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LA INFANCIA COMO ESPECTÁCULO Autora LAURA ELENA ISAZA ECHEVERRI Asesora HILDA MAR RODRÍGUEZ GÓMEZ TRABAJO PRESENTADO PARA OPTAR AL TÍTULO DE LICENCIADA EN PEDAGOGÍA INFANTIL Universidad de Antioquia Facultad de Educación Departamento de Educación Infantil Licenciatura en Pedagogía Infantil Medellín 2015

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LA INFANCIA COMO ESPECTÁCULO

Autora

LAURA ELENA ISAZA ECHEVERRI

Asesora

HILDA MAR RODRÍGUEZ GÓMEZ

TRABAJO PRESENTADO PARA OPTAR AL TÍTULO DE LICENCIADA EN

PEDAGOGÍA INFANTIL

Universidad de Antioquia

Facultad de Educación

Departamento de Educación Infantil

Licenciatura en Pedagogía Infantil

Medellín

2015

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

2

Agradecimientos

Son muchas las personas a las que hoy quiero dar las gracias, pues cada uno de ellas es, en más de un

sentido, responsable de la llegada y/o sostenimiento en una Universidad por la que no fue fácil

transitar, y a la que le debo más de lo que estoy en capacidad de reconocer. Haré, en este orden de

ideas, un esfuerzo por nombrarlas de algún modo, esperando sepan disculpar cualquier eventual

olvido.

En principio debo dar gracias infinitas a Dios, mi creador, por todo lo que Él dispuso para mí durante

estos años. Los profesores, amigos y oportunidades que aparecieron en mi vida fueron, sin lugar a

dudas, un regalo que, no siempre supe valorar pero que, hoy agradezco.

A mi familia, principalmente mi mamá, escucha atenta e incansable de mis escritos y aliento en medio

de las circunstancias más difíciles. También está mi papá, quien siempre me hizo saber cuan orgulloso

se sentía de mí y motivó con su sentimiento -a lo mejor sin calcularlo- la finalización de la que no

solo es mi carrera, sino, definitivamente, lo que me habilita para ser feliz. Desde luego, entre los

agradecimientos también figuran mis hermanos y el gran amor que luego de sus respectivos

nacimientos y sus particulares formas de habitar el mundo, despertaron en mi corazón. Ustedes son

todos los niños del mundo y de igual manera, todos los niños del mundo son ustedes.

Al profesor Echeverri y la profesora Hilda Mar; compañía idónea en el camino que hoy supone la

finalización de una etapa en medio de eso que ellos me enseñaron a querer y que llamamos

conocimiento. Al profesor le agradezco la bondad y generosidad con la que colmó mi existencia todos

estos años, sin la sombra que me generó la frondosidad de su experiencia y su amor por la docencia,

yo no podría ser ni un ápice de lo que ahora soy, o por lo menos intento ser cada día. A la profesora

le agradezco el ejemplo; la imagen siempre diligente, capaz de hacer que todo fuese posible. La

universidad, el trabajo de grado y mi aterrizaje en la profesión docente no hubiesen sido lo mismo sin

su oportuna orientación y la remembranza de las que debían ser mis prioridades.

Finalmente, a todos los que de uno u otro modo me soportaron –e incluso padecieron- durante la

carrera, a ellos también mil gracias. Esa chica insoportable que llegó a la universidad hace algunos

años, continúa intentando ser una mejor persona cada día, no siempre con éxito, en cualquier caso,

no se cansa de intentarlo.

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

3

Contenido

Presentación ...................................................................................................................................................................... 4

Descripción del problema ............................................................................................................................................ 7

Justificación ................................................................................................................................................................... 11

Pregunta problematizadora ....................................................................................................................................... 14

Objetivo general ........................................................................................................................................................... 14

Objetivos específicos .................................................................................................................................................. 14

Referentes conceptuales ............................................................................................................................................ 15

Infancia ....................................................................................................................................................................... 15

Pederastia corporativa e hipersexualización de la infancia ................................................................ 21

METODOLOGÍA ........................................................................................................................................................... 26

HALLAZGOS .................................................................................................................................................................. 30

Geppeto; el carpintero ........................................................................................................................................ 31

Momo; la niña que sabía escuchar ................................................................................................................. 32

CONCLUSIONES ...................................................................................................................................................... 34

BIBLIOGRAFÍA ......................................................................................................................................................... 39

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

4

Presentación

Las imágenes que fueron objeto de análisis durante la investigación y que serán expuestas a

continuación, hacen parte de un fenómeno que autores como Noguera (s.f) y Muruaga (2015),

entre otros, denominan “la hipersexualización” o “erotización” de las niñas a través de los

medios de comunicación.

El análisis efectuado, no solo hizo posible la constatación de dicho fenómeno; sino también

su conjunción y descripción alumbradas por la idea de la infancia, no como una etapa de la

vida con características emocionales y cognitivas que le son propias1, sino más bien como

espectáculo a través del cual, los adultos, casi siempre en el rol de los padres, convierten la

vida de sus hijos en la extensión necesaria para lograr las que algún día fueron sus

aspiraciones; como un terreno fértil para otorgarle a sus fracasos o frustraciones personales,

algo de realidad.

Ahora, la forma de nombrar el fenómeno en cuestión no determina de ninguna manera, la

intensidad del mismo; de hecho, en cualquiera de sus formas: “Hipersexualización”,

“Erotización” o “Espectacularización” de la infancia, la elaboración de todos aquellos

análisis que parezcan pertinentes aparece como una necesidad de primer orden; después de

todo, en dichos análisis radica la esperanza –por lo menos en parte- de lograr una

concientización y el despliegue de acciones concretas; esto es, con la potencia suficiente para

1 En este punto, cabe advertir que los múltiples estudios que el siglo XX vio germinar en torno a la infancia y

que hoy por hoy permiten obtener información relevante acerca de su desarrollo, no agotan, como bien lo

advierte Diker (2009), aquello que constituye su esencia. La autora, citando a Arendt, Señala que “Con cada

nacimiento algo singularmente nuevo entra al mundo” (p. 11) para luego continuar afirmando que, en efecto,

“[…] esta expresión de Arendt no se refería al hecho biológico del nacimiento, en tanto tal, indefinidamente

repetido; tampoco a la dimensión demográfica de la natalidad, con sus cifras indiferentes a la pluralidad de lo

que nace. Se refería más bien al nacimiento como acontecimiento biográfico de la acción humana, que al mismo

tiempo que asegura la continuidad del mundo marca el advenimiento de algo radicalmente nuevo, irreductible

a lo ya existente”. (p. 11 – 12). En otras palabras, podría asegurarse, en este orden de ideas, que existe un algo

indescifrable en cada niño y niña, un algo que inevitablemente se le escapará, escurridizo, a cualquier empresa

analítica que aún hoy, con todo lo que se asegura que sabemos, podamos proponernos. Esta es, palabras más,

palabras menos, lo que Diker (2009) asegura, es la verdadera novedad de la infancia.

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

5

proponer otras lógicas2 en favor de las niñas, los niños y los adolescentes. No obstante, en el

caso de esta investigación, cabe anotar que la idea de la infancia como espectáculo es la base

a partir de la cual se hace posible clarificar el horizonte conceptual que nutre el análisis y la

reflexión propuestos.

En otras palabras, la idea de iniciar el análisis del fenómeno y denominarlo como la

espectacularización de la infancia, se consolida a partir de las reflexiones que García Canclini

(2007) realiza al escribir sobre los “lectores, los espectadores y los internautas”. En medio

de la reflexión que dichos objetos le suscitan al autor antes mencionado, aparece con fuerza

la idea del espectáculo como aquello que tiene su asidero en la cotidianidad de casi todas las

personas y no como en antaño, arriba de un escenario o relacionado con aquellos personajes

pertenecientes al mundo de la farándula.

Para García Canclini (2007), ese espectáculo que se caracterizaba por establecer una distancia

más que relativa con el espectador o remitirse nada más a la sección de entretenimiento en el

periódico, desborda en la actualidad las letras expuestas en los diarios y lo que acontece una

vez que los actores, despojados de sí mismos, han subido al escenario para interpretar dramas

universales; ahora el espectáculo abarca mucho más que eso; hoy por hoy, la vida misma es

lo único susceptible de tornarse en un verdadero espectáculo.

Dicho de otro modo, esa existencia que las más de las veces, se jugaba el todo por el todo,

en la esfera de la intimidad; esto es, de lo privado, hoy se ha convertido en el argumento de

realities que además de aumentar decisivamente el raiting de cientos de canales nacionales

e internacionales, exponen sin consideración alguna, la banalidad a la que presurosas parecen

dirigirse algunas sociedades en la actualidad.

