la técnica moderna como objeto de la reflexión teológica

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NOTAS Teología y Vida, Vol. XXXI (1990), pp. 55-68. La técnica moderna como objeto de la reflexión teológica. Notas a propósito de un libro El libro aue motiva estas reflexio- nes es Carl Mitcham y Jim Grote (eds.), Theology and Technology. Essays in Christian Analysis and Exegesis. Lanham, Nueva York y Londres, University Press of Ame- rica, 1984, x + 523 pp. La técnica moderna (que muchos suelen llamar hoy -inadecuada- mente, a mi juicio- "tecnologia", transcribiendo el término del inglés) no ha sido objeto habitual de la reflexión teológica. Tampoco de la filosófica. Se acaba de editar, en traducción castellana, un valioso pequeño volumen de Carl Mitcham, ¿Qué es la filosofía de la tecnolo- gia?, Barcelona, Anthropos, 1989 (Nueva Ciencia 2), 214 pp., en cuya primera parte se traza una reseña breve de la filosofia de la técnica moderna: remonta a poco más de un siglo en su vertiente ingenieril (desde Ernst Kapp, Grundlinien einer Philosophie der Technik [li- neas fundamentales de una filoso- fía de la técnica] de 1877) y a poco más de medio siglo en su vertiente humanista (desde Lewis Mumford, Ortega y Gasset, Heídegger, Jacques Ellul y otros). La reflexión teológi- ca nace en Alemania, con dos obras casi contemporáneas: la del católi- co inventor, empresario y más tarde doctor en Física Friedrich Dessauer, Philosophie der Technik (Filosofía de la técnica), de 1927, y la del pastor luterano Hanns Lilje, Das technische Zeitalter. Versuch einer biblischen Deutung (La era técnica. Ensayo de interpretación bíblica), de 1928.En América Latina, apenas se ha tenido en cuenta este pro- blema; entre los pocos que han re- flexionado y publicado sobre la téc- nica se cuentan el argentino Pablo Capanna (1) y el venezolano Ernesto Mayz Vallenilla (2). Carl Mitcham, editor principal del libro que voy a comentar, nacido en 1941, es un académico norteameri- cano que ha dedicado su vida (has- ta ahora) al problema de la técnica. Ha editado, entre otras cosas, un vo- lumen sobre filosofia de la técnica (junto con Robert Mackey, en 1972), en que reúne trabajos de diversos autores, seguido al año siguiente de una abundante bibliografia sobre la técnica (también con Robert Mac- key) , que ha ido siendo completada por él y Jim Grote en sucesivas ediciones del anuario Research in Philosophy and Technology. Pero no sólo ha teorizado sobre la técnica; también ha tratado de vivir las consecuencias de su reflexión criti- ca y ha estado involucrado, con su mujer y sus cuatro hijos, durante' 9 años en una experiencia de vida contemplativa con un grupo de va- (1) Pablo CAPANNA, La tecnarquía, Bar- celona, Barral, 1973 (Breve Biblioteca de Respuesta 78), 254 pp. (2) Ernesto MA yz VALLENILLA, Esbozo de una crítica de la razón técnica. Cara- cas, Ediciones de la Universidad Simón Bolívar, 1974, 249 pp.

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N O T A STeología y Vida, Vol. XXXI (1990), pp. 55-68.

La técnica moderna como objeto de la reflexiónteológica. Notas a propósito de un libro

El libro aue motiva estas reflexio-nes es Carl Mitcham y Jim Grote(eds.), Theology and Technology.Essays in Christian Analysis andExegesis. Lanham, Nueva York yLondres, University Press of Ame-rica, 1984, x + 523 pp.

La técnica moderna (que muchossuelen llamar hoy -inadecuada-mente, a mi juicio- "tecnologia",transcribiendo el término del inglés)no ha sido objeto habitual de lareflexión teológica. Tampoco de lafilosófica. Se acaba de editar, entraducción castellana, un valiosopequeño volumen de Carl Mitcham,¿Qué es la filosofía de la tecnolo-gia?, Barcelona, Anthropos, 1989(Nueva Ciencia 2), 214 pp., en cuyaprimera parte se traza una reseñabreve de la filosofia de la técnicamoderna: remonta a poco más deun siglo en su vertiente ingenieril(desde Ernst Kapp, Grundlinieneiner Philosophie der Technik [li-neas fundamentales de una filoso-fía de la técnica] de 1877) y a pocomás de medio siglo en su vertientehumanista (desde Lewis Mumford,Ortega y Gasset, Heídegger, JacquesEllul y otros). La reflexión teológi-ca nace en Alemania, con dos obrascasi contemporáneas: la del católi-co inventor, empresario y más tardedoctor en Física Friedrich Dessauer,Philosophie der Technik (Filosofíade la técnica), de 1927, y la delpastor luterano Hanns Lilje, Dastechnische Zeitalter. Versuch einerbiblischen Deutung (La era técnica.

Ensayo de interpretación bíblica),de 1928.En América Latina, apenasse ha tenido en cuenta este pro-blema; entre los pocos que han re-flexionado y publicado sobre la téc-nica se cuentan el argentino PabloCapanna (1) y el venezolano ErnestoMayz Vallenilla (2).

Carl Mitcham, editor principal dellibro que voy a comentar, nacido en1941, es un académico norteameri-cano que ha dedicado su vida (has-ta ahora) al problema de la técnica.Ha editado, entre otras cosas, un vo-lumen sobre filosofia de la técnica(junto con Robert Mackey, en 1972),en que reúne trabajos de diversosautores, seguido al año siguiente deuna abundante bibliografia sobre latécnica (también con Robert Mac-key) , que ha ido siendo completadapor él y Jim Grote en sucesivasediciones del anuario Research inPhilosophy and Technology. Pero nosólo ha teorizado sobre la técnica;también ha tratado de vivir lasconsecuencias de su reflexión criti-ca y ha estado involucrado, con sumujer y sus cuatro hijos, durante' 9años en una experiencia de vidacontemplativa con un grupo de va-

( 1) Pablo CAPANNA, La tecnarquía, Bar-celona, Barral, 1973 (Breve Bibliotecade Respuesta 78), 254 pp.

( 2 ) Ernesto MAyz VALLENILLA, Esbozo deuna crítica de la razón técnica. Cara-cas, Ediciones de la Universidad SimónBolívar, 1974, 249 pp.

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rias familias, influida por ThomasMerton.

No es fácil presentar el libroTheoloyy and Technology. Se tratade 20 artículos, de dispar valor y dediferentes orientaciones, que abar-can muchos aspectos del tema y queno síempre abordan .expresamente-porque varios no han sido escrítospara esta obra, sino que han sidorecogidos en ella- el problema dela teología de la técnica.

