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153 REGULACIONES PACIFICAS EN LA ROMA MONÁRQUICA MARÍA-EVA FERNÁNDEZ BAQUERO Instituto de la Paz y los Conflictos Profa. Titular Derecho Romano Universidad de Granada De las tres penínsulas que se internan en el Mediterráneo, será la Itálica la que ejerza desde los tiempos más remotos una gran atención por sus riquezas naturales y por la facilidad de sus accesos tanto por tierra como por mar. Dentro de ésta península, la zona del Lacio será el lugar en donde se asienten los primitivos habitantes del pueblo romano y desde donde se sepa atraer, tras un lento proceso histórico, la atención de todo el Mundo Antiguo hasta convertirse en la gran potencia que fue. De ahí que, cuando se hace mención del papel que jugó el pueblo romano en la Historia mundial, nadie ponga en duda dos cualidades: la de ser grandes conquistadores y magníficos juris- tas. Atributos que, al mismo tiempo, supo armonizar y equilibrar per- fectamente, puesto que ningún eco histórico hubiera tenido si en la medida que iba abriendo sus fronteras no hubiera sabido organizar adecuadamente desde un punto de vista jurídico todos los recursos materiales, humanos y culturales que conlleva el fenómeno de la ex- pansión territorial. »con el armisticio que precedió la batalla de Leuctra (371 a. C.). Véase, así mismo, PICCIRILLI, L. (1973), op. cit., I, 46 ss. 102. Cf. nº 403. Sobre su significación histórica, MOSSÉ, C. (1962), La fin de la Démocratie athénienne, París. 103. Cf. números 463, 472 y 578, todas del s. III a. C. 104.Cf. nº 476. 105. Cf. nº 482 (260 a.C.). Se trata de una homología, término técnico para las capitulaciones donde las partes son consideradas iguales: KARAVITES, P.

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REGULACIONES PACIFICAS ENLA ROMA MONÁRQUICA

MARÍA-EVA FERNÁNDEZ BAQUEROInstituto de la Paz y los Conflictos

Profa. Titular Derecho RomanoUniversidad de Granada

De las tres penínsulas que se internan en el Mediterráneo, será laItálica la que ejerza desde los tiempos más remotos una gran atenciónpor sus riquezas naturales y por la facilidad de sus accesos tanto portierra como por mar. Dentro de ésta península, la zona del Lacio seráel lugar en donde se asienten los primitivos habitantes del puebloromano y desde donde se sepa atraer, tras un lento proceso histórico,la atención de todo el Mundo Antiguo hasta convertirse en la granpotencia que fue. De ahí que, cuando se hace mención del papel quejugó el pueblo romano en la Historia mundial, nadie ponga en dudados cualidades: la de ser grandes conquistadores y magníficos juris-tas. Atributos que, al mismo tiempo, supo armonizar y equilibrar per-fectamente, puesto que ningún eco histórico hubiera tenido si en lamedida que iba abriendo sus fronteras no hubiera sabido organizaradecuadamente desde un punto de vista jurídico todos los recursosmateriales, humanos y culturales que conlleva el fenómeno de la ex-pansión territorial.

»con el armisticio que precedió la batalla de Leuctra (371 a. C.). Véase, asímismo, PICCIRILLI, L. (1973), op. cit., I, 46 ss.

102. Cf. nº 403. Sobre su significación histórica, MOSSÉ, C. (1962), La fin dela Démocratie athénienne, París.

103. Cf. números 463, 472 y 578, todas del s. III a. C.104. Cf. nº 476.105. Cf. nº 482 (260 a.C.). Se trata de una homología, término técnico para

las capitulaciones donde las partes son consideradas iguales: KARAVITES, P.

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1. REGULACIONES PACÍFICAS Y REGULACIONES JURÍDICAS

Con este trabajo pretendemos estudiar esos dos atributos antes men-cionados pero centrándolos en el período histórico más antiguo, estoes, durante la época monárquica. Somos conscientes del problema queentraña, desde el punto de vista metodológico, tratar cualquier temade este período histórico dada la escasez de fuentes y la incertidumbrede las mismas. Efectivamente, para reconstruir la Historia de Roma,contamos con una serie de noticias procedentes de autores del MundoAntiguo que no son coetáneos a los acontecimientos que relatan y,por tanto, reconstruyen la Historia a base de noticias o relatos transmi-tidos de manera legendaria, dado que los datos anteriores al 387 a.C.,año del incendio gálico que destruyó Roma, son poco creíbles al seralgunos inventados y otros reflejo de las leyendas imperantes.1

Concretamente, las fuentes que nos dan noticias de este períodohistórico se deben a analistas, que los más antiguos son del siglo IIIa.C., y a historiadores que se basaron, a su vez, en la obra de dichosanalistas. De ahí que, múltiples corrientes doctrinales, de manera es-pecial los romanistas del siglo pasado, como es el caso de Nieburhr,Mommsen,...entre otros, se muestren más inclinados a rechazarlas quea admitirlas.2 Sin embargo, a lo largo del presente siglo la crítica yano es tan dura, y las últimas tendencias miran, siempre con la debidacautela, una posible rehabilitación de la tradición.3 Y es, en este sen-tido, nuestra intención de estudiar estas fuentes, intentando interpre-tar sus noticias separando, en la medida de lo posible, la parte deverdad y de leyenda que se encierra en su contenido.

Ahora bien, de entre ellas, vamos a dedicar especial atención a laobra de Tito Livio y Dionisio de Halicarnaso por ser dos historiadores

que, a pesar de escribir el primero en latín y el segundo en griego,relatan su interpretación de ese período arcáico durante el Principadoy, en consecuencia, aunque pudieron estar influenciados por la políti-ca de Augusto, sin embargo algunos piensan que existen cuestionesbásicas que no son incompatibles con los resultados de la arqueolo-gía4. Por consiguiente, nuestro propósito se centra en realizar un estu-dio paralelo de estas fuentes, con el fin de analizar los puntos coinci-dentes y las noticias discordantes que sobre un mismo hecho puedaninformarnos, e interpretar hasta qué punto pueden ser tomados comociertos al relacionarlos con determinados datos considerados en laactualidad como seguros por parte de la doctrina romanística y, porsupuesto, atendiendo a cuantas fuentes jurídicas, literarias, arqueoló-gicas, ...nos ayuden a confirmar nuestros presupuestos. En concreto,los puntos sobre los que vamos a basar y contrastar nuestra interpreta-ciones los podíamos resumir en los siguientes:

1º) Los datos arqueológicos demuestran que a mediados del sigloVIII se dió un asentamiento en las colinas del Lacio de comunidadesdistintas (latinos, sabinos y etruscos) y donde existió una influenciamuy importante de las colonias griegas que conformaban la MagnaGrecia, situada en el sur de Italia, con un avanzado estado cultural. Laforma de asentamiento entre las poblaciones era el vicus, agrupaciónde casas o chozas que tenía como territorio el pagus.5

1 . Este hecho fue subrayado por Tito Livio, en su obra Ab urbe condicta,VI, 1, 2, cuando nos comenta la razón que le llevó a comprimir en las primeroscinco libros la Historia de Roma hasta el 387 a. C.

2 . En torno a las teorías y críticas a éstos autores, vid., por todos, TONDO,S. (1981) Profilo di storia costituzionale romana, I, Milano, 3 ss.

3 . Cfr., entre otros, STAVELEY, E. (1956) The Constitution of the RomanRepublic, Historia, 5, 95; PIGANIOL, A. (1962) Histoire de Rome, París, XVIII;— La conquête romaine, París (1967); PERUZZI, E. (1970 y 1973) Origini diRoma, I y II, Firenze y Bologna; TALAMANCA, M. (1979) I mores ed il diritto,Linieamenti di storia del diritto romano, A.V., bajo la dirección de Talamanca,Milano, 36 ss.; TONDO, S. (1981) op. cit., 22 ss.

4 . En cuanto al valor histórico de la obra de Tito Livio, vid., entre otros,BLOCH, R. (1965) Tite-Live et les prémiers siècles de Rome, París; GJERSTAD, E.(1962) Legend and facts of early Roman history, Lund; LABRUNA, L. (1984) TitoLivio e le istituzioni giuridiche e politiche dei Romani (Testi per la storia delleistituzioni, 1), Napoli; POUCET, J. (1975) Le prémier livre de Tite-Live et l’histoire,Les Etud. Class., 43, 327 ss.; TOMULESCU, C.S. (1975) Le valeur juridique del’histoire de Tite-Live, Labeo, 21, 295 ss. En cuanto a la obra de Dionisio deHalicarnaso, vid, por todos, ANDREN, A. (1960) Dionysius of Halicarnassus onRoman Monuments, Hommages à L.Hermann (Coll. Latomus, XLIV), Bruxeles, 97ss.; GABBA, E. (1975) Dionigi e la ‘Storia di Roma arcaica’, Actes du IX Congrès,Ass. G. Budé (1973), Les Belles Lettres, 218 ss.; ID. (1982) La ‘Storia di Romaarcaica’ di Dionigi d’Alicarnasso, ANRW, II, 30, 1, Berlin, W. de Gruyter, 799 ss.;— (1960) Studi su Dionigi di Alicarnasso. I. La costituzione di Romulo, Athenaeum,38, 175 ss.; — (1961) Studi su Dionigi di Alicarnasso. II. Il regno di Servio Tulio,Athenaeum, 39, 98 ss.;— (1964) Studi su Dionigi di Alicarnasso. III. La propostadi legge di Spurio Cassio, Athenaeum, 42, 2 ss.

5 . Cfr., DEVOTO, G. (1940) Storia della lingua di Roma, Bologna, 8 ss;DE FRANCISCI, P. (1959) Primordia civitatis, Roma, 134 ss.; TORRENT, A.

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2º) Por otro lado, todos los datos que transmite la tradición latinanos dan noticias de la existencia de una estructura monárquica en laRoma primitiva (753-510 a.C.), encabezada por un rex con unos pode-res absolutos y que este período monárquico se desarrolló en dos fa-ses: Una primera latino-sabina, representada por Rómulo, Numa Pom-pilio, Tulo Hostilio y Anco Marcio; y, una segunda fase etrusca repre-sentada por los últimos reyes Tarquinio Prisco, Servio Tulio y Tarqui-nio el Soberbio.6

3º) Por último, el derecho que se desarrolla en este período se ca-racteriza por una plena fusión del mundo jurídico y el religioso, deahí la expresión iusfasque, de tal forma que no es posible desentrañarel uno del otro. Aspecto este que también se aprecia en otros pueblosdel mediterráneo7 y que se mantendrá durante todo la época regiaconstituyendo el ius sacrum e impregnando la vida pública y privadadel pueblo romano y de aquellos con los que se relaciona ya que unode los fines imprescindibles que se persigue en éste período históricoes el de mantener la pax deorum, esto es, la relación de los hombrescon los dioses en amiticia, de tal manera que siempre se intentaráevitar cualquier comportamiento que pueda empañar dicha relación.

En consecuencia, en nuestro estudio nos centraremos en cadauno de los períodos históricos de los distintos reyes que constituye-ron el conocido período regio o época monárquica, analizando elcarácter jurídico de la relaciones exteriores que el antiguo puebloromano tuvo con las poblaciones de su entorno. Relaciones que enocasiones adquieren la forma de guerra, en otras interpretando lassoluciones que adoptan en sus conflictos por medio de pactos, tra-

tados o alianzas e, incluso, aquellas otras que son capaces de man-tenerse de manera pacífica.

