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    LA BUENA VOLUNTAD

    Btra&atiK

    IpWirfP l fSi ScKr'

    IMPRESO EN ESPAA PRINTED IN SPAIN

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    OBRAS DEL MISMO AUTOR

    LOS QUE CONFIAN.Versin del francs por el

    R. P. Alfredo Snchez, Redentorista.Edicin 3.a(1953).Pgs. 356, de 16,5 x 9,5 centmetros.

    EL DON DE Si.Traduccin del francs por elR. P. Andrs Goy, C. SS. R.Edicin 4.a (1954).Un vol. de 240 pgs. de 16,5 x 10 centmetros.

    EL AMIGO DIVINO.Versin del francs por elR. P. Andrs Goy, Redentorista.Edic. 2.a (1947).

    MI MADRE.Versin de la 4.a edicin francesa porel R. P. Andrs Goy, Redentorista.

    MENSAJE DE JESUS AL SACERDOTE.Versin

    de la I a edicin francesa por el R. P. AndrsGoy, Redentorista.

    JE SU #W E :#o lo% tO S.Versin de la 1.a edicin francesa por, erR , P. Andrs Goy, Redentorista. .$5 t .

    I$3 Rl-NCIPIOiS'^E."1! ^ VIDA ESPIRITUAL,'^fsi^de-la^^ edic6n|irancesa, por el R. PadreAndrs Goy^ Redentorista.

    PADRE NUESTRO QUE ESTAS EN LOS CIELOS.Versin del francs por el R. P, Andrs Goy, Re

    dentorista.Pgs. 429, de 16,5 X 10 cms.EL FESTIN ETERNO.Versin del francs por el

    R. P. Andrs Goy, Redentorista.Pgs. 80, de16,5 x 10 cms.

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    R - P . J O S S C H R I / - V ER E D E N T O R I S T A

    L A B U E N

    V O L U N T ATRADUCCIN DEL FRANCS POR EL

    P. ANDRS GOY,REDENTORISTA

    Edicin 2., 13 .0 Millar

    MADRID

    EDITORIAL EL PERPETUO SOCORROMANUEL SIL VELA, i 4

    1 9 5 6

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    PUEDE IMPRIMIRSE :

    L u c a s P r e z , C. SS. R.,

    Sup. Pr ov.

    IMPRIMASE:

    J u a n , Obispo Aux i l i a r ,

    Vic. Gen.

    N I H I L OBSTAT:

    D . B a r r i u s o , C. SS. R .,

    Censor ecles.

    L '

    Madrid, 8 de marzo de 1956

    DERECHOS RESERVADOS

    G r f i c a s HA LAR, Andrs de la Cuerda, '4. Madrid.

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    PARTE PRIMERA

    LA BUENA VOLUNTAD

    CAPITULO I

    Consideraciones sobre la Buena Voluntad

    Para'santificarse slo precisa el alma buenavoluntad, hasta el punto que el nico y constante fin de la vida ha de estribar en guardarlaintacta y acrecentarla constantemente. Sola decir San Alberto el Grande que la buena voluntad suple a todo y est por cima de todo (1). Labuena voluntad liga el hombre a Dios por sim-

    plicsimo acto de amor que en su misericordiaconfa el pasado y en su bondad el porvenir,reservndose tan slo el presente para santificarlo. La buena voluntades la completa orientacin del hombre hacia Dios, la reordenacinde todas las facultades hacia El, la restauracin1

    (1) D e adhaeren do Deo, cap. VI.

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    de la armona entre la criatura y el Criador, el

    retorno afectuoso del hijo al Padre celestial.Es la respuesta generosa del alma que seconsagra a la gloria del Maestro divino y pro-cura el bien ajeno, segn la medida de sus fuer-zas. Es la renuncia cabal de cuanto no se hallaconforme con el orden establecido por Dios, elsacrificio de los propios intereses, el olvido com-

    pleto y la constante despreocupacin de s mis-mo. Esta buena voluntad permanece inaltera-

    ble en sequedades y consuelos, en abundancia yescasez, en turbacin y tranquilidad, en inquie-tud y en paz, en la balumba y trfago de losnegocios como en las dulzuras y santos ocios

    de la oracin.Acto propio de la buena voluntad es' el sen-

    cillo impulso del corazn que se entrega porcompleto a Dios, dispuesto a aceptarlo todo, asufrirlo todo y a cumplir cuanto entienda serdel divino agrado. La buena voluntad conser-

    va su sinceridad a pesar de las flaquezas e in-constancias del alma, de las faltas veniales tran-sitorias y de los prontos culpables del amor pro-pio. No llega el alma en un da a la santidad,sino que para ello se le da toda la vida. Des-

    pus de cada cada vuelve la voluntad senci-

    llamente hacia Dios, a quien de nuevo se en-trega con humildad hasta conseguir el vivirunida definitivamente con El.

    La buena voluntad no depende de la viveza

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    de la imaginacin, ni de la agudeza de la inte-ligencia, ni de las cualidades naturales del co-

    razn, ni de las ventajas que provienen de lahacienda, posicin social o nacimiento. Es actoabsolutamente espiritual de la voluntad libre,movimiento simplicsimo hacia Dios, miradaafectuosa hacia El, y est al alcance de cual-quiera que, ayudado por la gracia, cuente con

    libertad de voluntad.La santidad es accesible a todas las almas ypara llegar a ella basta con' amar a Dios y tra-ducir este amor en obras. Y quin no puedeamar? El amor es la respiracin del alma que,si lo quiere, con cada uno de sus movimientos

    puede atraer a Dios a s misma y puede abis-

    marse a s misma en Dios.La santidad est al alcance de las almas ms

    sencillas e ignorantes, porque Dios no podraconsentir que el corazn sincero no lo pudierahallar ; antes al contrario, se dira como queal Seor le fuerzan las almas rectas y en ha-

    llando una se la reserva para S, fijando en ellasu morada de predileccin. De ah que cuentecon almas escogidas en todas las clases socialesy especialmente entre las humildes y modestas.

    Estas almas puras ejercen sobre el Dios detoda pureza irresistible poder, porque lo tienencomo ligado a ellas y consiguen de El cuanto

    desean. Si para complacerlas es preciso acudiral milagro, al milapro acudir el Seor, como

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    dijo a Sarita Teresa que, si no hubiera insti-

    tuido la Eucarista, la instituira por ella. Dela misma manera obrara en favor de cualquieralma pura. No quiso Dios que el camino de lasantidad estuviese ernbarazado de impedimen-tos y erizado de dificultades. Cuanto ms ne-cesita el hombre de algo en la vida natural,

    tanto ms abundantemente lo tiene. Qu cosams necesaria que el aire que respiramos o latierra que huellan nuestros pies, y qu cosa,a la vez, ms comn? Qu cosa ms indispen-sable que la respiracin, pero, a la vez, qucosa ms fcil? Pues la vida del alma es mu-

    cho ms importante que la del cuerpo y Diosla ha provisto largamente. El aire que nuestraalma respira es la gracia que nunca falta aquien la pide; la tierra que huella es la divinavoluntad que no se oculta bajo su planta; larespiracin es el acto de amor que espontnea-

    mente brota de la buena voluntad. En este amorha resumido Dios toda la perfeccin. Todanuestra perfeccin, dice San Alfonso, est cifrada en amar a nuestro amabilsimo Dios (1).Por la Caridad se une el alma a la SantsimaTrinidad; por ella se orientan todas las facul-

    tades del hombre con todos sus actos, hasta elms mnimo, hasta el ltimo; por ella se co-

    c) De la conform idad con la vo lu n ta d de Dio s I, pgina 3. Traduccin del R. F. Toms Ramos. Edit. ElPerpetuo Socorro. Manuel Silvela, 14. Madrid, 1929.

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    munica a todas las acciones su grandeza, nobleza y mrito: Caritatem hbete quod est vin-culum perfectionis (1). Somos almas de buena voluntad? Quin no quisiera ser de estenmero? En tal caso, oigamos la, voz del Seor, olvidemos nuestro pueblo y la casa denuestro padre (2), es decir, desliguemos nuestros corazones de las cosas terrenas y sigamosa Jesucristo. Preguntmosle humildemente:

    Rabbi, ubi habitas7 (3), Maestro, dnde moris? Y El nos responder: Venite et videte.Venid y ved, y nos introducir en su pro

    pia morada, en el santuario de su amor; nosiniciar en sus inefables secretos y nos ligarcon lazos tan dulces y fuertes que nos ser imposible quebrantarlos.

    (1) Col., 3, 14.(2) Ps. , 44, 11.(3) loan. , I, 38, 39.

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    Que la Buena Voluntad es duea de todas

    las cosas criadas

    El alma entrega a Dios la buena voluntad,pone por su parte cuanto puede en el trabajode su santificacin; Jess se encargar de lodems. Qu no tendr derecho a esperar quiense ha consagrado a tan buen Maestro? Dse

    uno a El y en retorno le dar cuanto bueno ydeleitable encierran cielos y tierra.

    Dios pone, desde luego, a servicio de la buena voluntadtodas las criaturas y acontecimientos. Desde el momento en que el alma se decide a amar a Dios, todo concurre a su bien:

    Diligentibus Deum omnid cooperantur in bo-num (1). En manos de Dios todas las criaturastienen vida y actividad; todas fueron criadascon vistas a la santificacin de las almas. Todoes vuestro, deca el Apstol a los fieles de C-rinto, pero vosotros sois de Cristo y Cristo de

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    Dios: Omnia vesira sunt; vos autem Christi,Christus autem Dei (1).

    La accin de Dios penetra todos los aconte-cimientos y los hace servir a sus adorables de-signios y su influjo abarca toda la extensin delos siglos. Desde la eternidad plgole a Diosformar en su inteligencia el ejemplar segn elcual deba santificarse el alma. Edific para su

    gloria el templo de la Jerusaln celestial y enl cada elegido es como una piedra preciosa quetiene su lugar propio. Slo Dios conoce estelugar y, por consiguiente, la forma especial, lahermosura particular de que ha de revestirsecada alma y en adornarla y embellecerla y re-

    producir en ella la imagen de su Hijo se ocupasin descanso. Con sabidura infinita orienta atal fin todos los sucesos, todas las inspiraciones,alegras, tristezas y los detalles todos de laexistencia. Todo esto ha sido previsto con infi-nita precisin y preparado por el Padre celes-

    tial para nuestra santificacin. Todo esto en-cierra para nosotros la divina Voluntad, estoes, como se expresa San Alfonso, al mismoDios.

    Qu bondad la de Dios en este modo deobrar! El Infinito, el Omnipotente, el Ser eter-

    namente dichoso e independiente se ocupa acada instante, con infinita delicadeza, de nes*

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    tra santidad y felicidad. Cual ternsima madrepresntanos esta Providencia un alimento di-

    vino que su Sabidura prepar para cada unode nosotros. Por lo. que a nosotros hace, reci-

    bamos con amoroso reconocimiento el don deDios y conformmonos a l.

