bolivar simon - escritos anticoloniales

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7/29/2019 Bolivar Simon - Escritos Anticoloniales

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Gustavo Pereira

SimóBí,

sits nicoloniliss

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Simó Bí ,escrios nicoloniliss

Itdió, ts sió

Gso Pereir

Simón Bolír,escrios nicolonissItdió, ts sióGustavo Pereira

EDICIONES CORREO DEL ORINOCO Alcabala a Urapal, Edicio Dimase,

La Candelaria, Caracas-Venezuelawww.correodelorinoco.gob.ve -Rif: G-20009059-6

D i rector io

Nicolás Maduro Moros

Presidente de la República Bolivariana de VenezuelaErnesto Villegas Poljak 

Ministro del Poder Popular para la Comunicación y la InformaciónHeidi DomínguezViceministra de Estrategia ComunicacionalFanny Febles

Viceministra de Gestión ComunicacionalRamón Medero

Director de Publicaciones

Francisco Ávila, Iris Yglesias y Ricardo RomeroSaira AriasSaira AriasOmar Cruz

l 26920139001975978-980-7560-26-9

 Junio 2013Impreso en la República Bolivarianade Venezuela

Corrección y edición

Digrmción y monjePord

Ilsrción

Depósio LeglISBN

 Descargue nuestras publicaciones en: www.minci.gob.ve

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INtRODuCCIN:BOLvaR aNtICOLONIaLISta

“Esoy odo enero donde qier qe esá n de mis pres”

Bolvar

  I

Un fantasma llamado Bolívar recorre de nuevo Nuestra América.No el amurallado por la bruma o la falsía, el converti-

do en superhombre o divinidad de infranqueable vallado,objeto de culto o de liturgia y, por lo tanto, cumplido yasu afán o su destino, yerto, inofensivo, embalsamado. Niaquel cuya estatua, para decirlo en palabras de Pocaterra,sacan a cada aniversario de su base, la ponen a danzaren una mesa de procesión de aldea con coronas barrocas y a cuya majestad se pronuncian discursos y se disparanfuegos articiales.

Ese Bolívar desposeído ya no de su sombra o su fulgorsino de su espíritu, yace en plazas y homenajes como unatumba, lacrado y mortecino, impedido ya de defenderseante quienes adulteraron, disociaron y aun falsean todocuanto en él existió conjugado, inseparable, persistente.

¡Si hasta de sus facciones forjóse perl ajeno al suyo! Aquel rostro moreno labrado y curtido por sol e intempe-rie de trópicos y páramos fue convertido en almibaradosemblante de salón, lo mismo que el pelo crespo, alisado

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para que el rasgo de pertenencia no desdijera del héroede estirpe grecorromana que en los retratos ociales y lasmonedas imponen la gura obligada o supuesta en todogran hombre.

Pero no es ese el ser humano que pudo sobrevivir a lahagiografía y al olvido.

 Al menos no es el Bolívar que hizo posible a Bolívar.Ese Bolívar oráculo o semidiós, infalible, todopode-

roso y único actor, clausurado, inaccesible, transmutado

en papa o invicto guerrero para velar o tapiar o silenciarlo más audaz y luminoso de su pensamiento, no es aquelhijo de las ideas que convulsionaron y transformaron sutiempo ni el conductor que osó ir más allá de una clasesocial —la suya— que en la América meridional coloniza-da pugnó por alcanzar con la emancipación las riendas desu propio destino político: “Si algunas personas —escribióél mismo en cierta ocasión, premonitoriamente, a San-tander— interpretan mi modo de pensar y en él apoyansus errores, me es bien sensible, pero inevitable: con minombre se quiere hacer en Colombia el bien y el mal, ymuchos lo invocan como el texto de sus disparates”.

El fantasma que vivió y vive y trasciende y llega hasta

nosotros, o al menos hasta mí, envuelto en su raída man-ta y presa de osadías y delirios y arrebatos y obsesiones ycontradicciones y saberes e intuiciones es el Bolívar sensi- ble, contraventor, apasionado, justiciero —revolucionario verdadero en suma—, cuyo empeño, valor, generosidad,desprendimiento y talento infatigables de osado dirigen-te y soñador ayudaron a liberar y conformar naciones ymentalidades en un continente abatido por tres siglos deopresión y despojo.

Ese Bolívar nos fue trocado o escamoteado durantelargo tiempo y la historia ocial y sus enemigos y sus ha-giógrafos se encargaron de reducirlo a fábula o anécdota,cuando no a omnímoda presencia, desplazando el cuer-po matriz de su ideario y de sus luchas y convirtiendo suejemplo en asignatura moldeable para justicar la iniqui-dad establecida y hasta la trampa o la celada vendepatria.

Ese Bolívar, presente en casi todos los actos de su vida y en sus escritos, sobre todo en aquellos que precedieron a

 Ayacucho, no batalla ni discurre bajo dictados de tradicio-nes o privilegios seculares y mucho menos circunscrito ala sola acción antimonárquica e independentista. Vástagodel ideario progresista que conformó a lo largo de la histo-ria el de su época, pocas veces su pensamiento a menudosituado más allá de lo establecido, y ni siquiera su vidamisma de criollo acaudalado, desmerecieron de aquel.“La independencia es el único bien que hemos logrado acosta de todos los demás”, llegará a escribir, descorazona-do, en las postrimerías de su vida.

Ese Bolívar progresista habíase nutrido, bajo los in-ujos de Simón Rodríguez y en la Francia revolucionaria,de las luces y vivencias de quienes habían contribuido,

antes y entonces, a hacer posible un nuevo tipo de socie-dad. Entre los libros que regala a su amigo Tomás CiprianoMosquera en 1828, puede hallarse un muestrario de suspreocupaciones intelectuales: obras de Homero, Virgilio,Plutarco, Bonaparte, Voltaire, Camoens, Tasso, Humbol-dt, De Pradt, Madame de Stäel, Montesquieu, Rousseau,Hobbes, Sismondi, La Fontaine, etc. “…He visto con in-nito gusto —escribirá con doliente ironía a Santander el20 de mayo de 1825— lo que dice de Vd. Mr. de Mollien.

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 A la verdad la alabanza de un godo servil, embustero, conrespecto a un patriota que manda una república no dejade ser muy lisonjera. Él dice que Vd. tiene talentos rarísi-mos de encontrarse. Esto es de un europeo que presumede sabio, que le pagan para que desacredite a los nuevosEstados. Mucho me he alegrado del sufragio que Vd. hamerecido de este caballero. Lo que dice de mí es vago,falso e injusto. Vago porque no asigna mi capacidad; falsoporque me atribuye un desprendimiento que no tengo; e

injusto, porque no es cierto que mi educación fue muydescuidada, puesto que mi madre y mis tutores hicieroncuanto era posible porque yo aprendiese: me buscaronmaestros de primer orden en mi país. Robinson, que Vd.conoce, fue mi maestro de primeras letras y gramática; de bellas letras y geografía, nuestro famoso Bello; se puso unaacademia de matemáticas sólo para mí por el padre An-dújar, que estimó mucho el barón de Humboldt. Despuésme mandaron a Europa a continuar mis matemáticas enla Academia de San Fernando, aprendía los idiomas ex-tranjeros con maestros selectos de Madrid; todo bajo ladirección del sabio marqués de Ustáriz, en cuya casa vivía.Todavía muy niño, quizá sin poder aprender, se me die-

ron lecciones de esgrima, de baile y de equitación. Cier-tamente que no aprendí ni la losofía de Aristóteles ni loscódigos del crimen y del error; pero puede ser que Mr. deMollien no haya estudiado tanto como yo a Locke, Condi-llac, Buffon, D’Alambert, Helvetius, Montesquieu, Mably,Filangieri, Lalande, Rousseau, Voltaire, Rollin, Berthot ytodos los clásicos de la antigüedad, así lósofos, historia-dores, oradores y poetas, y todos los clásicos modernos de

España, Francia, Italia y gran parte de los ingleses. Todoesto lo digo muy condencialmente a Vd. para que no creaque su pobre presidente ha recibido tan mala educacióncomo dice Mr. de Mollien; aunque, por otra parte, yo no sénada, no he dejado, sin embargo, de ser educado como unniño de distinción puede serlo en América bajo el poderespañol”. O’Leary por su parte recuerda que el hombreque conoció a partir de 1818 y de quien fuera edecán “leíamucho, a pesar del poco tiempo que sus ocupaciones le

dejaban para la lectura. Escribía muy poco de su puño,sólo a los miembros de su familia o algún amigo íntimo;pero al rmar lo que dictaba, casi siempre agregaba unoo dos renglones de su letra. Hablaba y escribía francéscorrectamente, el italiano con bastante perfección; de in-glés sabía poco, lo suciente para entender lo que leía.Conocía a fondo los clásicos griegos y latinos, que habíaestudiado, y los leía siempre con gusto en las buenas tra-ducciones francesas”.

Ese Bolívar ilustrado, librepensador, activo, fecundo,curioso, insatisfecho, inagotable, no había asumido la luchaemancipadora suramericana cual simple y pura rebeliónpara cambiar las formas. A diferencia de los aristócratas

mantuanos a los que por orígenes pertenecía, su compro-miso es de transformación total, no sólo de la realidad po-lítica. Su postura ante el mundo es la de quien se sabeinstrumento no de un deber —deber, más que mandatoexpreso de las masas populares desposeídas, incorporadasen gran medida durante los primeros años de la guerraa los ejércitos realistas— sino de acendrados ideales deruptura de un orden, de sed de gloria justiciera, de aquel

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fuego sagrado que impulsaba su voluntad a contrapelo dedecepciones y descalabros.

  II

¿Cómo era en verdad este fantasma reencarnado cuyosideales de transformación renacen en los mismos deseos

de justicia y bajo nuevos requerimientos de la historia?

Bolívar, escribe O’Leary, “tenía la frente alta, pero nomuy ancha y surcada de arrugas desde temprana edad(...) Pobladas y bien formadas las cejas; los ojos negros, vi- vos y penetrantes; la nariz larga y perfecta; tuvo en ella unpequeño lobanillo que le preocupó mucho, hasta que des-apareció en 1820 dejando una señal casi imperceptible.Los pómulos salientes; las mejillas hundidas, desde quele conocí en 1818. La boca fea y los labios algo gruesos.La distancia de la nariz a la boca era notable. Los dientes blancos, uniformes y bellísimos; cuidábalos con esmero(...) El pelo negro, no y crespo; lo llevaba largo en losaños de 1818 a 1821 en que empezó a encanecer y desdeentonces lo usó corto. Las patillas y bigotes rubios; se losafeitó por primera vez en Potosí en 1825.

“… Aunque grande apreciador y conocedor de la buena cocina, comía con gusto los sencillos y primitivosmanjares del llanero y del indio. Era muy sobrio; sus vi-nos favoritos eran graves y champaña; ni en la época enque más vino tomaba nunca le vi beber más de cuatrocopas de aquel o dos de este. Hacía mucho ejercicio. Nohe conocido a nadie que soportase como él las fatigas.Después de una jornada que bastaría para rendir al hom-

 bre más robusto, le he visto trabajar cinco o seis horas,o bailar otras tantas, con aquella pasión que tenía por el baile. Dormía cinco o seis horas de las veinticuatro, enhamaca, en catre, sobre un cuero, o envuelto en su capaen el suelo y a campo raso, como pudiera hacerlo sobre blanda pluma. Su sueño era tan ligero y su despertar tanpronto, que no a otra cosa debió la salvación de la vida enel Rincón de los Toros. En el alcance de la vista y en lono del oído no le aventajaban ni los llaneros. Era dies-

tro en el manejo de las armas, y diestrísimo y atrevido jinete, aunque no muy apuesto a caballo. Apasionado porlos caballos, inspeccionaba personalmente su cuido, y encampaña o en la ciudad, visitaba varias veces al día lascaballerizas. Muy esmerado en su vestido y en extremoaseado, se bañaba todos los días, y en las tierras calienteshasta tres veces al día.

“Prefería la vida del campo a la de la ciudad. Detes-taba a los borrachos y a los jugadores y embusteros. Eratan leal y caballeroso que no permitía que en su presenciase hablase mal de los otros. La amistad era para él palabrasagrada. Conado como nadie, si descubría engaño o fal-sía, no perdonaba al que de su conanza hubiese abusado.

Su generosidad rayaba en lo pródigo. No solo daba cuantotenía suyo, sino que se endeudaba para servir a los demás.Pródigo con lo propio, era casi mezquino con los caudalespúblicos. Pudo alguna vez dar oídos a la lisonja, pero leindignaba la adulación. Hablaba mucho y bien; poseía elraro don de la conversación y gustaba de referir anécdotasde su vida pasada.

“… En el despacho de los negocios civiles, que nuncadescuidó, ni aun en campaña, era tan hábil y tan listo,

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como en los demás actos de su vida. Meciéndose en lahamaca o paseándose, las más de las veces a largos pasos,pues su natural inquietud no se avenía con el reposo;con los brazos cruzados, o asido el cuello de la casaca conla mano izquierda y el índice de la derecha sobre el labiosuperior, oía a su secretario leer la correspondencia ocial y el sinnúmero de memoriales y cartas particulares quele dirigían. A medida que leía el secretario iba él dictandosu resolución a los memoriales, y esta resolución era, por

lo general, irrevocable. Dictaba luego, y hasta a tres ama-nuenses a la vez, los despachos ociales y las cartas, puesnunca dejaba una sin contestar, por humilde que fuese elque le escribía…”.

Páez, quien le viera por primera vez en 1818, lo re-cuerda así en las páginas autobiográcas que escribieraen su vejez: “Hallábase entonces Bolívar en lo más oridode sus años y en la fuerza de la escasa robustez que sueledar la vida ciudadana. Su estatura, sin ser procerosa, era,no obstante, sucientemente elevada para que no la des-deñase el escultor que quisiera representar a su héroe;sus dos principales distintivos consistían en la excesivamovilidad del cuerpo y el brillo de sus ojos, que eran ne-

gros, vivos, penetrantes e inquietos, con mirar de águila,circunstancia que suplía con ventaja a lo que la estaturafaltaba para sobresalir entre sus acompañantes. Tenía elpelo negro y crespo, los pies y las manos tan pequeñoscomo los de una mujer, la voz aguda y penetrante. La teztostada por el sol de los trópicos; conservaba no obstantela limpidez y lustre que no habían podido arrebatarle losrigores de la intemperie ni los continuos y violentos cam-

 bios de latitud por los cuales había pasado en sus marchas(...) Era amigo de bailar, galante y sumamente adicto a lasdamas, y diestro en el manejo del caballo; gustábale correra todo escape por las llanuras de Apure, persiguiendo a los venados que allí abundan. En el campamento manteníael buen humor con oportunos chistes, pero en las mar-chas se le veía siempre algo inquieto; procuraba distraersu impaciencia entonando canciones patrióticas. Amigodel combate, acaso los prodigaba demasiado, y mientras

duraba, tenía la mayor serenidad…”.El médico, dibujante y naturalista francés François

Roulin le trató en el año 28 y le hizo un retrato físico,de perl, que serviría luego a Tenerani para la ejecuciónde sus bustos y estatuas pocos años después, entre estasla del Panteón Nacional en Caracas y la de la Plaza Ma- yor en Bogotá. Roulin nos deja en pocos trazos y palabrassu percepción del hombre que conociera en Bogotá: “EraBolívar hombre de lenguaje rápido e incisivo, así en suconversación (en las que no pocas veces fue indiscreto),siempre animada, breve y cortante (a las veces aguda),como en sus Discursos y proclamas; y si en estas piezasse mostraba grandilocuente, deslumbrado y siempre origi-

nal y encumbrado, en la correspondencia con los amigos y con los altos personajes, bien que razonaba y mostra- ba sencillamente su saber histórico, era más perentorioque persuasivo, más conciso que seductor (...) Gran poe-ta como era, siquiera jamás fuese versicador, y originalen todo, como tenía que serlo en este mundo americano,nuevo en lo social como en lo físico, ni procuró nunca ensus Discursos y proclamas  imitar la clásica sencillez de

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César, ni la sobriedad del emático y virtuoso Washington;ni trató de remedar aquella petulancia heroica de Napo-león, cuyo ensimismamiento sabía concentrar en su per-sona toda idea de fuerza o de victoria. Bolívar tuvo a una vez, constantemente, el patriotismo y el buen gusto de nopresentar su persona como el símbolo de la fuerza y de lasglorias de la Patria, sino al contrario, atribuir totalmente aesta la obra de su redención” (cit. por Enrique Uribe Whi-te, Iconografía del Libertador , Bogotá, Ediciones Lerner,

1967, pp. 18-19).Entre los testimonios de sus detractores destaca este

de Ducoudray-Holstein, quien arribó a la Nueva Granadaen los primeros años de la independencia y escribió en1829 un polémico libro que sirvió de fuente documentala Marx:

“El general Bolívar en su aspecto exterior, en su so-nomía, en todo su comportamiento, nada tiene de carac-terístico o imponente. Sus maneras, su conversación, suconducta en sociedad, nada tienen de extraordinario, nadaque llamara la atención de quien no lo conociese. Al con-trario, su aspecto exterior predispone en su contra.

“… Todo en él es aco y desmedrado. Da la sensación

de un hombre de sesenta y cinco años. Camina con los brazos en perpetuo movimiento, y no puede andar largoespacio sin sentirse fatigado. Dondequiera que vaya, allípermanece poco tiempo y pronto está de vuelta adondetiene colgada su hamaca, en la que se sienta o se echa,meciéndose a la manera de sus conciudadanos. Tiene cu- bierta buena porción del rostro por grandes bigotes y pa-tillas, y se cuida mucho de ordenar que cada uno de sus

ociales los usen diciendo que ello les da aire marcial;pero a él le prestan un aspecto feroz y amenazante, enespecial cuando monta en cólera. Entonces se le animanlos ojos, gesticula y habla como demente; y amenazandocon hacer fusilar a los que lo han contrariado, se pasea rá-pidamente por su cámara, o se tira sobre la hamaca paraluego saltar de ella, ordenando que los culpables salgan desu presencia…”.1

  III

 Aunque políticamente libres, las nuevas repúblicas na-cen uncidas a las mismas estructuras culturales y al

mismo régimen de producción del coloniaje. De allí quelos primeros años de la guerra, abismados en derrotas yanarquía, transcurrieran marcados como en los tres siglosde dominio español, por análogos antagonismos sociales:lucha entre esclavos y amos criollos; entre campesinos sintierra y terratenientes criollos; y entre pardos, indios, ne-gros y mestizos contra blancos mantuanos.

¿Qué hacer, pues, para que no fuesen desde su infanciaaquellas naciones, como presagiaba Simón Rodríguez, viejas?Lo primero parecía tan necesario como perentorio:

forjar conciencia de pertenencia a una patria.Patria híbrida, multiétnica, multicultural, caso ex-

traordinario, pequeño género humano, como se dirá en laCarta de Jamaica.

1. Uribe White, op. cit., pp. 14-15.

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Patria, además, inmensa, idealmente constituida,por lengua y tradiciones, por toda la América española.Patria de indios servidumbrados, blancos propietarios ode orilla, pardos excluidos y negros esclavizados. Sangre y alma comunes del planeta, pero donde sólo los blancosespañoles y sus descendientes habían impuesto dominio y privilegios.

Sólo a partir de la derrota de la Primera RepúblicaBolívar se percata plenamente de ello. ¿Qué otro propósito

sino crear ese sentimiento de patria abrigará el Decretode Guerra a Muerte de Trujillo, en respuesta a la guerraa muerte perpetrada por los ejércitos realistas y dictado ados años apenas de la declaración de independencia, en1813? ¿Se trató simplemente, como algunos historiadoresaseveran, entre ellos Gil Fortoul, de terrible manifestaciónde venganza o inhumana represalia?

Después de la Campaña Admirable el curso de laguerra perla con más claridad las contradicciones en-tre colonizadores y colonizados. Al vislumbrar y admitirlos errores e injusticias de la llamada “patria boba” de laPrimera República, Bolívar comprende que sin el pueblodesposeído, víctima de todas las opresiones —y sobre todo

de una doble opresión: la endógena ejercida por los blan-cos criollos y la exógena, por el imperio español— jamáspodrá existir empresa libertadora. Inere que a la guerrade castas debía suceder la guerra anticolonial. Que a lastretas de los esclavistas había que oponer la libertad de losesclavos. Que a la hegemonía o pretensiones de las viejas y nuevas potencias enfrentar la América unida. Que a laignorancia de los más, revolucionar el régimen educativo

privilegiado de los menos. Que a la servidumbre del pue- blo, imponer el freno de un régimen legal justo. Perú deLacroix nos recuerda que aquel Libertador del año 28,cuasi abatido por las facciones, corroboraba con tristezaestas amargas realidades: “Después habló de la servidum- bre del pueblo, siempre oprimido por los militares, cléri-gos, abogados y doctores, y dijo que eso sucedería aun conla Constitución más democrática, porque dependen de lapoca educación y de las costumbres; que en Colombia hay

una aristocracia de rango, de riqueza y de empleos, equi- valente por sus pretensiones a la aristocracia de título y denacimiento en Europa; pero que las leyes y la educaciónirían poco a poco estableciendo el equilibrio social”.2

Ese Bolívar revolucionario debió muchas veces tran-sigir con lo establecido, fuere consagrada injusticia, mo- jigatería o superstición. Fuerzas oscuras, ineludibles tra-diciones, privilegios seculares, vicios perpetuos, tenacespresunciones, inicuas conformaciones sociales cundíancual parásitas arraigadas en el cuerpo colectivo. No basta- ba, por ejemplo, proclamar la manumisión de los esclavospara que el imperio de lo justo prevaleciese sobre el infa-me régimen esclavista. Y no solo por causa de la oposición

mayoritaria de hacendados o prohombres de las nuevasrepúblicas: no pocas veces los propios esclavos prerieronel hábito de la yunta a la imprevisible libertad.

En aquellas patrias troqueladas y amordazadas portres siglos de dominación, el aparato clerical católico con-trarreformista se había impuesto paralelamente a la co-

2. Perú de Lacroix, Diario de Bucaramanga, Madrid, Editorial América,1924.

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llera esclavista. Perú de Lacroix cuenta cómo las ferocescampañas de ese clero intentaron predisponer a las clasespopulares contra los ejércitos libertadores. Pese a ello Bo-lívar respetaba esas creencias populares y tenía por cos-tumbre acudir regularmente a misa aunque ignoraba ab-solutamente el momento en que debía ponerse de rodillas,o mantenerse en pie, o sentarse, además de que nuncase persignaba. Interrogado sobre dichos asuntos, explicabaque no gustaba entrar en metafísicas que descansaban so-

 bre bases falsas: “Me basta saber y estar convencido de queel alma tiene la facultad de sentir, es decir, de recibir lasimpresiones de nuestros sentimientos, pero que no tienela facultad de pensar, porque no admite ideas innatas. Elhombre tiene un cuerpo material y una inteligencia repre-sentada por el cerebro, igualmente material, y, según el es-tado actual de la ciencia, no se considera a la inteligenciasino como una secreción del cerebro; llámese, pues, esteproducto alma, inteligencia, espíritu, poco importa ni valela pena disputar sobre ello: para mí, la vida no es otra cosasino el resultado de la unión de dos principios, a saber: dela contractilidad, que es una facultad del cuerpo material, y de la sensibilidad, que es una facultad del cerebro o de

la inteligencia. Cesa la vida cuando cesa aquella unión;el cerebro muere con el cuerpo, y muerto el cerebro nohay más secreción de inteligencia. Deduzca usted de ahícuáles serán mis opiniones en materia de Eliseo y de Fá-naro o Tártaro y mis ideas sobre las cciones sagradas quepreocupan todavía tanto a los mortales”.3 Acusado de fran-cmasón y por ello víctima de feroces descalicaciones en

3. Op. cit.

casi todos los púlpitos, Bolívar, según Perú de Lacroix “habíatenido la curiosidad de hacerse iniciar para ver de cerca loque eran aquellos misterios y en París se había recibido demaestro, pero que aquel grado le había bastado para juzgarlo ridículo de aquella antigua Asociación; que en las Logiashabía encontrado algunos hombres de mérito, bastantes fa-náticos, muchos embusteros y muchos más tontos burlados;que todos los masones se asemejan a unos niños grandes jugando con señas, morisquetas, palabras hebraicas, cin-

tas y cordones; que sin embargo, la política y los intrigantespueden sacar partido de aquella Sociedad secreta, pero queen el estado de civilización de Colombia, de fanatismo y depreocupaciones religiosas, no era político valerse de la ma-sonería, porque para hacerse él de algunos partidarios enlas Logias se hubiera atraído el odio y la censura de toda lanación, movida entonces contra él por el clero y los frailes,que habrían aprovechado aquel pretexto…”.4

  Iv

En esta selección de escritos es posible vislumbrar al

Bolívar que soñó y luchó y sobrepuso a su pertenenciasocial la justicia de los más, a sus prejuicios de abolengola sencillez de los humildes, a su natural desasosiego lagenerosidad cuando pocos hubiesen osado ejercerla, o larmeza cuando no tantos, en aciagas circunstancias, sehubiesen atrevido a ejecutarla. Dentro de la fecunda y co-piosa correspondencia que escribió o dictó, en medio de

4. Ibid.

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avatares, combates y metralla o bajo la mortecina luz demenesterosos campamentos, conmueve hallar los itinera-rios de su pensamiento no pocas veces amordazado por lanecesidad de someter la razón suprema a la contingencia,el deber ser al deber puro y simple, o la sensibilidad a laimplacable pira de la contienda.

Un ser humano excepcional ha de serlo en todas lasfacetas primordiales de su vida. En cuanto escribió, elBolívar hermano, amigo, amante, compañero, discípulo,

maestro, adversario o héroe palpita, trepida, se agita, seenternece, se exaspera, se emociona, se apasiona, vacila, yerra, intuye, prevé, previene, dictamina, profetiza, con-suela, intima, resuelve, decide: sus palabras acogen porigual la transparencia y el laberinto de su espíritu, sus ilu-minaciones y su respiración, sus instantes y su eternidad.

Vida y obra del Libertador, si bien pueden ser estudiadasfundamentalmente como las de un hombre de acción, fundanante todo una propuesta intelectual, una vocación de entrega,prueba de pasión puesta al servicio de los otros y de una vo-luntad acerada bajo dictados de profundas y progresivas con- vicciones ideológicas. “Es una estupidez maligna —armó—atribuir a los hombres públicos las vicisitudes que el orden de

las cosas produce en los Estados”. Y en otra ocasión: “… Larevolución es un elemento que no se puede manejar. Es másindócil que el viento (...) Lo más que se podrá conseguir esdarle buena dirección (...) Yo antepongo siempre la comuni-dad a los individuos”.

De no haberse labrado en su juventud, bajo la determi-nante inuencia de Simón Rodríguez, un pensamiento revo-lucionario fundado en vastos conocimientos políticos y litera-rios, y de no haber cultivado, por añadidura, su sensibilidad,

ese Bolívar probablemente habría sucumbido a las tentacionesde la ambición o la vanidad (“Usted formó mi corazón parala libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso”,escribe en 1823 desde Pativilca a su maestro recién llegado aBogotá. “Yo he seguido el sendero que usted me señaló”).

Pero aunque sus reexiones sean hijas de los viva-ques de la guerra y de las escasas treguas de la paz, ad-mira profundamente en él, tanto como sus resoluciones,la profundidad de su talento y la intensidad de su prosa

magníca absolutamente contemporánea en su entrama-do, en sus giros, en sus sabias ascensiones, en su sintaxis,en su elegante discurrir. Leer a Bolívar es hacerlo bajo latechumbre del disfrute intelectual: sus cartas ante todo, jamás pensadas para que otros que no fuesen sus desti-natarios las leyeran,5 rutilan en portentos. De no haber-se salvado la mayoría de ellas, quién sabe cuánta patrañaadicional habrían adosado a su nombre y a su ideal.

En esta selección hemos omitido, por razones de es-pacio, mucha letra esencial, pero no hemos querido ex-cluir o silenciar aquella que reeja, con la intensidad quele fue característica, las crepitaciones de la sensibilidad dequien tanto demostró poseerla.

También, en la medida en que ha sido posible, he-mos hecho las necesarias correlaciones con textos, cartaso documentos de otros protagonistas del proceso. Es horade situar en sus justas dimensiones a quienes interesada,

5. “Nada me gusta que se dé al público mi correspondencia privada—escribe a Santander el 8 de octubre de 1826 cuando este intentabamanipularla para sus nes—. Creo que es una violación de la fe de laamistad. En Europa esto es un crimen”.

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parcial o falsa historia, promovida y propulsada por caus-ahabientes o inequívocos beneciarios, elevó sobre méri-tos y valores verdaderos. Dejamos al lector el arbitrio dedescubrir tanto en estos como en aquellos escritos cuántode desinterés o de codicia, de abnegación o de ambición,de humildad o de soberbia, de talento o de necedad, delucidez o de simplicidad, de integridad o de deslealtad, dehonradez o de deshonestidad, de transparencia o de tur- biedad, de rectitud o de sinuosidad, de generosidad o de

egoísmo subyace en la letra o en el espíritu de sus autores.La historia, al menos la que conocemos, no es un

compendio espiritual, poco se ocupa de móviles, ambicio-nes o sentimientos y menos traduce los estados de alma.Pero qué duda cabe de que detrás de estos es posible ha-llar cauces ciertos para la comprensión del mundo de loshombres.

 Y la letra suele revelar cuánto se oculta o se enmas-cara. Sobre todo las cartas íntimas.

Tales cartas, tanto como los hechos, nos descubrenaspectos inéditos de conciencias y personalidades.

Que sean ellas, pues, las que hablen.

G. P.

 

1804

En 1804, a poco más de un año de la muerte de su es-posa, Bolívar está en París intentando, dice, hallar una

nalidad para su vida. “Muerta mi mujer —le conesa aPerú de Lacroix— y desolado yo con aquella pérdida precoze inesperada, volví a España, y de Madrid pasé a Francia, ydespués a Italia. Ya entonces iba tomando algún interés por

los asuntos públicos. La política me atraía y yo seguía sus variados movimientos. Vi en París, en el último mes del añode 1804, la coronación de Napoleón. Aquel acto magnícome entusiasmó, pero menos su pompa que los sentimien-tos de amor que un inmenso pueblo manifestaba por elhéroe (...) La corona que se puso Napoleón sobre la cabezala miré como una cosa miserable y de moda gótica; lo queme pareció grande fue la aclamación universal y el interésque inspiraba su persona. Esto, lo coneso, me hizo pensaren la esclavitud de mi país y en la gloria que conquistaría elque lo libertase (...) Sin la muerte de mi mujer no hubierahecho mi segundo viaje a Europa, y es de creerse que enCaracas o San Mateo no me habrían nacido las ideas queadquirí en mis viajes”.

 Y en otro aparte, aludiendo a su temperamento: “Aun-que convengo en que mi genio no era para ser alcalde deSan Mateo”.

Esta carta, fechada en París en 1804, ha de habersido escrita a comienzos de ese año puesto que Bonaparte,entonces primer cónsul vitalicio y objeto de la misma, seproclamaría emperador pocos meses después, conrman-do las sospechas bolivarianas. Publicada por primera vez

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GUSTAVO PEREIRA

en El Faro Militar del Perú en junio de 1845 y transcritacon reservas por Vicente Lecuna, es por muchas razonesdocumento excepcional: no sólo porque descubre los es-tados de alma del joven caballero suramericano poseídopor la pena de haber incomodado a sus huéspedes en lasexaltaciones de una discusión, sino por la sensación de vacío y sufrimiento que subyacentemente se maniestaen él y, sobre todo, por develar los acendrados ideales de-mocráticos y justicieros que ya en ese tiempo conforma-

 ban su pensamiento. O’Leary cuenta en sus Memorias unincidente del cual parece deducir que tales ideales aso-maban desde antes, al menos desde 1799, cuando aún sincumplir 16 años fuera enviado por su tío tutor a Españaa continuar estudios y el navío en donde viajaba, el “SanIldefonso”, hubo de tocar y detenerse en Veracruz, lo cualpermitirá al joven indiano visitar la ciudad de México. “Elgeneral Alava —escribe O’Leary— que a la sazón estabaen México y conoció a Bolívar en el palacio del virrey, meha referido que un día, rodando la conversación sobre larevolución francesa, el joven venezolano se expresó contanta audacia, que asombró a los oyentes, y habría causa-do gran disgusto al virrey si otro de más años o de más ex-

tensas relaciones en el país, hubiese emitido semejantesopiniones”.6

La carta está dirigida supuestamente al coronel Ma-riano Tristán, esposo de su amiga Teresa Lesnay (y no alcoronel y barón Denis de Trobriand, padre de Fanny duVillars, como la recoge, con dudas, Lecuna), a raíz del

6. Memorias del general Daniel Florencio O’Leary, Caracas, Imprenta Nacional,1952. tomo Primero, p. 55.

incidente ocurrido en un convite que el futuro Liberta-dor le ofreciera. En la velada, dando rienda suelta a sutemperamento apasionado, Bolívar se habría indignadoante la gloricación que algunos comensales hacían de lagura del entonces todavía primer cónsul. “Yo no puedocontenerme siempre —escribe—. Por otra parte ¿qué ne-cesidad tengo de ello?”. Y añade esta angustia reveladora:“Hoy no soy más que un rico, lo superuo de la sociedad,el dorado de un libro, el brillante de un puño de la espada

de Bonaparte, la toga del orador. No soy bueno más quepara dar estas a los hombres que valen alguna cosa. Esuna condición bien triste”.

Tiene 20 años.

ParS, 1804al caBallero DenIS De ToBrIanD

Coronel:Ha seis años que os conozco; ha seis años que os amo

con una verdadera amistad y que os profeso el más pro-fundo respeto por la nobleza de vuestro carácter y lasinceridad de vuestras opiniones. No tengo necesidad dedeciros cuán aigido estoy de haberos hecho testigo delescándalo que ocasionó ayer en mi casa la exaltación fa-nática de algunos clérigos más intolerantes que sus an-tepasados y que hablan con tanta imprudencia como enEspaña, donde el pueblo les dobla la rodilla y les besa lafalda de su sotana. Habéis debido notar los altos empleosciviles y militares con que nos brindaron estos señores,siendo los elogios del primer cónsul los que provocaron

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GUSTAVO PEREIRA

más mi exaltación que sólo fue interrumpida débilmente.Ellos ahogaron su vergüenza y se contentaron con dirigir-me algunas observaciones para poner a cubierto su res-ponsabilidad hasta que los clérigos tomando a cargo lacausa de Bonaparte se reunieron a sus clamores.

El deseo de dominar y de ocupar el primer rango en elEstado es el pensamiento de todos los clérigos. Los em-pleados piensan en conservar el sueldo, elogiando al queles paga; separando estas dos clases yo no concibo quenadie sea partidario del primer cónsul aunque vos, que-rido coronel, cuyo juicio es tan recto, le pongáis en lasnubes. Yo admiro como vos sus talentos militares; ¿perocómo no veis que el único objeto de sus actos es apode-rarse del poder? Este hombre se inclina al despotismo;ha perfeccionado de tal modo las instituciones que, en su vasto imperio, en medio de sus ejércitos, agentes de em-pleados de toda especie, clérigos y gendarmes, no existeun sólo individuo que pueda ocultarse a su activa vigi-lancia. ¿Y se cuenta todavía con la era de la libertad?...¡Qué virtudes es preciso tener para poseer una inmensaautoridad sin abusar de ella! ¿Puede tener interés ningúnpueblo en conarse a un solo hombre? ¡Ah!, estad conven-cido, el reinado de Bonaparte será dentro de poco tiempomás duro que el de los tiranuelos a quienes ha destruido.

La vehemencia con que yo hablo puede resultar de pocareexión; pero cuando yo me entrego en la discusión, miespíritu hace abstracción de las personas. Que los inter-locutores tengan los cabellos blancos o el bigote negro,lleven la espada o la tonsura, yo no veo sino los pensa-mientos personicados, y disputo sin respetar la posiciónsocial de ninguno de ellos. Estoy lejos de tener la sangrefría de Rodríguez o la vuestra, coronel; yo no puedo con-tenerme siempre. Por otra parte, ¿qué necesidad tengo de

ello? No soy un hombre político, obligado a empeñar eldebate en una asamblea deliberante; no mando un ejérci-to y no estoy obligado a inspirar conanza a los soldados;no soy ni sabio que tenga que hacer con calma y pacien-cia una demostración ardua ante un auditorio numeroso.Hoy no soy más que un rico, lo superuo de la sociedad,el dorado de un libro, el brillante de un puño de la espadade Bonaparte, la toga del orador. No soy bueno más quepara dar estas a los hombres que valen alguna cosa. Esuna condición bien triste. ¡Ah!, coronel, si supieseis lo quesufro, seriáis más indulgente.

Coronel, perdonad; yo no seguiré esta vez vuestro con-sejo; no abandonaré París hasta que no haya recibido laorden para ello. Deseo saber por mi propia experiencia sile es permitido a un extranjero en un país libre, emitir suopinión respecto a los hombres que lo gobiernan, y si lesechan de él por haber hablado con franqueza.

Bí 

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GUSTAVO PEREIRA

  1811

Instalado el primer Congreso Constituyente venezolano el2 de marzo de 1811 en el que treinta diputados juran, en-

tre otros propósitos, defender los derechos del rey españolFernando VII, a quien los ejércitos napoleónicos habían ex-pulsado del trono, quedan evidenciadas las dos tendenciasque se debaten en su seno. Una mayoritaria de mantuanos

conservadores y clérigos, encabezada por el presbítero JuanVicente Maya, que aboga por el acatamiento a las potestadesreales y el entendimiento con las autoridades españolas, lascuales, aduce, podrían reconocer los derechos a una autono-mía progresiva y tutelada. La otra, encabezada por Miranda y los miembros de la Sociedad o Junta Patriótica, entre ellosBolívar, que reivindica la independencia absoluta e inmedia-ta. Aquellos acusan a los integrantes de la Junta Patriótica defomentar el cisma y querer convertirse en otro Congreso.

El 4 de julio, ante las vacilaciones y contramarchas deuna Asamblea remisa a tratar el tema de la independen-cia, Bolívar pronuncia en el seno de la Junta Patriótica loque se tiene por su primer discurso público anticolonialis-ta. El 5 el Congreso declara nalmente la Independencia.

El 21 de diciembre los treinta y siete diputados de lassiete provincias confederadas promulgan la Constitución,la primera de la América española. Casi un calco de la deEstados Unidos, adopta el sistema federal.

Miranda, a quien inuyentes sectores conservadoresdel clero y la nobleza criolla temen y que a duras penasha logrado ser nombrado —ante la oposición de éstos—diputado por El Pao, se cree obligado a salvar su voto en

estos términos: “Considerando que en la presente Cons-titución los poderes no se hallan en justo equilibrio ni laestructura u organización general sucientemente senci-lla y clara para que pueda ser permanente; que por otraparte no está ajustada con la población, usos y costumbresde estos países, de que puede resultar que en lugar dereunirnos en una masa general o cuerpo social, nos divida y separe, en perjuicio de la seguridad común y de nuestraindependencia, pongo estos reparos en cumplimiento de

mi deber”.Con la Independencia alcanzan los blancos criollos el

poder político que les faltaba. Dueños del económico, social ycultural, han conseguido nalmente aprovecharse de las in-surgencias de diversos sectores a los que tan solo poco anteshabían combatido tenazmente y aliarse con ellos para des-prenderse de la tutela imperial, mas “tan pronto conquistanla cima, quieren los mantuanos desembarazarse de los queantes fueron palancas imprescindibles. No tarda en comen-zar el primer capítulo, propiamente dicho, de la traición queen burla de los desposeídos será regla —casi absolutamentesin excepción— en lo sucesivo (...) Proclámanse todas las li- bertades políticas y las garantías ciudadanas: igualdad ante la

ley, abolición de títulos y privilegios, cese de discriminacionesentre las “castas”, respeto a la persona humana, libertad depensamiento. Se acuerda la prohibición del comercio de es-clavos y de la trata de negros, pero se deja en pie la esclavitud.El Estado se compromete a proteger la propiedad; así mantie-ne incólume una institución claramente cimentada sobre lausurpación de la conquista y los siglos de coloniaje. Se estatu- ye, en n, una democracia más o menos exótica y abstracta,

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GUSTAVO PEREIRA

incomprensible y remota para las masas, ninguna de cuyassentidas aspiraciones aparece reconocida con franqueza. Lossectores populares no pueden amar el orden que ha nacido:

no lo sienten suyo”.7

 DIScurSo PronuncIaDoen la SocIeDaD PaTrITIcaDe caracaS, el 4 De julIo De 1811

No es que hay dos Congresos. ¿Cómo fomentarán el cismalos que más conocen la necesidad de la unión? Lo que que-remos es que esa unión sea efectiva y para animarnos a lagloriosa empresa de nuestra libertad; unirnos para repo-sar, y para dormir en los brazos de la apatía, ayer fue unamengua, hoy es una traición. Se discute en el CongresoNacional lo que debiera estar decidido. ¿Y qué dicen?, quedebemos comenzar por una confederación, como si todosno estuviésemos confederados contra la tiranía extranje-ra. Que debemos atender a los resultados de la política deEspaña. ¿Qué nos importa que España venda a Bonaparte

sus esclavos o que los conserve, si estamos resueltos aser libres? Esas dudas son tristes efectos de las antiguascadenas. ¡Que los grandes proyectos deben prepararse encalma! Trescientos años de calma ¿no bastan? La JuntaPatriótica respeta, como debe, al Congreso de la nación,pero el Congreso debe oír a la Junta Patriótica, centro deluces y de todos los intereses revolucionarios. Pongamos

7. J. L. Salcedo-Bastardo, Historia fundamental de Venezuela, Caracas, Univer-sidad Central de Venezuela, 1976, pp. 286-287.

sin temor la piedra fundamental de la libertad sur-ameri-cana: vacilar es perdernos.

Propongo que una comisión del seno de este cuerpo lle- ve al Soberano Congreso estos sentimientos.

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  1812

Los acontecimientos que darán al traste con la PrimeraRepública abundan en incidentes contradictorios. Bo-

lívar, destinado como coronel efectivo a sostener la plazade Puerto Cabello pese a las prevenciones de Miranda,desempeña en los sucesos papel signicativo que de algúnmodo sella su destino. Perdida la plaza en sus manos, es-

cribe a Miranda el 14 de julio:“Lleno de una especie de vergüenza me tomo la con-anza de dirigir a Vd. el adjunto parte, apenas es una som- bra de lo que realmente ha sucedido.

Mi cabeza, mi corazón no están por nada. Así suplicoa Vd. me permita un intervalo de poquísimos días para versi logro reponer mi espíritu en su temple ordinario.

Después de haber perdido la última y mejor plaza delEstado, ¿cómo no he de estar alocado, mi general?

De gracia no me obligue Vd. a verle la cara! Yo no soyculpable, pero soy desgraciado y basta (...)”.

El castillo, bastión de la plaza, habíase perdido por latraición de los ociales Vinoni y Carbonell, pero las irre-soluciones de Miranda, incapaz de comprender aquellarealidad compleja y embrollada de la que había estado au-sente tanto tiempo, darían la estocada nal al nacienteensayo republicano.

Lo que ocurre inmediatamente después ha sido tra-tado in extenso por los historiadores. Miranda capitula ydecide embarcarse para reorganizar la lucha. Bolívar yotros jóvenes ociales creen traicionada la causa, lo apre-san y lo entregan a las autoridades españolas. “El gene-

ral Bolívar —escribirá años después el coronel Belford H.Wilson, edecán de Bolívar, a su amigo O’Leary— siemprese gloriaba delante de mí de haber arriesgado su propiaseguridad, que pudo haber conseguido, embarcándose enun buque, con el n de asegurar el castigo de Miranda porla traición que se le atribuía. Sus razones no carecían defundamento, pues él argüía que: si Miranda creía que losespañoles observarían el tratado, debería haberse queda-do para hacerles cumplir su palabra; si no lo creía, era un

traidor, por haber sacricado su ejército. Invariablementeagregaba el general Bolívar que él había querido fusilar algeneral Miranda como traidor, pero que otros lo habíancontenido”.8

Derrumbada pues la Primera República y decretadaen los hechos la guerra a muerte por los realistas, Bolívarparte al destierro y llega a Curazao el 2 de septiembre.Previamente, casi a punto de embarcar, saca tiempo paraescribir al dorso de una misiva que le fuera enviada por lamadre de los hijos naturales de su nado hermano JuanVicente, de quien era heredero: “Mi querida Josefa Ma-ría: Mi primer cuidado ha sido disponer que los bienesde Juan Vicente, le toquen a tus hijos: que se te dé una

pensión de cincuenta pesos mensuales, hasta que estos bienes den producto, y después el todo. Antonia tiene or-den de asistirte como a mí mismo y sé que lo hará mejorque yo. Cuenta con esto. Estoy de prisa y quizás no podré verte: pues el honor y mi patria me llaman a su socorro”.

La recepción en Curazao no puede ser más desafor-tunada. Ciertos párrafos de sendas cartas enviadas a su

8. O’Leary, op. cit., tomo I, p. 114.

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amigo español Francisco Iturbe así lo atestiguan: “Con in-nitas incomodidades y penas —dice en la primera— helogrado llegar aquí ocho días ha. Mala navegación, peor a bordo y detestable recepción. Digo que mi recepción fuedetestable porque todavía no habían bien llegado, cuando ya estaba mi equipaje embargado por dos causas muy ra-ras: la primera porque mis efectos y trastos estaban en lamisma casa en que estaban los de Miranda; y la segundaporque el “Celozo” contrajo deudas en Puerto Cabello, que

ahora he de pagar yo, porque yo era comandante de la pla-za cuando las contrajo. Esta es la exacta verdad. De estoresulta que yo me hallo sin medio alguno para alimentarmi vida, que ya comienzo a ver con demasiado hastío yhasta con horror”. Y en otra del 19 de septiembre: “Yo es-toy aquí, cuanto bien puede ser, en mi actual situación. Es verdad que me han quitado inicuamente mi poco dinero y equipaje, pero yo estoy conforme en mi corazón, porquesé que cuando el infortunio persigue por algún tiempo,todo se conspira contra el infeliz. Pero como el hombrede bien y de valor, debe ser indiferente a los choques dela mala suerte, yo me hallo armado de constancia, y veocon desdén los tiros que me vienen de la fortuna. Sobre

mi corazón no manda nadie más que mi conciencia: estase encuentra tranquila, y así no le inquieta cosa alguna.¿Qué importa tener o no tener cosas superuas? Lo nece-sario nunca falta para alimentar la vida. Jamás se muereel hombre de necesidad en tierra. Jamás falta un amigocompasivo que nos socorra y el socorro de un amigo, nopuede ser nunca vergonzoso el recibirlo…”.

