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En el mundo de las hackers
Discurso, mujeres y los trazos de la mano zurda157
Mara Tereza Garzn Martnez(Centro de Estudios Superiores de Mxico y Centroamrica-CESMECA)
En el lenguaje es siempre la guerraHenri Meschonnic
Mi vida en el mundo de las letras no empieza bien. De nia desarrollo una forma de
dislexia nunca diagnosticada, la cual me hace imposible diferenciar la b de la v, la s
de la c, el lado derecho del lado izquierdo. Luego, una vez superado el miedo que me
produce estudiar una licenciatura sin saber escribir como afirmaron las profesoras de
mi escuela, llego a un espacio de estudios literarios en cuyo interior se disputa el estatus
de la literatura como ciencia o su defecto como arte. Lo primero que me advierten all es
que yo no me preparo para ser artista, sino para ser crtica literaria y que si no soy capaz de
terminar mi proceso de formacin en una universidad de la metrpolis todo el hambre que
sufro por ahorrar mi mesada para comprar libros me servir de nada. Han pasado ms de
catorce aos de eso y, realmente, nunca me form como cientfica de la literatura y mucho
menos hice un doctorado en una universidad de la metrpolis. No obstante, el hambre que
pas por ahorrar la mesada ha sido, tal vez, la inversin ms importante de mi vida y mi
mayor privilegio.
A travs de los libros me formo en teoras feministas, de los estudios culturales y de
los estudios poscoloniales y mi vida se hace ms creativa. Y cuando mi vida se hace ms
creativa, miro el suelo que estoy pisando y me descubro en un vagn de metro viejo, sucio,
lleno de ruido y olor a sudor, en el Distrito Federal, Mxico. Ah, mientras Tlapan pasa
color ocre frente a m, pronuncio una afirmacin que ha estado estancada en mi gargantadesde que el vulo donde yo vena se divide no en dos, sino en cuatro: soy escritorauna
que suele saltar con su lengua afilada a trozar el mundo que le ha sido asignado (Flores,
157Una versin corta de este artculo ser publicado en breve en la revista Lenguajes feministas, en San
Cristbal de las Casas, Mxico. Agradezco a las mujeres con quienes compart el seminario de escritura:
Palabras para nuestras vidas, realizado en el ao 2014, en esa misma ciudad. Tambin, agradezco a Mario
Rufer por la invitacin a plasmar mis reflexiones en el presente volumen, la paciencia y el apoyo.
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2010: 22). Esa escritora es la que se presenta aqu como pensadora y feminista, ubicndose
en los intersticios del feminismo, los estudios culturales y los estudios poscoloniales, como
una apuesta por la construccin de haceres y estilos de pensamiento capaces de
dotarnos de otros marcos de inteligibilidad que aborden de frente la pregunta por el poder y
se comprometan con proyectos de transformacin social. Es decir, los intersticios
configuran una propuesta de lectura trans(in)disciplinar desde donde habilitarnos en la
lucha por los significados (Castro-Gmez, 2011).
Ahora bien, indagar sobre qu hace el lenguaje? Cules son las tcnicas del
discurso? Cmo es ese mundo de la imaginacin? con relacin al estado-nacin, en
contextos coloniales, implica pensar los fenmenos lingsticos y el lenguaje mismo como
un instrumento de dominio y/o emancipacin en la empresa del colonialismo europeo
(Castro-Gmez, 2005a). Teniendo esto presente, propongo un mapa muy preliminar en el
cual, a travs de las propuestas de tres pensadoras, sea posible dar pistas sobre qu
elementos se deben tener en cuenta en una genealoga del estado-nacin que se aventure en
los sedimentos de la prctica de una poltica imperial del lenguaje la cual, en este caso,
implica el ejercicio de escribir y producir sentidos de las mujeres y, por ende, su
participacin en la narracin de la nacin en unas coordenadas de ser y estar en el mundo
donde no hay inocentes, sino diversos grados de responsabilidad (Salander, La
Vanguardia: en red).
Adoptando la imagen de la hacker, como aquella que interviene el cdigo,
produciendo un error en el sistema, con el objetivo de mantener siempre una tensin
entre lo constitutivo del discurso y lo constituyente de la escritura, a continuacin, expongo
mis argumentos en tres aparatados. En el primero, siguiendo la historia de Catalina II,
emperatriz de Rusia, me remito a la discusin sobre discurso, ciencia, emisor, escucha y la
propuesta de una poltica imperial del lenguaje, cuya puesta en funcionamiento genera
condiciones para una colonialidad de gnero que an se debe explorar. En un segundo
apartado, retomando la pregunta de Virginia Woolf sobre un cuarto propio, indago por
los derroteros que sustentan la idea de una escritura de las mujeres como fundamental en la
constitucin de las naciones modernas, por el tipo de historia que la misma implica,
resaltando que todo intento por narrar un nosotros est limitado por la materialidad del
mundo. En un tercer momento, reviso la propuesta de Gloria Anzalda con referencia a la
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escritura como estrategia de sobreviviencia de mujeres racializadas y ubicadas en las
periferias del escribir, con el nimo de introducir una mirada diferencial que funge como
resistencia en los entramados del discurso y deslocalizacin de los lmites de la nacin. Por
ltimo, propongo elementos para abrir el debate.
El sueo de la emperatriz
Ella alaba en voz alta y critica en voz baja. Ciertamente, se puede decir que cuenta
con suerte. Su madre la intercambia en un reino vecino y la obliga a casarse cuando en
realidad desea consagrarse al saber, y all, en su imperio, suea. Siente ser justa y,
aprovechando el escaso entendimiento con el Zar, su falta de amor, lidera un golpe de
Estado para la gloria de Rusia usurpando el poder. Impregnada del espritu iluminista de
la poca, planea volver su terruo una Europa pequea y trabaja para ello en los momentos
en que sus aventuras romnticas le dejan tiempo. No obstante, y pese a la angustia que ha
implicado transformarse en la Grande, nunca puede quitarse la sombra de ilegitimidad y,
en contra de su voluntad, mantiene los antiguos privilegios de la nobleza, dispensndola del
servicio militar y reforzando su poder sobre los siervos. Se sabe nica y solitaria, egosta y
mezquina. Pocas veces piensa en las dems y nunca en su hijo. Qu es lo que sueas
Catalina? Qu es lo que buscas?
