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    NOTAS SOBRE LAS RELACIONES

    ENTRE MEMORIA Y NACIN

    EN LA HISTORIOGRAFA MEXICANA

    Enrique FLORESCANOConsejo Nacional para la Cultura y las Artes

    QUIENES SE OCUPAN DE LOS ORGENESy propsitos del discursohistrico nos dicen que ste naci de la imposibilidad derevivir el pasado. Puesto que no podemos resucitar lo queha dejado de tener vida, slo podemos representarlo, in-

    tentar reconstruirlo, acudiendo a los vestigios que se hanconservado de ese pasado.1El socilogo francs Maurice Halbwachs fue quiz el pri-

    mero que argument que la memoria no era una creacinindividual, sino un producto social, un lenguaje, as comouna creacin colectiva.2 Elizabeth Tonkin observa que to-dos recordamos, pero advierte que nuestros recuerdos sonrespuestas al mundo exterior, y en este sentido es el mun-

    do exterior el que nos hace comprender lo que realmentesomos.3Contra las concepciones deterministas que afirmaban

    que la memoria era algo heredado genticamente, Halb-wachs enfatiz la influencia de la familia, la religin y losgrupos sociales en la formacin de la memoria. Y contra latesis de Henri Bergson, para quien la memoria era una

    HMex, LIII: 2, 2003 391

    1

    MARGALIT, 2002, pp. 66-67.2 HALBWACHS, 1994.3 TONKIN, 1992. En la p. 112, Tonkin reafirma: The contents or evoked

    messages of memory are also ineluctably social insofar as they are acqui-red in the social world and can be coded in symbol systems which areculturally familiar.

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    coleccin de imgenes fundadas en experiencias individua-les, Halbwachs sostuvo que la memoria era una reconstruc-

    cin racional del pasado elaborada por la conciencia delgrupo. En 1925, en pginas que hoy se citan con frecuen-cia, propuso una nueva interpretacin de los orgenes dela memoria:

    [] es dentro de la sociedad donde normalmente el hombreadquiere sus recuerdos, donde los manifiesta y, como se sue-le decir, donde los reconoce y los sita [] Es en este sentidoque existe una memoria colectiva[] No es suficiente, sin em-bargo, decir que los individuos, cuando recuerdan, lo hacenempleando un marco social. [Debe subrayarse que] es en laperspectiva del grupo o de los grupos donde es preciso ubicarel recuerdo [] Se puede decir que el individuo recuerdacuando est inmerso en el punto de vista del grupo, y que lamemoria del grupo se realiza y se manifiesta en las memoriasindividuales.4

    Esta memoria colectiva que nace en el seno del grupo yes modelada por l es la que ha absorbido los afanes recons-tructivos de los historiadores. La memoria individual, tandecisiva en la formacin de las personas, slo interesa alcronista o al historiador cuando se trata de componer bio-grafas.5 En cambio, la memoria colectiva, es decir, la quenutre el imaginario de las familias, los grupos, la tribu, lapatria o la nacin, es el objeto de la mayora de los estudios

    histricos que tratan la formacin de las identidades colec-tivas. Sin embargo, dado que hay diferentes interpretacio-nes del trmino memoria colectiva, conviene precisar elsignificado que aqu le damos. El filsofo Avishai Margalitdistingue entre memoria comn y memoria comparti-da. Una muestra del primer caso es el recuerdo que mu-chos mexicanos conservaron de la represin y masacre deTlatelolco en 1968. Cada vez que se cumple un aniversario

    de esa efemride aparecen nuevos testimonios o se publi-can libros que la recuerdan e intentan explicarla. En este

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    4 HALBWACHS, 1994, pp.VI-VIII. Las cursivas son mas.5 MOMIGLIANO, 1986.

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    caso, segn Margalit, estamos ante una memoria comn,que agrega las individuales de aquellos que vivieron y re-

    cuerdan ese acontecimiento.6

    Otra cosa es la memoria compartida que no es el simpleagregado de diferentes memorias individuales. La compar-tida se forma no slo por la interaccin de diversas memoriasindividuales, sino por la comunicacin entre los miembrosde la sociedad acerca de sus orgenes y su futuro. Se trata deuna comunicacin mltiple y diversa, que fluye en distin-tos sentidos. Como dice Margalit, la memoria compartida

    en la sociedad moderna viaja de una persona a otra me-diante instituciones, tales como los archivos, y a travs deartefactos nemotcnicos comunitarios, como los monumen-tos y el nombre de las calles.7 Pero sobre todas las cosas, lamemoria compartida es un dilogo entre el pasado y el pre-sente, una conversacin ininterrumpida con el pasado des-de el presente, o como deca el historiador ingls EdmundBurke, un contrato entre aquellos que estn vivos, aque-

    llos que estn muertos y los que an no han nacido.8Este lazo profundo que recorre los siglos y los milenioses el que asegura la continua transmisin de las experien-cias del pasado hacia el presente, el que une a los muertoscon los vivos en una relacin de dependencia enriquecedo-ra, que permite a los segundos edificar sobre el legado delos primeros y forja lo que podramos llamar una comuni-dad basada en la memoria. Dice Margalit que estas comu-

    nidades memoriosas estn basadas no slo en relacionesmuy fuertes entre los vivos sino tambin en estrechas relacio-nes con los muertos. Se trata de una comunidad vinculadacon la vida y la muerte, donde los elementos de conme-moracin y revivificacin son ms fuertes que en una co-munidad basada meramente en la comunicacin. Es unacomunidad comprometida con el reto de sobrevivir me-diante la memoria.9

