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Año LXXX NÚM 4.023 7 de marzo de 2020 2€ Omella, presidente de la CEE «Soy un cura de pueblo»

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  • Año LXXX NÚM 4.0237 de marzo de 2020 2€

    Omella, presidente de la CEE

    «Soy uncura de pueblo»

  • Sumario

    revista ecclesiaEdiciones CEE Revista de la Conferencia Episcopal EspañolaDirectora: Silvia Rozas Barrero FI ([email protected])Redactores: José Ignacio Rivarés, Sara de la Torre, Ángeles Conde y Asier Solana ([email protected])Diseño y Maquetación: Antonio Jesús Marcos ([email protected])Secretaria de redacción: Carmen González de Vega (91 343 97 03, [email protected])Administración y suscripciones: Antonio Cortés ([email protected]) y José Díaz (91 343 97 04, [email protected])

    Domicilio:C/ Añastro, 1, 4ª. 28033 Madrid

    Imprime: Gráficas Arias Montano, S.A. Pinto (Madrid) ISSN 0012-9038 Depósito Legal: M-2.095-1958

    TarifasEspaña: 91 euros al añoEuropa: 120,00 euros Resto de países: 141,00 eurosNúmero atrasado: 2,40 euros (más gastos de envío).

    Un cura de pueblo. Así se define el nuevo presidente de la CEE, el cardenal Juan José Omella. Lo dice con una sonrisa, mirada profunda y convicción positiva, entregada y muy evangélica. Lo tiene claro: el cura de pueblo es el que comparte con la gente las penas y las alegrías, quien camina a su lado como uno más, pendiente de las necesidades, sobre todo, de los descartados. Es su estilo, el del tú a tú. Es el cardenal que «patea las calles» y que va a la compra con sencillez. Pero además, es un hombre de diálogo, que apuesta por los consensos y que nos invita a todos a recorrer juntos el camino sinodal de la Iglesia. Nuestra #PortadaEcclesia se arriesga y nos invita a contagiarnos de la humildad de quien hoy lidera la CEE, con el agradecimiento enorme al cardenal Ricardo Blázquez que nos ha regalado la prudencia y la bondad. Editorial

    Juan José Omella, nuevo presidente de la CEE

    Cardenal Omella: «Escuchemos más y no hablemos tanto», por Sara de la Torre y Silvia Rozas FI

    Nuevo organigrama

    Entrevista a Ricardo Blázquez: «La fraternidad y la sinodalidad intensifican el diálogo», por Silvia Rozas FI

    Documentación

    Opinión: Interiorizar lo vivido en el Congreso de Laicos, por Isaac Martín

    La archidiócesis de Toledo recibe a Francisco Cerro

    Crónica vaticana, por Ángeles Conde

    Asia Bibi: «Si confías en Dios, tu fe te hará más fuerte», por A.C.

    En la muerte de Ernesto Cardenal, por José Ignacio RivarésNosotros utilizamospapel certificado defuentes responsablesLaudato Si´

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  • Editorial

    Renovarse para caminar juntos

    La Conferencia Episcopal Española se encuen-tra inmersa en un proceso de renovación para adecuarse a la nueva etapa evangeliza-dora que propone el Papa Francisco y que exige un cambio profundo de las estructuras eclesiales. Durante esta semana los obispos españoles, reunidos en Asamblea Plenaria, han elegido al presidente y vicepresidente de la CEE, a la Comisión Ejecutiva, los presidentes y miembros de las Comisiones Episcopales y de otros organismos. La nueva estructura tiene su raíz en la conversión pastoral y en la reforma misionera que «implican una conversión hacia una Iglesia más sinodal».

    Se trata, en definitiva, de caminar juntos y de buscar la mejor manera de peregrinar por la vida ayudándonos a sanar heridas, alentar corazones y facilitar el encuentro verdadero, cara a cara, con Jesús. La exhortación Evangelii gaudium recuerda ese «desafío de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos, de encontrarnos, de apoyarnos, de participar de esa marea algo caótica que puede con-vertirse en una verdadera experiencia de fraternidad, en una caravana solidaria, en una santa peregrinación. De este modo las mayores posibilidades de comunicación se traducirán en más posibilidades de encuentro y de solida-ridad entre todos» (EG, n. 87).

    Este camino sinodal, con la mística del caminar juntos, implica actitudes adecuadas que pasan por la conversión

    personal de cada uno. Para ello, es necesaria la escucha serena de Dios que se manifiesta en cada uno, en el otro, en la realidad concreta, en las circunstancias sociales... es-cuchar el grito interior, el grito de la tierra y el grito de los pobres. ¿Para qué? Para discernir, para descubrir lo que el Señor quiere de la Iglesia española hoy y mañana, con los pies en el suelo y la mirada en lo alto, hacia Dios.

    La riqueza que vivimos en nuestra Iglesia es fruto del Espíritu Santo que alienta nuestros pasos y por eso esta-mos llamados a conjugar la diversidad y la comunión de manera que aprendamos a convivir con las diferentes sen-sibilidades.

    Para esto, el Papa Francisco habla de una «pirámide in-vertida» basada en el servicio, que sintoniza con los anhe-los de la gente y que llega a personas muy diferentes. La Iglesia ha de ser esa pirámide invertida, con el Pueblo de Dios en la cúspide y los obispos y el Papa abajo, a su servi-cio, como Jesús vino a servir y no a ser servido.

    Por eso, el presidente de la CEE no es el ejecutivo de una multinacional ni el político que presenta un programa electoral ni quien quiere ganar cuotas de poder, sino que su nombramiento se enraíza en el servicio más evangélico: ser ayudador para generar procesos y caminar juntos.

    Todos, laicos, sacerdotes y consagrados, estamos lla-mados a tener por bandera el servicio y a potenciar con esperanza y alegría este proceso sinodal. Porque vamos juntos.

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    Asamblea Plenaria

    Nuevopresidentede la CEE

    Juan José Omella

    Enorme sonrisa y gran ama-bilidad. El cardenal Juan José Omella, nuevo pre-sidente de la CEE, compa-reció ante los periodistas tras su nombramiento. Sus primeras palabras fueron de agradecimiento a los obispos por la confianza que po-nen en él: «Entro en ese camino con temor y temblor, porque nunca he sido presidente de la CEE, pero gra-cias a Dios, fijándome en los que me han precedido, y más inmediatamen-te en don Ricardo tengo un modelo a seguir: prudente, a la vez muy en comunión con todos y con un gran amor a nuestra realidad, a este mun-do que nos toca vivir». Acompañado por el cardenal Ricardo Blázquez que le «pasó el testigo», también este úl-timo quiso despedirse y agradecer a los periodistas el servicio que ofrecen a la Iglesia. «La Iglesia es también co-municación porque la Iglesia es pa-labra», indicó en una sala de prensa llena de profesionales de la comuni-cación. Sus últimas palabras recorda-ron también que el presidente de la

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    Juan José Omella

    CEE «no es el que manda a los obis-pos sino el que los modera».

    Diálogo y colaboración

    Preguntado por su talante, el car-denal Omella recordó que «estamos para colaborar con todas las institu-ciones y también, evidentemente, con las instituciones del Estado por-que estamos al servicio del bien co-mún, el bien de todos. Y creo que en un buen diálogo podemos colaborar todos. Porque todos nos necesita-mos. Ellos nos necesitan. A las insti-tuciones y a las asociaciones públicas y privadas. Nosotros estamos siempre dispuestos a colaborar con todos. Y auguro para el gobierno actual, para las instituciones del Estado, en una sociedad que tenemos tan compleja como hoy, les deseo el éxito y a veces en temas tan complicados que tocan, y que los periodistas conocéis muy bien, les deseo éxito. Rezaré y cola-boraré en la medida de lo que pueda y que esté a mi alcance».

    Durante la ronda de preguntas también se cuestionó el diálogo con el Gobierno en temas concretos como

    la reforma educativa, la asignatura de Religión o la fiscalidad de la Iglesia. El nuevo presidente contestó que des-de la CEE se desea «como siempre, tal y como dijo don Ricardo y también el secretario de la CEE, que no quere-mos privilegios, pero queremos que se nos trate con esa dignidad y con ese respeto, como se trata a todas las instituciones».

    «Somos hermanos y nos queremos»

    También le preguntaron al carde-nal de Barcelona sobre «los presuntos sectores de la Iglesia» que se verían reflejados en las votaciones. Algo a lo que contestó tajante: «No hay sector, hay alguna sensibilidad. Y ustedes los periodistas tienen ese cliché y ense-guida miran dónde colocamos a cada uno. Estamos en todas partes, unos tienen una sensibilidad y otros, otra. Yo agradezco la confianza que han te-nido los obispos nombrándome a mí como presidente, y me imagino que don Carlos tiene también la misma alegría al ver que cuentan con él, y ya está. Sea quien sea, nosotros tra-

    tamos de trabajar siempre en equipo, en coordinación unos con otros y en comunión». Omella prosiguió defi-niendo la sensibilidad «de una mane-ra o de otra, unos son más risueños, otros más serios. Pero ustedes no nos clasifiquen tan pronto, vayan viendo cómo van las cosas y verán que nos entendemos. Y la CEE, a pesar de esos matices, somos hermanos y nos queremos». Además, el nuevo presi-dente insistió en que su cargo no es «el que organiza todo, sino que coor-dina toda la acción de todas las dió-cesis reunidas en la CEE». Adelantó también los primeros pasos que darán con el nuevo Plan de Pastoral «y nue-vas orientaciones de cómo queremos caminar juntos, para dar una respues-ta en este momento actual a nuestras sociedades para, como nos dice el Papa Francisco, ser evangelizadores en el mundo de hoy». Un mundo en el que hay que tener en cuenta que cambian las circunstancias y por eso es necesario «un nuevo lenguaje, nuevos métodos, pero nuevo ardor también para ser todos Iglesia en Sa-lida». Vamos a ir viendo entre todos qué prioridades tenemos en este mo-

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    mento. A este respecto destacó que en los nuevos estatutos es muy signi-ficativo cómo se ha potenciado la si-nodalidad: «Caminar juntos y no unos más deprisa que otros, sino conjunta-mente, al ritmo de todos y sobre todo de los más pequeños, avanzando en una misma dirección, que nos marca el Papa Francisco con su manera de ser, su manera de actuar y sobre todo con la Evangelii gaudium. Si se han dado cuenta, todas sus exhortaciones pastorales llevan en el título la pala-bra alegría. Tenemos que recuperar ese gozo, esa alegría dentro de nues-tra Iglesia católica».

    No crear alarmas

    La actualidad marcó el turno de preguntas y salió a colación el Co-vid-19: «Respecto al coronavirus, qué más quisiera yo que no lo tuviésemos. Vamos a ir viendo y siguiendo las nor-mas que dan desde el ministerio de Sanidad, a ver qué hay que hacer». Además, el arzobispo de Barcelona abogó por no «crear alarma» sobre un tema que nos preocupa a todos, «pero que si comparamos con las muertes que hay cada día por gripes y por accidentes de coche, y cuánta gente padece enfermedades ya no curables… Tenemos que ser sensi-bles, y estar abiertos a no crear alar-ma, ser prudentes».

