morazán. manifiesto de david

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  • 7/18/2019 Morazn. Manifiesto de David

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    Francisco Morazan

    fTlemopiasmanifiesto de DauidTestamento

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    Moriiin en 1840,fritado por OiMrM til Pars cfi el lAo 1851.

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    Universidad Francisco IVIarroqun

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    ^ ii>no MEMORIASMANIFIESTO DE DAVIDTESTAMENTO

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    Departamento de Publicaciones yArtes GrfcasOTMaMATTr

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    FRANCISCO MORAZAN

    memoniasmanifiesto de DauidTestamento

    SECRETARIA DE CULTURADIRECCIN GENERAL DE CULTURA

    Coleccin Luis Lujan Muoz

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    PRESENTACINEl General Francisco Morazn escribi en la ciudad de David,Panam, dos de los ms importantes docxmentos con que cuen-ta nuestra historia: su clebre Manifiesto al Pueblo Centroame-ricano y la primera parte de sus Memorias, ambos en 1840, aoen que el ilustre hijo de Tegucigalpa, nacido en octubre de1792, abandon el suelo patrio, hacia el exilio, por el puerto deLa Libertad, en El Salvador, a bordo de la goleta Izalco.Las Memorias permanecieron inditas hasta el afo 18SS,mismo en que fueron publicadas en las pginas del peridicovicentino El Rol, como correctamente dice el historiadorhondxu:eo don Juan Valladares Rodrguez. En 1870 unosCentroamericanos las mandaron a reimprimir en la Imprentade Roug^ Hermanos y Comp., tuada en la Ru du FourSaint Germain 43, de Pars, ya que el documento era prcti-camente desconocido treinta aos despus de ser escrito y vein-tiocho aos con posterioridad a la muerte del procer frente alpelotn de fusUamiento.Los responsables de la edicin francesa abrigaban fundadassospechas -segn aseguraron en nota epilogal- de que el Gene-ral Morazn llamado por John L. Stephens el mejor hombre deCentroamrica, tambin escribi la continuacin del texto ensu larga expedicin a las repblicas del sur, slo que esta partese habra extraviado o tal vez habra sido ocultada en los lti-mos tramos de la carrera poltica del hroe en algn lugar deCosta Rica.

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    La Secretara de Cultura inicia su programa editorial, con lareproduccin de las Memorias, 1 Manifiesto de Da^d y elTestamento del hroe centroamericano que supo mover lapluma del escritor como Bolvar en el Medioda de Am-rica con parejo ademn al empleado al empuar el aceroredentor en el magno cumplimiento de las tareas de la luchaarmada para concretar los ideales del progreso democrtico,el desarrollo poltico-social y la imidad de nuestros pueblos.^.. Tgudgalpa, D.C, Agosto de 1992 ^^p ^, c>m^^

    Bninqml ti n lirr^ '^ b no v^n! a^D

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    9 -'^,:^ ' 'PREFACIO -.' --'-""- ^d

    Entre las muchas cosas cuya satisfaccin va siendocada da mas urgente para la mejor marcha y mayorregularidad del progreso en las repblicas americanas,resalta nuestro modo de ver, la necesidad de formarhistorias nacionales traidas desde los primerostiempos de la conquist;a hasta la poca presente;siendo sobre todo importante la del ultimo perodoque se abre con la guerra que emancip la Amricade la metrpoli espaola. Penetrados, pues, de estaingente necesidad, nos ha parecido til y oportunoexhiunar, por decirlo as, para el pblico centro-americano, la parte que nicamente ha visto la luz delas Memorias del general Morazan, escritas por lmismo, y que de nuevo aparecen hoy al favor de labenvola hospitalidad del Eco-Hispano-Americanoa)- ,,..... ^No creemos afrmar demasiado, enunciando queese documento histrico es completamentedesconocido para muchos Centro-Americanos, comolo era para nosotros hasta hace pocos das, y quehabr quiz sido olvidado por aquellos que han tenidoconocimiento de L Darlapues a conocer los unos,y evocarlo a la memoria de los otros, tal es nuestroobjeto, * . i- "' '- '.. jff* *^\-.^j -r* I -'..- .*.' .v -t*t4.-r - r -.^If^i^ .,. ,:^- , '-^i.n'^'m -'^a ^^-n ii*iL.^ ^'-": H *'(1) Estas Memorias se han publicado antes en el folletn del Eco

    Hispano Americano. Nota de la edicin de Pars.

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    10En cuanto al mvil que nos ha impelido sureproduccin, esperamos que se nos har la justiciade creer que no ha sido el espritu de partido, sino eldeseo sincero y patritico de sealar una fuente deinformaciones' a los hombres competentes y deabnegacin, que quieran acometer la til aunquedifcil empresa de dotar Centro-Amrica de unahistoria completa de los aos que ya cuenta comonacin independiente. El inters histrico nos hamovido tan solo someter al jurado de la opininilustrada imparcial de los Centro-Americanos ladeposicin de uno de los principales actores deldrama interesante y provechoso de nuestrasrevoluciones polticas. m%'^I miTanto en Centro-Amrica, como en otras repblicasdel continente, el nombre del general Morazan es bienconocido. Si Norte-Amrica produjo Washington,si la Amrica del Sur produjo Bolvar; Centro-Amrica produjo Morazn. Tres genios identifi-cando en tres secciones del gran continente, laslibertades pblicas y la soberana nacional. Cosasingular! Esos tres hombres quienes guiaba el geniode la victoria, proclaman en tres paises diferentes losprincipios de la repblica federal. En Centro-Amricaesa gran idea no se mantuvo; as, pas Morazan y pastambin la federacin; pero la idea qued, porque esbuena, y las buenas ideas germinan en la mente de lospueblos para brotar mas tarde un embrin vigoroso.

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    11No hemos tenido hasta ahora datos suficientes parapublicar la biografa de Morazan, y no podemostranscribir mas que los fragmentos de sus Memorias,cuya conclusin debe existir en Costa-Rica. Dejamos la iniciativa de nuestros compatriotas el llenar estevaco. ,.;. H,>En estas cuantas pginas que el lector va leer,encontrar al hombre sincero y deseoso del bien desu pas, al hombre que, bajo el uniforme de militar,esconde un espritu recto y elevado, y un coraznpaternal y amante del progreso. Tal fu Morazan.Hoy que su vida y su memoria entran en la historia,no te queda mas que recojer, como los mrtires de lapatria, el olvido ingratitud de sus compatriotas, los laureles de su gloria.No debemos desconocer el mrito de nuestros grandeshombres, cualquiera que l sea. Todas las nacionescultas prueban todos los dias, con grandesmonumentos, con estatuas y panteones, el tributoque deben sus hijos benemritos. Es el mejor modode ensalzar la patria. . .^^Que no olvide Sur-Amrica lo que debe al granBolvar; que no olvide Centro-Amrica, y sobre todoel Salvador y Honduras, lo que debe Morazan: masque una estatua es la memoria imperecedera de susinmortales glorias.

    Unos Centro-AmericanosPars 30 de julio 1869. bi i

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    MEMORIAS * ^l^> iikDEL BENEMRITO GENERAL

    D. FRANCISCO MORAZAN Para escribir la vida de los hombres pblicos que hanfigurado en tiempos pacficos bajo un GobiernoConstitucional, basta conocer los hechos y las leyes,

    iV ser exacto imparcial en las observaciones. Paraconocer la de los que han figurado en tiempos derevolucin y anarqua, cuando no ha existido mas leyque la salvacin de la patria, no es suficiente hallarseimpuesto de los sucesos, conocer sus causas osten-

    'sjbles, y pesar las circunstancias que influyeran en^ ellas; es tambin necesario buscar el verdaderoespritu que los ha dictado en los secretos del coraznhumano; sin dejarse seducir por los que, aparentandoimparcialidad, se constituyen en intrpretes de ste,con la mira de satisfacer sus bajas y mezquinaspasiones. iUna misma accin puede ser, aconsejada por elinters comn, sugerida por una atroz venganza,y merecer en aquel caso la aprobacin pblica, seren este reputada por un delito imperdonable.

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    13La muerte de Csar habra sido un crimen los ojosde los Romanos, si stos no hubiesen conocido losmotivos que obligaron Bruto ejecutarla; y no seatribuyera, hoy, al Gobierno ingls el deseo deabreviar los dias de la vida de Napolen, si hubierajustificado las causas que le obligaron colocarle bajola mortfera atmsfera de la isla de Santa Elena.No es menos cierto que el espritu de partido hapodido engaar muchas veces al escritor imparciaL vtrasmitir por este artificioso medio la posteridad,como verdades histricas, lo que solo era obra de lavenganza y de la adulacin. Pero esta falta nopertenece esclusivamente los que nos han dado conocer lo que ha ocurrido en el antiguo mundo: loes tambin de los que se dedican instruir a las gene-raciones venideras de lo que pasa en el nuevo, endonde han adquirido numerosos estmulos laspasiones, por el abuso que se hace de la imprenta.No se crea por esto que yo desee que se limite poruna censura previa. Cualquiera que se establezca pvadestruir un vicio, que es inherente la libertad depublicar los pensamientos, llevara consigo el germenque tambin destruyese esta saludable institucin,que si ha sido el mejor sostn de los gobiernosmonrquicos moderados, es sin disputa el alma delas instituciones democrticas. , -r .^mS/, varias veces se ha abusado de ella contra m para

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    14insultarme, y protesto los Centro-Americanos, quienes me dirijo, que lejos de disputar misenemigos la posesin de este miserable recurso,procurar no traspasar los lmites de la moderaciny del decoro.No escribo para exaltar pasiones, y menos para revelarfaltas y decir injurias los que me han calumniado ensus Memorias impresas en las ciudades de Jalapa yMjico: slo tomo la pluma para vindicarme. Soipeste sentimiento ha podido vencer la resistencia quesiempre he tenido para hablar a la Nacin, aun enfavor de mi propia causa, porque ni nunca me heconsiderado con la disposicin que se requiere enaque caso, ni con la humildad que se necesita eneste para mendigar un defensor, pues siempre hecreido que el que no aspira engaar debe presentarseal pueblo con sus propios colores. En los ocho aos que serv la primera magistratura,muchos de mis enemigos obtuvieron destinospblicos, sin detenerse examinar la legalidad de mieleccin, ni los motivos que me conservaron en elpoder; y otros que me prodigaban injurias siempreles acredit con mi silencio, que no deseaba haceruso para desmentirios de las ventajas que me dabami posicin. .:"'Mas cuando observ que en la desgracia hasta algunosde mis amigos me juzgaban, me decida escribir mivida pblica. ' ''^-^^ ^^

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    15No- pudiendo fiar la memoria todos los aconteci-mientos ocurridos en una revolucin de catorceaos, ped los documentos necesarios Centro-Amrica. Pero entre tanto estos llegan, el tiempopasa, mis enemigos dan una siniestra interpretacin mi silencio, arrojan sobre m nuevas calumnias, yno se halla al alcance de todos mi conducta pblicaque los desmiente. Es por esto que me veo obligadoahora hablar siquiera de una manera sucinta delos principales acontecimientos ocurridos enla revolucin de 1828, que han sido maliciosamentedesfigurados por unos, censurados injustamentepor otros. Procurar apoyarlos en documentos dignosde toda f, y en testigos que, la calidad deintachables, por el buen crdito que merecen, renanla particular circunstancia de contarse ellos en elnmero de mis enemigos. La relacin ntima quetienen algunos de los hechos que voy ahora referir,acaecidos antes de la guerra de 1 828 con la materiade que me ocupo, no me permite pasar aquellos ensilencio.La eleccin de Presidente de la Repblica hecha por xel Congreso en el ciudadano Manuel Jos Arce,contrariando el voto de los pueblos que dieron sussufragios al ciudadano Jos del Valle (1), fu, enmi concepto, el origen de las desgracias de aquella(1) Bosquejo histrico de le revolucin de Centro-Amrice escrito

    por el Dr. Almendro Merure, que hoy se cuente en el n&merode mis enemigos. Tomo I, pig. 209.