    4 Amemos a Dios, ammosle en todas las co-sas y acontecimientos. No tenemos otro papel

    que desempear en la tierra. Oh, si las almascomprendieran cunto ha simplificado la tareael divino Maestro!. Slo pdelas amor! Porqu complicar tanto la vida espiritual? Hemossido criados para amar; dejemos a nuestro Pa-dre celestial el cuidado de prever y disponerlo

    todo para nuestro bien y nosotros content-monos con complacerle con la sencillez de nues-tro amor. No quiere de nosotros ni preocupa-cin ni inquietud; es lo suficiente sabio y bue-no para procuramos cuanto nos sea necesario;'slo tiene sed de nuestro corazn. Respondamos

    a cada nueva prueba de su paternal ternura conardoroso acto de amor, flecha inflamada quetraspasar su Corazn. Amemos, amemos, quetal es nuestro suave destino en la tierra comoen el Cielo.

    Que nada nos detenga, ni nos estorbe; que

    nada nos preocupe: ni el sufrimiento, ni la con-trariedad, ni las tentaciones, ni la aridez, nilas sombras previsiones del porvenir, ni la per-

    plejidad en el presente, ni los pesares por el

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    pasado. Con todo eso podemos amar a Dios,y si le amamos, El se encargar de todo y todo

    lo remediar. Quin diera a las almas la sen-cillez de palomas y aquella mirada que enca-dena a Dios y le fuerza a inclinarse a ellas?Por qu ser que casi todas las almas agotanlas energas buscando la santidad fuera de don-de est y se olvidan de retirarse a su propio

    corazn, que es la morada de Dios? Tarde team, deca San Agustn; hermosura siempreantigua y siempre nueva, tarde te am. Dentrode m estabas T y yo fuera y fuera de mera donde te buscaba y sobre esas bellezas ex-teriores me lanzaba yo: Sero te amavi, pul-

    chritudo tam antiqua et tam nova! sero te ama-vi! El ecce intus eras et ego foris, et ibi tequaerebam; et in ista formosa quae fecisti, de-

    formis irruebam (1), Dios mo, no volver abuscaros fuera de m; cada criatura y cadacaso de la vida os traen a mi alma. A cada ins-

    tante me abismar en Vos con simplicsima. yardorossima mirada. De Vos me alimentar,y qu abundancia!... No ir a beber la santi-dad a secos manantiales, ni a cisternas agrieta-das (2). Vos me hunds sin cesar en el ocanode vuestra divina Voluntad y de l beber parano volver a tener sed.

    (1) Confess ., X, 27.(2) Jerem ., 2, 13.

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    Que la Buena Voluntad es duea de todoslos tesoros de Dios

    Rico es el corazn que quiere amar a Dios,porque todas las criaturas estn a su servicio,pero ste es el menor de los dones de Dios. El

    mismo es quien, quiere, ponerse a servicio delalma y esto de modo inefable. Para alimentarla buena voluntad. instituy Jesucristo la Sagrada Eucarista. Y qu es este divino Sacramento sino el Amor que se hace comida para

    poder, penetrar en el ob j eto amado ? Habremos

    de extraarnos de tal maravilla? No; porquepara un Dios-Caridad es la cosa , ms natural.Somos hijos, de Dios y. tenemos que ser alimentados con divino manjar. .Nuestro, ser esdivino, y nicamente. se, sostiene con .alimentodivino. Jess es la cabeza del cuerpo mstico

    de que nosotros somos miembros (1). Y nodeben vivir estos miembros de, la misma sus-

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    tancia que la cabeza? Somos los sarmientos dela Yid (1), y Jess es la cepa. Y no debe su-bir la savia del tronco a las ramas para comu-

    nicarlas vida y fecundidad?Ah!, por tanto, no me extrao del don

    de la Sagrada Eucarista : mutua inhaesio estaffectus amoris, dice Santo Toms (2). El amortrata de penetrar en el amado y abrazarlo, yestrecharlo; y quin amar ms tierna y fuer-temente que Dios? El amor no se contenta conun conocimiento somero (3), sino que quierepenetrar hasta la intimidad del ser, para iden-tificrselo. He ah por qu, oh jess!, os hi-cisteis alimento nuestro. Queris la posesinntima, recproca, irrevocable; queris pasartodo entero a nuestro ser y hacernos pasar al

    vuestro. Vuestro ms ntimo e insaciable de-seo es haceros una cosa con nosotros o, ms

    bien, transformarnos y como absorbernos enVos: ex ambobus fieri unmri (4). Y para reali-zar tal maravilla no hay humillacin que noestis dispuesto. El amor os hace en alguna

    manera salir d vuestro ser infinitamente gran-de para encontrar nuestra nada e identificaroscon nosotros, porque el amor es exttico (5).

    (1) loan. , 15, 5.(2) I, 2, q. 28, a. 2.(3) Ib id .

    (4) I, 2, q. 28, a. I, ad 2.(5) IbM ., a. 3.

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    Dejemos a Jess saciar, colmndonos a nosotros, su. sed de unin;' muy Dueo es de ello;

    pero nosotros, por nuestra parte, salgamos denosotros mismos forzados por el amor; preparmonos a este celestial banquete amando. Qumejor preparacin para recibir al amor-alimento que amar? Formulemos actos de amorardorosos, pero sencillos y sin aparato, porque

    con Dios hay que ser muy sencillos. Y, cuandole hayamos recibido en nuestro corazn comoMagdalena en su casa, sentmonos a sus piesy mirmosle con amor, que sola esta mirada leencanta. Las almas entienden poco de recibira Jess, Se agitan muchas veces, imaginndose

    qe hay que preparar al Maestro esplndidofestn de sublimes pensamientos y hermosossentimientos. Jess no sabe qu hacer de todoeso y slo le agrada una cosa, el don del corazn que se le entrega a cada instante en unamirada de amor. Conservemos en silencio a

    nuestra alma, que el hablar toca al Seor delos cielos y deber nuestro es or con atencinhumilde y amorosa.

    Lamntanse muchas veces las almas de quesu diaria visita a Jess es, de parte de ellas,muy fra y se apenan de esta indiferencia: No

    es est sola pena prueba de qu el alma es porcompleto suya? Sentir tal indiferencia es yauna modalidad del amor. Los corazones indiferentes no se quejan de no amar. Por otra

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    parte, si Jess viene al alma es para alimentarsu buena voluntad.y ni va ni viene en ello la

    dulzura de la entrevista. Si el Seor visita alalma es para gozar de la acogida que se le dis

    pensa; cuando nos consuela, nosotros gozamosde: El; cuando nos deja insensibles goza El dela generosidad de nuestro amor./Dmosle talgozo, que mejor es dar que recibir (1), sobre

    todo cuando Dios queda deudor nuestro.Mysterium jidei; misterio de fe es la Sagra

    da Eucarista porque es ],a unin de Jess yel alma, pero verificada en las tinieblas; es lavisin de Dios, pero no en los esplendores dela gloria. Qu podr faltar al alma alimentada

    con el Cuerpo y Sangre del Hombre-Dios? Fal-tarle un bao de salud en que se pueda purificar de sus manchas, y a ello provey Jesscon el Sacramento de la Penitencia, lavando enl nuestros pecados con su propia Sangre (2);

    bao sludable y necesario, porque todos los

    hombres son pecadores y aun las almas de buena voluntad tienen que deplorar sus debilidades. Sin este divino Sacramento seramos muydignos de lstima porque el alma de buena voluntad ha de tener pursimo corazn, de talmodo que entre ella y Dios slo pueda haberun; intermediario, el amor. Ninguna criatura ha1

    (1) A cta , 20, 35. m A poc., I, 15. ;

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    de colocarse entre Jess y el alma, que el Seores celoso de la pureza d la que quiere toda

    para S. Levant al alma a la dignidad de Reina, asocila a su vida, a sus designios, a suobra, por lo cual es preciso que a' slo El pertenezca. Nuestro corazn es de Dios, y no debeser esclavo de criatura alguna, por estar destinado a vivir en sociedad con el Hijo de Dios ;

    Fidelis Deus per quem vocati estis in societa-tm Filii eius Iesu Christi Domini Nostri (1) ;

    Dejmonos cautivar por este Dios excelso;dejmonos llevar por El a su infinit amor. Oh, cun miserable es el corazn atado, auncuando slo fuera por un hilillo, a cualquier

    objeto criado! Para tal alma no puede haberpaz, ni dicha, ni. fervor. Arrstrase en lugarde volar y nunca podr levantarse hasta Diosni saborear nunca las dulzuras de la intimi- .dad reservadas a las almas puras. Por quignorarn esto ciertas almas llamadas al amor?

    Por qu no despedirn todo afecto terrenocuando pudieran tener al Rey del Cielo porAmigo? (2). Ignorarn que todo progreso enla santidad es imposible desde el punt en queel corazn o la mente descansan deliberada^mente sobre cualquier criatura y, para conten

    tarla, condescienden con culpables debilidades;

    (1) I Cor., 1, 9.(2) P ro v ., 22, 11.

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    aun cuando fueran ligeras? Con todo, no des-maye el alma as atada, que si quiere enmen-

    darse y buscar a Dios con sincero corazn, loencontrar. Purifiqese en la Sangre del Cor-dero y nuevamente se ver ataviada de inocen-cia y hermosura.

    Para sostener nuestra buena voluntady acre-centarla sin cesar; para levantarla de las ca-

    das y curarla de las miserias, Dios nos dio asu propio Hijo. Y con El, dice San Pablo,cmo no nos habra de dar todo? Quomodonon etiam cum illo orrvrlia nobis donavit? (1).Efectivamente, en Jess y por Jess podemosobtener todas las gracias actualesprecisas para

    el acto de amor. Si hubiera quien de ello duda-se, lea esta admirable pgina del Evangelio (2),en que condena Jess el excesivo e inquietan-te cuidado de los bienes temporales: No osacongojis por el cuidado de hallar qu comer

    para sustentar vuestra vida, o de dnde saca-

    ris vestidos para cubrir vuestros cuerpos.Qu!, no vale ms la vida que el alimento yel cuerpo que el vestido? Mirad las aves delcielo, cmo no siembran, ni siegan, ni recogenen graneros y vuestro Padre celestial las ali-menta. Pues no valis vosotros mucho ms

    sin comparacin, que ellas? Y quin de vos-

    c o Rom.., 8, 32.(2) M at., 6, 25-34.

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    otros, a fuerza de discursos, puede aadir uncodo a su estatura? Y, acerca del vestido, a

    qu propsito inquietaros? Contemplad los li-rios del campo cmo crecen y florecen; ellos nolabran ni tampoco hilan; sin embargo, yo osdigo que ni Salomn, en medio de toda su glo-ria, se visti con tanto primor como uno deestos lirios. Pues si a una hierba del campo

    que hoy es y maana se echa al fuego, Dios asla viste, cunto ms a vosotros, hombres de

    poca fe? As que no vayis diciendo acongo-jados: Dnde hallaremos qu comer y beber?Dnde hallaremos con qu vestirnos? Estohacen los paganos que andan tras estas cosas.

    Que bien sabe vuestro Padre celestial la necesi-dad que de ellas tenis. Buscad primero el rei-no de Dios y su justicia y todas las dems co-sas se os darn por aadidura. No andis, pues,acongojados por el da de maana: que el dade maana harto cuidado traer de s. Bstalea cada da su propio afn.

    Y no sabr asimismo vuestro Padre celes-tial que la buena voluntad necesita constante-mente socorros actuales? Osaramos, pues, in-ferir a su bondad la injuria de creerle menos

    generoso, al tratarse de nuestra vida sobrena-tural? Estar menos pronto a ayudar Dios asu hijo cuando le pide la gracia de amarle quecuando le pide un beneficio temporal?

