eladio dieste, el arte de construir en ladrillo
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8/20/2019 Eladio Dieste, El Arte de Construir en Ladrillo
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E ladio D ieste el arte de construir en ladrillo
Una teoría nace para dar forma a una intuición o para
com prender un hecho no explicado. Al principio bur-
da, se va precisando y enriqueciendo, ganando en ge-
neralidad, hasta llegar a una form a en que sus oríge-
nes, generalmente humildes, se olvidan, y sus
consecuencias aparecen así com o independientes de
todos los supuestos, tácitos, o en su m om ento expre-
so s, p rese ntes en el p ro ceso q ue le d io n acim ien to .
E . D ie st e 1983
Las prim eras im ágenes de arquitectura que nos evo-
can a la figura de Eladio Dieste pertenecen a la Igle-
sia de Atlántida. Se nos m uestran un interior y un ex-
terior (figuras I y 2) en el que el ladrillo es el único
material que da corporeidad a las bellas formas on-
duladas que form an m uros y cubiertas.
A tlántida (1960) supone el punto de partida hacia
la recreación total de su estética y su ética, m ostran-
do a la comunidad internacional cóm o con un mate-
rial to talm en te trad icio na l: se p ue de in no var; in vo lu-
crar a la comunidad con la que convive; dar
respuestas a lo que le dem andan; crear espacios don-
de form a, estructura, color, texturas, luz, perviven en
perfecta arm onía, hacer uso de la palabra econom ía
desde un punto de vista m ás universal y no sólo des-
de el punto de vista financiero; hacer crítica positiva
desde la arquitectura. y ser, en definitiva, un
creador.
E. D ieste nace en 1917 en Artigas, U ruguay; estu-
diando en la facultad de Ingeniería de M ontevideo en
1943; com enzando su desarrollo profesional com o
docente en la propia facultad, proyectando puentes,
Ana M . Marín de Palma
grandes estructuras de horm igón e incluso piezas m e-
cánicas.
F ig ur a 1
L a e st ru c tu r a c e rá m ic a . D e E la dio D ie sle , E d. E sc ala , B o-
g ot á, 1 9R7 .
Actas del Tercer Congreso Nacional de Historia de la Construcción, Sevilla, 26-28 octubre 2000, eds. A. Graciani, S. Huerta,E. Rabasa, M. Tabales, Madrid: I. Juan de Herrera, SEdHC, U. Sevilla, Junta Andalucía, COAAT Granada, CEHOPU, 2000.
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Figura 2
(c ed . P or E . D ie ste )
Pero rápidamente entiende que su misión deriva
también en ser un creador de espacios que dignifi-
qu en los lugares de trab ajo; su resp onsabilid ad con la
comunidad en la que convive, le hacen riguroso y
exigente en el cam ino elegido, ejerciendo su papel de
in gen iero in ven ta nd o fo rm as estru ctu ra le s q ue lo gren
esos espacios anhelados; viendo en las cubriciones
de las construcciones -bóvedas- el elem ento princi-
pal para com enzar a expresar sus propias visiones del
espacio; uniendo al trabajo intelectual necesario, la
fuerza material inmensa de una mano de obra abun-
dante y económica, y todo al servicio de su potente
voluntad.
Sabe perfectamente que por encontrarse en el
Cono Sur, está en la
periferia
y por pertenecer a U r u-
guay en los
márgenes
de la misma, y que las pro-
puestas que da el
centro
(E stados U nido s, E uro pa), y
que se admiten como dogmas se han realizado en cir-
cunstancias com pletam ente diferentes a las suyas;
por lo que una técnica y una ciencia, ya hechas, no
han d e acep tarse por princip io , sino que es necesario
A . M . M arín
repensarlas y aplicarlas a los casos concretos de la
sociedad en la que se está inmerso, sólo así se puede
tener una visión com pleta de lo que se hace y, dar so-
luciones particulares. Es por ello que encuentra en el
ladrillo el m aterial, en el horm igón arm ado la técni-
ca, y
en la memoria cultural la intima unión, una
confluencia perfecta para ofrecer a la sociedad en la
q ue está inm erso las resp uestas necesarias, que otro s
m ateriales, o tras técnicas, otra form a d e v ida, en teo-
ría m ás evolucionada, no les han sabido ofrecer. Esta
nueva forma de construir en la que eleva al ladrillo a
expresión propia, y en la que el hierro hace posible la
gran actividad, el gran lenguaje, le hace asomarse a
toda
la ingente m asa de la sabiduría constructiva
tradicicional
olvidada en aras de una fingida m oder-
nidad, pero tam bién liberarlo de las form ulas tradi-
cionales.