La literatura jurídica sobre estas cuestiones es muy abundante in-tentando de distintas formas dar respuesta a la naturaleza y contenidode dichas relaciones. Una de las teorías más importantes, por su reper-cusión en la doctrina romanística, fue la de Mommsen defendiendoque la situación de las relaciones de los pueblos primitivos de dife-rentes etnias era de hostilidad, como si la guerra fuese algo connaturala su condición originaria. Así, el foedus que era regulado por el iusfetiale no era una forma general de tratado, sino un tipo más junto conotros como podían ser la amicitia, societas, indutiae y que se desarro-llaron bajo una única forma originaria que la identifica con el hospi-tium publicum8.

Esta teoría ha servido de base para la construcción de otras quedieron lugar a nuevos planteamientos sobre la posible existencia deun derecho internacional en la antigüedad, como es el caso de Ba-viera.9 o al menos subrayar determinadas cuestiones que hicieran re-ferencia a las primitivas relaciones internacionales, como es el casode Täubler10 quien resalta la importancia de los prisioneros de gue-rra como la principal fuente de dichas relaciones ya que, según ésteautor, la forma más antigua de tratado parece ser que la constituyóel pacto de sometimiento del vencido al vencedor (deditio), mien-tras que en un segundo momento se desarrollaría la indutiae, estoes, como un armisticio o tregua a largo tiempo (veinte, treinta o cientosde años) durante la cual se procedería a un intercambio de rehenes.Mientras que Heuss11 interpreta que el hospitium publicum es un tes-timonio sólo a partir del siglo III a.C., muy posterior a los antiguosfoedera y no cree ver en la deditio una fuente de obligaciones in-ternacionales, sino una manifestación más de la práctica de la gue-

(1982) Derecho Público Romano y Sistema de fuentes, Oviedo, 55 ss.6 . En cuanto a las pruebas de la existencia de una monarquía viene determi-

nadas por la mayor parte de la doctrina como las siguientes: La fórmula delcalendario romano conocida epigráficamente en los Fasti Q.R.C.F. (quando rexcomitiavit fas) y que hacen referencias a ellas Tacito, Ann. I, 1; Cicerón, De rep.II, 12, 24; Livio, Ab urb. I, 1; Dion.Halic., Ant. rom. I, 1ss.; fórmula que serelacionaba con dos días del año, el 24 de marzo y el 24 de mayo, que eran losdías en que se reunían los comitia curiata. También, se tiene en cuenta distintostérminos usuales en época republicana que nos recuerdan la existencia de unestado monárquico anterior, tales como rex sacrorum, regia, regifugium y, demanera especial, interregnum. Vid., por todos, TORRENT, A., op. cit., p. 65 ss.

7 . Vid., COLI, U. (1951) Regnum, SDHI, 17, 1 ss.; VOCI, P. (1953) Diritto

sacro romano in età arcaica, SDHI, 19, 38 ss.8 . Cfr., MOMMSEN, T. (1864) Das römische Gastrecht und die römische

Clientel, Römische Forschungen,I, 32 ss.;—. (1893) Abriss des römischen Staats-recht, trad. it. Bonfante, P. (1904) Disegno del diritto publico romano, Milano,72 ss.

9 . BAVIERA, G. (1898) Il diritto internazionale dei Romani, Modena, tam-bién en AG., 60-61 (1898), p. 243, 267 y 463 ss.

10. TÄUBLER, E. (1913) Imperium romanum, Leipzig, 3 ss.11. HEUSS, A. (1933) Die völkerrechtliche Grundlage der römischen Aus-

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rra. Sin embargo, De Martino12 hace especial atención a la impor-tancia de las relaciones económicas e intereses comerciales del pue-blo romano con otras gentes en Italia, pero en modo alguno aceptade que se hable de un Derecho internacional referente a una épocaprecedente a la formación de la comunidad ciudadana y a una so-ciedad dividida en clases, puesto que en tal situación ni había pazni guerra sino indiferencia recíproca.

Otros, como Frezza,13 Paradisi,14 Magdelain,15 Bellini,16 entre otros,destacan la importancia del foedus que, en un principio se desarrollódentro del Nomen étnico y extendiéndose posteriormente al exteriormediante una relación jurídica fundamentada en la amicitia. Por otrolado, la mayoría de los autores, como es el caso de Catalano,17 puntua-lizan con cierto interés en el cuidado que hay que tener a la hora deutilizar expresiones de derecho actual que en modo alguno encuen-tran su correspondencia con el derecho antiguo, como por ejemplointentar encajar el binomio Derecho nacional-Derecho internacional,que se da hoy día, en una época histórica en donde la estructura so-cial, política y jurídica era desde todo punto de vista diferente. Pre-ocupación ésta de la que nosotros también nos hacemos partícipes y,de ahí, que preferimos hablar simplemente de «relaciones jurídicasentre pueblos de la Antigüedad» y no de relaciones internacionalespara hacer referencia a dicha época.

Ahora bien, en la mayoría de los trabajos se centran los estudios dedichas relaciones a partir de el período republicano, tratando muybrevemente la época regia. La razón de ello es comprensible por elproblema que ya apuntábamos presentaban sus fuentes de conocimientoy, por tanto, no dando la importancia autónoma que requiere este

momento histórico.18 Siendo ello, en consecuencia, la razón primor-dial de realizar con este trabajo el estudio centralizado de dicha etapaque, por otro lado, nos pondrá en mejor disposición para afrontar enpróximas investigaciones el análisis de las posteriores de la historiajurídica del pueblo romano.

2. LOS ORÍGENES DE ROMA, CONFLICTOS Y SOLUCIONES

Durante la época monárquica que comprende desde mediados delsiglo VIII a.C. hasta principios del siglo VI a.C.,19 apreciamos que laforma más usual de relacionarse con otros pueblos es por medio dedesarrollar el contenido de las distintas alianzas o tratados a los quese había llegado, en algunas ocasiones, por someterse voluntariamen-te el pueblo vecino a Roma y, en otras, después de producirse unaguerra en la que el pueblo romano aparecía la mayor parte de las vecescomo vencedor. De ahí que, seguidamente, analizaremos las causasprevias que llevaban a concertar dichos tratados, su propia manera decelebrarlos, así como las consecuencias jurídicas que de ellos resulta-ban.

Como se sabe, la tradición romana atribuye la fundación de Roma aRómulo a mediados del siglo VIII a.C. y, con independencia de todala leyenda vertida sobre este suceso, se puede apreciar en el contenidode las fuentes que desde el principio y por razones variadas mantuvo

senpolitik in republikanischer Zeit, en Klio, 31, 14 ss.;—. (1934) Abschluss undBeurkundung des griechischen und römischen Staatsvertrages, en Klio, 32, 218ss.

12. DE MARTINO, F. (1960) Storia della Costituzione romana, vol. II, Na-poli, 11 ss.

13. FREZZA, P. (1938 y 1939) Le forme federative e la struttura dei rapportiinternazionali nell’antico diritto romano, SDHI, 4, 363 ss. y 5. 161 ss.

14. PARADISI, B. (1951) L’amitié internationale. Les phases critiques de sonancienne histoire, en Recueil des Cours de l’Académie de droit international de laAye, 347 ss.; — (1957) Due aspetti fondamentali nella formazione del dirittointernazionale antico, en Ann. stor. dir., 169 ss.

15. MAGDELAIN, A. (1943) Essai sur l’origine de la Sponsio, París, 6 ss.

16. BELLINI, V. (1962) Foedus et sponsio dans l’evolution du droit interna-tional romain, en RHD, 40, 509 ss.

17. CATALANO, P. (1965) Linee del sistema sovrannazionale romano, Torino,3 ss.

18. Vid., en este sentido, ILARI, A. (1992) cuando dice: «In realtà il proble-ma delle origini del trattato internazionale non sembra avere rilevanza autonomarispetto al più generale problema della configurabilità di un vero diritto ‘interna-zionale’ nel mondo antico distinto dagli ordinamenti sovranazionali e dal dirittopubblico esterno de la civitas.», v. Trattato (dir. rom.), en E.D., vol. XLIV,1336.

19. Con respecto al período histórico que comprende la época monárquica,mientras Polibio considera que la fecha de la fundación de Roma fue en el año750 a.C., sin embargo otros autores clásicos la sitúan, como Tácito, en el 762 a.C.o en el 752 a.C., como es el caso de Catón. Pero la fecha que es más seguida porlos romanistas es la establecida por Varrón cuando la situa en torno al año 753 ó

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relaciones con los pueblos y aldeas de su alrededor. Por ello, vamos adestacar los acontecimientos más importantes que nos muestran elcarácter y contenido de los primeros contactos externos del puebloromano.

Tanto Tito Livio (I,9) como Dionisio de Halicarnaso (II,30) nosrelatan cómo el pueblo romano bajo la jefatura de Rómulo consiguióhacerse de las mujeres del pueblo sabino a fin de casarse con ellas ycontribuir a desarrollar una de las medidas políticas del primer rexromano que era la de incrementar la población.20 Es claro que estamosante un relato enormemente legendario del que quizá hoy sólo setenga la certeza, según muestran los datos arqueológicos, que durantelos siglos VIII/VII a.C. existieron elementos sabinos en la Roma pri-mitiva.21 Sin embargo, lo que nos interesa del mismo es mostrar elcontenido, carácter y consecuencias jurídicas de la relación surgidaentre el pueblo romano y sabino que los historiadores antiguos nosmuestran con motivo de aquel relato.

En este sentido, parece ser que las relaciones entre ambos pueblosprevias al rapto no eran especialmente buenas, sin embargo sí recono-ce Roma la valía del pueblo sabino, hasta el punto, de querer conse-guir de cualquier forma la unión él por medio de matrimonios puestoque de esa forma se conseguiría perpetuar la población, según TitoLivio (I,9,1) y, por otro lado, conciliar a los que no eran amigos de losromanos, según Dionisio de Halicarnaso (II,30,2). Ahora bien, el porqué de emplear un acto violento, como es el rapto, para conseguirtales fines, nos lo justifica Tito Livio al decirnos que el pueblo sabinodespreció a los legados enviados por Roma para solicitar de formapacífica dichos matrimonios,22 mientras que Dionisio no nos habla deenviados sino simplemente porque «las ciudades no se unirían volun-tariamente a ellos» (II, 2, 2).

Por tanto, con este suceso Roma aparece según los historiadorescomo la provocadora de toda una serie de guerras que seguidamente

surgieron a raíz de ello y no solo contra el pueblo sabino, como elpropiamente ofendido, sino también con otros que no estaban dis-puestos a no permitir que creciera una amenaza común para todas lasciudades limítrofes, como es el caso de Cenina, Antemnas y Crus-tumerio y, en consecuencia, se consideraban ad quos eius iniuriaepars pertinebat.23 En efecto, estas ciudades iniciaron sus respectivasguerras con Roma coincidiendo las noticias en las distintas fuentes deque siempre la victoria fue para el pueblo romano, aunque sólo esDionisio de Halicarnaso quien nos comenta las consecuencias jurídi-cas de dichas victorias. En un primer momento fueron vencidas Ceni-na y Antemnas y las medidas que adoptó Rómulo con respecto a ellasnos las relata Dionisio (II,35):

1º) No castiga con la esclavitud a ningún habitante.