2 En el contexto local, la preocupación por algunas cuestiones que de uno u otro modo se entrelazan con el

fenómeno que nos hemos propuesto analizar, se vislumbra en diferentes escenarios, incluida la administración

gubernamental del departamento de Antioquia que en cabeza del gobernador Sergio Fajardo dictaminó

mediante el decreto 1888 de 2012, la eliminación de cualquier concurso de belleza al interior de aquellos

establecimientos educativos oficiales de los municipios no certificados del departamento. Retomando las

palabras del gobernador mediante una comunicación oficial expedida el mismo año del decreto “La escuela es

para estudiar, no para desfilar”.

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

6

A la luz de todo lo anterior, no resulta extraño entonces que la infancia, -sea lo que sea que

hubiésemos construido en torno a ella, lo cual es problemático y será necesario analizar con

profundidad más adelante- haya aparecido como una etapa de la vida susceptible de

convertirse en un argumento no solo fecundo para realities y concursos televisivos, sino

también como un elemento decisivo en la redefinición de los límites éticos e incluso políticos

de la publicidad y el funcionamiento de los medios de comunicación en general.

De cualquier manera, alguien podría asegurar que la movilidad del límite que en antaño

existía entre el espectáculo y el espectador y su redefinición en los términos de la vida que

acontece lejos de un escenario, hizo posible la visibilización de aquellos actores sociales que

en tiempos precedentes, no tenían lugar en las representaciones sociales características de

una sociedad, como bien podría ser el caso de las niñas y los niños; no obstante, lo anterior

se antoja ingenuo, en la medida en que, antes habría que preguntarse por qué, con qué

propósito, de qué manera y cuáles han sido los efectos de dicha visibilización, que puede

adelantarse desde ya, está lejos de constituirse en un avance significativo.

Estas preguntas y otros interrogantes asociados a este fenómeno, han comenzado a ser

respondidos por múltiples autores en diversas latitudes; esta investigación se deja guiar por

algunas de esas reflexiones, para así poder presentar posteriormente, algunas consideraciones

que, ancladas en la labor de los maestros al interior de las escuelas y los padres en cada núcleo

familiar, tal vez puedan unirse a los intentos ya existentes para resistir los efectos de la

hipersexualización, erotización y espectacularización de la infancia e incluso proponer –así

sea manera básica- una transformación respecto a esta cuestión.

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

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Descripción del problema

En enero del año 2011 tuvo lugar una edición de la revista “Vogue” (París) que conmocionó

el mundo entero. Tras la aprobación de

la entonces directora de la revista,

Carrine Ruatfelt, salieron publicadas

las fotografías de algunas niñas entre

los 5 y 7 años de edad que además de

estar vestidas y maquilladas como

mujeres adultas habían sido

registradas por el lente fotográfico en

poses que el público no tardó en

calificar como verdaderamente

“sensuales” y “provocativas”.

Las imágenes, cómo cabría esperar, y teniendo en cuenta el reconocimiento del que goza la

publicación, rápidamente le dieron la vuelta

al mundo, quizá sin imaginar que habrían de

encontrarse no solo con la enérgica reacción

de algunas agrupaciones en favor de los

niños y las niñas, sino también con el rechazo

inminente que ante la publicación expresaron

diseñadores de la talla de Sara Coleman3 y

3 Sara Coleman es una diseñadora gallega que, además de tener su propia firma, 36º, trabaja

como freelance para otras empresas y, además, es profesora en la Escuela Superior de Diseño y Moda de

Felicidad Duce. Comenzó con las artes plásticas aplicadas al diseño de moda y ha continuado con técnico en

Figura 1. Fotografía tomada por Sharif Hamza para la edicióndiciembre/enero de la revista Vogue en 2011.

Figura 2. Fotografía tomada por Sharif Hamza para laedición diciembre/enero de la revista Vogue en 2011.

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

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estilistas como Ángel Nimo4. El escándalo terminó costándole a la reconocida revista de

moda la renuncia de Ruatfelt y la amenaza de que Bernard Arnault, nada más y nada menos

que el presidente del poderoso grupo Moët Henness y Louis Vuitton, retirara toda la

publicidad que por años había sido publicada en el magazín.

Cuatro años después, en el año 2015, la campaña primavera-verano de Miu Miu publicada

por la edición británica de la misma revista, es decir, Vogue, reanuda tensiones pasadas al

darle prioridad a una serie de imágenes que, siguiendo las ideas presentadas por el organismo

regulador de publicidad en el Reino Unido, promocionan la trata de niñas o lo que en palabras

de Fernández Hernández (2015) es “la glamurización de la trata”.

En las imágenes, aparece Mia Goth; una

reconocida modelo y actriz mitad

canadiense, mitad brasilera, que a pesar

de tener 22 años de edad, aparenta

muchos años menos en medio de las

fotografías realizadas por Steven

Meisel, uno de los fotógrafos de mayor

importancia en el mundo de la moda.

La apariencia de la modelo, es a todas

luces, impactante, la impresión que

deja en cualquier espectador, es

precisamente la de ser una niña involucrada en la comercialización del sexo; de hecho,

siguiendo algunas reflexiones en medio del análisis que suscitan dichas imágenes,

patronaje y escalado, técnico en de vestuario para teatro, cine y televisión, etc. Para mayor información

consultar http://saracoleman.es/inicio.php

Sus creaciones están influenciadas por el estudio de la geometría y la papiroflexia, combinadas con formas

llenas de luz, color y asimetrías. Sus prendas son voladoras, deslizantes, soñadoras... 4 Este estilista y diseñador español que en Madrid desarrolló su experiencia profesional. Con el tiempo ha

logrado crear un estilo propio con el que ha vestido a muchos famosos y con el que es reconocido a nivel

nacional. Además de diseñar, destaca por su faceta de asesor y estilista, por el que muchas personalidades

contratan sus consejos.

Figura 3. Fotografía tomada por Steven Meisel para Prada Group en 2015.

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

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Las mujeres de esta campaña, como prácticamente todas las mujeres que son representadas

por el sistema de la moda, aparecen invariablemente despojadas de cualquier agenda que no

sea la sexual: han de aparecer como objetos apetecibles sexualmente a la mirada masculina.

Los cuerpos son, en este caso, vagamente femeninos: la delgadez y el maquillaje sugiere que

estamos ante jóvenes muy muy cerca de su pubertad y, en el caso de la última actriz,

prácticamente una niña. (Fernández Hernández, 2015).

Sumado a las publicaciones –que muy

seguramente no se agotan en los dos casos

expuestos anteriormente- se encuentran

los realities o concursos de belleza que

han logrado masificarse a través de

producciones tales como Princesitas

agenciadas por canales internacionales

como es el caso de Discovery Home and

Healt. Incluso, para no ir muy lejos, ni

apartarse del contexto nacional, cabría

citar el ya polémico caso de “Miss tanguita”; un certamen de belleza infantil -¿infantil?-

celebrado en el Municipio de Barbosa, Santander, que despertó recientemente una oleada de

críticas, tras la exposición de niñas entre los 6 y los 8 años de edad en medio de un evento

plagado de gente adulta y en estads de embriaguez.

De cualquier modo, parece imposible no estar de acuerdo en que publicaciones, realities y

concursos de este tipo, además de atizar las frivolidades a las que parecen tan proclives

algunas sociedades en la actualidad e invertir lo que podría decirse son los valores éticos bajo

los cuales se organizaron algunas sociedades hasta ahora, resultan perjudiciales en medio de

la proyección que las niñas comienzan a elaborar acerca de sí mismas y de lo que significa

convertirse en mujer. No obstante, también es necesario considerar, que la aparición de

pequeñas niñas -o modelos que aparentan serlo- en algunas publicaciones, sumado a los

realities y concursos de belleza para ellas solo son, como ya se había asegurado en textos que

anteceden el presente informe, la punta del iceberg.

Figura 4. Concurso Miss Tanguita. Santander -Colombia. 2015

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

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En otras palabras, sucesos como estos solo son

algunos de los resultados que se han hecho

visibles, tras la particular transformación de

la infancia en la historia de la humanidad;

algo así como, la parte visible de un proceso

que, a todas luces, merece un análisis

detenido para comprender el porqué de las

prácticas e imágenes que en la actualidad se

configuran como una representación de las

niñas y los niños. Análisis que la presente

investigación se ha propuesto y presenta en

este informe.

Figura 5. Concurso Miss tanguita. Santander - Colombia. 2015.

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

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Justificación

Hace algunas semanas, tuve la oportunidad de compartir un tiempo realmente placentero con

una de mis primas, a la que, si no me fallan los cálculos no supero en edad por más una

década. Ella, como casi todas las adolescentes de esta época, hipnotizadas por figuras como

Justin Bieber, Selena o los One Direction, me propuso ver la saga completa de la historia

ideada J. K. Rowling; “Harry Potter”. En menos de lo que pude imaginar, estaba sentada

frente al televisor tratando de entender la trama entretejida por las ocho películas que

constituyen esta saga.

Entre la serie de impactantes películas, recuerdo con especial énfasis la segunda. Hogwarts,

el colegio de magia y hechicería en el que estudiaban Harry y sus amigos, se encontraba en

alerta, pues la cámara de los secretos había sido abierta y con ella la historia de un destino al

que, inevitablemente, Harry habría de enfrentarse.

