debates sobre raza, nación y educación. ¿hacia la construcción de un ´´hombre nacional´´....

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116 MARTHA CECILIA HERRERA Y CARLOS JILMAR DÍAZ STEPAN, NANCY LEYS (1991), The Hour of Eugenics: Race, Gender and Nation in Latin America, Ithaca, London, Coraell Universíty. URIBE, ANTONIO JOSÉ, El Primer Congreso Pedagógico Nacional de Colombia. Su his- toria y sus principales trabajos. Bogotá: Imprenta Nacional, 1919. , Política sanitaria. Exposición de motivos y Ley 12 de 1926 sobre enseñanza de la higiene, saneamiento de los puertos y ciudades de la República. La Confe- rencia Panamericana de Higiene, Bogotá, Imprenta Nacional, 1926. VARGAS, CARLOS EDUARDO, Zur Entwicklung des Sports und der Leibeserziehung in Kolumbien. Köln: Deutsche Sportschule, 1989. WEINGART, PETER et al. (1988), Rasse, Blut und Gene. Geschichte der Eugenik und Rassenhygiene in Deutschland, 2 Aufl. Frankfurt a/M, Suhrkamp, 1996. Debates sobre raza, nación y educación: ¿hacia la construcción de un "hombre nacional"? Martha Cecilia Herrera* En el año de 1920 se dio en el Teatro Municipal de Bogotá una serie de confe- rencias sobre la raza, las cuales fueron convocadas por la Asamblea de Estu- diantes de esta ciudad. Este evento tuvo amplias repercusiones dentro de la opinión pública congregando los intelectuales más destacados del período y se constituyó como uno de los referentes en torno a los imaginarios que se cons- truyeron durante la primera mitad del siglo XX. Allí fueron expuestas las di- versas representaciones que tenían las elites sobre la nación colombiana, sus relaciones con la raza y con la educación, teniendo como telón de fondo los esfuerzos hechos por las elites para consolidar el Estado-Nación y difundir la idea de lo nacional. A la par de la polémica en el Teatro Municipal, diferentes medios de opi- nión hicieron eco sobre el debate de la raza. Los editoriales de los periódicos se refirieron al tema y diversas publicaciones consagraron las opiniones de los intelectuales sobre el mismo. Las conferencias públicas se multiplicaron' e, incluso, el término degeneración inspiraba en muchos casos el vocabulario de la época en campos diferentes a la polémica sobre la raza 2 . Opiniones a favor y en contra daban muestra fehaciente de la ebullición de un problema que pre- ocupaba a la opinión pública y que se relacionaba con la identidad de la na- ción, con su encarnación en el concepto de raza, con el balance de las tradiciones y su reordenamiento en torno al ideario nacional, con el papel que la educación Profesora asociada, departamento de Postgrado, Universidad Pedagógica Nacional. Coordinadora grupo de investigación en Educación y cultura política. Al tiempo que se celebraban las conferencias en el Teatro Municipal, otros escenarios como las facultades de Medicina o de Ingeniería de la Universidad Nacional, la Acade- mia de Historia o el Foyer del Teatro Colón, acogían otros conferencistas que también discurrían sobre aspectos que guardaban relación con la polémica. En El Tiempo, fue publicado varias veces durante el mes de julio, un anuncio sobre escaleras eléctricas titulado "Sobre degeneración", el cual mencionaba en su texto que "también nuestros progresos industriales" son una prueba "de que no degeneramos".

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1 1 6 MARTHA CECILIA HERRERA Y CARLOS JILMAR DÍAZ

STEPAN, NANCY L E Y S ( 1 9 9 1 ) , The Hour of Eugenics: Race, Gender and Nation in Latin America, Ithaca, London, Coraell Universíty.

URIBE, ANTONIO JOSÉ, El Primer Congreso Pedagógico Nacional de Colombia. Su his-toria y sus principales trabajos. Bogotá: Imprenta Nacional, 1919.

, Política sanitaria. Exposición de motivos y Ley 12 de 1926 sobre enseñanza de la higiene, saneamiento de los puertos y ciudades de la República. La Confe-rencia Panamericana de Higiene, Bogotá, Imprenta Nacional, 1926.

VARGAS, CARLOS EDUARDO, Zur Entwicklung des Sports und der Leibeserziehung in Kolumbien. Köln: Deutsche Sportschule, 1989.

WEINGART, PETER et al. ( 1 9 8 8 ) , Rasse, Blut und Gene. Geschichte der Eugenik und Rassenhygiene in Deutschland, 2 Aufl. Frankfurt a/M, Suhrkamp, 1996.

Debates sobre raza, nación y educación: ¿hacia la construcción de un "hombre nacional"?

Martha Cecilia Herrera*

En el año de 1920 se dio en el Teatro Municipal de Bogotá una serie de confe-rencias sobre la raza, las cuales fueron convocadas por la Asamblea de Estu-diantes de esta ciudad. Este evento tuvo amplias repercusiones dentro de la opinión pública congregando los intelectuales más destacados del período y se constituyó como uno de los referentes en torno a los imaginarios que se cons-truyeron durante la primera mitad del siglo XX. Allí fueron expuestas las di-versas representaciones que tenían las elites sobre la nación colombiana, sus relaciones con la raza y con la educación, teniendo como telón de fondo los esfuerzos hechos por las elites para consolidar el Estado-Nación y difundir la idea de lo nacional.

A la par de la polémica en el Teatro Municipal, diferentes medios de opi-nión hicieron eco sobre el debate de la raza. Los editoriales de los periódicos se refirieron al tema y diversas publicaciones consagraron las opiniones de los intelectuales sobre el mismo. Las conferencias públicas se multiplicaron' e, incluso, el término degeneración inspiraba en muchos casos el vocabulario de la época en campos diferentes a la polémica sobre la raza2. Opiniones a favor y en contra daban muestra fehaciente de la ebullición de un problema que pre-ocupaba a la opinión pública y que se relacionaba con la identidad de la na-ción, con su encarnación en el concepto de raza, con el balance de las tradiciones y su reordenamiento en torno al ideario nacional, con el papel que la educación

Profesora asociada, departamento de Postgrado, Universidad Pedagógica Nacional. Coordinadora grupo de investigación en Educación y cultura política. Al tiempo que se celebraban las conferencias en el Teatro Municipal, otros escenarios como las facultades de Medicina o de Ingeniería de la Universidad Nacional, la Acade-mia de Historia o el Foyer del Teatro Colón, acogían otros conferencistas que también discurrían sobre aspectos que guardaban relación con la polémica. En El Tiempo, fue publicado varias veces durante el mes de julio, un anuncio sobre escaleras eléctricas titulado "Sobre degeneración", el cual mencionaba en su texto que "también nuestros progresos industriales" son una prueba "de que no degeneramos".

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y la cultura desempeñaban dentro del escenario de lo nacional, entre otros aspectos. De esta manera, se construía públicamente un entramado de repre-sentaciones, una serie de imágenes que lanzaban luces y sombras sobre los elementos que conformaban la identidad nacional, en los cuales se reflejaba la ambigüedad de las elites respecto a la integración del conjunto de la población en torno al proyecto de nación.

En las preocupaciones expresadas por los intelectuales en los diferentes escenarios sociales, es posible leer buena parte de las tensiones que atravesa-ban el contexto nacional e internacional en estas décadas, marcadas por la consolidación de los Estados-Nación, la redefinición geopolítica del mundo después de la primera guerra mundial, el intervencionismo creciente de los Estados Unidos, la identidad del continente latinoamericano, las nuevas acti-tudes y pautas culturales que trajo consigo el mundo moderno, así como el surgimiento de modelos diferentes al capitalista y de la expresión de nuevas expectativas, por parte de los sectores populares, por mejores condiciones la-borales, de bienestar social y de participación política, articuladas, en ocasio-nes, a través de formas de expresión autónoma.