    393LAS RELACIONES ENTRE MEMORIA Y NACIN

    6 MARGALIT, 2002, pp. 50-51.7 MARGALIT, 2002.8 Citado por APPIAH, 2003, p. 36.9 MARGALIT, 2002, p. 69.

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    Pero aun cuando los grupos y organizaciones socialesbasan su supervivencia en la memoria de las experiencias

    pasadas, no todos logran constituir comunidades sustenta-das en la memoria. Para que la memoria colectiva pueda al-macenarse, reproducirse, multiplicarse y ser redistribuidaentre los miembros de la comunidad, es preciso la existenciadel Estado. En las sociedades antiguas el Estado se definecomo un sistema poltico que tiene un gobierno centrali-zado y hereditario, que ejerce su soberana sobre un terri-torio delimitado y dispone del monopolio del uso de la

    fuerza.10

    Desde el momento en que se constituye el Estadoincrementa sustancialmente su poder econmico y social(mediante los tributos en especie y trabajo que le otorganlos gobernados), y crea regulaciones estrictas para dirigirlas relaciones entre gobernantes y gobernados. En lugar deestar formado por un solo grupo tnico incluye a varios,que comparten lenguas y tradiciones diferentes. Puede de-cirse que el rasgo distintivo de la fundacin del Estado es

    su capacidad para organizar y coordinar la actividad de ex-tensos grupos humanos, infundindoles identidad y prop-sitos comunes.

    Los elementos que permitieron al Estado crear esta me-moria compartida fueron el uso de una lengua comn, lainvencin de la escritura y de un calendario que unific lasformas de medir el tiempo y festejar las ceremonias cvicas

    y religiosas, el culto a los ancestros y la celebracin del ori-

    gen del reino y las hazaas de sus gobernantes. En las pgi-nas que siguen presento ejemplos que muestran cmo laparticipacin de estos mecanismos forj, en los distintospueblos que habitaron el territorio que hoy llamamos M-xico, una memoria de la nacin, una imagen colectiva degrupos humanos que vivieron amparados por la entidadpoltica del Estado. En estos ejemplos quiero hacer nfasisen la frase antes citada de Margalit, que se refiere a comu-

    nidades humanas comprometidas con el asunto de sobre-vivir mediante la memoria. A diferencia de los estudiosconcentrados en los aspectos polticos de la nacin y la ideo-

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    10 COHEN, 1978, p. 34.

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    loga nacionalista, son escasos los que destacan el aspectodecisivo que desempea la conservacin de la memoria del

    pasado en la supervivencia del grupo y la continuidad delas identidades antiguas. En algunos de estos ejemplosmuestro que la conservacin de la antigua memoria del pa-sado fue el principal elemento para asegurar la superviven-cia del grupo.

    LA MEMORIA DE TOLLAN Y LA RECONSTRUCCIN

    DEL ESTADO EN MESOAMRICA

    El tema obsesivo que recorre los mitos, los cantos y las leyen-das que recuerdan a Tollan-Teotihuacn es la idea de que ahnaci el poder y las instituciones polticas. Un texto cuentaque en Teotihuacn se elegan los que haban de regir a losdems, y por eso se le llam lugar donde hacan seores.Segn esta tradicin, en Tollan-Teotihuacn se enterraba a

    los seores principales, pues se crea que los seores que allse enterraban, despus de muertos, los canonizaban pordioses.11 Otro texto informa que los toltecas y los pueblosque adoptaron sus tradiciones nunca dexaron de tener sussabios o adivinos, que se decan amoxhuaque, que quieredecir hombres entendidos en las pinturas antiguas. Un tes-timonio ms dice:

    Ah [en Teotihuacn] se dieron las rdenes, all se estableci elseoro. Los que se hicieron seores fueron los sabios, los cono-cedores de las cosas ocultas, los poseedores de la tradicin. Lue-go se establecieron all los principados [] Y toda la gente hizoall adoratorios, al Sol y a la Luna []12

    En la tradicin que difundi estas ideas, los hombressabios aparecen como los fundadores de las instituciones po-

    lticas que le dieron estabilidad y gloria a los reinos mesoame-ricanos.

    395LAS RELACIONES ENTRE MEMORIA Y NACIN

    11 SAHAGN, 2000, lib. X, cap. XXIX, pp. 973-974.12 SAHAGN, 2000, lib. X, cap. XXIX, pp. 973-974.

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    El prestigio poltico de la Tollan primordial explica porqu los estados fundados despus de la cada de la gran me-

    trpoli se esforzaran en asumir los legados polticos, reli-giosos y culturales de Tollan, y no cejaron en inventarnuevas Tulas: reinos gobernados por dirigentes acomete-dores, protegidos por los dioses del Quinto Sol y orgullo-sos de la elocuencia de su lengua y los logros de sus artistas,pensadores, guerreros y jefes polticos.

    Los dirigentes de los nuevos estados propagaron la ideade que en Tollan naci la realeza, las instituciones y la le-

    gitimidad poltica. Segn esta concepcin, en Tollan se ins-tituy el abolengo que legitimaba a quienes ejercan elpoder. Apoyndose en testimonios que relataban esta tra-dicin, el historiador mestizo Fernando de Alva Ixtlilx-chitl afirm que Topiltzin Quetzalcatl instaur en Tula (laciudad fundada en el actual estado de Hidalgo), la ceremo-nia que otorgaba el mando y las insignias del poder a losgobernantes.13 Se trata de una tradicin que ech races en

    el conjunto de Mesoamrica, pues la vemos reproducirseen los reinos mayas del Posclsico, cuya legitimidad se ha-ca descender de una legendaria Tuln Zuyw, la Tollanmaya, que segn mi interpretacin es Chichn-Itz.14

    En el imaginario poltico de los mayas de Yucatn, TulnZuyw es la capital donde se origin el poder y gobernNakxit (Cuatro Pies en naua), el modelo de los prncipes.Segn el Popol Vuh, Tuln Zuyw fue la matriz de donde sa-

    lieron los pueblos que fundaron los reinos ms importan-tes del Posclsico. Dice el libro que en Tuln Zuyw secongregaron numerosos pueblos que ms tarde, al de-rrumbarse esta ciudad, se asentaron en diversas regiones deGuatemala: los k'iche', los rabinal, los kaqchikeles, los tzi-quinah y los yaquis, el nombre que se le daba a la genteoriginaria del Mxico central, quienes seguramente eran

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    13ALVAIXTLILXCHITL, 1972, p. 387.14 En un estudio indito, Chichn Itz, Teotihuacn y los orgenes

    del Popol Vuh, sostengo que Chichn Itz es la Tuln Zuyw o Tuln aque se refieren el Popol Vuh, el Ttulo de Totonicapn, el Memorial de Solo-ly otros textos mayas.

