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Alumnos del Segundo Ciclo de la Escuela Secundaria (POLIMODAL) CATEGORÍA BANANA - 105 -

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Alumnos del Segundo Ciclo de la Escuela Secundaria (POLIMODAL)

CAT

EGORÍA

BANANA

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PRIMER PREMIO"Zoo-Lógico?"

Estefanía De ZanEscuela José Virué

Larroque, Provincia de Entre Ríos

Pese a vivir en contacto con las letras de los anuncios, nunca aprendí a leer. Según lo queescuché, el cartel que se ubica a pocos metros de mi jaula dice ‘zoológico’ que significa algoasí como ‘parque habitado por animales’.

No nací dentro de estas cuatro paredes enrejadas; sino muy lejos de acá, donde el verde eramás verde, el sol más brillante y el aire más puro. Crecí entre los árboles de la sabana y es-taba aprendiendo a cazar con mi madre y mis hermanos esa tarde en la que vimos llegar aun aparato extraño con cuatro patas redondas que rugía y echaba humo. De él bajaron treshombres. Era la primera vez que yo veía un hombre. Uno de ellos se acercó a mi madrecautelosamente y la señaló con una rama negra muy derechita, que rugió sólo una vez, perobastó para callar el rugido de mi madre para siempre. Sentí un pinchazo primero y un can-sancio inevitable despuésI Desperté dentro de una caja con mis hermanos, asustados. Esafue la última vez que los ví, después nos separaron. No sé que fue de ellos pero yo terminéacá, con un rugido agazapado en el pecho que ya no quiso salir.

La mayoría de mis vecinos pasaron por situaciones parecidas.. Unos más, otros menos. Hayquienes ya nacieron en esta realidad y no conocen otro verde, otro sol, otro aire.

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No nos quejamos. No falta comida, aunque la que tenemos no sea de la mejor. No peleamospor marcar territorio: ya está marcado (mucho más pequeño de lo que quisiéramos) y nosobliga a andar en círculos como único ejercicio.

Lo más lindo (lo único lindo en realidad) pasa los fines de semana. Desde donde estoypuedo ver a cientos de familias que caminan alrededor, llevando a sus cachorros de lasmanos. Ellos sonríen mientras gritan ‘¡Mirá pá! ¡Es un león!’ y sus ojos brillan. Las sonrisasde esos cachorros de hombre me hacen sentir un poquito trascendental. Distinguido. Majes-tuosoI Como respuesta, sus padres los toman más fuerte y les advierten ‘¡No te acerquéstanto que te puede lastimar’ y los cachorros cambian la sonrisa por una expresión de temor.¡Como si yo pudiera escapar! Estoy preso, pero no tuve juicio. No cometí crímenes. Almenos, ninguno fue por maldad, sino por hambre. ¿Cuál es la bestia en realidad: la quemata para comer o la que mata para imponer?

Las noches son de pura soledad, peores incluso que los días. Las farolas funcionan comolunas, pero no hay estrellas en el cielo de cemento. Algunos tienen la suerte de vivir con susfamilias, como las suricatas o los flamencos; o tienen vecinos más cercanos, como las jirafasy las cebras. Pero yo estoy solo. Mis primos, el tigre y el guepardo, están en jaulas comoésta. Deben sentirse arrancados de sus tierras, extranjeros en este lugar, donde hasta la risade las hienas se oye triste.. ¿Y las aves? ¿Y los lobos marinos? Tan huérfanos de su azul,tan lejos del cielo y el mar.

¿Por qué estamos acá? ¿Por qué nos encerraron, quitándonos nuestro verde, nuestro Sol,nuestro aire? ¿Somos un entretenimiento más? En sus países, durante toda la historia loshombres lucharon para lograr su independencia y libertad. Pero nosotros no podemos

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luchar. Es inútil resistirte o tratar de escapar. Al principio intenté huír, siI pero después deque mi ‘cuidador’ me lastimó un par de veces con su látigo, decidí resignarme.