La apertura de esta cámara, me hizo pensar de inmediato, en la caja de secretos que, para el

caso de nuestra sociedad, ha sido abierta por los medios de comunicación ante la mirada

expectante de niñas y niños que vivencian el consumo de los mass media absolutamente

solos, esto es, sin la compañía o dirección de ningún adulto responsable. Los medios de

comunicación han llevado sin limitaciones de ninguna índole, los secretos del mundo adulto

hasta nuestros niños. Ahora, la intención no es afirmar la existencia (como creen algunas

denominaciones religiosas) de un carácter diabólico escondido en la televisión o en algún

medio de comunicación, sino más bien, analizar con mayor profundidad la cuestión de los

medios y su influencia sobre esa que debemos re-pensar, es la infancia.

Lo primero que habría que decir al respecto es que los medios de comunicación, al parecer,

constituyen una manera privilegiada de construir la memoria de una nación; “a través de ellos

las sociedades pueden recordar su pasado, vivir en directo su presente y proyectar lo que será

su futuro” (Banco de la República, s.f., p. 1).

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

12

Cierre sus ojos por un momento y piense en las más de cinco presentaciones que hasta ahora

tienen refrescos tan reconocidos como el de la coca-cola. La presentación del líquido varía

de acuerdo a la necesidad del consumidor, pero el líquido en mayor o menor cantidad sigue

siendo el mismo. Así mismo nos parece que sucede con la infancia, ésta no es más que el re-

embotellamiento del mundo adulto en frascos muy pequeños y permítanos señor lector,

explicarle a qué nos referimos.

Partiendo de la descripción realizada por Ariès (ver página 17 de este trabajo) y en

comparación con la imagen que en la actualidad proyectan nuestras niñas y niños en los

medios de comunicación, pareciera que nuestra época asiste a un modo de representación

similar al que existía en el Medioevo, dicho de otro modo, la televisión y los medios de

comunicación en general, han promovido la imagen de niñas y niños, que de niños

precisamente, no tienen nada. Las pequeñas estrellas, vestidas con ropa que solo se diferencia

de la adulta en el tallaje, realizan apariciones en los comerciales de televisión y las vallas

publicitarias adoptando comportamientos casi tan sensuales como los de un modelo

profesional o actitudes tan rebeldes como los de aquellos personajes famosos por sus

escándalos y su vida llena de excesos.

Al volver sobre mi infancia, específicamente, al tiempo de mi pre-adolescencia, recuerdo

haber pasado horas frente al espejo, intentando desaparecer el rastro de un cabello rizado por

naturaleza y rogarle a mi madre para que me comprase los zapatos que en aquel entonces

usaba “Paquita Gallego”, la protagonista de una de las telenovelas más vistas en aquella

época en Colombia. Aunque luchaba por tenerlos, sabía que los zapatos no harían ni la más

mínima parte del trabajo; sabía que tendrían que pasar muchos años para que mi figura

pudiese asemejarse a la de aquella mujer que casi toda mi generación admiraba y que ello

involucraría, además, grandes sacrificios de mi parte. Sabía, en síntesis, que esa mujer no era

una niña como yo, y que, si yo quería ser como ella, primero debía convertirme en mujer.

A diferencia de lo que en mi época sucedía –y eso que en ese caso ya era demasiado malo-

los modelos en los que anhelan convertirse nuestras niñas no son encarnados por mujeres

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

13

como Paquita, sino por niñas que, a diferencia de mi generación, no tuvieron que esperar a

crecer para convertirse en lo que a las grandes empresas les parece deberían ser.

El uso de figuras infantiles en la publicidad ha tomado fuerza durante los últimos años. Tanto

las empresas que agencian directamente lo que en occidente hemos entendido por belleza,

como aquellas que indirectamente resultan agenciándola también, han recurrido a la figura

de las niñas y los niños para comercializar sus productos y de esta manera han puesto en

circulación esa nueva representación de la infancia de la que hablábamos algunos párrafos

atrás.5

Esta nueva representación, trae consigo lo que algunos autores denominan la

“hipersexualización de las niñas” de la que, por ejemplo, da cuenta la edición

diciembre/enero de 2011 de la revista Vogue6; una representación que, además, nos exige un

análisis desde múltiples perspectivas.

5 El auge de la presencia infantil en los comerciales de televisión, al decir de Joaquín Ortiz Tardio, investigador

principal de un estudio realizado con profesionales del Hospital de Jerez de la Frontera en Cadiz España, “[…]se

debe al papel que como consumidores tienen dentro del presupuesto familiar, al incremento de la capacidad

adquisitiva de los menores, a la creciente influencia de los niños sobre el consumo familiar y al interés por

incorporar cuanto antes a los niños a la actual sociedad de consumo. (Diario el País, 12 de junio de 2007). 6 Para más información consulte: http://www.eluniversal.com.mx/estilos/67431.html

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

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Pregunta problematizadora

¿En qué consiste y cuáles son los efectos de la Hipersexualización de las niñas y los niños en la

sociedad?

Esta pregunta se relaciona con las siguientes:

¿El uso de figuras infantiles en la publicidad valida nuevas representaciones acerca de la infancia?

¿En qué consisten dichas representaciones y cuáles son efectos sociales, culturales y económicos

que dichas representaciones conllevan?

Objetivo general

Explorar la idea de una “pedofilización de la sociedad” mediante el análisis de imágenes publicitarias,

con el fin de (re) crear la noción de infancia en la actualidad, y revisar las implicaciones de esta noción

en las prácticas pedagógicas.

Objetivos específicos

Examinar el fenómeno de la publicidad con miras a develar la explotación de la sensualidad

infantil que afecta, principalmente, a las niñas.

Reconstruir el camino conceptual y disciplinario que retoma el análisis de la infancia desde, al

menos, las siguientes perspectivas: mercado, género y estereotipos.

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

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Referentes conceptuales

Infancia

La primera pregunta que habría que responder en medio de la comprensión que el fenómeno

de la erotización de las niñas y los niños exige, está en relación con la idea misma de la

infancia y los factores que influyen en su actual definición. Lo anterior, a sabiendas de que

dicha población no ha tenido la misma importancia al interior de las sociedades nacidas en

el seno del mundo occidental y la que se configura como su historia. De hecho, Torrado y

Piracón (2009), basándose en autores como Postman (1995), Corea (1999), Steinberg y

Kincheloe (2000), Buckingham (2002), entre otros, señalan que “[…] la infancia, en cuanto

categoría social, no es estática y se debe analizar en contextos históricos específicos y en el

marco de unas relaciones sociales, políticas y económicas particulares” (p. 18).

Para comenzar, cabe anotar pese a que autores como Kirchhofer (1999) no dejan de reconocer

que aún son muchas las conquistas pendientes en torno a la infancia; el siglo XX fue, en

definitiva, el siglo del niño. No obstante, para comprender a qué se refieren los dos puntos

que convergen en la anterior afirmación, es necesario detenerse en la historia de la infancia

como concepto y las múltiples transformaciones de las que ha sido objeto.

En este sentido, lo primero que habría que decir es que su construcción, al menos como

categoría o concepto, es una conquista producto de múltiples esfuerzos en la historia más

reciente de la humanidad; esto no significa en modo alguno que las niñas y los niños no

existieran hasta antes de ese momento; a mediados del siglo XIX, en el que muchos sitúan el

nacimiento de la infancia (Ariès 1960, Diker, 2009); sino que, solo hasta ese momento

específico de la historia, son concebidos en el imaginario social como una población

decididamente diferente a la de los adultos y en este sentido, objeto de otras demandas que

hasta entonces no habían sido consideradas.

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

16

A la luz de lo anterior, parece lógico preguntarse por la idea o representación de la infancia

antes de la era moderna, pues se insiste en que su reciente introducción en el imaginario

social, no significa que de la misma manera, esto es, recientemente, los niños y las niñas

hayan comenzado a vivir; ellos han existido independientemente del lugar que han ocupado

en las representaciones de determinada sociedad histórica, la pregunta es ¿en qué consistía

entonces la forma de representación que precede al nacimiento de la infancia como concepto

o categoría a mediados del Siglo XIX?

Siguiendo las divisiones de la historia convencional, el momento histórico que antecede a la

Modernidad, se conoce como la Edad Media; transcurrida entre los siglos V y XV de la

civilización occidental. Cabe resaltar que durante este momento específico de la historia,

además de la oscuridad en la que parecía estar sumido el mundo, la infancia como categoría

o representación primaria a nivel social no tendría lugar alguno, de hecho, siguiendo las ideas

Ariés (1960), esta etapa de la vida que hoy es objeto de políticas públicas a nivel mundial,

no tendría ningún valor para la sociedad característica de aquella época; las niñas y los niños

eran considerados una especie de adultos en miniatura que habrían de superar esta primaria

etapa de la vida sin mayor inconveniente, después de todo, “[…] la infancia era una época de

transición, que pasaba rápidamente y de la que se perdía enseguida el recuerdo” (Ariès, 1960,

p. 2).