Estas inquietudes tenían sus antecedentes inmediatos en las transformacio-nes operadas en el siglo XIX, relacionadas con la mayor unificación mundial debido al desarrollo del capitalismo industrial, al tiempo que se impone el Estado-Nación como el concepto político que articula las relaciones entre las diferentes fuerzas locales y mundiales. Este fenómeno conllevó a lo que Hobsbawm ha denominado la creación artificial de naciones*, en la medida en que procesos que obedecían a dinámicas diferentes y que habían dado lugar, por un lado, a la existencia de Estados y, por otro, a la de naciones, tuvieron que converger unificando culturas y tradiciones diferentes. Igualmente, se im-pusieron unidades territoriales que en muchos de los casos se superponían a los procesos anteriores, así como la definición de una lengua oficial, la lengua nacional, por encima de los dialectos existentes. Las elites emprendieron un proceso de creación de imaginarios nacionales* para dar legitimidad a las nue-vas unidades políticas, dando paso, también, a la invención de tradiciones5

sobre las qüe se construirá un entramado que permitirá la apropiación de tradi-ciones culturales antiguas y/o creará nuevas, formando una amalgama que pre-tenderá adquirir el estatuto de lo natural, es decir, de lo que ha existido desde siempre y que, ahora, será articulado en torno a los estados nacionales.

3 Hobsbawm, La era del capitalismo (1848-1875), Op. Cit., p. 84. 4 Benedict Anderson, L'imaginaire national: Réflexions sur l'origene et l'essor du

nationalisme, Op. Cit. 5 Eric Hobsbawm e Terence Ranger (org.), A invençâo das tradiçôes, Rio de Janeiro:

Paz e Terra, 1997.

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Las reflexiones en torno a los derroteros que deberían guiar la reordenación institucional del país, el papel de los diversos sectores que lo integraban y, en términos generales, sobre la conformación de un imaginario nacional que lo-grase articular los distintos elementos que podían cohesionar al país como uni-dad política y cultural, provinieron, en buena parte, de sectores de intelectuales que desde comienzos del siglo emprendieron la tarea de pensar el país, pautando los nuevos escenarios desde los que se va a delinear el perfil moderno de la nación. Médicos, abogados, ingenieros, educadores, periodistas, sacerdotes, irán elaborando, desde diversos ángulos, interpretaciones sobre la realidad nacional, en las que se mezclarán, de manera contradictoria, la fe ciega en un porvenir que parece estar apoyado sobre los frágiles pilares que proporciona un presente confuso y un pasado del cual no se sabe muy bien qué aspectos recuperar. Elaboraciones que de una o de otra manera van a encontrar formas de expresión en el diseño de políticas macrosociales y también sectoriales en los campos de la cultura, la educación, la higiene, la salud, la vivienda, entre otros, a lo largo de la primera mitad del siglo XX.

Muchas de las representaciones en torno a la idea de nación se van a ligar íntimamente con la idea de raza, debido, en parte, a una tradición colonial en la que se había constituido la sociedad por castas y por razas y en donde, jerár-quicamente, la raza blanca se encontraba en la cúspide y las razas negra e indígena en la base; lo cual dio pie al surgimiento de un proceso de discrimina-ción social que coincidía con el racial y, aunque existían blancos pobres, la idea de conformación de la sociedad y su legitimación desde arriba, estaba fundamentada en la idea de una acomodada sociedad blanca europea. En esta estructura social hasta los blancos nacidos en América, los criollos, eran dis-criminados por los españoles, excluyéndoseles del poder político por tener sangre de la tierra.

El Teatro Municipal: los estudiantes, fuerza social que convoca En el año de 1918 el médico Miguel Jiménez López presentó al III Congreso Médico Nacional, una ponencia en la cual se expresaban diversas formulaciones en torno a la población colombiana, que dejan ver la percepción que tenía un sector de las elites respecto a la gran mayoría de la población; aquella que representaba en los discursos la noción abstracta de nación, pero que cuando tomaba cuerpo encamaba en sectores amenazados de sucumbir por la pigmen-tación de la piel, por sus condiciones de salud, alimentación, educación defi-ciente y marginación social y, que inspiraban, por encima de todo, profunda inquietud y desconfianza. En el año de 1920 Jiménez López repitió su exposi-

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ción en la Sociedad de Cirugía de Bogotá y el texto fue finalmente publicado por la revista de la Sociedad.

En el período, casi todos los debates en torno a las reformas institucionales pasaban por el problema educativo; por ello, cuando Jiménez López se refería a la degeneración de la raza, mencionaba que ella tenía una de sus expresiones en el "estado" en que se encontraba la juventud. En ese período el movimiento estudiantil había empezado a articularse impulsado por las protestas estudian-tiles iniciadas en Argentina, así como por las transformaciones experimenta-das en los planos nacional e internacional, que dejaban en el ambiente la imperiosa necesidad de cambios profundos y, en los jóvenes, la sensación de que en sus manos estaba asegurar un futuro diferente. En el año de 1919 se reunió por primera vez en Bogotá la Asamblea de Estudiantes y, para el año de 1922, tuvo lugar en Medellín el Primer Congreso Nacional Estudiantil. En este contexto, el 27 de abril de 1920, la Asamblea de Estudiantes de Bogotá, deci-dió manifestarse públicamente sobre el problema, convocando, entre otras ini-ciativas, a una serie de conferencias en el Teatro Municipal de Bogotá, sobre el tema de la decadencia de la raza y sus implicaciones sobre el problema educa-tivo6. Las conferencias se iniciaron el 21 de mayo y tuvieron lugar los viernes a las ocho de la noche por un lapso de diez semanas, siendo invitados varios intelectuales que se dieron a la tarea de hacer un diagnóstico sobre las condi-ciones de la población colombiana, sus principales problemas y soluciones, así como el papel que en este contexto desempeñaba la educación7.

Los conferencistas fueron en su orden Miguel Jiménez López (1875-1955), Rafael Escallón (1891-1951), Jorge Bejarano (1888-1966), Simón Araujo (1857-1930), Luis López de Mesa (1884-1967), Calixto Torres Umaña (1887-1960), Lucas Caballero (1869-1942) y Carlos Alberto Lleras Acosta. Cuatro de ellos eran médicos y habían realizado investigaciones en torno a la pobla-ción colombiana. Por su parte Rafael Escallón era abogado, Simón Araujo educador, Lleras Acosta sacerdote jesuíta, y Lucas Caballero, un general reti-rado que había combatido en la Guerra de los Mil Días. Lo más importante para destacar, es que estos intelectuales ocupaban y ocuparán lugares estraté-gicos dentro del campo cultural, durante toda la primera mitad del siglo XX, desempeñándose bien fuese como profesores, investigadores, escritores, o co-lumnistas de los periódicos de la época, o ya fuese desempeñando cargos pú-blicos como representantes en las cámaras legislativas, en los ministerios de gobierno, higiene, educación, etc. De esta manera, buena parte de ellos pusie-

6 El Tiempo, Bogotá, abril 27 de 1920. 7 Ibíd.

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ron en acción proyectos de reformas institucionales en los que tuvieron opor-tunidad de cristalizar sus ideales sociales y educativos.

Según la prensa de la época el teatro estuvo casi siempre rebosante, confor-mado por un público entusiasta, integrado, además de los estudiantes que se calculaban en unos mil, por otros sectores de la opinión pública entre quienes se contaban maestros, amas de casa, médicos, periodistas, entre otros8. Como dato curioso no todas las conferencias fueron abiertas al público femenino, por lo que cada vez que se anunciaba una de ellas se especificaba si entrarían o no "señoras".

¿Degeneramos o no degeneramos? Los conferencistas tienen la palabra

Jiménez López dio inicio a la exposición de sus tesis en medio de la aquiescen-cia, según parece, del público, pues al decir del columnista Calibán (Enrique Santos -1886-1971-), del periódico liberal El Tiempo, cada una de las tesis en las que el psiquiatra se apoyaba para caracterizar el proceso de degeneración de la raza en el país, era recibida por un público vehemente que incluso se ponía de pie para aplaudir. Como Calibán discrepaba de las tesis de Jiménez López, expresaba su asombro frente a este regocijo, diciendo que el conferen-cista parecía hablar "de alguna nación en cuyo aniquilamiento tuviéramos in-terés vital" 9. ¿Se podría pensar que este público se sentía por fuera del diagnóstico, quizás fuesen los otros, tal vez los miserables, los que degenera-ban y no ellos? Al fin y al cabo era un público letrado el que asistía a las conferencias y, para la época, se podía considerar que constituía una elite mi-noritaria.

