mujeres e iglesia firma cargo - vida nueva · 2.xxx. x-x de mes de 2010 encuentros vn mujeres e...

12
Pit volorep udipsanis quunt dipsam asitatqui inctum velic toreperi accum vitempo sanimil ipsum qui voluptis AT IL MAGNAM FUGA. PA VELIA VOLESTEM MAGNAM FIRMA Cargo 2.XXX. X-X de mes de 2010 PLIEGO Encuentros VN MUJERES E IGLESIA Una asignatura pendiente Coordinado por JOSÉ LUIS CELADA Fotos: SERGIO CUESTA 2.777. 19-25 de noviembre de 2011

Upload: others

Post on 01-Apr-2020

0 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: muJeRes e iglesiA FIRMA Cargo - Vida Nueva · 2.xxx. x-x de mes de 2010 Encuentros VN muJeRes e iglesiA una asignatura pendiente ... secundaria (quizá porque ya voy siendo mayor,

PLIEGO

Pit volorep udipsanis quunt dipsam asitatqui inctum velic toreperi accum vitempo sanimil

ipsum qui voluptis

At il mAgnAm fugA. PA veliA volestem

mAgnAmFIRMACargo

2.xxx. x-x de mes de 2010PLIEGO Encuentros VN

muJeRes e iglesiAuna asignatura pendiente

Coordinado por JOSÉ LUIS CELADA Fotos: SERGIO CUESTA

2.777. 19-25 de noviembre de 2011

Page 2: muJeRes e iglesiA FIRMA Cargo - Vida Nueva · 2.xxx. x-x de mes de 2010 Encuentros VN muJeRes e iglesiA una asignatura pendiente ... secundaria (quizá porque ya voy siendo mayor,

PL

IEG

OP

LIE

GO

Cuatro voces, un mismo sentir

mejor de los casos) o, incluso, “mano de obra barata”. Otras, sin embargo, se consideran “dignas depositarias de un carisma de servicio” al que tratan de responder humildemente hasta donde se lo permiten.

Dolores Aleixandre (DA): Yo parto de una convicción fortísima: la causa de las mujeres no es cosa nuestra; es algo de lo que somos portadoras. Pero este tema nace del Evangelio. Es muy distinto si el tema del feminismo nace solo de reivindicar o de una cuestión de justicia. No. Da la impresión de que tuviéramos una franquicia del Evangelio en la que hay un sueño evangélico de mesa redonda, de la silla del padre vacía, de hermanos y hermanas que se pasan el pan. Y eso, un tipo de comunidad así, compuesta por hombres y mujeres en situación de reciprocidad, tanto en la Iglesia como en el mundo, no es algo solo de las mujeres. Es de todos. La cuestión es que nos lo atribuyen como si fuera nuestro. Los valores del Evangelio, como el olvido de sí, anteponer el otro a uno mismo, el silencio y la palabra, el sacrificio… todo eso es de todos, pero se ha ido produciendo una apropiación de quien reparte: silencio, para las mujeres; servicio, para las mujeres; valentía, para el varón; iniciativa, para los hombres… ¡Un momentito! Vamos a repartir bien. Pero entonces tocas los intereses adquiridos, que son dificilísimos de tocar, y que se revisten de doctrina. Claro que es una doctrina de papel de fumar, que se desploma enseguida, porque no tiene otro sustento que el de la costumbre y la venerable tradición. Reivindicar que todo esto es cuestión del Evangelio y del sueño de Dios sobre su humanidad, a mí me da una fuerza enorme.

Antonia Criado (AC): Puede que en las “altas esferas” haya ese afán de protagonismo, de decir: “Yo soy más

que tú, y tú eres menos que yo porque eres mujer”. Pero donde yo me muevo, a esos niveles de mujeres marginadas, ahí nadie se da tortazos. Normalmente, se deja trabajar. Y yo me he encontrado siempre el campo abierto. Además, he encontrado agradecimiento, acogida, apoyo a la labor que hacemos como mujeres, y que muchos hombres no se atreven a hacer. De hecho, las puertas de Cáritas están llenas muchas veces de hombres que vienen de fuera y que se acercan a nosotras con respeto a pedirnos ayuda. En ese sentido, no he encontrado nunca ningún problema.

Donde sí tuve quizás algo más de problemas, hace ya años, fue a la hora de realizar tareas en la Iglesia a otros niveles. Por ejemplo, ir a ofrecerte a nuestra parroquia (la que fuera en aquel momento) para ayudar, y decir: “Yo estoy dando catequesis en el colegio, ¿puedo hacer aquí algo?”. Y responderme: “Pues mira, si quieres, te puedes ocupar de poner los manteles, plancharlos… o les entonas los cantos para la misa a los niños”. Otras tareas eran reservadas para otras personas.

Una nueva edición de los ‘Encuentros Vida Nueva’ reunió tiempo atrás a cuatro mujeres de

Iglesia para compartir con ellas algunas de sus inquietudes y anhelos en torno a su propia condición femenina y a su papel en el seno de esta institución y de la sociedad en su conjunto.

El libro de la teóloga y ecumenista Lucía Ramón Queremos el pan y las rosas. Emancipación de las mujeres y cristianismo (Ediciones HOAC) fue el “pretexto” para, junto a la autora, sentar a la misma mesa a la biblista Dolores Aleixandre, rscj; a la actual presidenta de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), Mª del Pino Jiménez; y a la adoratriz Antonia Criado. Dos religiosas y dos laicas que, por espacio de casi dos horas, departieron animadamente sobre sus reivindicaciones eclesiales y sociales, la creciente y necesaria “insurgencia” de la mujer en ambos escenarios, la terrible lacra de la violencia machista y el desafío pastoral que supone para la Iglesia, o los ricos mensajes que nos deja la Sagrada Escritura en clave femenina.

Ahora, próximos al Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (25 de noviembre) proclamado por la ONU, queremos compartir con nuestros lectores las reflexiones que propició aquel interesante debate, una iniciativa que ojalá contribuya a que todos –dentro y fuera de la Iglesia– nos sensibilicemos más y mejor con las mujeres y sus dignas aspiraciones.

La primera pregunta es casi obligada: ¿cómo os sentís en el seno de la Iglesia? ¿Acogidas, aceptadas, valoradas…?, ¿o ninguneadas, desaprovechadas, utilizadas…? Porque lo cierto es que se leen (y se oyen) toda clase de opiniones y comentarios al respecto: que si sois “huéspedes” en vuestra propia casa, “actrices secundarias con frase” (en el

22

Page 3: muJeRes e iglesiA FIRMA Cargo - Vida Nueva · 2.xxx. x-x de mes de 2010 Encuentros VN muJeRes e iglesiA una asignatura pendiente ... secundaria (quizá porque ya voy siendo mayor,

23

También como religiosa me encuentro ahora con otra discriminación a nivel de Iglesia, en la parroquia: entre seglares y religiosas. La tarea fundamental en la Iglesia la tiene la mujer laica; la tarea secundaria (quizá porque ya voy siendo mayor, claro) la tiene la religiosa.

Por lo demás, francamente, a lo largo de mi vida, me he preocupado muy poco de si me marginaban o no. Me he ido abriendo camino como he podido, desde abajo, haciendo lo que he podido, y nunca me he sentido excluida.

