detective ausente

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David Blanco Laserna EL DETECTIVE AUSENTE

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Capitulo primero del libro

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  • David Blanco Laserna

    EL DETECTIVE

    AUSENTE

  • 1. edicin: mayo 2013

    del texto: David Blanco Laserna, 2013 del diseo e ilustracin: Puo, 2013

    de las fotografas: Archivo Anaya (Garca Pelayo, .)

    Grupo Anaya, S. A., Madrid, 2013Juan Ignacio Luca de Tena, 15. 28027 Madrid

    www.anayainfantilyjuvenil.come-mail: [email protected]

    ISBN: 9978-84-678-4039-1Depsito legal: M. 9565/2013

    Printed in Spain

    Las normas ortogrficas seguidas son las establecidas por la Real Academia Espaola

    en la Ortografa de la lengua espaola, publicada en 2010.

    Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra est protegido por la Ley, que establece penas de prisin y/o multas, adems de las correspondientes

    indemnizaciones por daos y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren pblicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artstica o cientfica, o su transformacin, interpretacin o ejecucin artstica fijada

    en cualquier tipo de soporte o comunicada a travs de cualquier medio, sin la preceptiva autorizacin.

  • David Blanco Laserna

    El detective

    ausente

  • ndice

    Captulo primeroen blanCo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

    Captulo segundoen guardia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25

    Captulo terCeroen asCuas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48

    Captulo Cuartoen vilo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56

    Captulo quintoen tranCe . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75

    Captulo sextoen peligro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89

    Captulo sptimoen jaque . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106

    eplogoen Claro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123

  • 6 el detective ausente

    ApndiCe

    pero a quin se le oCurre? . . . . . . . . . . . . . . . . 133Marie Curie . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133

    los arChivos de Cdigo CienCia . . . . . . . . . . . . . 141Los rayos terribles . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141Una combustin nada espontnea . . . . . . . . . . 144Seres vivos explosivos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147

    el enemigo en Casa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151Tu cerebro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151

    te atreves a . . .? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157Detectar lo invisible. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157

  • A Julita y Tito, por su terraza, su mecedora y sus novelas de misterio.

  • Captulo primero

    En blanco

    Fue como despertar de un sueo profundo, pero... no. De inmediato supo que algo marchaba mal. No llevaba pues-to el pijama, ni estaba acostado en una cama. Su nica almohada era un fro tan intenso que le haba dejado in-sensible la mejilla. Al abrir los ojos se descubri tendido de bruces sobre la nieve. Mir a su alrededor. El viento zarandeaba un farol colgado de un gancho, sobre su ca-beza. Las rfagas de luz iluminaron el rtulo de madera de un almacn de vino, unos toneles, la trampilla de una carbonera. Los ladrillos de las paredes dibujaban la pers-pectiva de un callejn en penumbra. Desde el fondo le lleg el rumor de la ciudad, amortiguado por la distancia: las voces de los vendedores ambulantes, los chicos que repartan los peridicos de la maana, los cascos de los caballos contra el pavimento...

    Qu me ha pasado?, se pregunt, cmo he llega-do hasta aqu?.

    Una ligera escarcha se haba formado sobre sus pes-taas. La mano que apoy sobre la nieve para levantarse

  • 10 el detective ausente

    estaba amoratada y apenas consigui mover los dedos, hinchados. Calcul que deba de llevar una hora all ten-dido, inconsciente. A medida que se incorporaba, le fue dominando la nusea. Una fuerza irresistible lo atraa de nuevo hacia el suelo y tuvo que agarrarse a un poste para no caer.

    Qu eran aquellas formas oscuras que se recortaban en la nieve? Entrecerr los ojos para enfocarlas mejor. Se le haba cado un pauelo del bolsillo? Quiz un reloj? Tar-d medio minuto en reconocer que eran manchas de san-gre. De modo instintivo se palp el cuello, donde le cosqui-lleaba una sensacin hmeda y clida. Cuando se observ la mano, la encontr cubierta de sangre. Desliz los dedos poco a poco, partiendo de la nuca hacia arriba y al tocarse la coronilla, un aguijonazo de dolor intenso le hizo gritar.

