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LA MISIÓN DE MR. PICKETT José FUENTES MARES MIENTRAS LOS ESTADOS DEL SUR adoptaban definidas medidas bélicas, en Washington la administración del presidente Bu- chanan boqueaba, y moría por fin de muerte natural. Si u n presidente, en todas partes, no pasa de ser figura decorativa durante los meses últimos de su gestión, puede juzgarse cuál sería la situación de Buchanan en aquellos días previos al 4 de marzo de 1861, en que hizo entrega del poder. Esclavista y su- dista por convicción, Buchanan había carecido de fuerza para ganar la simpatía franca del sur, en tanto que los republicanos, como era de esperarse, le hacían objeto de nada piadosos co- mentarios. Los representantes del Norte en el Congreso, hacia diciembre de 1860, pensaban que si los acontecimientos se des- encadenaban finalmente en la forma esperada, se justificaría la necesidad de colgarlo, 1 en tanto que los prohombres del Sur desconfiaban de él, y en aquellos días se veía a sus agentes rondar por las inmediaciones de su casa, a modo de que no pudiera olvidar que le tenían en su poder. 2 Pero los temores surianos eran infundados. Hubbard, un amigo de Lincoln, tenía razón cuando suponía que el presidente se encontraba absolutamente de acuerdo con el Sur en punto al problema secesionai. "Se me ha dicho por personas de gran distinción, y por alguien que ha regresado recientemente de Washington —escribió Hubbard a Lincoln— que Mr. Buchanan se ha comprometido no sólo a no oponerse a la secesión de cual- quier Estado suriano, sino a prestarle su apoyo inclusive. Este es un hecho indiscutible a los ojos de los Estados algodoneros, y de aquí su prisa por consumar la secesión inmediatamente." 3 Al finalizar 1860, la situación de Buchanan resultaba desesperada. Sin prestigio ni poder en lo político, con un "black republican" en calidad de sucesor, y sobre todo, en- cima, con el problema de la secesión de Carolina del Sur. El día último del año hizo de tripas corazón y se dirigió al

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LA MISIÓN DE MR. PICKETT

José FUENTES MARES

M IENTRAS LOS ESTADOS DEL SUR adoptaban definidas medidas bélicas, en W a s h i n g t o n la administración del presidente B u -chanan boqueaba, y moría p o r f i n de m u e r t e n a t u r a l . Si u n presidente, en todas partes, n o pasa de ser f igura decorativa d u r a n t e los meses últ imos de su gestión, puede juzgarse cuál sería la situación de B u c h a n a n en aquellos días previos a l 4 de marzo de 1861, en que hizo entrega del poder. Esclavista y su-dista p o r convicción, B u c h a n a n había carecido de fuerza para ganar la simpatía franca de l sur, en tanto que los republicanos, c o m o era de esperarse, le hacían objeto de nada piadosos co­mentarios . Los representantes del N o r t e en el Congreso, hacia d i c i e m b r e de 1860, pensaban que si los acontecimientos se des­encadenaban f i n a l m e n t e en la f o r m a esperada, se justificaría la necesidad de co lgar lo , 1 en t a n t o que los prohombres de l Sur desconfiaban de él, y en aquellos días se veía a sus agentes r o n d a r por las inmediaciones de su casa, a modo de que n o p u d i e r a o l v i d a r que le tenían en su poder. 2 Pero los temores surianos eran infundados. H u b b a r d , u n amigo de L i n c o l n , tenía razón cuando suponía que el presidente se encontraba absolutamente de acuerdo con el Sur en p u n t o al p r o b l e m a secesionai. "Se me ha d i c h o p o r personas de gran distinción, y p o r a lguien que ha regresado recientemente de W a s h i n g t o n —escr ib ió H u b b a r d a L i n c o l n — que M r . Buchanan se ha c o m p r o m e t i d o n o sólo a n o oponerse a la secesión de cual­q u i e r Estado suriano, sino a prestarle su apoyo inclusive. Este es u n hecho i n d i s c u t i b l e a los ojos de los Estados algodoneros, y de aquí su prisa p o r consumar la secesión i n m e d i a t a m e n t e . " 3

A l f inal izar 1860, la situación de Buchanan resultaba desesperada. Sin prest ig io n i poder en lo político, con u n " b l a c k r e p u b l i c a n " en c a l i d a d de sucesor, y sobre todo, en­c ima, con el p r o b l e m a de la secesión de Caro l ina del Sur. E l día ú l t imo del año hizo de tr ipas corazón y se dirigió a l

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4 8 8 JOSÉ FUENTES MARES

Congreso, para leer su cuarto y ú l t imo mensaje anual . N o se resolvió a defender abiertamente a l Estado rebelde, pero tam­poco se atrevió a proponer medidas en su contra. E n plena acrobacia const i tucional , i n c l i n a d o a la causa que compartía s u corazón, aseguró que n i n g ú n Estado tenía e l derecho de separarse de la U n i ó n , pero a l m i s m o t i e m p o agregó que el G o b i e r n o federal carecía de facultades legales para mantener a u n Estado dentro de la U n i ó n . 4 Gracioso galimatías que M r . Seward glosó poco después, agudamente, a l escribir: "Es deber d e l presidente ejecutar las leyes, a menos de que a lguien se oponga. Y es claro que n i n g ú n Estado tiene el derecho de separarse de la U n i ó n , a menos de que así lo decida." 5

Bajo la t o r m e n t a que se cernía sobre la capi ta l federal y el país entero, B u c h a n a n entregó e l poder y se fue a su casa, a escribir la defensa de su administración. Entonces pro­n u n c i ó L i n c o l n su discurso i n a u g u r a l , en e l p l a n o del gran lógico y g r a n orador que era. Su palabra quiso ser aceite sobre las aguas broncas, y q u e d ó en voz de sol i tar io . Quiso ser u n g r a n polít ico cuando la pol ít ica se encontraba atro­pel lada p o r la fuerza, e hizo u n l l a m a d o a la concordia cuando e l o d i o cerraba el hor izonte y la discordia corría por el v iento . H i z o c u a n t o p u d o , cuanto sabía que era inút i l hacer. F i n a l ­mente , dejó la responsabil idad de la paz bajo la cuenta exclu­siva de los hombres de l Sur. T o d a s las guerras de la h is tor ia h a n p e n d i d o de u n h i l o , que a l g u i e n h a cortado bajo su responsabi l idad. Si allí la guerra pendía también de u n h i l o , los hombres de l Sur tendrían que cortar lo . Y l o cortaron. E l h i l o se l lamaba F o r t Sumter, en la Bahía de Charleston.

E n e l mes de d ic iembre anter ior , B u c h a n a n había llegado a u n acuerdo con los representantes de C a r o l i n a del Sur en e l Congreso, acuerdo absurdo, p r o d u c t o a la vez de su con­f l i c t o personal ideológico, y de la prisa que tenía por salir de sus responsabilidades. E l convenio se reducía, en suma, a la promesa de no a v i t u a l l a r los fuertes de la Bahía de Charleston en tanto que las fuerzas de l Sur se abstuvieran de atacarlos. E n otras palabras, que las guarniciones tendrían que rendirse o m o r i r de h a m b r e , 6 s in quedarles o t r a a l ternat iva. E l con­venio era t a n i d i o t a que el p o b r e de Buchanan, bajo la presión

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n o r d i s t a , t u v o que dar marcha atrás, y a l mes siguiente m a n d ó

provisiones de boca a l Fuerte Sumter, cuya entrega frustra­

r o n los soldados de C a r o l i n a d e l Sur. A q u í estaba ya e l "casus

b e l l i " , de b u l t o , pero B u c h a n a n pasó p o r a l to el atentado y se

sometió u n a vez más: ya sólo le i m p o r t a b a que l legara e l 4

d e marzo para irse a su casa.

L i n c o l n , p o r supuesto, a u n q u e en p r i n c i p i o opuesto a la

idea de la guerra, n o podía t ransig ir con u n a situación como

esa. Buscó todavía u n a solución política, y e l 8 de a b r i l se

d ir ig ió a l gobernador Pickens, de C a r o l i n a , advirt iéndole que

proporcionaría provisiones de boca a la guarnic ión de F o r t

Sumter, pero que se abstendría de enviar refuerzos de h o m ­

bres o materiales de guerra. L a medida n o podía ser más

conci l iadora , pero el Sur n o estaba ya para tales ref inamientos .

E n respuesta a l a n o t a de L i n c o l n , el gobierno de M o n t g o m e r y

d i o instrucciones a l general Beauregard para que a l frente de

siete m i l soldados confederados, acantonados en Charleston,

reclamara la rendición del Fuerte, que se consumó a l siguiente

día. E l 15 de a b r i l , L i n c o l n l lamó a filas a 75,000 hombres,

y proc lamó el estado de guerra entre los Estados U n i d o s y los

Estados Confederados de A m é r i c a . 7 Rechazaba, p o r supuesto,

el presunto derecho const i tuc ional a la secesión. Si las leyes

de la federación n o se cumpl ían espontáneamente, él acudiría

a l a fuerza para hacerlas observar. L i n c o l n , el g r a n polít ico,

n o había p o d i d o evitar l a guerra, pero lograba p o r l o menos

e l o t r o de sus fines: con su ataque sobre F o r t Sumter, el Sur

cargaba con la responsabi l idad m o r a l de la gran contienda.

E N E L MOMENTO DE ESTALLAR L A GUERRA, el N o r t e y el Sur

e r a n ya en r e a l i d a d dos países perfectamente diferenciados.

Desde el p u n t o de vista t e r r i t o r i a l ocupaban áreas semejan­

tes, pero el índice demográfico, en cambio, nada bueno augu­

raba a la causa d e l Sur, con sus nueve mi l lones de habitantes

—casi cuatro de los cuales eran negros—, frente a veintidós

m i l l o n e s de norteños. E l Sur tenía sus ventajas, p o r supuesto,

pero todas insuficientes: u n a m e j o r a g r i c u l t u r a , u n espíritu

bélico más v ivo , y sobre todo, esta sí mayúscula, la de poder

hacer la guerra defensiva. 8 E l N o r t e , para vencer, tenía que

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l levar sobre el Sur u n a verdadera guerra de conquista. E l Sur, para vencer, n o tenía que derrotar y conquistar a l N o r t e . T e n í a sólo que conservar más o menos sus posiciones, hasta convencer a l enemigo de que la única salida honorable sería l a d e l reconocimiento de la secesión.