Se trata de un libro fascinantepor varios motivos. Desde luego,porque trata un tema poco explo-rado, y lo hace de tal manera quedespierta un profundo interés. Paranosotros, sudamericanos, que cono-cemos poco la teología de Américadel Norte (de EE.UU. y Canadá), ellibro funciona como una excelenteintroducción viva a los nombres, alos temas, a las preocupaciones, alos métodos y a los estilos de esateología. También la construccióndel libro contribuye a su atractivo,aunque no facilita, más bien difi-culta, la tarea del resefiador: elcuerpo constituido por 17 articulos,distribuidos de acuerdo a un esque-ma quizá demasiado estructurado,está precedido por dos articulo sintroductorios en que los editoreshacen una presentación comprome-tida y crítica del material que edi-tan -lo que implica ya una suertede primera resefia del libro-, y estácerrado (antes de la tercera parte,constituida por una abundantísimabibliografía anotada, que ocupa laspp. 323-516) por un epílogo en queAlbert Borgmann toma postura per-sonal ante los artIculo s precedentes,lo que implica una segunda resefia.Después de esto, el intento de haceruna nueva resefia puede parecer-incluso al propio resefiador- fue-ra de lugar. Sin embargo, no sóloel hecho de que se trata de un libroen inglés, que difícilmente va a sertraducido al castellano, sino la es-tructura misma de la reflexión hu-mana -inacabable espiral en quese trata de hablar de los temasimportantes en incansable diálogocon los que antes de uno ya han

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hablado de ellos- justifican el es-fuerzo.

En el Prefacio, Mitcham y Grotesitúan el libro y su origen. Quierecontinuar el trabajo de evaluaciónintelectual de la técnica modernainiciado en el volumen de 1972, so-bre filosofía de la técnica; para ellorecoge las seis ponencias de dosencuentros sobre técnica moderna.filosofía y teología, organizados porla "American Catholic PhilosophicalAssociation", en abril de 1979 y ennoviembre de 1980,y les afiade otrostrabajos, en parte inéditos, en parteya publicados. El carácter teológicode este volumen se debe a la con-vicción de los editores de que elproblema de la técnica moderna es,en definitiva, teológico, de modo quelos problemas filosóficos son sóloconsecuencias de la comprensiónteológica de la técnica moderna.

Un resumen de los dos capitulasintroductorios -el primero de Mit-cham, el segundo de Mitcham yGrote- permite hacerse una ideabastante acabada del contenido delvolumen.

Los editores parten de la convic-ción de que la teología se ha que-dado sólo en el análisis moral dealgunas consecuencias de la técni-ca, sin reflexionar la relación entrela fe cristiana y la razón técnica.El libro quiere remediar esta si-tuación y para ello ofrece tres vías:la primera parte trata algunos pro-blemas básicos de fe y razón invo-lucrados en la interacción cristia-nismo/técnica moderna; la segundaparte toca algunos temas que sur-gen de la reevaluación de la heren-cia cristiana desde la perspectivagenerada por la técnica moderna;la tercera parte ofrece una biblio-grafía para profundizar el tema,elaborada por Jim Grote. El librose limita a la tradición cristiana nosólo por razones prácticas de espa-cio, sino también por razones teóri-cas que vienen de la estrecha vincu-lación del cristianismo occidentalcon la técnica moderna.

Para poner algún orden en lainmensa variedad de posturas, los

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urman, que representa a los quecreen que la fe debe transformarla cultura, concretamente los mo-tivos decisivos que están detrás dela técnica moderna.

Los editores toman partido poruna postura que combine la pri-mera y la cuarta (fe y técnica enoposición, en relación paradójica).porque las otras tres les parecenbasadas en un "idealismo" religio-so-político que desconoce lo querealmente ocurre con la técnicamoderna y trata de ella sólo a ni-vel de sus intenciones expresas.Añaden que el propio Niebuhr nohizo plena justicia a la primerapostura, que no rechaza la culturacomo tal, sino sólo una determina-da cultura sin Dios, que hay queesforzarse por reemplazar por otraque esté llena de Dios. Me pregun-to qué diferencia habrá entre estoy la afirmación transformadora dela quinta postura. Los editores ter-minan su primer capitulo introduc-torio anunciando que es esta pos-tura mixta entre la primera y lacuarta la que se ve en la mayoriade los ensayos de la segunda parte.

Los articulas de la segunda partedel volumen tratan de "issues re-levant to an exegesis of a Christiantradition which could speak to thetechnological world" (p. 21) (3). An-tes de presentar los 12 ensayos,los editores hacen una interesantereflexión sobre la relación entrehermenéutica y técnica moderna.Muestran cómo ésta está asociadacon un cuestionamiento metodoló-gico de la revelación y del caráctersobrenatural de la tradición cris-tiana, acaecido en los comienzos delos Tiempos Modernos. De aqu1 con-cluyen, a la inversa, que el redes-cubrimiento de la revelación de Diosen la herencia cristiana deberáocurrir mediante un cuestionamien-to metodológico de la técnica mo-

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autores se basan en H. RichardNiebuhr, Christ and Culture, de1951, que distingue cinco actitudesen el enfoque de la relación Cristo!cultura; en función de ellas escogenlos cinco ensayos de la primera par-te. Las dos primeras actitudes sehallan en oposición polar: entre lafe y la técnica moderna hay oposi-ción radical -como piensa GeorgeA. Blair- o acuerdo total -segúnWilhelm E. Fudpucker, sj-. La ra-zón de Blair es que la fe, siendoteor1a, se opone a toda praxis, atodo esfuerzo por transformar elmundo; la razÓn de Fudpucker esque no sólo el cristianismo ha dadoorigen a la técnica moderna, sinoque también ésta lleva necesaria-mente a la fe cristiana en plenitud.Si la postura de Blair supone quehay un conflicto básico entre elser humano y la artificialida~ de lacultura y que la fe está del ladodel hombre contra la cultura, lapostura de Fudpucker supone queel conflicto básico es entre el serhumano y la naturaleza y que la feestá del lado del hombre y la cul-tura. Las tres actitudes siguientesson variantes de una postura inter-media entre las dos anteriores, quesupone que el conflicto básico esentre el ser humano y Dios, reco-noce que el hombre siempre esparte de una cultura, que contri-buye a hacer de él lo que es, y afir-ma que la cultura se basa en lanaturaleza y al mismo tiempo laperfecciona. Bernard Lohergan sj.,presentado por Terry J. Tekippe, re-presenta la variante que ve a Cristopor encima de la cultura: la posibles1ntesis entre la fe y el mundo dela técnica moderna -mundo en quese da a la vez progreso y decadenciaacumulativos en la historia- essobrenatural, sólo puede ser logradapor gracia. André Malet representauna segunda variante, la que ponea Cristo en relación paradójica conla cultura: los proyectos de la téc-nica y la fe son totalizadores y sedan en oposición, pero el creyentetiene que vivir en ambos. La terce-ra variante es la de Egbert Schu-

(3 ) "Problemas que tienen que ver conuna interpretación de la tradición cris-tiana capaz de hablar al mundo de latécnica moderna".