No hay nada que podamos hacer, excepto llorar a nuestra manera y soñar con la perdida li-bertad. Hablamos de ella casi con devoción a las generaciones nuevas, extrañando el verde,el sol, el aire.

Algún día, con un poco de suerte, tal vez me encuentre con la puerta de esta celda abierta,olvidada.. ¿A dónde ir? Eso no importa ahora, necesito soltar mi rugido lejos de prisión. Demomento, sólo me queda esperar con ansias.

Un par de semanas después, los titulares de los diarios más relevantes de Buenos Aires re-saltaban: ¡HAY UN LEÓN SUELTO EN LA CIUDAD!

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SEGUNDO PREMIO"La flor vital"

Micaela Ayelén QuinterosColegio Nacional Primera Junta

Ciudad de Buenos Aires

Quería mostrarle que existía mucho más por lo que luchar. Que rendirse no figuraba entrelas opciones posibles y que el largo camino de la vida nos deja siempre en el mismo lugar.Que quizás simbólicamente es un viaje de momentos que nos hará bajarnos cuando quieraen esa estación diurna y desolada en la cual no sabemos si podremos hacer combinacióncon quizás otra vida, otra historia, otro mundo, otra realidad. Pero que mientras viajemos lohagamos con goce y disfrutando de cada asiento libre en el que podremos sentarnos o decada uno de ellos que podamos ceder.

Joaquín me preguntó que cuidaban los tíos. Una flor. Una flor que va a crecer de esa semi-lla. ¿Y la semilla la plantaron ellos? Plantaron algunas; pero la más adecuada tuvo el placerde dar brote a esa flor. ¿Y por qué la flor está en la panza de la tía?¿Se la comió? Se lacomió porque la flor necesita protección y alimentación adecuada para su crecimiento. En-tonces el tío no la cuida. El tío trabaja para la flor.

Joaquín no se acercaba mucho a Lucía y cuando los tíos le preguntaban en que se basabael descontento con la prima, el sólo contestaba que ella había entrado en la panza de sumamá para romper la flor que ellos tanto habían cuidado. A los adultos les encantaba reírsede aquella situación y a mí me avergonzaba.

No existe posibilidad de que vuelva a intentar explicarle metafóricamente la fecundación deun feto a un nene de cuatro años. No existe posibilidad. Marchitaría otra flor.

Hoy en día, Lucía cumple un lustro, Joaquín se acerca a la década de edad y yo estoy dupli-cando la edad actual de mi hermano en los próximos dos meses.

Agenda familiar; hoy zoológico. A mamá se le dio por pegar un almanaque en la heladera en-cabezado por un gran cartel con la nota “No hay nada más lindo que la familia unida”. Lasreuniones familiares, los sábados y domingos. Sábados salidas, domingos asados. Como esde esperar y en relación a mi edad, suelo ausentarme bastante en estos momentos; sin em-bargo este fin de semana decidí guardármelo para ellos.

Antes de partir, se escucha. “Mis bolsillos tienen agujeros, se me ha perdido toda la plata”.Así la tía cree estar asegurándose de que los nenes no pedirán un centavo; sin embargo, loharán. Es la infancia, la niñez; consumen compulsivamente, vacían las billeteras ajenas.Caprichosos y enojones si no reciben nada a cambio de lo pedido aunque se terminan con-formando siempre con algo similar a lo anhelado.

Mientras el tío y papá finalizan el lavado del auto, acomodo sobre la mesa los siete abrigos yla canasta de frutas. En el momento en que dejo los objetos, descubro asomado por debajodel mantel un sobre blanco sobre cuya solapa se encontraba escrito mi apellido. Cuando de-cido tomarlo para ver lo que había en su interior papá me sorprende por la espalda y me loquita rápidamente. Preferí no preguntar.

El zoológico no es uno de los lugares de mi preferencia para visitar. Me opongo al encierro-- 111122 --

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del animal; innecesario e injusto. Diría que mi criterio se basa en que se atenta contra la li-bertad y justicia propia del ser. Si hoy en día nos movilizamos buscándolas, ¿por qué, se lasquitamos a los animales? Y es mucho más irritante cuando lo hacen con el fin de lucrar conla situación.