Citar obras como el mercado de Porto Alegre, la
A gro indu stria M assaro, el deposito Julio H errera O r-
bes, o incluso las iglesias de Atlántida y de San Pe-
dro en las que se debía de lim itar «simplemente» a
cubrir unos espacios, no son sino casos m uy concre-
tos en los que se nos muestra un ingeniero muy preo-
cu pad o p or la relació n entre,
« la f or m a
que debe de
desarrollar,
el espacio que estaform a configura y las
funciones que en ese espacio se realizan.
N o creará
m eros recintos; estos espacios, lejos de aturdir, em -
pequeñecer u olvidar a quien trabaja, transita u ora
dentro de ellos, lo engrandecen y lo hace objeto de
significación.
Tiene dos fam ilias principales de bóvedas: las bó-
vedas auto portan tes de directriz catenaria sin tím pa-
nos y, las bóvedas gausas de directriz catenaria, con-
tinuas o discontinuas (figuras 3-5), para que la
en trad a d e luz, con tro lada, m odele las fo rm as curv as,
permita la percepción total de los espacios, entre la
naturaleza y el tiem po dentro de ellos, haga finito lo
infinito. En cuanto a lo s cerram ientos v erticales, b á-
sicam ente tiene dos tipos: superficies regladas y
lá-
m in as p leg ad as; au nq ue u tilizará y d ob leg ará ellad ri-
110a la s e xi ge nc ia s r equer id as .
Su método constructivo no requiere de una mano
de obra especializada, aunque sí que tenga concien-
cia de que se trata de un m aterial que requiere oficio,
que necesita un aprendizaje y una puesta en obra, o
sea un proceso creativo, tanto en quien idea la form a
como en el que la construye y, también un proceso
contem plativo, pues las form as se van creando poco
a p oco co n las m ano s, esto sig nifica la in vo lu cración
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F ig ur as 3 -5
Consejería de O bras Públicas y T ransportes, D irección G e-
neral dc A rquitectura y V ivienda: E la dio D ie ste , 1943-
1 99 6, S ev illa , 1 99 6.
desde el principio del alm a hum ana, y para D ieste, el
pleno logro del hom hre es el f in,
y con él toda la Hu-
manidad.
Sistem áticam ente coloca, si se trata de bóvedas,
sobre un encofrado de madera -molde, cada uno de
lo s ladrillos p or tabla, fo rm and o hilad as, para po ste-
rio rm ente co locar en las ju ntas, d on de irá el m ortero,
una fina armadura de acero, la necesaria para que
puedan trabajar, cuan do hay a end urecid o el m ortero,
com o autoportantes, tenninándose este conjunto ce-
rám ica, con una fina capa de m ortero arm ado,
El hecho de que todo sea ladrillo y el único morte-
ro sea el de las juntas, hace que se pueda desencofrar
rapidísim am ente (vein ticu atro h oras), pud iéndo se
utilizar el m ism o molde nuevamente, con el simple
hecho de desplazarle. Esto significa no tener que en-
cofrar toda la bóveda, liberándose por tanto de la su-
jeción d e las in stalacion es p rovision ales; pu es la tra-
dición le ha enseñado que debe reducir al m áxim o las
obras auxiliares que atentan gravemente contra la
economía, y dado que no puede suprimirlas, sí ate-
n uar el gasto al m áxim o p osible.
El descimbrado es el momento más crítico en este
sistem a constructivo, pues aunque toda la bóveda es
un esqueleto que se sujeta a sí m ism o, un m al fragua-
do del mortero podría permitir su desplome. Éste se
realiza siem pre a prim era hora de la m añana, previo
ensayo
in-situ
de la resistencia del m ortero; si los re-
sultados son aceptados por el ingeniero, la
rutina
v ue lv e a c om en za r.
El porqué de tanta precipitación reside tam bién en
que los numerosos obreros que participan en una de
estas ob ras estén inactivo s el m enor tiem po po sib le,
que no se produzcan paros tem porales en ninguna de
las cuadrillas q ue form an parte de la ob ra.