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derna, cuestionamiento que les pa-rece garantizado por la tradiciónbiblica.

Tres son los principales argu-tos que se han dado en los TiemposModernos para afirmar que la téc-nica moderna no sólo es compatiblecon la fe cristiana sino que es sufruto, incluso su perfección. Losensayos reunidos en esta parte, ensu mayoria ponen en cuestión al-guno de estos argumentos. Tienenque ver con las tres virtudes teo-logales.

La fe en la creación -se suelesostener- ha hecho posible la em-presa de la técnica moderna tantopor el mandato de Dios a Adán dedominar la tierra, cuanto porque elhombre ha sido creado a imagende Dios, por lo tanto, creador. Has-ta a los milagros se ha recurrido:la técnica moderna pone en lasmanos del hombre la capacidad dehacerlos a voluntad, de modo queel apetito que la revelación des-pierta la técnica lo satisface. Loscuatro primeros articulos de estasegunda parte del 'libro tienden aquitar valor a este argumento. Endos de ellos, Ellul, mediante unainterpretación -a ratos irritantepor lo caprichosa- de los primeroscapitulos del Génesis, hace ver quela técnica no forma parte del de-signio originario de Dios, sino queencuentra su origen en la situaciónproducida luego de la caida delhombre, lo que no implica -seapresura a añadir- que sea malani pecaminosa, sino sólo que no esdel orden de la libertad, sino delde la necesidad. A continuaciónCharles Mabee hace un interesanti-simo alegato en favor de una teo-logia autóctona norteamericana, laque tendrá que pensar el depósitode la fe en diálogo con la culturade la sociedad más tecnificada delmundo actual; en ese diálogo sedescubrirán los supuestos b1blicosque van contra la técnica modernay en favor de una técnica diferen-te, de tipo dialogal. Esta secciónsobre la fe termina con el ensayode P. Hans Sun, que muestra la

oposición entre la teolog1a (en susentido etimológico originario dehablar a Dios, orar) y la técnicamoderna, que tiende a desconocerel carácter de creatura del hombrepor acentuar exclusivamente suscapacidades creativas. Su valoraciónnegativa de la técnica moderna sebasa en el principio de que la noacción (la contemplación) es mejorque la acción; esta evaluación lahace llevado por una pregunta queda vuelta el modo habitual depensar hoy: qué tipo de técnica esmás compatible con la vida de ora-ción, o sea, con la teología.

También la virtud de la esperanzaha sido vista como aval de la téc-nica moderna, en la medida en queha podido dar a luz la idea (y eldeseo) de un progreso indefinido dela humanidad. Sin embargo, acotanlos editores, la esperanza cristianano tiene que ver con la acción delhombre en el mundo, sino con unpoder de fuera del mundo, queactuará en el futuro escatológicodando al hombre la resurrección.Los cinco articulos de esta segundasección recorren diversos momentosde la tradición medieval, desdeAgustin y Tomás de Aquino hastaLutero. No siempre su centro deinterés coincide con el de la espe-ranza cristiana y su relación conel progreso en la historia.

Por último, desde Francis Baconse ha usado el argumento de lacaridad cristiana y de la compasiónque de ella nace por la miseria delprójimo, para justificar la empresatécnica de transformación de estemundo, que ha de erradicar el dolory la miseria. El problema, señalancon razón los editores, es que existetambién el sufrimiento de la gentedel pasado, que no podrá ser elimi-nado por la técnica; lo que hace verque la caridad cristiana no se agotaen la empresa técnica sino que ladesborda. Más aún, si en definitivael dolor es parte integrante de lacondición humana en cuanto estáexiliada de Dios, entonces no haytécnica posible que lo pueda aliviar.Aliviado en un nivel, se presenta en

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formas más sutiles en otro, como esfácil de comprobar hoy en los paí-ses más desarrollados técnicamente.

El conjunto de los ensayos se cie-rra con el epílogo de Borgmann,sobre el que tengo que volver másdetenídamente en lo que sigue.

Luego de esta somera presenta-cíón del libro quíero proponer mipropia lectura, centrada en los pro-blemas involucrados en la teologiade la técnica moderna. Recojo lostres que me parecíeron más presen-tes en la obra y afiado algunostemas pendíentes.

Hacer teología de la técnica mo-derna supone previamente delimitarqué se entiende por técnica moder-na. Algunos de los autores hacenexplícítamente esa delimítación, enotros se halla sólo implícitamente.Supone también que ese objeto asídelimitado es de alguna maneraproblemático. pues de otro modo nohabría necesidad de reflexionar so-bre él.

Algunos autores toman la idea dela técnica moderna tal como ha sidoelaborada por pensadores anterio-res. Es el caso de Malet, que edificasu reflexión sobre la base de Hei-degger. Aunque ciencia y técnicano son idénticas, juntas constituyenun mundo, es decir, un proyectounificador y totalizador, por cuantoen él se sintetiza, desde una pers-pectiva específica, el conjunto dela realidad, develada bajo ciertoaspecto. Esta unificación de la rea-lidad no es subjetiva (sería impues-ta a la realidad) ni externa (loselementos reunidos serian hetero-géneos entre si) ni a posteriori, sinoque es el horizonte que hace posi-ble la develación de lo que el pro-yecto reúne. Es, por lo tanto, ante-cedente a sus contenidos; si no espropiamente su fuente original es,al menos, la ocasión para esa mani-festación determinada de los fenó-menos. Concretamente, el proyectocientífico moderno devela la realidadcomo objeto, y el proyecto técnicomoderno da un paso más, transfor-mando al objeto en instrumento.En esta perspectiva, los problemas

causados por la técnica moderna-contaminación, desequilibrios so-ciales y síquicos, armamentismo, ocualquier otro- son meras manifes-taciones de un problema radical: elolvido de que existen otros modosde develar la realidad, que son je-rárquicamente superiores al del pro-yecto cientifico-técnico.