    Not que le faltaba el aire. Qu me ha pasado?. Tra-t de recordar, pero su mente estaba tan en blanco como la nieve que pisaba. El pnico se adue de l. Quin soy?. Cmo era posible que se hiciera esa pregunta? Y ms aterra-dor: cmo era posible que no supiera contestarla? Porque no poda. De la bruma que envolva sus pensamientos no surga ningn nombre, ningn rostro familiar. No recordaba su casa, su edad ni siquiera cmo era su propia cara. Perma-neci varios minutos con la boca abierta. No s quin soy, no s quin soy, no s quin soy. El corazn le palpitaba con tanta fuerza que notaba sus latidos en las sienes, en los odos, en las venas de los dedos.

    Sinti ganas de llorar. Respir hondo. Qu poda hacer? A quin poda pedir ayuda? Sus ojos se fijaron en el suelo y se fue calmando. Dos rastros de pisadas rodeaban el socavn que su cuerpo haba abierto en la nieve. Las haban producido dos pares de zapatos distintos. Compro-

  • en blanco 11

    b que unas huellas encajaban exactamente en las suelas de sus botas desgastadas. Eran sus pisadas. Las otras corres-pondan a un calzado ms elegante, con la punta cuadrada. Pertenecan a otra persona. Antes de perder el conocimien-to haba estado hablando con alguien. Las huellas del des-conocido se acercaban desde la boca del callejn, se dete-nan justo en el punto donde l haba cado y luego daban media vuelta para alejarse. La distancia entre pisadas se haca ms corta al entrar que al salir. Cuando uno corre, aumenta la separacin entre sus pasos: el extrao haba salido a su encuentro andando a paso tranquilo y despus haba huido de forma precipitada. Por qu? Mir su mano ensangrentada. El extrao le haba golpeado a traicin, por la espalda. Quiz haba intentado matarlo. De nuevo la mis-ma pregunta angustiosa: Por qu?

    Comenzaba a nevar otra vez, sin fuerza todava, pero dentro de una hora otra capa de nieve cubrira las pisadas. No tena tiempo de seguir los dos rastros. Cul deba esco-ger? Sus huellas quiz lo llevaran de regreso a casa. Las de su atacante lo podan exponer a peligros que no era capaz de imaginar. Apenas dud un instante. La rabia y la indig-nacin lo impulsaron a dar caza al misterioso agresor que se haba escabullido despus de dejarlo tirado, con la cabe-za ensangrentada, en un callejn miserable.

    Resbal en la nieve, camino de la salida, mientras se apretaba el puo contra la herida para cortar la hemorra-gia. Nada ms desembocar en Dorset Street, comenzaron los problemas. No llevaba un sombrero con el que disimu-lar su cabeza ensangrentada. Quienes se cruzaban con l, fueran altos o bajos, guapos o feos, gordos o flacos, apar-taban la vista y apretaban el paso. Debo de tener un as-pecto terrible, se lament. Sorprendi su rostro en el

  • 12 el detective ausente

    reflejo de una tienda de t y caf. Le asust su expresin cadavrica y apart la mirada en seguida, pero le bast para descubrir que era joven. Estim que deba de tener unos quince aos.

    Su principal preocupacin ahora consista en no desmayarse y en no perder el rastro en la nieve. Repar en que su propio caminar produca huellas con la misma profundidad que las del extrao. Por tanto, la persona que lo haba atacado era ms o menos de su mismo peso. De lo contrario habra dejado marcas ms profundas o ms leves. No supo cunto tiempo permaneci andando, sin levantar la vista de la suela de punta cuadrada impre-sa en la nieve, tiritando, castaetendole los dientes, hasta que al fin una alta verja de hierro le cort el paso. Desorientado, alz por fin la mirada del suelo y la dirigi a su alrededor.

