mauro marini - las raices del to no

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  • 8/8/2019 Mauro Marini - Las Raices Del to no

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    Las races del pensamiento

    latinoamericano

    Ruy Mauro Marini

    Indice

    Capitalimso y sociologaEl mercado mundial y los Estados nacionales

    Liberalismo y racismoHacia una teora social latinoamericana

    El pensamiento social, es decir, la reflexin de una sociedad sobre s misma surge con lassociedades de clases, pero slo se plantea all donde un grupo o una clase experimenta la

    necesidad de promover o justificar su dominacin sobre otros grupos y clases. Puede tratarse de

    una construccin ideal, como La Repblica de Platn, donde se identifican los segmentos queforman la sociedad y se busca articularlos armnicamente en un sistema corporativo, o de una

    investigacin comparada, como la Poltica de Aristteles, donde se toman a las clases y su

    interaccin como eje del anlisis, en la perspectiva del equilibrio y la armona social. Encualquier caso, la teorizacin va encaminada a asegurar o transformar un orden de cosas

    determinado, a partir de un punto de vista de clase.

    Cuando se trata de sociedades que se basan en una organizacin econmica relativamente simple

    y en que la diferenciacin social es an incipiente, el pensamiento social tiende a justificar elorden existente recurriendo a factores externos, que impondran ese orden como algo necesario;

    esos factores pueden ser de naturaleza divina, sobrenatural, o se refieren a diferencias naturales o

    culturales evidentes, como las de carcter racial y religioso. Los regmenes teocrticos,correspondientes al llamado modo de produccin asitico, la sociedad medieval europea y, en

    cualquier lugar y en cualquier tiempo, las sociedades basadas en la esclavitud son prdigos en

    ejemplos en este sentido. No por acaso la prerrogativa de la humanidad se plante como un

    problema para la iglesia catlica, respecto a los indios y negros esclavizados en Amrica.

    Capitalismo y sociologa

    A medida que el sistema econmico se vuelve ms complejo y que la sociedad favorece eldespliegue y la contraposicin de intereses de clase, el pensamiento social se vuelve

    contradictorio, propiciando el surgimiento de corrientes divergentes. Es as como el capitalismo,

    desde el momento en que engendra en su seno el desarrollo industrial y avanza hacia su madurez,impulsa a la clase que lo dirige a plantear con fuerza creciente sus propsitos y reivindicaciones

    en el plano terico e ideolgico. La burguesa lo har, primero, en contra de la clase dominante:

    la aristocracia terrateniente. Para ello, comienza, con los fisicratas, por denunciar el carcterparasitario de esa clase (slo la tierra crea valor); sigue, con Adam Smith y Boisguillebert,

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    afirmando que el trabajo es la fuente por excelencia de la riqueza; y llega, con Ricardo, a

    identificar al capital (incluido en l al trabajo y la tierra) como origen nico del valor.[1]

    La burguesa deber pagar el precio de la radicalidad de su crtica al orden feudal. En un proceso

    que empieza con los idelogos cooperativistas y los tericos neoricardianos, as como los

    socialistas franceses, como Sismondi y Saint-Simon, la economa poltica se vuelve contra elpropio capitalismo, para plantearse, con Marx, como crtica de s misma y expresin

    revolucionaria de los intereses de clase del proletariado. No le quedar al pensamiento burgus

    sino renunciar a la economa poltica.

    Para ello, tratar de construir una ciencia que excluya a la economa como factor explicativo delorden social. Cabr a Comte, al crear la sociologa, negar a esa ciencia cualquier carcter

    cientfico y proclamar al orden social (burgus) como el orden en s, un organismo perfectiblepero inmutable, expresin definitiva de lo normal, contra el cual toda accin contraria es

    indicativa de una desviacin, es decir, una manifestacin de tipo patolgico. Durkheim seguir

    sus pasos, al tratar de fundamentar el estudio de la sociedad esencialmente en la observacin

    emprica de los fenmenos sociales, tomados en tanto que cosas, cuya frecuencia determina sucarcter normal o patolgico. Ello descarta a la revolucin, que pasa a la categora de

    enfermedad social; bajo la influencia de Darwin, Spencer enfatizar en la nueva disciplina las

    nociones de evolucin y seleccin natural, que consagran la tesis de la supervivencia de los msaptos, proporcionando a la expansin capitalista mundial la justificativa que ella requera.[2]