    Reconciliación y convivencia

    Respecto a la Ley de memoria his-tórica por la que también fue pregun-tado haciendo alusión a su paso por Barbastro (recordando a los mártires de la localidad), Omella respondió que «nada de todo lo que se haga sea para reabrir heridas, y eso tenemos que pensarlo muy mucho». En ese contexto destacó que «la convivencia siempre es posible en momentos di-fíciles. Tenemos que avanzar por allí, por caminos de no confrontación, de

    unirnos todos en el amor. Todos te-nemos heridas y todos tenemos que pedir perdón, pero avanzar en un ca-mino de reconciliación y de conviven-cia». En la última cuestión, el cardenal reiteró su papel como «coordinador de todas las acciones de la Iglesia, a nivel de gobierno y de Conferencia Episcopal». En los temas delicados, como el del independentismo por el que también fue preguntado, res-pondió que su deseo es el de «buscar siempre los caminos de crear puen-tes, crear convivencia, crear fraterni-dad. Cuando hay voluntad de cami-nar juntos podemos conseguirlos, y cuando queremos enfrentarnos eso al final siempre produce heridas y mu-cho dolor. Y eso no lo quisiera para nuestro pueblo español y para nues-tra Iglesia católica».

    Asamblea Plenaria

  • «Escuchemos más

    y no hablemos tanto»

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    Entrevista

    Nos recibe en la antesala del que será a partir de ahora su nuevo despa-cho. Con una gran son-risa, pero consciente de que entre descanso de sesión Ple-naria y Permanente tendremos poco tiempo. Aún así, intuyendo su can-sancio, el semblante de su rostro no cambia porque la cercanía que mues-tra es envidiable. El cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona y nuevo presidente de la CEE, asume

    este nuevo servicio con humildad, es-peranza y alegría, teniendo la mirada en los pobres.

    —El Papa está de Ejercicios Espíri-tuales (desde casa) y seguro que se alegra de su elección. ¡Cuánto nos gustaría que viniera a España!

    —A todos nos encantaría, ¡desde luego! ¡Qué más quisiera yo! Pero no me toca a mí, ya le insistiré a ver si definitivamente acepta venir a Espa-ña. Pero Francisco tiene una queren-

    cia especial por las zonas más pobres, más pequeñas.

    —Usted tiene una relación muy cercana con él. ¿Nos puede contar cómo es el Papa en las distancias cortas?

    —A Francisco se le nota que es una persona muy de Dios, muy cer-cano con la gente y muy en contacto con todos. Lo que aquí llamamos «un cura de pueblo», pero a la vez muy sabio e intelectual, algo que le marca

    Juan José OmellaCardenal arzobispo de Barcelona, presidente de la CEE

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    el camino de saber por dónde va. Él está muy en contacto con la piedad popular y a través de ella, de los sen-tidos de los hombres, como el tocar y el ver, lleva a la gente al encuentro con el Señor. Lo que más me impre-siona es lo que él repite tantas veces: «tocar la carne sufriente de Cristo», es decir, Cristo encarnado en el ser humano. Y ese Cristo de la Eucaris-tía solo lo encuentras en los hombres y en las mujeres. El obispo de Ban-gassou, el comboniano Juan José Aguirre, me contó que al llegar a la misión, después de celebrar la misa, le quisieron saludar. Su costumbre era «echar perlas de saliva» en sus manos como acogida. Y después, besó a los leprosos. Ese es el mismo Cristo, el que tocamos en la Eucaristía, que se hace presente en los pobres. Y eso es lo que nos está enseñando el Papa cuando abraza y toca a los pobres. Es un testimonio muy bonito.

    —Durante la ponencia final del Congreso de Laicos, debajo de la silla en la que se sentó, providen-cialmente tenía usted este men-saje: «Teniendo como prioridad siempre a los pobres». Era una de las conclusiones del Congreso y precisamente le tocó a usted que estuvo muchos años en Manos Unidas...

    —¡Sí! ¡Eso le dije yo al obispo auxi-liar! [Antoni Vadell] Pero cada uno nos sentamos donde quisimos y los men-sajes estaban puesto arbitrariamente. Y sí, esa prioridad tiene que ver mu-cho conmigo, con todos. El Papa nos invita a tener una mirada hacia fuera y no hacia uno mismo, compartir los gozos y las alegrías de los demás, eso es fundamental. No debemos ser una Iglesia autorreferencial, tenemos que abrirnos al mundo y en especial a los pobres. Y no solo es la pobreza mate-rial, también es pobreza no tener es-

    peranza, no tener la fe en Jesucristo, en el futuro. Son las pobrezas huma-nas. Me acuerdo mucho de los cam-pos de concentración, donde poca esperanza había. Siempre recuerdo la frase de Maximiliano Kolbe, que estando en Auschwitz repetía cada vez que estaba junto a los cuerpos sin vida del campo: «El Hijo de Dios se hizo carne».

    —Lleva menos de 24 horas como presidente de la CEE y ya le han descrito de muchas maneras. Que es cercano, conciliador, negociador, simpático, «el candidato del go-bierno», «un presidente puente». ¿Quién es Juan José Omella?

    —Yo siempre digo que mi mejor definición es ser «cura de pueblo»: ya está. El «cura del pueblo» es el que comparte con la gente sus penas y alegrías. El que camina a su lado, pero también merienda con ellos y reza con ellos. El que los va a visitar. El que va a la compra y se encuentra a una vecina y le pregunta por cómo está su marido enfermo. Es ese tú a tú lo que nos marca, lo que nos hace ser cercanos. Eso lo facilita el haber naci-do en un pueblo pequeño, también es verdad.

    —Usted tiene dos aficiones: el baloncesto y el cine. El baloncesto es un deporte de equipo y ahora su equipo es otro, no el del pueblo, sino el de la Conferencia Episcopal.

    —Tengo que decir que siempre, desde que soy cura, he estado en equipo. Nunca he vivido solo, bueno, viví solo unos años en mi etapa final de cura, pero aun así se mantenía el contacto con los del equipo, que es-taban a 12 kilómetros. Tuve que ir a un pueblo más grande, Calanda, en lugar de estar en Alcañíz, pero desde que me ordené, trabajé en equipo. Varios le pedimos al obispo: «Quere-

    Entrevista

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    do descubrir sus razones, escuchar-las... Eso es el Sínodo, caminar codo con codo, que en el fondo eso se tra-duce mejor con palabras del Papa y no con las mías: «ir delante guiando, ir en medio compartiendo, e ir detrás recogiendo a todos». Si uno es capaz de hacer eso, no uno sino todos, en-tonces estamos acertando.

    —Este camino sinodal lo recorremos en una realidad concreta. ¿Qué postura debe tener la Iglesia hoy en la actualidad social?

    —La Iglesia tiene que trabajar en una línea de amor y decir la verdad. En lo relativo a los temas más socia-les, la postura de la Iglesia debe ser la de decir «por aquí no vamos bien» cuando corresponda, pero siempre con amor. Hay que ser como los pa-dres, que dicen la verdad, pero con amor. Los cristianos tenemos un men-saje precioso, el de Jesús, que tene-mos que transmitir. Lo esencial debe ser dar esperanza en medio del mun-do, como dice el Papa. Dar esperanza de fraternidad, paz y solidaridad, que son palabras claves que deben acom-pañarse siempre de alegría.

    —¿Y en la realidad política? ¿Cómo establecer la relación entre la Iglesia y el Estado?

    —Yo lo que quiero y deseo es una relación cordial de no confrontamien-to. Todos nos necesitamos porque to-dos tenemos un interés común. Para una sociedad es mejor sumar que restar. Lo que deseo es que todo lo que hagamos redunde en el bien de los ciudadanos, sea la enseñanza o la sanidad. Y para llegar a este punto va a ser necesario escucharse mutua-mente.

    —Todos le preguntamos por la reforma educativa porque es de estricta actualidad...

    mos ir tres curas juntos» y nos mandó a la zona más lejana, que es Daroca, en la provincia de Zaragoza. Allí lle-vábamos 15 pueblos entre los tres, 5 cada uno, y vivíamos juntos con las madres de dos de ellos, que eran mayores. Y de allí nos trasladaron a Alcañíz.

    Siempre he trabajado en equipo. Es más, en Barcelona vivimos juntos, los obispos auxiliares, mi secretario y yo. Los cuatro compartimos la ora-ción, compartimos la mesa, compar-timos las preocupaciones y también nos reímos juntos. Con lo cual, creo que el equipo es fundamental y ten-go que decir una cosa: en el equipo sacerdotal nos decían siempre «no sé cómo podéis vivir juntos porque sois totalmente distintos los tres». Por eso, aquí no se me hace costoso el contar con la gente, me gustaría contar con todos. Creo que no tengo suficientes cualidades como para liderar perso-nalmente ningún grupo humano y menos una Conferencia Episcopal, donde hay gente tan preparada y yo tan poco preparado... Pero como se trata de armonizar, me siento en eso más a gusto.

    —Estamos llamados a hacer un camino sinodal...

    —Tenemos que caminar juntos. Es simplemente decir «tengo voluntad de caminar con el otro». Y caminar con el otro es decirse: «Sé que el otro tiene valores, sé que tiene fallos, como yo los tengo, y vamos juntos a acertar en el camino». Para eso hay que escucharnos porque el otro tiene parte de verdad y yo tengo parte de verdad. Es necesario reconocerlo y aceptarlo humildemente. Y entonces es cuando somos capaces de caminar juntos. Cuando uno se pone en vo-luntad de aceptar al otro tal como es, y creer que el otro tiene algo bueno que aportarme a mí, aunque de entra-da no me guste. Pero hablando, pue-

  • @revistaecclesia

    Silvia Rozas FI y Sara de la Torre

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    —Me sabe mal que se haya hecho sin pactar con todos. Tanto la reforma educativa propuesta por el Gobierno como el papel que jugará la asignatu-ra de Religión o la educación concer-tada pone en entredicho la libertad de los padres. En un verdadero diálo-go todas las partes se pueden enten-der y aportar lo mejor. No es bueno ir en contra. Los responsables de la educación son los padres. Tanto el Es-tado, como la Iglesia, deben ayudar a los padres que siguen optando por la clase de Religión todos los años. Si los padres lo quieren, déjelos. Y si quieren otras religiones, ¿por qué no?

    —Ahora mismo es la Ley de Educación, pero ¿le preocupa la nueva Ley de Eutanasia?

    —Lo que más me duele es que no optemos por defender la vida. Hay que seguir el consejo de los médicos. Con los cuidados paliativos práctica-mente ya no hay dolor, no se sufre. Hay que dejar que la persona muera en paz, tranquilamente. Dejemos que puedan disfrutar de los últimos días de su vida. La eutanasia, al final, es quitar una vida humana, y ¿quiénes somos nosotros para quitar una vida humana? De la misma forma tenemos que buscar soluciones que ayuden a las familias, que fomenten la natali-dad. Nos vamos a quedar en Europa sin europeos y en España sin españo-les y las familias deberían crecer sin agobios.