Mª del Pino Jiménez (MPJ): Si por Iglesia entendemos la más cercana, el movimiento o la parroquia –tanto cuando estaba en Canarias como ahora en Madrid–, creo que hay un discurso teórico asumido en muchos de los hombres sobre igualdad de género en la asunción de tareas y responsabilidades. Otra cosa (y yo me río a veces con mis compañeros varones, tanto jóvenes como de una cierta edad) es que hacen esfuerzos, en la práctica, por vencer resistencias culturales arraigadas en ellos durante años. En esa Iglesia cercana, como Iglesia que somos la

HOAC, me encuentro reconocida. Y creo que las mujeres en general estamos reconocidas, nos sentimos cómodas. Pero eso no quita que, en el día a día, te encuentres con compañeros que se saben el discurso teórico, pero con los que tienes que vencer esas resistencias.

Ahora bien, dentro de la Iglesia institución, en general, lo que yo percibo como mujer es indiferencia en muchos casos. No hay combatividad. Hay una cierta indiferencia, mientras no toques temas delicados: sacerdocio, papel y participación de la mujer en la Iglesia… Entonces sí encuentras más reticencias y resistencias. Pero, hoy por hoy, lo que prima es la indiferencia. Mientras nos limitemos a hacer bien las cosas políticamente correctas, todo va bien. En cuanto empecemos con temas más polémicos (candentes), ahí sí encontraremos más dificultades (oposición).

Lucía Ramón (LR): Quizás hay varios niveles para contestar a la pregunta. En primer lugar, yo me siento Iglesia. Más que ‘cómo me siento en la Iglesia’, yo ‘me siento Iglesia’. Me

siento bautizada y, como tal, me siento ungida como sacerdote, profeta y reina; y, como tal, actúo en consecuencia. Y como dice una amiga mía musulmana: toda la tierra es mezquita. Entonces, aunque tenga dificultades para acceder a la sacristía, hace tiempo que ya no me interesa. Eso sí, sufro una fuerte disonancia cognitiva, porque entiendo que el Evangelio me enciende (en el mejor sentido de la palabra). Cuando leo la Palabra de Jesús, cuando sueño el mundo de Jesús, cuando escucho su mensaje, cuando veo personas habitadas por su espíritu…, tengo ese sueño muy vivo, y siento que mi Iglesia es muy poco fiel a ese sueño en la práctica o, por lo menos, en la imagen pública. Y cuando hablo de la imagen pública, no hablo solo de la Iglesia institucional a altos niveles, sino de cuestiones cotidianas, como puede ser una parroquia.

Pretendes aportar algo más que no sea permanecer en el plano de la “acomodadora divina”, que explica también Dolores, pero siempre he observado muchas resistencias. He sentido durante todos estos años y

Page 4: muJeRes e iglesiA FIRMA Cargo - Vida Nueva · 2.xxx. x-x de mes de 2010 Encuentros VN muJeRes e iglesiA una asignatura pendiente ... secundaria (quizá porque ya voy siendo mayor,

24

experiencias diferentes y conflictivas), se enriquecería mucho el anuncio del Evangelio para el mundo de hoy.

AC: Estoy de acuerdo en eso, y –como decía antes, aunque sea reiterativa–, a niveles altos, la Iglesia parece que ignorara un poco este “mundo subterráneo” –podríamos decir– en el que trabajamos nosotras, las adoratrices, y otras mujeres que lo hacen en otros ámbitos. Ahora bien, por otro lado, pienso que todos somos Iglesia, que yo soy Iglesia. Y que, como Iglesia (no solo como congregación), estoy trabajando en ese submundo donde hay mujeres, por ejemplo, que son víctimas de la feminización de la pobreza, como decía Lucía.

Todas las mujeres con las que tratamos nosotras son pobres, muchas de ellas han tenido incluso que vender su cuerpo para sacar a la familia adelante. Yo muchas veces trabajo con ellas en valores (como proporcionarles educación o cultura, que sepan leer y escribir…), y lo mismo hago con las muchachas de la droga. Entonces, me pregunto: “¿A dónde vas, Antonia, con estas mujeres, con estas pequeñas cositas?”. Y me respondo lo que les contesto a ellas cuando me preguntan: “Vamos hacia un nuevo amanecer”. Pero, para ello, hay que empezar por aquí, porque nadie nos va a venir a salvar desde un helicóptero, ni con un salvavidas. Vamos a ir caminando. Lo que hacemos hoy no se notará hasta dentro de 10-20 años, cuando ellas hayan podido educar a sus hijos. Porque yo que he trabajado en la escuela y con mujeres, me he dado cuenta de que la mayor parte de los problemas que tienen las mujeres ya adultas vienen de una infancia mal vivida: niñas marginadas, entregadas a lo que sea, poco valoradas… Y, como nuestra vida religiosa nos lleva de un lado a otro, después de trabajar con mujeres he vuelto a la infancia, y entonces he tratado a esas niñas de una manera muy distinta. Ya no me ha preocupado tanto enseñar conceptos o conocimientos; me ha movido más el trabajar la persona, los valores, esa fuerza que llevas dentro y que tienes que sacar para ir haciendo camino en la vida.

Así que, como desde arriba no lo vamos a poder hacer (por lo menos

que dice Lucía en su libro. Debería haber más colegialidad, más participación de la mujeres en la toma de decisiones o a nivel consultivo dentro de la Iglesia, pero no es así. Hay una visión totalmente sesgada, masculina.

LR: Si tomamos el esquema del ver-juzgar-actuar, las mujeres estamos quizás en el ver, aunque no siempre se verbaliza; fundamentalmente, hemos estado en el actuar; pero falta esa parte del juzgar. Y estoy pensando en temas, por ejemplo, como la feminización de la pobreza, la cuestión que yo trato en el libro de la violencia en el ámbito de la familia o en las relaciones de pareja, el tema del tráfico de mujeres, el tema de la sexualidad, que yo creo que es un tema que, además, se asocia directamente con la Iglesia. Y el mensaje de la Iglesia maneja unas claves, pero hay elementos, como pueden ser todo el mundo de la prostitución, de la explotación de la mujer, que son temas que apenas están presentes en nuestro discurso, en nuestra preocupación, en nuestra reflexión. Creo que hemos estado mucho en el actuar, un poco en el ver (y cuando hablo de ver, me refiero a nivel institucional, que puede ir desde un consejo parroquial hasta una escuela o a niveles más altos), y nada en el juzgar. O, cuando lo hemos hecho, hemos estado en un terreno –diríamos– más de extrarradio: publicar libros, escribir, sin una misión específica. Creo que ahí tenemos un reto: hacer juntos toda esa tarea del ver-juzgar-actuar desde el Evangelio de Jesús. Y, si incorporáramos más esa perspectiva de las mujeres (porque, además, somos plurales, somos muy distintas, tenemos

sigo sintiendo hoy (aunque quede políticamente incorrecto decirlo) que hay una resistencia a que las mujeres tengamos palabra, a que participemos en el tema del conocimiento, en el discernimiento, en el magisterio, en los ámbitos que tienen que ver con la religión, y que tienen que ver con lo teológico, o que tienen que ver con la moral. Y eso me apena, me da mucha pena. La imagen con la que yo ilustraría eso sería la de una Iglesia que tiene un ojo tapado y no quiere mirar por ese ojo.

Cuando yo descubrí mi vocación teológica, busqué compañeros y compañeras de camino y referentes, y eso me abrió a todo el mundo del movimiento de mujeres dentro de la Iglesia y las distintas redes de mujeres que hay en España. Y he aprendido muchísimo. En estos grupos, me he sentido muy privilegiada de poder vivir una experiencia de Iglesia más rica y más plena, de poder mirar la realidad con los dos ojos. Pero creo que no es mayoría. Y eso me da pena.

