jelim historia y memoria social

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    HISTORIA Y MEMORIA SOCIAL

    Elizabeth Jelin

    La relacin entre la historia y la memoria es, hoy en da, una preocupacin central en

    el campo acadmico de las ciencias sociales. El debate y la reflexin son ms

    extensos e intensos en la propia disciplina de la historia, especialmente entre aquellos

    que reconocen que el quehacer de los/as historiadores/as no es simple y solamente la

    reconstruccin de lo que realmente ocurri, sino que incorporan la complejidad en

    su tarea. Una primera complejidad surge del reconocimiento de que lo que realmente

    ocurri incluye dimensiones subjetivas de los agentes sociales, e incluye procesos

    interpretativos, construccin y seleccin de datos y eleccin de estrategias narrativas

    por parte de los/as investigadores/as1.

    La reflexin sobre la temporalidad, sobre el pasado y los procesos de cambio

    social est presente tambin en otros campos, desde la filosofa hasta la etnografa.

    Hay, en este punto, tres maneras de pensar las posibles relaciones: en primer lugar, la

    memoria como recurso para la investigacin, en el proceso de obtener y construir

    datos sobre el pasado; en segundo lugar, el papel que la investigacin histrica

    puede tener para corregir memorias equivocadas o falsas; finalmente, la memoria

    como objeto de estudio o de investigacin.

    LA MEMORIA EN LA INVESTIGACIN SOCIAL

    En la tradicin de los anlisis de las ciencias sociales (incluyendo a la historia) la

    apelacin a la memoria ha estado presente de manera permanente en el proceso de

    recoleccin y construccin de datos. Cuando se aplican tcnicas de recoleccin de

    datos primarios en encuestas que siempre incluyen algn dato retrospectivo (como ellugar de nacimiento), en entrevistas de historias o narrativas de vida, o en anlisis

    basados en fuentes secundarias (autobiografas y memorias, informes de la ms

    diversa ndole)-, el dato supone la intervencin (mediacin) de sujetos que

    recuerdan, registran y transmiten esos recuerdos. Tambin tema al que volveremos

    En: Elizabeth Jelin. Los trabajos de la memoria. Cap. 4, Siglo Veintiuno: Memorias de larepresin. Espaa. 2002. pp. 63-78.1

    No es el objetivo de este captulo una revisin exhaustiva de la bibliografa sobre el tema. La

    relacin historia-memoria est hoy en da en el centro de los debates dentro del campodisciplinario de la historia, a partir de los trabajos de Nora (Nora, 1984-1992. Ver tambinLaCapra, 1998).

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    ms adelante- la intervencin de sujetos que interrogan y ordenan, y que, en ese rol,

    establecen los marcos con los que se va a narrar y transmitir el evento o proceso. En

    este sentido, toda pregunta o interrogacin se constituye en un mecanismo de

    normalizacin, ya que incorpora la imposicin de categoras con las cuales alguien

    con poder registra2.

    Tradicionalmente, este proceso de recordar y la mediacin de subjetividades

    humanas plantean algunas cuestiones tcnicas y metodolgicas, centradas en la

    fiabilidad o confianza que la informacin recogida de esa manera merece. El problema

    est en que se pueden cometer errores en el recuerdo y en la transmisin, sea

    voluntaria o involuntariamente incluyendo los lapsus y malas jugadas del

    inconsciente-. De ah la preocupacin por la autenticidad y la sinceridad de los relatos,

    lo que lleva a poner mucho nfasis en los recaudos metodolgicos, introduciendo

    controles y pruebas diversas para acercar el recuerdo a la verdad de los hechos

    ocurridos. En el extremo, este abordaje puede llevar a una oposicin entre historia y

    memoria. La memoria sera la creencia acrtica, el mito, la "invencin" del pasado,

    muchas veces con una mirada romntica o idealizada del mismo. Y la historia sera lo

    fctico, cientficamente comprobado, de lo que realmente ocurri (LaCapra, 1998:

    16). De ah el recelo, la incomodidad, el nerviosismo de muchos historiadores frente al

    auge de la preocupacin por la memoria.