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    16poca. Dos partidos concurrieron ella. En el uno sehallaban los mas ardientes defensores de la indepen-dencia y los mejores amigos de la libertad. Estos ledieron sus votos para que sostuviese la Constitucinfederal, que era obra suya. Se encontraban en el otrolos enemigos de esta constitucin (1 ), los amigos de la^ dependencia espaola (2) y los que unieron la Rep-^ blica al imperio mejicano (3). Estos le dieron sus su-fragios con la esperanza que cooperase la variacindel sistema.Ambos bandos tenian motivos de confianza en sucandidato. Aquel citaba en su apoyo la conductaque el ciudadano Manuel Jos Arce habia observadoen favor de la independencia. Este tenia por garantasla opinin que el mismo Arce manifest desde Mjicoal Padre Obispo Delgado, con respecto al sistema queconvenia Centro-Amrica, y las que conservsiempre contra el federalismo, que no daban laverdad las mejores seguridades de su buen modo deproceder en el Gobierno.Puede, sin descrdito, un ciudadano sacrificar susopiniones particulares al cumplimiento de sus deberescomo hombre pblico: esto es posible. Pero no puedevoluntariamente colocarse, sin mancillar sureputacin, en la difcil alternativa de faltar susjuramentos, causar las desgracias de su patria, yesto hizo Arce. i a n. jsco(1) Beltraneas, Pavones...(2) Los Frailes, el Arzobispo y los Aycinenas.(3) Los mismos Aycinenas.

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    17El admiti la primera magistratura de un gobiernocontrario sus opiniones, y prest el solemnejuramento de ejecutar y hacer cumplir unaConstitucin que, segn lo repite tantas veces en sumemoria de 830, impresa en Mjico (1), sistema laanarqua y autoriza el desorden.Si esta conducta no pued^'conci liarse con la quedebiera observar el patriota y el alto funcionario,ella sin embargo descubre los verdaderos motivos quele obligaron apoyar sus repetidas infracciones de laConstitucin en un partido que, al deseo de variarla,anadian sus principales directores la halageaesperanza de encontrar en Arce el hroe que leshiciese olvidar la sensible prdida del EmperadorItrbide.No podria ciertamente reconocerse en este modode proceder al hombre agradecido por la altadistincin con que lo honraran los pueblos,llamndolo regir sus destinos; si el deseo de ser los ojos de estos mismos pueblos el bienhechor delprimer lustro de la libertad, por lo menos el primerpatriota de la poca (2), no vinieran en su ausilio disculparlo. Funesta presuncin, que tantos malesha causado la Repblica!(1) Memorias del ex-Presidente Manuel Jos Arce impresas en

    Mjico. Discurso preliminar pg. segunda.(2) Pg. primera. Memorias de Arce.

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    18Si el ciudadano Manuel Jos Arce se hubiera negado admitir la presidencia, se habria escusado del doblecompromiso, que sus opiniones con respecto laConstitucin le hablan hecho prever. No hubieranentonces tenido lugar sus temores de anarquizar laRepblica, si cumpla con las leyes que autorizabanen su concepto el desorden; ni sus juramentos habransido violados con la infraccin de aquellas, agravandocon este hecho los mismos males que pensaba evitar..11Tan noble conducta hubiera librado Centro-Amricade mil desgracias, y al Presidente de ella de un tardoy estril arrepentimiento, que le fu arrancado por unacto de la mas negra ingratitud que lo despojara delejercicio de la magistratura, y vino en socorro delpueblo cuando se hallaba ya dividido y destrozadopor la guerra civil y la anarqua.^ Yo acababa^ dice el Presidente Arce (1), de estudiar^ en Washington y en los principales Estados anglo-americanos el sistema federal: habla penetrado suorigen: habla pulsado sus enlaces: me enter de susventajas, y me hice cargo de sus defectos^, y todoesto, es necesario decirlo, se obr en pocos das, ysin el menor conocimiento del idioma ingls.No podia decir mas el sabio infatigable Mr. AlejoTocqueville, quien debemos su preciosa obra(1) Pg. primera Memoria de Arce. ^ ,,^ ,^, , , \,

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    19titulada: **De la democracia en la Amrica del Norte''.Desgraciados Centro-Americanos! Vuestros males sepueden lamentar: pero consolaos con este estrilsentimiento, porque no es posible, en conciencia,hacer responsable de ellos a su autor!... Si todas lasopiniones que he referido son bastantes hacerconocer la suerte que esperaba Centro-Amrica,yo no las presento al pblico sino como las precur-soras de grandes hechos, que hablan al coraznimparcial un idioma tanto mas convincente, cuantoque est fundado en las mismas leyes, argumentos yraciocinios aducidos por el ex-presidente Arce en supropia defensa.

    Dos partidos se presentaban este y sus amigos enopinin, para variar las leyes, objeto nico de susmiras, de su faltas, de su descrdito y de su desgracia.O el que se emplea regularmente en las repblicascon el fin de obtener el triunfo en las elecciones, yde consiguiente, el influjo que se desea en las cmaraspara reformar variar la Constitucin, el de lafuerza.Aunque el primero era mas sencillo y el nico legal,exigia mucho tiempo su ejecucin, y ademas, carecade trofeos y de gloria. Si podia haber alguna enpersuadir, seria los ojos del Presidente Arce, tanoscurecida por las intrigas que se suelen emplearen semejantes casos, como el color de los vestidos

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    20diplomticos de las personas que debieran ejecutarlo.No siendo este recurso acomodado al genio delPresidente, y menos sus intereses, eliji el segundopartido. Dos motivos le obligaron a obrar de estamanera. Seguir las huellas de los hroesconquistadores para poder adquirir esa gloriaguerrera, tanto mas noble, cuanto son grandes losobstculos que vence, y los peligros que corre elJefe militar que la obtiene la cabeza de sus soldadosvencedores, fu sin duda el objeto del primero.Afirmar para lo futuro en los hombros de estosmismos soldados la silla del poder en que no se creiabien seguro por la inconstancia de los diplomticosque lo colocaron en ella, era la mira del otro. Estainconstancia que comenzaba ya esperimentar, lefu muy pronto funesta por la vez primera en elcuartel general de Jalpatagua. Allf lograron D.Antonio Aycinena y D. Manuel Dominguez introdu-^ cirse, digmoslo as, disfrazados con las insignias^ militares que arrancaran al mrito del soldado yobtener^ un triunfo con el ausilio de la tcticadiplomtica, que tuvo por trofeos la deposicin delComandante Perk y el despojo de todo el influjo quetena el Presidente Arce en el ejrcito (1). j jp-^ /El escandaloso suceso ocasionado por que unos pocosempleados del Gobierno del Estado de Guatemala no(1) ^ Pgina ochenta y cinco. Memorias de Arce. M\h\\

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    21concurrieran en un mismo edificio con el Presidentede la Repblica a la funcin cvica del 15 deSetiembre de 1826, que en otras circunstancias solohubiera comunicado al pincel algunos personajes enactitudes propias una caricatura, produjo entoncesmalsimos resultados. ' .Todos los elementos de discordia que se haban yaacumulado por los que apetecan un cambio, seagitaron de tal modo, que ocasionaron muy pronto lacompleta desorganizacin del Estado de Guatemala,que abandonado y sin defensa, qued en manos delPresidente de la Repblica, el que por un abusoescandaloso de su autoridad, tambin redujo prisina su primer Jefe ciudadano Juan Barrundia, y ^desarm las milicias del mismo Estado. Este )rdesenlace, se dice en la Memoria de Jalapa escritacontra m por D. Manuel Mon tufar, Jefe de EstadoMayor del ex-Presidente Arce, cuya opinin es irrecu-sable, hizo ridculo todo lo que antes haba parecidoun golpe maestro de aquellos que afirman el orden:todos los que se hablan comprometido comenzaron temer y desconfiar en lo sucesivo. El Presidentepublic pocos dias despus una exposicin documen-tada de los motivos que impulsaron al arresto deBarrundia: todas eran conjeturas, razones decongruencia y documentos diversos, dbiles unos,ridiculos otros, y todos capaces de persuadir en loprivado que existia una conspiracin: pero no paraconvencer en juicio. , - u

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    22Semejante suceso, que por las circunstancias de quefu acompaado, pareci algunos un ensayo de lasarmas del poder, y que en realidad fu el resultadode una combinacin que preparara, como se viodespus, igual suerte todos los jefes de los demsEstados que no supieron defenderse, inspir en estosuna fundada y justa desconfianza. Aunque se quisodisculpar el hecho asegurando que aquel funcionariohabia provocado con su conducta al Jefe de laNacin, y obligado ste hacer uso de la facultadque le concede el artculo 175 de la Constitucin,que nada previene para un caso tan singular; la"^ conducta observada con el Vice-Jefe Flores, que elmismo Presidente coloc en el Gobierno por laconfianza que le inspiraba, les acredit que ste slo

    ' buscaba en las autoridades de los Estados agentessumisos y prontos ejecutar sus voluntades.Pero Flores se port con una dignidad y firmeza queno se esperaba, resistindose cumplir la orden dedesarmar al capitn Cerda, y negndose a admitir lafuerza federal que le ofrecia el Presidente: la que conpretesto de hacer respetar la autoridad del Estado yconservar el orden en los pueblos, debia completarla sumisin de stos, y la humillacin de aquelfuncionario. Conducta tanto mas honrosa y meritoria,cuanto que ella produjo la catstrofe que leaguardaba en la misma iglesia de Quezaltenango, endonde, puesto en manos de un feroz populacho,instigado por las funestas ideas que le inculcaron