Catalina II, emperatriz de Rusia, es una mujer ilustrada que ostenta gran saber y
avidez. En el ao de 1787, cuenta Santiago Castro-Gmez (2005a), escribe una carta al rey
de Espaa, Carlos III, encomendndole la tarea de enviar a San Petersburgo todos los
materiales que pudiera encontrar sobre las lenguas aborgenes de Amrica. Sabe, en el
momento de sellar su carta, que se mueve en aguas turbias: el rey que habita tierras lejanas
ha prohibido el uso de esas lenguas en sus terrenos, pues la diversidad del habla supone un
problema mayor para administrar su propia ambicin. No obstante, el sueo de descifrar la
gramtica que se supone anima a todas las lenguas es mayor, pues quien tenga la estructura
general del lenguaje no slo podr hablar cualquier lengua, sino podr controlarlas todas.
Entonces, la gramtica general, como fue conocido este intento, supone un proyecto de
dominacin total. Catalina II se esfuerza por reconstruir la maltrecha Torre de Babel.
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Si se ve la ancdota desde una perspectiva poscolonial se puede entender la misma
como fundadora de una poltica imperial del lenguaje (Castro-Gmez, 2005a). Aqu, no
existe duda de que las imgenes no provienen de ninguna parte, pertenecen a Dios
(Shkovski en Todorov, 1980), por lo que el objetivo es entender la organizacin, la
estructura, la forma de un discurso que se considera esencial, universal y verdadero, por lo
mismo la va para consolidar un proyecto imperial iluminado. En efecto, la gramtica
general presume la analoga entre lengua y ciencia: ese lugar de enunciacin cero desde
el cual se puede decir la verdad sobre el mundo. Una verdad que, como las imgenes, no
cambia, slo se adapta. En ese sentido, en las lenguas vernculas algo de esa estructura
universal debe pervivir, por eso es necesario su estudio. Indudablemente, el colonialismo y
la colonialidad poseen una dimensin epistmica y una discursiva, ambas vinculadas a las
ciencias sociales y humanas, tanto en el centro como en la periferia, la cual produce los
imaginarios que sern usados para dar sustento y hacer legtima a las empresas coloniales,
al mundo que se desprende de all y las identidades y lugares que deben ocupar colonizados
y colonizadores (Castro-Gmez, 2005b).
Edward Said denomina a este fenmeno que une discurso y poder, expansin
colonial e ideologa, performatividad y materialidad, ciencia y ambicin, como:
orientalismo (1978). Este concepto es acuado para hacer referencia, desde un punto
cultural, a ese discurso acadmico que se apoya en instituciones, vocabularios, enseanzas,
imgenes, doctrinas, burocracias y literaturas por el cual se representa y produce Oriente,
desde lugares de enunciacin situados, relaciones de poder y dominacin. El orientalismo,
tambin como un dispositivo que produce subjetividad, es un discurso sobre el Otro que
debe ser incorporado por el otro, como por el sujeto de la enunciacin, para poder operar.
Aqu, importa el narrador, el sujeto de la narracin y la historia, todos transitando por un
universo de poder, dominacin y deseo, pues ms que una derrota militar, lo que se busca
es seducir al colonizado para que desee lo que el colonizador le da, lo que el colonizador es,
aunque ello implique quedarse en el silencio absoluto. Flaubert, segn narra Said, lo hace
con la cortesana egipcia Kuchuk Hanem, a quien paradigmatiza como el modelo de mujer
oriental, produciendo un deseo por esa mujer y la construccin de las mujeres segn ese
modelo, en el cual no existe su voz, ni sus emociones, ni su condicin presente o pasada ni
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la de ninguna otra. Flaubert habla por una soada Kuchuk y, tal vez Kuchuk, suee con ser
esa mujer hablada por Flaubert.
No obstante, a veces, la poltica imperial del lenguaje no siempre se alimenta de un
hablar por, sino de un hablar como, en tanto estrategia para ocupar un lugar aprobado
para ser escuchado y decir la verdad. Las lecturas contemporneas de La Tempestad
(1611), de Shakespeare, son un buen ejemplo de las contestaciones del subalterno al poder
que lo enmudece. Franz Fanon (2009), en este punto, usa el citado drama para exponer la
manera como el conquistador ejercita su dominio sobre la poblacin nativa generando un
anhelo por poseer los poderes inherentes a sus modos de conocer, en suma, lenguaje y
ciencia. La descripcin que Fanon hace aqu es padigmtica: Prspero, el blanco, est
seguro mientras Calibn, el negro, siga luchando por dominar el discurso del colonizador.
En este momento, lo que se reclama es un doble rasero: los negros son humanos mientras
puedan hablar en blanco, pero si pueden hacerlo son peligrosos. Por lo tanto, se hace
necesario recordarles sus limitaciones, pues hablar con el lenguaje del colonizador siempre
implica usurpacin.
Ciertamente, como lo demuestra Calibn, el sujeto colonizado no siempre ilustra la
victimizacin sino que, muchas veces, es capaz de negociar desde las mrgenes. La
reprimenda lanzada por Miranda a Calibn es ejemplo de lo anterior, de lo que el subalterno
roba y rehace para sobrevivir:
Esclavo repugnante! Jams la virtud dejar en ti huella alguna. Slo sirves para
el mal [] Me dabas lstima y puse todo mi empeo en ensearte a hablar. Y
ora te enseaba esto, ora lo otro. Cuando t, salvaje, no sabas ni lo que eras
cuando slo dabas gritos de alimaa, yo te proporcion palabras con que
expresar tus propsitos, pero tu instinto vil, por mucho que aprendieras,
siempre retena lo que la virtud jams podra tolerar. Reproche al que Caliban
responder: t me enseaste a hablar, y eso es lo que aprend, aprenda
maldecir(Gonzalez Abrieska y Mendiola, 218. El subrayado es mo).
Ms sugestivo es comprobar que, al aprender a hablar, Calibn es capaz de nombrar,
de reapropiar la diversidad de su propio mundo recuperndola del poder del amo blanco,
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gracias a que l conoce mejor los ciclos de las siembras, el clima, etctera. Bajo esta
perspectiva, entonces, es posible pensar el proceso de humanizacin por el discurso como
una forma deconstruccin de la agencia. ste es el mismo sujeto que en la Nueva crnica
de Guamn Poma de Ayala aprende a escribir y en los Comentarios reales de Inca
Garcilaso aprende a leer (Ortega, 86). El discurso es plstico y circula, por lo que nadie
puede detentar el poder de poseerlo o usarlo en su totalidad; sin embargo, pese a la
acaparamiento del discurso de Calibn, retumba siempre la pregunta necesaria, la ausencia
ms importante de todas: cules son las palabras de la mujer de Calibn? De hecho,
existe esa mujer?