Que tristeza genera en mi un hocico dispuesto sobre un frio vidrio por debajo de los ojosmás profundos que vi; que tristeza genera en mi saber que cuando llegue el momento debajar en la estación, quizás lo haga solo en una pequeña jaula; lo haría privado de su liber-tad y en soledad. Considero que no hay muerte más lamentable que aquella. Mi papá diceque en el zoológico estarán mejor y así da pie a la discusión de siempre.

El viaje se hace largo; sin embargo noto cierta melancolía en papá, un tanto entrecortada suvoz, como si cada vez que recordase estuviese tragándose litros de lágrimas, sostenido poralguna fuerza que no las dejan escapar de sus ojos.

Que en aquella plaza tubo el primer encuentro con mamá; que en aquel colegio pasó doceaños de su vida; que en aquel bar se pasó horas matutinas tomando el café expreso más ex-quisito del barrio. Cada vez que recuerda, mamá suspira y coloca sobre sus hombros esamano suave y calurosa que promete que todo estará bien. Empiezo a sospechar que algo nova por buen camino.

Llegar no quería. Joaquín y Lucía se lanzan a correr, para descontento de papá que los per-sigue a corta distancia. El tío no da reacción al hecho, en mi opinión embarazoso. Eso delmachismo no se asemeja a mis actitudes y es algo que he notado bastante seguido en élpero también en papá. Hoy me demuestra actitudes que nunca antes había tenido; eso de

recordar melancólicamente y de estar atento a cada paso dado por los nenes. Me preguntosi algo lo ha movilizado repentinamente.

La salida familiar fue agotadora, solo puedo recostarme un cuarto de ahora previa a la cena.Joaquín y Lucía lo disfrutaron tanto y nos regalaron tantas sonrisas que me guardo esos mo-mentos como los buenos de la visita al zoológico.

Quiero saber que tiene el sobre. Papá decime. Será que nunca hablamos, que nunca mecontás nada. Que todo lo que se me lo ha dicho mamá. ¿Por qué tan distante, teniéndote tancerca? Me encantaría poder decir que has sido un papá compañero y amigo; sin embargosiempre estás lejano, siempre tan cerrado, que verte expresar la más mínima sensación megenera el deseo de poder decir que sé porque lo estás haciendo, que sé lo que estás sin-tiendo. Y no puedo.

Hija pedí una ambulancia. Mamá no me asustes. ¿Qué está pasando?

La guardia del hospital es uno de esos dos lugares que pisaría últimos en mi vida, si lo tu-viese que hacer. Y ahora resulta que papá esta muriendo, y ahora resulta que estoy encerra-da en una jaula tan pequeña y oscura en la que no encuentro salida. Y ahora resulta que mesiento atrapada y sola. Tendrían que liberar a esos animales.

Y papá no me lo contó, y me lo escondió, y cuando tuvo la posibilidad de explicármelo pre-firió seguir guardándolo; sin saber cuan rápido habría yo de enterarme. Y ahora resueltaque su tren se detiene y él se baja sin siquiera mirarme desde abajo; pero mi tren sigue enmarcha.

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Y estas dos semanas sin vos papá, han sido de lo peor. Y tu ausencia es ahora más gigante,y el recuerdo de tu voz se va deshilachando de a poco.

Joaquín quiere que lo lleve al cementerio. Y hoy piso el último lugar que querria pisar másrápido de lo esperado normalmente. Compro flores y una blusa negra. Mamá se hace lafuerte pero cuando Joaquín se va llora un océano y por suerte la tía la abraza fuerte para nodejarla caer. El tío pasa cada momento con la familia y atiende cada momento en la vida deLucía.