De alguna manera, mi libro es una respuesta a la pregunta que siempre me hacen en la Facultad: “¿Pero, tú, que quieres? ¿Para qué quieres estudiar teología si no vas a ser cura?”. Queremos el pan y las rosas, en realidad, es una respuesta a esa pregunta. Quiero eso: el pan y las rosas para todos, para todas. Y que los cristianos hagamos realidad ese proyecto, a nivel social, pero también a nivel eclesial. Creo que ahí tenemos mucho camino por recorrer todavía.

MPJ: La Iglesia institución está adoleciendo de colegialidad. Quienes están tomando decisiones son los hombres. Ahí estaría lo del ojo tapado

PL

IEG

O

Page 5: muJeRes e iglesiA FIRMA Cargo - Vida Nueva · 2.xxx. x-x de mes de 2010 Encuentros VN muJeRes e iglesiA una asignatura pendiente ... secundaria (quizá porque ya voy siendo mayor,

25

en mi caso y a mi edad), seguiremos desde abajo ese caminar hacia un nuevo amanecer, hacia la luz, con pequeños pasitos, con pequeñas cosas. Y seguro que algún por fin día amanecerá, se hará la luz.

Por emplear el propio título del libro de Lucía, ¿de qué anda hoy más necesitada nuestra sociedad cuando hablamos de la mujer: de una “justicia del pan” (que garantice su mera supervivencia) o de una “justicia de

las rosas” (que defienda y reconozca el derecho a desarrollar todas sus capacidades, que son muchas)?

LR: Hay muchas vocaciones que no están reconocidas y a las que no se les da cauce institucional, en el mejor sentido de la palabra. Porque las vocaciones, para desarrollarse, necesitan tener sus cauces. Solo hay que leer el Código de Derecho Canónico. Sencillamente, no están, no existen esos ministerios. Hablo en general del laicado. Creo que debemos pensar cómo potenciar este tema, ya que me da mucha tristeza, porque la sociedad actual necesita el Evangelio, la Buena Noticia de Jesús. Y hay que hacerla llegar, pero estamos desperdiciando muchas energías.

DA: El problema es cómo encontrar accesos para un sector eclesial que está convencido de que todo está bien, como tiene que estar o como siempre se ha hecho. Estamos aquí, y tenemos un puente sin tender, porque el diálogo es difícil. El asombro en gente de buena voluntad, incluso obispos, les lleva a preguntarse: “¿Pero qué más quieren las mujeres? Tienen su función maternal, espiritual…”. Pero esa es su escapatoria. Lo achacan enseguida al tema del poder. Como le dijo una vez un obispo a un religioso: “Lo que pasa es que esto es una lucha de poder, un quítate tú que me pongo yo”. Debemos buscar una pedagogía para que el discurso que entre nosotras está tan claro sea válido para ellos. Y se trata de cómo tender puentes de diálogo que enseñen que el poder no es malo ni bueno, sino según lo uses. ¿Por qué, en las mujeres, el poder y la reclamación de reconocimiento y responsabilidad es algo malo y, en cambio, en los hombres de Iglesia es bueno? ¿Ellos no tienen tentación de usarlo de manera despótica? ¿No son conscientes de que el problema de la pederastia viene del poder más que de la sexualidad? ¿Cómo es que este diálogo más de fondo es tan difícil? No nos consideran interlocutoras para hablar de esto… Lucía decía que la Iglesia tiene un ojo tapado. Yo digo que tiene atrofiado un ojo, un oído, un pulmón, un riñón, una pierna, un brazo… ¡Y nos quejamos de que la Iglesia está perdiendo significatividad! ¿Cómo puedo traer a alguien a que vea un consistorio,

Profesora durante dos décadas en la Univer-

sidad Pontificia Comillas, esta biblista hoy ya jubilada recuerda su desembarco en el centro como un “ascenso por defunción, no por pro-moción”. Tras la muerte en accidente de un jesuita, le ofrecieron la posibilidad de impartir clases. La primera reacción fue “la de tantas mujeres habitualmente: yo no valgo, yo no puedo, yo no sé”. Eran muchas las dudas que tenía sobre si aceptar o no la propuesta, hasta que la escocesa He-len McLaughlin, entonces superiora general de su congregación, las Religio-sas del Sagrado Corazón de Jesús, le hizo “una pregunta espléndida”: “¿Tú crees que tienes capacidad de fraca-so?”. Ante su respuesta afirmativa, ella le animó a asumir el reto. Han sido

muchas las vueltas que le ha dado a todo aquello, porque admite que “está tan intro-yectado en las mujeres el ‘yo no valgo’, ‘yo no puedo’, ‘yo no sé’, que necesitamos que otras mujeres (u hombres, incluso) nos den un empujón y nos digan: ‘Venga, intén-talo, atrévete a fracasar’”. Y se rebela contra aquel mito de “la mujer 10”, que tiene que “ser guay para todo”, cuando “los hombres tam-poco lo son”. Algo que le consuela y le produce una “enorme tranquilidad”, que argumenta así: “Tenemos por delante veinte siglos para hacer, por lo menos, las mismas tonterías que han hecho los hombres en veinte siglos. Aciertos y tonterías. No se nos puede pedir que ahora solo tengamos acier-tos, porque ellos en veinte siglos no los han tenido. Es humano”.

Mientras, durante sus veinte años de docencia, Dolores Aleixandre ha asistido, con otras mujeres, “a la irrup-ción del estéreo frente al mono”. “De pronto –re-cuerda–, se empezaron a oír otras voces que decían cosas de manera distinta”. Muchas veces, a costa de hacer el ridículo. “Hay que pasar ratos fatales”, confie-sa, porque, en los inicios de la vida pública de la mujer en la Iglesia, “o tenías cara y te ponías el mundo por mon-tera, o si no…”. La tentación en tales situaciones es ser –como diría la psicoanalista Pepa García Callado– “una mujer bonsái: yo en mi ma-cetita, recogida, sin sacar un rama del tiesto, no sea que me la corten”. Pero “el Evangelio dice que hay que ser un árbol de mostaza, y eso, con la perspectiva de años, no es fácil”.

Dolores AleixAnDre: “No es fácil ser un árbol de mostaza”

Page 6: muJeRes e iglesiA FIRMA Cargo - Vida Nueva · 2.xxx. x-x de mes de 2010 Encuentros VN muJeRes e iglesiA una asignatura pendiente ... secundaria (quizá porque ya voy siendo mayor,

26

doble jornada… Estamos asistiendo a un cambio de modelo en el que ya muchas mujeres no asumen ese rol. Creo que eso está desatando muchas crisis en parejas, porque a lo mejor él se casó con la mujer que se pareciera a su madre. Y la mujer ya no le plancha las camisas, sino que le dice: “Mira, la cuelgas en la percha y te queda divina”. Mucho de ese resquemor está creciendo; lo que ocurre es que la Iglesia parece estar ajena a que eso está ahí, a que ese cambio de paradigma está presente generando mucha violencia, y la Iglesia pretende que no le salpique esa violencia.

En un momento del libro, a propósito de este tema de la violencia contra la mujer, Lucía dice textualmente que “la Iglesia tiene que comenzar a ser parte de la solución si quiere dejar de ser parte del problema”. ¿Hasta qué punto creéis que la Iglesia ha sido (o es) parte del problema? Y aquí estoy pensando en todas esas veces en que, desde determinados ámbitos eclesiásticos, se ha insinuado o se ha hablado directamente de la “mentalidad divorcista” o de la “liberación sexual” en busca de explicaciones a dicha violencia.