    —Son muchos temas sobre la mesa, por ejemplo, la Asignación Tributaria...

    —Marcar la X es libre, si uno quie-re ayudar lo hace con toda libertad. La Iglesia no quiere privilegios, quie-re servir y ayudar a la sociedad. Solo hay que ver la magnífica labor que se realiza desde una parte de la Iglesia

    Entrevista

    fundamental como Cáritas, una insti-tución muy valorada por la sociedad, donde se está haciendo un trabajo inmensamente precioso. Durante los dos años de la crisis, Cáritas hizo el gran milagro con las colectas y dona-ciones que se triplicaron. ¡Cuánta hu-manidad y solidaridad hay en el co-razón de nosotros, de los españoles!

    —El tema catalán nos ha dividido casi sin darnos cuenta. Los católicos ¿cómo podemos ayudar a que haya acercamiento?

    —Sí, por el discurso que hemos vi-vido, por la manera de actuar, parece como que estamos enfrentados. Ca-taluña tiene que estar más cerca de los corazones de la gente. Debemos ser más fraternos y querernos más. Las distintas zonas de nuestra geo-grafía están para trabajar juntos y no para enfrentarnos.

    —Para terminar, cardenal, ¿qué mensaje quiere usted enviar a to-das las instituciones?

    —Mi deseo profundo para todas las instituciones, sobre todo las del Estado, es que trabajemos por la

    consecución del bien común. Todos nos necesitamos. Por eso, deseo que trabajemos en la misma dirección, porque todos estamos al servicio de los ciudadanos y para el bienestar. Y eso solo se puede conseguir desde una especie de consenso. Si rompe-mos esa línea de escuchar a todos y de ceder todos un poco, no lograre-mos caminar en la misma dirección. Es importante crear puentes, buscar la relación de convivencia, tender la mano, escuchar al otro. Tenemos dos oídos y una boca, pues escuchemos más y no hablemos tanto.

  • Presidente

    Vicepresidente

    Comisión Ejecutiva

    Consejo de Cardenales

    Comisión Permanente

    Asamblea Plenaria

    Comisiones EpiscopalesSubcomisiones

    Consejo Episcopal de Asuntos Jurídicos

    Consejo Episcopalde Economía

    1. Comisión Episcopal para el Clero y Seminarios• Subcomisión de Seminarios

    2. Comisión Episcopal para las Comunicaciones Sociales

    3. Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe• Subcomisión de Relaciones Interconfesionalesy Diálogo Interreligioso

    4. Comisión Episcopal para la Educación y Cultura• Subcomisión de Universidades y Cultura• Subcomisión de Patrimonio Cultural

    5. Comisión Episcopal para la Evangelización,Catequesis y Catecumenado

    6. Comisión Episcopal para los Laicos, Familia y Vida• Subcomisión de Familia y Defensa de la Vida• Subcomisión de Juventud e Infancia

    7. Comisión Episcopal para la Liturgia

    8. Comisión Episcopal para las Misiones y Cooperación con las Iglesias

    9. Comisión Episcopal para la Pastoral Social y Promoción Humana• Subcomisión de Acción Caritativa y Social• Subcomisión de Migraciones y Movilidad Humana

    10. Comisión Episcopal para la Vida Consagrada

    Comisiones

    Nuevoorganigrama

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    Asamblea Plenaria

  • Ejec

    utiv

    aPe

    rman

    ente

    • Juan José Omella Omellaarzobispo de Barcelona, presidente

    • Carlos Osoro Sierraarzobispo de Madrid, vicepresidente

    • Luis J. Argüello Garcíaobispo auxiliar de Valladolid, secretariogeneral (hasta noviembre de 2023)

    • Jesús Sanz Montes, OFMarzobispo de Oviedo

    • Ginés García Beltránobispo de Getafe

    Com

    isió

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    met

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    os

    Presidentes de las Comisiones Episcopales

    • Alfonso Carrasco Rouco, obispo de Lugo, presidente de la C.E. para la Educación y Cultura.• Amadeo Rodríguez Magro, obispo de Jaén, presidente de la C.E. para la Evangelización, Catequesis y Catecumenado.• Carlos Escribano Subías, obispo de Calahorra y La Calzada-Logro-ño, presidente de la C.E. para los Laicos, Familia y Vida.• José Leonardo Lemos Montanet, obispo de Ourense, presidente de la C.E. para la Liturgia.• Francisco Pérez González, arzobispo de Pamplona y Tudela, presidente de la C.E. para las Misiones y Cooperación con las Iglesias.• Atilano Rodríguez Martínez, obispo de Sigüenza-Guadalajara, presidente de la C.E. para la Pastoral Social y Promoción Humana.• Luis Ángel de las Heras Berzal, CMF, obispo de Mondoñedo-Ferrol, presidente de la C.E. para la Vida Consagrada.• Joan Enric Vives Sicilia, arzobispo-obispo de Urgell, presidente de la C.E. para el Clero y Seminarios.

    • Juan del Río Martín, arzobispo castrense de España, presidente de la C.E. para las Comunicaciones Sociales.• Enrique Benavent Vidal, obispo de Tortosa, presidente de la C.E. para la Doctrina de la Fe.

    Arzobispos metropolitanos

    • Antonio Cañizares Lloveraarzobispo de Valencia• Ricardo Blázquez Pérezarzobispo de Valladolid• Julián Barrio Barrioarzobispo de Santiago de Compostela• Juan José Asenjo Pelegrinaarzobispo de Sevilla• Celso Morga Iruzubietaarzobispo de Mérida-Badajoz• Vicente Jiménez Zamoraarzobispo de Zaragoza• Fidel Herráez Vegas arzobispo de Burgos• Joan Planellasarzobispo de Tarragona• Francisco Cerro Chavesarzobispo de Toledo

    • Mario Iceta Gavicagogeascoaobispo de Bilbao

    • Jesús E. Catalá Ibáñezobispo de Málaga

    • José María Gil Tamayoobispo de Ávila

    • José Ángel Saiz Menesesobispo de Terrassa

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    Asamblea Plenaria

  • 1. Comisión Episcopal para el Clero y SeminariosPresidente: Joan Enric Vives, arzobispo y obispo de Urgell

    Subcomisión de SeminariosPresidente: Jesús Vidal Chamorro, obispo auxiliar de Madrid√ Julián Barrio, arzobispo de Santiago√ Francisco Cases, obispo de Canarias√ Francisco Cerro Chaves, arzobispo de Toledo√ Celso Morga, arzobispo de Mérida-Badajoz √ Bernardo Álvarez, obispo de Tenerife√ Eusebio Hernández Sola, obispo de Tarazona √ Gerardo Melgar, obispo de Ciudad Real √ Francisco Orozco, obispo de Guadix √ Salvador Cristau, obispo auxiliar de Terrassa√ Sebastián Chico, obispo auxiliar de Cartagena

    2. Comisión Episcopal para las Comunicaciones SocialesPresidente: Juan del Río, arzobispo castrense√ Salvador Giménez, obispo de Lleida√ Antonio Gómez Cantero, obispo de Teruel y Albarracín√ José Manuel Lorca Planes, obispo de Cartagena√ José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián√ Sebastián Taltavull, obispo de Mallorca√ Joan Piris, obispo emérito de Lleida

    3. Comisión Episcopal para la Doctrina de la FePresidente: Enrique Benavent Vidal, obispo de Tortosa

    Subcomisión de Relaciones interconfesionalesy diálogo interreligioso

    Presidente: Adolfo González Montes, obispo de Almería√ Ricardo Blázquez, arzobispo de Valladolid√ Francisco Javier Martínez, arzobispo de Granada√ Francisco Conesa, obispo de Menorca√ Agustín Cortés, obispo de San Feliu de Llobregat√ Luis Quinteiro, obispo de Tui-Vigo√ José María Yanguas, obispo de Cuenca√ Esteban Escudero, obispo auxiliar de Valencia

    4. Comisión Episcopal para la Educación y CulturaPresidente: Alfonso Carrasco Rouco, obispo de Lugo

    Subcomisión de Universidades y CulturaPresidente: Juan Antonio Martínez Camino, SJ,obispo auxiliar de Madrid

    Subcomisión para el Patrimonio CulturalPresidente: Ángel Fernández Collado, obispo de Albacete√ Juan José Asenjo, arzobispo de Sevilla

    √ Fidel Herráez, arzobispo de Burgos√ Francisco Javier Martínez, arzobispo de Granada√ Joan Planellas, arzobispo de Tarragona√ Jesús García Burillo, administrador apostólico de Ciudad Rodrigo y obispo emérito de Ávila√ Carlos López, obispo de Salamanca√ José Luis Retana, obispo de Plasencia

    5. Comisión Episcopal para la Evangelización, Catequesis y CatecumenadoPresidente: Amadeo Rodríguez Magro, obispo de Jaén√ Román Casanova, obispo de Vic√ Agustín Cortés, obispo de San Feliu de Llobregat √ Julián Ruiz Martorell, obispo de Huesca y Jaca√ Santiago Gómez Sierra, obispo auxiliar de Sevilla √ José Rico Pavés, obispo auxiliar de Getafe√ Javier Salinas, obispo auxiliar de Valencia √ Antoni Vadell, obispo auxiliar de Barcelona

    6. Comisión Episcopal para los Laicos, Familia y VidaPresidente: Carlos Manuel Escribano Subías, obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño

    Subcomisión para la Familia y Defensa de la VidaPresidente: José Mazuelos, obispo de Asidonia-Jeréz

    Subcomisión para la Juventud e InfanciaPresidente: Arturo Ros, obispo auxiliar de Valencia√ Antonio Gómez Cantero, obispo de Teruel y Albarracín√ Santos Montoya, obispo auxiliar de Madrid√ Francisco Orozco, obispo de Guadix√ Ángel Pérez Pueyo, obispo de Barbastro-Monzón √ Juan Antonio Reig Pla, obispo de Alcalá de Henares√ Sergi Gordo, obispo auxiliar de Barcelona√ Francisco Gil Hellín, arzobispo emérito de Burgos

    7. Comisión Episcopal para la LiturgiaPresidente: José Leonardo Lemos Montanet, obispo de Ourense√ Antonio Cañizares, arzobispo de Valencia√ Julián López, obispo de León√ Ángel Fernández Collado, obispo de Albacete√ Jesús Murgui, obispo de Orihuela-Alicante√ Manuel Sánchez Monge, obispo de Santander√ Juan Antonio Aznarez, obispo auxiliar de Pamplonay Tudela √ Ángel Rubio Castro, obispo emérito de Segovia

    Comisiones

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  • 8. Comisión Episcopal para las Misiones y Cooperación con las IglesiasPresidente: Francisco Pérez González,arzobispo de Pamplona y Tudela√ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba √ Cesar Franco, obispo de Segovia√ Rafael Zornoza, obispo de Cádiz y Ceuta√ Joseba Segura, obispo auxiliar de Bilbao

