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ARTÍCULO PUBLICADO EN EL LIBRO “PATRIMONI I
SOCIETAT” (Universitat de València, 2006)
La Interpretación del Patrimonio. Una propuesta para
preservar la identidad de la ciudad
Nuria Blaya Estrada.
Florida Universitaria
En el contexto de un proyecto cuyo hilo conductor se articula en torno al título de “Patrimonio y
Sociedad”, creo especialmente oportuna la reflexión en torno a una disciplina llena de posibilidades
como la Interpretación de Patrimonio. No es la primera vez que me acerco al tema, y trato de poner
sobre la mesa la trascendencia que la correcta aplicación de dicha disciplina podría tener a la hora de
propiciar ese deseado encuentro entre patrimonio y sociedad, y su validez como herramienta para la
conversión de recursos en productos culturales, accesibles al público en general, y, por tanto,
compatibles con su tiempo de ocio1. Plantear ahora esta reflexión desde el ámbito universitario hace que
cobre, por varias razones, un especial sentido. En primer lugar, porque investigación y divulgación,
deberían ser las premisas de las que parta cualquier actuación en dicho ámbito, y, precisamente entre los
fines de la interpretación está el afán por divulgar, y devolver a la sociedad de manera adecuada los
resultados de la investigación. Y en segundo lugar, dado que uno de los problemas que impiden el
asentamiento y la implantación rigurosa de esta disciplina, es, entre otros, su escasa presencia en el
ámbito académico, lo que a su vez imposibilita una adecuada formación y una necesaria
profesionalización2, creo que éste es un foro oportuno para plantear el problema y tratar de demostrar la
validez y la eficacia de la interpretación a la hora de proteger y difundir nuestro patrimonio cultural.
1 Blaya Estrada, N., “Turismo e interpretación del Patrimonio. Una reflexión acerca de la necesidad de formar y ubicar profesionales”, en Una discusión abierta. Gestión de Patrimonio Cultural., Avila, 21-23 de Mayo de 2004, “La interpretación del patrimonio como herramienta para la conversión del recurso patrimonial en producto turístico cultural. Reflexiones y propuestas” en XV Congreso del Comité Español de Historia del Arte, Palma de Mallorca, Octubre de 2004,
2 Para un análisis más profundo de la situación véase Carreras, C., Sureda, J., Munilla, G., Calvo, A., "Formación en Interpretación del Patrimonio", en Forum Unesco, VI. Seminario Internacional. Valencia, 2001, Bonet Agustí, L., “La formación e investigación en turismo cultural en España”, en I Congreso Internacional de Turismo Cultural. Salamanca, 2002.
La Interpretación. El concepto, su origen y sentidoPuede parecer innecesario en este contexto ofrecer una breve introducción acerca del sentido de
la interpretación y de cómo ha evolucionado desde que Freeman Tilden acuñara definitivamente su
nombre y sus competencias. Pero para mantener la coherencia con dicha disciplina, debo partir de la
premisa de que cuando se pone en práctica, nada debe darse por sabido. Sin olvidar que todavía hoy, y
seguro que a estas horas, se siguen aprobando, desarrollando e inaugurando proyectos que utilizan la
etiqueta de interpretativos y, ni tienen entre sus fines reales la interpretación de patrimonio, ni utilizan
una sola técnica ni un solo recurso de los que propone esta disciplina.
La interpretación comienza a aplicarse en el siglo XIX, y se desarrolla en el ámbito de los
parques naturales estadounidenses, fundamentalmente a partir de los años 50 y de la célebre obra de
Freeman Tilden “Interpreting our Heritage”; es entonces cuando comienza a divulgarse y a asentarse
como disciplina3, aunque su aplicación está todavía limitada al ámbito del patrimonio natural. A partir
de los años 80, y concretamente del Primer Congreso Mundial de Interpretación de Patrimonio
celebrado en Banff, Canadá, en 1985, ya se contempla el patrimonio cultural dentro de su campo de
actuación, y es en esta década cuando comienza a implantarse en España
Respecto a su sentido, a su significado, éste se ha ido matizando a medida que se desarrollaba su
base teórica. Tilden, en un principio, la calificó de “actividad educativa”, concepto que él mismo revisó
posteriormente, ya que limitaba mucho su aplicación, pues debía ser una actividad destinada al público
en general y compatible por tanto con su tiempo de ocio. Todas las definiciones posteriores, elaboradas
por destacados teóricos de la interpretación como Don Aldridge, Yorke Edwards, Bob Peart, o Paul
Risk, inciden en la revelación de los significados del patrimonio, en la traducción de los mismos a través
de un lenguaje accesible y de la eficacia comunicativa, en la capacidad de propiciar el disfrute, la
valoración, la actitud positiva y con ello la sensibilización hacia la conservación del patrimonio4.
Y merece ser destacada en este contexto, la definición, consensuada y adoptada por la
Asociación para la Interpretación del Patrimonio en España,5 que se refiere a esta disciplina como “el
arte de revelar in situ el significado del legado cultural y natural al público que visita esos lugares en su
tiempo libre”. Una definición que parece muy sencilla y elemental, algo lógico por otra parte teniendo
en cuenta que se refiere a una disciplina que trata de hacer fácil lo aparentemente difícil. Pero ponerla en
práctica aplicando cada uno de sus matices no es tan sencillo, y de ahí el error en el que se incurre al
3 Tilden, F., Interpreting Our Heritage. The University of North Carolina Press, Chapel Hill, 1957.4 Las distintas definiciones de interpretación apuntadas por los principales teóricos de ésta disciplina han sido recogidas por Jorge Morales Miranda en “La interpretación de patrimonio natural y cultural: todo un camino por recorrer”, en Boletín del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, nº 25, p. 150-156. Sevilla, 1998.5 www.interpretaciondelpatrimonio.com
aplicar el epíteto de interpretativo a cualquier recurso cultural al que se añade, en mayor o menor
medida, información. Pero la información no es interpretación. La información responde los
interrogantes, y no siempre, y la interpretación debe provocarlos.
Interpretar es, como reza la definición, revelar, en el sentido de descorrer ese velo que se interpone
entre patrimonio y sociedad, ofrecer la oportunidad al ciudadano de conocer su patrimonio cultural de
una manera accesible, comprensible, propiciando con ello su disfrute, y con ello estimular el consumo
de productos culturales, que, siguiendo las premisas del desarrollo sostenible, repercutirán en su
conservación6.
