la guerra que no se vio

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LANACION.com <http://www.lanacion.com.ar/ al> *Enfoques* Publicado en la ed. impresa: Enfoques Domingo 6 de abril de 1997 Noticias </ *Malvinas* La guerra que no se vió *Debajo de las aguas del Atlántico Sur se libró, durante el conflicto de 1982, una batalla invisible y desigual de la que hasta ahora no se conocía prácticamente nada: los poderosos submarinos británicos contra dos vetustos sumergibles argentinos. Esta investigación revela que, aún así, la Argentina no estuvo lejos de asestar los golpes que podrían haber torcido el rumbo de la guerra.* * E * n las heladas profundidades del mar austral se libró un capítulo de la guerra con Gran Bretaña del cual poco se ha hablado: las operaciones submarinas entre dos fuerzas disímiles, separadas por un abismo tecnológico y militar. La Argentina estuvo, no obstante, cerca de comprometer el desarrollo de la operación británica en el Atlántico Sur. La precariedad instrumental le jugó en contra. Quince años después de aquellas acciones, el rompecabezas sigue sin ser completamente armado. Muchas piezas se encuentran protegidas por los actores de la trama o todavía bajo los efectos de la distorsión informativa. A comienzos de 1982, la fuerza submarina de la Armada argentina se encontraba en etapa de transición, con un inventario más bien modesto: sólo cuatro unidades. Dos de ellas eran veteranos sumergibles del Tipo Guppy, de origen norteamericano, construidos a fines de la Segunda Guerra Mundial y transferidos a la Argentina en 1971: el ARA Santiago del Estero, que había agotado su vida útil y esperaba pacientemente el fin de sus días en el calor de algún horno de fundición, y su gemelo, el ARA Santa Fe, aún en servicio, pero que atravesaba dificultades casi análogas. Para entonces, y como reemplazo de estas unidades, se estaban

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Page 1: La Guerra Que No Se Vio

LANACION.com <http://www.lanacion.com.ar/ al>

*Enfoques*Publicado en la ed. impresa: EnfoquesDomingo 6 de abril de 1997Noticias </ *Malvinas*

La guerra que no se vió

*Debajo de las aguas del Atlántico Sur se libró, durante el conflicto de 1982, una batalla invisible y desigual de la que hasta ahora no se conocía prácticamente nada: los poderosos submarinos británicos contra dos vetustos sumergibles argentinos. Esta investigación revela que, aún así, la Argentina no estuvo lejos de asestar los golpes que podrían haber torcido el rumbo de la guerra.*

* E * n las heladas profundidades del mar austral se libró un capítulode la guerra con Gran Bretaña del cual poco se ha hablado: lasoperaciones submarinas entre dos fuerzas disímiles, separadas por unabismo tecnológico y militar. La Argentina estuvo, no obstante, cerca decomprometer el desarrollo de la operación británica en el Atlántico Sur.La precariedad instrumental le jugó en contra.

Quince años después de aquellas acciones, el rompecabezas sigue sin sercompletamente armado. Muchas piezas se encuentran protegidas por losactores de la trama o todavía bajo los efectos de la distorsióninformativa.

A comienzos de 1982, la fuerza submarina de la Armada argentina seencontraba en etapa de transición, con un inventario más bien modesto:sólo cuatro unidades. Dos de ellas eran veteranos sumergibles del TipoGuppy, de origen norteamericano, construidos a fines de la Segunda

Guerra Mundial y transferidos a la Argentina en 1971: el ARA Santiagodel Estero, que había agotado su vida útil y esperaba pacientemente elfin de sus días en el calor de algún horno de fundición, y su gemelo, elARA Santa Fe, aún en servicio, pero que atravesaba dificultades casianálogas.

Para entonces, y como reemplazo de estas unidades, se estabanconstruyendo en Alemania Federal modernos submarinos Tipo TR-1700,mientras que en el país se inauguraba oficialmente el Astillero DomecqGarcía, una enorme planta modelo pensada para construir localmente-nunca lo haría- varias unidades más de este tipo. La primera unidadtenía que ser entregada en 1984. Demasiado tarde.

* Dos contra todos *

La respuesta argentina a la Real Armada Británica, que dentro de la NATOtenía un rol específico en la guerra antisubmarina, quedaría entonces a

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cargo de los sumergibles convencionales Tipo 209 ARA San Luis y ARASalta, construidos en secciones en Alemania, ensamblados en nuestro paíse incorporados a la flota ocho años antes del enfrentamiento con elReino Unido.