Fudpucker, por su parte, se apoyaen las ideas de Teilhard de Chardin,en cuanto complementadas en losEE.UU. por las de Walter Ong sj.;ellos ven la técnica moderna comoparte de la evolución del cosmos yde la vida, y la valoran como unaetapa superior y decisiva. En estaperspectiva, los problemas de la téc-nica moderna no son de su esencia,son meras aberraciones provocadaspor intereses económicos y políticos.Fudpucker es un convencido de queel "eros técnico" de la eficienciapodría reducir, por ejemplo, la con-taminación ambiental a casi cero.

Otros autores, me parece, cons-truyen un concepto original de téc-nica moderna. Lonergan, por ejem-plo, tal como lo presenta Tekippe.En realidad, nos advierte al empezarsu artículo, Lonergan nunca refle-xionó explícita y acabadamente so-bre la técnica moderna; lo que haceTekippe es reunir sus indicacionesdispersas y construir con ellas undiscurso coherente, al interior delsistema de pensamiento de Loner-gano Como se trata de un tomista,ve la técnica, sobre todo desde suvertiente intelectual; es un conoci-miento referido al hacer productivodel hombre; es un mundo de sig-nificados que surge en el cruceentre el mundo del sentido común(donde el hombre enfrenta cada díauna serie de problemas para los quedebe encontrar solución técnica) yel de la ciencia teórica moderna,que ya no es -como fue para Aris-tóteles y Tomás- ciencia de lo ne-cesario (porque es hipotética) ni efelo eternamente válido (porque susafirmaciones son provisorias): asíse ha cerrado el foso que la sepa-raba del mundo del sentido comúny ha podido nacer la técnica mo-

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derna. De este modo, en el origende la técnica encuentra Lonerganel deseo del hombre de comprenderel mundo en el que vive, de lograr"insight" (penetración intelectual)de él; una consecuencia de la acu-mulación de los logros de la inteli-gencia creativa del hombre en lahistoria es el progreso. Sin embargo,el hombre no sólo tiene ese deseode comprender; hay en él también-en último término, por el pecadooriginal- el deseo de no compren-der, que se manifiesta mediante lossesgos del conocimiento. La técnicamoderna participa de los del mun-do del sentido común, fundamental-mente la ceguera para las conse-cuencias de largo plazo de las ac-ciones y decisiones del hombre.Como estos sesgos, que hacen alhombre huir del conocimiento ver-dadero, son también acumulativos,junto al progreso existe tambiiénsiempre en la historia la decaden-cia. Así, de nuevo, los problemasde la técnica moderna son de suesencia.

Blair, sin hacer una definiciónacabada de la técnica moderna.::morta una distinción que puede seriluminadora. Según él, existen dostipos de mentalidad en relación conla técnica; una es la mentalidad"técnica", la otra la "tecnológica".La primera supone que los resul-tados de la acción técnica son lo-grados por la causalidad eficiente,fundamentalmente por la energíaaue el hombre aplica. La segunda,en cambio, sabe que esos resultadosdependen decisivamente de la es-tructura del material con que tra-baja, lo que le permite, cuando loconoce -como de hecho ocurre con1"1 técnica basada en la cienciamoderna-, predecir los resultadosde la aplicación de una causalidadefirÍente: así, la mentalidad "tec-nológica" es de orientación másteleológica (al "telas" o fin perse-guido) que causal. Esta distinciónla hace Blair para mostrar unavariante -que estigmatiza comoradicalmente contraria a la fe cris-tiana- de la mentalidad tecnoló-

gica que consiste en que se pretendesaber cuáles son las finalidades (los"telas") de la naturaleza y de susdiversos elementos, y en tratar deayudarla, mediante la técnica, alograrlos. El error, según Blair, esque así se desconoce que la natu-raleza tiene muchas tendencias po-sibles, constructivas unas, destruc-tivas otras, pero todas igualmentenaturales, ninguna mejor ni peorque las otras.

Un tercer grupo de autores hacereferencias al origen histórico ycultural de la técnica moderna, conel fin de iluminar su realidad actual.El agustino Ernest Fortin acude alos fundadores de la ciencia moder-na. En su testimonio encuentra quese saben deudores de la cienciagriega y de la fe bíblica; pero, almísmo tiempo, se saben diferentesde ambas. Su proyecto es nuevo,porque se trata de orientar la cien-cia (hasta entonces una virgen es-téril, según Francis Bacon) a laconquista de la naturaleza, lo que lava haciendo inseparable de las "ar-tes" como se llama todavía a las téc-nicas. Este cambio depende de unanueva autocomprensión del hombre,que ya no se define a sí mismo-acota Fortin- en función de susaspiraciones más altas, sino de me-tas más bajas, como son la subsis-tencia, la paz y el disfrute tranquilode los bienes de esta vida. Así, elhombre moderno dejaría de ser pro-piamente racional para convertir"seen mero calculador de las conse-cuencias de su acción técnica. Deaquí surge la ilusión de un "paraí-so" que el hombre podria construirmediante un proceso necesario deindefinido progreso. Es la historiadel siglo XX con sus guerras y sushorrores totalitarios la que ha veni-do a plantear silenciosamente unaduda respecto de la necesidad inexo-rable del progreso, que ha hechocundir la conciencia de que estamosviviendo una crisis. Pero se sigue~in encontrar consenso en cuantoa la naturaleza de esta crisis y, porlo tanto, tampoco lo hay respectode cómo salir de ella.

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Douglas John Hall y Egbert Schu-urman se sitúan, a mi entender,implicitamente en esta misma linea,al afirmar que el hombre modernosólo sabe buscar la salvación en lasolución técnica de los problemasque vive. En los mitos de la cul-tura moderna -que son los que danforma a la mentalidad de las per-sonas- no hay ya, como en lasculturas anteriores -señala Hall-,presencia alguna de la negatividadde la existencia humana, de lanoche; ninguna cultura ha pensa-do tan exclusivamente en términospositivos acerca de la existenciahumana como la moderna. El pro-blema es que la negatividad actuales de tal magnitud, que las respues-tas de la modernidad van perdiendosu fuerza de convicción para mu-chos contemporáneos.

Schuurman acentúa, además, tresmotivos que han jugado, a su juicio,un papel importante en el desarro-llo de la técnica moderna -aumen-tar el poder económico, a costa deinfradesarrollar otros aspectos delhombre y la sociedad; aplicar laciencia lo más posible, aunque sedisminuya y dificulte el ejercicioresponsable de la creatividad hu-mana; lograr la perfección técni-ca-, y descubre bajo ellos la pre-tensión del hombre moderno de serel centro de la realidad, un serautónomo. El problema es que elesfuerzo del hombre por enseño-rearse de la historia no puede re-sultar; al revés, el hombre terminavolviéndose inevitablemente esclavode sus propios sistemas cientifico-técnicos, convertidos en poderesculturales aparentemente autóno-mos.