En ninguna parte de la obra de Shakespeare, que puede ser esencial para el
surgimiento capitalismo moderno-colonial, aparece la compaera de Calibn como
alternativa a la colonialidad de gnero o como fuente alternativa de un sistema alternativode significados. Si no ms bien, all en la isla del Nuevo Mundo, Miranda, de piel blanca,
cabello liso y labios finos, est canonizada como el objeto de deseo, como el cuerpo
potencial de un mudo superior de de buena naturaleza. As pues, la falta de deseo de
Calibn por su propia compaera sugiere una funcin bsica de la pirmide social de la
colonialidad de gnero; es decir, Miranda representa el futuro, lo deseable, otras mujeres
simplemente son un pasado que no se puede limpiar (Winter, 1990). Marina Warner, en
su novela ndigo (1990), parece resarcir el olvido al contar la historiades el punto de vista
de Sycorax, la bruja de la isla del Nuevo Mundo, madre de Calibn. All, es posible
observar el uso de Miranda como instrumento del hombre colono para acaparar la atencin
del colonizado y someterlo a su poder; la posibilidad de una negociacin entre Prspero y
Calibn para ejercer el control sobre el nico cuerpo que se considera la "mujer" de la isla
Miranda y, por ltimo, el matrimonio de Claribel con el rey de Tnez como una va para
retomar la cuestin de la figura femenina como objeto de transaccin poltica y comercial.
El trfico de mujeres como cimiente de la colonialidad de gnero es evidente aqu (Garzn,
2014).
La ausencia de la mujer de Calibn expone que, a diferencia de como lo pens la
emperatriz, una gramtica general depende de los sistemas culturales en los que se
produce discurso y ellos dependen de los sistemas de gnero, los cuales son reconstruidos
segn sus propias genealogas de poder, dominacin, colonialidad y patriarcado. As
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mismo, una poltica imperial del lenguaje muchas veces necesita de agentes discursivos
cuya palabra importe, pero muchas otras veces necesita de agentes ventrlocuos que
imiten el hablar del amo, y agentes silenciosos, quienes a pesar de hablar no tienen
una posicin como enunciadores ni instituciones que les escuchen, por lo que su discurso es
silencio. Cuando esa poltica pasa por el filtro de la colonialidad de gnero, el debate va
ms all de si las mujeres tienen o no voz, en tanto el discurso dota de humanidad a algunos
y excluye de esa esfera a otros, siendo esta racionalidad una condicin de posibilidad del
sistema mundo-moderno-colonial-de genero (Lugones, 2008). Entonces, tanto Catalina II
como la mujer de Calibn funcionan como sedimento de un presente que ha sido
construido, narrativamente, no desde el imperativo de una nacin, sino de un imperio que
necesita de la periferia para ser centro, del otro para ser uno, del olvido para trazar un
origen y de lgicas bipolares en las cuales cada extremo constituye a su otro sin mostrar
nunca el ejercicio del desplazamiento.
Ciertamente, la mudez de la mujer de Calibn se transforma en la condicin de
posibilidad del sueo de la emperatriz. Aunque Catalina II no escribe una gramtica, la
ilusin de una gramtica general la dota de poder como zarina concediendo para ella un
lugar de enorme influencia, en donde su visin ilustrada e imperial se hace poltica
gubernamental y, en cierto sentido, la ubica en un mejor lugar para pelear su guerra,
ignorando el solipsismo blanco: una visin estrecha que simplemente no percibe la
experiencia o la existencia no-blancas como preciosa o significativa salvo en reflejos de
culpa espasmdicos, impotentes, que tienen poca o ninguna utilidad sostenida a largo
plazo (Rich, 306). En efecto, ms all de fundar una escuela para nias, no existe
evidencia de que la emperatriz fuera consciente de la existencia de otras mujeres en
condiciones de subalternidad ms profundas, marcadas racialmente, quienes seguramente
hacen parte del contingente que sostiene materialmente a la gramtica general.
Se puede reclamar algo a Catalina II? No, porque no se trata aqu de encontrar la
culpable, sino de rastrear su marca en nosotras, en nuestra propia ontologa. Y, de una u
otra forma, la emperatriz, interviene el cdigo para hacerlo funcional a ella, su vida se agota
en la confrontacin que supone ocupar el lugar de un Zar usando su discurso. Y, eso, tal
vez, fue valiente. No obstante, para las hackers, escritoras de boca sucia, pese al sueo
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imperial, la intencin no es poseer el lenguaje sino dinamitarlo : "escribir contra el lenguaje,
dentro, sobre, por, encima, debajo, en l" (D!Uva, 11). El gesto adecuado es la traicin. Por
ello, si an queda un retazo del deseo de la emperatriz de Rusia y, pasando por encima de
cualquier ilusin de sororidad histrica con efecto retroactivo, las hackers estn llamadas a
construir una poltica descolonial feminista del lenguaje, puesta al servicio de lo que no
se ve por naturalizado, de lo que no se escucha por ruidoso, para separarlo de su sentido
dominante y llevarlo a ese terreno donde el rey no est desnudo, porque no hay rey ni nunca
lo habr y, por lo tanto, una emperatriz tal tampoco existi y nunca lo har (Garzn, 2014).
El perro que baila y la mujer que escribe
Ella tiene dos vidas: la suya propia y la de los personajes del libro que est
escribiendo. Ciertamente, se puede decir que cuenta con suerte. Su locura le exige aislarse
en el campo, cuando en realidad quiere vivir en la ciudad, y all, en su cuarto propio,
escribe. Cree tener la primera frase: La seora Dalloway dijo que ella misma comprara las
flores (Woolf a, 1). No obstante, y pese al coraje que ha significado convertirse en
escritora, tal vez la que sobreviva al tiempo, teme a sus sirvientas y a las voces que, una vez
ms, han emergido en su cabeza. Se pregunta por qu otras no lo lograron, por qu el genio
es esquivo para las mujeres y tiene varias respuestas. Ha revisado los estantes de las
bibliotecas y entiende que para ella, como para muchas otras, escribir ha sido un privilegio.