 A mediados de noviembre embarca hacia la libera-da Cartagena de Indias e intenta y logra en esta ciudad

incorporarse al ejército patriota (“Para nosotros la patriaes la América”, dirá dos años después en proclama del12 de noviembre de 1814 dirigida a la División de RafaelUrdaneta) no sin antes explicar a los neogranadinos, en me-moria pública del 15 de diciembre de 1812, las causas y erro-res que impulsaron la caída del gobierno venezolano. Apartede imputar las razones del desastre nal a las debilidades ycontradicciones del Ejecutivo, a la lenidad ante un enemigoimplacable, a la dispersión de las autoridades y a la lucha de

facciones, atribuye al sistema federal adoptado la razón fun-damental de la erosión del gobierno republicano. Pero aunquerecalca también la acción asoladora del terremoto de marzo(que causó solo en Caracas diez mil muertos y destruyó algu-nas de las más importantes ciudades de Venezuela) fenóme-no al que se unió la inuencia perniciosa del clero contra lacausa libertadora y su prédica para exacerbar el derrotismoentre las clases populares aún desprovistas de conciencia depatria, no alcanza a vislumbrar todavía la explicación fundadadel fracaso. Intenta O’Leary en sus memorias, años después,desembrollar estos hechos: “En un pueblo fanático e ignoran-te —escribe— los sucesos más triviales pueden interpretarsesegún convenga a las miras e intereses de aquellos a quienes

están las masas acostumbradas a respetar, y por desgraciapara la causa de la Independencia, el clero, que ejercía gran-de inuencia en Venezuela y era adverso a la revolución, apa-rentó ver en la terrible calamidad que había devastado el paísel azote con que la Divina Providencia castigaba la rebelión”.Por lo demás —añade quien fuera una de las fuentes másautorizadas del proceso independentista— los auxiliares máspoderosos del ejército realista encabezado por Monteverde nofueron las victorias, ni la fuerza física, sino “la decisión de los

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pueblos por la causa del rey” lo que le hacía casi invencible.“Los campesinos le servían más ecazmente que su ejército,sembrando el espanto por todas partes con noticias exage-radas, suministrándoles víveres, caballos y acémilas, y todocuanto necesitaba, en los lugares de su tránsito”.9

El documento bolivariano termina proponiendo algobierno neogranadino la reconquista de Caracas: ante elpoder colonial español la suerte de Venezuela habría deser la de la América toda.

Menos de ocho meses después, el 6 de agosto delaño 13, el pequeño ejército comandado por Bolívar e in-tegrado por neogranadinos y venezolanos, luego de la re-lampagueante campaña llamada, con toda razón, admi-rable, entra victorioso a Caracas como libertador. Cuatrodías antes los revolucionarios de Oriente comandados porSantiago Mariño habían liberado Cumaná.

Comenzaba, con dos centros de poder, la SegundaRepública.

ManIfIeSTo De carTagena

carTagena De InDIaS, 15 De DIcIeMBre, 1812

MeMorIa DIrIgIDa a loS cIuDaDanoS

De la nueva granaDa Por un caraqueño

Conciudadanos:Libertar a la Nueva Granada de la suerte de Venezuela

 y redimir a ésta de la que padece, son los objetos que me

9. Op. cit., pp. 91-97.

he propuesto en esta memoria. Dignáos, oh mis conciuda-danos, de aceptarla con indulgencia en obsequio de mirastan laudables.

 Yo soy, granadinos, un hijo de la infeliz Caracas, esca-pado prodigiosamente de en medio de sus ruinas físicas y políticas, que siempre el al sistema liberal y justo queproclamó mi patria, he venido a seguir los estandartes dela independencia, que tan gloriosamente tremolan en es-tos Estados.

Permitidme que animado de un celo patriótico me atre- va a dirigirme a vosotros, para indicaros ligeramente lascausas que condujeron a Venezuela a su destrucción; li-sonjeándome que las terribles y ejemplares lecciones queha dado aquella extinguida república, persuadan a la América a mejorar de conducta, corrigiendo los vicios deunidad, solidez y energía que se notan en sus gobiernos.

El más consecuente error que cometió Venezuela, alpresentarse en el teatro político fue, sin contradicción, lafatal adopción que hizo del sistema tolerante; sistema im-probado como débil e inecaz, desde entonces, por todo elmundo sensato, y tenazmente sostenido hasta los últimosperíodos, con una ceguedad sin ejemplo.

Las primeras pruebas que dio nuestro gobierno de suinsensata debilidad, las manifestó con la ciudad subalter-na de Coro, que denegándose a reconocer su legitimidad,lo declaró insurgente y lo hostilizó como enemigo. La Jun-ta suprema en lugar de subyugar aquella indefensa ciu-dad que estaba rendida con presentar nuestras fuerzasmarítimas delante de su puerto, la dejó forticar y tomaruna actitud tan respetable que logró subyugar después laconfederación entera, con casi igual facilidad que la queteníamos nosotros anteriormente para vencerla: fundan-

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do la Junta su política en los principios de humanidad malentendida que no autorizan a ningún gobierno, para ha-cer, por la fuerza, libres a los pueblos estúpidos que des-conocen el valor de sus derechos.

Los códigos que consultaban nuestros magistrados, noeran los que podían enseñarles la ciencia práctica del go-bierno, sino los que han formado ciertos buenos visiona-rios que, imaginándose repúblicas aéreas, han procuradoalcanzar la perfección política, presuponiendo la perfec-tibilidad del linaje humano. Por manera que tuvimos ló-sofos por jefes, lantropía por legislación, dialéctica portáctica y sostas por soldados. Con semejante subversiónde principios y de cosas, el orden social se resintió extre-madamente conmovido, y desde luego corrió el Estado apasos agigantados a una disolución universal, que bienpronto se vio realizada.

De aquí nació la impunidad de los delitos de Estadocometidos descaradamente por los descontentos, y parti-cularmente por nuestros natos e implacables enemigos —los españoles europeos— que maliciosamente se habíanquedado en nuestro país, para tenerlo incesantementeinquieto, y promover cuantas conjuraciones les permi-tían formar nuestros jueces, perdonándolos siempre, auncuando sus atentados eran tan enormes que se dirigíancontra la salud pública.

La doctrina que apoyaba esta conducta tenía su ori-gen en las máximas lantrópicas de algunos escritores,que deenden la no residencia de facultad en nadie, paraprivar de la vida a un hombre, aun en el caso de haber de-linquido este, en el delito de lesa patria. Al abrigo de estapiadosa doctrina, a cada conspiración sucedía un perdón y a cada perdón sucedía otra conspiración que se volvíaa perdonar; porque los gobiernos liberales deben distin-

guirse por la clemencia. ¡Clemencia criminal, que contri-buyó más que nada, a derribar la máquina, que todavía nohabíamos enteramente concluido!

De aquí vino la oposición decidida a levantar tropas veteranas, disciplinadas, y capaces de presentarse en elcampo de batalla, ya instruidas, a defender la libertad, consuceso y gloria. Por el contrario: se establecieron innume-rables cuerpos de milicias indisciplinadas, que ademásde agotar las cajas del erario nacional, con los sueldosde la plana mayor, destruyeron la agricultura, alejando alos paisanos de sus hogares; e hicieron odioso el gobiernoque obligaba a éstos a tomar las armas y a abandonar susfamilias.

“Las repúblicas —decían nuestros estadistas—, nohan menester de hombres pagados para mantener su li-bertad. Todos los ciudadanos serán soldados cuando nosataque el enemigo. Grecia, Roma, Venecia, Génova, Suiza,Holanda y recientemente el Norte de América, vencierona sus contrarios sin auxilio de tropas mercenarias siem-pre prontas a sostener el despotismo y a subyugar a susconciudadanos”.

Con estos antipolíticos e inexactos raciocinios, fasci-naban a los simples; pero no convencían a los prudentesque conocían bien la inmensa diferencia que hay entre lospueblos, los tiempos y las costumbres de aquellas repú-blicas y las nuestras. Ellas, es verdad, que no pagabanejércitos permanentes; mas era porque en la antigüedadno los había, y sólo conaban la salvación y la gloria delos Estados, en sus virtudes políticas, costumbres severas y carácter militar; cualidades que nosotros estamos muydistantes de poseer. Y en cuanto a las modernas que hansacudido el yugo de sus tiranos, es notorio que han man-tenido el competente número de veteranos que exige su

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seguridad; exceptuando al Norte de América, que estandoen paz con todo el mundo, y guarnecido por el mar, no hatenido por conveniente sostener en estos últimos años elcompleto de tropa veterana que necesita para la defensade sus fronteras y plazas.

El resultado probó severamente a Venezuela el errorde su cálculo; pues los milicianos que salieron al encuen-tro del enemigo, ignorando hasta el manejo del arma, yno estando habituados a la disciplina y obediencia, fueronarrollados al comenzar la última campaña, a pesar de losheroicos y extraordinarios esfuerzos que hicieron sus je-fes, por llevarlos a la victoria. Lo que causó un desalientogeneral en soldados y ociales; porque es una verdad mili-tar que sólo ejércitos aguerridos son capaces de sobrepo-nerse a los primeros infaustos sucesos de una campaña.El soldado bisoño lo cree todo perdido, desde que es de-rrotado una vez; porque la experiencia no le ha probadoque el valor, la habilidad y la constancia corrigen la malafortuna.

La subdivisión de la provincia de Caracas proyectada,discutida y sancionada por el Congreso Federal, despertó y fomentó una enconada rivalidad en las ciudades y luga-res subalternos, contra la capital: “la cual —decían loscongresales ambiciosos de dominar en sus distritos—,era la tirana de las ciudades y la sanguijuela del Esta-do”. De este modo se encendió el fuego de la guerra civilen Valencia, que nunca se logró apagar, con la reducciónde aquella ciudad: pues conservándolo encubierto, lo co-municó a las otras limítrofes a Coro y Maracaibo: y estasentablaron comunicaciones con aquella, y facilitaron, poreste medio, la entrada de los españoles que trajo consigola caída de Venezuela.

La disipación de las rentas públicas en objetos frívolos y perjudiciales; y particularmente en sueldos de innidadde ocinistas, secretarios, jueces, magistrados, legislado-res provinciales y federales dio un golpe mortal a la Re-pública, porque la obligó a recurrir al peligroso expedien-te de establecer el papel moneda, sin otra garantía quela fuerza de las rentas imaginarias de la Confederación.Esta nueva moneda, pareció a los ojos de los más, una violación maniesta del derecho de propiedad, porque seconceptuaban despojados de objetos de intrínseco valor,en cambio de otros cuyo precio era incierto, y aún ideal. Elpapel moneda remató el descontento de los estólidos pue-blos internos, que llamaron al comandante de las tropasespañolas, para que viniese a librarlos de una monedaque veían con más horror que la servidumbre.

Pero lo que debilitó más al gobierno de Venezuela, fuela forma federal que adoptó, siguiendo las máximas exa-geradas de los derechos del hombre, que autorizándolopara que se rija por sí mismo, rompe los pactos sociales yconstituye las naciones en anarquía. Tal era el verdaderoestado de la Confederación. Cada provincia se goberna-ba independientemente; y a ejemplo de estas, cada ciu-dad pretendía iguales facultades alegando la práctica deaquellas, y la teoría de que todos los hombres y todos lospueblos, gozan de la prerrogativa de instituir a su antojoel gobierno que les acomode.

El sistema federal, bien que sea el más perfecto, y máscapaz de proporcionar la felicidad humana en sociedad,es, no obstante, el más opuesto a los intereses de nuestrosnacientes Estados; generalmente hablando, todavía nues-tros conciudadanos no se hallan en aptitud de ejercer porsí mismos y ampliamente sus derechos; porque carecen

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de las virtudes políticas que caracterizan al verdadero re-publicano: virtudes que no se adquieren en los gobiernosabsolutos, en donde se desconocen los derechos y los de-beres del ciudadano.

Por otra parte, ¿qué país del mundo por morigerado y republicano que sea, podrá, en medio de las faccionesintestinas y de una guerra exterior, regirse por un go-bierno tan complicado y débil como el federal? No, noes posible conservarlo en el tumulto de los combates yde los partidos. Es preciso que el gobierno se identi-que, por decirlo así, al carácter de las circunstancias,de los tiempos y de los hombres que lo rodean. Si éstosson prósperos y serenos, él debe ser dulce y protector;pero si son calamitosos y turbulentos, él debe mostrarseterrible y armarse de una rmeza igual a los peligros,sin atender a leyes ni constituciones, interín no se resta-blecen la felicidad y la paz.

Caracas tuvo mucho que padecer por defecto de la Con-federación que, lejos de socorrerla, le agotó sus caudales y pertrechos; y cuando vino el peligro la abandonó a susuerte, sin auxiliarla con el menor contingente. Ademásle aumentó sus embarazos habiéndose empeñado unacompetencia entre el poder federal y el provincial, que diolugar a que los enemigos llegasen al corazón del Estado,antes que se resolviese la cuestión, de si deberían salir lastropas federales o provinciales a rechazarlos, cuando yatenían ocupada una gran porción de la provincia. Esta fa-tal contestación produjo una demora que fue terrible paranuestras armas, pues las derrotaron en San Carlos sinque les llegasen los refuerzos que esperaban para vencer. Yo soy de sentir que mientras no centralicemos nuestrosgobiernos americanos, los enemigos obtendrán las máscompletas ventajas; seremos indefectiblemente envueltos

en los horrores de las disensiones civiles, y conquistados vilipendiosamente por ese puñado de bandidos que infes-tan nuestras comarcas.

Las elecciones populares hechas por los rústicos delcampo y por los intrigantes moradores de las ciudades,añaden un obstáculomás a la práctica de la federaciónentre nosotros; porque los unos son tan ignorantes quehacen sus votaciones maquinalmente, y los otros, tan am-biciosos que todo lo convierten en facción; por lo que ja-más se vio en Venezuela una votación libre y acertada; loque ponía el gobierno en manos de hombres ya desafectosa la causa, ya ineptos, ya inmorales. El espíritu de partidodecidía en todo, y por consiguiente nos desorganizó másde lo que las circunstancias hicieron. Nuestra división yno las armas españolas, nos tornó a la esclavitud.

El terremoto del 26 de marzo trastornó ciertamente,tanto lo físico como lo moral; y puede llamarse propia-mente, la causa inmediata de la ruina de Venezuela; maseste mismo suceso habría tenido lugar sin producir tanmortales efectos, si Caracas se hubiera gobernado enton-ces por una sola autoridad, que, obrando con rapidez y vigor, hubiese puesto remedio a los daños sin trabas, nicompetencias que retardando el efecto de las providen-cias dejaban tomar al mal un incremento tan grande quelo hizo incurable.

Si Caracas, en lugar de una confederación lánguida einsubsistente, hubiese establecido un gobierno sencillo,cual lo requería su situación política y militar, tú existie-ras ¡oh Venezuela! y gozaras hoy de tu libertad.

La inuencia eclesiástica tuvo, después del terremoto,una parte muy considerable en la sublevación de los lu-gares y ciudades subalternas y en la introducción de losenemigos en el país, abusando sacrílegamente de la santi-

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dad de su ministerio en favor de los promotores de la gue-rra civil. Sin embargo, debemos confesar ingenuamente,que estos traidores sacerdotes, se animaban a cometerlos execrables crímenes de que justamente se les acusa,porque la impunidad de los delitos era absoluta, la cualhallaba en el congreso un escandaloso abrigo; llegando atal punto esta injusticia, que de la insurrección de la ciu-dad de Valencia, que costó su pacicación cerca de milhombres, no se dio a la vindicta de las leyes un solo re-belde; quedando todos con vida, y los más con sus bienes.

De lo referido se deduce que entre las causas que hanproducido la caída de Venezuela debe colocarse en pri-mer lugar la naturaleza de su constitución que, repito,era tan contraria a sus intereses como favorable a los desus contrarios. En segundo, el espíritu de lantropía quese apoderó de nuestros gobernantes. Tercero: la oposi-ción al establecimiento de un cuerpo militar que salvasela república y repeliese los choques que le daban los es-pañoles. Cuarto, el terremoto acompañado del fanatismoque logró sacar de este fenómeno los más importantesresultados; y últimamente, las facciones internas que enrealidad fueron el mortal veneno que hicieron descenderla patria al sepulcro.

Estos ejemplos de errores e infortunios, no serán ente-ramente inútiles para los pueblos de la América meridio-nal, que aspiran a la libertad e independencia.

La Nueva Granada ha visto sucumbir a Venezuela; porconsiguiente debe evitar los escollos que han destrozadoa aquella. A este efecto presento como una medida indis-pensable para la seguridad de la Nueva Granada, la re-conquista de Caracas. A primera vista parecerá este pro- yecto inconducente, costoso, y quizás impracticable: pero

examinado atentamente con ojos previsivos, y una medi-tación profunda, es imposible desconocer su necesidad,como dejar de ponerlo en ejecución, probada la utilidad.

Lo primero que se presenta en apoyo de esta opera-ción, es el origen de la destrucción de Caracas, que nofue otro que el desprecio con que miró aquella ciudad laexistencia de un enemigo que parecía pequeño, y no lo eraconsiderándolo en su verdadera luz.

Coro ciertamente no habría podido nunca entrar encompetencia con Caracas, si la comparamos en sus fuer-zas intrínsecas con esta; mas como en el orden de las vi-cisitudes humanas no es siempre la mayoría de la masafísica la que decide, sino que es la superioridad de lafuerza moral la que inclina hacia sí la balanza política,no debió el gobierno de Venezuela, por esta razón, haberdescuidado la extirpación de un enemigo, que aunqueaparentemente débil, tenía por auxiliares a la provinciade Maracaibo; a todas las que obedecen a la Regencia;el oro y la cooperación de nuestros eternos contrarios,los europeos que viven con nosotros; el partido clerical,siempre adicto a su apoyo y compañero, el despotismo; y sobre todo, la opinión inveterada de cuantos ignoran-tes y supersticiosos contienen los límites de nuestrosEstados. Así fue que apenas hubo un ocial traidor quellamase al enemigo, cuando se desconcertó la máquinapolítica, sin que los inauditos y patrióticos esfuerzos quehicieron los defensores de Caracas, lograsen impedir lacaída de un edicio ya desplomado por el golpe que reci-bió de un solo hombre.

 Aplicando el ejemplo de Venezuela a la Nueva Grana-da, y formando una proporción, hallaremos: que Coro esa Caracas, como Caracas es a la América entera: consi-guientemente el peligro que amenaza este país, está en

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Debemos considerar también el estado actual del ene-migo, que se halla en una posición muy crítica, habiéndo-sele desertado la mayor parte de sus soldados criollos; yteniendo al mismo tiempo que guarnecer las patrióticasciudades de Caracas, Puerto Cabello, La Guaira, Barcelo-na, Cumaná y Margarita, en donde existen sus depósitos;sin que se atrevan a desamparar estas plazas, por temorde una insurrección general en el acto de separarse deella. De modo que no sería imposible que llegasen nues-tras tropas hasta las puertas de Caracas, sin haber dadouna batalla campal.

Es una cosa positiva, que en cuanto nos presentemosen Venezuela, se nos agregan millares de valerosos pa-triotas, que suspiran por vernos parecer, para sacudir el yugo de sus tiranos, y unir sus esfuerzos a los nuestros,en defensa de la libertad.

La naturaleza de la presente campaña nos proporcionala ventaja de aproximarnos a Maracaibo por Santa Marta, y a Barinas por Cúcuta. Aprovechemos, pues, instantes tanpropicios; no sea que los refuerzos que incesantemente de-ben llegar de España, cambien absolutamente el aspectode los negocios, y perdamos, quizás para siempre, la di-chosa oportunidad de asegurar la suerte de estos Estados.

El honor de la Nueva Granada exige imperiosamente,escarmentar a esos osados invasores, persiguiéndoloshasta sus últimos atrincheramientos. Como su gloria de-pende de tomar a su cargo la empresa de marchar a Vene-zuela, a libertar la cuna de la independencia colombiana,sus mártires, y aquel benemérito pueblo caraqueño, cuyosclamores sólo se dirigen a sus amados compatriotas losgranadinos, que ellos aguardan con una mortal impacien-cia, como a sus redentores. Corramos a romper las ca-denas de aquellas víctimas que gimen en las mazmorras,

siempre esperando su salvación de vosotros: no burléis suconanza: no seáis insensibles a los lamentos de vuestroshermanos. Id veloces a vengar al muerto, a dar vida al mo-ribundo, soltura al oprimido y libertad a todos.

Ctgen de Indis.En impent de C. Dieg Espinz,

ñ de 1813. (8 pp.)

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  1813

El 11 de enero de 1813 un grupo de jóvenes patriotasentre quienes se encuentran Santiago Mariño, Manuel

Piar, José Francisco Bermúdez, Manuel Valdés y José Fran-cisco Azcue, al amparo de doña Concepción Mariño, her-mana del primero, emprenden desde el islote de Chacacha-care, situado entre Trinidad y Paria, con unos pocos fusiles y cartuchos, expedición militar en la que deciden empeñar,con el honor, sus vidas. El maniesto que entonces redactancoincide en sus propósitos con el espíritu heroico de aque-llos días:

“Violada por el jefe español D. Domingo Monteverdela capitulación que celebró con el ilustre general Miranda,el 25 de julio de 1812; y considerando que las garantíasque se ofrecen en aquel solemne tratado se han convertidoen cadalsos, cárceles, persecuciones y secuestros; que, elmismo general Miranda ha sido víctima de la perdia desu adversario; y en n, que la sociedad venezolana se hallaherida de muerte, cuarenta y cinco emigrados nos hemosreunido en esta hacienda, bajo los auspicios de su dueña,la magnánima señora doña Concepción Mariño, y congre-

gados en consejo de familia, impulsados por un sentimien-to de profundo patriotismo, resolvemos expedicionar sobreVenezuela, con el objeto de salvar esa patria querida de ladependencia española y restituirle la dignidad de naciónque el tirano Monteverde y su terremoto, le arrebataron.Mutuamente nos empeñamos nuestra palabra de caballe-ros de vencer o morir en tan gloriosa empresa; y de estecompromiso ponemos a Dios y a nuestras espadas por testi-

gos. Nombramos Jefe Supremo con plenitud de facultades,al coronel Santiago Mariño”.

Pocos meses después, mientras el ejército que condu-ce Bolívar se aproxima desde la Nueva Granada victoriosohacia Caracas, gran parte del Oriente —las provincias deCumaná y Barcelona— bajo la jefatura de Mariño estaráliberado. Piar, Bermúdez, Valdés, Freites, Monagas, Ce-deño, Sucre (de 18 años y ascendido a teniente-coronel),Villapol (español republicano muerto el año 14 en San

Mateo) entre otros, comandan las tropas.El 10 de agosto, cuatro días después de su entrada a

Caracas, uno de los primeros actos de Bolívar es dirigir-se por escrito al arzobispo de la Arquidiócesis, a quien élmismo había demandado, en rauda resolución, informepormenorizado del número, ubicación y datos de los curaspárrocos propietarios residentes en el país. El penúltimopárrafo del documento, dados los antecedentes y ejecuto-rias del clero venezolano en sucesos anteriores, se explicapor sí mismo:

“No es ya el tiempo de burlar las disposiciones guber-nativas, y todo el peso de la ley caerá sobre los infractores(...) Intime V. S. Illma. bajo las penas del resorte de su au-

toridad a todos los párrocos, predicadores y confesores dela arquidiócesis expliquen semanalmente los justos prin-cipios de la emancipación americana, persuadan la obli-gación de abrazarla y defenderla al precio de sus intereses y de la vida, precavan a los sencillos contra la seducción ylos conatos de los perturbadores, y que sobre todo prestencuantos existen bajo la protección del Gobierno, la corres-pondiente cooperación a sus miras…”.

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Paralelamente atiende asuntos más vinculados a sucorazón. El mismo mes escribe al coronel Pulido, gober-nador de Barinas, para solicitar el levantamiento del se-cuestro de los bienes de doña Inés Mancebo de Miyares,esposa del comandante realista Fernando Miyares, amigade su madre y su primera nodriza:

“Cuanto Vd. haga a favor de esta señora (...) corres-ponde a la gratitud que un corazón como el mío sabe guar-dar a la que me alimentó como madre. Fue ella la que en

mis primeros meses me arrulló en su seno. ¡Qué más re-comendación que ésta para el que sabe amar y agradecercomo yo!”.

 A nes de septiembre el gobernador inglés de Cura-zao (la isla se hallaba por entonces bajo dominio británi-co) le escribe intercediendo por los prisioneros españoles y canarios encerrados en La Guaira y Caracas. La res-puesta bolivariana es un compendio de rmeza y genti-leza. En esencia constituye una relación de los crímenesperpetrados por el colonialismo español (“tres siglos gimióla América bajo esta tiranía, la más dura que ha aigidoa la especie humana”) y una justicación “a los ojos delmundo” de la política de guerra a muerte. Algunas líneas,

sin embargo, resaltan entre todas. Durante los tres siglos—dice— en que los habitantes de la América española pa-decieron las iniquidades coloniales “no se vio entonces alas almas sensibles interceder por la humanidad atormen-tada, ni reclamar el cumplimiento de un pacto que intere-saba al universo”.

 Y estas palabras nales: “La justicia americana sabrásiempre, sin embargo, distinguir al inocente del culpable;

 y V. E. puede contar que éstos serán tratados con la huma-nidad que es debida, aun a la nación española”.

cuarTel general De valencIa,2 De ocTuBre De 1813

excMo. Señor goBernaDory caPITn generalDe la ISla De curazaoy SuS DePenDencIaS

Excmo. señor:Tengo el honor de contestar a la carta de V. E. de 4 de

septiembre último, que he recibido el día de ayer, retarda-da sin duda por causas que ignoro, en el tránsito de esaisla al puerto de La Guaira.

La atención que debo prestar a un jefe de la nación bri-tánica, y la gloria de la causa americana, me ponen en laobligación sagrada de manifestar a V. E. las causas dolo-rosas de la conducta que a mi pesar observo con los espa-ñoles que en este año pasado han envuelto a Venezuela en

ruinas, cometiendo crímenes que debieran condenarse aun eterno olvido, si la necesidad de justicar a los ojos delmundo la guerra a muerte que hemos adoptado, no nosobligara a sacarlos de los cadalsos y las horrendas maz-morras que los cubren, para presentarlos a V. E.

Un continente, separado de la España por mares inmen-sos, más poblado y más rico que ella, sometido tres siglos auna dependencia degradante y tiránica, al saber el año de1810 la disolución de los gobiernos de España por la ocu-

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pación de los ejércitos franceses, se pone en movimientopara preservarse de igual suerte y escapar a la anarquía y confusión que lo amenaza. Venezuela, la primera, consti-tuye una junta conservadora de los derechos de Fernando VII, hasta ver el resultado decisivo de la guerra: ofrece delos españoles que pretendan emigrar un asilo fraternal; in- viste de la magistratura a muchos de ellos y conserva ensus empleos a cuantos estaban colocados en los de másinujo e importancia. Pruebas evidentes de las miras deunión que animaban a los venezolanos; miras dolosamentecorrespondidas por los españoles, que todos por lo generalabusaron con negra perdia de la conanza y generosidadde los pueblos.

En efecto, Venezuela adoptó aquella medida, impelidade la irresistible necesidad. En circunstancias menos crí-ticas, provincias de España, no tan importantes como ella,habían erigido juntas gubernativas para salvarse del des-orden y de los tumultos. ¿Y Venezuela no debería ponerseigualmente a cubierto de tantas calamidades y asegurarsu existencia contra las rápidas vicisitudes de la Europa?¿No hacía un mal a los españoles de la Península, quedan-do expuesta a los trastornos que debía introducir la faltadel gobierno reconocido, y no debían agradecer nuestrossacricios para proporcionarles un asilo imperturbable?¿Hubiera esperado nadie que un bloqueo riguroso y hos-tilidades crueles debían ser correspondencia de tanta ge-nerosidad?

Persuadida Venezuela de que la España había sidocompletamente subyugada, como se creyó en las demáspartes de América, dio aquel paso, que mucho antes pudoigualmente haber dado, autorizada con el ejemplo de lasprovincias de España, a quienes estaba declarada igualen derechos y representación política. Resultó luego la

Regencia, que tumultuariamente se estableció en Cádiz,único punto donde no penetraron las águilas francesas; ydesde allí fulminó sus decretos destructores contra unospueblos libres, que sin obligación habían mantenido rela-ciones e integridad nacional con un pueblo de que natural-mente eran independientes.

Tal fue el generoso espíritu que animó la primera re- volución de América, revolución sin sangre, sin odio, sin venganza. ¿No pudieron en Venezuela, en Buenos Aires,en la Nueva Granada, desplegar los justos resentimientosa tanto agravio y violencias y destruir aquellos virreyes,gobernadores y regentes, todos aquellos mandatarios, verdugos de su propia especie, que complacidos con ladestrucción de los americanos, hacían perecer en horri-bles mazmorras a los más ilustres y virtuosos, despoja-ban al hombre de probidad del fruto de sus sudores, y engeneral perseguían la industria, las artes bienhechoras ycuanto podía aliviar los horrores de nuestra esclavitud?

Tres siglos gimió la América bajo esta tiranía, la másdura que ha aigido a la especie humana: tres siglos llorólas funestas riquezas que tanto atractivo tenían para susopresores; y cuando la Providencia justa les presentó laocasión inopinada de romper las cadenas, lejos de pensaren la venganza de estos ultrajes, convida a sus propios ene-migos, ofreciendo partir con ellos sus dones y su asilo.

 Al ver ahora casi todas las regiones del Nuevo Mundo em-peñadas en una guerra cruel y ruinosa; al ver la discordiaagitar con sus furores aun al habitante de las cabañas; lasedición encender el fuego devorador de la guerra, hasta enlas apartadas y solitarias aldeas, y los campos americanosteñidos de la sangre humana, se buscará la causa de un tras-torno tan asombroso en este continente pacíco, cuyos hijosdóciles y benévolos habían sido siempre un ejemplo raro de

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dulzura y sumisión, que no ofrece la historia de ningún otropueblo del mundo.

El español feroz, vomitando sobre las costas de Colom-bia, para convertir la porción más bella de la naturalezaen un vasto y odioso imperio de crueldad y rapiña; veaahí V. E. el autor protervo de estas escenas trágicas quelamentamos. Señaló su entrada en el Nuevo Mundo con lamuerte y la desolación: hizo desaparecer de la tierra sucasta primitiva; y cuando su saña rabiosa no halló másseres que destruir, se volvió contra los propios hijos quetenía en el suelo que había usurpado.

 Véale V. E. incitado de su sed de sangre, despreciar lomás santo, y hollar sacrílegamente aquellos pactos que elmundo venera, y que han recibido un sello inviolable detodas las edades y de todos los pueblos. Una capitulaciónentregó en el año pasado todo el territorio independien-te de Venezuela; una sumisión absoluta y tranquila porparte de los habitantes les convenció de la pacicaciónde los pueblos, y de la renuncia total que habían hecho alas pasadas pretensiones políticas. Mas al mismo tiempoque Monteverde juraba a los venezolanos el cumplimientoreligioso de las promesas ofrecidas, se vio con escándalo y espanto la infracción más bárbara e impía: los pueblossaqueados; los edicios incendiados; el bello sexo atrope-llado; las ciudades más grandes encerradas en masa, pordecirlo así, en horribles cavernas, viendo realizado lo quehasta entonces parecía un imposible, la encarcelación deun pueblo entero. En efecto, sólo aquellos seres tan oscu-ros que lograron sustraerse a la vista del tirano, consi-guieron una libertad miserable, reduciéndose en chozasaisladas, a vivir entre las selvas y las bestias feroces.

¡Cuántos ancianos respetables, cuántos sacerdotes ve-nerables se vieron uncidos a cepos y otras infames pri-

siones, confundidos con hombres groseros y criminales, y expuestos al escarnio de la soldadesca brutal y de loshombres más viles de todas las clases! ¡Cuántos expi-raron agobiados bajo el peso de cadenas insoportables,privados de la respiración o extenuados del hambre y lasmiserias! Al tiempo que se publicaba la Constitución es-pañola, como el escudo de la libertad civil, se arrastrabancentenares de víctimas cargadas de grillos y de ligadurasa subterráneos inmundos y mortíferos, sin establecer lascausas de aquel procedimiento, sin saber aun el origen yopiniones políticas del desgraciado.

 Vea ahí V. E. el cuadro no exagerado, pero inaudito dela tiranía española en la América; cuadro que excita a untiempo la indignación contra los verdugos y la más justa y viva sensibilidad para las víctimas. Sin embargo, no se vio entonces a las almas sensibles interceder por la hu-manidad atormentada, ni reclamar el cumplimiento de unpacto que interesaba al universo. V. E. interpone ahora surespetable mediación por los monstruos feroces, autoresde tantas maldades. V. E. debe creerme; cuando las tropasde la Nueva Granada salieron a mis órdenes a vengar lanaturaleza y la sociedad altamente ofendidas, ni las ins-trucciones de aquel benéco gobierno, ni mis designioseran ejercer el derecho de represalias sobre los españo-les, que bajo el título de insurgentes llevaban a todos losamericanos dignos de este nombre, a suplicios infames, oa torturas mucho más infames y crueles aun. Mas viendoa estos tigres burlar nuestra noble clemencia, y asegu-rados de la impunidad continuar aun vencidos la mismasanguinaria ereza; entonces, por llenar la santa misiónconada a mi responsabilidad, por salvar la vida amena-zada de mis compatriotas, hice esfuerzos sobre mi na-

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tural sensibilidad, para inmolar los sentimientos de unaperniciosa clemencia a la salud de la Patria.

Permítame V. E. recomendarle la lectura de la carta del fe-roz Zerveriz, ídolo de los españoles en Venezuela, al generalMonteverde, en la Gaceta de Caracas, número 3; y des-cubrirá en ella V. E. los planes sanguinarios, cuya consu-mación combinaban los perversos. Instruido anticipada-mente de su sacrílego intento, que una cruel experienciaconrmó luego al punto, resolví llevar a efecto la guerra amuerte, para quitar a los tiranos la ventaja incomparableque les prestaba su sistema destructor.

En efecto, al abrir la campaña el ejército libertador enla provincia de Barinas, fue desgraciadamente aprehendi-do el coronel Antonio Nicolás Briceño y otros ociales dehonor, que el bárbaro y cobarde Tízcar hizo pasar por lasarmas, hasta el número de dieciséis. Iguales espectáculosse repetían al mismo tiempo en Calabozo, Espino, Cuma-ná y otras provincias, acompañados de tales circunstan-cias de inhumanidad en su ejecución, que creo indigno de V. E. y de este papel, hacer la representación de escenastan abominables.

Puede V. E. ver un débil bosquejo de los actos ferocesen que más se regalaba la crueldad española, en la Gace-ta número 4. El degüello general ejecutado rigurosamenteen la pacíca villa de Aragua por el más brutal de los mor-tales, el detestable Suazola, es uno de aquellos delirioso frenesíes sanguinarios, que sólo una a dos veces handegradado a la humanidad.

Hombres y mujeres, ancianos y niños, desorejados,desollados vivos, y luego arrojados a lagos venenosos, oasesinados por medios dolorosos y lentos. La naturalezaatacada en su inocente origen, y el feto aún no nacido, des-truido en el vientre de las madres a bayonetazos o golpes.

En San Juan de los Morros, pueblo sencillo y agricultor,habían ofrecido espectáculos igualmente agradables a losespañoles el bárbaro Antoñanzas y el sanguinario Boves. Aún se ven en aquellos campos infelices los cadáveressuspensos en los árboles. El genio del crimen parece tenerallí su imperio de muerte, y nadie puede acercarse a él,sin sentir los furores de una implacable venganza.

No ha sido Venezuela sola el teatro funesto de estascarnicerías horrorosas. La opulenta México, Buenos Ai-res, el Perú y la desventurada Quito, casi son compara-bles a unos vastos cementerios, donde el gobierno españolamontona los huesos que ha dividido su hacha homicida.

Puede V. E. hallar la basa en que hace consistir un es-pañol el honor de su nación, en la Gaceta número 2. Lacarta de Fr. Vicente Marquetich arma que la espada deRegules, en el campo y en los suplicios, ha inmolado docemil americanos en un solo año; y pone la gloria del marinoRosendo Porlier, en su sistema universal de no dar cuartelni a los santos, si se le presentan en traje de insurgentes.

Omito martirizar la sensibilidad de V. E. con prolongarla pintura de las agonías dolorosas que la barbarie espa-ñola ha hecho sufrir a la humanidad para establecer undominio injusto y vilipendioso sobre los dulces america-nos. Ojalá un velo impenetrable ocultara para siempre ala noticia de los hombres, los excesos de sus semejantes!Ojalá una cruel necesidad no nos hiciera un deber inviola-ble el exterminar a tan alevosos asesinos!

Sírvase V. E. suponerse un momento colocado en nues-tra situación, y pronunciar sobre la conducta que debeusarse con nuestros opresores. Decida V. E. si es siquieraposible aanzar la libertad de la América, mientras respirantan pertinaces enemigos. Desengaños funestos instan cadadía por ejecutar generosamente las más duras medidas; y

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puedo decir a V. E. que la humanidad misma las dicta con sudulce imperio.

Puesto por mis más fuertes sentimientos en la necesi-dad de ser clemente con muchos españoles, después dehaberlos generosamente dejado entre nosotros en plenalibertad, aun sin sacar todavía la cabeza debajo del cu-chillo vengador, han conmovido los pueblos infelices, yquizás las atrocidades ejecutadas nuevamente por ellosigualan a las más espantosas de todas.

En los valles del Tuy y Tácata, y en los pueblos del Oc-cidente, donde no parecía que la guerra civil llevara susestragos desoladores, han elevado ya los malvados, mo-numentos lamentables de su rabiosa crueldad. Las deli-cadas mujeres, los niños tiernos, los trémulos ancianos sehan encontrado desollados, sacados los ojos, arrancadaslas entrañas; y llegaríamos a pensar que los tiranos de la América no son de la especie de los hombres.

En vano se imploraría en favor de los que existen de-tenidos en las prisiones un pasaporte para esa colonia, uotro punto igualmente fuera de Venezuela. Con harto per- juicio de la paz pública, hemos probado las fatales conse-cuencias de esta medida; pues puede asegurarse que casitodos los que le han obtenido, sin respeto a los juramen-tos con que se habían ligado, han vuelto a desembarcaren los puntos enemigos, para alistarse en las partidas deasesinos que molestan las poblaciones indefensas. Desdelas mismas prisiones traman proyectos subversivos, másfunestos sin duda para ellos que para el Gobierno, obliga-do a emplear sus esfuerzos, más en reprimir la furia delos celosos patriotas contra los sediciosos que amenazansu vida, que en desconcertar las negras maquinacionesde aquéllos.

 V. E. pronunciará, pues: o los americanos deben dejar-se exterminar pacientemente, o deben destruir una razainicua, que mientras respira, trabaja sin cesar por nues-tro aniquilamiento.

 V. E. no se ha engañado en suponerme sentimientoscompasivos; los mismos caracterizan a todos mis compa-triotas. Podríamos ser indulgentes con los cafres del Áfri-ca; pero los tiranos españoles, contra los más poderosossentimientos del corazón, nos fuerzan a las represalias.La justicia americana sabrá siempre, sin embargo, distin-guir al inocente del culpable; y V. E. puede contar que es-tos serán tratados con la humanidad que es debida, aun ala nación española.

Tengo el honor de ser de V. E. con la más alta conside-ración y respeto, atento y adicto servidor.

 Simón Bí 

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  1814

Cuando al mando de un ejército de llaneros y pardos venezolanos el asturiano José Tomás Boves derrota en

La Puerta (15-6-14) al conducido por Bolívar y Mariño,apenas ha transcurrido un año de la Campaña Admirable.Hacía cuatro meses y unos días en ese mismo sitio Boveshabía triunfado sobre otro ejército patriota, esa vez con-

ducido por un español de ideas anticolonialistas, VicenteCampo Elías, quien habría de caer en la batalla de SanMateo un mes más tarde. Ambas derrotas serán mortales. Antes de que las fuerzas realistas tomen Caracas, Bolívarordena, el 6 de julio, evacuar la ciudad. Miles de familias,con los restos de la tropa libertadora, emprenden la emi-gración a la región oriental del país, todavía libre.

En el llamado Maniesto de Carúpano el Libertadorconrma una vez más su reacentuada convicción sobreel contenido de la guerra revolucionaria: sin concienciade patria no podía existir patria. Hasta entonces la luchalibrada contra el colonialismo español se había converti-do, más que en contienda entre naciones, en guerra civil.Tres siglos de coloniaje europeo y de injusticia mantua-na conformaron en las masas desposeídas no ideales re-publicanos, sino cadenas que romper, y la anarquía ha- bíase vuelto su ciego instrumento. Mal podían compartirsiervos y esclavos la misma causa de sus amos y señores.Era todavía temprano para que prendiera en el pueblo laconciencia de autodeterminación. “La cuestión de razaso clases sociales, cuestión capital en las postrimerías dela Colonia, no resuelta todavía sino teóricamente por la

Constitución de 1811, le sirve a Boves para erigirse en jefede los “pardos” y atraerlos a la bandera del rey, así comoantes, en los comienzos de la revolución, José Félix Ribasse proclamó representante de los mismos “pardos” parahacerlos ciudadanos bajo la bandera de la República (...)La idea de independencia no tuvo, durante sus primerosperíodos, raíces profundas en las clases populares: no fue,por tanto, una reacción espontánea de toda la colonia con-tra el despótico gobierno de la monarquía, mucho menos

la sublevación del pueblo colonizado contra el pueblo co-lonizador (...)”.10

Por mil razones el llamado manuscrito de Carúpanoconstituye documento conmovedor: “Vuestros hermanos y no los españoles han desgarrado vuestro seno” expresa,doliente, desde la prisión a que había sido reducido porsus compañeros un Bolívar que tampoco escatimaba ací- bar para su propio corazón: “el establecimiento de la liber-tad en un país de esclavos, es una obra tan imposible deejecutar súbitamente, que está fuera del alcance de todopoder humano”. Y más adelante: “Yo, muy distante de te-ner la loca presunción de conceptuarme inculpable de lacatástrofe de mi patria, sufro al contrario, el profundo pe-

sar de creerme el instrumento infausto de sus espantosasmiserias”.

 A nales del año 14 la Segunda República agoniza yVenezuela es tierra arrasada. Manuel del Fierro, brigadierespañol, le escribe a un compatriota el 29 de diciembre deese año: “En las últimas acciones habrán perecido de una

10. José Gil Fortoul, Historia constitucional de Venezuela, Caracas, Ministerio deEducación, 1954, tomo primero, pp. 345, 356.

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 y otra parte más de 12.000 hombres. Afortunadamentelos más son criollos, y muy raro español. Si fuera posiblearrasar con todo americano, sería lo mejor. Si en las de-más partes de la América se encontraran muchos Boves, yo le aseguro a usted que se lograrían nuestros deseos;pues lo que es en Venezuela, poco ha faltado para verlosrealizados, pues hemos concluido con cuantos se nos hanpresentado”.11

ManIfIeSTo De carPano

SIMn Bolvar, lIBerTaDor De venezuela

y general en jefe De SuS ejércIToS

 A sus conciudadanos.Ciudadanos:Infeliz del magistrado que autor de las calamidades o delos crímenes de su patria se ve forzado a defenderse anteel tribunal del pueblo de las acusaciones que sus conciu-dadanos dirigen contra su conducta; pero es dichosísimoaquél que corriendo por entre los escollos de la guerra,

de la política y de las desgracias públicas, preserva suhonor intacto y se presenta inocente a exigir de sus pro-pios compañeros de infortunio una recta decisión sobresu inculpabilidad.

 Yo he sido elegido por la suerte de las armas para que-brantar vuestras cadenas, como también he sido, digá-moslo así, el instrumento de que se ha valido la Provi-

11. Citado por Gil Fortoul, op. cit.

dencia para colmar la medida de vuestras aicciones. Sí, yo os he traído la paz y la libertad, pero en pos de estosinestimables bienes han venido conmigo la guerra y laesclavitud. La victoria conducida por la justicia fue siem-pre nuestra guía hasta las ruinas de la ilustre capitalde Caracas que arrancamos de manos de sus opresores.Los guerreros granadinos no marchitaron jamás sus lau-reles mientras combatieron contra los dominadores de Venezuela, y los soldados caraqueños fueron coronadoscon igual fortuna contra los eros españoles que inten-taron de nuevo subyugarnos. Si el destino inconstantehizo alternar la victoria entre los enemigos y nosotros,fue sólo en favor de pueblos americanos que una incon-cebible demencia hizo tomar las armas para destruir asus libertadores y restituir el cetro a sus tiranos. Así pa-rece que el cielo para nuestra humillación y nuestra glo-ria ha permitido que nuestros vencedores sean nuestroshermanos y que nuestros hermanos únicamente triunfende nosotros. El ejército libertador exterminó las bandasenemigas, pero no ha podido ni debido exterminar unospueblos por cuya dicha ha lidiado en centenares de com-bates. No es justo destruir los hombres que no quierenser libres, ni es libertad la que se goza bajo el imperiode las armas contra la opinión de seres fanáticos cuyadepravación de espíritu les hace amar las cadenas comolos vínculos sociales.