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    U3sus sacerdotes, pereci al pi de las imgenes de losSantos la vista de sus inicuos jueces y en presenciade la Eucarista, que stos exhibieran para acreditarsin duda, que muchos de los que se llaman religiosos 4/entre nosotros, no creen en el Dios de los verdaderoscristianos. Y de este modo los empolvados altaresdel fanatismo, que estaban ya olvidados en el presentesiglo, fueron de nuevo levantados por sus dignosministros, y enrojecidos con la sangre inocente deldesgraciado vice-jefe Cirilo Flores.Para que no se crea que exagero hablando de lasumisin que el Presidente exigia de los Jefes de losEstados, copiar lo que dice aquel funcionario en lapgina 42 de sus Memorias. ,.^>> ^. . . t. .^ 1.^Sin prdida de instante se puso en el conocimientodel vice-jefe ciudadano Cirilo Flores, el arresto deljefe Barrundia, previnindole que tomase el mandodel Estado en razn de ser l llamado por la ley ejercerlo en casos semejantes; franquendole alpropio tiempo la tropa veterana para que la empleaseen la conservacin del orden, y en el servicio de supersona y de la Asamblea. Tambin se le previno quemandara desarmar al capitn mayor Cayetano Cerda,que permaneca en el departamento de Chiquimula,alborotando los pueblos y perturbando latranquilidad con la tropa con que atac a Espinla:Flores se encarg de la jefatura; pero se neg a'obedecer al Gobierno en todo lo dems, y particular-

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    24mente en el punto tan esencia/ de desarmar Cerda,,::En la foja siguiente se espresa en estos trminos: ^bComo en tiempos de revolucin todo es delirio, noha faltado entre nosotros quien se atreva a proferirla blasfemia poltica, de que los jefes de los Estadosno son subditos del Presidente de la Repblica, yes asi que me veo en la necesidad de hablar hasta deesta impertinencia. La Constitucin en el artculo123 dispone: ''que el Presidente prevenga losjefes de los Estados lo conveniente en todo lo queconcierna al servicio de la Federacin '\ p f^o ^ ?i > ?.Sea cual fuere de sus acepciones la que le d al v^rboprevenir, nunca ser la de mandar ordenar elsuperior al subdito que ejerza alguna cosa. ElPresidente, en uso de este artculo pudo prevenir,advertir, informar avisar los Gobiernos de losEstados lo conveniente al servicio de la Federacin;pero no pudo mandarles en concepto desubordinados. j^t>^; v.-Si el artculo en cuestin exigiese de los jefes de losEstados la absoluta subordinacin al Presidente de laRepblica, que deben los subditos su superior, nomereca ciertamente el nombre de federal la Consti-tucin de Centro-Amrica; y si el Presidente Arcehubiera conocido mejor nuestro sistema y su propioidioma, habra cometido una falta menos en su

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    2&:conducta administrativa, y quitado la venganza desus partidarios un motivo mas para llevar la guerra ensu nombre todos los Estados de la Union.''Cada uno de los Estados que componen laFederacin, es libre independiente en su Gobiernoy admistracion interior (art. 10) y les correspondetodo el poder que por la Constitucin no estuvieseconferido las autoridades federales/* ^A la vista de este artculo Cmo habr podidosostener el Presidente Arce semejantes pretensiones?Y cmo sin pasar la humillacin de que unaautoridad estraa se ingiriese ttulo de superior enel rgimen interno del Estado, poda el vce-jefeFlores, por las rdenes de aquel, tomar posesin delGobierno, desarmar al capitn Cerda, y lo que esaun mas degradante, admitir su servicio fuerzasfederales, porque no convena los intereses del jefede la nacin que usase de las del Estado que habia yaste disuelto, reteniendo en su poder el armamento?Pero aun hay mas. Sobre el poder que da el citadoartculo 10 los gobiernos de los Estados, apareceotro mayor que si han pasado en silencio los legis-ladores, no por esto han podido evitar que exista, ymenos que se ejerciese de una manera positiva porlos Estados en el momento mismo en que se buscabanpretestos para humillarlos, y se invocaban las leyespara reducir a sus jefes la humilde condicin de

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    26subalternos. Hablo de la parte de supremaca quecorresponde los Estados. Supremaca mas eficazque la de la Federacin: puesto que se ejerce comose vio entonces al arrimo inmediato del pueblo, enlugar que la otra slo tiene por apoyo la ley y elconvencimiento de unos pocos ciudadanos quienessu ilustracin los eleva sobre las localidades, y sushonrosos precedentes los llaman servir los primerosdestinos de la Federacin. Si esta es una falta quecausa algunas veces males, y principalmente en losgobiernos nuevos, ella nace de un vicio inherente alsistema federal que divide en fracciones al pueblo;y por lo mismo exige para evitar sus malas conse-cuencias el mayor tino y prudencia de parte delprimer funcionario.Si este convencimiento pudo hacer mas moderado ycircunspecto al Presidente Arce, el conocimiento queadquiri del sistema federal en la Repblica de Norte-Amrica le debi descubrir la complicacin de suteora y las dificultades en su aplicacin. Dificultadesque debiera considerar mayores en Centro-Amrica,puesto que no poda aguardar que se encontrasen enel pueblo, ni el conocimiento regular de aquelsistema, ni el hbito de gobernarse por s mismo.Debi tener presente, que como jefe de la Repblica,era el primer responsable de la paz/'Se habia hechocargo de los defectos del sistema federal. Habiaestudiado el de a Repblica que gobernaba; conoca

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    27 los hombYes que estaban la cabeza de los negocios,y no ignoraba los hbitos y educacin del pueblo.Tenia ste, pues, muchos ttulos para aguardar de lacapacidad y esperiencia de su Presidente, lo que nopodia esperar de la ilustracin y buenos deseos queanimaban sus mejores ciudadanos. Todas las miradasestaban por esto pendientes de la conducta que obser-varla el supremo Magistrado. De l aguardaban todosel bien de la Repblica. Nadie le podia disputar elalto honor de haberlo conseguido; ni menos puedehoy dividir con otro la responsabilidad de los malesque ocasion con una guerra que pudo y debi evitar.No teniendo ya nada que temer el Presidente Arceen el Estado de Guatemala, en donde por consecuen-cia de los hechos que acabo de referir, las autoridadeslegtimas hablan ya desaparecido, mand hacernuevas elecciones que por el influjo de las bayonetas,recayeron en aquellos hombres mas notables de supartido. (1).Reorganizado de este modo el Estado de Guatemala,dirigi el Presidente sus miradas los de Nicaragua yHonduras. En el primero, por una anomala propia dela revolucin, se encontraban un mismo tiempogobernando el Jefe Cerda y el Vice-jefe Arguello, yeran ambos obedecidos por sus respectivos partidos.

    (1) Bosquejo histrico, ttulo primero, pgina 293.

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    28Como el de Arguello perteneca los liberales y lasopiniones de este funcionario eran contrarias lasdel Presidente de la Repblica, la poltica demandabala proteccin decidida que este le prest Cerda,remitindole una cantidad considerable de fusiles,que condujo el ciudadano Policarpo Bonilla. i>Este ausilio llam la atencin Arguello y no pudoprotejer Honduras, en donde buscaba motivos elPresidente para desorganizarlo.A este fin mantenia correspondencia con los masdesacreditados enemigos del Jefe de aquel Estadociudadano Dionisio Herrera y daba otros pasos, quesi eran menos deshonrosos no parecian propios delque aparentaba un profundo respeto las leyes,sino del que buscaba el triunfo sin escrupulizar losmedios de conseguirlo.E\ Teniente Coronel de la Federacin IgnacioCrdova, que i por licencia del supremo PoderEjecutivo, servia la Comandancia local de la ciudadde Tegucigalpa con nombramiento del mismo JefeHerrera, cuando fu separado por ste, se negabiertamente obedecer, alegando que habiaobtenido igual nombramiento del Jefe de la Nacin.La ciudad de Tegucigalpa se halla situada n la cordi-llera mas de dos mil metros de altura sobre el niveldel mar, y distante de este cuarenta leguas por laparte mas inmediata. No es, pues, ni una frontera

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    29ni un puerto para que el Presidente se creyesefacultado para nombrar all un Comandante; noser que haya pensado hacer despus navegable el riode aquella ciudad en las doscientas leguas que correantes de desaguar en el Pacfico. Este escandalosoavance de la autoridad, ejecutado con la mira desostener el partido que hacia la revolucin Herreraen Honduras, produjo la acusacin que este dirijial Congreso contra el Presidente Arce, acompaandotodos los documentos que esclarecian el hecho.Despechados los enemigos del Jefe Herrera con el malresultado que tuvieran los medios que hablanempleado hasta entonces para trastornar el orden, sedecidieron quitarle la vida. A media noche losasesinos dirigieron sus tiros por dos balcones de lacasa que habitaba, otras tantas camas colocadas alfrente. Los malvados ignoraban cul de ellas pertenciaal Jefe Herrera; pero sabian muy bien que una eraocupada por su esposa. Sin embargo, antes quisierontriplicar las vctimas agravando su crimen con lamuerte de la madre inocente y del hijo tierno queaquella tenia en sus brazos en el fatal momento, quepermitir se les escapase lo que era objeto de lavenganza de aquellos que habian estimulado susrdido y mezquino inters. Pero por una felizcasualidad las balas se introdujeron en el colchn dela cama en que se hallaba la seora de Herrera, y otrasrompieron una columna del catre en que dorma ste,sin haberles causado dao alguno.

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    w'^*Los asesinos presentaron en su precipitada fuga lasvJtseales positivas de su crimen. En aquella misma\noche, sin ser perseguidos, desaparecieron de la-ciudad de Comayagua el escribano Ciriaco Velasquez,y^^Rosa Medina, quien despus acredit en la destruc-

    cin de las mejores casas de Comayagua, mandadaejecutar por el coronel Milla cuando sitiaba aquellaciudad, que era tan buen incendiario, como torpeasesino.A los pocos dias de haberse intentado este crimen, se

    lintrodujo en el Estado de Honduras el batallnfederal nmero 2, al mando del coronel Milla, conel pretesto de custodiar los tabacos que existanalmacenados en la villa de los Llanos, pertenecientesal mismo Estado, y distante sesenta leguas de lacapital de Comayagua, que era entonces la residenciadel Jefe Herrera.Este, que tenia mil motivos para temer un atentadode\ Presidente de la Repblica, y que no yeia elriesgo que corran los tabacos existentes en el depar-tamento de Gracias, se persuadi que l era el nicoobjeto de aquella fuerza. Tom en consecuenciaalgunas precauciones, y reuni varias compaas demilicias.Para observar la tropa federal destinada cuidar lostabacos, que por diversos avisos se sabia haberrdenes del Presidente de la Repblica para marchar

