enrigue muerte_subita (fragmento)

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    lvaro Enrigue

    Muerte sbita

    EDITORIAL ANAGRAMABARCELONA

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    Diseo de la coleccin:Julio Vivas y Estudio AIlustracin: caballeros practicando deporte, annimo, italiano.Kunsthistorisches Museum, Viena

    Primera edicin: noviembre 2013

    lvaro Enrigue, 2013

    EDITORIAL ANAGRAMA, S. A., 2013Pedr de la Creu, 5808034 Barcelona

    ISBN: 978-84-339-9769-2Depsito Legal: B. 24156-2013

    Printed in Spain

    Reinbook Imprs, sl, av. Barcelona, 260 - Polgon El Pla08750 Molins de Rei

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    El da 4 de noviembre de 2013, un jurado compuestopor Salvador Clotas, Paloma Daz-Mas, Marcos GiraltTorrente, Vicente Molina Foix y el editor Jorge Herralde,otorg el 31. Premio Herralde de Novela aMuerte sbita,de lvaro Enrigue.

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    A la Flaca Luiselli.A los tres Garca: Maia, Miqui, Dy.

    A Hernn Snchez de Pinillos, que me ense a leer.

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    El registro escrito ms antiguo de la palabra tenisno se refiere a los zapatos diseados para hacer ejercicio,sino al deporte del que deriva el trmino y que fue, con elesgrima su primo hermano, el primero que demand uncalzado particular para ser jugado.

    En 1451 Edmund Lacey, obispo de Exeter, Inglaterra,

    defini el juego con la misma ira sorda con que mi madrese refera a mis tenis Converse de juventud, siempre alborde de la desintegracin:Ad ludum pile vulgaritemtenysnucupatum. En el edicto de Lacey la palabra tenys envernculo est asociada a frases con el olor cido de losexpedientes judiciales: Prophanis colloquiis et iuramentis,vanis et sepissime periuriis illicitis, sepius rixas.

    En la colegiata de Santa Mara de Exeter un grupo de

    novicios haba estado utilizando la galera techada delclaustro para jugar partidos contra los muchachos del pue-blo. El tenis de entonces era mucho ms violento y ruido-so que el nuestro: unos atacaban, otros defendan, no ha-ba ni red ni lneas, los puntos se ganaban con las uas y amordidas, clavando la bola en una buchaca. Como era undeporte inventado por monjes mediterrneos, tena con-

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    notaciones salvficas: atacaban los ngeles, defendan losdemonios. Era un asunto de muerte y ultratumba. La pe-

    lota como alegora del espritu que va y viene entre el bieny el mal intentando colarse al cielo; los mensajeros lucife-rinos atajndola. El alma desgarrada, como mis tenis.

    El rijoso pintor barroco Michelangelo Merisi da Cara-vaggio, aficionadsimo al juego, viv sus ltimos aos enel exilio por haber dejado a un contrincante atravesado aespada en una cancha de tenis. La calle en la que sucediel crimen todava se llama via della pallacorda calle

    de la red y la pelota en memoria del incidente. Fue con-denado a muerte por decapitacin en Roma y pas aosviviendo a salto de mata entre Npoles, Sicilia y la isla deMalta. Pintaba, entre comisin y comisin, aterradorescuadros sobre decapitaciones en los que l mismo era elmodelo de las cabezas cortadas. Se los mandaba al papa oa sus personeros, como una entrega simblica que provo-cara su indulto. Lo apual luego a l mismo un sicario

    de los caballeros de Malta, a los treinta y nueve aos, en laplaya toscana de Porto Ercole. Aunque era un prodigiocon la espada y el pual como lo fue con los pinceles y lasraquetas, la sfilis alucinatoria y el saturnismo le impidie-ron defenderse. Sepiu rixas. Ya haba sido indultado y sediriga por fin de vuelta a Roma.

    Hace unos aos asist a una de las trescientas mil feriasdel libro que se organizan todas las semanas por todo el

    mundo hispano. Un crtico literario local me encontr tanintragable que no pudo resistirse a dedicarme una filpica.Como no tuvo el tiempo o la energa requerida para leerun libro y despedazarlo, public en su blog: Cmo seatreve a presentarse ante nosotros con los tenis en ese esta-do? Vanis et sepossime periuriis illicitis!

