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LA MISIÓN DE MR. PICKETT

José FUENTES MARES

M IENTRAS LOS ESTADOS DEL SUR adoptaban definidas medidas bélicas, en W a s h i n g t o n la administración del presidente B u -chanan boqueaba, y moría p o r f i n de m u e r t e n a t u r a l . Si u n presidente, en todas partes, n o pasa de ser f igura decorativa d u r a n t e los meses últ imos de su gestión, puede juzgarse cuál sería la situación de B u c h a n a n en aquellos días previos a l 4 de marzo de 1861, en que hizo entrega del poder. Esclavista y su-dista p o r convicción, B u c h a n a n había carecido de fuerza para ganar la simpatía franca de l sur, en tanto que los republicanos, c o m o era de esperarse, le hacían objeto de nada piadosos co­mentarios . Los representantes del N o r t e en el Congreso, hacia d i c i e m b r e de 1860, pensaban que si los acontecimientos se des­encadenaban f i n a l m e n t e en la f o r m a esperada, se justificaría la necesidad de co lgar lo , 1 en t a n t o que los prohombres de l Sur desconfiaban de él, y en aquellos días se veía a sus agentes r o n d a r por las inmediaciones de su casa, a modo de que n o p u d i e r a o l v i d a r que le tenían en su poder. 2 Pero los temores surianos eran infundados. H u b b a r d , u n amigo de L i n c o l n , tenía razón cuando suponía que el presidente se encontraba absolutamente de acuerdo con el Sur en p u n t o al p r o b l e m a secesionai. "Se me ha d i c h o p o r personas de gran distinción, y p o r a lguien que ha regresado recientemente de W a s h i n g t o n —escr ib ió H u b b a r d a L i n c o l n — que M r . Buchanan se ha c o m p r o m e t i d o n o sólo a n o oponerse a la secesión de cual­q u i e r Estado suriano, sino a prestarle su apoyo inclusive. Este es u n hecho i n d i s c u t i b l e a los ojos de los Estados algodoneros, y de aquí su prisa p o r consumar la secesión i n m e d i a t a m e n t e . " 3

A l f inal izar 1860, la situación de Buchanan resultaba desesperada. Sin prest ig io n i poder en lo político, con u n " b l a c k r e p u b l i c a n " en c a l i d a d de sucesor, y sobre todo, en­c ima, con el p r o b l e m a de la secesión de Caro l ina del Sur. E l día ú l t imo del año hizo de tr ipas corazón y se dirigió a l

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Congreso, para leer su cuarto y ú l t imo mensaje anual . N o se resolvió a defender abiertamente a l Estado rebelde, pero tam­poco se atrevió a proponer medidas en su contra. E n plena acrobacia const i tucional , i n c l i n a d o a la causa que compartía s u corazón, aseguró que n i n g ú n Estado tenía e l derecho de separarse de la U n i ó n , pero a l m i s m o t i e m p o agregó que el G o b i e r n o federal carecía de facultades legales para mantener a u n Estado dentro de la U n i ó n . 4 Gracioso galimatías que M r . Seward glosó poco después, agudamente, a l escribir: "Es deber d e l presidente ejecutar las leyes, a menos de que a lguien se oponga. Y es claro que n i n g ú n Estado tiene el derecho de separarse de la U n i ó n , a menos de que así lo decida." 5

Bajo la t o r m e n t a que se cernía sobre la capi ta l federal y el país entero, B u c h a n a n entregó e l poder y se fue a su casa, a escribir la defensa de su administración. Entonces pro­n u n c i ó L i n c o l n su discurso i n a u g u r a l , en e l p l a n o del gran lógico y g r a n orador que era. Su palabra quiso ser aceite sobre las aguas broncas, y q u e d ó en voz de sol i tar io . Quiso ser u n g r a n polít ico cuando la pol ít ica se encontraba atro­pel lada p o r la fuerza, e hizo u n l l a m a d o a la concordia cuando e l o d i o cerraba el hor izonte y la discordia corría por el v iento . H i z o c u a n t o p u d o , cuanto sabía que era inút i l hacer. F i n a l ­mente , dejó la responsabil idad de la paz bajo la cuenta exclu­siva de los hombres de l Sur. T o d a s las guerras de la h is tor ia h a n p e n d i d o de u n h i l o , que a l g u i e n h a cortado bajo su responsabi l idad. Si allí la guerra pendía también de u n h i l o , los hombres de l Sur tendrían que cortar lo . Y l o cortaron. E l h i l o se l lamaba F o r t Sumter, en la Bahía de Charleston.

E n e l mes de d ic iembre anter ior , B u c h a n a n había llegado a u n acuerdo con los representantes de C a r o l i n a del Sur en e l Congreso, acuerdo absurdo, p r o d u c t o a la vez de su con­f l i c t o personal ideológico, y de la prisa que tenía por salir de sus responsabilidades. E l convenio se reducía, en suma, a la promesa de no a v i t u a l l a r los fuertes de la Bahía de Charleston en tanto que las fuerzas de l Sur se abstuvieran de atacarlos. E n otras palabras, que las guarniciones tendrían que rendirse o m o r i r de h a m b r e , 6 s in quedarles o t r a a l ternat iva. E l con­venio era t a n i d i o t a que el p o b r e de Buchanan, bajo la presión

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n o r d i s t a , t u v o que dar marcha atrás, y a l mes siguiente m a n d ó

provisiones de boca a l Fuerte Sumter, cuya entrega frustra­

r o n los soldados de C a r o l i n a d e l Sur. A q u í estaba ya e l "casus

b e l l i " , de b u l t o , pero B u c h a n a n pasó p o r a l to el atentado y se

sometió u n a vez más: ya sólo le i m p o r t a b a que l legara e l 4

d e marzo para irse a su casa.

L i n c o l n , p o r supuesto, a u n q u e en p r i n c i p i o opuesto a la

idea de la guerra, n o podía t ransig ir con u n a situación como

esa. Buscó todavía u n a solución política, y e l 8 de a b r i l se

d ir ig ió a l gobernador Pickens, de C a r o l i n a , advirt iéndole que

proporcionaría provisiones de boca a la guarnic ión de F o r t

Sumter, pero que se abstendría de enviar refuerzos de h o m ­

bres o materiales de guerra. L a medida n o podía ser más

conci l iadora , pero el Sur n o estaba ya para tales ref inamientos .

E n respuesta a l a n o t a de L i n c o l n , el gobierno de M o n t g o m e r y

d i o instrucciones a l general Beauregard para que a l frente de

siete m i l soldados confederados, acantonados en Charleston,

reclamara la rendición del Fuerte, que se consumó a l siguiente

día. E l 15 de a b r i l , L i n c o l n l lamó a filas a 75,000 hombres,

y proc lamó el estado de guerra entre los Estados U n i d o s y los

Estados Confederados de A m é r i c a . 7 Rechazaba, p o r supuesto,

el presunto derecho const i tuc ional a la secesión. Si las leyes

de la federación n o se cumpl ían espontáneamente, él acudiría

a l a fuerza para hacerlas observar. L i n c o l n , el g r a n polít ico,

n o había p o d i d o evitar l a guerra, pero lograba p o r l o menos

e l o t r o de sus fines: con su ataque sobre F o r t Sumter, el Sur

cargaba con la responsabi l idad m o r a l de la gran contienda.

E N E L MOMENTO DE ESTALLAR L A GUERRA, el N o r t e y el Sur

e r a n ya en r e a l i d a d dos países perfectamente diferenciados.

Desde el p u n t o de vista t e r r i t o r i a l ocupaban áreas semejan­

tes, pero el índice demográfico, en cambio, nada bueno augu­

raba a la causa d e l Sur, con sus nueve mi l lones de habitantes

—casi cuatro de los cuales eran negros—, frente a veintidós

m i l l o n e s de norteños. E l Sur tenía sus ventajas, p o r supuesto,

pero todas insuficientes: u n a m e j o r a g r i c u l t u r a , u n espíritu

bélico más v ivo , y sobre todo, esta sí mayúscula, la de poder

hacer la guerra defensiva. 8 E l N o r t e , para vencer, tenía que

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l levar sobre el Sur u n a verdadera guerra de conquista. E l Sur, para vencer, n o tenía que derrotar y conquistar a l N o r t e . T e n í a sólo que conservar más o menos sus posiciones, hasta convencer a l enemigo de que la única salida honorable sería l a d e l reconocimiento de la secesión.

Posiblemente f u e r o n las tres ventajas que envalentonaron a los estadistas surianos. Pasaron por a l to el creciente poderío i n d u s t r i a l de l N o r t e . Pasaron p o r a l to que el N o r t e podía fabr icar sus propios pertrechos mi l i tares , en t a n t o que ellos tendrían que a d q u i r i r l o s en el extranjero. O l v i d a r o n que de su enorme cosecha de a lgodón industr ia l i zaban menos que u n tres p o r ciento, l o que signif icaba que la i n d u s t r i a t e x t i l de l Sur, en su c o n j u n t o , beneficiaba la m a t e r i a p r i m a en cuotas inferiores a las de u n a sola c i u d a d del N o r t e , la de L o w e l l , Massachusetts, p o r e j e m p l o . 9 N o prestaron atención al hecho de que una sola c i u d a d d e l N o r t e — N u e v a Y o r k — s e acercaba entonces a l mi l lón de habitantes, y que la U n i ó n producía h i e r r o , textiles, calzado, implementos de labranza, y empa­caba productos a l iment ic ios , y construía naves comerciales y de guerra. Que el N o r t e contaba con las tres cuartas partes del k i l o m e t r a j e t o t a l de líneas férreas construidas en el país hasta 1860, y que el índice de analfabetismo suriano —hasta u n 15 % de la p o b l a c i ó n — , contrataba con el medio por c iento de regiones como Massachusetts. Pero sobre todo la gran dis­p a r i d a d i n d u s t r i a l . A l p r i n c i p i a r la guerra, sólo el Estado de N u e v a Y o r k producía el doble, en valor de productos m a n u ­facturados — y Pennsylvania casi el d o b l e — que el t o t a l de los Estados Confederados. E l N o r t e producía, sobre el Sur, en la relación de doce a u n o . 1 0

E n la p r i m a v e r a de 1861, la sola sospecha de estas cifras disipaba la d u d a acerca de quienes tendrían que vencer, pero entonces las pasiones velaban su significación. N a d i e dudaba de la v i c t o r i a en el N o r t e . N a d i e dudaba de la v i c t o r i a en el Sur. Sólo que el p r i m e r g r a n encuentro distó de c o n f i r m a r las previsiones de los datos estadísticos. Bajo la presión de la opinión públ ica, y s in la suficiente instrucción m i l i t a r , t r e i n t a m i l hombres de l N o r t e , a l m a n d o del general M c D o w e l l , cruzaron el Potomac en su marcha sobre R i c h m o n d , la nueva

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c a p i t a l confederada. A t r e i n t a y cinco mi l las a l sur-oeste de

W a s h i n g t o n , en u n p u n t o l l a m a d o Manassas J u n c t i o n , el gene­

r a l Beauregard, e l vencedor de F o r t Sumter, acantonaba vein­

tidós m i l hombres. M u y cerca, en el val le Shenandoah, e l

general confederado Johnston tenía bajo sus órdenes nueve

m i l más. U n choque entre fuerzas iguales numéricamente.

