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1 MOON RISE – MARILEE BROTHERS BLOG ‘DARK PATIENCE’


MMMoooooonnn RRRiiissseee

Marilee Brothers

Unbidden Magic # 2


AAAmmmaaannneeeccceeerrr LLLuuunnnaaarrr

SSiinnooppssiiss

u mamá todavía sale en citas con perdedores. Su enamorado se fue a México. Su papá aún no les ha contado a su esposa e hijos que ella existe.

En su escuela, las reinas del drama y los matones todavía dominan. Pero

lo peor de todo para Allie Emerson - también conocida como la Buscadora de Estrellas de una vieja profecía gitana - es que sus poderes se han ido de paseo.

Ella ya no puede más leer las mentes. No puede mover cosas

simplemente mirándolas. La otra Buscadora de estrellas cuenta con sus regalos psíquicos intactos, y los malos Trimarks se acercan, ansiosos de arrebatarle su mágico collar de la piedra lunar mientras ella se encuentre indefensa.

El nuevo chico ardiente en la escuela está listo y anuente a combatir sus

batallas, pero él viene con algún equipaje malintencionado.

Querido Diario: Estoy un poco preocupada. Mi nuevo BF1 es un demonio.

Dale nuevamente la bienvenida a la vida graciosa, espeluznante, asombrosa, y siempre imprevisible de Allie Emerson, votada como la chica con la menor probabilidad de salvar al mundo.

1 BF: Boy friend. Novio en español.

S


CCCaaapppííítttuuulllooo UUUnnnooo

ay!

El pellizco en mi culo ocurrió cuando me agaché a recoger una moneda que había caído en el piso del gimnasio. Me alcé rápidamente, buscando al culpable mientras un grupo de chicos, con las hormonas revueltas, se alejaban. Oh, ellos eran buenos... ningún golpe de puños... ni chocar los cinco. Únicamente sonrisas satisfechas y miradas disimuladas, de reojo. ¿Qué más podría esperar de un grupo que incluía a Cory Philpott, el matón oficial de la escuela y mi sospechoso número uno?

Alguien había pellizcado mi trasero. No era la primera vez, y no fui la única. Y no

fue un pellizco suave seguido de una tierna palmada que señalara, ¡Wow! eres caliente. Tal vez podamos salir más tarde. No, no fue nada como eso. Se sentía como si un Chihuahua cruel hubiera mordido mi nalga derecha con sus dientes filosos como una navaja.

Sí, es en serio. Un pellizcador serial de culos vagaba por los vestíbulos y el

gimnasio de la Escuela Secundaria John J. Peacock de Peacock Flats, Washington. Pero, no se preocupen. Yo, Alfrieda Carlotta Emerson Purdy, también conocida como Allie, estaba determinada a descubrir la identidad del perpetrador y hacerle pagar por sus acciones. Tengo que hacerlo. Soy la combatiente de la maldad, la chica con la estrella en su palma y la mágica piedra lunar alrededor de su cuello. Y yo me encontraba de mal humor estos días, hablando ruda y bruscamente a mis amigos y familia. No soy yo en absoluto. Me asustaba y preocupaba. ¿Pero no había vencido yo a dos repugnantes Trimarks sola? De acuerdo, casi sin ayuda de nadie. No importa que mis poderes sobrenaturales me estuvieran dando problemas en este momento. Con tiempo, yo lo solucionaría.

Era la noche de Halloween. Me enderecé, frotándome mi nalga ofendida y

revisé a la multitud en la fiesta organizada por nuestra escuela cada año en un esfuerzo por mantener a las bandas errantes de adolescentes alejados de las carreteras principales y los caminos secundarios de Peacock Flats. Su propósito era reducir los autos cubiertos de huevo, cohetes embotellados zumbando en los campos de heno y ardientes bolsas con excremento de perros colocados como felpudos de bienvenida.

–¡


En ese último escenario, el bromista toca el timbre de la puerta, se esconde en

los arbustos y trata de ahogar su risa mientras el propietario de la casa pisa fuertemente la bolsa de papel en llamas, sólo para terminar con un zapato cubierto de cosas malolientes, color café. No me preguntes cómo sé esto.

–¡Allie! ¿Qué te pasa?–, Kizzy, la principal atracción en nuestra caseta de

adivinación, me miraba fijamente por encima de la turbia bola de cristal que se apoyaba sobre la mesa delante de ella. Kizzy y yo compartimos un secreto. Estábamos vinculadas por la piedra lunar que ella me había dado. Ella dijo que era mi destino y, no me digas, ese destino casi había nos había matado a ambas. Incluso aunque le había dicho que yo estaba bien, ella continuaba preocupándose por mí, tal como me preocupaba por ella, a pesar que se recuperó de la paliza que los Trimarks le dieron.

En pocas palabras: Las dos sabíamos que lo sobrenatural no eran bolas de

cristal y trucos de fiesta. En estos momentos, a pesar de la inclinación cómica de su turbante y su sonrisa, ella estaba en modo madre gallina.

Estaba angustiada ante mi respuesta. Kizzy es una anciana, al menos con

cincuenta o sesenta años. Me esforcé por encontrar el término apropiado para describir lo que me pasaba ahora mismo. ¿Cómo realmente llamaba la gente a esa parte de su anatomía? ¿Nalgas? ¿Culo? ¿Asentaderas?

No necesité haberme preocupado. –¿Pellizcó uno de esos niños tu culo?–, Kizzy me preguntó, una esquina de su

boca se curvó hacia abajo con repugnancia. Escondí mi sonrisa y asentí con la cabeza. –¡Si hay algo que odio, es un pellizcador de culos!– Kizzy declaró. Mi amiga y vecina, Mercedes Trujillo, se rió nerviosamente de acuerdo.

Mercedes es una gran fan del drama y una romántica desesperada. Pongo a Dios por testigo, ella ve amor en todos los lugares equivocados.

Ella y yo estábamos vestidas con coloridas faldas largas, blusas blancas

campesinas con escote y montones y montones de cuentas. La mía, por supuesto, incluía la anteriormente citada piedra lunar. Éramos las asistentes de Kizzy, manejando la caseta más popular en el gimnasio. Kizzy, también conocida como la bruja del pueblo, era la adivina principal.

Ella no es realmente una bruja. Ella es descendiente de una gitana romaní. Al

menos eso es lo que ella afirma. ¿Yo? No estoy segura de lo que realmente creo. Más de una vez, ella me había mirado y sabía exactamente lo que yo pensaba.

Pero, esta noche, no estaba diciendo realmente la buenaventura. Al menos, no


la verdad. Nuestro acto era algo así como esto: Kizzy (mirando perdidamente hacia la bola de cristal y hablando con acento

gitano): –Ah, sí. Ahora veo lo que está por venir. Algo maravilloso, creo–. Sus uñas bellamente manicuradas revolotearían sobre la bola de cristal como

pálidas mariposas rosadas antes de que ella hiciera una pausa y nos contemplara a Mercedes y a mí con sus centelleantes ojos turquesa. –¿Qué piensan, mis señoras?

Siempre podría contar con Mercedes quien colocaría sus manos sobre su

corazón, resplandecería felizmente y diría, –Amor. Veo amor en su futuro. Todos sus sueños románticos se harán realidad.

Esto me dejaba como la portadora de las malas noticias. Lo siento, pero la

mayoría de nuestros clientes son menores de edad necesitan un golpe de la realidad. Diría algo como, –Si no estudias más, veo una D en la geometría. O... , es mejor

que dejes de perder el tiempo haciendo payasadas en la clase o estarás en problemas con el Sr. Hostetler.

¡Antes de que pudiese decir, –el siguiente!–, los niños en nuestra caseta

repentinamente se dieron vuelta como uno y salieron en estampida por la puerta que daba hacia el vestíbulo. Curiosa por descubrir quien había hecho desaparecer a los probables clientes, Mercedes y yo los seguimos. Una multitud revoltosa de chicos – el mismo grupo de quien sospechaba era parte el pellizcador de culos – hacían fila en una caseta que mojaba el piso vinílico del vestíbulo. El Sr. Hostetler, nuestro director, se sentaba por encima del agua. Él estaba vestido de pantalones cortos azul marino del gimnasio y una camiseta de los Green Bay Packers2.

Originalmente de Wisconsin, El Sr. Hostetler era un gran admirador de los Bay

Packers. Él, sabiamente, se hubo quitado sus anteojos y el reloj. Parpadeando nerviosamente a la muchedumbre creciente, manejó una débil sonrisa. –Ahora muchachos, sean agradables.

No lo fueron, por supuesto. Apenas podrían esperar a entregar su dinero para

ajustar cuentas con el tipo que se interponía entre ellos y su comportamiento atrozmente malo.

Atroz era la palabra de vocabulario de esta semana. Intentaba usarla lo más

posible. El Sr. Hostetler tenía muchos enemigos, y se codeaban los unos a los otros por

la oportunidad de ser los primeros. Sólo conseguían lanzar la pelota de béisbol tres

2 Los Green Bay Packers (Empacadores de Green Bay) son un equipo profesional de fútbol

americano con sede en Green Bay, Wisconsin.

http://es.wikipedia.org/wiki/Green_Bay

http://es.wikipedia.org/wiki/Wisconsin


veces. Tres deben ser un número mágico, porque el tercer tipo en la fila fue el ganador.

¡Bam! La pelota pegó en el punto mágico y nuestro director se vino abajo, con

una mirada de resignación amarga en su cara. Mientras él golpeaba el agua, un géiser se disparó y una gran aclamación resonó a través del vestíbulo. Me hizo sentir un poco triste.

Pobre Sr. Hostetler. Aparentemente, Mercedes sentía lo mismo. Mientras serpenteábamos de vuelta al gimnasio, ella me dijo, –yo en realidad

espero que esto no afecte su relación con la señorita Yeager. – ¿Hablas de la nueva consejera en la escuela? ¿Esa Pierde Yeager?–, le

pregunté. –Sí.– Mercedes movió la cabeza tristemente. –Hostetler acaba de divorciarse.

He visto la forma en que la mira, a esa consejera. Él está definitivamente caliente por ella. ¿No lo has notado?

Agité mi mano despectivamente mientras nos acercábamos a nuestra caseta de adivinación. –estás chiflada, Mercedes. El Sr. Hostetler es amable con todos.

–No, no– insistió ella. –Él la mira como vi a Junior mirarte. Recuerdas, fui la

primera en notar que a Júnior le gustabas. Pero, ¿me creíste? ¡No! Y, ¿quién tenia razón?

Una falsa rubia regordeta, que estaba de pie junto a nuestra caseta, se giró rápidamente al oír el sonido del nombre de Júnior. Ella me rastrilló con una mirada asesina. –¿Qué sucede con Júnior? ¡No pienses que he olvidado que me lo quitaste, Emerson!

Había fracasado en darme cuenta que la persona que esperaba por la

adivinación fortuita de Kizzy era Sonja Ortega, una de las chicas más rudas en Peacock Flats. No que yo la reconociera. Ella llevaba una peluca rubia, medias de redecillas y tacos de diez centímetros, la versión de Sonja de un traje apropiado para Halloween. La hostilidad en su voz transmitió su verdadero sentir. Ven adelante, dame una excusa así puedo molerte a golpes.

–Oh hola, Sonja,– dije mientras Mercedes y yo nos resbalábamos detrás de

Kizzy. –Bonito disfraz–, añadí. Sí, era una completa lameculos, pero me gustaba la

forma de mi nariz y no la quise aplanada. Golpee a Mercedes con mi cadera, esperando que ella en cierta forma pudiese distraer a Sonja con su diálogo generalmente acelerado.

–Oh sí, Júnior,– Mercedes dijo. –Yo solo decía... Sonja, ya sabes cómo daría él

esa mirada, ¿y podrías saber que él estaba interesado? Algo como esto...– Cerró a


medias sus ojos en su versión de deseo lujurioso, Mercedes se recostó en Sonja y permitió que su mirada café vagase soñadoramente sobre la forma amplia de Sonja.

–¡Entonces él te guiñaba un ojo y decía, 'Ooohhh, chica, eres tan caliente!' Una sonrisa soñadora apareció en la cara de Sonja. Murmuró, –Sí, Junior

Martínez es otra cosa. Sintiendo que podíamos necesitar algo de ayuda, Kizzy entró al rescate. Ella

examinó el disfraz de Sonja y agitó una mano sobre la bola de cristal. –Ah, sí, creo que te veo al frente de una audiencia. Están a tus pies, aplaudiéndote, diciendo tu nombre. Dime cariño, ¿tú cantas?

Aparentemente, Kizzy interpretaba el disfraz de Sonja como “estrella de rock” y

no “puta". –Sí,– Sonja le respondió. –Y también puedo bailar. –Eso es agradable, querida–, le respondió Kizzy. Ella se dio vuelta para mirarnos

a Mercedes y a mí. –¿Qué ven mis preciosas asistentes? Mercedes “Algo" respondió rápidamente, –alguien a lo lejos piensa en ti, Sonja. Antes de que pudiese abrir la boca para añadir mi parte, Sonja apuñaló una

larga y negra uña hacia mi corazón y se burló, – Sí, él está pensando en Mí, no en ti, Allie.

Sonja se alejó pisoteando fuertemente con sus tacones altos y puntiagudos

torturando el piso de madera del gimnasio. Kizzy se volvió hacia mí, con una mirada de consternación frunciendo el ceño. –¿Se ha ido Júnior?

Mercedes y yo intercambiamos una mirada. En mayo pasado, Kizzy había sido

atacada y dada por muerta. Se había recuperado de la mayor parte de sus lesiones pero su memoria iba y venía como una señal de radio de largo alcance. Ni siquiera le había contado sobre Júnior.

–Él está en México, Kizzy–, le contesté. Mercedes, por supuesto, tuvo que adornarlo. Ella se puso de pie y con los ojos

en blanco hacia el cielo. –fue taaan triste,– dijo. –Allie y yo trabajábamos en el puesto de frutas de su

tío. Veamos... ordenábamos melocotones. ¿Verdad, Allie? –Lo que sea,– le contesté entre dientes. Supe que no se detendría. –Bien, de todos modos,– continuó sin aliento, –Júnior llegó en un coche, y él se


veía caliente, usted sabe, todo eso. Allie se veía bien también, vestía sus Daisy Dukes3. Júnior dijo que la hija de su Tía Rosa se casaba en la Ciudad de México, y él debía conducir llevando a su mamá hasta allí.

–¿Ella no podía tomar un vuelo?–, Kizzy preguntó. Ella esta inmersa en la

historia. –Exactamente lo que Allie le dijo. Pero la mamá de Junior le teme a los aviones,

por lo que él tuvo que manejar. Le prometió que estaría de regreso para fines de septiembre pero... ¿sabes qué?

Miré a lo lejos como no dándole importancia, a pesar que la versión dramática

de Mercedes de mis últimos momentos con Júnior era demasiado dolorosa para revivirla.

–Él aún no ha regresado, y es fines de octubre,– terminó. –Oh, qué pena,– Kizzy exclamó. Mercedes buscó a Sonja, luego se apoyó cerca de Kizzy y susurró, –Aquí está la

mejor parte. Júnior salió del coche aquel día. Él y Allie fueron detrás del puesto de fruta y le hizo cositas ricas

–¡Mercedes!– grité. –Kizzy no quiere oír eso. –Oh, pero hago.– Kizzy jaló a Mercedes a la silla a su lado. –¿Qué cositas ricas? –Como el besarse–, Mercedes le explicó. –Déjame decirte, que he visto

muchísimas novelas y yo nunca he visto algo como eso. ¡Que chico, oh, que chico! –No está bien espiar a la gente–. Intenté estar disgustada, pero ahora era yo la

que tenía una sonrisa triste, soñadora en la cara. Junior Martínez había sido mi tipo de novio. Pecadoramente bien parecido, con un culo encantador, Júnior había realmente causado sensación en la población femenina de Peacock Flat el año pasado. Hasta el momento que él había dejado la ciudad, habíamos compartido sólo algunos besos castos. No por mi elección. Júnior tuvo alguna idea extraña que necesitaba protegerme de mis bajos instintos. Pero nuestro beso de despedida fue completamente delirante. Un enredar de lenguas, cosquillas en las amígdalas, respiración pesada, un beso que me encogió los dedos de los pies, que viviría por siempre en mi memoria.

Mercedes se deshizo en suspiros. –Ahora él se ha ido, y el corazón de Allie está

roto. ¿No es verdad Allie? Antes de que yo pudiera contestar, oí el sonido inconfundible de tacones altos

golpeando el piso de madera. Supe lo que era ese sonido y fue muy tarde para correr. Era ella... esa Consejera.

3 Daisy Dukes son pantalones cortos y sexys.


–¡Allie!– Jeanette Yeager chilló. Sus ojos, ligeramente hinchados en un buen

día, casi estallaban de sus orbitas mientras ella revisaba mi disfraz. –¡No es adorable! Saqué a Mercedes de su silla y la empujé hacia adelante. La Señorita Yeager

chilló otra vez y saludó con las manos al Sr. Hostetler, quien caminaba pesadamente hacia la habitación de los casilleros de varones en chanclas de caucho. A pesar que tenía la toalla colgando de una mano, fue dejando un rastro de huellas húmedas en el piso del gimnasio.

–¡Herb! ¡Herb! ¡Ven a ver a estas lindas chicas! Sr. Hostetler, aún sin sus anteojos, nos miró de reojo. No se vio feliz, pero

obedientemente cambió de rumbo. Supongo que si tú eres el jefe, tienes que hacer cosas que no quiere hacer.

La Señorita Yeager chilló nuevamente y agitó sus manos. En mi opinión, su

reacción era muy exagerada. Pero esto es cómo era ella... media histérica la mayor parte del tiempo. Lo

supe, porque fui su proyecto de asesoramiento favorito. –¿No son preciosas? Parecen lindas gemelas pequeñas, adivinadoras, una

hispana y la otra caucásica– ella exclamó efusivamente. El Sr. Hostetler declaró –Heh, heh, heh. Yep, ellas son muy lindas–, y se alejó de

inmediato. La Señorita Yeager se sujetó las manos y lo observó ir. Desde mi encuentro casi fatal con los Trimarks en mayo pasado, había afinado

mis técnicas de éxito seguro para revisar las palmas de la gente y buscar el triángulo invertido, la señal de un Trimark. Ya que la Señorita Yeager no lo tuvo, creí que sus cualidades desagradables eran una parte de su personalidad. Ella había oído sobre mi “trauma” como ella lo llamó, e insistió en encontrarse conmigo una vez a la semana.

Mercedes me dio un codazo y susurró, –Ella le esta mirando el culo al Señor

Hostetler. Una enorme risa y resoplido explotó de mi boca. La Señorita Yeager me miró

con curiosidad, y cerré de golpe mi boca. Ella se inclinó hacia nosotras y frunció el ceño. –¿Algo te divierte, Allie? –¡No, no!–. Contemplé el gimnasio, buscando algo para distraerla. Ella tuvo un

tiempo de atención muy breve. Fue entonces que divisé a Beck Bradford, quien era el nuevo en nuestra escuela este año.

–Oh mire–, balbuceé. –Allí está Beck


Surtió efecto. La cabeza de la Señorita Yeager giró a la derecha, y ella se fue

corriendo, dejándome estudiar al tipo más caliente en John J. Peacock H.S. Es curioso cómo las cosas resultan. El año pasado, la vieja casa de Bradford fue el escenario de mi experiencia entre la vida y la muerte. Pero ahora, no podría apartar la vista de Beck Bradford, nieto del viejo señor Bradford e hijo de Melissa Bradford, quien había regresado al hogar familiar con su hijo y e hija. Tal vez con su familia en la residencia, el viejo fantasma del señor Bradford daría un paseo.

No me gustó pensar en el lugar de Bradford y lo que sucedió allí por lo que

enfoqué mi atención en Beck. ¡Yum! Él estaba rezagado detrás de una manada de chicas parlanchinas que,

simplemente por mi suerte, fueron las mejores chicas de la escuela. Beck era alto y delgado con pelo despeinado, cabello rubio oscuro, labios sensuales y ojos de un color avellana inusual que cambiaban a dorado en las intensas luces del gimnasio. Él no llevaba puestos un disfraz, únicamente pantalones vaqueros con huecos en las rodillas – se veía bien en Beck – y una camiseta negra – que se amoldaba estupendamente con sus bien definidos bíceps, tríceps, pectorales, abdominales y todas las otras cosas. De alguna manera, él se veía mayor esta noche. ¿Cómo podría ser eso?

Su hermana gemela, Nicole – gemelos auténticos, no pretendidos americanos y

mexicanos como Mercedes y yo – se encontraba en medio de las chicas guay. Nicole había encajada desde el minuto en que los Bradfords se inscribieron en escuela. Linda, burbujeante, popular, un éxito inmediato tanto con las chicas como con los chicos. A diferencia de su hermano, Nicole era pequeña, curvilínea y morena. La única característica que los gemelos compartían en común eran esos extraordinarios ojos dorados.

La personalidad de Beck no era nada como su hermana. Reservado y distante,

era un verdadero cerebrito en matemáticas, ciencias e igual de aplicado en sus otras clases. La clase de francés es donde cruzamos caminos. Mi maestra favorita, la señora Burke, me convenció de tomar francés.

Ella dijo, –Allie Emerson, tan elegante como usted es, conseguirás con

seguridad una beca. Debes tener dos años de alguna lengua extranjera. Absolutamente insisto que te inscribas en francés.

Beck hablaba francés con fluidez y era el asistente de clase de la señora Burke. Observé a la señorita Yeager correr rápidamente hasta Beck, quien la miró de

arriba hacia abajo con una expresión desconcertada. –¡Ooohhh, chica!– Mercedes barboteó. –¡Ese tipo Beck es tan caliente! Cierto, me había librado de una irritante – Señorita Yeager – pero, como había

aprendido en la clase de ciencia, la naturaleza detesta un vacío. Mercedes llenó esa


nada. Decidida a no alentarla, a regañadientes aparté mi mirada de Beck Bradford y observé a Medina, nuestro portero, fregona en mano absorbía el rastro dejado por el señor Hostetler. Medina mascullaba juramentos y agitaba su puño.

–¡Allie! ¡Allie!– El susurro urgente Mercedes no debía ser ignorado. –¡Beck te

observa minuciosamente! Cuando miré a Beck, la intensidad de sus ojos se cerró de golpe en mí como un

golpe inesperado en mis intestinos. Incapaz de apartar la mirada, me quedé sin aliento en la sorpresa. Aquí está la

parte extraña. Había visto a este tipo todos los días en la clase de francés, y él no me había mirado nunca tanto como para darme una mirada interesada.

¿Por qué ahora? ¿Fue por mi atractivo disfraz? ¿Mi gemela mejicana? ¿El

colgante de la piedra lunar? Mi apuesta estaba en la piedra lunar. ¡El escote de mi blusa campesina

repentinamente se sentía como una señal de neón brillando intermitentemente, “Hey, miren mis pechos” Tristemente, la cosa más interesante en mi pecho era la piedra lunar. Sentí a mis mejillas ruborizarse mientras él continuaba mirando perdidamente hacia mis ojos. Instintivamente, mi mano derecha subió velozmente para cubrir la gema.

Sentí el calor de otra mirada y aparté la vista de Beck. Nicole Bradford se había

unido al certamen de miradas fijas. Ella se destacaba por sobre sus amigos, sus ojos se estrecharon en la sospecha. Mientras Beck se veía intenso, Nicole simplemente se vio hostil. Esto se ponía más extraño cada minuto.

Repentinamente la voz de Kizzy rompió el hechizo. –¡Allie! ¿Es ese el niño

Bradford? Alarmada por el interés repentino en su voz, di vuelta para afrontarla. –Sí–, le

respondí. –Su nombre es Beck. Ella se apartó de la mesa y se puso de pie. –Beck Bradford– lo llamó. –Acérquese. Beck avanzó como si se despertase de un sueño. Él le dio a Kizzy una mirada

desconcertada. –¿Discúlpeme? Nicole se reunió nuevamente con sus amigas, pero su mirada permaneció fija

en Beck. Mercedes y yo intercambiamos una mirada preocupada. ¿Estaba Kizzy teniendo uno de sus malos momentos?

Ella palmeó mi mejilla y sonrió. Sus brillantes ojos turquesa centellearon


traviesos. ––¿Quién dijo algo sobre adivinar la fortuna? Kizzy se movió al otro lado de la mesa y se acercó a Beck, quien tomó un paso

tentativo hacia ella. Ella extendió la mano y sujetó sus manos. Él se vio alarmado pero no se apartó. Kizzy se le acercó y comenzó a hablarle en voz baja, desafortunadamente demasiado baja como para que yo pudiera a escuchar a escondidas. ¿Cómo supo ella que él era un Bradford? ¿Por qué no quiso que yo oiga lo qué ella le decía? Las preguntas sin respuestas me sacaban de quicio, pero supe con seguridad una cosa. Ésta era la Kizzy que recordaba antes del asalto Trimark. Fuerte. Decidida. Lista para comerse al mundo y arreglarlo.

Hinqué a Mercedes con mi codo y le sonreí. –¡Sí!– exclamé. –Ella está de

regreso Mercedes, todavía baboseaba por Beck, asintió distraídamente. –Oh, Dios mío,

¿viste la forma que él te miró? Él piensa que eres atractiva. Tuve mejor criterio. Mercedes no tuvo conocimiento de mis habilidades

paranormales. Pero yo había visto la mirada en la cara de Beck Bradford. La hostilidad que irradiaba de Nicole. ¿Eran ellos Trimarks? ¿Fue lo que qué captó la atención de Kizzy? Tuvo que ser sobre la piedra lunar.

Y, ah si, mañana yo viajaba a Seattle para ser la invitada de honor en la reunión

de los Buscadores de estrellas. Cada persona en esta ultra sociedad secreta quiso conocer a la chica de la profecía de la piedra lunar. La chica con la estrella en su palma, quien tuvo la habilidad psíquica para hacer trotar hacia atrás a los toros y leía los pensamientos.

La chica que estaba destinada a buscar a los Trimarks y poner fin a sus

malvados planes. Yo solo tuve un pequeñísimo problema. El destino jodía conmigo. Mis poderes paranormales se habían ido.


CCCaaapppííítttuuulllooo DDDooosss

o no sé por qué te vas. Purdy no se preocupa por ti–, me dijo Faye.

Mi madre y yo nos entrelazamos en una competencia de miradas, ninguna de las dos estaba dispuesta a parpadear. Me sujeté del borde de la mesa y la miré.

–Solo porque tú seas amargada y rencorosa, no quiere decir que yo lo tenga

que ser. Mi voz era chillona por la ira. –Además, la mitad de mi viene de mi papá, te

guste o no. Faye estaba sentada en el comedor de la casa rodante de veinticuatro metros,

que llamábamos hogar. “Brain Dead Roy4”, un soldador acuático, el novio actual de Faye, se sentó entre ella y la pared, probablemente esperaba eso de él.

–Si–, dijo Faye con una sonrisa amarga. –Y estoy viendo esa parte ahora. La

mitad que siempre tiene que tener la razón, que nunca escucha razones, la mitad… Solté la respiración contenida. Que silbo a través de mis diente y sonó como.

Phhhhtuuuuuiiiii. En los ojos de Faye aparecieron señales de alarma intermitentes. –¿Qué has

dicho? Al parecer ella había escuchado alguna cosa como “f” esa palabra en esos

galimatías que combinado con el sonido de theuh, no se veía nada bien para mí. Levanté mis manos y retrocedí. –Nada de ninguna manera. Yo no te diría nada.

Has oído mal. –Hey, señoritas. Tomen un calmante–. Dijo Roy, es el tipo de cosas que dice

todo el tiempo.

4 Estúpido Roy.

–Y


Se puso de pie, se estiró y nos miró con los párpados pesados, era la versión de Roy de una mirada convincente, tan sexy para que dejáramos de pelear y nos fijáramos en él. Tal vez servía para Faye. Definitivamente no funcionaba para mí. Si yo no hubiera estado en medio de una pelea con mi madre me hubiera hecho reír.

Faye y yo hablamos al unísono. –Cállate, Roy! El sonrío y señaló a la puerta. –Voy a esperar a fuera… señoras Sus modales estaban llenos de sarcasmo, otra especialidad de Roy. Faye dio un paso atrás para dejarlo pasar. Me tiré en la cama y aparté mis pies

no estaba dispuesta a que una sola molécula de Roy me tocara. Faye puso los ojos en blanco.

Después Roy salió, ella susurró –¿Por qué eres así con él? El siempre es bueno

contigo. Susurré de vuelta. –Oh ¿estamos hablando de Roy, ahora? El sonido del coche que llegaba era del tío Sid, pusimos fin a este debate. Faye agitó sus manos en un gesto despectivo y se dejó caer en el asiento. –Su

auto está aquí. Su voz era aburrida y no me miraba. Empecé a girarme hacia fuera y todo

comenzó a girar. De pronto llegaron a mi mente visiones de un accidente en coche con sangre, Faye llorando sobre mi ataúd cubierto de flores.

Nuestra relación había estado invertida desde el tiempo que yo recordaba.

Siempre era yo quien la cuidaba. Pero, en los últimos meses, Faye había cambiado. Ella había dejado su falso

lecho de enferma y había conseguido trabajo. Ella lo estaba intentando. Ahora era un buen momento para recordarlo.

Además era difícil ignorar la vocecita que susurraba, “ella es tu madre, imbécil”. Crucé el comedor y le di un beso en la parte superior de su cabeza. –Adiós te

veré esta noche. Cuando miró hacia arriba, sus ojos estaban enojados. –Si pero no te olvides que

es en casa. Sonreí. –No lo haré. Cuando salí, Roy estaba sentado en una silla de jardín, limpiándose las uñas con


una navaja suiza. El sonrío –Nos vemos, CA. Pasa un buen rato. –Lo que sea–. Me dirigí a la limusina. Roy siempre me alteraba. CA no era la

abreviatura para Alfrieda Carlotta. En el mundo de Roy, AC5 significaba Pollita enojada. Kizzy no conducía, cuando quería ir a alguna parte -usualmente todos los días-

contrataba a Charlie. Y hoy había decidido que me ofrecería la seguridad de una estrella.

Charlie sonrió y me guiño el ojo mientras me acercaba al coche, abrió la puerta

y dio un paso atrás con un ligero arco. –Mientras yo viva y respire su carro la espera. Le di una sonrisa descolorida. –Gracias Charlie. Kizzy echó un vistazo a mi cara y dijo: –¿peleaste con Faye? –Si. Mire por la ventana de vidrio polarizado, como Charlie ejecutaba el manual de

educación de los conductores llamado “tres puntos” y se dirigía por el camino de ingreso hacia la carretera Peacock Flats.

Nuestro remolque estaba aparcado junto a una pradera detrás de la casa que

pertenecía a Sid y Sandra Mc Neil. Sid era el hermano de Faye. No tenían la misma sangre. Cuando la abuela

Rosita murió el abuelo Claude conoció a la madre de Sid, que según Faye murió de mezquindad terminal.

El año pasado estaba locamente enamorada de Matt, el hijo de diecisiete años

de Sid y Sandra pero cuando la piedra lunar me dejó dar un vistazo a su mente, descubrí que sus pensamientos no coincidían con su agradable imagen de estudiante de escuela privada cristiana.

Nos acercábamos a la casa de Matt cuando su hermana menor, Tiffany, entró

por la puerta de atrás. Tía Sandra quería desesperadamente convertir a Tiffany en la próxima Pequeña Miss Marrasquino, la princesa junior de Peacock Flats Road, en el Festival Bowl de Frutas.

Un gran negocio en nuestra pequeña esquina del mundo. Había matriculado a

Tiffany en lecciones de danzas para que aprendiera posturas y perdiera algunos kilos

5 Angry Chick


demás. El único problema era que Tiffany odiaba cualquier tipo de ejercicio físico. Ella

gemía y gritaba constantemente acerca de cómo su madre la torturaba. Matt se había ofrecido llevar a Tiffany a sus clases de baile.

A medida que pasábamos me alejé de la ventana para que no vieran que yo iba

en la limusina. Matt sonrío y me saludó. No le hice caso y le dije a Tiffany –que te diviertas, Tif. Sin dolor no hay ganancias.

Tiffany me sacó la lengua. Tal vez me lo merecía. Kizzy vio el intercambio en silencio. Después volvió el coche al norte por

Peacock Road, ella me preguntó, –¿qué pasó entre tú y Faye? Negué con la cabeza. –Es por mi padre. Ella lo odia. Traté de decirle lo de los

Buscadores de estrellas. No es que lo quiera pero necesito aprender lo que él sabe–, suspiré y me acomodé en los almohadones. –Parece que está enojada todo el tiempo.

–Eso es porque tiene miedo. –¿Miedo?, no lo creo. –Oh, Alfrieda–, me respondió Kizzy, sacudiendo la cabeza. –¿No lo ves? Ella

piensa que puedes elegir a tu padre en vez de a ella. Ella tiene miedo de perderte. Debajo de esa ira ella le tiene miedo a la muerte.

–Bueno ella tiene una manera muy divertida de demostrarlo. Miré por la ventana y pensé en lo que dijo Kizzy. Tal vez estaba actuando como

una egocéntrica idiota. Tratar con las emociones de Faye nunca había sido fácil, y cuando invadían nuestro pequeño circulo familiar, -su juguete Roy- busqué todas las excusas para evitar a tantos de ellos. No es que no quisiera que mi madre fuese feliz. Yo hacía todo para que fuese así. Pero ella tenía la costumbre de recoger a perdedores que la engañaban, le robaban sus ahorros y su vida…, imagínalo. Si Roy era como los demás era cuestión de tiempo antes de que la gran crisis estallara. Faye ahora se encontraba bien y no quería que nada la lastimara de nuevo.

Un súbito pensamiento cruzó por mi mente. ¿Podía usar lo que Kizzy me dijo

para averiguar lo que realmente quería saber? Me volví hacia Kizzy y le di una sonrisa brillante. –Apuesto a que tienes razón.

Faye probablemente tenga miedo. Tú sabes que me asusta. –No, me digas. –No sabes lo que dice Beck Bradford.


Kizzy se echó a reír, y sacudió un dedo hacia mí. –Buen intento, Allie–, y se

calló. ¡Dang! la noche después de que Mercedes se fue, Kizzy me sacudió a

preguntas. ¿Cómo sabes que era un Bradford? ¿Pensaste que era un Trimark? ¿Estabas hablando de él en el pasado?

Bueno, preguntar del pasado sonaba un poco egoísta. Ella solo me miró y

sonrió. Cuando me molestó lo suficiente, levanté una mano y exclamé: –¡Alto! Te darás cuenta muy pronto.

Dado que no ocurrió nada para cambiar su manera de pensar me quedé en

silencio el resto del viaje de dos horas respondiendo solo con gestos y sonrisas cuando Kizzy me puso al corriente de las compras que pensaba hacer mientras yo estuviera reunida con los Buscadores de Estrellas.

Nos dirigíamos a San Pablo y al Instituto Patricia Sugden para el Aprendizaje

Científico en Bellevue. Bellevue es una ciudad que está separada de Seattle por el Lago Washington. Es

allí donde me gustaría reunirme con mi recién descubierto padre, Mike Purdy. Nos habíamos visto una vez con anterioridad, pero esta sería nuestra primera

reunión cara a cara, desde que había donado esperma y resultara en Alfrieda Carlotta Emerson.

Mientras más nos acercábamos a nuestro destino más nerviosa me ponía. Normalmente no estoy demasiado preocupada por mi apariencia. Recuerda

que tú eres de Peacock Flats Road, Washington y su población es de 852 personas. Pero cuando los edificios altos de Bellevue, fueron visibles, dije –¿Siquiera me

veo bien?–, Kizzy puso su ojo experto sobre mi atuendo. –Alfrieda, te ves preciosa. Sin girarse, Charlie levantó un pulgar en el aire y dijo, “Hubba, Hubba”, que al

parecer en los viejos tiempos quería decir, –te ves caliente. Yo había trabajado en la tienda de frutas del tío Sid todo el verano y guardé

dinero. Un buen par de pantalones vaqueros y botas de vestir negras. Había encontrado una camisa de seda blanca con cuello y un blazer negro que conseguí en una venta de garaje. El colgante de la piedra lunar era mi único accesorio y una razón más para mi ataque de ansiedad.

La estrella en la palma de mi mano y mi condición de guardiana de la luz, según

decía la profecía de la luna, era mi boleto de entrada. Tuve la horrible sensación de


que esperaban que realizara un pequeño milagro, como hacen todos los Buscadores de Estrellas flotaban en el aire por encima de sus asientos o leían la mente a la primera fila.

Yo tuve pesadillas durante una semana. Decidí abordar el tema con Kizzy. –¿Qué pasa si ellos, ya sabes, quieren que yo haga algo? Una mirada de confusión paso por la cara de Kizzy. –¿Qué hagas algo? –Los Buscadores de Estrellas, saben acerca de la profecía. Saben que yo soy la

doncella que es de mente fuerte. Purdy dijo que ellos quieren verme. Estoy pensando que querrán una manifestación de algún tipo.

La frustración que había experimentado durante lo últimos meses hervía y

añadió un borde amargo a mi voz. –He tratado y tratado, pero el poder telepático se ha ido. Sujeté la piedra lunar. –Es como si alguien tirara del enchufe y la magia

simplemente se evaporase. Tal vez la profecía se equivocó. Tal vez no soy la chica adecuada.

Kizzy me dio unas palmaditas en el brazo. –No, deja la piedra lunar

exactamente donde debe estar. Piensa en ello, Alfrieda. Tú has pasado por muchas cosas. Tu fuiste herida de gravedad.

–Así es–, añadí. Kizzy asintió con la cabeza. –Se necesita energía para sanar el cuerpo. No queda

nada para otra cosa. Un trauma severo daña la mente. Para mí son espacios en blanco en mi memoria. En tu caso es el bloqueo del poder. Dale tiempo. La magia volverá.

Le di una sonrisa temblorosa. –Hoy sería un buen día. Charlie se detuvo en el frontis de una impresionante edificación que ocupaba

un bloque por completo. Estaba hecha de estuco y acababa con un tejado rojo, se diferenciaba de todo lo que había visto en la moderna y lluviosa Washington.

Se asemejaban a las fotografías que había visto del árido suroeste y de alguna

manera con todo lo que lo rodeaba lo sentí más amistoso, elegante, alto. Las escaleras principales llevaban a una amplia zona pavimentada al frente del

edificio donde personas se reunían en pequeños grupos. Vi a mi padre, Mike Purdy, concentrado en una conversación con otro hombre

que parecía estar vigilando la puerta.


Es difícil describir lo que sentí. Una parte de mi esperaba que él no estuviese allí

para poderme dar la vuelta y regresar a Peacock Flats. La otra parte dijo: ¡Caray, eres una cobarde! Charlie saltó y abrió la puerta. Purdy nos dirigió una mirada desdeñosa, regresó

a su conversación, luego miró hacia atrás por segunda vez cuando se dio cuenta de que su amor, su hija, la hija de su baby mama6, su bebé, salía de la limusina. Francamente habría sido divertido si no hubiera estado tan nerviosa.

–Buena suerte querida–, dijo Kizzy antes de que Charlie cerrara la puerta. Cuando el coche se apartó de la acera, me sentí las ganas de correr tras de el

gritando –¡espera!, ¡espera!, todo es un gran error. Purdy llevaba pantalones vaqueros, una chaqueta negra, zapatos deportivos y

una gorra de béisbol negra adornada con una estrella dorada. Tenía la sonrisa de vendedor de alfombras firmemente en su lugar, se me acercó, estiró su mano derecha y dijo: –Hola, Allie.

Bueno, no íbamos a darnos un abrazo, sino las manos. Se sintió bien. Tome su

mano y le respondí: –Hola, eh, Sr. Purdy. –Mike–, dijo. –Llámame Mike. Después que nos dimos un apretón amistoso, el me sujetó del codo y me guió

hacia el edificio. –Muchas personas quieren conocerte. Tenía la sensación de que se trataba de un viaje para alimentar su ego. Mike

Purdy, padre de Allie Emerson, la elegida y guardiana de la piedra lunar, cuya luz reflejará y esparcirá luz. Tenía la esperanza de que se equivocara.

La entrada estaba cubierta de ladrillos rojos, pasamos a través de una puerta

doble incrustadas en un rectángulo más alto que el edificio. A la derecha de la puerta un ala oblonga se extendía hasta el final del bloque.

Detrás de esa fachada vi un techo abovedado. El tipo que había visto hablando con Mike – me enteré más tarde que era

Larry, un policía fuera de servicio- estaba revisando a las personas que pasaban a través de la puerta. Parecía como si estuvieran haciendo algo raro, algo elevado con cinco cosas, pero antes de que pudiera comprenderlo, otro hombre ocupo su lugar.

Larry se acercó a nosotros, era un tipo grande corpulento, con ojos azules y un

6 Usualmente se refiere a la madre de tu hij@, con la que no está casado, pero ya no

mantienes ninguna relación.


bigote espeso, negro salpicado de gris. El también llevaba una gorra con una estrella explotando.

Mike hizo las presentaciones. No sonrió ni apretó la mano de Larry. Solo me dio

una mirada cortante y evaluadora. –Encantado de conocerte. El nos condujo a través de la puerta. –La llevo a partir de aquí, Mike. Mi padre se encogió de hombros. –Oh, si. La orientación. Nos vemos en el

interior chica. Se alejó y me dejó con el tipo escalofriante. ¿Orientación? ¿Oh, vaya, tengo que pasar una prueba? ¿Qué pasa si no

pasaba? ¿Me echarían? ¿Me encontraría perdida y sola, vagando por las calles de Seattle, una chica

provinciana abandonada en la gran ciudad? Mi corazón empezó a latir con fuerza. Antes de que pudiera simular ir al baño por una emergencia, Larry habló: –Sígueme. Como yo no sabía que más hacer, troté detrás de él como un perro fiel. Él me

llevó a una pequeña habitación sin ventanas y encendió la luz. Cuando cerró la puerta se sintió como si el aire hubiese salido de la habitación. Debí parecer tan asustada como me sentía, porque su bigote tembló y sus ojos se suavizaron.

Había una pequeña mesa y dos sillas en el centro de la habitación. Me señaló

una silla y se sentó frente a mí. No sé lo que tu padre te ha hablado de los buscadores de estrellas…

Miré mis manos, y las apreté con fuerza en mi regazo. No mucho, me miró a los

ojos. –está compuesta por personas como yo, que son, deferentes. Tal vez ellos

tienen ciertas habilidades psíquicas, como, eh, uh… Si esto era una prueba, de ninguna manera iba a pasarla. Larry se inclinó hacia mí. –Relájate, Allie. Estoy aquí para ayudarte. Me las arregle y le di una débil sonrisa. Larry levantó su mano derecha, con los dedos apuntando hacia arriba, con la

palma hacia mí.


Vi la estrella en el centro de su palma. ¿Se suponía que debía mostrarle la mía? Maldita sea, necesitaba un libro de

reglas. Larry bajó la mano y me miró fijamente a los ojos. –La historia de los

Buscadores de Estrellas se remonta al siglo duodécimo. Entonces se creía que las habilidades psíquicas eran brujerías. Los Buscadores de Estrellas se reunieron en secreto con un objetivo en común: Usar sus poderes para combatir el mal en el mundo. ¿Entiendes ahora?

Asentí con la cabeza. Y añadió. Todos los Buscadores de Estrellas tienen una estrella situada en

algún lugar de las palmas, un indicador de sus poderes psíquicos. Su secreto todavía es muy bien guardado. Nada está escrito. Nunca. Incluso hoy en día no tenemos una fachada legítima. Para el mundo exterior, estamos interesados en la astronomía, por eso nos reunimos aquí en el instituto. Déjame ver tu mano.

Empujé mi mano con la palma hacia arriba, para que la examinara y asintió con

la cabeza. –La historia oral de los Buscadores de Estrellas incluye la historia de una piedra preciosa de gran alcance y la servidora que tiene intención de tenerla. Su estrella, no está exactamente en el centro del montículo lunar, es extremadamente rara. Tú sabes lunar, se refiere a la luna, ¿no?

–Sí–. Yo sabía a donde iba. –Junto con la piedra lunar, la marca significa que posees poderes mucho más

allá que el resto de nosotros. Significa que tú eres la chica de la profecía. ¿Debería decirle que mi cable fue desenchufado de la toma? ¿Qué yo estaba

fuera de juego? Me agarré del borde de la silla y miré al techo, con la esperanza de algún tipo de intervención divina. Afortunadamente, Larry tenía un programa más.

–Trimarks. Tengo entendido que has conocido a un par de niños malos. No me gustaba pensar en Chris Revelle y Baxter. –Si. –Vamos a cubrir más tarde a los Trimarks, durante el programa. Ahora, lo que

necesitas saber es el saludo y el signo. Mucho mejor. –¿Quieres decir que hay un apretón de manos secreto?

Larry me mostró su cara enojada. –Esto no es cosa de broma, Allie. Si no haces esto debidamente no eres admitida.


Me serené rápidamente y seguí sus instrucciones. En cada punto de control, que iba debía presentar mi mano con la palma hacia el frente y mis dedos hacia arriba, por lo que el centinela podía ver mi estrella, la otra persona haría lo mismo. Luego uniríamos las palmas entrelazaríamos los dedos y diríamos: –Potenza Stella.

–Poder de estrellas, en italiano,– me explicó Larry. –¿Por qué en italiano?–, le pregunté Larry se encogió de hombros. –¿Quién sabe? Quizás ahí es donde empezó

todo. Tal vez estaban en un país en el que no se hablaba italiano y era algo secreto. No importa.

El me hizo practicar por un tiempo hasta que pude poner la palma de mi mano

y decir de un golpe –Potenza Stella–, como una profesional. Larry se levantó y abrió la puerta. –Ya estas lista. Buena suerte. Arrastrando los pies, salí de la pequeña habitación de madera. Nunca me había

sentido más preparada en mi vida.


CCCaaapppííítttuuulllooo TTTrrreeesss

e mezclé con la gente que paseaba en el vestíbulo, con la esperanza de ver a Mike. Él no estaba a la vista, por lo que pasé por la sala de exposiciones y recogí un folleto que mostraba la posición de las

estrellas para esta noche, 01 de noviembre. Entonces leí acerca de Sugdens, la pareja asquerosamente rica que había

donado el edificio. En algún momento, la familia de Pablo poseyó la mayor parte de lo que se convertiría en el centro de Belluvue. Cuando vendieron la propiedad, mantuvieron un bloque completo. Patricia perdió su casa en Nuevo México. Pablo un devoto marido y aficionado a la astrónoma de toda la vida, construyó el instituto alineado hacia el suroeste por dos motivos: fomentar el estudio de los cielos y feliz a su mujer.

Un pensamiento fugaz corrió por mi mente. ¿Patricia fue una buscadora de

estrellas? ¿Tenía poderes sobrenaturales? ¿Realmente, cuantos maridos saldrían corriendo a gastar varios millones de dólares, en edificios de tejas rojas para evitar que sus esposas les fueran infieles? Tal vez Patricia tenía toneladas de encanto sobrenatural que salía por sus poros y que pobre Pablo no pudo resistir. La idea me hizo sonreír. Si alguna vez recuperara mis poderes yo intentaría alguna especie de control con un hombre.

Sentí un golpecito en el hombro. Me giré para ver a un viejito agradable vestido

con una camisa blanca con una corbata, pantalones vaqueros gastados y botas de vaquero. Nos miramos las palmas, las juntamos y dijimos –potenza Stella.

Estudió mi cara. –Soy Hank. Eres la chica de la que hemos estado oyendo. ¿No? Alice? ¿Allison? –Allie–, le respondí. –Mi nombre real es Alfrieda. Las cejas de Hank se juntaron, y frunció el ceño. –No existe tal nombre. ¿Seguro

no es Elfrieda…con E? Forcé una sonrisa. –Es un poco larga la historia. Cuando yo nací, mi abuelo pagó

la cuenta del hospital por lo que él me escogió el nombre. Su madre se llamaba Alfrieda Carlotta y yo también.

M


Yo esperaba que no me preguntara por qué Purdy, mi padre, no había pagado

la cuenta del hospital. Yo no tenía una respuesta para ello, pero este no era el momento ni el lugar.

Hank miró su reloj. –Es hora de ir. Sígueme. Se giró y se dirigió a la puerta que conducía a la sección abovedada del edificio.

Se trasladó muy rápido para ser alguien mayor. Tuve que correr para alcanzarlo. Una mujer de rostro solemne estaba apostada fuera de la habitación. Una vez más, hicimos la cosa con las manos y el saludo. ¡No había forma de que un Trimark ingresase a hurtadillas en esta reunión!

Seguí a Hank a la habitación en forma de cúpula y mire a mí alrededor con

asombro. Por encima de mí, las estrellas se dispersaban en el cielo azul de la medianoche. Un círculo de luz se filtró en el horizonte y bañaba la habitación de un resplandor rosado. En la pared circular había un banco forrado con un acolchado de color rojo oscuro. Hank se detuvo y señalo al tablero de control en el centro de la cúpula.

–¿Ves las placas? se utilizan para simular el cielo nocturno hora tras hora. Lo

que estamos viendo en este momento es el amanecer. Cada vez que nos reunimos, es el mismo… Amanecer. Es cosa de los Buscadores de Estrellas, lo verás. Tú sabes, la esperanza para el futuro.

–Grandioso–, le respondí sonriendo a Hank. Tuve la tentación de sentarme en el banco y ver la noche desvanecerse.

Relajarme mientras la reunión de los Buscadores de Estrellas, terminaba. Pero Hank no iba a dejar que eso sucediera.

–De esta manera–, me dijo él, mirando hacia atrás para ver si lo estaba

siguiendo. Pasamos a través de unas puertas a un gran auditorio con un escenario al final.

–Ahí está tu papá–, dijo Hank, apuntando hacia el escenario. –Primer fila, al

centro. Efectivamente, Mike estaba en lo cierto, en el frente mirando sobre su hombro;

examinando a la multitud. Cuando me vio me saludó y señaló el asiento de al lado. Me ahogó un gemido. Tanto para mezclarme entre la multitud.

–Tu ve hacia abajo, Allie–, me explicó Hank. –Voy a tomar un asiento de por

aquí atrás. Hasta luego. Le di las gracias y corrí por el pasillo sorprendida por el tamaño de la multitud.

El lugar literalmente estaba lleno de Buscadores de Estrellas. Me senté al lado de mi


papá. –¿Todo listo?–, me preguntó. Muda del asombro lo miré fijamente. ¿Se preguntaba si había pasado la

orientación de Larry? ¿Por el apretón de manos secretos Potenza Stella? Tena la horrible sensación de que no lo hacia. Ahora sería el momento de dar a conocer su pequeño problema, Allie.

Acababa de abrir la boca para hablar cuando las luces se apagaron. ¿Era

demasiado tarde para alejarme de esto? Lo era. Larry se acercó al escenario y tocó el micrófono. Su voz retumbó en los

altavoces. –Bienvenidos, compañeros buscadores de estrellas. Antes de darle la

bienvenida a nuestro invitado especial, tenemos unos asuntos que mencionar. Me alarmé un poco. Mike me miró y levantó una ceja. ¿Oh, Dios mío, ya lo

había avergonzado? ¿ya? Me susurré –estoy bien, estoy bien–, y lo único que pensaba era que, ¡idiota,

tus poderes se han ido!

*** Cuando Larry comenzó el programa, traté de relajarme, tomando respiraciones

profundas, boté el aire hacia fuera y aspiré, ganándome otra mirada perpleja de Mike. En primer lugar, se encendieron las luces y todos aplaudieron y vitorearon a

nuestro benefactor, Patricia Sugden. Pablo brilló por su ausencia, probablemente estaría ahora en su casa recibiendo una manicura, algo que hacían los ricos, lo que significaba que Patricia era buscadora de estrellas, como yo sospechaba. Se puso de pie y nos bendijo con un gesto de la mano y una sonrisa centellante de diamantes.

Luego, nos fijamos en las fotos de los Trimark, que se proyectaban en la

pantalla plana que estaba detrás de Larry. Los primeros planos de los rostros de los Trimark brillaban en la pantalla, una

tras de otra. De aspecto agradable, gente común al igual que mis compañeros, los buscadores de estrellas.

Larry advirtió, –Los Trimark son expertos en camuflarse a su manera en su

círculo de amigos. Casi al instante, averiguan lo que necesita de esa persona y se convierten en ella. Pueden ser encantadores, vulnerablemente compasivos… harán lo que sea para ganar su confianza.


Un campo de concentración nazi apareció en la pantalla, seguido de un primer plano de la cara de Adolf Hitler.

–Trimark–, explicó Larry. Nuevas caras brillaron en la pantalla, una tras otra. Larry recitó sus nombres y

hechos. –Ted Bundy, asesino en serie… Trimark. Timothy McVeigh, terrorista de Oklahoma City… Trimark, Saddam Hussein, dictador cruel... Trimark...

Después de una docena más concluyó: –Aquí está el resultado final: Los Trimark

son atraídos por el mal, como polillas a una flama. Es trabajo de los buscadores de estrellas detenerlos.

El se inclinó hacia el micrófono y bajo la voz –No puedo enfatizar lo suficiente.

Deben encontrar la manera de verificar las palmas de las manos y ver si tienen triángulos invertidos. Si necesitan ayuda con eso búsquenme después de la reunión. Para los nuevos, no tenemos folletos. No hay folletos. No anotamos nada.

Igual Larry expresó: –Recuerden, el triángulo invertido puede no estar

completamente formado…– la cara de Chris Revelle brilló en la pantalla. Tuve un flashback inmediatamente, una imagen llegó a mí: Revelle sostenía la

mano de Faye en la mesa. Baxter, de pie junto a ella con una gran hacha de guerra. Yo, atada, indefensa. Debo haber echo algún sonido por que Mike murmuró:

–¿estás bien, Allie? No podía hablar por lo que asentí con la cabeza, y mentí. Lo siguiente que dijo Larry me sacó de mi crisis emocional. –Bueno, gente. Escuchen. Esto es importante. Nueva información sobre los

Trimark que ha llamado nuestra atención. Han tenido un desertor. Un murmullo emocionado corrió a través de la multitud. Yo estaba haciendo

algo más que murmurar. Yo me imaginaba dando volteretas de alegría. Tal vez el invitado especial era el desertor, no yo.

Larry levantó la mano. –¿un Trimark con conciencia? Sé que suena imposible,

pero es verdad. Por seguridad se me impide compartir los datos, pero debido a sus acciones su hijo fue asesinado. Desconsolado buscó a uno de nuestros miembros y compartió información vital.

La gente comenzó a preguntar a gritos. Larry levantó la mano para pedir silencio. –Todos sabemos que a los Trimark les

encanta hacer cosas malas a las personas ¿no? Eso es para lo que viven. Sin embargo,


no sabíamos que tenían habilidades sobrenaturales. Alguien gritó: –¿Cómo cuales? –Aquí es donde se pone confuso–, respondió Larry. –Nuestro informante solo

nos dice que tiene que ver con la triangulación y Trimark ha prohibido su uso a menos que algo importante este en juego.

Al igual que la piedra lunar, pensé. Entonces, ¿por qué Revelle y Baxter no

usaban su magia para tomarla? Muy curioso. –Trimark tiene en su poder un cristal oscuro que les infunde poder ilimitado. De

acuerdo con su historia oral, se trata del lado oscuro de la luna–, continuó Larry. Las manos de los buscadores de estrellas ondeaban por el auditorio. Larry

señaló a una mujer en la tercera fila que se levantó y preguntó: –¿El informante está aquí?

–No. Nosotros le ofrecimos refugio, pero él se negó. El no se presentara a una

segunda reunión. O nos tiene miedo o los Trimark se encargaron de él. Su comentario provocó otra ola de alarma, especialmente para mí, pues ahora

yo estaba segura sobre quien era su invitado especial. Larry golpeó su mazo. -Silencio por favor. Tengo un punto más que hacer. Hizo una pausa por un momento y miró a su alrededor antes de que su mirada

se posara en mí. –Si es cierto que el cristal oscuro proviene del lado oscuro de la luna, la piedra

lunar refleja lo contrario, lo visible o lo brillante de la luna. En otras palabras, la piedra lunar y el cristal oscuro representan las dos mitades de un todo, es por lo que los Trimark desean la piedra lunar. Si las dos mitades de la luna se unieran todo el poder de la luna y su magia le pertenecerían a los Trimark.