Una actividad que puede llegar a tener esa trascendencia y ofrecer a largo plazo una rentabilidad
social derivada de su eficacia a la hora de preservar y democratizar nuestra herencia cultural, requiere,
como hemos señalado, investigación, formación y profesionalización. No se trata de algo trivial, aunque
pueda parecerlo por la forma apresurada e improvisada con la que se proponen, aprueban y ejecutan los
proyectos, y por la proliferación, casi febril, de centros de interpretación de todo tipo7. Y es que en
muchos casos no hay una aplicación rigurosa y responsable de la disciplina que da nombre a estos
centros, no se conocen y, como consecuencia de ello, no se aplican las técnicas interpretativas, y, por
tanto, no se planifica, no se evalúa, y, lo más importante, no se prioriza al destinatario, es decir, al
público en general.
Esa es la clave, reconocer y valorar como destinatario de nuestras propuestas y proyectos a
cualquier ciudadano, turista o residente, que decide voluntariamente en su tiempo libre acercarse al
patrimonio, y para el que ésta puede ser su primera experiencia en ese sentido. De nosotros, y de la
efectividad con la que sepamos comunicarle el significado de dicho patrimonio y procurar que viva la
experiencia como algo positivo, enriquecedor, ameno y, sobre todo, compatible con ese tiempo de ocio,
dependerá que esta experiencia no sea la última. Seamos generosos y entreguemos de una vez la llave
del conocimiento en lugar de una información sesgada y comprimida de lo que sabemos, hagamos del
destinatario nuestra prioridad y dirijamos hacia él nuestras acciones.
Sólo acercando el patrimonio a la sociedad podemos aspirar a que la sociedad se acerque al
patrimonio, y no devaluando la cultura o inventando productos destinados a un sector que no entiende el
6 Para conocer con profundidad el significado y las técnicas de la interpretación del patrimonio, remito al primer manual escrito en español por Jorge Morales Miranda, Guía práctica para la interpretación del patrimonio. El arte de acercar el legado natural o cultural al público visitante, Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, Sevilla, 1998.
7 Mateos Rusillo, S., “El peligroso éxito de los centros de interpretación. Una amenaza para la Interpretación del Patrimonio en España” en Boletín de Interpretación, nº 8, Enero 2003, p. 7-9 (http://www.interpretaciondelpatrimonio.com/docs/pdf/boletin-8.pdf), Morales Miranda, J., “¿Centros de Interpretación?”, en Carpeta informativa del Centro Nacional de Educación Ambiental, CENEAM, Firma del Mes, Octubre de 1994 (publicado en www.interpretaciondelpatrimonio.com/documentos.htm)
lenguaje con el que se muestra el patrimonio, sino traduciendo ese lenguaje a términos comprensibles a
través de la interpretación..
Contar la Historia a través de las historias. Desentrañar y desvelar los significados ocultos del patrimonio cultural y natural no es tarea fácil.
Y tratar de ofrecer en estas páginas todas las claves y técnicas de una disciplina como la interpretación,
sería, desde luego, pretencioso y poco honesto por mi parte. Lo que voy a tratar de hacer es una
aportación desde la experiencia personal, pues como docente de asignaturas vinculadas con el
patrimonio y el turismo cultural, conocer la interpretación, aplicar sus técnicas y enseñar a mis alumnos
a aplicarlas, ha mejorado notablemente el rendimiento de mi trabajo. Un rendimiento que
personalmente evalúo a través del cumplimiento de unos objetivos básicos: comunicar, enseñar,
divulgar. Mi cometido es familiarizar a los alumnos con el patrimonio en un tiempo limitado, y para ello
hago uso de una metodología basada en la interpretación, que trataré de desarrollar en este apartado, y
cuya efectividad también ha sido evaluada. En este caso, los objetivos a cumplir van más allá de la
docencia, y se dirigen fundamentalmente a la recepción y comprensión del mensaje, a la capacidad de
generar interés, y de conseguir lo que denominamos una interpretación exportable, es decir, que lo que
el receptor se lleve consigo una vez abandonado el lugar, le sirva para ampliar su conocimiento y
valoración del patrimonio y para interpretar posteriormente otros recursos.
Pero antes de comenzar a exponer esta metodología, debo advertir que las propuestas y
planteamientos que en ella se hacen, deberían ser contempladas en un paso fundamental, el primero y
más importante de cualquier proyecto basado en la interpretación. Una adecuada planificación es lo que
asegura la coherencia y en gran medida el éxito en la ejecución, pues nos ayuda a valorar la viabilidad y
sostenibilidad de cualquier acción a emprender; y en este sentido existen interesantes estudios realizados
por profesionales de esta disciplina que recogen todos los pasos a seguir a la hora de llevar a cabo un
plan de interpretación, incidiendo especialmente en este primer paso: situación inicial, formulación de
objetivos de planificación, recopilación de información, análisis, síntesis, el plan de interpretación,
ejecución, evaluación y seguimiento8.
Pero mi aportación he tratado de hacerla en un aspecto concreto de ese proceso, en un momento
que considero fundamental a la hora de ofrecer una interpretación amena, rigurosa y de calidad, ya que
contribuye a la efectividad en la comunicación y comprensión del mensaje. Se trata del paso crucial en
el que se definen los temas y los argumentos a partir de los cuales se construirá el guión conceptual, el
8 Morales Miranda, J., “La planificación interpretativa asegura la excelencia en interpretación”, (http://www.interpretaciondelpatrimonio.com/docs/pdf/Planificacioninterpretativa.pdf), Parkin I., “La planificación es esencial para una interpretación de calidad” en Boletín de Interpretación, nº 10, 2004, p. 21-23. (http://www.interpretaciondelpatrimonio.com/docs/pdf/boletin-10.pdf)
hilo o los hilos conductores que podrán articular recorridos, itinerarios, o visitas, vertebrándolos y
desarrollándolos de manera ordenada a partir de los principales puntos de interés y de aquellos aspectos
que ofrezcan realmente oportunidades para la interpretación.