Posiblemente f u e r o n las tres ventajas que envalentonaron a los estadistas surianos. Pasaron por a l to el creciente poderío i n d u s t r i a l de l N o r t e . Pasaron p o r a l to que el N o r t e podía fabr icar sus propios pertrechos mi l i tares , en t a n t o que ellos tendrían que a d q u i r i r l o s en el extranjero. O l v i d a r o n que de su enorme cosecha de a lgodón industr ia l i zaban menos que u n tres p o r ciento, l o que signif icaba que la i n d u s t r i a t e x t i l de l Sur, en su c o n j u n t o , beneficiaba la m a t e r i a p r i m a en cuotas inferiores a las de u n a sola c i u d a d del N o r t e , la de L o w e l l , Massachusetts, p o r e j e m p l o . 9 N o prestaron atención al hecho de que una sola c i u d a d d e l N o r t e — N u e v a Y o r k — s e acercaba entonces a l mi l lón de habitantes, y que la U n i ó n producía h i e r r o , textiles, calzado, implementos de labranza, y empa­caba productos a l iment ic ios , y construía naves comerciales y de guerra. Que el N o r t e contaba con las tres cuartas partes del k i l o m e t r a j e t o t a l de líneas férreas construidas en el país hasta 1860, y que el índice de analfabetismo suriano —hasta u n 15 % de la p o b l a c i ó n — , contrataba con el medio por c iento de regiones como Massachusetts. Pero sobre todo la gran dis­p a r i d a d i n d u s t r i a l . A l p r i n c i p i a r la guerra, sólo el Estado de N u e v a Y o r k producía el doble, en valor de productos m a n u ­facturados — y Pennsylvania casi el d o b l e — que el t o t a l de los Estados Confederados. E l N o r t e producía, sobre el Sur, en la relación de doce a u n o . 1 0

E n la p r i m a v e r a de 1861, la sola sospecha de estas cifras disipaba la d u d a acerca de quienes tendrían que vencer, pero entonces las pasiones velaban su significación. N a d i e dudaba de la v i c t o r i a en el N o r t e . N a d i e dudaba de la v i c t o r i a en el Sur. Sólo que el p r i m e r g r a n encuentro distó de c o n f i r m a r las previsiones de los datos estadísticos. Bajo la presión de la opinión públ ica, y s in la suficiente instrucción m i l i t a r , t r e i n t a m i l hombres de l N o r t e , a l m a n d o del general M c D o w e l l , cruzaron el Potomac en su marcha sobre R i c h m o n d , la nueva

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MISIÓN DE MR. PICKETT 491

c a p i t a l confederada. A t r e i n t a y cinco mi l las a l sur-oeste de

W a s h i n g t o n , en u n p u n t o l l a m a d o Manassas J u n c t i o n , el gene­

r a l Beauregard, e l vencedor de F o r t Sumter, acantonaba vein­

tidós m i l hombres. M u y cerca, en el val le Shenandoah, e l

general confederado Johnston tenía bajo sus órdenes nueve

m i l más. U n choque entre fuerzas iguales numéricamente.

Las armas también iguales. L a decisión correría, entera, p o r

cuenta de l m e j o r espíritu bélico y de la m e j o r organización.

E l 21 de j u l i o se consumó el gran encuentro, sobre el r ia­

chuelo l l a m a d o B u l l R u n . P r i m e r o se peleó b i e n y tenaz­

m e n t e p o r ambas partes, pero cuando inesperadamente i r r u m ­

p i e r o n en el campo los nueve m i l hombres de Johnston, los

reclutas d e l N o r t e se entregaron a la fuga. Vergonzosamente

a b a n d o n a r o n armas y m a t e r i a l de guerra, y c o r r i e r o n en

busca del r e f u g i o del Potomac. Jefferson Davis, personalmen­

te, estuvo presente en la úl t ima fase de la bata l la . E l Secreta­

r i o de Estado confederado i n f o r m a b a ese día de q u i n c e m i l

bajas nordistas, entre muertos y heridos. T a m b i é n informó

que toda la arti l lería, provisiones de boca y munic iones de l

ejército de M c D o w e l l se encontraban en manos confederadas,

más u n a bandera de los Estados U n i d o s . 1 1

L a capi ta l de los Estados U n i d o s , aterrorizada, contem­

pló d u r a n t e dos días el regreso de los fugit ivos, y el G o b i e r n o

l legó incluso a pensar en abandonar la c iudad. Pero los ven­

cedores n o s u p i e r o n capital izar la v i c t o r i a , y W a s h i n g t o n se

salvó. Engolosinados, se dedicaron a escribir el n o m b r e de

B u l l R u n en la h is tor ia . N a d a más. C o m o tantos otros ven­

cedores, antes y después.

U N A NACIÓN NUEVA, nada inesperada, emergía de la Conven­

ción de M o n t g o m e r y , u n mes justo antes de que A b r a h a m

L i n c o l n , en W a s h i n g t o n , ocupara la Presidencia de los Estados

U n i d o s . E l 9 de febrero, fue designado presidente del gobierno

p r o v i s i o n a l de los Estados Confederados el famoso Jefferson

Davis, y en su discurso i n a u g u r a l , entre otras muchas cosas

interesantes, d i j o :

Hemos logrado nuestra actual s i tuación pol í t ica en forma que en la historia de las naciones carece de precedentes, proporcionando

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492 JOSÉ FUENTES MARES

un ejemplo vivo de la idea americana de que los gobiernos se fun­dan en el consentimiento de los gobernados, y que en el pueblo radica la potestad de modificarlos o suprimirlos a discreción, cuando esos gobiernos llegan a ser contrarios a los fines para los que se constituyeron... Los Estados soberanos, aquí representados, han procedido a formar esta Confederación, y es un abuso de lenguaje hablar de una revolución para señalar un acto de esta naturaleza. Cierto que forman una nueva alianza, pero el gobierno se conserva dentro de cada Estado. . . H a cambiado el intermediario mediante el cual mantenían relaciones con las naciones extranjeras, sin que por ello deban interrumpirse necesariamente dichas relaciones... Ansiosos de cultivar la paz y el comercio con todos los pueblos, podremos por lo menos, si no evitar la guerra, si confiar que la posteridad nos releve de la responsabilidad de habernos compro­metido en ella innecesariamente.12

E n Davis, como en L i n c o l n , se observa idéntica preocupa­ción a liberarse de la responsabi l idad que p u d i e r a i m p u ­társeles, como causantes de la guerra, pero en el mensaje de l presidente de los Estados Confederados se hacía notable , ade­más, la decisión de echar las bases de las relaciones i n t e r n a ­cionales del nuevo país, y el lo sin dilación, al mismo t i e m p o que se ajustaban las apremiantes cuestiones domésticas.

L a polít ica exter ior de los Estados Confederados tenía dos metas definidas: en p r i m e r lugar el reconocimiento de l nuevo gobierno p o r parte de las potencias europeas — I n g l a t e r r a y Francia sobre t o d o — , y luego la conclusión de u n a alianza ofensiva y defensiva con el gobierno de México. Sólo en el caso de que u n a alianza de esta naturaleza resultara imposi­ble, la d i p l o m a c i a confederada reducía sus pretensiones a l s imple aseguramiento de la neutralidad mexicana. Sin contar con dicha n e u t r a l i d a d p o r u n lado, y p o r el o t r o con el reco­n o c i m i e n t o anglo-francés, n o era posible emprender más am­biciosas aventuras en p u n t o a relaciones exteriores.

E l 16 de marzo, u n mes escaso después de haberse organi­zado el gobierno, el secretario de Estado M r . R o b e r t T o o m b s instruyó a W i l l i a m L . Yancey, Pierre Rost y A . D u d l e y M a n n para que, con el carácter de comisionados especiales de los Estados Confederados de América , desempeñaran en E u r o p a la misión que les conf iaba e l presidente. A la misión se a t r i ­b u í a n los siguientes objetivos:

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a) Informar a aquellos gobiernos —al de Inglaterra pr incipal­mente—, que los Estados Confederados h a b í a n asumido de nuevo los poderes anteriormente delegados en el Gobierno Federal para el logro de fines específicos, bajo el pacto conocido como Constitu­ción de los Estados Unidos de América .

b) Comunicar la formación de u n gobierno independiente, cabal en cuanto a sus funciones, y dotado de los atributos nece­sarios para ocupar u n lugar entre las naciones de la tierra; y

c) Reclamar el reconocimiento, como independiente, que se debe a todo pueblo capaz de gobernarse a sí mismo, y dotado con la fuerza necesaria para hacerse respetar, negociando finalmente tra­tados de Amistad, Comercio y Navegación con dichos países, al obtenerse el reconocimiento oficial.13

Dos meses después — M é x i c o resultaba menos i m p o r t a n t e q u e I n g l a t e r r a y F r a n c i a — , el secretario de Estado R o b e r t T o o m b s extendía n o m b r a m i e n t o e instrucciones en favor de J o h n T . Pickett como "agente de l g o b i e r n o de los Estados Confederados cerca del gobierno de M é x i c o " . A la misión de P i c k e t t se asignaba como objeto f u n d a m e n t a l la conclusión de u n a alianza entre ambos países, que a j u i c i o de Jefferson Davis se encontraba abonada p o r razones de toda índole. A l t a n t o de las precarias relaciones que el gobierno mexicano m a n t e n í a con los de Francia e I n g l a t e r r a , y p o r supuesto a l c o r r i e n t e d e l r o m p i m i e n t o con España, q u e aparejaba la nada vaga amenaza de u n conf l ic to armado, Jefferson Davis cono­cía también las metas que Juárez perseguía con el T r a t a d o M c L a n e - O c a m p o , la más i m p o r t a n t e de las cuales, prevista p o r l a C o n v e n c i ó n anexa, consistía en la conclusión de u n a al ianza ofensiva y defensiva con los Estados U n i d o s , desti­n a d a a que M é x i c o p u d i e r a contrarrestar, con el a u x i l i o ame­r i c a n o , los planes intervencionistas europeos. E l m i s m o Davis fue testigo en W a s h i n g t o n , sólo u n año antes, de cómo influyó sobre todo, en e l rechazo del T r a t a d o y la C o n v e n c i ó n M e Lane-Ocampo p o r parte de l Senado, el riesgo de que las obligaciones bilaterales consignadas en la C o n v e n c i ó n pudie­r a n arrastrar a los Estados U n i d o s a u n conf l ic to bélico con las naciones europeas, y en defensa de los intereses mexicanos. E l presidente de los Estados Confederados de América distaba de ser u n pol í t ico improvisado, y tampoco era u n memo.

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4 9 4 JOSÉ FUENTES MARES

Precisamente a l hecho de encontrarse enterado de las urgen­cias mexicanas ha de atr ibuirse la oferta nada velada, desli­zada en las instrucciones de Pickett , que apenas ocul taba su condic ión de cebo y anzuelo:

Si los Estados Confederados tuvieran que defender a México contra cualquier invasión extranjera, es obvio que p o d r í a n hacerlo con mayor eficacia y rapidez que cualquiera otra nac ión dis-tante.14

Esta verdadera promesa, contenida en el m e m o r á n d u m a Pickett , ofrecía u n a garantía a los viejos temores de Juárez e n p u n t o a l a intervención europea — e s p a ñ o l a p r i n c i p a l ­m e n t e — en los asuntos de México , a cambio de contrarrestar las maniobras de W a s h i n g t o n que sin d u d a p r o c u r a b a n tam­bién, en aquel m o m e n t o , asegurar u n a alianza con el gobierno mexicano.

Ésta era la meta, e l f i n a la vez ideal y f u n d a m e n t a l . Pero era preciso contar también con la p o s i b i l i d a d de que el go­b i e r n o mexicano, p o r m u y explicables temores, n o accediera a concertar l a alianza propuesta. Entonces e l agente se con­formaría con asegurar e l segundo de los objetivos, o sea e l de u n a garantía de n e u t r a l i d a d frente a l conf l ic to que se v e n t i ­laba en los Estados U n i d o s . E n este caso, trataría de conse­g u i r que M é x i c o hic iera extensivos, a los confederados, los beneficios y pr iv i leg ios contenidos en los Tratados celebrados entre su gobierno y el de los Estados U n i d o s .