Le siguió un extraño silencio. Poco a poco, me di cuenta de que el público me

estaba mirando. Me sentía bajo el peso de su control, lo que estalló en un sudor pegajoso.

Sujeté la piedra lunar que tenía como colgante y me volví a mirar a mi padre, cuyo rostro se había vuelto de un color blanco tiza. Mi profunda respiración se transformó en hiperventilación.

Las palabras de Larry se desvanecieron e intenté contener mis problemáticas

emociones bajo control. Lo siguiente que escuché fue: –gracias a nuestro invitado especial, hemos aprendido que los Trimark pueden ser disuadido por un crucifijo. Y ahora, aquí está ella, la chica que hemos estado esperando, Allie Emerson.


Oh. Mi Dios. Ahora no. Mike se catapultó del asiento, y me dio un tirón sacando

me de allí. Pasó un brazo por mis hombros y comenzó a llevarme al escenario. –¡Mike!–, grité. –No es el momento. Pero no pude detener la fuerza irresistible que era mi padre, y su misión para

contar y mostrar a su oh- tan- dotada- hija. No hay necesidad de entrar en todos los detalles sórdidos de la experiencia más

humillante de mi vida. Bueno, tal vez solo un poco. Imagínense esto: Allie caminando al escenario con una ovación de pie. Mike

radiante de orgullo. Mis rodillas chocaban mientras el público se acomodaba en su asiento. Doscientos pares de ojos tras Allie después de un intento lamentable y estéril de usar el poder telequinésico para rodar un lápiz Nº 2 a través de una superficie perfectamente plana. Murmullos de decepción en la gente. Mike me miró con vergüenza.

Pero, no fue tan malo, lo peor sucedió durante la reunión social, donde los

buscadores de estrellas se mezclaban y comían galletas con forma de estrellas y medias lunas.

Todo el mundo, me refiero a que todo el mundo se sintió obligado a ofrecer palabras de consejo, comodidad y excusas de mi fracaso.

–¡Solo tienes que relajarte! –Tú estas tratando de hacer demasiado –Demasiada presión –No te preocupes, nosotros creemos en ti (me puse triste) Y, por supuesto, el viejo recurso seguro: –Eres joven. No hay problema. Todo lo que realmente quería hacer era meterme en un agujero y morir, pero

me tragué unas galletitas que se convirtieron en aserrín en mi boca, escuché y asentí con la cabeza.

***

Para el momento que Kizzy y Charlie me recogieron me encontraba inestable y

agotada. Kizzy le echó un vistazo a mi cara, nos abrazamos, y lloré mis miserias. Más tarde esa noche, apagué las luces del remolque y abrí las persianas para

que yo pudiera desde mi sofá cama mirar el cielo. Faye estaba profundamente dormida en su habitación. Pensé cómo comenzó todo: cuando me caí de las escaleras hacia la cerca eléctrica de la pradera en el patio exterior del remolque ¿en cómo la


telequinesis pateó cuando más lo necesité, porque el toro estaba apunto de arrollarme? ¿Cómo pude utilizar la piedra lunar para leer la mente? Y ahora todos esos poderes se habían ido.

Aquí está lo gracioso – la primavera pasada, cuando mis poderes estaban

presentes y activos, lo único que quería era deshacerme de ellos. Ahora se habían ido y no querían volver. ¿Podría ser que era una aprensiva serial?

Estaba descontenta, ¿estaba destinada a socavar todos y cada pedacito de

felicidad en mi camino? Fijé la mirada en la estrella del norte y dije mis oraciones. He repetido la misma

oración todas las noches, desde esa tarde cuando Jesús abrió los ojos y me miró. Sí ya que suena loco, pero realmente fue lo que sucedió.

Yo estaba escondiéndome detrás de las cortinas en la casa de Junior y Revelle

Chris estaba a punto de descubrir mi escondite. Una de mis manos sujetó la piedra lunar. Con la otra levanté la palma de mi mano hacia fuera, hacia el crucifijo colgado en la pared por encima de la televisión de Junior. La cruz comenzó a brillar y Jesús abrió los ojos. ¡Lo Juro por Dios! ¿Te mentiría en algo como eso? Revelle y su amigo se asustaron y escapé con vida.

Nunca he estado segura de quién o qué me salvo. Así que para asegurarme

cada noche sujeto la piedra lunar, miro al cielo y digo: –Hola Jesús. Soy yo Allie. Todavía estoy aquí. Gracias.

Bajé las persianas y traté de despejar mi mente. Fue entonces que me acordé

de algo que Kizzy me contó cuando le dijo a Charlie que me dejara al lado del remolque.

Levantó una mano y la puso en mi mejilla. –No tengas miedo, hija. Tu sanador

está por venir. En ese momento, yo estaba tan molesta, que la miré fijamente sin decirle nada

y repetí: –¿mi sanador? –Pronto–, respondió. ¿Necesitaba a un curandero? Al parecer, Kizzy pensaba que sí. Yo estaba

demasiado dolida y cansada para pensar en ello esta noche. Tal vez mañana todo tendría sentido.


CCCaaapppííítttuuulllooo CCCuuuaaatttrrrooo

abía vuelto. Mi gran pesadilla fea y peluda, tenía los brazos alrededor de mi cuerpo y no lo soltaba.

Era siempre lo mismo. Yo era invisible, estaba sentada en una pequeña sala de

estar. Una mujer vestida con pantalones oscuros y un suéter de color rosa iba y venía entre la cocina y la sala de estar.

Sus ojos estaban hinchados de tanto llorar, y mientras paseaba se mordía una

uña. Dos niñas se arrodillaban junto a la ventana del frente, mirando los coches que pasaban.

Cada pocos minutos una de ellas se daba vuelta y miraba a su madre. Ambas

tenían los ojos anormalmente grandes, tristes, como el de un cuadro que un profesor de artes usaría para dar ejemplos de cómo no dibujar ojos.

–¿Mamá, cuando viene papá a casa?–, las niñas dijeron con sus voces

diminutas, derramando lágrimas. La madre nunca tuvo la oportunidad de responder, porque Chris Revelle se

precipitó por la puerta principal y dijo: –¡El nunca va a volver a casa!, Allie Emerson lo mató.

La mujer y las dos niñas comenzaron a llorar y gemir. Yo grito, –¡yo no tuve la intención de matarlo! Lo siento, estoy muy apenada.

¡Lo siento! –¡Allie, despierta! Estás gritando de nuevo. Luche por la manera de encontrar la salida de la pesadilla. Hasta que la

insistente voz de Faye penetró en mi mente nublada. Desperté boca abajo, sobre la almohada empapada, con mi corazón contra mis

costillas, como si fuera a salir. –Está bien, está bien–, me quejé. –Estoy despierta. ¿Es hora de levantarse?

H


Me di vuelta y traté de concentrarme. Los números del reloj de color rojo brillaron mostrando 06:45.

El autobús llegaba 07:15, sorprendida me senté de inmediato. Yo estaba

aturdida, aún era de noche, no era mi culpa. No me di cuenta de que Faye se movía justo encima de mí. Nuestras frentes se

chocaron con un sharpcrack. Gimió y se dejo caer en la cama. Faye gritó como si hubiera sido apuñalada en el cuello con un cuchillo de

carnicero. –¡Ay!, ¡Ay!, maldita sea, que dolor. ¡Oh, Dios mío no puedo ver! ¡Estoy ciega! Me senté y encendí la luz. –¿Estas mejor? Se frotó la cabeza y me fulminó con la mirada. –Regreso a la cama. Empuje el cubre cama y gire las piernas hasta el suelo. –¿Qué pasa con el

trabajo? Faye tenía un trabajo a tiempo parcial, sirviendo mesas en el Restaurante “El

Tazón de Miel de Bea”. Buenos consejos. Comida horrible. Lo sabía porque ella trajo a casa las sobras. El restaurante tenía forma de abejas gigantes, y los turistas se sentían atraídos

para tomar fotos del frente y a la vez comer allí. –Estoy trabajando en la cena, no en el desayuno. Si no estoy cuando llegues a

casa llámame. Antes de que cerrara la puerta y pasara del dormitorio a la sala de estar/cocina,

ella dijo –de verdad necesitas hacer algo acerca de tus pesadillas. ¿Estás hablando con el consejero de la escuela?

–Si, mamá. Faye suspiró y cerró la puerta. Escuché el crujido de las sabanas a medida que

ella se recostaba en la cama. –hay restos de bizcotelas y salsa de carne en la nevera– gritó. La imagen de galletas congeladas, cubiertas de salsa, al acecho en el

refrigerador, me provocaron un reflejo instantáneo de nauseas. Tragué saliva. –Oh, yum.


Es posible que Faye notara el matiz de sarcasmo en el tono de mi voz. A pesar

de que murmuró su respuesta oí claramente las palabras, “culo inteligente” Me preparé rápidamente para la escuela una rebanada de pan untado con

mantequilla de maní, que sobró de la cena. Mientras lo mordisqueaba, pensé en mi sueño. Estaba simplemente mal en

tantos niveles. En primer lugar, a pesar de tener el cuadro de una familia prefecta en mi

pesadilla, Baxter era un espeluznante Trimark que quería cortarle los dedos a mi madre, uno tras otro antes de matarnos de una manera lenta y dolorosa.

Ninguna mujer en su sano juicio se casaría con él, mucho menos tomaría el

riesgo de tener hijos. Por otro lado cuando él murió, nadie había reclamado su cuerpo. Mi intención había sido incapacitarlo así Faye y yo podríamos huir. No tuve la

intención de matarlo. Bueno, cuando use el poder telequinético, hice volar un pesado cajón de

manzanas por el aire y aterrizó sobre él, aunque yo estaba atada. Literalmente. La única arma disponible era solo mi mente.

Así que ¿por qué me siento tan culpable? ¿Por qué sigo soñando con la esposa

de Baxter y niños de ojos grandes? Mi única conclusión era…que las pesadillas no tienen lógica, así que usar la

lógica no hará que desaparezcan. Me lavé los dientes, sujeté la mochila y corrí por la entrada de Tío Sid, justo a

tiempo para subirme al autobús escolar detrás de Manny y Mercedes. Manny se volvió y me dio una sonrisa tímida. Mercedes dijo: –¡Oye, amiga! Los seguí por el pasillo hasta nuestro lugar habitual. Cory Philpott, un matón

que había vencido, pero se había creído más audaz sin su cómplice a su alrededor, se burló:

–Oye, algas, eres tan fangoso, que en tu cara crecen cosas verdes. Por desgracia para Cory, yo aún estaba fuera de mí, a lo grande. Además,

infortunadamente Cory necesitaba un corte de pelo. Sujeté un puñado de su pelo graso y tiré de él. Estiramiento facial instantáneo


para Cory. Le miré profundamente a los ojos y gruñí. “No… Te… Metas… Conmigo… Hoy!” Cory comenzó a agitar sus brazos y a gritar: –¡Oye, déjame ir! ¡Maldita sea eso

duele! Los niños en la parte trasera del autobús comenzaron a gritar, –¡Lucha, lucha,

lucha! Yo estaba tan enfadada que no vi que nuestro conductor, Patti, estaba de pie

detrás de mí. –¡Déjalo ir, Allie! La voz chillona de Patti rompió la niebla roja de mi furia. Solté a Cory y miré

hacia abajo a la cara de Patti. Baja pero terrible ostentaba un cinturón negro en Karate, afirmaba que

contaba con una cámara de por circuito cerrado debajo de su cola de caballo rabio cenizo y fumaba repugnantes camels sin filtro durante su descanso. Nadie le respondía a Patti.

Ella empujo hacia fuera su brazo y señalo un asiento a través del pasillo del

asiento del conductor –¡Ve siéntate! El asiento del “niño malo”. Mordiéndome los labio y evitado el contacto visual

con mis compañeros, me escabullí por el pasillo, y me quedé ahí mirado por la ventana.

Patti se acercó y me preguntó: –¿Qué diablos te pasa niña? Esta loca todo el

tiempo. Solías controlar a Cory con la boca no con los puños. –Yo, no lo golpeé–, protesté. Ella negó con un dedo y me dijo: –¡Cállate y escucha! Baje la cabeza de vergüenza, mientras que Patti me sermonaba. Ella estaba en

lo cierto. Mis emociones estaban a flor de piel, tan cruda como una herida abierta. Era como tener a otra Allie viviendo dentro de mí, y salía de vez en cuando para decir la última palabra. Yo sabía que estaba mal. Pero no sabía que hacer al respecto.

Cuando nos detuvimos frente a la escuela, tomé mi mochila lista para bajar

rápidamente. Me incliné cerca de Patti y le susurré: –Gracias por detenerme hoy. Ella miró a Cory. –No hay sangre, no hay huesos rotos, no hay problema.


Cuando las puertas estuvieron entreabiertas Patti me dijo entre dientes: –Aguanta cariño, las cosas van a mejorar. Asentí con la cabeza, luego me disparé por las escaleras y dirigiéndome al salón

principal dónde gastamos los primeros veinte minutos de cada día de escuela, escuchando anuncios y poniéndonos al corriente con la tarea requerida para la graduación.

A medida que trotaba por el pasillo, la tranquilidad se apoderaba de mí.

Siempre me ha gustado la escuela. La rutina pre escrita, me permitía sentirme normal. Por lo menos durante siete horas del día, yo sabía que esperar, a diferencia del resto de mi jodida vida.

Mi profesora de francés, Madame Burke, era también mi profesora de inglés y

la profesora del aula. Como siempre estaba encantada de verme. –¡Bon jour, Allieeee!– ella exclamó con su falso acento francés, luego me miró

expectante hasta que respondí, –Bon jour, Madame Burke. El resto de la clase se rezagó detrás de Sonja Ortega, quien accidentalmente a

propósito me pisó el pie. Pero yo ya había tenido un enfrentamiento hoy, así que lo dejé pasar. Poco después sonó la campana, y el intercomunicador cobró vida, nuestro director el Sr. Hostetler, anunció, –Buenos días, estudiantes, y profesores. Tengo un anuncio importante.

Hizo una pausa y se aclaró la garganta. Oí el crujir de papeles. –Un determinado

asunto ha atraído mi atención. Parece que tenemos a un individuo masculino aquí en la escuela Juan J. Peacock, quien digamos que está invadiendo el espacio personal de otros individuos femeninos, infligiendo dolor y sufrimiento a las regiones más bajas de dichas personas.

Hizo una pausa y sacudió sus papeles de nuevo. Me di cuenta de que el rostro

de Madame Burke estaba confuso. Nos miramos la una a la otra y dijimos:–¿Qué dijo? Sonja que no era un maniquí, respondió, –El habla del pincha culo. –Ahhhhhh–, coreamos. –Que se sepa– el Sr. Hostetler siguió, –está persona será encontrada, y

suspendida. Tal acción no será tolerada en mi escuela. Quien quiera que usted sea. ¡Esto es una advertencia!.

Vi a un par de muchachos retorciéndose en sus asientos, convenciéndome de

creer que la teoría sobre la acción individual de un pellizcador de culos estaba equivocada. Al parecer nosotros teníamos pellizcadores de culo en masas.


Después de que el Sr. Hostetler se despidió, la voz sin aliento de la señorita Yeager, la consejera de la escuela, se escuchó por el altavoz.

–¡Eh, tipos imponentes y polluelos!–, ella comenzó. Cada uno hizo rodar sus ojos y gimió. –¿Saben cantar, bailar, hacer trucos de magia, o tal vez tocar flauta?

Demuéstrenlo, caminen a mi oficina e inscríbanse en el primer show de Talentos del John J. Peacock. ¿Crees que no eres lo suficientemente bueno? Piénsalo de nuevo ¿Quién sabe? Ese podría ser tu camino hacia el éxito… ¡tu lanzamiento como estrella!

A medida que ella parloteaba si cesar, la agradable sonrisa de Madame Burke,

comenzó a desvanecerse. Me desconecté y comprobé mi tarea de geometría. A mitad del anuncio Sonja gritó, –¡Eh yo puedo cantar y bailar!, me quiero

matricular. Madame Burke asintió y Sonja se precipitó fuera del salón en sus tacones de 7

centímetros. Fue entonces cuando recordé la noche de Halloween y el comentario de Kizzy a Sonja, algo sobre cantar frente a una multitud de fanáticos. Uy.

El resto del día transcurrió sin incidentes. En mi última hora de clase, en francés, Beck Bradford, estuvo de vuelta en a su actitud arrogante, y me ignoraba, como de costumbre. Solo miradas.

Incluso esperó hasta que yo estuve en la pizarra conjugando verbos, antes de

colocar el trabajo de la semana pasada en mi escritorio. Así que ¿qué pasó la otra noche? ¿Por qué me miró como si yo fuese la octava

maravilla del mundo? No es que me importara. Bueno tal vez, un poco.

*** Beck Bradford estaba todavía en mi mente cuando me bajé del autobús y

caminé por la entrada al remolque. Permítanme decirles, antes que nada; que nunca he sido gran creyente de las

coincidencias. Al menos, no hasta que leí la nota pegada en la puerta del remolque. “Allie. Nuestras mochilas se han mezclado. Tengo la tuya, por lo que al parecer

tienes la mía. Tráela a mi casa a las 7:30 exactamente, esta noche. No toques la puerta principal. Ve por la puerta trasera”.

Estaba firmado por, “B. Bradford”


Mi primera reacción fue… ¡No puede ser! Me abrió la cremallera del bolso. Era exactamente igual a la mía, a excepción de los libros de física y cálculo que acechaban en su interior. Tenía razón, pero ¿cómo hemos cambiado las bolsas? Nosotros nos sentábamos a seis metros el uno del otro.

Estudié nuevamente la nota, más que un poco enfadada por su exigencia en el

tono y el extraño mensaje. ¿Por qué exactamente a las 7:30 de la tarde y no podía llamar a la puerta principal? ¿Tenía que entrar por la puerta de servicio? ¿Incluso por qué me pedía que fuera a la casa Bradford? El tenía coche, por que obviamente condujo hasta aquí y pegó su estúpida nota sobre la puerta. ¿Por qué no esperó hasta que yo llegase a casa para darme mi mochila y recoger la suya?

Y si Beck fuera un Trimark, yo me pondría en un grave peligro por ir a su casa. A

demás, la casa de Bradford era la escena de mi encuentro casi fatal con Ravelle y Baxter. Desde luego que nadie vivía allí desde entonces, al menos no había ningún cuerpo allí. Yo nunca había visto el fantasma del viejo Sr. Bradford, que se colgó en el depósito, pero muchas otras personas lo habían visto.

¿Qué si la hija del Sr. Bradford, Melissa había vuelto y había arreglado el lugar? El pensar en volver allí sobre todo de noche, me puso erizó la piel en todo mi

cuerpo. La decisión estaba tomada. Aunque yo no pudiera hacer mi tarea, de ninguna

manera iría a la casa de Beck Bradford. Entré a la casa y llamé a Faye, haciéndole saber que estaba en casa. Caminando

con mi mochila sin tarea, me dejé caer en el sofá. Fue entonces cuando escuche el tintineo de las campanas de viento, un sonido que no había escuchado durante seis meses. No así de alto. Las campanas de viento no producían un sonido así.

Así que esto sólo podía significar una cosa… Trilby, mi torpe y patosa guía

espiritual, estaba de vuelta.


CCCaaapppííítttuuulllooo CCCiiinnncccooo

Ya era hora que llegarás, chica! Parece como si hubiera estado tocando estas malditas campanas por horas–, Trilby me regañó duramente.

Al salir me la encontré situada en lo alto de una gruesa rama cerca del medio

de un muy viejo y erguido manzano retorcido, junto a Blaster el toro de pradera. Mi boca se abrió cuando vi lo que ella llevaba puesto. Una falda gris hecha a la medida y una blusa blanca cubierta con una chaqueta azul oscura, unas delicadas pantimedias, y tacones-bajos. Su oscuro pelo rizado estaba peinado hacia atrás en un moño.

¿Mi hippie-chiflada Trilby? ¿Vestida como una agente de bienes raíces?

Balanceándose precariamente, mascullaba maldiciones mientras tiraba de su chaqueta, la cual estaba enganchada en una rama por encima de ella.

–¡Cuidado!– grité.–¡Te vas a caer! Ella me frunció el ceño. –En caso de que no lo hayas notado, Sherlock, ya estoy

muerta. ¡Es esta maldita chaqueta! Créeme, si se desgarra, el infierno arderá en el cielo.

–¿Quieres que vaya por una escalera y te ayude? Ella me ignoró y se encogió para un último intento. Primero, escuché ‘¡estúpido

árbol!’ Y después el sonido de una rama rompiéndose. La chaqueta se liberó de pronto con un pequeño sonido explosivo y Trilby se desplomó al suelo. Sentí un helado frío familiar mientras ella atravesaba mi cuerpo.

–¡Boo!– dijo desde detrás de mí. Me gire y le sonreí. –Sigues trabajando en ese asunto del ‘miedo', ¿eh? Ya no estaba asustada por el hecho que era la única que podía ver u oír a Trilby.

Una hippie en lo que ella llamaba ‘los días de paz y amor’, que había fumado una buena cantidad de mala hierba antes de fallecer.

Por consiguiente, ella usualmente olvidaba sus instrucciones, obligándome a

–¡


leer entre líneas. ¿Irritante? Sí. ¿Espeluznante? No. Ella había aparecido por primera vez la última primavera, el día en el que mi

poder telequinético apareció. Yo era su proyecto especial, ella misma me lo había dicho, su billete a un lugar mejor. La última vez que la vi, había pasado las pruebas y ella había logrado llegar al cielo, pero sólo al primer piso... el ‘nivel de la ropa rosa’, me había dicho…

La examiné. –Veo que te haz librado de la cosa rosa. ¿En qué piso te encuentras

en este momento? Las esquinas de su boca bajaron. Paso una mano por encima de su falda. –El

segundo. Allí nos hacen vestirnos de esta manera. –¿Cuántos más para la cima? Ella se encogió de hombros. –No tengo idea. Uno pensaría que tendrían dádivas

o anuncios de servicio público, pero... noooo–. (Ella giro sus enormes ojos) –eso sería muy fácil.

–¿Qué de ese chico el del pelo largo y dorado, del primer piso? ¿Con el que

tuviste un flechazo? Sus ojos se volvieron soñadores y ella sonrió. –Él era ardiente. Micah, con las

grandes, viejas...uh... –¿Alas plegadas?–, añadí, servicialmente. –Sí. Repentinamente, su estado de ánimo cambió y ella murmuró, –No Micah,

por ahora. Nada de hombres. El segundo piso es sólo de mujeres. ¿El código de vestuario? ‘Negocio casual’, ¡Es una mierda, a lo grande!

Whoa, mi idea del cielo acababa de ser alterada para siempre. Pero, no

obstante, tal vez sólo necesitabas un poco más de tiempo para desprenderte de tu cuerpo físico y de sus necesidades. Decidí mantener una mente abierta.

–¿Por qué estás aquí? ¿Tienes un mensaje para mí? Trilby se sentó en un tronco cercano, alzó su pierna izquierda y la miró de

cerca. –¡Maldito árbol! Arruinó mis pantimedias–. Ella bajó su pierna y recorrió con la

mirada los pastos de Blaster. –Hey, ¿dónde está el toro pedorro? ¿Tu tío ya le convirtió en hamburguesas?

La semana pasada, el Tío Sid cargó a Blaster en su remolque especial y le llevo a

una granja lechera en el bajo valle. –Afuera fecundando vacas. Trilby. Enfócate.


Ella posó su mirada en mí, intrigada, claramente tratando de recordar su

misión. Finalmente, chasqueó sus dedos. –Ok, ya lo tengo. Todo está conectado... mi traslado al siguiente nivel y el que lo hayas echado a perder.

–¡Hey!, ¡yo no pude evitarlo! Mi poder telequinético se ha ido. Trilby negó con la cabeza. –No es así. Aquí está el trato. Para llegar al siguiente

nivel, tengo que memorizar un montón de cosas. Eso es un poco duro para mí, así que me dieron otra opción. Tiene algo que ver con un chico ardiente que se supone tendrá que curarte, pero tú lo estas malogrando y no deseas ir. Si te envío en la ruta correcta, yo ascenderé. Por lo tanto, ¡no lo eches a perder! ¿De acuerdo?

–¿Hablas de Beck Bradford? Le pregunté. Ella elevó un puño en el aire. –¡Muy bien, hermana! Ese es el chico. Lleva tu

culo allí y sanate. –Pero, él podría ser un Trimark–, protesté. –Noticias de última hora ‘desde lo alto’–. Ella señaló con un pulgar hacia el

cielo. –Él no lo es. Hasta luego, chica. Ella se elevó rápidamente, alejándose antes de que pudiera preguntarle acerca

de mi engorroso problema/ piedra de lunar Jesús. No es como si ella tuviera una respuesta, pero valía la pena un intento. Tal vez la próxima vez.

* * *

–¿Segura que quieres ir allí?” Manny me recorrió con la mirada Sus manos

estaban colocadas a las diez para las dos en el timón de su Chevy Impala 1985. El coche le había pertenecido a su padre, Pedro. Después del nacimiento de su sexto niño, Pedro lo estacionó detrás del granero de Tío Sid y compró una mini-furgoneta. Manny estaba totalmente enamorado del viejo y ruidoso carro. Él estaba en el proceso de restaurarle y no paraba de hablar acerca de la inyección de combustible en el obturador del coche y el motor de 5.0 litros V-8. ¡Como si yo supiera lo que eso era!. El coche estaba cubierto de cartillas y lleno de golpes, pero bueno, era fantástico yendo por la Carretera Peacock Flats después del anochecer.

Manny tenía diecisiete, y debido a que su historial de conducción era

impecable, él tenía ahora permiso de transportar a personas que no eran miembros de su familia en su coche.

–¿Quiero ir?– repetí. –No, pero necesito conseguir mi mochila. Tengo algunos

problemas en francés. Beck dijo que me ayudaría con mi tarea. Si necesito un viaje a casa, te llamaré.


Dije eso para silenciar el deseo natural de Manny de servir y proteger. Él estaba decidido a esperarme y llevarme de regreso a casa. Sin embargo, estimé que este asunto de ‘la sanación’ podría tomar un tiempo así que tuve que encontrar una buena excusa.

Su rostro regordete estaba lleno de preocupación. –¿No te da miedo? ¿Después

de lo sucedido? Estuviste a punto de morir allí. Oí que el lugar está embrujado. Ya sabes, cuando las personas se suicidan, no pueden ir al cielo. Por eso es que el fantasma del Sr. Bradford esta por allí.

Manny y Mercedes eran supersticiosos verdaderos. Por eso es que no me

atrevía a contarles sobre mis habilidades paranormales o, mi falta de los mismos. –No tengo miedo,– mentí. En realidad, yo estaba tratando de ignorar a las

mariposas que revoloteaban en mi vientre. –Todo eso ocurrió cuando el lugar estaba desierto,– dije. –Escuché decir a la Señora Bradford que la casa realmente era bonita. Ella incluso contrató a un capataz para que se encargase del huerto. Estoy segura de no haber visto a ningún fantasma cuando estuve allí.

Bueno, tal vez había visto a algunos Trimarks. Antes de llegar a la propiedad Bradford, Manny miró por encima de su hombro,

puso el coche en neutral y aceleró al máximo el motor. –¿Sabes lo que es eso?–. Él se giro y me miró. En la tenue luz del tablero, pude ver su sonrisa feliz. Sin esperar una buena-respuesta, porque no tenia una él dijo, –¡Ese es el sonido de 165 caballos de fuerza!

Murmuré algo así como, –Um...eso es bueno. ¿Podemos ir ahora? Manny puso al Impala en marcha, cuidadosamente revisó el espejo retrovisor

en busca de tráfico en dirección contraria y le saco lentamente hacia la vía. Cuando llegamos a la propiedad Bradford, noté varias ‘Nueva Propiedad Privada’ señales y letreros junto a la vía. –El camino de acceso es por el camino de adelante.

Manny me dio una mirada de disgusto. –Sé a dónde donde voy, Allie. –Ok, ok, sólo trataba ser de ayuda,– mascullé y saqué de entre manos la

siguiente conclusión: Coches más Chicos y las Sugerencias útiles de un Pasajero Femenino es igual a una Respuesta Idiota del Chico. Vive y aprende.

Él se giró a la derecha y procedimos, muy lentamente, a subir a lo largo del

camino de acceso de grava. La casa estaba bien lejos de la vía. Al paso que viajábamos, amanecería antes de nuestra llegada.

–¿Estas segura de que no quieres que yo espere? No me importaría–, Manny

dijo.


–Estaré bien. Mientras recorríamos en coche el huerto envuelto por la noche, mi corazón

comenzó a latir con fuerza. Tal vez no estaría bien. ¿Qué ocurriría si Trilby estaba equivocada? ¿Qué pasaría si yo estaba a punto

de entregarme en manos de un Trimark? Porque yo todavía tenía mis sospechas acerca de Beck, había dejado la piedra lunar en casa para su custodia.

Una repentina ráfaga de aire bailó a través de las rectas ramas esqueléticas,

haciendo caer unas pocas hojas secas restantes. Las nubes, cargadas con lluvia, obscurecieron la luna y las estrellas. Los dos haces de luz delanteras del Impala no revelaban nada pero se filtraba tras la fila de árboles. Miré con atención a través de la oscuridad turbia, tratando de divisar la casa en una colina a nuestra izquierda. Si continuábamos por el camino de acceso, íbamos a terminar en el almacén donde Faye y yo estuvimos retenidos en cautiverio. Yo en realidad, no quería terminar en el almacén. La noche oscura me asustó y me desoriento. Algunas vueltas más y pude percibir un resquicio de luz filtrándose a través de los árboles.

–¡Ahí está! Por el siguiente desvío. Manny me dio otra mirada, pero se abstuvo de hacer comentarios mientras

giraba en el siguiente desvío que nos llevaba a la vieja casa, de dos pisos. Otros cien metros de camino lleno de baches y nosotros habíamos llegado. Manny apagó la ignición. Estudiamos la casa en silencio. Estaba rodeada por ambos lados de arbustos demasiados crecidos y árboles, la casa surgió amenazadoramente como un alto espectro, y oscuro.

–Victoriano,– murmuré. –¿Huh? –Kizzy me dijo que ésta es una vieja casa de campo victoriana. Ella dijo que

podrías adivinarlo por los diseños en torno al saliente y el techo. ‘Pan de jengibre’, ella le llamó. Y mira…–. Señalé el segundo piso. –¿Ves esa cosa redonda colgando por encima del porche? Eso se llama una torreta.

–Yo no veo nada más que una casa espeluznante, y vieja,– me respondió

Manny, entrecerrando los ojos a través de la oscuridad. La luz del porche estaba apagado y las cortinas cerradas, pero las tiras de luz

tenue, amarilla se filtraba desde tres ventanales que estaban posadas a la izquierda de una contrapuerta. El viento revolvió las sucias ramas de un alto árbol junto a la casa. Granos congelados de aguanieve rebotaron contra el parabrisas. Un patrón escalofriante de sombra y la luz bailaba a través del frente de la casa.

Traté de alcanzar la puerta del coche, mi corazón estaba en mi garganta. Si


Manny supiera lo asustada que estaba, nunca podría deshacerme de él. ¡Sólo hazlo, Allie!

Agarré la mochila de Beck, salté del coche y le di a Manny una gran sonrisa,

valiente. –Gracias. Nos vemos mañana. Él frunció el ceño y no hizo el ademan de echar a andar el coche. –Esperaré

hasta que estés dentro de la casa. Agité mis manos como si estuviera ahuyentando pollos. –No seas tonto. ¡Vete!

¡Vete! –¿Tu madre sabe dónde estas? –La llamé. No era una mentira total. Le había dicho a Faye que estudiaría con un amigo. Manny se cruzo de brazos miro al frente. –Ok, ¿y ahora qué, Allie? Troté a través del césped mientras mis pasos chirriaban a través del porche

delantero. Fingí tocar entonces grite hacia Manny, –Alguien viene. Ya puedes irte ahora.

Oí el arranque del motor, pero el coche no se movió. La puerta principal estaba

cerrada con llave. La abrí sólo un poco, esperando no estar rompiendo alguna regla cardinal de Bradford acerca del uso de la puerta principal. Deslicé la mochila dentro, me gire y le di a Manny un adiós alegre.

¡Sí! El coche retrocedió lentamente por el camino de acceso. Cuando sus luces

desaparecieron, cerré la puerta, caminé hacia la esquina de la casa, aspiró profundamente y entre en un charco de oscuridad.


CCCaaapppííítttuuulllooo SSSeeeiiisss

espués de unos pasos, me detuve, dándome tiempo para que mis ojos se adaptaran.

Mientras que estaba en la oscuridad absoluta, mis otros sentidos se adaptaban

a los sonidos de la noche… el ulular de un búho… el sonido del viento suspirando a través de las hojas de los árboles y algo más… voces flotando en el viento. Una carcajada aguda. Una voz más profunda de respuesta.

Poco a poco, empecé a ver como mi visión nocturna mejoraba. El techo a dos aguas, de la casa. El contorno del garaje separado. Una carretilla,

una cortadora de césped a empuje estaban a unos metros a mi derecha. Me arrastré por un lado de la casa quedándome cerca de los arbustos. Cuando

tropecé con algo y caí boca abajo en la tierra, mi miedo se convirtió en rabia. ¡Esto es una tontería! Revisé mi cuerpo por daños y grité: –¡Hey enciende las luces!

Me quedé inmóvil, esperando a que alguien respondiera. No hubo respuesta.

No había luces. Murmurando me dirigí a la esquina de la casa y me detuve. Un porche se extendía por la parte posterior de la casa, iluminado por una solitaria bombilla encendida que colgaba del techo.

La débil iluminación se extendía solo a unos pocos metros de la casa, a una

zona de césped. Más allá del halo de luz, en las sombras, vi algo que me hizo jadear y me lancé

detrás de un arbusto. Traté de comprender lo que estaba viendo, pero mi cerebro dijo no lo pienses.

Dos pares de orbes dorados flotaban sobre el suelo, brillando en la oscuridad,

avanzando hacia mí. Cada vez más cerca. Y más cerca. Entonces de repente, desaparecieron.

D


Negué con la cabeza. ¡De ninguna manera! Tenía que estar alucinando. Agachada detrás del arbusto, respiré profundamente, tratando de disminuir mi

corazón acelerado. Cuando miré de nuevo, detecté movimiento y sonido más allá de la barrera de

la luz pálida. La curiosidad venció el miedo. ¿Qué estaba viendo? Me puse de pie. Tomé un par de pasos y miré hacia las sombras. Vi la silueta de

dos personas, una más grande que la otra. Ellos se daban patadas y giraban, lanzando golpes, se agachaban y esquivaban golpes, más rápido de lo que cualquier mortal pudiera moverse.

La persona más pequeña se apartó de una patada giratoria antes de saltar sin

esfuerzo sobre la cabeza de alguien más alto. No era posible. Humanamente imposible. La persona alta se giró y los dos se enfrentaron nuevamente, mientras yo que

avanzaba hacia la luz, lentamente. ¿Podría ser…? Ante mi mirada sorprendida, Beck y Nicole Bradford, aparecieron en la luz, con

los ojos fijos el uno en el otro, engarzados en una escaramuza silenciosa y mortal, con movimientos tan increíbles, rápidos y poderosos que eran difíciles de describir.

Nicole vestía con pantalones de ejercicio hasta la rodilla y una camiseta, dio un

paso atrás mientras que Beck avanzaba. A pesar del tiempo, estaba desnudo de la cintura para arriba. Sus anchos hombros estaban brillando con sudor, el pecho y sus brazos estaban marcados con músculos bien definidos.

¡Woa! ¿De donde salió este tipo? El Beck que conocía era delgado y musculoso. Hipnotizada, vi el patrón del ritual de avance y retroceso, sintiendo la tensión

que fluía entre ellos, cada uno esperaba el movimiento del otro. Nicole hizo un pequeño gruñido, salvaje, sus labios se curvaron en una mueca.

La cara de Beck se iluminó con una sonrisa salvaje. Atrapados por el juego, yo

no estaba preparada para lo siguiente que sucedió. Ellos se giraron hacia mí, y se acercaron, con sus ojos dorados brillando


intensamente con anticipación. No me detuve a pensar en ello. En cambio, escuche la voz en mi cabeza, que

gritaba, que algo estaba mal con lo que estaba viendo. ¡Corre, Allie, corre! Soy bastante rápida con los pies. Especialmente cuando estoy siendo

perseguida por un par de gemelos con ojos brillantes de color dorado, que parecía que querían sacudirme de acá para allá, hasta que mi carne se ablandara, antes de lanzarme a la barbacoa.

No me importó que apenas pudiese ver mi mano en frente de mi cara, ni varios de los objetos del jardín que estaban esparcidos en el camino, salí como el Corre caminos perseguido por el Coyote.

Con los ojos fijos en el frontis de la casa, corrí tal vez seis pasos cuando…

¡Whomp!, me golpeé con una pared de ladrillos. Al menos eso fue lo que pensé. Pero resultó que era el pecho de Beck Bradford. Sus brazos acerados me sostuvieron apretando mi cuerpo. Frenética intenté

escaparme, di puntapiés, grité y traté de hundir mis dientes en el pecho de Beck. A pesar de todo eso, oía el murmullo de su voz, profunda y relajante.

En mi estado de pánico, las palabras dejaron de tener sentido, formando un

sonido distorsionado. En nuestra lucha, debí de haber golpeado algo sensible, porque oí un gruñido

de dolor seguido de –¡Allie, detente! ¡Escúchame! El me soltó y tomó mi cara. Sus manos estaban calientes, su tacto suave. –Estas a salvo aquí. Nadie te hará daño. Era un poco difícil de creer, cuando estás de pie en la oscuridad y todo lo que

ves es un par de ojos brillantes. Luego dos pares. Nicole estaba detrás de Beck. Cuando me tranquilicé, me di cuenta de mi

respiración. Cada inhalación estaba acompañada por un chirrido rítmico. Sonaba como un

ratón aterrorizado por un gato. Muy embarazoso. Pero ¡espera! ¿Por qué tenía que tener vergüenza? O era la víctima aquí. Beck era el agresor.


Puse mis manos en mis caderas y lo mire. –¿Sabes qué? ¡Eres un idiota! En primer lugar, tú me dijiste que viniese a buscar la mochila y, oh, que me

asegurase de no usar la puerta principal. Entonces casi me mato dando tumbos en la oscuridad y veo, los veo a ti y a Nicole hacer… lo que estaban haciendo.

Tengo una pregunta ¿Por qué?, bueno dos preguntas ¿Cómo? ¿Cómo llegaste

desde el punto A, el patio al punto B, aquí tan rápido? ¿Volando? Dejé mi diatriba chillona, tomé aire, y tragué saliva. Beck me tomó la mano. –Yo no te culpo por volverte un poco loca, pero tenías

que ver lo que somos, Nicole y yo. Somos… así, diferentes. Tu también eres diferente, ¿no, es así Allie?

Muda del asombro, abrí y cerré la boca, incapaz de formular una respuesta. ¿Cómo sabía él de mí? ¿Debo confiar en él? Trilby parecía pensar que sí. Lo que

era más importante aún, ella pensaba que yo lo necesitaba para restaurar mis poderes desaparecido.

–Vamos a entrar. Te lo explicaremos todo–, dijo Beck. Seguidos por Nicole, me llevó a la parte trasera de la casa y pasamos por el

porche a la enorme cocina de la granja. Una mesa de madera y cuatro sillas estaban en la habitación. Beck sacó una

silla y me guió a ella. Giro una silla y se sentó a horcajadas y estudió mi rostro como si fuera un experimento que salió mal.

Nicole me dio una mirada desinteresada y se volvió hacia su hermano –¿Eso es

todo? Tengo cosas que hacer. –Quédate un rato, ¿de acuerdo?–, le pidió Beck. Nikki dejó escapar un suspiro, pero se dejó caer en la silla frente a mí. Dirigió un

ojo experto sobre mi ropa (pantalones vaqueros y una sudadera) y mi pelo (salvaje, muy erizado, que se escapaba de una cola de caballo) antes de decir: –Fue idea de Beck. Le dije que te asustarías. Espero no te hicieras pipí en los pantalones.

Me incliné sobre la mesa y estreché mi mirada en ella. Después de lo que había

pasado, yo no necesitaba esa actitud burlona de la pequeña, bonita; puedo- patear- el trasero- de mi hermano- sin empezar a sudar- Nicole Bradford.

–No das tanto miedo. –Sí, claro,


–¿Cuál es tú problema, Nicole? ¿Qué te he hecho yo a ti? Ella me miró. –Nada. Yo no quiero que estés aquí. Me levanté tan rápido de la silla que ésta cayó –muy bien. Tráiganme mi

mochila y me voy. Beck agarró del brazo a Nicole y le dio una pequeña sacudida, –Vamos, Nikki,

Allie necesita ayuda. Sabes que tienes que hacer esto. Nicole miró la mesa. Le vi temblar el labio inferior. –Pero entonces ella va a

saber de nosotros–, Ella se apartó de Beck. –Esta es la primera vez que he tenido amigos. Ella me miró y luego miro a Beck

–¿Y si habla acerca de mí? ¿De quienes somos? –Ella no lo hará–, dijo Beck. A pesar de lo que había visto afuera, yo estaba intrigada por los comentarios de

Nicole. Cogí la silla y me senté. Traté de concentrarme en el rostro de Beck, pero era difícil, pensar en ello. Yo Alfrieda Carlotta Emerson, sentada junto a un bombón, con un corpulento

torso desnudo, digno de la página central de alguna revista. Un banquete para los ojos.

Para aferrarme a mi enojo, pensé en el pequeño plan de Beck, como había

jugado conmigo. –¿era todo esto totalmente necesario? La nota misteriosa… veámonos exactamente a las 7:30… el no utilizar la puerta de entrada?

Beck dijo –Si, lo llaman demostración. Ahora tú has visto lo que podemos hacer,

ya estás lista para oír el resto. Miró a Nicole y esperó. Se examinó una uña y luego explicó: –Somos Cambions. Bueno ahora estaba realmente jodida. Pero de ninguna manera iba a dejar que

Nikki me viera como una ignorante. Asentí con la cabeza. –Oh, si de Cambia ¿Qué tan diferente es eso? Nicole sonrió y Beck luchó por mantener una cara seria. –Así que si sabes tanto,

dime ¿dónde se encuentra Cambia?–, dijo Nicole, ella miró a su hermano y sonrió.


–Um… Creo que está en el este de Europa. ¡Ah, ya sé! Es uno de esos pequeños países con nombres extraños como Uzbekistán y Herzegovina. ¿No?

–Incorrecto–, dijo Nicole mirando a Beck. Dile. Beck se inclinó a mí, con su rostro totalmente serio. –No digas nada. Solo escucha. Asentí silenciada por el repentino dolor en sus ojos. El respiro hondo y

comenzó: –Nicole y yo somos mitad mortal y mitad demonio. Me mordí el labio para no gritar. Yo no estaba segura de lo que estaba

hablando, pero no sonaba bien. A excepción de los latidos de mi corazón, la casa estaba en silencio. Me

pregunté si la madre de Beck y de Nicole estaba en casa y si era humana. Yo la había visto en el restaurante y parecía humana. Por supuesto Beck y Nicole parecían humanos también. Si su madre no era humana, significaba que ¿toda la familia Bradford era una jauría de demonios? ¿Una bandada de demonios? Eso podría explicar por qué el abuelo de Beck y Nicole se suicidó y posteriormente aparecieron los llamados fantasmas.

Era como si Beck supiera lo que estaba pensando. –Nuestra madre es humana,

nuestro padre no lo es. Como estaba avergonzada, y muy nerviosa casi digo algo estúpido como: “Que

mala onda”. Resistí el impulso. En lugar de eso eché un vistazo a la casa –¿Tu madre está aquí? Beck respondió: –Ella está con su grupo de crítica. Ella escribe ficción cristiana.

Se había ido para el momento que llegaste a casa. Sentí mi risa histérica burbujeando en mi pecho, y traté sin éxito de disfrazarla

en una tos. Cuando pude volver a hablar, me dijo: –¿Por lo tanto, tu padre es un demonio y

tu madre escribe sobre ángeles? ¿Algo más? –Por razones obvias, mamá no quiere reconocer que tiene hijos medio

demonios, explicó Nicole. –Por eso tuvimos que hablar contigo esta noche, mientras que ella no está

aquí. La mirada de Beck era tan intensa que tuve que apartar la mirada. Nicole


parecía que estaba buscando pelear. Supuse que estarían esperando para hacer preguntas. Créanme quería respuestas, pero no tenía idea de cómo hacerlas sin pensar

que eran mitad humanos mitad demonios de la cabeza a los dedos de los pies. Sobre todo yo no quería menospreciar a su madre por enredarse con un demonio.

Afortunadamente, Beck se dio cuenta de mi dilema. –¿Qué sabes sobre los

demonios? –Cero–, le dije. –Soy novata en el mundo abracadabra. –Los demonios son ángeles caídos, que fueron desterrados del cielo por

revelarse contra Dios. De repente quise saber toda la historia. Las preguntas brotaban de mí como el

agua de una manguera contra incendios. –¿Cómo pudo tu madre cumplir con tu padre? ¿Pensó que era un ser humano?

¿Tú lo conociste? ¿Qué demonio es? Sabía que estaba balbuceando, pero en realidad, no creo que la persona más

inteligente en el mundo sabría que decir en esta situación extraña. Nicole me dio otra de sus miradas de superioridad. –Lo haces sonar como si

fueron al baile juntos. No, no nos hemos encontrado con nuestro viejo y querido padre. Los demonios no se quedan. Ellos se marchan cuando hacen el bebe.

La cara de Beck desapareció. Las partes negras en sus ojos de color ámbar

aumentaron de tamaño. –Nuestra madre estaba en un convento en el norte de California. Ella tenía un año antes de tomar sus votos finales. Pero todo cambió cuando se quedó embarazada de nosotros.

–Nuestra madre es súper religiosa–, dijo Nicole. –Nunca había estado con un

hombre cuando entro al convento. –Este demonio, ¿qué estaba haciendo alrededor de un convento? –Buena pregunta–, dijo Beck. Fue a la nevera, tomó tres botellas de agua y

volvió a la mesa. Le entregó una a Nicole y luego a mí, quitó el capuchón y la bebió sin respirar.

Miró a Nicole –¿quieres que le diga?–. Nicole negó con la cabeza. Beck volvió la silla y la puso junto a mí. Podía sentir el calor que irradiaba su

cuerpo.


–Te juro que estoy a punto de decir la verdad. El demonio visitó a nuestra

madre en la noche. Lo único que recuerda es tener una serie de sueños muy calientes. El me miró, pero no con la sonrisa de satisfacción de saber lo que estaba

esperando. El sólo me miro. –Tu sabes de ese tipo de sueños… ¿no? Las llamas lamían mis mejillas, estudiaba la parte superior de mis zapatos.

Nicole soltó una risita. –si–, continúo Beck. –Pero en su caso no eran sueños. Tres meses más tarde,

ella descubrió que estaba embarazada. Se fue del convento y se trasladó a Europa y nos tuvo.

Pensé en Faye y yo, en nuestra constante lucha por estirar el dinero hasta el día

del pago. –Pero ¿cómo sobrevivió? ¿Consiguió trabajo? ¿Por qué se mudó a Europa? –Tenía dinero de la familia–, explicó Nicole. –Luego ella comenzó a escribir y a

vender libros. ¿Has oído hablar de los Hell Bent o la serie Heaven Bound? –Claro todo el mundo piensa que es un hombre el que escribe la serie–. Beck

negó con la cabeza. –Ella escribe bajo el seudónimo de un hombre. Nadie lo sabe únicamente su editor. Ella escribe otras cosas bajo su verdadero nombre.

El Hell Bent o los libros Heaven Bound tuvieron gran éxito, por lo que al parecer

el dinero no es problema en la familia de Beck. Nicole agregó: –Hemos nacido en Europa, porque quería alejarse de todo el

mundo que conociera su pasado. Cinco años más tarde ella nos trajo. Le contó a su familia que se casó con un hombre en Francia, que no funcionó y retomó su apellido de soltera.

–¿Así que nadie sabe la verdad acerca de su verdadero padre? –Ahora ya lo sabes. Eso hace cuatro de nosotros–, dijo Beck Con sus palabras sentí el ruido y el zumbido de los engranajes en un lugar

profundo dentro de mi cerebro. A cierto nivel, sabía exactamente por qué estaba allí. Éramos “diferentes”. Beck, Nicole y yo. Todos los viejos sentimientos se apresuraron a llegar. ¿Yo era un monstruo?

¿En quién podría confiar? Tal vez Beck y Nicole sentían lo mismo. Alimenté el pensamiento.

Nicole se levantó. –Me voy de aquí. Será mejor poner manos a la obra antes de

que mamá llegue a casa.


Ella cogió un paquete de galletitas del mostrador y salía fuera de la habitación. –¿Qué está diciendo? ¿Seguir con qué? Sacó su silla más cerca de la mía, invadiendo mí espacio. Asustada luche contra

la tentación de retroceder ante él. ¿Cuál era su problema? ¡Hace apenas unos minutos sintió lástima por el hombre!

Beck dijo: –Dame tu mano. Tenía las manos apretadas con fuerza en mi regazo. ¿Un demonio me quiere

tener las manos? ¿Y si yo hubiera cometido un terrible error al venir acá? Cautelosa y llena de dudas, me deslice de un modo familiar… hostil.

–¿Para qué? –No tengas miedo–. La voz de Beck fue suave, sedosa, y seductora. Estaba tan

cerca, sentí el calor de sus exhalaciones en contra de mi piel. Yo pensé que nunca extrañaría a Martínez Junior, pero ahora… no quería mirar sus ojos, estudiaba la barbilla. Se perdían los dedos a lo largo de la mejilla. Temblé con las sensaciones deliciosas en forma de espiral dónde él me había tocado, fluían a través de mi cuerpo como fuego líquido.

Sus dedos se asentaron alrededor de mi barbilla inclinándola hacia atrás hasta

que me encontré con su mirada. Las sombras negras se habían vuelto más grandes todavía, con sólo un ligero borde de ámbar.

No se puede apartar la vista de la piscina de oscuridad en los ojos, sentí que mi

presión se distanciaba. Como si tuviera una voluntad propia, mi mano se levantó de mi regazo.

El cubrió su mano alrededor de la mía, el calor seco de su toque creó otra

tormenta de energía que zumbó a través de mi sangre. Cuando fui capaz de hablar, susurré. –¿Por qué estoy aquí? Su rostro estaba a pocos centímetros del mío cuando respondió. –Sabes por

qué. Tus poderes se han ido.


CCCaaapppííítttuuulllooo SSSiiieeettteee

na repentina ráfaga de viento sacudió las ventanas, el sonido rompía mi trance empujándome hacia fuera, para que volviera al tiempo real.

¡Whoa! ¿Qué estaba pasando aquí? ¿Estaba tan mal que necesitaba la curación

de un medio-demonio que probablemente robaría mi alma, o al menos, mi primer hijo o lo que fuera que los demonios robaban en las películas y en los libros?

Cogí su mano, –¿Cómo sabes que mis poderes se han ido? ¿Quién te lo dijo? Beck se paró fuera de su silla y se meció atrás hasta que logro equilibrarse

sobre sus dos piernas. Para ser un demonio, parecía relajado. –Tu amiga, la bruja. –¿Qué? ¿Estás hablando de Kizzy? El asintió con la cabeza. –Kizzy no es bruja–, le dije mirándolo. –Ella es gitana romaní y… Beck se encogió de hombros. –Llámala como quieras. Ella parecía bruja, para

mí. –¿Por qué? ¿Qué te dijo? –Que estás sufriendo y que te puedo ayudar. Me sentí como un niño pequeño que había sido enviado fuera de la habitación

para que sus padres pudieran hablar de su ‘problema’. Yo no sabía con quién enojarme, si con Kizzy o Beck.

Beck estudió mi rostro, que estaba caliente y ruborizado por la ira. –¿Por qué te

estas volviendo loca? ¿Por el comentario de la ‘bruja’? –No, pero debería haberme dicho lo que estaba pasando. –Ella no creyó que lo aceptarías. Tenía que ser así.

U


Había cruzado los brazos y lo miraba. –¿Por qué tú? –Ella sintió que era un sanador psíquico. Cuando ella tomo mis manos, lo supo

con certeza. Cuando me enteré de lo del sanador psíquico, apenas resistí la tentación de

poner los ojos en blanco y decir: ‘Si, claro’. Pero entonces, me acordé de por qué estaba aquí. Kizzy me amaba incondicionalmente. Kizzy siempre ha visto las mejores cosas para mí. Por respeto a ella, al menos debería escuchar lo que Beck tenía que decir.

No es que confiara totalmente en él. En mi mundo, pagaban por ser cauteloso. –La noche de Halloween en el gimnasio–, le dije. –Tú me quedaste mirando.

Pensé que estabas…,– mi voz se apagó. –Antes de que sea demasiado tarde, tengo que asegurarme de que no eres un

Trimark. Las patas de la silla de Beck se estrellaron. Beck, tenía la mirada clavada en mi

silla. –¿Un qué? –Necesito ver tu mano. El me miró sorprendido, pero extendió su mano derecha, con la palma hacia

abajo. Le di la vuelta y la incliné hacia la luz. No tenía un triángulo invertido, pero había algo que no se veía bien. –Ahora, la otra–, le dije. Fruncí el ceño en la concentración, tratando de recordar todo lo que Kizzy me

había enseñado de la quiromancia. –¿Algo está mal? Solté su mano. –Tu línea de destino no es sólida al final. Se divide en tres líneas. Beck dijo, –como una horca. Me estremecí un poco. –Bueno probablemente no es nada. Es solo que nunca

había visto nada igual. –Nicole tiene uno también. Él me mostró de nuevo su palma, esta vez haciendo una ligera palmada.

Efectivamente, se veía exactamente como una horca. –La marca del demonio–, expresó.


Lo miré incrédulamente. –¡De ninguna manera! –Caminos–, me dijo solemnemente. –Nuestra madre lo ha investigado. Según

ella, los Cambios pueden elegir su propio destino. Por lo tanto, las tres líneas significan tres caminos diferentes

–Como el bueno, el malo y…–, me detuve; incapaz de encontrar la tercer

opción. –No hacer nada en absoluto–, añadió. Cruzó los brazos sobre su pecho y se

echó hacia atrás otra vez. –Por supuesto, en nuestro caso, nuestra madre nos arrastra a la iglesia mucho.

Ella dice que es para asegurarse de que estemos en el camino correcto. Yo quería preguntar si ese plan estaba funcionando. Como yo no tenía idea

acerca de la etiqueta de medio- demonio, pensé que podría ser grosero y tal vez no me gustaría la respuesta.

Se pasó la mano por la barbilla. –Entonces, ¿qué era lo que buscabas en la

palma de mi mano? Respiré un poco más fácil sabiendo que Beck no era un Trimark. Bueno, tenía la

marca del demonio, pero quedaba abierta a la interpretación. Yo podría vivir con eso. Suspiré. –Es una larga historia. Hizo un ademán con sus manos. Le conté una breve historia de la galaxia, los

buscadores y los Trimark. Nada de lo que dije lo impresionó. Cuando me detuve para recuperar mi aliento, el asintió y sonrió. –¿Alguna

pregunta más? Me mordí un padrastro. –Sí, esta noche te ves más grande de lo que te veías en

la escuela hoy. La esquina de su boca se levantó en una breve sonrisa. –Soy una criatura de la

noche. Parpadeé. –Nuestro poder no aparece hasta que es de noche. Durante el día, somos como

todo el mundo. Yo estaba escéptica. –Nicole no parece más grande, por la noche. –Nuestros poderes no son iguales. Ella es más fuerte en la noche, por supuesto,


pero también tiene habilidades durante las horas de luz. Mi madre piensa que Nikki tiene más cualidades humanas que yo.