Antes de partir me dirijo hacia la habitación de mamá en busca de el abrigo de Joaquín en-cuentro en su mesa de luz un cuaderno de tapa negra que me llama la atención. Al abrirlo, elsobre blanco, en las primeras hojas varios recuerdos narrados con una letra bastante des-prolija y en la última hoja una nota que decía:

“Quería mostrarle que existía mucho más por lo que luchar. Que rendirse no figura-ba entre las opciones posibles y que el largo camino de la vida nos deja siempre enel mismo lugar. Que quizás simbólicamente es un viaje de momentos que nos harábajarnos cuando quiera en esa estación diurna y desolada en la cual no sabemossi podremos hacer combinación con quizás otra vida, otra historia, otro mundo, otrarealidad. Pero que mientras viajemos lo hagamos con goce y disfrutando de cadaasiento libre en el que podremos sentarnos o de cada uno de ellos que podamosceder. No hice a tiempo, y solamente lo deje fluir así como si nada; ahora escuando siento el encierro y la soledad; me encantaría que ella pueda abrir estajaula para que yo viera que sí es mejor no estar aquí. Ojalá mi hija viaje muy có-moda y largamente. Yo sé que cuando ella se baje me encontraré sentado en esaestación con mil respuestas a todas las preguntas que nunca deje que me hiciera”.

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Ahora es cuando me quiere bajar del tren; pero no viajo sola y nunca dejaría viajando solosa los demás.

Joaquín me espera en la puerta y cuando me acerco hacia él esconde un pequeño objeto ensu bolsillo que no me quiere mostrar.

Al ingresar, el cementerio huele a rosas y putrefacción, es una mezcla rara que nunca habíasentido. Es la ceguera que me generan las cantidades de gotas que no quiero dejar caer.Pero Joaquín tendrá que ver mi llanto aunque intente evitarlo.

En la tumba dejamos el ramo y permanecemos durante unos minutos hasta que giro sobremí para retomar el camino de vuelta a casa; pero Joaquín me pide que espere y se arrodillasobre la tierra para hacer un pequeño pocito sobre ella, quita de su bolsillo una semilla, lacoloca en su interior y lo tapa. Se para, me mira y afligido me dice:- Yo también quiero que mi papá cuide una flor como la que cuidaban los tíos ¿Te acordás?.Quiero que me traigas más seguido para poder ver como papá la hace crecer. ¿Lo haríaspor mí? Por favor. Siempre quice tener una flor.

Sonriente, me acerco a mi hermano, lo beso en la frente y le digo:- Vos sos la flor que papá siempre va a cuidar.

Lo tomo entre mis brazos y volvemos a casa. Seguimos viajando, juntos.

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TERCER PREMIO"África, tierra de vida. Donqui, el inicio"

Valentín VigliancoInstituto Secundario Libertador General San Martín

Ucacha, Provincia de Córdoba

Esa tierra increíble, llena de verdes planicies y de amplias sabanas, la tierra de tantos per-sonajes y de tanta historia, África.

En el continente africano se gestó la historia del mundo: allí germinó la semilla de la vida,comenzó la cadena evolutiva. En ese pedazo de tierra se generó gran parte de la civiliza-ción, estuvieron los egipcios, nació Cristo, y tantos otros hechos significativos a nivel mun-dial. África, es una tierra llena de vida. Animales, plantas y pueblos autóctonos; también estierra de desolación: abunda la pobreza, el analfabetismo y un nivel de vida bajísimo.

En alguna selva, de esas llenas de árboles, altos, majestuosos e impetuosos, donde los ani-males andan libremente escapando de sus depredadores o buscando de qué alimentarse,en la cual las comunidades animales coexisten entre sí, se puede observar la maravillosa“sociedad” organizada que cada especie tiene. Los simios, no son la excepción.

Ellos conviven en comunidades de varios individuos, pero son como los humanos, habitual-mente se mueven en grupos sociales más chicos. Elijen con quién quieren juntarse y paraqué. Algunos para “ir de compras” al centro de la selva, en búsqueda de alimentos; otros,enamorados, buscando formar una familia; los más pequeños para divertirse y así. Segura-

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mente están las hembras más viejas que se juntan a la noche a chismear en la copa dealgún que otro árbol. En finI

Así es la comunidad de Donqui, él es un simio preadolescente, muy social y culto, amaaprender cosas nuevas, siempre. Su papá, Tommy Simio, era el macho alfa de la gran fami-lia homínida. Él, junto con su amigo y padrino de Donqui, Sam, iban habitualmente a buscarcomida y, a la vez, protegían a su familia de los depredadores, tanto animales como loscazadores furtivos, que en estos tiempos, abundaban.