Éste debe ser el primer paso a la hora de construir historias con la historia. Tras el análisis del
territorio en general, del recurso en particular, o del tema a interpretar, debemos tratar de identificar lo
que en el ámbito de esta disciplina se conoce como “rasgos con potencial interpretativo”. Se trata de
aquellos elementos que nos ofrecen mayores oportunidades para construir a través de ellos la
interpretación, el desarrollo del mensaje, de la historia, de la vivencia, y de hecho, los profesionales de
esta disciplina ya han establecido también un índice de potencial interpretativo que evalúa dicho
potencial en función de una serie de criterios: singularidad, atractivo, resistencia al impacto, acceso a
una diversidad de público, estacionalidad, afluencia actual de público, disponibilidad de la información,
facilidad de explicación, pertinencia de contenidos, seguridad y facilidad de instalación.9 No es el
momento de detenernos en cada uno de estos indicadores, pues ya lo han hecho con acierto dichos
profesionales, pero sí de señalar que la identificación y elección de estos rasgos debe hacerse siempre,
como cualquier acto que esté vinculado a la interpretación, pensando en el destinatario de la historia que
a través de ellos queremos contar y de su capacidad de convertirse en vehículos idóneos para la
transmisión de un mensaje accesible. En ocasiones, y sobre todo cuando el que debe encargarse de dicha
tarea es un experto en el tema, esta elección es un auténtico ejercicio de humildad; no debemos obviar
los resultados de la investigación, pues son los que sustentan el conocimiento que tienen que traducir los
intérpretes, y en el caso del patrimonio cultural, no podemos tampoco olvidarnos de destacar el valor
histórico o artístico de cada uno de los elementos que conforman dicho patrimonio, pues, además, el
público recibe de forma positiva este tipo de mensajes. Al visitante le gusta saber que está ante algo
antiguo, único, valioso, singular, histórico, pero además debemos conseguir que comprenda su sentido,
que entienda que forma parte de una historia y de una herencia de la que le hacemos partícipe,
ofreciéndole la oportunidad de conocerla, de disfrutarla. Por eso es preferible optar por aquellos rasgos
que, además de información, ofrezcan oportunidades para la interpretación, puntos de interés que nos
permitan construir historias basadas en la realidad, rigurosas, pero en las que también cabe la
creatividad, la emotividad, historias a través de las cuales el ciudadano vivirá y revivirá la historia.
¿Con mayúsculas o con minúsculas? Todo es historia, lo grande y lo pequeño, lo trascendente y lo
popular, las grandes hazañas, guerras y episodios y la vida cotidiana, la historia que protagonizaron unos
pocos y decidieron la vida y los destinos de otros muchos.
9 Morales, J. y Varela, I., “El Índice de Potencial Interpretativo (IPI): un aporte a las futuras demandas de los futuros parques y a lo que aún resta en los actuales”. Actas del I Congreso Nacional de Parques Naturales, Sevilla, 1986.
La elección de los rasgos con potencial interpretativo no es, de todos modos, un proceso cerrado,
ya que esas historias a las que nos referimos y cuya elaboración y desarrollo se llevarán a cabo en el
paso posterior, nos darán nuevas pautas, nuevas ideas y nos llevarán a la detección de nuevos rasgos que
irán vertebrando el desenlace del mensaje.
Y éste es otro de los momentos decisivos que determinan la eficacia comunicativa de la
interpretación. Para desarrollar el guión conceptual, el mensaje cuyo hilo conductor habremos
construido a través de los puntos de interés seleccionados, mi propuesta, es que esas historias que vamos
a construir sean paralelas y a la vez estén imbricadas, relacionadas con ese hilo conductor que será
referencia constante en la entrega de la interpretación, independientemente del medio por el que se sirva.
Contar la historia a través de historias que vayan dejando, a veces de manera subliminal en el visitante,
un poso interpretativo que refuerce el mensaje o los mensajes que previamente habremos elegido al
planificar la interpretación, y que contribuyan a que el destinatario comprenda los significados del
patrimonio sin dificultad, y a través de su propia experiencia, una experiencia siempre amena, agradable
y positiva. Y no sólo porque se busque para ello un lugar y un ambiente propicio o se contemplen
actividades complementarias de carácter más lúdico vinculadas al hilo conductor del recurso a
interpretar. La experiencia positiva vendrá a través del descubrimiento, de la revelación, y nuevamente
cualquier acción en ese sentido deberá plantearse teniendo en cuenta a todas y cada una de las personas a
las que va dirigida, es decir, a todas y cada una de las personas, sin más. Se debe propiciar el
descubrimiento de lo que el destinatario no sabe, y hacerlo de forma positiva, haciéndole vivir la
gratificante sensación del aprendizaje, no desde la instrucción sino desde la emoción. Y al mismo
tiempo, conectando dicho aprendizaje y el concepto a interpretar con algo conocido, de carácter más
general, o poniendo en práctica lo que en interpretación se denomina relevancia al ego, y aludiendo a
algo que forme parte de su vida, de sus vivencias, hacerle sentir, en este caso, la gratificante sensación
de valorar su conocimiento.
No pretendo desde estas líneas proponer la interpretación como algo complejo, sino dar cuenta
que es una disciplina que no puede aplicarse de manera improvisada. Debe partir de la
interdisciplinaridad, por lo que requiere tiempo para el consenso en los planteamientos y propuestas, una
ejecución mesurada y progresiva, un seguimiento, una evaluación y en todo el proceso grandes dosis de
reflexión.
Interpretar para conservar. La identidad de Valencia en peligro.
Para comenzar este apartado acerca de la posibilidad de interpretar las ciudades y ofrecer a
ciudadanos y visitantes la oportunidad de acercarse a su presente, su pasado y su futuro, no he
conseguido encontrar palabras más certeras que las que Marcelo Martín, arquitecto y asesor en
interpretación del patrimonio, utilizó cuando llevó a cabo en una reciente publicación ese mismo
ejercicio de reflexión: “Nos interesa en particular el concepto de ciudad como lugar de las memorias.
Las que viven sin ellas tienden a destruirse a sí mismas. Por el contrario los procesos de cambio en la
vida urbana adquieren sentido y proyección histórica cuando asumen la continuidad con la memoria de
la ciudad y las recrean de cara al presente y al futuro”.10 Palabras que podrían aplicarse a muchas
ciudades que andan en busca de una identidad y tratan de construirla ex novo dejándose en el camino la
memoria histórica. En algunos casos aún no es un hecho consumado, o eso me gustaría creer, pero sí una
amenaza de la que no somos todavía conscientes y de la que es preciso advertir por si alguien está
dispuesto a escuchar.