La participación del Salta en el conflicto tuvo la duración de unsuspiro. Antes del intento de recuperación de las islas Malvinas habíaestado en talleres. Los acontecimientos aceleraron su puesta enfunciones. La versión oficial de su rápida desafectación da cuenta deque, durante las pruebas realizadas por este submarino en aguas delGolfo Nuevo, bajo el mando del capitán de fragata Manuel O. Rivero, fueregistrada una inusual generación de ruido, circunstancia que -enteoría- lo hacía fácilmente detectable a los sonares enemigos. Se adujoque el problema no pudo ser completamente solucionado antes de quefinalizaran las acciones bélicas.

De esta manera, sólo quedaron en pie un submarino moderno, el San Luis,y un veterano, el Santa Fe, para vérselas con la poderosa flotabritánica. A pesar de que inicialmente el San Luis evidenciócomplicaciones técnicas en uno de sus motores de propulsión diesel -noiba a ser el único contratiempo-, su comandante, el capitán de fragataFernando M. Azcueta, se encontraría en condiciones aceptables como parazarpar.

* Las penurias del Santa Fe *

El viejo Santa Fe zarpó de la Base Naval de Mar del Plata el 27 de marzode 1982. Llevaba a bordo la Unidad de Tareas 40.1.4, compuesta por 13buzos tácticos. Su misión original era la captura del Faro San Felipe,en Cabo Pembroke (en las Malvinas), y la demarcación de la playa dedesembarco para los vehículos anfibios que participarían de la OperaciónRosario, el 2 de abril.

Durante la noche del 31, por el periscopio del submarino se observaronlas luces encendidas de Puerto Argentino. De pronto, el equipo decomunicaciones enmudeció. Hubo que perder tiempo arreglándolo. A las1.53 del 2 de abril llegó la confirmación desde el continente: debíanseguir con la operación. Media hora después se lanzaban al mar los botesde goma, llevando los buzos a la costa.

El comando argentino del Teatro de Operaciones del Atlántico Sur leasignó a la Fuerza de Submarinos la tarea de "destrucción de los buquesenemigos mediante el uso efectivo de sus armas". Para tal fin, debíanpatrullar áreas en la zona de Malvinas, reajustables en función de lainformación que pudieran proveer las unidades de exploración.

El 12 de abril, en tanto, el San Luis recibía la orden de zarpar haciael norte de las islas, pero fuera de la Zona de Exclusión Total de 200millas que había dispuesto Gran Bretaña en torno del archipiélago.

Al regresar el Santa Fe a su apostadero habitual, su comandante, elcapitán de corbeta Horacio Bicaín, recibió la orden de alistarse parauna patrulla que duraría 60 días, a cuyo efecto embarcaría suficientecombustible, comida y armas.

Debido a la antiguedad del sistema de control de tiro del submarino, lostorpedos sólo serían efectivos sobre blancos ubicados a menos de 2000yardas. Como misión inicial de su patrulla, el submarino debíatransportar 20 infantes de marina para reforzar la guarnición enGeorgias del Sur.

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Imágen del cementerio de las islas

Zarparon la noche del 16 de abril, bajo condiciones extremadamenteprecarias. Apenas salido del puerto de Mar del Plata, en el Santa Fe semanifestaron varios desperfectos técnicos. Y todavía quedaba por delanteun recorrido de casi 1500 millas.

Días después, la Fuerza de Tareas británica emprendía su travesía haciael teatro de operaciones desde la Isla Ascensión, una basenorteamericana en el Atlántico Sur (mitad de camino entre Gran Bretaña ylas Malvinas).

El grupo de buques, incluidos los portaaviones Hermes e Invincible,entró rápidamente en estado de alerta antisubmarina debido alavistamiento de supuestos periscopios en las proximidades, que fueronseguidos de varios contactos de sonar. Entre sus tripulaciones cundió elnerviosismo y, de no haber sido por la orden de no utilizar armasantisubmarinas para no interferir en la delicada negociacióndiplomática, se hubiera agotado la existencia de este tipo de armamentoen pocos días.

* Dos misiones *

El 23 de abril, el Santa Fe fue informado desde el continente sobre lapresencia de buques enemigos. Pese a la proximidad de los británicos, elcapitán Bicaín aún tenía restringido el uso de sus torpedos sólo para elsupuesto de resultar inequívocamente atacado. Difícilmente tendríaposibilidad de maniobrar para poder disparar eficazmente su armamento siera detectado. Y el submarino nuclear HMS Conqueror, un hijo dilecto dela guerra fría, estaba en el área dispuesto a consumar su destrucción.