LR: Creo que no hay posibilidad de neutralidad. A mí lo que me preocupa –y es el primer paso que hay que dar como Iglesia (y hablo del discurso institucional: desde la Comisión Episcopal para la Familia hasta los diferentes movimientos, parroquias, en la predicación, en el acompañamiento espiritual…)– es visibilizar la realidad de las familias con sus contradicciones; hacer un discurso encarnado, porque ahora mismo todo el discurso oficial de la Iglesia en torno a la familia es absolutamente ideal. Tan ideal que el modelo es una madre Virgen, un padre que es Dios y un hijo que también es Hijo de Dios. Es decir, necesitamos ese principio evangélico de la encarnación, asumir que nosotros somos también humanos como los demás y que, en nuestras familias cristianas, también hay dificultades, conflictos, tensiones, relaciones de poder, hay violencia… Y que debemos ser parte de ese proceso de ver cómo resolvemos esta cuestión.

Las mujeres muertas que aparecen en los medios son la punta del iceberg. Es decir, el maltrato es cotidiano;

tierra. Nos encontramos desbordados, no sabemos ya ni qué hacer. Pero es como si fueran dos Iglesias paralelas: la Iglesia que prepara una visita del Papa y otros actos con todo el esplendor; y la Iglesia que está al pie del cañón con la gente que sufre, allí donde la mujer está pagando el pato. Porque muchas de las riñas y problemas familiares son por falta de medios. Y quien paga ahí las consecuencias es la mujer, porque se la considera la encargada de buscar recursos, de que los hijos salgan adelante, de dar placer… Cuando la mujer no llega a todo esto, en muchos momentos se produce esa violencia que todos sabemos desgraciadamente cómo acaba a veces.

Por eso, yo veo que hay ese desfase entre una Iglesia esplendorosa y una Iglesia que está con los hundidos. ¿Cómo se baja de lo uno a lo otro? Con el despojo: de donde hay hacia donde no hay. ¿Cómo se hace? Pues no lo sé. Cuando demos una imagen de Iglesia a pie de tierra, andando con los pobres, despojándose de lo que da esplendor para dar a quien no tiene, seremos una Iglesia mucho más creíble, más amada y mucho más valorada por todos.

DA: Creo que estamos ante un desajuste general de modelos. Muchas parejas se casaron o se juntaron con un modelo de mujer: la que está en casa, cuida a los hijos, saca adelante una

y explicarle sin enfado que no tengo nada que ver con esa celebración de 200 obispos, que estoy al margen? ¿Cómo le explico que en esa Iglesia no me reconozco? Solo esa foto ya es impúdica; aunque ellos no lo sienten así, porque no se ponen de este lado.

MPJ: Ahora, con la elaboración de los Lineamenta para el Sínodo de los Obispos de octubre de 2012 sobre la Nueva Evangelización, se están oyendo aportaciones de todo tipo. Yo creo que la Nueva Evangelización tiene que pasar, entre otras cosas, por un pararse a analizar y reconocer el papel de la mujer hoy en la sociedad. Porque el objetivo y misión de la Iglesia es la evangelización. ¿Cómo llevar la Buena Noticia que tenemos que comunicar a una sociedad en la que, en estos últimos 20 años, la gran revolución ha sido la de la mujer? Pero no se están dando estos análisis ni estas reflexiones que estamos haciendo aquí nosotras. O no nos ven como interlocutoras, o bien es que unas estamos en FM y otros están en onda media, y no terminamos de sintonizar en la misma frecuencia de radio.

Tratemos, si os parece, de darles algunas pistas para esa sintonía. Y hablemos ahora de una de las grandes heridas de nuestra sociedad actual: la violencia contra las mujeres, con decenas de víctimas mortales cada año. En busca de causas, se habla de una “sociedad enferma”, de sus raíces patriarcales, incluso de la fuerte conexión entre violencia de género y pobreza, pero os traslado la misma pregunta que Lucía se hace en su libro: ¿es la violencia contra las mujeres un desafío para la Iglesia? ¿Puede hacerse algo más de lo que ya se está haciendo desde la comunidad cristiana?

AC: Hay que dejar de dar esa imagen de omnipotencia y esplendor y estar un poquito más al lado de los pobres. Es verdad que el brazo derecho de la Iglesia es Cáritas, y Cáritas está desbordada y al lado de los pobres. Pero que, por un lado, Cáritas esté haciendo esto, y, por otro, la Iglesia jerárquica –en su liturgia, en su esplendor, en su culto y en sus manifestaciones externas– esté dando esa otra imagen de prepotencia, de poder, de tener…, para mí, es una contradicción. Desde Cáritas, la Iglesia está al lado de los pobres, pisando

PL

IEG

O

Page 7: muJeRes e iglesiA FIRMA Cargo - Vida Nueva · 2.xxx. x-x de mes de 2010 Encuentros VN muJeRes e iglesiA una asignatura pendiente ... secundaria (quizá porque ya voy siendo mayor,

27

luego, está el maltrato psicológico. Leía tiempo atrás una noticia de cómo, por la crisis, ha disminuido enormemente la siniestralidad laboral, los accidentes laborales, pero ha aumentado muchísimo el acoso laboral. Quizás, aquí habrá mucho de acoso sexual también y de problemas de este tipo.

Entonces, yo creo que lo primero que habría que hacer es reconocer una realidad social. Y luego acogerla, analizarla. Hay que entrar en ese ver-juzgar-actuar, porque –lo digo en el libro y estoy convencidísima– creo que en la Iglesia tenemos una gran potencial de recursos: educativos, humanos, de espacios donde se puede ayudar muchísimo en este tema. Y en la Iglesia española nos tenemos que implicar. De la misma manera que la sociedad española ha avanzado en este tema enormemente (hay otros países que consideramos mucho más desarrollados en este tema, como Austria, donde no se contabilizan las mujeres muertas por violencia de género), creo que, a nivel de Iglesia, de comunidad cristiana en general, este tema no puede estar ausente. En este sentido, me alegro mucho de que esté Antonia aquí, porque ella sí que representa toda una tarea real que se está haciendo, sobre todo

por parte de las mujeres de la Vida Religiosa. También los movimientos, Cáritas… están ahí, acompañando a los pobres, y la mayoría de los pobres son mujeres. Pero falta la palabra pública. Falta esa indignación ética, esa propuesta de soluciones. Mira la Conferencia Episcopal católica de los Estados Unidos o el Consejo Ecuménico de Iglesias. Hay ejemplos clarísimos de gente que ya lo está haciendo. ¿Por qué no lo podemos hacer aquí?

DA: Pregunté una vez en un acto público en el que había obispos cómo se forma a los seminaristas para el trato con mujeres. Porque me da la impresión de que los nuevos que vienen otra vez están en posturas muy asimétricas, por decirlo con dulzura. Entonces, uno de los obispos me dijo que cuánto le extrañaba que dijera eso, cuando los sacerdotes nos tratan según nuestro “cometido propio” y nuestra “dignidad peculiar”. Le dije que a mí me gustaría que la dignidad de las mujeres no fuera peculiar. Que fuera dignidad y punto.

Ellos y nosotras. Y produje un gran malestar en la mesa.