Buena parte de los conferencistas se distanciaron de las posiciones radi-calmente deterministas de Jiménez López, quien aseguraba que la raza se estaba degenerando de manera inminente, teniendo como única solución la inmigración de población blanca europea. No obstante, la mayoría de los argumentos permanecía próxima al contexto que en este período caracteriza-ba las ciencias sociales en el país, carente de especialización e influenciada en buena parte por el positivismo y por el darwinismo social. Situación que también tenía arraigo en América Latina y que provenía, en general, de teo-

8 El Tiempo, Bogotá, mayo 24 de 1920. 9 El Tiempo, Bogotá, mayo 29 de 1920.

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rías eurocentristas que desde el siglo XIX venían justificando los procesos de colonización 1 0.

Para Jiménez López, las condiciones del trópico no habían permitido el desarrollo de grandes civilizaciones, tal como podía verse en los casos de los mayas, naskas, caribes y chibchas, que solo habían logrado sobrevivir por cor-to tiempo. Para él, la población presentaba "signos indudables de una degene-ración colectiva" que abarcaba tanto los aspectos físicos, como intelectuales y morales. Apoyado en la idea de que la mezcla racial ocurrida a partir del des-cubrimiento de los españoles, había conjugado los rasgos de una raza indígena que ya se encontraba en declive, con la raza ibérica que no se acomodaba muy bien a las condiciones del trópico, ejemplificaba sus argumentos con datos empíricos, recolectados mayoritariamente en Bogotá, con base en los cuales pasaba a comparar los rasgos físicos, sicológicos y morales de la población nacida en el trópico, con las características de la europea.

Desde una perspectiva que añoraba más el pasado que las transformaciones que evidenciaba el presente modernizador, Jiménez López se refería a las in-fluencias negativas provenientes de los cambios operados en la ciudad, dentro de las cuales identificaba la propagación de "todas las formas de decadencia social propia de los grandes centros", expresadas en el sectarismo, el fanatis-mo y en la presencia de agitadores profesionales. Esta idea era compartida por Luis López de Mesa para quien los procesos de modernización implicaban consecuencias nefastas sobre la raza, refiriéndose a la acción "disolvente de la civilización contemporánea que con sus teorías de relativismo científico y fi-losófico y con su afán de vivir, de lucrar, de gozar y de deslumhrar, va revaluando, sino invirtiendo los valores morales". Parte de estas desviaciones se expresaban en la "profunda transformación en la familia", que por fortuna aún no había conseguido alcanzar "la cepa de nuestras preclaras estirpes", pero sí a la raza aborigen, debido a "lo duro del esfuerzo económico y la necesidad de su cotidiano vivir", la cual manifestaba "poca cohesión en los lazos familia-res y mucha crueldad en su mutuo trato" 1 1.

Opinión diferente sobre el presente y sus transformaciones tenía Alfonso Castro (1878-1943), médico antioqueño quien escribió por esos años un libro

1 0 Lilia Moritz Schwarcs, O espetáculo das ragas: dentistas, Instituid oes e questáo ra-cial no Brasil, 1870-1930, Op. Cit.-, Heloisa Helena Pimenta Rocha, "Imagens do anal-fabetismo: A educagáo na perspectiva do olhar médico no Brasil dos anos vinte", em: Trajetos. Vol. 2, No. 4(5), ago., 1995, pp. 17-30. Peter Wade, Gente negra, nación mes-tiza: dinámicas de las identidades raciales en Colombia, Op. Cit.

" Luis López de Mesa, "Segunda Conferencia. Psicólogo", en Los problemas de la raza en Colombia, Op. Cit., pp. 101-102. Dictada el 18 de junio de 1920.

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sobre la degeneración1 2, polemizando con las tesis de Jiménez López. Para él la ciudad, sus hábitos y formas de representación, se constituían en el paradig-ma que se debía seguir. De este modo, se refiere a algunos de los inconvenien-tes de la vida en los poblados menores, dominada por la presencia de un clero dogmático y tirano que se alia con los caciques y lleva a los pobladores a comportarse de manera resignada, la cual es, según él, una "virtud de los ven-cidos". Si para Castro la ciudad representa el modelo cultural que jalona el proceso de estructuración de nuevas formas de vida, Jiménez López y López de Mesa se muestran resistentes y se refugian en la ensoñación de un pasado bucólico, tal vez inexistente, pero con certeza más seguro que un presente en transición y un futuro incierto.

Frente al panorama trazado por Jiménez López se imponían dos iniciativas para solucionar el estado en que se encontraba la raza, la reforma educacional y el fomento de la inmigración. Las instituciones educativas y docentes no llenaban "la misión de formar hombres completos para la lucha por la vida", fabricando, por el contrario, "esa modalidad incompleta y moralmente mutila-da de nuestras colectividades". Acrecentaba que "la base fundamental de nues-tra regeneración educacional es la formación del maestro", proponiendo un "intercambio de inteligencias con los países avanzados en prácticas educacio-nales" 1 3, que podía cristalizarse a través de una misión docente extranjera que viniera al país para formar maestros y otra nacional que fuese al extranjero a "asimilar los mismos métodos en su propio lugar de origen". En este sentido, Alfonso Castro hacía las mismas recomendaciones: una misión extranjera en el país, otra misión nacional en el extranjero1 4.

Así, Jiménez López subrayaba que la base del problema era de orden biológi-co antes que educativo, social o psicológico pues, según su criterio, la educa-ción no era "el factor primero en la evolución de las sociedades humanas; ella no puede sino crear un hábito; no hace sino organizar lo que la herencia ha transmitido en bloque"; motivo por el que invitaba a fundar "por medio de la herencia y de la procreación, algo distinto y digno de ser fijado por la educa-ción" 1 5. Para esto era necesario promover una "corriente copiosa de inmigra-ción de razas sanas, fuertes y disciplinadas por hábitos seculares de trabajo y

1 2 Alfonso Castro, Degeneración colombiana, Medellín: Arango, 1920. 1 3 Miguel Jiménez López, "'Primera conferencia", en Los problemas de la raza, Op. Cit,

p. 72. 1 4 Alfonso Castro. Degeneración colombiana, Op. Cit., p. 81. 1 5 Miguel Jiménez López, "Primera conferencia", en Los problemas de la raza, Op. Cit,

pp. 73-74

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exentas, en cuanto sea posible, de las enfermedades sociales que están deter-minando nuestra regresión" 1 6.

Además de esto, Jiménez López hacía eco al modelo de hombre europeo que estaba tornándose hegemónico en la época, aconsejando privilegiar cruza-mientos que permitiesen "la evolución hacia el tipo de belleza física admitido hoy en el mundo", como "condición primera en el mejoramiento de las razas". Por este motivo, rechazaba la inmigración de japoneses, pues la semejanza entre los rasgos físicos de estos con los de los indígenas, llevaría a una comple-ta regresión al producirse una mezcla con ejemplares característicos de la raza mongólica17. Aunque indígenas y negros habían evidenciado capacidad de adap-tación a las condiciones del trópico, se habían "mostrado, hasta hoy, incapaces de producir, ni de asimilar tan solo, las altas formas de la cultura humana" 1 8. En su opinión, era necesario seguir los ejemplos de Argentina, Uruguay, los Estados Unidos y el sur del Brasil, en donde se había dado prioridad a la inmi-gración de raza blanca. Así, "una corriente de inmigración europea suficiente-mente numerosa iría ahogando poco a poco la sangre aborigen y la sangre negra que son, en opinión de los sociólogos que nos han estudiado, un elemen-to permanente de atraso y de regresión en nuestro continente"1 9.

En el año de 1923 cuando Jiménez López se desempeñaba como ministro de gobierno, se emitió la Ley 114 en la que se fomentaban y reglamentaban las migraciones "con el fin de propender al desarrollo económico e intelectual del país y al mejoramiento de sus condiciones étnicas, tanto físicas como mora-les", privilegiando "la inmigración de individuos y de familias que por sus condiciones personales y raciales no puedan o no deban ser motivo de precau-ciones respecto del orden social o del fin que acaba de indicarse"; al tiempo que quedaba "prohibida la entrada al país de elementos que por sus condicio-nes étnicas, orgánicas o sociales sean inconvenientes para la nacionalidad y para el mejor desarrollo de la raza" 2 0.