–Lo que significa ¿que tienes más cualidades de demonio? –Si. Lo cuál es un error de mierda que comete mi madre. Ella piensa que Nikki

está perfectamente bien, y únicamente se preocupa por su chico, el viejo demonio malo.

Pensé en Nicole y su actitud de mocosa auto-centrada. Tal vez Melissa Bradford

estaba preocupada por el gemelo incorrecto. –¿Qué le pasa a sus ojos? –Cuando estamos afuera de noche y hay otras personas, usamos gafas

especiales que cubren nuestros brillantes ojos. Si alguien pregunta, les decimos que tenemos problemas de visión nocturna. Algo que no es cierto, claro. Nuestros sentidos son más animales que humanos.

Sus fosas nasales se dilataron, cuando se inclino hacia mí y respiró hondo. –

Hueles a agujas de pino y pétalos de rosas con un poco de una sabrosa goma de mascar de frutas.

–¿Eh? ¿Qué? –De hecho–, continuó. –Yo sabía que estabas aquí desde el momento en que

saliste del coche. –¿Pudiste olerme?–, mi voz chilló de sorpresa. El asintió con la cabeza y sonrió. –Si hueles, muy bien. Gracias a Dios no dijo, ‘buena para comer’. Solo de pensarlo se me pusieron los

pelos de punta. Sin embargo era un buen recordatorio de que yo estaba tratando con alguien

que era más que humano. Para mí eso significaba la visión de hombres lobos hambrientos o vampiros. Era el momento de cambiar de tema.

–¿Qué es exactamente lo que Kizzy dijo? –Que tenías poderes especiales. Que habías tenido un contratiempo, pero que

ahora estabas bien físicamente. Hizo una pausa. Yo sabía lo que estaba por venir. –Ella dijo que no te habías recuperado emocionalmente, y estabas privada de


tus poderes. De acuerdo con Kizzy, yo soy el único que puede restaurarlos. Ella podía sonar virtuosa- cuando lo planeaba. Me podría haber quedado

profundamente en la negación, sujetar mi mochila y exigir un viaje a casa. Pero mi amiga de confianza Kizzy pone esto en movimiento. A demás Trilby

había aparecido para decir: –Mueve tu trasero hacia allí y te curaran. Yo no soy un genio, pero había aprendido una, o dos cosas en los últimos seis

meses. El ciclo de la vida - en especial de la mía- no siempre tiene sentido. A veces hay que creer y seguir la corriente.

Le dije: –¿Qué es lo que implica a curación exactamente? Miró el reloj de la cocina y se levantó. –Tenemos cuarenta y cinco minutos.

Sígueme. Sin comprobar si yo estaba detrás de él entró en la puerta trasera y hacia el

porche cubierto, encendió una lámpara de alta densidad, que iluminaba el patio trasero.

No pude evitar decir: –Podrías haber usado un poco de luz cuando estaba

dando tumbos por aquí. Miró por encima de su hombro y sonrió. –No era parte del plan. Lo seguí por las escaleras al patio, corriendo para mantenerme al corriente de

sus largas zancadas. La lluvia helada con un viento frío, azotaba mi cara, haciéndome sentir el frío hasta los huesos. Caray, ¿tenía que coger una pulmonía, para ser curada?

–¡Hey!–, gritó mientras corría tras él. –¿No podemos hacer esto en la casa? El murmuró algo que no entendí y desapareció detrás de una Ford Ranger

negra aparcada junto al garaje. Oí el tintineo de las llaves. Una luz se encendió en el garaje. Me deslicé por la esquina para ver a Beck con la puerta abierta, su cuerpo musculoso indicaba un halo de luz.

Dio un paso atrás y me saludó. –Conseguiré algo de calor–, Su voz era ronca mientras cerraba la puerta detrás

de mí. Cruzó la habitación a una chimenea de gas y la encendió. Apoyé mi espalda contra la pared, apenas creyendo lo que veía. Lo que asumí

que era un garaje en realidad fue un lindo y acogedor apartamento, con una pequeña cocina, mesas y sillas, un mullido sofá y chimenea a gas. Una estrecha cama, hecha con esmero se apoyaba en la pared del fondo.


–¿Tu vives aquí? –Si, más o menos–. Beck se puso una toga negra, y luego se acercó a la mesa y

sujetó una cadena con una cruz de plata. Se colgó la cadena al cuello y la ocultó debajo de su camisa.

Un demonio que fuera malo, no podría usar una cadena con cruz… ¿podía? Me sentí como la chica con la venda y la balanza de la justicia. Pero en mi caso,

yo no pesaba lo correcto o lo incorrecto. Mi dilema era éste: Confiar en un demonio y tal vez ser curada o… correr como el infierno! Decidí confiar en un demonio.


CCCaaapppííítttuuulllooo OOOccchhhooo

eck se ocupó de recoger los libros y papeles de la mesa y apilarlos en el suelo junto al sofá. –Me gusta hacer experimentos y esas cosas. Mi mamá no quiere que yo eche a perder su cocina.

Su pequeña cocina estaba llena de cuencos de piedras de colores y plantas

secas. Los estantes abiertos sobre el fregadero contenían tarros de fruta llenos de líquidos y velas en una variedad de colores. Ollas y sartenes colgaban de una canastilla. Un secador de platos lleno de vasos de cristal boca abajo colocados sobre el mostrador. Junto a éste había un mechero Bunsen como el que usábamos en la clase de ciencia.

El aire estaba perfumado con una mezcla de olores. Pino. Salvia.

Lavanda. Aspiré profundamente y sentí el aroma agradable enroscarse por mi cuerpo, aliviando mi tensión.

Me aparté de la pared y tomé un manojo de hierbas secas atadas con una

cuerda. –¿Qué haces con esto? Él me lo quitó y lo puso en un cuenco. –Es llamado un manojo de hierbas para

la limpia. Savia blanca y pino. Él encendió un fósforo y colocó el paquete de hierbajos en el fuego. La llama

murió de nuevo rápidamente, dejando sólo una estela de humo fragante. Beck puso el cuenco sobre la mesa. -Esto ayuda al proceso de curación.

Él se volvió hacia mí. –Cuando es tu cumpleaños? –Huh?–, le expresé confundida por su repentina pregunta el miró su reloj. –Tan

solo dime. –El cinco de Mayo. –Está bien, eres Tauro. Tu elemento es la tierra, así que necesitas colocarte de

frente al norte.

B


Él puso el manojo en la mesa y sacó una silla, haciéndome un gesto para que me sentara. Parándose en la estufa, él dijo, –Mientras preparo las cosas, dime lo que te molesta.

Él derramó líquido en una cacerola pequeña y la puso en la estufa para

calentar. Cuando no respondí, él dio media vuelta y enarcó una ceja burlona. Aparté la vista, avergonzada de mi debilidad. –Háblame, Allie. Deja que te ayude. Yo no lo vi moverse, pero de repente, estaba de pie sobre mí, ahuecando mi

cara entre sus manos. Una vez más, sentí la fuerza y la potencia de su toque cantando a través de mis venas. Era demasiado, demasiado pronto. Me aparté.

Beck cruzó los brazos sobre su pecho y miró hacia mí. –Está bien, lo entiendo.

Tú no confías en mí. El problema es que si vamos a hacer esto, necesito un punto de partida.

–Por supuesto que no confío en ti. Yo no te conozco! –¿Sabes qué? Yo tampoco te conozco, pero parece que esto se suponía que

sucedería, así que tal vez deberíamos simplemente relajarnos. Bueno, nueva información. Sonaba como que Beck no estaba muy emocionado

acerca de esto cosa de la curación tampoco. Miré hacia él. Él sonrió y me dio un gesto de aliento.

¿Debería meter un dedo en el agua y ver qué pasa después? ¿Era posible

confiar en alguien sólo un poco? Lo suficiente para ser sanada? ¿Tenía otra opción aparte de largarme?

Suspiré. –¿Qué necesitas saber? –Comienza desde el principio. Para el momento en que terminé, le había contado todo. La caída por la

escalera. El poder de telequinesis, la profecía de la Piedra Lunar. Mi capacidad para leer la mente con ella. Hacer que mi antigua habilidad para utilizar los PTQ- Poderes telequinéticos, lo que significaba que podía mover cosas con sólo pensar en ello- y leer la mente. Atrapada en su hipnótica mirada dorada, describí mi humillación reciente en la reunión de los buscadores de Estrellas. Por último, en una voz entrecortada por la emoción, le hablé de matar a Baxter con las cajas de manzana, y acerca de mi pesadilla.

Cuando me quedé sin palabras, asintió con la cabeza y volvió a sus labores. Lo

observé excavando a través de un recipiente de piedras y sentí una chispa de


esperanza parpadear a la vida. Compartir mi carga con una persona viva, y que respiraba -a pesar de que sólo era mitad humano-parecía correcto. Sentía como si tuviese que aferrarme a la mesa para sostenerme y no flotar hasta el techo.

Beck seleccionó una piedra, frunció el ceño y la acercó a la luz. –¿Qué pasara luego?–, le pregunté –¿Has oído el término "chamán"? –Creo que tiene algo que ver con los indios... los indios nativos americanos? Beck asintió con la cabeza y dejó caer la piedra en la sartén. –Un chamán es un

sanador que cree en las viejas costumbres. Yo fui entrenado por uno. Beck me miró. –Cuando nosotros regresamos de Europa, vivimos en una zona

remota cercana a una reserva indígena. Mi madre nos educó en casa. Después de nuestras lecciones, teníamos mucho tiempo para pasear. Un día, me encontré con un cervatillo huérfano, medio muerto. Yo sabía dónde vivía el chamán, así que le llevé el cervatillo. Su nombre es Jed Nightwalker. Volví todos los días y veía lo que Nightwalker hacía, como él sanaba al cervatillo. A partir de ese momento, me quedé por ahí tanto como pude. Él dijo que yo era un sanador natural.

–¿Sabia este tipo Jed que eres parte demonio? –Oh sí, él lo sabía,– dijo Beck. –Ese primer día, él no me dejó entrar en su casa.

Pero, yo seguí volviendo, día tras día. Finalmente, él me aceptó por lo que soy. Cada vez que encontraba un animal herido, se lo llevaba. Nos hicimos amigos.

–Tu madre está de acuerdo con estas cosas de chamán? Siendo ella tan

religiosa y todo eso? Su boca se torció en disgusto. –A ella no le gusta, pero no me puede detener. Pensé en su prisa por sacarme de allí antes de que su madre regresara. Parecía

que la mitad-demonio Beck tenía algunos demonios propios. –¿Y qué si ella llega a casa antes de tiempo? Beck seleccionó tres piedras más y las colocó en el líquido, se limpió las manos

en sus pantalones y me dio una mirada sombría. –Ella podría asumir lo peor. Como dije, ella quedó embarazada de un íncubo,

un demonio de sexo masculino que tenia relaciones sexuales con mujeres dormidas. A veces la veo observarme y ella luce aterrorizada, como si ella estuviera esperando a que yo sea como él. Como si solo fuera cuestión de tiempo.


Con ojos brillantes de cólera, se volvió hacia la estufa. Estudié su perfil. Su cuerpo estaba rígido, indignado. Un músculo se contraía en su mandíbula firmemente apretada.

–Así que, ¿es por eso que ella te hace ir tanto a la iglesia? –Sí, ella cree que puede rezar para sacar el demonio en mí.– su voz era amarga,

y no quiso encontrarse con mis ojos. Y yo pensaba que tenía problemas. De repente, todo lo que quería era que él se sintiera mejor.

–Oye, chico demonio, aligérate!–, le dije con una sonrisa. –Tú eres lo que eres.

Claro, tus ojos brillan en la oscuridad, puedes saltar muy alto, y eres más fuerte que el hombre promedio no medio-demonio, pero tu estas bien para mí.

Sus hombros se relajaron y él me dio una rápida sonrisa. –Además de que– agregué. –la mayoría de las chicas en la escuela están locas

por ti–. Sentí que me sonrojaba y miré a mis pies. –Excepto yo, por supuesto. En un borrón de movimiento, Beck estaba allí a mi lado, encendiendo una vela gruesa, color blanco. Él quitó la cacerola de la estufa y la colocó sobre la mesa. Su fragancia flotaba hacia arriba y se mezclaba con el humo del manojo de hierbas. De alguna manera, en algún momento de los últimos segundos, él se las arregló para atenuar las luces. ¡Maldición! ¿Cómo hizo eso?

–Exceptuándote a ti ¿eh? Supongo que estoy perdiendo mi toque–, dijo. Su tono era ligero, pero cuando miré hacia arriba, sus ojos eran intensos y

centrados. Atrapada en su mirada, yo fui incapaz de apartar la mirada. Se inclinó sobre mí, sus palmas lisas contra la mesa, su cara dividida por la vacilante luz de la vela y la sombra. Mitad humano, mitad demonio. El tiempo era medido por el ruido sordo de mi corazón mientras yo vacilaba entre el miedo y la fascinación. Beck se movió cerca. El calor de sus ojos dorados se vertió a través de mi cuerpo como la lava fundida. Yo jadeé en sorpresa.

–Sigue mirándome, Allie. Déjame entrar en tu mente. Ningún problema. Yo no podía dejar de mirarlo. Oí el chapoteo del agua y sentí

su dedo frotar el centro de mi frente con líquido caliente. La voz de Beck era profunda y susurrante. –Permite que esta agua curativa libre tu ente del dolor y la angustia.

Todavía mirándolo a sus ojos, permití que sus palabras lavasen en mí. Yo quería

ser sanada, ¿no? visualicé mi mente como un puño cerrado. Yo quería que cada dedo se relajara y se extendiera hacia afuera, para liberar la culpa y el dolor a los que he estado aferrada. Salté en shock cuando sentí una explosión de pura energía salir de su cuerpo al mío. Beck murmuró: –Está funcionando. Quédate conmigo, Allie.

Metió las manos en el líquido y acarició mis sienes. –Que tu mente se llene de


paz y armonía. Arrastrada por su hipnótica mirada, permití que mi corazón fuertemente

resguardado se desplegara como una rosa en una fotografía secuencial. Desde el apretado capullo hasta la gloria de la rosa en flor. Bañada por la luz del sol, abierta y confiada. Una vez más, el poder de Beck se estrelló contra mí. Otra vez, emití un chillido de sorpresa.

–Ya está casi listo–, susurró Beck, sumergiéndose en el agua una última vez. Sus dedos cálidos y húmedos acariciaron la longitud de mi cuello y se

detuvieron en el hueco de mi garganta. Se inclinó más cerca y sopló una bocanada de aire en mi boca que estaba, muy convenientemente, colgando abierta.

–Allie Emerson,– dijo. –Bañada en pura luz blanca, estas restaurada en mente y

espíritu–. El profundo timbre de su voz se vertió a través de mí como la miel caliente, impregnando cada célula de mi cuerpo.

Beck ahuecada mi cara en su mano y acarició mis cejas con los pulgares. Mis

ojos se volvieron pesados y yo los dejé cerrarse. Como de una gran distancia, oí a Beck decir:

–Así será. Nos quedamos así un buen rato. Sentí el calor de sus manos contra mi cara, el

pulso fuerte del latido de su corazón contra mi piel, sus inhalaciones cogiendo el ritmo de las mías hasta que respirábamos como uno solo. Cuando abrí los ojos, su cara estaba a pocos centímetros de la mía. Su mirada se había suavizado.

Sus ojos estaban llenos de un anhelo que chispeaba en la corta distancia entre

nosotros, transformándose en un hambre física que sentía claramente bajar hasta mis pies. Sus labios eran tentadores y estaban a sólo unos pocos centímetros de los míos. El centro oscuro en sus ojos se hizo más grande. Oh, sí, él sentía eso también. Todo lo que tenía que hacer era moverme un poco más y...

¡Alto! Con gran esfuerzo, me alejé y escuché la voz de Faye en mi cabeza. Qué

estás pensando? Beck es un medio-demonio. La otra mitad es un adolescente caliente. Él tiene habilidades mágicas que nunca has soñado. Claro, él parece un niño perdido, pero maldita sea, chica, no seas tan confiada. ¿Has olvidado mi sermón sobre la trucha del pantalón tuerta7?

Atrapé una fugaz mirada decepcionada de Beck. Él lo supo. Yo no había dicho

una palabra o movido un músculo, pero él supo que yo había cambiado de parecer. Y yo supe que él hubiera tomado ese beso en un segundo. Tal vez Faye tenía razón, a pesar de que ella estuviera confraternizando con el estúpido Roy. Le di una temblorosa sonrisa.

7 Una metáfora humorística sobre el órgano sexual masculino. Cuenta que un largo animal vive

dentro de los pantalones de los muchachos.


–Hemos terminado? ¿Estoy curada? Él me miró sobresaltado, como si hubiera sido sacado bruscamente de un

sueño. Yo sabía cómo él se sentía. –Este es el primer paso. En este momento, estoy tratando de bloquear la

pesadilla–. El restregó una mano por su cara luciendo avergonzado. De hecho, el calor de nuestras dos caras pudo haber encendido el quemador Bunsen a cuarenta grados.

Bueno, esto era muy incómodo y el tiempo estaba pasándose rápido. Yo no

tenía ganas de enfrentarme a la ira de Melissa Bradford. A juzgar por lo que Beck me había dicho, probablemente pensaría que yo estaba sacando a relucir la bestia en su hijo. Decidí patear el engranaje.

–¡Bien!– Chille. –¿Qué sigue? –Tenemos que bendecir las piedras–. Él buscó en la cacerola y extrajo cuatro

piedras preciosas, limpiándolas cuidadosamente en su camisa antes ponerlas sobre la mesa. Escogió una que reconocí como un ágata y la puso en la palma de su mano. –La energía del ágata te dará fuerza y coraje.

Levantó una piedra brillante de color amarillo-verde. –El citrino te protegerá de

cualquier daño y mejorará tus poderes. Luego vino la turquesa. Según Beck, esta –aliviaría mi culpa. Yo estaba cansada

de todo eso. La última piedra era un cuarzo rosa, –para la fuerza y la curación emocional.

Beck buscó en su bolsillo y sacó una pequeña bolsa de seda con una tapa con

cordón. Dejó caer las piedras en la pequeña bolsa, tiró del cordón apretándolo y lo puso en mi mano, apretando las suyas alrededor de las mías y dijo, –Madre Tierra y Padre Cielo, bendigan estas piedras. Permitan que su poder curativo restaure el equilibrio en esta hija del universo.

Un escalofrío involuntario bailó por mi espalda mientras sentía las piedras

calentándose en mi mano. Beck sonrió. –Mantéenlas contigo todo el tiempo. Coloca la bolsa debajo de tu almohada mientras duermes.

Él se puso de pie, se estiró y miró su reloj. –Necesito llevarte a casa. El viaje a casa estuvo lleno de un cómodo silencio, la incomodidad entre

nosotros se había ido, soplada como un susurro en el viento. Me volví un poco para estudiar el perfil de Beck. Su rojizo cabello era grueso y rizado en la nuca. Cuando me miró, un mechón rebelde cayó sobre su frente. Quise acercarme y cepillárselo. Antes de que pudiera actuar por impulso, él le dio un golpe impaciente con los dedos.


–¿Te sientes bien?–, me preguntó. Buena pregunta. ¿Como me siento? La ira se había ido. Cierto, no estaba

mareada y saltando arriba y abajo de alegría, pero era un buen comienzo. –Lo averiguaré esta noche.– Ante su mirada interrogante, añadí: –Ya sabes, el

sueño. Él asintió con la cabeza y se metió en el camino de entrada del tío Sid. El

remolque estaba a oscuras y el camión se había ido. Faye llegaría a casa en cualquier momento. Beck se detuvo y apagó las luces. Alcancé la puerta.

–Allie, espera. Metió la mano bajo el asiento, sacó algo y lo metió en mis manos. –Te hice un

Atrapa sueños... para detener la pesadilla. El atrapasueños era hermoso, una obra de arte. Tres pedazos de cuero crudo

tejidos colgaban del redondo aro, cada uno decorado con perlas de color turquesa y plumas. Una red intrincadamente tejida tachonada de cuentas llenaba el interior del aro.

Acaricié las plumas y le di las gracias. Él lucia tan serio que no pude resistir

decir: –¿Qué acerca de los buenos sueños? Él sonrió. –Pruébalo. Quizás soñaras conmigo. Me sonrojé y alcancé la puerta de nuevo. Una vez más, Beck me detuvo. –He estado pensando acerca de la escuela, ya sabes, en caso de que

necesitemos hablar o algo así. –Supongo que tú volverás a ignorarme como siempre. Bueno, eso sonaba un poco infantil. Infantil pero cierto. Beck aclaró su garganta y se quedó mirando al frente. –Tal vez podríamos fingir

que somos novios cuando haya otras personas. ¿El estaba hablando en serio? Se quitó las gafas que llevaba de noche para no

asustar a los automovilistas que venían en sentido contrario y me miró con sus bailantes ojos dorados.

–¿Qué te parece eso?


Él actuó como si fuera la cosa más natural del mundo, en lugar de la más

chiflada idea que había oído nunca. Sin embargo, dos podrían jugar ese juego. En mi voz más tranquila, le dije: –Claro. Nos vemos mañana. –Una cosa más–, dijo Beck, deslizando una mano por mi nuca. –Ya que estamos

saliendo juntos- no realmente, pero casi- Pensé que debería darte un beso de buenas noches.

Le sonreí. –¿En serio? Un beso fingido? La voz de Beck estaba ronca. –Llámalo como quieras. Él acarició mi mejilla con su mano libre. Me estremecí. Yo sabía lo que pasaría si

lo miraba a los ojos, así que mantuve los míos cerrados. Su perfume lleno mi nariz. Aire fresco. Salvia. Pino. Sentí que él se acercaba. Cuando su boca tocó la mía, fue caliente e insistente. Mis labios se separaron y, a ciegas, llegué a él, mis brazos rodearon su cuello. Sentí su aliento caliente mezclarse con el mío, enroscándose profundamente en mi vientre. No hice caso de mi molesto cerebro gritando, ¡Peligro! ¡Peligro! y me incline hacia él.

Él gruñó y se alejó, con los ojos mostrando sólo un pequeño aro dorado

alrededor de sus amplias pupilas oscuras. –¿Suficiente de fingir besarnos?–, jadeé, agradecida de que él hubiera sido lo

suficientemente fuerte como para romper el hechizo. Con una carcajada, me dijo, –Me hace preguntarme como seria uno de verdad. Antes de que estuviese tentada a averiguarlo, sujeté mi mochila y salí del

coche. –Nos vemos, Beck. Él levantó la mano en señal de despedida y me vio caminar hasta el remolque

antes de que retrocediera en el camino de entrada. Mi mente estaba ocupada creando una historia para Faye. Ella querría saber

quién me dio el atrapasueños. Decidí decirle que tenía un nuevo amigo de la Reserva Indígena Cambion que escuchó acerca de mi pesadilla e hizo el atrapasueños para mí, mi teoría es, una verdad a medias lo que es mejor que una pura y simple mentira.

Faye había estado en casa. Me encontré una nota pegada en la nevera "Vuelvo

a las nueve", y, dentro de la nevera, los restos del Blue Plate Special, un grasoso bistec de pollo frito de Bea. Utilice una chincheta para fijar del atrapasueños sobre mi sofá cama y recuperé la piedra lunar de su escondite especial. La deslicé sobre mi cabeza y me senté a la mesa con la tarea. Procesar los extraños sucesos de la noche tendría que esperar.


Me volqué en un problema de geometría, empecé a moverme a mi pose

habitual de pensar... la barbilla en la mano, el codo sobre la mesa. Cuando levanté la mano, alcancé a ver mi palma. Mi corazón tartamudeó de miedo y jadeé.

Estoy muy familiarizada con las líneas de mi mano. Dios sabe, que era el tema

de conversación de muchos Buscadores de estrellas. Yo sé como luce la línea del destino. Dónde ésta comienza y dónde termina. La mía siempre había terminado limpiamente en el centro del montículo de Apolo, el montículo por debajo del dedo más largo. Pero ahora – miraba con horror a mi repentina mano temblorosa- se dividía en tres líneas.

De alguna manera, durante el transcurso de la noche. Había adquirido una

marca de demonio.


CCCaaapppííítttuuulllooo NNNuuueeevvveee

Sr. Boswell?–, chilló la Srta. Yeager, nuestra consejera escolar, a través del intercomunicador.

–¿Está Allie Emerson en la clase de hoy? Gemí y me dejé caer en mi asiento, deseando poder deslizarme a través de una

grieta en el suelo. –Sí, está–, dijo el Sr. Boswell. –Envíela a mi oficina, por favor. –Sr. Boswell –, dije en un susurro. –Dígale que está tomando un examen. Levantó las manos sin poder hacer nada. –Sabes que eso no la detendrá. Lo

siento. Ya que me senté en la parte delantera de la fila, todos en la sala vieron como

cerré mi libro de geometría, lo metí en mi mochila y salí cabizbaja de la sala. No es como si yo no tuviera suficiente sobre que preocuparme ya. Ahora iba a

tener a la Srta. Yeager sondeando mi mente, intentando conseguir que le cuente más sobre mi “trauma”. Sólo porque había pasado unos pocos días en el hospital con la cabeza agrietada después de que unos viciosos Trimarks trataron de acabarme.

Juro por Dios, la mujer no iba a estar feliz hasta que yo estuviera sollozando en

sus brazos. Me entretuve en el pasillo, resueltamente a no mirarme la palma. Me había

despertado esa mañana, felizmente libre de pesadillas y sintiéndome toda cálida y confusa hacia Beck Bradford hasta que recordé. Un vistazo rápido me aseguró que todavía estaba allí. Las líneas de división eran mucho más cortas que las de Beck, ¿pero qué si ellas crecieran?

Empezar el día comprobando tu marca demoníaca es un verdadero fastidio. Yo

había tomado la ilógica decisión de no mirarla nuevamente, esperando que

–¿


espontáneamente desapareciera. Beck tenía algunas explicaciones que dar. ¿La marca significaba que estaba en

deuda con él? ¿Significa esto que él es dueño de una parte de me lama? ¿Era yo ahora juguete de un demonio?

Me susurré a mi misma mientras caminaba ¡Estúpida! ¡Estúpida! ¡Estúpida!

¿Qué parte de la palabra “demonio” no entendía? Por supuesto, Beck no tiene cuernos y una cola bifurcada, pero a veces los demonios parecen calientes chicos adolescentes.

Es por eso que se les llama demonios, tonta! Y, anoche en el coche... ¿que pasa con eso? Él te tenía bajo su hechizo. ¡No lo niegues!

Me metí en la biblioteca para verificar la central de computadoras, pero me

quedé pensando en Beck. Había soplado su aliento en mi boca. Intercambiamos un muy caliente y duro beso. Debió haberme dado algunas de sus cosas ADN demonio... o lo que sea. Necesitaba conectarme y hacer algunas investigaciones. Nuestra bibliotecaria, la señora Moats, levantó la vista de su puesto detrás del mostrador y dijo: –¿Puedo ayudarte, Allie?

De alguna manera, yo sabía que ella estaría mirando sobre mi hombro cuando

googleara, cómo obtener una marca de demonio o, peor aún, Efectos del intercambio de saliva con un medio-demonio. Tendría que esperar por otra oportunidad.

Le di un ademán casual. –Voy camino a la oficina de consejería. Cuando llegué, la srta. Yeager estaba de pie en la puerta, viéndose molesta. Ella

me saludó a través de la puerta. –¿Has olvidado nuestra cita? Le di una gran y falsa sonrisa. –Por supuesto. La puerta estaba abierta. Aún podría huir por ella. Ella debe haberlo notado,

porque se acercó y la cerró de golpe. Mi corazón se hundió. Se sentó en su silla giratoria y tanteó el collar que llevaba todos los días. Eso me

llamó la atención la primera vez que nos conocimos, porque la piedra clara, de color rosa con borde negro tenía la forma de un triángulo equilátero.

En el centro de la piedra estaba la letra "J" de Jeanette. Colgaba de una cadena

de oro, el lado puntiagudo hacia arriba. Ya que el lado puntiagudo hacia abajo indica una afiliación Trimark, yo estaba nerviosa hasta que le di un vistazo a su palma. No era una Trimark, pero su sonrisa demasiado brillante y la intrusión en mi espacio personal me disgustó mucho.

Dejé mis cosas y me arrastré dentro del enorme sillón puff, la idea de la srta.

Yeager de un nido acogedor, donde los adolescentes con problemas pueden acurrucarse, y derramar sus problemas. Lo odiaba.


Sólo hay dos maneras de entrar en un sillón puff: caerse haciendo ¡paf! o gatear. Una vez, intenté dejarme caer, pero el aire atrapado produjo un suave sonido sibilante hacia fuera (whoosh), y hacía un horrible ruido de pedos. Esta vez, me arrastré en mis manos y rodillas, me volqué y retorcí para hacer una muesca de mi trasero. Indefensa como una tortuga de espaldas, esperé a que la Srta. Yeager comenzara su interrogatorio.

Ella se sentó en el borde de su silla y me miró, con la cabeza inclinada hacia un

lado como un petirrojo a punto de saltar sobre un gusano jugoso. Después de darme su introducción estándar, sobre cómo todo lo que digo es

confidencial, bla, bla, bla, dijo, –Así que, Allie. ¿Cómo te sientes? –Bien. Me siento bien. –¿Cualquier problema que te gustaría discutir? Estoy aquí para ayudarte. –Bueno, en realidad, tengo un problema.

Sus ojos casi se salen de su cabeza de la felicidad, y dio una palmada. –¡Oh, Allie, eso es genial!

Por su reacción, adivino que estaba corta de clientes. Una parte de mí sentía

pena por ella, pero no me detuvo de decir, –Geometría es un poco difícil para mí. No puedo permitirme el lujo de perdérmela una vez a la semana. ¿Podemos encontrarnos en un momento diferente?

Su párpado derecho comenzó a temblar, y sus labios se apretaron en una

delgada, pálida línea. Se inclinó hacia adelante, su largo cuello estirado como un ganso enojado. –Allie. Siento una definitiva falta de cooperación de tu parte. El asesoramiento es una calle de dos vías. Tú insistes que estás bien.

¡Oh, no. Aquí viene! La palabra “T”. –Sin embargo, tú has pasado por un trauma severo.

Lancé un suspiro de irritación. Ella miró fijo y continuó, –Como iba diciendo, has sido traumatizada! Puede que

no lo sepas, pero necesitas mi ayuda. ¿Puedo expresar mis verdaderos sentimientos? Oí la tensión en su voz y vi su párpado contrayéndose locamente. –Claro. –Encuentro tu resistencia a la consejería muy frustrante.

A veces soy impulsiva. Lo hago la mayoría de las veces. Debería morderme la lengua y asentir con la cabeza.


En su lugar, le dije, –¿Puedo expresar mis verdaderos sentimientos? –Por supuesto. Es por eso que estamos aquí.

Rodé sobre mi vientre y comencé a arrastrarme hacia atrás fuera del puff, mi trasero en el aire. –Siento que estoy perdiéndome algo importante en geometría.

Forcejee sobre mis pies y la miré. Sus ojos brillaban de furia. Cuando habló, su

boca apenas se movió. –¿Estás burlándote de mí? –Usted dijo que quería que yo expresara mis verdaderos sentimientos. Ella respiró hondo y exhaló por la nariz, el aire haciendo un silbido. Cogió un

pañuelo de su bolsillo y se sonó. Me acerqué a la puerta. Antes de que pudiera hacer mi fuga, dijo, –¡espera! La encargada de tu caso,

Susan Wright, se dejó caer a verme. Ella me dijo que tú y tu madre tuvieron algunos problemas con los Servicios de Protección Infantil la primavera pasada.

Sus palabras pasaron volando mis defensas y golpearon mi corazón. Golpe

directo. Empecé a erizarme, pero lo pensé mejor. –Mi madre está trabajando ahora. No tenemos problemas con los SPI.

Ella cruzó las manos y las puso sobre su escritorio. –Parece que todos los

involucrados en su caso sienten que tú y tu madre se beneficiarían con la terapia familiar.

Yo apenas controlé mi impulso de gemir. Sabiamente, guardé silencio.

–Además–, dijo la señorita Yeager. –Dado que nuestras sesiones de consejería,

si se les puede llamar así- van exactamente a ninguna parte, estoy de acuerdo. La Sra. Wright pensó que sería mejor si tú y tu madre no tienen que conducir hasta Vista Valley por asesoría, así que de ahora en adelante voy a estar trabajando con las dos.

Se sentó hacia atrás en la silla, viéndose complacida. La fulminé con la mirada. –Mi madre no va a estar contenta con esto. Hablando sobre la subestimación del siglo. Si la señorita Yeager pensaba que yo

era poco cooperativa, que espere hasta tener a Faye en el sillón puff. La señorita Yeager sonrió feliz. –Creo que voy a cruzar ese puente cuando

llegue a él.

* * * * No pude ponerme al día con Beck hasta más tarde esa mañana. Me puse rígida


cuando echó un brazo alrededor de mis hombros. –¿Algún mal sueño? El pasillo estaba lleno de estudiantes cambiando de clase. Lo empuje contra un

banco de casilleros y sostuve mi mano delante de su cara. Traté de controlar mi indignación mientras hablaba con los dientes bien apretados.

–No malos sueños, sólo una real, viva marca de demonio. Sus ojos se abrieron en estado de shock. –De ninguna manera. Tomó mi mano entre las suyas, examinándola con cuidado. Yo la arrebaté lejos. –Asumo que has besado a otras chicas. ¿No?

Su mirada rodó hacia arriba como esperando encontrar la respuesta correcta en las pintadas en el techo. Cuando por fin encontró mis ojos, él tenía esa mirada atrapada que los chicos ponen cuando se les pregunta acerca de ex novias. Él bramó.

–Bueno, sí, claro. Apuesto a que has besado a otros chicos también. Suspiré. Para ser un tipo listo, estaba muy denso. –Estás perdiendo el punto. No

se trata de cuantas chicas has besado. Se trata de la marca de demonio. Mi voz se levantaba en señal de frustración. Estábamos consiguiendo algunas

miradas curiosas. Tiré de él más cerca y susurré: –Vamos, Beck. Piensa. ¿Ha sucedido esto antes? Cuando besaste a las otras chicas, ¿adquirieron la marca?

Sus cejas se juntaron mientras meditaba mi pregunta. Debe de haber besado a

un montón de chicas porque le tomó un tiempo largo contestar. –No, no lo creo.

Sus ojos se deslizaron lejos de los míos, y pensé que detectaba una mueca diminuta. –Yo no estaba realmente interesado en chequear sus palmas, si sabes lo que

quiero decir. Si era mentira, él era realmente bueno en eso. Pero entonces, un demonio sería

ser bueno en la mentira. –Hmmph,– bufé, no gustándome la imagen que estaba recibiendo. Él estaba

parado demasiado cerca, y sentí el mismo tirón magnético que había sido incapaz de resistir la noche anterior. Di un paso atrás. Cuando hablé, mi voz era temblorosa. –¿Significa esto que soy parte-demonio?

Beck estaba totalmente serio ahora. Él negó con la cabeza. –No, no, ni siquiera

vayas allí.

Miró a su alrededor para asegurarse de que nadie estaba escuchando y bajó la voz.


–Allie, por favor, créeme. Lo siento mucho. Yo nunca haría nada que pudiera

perjudicarte. Estoy bastante seguro de que la marca significa que fuiste tocada por un demonio.

Miré hacia él. –¿Muy seguro? Beck me tomó del brazo y me llevó dentro del torrente de tráfico. –Tenemos

que ir a clase. Déjame pensar sobre ello, y vamos a hablar en el almuerzo. Sus ojos se redujeron a la piedra lunar, un bulto evidente bajo mi camisa. –No

llevabas la piedra lunar en mi casa anoche... ¿no? –No, yo pensaba que podrías ser un Trimark y tratar de quitármela, así que la

dejé en casa. Sus ojos brillaban con un conocimiento repentino. –Creo que sé lo que pasó.

Tengo que hacer algunas investigaciones. Te veré más tarde. Se desprendió y se dirigió hacia la biblioteca. Lo miré irse. A medida que

desaparecía por el pasillo, yo sabía que el frágil vínculo de confianza entre nosotros estaba estirado al máximo. ¿De verdad pensaba Beck que me iba a recostar y dejar que él me dijera cosas que podrían o no ser verdad?

¿Adivina qué? Él no era el único que sabía hacer investigaciones. Mi profesor de

ciencias tenía una computadora en su salón de clases, y yo estaba muy por delante en mi trabajo. Haría una investigación por mi cuenta. Entonces, y sólo entonces, podría descubrir si yo podía confiar en Beck Bradford.

* * * *

Cuando sonó la campana para el almuerzo, prácticamente corrí a la cafetería.

Beck ya estaba allí, apoyado contra la pared, una bolsa de almuerzo en la mano. –Ve por algo de comida y vamos a ir a hablar en el Ranger.

–No tengo hambre. Estábamos casi en la puerta cuando nos encontramos con Mercedes. Sus ojos

se abrieron con sorpresa. Sabía cómo trabajaba su mente y me preparé. Su sonrisa era tan grande, sus ojos estaban entrecerrados. –¡Oooo, chica! ¿Tienes una oferta mejor, ¿eh?

Manny, Mercedes y yo siempre almorzamos juntas. Me acerqué y le susurré: –

Te lo voy a contar todo después de la escuela. No tuve tiempo para disfrutar de la reacción de mis compañeras de clase

cuando Beck me arrastró hacia el estacionamiento, pero yo conocía la instrucción.


En primer lugar, las miradas sorprendidas seguidas por, –¿Él está con ella? A continuación, la sorpresa se transforma en envidia, señalando de quien

hablaban; la que sería yo. Por último, susurrantes grupos de chicas se reunirían para analizar los datos,

especular sobre la causa y hacer predicciones. –¡Oh, Dios mío, Beck Bradford es caliente! –No puedo creer que él esté con Allie Emerson. –¿Ella no esta todavía caliente por Junior Martínez? –¡Qué perra! –Él va a dejarla en una semana. Pasamos como un rayo a Nicole Bradford y sus fríos amigos, dirigiéndonos por

el Dairy Queen. Ella sonrió y dijo: –Oye, hermano, ¿qué estás haciendo con ella? Nada bueno,

seguro. Se volvió hacia sus amigos y murmuró algo en voz baja. Todos se rieron y me

dieron miradas conocedoras. Yo me detuve y di un paso hacia el grupo, mi cara caliente con ira.

–No pude escucharte. ¿Qué has dicho, Nicole? Beck hizo caso omiso de su hermana y me tomó del brazo. –Nikki sólo esta

siendo una imbécil. Como de costumbre. No dejes que te afecte. Ante las palabras de Beck, los amigos de Nicole se pusieron serios rápidamente

y miraron como Beck me llevaba lejos. Yo sentí a los ojos de Nicole quemando en mi espalda.

–¿Por qué tu hermana me odia? Beck negó con la cabeza. –No te odia, odia lo que es. Es un poco difícil salir con

las chicas populares cuando ella cambia en algo no totalmente humano en la oscuridad. Ella actúa como una snob, porque ella piensa que eso es lo que quieren oír.

Mi resoplido de incredulidad que dejó saber a Beck que tenía un momento

difícil sintiendo lástima por Nicole Bradford.


Deslizó un brazo alrededor de mis hombros. –Lo sé, no tiene sentido, pero trata de ser paciente. Ella va a entrar en razón.

Sí, pensé mientras Beck desbloqueaba la Ranger y abría la puerta para mí. Casi

al mismo tiempo mi madre tiene un novio con el coeficiente intelectual tan alto como el de un hongo.

Beck se metió en el asiento del conductor y cerró la puerta. Abrió su bolsa de

almuerzo y sacó lo que parecía ser un sándwich de pan de carne. Lo desenvolvió con cuidado y me ofreció la mitad.

Lo rechace con exasperación. –¿Qué descubriste? Él tomó un bocado enorme y prácticamente se lo tragó entero. –Lo siento–.

Mordió el sándwich de nuevo. –Me muero de hambre. –¿Y...?–, yo no podía esperar por su respuesta. –Es lo que yo pensaba–. Tomó otro bocado grande. ¡Los chicos y sus estómagos! Era como que tuviera una rapaz solitaria viviendo

dentro de él. –Beck. Pon-abajo-El-Sandwich. Dime por qué tengo la marca de demonio. –Es porque estás usando la piedra lunar. Fruncí el ceño. –¿Y? Beck dijo: –Recordaba haber leído acerca de demonios siendo expulsados de

personas usando exorcismos. Lo busqué en Internet. Cuando un demonio sale del cuerpo de una persona, deja una marca como un tatuaje. Una marca de salida. En tu caso, una línea del destino bifurcada, como la mía. Sucedió cuando te pusiste la piedra lunar después de que te fuiste a casa anoche. Expulsó el polvo de demonio, o como quieras llamarlo, de tu cuerpo.

Siguiente prueba. Pregunté: –Entonces, si me saco la piedra lunar, la marca

desaparecerá?

Beck negó con la cabeza. –No lo creo, pero puedes intentar si quieres. Me quité el collar y lo puse en el asiento entre nosotros, asegurándome de que

no tocara ninguna parte de mi cuerpo. Conteniendo la respiración, miré mi palma. –No,– dije. –Aún está allí. Antes de meterse el resto de su sándwich en la boca, Beck dijo: –Sí, creo que es

permanente.


–Así que, de acuerdo con tu teoría, la piedra lunar expulsó tu influencia demoníaca fuera de mi cuerpo.

Beck tomó mi mano y rozó con un dedo a lo largo de mi línea del destino. Me

dio un escalofrío involuntario. Él sonrió. –Sí, la piedra lunar hizo que sucediera. La marca significa que la cosa de

demonio se ha ido. Tiempo de confesión. –Sí, eso es lo que descubrí también. Una ceja se disparó. –¿Hiciste tu propia investigación? ¿No confías en mí? –Hey, yo soy la que tiene una flamante marca de demonio en mi mano. ¿Crees

que solo iba a relajarme y pensar, ‘No hay problema. Voy a dejar que el gran, rudo tipazo Beck lo maneje’?

Él se sonrojó y bajó la mano. –Así que, esto era como una prueba? –No,– dije. –No como una prueba. Era una prueba. La buena noticia es, que has

pasado. Me dijiste la verdad. Cuando me miró, sus ojos se llenaron de pesar. –Allie, por favor, créeme. Yo no

sabía que iba a suceder. Lo siento mucho. Miré a mi mano, luego a Beck. –¿Crees que la marca va a crecer? Si nosotros...

ya sabes, nos acercamos demasiado el uno al otro como anoche? Al parecer, la emoción irritó a su solitaria, ya que Beck abrió una bolsa de

plástico de galletas. –No lo creo. –Oh–, dije en voz baja. –Pero, tal vez.

Se metió dos galletas en la boca y ponderó mi pregunta. –Porque–, le dije. –Yo realmente no creo que pueda manejar eso, junto con

todas las otras cosas que estoy pasando. Beck aspiró la última galleta. –En realidad, tengo una segunda teoría sobre la

piedra lunar. ¿Quieres oírla? Asentí con la cabeza. –Creo que la piedra lunar actúa como un escudo. Algo así como un repelente de

mosquitos.


–Hmmm–. Yo estaba calentándome con la idea de que la piedra lunar me podía proteger. Pero, tal vez eso es lo que Beck quería que yo creyera. Volvíamos al asunto de la confianza. Hablando de eso, tenía una pregunta más.

–Si la marca es dejada por el demonio abandonando el cuerpo de una persona,

la marca que tienes en la palma de tu mano significa que tu demonio ha abandonado tu cuerpo también?

Beck dijo: –No, es diferente para Nicole y para mí. El demonio entró en el

cuerpo de nuestra madre y dejó su impronta en Nicole y en mí... junto con su ADN, si los demonios tienen un ADN.

Sentí una punzada de temor mientras miraba a mi línea del destino. –Así que,

no sabemos a ciencia cierta si la piedra lunar me protegerá de ti. Beck debió sentir mi inquietud, porque me dio una mirada oscura, llena de

promesas. –Podríamos probarlo. Como un experimento. Cuando estás usando la piedra

lunar y te beso, si la línea sigue siendo la misma, sabremos que funciona. La piedra lunar mantiene al demonio fuera. Pero si la marca crece, sabremos que el demonio consiguió introducirse en ti.

Lo curioso era que yo había estado pensando exactamente lo mismo. Sin

embargo, él no tenía por qué saberlo. Sonreí. –Sigue soñando, niño demonio. Como si fuera a correr el riesgo de permitir que tú y tú demonio me besen otra vez.

Él se acercó y me entregó una manzana. Inclinó la cabeza hasta que su boca

estuvo a escasos centímetros de mi cuello. Si no me equivoco, me olisqueó de nuevo. Yo le olisqueé también.

Un golpe repentino en la ventana me hizo saltar y tirar la manzana en el suelo.

Me volví para ver a nuestro director, el Sr. Hostetler, mirándonos y sentirme como culpable de incesto.

Hizo un movimiento de bajar la ventanilla con la mano. El motor estaba

apagado, por lo que la ventana no funcionaba. Busqué a tientas la manija de la puerta, frenéticamente moviéndome a través de mi mente tratando de averiguar que regla había roto.

Tuve mi respuesta cuando abrí la puerta. El Sr. Hostetler, dijo, –Número doce–.

Ah, esa.


CCCaaapppííítttuuulllooo DDDiiieeezzz

o DAP. Demostraciones de Afecto Público. Técnicamente, no habíamos estado demostrando afecto, público o cualquier otro. Después de que Beck y yo nos escabullimos del camión, traté de explicarle esto al Sr.

Hostetler. –¡Sé que estábamos demasiado juntos, pero, juro por Dios, que él solo me

estaba dando una manzana! El Sr. Hostetler actuaba como si no me hubiese escuchado. Su dura mirada

estaba fija sobre Beck. –Allie, te puedes ir. El Sr. Bradford y yo vamos a tener una pequeña charla.

De alguna manera esto me pareció malo. –Tal vez debería quedarme. El director miró hacia mí. Sus ojos eran amables, pero su tono era el de un

profesional. –No. Quiero que te vayas. –Si Beck está en problemas, entonces yo debería estarlo también. –Relájate. Nadie está en problemas–. El Sr. Hostetler apuntó hacia el edificio. –¡Ahora, vete! Beck dijo, –Está Bien, Allie. Te veré más tarde. Aún aprensiva, caminé a través del estacionamiento de grava hacia la escuela.

Miré por encima mi hombro y vi al Sr. Hostetler directamente sobre la cara de Beck, usando un montón de gestos con las manos. Beck se veía despreocupado, recostado contra del Ranger con sus brazos doblados. Rebosando de curiosidad – de acuerdo, fisgoneo – mi única esperanza era que Beck soltaría todo cuando lo viera más tarde en la clase de francés.

La campana de advertencia de tres minutos sonó, y alcancé a Mercedes. Ella

me dio una rápida mirada y luego la apartó, pero no antes de ver el dolor en sus ojos. –Supongo que ya no almorzarás con nosotros. Ahora que estás con Beck.

N


Cuándo recuperé mi capacidad de hablar, dije, –¿Estás loca? En caso de que lo

hayas olvidado, Beck y yo habíamos confundido nuestras mochilas ayer. Él todavía tenía algunas de mis cosas en su camión.

De acuerdo, mentí, pero mi otra opción era, sólo estábamos hablando de mi

marca demoniaca. Mercedes estaba tratando de permanecer enfadada, un esfuerzo infructífero.

La travesura estaba de regreso en sus ojos, y un hoyuelo apareció en su mejilla. –Se tomaron todo período de almuerzo, ¿huh?

–Bueno, uh–, tartamudeé. –Solo hablamos y esas cosas. Tú sabes... –Sí, claro. ¿Recuerdas, yo fui la que te dijo que Beck estaba ardiendo por ti... la

noche de Halloween en el gimnasio? Algún día, aprenderás a no dudar de mí. Conozco estas cosas.

Hice un ademán desdeñoso. –Sí, sí. Lo que sea. De cualquier manera, si Beck

quiere almorzar conmigo, tendrá que sentarse con todos nosotros. Cogimos el paso detrás de Donna Jo y Dora Jean Hoffman, también habituales

en nuestra mesa de almuerzo. Ante mis palabras, se detuvieron, se dieron la vuelta y nos miraron a través de sus gafas gruesas.

Dora Jean dijo, –¿Beck Bradford va a almorzar con nosotros?–. Su voz estaba

chillando con la emoción. Gemí interiormente. ¿Qué había empezado? Agité mi mano, –No, no, solo dije,

si él quiere, y estoy segura de que no quiere. Solo dejemos que esto pase, ¿bueno? Cuando Mercedes soltó una risita, supe que el asunto se había resuelto.

Avanzar alrededor de Dora Jean y Donna Jo, no era algo fácil, porque eran tan anchas como altas, y, por supuesto, era la misma razón por la que se sentaban en nuestra mesa. Estábamos en nuestro camino hacia E.F.8 y no llegaríamos a tiempo si no aventajábamos a las hermanas Hoffman.

Cuando llegamos al gimnasio, me detuve y agarré el brazo de Mercedes. –

Nicole Bradford y tuve unas pocas palabras en almuerzo. La boca de Mercedes cayó con repugnancia. –¡Oh, ella! –Ella está en esta clase. –Solo ignórala.

8 Educación Física


–Sí–. Me pregunté si eso era posible en una escuela del tamaño de la nuestra. No lo era. Nuestra profesora de E.F., la Srta. Miller, era toda hermosura. No

quería que nadie se sintiera excluido. Cuando escogimos los equipos para el voleibol, cada capitán tenía que escoger a tres personas. Las personas que se quedaban se unían al equipo de su elección. De ese modo, nadie tenía que ser el perdedor de última elección.

Después de que estiramos, la Srta. Miller designó a dos capitanes. ¿No sabías

que seríamos Nicole y yo? Escogí a Mercedes, Dora Jean y Donna Jo, porque sabía que Nicole no lo haría.

Mirándome como un pit bull rabioso, Nicole escogió a tres de sus amigas guay, Lexie, Erin y Caitlyn. Cuando el resto de clase se ordenó a sí mismo, tuve a tres jugadores más: Luella Hoptowit, una Nativa Americana que sólo tenía cuatro punto nueve pies y odiaba a las personas blancas, los mejicanos y bueno... casi a todos los que eran más altos que ella. Tal vez ella tenía una buena razón. No debía juzgarla. También tuve a Jolene, quien se encogió de miedo cada vez que el balón estaba a diez pies de ella y a Sonja Ortega, quien no me agradaba del todo, pero verdaderamente despreciaba a Nicole. El resto de las delgadas amigas de Nicole tomaron precipitadamente su lado de la red. Si el encuentro se basaba solo en el tamaño de los traseros, ganaríamos.

El encuentro estaba mejor en un dos de tres. Ya que cada una tenía un

substituto, puse a Jolene en la banca para el primer juego, Donna Jo en primera fila y Dora Jean en la parte trasera. Sonja y yo remataríamos. Yo podía saltar como un ciervo, y Sonja simplemente era bastante perversa. A ella adoraba golpear con el balón a la primera línea de oposición, preferentemente en la cara de alguien. Las gemelas Hoffman no podían moverse, pero ocupaban un montón de espacio y tenían buenas manos.

Ganamos el primer set 25-8. Mercedes, quien nunca perdía los estribos, sirvió

los últimos doce puntos. Después de que servicio un punto al juego, Sonja corrió hacia la red, sacudió su puño y gritó hacia el equipo de Nicole, –¡Perdedoras! ¡Dan asco!

El comentario le ganó una reprimenda de la Srta. Miller y enardecer al equipo

de Nicole, quienes intentaron intimidarnos con miradas sucias. Como si eso funcionara.

El segundo set fue una historia diferente. Jolene, quien estaba verde de miedo,

tomó el lugar de Luella. Se metió en la fila trasera detrás de la masa enorme de Donna Jo, pensando que estaría a salvo. Pero, la mejor servidora de Nicole, Caitlin, apuntó directamente hacia ella. Con extraordinaria habilidad, sirvió el balón a la esquina izquierda de la cancha lo que obligó a Jolene a dejar la seguridad del refugio del cuerpo de Donna Jo y hacer un breve intento de pasar el balón. Después de que Caitlin acumuló diez puntos, pedí un tiempo-fuera y traté de convencer a Luella que tomara el lugar de Jolene. Luella dijo, –Que te den, Emerson. De ninguna manera voy a regresar allí.


Después del tiempo-fuera, Caitlin sonrió burlonamente y lanzó otro saque

malvado hacia la pobre Jolene, quien había comenzado a llorar. Cuando el puntaje fue de 13-0, un milagro ocurrió. Jolene cerró sus ojos y sacó un brazo. El balón rebotó en su puño, golpeó a Sonja en la cabeza, rebotó por la red y golpeó el piso entre dos de las jugadoras de Nicole. Si bien Nicole y sus compañeros de equipo se quejaron en voz alta, la Señorita Miller dijo que el rebote del balón de la cabeza de Sonja era un tiro legal. ¡Punto y aparte!

Nuestra felicidad fue breve. Después de una cadena de buenos servicios,

perdimos nuestra preferencia. El segundo set fue para el equipo de Nicole, 25-15. Nicole y sus compañeras de equipo se apresuraron hacia la red, se dieron la vuelta y menearon sus flacos y pequeños traseros, mofándose, –¡Muérdanme, perdedoras!

Sujeté a Sonja para impedir que se cargara la red. –Está bien. Las tendremos en

el tercer set. ¿Puedes hablar con Luella? La necesitamos. Sonja me miró a través de sus ojos con rímel negro, llenados con furia. –No hay

problema. Sonja se dirigió con paso firme hacia una hosca Luella para darle palabras de

ánimo. Porque Jolene se había escapado a los vestidores, afirmando que le había llegado el periodo, estaríamos cortos de un jugador sin Luella. Sin problemas. Sonja, a través de amenazas o sobornos – no quería saber cuál – trabajó su magia. Ella colocó un musculoso brazo alrededor de Luella y la guió hacia la cancha.

Tuvimos el primer servicio. Mercedes lo lanzó y descendió entre la fila del

frente y la de atrás. Cuando el balón golpeó el piso, Sonja gritó, –¡Punto! ¡Cambio9! Mercedes, con una sonrisa agradable firmemente en su lugar, siguió con diez

puntos más. Nicole pidió un tiempo-fuera. La oí decir, –¡Vamos, chicas! ¿Van a dejar que esas perdedoras nos ganen?

–¡Diablos, no! El siguiente saque de Mercedes pasó la red y la mejor amiga de Nicole, Lexie, se

movió a la posición de servir. Ella silbó uno en la fila de atrás y Dora Jean reaccionó un poco demasiado tarde. El balón resbaló de sus brazos y cayó al piso. El equipo de Nicole vitoreó salvajemente luego señaló a Dora Jean y gritaron, –¡Atrápala, Reinita!, (Todas sabíamos que “Reinita” era su palabra clave para reinas talla grande, alias “Culos Gordos”.)

Dora Jean, usualmente de buen carácter y tranquila, estrechó sus ojos y gruñó,

9 Son términos de voleibol, así que la traducción no es tan literal. En este caso, cambio es cuando se hace un punto

contra el equipo contrario y el saque del balón corresponde al equipo que anoto el punto, el cual no cambiará hasta que el equipo contrario realice un punto.


–¡Te desafío a que lo intentes de nuevo, flacucha perra anoréxica! –¡Lenguaje, chicas!–, la Señorita Miller advirtió. Lexie cometió el error de servir el balón exactamente en el mismo lugar. Dora

Jean pasó el balón a Donna Jo, quien hizo un perfecto set. Brinqué alto en el aire y con ferocidad como si fuese a embestirla contra la cara de la bloqueadora. En vez de eso, le di al balón un pequeño golpecito lateral, apartándola de las manos de la bloqueadora hacia el piso. ¡Punto! ¡Cambio!

Después de que cambiamos, el saque de Donna Jo rebotó en la pared de atrás,

golpeó el techo, rebotó en la red y dribleó hacia el piso. El equipo de Nicole pisoteó y vitoreó. Todas nos volvimos a colocar para recibir el saque. Caitlin se alineó y se enfocó en nuestro lado derecho, Luella.