El estudio realizado por Ariès (1960), parte del análisis que suscitan algunas obras de arte

características del medio Evo. En ellas, no existe una clara representación de las niñas y los

niños más allá de su concepción como adultos en miniatura; como una versión a escala

reducida de los adultos. De hecho, el autor sostendrá en este sentido que;

Una miniatura otoniana del siglo XI nos da una impresionante idea de la deformación que el artista hacía

sufrir a los cuerpos de los niños y que nos parece ajena a nuestros sentimientos y a nuestra intuición. El

tema es la escena del Evangelio en la que Jesús pide que se le acerquen los niños, y el texto latino es claro:

parvuli. Ahora bien, el miniaturista agrupa alrededor de Jesús a ocho hombres verdaderos, sin ningún rasgo

de la infancia, los cuales han sido simplemente reproducidos a tamaño reducido. Sólo su talla los distingue

de los adultos. En una miniatura francesa de fines del siglo XI, los tres niños que resucita San Nicolás han

sido igualmente reducidos a un tamaño inferior al de los adultos, sin ninguna otra diferencia de expresión

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

17

o de rasgos. El pintor no dudará en dar a la desnudez del niño, en los pocos casos en que aparece desnudo,

la musculatura del adulto. Así, en el Salterio de San Luis, de Leyden, fechado a finales del siglo XII o

principios del siglo XIII, Ismael, poco después de su nacimiento, tiene los abdominales y los pectorales de

un hombre. A pesar de un mayor sentimiento en la representación de la infancia, el siglo XIII permanecerá

fiel a ese procedimiento. En la Biblia moralizada de San Luis, las representaciones de niños se vuelven más

frecuentes, pero éstos sólo se caracterizan por su talla. (1960, p.1).

Dicho de otra manera, el arte característico de aquel momento no lograba, siguiendo las

elucubraciones del autor, captar la esencia de la infancia, por lo menos no de una manera

similar a la que siglos después se haría posible. Desde luego, esta especie de incapacidad

para representar la candidez a la que hasta hace poco parecía remitirnos la infancia, no podía

justificarse como una inhabilidad generalizada entre los artistas, sino más bien como el

reflejo de una sociedad en la que, en definitiva, la infancia carecía de representación alguna.

El máximo sentimiento que las niñas y los niños despertaban en la sociedad que el historiador

retrata, se conoce como mignotage o mimoseo; una actitud que describe, en síntesis, el interés

de los adultos en los niños durante sus primeros años de vida, puesto que representaban una

pequeña cosa en extremo divertida.

En definitiva, el desinterés existente en la Edad Media cuando de los niños y las niñas se

trataba resulta evidente y, por lo tanto, cabría esperar en este orden de ideas, que las prácticas

de crianza e instrucción de las que son objeto durante este lapso de tiempo histórico, limiten

incluso con lo que ahora parece una innegable crueldad e insufrible maltrato.

Empero, las cosas no permanecerían inmutables a través del tiempo, pues en los albores del

siglo XIV la representación de las niñas y los niños comenzará, paulatinamente, a cobrar

importancia y con ello se producirá, alrededor de 4 siglos más tarde, el surgimiento de lo que

Ariès (1960) denomina “Sentimiento moderno de infancia”. Este último indica, grosso modo,

el reconocimiento de la infancia como una etapa de la vida con especificidades que no solo

la diferencian, sino que además la contraponen al mundo de la gente adulta.

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

18

Desde luego, ideas como ésta se cimentan en los antecedentes que planteamientos como los

de Rousseau (1712–1778) constituyeron en tiempos precedentes. De hecho, son las

reflexiones de éste autor en torno al desarrollo del niño mediante la escritura del Emilio y,

años después, los estudios realizados por Jean Piaget (1896–1980) alrededor de la

psicogénesis del conocimiento, elementos que, entre muchos otros, resultarían de vital

importancia en el establecimiento de la infancia como concepto en la modernidad. Dichos

planteamientos, abrirían, al menos en parte, el mundo de las niñas y los niños a la ciencia y

con ello, atizarían la diferenciación existente entre esta época particular de la vida y aquella

conocida como la adultez.

En síntesis, esa etapa de la vida que en medio de las representaciones sociales que tenían

lugar en la Edad Media no era más que un momento de transición sin importancia, toma

pausadamente una fuerza tal que, a mediados del siglo XIX, las prácticas realizadas al interior

de las escuelas y en el seno de las familias se vuelcan sobre las niñas y los niños y la búsqueda

del que se consideraba era su bienestar.

Ahora, el problema tras el surgimiento de esta concepción, que siguiendo las ideas de

Steinberg y Kincheloe (2000) tiene su auge entre 1850 y 1950, es la reducida caracterización

en la que encasilla a las niñas y los niños en aquel momento. En palabras de Diker (2009), la

infancia gestada en este momento específico de la historia, no será de ninguna manera una

infancia cualquiera, pues ideas tales como la pureza, la ingenuidad y la inocencia, son las que

terminan asociándose a la imagen de las niñas y los niños durante esta época.

Lo anterior equivale a decir que la preocupación por los niños y las niñas acontecida en la

modernidad se consolidaría a partir de una concepción específica acerca de esta etapa de la

vida que no solo limita con la ingenuidad sino también con la negación de todas las pasiones

que habitan a los seres humanos desde el momento en el que inicia su desarrollo. De hecho,

siguiendo las ideas de Amador (2012):

[…] los niños y las niñas, considerados adultos pequeños hasta bien entrado el siglo XVI

[para Ariès es el siglo XIV] en Europa, ingresaron en una atmósfera de fragilidad, carencia y

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

19

minoridad motivada por una nueva percepción social y cultural en la sociedad adultocéntrica.

(p. 74).

La concepción de la infancia que se gesta en la modernidad sostiene que la ingenuidad, la

pureza, la inocencia y la fragilidad son características comunes a todos los niños y las niñas

y que cualquier personalidad que se salga de estos límites va en contra de la naturaleza que

caracteriza a los infantes.

Como cabría esperar, la escuela no escapa a los efectos de esta definición moderna de infancia

al referirse al niño como un sujeto vacío que debía convertirse en receptor de aquellos modos

de ser y hacer que se legitiman en la escuela. Para Graziano (2010):

La modernidad educativa pensó la infancia en términos de carencia o de vacío. El infante se

constituyó simultáneamente en alumno concebido como receptáculo institucionalizado vacío

a llenar de saberes, como cuerpo salvaje a disciplinar, como afasia a superar con la palabra

correcta. (p. 27).

En síntesis, la modernidad será el escenario en el que se conjuga el fruto de múltiples

acontecimientos y se instaura una visión acerca de la infancia que no solo es opuesta en todos

los sentidos a la etapa de vida adulta, sino que además la establece como un objeto de

instrucción y regulación a manos de instituciones sociales tales como escuela y la familia

primordialmente.

Como cabría esperar, la que podría decirse es la aparición de los niños y las niñas al interior

de las representaciones sociales características de este momento específico de la historia, no

solo promueve una nueva concepción acerca de la infancia, sino que además se convierte en

la base a partir de la cual se construyen cientos de iniciativas y/o propuestas en favor de las

niñas y los niños. De hecho, basta analizar algunas apuestas de las ONG tras la segunda

guerra mundial, los objetivos perseguidos por más de un gobierno en materia de infancia e

incluso la consolidación de tratados internacionales en pro de los niños y las niñas para

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

20

comprender la manera en que se afianza el llamado siglo del niño, momento histórico

posterior al siglo XIX.

Ahora, llegados a este punto es posible reconocer que una mirada rápida en torno a esta última

cuestión, podría revelar ante los ojos del lector la existencia de un momento histórico que

aún con todos sus inconvenientes, resulta ser de vital importancia para el reconocimiento de

las niñas y los niños en medio de una sociedad que en los siglos precedentes los había

mantenido marginados; no obstante, y en ello Graziano (2010) será enfática, el

reconocimiento que allí se gesta en torno a la infancia es, en realidad, superficial; de hecho,

es el producto de la subjetividad que le es negada a cada infante y la erradicación de cualquier

diferenciación que pudiera introducir cambios significativos en el análisis que se venía

produciendo en torno a la infancia, en palabras de la autora (2010):

Lejos del reconocimiento se encuentran los hipócritas reclamos de punibilidad temprana, el

filisteo interés por el pequeño consumidor o la banal participación en las formas instituidas

del amor adulto. Tenemos problemas para valorarla [esto es, la infancia] como experiencia

creativa de lo humano que está constituyéndose, inventándose o creándose. (p. 28).