No os lamentéis, pues, sino de vuestros compatrio-tas que instigados por los furores de la discordia os hansumergido en ese piélago de calamidades, cuyo aspec-to sólo hace estremecer a la naturaleza, y que sería tanhorroroso como imposible pintaros. Vuestros hermanos y no los españoles han desgarrado vuestro seno, derra-mado vuestra sangre, incendiado vuestros hogares y os

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han condenado a la expatriación. Vuestros clamores de-ben dirigirse contra esos ciegos esclavos que pretendenligaros a las cadenas que ellos mismos arrastran; y noos indignéis contra los mártires que fervorosos defenso-res de vuestra libertad han prodigado su sangre en todoslos campos, han arrostrado todos los peligros, y se hanolvidado de sí mismos por salvaros de la muerte o de laignominia. Sed justos en vuestro dolor, como es justa lacausa que lo produce. Que vuestros tormentos no os ena- jenen, ciudadanos, hasta el punto de considerar a vues-tros protectores y amigos como a cómplices de crímenesimaginarios, de intención, o de omisión. Los directoresde vuestros destinos no menos que sus cooperadores, nohan tenido otro designio, que el de adquirir una perpetuafelicidad para vosotros, que fuese para ellos una gloriainmortal. Mas, si los sucesos no han correspondido a susmiras, y si desastres sin ejemplo han frustrado empresatan laudable, no ha sido por efecto de ineptitud o cobar-día, ha sido, sí, la inevitable consecuencia de un proyec-to agigantado superior a todas las fuerzas humanas. Ladestrucción de un gobierno, cuyo origen se pierde en laobscuridad de los tiempos: la subversión de principiosestablecidos: la mutación de costumbres: el trastorno dela opinión, y el establecimiento en n de la libertad en unpaís de esclavos, es una obra tan imposible de ejecutarsúbitamente, que está fuera del alcance de todo poderhumano, por manera que nuestra excusa de no haber ob-tenido lo que hemos deseado, es inherente a la causa queseguimos, porque así como la justicia justica la audaciade haberla emprendido, la imposibilidad de su adquisi-ción calica la insuciencia de los medios. Es laudable,es noble y sublime, vindicar la naturaleza ultrajada porla tiranía: nada es comparable a la grandeza de este acto

 y aun cuando la desolación y la muerte sean el premiode tan glorioso intento, no hay razón para condenarlo,porque no es lo asequible lo que debe hacer, sino aquelloa que el derecho nos autoriza.

En vano, esfuerzos inauditos han logrado innumera-bles victorias, compradas al caro precio de la sangre denuestros heroicos soldados. Un corto número de sucesospor parte de nuestros contrarios, ha desplomado el edi-cio de nuestra gloria, estando la masa de los pueblosdescarriada, por el fanatismo religioso, y seducida porel incentivo de la anarquía devoradora. A la antorcha dela libertad, que nosotros hemos presentado a la Américacomo la guía y el objeto de nuestros conatos, han opuestonuestros enemigos la hacha incendiaria de la discordia,de la devastación y el grande estímulo de la usurpaciónde los honores y de la fortuna de los hombres envilecidospor el yugo de la servidumbre y embrutecidos por la doc-trina de la superstición. ¿Cómo podría preponderar lasimple teoría de la losofía política sin otros apoyos quela verdad y la naturaleza, contra el vicio armado con eldesenfreno de la licencia, sin más límites que su alcance y convertido de repente por un prestigio religioso en vir-tud política y en caridad cristiana? No, no son los hom-bres vulgares los que pueden calcular el eminente valordel reino de la libertad, para que lo preeran a la ciegaambición y a la vil codicia. De la decisión de esta impor-tante cuestión ha dependido nuestra suerte: ella estabaen manos de nuestros compatriotas que pervertidos hanfallado contra nosotros: de resto todo lo demás ha sidoconsiguiente a una determinación más deshonrosa quefatal, y que debe ser más lamentable por su esencia quepor sus resultados.

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Es una estupidez maligna atribuir a los hombres pú-blicos las vicisitudes que el orden de las cosas produceen los Estados, no estando en la esfera de las facultadesde un general o magistrado contener en un momento deturbulencia, de choque, y de divergencia de opiniones eltorrente de las pasiones humanas, que agitadas por elmovimiento de las revoluciones se aumentan en razón dela fuerza que las resiste. Y aun cuando graves errores opasiones violentas en los jefes causen frecuentes perjui-cios a la República, estos mismos perjuicios deben, sinembargo, apreciarse con equidad y buscar su origen enlas causas primitivas de todos los infortunios: la fragili-dad de nuestra especie, y el imperio de la suerte en to-dos los acontecimientos. El hombre es el débil juguete dela fortuna, sobre la cual suele calcular con fundamentomuchas veces, sin poder contar con ella jamás, porquenuestra esfera no está en contacto con la suya de un or-den muy superior a la nuestra. Pretender que la políti-ca y la guerra marchen al grado de nuestros proyectos,obrando a tientas con sólo la fuerza de nuestras inten-ciones, y auxiliados por los limitados medios que están anuestro arbitrio, es querer lograr los efectos de un poderdivino por resortes humanos.

 Yo, muy distante de tener la loca presunción de con-ceptuarme inculpable de la catástrofe de mi patria, sufroal contrario, el profundo pesar de creerme el instrumen-to infausto de sus espantosas miserias; pero soy ino-cente porque mi conciencia no ha participado nunca delerror voluntario o de la malicia, aunque por otra partehaya obrado mal y sin acierto. La convicción de mi ino-cencia me la persuade mi corazón, y este testimonio espara mí el más auténtico, bien que parezca un orgullosodelirio. He aquí la causa porque desdeñando responder

a cada una de las acusaciones que de buena o mala fe seme puedan hacer, reservo este acto de justicia, que mipropia vindicta exige, para ejecutarlo ante un tribunalde sabios, que juzgarán con rectitud y ciencia de mi con-ducta en mi misión a Venezuela. Del Supremo Congresode la Nueva Granada hablo, de este augusto cuerpo queme ha enviado con sus tropas a auxiliaros como lo hanhecho heroicamente hasta expirar todas en el campo delhonor. Es justo y necesario que mi vida pública se exa-mine con esmero, y se juzgue con imparcialidad. Es justo y necesario que yo satisfaga a quienes haya ofendido, y que se me indemnice de los cargos erróneos a que nohe sido acreedor. Este gran juicio debe ser pronunciadopor el soberano a quien he servido: yo os aseguro queserá tan solemne cuanto sea posible, y que mis hechosserán comprobados por documentos irrefragables. En-tonces sabréis si he sido indigno de vuestra conanza, osi merezco el nombre de Libertador. Yo os juro, amadoscompatriotas, que este augusto título que vuestra grati-tud me tributó cuando os vine a arrancar las cadenas, noserá vano. Yo os juro que libertador o muerto, merecerésiempre el honor que me habéis hecho; sin que haya po-testad humana sobre la Tierra que detenga el curso queme he propuesto seguir hasta volver segundamente a li-bertaros, por la senda del Occidente, regada con tantasangre y adornada de tantos laureles. Esperad compa-triotas al noble, al virtuoso pueblo granadino que volaráansioso de recoger nuevos trofeos, a prestaros nuevosauxilios, y a traeros de nuevo la libertad, si antes vues-tro valor no la adquiriere. Sí, si vuestras virtudes solasson capaces de combatir con suceso contra esa multitudde frenéticos que desconocen su propio interés y honor;pues jamás la libertad ha sido subyugada por la tiranía.

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No comparéis vuestras fuerzas físicas con las enemigas,porque no es comparable el espíritu con la materia. Vo-sotros sois hombres, ellos son bestias, vosotros sois li-bres, ellos esclavos. Combatid, pues, y venceréis. Diosconcede la victoria a la constancia.

Carúpano, 7 de septiembre de 1814

Bí 

SIMn Bolvar,lIBerTaDor De venezuela y generalen jefe De SuS ejércIToS, &., &.

Soldados: La suerte ejerce su inconstante imperio sobreel poder y la fortuna; pero no sobre el mérito y la gloriade los hombres heroicos que arrostrando los peligros yla muerte, se cubren de honor aun cuando sucumben, sinmarchitar los laureles que les ha concedido la victoria.Soldados: El brillo de vuestras armas no se ha eclipsado

aún, y aunque se ha desplomado la República, vosotrossois vencedores y está sin mancha el esplendor de vues-tros triunfos. Vuestros compañeros no fueron vencidos;ellos murieron en los desgraciados campos de la Puerta yde Aragua, y allí os dejaron eternos monumentos que osdicen: es más fácil destruir que vencer a soldados de Ve-nezuela; y vosotros que vivís, ¿no los vindicaréis? Sí, ven-garemos la sangre americana, volveremos la libertad a laRepública, y el infortunio que es la escuela de los héroes,

os dará nuevas lecciones de gloria. La constancia, solda-dos, ha triunfado siempre: que la constancia sea vuestraguía, como lo ha sido hasta el presente la victoria. Yo vue-lo a dividir con vosotros los peligros, las privaciones quepadecéis por la libertad y la salvación de vuestros con-ciudadanos que todos están errantes, o gimen esclavos. Acordáos de vuestros padres, hijos, esposas: de vuestrostemplos, cunas y sepulcros: de vuestros hogares, del Cieloque os vio nacer, del aire que os dio el aliento; de la Patriaen n que os lo ha dado todo; y todo yace anonadado por vuestros tiranos. Acordáos que sois venezolanos, cara-queños, republicanos, y con tan sublimes títulos, ¿cómopodréis vivir sin ser libres?... No, no, Libertadores o muer-tos será nuestra divisa.

Ocaña, 27 de octubre de 1814.

  Simón Bí 

es pi, Pd Bi Md, Sti.

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  1815

 Anes del año 14, por octubre, perdida la Segunda Re-pública, está Bolívar nuevamente en la Nueva Grana-

da adonde ha marchado a presentar su informe al congre-so de Tunja y en donde existe, como en Venezuela, guerracivil. En Ocaña se entera de que Rafael Urdaneta ha lo-grado salvar una división del ejército venezolano, ahora a

disposición del gobierno neogranadino.Enviado al frente de esta por el presidente Camilo To-rres a sofocar a los rebeldes de Cundinamarca, es recibidoen Santa Fe de Bogotá por feroces edictos eclesiásticos queamén de excomulgarlo le acusan de “querer destruir la re-ligión, saquear los templos, violar las vírgenes, atropellara los sacerdotes y profanar los vasos sagrados”, por lo queescribe a los gobernadores del arzobispado: “La guerra esun mal, pero mayor lo es la opresión y los medios que laconservan (...) Tal es la pastoral que USS, como goberna-dores del arzobispado, dirigieron a estos diocesanos en 3del corriente. Denigróse en ella mi carácter, y se me pintóimpío e irreligioso, se me excomulgó, y se incluyó en la ex-comunión a toda mi tropa; se me dijo autor de la muerte y la desolación de estos países, y se aseguró que todo miejército, sin ningún sentimiento de humanidad, venía aatacar nuestra santa e inviolable religión, sus ministros yaltares, sus rentas y alhajas, y aun las mismas vírgenes y vasos sagrados. Medios tan bajos han sido siempre repro- bados de las naciones cultas (...) El honor del gobierno aque pertenezco, y el sentimiento de lo que me debo a mímismo y a mis valientes soldados, exigen una reparación”.

Comenta O’Leary, quien transcribe los textos y lasincidencias: “Aunque se abrieron las puertas de Santa Fe alas tropas venezolanas, fue imposible reconciliar al pueblocon los soldados, a quienes les habían enseñado los cléri-gos fanáticos a mirar como enemigos de Dios”.12

No obstante, para el 13 de enero de 1815 Bolívar pue-de pronunciar en Bogotá, ante Camilo Torres, el discursoque contiene estas palabras: “La justicia es la reina de las virtudes republicanas, y con ella se sostienen la igualdad y

la libertad que son las columnas de este edicio”.Pero los escollos apenas comenzaban. Antes que em-

peñarse en lucha fratricida con la facción comandada porel brigadier Manuel del Castillo y Rada, gobernador mili-tar en la Cartagena acosada por los ejércitos realistas, Bo-lívar, designado por el Gobierno central comandante delejército que operaba en el Magdalena, preere renunciaral mando luego de haber agotado inútilmente, dado el en-cono de Castillo, todas las gestiones para unicar ambosejércitos. El 24 de marzo de 1815, desde su cuartel ge-neral en Turbaco, escribe al comisionado del Gobierno J.Marimón: “Ciudadano: supuesto que no me quieren darlos auxilios de armas prevenidos por el Gobierno general,

para atacar y destruir los enemigos de la Patria, lo queserá sin duda en odio a mi persona y en hostilidad a los li- bertadores de Venezuela, Vd. me admitirá la renuncia quele hago del mando, puesto en mí por el gobierno patrio, ydispondrá que se me prepare un buque en Sabanilla, enque poder trasladarme a una colonia extranjera; pues noquiero que el ejército de la Unión se pierda inútilmenteestando a mi cargo”.

12. O’ Leary, op. cit., Vol. I, pp. 257-259.

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El 9 de mayo embarca en buque británico hacia laisla de Jamaica.

Los acontecimientos conrmarán sus temores. Parael mes de agosto, después de haber cruzado el océano yasolado Venezuela un poderoso ejército español integra-do por 500 ociales y 10.000 soldados al mando de PabloMorillo se halla a las puertas de Cartagena, a la que sitia y vence. Los defensores de la ciudad son pasados por lasarmas, a excepción de Castillo que es ahorcado. Toma-

da luego Bogotá, el ejército de ocupación perpetra otroscrímenes, entre ellos el de Camilo Torres, presidente dela Unión y hombre de ciencia ejemplar, y el de otro sabioneogranadino, Francisco Caldas.

En Jamaica, la otrora sede de célebre empresa de pi-ratería que fuera guarida, entre otros, de Henry Morgan,uno de los más desalmados jefes del libusterismo elevadopor la corona inglesa, dados sus “méritos”, a la dignidad desir, y luego hórrido depósito o factoría para el comercio deesclavos negros, Bolívar intenta juntar a sus compañerosderrotados para emprender la nueva campaña libertadora.

En un pobre cuarto de pensión el desterrado meditaen la suerte de la América india y mestiza, tan distinta,

aunque tan análoga, de aquella otra realidad impuesta asangre y fuego por el colonialismo inglés. Exterminadoslos indios, estos negros de la isla no eran, como bien loexpresa Waldo Frank, ni africanos ni americanos; una ci-zaña los hacía culturalmente estériles. “Bolívar observóque el gobierno impuesto por los británicos arrancaba al

pueblo de sus propias raíces, aislaba entre sí las castas, borraba la emoción, el entendimiento y el espíritu”.13

Largas y cruentas luchas y despiadadas derrotas con-tra el colonizador inglés habían labrado para los esclavosafricanos, a fuerza del más puro coraje, cada eslabón desus cadenas.

El desterrado entiende no obstante que en las cir-cunstancias del momento la correlación de fuerzas en elmundo y los propios intereses de esta potencia propiciaban

el apoyo a sus luchas. Al editor de The Royal Gazette deKingston le recuerda el 18 de agosto de 1815, en carta querma como Un suramericano, que más de 20 millones de víctimas ha costado la presencia del colonialismo españolen la América meridional. Y el 6 de septiembre dirige alciudadano Henry Cullen, súbdito británico residenciadoen Falmouth, en la costa norte de la isla, larga carta enrespuesta a una suya. Se le ha llamado Carta de Jamaica yes, por su contenido sin suras y la plenitud de sus miras,acaso el más importante de los documentos del Liberta-dor. Más que correspondencia personal para atender la in-quietud de un amigo, es verdadero maniesto destinado aexponer ante el mundo las razones y el destino del pueblo

americano colonizado. En él denuncia el papel que enton-ces ejercían los Estados Unidos de América frente a lasluchas independentistas del resto de América: “… hastanuestros hermanos del norte se han mantenido inmóvilesespectadores de esta contienda …”.

13. Waldo Frank, Bolívar, nacimiento de un mundo, La Habana, Editorialde Arte y Literatura, 1974, Vol. I, p. 19.

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Expresaba entonces Bolívar, dice Miguel Acosta Saig-nes, los mejores objetivos de su clase. “Lo impulsaban lascorrelaciones históricas dirigidas al nacimiento de las na-cionalidades americanas. Era el portavoz de los combatesanticoloniales que se prolongarían hasta la segunda mitaddel siglo XX, en la primera etapa de logros, la de estruc-turar las nacionalidades hispanoamericanas. La voluntadde Bolívar era invencible porque expresaba no solo auna clase a quien las modalidades de la producción eco-

nómica, de la circulación de la riqueza y de la correla-ción social, habían colocado en 1810 en el trance in-evitable de la lucha por la Independencia, sino tambiénrepresentaba a los extensos sectores oprimidos que si bienestaban en contradicción con los criollos, experimentabanasimismo el impulso de adquirir libertades. Su papel degran conductor llevó a Bolívar, como resultado de la ex-periencia de 1814, a preocuparse por el problema de launidad combatiente ante los colonialistas españoles”.14

La carta habla por sí misma, pero no es inútil re-saltar este párrafo en el cual el Libertador se sitúa ideo-lógicamente:

“Sin embargo, nuestra división no es extraña, porque

tal es el distintivo de las guerras civiles formadas general-mente entre dos partidos: conservadores y reformadores.Los primeros son, por lo común, más numerosos, porqueel imperio de la costumbre produce el efecto de la obedien-cia a las potestades establecidas; los últimos son siempremenos numerosos aunque más vehementes e ilustrados”.

14. Miguel Acosta Saignes, Acción y utopía del hombre de las dicultades,

La Habana, Casa de las Américas, 1977, p. 189.

DIScurSo PronuncIaDoel 13 De enero De 1815, en BogoTcon MoTIvo De la IncorPoracInDe cunDInaMarca a laS ProvIncIaS unIDaS

Excmo. Señor Presidente de la Unión:Por dos veces el desplomo de la República de Venezue-

la, mi patria, me ha obligado a buscar un asilo en la Nue- va Granada, que por dos veces he contribuido a salvar.

Cuando en la primera guerra civil, en medio del tumultode la anarquía y del espanto de una cruel invasión, quepor todas partes amenazaba a estos Estados, tuve la di-cha de presentarme entre mis hermanos, les pagué conmis servicios su hospitalidad.

 Al presente, las nuevas catástrofes de Venezuela meconducen aquí, y encuentro el interior otra vez dañadocon la divergencia. V. E. me hace el honor de destinarme apacicar a Cundinamarca disidente, y la paz sucede a ladivisión. ¡Terrible! ¡Terrible división! pero disculpable...Permítame V. E. remontarme al origen lamentable de estacalamidad.

Creado el nuevo mundo bajo el fatal imperio de la servi-dumbre, no ha podido arrancarse las cadenas sin despeda-

zar sus miembros; consecuencia inevitable de los vicios de laservilidad y de los errores de una ignorancia tanto más tenaz,cuanto es hija de la superstición más fanática que ha cubier-to de oprobio al linaje humano. La tiranía y la inquisición ha-bían degradado a la clase de los brutos a los americanos, y alos hijos de los conquistadores, que les trajeron estos funes-tos presentes. Así, ¿qué razón ilustrada, qué virtud política,qué moral pura podríamos hallar entre nosotros para romperel cetro de la opresión, y sustituir de repente el de las leyes,

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que debían establecer los derechos e imponer los deberesa los ciudadanos en la nueva república? El hábito a la obe-diencia, sin examen, había entorpecido de tal manera nues-tro espíritu, que no era posible descubriésemos la verdad,ni encontrásemos el bien. Ceder a la fuerza fue siempre nuestrosolo deber; como el crimen mayor buscar la justicia y co-nocer los derechos de la naturaleza y de los hombres.Especular sobre las ciencias; calcular sobre lo útil, ypracticar la virtud, eran atentados de lesa tiranía, más fá-ciles de cometer que de obtener un perdón. La mancilla,la expatriación y la muerte, seguían con frecuencia a los ta-lentos, que los ilustres desgraciados solían adquirir para suruina, no obstante el cúmulo de obstáculos que oponían a lasluces los dominadores de este hemisferio.

Jamás, señor, jamás nación del mundo, dotada inmen-samente de extensión, riqueza y población ha experimen-tado el ignominioso pupilaje de tres siglos, pasados enuna absoluta abstracción; privada del comercio del uni- verso, de la contemplación de la política, y sumergida enun caos de tinieblas. Todos los pueblos de la Tierra se hangobernado por sí mismos con despotismo o con libertad;sistemas más o menos justos han regido a las grandes so-ciedades; pero siempre por sus ciudadanos, refundiendoel bien o el mal en ellos mismos. La gloria o el deshonorha reuido sobre sus hijos; mas nosotros ¿hemos dirigi-do los destinos de nuestra patria? La esclavitud misma¿ha sido ejercida por nosotros? Ni aun el ser instrumentosde la opresión nos ha sido concedido. Todo era extranje-ro en este suelo. Religión, leyes, costumbres, alimentos, vestidos, eran de Europa, y nada debíamos ni aun imitar.Como seres pasivos, nuestro destino se limitaba a llevardócilmente el freno que con violencia y rigor manejabannuestros dueños. Igualados a las bestias salvajes, la irre-

sistible fuerza de la naturaleza no más ha sido capaz dereponernos en la esfera de los hombres; y aunque todavíadébiles en razón, hemos ya dado principio a los ensayosde la carrera, a que somos predestinados.

Sí, Excmo. Señor, hemos subido a representar en el tea-tro político la grande escena que nos corresponde, comoposeedores de la mitad del mundo. Un vasto campo sepresenta delante de nosotros, que nos convida a ocupar-nos de nuestros intereses; y bien que nuestros primerospasos, hayan sido tan trémulos como los de un infante,la rigurosa escuela de los trágicos sucesos ha armadonuestra marcha habiendo aprendido con las caídas, dón-de están los abismos; y con los naufragios, dónde estánlos escollos. Nuestra empresa ha sido a tientas, porqueéramos ciegos; los golpes nos han abierto los ojos; y con laexperiencia y con la vista que hemos adquirido ¿por quéno hemos de salvar los peligros de la guerra, y de la polí-tica, y alcanzar la libertad y la gloria que nos esperan porgalardón de nuestros sacricios? Éstos no han podido serevitables, porque para el logro del triunfo siempre ha sidoindispensable pasar por la senda de los sacricios. La América entera está teñida con la sangre americana. ¡Ellaera necesaria para lavar una mancha tan envejecida! Esla primera que se vierte con honor en este desgraciadocontinente, siempre teatro de desolaciones, pero nunca delibertad. México, Venezuela, Nueva Granada, Quito, Chile,Buenos Aires y el Perú presentan heroicos espectáculosde triunfos; por todas partes corre en el Nuevo Mundo lasangre de sus hijos, y ahora sí por la libertad, único ob- jeto digno del sacricio de la vida de los hombres. Por lalibertad, digo, está erizada de armas la tierra, que poco hasufría el reposo de los esclavos; y si desastres horrorososhan aigido las más bellas provincias y aún repúblicas

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enteras, ha sido por culpa nuestra, y no por el poder denuestros enemigos.

Nuestra impericia, Excmo. Señor, en todos los depar-tamentos del Gobierno ha agotado nuestros elementos, yaumentado considerablemente los recursos precarios denuestros enemigos, que prevaliéndose de nuestras faltas,han sembrado la semilla venenosa de nuestra discordia,para anonadar estas regiones que han perdido la espe-ranza de poseer. Ellos han aniquilado la raza de los pri-meros habitadores para sustituir la suya, y dominarla... Ahora hacen perecer hasta lo inanimado, porque en la im-potencia de conquistar, ejercen su malecencia innata endestruir. Pretendiendo convertir la América en desierto ysoledad; se han propuesto nuestro exterminio, pero sinexponer su salud, porque sus armas son las viles pasio-nes, que nos han transmitido por herencia, la cruel ambi-ción, la miserable codicia, las preocupaciones religiosas ylos errores políticos. De este modo, sin aventurar ellos susuerte, deciden de la nuestra.

 A pesar de tan mortíferos enemigos, contemplamosla bella república de Buenos Aires, subyugando al reinodel Perú; México preponderante contra los tiranos; Chiletriunfante; el oriente de Venezuela libre, y la Nueva Gra-nada tranquila, unida y en actitud amenazadora.

Hoy V. E. pone el complemento a sus ímprobos trabajos,instalando en esta capital el gobierno paternal de la Nue- va Granada, y recibiendo por recompensa de su constan-cia, rectitud y sabiduría, las bendiciones de los pueblos,que deben a V. E. la paz doméstica y la seguridad externa.

Por la justicia de los principios que V. E. ha adoptado, y por la moderación de una conducta sin mancha, V. E.no ha vencido, ha ganado a sus enemigos internos, quehan experimentado más benecios de sus contrarios, que

esperanzas tenían en sus amigos. Deseaban éstos com-poner una república aislada en medio de otras muchas,que veían con horror una separación que, dividiendo elcorazón del resto del cuerpo, le da muerte a todo. V. E.colma los votos de sus enemigos, haciéndolos entrar enla gran familia, que ligada con los vínculos fraternales, esmás fuerte que nuestros opresores.

 V. E. ha dirigido sus fuerzas y miras en todos sentidos:el norte es reforzado por la división del general Urdane-ta; Casanare espera los socorros que lleva el comandan-te Lara; Popayán se verá auxiliar superabundantemente;Santa Marta y Maracaibo serán libertadas por el soberbioejército de venezolanos y granadinos que V. E. me ha he-cho el honor de conar. Este ejército pasará con una manobienhechora rompiendo cuantos hierros opriman con supeso y oprobio a todos los americanos que haya en el norte y sur de la América meridional. Yo lo juro por el honor queadorna a los libertadores de la Nueva Granada y Venezue-la; y ofrezco a V. E. mi vida, como el último tributo de migratitud, o hacer tremolar las banderas granadinas hastalos más remotos connes de la tiranía. Mientras tanto V.E. se presenta a la faz del mundo, en la majestuosa acti-tud de una nación respetable por la solidez de su consti-tución que formando de todas las partes antes dislocadas,un cuerpo político, pueda ser reconocido como tal por losEstados extranjeros, que no debieron tratar con esta re-pública, que era un monstruo, por carecer de fuerza la au-toridad legítima, como de legitimidad el poder efectivo delas provincias. Representadas éstas por sí mismas eranhermanas divididas, que no componían una familia.

 Aunque mi celo importuno me ha extraviado en este dis-curso, que sólo debía ser inaugural, continuaré todavía mifalta atreviéndome a añadir que el establecimiento de los

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tribunales supremos, que sin interpretar las leyes, y some-tiéndose ciegamente a ellas en la distribución de la justi-cia, aseguran el honor, la vida y la fortuna de los ciudada-nos, me lisonjeo, será uno de los más bellos monumentosque V. E. erigirá a su gloria. La justicia es la reina de las virtudes republicanas, y con ellas se sostienen la igualdad y la libertad que son las columnas de este edicio.

La organización del erario nacional que exige de losciudadanos una mínima parte de su fortuna privada, paraaumentar la pública, que alimenta a la sociedad entera,ocupa en el ánimo de V. E. un lugar muy preeminente; por-que sin rentas no hay ejércitos, y sin ejércitos perece elhonor, al cual hemos consagrado ya innumerables sacri-cios, por conservarlo en el esplendor que le han adquiridola vida de tantos mártires, y la privación de tantos bienes.

Pero la opinión pública, Excmo. Señor, es el objeto mássagrado que llama la alta atención de V. E.; ella ha menes-ter la protección de un gobierno ilustrado, que conoce quela opinión es la fuente de los más importantes aconteci-mientos. Por la opinión ha preservado Atenas su libertadde la Asia entera. Por la opinión, los compañeros de Ró-mulo conquistaron el universo; y por la opinión inuye In-glaterra en todos los gobiernos, dominando con el tridentede Neptuno la inmensa extensión de los mares.

Persuadamos a los pueblos que el cielo nos ha dadola libertad para la conservación de la virtud y la obten-ción de la patria de los justos. Que esta mitad del globopertenece a quien Dios hizo nacer en su suelo, y no a lostránsfugas trasatlánticos, que por escapar de los golpesde la tiranía vienen a establecerla sobre nuestras ruinas.Hagamos que el amor ligue con un lazo universal a loshijos del hemisferio de Colón, y que el odio, la venganza yla guerra se alejen de nuestro seno y se lleven a las fron-

teras a emplearlos contra quienes únicamente son justos,a saber, contra los tiranos.

Excmo. Señor: la guerra civil ha terminado; sobre ellase ha elevado la paz doméstica; los ciudadanos reposantranquilos bajo los auspicios de un gobierno justo y legal y nuestros enemigos tiemblan.

carTa De jaMaIca

 conTeSTacIn De un aMerIcanoMerIDIonal a un caBallero De eSTa ISla

Me apresuro a contestar la carta de 29 del mes pasadoque Vd. me hizo el honor de dirigirme, y que yo recibí conla mayor satisfacción.

Sensible, como debo, al interés que Vd. ha querido to-mar por la suerte de mi patria, aigiéndose con ella porlos tormentos que padece, desde su descubrimiento hastaestos últimos períodos, por parte de sus destructores losespañoles, no siento menos el comprometimiento en queme ponen las solícitas demandas que Vd. me hace sobrelos objetos más importantes de la política americana. Así,me encuentro en un conicto, entre el deseo de correspon-

der a la conanza con que Vd. me favorece, y el impedi-mento de satisfacerla, tanto por la falta de documentos ylibros, cuanto por los limitados conocimientos que poseode un país tan inmenso, variado y desconocido, como elNuevo Mundo.

En mi opinión es imposible responder a las pregun-tas con que Vd. me ha honrado. El mismo barón de Hum-boldt, con su universalidad de conocimientos teóricos yprácticos, apenas lo haría con exactitud, porque aunqueuna parte de la estadística y revolución de América es co-

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nocida, me atrevo a asegurar que la mayor está cubiertade tinieblas, y, por consecuencia, sólo se pueden ofrecerconjeturas más o menos aproximadas, sobre todo en lorelativo a la suerte futura y a los verdaderos proyectos delos americanos; pues cuantas combinaciones suministrala historia de las naciones, de otras tantas es susceptiblela nuestra por su posición física, por las vicisitudes de laguerra, y por los cálculos de la política.

Como me conceptúo obligado a prestar atención a laapreciable carta de Vd., no menos que a sus lantrópi-cas miras, me animo a dirigirle estas líneas, en las cualesciertamente no hallará Vd. las ideas luminosas que desea,mas sí las ingenuas expresiones de mis pensamientos.

“Tres siglos ha, dice V., que empezaron las barbarida-des que los españoles cometieron en el grande hemisferiode Colón”. Barbaridades que la presente edad ha recha-zado como fabulosas, porque parecen superiores a la per- versidad humana; y jamás serían creídas por los críticosmodernos, si, constantes y repetidos documentos no testi-casen estas infaustas verdades. El lantrópico obispo deChiapas, el apóstol de la América, Las Casas, ha dejadoa la posteridad una breve relación de ellas, extractadasde las sumarias que siguieron en Sevilla a los conquista-dores, con el testimonio de cuantas personas respetableshabía entonces en el Nuevo Mundo, y con los procesos mis-mos que los tiranos se hicieron entre sí, como consta porlos más sublimes historiadores de aquel tiempo. Todos losimparciales han hecho justicia al celo, verdad y virtudesde aquel amigo de la humanidad, que con tanto fervor yrmeza, denunció ante su gobierno y contemporáneos losactos más horrorosos de un frenesí sanguinario.

¡Con cuánta emoción de gratitud leo el pasaje de la car-ta de Vd. en que me dice que espera “que los sucesos que

siguieron entonces a las armas españolas, acompañenahora a las de sus contrarios, los muy oprimidos america-nos meridionales”! Yo tomo esta esperanza por una pre-dicción, si la justicia decide las contiendas de los hombres.El suceso coronará nuestros esfuerzos porque el destinode la América se ha jado irrevocablemente; el lazo quela unía a la España está cortado: la opinión era toda sufuerza; por ella se estrechaban mutuamente las partes deaquella inmensa monarquía; lo que antes las enlazaba, yalas divide; más grande es el odio que nos ha inspirado laPenínsula, que el mar que nos separa de ella; menos difíciles unir los dos continentes, que reconciliar los espíritusde ambos países. El hábito a la obediencia; un comercio deintereses, de luces, de religión; una recíproca benevolen-cia; una tierna solicitud por la cuna y la gloria de nuestrospadres; en n, todo lo que formaba nuestra esperanza, nos venía de España. De aquí nacía un principio de adhesiónque parecía eterno, no obstante que la conducta de nues-tros dominadores relajaba esta simpatía, o, por mejor de-cir, este apego forzado por el imperio de la dominación. Al presente sucede lo contrario: la muerte, el deshonor,cuanto es nocivo, nos amenaza y tememos; todo lo sufri-mos de esa desnaturalizada madrastra. El velo se ha ras-gado, ya hemos visto la luz, y se nos quiere volver a lastinieblas; se han roto las cadenas; ya hemos sido libres, ynuestros enemigos pretenden de nuevo esclavizarnos. Porlo tanto, la América combate con despecho; y rara vez ladesesperación no ha arrastrado tras sí la victoria.

Porque los sucesos hayan sido parciales y alternados,no debemos desconar de la fortuna. En unas partestriunfan los independientes mientras que los tiranos enlugares diferentes obtienen sus ventajas, y ¿cuál es el re-sultado nal? ¿No está el Nuevo Mundo entero, conmovido

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 y armado para su defensa? Echemos una ojeada y obser- varemos una lucha simultánea en la inmensa extensiónde este hemisferio.

El belicoso estado de las provincias del Río de la Plataha purgado su territorio y conducido sus armas vencedo-ras al Alto Perú, conmoviendo a Arequipa e inquietandoa los realistas de Lima. Cerca de un millón de habitantesdisfruta allí de su libertad.

El reino de Chile, poblado de ochocientas mil almas,está lidiando contra sus enemigos que pretenden domi-narlo; pero en vano, porque los que antes pusieron un tér-mino a sus conquistas, los indómitos y libres araucanos,son sus vecinos y compatriotas; y su ejemplo sublime essuciente para probarles que el pueblo que ama su inde-pendencia por n la logra.

El virreinato del Perú, cuya población asciende amillón y medio de habitantes, es sin duda el más su-miso y al que más sacricios se le han arrancadopara la causa del rey; y bien que sean vanas las rela-ciones concernientes a aquella porción de América,es indudable que ni está tranquila, ni es capaz de oponer-se al torrente que amenaza a las más de sus provincias.

La Nueva Granada que es, por decirlo así, el corazón dela América, obedece a un gobierno general, exceptuandoel reino de Quito, que con la mayor dicultad contienensus enemigos por ser fuertemente adicto a la causa de supatria, y las provincias de Panamá y Santa Marta que su-fren, no sin dolor, la tiranía de sus señores. Dos millones y medio de habitantes están esparcidos en aquel territo-rio, que actualmente deenden contra el ejército españolbajo el general Morillo, que es verosímil sucumba delantede la inexpugnable plaza de Cartagena. Mas si la tomareserá a costa de grandes pérdidas, y desde luego carecerá

de fuerzas bastantes para subyugar a los morigerados ybravos moradores del interior.

En cuanto a la heroica y desdichada Venezuela, susacontecimientos han sido tan rápidos, y sus devastacio-nes tales, que casi la han reducido a una absoluta indi-gencia y a una soledad espantosa; no obstante que erauno de los más bellos países de cuantos hacían el orgullode la América. Sus tiranos gobiernan un desierto; y sólooprimen a tristes restos que, escapados de la muerte, ali-mentan una precaria existencia: algunas mujeres, niños yancianos son los que quedan. Los más de los hombres hanperecido por no ser esclavos, y los que viven, combatencon furor en los campos y en los pueblos internos, hastaexpirar o arrojar al mar a los que, insaciables de sangre y de crímenes, rivalizan con los primeros monstruos quehicieron desaparecer de la América a su raza primitiva.Cerca de un millón de habitantes se contaba en Venezue-la; y, sin exageración, se puede asegurar que una cuartaparte ha sido sacricada por la tierra, la espada, el ham-bre, la peste, las peregrinaciones; excepto el terremoto,todo resultado de la guerra.

En Nueva España había en 1808, según nos reere elbarón de Humboldt, siete millones ochocientas mil almascon inclusión de Guatemala. Desde aquella época, la in-surrección que ha agitado a casi todas sus provincias hahecho disminuir sensiblemente aquel cómputo, que pare-ce exacto; pues más de un millón de hombres ha pereci-do, como lo podrá Vd. ver en la exposición de Mr. Walton,que describe con delidad los sanguinarios crímenes co-metidos en aquel opulento imperio. Allí la lucha se man-tiene a fuerza de sacricios humanos y de todas especies,pues nada ahorran los españoles con tal que logren so-meter a los que han tenido la desgracia de nacer en este

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suelo, que parece destinado a empaparse con la sangre desus hijos. A pesar de todo, los mejicanos serán libres por-que han abrazado el partido de la patria, con la resoluciónde vengar a sus antepasados o seguirlos al sepulcro. Yaellos dicen con Raynal: llegó el tiempo, en n, de pagar alos españoles suplicios con suplicios y de ahogar esa razade exterminadores en su sangre o en el mar.

Las islas de Puerto Rico y Cuba que, entre ambas, pue-den formar una población de setecientas a ochocientasmil almas, son las que más tranquilamente poseen los es-pañoles, porque están fuera del contacto de los indepen-dientes. Mas ¿no son americanos estos insulares? ¿No son vejados? ¿No desean su bienestar?

Este cuadro representa una escala militar de dos milleguas de longitud y novecientas de latitud en su mayorextensión, en que dieciséis millones de americanos de-enden sus derechos o están oprimidos por la naciónespañola, que aunque fue, en algún tiempo, el más vas-to imperio del mundo, sus restos son ahora impotentespara dominar el nuevo hemisferio y hasta para mante-nerse en el antiguo. ¿Y la Europa civilizada, comerciante y amante de la libertad, permite que una vieja serpiente,por solo satisfacer su saña envenenada, devore la másbella parte de nuestro globo? ¡Qué! ¿Está la Europa sor-da al clamor de su propio interés? ¿No tiene ya ojos para ver la justicia? ¿Tanto se ha endurecido, para ser de estemodo insensible? Estas cuestiones cuanto más las medi-to, más me confunden: llego a pensar que se aspira a quedesaparezca la América; pero es imposible, porque todala Europa no es España. ¡Qué demencia la de nuestraenemiga, pretender reconquistar la América, sin marina,sin tesoro y casi sin soldados! pues los que tiene, apenasson bastantes para retener a su propio pueblo en una vio-

lenta obediencia y defenderse de sus vecinos! Por otraparte, ¿podrá esta nación hacer el comercio exclusivo dela mitad del mundo, sin manufacturas, sin produccionesterritoriales, sin artes, sin ciencias, sin política? Logra-da que fuese esta loca empresa; y suponiendo más aun,lograda la pacicación, los hijos de los actuales ameri-canos, unidos con los de los europeos reconquistadores,¿no volverían a formar dentro de veinte años, los mismospatrióticos designios que ahora se están combatiendo?

La Europa haría un bien a la España en disuadirla desu obstinada temeridad; porque a lo menos le ahorraríalos gastos que expende, y la sangre que derrama; a n deque, jando su atención en sus propios recintos, fundasesu prosperidad y poder sobre bases más sólidas que lasde inciertas conquistas, enemigos y poderosos. La Europamisma por miras de sana política, debería haber prepa-rado y ejecutado el proyecto de la independencia ameri-cana; no sólo porque el equilibrio del mundo así lo exige,sino porque este es el medio legítimo y seguro de adqui-rirse establecimientos ultramarinos de comercio. La Eu-ropa que no se halla agitada por las violentas pasiones dela venganza, ambición y codicia, como la España, pareceque estaba autorizada por todas las leyes de la equidad ailustrarla sobre sus bien entendidos intereses.

Cuantos escritores han tratado la materia se acuerdanen esta parte. En consecuencia, nosotros esperábamoscon razón que todas las naciones cultas se apresurarían aauxiliarnos, para que adquiriésemos un bien cuyas venta- jas son recíprocas a entrambos hemisferios. Sin embargo,¡cuán frustradas esperanzas! No sólo los europeos, perohasta nuestros hermanos del norte se han mantenido in-móviles espectadores de esta contienda, que por su esen-cia es la más justa, y por sus resultados la más bella e

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importante de cuantas se han suscitado en los siglos anti-guos y modernos, porque ¿hasta dónde se puede calcularla trascendencia de la libertad del hemisferio de Colón?

“La felonía con que Bonaparte, —dice Vd.—, prendióa Carlos IV y a Fernando VII, reyes de esta nación, quetres siglos ha aprisionó con traición a dos monarcas de la América meridional, es un acto muy maniesto de la retri-bución divina, y al mismo tiempo una prueba de que Diossostiene la justa causa de los americanos y les concederásu independencia”.

Parece que Vd. quiere aludir al monarca de México Mo-tezuma, preso por Cortés y muerto, según Herrera, porel mismo, aunque Solís dice que por el pueblo; y a Ata-hualpa, Inca del Perú, destruido por Francisco Pizarro y Diego de Almagro. Existe tal diferencia entre la suertede los reyes españoles y de los reyes americanos, que noadmite comparación; los primeros son tratados con dig-nidad, conservados, y al n recobran su libertad y trono;mientras que los últimos sufren tormentos inauditos y los vilipendios más vergonzosos. Si a Guatimozín, sucesor deMotezuma, se le trata como emperador y le ponen la co-rona, fue por irrisión y no por respeto; para que experi-mentase este escarnio antes que las toturas. Iguales a lasuerte de este monarca fueron las del rey le Michoacan,Catzontzín; el Zipa de Bogotá y cuantos toquis, imas, zi-pas, ulmenes, caciques y demás dignidades indianas, su-cumbieron al poder español. El suceso de Fernando VII esmás semejante al que tuvo lugar en Chile en 1535, con elulmen de Copiapó, entonces reinante en aquella comarca.El español Almagro pretextó, como Bonaparte, tomar par-tido por la causa del legítimo soberano y, en consecuencia,llama al usurpador, como Fernando lo era en España; apa-renta restituir al legítimo a sus estados, y termina por en-

cadenar y echar a las llamas al infeliz ulmen, sin querer niaun oír su defensa. Este es el ejemplo de Fernando VII consu usurpador. Los reyes europeos sólo padecen destierro;el ulmén de Chile termina su vida de un modo atroz.

“Después de algunos meses, añade V., he hecho mu-chas reexiones sobre la situación de los americanos ysus esperanzas futuras; tomo grande interés en sus suce-sos, pero me faltan muchos informes relativos a su estadoactual, y a lo que ellos aspiran; deseo innitamente saberla política de cada provincia, como también su población,¿si desean repúblicas o monarquías, si formarán una granrepública, o una gran monarquía? Toda noticia de esta es-pecie que Vd. pueda darme, o indicarme las fuentes a quedebo ocurrir, la estimaré como un favor muy particular”.

Siempre las almas generosas se interesan en la suertede un pueblo que se esmera por recobrar los derechos conque el Creador y la naturaleza lo han dotado; y es nece-sario estar bien fascinado por el error o por las pasionespara no abrigar esta noble sensación: Vd. ha pensado enmi país y se interesa por él; este acto de benevolencia meinspira el más vivo reconocimiento.

He dicho la población que se calcula por datos máso menos exactos, que mil circunstancias hacen fallidossin que sea fácil remendar esta inexactitud, porque losmás de los moradores tienen habitaciones campestres y muchas veces errantes, siendo labradores, pastores,nómades, perdidos en medio de los espesos e inmensosbosques, llanuras solitarias y aisladas entre lagos y ríoscaudalosos. ¿Quién será capaz de formar una estadísticacompleta de semejantes comarcas? Además, los tributosque pagan los indígenas; las penalidades de los esclavos;las primicias, diezmos y derechos que pesan sobre los la-bradores, y otros accidentes alejan de sus hogares a los

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pobres americanos. Esto es sin hacer mención de la gue-rra de exterminio que ya ha segado cerca de un octavo dela población, y ha ahuyentado una gran parte; pues enton-ces las dicultades son insuperables y el empadronamien-to vendrá a reducirse a la mitad del verdadero censo.

Todavía es más difícil presentir la suerte futura delNuevo Mundo, establecer principios sobre su política, ycasi profetizar la naturaleza del gobierno que llegará aadoptar. Toda idea relativa al porvenir de este país meparece aventurada. ¿Se pudo prever cuando el génerohumano se hallaba en su infancia, rodeado de tanta in-certidumbre, ignorancia y error, cuál sería el régimen queabrazaría para su conservación? ¿Quién se habría atre- vido a decir, tal nación será república o monarquía, éstaserá pequeña, aquella grande? En mi concepto, ésta es laimagen de nuestra situación. Nosotros somos un pequeñogénero humano; poseemos un mundo aparte; cercado pordilatados mares, nuevo en casi todas las artes y cienciasaunque en cierto modo viejo en los usos de la sociedadcivil. Yo considero el estado actual de la América, comocuando desplomado el Imperio romano cada desmembra-ción formó un sistema político, conforme a sus intereses ysituación o siguiendo la ambición particular de algunos je-fes, familias o corporaciones; con esta notable diferencia,que aquellos miembros dispersos volvían a restablecer susantiguas naciones con las alteraciones que exigían las co-sas o los sucesos; mas nosotros, que apenas conservamos vestigios de lo que en otro tiempo fue, y que por otra par-te no somos indios ni europeos, sino una especie mediaentre los legítimos propietarios del país y los usurpado-res españoles: en suma, siendo nosotros americanos pornacimiento y nuestros derechos los de Europa, tenemosque disputar éstos a los del país y que mantenernos en él

contra la invasión de los invasores; así nos hallamos en elcaso más extraordinario y complicado; no obstante que esuna especie de adivinación indicar cuál será el resultadode la línea de política que la América siga, me atrevo aaventurar algunas conjeturas, que, desde luego, caracteri-zo de arbitrarias, dictadas por un deseo racional, y no porun raciocinio probable.