Con esta técnica consigue láminas de entre ocho a
trece centím etros de espesor: el espesor del ladrillo
(que variará entre 5,5 a 10,0 cm., más los 3,0 cm. de
la capa de mortero), cubriendo con ésto luces que
irán desde los 8,0 m. a los 50,0 m. de luz, o voladizos
de hasta 15,0 m .; m ostrándose pues, estos conjuntos
com o gigantes lám inas de ladrillo que gravitan en el
aire, y todo con unos costes económ icos bajísim os.
Citemos ahora sólo algunas de las obras de una
producción llena de seducción. En la fabrica TEM
(M ontevideo, 1962), se le contrata para cubrir un de-
pósito de m aterial eléctrico, de unos 8.000 m 2, alta-
mente inframable. Creará para ello un conjunto de
dos baterías de dieciséis bóvedas gausas disconti-
nuas, cada una, para cubrir unos espacios de 84 m de
ancho y 96 m . de largo, siendo el espesor total de la
cáscara de tan só lo
11
cm . (fig ura 6).
Situado en el puerto de M ontevideo existía un vie-
jo depósito de mercancías, el de Julio Herrera y
Obes, que sale a concurso en 1976, su demolición y
la construcción de uno nuevo en su lugar. D ieste lici-
ta y gana el concurso pero sin demoler el antiguo,
conservando los m uros antiguos, reforzándolos y re-
v estie nd olo s d e lad rillo , y p ro yectan do u na c ub rició n
a base de u n sistem a de bóv edas gausas discon tin uas,
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F igu ra 6
C onsejería d e O bras P úb licas y T ran spo rtes, D irecció n G e-
neral de A rquitectura y V ivienda:
E /a dio D ies te ,
/943-
/9 96 , S ev illa, 1 99 6.
de 50 m . de luz, y 12 cm. de espesor -de los que 10
cm . son de ladrillo hueco-, siendo la superficie total
de 4.200 m2 (figuras 7 y 8).
Para la Terminal de Ómnibus (Salto, 1974) pro-
yecta un conjunto de siete bóvedas autoportantes
para cubrir una superficie 1.075 m 2. Las bóvedas se
apoyan sólo en un piJar central de horm igón volando
1 J,75 m. para cada uno de lo lados. La luz de las bó-
vedas es de 5,75 m. y la flecha de 1,94 m . (figura 9).
E n la A groindustria M assaro (C anelones, 1978) se
le llam a para proyectar la cubrición de unas naves,
dado que las plantas ya estaban realizadas; preocu-
pando a la propiedad enorm em ente el coste económ i-
F ig ur a 7
( fo t . de l au to r )
--
~----------
A. M. Marín
F igu ra X
L a e st ru ct ur a c er ám ic a. Op.cit.)
F ig ura 9
E / a di o D i es te ,. . op. c i t. )
co. O pta por una cubrición con cascaras autoportan-
tes de directriz catenaria precom prim ida, apoyada en
unos pilares cuya luz entre ellos es de 35 m ., volando
la cascara principal 16,40 m. La cuerda de la direc-
triz es de 12,70 m., y el espesor de la cascara de 10
cm . ---D e los que 7,30 son de ladrillo hueco- (figura
la).
E l proyecto del Montevideo Shopping Center
(M ontevideo, 1985) realizado por dos arquitectos
ajenos al estudio de D ieste, preveía una cubrición a
base de bóvedas de cañón corrido, con una serie de
lucernarios para perm itir la entrada de luz; y paredes
onduladas, con el máximo de ondulación a nivel de
planta baja. En este caso los arquitectos llam aron al
ingeniero para el cálculo de la pared, pero Dieste al
estudiar todo el conjunto propone para la cubrición
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Figura 10
(ce d. P or E . O ieste)
un conjunto de tres bóvedas: las dos laterales auto-
portantes, de 15,75 m . de luz; y la central, una bóve-
da gausa discontinua, siendo la luz de ésta la m itad
de las anteriores. Propone tam bién que la pared on-
dulada sea estructural, creando para ello una serie de
dobles m énsulas precom prim idas. Estas paredes es-
tán basadas en el m ismo sistema empleado para la
ig les ia d e A tlán tid a, s ólo qu e c on tin uán do las s im étri-
cam ente hacia arriba (figuras 11 y 12).