    La preocupacin por la memoria es, sin embargo, mucho ms variada y

    matizada que lo que esta visin dicotmica puede hacer creer. Asistimos a una

    proliferacin de estudios, conferencias y debates centrados en la memoria,

    proliferacin ligada a cambios de poca, a procesos socioculturales en marcha y,

    concomitantemente, a cambios en los paradigmas dominantes en las ciencias

    sociales. Si en el plano cultura] asistimos a una explosin de la memoria, por el lado

    de los cambios paradigmticos en las ciencias sociales de las ltimas dcadas hacobrado un lugar central el anlisis de las transformaciones de la subjetividad, la

    preocupacin por el sentido de la accin y por la perspectiva de los agentes sociales

    mismos manifiestas en diversas disciplinas, desde los estudios etnogrficos y

    etnohistricos hasta las preocupaciones histricas centradas en las mentalidades y

    los procesos ligados a la vida cotidiana.

    2El papel normalizador y ordenador del investigador (en el sentido ms amplio de quien indaga

    o pregunta) est presente en toda interaccin social. Las diferencias de poder entre

    indagador/a y narrador/a se manifiestan de manera institucionalizada en el interrogatoriopolicial, pero tambin influyen y actan en la relacin que se establece en una entrevistaperiodstica, en una entrevista de investigacin, o en la relacin teraputica.

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    Estas preocupaciones por la subjetividad, por la construccin de identidades

    sociales en los escenarios de la accin, por el papel activo y productor (la agencia

    social) de sujetos individuales y colectivos, se manifiestan especialmente en el

    estudio de diversos tipos de procesos sociales que involucran cambios que

    normalmente estn acompaados por procesos de reflexin la migracin, la familia,

    la sexualidad, los cambios en las prcticas frente a las nuevas tecnologas, etc.-.

    Tambin, y de manera significativa, en la consideracin y reflexin sobre el propio

    proceso de construccin de sentido que la misma investigacin implica. Para el

    positivismo extremo, lo fctico se identifica con la existencia de pruebas materiales

    de que algo ocurri, y lleva a desechar las subjetividades de los actores (incluyendo

    creencias, sentimientos, deseos y pulsiones) y, en consecuencia, la memoria. Una

    postura constructivista y subjetivista extrema, en contraposicin, puede llegar a

    privilegiar de tal manera las narrativas subjetivas de la memoria que termina

    identificando a la memoria (incluyendo toda la posible ficcionalizacin y mitologizacin)

    con la historia (LaCapra, 1998: 16; LaCapra, 2001, cap. 1)3.

    El tema que queremos desarrollar aqu nos obliga a dar un paso ms, o quiz

    dos. No se trata solamente de plantear un contrapunto o una complementariedad entre

    los datos duros (de los documentos y otras fuentes debidamente criticadas) y los

    datos blandos de percepciones y creencias subjetivas de actores y testigos. Los

    acontecimientos que interesan aqu tienen una caracterstica que complica el anlisis.

    Como ya fue dicho, la memoria-olvido, la conmemoracin y el recuerdo se tornan

    cruciales cuando se vinculan a acontecimientos y eventos traumticos de represin y

    aniquilacin, cuando se trata de profundas catstrofes sociales y de situaciones de

    sufrimiento colectivo. Es con relacin a estas experiencias, y muy especialmente a

    partir de los debates polticos y acadmicos acerca de la Shoah, que las vinculaciones

    y tensiones entre historia y memoria han cobrado creciente protagonismo en el debatey la reflexin.

    Adems, el abordaje de los sentidos del pasado y su incorporacin en las

    luchas polticas pone sobre el tapete la cuestin de la relacin entre memorias y

    3LaCapra analiza estos temas en profundidad, buscando una manera de escribir o narrar que

    supere las oposiciones entre el positivismo y el constructivismo extremos (entre objetividad ysubjetividad, cognicin y afectividad, reconstruccin y dilogo, etc.) y que permita articularrelaciones de maneras ms crticas y autocuestionadoras. Esta bsqueda la hace a partir de la

    voz intermedia (middIe voice) de Barthes, una voz que requiere modulaciones de proximidady distancia, empata e irona con respecto los diferentes objetos de investigacin (LaCapra,2001: 30).

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    verdades histricas. El debate historiogrfico sobre el tema se manifiesta centralmente

    en los intentos de legitimar a la historia oral dentro de los cnones de la disciplina y en

    las concepciones de la historia como narrativa construida. Es ste un debate interno,

    dentro mismo de la disciplina de la historia y de las otras ciencias sociales. Pero cobra

    una dimensin pblica y poltica, especialmente en relacin con temas polticamente

    conflictivos. En efecto, hay situaciones en que el investigador/historiador puede

    tornarse agente pblico, y sus posturas pueden tener consecuencias polticas que van

    ms all de los saberes disciplinarios y los debates acadmicos. Son los momentos en

    que frente a controversias ideolgico-polticas, los historiadores intervienen en la

    esfera pblica ciudadana. El manifiesto de los historiadores en Chile, el debate de los

    historiadores en Alemania, la presencia (y la negativa) de actuar como peritos en

    juicios, son todos ejemplos de este tipo de intervencin poltica, en la que se

    confrontan las verdades histricas y las posturas falsas o tergiversadas del pasado.