    Se hallaba en un barrio elegante, de calles amplias y cuidadas. Cualquier direccin ofreca un despliegue de mansiones seoriales, de todos los estilos arquitectnicos. Entre los barrotes que se alzaban frente a l destacaba un desconcertante escudo de armas. En lugar de castillos o leo-nes rampantes mostraba el dibujo de un prisma y una pro-beta sobre un campo de estrellas. Encima del escudo se haban grabado tres grandes iniciales en oro: GKC. Prob a empujar la verja, sin demasiadas esperanzas. Para su sorpresa, el hierro cedi con un chirrido estridente que espant a una bandada de gorriones adormecidos. Al otro lado, se abra una amplia explanada de csped. Grandes castaos, con su caperuza de nieve, delimitaban un sende-ro de grava que serpenteaba cuesta arriba, hasta una casa imponente. Su tejado se rompa en decenas de tejaditos ms pequeos, que enarbolaban un ejrcito de chimeneas.

  • en blanco 13

    Sus penachos de humo alimentaban una nube cenicienta que flotaba sobre la casa. Alguien haba despejado la nieve del camino con una pala, borrando las huellas que vena siguiendo.

    Mientras examinaba la fachada, el joven tom aire y se pregunt qu demonios estaba haciendo l all. Una voz interior le advirti que meta la cabeza en la boca del lobo. Y si su atacante era precisamente el dueo de aque-lla residencia? Todava estaba a tiempo de escapar del pe-ligro. Siendo realistas, no se hallaba en condiciones de enfrentarse ni a un escarabajo pelotero. Apenas aguanta-ba en pie. El miedo le hizo sentir ms fro todava y quiso dar media vuelta.

    Dickson Carr, el mayordomo de la mansin, oy la campanilla de la entrada mientras sacaba brillo a una pinza para langostas. Consult el reloj de pndulo del saln. Eran las doce menos cuarto. Frunci el ceo. Desde luego se trataba de una visita inesperada. Dej las pinzas y el pao. Camino de la entrada, se ajust la librea y se pas un dedo por las cejas para peinarlas. Dickson haca frente a los re-cin llegados con una expresin neutra y educada que po-da evolucionar con rapidez hacia un rechazo firme o hacia una abierta hospitalidad.

    Buenas tardes salud, al tiempo que abra la puerta. Qu desea el seor?

    Dickson haba formulado la pregunta de modo auto-mtico, sin separar del todo los prpados, mientras su ca-beza segua pensando en los rasguos que haba detectado en las pinzas.

    Estoy buscando... A medida que hablaba el des-conocido, el mayordomo fue despegando poco a poco los prpados, para acabar abriendo los ojos como platos.

  • 14 el detective ausente

    Frente a l temblaba un joven con la cara lvida y ensan-grentada. El chico no pudo terminar de explicar qu era lo que vena buscando. Se derrumb a sus pies, como un castillo de naipes.

    Dickson haba servido en un regimiento de infantera durante el Motn de la India, as que la visin de la sangre no le alter el pulso. Con la eficacia con la que resolva cualquier incidente domstico, recogi al joven y lo llev en volandas hasta el cuarto ms prximo, la sala de billar, donde lo aco-mod en un divn. Orden a la seorita Marsh que trajera vendas y una palangana con agua caliente y jabn. Despus de cortar la hemorragia, lavar la herida y llamar a un mdico se ajust la librea, se pein las cejas y se dirigi a la biblioteca para informar al seor Crispin de que un pequeo contra-tiempo alteraba las tareas programas para la tarde.

    * * *

    Antes de que el joven recuperase la conciencia por segunda vez, tuvo que abrirse camino a travs de las brumas de un sueo. Se vea en un bosque, frente a un viejo hechi-cero con piernas de carnero. Nevaba y el mago haba lanza-do un conjuro para que el pelo del joven fuera cayendo, al mismo ritmo que los copos de nieve. En un parpadeo, el anciano se desvaneci y, de improviso, resurgi a escasos centmetros de su cara. Extendi entonces unos dedos nudo-sos y retorcidos, y con ellos le agarr la cabeza. Un dolor intenso se clav en su nuca. El joven hizo un enrgico movi-miento para soltarse, pero unas manos firmes lo sujetaban.