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    Si entre vosotros un hijo pide pan a supadre, acaso le dar una piedra? O si pide un

    pez, le dar en Jugar del pez un alacrn? Pues,si vosotros, siendo malos como sois, sabis darcosas buenas a vuestros hijos, cunto msvuestro Padre celestial dar el espritu buenoa los que se lo piden? (1). Dios no puede rehusar nada al que reza; veinte veces lo repiteen su Evangelio y quin reza ms y mejor queel alma de buena voluntad? Su ser todo enteroest en acto continuo de oracin.

    Qu es, en efecto, el alma de buena voluntad?; aqulla que no tiene ms aspiracin que

    Dios, que siente no amarle bastante, que languidece por el deseo de poseerle y de abrazarse a El ms apretadamente. Pues bien, esta aspiracin y este gemido y este deseo vivo, quson sino una oracin de eficacia vencedora?

    El alma de buena voluntad es un corazn

    sencillo, puro, recto, y nuestro Dios, aunque porimposible lo quisiera, no podra resistir al llamamiento, ni a la menor seal de socorro desemejantes almas. Dios espa la preparacinde su corazn para acudir a atenderlo: Praepa-rationem cordis eorum audivit auris tua (2) ycon los ojos pregunta n los hijos de los'hom-

    (1) Luc., 11, 11-13.(2) P s., 10, 17.

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    bres: Palpebrae eius interrogant filios hond-num (1).

    Oh almas de buena voluntad, sois infinitamente ricas! Vuestros son todos los tesoros encerrados en el alma de Cristo. Entre el Seory vosotras no hay distancias, porque las suprimi el amor. Su bien es vuestro bien, y de tales tesoros podis sacar a placer.

    Somos hijos del Rey de los reyes, estamossentados a su mesa y somos sus herederos.Vivamos de suerte que nuestra vida le honre.Jess es nuestro hermano; por El estamos enla Santsima Trinidad con legtimo ttulo. Somos los hijos queridos del Padre celestial yde nuestra amantsima Madre, la InmaculadaVirgen Mara. Qu nos puede faltar? Em

    pleemos el tiempo en amar a Dios. En quocuparse sino en amar en el seno de las tresDivinas personas? Dios es Caridad (2); suesencia es el Amor, su ocupacin eterna es elAmor, por qu no habra de ser la de sushijos? Amemos a Dios, que nada puede im

    pedirnos cl amarle siempre, en todas nuestrasocupaciones y trajines. Amar es acto de labuena voluntadque se verifica sencillamente ysin esfuerzos, se renueva cuantas veces se piensa'n ello y no rechaza el sentimiento, la dul-

    , .(1) -Ps 10, 5.(2) I lo an ., 4, 8.

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    zura, el consuelo, aun cuando de nada de esonecesite. Elvase recto a Dios, como encendidodardo, y as se establece entre Dios, y el almauna no interrumpida comunicacin.

    Dirase que Dios no ha credo multiplicarbastante las precauciones alrededor de nuestrabuena voluntadpara conservarla toda su pureza y asegurarla toda su energa. Despus dehabrsenos dado, a S mismo en alimento; despus de haber hecho de su Sangre saludablebao en qu pueda dar nuevo temple a nuestraalma; despus de haber puesto a nuestra disposicin todos los tesoros del Cielo y todas lascriaturas de la tierra, quiso en alguna maneracondensar todos los beneficios en un o-,-y-? stefu el de su propia Madre. Dila el encargode adivinar nuestras necesidades, de anticiparse a nuestros deseos, de prever y apartar lospeligros y, en una palabra, de velar por nos

    otros con materno corazn. Confila el cuidadode interponerse entr El y. nuestra alma en elda de muestras flaquezas y alentar la. confianza despus de las faltas y excitar el valor enlas horas del cansancio, i Oh, cun buena esesta bendita Madr para nosotros! 'Cuntas

    veces nos ha salvado del naufragio de; la vidaespiritual! Bajo -su maternal proteccin nadatenemos que temer.

    Es la Inmaculada, es decir, la enemiga personal de Satans, la que aplast a l serpiente

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    infernal en s misma; aplstala sin cesar en

    la Iglesia y est encargada por Dios de aplas-tarla en el corazn de cada uno de los esco-gidos. La lucha contra la serpiente no ha ter-minado; se continuar hasta el n de los tiem-pos. Cada victoria de la Inmaculada sobre Sa-tans en el alma de uno de sus hijos constituye

    para Ella una victoria personal sobre el esp-ritu inmundo. Seamos celosos del honor denuestra Madre. Nc consintamos que el demo-nio, causndonos alguna derrota, pueda glo-riarse de haber triunfado de nuestra augustaReina.

    Confiemos a esta Virgen Inmaculada la con-servacin de la buena voluntad y Ella nos en-sear el arte de santificarnos por el acto sen-cillo de amor, por la vuelta afectuosa y cons-tante del alma al Padre celestial.

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    PARTE SEGUNDA

    EL ALMA DE BUENA VOLUNTAD

    CAMINO DE LA PERFECCION

    Por parte del alma slo una condicin exigela santidad: buena voluntad.De todo lo demsencrgase Dios. Por buena voluntad entende-

    mos la tendencia en todo hacia Dios, su ver-dadero objeto. Esta tendencia se efecta porun solo apto: el amor. Amar a Dios y hacer pa-sar este amor a toda la vida es el resumen detoda la perfeccin. Para llevar a cabo este ideal,tiene que cumplir el alma con triple obligacin.

    Su primer cuidado ha de ser unir a Dios lavoluntad por medio del amor, acto propio deesta facultad. Este empeo incesante del almaconstituye esencialmente la oracin.

    La voluntad, unida a Dios por el amor,orienta hacia El todas las facultades sobre lasque ejerce su imperio con todos sus actos y

    movimientos. Este trabajo del alma se llama laaccin.

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    Pero el hombre no debe tan slo obrar. En

    el trabajo de la oracin y de la accin tropiezael alma con dificultades que pueden cerrarla elpaso hacia la perfeccin. Es la vena. El almaamante, en vez de detenerse por ella en el camino, salta por cima de esas dificultades y lnzase ardorosa en seguimiento de Dios.

    Amar contemplando, trabajando y sufriendo, he ah el secreto del alma de buena voluntad:cada aletazo levntala ms en su ascensinhacia Dios, intrnala ms- en la inmensidad yacrcala al foco mismo de la Luz. Explicar alas almas de buena voluntad el modo de amar

    as a Dios en todo y siempre, en la oracin, laaccin y el sufrimiento es el objeto de las pginas siguientes.

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    La Perfeccin por la oracin

    ARTICULO I

    La s impl e p r e s e n c i a de D i o s .

    Qu es oracin? Es el movimiento del corazn amante hacia Dios. Esta oracin puederevestir una forma general y otra ms precisa:la forma general es. el retorno a Dios por lamirada sencilla y amorosa. Puede el alma debuena voluntad mantener esta oracin? Ciertamente que s, y hasta no hace ms en todoel da que unirse de este modo a Dios.

    Qu es, en efecto, el alma de buena voluntad? La que se entrega a Dios por amor cuantas veces en ello piensa, y este pensamiento sepresenta frecuentemente porque el coraznamante inclina a la mente hacia el objeto amado. El corazn recto, que se ha dado por com

    pleto a Dios, tiende instintivamente a su centro, y, como sin saberlo, hace oracin por me-

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    dio de un sencillo movimiento a su amadsimoSeor. El hijo amante de sus padres se com

    place en quedar con ellos en el seno de la familia, nese a ellos de corazn, asciase a sus

    penas y gozos y recurre incesantemente a ellosen las ocupaciones como en los contratiempos.

    Cmo se verifica, segn esto, la oracin de

    simple presencia? Por medio de la mirada deamor hacia Dios; esta mirada es acto de la inteligencia y de la voluntad. La'accin recprocade estas dos facultades se combina tan bien yse entrelaza tan estrechamente que las dos parecen fundirse en una sola. La inteligencia con

    sidera a Dios presente, y la voluntad se inclinaafectuosamente hacia El. Esta mirada es sim-plicsima y excluye razonamientos, reflexionesy estudios. Es sumamente espiritual y el sentido o la fantasa no tienen parte en ella. Puede acompaarla la dulzura sensible, pero no

    quita ni pone a su valor.Esta mirada afectuosa ejectase sin esfuerzos de cabeza ni excitaciones de nervios, queDios no quiere la tortura del alma. Un sencillo movimiento hacia El pone en sus maos elcorazn todo entero. As puede el alma comu

    nicar con Dios todo el da. Al despertarse, suprimer acto es una mirada de amor hacia Dios,acto que procurar continuarlo suavemente,repitindolo en ocasiones ms explcitamente.La comida y la recreacin no deben interrum-

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    pir este dulce comercio del alma con Dios, y de >

    esta manera, todo el da queda el alma expuesta a las miradas del Maestro ; a cada instanterecibe los benficos rayos del Sol divino y acada instante acumula tesoros de amor.

    Cierto que vendrn las ocupaciones a distraerla de Dios, porque el trabajo es absorben

    te, pero el alma debuena voluntad

    no se desanima; se da a las ocupaciones con toda libertad de espritu, y si por cumplir bien los deberes, ha de perder de vista a Dios, el Seor se*lo resarcir ms adelante; esperar verla mslibre y ms desocupada para invadirla con msamor. Tiempo vendr en que el trabajo no seaobstculo a la conversacin continua con Dios,pero bien sabe el alma que esto no depende deella. Dios se reserva el obrar este gran cambioen el momento por El prefijado, y el alma espera pacientemente.

    Las distracciones a que se ve sometida no ladesconciertan, porque son inherentes a la naturaleza humana. La inteligencia no siempre estrendida al alma y la imaginacin mucho menos. Sabiendo esto, qu partido tomar sino elde no querer cosa imposible?

    Por lo menos el cuerpo, con sus exigenciasy enfermedades, podr suspender el vuelo delalma a Dios? En ninguna manera. El cuerpoes de la tierra, por lo que no es de extraarque sin cesar se incline a ella. El alma le pro-*

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    diga razonables cuidados para obtener los ser-vicios que en derecho puede esperar de l. Por

    lo dems, refugiase en la voluntad y la volun-tad es todo el hombre.De ah que para el alma bien dispuesta no

    haya obstculo alguno. Doquiera encuentra aDios y doquiera se abraza con El, sin sujetarsea frmula especial acerca de su presencia. En-cuntrale en la contemplacin de la naturale-za; sabe que su inmensidad llena el Universo.Delitase en hundirse en el centro de s misma

    para all vivir en el seno de las tres divinasPersonas. Vaca gustosamente su alma en lade Jess, prisionero de amor en el Taberncu-lo, y vacala tambin en la de su Madre Mara,

    en cuya presencia se pasan deliciosamente lashoras.

    Ni necesita buscar a Dios, porque se sientecomo envuelta por su paternal mirada. Dios la

    penetra, la lleva, la rodea por todas partes.Por qu andar, pues, con vacilaciones? Arro-

    jmonos en El, que se halla por todas partes,real y verdaderamente como se halla en los cie-los. Ammosle, abracmosle con ardoroso afec-to, encadenmosle con la pureza de nuestra mi-rada. Entregumonos a El como a Padre nues-tro que es; dejmonos invadir, por su divinaCaridad y abismmonos en El como en ocanode luz. Todo esto es bueno, con tal que obreen nosotros la entrega irrevocable a El.