    Estas son manifestaciones de una primera manera de relacionar el tema de la

    memoria y olvido sociales con la disciplina de la historia, en el campo del quehacer

    pblico ciudadano anclado en compromisos de carcter tico o moral. Como seala

    Yerushalmi, una de las funciones del historiador profesional es la de rescatar el

    pasado, pocas veces reconocible por la tradicin u la memoria social (que, adems,

    segn el autor est en vas de perderse). La reivindicacin del trabajo de la historia

    para corregir las memorias es, en este caso, un componente central del compromiso

    profesional del historiador en tanto que investigador y ciudadano. La historia y por

    extensin, la investigacin social -, entonces, tiene el papel de producir conocimiento

    crtico que puede tener un sentido poltico.

    Sin embargo, hay algo ms, o algo diferente, en las tareas de la investigacin.

    Tanto en el extremo positivista como en el extremo constructivista hay un discurso que

    intenta un cierre, una respuesta final que se aproxima a una verdad. En los temasque nos ocupan donde hay traumas y ambigedades, silencios y excesos, bsqueda

    de objetividad pero tambin compromiso y afectos- la tarea de indagacin

    posiblemente se ubique en una tercera posicin, tal como expone LaCapra:

    [...] la posicin que defiendo propone una concepcin de la historia que involucra una

    tensin entre la reconstruccin objetiva (no objetivista) del pasado y un intercambio

    dialgico con l y con otros investigadores, en el que el conocimiento no entraa

    solamente el procesamiento de informacin sino tambin afectos, empata ycuestiones de valor (LaCapra, 2001: 35).

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    CATSTROFE SOCIAL, MEMORIA Y TRAUMA

    Cuando se toma a la memoria como objeto de estudio, la relacin entre memoria e

    historia cobra otro sentido, especialmente cuando se incorpora la dimensin de lo

    traumtico. Los acontecimientos traumticos son aquellos que por su intensidad

    generan en el sujeto una incapacidad de responder, provocando trastornos diversos

    en su funcionamiento social. Como seala Kaufman,

    en el momento del hecho, por la intensidad y el impacto sorpresivo, algo se desprende

    del mundo simblico, queda sin representacin, y, a partir de ese momento, noser

    vivido comoperteneciente al sujeto, quedar ajeno a l. Ser difcil o imposible hablar

    de lopadecido, no se integrar a la experiencia y sus efectos pasarn a otros espacios

    que el sujeto no puede dominar. La fuerza del acontecimiento produce un colapso de

    la comprensin, la instalacin de un vaco o agujero en la capacidad de explicar lo

    ocurrido (Kaufman, 1998: 7).

    El evento traumtico es reprimido o negado, y slo se registra tardamente,

    despus de pasado algn tiempo, con manifestaciones de diversos sntomas.

    Nuevamente, en este caso con referencia a procesos individuales e intersubjetivos,

    nos encontramos con evidencias de que la temporalidad de los fenmenos sociales no

    es lineal o cronolgica, sino que presenta grietas, rupturas, en un re-vivir que no se

    opaca o diluye con el simple paso del tiempo (Caruth, 1995).

    En los distintos lugares donde se vivieron guerras, conflictos polticos violentos,

    genocidios y procesos represivos situaciones tpicas de catstrofes sociales y de

    acontecimientos traumticos masivos- los procesos de expresar y hacer pblicas las

    interpretaciones y sentidos de esos pasados son dinmicos, no estn fijados de unavez para siempre. Van cambiando a lo largo del tiempo, segn una lgica compleja

    que combina la temporalidad de la manifestacin y elaboracin del trauma (irrupciones

    como sntomas o como superacin, como silencios o como olvidos recuperados), las

    estrategias polticas explcitas de diversos actores, y las cuestiones, preguntas y

    dilogos que son introducidos en el espacio social por las nuevas generaciones,

    adems de los climas de poca.