Pero donde totalmente se vuelca como creador y
constructor es con las iglesias. E l contexto en que se
define el encargo de la iglesia de Atlántida es una ra-
zón económica. Por los años '51 o '52 se le encarga
una bóveda para cubrir un espacio cuyo uso debía ser
una iglesia. En 1955 se le am plía el encargo a la rea-
lización com pleta de la construcción, proyectando in-
c lu so e l en to rn o u rb ano ..
La iglesia se sitúa a 40 km . de M ontevideo, en una
zona sin urbanizar, prácticam ente un descam pado,
cerca del balneario que le da el nom bre. Sin progra-
m a previo, sólo conociendo el núm ero de fieles que
F ig ur a l 1
L a e s lr u cl ur a c e rá m ic a . Op.cit.)
F ig ur a 1 2
( fol . de l au to r )
~
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debía de acoger, crea una caja única (16 x 30 m.),
una sola directriz, donde nave y presbiterio se inte-
gren en un solo espacio (figura 13).
}-~-
c.o TELON
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E lad io D iestc, e l arte d e co nstru ir en lad rillo
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en colum nas m etálicas revestidas de m am postería, y
una nave central cubierta con una falsa bóveda de
m etal d esp leg a do
y es o, c olg ad a d e c er ch as d e m a-
dera que sostenían un techo de chapa acanalada de
zinc, (...) la fa cha da , va ga men te rom ánica , co n p in á-
c ulo s a lo M on tm ar tn >.
En 1967 las cerchas de madera se incendian, se
h un de la n ave cen tral d añ ánd ose grav em ente las late-
rales; encargándosele sim plem ente la cubrición, es
decir, reparar las laterales y reconstruir la nave cen-
tral, pues la fachada y toda la prim era crujía, con las
d ep en den cias ex iste ntes en e sta zo na: atrio , sac ris tía ,
salas de apoyo, etc., no debe tocarlas ya que no han
su frid o d añ o alg un o.
Pero el auto r no en cuentra so lu ción en reco nstru ir
10 desplom ado, proponiendo una nueva cubrición y,
con ella una nueva propuesta: un espacio único (32 x
23 m.). La sección transversal de la figura m uestra
claramente el espacio creado por el ingeniero: una
nave principal y dos laterales. Pero la ausencia de
elem en to s v ertic ales q ue d istin gan lo s d istin to s esp a-
cios da una concepción unitaria del espacio muy di-
nám ica e interesan te. L a relación de las n av es latera-
les bajas (4,5 m. de altura) con respecto a la gran
altura de la principal (15 m .) perm ite ese dinam ism o
anteriorm ente indicado, que se ve reforzado por la
m ultiplicidad de los puntos de vista. La m isma sec-
ción permite ver el alzado del prebisterio (21 m.),
que siguiendo la mism a geometría de la nave, sirve
de telón-fondo y crea un espacio m ístico y m isterio-
so, debido a la entrada de luz cenit al y a la gran altu-
ra de esta zona (figura 16).
E stos esp acios los con sigu e realizan do fin as lám i-
nas de ladrillo que se van plegando, según la disposi-
ción en cada uno de los espacios que quiere crear.
A sí existe un prim er plegado, form ado por la cubier-
ta de la nave central, que es una lám ina precom pri-
m ida de ladrillo de 8 cm. de espesor y 32 m . de luz,
que apoya en la primera arista de un segundo plega-
d o m ed iante p equ eñ os pilares m etálico s; dejand o un a
v en ta na co rrid a, ex pres an do és ta la in dep en dizac ió n
con el resto. Un segundo plegado 10 constituyen los
muros laterales de la nave central, que trata como
grandes vigas precomprimidas, de igual luz que la
nave cen tral (11 m .), apo yad as en p ilares d e refu erzo
en la pared que da al atrio, y en un pórtico dispuesto
rodeando la boca del prebisterio. El techo y paredes
de las nav es laterales son losas inclinadas de ladrillo
que tienen vigas de horm igón arm ado en el extradós,
~.
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F ig ur a 1 6
siendo todo el conjunto de tan sólo 12 cm. (medio
pie) d e espesor (figura 17 ).
El único diálogo que este creador ejerce con el es-
pacio es el del material, los muros no tienen orna-
mentación alguna, solo la textura del ladrillo y su
disposición; D ios no puede ser venerado bajo form a
c or pó re a a lguna .
N o ex iste, n i s iq uiera , la v en tan a p ro piam en te d ich a,
no entraría n i en la escala de la pro pia co nstru cción , n i
en e l p ro gram a fo rm al; p ero sí en el es tru ctu ra l.