    Se ha despertado.Ya lo veo. Quieto! Quieto, muchacho! Que te voy

    a cortar... Tranquilo. Te estamos curando.

  • en blanco 15

    Reconoci el olor a tintura de yodo. Unas manos de dedos firmes manipulaban su cabeza. Sinti un fro de hielo en la nuca. Se la haban afeitado. En la posicin en la que se encontraba, con el crneo inmovilizado, tena una pers-pectiva oblicua de la habitacin, bien iluminada por una lmpara de gas que colgaba del techo. Distingui una pa-langana apoyada sobre una mesa, de la que asomaba una esponja. A su lado descansaba un carrete con hilo de ciru-jano. Le estaban cosiendo la herida. Una cara afable, con grandes bigotes rizados que parecan el manillar de una bi-cicleta, surgi en su campo de visin.

    Soy el doctor Nathan Thorndyke se present el dueo de los bigotes. Te he afeitado parte de la cabeza para limpiarte la herida, desinfectarla y cerrarla. Acabo de darte los ltimos puntos y ahora voy a vendarte.

    Su voz profunda combinaba la cordialidad automtica y la autoridad de los mdicos. El joven se dej hacer. Estaba tumbado en una cama con dosel, con las piernas cubiertas por una pila de mantas.

    Por la altura del colchn y el perfume de las sbanas supo que no estaba en su casa. Una certeza desconcertan-te, puesto que no tena la ms remota idea de cmo era su casa. Record entonces su espantoso despertar en el calle-jn, la angustia de no saber quin era. Experiment una sbita esperanza. Estaba recordando! Si su memoria se haba remontado hasta el accidente, sera capaz de retro-ceder ms todava?

    Ests bien?Gir el cuello despacio y descubri a un segundo in-

    dividuo, un anciano que sostena una lmpara de querose-no sobre su cabeza para iluminar la operacin de vendaje, que revisaba con actitud crtica.

  • 16 el detective ausente

    Me duele la cabeza horrores reconoci apretan-do los dientes.

    Es normal le tranquiliz el doctor Thorndyke.En serio?Normal despus de que te hayan abierto la cabeza.

    Pero tranquilo, no se te ha salido nada de dentro. Cmo te llamas, joven?

    Fue a contestar de modo instintivo. Algo, sin embar-go, le fren. Lo tena en la punta de la lengua, pero no terminaba de concretarse. Su nombre empezaba por jota? Por hache? Por ese? Joseph? Bell? Fletcher? La respuesta no poda haberse borrado de su cerebro, aunque se mantuviera obstinadamente fuera de su alcan-ce. Los recuerdos se haban hundido, como un galen bajo el peso de sus tesoros. Y no salan a flote. Despus de un minuto de esfuerzo se rindi.

    No lo s. Est bien. El anciano trat de tranquilizarlo con

    una sonrisa animosa. Yo soy Gideon Keith Crispin. Soy el propietario de esta casa. Recuerdas qu te pas?

    No, tampoco.Sabes dnde ests? El doctor Thorndyke tom

    el relevo, mientras fijaba con delicadeza el ltimo cabo suel-to del vendaje. En qu ciudad?

    El joven se palp el vendaje: firme, pero no le apreta-ba. El mdico haba hecho un buen trabajo.

    En York?No, ests en Londres. En uno de los barrios ms

    elegantes de la ciudad, por cierto. Thorndyke dirigi una mirada burlona a Gideon. Te viene a la cabeza la direccin de algn familiar? Sabes a qu se dedica tu padre?

  • en blanco 17

    El joven redobl sus esfuerzos por recordar. Al fin, dej caer la cabeza sobre la almohada, con la frente perlada de sudor.