    La relacin entre acontecimientos traumticos, silencios y huecos, y losprocesos temporales posteriores donde la actualizacin del pasado en el presente,

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    as como los sentidos y rememoraciones del pasado, cobran centralidad- ha sido

    objeto de numerosos trabajos, tanto en lo referido al plano individual como a sus

    manifestaciones sociales y colectivas. Debemos reiterar en este punto una paradoja

    de la memoria, ya insinuada en el captulo 1: la actuacin del trauma, que casi siempre

    implica repeticiones de sntomas, retornos de lo reprimido o reiteraciones ritualizadas,

    sirve a menudo como anclaje de identidad. Se genera entonces una fijacin en ese

    pasado y en esa identidad, que incluye un temor a la elaboracin y al cambio, ya que

    esto significara una especie de traicin a la memoria de lo ocurrido y lo pasado.

    Elaborar lo traumtico (working through) implica poner una distancia entre el pasado y

    el presente, de modo que se pueda recordar que algo ocurri, pero al mismo tiempo

    reconocer la vida presente y los proyectos futuros. En la memoria, a diferencia de la

    repeticin traumtica, el pasado no invade el presente sino que lo informa.

    HISTORIZAR LA MEMORIA

    Los cambios en escenarios polticos, la entrada de nuevos actores sociales y las

    mudanzas en las sensibilidades sociales inevitablemente implican transformaciones de

    los sentidos del pasado. Los ejemplos de estas mudanzas son mltiples. No se trata

    necesariamente de ejercicios negacionistas (que tambin existen, sin duda), sino de la

    seleccin y el nfasis en ciertas dimensiones o afectivos que aspectos del pasado que

    distintos actores rescatan ay privilegian, y de los cambiantes investimientos

    emocionales que esto implica. La construccin de memorias sobre el pasado se

    convierte entonces en un objeto de estudio de la propia historia, el estudio histrico de

    las memorias, que llama entonces a historizar la memoria.

    La significacin de los acontecimientos del pasado no se establece de una vez

    para siempre, para mantenerse constante e inmutable. Tampoco existe una linealidadclara y directa entre la relevancia de un acontecimiento y el paso del tiempo

    cronolgico, en el sentido de que a medida que pasa el tiempo el acontecimiento va

    cayendo en el olvido histrico, para ser reemplazado por otros eventos ms cercanos.

    La dinmica histrica de la memoria, entonces, requiere ser problematizada y

    estudiada. La ubicacin social de los diversos actores y sus sensibilidades, la

    conformacin del escenario poltico en el que estn insertos, y las' luchas de sentido

    en las que estn embarcados, son algunos de los elementos que ayudan a explicar

    estos cambios de sentido. Esto es explcitamente un objetivo en los trabajos de H.Rousso sobre la memoria de Vichy en Francia en los que muestra cmo, con el paso

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    del tiempo, distintos actores sociales y polticos recuperan selectivamente algunos

    eventos y algunos rasgos del perodo (Rousso, 1990; Conan y Rousso, 1994). [... ] la

    cuestin de la memoria no es que hay un acontecimiento, que inmediatamente se lo

    esclarece un poco, y cincuenta aos despus mucho ms. No, es la configuracin que

    cambia (Rousso, en Feld, 2000: 35).

    Esta estrategia analtica est tambin presente en el trabajo de Aguilar

    Fernndez sobre la memoria de la Guerra Civil espaola, al analizar en detalle la

    evolucin del discurso oficial sobre la guerra durante el franquismo y la transicin. En

    este caso, el desafo conceptual que enfrenta la autora es superar el dilema entre el

    presentismo (que afirma que el pasado es continuamente modificado en funcin de

    los intereses del presente) y el taxidermismo (que pone el nfasis sobre la

    reproduccin del pasado, sobre la base de que existen lmites a la posibilidad de

    manipulacin del pasado). La salida a este dilema lo encuentra al rescatar las

    lecciones del pasado, o sea, el aprendizaje poltico positivo pero en el caso espaol

    fundamentalmente negativo que los distintos actores polticos extraen de las memorias

    de la guerra para afrontar las incertidumbres de la transicin (Aguilar Fernndez,

    1996).

    La historia de las resignificaciones del perodo nazi y de los genocidios

    cometidos por Alemania, as como los sentidos que el exterminio nazi4 tiene en

    distintos lugares y momentos, podra llenar bibliotecas enteras. Los sentidos que se le

    han dado y se le sigue dando a la Shoah en Alemania, en Israel, en Estados Unidos y

    en otros lugares del mundo han ido modificndose a medida que pasa el tiempo,

    insertndose en tensiones y conflictos polticos (y econmicos) especficos.