Para concertar u n a alianza entre ambos pueblos, abunda­ban las razones en opinión de Jefferson Davis:

Ambos pueblos —se lee en el m e m o r á n d u m a Pickett— se ocupan principalmente en labores agrícolas y mineras, siendo por lo mismo homogéneos sus intereses. Por otro lado, la ins t i tuc ión de la esclavitud domést ica en u n pa ís , y la del peonaje en el otro, establecen entre ellos tales semejanzas en sus respectivos sistemas de trabajo, que bas t a r án para evitar que se propenda, de una u otra parte, a descuidar los intereses o sentimientos de la otra.15

E n suma: que l a misión que se encomendaba a M r . Picket t n o podía resultar más f l e x i b l e : reclamar el reconocimiento de los Estados Confederados, en el caso de considerarlo v iable , y

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NO hacerlo en el contrar io; p r o p o n e r u n a alianza entre ambos países, si la estimaba hacedera, y n o tocar el asunto, también e n el caso contrar io . Pero algo era i m p o r t a n t e , absoluta­m e n t e f u n d a m e n t a l : asegurar la n e u t r a l i d a d mexicana d u r a n t e la cont ienda. L a sola idea de que tropas de la U n i ó n pudie­r a n cruzar p o r t e r r i t o r i o mexicano, y atacar a los confederados p o r la espalda, ponía fuera de q u i c i o a Jefferson Davis.

T o d o lo f lex ib le que se q u i e r a en relación con las diver­sas cuestiones diplomáticas planteadas en su memorándum, M r . Pickett tenía que mostrarse i n f l e x i b l e en p u n t o al pro­b l e m a de la n e u t r a l i d a d . Para asegurarla tendría que valerse de todos los medios, sin que m a l fundados escrúpulos le h i c i e r a n torcer su camino al ob je t ivo propuesto. E l memo­r á n d u m concluye maliciosamente:

A l Agente se le p r o p o r c i o n a r á n medios suficientes para que mantenga su decoro d ip lomát i co y se allegue colaboradores de fiar, así como para que pague los informes importantes que se le pro­porcionen, y otros servicios secretos, cuando sólo por ese medio pueda obtenerlos. U n mi l lón o cosa así, empleado juiciosamente, basta para comprar el reconocimiento d ip lomát ico de aquel Go­bierno. Los mexicanos no pecan por exceso de escrúpulos (overs­crupulous), y nuestra mis ión actual no consiste en mejorar su moralidad.16

J O H N T . PICKETT , t ípico caballero del Sur, m o r a l m e n t e m u y

semejante a su gran amigo, el a n t i g u o m i n i s t r o de los Estados

U n i d o s en M é x i c o , M r . J o h n Forsyth, cuya recomendación

d e b i ó tener a lguna i n f l u e n c i a en su n o m b r a m i e n t o , 1 7 partió

de M o n t g o m e r y con destino a Veracruz, p o r t a d o r además de

u n a carta credencial de Jefferson Davis para B e n i t o Juárez,

q u e como todas las de su género presentaba a l agente de los

Estados Confederados de América , y solicitaba del gobierno

m e x i c a n o que se le recibiera y d iera el t r a t o que, a la recí­

proca, se proporcionaría a los agentes que M é x i c o acreditara

cerca de l gobierno de los Estados Confederados. 1 8

E l 12 de j u n i o se encontraba ya en Veracruz M r . Pickett ,

pues l leva esta fecha la extensa n o t a que dirigió a l m i n i s t r o

de Relaciones José Mar ía M a t a , p r e v i a advertencia del carác­

ter exclusivamente p r i v a d o de la misma. E l texto de M r .

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496 JOSÉ FUENTES MARES

Pickett , en cierta m e d i d a cauto y astuto, podría inc luso ser cal i f icado de inte l igente si, como premisa previa , reconocié­semos l a i m b e c i l i d a d de los demás. Pretende e l agente, en pocas palabras, pasar a la c i u d a d de M é x i c o para establecer al l í , con el gobierno, relaciones de amistad y buena vecindad. Pero claro, tampoco desea exponerse a u n frentazo. P r i m e r o q u i e r e conocer la opinión de M a t a acerca de la v i a b i l i d a d de su misión:

Si m i mis ión ha de ser i n ú t i l —escribe Pickett con seráfica ingenuidad—, aunque no pretende mucho m á s que anunciar a un vecino inmediato el nacimiento de una nueva nac ión , no me ins­pi ra gran entusiasmo afrontar n i los riesgos del camino, n i el fatal t i fo de la ciudad de México. 1 9

Aprovecha la ocasión, p o r supuesto, para enhebrar u n a serie de consideraciones acerca del m o v i m i e n t o separatista de los Estados Confederados, cuyos orígenes h a n de bus­carse en los mismos motivos que p r o d u j e r o n las luchas intes­tinas de M é x i c o , a saber: la defensa de la soberanía de los Estados en contra de las usurpaciones de l gobierno central . P a r t i e n d o d e l p r i n c i p i o de que " e l derecho de gobernar se f u n d a en el consent imiento de los gobernados, n o hemos hecho más que i m i t a r el e jemplo de nuestros vecinos m e x i ­canos", 2 0 concluye Pickett , s in que la monstruos idad de l elogio le hic iera t e m b l a r el pulso. Insiste u n a y o t r a vez en que los Estados Confederados n o luchaban p o r i m p o n e r su domina­ción sobre los Estados del N o r t e , sino sólo p o r i m p e d i r que éstos se i m p u s i e r a n a ellos. P i n t a luego en los colores más vivos la amenaza de l "atroz despotismo" y concluye campanu­damente: "nosotros n o lo tememos, pero ¿qué será de Hispano­américa cuando la i n t o l e r a n c i a p u r i t a n a y la intromisión yan­q u i c u b r a n el hemisferio?" Y a l presentar a M a t a sus con­dolencias p o r el asesinato de M e l c h o r Ocampo: " ¡ q u é r o t u n d a semejanza entre el p a r t i d o de la Iglesia en México , y los p u r i t a n o s d e l N o r t e . Podría decirse que los extremos se to­c a n ! " 2 1

H a c í a b i e n el agente confederado a l forzar su dialéctica hasta tales extremos, pero desgraciadamente padecía u n a gra­ve pasión epistolar, hasta e l grado de que, u n a vez en sus

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manos, dejaba correr la p l u m a sin miramientos . Para cual­q u i e r h o m b r e con mediana sensibi l idad política, colocado en e l desempeño de u n puesto como el suyo, la his tor ia de las relaciones diplomáticas entre M é x i c o y los Estados U n i d o s te­n í a que caer en el d o m i n i o de l o p r o h i b i d o . A n t e el riesgo de recordar el pasado, habría retrocedido cualquier p r i n c i ­p i a n t e en cuestiones diplomáticas, pero n o ciertamente M r . P icket t :

¿ Q u i é n fue el pr imero en reconocer a México el derecho de país beligerante? —exclama— U n Presidente de Virginia . Quien fue el primero en reconocer su independencia absoluta? U n Presi­dente de Tennessee, un Senador de Kentucky, y un enviado de Carolina del Sur. En las ú l t imas épocas, al t r iunfo del Plan de Ayu­da, el General James Gadsden, de Carolina del Sur, Minis t ro Plenipotenciario de los Estados Unidos, a b a n d o n ó la ciudad de México para i r a abrazar, en Cuernavaca, al General Álvarez .22

Mas n o se detiene aquí , p o r supuesto. U n a vez con la p l u m a en la m a n o , n o hay poder h u m a n o que pueda fre­n a r l o . Sigue, y con e l mayor desembarazo alega, como servi­cios, todos los actos que M é x i c o h u b i e r a p o d i d o esgrimir como ofensas.

¿Y Forsyth? ¿Y McLane?, preguntaba todavía . En cambio ¿quié­nes echaron abajo los tratados de Forsyth y de McLane? A usted, m i querido amigo, no necesito decir que tal fue la obra de los Se-dores yanquis. Pero admito que me estoy volviendo p r o l i j o . . .23

L o que se estaba v o l v i e n d o M r . Pickett era otra cosa. U n poco t o n t o , p o r ejemplo. Por grande que fuera la pasión americana de hombres como José M a r í a M a t a , n o era menos c ier to que mencionar en M é x i c o la labor diplomática de los hombres de l Sur equival ía , p o r l o menos, a n o m b r a r la soga en la casa de l ahorcado. M a t a d i o cuenta a Juárez c o n l a n o t a p r i v a d a de M r . Pickett , y e l presidente resolvió contemporizar . T a m p o c o era aconsejable dar a l agente con­federado con la p u e r t a en las narices. C o n l a h a b i l i d a d nata d e l polít ico, Juárez sabía que cuando las agudas crisis se presentan, es u n b u e n p r o c e d i m i e n t o hacer que choquen las fuerzas enemigas, para obtener, de l choque, resutados medios.

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4 9 8 JOSÉ FUENTES MARES

U n a de esas fuerzas se encontraba, y actuaba ya poderosamen­

te en la c a p i t a l : M r . T h o m a s C o r w i n , nuevo m i n i s t r o de los

Estados U n i d o s . ¿Por qué, pues, n o dejar franco el paso a l o t r o ,

a l confederado? C i e r t o que podría provocar algunos emba­

razos a l gobierno, pero era también i n d u d a b l e que serían

mayores los beneficios si se le manejaba juiciosamente. Vistas

así las cosas, M a t a contestó el 19 de j u n i o : reconocía en p r i m e r

l u g a r cuan difícil resultaba l a misión de l agente de los Esta­

dos Confederados; agregaba que, de m o m e n t o , el gobierno

m e x i c a n o n o se encontraba en condiciones de resolver satis­

fac tor iamente los asuntos que el m i s m o agente planteaba, y

concluía autorizándole a pasar a la c i u d a d de México , donde

se le atendería y serviría en la m e d i d a p o s i b l e . 2 4 N a d a en suma:

l a clásica "sa l ida" de u n polít ico.

E N WASHINGTON , mientras tanto , hacía largos meses que nadie

descansaba, n i W i l l i a m H . Seward, el p r o v i d e n c i a l hallazgo

de L i n c o l n para el D e p a r t a m e n t o de Estado, n i el tenaz

Mat ías R o m e r o . C o n la m i r a puesta en su f i n p r i m o r d i a l

—desbaratar los planes confederados sobre M é x i c o — , L i n ­

c o l n había estudiado con todo cuidado el n o m b r a m i e n t o de

u n nuevo m i n i s t r o para este país. Pensó en a lguien cuyo

solo n o m b r e sirviera, a la vez que para escandalizar en los

Estados del Sur, para que M é x i c o l o recibiera como test imonio

d e l cambio radica l que se operaba en el r u m b o de la d i p l o ­

macia norteamericana, y en su favor m a n d ó extender el

n o m b r a m i e n t o . E l h o m b r e era T h o m a s C o r w i n , de Kentucky,

famoso catorce años antes, cuando en el Senado de los Estados

U n i d o s criticó vigorosamente la guerra que el presidente P o l k

h a b í a l levado a México , oponiéndose además a la autorización

de nuevos fondos para fines mi l i tares .