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    teotihuacanos. Narra el Popol Vuhque en Tuln Zuyw lesfueron otorgados los dioses patrones a los jefes de cada

    pueblo. Ms tarde, cuando otras oleadas de migrantes lle-garon a Tuln Zuyw, los k'iche' decidieron dejar esa ciudady buscar tierras nuevas donde asentarse.15

    El Popol Vuhse refiere otra vez a Tuln Zuyw cuandorelata el viaje de los jefes k'iche' que suceden a los funda-dores de ese linaje. Los nuevos dirigentes del pueblo k'iche'

    viajaron a Tuln Zuyw obedeciendo el mandato de susantepasados, quienes les haban ordenado visitar la ciudad

    mtica para legitimar la posesin de los cargos polticos. As,cuando llegaron ante Nakxit, el supremo gobernante, steles otorg los emblemas del poder, las insignias de Guar-din del Petate y del Guardin del Petate de la Casa deRecepcin, un juego completo de los emblemas del seo-ro, y la escritura de Tuln, el libro donde se haban ate-sorado las tradiciones de Tuln Zuyw.16 Otro testimoniok'iche', el Ttulo de Totonicapn, confirma los pasajes del Po-

    pol Vuhacerca del viaje memorable a Tuln Zuyw. Dice es-te texto que los jefes k'iche' viajaron a donde sale el sol, eloriente, para visitar al seor Nakxit y cuando llegaron antel recibieron de sus manos los smbolos del seoro.17

    Los Anales de los Cakchiqueles, tambin conocidos comoMemorial de Solol, cuya redaccin en espaol data de finesdel siglo XVI, narran la peregrinacin del pueblo kaqchikela la legendaria Tuln Zuyw, donde recibieron sus dioses y

    pagaron tributo a los gobernantes de esa metrpoli multit-nica. Ah se juntaron con otros grupos mayas: los de rabi-nal, los tzotziles, los k'iche', los lamarquis y los akanales.Luego, al igual que los otros pueblos, fueron presentados a

    397LAS RELACIONES ENTRE MEMORIA Y NACIN

    15 Popol Vuh, 1950, pp. 110-116.16 Popol Vuh, 1950, pp. 142-143 yPopol Vuh, 1985, pp. 183-184.17 El Ttulo de Totonicapn, 1983, pp. 174 y 182-183. Este texto descri-

    be con detalle los smbolos del poder otorgados por Nakxit: El palio depluma de Quetzal, el palio verde, el trono de len, el trono de jaguar, laflauta, el tambor, las piedras negras y amarillas, la cabeza y las patas de

    venado, los huesos de falange de guila y jaguar, el caracol, la red de ta-baco, las plumas de garza, la cola de buitre, el brazalete, las trenzas, lapiedra de hongo [todas] las seales de seoro fueron juntadas.

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    Nakxit, el seor de Tuln Zuyw, quien les dio los ttulos deAjpop y Ajpop Qamahay y les otorg las insignias del poder,

    les horad la nariz y les regal los ornamentos y vestidosreales. Dirigindose a todos los jefes, dijo Nakxit: Subid aestas columnas de piedra, entrad a mi casa. Os dar a voso-tros el seoro, os dar las flores [cempaschil].18

    Estos textos establecen sin lugar a dudas que en el ima-ginario maya de los siglos XIII al XVI, Tuln, Wukub Siwano Sewan Tuln (Siete Cuevas o Siete Barrancas), era la ciu-dad progenitora de las tribus que poblaron las tierras altas

    de Guatemala, y Nakxit Quetzalcatl el gobernante supre-mo a quien rendan homenaje los pueblos de esta regin.19Es decir, esta Tuln oriental, Chichn Itz, es para los pue-blos mayas el equivalente de Tollan-Teotihuacn para lospueblos nauas.

    Los primeros interesados en conservar la memoria de laTollan primordial fueron los mismos descendientes de esereino. Por eso hay un hilo de continuidad que nace en Teo-

    tihuacn y se enlaza con Xochicalco, Cacaxtla, Cholula,Coixtlahuaca, Cuauhtinchan, Tula, Colhuacn y Texcoco,hasta llegar a Mxico-Tenochtitln, que eran pueblos unidospor la lengua naua y un pasado comn. Tula y Tenochti-tln fueron los estados ms fuertes despus de Tollan-Teo-tihuacn. Eran reinos nauas y almacenaron en sus templos

    y bibliotecas las tradiciones que provenan de la primeraTollan. Saqueados o quemados los repositorios donde se

    haba concentrado la tradicin tolteca, a nosotros slolleg la memoria de Tollan guardada por los mexicas. Te-nochtitln conserv un recuerdo hiperblico de las gloriasde Tollan-Teotihuacn.

    Las metforas mexicas que describen a Tollan como cunade las artes y las ciencias, reino ubrrimo, ciudad magnfica yhogar de sabios y artesanos insuperables, brindan una visinidealizada del primer Estado poderoso fundado en el Altipla-

    no. Asimismo, el lenguaje religioso, el ms inaprensible por-que habla de cosas inexistentes en la realidad, acu una me-

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    18 Memorial de Solol, 1950, pp. 48-49, 54-61 y 67-68.19 FLORESCANO, 1999, pp. 149-159.

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    tfora inolvidable para celebrar los orgenes del Estado teo-tihuacano: el mito de la creacin del Quinto Sol.