    Ms adelante, sern los mismos economistas quienes abjurarn de la economa poltica, que

    priorizaba los problemas de la produccin y la distribucin, para centrarse, con Marshall y la

    escuela neoclsica, en el estudio del mercado, en tanto que elemento rector de la actividad

    econmica. El mercado, como seala Marx, es el paraso de los derechos del hombre,desvinculado de su clase y tomado en tanto que individuo aislado. All, se oscurecen las

    relaciones de explotacin y la desigualdad entre los que poseen los medios de produccin y los

    que no poseen sino su fuerza de trabajo.[3]

    Vista desde la perspectiva del mercado, la sociedad representa un conjunto de individuos libres eiguales ante la ley, que actan movidos por su inters personal, egosta, subordinados tan slo al

    movimiento objetivo de las cosas, el cual se expresa en leyes como las de oferta y demanda. Lainvestigacin de los procesos y regularidades que caracterizan un dado sistema econmico,

    objeto de estudio de la economa poltica, se convierte as en la exaltacin apologtica de las

    leyes ciegas del mercado. El liberalismo, expresin doctrinaria de esa nueva postura, alcanza

    entonces su plenitud, en el momento mismo en que Inglaterra se afirma como potencia capitalista

    indiscutible en el plano mundial.

    El mercado mundial y los Estados nacionales

    Es en este contexto que se forman las naciones de Amrica Latina y que comienza la indagacinque estas hacen sobre su propia naturaleza. El orden colonial haba sido, en ltima instancia, un

    episodio en el proceso de constitucin del mercado mundial. Cuando, a raz de la revolucinindustrial, este se consolida, favorece la ruptura del orden colonial. Pero no son muchas las

    alternativas que se abren a la regin: ella deber seguir exportando sus recursos naturales, con un

    mnimo de elaboracin, en cambio de las manufacturas europeas proporcionadas por la

    importacin. A su vez, la conformacin de los nuevos pases derivar en buena medida de laestructura sociopoltica heredada de la colonia y no se apartar fundamentalmente de la

    articulacin en torno a los centros y subcentros comerciales y administrativos que ella dejara:

    Mxico, Lima, Buenos Aires, Ro de Janeiro, Santiago, Montevideo.

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    Sin embargo, pese a la victoria, Chile inicia entonces una trayectoria que tendr profundasimplicaciones en el futuro: repartiendo mitad a mitad la propiedad y la explotacin del salitre con

    Inglaterra, que lo apoyara en la guerra, el Estado chileno se va convirtiendo, gracias a los

    derechos de concesin y aduana, en botn de una oligarqua burguesa que olvida su capacidad

    empresarial y se vuelve cada vez ms parasitaria. Cuando, a inicios del siglo XX, la segundaexpansin del cobre tenga lugar, se har sobre la base de los grandes capitales y la tecnologa de

    punta aportados por las compaas norteamericanas, con lo que se completar la transformacin

    del pas en una economa de enclave.

    Brasil constituye un caso distinto. Las varias etapas econmicas por las que pasa en la colonia:

    los ciclos del azcar, del oro, del algodn haban constituido oligarquas poderosas,

    particularmente en el noreste y el centro, a las que se sumaban los estancieros del sur, envueltosen constantes conflictos con sus vecinos platenses. El nuevo pas slo pudo mantener su

    integridad territorial, al momento de la independencia, en la medida en que esta no fue sino una

    singular transicin: sobre la base de la mantencin del rgimen imperial y la esclavitud, su

    primer gobernante fue su antiguo regente (y futuro rey de Portugal), lo que signific que laadministracin se mantuviera prcticamente en manos de la lite colonial portuguesa durante

    nueve aos.