    9. Comisión Episcopal para la Pastoral Social y Promoción HumanaPresidente: Atilano Rodríguez Martínez, obispo de Sigüenza-Guadalajara

    Subcomisión de Acción Caritativa y socialPresidente: Jesús Fernández González,obispo auxiliar de Santiago

    Subcomisión de Migraciones y Movilidad humanaPresidente: Juan Carlos Elizalde Espinal, obispo de Vitoria√ Abilio Martínez, obispo de Osma-Soria √ Xavier Novell, obispo de Solsona√ Frances Pardo, obispo de Girona√ Luis Quinteiro, obispo de Tui-Vigo√ José Cobo, obispo auxiliar de Madrid√ Antonio Algora, obispo emérito de Ciudad Real√ Ciriaco Benavente, obispo emérito de Albacete √ Alfonso Milián, obispo emérito de Barbastro-Monzón

    10. Comisión Episcopal para la Vida ConsagradaPresidente: Luis Ángel de las Heras Berzal CMF,obispo de Mondoñedo-Ferrol√ Vicente Jiménez Zamora, arzobispo de Zaragoza√ Eusebio Hernández Sola, obispo de Tarazona√ Manuel Herrero, obispo de Plasencia √ José Vilaplana, obispo de Huelva√ Joaquín López de Andújar, obispo emérito de Getafe

    √ Juan José Omella Omella, presidente de la CEE√ Carlos Osoro Sierra, vicesecretario de la CEE√ Ricardo Blázquez Pérez, arzobispo de Valladolid√ Antonio Cañizares Llovera, arzobispo de Valencia

    Presidente: Casimiro López Llorente,obispo de Segorbe-Castellón√ José María Yanguas, obispo de Cuenca√ Vicente Juan Segura, obispo auxiliar de Valencia√ Lluis Martínez Sistach, arzobispo emérito de Barcelona√ Antonio María Rouco Varela, arzobispo emérito de Madrid

    Presidente: Juan José Omella Omella, presidente de la CEESecretario: Fernando Giménez Barriocanal, vicesecretario de Asuntos Económicos√ Luis Argüello, secretario general de la CEE√ Jose Manuel Lorca Planes, obispo de Cartagena√ Francesc Pardo Artigas, obispo de Girona √ Joseba Segura, obispo auxiliar de Bilbao

    Consejo de Cardenales

    Consejo Episcopal de Asuntos Jurídicos

    Consejo Episcopal de Economía

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    Asamblea Plenaria

  • Entre

    vista_

    «La fraternidad y la sinodalidad

    intensifican el diálogo»

    El aplauso de sus herma-nos en el episcopado fue largo. Sonaba a agrade-cimiento por su entrega generosa a la Conferencia Episcopal. Deja la presidencia des-pués de tres mandatos caracteriza-dos por la prudencia, el equilibrio y la búsqueda del bien común. El car-denal Ricardo Blázquez, arzobispo de Valladolid, es un hombre bueno, de esos que dejan huella y de quien podemos decir: Un hombre de Dios.

    —Es tiempo de volver la vista atrás, de mirar el paso del tiempo y de agradecer… ¿Por dónde empezaría a dar gracias?

    —Ante todo y sobre todo, a Dios, que en medio de todo conduce mi vida, entre luces y sombras, gozos y tristezas, esperanzas y frustraciones. Y además conduce mi vida en rela-ción con otros: obispos, presbíteros, religiosos, laicos. Hay cuatro palabras que se unen en mi vida constante-mente los últimos años: memoria y gratitud, misión y esperanza. Agra-dezco a los hermanos obispos porque han depositado en mí su confianza reiteradamente: primero en Doctrina

    Ricardo Blázquez PérezCardenal arzobispo de Valladolid, expresidente de la CEE

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  • tólica porque el acuerdo no era solo entre el Gobierno y la CEE, sino entre el Estado español y la Santa Sede.

    —¿Y con qué se queda de los dos mandatos últimos?

    —Sobre todo con el hecho si-guiente: la situación del Gobierno es-pañol estaba especialmente marcada por la debilidad e incertidumbre. Y por parte de la Iglesia católica, recor-demos que el Papa Francisco comen-zó su ministerio de Obispo de Roma y Sucesor de Pedro con numerosas convocatorias eclesiales, fue elegido el 13 de marzo de 2013, y comenzó solemnemente el ministerio el día 19.

    Mi postura y mis convicciones como presidente de la CEE han sido de quien «modera» la CEE, pero no tiene autoridad sobre los obispos. Esta determinación de los estatutos orienta sobre todo al diálogo, que es inherente a la sinodalidad y par-ticularmente a la comunión entre los obispos. Mi parecer se ha expresado particularmente en los discursos de la apertura de Asambleas Plenarias de la CEE.

    —En esos mensajes ha ido desta-cando cuestiones intraeclesiales, otras de la sociedad; unas hacia el Gobierno y la política…

    —Sí, y con la convicción obvia de que la Iglesia no es un partido político ni tiene un partido político. En rela-ción con la sociedad y el Gobierno los temas que he ido tratando, siempre con respeto, libertad y eclesialidad, estaban en sintonía con la situación. Por ejemplo, la educación. Hemos constituido con la presidencia de la CEE y la Comisión Episcopal de Edu-cación una mesa sobre Educación con la participación del presidente y direc-tor del Secretariado de la Comisión de Enseñanza, Escuelas Católicas, re-presentantes de profesores cristianos, familias, diócesis, etc… Esta comisión se ha reunido frecuentemente. Todos

    de la Fe, durante tres mandatos; en Ecumenismo; como presidente (3) y como vicepresidente (2). En este mo-mento, en mí se impone el agradeci-miento.

    —Don Ricardo, usted fue presiden-te de la CEE en dos etapas. ¿Qué destacaría de la primera?

    —Resalto el primer encuentro con el presidente del Gobierno Rodrí-guez Zapatero, en Moncloa. En aquel momento, después de los saludos respetuosos y correctos, me dijo dos cosas: por una parte, su queja contra la COPE sobre la cual hablamos un poco, y después me dijo: Nosotros, como gobierno, sustentados por el PSOE, no tenemos problemas para elevar el coeficiente de la Asignación Tributaria. Iniciamos esta acción.

    —¿Y después que pasó?—Se empezó a tratar entre la vice-

    presidenta Mª Teresa Fernández de la Vega, en nombre del Gobierno, y el vicepresidente de la CEE, mon-señor Antonio Cañizares, según la praxis de la CEE en las relaciones con los gobiernos. El resultado fue que se elevó el coeficiente de 0,52 a 0,70, siempre en comunicación con el vice-secretario para Asuntos Económicos. Así, desde entonces, a los contribu-yentes se les ofrecen cuatro posibili-dades: No asignar, asignar a favor de la Iglesia católica, asignar a favor de fines de carácter social o asignar a las dos la misma cantidad.

    A nosotros nos satisfizo esta am-pliación, ya que con la alternativa anterior se podía asignar a favor de la Iglesia católica o de otros fines de carácter social. Pero esa alternativa podía degenerar en una expresión incómoda: «asignar a favor de los curas o de los pobres». Y nosotros también queremos asignar a favor de otros fines de carácter social. Cuando se llegó a estos términos del acuerdo intervino también la Nunciatura apos-

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  • somos corresponsables de todos los aspectos de la educación desde un punto de vista humano, cristiano y eclesial.

    —¿Qué otros temas destaca de los discursos?

    —Varios. El diálogo interpersonal, social y político; el tema ecuménico e interreligioso; la necesidad de re-novar las actitudes de la Transición; la Declaración Unilateral de Indepen-dencia en Cataluña; la crisis dura eco-nómico-social y la colaboración de la Iglesia a través de Cáritas y otras ins-tituciones; el matrimonio y la familia entre la inquietud y la ayuda humana y cristiana; el aborto y la eutanasia; el abuso de menores…

    —Es que han sido muchos años y hemos vivido diferentes aconte-cimientos. Por ejemplo, nuestra sociedad ha sufrido una crisis pro-funda de valores, una crisis econó-mica que todavía afecta a muchas familias de nuestro país… ¿cómo ha visto a la Iglesia ante estas situaciones que desbordan?

    —Vivimos entre la esperanza y la incertidumbre. La Iglesia ha vivido estas situaciones desde dentro. Y en las familias, en las parroquias ha te-nido lugar una solidaridad admirable. Además, nosotros publicamos un do-cumento sobre la Iglesia y los pobres con la rica experiencia, reflexión y ac-ciones de Cáritas. Son muchos temas. El matrimonio, la familia, la violencia machista y familiar, las reivindicacio-nes de la mujer, el desempleo sobre todo entre los jóvenes…

    —Ahora, el movimiento de perso-nas aumenta cada día y eso con-figura nuestras parroquias donde la diversidad es mucho mayor. Al cambiar la sociedad española cam-bia también la Iglesia española… Imagino que en estos años ha visto usted el cambio muy de cerca…

    —Estamos en un cambio de épo-ca, y en los últimos años los cambios se han acelerado y son más profun-dos. Obviamente, los cambios en la Iglesia y en el mundo se interaccio-nan. Podemos observar las transfor-maciones acontecidas en el matrimo-nio y en la familia desde hace pocos años a esta parte; o en el campo de las comunicaciones. La Iglesia, es de-cir, los cristianos, vamos haciendo un discernimiento de estos cambios; po-demos observar cómo hay cambios «secundum Evangelium», otros «con-tra Evangelium» y otros, por fin «prae-ter Evangelium»; es decir, unos cam-bios son coherentes con el Evangelio, otros se mueven en sentido opuesto y otros son indiferentes. Si no quere-mos entrar en una especie de «ma-reo», necesitamos escrutar a fondo y con los diversos carismas en la Iglesia las transformaciones en las que esta-mos inmersos, en parte como agen-tes y en parte como víctimas.

    —Por otra parte, aunque ahora nos encontramos parroquias con una gran diversidad de personas… a la vez, experimentamos cómo avanza el vaciamiento de tantos lugares… Una diócesis como la suya también los vive. ¿Qué nos podría decir?

    —Las parroquias son, desde el punto de vista sociológico, reflejo de la sociedad. En ellas incide profun-damente la movilidad social, con el consiguiente vaciamiento de muchas parroquias y la aglomeración en algu-nas. En Castilla y León hay parroquias que han pasado en algunos decenios de una vida intensa por el número y de gran vitalidad cristiana a ser parro-quias reducidas a lo elemental. Así, en estas condiciones los servicios pa-rroquiales son difíciles. Las diócesis, desde hace años, vivimos y buscamos las formas adecuadas para los servi-cios pastorales, convencidos de que los cambios aún no han llegado a su término.

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  • rando las realizaciones coherentes, como son el ejercicio de la fraterni-dad y sinodalidad episcopales que in-tensificarán el diálogo y la búsqueda conjunta de las respuestas pastorales. También irán asumiendo responsabi-lidades dentro de la comunión ecle-sial, promovida por el Papa; y deberá ayudar mas eficazmente a las dióce-sis, muchas de las cuales disponen de recursos muy limitados en todos los órdenes.

    —Como presidente ha vivido con tres Papas: Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. ¿Qué huella deja cada uno según su experiencia?