    La arqueologa muestra que antes de Tollan existi unEstado olmeca en las tierras calientes de Veracruz y Tabas-co. Asimismo, en los valles de Oaxaca se asent el Estadoque construy Monte Albn, y recientemente los arquelo-gos que hallaron en la selva del Petn guatemalteco ciuda-des gigantescas, como El Mirador y Nakb, reconocieron lapresencia de organizaciones polticas complejas. Pero nin-guna de estas construcciones alcanz el prestigio poltico,

    la irradiacin mitolgica y el fulgor cultural que rodearona Tollan-Teotihuacn. La sola mencin de los logros reali-zados por el reino tolteca en los primeros aos de la pocaClsica es impresionante: edific la ciudad ms grande, pla-nificada y majestuosa del continente;20 levant un ejrcitoformidable, dotado de armas poderosas y estrategias inno-

    vadoras, que impuso su dominio en la costa de Veracruz yTabasco, en los valles de Puebla, Tlaxcala y Oaxaca, y some-

    ti las pujantes ciudades mayas de las tierras altas y algunosde los reinos del Petn guatemalteco.21Pero quiz el logro ms duradero de los pobladores de

    Tollan consisti en envolver esas hazaas en los lenguajesdel mito, el rito y la ideologa poltica. El mito del QuintoSol, con su cauda de alegoras magnticas (la creacin delos seres humanos, la vida civilizada y la dinasta real), y elmito de Tollan, el arquetipo de los reinos, se convirtieron

    en el paradigma de los mitos de origen de los estados pos-teriores.

    LA INVASIN ESPAOLA Y LA MULTIPLICACINDE LAS REPRESENTACIONES DEL PASADO

    La conquista de Mxico-Tenochtitln fue seguida por la im-

    posicin de la concepcin cristiana de la historia, la des-truccin de los cdices indgenas, el asentamiento de las

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    20 MILLON, 1973.21Vase MARTIN, 2001, pp. 98-111.

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    formas grecorromanas, renacentistas y medievales para re-latar el pasado, y la aparicin de nuevos sujetos de la histo-

    ria. El tlatoaniy el reino indgena fueron sustituidos por elconquistador, el fraile y la nacin castellana, y por la apari-cin de nuevos actores del relato histrico, como el cabil-do, la orden religiosa, las capitales provinciales y el reinode la Nueva Espaa. Es decir, en contraste con el dominiohegemnico del mito mesoamericano que narraba el ori-gen del cosmos, las plantas cultivadas, los seres humanos yel establecimiento de los reinos, en la Nueva Espaa surgen

    mltiples interpretaciones del pasado, casi todas enemigasuna de la otra, ensimismadas en la reconstruccin del pa-sado del propio grupo, e incapaces de ofrecer una visin deconjunto del extenso y fragmentado virreinato.22 Se tratade historiografas de tradicin occidental, seguidoras delmodelo de la crnica y dominadas por el afn de relatarel encumbramiento de Espaa, las gestas de sus conquista-dores y evangelizadores y los logros de la obra civilizadora

    en el territorio americano.23A pesar de su nmero y calidad, no fueron las represen-taciones del pasado elaboradas por los cronistas oficiales dela corona espaola las que hicieron brillar los contornosdel virreinato. El relato que sedujo a los estudiosos de la re-construccin del pasado fue el que ms tarde sera bautiza-do con el nombre de patriotismo criollo, una primera

    versin de la historiografa nacionalista que recorri los

    principales estados europeos en el siglo XIX, y que en Am-rica se expres en obras magistrales que modificaron la in-terpretacin del desarrollo histrico.24 Como lo mostrDavid Brading, La crnica moralizada, del orden de San Agus-tn en el Per(1638), del peruano Antonio de la Calancha,

    y la Historia antigua de Mxico(1780), del mexicano Francis-co Xavier Clavijero, fueron las primeras que revaloraron lanaturaleza, la historia antigua y las creaciones culturales de

    los americanos y promovieron entre sus lectores un senti-

    400 ENRIQUE FLORESCANO

    22 Trato estos temas en Memoria mexicana. FLORESCANO, 2001, cap.V.23Vase BRADING, 1991.24 BRADING, 1980 y ANDERSON, 1991.

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    miento de identidad y orgullo patrio basado en esa nuevainterpretacin del pasado.25

    Otra prueba de la existencia de diferentes representacio-nes del pasado en el virreinato nos la brinda la recienteinterpretacin de los Ttulos de Tierrasproducidos por lospueblos o Repblicas de Indios de la Nueva Espaa entrelos siglos XVIIyXVIII. Los primeros Ttulosque se estudia-ron estaban escritos en naua, as como los llamados CdicesTechialoyan, copiosamente ilustrados, los cuales levantaronsospechas de falsedad por el carcter estereotipado de sus

    pinturas y por algunas alteraciones en sus fechas. Pero co-mo lo muestra el anlisis comparado del conjunto, se tratade documentos autnticos. Fueron hechos por los princi-pales del pueblo o los representantes de la comunidad an-te las reiteradas exigencias de las autoridades que pedan alos indgenas presentar documentos escritos basados en lasnormas legales en uso. Salvo las fechas y los nombres de al-gunos personajes que figuran como testigos de la funda-

    cin del pueblo, los datos proporcionados por los CdicesTechialoyancorresponden a la geografa y la circunstanciahistrica del lugar al que se refieren. Sabemos ahora queestos documentos no fueron hechos en el siglo XVI, puescomenzaron a elaborarse despus de las composiciones detierras que se iniciaron en 1643 y 1647. Adems de propor-cionar una informacin verdica, abundante y excepcionalsobre los orgenes y organizacin de numerosos pueblos,

    los Cdices Techialoyany los Ttulos primordialesbrindan unadocumentacin invaluable sobre las formas cmo se articu-laba y fortaleca la identidad en estos pueblos, y sobre susmodos particulares de reproducir el pasado.26

    Antes de que se estudiaran estos documentos, era comnencontrar argumentaciones que sostenan que los pueblosindgenas haban perdido su memoria histrica, pues se de-ca que no existan textos que mostraran su articulacin con

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    25 BRADING, 1991, caps. XVyXXy ANDERSON, 1991, cap. 4. Otra interesan-te lectura de la historiografa de la Ilustracin americana y espaola delsiglo XVIII puede verse en la obra de CAIZARES-ESGUERRA, 2001.