Por fortuna, la reducida definición de infancia propia de la modernidad es puesta en jaque

tras la llegada de la contemporaneidad, una época particular caracterizada por lo que Amador

(2012) denomina “La crisis del sujeto”. En ella, todos los universales que hasta hacía poco

tiempo, habían acompañado el desenvolvimiento de la raza humana y su accionar en el

mundo, entran en una crisis que deja sin piso las visiones univocas acerca de la ciencia y el

universo e incluso, evidencian los límites de algunas disciplinas ya constituidas como la

psicología, la medicina o el derecho cuando de comprender al hombre y sus conflictos se

trataba. Desde luego, la concepción de infancia no escapa a esta apertura o redefinición y

comienzan a hacerse visibles otras maneras de habitar el mundo en medio de esta particular

etapa de la vida.

No obstante (y en ello radica una parte fundamental del fenómeno objeto del análisis

propuesto), en algún punto específico y en medio de las conceptualizaciones que tras la

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

21

contemporaneidad se hicieron posibles, se malentendieron las posibilidades de la infancia,

en la medida en que, las pocas veces en las que no se lanzó a las niñas y los niños al mundo

sin tomarles de la mano ni preocuparse por lo que Durkheim (S.F) diría era una introducción

paulatina de los mismos en la cultura; fueron descubiertos como medios infalibles para

promover el consumo y peor aún, como objetos susceptibles de ser consumidos.

Pederastia corporativa e hipersexualización de la infancia

Con el objetivo de analizar los elementos involucrados en la erotización de la infancia y su

particular definición como objeto apto para el consumo de las generaciones adultas, es

necesario detenerse en 2 conceptos básicos y los desarrollos teóricos que los acompañan. Por

un lado, se encuentran los planteamientos de Alissa Quart (2004) en torno a la “pederastia

corporativa”, y por el otro, la “hipersexualización de la infancia” a la que alude Noguera

(S.F) en medio del análisis que le suscita la situación actual de la infancia.

Para poder introducir las ideas de Quart (2004) es necesario retomar lo que en términos de

Torrado y Piracón (2009) se denomina como el “Síntoma del discurso”. La infancia como

categoría o concepto, siguiendo los planteamientos de los autores mencionados, se respalda

en la idea foucaltiana de que el sujeto es producto de un discurso con la potencia suficiente

para crear dispositivos de control y domesticación específicos. Dispositivos que hacen

posible la regulación de los cuerpos en relación con una serie de ideales particulares.

Basándose en este planteamiento, la infancia gestada en la modernidad estaba íntimamente

relacionada con la idea de futuro:

El niño no era presente, al contrario, era futuro, potencialidad pura. Los niños debían de ser

preparados para ser los ciudadanos del mañana, eran sujetos que en el presente estaban

gobernados por pulsiones que debían ser domadas poco a poco por la razón (teoría freudiana).

Esta condición del niño como semilla de múltiples futuros se sostuvo durante muchos años

por vía de las instituciones y generó un gran arraigo en el interior de las sociedades

occidentales y, en especial, en los contextos urbanos. (Torrado y Piracón, 2009, p. 19 – 20).

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

22

El síntoma del discurso al que hacen referencia los autores, aparece una vez que el consumo

y el mundo de las comunicaciones son introducidos en la sociedad y desaparecen, con ello,

las particularidades de la infancia. Para este momento, la niñez -entendida como el objeto del

discurso que emerge durante la modernidad- se instaura como presente y no como futuro. Se

asegura, en este orden de ideas que,

El niño consume hoy y el niño es sujeto ciudadano hoy, sin interesar cuál sea su futuro. Este

síntoma no habla de la desaparición de la categoría infancia, sino de cómo los sujetos que a

ella se adscribían ya no lo hacen. (Torrado y Piracón, 2009, p. 20).

Ahora, esto que los autores denominan como el “síntoma del discurso” se encuentra ligado a

la idea del “niño consumidor”; punto clave en medio de la comprensión que exigen los

postulados asociados a la aparición de las nuevas infancias. Los autores sostienen que en

medio de las condiciones que la sociedad actual ha hecho posibles -esa en la que el niño no

es futuro, sino presente- la infancia ha comenzado a ser “[…] tratada como un segmento de

la población hacia el cual dirigir una publicidad”. (p. 22).

Este nuevo tratamiento revierte, en términos de los mismos autores, las ideas asociadas a la

infancia gestada en la modernidad, una vez que transforma al niño en un sujeto con la

capacidad suficiente para “[…] mover cifras descomunales de dinero e, incluso, manejar

segmentos del mercado demasiado amplios para sus cortas edades”. (p. 23).

A la luz de todo lo anterior, la lectura en torno a las ideas de Quart (2004) adquiere mayor

sentido. Para esta autora, las generaciones nacidas en la década de 1980 y de ahí en adelante

todas las demás generaciones, fueron transformadas en el objetivo principal del marketing y

la publicidad una vez que se les descubrió como motores principales en medio de las compras

realizadas por cada familia; en otras palabras, los niños, las niñas y los adolescentes se

convierten en el principal blanco de las estrategias publicitarias al ser entendidos como

factores de vital importancia en las decisiones de compra efectuadas en cada hogar.

Retomando los planteamientos de Quart (2004), “En el fragor de la competencia, los

marketers comenzaron a bucear cada vez más hondo en la mente de los niños, y se dieron

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

23

cuenta de su inmenso potencial en términos de beneficios económicos”. (p. 26). De hecho,

según Torrado y Piracón (2009), el potencial en materia de consumo asignado a las niñas, los

niños y los adolescentes, es ampliamente reconocido por publicistas de la talla de Lindstrom,

cuando sostiene que los chicos de hoy no solo han crecido más rápido, además, “Poseen más

poder personal, más dinero, influencia y atención que cualquier otra generación anterior a la

suya”. (p. 23).

Ni siquiera la recesión económica de fines de los ochenta, afecta decididamente el fenómeno

de la publicidad infantil; Quart (2004) reconoce que durante la crisis el ímpetu de dicha

publicidad mengua por un tiempo; sin embargo, una vez que la economía logra estabilizarse

nuevamente a principios de la década de 1990, resurge la fuerza de la publicidad y el

marketing dirigido a las niñas, los niños y los adolescentes. Para aquel momento, las

estrategias de publicidad no escatimaron en gastos ni esfuerzos, todas las certezas e incluso

las incertidumbres características de esta etapa de la vida, serían utilizadas como un medio

para fomentar el consumo irreflexivo de las marcas en pugna. Siguiendo las ideas presentadas

por la autora (2004):

Todos estos marketers especializados en los jóvenes no querían otra cosa que vender sus

productos. Y lo hacían, aunque fuese a costa de explotar los miedos de los jóvenes de

convertirse en unos inadaptados sociales o de no resultar físicamente atractivos. (p. 28).

Para Quart (2004), las niñas, los niños y los jóvenes son redefinidos como los

bienaventurados herederos del capitalismo, “[…] como un nuevo proletariado, integrado por

niños que trabajan principalmente para consumir más” (p. 34).7

7 Incluso, retomando las ideas expresadas por Torrado y Piracón (2009) y la lectura que ambos autores realizan

en torno a los planteamientos de McNeil (1993), las niñas, los niños y los adolescentes son consumidores en

más de un sentido; en otras palabras, son por un lado, blanco óptimo de la publicidad, agentes de innegable

influencia en materia de compras; por el otro y a su vez, serán los potenciales compradores del futuro. Así las

cosas, seducir y colonizar este fragmento del mercado, se convierte en una necesidad de primer orden.

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

24

En síntesis, la idea que socaba las estrategias de marketing y publicidad a partir de la década

de 1980, -y que encarna la pederastia corporativa- es simple pero poderosa: “Gánatelos

mientras son jóvenes”, no importa las consecuencias, no son relevantes los principios éticos

que deban invertirse, es necesario asegurar el consumo de las generaciones venideras.

Lo más preocupante, en medio de lo que Torrado y Piracón (2009) refieren como el ascenso

del mercado y su establecimiento como sistema privilegiado en medio de lo que le atañe a

las relaciones humanas, es la potenciación de lo que en el campo de la psicología y la filosofía

se conoce como la prevalencia del goce; es decir, el establecimiento de relaciones efímeras,

instantáneas e incluso carentes de sentido con objetos de consumo que producen en alguna

medida una sensación de placer.

De hecho, sorprende la calidad del acervo de información que los chicos promedio tienen

acerca de las marcas más reconocidas en el mundo de la moda, información que, según Quart

(2004) deriva en una suerte de obsesión que no solo los mueve al consumo desenfrenado en

torno a dichas marcas, sino que además, potencia en su interior la sensación de que al

consumirlas logran apropiarse de los signos que acompañan la edad adulta y con ello, además

de producirse a sí mismos una sensación de placer, se economizan el paso por la infancia o

la niñez.

La nueva lógica que circula en torno a la infancia gracias a la acción de la publicidad a la que

Quart (2004) hace referencia, le abre el paso a lo que Noguera (S.F) denomina la

“hipersexualización de la infancia”, encarnada en la variedad de imágenes que circulan a

través de los massmedia y de las que se habló en el planteamiento del problema.