La posición de los moradores del hemisferio americanoha sido, por siglos puramente pasiva: su existencia políti-ca era nula. Nosotros estábamos en un grado todavía másabajo de la servidumbre, y por lo mismo con más dicul-tad para elevarnos al goce de la libertad. Permítame Vd.estas consideraciones para establecer la cuestión. LosEstados son esclavos por la naturaleza de su constitucióno por el abuso de ella. Luego un pueblo es esclavo cuan-do el Gobierno, por su esencia o por sus vicios, huella yusurpa los derechos del ciudadano o súbdito. Aplicandoestos principios, hallaremos que la América no sólo esta-ba privada de su libertad sino también de la tiranía activa y dominante. Me explicaré. En las administraciones abso-lutas no se reconocen límites en el ejercicio de las facul-tades gubernativas: la voluntad del gran sultán, kan, bey y demás soberanos despóticos, es la ley suprema y éstaes casi arbitrariamente ejecutada por los bajaes, kanes y sátrapas subalternos de la Turquía y Persia, que tienenorganizada una opresión de que participan los súbditosen razón de la autoridad que se les confía. A ellos estáencargada la administración civil, militar y política, derentas y la religión. Pero, al n son persas los jefes de Is-pahan, son turcos los visires del Gran Señor, son tártaroslos sultanes de la Tartaria. La China no envía a buscarmandatarios militares y letrados al país de Gengis Kan,que la conquistó, a pesar de que los actuales chinos son

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descendientes directos de los subyugados por los ascen-dientes de los presentes tártaros.

¡Cuán diferente era entre nosotros! Se nos vejaba conuna conducta que, además de privarnos de los derechosque nos correspondían, nos dejaba en una especie deinfancia permanente con respecto a las transaccionespúblicas. Si hubiésemos siquiera manejado nuestrosasuntos domésticos en nuestra administración interior,conoceríamos el curso de los negocios públicos y sumecanismo, y gozaríamos también de la consideraciónpersonal que impone a los ojos del pueblo cierto respetomaquinal que es tan necesario conservar en las revolu-ciones. He aquí por qué he dicho que estábamos privadoshasta de la tiranía activa, pues que no nos era permitidoejercer sus funciones.

Los americanos, en el sistema español que está en vigor, y quizá con mayor fuerza que nunca, no ocupanotro lugar en la sociedad que el de siervos propios parael trabajo, y cuando más, el de simples consumidores; yaun esta parte coartada con restricciones chocantes: ta-les son las prohibiciones del cultivo de frutos de Europa,el estanco de las producciones que el rey monopoliza, elimpedimento de las fábricas que la misma Península noposee, los privilegios exclusivos del comercio hasta de losobjetos de primera necesidad, las trabas entre provincias y provincias americanas, para que no se traten, entien-dan, ni negocien; en n, ¿quiere Vd. saber cuál era nues-tro destino? Los campos para cultivar el añil, la grana, elcafé, la caña, el cacao y el algodón, las llanuras solitariaspara criar ganados, los desiertos para cazar las bestiasferoces, las entrañas de la tierra para excavar el oro queno puede saciar a esa nación avarienta.

Tan negativo era nuestro estado que no encuentro se-mejante en ninguna otra asociación civilizada, por másque recorro la serie de las edades y la política de todaslas naciones. Pretender que un país tan felizmente cons-tituido, extenso, rico y populoso, sea meramente pasivo,¿no es un ultraje y una violación de los derechos de lahumanidad?

Estábamos como acabo de exponer, abstraídos, y digá-moslo así, ausentes del universo en cuanto es relativo a laciencia del Gobierno y administración del Estado. Jamáséramos virreyes, ni gobernadores, sino por causas muyextraordinarias; arzobispos y obispos pocas veces; diplo-máticos nunca; militares, sólo en calidad de subalternos;nobles, sin privilegios reales; no éramos, en n, ni magis-trados ni nancistas, y casi ni aun comerciantes: todo encontravención directa de nuestras instituciones.

El emperador Carlos V formó un pacto con los descu-bridores, conquistadores y pobladores de América, que,como dice Guerra, es nuestro contrato social. Los reyesde España convinieron solemnemente con ellos que loejecutasen por su cuenta y riesgo, prohibiéndoseles ha-cerlo a costa de la real hacienda, y por esta razón se lesconcedía que fuesen señores de la tierra, que organizasenla administración y ejerciesen la judicatura en apelación,con otras muchas exenciones y privilegios que sería pro-lijo detallar. El rey se comprometió a no enajenar jamáslas provincias americanas, como que a él no tocaba otra jurisdicción que la del alto dominio, siendo una especiede propiedad feudal la que allí tenían los conquistado-res para sí y sus descendientes. Al mismo tiempo existenleyes expresas que favorecen casi exclusivamente a losnaturales del país originarios de España en cuanto a losempleos civiles, eclesiásticos y de rentas. Por manera que,

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con una violación maniesta de las leyes y de los pactossubsistentes, se han visto despojar aquellos naturales dela autoridad constitucional que les daba su código.

De cuanto he referido será fácil colegir que la Américano estaba preparada para desprenderse de la metrópoli,como súbitamente sucedió, por el efecto de las ilegítimascesiones de Bayona, y por la inicua guerra que la regen-cia nos declaró, sin derecho alguno para ello, no sólo porla falta de justicia, sino también de legitimidad. Sobre lanaturaleza de los gobiernos españoles, sus decretos con-minatorios y hostiles, y el curso entero de su desesperadaconducta hay escritos, del mayor mérito, en el periódico‘El Español’ cuyo autor es el señor Blanco; y estando allíesta parte de nuestra historia muy bien tratada, me limitoa indicarlo.

Los americanos han subido de repente y sin los conoci-mientos previos; y, lo que es más sensible, sin la prácticade los negocios públicos, a representar en la escena delmundo las eminentes dignidades de legisladores, magis-trados, administradores del erario, diplomáticos, genera-les, y cuantas autoridades supremas y subalternas formanla jerarquía de un Estado organizado con regularidad.

Cuando las águilas francesas sólo respetaron los mu-ros de la ciudad de Cádiz, y con su vuelo arrollaron losfrágiles gobiernos de la Península, entonces quedamos enla orfandad. Ya antes habíamos sido entregados a la mer-ced de un usurpador extranjero; después, lisonjeados conla justicia que se nos debía y con esperanzas halagüeñassiempre burladas; por último, inciertos sobre nuestro des-tino futuro, y amenazados por la anarquía, a causa de lafalta de un gobierno legítimo, justo y liberal, nos precipi-tamos en el caos de la revolución. En el primer momentosólo se cuidó de proveer a la seguridad interior, contra los

enemigos que encerraba nuestro seno. Luego se extendióa la seguridad exterior; se establecieron autoridades quesustituimos a las que acabábamos de deponer, encarga-das de dirigir el curso de nuestra revolución, y de aprove-char la coyuntura feliz en que nos fuese posible fundar ungobierno constitucional, digno del presente siglo, y ade-cuado a nuestra situación.

Todos los nuevos gobiernos marcaron sus primerospasos con el establecimiento de juntas populares. Éstasformaron en seguida reglamentos para la convocaciónde congresos que produjeron alteraciones importantes. Venezuela erigió un gobierno democrático y federal, de-clarando previamente los derechos del hombre, mante-niendo el equilibrio de los poderes, y estatuyendo leyesgenerales en favor de la libertad civil, de imprenta y otras;nalmente se constituyó un gobierno independiente. LaNueva Granada siguió con uniformidad los establecimien-tos políticos y cuantas reformas hizo Venezuela, poniendopor base fundamental de su constitución el sistema fede-ral más exagerado que jamás existió; recientemente seha mejorado con respecto al Poder Ejecutivo general, queha obtenido cuantas atribuciones le corresponden. Segúnentiendo, Buenos Aires y Chile han seguido esta mismalínea de operaciones; pero como nos hallamos a tanta dis-tancia, los documentos son tan raros y las noticias taninexactas, no me animaré ni aun a bosquejar el cuadro desus transacciones.

Los sucesos de México han sido demasiado varios, com-plicados, rápidos y desgraciados, para que se puedan se-guir en el curso de su revolución. Carecemos, además, dedocumentos bastante instructivos, que nos hagan capacesde juzgarlos. Los independientes de México, por lo que sa-bemos, dieron principio a su insurrección en septiembre

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de 1810, y un año después ya tenían centralizado su go-bierno en Zitácuaro e instalada allí una junta nacional,bajo los auspicios de Fernando VII, en cuyo nombre se ejer-cían las funciones gubernativas. Por los acontecimientosde la guerra, esta junta se trasladó a diferentes lugares, yes verosímil que se haya conservado hasta estos últimosmomentos, con las modicaciones que los sucesos hayanexigido. Se dice que ha creado un generalísimo o dictador,que lo es el ilustre general Morelos; otros hablan del céle-bre general Rayón; lo cierto es que, uno de estos grandeshombres, o ambos separadamente, ejercen la autoridadsuprema en aquel país; y recientemente, ha aparecidouna constitución para el régimen del Estado. En marzo de1812 el gobierno residente en Zultepec, presentó un plande paz y guerra al virrey de México, concebido con la másprofunda sabiduría. En él se reclamó el derecho de gen-tes, estableciendo principios de una exactitud incontesta-ble. Propuso la junta que la guerra se hiciese como entrehermanos y conciudadanos; pues que no debía ser máscruel que entre naciones extranjeras; que los derechos degentes y de guerra, inviolables para los mismos ineles ybárbaros, debían serlo más para cristianos, sujetos a unsoberano y a unas mismas leyes; que los prisioneros nofuesen tratados como reos de lesa majestad ni se degolla-sen los que rendían las armas, sino que se mantuviesenen rehenes para canjearlos; que no se entrase a sangre y fuego en las poblaciones pacícas, no las diezmasenni quintasen para sacricarlas; y concluye que, en casode no admitirse este plan, se observarían rigurosamen-te las represalias. Esta negociación se trató con el másalto desprecio; no se dio respuesta a la junta nacional; lascomunicaciones originales se quemaron públicamente enla plaza de México, por mano del verdugo, y la guerra de

exterminio continuó por parte de los españoles con su fu-ror acostumbrado, mientras que los mexicanos y las otrasnaciones americanas no la hacían ni aun a muerte conlos prisioneros de guerra que fuesen españoles. Aquí seobserva que por causas de conveniencia, se conservó laapariencia de sumisión al rey y aun a la constitución de lamonarquía. Parece que la junta nacional es absoluta en elejercicio de las funciones legislativas, ejecutivas y judicia-les, y el número de sus miembros muy limitado.

Los acontecimientos de la Tierra Firme nos han proba-do que las instituciones perfectamente representativas, noson adecuadas a nuestro carácter, costumbres y luces ac-tuales. En Caracas el espíritu de partido tomó su origen enlas sociedades, asambleas, y elecciones populares; y estospartidos nos tornaron a la esclavitud. Y así como Venezue-la ha sido la república americana que más se ha adelanta-do en sus instituciones políticas, también ha sido el másclaro ejemplo de la inecacia de la forma democrática yfederal para nuestros nacientes Estados. En Nueva Grana-da las excesivas facultades de los gobiernos provinciales y la falta de centralización en el general, han conducidoaquel precioso país al estado a que se ve reducido en eldía. Por esta razón, sus débiles enemigos se han conserva-do, contra todas las probabilidades. En tanto que nuestroscompatriotas no adquieran los talentos y las virtudes po-líticas que distinguen a nuestros hermanos del Norte, lossistemas enteramente populares, lejos de sernos favora-bles, temo mucho que vengan a ser nuestra ruina. Desgra-ciadamente estas cualidades parecen estar muy distantesde nosotros en el grado que se requiere; y por el contrario,estamos dominados de los vicios que se contraen bajo ladirección de una nación como la española, que sólo ha so-bresalido en ereza, ambición, venganza y codicia.

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“Es más difícil, dice Montesquieu, sacar un pueblo dela servidumbre, que subyugar uno libre”. Esta verdad estácomprobada por los anales de todos los tiempos, que nosmuestran, las más de las naciones libres, sometidas al yugo, y muy pocas de las esclavas recobrar su libertad. A pesar de este convencimiento, los meridionales de estecontinente han manifestado el conato de conseguir insti-tuciones liberales y aun perfectas, sin duda, por efecto delinstinto que tienen todos los hombres de aspirar a su mejorfelicidad posible; la que se alcanza, infaliblemente, en las so-ciedades civiles, cuando ellas están fundadas sobre las basesde la justicia, de la libertad y de la igualdad. Pero ¿seremosnosotros capaces de mantener en su verdadero equilibrio ladifícil carga de una república? ¿Se puede concebir que unpueblo recientemente desencadenado se lance a la esfera dela libertad, sin que, como a Ícaro, se le deshagan las alas yrecaiga en el abismo? Tal prodigio es inconcebible, nunca visto. Por consiguiente, no hay raciocinio verosímil que noshalague con esta esperanza.

 Yo deseo más que otro alguno ver formar en Américala más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria. Aunque aspiroa la perfección del gobierno de mi patria, no puedo per-suadirme que el Nuevo Mundo sea por el momento regidopor una gran república; como es imposible, no me atrevoa desearlo, y menos deseo una monarquía universal de América, porque este proyecto, sin ser útil, es tambiénimposible. Los abusos que actualmente existen no se re-formarían y nuestra regeneración sería infructuosa. LosEstados americanos han menester de los cuidados de go-biernos paternales que curen las llagas y las heridas deldespotismo y la guerra. La metrópoli, por ejemplo, seríaMéxico, que es la única que puede serlo por su poder in-

trínseco, sin el cual no hay metrópoli. Supongamos quefuese el Istmo de Panamá, punto céntrico para todos losextremos de este vasto continente, ¿no continuarían éstosen la languidez y aun en el desorden actual? Para que unsolo gobierno dé vida, anime, ponga en acción todos losresortes de la prosperidad pública, corrija, ilustre y per-feccione al Nuevo Mundo, sería necesario que tuviese lasfacultades de un Dios, y cuando menos las luces y virtudesde todos los hombres.

El espíritu de partido que, al presente, agita a nues-tros Estados, se encendería entonces con mayor enco-no, hallándose ausente la fuente del poder, únicamentepuede reprimirlo. Además los magnates de las capi-tales no sufrirían la preponderancia de los metropo-litanos, a quienes considerarían como a otros tantostiranos: sus celos llegarían hasta el punto de comparara éstos con los odiosos españoles. En n, una monarquíasemejante sería un coloso disforme, que su propio pesodesplomaría a la menor convulsión.

M. de Pradt ha dividido sabiamente a la América enquince a diez y siete Estados independientes entre sí, go-bernados por otros tantos monarcas. Estoy de acuerdo encuanto a lo primero, pues la América comporta la crea-ción de diez y siete naciones; en cuanto a lo segundo, aun-que es más fácil conseguirlo, es menos útil, y así no soyde la opinión de las monarquías americanas. He aquí misrazones: el interés bien entendido de una república se cir-cunscribe en la esfera de su conservación, prosperidad ygloria. No ejerciendo la libertad imperio, porque es preci-samente su opuesto, ningún estímulo excita a los republi-canos a extender los términos de su nación, en detrimentode sus propios medios, con el único objeto de hacer parti-cipar a sus vecinos de una constitución liberal. Ningún de-

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recho adquieren, ninguna ventaja sacan venciéndolos; amenos que los reduzcan a colonias, conquistas o aliados,siguiendo el ejemplo de Roma. Máximas y ejemplos tales,están en oposición directa con los principios de justicia delos sistemas republicanos; y aun diré más, en oposiciónmaniesta con los intereses de sus ciudadanos: porque unEstado demasiado extenso en sí mismo o por sus depen-dencias, al cabo viene en decadencia y convierte su formalibre en otra tiránica; relaja los principios que deben con-servarla y ocurre por último al despotismo. El distintivode las pequeñas repúblicas es la permanencia, el de lasgrandes es vario; pero siempre se inclina al imperio. Casitodas las primeras han tenido una larga duración; de lassegundas sólo Roma se mantuvo algunos siglos, pero fueporque era república la capital y no lo era el resto de susdominios, que se gobernaban por leyes e instituciones di-ferentes.

Muy contraria es la política de un rey cuya inclinaciónconstante se dirige al aumento de sus posesiones, rique-zas y facultades: con razón, porque su autoridad crececon estas adquisiciones, tanto con respecto a sus vecinos,como a sus propios vasallos que temen en él un poder tanformidable, cuanto es su imperio, que se conserva por me-dio de la guerra y de las conquistas. Por estas razonespienso que los americanos ansiosos de paz, ciencias, ar-tes, comercio y agricultura, preferirían las repúblicas alos reinos; y me parece que estos deseos se conforman conlas miras de la Europa.

No convengo en el sistema federal entre los populares yrepresentativos, por ser demasiado perfecto y exigir virtu-des y talentos políticos muy superiores a los nuestros; porigual razón rehúso la monarquía mixta de aristocracia ydemocracia, que tanta fortuna y esplendor ha procurado a

la Inglaterra. No siéndonos posible lograr entre las repú-blicas y monarquías lo más perfecto y acabado, evitemoscaer en anarquías demagógicas, o en tiranías monócra-tas. Busquemos un medio entre extremos opuestos, quenos conducirían a los mismos escollos, a la infelicidad y aldeshonor. Voy a arriesgar el resultado de mis cavilacionessobre la suerte futura de la América: no la mejor sino laque sea más asequible.

Por la naturaleza de las localidades, riquezas, pobla-ciones y carácter de los mexicanos, imagino que intenta-rán al principio establecer una república representativa,en la cual tenga grandes atribuciones el Poder Ejecutivo,concentrándolo en un individuo que si desempeña susfunciones con acierto y justicia, casi naturalmente vendráa conservar su autoridad vitalicia. Si su incapacidad o vio-lenta administración excita una conmoción popular quetriunfe, este mismo Poder Ejecutivo quizás se difundiráen una asamblea. Si el partido preponderante es militar oaristocrático, exigirá probablemente una monarquía queal principio será limitada y constitucional, y después ine- vitablemente declinará en absoluta; pues debemos conve-nir en que nada hay más difícil en el orden político que laconservación de una monarquía mixta; y también es pre-ciso convenir en que sólo un pueblo tan patriota como elinglés, es capaz de contener la autoridad de un rey, y desostener el espíritu de libertad bajo un cetro y una corona.

Los Estados del Istmo de Panamá hasta Guatemalaformarán quizá una asociación. Esta magníca posiciónentre los dos grandes mares, podrá ser con el tiempo elemporio del universo, sus canales acortarán las distan-cias del mundo, estrecharán los lazos comerciales de Eu-ropa, América y Asia; traerán a tan feliz región los tribu-tos de las cuatro partes del globo. ¡Acaso sólo allí podrá

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jarse algún día la capital de la Tierra como pretendióConstantino que fuese Bizancio la del antiguo hemisferio!

La Nueva Granada se unirá con Venezuela, si llegan aconvenirse en formar una república central, cuya capitalsea Maracaibo, o una nueva ciudad que, con el nombrede Las Casas, en honor de este héroe de la lantropía, sefunde entre los connes de ambos países, en el soberbiopuerto de Bahía-honda. Esta posición, aunque descono-cida, es más ventajosa por todos respectos. Su acceso esfácil y su situación tan fuerte, que puede hacerse inexpug-nable. Posee un clima puro y saludable, un territorio tanpropio para la agricultura como para la cría de ganado, yuna grande abundancia de maderas de construcción. Lossalvajes que la habitan serían civilizados y nuestras po-sesiones se aumentarían con la adquisición de la Goajira.Esta nación se llamaría Colombia como un tributo de justi-cia y gratitud al creador de nuestro hemisferio. Su gobiernopodrá imitar al inglés; con la diferencia de que en lugar deun rey, habrá un Poder Ejecutivo electivo, cuando más vita-licio, y jamás hereditario, si se quiere república; una cáma-ra o senado legislativo hereditario, que en las tempestadespolíticas se interponga entre las olas populares y los rayosdel Gobierno, y un cuerpo legislativo, de libre elección, sinotras restricciones que las de la cámara baja de Inglate-rra. Esta constitución participaría de todas las formas, y yo deseo que no participe de todos los vicios. Como ésta esmi patria tengo un derecho incontestable para desearle loque en mi opinión es mejor. Es muy posible que la NuevaGranada no convenga en el reconocimiento de un gobier-no central, porque es en extremo adicta a la federación; yentonces formará, por sí sola un Estado que, si subsiste,podrá ser muy dichoso por sus grandes recursos de todogénero.

Poco sabemos de las opiniones que prevalecen en Bue-nos Aires, Chile, y el Perú: juzgando por lo que se trasluce y por las apariencias, en Buenos Aires habrá un gobiernocentral, en que los militares se lleven la primacía por con-secuencia de sus divisiones intestinas y guerras externas.Esta constitución degenerará necesariamente en una oli-garquía, o una monocracia con más o menos restriccio-nes, y cuya denominación nadie puede adivinar. Sería do-loroso que tal cosa sucediese, porque aquellos habitantesson acreedores a la más espléndida gloria.

El reino de Chile está llamado por la naturaleza de susituación, por las costumbres inocentes y virtuosas de susmoradores, por el ejemplo de sus vecinos, los eros repu-blicanos del Arauco, a gozar de las bendiciones que derra-man las justas y dulces leyes de una república. Si algunapermanece largo tiempo en América, me inclino a pensarque será la chilena. Jamás se ha extinguido allí el espíritude libertad; los vicios de la Europa y del Asia llegarán tar-de o nunca a corromper las costumbres de aquel extremodel universo. Su territorio es limitado; estará siempre fue-ra del contacto inicionado del resto de los hombres; noalterará sus leyes, usos y prácticas; preservará su unifor-midad en opiniones políticas y religiosas; en una palabra,Chile puede ser libre.

El Perú, por el contrario, encierra dos elementos ene-migos de todo régimen justo y liberal: oro y esclavos. Elprimero lo corrompe todo; el segundo está corrompido porsí mismo. El alma de un siervo rara vez alcanza a apreciarla sana libertad: se enfurece en los tumultos o se humillaen las cadenas.

 Aunque estas reglas serían aplicables a toda la América, creo que con más justicia las merece Lima,por los conceptos que he expuesto y por la coopera-

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ción que ha prestado a sus señores contra sus propioshermanos, los ilustres hijos de Quito, Chile y Buenos Aires. Es constante que el que aspira a obtener la libertad,a lo menos lo intenta. Supongo que en Lima no toleraránlos ricos la democracia, ni los esclavos y pardos libertosla aristocracia: los primeros preferirán la tiranía de unosolo, por no padecer las persecusiones tumultuarias y porestablecer un orden siquiera pacíco. Mucho hará si con-sigue recobrar su independencia.

De todo lo expuesto, podemos deducir estas conse-cuencias: las provincias americanas se hallan lidiandopor emanciparse; al n obtendrán el suceso; algunas seconstituirán de un modo regular en repúblicas federales y centrales; se fundarán monarquías casi inevitablemen-te en las grandes secciones, y algunas serán tan infelicesque devorarán sus elementos ya en la actual, ya en las fu-turas revoluciones, que una gran monarquía no será fácilconsolidar, una gran república imposible.

Es una idea grandiosa pretender formar de todo elMundo Nuevo una sola nación con un solo vínculo que li-gue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un ori-gen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería,por consiguiente, tener un solo gobierno que confederaselos diferentes Estados que hayan de formarse; mas no esposible, porque climas remotos, situaciones diversas, in-tereses opuestos, caracteres desemejantes, dividen a la América. ¡Qué bello sería que el Istmo de Panamá fuesepara nosotros lo que el de Corinto para los griegos! Ojaláque algún día tengamos la fortuna de instalar allí un au-gusto congreso de los representantes de las repúblicas,reinos e imperios a tratar y discutir sobre los altos intere-ses de la paz y de la guerra, con las naciones de las otrastres partes del mundo. Esta especie de corporación podrá

tener lugar en alguna época dichosa de nuestra regene-ración; otra esperanza es infundada, semejante a la delabate St. Pierre, que concibió el laudable delirio de reunirun congreso europeo para decidir de la suerte y de losintereses de aquellas naciones.

“Mutaciones importantes y felices, —continúa Vd.—,pueden ser frecuentemente producidas por efectos indi- viduales”. Los americanos meridionales tienen una tra-dición que dice que cuando Quetzalcoatl, el Hermes oBuda de la América del Sur, resignó su administración ylos abandonó, les prometió que volvería después que lossiglos designados hubiesen pasado, y que él restableceríasu gobierno y renovaría su felicidad. ¿Esta tradición noopera y excita una convicción de que muy pronto debe vol- ver? ¿Concibe Vd. cuál será el efecto que producirá, si unindividuo, apareciendo entre ellos, demostrase los carac-teres de Quetzalcoatl, el Buda del bosque, o Mercurio, delcual han hablado tanto las otras naciones? ¿No cree Vd.que esto inclinaría todas las partes? ¿No es la unión todolo que se necesita para ponerlos en estado de expulsar alos españoles, sus tropas y los partidarios de la corrom-pida España para hacerlos capaces de establecer un im-perio poderoso, con un gobierno libre y leyes benévolas?

Pienso como Vd. que causas individuales pueden pro-ducir resultados generales; sobre todo en las revolucio-nes. Pero no es el héroe, gran profeta, o Dios del Anahuac,Quetzalcoatl el que es capaz de operar los prodigiososbenecios que Vd. propone. Este personaje es apenas co-nocido del pueblo mexicano y no ventajosamente, porquetal es la suerte de los vencidos aunque sean dioses. Sólolos historiadores y literatos se han ocupado cuidadosa-mente en investigar su origen, verdadera o falsa misión,sus profecías y el término de su carrera. Se disputa si fue

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su bondad. Es preciso que Vd. sea de un carácter tan ex-traordinario para que se sacrique sin reserva por los inte-reses de la causa que, sus propias criaturas, despedazan.Es preciso, amigo Brión, que a Vd., se le tribute el honorde ser el primer protector de la América y el más liberalde los hombres”.

Bolívar intenta regresar a Cartagena, de donde hasido llamado por quienes combaten el asedio realista, perola ciudad ya ha sido tomada por Morillo. A instancias de

un amigo decide entonces escribir a Alexander Pétion,uno de los más lúcidos generales de la guerra anticolonia-lista de su país y quien por entonces gobernaba un sectorde Haití, solicitando su ayuda.

El 1 de enero de 1816 la embarcación que conducea Bolívar fondea en Les Cayes (Los Cayos) y el 2 este esrecibido por Pétion. Los exiliados son declarados huéspe-des ilustres de aquella todavía balbuciente república de exesclavos negros que había logrado el milagro de romper el yugo de una potencia colonial por primera vez en la histo-ria. Junto con el asilo, el presidente haitiano otorga a losrefugiados ayuda necesaria para proseguir la lucha en elcontinente. Bolívar compromete su palabra de manumitir

a los esclavos en las repúblicas liberadas y entiende, antelo expuesto por Pétion y su propia experiencia, la nece-sidad de dotar de contenido popular la lucha revolucio-naria. Una preocupación, sin embargo, le asalta. ¿Debe,como cree que es de justicia, mencionar el nombre delpresidente haitiano en sus proclamas a los habitantes deVenezuela? A tales nes le escribe: “Je ne sais, dis je, si je devrais vous nommer comme l’auteur de notre liberté.

 Je prie Votre Excellence d’en exprimer sa volonté a cetégard”. La respuesta de Pétion es, por supuesto, no.

 A Los Cayos llegan, desde diversas partes, patriotasdesterrados y a Brión se le encarga organizar la ota de lapequeña expedición. A la convocatoria acude selecta re-presentación de aquel “pequeño género humano” al queel Libertador alude de continuo: un abigarrado y heroi-co grupo de militares y civiles entre los que descuellan brillantes ociales de extracción mantuana incorporados

a la lucha desde sus inicios: Mariño, Soublette, Bermú-dez, Salom, Anzoátegui, Briceño, Pulido o Plaza; pardos omulatos como Piar, Piñango, Rosales, Bideau o el propioBrión; intelectuales blancos como Pedro Gual o Francisco Antonio Zea y extranjeros como Ducoudray —luego autorde una memoria contra el Libertador—, Demarquet, Jean Aury —aventurero sin escrúpulos— o Gregory MacGre-gor, recto y valeroso ocial escocés.

El 31 de marzo la expedición se hace a la mar. Santia-go Mariño, segundo al mando, escribe en el primer boletínocial: “Cuando la desgraciada caída de Cartagena hizocreer a nuestros tiranos que iba a terminarse la contiendacon los defensores de la independencia de la América del

Sur, se vio continuar con asombro el fuego de la libertaden la isla de Margarita. Los restos dispersos de Venezuela y Cartagena se reunieron en la ciudad de Los Cayos, Re-pública de Haití, y el capitán general de los ejércitos de laNueva Granada y Venezuela, Simón Bolívar, concibió elgrandioso proyecto de auxiliar aquella isla y libertar a todaVenezuela. Los magnánimos sentimientos del comandan-te general de marina, capitán de navío Luis Brión, contri-

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 buyeron ecacísimamente a allanar todas las dicultades; y el 31 de marzo dio la vela la escuadra independiente asus órdenes”.

Llegada la expedición a Margarita luego de pequeñas victorias, el panorama que se presenta ante sus ojos nopuede ser más desolador. Mariño anota: “El cuadro quepresenta La Asunción no es otro que el de una poblaciónevacuada por una banda de bárbaros. No han dejado pie-dra sobre piedra”.

Pero Bolívar está dispuesto, cuanto antes, a intentarfortalecer su ejército en tierra rme. El 2 de junio de 1816,desde su cuartel general en Carúpano, emite una procla-ma en la que decreta la libertad de los esclavos, condi-cionada a que contribuyan a la liberación de la patria. Noignora que el peso secular de las cadenas, como ha demos-trado la historia, puede ser capaz de domeñar, también,las conciencias y transformar en vergonzoso acatamientoo lastimosa sumisión los fueros de la iniquidad. Tres sema-nas después, al constatar con pesar cómo gran número deaquellos esclavos preere engrosar las las de los ejércitosrealistas, escribe al general Marion, comisionado de Pé-tion, para darle cuenta de los tristes resultados: apenas un

centenar se ha integrado a las las republicanas.

SIMn Bolvar jefe SuPreMo y caPITn general De loS ejércIToSDe venezuela y nueva granaDa, &., &.

 A los habitantes de Río Caribe, Carúpano y Cariaco.Salud.

Considerando que la justicia, la política, y la patria re-claman imperiosamente los derechos imprescindibles dela naturaleza, he venido en decretar, como decreto, la li-

bertad absoluta de los esclavos que han gemido bajo el yugo español en los tres siglos pasados. Considerandoque la República necesita de los servicios de todos sushijos, tenemos que imponer a los nuevos ciudadanos lascondiciones siguientes:

 Artículo primero. Todo hombre robusto, desde la edadde catorce hasta los sesenta años, se presentará en laparroquia de su distrito a alistarse en las banderas de Venezuela, veinte y cuatro horas después de publicado elpresente decreto.

 Artículo segundo. Los ancianos, las mujeres, los ni-ños y los inválidos, quedarán eximidos desde ahora parasiempre del servicio militar; como igualmente del serviciodoméstico y campestre en que estaban antes empleados abenecio de sus señores.

 Artículo tercero. El nuevo ciudadano que rehúse tomarlas armas para cumplir con el sagrado deber de defendersu libertad, quedará sujeto a la servidumbre, no sólo él,sino también sus hijos menores de catorce años, su mujer, y sus padres ancianos.

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 Artículo cuarto. Los parientes de los militares emplea-dos en el ejército libertador gozarán de los derechos deCiudadanos y de la libertad absoluta que les concede estedecreto a nombre de la República de Venezuela.

El presente reglamento tendrá fuerza de ley y será el-mente cumplido por las Autoridades Republicanas de RíoCaribe, Carúpano y Cariaco.

Dado en el Cuartel General de Carúpano, a 2 de junio de 1816.

Bí 

eistt hi d Di Btist ub, iitd p

pi p dt abt ub. est dt dd

p t más mpi dd om 6 d i siit.

carPano, 27 De junIo De 1816

 al Señor general MarIon,goBernaDor Del DeParTaMenTo

De loS cayoSSeñor general:

Me apresuro a informaros que acabamos de recibir in-mensos refuerzos de los patriotas procedentes de Güiria.Su valor y adhesión me aseguran la próxima toma de laprovincia de Cumaná.

También nos son adictos los llaneros, y esperamos quedentro de algunos días nos llegarán algunas partidas.

He proclamado la libertad absoluta de los esclavos. ¡Latiranía de los españoles les ha puesto en tal estado de es-tupidez e imprimido en sus almas tan grande sentimientode terror, que han perdido hasta el deseo de ser libres!Muchos de ellos han seguido a los españoles o se hanembarcado a bordo de los buques ingleses, que los han vendido en las colonias vecinas. Se ha presentado apenasun centenar de ellos, cuando el número de hombres libresque voluntariamente tomaron las armas es considerable.

Los españoles hacen todos sus esfuerzos para trabarnuestras operaciones y reunir todas sus fuerzas, peronuestro pequeño ejército ¡animado del sentimiento de li-bertad bastará para destruirlos!

Suplico a Vd., señor general, tenga la bondad de co-municar las presentes noticias al señor coronel Paisson,como también a su amigo el señor Doublas.

Renuevo a Vd. las seguridades de mi sincero cariño yde mi consideración, con lo que tengo el honor de ser, se-ñor general, de Vd. muy atento servidor.

Bí 

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  1817

Mientras destina a Mariño, Piar y otros generales a co-mandar las acciones en Oriente, Bolívar se embarca

hacia Caracas y emprende operaciones desde Ocumarede la Costa. MacGregor, Soublette, Anzoátegui, Torres,Briceño, son enviados a distintos teatros de operacionesen el centro y el litoral pero el enemigo, superior en nú-

mero, les obliga a replegarse. Pese a ello, logran abrirsepaso por el abra de los llanos y unidos a las guerrillas deMonagas y Zaraza y más tarde al ejército de Piar logranasestarle derrotas importantes. Mientras tal ocurría, de-rrotado casi sin combatir, reducido a unos pocos hombres y confundido por noticias contradictorias el Libertador de-cide embarcarse nuevamente y tornar a Güiria, de dondea poco debe partir ante las duras incriminaciones de suscompañeros.

Fracasado una vez más, y humillado, acude a sus vie- jas y poradas resoluciones: “Dios concede la victoria a laconstancia”, había dicho en Carúpano tres años antes.

Escribe de nuevo a Pétion. La respuesta de este esun ardiente símbolo de la solidaridad entre los justos: “Sila fortuna se ha reído de usted por dos veces —le dice—quizá le sonría en la tercera oportunidad. Yo, por lo me-nos, tengo ese presentimiento; y si algo puedo hacer paramitigar su pesar y su dolor, cuente con todo lo que esté alalcance de mi posibilidad. Dése, pues, prisa y venga a estaciudad. Deliberaremos juntos”.15

15. Cit. por Frank, op. cit., Vol. I, pp. 216-217.

El 5 de noviembre recibe desde la patria en llamasun ocio esperanzador. Viene de Juan Bautista Arismendidándole cuenta de los últimos acontecimientos victoriosose instándole, en nombre de un grupo de ociales republi-canos, a regresar y ponerse al frente de los ejércitos.

El 18 de diciembre del año 16, desde el puerto haitia-no de Jacmel, la segunda expedición de Bolívar y Brión izalas velas rumbo a la Margarita liberada.

El 28 llega la expedición a Juangriego, en la costa

norte de la isla. Los margariteños comandados por Aris-mendi han logrado derrotar allí al ejército colonizador. Alenterarse y celebrar los sucesivos triunfos de los patriotasen tierras orientales y guayanesas, Bolívar escribe el 29 aMariño desde la Villa de Santa Ana del Norte: “Mi queri-do compañero y amigo: Estos títulos para mi corazón losmás caros, los más santos, han sido por mucho tiemponuestro honor, nuestra garantía recíproca. Vd. a la cabezade cuarenta amigos entró por el Oriente a tiempo que yopor el Occidente hacía otro tanto. Mutuamente nos ayu-damos y por nuestros propios servicios nos elevamos a unaigual dignidad. Desde entonces fuimos compañeros (...)El infortunio no pudo romper los lazos de nuestra unión.

 Juntos arrostramos la tempestad de Carúpano, la de Car-tagena y la de Güiria; en estas circunstancias hemos sidoun modelo de amistad. Esta virtud debe acompañarnoshasta el sepulcro”.

Bolívar intentaba a todo trance, limando asperezascon Mariño, la unión de los jefes patriotas. De allí las ad- vertencias que de seguidas le hace, recordándole la suertede Castillo y de Ribas. “Tenga Vd. presente a la posteridad

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—le dice— que debe juzgarnos sin cábalas y sin chismessólo por los hechos; Vd. tiene la pasión de la gloria: pro-cure Vd. conservarla como la ha adquirido: la ambición esuna mancha para la verdadera gloria y el mayor esplendorde este brillante adorno, le viene más de la moderaciónque del poder. El poder sin la virtud es un abuso y no unafacultad legítima: Vd. posee todo el que conviene a la feli-cidad del país y a su propio honor; en busca de otro mayorno pierda Vd. el que tantos sacricios le ha costado”.

 Y más adelante: “Querido amigo, no crea Vd. que yo deseo mandarlo, por el contrario debe Vd. persuadirseque yo deseo someterme a un centro de autoridad quenos dirija a todos con la más severa rectitud (...) en casode que no sea así vamos a tener mucho que sufrir por lospartidos que se aumentan siempre en razón de las des-gracias y del tiempo”.

En las entrelíneas de esta carta se anticipan aconte-cimientos futuros, entre ellos el fusilamiento de Piar en Angostura pocos meses después. La unidad de mando, so- bre todo después de los sucesos de la Nueva Granada re-petidos en Venezuela, aparece ante los ojos del Libertadorcomo necesidad impostergable. “En vano las armas des-

truirán a los tiranos —había escrito días antes al canónigoCortés Madariaga— si no establecemos un orden políticocapaz de reparar los estragos de la revolución. El sistemamilitar es el de la fuerza, y la fuerza no es gobierno”.

Las miras bolivarianas van mucho más allá que la solaliberación de la patria: “Nada falta a mi felicidad —escribea Pedro Briceño Méndez el 1o de enero de 1817— sinoel placer de abrazar a Vds. Ese día será para mí siempre

memorable; sobre todo si, conservando tantos laureles ad-quiridos, añaden los de vencedores y libertadores de Gua- yana. Esta empresa tan sublime como importante, ase-gurará las anclas de la República, si nuevas tempestades vuelven a combatirla. Vds. llenarán los votos de todos losciudadanos si logran someter el país que tanto nos ha per- judicado y que tan útil puede sernos. ¿Pero hecho esto no volarán Vds. a romper los grillos de los otros hermanosque sufren la tiranía enemiga? Sí, sí, Vds. volarán conmi-

go hasta el rico Perú”.El 9 de enero del 17 dictará una proclama a los ha-

 bitantes de Caracas en la que reitera: “ya no habrá másesclavos en Venezuela”. A nes de marzo, nalmente, setraslada a la región que —al n lo ha comprendido— apa-rece como el verdadero corazón de la guerra y en dondeManuel Piar ha obtenido resonantes triunfos.

En Guayana Piar ha logrado junto a otros patriotasestablecer una red logística que incluye las misiones in-dias, al frente de las cuales se halla un clérigo republicano, José Félix Blanco, con quien pronto se enemista. Bolívarconstata que los indios incorporados a las desertan masi- vamente: “No hay cien indios en todo el ejército —escribe

a Blanco el 11 de septiembre de 1817—; por consiguiente,necesitamos de volverlos a recoger, de modo que no se vuelvan a escapar, y que los cojamos todos, más bien másque menos (...) Recomiendo a Vd. mucho la mayor mode-ración posible en el modo de tratar a los naturales y a to-dos sus subalternos en general. Todos están convencidosde que Vd. llena su deber; pero que exaspera los ánimoscon la acritud con que suele tratar a algunos individuos

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que no cumplen con la exactitud que Vd. desea. En los go- biernos populares, y sobre todo en revolución, se necesitade mucha política para poder mandar, y las circunstanciasactuales son tan críticas que Vd. no lo puede imaginar”.

En la proclama que dirige a los españoles que guar-dan los castillos del Orinoco traza deslindes importantes:la guerra no es contra todos los españoles, sino contra elpoder colonizador que oprime a unos y a otros por igual.

Una canción patriota de esos años expresaba con

sarcasmo:Dicen que los chapetones

Desde que Boves murió

Les dicen a sus canillas:

¿Para qué te quiero yo?

 Y esta otra, no exenta del humor tradicional de nues-tro pueblo:

Con las balas que tiran

Los chapetones

Los patriotas se peinan

Los canelones.

No es por milagro o acción mágica de los libertadoresque los combates contra el colonialismo continúan en to-das partes. Bolívar había distinguido con claridad, a partirde las derrotas, las posibilidades reales, y sobreponiéndosea los fracasos “supo en una tremenda lucha por la unidadde los propósitos y esfuerzos, hacer cumplir los planes queen vista de las circunstancias trazó. Uno de los grandestropiezos de su jefatura fue siempre la dicultad regional

o local o personal, para comprender sus grandes estrate-gias. Favoreció la invasión de Guayana por Piar, exaltó losméritos de Páez, colocó en primera la a Mariño, a pesarde problemas personales, y a Bermúdez, a quien no ha- bía permitido embarcar en la primera expedición de LosCayos. Trazó primero la gran estrategia de consolidar una verdadera república en Guayana; amplió sus objetivos ypasó los Andes para golpear bélicamente a los españoles y destruir los resultados de la campaña de Morillo en la

Nueva Granada y desde su vuelta a Venezuela, despuésde Boyacá, comenzó a organizar, a larga fecha, una batalladecisiva, para cuyo logro empleó mil tácticas de batalla,de información, de relaciones, de convencimiento y de es-fuerzo organizativo”.16

El 16 de octubre, frente al muro occidental de la ca-tedral de Angostura, Piar, acusado de auspiciar la guerrade castas y la sedición, es fusilado.

Pero esto es otra historia.

SIMn Bolvar,

jefe SuPreMo De la rePBlIca,caPITn general De loS ejércIToS De venezuelay De nueva granaDa, &., &.

 A los caraqueños:El ejército libertador pisa el territorio de Caracas. Las

armas de la República coronadas de repetidas victorias,no pueden temer a los tiranos que oprimían la patria.

16. Acosta Saignes, op. cit., pp. 214-215.

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Ellos expiraron en los campos de Quebrada Honda, del Alacrán y del Juncal.

Caraqueños: el ejército granadino marcha por los Lla-nos. La División del general Mariño marcha contra Cuma-ná. El general Piar marcha sobre Guayana y el general Arismendi marcha a libertar nuestra capital.

Caraqueños: el período de la tiranía ha terminado.Nuestros soldados son invencibles y debéis recibirloscomo a vuestros protectores. No los temáis.

 Yo vuelo a la cabeza de mis compañeros de armas aromper vuestras cadenas. Ya no habrá más esclavos en Venezuela. Todos los ciudadanos serán iguales ante laley. La cruel España no reinará más tiempo en nuestrascomarcas. Seremos para siempre libres, iguales e inde-pendientes.

Cuartel General del Tuy, 9 de enero de 1817

  Simón Bí 

es pi.

Mó.

ahi g d Idis. Sió d estd. cs. Sitti l. 12. cpid p fis vtt vis. Pbi-

d impt gt d cs, d 22 d d 1817.

SIMn Bolvar,jefe SuPreMo De la rePBlIca De venezuela, &., &.

 A los españoles europeos de los castillos de Guayana.

¡Desgraciados defensores de la tiranía en Venezuela! Vuestra miseria ha tocado mi corazón y ha excitado senti-mientos compasivos en vuestro favor. El amor a la patria,

a la independencia y a la justicia, os hizo tomar las armaspara combatir a los invasores de vuestro suelo la España. Arrastrados después por la fuerza, y más aún por la se-ducción, habéis venido a colmar de calamidades a la ino-cente América, a manchar vuestros timbres, y a cubrirosde ignominia. Multitud de combates han reducido vuestroejército a la nada, y el esfuerzo que os trajo a Coupigní hatenido la misma suerte en Margarita. Ya los americanoshan abandonado vuestras tiránicas banderas: habéis que-dado solos en la lucha: por todas partes os halláis cerca-dos de la muerte y del deshonor.

Españoles europeos. Vuestra Península, vuestros pro-

pios hermanos combaten en el día contra el ingrato e im-bécil Fernando. Abandonad, pues, sus banderas, y abra-zad al n la causa de la justicia, de la libertad y de laindependencia. Tan sólo por estos sagrados motivos esnoble hacer el sacricio de la guerra. No vaciléis entre unhombre y un pueblo, que será vuestro hermano si vosotrosno continuáis vuestra obstinada crueldad, y adoptáis estatierra, que habéis cubierto de sangre, por vuestra propiapatria. Venid a estrecharos con los mismos que hasta aho-

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ra han sido vuestros enemigos: la unión será nuestra divi-sa y vosotros seréis tratados como americanos.

Cuartel General de Casacoima, julio 31 de 1817

 Bí 

e útim s ii di “st diis”, pbbmt

p d ms.

  1818

 Acontecimientos trascendentales en la larga lucha denuestros pueblos contra el colonialismo español (y

contra el estadounidense que se avecinaba) acaecen esteaño. El 5 de abril la batalla de Maipú decide la indepen-dencia de Chile, proclamada cinco meses después, y el su-ceso abre camino a los patriotas sureños para emprender

la campaña del Perú. En los llanos de Venezuela, reunidaslas tropas de Bolívar y Páez, se inicia un nuevo plan deoperaciones. Páez ha obtenido con sus hombres, muchosde los cuales habían integrado las fuerzas de Boves, im-portantes victorias contra los realistas.

La muerte de Pétion en Haití constituye sin embargouna sensible pérdida toda vez que en Europa la llamadaSanta Alianza se fortalece y amenaza: Prusia, Austria, Ru-sia y ahora Inglaterra y Francia deciden en la Conferenciade Aquisgrán apoyarse solidariamente contra los intentosrepublicanos y liberales. Pese a ello, la lucha contra lasmonarquías no se detiene y las ideas democráticas y anti-coloniales ganan cada vez más adeptos en el mundo.

El 14 de agosto Bolívar escribe al sucesor de Pétion, Jean Pierre Boyer, manifestando, junto con las condolen-cias por la muerte de aquel, su esperanza de un prontoreconocimiento y ayuda por parte del gobierno de los Es-tados Unidos de América. La carta, escrita en francés, noaparece en la edición de Lecuna de 1947. La hemos to-mado del epistolario Bolívar-Próceres (Caracas, Edicionesde la Presidencia de la República, 1983, No 59, tomo I.,pp. 134-137). En el texto Bolívar hace votos por el estable-

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cimiento de “relaciones más frecuentes con los valienteshaitianos”. Duele decir, como lo prueba un esclarecedorestudio de Paul Verna17 que los sucesivos gobiernos repu- blicanos bien pronto olvidarán aquella deuda de gratitud.