El turismo urbano es un fenómeno emergente en España desde los años 80, fundamentalmente en
la última década, y las ciudades tratan de posicionarse en el mercado turístico ofreciéndose como un
producto atractivo. Para ello, en ocasiones, resumen su identidad y su historia en unas pocas ideas clave,
elegidas desde la perspectiva del marketing, que serán las que articularán la promoción y la oferta
turística, y que dan lugar a aquello que Rausell y Marco han acuñado como “ciudad empaquetada”11. Y
es que resulta más sencillo reinventar una ciudad que reconstruir su imagen, aunque ello suponga la
pérdida de gran parte de la memoria histórica. Eso es lo que le está sucediendo a la ciudad de Valencia.
Aparentemente goza de extraordinaria salud, si atendemos al número de recursos y productos culturales,
muchos de ellos de reciente inauguración y a los datos turísticos oficiales, que nos anuncian a bombo y
platillo que “Valencia casi ha triplicado este año el número de viajeros recibidos en 1994, siendo la
ciudad europea que más ha crecido en la década. Prueba de ello es que el turismo en Valencia creció 5
veces más rápido que la media del turismo urbano europeo en los últimos 10 años, aportando casi un 3%
del crecimiento global registrado en el continente”12. Al ver esta entusiasta interpretación de las cifras,
uno se imagina abriéndose paso casi a codazos entre las oleadas de turistas por los lugares más
representativos y los recursos tradicionales de la ciudad, haciendo cola en los museos o reservando mesa
con antelación en los restaurantes. Pero paseando por el centro histórico, incluso en temporada alta, la
percepción que la ciudad nos ofrece no es la que cabría esperar de los datos turísticos apuntados.
10 Martín, M., “Interpretación del patrimonio en la presentación de la ciudad al público local y visitante”, en Boletín de interpretación, nº 12, 2005, p. 8-11, (http://www.interpretaciondelpatrimonio.com/docs/pdf/boletin-12.pdf)
11 Rausell-Köster, P., Marco, F., "Una aproximación al turismo urbano. El valor de la ciudad empaquetada en el caso de Valencia” Revista de Economía, Turismo Sociedad y Medio Ambiente, nº2. Oviedo, 2004, p. 5
12 www.turisvalencia.es
Cierto es que las cifras de pernoctaciones y de viajeros van en progresivo aumento en los últimos
años, que la oferta hotelera ha crecido considerablemente, y que la ocupación se mantiene a lo largo de
todo el año contribuyendo a la ansiada desestacionalización. Pero no hemos de olvidar, para valorar
adecuadamente esta situación, las especiales características del turismo valenciano, un turismo
fundamentalmente de negocios, vinculado a ferias y congresos, y en menor medida de ocio, sol y playa y
de cruceros, éste último en notable ascenso. A este tipo de turismo, que no incluye la cultura en sus
motivaciones principales a la hora de elegir Valencia como destino, va enfocada la promoción turística
que trata de proyectar una imagen de modernidad, de ciudad cosmopolita, cuyo símbolo más elocuente
es, sin duda, la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Este nuevo icono de la ciudad, epatante, colosal,
vanguardista y carente por el momento de un contenido y de una programación a la altura de tal
continente, parece que ha venido como anillo al dedo para maquillar la imagen de Valencia, para
sustituir por impactantes imágenes con destellos de trencadís, otras que en su día promocionaban
recursos más tradicionales y autóctonos, pero que podían poner en evidencia algunas carencias que a
día de hoy aún presenta nuestro patrimonio cultural.
Valencia no es la primera ciudad, ni será la última, que trate de posicionarse en el mercado
turístico renovando su imagen y ofreciéndose a través de un producto estrella, que realmente, sin entrar
en valoraciones acerca de su oportunidad y contenido, está funcionando como atractivo. Lo censurable y
lo que me veo en la obligación de destacar como ya han hecho algunos expertos, es el hecho de que este
“síndrome de la ciudad de las ciencias” haya provocado el efecto contrario al que cabía esperar de un
producto estrella13. Si nos olvidamos de la interpretación triunfalista que a veces hacen los titulares de
prensa o los interesados, los números reales nos informan de algo que no podemos obviar. Las cifras de
visitantes a las infraestructuras de nuestra nueva Valencia parecen evidenciar un interés de dichos
visitantes por los productos culturales y por tanto un posicionamiento de la ciudad como destino urbano,
siempre que aceptemos como culturales este tipo de visitas y renunciemos a mostrar esos veinte siglos
de historia enmascarados hoy por la Valencia del siglo XXI. Pero las otras cifras, las que no se enseñan,
las que se refieren al número de visitantes a los recursos tradicionales, e incluso a productos de reciente
inauguración que tratan de difundirlos, no se han visto en absoluto favorecidas, de momento, por el
efecto arrastre de ese producto estrella, y, lo que es todavía más preocupante, algunos de los más
valiosos y genuinos recursos han sido eclipsados por él.
Ya hemos señalado que no podemos hablar aún de Valencia como un destino turístico cultural, y el
perfil del turista está más relacionado con negocios, congresos, o, en menor medida, ocio, sol y playa. Y 13 Monfort, V.M. “Turismo cultural: la experiencia en Valencia capital”, en I Congreso Internacional de Turismo Cultural, Salamanca, 2002. Rausell-Köster, P., “La Ciudad de las Artes y las Ciencias y el Turismo Cultural”, en Casos de Turismo Cultural. Ariel Turismo. Barcelona, 2004. Del mismo autor “Valencia, la cultura en la definición del destino turístico”, en Cuadernos de gestión y dirección de hoteles y restaurantes, nº 16, 2004, p. 29.
evidentemente, el producto ideal para este hipotético visitante con tiempo libre limitado, es el que en
estos momentos articula la oferta y la imagen de la ciudad. Un producto de fácil identificación, bien
promocionado, y cómodamente consumible. Pero no es el único, o al menos no lo sería si hubiese un
auténtico interés por dar a conocer y rescatar la verdadera imagen de una ciudad cuya memoria está en
peligro, y que está ocultando las huellas de su pasado con la excusa de mirar hacia el futuro.