Caitlin le dio una paliza a Luella, acumulando once puntos directos para quedar

en la delantera 12-11. Ya que el tercer set sólo presentaba quince puntos, pedí un tiempo-fuera, tratando de ignorar al equipo de Nicole que estaban ensayando un prematuro baile de victoria menea traseros.

–Nos están aniquilando,– dije. –Luella, solo apártate del camino y déjanos pasar

el balón. Luella sacó su mandíbula y chasqueó, –Yo puedo hacerlo. Dame una

oportunidad más. Sonja lanzó un suspiro disgustado pero, por una vez, mantuvo su boca cerrada.

Regresamos rezagadas a nuestras posiciones como prisioneras condenadas enfrentando a un pelotón de fusilamiento. Caitlin sonrió abiertamente y lanzó un tiro directamente hacia Luella que estaba encorvada y lista. Sin girar, el balón se bamboleó como loco. Mi corazón se encogió mientras lo veía flotar hacia Luella, luego, en el último segundo, se movió a la derecha. Todo terminó, pensé.

–¡Hiiiiyaaa!–, Luella gritó, lanzando todo su cuerpo a la derecha, con los brazos

extendidos delante de ella, y las manos empuñadas y juntas. De alguna manera logró batir sus brazos y golpear el balón antes chocar en el piso. Este sobrevoló la red y aterrizó en medio del equipo de Nicole, quienes estaban desprevenidos y no preparados. Erin reaccionó demasiado tarde, para golpear el balón. Salió hacia la derecha, fuera de la cancha.

Todas nos apresuramos hacia Luella que se estaba poniendo de pie, con una

sonrisa enorme en su cara. Sonja la agarró y la hizo girar. –¡Rayos, chica! ¡Eso fue ardiente!

Luella, llena de adrenalina, se giró hacia la posición de saque y marcó los

últimos cuatro puntos que necesitábamos para ganar el partido. Pisoteamos y


vitoreamos. Sonja puso a Luella sobre sus hombros, marchó hasta la red y gritó, –Perdedoras, ¿huh? Bueno, ¿adivina qué? Estoy mirando a las perdedoras.

La Señorita Miller nos hizo darnos la mano a todos antes de entrar al vestuario.

Cuando Nicole y yo nos dimos las manos, ella se inclinó más cerca. Juro que su nariz se estremeció mientras inhalaba mi olor.

Ella dijo, –Mejor esperaría que no te topes conmigo después del anochecer. Asustada por la hostilidad en su voz y el hecho de que estaba memorizando mi

olor, aparté mi mano de un tirón, recordando la imagen de su pelea de entrenamiento con Beck. El poder en sus puñetazos. Las crueles patadas. La velocidad de sus movimientos. Nicole me podía meter en un mundo de dolor sin romper a sudar.

Pero mi boca se adelantó a mi cerebro, y repliqué, –Tendrás que encontrarme

primero. En vista de los comentarios de Beck sobre la extraordinaria visión nocturna y el

sentido del olfato de los gemelos, ¿pude decir algo más estúpido? –No hay problema–, Nicole dijo, con sus ojos brillando con anticipación. Mientras mis compañeras de equipo celebraban, me levanté y observé el

camino de Nicole hacia el vestuario, pensando, he cometido un terrible error.


CCCaaapppííítttuuulllooo OOOnnnccceee

espués de la escuela, me bajé del autobús en el comedor, para poder viajar a casa con Faye.

Quería hablarle de nuestra sesión de asesoramiento con la señorita Yeager

antes de que alguien del CPS llamara. Yo no había tenido la oportunidad de hablar con Beck de nuevo.

Él había estado ocupado corrigiendo papeles durante la clase de francés. Tenía

un par de cosas que quería discutir con él. ¿Como, que el Sr. Hostetler le dijo en su ‘pequeña charla’?, y, oh sí, ¿te he mencionado que tu hermana quiere matarme?

Beck logró deslizarme una nota durante la tarde, diciendo: –Te llamo más

tarde. Es verdad, Faye y yo ahora teníamos teléfono. No es que no me gustara estar

hablando, mandando mensajes de texto y tomando fotos en mi móvil como todos los demás en el mundo entero. Pero, para Faye y yo, incluso tener un teléfono con conexión básica en el remolque era un gran paso hacia adelante. Ya no tenía que caminar penosamente hacia la casa de Manny y Mercedes para usar el suyo. Además, ciertas personas (como tal vez Beck Bradford) podrían llamarme.

Yo tuve un móvil una vez. La primavera pasada, mi recién descubierto padre me

dio uno. Pensó que necesitaba uno puesto ya que se suponía yo debía salvar al mundo

del mal. Faye pensaba de forma diferente. (Sobre el teléfono, no la parte de ‘Salvar al mundo’) Ella miró hacia mí y dijo: –No me importa si tú eres la próxima reina de Inglaterra. Devuélveselo.

¿Cree Mike Purdy que no puedo proporcionarle un teléfono a mi hija? Yo sabía que no debía responder a esa pregunta. Cuando ella consiguió su

trabajo en la concurrida Bea cumplió su promesa en conseguirnos un teléfono, a pesar de que nuestro teléfono era uno que Roy el estúpido había descartado.

Abrí la puerta del comedor, prácticamente vacío a las tres de la tarde. Sólo dos

D


mesas en la sección de Faye estaban ocupadas. Un joven con una gorra de los Halcones Marinos de Seattle comía pastel y tomaba una taza de café. Faye estaba enfrascada en una conversación con una pareja que ella llamaba Los tweeners10, porque venían todos los días entre almuerzo y la cena, ordenaban su comida antes de que subiera el precio. Ella los miró y saludó.

Bea, la propietaria del restaurante, dejo de limpiar el mostrador para

saludarme. Ella se giró y llamó a través de la escotilla a la cocina. –Hey, Harold, Allie está aquí.

La cara de Harold, dominada por una nariz gigantesca, apareció en la abertura

del lado de la cocina. Él guiñó un ojo inyectado en sangre y dijo: –¿Cómo estás, hija? ¿Lo de siempre? –Claro,– dije; quitándome mi mochila. Cuando la dejé caer en un taburete al

lado del mostrador, oí el chisporroteo de la grasa. –¿Cómo has estado, cara de muñeca?–, me preguntó Bea.

Ella se cruzó de brazos y se inclinó sobre el mostrador, con su cabello

amontonado moviéndose precariamente. Bea, a tono con el tema de abeja del restaurante, tenía lo que Faye llama un peinado colmena. Lucia exactamente igual peinado azul de Marge Simpsons11, excepto que el de Bea era rojo llameante.

Sonreí y olfateé el aire, ahora lleno con el delicioso aroma de patatas fritas. –

Estoy bien, Bea. ¿Cómo estas tú? –Podría estar mejor. Mi espalda me ha estado molestando y... Bea se lanzó a un largo recital de sus muchas enfermedades, todas imaginarias,

según mi madre. Escuché y asentí con la cabeza, mi boca haciéndose agua en anticipación. Harold no era precisamente un cocinero gourmet, pero sus papas fritas eran magníficas. Crujientes, nunca gomosas. Con la cantidad justa de sal. Como yo había estado demasiado molesta para almorzar, estaba muerta de hambre.

–Orden lista!–, cantó Harold, un plato de doradas papas fritas aparecieron en la

ventana. –Aquí tienes, cariño–. Bea colocó el plato frente a mí. –Esto debería satisfacer

tus requisitos mínimos diarios de grasa. Sonreí agradecida y cavé, prácticamente salivando en mi afán. Después de un

10

Una pareja que son más que amigos pero menos que amantes. Salen juntos pero de manera informal. 11

Marjorie "Marge" Bouvier Simpson, es un personaje ficticio de la serie de televisión de dibujos animados Los Simpson. Es la esposa de Homero Simpson y madre de los tres hijos que ha tenido de esta unión amorosa: Bart, Lisa y Maggie.


bocado, tragué fuerte. Harold se había olvidado de la sal. Caray, no se pueden comer patatas fritas sin sal! Harold estaba mirándome a través de la ventana y Bea estaba revoloteando cerca, ambos esperando mi reacción. El salero estaba más lejos en el mostrador, fuera de alcance.

Yo no quería que Bea supiera que Harold la había jodido, porque ella se

cabrearía con él durante horas. Pero, yo de verdad necesitaba la sal. –Bueno, ¿eh?–, dijo Harold desde la cocina. –Mmm Mmm–, estuve de acuerdo. Yo lance otra fritura en mi boca y miré con nostalgia al salero, ahora sumido en

una extraña, luz verdosa. ¿Podría ser...? ¡Sí! Escuché un fuerte zumbido como si una colonia de abejas hubiese volado en mi oído y organizado su casa dentro de mi cabeza. Yo sabía que estaba sucediendo. Ahogué un grito de alegría cuando el salero saltó hacia arriba en el aire, se dejó caer y empezó a sacudirse y danzar su camino por el mostrador hacia mí. Sólo la sal. No el pimentero... un pequeño, pero importante detalle desapercibido por Bea.

Sus manos volaron hacia arriba y gritó: –¡Oh Dios mío! Estamos teniendo un

terremoto. Todo el mundo fuera del restaurant. Ahora! Los tweeners no querían dejar su puré de papas y pollo frito. Faye, con una

mirada rápida hacia mí, los condujo a la puerta. Ellos se quejaban mientras salían: –¿Qué terremoto? Yo no sentí nada. La sirena no está sonando. Siempre suena la sirena cuando tenemos un terremoto.

El tipo del pastel y el café arrojó algo de dinero sobre la mesa y se fue. Bea gritó

a Benny el lavaplatos que saliera de la cocina. Todos se reunieron en el estacionamiento, donde Bea escaneo el cielo (como si los terremotos vinieran del mismo lugar que los tornados) y usó su móvil para llamar al 911. Yo quería decirle que los terremotos venían desde abajo, no desde arriba, pero desde que yo era sólo una niña, mantuve la boca cerrada.

Mientras esperábamos, tuve la oportunidad de examinar a Benny el lavavajillas.

Faye lo mencionaba con frecuencia, pero nunca había conseguido una buena mirada de él antes. Mientras yo lo observaba, él estaba mirando la parte trasera de mi madre, su plana, y gris mirada arrastrándose sobre ella como lentos movimiento de araña. El era el tipo de hombre que me hacia decir: –Eewww,– lo que significaba, por supuesto, que Faye se sentía atraída por él. Su pelo oscuro era muy corto. Llevaba unos jeans descoloridos y tenía un paño de cocina sucio atado alrededor de su cintura. Grandes, fornidos hombros tensaban la tela de una camisa demasiado pequeña con el logo AC/DC. Una cadena de oro falso colgaba alrededor de su cuello, la parte inferior escondida dentro de su camisa.

De repente, levantó la mirada y me sorprendió mirándolo. Sus labios eran


llenos y sensuales. Él sonrió-más lascivamente -y me guiñó un ojo. Estuve tentada de darle la espalda, pero yo no quería que sus ojos se arrastraran sobre mi culo, por lo que solo mantuve mi postura y miré por encima de su cabeza.

Después de que Bea convocó al Sheriff Philpott, el único agente del orden

público de Peacock Flat’s, y exigió saber por qué no había sonado la sirena, nos devolvimos al comedor. Bea, aún nerviosa, tuvo que acostarse en la sala de descanso, y yo conseguí la sal para mis papas fritas. El salero estaba colocado justo donde había saltado ante mi orden psíquica.

Y así me enteré de que Beck Bradford no sólo era un medio-demonio ardiente

cuyo principal objetivo era meterse en mis pantalones. Bueno, tal vez era un objetivo secundario, pero la cosa de la curación era real.

Mis poderes telequinético habían regresado.

* * * *

En el viaje a casa, Faye dijo:–"¿Qué le paso a Bea? ¿Tú sentiste algo? Me encogí de hombros. –No lo sé. Tal vez su largo pelo se movió, y ella pensó

que la tierra se estremecía. Faye trató de no reírse. Ella sacudió la cabeza tristemente. –Esa boca tuya. Un

día te meterá en problemas. Pensé en Nicole Bradford. Si, como hoy. Yo había decidido no decirle a Faye sobre el salero. Ya que sabía que se pondría

toda exaltada y me haría practicar cuando llegásemos a casa. Como utilizar el PTQ para levantar el sofá para poder limpiar debajo de él, o ver si podía hacer volar los platos fuera de la pileta en el armario. Yo no estaba de humor. En cambio, le hablé de nuestra sesión de consejería.

Primero, hizo una mueca enfurruñada. Entonces ella me miró y guiñó un ojo. –

Creo que nosotras dos podemos manejar un consejero escolar. ¿Qué piensas tú? –Claro que si–, dije Nos golpeamos las manos y eso fue todo. Resultó que Faye tenía algo más en mente. –Roy se va mañana para un trabajo

de rescate en Puget Sound . Él quiere llevarme esta noche para una cena agradable. ¿Estás bien con eso?

¿Estaba de acuerdo con eso? Aparte de mi corazón saltando de alegría ante la

posibilidad de que Roy tuviese un desafortunado encuentro con un pulpo gigante, yo


estaba muy bien. Traté de bajar el tono de mi entusiasmo. –Claro. Espero que tengas una buena velada. Te lo mereces. Ella condujo el camión por el camino de entrada y se estacionó al lado del

remolque. –No voy a llegar tarde. Tienes el número del móvil de Roy ¿No? –Sí–. Cuando Roy llegó, decidí que haría un esfuerzo por ser amable con él. (A) Faye

quería disfrutar de su gran noche. (B) me sentía un poco culpable por desear la muerte de Roy por una criatura marina gigante.

Lástima que él tuvo que echarlo a perder. Se detuvo en su monstruo de cuatro

ruedas. Era tan alto, que tenía prácticamente que tirar a Faye en el asiento del pasajero. Cuando él llamó a la puerta, Faye aún estaba alistándose, y me vi obligada a hacer una pequeña charla.

Abrí la puerta. –Faye esta casi lista. Vamos entra. –Hola, A. C. ¿Cómo esta la resaca? El tendió sus manos para que yo pudiera chocarlas. Al parecer, se supone que

debía felicitarlo por ese comentario ingenioso. Golpeé su palma con las yemas de mis dedos y me aparté para que él pudiera entrar.

–La resaca ‘está bien’–, respondí, aunque yo realmente creía que ese

comentario era para el genero masculino. En realidad, a mi edad, casi nadie estaba resaqueado.

Roy llevaba una chaqueta de cuero, una camisa azul claro y almidonados

pantalones vaqueros negros. Con el espíritu de ser una buena hija, le dije: –Te ves bien, Roy.

Si hubiera tenido una cola, la habría movido. –Caramba, gracias, A. C. ¿Cómo

esta yendo la escuela? –La escuela está bien. He oído que te vas por un tiempo.– Traté de no sonar

demasiado excitada. –Sí, tengo un trabajo temporal en la costa. Al terminar de conversar, me sentí aliviada cuando Faye abrió la puerta

corrediza. Lucia ardiente en un vestido negro ceñido, el pelo rubio recogido en un toque elegante. Por lo general no llevaba el pelo recogido porque a ella no le gustaban


sus orejas puntiagudas. Pensaba que eran lindas-un poco medio elfo- pero lindas. Roy ‘el estúpido’ no

pudo hilvanar ninguna oración. Al ver a Faye, la pequeña cantidad de sangre que persistía en su cerebro inmediatamente corrió hacia el sur.

–Usted niños diviértanse ahora.– Le guiñe un ojo a Faye. –¡Recuerda tu toque

de queda! Faye me dirigió una mirada perpleja.–Sí, claro. Mi comentario resultó ser un rodillazo para Roy. Le oí carcajearse todo el

camino a la camioneta. Cuando se fueron, me di cuenta que la navaja suiza de Roy estaba en la silla. Al parecer, había caído del bolsillo mientras que él estaba esperando a Faye. La recogí y la puse en el cajón de los cubiertos.

Cerré las cortinas, cerré la puerta y encendí la calefacción. Con Faye fuera, yo

era libre para dar al PTQ otra prueba de manejo. Me senté en el sofá y me centre en un trapo colgado de un gancho junto al fregadero. Los trapos de cocina pesan casi nada. Debería ser pan comido. Recogí mis pensamientos dispersos y me enfoqué en el trapo, ordenando que se levantara. ¡Levántate! Ningún aura. Ningún zumbido. El trapo ni siquiera se contrajo.

Molesta, fulminé con la mirada a la cosa y dije en voz alta. ¡Estúpido trapo! ¿No

te gustaría volar como un Águila? Mis descontentos comentarios fueron interrumpidos por el teléfono. Cuando

respondí, oí una voz profunda y masculina y la palabra, –Hey. Pensé que era Beck, pero no estaba absolutamente segura. Con cautela, le dije:

–Hola, a ti–, rezando para que no estuviese hablando con algún pervertido haciendo una llamada telefónica obscena.

–¿Qué pasa? Bueno, definitivamente era Beck. –No mucho–, le dije. –Sólo la tarea. –¿Necesitas ayuda? En realidad si. Toda la cosa etre "ser" en francés me tenía pendiendo de un hilo.

Il. est... Je suis... Nous sommes... ¡Juro por Dios, que me estaba volviendo loca! Beck estaba ansioso por ayudar.

–La biblioteca esta abierta hasta las nueve. Podemos reunirnos allí. Él me recogió a las 6:30. A medida que conducíamos por la carretera Peacock

Flats hacia la biblioteca, le hablé sobre el movimiento del salero y mi decepción de


repetirlo con el trapo. Me miró a través de sus gafas especiales. –Recuerda, anoche fue sólo el primer

paso. Lancé un suspiro de impaciencia. –Entonces, ¿qué pasa después? ¿Tienes que

ungirme de nuevo o algo? –Probablemente no. Sin embargo, necesito más información sobre el uso del

PTQ y, por supuesto, de la Piedra Lunar. Él sonaba exactamente igual que nuestro profesor de ciencia explicando cómo

el papel de tornasol trabajaba. Por alguna razón, encontré esto divertidísimo y me eche a reír como una loca.

Mirando hacia adelante, él dijo, –¿Es algo divertido? –Oh, no me prestes atención– dije, sin aliento.– Es sólo esto que hago cuando

se acumulan cosas y, oh, a propósito, tu hermana quiere matarme. Beck me lanzó una rápida mirada, pero no respondió. Entró en el

estacionamiento de nuestra pequeña, biblioteca comunitaria, apagó el motor y salió de la camioneta. De hecho, no volvió a hablar hasta que llegamos a la puerta de la biblioteca. Antes de que pudiera abrir la puerta, puso sus manos sobre mis hombros y me volvió frente a él. –Tenemos que hablar sobre Nicole.

–¿Te dijo sobre el partido de voleibol? Él asintió con la cabeza. –Estábamos un poco, eh, atrapadas en el momento. –Sí, me di cuenta de eso. Pero ella no quiere matarte. –Ella sí que actúa como si lo quisiera. –Nicole tiene miedo de ti, Allie. –De ninguna manera! Ella podría patearme el trasero con ambas manos atadas

a la espalda. –No tiene nada que ver con tu capacidad física. Tiene miedo que le digas a la

gente lo que ella es, y pierda a sus amigos. –Bueno, eso es una estupidez–, me burlé. –Yo también soy un poco diferente,

¿sabes? Ayudaría si ella no actuara como la reina del drama. –Sí–, dijo Beck, liberándome. –Voy a hablar con ella.


–Bien–, dije aunque dudaba que ayudara. Llegué a la puerta. De repente, Beck dijo: –Nicole es muy talentosa. Ella esta experimentando con

los viajes astrales. Mi mano flotó lejos de la manija de la puerta. –¿Viaje astral?–, repetí

tontamente. Beck dijo: –Es como una experiencia fuera del cuerpo. En este caso, el cuerpo

astral se separa del cuerpo físico y viaja a otro lugar. Yo tuve una imagen repentina de una cabreada Nicole flotando fuera de

nuestro remolque, mirándome a través de una ventana. Traté de no reírme. –Así que, si haces un viaje astral, ¿tu cuerpo desaparece?

–No, tu cuerpo físico permanece. –Eso no es posible... ¿verdad? –Es posible. Yo vacilé un rato, tratando de no decir lo que pensaba, que Nicole era tan

superficial que no podía tener un cuerpo astral. –Bueno, es bueno tener una meta. Una vez lo dije, me di cuenta de que sonaba infantil. Abrí la puerta, y Beck me

siguió hasta una mesa vacía. Retiré una silla y me senté, satisfecha de que finalmente hubiésemos puesto fin al tema de Nicole.


CCCaaapppííítttuuulllooo DDDoooccceee

a biblioteca estaba llena de gente. Me había olvidado que era la noche del Club del libro de Oprah. Saludé con la mano a Kizzy, quien estaba sentada con otras diez mujeres. Charlie, su conductor, estaba repantigado en un

sillón, leyendo Mecánica Popular. Una de las mujeres en el grupo de Oprah estaba sollozando.

Kizzy me miró y rodó sus ojos. El Sr. Linde, el bibliotecario, dio un vistazo a la

llorona, luego regresó a lo que estaba haciendo antes, es decir, inclinado sobre un acuario de vidrio, admirando a Buster, su serpiente mascota. El Sr. Linde amaba a los reptiles y traía a Buster al trabajo con él todos los días. Kizzy decía que la serpiente asustaba a las damas de Oprah. A decir verdad, Buster me asustaba demasiado a mí también.

Beck se quitó las gafas, escaneando la habitación y sentándose junto a mí. Sus

ojos parecían casi normales en la luz artificial, pero todavía podía detectar una luz tenue. Una vez más, me di cuenta de cuan macizo me parecía. Sus hombros musculosos se extendían en la tela de su camiseta al máximo. Estaba a punto de hacer un comentario acerca de su desafiante guardarropa cuando él retomó nuestra conversación anterior.

–¿Sabes que es aún mejor que tener un objetivo?–, dijo. Levanté una ceja. –Lograrlo–, se respondió. Cuando pensé que Beck estaba participando en una charla sin sentido, yo

barbotee, –Oh, sí. ¡Por supuesto! Al igual que la primera vez que aprendí a andar en bicicleta y...

Cuando le oí reír, me detuve a media frase. Beck rara vez se reía. De hecho,

esta era la primera vez. Una bombilla de luz en el oscuro fondo de mi cerebro parpadeó a la vida. Todavía estaba hablando de Nicole. –No significa que ella en realidad...

–Lo del viaje astral?–, él miró hacia mí y me guiñó un ojo. –Oh, sí–, dijo, –Ella

L


puede. No quedo sin habla a menudo. Pero la idea de que la auto-centrada Nicole

podía soportar separarse de su cuerpo físico el tiempo suficiente para viajar astralmente, me dejó impresionada. Avergonzada, estudié la parte superior de mis zapatos. Finalmente, murmuré: –Supongo que hay muchas cosas que no se sobre Nicole.

Beck deslizó su silla junto a la mía. Se sacudió el pelo hacia atrás, puso sus

labios contra mi oreja y susurró: –Tú no sabes ni la mitad. Un estremecimiento involuntario recorrió mi espina dorsal. Ya fuera por las

palabras de Beck o el calor de sus labios, no podría decirlo. –¿Cómo qué? Él se retiró. –Si ella quiere que tú lo sepas, ella te lo dirá. Bueno, esto era extraño. Por un lado, era como que Beck quería calmar la

tensión entre Nicole y yo. Sin embargo, sus comentarios y acciones hacían parecerla más misteriosa, por no decir asustadiza. Tal vez estaba utilizando algún tipo de lógica medio-demonio más allá de la comprensión de una simple mortal. De una cosa, sin embargo, yo estaba absolutamente segura. Estaba harta de hablar de Nicole Bradford.

Saqué mi libro de francés de mi mochila. –Vamos a darle–, le dije. Nos pusimos manos a la obra. Beck me hizo practicar hasta que pude responder

rápidamente a las siguientes preguntas: –¿A dónde fuiste?–, –Je suis alle 'en Francia. –¿Cómo es el clima?–, –Il fait beau. –¿De qué nacionalidad somos?–, –Nous sommes Francais. Estábamos a punto de concluir cuando la puerta se abrió de golpe. Un silencio

cayó sobre la biblioteca cuando una delgada mujer de pelo castaño escaneada la habitación. Melissa Bradford, con chispas brotando de sus ojos, nos vio y se dirigió hacia la mesa, usando su ira como una armadura. Beck se quejó.

–Atrapado–, él murmuró. –Se supone que este en la iglesia. Yo estaba observando a su madre acercarse cuando Beck murmuró otra vez,

algo que sonaba como: –No te preocupes. Voy a usar la Taser. ¿Qué dijo? Eché un vistazo a su mochila. De ninguna manera Beck llevaba una

pistola Taser, y mucho menos la usaría en su madre. Yo lo había oído mal.


Beck dio a su madre una sonrisa enfermiza. –Ah, hola. ¿Qué estás haciendo aquí?

–¿Que estoy haciendo yo aquí?–, Repitió, cerniéndose sobre Beck como un

ángel vengador. –Imagínate mi sorpresa cuando pasé por la iglesia y tu no estabas allí! Me encogí. Cada persona en la biblioteca estaba sintonizada con nuestro

pequeño drama. Le dije: –Tal vez deberíamos salir y hablar. Grave error. Los ojos de Melissa se redujeron, y ella se dejó caer en la silla a mi

lado. Ella negó con un dedo en mi cara. –No tienes idea con lo que estás tratando. Bueno, en realidad, lo hacia, pero yo no estaba dispuesta a compartir ese poco

de información con ella. Moviéndose rápidamente, Beck se acercó y cubrió sus manos con las suyas, sosteniéndolas firmemente. –Mamá–, dijo. Su voz era profunda y tranquilizadora. –Mírame.

Yo miraba, fascinada, como Melissa Bradford me liberó de su furiosa mirada y miró a Beck a los ojos.

Al igual que la noche anterior, sus pupilas oscuras crecieron hasta que sólo

quedo un anillo de oro alrededor. –Mamá–, repitió. Su voz tenía un tono bajo para que sólo ella y yo pudiéramos oír. –Está bien. Allie sabe acerca de nosotros. Ella necesitaba ayuda con su tarea. Es por eso que estoy aquí en lugar de la iglesia. Siempre nos dices a Nikki y a mí que ayudemos a la gente.

Pensé: ‘Si ella se traga eso, Beck realmente tiene algo de magia trabajando’. Melissa miró a los ojos de Beck durante un largo rato entonces, con un

pequeño estremecimiento, ella se apartó. La ira desapareció su rostro y cuando habló, su voz era tranquila y razonable. –Bueno, supongo que está bien sólo esta vez. Nos vemos en casa.

Un suspiro colectivo de alivio se extendió por la biblioteca mientras todos veían

salir a Melissa Bradford. Sorprendida, me volví a Beck. –¿Qué acabas de hacer? Luciendo totalmente serio, él dijo: –Yo utilicé mi dazer. Una nube oscura de sospechas comenzaron a formarse en mi mente. –Tu qué? –Es un pequeño truco que tenemos–, dijo. –Si yo toco a la gente y la miro a los

ojos, soy capaz de absorber toda la emoción que se sienten y convertirla en algo diferente. Eso es lo que hice con mi madre.

Pensé en el beso que habíamos compartido la noche anterior. Cómo me había

manipulado. La ira estalló y prendió fuego a mis palabras. –¿Lo usaste en mí, cierto...


ayer por la noche? Extendió la mano, y yo deslicé mi silla lejos. Mientras esta rasguñaba el suelo,

hizo un horrible sonido de grito y, una vez más, fuimos el centro de atención. Yo susurré, –No me toques.

El Sr. Linde, con la boa envuelta alrededor de su cuello, se acercó a nuestra

mesa. Él me miró por encima de sus gafas. –Todo bien, Allie? –Sí, todo está bien–. Le indique que se fuera antes de que trajera de cerca y en

persona a Buster consigo. Yo quería saber más acerca de Beck Bradford y su dazer, y sólo podía hacer frente a una serpiente a la vez.

Los ojos de Beck eran suplicantes. Yo endurecí mi corazón. –No es lo que piensas–, susurró. –Cuando te bese...? Hizo una pausa y esperó hasta que asentí con la cabeza. –Tus ojos estaban

cerrados. No hubo dazer. –¿Y antes? Su mirada se alejó de la mía. –Y no mientas–, le dije. Me miró fijamente a los ojos. –Sí– admitió –Lo usé. Tenías miedo. Te necesitaba

relajada. ¿Te acuerdas de lo que sucedió después? Mi mente rebuscó a través de extraños sucesos de la noche anterior. –Fue

como si tú estuvieses absorbiéndome dentro de tu mente. Mi cara estaba caliente con el recuerdo. Después oí la voz de mi madre, advirtiéndome.

Los ojos de Beck estallaron de emoción. –Eso es lo que estoy tratando de

decirte. Tú me bloqueas. El dazer no funciona en ti. –Pero, definitivamente sentí algo. Beck asintió con la cabeza. –Funcionó durante unos segundos. Cuando

levantaste un bloque, sentí como si me estuvieses golpeando. Y tú ni siquiera lo estabas intentando. Piense en lo que podrías hacer si practicas.

Lo fulminé con la mirada. –Créame, señor, practicaré–. Me sonrió mientras la

tensión que nos rodeaba se desvanecía. Yo agregué: –Así que, cuidado!


Eché un vistazo alrededor de la habitación, aliviada al ver que el señor Linde había puesto a Buster lejos y estaba corriendo de ventana a ventana, cerrando las persianas. Las damas de Oprah, sujetando un puñado de tejidos, escuchaban a uno de sus miembros leer un pasaje del libro.

Beck cogió su silla y se movió más cerca de mí. Sostuve mi postura. –¿Quieres practicar ahora mismo? Estás en un lugar seguro. –Oye–, le dije. –Yo no quiero hacerte daño. –Voy a correr el riesgo. –Muy bien, entonces. Dame tu mejor tiro. Tomó mis dos manos entre las suyas. –Mírame. Sentí el poder de su toque zumbando a través de mi cuerpo y vi mi rostro

reflejado en los charcos oscuros de sus ojos. Se sentía tan bien, sonreí y disfrute del momento. Así es como trabaja, Allie. Él te hace sentirte bien. Te hace olvidar. La voz de Mi madre de nuevo.

Reuní mis fuerzas, apreté los dientes y le susurré: –No. Mi resistencia se estrelló contra Beck y él retrocedió, pero se aferró a mis

manos. Lo que sucedió después fue tan inesperado, tan sorprendente, que apenas podía creer lo que estaba viendo. Mi libro de francés se elevó en el aire y flotaba verticalmente entre nosotros, bloqueando los ojos de Beck. Beck gruñó y dejó caer las manos. Di un chillido asustado, y el libro de francés cayó en la mesa.

Con ojos muy abiertos, recorrí la habitación para ver si alguien se había dado

cuenta. Kizzy lo había hecho. Bajo el pretexto de soplarse la nariz, ella se apartó del grupo y me dio un pulgar hacia arriba.

Cuando miré a Beck, sus ojos volvieron a la normalidad y él sonreía como un

loco. –Parece que el viejo PTQ está trabajando muy bien. Negué con la cabeza. –Tal vez si, tal vez no. Me acerqué a él y le susurré: –Es como si hubiera una subida de tensión. Yo no

estaba tratando de hacer el libro moverse. Caray, ¿qué pasa si eso sucede en el medio de la clase de geometría? Todo el mundo sabría que soy un monstruo.

Beck, teniendo cuidado de no tocarme, susurro; –Creo que sé lo que pasó. El

aire entre nosotros estaba cargado, como un campo de fuerza. Tú tienes poderes


fuertes. Yo también, cuando chocaron... bueno, viste lo que pasó. No te preocupes al respecto. ¿De acuerdo?

Asentí con la cabeza, esperando que él tuviese razón, no solo diciendo un

montón d e estupideces, para hacerme sentir mejor. Beck extendió un dedo y tocó la piedra lunar, escondida dentro de mi camisa

como de costumbre. –Algún cambio con la piedra lunar? Busqué dentro de mi camisa y moví la piedra lunar con un pequeño golpe. –No.

Nada. Beck pensó por un momento y luego dijo: –Bueno, ese es nuestro próximo

desafío. De repente, mi cabeza estaba martillando con dolor, no es raro después de una

explosión de energía telequinética. –No se puede hacer esta noche, Beck. Estoy frita. –Muy pronto? Asentí con la cabeza. –Bueno, gente–, anunció el señor Linde. –Nos estamos preparando para cerrar.

Si ustedes tienen libros para comprobar, por favor vengan al mostrador.

***

Beck parecía decepcionado cuando decidí irme a casa con Kizzy y Charlie. Yo no la había visto durante unos días y, la verdad, yo estaba todavía un poco fastidiada sobre la cosa dazer. Kizzy, por supuesto, estaba encantada de haber presenciado el regreso de mi PTQ. Ella charló sin parar todo el camino a casa. La mayor parte de su conversación se centró en torno al tema,– Yo sabía que ese muchacho Bradford podría ayudarte.

Cuando abrí el remolque y fui adentro, la luz de mensajes en el teléfono estaba

parpadeando. Pulse un botón y oí la voz de mi padre. –Allie, llámame cuando llegues. No me importa lo tarde. Se trata de tu viaje de

campo. Mi pulso se aceleró, haciendo eco con los golpes en mis sienes. Viaje de Campo

era el código que habíamos acordado sobre la piedra lunar. Yo sabía que mi padre no me llamaría a menos que estuviera en peligro. Cogí el teléfono.


CCCaaapppííítttuuulllooo TTTrrreeeccceee

ike contestó al primer timbrazo. Oí un televisor a todo volumen en el fondo y el murmullo de voces. Un estallido de risas de la familia me hizo recordar la imagen que había visto en el escritorio de Mike: una

mujer rubia que lucia un poco como Faye y sus dos hijas rubias. Mike también tenía un hijo, un niño de pelo oscuro que se veía exactamente como yo. Sabía que la risa que había oído era de él porque sonaba como la mía. Una ola de pesar barrió sobre mí. Yo ni siquiera sabía su nombre. Nunca nos habíamos conocido. Yo estaba bastante segura de que no sabía que existía.

–Sólo un segundo, Allie– murmuró Mike. Habló con alguien más. –Vamos a ir a la sala donde está tranquilo. Oí el sonido de una puerta que se abre y cierra. Mike me dijo: –¿Recuerdas que

el hombre Larry hablaba sobre la reunión de los Buscadores de Estrellas? el informante Trimark?

–Sí. –Él apareció de nuevo. Larry está aquí conmigo. Él quiere hablar contigo. –¿Allie?–, saltó la voz profunda de Larry retumbando a través del receptor. –Larry ¡Hola! –¿Todo está bien por allá? –Por supuesto, todo está bien–, le respondí, pensando ‘a parte del signo de

demonio en mi mano y un nuevo novio, que encanta a la gente con su dazer’. Larry fue directo al punto. –Acabamos de descubrir que hay una segunda

profecía. Sujeté el teléfono más fuerte. –Así que, tal vez yo no soy la que se supone que

tenga la piedra lunar.

M


–Oh, tú se supone que lo tienes todo bien–, dijo Larry. –La segunda profecía sigue la otra línea, la de los chicos malos.

Trimarks. Algo en su tono me dejó sin aliento de mí. Me hundí en el sofá. –Tal vez mejor deberías empezar desde el principio. Mientras escuchaba a Larry describir lo que un informante le había dicho, una

de las palabras del vocabulario de la señora Burke de la semana me vino a la mente. Surreal. Yo había experimentado la misma sensación cuando Junior y yo nos tropezamos con la primera profecía de la piedra lunar. Como si hubiera caído en un mundo extraño, sin guía, sin mapa.

–Según la historia oral de la Trimarks–, dijo Larry. –La segunda profecía se remonta a los Gitanos.

Yo conocía la profecía original de la piedra lunar, que los Gitanos habían fijado

la piedra lunar en plata y añadido hábilmente el mecanismo que permite que se mueva en su lugar. Yo también sabía que fue el padre de Magda, la Empática, y a través de ella, un antepasado de Kizzy.

Larry continuó, –Magda tenía un hermano gemelo. Su nombre era Mikhail y, de

acuerdo a nuestro hombre, él era la encarnación del mal. Al principio, él descubrió la magia de la piedra lunar y lo utilizó para llevar a cabo actos atroces. Mikhail realmente disfruto el caos que creó, si se trataba de esgrimir un cuchillo con sangre o ver una casa reducida a cenizas.

–¿Él usó la piedra lunar para hacer eso?–, yo estaba teniendo dificultades con el

concepto de la piedra lunar es igual al mal. –Hay más en la piedra lunar de lo que nos dimos cuenta,–explicó Larry. Su voz

era sombría. –Parece que Mikhail utilizaba la piedra lunar para detener el tiempo. Para detener el tiempo. ¿Detener el tiempo? Frías espinas se rompieron en mi

piel. –Okaaay–, dije lentamente. –Así que, ¿qué pasó entonces? –Allie–, la voz de Larry insinuaba que me estaba perdiendo de algunos juguetes

en mi ático, uno de los refranes favoritos de Roy ‘el estúpido’. –Imagínate lo que pasaría si se pudieras detener el tiempo.

No es que yo no tuviese una buena imaginación. Sólo necesitaba un poco de

ayuda. Tragué aire, tratando de pensar. –Bueno, supongo que si el tiempo se detiene para todos excepto para la persona con la piedra lunar, podría ser una verdadera ventaja.

Sí, yo estaba improvisando. Larry dijo: –Puedes entrar en un banco, usar la piedra lunar para detener el


tiempo, limpiar la bóveda y desaparecerte antes de que nadie sepa lo que pasó. –Oh,– exclamé, en voz baja. –Yo no había pensado en eso. –Mikhail, quien obviamente era retorcido de alguna manera, la utilizaba para

cumplir con su necesidad de violencia–. Podía oír la respiración de Larry en el teléfono. Reuní lo que quedaba de mi valor y le contesté: –Dime el resto.

–La gitana le dio la piedra lunar a Magda. Mikhail fue expulsado de su aldea. –Esa es una buena cosa. ¿No?–, le pregunté. –En cierto modo, sí–, dijo Larry. –Pero Mikhail sabía el secreto de la magia de la

piedra lunar. Él la quería de regreso. Me sentí un poco mal del estómago. Mi mano se cerró sobre la piedra lunar

colgando contra mi pecho. Larry dijo: –Ya sabes, por supuesto, que Magda llegó a América con la piedra

lunar y la utilizó para ganar riqueza personal. –Sí,– dije. –¿Sabemos lo que pasó con Mikhail? –Mikhail se unió a otros de su especie. –Con otros de su especie, ¿quieres decir...? –Trimarks. –Y Mikhail les conto a los Trimarks sobre la piedra lunar. –Exactamente–, gruñó Larry. –Según nuestra fuente, los Trimarks se reúnen en

una habitación con un triangulo invertido de color rojo sangre grabado en la pared–. La imagen me dio escalofríos.

–La segunda profecía es exactamente igual que la primera... hasta que llega a

ti!” Larry se aclaró la garganta. Tuve la clara sensación de que estaba tratando de ganar tiempo. –En sus reuniones, cada Trimark se detiene, extiende su brazo derecho, los dedos apuntando hacia arriba, la palma hacia el triángulo invertido en la pared. Juntos, ellos recitan la profecía original palabra por palabra, con una pequeña adición. Después de que lleguen a ti- la ‘Guardián de la Luz'-ellos cantan: –Es nuestro destino desatar todo el poder de la luna. No descansaremos hasta que la piedra lunar sea unida con el cristal oscuro, y el mundo se incline a nuestra voluntad.

¡Huy! Definitivamente, tenía que encontrar un escondite mejor para la piedra

lunar.


Larry estaba en silencio, esperando mi reacción. –¿Eso es todo?–, le pregunté, sabiendo que podía oír el escepticismo

temblando en mi voz. –Más o menos,– él vaciló. Sabía que había más. Me había dado la versión editada, por lo que no entraría

en pánico. Una parte de mí estaba agradecida de no tener que escuchar lo que los Trimarks habían planeado para mí. Yo ya había tenido un encuentro con ellos. Conocía su afición a la crueldad. Por otro lado, necesitaba saber toda la historia, para poder protegerme a mí misma. Tragué saliva. –Así que supongo que estoy en mayor peligro de lo que pensaba.

Larry no lo negó. –Por eso estamos enviando a Ruth Wheeler a Peacock Flats. Me dije –Uh huh–, ganando tiempo, tratando de coincidir una cara con ese

nombre. –Ruth te realizó una visita en el hospital–, señaló Larry. –Oh, esa Ruth–, barboteé yo; como yo conocía muchas Ruth no podría

mantenerlas todas en orden. Ruth Wheeler era una agente del FBI y una buscadora de estrellas. En mi defensa, había estado bajo la influencia toneladas de analgésicos en esos momentos.

–Sí, esa Ruth–. Ladró Larry. Tengo la clara sensación de que no era demasiado

aficionado a las adolescentes... o que no tenia mucha paciencia. –¿Quieres hablar con tu padre otra vez?

Buena pregunta. Mejor aún, ¿él quería hablar conmigo? Cuando no respondí, oí

un ruido sordo y la voz atronadora de Mike. –¿Allie? –¿Larry sigue ahí? No he tenido la oportunidad de darle las gracias. –Voy a pasártelo. Evidentemente incómodo, Mike trató de actuar como un padre preocupado,

preguntando por mi salud y mis notas, evitando toda referencia a Faye. Después de aconsejarme que ‘fuese cuidadosa’ (¿Creía él que era una idiota?) colgó.

Miré a la pequeña libreta que había fijado junto el teléfono en caso de que

necesitara escribir algo. Cogí el lápiz e hice una lista. 1. Mikhail, el tío de Kizzy, era un psicópata y un Trimark. 2. La piedra lunar tiene poderes mucho más allá de lo que había creído


anteriormente. Puede detener el tiempo. 3. Habían dos profecías de la piedra lunar. 4. Los Trimarks quieren matarme, conseguir la piedra lunar y gobernar el

mundo. Bueno, eso último me asustaba mucho. Por enésima vez, deseaba poder

devolver el maldito colgante. No podía, por supuesto. La piedra lunar era mi destino. A pesar de que había cerrado todas las persianas, sentí la noche cerniéndose en torno a mí, junto con ella, un ataque de pánico que me agarró por el cuello y no lo soltó.

Hice algo que nunca había hecho antes. Tomé el teléfono, marqué el móvil de

Roy y le pregunté a Faye cuando volvía a casa.


CCCaaapppííítttuuulllooo CCCaaatttooorrrccceee

icole está tratando de ir a Versailles–, Beck dijo mientras me acompañaba a clase después del almuerzo. Para decepción de Donna Jo y Dora Jean, él no se había unido a nosotras en nuestra

mesa. Lo había visto dejar el campus, probablemente para encargarse de algunos importantes asuntos de los mitad-demonio.

–¿En serio?– chirrié, esperando engañarlo mientras buscaba en mi cansado

cerebro una pista. ¿Versailles era esa nueva tienda de ropa ardiente en Vista Valley? ¿La que no podía permitirme?

Beck me miró y sonrió. Oh sí, él la conocía. Él dijo, –Versailles era Louis XVI y el palacio de Marie Antoinette en Francia. –Oh, ese Versailles. ¿Por qué quiere ella ir allá? Él sacudió su cabeza con repugnancia. –Una razón estúpida. Ella vio alguna

película sobre María Antonieta y quedó obsesionada con las ropas y los sirvientes, completamente ignorando el hecho de que al rey y a la reina les cortaron sus cabezas.

Mi cerebro repentinamente comenzó a andar. Me detuve y miré alrededor

antes de susurrar, –Estás hablando de un viaje astral... ¿cierto? Beck asintió, su mirada ámbar barrió sobre mí. Sentí un pequeño cosquilleo de

conciencia. –No llevas puesta la piedra lunar–, dijo con un ceño fruncido. Comencé a

caminar otra vez. Beck me alcanzó y puso un brazo alrededor de mis hombros. ¿Por qué no?

Anoche, Faye y yo estuvimos de acuerdo que teníamos que esconder la piedra

lunar. La pusimos dentro de un tarro de comida para bebés y la enterramos bajo el manzano. Faye sostuvo la linterna mientras yo cavaba un hueco directamente bajo la rama torcida donde Trilby siempre colgaba su juego de campanas de viento.

–Demasiados tipos malos la quieren.

–N


Beck parecía irritado, como si me hubiese entrometido con su tarea. –Tendrás

que traerla puesta si quieres que averigüe el por qué no está funcionando. Fue entonces que me percaté de que me había entrometido con su tarea. –Oh,

sí– dije. –El paso dos en el proceso de curación. ¿Cierto? –Cierto–, dijo. –Sin deslumbrar esta vez. ¿Lo prometes? –¿Te preocupabas por eso? Sonreí. –¡No! No lo olvides, camarada, puedo interrumpirte cualquier día de la

semana. Él me dio una sonrisa torcida y un piquito en la mejilla.

***

Beck se dirigió hacia Física, y yo seguí a Nicole y sus amigas al cuarto donde

teníamos clase de Salud dos días a la semana. Me pregunté si Nicole ya había llegado a Versailles, sin decirle a Beck. No es que me sorprendiera que ella quisiera ir a un opulento palacio en Francia donde María Antonieta cambiaba sus ropas diez veces al día y tenía sirvientes girando sobre ella.

Me deslicé en un escritorio al lado de Mercedes, gimiendo silenciosamente

cuando me percaté de que la Srta. Miller se había ido. Su substituto era el Sr. Ted, un jubilado re salariado que debería haberse quedado jubilado. Decrepito ni siquiera describe al Sr. Ted. Él es casi del todo sordo, pero se rehúsa a usar sus audífonos porque las reacciones lo mantienen despierto.

Después de una larga y dolorosa sesión de presentación –los nombres

hispánicos le dieron ataques– el Sr. Ted gritó, –Bien, ¡patanes! ¡Chicos! Deben ir al otro lado de esta pared plegable donde observarán una película sobre el examen de sus partes para el cáncer testicular. ¡Señoritas! Ustedes se quedarán aquí y observarán una película sobre el cáncer de mamas. ¿Preguntas?

Ignorando la alborotadora risa, el Sr. Ted se enredó con la videocasetera, me

dijo a mí que presionara el botón de play y agrupó a los chicos en la pared plegable. Una vez que las películas se pusieran en marcha, sabíamos que él se escabulliría al cuarto de calefacción para una siestecita.

–Maldita escuela tacaña,– Sonja Ortega masculló. –Debería tener un

reproductor de DVD, no esta estúpida videocasetera. Después de una completa ronda de quejas, las chicas se sentaron y presioné el


Play. El silencio reinó mientras veíamos a un chico ardiente, que se parecía un poco a Beck, enjabonándose en la ducha y explorando sus joyas familiares en busca de bultos. Aparentemente, los chicos le dieron al Play al mismo tiempo porque oí a Cory Philpott gritar, –¡Tetas! ¡Qué bien!

Oops. Parece que el Sr. Ted se confundió con las cintas. Suzanne Maloney, la santurrona de la Secundaria J.J. Peacock –sus calcetines

siempre combinaban con el listón de su pelo– chilló, –¡Oh Dios mío! ¡No miren! Iré a decirle al Sr. Ted.

Nicole Bradford prácticamente levitó de su silla y siseó, –¡Oh-no, no-lo-harás! Suzanne, quien insistía que pronunciáramos su nombre como ‘Suzoun’ ya que

rimaba con ‘cervatillo12’ resopló,–Nosotras supuestamente tenemos que ver la película del autoexamen del pecho. Yo no quiero meterme en problemas.

Ella se dirigió a la puerta, una puerta repentinamente bloqueada por el cuerpo

de Sonja Ortega. –Pon tu trasero en la silla, Suzoun–. La amenaza en la voz de Sonja fue

inconfundible. Suzanne regresó enfadada a su silla, le dio la vuelta y miró fijamente a la pared

del fondo, la imagen misma de la justa indignación. Sonja y Nicole golpearon puños ante el triunfo. Nos instalamos a ver la película, no era tarea fácil debido a todos los comentarios sucios y ruidosos viniendo del otro lado de la delgada división.

Diez minutos más tarde, oímos al Sr. Ted regresar al lado de los chicos y su

rugido de furia. Le di al botón de Apagado rápidamente. Cuando él entró como un bólido en el cuarto, todas nos sentamos silenciosamente –excepto por Suzanne– mirando hacia la pantalla en blanco.

–Señoritas–, él gritó. –Obviamente tenemos a una revoltosa en el grupo. Los

chicos me aseguraron que no alteraron las cintas de vídeo, así que debió haber sido una de ustedes.

¿Qué dijo? Todas sabíamos que el Sr. Ted había sido el que la había jodido. Vi a

Sonja Ortega abrir su boca, a punto de decir lo que todas estábamos pensando. La miré y negué con la cabeza, una advertencia silenciosa. Su boca siempre la metía en problemas. Por una vez, ella la cerró.

Repentinamente, Suzanne salió de su silla, se dio la vuelta y señaló a Nicole. –

¡Fue ella! Yo la vi hacerlo. Traté de detenerla, pero ella no escuchaba. Nicole se levantó de un salto. –¡De ninguna manera!

12

En inglés es fawn, que se pronuncia foun, de ahí el por qué quiere que le llamen Suzoun.


El Sr. Ted miró a Nicole con una furiosa mirada. Tenía la cara roja de vergüenza.

–Señorita, está en un gran problema. Los así llamados amigos de Nicole no dijeron una sola palabra en su defensa.

Solo se sentaron allí, evitando hacer contacto visual. ¿Cuán jodidamente cobarde es eso? Bueno, Nicole y yo no éramos exactamente las mejores amigas, pero esto estaba más allá de lo lamentable.

Me levanté y dije, –Sr. Ted, no fue Nicole. Suzanne está mintiendo. Sé cómo se

confundieron las cintas. El Sr. Ted, con su mandíbula destacándose en agresividad, me miró

furiosamente a través de acuosos ojos sanguinolentos. –¿Está usted diciendo que fue mi culpa?

–¡Oh, cielos misericordiosos, no! Fue un accidente. Le había oído decir ‘cielos misericordiosos’ un montón de veces antes y

pensaba que era un bonito toque. Él colocó su amplio trasero en el borde del escritorio. –Estoy esperando. –Quienquiera que vio las cintas antes de que usted las tomara, las colocó en la

caja equivocada. Es así de simple. Ciertamente ninguna de nosotras soñaría con ir al director para decirle que fue su culpa. Puede contar con ello.

Miré alrededor hacia mis compañeras de clase en busca de apoyo y vi cabezas

asintiendo en acuerdo. Caminé hacia Suzanne y dije, –¿Cierto, Suzanne? Mi espalda estaba hacia el Sr. Ted. Estreché mis ojos y le di mi más perversa

mirada, la que practiqué en el espejo. Ella apartó la mirada y murmuró un apenas audible, “Mmm hmmm,” a través de unos apretados labios.

Me di la vuelta y le di al Sr. Ted una gran sonrisa. –Bueno, entonces, supongo

que eso está decidido. ¿Podemos intentarlo de nuevo? ¿Con las cintas correctas? Ya que teníamos una media hora para salir de la clase, al Sr. Ted le gustó mi

sugerencia, pero esta vez, él se quedó hasta el final en el lado de los chicos. Después de la clase, el novio de Suzanne estaba esperándola afuera de la

puerta. Charles Raymond Atkinson Jr., era pálido, más pequeño de lo normal e igualmente tan remilgado como Suzanne, un partido hecho en el cielo. Suzanne agarró su brazo, hablando a borbotones. Deduje que yo era el tema de conversación, porque Charles me dio una mirada furiosa como si yo hubiese infligido un terrible trauma en su bien amada. Sonreí y le dije adiós con las manos.


Estaba dirigiéndome hacia Francés cuando Nicole me alcanzó. Sus camaradas

no estaban a la vista en ninguna parte. Ella deslizó una mano a través de mi brazo y dijo, –Oye, Allie. Muchas gracias. Salvaste mi trasero allí atrás.

–Está bien. Estoy segura de que harías lo mismo por mí. Ella tuvo el suficiente sentido para lucir avergonzada. Continuamos caminando.

Finalmente, ella dijo, –Mira, sé que he sido cruel contigo. No estoy segura de por qué me ayudaste, pero quiero que sepas que lo aprecio.

Me detuve y la miré. –Pensé que Caitlyn o Lexie dirían algo. Ella se sonrojó y apartó la mirada. –Sí, bueno, tú sabes, tenían miedo de

meterse en problemas. Me fastidió que estuviera tan dispuesta a pasar por alto ese acto de traición,

pero, como Beck dijo, ella nunca antes había tenido amigas. –Uh huh– dije, dejando mi brazo libre. –Bueno, me alegró poder ayudar. Mientras me marchaba dando media vuelta, ella me llamó, –Te lo debo, Allie, y

no lo voy a olvidar. –Lo que sea–, mascullé. A decir verdad, necesitaba tiempo lejos de los gemelos

Bradford. Tenía otras cosas por las que preocuparme. Como, ¿cuándo iba a aparecer Ruth Wheeler en Peacock Flats? La necesitaba como respaldo. Siempre es bueno conocer a un agente del FBI que se asociara con un Buscador de Estrellas.

***

Después de la escuela, estaba en camino a tomar el autobús y noté a un chico

nuevo saliendo de la oficina de la Srta. Yeager. Él estaba parado de perfil, estudiando su horario. Algo acerca de él parecía familiar. Bajé la velocidad para obtener una mejor mirada. Cuando él miró hacia arriba y nuestros ojos se encontraron, sabía exactamente quién era él y mi cerebro chilló, –Peligro! ¡Peligro!

Cierto, los anillos y aretes habían sido removidos de su carne perforada y él

estaba vestido conservadoramente en vaqueros y una camiseta, pero él era definitivamente el chico que yo había confrontado el año pasado afuera del Mercado de la esquina de Tom. El líder de los TOBs (Tobas Orgullosamente Blancos). Él y sus camaradas habían estado golpeando a Cory Philpott hasta que usé un poco de magia para detenerles. No me preguntes por qué, porque Cory nunca llegó a decir, –Gracias.

El chico nuevo sonrió y se acercó hacia mí. Me mantuve firme, incluso cuando

él se puso directamente en mi cara.


–Oye, te recuerdo– dijo, mirándome de arriba a abajo. –Tú eres la fenómeno. Ignóralo, Allie. Cuando comencé a alejarme, él dijo, –Soy Shane Boldt. ¿No

quieres estrecharme la mano? ¿Ya que soy nuevo y todo? Él extendió su mano derecha, con la palma hacia arriba. En la base de su pulgar,

directamente en el centro carnoso de su montículo de Venus, estaba un triángulo invertido parcialmente formado.

Debí haber hecho un sonido porque él bajó su mano. –Oh, sí. Ahora conoces mi

pequeño secreto. Él sonrió abiertamente y se alejó, dejándome hiperventilando con frustración.

Me dirigí a la oficina de la Srta. Yeager. Ella estaba limando sus uñas en afiladas puntas como de dagas y canturreando. Me miró cuando entré. –Allie. Justamente la chica que quería ver.

Barbullé, –Usted no debería dejar entrar a ese chico a la escuela. Él está en una

pandilla. El distrito escolar tiene una política sobre admitir chicos de pandillas. Ella bajó su lima de uñas y me rodó los ojos. –Firmemente creo que las

personas merecen una segunda oportunidad. Shane ya no tiene asociaciones de pandilla. El chico quiere una educación. ¿Se suponía que debía darle la espalda?

–Hay cosas sobre Shane que usted no conoce. La Srta. Yeager se reclinó en su silla y plegó sus brazos. –¿Por qué no me las

informas? ¿Adivina qué? Solo me quedé allí con cara de estúpida y no dije una sola

palabra. Era bastante difícil explicar el mundo de Los Tres Marcas y los Buscadores de Estrella a una persona como la Señorita Yeager.

–Oh, no importa–, mascullé. –Ahora, sobre esa sesión de consejería contigo y tu madre... –¿Qué hay de eso? –La noche del lunes. Siete en punto. –Le consultaré a mi mami y se lo haré saber mañana. Acababa de darme la vuelta para irme cuando ella dijo, –Dile a tu madre que

estaría en sus mejores intereses el asistir.