Tras burlar el bloqueo inglés, en la oscuridad de la noche de la jornadasiguiente el Santa Fe emergió frente a la Bahía Cumberland y comenzó eldesembarco en Grytviken (Georgias) de los hombres y abastecimientos derefuerzo.

Cerca de la madrugada, cuando la tarea había sido completada, zarpónavegando en superficie para ganar velocidad y alejarse. Llevaba unasegunda misión, más importante y ultrasecreta: atacar la línea dereabastecimiento británica entre Ascensión y la Fuerza de Tareas, enaguas de las Malvinas. El plan era esconderse en las innumerablescaletas de Georgias del Sur y efectuar las reparaciones que fuerannecesarias, además de recargar sus baterías.

* Blanco de tiro *

Entre las nubes bajas y la neblina matinal que rodeaban las islasapareció, de pronto, un helicóptero proveniente de la fragata HMS Antrimque avistó al Santa Fe. En unos segundos el submarino se vio asediadopor otros cuatro helicópteros que le dispararon un torpedo, dos cargasde profundidad y cuatro misiles, además de ráfagas de ametralladoras.Como toda defensa, su tripulación, desde la vela del submarino,respondió los ataques con unos viejos rifles que tenía a bordo. Lalluvia de plomo caída sobre el Santa Fe provocó daños en su casco que loobligaron a regresar a Grytviken, donde horas más tarde se produjo larendición de la guarnición argentina. Durante el combate, un misil queatravesó horizontalmente la vela, sin explotar, le amputó una pierna auno de los marinos argentinos.

Luego de atracar, y aprovechando la distracción de los británicos por unincidente que le había costado la vida al suboficial Félix Artuso,

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tripulantes del submarino lograron burlar la guardia y abrierondisimuladamente válvulas y escotillas de la nave, provocando suhundimiento. No sólo el Santa Fe quedó así inutilizable: también el muelle.

Los hechos impactaron en las autoridades de la Armada. El Santiago delEstero, una virtual chatarra, fue secretamente sacado a remolque de laBase de Mar del Plata y trasladado hacia Puerto Belgrano. La maniobrabuscaba confundir a la Inteligencia británica, que lo creería enoperaciones. Y, efectivamente, aunque el viejo submarino no podíamoverse, los británicos creyeron durante el conflicto que estabaoperando en patrulla en alta mar, lo cual los obligó a mantenerconstante vigilancia y desvío de recursos bélicos.

La pérdida del Santa Fe dejaba a la Fuerza de Submarinos, bajo el mandodel capitán de navío Eulogio Moya Latrubesse, con sólo una unidadoperativa: el San Luis, que el 29 de abril recibió la noticia de que sehabían modificado las reglas de enfrentamiento. Quedaba autorizado adisparar libremente sus torpedos en las zonas de patrulla al norte delas islas, pero dentro de la Zona de Exclusión.

El almirante inglés Sandy Woodward, comandante de las fuerzas navalespara la Operación Corporate, había desplegado el 1° de mayo un grupo detres buques y helicópteros antisubmarinos cerca del área designada parael submarino argentino, después de asumir como válido un informebrindado por la Inteligencia británica, que había interceptado ydescifrado el mensaje dirigido desde Mar del Plata al comandante del SanLuis.

El submarino argentino detectó en su sonar a los tres buques y sepreparó para el ataque. Como su computadora de control de tiro operabaen forma defectuosa, la tripulación realizó manualmente los cálculosnecesarios para efectuar el disparo.

Eran las 22.5 cuando, a unas 10.000 yardas del blanco escogido y enóptima posición de disparo, el capitán Azcueta dispuso el lanzamiento deun moderno torpedo SST-4 filoguiado. Fueron tres interminables minutosdurante los cuales se aguardó impacientemente el sonido de la explosión.Pero ésta no llegó. El cable que unía el torpedo al submarino se habíacortado. Los ingleses detectaron la aproximación del torpedo y selanzaron furiosamente sobre el San Luis. La cacería duraría más de 20horas, pero fue infructuosa. Entre los pilotos de los helicópteroscomprometidos en la búsqueda se encontraba el príncipe Andrés, hijo dela reina de Inglaterra.