2º) Permite que se queden con todas sus posesiones y bienes.

3º) Convierte esos territorios en colonias romanas, admitiendo aquienes deseen permanecer en ellas.

4º) Mandó a dichas colonias trescientos hombres que recibieron delos ceninenses y antemnates una tercera parte de sus tierras.

5º) Finalmente consintió que, los que quisieran, cambiaran su resi-dencia a Roma, trayendo consigo a sus mujeres, hijos y las riquezasque poseían y sin que ello significara la perdida de los lotes de tierraque les perteneciera.

De igual manera, tanto Tito Livio (I,11,3) como Dionisio de Hali-carnaso (II,36,2) nos informan que después de estos acontecimientosRómulo condujo su ejercito contra los crustumerinos consiguiendovencerles y, del mismo modo que con las otras ciudades, decidió noimponerles ningún castigo sino que también hizo a esta ciudad colo-nia romana.

Esta forma de actuar tan «benévola» por parte del rex se puedecomprender si se atiende a esa política de fomentar el número de po-

754 a.C., correspondiendo el año 1 de Roma al 3 de la 6ª Olimpiada. En cuantoal período de duración de la monarquía, suelen coincidir que duró 244 añosdesde su fundación, cfr., en este sentido, T. Livio, Ab urb. cond. I, 60, 3; Dion.Hal., Ant. rom. V,1 , 1. Vid. AAVV (1954) Diccionario del mundo clásico, bajola dirección de ERRANDONEA, ed. Labor, S.A., Barcelona, Madrid, BuenosAires, Río de Janeiro, México, Montevideo, 1.761 ss.

20. Sobre este episodio, vid. PERUZZI, E. Origini di Roma, I, op.cit., 87 ss. 21. Cfr. GRIMAL, P. (1972) El helenismo y el auge de Roma. El mundo

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blación, tal y como vimos con el suceso del rapto de las Sabinas. Otraforma más de materializar esa medida era conseguir con los pueblossometidos una reconciliación para que en una situación de paz, todos,como habitantes ciudadanos romanos pudieran contribuir a alcanzaruna mayor prosperidad del pueblo romano; el no conseguir esa amis-tad con el sometido sólo serviría para que Roma desgastara sus fuerzasen vigilar las posibles amenazas de sus propios habitantes y, en con-secuencia, nunca podría haber conocido el fenómeno de su expansiónterritorial. Y, por último, otras de las medidas más utilizadas era la del«asilo» (asylum), entendiendo por tal como el lugar donde podía en-contrar refugio cualquier persona que, normalmente, procedían de unapoblación marginal, de ahí las palabras de Tito Livio cuando nos dicetras hablarnos del asilo: Eo ex finitimis populis turba omnis, sine dis-crimine liber an seruus esset, auida nouarum rerum perfugit, idqueprimum ad coeptam magnitudinem roboris fuit (I,8,6).24

Una de las cuestiones importantes mencionadas en las fuentes quehemos analizado es la referencia a la creación o conversión en colo-nias de las ciudades conquistadas. Desde un punto de vista jurídicoera un buen sistema de organizar los pueblos que Roma iba conquis-tando, es decir, por medio del envio de colonos25 a dichos territorios,otorgándoles a sus habitantes un status civitatis muy similar al delpropio ciudadano romano.26

En consecuencia, estas colonias conocidas con el nombre de colo-niae Quiritium o civium Romanorum constituyeron las primeras que serelacionaron con la expansión romana mediante el sistema de incor-poración, esto es, cuando Roma hace del territorio adquirido agerromanus ensanchando así sus límites territoriales y a sus habitanteslos hace ciudadanos romanos aumentando, por consiguiente, el núme-ro de miembros de la civitas. Cuando Roma consiguió detentar la

hegemonía sobre la Liga Latina, surgieron otras conocidas como colo-niae Latinae y que respondían mejor a un sistema de federación, esdecir, cuando la posición de Roma es la de celebrar tratados, primeroen plan de igualdad, después de hegemonía, con otras ciudades, peroa diferencia de las anteriores, éstas conservan su zona territorial ytienen autonomía en cuanto a su organización administrativa.27

Como antes comentamos, el suceso del rapto de las Sabinas desen-cadenó una importante guerra con el pueblo sabino, tanto desde elpunto de vista de su desenvolvimiento, como desde el punto de vistade sus efectos jurídicos.

Efectivamente, esta guerra fue destacada por su importancia puesDionisio de Halicarnaso la consideró como la más larga (II,32,1) y tam-bién Tito Livio dijo de ella: Nouissimum ab Sabinis bellum ortummultoque id maximum fuit; nihil enim per iram aut cupiditatem actumest, nec ostenderunt bellum prius quam intulerunt. Consilio etiam additusdolus (I,11,5). Ante todo, los sabinos querían conseguir que su guerrafuera considerada iustum bellum, para asegurar la bendición de los dio-ses dada la importancia del factor religioso en estas comunidades; porello, previo al combate, los sabinos envían una embajada a los romanossolicitándoles la devolución de las mujeres raptadas y una indemniza-ción por dicho rapto. Y del mismo modo, los romanos justificaron el nodevolverlas puesto que ellas ya no vivían a las fuerza con ellos, tal ycomo nos informa Dionisio de Halicarnaso (II,37,3 y 4).

Así las cosas, se inicia la contienda y, durante la misma, las distin-tas fuentes nos mencionan el acto de las mujeres sabinas intercedien-do entre ambos pueblos y suplicando en ambos bandos el llegar a unareconciliación.28 Siendo, desde nuestro punto de vista, el más signifi-cativo de esta época dado que es el único, fruto de un acto concilia-dor, donde no hay vencedores ni vencidos y del que surge un Tratadocuyos términos fueron fijados directamente por los jefes respectivos yque en palabras de Tito Livio no sólo establecen la paz, sino que

mediterráneo en la edad antigua II. col. Historia Universal Siglo veintiuno, vol.6, México, Argentina, España, 84 ss.

22. Concretamente, Tito Livio nos dice: Tum ex consilio patrum Romuluslegatos circa uicinas gentes misit qui societatem conubiumque nouo populopeterent....Nusquam benigne legatio audita est (I,9,2 y 5).

23. Cfr. Tito Livio I, 10, 2 y Dionisio Halicarnaso II, 32 , 1.24. «Desde los pueblos vecinos un aluvión de gentes de todas clases, sin

distinción de esclavos y libres, ansiosos de novedad, acudieron a refugiarse allí,y ésta fue la primera aportación sólida en orden a las proporciones del trazadourbano».

25. A estas colonias se las conocía como coloniae Quiritium o civium Roma-norum, constituidas normalmente con 300 ciudadanos a los que se les asignaba acada uno en propiedad un pequeño lote de terreno, entre dos a cinco iugera,entendiendo por iugerum la cantidad de tierra que una yunta de bueyes puedearar en un día, según Plinio, Nat. Hist, (XVIII,9), vid. TORRENT, A. (1982)Derecho Público Romano y Sistema de fuentes, Oviedo, 311.

26. Vid., DE MARTINO, F. Costituzione, op. cit., p. 99.

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integran los dos pueblos en uno solo.29 Por tanto, con dicho Tratadose crea un regnum consiciant en el que todos tomaron el mismo nom-bre de quirites: Ita geminata urbe ut Sabinis tamen aliquid dareturQuirites (T.Livio, I,13,5). Sin embargo, será Dionisio de Halicarnaso(II,46,1-3) quien nos da los detalles de dichos acuerdos:

1º) Que Rómulo y Tacio serían reyes de los romanos con igualderecho a voto y disfrutando de los mismos honores.

2º) Que la ciudad se llamaría, guardando el nombre de su fundador,Roma.

3º) Que todos adquirirían la denominación común de quirites.

4º) Que los sabinos que quisieran ser ciudadanos de Roma realiza-ran sacrificios en común y serían adjudicados a tribus y curias.

Quizás no estaría falto de razón quien opinase que esta noticia deDionisio se corresponde mejor con la política que Augusto queríaimponer al proclamar la posibilidad de un poder compartido entredos, lo que nos recordaría al sistema de magistraturas, y al mismotiempo no dejar de acariciar el sistema monárquico. Sin embargo, acep-tando este suceso como cierto, estaríamos ante el primer Tratado oLiga romano-sabina, con un sistema de federación y no de incorpora-ción, dado que el poder fue por ambos reyes compartido, creando dedos pueblos uno solo, los quirites, como veíamos que nos comentabanlas fuentes.

Por otro lado, el relato contiene un aspecto que refleja la propiarealidad que pudo acontecer; nos referimos al hecho de que el Tratadofuese concretado directa y personalmente por los propios jefes, estoes, por los reyes Rómulo y Tacio. En este sentido, hay que destacar laopinión de Coli al distinguir entre los foedera regnum y los foederapopuli o civitates, ya que los primeros es el propio rex como personafísica el que se compromete bajo juramento y por eso tienen la vigen-cia de la propia vida del rex, sin embargo en los segundos es el propiopopulus como persona jurídica quien los hace vinculantes y por ellopueden ser perpetuos.30 Opinión que, en líneas generales, comparti-

mos aunque también no queremos olvidar que toda persona jurídicacomo es el populus o civitates tenían sus propias vías y causas deextinción como podía ser el hecho de la destrucción de un pueblovencido a manos del vencedor.

Otros conflictos a los que hará frente Rómulo serán como conse-cuencia de los atentados que sufra el territorio romano y sus colonias.

En este sentido, tenemos que hacer referencia a la lucha entre roma-nos y fidenates, como consecuencia de que éstos atacasen a barcosfluviales, que los crustumerinos enviaban para auxiliar a Roma, y des-pués de que los romanos les pidiesen cuentas y éstos no se sometierana la justicia (Dionisio de Halicarnaso, II,53,2) Roma los vence. Resul-tado de esto fue hacer de Fidenas una colonia romana, castigando aalgunos de ellos, dejando allí una guarnición de trescientos hombresy tomando una parte del territorio que dividió entre sus hombres (D.H. II,53,4), medidas propias de la conversión de territorios sometidosen coloniae civium romanorum, como vimos anteriormente.

En términos similares fue la toma de Cameria cuando ésta atacó acolonos romanos durante el tiempo en que Roma sufrió una epidemiade peste (D. H. II,54,1).31 resultado de ello fue convertir a Cameria enotra colonia romana.

Por tanto, de estos dos ejemplos podemos deducir las medidas queeran utilizadas cuando el conflicto surgía por actos que previamentehabían ofendido a Roma y donde el ofensor había tenido que sersometido mediante un combate o batalla.