    No.Cmo me llamo? le pregunt el mdico.Doctor Thorndyke. Y este caballero es el seor Gi-

    deon Keith Crispin.El doctor sonri satisfecho.No vamos tan mal. Puedes seguir los movimientos

    de mi dedo? Muy bien. Ahora intenta tocarte la mejilla iz-quierda con la mano derecha. Eso es. Cul es el nombre de nuestra serensima majestad?

    Victoria.Bien, no te preocupes. Sufres una amnesia pos-

    traumtica retrgrada. Recordars todo lo que te suceda a partir de ahora. Si te interesa la parte de la historia que vena antes, lo ms normal es que vayas recuperando la memoria a lo largo de las prximas horas. Aunque podran ser semanas.

    El joven se mordi los labios:Y podra ser nunca?Thorndyke comenz a recoger el carrete de hilo, una

    aguja de cirujano y el frasco con la tintura de yodo.Los mdicos nos solemos guiar por lo ms proba-

    ble, y lo ms probable es que recuperes la memoria dentro de unas horas.

    Puedo hacerle otra pregunta?Nosotros te hemos hecho un montn sonri

    Thorndyke, pellizcndose el bigote. Me parece justo. Dispara.

    Despus de examinar la herida, cmo dira que se produjo?

  • 18 el detective ausente

    El doctor consider la cuestin unos segundos.Creo que s adnde quieres ir a parar. Quieres

    saber si se produjo de forma accidental. Si te cay una teja encima, por ejemplo, o si perdiste el equilibrio y te gol-peaste contra el suelo neg con expresin grave. Yo dira que te golpearon por la espalda, de arriba abajo, con fuerza, pero con un objeto no muy pesado. Tampoco de-masiado afilado. Al limpiarte la herida encontr astillas de madera... Yo apostara por un garrote o una estaca.

    El mdico cerr su maletn y fue a recoger su abri-go, que haba dejado apoyado sobre el respaldo de una butaca.

    Bueno, ha sido un placer. Suerte con esa memoria... Espero que cuando regresen, te gusten tus recuerdos.

    Se despidi del joven con una inclinacin leve de la cabeza. Gideon acompao al mdico hasta el pasillo, ce-rrando la puerta tras ellos, con suavidad. En la mesilla haba un vaso con agua. El joven se la bebi de un trago, salt fuera de la cama y se acerc de puntillas hasta la puerta. Aplic la boca del vaso contra el panel de made-ra, apoyando la oreja en la base. Al otro lado, el seor Crispin y el doctor Thorndyke cuchicheaban, pero la su-perficie del cristal recogi sus palabras y las amplific con suficiente claridad.

    Y cules son las... formalidades en este caso?En cuanto salga de aqu tengo que presentarme

    ante el sargento de guardia y redactar un informe.Y entonces...Le llamarn para tomarle declaracin...Que, dadas las circunstancias, no ser muy larga.Pues no, no parece que tenga mucho que decir.

    Lo normal sera que mientras abren una investigacin lo

  • en blanco 19

    sometieran a arresto domiciliario, pero, puesto que no es capaz de facilitar ningn domicilio, ir a parar a algn ca-labozo.

    Qu pena, Thorndyke, qu pena. Justo en Navi-dad. Adems, has dicho que lo mejor...

    ...en estos casos es una cura de reposo. Cuanta menos ansiedad sufra, tanto mejor.

    La crcel no parece un lugar muy relajante.El mdico se encogi de hombros.Yo preferira un balneario, pero... una cosa son los

    preceptos de la medicina y otra muy distinta, los de la ley.El seor Crispin se sumi en un silencio meditabundo. Puede que est en peligro, adems. Si lo han

    atacado una vez, podra repetirse... est indefenso sin memoria. Tosi antes de continuar. Y qu te pare-ce si no decimos nada a las autoridades y lo alojo aqu unos das? Hasta que est en condiciones de valerse por s mismo.

    El mdico se encogi de hombros.Un gesto muy generoso por tu parte, siempre y

    cuando...Nunca estuviste aqu. Yo le abr la puerta, yo le

    cur la herida, yo lo vend y bajo mi exclusiva responsabi-lidad lo acog.