    En el caso de la dictadura militar argentina (1976-1983), los nfasis sobre qu

    recordar y qu destacar fueron cambiando a lo largo del tiempo. Durante la dictadura

    4La terminologa para nombrar lo ocurrido es parte de las luchas por los sentidos y significados

    del pasado. Esas maneras de nombrar tambin cobran sentidos diversos, y cambian a lo largodel tiempo. Con relacin a los acontecimientos europeos del perodo nazi, especialmente algenocidio de judos, existe un debate implcito sobre el uso de la palabra Holocausto, que tieneetimolgicamente un sentido de sacrificio religioso y purificacin ritual. Prefiero usar laexpresin ms neutra exterminio nazi, o a veces la palabra hebrea Shoah, en su sentido decatstrofe o devastacin (natural o humana), para evitar entrar en el debate del sentidoimplcito en el acto de nombrar, reconociendo al mismo tiempo lo siniestro del acontecimientohistrico. Agamben dedica algunas pginas muy lcidas a la etimologa de estas palabras y susimplicaciones en el proceso de nombrar, que resulta en su decisin de no utilizar el trmino

    Holocausto(Agamben, 2000: 25-31). LaCapra, por otra parte, muestra que en la generalizacindel uso de este trmino se ha perdido por completo su significado etimolgico original y laasociacin con la nocin de sacrificio ritual (LaCapra, 2001).

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    misma, el movimiento de derechos humanos, tanto en el pas como en la red de

    solidaridad internacional, fue tejiendo una narrativa centrada en el valor de los

    derechos humanos y en las violaciones cometidas por el rgimen militar (y, como

    antecedente, por las fuerzas paramilitares de la llamada Triple A). La figura central que

    se construy fue durante mucho tiempo la del detenido-desaparecido, vctima de lo

    inimaginable. Tan inimaginable que llev mucho tiempo construir esa figura, ya que

    quedaba siempre la esperanza de su re-aparicin en la forma de una detencin

    reconocida.

    Desde las fuerzas militares, la construccin del enemigo era la de la

    subversin, que con su accionar en la lucha armada y en la ofensiva ideolgica vena

    a cuestionar los fundamentos mismos de la nacin. El discurso militar era el discurso

    de la guerra que, adems como despus iba a hacerse ms manifiesto-, era una

    guerra sucia. Sin embargo, el discurso de los derechos humanos se convirti en

    consigna y en smbolo de la transicin en 1983. Para este discurso, lo que hay son

    violadores y perpetradores de un lado, vctimas del otro. En esta primera etapa, en las

    postrimeras del rgimen militar, la conflictividad poltica previa a la dictadura, la

    militancia y la lucha armada no estaban en el centro de la atencin.

    Estas imgenes contrapuestas entre los militares y el movimiento de derechos

    humanos cedieron su lugar a desdoblamientos significativos en el discurso y la

    prctica institucional del Estado. Por un lado, el gobierno de la transicin construy

    una interpretacin basada en un escenario de fuerzas violentas en lucha (los dos

    demonios), que dejaba en el medio a quienes queran la paz y la vida democrtica

    una mayora supuestamente ajena y ausente de esas luchas, que solamente sufra las

    consecuencias pero no era agente activo de la confrontacin, y que poda en

    consecuencia identificarse con la expresin por algo ser, que implcitamente llevaba

    a justificar los actos represivos del aparato militar-. Por otro lado, la denuncia yprosecucin judicial de los ex comandantes (con el juicio de 1985) mantuvo como

    figura central a la vctima de la represin estatal, con independencia de su ideologa

    o de su accin. La vctima sufre un dao como consecuencia de la accin de otros. No

    es agente, no produce. Recibe impactos, pero no se le reconocen capacidades activas

    ni para provocar ni para responder.

    En el marco del juicio a los ex comandantes de las juntas militares realizado en

    1985 fue propicio para esta despolitizacin de los conflictos. El marco jurdico formaleliminaba toda referencia a ideologas y compromisos polticos. Lo central era

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    determinar que se haban cometido crmenes, sin preguntarse omitiendo

    explcitamente el posible mvil poltico de las acciones de vctimas o represores5. En el

    juicio, la imagen de vctima permiti establecer y reforzar, sin justificaciones ni

    atenuantes, la culpabilidad de los violadores. Una pregunta que queda abierta para

    futuras investigaciones es en qu medida la judicializacin de un conflicto como el

    conflicto poltico violento de los aos setenta en Argentina- implica necesariamente su

    despolitizacin, un encuadre narrativo planteado en una clave pena] antes que

    poltica6.