Si esa es la realidad, ¿por quéhacer teología de la técnica moder-na? ¿Qué hay en ella -tal comoqueda delimitada en el párrafoanterior- que la haga objeto ne-cesario de la teologia? Bajo diver-sas formas, creo que todas las res-puestas que se pueden encontrar enlos 20 ensayos de esta obra apuntana una misma razón de fondo: latécnica moderna es tema ineludible

de la reflexión teológica no tantopor su realidad "objetiva", exterioral hombre, sino por cuanto se havuelto factor decisivo de nuestromodo de ser y de estar en el mundo-recordemos que se trata de lasituación de América del Norte-;sea que -como Fudpucker- se veaesto positivamente, sea que -comola mayoría de los autores- se veacon distintos grados de recelo. Dosvertientes creo descubrir en estarazón, una formal -en cuanto setra ta de una razón válida para lateología en cualquier situación cul-tural que se dé-, la otra materialo de contenido, es decir, válida parala situación norteamericana.

Ellul menciona, como al pasar,un aspecto de la razón formal. Losteólogos, dice -y me parece quehabria que generalizar: todos losseres humanos-, tienen la tenden-cia inconsciente a dejar que supensamiento sea modificado por lasituación que les toca vivir. Sobretodo, habría que añadir, por su cul-tura, que les da el modo de mírarla realidad y las categorías funda-mentales para interpretarla.

El que a mi juicio más se adentraen esta razón formal es Mabee,cuyo artículo se titula "Hermenéu-tica biblica y critica de la técnicamoderna". Se sitúa en una de lasdos direcciones posibles para formu-lar el argumento, la que va delmensaje de la fe a la persona. Laexégesis histórico-critica, afirma,nos ha enseñado lo sensible que esla Sagrada Escritura a su contextocultural. De hecho, la SE critica yasume, rechaza y selecciona deentre los mitos e instituciones reli-giosas de Israel y de los pueblosvecinos, los que han de ser vehicu-los de la auténtica fe yavista. Paraleer la SE hoy tenemos que dejarlaque haga esa misma labor de selec-ción y critica con nuestros mitose instituciones, que en los EE.UU.son los de la sociedad más altamen-te tecnificada del planeta: allí, elmodo de pensar de la técnica mo-derna, la racionalidad técnica, haido penetrando todo el pensamiento.

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Por eso, concluye, los norteamerica-nos deberían lograr una mirada másrealista del impacto de la técnicamoderna en la totalidad de sus vi-das, incluyendo la vida espiritual, siquieren escuchar la voz de la SE.

George Grant cita una palabra deSimone Weil para señalar la otradirección posible de este argumento,la que va de la intención del sujetocreyente a su realización. Tododeseo del alma, dice Weil, que nopase por la carne, mediante accio-nes, movimientos y actitudes ade-cuadas, no tiene realidad en elalma, es en ella mero fantasma.Esto lleva al filósofo Grant a decirque no se puede hacer hoy onto-logía -y podemos añadir, a fortiori,teología- si quien la hace no estáplenamente consciente del mundoreal de la técnica moderna en quevivimos, pues de otro modo esaontología y teología serían fantas-magóricas, no tendrían carne derealidad.

En su vertiene material o de con-tenido, el argumento parte de labase de que en Améríca del Norteel cristianismo de hecho entró enuna especie de "amalgama" (4) conla cultura científico-técnica. Al en-trar en crisis hoy esa cultura, lateología se ve obligada a repensarsu relación con la ciencia y la téc-nica modernas.

Sontag alude a esta vertiente delargumento cuando se refiere al opti-mismo que reinó hasta hace pocoen muchos círculos cristianos alpensar que, mediante el indefinidodespliegue científico-técnico moder-no. Dios estaría logrando realizarsu plan de salvación en la historia.

El poner en duda la salvación porla técnica implica entrar en unmundo nuevo. Hall señala las trestareas que, a su juicio, deberá asu-mir una teología de la técnica mo-derna: a nivel teológico, en sentido

(4) La expresión la tomo de Karl Rahner,que la emplea en un escrito recopila-do en uno de sus últimos Schriften zurTheologie (Escritos de Teología).

estricto, proveer de un marco dereferencias para la intensa y pro-longada experiencia de negatividada la que nos estamos viendo enfren-tados por la crisis actual de la cul-tura cientifico-técnica; esto implicaredescubrir la teologia de la cruz,única que permitirá mantener laesperanza en la resurrección, a pe-sar de que pudiéramos acercarnos aun "Punto Omega" intrahistóricoque no tuviera nada de un "happyend" (final feliz). La segunda tareaes ética, y consiste en dar el fun-damento teológico para plantear ytratar de resolver la cuestión de losnecesarios límites que ha de tenerel desarrollo científico-técnico; noparece haber escapatoria a estapregunta, pues o nos limitamos anosotros mismos o nos limitarándesde fuera. Un problema es quehasta ahora el hombre moderno hahecho la historia con la idea deque la naturaleza -a la que sesentía llamado a domínar- es ili-mitada y tiene una infinita capa-cidad de "resiliencia".(5). Llevar acabo esta tarea supone necesaria-mente cambiar la imagen que noshacemos del hombre; no está lla-mado a ser el dominador del mun-do sino a desarrollar su capacidadde recibirlo y de compartir lo reci-bido. La tercera y última tarea eseclesial: se trata de trabajar porlograr una comunidad de Iglesiapreparada para sufrir.

Borgmann, al sacar la conclusiónde la obra, afirma que es necesariover hoy a la técnica moderna y alcristianismo como adversarios en elnivel de máxima profundidad desus respectivas esencias, y ver, almismo tiempo, su confrontación ala luz del deseo de verdad y de bon-dad del que paradójicamente am-bos dan testimonio. Esto le da a la

(5) "Resiliencia" (tomado del inglés, don-de significa elasticidad) es la capaci-dad de la naturaleza de volver, comoel elástico estirado, a recuperar suestado inicial de armonía luego de unaintervención del hombre.

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teologia de la técnica moderna elcarácter de la Teologia Fundamen-tal, sucesora de la Teologia Naturalde la Edad Media, resultado de laconfrontación del cristianismo conun adversario similar, la filosofíade Aristóteles.

Una forma concreta de esta pro-funda contradicción entre técnicamoderna y fe cristiana es la con-ciencia que -según Mabee- tienenmuchos cristianos de que la técnicamoderna amenaza a la fe, porquehace de lo penúltimo -los medios-lo último -el fin-, con lo que im-pide hacerse las preguntas últimasy decisivas.