    Nathan Thorndyke recogi su sombrero de un per-chero de la pared y se lo cal con una expresin de astucia.

    Veo que nos entendemos. Y puesto que nunca he estado aqu, ser mejor que me vaya lo antes posible.

    El seor Crispin le estrech la mano.Gracias, Thorndyke. De nada, Gideon. Ya hemos cumplido con nues-

    tra buena accin del ao. Feliz Navidad!

  • 20 el detective ausente

    El joven regres tambalendose a la cama. Unos segundos despus, el seor Crispin abri la puerta con cuidado. A la luz que entraba del pasillo, el joven tuvo ocasin de apreciar el singular aspecto de su anfitrin. El seor Gideon Keith Crispin era huesudo y menudo hasta parecer un mueco de ventrlocuo que alguien haba sa-cado de su cajn. Las cuencas prominentes que enmar-caban sus ojos y las mejillas le daban un aire de chimpan-c, que acentuaban su espalda encorvada, sus largos bracitos y su escasa estatura. Protega la cabeza calva con un birrete de terciopelo rojo, del que sobresalan unos pelos canos, largos y finos, que revoloteaban a su alrededor al menor movimiento. Llevaba unos pantalo-nes rojos a cuadros, bastn y un extravagante chaleco color mostaza.

    Te acuerdas de m? pregunt en broma.El joven asinti. Gideon se arremang las perneras

    del pantaln y se encaram a una esquina de la cama. El colchn apenas cedi bajo su peso.

    Quera hacerte una propuesta, a ver qu te parece. Te puedes quedar en mi casa el tiempo que necesites, hasta que te cures la herida, recuperes la memoria o te sientas en condiciones de enfrentarte de nuevo al mundo. Sin plazos, sin presiones. Si te quieres ir maana, pues te vas maana. Si prefieres esperar hasta dentro de un mes, pues esperas hasta dentro de un mes.

    Al joven se le hizo un nudo en la garganta. Despus de la angustia y el desamparo que haba sufrido en las ltimas horas, la amabilidad de aquel viejito desconocido lo desarm por completo. Sinti unas ganas terribles de abrazarlo, pero en el siglo xix los hombres, sencillamente, no se abrazaban. Para expresar afecto se daban sonoras palmadas en la espal-

  • en blanco 21

  • 22 el detective ausente

    da, que el joven no se senta con fuerzas de dar y que el frgil seor Crispin no resistira.

    Gracias dijo con voz trmula.No hay por qu darlas el seor Crispin asinti

    satisfecho. En cuanto salga por esa puerta hablar con todo el mundo, para que cuando te levantes no tengas que darle explicaciones a nadie. Son gente muy agradable, ya vers. Habitualmente aqu vivimos cuatro gatos: el seor Dickson, el mayordomo; la seorita Marsh, la criada, y la seora Sayers, la cocinera. Sin embargo, has venido a visi-tarnos en una circunstancia un tanto especial y tenemos cuatro invitados.

    Familiares que han venido a pasar la Navidad?No, qu va. Yo soy el ltimo Crispin. Una momia

    vieja y sin descendencia. La nica familia que me queda son dos tas, dos cacatas todava ms viejas que yo, que viven en Cornualles Gideon abra mucho los ojos, como si en este mundo todo le provocara un gran asombro. Tambin soy lo que los peridicos llaman un excntrico millonario. Lo que quiere decir que hered una fortuna y que no me la gasto como le gustara a la mayora de los periodistas.