    Los apetitos de poder de las oligarquas llevaron, en 1831, a la abdicacin de Pedro I y lainstauracin de la regencia, que, ejercida por ellas, les permiti dar rienda suelta a sus conflictos

    de intereses. Durante una dcada, el pas fue sacudido por sublevaciones y movimientos

    separatistas. Pareca inevitable que se viniera a imponer all una disgregacin similar a la deHispanoamrica, cuando, en 1840, uniendo fuerzas, las oligarquas del norte y del centro

    adoptaron dos medidas de gran alcance. Una, el golpe de la mayoridad, facult al prncipe

    heredero asumir el poder a los 15 aos, proporcionando al Estado un smbolo visible de poder.

    La otra, la centralizacin militar, puso en manos del Estado un ejrcito considerable que, encampaas sucesivas, dio un bao de sangre en el pas, el cual pas a la historia bajo la

    denominacin de "pacificacin".

    Para ese entonces, un nuevo ciclo econmico empezara a abrirse paso: el del caf, que ya en1830 representaba un tercio de las exportaciones, dirigidas preferencialmente a Estados Unidos,

    y que no hara sino aumentar su importancia, hasta conferir a Brasil una situacin de

    cuasimonopolio a fines del siglo. Hacia 1850, con la suspensin del trfico de esclavos, el pasnormaliza sus relaciones con Inglaterra, hasta entonces conflictivas, lo que le da definitivamente

    acceso a los mercados europeos y en particular a sus inversiones. La alianza en que se basa el

    sistema de dominacin y que confiere papel destacado a la oligarqua esclavista del noreste, pesea la decadencia de sta, aplazar hasta 1888 la abolicin del trabajo esclavo. Pero, una vez que

    esta se realiza, hecho que consagra la hegemona conquistada por la burguesa del centro-sur en

    el seno de la alianza, se llega, el ao siguiente, al reemplazo del imperio por la repblica, en un

    parto sin dolor.

    Los casos en que la centralizacin poltica y militar es ms tarda no hacen sino confirmar laimportancia decisiva de sta para asegurar la viabilidad nacional. No hablemos ya de pases

    como Bolivia, en donde los poderes del Estado quedan desperdigados entre Sucre y La Paz, el

    caudillaje reina, el territorio sigue encogindose an en pleno siglo XX y se pierde incluso la

    clave del desarrollo exportador: la salida al mar. Hablemos ms bien de procesos nacionalesfinalmente exitosos.

    Dilacerada por guerras intestinas y sometida a la injerencia extranjera, en particular de Brasil,

    Argentina slo iniciar su despegue econmico y poltico despus de la victoria de la burguesabonaerense en la batalla de Pavn, en 1860. A partir de entonces, empieza el auge cerealero de

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    ojos de la oligarqua los atributos del pueblo. Los ms bondadosos se preocuparn de esasituacin y vern en la educacin el medio de rescatar a las masas de la degradacin en que

    estaban sumidas. "No separemos de nosotros al pueblo ms de lo separado que se encuentra -

    exclamaba Bilbao-. Eduqumoslo en la teora de la individualidad, del derecho y de honor".[8]

    Pero la gran mayora ver a esa distancia social como un hecho sin posibilidad de superacin,

    dado el pecado original propio del pueblo: su raza.

    Desde 1840 hasta la primera dcada del siglo XX, el enfoque racista dominar el pensamiento

    social latinoamericano. Quiz slo en Brasil, donde la colonizacin haba ya cumplido la tarea dediezmar en gran escala los grupos autctonos y sentar las bases de la economa sobre la

    esclavitud africana, el racismo no llegaba a constituir un problema. Los negros estaban, por su

    propia condicin, excluidos de la sociedad civil, esto es, no podan ser ciudadanos, mientras quelos indgenas, pocos y dispersos, eran considerados, casi con benevolencia, como menores de

    edad y, como tal, igualmente privados del derecho de ciudadana. El carcter salvaje del

    capitalismo brasileo contemporneo no puede ser entendido, si hacemos abstraccin de esa

    realidad histrica.