    —Sí, con tras Papas he desarro-llado el ministerio episcopal desde el año 1988, aunque yo conocí a Pío XII, que murió cuando estaba en el seminario menor de Ávila. Su voz la escuché por primera vez a través de la radio con la Declaración de la Asun-ción de la Virgen María a los cielos. Con los tres Papas, por los que me pregunta, he estado en profunda co-munión, y además, el trato personal ha introducido en la comunión epis-

    copal diferentes aspectos de cercanía y afecto.

    —Tímido, políglota e inteligente. Así le definió un medio de comu-nicación cuando fue elegido por primera vez presidente. Otros le vemos como un hombre de Dios que entrega su vida con humildad, que escucha y que busca el diálogo con mucha serenidad. ¿Se ve refle-jado? ¿Quién es don Ricardo?

    —Bueno, no es salirme por la tan-gente si digo que solo Dios me co-noce a fondo, ya que solo Él ve el corazón; y los demás vemos las apa-riencias. Las personas que me cono-cen bien, no cualquier impresión de paso, saben más o menos cómo soy. Seguramente que la trayectoria vital da pie para conocer a una persona y cada uno subrayará más un aspecto y otro. Y tienen derecho a pensarlo y a decirlo.

    @silviarozas

    Directora de la Revista ECCLESIA

    Silvia Rozas FI

    —En los últimos años la CEE ha cambiado también el Plan de Formación de los seminaristas. ¿Cómo acompañar a los jóvenes de hoy que quieren ser sacerdotes y que viven en una sociedad tan individualista, consumista… inmersa en las redes sociales…?

    —Podemos afirmar en la actua-lidad que en nuestras latitudes una vocación al ministerio sacerdotal es casi un «milagro». Ciertamente es un regalo de Dios, que agradecemos y deseamos cuidar y ayudar a su madu-ración, con esmero. Yo invitaría a que demos gracias a Dios por el don de las vocaciones y a que felicitemos a los llamados. No es bueno quejarnos por el escaso número y no dar gracias por las vocaciones recibidas. No pa-semos el tiempo lamentando las au-sencias y sin bendecir las presencias. El Plan de Formación que estrenamos ahora es un instrumento precioso para el trabajo de discernimiento y consolidación vocacionales. Es un Plan estupendo que sin duda ayudará eficazmente.

    —En el año 2016 la CEE cumplió sus 50 años de vida. Este año se cambia la estructura para adecuarla a la nueva realidad. ¿Podría imaginar cómo será la CEE dentro de otros 50 años?

    —Efectivamente en la celebración de los 50 años de la CEE dirigimos la mirada hacia atrás para dar gracias y revisar su íter, y hacia el futuro para introducir los cambios oportunos. A este doble movimiento responde la reforma de los estatutos. ¿Cómo será en el futuro? El futuro, en alguna me-dida, es prolongación del presente y siempre alberga novedades insospe-chadas. A mí me parece que hay un conjunto de actitudes que irán gene-

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  • Discurso del cardenalRicardo Blázquez en la aperturade la CXV Asamblea Plenaria

    Documentación

    1. Saludos, recuerdos y agradecimientos

    Saludo fraternalmente a los señores cardenales, arzo-bispos y obispos, miembros de la Conferencia Episcopal Española. Desde aquí, saludo cordialmente a los obispos eméritos, que hoy no pueden acompañarnos. Muestro mi gratitud a cuantos trabajan en la Conferencia Episcopal, sin cuya colaboración leal y competente no sería posible el cumplimiento de sus tareas pastorales. Manifiesto mi respeto y afecto a cuantos cubren la información de esta Asamblea y a los que conectan con nosotros por su media-ción. A todos los aquí presentes doy la bienvenida.

    Felicitamos a monseñor Francisco Cerro Chaves, nom-brado arzobispo de Toledo el 27 de diciembre de 2019, que ha tomado posesión de la sede el pasado 29 de fe-brero de 2020, acompañado por numerosos obispos. Nos adherimos a la satisfacción de monseñor Vicente Juan Se-gura, recientemente trasladado desde la sede de Ibiza a la archidiócesis de Valencia como obispo auxiliar. Nos uni-mos en la oración para que el Señor los sostenga y ayude en esta nueva etapa de su ministerio episcopal.

    Damos también la bienvenida a monseñor Bernardito Cleopas Auza, nombrado por el Papa Francisco, el 1 de octubre de 2019, nuncio apostólico en España, que parti-cipa por vez primera en la inauguración de nuestra Asam-blea Plenaria. Reciba nuestra felicitación cordial. A través de usted, querido señor nuncio, expresamos nuestra co-munión con el Papa y nuestra gratitud por su servicio a la Iglesia y a la humanidad.

    Saludo con afecto a monseñor Gian Luca Perici y a monseñor Daniele Liessi, consejeros de la Nunciatura Apostólica en nuestro país. Desde aquí, manifiesto nuestro agradecimiento a monseñor Michael F. Crotty, que ha sido hasta ahora consejero de la Nunciatura Apostólica y será consagrado arzobispo el próximo 21 de marzo de 2020, para tomar posesión de su nuevo cargo diplomático como nuncio apostólico en Burkina Faso. Doy la bienvenida a los nuevos administradores diocesanos, concretamente al re-verendo don Vicente Ribas Prats, de la diócesis de Ibiza, así como al de la diócesis de Coria-Cáceres.

    2. El don de la vocación presbiteral

    El Plan de formación sacerdotal. Normas y orientacio-nes para la Iglesia en España fue aprobado, con satisfac-ción compartida, por la CIII Asamblea Plenaria de la Con-ferencia Episcopal, reunida entre los días 1 y 5 de abril de 2019, y posteriormente recibió la recognitio de la Congre-gación para el Clero y los Seminarios, mediante decreto de 28 de noviembre de 2019.

    Este Plan, que aplica a nuestras diócesis la Ratio fun-damentalis institutionis sacerdotalis del 8 de diciembre de 2016, subraya la importancia de la pastoral vocacional para el sacerdocio ministerial, indispensable para la vida de la Iglesia. No queremos conformarnos con administrar la escasez; deseamos ser cauce de nuevas vocaciones a las que el Señor continúa invitando. Insiste en el cuidado del discernimiento y acompañamiento, en la formación inicial y permanente, en la salud humana y espiritual de los semi-naristas y los sacerdotes, en la situación eclesial y social tan exigente que vivimos. El carácter comunitario y el sentido misionero del ministerio del futuro sacerdote impregnan todo el camino de la formación del candidato en el don de sí mismo al Señor y a la Iglesia para el servicio de la huma-nidad, que es el contenido esencial de la caridad pastoral. La notable dimensión del documento facilita la asimilación de sus contenidos ricos y adecuados.

    Dentro de pocos días celebraremos en nuestras diócesis el Día del Seminario, que este año, en sintonía con el nue-vo Plan de formación sacerdotal, lleva como lema «Pasto-res misioneros». La dimensión misionera y evangelizadora caracterizó ya al Concilio Vaticano II, que los papas han recordado y promovido. El Papa Francisco, desde el co-mienzo de su ministerio como obispo de Roma y sucesor de Pedro, la ha señalado como norte y faro de la Iglesia en nuestro tiempo. Acuñó la expresión «Iglesia en salida» (cf. Jn 16, 28), que ha hecho fortuna. Un signo de este dina-mismo evangelizador es el reciente «Congreso de Laicos. Pueblo de Dios en salida», que ha tenido lugar en Madrid entre los días 14 y 16 de febrero. Confiamos en el Señor que la generalizada satisfacción y la alegría compartida du-

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  • rante esos inolvidables días se traduzca también en celo apostólico y vocacional.

    La Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis se titula El don de la vocación presbiteral, que pone de relieve el carácter gratuito de la vocación al ministerio sacerdotal. No somos espontáneos, sino llamados y enviados por el Señor. La penuria vocacional, que desde hace tiempo pa-decemos, nos impulsa a reconocer más aún cada día que toda vocación es un regalo por el que debemos diariamen-te pedir a Dios, que debemos recibir con gratitud, y que debe ser cultivado, acompañado y vivido como un tesoro.

    Estamos convencidos de que este Plan de Formación sacerdotal será una ayuda preciosa para formadores, semi-naristas, así como para la Iglesia en su conjunto.

    3. Pueblo de Dios en salida. Congreso de Laicos

    En el Plan Pastoral 2016-2020 de la Conferencia Epis-copal Española se expresaba la conveniencia e incluso la necesidad de llevar a cabo al final de los cinco años un Congreso Nacional de Evangelización, al que se convoca-ría a todo el Pueblo de Dios: obispos, presbíteros, consa-grados y laicos. Pues bien, con satisfacción generalizada, este Congreso ha tenido lugar en Madrid entre los días 14 y 16 de febrero, con dos mil participantes en un ambiente gozoso y alentador.

    La Conferencia Episcopal Española encomendó la orga-nización del Congreso a la Comisión Episcopal de Apos-tolado Seglar, que lo ha realizado excelentemente. Fue planteado desde sus inicios, hace año y medio, como un proceso sinodal, del cual ha sido relevante el diálogo en las diócesis, movimientos y asociaciones, y no como un acontecimiento puntual. El diálogo, que es inherente a la sinodalidad, interviniendo las personas con libertad y es-cuchando con respeto, buscando todos los caminos de la evangelización en nuestro tiempo y en nuestro pueblo, ha sido la tónica dominante. El estilo de la comunicación ha unido bellamente la transmisión de los contenidos y la for-ma atractiva de expresarlos.

    La reflexión en los grupos, con introducciones y expe-riencias, ha girado en torno a cuatro núcleos fundamenta-les para la evangelización: el primer anuncio, el acompa-ñamiento, los procesos formativos y la presencia en la vida pública. Son cuatro itinerarios que se han venido diseñan-do en la fase precongresual, que han ocupado el centro en los trabajos del Congreso y que confiamos proseguir convertidos ya en acción en la fase postcongresual. Hemos podido constatar con sorpresa la riqueza y vitalidad que, en medio de la fragilidad, existe en nuestra Iglesia.

    «Pueblo de Dios en salida» es pueblo enviado por el Señor. Todos, compartiendo la misma fe y disponibilidad apostólica, hemos experimentado el gozo de la fraterni-dad de laicos, consagrados, presbíteros y obispos. Etapas

    anteriores marcadas por acentos reivindicativos y de pre-tensiones difíciles de conjugar han pasado ya; la experien-cia de la debilidad nos ha hecho a todos más conscientes de la necesidad recíproca.

    Las celebraciones bien preparadas, dignas, bellas y sen-cillas han sido participadas con hondura de fe convertida en escucha, canto y oración. Han sido ámbito de comuni-dad fraternal y de descanso en el Señor.

    Queremos manifestar nuestro agradecimiento a los or-ganizadores, a todos los participantes y a cuantos han de-sarrollado un servicio especial en el Congreso; también, por supuesto, a quienes han preparado las celebraciones litúrgicas y cuidado con esmero su realización.