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    Si a nuestra vida espiritual faltara algn ele-

    mento, El mismo cuidar de remediarlo a tiem-po. El slo nos pide buena voluntad y cond-cenos con sus atractivos que adapta a nuestrasnecesidades. En tal punto de nuestra vida es-

    piritual harnos hallar dulzuras en la contermplacin de las hermosuras de la naturaleza; ental otro arrastrarnos vivamente hacia su Ta?

    bernculo. Ya se descubrir a nosotros en nues-tro propio interior, ya se nos manifestar en ssobras; hoy nos cautivar la amable Persona de

    Nuestro Seor Jesucristo ; maana irradiar ennosotros luz vivsima acerca de la SantsimaTrinidad. Si es Jess el objeto principal que so-

    licita nuestra piedad, ya nos sentiremos atra-dos por El, sea en el misterio de la Pasin, laInfancia o la Eucarista; ya en su misma Per-sona, en el Sagrado Corazn, en el carcter deCabeza del Cuerpo mstico, en la condicin deEsposo o de Hermano de nuestra alma.

    Dejemos a Dios el cuidado de variar losatractivos y aceptmoslo todo de su mano sin

    prescribirle ni forma ni mtodo. No es nues-tro amantsimo Padre? E ignorar lo que me-jor conviene a su hijo?

    Las almas preocpanse mucho del exterior

    de la piedad, de lo superficial en la vida del es-pritu. Con todo, su nico quehacer consiste enamar a Dios, en volver continuamente a El decorazn y en cumplir su divina voluntad..

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    Qu es la perfeccindeca San Alfonso,

    y antes que l Santa Teresa, sino la unin dela voluntad con la voluntad de Dios? (1). Esta oracin de la simple presencia de Dios es,por tanto, bien fcil, pues no es ms que la aspiracin del corazn amante hacia el Amado.Da el alma toda y enteramente y constituye la .

    perfeccin en cada instante porque esta simplemirada a Dios es acto perfectsimo de Caridad.Es asimismo acto de confianza heroica, porqueel alma se olvida de s para arrojarse ciegamente en el seno de Dios. Es intenssimo actode fe, porque supone que el alma cree en la

    infinita bondad, en el inefable amor de todoun Dios hacia ella.

    Es acto de abnegacin total, porque el almarenuncia a toda idea propia, a toda rebusca des, a toda satisfaccin no querida por Dios,, atoda inquietud, hasta a aquella que respecta a

    su propia perfeccin.Es acto de perfecto abandono, porque entrega el alma sin reserva a los designios de Diossobre ella y a cuanto Dios tenga a bien hacerde ella. Este acto de abandono

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    pensamientos, sentimientos, deseos, miembros

    y nervios hasta los ltimos perfiles, todos loshuesos hasta la medula, todo lo que hay dentroy fuera. Todo queda abandonado a Vos, ohSeor; haced de ello lo que os plazca.

    Cun grande es la perfeccin de cada ins-tante, hija de la fidelidad en andar en la divi-

    na presencia! Qu sencilla es la santidad enlas miras de Dios y cunto la complicamos nos-otros con nuestras ideas personales! Basta vol-ver a Dios sencillamente como el hijo vuelvea su padre, por medio de una mirada afectuo-sa que le da toda el alma y la hace vaciarse en

    Dios, que es su principio y su fin.

    ARTICULO II

    L a o r a c i n o r d i n a r i a .

    El alma no se resigna a slo cultivar en to-dos los pasos del da esta simple presencia deDios, sino que aspira muchas veces a mayorintimidad con El y necesita mayor retiro ymayor silencio.

    El Seor, por otra parte, convdala a venir detiempo en tiempo a descansar cerca de El, por-que tambin parece que El necesita de esas fa-miliares conversaciones. Estos momentos son

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    los que el alma de buena voluntad ha de con-

    sagrar a la oracin propiamente dicha,Qu es esta oracin? Da oracin propiamen-te dicha puede revestir tres formas distintas:a la primera se la conoce con el nombre de oracin ordinaria, porque el alma la puede hacercon el socorro de la gracia comn; la ltima

    llmase oracin extraordinaria o pasiva, por-que el alma no puede ejercitarse en ella sin elauxilio de un socorro especial de Dios. No esella la que verifica esta suave unin con Dios,sino que la recibe. Entre estos dos gneros deoracin hay otra de transicin, durante la cual

    el alma est a veces en la oracin ordinaria ya veces en la extraordinaria (1). A esta oracinacompaan generalmente ciertas pruebas des-tinadas a purificar al alma de buena voluntad.En el presente captulo tratamos de la oracinordinaria, que es esencialmente una unin

    afectuosa de la voluntad con Dios y no difierenecesariamente del ejercicio de la simple pre-sencia, sino que es el mismo retorno del cora-zn amante hacia el Padre querido, pero demodo ms sostenido e intenso.

    La oracin ordinaria es cierta conversacin

    cordial del alma con el Seor, acompaada de1

    (1) Sa n A l f o n s o , H om o A pst., t. III,1app. I, n. 8..Sa n Ju a n d e l a Cr u z , N oche oscura, lib. i, cap. XVIII-XI X; Subida al Monte Carmelo, lib. II, cap. XIV-XV.

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    una mirada prctica a la accin que. ha de santificar. Cuanto, ms sencilla sea esta conversacin, ms agradable ser a Dios; cuanto, estavuelta sea ms afectuosa y constante, tantoser ms verdadera y . eficaz la oracin.

    No se enred, pues, el alma en mtodos yprcticas, a menos qu para ella sean de utili

    dad reconocida. El nio, en el seno de la fami-lia, no anda en busca de mtodos para amar asus padres; malos sencillamente; dcselo;hace lo que le mandan y los abraza a menudoafectuosamente.

    Orar no es sino amr, y nada hay ms fcil

    al alma bien dispuesta. Dios no pide de. suscriaturas racionales sino ardoroso amor queencierre toda su existencia: Diliges Dniinum

    Deum tuum ex toto corde tuo, et in tota animatua et in tota mente tua (1). Amars al Seor,Dios tuyo, con todo tu corazn, con toda tu

    mente y con toda tu alma. Tuyo qe hacerfcil el cumplimiento de est precepto grandey universal, y todas las almas deben poderamar y amar sin trabajo.

    Qu hacer, pues, durante el tiempo, destinado a la oracin? Lo primero fijar amorosa

    mente la mirada en Dios por medio de un sencillsimo acto, ejercitndose de tiempo., en'tiem-1

    (1 ) M a tt ti., 22, 37.

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    po en actos sencillos de amor a Dios. Estos ac-tos pueden revestir todas las formas, segn la

    inclinacin particular de cada cual. A veces seformularn explcitamente, a veces fluirn co-mo espontneos de la voluntad, sin mezcla al-guna de sentimiento. Su objeto puede variar,segn la eleccin de cada alma, y as pudensehacer actos de complacencia en la hermosura,amabilidad y bondad divinas, actos de benevo-lencia, de confianza, de contricin, de odio delpecado; todo esto es amor o inspirado por elamor. Semejante ocupacin, proseguida concalma, est al alcance de todas las almas de

    buena voluntad.

    Algunas, sin embargo, necesitan templar susactos de amor en la reflexin o en considera-ciones previas. Habr que apartarlas de ello?De ningn modo; el camino de la vida espiri-tual es bastante espacioso para dejar paso atodas las almas; siga, pues, cada una su atrac-

    tivo aprobado por el director de conciencia.Mientras las consideraciones tengan atracti-

    vo y utilidad para el alma, no las rechace. N tese nicamente que la reflexin slo puede sermedio; al fin, la esencia, lo nico necesario essiempre la unin afectuosa de la voluntad con

    Dios. Tal es, en toda su sencillez, la oracinordinaria; las distracciones no son obstculo

    para ella. La voluntad queda siempre unida aDios, a menos que un acto positivo no la separe

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    de El; ahora bien, la voluntad es la que ama y

    es el amor el que une. Qu importan las divagaciones de la imaginacin, queda incapacidad de juntar dos ideas o poner freno a la imaginacin? Slo' una cosa se requiere para orar:lanzar el corazn a Dios siempre que se acuerde uno de ello; cuando no se acuerda uno, cla

    ro que cesa tal obligacin. Dios no pide imposi--bles. La buena voluntad suple a todo. Cunprovechosa es semejante oracin! Unese el alma a Dios para amarle y hacer que este amorintervenga en todos los actos de la vida. Elfruto de esta oracin nunca s un gusto estril.Para gozar de Dios tenemos la eternidad; acabajo esforcmonos por ser cada vez mejores.Esta resolucin puede que no est formuladaexplcitamente, pero realmente existe, y hastaes esencial a toda buena voluntad. s una dis

    posicin permanente, ardoroso deseo de progresar de da en da cada vez ms rpidamente por el camino de la vida espiritual.

    El alma en todas las oraciones procura hacerfecunda esta resolucin con la humilde oracin.Repitmoslo; no es necesario para ello multiplicar las oraciones, porque la buena voluntadest esencialmente en estado de humilde y con

    fiada splica. Esta, convencida de que por snada puede, que Dios es quien se lo debe dartodo, aun la misma buena voluntad,y no ignora que Dios nada desea tanto como concederla

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    todas las,gracias. De aqu el quedarse y vivir

    en una esperanza apacible y humildementeconfiada en los auxilios divinos. Este estado esla oracin ms eficaz.

    Unin afectuosa de la voluntad, con Dios,reavivada de tiempo en tiempo, si a llo inclinael atractivo, por la reflexin, extendida por la

    resolucin, hasta la accin, y fecundada por lahumilde splica, tal es la oracin ordinaria delalma que comienza a tender hacia la perfeccin. Este es todo el-mecanismo y todo el secreto de la oracin.

    Esta conversacin cordial con Dios puede ha

    cerse de muy distintas maneras y todas a eleccin de la misma sima. Aqu est en su propiocampo. En la oracin extraordinaria Dios laimpondr su manera; en la ordinaria es libreel alma, y, por tanto, puede multiplicar susactos de amor, variarlos a su gusto, expresarloscon los labios o slo con las facultades espirituales. Puede tambin hacer cesar esta multiplicidad de actos explcitos-, simplificar su accin y concentrar toda su energa en una solamirada .de amor pacficamente sostenida y aveces dulcemente retornad hacia Dios.

    Esta ltima manera es de suyo la ms perfecta, pero no conviene por igual a todas lasnaturalezas. El espritu y el corazn ofreceninfinitas modalidades, y Dios adapta a ellas lagracia y el atractivo. Con todo, si el alma en-

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    euntra en ello ; facilidad,; simplifique sji>'accin, .cllese, escuche- a l, Maestro -y>uase iac SI

    por medio de ;un::nmyimieritQ:Sencp.p deoldwa-luntad.. As se. dispondr; mejor, a recibir , de de--ss la invitacin; a.subir .ms arriba,:ms; cerca de su ^Corazn,.: : / -ir;'..: a ,;.. n,.

    Plegu al: Seor, no.:diferir .el comunicar esrta gracia,.si; es que ya nodo,-ha^hecho!..... .