Después de una ardua jornada en la comunidad, Artrudis, la mujer de Tommy y mamá deDonqui, se encontraba cansada y conjuntamente con todas las demás simias, se iban a des-cansar. Los hombres habían partido ese día al Centro Animal de la Selva (CAS) donde unavez por año, los machos de todas las comunidades animales debían rendir cuentas ante elTribunal de Animales, de todas las cosas que sus grupos tenían: tierras, árboles, comidas ymascotas, sí, los animales también tienen mascotas. Los pequeños simios se habían ido adormir con sus madres. En cambio, los preadolescentes, creyéndose ya adultos, disfrutabande una “maravillosa” velada en la cascada cerca de la tribu.

Todas las circunstancias se daban para que una tragedia pasara: los machos no estaban, lashembras dormían y los simios de mayor interés, tanto como presa o en el mercado negro,eran un blanco sencillo para cualquier atacante.

En este caso el atacante es, una vez más, el Hombre.

A la mañana siguiente las hembras, despeinadas y recién levantadas, buscaron a los-- 111188 --

jóvenes por todos lados, pero nada; ellos no estaban en ningún lugar, ni habitual, ni extraño.No estaban en la Cuenca del León, en las Fosas de Tupetuc, ni en la Cascada de la Araña,la Canchita de Arrojar Bananas, la Plaza Arboleda, ni en ningún lado. Habían desaparecido.Más que haber desaparecido, habían sido secuestrados e insertados en el mercado negrode los animales. Tres simios jóvenes pueden proveer de un gran caudal económico a sus“secuestradores”.

No se sabe ni como, ni por qué, estos tres simios jóvenes, fueron enviados a diferentespartes del mundo: Uno apareció en la ciudad de Lima, en Perú e inmediatamente fue trasla-dado al Zoológico de Huachipa, en la capital. El otro, fue exportado hacia los EstadosUnidos, al “Central Park Zoo”, en Nueva York.

El último de éstos tuvo un fin diferente. Lo compró un famoso empresario Argentino, nativode Buenos Aires, que amaba tener muestras exóticas de todo el mundo, su mansión era unmapamundi, literalmente hablando, ya que poseía bellezas, extrañezas y demás de grancantidad de los países de la Tierra, un obsesionado, un compulsivo. Invertía o mejor dicho,gastaba continuamente. Esta vez había decidido comprar un Simio, una mascota poco con-vencional. Ni bien lo tuvo en su hogar, jugó un poco con él, y luego se cansó. Fue en esemomento cuando decidió donarlo al Zoológico de Buenos Aires, excusándose que lo habíacomprado con ese fin.

Este mono preadolescente había llegado a un nuevo destino, a una nueva vida, totalmenteopuesta a la suya, invertida. Estaba en otro continente, en otro país, solo, sin nadie. Extraña-ba a su mamá y a su papá, a su padrino y a sus dos amigos. Melancólicamente pensaba larazón por la cual había optado por la rebeldía de irse a la cascada; si se hubiera ido a

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dormir, en este momento estaría con su familia, en su casa. Nada más podía hacer, ya notenía tiempo para pensar, el millonario había contratado un transporte que lo lleve desde sucasa hacia el Zoo; ya había llegado.

Un gran cartel decía “BIENVENIDOS, ZOOLÓGICO DE BUENOS AIRES”, algo andaba mal,para el pobre simio no eran “buenos aires”. Buenos aires hubiesen sido los de su casa, losde la comida casera de su mamá. Buenos aires hubieran sido los que corrían por sobre lacascada o las copas de los árboles, esos eran buenos aires. Pero esta ciudad nada tenía de“Buenos Aires”.