    Una exclamación ha sido repetida en muchas ocasiones, que por una parte refleja lo celebrado y por otra lo soñado: «¡Hemos vivido un renovado Pentecostés!». ¡Que el Espí-ritu Santo conserve en todos el ardor apostólico, el gozo en la fraternidad y la decisión a salir a los caminos que se abren delante de nosotros!

    4. Reforma de estatutos y elecciones en la Conferencia Episcopal Española

    Las conferencias episcopales son una de las más impor-tantes y útiles instituciones creadas por el Concilio Vaticano II en el decreto Christus Dominus (nn. 37 y 38). Una confe-rencia episcopal es una asamblea formada por obispos de un determinado territorio, de España en nuestro caso, en comunión y bajo la autoridad del obispo de Roma y pastor de la Iglesia universal para ejercer conjuntamente algunas funciones pastorales respecto a los fieles de su territorio.

    Los obispos españoles, que participaron en el Concilio, el mismo día en que fuera clausurado (8 de diciembre de 1965), escribieron una carta a los fieles de nuestras dióce-sis manifestando, entre otras cosas, la decisión de consti-tuir enseguida la Conferencia Episcopal; y, efectivamente, a finales del mes de febrero y comienzos de marzo de 1966 fue constituida. Debemos agradecer la diligencia a quie-nes nos han precedido en el servicio pastoral de las dióce-sis, que ahora nosotros presidimos para activar la decisión conciliar. El año 2016 celebramos los cincuenta años de su erección, con memoria agradecida y con decisión apostóli-ca para revisar lo que la experiencia con el paso del tiempo nos ha ido aconsejando en orden a su funcionamiento más adecuado y a su mayor eficacia. Esta renovación fue una propuesta importante del Plan de la Conferencia Episcopal para los años 2016-2020, que está llegando a su fin.

    a) Nuevos estatutos de la Conferencia Episcopal

    Hace bastante tiempo, el año 1986, hubo un proyecto de reforma que no fue aprobado por la Asamblea Plenaria de los obispos. Hemos retomado la aspiración de enton-

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  • ces con la convicción acrecentada de la conveniencia de reformar algunos aspectos de los estatutos. Fue creada una Comisión ad hoc, que ha trabajado con inteligencia y perseverancia, en estrecha conexión con los obispos, que fuimos consultados en una encuesta amplia, y opor-tunamente informados de los pasos que iban dando; fue presentado y debatido el proyecto en varias sesiones de la Comisión Permanente y de la Asamblea Plenaria, y fue aprobado estatutariamente en Asamblea Plenaria.

    La información, discusión y correspondiente votación de los obispos fue acompañando el íter diseñado por la Co-misión creada con esta finalidad. Personalmente siento la satisfacción de comunicar cómo la discusión abierta, la co-munión de los obispos y el respeto a las sugerencias indi-cadas en las diferentes sesiones episcopales han marcado el itinerario. Ha sido realmente una obra de «conferencia», de sinodalidad, de comunión en el ministerio episcopal. En esta oportunidad quiero agradecer la inestimable co-laboración prestada por la Comisión para la reforma de los estatutos, a la Junta Episcopal de Asuntos Jurídicos y a todos los obispos de la Conferencia Episcopal; agrade-cemos también a la Congregación para los Obispos que haya concedido la recognitio en el tiempo oportuno para proceder con los nuevos Estatutos ya en esta Asamblea Plenaria, que se caracteriza por las elecciones episcopales. Nos alegramos de que la reforma, después del itinerario cubierto, haya llegado a tiempo.

    El Papa Francisco ha expresado su convicción de que el estatuto de las conferencias episcopales debe avanzar en el desarrollo de sus posibilidades. No obstante, a dife-rencia del Sínodo de los Obispos, que ha experimentado una considerable maduración, no ha ocurrido aún con las conferencias. El Concilio las situó en la onda de las «anti-guas Iglesias patriarcales» (Lumen gentium, n. 23). «Pero este deseo no se realizó plenamente, por cuanto todavía no se ha explicitado suficientemente un estatuto de las conferencias episcopales que las conciba como sujetos de auténtica autoridad doctrinal. Una excesiva centralización, más que ayudar, complica la vida de la Iglesia y su dinámi-ca misionera» (Evangelii gaudium, n. 32). Las conferencias episcopales deben ser revisadas para ser cauce más eficaz de evangelización. La renovación es para la misión, ya que la Iglesia ha sido convocada para ser enviada. El faro del Evangelio debe guiar nuestra nave al puerto.

    La reforma nunca estará definitivamente cumplida, ya que es reflejo de la situación peregrinante de la Iglesia. Somos, por ello, conscientes de que la revisión de los Esta-tutos, aunque ahora nos satisfacen, no son la obra perfecta y es probable que en el futuro se advertirá su limitación temporal. La Curia Romana es el paradigma de nuestra revisión, pero aún no ha sido promulgada la constitución Praedicate Evangelium. Algunos dicasterios de la Curia, por ejemplo, «Laicos, Familia y Vida», «Clero y Semina-

    rios», «Educación y Cultura», nos han proporcionado no solo el contenido, sino hasta la denominación de la co-rrespondiente comisión episcopal de nuestra Conferencia. Las delegaciones de las diócesis también se inspiran para distribuir sus tareas en los dicasterios romanos. Estamos, por supuesto, abiertos a las mejoras que aparezcan, ya que la vida de la Iglesia está sometida al paso del tiempo, con sus posibles envejecimientos o innovaciones. Otros obis-pos en su momento harán lo que juzguen oportuno.

    b) La dimensión misionera de los Estatutos

    La dimensión misionera es fundamental en la reforma de la Curia Romana y también en la reforma de los Esta-tutos de nuestra Conferencia Episcopal: «Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la auto-preservación. La reforma de estructuras que exige la con-versión pastoral solo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras» (Evan-gelii gaudium, n. 27). La proyectada constitución apostóli-ca Praedicate Evangelium afirma nítidamente de entrada: «En el contexto de la misionariedad de la Iglesia se sitúa también la reforma de la Curia Romana». «Esta constitu-ción apostólica se propone sintonizar con mayor decisión el ejercicio cotidiano de la Curia con el camino de la Iglesia en la nueva etapa de evangelización que está viviendo».

    Claro indicio de la predominante perspectiva misionera es el título de la constitución apostólica que habla de la predicación del Evangelio, conectando con el comienzo de la narración evangélica y con su final (cf. Mc 1, 14-15; Mt 28, 19-20).

    En medio de una sociedad y un mundo que en buena medida ha dado las espaldas a Dios, la misma constitu-ción apostólica es una oportuna llamada a la Iglesia y a los evangelizadores sobre esta tarea fundamental e inaplaza-ble. Recordemos las palabras del papa en el discurso a la Curia antes de Navidad (21.XII.2019): «No estamos ya en un régimen de cristianismo porque la fe —especialmente en Europa, pero incluso en gran parte de Occidente— ya no constituye un supuesto obvio de la vida en común; de hecho, frecuentemente es incluso negada, burlada, margi-nada, ridiculizada».

    Otro signo de como destaca la clave misionera es el hecho de colocar en la reforma a la cabeza el Dicasterio para la evangelización, donde había precedido tradicio-nalmente la Congregación para la Doctrina de la Fe. La fe responde a la evangelización y la conversión al anuncio misionero, en todo momento, al inicio y cada día.

    La experiencia, ya más que cincuentenaria de la Con-ferencia Episcopal Española, avala las indicaciones que la

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  • carta apostólica Apostolos suos del Papa Juan Pablo II, es-crita en 1998, sugiere como ayudas que pueden cumplir la acción conjunta de los obispos: «La promoción y tutela de la fe y las costumbres, la traducción de los libros litúrgi-cos, la promoción y formación de las vocaciones sacerdo-tales, la elaboración de los materiales para la catequesis, la promoción y tutela de las universidades católicas y de otras instituciones educativas, el compromiso ecuménico, las relaciones con las autoridades civiles, la defensa de la vida humana, de la paz, de los derechos, la promoción de la justicia social, el uso de los medios de comunicación» (Apostolos suos, n. 15). A la vista del servicio múltiple que la Conferencia Episcopal ha prestado a los obispos, po-demos imaginar qué desguarnecidos hubiéramos estado sin esta preciosa colaboración; habría sido insuficiente la Junta de Metropolitanos, que se disolvió el mismo día en que fue constituida la Conferencia Episcopal, pasando de presidir la Junta de Metropolitanos el arzobispo de Toledo, cardenal E. Plá y Deniel, a presidir la Conferencia Episco-pal el arzobispo de Santiago de Compostela, cardenal F. Quiroga Palacios.

    c) Organización de la Conferencia Episcopal

    Las 10 comisiones episcopales, en que ahora con los Es-tatutos renovados se articulan especialmente las funciones de la Conferencia Episcopal, sin establecer compartimen-tos estancos, ya que unas tareas confinan con otras, se es-tructuran con dos claves. Por una parte, ocupan el espacio mayor las comisiones dedicadas a actividades a través de las cuales la Iglesia vive y cumple su misión; y, por otra, a las personas, que han recibido de Dios vocaciones diversas para desempeñar en la Iglesia diferentes servicios y minis-terios, se dedican algunas comisiones.

    El Concilio Vaticano II enseñó de manera constante lo que implica la incorporación a Jesucristo, Profeta, Sacer-dote y Rey, por el bautismo y el sacramento del orden. Jesucristo, «pontífice de la alianza nueva y eterna por la unción del Espíritu Santo, no solo confiere el honor del sacerdocio real a todo su pueblo santo, sino que también, con amor de hermano, elige a hombres de este pueblo para que, por la imposición de las manos, participen de su sagrada misión» (Prefacio de ordenación).

    El triple ministerio, profético, sacerdotal y real corres-ponde a las tres realidades fundamentales y a su corres-pondiente servicio en la Iglesia: Palabra de Dios, sacra-mentos y caridad. La constitución sobre la Iglesia, que es como el eje vertebrador de los documentos del Concilio, desarrolla en su capítulo II cómo el Pueblo de Dios es pro-fético, sacerdotal y real (nn. 10-13); en el capítulo III enseña cómo el ministerio de los obispos, de los presbíteros y de los diáconos, con la especificidad de cada uno, es profé-tico, sacerdotal y real [sobre los obispos en los números

    25-27; sobre los presbíteros (en el 28) y sobre los diáconos «que sirven al Pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad» (en el 29)]. De modo seme-jante en el capítulo IV dedicado a los laicos se explicita su dignidad y misión en cuanto partícipes de la triple condi-ción de Jesucristo (nn. 34-36). Las comisiones episcopales tienen, según los estatutos, la encomienda de ayudar a los obispos y por su medio a las diócesis y a la Iglesia entera. Su misión es el anuncio y la enseñanza de la Palabra de Dios, la celebración de los sacramentos y el ejercicio de la caridad por medio de servicios caritativos y sociales, que el hombre concreto y todos los hombres necesiten. Las tres vías están estrechamente unidas e interaccionan entre sí. Deseo recordar la preciosa colaboración que proporcionan otros organismos y servicios a la Conferencia Episcopal, que regulan también los estatutos a veces con bastante novedad. Me permito descender a tres comisiones epis-copales, que prestan una ayuda inestimable a los obispos y a las diócesis.