Ahí está la cuestión: la Iglesia ha generado un dialecto especial en lo que se refiere a las mujeres, con las mayúsculas de exaltación, con un lenguaje de paternal condescendencia. Ese es el salto que me pregunto por dónde abordar. Si a alguien se le ocurre cómo encontrar vías…, porque somos la Iglesia, pero no encontramos canales.

LR: Hay miedo a la diferencia. Hoy por hoy, el gobierno de la Iglesia y la toma de decisiones están en manos de un clero que es masculino y que, además, vive en entornos masculinos donde la presencia de mujeres siempre es de mujeres que tienen tareas subalternas. Cuando uno se ha educado así durante mucho tiempo, es difícil empezar una relación. Hay una falta de conocimiento, de relación en espacios de reciprocidad. Y el problema que tenemos es que nosotras estamos dando pasos desde hace mucho tiempo (las mujeres llevamos años, por ejemplo, escribiendo libros de teología), pero nadie nos lee, nadie quiere hablar, nadie quiere escuchar. ¿Qué más podemos hacer?

AC: Todos los discursos de la alta jerarquía, algunos de los cuales van aterrizando en el campo de la mujer,

lucíA rAmón: “El Espíritu nos llama a la diversidad”

Esta madre de familia va-lenciana se define como

“una persona de Iglesia, una cristiana bautizada, con una fuerte vocación teológica, que se encuentra en una Iglesia, en una co-munidad cristiana y en una sociedad donde eso rechi-na o sobra”. Y de ahí nace, precisamente, su deseo de transformar esta realidad, “para que quepa más toda la diversidad humana y toda la diversidad a la que nos llama el Espíritu”.Profesora en la Facultad de Teología de Valencia y en la Cátedra de las Tres Religiones de la Universi-

dad pública de esta misma ciudad, Lucía Ramón des-cribe su relación con la teo-logía acudiendo a la figura de María de Nazaret, cuya “vocación completamente irregular, imprevisible, no parecía que debía tomarse muy en serio y que, quizá, no era bienvenida para lo que esperaría cualquiera de su generación o de su época en el mundo judío”. Desde los 16-17 años en que despertó su vocación teológica, esta laica se sigue haciendo las mis-mas preguntas acerca de la aventura emprendida: “¿Qué quiero?, ¿a dónde

voy?, ¿para qué?, ¿ por qué?, ¿lo voy a dejar aho-ra que tengo un hijo?…”. Ella es consciente de la dificultad que entraña aceptar “en nuestra comu-nidad cristiana, tanto por parte de varones como de mujeres, esa llamada del Espíritu, que muchas veces luego se convierte en que una hace tonterías, que no garantiza nada más que el hecho de que te pongas en camino, con algún acierto y muchos errores”. Pero no es nada nuevo. La histo-ria se repite. “Eso –acep-ta confiada– ya les pasó a Abraham y a Sara”.

Page 8: muJeRes e iglesiA FIRMA Cargo - Vida Nueva · 2.xxx. x-x de mes de 2010 Encuentros VN muJeRes e iglesiA una asignatura pendiente ... secundaria (quizá porque ya voy siendo mayor,

28

tiene por qué), pero él recoge esta lectura, y habla del pecado original, y de que esa violación de la dignidad de las mujeres tiene que ver con un desequilibrio no querido por Dios, que es consecuencia del pecado. ¡Sería tan bueno plantear este tema, hablarlo, predicarlo, enseñarlo en la catequesis, en los cursos prematrimoniales…! Es tan importante como hablar de métodos anticonceptivos, que también es un tema importante, y hay que actuar en conciencia y reflexionar…, pero creo que hay temas de base, de fondo, radicales, y este es uno de ellos. Y esa doctrina, que es profundamente católica, está ahí como en el olvido, y es fundamental.

Hay otra alusión que quería hacer en esta línea y es: cómo, si volvemos al ejemplo de Jesús, la primera palabra de Jesús resucitado es a una mujer, que es María Magdalena, y es una pregunta: “¿Por qué lloras?”. Una Iglesia que quiera ser creíble, como testigo de Jesús resucitado, tiene que hacerse esa pregunta, tiene que hacerle esa pregunta a las mujeres: ¿por qué lloras?, ¿por qué lloráis? Y tiene que acoger esas respuestas, dejarse interpelar, dejarse cuestionar y ponerse en camino.

Demos un paso más (o uno previo, según se mire). ¿Qué puede hacer la Iglesia, institución que arrastra cierta mentalidad machista y patriarcal, para contribuir a que el feminismo se libre de una vez de etiquetas y prejuicios, y universalizar sus demandas?

LR: Yo lo cuento en el libro. Una de las partes está pensada para presentar qué es el feminismo, porque este prejuicio continúa, es muy fuerte. Y a mí me pasa como a Dolores, que cuando

orientar la búsqueda de soluciones ante esta lacra social. Hace falta descubrir en estos momentos cuál es el mensaje que Jesús transmite para la felicidad del hombre y la mujer de hoy.

DA: Se habla mucho de “ideología de género”, y se ha formado ya un latiguillo: “el relativismo moral y la ideología de género”, empleado muchas más veces que para decir que “la Iglesia está contra la violencia machista”. Estoy esperando a que haya un pronunciamiento, una encíclica, un motu proprio o lo que sea. Pero se utiliza la palabra ‘género’ para descalificar, porque hay como un temor a que el tema del género siembre inestabilidad. ¡Es que el Evangelio genera inestabilidad! Esa es la impresión que da: que no se quiere aceptar, y que “ya estamos muy bien”, como diciendo: “No molestéis, ya salió una carta del Papa, la Mulieris Dignitatem; por lo tanto, como dijeron nuestros venerables predecesores, ya no hay nada más que decir”.

LR: Y es curioso que, en la Mulieris Dignitatem, cuyo texto es amplio y con muchas partes para analizar, de lo que menos se suele hablar es de la primera parte, donde se cita la ‘esencia oblativa’, que es una mayúscula de estas características. A mí me parece que es magnífico cuando Juan Pablo II analiza las relaciones de dominación del varón sobre la mujer y esa ruptura de la reciprocidad querida por Dios, de la igualdad en dignidad y la reciprocidad, como una de las consecuencias más graves del pecado. Esta es una lectura que hace también la teología feminista desde hace años y que el Papa incluye ahí; no lo cita (tampoco

los leerán otros cuatro curas de la alta jerarquía y los cuatro obispos a los que les interese. A mí me parece que, en la Iglesia, hay una falta de escucha a nivel de la gente sencilla. ¿Por qué? Las personas dedicadas a la atención de los demás, en primer lugar, escuchamos sus problemas y lo que les preocupa. Pisamos la realidad y, desde ahí, podemos reclamar lo que haga falta. Pero la gente de Iglesia que escribe a niveles altos lo hace desde teorías, desde cosas que le suenan de oídas. No practican esa escucha sosegada y gratuita necesaria para cambiar las cosas. Porque algunas cosas cambiarán en la Iglesia cuando la jerarquía tome conciencia de lo que está pasando en la base, y no solo porque se lo contemos los voluntarios, sino porque lo escuchen directamente de las personas atendidas.

Por ejemplo, cuando hablamos de la violencia de género, por nuestra experiencia directa, sabemos cosas como que el marido está en paro y se queda en casa, mientras la mujer tiene escaleras para limpiar y, además, acude a un taller de Cáritas por cuya asistencia recibe una pequeña ayuda… Pero, al llegar a casa, se encuentra con que el marido no ha hecho nada, ni atender a los niños, porque, directamente, le molestan. Ahí empiezan las discusiones, los problemas. ¿Escuchan las altas instancias de la Iglesia esos problemas? Porque eso es la vida y lo que pasa en la realidad cuando hablamos de un problema así.