Las armas también iguales. L a decisión correría, entera, p o r

cuenta de l m e j o r espíritu bélico y de la m e j o r organización.

E l 21 de j u l i o se consumó el gran encuentro, sobre el r ia­

chuelo l l a m a d o B u l l R u n . P r i m e r o se peleó b i e n y tenaz­

m e n t e p o r ambas partes, pero cuando inesperadamente i r r u m ­

p i e r o n en el campo los nueve m i l hombres de Johnston, los

reclutas d e l N o r t e se entregaron a la fuga. Vergonzosamente

a b a n d o n a r o n armas y m a t e r i a l de guerra, y c o r r i e r o n en

busca del r e f u g i o del Potomac. Jefferson Davis, personalmen­

te, estuvo presente en la úl t ima fase de la bata l la . E l Secreta­

r i o de Estado confederado i n f o r m a b a ese día de q u i n c e m i l

bajas nordistas, entre muertos y heridos. T a m b i é n informó

que toda la arti l lería, provisiones de boca y munic iones de l

ejército de M c D o w e l l se encontraban en manos confederadas,

más u n a bandera de los Estados U n i d o s . 1 1

L a capi ta l de los Estados U n i d o s , aterrorizada, contem­

pló d u r a n t e dos días el regreso de los fugit ivos, y el G o b i e r n o

l legó incluso a pensar en abandonar la c iudad. Pero los ven­

cedores n o s u p i e r o n capital izar la v i c t o r i a , y W a s h i n g t o n se

salvó. Engolosinados, se dedicaron a escribir el n o m b r e de

B u l l R u n en la h is tor ia . N a d a más. C o m o tantos otros ven­

cedores, antes y después.

U N A NACIÓN NUEVA, nada inesperada, emergía de la Conven­

ción de M o n t g o m e r y , u n mes justo antes de que A b r a h a m

L i n c o l n , en W a s h i n g t o n , ocupara la Presidencia de los Estados

U n i d o s . E l 9 de febrero, fue designado presidente del gobierno

p r o v i s i o n a l de los Estados Confederados el famoso Jefferson

Davis, y en su discurso i n a u g u r a l , entre otras muchas cosas

interesantes, d i j o :

Hemos logrado nuestra actual s i tuación pol í t ica en forma que en la historia de las naciones carece de precedentes, proporcionando

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un ejemplo vivo de la idea americana de que los gobiernos se fun­dan en el consentimiento de los gobernados, y que en el pueblo radica la potestad de modificarlos o suprimirlos a discreción, cuando esos gobiernos llegan a ser contrarios a los fines para los que se constituyeron... Los Estados soberanos, aquí representados, han procedido a formar esta Confederación, y es un abuso de lenguaje hablar de una revolución para señalar un acto de esta naturaleza. Cierto que forman una nueva alianza, pero el gobierno se conserva dentro de cada Estado. . . H a cambiado el intermediario mediante el cual mantenían relaciones con las naciones extranjeras, sin que por ello deban interrumpirse necesariamente dichas relaciones... Ansiosos de cultivar la paz y el comercio con todos los pueblos, podremos por lo menos, si no evitar la guerra, si confiar que la posteridad nos releve de la responsabilidad de habernos compro­metido en ella innecesariamente.12

E n Davis, como en L i n c o l n , se observa idéntica preocupa­ción a liberarse de la responsabi l idad que p u d i e r a i m p u ­társeles, como causantes de la guerra, pero en el mensaje de l presidente de los Estados Confederados se hacía notable , ade­más, la decisión de echar las bases de las relaciones i n t e r n a ­cionales del nuevo país, y el lo sin dilación, al mismo t i e m p o que se ajustaban las apremiantes cuestiones domésticas.

L a polít ica exter ior de los Estados Confederados tenía dos metas definidas: en p r i m e r lugar el reconocimiento de l nuevo gobierno p o r parte de las potencias europeas — I n g l a t e r r a y Francia sobre t o d o — , y luego la conclusión de u n a alianza ofensiva y defensiva con el gobierno de México. Sólo en el caso de que u n a alianza de esta naturaleza resultara imposi­ble, la d i p l o m a c i a confederada reducía sus pretensiones a l s imple aseguramiento de la neutralidad mexicana. Sin contar con dicha n e u t r a l i d a d p o r u n lado, y p o r el o t r o con el reco­n o c i m i e n t o anglo-francés, n o era posible emprender más am­biciosas aventuras en p u n t o a relaciones exteriores.

E l 16 de marzo, u n mes escaso después de haberse organi­zado el gobierno, el secretario de Estado M r . R o b e r t T o o m b s instruyó a W i l l i a m L . Yancey, Pierre Rost y A . D u d l e y M a n n para que, con el carácter de comisionados especiales de los Estados Confederados de América , desempeñaran en E u r o p a la misión que les conf iaba e l presidente. A la misión se a t r i ­b u í a n los siguientes objetivos:

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a) Informar a aquellos gobiernos —al de Inglaterra pr incipal­mente—, que los Estados Confederados h a b í a n asumido de nuevo los poderes anteriormente delegados en el Gobierno Federal para el logro de fines específicos, bajo el pacto conocido como Constitu­ción de los Estados Unidos de América .

b) Comunicar la formación de u n gobierno independiente, cabal en cuanto a sus funciones, y dotado de los atributos nece­sarios para ocupar u n lugar entre las naciones de la tierra; y

c) Reclamar el reconocimiento, como independiente, que se debe a todo pueblo capaz de gobernarse a sí mismo, y dotado con la fuerza necesaria para hacerse respetar, negociando finalmente tra­tados de Amistad, Comercio y Navegación con dichos países, al obtenerse el reconocimiento oficial.13

Dos meses después — M é x i c o resultaba menos i m p o r t a n t e q u e I n g l a t e r r a y F r a n c i a — , el secretario de Estado R o b e r t T o o m b s extendía n o m b r a m i e n t o e instrucciones en favor de J o h n T . Pickett como "agente de l g o b i e r n o de los Estados Confederados cerca del gobierno de M é x i c o " . A la misión de P i c k e t t se asignaba como objeto f u n d a m e n t a l la conclusión de u n a alianza entre ambos países, que a j u i c i o de Jefferson Davis se encontraba abonada p o r razones de toda índole. A l t a n t o de las precarias relaciones que el gobierno mexicano m a n t e n í a con los de Francia e I n g l a t e r r a , y p o r supuesto a l c o r r i e n t e d e l r o m p i m i e n t o con España, q u e aparejaba la nada vaga amenaza de u n conf l ic to armado, Jefferson Davis cono­cía también las metas que Juárez perseguía con el T r a t a d o M c L a n e - O c a m p o , la más i m p o r t a n t e de las cuales, prevista p o r l a C o n v e n c i ó n anexa, consistía en la conclusión de u n a al ianza ofensiva y defensiva con los Estados U n i d o s , desti­n a d a a que M é x i c o p u d i e r a contrarrestar, con el a u x i l i o ame­r i c a n o , los planes intervencionistas europeos. E l m i s m o Davis fue testigo en W a s h i n g t o n , sólo u n año antes, de cómo influyó sobre todo, en e l rechazo del T r a t a d o y la C o n v e n c i ó n M e Lane-Ocampo p o r parte de l Senado, el riesgo de que las obligaciones bilaterales consignadas en la C o n v e n c i ó n pudie­r a n arrastrar a los Estados U n i d o s a u n conf l ic to bélico con las naciones europeas, y en defensa de los intereses mexicanos. E l presidente de los Estados Confederados de América distaba de ser u n pol í t ico improvisado, y tampoco era u n memo.

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Precisamente a l hecho de encontrarse enterado de las urgen­cias mexicanas ha de atr ibuirse la oferta nada velada, desli­zada en las instrucciones de Pickett , que apenas ocul taba su condic ión de cebo y anzuelo:

Si los Estados Confederados tuvieran que defender a México contra cualquier invasión extranjera, es obvio que p o d r í a n hacerlo con mayor eficacia y rapidez que cualquiera otra nac ión dis-tante.14

Esta verdadera promesa, contenida en el m e m o r á n d u m a Pickett , ofrecía u n a garantía a los viejos temores de Juárez e n p u n t o a l a intervención europea — e s p a ñ o l a p r i n c i p a l ­m e n t e — en los asuntos de México , a cambio de contrarrestar las maniobras de W a s h i n g t o n que sin d u d a p r o c u r a b a n tam­bién, en aquel m o m e n t o , asegurar u n a alianza con el gobierno mexicano.

Ésta era la meta, e l f i n a la vez ideal y f u n d a m e n t a l . Pero era preciso contar también con la p o s i b i l i d a d de que el go­b i e r n o mexicano, p o r m u y explicables temores, n o accediera a concertar l a alianza propuesta. Entonces e l agente se con­formaría con asegurar e l segundo de los objetivos, o sea e l de u n a garantía de n e u t r a l i d a d frente a l conf l ic to que se v e n t i ­laba en los Estados U n i d o s . E n este caso, trataría de conse­g u i r que M é x i c o hic iera extensivos, a los confederados, los beneficios y pr iv i leg ios contenidos en los Tratados celebrados entre su gobierno y el de los Estados U n i d o s .

Para concertar u n a alianza entre ambos pueblos, abunda­ban las razones en opinión de Jefferson Davis:

Ambos pueblos —se lee en el m e m o r á n d u m a Pickett— se ocupan principalmente en labores agrícolas y mineras, siendo por lo mismo homogéneos sus intereses. Por otro lado, la ins t i tuc ión de la esclavitud domést ica en u n pa ís , y la del peonaje en el otro, establecen entre ellos tales semejanzas en sus respectivos sistemas de trabajo, que bas t a r án para evitar que se propenda, de una u otra parte, a descuidar los intereses o sentimientos de la otra.15

E n suma: que l a misión que se encomendaba a M r . Picket t n o podía resultar más f l e x i b l e : reclamar el reconocimiento de los Estados Confederados, en el caso de considerarlo v iable , y

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NO hacerlo en el contrar io; p r o p o n e r u n a alianza entre ambos países, si la estimaba hacedera, y n o tocar el asunto, también e n el caso contrar io . Pero algo era i m p o r t a n t e , absoluta­m e n t e f u n d a m e n t a l : asegurar la n e u t r a l i d a d mexicana d u r a n t e la cont ienda. L a sola idea de que tropas de la U n i ó n pudie­r a n cruzar p o r t e r r i t o r i o mexicano, y atacar a los confederados p o r la espalda, ponía fuera de q u i c i o a Jefferson Davis.