Reconoce que sus antecesoras, de una u otra forma, tambin lucharon por tener ese
privilegio y por escribir en cuartos que no eran propios siempre afanadas porque nadie las
descubriera infraganti. Por qu escribes Virginia? Qu es lo que buscas?
Virginia Woolf (1882-1941), en su famoso ensayo: Un cuarto propio (1929), se
atormenta indagando por qu la Historia borra a las mujeres que escriben. Despus de horas
vagando por las bibliotecas de la Inglaterra de su poca, Woolf no encuentra librosfirmados por mujeres, slo un puado de cartas y uno que otro diario. Ninguna ha dejado
poemas u obras de teatro. A esto hay que sumarle que tal vez varios de esos libros han sido
firmados con seudnimos y que, por ende, puede ser que nunca se sepa la realidad de su
autora. Frente a esto, Woolf construye una respuesta que tiene en cuenta las condiciones
materiales en las que se enmarca la vida y su relacin con el acto creativo. La obra de la
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imaginacin es dice como una tela de araa la cual se sostiene por sus cuatro puntas,
aunque muchas veces, frente al ojo humano, esa ligadura con la realidad parece invisible.
Cuando una ya no puede escribir se acuerda de que estas telas de araa no son hiladas en el
aire por criaturas incorpreas, sino que son obras de seres humanos que sufren y estn
ligadas groseramente a la salud, el dinero, la casa, el amor (Woolf, 2008). As, si no
existe una versin femenina de Shakespeare es porque no existe tampoco la posibilidad de
un cuarto propio.
A lo anterior hay que sumarle las condiciones simblicas por las cuales se
representan a las mujeres y su deber ser. Cuando Woolf lee el libroHistoria de Inglaterra
(s/f) de autora del profesor Trevelyan se enfrenta a una paradoja: las mujeres que son
representadas en la obra de Shakespeare no carecen de personalidad ni carcter, son
mujeres importantes, polifacticas, ambiciosas, inteligentes, heroicas, mezquinas,
esplndidas y srdidas pero, al mismo tiempo, las mujeres de carne, hueso y nima son
encerradas bajo llave, golpeadas, silenciadas. De estos extremos opuestos se crea un ser
mixto: en el terreno de la imaginacin un ser potente y, en el terreno de la prctica, un ser
insignificante. Las mujeres, algunas de nosotras para ser precisa, no tienen ms referente
que esa paradoja y romper la paradoja implica reconstruir todo un orden simblico donde
segn lo seala Woolf siguiendo los principios de un viejo obispoaunque los gatos
tengan almas de cierta clase no es posible su arribo al cielo, as como las mujeres no pueden
poseer el talento de Shakespeare. En este punto la mujer que escribe es como el perro que
baila: una figura de circo.
Las condiciones materiales y simblicas que producen o impiden la escritura son
ejemplificadas en su funcionamiento por Woolf a travs de la historia de Judith, la hermana
ficticia de Shakespeare. Judith posee el mismo espritu de aventura, la misma imaginacin
y la misma ansia de ver el mundo que su hermano; no obstante, nunca es enviada a una
escuela. De vez en cuando toma un libro y lee unas cuantas pginas, pero es interrumpida
por su madre quin le pide que zurce, cocine, limpie. Pronto se entera de los planes de
matrimonio que tiene su padre quien, seguramente, nicamente desea el bienestar para la
nia de sus ojos. Judith rehsa, grita y patalea y recibe como castigo una golpiza y un
collar de perlas. Una noche, escapa por la ventana de su habitacin y toma camino a
Londres. An no ha cumplido los diecisiete aos. Igual que su hermano, Judith tiene una
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inclinacin por el teatro y se le facilita componer versos llenos de msica. En la ciudad,
encuentra un teatro y se ubica en su entrada buscando una oportunidad como actriz. Los
hombres se ren en su cara. Tambin busca una taberna para saciar su sed. Los hombres se
ren en su cara. Finalmente, Nick Greene, actor-director se apiada de ella, le da albergue, la
viola y la deja embarazada. Con la barriga llena de huesos, Judith se suicida.
El suicidio de Judith, al igual que su obligada maternidad, son la suma de la herona
literaria y la mujer material quien por romper las reglas de gnero es castigada con la
locura, con la soledad, con las burlas, con una tensin insoportable. Judith vivi la guerra
que supone cambiar el mundo y, al parecer, la perdi. Woolf tambin vivi esa guerra y, al
parecer, tambin la perdi. Y es que, desde el siglo XVI hasta el siglo XIX europeo, el acto
de escribir por parte de las mujeres es entendido como una transgresin suprema, el quiebre
de una ley natural. En efecto, por aquellas pocas, el mundo literario pertenece por entero a
los hombres, entre otras cosas, porque el acto creador se asocia con la virilidad. La mujer
que se da a la tarea de probar la pluma es sealada como una especie de criatura deforme.
De hecho, como sealan Sandra M. Gilbeert y Susan Gubar, en su cardinal trabajo:La loca
en el desvn(1979), la metfora para representar a la mujer escritora, en Europa, desde el
siglo XVIII, era la de monstruo, es decir, un ser contranatura, la marca hiperblica de algo
fuera de la norma, del orden, de lo natural o, mnimo, de los ordenamientos conocidos. A
ese monstruo hay que destruirlo. Bajo estas condiciones, interroga Woolf, para qu
escribir?
La respuesta se encuentra implcita en cada una de las observaciones de la escritora
a propsito de su recorrido por las bibliotecas. La pluma de la mujer, se infiere, es la
llamada a escribir esa historia que concilie a la herona con la mujer, ya que ese silencio
sostenido por instituciones como las universidades propone una visin miope y
ambivalente, en la cual las mujeres no somos agentes histricos. Evidentemente, Woolf
participa de un movimiento amplio que est pensando el sujeto mujer y las posibilidades de
su existencia, tanto en trminos discursivos, como epistemolgicos y materiales. As,
escribir es un intento ambicioso por escribirnos y re-inscribirnos en el orden del mundo.
Un orden en el cual, adems, es urgente consolidar cambios trascendentales con respecto a
la geopoltica imperial. Ya no estamos hablando de un orden centro-periferia a secas, sino
de unas relaciones ms amplias de poder donde se apuesta por la consolidacin de estados-
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nacin y su insercin en la economa global por medio de una textual: se escribe para
generar conocimiento, sentimientos de pertenencia e identificacin pero, en especial, para
detentar el poder simblico sobre los significados de lo nacional, lo regional y lo mundial
(Bhabha, 2010). Una mujer que escribe es una mujer que hace historia.
