las circunstancias. En abril de 1767 el rey Carlos

III expulsaba a los jesuitas de todos sus dominios ([RP] 2-4-1767). Las ra-zones de una decisión de esta envergadura quedaban estrictamente reser-vadas. Pero es posible inferir que había influido una compleja trama defactores. Entonces los jesuitas intervenían de manera decisiva en la for-mación de las elites y la política misional en toda América y por endetambién en la configuración de los territorios y culturas locales, que ten-dían a profundizar sus autonomías frente al dominio de la metrópoli. Eldecreto contaba con el antecedente inmediato de la expulsión en Portu-

gal y Francia, ocurrida respectivamente en 1759 y 1762. En Portugal, po-co tiempo después del trágico terremoto de 1755, había ascendido comoministro el marqués de Pombal con grandes poderes otorgados por el rey

José I. Este funcionario promovió una modernización doctrinal y pugnópor aumentar los derechos del poder real declarando una guerra abiertacontra los jesuitas. La tensión llegó a su grado máximo con la ejecucióndel jesuita Malagrida, acusado de difamador de la corona e instigador deun atentado contra el rey en 1758. Este acontecimiento precipitó la expul-

sión de los jesuitas de ese país. También es posible que la expulsión en

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6CURAS, ADMINISTRADORES Y CABILDANTES



luego que se vieron sin los jesuitas, establecí el nuevo gobierno espiritual y temporal ...

Don Francisco de Paula Bucareli y Ursúa

El período que comienza inmediatamente después de la expatria-ción de los jesuitas ha sido caracterizado por la historiografía como unaépoca de “decadencia” en la que la administración secular dilapidó en po-cos años la labor que los jesuitas habían desarrollado durante varias déca-das. Luego de la expulsión, vino la incautación de todos los bienes de las

residencias y colegios de la orden que serían reorientados en sus finalida-des. En su mayor parte estas “temporalidades” fueron destinadas a la pen-sión vitalicia de los jesuitas expatriados, obras pías y la erección de semi-narios para la formación de la juventud. Sin embargo, la excesiva burocra-tización del nuevo régimen de gobierno y la gran cantidad de problemaseconómicos que debió enfrentar España a fines del siglo XVIII como re-sultado de las guerras contra Francia y Gran Bretaña, obligaron a la liqui-dación de los bienes mediante su incorporación a la Real Hacienda.

Aunque los pueblos guaraníes misioneros fueron exentos de estasmedidas, conservándose buena parte de la estructura político-económicaprevia, el gobernador Bucareli dictó una serie de disposiciones que rom-pieron radicalmente con el modelo de segregación de la población indí-gena que había regido hasta entonces. En términos generales el nuevo ré-gimen estimuló la asimilación cultural de la población indígena por me-dio de la difusión de hábitos y valores españoles. Entre otras disposicio-nes, se buscó introducir de manera definitiva el uso del idioma español

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7EL RETORNO DE LOS ANTEPASADOS



Ese tiempo, que no es exactamente el pasado,tiene un nombre: es la memoria... que humaniza y

configura el tiempo, entrelaza sus fibras, asegura sustransmisiones, y se condena a una esencial impureza.

Didi-Huberman

Ya casi se cumplían diez años de la expulsión de los jesuitas cuan-do ocurrió en el pueblo de Loreto un acontecimiento inusitado. Algunosindígenas fueron acusados ante el corregidor y el cura de haber hecho“maleficios”, provocando la muerte de otros habitantes del pueblo. El ca-cique Cristóbal Guiray fue señalado como causante de una enfermedad alindio Josef Suirirí, fallecido poco tiempo después. Guiray primeramentenegó los cargos, pero después de ser llevado preso y recibir varios azotes,acabó por confesar su responsabilidad en la muerte de Suirirí. El caciquetambién admitió haber utilizado sustancias y técnicas de diversa índolepara provocar varias otras muertes. Luego involucró como cómplice desus “maleficios” al curtidor del pueblo, Silverio Caté, quien inmediata-mente fue tomado preso por las autoridades y obligado a confesar. Am-bos acusados a su vez incriminaron a un tercero, Mathias Mendoza, conquien aparentemente tenían enemistad, y este último involucró a otrosdos individuos más. En sus declaraciones, los acusados revelaron que pa-ra realizar aquellos males habían utilizado sustancias y “medicinas” co-mo “piedra imán”, veneno de víbora y “grasa de capiguara” y se habíanvalido de pequeñas esculturas de santos, huesos y cascabeles como amu-letos. Los principales responsables fueron puestos presos en la cárcel delpueblo, sumariados y finalmente trasladados.