Lo tomaron de la jaula dos hombres robustos, semejantes a los que hacía tan solo 96 horaslo habían extirpado, como una muela, de su tierra natal. De inmediato lo cargaron en un ca-rrito eléctrico y comenzaron a llevarlo a su jaula, al lugar en el cual iba a vivir. Durante elviaje, éste miraba cuidadosamente todos los detalles y desde ese instante, habían comen-zado a molestarle los niños pequeños que tiraban alimentos a las celdasI ¡No respetabanlos carteles! ¿Cómo podía ser?

Después de un rato, el móvil se detuvo y bueno, esos hombres lo depositaron, por unapuerta trasera, en su nuevo hogar; un ambiente meramente artificial con pequeños rasgosselváticos. En ese momento estaba solo, no había ningún otro chimpancé en la jaula. Sola-mente él, Donqui, el simio.

No sabía qué hacer, los niños le caían mal de arranque, no conocía a nadie, no sabía endónde se encontraba, todo era nuevo, raro para él, contrario a su cotidianeidad.

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Al lado de su sector había un orangután viejo, resignado a la situación en la que se encon-traba, se encargaba de sonreír y de hacer felices o, mejor dicho, de satisfacer la necesidadde los niños, ellos querían monadas, monadas de monos.- ¡Mi Dios! ¡Esto es inconcebible! No sé qué más hacer, me aburro. Tengo miedo, me sientosolo. No sé qué pasó con mis amigos, ¡Nada! Y para colmo estos nenes que molestan.Bueno, por lo menos son más carismáticos que el viejo que me llevó a su casa. – PensabaDonqui.- Discúlpame, hijo, ¿vos sos nuevo?, ¿verdad? – Le cuestiona Rodolfo, su vecino, elorangután. - ¡Sí! ¡No sé qué me pasó! Estaba en mi casa, con mis amigos, me metieron en una jaula,me llevaron a unI- Seguramente a un avión, te trataron mal y bueno, apareciste acáI¿No es así? – Lo inte-rrumpe el anciano.- Sí, así fueI ¿Cómo lo sabes?- Con todos es así, querido. Todos hemos atravesado una situación semejante. La mayoríade los que estamos acá, alguna vez fuimos jóvenes, vivimos en la selva o el bosque, y tam-bién corrimos tu misma desgracia, el secuestro.- GuauI ¿Y qué onda esto? ¿Qué es? – Indaga el joven.- Mirá... ¿Cómo te llamás?...- Donqui, señor.- Mirá Donqui, esto es un Zoológico, un parque público donde los animales somos exhibidosen cautiverio, no podemos salir, con el fin de que los Seres Humanos se recreen y aprendande nosotros – expresa Rodolfo.- PeroI ¿por qué lo hacen?- Sinceramente no sé por qué, pero conozco, después de tantos años y tantas visitas

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guiadas, que existen tres razones a favor para que éstos existan y tan sólo una en contraI- ¿Cuáles? – cuestiona anonadado el chimpancé.- Mirá, ellos sostienen que, a favor, existen porque los hombres buscan entretenerse, esdecir, distenderse y liberar tensiones, solamente a través de una simple visita al zoológico;en él pueden hacer distintas cosas, pasar un rato en familia, ver algún que otro espectáculo,etc. Siempre hacemos algo, ya vas a ver, seguramente mañana empezás a practicar algo,somos la principal atracción de este “gran espectáculo”. Pero este es un argumento dema-siado débil como para sostener la gran estructura del zoológico.- O sea, somos “los payasitos” de ellos, nos usan – reflexiona Donqui.- Algo así, pero no te preocupes, con el tiempo te vas acostumbrando, hasta que se haceparte de vos... Continuando con las razones, otra es con el fin de que aprendan. Día a díaaparecen muchos chicos de muchas escuelas, visitan cada una de las jaulas, escuchan quehacemos, de dónde vivimos, qué nos gusta hacer y todas esas cosas, según ellos, apren-den, pero nadie les enseña que fuimos tomados sin previo aviso. Los nenes que vienen, sin-ceramente no tienen mucho interés, lo usan con el fin de recrearse y pasar el tiempo.- Y con el tiempoI ¿Te acostumbrás a esto?- Es duro, como te dije, pero llega un momento en el cual se vuelve normal, no podés vivirsin esos chicos pesados que te visitan y, además, no nos acordamos mucho de cómo viviren la selva, cómo buscar alimentos y mucho menos, salvarnos de los depredadores; acátodos somos amigos. – replica el Orangután. - Pero ¡¿Cómo no nos vamos a acordar?! Hace una semana era feliz en mi comunidad, ¡noes justo! – se queja el pequeño simio.- En la vida hay muchas cosas que parecen injustas, sólo hay que aceptarlas, asimilarlas yaprender a vivir con ellas. ¿Sabías que algunos zoológicos nos tienen como “ratitas de labo-ratorio”? Somos parte de su fundamento de la investigación científica. Hay muchas enfer-