    Es normal que quienes se sienten dueos de cualquier

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    gnero de autoridad se quejen del tenis, de nuestros tenis.Yo mismo suelo extender reclamos como cheques sin fon-

    dos sobre los Adidas de mi hijo adolescente. Utilizamoslos tenis hasta el punto en que llevarlos puestos en un dade lluvia se convierte en un suplicio. Las figuras llamadasa mandar los odian porque son impermeables a sus desig-nios.

    En la escena inicial de la comedia renacentista britni-ca Eastward Ho, un sirviente llamado Quicksilver entra alescenario cubierto con una capa y calzado con zapatillas

    de saln unas pantuflas con suela de lana gruesa que sonel primer antecedente de nuestros tenis. Su seor, preocu-pado por lo que ve como una seal de que el joven est apunto de hundirse en un mundo de truhanes, apostadoresy asesinos, le alza la capa. Llevaba al cinto una espada yuna raqueta. Otra figura de autoridad que descubre losdefectos esenciales de alguien por culpa de su calzado de-portivo: una madre, un crtico, un obispo, el jefe.

    Cuando desmejora la apariencia del calzado de piel ybaqueta, lo llevamos al zapatero para que le devuelva lanovedad triste de una cara intervenida por el cirujanoplstico. Los tenis son piezas nicas: no tienen remedio,sus mritos estn relacionados con las cicatrices que les de-jaron nuestros malos pasos. Mi primer par de Conversetuvo una muerte sbita. Un da volv de la preparatoria ymi madre ya los haba tirado.

    No creo que sea casualidad que, en Mxico, para refe-rirnos a la muerte de alguien digamos que colg los te-nis, que sali con los tenis por delante. Somos slo no-sotros mismos, estamos en proceso de descomposicin,jodidos. Usamos tenis. Vamos y venimos del mal al bien,de la felicidad a las responsabilidades, de los celos al sexo.El alma de un lado al otro de la cancha. ste es el saque.

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    PRIMER PARCIAL, JUEGO UNO

    Sinti el cuero de la bola entre el pulgar, el ndice y elcordial de la mano izquierda. La rebot contra el pavi-mento una, dos, tres veces, haciendo girar en el puo de laderecha el mango de la raqueta. Se dio tiempo para medirel espacio de la cancha: el brillo del sol del medioda lepareca insoportable debido a la resaca. Respir hondo: la

    partida de raqueta que estaba por desatar era de vida omuerte.

    Se limpi las perlas de sudor de la frente y volvi a gi-rar la pelota entre los dedos de la mano izquierda. Era unabola rara: muy usada y recocida, un poco ms chica de lonormal, indudablemente francesa por su solidez; rebotabade una manera ms bien febril en comparacin con las pe-lotas de aire espaolas con las que estaba acostumbrado a

    jugar. Mir al piso y rasp con la punta del pie la lnea decal que marcaba el final de su lado de la cancha. Su piernacorta tena que caer un poco antes de la raya: el factor sor-presa que lo haca invencible con la espada y no tena porqu no hacerlo jugando a la raqueta.

    Escuch una carcajada de su oponente, que esperaba elsaque al otro lado de la cuerda. Alguno de los proxenetas

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    que lo acompaaban haba murmurado algo en italiano. Almenos uno de ellos le era familiar: un hombre de nariz

    prominente, barba roja y ojos tristes el modelo que habarepresentado el papel del santo recolector de impuestos enLa vocacin de San Mateo que la iglesia de San Luigi deiFrancesi presuma como su adquisicin ms reciente. Lan-z la bola al aire y grit Tenez!Sinti cmo se cimbraba latripa de gato cuando la prendi con toda su alma.

    Su contrincante sigui la pelota con la mirada mien-tras volaba rumbo al techo de la galera. Peg en una de

    sus esquinas. El espaol sonri: su primer saque tuvo ve-neno, se volvi inalcanzable. El lombardo se haba confia-do, seguro como estaba de que un cojo no poda ser rivalpara l. El poeta coment con esa voz rpida y aguda conque los castellanos perforan paredes y conciencias: Msvale cojo que marica. Nadie celebr su chiste del otro ladode la cancha. El duque, en cambio, lo mir desde su sitioen la galera techada de la banda con la sonrisa discreta de

    los grandes calaveras.Con el tiempo el juez de cancha del poeta lleg a ser el

    grande de Espaa a que le daba derecho su ttulo, peropara el otoo de 1599 no haba hecho nada ms que da-arse el cuerpo, vulnerar el nombre de su casa, hundir asu mujer en el desasosiego y sacar de sus cabales a los pri-vados del rey. Era un hombre chaparro y arrojado. Tenala cara redonda, la nariz en punta casi cmica, unos ojos

    de semilla de toronja que le ponan la mirada irnica hastacuando estaba de buena vena, el pelo corto y rizado y unabarba poco creble que lo haca parecer ms tonto de loque era. Atenda al partido, a la manera desdeosa y soca-rrona con que lo haca todo, sentado bajo la arcada demadera en cuyos techos tena que rebotar la bola para queun saque fuera bueno.