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    3]sobre Comayagua, se mandaron cuarenta hombres 'las rdenes del oficial Casimiro Alvarado, que lleghasta el pueblo de Yntibuc, distante treinta leguas dela Villa de los Llanos. All supo Alvarado que e\coronel Milla se habia puesto en marcha con toda lafuerza. Para conocer la direccin que traia hizomarchar al oficial ciudadano Francisco Perrera condiez hombres. En el pueblo de Yamaranguila, distantedos leguas de Yntibuc, se encontr Perrera con laDivisin federal, y para memorias de un hechoheroico, se bati con solo sus diez soldados, logrando^detener por algn tiempo la marcha de toda la divi-^sion de Milla. Obligado luego retirarse, como eraregular, dio parte Alvarado de lo que habia ocu-rrido, el que al instante contramarch con sus cua-renta hombres, y fu ponerlo todo en conocimientodel Gobierno, en cumplimiento de su comisin. -^Para justificar l marcha del coronel Milla sobreComayagua, dice el Presidente Arce en sus Memoriasque fu ocasionada por el acto hostil que recibi esteJefe en Yamaranguila de parte de las milicias del ^Estado. Pero si se observa que Herrera teniaseiscientos hombres, y que podia disponer de todosellos para dirigirlos sobre Milla, porque no habia otro [enemigo en el Estado que le llamase la atencin; que 'los cuarenta hombres que mand en observacin yYntibuc eran pocos para atacar las fuerzas de aquelJefe, pero bastantes para llenar el objeto que se leshabia destinado; que los tabacos, nica mira que-

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    32.habia trado Milla con su batalln Honduras, sehallaban en los Llanos, distante sesenta leguas deComayagua, veintiocho del pueblo de Yamaranguiladonde le encontr la descubierta de diez hombresdel oficial Perrera, y treinta del pueblo de Yntibucen donde se hallaba igual nmero de soldados enobservacin, que pertenecan los de Perrera; sevendr en conocimiento que no hubo ninguna clasede provocacin por parte del Gobierno del Estado,que en uso de las facultades que le daban las leyes,bien pudo dirigir las milicias cualquiera de lospueblos del mismo Estado (1 ). s roq :an UeuSi todos estos hechos comprueban que el PresidenteArce fu el primer agresor en la guerra de Honduras,sin ninguna provocacin por parte de sus autoridades,la nota reservada que dirigi al coronel Milla, fechadael 7 de marzo en el cuartel general de Apopa, yfirmada por su Jefe de Estado Mayor el coronelciudadano Manuel Montufar, en que le previenesustancialmente: que ponga trmino los males quecausa el Jefe Herrera en Honduras, haciendo uso de

    .f : ^. } '.-'(... \^ \j.tse^(1) El hecho que acabo de referir tiene dos testigos de toda escep-cion. El ciudadano general Francisco Perrera, actualmente Jefe delEstado de Honduras, que fu el oficial que atac Milla en Yamaran-guila, y el teniente coronel Casimiro Alvarado que mandaba la fuerzade observacin. Ambos existen hoy en Honduras y a la cualidad decontarse ellos en el nmero de mis enemigos, renen las dems circuns-tancias que deben tener los testigos que he ofrecido. ^ . , ^

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    33las armas, y que proteja los que este persiga ( 1),pone en un punto de vista mas claro aquel hecho:descubre los nicos culpables de la guerra, y justificala resistencia que los hondurenos hicimos con lasarmas, x* **i.r jh i .^^i^'^^iy^^- \^%il%j.j i^^^c* -^.^kiDespus de publicado este documento creo que elciudadano coronel Manuel Montufar no podrdesmentir (como lo hizo en sus Memorias de Jalapa)el hecho que l se refiere; ni el ciudadano ManuelJos Arce se resistir confesar (como se ve en susMemorias de Mjico) la responsabilidad que tienepor los males que ocasionara Honduras. Tampocose atrever negarlo el coronel Milla, que no querrpasar por un militar desobediente, y lo que es peor,por un hijo ingrato que llev injustamente la guerra su patria para castigar agravios que no habiarecibido de sus conciudadanos, y en recompensa delos votos que estos le dieran para Vice-Jefe de aquel(1) Esta nota fu tomada con la en que se previene al mismo coronelMilla, pase custodiar los tabacos, fecha de Octubre, y con todoslos documentos pertenecientes al archivo de la comandancia de aquelJefe, contenidos en dos bales, que la seora Mariana San Martinhabia mandado ocultar al seor J. Uncal en el mineral de Y osearnque cayeron en mis manos de resultas de la derrota que sufrieronlas fuerzas federales al mando de Milla en la Trinidad. Aquella notaoriginal, con otros papeles interesantes que podr consultar el queguste, se encuentran documentos reunidos con el objeto de escribirla historia de Centro-Amrica, cuyo primer tomo se imprimi en laciudad de Guatemala.

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    34Estado. ' ^ ^t^Milla, sin encontrar en el camino ninguna resistencia,lleg la ciudad de Comayagua el 4 de abril, y esta-bleci su cuartel general en la iglesia de San Sebastin.Unas trincheras mal construidas, y un Jefe militartraidor, eran dos obstculos de fcil acceso para lossitiadores, si la vigilancia de los soldados patriotasno hubiera hecho impotentes por largo tiempo lasmaquinaciones de la intriga, as como los diversosataques que se dieran la plaza. Estos no tuvieronotro resultado que el saqueo de toda la ciudad quese hallaba fuera de trincheras, y el intil incendiode sus mejores edificios con que se vengara lacobarda, ofendida de la tenaz resistencia que leopusiera el valor de un puado de soldadoshondurenos y leoneses.En tanto que tenian lugar estos sucesos, la fuerzaenemiga se aumentaba en razn que se disminua lade la plaza. Los vveres faltaban ya en sta; y muchasveces era mayor la sangre que se derramaba, que elagua que se tomaba en el rio defendido por loscontrarios.

    -ikfin

    La esperanza de un pronto ausilio hacia, sin embargo,sufrir estos males con resignacin; pero stadesapareci muy luego. Cuando se supo en la plazaque la tropa ausiliar se habia disuelto en la Hacienda

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    35de la Maradiaga despus de haber rechazado ladivisin que le atacara al mando del teniente coronelHernndez, el desaliento se apoder del nimo de loscobardes.La perfidia del comandante tuvo en ellos un apoyo, yla plaza se rindi el 9 de mayo de 1828 por unacapitulacin en que todo lo sacrificaba el traidor, porla conservacin de su empleo, al jefe que no habapodido lograr ninguna ventaja sobre los sitiados. Ypara que nada faltase este documento vergonzoso,la firmeza con que habia el jefe Herrera rechazado lasproposiciones de rendirse que se le hicieran, fucastigada dejndolo merced del vencedor comoprisionero de guerra.

    .-, ; vi . ... ; , > . .- . - < n .El presidente de la Repblica, que pocos mesesantes, queriendo acreditar su respeto la ley, pusoal jefe del Estado de Guatemala, en el trmino detres dias, disposicin de la Asamblea que debierajuzgarlo (1 ), hizo conducir Herrera preso lacapital de la Repblica, ciento sesenta leguas distantede la ciudad de Comayagua, donde debiera reunirsela Legislatura para conocer de su causa, si aquelMagistrado hubiera tenido esta vez el deseo de ser unreligioso observante de la Constitucin. Pero se olvidentonces de ella por no convenir sus dobles mirasde humillar al jefe Herrera, dndole por prisin en

    (1) Pg. 46, Memorias de Arce.

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    mucho tiempo la misma casa que l habitaba, y deacreditar sus contrarios el desprecio que hacia delas leyes. >t^1Cuando un funcionario pblico trata de encubrircon las formas judiciales la satisfaccin de suspersonales agravios, aun existe, la esperanza de quevuelva al sendero de la ley; pero cuando el descaro seasocia la venganza, la esperanza desaparece, porqueentonces el espritu de Sila, obra en la voluntad delgobernante.Aun cuando el Presidente Arce no hubiera espresadosus opiniones contra estas mismas leyes antes deposesionarse del Ejecutivo Federal , ni se apoyaradespus en el partido que apetecia un cambio degobierno, eran muy repetidas las infracciones paraque no fuesen voluntarias, y vitales los golpes quedirigiera al sistema, para que no envolviesen la daadaintencin de destruirlo. 1 \'^ ^'oEl supo anular la resistencia que le opusiera elSenado, influyendo para que dos senadores amigossuyos se negasen concurrir las sesiones para quese disolviese el Cuerpo por falta de nmero.El logr que varios diputados, tambin amigos suyos,no concurriesen las sesiones estraordinarias delCongreso, en donde debia exigfrsele. la responsabili-dad con arreglo la ley, por no haber acreditado en

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    mlas sesiones ordinarias la justa inversin de loscaydales pblicos entre otros motivos no menospoderosos. . . .. xEl, en tanto que anulaba de este modo l represen-tacin nacional, se erigia en Juez de los que tenanderecho para juzgarlo, usaba de facultades que ni estamisma representacin nacional habia obtenido delpueblo, y convocaba, su manera, la reunin de unCongreso estraordinario (1 ).''' ^^ '''f- . wn^u^t...El, , arrogndose las atribuciones del Congreso,interpretaba la ley segn sus miras, y reduela prisinal jefe de Guatemala en concepto de ser subdito suyo.En este propio concepto ordenaba al vice-jefe quesucediese aquel en el Gobierno: que desarmara lasmilicias del mismo Estado, y que tomase su serviciolas fuerzas federales. ;El nombraba comandantes locales en el centro de losEstados, como lo hizo en la ciudad de Tegucigalpa. Eldaba rdenes al coronel Milla para que hiciese laguerra al Jefe de Estado de Honduras. El, en fin,jugaba de este modo con las leyes y se burlaba delpueblo que le confiara su ejecucin. _ ; , ; 'JAl recordar la conducta que observ el PresidenteArce en el Gobierno, no ha cabido en m el mezquino(1) Pag. 17, Memorias de Arce.

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    38deseo de herir su amor propio, ni la innoble mira quedirigiera su pluma al escribir las Memorias que publicen Mjico. .ooisDoqLa mia tiene un objeto mas honroso y justo.Acreditar con todos estos hechos *' que fu legal laresistencia que opusieron los gobiernos de los Estadosal Presidente de la Repblica, y necesaria la guerraque llevaron los pueblos la capital de la mismaRepblica": esto es lo nico que me he propuestoprobar, y creo haberlo conseguido.Ahora tratar nicamente de mis hechos comofuncionario pblico. Pero como no pretendo escribirmi apologa, slo citar en mi defensa, como lo heofrecido al principio, aquellos de que se haya habladocon injusticia, que convengan mi propia justifi-cacin. .^1Como uno de los jefes de la fuerza que se disolvien la Maradiaga, march en busca del ausilio quemandaba el Vice Jefe del Estado del Salvador. Peroeste ausilio, que lleg a Tegucigalpa, despus dehaberse rendido la plaza de Comayagua, era tanpequeo, que tuvo que retirarse hacia el Estado deNicaragua. Los coroneles Diaz, Mrquez, Gutirrezy yo, buscamos en l nuestra seguridad, y acom-paamos al jefe que lo mandaba. Un incidentedesagradable, que podia comprometer nuestro honor,nos oblig separarnos de l en la Villa de Choluteca,

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    my pedir garantas al coronel Milla para permaneceren Honduras. Nuestros deseos fueron satisfechospor este jefe, mandndonos el pasaporte coael mismocorreo que condujo la solicitud. " h?i^^ )lAl instante march con direccin al pueblo deOjojona para disfrutar en unin de mi familia de lagracia que se me concediera. Por un presentimientoque jamas cupo en la confianza que me inspiraba lapalabra de Milla, dichos jefes no corrieron la suerteque se nos aguardaba en aquel pueblo, y yo, vctimade mi credulidad, conoc, aunque tarde, lo poco quedebe confiarse en los que defienden una mala causa. :

    Diez horas despus de haber llegado al pueblo quehabia sealado para mi residencia, fui reducido prisin por el teniente Salvador Landaverri, de ordendel Mayor Anguiano comandante local deTegucigalpa, y conducido aquella ciudad. A pesarde haber presentado este jefe mi pasaporte, me hizoponer en la crcel pblica.La seguridad de que en semejante atentado no tuvieraparte el coronel Milla, me hizo dirigirle una esposicionen que le espresaba, con bastante energa, los malesque me ocasionaban sus ofrecimientos. Lacontestacin de este jefe me dio conocer el lazoque haba tendido mi confianza, y slo procurentonces los medios de evadirme de la crcel.