    AR TICUL O p . ; ; ni, i';'! f;

    La o r a c i n i n t e Rm e d a : La n o c h e 1: , j i:. r . DE LOS SENTIDOS. . ' '' ' '

    Cuando- Jess encuentra algn 'lm 'bien '

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    Qu es, pues, esta oracin intermedia, lla-mada por San Juan de la Cruz Noche de los

    sentidos? Qu ha de hacer el alma de buenavoluntad para responder a los intentos de Dios?

    Introduce Dios al alma en la oracin extra-ordinaria cuando sustituye su iniciativa por lade la inteligencia y de la voluntad. La accinde estas dos facultades no est suprimida por

    la intervencin de Dios, sino que slo est sub-ordinada a ella. En la oracin ordinaria el al-ma se serva de la gracia de Dios para vivir suvida espiritual, y en la oracin extraordinariaDios se sirve de las facultades del alma paraobrar a su beneplcito. En vez de recibir sus

    impresiones de los sentidos, la inteligencia y lavoluntad las recibirn de lo alto, del mismoDios. A su inclinacin a lo sensible tendr Diosque sustituir una disposicin completamenteespiritual. A introducir gradualmente en el al-ma esta nueva disposicin tiende la oracin

    intermedia de que hablamos.Dios principia por irradiar en el alma unadiscreta luz infusa sobre sus divinas perfeccio-nes o sobre los misterios de la vida de Nues-tro Seor. Esta luz, como tamizada, trae alalma, y en ella conserva un recuerdo de Dios

    confuso y general. El alma por l favorecida,dcese perseguida y obsesionada por el pensa-miento de Dios.

    Este recuerdo no le comunica ninguna luz

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    particular, sino que tan slo enciende ciertodeseo vago, casi imperceptible, de unirse aDios. Es como una necesidad persistente, dolo-rsa, pero poco precisa; avvase tras algunafalta o tras de algunos das pasados en la distraccin o en una ocupacin absorbente. El alma entonces siente que deba estar ms unidaa Dios y que no tiene fuerzas para ello, ni siquiera conoce el medio de conseguirlo.

    Lo mismo que la luz infusa en la inteligencia, provoca en Ja voluntad un deseo constante,

    pero vago, de ser toda de Dios; as, por suparte, esta luz y este amor infuso comienzan adesasir al alma de lo sensible.

    Las criaturas aparecen vacas e incapaces dellenar el corazn ; atrayentes en otro tiempo,ahora slo inspiran indiferencia y hasta aversin. El alma ama la soledad sin darse cuentade su razn; ocpase de Dios sin casi saberlo;aspira al Cielo y mira compasiva a los que seapegan a la tierra: Heu mihi, quia incolatusmeus prolongatus est! (1). Ay!, dice, que midestierro se alarga... Quis mihi dbit pennassicut columbae et volabo et requiescamZ- (2).Quin me dar alas de paloma para volar ydescansar?

    El desasimiento de lo sensible produce, a su

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    vez, otro fenmeno. El alma no sabe meditar ;las oraciones trueanse ridasy distradas. Hasta er presente las facultades espirituales habanpodido servirse de los sentidos; la inteligenciahaba sacado de ellos su objeto y la voluntadhaba avivado con su contacto las llamas delamor. Ahora hay que prescindir de los sentidos.De aqu la supresin repentina y total de un

    elemento muy apreciado hasta ahora, el consuelo y el sostn sensibles. No perdera cosa elalma si un atractivo espiritual viniera a reemplazar el otro, pero nada de eso. La accin divina, ordinariamente dulce y suave, cuando esbien definida, es an muy dbil para proporcio

    nar se apoyo al alma y sta en parte algunaercentra sostn. De aqu un estado de aridezy de hasto perpetuo. En la oracin encuentrael alma una especie de entorpecimiento, de pe-rzd espiritual y de impotencia.

    Esta somnolencia espiritual cusala gran pe-~

    na; atribyela a cobarda; compara su estadopresente con su frvor pasado y se convencede que: en Vez de adelantar retrocede, y sin la

    palabra tranquilizadora del director, correrarisgb de abandonarlo' todo.

    Y aun no termina aqu la serie deV sus-mise

    rias.' Ef alma, por efecto natural de su-mismapena, se ha hecho ms sensible e impresionable, y aquello mismo que antes la dejaba indiferente la es ahora causa de tormento. Muchas

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    de estas almas son as trabajadas por dudasdolorosas y violentas tentaciones, contrariadas

    por dificultades externas y atenaceadas por enfermedades y reveses de fortuna, Dios mismoaprovecha a las veces este tiempo de purificacin para aadir su cruz a todas las dems

    pruebas que las prensan. \Qu ha de hacer el alma de buena volun

    tad que se reconozca , en esta descripcin? Cosa muy sencilla, si la agrada. Su obligacin,ahora como siempre, redcese a guardar intacta la voluntad. Siga a Dios resueltamente conactos de amor; acepte la accin divina sobreella y entre con El por la senda oscura que ,1a

    llevar a la plena luz. Nadie puede privarla dela libertad y, gracias a sta, puede amar elalma; Contntese con la vista general y confusa que de Dios tenga y formule cuando se lo

    permitan sus fuerzas actos de amoroso aban?dono en El. No mendigue apoyo en el mundo:

    sensible; deje las reflexiones que slo la causen disgusto; no eche de menos la antigua manera de darse a Dios; antes .al contrario, dle,gracias por esta sed de unin con que persisteen favorecerla. NPerovel alma,, y esto 'es capital,1ha de-sopor-

    lar- pac en tmente 1os prolongados meses, cuando, no. ios prolongados aos de: hasto que Consigo lleva este estado, y dejar obrar a Dios,abstenerse de indagar sus impenetrables secre-

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    tos y entregarse a El en toda ocasin median-te sencillos actos de amor. Cualquiera otra con-

    ducta no dara ms resultado que prolongar eltiempo de la prueba.

    Amar a Dios con sencillos movimientos haciaEl, siempre que su recuerdo se presente al pen-samiento, tal es la obligacin del alma y tal suocupacin. Que el Seor la pruebe con ausen-

    cia prolongada, que la abisme en la desolacin,que la ahil por el fastidio, que la sumerja eninextricable ddalo de dificultades exteriores,siempre podr repetirle: Benedicam Dominumin omni tempore, semper laus ejus in oremeo (1): Bendecir al Seor en todo tiempo y

    mi voz celebrar siempre su alabanza. Siempreel alma puede lanzarse hacia El, no por los sen-tidos, sino por la voluntad; no por el gusto sen-sible, sino por la fuerza divina. Dios nunca en-va esta prueba, sin prodigar el correspondien-te auxilio. Su paternal intervencin ocltase al

    alma, mas no por ello deja de ser menos real.Bendita el alma que sabe contentarse con

    amar y con amar sin gozar! Aun cuando el cie-lo, la tierra y el infierno se coaligaran contraella, quedara inconmovible y podra repetircon San Pablo: Tengo la certeza de que ni la

    muerte, ni la vida, ni los ngeles, ni los principados, ni lo presente, ni lo futuro, ni la fuerza,

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    ni lo ms alto, ni lo ms profundo, ni otra criatura alguna, podr jams separarnos del amor

    de Dios que se funda en Jesucristo, NuestroSeor (1).

    Amar y sufrir!, sufrir amando!, he aqula suerte digna de envidia de estas almas; si

    pudieran comprenderla, si pudieran alejar des toda inquietud y toda preocupacin volunta-

    ria!...Oh Seor, si os dejaran obrar, si os permi-

    tieran formar en los corazones vuestra imagenadorada; si se limitaran a mantener intacta labuena voluntady amaros con una simplicsimamirada, qu de maravillas no harais en las

    almas! Despus de purificadas, las acercaraisa Vos y las estrecharais contra vuestro divino'Corazn para hacerlas saborear las dulzurasinefables de vuestro amor.

    Buena voluntad, acto de amor en todos loscasos y siempre, y fuera de esto, nada; tal ser

    en adelante mi programa; a Jess dejo el cui-dado de lo dems. Amar a Dios, amarle a micosta y sin gozo, amarle sufriendo, en el fasti-dio, en la aridez, en la oscuridad, en las dudas,en los escrpulos, en las tentaciones, en lossombros presentimientos del porvenir, tal se-

    r mi destino, mientras Dios lo quiera. S quees bueno, s que me ama y creo en su amor.

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    Amaros as, queridsimo Dueo, me encanta.Para,gozar de Vos tengo la eternidad; para

    haceros disfrutar de mi amor por el sufrimien-to y la inmolacin slo tengo esta corta exis-tencia. Exprimid de mi ser cuanto pueda con-tener de gloria de vuestro, .Nombre; sacad has-ta la ltima gota para que, al, llegar la muerte,sea yo todo amor.

    ARTICULO IV

    L a o r a c i n i n f u s a .

    El alma que pasa por la prueba de la nochede los sentidos, imagnase que todp se ha per-dido y que jams recobrar , ya la dulce pre-sencia de Dios. Con todo, a. este Dios de bon-dad se le hace tarde el darse enteramente a ella.Pronto pasar la prueba y el Maestro se pre-sentar y la llamar: Magister adest ei vocalte (1). Este llamamiento, es la oracin infusa.

    A medida que se adelanta, hcese el caminoms oscuro a los ojos de la razn y hasta a losde la simple fe. Pero el corazn sincero nadatiene que temer. El mismo Seor le alumbra yle 'impide extraviarse. La buena voluntad tienela llave de la ciencia, la llave delabismo. Todas

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    siva puede estar acompaado ya de dulzurasy consuelos inexplicables, ya de grandes prue

    bas internas. Dios, que santifica a las almas como le place, regala sucesivamente lo uno y lootro y lo uno y lo otro nacen del vehementeamor del alma a Dios.

    Ninguna lengua podr nunca explicar la alegra ntima y el profundo gozo que pueden ex

    perimentar estas favorecidas almas. Para ellasel amor es a veces suave reposo,sabrosa y tranquila posesin de Dios, o bien gozo inefable querebosando de la voluntad se derrama por todas las facultades y hasta por la parte sensi

    ble y corporal del hombre. Esta alegra es tan

    deliciosa, tan profunda, tan plena y abundante,que al no poder contenerla el corazn, da enuna especie de embriaguez espiritual.

    A veces ese mismo amor es fuego devorador,impetuoso deseo, aspiracin encendida al SumoBien al que quisiera abrazar y con quien qui

    siera identificarse en la unidad del amor.Veces hay en que el amor adopta la forma

    de abandono filial,de ilimitada y deliciosa confianza en Dios. El alma tiene certeza de que eshija de Dios y de la Santsima Virgen y se considera en el seno de la Sagrada Familia libre

    de toda solicitud.Hasta el amor es fuerza, por lo que el alma

    experimenta tal energa que ni teme a hombresni a demonios y se juzga capaz de derribar to-

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    das las barreras que la obstruyen el caminhacia Dios.

    Mas al gozo sucede a veces la tristeza, dejael consuelo paso a la desolacin, a la descon-fianza y hasta a la aparente desesperacin. EseDios por quien el alma con tanta suavidad sus-

    piraba ocltasele de pronto o se le manifiestacual Dios justiciero, ofendido, vengador del pe-

    cado. El amor, antes tan suave y delicioso,transfrmase bruscamente en impulso de te-mor, de desesperacin, de clera, de punzantetristeza y de aversin a Dios. El alma cree pe-car en todos sus actos y esto la colma de pena.Tan misteriosos sufrimientos constituyen lo

    que San Juan de la Cruz llama la Noche del espritu y constituyen la purificacin ltima, elindisoluble lazo con que Dios nese definitiva-mente a ls almas.