Ya hemos señalado que la interpretación es una eficaz herramienta a la hora de convertir los
recursos en productos culturales accesibles, y que puede propiciar el descubrimiento, el disfrute del
patrimonio y por tanto hacerlo compatible con el ocio, y podría por tanto convertirse en el instrumento a
través del cual dar a conocer y recuperar nuestra verdadera historia, nuestra verdadera imagen. La
ciudad esconde aún muchas historias por revelar, itinerarios por descubrir, huellas romanas, judías,
árabes, cristianas que se concentran fundamentalmente en un centro histórico repleto de oportunidades
para la interpretación, de rasgos que nos permiten reconstruir esa historia que todavía hoy no conocen
muchos residentes y que la mayor parte de turistas se van sin conocer. No voy a incidir en los problemas
que acechan tanto al patrimonio como a la población de este lugar tan emblemático de la ciudad, porque
ya lo han hecho con conocimiento de causa otros autores en este mismo libro. Pero sí diré que ya es hora
de que dejemos de mirar hacia otro lado cuando no nos gusta lo que vemos, y de inventar productos
nuevos que oculten el mal estado y los problemas de nuestros recursos más tradicionales y
emblemáticos.
Hay lugares en la ciudad cuyo recorrido podría dar lugar, con una adecuada interpretación y un
aprovechamiento inteligente de los rasgos y recursos culturales, a itinerarios que proporcionaran al
visitante una experiencia única, diferente, integral. Un recorrido basado en un minucioso y elaborado
plan de interpretación, que parta de rasgos singulares, de temas atractivos, de contenidos que permitan
elaborar de forma amena y con rigor toda la arquitectura informativa, y cuyo contenido se prolongara en
actividades vinculadas a la gastronomía, las salidas nocturnas, el esparcimiento, las compras, actividades
de las que además podría beneficiarse la población local en ellas implicada.
No es tan difícil, tenemos ya los recursos y las cifras nos informan de que también tenemos a los
visitantes. Se trata de seleccionar adecuadamente los rasgos, a través de ellos establecer un hilo
conductor que nos permita contar historias, y a través de ellas mostrar nuestra historia, nuestra ciudad, y
sobre todo esa parte de la casa que parece que no queramos enseñar.
El centro histórico, y concretamente la catedral y sus alrededores, concentran multitud de puntos
de interés que nos informan de uno de los rasgos más destacables del patrimonio valenciano y que
podría articular el tema del que partiría el guión conceptual, el hilo conductor de la interpretación.
Recursos que nos hablan de la pluralidad, de las diversas y sucesivas culturas que han ido dejando su
huella y configurando nuestro patrimonio cultural. Debemos dejar que nos hablen, pero para ello
primero debemos comprender su lenguaje.
Una propuesta desde la interpretación. Recorrido por el centro histórico a
través de los rasgos con potencial interpretativo.El itinerario que propongo, y a través del cual mis alumnos se familiarizan con los
principales rasgos del patrimonio cultural valenciano y con la interpretación, quizá no aporte nada, o eso
puede parecer a quienes conozcan en profundidad dicho patrimonio. Asumo el riesgo que comporta
realizar actividades vinculadas a la divulgación, o escribir sobre ellas, pues las horas de trabajo, de
reflexión, de experimentación y de evaluación, se traducen en propuestas y conclusiones que pueden
parecer poco científicas por tener como objetivo huir de la erudición y traducir en términos
comprensibles y reducidos casi al esqueleto los resultados de la investigación. Pero esa es la base de la
disciplina que planteo como herramienta, y de otro modo perdería su efectividad y su sentido.
Partiremos de un lugar conocido, casi tópico, recorreremos lugares y contaremos historias también
conocidas, pero, eso sí, seleccionando rasgos y discursos que tengan como único objetivo la
comprensión del lugar y la satisfacción del visitante. Y es que para acercarse al patrimonio no siempre
son necesarias ni efectivas las grandes infraestructuras, los medios epatantes, las tantas veces
innecesarias inversiones. Podemos proponer un interesante viaje a través de nuestra historia sin dar un
solo paso del lugar del que partimos, y sin más herramientas que la interpretación, y plantear, también
uno o varios itinerarios complementarios que, sin abandonar el hilo conductor de dicha historia, y a
través de actividades más lúdicas, permitan al visitante gozar de una experiencia diferente y de una
ciudad que muestra orgullosa su pasado y su presente. Una ciudad que fue y es viva, abierta y plural, y
que con esta imagen podría ofrecerse, tanto a la población local que desee acercarse a su patrimonio
cultural, como a ese visitante que acude a ella por razones diferentes, y que desea emplear parte de su
tiempo libre, generalmente limitado, a conocerla. Este visitante suele optar, y hacia ello se conduce la
promoción, por la nueva Valencia, por la Valencia del futuro, y desde aquí no pretendemos ni modificar
esa tendencia ni obviar el interés real que despierta este recurso. Solo ofrecer otra alternativa
complementaria, no excluyente, que contribuya a configurar una imagen de la ciudad más acorde con la
realidad, tratando de dar vida a lugares que si nos descuidamos pueden caer en el olvido, en el
abandono, o, lo que es peor, perder su identidad y transformarse en algo diferente.
Mi propuesta comienza en un lugar emblemático, en lo que podemos considerar el centro
neurálgico de la historia de la ciudad, en el centro de la actual Plaza de la Virgen. Un espacio
relativamente pequeño y desde el que, sin apenas movernos, nuestra vista puede abarcar multitud de
puntos de interés, de rasgos con potencial interpretativo que nos acercan a la valencia romana, visigoda,
árabe, medieval, renacentista, o barroca. Pero, lo que es más importante, algunos de esos rasgos son
testimonio de historias, costumbres, devociones o leyendas en torno a las cuales podemos elaborar parte
del discurso interpretativo, que, caso de que no pudiera extenderse más la visita, podría empezar y
terminar en ese mismo lugar. Aquí es donde vamos a desarrollar de manera más detallada la propuesta
interpretativa, para después proponer otros recursos e itinerarios complementarios.