Licenciemos nuestros ejércitos — d i j o Corwin entonces—, hagá­moslos volver inmediatamente dentro de nuestros límites recono­cidos; demostradle a México que sois sinceros cuando decís que no deseamos quitarle nada por conquista . . . hagamos, en este templo consagrado a la república, una solemne lustración: lavemos de nues­tras manos la sangre mexicana, y sobre estos altares, en presencia de esa imagen del padre de la Patria que nos contempla desde lo alto, juremos conservar una paz honrosa con todo el mundo.

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MISIÓN DE MR. PICKETT 499

E l 6 de a b r i l , con ventaja de mes y m e d i o sobre los con­federados, se entregaron a M r . C o r w i n las instrucciones para su misión. Jamás habían salido del Departamento de Estado conceptos como los que se comunicaban ahora a l nuevo m i n i s ­t r o . Por p r i m e r a vez se dejaba en paz el viejo asunto de las reclamaciones, que había p r o p o r c i o n a d o hasta entonces — y q u e proporcionará d e s p u é s — el tema conf l ic t ivo de las rela­ciones entre ambos países, 2 5 para ocuparse de los designios agresivos de la Confederación en p r i m e r término, y luego de los proyectos intervencionistas de las potencias europeas. Era preciso convencer a l gobierno mexicano de que en la guerra c i v i l n o se v e n t i l a b a n intereses locales de los Estados U n i d o s , s ino cuestiones que afectaban el f u t u r o de todos los pueblos de América, y p a r t i c u l a r m e n t e de l país vecino:

E l t r iunfo del gobierno de los Estados Unidos —decía Seward—, puede depender en p e q u e ñ a parte de la acción del Gobierno y el pueblo mexicanos. E l Presidente de México no puede dejar de ver que lejos de aprovechar a su país la destrucción o debili tamiento de la autoridad federal (en los Estados Unidos) esto no pod r í a sino exponerle a terribles peligros. Por otra parte, la con t inuac ión de la a n a r q u í a en México debe ser necesariamente un atractivo para los que conspiran contra la U n i ó n , es t imulándoles a buscar su engrandecimiento a costa de conquistas en México, y en otros terri to­rios de la Amér ica e s p a ñ o l a . . . La organización de u n gobierno distinto en la parte de la U n i ó n que l inda con México, sería más perjudicial para este país que para los Estados Unidos.26

Al l í m i s m o , el a r g u m e n t o f u n d a m e n t a l :

Interesa a las naciones de Amér ica ser amigas por la misma razón que son vecinas, y prestarse ayuda y apoyo las unas a las otras, en la medida compatible con la soberanía que cada una disfruta, tanto en contra de actividades tendientes a su desintegra­ción interna como en contra de influencias extranjeras, más allá de sus fronteras 2 7

Éste era u n lenguaje que tenía que sonar como música celestial en los oídos de Juárez. Catorce meses antes, sólo para obtener u n a declaración como esa, el Benemérito se había sometido a las indignas estipulaciones de l T r a t a d o McLane-Ocampo. Y n o la consiguió, a pesar de lo que cedió entonces. A h o r a , p o r el vuelco en los acontecimientos d o m é s .

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500 JOSÉ FUENTES MARES

ticos, L i n c o l n se la mandaba gratis. E n el arranque m i s m o

d e la guerra , a sólo seis días de que sobre F o r t Sumter p r i n ­

c i p i a r a n a caer las bombas confederadas, W a s h i n g t o n m o d i ­

f icaba, a f o n d o , su política m e x i c a n a . . .

E N LOS ESTADOS CONFEDERADOS, p o r supuesto, n o se conoció

e l texto de las instrucciones de M r . C o r w i n , pero si e l hecho

de su n o m b r a m i e n t o , y e l escándalo se armó en M o n t g o m e r y

t a l y como L i n c o l n l o tenía previsto. Ya en las instruc­

ciones a Picket t se le decía que hic iera ver a l presidente

Juárez que los Estados Confederados observaban, "con sor­

presa", que e l gobierno de W a s h i n g t o n " n o había vac i lado"

e n n o m b r a r m i n i s t r o p l e n i p o t e n c i a r i o , cerca de l gobierno de

M é x i c o , a u n h o m b r e " i n f a m a d o en su p r o p i o país, y en e l

ex tranjero , como t r a i d o r n o t o r i o " , agregando que dicho n o m ­

b r a m i e n t o resultaba " i n s u l t a n t e para la d i g n i d a d mexicana" y

q u e la sola negociación de u n T r a t a d o con u n a persona como

M r . T h o m a s C o r w i n , aunque afectase " e n grado m í n i m o " los

intereses de los Estados Confederados, "sería vista como par­

t i c u l a r m e n t e ofensiva para con los m i s m o s " . 2 8 T o d o esto d i j o

M r . P ickett a M a t a en cuanto pisó t i e r r a m e x i c a n a . 2 9 T a l

parecía que los confederados se proponían colocar en u n

pedestal la f i g u r a de M r . C o r w i n . Si en los Estados U n i d o s

se le había l l a m a d o t r a i d o r p o r e l hecho de defender a M é x i c o

f rente a u n a guerra in justa , n i a u n p r i n c i p i a n t e en d i p l o ­

macia se le podría haber o c u r r i d o c o n t i n u a r l lamándolo de

ese m o d o , en México , y p o r el m i s m o m o t i v o . Pero tan extra­

o r d i n a r i a idea cupo en e l cerebro de los hombres del Sur.

Es frecuente que la idiotez tenga como función completar, y

hacer más notable , la obra de l a inte l igencia .

D o n Matías R o m e r o , p o r su parte, n o descansaba en

W a s h i n g t o n . E l 25 de febrero había i d o a la Casa Blanca

p a r a despedirse de B u c h a n a n , y manifestarle su g r a t i t u d " p o r

los buenos servicios que prestó a M é x i c o en circunstancias

difíciles, y las cuales c o n t r i b u y e r o n a la pacificación de la

R e p ú b l i c a " , 3 0 pero unos días antes había tomado el t r e n para

S p r i n g f i e l d , donde se encontraba el presidente electo. E n u n a

n o t a d e l 19 de enero nos re lata su charla con M r . L i n c o l n :

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MISIÓN DE MR. PICKETT 501

Me d i j o . . . que durante su adminis t rac ión p r o c u r a r á hacer todo lo que esté a su alcance en favor de los intereses de México , y que se le h a r á entera justicia en todo lo que ocurra, y que se le considerará como una nac ión amiga y hermana. Me agregó que no creía que nada pudiera hacerlo cambiar de ese p r o p ó s i t o . . . Entonces le dije que México se h a b í a congraciado mucho con el t r iunfo del part ido republicano, porque esperaba que la pol í t ica de ese part ido sería más leal y amistosa, y no como la del demo­crát ico, que ha estado reducida a quitarle a México su terr i tor io para extender la esclavitud.31 l

E l presidente L i n c o l n sospechaba hasta q u é p u n t o la amis­t a d mexicana podría resultar i m p o r t a n t e para los Estados U n i d o s , a l hacer crisis su querel la doméstica. V a l í a la pena, pues, dejar tendidos los puentes. C u a n d o L i n c o l n h a b l ó con R o m e r o , era u n hecho la secesión de C a r o l i n a de l Sur, y se ins inuaba la C o n v e n c i ó n de M o n t g o m e r y y el n a c i m i e n t o de los Estados Confederados. Se anunciaba la guerra. Nuestro D . Matías, p o r su parte, jugaba sus cartas como u n p i l l o redomado. E n S p r i n g f i e l d decía a L i n c o l n exactamente l o c o n t r a r i o de l o que aseguró a Buchanan, en W a s h i n g t o n , unos cuantos días antes. E r a cierto, p o r o t r a parte, que M r . Bucha­n a n n o merecía t r a t a m i e n t o de caballero. Seguramente e l bondadoso o a x a q u e ñ o quiso endulzarle la p i l d o r a , en el mo­m e n t o amargo de dejar el puesto.

Pero apenas había p a r t i d o M r . C o r w i n , los hombres de W a s h i n g t o n a d o p t a r o n u n p l a n radica l para poner f i n a l conf l icto . Diez días antes de que en M o n t g o m e r y se n o m b r a r a a J o h n T . Pickett para su misión mexicana, W i l l i a m H . Seward m a n d ó l l a m a r a Matías R o m e r o a l D e p a r t a m e n t o de Estado. E r a el 9 de mayo, y W a s h i n g t o n quería que el gobierno m e x i ­cano le concediera u n favor. Sólo u n pequeño favor. D . Matías R o m e r o reproduce la petición en su estilo seco, de of ic inista m a l pagado: "7 de mayo. M e d i j o (Seward) que tenía que p e d i r m e u n favor, y era que se p e r m i t i e r a a tropas americanas pasar por t e r r i t o r i o de México , para i r de San Francisco a A r i z o n a , p o r G u a y m a s " . 3 2 C o m o se ve, sólo u n p e q u e ñ o favor. Que los dejaran pasar p o r la p u e r t a de atrás para caer sobre los confederados, p o r l a espalda, y pegarles la clásica p u ñ a l a d a f l o r e n t i n a .

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E L 27 DE JUNIO, mientras el Congreso mexicano discutía en sesión secreta el pequeño favor que los Estados U n i d o s pe­dían, el señor J o h n T . Pickett desafiaba los riesgos de l camino, la amenaza de l t i f o en la c i u d a d de México , y se detenía en Jalapa para dar e l pésame a la h i j a de O c a m p o — l a esposa de M a t a — p o r el "most h o r r i d assassination" de su padre.