Esta hipersexualización se refiere a la utilización y explotación de la sensualidad infantil,

principalmente la de las niñas, como estrategia publicitaria sin restricciones de ninguna clase.

Este fenómeno, “[...] merece ser examinado con mayor atención, en la medida en que los

niños han sido objeto de un fuerte apego comercial siendo descubiertos como consumidores

y, al mismo tiempo, como objetos a ser consumidos”. (Noguera, sf. Citando a Guizzo, 2003,

p. 5).

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

25

Lo más delicado, además de la vulneración que dicho fenómeno constituye en medio de una

sociedad que se dice busca el máximo bienestar de las niñas, los niños y los adolescentes,

radica siguiendo los planteamientos de Noguera (S.F), en el consumo irreflexivo e incluso

indiferente que la sociedad hizo respecto a estas imágenes y las lógicas que las sustentan.

Al parecer, la capacidad analítica de la sociedad alcanza para rechazar todas aquellas

acciones que vulneran de forma evidente el desarrollo de las niñas, los niños y los

adolescentes, como es el caso de las violaciones y los asesinatos; no obstante, cuando se trata

de una vulneración menos explícita, como lo es la sobreexplotación de la sensualidad infantil

a través de los medios de comunicación, pocos sectores de la sociedad logran esgrimir

argumentos con la potencia suficiente para develar la naturaleza e implicaciones de la

problemática que allí se esconde.

En otras palabras, la sociedad, consumidora irreflexiva de lo que aparece en los medios de

comunicación, ha respaldado la utilización desmedida de las niñas y los niños por parte de la

publicidad, se ha convertido en una sociedad que recrimina el abuso sexual de menores y la

violación de los que se dice, son sus derechos, a la vez que aplaude la coronación de Little

Miss Sunshine 8 . Una sociedad que en palabras del Nobel colombiano (1972) se ha

transformado en la desalmada abuela de la cándida Eréndida o en términos de Guizzo (2013,

citado por Noguera, sf), una sociedad pedofilizada que recrimina las que a todas luces se

constituyen como violencias en contra de las niñas y los niños, pero que acolita las

transgresiones que se escoden bajo el cabello y las pestañas postizas.

8 Término tomado a propósito de la película dirigida por Dayton, Jonathan y Faris, Valerie, en el 2006 en los

Estados Unidos, llamada Little Miss Sunshine.

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

26

METODOLOGÍA

El estudio que aquí se propone, encierra las características de una exploración documental.

Ésta se caracteriza por “reunir, seleccionar y analizar datos que están en forma de

“documentos” producidos por la sociedad para estudiar un fenómeno determinado” (Gómez

et al, sf. p. 5). En este caso, la investigación remite a la revisión de algunas imágenes sobre

la infancia, especialmente de niñas, que dan cuenta del concepto central que acompaña el

desarrollo del presente informe, es decir, la pedofilización de la sociedad.

Para constituir el archivo visual, se toman “materiales que a menudo existen ya y que,

principalmente, se seleccionan y documentan, y no tanto se producen con fines de

investigación” (Banks, 2010, p. 17). La investigación a partir de datos visuales es una

perspectiva de la investigación cualitativa que ha cobrado importancia en los últimos años, y

ofrece medios, técnicas y métodos de comprensión de los fenómenos o problemáticas (en

este caso la infancia) a través de un elemento que, en palabras del mismo autor, está “[…]

omnipresente en la sociedad […]” (p. 22).

Las imágenes seleccionadas 9 responden a ejemplificaciones de los conceptos centrales

desarrollados durante la investigación: infancia, pedofilización de la sociedad y pederastia

corporativa. Cuando digo que los ejemplifica, me refiero a que hacen posible la

reconstrucción de los análisis conceptuales y disciplinarios que tienen a la infancia como

centro o eje de su discurso, a la luz de postulados y perspectivas que se ocupan del mercado,

el género y los estereotipos. Imágenes que ilustran los conceptos, en la medida en que

permiten develar el fenómeno de la erotización infantil y evidencian la fuerza con la que

recae sobre la representación de las niñas y la que se constituye como su sexualidad.

Finalmente, imágenes que ejemplifican la preocupación central de esta investigación, en la

9 Las imágenes seleccionadas son: Fotografías tomadas por Sharif Hamza para la edición diciembre/enero de la

revista Vogue en 2011, páginas 7 y 8; Fotografía tomada por Steven Meisel para Prada Group en 2015; página

9; Concurso Miss Tanguita. Santander - Colombia. 2015, páginas 9 y 10.

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

27

medida en que, desatan una reflexión en torno a la actual representación de la infancia y los

retos que como sociedad tendríamos al respecto.

Entre las imágenes revisadas, destaco los comerciales en los cuales las multinacionales

utilizan a los niños como meta y al mismo tiempo, como objeto de sus comerciales. Un caso

específico es el de Mattel, empresa creada en 1950 por los esposos Ruth y Elliot Handler (co-

fundadores de la multinacional junto con Harold Matson), que a través de la Barbie inunda

los espacios publicitarios de la televisión nacional. Haciendo uso de un lenguaje que nosotros

los espectadores deberíamos analizar con mayor atención, la muñeca de medidas perfectas,

se despide de las niñas con lo que, me parece, es un imperativo muy sutil; “Se lo que quieras

ser, se una Barbie girl”.

Las imágenes seleccionadas, cumplen un doble propósito: estudiar la infancia y a su vez,

estudiar las imágenes como representación de la infancia. Ello es posible, en tanto la infancia

se convierte en objeto y sujeto de la comercialización; un fenómeno que es posible analizar,

siguiendo las ideas de Alvarado (2012), desde al menos tres perspectivas:

1. El mercado. Hace un par de décadas que la industria se ha enfocado en el mercado infantil, creando

una serie de productos que van de la comida a la vestimenta, pasando por los juguetes y hasta los

programas de televisión. Es precisamente en la televisión donde se proyectan modelos de niños usando,

comiendo o jugando con productos que los hacen aparentemente felices. A muy temprana edad se

siembra en ellos la necesidad del consumo. Y muchos de los padres, a su vez consumistas irreflexivos,

no ven ningún problema en rodear a sus hijos de productos.

2. Los estereotipos femeninos. Este aspecto va de la mano del primero. Desafortunadamente, la

mayoría de las marcas de ropa, maquillaje y accesorios, reproducen estereotipos femeninos negativos,

que van de la mujer como objeto decorativo (lindo, sumiso, obediente, siempre dispuesto al placer

ajeno), hasta llegar a la mujer como objeto sexual. Es cierto que muchas de nosotras jugamos con la

ropa y el maquillaje de mamá, pero no era más que un juego, una puesta en escena donde ensayábamos

comportamientos e identidades. El problema con la erotización precoz de las niñas a través de los

medios de comunicación, es que deja de ser un juego y se convierte en una "aspiración" que presenta

patrones de conducta que limitan las posibilidades para que cada niña imagine y forme de manera

creativa su propia identidad.

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

28

3. Sexismo. Los medios transmiten una cantidad increíble de mensajes, sin embargo, los que suenan

más fuerte no son precisamente los que fomentan la compasión, el respeto o la curiosidad de los niños.

La mancuerna industria-medios de comunicación parece insistir en que hay uno, si acaso dos modelos

de mujer deseable. No exagero: en el departamento de niñas de una tienda departamental me encontré

con un corpiño talla 8 con relleno. Y hace poco me invitaron a una fiesta infantil temática: spa y

pasarela. No tengo nada en contra del spa, el maquillaje y la ropa. Lo que me llama la atención es que

sea el mensaje dominante, a tal grado que las niñas se obsesionen por su apariencia antes de aprender

a andar en bicicleta. (p. 24).

Hasta el momento solo podemos sostener que el hecho de pensar la infancia como una

población que está en riesgo, siguiendo las ideas de Noguera (sf), parece confirmar la

necesidad de que existan diversos organismos aptos para desplegar toda una serie de

estrategias y medidas capaces de mitigar dicho riesgo.

Las últimas décadas han sido testigos de una preocupación cada vez más insistente sobre la infancia.

En particular el trabajo infantil, el abuso sexual y la violencia han concentrado la atención de expertos,

organismos internacionales, medios de comunicación, organismos gubernamentales y ONG's.

Estadísticas, denuncias, estudios de caso, conferencias y reuniones, medidas legislativas nacionales y

acuerdos internacionales han tenido como tema privilegiado la situación de la infancia en el mundo,

en particular en el llamado Tercer Mundo (p. 1).