    Tales son, a grandes rasgos, la naturaleza yefectos ordinarios de esta oracin. Al recorrer

    estas pginas se habrn preguntado ciertas al-mas con espanto cmo se las habrn de habersi algn da las introdujera Dios en la oracininfusa. No teman; aqu, ms que en parte al-guna, la buena voluntad suple a todo. No sellama pasiva esta oracin? Por tanto, la ni-

    ca obligacin del alma est en recibir el don deDios, presntese en la forma en que se presen-t, amar a Dios con el amor que El mismo de-rrame en el corazn, recibir alegremente y por

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    igual rosas y espinas y prestarse lo mismo a lasdolorosas exigencias de Dios que a las ms de

    liciosas caricias. De esta suerte todos los movimientos tendern hacia Dios. , Evite, pues, durante las dulzuras de la ora

    cin infusa, el pegarse a otra cosa que al amor,el escudriar curiosamente la accin de Dios oel modo con que quiera unirse a ella, y la fre

    cuencia de sus. visitas. Todo esto es exclusivode Dios, que de su esposa, el alma, no desea-ms que amor y adhesin sencilla a todas susvoluntades. .

    No ande el alma ansiosamente en busca delgrado de la oracin a que pueda haber llegado;

    los grados de. oracin slo se miden con el .amor,y cuanto ste sea ms intenso, ms subir elalma hacia Dios, pero slo Dios puede fijar talesgrados. Cada alma de buena voluntad es campoen que Dios cultiva las virtudes y hace brotarores y madurar frutos de santidad. El mismo

    es el jardinero; Las plantas no pueden hacersino Crecer y producir hermosos y ricos frutos,Si fueran las almas dciles a la accin de Dios,llegaran a elevada santidad.

    Hay almas preocupadas. de ciertos fenmenos extraordinarios de la; contemplacin: como

    visiones, revelaciones, xtasis, y cosas por el estilo.. Estos fenmenos, no son efectos propiosdd> la oracin infusa: no se necesitan para lacontemplacin:,ms elevada, ni constituyen, gra

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    dos necesarios de la oracin. Son tan slo manifestaciones milagrosas que Dios concede raras veces, y sera temerario desearlas, porqueno son del amor.

    En fin, qu har el alma arrojada por Diosen el crisol de la prueba? Se habr de contentar durante estas torturas interiores conamar a Dios, o ms bien, podr en ellas amarle? Si hay algn tiempo, un que el alma tengaque hacer consistir toda -su accin en el ej er-cicio de la buena voluntad hacia Dios, ciertamente que es ste de la purificacin pasiva, dela noche del espritu. Slo las almas que hanestado sumergidas en estas horribles tinieblas

    pueden formarse-cabal concepto de ellas. Diosse complace en rodearse de esas tinieblas paraobrar en el alma la misteriosa y postrera transformacin. Apoderase del alma por sus fibrasms delicadas y exprime de ellas cuanto puedaan haber de natural,.humano y egosta. En vano se esforzara. el alma por ; desprenderse deesa mano omnipotente o por resistir a la penetrante y purificadera accin de Dios, pues tans.lo conseguira prolongar el tormento.... El-alma as anonadada, , prensaba bajo la mano de Dios, que la ama, djese , purificar por Ely responda a cada nueve tribulacin, con amo-ros, /ift.; Sujtese a la .obediencia a :.su -director, siga ciegamente sus consejos y,,: por lo dems, djese llevar y traer,por--Dios,.-

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    No hay libro ni director alguno que puedanensear a fondo al alma en tal gnero de prue

    bas. Antes' de pasar por ellas no podran sercomprendidas y, cuando sobrevienen, ni los li

    bros ni los consejos dicen nada. Dios se reserva este dominio en que espera lograr del almaun abandono completo, un acto de perfecta voluntad. Los movimientos de aversin a Dios,de desesperacin, de clera, de odio, no impedirn al Soberano Maestro llevar a cabo suobra. Esos movimientos slo son tales en apariencia, porque en realidad son actos de vehementsimo y pursimo amor de Dios. El almaque cree lo contrario, gime, se lamenta y se tortura, pero qu importa? Todo ello no serms que por algn tiempo, y as se purifica, setransforma y ama.

    Oh Dios mo!, quiero dejaros trabajar mialma hasta el fin, hasta el Calvario. Ya llegarel da de la resurreccin. Como pobre orugui-11a quiero arrastrarme por la tierra todo el tiempo que a Vos os plazca; quiero por Vos serencerrada en oscura prisin donde quedarmuerta y sepultada, .contentndome con amaroshasta el da en que os plazca romper los murosde mi angosta celdilla y darme alas para lanzarme hacia Vos. Agil entonces cual mariposavolar mi alma a vestr divina Caridad, eidntico fuego abrasar por siempre al Creadory a su msera criatura.

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    Cun hermoso es nuestro destino! Amar aDios por siempre; amarle en el Cielo, amarleen la tierra, amarle en el gozo y en la triste-za, en la luz y en las tinieblas, en el Tabor y enel Calvario. Buena voluntad; he ah tu acto;,he ah tu prerrogativa.

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    . La. Perfeccin por la accin

    ARTICULO I

    E l mo men t o pr e s e n t e .

    Santificarse es amar a Dios, impregnar deeste amor toda la vida, comunicar a todas las

    ms pequeas acciones ese soplo, sobrenatural,esa recta intencin, ese dseo de ser de Dios.

    Ser esto posible? Ciertamente que es realizable y muchas son las almas sencillas quellegan a'diario a tan sublime ideal. Qu tenemos, por tanto, que hacer para pertenecer al

    nmero de estas almas bienaventuradas? El alma de buena voluntadha de comenzar por simplificar su tarea. No nos cansaremos de repetirlo: casi todas complican a su gusto el trabajo de la perfeccin, ya que. para emprenderel viaje hacia a santidad, echan sobre s intiles cargas y malgastan sus fuerzas en ocupacio

    nes sin importancia o de utilidad discutible.Preciso es reducir todo el trabajo de la'per-

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    feccin a un solo punto bien definido, esto es,

    al momento presente; hay que ceir toda la vi-da y toda la actividad al deber presente, con-centrar toda la atencin sobre la obligacin pre-sente y poner todo el empeo y toda la vigilan-cia en cumplirla bien.

    No es extrao que el desaliento invada a las

    almas cuando ven ante s toda una vida quehan de santificar, cuando de una sola miradacontemplan la infinidad de actos y de penas es-calonadas a lo largo de la existencia, cuandoabarcan de una sola mirada este campo inmen-so cubierto de malezas que se han de extirpar.

    Mas no est en ello la santidad, ni la per-feccin es el resultado de sueos y de abstrac-ciones, sino que es realidad bien concreta quese nos ofrece a cada instante. La vida que seha de santificar es el momento presente que de-bemos dar a Dios. Da vida no es ms que unasucesin de momentos y no hay de real en ellasino este breve instante actual que sin cesar sedesliza. Tan slo del presente vivimos y nues-tra obligacin ha de ser el santificarlo; nadamejor podemos hacer para nuestra perfecciny para la gloria de Dios. Ah, si se compren-diera esta verdad tan sencilla y tan consolado-ra a la vez! ntre Dios y el alma de buena vo-luntad slo hay un acto: el amor. Por l neseel alma a cada instante a Dios. Cada prticulitade tiempo viene a ser como una especie sacra-

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    mental por la que llega. Dios, al alma, algo ascomo una comunin incesantemente renovada,

    por la cual el alma se entrega toda entera yDios se da tambin todo entero. Es un flujoy reflujo que hace desbordar la fuente delamor (1).

    A qu preocuparnos, pues, del pasado? Lo

    pasado ya no existe, se nos fu ya para siem-pre. A qu perder el tiempo en intiles lamen-taciones y en vanas imaginaciones? Arrojemosel pasado con sus infidelidades en el ocano dela divina misericordia, que Dios todo lo olvidy lo borr: Quantum distat ortus ab occidente,

    longe fecit a nobis iniquitates nostras... quo-niam ipse cognovit figmentum nostrum (2). Re-dimamos el tiempo perdido con la fidelidad delpresente.

    Y a qu tanta solicitud por el porvenir? Loque est por venir an no ha llegado. Dios nos

    lo dar como a cuentagotas para que entonceslo santifiquemos. Ahora otros son los deberesque nos solicitan atencin y voluntad. Dios esPadre bondadoso, y en *el momento oportunonos dar lo que para nuestra perfeccin nece-sitemos. Nuestra santidad es ante todo obra

    suya. El es quien ha trazado el plan y ejecuta-

    do Ru y s b r o k k , E l adorno de las Bodas e sp iritu a les,cap. LIV.

    (2) Ps. 102, 12-14.

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    do sus pormenores. En cada instante nos presenta un deber que cumplir; del conjunto detodos estos instantes:bien empleados surgir elmagnfico edificio de nuestra perfeccin. De esta grande obra slo vemos nuestra ocupacin cilla presente, por ]o que nos desalentamos; peroel Seor ve el conjunto y de antemano se gozacon la perfeccin de su obra.

    Nuestra santificacinescribe el P. DeCaussade (1)se realiza ms o menos comoesos finos tapices que s trabajan a punto y alrevs. El obrero en ellos empleado no ve msque el punt que da y la aguja ; el conjunto de

    estos puntos forma figuras magnficas que' noaparecen sino cuando, acabadas todas las partes, se expone el tapiz por su propio lado; pero,durante la ejecucin, toda esa hermosura y maravilla queda invisible.

    El momento prsente encierra para cada uno

    tesoro inestimable, y, s el alma lo deja escapar,pirdelo para siempre. Esta ocupacin actualvarala Dios para cada alma en particular. lmomento presente de tal alma no es el de talotra, porque nuestro Padre celestial se ocupaen particular de cada uno de sus hijos y entra

    en los detalles de la vida de cada cual. La per-

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    feccin consiste., pues, n entregar a Dios: elmomento presente. : : ;

    Gran secreto de la vida interior, el prestartoda atencin al deber personal y no al ajeno 1De qu nos vale conocer las obligaciones del

    prjimo y las faltas que haya tal vez cometi-do? Vivamos en la tierra como si no hubierams que Dios y nosotros: tal ,es la gran m-xima de los santos. No nos ocupemos del pr-jimo sino cuando ros lo imponga la obligacin.A una infinidad de almas buenas est cerradotodo acceso a la santidad, porque se ocupan, node s mismas, sino de las dems.

    Si el deber actual es el que ha de santificar-nos, no busquemos en otra parte la santidad,que slo Dios conoce el gnero y grado de nues-tra perfeccin. No andemos copiando a nadie,ni vayamos de puerta en puerta mendigando elalimento de nuestra santificacin. Somos hijosdel Rey de los reyes, infinitamente bueno y ge-neroso que nos da abundantemente los mediosde santificacin y a cada momento nos lo pre-senta. Vivamos al da en el seno de Dios, aten-tos a obedecerle en el momento presente. Suffi-cit diei malitia sua (1). Bstale a cada da su

    propio afn. Nuestro Padre celestial sabe lo

    que maana necesitaremos; contentmonos,pues, con pedirle el pan nuestro de cada da.1

    (1) M a t., 6, 34.