    En un perodo posterior, una vez que el Estado ya haba reconocido la

    legitimidad de las demandas por violaciones a los derechos humanos y haba una

    verdad jurdicamente establecida, se abre una nueva etapa, en la que comienzan a

    manifestarse diversas modalidades de recuperacin de las memorias de la militancia y

    el activismo poltico, y no solamente de las violaciones. Mltiples actores participan en

    esta recuperacin: movimientos polticos que usan el pasado para sealar

    continuidades histricas en las luchas sociales y polticas del pas, militantes y

    exmilitantes que comienzan a ofrecer sus testimonios y sus reflexiones sobre perodos

    conflictivos de la historia reciente por motivos variados, jvenes que no vivieron el

    perodo y que se acercan con nuevos interrogantes tanto quienes se acercan con la

    ingenuidad, la distancia y la falta de compromiso que les permite hacer preguntas

    novedosas o entrar en dilogos sin los preconceptos o prejuicios de poca, como

    quienes cargan las marcas biogrficas del sufrimiento y la prdida familiar,

    transmitidas en identificaciones intergeneracionales de maneras complejas (el caso de

    HIJOS)-. En los aos noventa, el escenario poltico es otro, y los temas y preguntas

    que se plantean son nuevos.

    5

    En el marco del juicio, por ejemplo, casi cualquier pregunta que remita a la filiacin ideolgicao poltica de un testigo muchos de ellos sobrevivientes de campos de detencin clandestina,que relataban experiencias de tortura y vejacin- era denegada por los jueces. Slo encontadas ocasiones, y para poder poner en evidencia la sistematicidad del plan de exterminiode las Fuerzas Armadas, los jueces hacan lugar a las preguntas que las defensas de los excomandantes planteaban, orientadas a identificar a las vctimas como enemigos de la nacin(Acua y Smulovitz, 1995; Gonzlez Bombal, 1995).6

    El anlisis de los juicios por la verdad que se llevan a cabo en varias jurisdiccionesargentinas a partir de 1995 podra ayudar a revelar la continuidad o cambio en estainterpretacin despolitizada del pasado. Adems, cabe hacer en este punto tina pregunta decarcter comparativo: cul es la figura de la vctima que se construye en pases donde nohubo juicios? En Brasil, por ejemplo, la militancia nunca fue silenciada y se constituy en unamarca muy fuerte y presente en la construccin de las vctimas de la represin. Por otro lado,

    los militares brasileos tambin hicieron or su versin y su voz de manera muy fuerte y muypblica, participando activamente en la construccin de las narrativas sobre el rgimen militar(Soares y D'Araujo, 1994; Soares, D'Araujo y Castro, 1995; Castro y D'Araujo, 2001).

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    Estos ejemplos, slo someramente expuestos, estn referidos a escenarios

    pblicos, a imgenes dominantes en lugares y momentos especficos. En primer lugar,

    muestran con toda claridad algo que ya fue sealado y seguir siendo sealado a lo

    largo de este texto: el tiempo de las memorias no es lineal, no es cronolgico, o

    racional. Los procesos histricos ligados a las memorias de pasados conflictivos tienen

    momentos de mayor visibilidad y momentos de latencia, de aparente olvido o silencio.

    Cuando nuevos actores o nuevas circunstancias se presentan en el escenario, el

    pasado es resignificado y a menudo cobra una saliencia pblica inesperada7.

    En segundo lugar, en estos procesos intervienen de manera central las

    transformaciones y procesos de la subjetividad, marcados por las manifestaciones y

    las elaboraciones de situaciones traumticas. Si las ciencias sociales van a incorporar

    el anlisis de la subjetividad y de las manifestaciones simblicas en su foco de estudio,

    estas memorias y huecos, as como sus irrupciones, implicarn dedicar esfuerzos a

    la relacin entre los acontecimientos pasados y las manifestaciones de sus efectos,

    restos y legados en perodos posteriores. Las memorias se convierten, entonces, en

    un importante objeto de estudio y llaman a estudiar vinculaciones entre historias

    pasadas y memorias presentes, el que y el cmo se recuerda y se silencia, en especial

    frente a situaciones de catstrofe social, porque lo que es negado o reprimido en un

    desliz de la memoria no desaparece; siempre retorna de manera transformada, a

    veces desfigurada y disfrazada (LaCapra, 1998: 10).