MPJ: Hay también raíces psicológicas. Las relaciones humanas y afectivas son complicadas, también las relaciones de poder. Por eso, más que adoctrinar, la Iglesia debe comunicar a diario en sus catequesis un mensaje que, sin ser descafeinado ni ajeno al mensaje de Jesús, esté adaptado a esa realidad. Leer los signos de los tiempos. Y uno de los signos de los tiempos es esta revolución de la mujer. Un dato: muchas de las mujeres católicas hoy en día utilizan anticonceptivos, cosa que está totalmente condenada por la Iglesia. Hay, por tanto, desajustes en esa doctrina. La Iglesia, desde la cercanía a las situaciones de sufrimiento de las personas y las familias, debe denunciar, iluminar y

PL

IEG

O

Page 9: muJeRes e iglesiA FIRMA Cargo - Vida Nueva · 2.xxx. x-x de mes de 2010 Encuentros VN muJeRes e iglesiA una asignatura pendiente ... secundaria (quizá porque ya voy siendo mayor,

29

das conferencias, te hacen preguntas increíbles. Yo creo –y no me canso de decirlo– que lo primero que hay que hacer es conocer la historia, leer, formarse y acercarnos un poco a lo que es la historia del feminismo como gran movimiento social; luego puede haber, por supuesto, corrientes feministas más enfrentadas con planteamientos cristianos. Pero el feminismo como corriente global tiene ya más de 200 años de historia: hablamos de un movimiento que nace en la Ilustración y que reivindica la igualdad de derechos y oportunidades y la igual dignidad de varones y mujeres. Y yo creo que, en ese sentido, no solo no es incompatible con el cristianismo: es que es absolutamente compatible, y yo creo que está muy vinculado al propio germen cristiano, que lleva al reconocimiento de los derechos humanos, de la dignidad humana en Occidente. En ese sentido, el movimiento feminista –y por

esto algunas feministas me tirarían ladrillos a la cabeza– creo que está muy vinculado al anuncio cristiano de la igual dignidad, como otros valores y los derechos humanos. Lo que pasa es que el feminismo es como el ‘pepito grillo’ de la Ilustración; y en este sentido, también es un ‘pepito grillo’ ahora en la Iglesia, porque esto nos obligaría a revisar muchas de estas prácticas de la venerable tradición y a pensar otros modelos de relación comunitaria. Y eso, yo creo, es lo que genera urticaria: el tener que hacer cambios. Porque a todos nos molesta hacer cambios, y nos asusta, y nos incomoda. Creo que el verdadero miedo va por ahí. Y, sin embargo, creo que este movimiento es irreversible a nivel mundial. Entonces, no querer verlo, y convertirlo en una especie de demonio con rabo que exhala azufre tipo ‘la ideología de género’, y reducirlo a eso, es como negarse a ver la cuestión obrera en el siglo XIX. Es una postura como la de los niños que se tapan los ojos y creen que así no les vas a ver cuando juegan al escondite. Creo que es una equivocación histórica.

AC: El movimiento feminista es algo imparable, que reclama unos derechos que han sido arrebatados muy al principio de la historia humana. Eso es algo que debe seguir su camino y que, al final, como cualquier otra cosa por la que se lleva mucho tiempo luchando, se llegará a conseguir. Porque el movimiento de la mujer en favor de sus auténticos derechos como mujer, tanto en la Iglesia como en la sociedad, es imparable. Ahora bien, costará sangre, como ha costado sangre la conquista de territorios perdidos; pero, al final, será algo que se logrará. Aunque tienen que caer torres muy altas.

MPJ: Yo coincido con lo que se está diciendo: que es imparable. También veo que todos las organizaciones y movimientos (sean feministas, ecologistas…) tienen que estar permanentemente en revisión. Decimos que la Iglesia tiene que estar atenta a los signos de los tiempos, pero creo que, en general, todos, para que en verdad nuestras reflexiones sean creíbles, tenemos que estar en permanente revisión: la persona humana tiene que estar en permanente revisión, el movimiento feminista tiene que estar

mª Del Pino Jiménez: “Fui educada para sacar lo mejor de mí misma”

Desde hace poco más de dos años, esta maestra de profesión y mi-

litante de vocación es la primera mujer que ocupa la presidencia de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) en sus 65 años de historia. Nacida en Canarias en el seno de una familia numerosa (cinco chicas y tres chicos), tuvo “la gran suerte” de ser educada “para que sacáramos lo mejor de nosotros mis-mos, fuéramos hombres o mujeres”. Todos recibieron una formación aca-démica, pero también agradece a sus padres “esa promoción de su valía, de animarmos a poner al ser-vicio de los demás los talentos que teníamos”.Mª del Pino Jiménez estudió algo tan femenino como Magisterio, donde “la mayoría somos mujeres, sobre todo en los niveles básicos”. Una formación que completó con su in-greso en la HOAC, en la que aquella seguridad recibida en familia para enfrentarte luego al mundo “se vio enriquecida por el método del ver-juzgar-actuar de la Acción Católica, que te invita a ver la realidad desde una óptica determinada, enjuiciarla desde el Evangelio y actuar”.Poco a poco, sin apenas darse cuen-ta, esa base la fue llevando a asumir tareas dentro del movimiento. Desde muy joven, esta laica participó en organizaciones sociales –sindicales, en su caso–, hasta que un día se le pidió que asumiera cargos de res-ponsabilidad. Y, ante la duda de si servía para ello, se dijo a sí misma: “Voy a permitir equivocarme”. Y reconoce que se equivocó, “pero no tanto; a veces, como mis compañe-ros varones”. Así, fue combinando el desarrollo profesional con la mi-litancia sindical, “con sus luces y sus sombras”. Por eso, cuando los militantes de la HOAC decidieron por votación elegirla como presiden-ta del movimiento, volvió a dudar, pero “¿por qué no permitírtelo?”, se repitió. Y asumió el reto.

Page 10: muJeRes e iglesiA FIRMA Cargo - Vida Nueva · 2.xxx. x-x de mes de 2010 Encuentros VN muJeRes e iglesiA una asignatura pendiente ... secundaria (quizá porque ya voy siendo mayor,

30

han de hacer ese trabajo de afirmarse como mujeres creyentes sin que su ser mujer las disminuya. Ha habido ahí una parte de trabajo importantísima, que ha dado lugar a muchísimas publicaciones, textos, relecturas bíblicas… reflexiones muy valiosas.