    26 FLORESCANO, 2002, pp. 210-229.

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    el pasado. Sin embargo, el anlisis cuidadoso de los Ttulosnauas, purpechas, mixtecos y mayas, mostr que los dirigen-

    tes de los pueblos convirtieron estos testimonios en el alm-cigo principal de su memoria histrica y en el repositorio desu identidad. Aun cuando producidos en reas culturales ygeogrficas distintas, los ttulos nauas y purpechas, los lien-zos, tirasymapasmixtecos, o los Ttulosmayas, todos estosdocumentos se caracterizan por incluir una demarcacin mi-nuciosa de las tierras del pueblo, un relato de su origen y fun-dacin, una crnica de los principales sucesos ocurridos y

    una defensa de sus tierras.As, por ejemplo los lienzos mixtecos de Zacatepec, Ihuitln,Tlapiltepeco Tequiztepec, elaborados a mediados del siglo XVI,narran la historia de esos pueblos, recogen la sucesin de loslinajes que los gobernaron y describen el territorio del alt-petl y los cambios que experiment a travs del tiempo. Esdecir, a diferencia de los Ttulosnauas y purpechas, los lien-zos y ttulos mixtecos tienen una profundidad histrica que

    en algunos casos abarca tres o ms siglos.Los lienzos mixtecos funden la historia del altpetl conlos testimonios que corroboran la posesin del territoriodesde un tiempo inmemorial. Como observa Mary Eliza-beth Smith, la funcin especfica de estos documentos eraproteger las tierras de la comunidad y las propiedades dela nobleza local.27 Relatan tres aspectos decisivos en la for-macin del altpetl: el momento de la fundacin del pue-

    blo, el origen y la sucesin del linaje gobernante y loslmites del territorio. Aun cuando algunos mapas adopta-ron el formato redondo del plano europeo, la mayora delos lienzos tienen forma rectangular. Los lienzos unen laparte narrativa de los antiguos cdices con la descripcingrfica del territorio. Pero como advierte Elizabeth Boone,el tiempo parece congelarse en los mapas que describen elterritorio del altpetl. Los rasgos del territorio, si bien co-

    rresponden a una fecha precisa, aparentan prolongarse sinmodificaciones a travs del tiempo. El mapa que dominala mayora de los lienzos describe el territorio como una en-

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    27 SMITH, 1973, p. 169.

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    tidad espacial que existi en un momento del pasado, pe-ro tambin transporta esta entidad hacia el [presente del

    lector y hacia el] futuro, y de este modo le confiere la cuali-dad de la duracin.28 Este rasgo del mapa dibujado en loslienzos permiti ms tarde la conversin del lienzo en T-tulo, en documento legal utilizado por los pueblos para pro-bar la posesin inmemorial de sus tierras.

    Los lienzos, al describir los orgenes del pueblo, la sucesinde sus gobernantes y los rasgos del territorio, se convirtie-ron en el ncleo memorioso de la comunidad. Almacenaron

    en sencillas telas de algodn pintadas los fundamentos so-bre los que descansaba la existencia histrica del pueblo ypor eso los pueblos conservaron esas mantas con el mayorcelo durante los tres siglos del virreinato. En Oaxaca, loslienzos fueron el principal instrumento para defender lastierras de los caciques, primero, y, ms tarde, las tierras co-munales de los pueblos.29

    La existencia de los llamados Ttulosen el mbito naua o

    purpecha, o entre los mixtecos o mayas, prueba que se tra-ta de una expresin cultural con races, contenido y forma-to comunes. Y la multiplicacin de estos testimonios en dife-rentes tradiciones culturales permite sostener que estamosante un artefacto especialmente creado para conservar ytransmitir la memoria colectiva, producto de la interaccinentre la cultura mesoamericana y la occidental. La adminis-tracin espaola, al imponer a los pueblos nativos una nue-

    va forma de legitimar la posesin de la tierra, oblig a stosa desplegar una gama de dispositivos para satisfacer esaexigencia. En primer lugar, recurrieron a sus propias tradi-ciones, a los recipientes donde se haba almacenado la me-moria que explicaba sus orgenes y la constitucin de sus pue-blos. El canto que narraba el origen de los seres humanos, lafundacin del reino, el linaje de los gobernantes y los avata-res del grupo tnico, fue la piedra angular a la que acudieron

    los pueblos para sostener su identidad y afirmar la antige-dad de sus posesiones territoriales.

    403LAS RELACIONES ENTRE MEMORIA Y NACIN

    28 BOONE, 2000, pp. 126-127.29 SMITH, 1973, p. 10 y SMITHy PARMENTER, 1991, pp. 20 y 32.

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    Los lienzos, mapas yTtulosoaxaqueos tomaron su in-formacin histrica y la sustancia identitaria del Cdice de

    Viena, la gran enciclopedia donde sus antepasados habandepositado los fundamentos del reino y la nacin. Lo mis-mo hicieron los pueblos mayas con el Popol Vuh, el almci-go que nutri los Ttulosy probanzas que sustentaron laantigedad de sus pueblos y posesiones territoriales, as co-mo los mexicas y pueblos nauas, herederos de Teotihua-cn, la matriz civilizadora de Mesoamrica.30

    Una simbiosis continua entre la tradicin indgena y la

    occidental es ahora la que forja la nueva identidad de lospueblos. Quiz la contribucin ms significativa de los lien-zos, mapas yTtulosde las diversas regiones de la Nueva Es-paa radique en su capacidad para esclarecernos el procesomediante el cual los grupos nativos construyeron su nuevaidentidad mestiza. Es un proceso que muestra cmo reescri-bieron su pasado y crearon testimonios histricos asentadosen ambos legados, pero portadores de una nueva identidad.