    La paradoja aqu es que los huecos traumticos son al mismo tiempo parte de

    lo que queremos comprender y narrar como parte del horror del pasado, y cajas

    negras que impiden la elaboracin de ese mismo relato. Como seala acertadamente

    LaCapra: "El evento traumtico tiene su efecto mayor y ms claramente injustificable

    en la vctima, pero de diferentes maneras tambin afecta a todos los que entran en

    7La realidad regional del Cono Sur en el ao 2000 es un claro ejemplo de esto, como ya fue

    mencionado. Cualquier observador de la situacin de estos pases a comienzos de los aosnoventa poda haber llegado a la conclusin de que se haba alcanzado una especie deequilibrio, insatisfactorio para muchos, pero que permita un nivel mnimo de convivenciapacfica. Indultos en Argentina, transicin negociada en Chile, plebiscito en Uruguay,elecciones directas en Brasil todos estos eran indicadores de una calma social en la cual lasprcticas institucionales parecan empezar a rutinizarse-. Diez aos despus, el escenario estabsolutamente convulsionado: detencin y procesamiento de Pinochet en Chile, Comisin parala Paz y reconocimiento de las violaciones por parte del gobierno uruguayo, intentos dereapertura de casos de violencia dictatorial en Brasil (tanto la bomba en Riocentro en 1982como las investigaciones sobre la muerte de Goulart), juicios por la verdad y nuevos

    procesamientos por secuestros de nios en Argentina. La sentencia judicial que declara lainconstitucionalidad de las Leyes de Punto Final y Obediencia Debida a comienzos de 2001 esotro hito en este continuo proceso de reapertura del pasado argentino.

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    contacto con l: perpetrador, colaborador, testigo pasivo, opositor y resistente, y

    quienes nacieron despus (LaCapra, 1998: 8-9).

    LOS HUECOS ENTRE HISTORIA Y MEMORIA

    En sntesis, no hay una manera nica de plantear la relacin entre historia y

    memoria. Son mltiples niveles y tipos de relacin. Sin duda, la memoria no es idntica

    a la historia. La memoria es una fuente crucial para la historia, aun (y especialmente)

    en sus tergiversaciones, desplazamientos y negaciones, que plantean enigmas y

    preguntas abiertas a la investigacin. En este sentido, la memoria funciona como

    estmulo en la elaboracin de la agenda de la investigacin histrica. Por su parte, la

    historia permite cuestionar y probar crticamente los contenidos de las memorias, y

    esto ayuda en la tarea de narrar y transmitir memorias crticamente establecidas y

    probadas.

    Pero hay ms, como vimos, cuando se convierte a la memoria en el objeto de

    estudio, objetivada como hecho histrico. El hecho histrico relevante, ms que el

    propio acontecimiento en s, es la memoria, escribe Portelli corno frase final en su

    trabajo de indagacin sobre las memorias de la muerte de Luigi Trastulli (Portelli,

    1989). Por qu pregunta Portelli- se trasponen los tiempos en el recuerdo, y se

    ubica esa muerte en los disturbios por despidos en 1952-1953 y no en las protestas

    ligadas a la OTAN en 1949? Y en su bsqueda, encuentra la explicacin del aparente

    error en el relato de los testigos en el cambio de clima poltico y social en esos aos

    en Italia.

    Con relacin a otro hecho-memoria, la masacre de las Fosas Ardeatinas en

    Roma en marzo de 1944 fue una represalia de las fuerzas de ocupacin alemanas enrespuesta a un atentado llevado a cabo por la resistencia italiana en una calle cntrica

    de Roma. En ese atentado murieron 33 policas alemanes y, en menos de veinticuatro

    horas, las fuerzas alemanas de ocupacin, con la ley de diez por uno, reunieron a

    335 residentes romanos (de distinta extraccin social, barrial e ideolgica), y los

    fusilaron en las afueras de Roma, en las Fosas Ardeatinas. Deban ser 330, pero se

    equivocaron en las redadas por la ciudad, y decidieron fusilar a todos. El caso cobr

    notoriedad en la segunda mitad de los aos noventa, cuando el oficial nazi Erich

    Priebke fue extraditado desde Bariloche, Argentina, juzgado y condenado a prisinperpetua por su participacin en esa masacre (Portelli, 1999).