    Sin embargo, a medida que, tras la abolicin de la esclavitud y el incremento de la inmigracin

    europea, hacia la dcada de 1880, se agudiza la cuestin racial, el problema quedar planteado en

    Brasil en trminos similares al de Hispanoamrica. Ello tal vez contribuya a explicar eldesarrollo temprano de la sociologa moderna en el pas, que empieza en los aos 20 para

    culminar con la creacin del primer centro latinoamericano especializado en la materia: la

    Escuela Libre de Sociologa y Poltica, fundada en Sao Paulo, en 1933. Hasta entonces, lasociologa se imparta en las universidades de la regin como ctedra en los cursos de derecho y,

    ms tarde, de filosofa, permitiendo a Germani hablar de un "pensamiento presociolgico".[9]

    La solucin brasilea slo difiere por su sofisticacin terica y metodolgica respecto a la que el

    pensamiento social hispanoamericano vena planteando desde mediados del siglo pasado. En

    efecto, esos pases, a vueltas en su mayora con una significativa poblacin indgena, no habandudado en achacar al mestizaje los males de su retraso social, poltico y cultural, a veces de

    manera extremadamente brutal. "Impuros ambos deca Bunge, refirindose por igual amestizos y mulatos, ambos atvicamente anticristianos, son como las dos cabezas de la hidra

    fabulosa que rodea, aprieta y estrangula, entre su espiral gigantesca, una hermosa y plida

    virgen: Hispano-Amrica!".[10]

    Los remedios que propone la clase dominante criolla para hacer frente al problema varan. Hay

    los que, como Ingenieros, se montan en un pragmatismo cnico para afirmar: "Cuanto se haga enpro de las razas inferiores es anticientfico, a lo sumo se les podra proteger para que se extingan

    agradablemente, facilitando la adaptacin provisional de los que por excepcin pueden

    hacerlo".[11] Otros, aunque sin ocultar su desprecio y hasta su odio por los excluidos, seinclinan ms hacia la autoflagelacin, por cargar con esa maldicin, ese pecado original de

    pertenecer a naciones mestizas. No sorprende que, en la literatura de la poca, abunden ttuloscomo Manual de patologa poltica (1899), del argentino Agustn Alvarez; El continente

    enfermo (1899), del venezolano Csar Zumeta; Enfermedades sociales (1905), del argentino

    Manuel Ugarte, y Pueblo enfermo (1909), del boliviano Alcides Arguedas.

    Respuesta menos desesperada es la que plantea a la educacin como instrumento capaz de

    rescatar a la nacin y edificar una nueva cultura, como lo hizo Lastarria en Chile, Rod enUruguay dando origen a una corriente culturalista ms optimista en toda la regin, el

    arielismo, Justo Sierra y Antonio Caso en Mxico.[12] O la que ve en la inyeccin de sangre

    blanca, vale decir la inmigracin europea, la posibilidad de superacin de la inferioridadcongnita de nuestras naciones. Esta tesis, que encontramos ya a mediados del siglo en Alberdi o

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    Sarmiento,[13] desaguar en la exaltacin del mestizaje, en versiones ya de derecha, como la delbrasileo Raimundo Nina Rodrigues y su tesis relativa al "blanqueamiento" de la raza, ya de

    izquierda, como la del mexicano Jos Vasconcelos y su concepto de "raza csmica".

    Contados son, empero, los autores que tratan de descubrir en la poblacin misma cualidades y

    recursos merecedores de admiracin y precursores de un futuro mejor para nuestros pases. Es,por ejemplo, el caso de Manuel Gonzlez Prada, quien rechaza con energa la nocin de "raza

    inferior" aplicada al indio peruano, destacando sus potencialidades (lnea que retomar sobre

    todo Maritegui). Es tambin el de Euclides Da Cunha, quien, en su apasionante estudio sobre larebelin de Canudos, en el noreste brasileo, en el viraje del siglo, parte del anlisis de las

    condiciones geofsicas hostiles del sertn para destacar la notable capacidad de adaptacin de sus

    habitantes, esencialmente mestizos: "el sertanejo es antes que nada un fuerte".