La respuesta de Bolívar al teniente-general MarianoRenovales, militar español que desde la Península le habíamanifestado su voluntad de integrarse al ejército liberta-dor, puede considerarse un texto altamente signicativo,sobre todo después de los horrores de la guerra a muerte.

En él rearma el Libertador su propósito de deslindar lasdos Españas: “no todos los españoles son nuestros enemi-gos”, dice al general peninsular. El 12 de junio de 1818escribirá sobre ello a Luis López Méndez, quien fungíacomo agente de negocios de Venezuela en Londres: “Mu-cho contribuiría (...) proclamar altamente el principio quedebe ser la base de nuestra política: ‘Paz a la nación es-pañola, y guerra de exterminio a su gobierno actual’ (...)Nada debe omitirse para separar los intereses de la naciónespañola de los de su gobierno”.

En otro documento, dirigido al presidente de las pro- vincias unidas del Río de la Plata, rearma una vez más su visión integracionista: “una sola debe ser la Patria de todos

los americanos”.La correspondencia al ocial inglés G(ustavus) Hip-

pisley es en cambio tan contundente como rearmadorade los principios soberanos de la todavía inconformada re-pública. Hippisley, disgustado —aunque recién llegado—por no ser ascendido a general dizque según convenio

17. Pétion y Bolívar , Caracas, Ediciones de la Presidencia de la Repúbli-ca, 1980.

rmado con López Méndez en Londres, había pedido la baja y proferido destempladas amenazas: “Si los actos delGobierno de Venezuela no tienen fuerza en Inglaterra otrotanto pasa en Venezuela con los de Inglaterra”, respondeBolívar. Hippisley será dado nalmente de baja y se em- barcará para su país el 29 de agosto. Años después, en1826, escribirá al Libertador una carta elogiosa en la queprocuraba dinero.

Las cartas siguientes son en sí mismas demostrativas

de que los hermanos del Norte a los que Bolívar aludía enla Carta de Jamaica como “inmóviles espectadores”, no loeran ya. En 1817, luego de varios incidentes y provocacio-nes, las fuerzas armadas de Estados Unidos de Américaexpulsan de la isla Amelia, entonces posesión española dela Florida, a un grupo de venezolanos y partidarios de lacausa independentista que la habían tomado, encabeza-dos por el general MacGregor y Pedro Gual, Juan GermánRoscio y Lino de Clemente, quienes pensaban instaurarallí una cabeza de puente para ayudar a las luchas de libe-ración de su patria (siglo y medio después, para justicarla invasión a la Cuba revolucionaria, el suceso sería cali-cado por el entonces secretario de Estado norteamericano

Dean Rusk de este modo: “Isla Amelia (territorio españolde la Florida): por orden del presidente Monroe, tropas deEstados Unidos de América desembarcaron y expulsarona un grupo de contrabandistas, aventureros y saqueado-

 res...” (cursivas nuestras).Entre julio y octubre del año 18 tiene lugar entre Bo-

lívar y el agente diplomático estadounidense Bautista Ir- vine un singular intercambio epistolar que acaso pueda,

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Es indecible el placer que tengo en manifestar a V. E.,cuán lisonjera ha sido para el Gobierno de Venezuela laoferta generosa que V. E. le hace de sus importantes ser- vicios, para la continuación de una lucha que no puedemenos de reanimarse por nuestra parte, con el apoyo delos talentos y virtudes militares de tan distinguido gene-ral. El nombre de V. E. ha sido conocido con gloria en la justa guerra que la España sostuvo contra sus invasores.En ella V. E. ha desplegado las cualidades eminentes quecaracterizan al hombre grande: valor para arrostrar elpeligro, inteligencia para vencer, amor a la Patria y odio ala tiranía. V. E., desprendiéndose, con una virtud singular,de todo lo que tiene atractivo para el corazón humano, hasabido despreciar los bienes de la fortuna, para conseguirel honor, la gloria y la libertad, que siempre huyen lejos deuna mansión de esclavos, cual es en el día la España. Yono puedo recordar a V. E. sin un profundo sentimiento, lahorrible situación a que ha reducido ese ingrato rey Fer-nando a la Patria de V. E., no menos que a la mía. Pero yosiento una inmensa complacencia en mi corazón cuandocontemplo que no todos los españoles son nuestros ene-migos, y que la España se honra de haber producido ensu seno almas generosas y espíritus sublimes, que vienencomo ángeles tutelares a sostener la santa causa de lalibertad en este país, antes asolado y ahora aigido porlas armas de su nación. Siendo V. E. uno de estos seres be-nécos, espero aceptará gustoso los tributos de gratitudque, por mi órgano, le paga mi patria.

 V. E. nos hace un verdadero servicio ofreciéndonos suactiva cooperación al restablecimiento de la independen-cia de América; y éste será tanto mayor si V. E. lograatraer a nuestra causa al mayor número posible de mi-litares españoles, que quieran adoptar una patria libre

en el hemisferio americano. Nada es tan precioso paranosotros como la adquisición de militares expertos y ex-perimentados, acostumbrados a nuestros usos e igualesa nosotros en lengua y religión. V. E., y los bravos quetengan la generosidad de acompañarle, serán recibidoscon el honor que merecen los bienhechores de la Repú-blica. Serán admitidos con los grados que les correspon-den por sus méritos y servicios. V. E. debe contar sobreeste particular con todas las seguridades que desee.

El señor Luis López Méndez podrá concluir con V. E. ydemás jefes y ociales las estipulaciones que juzgue V. E.convenientes, antes de emprender su viaje a Venezuela.

Dios guarde a V. E. muchos años.

angoSTura, 12 De junIo De 1818

 al excelenTSIMo Señor SuPreMoDIrecTor De laS ProvIncIaS unIDaSDel ro De la PlaTa, juan MarTnPueyrreDn

Excelentísimo señor:

Tengo el honor de contestar el despacho que, con fecha19 de noviembre de 1816, se ha servido V. E. dirigirme, ycuyo retardo, aunque harto sensible, no ha podido dismi-nuir el inexplicable júbilo de mi corazón al ver iniciadaslas relaciones que mucho tiempo ha deseábamos estable-cer. V.E., salvando los inconvenientes que la distancia, laincomunicación y la falta de vías directas presentaban,ha adelantado un paso que da una nueva vida a ambosgobiernos haciéndonos conocer recíprocamente.

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 V. E. hace a mi patria el honor de contemplarla comoun monumento solitario, que recordará a la América elprecio de la libertad, y renovará la memoria de un pueblomagnánimo e incorruptible. Sin duda, Venezuela consa-grada toda a la santa libertad, ha considerado sus sacri-cios como triunfos. Sus torrentes de sangre, el incendio desus poblaciones, la ruina absoluta de todas las creacionesdel hombre, y aun de la naturaleza, todo lo ha ofrecido enlas aras de la Patria.

Nada es comparable a la bondad con que V. E. me col-ma de elogios inmerecidos. Yo apenas he podido seguircon trémulo paso la inmensa carrera a que mi patria meguía. No he sido más que un débil instrumento puesto enacción por el gran movimiento de mis conciudadanos. Yotributo a V.E. las gracias más expresivas por la honra quemi patria y yo hemos recibido de V.E. y del pueblo inde-pendiente de la América del Sur; de ese pueblo que es lagloria del hemisferio de Colón, el sepulcro de los tiranos yconquistadores, y el baluarte de la independencia ameri-cana. Acepte V.E. los votos de admiración que me apresu-ro a tributar a las virtudes cívicas, a los talentos políticos y a los timbres militares del pueblo de Buenos Aires y suilustre director.

La proclama que V.E. se ha dignado dirigirnos es unabrillante prueba de los sentimientos fraternales y alta-mente generosos de nuestros hermanos del Sur. Con lamayor satisfacción retorno a V.E. la respuesta cordialque, por mi órgano, han querido transmitir mis conciu-dadanos a los hijos del Río de la Plata. En ella sólo debenapreciarse los sentimientos de tierna solicitud que ani-man a todos los venezolanos hacia sus dignos compatrio-tas meridionales.

 V.E. debe asegurar a sus nobles conciudadanos, que nosolamente serán tratados y recibidos aquí como miem-bros de una república amiga, sino como miembros denuestra sociedad venezolana. Una sola debe ser la Patriade todos los americanos, ya que en todo hemos tenidouna perfecta unidad.

Excelentísimo señor: cuando el triunfo de las armas de Venezuela complete la obra de su independencia, o que cir-cunstancias más favorables nos permitan comunicacionesmás frecuentes, y relaciones más estrechas, nosotros nosapresuraremos, con el más vivo interés, a entablar, pornuestra parte, el pacto americano, que, formando de todasnuestras repúblicas un cuerpo político, presente la Amé-rica al mundo con un aspecto de majestad y grandeza sinejemplo en las naciones antiguas. La América así unida, siel cielo nos concede este deseado voto, podrá llamarse lareina de las naciones, y la madre de las repúblicas.

 Yo espero que el Río de la Plata, con su poderoso in-ujo, cooperará ecazmente a la perfección del ediciopolítico a que hemos dado principio desde el primer díade nuestra regeneración.

Dios guarde a V.E. muchos años.Excelentísimo señor.

Bí 

B apú ist st t, p , h 12 d i d 1817 tm v., p. 669; vI, p. 401, s h

dd.

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angoSTura, 19 De junIo De 1818

al Señor coronel g. HIPPISley

Señor coronel:Recuerdo muy bien que en presencia del teniente coro-

nel Roocke y del capitán Chomprey me pidió Vd. permisopara renunciar su grado y volver a Inglaterra; y tambiénme acuerdo muy bien que le concedí a Vd. ese permiso yel de pedir su pasaporte.

Si el teniente coronel Roocke se ha encargado del pri-mer Regimiento de Húsares de Venezuela es porque Vd. lopropuso para comandante del primer escuadrón y yo ac-cedí a su súplica por hacer a Vd. favor; por consiguiente,el teniente coronel no se ha hecho cargo del primer escua-drón ni de la primera compañía, sino de algunos ociales y soldados sueltos.

Juzga Vd. muy bien cuando supone que yo no faltaríaa mi palabra, pero la sorpresa que Vd. maniesta acercade mi carta de ayer es harto extraña, y más extraño toda- vía que Vd. hubiese supuesto que yo hubiera aceptado surenuncia completa y absolutamente sin más formalidadque una simple conversación. Vd. debe conocer muy bienel servicio inglés en el que ignoro si una simple renun-

cia verbal es suciente para dejar el servicio. Vd. deberíasaber que entre nosotros no es así, y si Vd. no lo sabe,debe Vd. saberlo. El mayor Hippisley del ejército de S. M.británica, nada tiene que hacer con el coronel Hippisleyde Venezuela, único a quien conozco y con quien tengoque tratar.

 Vd. no ha entendido mi carta de fecha de ayer, si Vd. su-pone que yo pretenda exonerar al señor López Méndez delas obligaciones estipuladas en los contratos celebrados

con Vd. También hace Vd. bien en pensar que el Gobiernode Venezuela no pretende arruinar a un caballero inglés,cuya única falta ha sido tener entera fe en los poderesconcedidos por el Gobierno de Venezuela al señor LópezMéndez. Vd. sabe, porque lo he repetido mil veces, que loscontratos hechos entre Vd. y el señor López Méndez seráncumplidos religiosamente; y otra vez le repito a Vd., quelos presente Vd. al Gobierno y serán cumplidos.

El Gobierno de Venezuela jamás ha engañado a nadie;pero sí ha sabido castigar la insolencia de aquellos quelo ofenden.

Tiene Vd. razón en esperar que yo no haré nada parallevarlo a Vd. a la desesperación; si Vd. se desespera serápor otras causas que yo ignoro, o tal vez no.

No negaré la justicia que Vd. merece, porque tengo su-ciente dignidad para reconocerla; pero no a causa de susridículas amenazas, que desprecio.

Si los actos del Gobierno de Venezuela no tienen fuer-za en Inglaterra, otro tanto pasa en Venezuela con losde Inglaterra.

Dios guarde a Vd. muchos años.

Bí 

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GUSTAVO PEREIRA

cuarTel general De angoSTura, a 14 De agoSTo De 1818.

 al Señor PreSIDenTe De la rePBlIcaDe HaIT, juan PeDro Boyer

Señor presidente:He sabido con el mayor sentimiento la muerte del presi-

dente Pétion: su patriotismo, su generosidad y las demás virtudes que lo caracterizaban, han excitado mi venera-ción y la de todos mis compatriotas; esa veneración será

tan inmortal como el nombre de Pétion.La amistad y el desinterés con que el pueblo y las auto-

ridades de la República de Haití le dieron hospitalidad alos emigrados de Tierra Firme, nos llenaron del más vivoreconocimiento; y yo particularmente hice votos por suprosperidad y por la conservación de la vida del digno jefeque lo gobernaba.

Esta catástrofe, burlando mis fervientes deseos, arre-bata a Haití uno de sus más bravos defensores y le privade uno de sus más dignos ciudadanos.

Sin embargo, en medio de tantas desgracias, los haitia-nos deben sentirse felices de la nueva elección que acabande hacer llamando a V. E. a la primera magistratura de laRepública, y le ruego que me permita, señor presidente,

presentar a V. E. mis más sinceras felicitaciones.Tengo el honor de dar a V. E. algunos datos acerca de

los asuntos de Venezuela.Sin duda alguna la última campaña hubiera puesto n

al dominio de los españoles, si algunas circunstanciasdesgraciadas, como la falta de municiones, no me hubie-sen obligado a retirarme hasta que esté en aptitud de darun golpe seguro. Este momento no está lejos.

Hemos recibido de Inglaterra gran cantidad de armasde todas clases, y esperamos aún más, según las noticiasque he recibido de Londres. El general Mac Gregor, debellegar en breve con dos mil hombres de tropa y algunosbuques de guerra de primer orden que han sido compra-dos en Inglaterra por cuenta del Estado.

La España se encuentra en un estado muy crítico, y laguerra entre ella y los Estados Unidos de América esinevitable; creo que el Gobierno americano será el pri-mero en reconocer la independencia de Venezuela. Espe-ro, incluso, que nos proporcione algunos recursos, puesacabamos de recibir al señor Irvine, agente de aquelGobierno, quien reside en esta capital. Me complaceríamucho esta alianza, puesto que sería ventajosa para losdos países, y porque es indispensable que los gobiernosamericanos libres se reúnan con el n de consolidar suindependencia y estar así en aptitud de rechazar los es-fuerzos de la tiranía.

Tenemos noticias positivas de haber sido tomadas Qui-to y Lima por los ejércitos de Buenos Aires, y acabo deenviar armas y municiones a los patriotas de la NuevaGranada para terminar la pacicación de esas provincias.Todos los llanos de Caracas están en nuestro poder; tene-mos divisiones en todos los puntos esenciales y el ejércitoprincipal se hallará en condiciones de luchar, y destruirlos últimos esfuerzos del despotismo español. Lo queprueba la debilidad de nuestros enemigos, es que abando-nan todo el interior para concentrarse en Puerto Cabello y estar en posición de evacuar el país en caso de derrota.

En n, señor presidente, considerando el estado de lascosas desde el punto de vista más imparcial, la República jamás se ha encontrado en posición tan ventajosa, y creo

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poder asegurar que el n de este año verá el término de laguerra en Venezuela.

Deseo ardientemente que Venezuela sea libre, con el nde poder establecer relaciones más frecuentes con los va-lientes haitianos, y poder manifestarles los sentimientosfraternales y amistosos de los venezolanos hacia ellos, ylos míos en particular; le ruego, señor presidente, reci-ba la seguridad de mi más distinguida consideración, conque tengo el honor de ser de V. E. humilde y obedienteservidor.

Bí 

ctid m ii.

e sti . B. Ii.

angoSTura, 29 De julIo De 1818

 al Señor agenTe De loS eSTaDoSunIDoS De la aMérIca Del norTe,BauTISTa IrvIne

Señor Agente:Tengo el honor de acusar la recepción de las dos notas

del 25 y 27 del corriente, que antes de ayer se sirvió V. S.poner en mis manos.

La primera no puede ser contestada de un modoformal y razonado sin consultar antes el proceso se-guido para la condena de las goletas mercantes Ti-gre y Libertad pertenecientes a los ciudadanos de los

Estados Unidos del Norte Peabody, Tucker y Coulter.Sólo me atreveré por ahora a adelantar a la consideraciónde V. S. las siguientes observaciones relativas a la segun-da nota.

Los ciudadanos de los Estados Unidos, dueños de lasgoletas Tigre y Libertad, recibirán las indemnizaciones,que por el órgano de V. S. piden por el daño que recibieronen sus intereses, siempre que V. S. no quede plenamen-te convencido de la justicia con que hemos apresado losdos buques en cuestión. Tengo demasiada buena opinióndel carácter elevado de V. S. para no referirme en todoal juicio que debe formar V. S. en su conciencia de nues-tro procedimiento con los ciudadanos americanos, queolvidando lo que se debe a la fraternidad, a la amistad y a los principios liberales que seguimos, han intentado y ejecutado burlar el bloqueo y el sitio de las plazas deGuayana y Angostura, para dar armas a unos verdugos ypara alimentar unos tigres, que por tres siglos han derra-mado la mayor parte de la sangre americana ¡la sangre desus propios hermanos! Yo siento con V. S. un sumo placeresperando que este sea el primero y el último punto dediscusión que haya entre ambas Repúblicas americanas;pero siento un profundo dolor de que el principio de nues-tras transacciones en lugar de ser de congratulaciones,sea, por el contrario, de quejas.

Permítame V. S. observarle que, cuando el Gobierno de Venezuela decretó el bloqueo del río de Orinoco, no so-lamente se propuso, sino que efectuó sitiar las plazasde Guayana y Angostura. Y yo pienso que el sitio de unaplaza o plazas es algo más estrecho que un bloqueo ma-rítimo, y pienso que los sitiadores gozan, por lo menos,de los mismos derechos que los bloqueadores. El ejércitode Venezuela puso sitio a estas dos plazas en los pri-

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meros días de enero, y en esos mismos días publicó elbloqueo y lo hizo efectivo de varios modos, como despuésse manifestará.

En cuanto al daño de los neutrales, que V. S. mencionaen su nota, yo no concibo que puedan alegarse en favorde los dueños del Tigre y la Libertad los derechos, que elderecho de gentes concede a los verdaderos neutrales. Noson neutrales los que prestan armas y municiones de boca y guerra a unas plazas sitiadas y legalmente bloqueadas.Si yo me equivoco en esta aserción tendré grande satis-facción de reconocer mi error.

Concluyendo, por donde he empezado, repito que yo mereero al juicio que V. S. forme de la justicia con que he-mos procedido en la condena de las goletas Tigre y Liber-tad pertenecientes a ciudadanos de los Estados Unidos,en vista de la respuesta que me propongo pasar a V. S.

Tengo el honor de ser con la mayor consideración de V.S. el más atento adicto servidor.

Bí 

angoSTura, agoSTo 6 De 1818

 al Señor B. IrvIne agenTeDe loS eSTaDoS unIDoS De la aMérIcaDel norTe, cerca De la rePBlIcaDe venezuela

Señor Agente:Tengo el honor de responder a la nota de V. S. de 25 de

 julio próximo pasado relativa a las indemnizaciones pe-

didas por las condenas hechas de las goletas americanasTigre y Libertad, apresadas por las fuerzas marítimas de Venezuela.

Para proceder con más orden y claridad se expondránprimero los hechos distintamente, según constan de losprocesos seguidos, y de los diarios de los buques; y des-pués se aplicarán los principios del derecho. Empezarépor la goleta Tigre, en que parecen aquellos más dudosos y complicados.

La Tigre salió del Orinoco a cumplir una contrata cele-brada entre el gobernador español de esta provincia, co-ronel Fitz Geral y Mr. Lamson, en que se obligaba este aretornar en armas y municiones el cargamento de tabacoque le dio aquél. En efecto el 17 de marzo de 1817 (y noel 12 como alega el defensor) salió de Salem con el car-gamento que había ofrecido, y entró en este puerto por elmes de abril: saliendo después, del Orinoco por el mes de julio fue apresada el día 4 con un cargamento, que era enparte el producto de negociaciones anteriores y en partedel último cargamento que introdujo.

Tanto el capitán Tucker como el defensor Lamson ale-gan que ignoraban el bloqueo y sitio; pero el primero secontradice, cuando asegura en su declaración que, estan-do en este puerto, vio salir un convoy español contra lasfuerzas que tenían los patriotas en el río cerca de San Mi-guel y el segundo, cuando en su representación conesaque se hallaba en esta plaza, donde no podía ignorar quehabía un ejército frente de ella y de las fortalezas de laBaja Guayana. Además el diario del buque contiene noti-cias de haber sido apresados por los patriotas algunos bu-ques dentro del río, como en efecto se tomaron por nues-tras fuerzas sutiles un bergantín, una goleta y un guairomercantes, y después todo el apostadero enemigo situa-

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do en la isla de Fajardo. Pero aun cuando no les constaseesto, es sabido que el decreto de bloqueo expedido en 6de enero de 1817, fue publicado en la gaceta de Norfolk,de 6 de marzo de aquel año y consiguientemente es depresumir que lo publicasen otros papeles de los EstadosUnidos. Habiendo sido esta publicación en aquella fecha, y no habiendo salido la Tigre sino el 17 del mismo mes esen sumo grado probable que no ignoraba el bloqueo.

Los hechos con respecto a la Libertad no permitenningún género de discusión. Ella salió de Martinica en elmes de junio con municiones de boca para esta plaza, yestando ya dentro del río encontró con los buques nues-tros que lo bloquaban. Por el comandante de estos supoque no debía seguir: se le mandó regresar y se le auxiliócon un práctico. Después de una conducta tan liberal pornuestra parte, la Libertad fue encontrada de nuevo re-montando el río en contravención del bloqueo ya notica-do. Pruebas que constan de la declaración de su capitánGuillermo Hill y de las deposiciones del señor almirante y comandante Díaz.

De los hechos expuestos nacen dos argumentos con-tra la Tigre. El uno es haber violado el bloqueo y sitiode Guayana, entrando y saliendo de puerto bloqueado ysitiado efectivamente, y el otro haber violado la neutra-lidad introduciendo armas y municiones a nuestros ene-migos. Nadie puede disputar al Gobierno de Venezuelael derecho de declarar en estado de bloqueo un puerto opuertos, poseídos por el enemigo. Sus fuerzas marítimasson capaces de hacer efectiva semejante declaratoria, ylo han manifestado de un modo positivo en el bloqueo delOrinoco. La publicación del decreto de bloqueo en los Es-tados Unidos doce días antes de que saliese la Tigre res-ponden a todas las excepciones alegadas. Si el capitán

de la Tigre no lo supo, como debió, ningún gobierno estáobligado a intimarlo a los individuos sino a las naciones, y nadie puede dudar que uno de los medios de publicarloes por las gacetas.

Prescindiendo de estas consideraciones el segundo ar-gumento es por sí solo bastante para condenar a la Tigrecomo buena presa. Desde el momento en que este buqueintrodujo elementos militares a nuestros enemigos parahacernos la guerra, violó la neutralidad, y pasó de esteestado al beligerante: tomó parte en nuestra contienda afavor de nuestros enemigos, y del mismo modo que, si al-gunos ciudadanos de los Estados Unidos tomasen serviciocon los españoles, estarían sujetos a las leyes que practi-camos contra éstos, los buques que protegen, auxilian osirven su causa deben estarlo y lo están.

Es verdad que si la Tigre hubiese logrado evadirse yhubiera adoptado posteriormente la conducta neutra, deque no debió apartarse, no podría ser condenada; peroella no lo logró y fue apresada en circunstancias que ac-tualmente llenaba las funciones de enemiga; estaba en lasaguas de nuestro territorio con este carácter y conducíaa su bordo parte del producto del contrabando que habíaintroducido. Todas estas circunstancias agravan su causa y doblan nuestro derecho para conscarla.

No es ni aun probable que el viaje redondo que hizo laTigre, en virtud de la contrata, fuese por cuenta del con-signatario Lamson, y no por la de la casa de Peabody yTucker sus dueños. Ningún documento se ha presentadopara calicar esta excepción, y el Gobierno tiene en con-tra los informes que dio el gobernador Cerruti, cuando fuetomado prisionero, de haber celebrado su predecesor unacontrata de armas con una casa de los Estados Unidos.Puede, sin embargo suponerse que sea cierta la exposi-

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ción de Mr. Lamson; pero no por esto se destruye el dere-cho, que nos da contra el buque la infracción del bloqueo, y, lo que es más, de la neutralidad. La Tigre es condena-ble y debe sufrir la pena: sus dueños no debieron etarlapara una negociación que quebrantaba la neutralidad, ysi lo hicieron, se sujetaron a todos los riesgos. Si algu-na cosa tienen que reclamar será contra el consignatarioLamson y no contra el Gobierno de Venezuela, que sólo haaplicado las leyes y las prácticas de las naciones que lacondenaban.

Que la prestación de auxilios militares a una potenciabeligerante es una declaratoria implícita contra su enemi-ga, es un principio incontrovertible y que está conrmadopor la conducta de los mismos Estados Unidos de Amé-rica, donde no se permite que se hagan armamentos deninguna especie por los independientes contra los paísesespañoles, donde han sido detenidos y aprisionados algu-nos ociales ingleses que venían para Venezuela, y dondese ha impedido la extracción de las armas y municionesque podrían venir para el Gobierno de Venezuela. La dife-rencia única que hay es, que cuando es el Gobierno quienlo presta la nación se declara enemiga y cuando son losparticulares sin conocimiento de él, ellos solos se compro-meten, y no se hace responsable la nación. La Tigre, pues,trayendo armas contra Venezuela fue nuestra enemiga, yno puede de ninguna manera acogerse a las leyes de laneutralidad, que había despreciado y violado.

Sólo falta responder a la excepción de que el juicio se si-guió de un modo ilegal, sin permitir el uso de un intérprete y sin oír la defensa. Confesando el capitán Tucker los he-chos que se han expuesto, y no habiéndolos contradicho eldefensor Lamson en su defensa, sino conrmándolos, noeran necesarios otros procedimientos, que sólo servirían

para hacer más costoso el juicio a las partes. Esta mismaconsideración se tuvo presente para no practicar por es-crito todos los demás actos e informaciones que se toma-ron, y los dueños de la Tigre, deberían agradecer, que nose les hubiese agravado con más gastos originados de sumás larga detención y de las costas del proceso.

No puede concebirse como el capitán Tucker alega queno se le permitió hacer su defensa, ni usar de intérprete.Lo primero es evidentemente falso, pues además de la que verbalmente se le oyó, consta en el sumario la que presen-tó por escrito Mr. Lamson. En vano intenta probar su falsaaserción diciendo que la sentencia siguió inmediatamentea su declaración. Basta abrir el sumario seguido, para verque ésta se le tomó el 24 y aquélla no se pronunció sinoel 27 de septiembre. Lo segundo lo es igualmente, porquepreguntándole si necesitaba de intérprete respondió queno, y el haber rmado con su nombre su declaración ma-niesta que supo lo que rmó a menos que quiera decirseque se le forzó a hacerlo. Creo que nadie podrá acusar alGobierno de Venezuela semejante conducta, ni el capitánTucker alega esta excepción.

El derecho para la condena de la goleta Libertad no ad-mite ningún género de duda. Los hechos están uniforme-mente texticados: son incontestables. Alegar ignoranciadel bloqueo y sitio un buque, que salió de Martinica enel mes de junio de 1817, cinco meses después de publi-cado aquél y establecido este cuando las relaciones másfrecuentes de esta plaza en el gobierno español eran conaquella isla, es manifestar un alto desprecio por la verdad y por la buena fe. Sin embargo, el comandante de nuestrascañoneras fue tan liberal, que pasó por un simple dicho, y la mandó salir sin detenerla y auxiliándola. Si despuésse le ha encontrado remontando otra vez el río en abuso

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de nuestra liberalidad y conanza, su infracción ha sidodoblemente grave.

Otra excepción opuesta por el capitán Hill es que nosabía por dónde bajar. Pero un buque que ha podido en-contrar las bocas del Orinoco y entrar por ellas hasta cer-ca de la Antigua Guayana ¿no podrá hacer el mismo viajepara salir aun cuando no se le hubiese dado práctico? Siel capitán Hill dijera que después de haberse separado denuestros buques la escuadrilla española lo obligó a subirpodría pasar por probable su excepción, y a lo menos ledaría derecho para reclamar contra esta nación los malesque se le siguieron de haberlo forzado a quebrantar el blo-queo contra las leyes de la neutralidad.

Si el almirante Brión hizo uso de los buques en cues-tión, antes de ser juzgados, pudieron sus capitanes haberañadido cuándo fue, y las circunstancias que precedierona este hecho. Los buques fueron siempre respetados, y nose habrían empleado nunca en el servicio de la Repúblicasi los mismos capitanes no se hubiesen prestado volunta-riamente a las proposiciones que se les hicieron, y si, enprueba de la cordialidad de sus consentimientos, no hu-biesen ofrecido hasta sus personas. El Gobierno no puededar una prueba más irrefragable de esta verdad que elhaber sido empleados en los buques, después de armados,parte de las mismas tripulaciones, que antes tenían, y al-gunos de los ociales.

Resumiendo la cuestión podríamos presentarla bajoestos dos aspectos; si se ha seguido el proceso con regu-laridad, y si ha habido derecho para dar las condenas.Examinada atentamente la causa seguida contra las gole-tas Tigre y Libertad, sin duda, se encontrarán informali-dades, que se podrán calicar de esenciales por el efectoinevitable de las circunstancias. Pero si estas faltas per-

 judican a algunos es más bien al tribunal que las cometió,que a las partes que V. S. representa. Seguido el juicio porlos trámites más rigurosos, los ciudadanos americanosno habrían ganado más que multiplicar, sin necesidad, laspruebas que existen contra ellos, y aumentan sus perjui-cios y los gastos del proceso que habrían crecido en lamisma proporción. Además si nuestras prácticas judicia-les han sufrido algunas alteraciones en la secuela de este juicio, el mayor agravio ha sido hecho a nuestras leyes, yel único derecho que podría reclamar el extranjero que secree ofendido, es que se vuelva a seguir el juicio conformea los trámites ordinarios.

La cuestión se debe reducir a examinar escrupulosa-mente si el almirantazgo de Venezuela ha tenido derechopara condenar las goletas Tigre y Libertad. La cuestiónno se cambia por el modo con que se ha examinado elhecho, y el derecho no cambia porque está fundado sobreel hecho.

Desde los primeros días de enero de 1817, las plazasde Guayana y Angostura fueron sitiadas hasta el mes deagosto de mismo año. En este tiempo las goletas Tigre yLibertad han venido a traer armas y pertrechos a los si-tiados, y por esto cesan de ser neutrales, se convierten enbeligerantes, y nosotros hemos adquirido el derecho deapresarlas por cualquier medio que pudiésemos ejecutar-lo. En los primeros días de enero hemos publicado el blo-queo del río Orinoco, y desde aquella época empezamos aponer en ejecución dicho bloqueo con todas las fuerzas,que el Gobierno tenía a su disposición. Nuestros buquesmayores cruzaban en las bocas aunque por intervalos, ynuestras fuerzas sutiles que se hallaban estacionadas en-tre la vieja y la nueva Guayana, apresaron en los meses demarzo, abril y mayo un bergantín, una goleta, un guairo

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mercante y el apostadero militar de la isla de Fajardo. Si aprincipios de junio tuvimos un combate con los enemigosen las aguas de Casacoima donde perdimos la mayor par-te de nuestras cañoneras, éstas fueron inmediatamentereemplazadas por las del comandante Díaz y la escuadri-lla del almirante Brión. De este resumen se deduce, que elrío estaba bloqueado por nuestras fuerzas y que ningúnneutro podía auxiliar con armas y municiones las plazassitiadas y bloqueadas sin ejecutar actos hostiles que leharían perder los derechos de neutralidad, si fuese apre-sado por los sitiadores y bloqueadores en su entrada osalida, pues que contra ambas operaciones se oponen lasfuerzas enemigas. Tanto se contraviene en entrar comoen salir de un puerto bloqueado, donde se ha entrado des-pués de establecido bloqueo, y por consiguiente ni el Ti-gre, ni la Libertad tienen legítimos reclamos que hacercontra el almirantazgo de Venezuela.

Si las naciones neutrales hubiesen obligado a nuestrosenemigos a respetar estrictamente el derecho público, y degentes, nuestras ventajas habrían sido innitas, y menostendríamos que quejarnos de los neutros. Pero ha sucedi-do lo contrario en todo el curso de la presente guerra. LaEspaña ha extendido el derecho de bloqueo mucho másallá que la nación británica: ha hecho conscar cuantosbuques neutrales han podido apresar sus corsarios porcualquier causa o pretexto. En la plaza de Cartagena elgeneral Morillo ha prolongado el bloqueo después de toma-da por las armas del rey, y ha tratado como prisioneros deguerra a cuantos neutrales cayeron en sus manos, hacien-do de este modo una innovación tan escandalosa en lasleyes públicas de las naciones. No se ha visto, sin embargo,que ninguna potencia marítima haya reprimido este abusotiránico y atroz, cuando todas las naciones marítimas son

más fuertes que la España. Pretender, pues, que las leyessean aplicables a nosotros, y que pertenezcan a nuestrosenemigos las prácticas abusivas, no es ciertamente justo,ni es la pretensión de un verdadero neutral, es, sí, conde-narnos a las más destructivas desventajas.

¿No sería muy sensible que las leyes las practicase eldébil y los abusos los practicase el fuerte? Tal sería nues-tro destino si nosotros solos respetásemos los principios ynuestros enemigos nos destruyesen violándolos.

Sería, sin duda, muy glorioso para Venezuela que, pa-reciendo la última en la escala de las naciones, fuese lamás religiosa en respetar el derecho escrito de las gentes, y nada sería tan conforme con sus instituciones y objeto,como el ver restablecer la justicia entre los pueblos y lospactos generales que ligan a todos los hombres de todaslas naciones. Pero siendo innitamente lamentable que enesta última época de turbulencia, de agresión y tiranía,nada haya sido tan hollado como el derecho público ¿conqué fuerzas podrá oponerse Venezuela al imperio de lasprácticas opresivas de casi todas las potencias marítimas?

No obstante todas las antecedentes consideraciones yo vuelvo a someter al juicio de V. S. la decisión de esta cues-tión, reriéndome conadamente a la rectitud del discer-nimiento que tan eminentemente distingue a V. S.; bienconvencido de que el Gobierno de Venezuela está pronto,por generosidad, a la devolución de los intereses consca-dos a los dueños de las goletas Tigre y Libertad, siempreque V. S. no se persuada íntimamente de la justicia conque ha obrado el almirantazgo de esta República.

Tengo el honor de ser con la más alta consideración de V. S. el más atento y obediente servidor.

Bí 

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angoSTura, 20 De agoSTo De 1818

 al Señor BauTISTa IrvIne agenTeDe loS eSTaDoS unIDoS De la aMérIcaDel norTe cerca De venezuela

Señor Agente:Sin embargo de que la nota de V. S. fecha de 17 del pre-

sente, que tuve el honor de recibir ayer, no puede conside-

rarse sino como preliminar o preparatoria a la que ofrecedirigirme en contestación a mi respuesta del 6, creo muyconveniente anticipar algunas reexiones que nacen delos mismos principios admitidos en ella por V. S.

 V. S. considera como justa mi indignación con respecto alos protectores o auxiliadores de nuestros feroces enemi-gos; pero añade V. S. que es infundada si se atiende a quecomerciantes neutros, no deben abandonar su profesiónpor hacerse partidarios políticos. Sin sostener lo contra-rio, puedo observar que no encuentro la necesidad de queun neutro abrace este o aquel partido si no quiere aban-donar su profesión, ni concibo que pueda hacerse aplica-ción de este principio a los puertos bloqueados sin destruirlos derechos de las naciones beligerantes. Si la utilidadde los pueblos neutros es el origen y fundamento para noexcluirlos del comercio de las potencias en guerra, estasinteresan contra el que se hace en puertos bloqueados nosolamente la misma razón, sino también el mal que resultade la prolongación de una campaña o guerra que podríaterminarse rindiendo o tomando la plaza reducida a ase-dio. La imparcialidad que es la gran base de la neutralidaddesaparece en el acto en que se socorre a una parte contrala voluntad bien expresada de la otra, que se opone justa-mente y que además no exige ser ella socorrida.

La conducta de la Francia y la Inglaterra en los últi-mos años de su célebre lucha viene muy a propósito enapoyo de esta opinión. Pero yo no intento justicarla, por-que ni creo que nuestro caso en cuestión sea de aquellanaturaleza, ni necesito otros argumentos que los mismospropuestos por V. S. La doctrina citada de Vattel que essin duda la más liberal para los neutros no solamentesostiene poderosamente el derecho con que Venezuela haprocedido en la condena de las goletas Tigre y Libertadsino que da lugar a que recuerde hechos que desearía ig-norar para no verme forzado a lamentarlos. Hablo de laconducta de los Estados Unidos del Norte con respecto alos independientes, del Sur, y de las rigurosas leyes pro-mulgadas con el objeto de impedir toda especie de auxi-lios que pudiéramos procurarnos allí. Contra la lenidadde las leyes americanas se ha visto imponer una pena dediez años de prisión y diez mil pesos de multa, que equi- vale a la de muerte, contra los virtuosos ciudadanos quequisiesen proteger nuestra causa, la causa de la justicia yde la libertad, la causa de la América.

Si es el libre comercio de los neutros para suministrara ambas partes los medios de hacer la guerra, ¿por quése prohíbe en el Norte? ¿por qué a la prohibición se añadela severidad de la pena, sin ejemplo en los anales de laRepública del Norte? ¿No es declararse contra los inde-pendientes negarles lo que el derecho de neutralidad lespermite exigir? La prohibición no debe entenderse sinodirectamente contra nosotros que éramos los únicos quenecesitábamos protección. Los españoles tenían cuantonecesitaban o podían proveerse en otras partes. Nosotrossolos estábamos obligados a ocurrir al Norte así por sernuestros vecinos y hermanos, como porque nos faltabanlos medios y relaciones para dirigirnos a otras potencias.

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taciones y protestas que los interesados han dirigido alsecretario de Estado de los Estados Unidos de América.Si los dueños y etadores de las goletas Tigre y Libertadhan graduado de injusto ultraje el apresamiento de susbuques, que estaban sujetos, por lo menos, a una rigurosadiscusión, no hallo un epíteto con que distinguir la revo-cación a duda de la fe de nuestros actos y procedimientos jurídicos. Yo no me habría atrevido a hacer uso de deposi-ciones que nos constasen, y cuando me referí a los proce-sos fue en la resolución de manifestarlos a V. S. siempreque los exigiese para convencerse más, ellos reposan ori-ginales en la Secretaría de Estado, y serán presentados a V. S. cuando V. S. desee verlos.

 Antes he confesado sin dicultad: que, examinadasatentamente las causas seguidas contra las goletas Tigre y Libertad, se encontrarían informalidades, que podríancalicarse de esenciales, por el efecto inevitable de lascircunstancias. Podría haber alegado, en apoyo de estasinformalidades, el derecho que tiene cada pueblo paradecidir sobre el modo, con que deben averiguarse los he-chos, en que debe fundarse la aplicación de la ley. Apare-ciendo aquellos, poco importa que sea por esta o aquella vía: el derecho es siempre el mismo y en nada se altera.Podría también haber citado el artículo 12 de nuestras or-denanzas de Corso, en que se previene: que los juicios depresas se sigan sumariamente en el término de veinticua-tro horas, o antes si es posible; pero he preferido no haceruso de este derecho por dar una prueba relevante de amora la causa de la justicia. Pretender que un pueblo, quetrata ahora de constituirse, y que para lograrlo sufre todogénero de males de parte de sus enemigos, tenga las mis-mas instituciones que el pueblo más libre y tranquilo delmundo, es exigir imposibles. Basta contemplar por un mo-

mento, con imparcialidad, la situación de Venezuela para justicar su conducta, y admirar su celo por el orden, y suamor y respeto por la justicia y la propiedad.

Previendo con V. S. que mientras no nos penetremos delas circunstancias, y mientras no convengamos en el prin-cipio a que debamos referirnos con respecto a los hechoshay pocas esperanzas de una composición satisfactoria,convine en mi ocio del 6 en que podrían las partes exi-gir que se rehiciere el proceso. Es el único derecho, quela más ilimitada generosidad puede conceder, y sientoque no haya V. S. detenido en esto su atención como elmedio más propio para una transacción. En mi presenterespuesta me propongo, pues, prescindir de los hechos,que supongo conformes a las declaraciones tomadas ennuestro almirantazgo, y sólo me contraeré a los principiosdel derecho. El método exige que empiece por los que V. E.atribuye a las naciones neutras, y que exponga al n losque corresponden a las beligerantes, limitándolos ambosa nuestro caso en cuestión.

Constituido a la cabeza de un pueblo, que proclamandolos principios más perfectos de libertad, no ha ahorradolos sacricios de todo género por sostenerlos, desearía noadmitir sino las máximas más liberales en esta discusión;pero contrariadas estas por la doctrina y práctica generalde las naciones, y muy particularmente por las de nuestraenemiga, me veo obligado a ceder a su poderoso imperio.

El principal argumento, que ha traído V. S. como con- vincente, es el derecho de comercio que no puede negarsea los neutros, y que puede consistir en cualquiera especiede mercadería y aun en elementos de guerra. No me atre- veré a impugnar directamente esta opinión: me limitaré aseñalarle los términos y justas excepciones a que la creosujeta, para conciliar a la vez ambos derechos.

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Es indudable que observando una estricta imparcia-lidad no pueden los neutros ser excluidos del comerciode las naciones en guerra. Los publicistas, sin embargo,se han esforzado en probar que está expuesto a ser con-denado como contrabando, todo cargamento de armas ymuniciones que se encuentre en camino para cualquierpuerto enemigo, y han sostenido sus opiniones con leyesescritas del derecho de gentes, como verá V. S. después. A la verdad es bien sensible que haya prevalecido estalimitación sobre la generalidad de aquella máxima, quees a mi parecer muy conforme al interés de las naciones,porque es el único medio de proveerse de los elementosmilitares las que carecen de ellos. Pero aun admitida contoda esta extensión, no debe nunca aplicarse a los puer-tos bloqueados y a los sitiados, porque dejarían de estarlosiempre que pudiesen recibir socorros de fuera, y en vanose bloquearía o sitiaría un puerto o plaza, si estuviesenlos neutros autorizados para prestarle impunemente losauxilios que necesitase. Semejante principio destruiríalos derechos de la guerra.

La perfecta y estricta imparcialidad es otra conside-ración que debe tenerse muy presente. Sin ella no hayneutralidad, y desvanecida esta cesa todo derecho quese deriva de ella. En mi nota del 20 he hecho algunas ob-servaciones, aunque con suma repugnancia, sobre la con-ducta del Gobierno de los Estados Unidos con respecto anosotros, menos con el objeto de probar su parcialidad,que con el de demostrar la falsedad del principio de la ab-soluta libertad de comercio entre neutros y beligerantes.Los hechos citados en mi ocio del 6, las palabras de laacta del Congreso de 3 de marzo del año próximo pasado, y los resultados o efectos de aquella prohibición, que hansido todos contra los independientes, maniestan, o que

el Gobierno de los Estados Unidos de América ha guarda-do con los españoles consideraciones que no han obradoen nuestro favor, o que no nos ha creído con derecho paracomerciar, como neutros, armas y municiones, cuando haprohibido su extracción. No hago mérito de esto sino comoen adición a las otras muchas razones que justican lascondenas de las goletas Tigre y Libertad. Y estoy íntima-mente convencido de que, por más estricta que hubiesesido su neutralidad, los buques en cuestión la habían vio-lado y eran condenables.

Otro principio de V. S. es que los buques neutros tie-nen derecho para venir a examinar por sí la realidad delbloqueo, puesto que deben ser avisados por la escuadrabloqueadora. Permítase V. S. que yo niegue este principio, y que añada, además que los buques en cuestión estánfuera de este caso, aun cuando se admitiese. Para negarlotengo la autoridad de las decisiones de los almirantazgosde Inglaterra, que han condenado los buques tomados encamino para puerto bloqueado aunque su aprehensiónsea en alta mar, y la práctica de nuestros enemigos losespañoles que han aprehendido y condenado cuantos hanpodido apresar, aun después de rendida la plaza bloquea-da, por la sola sospecha de que venían a auxiliarla. Lagoleta Tigre entró en esta plaza después de establecidoel sitio y el bloqueo, después que habíamos aprehendido varios buques, y si tuvo la fortuna de burlarse de nuestrosapostaderos, tal vez al favor de la escuadrilla enemiga,no prueba esto que el bloqueo y sitio se hubiesen levan-tado. En todo el mes de abril se aprehendieron buquesque conducían víveres y emigración de esta plaza paralas colonias y para el Bajo-Orinoco, y a principios de mayoun bergantín que venía de Europa fue también apresado.Nadie puede dudar que es tomado in delicto un buque que

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sale de un puerto bloqueado, a donde se ha entrado contrasitio y bloqueo. La Tigre no había concluido su viaje y es-taba todavía en el acto del delito. Mi nota del 6 lo demues-tra evidentemente. La goleta Libertad ha sido tratada conel respeto que V. S. quiere exigir: ella fue avisada y sinembargo prosiguió su viaje en desprecio de nuestro aviso.

Si los interesados alegan ignorancia del bloqueo, yoconservo y presentaré a V. S. la gaceta de Norfolk de 6 demarzo. Además puedo presentar el testimonio de los almi-rantes y gobernadores de las Antillas. Si los Estados Uni-dos no tienen una comunicación directa con nosotros, sino nos reconocen, ni nos tratan ¿de qué modo les haremosentender nuestros decretos? Los medios indirectos, queson los que nos quedan, se han empleado, y como pruebapuedo citar la gaceta indicada.