    La memoria que alienta en los lienzos, mapas yTtulosoa-xaqueos, nauas o mayas es una memoria con un trasfondohistrico profundo, apoyada en los ms remotos arquetiposde la conciencia mesoamericana, pero transformada por lasdisrupciones de la invasin espaola: conquista, congrega-cin de pueblos, implantacin del cristianismo, creacindel fundo legal, imposicin de la legislacin espaola sobrela tierra, expansin del lenguaje escrito en alfabeto latino y

    constitucin del pueblo como eje de la vida material y cul-tural de la comunidad. Los lienzos, mapas yTtulos, al incor-porar esos diversos procesos, se convirtieron en invaluablestestimonios histricos de su tiempo y en nuevas formas decontar y transmitir el pasado.31 La representacin del pasa-do que aparece en estos testimonios puede citarse comoejemplo preclaro de una comunidad comprometida con elreto de sobrevivir mediante la memoria.

    404 ENRIQUE FLORESCANO

    30 FLORESCANO, 2002, pp. 260-264, cuadroVII.31 FLORESCANO, 2002, pp. 260-264.

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    HISTORIA Y NACIN EN LOS SIGLOS XIX-XX

    La conjuncin ms lograda entre la reconstruccin hist-rica y la representacin de la nacin se alcanz en el sigloXIX, cuando la formacin del Estado nacional convirti lainvestigacin y la enseanza de la historia en el centro deese empeo. En un libro que se volvi referencia ineludi-ble, Josefina Vzquez mostr que el nacionalismo mexicanodel siglo XIX se forj en las aulas y se construy alrededor delas lecciones de historia patria que difundieron los libros

    de texto.32

    Por otra parte, los brillantes estudios de Edmun-do O'Gorman sobre la Historia de la Revolucin de Nueva Es-paade fray Servando Teresa de Mier, y el anlisis de GuyRozat de las obras de Carlos Mara de Bustamante, ilumi-naron la peculiar formacin del nacionalismo histrico me-xicano, fundado en la recuperacin del antiguo pasadoindgena, el fervor guadalupano y el anhelo de construir unEstado laico, asentado en los principios republicanos y li-

    berales.33Las obras de Mier y Bustamante muestran que la rebe-lin de Hidalgo de 1810 y la posterior proclamacin de laRepblica federal en 1824 cambiaron el sujeto de la inda-gacin histrica y el sentido del rescate del pasado. El an-helo de crear un Estado autnomo convirti el territorio, elpueblo y las transformaciones de la sociedad en el tiempo,en el centro del rescate del pasado y del proyecto histri-

    co. Literalmente, la historia recibi el encargo de iluminarel origen, explicar los fundamentos y describir los episodiosestelares de la formacin de la nacin. La aparicin de es-te nuevo sujeto, la nacin, modific el contenido de la na-rracin histrica.

    En lugar de la concepcin del devenir histrico domi-nada por los valores cristianos, la indagacin del pasadocomenz a ser dirigida por la formacin del Estado-nacin.

    Los antiguos protagonistas del discurso histrico, el con-

    405LAS RELACIONES ENTRE MEMORIA Y NACIN

    32VZQUEZ, 1970.33 MIER, 1922 y 1978 y BUSTAMANTE, 1985. Sobre este nacionalismo his-

    trico vase la obra reciente de ROZAT, 2001.

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    quistador, las rdenes religiosas, la Iglesia y el Estado espa-ol, fueron sustituidos por los patriotas que combatieron

    por la Independencia, por los polticos que se esforza-ron en darle forma al Estado nacional, por los hroes queofrendaron sus vidas por la Repblica, por las revolucionesque propulsaron los cambios polticos y sociales, y por losmexicanos, como se llam en adelante a la diversidad de in-dividuos y grupos que componan la poblacin. Siguiendolos pasos de la historiografa europea de la Ilustracin,34la mexicana se concentr en el relato de la formacin de la

    nacin y la identidad nacional, como lo muestra con fuer-za Mxico a travs de los siglos, la empresa colectiva dirigidapor Vicente Riva Palacio.35

    Justo Sierra remata este proceso. SuEvolucin poltica delpueblo mexicanoes una narracin de los acontecimientos po-lticos que forjaron el Estado nacional, un relato que combi-na los hechos individuales con los movimientos colectivosque culminaron con la Independencia, la Reforma y la crea-

    cin del Estado nacional.36 En este sentido, como adviertelvaro Matute, laEvolucin poltica del pueblo mexicanose haconcebido como un romance; es decir, el protagonista de lahistoria, el pueblo mexicano en constante evolucin, se en-frenta a diferentes obstculos [] Sin embargo, el puebloavanza y logra el fin supremo propuesto [] Si se toma enconjunto al pueblo mexicano, se trata de una gran metforaen la que el pueblo es el verdadero hroe de la historia.37

    La sustitucin de la concepcin cristiana de la historiapor una historia nacional se realiza bajo la accin del Esta-do y sus instituciones. El Estado es el primer propulsor de

    406 ENRIQUE FLORESCANO

    34 El mejor estudio sobre la historiografa europea de la Ilustracines el libro de POCOCK, 1999.

    35 RIVA PALACIO, 1884-1889. En FLORESCANO, 2002 hago un estudio delos rasgos historiogrficos que convirtieron a esta obra en el modelo

    de los relatos de la historia nacional.36 Esta obra se public primero, entreverada con otros estudios de di-versos autores, en SIERRA, 1900-1902. Ms tarde Alfonso Reyes extrajode esta obra los captulos de Justo Sierra y los edit bajo el ttulo deEvo-lucin poltica del pueblo mexicano, SIERRA, 1950.

    37 SIERRA, 1993, pp. 21 y 25.

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    la historia nacional, el definidor de sus contenidos y el ins-trumentador de su difusin en los diversos sectores sociales y

    en los lugares ms apartados del territorio nacional. Losmedios que imagin para alcanzar estos objetivos, ademsdel libro de historia y el sistema educativo, fueron el calen-dario cvico y la pintura de historia.