Más adelante, cerca de las 19 del 8 de mayo, tuvo lugar un nuevocontacto. Esta vez no era en la superficie. En las pantallas de la salade control del San Luis se observó un desplazamiento inteligente -esdecir, que no corresponde a un cetáceo- debajo del agua, a una velocidadde 6 a 8 nudos, y a una distancia de cerca de 3000 yardas. Resultabadifícil la identificación del blanco. Igual, se disparó un torpedo Mk 37antisubmarino. Transcurrieron doce interminables minutos hasta que seescuchó una explosión. No existen confirmaciones públicas de lasconsecuencias de este lanzamiento. Tal vez, el torpedo dio contra unadesafortunada ballena. Tal vez, contra un submarino británico.

* Una nueva decepción *

Como parte de los preparativos para los desembarcos británicos en lasislas, el almirante Woodward ordenó a la fragata Alacrity querecorriese, la noche del 10 de mayo, de Sur a Norte y en toda sulongitud el estrecho de San Carlos, que separa las islas Soledad y Gran

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Malvina. Debía descubrir si sus aguas estaban minadas y si existíandefensas costeras que pudieran comprometer las operaciones. Elcomandante de esta fragata, capitán Chris Craig, estaba convencido de

que se dirigía a una misión suicida. No fue así.

Durante su silenciosa y tensa travesía, detectó un blanco de superficie.Ordenó preparar el cañón de 4.5 pulgadas y luego de algunos minutosefectuó una ráfaga de disparos, haciendo desaparecer el contacto de suspantallas. Había hundido al transporte naval argentino Isla de losEstados, cuya misión era reabastecer de pertrechos a las guarnicionesmilitares argentinas. Perdido el secreto de su misión, el capitán Craigordenó poner máxima potencia a sus motores para salir del estrecho yalcanzar a toda velocidad la seguridad de aguas abiertas, donde, además,lo esperaba otro buque de guerra británico.

En la boca del estrecho estaba el San Luis, al que se le apareció, comocaída del cielo, la oportunidad -sin saberlo- de vengar al Isla de losEstados. Las condiciones de ataque parecían inmejorables para elsubmarino argentino. De los dos blancos, la fragata y el Alacrity,escogió a éste, que estaba ubicado entre el submarino y la costa. Luegode preparar manualmente la información para el lanzamiento -lacomputadora seguía fuera de servicio-, decidió lanzar dos torpedos SST-4a una distancia de 5000 yardas. Era la 1.30 del 11 de mayo. Uno de lostorpedos no salió del tubo y el otro volvió a sufrir el corte del cablede guiado después de dos minutos y medio del lanzamiento. Poco después,sin embargo, registró una explosión lejana. Posiblemente, contra algunaroca del fondo del mar.

La velocidad que llevaban las fragatas británicas impedían al capitánAzcueta intentar un nuevo lanzamiento. No comprendía qué pasaba con sustorpedos. Informó a su base sobre el resultado del último ataque y, dosdías más tarde, sin posibilidad de solucionar los percances, recibió laorden de regresar a Mar del Plata. No volvería a combatir.

* Temor en pie *

Así y todo, los británicos seguían temiendo a la amenaza submarinaargentina, por lo que mantuvieron un inmenso despliegue de medios yarmamento antisubmarino hasta el fin del conflicto.

De hecho, los escuadrones 820, 824 y 826, de helicópterosantisubmarinos, registraron la mayor cantidad de horas de vuelo de todaslas aeronaves que participaron en la guerra, operando desde los dosportaaviones y desde otros buques adaptados con cubiertas de vuelo.Durante mayo, Gran Bretaña mantuvo en el aire constantemente a no menosde cuatro helicópteros antisubmarinos.

Tal era el extremo de la preocupación que, según recientes revelacionesperiodísticas británicas, fueron enviados espías a los astillerosalemanes para comprobar el grado de avance en los submarinos TR-1700 queallí se construían para la Argentina.

A su vez, los submarinos nucleares británicos lograron efectivizar elfactor de disuasión esperado de ellos a partir de un hecho clave de laguerra: el hundimiento del crucero General Belgrano, el 2 de mayo, porparte del Conqueror.

Los submarinos ingleses cumplieron además misiones de patrullaje, debloqueo y de pantalla de alerta aérea temprana, avisando a los buques dela fuerza principal la aproximación de las aeronaves argentinas.

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También infiltraron en las Malvinas tropas especiales para recogerinformación de Inteligencia sobre las fuerzas argentinas apostadas allí.Esta misión fue realizada a partir de fines de mayo con un submarinoconvencional, que resultaba más adecuado para esas costas.