 Antes he dicho, y ahora repito, que no es creíble la ex-cepción de que las propiedades apresadas pertenecían aotro, que al dueño de las que se introdujeron en contra- vención del bloqueo. El capitán Tucker ha confesado queeran en parte el producto de la negociación de armas y enparte el de negociación anterior; pero sin calicar esto,como podía haberlo hecho presentando las facturas, re-gistros y libros de comercio, (como en tales casos se acos-tumbra) en vano se intenta el argumento propuesto por V.S. aun cuando fuese del caso.

Creo haber resumido los derechos que V. S. atribuye alos neutros. Pasemos ya a exponer los de los beligerantes.Suponiendo que V. S. no niega a Venezuela el derecho dedeclarar en estado de bloqueo este o aquel puerto o puer-tos, poseídos por sus enemigos, y que consiguientementeconcede la legitimidad del decreto expedido en enero de1817 declarando en este estado los del Orinoco, expondrélo que los publicistas españoles han juzgado como dere-

cho público y lo que han ejecutado. La retaliación es elderecho más seguro y legítimo de que puede servirse unpueblo en guerra. Las Órdenes del Consejo de Inglaterra aconsecuencia de los decretos de Milán y de Berlín son unejemplo bien terminante y decisivo.

Olmedo en el capítulo 15° tomo 2° del derecho públicode la guerra (recapitulando los tratados y prácticas de laEuropa) dice: “Que aunque las naciones neutrales tienenderecho para exigir el comercio libre en cosas que no sonde contrabando, hay ciertos casos en que de ningún modoles es permitida esta facultad: por ejemplo, en el sitio dealguna plaza especialmente cuando está cercada por ham-bre en cuyo caso ninguna nación puede socorrer con víve-res a los sitiados bajo la pena de perderlos, y aun de sercastigados gravemente los infractores; pues de otro modosería inútil la guerra, habiendo quien pudiese estorbar losprogresos de ella”. Esta doctrina universal y antiquísimaestá conrmada por el artículo 33 de las Ordenanzas deCorso españolas, concebidas en estos términos: “Seránsiempre buena presa todos los géneros prohibidos y decontrabando que se transportaren para el servicio de ene-migos en cualesquiera embarcaciones que se encuentren” y luego continúa: “También se consideran como génerosprohibidos y de contrabando todos los comestibles decualquier especie que sean en caso de ir destinados paraplaza enemiga bloqueada por mar o tierra; pero no están-dolo se dejarán conducir libremente a su destino, siempreque los enemigos de mi corona observen por su parte lamisma conducta”.

Esta es la regla que se observa en los juicios de presaspor los tribunales españoles: es la que han seguido en to-dos tiempos, y si ha sufrido algunas alteraciones es másbien extendiendo su derecho contra los neutros. Tal ha

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sido su conducta en el bloqueo de Cartagena de que hehablado ya a V. S. en otra ocasión.

 Venezuela, que hasta ahora no ha podido ocuparse sinode combatir se ha visto forzada a continuar las leyes yprácticas que la habían regido durante el duro yugo dela España, en cuanto no han sido contrarias a su sistemade libertad e independencia. Si esta ley es injusta, si escontra los derechos de la neutralidad la nación españolaque la ha promulgado y cumplido desde el siglo pasado,debe ser la responsable y no Venezuela, que sin desha-cerse de los monstruos que la despedazan y devoran, nopuede aplicarse a mejorar las instituciones que deben serla consecuencia y no las premisas de su reconocimientoe inscripción en el registro de las naciones libres e inde-pendientes.

Los términos expresos de la ley, que se ha aplicado con-tra las goletas Tigre y Libertad, me eximen de entrar ennuevos detalles sobre si fue o no efectivo el bloqueo marí-timo hasta el mes de junio, como V. S. ha dicho, si una vezestablecido se levantó o relajó, y si nuestras fuerzas erano no sucientes para llevarlo a efecto. La ley condena atodo buque que trata de introducir socorro de armas omuniciones de boca o guerra a una plaza bloqueada pormar o por tierra.

Me parece fuera de propósito probar que nuestrosapostaderos estaban situados de modo que exponían ainminente peligro cualquier buque que intentase entrar osalir de este puerto. Antes de entrar la Tigre, es decir enel mes de marzo, fueron apresados en frente de San Mi-guel varios buques y sostuvimos también allí algunos cho-ques contra los apostaderos militares del enemigo, hastaque al n apresamos el de Fajardo. Si unas fuerzas queinterceptan el comercio, y que baten y apresan los buques

de guerra enemigos, no son sucientes para bloquear unpuerto del río, y si las naciones en guerra no son las quedeben decidir de la especie y número de las fuerzas queemplean en sus operaciones militares, el derecho de blo-queadores será tan vario en indenido como lo son losintereses de cada pueblo.

Si el almirante Brión no entró en el río hasta el mes de junio, fue, porque sus fuerzas no se creyeron necesariasdentro de él, sino cuando quisimos estrechar más las pla-zas y yo no creo que para bloquear un puerto de río seanecesario remontarlo. El río estaba bastante bloqueadocon nuestras fuerzas sutiles y con nuestro ejército de tie-rra que las sostenía mientras que nuestros buques mayo-res hacían sus cruceros en el mar.

Sería prolongar demasiado mi respuesta añadiendomás razones y contestando a cada artículo de la nota de V. S. Me persuado que he satisfecho los principales. Nopuedo, sin embargo, terminar esta carta sin suplicar a V.S. me permita observarle cuán extraña debe parecer laconducta de los capitanes y sobrecargos de las goletas Ti-gre y Libertad por lo injuriosa que es al almirantazgo de Venezuela. La sentencia contra sus buques fue pronuncia-da por el tribunal de almirantazgo que es un tribunal infe-rior. Si ellos se creyeron ofendidos, porque se les hubiesefaltado a la justicia en la forma o de otro modo ¿por qué noprotestaron la sentencia? ¿por qué no apelaron a la auto-ridad suprema? Pero lo que colma el agravio es la declara-ción, en que el capitán Hill arma haberse substituido ensu juicio otras respuestas a las que él dio. Sin duda que elcapitán Hill se ha imaginado que el simple dicho o el dicho jurado de un interesado, puede destruir el testimonio deun juez, que autorizó su deposición con dos testigos, queno tienen siquiera la nota de extranjeros para él, puesto

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que eran sus paisanos. Si se le substituyeron las respues-tas ¿para qué rmó la declaración? El capitán Hill habla yentiende el español, y si desconaba de su juez debió leerél mismo lo que rmaba para no comprometerse.

Creyendo sin ninguna relación con el derecho, que dis-cutimos, el hecho de que V. S. se queja contra el almiran-te, por haber expuesto a venta la goleta Libertad antesde ser condenada, omito las consideraciones que puedopresentar para excusarlo, ya que no sea para justicarlo.Son hechos particulares que no dañan al asunto principal,sino en el modo.

Me lisonjeo con la esperanza de que satisfecho V. S.plenamente quedará transado de un modo satisfactorio elreclamo intentado, que contra todos mis deseos, he vistoprolongar hasta llegar a hacerse molesto para una y otraparte, distrayéndonos del objeto principal con discusionesprolijas sobre el derecho, y con episodios, que sin teneruna estrecha conexión con los hechos no pueden servir debase a la resolución. La cuestión debe quedar reducida aeste pequeño círculo: si los puertos del Orinoco estabanbloqueados o sitiados en el mes de abril cuando entró aesta plaza la Tigre: si continuaban sin interrupción el blo-queo y sitio en el mes de julio cuando fueron apresadasésta saliendo y la Libertad entrando. Demostrado el sitio y bloqueo, o uno de los dos en aquellas fechas, será pre-ciso confesar la infracción de los dos buques encontradosen el teatro de nuestra lucha, y la ley que los condena seaplicará fácilmente.

 Acepte V. S. las renovaciones del aprecio y la alta consi-deración con que soy de V. S. el más atento adicto servidor.

Bí 

angoSTura, 6 De SePTIeMBre De 1818

al Señor B. IrvIne, agenTe De loS eSTaDoS unIDoS De la aMérIcaDel norTe, cerca De venezuela

Señor Agente: A su tiempo he tenido el honor de recibir las dos notas

de V. S. fechas de 25 y 29 del mes próximo pasado. Como

 V. S. se queja en la primera de ver introducida en la discu-sión una nueva materia, he querido aguardar su segundacarta para contraer a ella sola mi respuesta y no extendermás una disgresión que, mezclada accidentalmente ennuestras comunicaciones, no debe distraernos del asuntoprincipal. Mi presente contestación será breve.

No me detendré sino en satisfacer a la única razón queha reforzado V. S. ahora, dándole un valor que no le encon-tré cuando en mi ocio del 6 de agosto la toqué de paso.Tan insignicante me pareció entonces, que no creí nece-sario rebatir en mi último lo que V. S. repuso en el suyo del19, porque me parecía que en nada perjudicaba al dere-cho para la conscación el acto de servirse de los buquesantes de la condena, cuando el Gobierno era responsablede ellos, y cuando los interesados prestaron sus consenti-mientos. Yo suplico a V. S. que relea con detención lo quedije en aquel ocio.

La simple conversión de los buques en nacionales po-dría llamarse apropiación, si hubiese sido contra la volun-tad de los que hacían veces de dueños, y si no hubiesenprecedido proposiciones aceptadas en que el Gobierno secomprometía a la satisfacción de los perjuicios, que re-cibiesen, caso de ser apresados o deteriorados en aquelservicio, y que resultasen absueltos. Los buques debían

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sufrir mucho estando detenidos sin ejercicio mientras nofuesen juzgados, y yo no veo qué mal se les podía seguir deque fuesen empleados, quedando el Gobierno responsablea cualquier accidente de apresamiento etc. Además setuvieron presentes otras razones que no eran desprecia-bles. Esperábamos por momentos que el enemigo evacua-se el río y las plazas que ocupaba y para esto debía forzarnuestra línea de bloqueo. Si los buques que estaban dete-nidos no se armaban serían probablemente apresados, yservirían al enemigo no solamente para transportes sinopara proveerse de los víveres que contenían. Debíamosimpedir al enemigo toda especie de socorro, y no teníamosotro medio para conseguirlo que armarlos. Un cúmulo decircunstancias concurrieron a hacer más urgentes estasrazones: nuestros puertos en la isla de Margarita y costade Cumaná, estaban unos ocupados por Morillo y otrosbloqueados; no teníamos, pues, a donde enviarlos mien-tras terminaba la campaña del Orinoco. Medite V. S. porun instante nuestra delicada situación y se convencerá deque elegimos el partido más prudente y aun el más mo-derado. Podíamos a ejemplo de los españoles forzar losbuques a que nos sirviesen.

En el año de 1814 hemos apresado buques neutrales queestaban empleados en transportar tropas enemigas contranosotros con la bandera inglesa. En la causa, que se lessiguió, no alegaron los capitanes otro pretexto que el dehaber sido compelidos a ello por los españoles, que fueronsin embargo bien servidos y no se ha visto que ninguna na-ción haya reclamado contra esta infracción. Si ellos abu-san impunemente de los buques neutros en nuestro daño¿por qué derecho estamos nosotros obligados a respetar-los más? ¿Y no parece al contrario que nuestro estado deinsurrección hace más excusable nuestras faltas?

La observación de V. S. con respecto al bloqueo, que nocree efectivo porque no pueden unos pocos botes situa-dos arriba de San Miguel bloquear los sesenta o seten-ta caños del Orinoco, ni los puertos que están abajo deaquel punto, no tiene ninguna fuerza, si considera V. S.que el único puerto habilitado del Orinoco ha sido siem-pre la Angostura: este era el que nosotros bloqueábamosmás particularmente: a él entró y de él salió la Tigre. Auncuando admitiésemos, pues, que antes de la llegada delalmirante Brión no había un bloqueo efectivo para todo elOrinoco, es preciso confesar que lo había para Angostura.Más: el artículo 33 de las Ordenanzas de Corso, que anteshe citado, establece terminantemente que incurren en lapena de conscación los buques neutros que vayan des-tinados con víveres o efectos de contrabando para plazabloqueada por mar o por tierra. Si V. S. no se convence deque el bloqueo marítimo de los puertos del Orinoco eraefectivo, basta que lo haya sido el de tierra. Esta ley espa-ñola, única que puede regir nuestra conducta, así porqueno conocemos otra, como porque la represalia nos obli-ga a aplicarla, fue promulgada en 1796, y desde entoncesha estado en uso en presencia de toda la Europa y de losmismos Estados Unidos del Norte. Ninguna potencia la hareclamado y todas han sufrido y visto con indiferencia lasescandalosas transgresiones del derecho público en nues-tra lucha actual. Las intenciones de los neutros han sidoadivinadas, y las adivinaciones han sido bastante causapara pronunciar conscación contra los buques y efectos, y prisión contra las tripulaciones de los buques apresadosen el bloqueo de Cartagena. La conducta de Venezuela hasido incomparablemente más regular: no se le puede atri-buir un acto semejante.

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 V. S. se desentiende en su nota del 29 de este argu-mento que es uno de los más poderosos que propuse enmi anterior. Ya sé que la España no puede dictar leyesa las naciones; pero también sé que las que establezca y practique en odio de Venezuela deben ser practicadaspor ésta en odio de ella. Mientras V. S. no me persuadaque el derecho de retaliación es injusto, creeré que estesolo argumento (prescindiendo del bloqueo marítimo) essuciente para calicar la justicia con que procedimos enlas condenas de las goletas Tigre y Libertad. Los erroreso faltas que se observan en el modo y en los procedimien-tos, son, como he dicho antes, efectos inevitables de lasextraordinarias circunstancias en que nos hallábamos, yno perjudican en nada a lo principal que es el derechofundado en los hechos constantes porque han sido confe-sados judicialmente.

Insensiblemente he prolongado esta carta más de loque deseaba. Para una materia de tan poca importanciahemos extendido demasiado nuestra discusión, que noquiero hacer más molesta añadiendo nuevas razones.Si las que he expuesto en mis cinco comunicaciones noprueban la justicia y rectitud con que se dictaron las con-denas, las más en que pudiera detenerme, solo serviríanpara hacer difusa la conferencia, contra los deseos de V.S. y contra los míos propios.

Renuevo a V. S. los testimonios de aprecio y alta consi-deración con que soy de V. S. el más atento servidor.

Bí 

angoSTura, 29 De SePTIeMBre De 1818

al Señor B. IrvIne, agenTeDe loS eSTaDoS unIDoS De la aMérIcaDel norTe, cerca De venezuela

Señor Agente: Al proponer a V. S. en mi comunicación del 25 el juicio

de árbitros para terminar nuestra presente conferencia,

fue mi objeto principal abreviarla, y apartar de la decisiónhasta la más ligera sombra de parcialidad. No aceptan-do V. S. aquel medio, y extendiendo sus razones sobre losmismos principios, antes alegados, me veo forzado por suúltima nota del 26 a resolver de una vez la cuestión.

En 24 del próximo pasado agosto dije a V. S. que losprocedimientos judiciales de nuestro tribunal de almiran-tazgo serían la regla a que me referiría en la discusión delderecho. Los hechos, que V. S. ha presentado, no destru- yen la verdad de los que constan en los procesos seguidosen nuestro almirantazgo, ni es posible despreciar estos encontraposición de informes particulares sin faltar grave-mente al respeto debido a las leyes.

 Aunque V. S. en sus últimas notas se ha esforzado porprobar, que la Libertad venía a buscar un mercado entre Angostura y Paria, yo no encuentro fundado en ningunaprobabilidad este argumento, y mucho menos el que seinclinase a buscar nuestra escuadra con preferencia. Enel conocimiento del buque constaba que su destino erapara Demerari, y el capitán Hill en su declaración aña-de que haciendo camino hacia allí supo el estado en quese hallaba Angostura, y se dirigió aquí. La segunda par-te del argumento es, no solamente falsa, sino inverosímil.La Libertad fue encontrada por nuestras fuerzas sutiles,

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avisada del bloqueo y mandada salir previniéndole habla-se antes con el almirante Brión que estaba ya en el río.Ella manifestó querer salir mientras estuvieron presentesnuestras cañoneras; pero inmediatamente que se separa-ron éstas siguió su viaje para esta plaza, y fue alcanzadaremontando el río. Si su destino hubiera sido proveer anuestra escuadra, ella habría ido a buscarla, o por lo me-nos, la habría aguardado. Lejos de ser esta su conductaella nos huye y procura burlar nuestro bloqueo. Yo no veoen todo esto un solo hecho que acredite los deseos de ser- vir a nuestros buques.

La consunción de los víveres por nuestras tropas otripulaciones no liberta a los dueños de la Libertad de lapena que merecían por su violación. No puede concebirse,como es que la justicia o injusticia de un hecho depende delas circunstancias o situación en que nos encontrábamos.Según el argumento de V. S. podría decirse que la miseria oabundancia, en que nos hallásemos, debía inuir en el de-recho de conscar la Libertad: pero con la notable diferen-cia de que V. S. quiere que por lo mismo que necesitábamosel cargamento, debimos pagarlo y dejar absuelto el buque.

Si V. S. no se ha convencido de que el derecho de reta-liación es aplicable a los neutros, es porque quiere V. S.confundir la ley pública con la civil de cada pueblo. Unindividuo, es verdad, no tiene derecho para faltar a otro,porque este le haya faltado; la conducta de cada uno debeser conforme a la ley y no conforme a la de sus conciuda-danos. Las naciones se gobiernan por otras reglas. En-tre estas no se conoce ley que pueda obligar a una parte,cuando la contraria se cree fuera de ella. Por repetidasocasiones he demostrado a V. S. que Venezuela está eneste caso en su actual lucha con la España, y además heañadido que aun cuando por derecho de retaliación no

fuesen conscables los buques en cuestión, lo son por lasOrdenanzas de Corso, que rigen en nuestros tribunales dealmirantazgos, hasta que pacicada la República poda-mos mejorar nuestro código e instituciones.

Después de las muchas razones que he presentado a V.S. para demostrar la realidad del bloqueo por mar y tie-rra, cuando me bastaba el segundo, no hallo a qué atribuirla pertinacia de V. S. en sostener la nulidad de ambos, sinoa los informes siniestros o equivocados que habrá recibi-do. La última nota de V. S. me acaba de persuadir que esesta la verdadera causa. De otro modo no se atrevería V.S. a citarme hechos que habiendo pasado por mi vista, losdesconozco cuando V. S. los describe. Tal es el del ber-gantín favorecido por el viento y las corrientes apresadopor un destacamento de nadadores. Sin duda, el que dioa V. S. este informe, había oído hablar de los pasajes delCaura y del Apure, en que algunos nadadores abordaronlas cañoneras enemigas, y confundió estos sucesos conel apresamiento del bergantín tomado por nuestras e-cheras frente de Panapana. Pero es bien lamentable quela fuente de que V. S. extrae todas las noticias, a que sereere con respecto al bloqueo de esta plaza, esté tan vi-ciada o mal instruida de ellas. El apostadero de echeras,situado arriba de la boca del Inerno, se llama en su re-lación cuerpo de caballería, y el acto de remontar el río laLibertad, según las declaraciones del capitán Hill y del al-mirante, V. S. dice que es bajarlo a encontrar la escuadra.Estoy seguro que si V. S. hubiese tenido exactos informesde todas las circunstancias, y si no hubiese creído parcia-les los que yo le he dirigido, habríamos convenido desde elprincipio en la legitimidad de las condenas.

Sin embargo, de todo lo que V. S. ha expuesto para pro-bar la nulidad del bloqueo por la insuciencia de nuestras

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fuerzas, yo creo que él ha sido efectivo. Aun prescindien-do de que cada pueblo en guerra es árbitro absoluto paradecidir sobre la especie y número de tropas que debe em-plear en sus operaciones militares, sin que ningún neutropueda mezclarse en denir las que se necesitan para laempresa, porque esto sería dictar leyes fuera de su ju-risdicción, tengo en apoyo de mi opinión el resultado denuestro bloqueo y el conocimiento de las fuerzas bloquea-das que es la regla más cierta.

Fundado, pues, en todas estas razones y las más deque he instruido a V. S. en mis anteriores comunicacio-nes, a que me reero, creo haber satisfecho y persuadidoa V. S. la justicia con que fueron dictadas las condenas.Las leyes se han cumplido en ellas, y no me juzgo autori-zado para alterarlas o infringirlas a favor de los dueñosde las goletas Tigre y Libertad. Ésta es la única respues-ta que puedo dar a V. S. en conclusión de nuestra presen-te conferencia.

Con sentimientos de la más alta consideración y sin-cera amistad tengo el honor de repetirme de V. S. atento,adicto servidor.

Bí 

angoSTura, 7 De ocTuBre De 1818

al Señor B. IrvIne, agenTeDe loS eSTaDoS unIDoS De la aMérIcaDel norTe, cerca De venezuela

Señor Agente:Tengo el honor de acusar a V. S. la recepción de su nota

de 1o del corriente, en que se despide V. S. de la conferen-

cia sobre las capturas que V. S. insiste en llamar ilegales.Después de haber recibido V. S. una respuesta conclusiva y nal y cuando ya no existen las ilusorias esperanzas decompensación ni de persuasión parecía excusado el pocoprovechoso y superuo empeño de refutar mis asunciones y errores. Si en efecto juzgaba V. S. de este modo cuandoescribía su nota, habría sido mejor que se hubiese ahorra-do la pena de responder mis argumentos, reincidiendo enlas mismas faltas, que procuró corregir, de sus comunica-ciones de 6, 10 y 15 del pasado.

Si los testimonios que V. S. tiene en su poder, siete me-ses ha, son los que ha extractado en el párrafo 2o de sunota, no sé de donde deduzca V. S. que el 3er párrafo de mianterior los conrma. Jamás pude decir que la Libertadfue escoltada por nuestras echeras, ni que la casualidadde haberse varado fuese la causa de haberse separado deellas. Seguramente V. S. habrá leído muy precipitadamen-te el párrafo en cuestión, o no lo ha entendido. Pero auncuando fuese efectiva la escolta o guardia que V. S. quieresuponer, esto no signicaría sino que nuestras echerastemían que la Libertad procediese de tan mala fe comosu conducta posterior demostró. Además de esta observa-ción me permitirá V. S. que añada que nuestra escuadratenía un verdadero interés en no abandonar la Libertad

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mientras no estuviese segura de que no emprendería en-trar a las plazas bloqueadas. La orden que se le dio, paraque hablase con el almirante, fue con el objeto de que él laexaminase, y no para despojarla del cargamento como tangratuitamente se ha querido suponer.

Es bien extraño que remita V. S. la fuerza de mis argu-mentos sobre retaliación a la opinión de cualquier autorque yo pueda citar. La razón y la justicia no necesitan deotros apoyos que de sí mismas para presentarse: los auto-res no les dan ninguna fuerza. En toda mi correspondenciahe evitado las citas, porque sólo sirven para hacerla pesada y enfadosa, y porque he notado que las pocas que he hecho,instado por el ejemplo de V. S., han merecido su desprecio.

Desearía saber el nombre del comandante de la parti-da de caballería llanera nadadora que instruyó a V. S. delapresamiento del bergantín favorecido por el viento y lascorrientes. V. S. reitera este singular pero ilustrativo inci-dente con tal rmeza y seguridad que me inclino a creersea este algún suceso (que no haya llegado hasta ahora ami noticia) diferente del que expuse a V. S. en mi anterior.Es muy difícil que así sea; pero tampoco puedo persuadir-me que haya habido quien se divierta engañando a V. S.con cuentos. V. S. me obligaría muy particularmente citán-dome el autor de éste.

Hasta aquí he podido contestar la nota de V. S. en cues-tión; pero al llegar al párrafo “Pleasant enough in all cons-ciencie!” debo suspender la pluma como he suspendidomi juicio para que no degenere en farsa nuestra corres-pondencia. No me atrevo a creer que sea el objeto de V. S.convertir en ridículo una conferencia seria por sí misma, y por las personas que la tratan, ni puedo persuadirmeque ignore V. S. el paso estrecho y peligroso del Orinocoentre dos peñas, que forman la boca, llamada del Inerno

única causa de equivocación que encuentro en el párra-fo de mi nota transcrito por V. S. en la suya. El prover-bio jocoso de la caballería nadadora, si es que lo ha sido,debe aludir a las brillantes y gloriosas jornadas en quepequeños cuerpos patriotas de esta arma han atravesadoa nado los caudalosos ríos Caura, Caroní y Apure, desalo- jando y batiendo las tropas españolas que se les oponían y abordando buques de guerra. El amor a la Patria, y ala gloria solos han dirigido estas empresas, que, lejos deser risibles, merecen la admiración y aplausos de los quetienen una Patria y aman su libertad. Repito a V. S. lo quehe dicho arriba suplicándole que relea con más atenciónmi ocio del 29. Es preciso querer trastornar su sentidoe invertir sus frases para atribuirse V. S. lo que yo decíade las noticias que ha recibido, privadamente, de fuentesque, a la verdad no están mal instruidas, sino viciadas.

Quisiera terminar esta nota desentendiéndome del pe-núltimo párrafo de la de V. S. porque siendo en extremochocante e injurioso al Gobierno de Venezuela, sería pre-ciso para contestarlo usar del mismo lenguaje de V. S. tancontrario a la modestia y decoro con que por mi parte heconducido la cuestión. El pertinaz empeño y acaloramien-to de V. S. en sostener lo que no es defensible sino atacan-do nuestros derechos, me hace extender la vista más alládel objeto a que la ceñía nuestra conferencia. Parece queel intento de V. S. es forzarme a que reciproque los insul-tos: no lo haré; pero sí protesto a V. S. que no permitiréque se ultraje ni desprecie al Gobierno y los derechos de Venezuela. Defendiéndolos contra la España ha desapare-cido una gran parte de nuestra populación y el resto quequeda ansía por merecer igual suerte. Lo mismo es para Venezuela combatir contra España que contra el mundoentero, si todo el mundo la ofende.

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Concluyo celebrando con V. S. la despedida del asunto,que doy por terminado, y renovándole los testimonios deaprecio y consideración con que tengo el honor de ser de V. S. el más atento adicto servidor.

Bí 

angoSTura, 12 De ocTuBre De 1818al Señor BauTISTa IrvIne,agenTe De loS eSTaDoS unIDoSDe la aMérIca Del norTe, cercaDe venezuela

Señor Agente:Con mucha razón dice V. S. en su nota de 8 del corrien-

te (que tuve el honor de recibir oportunamente) que micomunicación del 7 fue leída con sorpresa de parte de V.S., porque no esperaba una nueva carta sin que hubieseprecedido una nueva proposición. Si la nota de V. S. de 1°del corriente se hubiese limitado a despedirse del asunto,

 y no hubiese V. S. añadido otras observaciones, su sorpre-sa habría sido justa, como lo ha sido la mía al ver renovaruna cuestión que, después de la prolija discusión, ha sidoterminada formalmente por mi parte.

 Aun cuando los argumentos de que V. S. se sirve, fuerannuevos, y no una repetición de los que he respondido ya, nome empeñaría en contestarlos, para que no crea V. S. queacepto y entro otra vez en la conferencia. Reclamo, sin em-bargo, el permiso de V. S. para repetirle que si hay algunas

apariencias o pretextos para negar el bloqueo marítimo deesta plaza, es preciso estar ciego a la luz y a la razón paraarmar, que el de tierra era una fantasma, o por lo menos,es necesario confundir el sitio con el bloqueo, y exigir paraéste lo que no corresponde sino a aquel. La ley de las na-ciones y la española que he citado a V. S. no hablan sinode bloqueo, para el cual basta que se prive a la plaza laintroducción de provisiones, tomando las avenidas o cami-nos sin necesidad de establecer atrincheramientos, ni for-mar líneas de circunvalación, ni contravalación. Jamás fuenuestro objeto sitiar a Angostura: nuestras operaciones yposiciones siempre fueron de bloqueadores.

El hecho de haber incendiado el bergantín no arguyecontra la existencia de nuestras fuerzas sutiles, ni pruebaque fue abordado nadando. Nosotros no teníamos gentede mar para tripularlo, ni puerto cómodo y seguro paraconservarlo. Ésta es la causa para haberlo quemado, lomismo que hicimos con los demás buques mayores quese apresaron, aun cuando eran tomados a gran distanciade las cañoneras enemigas. Las mismas echeras que seapoderaron del bergantín, reforzadas poco después conlas del apostadero de San Miguel, batieron y tomaron losbuques de guerra españoles, situados en Fajardo y pasa-ron al frente de esta plaza, por medio de toda la escuadraespañola, para ir a batir la expedición que salió de aquícontra el apostadero que teníamos establecido arriba dela boca del Inerno. Logrado este suceso, completamente,regresaron a sus antiguas posiciones volviéndose a burlarde la plaza y de los buques de guerra. El coronel EugenioRojas, a quien conozco, y el teniente coronel Rodríguezpodían haber dado a V. S. noticia de todas estas operacio-nes efectivas en lugar de los cuentos que se han divertidoen inventar.

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Nada, de cuanto V. S. diga, puede destruir la superio-ridad de nuestro ejército de tierra sobre el enemigo, y loque V. S. alega para probar insuciencia de nuestras fuer-zas navales, convencerá a lo más, que nuestra escuadrano constaba de tantos buques como la española, que alacto de evacuar las plazas y el río, fue engrosada con losbuques mercantes armados y tripulados con parte de laartillería y con las guarniciones de los puestos que aban-donaba. Pero si éramos tan inferiores ¿por qué no se atre- vió a presentarnos batalla? ¿Por qué en una persecuciónde más de cincuenta leguas no nos esperó, ni nos obligóa desistir de ella? ¿Por qué huyendo en una dispersiónespantosa se dejó apresar una multitud de buques, la ma- yor parte de ellos armados? El valor y la habilidad, se-ñor agente, suplen con ventaja al número. ¡Infelices loshombres si estas virtudes morales no equilibrasen y aunsuperasen las físicas! El amo del reino más poblado seríabien pronto señor de toda la Tierra. Por fortuna se ha vis-to con frecuencia un puñado de hombres libres vencer aimperios poderosos.

Siento que las nuevas luces con que ha querido V. S.ilustrar la cuestión sobre las capturas, lejos de desenga-ñarme como V. S. espera, me conrmen más y más en miopinión de su legalidad. No creo que haya ningún argu-mento bastante fuerte para que pueda contraponerse obalancear siquiera la autoridad de las leyes que se hanaplicado. Así tengo derecho para esperar que cese la co-rrespondencia de que han sido objeto.

Con sinceros sentimientos de amistad y consideracióntengo el honor de ser de V. S. el más atento adicto servidor.

Bí 

  1819

El 22 de octubre de 1818, en proclama publicada dosdías después en el Correo del Orinoco, convoca Bolí-

 var a los venezolanos desde la entrañable refulgencia de la Angostura liberada, a elegir a sus representantes al Con-greso Constituyente que debía instalarse el 1° de enero delaño siguiente. Cumple así porado anhelo expresado des-

de 1816: regularizar, mediante la expresión de la volun-tad popular, el ordenamiento y las funciones de la nuevaRepública. “El Congreso de Venezuela —dice— debe jarla suerte de la República combatida y errante tantos años.Nuestras heridas van a curarse al abrigo de una repre-sentación legítima (...) Elegid por magistrados a los más virtuosos de vuestros conciudadanos y olvidad, si podéis,en vuestras elecciones, a los que os han libertado”. Y na-lizaba: “El clamor de Venezuela es libertad y paz: nuestrasarmas conquistarán la paz, y vuestra sabiduría nos dará lalibertad”.

El cuadro de la guerra ha cambiado. Territorios des-colonizados y sucesos auspiciosos presagian el n del do-minio realista español, aunque ello no tiene por qué darpábulo a la conformidad. La nueva República, aún enciernes, se debate en las hogueras de la conagración yla anarquía, por lo que no habría de ser más, nunca más,la pequeña y aislada “patria boba” de los comienzos: esta vez la unidad debe forjarse al calor de una conciencia depertenencia en una gran nación que oponga el valor y la voluntad de ser libres a toda embestida colonial. La patriadebe ser la América nuestra.

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Cuando nalmente se instala el Congreso, ya noen enero sino el 15 de febrero de 1819, de los trein-ta representantes elegidos sólo podrán asistir veintiséis,entre ellos los neogranadinos Francisco Antonio Zea,quien será designado presidente, José María Vergara, José Ignacio Muñoz y Vicente Uribe, los tres últimos porCasanare. La presencia de éstos y el nombramiento deZea constituyen claros designios de la voluntad integra-dora forticada en la acción. ¿No había sido recibido y

dotado de mando de ejército, seis años atrás, el propioBolívar en Cartagena, y no entregarían después sus vi-das en los campos de batalla de Venezuela neogranadi-nos como Girardot y Ricaurte en la llamada Campaña Admirable? ¿No atravesarán, famélicos y ateridos, a me-nos de seis meses de iniciado el Congreso de Angosturados mil venezolanos semidesnudos, con el propio SimónBolívar a la cabeza, las cimas heladas de los Andes paratriunfar, lejos de tierras y querencias, en las frías laderasde Boyacá?

Las palabras pronunciadas por Bolívar en la sesióninaugural de la Asamblea, pensadas y escritas entre lossobresaltos, llamas y vivaques de la guerra, no velan la

serena visión del sueño inalcanzado de quien sabiéndoseportador del ideario de las vanguardias de la clase socialque dirigió e hizo posibles las insurrecciones antifeudales y antimonárquicas que transformaban el mundo, no ha- bía logrado aún, en medio de los borrascosos desatinos yrefriegas del empeño revolucionario, sino ser débil pajaen el huracán que lo arrastraba y lo impelía. “¿Qué di-ques podría oponer al ímpetu de estas devastaciones?”,

se pregunta. “Fuerzas irresistibles han dirigido la marchade nuestros sucesos; atribuírmelos no sería justo y seríadarme una importancia que no merezco. ¿Queréis cono-cer los autores de los acontecimientos pasados y del ordenactual? Consultad los anales de España, de América, deVenezuela; examinad las leyes de Indias, el régimen delos antiguos mandatarios, la inuencia de la religión y deldominio extranjero; observad los primeros actos del Go- bierno republicano, la ferocidad de nuestros enemigos y el

carácter nacional. No me preguntéis sobre los efectos deestos trastornos para siempre lamentables; apenas se mepuede suponer simple instrumento de los grandes móvilesque han obrado sobre Venezuela (...)”.

El discurso ha recorrido el tiempo como elocuentemensajero de un proyecto abortado por gran parte de losactores que decían representarlo. Como confesaría Bolí- var al nal de su vida, el único bien conquistado, la inde-pendencia, lo había sido a costa de todos los demás.

 Al pasar revista a los asuntos fundamentales y el esta-do actual de la recién nacida y todavía palpitante Repúbli-ca, y al analizar las causas y consecuencias de las marchas y contramarchas de los sucesos, el Libertador descubre

 y propone con lucidez los hilos de Ariadna que a su jui-cio redimirían a los pueblos de cadenas e iniquidades. ElManiesto se pasea por el mundo para desentrañar el ori-gen de los desequilibrios sociales, pero la mayor parte desus previsiones, reparos y proposiciones caen en el vacío.Ni siquiera la manumisión de los esclavos —compromisocontraído con Pétion— encuentra apoyo ni interlocuto-res inmediatos en quienes, como demostraría la historia,

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se cuidarán, consumada la independencia, de adquirir y velar y acrecentar más hacienda que patria. Habrían detranscurrir treinta y cinco años para que se aprobara eldecreto de abolición de la esclavitud en 1854. ¿Qué decirde la concepción y alcances de otras propuestas? ¿De lasrazones, cimientos y límites de la libertad, de la urgenciade la educación popular, de la abolición de los privilegios,de la consagración de las libertades civiles, de la instau-ración de un Poder Moral que promoviese y preservase el

decoro de los funcionarios y el espíritu cívico, de la nece-saria unidad hispanoamericana que además de sus bon-dades inherentes sirviese para contrarrestar las pretensio-nes colonialistas de las potencias?

Sólo unos pocos de los libertadores se atreverán a irhasta el n.

 DIScurSo PronuncIaDoPor el lIBerTaDor anTe el congreSoDe angoSTura el 15 De feBrero De 1819,Da De Su InSTalacIn

Señor. ¡Dichoso el ciudadano que bajo el escudo de lasarmas de su mando ha convocado la Soberanía Nacionalpara que ejerza su voluntad absoluta! Yo, pues, me cuentoentre los seres más favorecidos de la Divina Providencia, ya que he tenido el honor de reunir a los Representantesdel Pueblo de Venezuela en este Augusto Congreso, fuentede la autoridad legítima, depósito de la voluntad soberana y árbitro del destino de la nación.

 Al transmitir a los Representantes del Pueblo el PoderSupremo que se me había conado, colmo los votos de micorazón, los de mis conciudadanos y los de nuestras futu-ras generaciones, que todo lo esperan de vuestra sabidu-ría, rectitud y prudencia. Cuando cumplo con este dulcedeber, me liberto de la inmensa autoridad que me ago-biaba, como de la responsabilidad ilimitada que pesabasobre mis débiles fuerzas. Solamente una necesidad for-zosa, unida a la voluntad imperiosa del pueblo, me habríasometido al terrible y peligroso encargo de dictador jefesupremo de la República. ¡Pero ya respiro devolviéndoosesta autoridad, que con tanto riesgo, dicultad y pena helogrado mantener en medio de las tribulaciones más ho-rrorosas que pueden aigir a un cuerpo social!

No ha sido la época de la República, que he presidido,una mera tempestad política, ni una guerra sangrienta,ni una anarquía popular, ha sido, sí, el desarrollo de to-dos los elementos desorganizadores: ha sido la inunda-ción de un torrente infernal que ha sumergido la tierrade Venezuela. Un hombre ¡y un hombre como yo! ¿Quédiques podría oponer al ímpetu de estas devastaciones?En medio de este piélago de angustias no he sido más queun vil juguete del huracán revolucionario que me arreba-taba como una débil paja. Yo no he podido hacer ni bien nimal: fuerzas irresistibles han dirigido la marcha de nues-tros sucesos: atribuírmelos no sería justo, y sería darmeuna importancia que no merezco. ¿Queréis conocer losautores de los acontecimientos pasados y del orden ac-tual? Consultad los anales de España, de América, de Ve-nezuela: examinad las leyes de Indias, el régimen de losantiguos mandatarios, la inuencia de la religión y del do-minio extranjero: observad los primeros actos del Gobier-no Republicano, la ferocidad de nuestros enemigos y el

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carácter nacional. No me preguntéis sobre los efectos deestos trastornos para siempre lamentables; apenas se mepuede suponer simple instrumento de los grandes móvilesque han obrado sobre Venezuela; sin embargo mi vida, miconducta, todas mis acciones públicas y privadas estánsujetas a la censura del pueblo. ¡Representantes! voso-tros debéis juzgarlas. Yo someto la historia de mi mando a vuestra imparcial decisión; nada añadiré para excusarla; ya he dicho cuanto puede hacer mi apología. Si merezco vuestra aprobación, habré alcanzado el sublime título debuen ciudadano, preferible para mí al de Libertador queme dio Venezuela, al de Pacicador que me dio Cundina-marca, y a los que el mundo entero puede dar.

¡Legisladores! Yo deposito en vuestras manos el mandosupremo de Venezuela. Vuestro es ahora el augusto deberde consagraros a la felicidad de la República: en vuestrasmanos está la balanza de nuestros destinos, la medida denuestra gloria: ellas sellarán los decretos que jen nues-tra Libertad. En este momento el jefe supremo de la Repú-blica no es más que un simple ciudadano; y tal quiere que-dar hasta la muerte. Serviré sin embargo en la carrera delas armas mientras haya enemigos en Venezuela. Multitudde beneméritos hijos tiene la Patria capaces de dirigirla,talentos, virtudes, experiencia y cuanto se requiere paramandar a hombres libres, son el patrimonio de muchosde los que aquí representan el Pueblo; y fuera de este So-berano Cuerpo se encuentran ciudadanos que en todasépocas han mostrado valor para arrostrar los peligros,prudencia para evitarlos, y el arte en n de gobernarse yde gobernar a otros. Estos ilustres varones merecerán sinduda los sufragios del Congreso y a ellos se encargará delGobierno, que tan cordial y sinceramente acabo de renun-ciar para siempre.

La continuación de la autoridad en un mismo indivi-duo frecuentemente ha sido el término de los GobiernosDemocráticos. Las repetidas elecciones son esencialesen los sistemas populares, porque nada es tan peligrosocomo dejar permanecer largo tiempo en un mismo Ciuda-dano el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle, y élse acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usur-pación y la tiranía. Un justo celo es la garantía de la Li-bertad Republicana, y nuestros Ciudadanos deben temercon sobrada justicia que el mismo magistrado, que los hamandado mucho tiempo, los mande perpetuamente.

 Ya, pues, que por este acto de mi adhesión a la libertad de Venezuela puedo aspirar a la gloria de ser contado entresus más eles amantes; permitidme, Señor, que expongacon la franqueza de un verdadero republicano mi respe-tuoso dictamen en este Proyecto de Constitución que metomo la libertad de ofreceros en testimonio de la sinceri-dad y del candor de mis sentimientos. Como se trata de lasalud de todos, me atrevo a creer que tengo derecho paraser oído por los Representantes del Pueblo. Yo sé muybien que vuestra sabiduría no ha menester de consejos, y sé también que mi proyecto acaso, os parecerá erróneo,impracticable. Pero, Señor, aceptad con benignidad estetrabajo, que más bien es el tributo de mi sincera sumisiónal Congreso que el efecto de una levedad presuntuosa. Porotra parte, siendo vuestras funciones la creación de uncuerpo político y aun se podría decir la creación de unasociedad entera, rodeada de todos los inconvenientes quepresenta una situación la más singular y difícil, quizás elgrito de un Ciudadano puede advertir la presencia de unpeligro encubierto o desconocido.

Echando una ojeada sobre lo pasado, veremos cuál esla base de la República de Venezuela.

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Tierra? ¿No tiene la Francia catorce siglos de Monarquía?¿Quién es más grande que la Inglaterra? Estas naciones,sin embargo, han sido o son aristocracias y monarquías.

 A pesar de tan crueles reexiones, yo me siento arre-batado de gozo por los grandes pasos que ha dado nues-tra República al entrar en su noble carrera. Amando lomás útil, animada de lo más justo, y aspirando a lo másperfecto al separarse Venezuela de la nación española,ha recobrado su independencia, su libertad, su igualdad,su soberanía nacional. Constituyéndose en una repúblicademocrática, proscribió la monarquía, las distinciones, lanobleza, los fueros, los privilegios: declaró los derechosdel hombre, la libertad de obrar, de pensar, de hablar y deescribir. Estos actos eminentemente liberales jamás se-rán demasiado admirados por la pureza que los ha dicta-do. El primer Congreso de Venezuela ha estampado en losanales de nuestra legislación con caracteres indelebles,la majestad del Pueblo dignamente expresada, al sellar elacto social más capaz de formar la dicha de una nación.Necesito recoger todas mis fuerzas para sentir con toda la vehemencia de que soy susceptible, el supremo bien queencierra en sí este código inmortal de nuestros derechos y de nuestras leyes. ¡Pero cómo osaré decirlo! ¿Me atre- veré yo a profanar con mi censura las tablas sagradas denuestras leyes...? Hay sentimientos que no se pueden con-tener en el pecho de un amante de la patria; ellos rebosanagitados por su propia violencia, y a pesar del mismo quelos abriga, una fuerza imperiosa los comunica. Estoy pe-netrado de la idea de que el Gobierno de Venezuela debereformarse; y que aunque muchos ilustres ciudadanospiensan como yo, no todos tienen el arrojo necesario paraprofesar públicamente la adopción de nuevos principios.

Esta consideración me insta a tomar la iniciativa en unasunto de la mayor gravedad, y en que hay sobrada auda-cia en dar avisos a los consejeros del pueblo.

Cuanto más admiro la excelencia de la ConstituciónFederal de Venezuela, tanto más me persuado de la im-posibilidad de su aplicación a nuestro Estado. Y según mimodo de ver es un prodigio que su modelo en el Norte de América subsista tan prósperamente y no se trastorne alaspecto del primer embarazo o peligro. A pesar de queaquel pueblo es un modelo singular de virtudes políticas y de ilustración moral; no obstante que la libertad ha sidosu cuna, se ha criado en la libertad, y se alimenta de puralibertad: lo diré todo, aunque bajo de muchos respectos,este Pueblo es único en la historia del género humano, esun prodigio, repito, que un sistema tan débil y complica-do como el Federal haya podido regirlo en circunstanciastan difíciles y delicadas como las pasadas. Pero sea lo quefuere, de este gobierno con respecto a la nación ameri-cana, debo decir, que ni remotamente ha entrado en miidea asimilar la situación y naturaleza de los Estados tandistintos como el inglés americano y el americano espa-ñol. ¿No sería muy difícil aplicar a España el código delibertad política, civil y religiosa de Inglaterra? Pues aunes más difícil adaptar en Venezuela las leyes del Norte de América. ¿No dice el espíritu de las leyes que éstas de-ben ser propias para el pueblo que se hacen? ¿Qué es unagran casualidad que las de una nación puedan convenira otra? ¿Que las leyes deben ser relativas a lo físico delpaís, al clima, a la calidad del terreno, a su situación, asu extensión, al género de vida de los Pueblos? ¿Referirseal grado de libertad que la Constitución puede sufrir, ala Religión de los habitantes, a sus inclinaciones, a sus

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riquezas, a su número, a su comercio, a sus costumbres, asus modales? ¡He aquí el código que debíamos consultar, y no el de Washington!!!

La Constitución venezolana sin embargo de habertomado sus bases de la más perfecta, si se atiende a lacorrección de los principios y a los efectos benécos desu administración dirió esencialmente de la americanaen un punto cardinal, y sin duda el más importante. ElCongreso de Venezuela como el americano participa dealgunas de las atribuciones del Poder Ejecutivo. Nosotrosademás, subdividimos este poder habiéndolo cometido aun cuerpo colectivo sujeto por consiguiente a los incon- venientes de hacer periódica la existencia del Gobierno,de suspenderla y disolverla siempre que se separan susmiembros. Nuestro triunvirato carece, por decirlo así, deunidad, de continuación, y de responsabilidad individual;está privado de acción momentánea, de vida continua, deuniformidad real, de responsabilidad inmediata, y un Go-bierno que no posee cuanto constituye su moralidad, debellamarse nulo.