Ese lugar, el centro del centro, ofrece, desde el punto de vista interpretativo, unas posibilidades que
no tiene ningún otro, pues desde allí nos acercamos a todas las etapas de la historia de la ciudad desde su
fundación. Desde allí, tras haber anunciado al visitante el hilo conductor del mensaje, la pluralidad de
culturas, y utilizando la técnica interpretativa de la relevancia al ego, podemos, para empezar, hacerle
saber y sentir que justo bajo sus pies se encuentra el foro romano de Valencia. Todavía no puede verlo,
pero buscando la efectividad del mensaje, y despertar el interés del público, éste es el lugar y el
momento para referirse al foro. El visitante debe percibir los mensajes de la forma más sencilla y
emotiva posible, y en un ambiente y un lugar, preferentemente al aire libre, que propicie el disfrute y
estimule los sentidos. Y ahora es también el momento de ofrecerle la interpretación exportable, la que
conservará cuando abandone el lugar e utilizará para interpretar otros recursos, y el momento, por tanto,
de hablarle de las vías romanas, de la Via Augusta, de informarle de que se halla en el punto donde
confluían los dos ejes de una ciudad romana, el lugar donde se situaba el foro y por supuesto hacer
referencia a su función, su importancia y los espacios que lo conformaban. Quizá alguien ya lo sepa, sí,
aunque les aseguro que son muy contados los casos, pero es la única manera de asegurarse que nadie se
quedará sin saberlo. Se hará referencia a la curia, al senado, y, como no, a las termas, incidiendo en su
peculiaridad, en su antigüedad, e introduciendo un tema fundamental en la historia de la ciudad y un
subtema en nuestro guión conceptual: el agua. Valencia se funda sobre lo que era una pequeña isla
fluvial, circunstancia que debió condicionar su elección, existen vestigios de un acueducto, unas termas,
y un templo de culto a las aguas, y el agua sigue siendo protagonista de su historia y motor de su
desarrollo, especialmente durante la época musulmana. Esta referencia nos permitirá introducir otro
tema de manera coherente, y referirnos a otra cultura, a otro periodo del que quedan pocos vestigios
tangibles, pero sí una importante herencia cultural. Incidiremos en ello, nos referiremos a los avances en
agricultura introducidos por los musulmanes, al regadío y esta referencia nos dará la oportunidad de
detenernos en otro rasgo para aludir a una institución centenaria y singular, heredera de aquellos
tiempos: el Tribunal de las Aguas. La portada gótica de los apóstoles cobra con esta historia un interés
añadido, que va más allá de lo artístico, y puedo asegurar que a través de la alusión a este rasgo, a nadie
se le olvida que tras la conquista cristiana la mezquita fue convertida en iglesia, y que esa es la razón
que explica que, al no poder acceder a ella los musulmanes, las sesiones del Tribunal se celebraran en
esta puerta.
Como vemos, aún no nos hemos movido de ese punto neurálgico y hemos recorrido ya parte de la
historia de la ciudad, y muy cerca de nosotros se encuentra un recurso en el que quizá no repararíamos
en una visita centrada exclusivamente en los elementos de interés histórico o artístico, pero que ofrece
una oportunidad para la interpretación, o al menos, un importante complemento. No vamos a entrar a
valorar, ni desde el punto de vista estético, ni en cuanto a la oportunidad de su tamaño e ubicación, la
fuente de los años 70 que representa al Turia y sus acequias, pero sí destacar que es un elemento que
indirectamente puede servirnos para reforzar la emotividad, y apelar a los sentidos. Antes de introducir
el tema del agua, o mientras estemos haciendo referencia a dicho tema, es muy eficaz llamar la atención
del visitante sobre uno de los sonidos que le está acompañando, el murmullo del agua, que cobra un
especial protagonismo en una visita nocturna. Ninguna oportunidad para la interpretación debe ser
desdeñada.
Sin movernos del mismo lugar, hallamos otros rasgos de obligada referencia y que nos brindan la
posibilidad de transmitir mensajes de interés y útiles para la interpretación de la ciudad y del periodo al
que pertenecen. A nuestras espaldas queda el Palau de la Generalitat, que nos permite, no solo referirnos
a su estilo y evolución, sino también a la peculiaridad del reino fundado por Jaime I, del gobierno y las
instituciones valencianas, y al esplendor de la Valencia del siglo XV. Y la galería renacentista, auténtico
manifiesto del nuevo arte, en la que podremos apoyarnos para referirnos a su función y a los actos
públicos y celebraciones que tenían lugar en esa plaza que, en otros tiempos, fue también punto
neurálgico en la vida de la ciudad. Una plaza, con un nombre que nos remite, además, al edificio que
tenemos más próximo, y que nos permite adentrarnos en la emotiva y singular historia de la imagen que
hoy es patrona de la ciudad.
La Basílica de la Virgen, un edificio barroco, el primero de nueva planta en la ciudad, en cuyo
espectacular interior podemos contemplar los frescos recién restaurados de Palomino, y lo que fue una
sencilla talla del siglo XV que hoy se muestra en un fastuoso escenario y con los aditamentos que la
devoción ha ido depositando sobre ella, alejándola progresivamente de su aspecto original. Éste es el
referente para quien contemple la imagen desde la devoción, y el lugar, desde el punto de vista artístico,
también es digno de ser visitado; pero la historia, incluso las leyendas que explican el origen y el sentido
de esta imagen, de su advocación y de su cofradía, son las que le confieren su valor patrimonial y nos
permiten contar dicha historia desde una perspectiva diferente, más interesante para el público en
general y que ofrece importantes oportunidades para la interpretación. Como he podido constatar, al
espectador, independientemente de sus creencias religiosas, le interesa e incluso le conmueve saber su
vinculación con el Hospital dels Folls, y más si nos referimos a él como el primer hospital psiquiátrico
del mundo, la vocación de la cofradía y su atención caritativa a huérfanos, náufragos, prostitutas, y a
todos aquellos que no pudieran procurarse un entierro digno, y especialmente los ajusticiados, dato que
suele utilizarse para explicar la inclinación de lo que un día fue una imagen yacente destinada a ir sobre
los sepulcros, y el apelativo con el cual se la conoce popularmente. A esta bonita historia de caridad y
solidaridad con los más débiles, con los inocentes y desamparados que dan título a la advocación, nos
resulta difícil acercarnos desde el fastuoso interior de la basílica, en el que, a pesar de hallarnos ante la
imagen, dicha historia quedaría desvirtuada y descontextualizada. Por tanto, no se trataría de un rasgo
con potencial interpretativo. Existe sin embargo un pequeño relieve sobre una ventana de la fachada
principal, que, pese a pasar prácticamente inadvertido si no invitamos a su observación, se convierte en
el refuerzo visual de la historia que estamos desarrollando y en una magnífica oportunidad para la
interpretación. En dicho relieve vemos una sencilla imagen de la Virgen con el Niño que porta la cruz, y
en el plano inferior, adorándola, dos niños, dos inocentes que hacen referencia a aquellos niños
asesinados por mandato de Herodes y considerados los primeros mártires cristianos, que explican la
advocación de la imagen, y la vocación de la cofradía y del hospital de ocuparse de los dementes,
considerados a partir de ese momento como enfermos y “pobres ignoscens”. Y lo que resulta aún más
significativo y susceptible de ser utilizado como apoyo a la interpretación, justo a los pies de la Virgen,
un cadáver amortajado que redunda nuevamente en ese bonita historia vinculada a la caridad hacia los
marginados que nos recuerda el origen, el sentido y el significado de la imagen.