    El calendario cvico que celebraba las batallas y los hroesque fundaron la nacin, reemplaz al calendario religiosoque por siglos haba regido el transcurso temporal: Lossantos fueron desplazados por los hroes y los mrtires de

    la fe por los mrtires de la patria.38

    El libro de historia sus-tituy a la Biblia como surtidor de valores, temas y persona-jes morales, y el manual de historia se impuso como lecturaobligatoria en la enseanza bsica.39A estos cambios siguiuna revolucin en el mbito del arte: la sustitucin de lapintura de tema religioso por la de tema laico. Durante si-glos la pintura haba sido una expresin privilegiada de lahistoria sagrada (la Biblia) y de los valores morales cristia-

    nos, una sucesin de imgenes que tenan el propsito deidentificar a los individuos con la comunidad cristiana. Des-de fines del siglo XVIII la pintura de los acontecimientosque forjaron la nacin desaloj del escenario pblico a lahistoria religiosa y divulg una imagen cvica, patritica, re-publicana y nacionalista.

    Inmediatamente despus de la independencia surgiuna iconografa dominada por los hroes, los emblemas y

    los smbolos nacionales. Sin embargo, la institucin dedi-cada al cultivo y la promocin de las artes plsticas, la Aca-demia de San Carlos, fundada en 1778 por los Borbones,segua atada a sus orgenes neoclsicos. Sus influyentes ex-posiciones anuales, que comenzaron a celebrarse en 1849,eran una copia de los cnones establecidos en Roma, Parso Madrid. Las exposiciones de la mitad del siglo fueron jus-tamente criticadas por su contenido extranjerizante y la

    ausencia de una escuela mexicana de pintura. Paradjica-mente, quien primero respondi a esta demanda naciona-

    407LAS RELACIONES ENTRE MEMORIA Y NACIN

    38 PREZVEJO, 2001, pp. 75 -110.39Vase ROZAT, 2001.

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    lista fue el archiduque Maximiliano, quien entre 1864 y1867 mand pintar los retratos de los hroes fundadores de

    la Repblica (Hidalgo, Morelos, Guerrero, Iturbide)40

    Luego del triunfo de Jurez, Ignacio Manuel Altamira-no, Ignacio Ramrez y otros patriotas exigieron asentar enlas artes y las letras los cimientos del alma nacional.41 Ram-rez deca en 1869: Es urgente dotar a la capital de la Re-pblica de un establecimiento exclusivamente encargadode recopilar, explicar y publicar todos los vestigios anterio-res a la conquista de la Amrica; la sabidura nacional de-

    be levantarse sobre una base indgena.42

    Varios pintores sepreguntaban en esos aos por qu en la Academia de SanCarlos no haba surgido una escuela mexicana de pinturaque expresara las tradiciones del pas y recordara sus gran-des momentos y personajes. Presionado por estas demandas,Ramn Alcaraz, el director de la Academia, lanz en noviem-bre de 1869 una convocatoria para un concurso de pinturashistricas de tema mexicano. Los premios y reconocimien-

    tos de la Academia, deca Alcaraz, habran de enaltecer losepisodios sobresalientes de la historia nacional y preservarla memoria de sus hombres ilustres.43

    Las exposiciones promovidas por la Academia sobrepa-saron los vaticinios ms optimistas. Crearon, efectivamente,los cimientos de una escuela mexicana de pintura, convir-tieron esas exposiciones en un acontecimiento nacional ehicieron de la obra plstica un nuevo intrprete del pasa-

    do. La iniciativa de pintar cuadros histricos le abri pasoa una interpretacin plstica de la antigedad indgena, laconquista, el virreinato y la historia moderna. En las pintu-ras de Jos Obregn (El descubrimiento del pulque, 1869) y deRodrigo Rodrguez (El senado de Tlaxcala, 1875), la repre-sentacin del pasado prehispnico experiment un cambiosustancial. En estas obras el indgena es el primer actor dela escena histrica, y sta cobra el aire de una antigedad

    408 ENRIQUE FLORESCANO

    40 PREZVEJO, 2001, pp. 77 y 95-97.41Vase CASANOVAGARCA, 1987.42 GIRON, 1976, pp. 51-83 y MARTNEZ, 1955.43 Citado por WIDDIFIELD, 1996, p. 180.

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    clsica. Estas pinturas, como las esculturas de Manuel Vilarde Moctecuhzoma (1850) y Tlahuicole (1852), o el monu-

    mento a Cuauhtmoc (1886) de Miguel Norea, son lasprimeras que le otorgan al indgena un lugar protagnicoen el escenario histrico y lo muestran representando va-lores ms altos que los de sus conquistadores.44

    El episodio de la conquista, el preferido en la literaturay la pintura del conquistador, cambi de significado. En lu-gar de exaltar el poder expansivo del imperio espaol o elgenio poltico de Hernn Corts, los lienzos de Flix Parra,

    Fray Bartolom de las Casas(1875) yMasacre de Cholula(1877),son una condena de ese acontecimiento, que se represen-ta como cruel, atroz y sanguinario, y como algo todavadolorosamente presente y, por lo tanto, susceptible de un

    juicio moral.45 La representacin del siglo XIX, despus dela catastrfica experiencia de la prdida del territorio, lahumillacin militar y la guerra civil, se transfigur, a travsde la pintura y la escultura, en un cortejo de hroes que co-

    menzaba con el retrato de los libertadores, segua con laimagen de los hombres de la Reforma y conclua con losvencedores del ejrcito francs. La imagen ms radiante deeste desfile heroico era la de la patria, transfigurada en unamujer mestiza, hermosa y triunfal. De este modo, como di-ce Toms Prez Vejo, la pintura de historia se afirm comoun gnero ms elocuente que cien libros.46

    Despus de los aos de reconstruccin que siguieron a

    la Revolucin de 1910, renaci el proyecto de fundar el Es-tado en sus races indgenas y en los valores republicanos ynacionalistas. Con la fuerza del Estado revolucionario cobrimpulso el movimiento nacionalista ms original y exito-so de Amrica Latina, fincado en la recuperacin del pasa-do y la pintura de historia.