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    40Despus de haber sufrido veintitrs dias una estrechay penosa prisin, pude burlar la vigilancia de miscarceleros, y retirarme la ciudad de San Miguel.De all pas la de Len en busca de ausilio paravolver sobre Honduras.En mi trnsito por el Puerto de la Union, habl porla primera vez con el ciudadano Mariano Vidaurre,que como Comisionado del Gobierno del Estadodel Salvador, pasaba al de Nicaragua con el objetode procurar un avenimiento entre el Jefe y Vicejefe de aquel Estado, que mutuamente se hacian laguerra. Vidaurre se interes mucho para que se meausiliase por este ltimo.Entre tanto, el coronel Ordoes, que lleg preso aLen, pudo formar una revolucin contra el Vice JefeArguello, que tuvo por resultado la deposicin deeste funcionario, y el ausilio que se me dio de losmilitares que le eran mas adictos.Ciento treinta y cinco, entre jefes y oficialescomponan^ mi pequea fuerza. Su fidelidad alGobierno que hablan pertenecido me inspiraba lamayor seguridad, y la fundada esperanz^i de reunirlos descontentos hondurenos, que produjeron laspersecuciones de Milla y sus agentes, ponian denuestra parte todas las probabilidades del triunfo.En la Villa de Choluteca^ con el ausilio que mand ^

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    41el Gobierno del Salvador, pude organizar una consi-derable Divisin^ y en el campo de la Trinidad,acreditar los hondurenos que era llegada la hora deromper sus cadenas. Milla fu alli completamentebatido, dejando en nuestro poder los elementos deguerra, que habia acumulado, y la correspondenciaoficial de que ya he hecho mrito. La vanguardiasola, consigui este triunfo, en el que se distinguieronlos coroneles Pacheco, Balladares y Diaz. A los deigual clase, Mrquez, que habia quedado malo enRespire, Gutirrez, que en unin de Osejo y el capitnPerrera, conducan la retaguardia, no les fu posibleencontrarse en la accin.Libres ya los pueblos de Honduras de sus enemigosme dediqu la reorganizacin del Estado.El Consejo se reuni en la ciudad de Comayagua, yme encarg del Ejecutivo con arreglo la ley, enconcepto de consejero, por la falta de Jefe y Vice-J efe del Estado. ^ ,Luego que el Presidente de la Repblica tuvoconocimiento de estos sucesos, hizo marchar alcoronel Domnguez sobre Honduras. Yo tuve,entonces, que separarme del Gobierno para tomar elmando de la fuerza, y establec mi cuartel general enel pueblo de Texguat.Domnguez hizo^una ligera incursin por los pueblos

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    42de la costa, y regres San Miguel, sin haberseatrevido atacarme.Por este tiempo, el general Merino, despus de haberestado al servicio del Gobierno del Salvador, seembarc en Acajutla para retirarse Guayaquil, dedonde era natural. Habiendo tocado el buque, quelo conduca, en el puerto de la Union, fu capturadoa bordo por el coronel Domnguez, que ocupaba elDepartamento de San Miguel con fuerzas federales,sh respetar la bandera chilena, ni atender losreclamos que le hiciera el capitn. r 1'>i;"1A Merino no debia tratrsele como prisionero deguerra, porque no se le tomaba con las armas n lamano: no era ya un soldado, porque se habaseparado del teatro de la guerra: no poda conside-rrsele como enemigo, porque no tena la intencinde ofender, puesto que se retiraba su patria; nisiquiera pisaba ya el territorio de la Repblica, yse hallaba bajo la proteccin de una nacin amiga. Nohabia, pues, ni un pretesto para reducirlo prisin, ymenos para fusilarlo pocos dias despus en la ciudadde San Miguel, faltando al derecho sagrado de laguerra, y los principios establecidos en los pueblosmenos civilizados.Este asesinato sin ninguna mira poltica: esta vctimasacrificada la venganza ajena, cerr todos los mediosde conciliacin entre Domnguez y yo, rompiendo

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    43la correspondencia que habamos establecido coneste objeto: presagi la suerte que correramos losque fusemos prisioneros de semejantes enemigos,y acab de uniformar la opinin pblica.En pocos das consegu organizar una fuerzacompuesta de hondurenos y nicaragenses, queaunque muy inferior en nmero la de Domnguez,se compona en su mayor parte, de soldados volun-tarios y decididos morir en defensa de su patria;pero careca de recursos pecuniarios.El que conozca, que las rentas del Estado deHonduras nunca han bastado cubrir su lista civil, yque haya sido, entonces, testigo de las grandes sumasque exijiera Milla los pueblos, para sostener tantotiempo su Divisin, se persuadir fcilmente de lasescaseces que sufria la que estaba mis rdenes.Marchaba sin ninguna caja militar, y el presto quese daba la tropa, era necesario exijirlo en los pueblosdel trnsito. .,, , ,, ,.u.

    Las dificultades que naturalmente se presentabanpara esto, producan mil privaciones en el soldado,que se agravaban, con lo malo del clima y el rigor delotoo, abundante en lluvias aquel ao. Su nmerose disminua de consiguiente, en trminos que apenasllegaron las inmediaciones de San Miguel las dosterceras partes de los soldados reunidos en Choluteca.En tanto que el coronel Domnguez abundaba en

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    44recursos y tenia sus rdenes una numerosa tropaveterana que haba triunfado varias veces de susenemigos.La esperanza del ausilio que me habia ofrecido elGobierno del Estado del Salvador, para engrosar mipequea Divisin, me obligo colocarla en el pueblode Lolotique, fuerte por su localidad, y por suposicin aparente para protejer la llegada de lossalvadoreos.El coronel Domnguez con todas sus fuerzas vino situarse a distancia de una legua, en el pueblo deChinameca. ^ ..^ vHizo varias tentativas para forzar las guardias avan-zadas colocadas en los desfiladeros que conduelan la altura que yo habia ocupado; y aunque siemprefu rechazado con prdidas, logr sin embargo, verdesplegarse la fuerza, y se enter de su numero. Laconfianza que le inspir este conocimiento laacreditaron sus hechos posteriores. Domnguez pudomuy bien contar nuestros soldados; pero prontoconoci, por una costosa esperiencia, que no esdado calcular, un jefe mercenario, el valor dehombres que defienden su patria y sus hogares.Once dias se pasaron sin ocurrir nada notable entrelas dos fuerzas. Al duodcimo recib una comuni-cacin del teniente coronel Ramrez, jefe de la tropa

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    45ausiliar tanto tiempo esperada. Me aseguraba que afsiguiente dia pasaria, con alguna dificultad, el Lempa,por falta de barcas.La facilidad con que el enemigo podia descubrir laaproximacin de aquel jefe, y destruir su pequeafuerza, me- decidi protejerlo. A las 12 de la nocheemprend mi marcha con este objeto; pero la lluviano me permiti doblar la jornada y me vi obligado aguardar, en la hacienda de Galcho, que mejorase eltiempo. -. rvryiffi; r -; r.f v; v|T:n i: .niffiH ""lA vr-; n^WEntre tanto, Dominguez que habia sabido mimovimiento y marchaba por mi izquierda, detenidotambin, por la lluvia, fu igualmente obligado situarse una legua distante de aquella hacienda, sinque se hubiera podido descubrir su movimiento hastaentonces. i-vinsimi^/n.ru- u? ^^n^^^sh . i/ri^a- c.n::r>ii'A las 3 de la maana, que el agua ces, hice colocardos compaas de cazadores en la altura que dominala hacienda, hacia la izquierda, en razn de ser elnico lugar por donde podia presentarse el enemigo.A las 5 supe la posicin que este ocupaba, y pocosminutos despus, el jefe de una partida deobservacin asegur que se hallaba tiro de can delas dos compaas de cazadores.

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    No podia ya retroceder en estas circunstancias,porque una retirada con tropas que no son veteranas,

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    46tiene peores consecuencias que una defrrota, sin lagloria de haber peleado con honor. No era ya posiblecontinuar mi marcha, sin grave peligro, por unainmensa llanura, y presencia misma de loscontrarios. Menos podia defenderme en la hacienda,colocada bajo una altura de mas de 200 pies, que enforma de semicrculo, domina tiro de pistola elprincipal edificio, cortado, por el estremo opuesto,con un rio inaccesible, que le sirve de foso. Fu,pues, necesario aceptar la batalla con todas lasventajas que habia alcanzado el enemigo, colocado yaen actitud de batirse tiro de fusil de nuestroscazadores. ^^'- ^?^^Conociendo el tiempo que habia de gastar la Divisinen salvar la altura, que se hallaba entre el campo y lahacienda, hice avanzar los cazadores sobre elenemigo, para detener su movimiento, el queconociendo lo crtico de mi posicin, marchabacontra estos paso de ataque.Entre tanto subia la fuerza por una senda pendientey estrecha, se rompi el fuego, medio tiro de fusil,que luego se hizo general. Pero ciento setenta y cincosoldados bisnos hicieron impotentes por un cuartode hora, los repetidos ataques de todo el grueso delenemigo. Este, obligado por instinto, tributar elrespeto que se debe al valor, no se atrevi a hollarla lnea de cadveres que qued reducido elpequeo campo que ocupaban los cazadores, para

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    47detener la marcha de la divisin que volaba en suausilio. ^ >

    ^1 entusiasmo que produjo en todos los soldadosel herosmo de estos valientes hondurenos, escedial nmero de los contrarios. Cuando la accin se hizogeneral por ambas partes, fu obligada retrocedernuestra ala derecha, y ocupada la artillera ligera quela apoyaba; pero la reserva obrando entonces poraquel lado, restableci nuestra lnea, recobr laartillera y decidi la accin, arrollando parte delcentro, y todo el, flanco izquierdo que arrastraron,en su fuga, al resto del enemigo dispersndose despusen la llanura. -^^ ^ ^ -Entre los muchos prisioneros que se hicieron, seencontraban algunos vecinos del departamento deSan Miguel, que vinieron en gran nmero sertestigos de nuestra derrota. Tal era la seguridad quetenian en la tctica, en la disciplina y en el nmerode nuestros contrarios. i -^ - -Los salvadoreos ausiliares, que abreviaron sumarcha, al ruido de la accin, con el deseo de tomarparte en ella, llegaron tiempo de perseguir losdispersos.. \ r . r i.Cediendo un sentimiento de justicia, he descendido pormenores, que no todos podrn ser agradables;pero ofrezco omitir en adelante, los que pertenecen