C u a n d o el 27 de j u n i o se detiene e l Agente Confederado en Jalapa, con el objeto de satisfacer ciertas formalidades sociales, n o se le ocul ta que el m i n i s t r o de los Estados U n i ­dos le l leva ventajas considerables. E n Veracruz, conoció los pormenores de la recepción of ic ia l de que se hizo objeto a su r i v a l en la C a p i t a l , y las cordiales expresiones que enton­ces se cruzó con el presidente Juárez; n o le h i c i e r o n gracia, p o r cierto. Sospechaba que la meta ambiciosa de su p r o p i a misión: la de conc lu ir u n a alianza ofensiva y defensiva en­tre M é x i c o y los Estados Confederados podría ser también l a que M r . C o r w i n traía en cartera, y aunque dudaba q u e "los astutos mexicanos" se dejasen l levar por las intr igas de su enemigo, él, M r . Pickett , se había v a l i d o de "ciertas co­nexiones" para hacer saber a Juárez lo que ocurriría de ajus­tarse u n convenio que fac i l i tara el tránsito de tropas de la U n i ó n p o r t e r r i t o r i o mexicano. " C o n f í o que m i f i r m e ad­vertencia n o puede p r o d u c i r sino los más saludables efectos", escribió entonces a M r . T o o m b s . 3 3 A lgunos días después, ya en la C a p i t a l , creyó c o n f i r m a r la especie: algo tramaba M r . C o r w i n con el G o b i e r n o mexicano. A l g o que podría resul­tar en extremo desagradable. Y se val ió otra vez de sus "co­nexiones" para c i rcu lar la n o t i c i a de que, en el caso de n o tomarse en cuenta su advertencia, " t r e i n t a m i l agentes d i p l o ­máticos confederados" cruzarían la f rontera mexicana en el m o m e n t o menos esperado. 3 4

Finalmente , el 26 de j u l i o , M a n u e l María de Zamacona, nuevo m i n i s t r o de Relaciones Exteriores, le recibió extraof i -cialmente y en su casa. A l l í , M r . Pickett le sometió los puntos fundamentales de su misión:

a) Par t ic ipar el deseo de l p u e b l o y gobierno de los Esta­dos Confederados de mantener , con México, relaciones es-

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trechas y amistosas, hasta el extremo de u n a alianza ofensiva y defensiva, si se consideraba hacedera.

h) E n el caso de que esto ú l t imo resultara imposible , co­m u n i c a r la esperanza de la que p a r t i c i p a b a el G o b i e r n o con­federado, en el sentido de que el mexicano observaría en t o d o caso u n a n e u t r a l i d a d estricta en relación con la guerra c i v i l ; y

c) Sentar claramente que de m o m e n t o n o se reclamaba el reconoc imiento of ic ia l de la independencia de los Estados Confederados, aunque sí se conf iara que las estipulaciones y pr iv i leg ios contenidos en los T r a t a d o s celebrados entre M é x i c o y los Estados U n i d o s , se harían extensivos a ambos beligerantes, en i g u a l d a d de condic iones . 8 5

L a entrevista conf idencial terminó, pero Zamacona no soltó prenda. Rec ib ió y despidió a M r . Pickett afectuosa­m e n t e ; aseguró que l levaría a l Presidente la copia de su carta credencial , y que luego le l lamaría. N a d a más. 3 6

C u a n d o M r . Pickett se presentó en México , a pr inc ip ios de j u l i o , estaba ya en puerta el decreto de suspensión de pa­gos de la deuda extranjera, que i n m e d i a t a m e n t e d i o lugar a l u l t i m á t u m de los ministros de Francia e I n g l a t e r r a , y que f i n a l m e n t e proporcionó a N a p o l e ó n , como es sabido, el pre­t e x t o para fraguar con I n g l a t e r r a y España el pacto de L o n ­dres, unos meses más tarde. Pero, ¡si M r . Pickett h u b i e r a sabido lo que pasó el 29 de j u n i o ! ¡Si M r . Pickett hubiera sabido que cuando él l legó a M é x i c o ya el Congreso, en se­sión secreta, había autorizado el paso de tropas de la U n i ó n entre C a l i f o r n i a y Ar izona, a través de Sonora! E l único p u n t o realmente i m p o r t a n t e de su misión consistía en ase­g u r a r la estricta n e u t r a l i d a d mexicana. Pero la n e u t r a l i d a d quedaba ya reducida a u n concepto s in sentido. Por el he­cho m i s m o de que el G o b i e r n o de M é x i c o accedía a l " f a v o r " que M r . Seward p id ió en W a s h i n g t o n a Matías R o m e r o , el G o b i e r n o de M é x i c o se convertía en co-beligerante a l lado de l a U n i ó n . T o d o bajo sus propias narices, mientras él se detenía en Jalapa para dar e l pésame, a la h i j a de Ocampo, por e l "most h o r r i d assassination" de su padre.

C u a n d o M a n u e l Mar ía de Zamacona recibió a Pickett en

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su casa, conf idencialmente, hacía casi u n mes que el Con­greso h a b í a concedido el permiso para e l paso de las tropas, y resulta e x t r a o r d i n a r i o que corr ieran los días y las semanas s i n que e l Agente sospechara, s iquiera, la consumación del " f a v o r " sol ic i tado p o r M r . Seward. Pero en c a m b i o ha i n ­v e r t i d o m u y buenas y largas horas en p o n t i f i c a r acerca de la semejanza entre las instituciones e intereses mexicanos y con­federados:

L a Institución de la esclavitud africana en un país —escri­bía—, no es menos benéfica y humanitaria que la del peonaje en el otro, con la notable diferencia de que si bien el africano nace con pocos derechos civiles y sin derechos políticos algunos, el peón se encuentra reducido —y es de suponerse que por su propia cul­pa—, de la orgullosa situación de un ciudadano que ha nacido libre, a la poco envidiable condición de un ilota.37

A su j u i c i o , los mexicanos carecían de títulos morales para e n j u i c i a r adversamente la "pecul iar inst i tución". Mas en el caso de que llegara a darles p o r la f i lantropía, él tenía a su alcance los antecedentes para p r o b a r a l m u n d o , y a los me­xicanos mismos, que " e l peonaje es u n a f o r m a de la escla­v i t u d incuest ionablemente más perniciosa y degradante" . 3 8

Sociología, h is tor ia , dialéctica. Pero nada, n i u n a sospe­cha s iquiera de la resolución que adoptó e l Congreso mexi ­cano el 2 9 de j u n i o . ¡Hasta en W a s h i n g t o n sabía ya Seward l o que en M é x i c o ignoraba M r . Pickett! Leemos en el D i a r i o de Matías R o m e r o :

17 de julio. Fu i a ver a Mr. Seward, para comunicarle que el Gobierno de México había concedido permiso a las tropas me­xicanas para pasar por el territorio de la Republicano

Curiosamente, a l día siguiente de que Zamacona propor­cionara t o d o género de seguridades acerca de la "estricta neu­t r a l i d a d " m e x i c a n a , 4 0 l legó a oídos de M r . Pickett la t e r r i b l e not ic ia . Incrédulo todavía, m a n d ó a M r . Cr ipps , ant iguo se­cretario de la Legación de los Estados U n i d o s en los días de Gadsden, p a r a que hablara con Zamacona, y con él ra t i f i cara o rect i f icara la especie. A q u í el mexicano, cogido ya con los dedos c o n t r a la puerta , n o p u d o negar más, y concedió que su G o b i e r n o había otorgado el permiso para el tránsito de

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tropas de los Estados U n i d o s , aunque sólo entre Guaymas y A r i z o n a . 4 1 Previamente aleccionado p o r Pickett , M r . C r i p p s a d o p t ó u n aire de gran preocupación. Aseguró a Zamacona q u e su jefe tendría la obl igación de poner en conocimiento de los texanos la autorización concedida, para que ellos to­m a r a n las providencias del caso. E r a u n decir solamente para aterror izar a Zamacona, ya que Pickett tenía la convicción de q u e bastaría dar curso a la n o t i c i a para que los "impetuosos texanos" se apoderaran de T a m a u l i p a s , y u n a medida como esa, t a n extremada, n o entraba todavía en los planes confe­derados. Se trataba, pues, de amenazar solamente, pero p o r l o v i s t o la flecha no d i o en el blanco. " M e asegura M r . C r i p p s •—escribió luego a T o o m b s — , que la n o t i c i a n o pareció alte­r a r en l o más m í n i m o a l M i n i s t r o . " 4 2

B u r l a d o como u n chino , despechado además, M r . Pickett d e b i ó sentir el i m p u l s o de buscar a Zamacona para r o m p e r l e l a cara, pero se contuvo todavía, p o r úl t ima vez. Sólo u n m i ­l a g r o podría salvar a Zamacona de la embarazosa situación personal en la que se hal laba, y el m i l a g r o se consumó pro­v idencia lmente . L a Providencia , que se vale de los más ex­tremos medios para i m p o n e r sus decisiones inescrutables, se sirvió en este caso d e l más i n f a l i b l e , o sea de la p r o p i a ton­tería de M r . Pickett . Sólo sobre esta base podríamos com­p r e n d e r la s ingular n o t a que el Agente envió a Zamacona, dic iéndole "suponer que el permiso otorgado para que tropas de l a U n i ó n pasaran de C a l i f o r n i a a A r i z o n a " , cruzando te­r r i t o r i o mexicano, p r o v i n o seguramente de ignorar el Go­b i e r n o mexicano que el t e r r i t o r i o de N u e v o M é x i c o — d e l c u a l A r i z o n a era u n D i s t r i t o — , luchaba bajo la bandera de l a C o n f e d e r a c i ó n . 4 3 ¡Y además le mandaba u n a lista de los Estados Confederados, para su conocimiento!

M a n u e l Mar ía de Zamacona se apresuró a contestar cómo l a m e n t a b a n o haber sido advert ido , a t i e m p o , que el t e r r i ­t o r i o de N u e v o M é x i c o combat ía bajo la bandera confede­rada. D e haber lo sabido, seguramente su G o b i e r n o n o habría autor izado el paso de las tropas. E l delicioso episodio recuer­da e l caso del b u e n m a r i d o , v ia jero h a b i t u a l , que a l regresar a casa i n o p i n a d a m e n t e , y sorprender allí a su r i v a l , le pro-

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50Ó JOSÉ FUENTES MARES

p o r c i o n a disculpas p o r su regreso inesperado, y u n a l ista ade­

más, con las fechas seguras de su ausencia. E l amante tomaría

medidas — c o m o Zamacona en el caso de P i c k e t t — , para que

e l caso n o volv iera a repetirse.

A L PRINCIPIAR SEPTIEMBRE, y bajo el amago de la interven­

ción europea, el gobierno de W a s h i n g t o n decidió hacer algo

p a r a f renar la . E l 10 de ese mes h a b l ó M r . Seward con L o r d

Lyons , M i n i s t r o de la G r a n Bretaña en los Estados U n i ­

dos, poniéndole al corr iente de u n p l a n norteamericano, con­

t e n i d o en las instrucciones que pocos días antes ee enviaron

a M r . C o r w i n . E l p l a n se reducía, en concreto, a proponer

a l G o b i e r n o mexicano la suscripción de u n T r a t a d o , me­

d i a n t e el cual W a s h i n g t o n asumiría e l pago del interés a l

3 %, y p o r el término de cinco años, de la deuda consolidada

que M é x i c o tenía pendiente con los tenedores de bonos, cuyo

c a p i t a l se calculaba en cerca de sesenta y dos mi l lones de pe­

sos, obligándose M é x i c o a l reembolso del d inero , a l interés

de 6 % , amén de la garantía de las tierras públicas y los de­

rechos sobre minas en los Estados de Baja C a l i f o r n i a , C h i ­

h u a h u a , Sonora y Sinaloa, que pasarían a ser p r o p i e d a d de

los Estados U n i d o s en el caso de que, a l venc imiento del pla­

zo est ipulado, n o se h u b i e r a efectuado el reembolso en

c u e s t i ó n . 4 4

Matías R o m e r o , que en W a s h i n g t o n había sido u n o de los

más entusiastas de la idea del préstamo, l legando hasta el

extremo de entrevistar a M r . Seward para que hic iera exten­

sivas a España las proposiciones que se habían hecho ya a

I n g l a t e r r a y Francia respecto del pago de los intereses de la

deuda m e x i c a n a , 4 5 n o contaba seguramente con la autoriza­

ción de su Gobierno, ya que en cuanto M r . C o r w i n puso el

p l a n en conocimiento de Juárez, e l Presidente consideró más

riesgoso el a u x i l i o de los amigos que la amenaza de los ene­

migos, y rehusó el " a u x i l i o " proyectado.