Las condiciones materiales, como lo subraya Woolf, son imprescindibles para el
devenir sujetos de las mujeres. Teniendo un cuarto propio, Woolf entiende lo cardinal de
eso y, al mismo tiempo, lo limitado en trminos de transformacin social, pues la
habitacin propia implica la divisin sexual del trabajo intra-gnero, la cual responde a
una clasificacin racial que es sedimento de la misma. En consecuencia, la emergencia de
la escritora no garantiza nada diferente a ver la vida en un rostro y entenderlo por lo que es
y, al final, entenderlo y amarlo por lo que es y, luego, dejarlo ir (Daldry, 2003: en red). No
obstante, poseedoras de la potencia de la imaginacin muchas escritoras, como la misma
Woolf, aportaron a una tarea deconstructiva de, en este caso, el estado-nacin. Es el caso de
la novelista colombiana Soledad Acosta de Samper, la escritora ms prolfica del siglo XIX
colombiano y primera mujer que ejerce el periodismo de manera profesional en ese pas.
Acosta de Samper es una mujer privilegiada. Su novela ms conocida es Dolores.
Cuadros de la vida de una mujer, publicada originalmente por entregas en el diario El
Mensajero (1867). Dolores hace parte de un grupo de novelas que narran la nacin en
Latinoamrica y se transforman en fundacionales: Sab de Gertrudis Gmez de
Avellaneda (1841), Civilizacin y barbarie de Domingo Faustino Sarmiento (1845),
Soledad de Bartolom Mitre (1847), Amalia de Jos Marmol (1851), Martin Rivas de
Alberto Blest Gana (1862) y Mara de Jorge Isaacs (1867). Palpablemente, la obra de
Acosta de Samper responde a una necesidad que obliga a acudir a todas las posibilidades de
la intertextualidad y la antropofagia textual para responder a la pregunta por nuestra
identidad como colectivo imaginado (Ordoez, 1988), desde la expresin ideolgica sobre
un deber ser producida desde las elites criollas del poder, en el cual la mujer es madre
de la nacin y la nacin es casa158:
158 Para un anlisis ms completo, ver: Garzn Martnez, Mara Teresa (2014) Pero en mi soledad estar
tranquila Blanquitud y resistencia enDolores, de Soledad Acosta. Revista El Cotidiano, no 184, marzo-abril,
Universidad Autnoma Metropolitana Unidad Azcapotzalco, pp 23-30.
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El rol fundamental de la mujer es asegurar su influencia moral dentro de la
casa. Partiendo de las caractersticas "naturales" asignadas a la mujer y
consciente del vnculo entre la familia y la comunidad poltica, Acosta de
Samper subraya el rol constructivo de la mujer dentro de la nacin. Si bien la
mujer no debe participar en poltica, debe "entender los partidos" o sea que
debe comprender cules son los valores y principios que distinguen a cada
partido para poder asegurar que la familia reproduzca aquellos valores
considerados indispensables para el futuro de la nacin. La familia se
convierte en el emblema de los futuros ideales nacionales. Para que un
determinado proyecto poltico logre consolidarse dentro de la sociedad debe
estar arraigado en el hogar. Siendo ste el aceptado dominio de la mujer, ser
ella quien, a travs de su influencia moral, asegure su afianzamiento. En este
sentido la inclusin de la mujer en el proyecto poltico nacional es
indispensable (Gerassi-Navarro, 2005: 278).
Aqu, una aclaracin. Una cosa, en este universo, es ser educada y educar, otra cosa
muy diferente es producir conocimiento a travs de la escritura. Hecho que es evidente en
la novela, con la asuncin y crisis del personaje principal: una mujer blanca, de elite, que
espera el amor y encuentra la enfermedad. Frente a ello, y por ser la lepra una enfermedad
leda desde la lgica del castigo moral e implicar la prdida del cuerpo y del deber ser
como mujer, Dolores se asla en un bosque y se dedica a escribir. Cuando Dolores produce
un conocimiento sobre s misma y escribe y su escritura se vuelve pblica, resuenan dos de
las preguntas que a propsito formula Beatriz Gonzlez-Stephan (2005): qu ciudadanas
aparecen en el reparto de las representaciones imaginarias como necesariamente
patolgicas e invalidadas? Se trata de un texto que habla sobre la insanidad de ciertas
ciudadanas o sobre el trauma y los riesgos que representan la configuracin de la autora
femenina en un mundo controlado por voces y gneros masculinos?
Dolores, metfora de una nacin que no es posible, configurada desde referentes
europeos y blancos, deconstruye todo intento pedaggico, instituyente, de narrar la
nacin (Bhabha, 2010), ya que su destino como herona es, al igual que Mara de Jorge
Isaacs, una muerte horrible, donde el cuerpo colapsa. Por eso Dolores deviene monstruo:
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expone otro orden de lo real, hace carne la infraccin y letra el desvo, habita los lmites del
bosque, el gnero y la condicin racial, pues de la otrora seorita blanca y sumisa destinada
al matrimonio ya no queda nada o slo un cuerpo oscurecido que se deshace en pedazos,
pero no deja de escribir. Aqu habita el performativo de la nacin, su ambivalencia, el uso
del discurso para contar otra experiencia (Bhabha, 2010). Entonces, tal vez, slo tal vez,
una habitacin propia no remita a las condiciones materiales del oficio de la escritura, sino
a las posibilidades de resguardarse en la muerte, la muerte de la escritora como condicin
de posibilidad de la escritura de una nacin otra que no nos divida por medio de lmites
imaginarios, jurdicos, lingsticos, de color. Un nosotras geopolticamente ambicioso.
Pese a compartir la misma pulsin suicida, las hackers, proletarias del lenguaje,
nunca han necesitado un cuarto propio, ni una nacin, ni un nosotras, pues su emboscada
debe tener lugar en todos los lugares, en el desierto del cdigo, por medio de las redes del
lenguaje menstruante, el cual no encuentra ni legitimidad ni lugar al cual asirse, pues se ha
hecho potencia, virus, grafiti, letra de una cancin de rock, relato ertico, autobiografa,
diario, poesa, rebelda y tambin silencio.