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    4a los sucesos ocurridos hasta la conclusin de laguerra. Mi deseo ha sido el de honrar la memoriade los patriotas hondurenos y nicaragenses, quepelearon aquel dia; cuyo valor se ha querido poneren duda, porque no han sTdo tan afortunados otrasveces. Es el desfijar los hechos que tuvieron lugar enaquella jornada, desfigurados despus por la malicia la ignorancia. Es el de dar conocer la importanciaque merece este hecho de armas. Si l fue en s,bien pequeo, produjo, sin embargo, los mejoresresultados, porque economiz la sangre, que intil-mente se derramara por tanto tiempo en lastrincheras del Salvador, facilitando la rendicin deMejicanos, y abrevi el desenlace de la revolucin de828, Revolucin, que tan abundante, como despus,fu en acciones de guerra ganadas por nuestrossoldados, todas ellas se deben considerar como unaconsecuencia de este triunfo.De Gualcho me dirig a la ciudad de San Miguel, enbusca de recursos, para pagar sus haberes atrasadosa los soldados, vestirlos y darles la gratificacin, de unmes de sueldo, que se les habia ofrecido. fs< . icEn el camino se me present una comisin de losprincipales vecinos de aquella ciudad, para suplicarmefuese protejer las propiedades, que - pretesto depertenecer los enemigos del Gobierno, eran amena-zadas por un puado de malvados. Pude llegar tiempo de evitar el saqueo de muchas casas, aunque

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    49ya stos haban tomado de la de Barriere algunosobjetos de comercio. ^ , . . ,

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    -M 1 nd ^^ih ^'Un ilin "?nEn uso de la facultad que me habia concedido elGobierno del Estado del Salvador, mand exijir unemprstito forzoso de diez y seis mil pesos. Estese distribuy en un pequeo nmero de propietariosque mas servicios haban prestado al enemigo.La noticia que se difundi en la ciudad de que-^lgeneral Arz habia salido para atacarme, del cuartelgeneral de Mejicanos, produjo una fuerte resistenciaen algunos prestamistas, que se negaron pagar bajodiversos pretestos su contingente.Cuando se confirm la noticia que el enemigo seaproximaba al Lempa, esped una orden para que elque no quisiese prestar sus servicios como propietario,se le obligara hacerlos como soldado, presentndoseen el cuartel de cazadores. Todos pagaron estaintimacin; slo el ciudadano Juan Prez, primerpropietario del departamento, quiso tomar las armas.Pero pocas horas despus de hallarse sufriendo, enel cuartel, todos los castigos y privaciones de unsoldado recluta, entreg los cinco mil pesos que lefueron asignados, y volvi su casa. ^, j La cantidad recaudada fu distribuida los soldadosen medio de la plaza, presencia de los jueces munici-pales, de los ciudadanos Gregorio Avila, que

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    50contribuy con el gnero suficiente para dos milvestuarios, Pedro Gotay y otros muchos de losprincipales de aquella ciudad, que aun existen hoy enella para comprobar la verdad. ^u fi3mdQDComo este fu el ltimo emprstito, y el nico dealguna consideracin que yo asign hasta laconclusin de la guerra, y como algunos hanexagerado su valor, y tratado de tirnicas las medidasque se tomaron para realizarlo, no me ha sido posiblepasar en silencio estos pormenores. u^:*^Si hubo alguna severidad contra Prez, fu provocadapor su misma resistencia: lo exigia adems el ordenpblico, amenazado por los soldados leoneses,cansados ya de sufrir escaseces, y de esperar el diaque estas cesasen, tantas veces prometido; y lodemandaba imperiosamente la necesidad de marchar disputar el paso del Lempa al enemigo. iido ^ *?El nico atentado que yo supiese y pudiese remediar,fu cometido por el capitn Cervantes que arrancaradel cuello una seora prestamista su cadena de oro,y por el cual fu sentenciado la pena de muerte yfusilado en la plaza del Salvador.Los soldados leoneses, que no pertenecan ningngobierno, y que voluntariamente se habian puesto mis rdenes, espresaron de diversos modos sus deseosde regresar Nicaragua. Al coronel Balladares, que se

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    propuso evitarlo, lo amenazaron haciendo uso desus armas, y yo slo pude lograr que sesenta soldadoscontinuasen en el servicio.Entre tanto el general Arz lleg al Lempa con unafuerte divisin. Al momento march evitarle el pasode este rio, y lo habria conseguido, si el tenientecoronel Jos del Rosario Lpez Plata no hubieradescuidado el punto por donde logr aqueldesembarcar.Disminuida mi fuerza por la defeccin de los leoneses,tuve que retirarme Honduras para organizara.El enemigo, que marchaba mi retaguardia, lleghasta la ciudad de Nacaome, y no atrevindose perseguirme por el camino de la sierra, que habia yafortificado, regres a San Miguel.En pocos dias pude aumentar la divisin en la ciudadde Tegucigalpa, y volv' con ella sobre la misma ciudadde San Miguel. f ?--.:El general Arz ocupaba entonces dicha ciudad, quepor una marcha forzada amenac atacar. Como aquelno queria comprometer una accin, se retir por lavilla de Usulutan, para atravesar despus el llano dePaba, y tomar el camino del departamento de Gracias,con el objeto de pasar Guatemala. Yo, que calculabaesta retirada, nrre coloqu por un movimiento de

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    52flanco en aquel llano, al tiempo mismo que la van-guardia enemiga tomaba posicin en la margenizquierda de un arroyo profundo. Era su miradisputarnos este paso, para poder evitar la ocupacinde la hacienda de San Antonio, en la que comienza elevarse la sierra por donde habia pensado retirarse.Pero fu arrollada y arrojada hacia el llano en dondeestaba formada su retaguardia, dejando en nuestropoder un can.La hacienda fu en seguida ocupada por nosotros,y los contrarios pasaron la noche deliberando.Al amanecer se me asegur que deseaban capitular.Al efecto, habl con el teniente coronel C. AntonioAycinena, que habia sucedido en el mando al generalArz. Me ofreci aquel jefe entregar las armas, yquedar prisionero con sus principales soldados;pero no disposicin del Gobierno del Estado delSalvador.

    L.a capitulacin que redact, fu firmada inmediata-mente, y con sorpresa vieron los enemigos, quecuando ellos hablan convenido ya en ser misprisioneros de guerra, se les dejaba en libertad paravolver Guatemala, suministrndoles, adems, eldinero necesario para el prest, del soldado, y conce-dindoles por una gracia, todo lo que solicitaron.Aunque nunca me arrepent de haber observado esta

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    uconducta, pocos das despus tuve el disgusto de saberque el enemigo saqueaba los pueblos del trnsito,y habia cometido un asesinato, en pago de lagenerosidad con que se le trat, violando as lacapitulacin que se acababa de firmar, en la que sehabia consignado un articulo a la seguridad de estosmismos pueblos. .?:^-'dnn^ t^ko c -^ [^ L^--\'n^^ oiUn jefe militar del Estado del Salvador, que con doscompaas ocupaba Ocotepeque, por donde aquellosdebieran pasar, recibi de los pueblos iguales quejas, yredujo algunos oficiales prisin, por orden de suGobierno, a quien yo habia dado conocimiento deaquellos hechos. ru;>i4*^i Md^noj ;SL ^izcA i; cKStn^M:>^iKrh*- -ji-^ '' :.;-n!iW lolOU)^ ^.'lO'^ij.y Q^rA.l^^Aunque siempre he credo que el jefe Aycinena no losmand ejecutar, l es, sin embargo nico responsablede ellos, por haber abandonado la tropa su propiasuerte, forzando sus marchas para llegar pronto Guatemala con todos sus jefes y oficiales allegados.La fortuna, que jams proteje los que huyen de lospeligros de la guerra para poder disfrutar de lasventajas del triunfo, castig los que sitiaban la plazadel Salvador, hacindolos, por una capitulacin,prisioneros de los sitiados, y premiando, de estemodo, el valor con que estos defendieran por tantotiempo su patria y sus hogares. i. n uuEste desenlace se debi la constancia con que el

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    54pueblo salvadoreo, sin armas y sin jefes, sostuvo elsitio por largo tiempo: al patriotismo y generosidadde las mujeres del pueblo, que alentaban al soldadocon su valor y lo alimentaban con el trabajo de susmanos: a la firmeza con que el Gobierno se negsiempre admitir las proposiciones desventajosas quele hiciera el enemigo para rendirse; y al general JuanPrem, que disciplin algunas compaas, ycolocndose con ellas la retaguardia del enemigo,le interceptaba los convoyes y aprisionaba los reclutasque venian de Guatemala, batia las fuerzas que salandel cuartel general de los sitiadores en busca devveres, y alentando con todos estos hechos al pueblo,hizo los soldados concebir esperanza de un prximotriunfo y creer al coronel Montfar, jefe del ejrcitositiador, que se hallaba sitiado, cuando dijo en unode sus escritos que no puede sostenerse por muc/iotiempo plaza que no es socorrida, y menos cuando laatacan enemigos muchos y porfiados, rjjnt.:^ i^ ,^j ^^^^^

    De la hacienda de San Antonio me dirig la ciudaddel Salvador. Pas en seguida la villa deAhuachapan, para organizar all el ejrcito que debiamarchar sobre el Estado de Guatemala. ^v^r k.h> :>u ,uir, .^b-1ol^>' Otan -f

    Pocos dias despus de haber llegado aquella villa,recibi el jefe poltico del Departamento, C. JuanManuel Rodrguez, orden del ministerio para hacersalir del Estado al presidente Arce, que despojado

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    55ya del Gobierno, existia en la ciudad de Santa Ana,porque su permanencia en ella era perjudicial alorden pblico.Una persona, afecta al Presidente Arce, me suplicevitase este jefe el disgusto de ser conducido hasta elrio de Paz por una partida de soldados, que tenia yapreparada el jefe poltico. ^, ^^No quise perder la ocasin de acreditar Arce quehabia olvidado ya la memoria que hizo de m, en lalista que dirigi al coronel Milla, para queden unin deotros, me remitiese preso Guatemala, pesar delsalvo^ conducto que me dio este jefe. Con aquelobjeto, mand al coronel Gutirrez que comunicaseal presidente la orden del Gobierno y le espresase misdeseos de evitarle el compromiso^ en que podiacolocarlo, su permanencia por mas tiempo en Santa-Ana. * ' '^ %VPero este hecho lo tuvo Arce por un agravio, segn seespresa en sus Memorias, aunque yo lo considerabacomo un servicio, puesto que le suplicaba lo quepodia mandarle con el mismo derecho que l quisoque se me condujese preso Guatemala. Con elmismo derecho digo, porque l us de la fuerza paraobrar contra m, no estando autorizado por la ley,y yo podia haber usado tambin de esta fuerza enjusta represalia, cuando me tocaba mi vez. ,,,