T o d o lo f lex ib le que se q u i e r a en relación con las diver­sas cuestiones diplomáticas planteadas en su memorándum, M r . Pickett tenía que mostrarse i n f l e x i b l e en p u n t o al pro­b l e m a de la n e u t r a l i d a d . Para asegurarla tendría que valerse de todos los medios, sin que m a l fundados escrúpulos le h i c i e r a n torcer su camino al ob je t ivo propuesto. E l memo­r á n d u m concluye maliciosamente:

A l Agente se le p r o p o r c i o n a r á n medios suficientes para que mantenga su decoro d ip lomát i co y se allegue colaboradores de fiar, así como para que pague los informes importantes que se le pro­porcionen, y otros servicios secretos, cuando sólo por ese medio pueda obtenerlos. U n mi l lón o cosa así, empleado juiciosamente, basta para comprar el reconocimiento d ip lomát ico de aquel Go­bierno. Los mexicanos no pecan por exceso de escrúpulos (overs­crupulous), y nuestra mis ión actual no consiste en mejorar su moralidad.16

J O H N T . PICKETT , t ípico caballero del Sur, m o r a l m e n t e m u y

semejante a su gran amigo, el a n t i g u o m i n i s t r o de los Estados

U n i d o s en M é x i c o , M r . J o h n Forsyth, cuya recomendación

d e b i ó tener a lguna i n f l u e n c i a en su n o m b r a m i e n t o , 1 7 partió

de M o n t g o m e r y con destino a Veracruz, p o r t a d o r además de

u n a carta credencial de Jefferson Davis para B e n i t o Juárez,

q u e como todas las de su género presentaba a l agente de los

Estados Confederados de América , y solicitaba del gobierno

m e x i c a n o que se le recibiera y d iera el t r a t o que, a la recí­

proca, se proporcionaría a los agentes que M é x i c o acreditara

cerca de l gobierno de los Estados Confederados. 1 8

E l 12 de j u n i o se encontraba ya en Veracruz M r . Pickett ,

pues l leva esta fecha la extensa n o t a que dirigió a l m i n i s t r o

de Relaciones José Mar ía M a t a , p r e v i a advertencia del carác­

ter exclusivamente p r i v a d o de la misma. E l texto de M r .

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Pickett , en cierta m e d i d a cauto y astuto, podría inc luso ser cal i f icado de inte l igente si, como premisa previa , reconocié­semos l a i m b e c i l i d a d de los demás. Pretende e l agente, en pocas palabras, pasar a la c i u d a d de M é x i c o para establecer al l í , con el gobierno, relaciones de amistad y buena vecindad. Pero claro, tampoco desea exponerse a u n frentazo. P r i m e r o q u i e r e conocer la opinión de M a t a acerca de la v i a b i l i d a d de su misión:

Si m i mis ión ha de ser i n ú t i l —escribe Pickett con seráfica ingenuidad—, aunque no pretende mucho m á s que anunciar a un vecino inmediato el nacimiento de una nueva nac ión , no me ins­pi ra gran entusiasmo afrontar n i los riesgos del camino, n i el fatal t i fo de la ciudad de México. 1 9

Aprovecha la ocasión, p o r supuesto, para enhebrar u n a serie de consideraciones acerca del m o v i m i e n t o separatista de los Estados Confederados, cuyos orígenes h a n de bus­carse en los mismos motivos que p r o d u j e r o n las luchas intes­tinas de M é x i c o , a saber: la defensa de la soberanía de los Estados en contra de las usurpaciones de l gobierno central . P a r t i e n d o d e l p r i n c i p i o de que " e l derecho de gobernar se f u n d a en el consent imiento de los gobernados, n o hemos hecho más que i m i t a r el e jemplo de nuestros vecinos m e x i ­canos", 2 0 concluye Pickett , s in que la monstruos idad de l elogio le hic iera t e m b l a r el pulso. Insiste u n a y o t r a vez en que los Estados Confederados n o luchaban p o r i m p o n e r su domina­ción sobre los Estados del N o r t e , sino sólo p o r i m p e d i r que éstos se i m p u s i e r a n a ellos. P i n t a luego en los colores más vivos la amenaza de l "atroz despotismo" y concluye campanu­damente: "nosotros n o lo tememos, pero ¿qué será de Hispano­américa cuando la i n t o l e r a n c i a p u r i t a n a y la intromisión yan­q u i c u b r a n el hemisferio?" Y a l presentar a M a t a sus con­dolencias p o r el asesinato de M e l c h o r Ocampo: " ¡ q u é r o t u n d a semejanza entre el p a r t i d o de la Iglesia en México , y los p u r i t a n o s d e l N o r t e . Podría decirse que los extremos se to­c a n ! " 2 1

H a c í a b i e n el agente confederado a l forzar su dialéctica hasta tales extremos, pero desgraciadamente padecía u n a gra­ve pasión epistolar, hasta e l grado de que, u n a vez en sus

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manos, dejaba correr la p l u m a sin miramientos . Para cual­q u i e r h o m b r e con mediana sensibi l idad política, colocado en e l desempeño de u n puesto como el suyo, la his tor ia de las relaciones diplomáticas entre M é x i c o y los Estados U n i d o s te­n í a que caer en el d o m i n i o de l o p r o h i b i d o . A n t e el riesgo de recordar el pasado, habría retrocedido cualquier p r i n c i ­p i a n t e en cuestiones diplomáticas, pero n o ciertamente M r . P icket t :

¿ Q u i é n fue el pr imero en reconocer a México el derecho de país beligerante? —exclama— U n Presidente de Virginia . Quien fue el primero en reconocer su independencia absoluta? U n Presi­dente de Tennessee, un Senador de Kentucky, y un enviado de Carolina del Sur. En las ú l t imas épocas, al t r iunfo del Plan de Ayu­da, el General James Gadsden, de Carolina del Sur, Minis t ro Plenipotenciario de los Estados Unidos, a b a n d o n ó la ciudad de México para i r a abrazar, en Cuernavaca, al General Álvarez .22

Mas n o se detiene aquí , p o r supuesto. U n a vez con la p l u m a en la m a n o , n o hay poder h u m a n o que pueda fre­n a r l o . Sigue, y con e l mayor desembarazo alega, como servi­cios, todos los actos que M é x i c o h u b i e r a p o d i d o esgrimir como ofensas.

¿Y Forsyth? ¿Y McLane?, preguntaba todavía . En cambio ¿quié­nes echaron abajo los tratados de Forsyth y de McLane? A usted, m i querido amigo, no necesito decir que tal fue la obra de los Se-dores yanquis. Pero admito que me estoy volviendo p r o l i j o . . .23

L o que se estaba v o l v i e n d o M r . Pickett era otra cosa. U n poco t o n t o , p o r ejemplo. Por grande que fuera la pasión americana de hombres como José M a r í a M a t a , n o era menos c ier to que mencionar en M é x i c o la labor diplomática de los hombres de l Sur equival ía , p o r l o menos, a n o m b r a r la soga en la casa de l ahorcado. M a t a d i o cuenta a Juárez c o n l a n o t a p r i v a d a de M r . Pickett , y e l presidente resolvió contemporizar . T a m p o c o era aconsejable dar a l agente con­federado con la p u e r t a en las narices. C o n l a h a b i l i d a d nata d e l polít ico, Juárez sabía que cuando las agudas crisis se presentan, es u n b u e n p r o c e d i m i e n t o hacer que choquen las fuerzas enemigas, para obtener, de l choque, resutados medios.

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U n a de esas fuerzas se encontraba, y actuaba ya poderosamen­

te en la c a p i t a l : M r . T h o m a s C o r w i n , nuevo m i n i s t r o de los

Estados U n i d o s . ¿Por qué, pues, n o dejar franco el paso a l o t r o ,

a l confederado? C i e r t o que podría provocar algunos emba­

razos a l gobierno, pero era también i n d u d a b l e que serían

mayores los beneficios si se le manejaba juiciosamente. Vistas

así las cosas, M a t a contestó el 19 de j u n i o : reconocía en p r i m e r

l u g a r cuan difícil resultaba l a misión de l agente de los Esta­

dos Confederados; agregaba que, de m o m e n t o , el gobierno

m e x i c a n o n o se encontraba en condiciones de resolver satis­

fac tor iamente los asuntos que el m i s m o agente planteaba, y

concluía autorizándole a pasar a la c i u d a d de México , donde

se le atendería y serviría en la m e d i d a p o s i b l e . 2 4 N a d a en suma:

l a clásica "sa l ida" de u n polít ico.

E N WASHINGTON , mientras tanto , hacía largos meses que nadie

descansaba, n i W i l l i a m H . Seward, el p r o v i d e n c i a l hallazgo

de L i n c o l n para el D e p a r t a m e n t o de Estado, n i el tenaz

Mat ías R o m e r o . C o n la m i r a puesta en su f i n p r i m o r d i a l

—desbaratar los planes confederados sobre M é x i c o — , L i n ­

c o l n había estudiado con todo cuidado el n o m b r a m i e n t o de

u n nuevo m i n i s t r o para este país. Pensó en a lguien cuyo

solo n o m b r e sirviera, a la vez que para escandalizar en los

Estados del Sur, para que M é x i c o l o recibiera como test imonio

d e l cambio radica l que se operaba en el r u m b o de la d i p l o ­

macia norteamericana, y en su favor m a n d ó extender el

n o m b r a m i e n t o . E l h o m b r e era T h o m a s C o r w i n , de Kentucky,

famoso catorce años antes, cuando en el Senado de los Estados

U n i d o s criticó vigorosamente la guerra que el presidente P o l k

h a b í a l levado a México , oponiéndose además a la autorización

de nuevos fondos para fines mi l i tares .

Licenciemos nuestros ejércitos — d i j o Corwin entonces—, hagá­moslos volver inmediatamente dentro de nuestros límites recono­cidos; demostradle a México que sois sinceros cuando decís que no deseamos quitarle nada por conquista . . . hagamos, en este templo consagrado a la república, una solemne lustración: lavemos de nues­tras manos la sangre mexicana, y sobre estos altares, en presencia de esa imagen del padre de la Patria que nos contempla desde lo alto, juremos conservar una paz honrosa con todo el mundo.