Existen otros muchos puntos de interés, y nos hemos detenido, a modo de ejemplo, sólo en
aquellos que podían ofrecer rasgos con potencial interpretativo hasta ahora no considerados, y que
permiten elaborar y desarrollar historias diferentes para reconstruir la historia con rigor, pero
ofreciéndola al espectador de manera atractiva. Y hay que decir en este sentido que la propuesta, que,
por supuesto, está también orientada a la población local, se ha elaborado partiendo de la posibilidad,
creo que muy oportuna, de que pueda convertirse en una visita nocturna, y que no contemple por el
horario la inclusión de otros recursos. El ambiente, la luz, el sonido del agua y el silencio que ofrece
esta plaza durante la noche, son el marco propicio para la emotividad, para el disfrute, y quizá el punto
de partida de otras actividades recreativas o gastronómicas en lugares cercanos.
Esto es sólo una propuesta concreta para una circunstancia concreta. Pero la interpretación
contempla la posibilidad de establecer niveles en cuanto a la profundidad de la visita, al interés del
visitante, al tiempo que está dispuesto a dedicar al recurso o al lugar a interpretar, y por tanto esta
actividad podría convertirse también en la introducción, en el punto de partida de una ruta destinada a
otro tipo de visitantes, turistas, viajeros o ciudadanos. Este punto se convertiría en un inusual, que no
improvisado, centro de interpretación al aire libre que podría contextualizar y despertar el interés por
otros recursos y otros itinerarios, que, debidamente planificados, ayudaran a conformar una imagen de la
ciudad aunando ocio y patrimonio, tradición y modernidad. Cada uno de los rasgos destacados en el
primer nivel, en la Plaza de la Virgen, podría además vincularse con otros lugares que conectaran con el
hilo conductor establecido, como las excavaciones de la Almoina, que permitirían, ahora in situ,
referirnos a la valencia romana, la Cripta de San Vicente en la que podría recrearse, no solo la valencia
visigoda, sino también reconstruir visualmente cómo era el lugar en el que nos encontramos en época
musulmana y tras la conquista, y el Almudín y el Palau de la Generalitat a través de los cuales
podríamos rememorar el esplendor del gótico civil. Un recorrido por el exterior de la catedral sería, por
otra parte, el itinerario adecuado, no sólo para conocer su evolución arquitectónica, sino para ir
desarrollando a través de algunos rasgos la historia de la valencia cristiana y el carácter de cruzada que
tuvo la conquista por parte de Jaime I. Comenzando por la sencilla capilla que marca el lugar en el que
según la tradición se celebraría la primera misa de campaña tras la conquista de la ciudad, siguiendo por
la portada románica que señala el mihrab de la antigua mezquita, con capiteles historiados y unos
curiosos canecillos muy oportunos para la interpretación, y que podría compararse, ofreciendo una
información exportable, con la Puerta de los Apóstoles en la que ya nos detuvimos en la primera parte
de la visita. Por el interior de la catedral, debidamente interpretado en función de unos rasgos
seleccionados previamente y conectados con el hilo conductor, que ahora tampoco es momento de
enumerar, llegamos a la barroca Puerta de los Hierros que puede revelar, no solo cuestiones
arquitectónicas, sino también políticas y sociales o la identificación de algunos de los personajes más
relevantes de la espiritualidad valenciana. Pero aquí, este recurso nos interesa como punto final de una
parte de nuestro viaje.
La segunda parte del recorrido propuesto ofrece una vivencia del patrimonio más relajada, en
la que lo lúdico se hace más presente, vinculando los recursos culturales, siempre sin abandonar el hilo
conductor, con otro tipo de actividades. Veamos en la práctica lo que anteriormente hemos planteado
desde la teoría.
Desde la puerta de la Catedral, la torre de Santa Catalina nos indica el principio de ese itinerario,
nos permite referirnos y dirigirnos a ella, señalar la importancia de la iglesia a la que pertenece, pero
también de los singulares y autóctonos recursos gastronómicos (agua de cebada, horchata o buñuelos de
calabaza) que se sirven en un establecimiento homónimo. Productos también autóctonos y artesanos
pueden adquirirse en las numerosas tiendas que hallamos en el corto trayecto que nos lleva al próximo
recurso, y aquí es necesario decir que estos comercios podrían convertirse en un magnífico reclamo si,
tanto ellos como los singulares productos que elaboran (arnadí, neulas o arrop i tallaetes), ofrecieran una
imagen más atractiva, más homogénea, y en la que lo tradicional, antiguo o pintoresco no se confundiera
con lo decadente o anticuado. Se trata de negocios pequeños, familiares, algunos sin visos de
continuidad y que la mayoría, sin una urgente intervención, están llamados a desaparecer, o como ya ha
ocurrido en algunos casos, a ser sustituidos por otros negocios que no ofrecen precisamente productos
artesanos y mucho menos autóctonos. Ojalá este peligro haya sido contemplado en un proyecto
destinado a preservar un recurso al que antes nos referíamos y de cuyo entorno urbano forman parte
estos comercios y por supuesto los que allí se encuentran, el Plan de Preservación y Conservación de la
Plaza Redonda. Además de la singularidad arquitectónica y de lo pintoresco de este desaprovechado
recurso de la ciudad, uno de los atractivos de este punto de encuentro dominical de los valencianos, es la
singularidad de algunos de los productos artesanales que allí se pueden encontrar relacionados con la
forja, la cerámica o los bordados, pero que no se ofrecen ni se exponen de la manera más adecuada.