De manera diferente, para Castro, el interlocutor que desde Medellúi con-fronta a Jiménez López, las características de la población colombiana y sus diferencias con el prototipo de hombre europeo, indicaban la capacidad de adap-tación de las nuevas generaciones frente al medio, lo que lejos de significar un

1 6 Miguel Jiménez López, "Algunos signos de degeneración colectiva en Colombia y en los países similares. Memoria presentada al Tercer Congreso Médico Colombiano, re-unido en Cartagena en enero de 1918", en Los problemas de la raza, Op. Cit, p. 37.

1 7 Miguel Jiménez López, "Primera conferencia", Op. Cit, p. 75. 18 Ibíd., p. 47. 19 Ibíd., p. 74.

20 Diario oficial, año LIX, No. 18693 y 18694, Bogotá, 8 de enero de 1923, pp. 33-34.

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retroceso, evidenciaba avances que llevaban a pensar más que en inmigraciones, en fortalecer la raza mestiza que se había aclimatado a las condiciones del conti-nente americano. Retomaba las afirmaciones del antropólogo culturalista Franz Boas, diciendo que estaba demostrado "que los mulatos y mestizos no son infe-riores moral ni físicamente a ninguna raza de las reconocidas como superiores, pues no existe ningún hecho exacto que así lo confirme" y al juzgarlos "no se deben confundir las causas sociales con las hereditarias"21.

Al igual que la mayoría de los intelectuales del período, Jiménez López va a identificar en la mujer un actor social importante en lo referente al cuidado de la raza y, por lo tanto, en la consolidación de la nación, aconsejando a las mujeres provenientes de las clases pobres tomar "conciencia de su deber como madres" y a las de las clases altas romper con el sedentarismo y la clausura2 2. Igual opinión, tiene en este aspecto, Alfonso Castro, para quien la mujer cons-tituye un factor importante en el fortalecimiento de la raza, al tiempo que des-taca como ideal de la "nueva mujer", el que se está moldeando en los centros urbanos. Hace entonces un contraste entre la "muchacha de las ciudades" y "la muchacha de las poblaciones de segundo orden", en donde el mismo traje la obliga a la inmovilidad"2 3.

Muy cercano a las ideas de Jiménez López, se encontraba el médico Luis López de Mesa, quien fue uno de los intelectuales que realizó estudios pione-ros de corte tanto psicológico como sociológico en Colombia. Al hacer una descripción de la población en las distintas regiones del país, identificaba los inconvenientes causados por la heterogeneidad, tanto étnica como geográfica, para constituir una república unitaria2 4. Aunque hablaba de una mezcla ideal de las distintas razas regionales, extrayendo las mejores cualidades de cada una 2 5, también era partidario de poner en acción una política de inmigración, pues cuando entraba a analizar las características de las etnias que conforma-ban la población, expresaba sus reticencias respecto a los indígenas y a los negros. Cuando se refería a los indígenas los describía como una raza decaída que poseía la "índole de los animales débiles recargada con la malicia huma-

2 1 Alfonso Castro, Op. Cit., p. 39. 2 Miguel Jiménez López, "Primera conferencia", en Los problemas de la raza, Op. Cit.,

p. 35. 2 3 Alfonso Castro, Op. Cit., pp. 74-75. 2 4 Luis López de Mesa, "Segunda Conferencia.", Op. Cit., p. 98. 2 5 "En ese panorama de ensueño veo la lenta fusión de las razas con sus méritos peculia-

res: la gracia bogotana, la dulzura tolimense, el vigor antioqueño, la altivez santandereana, la alegría de los pueblos del litoral". Luis López de Mesa, 'Tercera Conferencia", Op. Cit., pp. 133-134. Dictada el 25 de junio de 1920.

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na", expresión de pueblos en el final de sus días 2 6. Respecto a los negros, argu-mentaba que la observación sobre su presencia en las civilizaciones europea y americana imponían un "criterio pesimista para un futuro lejano en que el in-flujo de la sangre oscura predomine". Propone políticas de inmigración según las necesidades regionales y en la mira de reforzar la soberanía nacional, so-ñando "con un producto de selección, si lo preparamos desde ahora y desde ahora le evitamos los mil peligros que lo cercan" 2 7.

Frente al enfoque biológico de Jiménez López, López de Mesa resaltaba sus propios aportes en cuanto al análisis cultural y político, entendiendo, a la manera que había sido expuesta por Taine, la idea de raza como nación, lo que según él, lo había llevado a ampliar la mirada "de la raza como sangre", "a la raza como espíritu y también como nacionalidad"28. Afirmando, entonces, que la nación, se formó en el siglo XIX, con el proceso de independencia, sin que mediara, inicialmente, un espíritu de nacionalidad, pues los caudillos que hi-cieron suya la causa independentista no tenían un criterio claro sobre la con-formación de la nación, al estar movidos, esencialmente, por una "vaga aspiración americanista". Para él, fue solo en el año de 1910, con las reformas constitucionales que dieron representación a los dos partidos tradicionales, posibilitando al, entonces minoritario, partido liberal, participar del reparto político, que se creó "la unidad espiritual de la república", aunque aún persis-tían problemas relacionados con "la ausencia de recursos fiscales y económi-cos". Fiel al mecanismo de invención de las tradiciones, al que alude Hobsbawm, tanto él como muchos de los intelectuales, comienzan a hablar de una vida de "tradición civilista y amor a la democracia", que pareciera remon-tarse al principio de los tiempos; así, a la vez que puntualizaba que solo diez o veinte años atrás el país venía de una serie de guerras civiles que lo desangraron a lo largo del siglo XIX, este argumento no le impedía afirmar que, a partir de las reformas de 1910, la existencia de la democracia y de la tradición civilista tenían un carácter "secular".

Indicando la importancia de la educación en cuanto a la formación ciuda-dana mencionaba, con base en investigaciones que hizo sobre la población escolar, que el desarrollo intelectual de los niños colombianos era equiparable al de los norteamericanos, situando los obstáculos para su desarrollo en las deficiencias de la escuela y de la familia, especialmente en el caso de las clases pobres, lo que no les permitía alcanzar un nivel satisfactorio "como prepara-ción para la ciudadanía, y menos aún para la vida de una democracia como la

2 6 Luis López de Mesa, "Segunda Conferencia", Op. Cit., p. 106. 2 7 Luis López de Mesa, "Tercera Conferencia", Op. Cit., pp. 130-132. 2 8 Luis López de Mesa, "Tercera Conferencia", Op. Cit., p. 138.

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nuestra". Según su criterio, las clases humildes solo alcanzaban el 35% del término medio de erudición, comparable con la "experiencia de un niño de 10 años de edad y por lo tanto insuficiente para las luchas por la vida". Asimilan-do, en esta ocasión, el concepto de raza con el de clase, afirmaba que estas clases humildes, "desamparadas cuando se comparan con una clase o raza su-perior, la naturaleza las compensa con atributos de desconfianza y malicia"2 9.

Como fruto de sus análisis, concluye, entonces, que "no hay degeneración pero sí peligros, y que esos peligros son de muerte", afirmando que la fuerza procedente del exterior, materializada en imágenes de riqueza y de nuevos ideales de hombre constituyen una gran alternativa para remediar nuestros males. De este modo, para él, con el "capital extranjero va llegando, y va llegando nueva sangre de inmigración, sobre todo alemana, cuyas virtudes domésticas darán entre nosotros óptimos frutos de selección"3 0.