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E l 6 de a b r i l , con ventaja de mes y m e d i o sobre los con­federados, se entregaron a M r . C o r w i n las instrucciones para su misión. Jamás habían salido del Departamento de Estado conceptos como los que se comunicaban ahora a l nuevo m i n i s ­t r o . Por p r i m e r a vez se dejaba en paz el viejo asunto de las reclamaciones, que había p r o p o r c i o n a d o hasta entonces — y q u e proporcionará d e s p u é s — el tema conf l ic t ivo de las rela­ciones entre ambos países, 2 5 para ocuparse de los designios agresivos de la Confederación en p r i m e r término, y luego de los proyectos intervencionistas de las potencias europeas. Era preciso convencer a l gobierno mexicano de que en la guerra c i v i l n o se v e n t i l a b a n intereses locales de los Estados U n i d o s , s ino cuestiones que afectaban el f u t u r o de todos los pueblos de América, y p a r t i c u l a r m e n t e de l país vecino:

E l t r iunfo del gobierno de los Estados Unidos —decía Seward—, puede depender en p e q u e ñ a parte de la acción del Gobierno y el pueblo mexicanos. E l Presidente de México no puede dejar de ver que lejos de aprovechar a su país la destrucción o debili tamiento de la autoridad federal (en los Estados Unidos) esto no pod r í a sino exponerle a terribles peligros. Por otra parte, la con t inuac ión de la a n a r q u í a en México debe ser necesariamente un atractivo para los que conspiran contra la U n i ó n , es t imulándoles a buscar su engrandecimiento a costa de conquistas en México, y en otros terri to­rios de la Amér ica e s p a ñ o l a . . . La organización de u n gobierno distinto en la parte de la U n i ó n que l inda con México, sería más perjudicial para este país que para los Estados Unidos.26

Al l í m i s m o , el a r g u m e n t o f u n d a m e n t a l :

Interesa a las naciones de Amér ica ser amigas por la misma razón que son vecinas, y prestarse ayuda y apoyo las unas a las otras, en la medida compatible con la soberanía que cada una disfruta, tanto en contra de actividades tendientes a su desintegra­ción interna como en contra de influencias extranjeras, más allá de sus fronteras 2 7

Éste era u n lenguaje que tenía que sonar como música celestial en los oídos de Juárez. Catorce meses antes, sólo para obtener u n a declaración como esa, el Benemérito se había sometido a las indignas estipulaciones de l T r a t a d o McLane-Ocampo. Y n o la consiguió, a pesar de lo que cedió entonces. A h o r a , p o r el vuelco en los acontecimientos d o m é s .

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ticos, L i n c o l n se la mandaba gratis. E n el arranque m i s m o

d e la guerra , a sólo seis días de que sobre F o r t Sumter p r i n ­

c i p i a r a n a caer las bombas confederadas, W a s h i n g t o n m o d i ­

f icaba, a f o n d o , su política m e x i c a n a . . .

E N LOS ESTADOS CONFEDERADOS, p o r supuesto, n o se conoció

e l texto de las instrucciones de M r . C o r w i n , pero si e l hecho

de su n o m b r a m i e n t o , y e l escándalo se armó en M o n t g o m e r y

t a l y como L i n c o l n l o tenía previsto. Ya en las instruc­

ciones a Picket t se le decía que hic iera ver a l presidente

Juárez que los Estados Confederados observaban, "con sor­

presa", que e l gobierno de W a s h i n g t o n " n o había vac i lado"

e n n o m b r a r m i n i s t r o p l e n i p o t e n c i a r i o , cerca de l gobierno de

M é x i c o , a u n h o m b r e " i n f a m a d o en su p r o p i o país, y en e l

ex tranjero , como t r a i d o r n o t o r i o " , agregando que dicho n o m ­

b r a m i e n t o resultaba " i n s u l t a n t e para la d i g n i d a d mexicana" y

q u e la sola negociación de u n T r a t a d o con u n a persona como

M r . T h o m a s C o r w i n , aunque afectase " e n grado m í n i m o " los

intereses de los Estados Confederados, "sería vista como par­

t i c u l a r m e n t e ofensiva para con los m i s m o s " . 2 8 T o d o esto d i j o

M r . P ickett a M a t a en cuanto pisó t i e r r a m e x i c a n a . 2 9 T a l

parecía que los confederados se proponían colocar en u n

pedestal la f i g u r a de M r . C o r w i n . Si en los Estados U n i d o s

se le había l l a m a d o t r a i d o r p o r e l hecho de defender a M é x i c o

f rente a u n a guerra in justa , n i a u n p r i n c i p i a n t e en d i p l o ­

macia se le podría haber o c u r r i d o c o n t i n u a r l lamándolo de

ese m o d o , en México , y p o r el m i s m o m o t i v o . Pero tan extra­

o r d i n a r i a idea cupo en e l cerebro de los hombres del Sur.

Es frecuente que la idiotez tenga como función completar, y

hacer más notable , la obra de l a inte l igencia .

D o n Matías R o m e r o , p o r su parte, n o descansaba en

W a s h i n g t o n . E l 25 de febrero había i d o a la Casa Blanca

p a r a despedirse de B u c h a n a n , y manifestarle su g r a t i t u d " p o r

los buenos servicios que prestó a M é x i c o en circunstancias

difíciles, y las cuales c o n t r i b u y e r o n a la pacificación de la

R e p ú b l i c a " , 3 0 pero unos días antes había tomado el t r e n para

S p r i n g f i e l d , donde se encontraba el presidente electo. E n u n a

n o t a d e l 19 de enero nos re lata su charla con M r . L i n c o l n :

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Me d i j o . . . que durante su adminis t rac ión p r o c u r a r á hacer todo lo que esté a su alcance en favor de los intereses de México , y que se le h a r á entera justicia en todo lo que ocurra, y que se le considerará como una nac ión amiga y hermana. Me agregó que no creía que nada pudiera hacerlo cambiar de ese p r o p ó s i t o . . . Entonces le dije que México se h a b í a congraciado mucho con el t r iunfo del part ido republicano, porque esperaba que la pol í t ica de ese part ido sería más leal y amistosa, y no como la del demo­crát ico, que ha estado reducida a quitarle a México su terr i tor io para extender la esclavitud.31 l

E l presidente L i n c o l n sospechaba hasta q u é p u n t o la amis­t a d mexicana podría resultar i m p o r t a n t e para los Estados U n i d o s , a l hacer crisis su querel la doméstica. V a l í a la pena, pues, dejar tendidos los puentes. C u a n d o L i n c o l n h a b l ó con R o m e r o , era u n hecho la secesión de C a r o l i n a de l Sur, y se ins inuaba la C o n v e n c i ó n de M o n t g o m e r y y el n a c i m i e n t o de los Estados Confederados. Se anunciaba la guerra. Nuestro D . Matías, p o r su parte, jugaba sus cartas como u n p i l l o redomado. E n S p r i n g f i e l d decía a L i n c o l n exactamente l o c o n t r a r i o de l o que aseguró a Buchanan, en W a s h i n g t o n , unos cuantos días antes. E r a cierto, p o r o t r a parte, que M r . Bucha­n a n n o merecía t r a t a m i e n t o de caballero. Seguramente e l bondadoso o a x a q u e ñ o quiso endulzarle la p i l d o r a , en el mo­m e n t o amargo de dejar el puesto.

Pero apenas había p a r t i d o M r . C o r w i n , los hombres de W a s h i n g t o n a d o p t a r o n u n p l a n radica l para poner f i n a l conf l icto . Diez días antes de que en M o n t g o m e r y se n o m b r a r a a J o h n T . Pickett para su misión mexicana, W i l l i a m H . Seward m a n d ó l l a m a r a Matías R o m e r o a l D e p a r t a m e n t o de Estado. E r a el 9 de mayo, y W a s h i n g t o n quería que el gobierno m e x i ­cano le concediera u n favor. Sólo u n pequeño favor. D . Matías R o m e r o reproduce la petición en su estilo seco, de of ic inista m a l pagado: "7 de mayo. M e d i j o (Seward) que tenía que p e d i r m e u n favor, y era que se p e r m i t i e r a a tropas americanas pasar por t e r r i t o r i o de México , para i r de San Francisco a A r i z o n a , p o r G u a y m a s " . 3 2 C o m o se ve, sólo u n p e q u e ñ o favor. Que los dejaran pasar p o r la p u e r t a de atrás para caer sobre los confederados, p o r l a espalda, y pegarles la clásica p u ñ a l a d a f l o r e n t i n a .

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E L 27 DE JUNIO, mientras el Congreso mexicano discutía en sesión secreta el pequeño favor que los Estados U n i d o s pe­dían, el señor J o h n T . Pickett desafiaba los riesgos de l camino, la amenaza de l t i f o en la c i u d a d de México , y se detenía en Jalapa para dar e l pésame a la h i j a de O c a m p o — l a esposa de M a t a — p o r el "most h o r r i d assassination" de su padre.

C u a n d o el 27 de j u n i o se detiene e l Agente Confederado en Jalapa, con el objeto de satisfacer ciertas formalidades sociales, n o se le ocul ta que el m i n i s t r o de los Estados U n i ­dos le l leva ventajas considerables. E n Veracruz, conoció los pormenores de la recepción of ic ia l de que se hizo objeto a su r i v a l en la C a p i t a l , y las cordiales expresiones que enton­ces se cruzó con el presidente Juárez; n o le h i c i e r o n gracia, p o r cierto. Sospechaba que la meta ambiciosa de su p r o p i a misión: la de conc lu ir u n a alianza ofensiva y defensiva en­tre M é x i c o y los Estados Confederados podría ser también l a que M r . C o r w i n traía en cartera, y aunque dudaba q u e "los astutos mexicanos" se dejasen l levar por las intr igas de su enemigo, él, M r . Pickett , se había v a l i d o de "ciertas co­nexiones" para hacer saber a Juárez lo que ocurriría de ajus­tarse u n convenio que fac i l i tara el tránsito de tropas de la U n i ó n p o r t e r r i t o r i o mexicano. " C o n f í o que m i f i r m e ad­vertencia n o puede p r o d u c i r sino los más saludables efectos", escribió entonces a M r . T o o m b s . 3 3 A lgunos días después, ya en la C a p i t a l , creyó c o n f i r m a r la especie: algo tramaba M r . C o r w i n con el G o b i e r n o mexicano. A l g o que podría resul­tar en extremo desagradable. Y se val ió otra vez de sus "co­nexiones" para c i rcu lar la n o t i c i a de que, en el caso de n o tomarse en cuenta su advertencia, " t r e i n t a m i l agentes d i p l o ­máticos confederados" cruzarían la f rontera mexicana en el m o m e n t o menos esperado. 3 4

Finalmente , el 26 de j u l i o , M a n u e l María de Zamacona, nuevo m i n i s t r o de Relaciones Exteriores, le recibió extraof i -cialmente y en su casa. A l l í , M r . Pickett le sometió los puntos fundamentales de su misión:

a) Par t ic ipar el deseo de l p u e b l o y gobierno de los Esta­dos Confederados de mantener , con México, relaciones es-

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trechas y amistosas, hasta el extremo de u n a alianza ofensiva y defensiva, si se consideraba hacedera.

h) E n el caso de que esto ú l t imo resultara imposible , co­m u n i c a r la esperanza de la que p a r t i c i p a b a el G o b i e r n o con­federado, en el sentido de que el mexicano observaría en t o d o caso u n a n e u t r a l i d a d estricta en relación con la guerra c i v i l ; y

c) Sentar claramente que de m o m e n t o n o se reclamaba el reconoc imiento of ic ia l de la independencia de los Estados Confederados, aunque sí se conf iara que las estipulaciones y pr iv i leg ios contenidos en los T r a t a d o s celebrados entre M é x i c o y los Estados U n i d o s , se harían extensivos a ambos beligerantes, en i g u a l d a d de condic iones . 8 5