Distinta postura es cuando el enemigo decide someterse, finalmen-te, ante el reconocimiento de la supremacía romana evitando una ba-talla violenta. Este fue el caso de Veyes que, tras disputar distintoscombates con Roma y cuando se veía en una situación de inferioridadde fuerzas, decide enviar una embajada para tratar el cese de la guerra,como nos informan Tito Livio (I, 15 ,5) y Dionisio de Halicarnaso (II,55 ,5). En este supuesto se formaliza jurídicamente también un Trata-do, pero las condiciones previas al mismo las establece unilateralmen-te Roma; y el vencido, si desea la paz, no le queda más remedio queaceptarlas, como ocurrió con el pueblo de Veyes. Concretamente, lascondiciones nos las detalla Dionisio de Halicarnaso (II, 55, 5) y con-firmadas por Plutarco (Rom. XXV, 5):

27. Cfr., BONFANTE, P. (1934) Storia del diritto romano, I, Roma, reed.Roma (1958), 247; ARIAS RAMOS, J. (1974) Derecho público romano e Histo-

ria de las Fuentes, Valladolid, 84 ss.; TORRENT, A. Derecho Público, op. cit., p.309 ss.

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1º) Entregar a los romanos el territorio contiguo al Tíber, los llama-dos «Siete Distritos» (Septem pagi).

2º) Abandonar las salinas situadas junto a la desembocadura delrío.

3º) Y entregar cincuenta rehenes como garantía de que no volve-rían a rebelarse.

Al ser aceptadas dichas condiciones, como reza en las distintasfuentes,32 se formaliza el Tratado con el que se comprometen a mante-ner la paz durante cien años (agri parte multatis in centum annosdatae, Tito Livio (I, 15, 55). La razón de esa limitación de cien añosde vigencia se debe a la cuestión que antes planteamos sobre el carác-ter de la monarquía en la época arcaica, esto es, cuando aún desde unpunto de vista jurídico no se tiene la concepción de persona jurídicay, por tanto, era el propio rex, como persona física, el que adquiría elcompromiso concertado ya que a su muerte perdía eficacia por el ca-rácter personal de la obligatio; de ahí que la indutiae in centum annosestipulada superaría la propia vida de los sujetos del derecho que lacelebraron.33

Así las cosas, podemos concluir diciendo que durante el período enel que reinó Rómulo se produjeron importantes relaciones con lospueblos vecinos, unas veces desarrollándose de forma pacífica, comovimos cuando se producía el asilo (asylum)y otras veces cuando seestipulaba un pacto, tratado o alianza (foedus), bien para evitar unaguerra o bien tras producirse alguna (indutiae). De dichas relaciones,Roma resultó bastante beneficiada en la medida que incrementó susupremacía sobre ellos y, como resultado, aumentó su territorio alconstituirse las coloniae civium romanorum, así como el número decives al concederles, a los nuevos habitantes que se incorporaban, laciudadanía romana.

Por otro lado, del contenido de las fuentes, se aprecia que Rómuloemplea la violencia sólo como respuesta a actos ofensivos, intentandoque sus guerras, frente a los dioses, fueran consideradas justificadas(bellum iustum). Tan sólo en el relato del rapto de las Sabinas escuando nos encontramos con una Roma provocadora y generadora deconflictos.

Desde el punto de vista jurídico, apreciamos que existe un carác-ter personal en los efectos que provocan los Tratados, puesto que losrealmente vinculados son los jefes (rex) que los estipulan, compro-metiéndose ellos mismos a que serán respetados por su pueblos; deahí que se tenga que especificar el tiempo de vigencia. No se apreciaaún un sistema institucionalizado de realizar dichos foedus, peropor el carácter personal que presentan, suponemos que se emplearíala sponsio, como así veremos confirmada en tiempos posteriores.

Finalmente, hay que destacar que constantemente se habla de laintervención de embajadores sin proceder a informarnos las fuentessobre quiénes eran y las funciones concretas que se les asignaban,pues pudieron ser cualquier persona que fuese nombrada por el rex yel senado, como lo demuestra el hecho de que una vez fueron institui-das embajadoras a las mujeres sabinas. Cuestiones todas ellas típicasde un sistema todavía muy rudimentario de relaciones que, poco apoco, en períodos sucesivos irán regulándose con mayor rigor.

2.1 Numa Pompilio defensor de la Paz. El ius fetiale

Tras la muerte de Rómulo los senadores romanos deciden elegircomo rey a un hombre venido de fuera, concretamente de origen sabi-no, hijo de Pompilio Pompón, llamado Numa. Coinciden las fuentes,34

en describirlo como un hombre sabio y con una magnífica formaciónque, tras cuarenta y tres años de reinado, consiguió que su pueblo loamase y que las instituciones militares y civiles estuviesen equilibra-das lo que, sin duda, despertó la admiración de los pueblos vecinoscon los que mantuvo unas relaciones pacíficas.35

Cuando Numa accedió al poder, encontró a una ciudad fundada28. Tito Livio I, 13, 1-3 y Dionisio de Halicarnaso II, 45.29. ...inde ad foedus faciendum duces prodeunt. Nec pacem modo sed ciuita-

tem unam ex duabus faciunt. Regnum consociant: imperium omne conferunt Ro-mam, Tito Livio (I,13,4).

30. COLI, U.(1951) Regnum, SDHI, 17, 1 ss. En este mismo sentido BELLI-NI, V. (1961) Sulla genesi e la struttura delle leghe nell’Italia arcaica, RIDA,VIII, 182.

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por la fuerza de las armas y él, por el contrario, pretendía basarlasobre unos nuevos cimientos: el derecho, la ley y las buenas costum-bres; para lo cual se enfrentaba a la tarea nada fácil de deshabituar alpueblo romano en el uso de las armas, pues consideraba que la prác-tica militar vuelve más inciviles los ánimos, según nos informa TitoLivio.36

Para conseguir tales cometidos tuvo que dirigir su atención primor-dialmente en una efectiva política interior que crease entre los ciuda-danos una situación de bienestar social mediante la instauración demedidas pacíficas que solucionasen los posibles conflictos entre cla-ses. En este sentido, Dionisio de Halicarnaso, nos informa que estable-ció determinadas medidas que beneficiaron a los plebeyos, como fuela distribución de tierras entre los más pobres y, a otros con distintasaspiraciones, concederles honores al incorporarse como nuevos habi-tantes y, todo ello, sin arrebatarle nada a los patricios.37

Una vez instaurada la paz entre sus súbditos, quiso reforzar la rela-ción de éstos con los dioses, fomentando dos virtudes: la piedad y lajusticia, pues de esa forma consideraba que hacía una sociedad máspróspera y grande. Para ello, dictó determinadas disposiciones religio-sas que, al mismo tiempo, tenían también el caracter de ser jurídicastendentes a regular las relaciones internas entre sus habitantes y otrasque iban a afectar a las relaciones externas.

Así, podemos señalar la creación del culto a la fides, que tanto ibaa influir a la solución pacífica de conflictos que surgiesen en las rela-ciones jurídico-privadas que se diesen entre los particulares38 y quetambién encontraría su reflejo en las relaciones exteriores,39 dado queRoma supo ganarse, con este comportamiento, la confianza y el respe-to de los pueblos vecinos, según Tito Livio (I, 21, 2) e, incluso, ele-gían a los romanos como mediadores para que fuese el arbitraje de

Numa el que resolviese sus enemistades, según nos dice Dionisio (II,76, 3). De esta manera se comprende que las distintas fuentes nossubrayen el carácter pacificador de éste monarca y la ausencia de gue-rras en sus relaciones exteriores.

Mientras que Dionisio de Halicarnaso (II, 72) y Plutarco, Numa,(XII)atribuyen a Numa la creación de los feciales,40 como una instituciónmás dentro del conjunto que estaba instaurando en el ámbito religio-so, sin embargo otros como Tito Livio (I, 24) y Cicerón, De rep. (II,17, 31) nos hablan de ellos en época del rey Tulo Hostilio. Por suparte, la doctrina romanística cuando se enfrenta a la diversidad denoticias se limita a situar el origen de esta institución en época mo-nárquica sin detenerse demasiado en buscar una justificación a ello.41

Por nuestra parte, intentaremos demostrar que no son noticias contra-dictorias puesto que se refieren, unas, a la instauración de la institu-ción mientras que, las otras, hacen referencia a una evolución en elcontenido de la misma.

Siendo Numa un rey que por encima de todo defiende la paz, sepuede comprender que quisiera evitar la guerra estableciendo unasinstituciones lo suficientemente idóneas, como pudo ser el ius fetiale,que pudiesen solucionar pacíficamente los conflictos de intereses quesurgiesen en sus relaciones con los pueblos vecinos. De ahí que Dio-nisio de Halicarnaso recoja que la razón de establecer los feciales fuecon motivo de evitar Numa el combate que se avecinaba con los fide-nates, que robaban y hacían incursiones en su territorio (II, 72, 3).

En cuanto a las funciones que desempeñaban, en líneas generales ysiguiendo el texto de Dionisio de Halicarnaso, podemos distribuirlasen tres caracteres:

1º) De tipo político, esto es, en cuanto que estaban facultados para

36. I, 19, 1 y 2. Cfr. Dionisio de Halicarnaso II, 58, 2 y 3, Plutarco, Numa III,7 y 8.

37. Dionisio de Halicarnaso II, 62. Cfr., Plutarco, Numa XVII, habla de ladistribución de la plebe por oficios.

38. En este sentido, nos dice Tito Livio:...ea pietate omnium pectora imbue-rat ut fides ac ius iurandum pro legum ac poenarum metu ciuitatem regerent.(I,21, 1). Vid., Dionisio de Halicarnaso (II, 75); Plutarco, Numa,(XVI, 1).

39. Cfr., PIGANIOL, A. (1950) Venire in fidem, RIDA, V, 339 ss.; NÖRR,D. (1996) La fides en el Derecho Internacional Romano, trad. Rafael Domingo,Madrid, 15 ss., destacando el recurso de la fides romana en la historia de lasrelaciones internacionales.

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31. Esta noticia aunque no nos habla de ella Tito Livio, sin embargo laencontramos confirmada en Plutarco, Rom. XXIV, 2.

32. Vid.,Tito Livio I, 15, 5; Dionisio de Halicarnaso II, 55, 6; Plutarco, Rom.XXV, 5.

33. Cfr., FREZZA, P. (1938 y 1939) op.cit., 170 ss.; COLI, U. Regnum,op.cit., 46 ss.; PERUZZI, E. (1973) Le indutiae di Romolo con Veii, Origini diRoma, vol. II, Bologna, 93 ss.

34. Cfr., Tito Livio I, 18, 1; Dionisio de Halicarnaso II, 58, 3.35. Cfr., Tito Livio I, 21, 6; Dionisio de Halicarnaso II ,76 ,3.

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declarar la guerra como para firmar o anular un Tratado de paz, vigi-lando que el contenido de los mismos sea respetado por los romanospero, si eran otros los que iniciaban la violación de ellos, enviaríanembajadores para pedir satisfaciones (repetitio).42

2º) De tipo judicial, en la medida que serían los responsables deuna doble función: De una parte, para reclamar a las ciudades veci-nas con las que existe Tratado el envio a Roma de aquellos indivi-duos que los han transgredido para proceder a juzgarlos medianteun iudicium recuperatorium.43 De otra parte, remitir al pueblo ex-tranjero que se sintiera lesionado los ciudadanos romanos culpablesde cualquier comportamiento que significase una violación a dichosTratados.