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    Simplificar el trabajo de la santificacin, reducir la vida al momento presente, se ha deser el primer cuidado. del alma. Si as lo hace,Dios la llevar por la mano a travs de todassus ocupaciones: Tenuisti manurn dexterammeara et in volntate tua deduxisti me (1). Apoyada en El, cumplir con toda tranquilidad laocupacin, presente, recibiendo cada nuevo instante con- agradecimiento, ya que dar a Dioseada uno de ellos, no echando de menos ninguna ocupacin pasada,- ni deseando para lo futuro ningn otro atractivo sino el que Dios, suPadre, le haya preparado,

    Tranquila y suave vida! El alma, cuanto

    pueda ayudada con la . divina gracia, no apartala mirada del buen Maestro, presta siempre aejecutar sus rdenes, , aun cuando sin precipitaciones.- Su vida, asemjase a la de Dios quelleva en S. $ emper agene, dice San Agustn (2), semper quietus... amas nec aestuas, ze

    tas et securas es. . . dra&oeris et: tranquillus es:Seor, Vos siempre, estis en accin y siempreen , reposo. Vuestro amor es sin pasin, vuestro gozo sin inquietud.vuestra clera sin turbacin.

    (1) Ps. 72, 24.(2) Confesiones, lito. I, cap. IV.

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    ARTICULO II

    E l c u e r p o de l a a c c i n

    El momento presente encierra un deber quecumplir. Frente a ese deber contra el alma do-

    ble obligacin, pues a de hacer ntegramentelo prescrito y lo ha de hacer con la intencinde amar a Dios o de cumplir la divina volun-tad.

    Ejecucin e intencin, tai es el doble elemen-to de toda obra. El primero constituye la par-

    te material o la cosa en s misma; el segundo elformal, el elemento vivo que anima la acciny le presta valor y mrito. Tratemos en el pre-sente captulo del elemento material. Por me-dio, del elemento presente prescribe Dios al al-ma una obligacin, algo que ha de hacer o algo

    que ha de omitir o algo que ha de sobrellevar.As es como Dios manifiesta su voluntad posi-tiva o su beneplcito. Ante este deber, quha de hacer el alma de buena voluntad? Ha deesforzarse por cumplirlo ntegramente, ejecu-tando perfectamente su accin. Su incumben-

    cia no es examinar la importancia de tal deber,ya que Dios es quien se lo ha impuesto, y eneste momento ninguna otra accin podra ha-cerle adelantar en la perfeccin.

    Lbrese, pues, de examinar el camino por el

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    que le viene tal obligacin, por qu intermedio

    se le ha impuesto, con qu apariencias se lepresenta, con qu motivos o pretextos se le in-tima. Detenerse en tales consideraciones sera

    perder el tiempo. El deber del momento presen-te es mensajero de Dios, y nada ms que esto.Bajo los velos de cualquier criatura entrgase

    Dios mismo al alma debuena voluntad.

    Acojamos sencillamente el momento actual yejecutemos ntegramente lo que prescribe omitamos lo que prohibe. En la ejecucin deesta obra el alma de buena voluntadha de en-tregarse toda entera. El alma no recoge todas

    sus fuerzas desperdigadas ni ana todas susenergas, sino para reconcentrarlas sobre el de-ber actual.

    Prestemos, por tanto, toda la atencin po-sible y despleguemos cuantos recursos estn anuestro alcance para ejercitar todas las accio-

    nes de modo que lleven el sello de lo acaba-do y perfecto. Almas hay que nunca llegan aacabar lo que empiezan o no lo acaban bien.Seal de ligereza e inconstancia, seal de queno se dan por entero al momento presente, deque estn solicitadas por el inmoderado deseo

    de lo que se ha de seguir y que an no las per-tenece.Tales almas nunca llegan a la completa, per-

    feccin de la vida. La aplicacin al deber pre-sente debe ser continua.Cada instante trae una

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    nueva obligacin; desde el amanecer nos espael deber. No tenemos derecho a gastar a nues

    tro arbitrio un solo segundo del tiempo que senos ha medido; hacerlo as equivaldra a privara Dios de la gloria que cdn nuestra fidelidad

    podemos proporcionarle y de la felicidad deunirnos a El en tal momento. Nuestra aplicacin al deber presente' no ha de sufrir inte

    rrupciones. Cada gota de agua que cae sobre lapiedra contribuye en su partecita a horadarla ;1cada pincelada tiene por fin dar a la imagen suhermosura definitiva; cada acto est destinadoa llevar a cabo tn nuestras almas la semejanzacon Dios.

    Si importa que la actividad sea continua,importa a la vez que sea contenida, es decir,moderada. Sin tal condicin no podra durar.El saber contenerse es indispensable en todavida'verdaderamente fecunda. Nada es posible,dice Oll-Laprune, sin la fuerza de contenerse,

    de retenerse, de abstenerse (1). Nadie suponunca obrar si no supo moderarse.

    Nuestras fuerzas son limitadas; la inteligencia y la voluntad son facultades, finitas; la mente no siempre puede estar en tensin. Dios no

    pide de sus hijos sino lo que stos pueden dar.Contentmonos con el deber del momento pre

    (1) E l p rec io de la v ida , cap. XXII.

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    sente; hagmoslo con calma, tranquila, aunqueenrgicamente. No sobrepasemos la medida de

    nuestras fuerzas. Dios nos fij la tarea cotidia-na : querer tornarla ms pesada de lo que ya es,sera temerario, porque equivaldra a hacerseimposible el trabaje de la perfeccin. Esta mo-deracin es la cualidad ms preciosa y la me-nos apreciada en toda actividad. Excluye las

    prisas que arruinan intilmente tanta salud;condena la multiplicidad que desperdicia lasfuerzas y regula la intensidad que ha de garan-tizar su duracin.

    Cultivemos este seoro de nosotros mismosque nos asegurar la constancia en el obrar y

    nos har avanzar siempre a un paso, impertur-bables, a travs de todas las dificultades y ven-cedores de todos los obstculos y nos harcumplir con la misma sencillez las obligacio-nes ms humildes y las ms brillantes accio-nes.

    Ms an, nos ayudar esta moderacin a en-contrar a cada paso lo ms precioso que haysobre la tierra; la cruz. Efectivamente, quabnegacin no se necesita para contenersesiempre, para contentars con el humilde de-ber presente y para caminar al paso de Dios!

    Esta moderacin constituye la renuncia conti-nua, una muerte de todos los instantes que nosune a cada momento con el divino Redentordoliente y con su obra de santificacin. As ca-

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    da acto, precisamente por lo que contiene de

    pequeo y mortificante, nos da la vida y nosla hace comunicar a las almasj cada acto, porsu misma moderacin, trucase en fuerza ex-

    pansiva. La fortaleza de contenerse hace suvirtud vivificante. Su muerte aparente ocultasu vida real y su fecundidad.

    El alma que quiera entregarse a la accin deDios en ella, la que se quiera contentar conejecutarla y, para ello se modere y contenga enlos lmites por Dios sealados, llegar a serinstrumento poderoso de conversin y de sal-vacin para los dems. Dios, que es Caridad,

    sintese precisado a comunicarse a las almas, ytan slo necesita instrumentos dciles, canalesque transmitan ntegramente a los otros lasaguas divinas sin quedarse ni con una gota. Nobien halla un alma as dispuesta, aun cuandoest encerrada en el fondo del claustro, convir-

    tela Dios en instrumento de redencin. Estaalma irradiar la accin divina, tal vez sin dar-se de ello cuenta, a travs de las rejas de sumonasterio. Pero no es slo en el retiro de losclaustros donde Dios sabe prepararse seme-

    jantes almas, sino que tambin las encuentra

    o se las forma en todas las clases sociales. Ins-pira a tales almas nobles iniciativas, generosasempresas, y hasta a veces como locas audacias;1furzalas a realizarlas, a entregarse por com-pleto a su ejecucin, dejando a un lado la pru-

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    dencia humana para no apoyarse sino en la di-

    vina Sabidura.El alma dcil y santamente apasionada deDios no entiende de reposo ; la es necesarioobrar, trabajar, sembrar el bien en su rededor,porque la divina Caridad es fuego devorador.

    Siente que tiene una misin que cumplir so-bre la tierra, que ha de ser sembradora de ver-dades, que ha de encender las llamas del amory comunicar a los pobres desheredados la so-breabundancia de los bienes que ella posee. To-da vida llena tiende a rebosar, a derramarse, yqu alma ms llena que la que vive de Dios?

    A. nada en la vida puede quedar indiferente talalma. Las ciencias y las artes, el progreso inte-lectual, moral y aun material la interesan, por-que todo ello viene de su Dios y a El con-duce.

    Nunca el alma, abandonada plenamente a laaccin de Dios, se sinti estrecha en la inmen-sidad divina, nunca su celo se vi falto de al-mas que conquistar, de ciegos que iluminar, dedesgraciados que aliviar.

    Quin ms sencillo y por entero dependien-te de Dios que un San Alfonso, un San Vi-cente de Pal, una Santa Teresa, un San Ig-nacio, una Santa Margarita Mara, y quinms que estos santos manifest a Dios al mun-do, alivi las miserias humanas, enfren las he-rejas y derram la divina Caridad? Oh almas

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    de buena voluntad, entregaos plenamente a la

    accin divina, seguidla pas a paso; no des-preciis ninguna de sus rdenes, ninguno desus consejos, ninguna de sus inspiraciones;abandonaos a Dios y desplegad despus vues-tras alas para dar curso a vuestros generososintentos; identificaos a cada instante ms con

    Jess y, a ejemplo suyo, en El y por El obradel bien, con El pronunciad el misereor superturbam (1) : Tengo piedad de la muchedum-

    bre; el sitio (2): Tengo sed de la conquista delas almas; el.Venite ad Me omnes (3): Venida M todos, y corresponderis enteramente a

    las miras de Jesucristo sobre vosotras... ComoEl, podris decir al terminar vuestra carrera:Todo est consumado (4); he cumplido la obraque mi Padre me confi (5); he pasado haciendo bien (6).

    (1) More., 8, 2 .(2) loan., 19, 28 .(3) Matt., 2 , 28 .(4) loan., 19, 30,(5) loan., 17, 14.(6) Act., 10, 38 .

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    ARTICULO III

    E l a l ma de l a a c c i n .

    Quien simplifica su tarea, reduciendo toda lavida a la unidad del momento presente, es ca-paz de dar a la accin actual toda atencin y

    energa. Con todo, no basta esto.Ejecutar una obra fielmente, acabarla nte-

    gramente, no es ms que el elemento materialde la buena accin. Este elemento material de-be ser vivificado, transformado y, en algn mo-do endiosado por la pureza de intencin.

    Y en qu consiste esta intencin? En elamor. En cada una de sus acciones quiere elalma fiel testimoniar a Dios que le ama. Sabe,por otra parte, que ningn acto tiene verdade-ro valor sino en virtud de esta Caridad divinay que sin el amor la obra no es ms que cuer-

    po sin alma y organismo sin vida. Esta inten-cin de amar a Dios que acompaa al alma encada una de las ocupaciones de su vida diaria,

    puede revestir muchas formas y expresarse enmultitud de frmulas.