El conferencista Jorge Bejaraño, inició su intervención con una cita de Al-fonso Castro que decía: "no estamos perdidos ni mucho menos. Nuestra raza apenas ha empezado a formarse"3 1. Argumento con el que coincidían otros inte-lectuales, como Emilio Robledo (1875-1962)32, Jorge Martínez Santamaría (188?-1922)33, Diego Mendoza (1859-1933), quienes aunque no participaron de las conferencias en el Teatro Municipal, escribieron en la prensa y en otros medios de difusión, discrepando de lo que llamaban la mirada pesimista de Jiménez López. Para ellos, al igual que para Calixto Torres Umaña y Lucas Caballero, las condiciones de la raza sí estaban marcadas por la debilidad, pero no debido a la degeneración, sino a las características de un pueblo en formación, a una raza no consolidada, fruto del proceso de mestizaje aún no concluido, así como de la juventud de la república, la cual solo llevaba un siglo de conformación e incluso,

29 Ibíd., pp. 97-98. 30 Ibíd., pp. 144, 148, 149. 3 1 Jorge Bejarano, "Quinta Conferencia", en Op. Cit., p. 187. 3 2 Emilio Robledo, "¿Existe una degeneración colectiva en Colombia?", en Repertorio

de Medicina y Cirugía, Bogotá, vol. XI, No. 10, jul., 1920, pp. 522-543. 3 3 Este médico fundó con Bernardo Samper el Laboratorio de Higiene en Bogotá; en el

congreso médico de Cartagena había obtenido el premio Forero por "combatir con optimismo consolador, la reciente teoría de la degeneración de la raza", en J. Ospina, Diccionario biográfico y bibliográfico de Colombia, vol. 2, p. 669. El 30 de mayo publica en El Tiempo sus críticas a las tesis de Jiménez quien, al día siguiente, publica una réplica en el mismo diario. El Tiempo, Bogotá, mayo 30 y junio 1 de 1920. Los dos artículos fueron publicados en la revista de la sociedad de medicina y cirugía: Jorge Martínez Santamaría, "Nuestras razas decaen", en Repertorio de Medicina y Cirugía, Bogotá, vol. XI, No. 8, may., 1920, pp. 412-419; Miguel Jiménez López, "En torno a la raza. Réplica al doctor Martínez Santamaría", Repertorio de Medicina y Cirugía, Bo-gotá, vol. XI, No. 11, ago., 1920, pp. 589-593.

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no olvidemos que, para muchos, solo se había cristalizado a partir de 1910. Tanto Castro como Bejaraño afirmaban adherir al Melioñsmo, doctrina basada en la novelista inglesa George Eliot (1819-1878) y el nombre que se le dio a su filosofía de vida, fundamentada en una mirada equilibrada sobre los diversos aspectos para ser considerados en cualquier análisis, viendo siempre la parte perfectible del ser humano. "Entre el pesimismo y el optimismo hay un estado intermedio de inquietud, de lucha, de trabajo incesante, que considera este mundo no como un mal, ni como un bien perfecto, sino como algo bueno que admite perpetua mejoría" 3 4.

En su exposición, Bejarano va a objetar los argumentos de Jiménez López, entrando a cuestionar la validez científica de los datos estadísticos y de las pruebas empíricas aportadas por este, resaltando sus puntos débiles, a la vez que discute la pertinencia de aplicar estudios hechos para Bogotá, al resto del país y a los países que se sitúan en el trópico. Al igual que Alfonso Castro y Diego Mendoza 3 5, señala que no es posible partir de la tesis sobre la decaden-cia actual de los indígenas al contrastarla con el período prehispánico, pues se carece de "datos sobre los rasgos étnicos que caracterizaban las razas que habi-taban la Nueva Granada", proponiendo una interpretación basada en el choque cultural, pues para él, los rasgos que presentan los indígenas en la actualidad, están marcados por el avasallamiento al que fueron sometidos, no siendo fruto, por lo tanto, "de degeneración celular sino de la insólita invasión que derrum-bó sus dioses, sus costumbres y que asoló su incipiente nacionalidad"3 6.

Posteriormente Bejarano esgrime el argumento de que el resultado de la mezcla racial desde abajo, permitió la consolidación de la democracia, al indi-car que las razas que poblaron a Colombia no fueron una sola sino el resultado de la mezcla racial, que había posibilitado "políticamente, el advenimiento de una democracia", pues "probado está que la promiscuidad de razas, en las que predomina el elemento inferior socialmente considerado, da lugar al reinado de las democracias"3 7. Lleno de optimismo y confianza en el porvenir, conclu-ye su conferencia articulando tres elementos claves en el imaginario de buena parte de los intelectuales del período, Dios, nación y progreso, afirmando que "hay un Dios para todas las naciones: Dios que las asiste bajo la palpable for-ma del progreso"3 8.

3 4 Alfonso Castro, "Meliorismo", en Cultura, Bogotá, Vol. 2, No. 8, oct, 1915, p. 102. 3 5 Alfonso Castro, Degeneración colombiana, Op. Cit.; Diego Mendoza, "¿Decaen nues-

tras razas?", en El Espectador, Bogotá, abril, 13, 14 y 15 de 1920 . 3 6 Jorge Bejarano, "Quinta Conferencia", Op. Cit., p. 188. 37 Ibíd., pp. 192-193. 3 8 Jorge Bejarano, "Sexta Conferencia", Op. Cit., pp. 252-254.

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El pedagogo Simón Araujo, aludiendo a sus 35 años de experiencia docen-te, centró su intervención en rebatir las tesis de Jiménez López respecto a la falta de entusiasmo de la juventud por el estudio y de capacidad intelectual de la misma. Aducía que los problemas sobre la formación de la juventud, y otras de las dificultades expuestas por los conferencistas, obedecían a la escasez de recursos económicos, en tanto que, la apatía, interpretada erróneamente como degeneración, se debía a la impotencia en la que se encontraban los jóvenes. Por su parte, Calixto Torres, centró su exposición en los problemas de la po-blación desde el punto de vista biológico y en los aspectos relacionados con la nutrición. Afirmaba que "las razas humanas no tienen por qué escaparse a las leyes generales de la biología", a! tiempo que identifica, para el caso de la población colombiana, algunos obstáculos que inciden en "la imperfección nutritiva", dentro de los cuales se cuentan el "alcoholismo, el chichismo, la polimortalidad infantil", y la "acción deletérea" que el trópico causa "sobre las razas". A diferencia de Jiménez López y de López de Mesa, Torres Umaña pensaba que las razas en Colombia, "están debilitadas pero no son razas de decrepitud prematura ni están agonizando todavía"; no obstante, son razas a las que es necesario fortalecer a través de la educación higienista, el mejora-miento de la alimentación y la lucha contra el analfabetismo3 9.

Lucas Caballero inicia su conferencia diciendo que de la claridad en torno a si la raza degenera o no y de las soluciones que de allí se puedan derivar, dependen las posibilidades de "nuestra vida como nación soberana". Partiendo de su confianza en los progresos de la ciencia que dominan "por parejo el elemento humano y el medio físico", asevera que el análisis sobre la población no puede gravitar únicamente sobre el aspecto biológico, debiéndosele consi-derar como un problema social que comprende lo biológico, lo sicológico, lo institucional, lo económico y lo ético, cuyo análisis compete a la sociología en cuanto ciencia capaz de abordar el estudio del objeto de manera global. Señala, además, que el progreso no es uno sino múltiple y complejo.

Cuestiona el concepto de raza como unidad biológica, aduciendo, al igual que lo hace López de Mesa en algunas ocasiones, que este se refiere mejor a los Estados nacionales, aludiendo, por lo tanto, a una unidad ideológica más que orgánica, biológica. En este sentido, propone interpretarlo como expre-sión del proceso de unificación que "la población ha tenido en tomo a la cons-titución del Estado-Nación", fenómeno que se venía dando en otros lugares del mundo y que consiste, usando un lenguaje que evoca al darwinismo social, en "la homogeneización de creencias, de sentimientos y de intereses comunes

Calixto Torres Umaña, "Cuarta Conferencia. Fisiólogo", en Los problemas de la raza en Colombia, Op. Cit., pp. 177-182. Dictada el 2 de julio de 1920.

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que la historia viene produciendo merced a las dos grandes fuerzas biológicas de la adaptación y del cruzamiento"4 0.

Así mismo, dejaba en claro el carácter elitista de su concepción sobre la configuración de la nación, al anotar que "las clases dirigentes, la elite de las sociedades", son "las que dan impulso y marcan el derrotero de los pueblos", pues cuando "las masas populares, en vez de ser dirigidas son directoras, el retroceso ha sido una ley histórica indefectible". En esta misma línea, argu-menta sobre la importancia que tiene para todo ciudadano tomar conciencia de los deberes cívicos, pero agrega de inmediato que ello es más prioritario en el caso de "las clases altas y cultas de la sociedad", para garantizar "el gobierno republicano", el cual es la "forma de expresión del carácter nacional". Afirma, confiado en el progreso, el desarrollo económico y la industrialización, que "las perspectivas del presente y del futuro no pueden ser mejores" 4 1. Igualmen-te, insiste en la utilidad de los estudios sociales como herramienta para la in-troducción de reformas sociales, pues ellos permiten entender "las leyes que rigen el modo de sentir y de proceder de la naturaleza humana, así en los indi-viduos como en los pueblos".