3º) Y de tipo religioso, dado que expresamente Numa quiso crear-los dentro de las distintas disposiciones religiosas que dictó comoleyes sagradas (ius sacrum), de manera que se afianzara plenamente lafusión del ius y del fas y, por tanto, las funciones políticas comojudiciales que desempeñaban estuvieran revestidas de esta improntareligiosa. Así, conseguiría mantener no sólo la paz entre los hombres,

sino también la de éstos con los dioses (pax deorum).44

Por consiguiente, dado el contenido del ius fetiale, consideramosque pudo ser cierto que su creación pudiera ser atribuida a Numa dadoque, con dichas institución, lo único que perseguía era reforzar desdeun punto de vista jurídico-religioso los pilares de su política pacifica-dora en sus relaciones exteriores.

2.2 Tulo Hostilio y la evolución del ius fetiale

Después del período pacificador de Numa, Roma se enfrenta a unaetapa cargada de hostilidades y donde la eficacia de los los distintosfoedus, que se habían concertado con los pueblos vecinos, comienza adesquebrajarse. A ello contribuyó, no cabe duda, el carácter y la per-sonalidad del nuevo rex romano Tulo Hostilio que, en palabras deTito Livio, no sólo fue diferente a Numa sino más belicoso que Rómu-lo, pues estaba convencido de que Roma envejecía por la falta deacción y, por ello, este monarca buscaba siempre un motivo para hacerestallar una guerra.45

En efecto, con el reinado de Tulo, se inicia una fase conflictivapara Roma dado que ésta como los pueblos vecinos con los que yahabía adoptado cualquier tipo de relación y de alianzas (foedus), co-mienzan a no respetar sus cláusulas propiciando distintos enfrenta-mientos de los que Roma resultó siempre vencedora, aplicando a losvencidos medidas similares a las tomadas en otras ocasiones.46

Sin embargo, de entre los distintos sucesos, hay que destacar unopor su peculiaridad: el episodio de los Horacios y Curiacios. La razónde ello está en la forma y medidas que se adoptaron para procurar queexistiese una guerra con el menor derramamiento de sangre.47

40. Al cologio de los feciales se les llamó así porque el término feciales, engriego sería eirenodícai, significa «árbitros de paz» y eran una magistraturasagrada ejercida por aquellos ciudadanos pertenecientes a las mejores familias ysus funciones la ejercían de por vida, Dionisio de Halicarnaso (II, 72, 1)

41. Cfr., entre otros, MARQUARDT, J. (1890) Le culte chez les romains,París, 143 ss; MOMMSEN, T. (1893) Le Droit Publique Romaine, vol. I, París,280 ss; FUSINATO, G. (1895) v.Feciali, D.I.(II-Iª), vol. XI, 574 ss; WEISS, E.v.Fetiales, ius fetiale, D.S., 1095 ss; SAMTER, v.Fetiales, P.W., vol. VI, 2, 1909,2259 ss; MAGDELAIN, A. Essai, op.cit., 6 ss; BELLINI, V. Foedus et sponsio,op. cit., 518 ss; CATALANO, P. Linee del sistema, op. cit., 8 ss; ILARI, V.v.Trattato internazionale, E.D., op. cit. 1336.

42. Concretamente, el ritual era el siguiente: «Uno de los feciales, al que losdemás han elegido, adornado con ropa e insignias sagradas para distinguirse delos otros, se dirige a la ciudad de los ofensores. Se para en sus fronteras e invocaa Júpiter y los restantes dioses como testigos de que ha venido para pedir justiciaen nombre de la ciudad de Roma. Después jura que llega a una ciudad que hacometido una injusticia, lanzando las mayores imprecaciones contra sí mismo ycontra Roma si mentía, y entonces entraba en las fronteras. Luego, al primeroque encontraba le preguntaba si era del campo o de la ciudad, y tras repetir lasmismas imprecaciones marchaba a la ciudad, y antes de entrar en ella preguntabade la misma forma al portero o al primero que encontraba en las puertas, después

avanzaba hacia el foro. Allí se quedaba en pie y discutía con los magistradossobre el asunto por el que había venido, añadiendo en todas partes los juramentose imprecaciones. Si se sometían a justicia y entregaban a los acusados, se marcha-ba llevándoselos, quedando como amigo y entre amigos. Pero si pedían tiempopara deliberar les daba diez días y volvía de nuevo, aceptando hasta tres vecesesta petición. Pasados los treinta días, si la ciudad no les daba satisfacciones,invocaba a los dioses celestes y subterráneos y se marchaba, diciendo únicamente

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Concretamente, tanto Tito Livio (I, 23) como Dionisio de Halicar-naso (III, 12-22) nos informan de ello al relatarnos que, en el conflictosurgido entre romanos y albanos, sus respectivos jefes (Metio Fufecio,por parte albana, y Tulo Hostilio, por parte romana), después de dis-tintos intentos fallidos de resolver sus diferencias mediante acuerdos,deciden buscar la forma más adecuada enfrentado sólo a varios repre-sentantes de cada pueblo.48 Para la ocasión, comentan las fuentes, eli-gieron a dos grupos de tres hermanos gemelos o trillizos (trigeminifrates), que a la vez eran primos entre ellos: los hermanos Curiacios,por parte albana y, a los Horacios, por parte romana; comprometiéndo-se previamente mediante un foedus que, el vencedor en el combate,ejercería sobre el otro su autoridad.

Como se puede apreciar la medida es un tanto singular pues, conindependencia de que se trate más de una leyenda que de un realidad,interesa saber si los autores que nos la transmiten nos querían demos-trar algún tipo de evolución en las soluciones jurídicas de los conflic-tos en las relaciones exteriores de los pueblos de la Antigüedad y, enparticular, con respecto al pueblo romano.

En este sentido, podemos apreciar que de la lectura de las fuentesse trata simplemente de evitar un desgaste excesivo de fuerzas queprovocaría invasiones de otros pueblos, como eran los etruscos, tal ycomo apuntó Tito Livio: Illud te, Tulle, monitum uelim: Etrusca resquanta circa nos teque maxime sit, quo propior, hoc magis scis. Mul-tum illi terra, plurimum mari pollent (I,23,8).

Ahora bien, sí es significativo el que, a diferencia de tiempos ante-riores, se comenzara a reconocer desde un punto de vista jurídico lafigura del representante del populus, esto es, declinar en los actos deotras personas y que sus efectos repercutieran, no en ellos o para ellos,sino directamente en el populus; pues hasta ahora siempre hemos su-brayado el carácter de eficacia personal que tenía el rex cuando esti-pulaba un foedus, en el sentido que vinculaban al resto de la pobla-ción mientras gobernase el monarca pues con él, y no con nadie más,se adquirían los compromisos.

En definitiva la evolución que se está experimentando es, segúnnos quieren hacer ver los textos analizados, la de ir reconociendolentamente la formación de una civitas, proceso que presumiblemente

comenzaría ya desde el rey Numa con la creación del ius fetiale y que,ahora, con Tulo Hostilio habría avanzado un poco más, como tambiéntendremos ocasión de analizar con la propia institución mencionada.

Efectivamente, Tito Livio nos informa que en época de Tulo Hosti-lio se procedió a celebrar un foedus del que no se recuerda otro másantiguo: Tum ita factum accepimus, nec ullius uetustior foederis me-moria est (I, 23, 4), pasando a continuación a comentar un ritual refe-rente al ius fetiale.

En principio, esta noticia se podría presentar en abierta contradic-ción con aquella otra de Dionisio de Halicarnaso (II, 72) en la queindicaba que fue Numa el creador del ius feciale. Produciendo incer-tidumbre entre los propios romanistas que, a la hora de refererirse aello, muestran las distintas fuentes limitándose a señalar genéricamen-te la época monárquica pero sin detallar a qué rex en concreto hay queatribuirle su instauración, dada la inseguridad que presentan las fuen-tes que tratan de éste período histórico.49

Por nuestra parte, ya tuvimos ocasión de ver que existen motivospara poder atribuir a Numa la creación de ésta institución y, por otrolado, consideramos que ello no es contrario a interpretar que el textode Tito Livio antes referido pueda hacer alusión a una posible evolu-ción que en época de Tulo Hostilio hubieran sufrido el ius fetiale.Dicha evolución la centramos en la mención por primera vez de lainstauración, con motivo del foedus con el pueblo albano, del paterpatratus como representante formal del pueblo romano para procedera sancionar los tratados mediante el iusiurandum y que era nombradopor el fetialis. De ahí que, en el texto de Tito Livio se desarrollen dosceremonias diferentes: Una, en la que se procede a legitimar al paterpatratus50 como representante del pueblo romano y, otra, por la que sesanciona el tratado.51

En consecuencia, una vez más Tito Livio con la referencia en épo-ca de éste monarca del ius fetiale quiere volver a destacar cómo, pocoa poco, se va configurando la formación de la civitas y cómo ello vainfluyendo en el desarrollo de las relaciones con otros pueblos, en el

que la ciudad de Roma deliberaría con calma respecto a ellos». Dionisio de

Halicarnaso, (II, 72, 6-8).43. Jurisdicción especial, formada por un tribunal de recuperatores, que te-

nían por misión solucionar los conflictos de los sujetos extranjeros que habíanviolado las disposiciones de los Tratados. Cfr., WEISS, E. op.cit., p. 1089.

44. Vid. en este sentido, COLI, U. Regnum, op. cit., 77 ss; VOCI, P. Diritto

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sentido, de que el pater patratus iba a ser el encargado de hablar ennombre del pueblo romano con plenos poderes para concluir los trata-dos, por lo que fue una figura muy respetada y venerada.52 dado que,por otro lado, sus funciones estaban estrechamente relacionadas conel ius sacrum.

2.3 Anco Marcio. Un rey que quiso la paz

Tras la muerte de Tulo Hostilio, en el período de interregnum, lossenadores nombraron como nuevo rex a Anco Marcio, de origen sabi-no y nieto de Numa por línea materna, en torno al año 638 a.C. Secaracterizó su mandato por querer fortalecer el Estado tanto desde elpunto de vista jurídico-religioso como del económico. Así, se dice deél que fortificó el monte Janiculo, mejoró la comunicación de lasorillas del Tíber con la construcción de un puente (pons sublicius:puente construido con estacas), que conducía hacia el mercado de losbueyes (Forum boarium) y ensanchó la ciudad hasta la costa, llegan-do a ser el puerto de Ostia el centro del comercio de la sal, tan impor-tante desde los tiempos de Rómulo y que penetraba en el país remon-tando el curso del río (via salaria).53

Tanto Tito Livio (I, 32, 4) como Dionisio de Halicarnaso (III, 36)coinciden en destacar el carácter pacífico de Anco Marcio pues, comosu abuelo Numa, exhortaba al pueblo romano para que restablecieranla veneración de las cosas divinas y al trabajo en la agricultura, en lacría de ganado, despreciando toda ganancia que proviene de la guerra.En definitiva, «inculcó en todos un gran deseo de tranquilidad singuerras y de sensato amor al trabajo» (D. H. III, 36, 4).

Sin embargo, como las mismas fuentes señalan, los tiempos a losque se enfrentaba Anco Marcio, no eran los de Numa, pues comodijera Dionisio «se vió obligado a ser belicoso y no vivir en ningún

momento sin peligro ni perturbación» (III, 37, 1) ya que, como tam-bién indicaba Tito Livio (I, 32, 4): «Eran tiempos más propios de unrey Tulo que de un Numa».