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8EL PARADIGMA DE LA MOVILIDAD

… la suerte del conquistado ha de acabar,l á d h

de sedimentación en el que participaba la población indígena de diferen-tes orígenes, pero también los religiosos jesuitas, los funcionarios españo-les, los criollos de la campaña, la población “infiel” y acaso también, lanegra y la portuguesa.

Esto nos traslada a la problemática más general de las ambigüeda-des de un espacio misional en el que los guaraníes incorporaban valores

ajenos como propios y mantenían múltiples registros de acción en el pla-no cotidiano y ritual. El fenómeno de la movilidad poblacional a nivel re-gional, que será abordado en el próximo capítulo, permite comprenderalgunos resortes implicados en dicha dinámica.

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y lo más que puede hacersees alargar el tiempo que ha de transformarlo.

Juan Francisco Aguirre

A fines del siglo XVIII, mientras la región del Río de la Plata aban-donaba progresivamente su antigua marginalidad y se convertía en uncentro importante del comercio atlántico, se percibían los síntomas de ladegradación de los órganos de control de la corona española. El contra-bando se practicaba con la anuencia de los gobiernos locales que habíanaumentado considerablemente su autonomía, los portugueses habían

avanzado sobre los límites establecidos por antiguos convenios y variaszonas urbanas se encontraban literalmente asediadas por población indí-gena no reducida. La movilidad e interacciones crecientes iban produ-ciendo una gran heterogeneidad sociocultural tanto en las ciudades comoen los espacios que las circundaban.

Con el propósito de controlar la situación en esta parte de sus do-minios, la corona española implementó un conjunto de reformas econó-micas, políticas y administrativas que afectaban el territorio de la región.En 1776 se creó el virreinato del Río de la Plata con sede en Buenos Ai-res, jurisdicción en la que quedó absorbida la gobernación del Paraguay.Dos años después se dictó una reglamentación general para el comerciomarítimo y, en 1782, se implementó un régimen de Intendencias que reor-ganizaba las jurisdicciones de los virreinatos. Desde entonces Paraguay yBuenos Aires constituirían dos administraciones separadas a las que sesujetaban los 30 pueblos guaraníes divididos en cinco departamentos:Candelaria, Santiago, Yapeyú, San Miguel y Concepción.

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9AMERICANOS DE OTRO IDIOMA

¿Seré mi creador, mi criatura, seré lo que pasó?Miguel de Unamuno



La caída de las monarquías ibéricas en 1808 dejó a todos los domi-nios americanos en un vacío de poder que llevó a debatir inmediatamentesobre los medios adecuados de legitimación y representación política quehabrían de emplearse a partir de entonces. En la Península Ibérica, una

junta central gubernativa del reino se consideró depositaria de la autoridadsoberana. Ésta fue reemplazada más tarde por un consejo de regencia en

Cádiz, del que participarían representantes provenientes de los dominiosamericanos. No obstante, este gobierno careció de legitimidad en nume-rosos lugares de América, donde también se formaron juntas con partici-pación directa de los criollos que adherían a la doctrina de la “soberaníapopular”. En muchas partes comenzaron a redactarse constituciones, aformarse congresos y a realizarse elecciones. De este modo, la antigua uni-dad administrativa de las jurisdicciones coloniales, basada en virreinatos,comenzó a desintegrarse rápidamente. François Xavier Guerra ha señala-

do que este período inauguraba un proceso inédito de modulación con-ceptual y sociocultural que en el largo plazo reconfiguraría todo el pano-rama político, definiendo un nuevo tipo de actor y de sociedad.