Sonaba como una amenaza, y sentí mi temperamento encenderse. Pero, en lugar de enojarme, solo sonreí porque sabía que estaría en los mejores intereses de la Señorita Yeager el no entrometerse con Faye.


CCCaaapppííítttuuulllooo QQQuuuiiinnnccceee

eck prometió llamarme después de la escuela. Cuando sonó el teléfono, Faye se me adelantó. Después de responder, frunció el ceño hacia el teléfono y luego me miró. –Así que quieres hablar con mi hija. ¿Y tú

eres...? Ahogue una risa, imaginando a Beck del otro lado de la línea, incapaz de tocar a

mi madre y aturdirla. ¡Se lo tiene merecido! Faye escuchó por un largo tiempo, tratando de verse severa. No podía hacerlo. Después de unos minutos escuchando y murmurando: –Uh huh–, la comisura de sus labios temblaron y sus ojos se suavizaron. ¡Whoa! Tal vez Beck tenía un aturdimiento telefónico del que no sabía nada.

Le tendí la mano por el teléfono. Ella movió mi mano lejos y dijo, –Claro, ven. ¡Oh, genial! Beck, Faye y yo hacinados en un remolque de siete metros y medio

teniendo una pequeña charla. Sabía que Beck tenía una agenda. Si seguía adelante, estaríamos bajo el manzano con una linterna, excavando la piedra lunar.

Después de escuchar acerca de la segunda profecía y correr hacia Shane Boldt,

yo me encontraba totalmente asustada y confundida. Sentía una sensación de urgencia que no entendía. Pero, aún las chicas con poderes paranormales necesitan un descanso de vez en cuando. No podía manejar a Beck hurgando en mi mente esta noche. Los malhechores tendrían que esperar.

Cogí el teléfono de la mano de Faye. Haciendo caso omiso de su mirada, le dije,

-Hola, Beck. Esta noche no va a funcionar para mí. Mientras decía las palabras, éstas sonaban falsas, ya que he pasado todas las

noches de una fiesta en otra. Sentí que mis mejillas se calentaban ante la mentira. Faye rodó sus ojos, volvió a la habitación y encendió la televisión.

Después de un largo silencio, Beck dijo: -¿Estás enojada conmigo por algo? –No, no– respondí. –Estoy cansada, eso es todo.

B


Mientras decía las palabras, me di cuenta que eran ciertas. Quería meterme en la cama e ir a otro lugar hasta que Ruth Wheeler se apareciese para echarme una mano. Tal vez ella sabría por qué Shane Boldt se había matriculado en mi escuela. Estaba segura de que no tenía nada que ver con educarse.

Hablamos durante un rato, y resultó que tenía razón sobre su agenda. Antes de

colgar, Beck añadió: –Tenemos que reunirnos, para que pueda entender lo que está pasando con la piedra lunar. Te ayudé con las pesadillas... ¿no?

Acepté que habían desaparecido. Pero, más tarde esa noche, esa declaración

resultó ser errónea. Mis confusos sueños mostraron a Shane Boldt, que de repente se transformaba en el gemelo malvado de Magda, Mikhail. Era como estar en medio de una película de terror, salvo que no podía levantarme y salir durante las partes de miedo. Incapaz de escapar, vi a Mikhail, vestido con un abrigo largo y negro, arrastrarse en una casa a oscuras y quedarse de pie sobre un durmiente pareja, acariciando un gran cuchillo.

Traté de gritar, –¡Despierta!–, pero no tenía voz. Después de un largo

momento, Shane / Mikhail deslizó el cuchillo en su bolsillo. Se metió un collar de diamantes en el bolsillo, salió de la casa y la prendió fuego. Cuando la pareja corrió, gritando, de la casa, buscó bajo su abrigo, sacó un arma automática y comenzó a disparar. Impotente para detenerlo, vi el baño de sangre, mi garganta estaba adolorida con los reprimidos gritos.

Desperté, sudorosa y temblando. En mi estupidez, golpee el atrapasueños

lanzándolo contra la pared. Mi pequeña bolsa de piedras curativas estaba en el suelo. Me levanté, bebí un vaso de agua fría y clavé el atrapa sueños. Puse la bolsa debajo de la almohada e hice algunas respiraciones profundas para calmar mi corazón acelerado.

Faye llamó, –¿Estás bien? Sonaba como si estuvieras luchando con demonios

ahí. –Estoy bien–. Sonreí a su elección de palabras y pensé sobre Beck, mi demonio

personal. Recordé el toque de sus dedos mientras rozaban mi frente y mis párpados, dejando un rastro de cálido, fragante liquido.

Mientras me dejaba llevar a ese lugar maravilloso entre la conciencia y el sueño

profundo, escuché su voz resbalando sobre mí y las palabras, <<Allie Emerson. Bañada en pura, blanca luz, estás restaurada en mente y espíritu. Por lo tanto, lo serás>>

***

El fin de semana pasó sin un atisbo de Ruth Wheeler. No estaba segura de qué

hacer. La noche del domingo, Faye y yo estábamos comiendo panqueques por cena, nuestra tradición semanal.


–¿Crees que debería llamar a Mike y preguntarle? A la mención del nombre de Mike, Faye puso una cara amarga bajo el tenedor. –¿Qué es exactamente lo que el hombre dijo... con el que hablaste por

teléfono? –Me dijo que estaban enviando a Ruth Wheeler a Peacock Flats. –¿Eso es todo? Asentí. –Entonces está probablemente aquí, atenta a ver si te ve. Quizá esté de

incógnito. –Me sentiría mucho mejor si en realidad supiera que estaba en Peacock Flats.

¿Y si le pasó algo? –No te preocupes innecesariamente–, me respondió Faye. Ella terminó su panqueque, cogió una cuchara y untó una capa delgada de

jarabe en su plato. Usó la punta de la cuchara para dibujar un corazón y escribió Roy en su interior.

Oh, cielos, quería vomitar. –¿Qué, tienes dieciséis años?–, farfullé. –No puedo evitarlo. Lo extraño–, me contestó Faye. Yo sabía por qué lo echaba de menos, y no era por su chispeante conversación. No quería pensar en Roy y mi madre haciendo eso. ¡Eewww! Por lo menos ella

estaba tomando pastillas anticonceptivas. Yo las había visto en el gabinete de medicamentos, lo que significaba que no estaríamos adicionando al Descerebrado Roy Junior en nuestro pequeño círculo familiar.

Gracias a Dios. Faye me dirigió una mirada herida. -Yo no tuve una crianza adolescente normal

como tú. Era muy infeliz y escapé. Yo no podía creer lo que oía. –¿Crees que esto es normal?–. No entró en

detalles sobre el hecho de que vivíamos en una casa rodante junto a un prado de vacas. Habíamos cubierto ese terreno un montón de veces. En cambio, me concentré en mi menos-que-normal vida.


–Bueno, vamos a empezar con el hecho de que tengo que salvar al mundo del mal, y la misma cosa con la que tengo que salvarlo está enterrada bajo el manzano, porque es demasiado peligrosa llevar. Y, oh sí, mis súper poderes no son exactamente súper en este momento. Tengo gente mala tras de mí y la persona que se supone que debe ayudarme está desaparecida.

Salté del comedor y comencé a abrir cajones. –¿Sabes cual es la peor parte?–.

Faye negó con la cabeza. –Enterramos la piedra lunar para mantenerla a salvo. Pero, ¿y si es lo único que puede mantenerme a salvo?

Por fin encontré lo que estaba buscando y apreté la navaja suiza del Ejército de

Roy en el bolsillo de mis pantalones vaqueros. Faye sacudió la cabeza con incredulidad. –¿Qué vas a hacer con eso? ¿Pinchar

con el Sacacorchos a alguien hasta matarlo? –Es mejor que nada. Me deslicé de nuevo en el comedor, sintiéndome un poco culpable. Nada de

esto era culpa de Faye. Dado que el término "reina del drama" probablemente había sido inventado por mi madre, no tenía ni idea de lo mal que su vida había sido como una adolescente. Podría haber sido algo menor, hasta que creció y decidió huir. O, tal vez algo realmente terrible le había sucedido. Sabía que su madre murió cuando Faye tenía diez años y el abuelo Claude se casó con la madre del tío Sid. Tal vez ahora era el momento de darle otra oportunidad.

–¿Cómo es que nunca hablas de tu familia? Todo lo que sé es que odias al

abuelo Claude. La cara de Faye se cerró. –Tengo mis razones. –Dime. –No quiero hablar de ello. Por lo general lo dejo ir en este punto, pero su actitud me molestó. La fulminé

con la mirada. –¿Qué pasa si tengo una enfermedad terrible y el médico quiere saber mi historial médico? ¿Qué debo decir? Bueno, duh, no sé porque a mi mamá no le gusta hablar de eso?

Faye se cruzó de brazos y clavó fijamente la vista directamente en mí. –Si y

cuando llegue esa enfermedad, me aseguraré que el médico sepa todo lo que necesita saber.

Elevé mis manos con disgusto y resoplé –Lo que sea. Recogí los platos sucios y los puse en el fregadero. Dado que Faye había


cerrado la puerta a su historia familiar, me di por vencida. –Recuerda, tenemos que ir a consejería mañana por la noche.

Faye asintió con aire ausente. Había estado extrañamente silenciosa sobre el

tema. Yo no tenía ni idea de cómo se sentía. –Voy a lo de Kizzy después de la escuela, así que recógeme a las siete menos

cuarto. ¿De acuerdo? Ella asintió de nuevo. Cuando sonó el teléfono, su cara se iluminó. Roy. Tomó el

teléfono inalámbrico llevándoselo a su dormitorio y cerró la puerta. Limpié la cocina e hice mi tarea.

*** Después de la escuela el lunes, me bajé del autobús en la casa de Kizzy. Ella

estaba detrás de mí al pasar por allí. Tenía curiosidad por saber lo que sabía acerca de los gemelos Bradford. Claro, ella pensaba que Beck era mi sanador, pero ¿sabía acerca de la cosa demonio? También quería hablar con ella acerca de Mikhail.

Nos sentamos lado a lado en los taburetes en la barra de la cocina y sorbimos

chocolate caliente. Kizzy me miró y sonrió. –¿Cómo te va con el chico medio demonio? Mi boca se abrió, y la miré fijamente sin decir palabra.

Los brillantes ojos de color turquesa de Kizzy bailaban con deleite. –¿Pensaste

que yo no sabía que Beck tenía sangre de demonio? Tragué saliva. –Bueno, ¿cómo lo supiste? –Allie, tú sabes que yo los vi esa noche en el gimnasio. La noche de Halloween.

Hablé con Beck y me di cuenta que era un sanador. Chico guapo para un medio-demonio.

–¿Tú podías decir que Beck y Nicole eran medio demonios al mirarlos? –Razonamiento deductivo, Alfrieda. Sabía que Melissa Bradford abandonó el

convento y se fue a Europa, luego regresó con gemelos, que fueron concebidos sin duda antes de irse. Cuando vi a los gemelos, lo supe.

–Pero, ¿cómo? –Mi querida, sus ojos brillan, una señal segura de sangre de demonio.

Seguramente te has dado cuenta. –Bueno, sí,– farfullé. –Ahora que sé qué buscar.


Kizzy sonrió y tomó un sorbo de chocolate caliente. –Yo estaba buscándolo.

Como sé que a menudo los íncubos frecuentan monasterios, fue una simple conclusión. En serio.

Sacudí la cabeza con incredulidad. –Eres increíble. Kizzy se acercó y me dio un guiño travieso. –Creo que el chico medio demonio

está enamorado de ti. Dejé pasar el comentario sin una respuesta. El hecho de que Kizzy sabía acerca

de los gemelos Bradford hizo la siguiente parte de la conversación mucho más fácil. –Beck piensa que puede entender lo de leer la mente con la piedra lunar–, le

informé. –Tenemos que vernos, pero a su madre no le agrado exactamente. ¿Te

importaría si nos encontramos aquí? Siempre la amable anfitriona, Kizzy me contestó: –Me encantaría–. Saltó de su

taburete. –Ahora tengo un regalo especial para ti. Yo sorbí mi chocolate caliente y miré el bullicio de Kizzy en la cocina, sacando

ollas, sartenes, una tabla de cortar de madera y un enorme cuchillo de carnicero, de esos que ves en las películas de terror.

–Voy a enseñarte cómo hacer Goulash–, anunció mientras extraía una

sorprendente variedad de verduras de la nevera. Patatas, pimientos verdes, apio, tomate, cebolla, ajo y un par de cosas que no pude identificar.

–Receta especial de mi madre–, dijo. Dejó la receta en el mostrador delante de mí. La receta estaba escrita a mano

en precisa letra diminuta, en un viejo papel arrugado y salpicado de salsa de tomate. En la parte superior estaban las palabras Goulash Especial de Magda.

Magda. Mikhail. La piedra lunar. Un estremecimiento se arrastró hacia abajo

por mi columna vertebral. Yo pique vegetales y traté de decidir qué hacer, mientras Kizzy doraba cubos de

carne. Finalmente, tomé una decisión. –Kizzy, ¿Alguna vez Magda mencionó a un hermano?

Una vez más, Kizzy me sorprendió. Se limpió las manos en el delantal y me


miró. –¿Estás hablando de Mikhail? Asentí con la cabeza. Ella frunció el ceño. –¿Cómo sabes de Mikhail? Le dije lo que Larry había aprendido, pero lo hice sonar como un cuento de

hadas. De hecho, al momento en que terminé la historia, Mikhail no era el psicópata vicioso descrito por Larry. Era el chico malo de la aldea. En mi defensa, yo estaba hablando de los parientes consanguíneos de Kizzy, su tío. Si ella sabía que era un Trimark, se sentiría culpable por haberme dado la piedra lunar.

Kizzy cubrió la olla y bajo el fuego. –Eso suena bastante correcto. Madre dijo

que él había sido desterrado de la aldea. Fue entonces cuando su padre, el gitano de la profecía, le dio la piedra lunar a Magda.

Yo había dejado fuera cosas importantes, como Mikhail conectando con los

Trimarks y la segunda profecía. Me di cuenta que Kizzy estaba esperando que le dijera más. Cuando no entré en detalles, dijo, –Extraño que esta persona Larry llamara y te informara sobre Mikhail. Me pregunto por qué.

Cachetada mental en la cabeza. Yo había traído esto... ¿por qué? Yo luchaba

por una respuesta. –Bueno, eh, creo que él pensó que era importante. Levanté mis manos sin poder hacer nada. –No tengo idea de por qué él

pensaba que yo necesitaba saber. Era una mentirosa terrible. Kizzy estudió mi rostro, pero lo único que dijo fue: –

Hmmm. A las 6:45 pm, llena hasta la saciedad con el Goulash Especial de Magda, miré

por la ventana por Faye. 18:50 No Faye. A las 6:55, estaba oficialmente preocupada. Llamé a casa. Ninguna respuesta. Ella llegó dos minutos antes de las siete y estacionó frente a la casa de Kizzy con la nariz de la camioneta en los setos y la parte trasera sobresaliendo en el camino. Le agradecí a Kizzy, tome el abrigo y la mochila y salí corriendo hacia el camión.

–Aquí, tú manejas–. Faye dejo caer las llaves en mi mano. Olí su aliento y mi corazón se hundió. –Has estado bebiendo. Ella me dio una sonrisa de medio lado. –Estaba nerviosa por la reunión con la

Sra. Yeager. Genial. Ahora, yo también.


CCCaaapppííítttuuulllooo DDDiiieeeccciiissséééiiisss

i madre no es una alcohólica. Ella sólo bebe cuando esta ansiosa, aburrida, con miedo o celebrando algo.

Bueno, tal vez ella tiene un pequeño problema. Sin embargo, pasa días sin tomar ni una gota. Lo sé. Lo sé. No debería poner excusas por sus copas. Ella ya tiene un amplio suministro de excusas. No necesita mi ayuda.

Cuando vi la condición de Faye, me asusté en serio, ya que cuando bebe, habla

demasiado. Pensé en todo lo anterior mientras nos dirigíamos a la escuela y llegue a la

siguiente conclusión: ¡Nuestros traseros estaban un gran problema! –Sólo bebí dos vasos de vino. Faye chupaba descontroladamente mentas para el aliento y me escrudiñaba a

través de la luz tenue del tablero. –Creo. Ella no podía recordar cuanto había bebido. Genial. Simplemente genial. –Está bien, está bien–. Traté de no hiperventilar. –Necesitamos un plan. Fue difícil, pero refrené mi ira. Sabía por experiencias pasadas, que sólo

empeoraría las cosas. –Deja que yo hable, ¿de acuerdo? Faye asintió solemnemente. –No te ofrezcas a estrechar su mano. La mujer tiene la nariz de un sabueso. Si

se te pregunta algo directamente, usa únicamente respuestas simples como: –Sí. No. Muy bien. No lo sé–. O... –Usted debería preguntarle a Allie sobre eso,

Para el resto de nuestro corto viaje, practicamos. Yo: ¿Cómo es su relación con su hija?

M


Faye: –Simplemente bien. Yo: (con sarcasmo) –Oh, de verdad! Eso no es lo que he oído. Faye: –Usted debería preguntarle a Allie sobre eso. Me sentía mucho mejor cuando nos detuvimos en el estacionamiento de la

escuela. Faye estaba recitando sus líneas como una profesional. El estacionamiento se encontraba desierto a excepción del todo terreno Honda

de la Srta. Yeager. Aparqué el camión, me volví hacia Faye y repetí la primera línea de nuestro pequeño ritual tonto. –Yo estoy pegada a ti... Como el pegamento Elmer–, me respondió Faye, con una boba sonrisa.

Chocamos nuestros puños y marchamos a la escuela, tomadas del brazo.

Borracha, madre chiflada y su extraña hija, listas y dispuestas a luchar con la entrometida consejera escolar.

La señorita Yeager, se veía extremadamente enojada, nos esperaba. –Lo siento, llegamos tarde–, dije con una congelada sonrisa pegada en mi cara.

Me sentí aliviada al ver que había lanzado el sillón puff a una esquina y lo había reemplazado con tres sillas colocadas en círculo. La suya, por supuesto, tenía un grande y cómodo asiento, con los brazos acolchados.

Hice las presentaciones. Faye, según las instrucciones, no se ofreció a estrechar

la mano. Antes que la señorita Yeager pudiera comenzar a disparar preguntas, lancé mi

coartada. –Mi madre esta tomando medicinas para el resfriado. Lo que la vuelve un poco

incoherente. La Sra. Yeager miró a Faye, parpadeando con rapidez. –¿Medicamentos sin

receta medica? Faye dijo: –Simplemente bien. La señorita Yeager frunció el ceño ante la respuesta inadecuada de Faye así que

di un pequeño cloqueo de diversión. –¿Ve lo que quiero decir? Por supuesto, de venta libre. ¿Qué otra cosa podría ser?

Afortunadamente, Faye se recuperó y se abrió paso a través de la primera


dolorosa media hora. Podía ver a la señorita Yeager frustrándose por las respuestas repetitivas de mi madre, pero ese era el problema de ser exprimida. Estábamos corriendo hacia la línea de meta cuando la señorita Yeager llegó con el tema que empujó todos los botones de Faye.

–Entiendo que su padre tiene una casa grande en Vista Valley y quisiera que

usted y Allie se mudasen con él–, dijo. Faye se cuadró, con el cuerpo rígido por la ira. –¿Por qué demonios trae a

colación a mi padre? Ese tema está fuera de los límites. Además, usted debe asesorar a Allie, no a mí. Ella es la que tiene pesadillas. Ella es la que ha perdido sus poderes.

De pronto, Faye comprendió lo que había dicho. Jadeó y puso una mano sobre su boca.

–Horas13–, exclamé. –Ella quiso decir que he perdido horas. Oh mi Dios, las

horas de sueño que he perdido desde esas estúpidas pesadillas. Los ojos de la señorita Yeager me recordaron las imágenes que he visto de aves

rapaces detectando a sus presas. Su mirada se lanzó hacia un lado y el otro, entre Faye y yo, como si estuviera decidiendo a cual de nosotras clavar con sus garras como navajas.

Me eligió a mí. –Sonó como si tu madre dijera poderes... no horas. –Es esta maldita medicina para el resfrió–, le respondió Faye. –Deja mi lengua

toda enredada. Asentí con la cabeza vigorosamente, con miedo de que si abría la boca

empeoraría las cosas. La señorita Yeager miró su reloj. –Nuestro tiempo está a punto de terminar.

Creo que tengo suficiente información para elaborar un informe para su asistente social.

Sujeté el brazo de Faye y la saqué de la silla. Antes de que diéramos un paso

través de la puerta hacia la bendita libertad, y le pregunté: –¿Qué va a decir en este informe?

–Buen intento, Allie– dijo la señorita Yeager.–Tendrás que esperar. Ahora tuve miedo. –Asegúrate de decir que Faye estaba medicada para el

resfriado. Ella me dio una sonrisa petulante. –Oh, sí. Estaré segura de mencionar eso. No me gustó su tono, pero yo había hecho lo mejor que podía hacer, teniendo

13

Power o Hour suenan similar fonéticamente.


en cuenta las circunstancias. –Bien, entonces– dije. –Le veré mañana. Faye guardó silencio durante el viaje a casa. Cuando ingresé al camino de

entrada y apagué la camioneta, Faye me sujetó la mano. Tenía los ojos brillantes de lágrimas.

–No puede perderte. Le di un beso en la mejilla. –¿Perderme? ¿Estás loca? Esto va a salir bien. Te lo

prometo. Por favor, Dios, recé, ayudarme a mantener esa promesa.

* * *

Al día siguiente me encontraba sentada en mi clase de mecanografía cuando me llamaron al despacho del señor Hostetler. Yo sabía por qué. Había intentado verlo antes pero, de acuerdo a Alicia, su secretaria, estaba en una reunión de padres. Quería decirle que había habido otro incidente de pellizca culos. Había metido mi abrigo dentro de mi casillero, cuando se produjo el asalto en mis nalgas. Después de mi grito de dolor, me di la vuelta para ver quién estaba pasando y escribí los nombres de todos los que vi. Diez en total.

Con la lista en mano, me presenté ante Alicia, que me dirigió una mirada

extraña. –¿Le dijiste que tengo sospechosos? Alicia negó con la cabeza. –No creo que se trate sobre pellizcador de traseros,

cariño. Cogió el teléfono y pulsó un botón. –Allie Emerson está aquí, señor Hostetler. Sobresaltada, traté de pensar si había roto alguna regla importante. El Sr.

Hostetler salió de su oficina y cerró la puerta. Me tomó del brazo y me guió unos pasos lejos del escritorio de Alicia. Esto se estaba volviendo extraño por minuto.

Cuando habló, su voz era baja. –Allie, hay alguien aquí que quiere verte, pero

para que eso suceda, necesito el permiso de tu madre. Di un suspiro de alivio. Ruth Wheeler había llegado. Finalmente. –Bueno, sí,– dije. –Me encantaría volver a verla. Las cejas del Sr. Hostetler se dispararon hacia arriba y, como dos orugas difusas,


andaban lentamente uniéndose hasta reunirse sobre el puente de la nariz. –Ella ¿quién?–, dijo. –¿No es una 'ella'?–, le pregunté, aferrándome todavía a mi sueño con reserva. –No, Allie–, me respondió. –Es tu abuelo, Claude Emerson. Mi aliento salió de mis pulmones. Debía parecer como un ciervo encandilado

por los faros ya que el Sr. Hostetler, añadió, –Es tu completa elección. ¡Mi abuelo! La misma persona de la que yo me había estado quejando cuando

acuse a Faye de guardar secretos. Esto debe correr en la familia, porque el buen viejo Abuelo Claude había saltado con el ultimátum rápidamente. Había eludido a Faye para poder reunirse conmigo en la escuela.

El Sr. Hostetler aún me miraba ansiosamente. –¿Quieres que llame a tu madre? Ah, Caray. Visiones de Faye en una masacre, aparecieron en mi mente como los

reportajes principales en el noticiero nocturno, secundadas con una banda sonora... –Estén atentos–, dijo el presentador en mi cabeza, –a la trágica historia que acabo en un baño de sangre en la escuela John J. Peacock...

–¿Allie?–, el Sr. Hostetler habló de nuevo. –Absolutamente no.

* * *

Después de la clase de francés, pasé unos minutos conversando con la señora Burke, lo que significaba que tendría que correr como una loca para coger el autobús antes de que despegara. Patti estaba a punto a salir cuando subí corriendo. Fue entonces cuando vi el Suburbano negro estacionado detrás del autobús. Un hombre salió del coche y gritó: –¿Allie Emerson?

Estaba vestido con un traje oscuro, camisa de vestir azul pálido y corbata. Me

detuve, muerta de cansancio y lo vi caminar hacia mí. –Soy Claude Emerson, tu abuelo. Me gustaría hablar contigo. Toda mi vida, Faye se había negado a hablar de este hombre. Estaba atrapada

en las fauces de un dilema. Quería saber más sobre la familia de mi madre, pero ¿qué si Faye estaba justificada en protegerme de su padre?

Las puertas del autobús escolar se abrieron. Patti gritó: –¡Trae tu culo aquí,

niña!


Mi abuelo me dijo: –Me ocuparé de que llegues a casa. De ninguna manera me metería en ese Suburbano. –Está bien–, dije –Debo

subir al autobús. –Hay un taxi aparcado detrás de mi coche. Cuando terminemos de hablar, tú

saltas en el taxi y viajas a casa. Retrocedí un paso y miré detenidamente alrededor de su coche. Efectivamente,

un taxi amarillo estaba estacionado junto al bordillo de la acera. –Allie–, la voz de Patti se había elevado a un chillido. Tuve que tomar una decisión. ¿Y si esta era mi única oportunidad de aprender

más sobre mi familia materna? –Está bien, Patti–, dije. –Tengo un viaje a casa. Patti se asomó por la puerta, sus ojos se estrecharon con sospecha. –¿Estás

segura? Asentí con la cabeza. -De acuerdo entonces, pero voy a buscarte en mi segunda vuelta. Si necesitas

que te lleven, espera aquí. ¿Entendido? –De acuerdo–, dije. Cuando el autobús se alejó, registré a mi abuelo. Tenía una nariz aguileña y ojos

tan negros como el carbón. Su ropa le colgaba como si hubiera perdido peso recientemente. No vi nada de Faye en él. Nos estudiamos el uno al otro en silencio.

–¿Hay algún lugar donde podemos hablar?–, preguntó. Él debió de darse cuenta que no estaba a punto de saltar en el coche de un

desconocido. Señalé al diminuto parquecillo al otro lado de la calle cruzando la escuela. –Hay una banca por allá.

Caminamos en silencio a la banca. Las nubes oscuras impulsadas por un fuerte

viento se deslizaban sobre nosotros. Me estremecí y cerré mi chaqueta. Nos sentamos en una banca fría de cemento con cinco centímetros de espacio

entre nosotros. Él me estudió de nuevo, luego movió la cabeza con asombro. –Alfrieda Carlotta Emerson, no puedo creer todo lo que te pareces a ella.

Dado que había sido llamada por su madre, asumí que estaba hablando de ella.

Por supuesto, el pelo rizado y ojos verdes eran de mi papá.


–Oh–, dije cortésmente. –Bueno, tal vez es porque tenemos el mismo nombre. Él se quedó perplejo por un minuto. –No, yo no estoy hablando de mi madre.

Estoy hablando de ella. La madre de Faye, Melia. –Melia–, repetí, haciendo rodar el nombre alrededor de mi lengua. Sabía bien,

como el chocolate dulce y oscuro. –Yo no sabía que tenía una abuela llamada Melia. El abuelo Claude siguió estudiándome. Sus ojos eran como charcos de tinta, tan

oscuro que ni siquiera reflejaban la luz. El silencio creció y empecé a retorcerme, tratando desesperadamente de pensar en algo que decir.

Comencé a balbucear. –Uh, Faye me dijo que su madre murió cuando ella tenía

diez años y que no la recuerda. No le creo, ya que, yo puedo recordar todo tipo de cosas de cuando tuve diez años.

Él sonrió y la sonrisa se convirtió en una carcajada asfixiada, dolorosa de oír. –Eres una chica inteligente,– expresó. –Faye miente mucho. Ella

probablemente te mintió sobre mí. Esperó a ver si yo respondía. No lo hice. –Melia no murió. Ella se fue–, añadió. –Ella no murió?– repetí. –Pero ¿por qué Faye mentiría sobre ello? –¿Te has preguntado por qué tu madre está tan triste?–, dijo Claude Emerson.

–Ella bebe demasiado. Sus relaciones fracasan. Ella no es capaz de convertirse en un adulto.

Yo nunca había pensado en esos términos, pero, en cierto sentido, tenía razón.

Yo era la adulta funcionando en la familia. Me encogí de hombros como si no le importaba. –Es como es. La forma en que

siempre ha sido. –¿Qué sabes sobre la historia de tu madre? –¡Nada!–. Estallé antes de que pudiera detenerlo. Bajé mi voz. –A Faye no le

gusta hablar de ello. No sé por qué. ¿Nuestra familia tiene una enfermedad genética horrible?

Eso realmente lo golpeó divertido. Él se echó a reír, pero se convirtió en un

espasmo de tos incontrolable que asustó el infierno fuera de mí. Puse una mano sobre mi boca con horror.

Cuándo dejó de toser, le dije,–¿Estás bien?


Sacó un pañuelo blanco como la nieve de su bolsillo y lo acercó a su boca.

Cuando pudo hablar, me explicó, –Para responder a una de tus preguntas, no, no estoy bien. Es por eso que estoy aquí. Quería ver a mi única nieta antes de morir.

Debo haberme visto tan sorprendida como me sentía, porque añadió –Está

bien. Sé que me estoy muriendo. He tenía tiempo para acostumbrarse a eso, y no sucederá hasta dentro de un año mas o menos.

Yo no supe qué decir, así que me quedé mirando a mis pies. –¿Tú otra pregunta? ¿La de la enfermedad genética horrible?–, me consultó, –

Tengo cáncer, así de simple. La historia de la familia de la cual yo hablaba implica a tu abuela. Tu madre necesita informarte sobre Melia.

Ella nunca lo hará, pensé. –¿Quieres decirme, por favor? –No– negó rotundamente. –Depende de ella. Pero, hasta que Faye no acepte lo

que ella es, ella seguirá siendo infeliz. Yo estaba desconcertada por su elección de palabras. –¿Qué quieres decir? No respondió a mi pregunta. En cambio, él me miró fijamente durante un

minuto con esos opacos, ojos negros. Finalmente, se puso de pie. –Nos reuniremos de nuevo, Alfrieda. –Prácticamente todo el mundo me llama Allie. –Todos menos yo–, respondió.


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iempo de confesión. No estoy de acuerdo en usar el chantaje emocional. Probablemente dice algo sobre mi carácter. Cuando se trataba de Faye, tenía que usar todas las armas en mi arsenal y escoger mis batallas

cuidadosamente. Por eso es que escogí no molestarla con preguntas sobre el misterio de Abuelo Claude/Abuela Melia. De ninguna manera sería capaz de culpar a Faye por regarla.

En lugar de eso, usaría mi influencia para dejar entrar a Faye en el escenario

Beck/piedra lunar/sanar. Las estrellas estaban en la alineación correcta para que Faye y Beck se conocieran, porque mi madre se sentía mal por joder nuestra sesión con la Srta. Yeager. Con Faye, el momento era importante.

El miércoles, Faye trabajaba en el turno matinal. Sabía que ella estaría en casa

después de la escuela así que le pregunté a Beck si quería echar un vistazo a la piedra lunar. Sus ojos se iluminaron con una llamarada de ámbar que me decía que él estaba intensamente interesado. Insistió en llevarme a casa. No estaba realmente feliz de que Beck viera cómo vivíamos, pero algunas veces tienes que separar las cosas grandes de las cosas pequeñas. El cómo vivía no era de gran importancia. Recuperar mis poderes... eso era importante. Especialmente ahora, cuando no estaba segura de si Ruth Wheeler estaba todavía en el cuadro.

¡Gracias a Dios por los pequeños favores! Faye estaba afuera, envuelta en

vaqueros y un suéter pesado, rastrillando hojas bajo el manzano. Blaster, el toro, estaba pastando al otro lado de la cerca. Ella se apoyó en el rastrillo y nos observó salir del Ranger, su mirada fija en Beck. Mientras nos acercábamos, Blaster levantó su cola y dejó escapar un pedo estruendoso. Faye y yo estábamos tan acostumbradas a eso, apenas lo notamos, pero Beck se detuvo en seco. –¿Ese fue el toro?

Tomé la mano de Beck, tiré de él hacia Faye e hice las presentaciones. Fue algo

como esto: –Hola, Faye. Éste es mi amigo, Beck Bradford. Él es un sanador. Necesitamos

desenterrar la piedra lunar así él puede descubrir por qué no está funcionando. Los ojos de Faye se ampliaron en sorpresa.

T


–Hola, Sra. Emerson–. Beck sacó su mano que ella la estrechara. Ella esperó unos pocos segundos antes de limpiarse la mano en sus vaqueros y

colocarla en la de Beck. Escondí una sonrisa mientras miraba a Beck hacer lo suyo. Él apretó su mano entre las suyas y la miró. –Es un placer conocerla.

Faye se quedó inmóvil, mirando fijamente a los ojos de Beck. Después de

algunos momentos, podía decir que la gran dosis de deslumbramiento estaba haciendo su magia. Sus labios se curvaron en una sonrisa.

–El novio misterioso–, ella liberó su mano. –Me preguntaba cuándo llegaría a

conocerte. –No es mi novio,– mascullé. Faye y Beck me miraron como si le siguieran la corriente a una niña

malhumorada. –Oh, cierto–. La voz de Faye goteaba con sarcasmo. –Disculpa el infierno de mí. Mi cara estaba roja de vergüenza. –Traeré la pala. Faye señaló el lugar y Beck cavó, teniendo cuidado de no golpear el jarro con la

pala. Saqué la piedra lunar del jarro y la deslicé sobre mi cabeza. –Tenemos que ir a la casa de Kizzy para hacer esto,– le dije a mi madre. –Aguarda,– Faye ordenó. –¿Exactamente qué involucra esta cura? Beck dijo, –En primer lugar, tengo que descubrir cómo estaba usando Allie la

piedra lunar para leer las mentes. Por supuesto, ella tiene poderes especiales, pero allí tiene que haber un principio científico complejo. Necesitaré saber dónde estaba parada en relación con las otras personas y...

Beck lanzó una enorme perorata, usando palabras como partículas alfas, luz no

polarizada y fotones. Para cuando él llegó a la segunda ley de Kepler, los ojos de Faye se pusieron vidriosos y yo estaba pensando, –Por favor, Dios, haz que se detenga.

Él hizo una pausa para tomar aliento. Faye agitó sus manos en señal de despida.

–De acuerdo, de acuerdo. Suena lo suficientemente inofensivo. Dile a Kizzy ‘hola’. Cuando volvimos al camino de acceso, ella regresó a su rastrillaje. Pensando en

lo que estaba reservado para mí, la idea rastrillar hojas parecía una mejor manera de pasar la tarde. Tal vez debería quedarme en casa y ayudar a Faye, o tal vez debería desarrollar un dolor de cabeza asesino e ir a la cama. Pero, no podía resignarme a


aguarle la fiesta14 a Beck. Kizzy ordenó pizza, muy contenta de tener compañía por la noche. Podía decir

que ella estaba interesada en el historial personal de Beck, pero ella se abstuvo de hacer demasiadas preguntas bochornosas. Él logró deslumbrarla sin hacer contacto físico. Su sonrisa hacía el truco. Por supuesto, Kizzy aún estaba recobrándose de una lesión en la cabeza.

Después de que comimos, Kizzy fue a la sala de estar para ver las noticias,

dejándonos solos a Beck y a mí en la cocina. Él sacó un libro de física, papel y lápiz de su mochila y los puso sobre la mesa. Me preparé a mí misma para más jerga científica, pero él me asombró.

–Gira tu silla hacia mí. Él jaló su silla cerca de la mía. Cuando nuestras rodillas se tocaron, se estiró y

tomó mis manos. Su toque me afectó como siempre lo hacía. Un río de sensaciones fluyó a través de mis venas, dejando su cálida huella en cada célula de mi cuerpo. Me hizo sentir extraña, fuera de control. Traté de apartar mis manos lejos. Su agarre se hizo más fuerte.

–Allie, tu resistencia me cierra de golpe. No puedo trabajar con eso. Aparté mis manos. –Estás tratando de deslumbrarme. –Llámelo como quieras. Tienes que dejarme entrar en tu mente si quieres que

esto funcione. –¿Qué acerca del principio científico? ¿O eso era solo un montón de tonterías

que le dijiste a Faye para conseguir que confiara en ti? –No, pero primero tengo preguntas, y necesito tocarte cuando contestes. Aún estaba desconfiando. –¿Por qué? Él miró por la ventana en la creciente oscuridad. Un músculo saltó en su tensa

mandíbula. Y cuando habló, evitó mis ojos. –Bien, vas a hacerme decírtelo. Ya que no soy completamente humano, puedo sentir cosas más allá de la palabra hablada. Es posible de que pueda recoger algo que hayas olvidado.

Finalmente, él me miró y tendió sus manos. –Es anochecer. Mis sentidos están

despiertos. Necesito tocarte, Allie. No fueron sus palabras las que agarraron mi corazón. Fue la tristeza en su voz.

14

to rain on Beck 's parade: arruinarle la fiesta, pincharle la burbuja, reventarle el globito, etc. Es una jerga que se usa cuando expresamos que no queremos arruinar el día de alguien.


Asentí y coloqué mis manos en las suyas. Él las sujetó ligeramente. –Cuéntame de la primera vez que conectaste con la mente de alguien, Allie. –Estaba en el asiento trasero del Jeep de Matt. Matt es el hermanastro el hijo

de Faye, y estaba prendada enorme de él el año pasado. Los dedos de Beck se apretaron alrededor de los míos. Él frunció el ceño. –¿Por

qué estabas en el asiento trasero? Sonreí abiertamente hacia él, disfrutando su incomodidad. –Oh, sí, eso sonó

mal. Estaba camino a casa desde la tienda cuando Matt y su novia, Summer, pasaban. Matt se detuvo para darme un aventón.

–¿Entonces Matt y Summer estaban en el frente y tú estabas en atrás? Cuando asentí, él soltó mis manos y trazó unas líneas en papel del cuaderno. –¿Luego qué ocurrió?–, sujetó mis manos otra vez. –Summer estaba siendo una perra. Siguió haciendo comentarios arrogantes,

sacudiéndose el cabello y jugando con su collar. Decidí a mostrarle una verdadera pieza de joyería. La piedra lunar.

Beck sonrió y negó con la cabeza tristemente. –Mujeres. –Lo sé. ¿Un poco tonto, huh? De cualquier manera, cuando lo saqué de mi

camisa, accidentalmente le di un pequeño giro en sentido de las manecillas del reloj. Él soltó mis manos. –Muéstrame. Le di la vuelta a la piedra lunar en su trasfondo, esperando no sentir nada. Mi

mano derecha cubrió la piedra lunar, mi izquierda se extendió hacia la de Beck. Jadeé cuando una fuerte corriente de poder fluyó entre nosotros. La piedra lunar estaba misteriosamente cálida, como si hubiese respondido cuando mi mano tocó la de él. De repente, el cuarto estalló en un disturbio de color y sensación. La fragancia emitida por un tazón de naranjas, inundó mis sentidos con su aroma embriagador. La luz plateada bailaba sobre la superficie del cuchillo que Kizzy había usado para cortar la pizza. Un paño de cocina rojo colgando de un gancho en una pared blanca palpitó con energía pulsante.

Miré los ojos de Beck y fui atraída hacia sus profundidades ámbar. Esta vez, no

me resistí. Un sentimiento de paz se infiltró a través de mi cuerpo. Tal vez era la piedra lunar. Tal vez era porque sentía que mi fuerza igualaba a la suya. No tengo una explicación lógica o las palabras para describir mi estado mental aparte de solo decir que se sentía correcto.

Mi mente se expandió y se unió a la suya, franca y confiada, conectados de una


manera que nunca habíamos hecho antes. Un aura azul brillante bailó por encima de su cabeza, con una corona vaporosa sostenida por manos invisibles. Me incliné más cerca hasta que pude sentir el calor de su respiración en mi cara. Fuimos bañados con luz azul mientras el aura de Beck se arremolinaba alrededor de nosotros.

Cuando, finalmente, me aparté, volví a dar la vuelta a la piedra lunar con un

chasquido y solté su mano, rompiendo el hechizo. Él parecía perplejo. –¿Qué acaba de pasar? Le sonreí, tratando de pensar en cómo comenzar. –Lo sentiste, ¿no? El poder

de la piedra lunar. Él asintió. Su mirada era intensa. –Tu mente se extendió hacia la mía. ¿Pudiste

leer mis pensamientos? Ésta era la primera vez que nuestra relación había estado en una base de

igualdad. Me gustó. –No,– le respondí. –Pero sentí nuestra conexión. Los colores eran tan brillantes

que casi los podía saborear. Exactamente lo mismo ocurrió en el Jeep de Matt ese día. El cielo se convirtió en una sombra irreal de azul. Podía oler las manzanas aunque los árboles aún estaban floreciendo.

Beck pensó por un rato, luego tomó mis manos y me hizo un montón de

preguntas... ¿En dónde estaba exactamente sentada en el Jeep? ¿La mente de quién leí primero? ¿Oí sus pensamientos en voz alta, o los leí como un libro? Finalmente, soltó mis manos, rayó algunos apuntes más y hojeó el libro de física.

Él colocó el lápiz detrás de la oreja. –¿Qué hay del segundo incidente? Empezamos a rememorar de nuevo. Esta vez, la escena era el cuarto del

hospital de Kizzy. Había caminado delante de Chris Revelle, quien había estado a punto de asfixiar a Kizzy. No sólo había leído fragmentos y retazos de los pensamientos de Revelle, había visto un aura enmugrecida cerniéndose sobre él como una nube sucia de tormenta.

Más preguntas. ¿Dónde estaba parada en relación con Revelle y Kizzy? ¿Estaba

más cerca o más lejos cuando leí la mente de Revelle? Más notas. Más bocetos. Cuando miré el reloj, me sorprendió ver que habían pasado dos horas. La negra oscuridad presionaba contra los cristales de las ventanas, con las estrellas y la luna escondidas por una gruesa manta de nubes.

Algunas personas se deprimen cuando no pueden ver el sol. Desde que puedo

recordar, me he sentido conectada a la luna. Cuando está escondida, mi mundo se inclina ligeramente fuera de centro. Me inquieta y me deprime. Tal era mi sentimiento


mientras miraba la noche tan oscura que me hizo pensar en los ojos de mi abuelo. Beck levantó la mirada de sus notas. –¿Algo está mal? Forcé una sonrisa. –Nop. La esquina de su boca se curvó en una breve sonrisa. Él no me creyó. En la

llenura de noche, el Buenazo de Beck estaba de regreso. Estaba vestido en una simple camiseta blanca con un logotipo de surf. Hoy en la mañana, parecía un típico, aunque extremadamente ardiente, chico adolescente. Pero, ahora... ¡ufff! Sus ojos ardían con intensidad mientras estudiaba mi cara. Su camisa se pegada a él como una segunda piel, mostrando los músculos esculpidos de su pecho y brazos. Su atractivo físico era como un campo de fuerza magnética atrayéndome.

Para evitar ceder a ello, me di un cruel pellizco en el muslo y traté de entender

qué era lo que tenía Beck y que no tuvieran los otros chicos, aparte de la cosa esa de demonio, por supuesto.

¿Mi respuesta? Feromonas. Montones y montones de feromonas.

Probablemente él tenía muchas más que el chico promedio. Esto me recordó a una película que había visto en la clase de biología, protagonizada por una polilla macho semental que usaba las feromonas para atraer a cada polilla hembra dentro de un radio de seis millas. Sí, ese Beck fue un chico peligroso cuando el sol se ponía. Sin embargo, él era parte íncubo, y ¡papá íncubo había seducido a una monja en formación! Nota mental: ¡Cuidado, Allie!

El interés en los ojos de Beck era inconfundible. –¿Qué estás pensando? ¡Whoa! Tal vez yo no era la única que podía leer mentes. –Nada importante–, mentí. –¿Tienes una teoría aún? Su cálida mirada se enfrió, y el Beck Cerebrito reapareció. Revolvió papeles

hasta que encontró el que quería. –Tengo una teoría en funcionamiento, pero tendrá que ser probada.

–Probada ¿cómo? –¿Sabes qué es un vórtice?–, me preguntó Beck. –Es una cosa espiral, como un tornado. Me dio una sonrisa indulgente, de las que los padres les dan a sus hijos cuando

dicen algo lindo pero completamente estúpido. –Sí, en términos simples eso es. –¿Entonces, ahora qué? Me miró por un largo momento luego sacó un móvil de su bolsillo. –Ahora,


llamo a Nightwalker. Me tomó unos pocos segundos recordar quién era Nightwalker. –Oh, sí, el tipo

indio que te enseñó cómo sanar. Me sorprendió ir a la sala de estar y encontrar a Kizzy dormitando frente a la

TV. Me acababa de acomodar en el sofá al lado de ella cuando Beck entró en el cuarto. Su sonrisa era enorme, sus ojos brillantes con emoción.

–Lo descubrí,– me dijo. –Pero tiene que ser probado. Necesitamos a tres

personas.


CCCaaapppííítttuuulllooo DDDiiieeeccciiioooccchhhooo

llie–, Beck señaló un punto en el piso de la cocina "Párate ahí." Yo troté al lugar señalado.

–¿Sra. Lovell? –Llámame Kizzy, querido. –Kizzy, ¿podrías pararte aquí?– Kizzy, todavía viéndose un poco atontada, se

dirigió al lugar que Beck le había indicado. –Y ahora–, él se posicionó a la misma distancia entre Kizzy y yo. –Tenemos un

triángulo equilátero. Gira la piedra lunar una sola vez, Allie–. Tomé una profunda respiración e hice lo que me pedía. A pesar de mis afilados sentidos, no fui capaz de recoger los pensamientos de nadie. Beck me miró expectante, me encogí de hombros.

–Nada–. En lugar de verse decepcionado, Beck parecía aliviado. –Bien, vuelve a ponerla en su posición original y, Kizzy, muévete unos cinco

centímetros hacia mí, así formaremos un triángulo pero de lados desiguales–. Cuando estuvo satisfecho con nuestras posiciones, se volvió hacia mí. –Prueba otra vez.– Con girar una vez la piedra, estaba dentro de un arcoíris, un lugar de belleza sobrenatural, estiré mi mano para ver el juego de colores contra mi piel. Escuche a alguien decir –Ohhh– sonaba como mi voz, pero no estaba consciente de haberlo dicho en voz alta.

–Allie–. La profunda voz de Beck invadió el místico mundo arcoíris, –Mírame–.

Con mi mano derecha aún tocando la piedra lunar, miré a Beck que estaba, una vez más, coronado por un aura azul brillante. Sus labios no se movieron pero escuché claramente sus pensamientos, en respuesta a la pregunta que leí en su mente, sonreí y dije –Sí–. Me sonrió y puso sus pulgares hacia arriba.

–Ahora, mira a Kizzy– dijo, –Muévete si es necesario–. No tuve que moverme,

los pensamientos de Kizzy aparecieron como hermosas burbujas turquesas, del mismo color que sus ojos. Era como mirar dentro de una olla hirviendo a fuego lento de caramelo turquesa. Una burbuja inflada se elevaría hasta la lisa superficie de su mente y reventaría, sólo para que otra ocupara su lugar. Cada pensamiento era el mismo.

–A


–Lo siento, la piedra lunar te ha causado dolor– me dijo ella –Oh, Allie, lo siento mucho.

Cuando vi que una lágrima se deslizaba por su cara, no pude soportarlo. Giré

nuevamente la piedra, acorté la distancia entre nosotras y la abracé, me sorprendí por lo frágil que se sentía su cuerpo. Mis lágrimas se mezclaron con las suyas.

–No lo sientas– le contesté en voz baja, –Puedo manejar la situación. Quité el

pelo de su cara, le di unas palmaditas en la mejilla y hablé lo suficientemente alto como para que Beck escuchara.

–Si no me hubieses dado la piedra lunar, el chico demonio aquí no me hubiese

mirado dos veces. –No es verdad–, me contestó Beck, el aire a su alrededor vibraba con

entusiasmo. Estaba bastante segura de que su felicidad no tenía nada que ver con nuestra relación personal y todo lo que hacía para demostrar su teoría estaba bien.

–Vamos a intentarlo de nuevo– dijo Beck –¿Te sientes bien? Cuando conseguí la piedra lunar, al usarla me mareaba y desorientaba. Pero

ahora, no había tenido ninguno de esos dos efectos. En todo caso, mi mundo parecía tener más claridad.

–Estoy bien–, respondí. –Ésta vez, no intenten enviar nada, sólo dejen que sus

mentes divaguen–. Lo intentamos de nuevo. Cuando me asomé dentro de la mente de Beck, era como ver un conflicto armado. Cuerpo contra cerebro. Él pensó que yo estaba realmente ardiente. De hecho, apenas podía mantener sus manos lejos de mí. Sin embargo, su cerebro le decía –Déjalo, haz frente a los hechos, no a la emoción–. Hubo sin duda un inconveniente con la telepatía. Me pregunté si esta era la situación actual de Beck, si él tenía que luchar contra la dualidad de su naturaleza a diario. Yo me volvería loca.

Me volví hacia Kizzy, ella se estaba preguntando si Beck y yo estábamos juntos

y que haría cuando Junior regresara. Buena pregunta. Ambos me miraron expectantes. De ninguna manera iba a chismorrear sobre lo que había recogido de sus cerebros. Todo lo que dije fue:

–Claro como una campana, ahora tomemos un descanso–. Kizzy nos llevó a la sala de estar. Se sentó en su mecedora, yo me senté junto a Beck en el sofá.

–Así que... ¿cómo lo descubriste?–, le pregunté. Beck se inclinó hacia delante, con los codos en las rodillas. –Mi teoría original se

basaba en que la piedra lunar creaba un campo magnético que derivaba en un vórtice. Una vez que se producía el vórtice se podía acceder a los pensamientos de las otras personas.


–Así que, ¿es eso lo que acaba de ocurrir? –No–. Respondió Beck, –Sabía que tenía que haber más que sólo eso. Y es por

eso por lo que llamé a Jed Nightwalker, describí la configuración física, el hecho de que tres personas habían estado presentes cuando ocurrió. Él me dijo que debíamos aplicar la regla de tres–. Kizzy sonrió y asintió con la cabeza.

Yo dije –Bueno, voy a picar. ¿Cuál es la regla de tres?–, Beck pasó una mano por

su pelo y continuó. –Si tres personas forman un triángulo equilátero, el especio entre ellos es

estático. Pero, si cambias a un triángulo en el que todos los ángulos son diferentes, se produce una interacción dinámica.

–Eso es lo que pasó cuando dijiste que me moviera más cerca de ti–, dijo Kizzy. –Exacto– respondió Beck, –Cuando cambiamos los ángulos, se creó un vórtice,

en otras palabras, las condiciones permitieron que Allie se convirtiera en una telépata. –Nightwalker debe haber sido un genio en geometría– murmuré. Kizzy movió

su mecedora en posición vertical. –¿Mencionó algo más acerca de la regla de tres? –Sí, lo hizo. Me pregunté si sabías de eso–, dijo Beck. Kizzy asintió –Por supuesto que lo sé. En el mundo de la magia, la regla de tres

significa que las acciones que tomas te afectan física, emocional y espiritualmente. Es un recordatorio de que existen fuerzas más grandes que nosotros. Si hacemos mal uso del poder, las acciones volverán a nosotros triplicadas.

–Sí– contestó Beck –Eso es exactamente lo que dijo Nightwalker. Como yo tenía la piedra lunar, y por lo tanto el poder, no podía evitar aplicar la

regla de tres a mis acciones pasadas. Las palabras de Kizzy me cogieron del cuello y lo retorcieron. Cuando hablé, mi voz fue ahogada por la emoción. –Eso es lo que me pasó cuando maté a Baxter con los cajones de manzana.

Kizzy y Beck se quedaron mirándome, con los ojos muy abiertos, mientras

enumeraba mis puntos. –Número uno, aspecto físico: resulté gravemente herida. Número dos, aspecto emocional: tuve pesadillas asesinas. Número tres, aspecto espiritual: perdí mis poderes. ¿La regla de tres significa que debo estar atenta a que caigan cajones de manzanas?

Me refería a la última declaración como un chiste, pero salió mal. Para mi

absoluta vergüenza, ardientes, punzantes lágrimas brotaron de mis ojos.


Kizzy saltó de su silla, se sentó a mi lado y tomó mi mano. –Salvaste la vida de tu madre–. Me explicó, acariciando mi mano. –El hombre que murió las hubiera matado a las dos, y la piedra lunar estaría en manos de los Trimarks. ¿Crees que hubieran usado la piedra para un bien mayor?–. Cuando no contesté, añadió –Hiciste lo que tenías que hacer. No gastes ni un segundo más de tu hermosa vida preocupándote por Baxter.

Ella me dio una pequeña sacudida. –¿Está claro?– mientras miraba los

chispeantes ojos de Kizzy, las piezas del rompecabezas de mi confusa vida se unieron para formar una imagen completa y perfecta. ¿Por qué en ese momento en particular? No lo sé. No era como si Kizzy no hubiese dicho exactamente lo mismo una docena de veces. Tal vez era porque Beck había bloqueado mis pesadillas. ¿O la piedra lunar me había vuelto más receptiva? Cualquiera que fuera la razón, había llegado el momento para dejar ir la culpa.

Apreté la mano de Kizzy –Sí señora, tengo eso en claro. Gracias–. Beck me miró, con alivio en sus ojos. –Creo que Kizzy también es una sanadora–. Dejé escapar un gran suspiro. –Tal vez es mejor no saber lo que la gente está pensando–. Kizzy dio unas palmaditas en mi mano. –Puede que tengas razón.

Aparentemente las manifestaciones emocionales impropias de las mujeres no

impedían el apetito de Beck, porque aniquiló el resto de la pizza antes de llevarme a casa.

Apagó el camión cuando llegamos a la entrada. El clima había dado un giro para

peor. Impulsado por un viento helado, la nevisca pronto cubrió el parabrisas. –¿Quieres entras?

–Es tarde, debería ir a casa–. No hizo ningún movimiento para encender el

camión. Deslizó un brazo sobre mis hombres y me acercó –Lo hiciste– dijo –Realmente leíste mi mente. Le respondí contestando la pregunta que había leído en su mente.

–Sí, me encantaría ir al baile contigo–. Dio un gruñido de placer y mordisqueó el

lóbulo de mi oreja. Me alejé y le mostré la piedra lunar, –Atrás chico demonio, encontraste a tu oponente–. Mi declaración tenía algo de verdad y él lo sabía. También sabía que me sentía atraída por él. Había sentido el tirón de su atracción física muchas veces como para negarlo. Pero podía bloquearlo. Podía contrarrestar su magia con la mía. Beck me gustaba mucho. Tal vez incluso lo amará un poco. Pero habíamos alcanzado un equilibrio de poder, y por mí, eso estaba bien. Él tocó la piedra lunar, arrastró su dedo índice a lo largo de la delicada piel de mi cuello e inclinó mi barbilla hacia atrás.

–Aún tienes la marca del demonio, ¿cierto? –Ajam. Yo sabía adonde quería llegar y lo acompañaría. –Y estás usando la piedra lunar.


–Nuevamente, estás en lo cierto. –¿Recuerdas mi teoría de que la piedra lunar expulsaba de tu cuerpo el ADN de

los demonios?– asentí. –Me pregunto si la piedra lo bloquearía si te beso otra vez, dado que estamos probando teorías...

–Sr. Ciencia–, murmuré antes de que sus labios tocaran los míos. Mis brazos

rodearon su cuello. En algún lugar, en el fondo de mi mente, la voz de Faye me decía que yo estaba bastante dispuesta a probar esta teoría. Sin embargo las mentes curiosas quieren saber.