Así las cosas, tuvo que mantener contiendas con distintos pueblos(Latinos, Sabinos, Fidenates, Veyentes y Volscos) que, aunque venci-dos en tiempos anteriores y acordados con ellos distintos foedus, sehabían sublevado de alguna manera a Roma y, a ésta, no le habíaquedado más remedio que dar respuesta de forma violenta.

Ahora bien, lo que sí habría que preguntarse es sobre el motivode que dichos foedus dejasen de respetarse por parte de dichospueblos. En este sentido, encontramos distintas respuestas en lasfuentes:

Para Tito Livio uno de los motivos pudo ser el ansia de paz ytranquilidad, que deseaba Anco Marcio para el pueblo romano; des-pertando en los pueblos colindantes la esperanza de imponerse ante lapresunción de que el nuevo rey iba a pasar el tiempo inactivo entresantuarios y altares.54

Sin embargo, para Dionisio de Halicarnaso quizás el motivo pri-mordial fuese que, tras la muerte de Tulo Hostilio, los pueblos colin-dantes sintiesen que ya no debían estar obligados por dichos foedus,por el carácter personal que asumían dichos acuerdos entre los jefesde los distintos pueblos.55

De estas dos posturas, la doctrina romanística se inclina por la se-gunda dada la concentración de poder que tuvo el rex durante todo elregnum, de tal manera que como diría Coli: «gli accordi internaziona-li non avrebbero potuto prolungarsi oltre la sua vita fisica»56 e, inclu-so, Bellini nos da un elenco de los textos de Dionisio de Halicarnaso

sacro romano in età arcaica, op. cit., 38 ss; MAGDELAIN, A. Essai, op. cit., 125ss.

45. Tito Livio I, 22, 1-2.46. Concretamente, los pueblos con los que surgen conflictos bélicos son:

albanos, fidenates, veyentes, sabinos y latinos. Cfr. Tito Livio I, 22-30 y Dionisiode Halicarnaso III,1-34.

47. Tito Livio I, 23, 9.

48. Dionisio de Halicarnaso III, 12.49. Vid., entre otros, WEISS, E. v. Fetiales, Ius fetiale, op. cit., 1095 ss.;

FUSINATO, G. v. Feciali, op. cit., 576 ss.50. Tito Livio I,2 4,4-5.51. Tito Livio I, 24, 6-9.52. Algunos ha querido ver una analogía entre el poder del pater patratus,

como jefe de la misión fecial, con el del paterfamilias con respecto al de losindividuos que están bajo su potestas. Cfr., Cicerón, Pro Caecina, (XXXIV, 98);De orat., (I, 40, 180).Vid., WEISS, E. op. cit., 1097.

53. CAMACHO EVANGELISTA, F. (1994) Historia del Derecho romano ysu recepción en Europa, Granada, 130. Cfr., Tito Livio, (I, 32, 1); Dionisio deHalicarnaso, (III, 36, 1).

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en donde se puede apreciar que los tratados tuvieron un carácter per-sonal durante todo el período regio.57

Por nuestra parte, consideramos que no encontramos argumentos encontra de Tito Livio como para desechar el motivo de que el deseo depaz pudiera despertar en los pueblos vecinos un deseo de supremacíasobre Roma. Ahora bien, no lo consideramos como el único sino comouno más de los muchos que pudieran darse y que ni Tito Livio pudollegar a saber.

Por otro lado, en cuanto a la eficacia personal y limitada de lostratados señalada por Coli y Bellini, la aceptamos sólo en parte. Yello, porque interpretamos que cuando Dionisio de Halicarnaso hacereferencia al carácter personal, se está refiriendo a la interpretaciónque, de la eficacia de los foedus, tienen los pueblos vecinos; pero no,la que tienen los romanos a partir de Tulio Hostilio cuando, comoantes indicábamos, se inició un proceso lento pero progresivo de aceptarjurídicamente la formación de la civitas, en la que el rex comenzaba aadmitir la figura del representante de toda la comunidad romana dis-tinta de la suya propia y, en consecuencia, que lo realizado por elrepresentante vinculase a la civitas, como tuvimos ocasión de ver conrespecto a la aparición en dicha época del pater patratus.

De ahí que si analizamos los textos de Dionisio alegados por Belli-ni encontramos como común denominador que la eficacia personal lamencionan los pueblos vecinos pero no el pueblo romano, así en Dio-nisio de Halicarnaso (III, 23, 1) son los Fidenates lo que les dicen a losembajadores romanos, de época del rex Tulo, que no tienen nada encomún con Roma desde que murió Rómulo puesto que sólo habíasido con él con quien habían establecido el foedus. Igualmente ocurrecon las noticias de foedus posteriores (Dionisio de Halicarnaso III, 37,3; 49, 2; IV, 45, 2; 46, 3; 27, 1; VIII, 64, 2).

Sin embargo desde el punto de vista del pueblo romano se apreciaque, de las noticias que hacen referencia a partir del período de TuloHostilio, Roma no acepta como válida la justificación de la eficaciapersonal para violar dicho foedus y, por tanto, dicha justificación seconvierte en la causa iusta para que el pueblo romano legitime una

guerra (bellum iustum), como podemos ver otros textos del mismoDionisio (III, 23, 2; 37,4; IV,49,2). Con anterioridad al período deTulo Hostilio, sí estamos de acuerdo con Coli y Bellini en cuanto quela eficacia personal y temporal de dichos foedus, como se apreciacuando se incluyen en su contenido de forma expresa el tiempo devigencia de los mismos, como vimos que ocurrió en el foedus de Ró-mulo con el pueblo de Veyes en donde se comprometen a mantener lapaz durante cien años, según reza en otro momento en Dionisio deHalicarnaso (II, 55, 5) coincidiendo con Tito Livio (I, 15, 55) y confir-mado en Plutarco (Rom. XXV, 5).

Con ocasión del conflicto entre el pueblo romano y el latino enépoca de Anco Marcio, Tito Livio (I, 32) nos hace una nueva referen-cia del ritual que formaba parte del ius fetiale consistente en el proce-dimiento previo a la declaración de guerra (repetitio) y el procedi-miento a seguir cuando se quería hacer una declaración formal deguerra (bellum iustum).

En cuanto al primer procedimiento (repetitio), Tito Livio (I, 32, 6-10) menciona un ritual reproduciendo casi de la misma manera aquelque Dionisio de Halicarnaso (II, 72, 6-9) atribuye a Numa como elprimero que lo instauró para el pueblo romano,58 pudiendo deducirque existen aquí noticias contradictorias.

Sin embargo, consideramos que Tito Livio reproduce el texto deDionisio para indicarnos que dicha ceremonia se correspondía a lainstaurada por Numa con el fin de reglamentar las prácticas religiosasde la paz (quoniam Numa in pace religiones instituisset, (I, 32, 5),mientras que Anco Marcio quiso fijar las de la guerra, no sólo paraque se desarrollasen, sino que también para que se declarasen de acuerdocon algún rito, de ahí que a continuación, en el mismo fragmento,diga: ... a se bellicae caerimoniae proderentur, nec gererentur solumsed etiam indicerentur bella aliquo ritu; narrando seguidamente cómose realizaba la declaración formal de guerra que se desarrollaba enRoma ante el Senado,59 y, finalmente, el rito que el fecial pronunciabaante la frontera enemiga.60

De esta forma consideramos que se puede comprender las distintasnoticias que se intercalan entre Dionisio de Halicarnaso y Tito Livio

54. Concretamente, esa idea la vemos reflejada con ocasión de la nuevaguerra que Anco Marcio mnatuvo con los Latinos, por violar éstos el foedus quehabían firmado con Tulo Hostilio: Inde et ciuibus otii cupidis et finitimis ciuita-

tibus facta spes in aui mores atque instituta regem abiturum. Igitur Latini cumquibus Tullo regnante ictum foedus erat sustulerant animos, et cum incursionemin agrum Romanum fecissent repetentibus res Romanis superbe responsum reddunt,

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sobre el ius fetiale, esto es, comprendiendo los diversos procedimien-tos según fuese el objeto a regular y que, en este sentido, serían lossiguientes:

1º) Conforme al texto de Dionisio de Halicarnaso (II, 72), en épocade Numa, se reguló la forma de evitar la guerra mediante la creaciónde la ceremonia de la repetitio, esto es, antes de proceder a un actoviolento como es la guerra, conseguir solucionar las pretesiones delpueblo romano reclamándolas de manera pacífica como era la ceremo-nia antes aludida. En caso de no conseguirlo, la contienda bélica seríaconsiderada entonces iusta y bendecida por los propios dioses.

2º) En los textos de Tito Livio, apreciamos una evolución del iusfetiale a partir del período de Tulo Hostilio introduciendo la ceremo-nia de legitimación como representante legal del pueblo romano alpater patratus, con el fin de estar capacitado para sancionar los foedus(I, 24, 4-9).

3º) A partir de Anco Marcio, Tito Livio nos comenta la vigenciaaún de la ceremonia de la repetitio (I, 32, 6-10) y nos da a conocercómo se tramita ante el Senado la declaración de bellum iustum y elrito que se celebraba al llegar a la frontera del pueblo enemigo (I, 32,11-14).

2.4 La deditio in dicionem y la deditio in fidem, una salida haciala paz

A Anco Marcio le sucede, a finales del siglo VII a.C., un personajesingular llamado Lucumón, originario de Tarquinia (hoy Corneto),hijo de un corintio inmigrado a Etruria y que reinaría con el nombrede Lucius Tarquinus Priscus (Tarquinio el Antiguo), según podemosleer en la tradición.61 Fue un rey muy guerrero y, a diferencia de susantecesores, tomó medidas más duras contra los pueblos que se suble-

vaban después de que existiese un foedus, aunque si le solicitaban lapaz, entonces sí tomaba medidas más tolerantes como tendremos oca-sión de analizar a continuación. De ahí que, a tenor del contenido delas fuentes, la doctrina romanística haga la distinción entre un tipo desometimiento y otro, esto es, entre la deditio in dicionem y la deditioin fidem.62

Efectivamente, según se desprende del contenido de las fuentes,cuando el pueblo romano somete de forma violenta o por la fueza alenemigo suele adoptar, casi de manera reiterada, las mismas medidassobre el pueblo sometido, como se observa en las noticias referentesal reinado de Tarquinio Prisco.

Así, cuando tomó el poder, su primera guerra fue contra Apiolas,una importante ciudad latina, ya que este pueblo como otros latinos,tras la muerte de Anco Marcio interpretaban que quedaban deshechoslos foedus de paz y, por tanto, comenzaron a saquear territorio roma-no. De ahí que, no interpretando del mismo modo Tarquinio la efica-cia de dichos tratados en el sentido de que no tenían que estar vincu-lados con la vida del rex63 y, ante esos atentados injustificados, toma-se esta ciudad por la fuerza, según nos cuenta Dionisio de Halicarnaso(III, 49, 3) y Tito Livio (I, 35, 7).

Las consecuencias jurídicas de ello fue para sus habitantes la pérdi-da de todos sus derechos porque, aunque la mayoría murieron comba-tiendo, los pocos que entregaron las armas fueron vendidos como es-clavos y la ciudad después de ser saqueada fue incendiada. Actuando

deseidem Romanum regem inter sacella et aras acturum esse regnum rati, TitoLivio (I, 32, 2-3).