M i e n t r a s que el G o b i e r n o mexicano rechaza abiertamen­

te l a oferta de W a s h i n g t o n , M r . P icket t c o n t i n u a b a dedicado

a l a sociología, p o r l o visto su diversión favor i ta :

No existe posibilidad alguna de me jo r í a —advierte a Toombs—

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MISIÓN DE MR. PICKETT 507

en tanto que México sea gobernado, o que se le intente gobernar, por mexicanos. Sin la in te rvenc ión extranjera, de uno u otro origen, el grana finale puede ser una insurrección del elemento indio, que representa las tres cuartas partes de la p o b l a c i ó n . . . E l Ministro de Relaciones presume que el pa ís se salvará en dos me­ses más, de lo cual yo concluyo que se encuentra en t r á m i t e una alianza ofensiva y defensiva con los Estados Unidos. Cuando me encuentre completamente seguro de ello, será m i deber tomar las medidas adecuadas. ¡El Presidente Zuolaga, el Clero y los ant i­guos jefes del ejército se a r r o j a r á n gustosos en brazos de los Esta­dos Confederados.47

Y esgrime f i n a l m e n t e su a r m a secreta, d igna de u n genio de l a i n t r i g a , a l p r o p o n e r a l G o b i e r n o mexicano " l a retro­cesión" de los terr i tor io s a d q u i r i d o s p o r los Estados U n i d o s , como botín de la guerra, en 1848. N a d a menos que devol­vernos C a l i f o r n i a y N u e v o México . Así como así. " A r m a f o r m i d a b l e que he esgrimido en contra del M i n i s t r o de los Estados U n i d o s " , 4 7 asegura campanudamente. M r . C o r w i n se echaría a temblar . Y M a n u e l M a r í a de Zamacona a reír. Si M r . Pickett era " e l más a p t o " , según la carta de Forsyth a Jefferson Davis, cabe suponer cómo andarían los irrecomen­dables.

F i n a l m e n t e , a l a d v e r t i r que en el G o b i e r n o no hacen m e l l a ofertas n i amenazas, M r . Pickett pierde " toda esperan­za de conservar la paz" . 4 8 Reconoce que Juárez n o r e c t i f i ­cará sus pasos respecto del cruce de tropas de la U n i ó n p o r t e r r i t o r i o mexicano, y concluye: "debiéramos ocupar u n a bue­na posición m i l i t a r en las márgenes del río Grande, y mar­char sobre M o n t e r r e y . U n a vez en nuestro poder esa c i u d a d , estaríamos en condiciones de c o n t r o l a r las provincias de l Sur". 4 9 N a d a más que u n a nueva y "dorada o p o r t u n i d a d " , q u e se presentaba a l p u e b l o de los Estados Confederados " p a r a l levar a su término ese destino inevi table que les em­p u j a hacia el S u r " . 5 0

D e p r o n t o , inesperadamente, concluye la misión de M r . Pickett . Inesperadamente para q u i e n n o conociera las dotes de su carácter. U n t a l M r . B e n t o n , b o t i c a r i o radicado en la c i u d a d de México , t u v o la osadía de " i n s u l t a r públ icamente" a Jeferson Davis, y l o hizo en presencia del Agente, q u i e n

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508 JOSÉ FUENTES MARES

s i n más la emprendió a bastonazos con el p i l d o r e r o . Las lesiones de M r . B e n t o n debieron ser re lat ivamente serias, ya q u e M r . Pickett fue a dar con sus huesos a la cárcel, s in que mejorara su suerte a l aducir las " i n m u n i d a d e s " de su puesto. E n la cárcel — y para c o n f i r m a r el v ie jo p r i n c i p i o de que u n amigo en la desgracia es u n amigo de v e r d a d — , contó con el a u x i l i o de Dubois de Saligny, q u i e n le brindó el asilo y protección de la Legación de Francia, pero nuestro hombre , a u n q u e agradeció el c u m p l i d o , creyó i n o p o r t u n o aceptar la oferta, ya que " d a r m e r e f u g i o —escr ib ió a Sal igny—, exas­peraría a las autoridades policíacas, especialmente a u n t a l P o r f i r i o Díaz, jefe de la misma, y n o t o r i o salteador de ca­m i n o s " . 5 1 Prefiere irse de México , en cuanto le dejen l i b r e , ya que p o r l o visto n o se le comprende. Además se siente enfermo.. T a l vez el amago de l t i f o , a l que tanto teme. Sa­l i g n y le asegura que el G o b i e r n o le dará satisfacciones, "para prevenir las enojosas consecuencias de acto tan l a m e n t a b l e " , 5 2

pero a l inefable M r . Pickett le interesa sólo p a r t i r . Piensa que v i v i r bueno y sano entre los mexicanos es castigo sufi­ciente, " p e r o encontrarse enfermo, y además residir en Mé­xico, resulta d e f i n i t i v a m e n t e i n t o l e r a b l e " . 5 3

U n a semana más tarde, ya en camino, d ir ige a su Gobier­n o lo que él calif ica como " u n o de los más extraordinar ios despachos que u n Agente diplomático haya redactado en los t iempos m o d e r n o s " . 5 4 Por l o visto le perdía el o p t i m i s m o , pues l a cosa no era para tanto . Se reduce Pickett a relatar aquí la paliza que propinó a l b o t i c a r i o "que insultó públi­camente a Jefferson Davis" ; a f u n d a r su resolución de r e t i ­rarse en el hecho de que el G o b i e r n o n i atiende sus recla­maciones n i , en general, le hace el m e n o r caso, p o r todo l o cual resolvió "cortar el n u d o g o r d i a n o " de la naciente d i p l o ­macia de su país. Y concluye:

Si m i gobierno se aprovecha de oportunidad tan ventajosa, no h a b r é sufrido en vano. Nuestro pueblo ha de tener una salida al Pacífico. Diez m i l hombres en Monterrey con t ro la r ían toda la parte Norte de la R e p ú b l i c a . E l comercio, y no la espada, da r í a pronto f i n a la obra.55

Salió de M é x i c o l l e n o de rencor, como tres años antes su

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MISIÓN DE MR. PICKETT 509

g r a n amigo M r . Forsyth, y l legó a Veracruz cuando las fuer­

zas españolas ocupaban el puerto . L a bandera española, ba­

t i d a por los vientos de San J u a n de U l ú a , l lenaba su a lma

c o n proyectos descabellados. Sueños. Quimeras. España, la

o d i a d a y despreciada España, p e r o . . . ¿por qué no? Y escri­

b i ó a R i c h m o n d : "Las revoluciones nos colocan a l lado de

extrañas c o m p a ñ í a s " . 5 6

MESES ANTES, EN SEPTIEMBRE, i n m i n e n t e ya el riesgo de Ta

intervención europea, M r . Pickett sugería a su G o b i e r n o tan­

t o la conveniencia de entenderse con las Potencias interven­

toras, como la p o s i b i l i d a d de concertar convenios separados

c o n los Estados mexicanos del N o r t e , " t a n independientes"

d e l G o b i e r n o Federal , a su j u i c i o , "como l o es C a r o l i n a del

Sur de W a s h i n g t o n " , 5 7 ya que contaban con su p r o p i o ejér­

c i t o , e laboraban aranceles ajustados a sus necesidades, co­

b r a b a n y distr ibuían sus ingresos, etc., etc. E l caso de Santiago

V i d a u r r i , gobernador de N u e v o L e ó n y C o a h u i l a , era p o r

supuesto el más agudo, sobre todo a raíz del escándalo que

p r o d u j o el regreso a l país de D . Ignacio C o m o n f o r t , instalado

en M o n t e r r e y bajo su protección, sin que h i c i e r a n m e l l a en

su a c t i t u d las gestiones del G o b i e r n o Federal, que reclamaba

l a entrega del ex-Presidente para someterlo a j u i c i o . L a con­

d u c t a públ ica de V i d a u r r i delataba su nada amistosa a c t i t u d

hacia Juárez, q u e dos años más tarde le l levaría t a n lejos, y

M r . Pickett sugirió luego a Jefferson Davis la conveniencia

de aprovecharla, en beneficio de la causa confederada. 5 8

Sólo que, en R i c h m o n d , a l tanto de la situación que pre­

valecía en los Estados mexicanos del N o r t e — t a n indepen­

dientes del G o b i e r n o Federal, efectivamente, como p u d i e r a

serlo V i r g i n i a de W a s h i n g t o n — , tenían ya u r d i d o u n p l a n

magníf ico, super ior a l que ins inuaba su Agente en México ,

cuyo drama, p o r l o visto, consistía en llegar siempre tarde

con sugerencias y noticias. A Jefferson Davis interesaba n o

sólo el caso de V i d a u r r i , pues algo sabía de otros dos grandes

caudil los norteños, los gobernadores de C h i h u a h u a y Sonora

L u i s Terrazas e Ignac io Pesqueira, p o r ejemplo. ¿Se atreve­

rían Terazas y Pesqueira hasta los extremos de Santiago

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510 JOSÉ FUENTES MARES

V i d a u r r i ? T a l vez n o o t a l vez sí. Desde luego valdría la pena i n t e n t a r l o .

E l 27 de d ic iembre de 1861, en c u m p l i m i e n t o de instruc­ciones secretas, el general br igadier H . H . Sibley entregó a l corone l James R e i l y , de l cuar to r e g i m i e n t o de la caballería v o l u n t a r i a texana, u n pl iego de instrucciones, mas u n a carta personal " T o H i s Excelency, the Governor of the State of C h i h u a h u a " , ambos documentos fechados en F o r t Bliss, en las inmediaciones de F r a n k l i n , hoy la c i u d a d de E l Paso, T e x a s . 5 9 E l 2 de enero part ió e l Coronel R e i l y hacia la c iu­d a d de C h i h u a h u a . C r u z ó el r ío Grande, y valerosamente, en c o m p a ñ í a de u n a p e q u e ñ a escolta de rancheros, se aventuró e n u n país devastado p o r las correrías indias.

Las instrucciones que entregó el general Sibley a R e i l y , breves y enigmáticas, parecían reducirse a "poner en conoci­m i e n t o del gobernador los alcances y naturaleza general de los propósitos que en este m o m e n t o se t ienen en cartera ( w h i c h are at present i n c o n t e m p l a t i o n ) ; explicar esas metas en detalle, haciendo patente la polít ica en cuestión; comba­t i r inf luencias adversas, y obv iar las objeciones que p u d i e r a n enderezársele, t a l es el ob je t ivo f u n d a m e n t a l de la misión que se le c o n f i e r e " . 6 0

E l coronel R e i l y justif icó las esperanzas que en él depo­sitó su general br igadier , ya que le bastaron menos de dos semanas para cruzar e l desierto, vencer los riesgos del cami­n o , l legar a C h i h u a h u a , c u m p l i r su misión y emprender e l regreso. E l 20 de enero, acampado j u n t o a l C a r r i z a l ( i n camp near Carisal) , envió a Sibley seis anexos de s ingular i m ­portanc ia , más u n i n f o r m e pormenor izado de su viaje. Ase­gurándole l levar consigo u n a carta del gobernador de C h i ­h u a h u a para el de Sonora, concluía:

Tengo el gusto de informarle que m i recepción por parte del Gobernador y demás funcionarios del Estado, fue en extremo bon­dadosa y amable . . . P e r m í t a m e felicitarle, General, por haber ob­tenido el pr imer reconocimiento oficial del Gobierno de los Estados Confederados por parte de una potencia extranjera.61

¿Qué había pasado en C h i h u a h u a ? ¿Cuál sería el propó­sito rea l de la misión de Reily? ¿Qué decía el gobernador

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MISIÓN DE MR. PICKETT 511

L u i s Terrazas en su carta a Sibley, que éste poster iormente considerará " i m p o r t a n t e y altamente satisfactorio"? ¿En qué se f u n d a b a R e i l y para adjudicarse la s ingular alabanza de haber o b t e n i d o " e l p r i m e r reconocimiento o f i c i a l " de los Es­tados Confederados de América p o r parte de " u n a potencia e x t r a n j e r a " Veamos la cosa serenamente, con el propósito de desentrañar el acertijo.