    Amar a Dios es querer cumplir su adorable

    voluntad (1), abandonarse a su accin, confor-marse al orden divino, vivir en la verdad (2);'

    (1) l o a n ., 9, 31.(2) I I I lo a n ., 4.

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    amar a Dios es procurar su gloria (1), trabajarpor darle a conocer, por extender su reina-

    do (2); amar a Dios es ser hombre de deber,hombre sobrenatural, es aspirar a agradarle, ahacerle olvidar las ingratitudes humanas; amara Dios es esforzarse por imitar a Jesucristo (3),transformase en El (4), revestirse de su divinaPersona (5), unirse ms ntimamente a su cuer-

    po mstico (6), dedicarse, a su obra (7), y echarraces en su Caridad (8). Las frmulas varan,pero el sentido es el mismo.

    El alma ama a Dios a travs de todas susacciones; trabaja con la mira de demostrarle su

    adhesin y de conformarse con su divino be-neplcito. He ah el secreto de la santidad.

    Llegamos ya al fondo mismo del trabajo de laperfeccin, lnea divisoria entre las almas he-roicas y las mediocres. Unas y otras sintenseanimadas de buena voluntad y tienen todas

    cierto nmero de actos que ejecutar a diario;;mas cuando las unas en pocos aos amontonan

    (1) I C o r., 100, 31.(2) M a t t., 6, 10.(3) R o m ., 28, 29.(4) G l., 2, 20.(5) G l., 3, 27.(6) I C o r., 12, 27.(7) l o a n ., 4, '34.(8) E p h ., 3, 17.

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    inmensos tesoros y parece que vuelan hacia lasantidad, las otras adelantan penosamente

    arrastrndose por el camino que conduce a laperfeccin. De dnde esta diferencia?

    Unas aman sin cesar y purifican la recta intencin sin desperdiciar ocasin de ' lanzar alCorazn de Jess un dardo inflamado. Otrasdesempean maquinalmente su trabajo cotidia

    no; se quedan en la corteza de la obra; con-tntanse con ejecutar la accin prescrita, perocon intencin lnguida; esta intencin no pasams all de la criatura, no llega hasta Dios; nianima, ni vivifica.

    Tener intencin de amar a Dios en todas las

    acciones del da, hacerla cada vez ms puray ms viva, pero sin esfuerzo, sino con vigilancia tranquila, tal ha de ser el blanco fijo denuestros esfuerzos. El ideal sera mantener lamente y el corazn fijos en Dios de modo actual,durante todas las ocupaciones, mas, por regla

    general, tal atencin sobrepuja la flaqueza denuestras fuerzas. No vivimos en el Cielo sinoque nos arrastramos penosamente por la tierra. Las distracciones, las preocupaciones asl-tannos por doquier, por lo cual no estamos obligados a llegar a tal idea; basta con que ten

    damos a l con generoso y tranquilo ardor, resignndonos mientras tanto a perder de vistaa Dios las menos veces que podamos.

    Muchas almas aspiran a pensar incesante-

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    mente en Dios durante su trabajo, sin llegar a

    conseguirlo jams. Que se aquieten y sepan queel alma est realmente unida a Dios sin necesidad de que est pensando a la continua en31. 'El acto por el cual la voluntad se une aDios y se propone hacerlo todo por su amores pasajero de suyo, pero su fuerza subsiste in

    tacta, perdura su influencia, y la voluntad, gracias a ella, permanece fija en Dios en mediodel extravio de la inteligencia, de las divagaciones, de la imaginacin y de la barahunda delos negocios.

    En el jardn del alma hemos reservado a

    Dios el rbol ms hermoso: la voluntad contodos los frutos que lleva o llevar. Esta donacin quismosla desde el principio irrevocabley la renovamos con amor siempre que nuestro

    pensamiento vuelve a Dios. Todos los frutos deeste rbol, todos los actos de nuestra buenvoluntad son, por tanto, propiedad de Dios, yde hecho mil veces se los hemos consagrado.

    Esto no obstante no es menos cierto que elalma amante tiende sin cesar a dars a Diosde un modo actual con cuanto posee; quisiera

    no perder nunca de vista a Dios y aspira a hundirse en El de modo consciente a cada instante, a permanecer fija en El, viviendo de su vida, respirando en algn modo por El, bebiendoen la fuente de la divina Caridad, alimentn-

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    dose de su Dios, viviendo oculta en Dios con

    Cristo (1).Deseo legtimo que ser plenamente satisfecho en el cielo, pero que es imposible sea colmado ac abajo sino en la medida que al Seor le plazca desprendernos de la tierra, de suspreocupaciones y de su trfago. El amor de

    Dios debe, pues, animar todos nuestros actos,y en cada uno de ellos no podemos permitirnosni una mirada sobre nosotros ni una complacencia en criatura alguna.

    Pero tal vez diga alguien: Habr que viviren la tierra sin afectos, sin alegra, sin las ex

    pansiones naturales a nuestro ser humano, queson como un don de Dios? Claro que no; tambin en esto se desfigura a menudo la santidad.Los santos no son seres inaccesibles que no miran a la tierra ms que para maldecirla y no seocupan de las criaturas ms que para evitar elroce con ellas. Nada ms franco al mundo queel corazn de un santo que est, por decirlo as,inclinado sobre toda criatura para descubriren ella a Dios o para volverla a El.

    Quin ms enamorado de la naturaleza queun San Francisco de Ass? Quin la cantms frecuentemente que un Guido Gezelle, santo sacerdote de Flandes? Si somos hijos deDios, no somos reyes del mundo? No goza-

    ( 1) Col., 3 , 3 .

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    tado vuela por el camino de la santidad: viammandatorum tuorum cucurri cwrn dilatasti cor

    meum (1).La divina Caridad no suprime, por tanto,

    nada ni nada desdea; slo pretende animar todos nuestros actos, realzar por igual nuestrasalegras y nuestros dolores, santificar nuestraabundancia como nuestra escasez. Todo viene

    de Dios; lo que la criatura no ha maleado, nipuede ser malo ni contrario a la santidad. Sloel corazn ha de estar sujeto a regla y sola laintencin ha de ser purificada.

    Empero, si toda criatura puede llevarnos aDios, el quedarnos en ella eso s es un mal. Pa

    semos por las criaturas, por la bondad, la hermosura, la verdad diseminadas por ellas y vayamos rectos a Dios para glorificarlo y paraproclamar su grandeza y amor.

    Todo gusto, toda satisfaccin, todo cuantoencadene nuestro corazn ha de ser arrancado

    sin compasin. Ninguna criatura tiene derechode sustituirse por Dios para captarse nuestrocorazn, hecho tan solo para El. As es como

    por un continuo sursum cordael alma pasa portodos los sucesos, agradables o enojosos, sindetenerse en las criaturas, tomando lo que Dios

    la presenta por medio de ellas, sea dulce o seaamargo, siempre accesible, jams atada, siem-

    (1) P s ., 118, 32.

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    pre servicial, nunca esclava, siempre compasi-va, nunca cautiva. Si placent corpora, dice San

    Agustn, Deum ex illis lauda et in artificemeorum retorque amorem ne in his quae tibi placent, tu displiceas (1). Si te agradaren loscuerpos, toma de ello ocasin para alabar aDios y pon tu amor en el autor de ellos, no seaque, detenindote en lo que te agrada, vayas

    t a desagradarle. Si placent animae, in Deoamentar: quia et ipsae mutabiles sunt et in illofixae stabiliuntur (2). Si te agradaren las al-mas, malas en Dios, porque a pesar de sermudables en s mismas, slo en Dios se hacenfijas e inmutables.

    ARTICULO IV

    , El t i e mpo.

    Contentarse con el deber presente,, poner encumplirle a la perfeccin toda la atencin y energa, animarle por la intencin del amor di-vino, es la tarea del alma que quiera llegar a lasantidad. Cada momento as aprovechado fa-cilita al alma en aquel preciso instante toda la

    perfeccin de que es capaz.. En adelante no tendr otra obligacin que

    - (1) C o n fe ss ., lib. IV.(2) Confess., cap. XII XI.

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    cumplir sino la de continuar sin descanso has-ta el fin su trabajo; pero aqu precisamente es

    donde las almas que no estn prevenidas tro-piezan en un gran peligro. Casi todas quierenser santas al cabo de algunos aos de esfuerzos,y si el resultado no corresponde a sus esperan-zas, se desconsuelan y estn a punto de aban-donarlo todo. Tales almas se desentienden en

    su santificacin de un elemento poco estimado,aun cuando indispensable, esto es, el tiempo.Dios, que conoce el nmero de aos que ha-

    bernos de pasar en la tierra, conoce asimismo elgrado de santidad que debemos adquirir. De-jmosle a El el cuidado de santificamos antes

    de nuestra muerte; contentmonos con servir-le en el momento presente y amarle ardorosay apasionadamente;' pongamos toda nuestra al-ma en cada uno de nuestros actos;, sea paranosotros un placer el arraigarnos en El, y lue-go... confimoslo todo a El. Es nuestro Padre

    que quiere tomar a su cargo los intereses delhijo.A menos que Dios no tome cartas en el asun-

    to por una singularsima intervencin, no espe-remos que el trabajo de nuestra santificacinvaya a medida de la impaciencia de nuestros

    deseos.La santidad es toda la vida que se ha deorientar a Dios; son todas las facultades de-rramadas por las criaturas que a El debemos

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    encaminar ; es la inclinacin de todo hombre a

    lo sensible que se ha de transformar y cambiaren una tendencia constante hacia Dios, esp-ritu puro; son innumerables apegos secretos alas criaturas y a uno mismo que se han de cor-tar uno tras otro; es el dominio pacfico de lavoluntad que se ha de imponer a las pasiones

    sublevadas contra el yugo; es, finalmente, unainfinidad de actos diarios que hay que saturarcon la intencin del puro amor de Dios. Seme-jante metamorfosis rio es generalmente obra dealgunos aos.

    En tales momentos de fervor y de estrecha

    unin con Dios, el alma puede sentirse porcompleto de El y creer acabada la dichosatransformacin de todo su ser; pero la tristeexperiencia la descubrir pronto la realidad.Despus de tan ardorosas oraciones encuntra-se natural, apegada a sus comodidades, cobarde

    y pusilnime. Extraarse el alma de que, sien-do tan imperfecta, Dios la haya podido favore-cer con sus caricias, y llegar a concebir dis-gusto contra s misma y hasta desaliento. Estono obstante, nada ms natural que esta divinaconducta.

    El alma est en marcha hacia la santidad;;por el momento, pone a servicio de Dios toda lasuma de buena voluntad de que dispone y, a suvez, Dios se muestra satisfecho de sus esfuer-zos y la favorece con sus comunicaciones. Como

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    hbil conductor de las almas, sabe a qu tiem-po necesitan descansar en la spera ascensinal ideal y se reserva hacerlas gustar, de cuandoen cuando, la dulzura de su presencia.

    Ms tarde las tratar como almas perfectas,har que se sienten a su mesa y las introducirdefinitivamente en su intimidad. Tenga, portanto, paciencia el alma y confe en Dios, que lo

    que no puede hacer con su ardor y aun con sufidelidad en el momento presente, lo que entrminos generales no quiere hacer Dios mis-mo con un auxilio especial, se conseguir a lalarga y mrced al tiempo. As lo desea el Se-or, y con tal n la mantiene en la tierra. El

    precioso auxiliar del tiempo la llevar infali-blemente a la santidad, co