L a entrevista conf idencial terminó, pero Zamacona no soltó prenda. Rec ib ió y despidió a M r . Pickett afectuosa­m e n t e ; aseguró que l levaría a l Presidente la copia de su carta credencial , y que luego le l lamaría. N a d a más. 3 6

C u a n d o M r . Pickett se presentó en México , a pr inc ip ios de j u l i o , estaba ya en puerta el decreto de suspensión de pa­gos de la deuda extranjera, que i n m e d i a t a m e n t e d i o lugar a l u l t i m á t u m de los ministros de Francia e I n g l a t e r r a , y que f i n a l m e n t e proporcionó a N a p o l e ó n , como es sabido, el pre­t e x t o para fraguar con I n g l a t e r r a y España el pacto de L o n ­dres, unos meses más tarde. Pero, ¡si M r . Pickett h u b i e r a sabido lo que pasó el 29 de j u n i o ! ¡Si M r . Pickett hubiera sabido que cuando él l legó a M é x i c o ya el Congreso, en se­sión secreta, había autorizado el paso de tropas de la U n i ó n entre C a l i f o r n i a y Ar izona, a través de Sonora! E l único p u n t o realmente i m p o r t a n t e de su misión consistía en ase­g u r a r la estricta n e u t r a l i d a d mexicana. Pero la n e u t r a l i d a d quedaba ya reducida a u n concepto s in sentido. Por el he­cho m i s m o de que el G o b i e r n o de M é x i c o accedía a l " f a v o r " que M r . Seward p id ió en W a s h i n g t o n a Matías R o m e r o , el G o b i e r n o de M é x i c o se convertía en co-beligerante a l lado de l a U n i ó n . T o d o bajo sus propias narices, mientras él se detenía en Jalapa para dar e l pésame, a la h i j a de Ocampo, por e l "most h o r r i d assassination" de su padre.

C u a n d o M a n u e l Mar ía de Zamacona recibió a Pickett en

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su casa, conf idencialmente, hacía casi u n mes que el Con­greso h a b í a concedido el permiso para e l paso de las tropas, y resulta e x t r a o r d i n a r i o que corr ieran los días y las semanas s i n que e l Agente sospechara, s iquiera, la consumación del " f a v o r " sol ic i tado p o r M r . Seward. Pero en c a m b i o ha i n ­v e r t i d o m u y buenas y largas horas en p o n t i f i c a r acerca de la semejanza entre las instituciones e intereses mexicanos y con­federados:

L a Institución de la esclavitud africana en un país —escri­bía—, no es menos benéfica y humanitaria que la del peonaje en el otro, con la notable diferencia de que si bien el africano nace con pocos derechos civiles y sin derechos políticos algunos, el peón se encuentra reducido —y es de suponerse que por su propia cul­pa—, de la orgullosa situación de un ciudadano que ha nacido libre, a la poco envidiable condición de un ilota.37

A su j u i c i o , los mexicanos carecían de títulos morales para e n j u i c i a r adversamente la "pecul iar inst i tución". Mas en el caso de que llegara a darles p o r la f i lantropía, él tenía a su alcance los antecedentes para p r o b a r a l m u n d o , y a los me­xicanos mismos, que " e l peonaje es u n a f o r m a de la escla­v i t u d incuest ionablemente más perniciosa y degradante" . 3 8

Sociología, h is tor ia , dialéctica. Pero nada, n i u n a sospe­cha s iquiera de la resolución que adoptó e l Congreso mexi ­cano el 2 9 de j u n i o . ¡Hasta en W a s h i n g t o n sabía ya Seward l o que en M é x i c o ignoraba M r . Pickett! Leemos en el D i a r i o de Matías R o m e r o :

17 de julio. Fu i a ver a Mr. Seward, para comunicarle que el Gobierno de México había concedido permiso a las tropas me­xicanas para pasar por el territorio de la Republicano

Curiosamente, a l día siguiente de que Zamacona propor­cionara t o d o género de seguridades acerca de la "estricta neu­t r a l i d a d " m e x i c a n a , 4 0 l legó a oídos de M r . Pickett la t e r r i b l e not ic ia . Incrédulo todavía, m a n d ó a M r . Cr ipps , ant iguo se­cretario de la Legación de los Estados U n i d o s en los días de Gadsden, p a r a que hablara con Zamacona, y con él ra t i f i cara o rect i f icara la especie. A q u í el mexicano, cogido ya con los dedos c o n t r a la puerta , n o p u d o negar más, y concedió que su G o b i e r n o había otorgado el permiso para el tránsito de

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tropas de los Estados U n i d o s , aunque sólo entre Guaymas y A r i z o n a . 4 1 Previamente aleccionado p o r Pickett , M r . C r i p p s a d o p t ó u n aire de gran preocupación. Aseguró a Zamacona q u e su jefe tendría la obl igación de poner en conocimiento de los texanos la autorización concedida, para que ellos to­m a r a n las providencias del caso. E r a u n decir solamente para aterror izar a Zamacona, ya que Pickett tenía la convicción de q u e bastaría dar curso a la n o t i c i a para que los "impetuosos texanos" se apoderaran de T a m a u l i p a s , y u n a medida como esa, t a n extremada, n o entraba todavía en los planes confe­derados. Se trataba, pues, de amenazar solamente, pero p o r l o v i s t o la flecha no d i o en el blanco. " M e asegura M r . C r i p p s •—escribió luego a T o o m b s — , que la n o t i c i a n o pareció alte­r a r en l o más m í n i m o a l M i n i s t r o . " 4 2

B u r l a d o como u n chino , despechado además, M r . Pickett d e b i ó sentir el i m p u l s o de buscar a Zamacona para r o m p e r l e l a cara, pero se contuvo todavía, p o r úl t ima vez. Sólo u n m i ­l a g r o podría salvar a Zamacona de la embarazosa situación personal en la que se hal laba, y el m i l a g r o se consumó pro­v idencia lmente . L a Providencia , que se vale de los más ex­tremos medios para i m p o n e r sus decisiones inescrutables, se sirvió en este caso d e l más i n f a l i b l e , o sea de la p r o p i a ton­tería de M r . Pickett . Sólo sobre esta base podríamos com­p r e n d e r la s ingular n o t a que el Agente envió a Zamacona, dic iéndole "suponer que el permiso otorgado para que tropas de l a U n i ó n pasaran de C a l i f o r n i a a A r i z o n a " , cruzando te­r r i t o r i o mexicano, p r o v i n o seguramente de ignorar el Go­b i e r n o mexicano que el t e r r i t o r i o de N u e v o M é x i c o — d e l c u a l A r i z o n a era u n D i s t r i t o — , luchaba bajo la bandera de l a C o n f e d e r a c i ó n . 4 3 ¡Y además le mandaba u n a lista de los Estados Confederados, para su conocimiento!

M a n u e l Mar ía de Zamacona se apresuró a contestar cómo l a m e n t a b a n o haber sido advert ido , a t i e m p o , que el t e r r i ­t o r i o de N u e v o M é x i c o combat ía bajo la bandera confede­rada. D e haber lo sabido, seguramente su G o b i e r n o n o habría autor izado el paso de las tropas. E l delicioso episodio recuer­da e l caso del b u e n m a r i d o , v ia jero h a b i t u a l , que a l regresar a casa i n o p i n a d a m e n t e , y sorprender allí a su r i v a l , le pro-

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p o r c i o n a disculpas p o r su regreso inesperado, y u n a l ista ade­

más, con las fechas seguras de su ausencia. E l amante tomaría

medidas — c o m o Zamacona en el caso de P i c k e t t — , para que

e l caso n o volv iera a repetirse.

A L PRINCIPIAR SEPTIEMBRE, y bajo el amago de la interven­

ción europea, el gobierno de W a s h i n g t o n decidió hacer algo

p a r a f renar la . E l 10 de ese mes h a b l ó M r . Seward con L o r d

Lyons , M i n i s t r o de la G r a n Bretaña en los Estados U n i ­

dos, poniéndole al corr iente de u n p l a n norteamericano, con­

t e n i d o en las instrucciones que pocos días antes ee enviaron

a M r . C o r w i n . E l p l a n se reducía, en concreto, a proponer

a l G o b i e r n o mexicano la suscripción de u n T r a t a d o , me­

d i a n t e el cual W a s h i n g t o n asumiría e l pago del interés a l

3 %, y p o r el término de cinco años, de la deuda consolidada

que M é x i c o tenía pendiente con los tenedores de bonos, cuyo

c a p i t a l se calculaba en cerca de sesenta y dos mi l lones de pe­

sos, obligándose M é x i c o a l reembolso del d inero , a l interés

de 6 % , amén de la garantía de las tierras públicas y los de­

rechos sobre minas en los Estados de Baja C a l i f o r n i a , C h i ­

h u a h u a , Sonora y Sinaloa, que pasarían a ser p r o p i e d a d de

los Estados U n i d o s en el caso de que, a l venc imiento del pla­

zo est ipulado, n o se h u b i e r a efectuado el reembolso en

c u e s t i ó n . 4 4

Matías R o m e r o , que en W a s h i n g t o n había sido u n o de los

más entusiastas de la idea del préstamo, l legando hasta el

extremo de entrevistar a M r . Seward para que hic iera exten­

sivas a España las proposiciones que se habían hecho ya a

I n g l a t e r r a y Francia respecto del pago de los intereses de la

deuda m e x i c a n a , 4 5 n o contaba seguramente con la autoriza­

ción de su Gobierno, ya que en cuanto M r . C o r w i n puso el

p l a n en conocimiento de Juárez, e l Presidente consideró más

riesgoso el a u x i l i o de los amigos que la amenaza de los ene­

migos, y rehusó el " a u x i l i o " proyectado.

M i e n t r a s que el G o b i e r n o mexicano rechaza abiertamen­

te l a oferta de W a s h i n g t o n , M r . P icket t c o n t i n u a b a dedicado

a l a sociología, p o r l o visto su diversión favor i ta :

No existe posibilidad alguna de me jo r í a —advierte a Toombs—

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MISIÓN DE MR. PICKETT 507

en tanto que México sea gobernado, o que se le intente gobernar, por mexicanos. Sin la in te rvenc ión extranjera, de uno u otro origen, el grana finale puede ser una insurrección del elemento indio, que representa las tres cuartas partes de la p o b l a c i ó n . . . E l Ministro de Relaciones presume que el pa ís se salvará en dos me­ses más, de lo cual yo concluyo que se encuentra en t r á m i t e una alianza ofensiva y defensiva con los Estados Unidos. Cuando me encuentre completamente seguro de ello, será m i deber tomar las medidas adecuadas. ¡El Presidente Zuolaga, el Clero y los ant i­guos jefes del ejército se a r r o j a r á n gustosos en brazos de los Esta­dos Confederados.47

Y esgrime f i n a l m e n t e su a r m a secreta, d igna de u n genio de l a i n t r i g a , a l p r o p o n e r a l G o b i e r n o mexicano " l a retro­cesión" de los terr i tor io s a d q u i r i d o s p o r los Estados U n i d o s , como botín de la guerra, en 1848. N a d a menos que devol­vernos C a l i f o r n i a y N u e v o México . Así como así. " A r m a f o r m i d a b l e que he esgrimido en contra del M i n i s t r o de los Estados U n i d o s " , 4 7 asegura campanudamente. M r . C o r w i n se echaría a temblar . Y M a n u e l M a r í a de Zamacona a reír. Si M r . Pickett era " e l más a p t o " , según la carta de Forsyth a Jefferson Davis, cabe suponer cómo andarían los irrecomen­dables.