Malet plantea también con mu-cha fuerza la contradicción entrela fe y el mundo cientifico-técnico;se trata, en ambos casos, de pro-yectos unificadores y totalizadores,pero diametralmente opuestos, dadoque Dios es la realidad no objeti-vable por excelencia, el que disponede todo y del que nadie puede dis-poner; y dado que en la fe el mundoes develado como creación de Dios,por lo tanto como algo que resistea nuestras provocaciones y exige denosotros respeto.

Sin embargo, como matizandoesta oposición radical, Borgmannafirma que la situación actual estal que puede hacer que al menosel estudioso de la técnica se veallevado a la tea logia: la técnica, enefecto, es un tema reciente de re-flexión, para el cual la tradiciónfilosófica no ofrece guia orienta-dora, por lo que hay que ir al fondo,es decir, a las preguntas últimas,que son las que llevan a la teologia.En esta misma línea está la idea deLonergan, según Tekippe, de quesólo la fe cristiana puede ofrecerla posibilidad de una nueva cienCiadel hombre, hecha desde un puntode vista más alto que el del sentidocomún y el de la ciencia y la técnicamodernas. También la de Malet, se-gún el cual la fe es el único medioradical para defendernos eficazmen-te de la tentación en que nos ponela técnica moderna de olvidar queexisten, además del suyo propio,

otros modos de develar el ser másaltos. Esto es así porque la fe nospone ante el futuro escatológico dela realidad creada, que difiere total-mente del estado presente, únicoque ciencia y técnica tienen encuenta. También, por último, la deSchuurman, para quien la revela-ción de Dios nos puede dar esa luzde fuera que necesitamos para resi-tuar al hombre moderno en su ver-dadero lugar en el mundo, que noes el de un ser autónomo, porqueha sido creado por Dios a su imagen.

Entreverado en este argumentocultural que estoy siguiendo, se en-cuentra una reflexión sobre el ca-rácter propiamente norteamericanoque debe tener la teología de latécnica moderna, que puede servir-nos en nuestros esfuerzos por lograruna teología auténticamente latino-americana.

Tanto Mabee como Hall afirmanque hasta ahora la teología norte-americana ha vivido desde Europa,no desde sí misma. Porque los mitosde la cultura norteamericana refie-ren a Europa: EE.UU. es el "nuevomundo" donde los europeos podrándesarrollar sin obstáculos los idea-les de una vida humana nueva,basada en la razón; hasta ahora losnorteamericanos no han puesto enduda este destino pensado paraellos por los que descubrieron Amé-rica. El problema es que esta de-pendencia de Europa impide hacerteologia -no sólo teología norte-americana-, porque impide entrarprofundamente en la propia expe-riencia de pueblo; la teologia sólonace cuando la tradición de la fese encuentra con el espiritu queinforma a una cultura.

Hall, además de este imperativo,señala que la teologia de la técnicamoderna puede ser una ocasiónúnica para la teología norteameri-cana; siendo América del Norte elcentro imperial de la técnica moder-na, el lugar donde se ha desarrolla-do al máximo el señorio del hombresobre la naturaleza, los norteame-ricanos pueden aportar al resto delmundo su experiencia (la técnica

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no resuelve todos los problemas) ypueden explorar si, en esas condi-ciones, queda aún esperanza.

Hasta aqui la argumentaciónacerca de la necesidad y la oportu-nidad de una teología de la técnicamoderna. Veamos ahora si podernosencontrar indicaciones más precisasacerca de cómo hacer la teologia dela técnica moderna. Sólo Borgmann,en el artículo final del libro, se plan-tea expresamente esta pregunta. Enlos demás autores podernos recoger,sin embargo, algunas indicacionespuntuales valiosas.

Grant, por ejemplo, apunta doscondiciones. Una es de lenguaje:hay que evítar el uso del lenguajeque nace del mismo mundo cientí-fico-técníco, porque arrastra consi-go la pérdida que se trata de supe-rar, que es, según él, la del sentidode la justicia. La otra condición esde la vida misma del teólogo (y, engeneral, del que reflexiona sobre latécnica): no debe abstraer de lascircunstancias cotidianas de injus-ticia, que claman por la justicia.Abundando en esta segunda condi-ción, Hall afirma que el punto departida de esta tea logia de la téc-nica moderna ha de ser la solidari-dad real con los que sufren, des-prendiéndonos de la falsa idea quenos hace creer que, porque somoscristianos, tenernos la solución a losproblemas provocados por la técnicamoderna; en verdad, la mendiga-mos, igual que el resto de los hom-bres y con ello.

Sontag aboga por el abandono delos esquemas evolucionistas en teo-logía (yen filosofía), que suponenque la historia corno totalidadesreveladora de Dios. Estos esquemasson, a su juiciO, responsables deque se vea a la técnica modernacorno realización del designio crea-dor y salvífico de Dios. La fe cris-tiana le parece que se contenta conafirmar que Dios se ha revelado enalgunos acontecimientos particula-res de la historia de Israel, esos queestán testimoniados en la SE. Elabandono de los esquemas evolu-tivos le parece liberador, porque ya

no se hace necesario entender cadaacontecimiento de la historia cornorealizado por la voluntad de Dios,lo que abre un mayor espacio a lalibertad del hombreen la historia.Esto es así, precisa Sontag, no por-que Dios no pueda determinar elcurso total de la historia, sino por-que ha restringido voluntariamentesu poder, por amor a la libertad delhombre y por mantener abierto eindeterminado el futuro intrahistó-rico.

Borgmann es el que trata con másespacÍo el modo de hacer la teologiade la técnica moderna. La definecorno radical, en el sentido de quesólo se puede hacer habiendo pasa-do por la experiencia más desarro-llada del mundo técnico. Esta expe-riencia, a su juicio, favorece el des-pertar en el hombre de una nueva"poten tia oboedentialis", es decir,ayuda a escuchar la Palabra de Diosde una manera nueva, no ya meta-física.

La teología de la técnica moder-na supone, por lo tanto, una criticatotal de la técnica. Esto no es fácil,pues está tan metida en los engra-najes de la vida moderna que setiende a hacer no la critica de latécnica corno tal, sino sólo de losproblemas dentro de la técnica y,lo que es peor, con criterios técni-cos. Es verdad que tambiién haymuchos problemas al interior delmundo técnico, corno los de la con-taminación y otros; y es verdadtambién que, dado que la crisis pro-vocada por la técnica ha concitadola atención pública, es probable queestos problemas sean resueltos porla misma técnica, lo que favorecerála ilusión de que la técnica moder-na puede autorreformarse. Pero esono resolverá el problema de fondo,que es la critica de la técnica mo-derna corno tal.