 Aunque las facultades del presidente de los EstadosUnidos están limitadas con restricciones excesivas, ejercepor sí solo todas las funciones gubernativas que la Consti-tución le atribuye, y es indubitable que su Administracióndebe ser más uniforme, constante y verdaderamente pro-pia, que la de un poder diseminado entre varios individuoscuyo compuesto no puede ser menos que monstruoso.

El Poder Judiciario en Venezuela es semejante al ame-ricano, indenido en duración, temporal y no vitalicio;goza de toda la independencia que le corresponde.

El primer Congreso en su Constitución Federal másconsultó el espíritu de las provincias, que la idea sólidade formar una República indivisible y central. Aquí ce-

dieron nuestros legisladores al empeño inconsiderado deaquellos provinciales seducidos por el deslumbrante bri-llo de la felicidad del Pueblo americano, pensando que, lasbendiciones de que goza son debidas exclusivamente a laforma de Gobierno y no al carácter y costumbres de losCiudadanos. Y en efecto, el ejemplo de los Estados Uni-dos por su peregrina prosperidad era demasiado lisonjeropara que no fuese seguido. ¿Quién puede resistir al atrac-tivo victorioso del goce pleno y absoluto de la soberanía,de la independencia, de la libertad? ¿Quién puede resistiral amor que inspira un gobierno inteligente que liga a unmismo tiempo, los derechos particulares, a los derechosgenerales: que forma de la voluntad común la Ley Supre-ma de la voluntad individual? ¿Quién puede resistir al im-perio de un gobierno bienhechor que con una mano hábil,activa, y poderosa dirige siempre, y en todas partes, todossus resortes hacia la perfección social, que es el n únicode las instituciones humanas?

Mas por halagüeño que parezca, y sea en efecto estemagníco Sistema Federativo, no era dado a los venezo-lanos gozarlo repentinamente al salir de las cadenas. Noestábamos preparados para tanto bien; el bien, como elmal, da la muerte cuando es súbito y excesivo. NuestraConstitución Moral no tenía todavía la consistencia nece-saria para recibir el benecio de un Gobierno completa-mente Representativo, y tan sublime cuanto que podía seradaptado a una República de Santos.

¡Representantes del pueblo! Vosotros estáis llamadospara consagrar, o suprimir cuanto os parezca digno de serconservado, reformado, o desechado en nuestro pacto so-cial. A vosotros pertenece el corregir la obra de nuestrosprimeros legisladores; yo querría decir, que a vosotrostoca cubrir una parte de la belleza que contiene nuestro

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código político; porque no todos los corazones están for-mados para amar a todas las beldades; ni todos los ojos,son capaces de soportar la luz celestial de la perfección.El libro de los Apóstoles, la moral de Jesús, la obra Divi-na que nos ha enviado la Providencia para mejorar a loshombres, tan sublime, tan Santa, es un diluvio de fuego enConstantinopla, y el Asia entera ardería en vivas llamas,si este libro de paz se le impusiese repentinamente porCódigo de Religión, de Leyes y de costumbres.

Séame permitido llamar la atención del Congreso so-bre una materia que puede ser de una importancia vital.Tengamos presente que nuestro Pueblo no es el europeo,ni el americano del Norte, que más bien es un compuestode África y de América, que una emanación de la Europa;pues que hasta la España misma, deja de ser europea porsu sangre africana, por sus instituciones, y por su carácter.Es imposible asignar con propiedad, a qué familia humanapertenecemos. La mayor parte del indígena se ha aniqui-lado, el europeo se ha mezclado con el americano y con elafricano, y éste se ha mezclado con el indio y con el euro-peo. Nacidos todos del seno de una misma Madre, nuestrospadres diferentes en origen y en sangre, son extranjeros, ytodos dieren visiblemente en la epidermis; esta deseme- janza trae un reato de la mayor trascendencia.

Los Ciudadanos de Venezuela gozan todos por la Cons-titución, intérprete de la naturaleza, de una perfectaigualdad política. Cuando esta igualdad no hubiese sidoun dogma en Atenas, en Francia, y en América, debería-mos nosotros consagrarlo para corregir la diferencia queaparentemente existe. Mi opinión es, legisladores, que elprincipio fundamental de nuestro sistema, depende inme-diata y exclusivamente de la igualdad establecida y prac-ticada en Venezuela. Que los hombres nacen todos con

derechos iguales a los bienes de la sociedad, está sancio-nado por la pluralidad de los sabios; como también lo está,que no todos los hombres nacen igualmente aptos a la ob-tención de todos los rangos; pues todos deben practicar la virtud y no todos la practican; todos deben ser valerosos, y todos no lo son, todos deben poseer talentos, y todosno los poseen. De aquí viene la distinción efectiva que seobserva entre los individuos de la sociedad más liberal-mente establecida. Si el principio de la igualdad políticaes generalmente reconocido, no lo es menos el de la des-igualdad física y moral. La naturaleza hace a los hombresdesiguales, en genio, temperamento, fuerzas y caracteres.Las leyes corrigen esta diferencia porque colocan al indi- viduo en la sociedad para que la educación, la industria,las artes, los servicios, las virtudes, le den una igualdadcticia, propiamente llamada política y social. Es una ins-piración eminentemente benéca, la reunión de todas lasclases en un Estado, en que la diversidad se multiplicabaen razón de la propagación de la especie. Por este solopaso se ha arrancado de raíz la cruel discordia. ¡Cuántoscelos, rivalidades y odios se han evitado!

Habiendo ya cumplido con la justicia, con la humani-dad, cumplamos ahora con la política, con la sociedad,allanando las dicultades que opone un sistema tan sen-cillo y natural, mas tan débil que el menor tropiezo lotrastorna, lo arruina. La diversidad de origen requiere unpulso innitamente rme, un tacto innitamente delicadopara manejar esta sociedad heterogénea cuyo complicadoarticio se disloca, se divide, se disuelve con la más ligeraalteración.

El sistema de Gobierno más perfecto, es aquel que pro-duce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de se-guridad social, y mayor suma de estabilidad política. Por

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las leyes que dictó el primer Congreso tenemos derechode esperar que la dicha sea el dote de Venezuela; y por las vuestras, debemos lisonjearnos que la seguridad y la esta-bilidad eternizarán esta dicha. A vosotros toca resolver elproblema. ¿Cómo, después de haber roto todas las trabasde nuestra antigua opresión podemos hacer la obra mara- villosa de evitar que los restos de nuestros duros hierrosno se cambien en armas liberticidas? Las reliquias de ladominación española permanecerán largo tiempo antesque lleguemos a anonadarlas: el contagio del despotismoha impregnado nuestra atmósfera, y ni el fuego de la gue-rra, ni el especíco de nuestras saludables leyes han pu-ricado el aire que respiramos. Nuestras manos ya estánlibres, y todavía nuestros corazones padecen de las dolen-cias de la servidumbre. El hombre, al perder la libertad,decía Homero, pierde la mitad de su espíritu.

Un gobierno republicano ha sido, es, y debe ser el de Venezuela; sus bases deben ser la Soberanía del Pueblo: ladivisión de los Poderes, la libertad civil, la proscripción dela esclavitud, la abolición de la Monarquía, y de los privile-gios. Necesitamos de la igualdad para refundir, digámosloasí, en un todo, la especie de los hombres, las opinionespolíticas, y las costumbres públicas. Luego extendiendola vista sobre el vasto campo que nos falta por recorrer,jemos la atención sobre los peligros que debemos evitar.Que la historia nos sirva de guía en esta carrera. Atenasla primera nos da el ejemplo más brillante de una Demo-cracia absoluta, y al instante, la misma Atenas, nos ofre-ce el ejemplo más melancólico de la extrema debilidad deesta especie de Gobierno. El más sabio legislador de Gre-cia no vio conservar su República diez años, y sufrió la hu-millación de reconocer la insuciencia de la Democraciaabsoluta, para regir ninguna especie de sociedad, ni aun

la más culta, morígera y limitada, porque sólo brilla conrelámpagos de libertad. Reconozcamos, pues, que Solónha desengañado al mundo; y le ha enseñado, cuán difíciles dirigir por simples leyes a los hombres.

La República de Esparta que parecía una invención qui-mérica, produjo más efectos reales que la obra ingeniosade Solón. Gloria, virtud, moral, y por consiguiente la felici-dad nacional, fue el resultado de la Legislación de Licurgo. Aunque dos reyes en un Estado son dos monstruos paradevorarlo, Esparta poco tuvo que sentir de su doble trono:en tanto que Atenas se prometía la suerte más espléndida,con una soberanía absoluta, libre elección de magistrados,frecuentemente renovados, leyes suaves, sabias y políticas.Pisístrato, usurpador y tirano fue más saludable a Atenasque sus leyes; y Pericles aunque también usurpador, fue elmás útil Ciudadano. La República de Tebas no tuvo más vida que la de Pelópidas y Epaminondas; porque a vecesson los hombres, no los principios, los que forman los Go-biernos. Los códigos, los sistemas, los estatutos por sa-bios que sean son obras muertas que poco inuyen sobrelas sociedades: ¡hombres virtuosos, hombres patriotas,hombres ilustrados constituyen las Repúblicas!

La Constitución romana es la que mayor poder y fortu-na ha producido a ningún pueblo del mundo; allí no habíauna exacta distribución de los poderes. Los cónsules, elSenado, el Pueblo, ya eran legisladores, ya magistrados, ya jueces; todos participaban de todos los poderes. ElEjecutivo, compuesto de dos cónsules, padecía el mismoinconveniente que el de Esparta. A pesar de su deformi-dad no sufrió la República la desastrosa discordancia quetoda previsión habría supuesto inseparable, de una Ma-gistratura compuesta de dos individuos, igualmente au-torizados con las facultades de un monarca. Un Gobierno

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ponden, y no es susceptible de una reforma esencial, por-que la Constitución le ha dado el origen, la forma y lasfacultades que requiere la voluntad del Pueblo para serlegítima y competentemente representada. Si el Senadoen lugar de ser electivo fuese hereditario, sería en mi con-cepto la base, el lazo, el alma de nuestra República. Estecuerpo en las tempestades políticas pararía los rayos delGobierno, y rechazaría las olas populares. Adicto al Go-bierno por el justo interés de su propia conservación, seopondría siempre a las invasiones que el Pueblo intentacontra la jurisdicción y la autoridad de sus magistrados.Debemos confesarlo: los más de los hombres desconocensus verdaderos intereses, y constantemente procuranasaltarlos en las manos de sus depositarios: el individuopugna contra la masa, y la masa contra la autoridad. Portanto, es preciso que en todos los Gobiernos exista uncuerpo neutro que se ponga siempre de parte del ofen-dido, y desarme al ofensor. Este cuerpo neutro para quepueda ser tal, no ha de deber su origen a la elección delGobierno, ni a la del Pueblo; de modo que goce de unaplenitud de independencia que ni tema, ni espere nadade estas dos fuentes de autoridad. El Senado hereditariocomo parte del Pueblo, participa de sus intereses, de sussentimientos, y de su espíritu. Por esta causa no se debepresumir que un Senado hereditario se desprenda de losintereses populares, ni olvide sus deberes Legislativos.Los senadores en Roma, y los lores en Londres han sidolas columnas más rmes sobre las que se ha fundado eledicio de la libertad política y civil.

Estos senadores serán elegidos la primera vez por elCongreso. Los sucesores al Senado llaman la primeraatención del Gobierno, que debería educarlos en un Co-legio especialmente destinado para instruir aquellos tu-

tores, legisladores futuros de la Patria. aprenderían lasartes, las ciencias y las letras que adornan el espíritu deun hombre público: desde su infancia ellos sabrían a quécarrera la Providencia los destinaba, y desde muy tiernoselevarían su alma a la dignidad que los espera.

De ningún modo sería una violación de la igualdad po-lítica la creación de un Senado hereditario; no es una no-bleza la que pretendo establecer porque como ha dichoun célebre republicano, sería destruir a la vez la igualdad y la libertad. Es un ocio para el cual se deben prepa-rar los candidatos, y es un ocio que exige mucho saber, y los medios proporcionados para adquirir su instruc-ción. Todo no se debe dejar al acaso y a la ventura en laselecciones: el Pueblo se engaña más fácilmente que la na-turaleza perfeccionada por el arte; y aunque es verdadque estos senadores no saldrían del seno de las virtudes,también es verdad que saldrían del seno de una educaciónilustrada. Por otra parte los libertadores de Venezuela sonacreedores a ocupar siempre un alto rango en la Repúbli-ca que les debe su existencia. Creo que la posteridad veríacon sentimiento, anonadados los nombres ilustres de susprimeros bienhechores: digo más, es del interés público,es de la gratitud de Venezuela, es del honor nacional, con-servar con gloria hasta la última posteridad, una raza dehombres virtuosos, prudentes y esforzados que superan-do todos los obstáculos, han fundado la República a costade los más heroicos sacricios. Y si el Pueblo de Venezue-la no aplaude la elevación de sus bienhechores, es indignode ser libre, y no lo será jamás.

Un Senado hereditario, repito, será la base fundamen-tal del Poder Legislativo, y por consiguiente será la basede todo Gobierno. Igualmente servirá de contrapeso parael Gobierno y para el pueblo: será una potestad intermedia

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que embote los tiros que recíprocamente se lanzan estoseternos rivales. En todas las luchas la calma de un tercero viene a ser el órgano de la reconciliación, así el Senado de Venezuela será la traba de este edicio delicado y hartosusceptible de impresiones violentas: será el Iris que cal-mará las tempestades y mantendrá la armonía entre losmiembros y la cabeza de este cuerpo político.

Ningún estímulo podrá adulterar un Cuerpo Legislati- vo investido de los primeros honores, dependiente de símismo sin temer nada del pueblo, ni esperar nada del Go-bierno: que no tiene otro objeto que el de reprimir todoprincipio de mal, y propagar todo principio de bien; y queestá altamente interesado en la existencia de una socie-dad en la cual participa de sus efectos funestos o favo-rables. Se ha dicho con demasiada razón que la Cámara Alta de Inglaterra, es preciosa para la nación porque ofre-ce un baluarte a la libertad; y yo añado que el Senado de Venezuela no sólo sería un baluarte de la libertad, sino unapoyo para eternizar la República.

El Poder Ejecutivo británico está revestido de toda laautoridad Soberana que le pertenece; pero también estácircunvalado de una triple línea de diques, barreras, y es-tacadas. Es jefe del Gobierno, pero sus ministros y sub-alternos dependen más de las leyes que de su autoridad,porque son personalmente responsables, y ni aun lasmismas órdenes de la autoridad real los eximen de estaresponsabilidad. Es generalísimo del Ejército y de la Ma-rina; hace la paz, y declara la guerra; pero el Parlamentoes el que decreta anualmente las sumas con que debenpagarse estas fuerzas militares. Si los tribunales y juecesdependen de él, las leyes emanan del Parlamento que lasha consagrado. Con el objeto de neutralizar su poder, esinviolable, y sagrada la persona del rey: y al mismo tiem-

po que le dejan libre la cabeza le ligan las manos con quedebe obrar. El Soberano de la Inglaterra tiene tres formi-dables rivales, su Gabinete que debe responder al Pueblo y al Parlamento: el Senado que deende los intereses delPueblo como Representante de la Nobleza de que se com-pone; y la Cámara de los Comunes que sirve de órgano yde Tribuna al Pueblo británico. Además como los juecesson responsables del cumplimiento de las leyes, no se se-paran de ellas, y los administradores del erario, siendoperseguidos no solamente por sus propias infracciones,sino aun por las que hace el mismo Gobierno, se guar-dan bien de malversar los fondos públicos. Por más quese examine la naturaleza del Poder Ejecutivo en Inglate-rra, no se puede hallar nada que no incline a juzgar quees el más perfecto modelo, sea para un Reino, sea parauna Aristocracia, sea para una Democracia. Aplíquese a Venezuela este Poder Ejecutivo en la persona de un presi-dente, nombrado por el Pueblo o por sus representantes, y habremos dado un gran paso hacia la felicidad nacional.

Cualquiera que sea el Ciudadano que llene estas fun-ciones, se encontrará auxiliado por la Constitución: auto-rizado para hacer bien, no podrá hacer mal, porque siem-pre que se someta a las leyes, sus ministros cooperaráncon él: si por el contrario pretende infringirlas, sus propiosministros lo dejarán aislado en medio de la República, yaun lo acusarán delante del Senado. Siendo los ministroslos responsables de las transgresiones que se cometan,ellos son los que gobiernan, porque ellos son los que laspagan. No es la menor ventaja de este sistema la obliga-ción en que pone a los funcionarios inmediatos al PoderEjecutivo de tomar la parte más interesada y activa en lasdeliberaciones del Gobierno, y a mirar como propio esteDepartamento. Puede suceder que no sea el presidente

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un hombre de grandes talentos, ni de grandes virtudes, y no obstante la carencia de estas cualidades esenciales,el presidente desempeñará sus deberes de un modo satis-factorio; pues en tales casos el Ministerio haciendo todopor sí mismo, lleva la carga del Estado.

Por exhorbitante que parezca la autoridad del PoderEjecutivo de Inglaterra, quizás no es excesiva en la Repú-blica de Venezuela. Aquí el Congreso ha ligado las manos yhasta la cabeza, a los magistrados. Este cuerpo deliberanteha asumido una parte de las funciones Ejecutivas contrala máxima de Montesquieu que dice, que un Cuerpo Re-presentante no debe tomar ninguna resolución activa: debehacer leyes, y ver si se ejecutan las que hace. Nada es tancontrario a la armonía entre los poderes, como su mezcla.Nada es tan peligroso con respecto al Pueblo, como la debi-lidad del Ejecutivo y si en un Reino se ha juzgado necesarioconcederle tantas facultades, en una República, son éstasinnitamente más indispensables.

Fijemos nuestra atención sobre esta diferencia, y halla-remos que el equilibrio de los poderes debe distribuirse dedos modos. En las Repúblicas el Ejecutivo debe ser el másfuerte, porque todo conspira contra él; en tanto que en lasMonarquías el más fuerte debe ser el Legislativo, porquetodo conspira en favor del monarca. La veneración queprofesan los pueblos a la Magistratura Real es un presti-gio, que inuye poderosamente a aumentar el respeto su-persticioso que se tributa a esta autoridad. El esplendordel Trono, de la Corona, de la Púrpura; el apoyo formida-ble que le presta la nobleza; las inmensas riquezas quegeneraciones enteras acumulan en una misma dinastía;la protección fraternal que recíprocamente reciben todoslos reyes, son ventajas muy considerables que militan enfavor de la Autoridad Real, y la hacen; casi ilimitada. Es-

tas mismas ventajas son, por consiguiente, las que debenconrmar la necesidad de atribuir a un magistrado repu-blicano, una suma mayor de autoridad que la que poseeun príncipe constitucional.

Un magistrado republicano, es un individuo aislado enmedio de una sociedad; encargado de contener el ímpetudel Pueblo hacia la licencia, la propensión de los jueces yadministradores hacia el abuso de las leyes. Está sujetoinmediatamente al Cuerpo Legislativo, al Senado, al Pue-blo: es un hombre solo resistiendo el ataque combinado delas opiniones, de los intereses, y de las pasiones del Esta-do social, que como dice Carnot, no hace más que lucharcontinuamente entre el deseo de dominar, y el deseo desubstraerse a la dominación. Es en n un atleta lanzadocontra otra multitud de atletas.

Sólo puede servir de correctivo a esta debilidad, el vi-gor bien cimentado y más bien proporcionado a la resis-tencia que necesariamente le oponen al Poder Ejecutivo,el Legislativo, el Judiciario, y el Pueblo de una República.Si no se ponen al alcance del Ejecutivo todos los mediosque una justa atribución le señala, cae inevitablemente enla nulidad o en su propio abuso; quiero decir, en la muertedel Gobierno, cuyos herederos son la anarquía, la usurpa-ción, y la tiranía. Se quiere contener la Autoridad Ejecuti- va con restricciones y trabas; nada es más justo; pero quese advierta que los lazos que se pretenden conservar sefortican sí, mas no se estrechan.

Que se fortique, pues, todo el sistema del Gobierno, yque el equilibrio se establezca de modo que no se pierda, y de modo que no sea su propia delicadeza, una causa dedecadencia. Por lo mismo que ninguna forma de Gobiernoes tan débil como la Democrática, su estructura debe serde la mayor solidez; y sus instituciones consultarse para

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la estabilidad. Si no es así, contemos con que se estableceun ensayo de Gobierno, y no un sistema permanente: con-temos con una Sociedad díscola, tumultuaria y anárquica y no con un establecimiento social, donde tengan su impe-rio la felicidad, la paz y la justicia.

No seamos presuntuosos, legisladores; seamos mode-rados en nuestras pretensiones. No es probable conseguirlo que no ha logrado el género humano: lo que no han al-canzado las más grandes y sabias naciones. La libertad in-denida, la Democracia absoluta, son los escollos a dondehan ido a estrellarse todas las esperanzas republicanas.Echad una mirada sobre las repúblicas antiguas, sobrelas repúblicas modernas, sobre las repúblicas nacientes;casi todas han pretendido establecerse absolutamentedemocráticas, y a casi todas se les han frustrado sus jus-tas aspiraciones. Son laudables ciertamente hombres queanhelan por instituciones legítimas y por una perfecciónsocial; pero ¿quién ha dicho a los hombres que ya poseentoda la sabiduría, que ya practican toda la virtud, que exi-gen imperiosamente la liga del Poder con la justicia? ¡Án-geles, no hombres pueden únicamente existir libres, tran-quilos, y dichosos, ejerciendo todos la Potestad Soberana!

 Ya disfruta el Pueblo de Venezuela de los derechos quelegítima, y fácilmente puede gozar; moderemos ahora elímpetu de las pretensiones excesivas que quizás le sus-citaría la forma de un Gobierno incompetente para él. Abandonemos las formas federales que no nos convienen;abandonemos el triunvirato del Poder Ejecutivo; y con-centrándolo en un presidente, conémosle la autoridadsuciente para que logre mantenerse luchando contralos inconvenientes anexos a nuestra reciente situación,al estado de guerra que sufrimos, y a la especie de losenemigos externos y domésticos, contra quienes tendre-

mos largo tiempo de combatir. Que el Poder Legislativo sedesprenda de las atribuciones que corresponden al Eje-cutivo; y adquiera no obstante nueva consistencia, nuevainuencia en el equilibrio de las autoridades. Que los tri-bunales sean reforzados por la estabilidad, y la indepen-dencia de los jueces; por el establecimiento de jurados; decódigos civiles y criminales que no sean dictados por laantigüedad, ni por reyes conquistadores, sino por la vozde la naturaleza, por el grito de la justicia, y por el geniode la sabiduría.

Mi deseo es que todas las partes del Gobierno y Admi-nistración, adquieran el grado de vigor que únicamentepuede mantener el equilibrio, no sólo entre los miembrosque componen el Gobierno, sino entre las diferentes frac-ciones de que se compone nuestra sociedad. Nada impor-taría que los resortes de un sistema político se relajasenpor su debilidad, si esta relajación no arrastrase consigola disolución del cuerpo social, y la ruina de los asociados.Los gritos del género humano en los campos de batalla, oen los campos tumultuarios claman al cielo contra los in-considerados y ciegos legisladores, que han pensado quese pueden hacer impunemente ensayos de quiméricas ins-tituciones. Todos los pueblos del mundo han pretendidola libertad; los unos por las armas, los otros por las leyes,pasando alternativamente de la anarquía al despotismoo del despotismo a la anarquía: muy pocos son los quese han contentado con pretensiones moderadas, constitu- yéndose de un modo conforme a sus medios, a su espíritu, y a sus circunstancias.

No aspiremos a lo imposible, no sea que por elevarnossobre la región de la libertad, descendamos a la región dela tiranía. De la libertad absoluta se desciende siempre alPoder absoluto, y el medio entre estos dos términos es la

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Suprema Libertad social. Teorías abstractas son las queproducen la perniciosa idea de una libertad ilimitada. Ha-gamos que la fuerza pública se contenga en los límites quela razón y el interés prescriben: que la voluntad nacionalse contenga en los límites que un justo Poder le señala:que una Legislación civil y criminal, análoga a nuestra ac-tual Constitución domine imperiosamente sobre el PoderJudiciario, y entonces habrá un equilibrio, y no habrá elchoque que embaraza la marcha del Estado, y no habráesa complicación que traba, en vez de ligar la sociedad.

Para formar un Gobierno estable se requiere la base deun espíritu nacional, que tenga por objeto una inclinaciónuniforme hacia dos puntos capitales, moderar la voluntadgeneral, y limitar la autoridad pública: los términos quejan teóricamente estos dos puntos son de una difícil asig-nación; pero se puede concebir que la regla que debe diri-girlos, es la restricción, y la concentración recíproca a nde que haya la menos frotación posible entre la voluntad, yel Poder legítimo. Esta ciencia se adquiere insensiblemen-te por la práctica y por el estudio. El progreso de las luceses el que ensancha el progreso de la práctica, y la rectituddel espíritu es la que ensancha el progreso de las luces.

El amor a la Patria, el amor a las leyes, el amor a losmagistrados, son las nobles pasiones que deben absorberexclusivamente el alma de un republicano. Los venezola-nos aman la Patria, pero no aman sus leyes; porque éstashan sido nocivas, y eran la fuente del mal: tampoco hanpodido amar a sus magistrados, porque eran inicuos, y losnuevos apenas son conocidos en la carrera en que han en-trado. Si no hay un respeto sagrado por la Patria, por lasleyes, y por las autoridades, la sociedad es una confusión,un abismo: es un conicto singular de hombre a hombre,de cuerpo a cuerpo.

Para sacar de este caos nuestra naciente República, to-das nuestras facultades morales no serán bastantes, si nofundimos la masa del Pueblo en un todo: la composicióndel Gobierno en un todo: la Legislación en un todo: y el es-píritu nacional en un todo. Unidad, Unidad, Unidad, debeser nuestra divisa. La sangre de nuestros Ciudadanos esdiferente, mezclémosla para unirla: nuestra Constituciónha dividido los poderes, enlacémoslos para unirlos: nues-tras leyes son funestas reliquias de todos los despotis-mos antiguos y modernos, que este edicio monstruosose derribe, caiga y apartando hasta sus ruinas, elevemosun Templo a la Justicia; y bajo los auspicios de su santainspiración, dictemos un Código de Leyes venezolanas. Siqueremos consultar monumentos y modelos de Legisla-ción, la Gran Bretaña, la Francia, la América Septentrio-nal los ofrecen admirables.

La educación popular debe ser el cuidado primogéni-to del amor paternal del Congreso. Moral y luces son lospolos de una República, moral y luces son nuestras pri-meras necesidades. Tomemos de Atenas su Areópago, ylos guardianes de las costumbres y de las leyes; tomemosde Roma sus censores y sus tribunales domésticos; y ha-ciendo una santa alianza de estas instituciones morales,renovemos en el mundo la idea de un Pueblo que no secontenta con ser libre y fuerte, sino que quiere ser vir-tuoso. Tomemos de Esparta sus austeros establecimien-tos, y formando de estos tres manantiales una fuente de virtud, demos a nuestra República una cuarta potestadcuyo dominio sea la infancia y el corazón de los hombres,el espíritu público, las buenas costumbres, y la moral re-publicana. Constituyamos este Areópago para que velesobre la educación de los niños, sobre la instrucción na-cional; para que purique lo que se haya corrompido en la

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República; que acuse la ingratitud, el egoísmo, la frialdaddel amor a la Patria, el ocio, la negligencia de los Ciuda-danos: que juzgue de los principios de corrupción, de losejemplos perniciosos; debiendo corregir las costumbrescon penas morales, como las leyes castigan los delitos conpenas aictivas, y no solamente lo que choca contra ellas,sino lo que las burla; no solamente lo que las ataca, sino loque las debilita; no solamente lo que viola la Constitución,sino lo que viola el respeto público. La jurisdicción de esteTribunal verdaderamente santo, deberá ser efectiva conrespecto a la educación y a la instrucción, y de opiniónsolamente en las penas y castigos. Pero sus anales, o re-gistros donde se consignen sus actas y deliberaciones; losprincipios morales y las acciones de los Ciudadanos, se-rán los libros de la virtud y del vicio. Libros que consulta-rá el Pueblo para sus elecciones, los magistrados para susresoluciones, y los jueces para sus juicios. Una instituciónsemejante por más que parezca quimérica, es innita-mente más realizable que otras que algunos legisladoresantiguos y modernos han establecido con menos utilidaddel género humano.

¡Legisladores! Por el proyecto de Constitución que re- verentemente someto a vuestra sabiduría, observaréis elespíritu que lo ha dictado. Al proponeros la división de losCiudadanos en activos y pasivos, he pretendido excitar laprosperidad nacional por las dos más grandes palancasde la industria: el trabajo, y el saber. Estimulando estosdos poderosos resortes de la sociedad, se alcanza lo másdifícil entre los hombres, hacerlos honrados y felices. Po-niendo restricciones justas y prudentes en las AsambleasPrimarias y Electorales, ponemos el primer dique a lalicencia popular, evitando la concurrencia tumultuaria yciega que en todos tiempos han imprimido el desacierto

en las elecciones y ha ligado por consiguiente, el desacier-to a los magistrados, y a la marcha del Gobierno; pueseste acto primordial, es el acto generativo de la libertad, ode la esclavitud de un pueblo.

 Aumentando en la balanza de los poderes el peso delCongreso por el número de los legisladores, y por la na-turaleza del Senado, he procurado darle una base ja aeste primer cuerpo de la nación, y revestirlo de una con-sideración importantísima para el éxito de sus funcionessoberanas.

Separando con límites bien señalados la JurisdicciónEjecutiva, de la Jurisdicción Legislativa, no me he pro-puesto dividir sino enlazar con los vínculos de la armoníaque nace de la independencia, estas potestades supremascuyo choque prolongado jamás ha dejado de aterrar a unode los contendientes. Cuando deseo atribuir al Ejecutivouna suma de facultades superior a la que antes gozaba,no he deseado autorizar un déspota para que tiranice laRepública, sino impedir que el despotismo deliberante nosea la causa inmediata de un círculo de vicisitudes despó-ticas en que alternativamente la anarquía sea reemplaza-da por la oligarquía, y por la monocracia. Al pedir la es-tabilidad de los jueces, la creación de jurados y un nuevocódigo, he pedido al Congreso la garantía de la LibertadCivil, la más preciosa, la más justa, la más necesaria; enuna palabra, la única libertad, pues que sin ella las demásson nulas. He pedido la corrección de los más lamentablesabusos que sufre nuestra Judicatura, por su origen vicio-so de ese piélago de legislación española que semejante altiempo recoge de todas las edades y de todos los hombres,así las obras de la demencia como las del talento, así lasproducciones sensatas, como las extravagantes, así losmonumentos del ingenio, como los del capricho. Esta En-

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ciclopedia Judiciaria, monstruo de diez mil cabezas, quehasta ahora ha sido el azote de los pueblos españoles, esel suplicio más renado que la cólera del Cielo ha permiti-do descargar sobre este desdichado imperio.

Meditando sobre el modo efectivo de regenerar el ca-rácter y las costumbres que la tiranía y la guerra noshan dado, me he sentido la audacia de inventar un PoderMoral, sacado del fondo de la obscura antigüedad, y deaquellas olvidadas leyes que mantuvieron, algún tiempo,la virtud entre los griegos y romanos. Bien puede ser te-nido por un cándido delirio mas no es imposible, y yo melisonjeo que no desdeñaréis enteramente un pensamientoque mejorado por la experiencia y las luces, puede llegara ser muy ecaz.

Horrorizado de la divergencia que ha reinado y debereinar entre nosotros por el espíritu sutil que caracterizaal Gobierno Federativo, he sido arrastrado a rogaros paraque adoptéis el Centralismo y la reunión de todos los es-tados de Venezuela en una República sola, e indivisible.Esta medida, en mi opinión, urgente, vital, redentora, esde tal naturaleza, que sin ella, el fruto de nuestra regene-ración será la muerte.

Mi deber es, legisladores, presentaros un cuadro proli- jo, y el de mi Administración Política, Civil y Militar, massería cansar demasiado vuestra importante atención, yprivaros en este momento de un tiempo tan precioso comourgente. En consecuencia, los secretarios de Estado da-rán cuenta al Congreso de sus diferentes departamentosexhibiendo al mismo tiempo los documentos, y archivosque servirán de ilustración para tomar un exacto conoci-miento del estado real y positivo de la República.

 Yo no os hablaría de los actos más notables de mi man-do, si éstos no incumbiesen a la mayoría de los venezola-

nos. Se trata, Señor, de las resoluciones más importantesde este último período.

La atroz e impía esclavitud cubría con su negro mantola tierra de Venezuela, y nuestro Cielo se hallaba recarga-do de tempestuosas nubes, que amenazaban un diluvio defuego. Yo imploré la protección del Dios de la humanidad, y luego la redención disipó las tempestades. La esclavi-tud rompió sus grillos, y Venezuela se ha visto rodeada denuevos hijos, de hijos agradecidos que han convertido losinstrumentos de su cautiverio en armas de libertad. Sí,los que antes eran esclavos, ya son libres: los que anteseran enemigos de una madrastra, ya son defensores deuna Patria. Encareceros la justicia, la necesidad y la be-neciencia de esta medida, es superuo cuando vosotrossabéis la historia de los Helotas, de Espartaco y de Haití:cuando vosotros sabéis que no se puede ser libre, y escla- vo a la vez, sino violando a la vez las leyes naturales, lasleyes políticas, y las leyes civiles. Yo abandono a vuestrasoberana decisión la reforma o la revocación de todos misestatutos y decretos; pero yo imploro la conrmación dela libertad absoluta de los esclavos, como imploraría mi vida, y la vida de la República.

Representaros la historia militar de Venezuela seríarecordaros la historia del heroísmo Republicano entrelos Antiguos; sería deciros que Venezuela ha entrado enel gran cuadro de los sacricios hechos sobre el altar dela libertad. Nada ha podido llenar los nobles pechos denuestros generosos guerreros, sino los honores sublimes,que se tributan a los bienhechores del género humano. Nocombatiendo por el poder, ni por la fortuna, ni aun por lagloria, sino tan sólo por la libertad, títulos de Libertado-res de la República, son sus dignos galardones. Yo, pues,fundando una sociedad sagrada con estos ínclitos varo-

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nes, he instituido el orden de los Libertadores de Venezue-la. ¡Legisladores! a vosotros pertenecen las facultades deconceder honores y decoraciones, vuestro es el deber deejercer este acto augusto de la gratitud nacional.

Hombres que se han desprendido de todos los goces,de todos los bienes que antes poseían, como el productode su virtud y talentos; hombres que han experimentadocuanto es cruel en una guerra horrorosa, padeciendo lasprivaciones más dolorosas, y los tormentos más acerbos;hombres tan beneméritos de la Patria, han debido llamarla atención del Gobierno. En consecuencia he mandadorecompensarlos con los bienes de la nación. Si he contraí-do para con el Pueblo alguna especie de mérito, pido a susrepresentantes oigan mi súplica como el premio de misdébiles servicios. Que el Congreso ordene la distribuciónde los Bienes Nacionales, conforme a la ley que a nombrede la República he decretado a benecio de los militares venezolanos.

 Ya que por innitos triunfos hemos logrado anonadarlas huestes españolas, desesperada la Corte de Madridha pretendido sorprender vanamente la conciencia de losmagnánimos Soberanos que acaban de extirpar la usur-pación y la tiranía en Europa, y deben ser los protectoresde la legitimidad, y de la Justicia de la causa americana.Incapaz de alcanzar con sus armas nuestra sumisión,recurre la España a su política insidiosa: no pudiendo vencernos, ha querido emplear sus artes suspicaces. Fer-nando se ha humillado hasta confesar que ha menesterde la protección extranjera para retornarnos a su ig-nominioso yugo ¡a un yugo que todo poder es nulo paraimponerlo! Convencida Venezuela de poseer las fuerzassucientes para repeler a sus opresores, ha pronunciadopor el órgano del Gobierno, su última voluntad de com-

batir hasta expirar, por defender su vida política, no sólocontra la España, sino contra todos los hombres, si todoslos hombres se hubiesen degradado tanto, que abrazasenla defensa de un Gobierno devorador, cuyos únicos mó- viles son una espada exterminadora, y las llamas de laInquisición. Un Gobierno que ya no quiere dominios, sinodesiertos; ciudades, sino ruinas; vasallos sino tumbas. Ladeclaración de la República de Venezuela es la Acta másgloriosa, más heroica, más digna de un Pueblo Libre; esla que con mayor satisfacción tengo el honor de ofreceral Congreso ya sancionada por la expresión unánime delPueblo de Venezuela.

Desde la segunda época de la República nuestro ejérci-to carecía de elementos militares: siempre ha estado des-armado: siempre le han faltado municiones: siempre haestado mal equipado. Ahora los Soldados Defensores dela Independencia no solamente están armados de la Jus-ticia, sino también de la fuerza. Nuestras tropas puedenmedirse con las más selectas de Europa, ya que no haydesigualdad en los medios destructores. Tan grandes ven-tajas las debemos a la liberalidad sin límites de algunosgenerosos extranjeros que han visto gemir la humanidad y sucumbir la causa de la razón, y no la han visto tranqui-los espectadores, sino que han volado con sus protectoresauxilios, y han prestado a la República cuanto ella necesi-taba para hacer triunfar sus principios lantrópicos. Es-tos amigos de la humanidad son los genios custodios de la América, y a ellos somos deudores de un eterno reconoci-miento, como igualmente de un cumplimiento religioso, alas sagradas obligaciones que con ellos hemos contraído.La deuda nacional, legisladores, es el depósito de la fe, delhonor, y de la gratitud de Venezuela. Respetadla como la Arca Santa, que encierra no tanto los derechos de nues-

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tros bienhechores, cuanto la gloria de nuestra delidad.Perezcamos primero que quebrantar un empeño que hasalvado la Patria, y la vida de sus hijos.

La reunión de la Nueva Granada y Venezuela en ungrande Estado, ha sido el voto uniforme de los pueblos yGobiernos, de estas repúblicas. La suerte de la guerra ha vericado este enlace tan anhelado por todos los colom-bianos; de hecho estamos incorporados. Estos puebloshermanos ya os han conado sus intereses, sus derechos,sus destinos. Al contemplar la reunión de esta inmensacomarca, mi alma se remonta a la eminencia que exige laperspectiva colosal, que ofrece un cuadro tan asombroso. Volando por entre las próximas edades, mi imaginaciónse ja en los siglos futuros, y observando desde allá, conadmiración y pasmo, la prosperidad, el esplendor, la vidaque ha recibido esta vasta región, me siento arrebatado yme parece que ya la veo en el corazón del universo, exten-diéndose sobre sus dilatadas costas, entre esos océanos,que la naturaleza había separado, y que nuestra Patriareúne con prolongados, y anchurosos canales. Ya la veoservir de lazo, de centro, de emporio a la familia humana: ya la veo enviando a todos los recintos de la Tierra lostesoros que abrigan sus montañas de plata y de oro: yala veo distribuyendo por sus divinas plantas la salud y la vida a los hombres dolientes del antiguo universo: ya la veo comunicando sus preciosos secretos a los sabios queignoran cuán superior es la suma de las luces, a la sumade las riquezas, que le ha prodigado la naturaleza. Ya la veo sentada sobre el Trono de la Libertad, empuñandoel cetro de la Justicia, coronada por la Gloria, mostrar almundo antiguo la majestad del mundo moderno.

Dignaos, legisladores, acoger con indulgencia la pro-fesión de mi conciencia política, los últimos votos de mi

corazón y los ruegos fervorosos que a nombre del Pue-blo me atrevo a dirigiros. Dignaos conceder a Venezue-la un Gobierno eminentemente popular, eminentemente justo, eminentemente moral, que encadene la opresión,la anarquía y la culpa. Un Gobierno que haga reinar lainocencia, la humanidad y la paz. Un Gobierno que hagatriunfar bajo el imperio de leyes inexorables, la igualdad y la libertad.

Señor, empezad vuestras funciones: yo he terminadolas mías.

SIMn Bolvar, PreSIDenTe InTerIno De la rePBlIca De venezuela,caPITn general De SuS ejércIToS y loS De la nuevagranaDa, &., &.

¡Venezolanos!El Congreso general de Venezuela ha reasumido el

Poder Soberano que antes me habíais conado: yo lo hedevuelto al Pueblo transmitiéndolo a sus legítimos repre-sentantes.

La Soberanía Nacional me ha honrado nuevamente en-cargándome el Poder Ejecutivo bajo el título de presidenteinterino de Venezuela.

¡Venezolanos! Yo me siento incapaz de gobernaros; asílo he presentado por muchas veces a vuestros represen-tantes y a pesar de mis justas renuncias he sido forzadoa mandaros.

¡Soldados del Ejército Libertador! Mi única ambiciónha sido siempre la de participar con vosotros de los peli-gros que arrostráis por la República.

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¡Ciudadanos! Una Legión británica, protectora denuestra libertad, ha llegado a Venezuela a ayudarnos aquebrantar nuestras cadenas: recibidla con la veneraciónque inspira el heroísmo benéco. Abrid vuestros brazos aesos extranjeros generosos que vienen a disputarnos lostítulos de Libertadores de Venezuela.

Cuartel General de Angostura, a 20 de febrero de 1819.

 Simón Bí 

Imps p ads rdik, imps d gbi.

  1820

La carta que sigue, dirigida a Guillermo White, contieneconceptos claves en el pensamiento bolivariano. White

(1764-1834) fue un comerciante inglés —naturalizado ycasado con venezolana— partidario de la causa indepen-dentista y funcionario del Gobierno republicano estableci-do después de Carabobo. Hombre culto y avanzado, rindió

grandes servicios a los emigrados patriotas refugiados enTrinidad. En 1817, Bolívar lo había nombrado su corres-ponsal. La carta del 26 de mayo que reproducimos, escritaen San Cristóbal, responde a las críticas que White habíaformulado al discurso de Angostura sobre la creación deun Senado hereditario, contrario a las instituciones demo-cráticas. Bolívar argumenta que el discurso debe ser leí-do como un todo, en el que ha de privilegiarse el aspectomoral de la República: “Sin moral republicana no puedehaber Gobierno libre”. De allí su propuesta del Poder Mo-ral, que fuera subestimada e ignorada o rechazada por losdiputados de Angostura. Resaltan en la carta estas pala- bras: “No hay libertad legítima sino cuando ésta se dirigea honrar la humanidad y a perfeccionarle su suerte”.

En enero de 1820 una rebelión encabezada por loscoroneles Riego y Quiroga en la propia España, con ampliainuencia en el seno del ejército y apoyada por las clasespopulares, introduce un elemento que habrá de tener sig-nicativas repercusiones en la América insurrecta. Al gri-to de “Constitución y libertad” el monarca peninsular esobligado a restablecer la Constitución de Cádiz de 1812,excarcelar a los opositores liberales y licenciar las tropas

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GUSTAVO PEREIRA

San crISTBal, 26 De Mayo De 1820

al Señor Don guIllerMo WHITe

Mi querido amigo: Aprovecho la oportunidad para dirigir a Vd. mi discur-

so al Congreso, reimpreso en Bogotá, y que lo mire conmás indulgencia que antes. Me parece que Vd. me criti-có la creación de un Senado hereditario y la educaciónde los senadores futuros. Lo primero está de acuerdo con

la práctica de todas las repúblicas democráticas, y lo se-gundo con la razón. La educación forma al hombre moral, y para formar un legislador se necesita ciertamente deeducarlo en una escuela de moral, de justicia y de leyes. Vd. me cita la Inglaterra, como un ejemplo contrario a miestablecimiento; pero, en Inglaterra, ¿no deja de hacersemucho bueno? En cuanto a mi senado diré que no es unaaristocracia ni una nobleza, constituidas, la primera so-bre el derecho de mandar la República, y la segunda sobreprivilegios ofensivos. El ocio de mi senado es temperar lademocracia absoluta, es mezclar la forma de un Gobiernoabsoluto con una institución moderada, porque ya es unprincipio recibido en la política, que tan tirano es el Go-bierno democrático absoluto como un déspota; así, solo

un Gobierno temperado puede ser libre. ¿Cómo quiere Vd.que yo tempere una democracia sino con una instituciónaristocrática? Ya que no debemos mezclar la forma mo-nárquica con la popular que hemos adoptado, debemos,por lo menos, hacer que haya en la República un cuerpoinalterable, que le asegure su estabilidad; pues, sin es-tabilidad, todo principio político se corrompe y terminasiempre por destruirse.

Tenga Vd. la bondad de leer con atención mi discurso,sin atender a sus partes, sino al todo de él. Su conjuntoprueba que yo tengo muy poca conanza en la moral denuestros conciudadanos, y sin moral republicana, no pue-de haber Gobierno libre. Para armar esta moral, he in- ventado un cuarto poder que críe los hombres en la virtud y los mantenga en ella. También este poder le pareceráa Vd. defectuoso; mas, amigo, si Vd. quiere república enColombia, es preciso que quiera también que haya virtudpolítica. Los establecimientos de los antiguos nos prue-ban que los hombres pueden ser regidos por los precep-tos más severos. Todo el cuerpo de la historia maniestaque los hombres se someten a cuanto un hábil legisladorpretende de ellos, y a cuanto una fuerte magistratura lesaplique. Dracón dio leyes de sangre a Atenas, y Atenaslas sufrió, y aun las observó hasta que Solón quiso refor-marlas. Licurgo estatuyó en Esparta lo que Platón no sehabía atrevido a soñar en su República, si no hubiese te-nido por modelo al legislador de Esparta. ¡A qué no se hansometido los hombres! ¡A qué no se someterán aún! Si hayalguna violencia justa, es aquélla que se emplea en hacera los hombres buenos y, por consiguiente, felices; y no haylibertad legítima sino cuando ésta se dirige a honrar lahumanidad y a perfeccionarle su suerte. Todo lo demás esde pura ilusión, y quizás de una ilusión perniciosa.

Perdone Vd., amigo, esta larga digresión sobre mi dis-curso, pues Vd. bien la merecía hace mucho tiempo, y yose la había ahorrado, más por desidia que por voluntad.

Siempre su amigo de corazón.