    Menos an sern los pensadores, que desechan, de partida, a la ideologa racista en la reflexin

    sobre sus pases. As, Alberto Torres, en su libro El problema nacional (1914), buscar la

    explicacin de las especificidades brasileas en la historia, las estructuras polticas y la cultura

    nacional, antes que en la sangre o el color de la piel. Y Jos Mart, con el idealismo y enterezaque lo caracterizan, afirmar sin rodeos: "No hay razas: hay slo modificaciones del

    hombre".[14]

    Hacia una teora social latinoamericana

    Los aos 20 implican, para Amrica Latina, cambios en todos los planos de la vida social.Enmarcados en el contexto de la prolongada crisis capitalista, que desorganiza el mercadomundial basado en la divisin simple del trabajo y que acabar por conducir a la guerra de 1939-

    1945, brense espacios para que comience un proceso de industrializacin, cuya contrapartida es

    la creacin del mercado interno, con su impacto en la diferenciacin de las clases y la toma de

    conciencia por stas de sus intereses. Los movimientos de clase media y de la clase obreraimpondrn nuevas alianzas sociopolticas, radicalizando las contradicciones entre la oligarqua

    agrario-comercial y la burguesa industrial y llevando, en la mayora de los pases, a nuevos tipos

    de Estado, basados en el nacionalismo y en pactos sociales menos excluyentes.[15]

    Paralelamente, se intensifican las relaciones comerciales y polticas entre los pases de la regin,soporte necesario para un concepto autnomo de latinoamericanismo. Hasta entonces, la idea de

    Latinoamrica se haba esbozado desde Europa, en tanto que simplificacin apta para el

    esquematismo ignorante, tanto por los gobiernos como por la izquierda; no por acaso la

    Internacional Comunista, al plantearse la cuestin colonial, eludir el estudio particular denuestros pases y preferir abordarlos como integrantes de lo que llama de "China del extremo

    occidente". En otra perspectiva, la concepcin del subcontinente como una verdadera regin se

    formulara, desde Washington, en el marco de una poltica expansionista, inspirada en doctrinas

    como el pangermanismo o el paneslavismo, entonces en boga.[16]

    Pero esto va a cambiar. Valindose en buena medida del marxismo, aunque no slo de l, y

    empezando con interpretaciones y propuestas de carcter regional, como en Ramiro Guerra, ocontinental, como en Haya de la Torre, as como con la generalizacin de aportes originales que

    trataban de explicar situaciones nacionales, como los de Maritegui, Latinoamrica se ocupar

    luego de la reconstruccin de su historia, llegando a producir estudios como los Caio Prado

    Junior, Sergio Bag, Julio Cesar Jobet y los autores que se esfuerzan por comprender laRevolucin mexicana, los cuales establecen sobre bases firmes una tradicin original e

    independiente en la teorizacin de la regin. La institucionalizacin paralela de las ciencias

    sociales: la sociologa, la economa y la historia, aunada a los avances del marxismo,

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    proporcionarn, a partir de los aos 50, trabajos de alta calidad terica y metodolgica. Obrascomo las que producen Silvio Frondizi, Pablo Gonzlez Casanova, Leopoldo Zea y Jos

    Revueltas, entre otros, marcan la madurez de nuestra teora social y culminan con los aportes que

    harn los pensadores de la CEPAL y, luego, de la teora de la dependencia.

    La difcil gestacin de una teora social crtica, centrada en la problemtica de nuestrasestructuras econmicas, sociales, polticas e ideolgicas, haba finalmente concluido. A partir de

    all, la produccin terica latinoamericana va a impactar, por su riqueza y su originalidad, a los

    grandes centros productores de cultura, en Europa y Estados Unidos, revirtiendo el sentido de lascorrientes de pensamiento que haban prevalecido en el pasado. Por otra parte, nuevas y ricas

    corrientes de pensamiento surgirn sobre ese suelo abonado, abriendo amplias perspectivas para

    la comprensin integral de nuestra realidad.