Los trazos de la mano zurda
Las palabras son una guerra para m/ amenazan ami familia/Para ganar la palabra/ para describir la
prdida/ tomo el riesgo de perderlo todoCherrie Moraga
Ella mira de frente a la Bestia de la Sombra y le pone alas. Ciertamente, se puede
decir que cuenta con suerte. Algo anda mal, asegura su madre, pues ya no tiene edad para
encontrar un marido, pero ella conoce la distancia lctea que existe entre las dos. Su
rebelda la lleva a ser la primera mujer en salir de su reserva, trasladarse al mundo diestro
de la academia y volverse profesional. No obstante, y pese a saber perfectamente cmo
habitar la frontera siendo frontera, tiene miedo a los linchamientos, pero teme ms a la
home-fobic:miedo a regresar a casa. Se pregunta cmo escribir sin un cuarto propio y tiene
varias respuestas. Comprende que su vulnerabilidad es el recurso de su poder, que maneja
la pluma como una herramienta, como un arma, como una manera de sobrevivir y que es la
sealada para traicionar la cultura en ese mar de palabras y guerra que es su existencia.
Por qu escribes Gloria? Qu es lo que buscas?
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Gloria Evangelista Anzalda (1942-2004), poeta chicana, en su importante ensayo:
Hablar en lenguas. Una carta a escritoras tercermundistas, publicada en la trascendental
antologa This Bridge Called my Back(1988), se pregunta cmo escribir cuando la cultura
ensea que quien traicion al mundo indgena pre-ocupacin es una similar a ti. Cmo
escribir cuando todo tu ser parece estar mal, no funcionar en la sociedad que disea tu
destino. Cmo escribir cuando la vbora ancestral se despierta en tus entraas y emerge
como una bestia en la sombra. Ser rebelde equivale a ser radical: arrancar la casa de sus
races para ponerla en la espalda y llevarla siempre consigo o, en su caso ms extremo y
ms bello, construir la propia casa con la propia arquitectura feminista. Aqu, las
condiciones de la escritura y su articulacin con una lucha poltica emancipadora son
pensadas desde las coordenadas propias de una mujer del tercer mundo que reclama su
lengua159, su espiritualidad, su mundo y el antagonismo entre la mujer de ficcin y una
mujer de carne, hueso y nima, lo que se debe ser y lo que se es: que el viaje por el
camino del El Mundo Zurdo es el camino de un movimiento en dos sentidos irse al fondo
de una misma y extenderse hacia el mundo, una recreacin simultnea de una misma y una
reconstruccin de la sociedad. Pero me siento confusa sin saber cmo se logra esto
(Anzalda,167).
Una alternativa puede ser hablar en blanco y, an ms, hablar en blanco
masculino. Por ello, Anzalda se pregunta si tal vez va a la universidad, si tal vez asciende
a la clase media, si tal vez cultiva el arte por el arte, si tal vez se inclina ante la forma, el
tono sagrado, las reglas universales de la literatura, sea posible escribir bajo mejores
condiciones. Ciertamente, si existe una gramtica general y descubrimos su lgica y la
hacemos nuestra tengamos algo que decir. Ciertamente, si esa gramtica general nos
representa como seres antiguos, espirituales, sabios, ligados con la tierra y toda esa basura
esotrica y no nos negamos a reproducir los estereotipos tengamos algo que decir.
Ciertamente, si escribir en la lgica de una gramtica general supone raspar nuestra piel
y, en efecto, raspamos nuestra piel tengamos algo que decir. Ciertamente, si se irrumpe en
el discurso se pueda decir algo que valga la pena, que no se lo lleve el viento. Pero tales
159Mujeres del Tercer Mundo o tercermundistas es una identidad poltica y estratgica, adoptada por diversos
grupos en los Estados Unidos, para denotar una adscripcin de clase, raza, orientacin sexual y, sobre todo,
una historia geopoltica particular.
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devenires son indeseables e imposible en el mundo zurdo, el mundo de las hackers, aquel
mundo donde los hombres no aman a las mujeres160
. En efecto:
No es probable ser amigas de gente literaria en lugares altos, la principiante de
color es invisible en el mundo principal del hombre blanco y en el mundo
feminista de las mujeres blancas, aunque en ste hay cambios graduales. La
lesbiana de color no slo es invisible, ni siquiera existe. Nuestro lenguaje,
tambin, es inaudible. Hablamos en lenguas como las repudiadas y las locas.
Porque ojos de blancos no quieren conocernos, no se molestan por aprender
nuestro lenguaje, el lenguaje que nos refleja a nosotras, a nuestra cultura, a
nuestro espritu. Las escuelas a que asistimos o no asistimos no nos dieron las
habilidades para escribir ni la confianza en que tenamos razn de usar los
idiomas de nuestra clase y etnicidad [] El hombre blanco habla: Quizs si
raspas lo moreno de tu cara. Quiz si blanqueas tus huesos. Deja de hablar en
lenguas, deja de escribir con la mano zurda. No cultives tu piel de color, ni tus
lenguas en llamas, si quieres tener xito en el mundo de la mano derecha
(Anzalda, 220).
Las mujeres tercermundistas se revelan e intervienen la seal del hombre blanco,
su cdigo, a un precio muy alto. La escritora afroamericana Luisah Teish lo explica cuando
hace referencia a las horas que no se tienen para desarrollar habilidades de sobrevivencia y
produccin del sustento material de la vida. La ecuacin es simple: si no tienes horas para
producir dinero, tampoco las tienes para escribir o, a lo sumo, para tomarte una copa, hablar
con una amiga, pasar la maana en cama. Entonces, cmo se le roba tiempo al tiempo que
se ha vendido para vivir? Quin tiene el tiempo o la energa para escribir despus de
cuidar al marido o al amante o a los hijos y desarrollar otro trabajo fuera del hogar? Escribir
es construir, imaginar el mundo desde el bao, en el autobs, en el Departamento de
Beneficio Social o en el trabajo. Escribir durante la comida, entre dormir y estar despierta,
con el sexo o sin l. Una escritora del tercer mundo ha encontrado una clave para ganar la
160Hace referencia a la primera novela de la triloga Millennium, de Stieg Larsson, titulada:Los hombres que
no amaban a las mujeres (2005).