Su mano se dirigió a la parte de atrás de mi cabeza. Sus labios eran

sorprendentemente suaves, sin nada de la acalorada urgencia de nuestro beso anterior. En todo caso, yo era la agresora, tirando de él más cerca, queriendo sentir la fuerza muscular de su cuerpo contra el mío. Cuando su lengua se deslizó entre mis dientes, olvidé todo sobre marcas de demonio y dejé escapar un pequeño grito de placer. Inmediatamente Beck se apartó, respirando con dificultad. Sus manos temblaban cuando prendió la luz del techo.

–Veamos la palma de tu mano–, dijo tomando bocanadas de aire. Sostuve mi mano hacia la luz. La marca de demonio no había cambiado. Nos

miramos el uno al otro y chocamos las manos. La piedra lunar había trabajado como Beck había previsto.

–Bueno– expresé, –Lección aprendida. Cuando nos liemos tengo que usar la

piedra. –Lástima que tenga que enterrarla de nuevo, ¿eh?–. Su mirada de decepción

fue tan evidente, que casi me echó a reír. Entonces, recordé algo que había aprendido de una de las pequeñas <lecciones de vida> de Faye, ella me había dicho: "Puedes pensar que lo que cuelga entre las piernas de los hombre es su parte más sensible, pero no lo es. Es su precioso ego. Nunca lo olvides, Allie." Porque Faye sabía de esas cosas, me mantuve seria cuando Beck me contestó, –Podrías usar la piedra el viernes. Nadie se meterá contigo cuando estés conmigo.

Él probablemente estaba en lo correcto, pero implicaba que no sabía cuidar de

mí misma. Estreché los ojos en él y abrí la puerta. –Voy a pensar en ello. Él puso en marcha el camión pero no me había movido. Sólo había dado unos

pasos cuando bajó su ventanilla. –Allie, ven aquí un segundo, quiero decirte algo–. Me acerqué hacia su

ventanilla baja. –Es extraño, ¿no?– dijo –¿Tú y yo?–. Lo que realmente pensaba que era extraño era estar de pie allí, congelándome el trasero, y escuchando a mi pelo, húmedo de la nevisca, inflándose mientras me convertía en una enorme bola de frizz. Pero, teniendo en cuenta la precaución de Faye sobre el frágil ego masculino, me incliné sobre la ventanilla abierta, apoyando mi frente contra la suya. –No lo sé Beck,


tal vez sólo debemos dejar que suceda–. Colocó sus manos calientes a mi alrededor. –Sí– respondió –Tal vez debamos.

Los acontecimientos en la casa de Kizzy y las palabras de Beck, permanecerían

nítidas en mi memoria por los próximos años. Algo especial me pasó esa noche. A partir de ese momento, abrí mis brazos y abracé mi alteridad15. Había estado luchando contra la corriente por mucho tiempo, ahora, era tiempo de saltar y seguirla. Había sido elegida para emprender un extraordinario camino. Estaba lista. Si Beck era parte del camino... que así fuera.

15

Alteridad: Es un concepto filosófico que se refiere a la capacidad de ser otro.


CCCaaapppííítttuuulllooo DDDiiieeeccciiinnnuuueeevvveee

a escuela secundaria John J. Peacock cuenta con menos de cien estudiantes, es demasiado pequeña para formar un equipo de fútbol oficial de once jugadores. En lugar de eso, jugamos fútbol de ocho

hombres en una liga especial para pequeñas escuelas. El viernes por la noche era el gran día. Los Combatientes Pavos Reales se enfrentaban a las Patatas de Georgeville, un equipo verdaderamente estupendo del Tazón de la Columbia. Una buena cantidad de patatas envolvían el tazón, de allí el nombre.

El juego fue doloroso de observar. La mayoría de nuestros estudiantes

trabajaban después de la escuela, lo cual mermó las filas de atletas potenciales a unos pocos patéticos. Beck y yo trepamos por las antiguas gradas de madera hasta la fila más alta. Le advertí que se siente, no que se deslice, a menos que él quisiera una gran astilla en su blanco culo.

Nicole estaba eufórica. –¿Por qué no hizo la prueba para porrista? Todas sus amigas están ahí. Beck, viéndose en forma, vestido con una chaqueta de cuero, una camiseta

negra y pantalones jeans apretados, me miró fijamente a través de sus gafas de visión nocturna.

–Por la misma razón que no juego al fútbol. –Con tu fuerza y velocidad, serías un estupendo jugador de fútbol. ¿Es por las

gafas? – No, no son las gafas. Nos viste a Nicole y a mí entrenándonos esa noche. Miré hacia abajo a las porristas poniendo su máximo empeño en alzar a una

chica diminuta por encima de sus hombros para formar una pirámide y pensé en Nicole saltando sobre la cabeza de Beck.

– ¿No podría ella fingir ser como los demás? Un grupo de gente subió por las escaleras y se sentaron cautelosamente en el

L


banco que estaba directamente debajo de nosotros. Beck colocó su boca en mi oreja y susurró,–no es tan simple. Cuándo es de noche, nuestra fuerza y velocidad es probablemente cincuenta veces mayor que una persona común. Si abordara a un tipo, podría matarlo. Si Nicole levantara a otra porrista, podría lanzarla hacia la tribuna.

Reí nerviosamente, imaginando a la mejor amiga de Nicole, Lexie, volando

hacia la tribuna como un Frisbee. Beck frunció el ceño. –Piense en grande. Las porristas y el equipo de fútbol

practican durante el día cuando Nicole y yo somos como todos los demás. Los partidos se juegan después que anochece. Imagina lo que sucedería cuando llegamos a nuestros picos máximos, sin mencionar la oleada de adrenalina.

–Serias la historia principal en las noticias de la red. –Correcto, –exclamó Beck. –No podemos hacerle eso a nuestra madre. Me tranquilicé rápidamente. Ser un medio demonio tuvo sin duda su lado

negativo. Por lo menos yo no tenía que preocuparme cuando el sol se ocultó. Ese pensamiento me recordó no había utilizado la TKP por un tiempo. Después del saque inicial, Beck fue absorbido por el juego y poco dispuesto a involucrarse en una charla ociosa. Aburrida hasta la medula, decidí ver si todavía tenía algo de jugo.

Nicole se inclinaba en la barra metálica que separaba las gradas de la sección

de las porristas, chismeando con Lexie, cuyos pompones colgaban flojamente de una mano.

Concentré mi poder y me enfoqué en los pompones castaños y blancos.

Gradualmente, las vistas y los sonidos del partido de fútbol desaparecieron. Éramos únicamente nosotros dos, los pompones y yo, rodeados por un danzante eje brillante de luz. ¡Envié el mensaje, Elévate! ¡Elévate! Los pompones volaron de la mano de Lexie y se mantuvieron suspendidos en el aire por un breve momento antes de desplomarse pesadamente sobre la cabeza de Nicole como una gigante peluca castaña y blanca. Lexie se quedó con la mirada fija, boquiabierta.

El niño que estaba sentado enfrente de mí se carcajeó. –¡Cho! ¿Viste eso? Nicole arrebató los pompones de su cabeza y se los devolvió a Lexie. Ella miró

alrededor hasta que me encontró en la muchedumbre. Sonreí y agité las manos. Me dio una mirada de advertencia y se giró hacia el juego. Miré a Beck. Él me contemplaba, levantando una ceja en una pregunta no formulada.

Me encogí de hombros. –Debe haber sido el viento. Él se inclinó cerca y murmuró, –Olvídalo, Allie. ¿Piensas que no puedo notar

cuándo haces algo? Vibras como un flujo de energía de 220 voltios. El aire alrededor tuyo cambia.


Yo puedo verlo y sentirlo. Creí que la ofensa fuese la mejor defensa. –¿Le contaste a Nicole que podía

mover cosas con mi mente? –Bien, seguro,– me contestó. Tácito, pero obvio por su tono que me estaba preguntando, ¿necesitas

preguntarlo? Faye siempre dice que la sangre es más gruesa que el agua. Beck y Nicole

tuvieron una unión más fuerte como gemelos que lo que Beck y yo tuvimos como novio/novia, falsa o de otra manera. Llamada de alerta para Allie.

Agradecidamente, el desigual juego fue suspendido en el tercer tiempo

apelando a la “regla de misericordia16” invocada cuándo un equipo llevó la delantera por cuarenta y cinco puntos.

Beck y yo unimos a la multitud pendenciera que se dirigía al gimnasio.

Mientras la muchedumbre nos rodeaba, él pasó un brazo alrededor de mi cuello y me jaló cerca, nuestros cuerpos se presionaron juntos y nuestras zancadas fueron a la par. Le sonreí, consciente de las miradas envidiosas que provenían de la población hembra. Yo pensaba en cuan agradable sería ir al baile con mi cuasi novio cuando sentí una frialdad en la parte posterior de mi cuello. Miré por encima mi hombro y vi a Shane Boldt sonriendo burlonamente mientras caminaba encorvado justo detrás de nosotros.

Él estaba con cuatro otros tipos a los que reconocí como los alborotadores

habituales. Me sonrió burlonamente y se sujetó la entrepierna en un gesto inconfundible. Sus amigos rieron a carcajadas. Antes de que apartase la mirada, noté que él llevaba puesta una cadena de plata alrededor de su cuello. Cualquier cosa que él llevara colgada estaba dentro de su camisa. Ya que él era un Trimark, estaba muy segura que no era una cruz. Debí haberme puesto tensa porque Beck preguntó, –¿estas bien?

A pesar de que el breve encuentro pisoteó todo mi estado de ánimo, le dirigí a

Beck una alegre sonrisa y asentí con la cabeza. No tiene sentido el buscar problemas. Antes de que nos dejasen ingresar al gimnasio, tuvimos que pasar la prueba de

Hostetler-Miller. El Sr. Hostetler, vestido con jeans y una camiseta de Green Bay, se encontraba en la puerta con la Señorita a su lado. El sentido del olfato de Margaret Miller era legendario. La prueba era la siguiente: El Sr. Hostetler saludaba a cada estudiante por su nombre. Cuando el estudiante respondía, la señorita Miller se

16

Es una regla de misericordia, en los juegos de Futbol Americano, Baloncesto y el fútbol. Si uno u otro equipo va ganando con una ventaja de 21 o más puntos, el juego es terminado cuando el equipo que lidera es declarado ganador.


cercaba lo suficiente como para olerle el aliento. Luego, la señorita Miller enseñaba el pulgar hacia arriba o hacia abajo.

El visto bueno significaba que esa persona ingresaba al gimnasio. Los pulgares

abajo debían irse o que se les tomara una prueba de saliva con un hisopo para examinar si habían estado bebiendo. Una vez que entramos al gimnasio, no se nos permitía salir o volver a entrar. En otras palabras, no beber o drogarse en los coches y volver al baile, lo cuál estaba oky - doky conmigo.

El Sr. Hostetler dijo, – Hola, Mr. Bradford. Beck respondió, –Hola. La Señorita Miller se acercó le olió, dio una gran sonrisa y dos pulgares arriba. La misma rutina conmigo, con menos entusiasmo. Beck debió haberla dejado

aturdida. El gimnasio estaba lleno, la música a todo volumen. Nos quitamos los abrigos, y

Beck me jaló hacia la muchedumbre para un baile rápido. Déjenme decirles, que no soy la mejor bailarina del mundo. Mi único novio, Junior, parecía desaparecer cada vez que algún baile estuviera involucrado. Nunca habíamos tenido la oportunidad de bailar juntos. Claro, Manny, Mercedes y yo bailábamos alrededor de su pequeña sala de vez en cuando, pero sus gustos eran la Salsa. Por lo tanto, yo estaba un poco nerviosa.

Afortunadamente para mí, Beck fue un estupendo bailarín. Durante toda la

noche, los músculos de su cuerpo se tensaban. Sus movimientos fueron graciosos pero poderosos. Él pareció no notar la reacción de personas a su alrededor. Las chicas prácticamente babeaban. Los chicos se vieron resentidos. Moviéndome al ritmo decidí relajarme y gozar del momento. Vi a Nicole y Joey al borde de la muchedumbre y le hice gestos con las manos. Nicole me saludo de regreso, aparentemente la situación del pompón estaba olvidado. Si bien ella llevaba puestas sus gafas de visión nocturna, se vio radiantemente feliz. Ella también conseguía unas miradas de envidia.

Repentinamente, fui golpeada por un brazo que se agitaba violentamente. Me

sacó de balance, y tropecé. Sin perder tiempo, Beck me atrapó y me hizo girar alrededor. Seguimos bailando, ambos en la misma dirección, y averigüé quién me había golpeado.

–Lo siento, exclamó hipócritamente Charles Raymond Atkinson Jr., mirando a

través de sus gafas de gran tamaño. Él continuó girando con su amada, Suzanne Maloney. Si me golpeó accidentalmente o no, yo no pude decirlo. A causa de mi enfrentamiento con Suzanne el día de la confusión del vídeo, no sospeché. Pero, después de observar sus maniobras entusiastas pero grotescas de baile, fue obvio que él no tuvo control sobre sus brazos y piernas. Suzanne estaba vestida con un aterciopelado suéter rosado, una cinta de cabello rosa, pantalones jeans rosa,


calcetines y zapatillas rosadas. Ella me dio una mirada asesina, como si fuese mi falla que su inepto novio prácticamente me tumbase.

Desde mi nueva posición ventajosa divisé a Mercedes, quien estaba con

Roberto, uno de sus muchos primos. ¡Ella me dio una gran sonrisa y gritó, –Compruébalo! ¡Manny y Sonja!

Miré hacia dónde ella apuntaba y efectivamente, Manny Trujillo y Sonja Ortega

estaban sonriéndose uno al otro y moviéndose con la música. Manny usualmente va a los bailes solo y baila con todas las chicas que no tengan pareja. Pero ayer, cuando almorzaba, oímos los truenos del acercamiento de Sonja Ortega. Ella estaba imbuida en un par de jeans Spandex, una camiseta que mostraba diez centímetros de vientre y zapatos de charol negro con tacones de diez centímetros. El boquete entre la camisa y los jeans desbordaba por demasiada Sonja. Ella pisoteó fuertemente hasta nuestra mesa, se detuvo junto a Manny y agitó sus pestañas cubiertas con rímel.

¡En lugar de llamarle Manny como todos los demás, ella ronroneó, – Hola,

Mon–…este! Manny, viéndose atrapado, respondió, –Uh, hola, Sonja. Ella le hincó el brazo con una uña roja como la sangre, –Tu. Yo. La noche de

viernes. ¿Qué tal eso? La cara de Manny se puso del color de las ciruelas maduras. Su mirada se

movía frenéticamente entre Mercedes y yo. Sabiamente, nos mordimos nuestras lenguas.

Sonja estuvo de pie sobre él, las manos en sus amplias caderas, esperando una

respuesta. Finalmente, él la contempló, chupándose nerviosamente los labios secos, intentando formular una respuesta.

Sonja sonrió ampliamente. –Tomaré eso como un 'Sí.' El juego empieza a las

7:30. Recógeme a las siete. Sabes dónde vivo... ¿verdad? Manny totalmente enmudecido, sólo pudo asentir con la cabeza. Él y Sonja bailaban al borde de la muchedumbre. Manny reía ampliamente. Es gracioso como resultan las cosas. La canción terminó. La siguiente fue una lenta. Beck me jaló cerca, sujetó mis

muñecas y colocó mis brazos alrededor de su cuello. Con su cuerpo presionado al mío, apenas podía respirar.

Yo llevaba la piedra lunar metida dentro la blusa de seda azul que había pedido

prestada a Faye. Después de examinar el resplandor acalorado en los ojos de Beck, visibles hasta detrás de las gafas especiales, estaba planeando unos movimientos


horizontales, una experiencia increíble y placentera antes de que la noche se hubiese acabado. Sí, Allie Emerson – junto con los Boy Scouts – fue una gran creyente del lema: Siempre Listos. ¡No más consecuencias demoniacas para mí!

La pista de baile estaba atestada, pero divise fácilmente a Shane Boldt bailando

con una cutre – una muchacha que llevaba puesta un top y unos jeans que colgaban tan bajos en sus caderas ella tuvo que ir plan comando17... muy conveniente para Shane, quien tuvo ambas manos plantadas en sus panecillos casi desnudos. Antes de que pudiese apartar la mirada, él me vio y se relamió los labios en un gesto exagerado. Otra vez, tuve el sentimiento que yo debería estar haciendo algo sobre Shane Boldt, pero no supe qué. Él había estado tan impaciente de hacerme saber que él era un Trimark. Por consiguiente, él tuvo que andar por mal camino. Yo consideré contarle a Beck sobre él, pero no quise que piense no puedo cuidarme.

Una hora después, me excusé para ir al baño de mujeres. Beck se acercó a

conversar con su profesor de física, uno de los chaperones. –¡Allie! ¡Allie! Oh, mierda. Antes de que pudiera cambiar de rumbo, estaba cara a cara con la

señorita Yeager, cuya puerta no había oscurecido desde la noche del lunes. – Veo que estás con Beck Bradford,– barboteo la señorita Yeager. Ella se vio categóricamente envidiosa. –Uh huh–. No tuve nada que perder así que le dije, –Mi madre y yo no hemos

tenido noticias sobre nuestra asistente social. ¿Envió usted su informe? –Oh, Allie, hablaremos de los asuntos de la escuela en otro momento. Es la

noche del viernes. ¡Hora de festejar! Ella se escapó culebreando y pescó al señor Hostetler desde atrás. Sorprendido

por la arremetida de la señorita Yeager, él giró, prácticamente derribándola. Me tapé la boca en un intento por evitar reírme, entonces serpenteé hacia el cuarto de baño y me examiné en el espejo. ¡Vaya desastre! Mi cara estaba ruborizada, mi pelo encrespándose. Necesité un momento para alistarme y salí disparada por la puerta, esperando que Beck no hubiera sido cortado por la manada y secuestrado por mujeres depredadoras.

Un numeroso grupo de chicas mayores estaban cerca al cuarto de baño.

Repentinamente, algo enganchó mi tobillo derecho y yo me tambaleé hacia adelante. Caí duramente al piso, mi barbilla primero. Aturdida, yací tumbada desgarbadamente en el piso, escuchando a las chicas reír locamente. Con el sabor de sangre en mi boca, luché para levantarme en mis manos y rodillas y levanté la vista para ver a Shane Boldt y a sus amigos punks disfrutando de mi humillación. Sobre excitadas, las chicas se 17

Ir sin ropa interior.


fueron al cuarto de baño. Me puse de pie y cepillé la suciedad de mis ropas, intentando ignorar a Shane y a sus amigos.

–Bien hecho, Grace,– Shane se burló. –Me hiciste tropezar. –¿Cuál es tu problema, Shane? ¿Tratas de demostrar que eres duro haciendo

tropezar a una chica? Él se acercó, su cara era una máscara de rabia. Di un paso atrás y eché un

vistazo a mi alrededor para ver si podía descubrir al señor Hostetler, pero él estaba en la pista de baile; bailando con la señorita Yeager.

Shane rechifló, –eres una maldita fenómeno, Emerson. No pienses que he

olvidado lo que me hiciste a mí y a mis amigos. La retribución esta por venir. Cuenta con ello.

Comencé a decirle que no me asustaba – Una grande y gorda mentira – cuando

oí un gruñido bajo, fiero, claramente audible a pesar de la fuerte música. Beck se alejó de la pared oscurecida junto al baño de los chicos. En un borrón de movimiento y color, se colocó entre Shane y yo.

–Realmente no te oí,– expresó Beck. –Dilo otra vez. La boca de Shane cayó abierta y él parpadeó. Un paso hacia atrás y fue

flanqueados por sus amigos. Todavía lleno de bravuconería, él se burló, –Es Lógico. Los fenómenos siempre

se mantienen unidos. ¿Qué hay con las gafas, Cuatro Ojos? Tu hermana es un fenómeno también.

Beck estaba tan quieto como una estatua. Cuando habló, su tono era helado y

controlado. –Afuera. Detrás del gimnasio. Ahora.


CCCaaapppííítttuuulllooo 222000

hane sonrió abiertamente a sus amigos. –¿Qué dicen, chicos? ¿Quieren darle unas patadas en el culo?

Personalmente, no pensé que parecieran demasiado entusiasmados. Tiré de la

manga de Beck. –Si nos marchamos, no podemos volver. –Quédate aquí. Te encontraré en el estacionamiento más tarde. Sí, claro. Al igual que iba a esconderme en el gimnasio mientras él luchaba mis

batallas. Cogí nuestros abrigos y me lancé hacia la puerta a tiempo para ver a Beck seguir a Shane y su pandilla en la esquina del gimnasio.

–¡Allie! Manny estaba de pie en la puerta abierta. –¿Qué sucede? –Nada. En serio. Está bien, Manny–, le contesté y salí corriendo. Por mucho que

quería a Manny a mi lado para respaldarnos, él estaría en problemas si fuéramos atrapados por el Sr. Hostetler. Mi aliento se enganchaba en mi pecho cuando pensé en las probabilidades. Beck sólo me tenía a mí. Shane estaba apoyado por otros cuatro chicos. Seguro, Beck es súper rápido y fuerte pero... ¿cinco chicos? ¿Debería volver por Manny o gritar por ayuda? Mi momento de indecisiones terminó bruscamente cuando recordé que lo más probable es que Shane tuviera una navaja.

Doble en la esquina del gimnasio. En la penumbra vi a Shane y sus chicos en un

semicírculo flojo, de espaldas al edificio. Beck estaba aproximadamente a cinco metros de distancia, con sus brazos cruzados sobre su pecho, una leve sonrisa sobre su rostro, como si estuviera observando las payasadas de monos en un zoológico.

Shane dio un paso adelante, con sus manos sin apretar a su lado, contrayendo

sus dedos. –¡El cuchillo!–, grité cuando su mano derecha se sumergió en un bolsillo. –Él

tiene una navaja. La hoja sobre el cuchillo. Shane reunió valor, empujando la hoja del cuchillo

S


hacia delante. –Estoy aquí, cuatro ojos, en caso de que no puedan verme. En mi visión periférica vi a los amigos de Shane extendiéndose, listo para

moverse sobre Beck. La tensión flotaba en el aire como humo de acre. Con mi corazón latiendo en mi garganta, miré alrededor por un arma. Un palo. Una roca. ¡Cualquier cosa! Quería gritarle a Beck, –¡Haz algo!

Pasó tan rápido, que aún no estoy segura de lo que vi. Un segundo, Beck estaba

perfectamente inmóvil, al siguiente, él se había trasladado a una velocidad vertiginosa hacia Shane. Su pierna se acercó en una patada giratoria y el cuchillo salió volando. Shane gritó, –¡Mierda!– y le sujetó su mano. El resto de los chico se detuvieron en seco en su avance.

Beck se dejo caer, agazapado y listo para brincar. Todavía sosteniendo su mano, Shane se volteo a la izquierda y trató de reunir a

sus tropas reacias. –¡Sujétenlo! Él no puede con todos nosotros. Los cinco chicos se apresuraron a Beck. Se fueron hacia abajo, yendo por las

piernas de Beck. El primer chico que lo alcanzó voló por el aire. Encontré mi arma, un cubo de basura metálico con tapa. Supongo que debería haber buscado un cuchillo, pero estaba bastante segura que no era capaz de utilizar eso. Tendría que meditarlo, pensando los pros y los contras y, para entonces, sería muy tarde. Y la acción se movía tan rápido que no podía enfocar mi mente lo suficiente para el TKP. En cambio, agarré la tapa con ambas manos y me metí en la batalla.

Beck lo estaba haciendo bien sin mí. Dos de los chicos de Shane colgaban de sus

manos, donde él los sostenía por la parte posterior de sus camisas. Cuando Shane voló para abordar los tobillos de Beck, éste lo esquivo rápidamente y pateó a Shane en el trasero. Lo seguí, levantando la tapa de metal de la basura y balanceándola con fuerza en la cabeza de Shane. El rugido de furia Shane casi fue amortiguado por el sonido metálico de la tapa cuando ésta saltó de su cabeza y golpeó el asfalto.

Con indiferencia ocasional, Beck les echó un vistazo a los chicos que sostenía en

su apretón de hierro. Él golpeo sus cabezas juntas con suavidad y los lanzó hacia el edificio. Ellos golpearon la pared con un ruido sordo y un gemido. Los miembros restantes del equipo de respaldo de Shane salieron corriendo. Shane se puso de pie, moviéndose hacia atrás poco a poco lejos de Beck, sosteniendo su mano herida. Magullado y maltratado, tuvo que lanzar un último tiro. –¡Mejor cuida tu espalda!

Beck se encogió de hombros. –Lo que sea. Tomó mi mano y me condujo alrededor de la esquina del edificio, donde nos

encontramos cara a cara con Manny, Roberto y cuatro primos Trujillo. –¿Necesitas ayuda, hombre?–, le preguntó Roberto.


–Nah, ellos están acabados,– respondió Beck. –Les patee el trasero. –Bueno, ¡maldita sea!– exclamó Roberto, claramente decepcionado. –¿Déjanos

saber la próxima vez, escuchaste? –Gracias, hombre–, dijo Beck, chocando los puños con Roberto. De repente, mis piernas temblaban con tanta fuerza que casi me caigo. Beck

me sujetó con un brazo alrededor de mi cintura y acercó a él, soportando mi peso. –Esta chica es una asesina con la tapa metálica de un bote de basura,– le contó

a los chicos. –No podía haberlo hecho sin ella. Aquel comentario consiguió unas amplias sonrisas de apreciación del nuevo

club de fans de Beck. Sentí mi labio inferior temblar. No, Allie, no vas a llorar, me dije a mi misma. No delante de todos estos chicos machos. No lloro muy a menudo, incluso cuando me lastimo. Pero, cuando lo hago, mi tiempo es una mierda.

No conseguí un visto bueno de mi condición hasta que llegamos a la Ranger. La

vida no es justa. Beck, que había hecho todo el trabajo, estaba ileso. Ningún cabello fuera de su sitio, ni una pizca de suciedad sobre su ropa. Bajé la visera del sol y casi grité cuando vi los restos de un naufragio mirándome en el espejo. Al parecer me había mordido la lengua cuando caí al suelo. No sólo tengo una barbilla ensangrentada, había sangrado por todas partes la blusa de seda de Faye. Beck sacó una camiseta de algodón y una botella de agua de la consola entre los asientos.

Traté de arrebatarle la camisa de su mano. –Puedo hacerlo. –No te muevas–. Él embadurnó mi cara. Mi lengua dolía y estaba enojada con el mundo por arruinar mi noche perfecta.

Yo estaba aún enfadada con Beck, porque él lo había disfrutado muchísimo. Terminó de limpiar mi rostro y me miró. –¿Estas herida en otra parte? –No,– le espeté, apartando mi mirada. –No estés asustada. Esos chicos no te molestarán más. –Shane es un Trimark,– le contesté. Beck estrechó sus ojos y me miró fijamente. –¿Estás segura? ¿Has visto su

mano? –Oh, sí, lo he visto. Él no podía esperar a mostrármela. La llamarada de color ámbar de sus ojos me dijo que él no estaba feliz. –¿Qué


más no me has dicho? –Me enteré de que hay una segunda profecía unida a la de la Piedra lunar,

divulgada por los Trimarks. Hice una pausa para ver cómo estaba tomando las noticias. Su expresión era de

piedra. –Hay más,– me dijo. No era una pregunta. Asentí. –Es posible que la Piedra lunar tenga propiedades mágicas adicionales

<a las que conocen los Buscadores de Estrellas> Que no sabíamos. Sus labios apenas se movieron cuando habló. –¿Por ejemplo? Respire inestable. –Es posible que pueda ser capaz de detener el tiempo. Beck se sacudió como si lo hubiera pinchado con un palo afilado. –¡Santa mierda!– exclamó, lo que me hizo pensar en la serie de ficción de su

madre cristiana y su preocupación por ir a la iglesia. Me reí. –¿Algo gracioso?– él dijo. –¿O se trata de uno de tus momentos de histeria? Me serene rápidamente y agite una mano. –No importa. –¿Qué dice la segunda profecía? –Básicamente, los Trimarks no descansarían hasta que ellos tengan en sus

manos la Piedra lunar. Mi mano voló al pendiente. –Es por eso que la enterré. Beck frotó su barbilla y pensó durante un momento. –¿Algo más? –Eso es todo excepto por Ruth Wheeler. Ella es un agente del FBI que se

suponía que debía estar aquí hace una semana. Por lo que sé, ella nunca llego aquí. –¿Llamaste a tu papá y le avisaste? –No aún no. Mi mamá piensa que Ruth está encubierta. Beck sacudió su cabeza y encendió el Ranger. –Tienes que llamarle. Algo podría

haberle pasado. –Shane llevaba un abrigo largo, negro en el juego de fútbol–, le conté. Beck retrocedía con cuidado del estacionamiento. –¿Es significativo?


Le hable de mi sueño, aquel donde Mikhail/el chico Shane, vestía un abrigo largo, negro, prendían fuego a una casa luego asesinaban a los inquilinos cuando ellos salían. –Desde luego, esto era solo un sueño–, terminé.

Beck me echó un vistazo. –Allie–, me dijo en un tono demasiado paciente. –

Tienes poderes sobrenaturales. ¿Por qué actúas como si los sueños no significaran nada?

Me Mordí el labio y mire mi mano que cubría la Piedra lunar entre mis pechos.

Yo no tenía ninguna respuesta. Pero de una cosa estaba segura. Beck tenía razón. Tenía que llamar a mi papá. Algo malo pudo haberle pasado a Ruth Wheeler.

Cuando llegamos al remolque, las luces estaban encendidas y un coche grande,

viejo que yo nunca había visto se detuvo al lado de nuestro camión. –Oh, hombre–, Beck respiró. –Mira el coche. Era blanco con la parte de arriba negra. La cubierta parecía tan larga como un

campo de fútbol. –Seguro es grande–, fue todo lo que pude lograr decir. Beck miró con nostalgia a la bestia, sus ojos brillaban apreciativamente. –

¿Sabes lo que es? –Uh, no. ¿Debo hacerlo? –Es un completamente restaurado, Monte Carlo de 1973 de dos puertas. Un

auto robusto, gran modelo. –Apuesto a que es difícil de aparcar. Beck me miró con el ceño fruncido. –Es un clásico. Me encogí de hombros. No podría importarme menos el coche, pero realmente

me preocupaba por su conductor y por qué él/ella visitaba a Faye a estas horas. Un millón de pensamientos pasaron por mi cabeza. ¿Tenía Faye un nuevo novio del que yo no sabía? ¿Un nuevo novio? ¿Eran los trabajadores sociales del Servicio de Protección Infantil que hacen llamadas de medianoche en coches perfectamente restaurados de los años 1970? ¿Pertenecía esto a Ruth Wheeler? ¿O – La idea me hizo temblar – pertenecía el coche a un Trimark que sostenía un cuchillo en la garganta de mi madre y exigía la Piedra lunar?

Sujeté la mano de Beck y lo arrastré hacia el remolque, donde encontramos a

Faye y Benny, el lavaplatos, sentados en el pequeño comedor, bebiendo cerveza. Le miré, ojos saltones; alivio mezclado con indignación mezclado con decepción, mezclado con... cualquiera que sea la emoción sin nombre que me hizo desear poder


volver el tiempo atrás y no entrar en el remolque y ver lo que acabo de ver. Hice una nota mental para comprobar si la Piedra lunar por tal posibilidad.

–Oh, eres tú–, era todo lo que pude lograr decirle a Benny. Faye le presentó Benny a Beck. Benny no se levantó. Tomó un trago de cerveza,

limpió su boca con el dorso de su mano y dijo, –¿Cómo estas, hijo? Beck dijo, –Lindo coche, hombre. Benny respondió, –Gracias. –Gran pieza, ¿huh? ¿Motor de 454? –Sí,– contestó Benny. –Condición impecable. 115,000 millas originales.

Transmisión Hidráulica. Frenos de potencia. Dirección asistida. –Genial–, exclamó Beck. Ya que había recuperado totalmente mi capacidad de hablar durante este

interludio estimulante, puse mis manos sobre mis caderas y miré airadamente a Faye. –¿Qué está haciendo él aquí?

Faye me fulminó con su mirada. –Solo hablamos. ¿Está bien contigo? No me eché atrás. –¿Qué pasa con Roy?–. Le pregunté... como si realmente me

preocupara por Roy. Los ojos enfadados de Faye apenas eran visibles por su estrecha mirada. –Dije,

solo hablamos. Necesitaba compañía mientras esperaba por ti. ¿Qué le pasó a mi blusa?

Faye era una maestra en el cambio de conversaciones a terrenos más seguros,

al menos para ella. –Tuve una hemorragia nasal. No te preocúpese por ello. Si esta arruinada, te

compraré otra en cuanto consiga un trabajo de niñera. Durante este intercambio, Beck con cuidado desenredó su mano de la mía y se

hundió en el sofá, con sus codos sobre sus rodillas, su barbilla en sus manos. Benny deslizó su culo hacia un lado para verme. Odiaba la sensación de su escalofriante mirada que barría sobre mi cuerpo. En vez de mirar airadamente a Faye, lo miré a él.

Se puso de pie y se estiró. –Sera mejor que me ponga en marcha, nena,– dijo,

guiñándole un ojo a mi madre. ¿Nena? Eewww.


Faye salió del comedor y siguió frunciéndome el ceño como si hubiera arruinado su fabulosa vida social. -Te acompañare fuera,– le dijo a Benny.

Me deje caer en el sofá al lado de Beck y retiré mis pies para dejarles pasar.

Antes de que Faye pudiera cerrar de golpe la puerta, le dije, –necesito la tarjeta de llamadas.

Faye se detuvo y me miró. –¿A quién llamarás tan tarde? –Mike Purdy.– Sabía que esto la empujaría hasta el borde. Sus labios se comprimieron en una línea estrecha. Finalmente dijo, –¿No puede

esto esperar hasta mañana? –No,– respondí. –Está en mi bolso–. Faye apretó el paso a la noche. Realmente no quería saber lo que estaba pasando entre Faye y Benny, así que

cogí la tarjeta de llamada de su bolso y marqué.


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o me gustó llamar por teléfono a mi padre, aunque él me había dado el número de su móvil privado. Mike Purdy era un desconocido. En los primeros quince años de mi vida él no había hecho ningún esfuerzo por

contactarme, mucho menos ofrecer soporte, financiero o de otro tipo. Si Kizzy no lo hubiese rastreado en la Internet, no habríamos ubicado del todo. Por supuesto, una vez que él se imaginó que yo era la doncella cuya palma llevaba la marca de la estrella, él fue todo, “Oh, sí. Esa es mi chica.”

Aún así, yo también tenía demasiadas preguntas sin responder. ¿Le había

contado a su esposa e hijos sobre mí? ¿Su esposa sabía sobre Los Buscadores de Estrellas? ¿Y si no lo sabía, estaba yaciendo en la cama al lado de Mike y justo en este minuto, escuchando la parte final de la conversación? ¿La última línea? En el mismo segundo que el teléfono activó el correo de voz, yo estaba colgando.

Beck tendría que haber percibido mi ansiedad. –Si él no contesta, deja un

mensaje. –No es tan simple,– le dije. –Sólo es difícil si tú lo haces difícil. Evidentemente una vieja y buena filosofía del medio demonio Beck. Después de seis tonos, una áspera voz somnolienta graznó, –¿Sí? –¿Mike? –¿Quién es? Mis palabras salieron apresuradamente. –Es Allie. Siento despertarte, pero

algunas cosas están pasando aquí, y Ruth Whiller no ha aparecido, por lo menos no creo que lo haya hecho a no ser que ella esté como encubierta o algo así porque, bueno, no la he visto, y sé cómo es ella porque vino a visitarme al hospital o tal vez está disfrazada, pero aun si lo estuviera, ella se comunicaría de alguna manera conmigo a menos que…

N


–Espera–, me indicó mi padre. Oí el sonido de mantas moviéndose, ruido de pasos y una puerta abriéndose y cerrándose. Miré a Beck. Él rodó sus ojos e hizo la señal universal de cacareo18 rápidamente abriendo y cerrando su pulgar y dedos.

–Oh, cállate–, le dije. Me dio una gran sonrisa. –No dije ni una sola palabra. –Allie–. La voz de Mike fue cortante. –¿Dices que Ruth Wheeler no te ha

contactado? –Eso es cierto–, dije.–¿Crees que algo le pasó? –Consultaré con nuestro hombre a primera hora de la mañana. ¿Dijiste que

algunas otras cosas están pasando? Le conté sobre Shane Boldt, cómo él alardeaba de la marca en su palma, cómo

me había hecho tropezar con él y, ya que Faye estaba todavía afuera, sobre la pelea detrás del gimnasio.

Cuándo finalmente solté todas las palabras, Mike me preguntó, –¿La piedra

lunar está en un lugar seguro? ¿Le habría matado decir: –¿Estás herida? ¿Estás bien? –Sí,– le respondí. –La piedra lunar está en un lugar seguro. Y, en caso de que te

lo estés preguntando, yo también estoy bien. Beck sacudió su cabeza con disgusto y envolvió un brazo a mí alrededor. Descansé mi cabeza contra el hombro de Beck y escuché a mi papá divagar,–

Uh, eh, um… Aparentemente, eso es lo que él hacía cuando la jodía e intentaba imaginar qué

decir. Después de unos pocos segundos, continuó, –Cuando encuentre lo que está

pasando con Ruth, te llamaré. –Si Faye contesta, no le cuentes sobre la pelea. Ella fliparía y nunca me dejaría

ir a otro baile. Mike se rió entre dientes. –Lo tengo. Me alegra que llamaras, Allie. Odio pensar

que la piedra lunar está poniéndote en peligro.

18

Es una mímica que muchos hacemos con las manos cuando alguien habla demasiado, haciendo que la señal parezca un pico de pato abriéndose y cerrándose.


Buen intento, pero un poco demasiado tarde. Tan hipócritamente, le contesté, –Gracias, Mike. Hablamos mañana. Regresé el teléfono a su sitio justo cuando Faye entró. Su cara estaba serena, su

ira se había ido. Recogió los envases y los arrojó a la basura. –¿Contactaste a tu papá? Asentí. –¿Todo está bien? No quería preocuparla. –Probablemente. Quería hacerle saber que Ruth

Wheeler no ha hecho contacto. –Será mejor que entierres esa cosa de nuevo. Sabía que ella estaba hablando de la piedra lunar. Beck se puso de pie. –Hagámoslo ahora. –¿Ahora?–, Faye y yo dijimos juntas. –Ahora–, Beck respondió. El porqué es que, eran exactamente las doce cuarenta y cinco a.m., sujeté la

linterna mientras Beck cavaba un agujero y, una vez más, enterramos la piedra lunar bajo el manzano. Después del entierro, Faye entró, mientras Beck y yo nos despedíamos. Porque la piedra lunar ya no estaba alrededor de mi cuello, y mi lengua dolía como el infierno, ningún beso estuvo involucrado. Caminé con Beck hasta el Ranger y le di un sincero abrazo.

Rocé mis labios contra su oreja y sentí su cuerpo reaccionar con un ligero

estremecimiento. Wau, ¿yo hice eso? –Gracias–, le susurré. –La noche fue... Busqué entre mi grupo de recuerdos la palabra perfecta de las lecciones de

vocabulario que la Sra. Burke me metía en la cabeza. –¡Única!– expresé, triunfalmente. El cuerpo de Beck se estremeció en una risa silenciosa. Él alisó mi cabello y

ahuecó mi cara en su mano. Posó sus labios contra mi sien y se quejó, –Tal vez algún día podremos ir a una cita como todos los demás y no tener algo extraño pasando.


El estruendo de su voz profunda vibró contra la delicada piel de mi sien y envió una mareante ola de sensaciones surgiendo a través de mi cuerpo. Me quedé sin aliento y me estremecí como si hubiese sido arrojada a una cerca eléctrica, momentáneamente olvidando mi lengua herida y el polvo potencial de demonio. Lo jalé y estaba buscando su boca, cuándo él agarró mis muñecas.

Él estaba respirando duro y su voz era ronca. –No llevas puesta la piedra lunar.

No podrías estar protegida de... tú sabes. –Sí, tienes razón. A regañadientes, me aparté y lo miré. –¿Tienes algún otro tipo de

deslumbramiento que yo no conozca? Beck tomó mi mano y la llevó a sus labios. –Tal vez solo estamos atraídos el uno

al otro como adolescentes normales. –¿Tú crees? Faye abrió la puerta y gritó, –¡Allie! ¡Entra aquí antes de tu trasero se congele

completamente! Beck se subió al Ranger y encendió el motor. La ventana bajó. –Hazme saber lo

diga tu papá. Prometí que lo haría y levanté una mano en señal de adiós mientras él

regresaba por el camino de acceso.

* * * Mis sábados tenían una rutina previsible. Primero, el viaje semanal al Friendly

Fred’s Trailer Park a tirar nuestros tachos de basura, algo muy fácil en el verano, pero una verdadera tarea cuando el clima era malo. Si las carreteras estaban nevadas, involucraba poner cadenas en nuestra vieja camioneta. La mayoría de las veces, terminaba en un combate de gritos entre la comandante Faye versus Allie. Afortunadamente, este sábado en particular, las carreteras estaban despejadas y el día de botar la basura fue un éxito bullicioso.

De regreso en el rancho, con nuestra pequeña casa situada exactamente en el

lugar correcto, acababa de conectar la electricidad cuando oí el timbre del teléfono. Mike no perdió el tiempo con una pequeña charla. –Nadie ha oído de Ruth. Ella

está usando sus días de vacaciones. –¿No tenía que reportarse con alguien? ¿Nadie la extrañaba? Oí la ansiedad en mi voz. Me repugnaba pensar que algo malo le había ocurrido


a Ruth Wheeler por mi culpa. –Ella no estaba en negocios oficiales del FBI, y ella vive sola. Mi contacto le

habló a su madre, quien no ha escuchado de ella últimamente, pero aparentemente eso no era inusual.

–Tal vez ella está aquí y esté observándome. El silencio de Mike me dijo que había estado tejiendo los hechos en mi propio

pequeño escenario de fantasía. Tragué saliva. –De acuerdo, asumiendo que algo le ha pasado a Ruth Wheeler,

¿ahora qué? –Otro tipo en nuestra organización es también un agente. Noté que él tuvo cuidado en no mencionar el nombre de nuestra

“organización.” –¡Oh, ese tipo!–. Había sido informada por dos agentes del FBI el junio pasado,

por el asunto del secuestro. Me había gustado a Ruth, pero el otro agente, con sus sudorosas manos blanquecinas y un terrible peinado, me daba mala espina.

Mike continuó. –Él está en otro caso ahora, pero estamos trabajando para

llevarlo allá. Solo asegúrate de que la piedra lunar está en un lugar seguro. –Lo está–, le aseguré. Más tarde, me disponía a ir a la lavandería –mi otra tarea del sábado– cuando

Beck llamó. Le dije lo que mi papá dijo y él reaccionó en silencio. Cuando habló, sus palabras me sorprendieron.

–¿Quieres ir a la iglesia conmigo mañana?


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e camino lo pensé, ¿por qué no? La piedra lunar estaba tomando una pequeña siesta enterrada y, como lo mencioné antes, no estaba segura qué fue lo que me salvó aquel horrible día en la casa de Junior cuando

Revelle olió mi escondite. Pudo haber sido la piedra lunar. Pudo haber sido Jesús. Necesitaba toda la ayuda que pudiera conseguir. Pudiendo también darle a la Iglesia Católica una oportunidad.

Estaba pensando sobre todo eso cuando Beck me recogió la mañana del

domingo para la misa. No sabiendo qué esperar, estaba un poco nerviosa cuando nos detuvimos en el estacionamiento de la Iglesia Católica de San Juan Bautista. Beck comenzó a abrir la puerta.

–Espera,– le dije. –Si San Juan era un Bautista, ¿por qué esta iglesia lleva su

nombre en lugar de Iglesia Bautista? Beck suspiró. –Cielos, Allie, realmente no lo sé. A pesar del tono sarcástico de su voz, insistí. –¿Qué hago durante el servicio? –No tienes que arrodillarte cuando yo lo haga. Sólo siéntate en tu asiento y

agacha tu cabeza. De esta manera, la persona arrodillada detrás de ti no tendrá su nariz metida en tu cabello.

Traté de pensar en gente que conocía que fuera católica. Oh, sí, Bea y Harold de

la cafetería. Tuve una visión repentina de Harold buceando alrededor de mi pelo con su enorme nariz y rompiendo en risas.

Yo todavía estaba riéndome mientras salíamos de la Ranger y caminábamos por

el estacionamiento. Beck, con la frente surcada de arrugas por la preocupación, me miró como si yo fuera una bomba de tiempo a punto de estallar. Mientras él me guiaba a la pequeña iglesia de piedra, me dijo, –No estoy seguro qué es lo divertido, pero es mejor que lo saques de tu sistema antes de entrar.

–No hay problema– contesté, tratando desesperadamente de no pensar en la

enorme nariz temblorosa de Harold. –Puede que lo encuentres difícil de creer, pero sí sé cómo comportarme en una iglesia.

D


Si yo estaba tratando de ponerlo a la defensiva, y funcionó. –Lo siento. Pensé que toda la cosa de la iglesia te estaba llegando y tú estabas, tú sabes, un poco histérica.

Le aseguré que no estaba histérica. Para probar mi punto, le hablé de la nariz

de Harold. Él sonrió cortésmente. Al parecer, él no lo encontraba tan divertido como lo hacía yo. Entonces, se me

ocurrió, que Beck probablemente estuviese nervioso también. Después de todo, él traía a su novia semi-pagana a una tierra santificada y, muy probablemente, al seno de su familia.

–Una cosa más–, continuó. –Durante la Eucaristía, sólo permanece sentada. –Bueno, por supuesto,– contesté, con la esperanza de que averiguar lo que era

la Eucaristía una vez que el programa se pusiera en marcha. –Y, si no quieres hacer el abrazo de la comunión cristiana, sólo estrecha tu

mano. Apreté su mano. –Tu elección... estrechar tu mano o abrazar? Esta vez, la sonrisa llegó a sus ojos. Subimos los escalones gastados de piedra y seguimos a dos mujeres que

reconocí del club de lectura de Kizzy a través de las puertas dobles de madera y en el vestíbulo o, como descubrí más tarde, el atrio19. Una radiante pareja de mediana edad corrió hacia nosotros para darnos la bienvenida. Beck me presentó a Milton y Maisie Duncan, los anfitriones oficiales de hoy. Milton le guiñó un ojo y le dio un puñetazo a Beck en el hombro.

–Nueva novia, ¿eh? ¿Nueva? Geez, ¿a cuántas chicas habrá traído a la iglesia? Le lancé una mirada

mientras Maisie apretaba ambas manos entre las suyas. –Estamos encantados de que estés aquí, Allie.

Murmuré mi agradecimiento, y salieron corriendo a saludar a otro grupo de

recién llegados. Antes de entrar en el santuario, Beck metió los dedos en un cuenco de agua

bendita y se tocó la frente. La vista y el sonido de sus dedos sumergiéndose en el agua evocaban el recuerdo de la noche en su apartamento. Una vez más, sentí el contacto de su mano tibia y húmeda contra mi piel... inhalé el dulce aroma de salvia y lavanda... oyendo el sonido profundo y suave de su voz.

19

The narthex, o el atrio de una iglesia es la entrada o área del lobby, localizada al final de la nave, en la entrada más lejana del altar principal de la iglesia.


Espabílate, Allie, me dije. Estás en la iglesia. Estar pensando en ritos paganos

era probablemente el peor tipo de pecado. Sin embargo, busqué en mi bolsillo, envolví mis dedos alrededor de las piedras

curativas y seguí a Beck por el pasillo. A medida que se deslizaba en el banco detrás de su madre y Nicole, pensé acerca de la extraña existencia de Beck. Era como el resultado de un experimento de ciencia bizarro. ¿Qué obtienes al mezclar a un incubo con una aspirante a monja y agregando una porción generosa de chamanismo de nativos americanos? Beck Bradford, eso es lo que obtienes. La misma idea casi me envió a reír tontamente de nuevo. Afortunadamente, en ese momento, Melissa Bradford se volvió y me dio una pequeña sonrisa apretada. Yo de inmediato me puse seria y transformé mi cara en lo que yo esperaba fuera la mirada adecuada de reverencia.

Yo lo estaba haciendo bien hasta que Nicole se dio la vuelta, me sonrió, y luego

cruzó sus ojos. Tomada por sorpresa, disfracé mi carcajada como una tos. Beck dio una patada al banco por debajo de Nicole, y ella se dio la vuelta. Su madre le susurró a Nicole, girando su cabeza, dándose la vuelta y lanzándonos a ambos una mirada que decía claramente, –¡Compórtense!

Eché un vistazo a Beck, que parecía estar positivamente alegre. ¿Me estaba

trayendo a la iglesia en un pequeño acto de rebelión? ¿Es por eso que estábamos sentados detrás de su madre y su hermana en lugar de a su lado? ¿Estaba usándome para decir, En tu cara, mamá?

El sacerdote, el Padre Francisco Javier McDougal, entró, y se me olvidó todo

sobre las disfunciones de la familia y me sumergí en las imágenes, sonidos y olores de una misa católica. Me levanté cuando los demás lo hicieron, me senté cuando los demás lo hicieron y me incliné hacia adelante cuando llegó el momento de arrodillarse. Incluso descubrí que la Eucaristía era el término Católico de la Sagrada Comunión.

Debido a que Día de Acción de Gracias estaba a la vuelta de la esquina, el

mensaje del Padre McDougal era cerca de apreciar lo que Dios nos había dado. Nicole comenzó a retorcerse y a inquietarse en su asiento. Incluso la mirada de su madre de advertencia no tuvo ningún efecto. Beck estaba mirando a lo lejos por encima de la cabeza del sacerdote, perdido en su propio pequeño mundo. Parecía como si Melissa y yo fuéramos las únicas agradecidas por nuestras bendiciones.

De repente, Nicole se quedó completamente quieta, tan quieta como los santos

de piedra que recubrían el santuario. Alarmada, miré a su espalda. ¿Estaba siquiera respirando? ¿Estaba a punto de tener una convulsión? ¿Un derrame cerebral? Me estaba preparando para empujar Beck con el codo cuando por fin respiró. Conté, mil uno, mil dos, etc.

Recorrí todo el camino hasta un mil veinticinco antes de que ella tomara otro.

Dejé de contar y me quedé sin aliento cuando el aura apareció, un arco iris radiante,


bailando alternadamente quemando y remitiendo sobre su corona de cabello oscuro, como una llama incandescente.

Tiré de la manga de Beck hasta que regresó de dondequiera que hubiese

estado. Él inclinó la cabeza hacia la mía. Le susurré, –¿Lo ves? ¿El arco iris sobre la cabeza de Nicole?

Él estudió a su hermana. –Sí, lo veo. Eso significa que ella se fue a otra parte. Por –se fue a otra parte–, ¿estaba hablando acerca de los viajes astrales? lo

miré, no queriendo creer que él podía ser tan casual sobre algo tan extraño. Necesitaba respuestas.

Después del servicio, Melissa y Beck se mezclaron y estrecharon manos con

otros parroquianos. Nicole se alejó por el pasillo, presumiblemente hacia el baño de señoras. Esperé afuera de la puerta hasta que salió. Ella se sorprendió de verme.

–¿Buscando el cuarto de baño?–, me preguntó. –No, le respondí. –Buscando respuestas. Sus ojos se estrecharon sospechosamente, pero no se alejó. Esperé hasta que el

pasillo estuviera vacío y luego pregunté: –Bueno, ¿cómo lo hiciste? ¿La cosa del viaje astral? ¿Sabías que tienes un aura?

Nicole frunció el ceño. –¿Qué es un aura? –Luces bailarinas por encima de tu cabeza. Beck también lo vio. –¡Oh, Dios mío! ¡Qué vergüenza! ¿Piensas que todo el mundo lo vio? Sabía que Nicole omitiría todo el asunto. Considerando que quería más

información, le dije, –Sólo Beck y yo. Supongo que no sabías que eso pasa durante el viaje astral, ¿eh?

Ella me dio una mirada oscura. –Al parecer, mi querido y dulce hermano no

creía que fuera lo suficientemente importante como para mencionarlo. –Entonces, ¿dónde fuiste? Ella agachó la cabeza y me miró a través de sus pestañas largas y oscuras. –Sé

que debería haber estado escuchando al padre McDougal, pero él sólo era tan aburrido, tuve que escapar. Fui a la parte superior de la torre Space Needle en Seattle, pero estaba nublado. No pude ver nada.

–¿Algún otro lugar? –Yo quería ir a algún lugar cálido, como Disney World. Pero, a continuación,


misa terminó, así que no pude. Sacudí la cabeza con incredulidad. –¿De verdad puedes hacer eso? ¿Dejar tu

cuerpo e ir a otro lugar? Ella asintió con la cabeza. –Se está haciendo cada vez más fácil. –Por lo tanto, ¿no importa si es de día o de noche? –No,– dijo Nicole. –Beck y yo somos diferentes de esa manera. Esperé, pero Nicole se negó a hablar. Me volví hacia el atrio. –Supongo que

debería ir a buscar a Beck y a tu mamá. Antes de que pudiera dar un paso, Nicole me tiró de la manga. –¿Sabes lo que

es raro? –¿Qué?

Extendió una mano y señaló a su marca de demonio. –No tengo idea de lo que

soy capaz de hacer. Yo soy sólo mitad-humana. ¿Qué pasa si hago algo realmente horrible?

Whoa, Nicole estaba desarrollando una conciencia? Por supuesto, nos

encontrábamos en una iglesia. Si tranquilidad era lo que necesitaba, estaba por todas partes.

–No lo harás,– le contesté. –Todo se reduce a tomar decisiones, y no importa si

eres completamente humana, mitad humana o, como yo, una chica pueblerina con una mágica piedra lunar.

Ella esbozó una débil sonrisa. –Da miedo, ¿sabes? Yo le devolví la sonrisa. –Créeme, lo sé.

* * * * Esa noche soñé con mi abuela por mucho tiempo desaparecida, Melia. Vestida

con un vestido largo, verde, ella se subió la falda y corrió por el bosque tras una niña con trenzas rubias. Cada vez que la mujer la atrapaba, la niña gritaba con risas y corría fuera de su alcance.

–¡Faye, detente!– decía Melia. Su voz era alta y dulce, pero entremezcladas con

una nota de pánico. –Espera a mamá. Pero, Faye no quería escuchar. Ella esperaría a su madre para que la atrapara y

luego correría lejos. Por último, llegó a la linde del bosque y se encontró con un prado


iluminado por el sol. Melia se detuvo en el linde del bosque, con su salvaje pelo oscuro enredado y muy rizado, su vestido se enganchado con trozos de musgo y helechos. Su rostro estaba manchado de barro, sus ojos desorbitados por el dolor.

–Vuelve–, exclamó, con voz creciente en el miedo. Pero, Faye no miraría hacia

atrás. Ella saltó por el prado, deteniéndose de vez en cuando para recoger una flor silvestre.

Me desperté del sueño, no gritando de terror como lo hice con mi pesadilla

Baxter (gracias, Beck), pero con un sentido de melancolía. Melancolía. Me acurruqué debajo de mi edredón rosa descolorida, sonriendo al

recordar cómo había agregado esa palabra particular a mi vocabulario. Fue el año pasado, en Inglés de noveno grado.

La señora Burke había dicho, –Melancolía. ¿Cuántos de ustedes piensan que es

una fruta? Mi mano se disparó elevándose a mitad de la clase.

Entonces, continuó, –¿Cuántos de ustedes piensan que es una raza de perro? Todos los demás en la clase, menos uno, levantaron la mano. El único que no

levantó la mano fue Charles Raymond Atkinson Jr., quien se burló y dijo: –Significa tristeza.

Junior Martínez estaba sentado justo detrás de mí. Se inclinó hacia delante y

susurró: –¡Qué imbécil! La señora Burke debería haber estado de acuerdo porque una mirada afligida

se instaló en su rostro. –Estás casi en lo cierto, Charles. Sin embargo, hay un poco más. Hizo una pausa y miró alrededor de la clase. –¿Alguna vez han visto algo en la

televisión, una película que termina con un abrazo grupal? O, tal vez un sello comercial que tira de tu corazón y saca lágrimas de tus ojos?