F i n a l m e n t e , a l a d v e r t i r que en el G o b i e r n o no hacen m e l l a ofertas n i amenazas, M r . Pickett pierde " toda esperan­za de conservar la paz" . 4 8 Reconoce que Juárez n o r e c t i f i ­cará sus pasos respecto del cruce de tropas de la U n i ó n p o r t e r r i t o r i o mexicano, y concluye: "debiéramos ocupar u n a bue­na posición m i l i t a r en las márgenes del río Grande, y mar­char sobre M o n t e r r e y . U n a vez en nuestro poder esa c i u d a d , estaríamos en condiciones de c o n t r o l a r las provincias de l Sur". 4 9 N a d a más que u n a nueva y "dorada o p o r t u n i d a d " , q u e se presentaba a l p u e b l o de los Estados Confederados " p a r a l levar a su término ese destino inevi table que les em­p u j a hacia el S u r " . 5 0

D e p r o n t o , inesperadamente, concluye la misión de M r . Pickett . Inesperadamente para q u i e n n o conociera las dotes de su carácter. U n t a l M r . B e n t o n , b o t i c a r i o radicado en la c i u d a d de México , t u v o la osadía de " i n s u l t a r públ icamente" a Jeferson Davis, y l o hizo en presencia del Agente, q u i e n

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s i n más la emprendió a bastonazos con el p i l d o r e r o . Las lesiones de M r . B e n t o n debieron ser re lat ivamente serias, ya q u e M r . Pickett fue a dar con sus huesos a la cárcel, s in que mejorara su suerte a l aducir las " i n m u n i d a d e s " de su puesto. E n la cárcel — y para c o n f i r m a r el v ie jo p r i n c i p i o de que u n amigo en la desgracia es u n amigo de v e r d a d — , contó con el a u x i l i o de Dubois de Saligny, q u i e n le brindó el asilo y protección de la Legación de Francia, pero nuestro hombre , a u n q u e agradeció el c u m p l i d o , creyó i n o p o r t u n o aceptar la oferta, ya que " d a r m e r e f u g i o —escr ib ió a Sal igny—, exas­peraría a las autoridades policíacas, especialmente a u n t a l P o r f i r i o Díaz, jefe de la misma, y n o t o r i o salteador de ca­m i n o s " . 5 1 Prefiere irse de México , en cuanto le dejen l i b r e , ya que p o r l o visto n o se le comprende. Además se siente enfermo.. T a l vez el amago de l t i f o , a l que tanto teme. Sa­l i g n y le asegura que el G o b i e r n o le dará satisfacciones, "para prevenir las enojosas consecuencias de acto tan l a m e n t a b l e " , 5 2

pero a l inefable M r . Pickett le interesa sólo p a r t i r . Piensa que v i v i r bueno y sano entre los mexicanos es castigo sufi­ciente, " p e r o encontrarse enfermo, y además residir en Mé­xico, resulta d e f i n i t i v a m e n t e i n t o l e r a b l e " . 5 3

U n a semana más tarde, ya en camino, d ir ige a su Gobier­n o lo que él calif ica como " u n o de los más extraordinar ios despachos que u n Agente diplomático haya redactado en los t iempos m o d e r n o s " . 5 4 Por l o visto le perdía el o p t i m i s m o , pues l a cosa no era para tanto . Se reduce Pickett a relatar aquí la paliza que propinó a l b o t i c a r i o "que insultó públi­camente a Jefferson Davis" ; a f u n d a r su resolución de r e t i ­rarse en el hecho de que el G o b i e r n o n i atiende sus recla­maciones n i , en general, le hace el m e n o r caso, p o r todo l o cual resolvió "cortar el n u d o g o r d i a n o " de la naciente d i p l o ­macia de su país. Y concluye:

Si m i gobierno se aprovecha de oportunidad tan ventajosa, no h a b r é sufrido en vano. Nuestro pueblo ha de tener una salida al Pacífico. Diez m i l hombres en Monterrey con t ro la r ían toda la parte Norte de la R e p ú b l i c a . E l comercio, y no la espada, da r í a pronto f i n a la obra.55

Salió de M é x i c o l l e n o de rencor, como tres años antes su

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MISIÓN DE MR. PICKETT 509

g r a n amigo M r . Forsyth, y l legó a Veracruz cuando las fuer­

zas españolas ocupaban el puerto . L a bandera española, ba­

t i d a por los vientos de San J u a n de U l ú a , l lenaba su a lma

c o n proyectos descabellados. Sueños. Quimeras. España, la

o d i a d a y despreciada España, p e r o . . . ¿por qué no? Y escri­

b i ó a R i c h m o n d : "Las revoluciones nos colocan a l lado de

extrañas c o m p a ñ í a s " . 5 6

MESES ANTES, EN SEPTIEMBRE, i n m i n e n t e ya el riesgo de Ta

intervención europea, M r . Pickett sugería a su G o b i e r n o tan­

t o la conveniencia de entenderse con las Potencias interven­

toras, como la p o s i b i l i d a d de concertar convenios separados

c o n los Estados mexicanos del N o r t e , " t a n independientes"

d e l G o b i e r n o Federal , a su j u i c i o , "como l o es C a r o l i n a del

Sur de W a s h i n g t o n " , 5 7 ya que contaban con su p r o p i o ejér­

c i t o , e laboraban aranceles ajustados a sus necesidades, co­

b r a b a n y distr ibuían sus ingresos, etc., etc. E l caso de Santiago

V i d a u r r i , gobernador de N u e v o L e ó n y C o a h u i l a , era p o r

supuesto el más agudo, sobre todo a raíz del escándalo que

p r o d u j o el regreso a l país de D . Ignacio C o m o n f o r t , instalado

en M o n t e r r e y bajo su protección, sin que h i c i e r a n m e l l a en

su a c t i t u d las gestiones del G o b i e r n o Federal, que reclamaba

l a entrega del ex-Presidente para someterlo a j u i c i o . L a con­

d u c t a públ ica de V i d a u r r i delataba su nada amistosa a c t i t u d

hacia Juárez, q u e dos años más tarde le l levaría t a n lejos, y

M r . Pickett sugirió luego a Jefferson Davis la conveniencia

de aprovecharla, en beneficio de la causa confederada. 5 8

Sólo que, en R i c h m o n d , a l tanto de la situación que pre­

valecía en los Estados mexicanos del N o r t e — t a n indepen­

dientes del G o b i e r n o Federal, efectivamente, como p u d i e r a

serlo V i r g i n i a de W a s h i n g t o n — , tenían ya u r d i d o u n p l a n

magníf ico, super ior a l que ins inuaba su Agente en México ,

cuyo drama, p o r l o visto, consistía en llegar siempre tarde

con sugerencias y noticias. A Jefferson Davis interesaba n o

sólo el caso de V i d a u r r i , pues algo sabía de otros dos grandes

caudil los norteños, los gobernadores de C h i h u a h u a y Sonora

L u i s Terrazas e Ignac io Pesqueira, p o r ejemplo. ¿Se atreve­

rían Terazas y Pesqueira hasta los extremos de Santiago

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510 JOSÉ FUENTES MARES

V i d a u r r i ? T a l vez n o o t a l vez sí. Desde luego valdría la pena i n t e n t a r l o .

E l 27 de d ic iembre de 1861, en c u m p l i m i e n t o de instruc­ciones secretas, el general br igadier H . H . Sibley entregó a l corone l James R e i l y , de l cuar to r e g i m i e n t o de la caballería v o l u n t a r i a texana, u n pl iego de instrucciones, mas u n a carta personal " T o H i s Excelency, the Governor of the State of C h i h u a h u a " , ambos documentos fechados en F o r t Bliss, en las inmediaciones de F r a n k l i n , hoy la c i u d a d de E l Paso, T e x a s . 5 9 E l 2 de enero part ió e l Coronel R e i l y hacia la c iu­d a d de C h i h u a h u a . C r u z ó el r ío Grande, y valerosamente, en c o m p a ñ í a de u n a p e q u e ñ a escolta de rancheros, se aventuró e n u n país devastado p o r las correrías indias.

Las instrucciones que entregó el general Sibley a R e i l y , breves y enigmáticas, parecían reducirse a "poner en conoci­m i e n t o del gobernador los alcances y naturaleza general de los propósitos que en este m o m e n t o se t ienen en cartera ( w h i c h are at present i n c o n t e m p l a t i o n ) ; explicar esas metas en detalle, haciendo patente la polít ica en cuestión; comba­t i r inf luencias adversas, y obv iar las objeciones que p u d i e r a n enderezársele, t a l es el ob je t ivo f u n d a m e n t a l de la misión que se le c o n f i e r e " . 6 0

E l coronel R e i l y justif icó las esperanzas que en él depo­sitó su general br igadier , ya que le bastaron menos de dos semanas para cruzar e l desierto, vencer los riesgos del cami­n o , l legar a C h i h u a h u a , c u m p l i r su misión y emprender e l regreso. E l 20 de enero, acampado j u n t o a l C a r r i z a l ( i n camp near Carisal) , envió a Sibley seis anexos de s ingular i m ­portanc ia , más u n i n f o r m e pormenor izado de su viaje. Ase­gurándole l levar consigo u n a carta del gobernador de C h i ­h u a h u a para el de Sonora, concluía:

Tengo el gusto de informarle que m i recepción por parte del Gobernador y demás funcionarios del Estado, fue en extremo bon­dadosa y amable . . . P e r m í t a m e felicitarle, General, por haber ob­tenido el pr imer reconocimiento oficial del Gobierno de los Estados Confederados por parte de una potencia extranjera.61

¿Qué había pasado en C h i h u a h u a ? ¿Cuál sería el propó­sito rea l de la misión de Reily? ¿Qué decía el gobernador

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MISIÓN DE MR. PICKETT 511

L u i s Terrazas en su carta a Sibley, que éste poster iormente considerará " i m p o r t a n t e y altamente satisfactorio"? ¿En qué se f u n d a b a R e i l y para adjudicarse la s ingular alabanza de haber o b t e n i d o " e l p r i m e r reconocimiento o f i c i a l " de los Es­tados Confederados de América p o r parte de " u n a potencia e x t r a n j e r a " Veamos la cosa serenamente, con el propósito de desentrañar el acertijo.