    As, las nuevas generaciones cuentan hoy con un valioso instrumental para hacer frente a los

    nuevos problemas que la vida nos ha planteado. La recuperacin, actualizacin y profundizacin

    de esa tradicin terica las ponen en condiciones de interpretar este mundo nuevo y, ms que

    eso, transformarlo, apuntando a una economa centrada en las necesidades de nuestros pueblos, auna democracia plena y participativa, a la superacin de los prejuicios y exclusiones basados en

    factores tnicos y culturales, a la construccin de una Amrica Latina integrada y solidaria.

    La historia, dijo Marx, slo plantea problemas que puede resolver. La autonoma terica que

    hemos alcanzado nos permite confiar en que sabremos dar respuesta al gran reto que se nos ha

    deparado.

    NOTAS

    [1] Cfr. mi ensayo "Razn y sinrazn de la sociologa marxista", en Bag, S., y otros, Teoramarxista de las clases sociales, Mxico, UAM-Iztapalapa, 1983, pp. 7-22.

    [2]Ibidem.

    [3] Cfr. Marx, K., El Capital, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, vs. eds., Libro I, pp. 128-129.

    [4] Vase mi intervencin en la mesa redonda "El Estado en Amrica Latina", Revista Mexicanade Ciencia Poltica (Mxico), XXI-82, oct.-dic. 1975.

    [5] Hacia 1873, Mxico dependa casi exclusivamente de sus exportaciones de plata, que seencontraban al nivel de setenta aos antes. Cfr. Halperin Donghi, T., Historia contempornea

    de Amrica Latina, Madrid, Alianza, 1993, p. 246.

    [6] Cfr. Jobet, J. C., Ensayo crtico del desarrollo econmico- social de Chile, Santiago deChile, Ed. Universitaria, 1955, pp. 43-44.

    [7] Zea, L., El pensamiento latinoamericano, Barcelona, Ariel, 1976 (1a. ed., 1965), pp. 102ss.

    [8]Ibid., p. 138. Subrayado en el original.

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    [9] Germani, G., La sociologa latinoamericana. Problemas y perspectivas, Buenos Aires,EUDEBA, 1964, pp. 19 ss.

    [10] Bunge, C. O., Nuestra Amrica. Ensayo de psicologa social (1903), cit. por Stabb, M.S., Amrica Latina en busca de una identidad. Modelos del ensayo ideolgico

    hispanoamericano, 1890- 1960, Caracas, Monte Avila, 1969, p. 28.

    [11] Ingenieros, J., Crnicas de viaje (1919), cit. por Stabb, op. cit., p. 50.

    [12] Sobre el tema, vase el estudio de Hale, C., cap. I, en Bethell, L. (coord.), Historia deAmrica Latina, Mxico, Crtica, vol. 8.

    [13] As, en Argirpolis, Sarmiento afirma: "La emigracin del exceso de poblacin de unasnaciones viejas a las nuevas, hace el efecto del vapor aplicado a la industria: centuplicar las

    fuerzas y producir en un da el trabajo de un siglo. As se han engrandecido y poblado los Estados

    Unidos, as como hemos de engrandecernos nosotros...", aadiendo: "El norteamericano es, pues,

    el anglosajn exento de toda mezcla con razas inferiores en energa". Cit. por Zea, op. cit., pp.

    146-148.

    [14] Mart, J., "La verdad sobre Estados Unidos", cit. por Stabb, op. cit., p. 53.

    [15] La Revolucin mexicana de 1910 representa una excepcin, por la importancia que tiene allel campesinado, no as por la participacin de las clases medias. Sus frutos se vern, de hecho,

    en las dos dcadas siguientes.

    [16] Cfr. el captulo IV de mi libro Amrica Latina: democracia e integracin, Caracas, NuevaSociedad, 1993.