Parece i n d u d a b l e que la misión de James R e i l y abarcaba tres objetivos fundamentales: a) Obtener seguridades del Go­bernador de C h i h u a h u a en el sentido de que, a pesar del permiso concedido por el G o b i e r n o mexicano, n o se consen­tiría e l paso de tropas de la U n i ó n a través de l t e r r i t o r i o del Estado; b) conseguir, de l mismo gobernador, autorización p a r a que soldados del ejército confederado p u d i e r a n acanto­narse en t e r r i t o r i o del Estado, con el objeto aparente de pre­v e n i r las incursiones indias; y c) garantizar, con el consenti­m i e n t o y apoyo del m i s m o gobernador, la compra de toda clase de víveres d e n t r o del Estado, para el sostenimiento de los efectivos confederados en las regiones limítrofes. Tales eran los fines de la misión, que en r i g o r podría reducirse a l p r i m e r o de los objetivos planteados, ya que los dos restantes podrían considerarse accesorios, de tener éxito en el p r i n c i p a l .

E l 9 de enero de 1862, en el palacio de gobierno del Es­tado, recibió L u i s Terrazas a l coronel R e i l y , que "se anunció como C o r o n e l d e l ejército confederado, vistió como t a l , con e l u n i f o r m e de u n of ic ia l de caballería de d icho ejército, lle­v a n d o al c i n t o su espada". 6 2 R e i l y puso en manos del gober­n a d o r la n o t a de Sibley, u n a síntesis de la cual se consigna en el párrafo a n t e r i o r , mas Terrazas se excusó de o p i n a r so­bre su c o n t e n i d o aduciendo que, p o r n o leer n i hablar el inglés, necesitaba que p r i m e r o se le preparara u n a traduc­c i ó n , 6 3 y citó a l emisario para u n a nueva entrevista, a la mis­m a h o r a del siguiente día.

Reunidos p u n t u a l m e n t e en el despacho del gobernador, Terrazas entró luego en mater ia , d ic iendo i g n o r a r que el Go­b i e r n o Federal h u b i e r a concedido autorización, pocos meses antes, para que tropas de l a - U n i ó n cruzaran el t e r r i t o r i o del Estado. " N i t a l cosa ha l legado a m i conocimiento —escr ib ió

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512 JOSÉ FUENTES MARES

luego Terrazas a Sibley—, n i tampoco pasaría m i gobierno» p o r el lo, excepto en los términos y bajo las condiciones con sujeción a las cuales el Congreso Federal, exclusivamente, tie­ne facultades para conceder o negar la entrada de tropas extranjeras en el t e r r i t o r i o de la federación, así como para consentir en la estación de escuadras de otras potencias, p o r más de u n mes, en aguas de la R e p ú b l i c a " . 6 4 C o n esta evasiva declaración, que fundaba en la Fracción XVI del art ículo 72 de la Const i tución Federal de 1857, el gobernador Terrazas mataba dos pájaros con el mismo perdigón: n o se a l lanaría a l cruce de tropas de la U n i ó n p o r t e r r i t o r i o del Estado si e l permiso provenía de u n a s imple decisión de Juárez, pero de­jaba abierta la posibilidad de p e r m i t i r l o si, mediante la venia de l Congreso, se satisfacían las exigencias constitucionales. Pero f u n d a d o en el m i s m o c r i t e r i o , él, como gobernador,, tampoco podría consentir que se acantonaran efectivos m i l i ­tares confederados en t e r r i t o r i o del Estado, n i a ú n q u e cruzaran su l ínea fronter iza en persecución de los salvajes,, dado que, de acceder, violaría la misma disposición consti­t u c i o n a l aducida en relación con el p u n t o anter ior . P o r úl t imo, en cuanto a l tercer objet ivo de la misión de R e i l y , e l gobernador n o se opondría a que el ejército confederado se avituallara en t e r r i t o r i o del Estado, "con t a l de que esto ocurra sin intervención of ic ia l , que p u d i e r a ser i n t e r p r e t a d a como u n acto c o n t r a r i o a la absoluta n e u t r a l i d a d que M é ­xico, y los Estados que const i tuyen la Federación, h a n de observar en el caso de la desgraciada lucha que p r i v a e n t r e los Estados de l N o r t e y de l Sur de la U n i ó n A m e r i c a n a " . 6 5

L a nota de L u i s Terrazas a l general Sibley es u n m o d e l o en su género, ya que n i despacha con cajas destempladas a l emisario del peligroso vecino, n i se compromete tampoco con sus ofertas. C o n t i e n e sólo u n a serie de declaraciones evasi­vas, m u y p o l i ticas, y contrasta, p o r l o mismo, con la versión que el p r o p i o R e i l y proporcionó a Sibley acerca de la m i s m a entrevista. E n la versión de Rei ly , asegura éste que el go­bernador le d i j o "que aun en el caso de que se le hubiera notificado el acuerdo del Presidente, sancionado por una ley del Congreso, él (Terrazas) n o creía que p u d i e r a consentir

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MISIÓN DE MR. PICKETT 513

e n el paso de tropas de la U n i ó n p o r el t e r r i t o r i o de Chihua­h u a , para i n v a d i r T e x a s " . 6 6 Seis días después, en u n a carta dest inada indirectamente a l p r o p i o Jefferson Davis, insistía R e i l y u n a vez más en esta versión t o t a l m e n t e contrar ia a la q u e resulta de la ya citada n o t a que el p r o p i o Terrazas d i r i ­g i ó a Sibley:

M i mis ión resul tó enteramente satisfactoria —escribió el Agen­te—; no cabe duda que al lá exist ía a lgún entendimiento acerca del paso de tropas de California, a través de Chihuahua. Esto no se p e r m i t i r á , y este mando mi l i t a r no tiene por ahora enemigo sobre su f l anco . . . E l General Sibley ha tenido el honor, por m i conducto, de haber obtenido el pr imer reconocimiento oficial de los Estados Confederados de Amér ica por parte de una potencia extranjera. 6 7

E n t r e dos afirmaciones t a n v io lentamente contradictorias ¿cuál corresponde a la verdad? Si hemos de juzgar la conducta de Terrazas en aquel la compleja c o y u n t u r a , parece lógico q u e nos ciñamos a l o que él m i s m o dejó sentado en su carta a Sibley, bajo su f i r m a , y n o a lo que el emisario escribió al redactar la crónica de la entrevista. E l coronel R e i l y tenía m o t i v o s para p r o c u r a r elevar sus bonos a los ojos de sus su­periores, y es p o r el lo explicable que a b u l t a r a sus logros a los ojos de Sibley p r i m e r o , y luego a los del m i s m o Jefferson Davis . Que R e i l y era u n t i p o engreído, u n verdadero pavo, se p r u e b a con su empeño en asegurar que los Estados Con­federados h a b í a n obtenido, " p o r su conducto" , el p r i m e r " r e c o n o c i m i e n t o o f i c i a l " de su independencia , sin temblar le e l pulso cuando l l a m a "potencia e x t r a n j e r a " a l miserable Estado de C h i h u a h u a , exangüe, incapaz de ponerse a salvo, s iquiera , de las incursiones apaches.

E n el apasionante relato de James R e i l y — u n lobezno d e l Dest ino M a n i f i e s t o — , leemos además:

E n c o n t r é a Chihuahua disfrutando de u n clima delicioso, cir­cundada por minas de riqueza indescriptible, con ricas tierras agrí­colas en sus alrededores, y sin embargo la ciudad misma más pe­q u e ñ a cada d ía , cada año más y m á s reducida al extremo de la pobreza . 6 8

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Y en o t r o lugar, en la carta que destinaba i n d i r e c t a m e n t e a Jefferson Davis:

Tenemos en Chihuahua amigos cálidos e influyentes. Es un vecino rico y magníf ico , cuya s i tuación me jo ra r í a de encontrarse bajo la bandera confederada. No hay minas en el mundo como las que se encuentran a la vista de la ciudad de Ch ihuahua . . . Con Sonora y Chihuahua obtendremos Baja California, y median­te un ferrocarril a Guaymas haremos de nuestro Estado de Texas la gran vía de las naciones. 6 9

L o s PLANES CONFEDERADOS sobre México n o pecaban cierta­

mente p o r exceso de o r i g i n a l i d a d . C o n t i n u a b a n con las bo­

tas puestas para l levar los intereses del esclavismo hasta el

Darién. Para que el t r i u n f o de los Estados del N o r t e nos sir­

va de consuelo, bastará con i m a g i n a r nuestra suerte en el

caso de haber vencido los del Sur.

A h o r a , en cuanto a la misión que R e i l y pensaba l levar a

Sonora, n o hemos encontrado la m e n o r h u e l l a de l viaje, l o

que nos p e r m i t e suponer que p o r ignoradas razones n o se i n ­

tentó. Mas de haberse consumado, tenemos derecho a supo­

ner que el Agente tropezó en Sonora con problemas semejan­

tes a los que encontró en C h i h u a h u a , pues n o es de creerse

que Pesqueira le p r o p o r c i o n a r a algo más que las promesas,

nada sustanciales, que recibió de Terrazas.

E l caso de V i d a u r r i difería p o r completo, ya que el neolo-

nés alentaba ideas y rencores de los que n i Terrazas n i Pes­

queira p a r t i c i p a b a n . Por eso mismo, cuando l legó a M o n t e ­

rrey el Agente confederado — u n t a l Q u i n t e r o , que inició sus

gestiones e l 22 de mayo de 1861—, se encontró con que V i -

d u a r r i pretendía i r más allá de los planes de Jefferson Davis,

ya que acariciaba el proyecto de u n a verdadera u n i ó n polí­

tica entre la Confederación y los Estados mexicanos del

N o r t e . 7 0 L a cosa n o fue más lejos p o r q u e el m i s m o Davis

rechazó la idea, como impolít ica para los intereses de ambas

partes , 7 1 pero e l lo n o obstante persistió V i d a u r r i en el em­

peño de asegurar para su causa la simpatía de los confedera­

dos, p r o p o r c i o n a n d o a Q u i n t e r o todo género de seguridades

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MISIÓN DE MR. PICKETT 515

e n e l sentido de que, l legado el caso, se opondría por la fuer­za a l paso de las tropas de la U n i ó n p o r los Estados de N u e v o L e ó n y C o a h u i l a . 7 2

E n R i c h m o n d mientras tanto , y n o obstante el sonado fracaso de M r . Pickett, Davis n o abandonó el sano proyecto de cubrirse las espaldas. Salvo en el caso de V i d a u r r i , a q u i e n e n aquellos círculos se consideraba u n v i r t u a l a l i a d o , 7 3 la d i p l o m a c i a confederada había fracasado en toda la l ínea y todos los frentes — l o m i s m o en M é x i c o que en E u r o p a — , p e r o el lo n o obstante, cuando en 1863 Juárez y el gobierno a b a n d o n a r o n la capita l , y en e l la se instaló la Regencia, vol­v i e r o n a la carga. E n este año, c o i n c i d i e n d o con el estableci­m i e n t o de l gobierno p r o v i s i o n a l de la Regencia, Jefferson D a v i s designó a W i l i a m H . Preston para que desempeñara u n a misión semejante a la de M r . Pickett , pero el nuevo Agente , poco animoso sin duda, n o quiso exponerse a u n desaire y se m a n t u v o en L a H a b a n a en espera de la favorable c o y u n t u r a , que nunca l legó, para trasladarse a México.