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    El lombardo ocup el centro de la cancha detrs de lalnea de base. Se puso en posicin de arranque, a la espera

    del rebote del tiro del espaol. La panda de vagos que loacompaaba guard esta vez un silencio respetuoso. Elpoeta volvi a sacar y volvi a ganar el punto. Haba pues-to la bola casi de su lado en la techumbre, con lo que ha-ba conseguido que cayera prcticamente muerta para sucontrincante. El duque grit el marcador: 30-Love, aun-que lo que dijo fue lof. Los italianos entendieron perfec-tamente.

    Ms seguro de s, el espaol se sec la palma de lamano derecha en los calzones. Gir la bola en la izquier-da. Sudaba lo suficiente para cargarla de efecto sin necesi-dad de escupir en ella. No era el calor, sino la fiebre queaterriza en un purgatorio de escalofros a los que bebieronde ms y no se han repuesto. Movi el cuello en crculos,cerr los ojos, se limpi el morro con la manga. Apret labola. No era una pella normal; tena algo de irregular,

    como si ms que una pelota fuera un talismn. Pens quesus saques estaban resultando imparables por eso y que setendra que cuidar del efecto que le podra imprimir sudueo, que la conoca mejor, cuando fuera su turno en lacancha defensiva.

    Empu la raqueta y lanz la pella al aire. Tenez!Ledio tan duro que sinti que la rotacin de la tierra regis-traba una fraccin de segundo de retraso cuando fij la

    pierna corta otra vez en el suelo. La pelota rebot capri-chosamente en el tejado de la galera. El lombardo sacbien el cuerpo. El espaol trat de matar el revire en cor-to, pero no lo alcanz. El punto sigui: la bola haba pega-do, para su fortuna, en uno de los postes y la pudo pescarde rebote, clavndola al fondo del campo. La solucin ha-ba sido buena, pero la maniobra fue demasiado larga y la

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    sorpresa era el nico mtodo que tena para equilibrar laexperiencia de su contrincante en el campo. El milans no

    tuvo problema tirndose para atrs y clavando un driveque el poeta no tuvo modo de regresar.30-15, grit el duque. El nico discreto entre los

    acompaantes del lombardo era su juez de cancha unprofesor de matemticas silencioso y avejentado. Se metial campo para marcar una cruz de tiza en el sitio en que lapelota haba rebotado. Antes de hacer la marca volte aver al valido del espaol. El duque afirm, con indiferen-

    cia afectada en su forma de alzar los hombros, que la rayaestaba bien puesta ah.El poeta tard en volver a su posicin. Se haba acer-

    cado a la galera aprovechando la lentitud con que el pro-fesor de matemticas marcaba el piso. Es buensimo, ledijo el duque cuando lo tuvo cerca; esa recta t no la sacasni en tu mejor da. El poeta infl los carrillos y sac el airecon un bufido. No puedo perder, dijo. No puedes perder,

    confirm su padrino.El siguiente punto fue largo y cerrado. El espaol se

    defendi pegado a la pared, sacando bolas como si lo quelo atacara fuera un ejrcito. Achica, achica, le gritaba el du-que cada tanto, pero la potencia de su enemigo lo volva aechar atrs cada que consegua adelantar algo. En un mo-mento lmite tuvo que contener un drive dndole la espal-da a su contrincante una jugada vistosa pero poco prc-

    tica. El lombardo prendi la pelota en corto y volvi aacribillar la pared. La bola peg cerqusima de la buchacasi hubiera entrado, el juego habra sido para el artista au-tomticamente. 30 iguales, grit el duque. Parit, confir-m el profesor. El poeta hizo un despeje que peg en el filode la galera. Dentro e inalcanzable. 45-30. Ventaja, gritel noble espaol. El matemtico confirm serenamente.

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    El siguiente punto se disput con ms inteligencia quefuerza: el poeta no se dej arrinconar y finalmente pudo

    forzar al artista a jugar una esquina. En la primera bolacorta lo elimin. Juego, grit el duque. Cacce per Spagna,grit el profesor.