Nuevamente lo patrimonial, lo autóctono, permanece oculto tras lo kistch y lo decadente en esta zona
tan emblemática y singular del centro histórico, cuya recuperación real, es decir desde la preservación de
la identidad y teniendo en cuenta a la población local, podría contribuir de forma adecuada a la
sostenibilidad.
Siguiendo el mismo hilo conductor, pasado y presente vuelven a unirse en otro lugar, muy
cercano, desde el que invitamos a la visita a dos recursos que nos hablan de un tema común, Valencia y
el comercio. La Lonja de los Mercaderes, emblemático edificio, Patrimonio de la Humanidad, centro de
las transacciones mercantiles y símbolo del Siglo de Oro Valenciano, y el Mercado Central,
construcción modernista y colorista que ofrece productos locales de gran calidad y que sigue
manteniendo el uso para el que fue concebida. Se trata de un entorno urbano que durante siglos ha
estado vinculado a este tipo de actividades, y que en su día ya albergó “les parades” de blancos toldos a
las que nos remiten los puestos que todavía hoy venden sus productos en el exterior. Y en algunos, aún
hallamos los vestigios de una antigua tradición; paellas, sartenes, y algunos objetos de la “cacharreria”
que podía adquirirse en “les covetes de San Joan”; el amplio espacio, hoy subterráneo y abandonado,
sobre el que se alza la barroca fachada de los Santos Juanes, con su interesante decoración escultórica,
los frescos de Palomino, y su celebre “pardalot” que junto con la “cotorra del mercat” han sido símbolo
y referencia popular y que no deben ser desdeñados, y mucho menos desde la interpretación.
El mismo camino, el mismo tema nos conduce a través de comercios que sufren también la amenaza del
deterioro y el abandono, en este caso relacionados con la herboristería, los muebles de enea, los textiles
o las hilaturas, hacia el Barrio del Carmen, centro de ocio nocturno, de tiendas vanguardistas que abren
de madrugada, y también de productos y oficios artesanales; un lugar, repleto de oportunidades, cuya
identidad también corre peligro. En cuanto a los recursos culturales, destacar los vestigios de la muralla
que un día definió la trama urbana de la ciudad, y que nos permiten reconstruirla siguiendo su recorrido.
La Galeria del Tossal, algunos bares de copas y una de sus monumentales puertas, las Torres de Quart,
repletas de historias y anécdotas, y en las que se puede invitar al visitante a fotografiarse en un punto
exacto de sus inmediaciones que produce la ilusión de que Valencia todavía no ha derribado su
centenaria muralla. Pero son otras murallas las que por fortuna se han derribado en el Barrio del
Carmen, y eso debía convertirlo en un espacio del que Valencia se sintiera orgullosa, y que se mostrara
como paradigma de tolerancia y apertura. El mito de la inseguridad y de la marginalidad, todavía
presente entre los propios valencianos, han deformado la imagen de un lugar peculiar, que podría
ofrecerse a través de la interpretación, como una muestra de esa pluralidad que un día fue y hoy podría
volver a ser una de nuestras señas de identidad, y que, como señalamos, se podía convertir en el hilo
conductor de nuestro mensaje, de nuestras historias. No sería el primer ejemplo de un barrio en peligro
que se recupera y se abre a la ciudad, ofreciéndose como un espacio de ocio, y sobre todo, como un
espacio de libertad. Aquí, de noche, podría terminar el itinerario, que, tal como lo hemos planteado no
contemplaría la visita a otros recursos como el Centro Cultural la Beneficencia, el antiguo convento que
da nombre a este barrio, El Carmen, o el IVAM, que ofrecería una visión diferente, desde la modernidad
de esa ciudad que el visitante ha comenzado a recorrer desde sus más antiguos vestigios. Sin olvidar que
por las otras puertas de la muralla, las Torres de Serrano, y a través del puente de la Trinidad se llega al
Museo de Bellas Artes de Valencia, un lugar que, al margen del incuestionable valor artístico de su
colección, está repleto de oportunidades para la interpretación, que todavía no han sido aprovechadas.
Pero las puertas de la ciudad son tanto para entrar como para salir, y los itinerarios deben ser abiertos y
ofrecer alternativas al visitante, sugerencias en función de sus intereses y del tiempo disponible,
siempre procurando que el resultado no sea una imagen sesgada ni desfigurada, ni mucho menos
reinventada de la ciudad.
A Valencia, como vemos no le faltan recursos, productos ni oportunidades para la interpretación.
Ni siquiera le faltan visitantes, y entre la población local se detecta un interés cada vez mayor por
preservar y conocer su patrimonio. Lo que necesita la ciudad es una adecuada planificación a la hora de
poner en valor y dar a conocer esos recursos, de promocionarlos y ofertarlos de manera que el público,
local y visitante, se informe de su existencia y los perciba como algo cercano y atractivo, pero sin
renunciar a la memoria histórica. La interpretación no es la panacea, ni la solución a todos los
problemas, pero sí una eficaz herramienta para dar ese primer paso, para romper esas barreras, para
ayudar a preservar nuestra identidad y rentabilizar nuestros recursos de manera sostenible.
Y terminaré de la misma forma que comencé esta reflexión, recordando que, en esta tarea que
tenemos pendiente, el mundo académico tiene mucho que aportar. En primer lugar, contribuyendo a la
formación de buenos profesionales en el ámbito de la difusión de patrimonio, y sobre todo reconociendo
el valor y el rigor de las iniciativas, proyectos y estudios destinados a divulgar y hacer accesible la
cultura. Hacer difícil lo sencillo es solo un juego de erudición que ya ha alejado durante bastante tiempo
a la sociedad del patrimonio. Ahora toca hacer fácil lo aparentemente complejo, descorrer el velo,
revelar, y hacerlo con el mismo rigor y la misma seriedad con la que abordamos cualquier proyecto de
investigación. Con la diferencia de que la responsabilidad que tenemos en este sentido es mucho mayor,
la repercusión de nuestras acciones tendrá más trascendencia y sobre todo un beneficio y una
rentabilidad más constatable y de mayor alcance.