Todas las chicas asintieron. Los muchachos se quedaron mirando el suelo. –Eso es melancolía. Una tristeza pensativa suavizada por un toque de

esperanza.

Nunca lo olvidé. Mi siguiente pensamiento fue: Pregúntale a Faye sobre su madre y no dejes que se escabulla sin una respuesta honesta. Juré que lo haría cuando llegara a casa del trabajo esta noche.


CCCaaapppííítttuuulllooo VVVeeeiiinnntttiiitttrrrééésss

ara mi gran alivio, Shane Boldt y sus amigos no estaban en la escuela el lunes. Lo último que quería era una segunda ronda de la lucha del viernes por la noche, especialmente en la escuela. Estaba segura que Beck

pensaba que tenía que protegerme, a pesar de saber que yo era la "Chica Asesina de tapas-de-bote-de-basura." Me había ofrecido llevarme a casa, pero le había prometido a Mercedes que la ayudaría después de clases. Nuestro trabajo consistía en mantener a cuatro pequeños Trujillos más Rocky y Ricky, sus primos gemelos de dos años de edad, fuera de la cocina mientras su madre, Juanita y Tía Elena hacían tamales.

Poco después de las seis, cansada más allá de las palabras, caminé a casa,

prometiendo que yo nunca me reproduciría. Mi cabello estaba pegajoso porque Ricky decidió estacionar su Tootsie Pop20 detrás de mi oreja mientras cambiaba su pañal con popó.

Mi camiseta blanca prístina estaba salpicada con manchas de color carmesí,

gracias a las paletas de cereza de Rocky, ¿y las cosas marrones en mis jeans? ¡Qué asco! Todo lo que quería era una ducha rápida, la tarea, y la cama.

Después de abrir la puerta, encender las luces y encender el fuego, vi la luz

parpadeante de mensaje en el teléfono. La voz de Faye. –Allie. Es mamá. Llámame. Ella sonaba, bueno... feliz. Muy extraño, para Faye. Tan extraño que, de hecho,

decidí no esperar hasta que la cena se calentara antes de devolverle la llamada. Sus palabras salieron de prisa. –Roy me echa de menos. Él me envió un billete

de avión. Bea me dijo que podía tomar unos días de descanso, y llamé a Kizzy. Puedes quedarte con ella mientras no esté. ¿De acuerdo?

–Claro– contesté. –¿Cuándo te vas? –Mañana por la mañana. ¿Podrías hacerme un gran favor y plancharme mis

jeans buenos, mi blusa azul y ...–, la lista seguía y seguía.

20

Paleta de caramelo.

P


–Claro– dije, sabiendo la aversión de Faye por planchar. –¿No te importa que me vaya? Vuelvo para el día de Acción de Gracias. Le aseguré que no me importaba en absoluto. De hecho, me alegré de que

estuviera lejos del espeluznante Benny. En comparación con Benny, Brain Dead Roy era la captura del día. Ella estaba

tan emocionada, no podía dejar de estar feliz por ella, por lo menos hasta que le pregunté quién la llevaría al aeropuerto.

–Benny. Después de mi largo silencio, agregó: –Tú sabes, no es tan malo. Dale una

oportunidad. Lo dejé pasar. –Voy a buscar la maleta de debajo de la cama. –Gracias, cariño. Te amo. –Te amo, también. Salté a ducha, lavando el asqueroso-pegoteo y comí un plato de ramen21 antes

de tomar la plancha y tabla de planchar del cuarto de almacenamiento al lado del remolque. Un viento frío soplaba desde el norte. Beck me había dicho que una tormenta de nieve estaba llegando... él dijo que podía olerlo en el aire. No que le creyera. Blaster no estaba a la vista. Probablemente estaba en su caluroso puesto. Nada más que lo mejor para el gran, viejo apestoso de Blaster y su máquina de hacer dinero, el esperma del tío Sid vendiéndose en línea. En el momento en que regresé al interior, mis dientes castañeteaban, y yo estaba realmente esperando a planchar porque sabía que me haría entrar en calor.

En mi mundo, el planchar era un gran dolor en el trasero porque Faye no me

dejaba mantener la plancha en la casa. Supongo que pensaba que la dejaría por allí y quemaría el lugar. Ubiqué la tabla de planchar -que ocupaba toda la sala de estar- enchufé la plancha y encendí la televisión. Mientras estaba planchando los pantalones vaqueros buenos de Faye, me di cuenta que no podía arruinar su día a golpe de martillo con preguntas sobre Melia. Tenía dos opciones. Podía esperar hasta que Faye regresara, o podía tomar el asunto en mis propias manos.

Miré a mí alrededor en búsqueda de la guía telefónica. Si encontraba el libro de

teléfono, llamaría Claude Emerson. Si no lo hacía, esperaría hasta que Faye volviese. Encontré la guía telefónica. El pequeño diablo en mi hombro, dijo, ¿Por qué no? no es una llamada de larga distancia y Faye no te dirá nada. Lo necesitas saber.

Antes de que pudiera arrepentirme, marqué el número del abuelo Claude.

21

Sopa instantánea de fideos chinos.


Después de tres timbres, él atendió el teléfono y dijo: –Este es Claude Emerson. Abrí la boca pero no salió nada. Oh, mierda! ¿Por qué no pensé en esto antes

de marcar? Después de un par de molestos 'Holas'? y sus murmuros maldiciendo, sentí que

se estaba preparando para cortar de golpe la llamada. Junté mi valor y dije con voz ronca: –Hola. Soy Alfrieda. Respiraba en el teléfono, húmedas inhalaciones roncas que me hacían temblar. –Alfrieda–, repitió. –¿Cómo está tu madre? –Oh, ella está bien. En realidad, ella es la razón por la que te llamo. Ella no me

dijo nada, y realmente necesito saber acerca de mi abuela, Melia. –Oh, lo necesitas, ¿eh? ¿Le preguntaste sobre Melia? Su voz era fuerte. Tuve la sensación de que el abuelo Claude no era tonto. –Yo en realidad no la mencioné por su nombre. Se rió en el teléfono. –Así que, ahora se supone que tengo que llenar los

espacios en blanco. ¿No es así? –Aunque sea algunos de los espacios en blanco estaría bien. Como por ejemplo,

¿a dónde fue Melia? ¿Por qué dejó a su hija? ¿Qué quisiste decir cuando dijiste que Faye era infeliz a causa de lo que es? Y, ¿por qué...?

–¡Alto! Dijiste 'algunos de los espacios en blanco.' Elije una. Castigada, me quedé en silencio por un momento. –Bueno, la de Faye. Más respiración ronca. Por último, el abuelo Claude dijo, –Faye tiene que

decirte por qué ella es infeliz, pero aquí hay algo para pensar. Yo voy a hacer preguntas. Basta con pensar en ellas. No respondas. ¿Listo?

–Sí. –¿Te has preguntado por qué tienes, digamos, habilidades especiales? Me quedé helada. ¿Cómo sabía el abuelo Claude? Tal vez no lo hacía. Tal vez

estaba buscando información. –Habilidades especiales? ¿Como qué? Él rugió en el teléfono. –No trates engañarme, Alfrieda. Sé sobre la piedra


lunar. Sé de los contenedores de manzana. Él me asustó tan mal que casi dejo caer el teléfono. –Oh–, respondí, sintiéndome como una idiota. Me preguntaba cómo se había

enterado, pero tenía miedo de preguntar. Y continuó: –¿Y por qué, de todos sus novios, Faye eligió a Mike Purdy para ser

el padre de su bebé ... Mike Purdy, quien tiene mejor mojo para sí mismo?

¡Whoa! ¿Faye eligió a Purdy Mike? Definitivamente no es la historia que me había dado.

–¿Sigues ahí, Alfrieda? Tragué saliva con fuerza. –Estoy aquí. –Piensa en ello. Combina el ADN de Mike Purdy con... Hizo una pausa. –¿Con qué? –No importa. Digamos, que es único en varios sentidos. Yo no sabía cómo responder, por lo que no dije nada. Por último, dijo, –¿Alguna vez has escuchado la frase, A ti mismo sé fiel? –¿Es de la Biblia? –William Shakespeare. Alimento para el pensamiento. –¿Para mí o Faye? Él suspiró profundamente antes de contestar. –Faye, por supuesto. Tú, Alfrieda

Carlotta Emerson, estás en el camino correcto. –¿Qué pasa con Melia? –Meliá es mi problema–, respondió, y colgó el teléfono. Miré fijamente el

receptor, mi cerebro dando vueltas en confusión. ¿Estás feliz ahora, Allie? ¿Has obtenido las respuestas a tus preguntas? ¿Sabes más sobre Melia? ¿Sabes por qué Faye odia al abuelo Claude?

No, no, no y no!

* * * *

–Pensé que Beck te llevaría a casa–, dijo Mercedes mientras me dejaba caer en


el asiento junto a ella. Yo había casi perdido el autobús. Patti se estaba alejando de la acera cuando me vio en el espejo retrovisor.

Eché la mochila al suelo y crucé mis piernas. Fuertemente. Tratando de no

pensar en mi vejiga a punto de reventar. –Iba a hacerlo, pero la señora Burke le pidió que se quedara a corregir

documentos. Hablamos durante un rato. Cuando miré el reloj, tenía que darme prisa para coger el autobús que me dejó sin tiempo para ir al baño, y estoy a punto de orinarme los pantalones.

Mercedes rió histéricamente. Cory Philpott, sentado en el pasillo, me lanzó una

mirada malvada, interesada. Desde nuestro encuentro anterior en el autobús, cuando casi lo dejo calvo, me

dejó en paz. Me fulminó con la mirada hasta que él se volvió y miró por la ventana. Bajé la voz y hablé con Mercedes. –Beck me recogerá más tarde. Necesito

empaquetar mis cosas porque me quedaré con Kizzy mientras Faye no esté. –Oh, sí–, contestó Mercedes. –Se me olvidó. En ese momento, Patti golpeó un bache enorme. Apreté las piernas juntas y

murmuré. Mercedes se rió. Cuando finalmente llegamos a nuestra parada, agarré mi mochila y salí corriendo a la parte delantera del autobús. Bailé en el lugar mientras que las puertas se abrían lentamente.

Patti opinó: –Tienes que irte, ¿eh? –Gran momento, dije mientras me lanzaba escaleras abajo. –Nos vemos

mañana. El llamado insistente de la naturaleza debe haber ahuyentado todas las demás

cosas fuera de mi mente, incluso mi instinto de supervivencia. Probablemente por eso me enamoré de la más antigua estafa de la historia. Normalmente, tengo la llave de la casa en mi mano antes de llegar a bajar del

autobús para poder abrir la puerta, entrar y tirar mi mochila en el sofá. El día de hoy, había estado tan concentrada en no mojar mis pantalones, que había olvidado la llave.

Me deshice de mi mochila en el suelo y abrí la cremallera del bolsillo donde

guardaba la llave. Oh, mierda! No estaba allí. Estaba pensando seriamente en escabullirme detrás del establo cuando Benny apareció en la calzada en la monstruosidad en blanco y negro que Beck encontraba tan fascinante.


Antes de que pudiera formar otro pensamiento, saltó del coche y se precipitó hacia mí, una mirada de pánico en sus ojos.

–Gracias a Dios que estás aquí, muchacha. Es tu mamá. Ella ha sido herida. Una mano helada se cerró alrededor de mi corazón y lo apretó. Mi boca se

abrió y se cerró, pero no salió ningún sonido. Cuando por fin pude hablar, mi voz sonaba como si viniese de un lugar lejano. Sacudí su manga con una mano temblorosa. –¿Dónde está ella? ¿Está bien? ¿Se accidentó el avión?

Benny me agarró del brazo y me llevó al coche. –No, el vuelo se retrasó debido

a la niebla. Ella conducía de regreso a Peacock Flats y la chocaron por detrás. Ella está en el

Hospital Regional del Vista Valley. Te llevaré allí. Abrió la puerta del lado del pasajero, me tiró en el asiento de vinilo donde me

senté, aturdida, mientras volvía el auto y se dirigía a la carretera. Más tarde, recordaría las pequeñas cosas que no cuadraban.

El coche tenía un olor extraño, un olor que no podía identificar, y el pánico en

los ojos de Benny se desvaneció rápidamente, sustituido por su habitual expresión de indiferencia.

Incluso paralizada por el miedo, sabía que estaba jodida cuando Benny llegó al

final de la calzada y giró a la derecha. El coche patinó violentamente en la carretera helada mientras aceleraba lejos de Vista Valley y del hospital. Mi corazón saltó en mi garganta mientras buscaba la manija de la puerta. –¡Alto! Vas por el camino equivocado. ¿Qué ...?

Oí un sonido proveniente desde el asiento trasero. Miré detrás de mí, una

oscura, amenazante presencia se irguió. Una mano enguantada extendió la mano, sujetando mi cabello con un agarre de hierro y tiró mi cabeza hacia atrás en un ángulo doloroso. Con mi cuerpo superior me mantuve firme contra el asiento de atrás, grité y pateé a Benny, pegándole sólidamente en el muslo. Él maldijo y me golpeó en la cara con un revés vicioso.

–Por el amor de Cristo, consigue la cosa. ¿Cuál es tu problema allá atrás?–. Él

gruñó a su cómplice en el asiento de atrás. ¿La cosa? Luchando con pánico, pateé, grité y giré mis puños violentamente en

mi asaltante desconocido. Mientras me preparaba para otro asalto a Benny, un brazo rodeó mi cuello y lo apretó. Yo todavía era capaz de respirar, pero casi de inmediato, destellos comenzaron a explotar detrás de mis ojos, y mi mundo se volvió borroso alrededor de los bordes. Yo estaba luchando desesperadamente por aferrarme a la conciencia cuando sentí el pinchazo de una aguja en mi brazo y entonces... luces fuera para Allie.


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magínate despertar con las muñecas y los tobillos atados con cinta adhesiva y a Shane Boldt mirándote con desprecio ¿Puede haber algo peor que eso? Oh, sí. A todo lo anterior, agrégale jeans empapados, húmedos y fríos. Mi

primer pensamiento racional fue, ¡Oh, no, me orine en mis pantalones! cuando debería haber pensado, ¡Tú estúpido idiota! ¡Tu vida está en peligro!

En lugar de estar terriblemente asustada, me sentía como un niño pequeño que

se había mojado los pantalones en la escuela dominical. Avergonzada y apenada. La última persona que quería fuese testigo de este espectáculo era Shane Boldt.

Yo estaba en una posición que la señora Burke llamaría insostenible (carencia

de sonido racional o de tierra elevada que hace la defensa posible). Demasiado mareada y desorientada para utilizar PTQ, la única arma que tenía era mi boca, que no dudé en utilizar, a pesar de que estaba acurrucada en una alfombra apestosa mirando a dos Trimarks. Shane estaba de pie frente a mí y Benny estaba a unos pocos metros en una silla de respaldo recto apoyada contra una mesa de madera. Tenía una lata de cerveza abierta en una mano y un móvil en la otra.

–Hay gente buscándome ahora mismo. Puedo nombrar tres. ¿Quieres saber

quiénes?–, bramé. Benny no me hizo caso. Shane dijo: –Sí, claro. Tratando de ignorar mi estómago turbulento y a mi golpeada cabeza, repetí: –

Sí, claro. Empecemos con un agente del FBI. ¿Sabían que tengo uno vigilándome? Shane miró a Benny, quien sonrió y dijo: –No hizo un buen trabajo. Bueno, era posible que mi mente no estuviese funcionando bien. Intente otra

cosa. – Se supone que estoy en la casa de una amiga. Si no me aparezco, ella llamará al

alguacil. No debe ser muy difícil encontrarlos chicos, especialmente porque ustedes

I


conducen un decrepito coche viejo. Benny se calló y colocó el móvil y la cerveza sobre la mesa. Dos zancadas y él

estaba sobre mí, su mano sujetando mi cola de caballo. Él tiro de mi cara acercándola a la suya. Me mordí los labios para no gritar. Caray, si yo sobrevivía a esto, tendría suerte de que quedara un solo pelo en mi cabeza.

–Escucha, niña– susurró. –Y escucha bien. Sólo voy a decirlo una vez.

Cuando él habló, la saliva voló de su boca y corrió por un lado de mi cara.

Retrocedí y traté de apartar la vista de su gris e insensible mirada. Él dio otro tirón a mi cabello. –¡Mírame! Esta vez, no pude reprimir un gemido de dolor. De mala gana, me encontré con

sus ojos llenos de odio. Benny continuó, –Nadie, repito, nadie, te está buscando. Tu amiga, Kizzy, recibió una llamada diciendo que el vuelo de tu madre se retrasó y no te quedarías con ella esta noche. Tu madre, por cierto, está fuera de todo esto. Ella probablemente se esta echando un polvo con su novio mientras hablamos.

A pesar de su comentario despectivo, lancé un suspiro de alivio. Por lo menos

Faye estaba bien. Ahora, todo lo que tenía que hacer era salir por mi misma de este lío.

Benny me dio otro pequeño jalón a mi pelo. –Oh sí, el agente del FBI. Que hay

sobre eso, Shane. ¿Tienes miedo del viejo malo del FBI? –No,– dijo Shane, pero lanzó una mirada preocupada a Benny. –Ya que no hay

realmente un tipo del FBI? Benny liberó mi pelo y me empujó hacia abajo sobre la alfombra. –Por supuesto

que no, tonta de mierda! Él regresó a su silla y sorbió un poco de cerveza. Shane estaba encorvado sobre

un sofá de aspecto andrajoso cubierto por una colcha de ganchillo sucia. Cuando se dejó caer, el sofá dio un grito siniestro y envolvió su cuerpo como si estuviera tratando de comérselo. Él se movió con inquietud, con las rodillas por los codos.

–¿Puedo encender el televisor?–, le preguntó a Benny. Benny se encogió de hombros. –Adelante. Shane se levantó del sofá carnívoro y encendió un viejo televisor, a blanco y

negro, colocado sobre un soporte de metal. Mientras el cambiaba los canales, comprobé lo que me rodeaba. Estábamos en la sala de lo que parecía ser una casa extremadamente vieja y pequeña. La alfombra desgastada olía como si los gatos hubiesen estado usándola por caja de arena. Yo estaba en una posición para saber eso ya que mi mejilla estaba presionada contra ella. Las altas, y estrechas ventanas estaban


cubiertas con cortinas sucias fuertemente atadas. Una sola bombilla de luz quemada en el alto techo. Rodé sobre mi espalda para así poder ver el otro lado de la habitación. Vi dos puertas cerradas. ¿Un armario?

¿Un baño? El aire en el interior era frío como si la casa hubiese estado

desocupada durante mucho tiempo. Me estremecí en mis pantalones mojados, agradecida de que llevaba puesto mi abrigo.

Después de una explosión de estática y maldiciones murmuradas de Shane,

finalmente se detuvo en un programa de juego que yo sabia que comenzaba a las 6:00 pm. Sorprendida, me di cuenta de que había estado fuera de combate por un par de horas. Me preguntaba con que ellos me habían disparado y esperaba no vomitar. Ya era lo suficientemente malo que mojase mis pantalones.

Shane regresó al sofá. –¿Cuánto tiempo tenemos que estar aquí? El hizo un puchero, como si él tuviese cosas realmente más importantes que

hacer. Yo estaba bastante segura de que no era la tarea. Benny miró el móvil. "No falta mucho." –¿Cuando ella va a llamar?–, Shane se quejó. –¡Cállate!–, Benny gruñó. Hmmm. Benny no quería que yo supiera como ella estaba involucrada. Por

qué? Me pregunté, revisando en mi mente por posibles Trimarks femeninas. Cuando el teléfono sonó, Benny se abalanzó sobre él.

–Sí,– dijo. El escuchó durante un tiempo, sin comentarios, mirándome de vez en cuando.

La mirada de anticipación en sus ojos era inconfundible. Luché contra el terror creciente dentro de mí y consideré mis opciones.

La mayor parte de la vaguedad en mi mente se había disipado. ¿Podría usar el PTQ que tenía en contra de Baxter? Era superada en número,

dos a uno. No era bueno. Pero, a falta de otras opciones, valía la pena intentarlo. Miré a mí alrededor por posibles armas. Antes de que pudiera establecer un plan, Benny cerró el teléfono y me dio una cruel sonrisa. Dejó el teléfono y se acercó a mí.

–Ni siquiera pienses en hacer esa cosa con tu mente. Me pareció ver un atisbo de miedo en sus ojos y presioné más. –Eres un


Trimark, probablemente uno de bajo nivel. Yo manejo mucho mas poder que tú. Benny habló a Shane por encima del hombro. –Ven aquí. Shane salió del sofá y se unió a Benny. –Abre el armario, ordenó Benny. Shane se acercó a una de las puertas cerradas y la abrió, revelando su interior

de color negro. Esto no iba bien. –Espera–, grité y traté de rodar lejos. Benny me agarró por la cintura, me alzó en el aire y me tiró en el armario. Mi

cabeza rebotó en la pared. Aterricé en mi brazo y hombro izquierdo, jadeando de dolor.

Benny me miró con una sonrisa. –Sí, tú eres realmente muy poderosa está bien. Shane se reunió con él. Estaban de pie al lado del otro, bloqueando mi visión de

la sala de estar. Todavía estaba sin aliento luchando contra el dolor en mi hombro. Cuando fui capaz de hablar, le pregunté, –¿Qué quieres?

–La piedra lunar, por supuesto. ¿Qué más? Okay, Allie, concéntrate. Imagínate vertiendo gasolina sobre Benny y Shane.

Cerré los ojos para concentrarme. Yo estaba preparándome para dar el golpe cuando Benny extendió la mano y me sujetó la cara, los dedos clavándose en mis mejillas.

–¡Ay! Suéltame!–, lo curioso sobre el dolor. Es que bloquea todo lo demás de tu

mente. Traté de zafarme de las viciosas garras de Benny, pero él se aferró a mis mejillas

como un bulldog con un filete carnoso. –Escucha, perra– gruñó Benny. –Este es el trato. Tienes hasta las ocho en punto

de mañana por la mañana para decirnos donde esta la Piedra Lunar. Si no lo haces... Él hizo una pausa y miró a Shane, quien me sonrió. –Un montón de gente

morirá, y será tu culpa. Tú y sólo tú puedes evitar que eso suceda. Todavía atrapada entre sus dedos como tenazas, yo jadeé, –Si te doy la Piedra

Lunar, me vas a matar. No hay razón para mantenerme con vida una vez que la tengas. Sus ojos vacilaron distantes, luego se enfocaron. –No es cierto. Una vez que

tengamos la Piedra de Luna, te dejaremos ir.


Yo sabía que estaba mintiendo, pero no dije nada. ¿Que podría decir? –Una cosa más–, continuó Benny. –Tú le dices a alguien acerca de esto, esa

persona y uno más morirá. Le dices a dos personas al respecto, cuatro mueren. Lo comprendes?

–Sí,– dije. –Comprendo. Por último, afortunadamente, él soltó mi cara. –Que tengas buena noche, cariño. Nos vemos en la mañana. Dio un paso atrás y cerró la puerta, dejándome en la oscuridad total. Amarga y

fría oscuridad. Les oí salir de la casa y encender el coche. Llena de temor, hasta que escuché el

sonido del motor desvaneciéndose a lo lejos, y todo lo que pude escuchar fue el latido de mi corazón. Entonces el pánico con el que había estado luchando anteriormente, se levantó como una ola gigante y se estrelló sobre mí. Simple y llanamente, lo perdí. Luché contra mis restricciones y grité pidiendo ayuda hasta que mi garganta estuvo a carne viva. Finalmente, agotada física y emocionalmente, me tendí, gimoteando, sobre el piso del armario.

Bueno, Allie, eso no funcionó. ¿Cómo podría? ¿Crees que Benny fue lo

suficientemente estúpido como para aparcarte en el centro de un barrio lleno de gente? Piensa. Respira.

Empecé a respirar profundamente, contando mientras inhalaba el aire adentro

y afuera. Inhala, uno-dos-tres-cuatro-cinco. Exhala, uno-dos-tres-cuatro-cinco. Mi corazón acelerado se redujo a un ritmo constante-pum-pum y mi ingenio volvió. Primera orden del día: liberarme. Empuje el ultimátum de Benny sobre la Piedra Lunar en un pequeño compartimento en la parte trasera de mi mente y lo etiquete como Asunto Futuro. No pienses en eso ahora, Allie. Sólo averigua la manera de salir de este congelador.

Mis brazos estaban atados detrás de mi cuerpo. Mis tobillos estaban

inmovilizados. Yo había visto a una mujer en la televisión lo suficientemente flexible para

agacharse y empujar su cuerpo a través de sus brazos atados. Si pudiera tener mis manos delante de mi cuerpo, podría ser capaz de levantarme a mi misma, abrir la puerta y salir de un salto por la puerta principal. Tenía que haber una carretera que conducía a la casa, pero no había escuchado ni un solo coche.

¿Tendría que saltar un kilometro y medio por una rustica carretera con la

esperanza de que alguien pasara y me llevara? Después de varios intentos dolorosos para retorcer mi cuerpo y empujar mi trasero a través de mis brazos, lo taché de mi


lista. Mi única opción era la PTQ. Apenas el viernes pasado, había hecho que los pompones de una animadora flotaran a través del aire.

Todavía tenía el jugo. Pero, ¿podría hacerlo, aquí en la oscuridad, encerrada en

un armario? Tomé respiraciones profundas y centré mi mente. La oscuridad era completa, yo estaba colocada frente a la puerta.

Ningún rastro de luz. Benny debía haber apagado la bombilla del techo antes de

irse. Si yo pudiera abrir la puerta, tal vez de alguna manera podía llegar a ponerme

de pie. Un rayo de esperanza surgió a la vida en algún lugar en la cercanía de mi

corazón. Llamé a mi fuerza y traté de visualizar la puerta. Seguí su perímetro en mi

mente y empecé a llenarlo desde arriba hacia abajo, entonces, retrocedí hasta que llegué a la perilla de la puerta.

–Ábrete– susurré. –Ábrete. Oí un chirrido oxidado que tenia que ser la perilla girando. –¡Sí!–, grité. –Hazlo, idiota! ábrete! Oí un chasquido mientras el pomo de la puerta liberaba el pestillo.

Tomando otra respiración profunda, me concentré en usar mi mente para

empujar la puerta abierta. Duro. Más duro! Traté de ignorar el dolor punzante en el hombro y rodé hasta que estuve tocando la puerta. La empujé con mi cabeza y sentí que se movía unos cuantos centímetros. Prácticamente mareada de alegría, la golpee de nuevo, mas fuerte esta vez. Esta vez, la puerta chocó contra un obstáculo, rebotó y se cerró de nuevo. Mi corazón se hundió hasta la parte superior de mis calcetines empapados. Benny había bloqueado la puerta con algo pesado, ¡maldito sea que se vaya al infierno!

¿Podría quitarlo de en medio? Intenté una y otra vez hasta que mi cabeza

martilleaba por el dolor y sentía que la amarga bilis aumentaba en mi garganta. Me las arreglé para abrir la puerta de nuevo, pero no pude mover lo que fuera que estaba bloqueándola. Mi fuerza se agotó por completo.

Sin esperanzas de escapar, me vi obligada a pensar sobre la amenaza de Benny.

Si yo no le entrego la Piedra Lunar, una tormenta de muerte y destrucción llovería sobre gente inocente, muy probablemente mis amigos y mi familia. ¿Podía vivir con eso en mi conciencia? Por otro lado, si los Trimarks conseguían la Piedra Lunar, el


resultado sería violencia a una escala mucho mayor. Esta era una decisión que nadie debería tener que hacer, especialmente una chica de quince años de edad. Una parte de mí oró por la mañana. La otra parte de mí deseaba que la mañana no llegara nunca.

Fría, miserable y angustiada, apreté mi frente contra la puerta que no podía

abrir y sollocé.


CCCaaapppííítttuuulllooo VVVeeeiiinnntttiiiccciiinnncccooo

éjame decirte, que pasar la noche congelándome en un frio armario no es ningún paseo por el parque. Yo no lo recomendaría, ni siquiera para forjar el carácter. Lo que fuera que Shane me inyectó en el brazo me

produjo extrañas, y raras alucinaciones y pesadillas. No podría decirlo, ya que no sabía si estaba despierta o dormida. Extrañamente, en un punto, pensé que Nicole estaba conmigo. Se veía un poco agotada- algo inusual para la diva de la moda Nicole-, pero en mi trance, o lo que sea, dijo, –Oh, así que aquí es donde estás–. Lo juro por Dios.

Cuando estás en un entorno negro y en un estado alterado, el tiempo no

significa nada. Estuve agonizando un tiempo acerca de la imposible situación en la que Benny me había puesto, pero entonces el viaje en mi cabeza se torno confuso, es una palabra demasiado suave para expresar lo que yo sentía.

La acción comenzó cuando yo estaba enfrascada en una conversación con

María Antonieta, cuya cabeza, en caso de que no lo sepas, fue cortada en 1793. Ella tenía la cabeza bajo el brazo, lo que hacia realmente difícil concentrarse, porque no estaba segura de dónde mirar, y parecía que ella no sabía que su cabeza se suponía debía estar sobre sus hombros. Y, oh sí, su cabeza además estaba hablando francés.

Debido a que estoy en el primer año de francés, sólo podía entender cada

quinta palabra. Estaba a punto de pedirle que hablara más lento, sil vous plais, cuando oí un tremendo ruido fuera del armario y una delgada franja de luz apareció bajo la puerta del armario. Una voz de hombre gritó: –Allie! Allie! ¿Dónde estás?

Le dije: –Excusez-moi–, a la cabeza de María y respondí, –En el armario! Mi voz sonaba toda temblorosa y débil, como cuando Kizzy estaba en el

hospital. Al instante siguiente, oí una maldición de la misma voz masculina y el sonido de algo pesado chocando contra el suelo. La puerta del armario se abrió y Beck llenó la puerta abierta, su oscura figura enmarcada a la débil luz amarilla de la bombilla. Antes de que pudiera decirle a María Antonieta "Adieu", él me recogió del suelo, me estrechó cerca y hundió su cara en mi cabello.

–Allie–, susurró. Un temblor sacudió su cuerpo y sus brazos apretados a mí

alrededor.

D


–Pensé que te había perdido. Cuando él levantó la cabeza, vi una sola lágrima arrastrarse por su mejilla. –De

ninguna manera–. Me acurruqué a su pecho, deleitándome con el calor de su cuerpo. –Yo estaba a punto de salirme de aquí. Pero tenia que esperar hasta que Marie se fuera.

Él me miró de forma extraña, la frente arrugada por la preocupación. –Marie? –Sí, María Antonieta. Tenía la cabeza bajo el brazo y... –Vamos a salir de aquí–, Beck me interrumpió. –Nicole esta en el camión.

Puedes contarnos sobre María Antonieta de camino a casa. Desenterré la piedra lunar luego Nikki utilizo el viaje astral y la piedra lunar para encontrarte.

Yo le sonreí. –Sí, la vi en el armario. Ella dijo, 'Oh, así que aquí es donde te

encuentras´ Yo pensé que estaba soñando. Todavía sosteniéndome apretada contra su cuerpo. Beck atravesó la puerta

principal que había pateado y avanzo trabajosamente cruzando mas o menos unos treinta centímetros de nieve hacia la camioneta. Cuando llegó al camión, el motor estaba en marcha, los penachos de los gases de combustión eran visibles en el aire frío de la noche. Nicole tiró la puerta abierta. Ella miró a Beck, una gran sonrisa en su rostro. –Lo hice! La encontré!

Beck le sonrió. –¿Seguro que lo hiciste. Ahora, muévete. Tú manejas. –De ninguna manera!–, gritó ella. Beck me abrazó con fuerza contra su pecho. Él miró a su hermana, sus ojos

brillaban peligrosamente. –Puse cadenas en los neumáticos. Vas a estar bien. Aún quejándose, Nicole salió del camión y se movió al lado del conductor,

mientras que Beck quitaba la cinta adhesiva de mis brazos y piernas. Él subió la calefacción al máximo. El chorro de aire caliente se sintió tan bien, quería expresar mi agradecimiento, pero las olas de agotamiento se estrellaron contra mí con tanta fuerza, que apenas podía tartamudear, –Se-se-se siente bien.

Yo no era consciente del camión moviéndose hasta que Beck me sacudió, no

muy suavemente. –Despierta, Allie. –Estoy muy cansada–, murmuré. –Quiero dormir. –¡No!–, expresó Beck bruscamente y me pellizcó las mejillas, lo que duele como

el infierno, me senté para poder perforarlo con la mirada pero me ignoró y se dirigió a su hermana. –Tengo que mantenerla despierta hasta que logremos que se caliente. La hipotermia.


De repente, yo estaba muy enojada con Beck para no dejarme dormir. Mis

palabras se fueron arrastrando hacia fuera y en el orden equivocado. –Ósea, tu eres... no me gusta!

Dos cosas pasaron que me sacaron completamente de mi letargo. Beck me dio

un despiadado tirón en el pelo y se las arregló para golpearme el mismo lugar que Benny, y Nicole, dijo, –Eewww, que huele así?

–¡Ay!– le di una palmada a la mano de Beck. Él relajó su férreo apretón y

sonrió. –Me mojé en los pantalones. ¿De acuerdo? No pude hacer nada. In-In-inevitable.

Beck asintió solemnemente. –Sucede. Nicole, que no quitaba los ojos de la carretera, se limitó a asentir. –Hay una tienda de conveniencia más adelante–, dijo Beck. –Detente allí. Ella

necesita café. Lo fulminé con la mirada. –Odio el café. Él me dio unas palmaditas suavemente. –Ya lo sé. Yo maldije, gemí y continué, pero me bebí el café. Realmente no tenía elección.

Mis manos eran tan inestables, Beck me acercó la taza a los labios, asegurándose de que ingiriera cada gota. Cuando nos acercamos a Peacock Flats Road, la cafeína se hizo presente y espantó la falta de claridad. El reloj iluminado en el tablero marcaba las 03:58. Mi cerebro durmiente surgió a la vida, cambió de engranajes y zoom directamente a toda marcha. –¡Oh, Dios mío!– grité.

Sorprendí a Beck tanto que se golpeó la cabeza contra la ventana trasera y

maldijo. –Ocho en punto–, le dije. –Es cuando Benny y Shane regresen. No voy a estar

ahí, así que ellos lo sabrán. Nicole miró hacia mí. –Shane estaba allí? Asentí con la cabeza. Beck apretó los brazos alrededor de mí. –¿Qué es lo que ellos sabrán? –Que no les daré la piedra lunar. Y hay una ella- alguna mujer- que llamó y les

dijo a Benny y Shane qué hacer. Ellos me informaron que si no les daba la piedra lunar mucha gente será asesinada, y será mi culpa.


La enormidad de la situación se desplomó sobre mí y, para mi vergüenza, me puse a llorar. Beck me dio unas palmaditas en la espalda como si el estuviera tranquilizando a un niño que no puede dormir. Eso me saco de quicio. Deje de lloriquear y lo aparté.

–Necesito averiguar qué hacer. Mis dientes castañeteaban con tanta fuerza que apenas podía pronunciar las

palabras. –En primer lugar tenemos que calentarte–, me respondió Beck. –Luego, vamos

a averiguarlo juntos. Después de otra media hora que Nicole nos arrastrara por el camino cubierto

de nieve a paso de tortuga, yo tratando de dormirme y Beck sin dejarme hacerlo, llegamos a la casa Bradford, resplandeciente con la luz.

Ambos Beck y Nicole gimieron. –Creo que mi mamá se despertó–, dijo Nicole.

–Castigados hasta que el infierno se congele.

–Tal vez deberían haberme dejado en casa, afirmé. La cara Beck se ensombreció. –¿Estás loca? Ese es el primer lugar en donde te buscaran.

Había que reconocer que los gemelos habían dejado una nota diciendo que una

emergencia se había presentado y que no se preocupara. No es que eso ayudase. Vestida con una larga túnica azul cobalto, Melissa Bradford estaba de pie en

medio de la sala de estar, con los brazos cruzados sobre su pecho. Ella estaba mucho más allá de la ira. Su cara estaba blanca por la preocupación, pero la mirada en sus ojos era cualquier cosa menos suave. Ella miró hacia un lado y otro entre Beck y Nicole simplemente dijo, –Suéltalo.

Dado que esto era mi culpa, yo quería conversar. Tal vez podría desviar parte

de la ira de Melissa. Sin embargo todavía entrelazada en los brazos de Beck, luché para liberarme.

–Ponme abajo. ¡Ahora! Beck me sentó. Mis rodillas se doblaron con prontitud y me deje caer en el

suelo, mi humillación ahora completa. Beck extendió una mano para ayudar a levantarme. Lo despido con un gesto,

reuniendo mis fuerzas y arreglándomelas para mantenerme en pie. Cuando mi cabeza empezó a girar, me sujeté a la parte posterior de una silla para no perder el equilibrio. Melissa me miró, sus cejas unidas en la consternación, como si se estuviera preguntando cómo un animal herido se metió en su sala de estar. Beck y Nicole miraban a su cara ansiosamente. Finalmente, Beck habló: –Mamá, Allie ha sido


secuestrada, golpeada y ella tiene hipotermia. Tal vez sea hora para uno de los actos de bondad de los que siempre estás hablando.

Ante sus palabras, Melissa se estremeció. Su expresión se suavizó un poco. –Tú estabas con Beck esa noche en la biblioteca. ¿No? Asentí con la cabeza, incapaz de reunir fuerzas para hablar. Melissa se acercó a

mí y me tocó la contusión que Benny había infligido. Ella respiró hondo y lo dejó salir. –¿Quién te hizo esto? –Es una larga historia– respondí, cayendo contra la silla. De pronto, la ira dejo la cara de Melissa. Se volvió y habló con los gemelos. –No se queden ahí parados como maniquíes. Esta chica tiene que entrar en

calor. Nikki, sube y llena la bañera. Beck, lleva Allie a mi cuarto de baño, luego, ve a hacer café.

Vamos a resolver esto más tarde. Gemí y murmuré, –No más café. Nicole correteó lejos a hacer la voluntad de su madre. Beck estaba muy feliz por

llevarme arriba de las escaleras. En el momento en que llegamos al cuarto de baño, nubes de vapor de fragante rosas salían de una bañera enorme, con patas parecidas a garras. Cuando él me dejó caer en el asiento del inodoro del cuarto de baño de Melissa Bradford, mi único pensamiento fue debo estar muerta, porque esto tiene que ser el cielo.

Aspiré hondo y miré hacia los tres Bradford cerniéndose sobre mí. –El cielo–, les dije, sonriendo. –Tenemos que sacarle esa ropa y meterla en la bañera–, anunció Melissa. Los ojos de Beck ardieron con interés. Su madre lo miró y señaló a la puerta. –

Tú. ¡Fuera! Busqué la cremallera de mi chaqueta, pero no lograba agarrar la pequeña

lengüeta y tirar de ella hacia abajo. Melissa empujó mi mano y, antes de que yo pudiera protestar, ella y Nicole me quitaron la ropa y me ayudaron a meterme en la bañera. Con el agua caliente hasta la barbilla y una almohada de baño detrás de mi cabeza, lancé un suspiro de placer. Juro por Dios, que traté de escuchar la pequeña voz en mi cabeza, diciendo Allie, tienes cosas que hacer, personas que advertir, pero la fatiga me robó mi capacidad para funcionar.


Lo último que oí antes de que el sueño me llevara lejos, fue una conversación

entre Nicole y su madre. –Beck dijo que no la dejáramos dormir. Melissa respondió con una voz sorprendentemente suave. –Ella va a estar bien,

Nikki. Voy a vigilarla. Ve a poner su ropa en la lavadora. Ella me despertó cuando el agua comenzó a enfriarse. Asistida por sus

capacitadas manos, salí de la bañera. Ella me secó con una toalla y me ayudó a ponerme en una túnica de tela de toalla suave y esponjosa. Beck debía haber estado revoloteando directamente fuera de la puerta. Cuando su madre lo llamó, él apareció inmediatamente. –Ella ha sido drogada. Hay una marca de aguja en su brazo,– le informó Melissa. –Tenemos que llevarla a un hospital.

–¡No!– Beck y yo gritamos juntos. –¿Por qué no? Estudié la cara de Beck y estaba noventa por ciento segura de que tenía la

intención de utilizar su dazer con Melissa de nuevo. De alguna manera, eso no parecía justo. –Beck– le dije bruscamente. –Ella tiene que saber lo que está pasando.

La mirada de Melissa se desplazaba entre Beck y yo. –Sí– dijo ella. –Eso sería de

gran ayuda. Sonaba un poco sarcástico, pero con todo lo que había sucedido esta noche, yo

diría que el sarcasmo era el menor de nuestros problemas. Tuve un vistazo de mi cara maltratada en el espejo y me desplomé sobre el asiento del inodoro con horror. Beck frunció el ceño y se apoyó contra la pared del baño. Dado que él se había quedado en silencio como una tumba, dependía de mí.

–De acuerdo– le respondí. –Voy a empezar. Melissa se sentó en el borde de la bañera y escuchaba mientras le hablé de mis

habilidades paranormales, de cómo Yo las había adquirido. Le conté sobre la piedra lunar y la lucha entre los Buscadores y los Trimarks. Ella parpadeó con rapidez, pero no dijo una palabra. Beck finalmente saltó cuando llegamos a la parte curativa. Me di cuenta de que él se saltó un par de puntos importantes, como su pelea con Shane y la amenaza de Benny en asesinar a un montón de gente inocente. Detalles menores.

Cuando terminamos, traté de averiguar lo que estaba pasando en la cabeza de

Melissa Su expresión no transmitía nada. ¿Estaba loca? Alegre? Triste? Me pase un peine por el cabello mojado y miré hacia ella, deseando que dijera

algo. Cualquier cosa. Finalmente dije, –Parece una loca historia, ¿eh?


Un destello de diversión brilló en los ojos de Melissa. –Allie. Tengo gemelos

engendrados por un íncubo que me embarazó en un convento. Mi hijo e hija tienen habilidades mucho más allá de los simples mortales. Incluso aunque tengo hijos medio demonios, soy una mujer profundamente religiosa y me gano la vida escribiendo Ficción Cristiana. ¿Estas entendiendo la situación aquí?

Le sonreí. –Sí, su vida es un poco extraña también. –Exactamente–, respondió. Melissa se levantó y se volvió hacia su hijo. –Ahora, Beck, tengo una pregunta

para ti. Cuando te enteraste de que Allie estaba desaparecida, ¿por qué no llamaste al Comisario?

Beck se apartó de la pared y sujetó la mano de Melissa. –Mamá,– respondió,

mirándola a los ojos.–Estás molesta. Yo me tambalee y me interpuse entre ellos. –¿Crees que estoy demasiado débil

para detenerte, Beck? ¿Quieres apostar dinero en ello? Beck se sobresaltó y dejó caer la mano de su madre. –Habla con tu madre–, le

ordené y me retire a la tapa del inodoro, una vez más. Melissa dijo: –¿De qué diablos está hablando? Beck ignoró su pregunta y se lanzó a su historia. De cuando él fue a buscarme

después de la escuela, se encontró con mi mochila tirada en el patio. Miró dentro del remolque y habló con Mercedes, quien le informó que yo había viajado en el autobús a casa. Cuando descubrió que yo no estaba donde Kizzy, él se imaginó que algo malo había sucedido.

–Para entonces, ya era de noche–, terminó. Él dejó de hablar y le dio a su madre una sonrisa encantadora. Melissa espetó: –

Eso es todo? Estaba oscuro? Es por eso que no llamaste al Comisario? –Bueno, sí– respondió, poniendo los ojos en blanco. –Piensa en esto, mamá. Si

hubiese informado de su desaparición, pasarían horas antes de que algo pasara. Un montón de cosas malas pueden suceder en unas pocas horas. Sabía que Nicole y yo podríamos rastrearla mejor que cualquier alguacil. Ellos no tendrían idea de dónde buscarla.

Melissa sacudió la cabeza con disgusto. –Así que te fuiste en medio de la noche,

por carreteras heladas, sin decírselo a tu madre... increíble! Beck se sonrojó. Se inclinó y la besó en la mejilla. –Lo siento, mamá–, murmuró.


Parecía sincero. Funcionó para mí. Sonreí.


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inco am. Más café seguido del desayuno. Tocino, huevos y tostadas con mermelada de mora. Yo no podía comer un bocado. Si las amenazas de Benny eran reales- y creía que lo eran -el pueblo que me importaba

estaba en terrible peligro. Mi madre. Kizzy. Mike Purdy y su familia. Tan pronto como expresé mis temores, Beck me entregó su móvil.

Llamé a Charlie, el chofer de la limusina, y le pedí que fuera a la casa de Kizzy.

Charlie contaba con un permiso para portar armas y era devoto a Kizzy. Cuando le conté que podría estar en peligro, respondió, –No te preocupes, cariño. Voy a mantenerla sana y salva.

Me prometí que iba contarles todo mas tarde. Entonces llamé al móvil de Roy y le pregunté por Faye. Incluso en su mejor

momento, Faye no es una persona madrugadora. Ella definitivamente no es una persona de las 5 a.m.... Me tomó un tiempo para que ella despertara y otros cinco minutos que comprendiera lo que yo le estaba diciendo. Entonces comenzó la histeria. Yo seguí diciendo, –Faye, por favor. Sólo escucha ¡Faye!

Melissa, un mar de calma en medio de la tormenta, dijo, –Déjame hablar con

ella. Le entregué el móvil. Para cuando la conversación terminó, ella había convencido a Faye que yo estaría más segura quedándome con ellos, y que ella y Roy debían trasladarse a un hotel diferente y quedarse allí hasta previo aviso. Melissa también le prometió llamarla cada dos horas para hacerle saber que yo estaba bien. –Gracias–, murmuré. –A veces Faye se pone un poco, eh, irracional.

El eufemismo del siglo. Mike Purdy resultó ser un pedazo de pastel. Una vez que estuvo

completamente despierto, al instante comprendió la gran situación. –No te preocupes por mí, chica. Estás predicando al coro. Puedo cuidar de mi familia. Sólo asegúrate de cuidar de ti misma.

Una vez más, Melissa tomó el móvil para asegurarle a mi padre que estaría más

cómoda en el seno de su familia. Ella escuchó por un momento, luego me pasó el móvil

C


–He estado pensando en algo–, dijo mi padre. –¿Alguien ha tratado de tomar la piedra lunar de ti? ¿Físicamente removiéndola de tu cuerpo?

Pensé en su pregunta. Revelle y Baxter quisieron. Lo mismo, Shane y Benny.

Pero cuando yo estaba usándola, nadie había intentado tomarla de mí. Yo pasaba mucho tiempo a solas. ¿Qué tan fácil sería? Yo me había preguntado lo mismo frecuentemente.

–No, nunca–, respondí.

–¿Qué has aprendido acerca de las configuraciones? Supongo que la has

probado.

Por supuesto que lo hice. ¿Qué niño con una piedra lunar no lo haría? Yo sabía que tenía cuatro configuraciones.

–Sí, lo he hecho. El primer clic es para leer la mente–, le contesté. –Los otros

tres... nada. –Es posible que una de las configuraciones pueda hacer que sea imposible que

alguien pueda quitártela físicamente–, añadió Mike. –Tal vez los Trimarks saben de eso, y nosotros no.

¡Whoa! Si él tenía razón, yo había perdido mucho tiempo y energía enterrando

la maldita cosa. –Eso sería genial–, expresé, y quise decir cada palabra. –Voy a comprobarlo.

Gracias, Mike–, colgué. –Bueno, ¿dónde está la piedra lunar? Beck respondió: –Nicole la tiene. Nicole espetó: –No. Yo te la di. Traté de no entrar en pánico cuando Beck salió de la habitación a buscarla.

Después de unos minutos, regresó con la piedra lunar en su mano. –Estaba en el bolsillo de mi abrigo–, dijo con una avergonzada sonrisa.

Me puse la cadena sobre la cabeza y coloque a la piedra lunar en su ajuste. La

primera posición, a las tres en punto, era la configuración para leer la mente. Hice clic a las seis.

–A ver si tú puedes tomarla de mí– le consulté a Beck. Él pudo. Con bastante facilidad. Nosotros probamos con todos los otros ajustes.

El mismo resultado. Demasiado para la teoría de Mike. Melissa expresó: –Vamos a probar otra cosa. Beck, ¿llevas tu cruz de plata?


Él asintió. –Dásela a Allie. Se sacó la cruz del cuello de su camisa y la puso encima de mi cabeza. Mientras

su rostro estuvo al lado del mío, me dio un beso fugaz. Innecesario, pero agradable. –Ahora, inténtalo de nuevo–, ordenó Melissa. Doce en punto. Nada. Nueve en punto. Nada. Seis en punto. ¡Bingo! El se acercó a la piedra lunar y ¡wham! Cuando su mano estaba

aproximadamente a seis quince centímetros de la piedra lunar, esta reaccionó con una llamarada radiante de azul luz y lo fulminó, muy bien.

–¡Ay! ¡Eso duele!– exclamó Beck, mirándome como si yo hubiera sido responsable.

–¡Sí!– exclamé, levantando un puño en el aire. Beck me dio una sonrisa a regañadientes, y chocamos nuestras manos. Incluso Melissa parecía feliz. –Tiene que ser la cruz. Vamos a intentarlo de

nuevo. –Es el turno de Nikki–, dijo Beck. Nicole lo intentó, por primera vez sin la cruz, y luego con ésta. El mismo

resultado. Seis en punto. Llamarada azul. Pero Nicole fue lo suficientemente inteligente como para no ser fulminada. Ella le sonrió a su hermano, –Y tú que crees que eres el único con cerebro.

Si yo no hubiera estado tan cansada, hubiese bailado alrededor de la cocina.

¡Esto era enorme! –Tiene sentido–, les comenté. –Los Trimarks son repelidos por los crucifijos. –Así que la cruz, un símbolo del crucifijo, debe tener un efecto similar–, expresó

Melissa. –Cuando la piedra lunar es colocada a las seis en punto,– señalé. Nicole dijo: –Kizzy te la dio. ¿No? Asentí con la cabeza. –¿Por qué no te enseñó cómo funciona?


–Ella no sabe cómo funciona. En la profecía original, Kizzy era El Guardián. Su trabajo consistía en mantenerla segura hasta que yo llegara.

Los ojos de Nicole se iluminaron. –Por lo tanto, podría hacer muchas más cosas

que no conocemos. –Sí– dije, tratando de sofocar un gran bostezo. A pesar de la sobrecarga de

cafeína viajando por mis venas, estaba desvaneciéndome rápidamente. Me dejé caer sobre mi plato de comida, la barbilla inmersa peligrosamente cerca de la congelada yema de huevo.

Melissa señaló mi condición. –Primero a dormir. Luego, averiguaremos qué

hacer después. Ordenó a los gemelos que se fueran a la cama. Nicole se dirigió a las escaleras. Beck no se movió. –Yo me quedo con Allie. –De ninguna manera–, le contestó Melissa. Ellos se enzarzaron en un intercambio de miradas, no muy diferente a Faye y yo

en una de nuestras batallas épicas. Melissa se derrumbó después de la tercera vez que Beck dijo: –No me marcharé.

Ella le acarició la mejilla. –Supongo que no necesito preocuparme. Allie está

casi muerta y Beck, a pesar de lo que tú piensas, yo confío en ti. Sé que no te aprovecharas de ella.

Oooh, que astuta, pensé. Debería ser la forma normal que operan las madres

en lugar de gritar. Melissa me llevó al sofá en la sala de estar y me metió debajo de un edredón suave y esponjoso. Beck se desparramó en un sillón cercano. Melissa alcanzó la lámpara para apagar la luz, su mano cerniéndose sobre el interruptor.

Mis párpados cayeron aunque todavía sentía la presencia de Melissa. Semi-

consciente, me preguntaba si yo estaba rompiendo alguna regla cardinal de etiqueta de anfitriona-huésped. ¿Estaba esperando a que yo le diera las buenas noches? ¿Dijera mis oraciones? ¿Entablara una conversación? ¿Qué? Demasiado cansada para pensar en ello, subí el edredón hasta mi nariz y cerré los ojos.

–Allie–. Era la voz baja de Melissa y en mi oído. –¿todavía tienes puesta la cruz

de Beck? Yo entreabrí mis ojos y asentí. –¿Te importa si se la doy de nuevo a él? Tengo otra para ti. Podría cubrir todas

las bases. Con gran esfuerzo, levanté mi cabeza. Ella me quitó cruz de Beck, luego, colocó


otra alrededor de mi cuello. Se levantó, se acercó a Beck y le dio un beso en la frente antes de salir de la

habitación. Justo antes de que cayera en un sueño profundo, sin sueños, sujeté a ambas; la piedra lunar y la cruz en mi mano. Una oleada de energía no muy diferente a una suave descarga eléctrica se disparó a través de mí, y yo visualicé mi cuerpo envuelto en un campo de fuerza impenetrable. Mi último pensamiento consciente fue, Allie, estás a salvo.


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a-Bump...Ba-Bump...Ba-Bump. Maravillosamente, felizmente caliente, me desperté lentamente con el sonido de un ritmo cardíaco lento, constante. ¿El mío? Luchando ascender a través de gruesas capas de

sueño, me hice cada vez más consciente de que no estaba sola en mi cama. Abrí un ojo y encontré que estaba acurrucada contra el cuerpo de Beck, mi cabeza estaba metida debajo de su barbilla. El latido del corazón que escuché fue el suyo no el mío. Debo haber hecho un sonido porque Beck con voz ronca, –¿Estás despierta?

–Sí, contesté. –Despierta y preguntándome por qué estás en la cama conmigo–.

Dado que mi cara estaba pegada a su pecho, mis palabras salieron amortiguadas. De mala gana, me aparté de él y me senté. Beck suspiró, apartó el edredón y plantó los pies en el suelo. Me sentí aliviada al ver que aún estaba completamente vestido. Se puso de pie y se estiró, pasando su mano por la cara. –Yo quería a mantenerte segura.

–Sí, bueno, como puedes ver, estoy perfectamente segura–, le respondí. –

Menos mal que me desperté antes de que tu madre entre. Me dio una sonrisa maliciosa. –Sí, yo no creo que lo entendería.

Pensé en la facilidad con la que había aturdido a Melissa esa noche en la

biblioteca y llegue a la conclusión de que Beck era más o menos el rey de este castillo. Él hizo lo que quiso con pocas consecuencias. Afortunadamente, tuve un poco de mi propia magia para hacerle frente a la suya. Anoche, él había mirado sorprendido cuando lo había obligado sincerarse con su madre.

¡Nuevo concepto para el chico Demonio! mientras yo estuviera cerca, trataría

de mantenerlo sincero. Beck se dirigió hacia su apartamento de soltero para limpiarse un poco, y yo fui

en busca de mi ropa. Las encontré limpia y doblada cuidadosamente, en la parte superior de la secadora en el lavadero junto a la cocina. Para el momento que Melissa se levantó, yo había usado el baño de abajo.

El espejo no miente. Yo parecía una mierda. El Golpe de Benny había

ennegrecido mi ojo izquierdo y levantado un feo verdugón en la mejilla. Mi mente, sin embargo, estaba clara como el cristal y libre de drogas. Mirándome en el espejo, me

B


preguntaba que sucedió cuando Benny y Shane regresaron a la casa para encontrar que me había ido. ¿Me estarían buscando ahora? Ya que no pudieron conseguir la piedra lunar, ellos abandonarían Peacock flats? ¿Y quién era la misteriosa mujer que mandaba?

Uno tras otro vagamos por la cocina. Nicole, con aspecto cansado y de mal humor, estaba inusualmente tranquila. Beck se coló por la puerta de atrás con el pelo mojado y un pedazo de papel higiénico pegado a su barbilla porque se había afeitado.

Melissa estaba en la cocina, con una espátula en la mano, volteando los panqueques.