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medades y situaciones que se asemejan entre ellos y nosotros, por eso, “éticamente” esmejor trabajar con animales. Sinceramente pocos son los parques que se dedican a esto. Elúltimo de sus argumentos es el de la conservación de especies animales que peligran condesaparecer. Pareciese que éste es el más tangible y real. Muchos de nosotros vivíamos engrandes extensiones selváticas, coexistiendo con una gran variedad de árboles, plantas yanimales, pero este equilibrio es, nuevamente, destruido por los hombres. Extasiados consus ansias de ser más poderosos social y económicamente, destruyen sin escrúpulos nues-tro hábitat. Talan y venden árboles, matan y comercian animales, nuestras especies estándesapareciendo de manera paulatina. - ¿Así como nos pasó a nosotros? - Claro, pero nosotros, al estar acá, estamos exentos a sufrir la muerte porque no tengamosdónde vivir ni qué comer.- ¿Pero nuestras familias? – pregunta el jovencito.- Ellos han de vivir otra suerte, o no. Nunca se sabe.- Entonces no hay posibilidad que nadie nos salve ni nos venga a buscar, ¡vamos a estar acáde por vida! – dice desesperadamente Donqui.- Solamente sostienen que nosotros no debemos estar acá porque los humanos “no sonnadie” para quitarnos nuestra libertad y tenernos en cautiverio, pero nadie respeta eso. Elpoder es más fuerte que el sentimiento y la imperiosa necesidad de tener más, está sobre laconciencia de cada uno.- Me dejás sin palabras, no sé qué decirte.- No me digas nada, querido. Sólo te pido que te tranquilices y te dejes llevar, viví este mo-mento, por más feo que parece. Recordá que siempre puede ser peor. Y si en algún momen-to te sentís solo o mal, acordate que acá está este viejo orangután, dispuesto a escucharte.- Gracias, eso esperoI ¿cómo te llamas? – pregunta agradecido el simio.

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- Rodolfo querido, Rodolfo.

Así pasaron los días, Donqui fue adaptándose costosamente a su nuevo vivir. Con el recuer-do inminente de su familia ausente, pero con la esperanza de volverlos a ver. Poco a pocofue socializando con sus otros vecinos: Sebastián, el cóndor; Federico, el cocodrilo y Teresa,la jirafa.

A la vez, fue comprendiendo que el zoológico “necesitaba” de sus servicios, por ello, apren-dió algunos nuevos trucos y, con la ayuda de un entrenador, armó un magnífico espectáculo.Día a día muchas personas iban a verlo a él, Donqui, el simio.

“¡Damas y Caballeros! ¡Niños y Niñas! Es un honor presentarles a la atracción de hoy, alúnico e inigualable: ¡Donqui el simio!

Después que me presentan se escuchan gritos, aplausos y al de los pochoclos, de lasgaseosas y los juguetes. Siempre es así.”