Creo que ahora tenemos que abrir una nueva etapa con un reto, que es conseguir la complicidad, la conversión de los varones al feminismo. Y en ese sentido, yo tengo mucha esperanza: veo varones a mi alrededor –una inmensa minoría, como La 2– que se sienten feministas en estos términos en los que estamos hablando ahora: que no quieren una madre, ni una criada, ni una princesa a la que tengan que ir a rescatar del dragón con la espada; sino que quieren compañeras, que quieren amigas, que quieren cómplices, y que lo quieren para ser felices. Yo confío en eso, creo que el cambio viene por ahí: que esos varones que quieren eso no se asustan tanto; igual en un primer momento hay una cierta prevención, por el estereotipo de la “hiena con faldas” y todo esto, como que ser feminista es que no te depilas, que no quieres a los hombres… Cosas absurdas, pero que están ahí; pero cuando se rompe ya el hielo… Yo lo he visto con el libro: a mí me ha escrito mucha gente de la HOAC y muchos hombres a los que les ha interesado, que se han sentido interpelados, que se han sentido identificados con ese proyecto.

desarrollar todas sus dimensiones como personas. Los fines tenemos que compartirlos, pero cómo alcanzarlos hoy en día, qué significa eso hoy en día, qué estrategias utilizar hoy en día… Porque no podemos estar reproduciendo y repitiendo como loritos actuaciones y mensajes… Vamos a actualizarlo. Creo que hay que reconocer lo que valía en su momento y hay que seguir haciéndolo, y lo que ya ha dejado de surtir efecto y hay que reinventarlo, para lograr el fin, porque el fin sigue siendo el mismo. Pero, ¿cómo lograrlo en estos momentos?

En esta reinvención o actualización han querido participar también las teologías feministas, pero ¿cuál ha sido o está siendo su papel en la necesaria emancipación de la mujer?

LR: Quizá tendríamos que abrir una etapa, o, al menos, intento hacerlo en el libro. En la teología feminista española, hemos tenido una primera etapa de tomar conciencia de una realidad, de releer la Biblia con ojos de mujer, de hacernos muchísimas preguntas; sería una etapa imprescindible (lo hemos hablado al principio de la conversación): de trabajo de las propias mujeres, de autodescubrirnos y autoasumirnos positivamente como mujeres, y como mujeres creyentes; porque tenemos textos de san Jerónimo y de los Padres de la Iglesia en los que nos ponían como modelo para ser santas el asimilarnos al varón… Y todavía muchas mujeres

en permanente revisión y reflexión, y adecuarnos a las demandas; sobre todo, para evitar discursos rígidos que a veces no nos hacen creíbles de cara al exterior, sino que responden a estereotipos: parece que la mujer feminista “tiene que decir esto y esto”, y “hacer esto y esto”… Pues mira: “digo esto y desde esta visión”, y “no tengo por qué hacer esto o vestir de esta manera”… A mí me apasiona la retroalimentación. Me parece que no está todo dicho en el movimiento feminista, hay mucho por decir y mucho que reflexionar con otros movimientos.

DA: ¿Cómo encontrar lenguajes que no amenacen? Porque en cuanto amenaza el lenguaje o llega una mujer –que yo creo estupendo que exista– que da el puñetazo… Yo no soy de puñetazo, pero reconozco que hacen su papel y que hay cosas que está bien que digan. Pero hay que encontrar conductos: más dialogar, más humor, más fina ironía si puedes, más texto evangélico… Todo eso para acercar posturas, porque, si no, no les quitamos el miedo y, además, se agarran, y más en otros ámbitos… Los columnistas desempeñan un papel muy ambiguo, porque a veces se dicen en el feminismo cosas ridículas: “los vascos y las vascas”. Hay una risa nerviosa con lo del doble lenguaje: “el género y la génera”. La gente se agarra a eso, y dice: “¿Lo ves como es ridículo?”. Por un lado, ahí siento mucha división, porque mi parte humorística se ríe, y dice: “Qué razón tiene, con Blancanieves y las siete personas con crecimiento desigual”. Y te ríes, porque, de verdad, resultamos ridículas. Por tanto, a veces hay que, por estrategia, renunciar a cierto discurso para no siempre asustar, no siempre provocar ridículo, reírte tú también. Pero, claro, una parte de ti está irritada de que, con eso del lenguaje, se cambie todo.

MPJ: Y lo que valió en su momento, las estrategias que utilizamos en su momento, pueden no valer ahora. Por eso se trata de decir que mantenemos los mismos fines: una sociedad igualitaria, donde toda persona pueda desarrollar sus capacidades. A una madre le gusta estar y cuidar de sus hijos e hijas; pero no solo le gusta hacer eso, le gusta hacer otras cosas; no la reduzcamos solo a eso, para que pueda

PL

IEG

O

Page 11: muJeRes e iglesiA FIRMA Cargo - Vida Nueva · 2.xxx. x-x de mes de 2010 Encuentros VN muJeRes e iglesiA una asignatura pendiente ... secundaria (quizá porque ya voy siendo mayor,

31

MPJ: Porque es un mensaje integrador, el que transmites en el libro, Lucía, un mensaje conciliador, que establece puentes…

LR: Necesitamos la complicidad y queremos la complicidad, y el cambio va a venir por ahí. Sí creo que hay varones que se sienten muy incómodos en este cambio, con que no haya una relación de arriba a abajo; y, entonces, pasar a otra posición les genera mucho conflicto. Pero hay muchos otros como Jesús con la cananea: Jesús estaba en esa relación, de arriba a abajo, y la cananea le interpela y él cambia de plano. Yo veo ahora varones dispuestos, que se dejan interpelar, dispuestos a cambiar de plano, y que entremos en unas relaciones de complicidad diferentes que dan lugar a cosas nuevas. Porque, verdaderamente, por tradición histórica, por cultura, por educación, por sensibilidad, por hormonas… varones y mujeres tenemos diferencias y nos podemos aportar muchísimo.

Acaba de referirse Lucía a un conocido episodio bíblico, el de la cananea, que nos lleva a pensar en otros como el de la samaritana, las curaciones de la hemorroísa o el de la mujer encorvada… que nos hablan del modo que tenía Jesús de relacionarse con las mujeres. ¿Qué puede aprender hoy la Iglesia de esos encuentros?

DA: Una cosa es –que yo creo que está muy presente, y en eso hemos mejorado– nombrar mujeres bíbilicas. Todas las mujeres antes eran María Magdalena: era una muñeca rusa e iban saliendo todas las mujeres de ahí… Ahora ya se sabe de otras. Ahí están las mujeres en la resurrección. Yo creo que ahí estamos recogiendo los frutos de haber sido muy pesadas. Eso creo que se ha infiltrado ya en el discurso, en la homilética. Falta decir esto mismo, y es curioso, porque dice la Mulieris Dignitatem: el hombre en cualquier situación tendría que hacer suyo el modo de comportarse de Jesús con las mujeres. Yo siempre digo: habría que tirar como confeti papelitos en los patios de los seminarios, tirar octavillas con esa frasecita y: ‘Juan Pablo II’, para ver si, con esto, se mejoraba un poco.

Y otro tema al que le doy importancia es a los textos misóginos: ponerlos en relieve para reírse. Porque, claro: “Anillo

de oro en hocico de cerdo es la belleza en mujer necia”. Vale. Esto lo decían los hombres en la taberna, pero las mujeres en la fuente decían: “Cinta de púrpura, cabeza de calvo es la suficiencia del hombre estúpido”. Es decir, ir haciendo un poco de equilibrio. “Pues, claro, mira qué estúpidos, esos sí que eran estúpidos”. A todos los misóginos

de la Biblia, darles cancha para que vean ahí su propio pensamiento retratado y decir: “¿Lo ven, cómo han aprendido ustedes solo de un sector?”, y tocar esos temas con frecuencia, con libertad, no con ceño fruncido, sino con un poco de risa. Yo he visto cómo la gente era muy receptiva con ese texto, y se ríe, porque dice: “Anda, pues es