Es necesario precisar que en cuanto a las estrategias que fueron diseñadas para el fortalecimiento de la raza, todos los conferencistas coincidían en la importancia de la educación higienista, entendida como la posibilidad de in-culcar nuevos hábitos y costumbres relacionadas con el cuidado del propio cuerpo, pero también con las viviendas, los locales escolares y de trabajo. Ideas en las que se expresaban disposiciones referidas a los cuidados de la fuerza de trabajo y que se esperaba fuesen acogidas en todos los espacios sociales. Calixto Torres menciona que la higiene debe constituirse en una ciencia independiente cuyo objetivo primordial debe ser el servir a la patria4 2. Para Emilio Robledo "paz, higiene y educación de acuerdo con las necesidades modernas, tal es, en síntesis, el trípode terapéutico para la curación de esta enfermedad de retardo que padecemos"4 3.

Alfonso Castro, asegura que la higiene constituye la base de la salvación de los pueblos intertropicales, la cual depende de la educación y sus posibilidades de inculcar en el hogar, en la escuela y en el medio social, los hábitos necesa-rios para el cuidado y fortalecimiento de la raza, a la vez que indica la necesi-dad de introducir una "legislación científica sobre obreros y sobre casas de

4 0 Lucas Caballero, "Octava Conferencia. Sociólogo", en Los problemas de la raza en Colombia, Op. Cit., pp. 293, 295. Dictada el 9 de julio de 1920.

41 Ibíd., pp. 298, 318. 4 2 Calixto Torres Umaña, "Cuarta Conferencia", Op. Cit., pp. 180-182 4 3 Emilio Robledo, Op. Cit., p. 541.

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arrendamiento para los mismos y para las clases sociales poco pudientes"4 4. En este mismo sentido, Jiménez López se refería a la importancia de reglamentar el trabajo de las clases jornaleras evitando el excesivo agotamiento físico, a la vez que mencionaba a la higiene como una de las medidas terapéuticas para fortalecer la raza mestiza. Para Eduardo Santos, esta nueva atención hacia los problemas sanitarios, al mejoramiento y protección de la raza y de la infancia, al impulso a la enseñanza industrial técnica y a la preparación eficiente para el trabajo, hacía parte de una prioridad del Estado que, desde una nueva concep-ción, debía proporcionar a toda la ciudadanía unas condiciones mínimas, trans-formando lo que "antes era caridad pública o simple beneficencia", en "asistencia pública", en un deber y una obligación social45.

El otro aspecto que habría que resaltar es el de las referencias de orden sicológico que se hacen sobre la raza, tanto cuando se habla del pueblo, de la raza de carne y hueso, como cuando se habla de la raza como substrato, como equivalente de la nación. Estas referencias generalmente mencionan la falta de voluntad, de capacidad de previsión, de temperamento emotivo, de ausencia de criterio propio, en síntesis, de poca capacidad para controlar las emociones e instintos, para tener dominio de sf*6. Por este motivo, uno de los resortes principales a los que debe atender la educación debe ser al control de sí mismo, a través de la disciplina, de la educación física, de la higiene mental y corporal. De esta manera, los intelectuales perciben que los cambios sociales produci-dos en los últimos siglos están acompañados por transformaciones en las estructuras mentales y afectivas de los individuos, cambios que se apoyan en una progresiva diferenciación tanto de las estructuras sociales como de los individuos mismos 4 7. Lo anterior conduce entonces a que las elites conside-ren, cuando tratan de identificar los nuevos elementos de socialización que garanticen la formación de los hombres nuevos, aspectos relativos al moldeamiento de disposiciones psicológicas, las cuales deben contribuir a lograr una mayor racionalización de los comportamientos individuales, a la regulación de las pasiones espontáneas, al desarrollo de autocontroles, al gobierno de sí mismo4*.

4 4 Alfonso Castro, Degeneración colombiana, Op. Cit., p. 87. 4 5 "Editorial", en El Tiempo, Bogotá, mayo 24 de 1920. 4 6 Miguel Jiménez López, pp. 19, 62; Luis López de Mesa, pp. 100,138; Lucas Caballero,

p. 327, en Los problemas de la raza en Colombia, Op. Cit. 4 7 Norbert Elias, El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y

psicogenéticas, México: Fondo de Cultura Económica. 48 Yves Déloye, Ecole et citoyenneté. L'individualisme républicain de Jules Ferry àVichy:

controverses, Paris: Presses de la Fondation Nacionale des Sciences Politiques, 1994.

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Fin del ciclo de las conferencias: el balance hecho por los intelectuales Al término de las conferencias Miguel Jiménez López indicó que, si bien la mayoría de los conferencistas se habían pronunciado en contra de su tesis so-bre la degeneración de la raza, haciéndole admitir su "derrota ante ese conjun-to muy respetable de ideas, afectos y sentimientos que se llama la opinión nacional", no se declaraba, sin embargo, derrotado ante su propia conciencia, destacando la existencia de consenso respecto al hecho de que la "raza colom-biana" tenía problemas que solucionar49. Destaca el predominio de los mesti-zos en el país, sus potencialidades pero también sus limitaciones, afirmando que, en contraste con las dificultades evidenciadas por las razas indígenas, negra y blanca para sobrevivir en el trópico, la raza mestiza había conseguido mayores posibilidades de adaptación, siendo la más organizada y "un producto que con higiene y educación apropiada podría llegar a ser capaz de alguna eficiencia colectiva". Lo anterior, sin dejar de resaltar los nexos que para él existen entre raza y formación de instituciones políticas, que lo llevan a explicarse las dificul-tades de buena parte de los países latinoamericanos, con base en argumentos raciales. Así señala que el mestizo "hasta hoy por la falta de dominio propio se ha visto poco organizado para la vida democrática y autónoma", como lo señala-ban las experiencias de Bolivia, Paraguay, México, Perú y los países de Centroamérica, en los cuales se registraba una historia política agitada50.

Para él las diferencias entre la elite y el pueblo constituían "el verdadero problema sociológico de nuestras nacionalidades", pasando a representar a las eiites como el sector blanco de la sociedad, que vivía en los "centros donde hay un florecimiento industrial y capitalista que casi se nos ha impuesto por la fuerza expansiva de otros pueblos"; existiendo, en contraste, "toda esa ingente masa de hombres negros, pálidos, cobrizos, tan colombianos como nosotros mismos que necesitan saber siquiera qué es la libertad y qué es la patria; que reclaman en silencio de una nación que los ha mirado con desvío y que ha dejado que su cerebro se atrofie y que su vigor se extinga". Subrayaba, enton-ces, el desfase existente entre el ritmo del progreso que estaba siendo liderado por las elites, y esta masa que abarcaba al 97% de la sociedad, que "lo impide y entorpece por inferioridad orgánica y por inferioridad mental" 5 1.

Al afirmar que el pueblo constituye el fundamento de la República, pre-gunta a las elites si están dispuestas a continuar el proceso de modernización, con un pueblo que es un peso muerto o si, por el contrario, quieren remediar

4 9 Miguel Jiménez López, "Novena conferencia", Op. Cit, p. 333. 50 Ibíd., p. 354. 51 Ibíd., pp.362-363.

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sus males y "asimilarlo", haciéndolo parte de la nación. En sus palabras, "el pueblo ha sido entre nosotros, en el pasado, el sostén y el escudo de la Repúbli-ca; más hoy por sus precarias condiciones, ha venido a ser la impedimenta en nuestra marcha hacia el progreso. ¿Querrán seguir con él, como peso muerto, las clases dirigentes de nuestros países? ¿Querrán marchar con el lento progre-sar del molusco, que lleva a cuestas el pesado caracol que lo envolvió? Segu-ramente que no!". Instaba entonces a la búsqueda de soluciones apoyadas en la ciencia, la educación, y por supuesto la inmigración. Termina su intervención exponiendo su sueño más querido sobre la raza colombiana y el modelo de nación americana que debía ser imitado, diciendo, "abramos nuestras fronteras a todos los vientos de renovación y a todas las razas fuertes y hermosas del universo, que, así han llegado a la cumbre los Estados Unidos y Argentina"5 2.