Epílogo.Esta nueva entrega de “Donqui, el simio” puede leerse de dos maneras distintas: una deellas es de manera aislada, es decir, como un único cuento. Y la otra como la historia que dainicio a los otros dos que ya fueron escritos: “Donqui, el simio” y “El presente es ahora. Don-qui, el simio II”.Para ello, realicé una investigación científica de los distintos aspectos de la vida de lossimios: su dieta, comportamiento, división social, especies y demás; manteniendo el “hiloconductor” entre todas las escrituras. A la vez ahondé en el contexto físico en el cual se ha-

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llan los chimpancés realmente, tanto en el continente africano como en el Zoológico deBuenos Aires.Como en la primera entrega (Donqui, el simio) se estableció de la manera en que se confor-maba la familia del protagonista, en esta última obra, se retomaron algunos de aquellos per-sonajes en el contexto original, la selva. De ahí que se pudo visionar las relaciones familia-res del simio, que se observan de la siguiente manera:

Cabe aclarar que los cuadros pintados en verde hacen referencia a los personajes que senarraron a lo largo de los tres cuentos.Con el final también puede hacerse una doble lectura: la que da comienzo a “Donqui, elsimio” o con la que inicia una nueva vida de Donqui en el zoológico de Buenos Aires dondeel lector puede imaginar qué nuevas aventuras puede transitar el simio.

FIN

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TERCER PREMIO"Un zoológico distinto"

Ximena ZamoraEscuela José Virué

Larroque, Provincia de Entre Ríos

Cuando escucho la palabra zoológico, en lo primero que pienso es en animales. Muchos.Cada uno completamente diferente a los demás. Quiero contarles mi visión del zoológicocuando era muy niña y la que tengo ahora, a partir de una nueva visita un año atrás.

Cuando era chica me hubiera gustado vivir en una gran ciudad para ir más seguido; megustaba mucho ver los animales encerrados y tenerlos cerca de mí, sin darme cuenta queuna reja me separaba de ellos.

Me acuerdo que veía los monos, que estaban haciendo todo tipo de piruetas. Me divertíamucho verlos jugar con una manzana, parecía que jugaban a la pelota. Le pedían comida ala gente, y se enojaban cuando no les daban.

Me fascinaba darles galletitas, con mis manos, a las enormes jirafas.

Me entretenía mirando los saltarines delfines, los dormilones osos, los formidables elefantes,los amistosos pingüinos y quedándome anonadada con el rugir de los impactantes leones;cada animal tenía algo especial y me parecía que disfrutaban al igual que yo del lugar dondeestaban viviendo.

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En aquella visita tuve la suerte de conocer a una hermosa familia de wallabies de cuello rojo,que unos días atrás habían tenido una cría, que para sorpresa de todos, era totalmenteblanca; participé en la elección de su nombre (me hubiese gustado que se llame Cinndy).

Siete años más tarde, en mi plena adolescencia, conociendo ya diferentes realidades de lavida, con una mirada muy distinta de las cosas, volví al mismo zoológico, y ya nada me di-vertía. Me di cuenta que esas enormes rejas no los separaban de mi solamente, sino que leimpedían vivir en su hábitat natural, me imaginé a los monos haciendo sus piruetas, caracte-rísticas, en la selva misionera. A las jirafas, comiendo, en vez de galletitas, hojas muy verdesde los árboles en la sabana africana, y escuchar en lo profundo de la selva el potente ecodel rugir de un león.

Ver desde la orilla del mar a los juguetones delfines haciendo sus explosivas zambullidas. Alos pingüinos nadando en las aguas heladas de nuestra Patagonia; y a la familia de walla-bies tener sus crías en los bosques de las costas australianas.

Termine así, mi recorrido por el zoológico. Con una mirada muy triste, parecía que esa tris-teza se reflejaba en la mirada de cada uno de los animales. Me di cuenta que este lugar nodebía ser un espacio de exhibición, sino el lugar temporario de animales en peligro de extin-ción, o dañados por el mal accionar del hombre, donde deberían permanecer en cautiveriopara que se curen o reproduzcan, y luego de un tiempo volverlos a su hábitat.

Porque vivir en libertad es el derecho de cualquier ser viviente, las rejas sólo son para aque-llos seres que tienen una causa que los condene.

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