    El rescate histrico fue acompaado por la exploracinarqueolgica y los estudios lingsticos, etnogrficos, musi-

    409LAS RELACIONES ENTRE MEMORIA Y NACIN

    44WIDDIFIELD, 1996, pp. 42-45. Vase, especialmente, los ensayos deEsther Acevedo y Elosa Uribe contenidos en URIBE (comp.), 1987.

    45WIDDFIELD, 1996, cap. 3.46 PREZVEJO, 2001, p. 6.

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    cales, folclricos, artsticos, arquitectnicos y culturales.Estas distintas manifestaciones del pasado y estas variadas

    tradiciones, procedentes de regiones especficas, fueronrepentinamente proyectadas al rango de emblemas y pro-totipos nacionales, cuando se cruzaron con los medios decomunicacin modernos: la fotografa, el radio, el cine, elperidico, la televisin. La pintura mural, por ejemplo, queera una antigua tradicin europea (medieval y renacentis-ta) y mexicana (mesoamericana y colonial), tuvo una pro-

    yeccin inusitada cuando Jos Vasconcelos, el secretario de

    Educacin, le dio a los pintores las paredes de los principa-les edificios pblicos.El muralismo, como dice Octavio Paz, es un parto de la

    Revolucin:

    Sin la Revolucin esos artistas no se habran expresado o suscreaciones habran adoptado otras formas; asimismo, sin laobra de los muralistas la Revolucin no habra sido lo que fue.

    El movimiento muralista fue ante todo un descubrimiento delpresente y el pasado de Mxico, algo que el sacudimiento re-volucionario haba puesto a la vista: la verdadera realidad denuestro pas no era lo que vean los liberales y los porfiristasdel siglo pasado sino otra, sepultada y no obstante viva To-dos tenemos nostalgia y envidia de un momento maravillosoque no hemos podido vivir. Uno de ellos es ese momento enel que, recin llegado de Europa, Diego Rivera vuelve a ver, co-mo si nunca la hubiese visto antes, la realidad mexicana.47

    El muralismo se convirti en una expresin de la picarevolucionaria; pint de manera exaltada e inolvidable asus hroes y resumi en colores atractivos y en un discursodidctico los muchos siglos del pasado mexicano. Jos Cle-mente Orozco, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y otrosmuralistas plasmaron en las paredes escenas y personajesdel pasado con tal fuerza que esas imgenes, llenas de vida,

    acabaron por representar momentos decisivos de la histo-ria mexicana. Diego Rivera, sobre todo, quiso ser un profe-sor de historia y un agitador de conciencias:

    410 ENRIQUE FLORESCANO

    47 Citado por MONSIVIS, 2000, pp. 989-990.

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    Tena dice la ambicin de reflejar la expresin esencial,autntica de la tierra. Quera que mis obras fueran el espejo

    social de Mxico [] Me propuse ser [] un condensador delas luchas y aspiraciones de las masas y a la vez transmitir a esasmismas masas una sntesis de sus deseos que les sirviera paraorganizar su conciencia y ayudar a su organizacin social.48

    Su obra no modific los procesos histricos delineadospor Justo Sierra en laEvolucin poltica del pueblo mexicano.Pero tuvo la obsesin, como advirti Octavio Paz, de ser di-dctico, discursivo y prolijo. Sus lienzos histricos difundie-ron una visin maniquea del pasado, conformada por unenfrentamiento pertinaz entre los campesinos y trabajado-res pobres contra los latifundistas, empresarios, militares,polticos, sacerdotes e intelectuales explotadores. Y tam-bin mostr, en sus extraordinarias reproducciones de laantigua Tenochtitln o de las labores campesinas, el poderincantatorio que adquiere la imagen cuando se une conla reconstruccin del pasado.

    Quiz uno de los logros ms altos de estas representacio-nes del pasado que conjugan el rescate arqueolgico, la an-tropologa y la imagen, sea el de los museos fundados en elsiglo XX. Ya en el Museo Nacional de Historia, que inaugurPorfirio Daz en 1911, haba coincidido la acumulacin depiezas histricas selectas con el despliegue museogrfico de-dicado a atraer e instruir al espectador. Pero correspondi al

    Museo de Antropologa inaugurado en 1964 el privilegio deser el recinto pblico donde la riqueza y calidad de los obje-tos exhibidos se uni con su exacta ubicacin histrica y cien-tfica, en un marco en el que la presentacin de las piezas, lailuminacin y el entorno museogrfico contribuan a darle alconjunto una proyeccin inusitada y cautivadora. De estemodo, los arquelogos, historiadores y antroplogos trans-formaron la idea que se tena del museo. En lugar de ser una

    especie de almacn de curiosidades, el museo se convirtien una institucin cientfica dedicada al acopio y clasificacinde sus colecciones, en un centro de investigacin y en un me-

    411LAS RELACIONES ENTRE MEMORIA Y NACIN

    48 Citado por MONSIVIS, 2000, p. 990.

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    dio poderoso de difusin cultural. La unin entre conoci-miento histrico e imagen convirti al museo en un reflector

    poderoso del pasado, en un smbolo de identidad y en el ar-ca preciosa donde se guarda el patrimonio nacional.49

    El influyente libro de Benedict Anderson sobre las co-munidades imaginadas construidas por los nacionalismosde los siglos XIXyXX, seal como principales artfices deestos edificios el relato histrico, el censo, el mapa y el mu-seo. Como se ha visto en este repaso fragmentario de la

    construccin de la memoria colectiva mexicana, los princi-pales activadores de esa memoria, y de la idea de nacin eidentidad nacional, han sido el texto en su forma de relatohistrico, la pintura de historia, los mapas y el museo (elimaginario visual). El censo, la novela, la poesa y el teatrocasi nunca se han considerado como fuentes importantesde la representacin del pasado. A estos grandes huecos enel estudio de la construccin de la nacin debe agregarse el

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