55. Dionisio de Halicarnaso, (III, 37, 3) cuando en época de Anco Marcioprevia a la guerra con los Latinos, éstos responden al rey romano que no satisfa-

cen sus pretensiones (repetitio) de ser responsables de ningún delito puesto que,«muerto Tulo, para ellos quedaban anulados los acuerdos sobre la paz».

56. COLI, U. Regnum, op. cit., 38 ss.57. Las fuentes que cita son: Dionisio de Halicarnaso (III, 23, 1; 37, 3; 49, 2;

IV, 45, 2; 46, 3); vid., BELLINI, V. (1964) Sulla genesi e la struttura delle leghenell’Italia arcaica, RIDA, XI, 182.

58. Vid., nt. 42.59. Cf. Tito Livio I, 32, 10-12.60. Ibídem 32, 12-1461. Cfr. Tito Livio I, 34 y 35 y Dionisio de Halicarnaso III, 46. Fue el primer

rey de la disnastía etrusca; a él se le atribuyen importantes obras como la cons-trucción de la Cloaca maxima, el inicio del Circus maximus y del más famosotemplo romano, el de Jupiter, sobre el Capitolio. También se le atribuye la orga-nización de los primeros Juegos, Ludi Romani o Ludi Magni, así como la sustitu-ción de la antigua tríada indo-europea formada por Júpiter, Marte y Quirino por

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de la misma forma con Cornículo,64 o con los tirrenos65 e, incluso,tomando medidas más duras contra los culpables que han causado lasublevación del pueblo enemigo, como sucedió con los fidenates que,unos, tras ser azotados con látigos, fueron decapitados en público,mientras que otros fueron castigados con el destierro a perpetuidad ysus propiedades fueron repartidas entre los romanos que quedaron comocolonos y guarnición de la ciudad, según reza en Dionisio de Halicar-naso (III, 58, 4).

Por todo ello, estamos de acuerdo con De Martino66 cuando deno-mina esta forma de sometimiento como deditio in dicionem, esto es,cuando el pueblo vencedor, en este caso el romano, reducía al venci-do a un status de captivus, con la consiguiente pérdida de libertad e,incluso, la extinción de la comunidad; de manera que la extincióndefinitiva o la posible supervivencia del pueblo vencido dependíasólo y exclusivamente de un acto posterior del pueblo romano, comopueblo vencedor.

Ahora bien, de entre ellos hay que destacar a la ciudad de Cola-cia67 ya que, aunque al final solicitó la paz a Roma, causó mayorresistencia que otras ciudades y, por otro lado, con motivo de surendición (deditio), las fuentes nos informan de un ritual que se co-rresponde con una fórmula formal que se adoptaba en el acto oficialdel sometimiento.

Efectivamente, por un lado, Dionisio de Halicarnaso (III, 50, 2-3)nos informa que esta ciudad supuso un mayor esfuerzo para Romasu sometimiento (deditio), de ahí que Tarquinio Prisco tomara lassiguientes medidas contra ella: Les quitó sus armas, los castigó conuna multa, dejó una guarnición considerable en la ciudad y encargóque los gobernase de por vida con plenos poderes su propio sobri-no Tarquinio Arrunte. Y, por otro lado, Tito Livio nos dice, sobreel mismo episodio, que los colatinos se sometieron mediante unafórmula en la que, al menos por parte romana, no intervinieron los

feciales, sino que fue celebrada directamente entre el rey TarquinioPrisco con los representantes de Colacia.68

La explicación que se ha dado a ello es porque en esa forma dededitio se empleó un acto similar a un contrato verbal y donde laobligaciones surgían en la medida que se iban dando respuestas a laspreguntas formuladas por el rex69. Ahora bien, dicho acto no se puedeni debe confundir con la sponsio, ya que la obligatio nacida de éstapodía siempre liberarse mediante la solutio, no así en la deditio queimplicaba un cambio en el status jurídico del pueblo sometido y decuyas obligaciones no podría unilateralmente liberarse.

Pero la sumisión al pueblo romano durante la época de TarquinioPrisco viene también determinada en algunos casos, según el conteni-do de las fuentes, mediante formas pacíficas para evitar una pérdidainnecesaria de personas y bienes, tanto por un pueblo como para elotro y, ante ello, el pueblo vencedor que, en este caso siempre nosquieren hacer ver que es Roma, se muestra mucho más moderada fren-te a sus sometidos. De ahí que a esta forma de sometimiento se ladenomine deditio in fidem, ya que el pueblo vencido confiaba en lafides romana para obtener un trato más favorable,70 es decir, otorgán-dole el reconocimiento de una más o menos amplia autonomía y queen la mayoría de las ocasiones implicaba también el otorgar la ciuda-danía romana.

Concretamente, así ocurrió con la ciudad de Crustumerio que nohizo falta someterla por la fuerza ya que, ante sentirse en una situa-ción de inferioridad, decidieron rendirse y pedirle a Tarquinio que lostratara con benevolencia y moderación. De esta forma, los crustumeri-nos consiguieron no sólo salvar la vida, puesto que sólo fueron casti-gados los culpables, sino también sus bienes e, incluso, la ciudadaníaromana.71 Del mismo modo ocurrió con los nomentanos y otros tantospueblos latinos y sabinos hasta conseguir, finalmente, la hegemoníasobre ellos.72

la capitolina clásica con Júpiter, Jano y Minerva, que expresaba quizá la triparti-ción étnica de la ciudad nueva, siendo Júpiter el dios latino, Juno por parteetrusca y Minerva como divinidad sabina. Vid., GRIMAL, P. (1972) op. cit., 86ss.; PIGANIOL, A. (1967) op.cit., 99 ss.; CAMACHO EVANGELISTA, F., op.cit.,116 y 117.

62. Cfr., PARADISI, B. (1940-41) Deditio in fidem, Studi in onore di A.Solmi,vol., I, Milano (1940-41), 195 ss.; DE MARTINO, F., Storia de la costituzione

romana, op. cit., 47 ss.; BELLINI, V. (1964) Deditio in fidem, RHD, 41, 448 ss.63. Efectivamente, la nueva concepción de la eficacia jurídica de los tratados,

pactos o acuerdos, si no se especifica nada en relación con el tiempo, se presumi-rían vigente mientras cualquiera de los pueblos no atentase contra el otro. Cosadistinta es cuando se establece un plazo, como ocurrió en este mismo período deTarquinio Prisco cuando los romanos firmaron con los sabinos un armisticio deseis años. Vid., Dionisio de Halicarnaso (III, 57, 1; III,5 9, 1).

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2.5 Servio Tulio y la confederación latina.

Al inicio del siglo VI a.C., al primer rey etrusco le sucede su yernoconocido con el nombre de Servio Tulio, que según la tradición fuehijo de una esclava pero por ser un magnífico guerrero y muy inteli-gente a la hora de examinar los asuntos públicos, el pueblo romanopor votación le hicieron pasar de la clase plebeya a la patricia, segúnDionisio de Halicarnaso (IV, 1-3) aunque Tito Livio (I, 39, 5) le otor-ga un origen noble. Sin embargo, en lo que sí coinciden es en resaltarlas importantes reformas a él atribuidas.

En primer lugar, la ciudad romana, que hasta entonces estaba divi-dida en tres tribus (Ramnes, Ticios y Luceres), fue organizada por tri-bus urbanas y rústicas. Por otro lado, los ciudadanos se repartían encinco clases, cada una de ellas era definida por una cifra de fortuna y,en el seno de cada clase, por un número determinado de centurias, asíen función de la fortuna de cada ciudadano dependía el pertenecer ala primeras o a las últimas clases en importancia y que en su conjuntoconformaban los comitia centuriata. Distribución ésta que obedecía auna estructura militar y que supuso la sustitución del principio delnacimiento por el del territorio y la fortuna, siendo esto la semillapara hacer de Roma una ciudad timocrática, como luego se confirma-ría en tiempos posteriores.73 Todo ello fue la causa primordial paraconseguir la supremacía romana como se desprende del contenido delas fuentes cuando hacen referencia a la confederación latina y a suséxitos frente a los Tirrenos.

Una de las obras más importantes que las fuentes coinciden enatribuirle a Servio Tulio es la de lograr organizar y unir a todas lasciudades que formaban parte del pueblo latino para que, sin perder suspropias autonomías, todas respetasen unas leyes comunes que les pro-curase unidad y amistad, intentando evitar de una vez para siempre lasluchas internas entre ellas.74

La forma de conseguirlo nos la relata Dionisio de Halicarnaso (IV,26, 1-2) diciéndonos que convocó a los hombres más poderosos decada ciudad junto con el Senado romano y les expuso la causa por lasque debían unirse, esto es, para hacerse fuertes ante los enemigos;fuerza que sólo se alcanzaría mediante la concordia ya que con lamutua rivalidad sólo se proporciona humillación y debilidad, inclusopara los más fuertes. Ahora bien, dentro de esa concordia y respetomutuo Servio Tulio quiso que Roma estuviera al frente de todas lasciudades latinas. Fundamento de esa supremacía la basó en que Romasuperaba en tamaño a las demás, porque el pueblo romano había des-tacado en sus hazañas por encima de todos dado que gozaba del favorde la divinidad.

Resultado de todo ello fue la aceptación por parte de todos de crearuna liga o confederación latina en los siguientes términos:75

1º) Creación de un templo, sufragado por toda la comunidad ydedicado a la diosa Diana, que estaría ubicado en Roma, en la colinadel Aventino.

2º) Reunirse en fechas determinadas para celebrar fiestas comunes yparticulares.

3º) Si entre las ciudades se hubiera producido cualquier controver-sia, las demás entrarían a resoverla.

4º) Crear un consejo común.

Por consiguiente, con dicha confederación se obtendría una unidadjurídico-religiosa,76 dada la fusión durante toda la época arcáica delius y del fas, ya que bajo un mismo culto pero respetando la autono-mía de cada pueblo se podría alcanzar una unidad ante posibles ata-ques enemigos, así como en la busqueda de soluciones pacíficas a losconflictos que surgiesen entre las ciudades. Ahora bien, como resaltan64. Ciudad latina, a la que Roma había invitado previamente someterse de

forma amistosa y, ante la negativa, fue tomada por la fuerza, siendo saqueada einciendiada y sus habitantes fueron vendidos como esclavos; Dioniosio de Hali-carnaso (III, 50, 4-6)

65. Cfr. Dionisio de Halicarnaso (III, 53 ,5).66. Storia de la costituzione romana, vol.II, op. cit., p.48 ss.67. Collatia, ciudad del Lacio a unos 16 Km. al este de Roma, es la moderna

Lunghezza.

68. I, 38, 1-2.69. Vid., DE MARTINO, F., op. cit., 47 ss.; ILARI, V., v.Trattato internazio-

nale (diritto romano), op. cit., 1348.70. Cfr., PARADISI, B.,Deditio in fidem, op. cit., 195 ss.; BELLINI, V.,

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Dionisio de Halicarnaso (IV, 26, 4) y Tito Livio (I, 45, 1-3), consi-guiendo que Roma alcanzase la hegemonía sobre todos; de ahí quefuese Servio Tulio el que crease unas leyes que regulasen las relacio-nes entre las ciudades y otras normas referentes a la manera en quedebían celebrarse la fiesta y la asamblea comunitaria.