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    Al preguntar cunto tiempo pas entre el atentado y la represalia, la mayora de

    los entrevistados de Portelli, de cualquier edad, nivel educativo y creencia poltica,

    indica lapsos que van desde tres das hasta un ao, cuando en realidad el lapso fue de

    menos de 24 horas. Por qu se ha construido una creencia tan fuerte sobre el tiempo

    transcurrido entre el atentado partisano y la represalia alemana en la matanza de las

    Fosas Ardeatinas, hasta el punto que se puede hablar de un mito, impermeable a la

    informacin fctica y documental? Extender el perodo intermedio permite reafirmar la

    creencia de que los alemanes tuvieron tiempo de conminar a los partisanos

    responsables a entregarse, dar tiempo a que stos se entregaran y, al no concretarse

    se acto, proceder con la represalia anunciada. Se trata, claramente, de una creencia

    que no resiste la prueba de la verdad. Sin embargo, se mantiene y transmite. La

    bsqueda de explicacin de este hiato y de esta creencia lleva a Portelli a indagar

    sobre los marcos ideolgicos dentro de los cuales se han ido encuadrando las

    memorias dominantes y las subalternas en Italia desde la posguerra. En este punto,

    importa especialmente la construccin estereotipada del carcter de los alemanes (al

    definirlos como brutales se les quita la responsabilidad moral), y la asignacin de

    responsabilidad de la resistencia. Si los partisanos responsables se hubieran

    entregado...

    Entran en esta historia de la memoria las cambiantes visiones sobre la

    resistencia a lo largo del tiempo: fue fcil asimilar su rol heroico y su lugar de vctima,

    que salva a la patria y que muere por ella. Pero su papel en el atentado fue diferente,

    fue activo, provocando muertes (inclusive de inocentes que estaban en el lugar)8.

    Result ms entendible para el sentido comn, entonces, dejar esta accin partisana

    como hecho aislado, fuera del contexto histrico de la guerra, responsabilizando a los

    partisanos.

    El modelo que Portelli usa en estos trabajos de investigacin puede ilustrar losdiversos y mltiples niveles de relacin entre historia y memoria. Portelli ubica sus

    preguntas centrales de investigacin en el hiato, hueco, o distancia entre la Historia

    los hechos, dolorosos, impactantes, ocurridos en algn lugar especfico- y las maneras

    en que participantes y vecinos relatan, recuerdan y simbolizan esos hechos. No se

    trata de descubrir y denunciar memorias falsas o de analizar las construcciones

    8Con relacin a este punto, Portelli seala que la izquierda italiana fracas en la incorporacin

    de las vctimas civiles de la resistencia en su relato histrico. Para hacerlo, hubiera sido

    necesario reconocer explcitamente a la resistencia como guerra, y no presentarla comomovimiento moral de todo el pueblo italiano. Con esto, dice Portelli, la izquierda hizo unacontribucin muy costosa a su propia derrota en la lucha por la memoria (Portelli, 1999).

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    simblicas en s mismas, sino de indagar en las fracturas e hiatos entre ambas, y entre

    las diversas narrativas que se van tejiendo alrededor de un acontecimiento. La

    multiplicidad de narrativas, desde las burocrticas y periodsticas hasta las intimistas y

    personalizadas recogidas en testimonios de familiares de vctimas referidas a un

    acontecimiento del pasado pero integradas en la temporalidad del momento en que se

    narra- le permite incorporar la complejidad de niveles (lo tico-poltico, la accin

    colectiva, lo personal) en el anlisis de los mecanismos de trasposicin y

    descomposicin del tiempo que funcionan en la subjetividad. Le permite tambin

    relacionar ese plano, el de la subjetividad, con los marcos interpretativos disponibles

    en diversos momentos (en sus anlisis, centrados fundamentalmente en los marcos

    polticos de las narrativas de la derecha y la izquierda italianas) y cmo stos se van

    transformando. De esta manera, la historia dura, fctica, de los eventos y

    acontecimientos que realmente existieron se convierte en un material imprescindible

    pero no suficiente para comprender las maneras en que sujetos sociales construyen

    sus memorias, sus narrativas y sus interpretaciones de esos mismos hechos.

    Desde una perspectiva como sta, ni la historia se diluye en la memoria como

    afirman las posturas idealistas, subjetivistas y constructivistas extremas- ni la memoria

    debe ser descartada como dato por su volatilidad o falta de objetividad. En la tensin

    entre una y otra es donde se plantean las preguntas ms sugerentes, creativas y

    productivas para la indagacin y la reflexin.