Para hacerla, se requiere un pun-to de mira desde fuera de ella mis-ma, que permita develar su auténti-co carácter. Borgmann cree que esepunto de mira lo tenernos tan a lamano que no lo hemos sabido asu-mir: es el del consumo cotidiano, que

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marca el estilo de vida técnico. Parajustificar esta propuesta, muestracómo el sistema técnico entero estáorientado al consumo, que a él sellega en definitiva, cuando empeza-mos a preguntar incansablementepor el para qué de cada elementodel sistema técnico. El problema delconsumo moderno es que tras laapariencia de prosperidad y de li-bertad que crea --porque todo estáhoya nuestra disposición-- se ocul-ta una profunda incapacidad de sal-vación, es decir, de dar integridada la vida, porque el estilo de vidatécnico quíta profundidad al con-tacto del hombre con el mundo,empequeñece al hombre al atrofiarsus mejores capacidades y ya sólopuede develar del mundo su super-ficie. Salvarse, por lo tanto, implicarecuperar la capacidad de involu-crarse prOfundamente con la natu-raleza, el arte y las prácticas yobjetos del mundo pretécnico (seentiende, del mundo anterior alactual estado de desarrollo de latécnica moderna) de la vida diaria.

Más a fondo, todavia, Borgmanndescubre un determinado tipo depoder que es el que ejerce la técni-ca moderna, un poder irrespetuoso("regardless") y sin miramientos,que todos vamos interiorizando porel uso de palancas, botones, perillas,etc., hasta el punto que nos pro-duce profunda irritación el enfren-tar problemas que no se puedenresolver por esta via, como son, porejemplo, una drogadicción o unamala relación personal. El contactocon la naturaleza, en cambio, nosabre a otra forma de ejercicio delpoder, un poder cuidadoso, que nodesconoce lo que el otro es, sinoque le permite ser; lo que, a su vez,repercute positivamente en el queejerce el poder, pues va despertan-do sus mejores capacidades. Aquisitúa Borgmann el papel de Cristo,sellando el carácter teológico de sureflexión. El es el que ejerce el po-dr cuidadoso; El nos toca con esepoder y nos capacita para ejercerlotambién nosotros; El nos da la cer-

teza de que al final ese poder triun-fa por sobre el poder irrespetuoso.

De aqui desprende Borgmann unaconsecuencia respecto al discursoteológico que pretende expresarestas ideas. No puede ser hecho confuerza coactiva, sin respeto. Lo queno significa que sea un discurso sinobjetividad, arbitrario, enteramentesubjetivo; se trata de liberarse dela objetividad del discurso de latécnica moderna, que es objetividadcoactiva, envuelta en el oropel deuna subjetividad libre. Por eso, exi-gir a la tea logia de la técnica mo-derna una evidencia de tipo coacti-vo es entrar en complicidad con latécnica moderna misma. El discur-so propio de esta teologia no es ladisputa sino la búsqueda y el testi-monio. Porque, como dice Lonergan,la fuerza que se aplica sobre elhombre no lo ayuda a comprender,favorece, más bien, su huida de lacomprensión.

De ahi que, en definitiva, el ar-gumento critico de la técnica mo-derna desemboque necesariamenteen una invitación a cambiar el es-tilo de vida, a hacer en la selva delmundo de la técnica moderna --enel que seguiremos viviendo por mu-cho tiempo aún-- un claro dondepoder celebrar la Palabra de Dios,orar y recuperar la práctica ascéti-ca de la soledad y el silencio, comoapoyo para una actitud de conti-nencia técnica ("restraint"), de re-nuncia, de ascesis, que nos devuelvaa un mundo de cosas simples y deprácticas sencillas, que Borgmanndefine como el actual ámbito de losanto, donde está la patria de loscristianos.

Concluyamos esta ya larga rese-ña. La línea gruesa y central dellibro está dada por estas ideas deBorgmann que acabo de resumir.Pero hay también voces disidentes.Las señalo, para terminar, pues enel contraste entre las dos líneas seplantean algunos de los muchosproblemas pendientes en la refle-xión teológica sobre la técnica mo-derna.

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Blair se lanza en picada contralos que creen que la fe cristianaimpulsa hoy -o debe impulsar- auna lucha sin cuartel en defensade los equilibrios ecológicos y poruna transformación de la técnica.Su argumento es que nada es im-portante, porque para Dios nad~ delo que ocurra en el mundo tIeneimportancia. La teología filosófica,afirma, ha demostrado que Dios esperfectamente autosuficiente y, porlo tanto, perfectamente feliz, sealo que sea lo que ocurra en el mun-do' nada le puede afectar. El cris-tia'no, en la medida en que es ima-gen de Dios, tiene como única tar~asimplemente ser feliz con la realI-dad tal como es, asi como Dios esfeliz con ella. El cristianismo es, así,teoría por excelencia, es un nuevomodo de mirar el mundo, como lomira Dios, que ve las cosas co~oson, no como debieran ser. BlaIrllega a afirmaciones de un cinismoirritante: "God is perfectly happywith all the misery in this world-and even with the eternal miseryof souls in hell" (6).

Si Dios sólo contempla el mundoy no tiene para él ningún plan pre-concebido que debiera pasar al acto,¿por qué creó? La pregunta le pa-rece a Blair sin sentido. Creó sim-plemente porque podía hacerlo, ypara que el mundo se determináraa sí mismo a ser lo que le vinieraen gana. También el cristiano debe,entonces, actuar igual que Dios, porel puro placer de actuar, no porningún otro objetivo. Asi, la vidadel cristiano se vuelve entretención("fun"), juego. Lo contrario es en-tender el cristianismo como técnica,es esclavizarse a mil deberes y cul-pas -aire limpio, justicia social,liberación femenina, o lo que cadavez esté de moda-, porque es creerque las cosas importan y que hayque hacer el bien. Pero cuando ha-

(6) "Dios es perfectamente feliz con todala miseria (1 este mundo, incluso conla miseria eterna de almas €'11 elinfierno".

cemos del cristianismo un plan deacción, caemos en el farisaismo.