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    56Luego que el ejrcito recibi alguna disciplina,march sobre la ciudad de Guatemala, y di orden algeneral Prem, que obraba ya en el departamento deChiquimula con una divisin, que ocupase la haciendade Aceituno, distante una legua de aquella ciudad, elmismo dia que yo debia situarme dos leguas de ella,en el pueblo de Pinula. Mi orden fu cumplida por elcoronel Henrique Terrelong, que habia sucedido en elmando a aquel jefe, que permaneca enfermo enChiquimula. ^,;En la hacienda de Corral de Piedra se nos uni unescuadrn de patriotas antigenos, al mando delgeneral Isidoro Saget, que fu de mucha utilidad en lacampaa. En Pinula supe que la fuerza del Estado sehabia concentrado toda en la ciudad. ^ .M'nm^mm: .:sPara evitar la introduccin de vveres y agua en laplaza, mand situar una divisin en el pueblo deMixco, al mando del coronel Cerda, con orden defortificarse inmediatamente. Pero este jefe, quiensolo conoca por la buena recomendacin que de lse me habia hecho, se confi en un valor de quecareca. Ni quiso fortificarse, ni tuvo la presencia denimo y arrojo que se necesita para defender unpuesto, que es sorprendido por el enemigo.

    jb

    Cerda acredit con esta derrota su ineptitud ycobarda, y el enemigo su crueldad con el asesinatode los vencidos. En lugar de marchar inmediatamente

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    57sobre el cuartel general de Pinula, aprovechndosede mi permanencia en la antigua Guatemala, dondehabia ido con el fin de organizar un gobiernoprovisional, volvi entrarse sus trincheras, y yoregres Pinula. r^ >Al dia siguiente concentr todas las fuerzas en estepueblo, y march con ellas la antigua Guatemalapara reponer las bajas y pedir recursos al nuevogobierno. ~'^ -^ '^^ n. u ^. ^ul general Nicols Ral, antiguo veterano del ejrcitode Napolen, que hoy ocupa un lugar distinguido enel ejrcito francs, entr al servicio en concepto dejefe de Estado Mayor.A la esperiencia y conocimientos militares de este jefe(el mas instruido que ha venido Centro-Amrica)de los que siempre he hecho uso en lo que ha estado mi alcance, debo en gran parte no haber sido nuncasorprendido, ni sufrido jamas una derrota, en treceaos de guerra casi continua, provocada por losdesafectos ala Repblica. ^^ ai^j.- . ch: mm j-v i>,.El enemigo envalentonado con el triunfo de MIxco,sali segunda vez de sus trincheras para atacarme enaquella ciudad.Yo march inmediatamente su encuentro; perolas noticias de los espas me persuadieron que no lo

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    58encontrara en el camino que yo llevaba. Me regres,por esto, la ciudad, dejando las rdenes delcoronel Terrelong un batalln y un escuadrn paraque esplorase el campo. 9iQEn San Miguelito, una legua distante de la ciudad,se encontr este jefe con el enemigo, y se bati contal ardor, que la infantera que habia sido rodeadapor aquel, y se defendia la bayoneta, de tal modo seconfundi con los contrarios, que se le consideraba^ya muerta prisionera.En este momento, usando de su arrojo acostumbrado,el teniente coronel Corzo, comandante del escuadrn,carg con cuarenta dragones sobre el enemigo con tanbuen xito, que lleg a tiempo de salvar nuestrainfantera, que todava peleaba sin quererse rendir.Aquel retrocedi asombrado, y una segunda cargacomplet su derrota.Cuando recib el parte de que el coronel Terrelong sehallaba al frente del enemigo, march con el restodel ejrcito. Las descargas seguidas que se oian enel camino me acreditaban que aquel jefe se habiacomprometido en una accin con tan poca tropa;pero todos mis esfuerzos por tener parte en ella,fueron intiles.Solo llegue al campo de batalla para premiar el valor,socorrer los heridos y proteier a los prisioneros.

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    mPersegu los restos del en.emigo hasta Sumpango, ypas al dia siguiente al pueblo de Mixco, en dondepermanec algn tiempo.All se me manifestaron, por medio del ciudadanoJ. Antonio Alvarado, los deseos que tenia de mediaren nuestras desavenencias el ministro de los PaisesBajos y de tener, este fin, una conferencia conmigo.Esta tuvo lugar, los pocos dias, en la hacienda deCastaaza, aunque sin ningn resultado por entonces.De Mixco march situarme la hacienda deAceituno. Antes de llegar la de las Charcas, se measegur que el enemigo se aproximaba la mismahacienda. Cuando llegu a ella, observ que venia enmarcha, distancia de un cuarto de legua.Entonces conoc que quera aprovechar para atacarmeel momento en que se habia disminuido el ejrcito,con la marcha de la primera divisin sobre el departa-mento de los Altos, al mando del teniente coronelJonama, con el objeto de perseguir una fuerzaenemiga, que obraba sobre aquellos pueblos, lasrdenes del coronel Irrisari.Al momento form la fuerza para aguardar alenemigo, que en triple nmero se presentaba en lallanura. Todo el valle se veia cubierto de caballera,que se aumentaba la vista, con una multitud deespectadores. Esta caballera se form fuera de los

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    60tiros de nuestra artillera lijera. El de fusil, noalcanzaba al grueso de la infantera. Solo una partede esta, en nmero de 500 soldados, se aproxim,formada en batalla a menor distancia, y rompi elfuego al mismo tiempo que las guerrillas de cazadoresque hizo desplegar. Los nuestros lo contestaron pi firme.

    ,cCansado de aguardar que se aproximase el resto dela infantera y toda la caballera enemiga, quecontinuaba guardando la distancia en que se habiacolocado al principio, hice marchar dos compaasde cazadores por el flanco derecho, y tirar algunas^bombas. Estas causaron mucho estrago en lacaballera, y las primeras descargas que aquellashicieran, avanzando siempre sobre el enemigo quepeleaba, ste huy, y el resto sigui su ejemplo, sinhaber hecho un solo tiro. La caballera lo imitvolviendo caras, y la nuestra, aunque en pequeonmero, carg sobre esta confusa masa de hombresque huian sin motivo, haciendo un terrible estragoen todo el valle, y centenares de prisioneros.Los que no lo fueron entraron en la plaza en grandesorden; y no hice un esfuerzo para ocuparlaaquel dia, por aguardar que se me incorporase ladivisin que obraba en los Altos. - .Al siguiente dia march de la hacienda de las Charcas^ la de Aceituno en donde permanec hasta la llegada

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    61de la tropa que se hallaba en Quezaltenango, de la quese reorganizaba en la Antigua Guatemala, yreclutaba en el Estado del Salvador.Pocos das despus me dio parte el coronel Jonama,haberse echado el pueblo del Barrio sobre losenemigos, y entregdole prisioneros los principalesjefes. Pero a esta noticia, que no podia ser mas satis-factoria, anadia otras sumamente desagradables. Measeguraba que el teniente coronel Menendez habiasublevado, contra l, la divisin, a pretesto de obrarde acuerdo con los enemigos, por el buen trato quediera, en cumplimiento de mis instrucciones, alcoronel Irizarri y dems prisioneros; y que la viruelamaligna, que habia comenzado propagarse en lossoldados, le obligaba regresar al cuartel general.Temiendo que muy pronto cundiese esta epidemiaen el ejrcito, tom varias precauciones para evitarlo,aunque no qued satisfecho por no haber encontradola vacuna, r i > . i, ...^ ,.> , - .- .

    Con la mediacin del ministro de los Paises Bajos, deque ya he hablado, se reunieron en el sitio deBallesteros para tratar de la paz, los ciudadanos Arbeu,por el Vice-Presidente de la Repblica, y Pavn porel Gobierno del Estado de Guatemala, el generalEspinoza por el del Salvador, y yo por los deHonduras y Nicaragua. Las proposiciones que por unay otra parte se hicieron fueron desechadas; y los

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    62comisionados se retiraron. ^ 3l^Pero mis deseos de una transaccin eran tan vivos,como fundados los temores que tenia de que sedisolviese el ejrcito por la epidemia de viruelas.^Volv, por esto, escitar al general Vrver, ministrode los Paises Bajos, para una nueva conferencia, la que concurrieron los mismos comisionados. Elgeneral Espinoza y yo les presentamos la proposicinsiguiente:co. Que se estableciera un Gobierno provisorio en ellEstado de Guatemala, compuesto del mismo jefe C.fMariano Aycinena, del C. Mariano Prado y yo.2o. Que los dos ejrcitos debian reducirse al nmerode mil hombres, y componerse en iguales partes,de salvadoreos y guatemaltecos.3o. Que el Gobierno provisorio debia instalarse enPinula, y entrar despus Guatemala con aquellafuerza, destinada dar respetabilidad al mismoGobierno y mantener el orden en el Estado. ' -'4o. Un olvido general por lo pasado. ..J^ 'U.;Tan satisfecho estaba yo que seria admitida, sindiscutirse, esta proposicin, porque conoca ladebilidad que se hallaba reducida la plaza, comogrande fu mi admiracin al verla desechada. > lu

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    63iSi el enemigo ignoraba la causa de tanta generosidad,sabia muy bien que no era acreedor ella, por suconducta observada con los gobiernos y pueblos delSalvador y Honduras, en circunstancias menosdifciles para estos. Sabia, ademas, que ni su posicinactual, la mas desventajosa en que pudo colocarse,ni sus futuras esperanzas, puesto que no aguardabaningn ausilio, ni la moral de su tropa, conocida yaen la accin de la Charchas, pudieron hacerle esperarun mejor desenlace.Pero todava aparece mas ventajosa esta proposicin,si se compara con las que hicieron los salvadoreospara que rindiesen la plaza, tan fuerte entonces, quelejos de alcanzar la menor ventaja, concluyeron lossitiadores por rendirse los sitiados.Y siempre merecer el nombre de generosa, porquese hizo en la seguridad de que la plaza de Guatemalase rendiria con poca resistencia, como sucedi diezdias despus, que fu entregada bajo las condicionesque le impusiera el vencedor.La plaza fu ocupada al siguiente dia de lacapitulacin, y yo me aloj en la casa de Gobierno.Pasados algunos minutos se me present el ministrode relaciones del Gobierno Federal y me entreg unanota del Vice-Presidente de la Repblica C. MarianoBeltranena, en la que me preguntaba si deberlacontinuar en el ejercicio del Poder Ejecutivo. Los