Ha trabajado en centros educativos, en cárceles,

con mujeres maltratadas…, fiel al carisma de su congre-gación, que es estar con la mujer marginada; pero esta adoratriz curtida en mil ba-tallas reconoce que quien ha salido a su paso en todo momento ha sido Cáritas. “Ahí no he visto distinción entre hombres y mujeres –dice– a la hora de asumir servicios”. Y así fue como, jubilada de uno de los co-legios, decidió que debía “seguir haciendo algo”, y acudió a la institución que encarna la dimensión carita-tiva de la Iglesia. Ahora, An-tonia Criado trabaja con un grupo de cuarenta mujeres marroquíes en el madrileño Ensanche de Vallecas, lo que ha supuesto para ella “todo un reto”, además de colabo-rar en la acogida de Cáritas, “donde llegan mujeres en una situación muy precaria, tanto cultural y económica-mente como de estructuras familiares”. Un centro de rehabilitación en Hortaleza para mujeres que quieren salir de la droga, en el que participa en un proyecto de alfabetización, completa su amplio abanico de ocupacio-nes actuales.Todo ello, la religiosa lo saca adelante como ha vivi-do: “A base de empujones y con el ‘tú puedes’”. Aunque en su fuero interno dudara y nunca se haya considera-

do “una mujer de rompe y rasga” (“no tengo tampoco estudios para eso; simple-mente, estudié Magisterio”, confiesa), siempre fue “una persona que no me he aco-bardado”. Si por algo se ha caracterizado su labor es por estar con la gente sen-cilla, convencida de que “lo importante en la Iglesia y en la sociedad es hacer lo que hace la levadura: meterte

entre la masa en zapatillas e ir fermentando”.No se siente “ni mejor ni peor que el hombre: los de-rechos son los mismos. Dios nos creó iguales, a su ima-gen y semejanza”. Por eso, lo único que le preocupa es, desde la pobreza de “lo que yo soy y lo que tengo, germinar y dar lo mejor de mí misma, sea lo que sea”. Y en ello anda.

ANtONIA CrIAdO: “Lo importante es meterte entre la masa en zapatillas”

Page 12: muJeRes e iglesiA FIRMA Cargo - Vida Nueva · 2.xxx. x-x de mes de 2010 Encuentros VN muJeRes e iglesiA una asignatura pendiente ... secundaria (quizá porque ya voy siendo mayor,

32

en saberme digna de él, porque esa dignidad me la dio Jesús; y, segundo, en esa dignidad, estar preparada, o sea, que nuestro discurso sea un discurso con sustancia, no solamente de frases tipo “queremos la igualdad”. Ser capaces de estar a la altura de la llamada que a cada una se nos hace en ese sentido de preparación, de implicación, de ser responsables de una tarea que se nos ha dado, independientemente y por encima de ser mujeres o hombres.

LR: A mí me gustaría subrayar una tesis que aparece en el libro, y que para mí es central; y que emerge de la lectura de los Evangelios y que es vital, desde la propia experiencia de las mujeres, y que es: cómo Jesús vincula el Reino de Dios a la sanación de las mujeres. O sea, sin salud integral para las mujeres no hay Reino de Dios. Creo que este es un mensaje en el que hay que insistir. Y está muy claro en los textos, pero pocas veces se oye esa perspectiva. Jesús reconoce que uno de los signos de identidad de la presencia del Espíritu del Reino de Dios es la salud integral de las mujeres. Creo que eso fue así en la vida de Jesús y lo tiene que ser también ahora. Por eso, lo planteo como reto y como interrogación: allí donde no hay sanación, sino postración, opresión de cualquier tipo, desprecio, es un signo de anti-Reino; y eso tiene que ser transformado, tiene que ser sanado, hemos de cambiarlo.

DA: Tiene mucha importancia la complicidad, por supuesto, de los hombres, pero empezando por las mujeres. Llevo fatal las rivalidades entre mujeres, y creo que [hay que] presentar no a Lía y a Raquel, sino a Rut y Noemí como mujeres cómplices, y hacer ver la complicidad de una mujer que conoce el idioma con otras que no, de las teólogas que se apoyan y se valoran, y se citan unas a otras y no hacen paréntesis (“fulana no porque no es de mi cuerda”). Eso lo llevo fatal.

PJ: En el mundo de las organizaciones políticas y sindicales, también debemos avanzar en esa complicidad.

Pues ojalá que entre todos, hombres y mujeres, recuperemos esa complicidad. Nuestra sociedad y nuestra Iglesia nos lo agradecerán. Como Vida Nueva os agradece vuestra presencia hoy aquí y vuestro lúcido y generoso testimonio.

su dignidad y, desde ese momento, rompemos, aunque sea a empujones como he hecho yo: “Puedes, vales…”.

DA: La pregunta es si, en los casos por muerte de violencia machista, las mujeres están empoderándose, porque eso sería interesante analizarlo para ver cuánto se está jugando la mujer en su crecimiento y dignidad y cuánto está sulfurando al varón.

MPJ: Saber cuántas son mártires de esa liberación. Porque muchas mujeres, por luchar por esa igualdad y ese empoderamiento, están siendo mártires para que otras en un futuro estén más empoderadas. Porque en esta causa, como en otras causas de liberación de los pueblos, la sangre del mártir hace que la revolución sea posible.

A mí lo que me queda de esto es que Jesús no hizo distinciones ni discriminaciones, su mensaje es para todos y a todos, hombres y mujeres, nos llamó a ser apóstoles. Lucía decía que la primera a la que se le aparece Jesús resucitado fue a una mujer. Todos estamos llamados a lo mismo, así que, en ese sentido [tenemos que] quitarnos tantos ropajes culturales de tantos años, que nos han hecho que perdamos de vista eso: que somos destinatarias, pero también somos enviadas. Claro, cuando pienso en ese envío, me entra temor y temblor en un doble sentido: primero,

verdad, qué tonterías dice la Biblia, está escrita por hombres que no tenían otro horizonte”, pero llega Jesús y rompe ese horizonte. ¿Se imaginan a Jesús diciendo, como Zacarías: “Apareció la mujer en una cazuela, asomó, y el ángel dijo: tápala…”? ¿Les suena algo de lo que está pasando en la Iglesia hoy? ¡Un poco más de cancha al humor!

AC: Cuando hablabas tú, Lucía, yo pensaba en estas mujeres que llegan a nuestras casas, sobre todo de países del Este. Nosotras empleamos una palabra, cuando llegan al proyecto, que es: hay que empoderarlas, lo primero es que se empoderen. Y yo pensaba que, claro, las mujeres que reclamamos la dignidad de la mujer, el feminismo, somos personas que ya estamos más o menos empoderadas. Pensaba en estas mujeres sencillas, de barrio, de pueblo, estas mujeres que nos vienen a nosotras deshechas, destrozadas; lo primero que hay que hacer es que se empoderen, que se valoren, que sepan cuál es su dignidad como mujer. Y pensando un poco en todas estas mujeres de la Biblia que tú decías, yo hacía ahora un repaso: desde Sara, que se ríe, hasta la mujer cananea de la que hablabais, que insiste e insiste, porque dentro de ella está empoderada y sabe que vale y va a conseguirlo; hasta la Magdalena, que se va al sepulcro y que no se retira de allí.

Yo sigo hablando de lo mío, de donde vivo, de trabajar desde la base, de empoderar a las mujeres, hacer que reconozcan su dignidad las que todavía no la reconocen, y que la reclamen, la demuestren donde sea, como sea; aunque sea reclamando el pan para sus hijos, pero que la demuestren, que no se acobarden, que no se vengan abajo. Una cosa que me parece muy importante es que la mujer sea consciente de

PL

IEG

O