Parece i n d u d a b l e que la misión de James R e i l y abarcaba tres objetivos fundamentales: a) Obtener seguridades del Go­bernador de C h i h u a h u a en el sentido de que, a pesar del permiso concedido por el G o b i e r n o mexicano, n o se consen­tiría e l paso de tropas de la U n i ó n a través de l t e r r i t o r i o del Estado; b) conseguir, de l mismo gobernador, autorización p a r a que soldados del ejército confederado p u d i e r a n acanto­narse en t e r r i t o r i o del Estado, con el objeto aparente de pre­v e n i r las incursiones indias; y c) garantizar, con el consenti­m i e n t o y apoyo del m i s m o gobernador, la compra de toda clase de víveres d e n t r o del Estado, para el sostenimiento de los efectivos confederados en las regiones limítrofes. Tales eran los fines de la misión, que en r i g o r podría reducirse a l p r i m e r o de los objetivos planteados, ya que los dos restantes podrían considerarse accesorios, de tener éxito en el p r i n c i p a l .

E l 9 de enero de 1862, en el palacio de gobierno del Es­tado, recibió L u i s Terrazas a l coronel R e i l y , que "se anunció como C o r o n e l d e l ejército confederado, vistió como t a l , con e l u n i f o r m e de u n of ic ia l de caballería de d icho ejército, lle­v a n d o al c i n t o su espada". 6 2 R e i l y puso en manos del gober­n a d o r la n o t a de Sibley, u n a síntesis de la cual se consigna en el párrafo a n t e r i o r , mas Terrazas se excusó de o p i n a r so­bre su c o n t e n i d o aduciendo que, p o r n o leer n i hablar el inglés, necesitaba que p r i m e r o se le preparara u n a traduc­c i ó n , 6 3 y citó a l emisario para u n a nueva entrevista, a la mis­m a h o r a del siguiente día.

Reunidos p u n t u a l m e n t e en el despacho del gobernador, Terrazas entró luego en mater ia , d ic iendo i g n o r a r que el Go­b i e r n o Federal h u b i e r a concedido autorización, pocos meses antes, para que tropas de l a - U n i ó n cruzaran el t e r r i t o r i o del Estado. " N i t a l cosa ha l legado a m i conocimiento —escr ib ió

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512 JOSÉ FUENTES MARES

luego Terrazas a Sibley—, n i tampoco pasaría m i gobierno» p o r el lo, excepto en los términos y bajo las condiciones con sujeción a las cuales el Congreso Federal, exclusivamente, tie­ne facultades para conceder o negar la entrada de tropas extranjeras en el t e r r i t o r i o de la federación, así como para consentir en la estación de escuadras de otras potencias, p o r más de u n mes, en aguas de la R e p ú b l i c a " . 6 4 C o n esta evasiva declaración, que fundaba en la Fracción XVI del art ículo 72 de la Const i tución Federal de 1857, el gobernador Terrazas mataba dos pájaros con el mismo perdigón: n o se a l lanaría a l cruce de tropas de la U n i ó n p o r t e r r i t o r i o del Estado si e l permiso provenía de u n a s imple decisión de Juárez, pero de­jaba abierta la posibilidad de p e r m i t i r l o si, mediante la venia de l Congreso, se satisfacían las exigencias constitucionales. Pero f u n d a d o en el m i s m o c r i t e r i o , él, como gobernador,, tampoco podría consentir que se acantonaran efectivos m i l i ­tares confederados en t e r r i t o r i o del Estado, n i a ú n q u e cruzaran su l ínea fronter iza en persecución de los salvajes,, dado que, de acceder, violaría la misma disposición consti­t u c i o n a l aducida en relación con el p u n t o anter ior . P o r úl t imo, en cuanto a l tercer objet ivo de la misión de R e i l y , e l gobernador n o se opondría a que el ejército confederado se avituallara en t e r r i t o r i o del Estado, "con t a l de que esto ocurra sin intervención of ic ia l , que p u d i e r a ser i n t e r p r e t a d a como u n acto c o n t r a r i o a la absoluta n e u t r a l i d a d que M é ­xico, y los Estados que const i tuyen la Federación, h a n de observar en el caso de la desgraciada lucha que p r i v a e n t r e los Estados de l N o r t e y de l Sur de la U n i ó n A m e r i c a n a " . 6 5

L a nota de L u i s Terrazas a l general Sibley es u n m o d e l o en su género, ya que n i despacha con cajas destempladas a l emisario del peligroso vecino, n i se compromete tampoco con sus ofertas. C o n t i e n e sólo u n a serie de declaraciones evasi­vas, m u y p o l i ticas, y contrasta, p o r l o mismo, con la versión que el p r o p i o R e i l y proporcionó a Sibley acerca de la m i s m a entrevista. E n la versión de Rei ly , asegura éste que el go­bernador le d i j o "que aun en el caso de que se le hubiera notificado el acuerdo del Presidente, sancionado por una ley del Congreso, él (Terrazas) n o creía que p u d i e r a consentir

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MISIÓN DE MR. PICKETT 513

e n el paso de tropas de la U n i ó n p o r el t e r r i t o r i o de Chihua­h u a , para i n v a d i r T e x a s " . 6 6 Seis días después, en u n a carta dest inada indirectamente a l p r o p i o Jefferson Davis, insistía R e i l y u n a vez más en esta versión t o t a l m e n t e contrar ia a la q u e resulta de la ya citada n o t a que el p r o p i o Terrazas d i r i ­g i ó a Sibley:

M i mis ión resul tó enteramente satisfactoria —escribió el Agen­te—; no cabe duda que al lá exist ía a lgún entendimiento acerca del paso de tropas de California, a través de Chihuahua. Esto no se p e r m i t i r á , y este mando mi l i t a r no tiene por ahora enemigo sobre su f l anco . . . E l General Sibley ha tenido el honor, por m i conducto, de haber obtenido el pr imer reconocimiento oficial de los Estados Confederados de Amér ica por parte de una potencia extranjera. 6 7

E n t r e dos afirmaciones t a n v io lentamente contradictorias ¿cuál corresponde a la verdad? Si hemos de juzgar la conducta de Terrazas en aquel la compleja c o y u n t u r a , parece lógico q u e nos ciñamos a l o que él m i s m o dejó sentado en su carta a Sibley, bajo su f i r m a , y n o a lo que el emisario escribió al redactar la crónica de la entrevista. E l coronel R e i l y tenía m o t i v o s para p r o c u r a r elevar sus bonos a los ojos de sus su­periores, y es p o r el lo explicable que a b u l t a r a sus logros a los ojos de Sibley p r i m e r o , y luego a los del m i s m o Jefferson Davis . Que R e i l y era u n t i p o engreído, u n verdadero pavo, se p r u e b a con su empeño en asegurar que los Estados Con­federados h a b í a n obtenido, " p o r su conducto" , el p r i m e r " r e c o n o c i m i e n t o o f i c i a l " de su independencia , sin temblar le e l pulso cuando l l a m a "potencia e x t r a n j e r a " a l miserable Estado de C h i h u a h u a , exangüe, incapaz de ponerse a salvo, s iquiera , de las incursiones apaches.

E n el apasionante relato de James R e i l y — u n lobezno d e l Dest ino M a n i f i e s t o — , leemos además:

E n c o n t r é a Chihuahua disfrutando de u n clima delicioso, cir­cundada por minas de riqueza indescriptible, con ricas tierras agrí­colas en sus alrededores, y sin embargo la ciudad misma más pe­q u e ñ a cada d ía , cada año más y m á s reducida al extremo de la pobreza . 6 8

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514 JOSÉ FUENTES MARES

Y en o t r o lugar, en la carta que destinaba i n d i r e c t a m e n t e a Jefferson Davis:

Tenemos en Chihuahua amigos cálidos e influyentes. Es un vecino rico y magníf ico , cuya s i tuación me jo ra r í a de encontrarse bajo la bandera confederada. No hay minas en el mundo como las que se encuentran a la vista de la ciudad de Ch ihuahua . . . Con Sonora y Chihuahua obtendremos Baja California, y median­te un ferrocarril a Guaymas haremos de nuestro Estado de Texas la gran vía de las naciones. 6 9

L o s PLANES CONFEDERADOS sobre México n o pecaban cierta­

mente p o r exceso de o r i g i n a l i d a d . C o n t i n u a b a n con las bo­

tas puestas para l levar los intereses del esclavismo hasta el

Darién. Para que el t r i u n f o de los Estados del N o r t e nos sir­

va de consuelo, bastará con i m a g i n a r nuestra suerte en el

caso de haber vencido los del Sur.

A h o r a , en cuanto a la misión que R e i l y pensaba l levar a

Sonora, n o hemos encontrado la m e n o r h u e l l a de l viaje, l o

que nos p e r m i t e suponer que p o r ignoradas razones n o se i n ­

tentó. Mas de haberse consumado, tenemos derecho a supo­

ner que el Agente tropezó en Sonora con problemas semejan­

tes a los que encontró en C h i h u a h u a , pues n o es de creerse

que Pesqueira le p r o p o r c i o n a r a algo más que las promesas,

nada sustanciales, que recibió de Terrazas.

E l caso de V i d a u r r i difería p o r completo, ya que el neolo-

nés alentaba ideas y rencores de los que n i Terrazas n i Pes­

queira p a r t i c i p a b a n . Por eso mismo, cuando l legó a M o n t e ­

rrey el Agente confederado — u n t a l Q u i n t e r o , que inició sus

gestiones e l 22 de mayo de 1861—, se encontró con que V i -

d u a r r i pretendía i r más allá de los planes de Jefferson Davis,

ya que acariciaba el proyecto de u n a verdadera u n i ó n polí­

tica entre la Confederación y los Estados mexicanos del

N o r t e . 7 0 L a cosa n o fue más lejos p o r q u e el m i s m o Davis

rechazó la idea, como impolít ica para los intereses de ambas

partes , 7 1 pero e l lo n o obstante persistió V i d a u r r i en el em­

peño de asegurar para su causa la simpatía de los confedera­

dos, p r o p o r c i o n a n d o a Q u i n t e r o todo género de seguridades

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MISIÓN DE MR. PICKETT 515

e n e l sentido de que, l legado el caso, se opondría por la fuer­za a l paso de las tropas de la U n i ó n p o r los Estados de N u e v o L e ó n y C o a h u i l a . 7 2

E n R i c h m o n d mientras tanto , y n o obstante el sonado fracaso de M r . Pickett, Davis n o abandonó el sano proyecto de cubrirse las espaldas. Salvo en el caso de V i d a u r r i , a q u i e n e n aquellos círculos se consideraba u n v i r t u a l a l i a d o , 7 3 la d i p l o m a c i a confederada había fracasado en toda la l ínea y todos los frentes — l o m i s m o en M é x i c o que en E u r o p a — , p e r o el lo n o obstante, cuando en 1863 Juárez y el gobierno a b a n d o n a r o n la capita l , y en e l la se instaló la Regencia, vol­v i e r o n a la carga. E n este año, c o i n c i d i e n d o con el estableci­m i e n t o de l gobierno p r o v i s i o n a l de la Regencia, Jefferson D a v i s designó a W i l i a m H . Preston para que desempeñara u n a misión semejante a la de M r . Pickett , pero el nuevo Agente , poco animoso sin duda, n o quiso exponerse a u n desaire y se m a n t u v o en L a H a b a n a en espera de la favorable c o y u n t u r a , que nunca l legó, para trasladarse a México.