Sin embargo, el mismo autor sostendrá que las ideas a partir de las cuales se gestan todos los

discursos y cruzadas a favor de la infancia deben ser examinadas con mayor detalle, pues nos

sumen a nosotros como sociedad y ellos como organismos, en más de una contradicción:

Si el trabajo es una actividad negativa para el desarrollo adecuado de la infancia, ¿por qué miles de

niños y niñas lo reivindican como un derecho?; (por ser niños, ¿estarán equivocados?) Si el abuso

sexual es un crimen que hay que perseguir y castigar severamente, ¿por qué se tolera la erotización de

niños y principalmente de las niñas en los medios masivos de comunicación? Si los niños merecen

protección ¿por qué cada vez más los adultos se protegen de los niños? (Noguera, sf, p. 2).

Pasamos, como he desarrollado con mayor amplitud en los apartados que siguen, de una

“pederastia corporativa”, retomando los términos de Quart (2004), caracterizada por la

circulación de publicidades pensadas para despertar en los adolescentes el deseo de poseer

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

29

elementos materiales que en algún punto los hicieran semejantes a los grandes ídolos de su

época, a una “pedofilización de la sociedad” en la que los cuerpos de las niñas y los niños

son explotados por los medios de comunicación y la publicidad, ante la mirada millones de

espectadores al parecer demasiado irreflexivos.

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

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HALLAZGOS

Los hallazgos que aquí se presentan, tienen que ver fundamentalmente con los

cuestionamientos que este ejercicio investigativo suscitó en mi interior e implantó en mi

vocación de maestra. Dicho de otra manera, en este apartado presento algunos elementos que

enriquecen las reflexiones elaboradas hasta ahora; reflexiones ancladas en la práctica

pedagógica de una maestra para la primera infancia, más exactamente, en los retos que la

pedofilización y la pederastia, entendidos como fenómenos sociales que afectan directamente

a las nuevas generaciones, nos presentan a nosotros, los que hemos elegido convertirnos en

maestros.

Ahora, me refiero a la práctica pedagógica y hago un llamado a los maestros, basándome en

la idea de que la elección de la enseñanza, no solo como oficio, sino también como una forma

de estar y vivir en el mundo, encierra una responsabilidad de inmensas proporciones, pues

entiendo, junto con Martínez (2010), que los propósitos de la educación, esto es, la formación

de sujetos capaces de pensar por sí mismos, actuar sobre la base de juicios razonables y

emprender el cuidado de sí mismos y de los otros, no puede desligarse de lo que el maestro

es; de lo que ejemplifica con su propia existencia. La pregunta es ¿cómo sumarnos a la

práctica de una educación razonable, sensata y responsable capaz de hacerle frente a los

peligros que se masifican en nuestra sociedad y van en detrimento de los más pequeños?

Este último cuestionamiento no es, desde ninguna perspectiva, un asunto fácil de resolver,

aunque sospecho que, de una u otra manera, es una inquietud de quienes hemos optado por

la educación como filosofía de vida y bandera. No obstante, también sospecho que la

literatura acompañada de los que son sus múltiples personajes y universos, ofrece una serie

de metáforas que me permitiré usar con el único objetivo de ejemplificar qué tipo de maestros

es el que, considero, necesitan las niñas y los niños en nuestras escuelas10; maestros capaces

10 Para una elaboración más amplia sobre lo que significa la escuela en el entramado social de la publicidad y la belleza, remito al artículo Rodríguez, Hilda Mar e Isaza, Laura Elena, 2016, La escuela es para estudiar, no para desfilar; Miño y Dávila, Buenos Aires, pp. 37-48.

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

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de construir con ayuda de sus estudiantes, herramientas que les permitan resistir y analizar el

mundo en el que han sido puestos pero que, lastimosamente y como señalo a lo largo de este

informe, no siempre les protege.

Geppeto; el carpintero

Este obstinado personaje al que Meireiu (1998) se refiere con admiración, es un hombre

humilde con un oficio más humilde todavía; el de carpintero; no obstante, él será el que

acompaña a Pinocho en medio del camino que la vida necesita para llamarse así misma vida

y con ello referir la existencia. El viejo carpintero se había propuesto desde hacía tiempo la

fabricación del títere; propósito que a su juicio parecía sencillo, solo era necesario encontrar

el madero perfecto para lograrlo. Sin embargo, siguiendo las ideas de Meirieu (1998), la

fabricación del títere no sería una tarea tan sencilla; de hecho, Geppeto se encaminará de ahí

en adelante en una serie de aventuras que palabras más palabras menos, metaforizan la

formación objeto del acto educativo.

Pinocho, no menos inquieto y apasionado por descubrir el mundo que nuestros estudiantes,

terminará metido en cuanto lío le es posible, y aunque no siempre lo hace manera consciente,

se resistirá a la mayoría de los intentos que su padre realiza con el propósito de educarle. Esto

no significa en modo alguno, que Pinocho no le ame o no agradezca su ayuda, ni siquiera se

trata de que no disfrute de su compañía o que incluso no lo necesite, es solo que, en el hecho

mismo de fabricar a otro, hay algo que escapa a la voluntad de quien fabrica y ese algo

es precisamente quien está siendo fabricado.

Lo más sorprendente en toda esta historia, es que el viejo carpintero no declina su papel como

formador del muñeco de madera, sin importar la magnitud del lío o la travesura que este haya

realizado. Desde luego, a veces se siente cansado, en ocasiones pierde la cabeza y en otras

tantas se entristece, pero jamás se rinde. Geppetto comprende junto con Meirieu (1998) que

“[…] la educación no adviene por milagro un día de Pentecostés. [Y que, por el contrario]

hay que intentar con obstinación” (p. 40).

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

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Momo; la niña que sabía escuchar

Junto a la idea de maestro que Geppeto encarna aparece Momo, una chiquilla que desconoce

cuántos años tiene y que ha llegado por los avatares del destino hasta las ruinas de un teatro

al interior de una gran ciudad.

Momo es una chica de pocas palabras; tan solo mira detenidamente a quienes le hablan y

suele mover la cabeza como muestra del interés que en ella suscitan las palabras que otros le

dirigen. Tiene una forma simple, pero a la vez mágica de relacionarse con quienes la rodean,

incluso, entre los habitantes de la ciudad, se comenta que Momo es de gran ayuda cuando

hay que solucionar un problema en el que varias personas están involucradas o que,

simplemente es experta en escuchar las palabras provenientes de aquellos pensamientos que

no todos suelen comentar a viva voz con otras personas.

La escucha que caracteriza a esta chiquilla me parece ejemplifica una actitud a la que nosotros

los maestros, o por lo menos yo, quisiera ser más proclive. Contrario a lo que en ocasiones

podría pensarse, los chicos y las chicas que llegan hasta nuestras escuelas no necesitan con

urgencia aprender a sumar o dividir, tampoco necesitan con premura comprender la ubicación

de nuestro país incluidos departamentos y capitales, ni siquiera es de extrema urgencia la

adquisición del código convencional de lectura y escritura, a veces lo único que un chico

necesita es alguien que lo escuche; un escenario en el que sienta la libertad para hablar y salir

al encuentro de otros que comparten algunas de las que se constituyen como sus dudas,

cuestionamientos e inquietudes. Un espacio de un matiz Socrático (si se me permite la

expresión), en el que la palabra, testigo de los interrogantes que nos habitan, sea la

protagonista.

Ahora, reconozco de antemano que la creación de espacios como éstos, representa un

verdadero reto para nosotros, la nueva generación de maestros, en la medida en que somos

hijos de prácticas educativas ancladas en la parte irreflexiva de algunas tradiciones

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

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pedagógicas que se dice, tendemos a reproducir en la que se constituye como nuestra práctica

educativa; no obstante, también reconozco la necesidad latente de iniciar la reconfiguración

de lo que se entiende cuando se habla acerca del maestro y de la que se dice, es nuestra labor.

Reconfiguración que no me cabe duda, comienza en las aulas de la institución que nos

prepara para ser maestros y se concreta en la práctica de la profesión docente.

Llegados a este punto, el reto de quién asuma la enseñanza como una forma de ser y estar en

el mundo, no parece una cuestión fácil de lograr, pero tampoco es, ciertamente, algo que deba

ignorarse, después de todo, necesitamos, siguiendo las ideas expuestas por Giroux (1997),

formar hombres y mujeres con la capacidad para reconocer-se como sujetos pertenecientes a

una sociedad que no deja de clamar por la emergencia de sujetos capaces de proponer lógicas

menos desiguales, cuidar de sí mismos y de sus semejantes.

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

34

CONCLUSIONES

Las conclusiones tejidas a lo largo del proyecto y producto de los esfuerzos analíticos

realizados, arrojaron dos perspectivas que se considera, deben leerse en conjunto y con miras

a lograr trascender el mero análisis de la problemática, para trabajar mancomunadamente en

la creación de espacios que viabilicen eso que la Ley General de Educación o ley 115 de

1994, le atañe al proceso de formación de los niños, las niñas y los adolescentes en Colombia.