    El joven sonri.Y en qu se la gasta?Me gusta la ciencia, sabes? El seor Crispin

    baj la voz, como si fuera una confesin embarazosa. Cuando tena tu edad quera ser qumico, astrnomo y ma-temtico, todo a la vez, pero no he podido terminar ningu-na carrera. Se me da fatal estudiar! Yo, que soaba con descubrir un planeta, una nueva especie de escarabajo o demostrar el teorema de Crispin... Bueno, al final me sal con la ma, pero a mi manera. Financio universidades, mu-

  • en blanco 23

    seos, laboratorios... Si buscas mi nombre en un libro cientfi-co, lo encontrars al principio, en la pgina de agradecimien-tos. Mi ltima iniciativa ha sido crear un concurso para jvenes investigadores. He invitado a los cuatro finalistas a alojarse durante tres semanas en mi casa. Les he organizado encuentros con grandes cientficos, han conocido a Charles Darwin y a James Clerk Maxwell, han podido cacharrear en mi laboratorio y pasar la noche en mi observatorio astron-mico. Maana anunciaremos quin es el ganador, que se llevar una beca de cincuenta libras

    Gideon advirti las seales de fatiga en el rostro del joven, que haca esfuerzos titnicos por no dejarse vencer por el sueo.

    Perdona, solo hay una cosa que me gusta ms que la ciencia: hablar sin parar.

    Se levant de la cama y cerr la llave del gas. La nica fuente de luz fue la lmpara de queroseno que su-jetaba.

    Una ltima cosa: hasta que recuerdes tu verdadero nombre, tendremos que llamarte de alguna manera. Tras unos segundos de meditacin, en su mirada salt la chispa de una inspiracin sbita. Qu te parece Nemo?

    Nemo? Como el capitn de Veinte mil leguas de viaje submarino?

    Eso es! As que has ledo el libro.Eso parece respondi el joven, algo perplejo.Julio Verne es mi autor favorito. Nemo significa

    Nadie. Era un prncipe hind y ese vendaje que te ha he-cho nuestro amigo Thorndyke te da el aire de un autntico maraj. Es perfecto.

    El joven no tuvo ganas de discutir. Tampoco poda negar que era una propuesta prctica.

  • 24 el detective ausente

    De acuerdo. Mientras no tenga una alternativa me-jor, me llamar Nemo.

    De acuerdo entonces, joven Nemo. Ests en tu casa. Cuando despiertes, te espera el pudn de ciruelas de la seora Sayers. Aunque no recuerdes cmo saban los dems, puedes aceptar mi palabra: ser el ms exquisito que hayas probado nunca.

    Nemo asinti y, a bordo de su Nautilus particular, se sumergi en un sueo profundo.

  • EL D

    ETEC

    TIVE

    AU

    SEN

    TED

    avid

    Bla

    nco

    Lase

    rna

    6

    Un joven de quince a

    os recupera el conocim

    iento en un callejn

    de Londres, en 1873. T

    iene una brecha en la c

    abeza y no recuerda

    nada de su pasado. Au

    nque exhibe unas extr

    aordinarias dotes de

    deduccin y es capaz d

    e averiguarlo todo sob

    re los dems, su propia

    identidad se le resiste.

    Con la mente en blanc

    o, tendr que resolver

    un problema insoluble

    : un asesino ha amenaz

    ado al multimillonario

    Gideon K. Crispin. Este

    se encierra con llave e

    n la habitacin ms seg

    ura

    de su casa; un polica

    guarda su puerta y otro

    , desde el jardn, vigila

    la nica ventana. A pes

    ar de todas las precauc

    iones, alguien lograr

    entrar sin ser visto, dis

    parar contra l y desva

    necerse.

    En este libro encontra

    rs:

    Unabrevebiografa

    deMarieCurie

    Lasfuerzasocultas

    queencierranlosto

    mosensuinterior

    Lademostracinde

    hastaqupuntotee

    ngaanlossentidos

    Lossecretosmejorg

    uardadosdeloxgeno

    Unmtodoparade

    tectarelgasinvisible

    queemitesalrespira

    r

    Y ampliars tus conoc

    imientos en:

    CienciasdelaNatu

    raleza(Qumica)

    Losprocesosdeox

    idacin

    Lainfluenciadelav

    idaenlacomposicin

    delaTierra

    Radiactividad

    Lasreaccionesqum

    icas

    I S B N 978-84-678-4039-1

    9 7 8 8 4 6 7 8 4 0 3 9 11550009

    A partir de 12 aos