Creo que en estas ideas se juntancosas valiosas y otras inaceptables.Lo inaceptable es la indiferenciafrente al dolor, frente al mal. LaEncarnación -contra lo que diceexpresamente Blair- nos ha mos-trado que a Dios su mundo y noso-tros le importamos, hasta el puntode dar la vida de su Hijo por amor.Quizá, como opina en otro contextoP. Hans Sun, se trata de una "he-rejia saludable", en el sentido de uncontrapeso necesario a la mentali-dad técnica invasora. Pero que, ami juicio, arroja al niño junto conel agua sucia de la bañera. ¿Cómo,entonces, conciliar la "indiferencia"cristiana, basada en la fe, en elamor de Dios, con la activación res-ponsable de toda la energía que Diosha puesto en nosotros para un se-guimiento fiel de Cristo, para "ha-cer las obras buenas que de ante-mano dispuso Dios que hiciéramos"(Ef 2, lO)?

Una segunda pregunta pendientesurge de la afirmación final deFudpucker, que ha desarrollado sutesis histórica -el cristianismo hadado origen a la técnica moderna-y sociológica -el mundo de la téc-nica moderna lleva plenitud a la fecristiana- y termína con algunasobservaciones sobre vida espiritual:"To become servants of technologyand its promises we are called, asif by God himself ( ... ). Technolo-gy not only comes forth fromChristianity, it takes us into Chris-tianity in a new and fuller sense.üur personal obligation is to affirmthat promise -and not, like Caleb'scompanions, to fear Canaan as aland filled with giants we cannotmaster" (P. 65) (7).

(7) "Estamos llamados, como por Diosmismo, a hacemos servidores de la téc-nica moderna y sus promesas ( . . . ).La técnica moderna no sólo procededel cristianismo, nos lleva también a élen un sentido nuevo y más pleno.Nuestra obligación personal es afirmar

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¿Puede hacerse una afirmacióntan taxativa como ésta? Ante lasrealidades humanas e históricas,siempre contingentes, siempre mez-cladas de gracia y pecado, ¿no caben-como ante la monarquía en Israel,según los libros de Samuel- dosactitudes, igualmente cristianas: laafirmación de lo positivo y el recha-zo (por abstinencia personal o porlucha transformadora) de lo nega-tivo? ¿Por qué la técnica modernaseria una excepción? ¿O es que sequiere hacer de ella una revelaciónde Dios?

Por último, está la afirmación deMalet, que me parece la consecuen-cia de cierta comprensión errada delaxioma luterano del "simul iustuset peccator" (a la vez justo y peca-dar). En el tiempo actual, en quela creación aún no es lo que ha deser -cuando lleguemos a lo esca-tológico ya no habrá ciencia ni téc-nica, pero por ahora existen-, elcreyente tiene que vivir simultánea-mente el proyecto técnico y el pro-yecto de la fe. Pero el proyecto dela fe es más esencial y puede liberflr~1 de la ciencia y la técnica de laprisión en que nos tiende a poner.pues recuerda al hombre la jerar-quía de los diversos proyectos vcómo Dios está en el origen detodo. Así, el cambio en el proyectotécnico se da sólo en el nivel delos significados, no en el de lasprácticas de la vida cotidiana.

Uno se puede preguntar si no esesto el reflejo de esa comprensión dela justificación como de una meraimputación extrínseca de los méri-tos de Cristo al hombre pecador, que"0 lo cambia. El Concilio de Trento,contra esta interpretación de lasjr'leas de Lutero, afirma que la gra-cia transforma al hombre de peca-dor en justo y queda en él comoalgo inherente. Pero quizá una delas causas de esta curiosa compar-

esa promesa y no, como los compañe-ros de Caleb, tener miedo de Canaán,tierra de gigantes que no podemos do-minar"'.

timentalización que hace Malet -anivel ideas, contraposición radicalde la fe a la técnica moderna; anivel praxis, coexistencia pacifica,sin tocarse- es su convicción deque el hombre no puede satisfacerhoy sus necesidades más elementa-les sin ciencia ni técnica. Es cierto,pero ¿se trata necesariamente de laciencia y la técnica modernas? ¿Nose puede luchar por una ciencia yuna técnica alternativas, en la lineade ejercer mediante ellas un podercuidadoso y no el poder sin mira-mientos?

Permitaseme añadir una últimapregunta pendiente. En su segundocapitulo introductorio, los editoresplantean una contraposición, queluego no explotan a fondo, entre dosmodos de entender la historia. Unoes el de Ellul, que interpreta literal-mente los relatos del Génesis y su-pone que hay un estado de perfec-ción original, al comienzo de lahumanidad. Dos argumentos parececombinar para justificar esta supo-sición. Uno es que Dios terminó suobra al sexto día y ya no cabe mástrabajo creativo, sino sólo el gozarde la creación. El otro es que, sinperfección original, no cabe hablarde pecado, porque el mal sería sim-plemente parte de la realidad y nopodría ser nunca definitivamentevencido, como de hecho pensaronlos griegos. El otro modo de enfren-tar la historia es el de Marx yDarwin -es el de toda la moderni-dad, se podría afiadir-: no hay talperfección original ni hay pecado;lo que es original es el reino de laescasez y la necesidad, que el hom-bre transformará, a lo largo de lahistoria, en el reino de la libertad,mediante su trabajo productivo ba-sado en la ciencia y la técnicamodernas.

Creo que entre ambas posturascabe una diferente. Si tomamos enserio la respuesta de Jesús a losjudías que le reprochan haber he-cho una curación en dia sábado-"mi Padre sigue trabajando, y yotambién trabajo" (Jn 5,17)-, en-tonces debemos afirmar que el sexto

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día de la creación aún no ha ter-minado de transcurrir que, por lotanto, el relato del Génesis no escrónica de un acontecimíento pa-sado, sino profecía escatológica. Elmal del mundo no es sólo el pecadodel hombre; hay otros males -porejemplo, buena parte de las enfer-medades, las desgracias naturales,etc.- que se pueden entender comola ineludible consecuencia del he-cho de que Dios no quiso terminarEl solo su creación, sino que invitóa sus creaturas -no sólo al hom-bre, aunque especialmente a él- acolaborar activamente en su propioproceso de creación, en su propiollegar a ser lo que son. En estaperspectiva, la tarea que Dios enco-

mienda al hombre -dominar lascreaturas en cuanto imagen deDios- es la de ayudar a las crea-turas a desarrollarse en armonía,sin oprimirse las unas a las otras,ejerciendo cada una un poder res-petuoso del ser y de las posibilida-des de desarrollo de las demáscreaturas. El pecado enturbió esteproyecto de Dios, y la técnica mo-derna, que sólo ejerce el poder sinmiramientos, nos lo estaría gritan-do hoy a voz en cuello. Creo queestas consideraciones abren un ca-mino viable para hacer la teologíade la técnica moderna.

Sergio Silva G., SS.CC.

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