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palabra y luchar por la vida y por la autonoma, por lo que su acto de escribir supone
peligro. Indudablemente, una mujer que escribe, que hace uso del orden del discurso, es
peligrosa y a una mujer peligrosa se le teme.
Ahora bien, insiste Anzalda, quieres que dejemos de hablar en lenguas? Quieres
que dejemos de escribir con la mano zurda? La mano zurda contesta y resiste, no se vende y
da la espalda al viento cuando escupe al sistema. Si los cielos se alejaron, si las imgenes
pertenecen a Dios, la mano zurda interviene el cdigo, reescribiendo los cuantos mal
avenidos de ti y de m, conjurando el miedo y, sobre todo, convirtiendo la vida en un acto
de alquimia:
Por qu me siento tan obligada a escribir? [...] Al escribir, pongo el mundo
en orden, le doy una agarradera para apoderarme de l. Escribo porque la vida
no apacigua mis apetitos ni el hambre. Escribo para grabar lo que otros borran
cuando hablo, para escribir nuevamente los cuentos malescritos acerca de m,
de ti. Para ser ms ntima conmigo misma y contigo. Para descubrirme,
preservarme, construirme, para lograr la autonoma. Para dispersar los mitos
que soy una poeta loca o una pobre alma sufriente. Para convencerme a m
misma que soy valiosa y que lo que yo tengo que decir no es un saco de
mierda [...] Y escribir todo lo inmencionable, no importan ni el grito del
censor ni del pblico. Finalmente, escribo porque temo escribir, pero tengo
ms miedo de no escribir. El acto de escribir es el acto de hacer el alma,
alquimia (Anzalda, 3).
En el mundo de las hackers
Ella se bifurca. Cuando quiso escribir su padre le dijo que nunca sera tan buena
como Gabriel Garca Mrquez. Entonces, quema sus pestaas con la flama de la vela que
prende todas las madrugadas para leer, en secreto, como si le estuviera robando algo a la
vida. Ella da un paso ms: estudia literatura. Un da, en el seminario de literatura francesa,
en la mejor universidad pblica del pas, la profesora pregunta a sus estudiantes si han
escuchado la orquesta filarmnica de la ciudad. Cuando nadie responde, la profesora entra
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en un estado de furia y afirma que si no culminaban sus estudios con un doctorado en
alguna universidad parisense nunca podrn ser nadie en la vida. Pero ella, mirando cmo un
hombre limpia una ventana exterior, en ese momento, tiene una intuicin: se puede hacer
cualquier clase de explosivos usando artculos del hogar161
. Por qu escribes Tere? Qu
es lo que buscas?
El discurso, su materialidad en literatura, supone siempre la pregunta por la creacin
de signos, smbolos, mensajes y su circulacin, para la instauracin de un mundo simblico
que responde a relaciones de poder y que da sustento ideolgico a una vida material y a una
versin del despojo. Eduardo Galeano dice que no estamos hechas de clulas y bacterias,
sino de palabras e historias. Ricoeur afirma que nos hemos enredado en las historias.
Chimamanda Adichie advierte sobre el peligro de una sola historia. Si esto es as, las
escritoras de boca sucia, de los trazos de la mano zurda, se infiltran en el campo de batalla y
operan en contra de lo que el cdigo tiene de sujecin, exclusin, racismo, accin rectora.
En el mundo de las hackers, se explora los alfabetos para desmontarlos, se reconstruyen los
discursos en un territorio donde no hay signos inocentes ni pureza posible, slo polisemia,
sentidos que se pueden robar. La hacker no escapa a la historia y no comulga con su
genealoga. Ante ella, es absurdo encriptar un archivo. Su escritura no es el acto de parir,
sino de morir, porque en el lenguaje siempre es la guerra. Sin un destino ms all que su
propia ensoacin, sin una poltica diferente al de cualquier proletaria del lenguaje, sin un
horizonte distinto al cdigo binario, la hacker se hace a los medios de produccin
discursiva para intervenirlos, de manera diferenciada, lo que supone de por s una poltica
de sobrevivencia. En este punto, el camino puede volverse colectivo: vivir en la herida
quiere decir: la tarea por la justicia no cesa nunca (Cragnolini, 2007, en DUva: 13). Entre
la verdad y la mentira, el plagio y la invencin, el mundo y su representacin, hacker, una
mujer peligrosa, que se observa en tu reflejo y le hace saber al mundo que lleva siempre
consigo una cerilla y un bidn de gasolina y est ms que enfadada162.
Bibliografa
161Hace referencia a la pelcula: The Fight Club, dirigida por David Fincher, en el ao de 1999 y que se basa
en la novela homnima de Chuck Palahniuk.162Hace referencia a la segunda novela de la triloga Millennium, de Stieg Larsson, titulada: La chica que
soaba con una cerilla y un bidn de gasolina (2006).
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salander.html
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Post scriptum
Ma. del Carmen de la Peza Casares
(Universidad Autnoma Metropolitana, Unidad Xochimilco)
El Comit Editorial de la Divisin de Ciencias Sociales y Humanidades al que
sometimos a evaluacin el resultado de nuestro trabajo en la forma de libro sugiri la
inclusin de un apartado final de conclusiones. Solicitud que nos result a editores y
autores a la vez sorprendente y estimulante. Sorprendente porque desde que aparecieron
las compilaciones o readers como una modalidad particular de libro, no se usa
incluir conclusiones en ellas y estimulante porque nos invita a la innovacin y a la reflexin
sobre la pertinencia del libro/compilacin para cumplir con una de nuestras obligaciones
actuales como investigadores: someter los resultados de nuestro trabajo en curso a la
mirada crtica de la comunidad acadmica (algunos prefieren decir cientfica).
La solicitud nos obliga a reflexionar en torno a la estructura retrica de la forma
libro. Qu es un libro?163
Cul es la estructura que hace de un texto en particular un
libro? En que se distingue un libro de una revista acadmica? Qu es lo que distingue a
una compilacin de una revista o de un libro de autor? Qu es lo que hace de una
compilacin un libro? Cul es la pertinencia de una compilacin que rene textos de
distintos autores? Para responder de alguna manera a esas preguntas consideramos deutilidad desmitificar al libro como unidad de sentido.
En el ltimo tercio del siglo pasado Roland Barthes (1987) y Michel Foucault
(1985, 2002) ponen en duda al libro y al autor como evidencias empricas incuestionables.