Me dijo, –Mientras dormías, llamé al restaurante y pregunte por Benny, Bea

dijo que llamó y se reportó enfermo. –¿Qué pasa con Shane?–, preguntó Beck. –No existe su número en la guía telefónica–, nos informó Melissa. –Llamé a la

escuela, les dije que era una periodista haciendo un reportaje sobre los desertores escolares que vuelven a la escuela y quería entrevistar a Shane Boldt.

–Oooh, astuto–, dijo Nicole. –Abandono la escuela ayer–, añadió Melissa. –expresó que su familia se estaba

mudando de casa. Mi conjetura es, ya que Allie puede identificar a ambos, Benny y Shane huyeron.

Melissa no sabía acerca de la amenaza de Benny de matar gente si lo

divulgaba, por lo que no fui libre de preguntar, pero comenté: –Ellos van a estar bastante fastidiados. Podrían hacer algo horrible para obligarme a darles la piedra lunar.

–Voy a llamar al Comisario–, indicó Melissa. –¡No!– Beck y yo hablamos al mismo tiempo. Ella se detuvo y se giró hacia nosotros. –¿Por qué no? Allie sabe quién la

secuestró. Tiene que haber evidencia de la vinculación Benny y Shane con la casa abandonada y...

Beck levantó una mano. –¿Estás lista a explicar cómo Nicole halló a Allie con los

viajes astrales? ¿O por qué Allie tiene la piedra lunar, por no mencionar que Benny y Shane haría cualquier cosa para conseguirla? Piensa en las mentiras que tendríamos que decir. Ellos nos harían preguntas a todos por separado. Tarde o temprano alguno lo estropeará.

Nicole levantó la cabeza de su chocolate y le disparó una mirada asesina.


Beck se puso de pie y miró a su madre. –¿No lo ves? Van a pensar que somos

un montón de mentirosos. Además, puedo proteger a Allie. –¡Alto!–, exclamé. –puedo cuidar de mí misma. Mientras Melissa lo pensaba, yo llevé mis platos sucios al fregadero, los

enjuagué y los puse en el lavavajillas. Apoyada en el mostrador, miraba la interacción silenciosa entre Melissa, Beck y Nicole.

Melissa mordisqueó una uña, con la mirada perdida en un viaje ida y vuelta

entre los gemelos. Nicole se encogió de hombros y miró al techo. Beck se cruzó de brazos y se balanceó sobre sus talones.

Finalmente, Melissa dijo: –Dado a que no llamaste y reportaste la desaparición

de Allie anoche...– hizo una pausa y miró a Beck. –Es posible que llamar al Comisario en este momento podría complicar las cosas.

Melissa se sirvió una taza de café y se acercó a la mesa. Ella se desplomó en una

silla con un profundo suspiro. Su rostro estaba pálido y tenía círculos oscuros bajo los ojos. Yo me pregunté si ella había dormido algo.

–¿Qué pasa con la escuela?– le dije. –¿Podemos ir? Los tres Bradford se quedaron mirándome como si hubieran olvidado que yo

estaba en la habitación. Melissa se frotó las sienes. –La pregunta es, ¿estarías a salvo? –La escuela es probablemente el lugar más seguro para nosotros ahora,–

contesté. –Creo que Allie tiene razón–, indicó Beck. –Hemos advertido a los padres Kizzy

y Allie. Sólo debemos tratar de actuar con normalidad. Melissa cedió después que Beck y Nicole se comprometieron a llamarla

después de cada clase. Me aseguré que la piedra lunar estuviera dentro de mi camisa y nos fuimos para la escuela.

* * * *

–se lo dije dos veces. Resbalé en el hielo. Nadie me golpeó! Me paré en la puerta abierta de la señorita Yeager, mirándola, dispuesta a que

me creyera.


Me negaba a subir al maldito sillón puf y, cuando ella cerró la puerta, yo la abrí de nuevo.

Ella rodó sus los ojos y suspiró. –Realmente, Allie, ¿te voy a creer esa historia?

Tiene marcas de nudillos en la cara. Desesperada ahora, prácticamente le grité: –Eso es porque caí en un arbusto.

Las ramas me golpearon en la cara. No puedo evitarlo si se ve como si alguien me golpeó.

Se volvió y miró por la ventana, como si meditara profundamente mi respuesta.

El último lugar donde quería estar era en la oficina de la asesora. Cuando habíamos llegado a la escuela, Alice apenas echó un vistazo a la nota que yo había fingido de Faye. En su lugar, estudió mi cara, cogió el teléfono y marcó tres números. –Señorita Yeager? Estoy enviando Allie Emerson a su oficina.

Las cosas no iban bien. No había tenido tiempo para crear una estrategia, y la

señorita Yeager no era tan ingenua como yo pensaba. Después de sacudir la cabeza con tristeza de mi "caer en el arbusto" historia, sacó la artillería pesada.

–Bien-dijo ella, alcanzando el teléfono. –Puedes hablar conmigo o con Servicios

de Protección Infantil. Es Tu elección. Oh, mierda! Faye y yo había tenido relaciones con SPI en la primavera pasada y

esperaba nunca volver a verlos. Yo me dejé caer en la silla, mi mente ocupada hilando otra historia. Lo que dijo a continuación me sorprendió.

–¿Tu madre te golpeó? Todo lo que digas aquí es confidencial. Me lo puedes

contar. Yo casi levitó de la silla. –¿Faye? No. ¡Nunca! Sus dedos estaban sobre el teclado de su computadora. –Estoy escribiendo tu

reporte en estos momentos. Sé que tu madre bebe, Allie. No es exactamente un secreto de Estado. Tengo que ser honesta. Me inclino a sacarte de su casa.

Rodé del sillón y puse de pie, tratando desesperadamente de dar un vistazo a la

pantalla de su computadora. Convenientemente se transformó en un protector de pantalla con una cesta llena de gatitos.

–De acuerdo– respondí derrotada, me apoyé en la pared. –Esto es lo que

realmente sucedió. Tienes razón. Alguien me golpeó, pero no fue mi madre–. Le conté a la señorita Yeager que me escapé de la casa, sin el conocimiento de Faye, fui a una fiesta y conocí a un chico universitario llamado Rico quien se encapricho tanto conmigo que me arrastró hasta el dormitorio con intención de tener sexo. Cuando me resistí, me golpeó en la cara. Mi lujurioso amante imaginario, por supuesto, utilizó un nombre falso y desapareció en la noche sin dejar rastro.


Los ojos de la señorita Yeager se estrecharon con sospecha mientras hablé.

Cuando terminé, me preguntó,–¿tu madre se encuentra en el trabajo? ¡Doble mierda! Si ella sabía que mi madre estaba fuera de la ciudad, también

sabría que estaba mintiendo sobre la noche anterior. Me acerqué a la puerta. –Es su día libre. Creo que fue de compras. –¿Estás segura de que no está en casa? –Estoy segura. –¿Es posible que ella este fuera de la ciudad? Un estremecimiento de aprensión se deslizó por mi espalda. ¿Por qué había

asumido que Faye estaba fuera de la ciudad? –¿Fuera de la ciudad? Oh, no, ella está en la ciudad. Le diré que le llame. No me gustaba la expresión la señorita Yeager. Ella se tenía esa mirada te

atrapé. Me escabullí por la puerta abierta. –Hablamos más tarde. Me tengo que ir.

Geometría. Lo hice antes de que pudiera detenerme. Caray, ¿la necesito en mi caso en este

momento? Por supuesto, si Benny y Shane se salieran con la suya, la señorita Yeager sería el menor de mis preocupaciones.


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eck y yo visitamos a Kizzy camino a casa. Charlie miró detenidamente por la mirilla antes de que abriera la puerta. Después de que expliqué la situación, Kizzy estuvo de acuerdo en que sería mejor si me quedara con

los Bradfords. –Sin embargo,– añadió. –Por mucho que me guste Charlie, no es necesario para

él quedarse aquí. No estoy en ningún peligro real. No tengo la Piedra lunar. –No la tenías la primavera pasada y mira lo que pasó. Por favor, solamente deje

a Charlie quedarse, entonces no me preocuparé. Los cabos sueltos estaban atados, todo lo que podíamos hacer era esperar. Al

día siguiente, el jueves, transcurrió sin incidentes. Era horrible. Tensos y al borde, Beck y yo comenzamos a rompernos el uno al otro. El tiempo, siempre dudoso en esta época del año, se había vuelto inusualmente cálido. Un viento de Chinook se extendió por el valle, derritiendo la nieve, dejando atrás un lío empapado, fangoso.

El jueves por la noche dormí a ratos, mis dedos se abrigaron alrededor de la

piedra lunar y la cruz de plata. Mis sueños estuvieron llenos de armarios oscuros y cabezas parlantes... monstruos sin rostros dando caza... yo tratando de correr pero incapaz de moverme. Me despertaba desorientada y temblando en la oscuridad, a pesar de que estaba a salvo y caliente, durmiendo en el sofá cama en la habitación de Nicole. Me aseguré de que la barrera defensiva de la Piedra lunar estuviera conectada.

Benny y Shane. Yo sabía que estaban ahí fuera. Sin lugar a dudas, ellos querrían

vengarse.

* * * * El viernes por la mañana, enferma y cansada de pensar en Trimarks, decidí

enfocar mi energía en otra cuestión, llamado, el informe de la señorita Yeager. Tuve una pequeña sorpresa en la tienda de la señorita Gotcha, pero no podía hacerlo sola. Mercedes estaba fuera de cuestión. Ella estaba fuera de sí. Tenía que ser Nicole.

Eran las once cuarenta y cinco, casi la hora del almuerzo cuando Nicole y yo

entramos en la oficina de consejería. La señorita Yeager se situó en la ventana mirando

B


hacia fuera. Ella saltó ligeramente cuando entramos y se dio la vuelta para afrontarnos, su mano cubrió la "J de Jeanette" del colgante.

Sus ojos se abrieron con sorpresa. –Yo no sabía que ustedes dos eran amigas. En vez de intentar descifrar aquella observación, dije, –Oh, sí. Somos unidas,

Nicole y yo. Es por eso que ella está aquí. Me gustaría ver una copia del informe de mi trabajador social.

La señorita Yeager frunció el ceño y se sentó en su silla. Me apoyé contra el

marco de la puerta. Nicole se orilló unos pocos metros hasta que las tres formamos un triángulo irregular. En nuestro camino hacia la oficina, yo había girado la Piedra lunar a las tres en punto. Inmediatamente, mis sentidos se agudizaron. No hubo vértigo. Ninguna náusea, aunque algunos pensamientos que recogí mientras caminábamos por el pasillo eran bastante asquerosos. Sobre todo, ellos implicaron a chicos que pensaban en varias partes de mi cuerpo y lo que les gustaría hacerles.

–Allie–. El tono de la señorita Yeager era sufrido y exasperado. –Sabes que el

informe es confidencial. No podría ser posible revelar su contenido delante de Nicole. Sería una violación de la ética profesional.

Las cosas iban como había planeado. Poco después, sabría exactamente lo que

había en su mente. Ella parloteó un rato más. Eché un vistazo a Nicole quien, como entrenador, jugó su papel perfectamente.

Con un sollozo sofocado, ella colocó una mano sobre su corazón. –Pero Allie y

yo somos como hermanas. Sabemos todo la una sobre la otra. No hay razón... Mientras Nicole detallaba sobre nuestra hermandad, mordisqueé mis uñas y

me agité, tratando de parecer angustiada. En el proceso, me orillé hacia atrás y a la derecha, luego hacia adelante hasta que sentí un flujo de energía entre el zumbido de las tres de nosotras. Me sequé los ojos y miré fijamente al piso mientras Nicole balbuceaba.

Lo que oí en la mente de la señorita Yeager hizo que mi corazón saltara de

golpe. Zona de matanza. Las palabras eran claras y habladas sin emoción. Me sacudí con sorpresa, lo que me sacó del circuito. Yo sabía que mi cara me

alejaría, así que mantuve mis ojos abajo y cambié mis pies hasta que la recogí otra vez. Sus pensamientos corrían a toda velocidad. Era como tratar de dar sentido a una película en el rápido adelanto.

Nicole dejó de hablar. Los pensamientos mezclados de la señorita Yeager se perdieron en un ruido blanco. Alcé la vista. Ella me miraba curiosamente.

–Entonces ves, Allie. Lo que preguntas no es posible.


–Okay, bien–, respondí, moviéndome poco a poco hacia la puerta. –Vámonos,

Nicole. La señorita Yeager nos siguió hasta afuera, cerrando y poniéndole llave a su

puerta y se dirigió a pasos largos hacia una salida. Nos unimos a una multitud de estudiantes que se dirigían a la cafetería. Nicole

me miró, con una sonrisa grande sobre su cara. –Eso fue genial. Deberíamos hacerlo de nuevo algún día. ¿Leíste su mente mientras la distraje?

Cuando no contesté, Nicole tiro de mi manga. –Bien, ¿lo hiciste? Dios, estas

pálida como un fantasma. ¿Qué está mal? Llena de pánico, eche a correr, Nicole se apresuró a seguirme. –Tenemos que encontrar a Beck,– le dije. Nicole me sujetó del brazo y tiró de mí para detenerme, prácticamente

dándome un latigazo. Había olvidado lo fuerte que era. –Beck no está aquí. ¿Recuerdas? La fecha límite de su seguro de auto es hoy. Él

fue a pagarlo. Dijo que no le tomaría mucho tiempo. Gemí. –Oh, sí. Lo olvidé. –Dime lo que ella pensaba,– exigió Nicole. Se lo dije. Los ojos de Nicole se estrecharon. –¿Eso es todo? ¿Zona de matanza?

Probablemente estaba pensando en algún programa de televisión que vio anoche. –Sí, pero... –Pero, nada. Cállate. Come tu almuerzo. Te veo luego. Ella se alejo para unirse con sus amigos. Me senté en mi mesa habitual y forcé

una sonrisa mientras Mercedes y los gemelos Hoffman charlaban. Tenía la sensación de que me había perdido de algo importante. ¿Pero qué?

Demasiado preocupada para comer, vi como Sonja Ortega, agarrando un

enorme boombox22, se acerco a la señora Burke, quien había traído un elaborado

22 Boombox: o boom-box es un sistema portable de estéreo capaz de reproducir música de estaciones de radio o

grabada (usualmente en casetes o CDs) y con un relativa potencia de sonido.


almuerzo. Después de unos minutos, la señora Burke levantó sus manos en señal de rendición y una maldita música de salsa ruidosamente sonó por la cafetería. Un montón de gente se quejó. Otros escaparon de la habitación. Meneando las caderas, Sonja bailó hacia a Manny y torció un dedo invitándolo.

Aunque pareciera que él preferiría ahogarse en un río, Manny fue obligado. Ellos eran realmente muy buenos. La multitud entró en ello, pisando muy

fuerte, vitoreando y aplaudiendo. Fuera con la música ruidosa y el ruido de la multitud, mi mente apenas registró el sonido que vino de fuera.

Alguien gritaba. La señora Burke lo oyó también. Ella se precipitó al boombox y golpeó el botón

de apagado. Corrí a la puerta que conducía al patio. Justo cuando la alcancé, voló abriéndose y un grupo de chicas, todas llorando y gritando, tropezando a través, golpeándome en el piso.

Oí gritar al Sr. Hostetler, –¡Entren! Todo el mundo entre. Trepé y me abrí paso entre la multitud vertida en la cafetería. Cuando di un

paso fuera, me congelé en el horror. Las imágenes, ahora indeleblemente grabadas en mi cerebro, permanecerán

conmigo para siempre. Deslumbrante luz del sol. Gemidos y gritos. No había oído ningún disparo, pero el señor Hostetler estaba en el suelo empapado, retorciéndose de dolor. No había habido armas involucradas en absoluto. Dos chicas se agacharon detrás de un banco, sus labios moviéndose en oraciones silenciosas. Un coche aparcado en el callejón, su motor al ralentí23. Detrás del señor Hostetler, más figuras arrugadas. Un chico con el rostro pálido tratando de avanzar lentamente hacia el edificio. Charcos de nieve derretida.

Tres personas, espaciados aproximadamente a doce metros de distancia, se

quedaron mirando el caos. Shane Boldt. Jeanette Yeager. Benny. Cogiendo su brazo izquierdo, Beck yacía en el suelo, a unos pocos metros de

Shane Boldt. La manga de su camiseta de manga larga estaba empapada con sangre. –¡Beck!– grité y comencé a correr hacia él. Él gritó, –¡Allie, no!– justo antes de estrellarme contra lo que parecía una pared

de concreto. El impacto me lanzó al suelo con muchísima fuerza, dejándome allí, aturdida, incapaz de respirar. Mi pecho convulsionando. Recé por aire. Entonces, finalmente, mi diafragma se relajó y el aire, bendito aire, entró precipitadamente a mis

23

Ralentí: es el régimen mínimo de revoluciones por minuto (giros o vueltas por minuto) a las que se ajusta un motor de combustión interna para permanecer en funcionamiento de forma estable sin necesidad de accionar un mecanismo de aceleración o entrada de carburante.


pulmones. Luché para ponerme de pie, mis ojos sobre Shane, totalmente confundida sobre quien o que me había bloqueado.

Sostenía un cuchillo sangriento en su mano derecha. Sonriendo como si hubiera

ganado la lotería, me dijo –Oh, bien, estás aquí. Es lo justo ya que eres la que causó todo esto. ¿El novio no es tan resistente ahora, ¿eh?

Tenía que conseguir la atención de Shane de Beck. Tenía que comprar un poco

de tiempo. Tomé pasos cautelosos hacia el perímetro. –¿Quieres la piedra lunar, Shane?–

espeté. "Puedes tenerla–. Has la prueba y quítamela, imbécil. A medida que me acercaba, pude ver que Shane llevaba un colgante en forma

de un triángulo invertido. La luz que baila sobre su superficie era más que un reflejo del sol. Un haz de luz apenas visible, se disparaba del colgante de Shane y se cruzaba con el llevado por Jeanette Yeager. Benny debía de haber estado llevando un colgante también, porque el haz de luz brillaba entre ellos tres, formando un triángulo perfecto, la barrera invisible con la que me había golpeado.

Lo que realmente necesitaba ahora mismo era una gran pateada de culos24.

Lamentablemente, solo tenía mi ingenio y toda la magia que pudiera convocar. –Es toda tuya, Shane. Ven y tómala,– le dije, dando un paso más cerca. –No seas estúpido, Shane–, gritó Benny. Bien, al menos Benny sabía que no podían tomarla de mí. Oí la inhalación aguda detrás de mí y una voz que reconocí como Nicole

Bradford gritando, –¡Serpientes! Cuando aparté mi mirada de Shane, lo juro por Dios, creo que mi corazón se

detuvo. Una enorme, abigarrada25, serpiente de cascabel marrón se deslizó alrededor de la base de un banco de concreto. Sacudiendo su cascabel en advertencia, la serpiente avanzaba hacia las dos chicas atrapadas entre el banco y un lado del triángulo. La cabeza de la serpiente se balanceaba y se entrelazaba cuando ésta rastreó a su presa, su lengua bifurcada se agitaba en el aire. Pálidas y aterrorizadas, las chicas comenzaron a moverse poco a poco hacia los lados.

Dos serpientes más gruesas de cuerpo se arrastraron lentamente de la esquina

de Jeanette Yeager. No me sorprendió.

24

N. del T.: en el texto original dice a big old spray can of Whup Ass que en el lenguaje urbano significa administrar una paliza a alguien, generalmente usando sólo las manos, pies y otras armas naturales osease patear culos.

25 Abigarrado: De varios colores mal combinados.


Hace falta saber de uno para reconocerlos. ¿Si había liberado a las serpientes o las conjuró utilizando magia? Eso no importaba, porque al ver a la señorita Yeager y a las serpientes me llenó de tanta rabia, que todo rastro de miedo desapareció. ¡Me gustaría y podría patear traseros Trimark!

Bien, Allie. Es momento de un poco de magia seria. Hace unos meses había

hecho a Blaster el toro trota hacia atrás. ¿Podría mi poder telequinético trabajar sobre la serpiente? Enfoqué a la serpiente, enrollada y lista para atacar a una de las chicas. Convoqué mi poder, satisfecha cuando el aura familiar apareció, bañando a mi amiga la serpiente en un rosado resplandor.

No estoy segura si grite las palabras –¡Alto! ¡Retrocede!– o solamente las

pensé, pero la serpiente de repente dejó de balancearse y se deslizo atrás hacia la señorita Yeager.

Una abajo, faltan dos. Antes de que pudiera enfocarme en la siguiente serpiente, una pequeña voz

detrás de mí dijo, –¡Oh, no! De mala gana, tire de las riendas de mi TKP y sacudí la cabeza para alejar el

aura. Nicole sujetó me brazo y señaló los charcos de nieve derretida que eran ahora calderos de vapor, de burbujeante lodo. –Mira lo que Benny hizo.

¡No, esto no podía estar pasando! Miramos con horror como cada pequeño

charco crecía en tamaño. El lodo caliente se extendió fuera y comenzó a rezumar a través de la tierra hacia la gente atrapada dentro del triángulo.

El pánico estalló. Los que fueron capaces de moverse se salieron del camino y

de eso, tratando de evitar el peligro. Incluso más patéticos eran aquellos inmovilizados por heridas anteriores, víctimas de los malos cuchillos de Shane o aturdidos por el perímetro electrificado del triángulo. Todo lo que ellos podían hacer era gritar su terror.

Vi una mancha borrosa moviéndose cuando una serpiente arqueó su cabeza

para golpear. El lodo hirviendo comenzó a vomitar. En cuestión de segundos, los atrapados tendrían que hacer una elección horrible. La muerte por la mordedura de la serpiente de cascabel o quemaduras de tercer grado. Sus gritos rasgaron mi corazón.

Nicole gimió, –tenemos que hacer algo. –¡Allie!– la voz de Beck era constreñida por el dolor. –Sólo se necesita uno. Shane gruñó, –Cállate–, pero no hizo ningún movimiento hacia Beck. Un vistazo

rápido me dijo que los Trimarks tenían problemas para mantener el perímetro mientras desataban su magia. Shane temblaba incontrolablemente, su cara pálida como fantasma y perlada con sudor.


De repente, entendí lo que Beck trataba de decirme. Si sacaba a Shane, la señorita Yeager o Benny, el triángulo se colapsaría. Puedes

hacerlo, Allie. Eres una Buscadora de Estrellas. ¡Ahora! ¡Tiene que ser ahora! –¡Shane!– grité cuando una ráfaga de poder surgió en mi mente. –¡Estas frito! Una sacudida de pura energía psíquica se arqueó entre mi cuerpo y el de

Shane. Dio un grito ronco y voló hacia atrás. Grité con alivio cuando el triángulo se colapso.

La serpiente se deslizó hacia atrás y desapareció. Pozos de lodo hirviendo eran otra vez charcos de nieve derretida. Los tres Trimarks corrieron hacia su auto para escapar, el Honda de la señorita

Yeager. Nicole voló para atacar a Benny y perdió. Después de que Benny y Shane se zambulleran en el asiento trasero, la señorita Yeager puso en marcha el motor, y el coche salió disparado del callejón solo unos minutos antes del comisario.

Me senté en el lodo, acunando a Beck en mis brazos y observe a los

paramédicos que corrían hacia nosotros. Sostuve su mano mientras le aplicaban un torniquete y lo cargaron en una

camilla. Antes de que ellos se lo llevaran lejos, él apretó mi mano. –Esto no está bien. Mi corazón tartamudeó en mi pecho mientras escaneaba su cuerpo por más

heridas. –¿Te mordió una serpiente? Él esbozó una débil sonrisa. –No, no, no es eso. Es solo que ahora te debo una. Toque su cara después me incline y susurré. –Te equivocas. Ahora, estamos a

mano.


CCCaaapppííítttuuulllooo VVVeeeiiinnntttiiinnnuuueeevvveee

e senté en el piso afuera de la sala de emergencia regional del Valle Vista con la cabeza sepultada entre mis brazos, escuchando los gemidos y los gritos de dolor que venían a través de la pared. Melissa

estaba con Beck. Yo había estado sentada en mí puesto durante más de una hora como los afligidos familiares y un grupo de personas que limpiaban con cepillos de cerdas el hospital por dentro y por fuera. La prensa, que pedía a gritos información sobre el extraño incidente de los apuñalamientos en la Escuela Secundaria de Peacock, había sido desterrada a un cuarto cercano a la sala de espera. Yo estaba tratando de mantener un perfil bajo, para no ser también expulsada.

Yo viajé con Beck en la ambulancia. Cuando los médicos le insertaron un tubo

intravenoso en el brazo, me preocupé. Beck era sólo mitad humano. Tal vez era como un Vulcano, tal vez su sangre era diferente, y lo que estaban bombeando en sus venas le haría daño.

Le informé a uno de los chicos, –Tiene un móvil en el bolsillo de su chaqueta.

Debería llamar a su madre. Después que Melissa se recuperó de la noticia de que su hijo había sido

apuñalado, me respondió que se reuniría con nosotros en el hospital y que no me preocupara por la situación IV, y agregó: –Pero, es mejor tenerlo afuera de allí antes de que caiga la noche.

Yo me imaginaba a Beck, el pecho musculoso, vestido con la bata de hospital

rodeado por el fascinado personal médico femenino. Mi ensueño fue interrumpido por el chirrido-chillido-chirrido de los

amortiguados zapatos de una enfermera que venía directamente hacia mí. –¡Tú! Mi mirada viajó hacia arriba y se detuvo en la parte superior del sombrero

blanco almidonado que se posaba sobre la cabeza de de la enfermera A. Haugen, la enfermera jefe. Ella y yo teníamos una historia.

Ella me miró. –¿Por qué no me sorprende verte aquí? Tú estabas allí, ¿eh? ¿En

M


el incidente de la escuela? Me puse de pie, mordiéndome los labios para contener las lágrimas. Asentí con

la cabeza, incapaz de encontrar mi voz. Ella inclinó la cabeza hacia la sala de emergencias. –¿Alguien especial adentro? Con voz temblorosa, respondí, –No me dejaron entrar. Me sujetó del brazo. –Bueno, ¿adivina qué? Si estás conmigo, puedes ir donde

quieras. Ella me llevo por las puertas de vaivén, manteniendo firme el control sobre mi

brazo. De pronto, abrumada por las vistas, olores y sonidos del personal médico

trabajando sobre la gente que yo conocía, enterré mis talones hasta que me detuve. La Enfermera Haugen me miró otra vez. –Si pasas de aquí, estás por tu cuenta. Yo sabía que no lo decía en serio y conseguí esbozar una deslucida sonrisa. -Sí,

claro. Ella me sacó de la camino cuando un hombre se precipitó contra nosotros

empujando un carrito de metal cargado con equipo médico. –¿A quién estamos buscando? –Un amigo mío,– le dije. –Su nombre es Beck Bradford. La gran sala contaba con una serie de cubículos, sólo parcialmente protegidas

por cortinas corridas a medias. Cuando la enfermera Haugen me llevó a lo largo del pasillo, descubrí a Luella Hoptowit, la heroína de nuestro partido de voleibol, mirando por una rendija de la cortina.

Asomé mi cabeza por la abertura. –¡Luella Oh, Dios mío! No me di cuenta que

había sido herida. Su brazo izquierdo estaba vendado, pero ella estaba sentada en la camilla, con

sus ojos oscurecidos por la ira. En otras palabras, parecía perfectamente normal. –No hay problema–, me

respondió –el estúpido de Shane Boldt agitaba su cuchillo alrededor. Traté de escapar, y él me cortó.

De repente me di cuenta de que ella había sido una de las dos personas que

había visto en el suelo detrás del Sr. Hostetler.


–Estoy muy contenta de que estés bien. Después de desearle lo mejor, seguí a la enfermera Haugen al cubículo de

Beck. Estaba desnudo hasta la cintura, y dos chicos estaban trabajando en su brazo

izquierdo. Melissa estaba al otro lado de la cama, sosteniendo su mano derecha.

Nicole estaba a los pies de la cama, con los ojos hinchados y enrojecidos por el llanto. –Compórtate–,la enfermera Haugen me dijo desde la distancia antes de que

pudiera darle las gracias. Nicole me cogió del brazo y susurró: –Yo debería haberte escuchado. Es mi

culpa que mi hermano fuera herido. Yo ya había estado en ese camino antes y sabía lo que era el dolor y la culpa. –

De ninguna manera–, le susurré. –Shane es el que debería sufrir. Shane, Benny y la señorita Yeager. Trimarks.

Todos ellos. Ellos son a los que deberías culpar. Nos pusimos de pie una al lado de la otra, abrazadas y observamos la labor de

los médicos en Beck. Sus voces eran bajas, pero había cogido fragmentos de su conversación.

–Los paramédicos dijeron que su brazo izquierdo fue acuchillado hasta el

hueso... ¿no? –Sí, eso es raro... sólo necesita unos puntos de sutura. Nicole me susurró: –nosotros los medio demonios sanamos rápidamente. Recordé el brazo izquierdo colgando indefenso en la ambulancia. –No es

broma. Una enfermera apareció a través de la cortina. –¿Quién de ustedes chicos se

encargó de ahuyentar a los chicos malos?–. Sin esperar respuesta, añadió, –CNN llamó. –Quienquiera que sea, quieren una entrevista vía satélite. –Yo no,– respondí. Los ojos de la enfermera bailaron con entusiasmo y le dijo a Beck, –ahí tienes,

chico. Sus quince minutos de fama. –Yo no–, contestó Beck. Hicimos contacto visual. Esto no era bueno. Las


preguntas de CNN eran disparadas como si estuviera lanzando dardos envenenados. Cuando no le gustara la respuesta, entrecerraría los ojos y, en una voz que goteara sarcasmo, diría –¿En serio?

Teníamos que hacer que nuestras historias concordaran. Después de que los

médicos se fueron, tuvimos que esperar a que los documentos de Beck estuvieran listos.

Estuvimos de acuerdo con lo siguiente: El Sr. Hostetler fue el héroe. Lesionado y postrado en el suelo, había salvado vidas de los estudiantes en el edificio. Shane, era un miembro de una pandilla, tenia rencor hacia Beck por el resultado de la lucha después del partido de fútbol. Quería venganza, y si algunas otras personas se lesionaban en el proceso, ¿qué importaba?

¿Mi papel? Viendo a mi novio en peligro, tiré mi precaución al viento y traté de

ayudarlo.

A continuación dos cómplices de Shane liberaron serpientes venenosas con la intención de crear el caos y facilitar su huida. El lodo hirviendo y quemaduras resultantes eran imposibles de explicar. Beck simplemente encogió sus hombros y meneó la cabeza. Fingí un ataque de histeria y grité: –¡Por favor no me hagas hablar de eso. No puedo soportarlo!

En cuanto a la señorita Yeager se refiere, se implicaría que su relación con

Shane era más que la de estudiante y consejera, a sabiendas que la prensa iría por todas partes como hormigas en una tarta desechada.

Cuando la enfermera condujo a Beck fuera de la sala de urgencias, pasamos

por el cubículo del Sr. Hostetler. Sus brazos y piernas habían sido gravemente quemados cuando intentó romper el triángulo salvando a los chicos. Su ex esposa, las lágrimas corrían por sus mejillas, mire en silencio mientras su hija y su hijo se inclinaban sobre la barandilla de cama, viéndose confusos y molestos.

Salí con Beck e intercambié unas rápidas palabras. Cuando el Sr. Hostetler me

vio, levantó una mano. –Acércate, Allie. Su voz era ronca, con la cara grabada por el dolor. Me incliné sobre la barandilla y le susurré, –gracias por lo que hizo hoy. Usted

fue muy valiente. Me contestó: –Tú eres la heroína, chica. Rompiste el triángulo. No sé cómo lo

hiciste, pero gracias. Yo susurré, –Es nuestro secreto... ¿de acuerdo? Él sonrió y guiñó un ojo. –Está bien.


Me enderecé y les sonreí a los niños. Los había visto al salir de la escuela en la

oficina del Sr. Hostettler. La hija, probablemente doce o trece años, era una copia exacta de su mamá. El

muchacho parecía completamente diferente, no era de sorprenderse ya que era de conocimiento de todo el mundo que había sido adoptado. El rumor era que había sido arrojado en un basurero, realmente esperaba que eso no fuera cierto. Nadie debe comenzar la vida en un bote de basura.

La hija me dio una tímida sonrisa. El muchacho me miró, con los ojos abiertos y

sin pestañear. Más pequeño de lo normal con el pelo lacio y oscuro cayendo sobre su frente, el chico era la persona más blanca que yo hubiera visto alguna vez. Una vena azul que palpitaba en su sien era claramente visible a través de su pálida piel, casi translúcida. Sus ojos eran enormes con una pálida sombra de azul. Él continuó mirándome con una expresión que sólo puedo describir como extraña. Confíen en mí, él era extraño.

–Uh, hola,– le dije. Finalmente, el chico parpadeó. –Tú eres la única. –¿Perdón? respondí. El Sr. Hostetler, dijo,–Sí, Chad, ella es única. Ella es la que me ayudó hoy. Chad negó con la cabeza violentamente. -No, no, eso no es lo que quise decir. Su padre apartó su rostro y suspiró. La hora de Allie para partir. –Bueno, me tengo que ir. Buena suerte, señor Hostetler. Voy a venir a visitarlo

muy pronto. Adiós, muchachos. Sentí a Chad Hostetler mirándome todo el camino hasta el ascensor. Me encontré en el exterior a los Bradford. Melissa estaba estacionada delante

de la puerta con el motor en marcha. Un ayudante del hospital, sujetando firmemente el brazo bueno de Beck, le

ayudó a entrar en el coche. Estaba a punto de caminar al otro lado del coche y entrar en el asiento trasero

con Nicole cuando Escuché, –¡Allie, espera! Miré hacia arriba para ver la figura menuda de Chad enmarcado en la puerta. Él


caminó hacia mí lentamente. Me encontré con él a medio camino. Me entregó un pedazo de papel doblado, se volvió y corrió hacia el interior.

Impreso en letra de imprenta, las palabras saltaron de la página. Todos ellos están a tu alrededor. Los puedo ver. Había firmado "tu amigo, Chad”, seguido de su número de teléfono. Tragué saliva y puse de la nota en el bolsillo de mi abrigo. Más tarde. Lo

pensaría más tarde.


CCCaaapppííítttuuulllooo TTTrrreeeiiinnntttaaa

tormentada por la culpa, Faye regresó al día siguiente y se negó a dejarme fuera de su vista. Ella estaba haciendo que me volviese loca… tan loca que estaba casi feliz esperando la llamada del FBI. Esperaba que

fuese Ruth Wheeler o su pareja, el chico con el peinado raro. Pero el hombre que llamó a la puerta del remolque era un completo desconocido. Tal vez pronto en algún momento averiguaría lo que paso con Ruth.

Sus mejillas estaban rojas como dos manzanas, su risa era alegre, sus arrugas

enmarcaban sus ojos azules, estaba vestido casualmente con jeans, botas y una parka verde.

El mostró su identificación y se presentó. –Soy Dennis McCarty. ¿Puedo entrar? Mire a mí alrededor a Faye, que miraba por encima de mi hombro. Sus

brillantes ojos se convirtieron en rendijas de furia, sus manos estaban en puños a los costados. Sabía que una explosión se acercaba y me preparé.

–¿Dónde diablos estabas cuando mi hija estaba en peligro?– gritó. –Y ahora

¿quieres venir y hablar de ello? ¡Ustedes son increíbles! Ella se arrojó sobre el sofá y cruzó los brazos sobre su pecho, y un ojo dio

contracciones ominosamente. Le susurré al agente McCarty, –No hay problema. Ella se olvidará Él a su vez susurró, –Tal vez será mejor que no le diga que su padre está en el

coche Miré el sedán de color azul oscuro y, por supuesto, Mike Purdy estaba en el

asiento del pasajero. Levanté una mano. Me devolvió el saludo. De pronto, la situación me pareció divertidísima, y caí de repente en un ataque de risas.

–Esto no es gracioso, Allie–, dijo mi madre. Puse una mano en mi boca y di un paso atrás para que el agente pudiera entrar

A


en nuestra pequeña sala de estar. Por supuesto comprobé su mano antes de dejarlo entrar, había justo una estrella en el centro de su montículo de Venus.

Todavía riéndome, señalé hacia el comedor. –Usted puede sentarse allí.

¿Quieres café? ¿Dónde está Ruth Wheeler? ¿Qué le tomo tanto tiempo? ¿Por qué estás aquí?

Mi aluvión de preguntas pareció dejarlo perplejo. Se acomodó en el comedor,

sus cejas dibujaron confusión. Al parecer Faye tenía algo sobre la estufa y sirvió café en una taza. Ella la dejó en la mesa frente al detective McCarty.

–Por el amor de Dios Allie, solo hazle preguntas de a una. Dale un respiro al

hombre. Me senté frente al agente. Faye se deslizó a mi lado. –¿Qué paso con Ruth? Se suponía que debía estar aquí hace mucho tiempo–, le

pregunté. Los ojos azules de McCarty perdieron su brillo. Se aclaró la garganta y se sujetó del borde de la mesa.

–Ruth ha muerto. Su coche fue recuperado del lago Keechelus hace dos días. –Oh, no–, exclamé, sacudiendo la cabeza en negación. Faye sujetó mi mano y la

sostuvo con fuerza. McCarty, continuó, –Cuando te llamó tu papá y nos dijo que Ruth no se había

presentado, empezamos a buscarla. Hasta donde podemos saber, que conducía por Snoqualmie Pass en su paso por aquí cuando su coche entró en el lago. Ella no tenía su identificación, por lo que su cuerpo no fue identificado hasta ahora.

–¿Fue un accidente?–, le preguntó Faye. –Sabremos más después de que el coche sea examinado. Ella pudo haber sido

obligada a salirse del camino. –Pero, ¿quién habría conocido sus planes?– exigí. Mi voz era chillona por la

ansiedad. No necesitaba otra muerte en mi conciencia. Sacudió la cabeza con tristeza. –Lo siento, Allie. Me gustaría saberlo. Yo no

tengo respuestas ahora mismo. Nos quedamos en silencio un rato recordando a Ruth Wheeler. Una compañera

buscadora de estrellas, ella generosamente ofreció su ayuda cuando lo necesité, sin hacer preguntas. Y ahora estaba muerta.

McCarty miraba por la ventana un rato y luego tomó un sorbo de café grande. –

En realidad estoy aquí por otro asunto. –O, si–, expresé. –El incidente en la escuela


En el exterior, una puerta del coche se escuchó. La cabeza de Faye giró a la

izquierda, y ella se asomó por la ventana. Su boca se abrió y ella salió disparada del comedor. Puso sus manos sobre la mesa y se inclinó hasta que su cara estuvo a pocos centímetros de la cara del pobre de Denis McCarty.

Retrocedió y se acercó a la ventana. No había lugar para alejarse. Así es la vida

en un pequeño remolque. Tenía las mejillas en un alarmante tono rojizo. –¿Cómo es- que – que sea?– Faye enunció las palabras con cuidado. McCarty levantó las manos en señal de rendición y le dio a Faye una sonrisa

insinuante. –Si, es el padre de Allie. Él quería venir. ¿Qué podría decirle? Faye lo miró por un momento largo e incómodo. Cuando el agente comenzó a

retorcerse, dio la vuelta y salió del remolque. McCarty exhaló fuerte y pasó una mano por su frente. –Lo siento, señor McCarty–, dije. –Faye no quiere demasiado a mi padre. –Llámame Dennis–, me respondió. Miré por la ventana y, por primera vez en mi vida, vi a mi madre y a mi padre

juntos. Mike se apoyó en el coche con las manos en los bolsillos, mirando divertido. Faye se fue acercando a él, haciendo gestos violentos, irguiendo su barbilla por la cólera.

Por último, Mike se apartó del coche y levantó su mano. La lucha era de Faye.

Sus hombros se desplomaron, y su cabeza descendió. Mike puso sus manos sobre sus hombros y la abrazó.

Sorprendentemente no se apartó. Mi padre señaló al remolque, se acercó a

Faye y le dijo algo que la hizo sonreír. ¿Estarán hablando de mí? Aparté la vista, porque quería recordar esa imagen… mis padres de pie, juntos,

sonrientes, ambos mirándome. Resultó que tenía un montón de preguntas para Dennis McCarty. Desde que

era una Buscadora de estrellas, no tenía que mentir… por lo menos hasta que llegué a la parte sobre los Bradford. A pesar de que Dennis creía en la existencia de la magia, sería un error revelar el secreto de que los Bradford eran medio demonios.

Pasé por alto el rescate de Beck y Nicole, diciéndole simplemente que siguieron

algunas pistas que había dejado.


Dennis preguntó: –¿Qué pistas? Examiné una de mis uñas y le dije: –Caramba, no lo recuerdo. Quizás por las

drogas perdí la memoria a corto plazo. Él frunció el ceño. –Eso es extraño. Tú pareces recordar todo con una claridad

asombrosa. Hice como que no entendí y rápidamente me remetí al incidente del día.

Cuando le expliqué cómo hice retroceder a la serpiente y golpeó a Shane fuera del triángulo, McCarty sonrió y golpeó con un puño al aire. –¡Si! ¡Nuestra niña está de vuelta!

Cuando me quedé sin palabras, Dennis llenó los espacios en blanco. Certificó

que Jeanette Yeager era una falsa asesora. Su meta era ganar mi confianza y encontrar la manera de apoderarse de la piedra de luna.

–Junto con Benny y Shane, eran sin dudas Trimark–, me señaló Dennis –

Probablemente la marca en su mano fue extirpada con láser. Le conté que accidentalmente le había dejado creer a Faye que había perdido

mis poderes. El asintió con la cabeza. –Si, debe haber pensado que conseguir la piedra de luna sería como quitarle

caramelos a un bebé. –Creo que se equivocaron. Él estiró su puño. Lo golpeé con el mío y le di una gran sonrisa. Me serené rápidamente. Todo sobre Jeanette Yeager era tan extraño, que yo

simplemente no podía entenderlo. Le dije a Dennis –Aquí esta la parte más extraña. El día que todo ocurrió, me

hizo un montón de preguntas… qué le había pasado a mi cara… y si mi madre estaba fuera de la ciudad. ¿Por qué lo hizo? Ella ya sabía las respuestas. Supongo que se estaba aprovechando de mí ¿no?

Se encogió de hombros. –Si ella era la voz cantante, lo sabía. Es posible que

más personas estuvieran involucradas. Con suerte vamos a ponernos al día con ella, pero los Trimarks tienen facilidad para desaparecer.

El resto de la historia fue escalofriante. Habíamos tenido suerte. A pesar de que

varias personas resultaron heridas de gravedad no había ningún muerto. A demás de Luella y Beck, un par de niños que habían sido cortados por el cuchillo de Shane.


Beck tenía la lesión más grave, pero igual que Nicole, dijo se curaba rápido. Benny había desaparecido. El Honda de Yeager había sido encontrado,

abandonado en las afueras de Peacock Flats. El FBI estaba tras su rastro, pero no tenía esperanzas. Dennis me hizo muchísimas preguntas. Incluso me hizo describir el colgante

que había visto de cerca… que era de Jeanette Yeager. –¿Estás segura de que alrededor de la piedra tenía un borde negro? –Si, ¿Por qué? El no me respondió de inmediato. –¿Qué hay de Shane, llevaba una? –Yo estaba ocupada viendo otras cosas, pero, si, creo que lo hacía. –¿Recuerdas que en la reunión de Los buscadores de Estrellas cuando Larry

hablaba de los Trimarks, el cristal oscuro y su uso de la triangulación? Asentí con la cabeza. –Si, el informante dijo que el cristal oscuro dio a los

Trimarks poderes sobrenaturales. –No lo sabremos a ciencia cierta a menos que tengamos en nuestras manos,

pero estoy dispuesto a apostar que en sus colgantes han sido infundidos con la magia del cristal oscuro.

Sacudí la cabeza con asombro. –Tiene sentido. Shane, Yeager, y Benny

formaron un triángulo perfecto con sus cuerpos y utilizaban el cristal oscuro en los colgantes para hacer magia.

Otra cosa me había estado molestando. –Pero, ¿cuál era su propósito?

¿Estaban tratando de obtener la piedra lunar o castigarme por no cooperar? Dennis dijo: –Mi conjetura era que esperaban que la entregaras, aunque

tuvieran que matar a un par de personas en el proceso, no había problema. Me quité la piedra lunar y la cruz del cuello de la camisa e hice clic en la piedra

de luna a las seis en punto. Le sonreí. –Trata de tomarla de mí. Su boca se curvó en una media sonrisa. –Y yo estoy haciendo esto… ¿por qué? –Haga la prueba. La expresión de su rostro era como, bien, ella es solo una niña. Está de broma.


Extendió su mano a la piedra lunar y… ¡Zap! Él hizo un gesto con la mano hacia atrás y, si no me equivoco, dijo unas

palabras en voz baja. Yo aullaba de risa. –Tú podrías solo, habérmelo dicho–, me contestó Dennis en un tono herido. –Pensé que sería mejor demostrárselo. Corra la voz, ¿de acuerdo? La niña

puede hacerse cargo de sí misma. –Claro que lo haré–, el extendió la mano, asegurándose de dejarla lejos de la

piedra lunar. Nosotros nos sobresaltamos y se dirigió a la puerta. –Hasta pronto muchacha.

Cuando llegó a la puerta, Faye la abrió. Di un paso atrás y me pegué a la pared

para que pudiera pasar. Faye entró en el remolque sin decir una palabra. Se detuvo en el medio del

comedor, me dio un beso en la parte superior de la cabeza y entró en su dormitorio. Antes de que ella deslizara la puerta me dijo: –Ve a hablar con tu padre.

Yo, lo hice.


CCCaaapppííítttuuulllooo TTTrrreeeiiinnntttaaa yyy UUUnnnooo

o volví a la escuela hasta el miércoles antes de Acción de Gracias. Supongo que tenía que tenían que haber limpiado la escena del delito, lavar la sangre o lo que sea. Los consejeros habían sido traídos de otros

distritos escolares y los establecieron en el centro comunitario. Nos alentaron a pasar una sesión de asesoramiento dos días lejos. A pesar de la insistencia de Faye me negué a ir.

–¿Por qué no?–, exigió. –Tú sabes que vas a tener pesadillas de nuevo. –Estoy bien–, respondí. –No hay pesadillas. Aunque parezca extraño, yo estaba bien. Cuando le expliqué a Nicole que

culparse así misma era entrar en un círculo. Yo creía en mis propias palabras. ¿Cómo es de extraño esto? Desde un principio vi que tenía dos caminos. Yo podría elegir culparme. Ruth Wheeler había muerto por mí. Beck fue apuñalado por mí, gente inocente fue herida por la gente mala que quería obtener la piedra lunar de mí, no se la daría. Una persona sólo no puede llevar tanta culpa sin sentir que su pecho se le caerá por la carga.

Por otra parte, podía verlo desde otro punto de vista. Yo también había logrado salvar vidas. Y a diferencia de otras chicas de 15 años,

supe mi destino. Incluso aunque no estuviera segura de cómo sería el final, mi vida estaba destinada a la piedra lunar. Tenía que estar a la altura del juego ¡Soy Allie, óyeme rugir!

Dos hechos improbables y sin relación sucedieron el miércoles, ambas

relacionadas con mi amiga Mercedes. La primera ocurrió en el vestíbulo atestado de gente entre el segundo y tercer período. Mercedes Trujillo dulce y feliz quien no tenía ni un hueso tacaño en su cuerpo, atrapó al pincha culos.

Ella nos dejo consternadas en el almuerzo –¡Ah Dios mío, Allie, era tan chulo!,

¡no puedo creer que yo hiciera esto! Ella estaba de pie y miraba alrededor para que cada uno de la mesa a su

alrededor la escuchara.

N


–Así es como sucedió, Yo abrí mi armario y vi que el libro de álgebra había caído

del anaquel y había deshecho mi almuerzo, por lo que de inmediato estuve muy enojada, ¿sabes?

Todos asintieron. –Me incliné para recogerlo y me dieron un pellizco… ¡en el culo! Ella hizo una mueca y se frotó la nalga. –¡Oh niña, eso duele! Donna Jo suspiró enormemente. –Sabemos que duele. Sigue con la historia. Mercedes le lanzó una mirada asesina. –Bueno, bueno, yo sólo les mostraba la

puesta en escena. Esto es lo que pasó: tomé el libro del álgebra y me di vuelta rápido como una

pantera y ¡zaz! se cayó, sus anteojos volaron y se terminó el juego. Ella levantó sus manos sobre su cabeza. –Ganador: Mercedes Trujillo. Perdedor:

Charles Raymond Atkinson Junior! ¡Si! Así es. El maldito pellizcador no era otro que el pequeño supuesto novio de

Suzanne Maloney, Charles. Lo juro por Dios. Mercedes hizo una reverencia. Nosotras aplaudimos. –¿Qué le ocurrirá a Charles?– le pregunté. –Está suspendido hasta que el Señor Hostetler vuelva–, indicó Mercedes. –Y el tiene que tomar una clase sobre la salud sexual y el acoso. Todos nos tomamos un minuto de silencio, pensando en lo extraño que

resultaba que el pellizcador de culos resultara ser alguien tan friki como Chales. Supongo que nunca llegas a saber todo de las personas. El segundo incidente ocurrió después de la escuela. Yo estaba sentada en el

comedor conjugando verbos franceses cuando escuche gritar a Mercedes, –¡Allie! ¡Allie!, ¡Ven rápido! ¡Date Prisa!

Mi corazón saltó de mi pecho, las visiones de los Trujillos terriblemente heridos

daban vueltas en mi cabeza.


Sangre que brotaba… huesos rotos… quemaduras por aceite… tamales alojados en tráqueas diminutas.

El miedo a la muerte, hizo que irrumpiera por la puerta y corriera por la nieve,

sentí derretirse en mis calcetines y llenarse de lodo, hasta donde estaba Mercedes de pie, agitando los brazos.

–¿Qué? ¿Qué?– grité contestándole. Entonces la miré a la cara. Ella sonreía a lo grande. Mercedes me sujetó del

brazo y me arrastró a través del pequeño patio y a través de la puerta de su casa rodante.

–No te lo puedo decir–, me dijo. –Tienes que verlo por ti misma. Toda la familia Trujillo se reunía en torno a un televisor de cincuenta y cuatro

pulgadas sintonizado en una estación de habla española. Cuando me vieron todos empezaron a hablar a la vez apuntando a la pantalla. Como hablaban en español lo único que entendí fue la palabra Junior.

Intrigada, miré hacia atrás y adelante a Mercedes y al televisor. –¿Tu mamá

acaba de decir Junior? Mercedes saltaba de arriba, abajo con emoción. –Espera a que el comercial

finalice ¿Qué significan para ti, las palabras telenovela mexicana? –Duh… no–, contesté. –¿Por qué? –¡Mira!– gritó Mercedes, apuntando a la pantalla. Toda la familia Trujillo estalló en aplausos cuando Junior Martínez (mi Junior),

paseaba en su dormitorio con una sonrisa de satisfacción en su rostro, y sus brazos alrededor de dos guapas ligeras de ropa.

Un sonido ahogado brotó de mi garganta. –¡Aaarrgh!– las rodillas se me

doblaron y caí en el piso, ignorando totalmente a la familia Trujillo que estaba hipnotizada por cada palabra y gesto de Junior.

Mire sus vaqueros desgastados y la camiseta apretada de color marrón que

destacaba sus pectorales y bíceps, tenía el pelo en punta con reflejos rubios y estaba desordenado con habilidad.

Durante un primer plano, sus ojos grises claros miraban directamente hacia mí

y yo suspiré, recordando nuestro ardiente beso de despedida. Mamá Trujillo suspiraba también, y se abanicaba agitando la blusa de arriba

hacia abajo. –¡Qué tipo tan bueno!


Mercedes se rió. –Mamá acaba de decir, ¡Qué niño! Cuando el show terminó, Mercedes exclamó: –¿Puedes creerlo? Junior es una

estrella. Es por eso que no regresó. ¿Tienes su móvil? Tal vez tú podrías llamarlo, y él

nos enviaría autógrafos. Mamá alzó sus manos y expresó: –¡Si! ¡Si! Allie, pídele autógrafos. Les aseguré que iba a intentarlo en casa y salí corriendo con mis calcetines

húmedos, fangosos. Más tarde esa noche, después de que Faye se acostara, me senté con las piernas cruzadas en el sofá y pensé en lo extraño de mi vida. Mi ex novio, Junior era protagonista de una telenovela mexicana. Yo probablemente no lo volvería a ver.

Mi novio actual no era completamente humano. Como resultado de su beso yo

había adquirido una marca de demonio en la palma de mi mano que quería decir… ¿quién sabe?

Su hermana podía hacer viajes astrales e ir a lugares lejanos. Tenía tantas preguntas si respuestas. Claude era mi abuelo. Mi abuela desaparecida, Melia. Faye tenía un misterioso pasado. El espeluznante niño del Sr. Hostetler. Y la piedra Lunar… ¿podría realmente detener el tiempo? Apagué las luces, abrí las cortinas y miré a la luna, mi ritual nocturno. Era fácil

de encontrar. Las nubes se deslizaron despejando la superficie de la luna, ahora en su último

cuarto. Con toda honestidad el ritual no era verdaderamente mío. Faye lo había iniciado hace años, antes de que yo me hiciera demasiado grande para meterse en la cama.

Fragmentos de la canción estaban a la deriva en mi mente, y yo tarareé la

melodía, cuando las palabras salieron de nuevo; yo cantaba en voz alta,

“Yo veo la luna, La luna me ve”

La voz de Faye sonó en la parte trasera del remolque,


“Dios bendice a la luna

Y Dios me bendice”

Cantamos esto otra vez más fuerte, pero esta vez nos reímos como locas. Cuando el remolque se volvió tranquilo de nuevo, me senté en la oscuridad y

miré fijamente a la luna creciente, tan predecible en su ciclo… tan diferente al caos en mi vida.

Levanté la piedra lunar hacia la ventana, y vi la luz obrar en su superficie y tomé

una decisión. Sólo por esta noche, dejaría de lado mis problemas y dejaría las preguntas sin

respuestas. En lugar de eso me gustaría capturar este pequeño momento fugaz de alegría

pura y mantenerlo cerca, como la piedra preciosa en mi mano. Sintiéndome bendecida, le sonreí a la luna.


AAAgggrrraaadddeeeccciiimmmiiieeennntttooosss A Glad por permitirme sacar adelante este proyecto y a Liberi por

cedérmelo.

TRADUCTORES:

Camila Carlos

Carmen Crystal

Fanny JLou

Liberi Mekaret

Maripooh Sofys

CORRECCIÓN GENERAL:

Carmen

LECTURA FINAL:

Camila y Giovi

FORMATO Y EDICIÓN DEL DOCUMENTO:

Carmen y Glad

DIAGRAMACION:

Glad

Si deseas leer más de esta saga visítanos en:

“Dark Patience” http://darkpatience.blogspot.com/

http://darkpatience.blogspot.com/


Próxima entrega:

MOON SPUN TERCERA ENTREGA DE LA PENTASAGA UNBIDDEN

MAGIC

SINOPSIS

Junior vuelve de México con su séquito de estrella de cine. Beck con sus encantos de medio demonio "sana" a una chica nueva. Mamá sigue loca y ahora sale con el Director Hostetler. La escuela secundaria todavía es una carrera de obstáculos con reinas del drama, matones y dementes. Los Trimarks aún son una amenaza, y el pendiente de la piedra lunar ha revelado incluso más alucinantes poderes. En otras palabras, la vida de Allie Emerson elegida como La Muchacha Menos Votada para Salvar al Mundo del Mal se ha vuelto de Extraña a Súper Cargada Súper Extraña, y esto está a punto de volverse aún más extraño. Tú eres una princesa faery. Al menos eso dice el misterioso Ryker, cuyos increíbles talentos incluyen convertirse él mismo en un halcón. A propósito, él y Allie están destinados a casarse. En la tierra faery - Infinita. Si ellos pueden salvarla de fuerzas aún más letales que los Trimarks y la escuela secundaria. El tercer libro de Unbidden Magic Series26 sumerge a lectores en otro rico mundo de peligro, humor, romance, fábula, cuento de hadas y destino mágico.

26 La serie Magia Espontanea

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