Pero la etapa inicial del proceso estuvo marcada por las confusiones.Como recientemente lo ha revelado Mónica Quijada (2005, 2008), en el“imaginario político” de las revoluciones atlánticas confluían múltiplescorrientes y tradiciones de pensamiento y prácticas de gobierno hispáni-cas en las que no acababa de decidirse si la legitimidad política debía fun-

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12EPÍLOGO: ENCUENTRO Y DEVENIR

Nous sommes venus d´une scène où nous n´étions pas.Pascal Quignard

“Su vestido se reducía a una especie de manta o jerga gruesa, tejida de embiráu otra estopa de árbol, la que ceñía al cuerpo con una faja de la misma especie;[a] la criatura desnuda, y solo en los fríos de la madrugada, la cubría con unapunta de la manta: para caminar por el monte se echaba la hija a hombros y



punta de la manta: para caminar por el monte se echaba la hija a hombros, yrecortada sobre las espaldas sujeta a un baticulo que se pasaba por la frente,iba por lo regular durmiendo con la mayor satisfacción; debajo de ella y suje-to también a la cabeza por otra correa de corteza de árbol le pendía un canas-to de mimbres, en el que echaba alguna comida, piñones, caracolillos y otrasmenudencias que encontraba, de lo cual usaba la hija cuando iba despierta,pues con solo inclinarse o escurrirse algo para abajo del cinto en que pendía,

alcanzaba todo según su apetencia y gusto, usando de ello como si estuvieraen la más cómoda posición. Con este aparato, en que llevaba la india consigotodo su ajuar y familia, emprendía la marcha con la mayor agilidad, apoyan-do el cuerpo sobre un báculo que llevaba en una mano, y en la otra un tizónde fuego, pues a la cuenta les debe ser trabajoso el hacerlo de nuevo cuando lonecesiten en sus jornadas, y así se admiró las primeras veces de la facilidad conque los nuestros prendían fuego cuando querían” (Oyárvide [1791-1796]1862-1869: 24).

La india, de alrededor de 30 años, había aparecido sorpresivamen-te ante los miembros de la partida de demarcadores en junio de 1791, “fu-gitiva por entre la espesura de las ramas, con varios [arañazos] por elcuerpo, y todas las piernas llagadas de los tropiezos”. Cargaba a una ni-ña de un año y medio, a quien protegía y hacía “las caricias más amoro-sas”. En una excepcional descripción, el testigo retrata a la mujer del si-guiente modo:

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NOTAS

INTRODUCCIÓN (pp. 19-47)

1. En este trabajo hemos utilizado indistintamente los vocablos “reducción”, “mi-



1. En este trabajo hemos utilizado indistintamente los vocablos reducción , misión”, “pueblo” y “doctrina”. Aunque en el uso común eran considerados sinó-nimos, esos términos en sentido estricto significaban cosas diferentes que debenser tenidas en cuenta en un contexto más general. “Reducción” o “misión” alu-dían a establecimientos o poblados formados con gente en proceso de conversiónal cristianismo que, una vez que lograban estabilidad, se convertían en “doctrinas”o “parroquias de indios”. En teoría, ese cambio de estatuto debía ocurrir en el pla-