Un libro de acuerdo con el punto de vista de Roland Barthes se ofrece como unidad, cuando
en realidad contiene una pluralidad de voces, que el autor refiere de manera directa o
indirecta mediante el mecanismo del discurso referido. Para Foucault el autor ms que una
163El arquetipo del libro cientfico supone un autor y una estructura retrica particular. De acuerdo con elformato argumentativo heredado de la retrica clsica el libro cientfico incluye generalmente una
introduccin, el desarrollo en varios captulos y conclusiones. Los libros son considerados como resultado de
procesos completos de investigacin e incluyen teoras ms acabadas. Por su parte en las revistas
acadmicas se incluyen un conjunto de artculos de diversos autores. Algunas incluyen trabajos de temas
diversos, otras las menos tienen carcter temtico o incluyen una seccin temtica y artculos varios. Los
artculos de las revistas, en el campo de las ciencias sociales al menos, presentan avances de investigaciones
en proceso. La compilacin ha venido a cubrir el lugar que dejaron los nmeros temticos de revistas editadas
por grupos de trabajo, formato que fue sustituido por la publicacin trabajos sobre diversidad de temas y
autores que, de preferencia, no pertenezcan al grupo de trabajo y a la institucin que edita la revista.
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sujeto emprico concreto es una funcin en un cierto tipo de discurso se refiere
especficamente al discurso cientfico y propone cambiar la nocin de autor por la de
escritura. Los discursos cientficos emitidos en tercera persona, ocultan al sujeto de la
enunciacin, un sujeto situado socio histricamente, para producir la universalidad como
efecto de sentido. En ese sentido, ambos autores cuestiona al libro como unidad y al autor
como origen del sentido y con ello han contribuido a desmontar el carcter autoritario de
los textos.
Spivak, refirindose a los intelectuales franceses, Foucault y Deleuze
especficamente, de quienes si bien considera sostienen los ms radicales enfoques crticos
de Occidente sin embargo tambin los critica porque considera que ellos mismos han
contribuido a conservar al sujeto de Occidente as como est es decir a conservar a
Occidente como el nico sujeto y tema de investigacin cientfica relevante al que se
subordina el resto del mundo. Desde el punto de vista de Spivak (2011:5):
La teora de los efectos de sujeto pluralizados provoca la ilusin de socavar la
soberana del sujeto, aunque lo que a menudo hace es servir de cobertura para la
supervivencia de ese mismo sujeto/tema de conocimiento [Occidente. Ya que]
este sujeto/tema oculto pretende no poseer determinaciones geopolticas.
Atendiendo a la tradicin crtica de los Estudios Culturales y Poscoloniales en la
que nos inscribimos, tres aspectos fueron centrales en la reflexin terico metodolgica
compartida y que se reflejan claramente en los distintos captulos de la compilacin: el
lugar geogrfico e institucional- de observacin/enunciacin de cada un@ de nosotr@s
como investigador@s, las determinaciones impuestas por las distintas perspectivas
disciplinarias [occidentales] en la construccin del objeto de investigacin segn ciertas
reglas de seleccin ya sea del archivo, el corpus de anlisis y/o las formas de aproximacin
al campo y sus implicaciones en el proceso de interpretacin a partir de la perspectiva
terico epistemolgica en que se sustentan nuestros trabajos y las estrategias de escritura y
conformacin de cada uno de los captulos del libro/compilacin. El libro compilacin
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como el trabajo intelectual de los autores que participamos en ste es un inbetween, una
forma intermedia entre la revista acadmica y el libro de autor164
.
Elegimos el formato libro/compilacin por razones de carcter terico poltico de
acuerdo con nuestra concepcin del trabajo interdisciplinario. Un trabajo a la vez
individual y colectivo que se realiza en los intersticios de las disciplinas sociales y
humanas, derivado de la yuxtaposicin y contraste en el uso de las herramientas de la
historia, la antropologa y las ciencias del lenguajes. En ese sentido entendemos la
interdisciplina como un ejercicio crtico en los lmites que impone el discurso disciplinario
con la aplicacin de las categoras de espacio, tiempo y lenguaje/representacin. En ese
sentido en este libro se expresan las fisuras, las tensiones y contradicciones que cada uno de
nosotros individualmente y como grupo sufrimos como sujetos de la enunciacin, a la vez
sujetados a y crticos de las reglas del discurso acadmico impuestas por las distintas
disciplinas en las que nos formamos y aquellas con las que dialogamos, confrontndolas
siempre con las voces y los discursos propios o referidos de los sujetos de estudio.
El libro/compilacin nos permiti desmontar la ficcin de unidad y de producto
acabado del libro de autor, y mostrar la condicin dialgica y la multiplicidad de voces
con las que dialogamos en la construccin de nuestros textos individuales y del libro en su
conjunto. Este texto materializa en la escritura la sntesis siempre precaria que cada uno
de los autores participantes realizamos sobre la discusin terico metodolgica de las
investigaciones individuales, que como grupo de trabajo estamos llevando a cabo. En ese
sentido elegimos para terminar el libro, un post scriptum y no una conclusin para mostrar
que las discusiones propuestas en este texto no estn cerradas sino en proceso.
Bibliografa
164El libro, las revistas acadmicas y las compilaciones no son entidades esenciales inamovibles. Los libroscientficos o acadmicos son fenmenos histricos, que se han ido transformando tanto a nivel del contenido y
la forma retrica como del soporte en el que se materializan de acuerdo con la dinmica del campo acadmico
y de los cambios tecnolgicos que permiten la reproduccin mecnica y la difusin a distancia del
conocimiento. Asistimos a un proceso de transformacin del libro impreso en papel al e-book y del libro de
autor, a la revista acadmica y a la emergencia de ese texto entre-medio del libro y la revista que es el
libro/compilacin. Cabe sealar que a pesar de el temor /expectativa de que un formato sustituya a los dems,
al menos en el campo de los medios de comunicacin, no ha ocurrido, por el contrario se han ampliado las
posibilidades de expresivas.
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Barthes, Roland, (1987) El susurro del lenguaje. Ms all de la palabra y la escritura.
Barcelona: Paids.Foucault, Michel, (1985) Qu es un autor?Mxico. Universidad Autnoma de Tlaxcala.
Foucault, Michel, (2002)El orden del discurso. Barcelona. Editorial Tusquets.Spivak, Gayatry Chakravorty. (2011) Puede hablar el subalterno? Buenos Aires. El
cuenco de plata.