Algunos se refirieron a la incidencia del debate en torno a cuestiones concre-tas, mencionando, entre otros aspectos, el proyecto de ley tendiente a la creación del Ministerio de Higiene y Asistencia Pública presentado por el doctor Anselmo Gaitán5 3. El 29 de julio, Joige Bej araño escribió una columna llamada "balance de un debate" en la que manifestaba los temores afincados en la opinión pública y en los conferencistas de que no quedase "sino el vago recuerdo de una literatu-ra exuberante, como todo lo que vegeta en nuestro trópico"54; temores que fue-ron despejados puesto que los conferencistas "llegamos a la conclusión de que nada hay de anormal en la célula animal, (pero) en la social y educativa, sí halla-mos un morbo que en forma de defecto o vicio, roe su protoplasma"; diagnóstico frente al cual los conferencistas habían sabido encontrar sus causas y proponer las soluciones de rigor. Al mismo tiempo señalaba, como resultado, la reorgani-zación del Hospicio de Bogotá, la puesta en marcha de las Salas Cunas y de la "Gota de leche", bajo la dirección de Calixto Torres. Así mismo, Bejarano afir-maba que no era posible aspirar a ser un pueblo civilizado sino se presta atención "al núcleo de su formación: la higiene y la salud pública", recordando la frase del intelectual liberal argentino Juan Bautista Alberdi (1810-1880) que "gobernar es poblar", pero para Bejarano poblar con elementos sanos5 5, y recordemos que dicha frase también era "apropiada" por Jiménez López, quien decía que "gober-nar es poblar", pero "poblar regenerando"56.

52 Ibíd., p. 367. 53 El Tiempo, Bogotá, julio 20 de 1920. 54 El Tiempo, Bogotá, julio 29 de 1920. 55 Ibíd. 5 6 Miguel Jiménez López, "Algunos signos de degeneración colectiva en Colombia y en

los países similares. Memoria presentada al Tercer Congreso Médico Colombiano, re-unido en Cartagena en enero de 1918", en Los problemas de la raza, Op. Cit., p. 39.

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Simultáneamente desde el mes de agosto la prensa comenzó a anunciar la publicación que haría la revista Cultura de las conferencias en el mes de octu-bre, bajo la dirección editorial de Luis López de Mesa, solicitando la suscrip-ción anticipada, por un valor de $2.00, ya que la edición sería limitada debido a dificultades financieras5 7. Simbólicamente, quizás por pura coincidencia, la publicación aparecerá el 12 de octubre, fecha que constituye en varios países de América Latina una fiesta nacional en la cual se celebra el día de la raza, y en las cual se quiere conmemorar la fecha del descubrimiento del continente americano por parte de los españoles5 8.

Lo que nos dejan las imágenes: algunos asuntos para considerar De este recorrido por imágenes, prácticas y representaciones que fueron acti-vadas con motivo de la discusión en torno a la regeneración de la raza, es posible preciar algunas consideraciones de orden analítico, en torno a las rela-ciones que nos interesa establecer entre raza, nación y educación; veamos al-gunas de ellas. De este recorrido por imágenes, prácticas y representaciones que fueron activadas con motivo de la discusión en torno a la regeneración de la raza, es posible preciar algunas consideraciones de orden analítico, en torno a las relaciones que nos interesa establecer entre raza, nación y educación; veamos algunas de ellas.

En términos generales podría concluirse que a lo largo del debate, los ima-ginarios construidos en torno a la nación tienen una doble dimensión derivada de lo que se considera que ella es, digamos, por fuera, en el nivel externo, como cuerpo orgánico, y lo que es por dentro, como un agregado de cuerpos, compuesta por la carne y sangre de la multitud. Ella es por fuera a veces la imagen ideal, otras la imagen vergonzante, de las representaciones que tienen las elites sobre la población. Ella es unas veces un cuerpo legislativo coherente y avanzado y, otras, símbolo de las masas que la integran y de sus cualidades y defectos como "raza". En este último sentido, las imágenes que los polemistas dejan ver muestran que ella es menor de edad, inestable y carente de voluntad, no tiene un claro dominio de sí, lo que se refleja en sús instituciones sociales y políticas. Un poco acomplejada frente a sus vecinos suramericanos más blan-cos y recelosa con su vecino del norte, los Estados Unidos; no sabe muy bien cómo blanquear su piel mestiza, al tiempo que considera a Europa, la blanca, "como una raza superior en lo moral e intelectual".

57 El Tiempo, Bogotá, agosto 1 y 11 de 1920. 58 El Tiempo, Bogotá, octubre 13 de 1920; El Espectador, Bogotá, octubre 13 de 1920.

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El tratamiento que se da al concepto de raza es ambiguo, unas veces es singular, otras plural, en ocasiones se le considera como un conglomerado de etnias o como pueblo, en otras se le asimila a clase y, en varias situaciones se le trata como el equivalente de lo que constituye el Estado-Nación. Ambigüeda-des que en parte obedecen al mismo estatuto de las ciencias sociales en el período todavía a horcajadas entre el discurso biológico y el social, así como a los compromisos ideológicos que adoptaron algunas elaboraciones del pensa-miento social respecto a los intereses de las sociedades occidentales y los pro-cesos de colonización en el siglo XIX y neocolonialismo en el XX, a la par con el tipo de apropiaciones particulares hechas por los intelectuales colombianos. Los intentos por caracterizar las culturas regionales, a nivel nacional, así como las peculiaridades de los países latinoamericanos, son definidas con base en argumentos geográficos raciales y psicologistas. Varios países son colocados como paradigmas, especialmente aquellos que han tenido inmigración blanca significativa, como Argentina, Uruguay y el sur del Brasil. Es claro además, que el paradigma mayor, en este terreno, lo constituye Estados Unidos. Aun-que hay algunas menciones tendientes a recoger las tradiciones o la experien-cia de países como México, cuando se intenta hablar de la viabilidad de un modelo mestizo las referencias son marginales, abundando más las alusiones a los problemas de inestabilidad política producidos en países como México, Haití, Bolivia, Perú, Paraguay, en donde predomina bien sea el mestizaje, o una mayor presencia de la raza indígena y negra.

Es interesante destacar, la distancia que la mayoría de los polemistas toma-ron de España 5 9 como paradigma para seguir; las alusiones en torno a la raza española se apoyan o bien en los estereotipos que circulan en Europa, según los cuales se le caracteriza como impetuosa, desorganizada, propicia al fana-tismo, o bien se mencionan las dificultades que tuvieron como raza coloniza-dora y su debilitamiento al haberse mezclado con otras razas. La mayoría de las veces, cuando se habla de las virtudes de la raza blanca, no hay una men-ción directa a los españoles sino a Europa en general. Así mismo es claro que como paradigma, la imagen de Europa es visualizada en culturas diferentes a la española.

No cabe duda que la mayoría de los polemistas identificaron la nación como mestiza, aunque dicho concepto les evocase imágenes diferentes, unas que les proporcionaban orgullo y otras vergüenza, unas en que elite y pueblo eran un

Esto no significa que en otras oportunidades, el tema de la herencia española no se coloque de nuevo para la discusión, como es caso de las intervenciones hechas a fina-les de la década del 20 por Laureano Gómez, así como de las representaciones que sojjre el tema van a circular a mediados de los cincuenta.

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todo indisoluble, otras en que la elite era la parte esclarecida del concepto nación y el pueblo el cúmulo de tradiciones que había que superar. Indios y negros a veces valorados, otras subestimados, eran sobre todo el espíritu per-dido o el pasado que se debía superar, pero definitivamente tiempo pasado. La democracia, es a veces atribuida al carácter de la nación mestiza pero concebi-da siempre bajo la dirección de las elites. Este argumento, esgrimido de dife-rentes maneras desde el siglo XIX, estaba movido por las tensiones derivadas por la búsqueda de una identidad propia, latinoamericana, fundamentada en la mezcla racial. Representación sobre la cual debería legitimarse un sistema po-lítico apoyado en la democracia, pero que se confrontaba, al mismo tiempo, con la imagen eurocentrista que consagraba la construcción de los estados na-cionales y las ideas de progreso y modernidad, bajo la concepción del estereo-tipo del hombre blanco. Por este motivo, las apreciaciones sobre las razas indígena y negra se encuentran llenas de elementos contradictorios, cuando se discute la apropiación de sus aspectos socio-culturales y de sus rasgos físicos, para caracterizar la fusión que dio lugar en América Latina, a esa "raza cósmi-ca" de la que hablaba el mexicano José de Vasconcelos.