zo aproximado de 10 años. Si bien la reducción era considerada de hecho una doc-trina, podían existir varios pueblos bajo ese nombre. El término “reducción” fuegeneralmente más utilizado en referencia a pueblos ubicados en zonas centralesdel imperio español, mientras que “misión” lo fue para las zonas periféricas ofronterizas. Aquí la diferencia residía básicamente en el tamaño y la estabilidad delpoblado (Mörner 1999: 48, 277; Hernández 1913: 280 y 333). En Paraguay exis-tieron dos modelos misionales diferentes: uno, el de los pueblos de indios bajocontrol de curas seculares y franciscanos, implicó una interacción fuerte con lapoblación española y el pago a los encomenderos, otro, el jesuítico, defendió unapolítica de segregación y el tributo directo a la corona (Garavaglia 1987). No obs-

tante, el carácter segregacionista de la política jesuítica ha estado frecuentementesobredimensionado. Si bien en el nivel del discurso oficial de la orden esta políti-ca aparece formulada en toda su pureza, en la práctica no se respetó de manera es-tricta (Mörner 1961b, 1965b, Wilde 1999a, 2003a y c, 2007c). En cualquier caso, elproceso de formación de la misión está ligado a la historia singular de la legisla-ción indiana, el marco jurídico de la época y las imágenes acerca de las poblacio-nes sometidas. Sobre la idea de “reducción” – civilidad, ver Melià (1986; tambiénMorales 1998). Sobre las políticas raciales de la corona española, además del libro

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ABREVIATURAS

ARCHIVOS Y BIBLIOTECASAHN: Archivo Histórico Nacional (Madrid)

CJ: Clero-JesuitasAGI: Archivo General de Indias (Sevilla)AGN: Archivo General de la Nación (Buenos Aires)

CBN: Colección Biblioteca Nacional



CBN: Colección Biblioteca NacionalAGPC: Archivo General de la Provincia de CorrientesAGS: Archivo General de Simancas (Valladolid)

SG: Sección guerraAHRGS: Archivo Histórico Estadual de Rio Grande do Sul (Porto Alegre):ANA: Archivo Nacional de Asunción (Paraguay)

CRB: Colección Rio BrancoSH: Sección HistoriaNE: Sección Civil y Judicial

ANCh: Archivo Nacional de Chile (Santiago de Chile)FJ: Fondo Jesuitas

BNM: Biblioteca Nacional de MadridSC-Mss: Sala Cervantes - ManuscritosBNRJ: Biblioteca Nacional de Rio de Janeiro

JCBL: John Carter Brown LibraryCDA: Colección De AngelisMM: Museo Mitre, biblioteca y archivoRAH: Real Academia de Historia (Madrid)

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ZAVALA

, Francisco Bruno de [1784] 1941 Oficio a Don Francisco de Paula Sanz.GONZÁLEZ, Julio Cesar. Un Informe del gobernador de Misiones, donFrancisco Bruno de Zavala, sobre el estado de los treinta pueblos. Boletíndel Instituto de Investigaciones Históricas 25 (85-88): 159-187. Buenos Ai-res: FFyL-UBA.

ZINNY, Antonio 1879-82 Historia de los gobernadores de las Provincias Argenti-nas 1810-1880. Buenos Aires: Imprenta y Librería Mayo (3 vols.).

ZINNY, Antonio 1975 Bibliografía histórica del Paraguay y de Misiones. BuenosAires: Monserrat.

ZUPANOV, Ines 1999 Disputed Mission. Jesuit Experiments and Brahamanical

Knowledge in Seventeenth-Century India. Oxford: Oxford UniversityPress.

ZURBANO, Francisco Lupercio de [12-10-1645] Parecer del Padre Francisco Lu-percio de Zurbano de la Compañía de Jesús sobre los matrimonios de losindios guaranis debiendo estar a la dispuesto por el P. Juan de Lugo, fechaen Córdoba a 12 de octubre de 1645. AGN, CBN, Libro 287, pieza 4307.

ZURETTI, Juan Carlos 1954 La enseñanza, las escuelas y los maestros en las Mi-siones Guaraníes después de la expulsión de los Jesuitas. Revista del Ins-tituto histórico y geográfico del Uruguay XXI: 145-168.

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