Pero las fuerzas navales británicas no las tuvieron todas consigo. Elimprevisto cambio de aguas de diferentes temperaturas y salinidadocasionó serios problemas a los sonares y a sus operadores,circunstancia agravada por la poca profundidad de las aguas que rodeanal archipiélago.

Ni la flota de superficie ni sus modernos submarinos nuclearessub-killer estaban preparados para un escenario de esas características.Gracias a ello, el San Luis nunca se encontró bajo peligro importante,pese a operar dentro de la Zona de Exclusión. Esa fue su única ventajadentro de una lucha marcadamente desigual.

* Por Alejandro Amendolara *

Abogado. Actualmente trabaja en un libro de investigación sobre lasacciones navales argentinas en la Guerra de las Malvinas.

* La batalla del rumor mediático *

* El monumento a los soldados argentinos caídos durante la guerra. PlazaSan Martín, Buenos Aires *

La guerra de las Malvinas presenta una curiosa dualidad: de un ladopuede observarse como la última conflagración del siglo pasado.

Una situación colonial en juego, el monopolio y la censura de lainformacion, así como el intento de colocar una única racionalidadposible -la de la fuerza- por encima de las negociaciones diplomáticas,apuntalan esa mirada. Así lo cree la semióloga argentina LucreciaEscudero. Pero, a la vez, precisa la investigadora, se trata de unaguerra mediática por excelencia, totalmente "moderna", al desarrollarselejos del teatro de operaciones de todos los actores.

Una guerra que para el gran público sólo adquirió visibilidad por mediode la imagen o la palabra.

Los contornos difuminados de un submarino quedan como constancia de lapeculiar batalla informativa del otoño de 1982. En su libro Malvinas: elgran relato. Fuentes y rumores en la información de guerra, Escuderorecuerda que el 31 de marzo, dos días antes del desembarco argentino enlas islas, Clarín publicó una noticia que parecía proceder de Londres:los ingleses habían enviado a aguas australes al submarino atómicoSuperb. El Foreign Office se abstuvo de comentar la versión. La prensaargentina había concluido que se estaba frente a la filtración denoticias militares estrictamente reservadas. En vísperas del desembarco,el Superb, consignó ese diario, glosando agencias extranjeras,desplazaba 45.000 toneladas.

El 4 de abril, algunos medios europeos señalaron que el mismo sumergibleestaba por zarpar hacia los mares del Sur a la cabeza de la Task Force.El 5 de abril, la agencia de prensa DAN (pool de agencias del ex bloquesocialista) lo había avistado a 250 kilómetros del archipiélago. Un díamás tarde, la Armada argentina verificó su presencia en la zona, juntocon otro sumergible atómico, el Oracle.

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El Superb también fue divisado por un piloto brasileño cerca deFlorianópolis (Estado de Santa Catarina, al sur del Brasil), quienofreció una prueba fútil: una foto ilegible.

La confusión no había llegado aún a su clímax: Le Monde habló de variossubmarinos y el 12 de abril, Clarín anunciaba la llegada a la zona desumergibles soviéticos. Cuando la flota británica estaba realmente enlos umbrales del teatro de operaciones, el Superb se esfumó de escenapara darle lugar a los verdaderos buques y submarinos. El 23 de abril,el Daily Record dijo que el Superb estaba fondeado en costas escocesas.Nunca se había ido de ese lugar.

Sólo en ese momento se reconoció en Buenos Aires que todo había sido unardid.

* Con la colaboración de todos *

"¿Quién inventó el submarino? ¿Los servicios secretos británicos, paraminar la moral de los argentinos? ¿Los comandos argentinos, parajustificar su política agresiva? ¿A quién le había servido la difusióndel rumor?", se preguntó Umberto Eco en el prefacio del libro de Escudero.

La manera en que creció la historia del Superb a partir de un rumor y"gracias a la colaboración de todos" despertó el interés del autor de Laestructura ausente. Cada uno aportó su grano de arena en la"construcción" del submarino.

Así, según Eco, pudo demostrarse "cómo nos sentimos continuamentetentados a dar forma a la vida con el uso de esquemas narrativos". Unposible mundo mediático puede ser tan eficaz que puede llegar hastamodificar el curso del mundo "real".

Pero para que un relato circule como creíble, precisa Escudero, esnecesario una suerte de acuerdo social. "En esto consiste el valorprogramático de la mentira a gran escala."

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