    La Comisión para la Doctrina de la Fe custodia y pro-mueve la fe cristiana; en el nuevo organigrama se le en-comiendan también las Relaciones Interconfesionales y el Diálogo Interreligioso. El ecumenismo, con lo que implica, la comunión en la verdad y el amor, la búsqueda de la uni-dad plena y visible de todos los cristianos y las Iglesias, la profundización a través de las comisiones internacionales para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y otras Iglesias, entran plenamente en la Comisión para la Doc-trina de la Fe. La fe cristiana, eclesialmente profesada y enseñada, preside sus trabajos.

    Así como en los tiempos en que presidió el cardenal J. Ratzinger la Congregación para la Doctrina de la Fe se acentuó expresamente junto a la función de la tutela de la fe la promoción de la misma, así puede nuestra comisión episcopal incorporar hoy el diálogo interreligioso. Con la ayuda de los teólogos (recordemos que la Comisión Teo-lógica Internacional y la Pontificia Comisión Bíblica están integradas en la Congregación de Roma) también puede ayudarnos la Comisión en el diálogo interreligioso, en re-lación con la indiferencia, la increencia y el ateísmo. Esta ampliación del cometido confiado a la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe tiene una perspectiva también misionera, ya que el eclipse de Dios, o, en palabras de Benedicto XVI, la fe en Dios «desaparece del horizonte cultural de los hombres» en vastas zonas del mundo, y la secularización incesante y cada vez más profunda de nues-tra sociedad nos plantea a todos un reto básico que no podemos rehuir. La Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, con estas ampliaciones progresivas en la línea de la evangelización, nos ofrece un servicio que requiere dedicación particular en nuestro tiempo. En todo caso la Comisión propondrá cómo articular los diversos servicios que se le confían.

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  • La fe cristiana se prolonga en la oración; y la oración es como el aliento de la fe (R. Guardini). Iglesia en oración es ante todo la asamblea reunida para el culto y la piedad litúrgica; y también con otro alcance en la piedad popu-lar. Son dos formas cristianas de oración y dos asambleas eclesiales, que durante algunos años en la primera fase de recepción del Concilio no estuvieron bien avenidas, pero desde hace tiempo se refuerzan recíprocamente: «En la piedad popular, por ser fruto del Evangelio inculturado, subyace una fuerza activamente evangelizadora que no podemos menos de apreciar: sería desconocer la obra del Espíritu Santo» (Evangelii gaudium, n. 126). Si la liturgia es lugar teológico por excelencia y testimonio de la misma fe, de la piedad popular se puede afirmar que es también «lu-gar teológico al que debemos prestar atención, particular-mente a la hora de pensar la nueva evangelización» (ibíd.).

    La caridad forma parte del trípode de la vida de la Igle-sia junto con la fe y los sacramentos. Mutuamente se in-teraccionan y autentifican en su condición cristiana. En la Comisión Episcopal para la Pastoral Social y Promoción Humana confluyen diversos organismos de los anteriores Estatutos. La convergencia y la concentración han sido criterios orientadores en la nueva organización estatuta-ria, que la práctica de la Comisión irá poco a poco inte-grando. La caridad, el amor cristiano, es seguimiento de Jesús, su imitación con el poder del Espíritu y síntesis de la vida nueva en Cristo (cf. Rom 13, 8-10). La caridad es signo distintivo del discípulo de Jesús (cf. Jn 13, 34-35; 17, 21) y característica de la comunidad cristiana (cf. Hch 2, 42-47). Los hombres padecen desde siempre algunas ne-cesidades y otras emergen como un clamor en situaciones particulares. La caridad cristiana tiene también capacidad inventiva para responder con genuino espíritu evangélico a las necesidades nuevas. El buen samaritano se acerca a toda persona tirada en el camino; aunque tuviera en sus proyectos otras tareas, ceden estas porque alguien de im-proviso le necesita. La historia es testigo de cuántas inicia-tivas caritativo-sociales han surgido y tomado cuerpo en la vida de la Iglesia.

    d) Criterios de la reforma y cambios concretos

    La reforma de estatutos, que se ha llevado a cabo y de la que se beneficia la actual Asamblea Plenaria en que ocupan un lugar destacado las elecciones para casi todos los cargos, ha sido guiada por varios criterios que hemos venido percibiendo con mayor claridad. Hemos preferido concentrar evitando la dispersión en numerosos organis-mos; desde el centro se ilumina mejor el resto y recibe su proporción en el conjunto. Hemos optado por la simplifi-cación, que no equivale a empobrecimiento, sino a intento de responder a lo fundamental. Con esta renovación de Estatutos sintonizamos más estrechamente con la Reforma

    de la Curia Romana y con sus claves misionera y sinodal. Se pretende agilizar el funcionamiento para que no que-demos como atrapados en cuestiones secundarias; con los cambios introducidos esperamos que se gane en eficacia y en atención a lo principal. La distinta duración de los man-datos induce obviamente la diferente periodicidad de las elecciones en la Conferencia Episcopal. Como es sabido la duración del secretario general es de cinco años que conti-núa así después de la renovación de los Estatutos para que no coincidan temporalmente los cambios de presidente y secretario. Hemos pasado de una duración generalizada de tres años a cuatro. La experiencia nos ha ido reiterada-mente mostrando que no era oportuna ni una duración lar-ga ni una duración corta. Para el correcto funcionamiento los tiempos cuentan también. La duración larga, y no diga-mos si repetida por mandatos sucesivos, puede convertir-se en rutina y esta en insuficiente empeño. No es oportu-no que haya descarga de responsabilidades en las mismas personas ni desproporción entre el tiempo de información y aprendizaje de modo que cuando uno concluya el man-dato sea cuando puede estar en mejores condiciones para un trabajo más eficaz. La duración de cuatro años se ha aplicado también a las subcomisiones, que era un deseo muchas veces expresado, para evitar que la misma perso-na ocupara indefinidamente una responsabilidad.

    Me refiero ahora a otro cambio que, respondiendo al sentir compartido de los obispos, se ha asumido y dado cauce. La Asamblea Plenaria es el órgano supremo de la Conferencia Episcopal; ella está capacitada para decidir conjuntamente lo que más convenga en la acción pastoral de las diócesis. Todos los obispos se encuentran como her-manos en el ministerio para intervenir con libertad y para escuchar no solo con atención, sino también con receptivi-dad. La sinodalidad exige también una comunicación entre los participantes con franqueza y humildad; el diálogo es inherente a la sinodalidad, dije arriba y ahora reitero. La ex-periencia acredita que, cuando en la Asamblea se plantean cuestiones importantes de la acción pastoral, se desenca-dena entonces una larga lista de solicitudes para intervenir, y todos nos sentimos gratamente inmersos en el cumpli-miento de nuestra responsabilidad pastoral. Cuando se so-meten a consideración de la Asamblea cuestiones mayores se anima el diálogo, se multiplican las intervenciones y se abre la oportunidad de contribuir entre todos a la clarifica-ción de los temas y a su maduración en orden a adoptar las decisiones pertinentes. A estas cuestiones se debe dedicar preferentemente el tiempo disponible sin cederlo a otras que, aunque sean urgentes, pueden dilucidarse adecua-damente en otros organismos de la Conferencia Episco-pal. Con acierto se ha introducido la siguiente precisión: «Otros asuntos, de carácter meramente administrativo o de menor importancia, deberán ser resueltos por la Comi-sión Permanente o por la Comisión Ejecutiva» (art. 8, 3).

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  • La incorporación de la representatividad territorial ha sido un criterio decisivo de la reforma. Esta aspiración era manifiesta desde hace tiempo. Necesitamos cuidar no solo el ejercicio de las funciones a través de las comisiones episcopales y de los presidentes que las representan en la Comisión Permanente, sino también la comunión eclesial de provincias eclesiásticas, representadas por los metro-politanos. Hasta ahora era una presencia casi residual, es decir, si no había un obispo en la Comisión Permanente de tal provincia eclesiástica se designaba a alguien, preferen-temente al arzobispo metropolitano. Con este cambio, y lo que lleva consigo, estarán más presentes las cuestiones pastorales que conciernen de modo particular al conjunto de obispos que forman una provincia, al tiempo que se ofrece la oportunidad para que la comunión y comunica-ción eclesiales, entre Asamblea Plenaria y provincias ecle-siásticas, sean más fluidas y efectivas. Este es el texto de los Estatutos: «Todos los metropolitanos, cualquiera que sea el título por el que pertenecen a la Comisión Perma-nente, representan en ella a su provincia eclesiástica, y de-ben hacer llegar las peticiones, deseos e inquietudes de sus sufragáneos, exponiendo las conclusiones a que haya llegado previamente su provincia en los distintos temas» (art. 17, 2).

    Según afirman los estatutos, «la Asamblea tomará sus decisiones por votación secreta» (art. 11, 1). De esta forma se garantiza mejor la libertad de cada votante. Esta liber-

    tad, además de respetar cuidadosamente las convicciones personales de los participantes, refleja la responsabilidad ante Dios de cada obispo a quien se ha encomendado el servicio pastoral de su diócesis. Persona y comunidad, personalidad y comunión eclesial deben armonizarse. Por esto, el afecto colegial comporta también la preocupa-ción por todas las Iglesias, y de manera particular por las diócesis que forman parte del territorio de la Conferencia Episcopal.

    La presente Asamblea Plenaria se caracteriza por la designación de casi todos los cargos de la Conferencia. Ahora bien, las elecciones no son un reparto del poder, sino una distribución de las colaboraciones para contribuir lo más adecuadamente posible al sentido mismo de la Conferencia Episcopal y la misión que ha recibido en su misma constitución. Las elecciones no son oportunidad de acumular prestigio, sino ocasión para mostrar disponibi-lidad al servicio. Somos conscientes de que entre todos, con generoso reconocimiento mutuo, llevamos adelante solidariamente las tareas encomendadas. ¡Que seamos buenos administradores de la multiforme gracia de Dios, poniéndola al servicio de los demás! (1Pe 4, 10).

    Al concluir estas palabras, con las que termino también el encargo que me otorgaron los obispos para presidir la Conferencia Episcopal, deseo expresar a ustedes, señores obispos, mi gratitud por la confianza que me han manifes-tado. ¡Muchas gracias!

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  • Discurso del nuncio apostólicoen la inauguración dela CXV Asamblea Plenaria

    Documentación

    Eminentísimo señor cardenal presidenteEminentísimos señores cardenales

    Excelentísimos señores arzobispos y obispos

    Señoras y Señores:

    Al comenzar los trabajos de la CXV Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Es-pañola, me es muy grata esta significativa oportunidad de saludarles como represen-tante del Santo Padre en España. Ya he te-nido ocasión de hacerlo personalmente con algunos de los miembros de esta Asamblea, pero ahora puedo dirigirme a todos juntos con sentimientos de gratitud y de comunión eclesial, pues el nuncio, por su representación, fomenta los «vínculos de unidad que existen entre la Sede Apostólica y las Iglesias particulares» aquí representadas. Gracias pues por la acogida, fraterna y calurosa, de cada miembro de este episcopado, signo del afecto que albergan hacia el Sucesor de Pedro, y por las oraciones que, con ocasión de mi incorporación, habéis elevado al Señor con vuestras co-munidades. Tendré siempre también los gratos recuerdos del comienzo de misión por parte de Su Majestad el Rey y las autoridades del Estado.