Así en San Pedro se nos muestra mediante una
gran g rieta qu e circu nd a tod o el esp acio, div idién do -
lo en dos; el de abajo, el terrenal y, el superior, el de
la gran cubierta, que debido a este recurso, no perte-
necen a este mundo, sino que se encuentra com o flo-
tando; siendo esto m edido y calculado de antem ano
por el autor. Con ello tiende a abrir la cerrada espa-
cialidad de la caja, pero sin infrigirla, la ventana-
grieta se convierte en el sím bolo plástico de rom per,
de abrir los planos en que se encuentra inserta. La luz
n o es pu es un h ech o casu al, actú a co mo lín eas-fu erza
de la cornisa sup erior, co rno elem ento diferen ciad or
de dos planos, que quiebran la referencia vertical y
dilatan las visuales hacia el infinito, m as allá del vo-
lu men d el e dificio (fig ura. 1 7).
.
También es el caso del gigantesco rosetón que
idea para los pies de la iglesia, con el fin de que la
últim a im agen que se lleve el fiel-visitante sea algo
be1lo por sí m ismo. Pero también es una entrada de
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F ig ur a 1 7
( ced. P o r E . D i cs te )
luz, un sím bolo de liberación espacial y estructural
del muro, la su pe ra ció n d el p ro pio m ate ria l, del au-
tor mismo: un rosetón form ado por una serie de dia-
fragm as de ladrillo arm ado, de cinco centím etros de
e sp eso r, d isp ue sto s fo rm an do h ex ág on os irre gu lare s.
E l más pequeño de estos hexágonos tiene, incluido
en la masa de la mampostería, un marco de acero al
que se sueldan unos radios metálicos que van a las
aristas del plegado y se anclan en la m ampostería de
la pared de la nave (figura 18).
El presbiterio con su luz cenital, que al m irarla no
se encuentran los lím ites exactos de donde proviene,
es un recurso escena gráfico perfectam ente utilizado
que un ido a la elevación espacial perm ite v ivirlo para
quien se encuentra en esta zona e intuirlo para el que
se halle en la nave, proporcionando una riqu eza espa-
cial y una diversidad en los puntos de vista, que dan
una categoría de espacios difíciles de clasificar por
su cant idad.
A . M . M arín
F ig ur a 1 8
( ced. P or E . D ie st e)
El mismo program a presenta en Atlántida, la dis-
posición l 45 del ladrillo en la zona de detrás del
prebisterid , :0 realiza tratando de buscar con la entra-
da de luz a tl lvés de la ventana de la sacristía. la pér-
dida del conlevto de m uro de cerramiento. preten-
diendo que se difum ine, que se pierdan los lím ites, la
lib era ció n n ue va me nte d el e sp ac io y d el m ate ria l.
Resuelve el conjunto de la entrada a la iglesia di-
vidiéndolo en dos zonas perfectam ente definidas En
la zona baja crea un gran atrio de entrada de m anera
que se reciba realmente a los fieles. soportando el
conjunto en su parte superior el coro (figura 19), que
se cierra m ediante una serie de planos de ladrillo que
se inclinan por bandas a derecha o a izquierda, reco-
giendo unos la luz de la mañana y los otros las de la
tarde, construidos m ediante un ladrillo arm ado pues-
to a tabla (figura 19).
La figura de Dieste se nos m uestra com o un espíri-
tu inquieto, trem endamente culto , que crea un len-
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Figura 19
La e sl FU c lu ra c e rl Ím i ca . Op.cit.)
Fig ura 2 0
gu aje de gran riq ueza exp resiva al no h acer con cesio-
nes a caprichos formales. Su obra se cimenta en una
honda preocupación vital por buscar la belleza me-
diante construcciones en las que prim e el em pleo ra-
cio na l d e lo s m ateriales , d e lo s rec urso s te cn oló gico s
y sobre todo del trabajo y del esfuerzo hum ano. D an-
do el gran paso desde el conocimiento histórico al
d escu brim iento d e v alores q ue pu eden co nsiderarse
propios, y luego, a la elaboración de orientaciones
para el proyecto a partir de dichos valores, yendo
más allá de la investigación o de la postura teórica,
co mp ro me tié nd ose , realiza nd o c rític a d esd e la p ro pia
arq uitectu ra, co n c alid ad y o fic io ,
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