N o andaban ciertamente acertados con sus nombramientos los estadistas de la Confederación. P r i m e r o Pickett , a trabi­l i a r i o , incapaz de satisfacer los requisitos personales de u n a mis ión t a n delicada, y luego Preston, seguramente nada más q u e u n t ímido. Los extremos se tocaron en este caso, con resultados igua lmente negativos. Carec ían de justificación, p o r l o m i s m o , las previsiones de M r . Pickett al conocer el n o m b r a m i e n t o de M r . Preston. Previsiones optimistas, con u n h a l o de resent imiento. L e desea buena suerte, y cuando sospecha que pueda recoger su cosecha, la que él dejó a me­d i o c u l t i v a r , r e p i t e con V i r g i l i o :

" H o s ego versículos feci, t u l l i t a l ter honores . .

Q u e r í a decir que a él se debía la obra , y que o t r o se lle­var ía los honores, pero aquí también se equivocaba nuestro h o m b r e de m e d i o a medio .

Mas luego se consuela. L a n o t i c i a de los éxitos mi l i tares franceses le reanima, y su e n d e m o n i a d o o r g u l l o , maltrecho, recobra lozanía. ¡Benditos franceses, que le h a n vengado! 7 4

Y ruega a su sucesor que presente sus recuerdos "a M r . Juá­rez, a q u i e n considero e l ú l t i m o de los Moctezumas".

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516 JOSÉ FUENTES MARES

NOTAS

1 Lymann T r u m b u l l a Abraham Lincoln; Washington, 24 de diciem­bre de i860; en Lincoln Papers, Selected by David C . MEARNS, New York, 1948, V o l . I I , p . 353.

2 L . Swett a Abraham Lincoln , Washington, 31 de diciembre de i860, en op. cit. supra, V o l . I I , p . 363.

3 A. Hubbad a Abraham Lincoln; Mar ion , Ala. , 13 de noviembre de i860, en op. cit. supra, V o l . I , p . 309.

4 Clement W O O D , A Complete History of the United States; New York, 1941, Cap. X X I I , p . 283.

5 Clement W O O D , loc. cit. 6 Clement W O O D , op. cit., p . 291. 7 James D . RICHARDSON, Messages and Papers of the Confederacy,

Nashville, 1906, Vo l . I , p . 20. 8 A l l a n N A V I N S y H . S. COMMAGER, A Short History of the United

States, New York, 1945, Cap. X I I I , p . 226.

9 N A V I N S y COMMAGER, op. cit., p . 228. Clement W O O D , op. cit.,

P . 299. 10 Clement W O O D y N A V I N S y COMMAGER, op. cit.

11 H . Hun te r a W . L . Yancey, P. A. Rost y a A . D . Mann; Despacho

N? 7; R ichmond, 29 de j u l i o de 1861, en RICHARDSON, op. cit., V o l . I I ,

P- 49-12 J. D . RICHARDSON, op. cit., V o l . I , p . 20.

1 3 j . D . RICHARDSON, op. cit., V o l . I I , pp. 4.SS.

1 4 Robert Toombs: M e m o r á n d u m of Instructions for M r . John T . Pickett, en RICHARDSON, op. cit., V o l . I I , p. 25.

1 5 Ibid., loc. cit. 1 6 Ibid., loc. cit. 1 7 John Forsyth a Jefferson Davis; Washington, 20 de marzo de 1861,

en Confederate States of America Papers. Books Acc. 3081, V o l . X I I , México, en Divis ión de Manuscritos de la Biblioteca del Congreso; Wash­ington, D . C. En lo sucesivo esta fuente se m e n c i o n a r á con la siglo C.S. of A.P.

1 8 Jefferson Davis al Presidente de la R e p ú b l i c a de México; Mont ­gomery, 17 de mayo de 1861. en: C.S. of A.P.

1 9 John T . Pickett a José Mar ía Mata; Veracruz, 12 de jun io de 1861, en op. cit., loc. cit.

20 Ibid., loc. cit. 21 Ibid., loc. cit. 2 2 Ibid., loc. cit. 23 Ibid., loc. cit. 24 José M a r í a Mata a John T . Pickett; México, 19 de j u n i o de 1861,

en op. cit., loc. cit.

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MISIÓN DE MR. PICKETT 517

25 A. H . FELLER, The Mexican Claims Commissions, Cap. I , p. 1. New Y o r k , 1935.

26 W i l l i a m H . Seward a Thomas Corwin; Washington, 6 de ab r i l d e 1861; en Instructions to Mexico, Vo l . X V I I ; General Records of State Department; Nat ional Archives, Washington, D . C.

2 7 W i l l i a m H . Seward a Thomas Corwin: op. cit., loc. cit. 2 3 Robert Toombs: M e m o r á n d u m of Instructions for M r . John T .

Pickett ; en RICHARDSON, op. cit., V o l . I I , p . 25.

2Q John T . Pickett a José Mar í a Mata; Veracruz, 12 de jun io de 1861, en C.S. of A.P., loc. cit.

3 0 Mat ías R O M E R O , Diario, p . 387. Edic ión con prólogo y notas de E m m a Cosío Villegas. México, E l Colegio de México, i960.

3 1 Ibid., p . 378. 32 ibid., p . 401. 3¡3 John T . Pickett a Robert Toombs: Despacho N? 2, Jalapa, 27 de

j u l i o de 1861, en C. S. of A. P., loc. cit. 3 4 John T . Pickett a Robert Toombs; Despacho No 3, México, 11 de

j u l i o de 1861, en C. S. of A. , loc. cit. 35 M e m o r á n d u m de la entrevista con el Minis t ro Manuel Mar ía de

Zamacona. En John T . Pickett a Robert Toombs, Despacho No 5, Mé­xico , 3 de agosto de 1861, en C. S. of A. P., loc. cit.

3 6 Op. cit., loc. cit. 37 John T . Pickett a Manuel M a r í a de Zamacona; México, 3 de agos­

to de 1861. Anexo al Desp. No 6, a Robert Toombs, México, 16 de agos­t o de 1861, en C. S. of A. P., loc. cit.

3 8 Op. cit.t loc. cit. 39 Mat ías Romero: Diario, p . 412. 4 0 Manuel Mar í a Zamacona a John T . Pickett, México, 16 de agosto

de 1861, en C. S. of A . P., loc. cit. 4 1 John T . Pickett a Robert Toombs; Despacho No 7, México, 25 de

agosto de 1861, en op. cit., loc. cit. 4 2 Op. cit., loc. cit. 4 3 John T . Pickett a Manuel M a r í a de Zamacona, México, 26 de

agosto de 1861, en op. cit., loc. cit. 4 4 Niceto de ZAMACOIS: Historia de México, México-Barcelona, 1880.

T o m o X V , p . 758. T a m b i é n Francisco de P A U L A ARRAGOIZ, México de J8O8 a 1967, T o m o I I , p . 399; México a través de los siglos, México, 1956, T o m o V, p . 475.

4 5 Mat ías R O M E R O : Diario, p . 423. 4 6 John T . PICKETT a Robert T O O M B S : Despacho No 10, México, 28

de septiembre de 1861, en C. S. of A . P., loc. cit. 47 op. cit., loc. cit. 48 John T . PICKETT a Robert T O O M B S : Despacho No 11, México, 12

de octubre de 1861, en op. cit.; loc. cit. 4 9 Op. cit., loc. cit.

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518 JOSÉ FUENTES MARES

50 Jhon T . PICKETT a Robert T O O M B S : Despacho No 12, México, 29 de octubre de 1861, en op. cit., loc. cit.

5 1 John T . PICKETT a Dubois de SAJJGNY, México, 20 de noviembre de 1861, en op. cit., loe. cit.

52 Dubois de SALIGNY a John T . PICKETT, México, 7 de noviembre de 1861, en op. cit., loe. cit.

53 John T . PICKETT a Dubois de SALIGNY, México, 20 de noviembre de 1861, en op. cit., loe. cit.

54 John T . PICKETT a Robert TOOMBS. Despacho No 13, San Cosme, D . F . , 29 de noviembre de 1861, en op. cit., loe. cit.

55 Ibid., loe. cit. 56 Ibid., loe. cit. 57 John T . PICKETT a Robert T O O M B S . Despacho No 10, México, 28

de septiembre de 1861, en op. cit., loe. cit. 58 John T . PICKETT a Jefferson D A V I S , Veracruz, 22 de febrero de

1862, en op. cit., loe. cit. 59 Los documentos relativos a las negociaciones entre el coronel

James Rei ly y Luis Terrazas, gobernador de Chihuahua, se encuentran en "Off ic ia l Records of the Un ion and Confederate Armies", en la Bi-blioteca del Congreso de Washington, D . C. En adelante mencionaremos esta fuente bajo la sigla O.R.U.C.A.

6 0 O.R.U.C.A., Vo l . I V , pp. 167-168. 61 Ibid., loe. cit. 62 Ibid, loe. cit. 63 Ibid., loe. cit. 64 Ibid., loe. cit. 65 Anexo N? 5 al informe de James R E I L Y . Luis Terrazas a H . H .

Sibley, Chihuahua, 11 de enero de 7862, en op. cit., loe. cit. 66 james R E I L Y a H . H . SIBLEY. I n camp near Carisal, enero 20 de

1862, en op. cit. 67 James Rei ly a J. H . Reagan, Fort Bliss, 26 de enero de 1862, en

O.R.U.C.A., Series I , V o l . L , p. 825, Washington, 1897. 68 James Rei ly a H . H . Sibley. I n camp near Carisal, 20 de enero

de 1862, en op. cit., loe. cit. 69 James Reily a John Reagan, Fort Bliss, 26 de enero de 1862, en

op. cit., loe. cit. 70 James M O R T O N C A L L A H A N : The Diplomatic History of the South­

ern Confederacy, Baltimore, 1901, p . 76.

7 1 Ibid., loc. cit. 72 Ibid., loc. cit. 73 H . P . Bee a S. S. Anderson, San Aantonio, Texas, 30 de noviem­

bre de 1862, en O.R.U.C.A. , Series I , V o l . X V , pp 881-882, Washington, 1886.

7 4 John T . Pickett a Jefferson Davis, Richmond, Va., 11 de enero de 1864, en C. S. of A. P., loc. cit.


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