En cuanto a los conflictos bélicos, son escasos pero intensos losque mantuvo con los tirrenos, puesto que en un principio se le suble-vó Veyes secundándoles los de Cere y Tarquinios hasta que toda Ti-rrenia estuvo en armas, al no querer seguir reconociendo los foedusexistentes tras la muerte de Tarquinio.77 Por tanto, una vez más serepetía que la causa del conflicto y la guerra en sí, era como resultadode violaciones a los tratados de manera unilateral, por lo que Roma seveía obligada a responder de alguna manera.

Al final, Roma vuelve a resultar vencedora ante la sumisión solici-tada de todas las ciudades sublevadas y confiando en que no tomasemedidas extremas contra ellas, se producía una nueva deditio in fi-dem.78 Así las cosas, trás aceptar las suplicas, Servio Tulio toma lasdiguientes medidas:

1º) La facultad de que continuaran gobernándose como antes.

2º) Mantuvo en vigor los foedus que en su momento celebraroncon Tarquinio Prisco.

Sin embargo, toma medidas más duras contra Cere, Tarquinios yVeyes puesto que fueron las primeras en rebelarse arrastrando a lasdemás a la guerra. Para ellas decidió lo siguiente: Desposeerlas, encastigo, de parte de su territorio para distribuirlo entre los romanosque recientemente habían obtenido la ciudadanía romana. En conse-cuencia, desde el punto de vista bélico las fuentes no nos informan demedidas nuevas que se hubiesen adoptado durante el mandato de éstemonarca.

Como último rey romano, Lucio Tarquinio, conocido como «elSoberbio», fue el monarca más tirano de todos ya que al abolirtodas las leyes creadas por su antecesor e, incluso, las que consti-tuían la regulación de las ceremonias religiosas y los sacrificioscomunitarios, creó una gran incertidumbre no sólo entre los ciuda-danos romanos sino también con respecto a los pueblos aliados;79

puesto que, como decía Tito Livio, sólo se dejaba aconsejar de sudomesticis consiliis, prescindiendo totalmente del senado y de pue-blo: Hic enim regum primus traditum a prioribus morem de omni-bus senatum consulendi soluit; domesticis consiliis rem publicamadministrauit; bellum, pacem, foedera, societates per se ipse, cumquibus uoluit, iniussu populi ac senatus, fecit diremitque, (I, 49, 7).

En consecuencia, esa concentración de poder en su persona le em-pujará a querer mantener la supremacía romana ya sea por la vía deuna paz conseguida por el engaño o el temor, ya sea simplemente porla de la guerra.

Efectivamente, en los textos de Dionisio de Halicarnaso como enlos de Tito Livio, aparecen que durante este período se renovó laalianza con los pueblos latinos, así como se crearon otras, con otrasciudades. Sin embargo, en sus discursos se deja entrever que las mane-ras de conseguirlo se basaban más en el engaño o en el temor que enconvencimiento verdadero y cierto de los pueblos con los que Romapactaba.

Una de las primeras medidas que adoptó Tarquinio a su llegadaal poder fue la de garantizar el apoyo y la supremacía frente a loslatinos. Para ello, casó a su hija con uno de los personajes másimportantes de aquel pueblo, conocido con el nombre de OctavioMamilio y, así, las relaciones con el pueblo latino no sólo se limi-tarían a la amistad, sino también al parentesco, coincidiendo enello tanto Tito Livio (I, 49, 8), como Dionisio de Halicarnaso (IV,45, 1-2).

A continuación, convocó en el bosque sagrado de Ferentina (lucumFerentinae) al pueblo latino para proponerle la renovación de su alianza.Pero Tarquinio se retrasa en la cita, constituyendo el primer acto dearrogancia que desencadenaría toda una trama de engaños para que,finalmente, más por el temor hacia el rex romano que por convenci-

Deditio in fidem, op. cit., 448 ss.; DE MARTINO, Storia, op. cit., 52 ss.71. Vid., Dionisio de Halicarnaso (III, 49, 5-6)72. Vid., ibídem, (III, 50, 1; 51, 2-4; 54; 66, 2).73. Cfr. PIGANIOL, A (1967) op. cit., 99 ss., GRIMAL, P.(1972) op. cit., 87

ss.74. Dionisio de Halicarnaso nos dice que esta idea de Servio Tulio le fue inspirada a la vista de otras organizaciones que existía entre los pueblos griegos,

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miento los latinos renovasen dicho acuerdo, en donde Roma seguiríamanteniendo la supremacía en la Liga latina.80

Armado de poder entre sus pueblos vecinos, Dionisio de Halicarna-so (IV, 49) muestra cómo Tarquinio aprovecha la circunstancia parainvitar los hérnicos y a volscos a concertar un tratado de paz en don-de, de nuevo, se matiene la supremacía de Roma y con un contenidomuy similar al contenido de la Liga latina que se constituyó con Ser-vio Tulio. Concretamente, en el mismo texto aparece que Tarquiniodecidió lo siguiente:

1º) Establecer un templo común para romanos, latinos, hérnicos ypara aquellas ciudades volscas (Ecetra y Ancio) que habían queridoentrar en la alianza, dedicado a Iuppiter Latiaris.

2º) Que cada año se hiciera una tregua para concentrarse en unlugar fijo, que fue un monte elevado situado en el centro de los pue-blos y que se levanta sobre la ciudad de los albanos. Allí se celebra-rían fiestas y banquetes comunitarios que, en época de Dionisio, se-guían existiendo con el nombre de Feriae Latinae aunque no en unafecha determinada.

3º) Cada ciudad aportaría algo para los sacrificios.

De esta manera, el pueblo romano consolidó su hegemonía ya quefueron, según parece, cuarenta y siete las ciudades que pertenecían aesta alianza.

El fortalecimiento del poder romano, frente a otros pueblos veci-nos, llegó también con Tarquinio el Soberbio por medio de la guerra.En este sentido, Dionisio de Halicarnaso y Tito Livio nos muestran lasdistintas formas de manifestarse dichas guerras:

A) Unas veces la guerra se manifiesta por el asalto directo del pue-blo romano sobre el enemigo, como ocurrió con la ciudad de SuessaPometia, que acabó siendo arrasada y sus habitantes hechos prisione-ros porque presentaron resistencia hasta que se les agotaron las fuer-zas, según Dionisio (IV, 50, 2-4) y Tito Livio (I, 53, 2-3).

B) Otras veces, la guerra se inicia, se desarrolla pero termina conla deditio del pueblo enemigo, como ocurrió con el pueblo sabinoque, después de verse muy mermado de fuerzas ante los romanos ytemerosos por el futuro de sus ciudades, enviaron embajadores paranegociar la paz, según Dionisio (IV, 52, 1-2). Aunque el texto dedicho foedus Dionisio no nos lo comenta, sin embargo interpreta-mos que por analogía con otras circunstancias similares, esta formade desenlace de la guerra suponía un cierto reconocimiento del puebloromano con respecto al sometido, en el sentido de reconocerle al-gunos derechos. Era, por tanto, una manera más suave de sumisiónpuesto que no implicaba la extinción de la personalidad jurídica delvencido.

C) Y, finalmente, otra forma de guerra más sofisticada es medianteel engaño, como ocurrió con el pueblo de los Gabios que se dejaronseducir por una estratagema perfectamente preparada entre Tarquinioel Soberbio y su hijo Sexto Tarquinio, esto es, haciendo creer comotraidor a uno de los personajes más prestigiosos de los Gabios, crean-do el malestar entre la población y terminando todo ello bajo el domi-nio romano; de manera muy similar al suceso ocurrido con TurnoHerdonio (Dionisio, IV, 45, 48).

Así las cosas, con Tarquinio el Soberbio Roma consolidó su predo-minio frente a los pueblos que la rodeaban, sin embargo no supo con-solidar su permanencia en el poder, ganó a muchos pueblos pero nosupo cómo rendir al suyo; con él se cierra el período más legendario eincierto de la historia de Roma dando paso a otro en el que, comodiría Tito Livio, «el imperio de las leyes, fue más fuerte que el de loshombres».81

los jonios y los dorios que erigiendo cada uno de estos pueblos sus templospropios. Allí se congregaban, junto con sus mujeres e hijos, en las fechas señala-das, ofreciendo y celebrando en comunidad sacrificios y fiestas; en caso decontroversias entre las distintas ciudades, unos jueces constituídos en tribunalactuaban como árbitros. Deliberando también conjuntamente sobre cuestiones deguerra y de paz. (IV, 25, 3-5).

75. Dionisio de Halicarnaso IV, 26, 3-4).76. Cfr. FREZZA, P. (1938 y 1939) op. cit., 363 ss.; Id. (1967) In tema di

relazioni internazionali nel mondo greco-romano, SDHI., 33, 337 ss.; CATALA- NO, P., Linee del sistema sovrannazionale romano, op.cit., 167 ss.77. Cfr. Dionisio de Halicarnaso IV, 27, 1-4; Tito Livio I, 42, 2.78. En el texto de Dionisio de Halicarnaso (IV, 24, 4) se habla de la sumisión

de doce ciudades que , probablemente, fueron: Crotona, Arretium, Clusium, Pe-

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3. LOS ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LA PAX

Bajo este epígrafe pretendemos exponer de forma muy concreta lasconclusiones que hemos podido deducir del contenido de las fuentesanalizadas:

1º. Existe una constante confrontación entre dos fines que conti-nuamente persigue el pueblo romano y que son, al mismo tiempo,entre ellos contradictorios. De un lado, mantener a toda costa las bue-nas relaciones del hombre con los dioses (pax deorum), dada la plenafusión que en este período histórico se da entre el mundo jurídico y elreligioso (ius fasque). Por otro lado, la necesidad de una expansiónterritorial que conduce, inevitablemente, a la utilización de instru-mentos no pacíficos que, a su vez, pueden poner en peligro el finanterior.

2º. La conjugación de tales fines tiene como resultado que, en oca-siones, se intenta disimular el empleo de la violencia física con distin-tos medios pacíficos. Así, constantemente hemos tenido ocasión dever cómo a través del ius fetiale Roma invita al pueblo que intentaconquistar para que se rinda «pacíficamente» a cambio de la conce-sión de algún que otro reconocimiento.

3º. La mayoría de los actos violentos se presentan precedidos de unmotivo o causa que los justifique (bellum iustum), ya que de los con-trario se pondría en peligro las buenas relaciones con los dioses (paxdeorum). Recuérdese en tal sentido, por ejemplo, las razones por lasque se vio empujado Rómulo para proceder al rapto de las sabinas, oa las sucesivas guerras del rey Anco Marcio cuando, según dicen lasfuentes, su interés era la de ser un monarca pacificador.

4º. Pero no basta con vencer y conseguir una expansión territorial,es también necesario ganarse la amistad del pueblo sometido, es im-prescindible para crear un clima pacificador conseguir una reconcilia-ción para que todos, vencedores y vencidos, puedan contribuir a unamayor prosperidad, de ahí que sea vital el contenido de los distintosTratados (foedus) que tuvimos ocasión de analizar y que, muchos deellos, sorprendían por la postura de benevolencia que adoptaba elpueblo romano ante el sometido. Lo que evidencia de forma clara es

que la paz, en tales casos, es utilizada como instrumento para reforzarel propio poder de Roma frente a cualquier otro pueblo.

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