La nación mestiza oscilaba entre una nación que aspiraba a ser blanca o se creía blanca y que se recreaba en imágenes de bienestar y progreso y, otra, en la que se filtraban los colores amarillo y negro, que evocaba en una de sus caras, miseria y atraso, y en la otra, recelo y desconfianza. En el debate no es prioritaria la participación cuantitativa de las diferentes razas y etnias en el territorio nacional, lo que está en juego es su peso cultural y su participación política, su incorporación al concepto de nación, caleidoscopio mestizo en sus múltiples gamas del blanco, al amarillo y al negro, en el que se desdibujan las particularidades de esas culturas que todavía continúan siendo parte viva del bagaje social y cultural de la nación colombiana.

Lo que está en discusión, también, es la otra acepción de raza como noción abstracta equiparable a la nación y por lo tanto al pueblo, eufemismo tras el que se esconde el debate sobre la participación social y política, el derecho a la ciudadanía de la mayoría de la población colombiana, que en lugar de ser mi-rada como sujeto político en igualdad de condiciones, es representada como un caleidoscopio colorido que agregó a la discriminación social y a la marginación política, las tensiones derivadas del color de la piel. Más allá del problema del color, las tensiones sociales, todavía presentes, en torno a asuntos raciales y étnicos, están fuertemente atravesadas por los conflictos derivados de la falta de representación social y política de la población colombiana. De esta mane-ra, nación, raza y pueblo, son imágenes que se entretejen cuando se trata de dilucidar la identidad de la nación colombiana y que llevan consigo los con-

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flictos sociales y políticos que han acompañado la conformación del Estado-Nación colombiano.

Como parte de estas representaciones, los discursos insisten en la necesi-dad de disminuir la distancia entre elite y pueblo, integrando este último a la nación, al mismo tiempo en que son enfáticos en mostrar que la función de dirección compete a las elites, alertando en torno a los peligros de una socie-dad dirigida por "las masas populares", puesto que ellos mismos se han en-cargado de diagnosticarlas como infantiles y, por lo tanto, incapacitadas para asumir la dirección de sus propios destinos y los de la sociedad. Lo anterior irá configurando o ¿reforzando? un modo particular de entender la democracia, por parte de las elites, concibiéndosele de manera restringida, tanto en el plano social como en el político.

Los aspectos de la democracia aluden, también, a las tensiones directamen-te relacionadas con la representación política, legitimándose a partir de las reformas de 1910, la participación de los partidos políticos tradicionales, en el aparato burocrático del Estado, sin hacer siquiera referencia a la posibilidad de expresión de las otras fuerzas sociales que ya hacían presencia en el escenario político. Igualmente, la idea de una nación civilista, como uno de los elemen-tos afines a la democracia, se instaura como tradición secular; no importa que 20 años atrás una guerra, la de los mil días, halla puesto fin, estrepitosamente, a una cadena de guerras civiles que desdicen de la "secularidad" de la tradición civilista en el ejercicio del poder.

Nuevos actores emergen en el escenario de la polémica, por un lado el estudiantado, quien convoca a las conferencias como generación que interroga a los adultos sobre el país que les ha sido legado, ansiando participar en las modificaciones necesarias para marchar a "la par del progreso". Igualmente, el maestro, aparece como otro actor que se considera fundamental en la "regene-ración educacional"; representado a veces, como preso por el peso de la tradi-ción, marcado por la formación deficiente, la escasa imagen social y el salario incierto y, otras, como artífice de la reforma educativa y foijador de la nación. Sin embargo, en el escenario de la polémica, en el Teatro Municipal, no apare-ce directamente visible, sino representado por los intelectuales que lideran las conferencias, y que piensan en las reformas institucionales que involucran al magisterio como tal. Además de que casi todos los conferencistas eran profe-sores en colegios y universidades.

Los intelectuales que fueron convocados por el estudiantado al Teatro Municipal ocupaban lugares estratégicos dentro del campo cultural, lo que les daba cierta credibilidad ante la opinión pública. A través de las conferencias intentaron legitimar formas de representación sobre la sociedad y sus distintas fuerzas y actores sociales, apoyados en saberes con los que respaldaban sus

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concepciones y prácticas sociales. En el debate también se percibe el lento proceso de conformación de los estudios sociales como campo autónomo, el cual se abre paso entre saberes que inicialmente proceden de la medicina, la biología, la ingeniería, y con los que, ahora, se disputa la hegemonía sobre la interpretación de la sociedad y sus instituciones, en nombre de la psicología, la antropología, la sociología, la historia. No obstante, un fuerte sabor biologicista atraviesa, todavía el pensamiento social que predomina en el conjunto de los textos.

Por otro lado, está la mujer, fuerza social que cobra visibilidad y se con-vierte en elemento vital para el cuidado de la raza, al tiempo que también ocu-pa un lugar dentro del Teatro para escuchar lo que los expertos tienen que decir sobre el porvenir de la nación. Simultáneamente, por fuera de este escenario, a través de proyectos de ley o de diversas publicaciones, emergerá su presencia y el debate en torno a la posición que la mujer debe tomar frente a los cambios que se presentan en el período, los cuales atañen tanto a su propia identidad como al rol social que debe desempeñar.

El pueblo, unas veces inerme frente a su propia miseria, otras poderoso, en cuanto a su posibilidad de subvertir el orden, se le representa como un conglo-merado sobre el que es necesario dirigir la mirada, que es preciso gobernar y para ello conocer. Esa masa que despierta temores por no responder muy bien a los modelos trazados por Occidente. Masa que las elites aspiran a convertir en ciudadana, en miembro de la nación, a través de "la educación y el trabajo fecundo", para que llegue a comprender el papel que le corresponde dentro de una sociedad que a pesar de ser armónica es jerarquizada. Masa que es necesa-rio controlar, pues a veces se levanta violenta, con odio y resentimiento hacia las elites, o que puede sentirse representada por grupos políticos diferentes a los dos partidos tradicionales, tal vez gestando a espaldas de las elites otras imágenes de nación, de esa nación que lleva por dentro la carne y sangre de las multitudes.

El deseo de que se acentúen las modificaciones económicas, se expandan los mercados, las vías de comunicación, se modifiquen las costumbres de acuer-do al modo de vida urbano, aunque con temores y objeciones, son también hilos que entretejen la reflexión sobre la nación y sus posibilidades de supervi-vencia. Pero no cabe duda que una de las cosas que más interesaba era el factor humano; las reflexiones de la polémica sobre la raza estaban articuladas sobre la preocupación de gobernar la población -de inculcar el gobierno de sí mis-mo-, de mejorar sus condiciones de reproducción social y laboral. Quien más claro expresaba este interés era Miguel Jiménez López, al afirmar en el perió-dico El Tiempo que, en América se había llegado a la convicción "que aquí como en el mundo entero el fruto de los pueblos no es el pan, ni es el hierro, ni

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el oro; el verdadero fruto de los pueblos son los hombres. Queramos producir hombres y lo demás nos vendrá por añadidura"6 0.

Pensar en la nación es pensar al mismo tiempo en los cuerpos que la inte-gran, Intervenir sobre ellos es intervenir sobre todas las dimensiones que los constituyen, sus organismos, su psiquis, sus costumbres, sus modos de vida, sus imaginarios. Se quiere moldear su cuerpo no solo psíquicamente, sino tam-bién en un sentido físico, creando a partir de estas dos dimensiones, una segun-da naturaleza, como expresión de los problemas por resolver sobre la naturaleza biológica y cultural del ser humano. Por ello se habla de educación en un sen-tido amplio; así, educación, salud e higiene, constituyen tres hilos del haz que articula las estrategias en torno al fortalecimiento de la raza; campos de inter-vención sobre la población al interior de los cuales se elabora una cosmovisión sobre la sociedad, la nación y, desde la cual, se legitiman las diferentes formas de terapéutica social. Estas estrategias tuvieron como expresiones la idea de la inmigración, vista como una posibilidad de ir blanqueando la nación mestiza, purificando las herencias de dudosa estirpe y, la de la educación, concebida como un mecanismo de terapéutica social, capaz de contribuir a la elabora-ción y difusión del ideario nacional, de los nuevos patrones culturales, de las nuevas formas de ver el mundo.

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