    Con la seguridad de vuestra confianza, siento de verdad esta cercanía de corazón que me posibilita ejercer la fun-ción para la que he sido enviado por el Santo Padre a Es-paña, y a la que correspondo también con la obligada de mi parte de consejo y colaboración, a favor de la unidad. En mi reciente encuentro con el Santo Padre, el pasado día 7 de febrero, el Papa Francisco, sabiendo ya de la proximi-dad de estas fechas, afectuoso me ha encargado hacerles llegar un especial saludo en su nombre que, con estas pa-labras, tengo el honor ahora de transmitirles.

    Al tomar contacto con esta Conferencia Episcopal, ten-go motivos para felicitarles por tantas cosas. En primer lu-gar, les felicito estimando el trabajo realizado en la confec-ción de los nuevos estatutos que ya gozan de la recognitio de la Santa Sede con fecha del 3 de diciembre de 2019.

    Aprecio la labor impulsada bajo las directrices del Santo Padre, buscando con empeño una profunda evangeliza-ción que se realiza caminando juntos laicos y pastores. En este sentido, les felicito también por el exitoso Congreso para los Laicos del pasado mes de febrero y que ustedes tienen en programa valorar. Fue para mí un gozo la ocasión de animar a los laicos con las palabras del Papa a no tener «miedo de patear las calles, de entrar en cada rincón de la sociedad, de llegar hasta los límites de la ciudad, de tocar las heridas de nuestra gente… esta es la Iglesia de Dios, que se arremanga para salir al encuentro del otro… Que el mandato del Señor resuene siempre en ustedes: “Vayan y prediquen el Evangelio”» (Mt 28,19).

    Esta sinodalidad se prepara desde las instancias de vuestra colegialidad. Esta necesita vivirse desde lo que el Papa llama «la mística del vivir juntos» (Evangelii Gaudium, n. 87), desde la que puede valorarse el ejercicio conjunto del ministerio episcopal en relación con aquellos proble-mas que, afectando a todas las comunidades diocesanas, necesitan ser abordadas con criterios e iniciativas comu-nes. En este campo entra la dimensión social de la evan-gelización, atendiendo a los necesitados y vulnerables (Cf. nº 136-258), y en el logro de una «cultura del encuentro»

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  • (Cf. nº 220) que el Papa siempre desea entorno a los temas del pleno desarrollo humano, del bien común y de la paz social.

    Como bien ha dicho el obispo secretario general, en la sociedad no buscamos privilegios, pero tampoco acepta-mos discriminación, y en estos aspectos que tanto impor-tan al bien de todos, siempre cabe el encuentro para dia-logar, por parte de esta Conferencia, con el Estado y con todas aquellas instituciones en las que se procura y decide el bien común. La Iglesia, allí donde se encuentra, lo único que pretende es un espacio que garantice su libertad de exponer y vivir el Evangelio. Esta acción reclama hoy la forma de ejercer coordinadamente el ministerio episcopal con relación a los problemas pastorales que afectan al con-junto de las iglesias particulares de España, «promoviendo la vida de la Iglesia, fortaleciendo su misión evangelizado-ra y respondiendo de forma más eficaz al mayor bien que la Iglesia debe procurar a los hombres» (Estatutos, Cap. I, art. 1).

    Un evento reciente, que no quiero dejar pasar, es el acontecimiento del encuentro, entre los días del 3 al 6 de octubre, de los presidentes de las Conferencias Episcopa-les Europeas en Compostela, junto al Sepulcro del Apóstol Santiago, meta de los caminos de una Europa que busca el espíritu que la construyó. Identificando los signos de es-peranza que la Iglesia encuentra en el momento presente en Europa, el Papa ha subrayado en su mensaje la realidad «del compromiso en el campo cultural, especialmente en la educación de los más jóvenes, que son el futuro de Eu-ropa…. Y el antídoto más grande para las tendencias de nuestro tiempo, pleno de laceraciones y oposiciones, la caridad intrépida fruto de la fe en el Señor resucitado». Asimismo, el Papa ha llamado al trabajo en la fidelidad «al Señor y a las propias raíces…por un nuevo humanismo europeo, capaz de dialogar, integrar y de generar, valori-zando… la defensa de la vida y de la dignidad humana, la promoción de la familia y el respeto de los derechos fun-damentales de la persona. A través de este compromiso, Europa podrá crecer como una familia de pueblos, tierra de paz y de esperanza».

    Como en ese encuentro en Santiago, también ustedes tendrán un momento en el programa para la atención pas-toral ante los abusos de menores y personas vulnerables. Agradezco a las diócesis y provincias eclesiásticas que ya han reglado su acción, instituyendo servicios de acuerdo con las normas emanadas por el Santo Padre en el motu proprio «Vos estis lux mundi» del pasado 7 de mayo de 2019, y animo vivamente a terminar esta sensible actua-ción en todo el territorio nacional, con ese espíritu con el que el Santo Padre ha dicho —en este caso sobre los esfuerzos en la prevención de los abusos— que se trata de un «acto de amor, un acto de amor muy grande. Sigan adelante» (Videomensaje al CEPROME, 22/02/2020). Y,

    como ustedes ya saben, hace unos días, el 28 de febrero pasado, el Santo Padre ha instituido un grupo de trabajo operativo (task force) para asistir a las Conferencias episco-pales, a los Institutos religiosos y a las Sociedades de Vida apostólica en la preparación y actualización de las líneas guía en materia de la protección de los menores y adultos vulnerables.

    Ahora, al cerrar mi intervención, cumplo el grato deber de expresar el reconocimiento a la tarea prestada por el cardenal Ricardo Blázquez como presidente de la Confe-rencia Episcopal Española. Eminencia, usted ha merecido la gran confianza que los obispos han puesto en usted para ocupar esta grave responsabilidad, una confianza che los hermanos obispos han mostrado en elegirle tres ve-ces como presidente. Gracias, don Ricardo, por su actitud pronta, ecuánime y dialogante en el cumplimiento de su servicio de representación de la Conferencia Episcopal y de la Iglesia ante las autoridades civiles y la sociedad en general.

    Por último, les aseguro mi oración encomendando al Señor la renovación de cargos de la Conferencia, particu-larmente la elección de su nuevo presidente que, según los nuevos estatutos, permanecerá cuatro años al frente de esta Conferencia, tiempo en el que, a la representación que le corresponde, se le une la circunstancia de la puesta en marcha de los pasos de reforma de la Conferencia Epis-copal según dichas normas.

    Que por intercesión de la Virgen María, Madre de la Iglesia, a quien invocamos con confianza filial, los propó-sitos y trabajos que ahora inauguran, contribuyan a vivir en plenitud el Evangelio como itinerario que da sentido a la existencia, en la familia, en el trabajo y en la sociedad española.

    Muchas gracias.

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  • Señores cardenalesQueridos hermanos en el episcopado

    y en el sacerdocio

    Queridos hermanos y hermanas:

    Agradezco al cardenal Versaldi las ama-bles palabras de presentación y os saludo cordialmente a todos. Vuestra reunión en Asamblea Plenaria os ha brindado estos días la oportunidad de releer el denso tra-bajo realizado en los últimos tres años y de delinear los esfuerzos futuros con corazón abierto y con esperanza. El campo de competencia del Dicasterio os compromete a calaros en el fascinante mundo de la educación, que nunca es una acción repetitiva, sino el arte del crecimiento, de la maduración, y por esta razón nunca igual a sí mismo.

    La educación es una realidad dinámica, es un movimien-to que saca a la luz a las personas. Se trata de un tipo de movimiento peculiar, con características que lo convierten en un dinamismo de crecimiento, orientado al pleno de-sarrollo de la persona en su dimensión individual y social. Me gustaría detenerme en algunos de sus rasgos típicos.

    Una propiedad de la educación es la de ser un movi-miento ecológico. Es una de sus fuerzas motrices hacia el objetivo formativo completo. La educación que tiene en el centro a la persona en su realidad integral tiene como finalidad llevarla al conocimiento de sí misma, de la casa común en la que vive, y sobre todo al descubrimiento de la fraternidad como relación que produce la composición multicultural de la humanidad, fuente de enriquecimiento mutuo.

    Este movimiento educativo, como escribí en la Encíclica Laudato sí, contribuye a la recuperación de «los distintos niveles de equilibrio ecológico: el interno con uno mismo, el solidario con los demás, el natural con todos los seres vivos, el espiritual con Dios». Esto requiere, por supuesto, educadores «capaces de replantear los itinerarios pedagó-gicos de una ética ecológica, de manera que ayuden efec-tivamente a crecer en la solidaridad, la responsabilidad y el cuidado basado en la compasión» (n. 210).

    En cuanto al método, la educación es un movimiento inclusivo. Una inclusión que va hacia todos los excluidos: por la pobreza, por la vulnerabilidad debida a guerras, hambrunas y desastres naturales, por la selectividad social, por las dificultades familiares y existenciales. Una inclusión que se concretiza en acciones educativas a favor de los refugiados, de las víctimas de la trata de seres humanos, de los migrantes, sin distinción alguna de sexo, religión o etnia. La inclusión no es un invento moderno, sino una parte integral del mensaje salvífico cristiano. Hoy es nece-sario acelerar este movimiento inclusivo de la educación para poner coto a la cultura del descarte, cuyo origen es el rechazo de la fraternidad como elemento constitutivo de la humanidad.

    Otra característica de la educación es la de ser un movi-miento pacificador, portador de paz. Es armonioso —habla-ré luego, pero están conectados— un movimiento pacifica-dor, portador de paz. Lo testimonian los mismos jóvenes, que con su compromiso y su sed de verdad «nos recuerdan constantemente que la esperanza no es una utopía y la paz es un bien siempre posible». (Discurso a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, 9 de enero de 2020). El movimiento educativo, constructor de paz, es una fuerza que hay que alimentar contra la «ego-latría» que genera la no paz, las rupturas entre generacio-nes, entre pueblos, entre culturas, entre poblaciones ricas y pobres, entre masculino y femenino, entre economía y ética, entre humanidad y medio ambiente (cf. Congrega-ción para la Educación Católica, Pacto Educativo Mundial. Instrumentum laboris, 2020). Estas fracturas y contraposi-ciones, que enferman las relaciones, esconden un miedo a la diversidad y a la diferencia. Por eso, la educación está llamada con su fuerza pacificadora a formar personas capa-ces de comprender que la diversidad no obstaculiza la uni-dad, sino que es indispensable para la riqueza de la propia identidad y de la de todos.

    Otro elemento típico de la educación es el de ser un movimiento de equipo. Nunca es la acción de una sola pers