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    64que recuerden que el Vice-Presidente, apoyado enel ejrcito del Estado de Guatemala, habia usurpadoel mando al Presidente de la Repblica, burlndosede los repetidos reclamos que este le hizo paraobtenerlo: que era uno de los mas poderosos motivosde la guerra, que se llev hasta la capital de laRepblica, nombre de la mayora de los gobiernosde los Estados que componen la federacin, sepersuadir fcilmente que mi contestacin fu porla negativa.En el mismo dia mand reducir prisin al Presidentey Vice-Presidente de la Repblica, los ministros deste, de Hacienda y de Relaciones, y al jefe del Estadode Guatemala. >:.h*.m> ?u cu?Esta medida^ ejecutada en cumplimiento de lasrdenes que habia recibido de los gobiernos de losEstados, estaba en consonancia con mi opinin, dereducir el nmero de los presos al menor posible; ytenia tambin por objeto poner en absolutaincapacidad de obrar los principales jefes que habanllevado la guerra los Estados.Cuando se exigi, en cumplimiento de la capitulacin,la entrega de todos los objetos de guerra, aparecimenos una cantidad considerable de fusiles. Lareclam por medio del Sr. Manuel Pavn, demostrn-dok aquella falta con el estado del armamentoentregado, y el que se encontr en la comandancia

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    65de los enemigos, hecho tres dias antes de haberserendido la plaza. Pavn me dio una contestacinevasiva, y yo le asegur que si la capitulacin no secumplia por parte de ellos, no me consideraba en laobligacin de respetarla por la mia.Aunque hasta entonces no creia que se obrase de malafe, vino luego sacarme de mi error la orden del diamismo en que se ocup la plaza, autorizada por elsecretario del Gobierno del Estado de Guatemalaen concepto de jefe de Estado mayor. En ella sepermita salir los soldados de la plaza, contra-riando el artculo 4o. de la capitulacin, en el quese ofreca que contrnuarian en sus cuarteles; paraque de este modo pudiese tener efecto el artculo5o. de la misma capitulacin. n n ?Muchos de los soldados que salieron en virtud deaquella orden, llevaron sus fusiles, y los escesos quecometieron en algunos pueblos inmediatos, tal vezexagerados por los que queran acreditarse con losvencedores, produjo temores de una reaccin en elnimo de los cobardes, y dio un nuevo y fundadomotivo para creer lo poco que respetaban los vencidosde sus compromisos.No habiendo tenido mis reclamos, de que seobservase la capitulacin, ningn resultado favorable,esped un decreto, en el que manifestaba los motivosque tenia para no cumplirla por mi parte.

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    66Et seor Arce ha querido inculparme por este hechoen sus Memorias: en ellas pretende demostrar con losmismos estados que yo cito, el no haber habidoninguna falta de parte de los vencidos.Si en dichos dos estados aparece un nmero dearmamento casi igua, es porque en el uno secomprendieron las armas intiles que habia en elalmacn, en tanto que en el otro solo figuraban losfusiles tiles que se hallaban en manos del ejrcitoenemigo.Varias pruebas podria aducir para poner en un puntode vista mas claro el hecho que me refiero^ si eltiempo, que todo lo descubre, no hubiera venido justificar la conducta que observ en aquella vez,presentando como una prueba irrefragable elarmamento que de las bvedas de la catedral deGuatemala sac Carrera la vista de todos; el mismoque, en el ao de 829 fu el objeto de mis reclamos,y la causa porque se anul la capitulacin. Mis hechosposteriores acreditan que no tuve otras miras,Por el artculo 6o. de dicha capitulacin se garantizala vida y propiedades de todos los individuos queexistan dentro de la plaza. Esta era la nica seguridadque se les daba. A nadie se castig con la pena demuerte, ni se le exiji por mi parte ninguna clase decontribucin. La capitulacin fu religiosamente

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    67cumplida, aun despus de haberse derogado. Laobligacin cedi entonces su lugar la generosidad, yno tuvo de qu arrepentirse. V no se diga que faltabasangre que vengar, agravios que castigar yreparaciones que exijir. Entre otras muchas vctimassacrificadas, los generales Pierzon y Merino fusilados,el uno sin ninguna forma judicial, y arrancado el otrode un buque estranjero para asesinarlo en la ciudad deSan Miguel pedian entonces la venganza, as como losincendios y saqueos de los pueblos del Salvador yHonduras demandaban una justa reparacin.Si el Gobierno de Guatemala seal, para sostener elejrcito contribuciones forzosas los propietariosque pertenecan al partido vencido, ademas de queestaba en sus facultades esta medida, la necesidad depagar sus haberes al soldado vencedor lo exijia y lapoltica demandaba, no sacar estos fondos de los quenos habian prestado buenos servicios. Ademas, lacapitulacin celebrada, en uso de las facultades queme daban las leyes militares, no poda comprometerdel mismo modo al Gobierno del Estado deGuatemala, que si se hubiera ajustado el tratadopropuesto en Ballesteros en cumplimiento de lasinstrucciones que se me habian conferido al efecto.A pesar de que en mi opinin el nmero de lospresos deba ser el menor posible, como lo habaacreditado reducindolo cinco individuos de losmas notables, la de los pueblos, as como la de los

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    68gobiernos de los Estados, y la del ejrcito, era entera-mente contraria. El Gobierno del Estado del Salvadorpor medio de sus comisionados ciudadanos JosMara Silva y Nicols Espinosa y el de Honduras yNicaragua, por las esposiciones que se publicaronentonces por la prensa, pedian el castigo de todoslos culpables; y yo que no desconocia la justiciade estos reclamos, y que debia cumplir las rdenesde los jefes aue habian depositado en m su confianza,me vi obligado reducirlos prisin.Pocos dias despus se comenz difundir en laciudad la noticia de que se intentaba

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    ^ > >Hasta aqu se encuentran estas Memorias, tanto en elpropio manuscrito del benemrito general Morazancomo en^ las copias que hemos adquirido paraproceder la edicin. Fimdadas sospechas nos hacencreer, que la segunda poca de la vida de aquelvaliente ilustre soldado muy fecunda en aconteci-mientos, que ocupan la mayor parte de la historiacontempornea del pas, ha sido escrita por l mismoen su larga espedicion las repblicas del Sur, yperdida ocultada en la jomada con que terminsu carrera poltica en San Jos. Al menos as lo da entender su ofrecimiento de omitir en el discursode su obra, pormenores que podran ser desagradables algunos y que pertenecen los sucesos ocurridoshasta la conclusin de la guerra. (Pg. 38).Mas si es sensible que Centro-Amrica quede privadade la continuacin de estas Memorias; nadie negar,que con la parte interesante que hoy ve la luz pblica,se puede venir en conocimiento del origen de larevolucin prolongada hasta nuestros dias, y de unareputacin literaria apenas conocida de los patriotascentro-americanos, y tenazmente negada por el bando

    Esta nota pertenece a la edicin francesa hechaen la Imprenta de Rouge Hermanos y Comp.,en 1870.

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    ^^^70opuesto a los principios y al progreso. Ella abre eljuicio de la posteridad para el caudillo de lospueblos que proclam y sostuvo las libertadespblicas, y hace esperar con impaciencia el dia quela prensa publique la parte que ahora se ha hechodifcil dar luz; pues aunque ella fuera perdida, datoshay suficientes para suplirla con toda precisin yclaridad. ^.,.. .

    Los editores. ujV

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    AL PUEBLO DE CENTRO AMERICA '^^^ '^ '^^^^.

    '.', . . . >Cuando los traidores a la Patria ejercen los primeros

    destinos, el Gobierno es opresor. Montesquieu. . ^^.Hombres que habis abusado de los derechos mssagrados del pueblo por un srdido y mezquinointers! Con vosotros hablo, enemigos de la indepen-dencia y de la libertad. Si vuestros hechos, paraprocuraros una patria, pueden sufrir un paralelo conlos de aquellos centroamericanos que persegus ohabis expatriado, yo a su nombre os provoco apresentarlos. Ese mismo pueblo que habis humillado,msultado, envilecido y traicionado tantas veces, queos hace hoy los arbitros de sus destinos y nosproscribe por vuestros consejos, ese pueblo sernuestro Juez.Si la lucha que os propongo es desigual, todas lasventajas de ella estn de vuestra parte.Tenis en vuestro apoyo: -* "^ -Que os hallis colocados en el poder, y que nosotrosnos encontramos en la desgracia.

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    J4Que podis hacer uso de vuestra autoridad paraprocurarnos acusadores^ que nosotros noencontramos talvez ni un testigo.Que os habis constituido en nuestros jueces, ydeclarado que somos vuestros reos. I AQue nuestra voluntaria retirada de los negociospblicos, con un objeto ms noble que el que hapodido caber en vuestros corazones, la habisinterpretado como fuga.Que a nosotros, que no os atrevisteis nunca a vernoscara a cara, nos insultis atrozmente en vuestraimprenta; y aadiendo el escarnio a la venganza,habis tomado la mano misma que os ha envilecidopara trazar los caracteres de un nombre funesto queno podemos pronunciar sin aprobio, y nuestra expa-triacin se ha decretado. (1).| . _Y en fin, para complemento de vuestro triunfo,todas las apariencias acreditan que el pueblo1) En convenio que celebr ltimamente Carrera con elEncargado del Gobierno del Estado de El Salvador seconsign un artculo expatrando a todos los quhaban salido de la Repblica, el que aparece firmado^ por Carrera sin saber leer ni escribir. Nota del GeneralFrancisco Morazn.

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    75que nos va a juzgar os pertenece. Pero no importa.Nosotros tenemos la justicia. Vamos a los hechos.Cuando vosotros disfrutabais de una patria, no'podamos nosotros pronunciar este dulce nombre.Recordadlo. Vosotros habis gozado muchos aos delos bienes de esa patria que buscis en vano. Encon-traris en la Repblica de Centro-Amrica algunasseales de ella? No. Aunque le dais hoy estenombre, ms extranjeros sois por vuestros propioshechos en el pueblo que os vio nacer, que nosotrosen Mjico, en el Per y en la Nueva Granada. Por la-identidad de nuestros principios, con los que sirvende base a los Gobiernos de estas Repblicas, nosotros'hemos hallado en ellas simpatas que vosotros noencontraris en el propio suelo de vuestros padres(Que ya no os pertenece) desde el momento mismoque se descubran vuestros engaos. Pero si aunqueris buscar vuestra patria, la hallaris sin dudapor las seales que voy a daros. Od y juzgad.En vuestra patria, los nombres del Marqus deAycinema y su familia., se hayan colocados en losprimeros empleos del Gobierno absoluto, y losnuestros se ocultan en la multitud. riurrEn vuestra patria cometas culpas que se olvidabanpor unas tantas monedas, y a nosotros se nosexpona a la vergenza pblica.En vuestra patria perpetrabais los ms atroces delitos,a los que se les daba el nombre de debilidades para

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    76dejarlos sin castigo, y nosotros suframos la nota deinfames hasta nuestra quinta generacin.En vuestra patria ejecutabais los crmenes quesiempre se quedaban impunes, porque vosotrosmismos erais los jueces, y nosotros perdamos la saludy la vida en los cadalsos.En vuestra patria ostentabais los nonrosos ttulos detiranos, y nosotros representbamos el humillantepapel de esclavos.En vuestra patria ostentabais los honrosos ttulosde tiranos, y nosotros representbamos el h