Por un lado, habría que señalar entonces que, aunque la mayoría de las sociedades nacidas

en el seno de occidente ubicaron a las niñas, los niños y los adolescentes como el centro del

discurso característico del siglo XX y lo que va del XXI; su educación, formación e

instrucción reposan hoy en las ideologías que se generalizan a través de los medios de

comunicación y las redes sociales. Ya lo decía Diker (2009):

Allí donde Arendt imaginaba un adulto (en particular, un educador) que se dirigía a los recién

llegados diciendo “he aquí nuestro mundo” y que habilitaba a la infancia el ingreso al

territorio público, hoy hay miles de pantallas presentando una infinidad de mundos (reales o

virtuales, poco importa) a los que los niños llegan y de los que participan sin la intermediación

adulta […]. (p. 16).

De hecho, siguiendo los planteamientos de Torrado y Piracón (2009),

Las cifras de penetración de los medios audiovisuales de comunicación en la población

infantil son bastante amplias. La encuesta de consumo cultural realizada por el Departamento

Administrativo Nacional de Estadística (DANE), en el 2008, presenta que casi la totalidad

(98%) de niños colombianos entre 5 y 11 años han consumido televisión durante el último

mes, la mitad de ellos (52%) ha utilizado videojuegos y solo el 15% ha asistido en el último

trimestre al cine. Por otra parte, el estudio realizado por Telefónica muestra que el 30% de

los niños colombianos entre 6 y 9 años tienen un celular propio y 30% utiliza el celular de

otras personas, mientras que para la muestra entre 10 y 18 años más del 70% tiene un celular

propio. Pese a tener los promedios más bajos entre siete países latinoamericanos (Bringué y

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

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Sádaba, 2008), estas cifras demuestran que por una vía u otra los niños están en contacto

frecuente, por no decir que permanente, con las pantallas. (p. 29 – 30).

Cabe señalar que lo expresado anteriormente, no pretende demeritar los esfuerzos teóricos

gestados en torno a la que se dice es la búsqueda incansable del máximo bienestar de las

niñas, los niños y los adolescentes en una parte estimable del mundo occidental; y mucho

menos se constituye en un cuestionamiento a la materialización de dicha búsqueda en

discursos provenientes de distintas disciplinas, que se han dado a la tarea de indagar y

construir algunas reflexiones teóricas de vital importancia en la comprensión de la infancia.

De hecho, el sentido de esta conclusión y del trabajo llevado a cabo durante el tiempo de la

investigación radica, fundamentalmente, en el señalamiento de aquellas expresiones o

manifestaciones equívocas de la infancia que dejan la impresión de un gran abismo existente

entre la teoría y las que, en efecto, son las prácticas de las que las niñas, los niños y los

adolescentes terminan siendo objeto bajo el consentimiento irreflexivo de la sociedad.

La utilización de figuras infantiles en los medios de comunicación, principalmente en las

revistas y la televisión, no es algo que, siguiendo las ideas de Buckingham (2013), constituya

una verdadera novedad. Como se sostuvo anteriormente aludiendo a los planteamientos de

Quart (2004), las niñas y los niños fueron descubiertos desde hace unas cuantas décadas,

como motores efectivos del consumo generado en los hogares y en este sentido, personajes

de vital importancia en el flujo de las ventas características de múltiples marcas y productos.

Y como cabría esperar, no pasaría mucho tiempo entre su establecimiento como blanco de la

publicidad y su posterior presentación como objetos susceptibles de ser consumidos.

Empero se insiste en el mismo asunto; sostener que cuestiones como éstas no constituyen

una novedad no quiere decir que dicho fenómeno pueda y deba quedar por fuera de los

análisis que tienen a la infancia como principal foco de interés, de hecho, es en este punto en

donde aparece la segunda perspectiva a partir de la cual se hace posible la elaboración de una

conclusión, que deja más de un reto en el horizonte de aquellas instituciones sociales a las

que se les ha confiado la formación de las niñas, los niños y los adolescentes.

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

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Para Valderrama (2007), los medios de comunicación, pese a la que se asegura, es su pésima

influencia y su tendencia a la formación de masas en verdaderos antivalores, pueden

reconfigurarse bajo una perspectiva de análisis diferente y quizá un tanto más positiva. Al

respecto el autor sostendrá que:

Se considera que la enseñanza realizada por los medios se presenta en dos sentidos: el primero

se relaciona con el reforzamiento de los conocimientos técnicos y académicos a partir de los

relatos o informaciones que ellos pueden transmitir, es decir, como apoyo o refuerzo de la

enseñanza. El valor educativo radica, en buena medida, en su capacidad para transmitir más

eficazmente la información académica. […] En el segundo sentido se destaca que el valor

educativo de los medios está en su capacidad para provocar reflexiones sobre la realidad […]

porque “dicen algo”, porque invitan a hablar de asuntos que les conciernen a todos, porque

en la medida que reflejan la realidad, los temores, las búsquedas, los deseos, etc., pueden

provocar reflexiones y dejar enseñanza vitales y valederas para su desempeño [el de los

espectadores] en el mundo. (2007, p. 86 – 87).

Desde luego, los sentidos expresados por el autor, no logran develarse con facilidad y en este

orden de ideas, tampoco podría esperarse que actúen de manera espontánea en medio de los

saberes o ideas que se potencian a través de los massmedia, de hecho, es necesaria la

formación de los sujetos espectadores y a la vez, partícipes de los medios de comunicación,

en competencias que les posibiliten el análisis de lo que circula a través de dichos medios,

formación que las más de las veces, recaerá sobre la acción de la escuela y la familia.

Valderrama (2007) señala con precisión el punto álgido de los retos que debe asumir la

formación de los niños, las niñas y los adolescentes en las escuelas en lo que le atañe a los

medios de comunicación, cuando sostiene que:

Hoy, más que los mismos docentes, los y las estudiantes tienen en la mayoría de los casos

más habilidad y sensibilidad para decodificar e interpretar la información que circula por los

medios masivos de comunicación y las nuevas tecnologías de la información, pero quizá les

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

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faltan competencias para asumirla críticamente y trabajarla comprensivamente. (Valderrama,

2007, p. 91).

En otras palabras, la actual generación de niñas, niños y adolescentes -denominada de

múltiples maneras: “generación interactiva” (Brigue y Sábada, 2009), “sujeto ciborg”

(Rueda, 2004) e incluso “nativos digitales” (Prensky, 2001)-, siguiendo las ideas de

Henríquez et al (2012), “[…] se caracteriza por haber nacido con las TIC, por ser sus usuarios

primigenios; aquellos para los cuales las TIC han permeado su visión del mundo, la forma

como se comunican, cómo procesan la información o cómo se relacionan” (Henríquez et al,

2012, p. 147).

En este sentido, el compromiso de maestros y maestras no es secundario ni sencillo. Los

educadores estarían llamados, en este orden de ideas, a la creación de escenarios en los que

se movilicen múltiples reflexiones en torno a los lenguajes, pensamientos y medios a través

de los cuales se ha estereotipado y clasificado a los seres humanos desde hace tanto tiempo.

En otras palabras, todas aquellas acciones que maestros y maestras emprendan en la escuela,

al interior de cada espacio de conocimiento, y que le posibiliten a los y las estudiantes

reflexionar en torno a las múltiples representaciones sociales que se agencian a través de los

medios de comunicación, sobre todo, aquellas que están íntimamente relacionadas con lo que

se asegura es su descripción como infantes o adolescentes, podrían constituirse en un

esfuerzo estimable; en un paso de vital importancia en medio de la construcción que en

materia de infancia aún parece estar pendiente.

La infancia, a diferencia de las mujeres, las minorías étnicas y demás grupos poblacionales,

ha sido por mucho tiempo, un sector de la sociedad que no puede auto-representarse y que,

por ende, ha sido entonces agenciado por una mirada fundamentalmente adultocéntrica.

Aquellos espacios que en la escuela le posibiliten a cada niña, niño y adolescente un

verdadero empoderamiento y una compresión real acerca de sí mismos, quizá abran un

horizonte diferente en lo que le atañe a su representación y la comprensión que cada sociedad

ha logrado acerca de las que se constituyen como sus necesidades, derechos y oportunidades.

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

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Finalmente, en el caso de los padres de familia y su definición como agentes educativos

primarios, responsables de la inmersión de cada criatura en la cultura, cabría preguntarse,

fundamentalmente, por el tiempo que pasan en el seno de sus hogares, al lado de sus hijos,

dispuestos a ser padres y a responder las preguntas que el mundo en el que se desenvuelven

los sujetos le suscita a cualquier pequeño.

En otras palabras, los padres de familia tienen la misión de reivindicar su presencia ante sus

hijos y sumergirlos en mundos posibles a través de múltiples historias; hacerles sentir que no

están solos, que hay alguien dispuesto a escucharlos y aventurarse junto con ellos en el

conocimiento y cuidado de sí mismos y que, finalmente, maneras de ser hay muchas, pero

ninguna tan auténtica como la que ellos mismos puedan ingeniarse.

“La infancia como espectáculo”. Laura Elena Isaza Echeverri

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