N o andaban ciertamente acertados con sus nombramientos los estadistas de la Confederación. P r i m e r o Pickett , a trabi­l i a r i o , incapaz de satisfacer los requisitos personales de u n a mis ión t a n delicada, y luego Preston, seguramente nada más q u e u n t ímido. Los extremos se tocaron en este caso, con resultados igua lmente negativos. Carec ían de justificación, p o r l o m i s m o , las previsiones de M r . Pickett al conocer el n o m b r a m i e n t o de M r . Preston. Previsiones optimistas, con u n h a l o de resent imiento. L e desea buena suerte, y cuando sospecha que pueda recoger su cosecha, la que él dejó a me­d i o c u l t i v a r , r e p i t e con V i r g i l i o :

" H o s ego versículos feci, t u l l i t a l ter honores . .

Q u e r í a decir que a él se debía la obra , y que o t r o se lle­var ía los honores, pero aquí también se equivocaba nuestro h o m b r e de m e d i o a medio .

Mas luego se consuela. L a n o t i c i a de los éxitos mi l i tares franceses le reanima, y su e n d e m o n i a d o o r g u l l o , maltrecho, recobra lozanía. ¡Benditos franceses, que le h a n vengado! 7 4

Y ruega a su sucesor que presente sus recuerdos "a M r . Juá­rez, a q u i e n considero e l ú l t i m o de los Moctezumas".

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516 JOSÉ FUENTES MARES

NOTAS

1 Lymann T r u m b u l l a Abraham Lincoln; Washington, 24 de diciem­bre de i860; en Lincoln Papers, Selected by David C . MEARNS, New York, 1948, V o l . I I , p . 353.

2 L . Swett a Abraham Lincoln , Washington, 31 de diciembre de i860, en op. cit. supra, V o l . I I , p . 363.

3 A. Hubbad a Abraham Lincoln; Mar ion , Ala. , 13 de noviembre de i860, en op. cit. supra, V o l . I , p . 309.

4 Clement W O O D , A Complete History of the United States; New York, 1941, Cap. X X I I , p . 283.

5 Clement W O O D , loc. cit. 6 Clement W O O D , op. cit., p . 291. 7 James D . RICHARDSON, Messages and Papers of the Confederacy,

Nashville, 1906, Vo l . I , p . 20. 8 A l l a n N A V I N S y H . S. COMMAGER, A Short History of the United

States, New York, 1945, Cap. X I I I , p . 226.

9 N A V I N S y COMMAGER, op. cit., p . 228. Clement W O O D , op. cit.,

P . 299. 10 Clement W O O D y N A V I N S y COMMAGER, op. cit.

11 H . Hun te r a W . L . Yancey, P. A. Rost y a A . D . Mann; Despacho

N? 7; R ichmond, 29 de j u l i o de 1861, en RICHARDSON, op. cit., V o l . I I ,

P- 49-12 J. D . RICHARDSON, op. cit., V o l . I , p . 20.

1 3 j . D . RICHARDSON, op. cit., V o l . I I , pp. 4.SS.

1 4 Robert Toombs: M e m o r á n d u m of Instructions for M r . John T . Pickett, en RICHARDSON, op. cit., V o l . I I , p. 25.

1 5 Ibid., loc. cit. 1 6 Ibid., loc. cit. 1 7 John Forsyth a Jefferson Davis; Washington, 20 de marzo de 1861,

en Confederate States of America Papers. Books Acc. 3081, V o l . X I I , México, en Divis ión de Manuscritos de la Biblioteca del Congreso; Wash­ington, D . C. En lo sucesivo esta fuente se m e n c i o n a r á con la siglo C.S. of A.P.

1 8 Jefferson Davis al Presidente de la R e p ú b l i c a de México; Mont ­gomery, 17 de mayo de 1861. en: C.S. of A.P.

1 9 John T . Pickett a José Mar ía Mata; Veracruz, 12 de jun io de 1861, en op. cit., loc. cit.

20 Ibid., loc. cit. 21 Ibid., loc. cit. 2 2 Ibid., loc. cit. 23 Ibid., loc. cit. 24 José M a r í a Mata a John T . Pickett; México, 19 de j u n i o de 1861,

en op. cit., loc. cit.

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25 A. H . FELLER, The Mexican Claims Commissions, Cap. I , p. 1. New Y o r k , 1935.

26 W i l l i a m H . Seward a Thomas Corwin; Washington, 6 de ab r i l d e 1861; en Instructions to Mexico, Vo l . X V I I ; General Records of State Department; Nat ional Archives, Washington, D . C.

2 7 W i l l i a m H . Seward a Thomas Corwin: op. cit., loc. cit. 2 3 Robert Toombs: M e m o r á n d u m of Instructions for M r . John T .

Pickett ; en RICHARDSON, op. cit., V o l . I I , p . 25.

2Q John T . Pickett a José Mar í a Mata; Veracruz, 12 de jun io de 1861, en C.S. of A.P., loc. cit.

3 0 Mat ías R O M E R O , Diario, p . 387. Edic ión con prólogo y notas de E m m a Cosío Villegas. México, E l Colegio de México, i960.

3 1 Ibid., p . 378. 32 ibid., p . 401. 3¡3 John T . Pickett a Robert Toombs: Despacho N? 2, Jalapa, 27 de

j u l i o de 1861, en C. S. of A. P., loc. cit. 3 4 John T . Pickett a Robert Toombs; Despacho No 3, México, 11 de

j u l i o de 1861, en C. S. of A. , loc. cit. 35 M e m o r á n d u m de la entrevista con el Minis t ro Manuel Mar ía de

Zamacona. En John T . Pickett a Robert Toombs, Despacho No 5, Mé­xico , 3 de agosto de 1861, en C. S. of A. P., loc. cit.

3 6 Op. cit., loc. cit. 37 John T . Pickett a Manuel M a r í a de Zamacona; México, 3 de agos­

to de 1861. Anexo al Desp. No 6, a Robert Toombs, México, 16 de agos­t o de 1861, en C. S. of A. P., loc. cit.

3 8 Op. cit.t loc. cit. 39 Mat ías Romero: Diario, p . 412. 4 0 Manuel Mar í a Zamacona a John T . Pickett, México, 16 de agosto

de 1861, en C. S. of A . P., loc. cit. 4 1 John T . Pickett a Robert Toombs; Despacho No 7, México, 25 de

agosto de 1861, en op. cit., loc. cit. 4 2 Op. cit., loc. cit. 4 3 John T . Pickett a Manuel M a r í a de Zamacona, México, 26 de

agosto de 1861, en op. cit., loc. cit. 4 4 Niceto de ZAMACOIS: Historia de México, México-Barcelona, 1880.

T o m o X V , p . 758. T a m b i é n Francisco de P A U L A ARRAGOIZ, México de J8O8 a 1967, T o m o I I , p . 399; México a través de los siglos, México, 1956, T o m o V, p . 475.

4 5 Mat ías R O M E R O : Diario, p . 423. 4 6 John T . PICKETT a Robert T O O M B S : Despacho No 10, México, 28

de septiembre de 1861, en C. S. of A . P., loc. cit. 47 op. cit., loc. cit. 48 John T . PICKETT a Robert T O O M B S : Despacho No 11, México, 12

de octubre de 1861, en op. cit.; loc. cit. 4 9 Op. cit., loc. cit.

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518 JOSÉ FUENTES MARES

50 Jhon T . PICKETT a Robert T O O M B S : Despacho No 12, México, 29 de octubre de 1861, en op. cit., loc. cit.

5 1 John T . PICKETT a Dubois de SAJJGNY, México, 20 de noviembre de 1861, en op. cit., loe. cit.

52 Dubois de SALIGNY a John T . PICKETT, México, 7 de noviembre de 1861, en op. cit., loe. cit.

53 John T . PICKETT a Dubois de SALIGNY, México, 20 de noviembre de 1861, en op. cit., loe. cit.

54 John T . PICKETT a Robert TOOMBS. Despacho No 13, San Cosme, D . F . , 29 de noviembre de 1861, en op. cit., loe. cit.

55 Ibid., loe. cit. 56 Ibid., loe. cit. 57 John T . PICKETT a Robert T O O M B S . Despacho No 10, México, 28

de septiembre de 1861, en op. cit., loe. cit. 58 John T . PICKETT a Jefferson D A V I S , Veracruz, 22 de febrero de

1862, en op. cit., loe. cit. 59 Los documentos relativos a las negociaciones entre el coronel

James Rei ly y Luis Terrazas, gobernador de Chihuahua, se encuentran en "Off ic ia l Records of the Un ion and Confederate Armies", en la Bi-blioteca del Congreso de Washington, D . C. En adelante mencionaremos esta fuente bajo la sigla O.R.U.C.A.

6 0 O.R.U.C.A., Vo l . I V , pp. 167-168. 61 Ibid., loe. cit. 62 Ibid, loe. cit. 63 Ibid., loe. cit. 64 Ibid., loe. cit. 65 Anexo N? 5 al informe de James R E I L Y . Luis Terrazas a H . H .

Sibley, Chihuahua, 11 de enero de 7862, en op. cit., loe. cit. 66 james R E I L Y a H . H . SIBLEY. I n camp near Carisal, enero 20 de

1862, en op. cit. 67 James Rei ly a J. H . Reagan, Fort Bliss, 26 de enero de 1862, en

O.R.U.C.A., Series I , V o l . L , p. 825, Washington, 1897. 68 James Rei ly a H . H . Sibley. I n camp near Carisal, 20 de enero

de 1862, en op. cit., loe. cit. 69 James Reily a John Reagan, Fort Bliss, 26 de enero de 1862, en

op. cit., loe. cit. 70 James M O R T O N C A L L A H A N : The Diplomatic History of the South­

ern Confederacy, Baltimore, 1901, p . 76.

7 1 Ibid., loc. cit. 72 Ibid., loc. cit. 73 H . P . Bee a S. S. Anderson, San Aantonio, Texas, 30 de noviem­

bre de 1862, en O.R.U.C.A. , Series I , V o l . X V , pp 881-882, Washington, 1886.

7 4 John T . Pickett a Jefferson Davis, Richmond, Va., 11 de enero de 1864, en C. S. of A. P., loc. cit.