Bí 

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  1821

Bolívar no ha olvidado el compromiso contraído conPétion y los haitianos sobre la erradicación de la es-

clavitud. Pese a sus reiteradas providencias, incluyendo laresolución tomada desde el comienzo de la guerra de ma-numitir a los esclavos de su familia, en este asunto lo pro-metido sigue sin cumplirse. El año 19, en el discurso ante

el Congreso de Angostura, aunque arma, aludiendo a susdecretos, que “los que antes eran esclavos ya son libres;los que antes eran enemigos de una Madrastra, ya son de-fensores de una Patria”, no era exactamente así. Las es-tructuras económicas, los modos de producción heredadosdel coloniaje y los propios intereses de la clase mantuanaconductora del proceso revolucionario, habían vuelto nu-gatorios aquellos propósitos y determinaciones. De allí quesus palabras fueran complementadas con un ruego: “Yoabandono a vuestra soberana decisión la reforma o la revo-cación de todos mis estatutos y decretos; pero yo imploro laconrmación de la libertad absoluta de los esclavos, comoimploraría mi vida y la vida de la República”.

Una y otra vez insiste el Libertador en este punto,encubriendo sus convicciones con uno u otro argumento,entre ellos el de la necesidad de soldados. El 10 de mayode 1820, desde Cúcuta, había escrito a Santander: “Cada vez me conrmo más en la utilidad de sacar esclavos parael servicio; el primero que los llama es su libertador. Meparece una locura que en una revolución de libertad sepretenda mantener la esclavitud”. Y el 30 de mayo: “Lo delos esclavos, si andan alborotando al avispero, resultará lo

que en Haití: la avaricia de los colonos hizo la revolución,porque la república francesa decretó la libertad, y ellos larehusaron, y a fuerza de resistencia y de oposiciones irri-taron los partidos naturalmente enemigos. El impulso deesta revolución está dado, ya nadie lo puede contener y lomás que se podrá conseguir es darle buena dirección. Elejemplo de la libertad es seductor, y el de la libertad do-méstica es imperioso y arrebatador. Yo creo que sería muyútil ilustrar la opinión de esos hombres alucinados por su

propio interés y a quienes su verdadero interés debe des-engañar. Ciertamente, el oro y la plata son objetos precio-sos; pero la existencia de la República y la vida de los ciu-dadanos son más preciosas aún. Creo que se debe escribirtanto a los jefes como a los magnates lo que conviene quesepan, para recomendarles lo que afectan ignorar. Todoesto lo he dicho por la carta de Cansino. Nuestro partidoestá tomado, retrogradar es debilidad y ruina para todos.Debemos triunfar por el camino de la revolución y no porotro. Los españoles no matarán los esclavos, pero mataránlos amos y entonces se perderá todo”.

La solicitud fechada en Valencia el 14 de julio de1821, dirigida al Congreso de Colombia a pocos días de

librarse la batalla de Carabobo, reitera aquella aspiración;pero esta vez instando, ante las negativas anteriores, porla llamada libertad de partos o ley de vientres.

 A propósito de los acontecimientos suscitados enMéxico por Agustín de Iturbide, la carta a Soublette pre- viene sobre la única identidad del coloniaje y el solo recur-so de la unidad de los patriotas americanos para preser- varse del mal. Apoyado por el partido borbónico y luego de

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feroz represión contra los patriotas republicanos, en sep-tiembre de ese año Iturbide se había erigido jefe supremode aquella nación (con intenciones, como luego ocurrió,de proclamarse emperador).

Por la lIBerTaD De loS HIjoS

De loS eSclavoS a S. e.el Señor PreSIDenTe Del congreSo De coloMBIa

Excmo. Señor:La sabiduría del Congreso General de Colombia está

perfectamente de acuerdo con las leyes existentes en fa- vor de la manumisión de los esclavos; pero ella pudo haberextendido el imperio de su benecencia sobre los futuroscolombianos que, recibidos en una cuna cruel y salvaje,llegan a la vida para someter su cerviz al yugo. Los hijosde los esclavos que en adelante hayan de nacer en Co-lombia deben ser libres, porque estos seres no pertenecenmás que a Dios y a sus padres, y ni Dios, ni sus padres

los quieren infelices. El Congreso General, autorizado porsus propias leyes, y aun más, por las de la naturaleza,puede decretar la libertad absoluta de todos los colombia-nos al acto de nacer en el territorio de la República. Deeste modo se concilian los derechos posesivos, los dere-chos políticos, y los derechos naturales.

Sírvase V. E. elevar esta solicitud de mi parte al Con-greso General de Colombia, para que se digne concedér-mela en recompensa de la batalla de Carabobo, ganada

por el ejército libertador, cuya sangre ha corrido sólo porla libertad.

Dios, etc. Valencia, 14 de julio de 1821.

Bí 

BogoT, 22 De novIeMBre De 1821

al Señor general carloS SouBleTTeMi querido general:

El aspecto que ha tomado la revolución de México enestos últimos días deja ver claramente su resultado. Unamonarquía, a que son llamados príncipes europeos de lacasa de Borbón, se establecerá allí, y cuando contra todaslas probabilidades no venga alguno de ellos, la corona re-caerá necesariamente sobre el que tenga más audacia yresolución en México; de todas maneras el sistema bajo elcual se regirá aquella vasta región será Monarquía.

Establecido en México un Borbón, será de su interésconservar estrechas relaciones con el que reine en Espa-ña y con los demás potentados europeos; todos deberán,

por su interés particular, auxiliarlo y sostenerlo, y el tro-no de México tendrá constantemente pretensiones sobresu limítrofe Colombia, cuyo sistema debe alarmarlo. ElGobierno de México establecerá el más riguroso espiona- je en el nuestro, para volar a aprovecharse de la primeraocasión que se le presente de invadirnos con suceso; toca-rá todos los medios naturales que existen entre nosotrosde dividirnos, debilitarnos, y aun aniquilarnos destruyen-do nuestro sistema republicano. Son innumerables los

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medios y recursos de un Gobierno fuerte y enérgico comoel monárquico, para atacar a un vecino que no lo es tanto.Son muchas las alianzas y pactos que puede formar conpoderosos que tienen el mismo interés que él; mientrasque hasta hoy nuestra República no cuenta más que con el valor, virtud y heroísmo de sus Ciudadanos. Estos carac-teres serán escollos en que se estrellarán todos los esfuer-zos de nuestros enemigos, cualesquiera que sean, siempreque se conserven inalterables; siempre que permanezcantodos perfectamente unidos; siempre que el interés sea elmismo, y siempre que Colombia sea lo que ha sido hastahoy. Pero si la sagacidad y la intriga de nuestros enemigoslogran sembrar la discordia, suscitar la rivalidad en lasclases de nuestra sociedad, dividir nuestros corazones,nuestros deseos y nuestros intereses, entonces seremosinfaliblemente la presa del invasor. Todo es de temerse departe del nuevo sistema de México, y del origen, carácter y pretensiones necesarias de su monarca. Vd. es el me- jor órgano para hacer concebir estas ideas al pueblo deCaracas y a todos los demás de Venezuela, Vd. es muy apropósito para hacerles conocer todos los peligros a queestamos expuestos, y toda la necesidad que tenemos, porsu propia felicidad, de que sean en lo sucesivo lo que hansido hasta aquí. Vd. debe hacerles sentir todo el interésque deben tener en mantenerse unidos, eles y sumisos alGobierno; y si no ellos y Colombia serán otra vez esclavosde un extranjero y de un sistema, a quien hemos hechotan gloriosamente la guerra.

Es necesario ir difundiendo en nuestro Pueblo, aun ig-norante, estas ideas para prevenir al enemigo: es preci-so hacerle concebir la posibilidad de que esto suceda, yenseñarle el remedio de preservarse del mal, que no esotro que la unión. Sobre estos principios puede Vd. arre-

glar su conducta para evitar en ese departamento malesde una trascendencia y de una naturaleza peligrosísima;pues esté Vd. seguro que el Borbón que venga a México, va a hacer en nuestra pobre Colombia las mayores tenta-tivas para someterla a su dominación, o para que lo sea dealgún pariente suyo. Nada omitirá, y si logra desunir lasclases y los intereses desaparecerá el fruto de tantas ac-ciones heroicas y de tantas virtudes dignas de la libertad,de la independencia y de la paz.

Soy de Vd. afectísimo amigo, que lo ama de corazón.

Bí 

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tan del gusto del Libertador— mañas. Como lo demues-tran las cartas dirigidas a Santander en enero y febrerodel año 22, y la carta al jefe realista Aymerich, cualquierrecurso, excepto el del deshonor, podía ser válido en posdel objetivo supremo de consolidar las nuevas repúblicas.

El 13 de julio, entra Bolívar a Guayaquil, cuyo gobier-no ha decidido unirse a Colombia, y el 26 se reúne allí conSan Martín. Días antes, el 22 de junio, le había escrito allibertador argentino desde esta ciudad: “(...) Mas, dejando

aparte toda discusión política, V. E., con el tono noble ygeneroso que corresponde al jefe de un gran pueblo, mearma que nuestro primer abrazo sellará la armonía y launión de nuestros estados, sin que haya obstáculo que nose remueva denitivamente. Esta conducta magnánimapor parte del Protector del Perú fue siempre esperada pormí. No es el interés de una pequeña provincia lo que pue-de turbar la marcha majestuosa de América meridional,que, unida de corazón, de interés y de gloria, no ja susojos sobre las pequeñas manchas de la revolución, sinoque eleva sus miras sobre los más remotos siglos, y con-templa con gozo generaciones libres, dichosas y anegadasen todos los bienes que el cielo distribuye a la tierra, ben-

diciendo la mano de sus protectores y libertadores. La en-trevista que V. E. se ha servido ofrecerme, yo la deseo conmortal impaciencia, y la espero con tanta seguridad, comoofrecida por V. E.”.

Entre los dos libertadores existen diferencias políti-cas de fondo, entre otras la aprensión de San Martín porlas revoluciones sociales y los gobiernos republicanos enaquellos países: antes bien se muestra partidario de ins-taurar la monarquía con un príncipe europeo.

El nal del encuentro determina la retirada del liber-tador argentino, quien se había quejado ante Bolívar porla falta de apoyo de sus compañeros de armas. “Aseguróque iba a retirarse a Mendoza; que había dejado un pliegocerrado para que lo presentasen al Congreso, renuncian-do el protectorado; que también renunciaría la reelecciónque contaba se haría en él”, expresa el informe del secre-tario.22 Bolívar escribe a Santander: “Antes de ayer por lanoche partió de aquí el general San Martín, después de

una visita de treinta y seis o cuarenta horas: se puede lla-mar visita propiamente, porque no hemos hecho más queabrazarnos, conversar y despedirnos. Yo creo que él ha venido por asegurarse de nuestra amistad, para apoyarsecon ella con respecto a sus enemigos internos y externos.Lleva 1.800 colombianos en su auxilio, fuera de haber re-cibido la baja de sus cuerpos por segunda vez, lo que nosha costado más de 600 hombres: así recibirá el Perú 3.000hombres de refuerzo por lo menos”.

Mientras medita la campaña, Bolívar no olvida que-rencias y afectos. El 16 de junio, en Quito, conoce a Ma-nuela Sáenz.

 El 23 de septiembre, desde Cuenca, escribe a Fer-

nando Toro y a su hermano el Marqués del Toro, expresán-doles al mismo tiempo los sentimientos más hondos de suamistad y reveladores detalles sobre las nuevas realidadesque apenas si empieza, con sus compañeros, a construir.

22. Informe al Secretario de Relaciones Exteriores, Guayaquil,29/7/1822.

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GUSTAVO PEREIRA

rePBlIca De coloMBIa

SIMn BolvarlIBerTaDor PreSIDenTe De coloMBIa &., &.al excMo. Señor DIrecTor SuPreMo De cHIle

Excmo Señor:De cuantas épocas señala la historia de las naciones

americanas, ninguna es tan gloriosa como la presente,en que desprendidos los imperios del Nuevo Mundo de

las cadenas que desde el otro hemisferio les había echa-do la cruel España, han recobrado su libertad, dándoseuna experiencia nacional. Pero el gran día de la Américano ha llegado. Hemos expulsado a nuestros opresores,roto las tablas de sus leyes tiránicas y fundado institu-ciones legítimas: mas todavía nos falta poner el funda-mento del pacto social, que debe formar de este mundouna nación de Repúblicas.

 V. E., colocado al frente de Chile, está llamado por unasuerte muy afortunada a sellar con su nombre la libertadeterna y la salud de América. Es V. E. el hombre a quienesa bella nación deberá en su más remota posteridad, nosolamente su creación política, sino su estabilidad social y su reposo doméstico.

La asociación de los cinco grandes Estados de Amé-rica es tan sublime en sí misma, que no dudo vendrá aser motivo de asombro para la Europa. La imaginaciónno puede concebir sin pasmo la magnitud de un coloso,que semejante al Júpiter de Homero, hará temblar la tie-rra de una ojeada. ¿Quién resistirá a la América reunidade corazón, sumisa a una ley y guiada por la antorchade la libertad? Tal es el designio que se ha propuesto elGobierno de Colombia al dirigir cerca de V. E. a nuestroministro plenipotenciario senador Joaquín Mosquera.

Dígnese acoger esta misión con toda la bondad. Ellaes la expresión del interés de la América. Ella debe ser lasalvación del Mundo Nuevo.

 Acepte V. E. los homenajes de alta consideración conque tengo el honor de ser de V. E. su obediente servidor.

Cuartel General en Cali, a 8 de enero de 1822

Bí 

PuBlIcaDa Por j.D. MonSalve. el IDeal PolTIco Del lIBerTaDor, 1916, P. 199.BoleTn De HISTorIa y anTIgüeDaDeS. noS. 231-232, P. 379.PoPayn, 29 De enero De 1822a.S.e. el general f. De P. SanTanDer

Mi querido general: A pesar de que ayer tarde recibí el acta de Panamá,

que me parece magníca, estoy extraordinariamente in-cómodo con todo el mundo, y aun con los elementos quetienen parte en la disminución del ejército del sur. Toda la

noche he estado sin dormir, meditando sobre las nuevasdicultades que se me presentan y sobre los nuevos me-dios que tiene el enemigo para defenderse. Ya he formadomi cálculo y estoy cierto que no llevaré 2.000 hombres alJuanambú, como también estoy cierto que él me presen-tará más de 4.000. De suerte, que si espero, volvemos ala noria de reclutas y bajas, y si no espero, voy a dar uncombate más aventurado que el de Boyacá, y voy a darlode rabia y de despecho, con ánimo de triunfar o de no vol-

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el autor de la traición. Debe señalar tumultos espantososcausados por este suceso y señalar como infalible la ruinadel ministerio y aun la de Fernando. En n, es indispensa-ble guardar mucho las proporciones en el lenguaje que seuse en dichas comunicaciones, para que sea creíble.

El tercer pliego debe contener una copia de un ociodel general La Torre al general Páez, en que La Torre, confecha del 14 de enero, poco más o menos, le pide al generalPáez un salvoconducto para mandar diputados cerca demí, con una comisión de la mayor importancia que acabade llegar de España con el objeto de entablar y concluir untratado de paz con el Gobierno de Colombia. Tengo ade-más la satisfacción de añadir a V. E., debe decir La Torre,que he recibido órdenes expresas de la corte de suspen-der las hostilidades por mi parte, y de hacerlo entenderasí al Gobierno de Colombia. Los pasaportes los debe pe-dir La Torre para tal y tal, cuyos nombres y empleos debeindicar, y que yo no señalo ahora por no cometer algunainconsecuencia que sea conocida. Soliciten Vds. por alláque personas se pueden nombrar propias de representarun carácter diplomático en materias militares y de comer-cio. Tengan Vds. entendido que Mourgeon acaba de venir y debe conocer a todo el mundo por allá. Este es el puntomás difícil que tenemos que tocar, y es indispensable nom-brar los individuos para que la cosa sea más creíble; másen caso de no estar ciertos de nombres adecuados, serábueno pasar en claro el nombre de estos individuos, lo quenunca dejará de ser un gran defecto en la composición deesta nota. El general Páez debe contestar inmediatamen-te ofreciendo todo y también suspensión de armas. La co-pia de su respuesta debe venir rmada por su secretario, y él debe escribirme a mí directamente un ocio dándomeparte de todo con mucha satisfacción. La rma de Páez

es muy fácil de ngir, lo mismo que la de Zea: estas dosrmas como también la del secretario de Páez deben sermuy bien imitadas.

El cuarto pliego debe contener cuatro o seis ejemplaresde la Gaceta, de Bogotá, en que insertan dos o tres artí-culos de la “Miscelánea”, diario gaditano y universal, enlos cuales se anuncia la caída del antiguo ministerio; ellevantamiento de dos o tres ejércitos y tumultos sanguina-rios en Madrid con la muerte de Morillo y otras bagatelasde esta especie, pedradas al palacio del rey, y La Fontanaproponiendo una asamblea nacional para erigir la Españaen república. Por supuesto, Riego a la cabeza de un ejérci-to oponiéndose a la venida de Fernando VII a Méjico y lastramas de éste para venirse.

El número de esta Gaceta debe salir, sin embargo, sinninguna mentira ni cosa semejante a los artículos queacabo de indicar. Solamente los cuatro o seis ejemplaresque Vd. me envíe deben estar impresos con todos estosenredos. Yo tendré buen cuidado de no hacer más quemostrar todos estos documentos a los parlamentarios queconvidaré con este motivo.

El objeto de toda esta baraúnda es el persuadir al ene-migo que todo está hecho: que deben tratar conmigo, yque debemos ahorrar nuevos sacricios de sangre en cir-cunstancias tan propicias, pero que, para esperar a losplenipotenciarios de España, necesito tomar posesión deQuito, o del resto de la provincia de Popayán, mientrasdura el armisticio. En este tiempo ganó a los pastusos yquizá a muchos jefes y tropa española que, sin duda, de-ben disolverse la mayor parte de sus tropas en la expecta-tiva de que va a acabarse la guerra.

 Al entregar a Medina estos pliegos, debe Vd. encargar-le mucho la celeridad y persuadirlo de todas estas menti-

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mi cuartel general, para tratar conmigo sobre la suerte delterritorio que está a las órdenes de V. E. Yo me encuentroen la mayor perplejidad, entre el deseo de no disparar másun fusil, y el horror de ver sacricar inútilmente nuestrabrava y libertadora Guardia de Colombia, si queda en inac-ción en las posiciones que ocupa en un país mortífero, des-truido y sin recurso alguno. V. E. debe saber que mi prime-ra columna ha marchado ya hacia Juanambú, y estará enPatía, donde no vive nadie muchos días. La segunda estáhoy aquí, pronta a continuar su marcha. La tercera estarápasando el páramo de Guanacas; y la cuarta ha llegado el15 del presente a Neiva. Ninguna de estas posiciones es sa-ludable ni abundante, y además no es posible, por nuestrapropia salvación, detener nuestra marcha.

 Así, Excmo. señor, si V. E. quiere ahorrar un nuevo mo-tivo de encono para con la nación española, y los nuevossacricios de sangre que vamos a hacer, espero que V. E.se sirva autorizar plenamente a la persona o personasque tenga por conveniente para que venga a mi cuartelgeneral a tratar conmigo:

1º Sobre la entrega del territorio de las provincias queactualmente están bajo las armas españolas.

2º Sobre las garantías que yo deberé dar para el cum-plimiento de esta capitulación.

3º Sobre los medios de transportar las tropas y los rea-listas del reino de Quito a los países españoles.

4º Sobre las inmunidades que se concederán a los mis-mos realistas que deseen quedarse en Colombia; y última-mente, sobre el cumplimiento de todas las ofertas que hehecho en favor de nuestros enemigos en la adjunta procla-ma que tengo el honor de incluir a V. E.

Tenga V. E. entendido que el Gobierno español está re-ducido a una espantosa anarquía; que el señor general

Riego, con otros muchos ilustres jefes, están a la cabezade un partido republicano, que en este momento debe ha-ber derrocado el trono de Fernando VII. Yo podría con- vencer a V. E. con documentos ociales, si me atreviese aexponerlos a los azares de la guerra, en un territorio quesiempre ha estado cubierto de bandidos. Estos documen-tos existen y yo celebraré innito mostrarlos a quien V. E.destine.

He recibido ayer por el bergantín de guerra “Aranza-zu” el armisticio celebrado entre los señores, coronel deColombia, José Fábrega y el capitán de navío don Joséde Villegas y don Joaquín de Soroa, para no hostilizarsemutuamente, y para dirigirse en plena paz a los maresdel Norte, sin prestar a V. E. el menor auxilio, directa niindirectamente. El capitán Perdueles ha llevado una copiade este armisticio. Yo creo que, en medio de tantas dicul-tades por una parte, y de tantas esperanzas por otra, seráel colmo de la temeridad, y aun de la demencia, persistiren prolongar una lucha que, por ambos Gobiernos, se hamandado cesar.

Dios guarde a V. E. muchos años.

 Simón Bí 

adiió: T h d ii v. e. s t, p v. e.h d sb b stii d s stimits d

s o’Dú, s miió gbi d v. ests

stimits s s im tds s dds sps.

Bí 

vs tás t Std d 29 d d 1822.

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PoPayn, 21 De feBrero De 1822

a.S.e. el general f. De P. SanTanDer

Mi querido general: Allá va Lara a buscar 2.000 hombres y dos mil cosas

que se necesitan para poder terminar la libertad de Co-lombia. Cada día se justica más la exactitud de mis cál-culos. Tenemos tres columnas que en el día no se mon-tan a 2.500 hombres, porque cada una de ellas manda al

hospital 20 ó 30 hombres diarios. El general Torres, deaquí al Tambo, ha perdido 170 hombres entre muertos, de-sertores y enfermos, y no son más que dos jornadas. Los“Ries” mandan todos los días 30 y tantos al hospital. El“Vencedor” ha dejado 140 en Neiva y la peste de viruelasse ha introducido en él, sin contar las deserciones, queson diarias en ambos cuerpos, y lo peor es que desertantambién los veteranos. Así es que, a pesar de mi desespe-ración y del desaire que voy a padecer quedándome aquíindecentemente, tengo que quedarme, sin embargo, parano padecer otro desaire mayor, que será ir hasta el Jua-nambú y volverme a venir como los demás que han hechoesta misma marcha. Lo peor es que aquí no hay con quemantener las tropas, porque no hay ni con que mantener

cerca de 2.000 enfermos que tenemos en hospitales, noporque se deje de tomar ganado del Cauca, cuanto hay,sino porque 4.000 hombres buenos y malos consumen mu-cho diariamente.

Mi resolución denitiva es, pues, que marche el general Valdés con todas las tropas a ver si puede tomar a Pasto, oa los Pastos, y que me espere allí hasta que yo llegue conlos refuerzos que espero que me traiga Lara en hombres yen dinero. Por supuesto, el primer artículo es el batallón de

 Artilleros, con cuantos reclutas y veteranos hay en esa ca-pital y con treinta o cuarenta mil pesos que deben salir alsegundo día de haber llegado Lara a Bogotá. Tuerto o de-recho, esto debe hacerse sin remedio alguno, de cualquiermodo que sea y sin esperar por nada. El segundo artículoes que tras de Lara venga el completo de 2.000 hombres ytreinta mil pesos más, todo conducido velozmente, y conalpargatas, con cartucheras, si las hay, cartuchos de cali-bre de diez y ocho en libra, gorras para los reclutas y un vestido siquiera de manta. Si hay buenas piedras de chis-pa, que vengan, porque las que han mandado no sirvenpara nada; que vengan los señores tenientes Gomecito yGaytán, que los han dejado injustamente en esa ciudad, ycuantos ociales veteranos haya en Bogotá. Obre Vd., miquerido general, en la inteligencia de que cuando vengaLara ya estará consumada la derrota del general Valdés,que es tan probable como la revolución de España y laderrota de Jenoy, porque las medidas que están tomandolos enemigos son las de Boves, mientras que nosotros es-tamos imitando a don Camilo Torres. Vd. me preguntaráque ¿por qué mando a Valdés si va a ser destruido? Y yoresponderé que por la misma razón que pasé el páramode Pisba, contra toda esperanza. Este ejército no puede vivir un mes aquí, porque se muere de enfermedad y dehambre. De hecho irían 2.000 hombres más al hospital y2.000 enfermos comen y gastan más de 4.000 buenos. Enesta situación es mejor que el general Valdés se vaya acorrer la aventura o a echar dados en un país que, por lomenos, es sano, se entiende del otro lado del Juanambú,o Guáitara. Yo me quedo para poder preparar la nuevaexpedición, porque cada día me convenzo que sin mi auto-ridad no se hace nada, y que donde no estoy yo, todo saletuerto. Si yo hubiera estado en el Magdalena el batallón de

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tiradores hubiera venido, el señor Clemente hubiera ido aMaracaibo a su tiempo; si yo hubiera estado en Bogotá,los soldados no tendrían despedazados todos los pies, yno marcharían así todos despedazados, sin alpargatas,al Juanambú; hubieran traído agujetas para destapar losoídos de los fusiles, sin los cuales no hay combate, y si yo no estuviera aquí, le aseguro a Vd. que no se habríanpodido construir las tales agujetas ni deshacer todos loscartuchos para hacerlos de nuevo, no habiendo papel a lamano y habiendo balero para rehacer las balas que son dea dieciséis y diecisiete, pero yo he remediado a todo conlas mañas que me he dado. Si yo hubiera estado en Carta-gena, Montilla no habría mandado fusiles de un calibre ymuniciones de otro, y aún estado yo aquí, no hallo el modode contener la progresión del mal, en un ejército de vuelaa su ruina; a pesar de que no hago más que cavilar noche y día, soñando y pensando sin cesar.

Lara deberá dejar prevenido en el tránsito todo lo quenecesite para la marcha de su columna, para lo cual llevauna autorización plena. También deberá recoger todos losconvalecientes de los cuerpos que hayan quedado por laespalda, y todo, todo, todo cuanto encuentre por delantepara formar la reserva.

 Ya veo que esta carta va a molestarlo a Vd. mucho; peromás costaría de pena y sacricios la llegada de Mourgeona Bogotá, y con esto adiós.

Quien lo ama de corazón.

Bí 

cuenca, 14 De SePTIeMBre De 1822

a laS SeñoraS garaycoaS

Mis amabilísimas damas:La Gloriosa me ha proporcionado la dicha de ser salu-

dado por Vds., yo no esperaba una satisfacción tan agra-dable para mi corazón, porque no las creía a Vds. tanbuenas con un ingrato como yo, que no escribo a nadiepor indolente y también por ocupado.

 A la Gloriosa, que las serranas me han gustado mu-cho, aunque todavía no las he visto; que no les tenga en- vidia, como decía, porque no tiene causa con unas per-sonas tan modestas que se esconden a la presencia delprimer militar.

La iglesia se ha apoderado de mí: vivo en un oratorio;las monjas me mandan la comida; los canónigos me dande refrescar; el Te Deum es mi canto y la oración mentalmi sueño, meditando en las bellezas de la providencia do-tadas a Guayaquil, y en la modestia de las serranas queno quieren ver a nadie por miedo del pecado. En n, ami-gas, mi vida es toda espiritual, y cuando Vds. me vuelvana ver ya estaré angelicado.

No hay más tiempo, pero soy el más humilde Q.V.L.P. de

las damas Garaycoas, Llagunos y Calderones.

Bí 

a gis s más it d ss mds.

e mism

P.D. e ms sd vds.

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Una triple maniobra de esa clase pertenece al campo dela patología y no al de la moral.

“Bolívar actuó inmediatamente, enviando una divi-sión al valle que se interponía entre Riva Agüero y las fuer-zas al mando de Canterac. El grupo de ociales perua-nos, que había llevado mensajes entre Trujillo y La Sernacreyendo, inocentemente, que se estaba negociando unarmisticio, volvió a donde estaba Riva Agüero y lo detu- vo. Querían fusilarlo, pero Bolívar insistió en que fuese

embarcado y enviado a Guayaquil. Bolívar se asxiaba enLima, y se trasladó hacia el norte, llevando con él a loscolombianos que estaban en El Callao. Fue un acto instin-tivo de presciencia muy a punto, porque el otro presidentede la república del Perú, Torre Tagle, había capitulado ensecreto con La Serna y estaba a punto de apoderarse deBolívar. Las fuerzas argentinas que quedaron en El Callaocuando Bolívar retiró a sus colombianos, se amotinaron,porque no habían recibido paga alguna. Los prisionerosespañoles fueron libertados, y El Callao, puerto de Lima,izó nuevamente la bandera del rey. Entonces Torre Ta-gle se desenmascaró; y el vicepresidente, el consejo deministros y una gran parte de los miembros del congreso

se declararon súbditos de España. Los escasos dirigentesperuanos que, como Hipólito Unanue y José Sánchez Ca-rrión, permanecieron eles a la difunta república, huye-ron de la capital. Los españoles entraron en ella, esta vezcon la seguridad de permanecer. Las muchedumbres, queunas semanas antes habían vitoreado a Bolívar, dieron la bienvenida al general del rey. El marqués de Torre Taglepronunció un discurso lleno de insultos para el monstruo

colombiano (palabra textual) y rebosante de gratitud ha-cia su bendito rey. Aseguró que una ota española quetransportaba un nuevo ejército se hallaba en camino (...)”.

Mientras tanto, Bolívar y Sucre se abren paso haciael norte, estudiando y organizando con su característicotesón las nuevas tropas. Envuelto en la anarquía y la trai-ción de una gran parte de sus clases dirigentes, el Perú sehabía convertido, como escribe Bolívar a Heres el 14 dediciembre desde Cajamarca, en “un campo inmenso de

dicultades, porque reina un desconcierto que desalientaal más determinado”. Ignoraba las tramas de Torre Tagle,pues en la misma carta le decía a Heres: “Vd. diríjase alPresidente que es el mejor hombre del mundo y consegui-rá todo mejor”. Y a Sucre, el mismo día: “El negocio de laguerra del Perú requiere de una contracción inmensa yrecursos inagotables. No se puede ejecutar sin una granmasa de tropas: para estas tropas no creo que los recursosson proporcionados, a menos que los reunamos todos conmucha anticipación, mucha proporción y mucha inteli-gencia. Necesitamos, ante todo, conocer el país y contarcon los medios: después, si nuestros medios son de ofensao defensa; después, colocar estos medios, y después em-

plearlos. Sobre todo esto, yo ruego a Vd., mi querido gene-ral, que me ayude, con toda su alma, a formar y llevar acabo este plan. Si no es Vd., no tengo a nadie que me pue-da ayudar con sus auxilios intelectuales. Por el contrario,reina una dislocación de cosas, hombres y principios, queme desconcierta a cada instante: llego a desanimarme a veces. Tan sólo el amor a la patria me vuelve el brío, quepierdo al contemplar los obstáculos (...)”.

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En Pativilca, en donde cae gravemente enfermo, seentera de la traición de Torre Tagle.

guayaquIl, 15 De junIo De 1823

al Señor joSé rafael arBoleDa

Mi querido amigo:

Mucho tiempo ha que tenía deseos de escribir a Vd., yno lo había hecho hasta ahora con bastante sentimientomío: pero he visto un artículo en “El Fósforo” sobre el po-der moral, que me ha animado a dirigir a Vd. estas cuatroletras, para dar a Vd. las gracias si es el autor del artículo, y de no, para suplicarle que se las dé de mi parte a dichoautor. Supongo que es Vd. el que ha defendido el podermoral con tanto acierto y delicadeza.

Ha dicho muy bien “El Fósforo”, número 16, que no hayinquisición en aquel establecimiento porque es el escán-dalo el que acusa, y el escándalo es la voz pública horro-rizada del crimen y por lo mismo, no hay tal inquisición.Deenda Vd., mi querido amigo, mi poder moral: Yo mismoque soy su autor no espero para ser bueno sino que haya

un tribunal que condene lo que las leyes no pueden impe-dir; quiero decir, que mis propias aquezas no esperanpara corregirse sino de un tribunal que me avergüence.Este móvil de la vergüenza es el inerno de los despreocu-pados y de los que se llaman lósofos y hombres de mun-do. La religión ha perdido mucho su imperio, y quizá no lorecobrará en mucho tiempo, porque las costumbres estánen oposición de las doctrinas sagradas. De suerte, que siun nuevo sistema de penas y castigos, de culpas y deli-

tos, no se establece en la sociedad para mejorar nuestramoral, probablemente marchemos al galope hacia la diso-lución universal. Todo el mundo sabe que la religión y lalosofía contienen a los hombres, la primera por la pena,la segunda por la esperanza y la persuasión. La religióntiene mil indulgencias con el malvado, la losofía ofrecemuchos sistemas encontrados que favorecen alternativa-mente los vicios: la una tiene leyes y tribunales estables,pero la otra no tiene más que profesores sin códigos y sinestablecimientos jos y autorizados por ninguna institu-ción política. De aquí deduzco yo que debemos buscar unpunto entre estos dos extremos creando un instituto auto-rizado por las leyes fundamentales y por la fuerza irresis-tible de la opinión. En otra ocasión hablaré con Vd. sobreesto; ahora no tengo tiempo para más, y lo que he dicho no vale nada; mientras tanto remito a Vd. una carta del señorDe Pradt para mí y su respuesta que no debe imprimirsede ningún modo.

Tenga Vd. la bondad de hacerle muchos cumplimientosde mi parte a todos los señores Arboledas y Mosquera.

Soy de Vd. de todo corazón.

Bí 

BaBaHoyo, 16 De junIo De 1823

a la Señora eufeMIa llagunoDe garaycoa

Cada día es Vd. mejor. Ayer tuve la complacencia de reci-bir la neza que Vd. se sirvió mandarme de dulces hechos

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son anárquicos: esta lógica es admirable, y más admira-ble aun el viento pampero que ocupa el cerebro de aquelministro.

Perdone Vd., amigo, si ofendo la vanidad de algún ami-go de Vd. en lo que digo; más como supongo a Vd. ofendidocomo yo, me tomo esta libertad con la franqueza que seusa de ordinario entre las personas ligadas por una mis-ma suerte.

 Antes de saber el resultado de Mosquera, el redactorde esta gaceta, a instancias mías, había dado el artículoque acompañó contra “La Abeja Argentina”, en el cual es-tán recopilados y combatidos los defectos de nuestro planfederal.

Debe Vd. saber, con agrado y sorpresa, que el mismoGobierno de Buenos Aires entregó a Mosquera un nue- vo proyecto de confederación mandado de Lisboa, parareunir en Washington un congreso de plenipotenciarios,con el designio de mantener una confederación armadacontra la Santa Alianza, compuesta de España, Portugal,Grecia, Estados Unidos, Méjico, Colombia, Haití, Buenos Aires, Chile y el Perú.

Entienda Vd. que nos llama el proyecto, los nuevos es-tados hispanoamericanos para que comprenda Vd. queno nombra ninguno en particular, pero sí los otros hastaHaití. El proyecto fue mandado por el ministro de Estadode Lisboa al ministro de Buenos Aires, y éste lo ha dirigi-do a Mosquera sin añadirle una sola palabra. Mosqueradice que sabe, porque se lo dijo Rivadavia, que había res-pondido el Gobierno de Buenos Aires que estaba pronto aentrar en paz y amistad con Portugal simplemente. Diossabe lo que será.

Decir mi opinión sobre este proyecto es obra magna,como dicen. A primera vista, y en los primeros tiempos

presenta ventajas; pero después, en el abismo de lo futu-ro y en la luz de las tinieblas, se dejan descubrir algunosespectros espantosos. Le explicará un poco: tendremosen el día la paz y la independencia, y algunas garantíassociales y de política interna; estos bienes costarán unaparte de la independencia nacional, algunos sacriciospecuniarios, y algunas morticaciones nacionales. Luegoque la Inglaterra se ponga a la cabeza de esta liga sere-mos sus humildes servidores, porque formado una vez elpacto con el fuerte, ya es eterna la obligación del débil.Todo bien considerado tendremos tutores en la juventud,amos en la madurez y en la vejez seremos libertos; perome parece demasiado que un hombre pueda ver de tanlejos, y, por lo mismo, es de esperar que estas profecíassean como las otras; ya Vd. me entiende.

 Yo creo que Portugal no es más que el instrumento deInglaterra la cual no suena en nada, para no hacer tem-blar con su nombre a los cofrades; convidan a los Esta-dos Unidos por aparentar desprendimiento y animar a losconvidados a que asistan al banquete; después de que es-temos reunidos será la esta de los Lapitas, y ahí entraráel León a comerse a los convivios.

El proyecto de federación de que hablábamos encierratodos los casos faderis; sus dietas son vi-aneas en las cua-les se pueden modicar o alterar una o muchas partesdel pacto. Desde luego se declara la guerra a la Turquía,porque es la que está en armas contra la Grecia; y hétenosallí al Chimborazo en guerra con el Cáucaceo: ¡No permitaDios que estos dos reductos nos tiren cañonazos! Porquesu metralla puede cegar el mar y quemar la defensa que Vd. va a ser del plan federal, lo que sería lo peor para Vd. y para Quito. Después verá Vd. que este proyecto es unanálisis mandado de Jamaica.

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Supongo que Vd. habrá recibido la carta que le llevóDemarquet en que le digo algunas cositas sobre su mani-esto; lo cual aprobaré siempre en dos partes: por su eje-cución ahora, y para después por sus principios; dentrode 10 ó 12 años no faltará algún legislador que diga teníarazón Monteagudo; pero en el día es Vd. pecador contralas ideas liberales de los republicanos rabiosos.

Soy de Vd. con la mayor consideración.

Bí 

  1824

El 12 de marzo de 1823 Bolívar había escrito a Santan-der desde Guayaquil: “Participe Vd. al congreso mi re-

solución de ir a Lima, para que diga su determinación eneste negocio. Yo creo que estando autorizado con un poderdiscrecional, me será permitido también ir al país enemi-go que ocupan los españoles en el Perú, porque aquellos

enemigos se vienen para acá si yo no voy a contenerlos allí(...) Yo pienso que no falto a la constitución en marcharal encuentro de los enemigos, porque país enemigo, noes país extranjero, como no lo fue la Nueva Granada paraVenezuela. El que lo pretenda será un necio, y un neciono puede ser autoridad”.

La contundente alusión del párrafo nal no podía sermás oportuna, dados los constantes obstáculos legales ylogísticos que el vicepresidente oponía al proyecto de so-correr a los patriotas peruanos que lo habían solicitado.Varios pasajes de la correspondencia de Santander de-muestran esta oposición, en nombre de reales o supuestascarencias y de un hipotético impedimento legal que no ha- bía frenado, sin embargo, otros actos suyos comprometíanseveramente la unidad de la naciente república. Si las re-ferencias no fueran tan copiosas y comprometedoras, lastranscribiríamos prolijamente, pero baste entre otras estecomienzo de una carta de Santander a Bolívar, fechada enBogotá el 7 de octubre de 1824: “Escribo a Vd. para felici-tarle con todas las efusiones de mi corazón por el triunfodel 6 de agosto en Junín. Mi placer y júbilo son tanto másgrandes, cuanto que Vd. ha obtenido este primer triunfo

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cuanto podía desearse; pero hemos tenido que trabajarmucho, y que sufrir mucho. La pobre división que trajeconmigo, no ha descansado desde el 9 de diciembre sino18 días. Constantemente marchando, ha corrido de Aya-cucho a Potosí, un terreno de extensión de 330 leguas,por malos caminos y en una estación terrible: una solanevada en la cordillera de Vilcanota, nos mató setenta ynueve hombres y nos despachó al hospital 300, de los queun tercio quedarán inválidos”.32

La confederación de las antiguas colonias españolasproyectada por el Libertador antes de Ayacucho pareceauspiciarse ahora, con renovadas esperanzas, con esta vic-toria. Premonitoriamente, él había escrito a los gobiernosde Colombia, México, Río de la Plata, Chile y Guatemalados días antes de la batalla para convocarlos al Congreso Anctiónico, ignorando por supuesto los detalles de cuan-to ocurría: “El día que nuestros plenipotenciarios haganel canje de sus poderes, se jará en la historia diplomáticade América una época inmortal”. A lo que había agregado:“La ambición de las naciones de Europa lleva el yugo dela esclavitud a las demás partes del mundo, y todas estaspartes del mundo debían tratar de establecer el equilibrio

entre ellas y Europa para destruir la preponderancia de laúltima. Yo llamo a esto el equilibrio del Universo y debeentrar en los cálculos de la política americana”.

Otra historia comenzaba.

32. Sucre, op. cit., p. 232.

PaTIvIlca, 19 De enero De 1824

al Señor Don SIMn roDrguez

¡Oh, mi maestro! Oh, mi amigo! Oh, mi Robinson, Vd. enColombia! Vd. en Bogotá, y nada me ha dicho, nada meha escrito. Sin duda es Vd. el hombre más extraordina-rio del mundo; podría Vd. merecer otros epítetos pero noquiero darlos por no ser descortés al saludar un huéspedque viene del Viejo Mundo a visitar el Nuevo, si al visitar

su patria que ya no conoce, que tenía olvidada, no en sucorazón, sino en su memoria. Nadie más que yo sabe loque Vd. quiere a nuestra adorada Colombia. ¿Se acuer-da Vd. cuando fuimos juntos al monte Sacro en Roma a jurar sobre aquella tierra santa la libertad de la patria?Ciertamente no habrá Vd. olvidado aquel día de eternagloria para nosotros, día que anticipó, por decirlo así, un juramento profético a la misma esperanza que no debía-mos tener.

 Vd., maestro mío, cuánto debe haberme completado decerca aunque colocado a tan remota distancia. Con quéavidez habrá seguido Vd. mis pasos; estos pasos dirigidosmuy anticipadamente por Vd. mismo. Vd. formó mi cora-zón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para

lo hermoso. Yo he seguido el sendero que Vd. me señaló. Vd. fue mi piloto aunque sentado sobre una de las playasde Europa. No puede Vd. gurarse tan hondamente se hangrabado en mi corazón las lecciones que Vd. me ha dado;no he podido robar jamás una coma de las grandes sen-tencias que Vd. me ha regalado. Siempre presentes a misojos intelectuales las he seguido como guías infalibles. Enn, Vd. ha visto mi conducta; Vd. ha visto mis pensamien-tos escritos, mi alma pintada en el papel, y Vd. no habrá

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dejado de decirse todo esto es mío, yo sembré esta planta, yo la regué, yo la enderecé tierna, ahora robusta, fuerte yfructífera, he aquí sus frutos; ellos son míos, yo voy a sa-borearlos en el jardín que planté; voy a gozar de la sombrade sus brazos amigos, porque mi derecho es imprescripti-ble, privativo a todo.

Sí, mi amigo querido, Vd. está con nosotros; mil vecesdichoso, el día en que Vd. pisó las playas de Colombia. Unsabio, un justo más, corona la frente de la erguida cabezade Colombia. Yo desespero por saber qué designios, quedestino tiene Vd.; sobre todo mi impaciencia es mortal nopudiendo estrecharle mis brazos: ya que no puedo yo vo-lar hacia Vd. hágalo Vd. hacia mí; no perderá Vd. nada;contemplará Vd. con encanto la inmensa patria que tiene,labrada en la roca del despotismo por el buril victoriosode los libertadores, de los hermanos de Vd. No, no se sa-ciará la vista de Vd. delante de los cuadros, de los colo-sos, de los tesoros, de los secretos, de los prodigios queencierra y abarca esta soberbia Colombia. Venga Vd. alChimborazo; profane Vd. con su planta atrevida la escalade los titanes, la corona de la tierra, la almena inexpug-nable del Universo nuevo. Desde tan alto tenderá Vd. la vista; y al observar al cielo y la tierra, admirando el pasmode la creación terrena, podrá decir: dos eternidades mecontemplan: la pasada y la que viene; y este trono de lanaturaleza, idéntico a su autor, será tan duradero, indes-tructible como el Padre del Universo.

¿Desde dónde, pues, podrá decir Vd. otro tanto tan er-guidamente? Amigo de la naturaleza, venga Vd. a pregun-tarle su edad, su vida y su esencia primitivas; Vd. no ha visto en ese mundo caduco más que las reliquias y de losdesechos de la próvida Madre: allá está encorvada con elpeso de los años, de las enfermedades y del hálito pestí-

fero de los hombres; allí está doncella, inmaculada, her-mosa, adornada por la mano misma del Creador. No, eltacto profano del hombre todavía no ha marchitado susdivinos atractivos, sus gracias maravillosas, sus virtudesintactas.

 Amigo, si tan irresistibles atractivos no impulsan a Vd.a un vuelo rápido hacia mí, ocurriré a un apetito más fuer-te: la amistad invoco.

Presente Vd. esta carta al Vicepresidente, pídale Vd.dinero de mi parte, y venga Vd. a encontrarme.

Bí 

lIMa, 7 De DIcIeMBre De 1824

 a loS goBIernoS De laS rePBlIcaSDe coloMBIa, MéjIco, ro De la PlaTa,cHIle y guaTeMala

Grande y buen amigo:Después de 15 años de sacricios consagrados a la li-

bertad de América por obtener el sistema de garantías

que, en paz y guerra, sea el escudo de nuestro nuevo des-tino, es tiempo ya de que los intereses y las relaciones queunen entre sí a las repúblicas americanas, antes coloniasespañolas, tengan una base fundamental que eternice, sies posible la duración de estos Gobiernos.

Entablar aquel sistema y consolidar el poder de estegran cuerpo político, pertenece al ejercicio de una autori-dad sublime que dirija la política de nuestros Gobiernos,cuyo inuyo mantenga la uniformidad de sus principios, y

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cuyo nombre sólo clame nuestras tempestades. Tan res-petable autoridad no puede existir sino en una asambleade plenipotenciarios, nombrados por cada una de nues-tras repúblicas, y reunidos bajo los auspicios de la victo-ria obtenida por nuestras armas contra el poder español.

Profundamente penetrado de estas ideas, invité en1822, como presidente de la república de Colombia, a losGobiernos de Méjico, Perú, Chile y Buenos Aires, para queformásemos una confederación y reuniésemos, en el Ist-mo de Panamá u otro punto elegible a la pluralidad, unaasamblea de plenipotenciarios de cada estado “que nossirviese de consejo en los grandes conictos, de punto decontacto en los peligros comunes, de el intérprete en lostratados públicos cuando ocurran dicultades, y de conci-liador, en n, de nuestras diferencias”.

El Gobierno del Perú celebró el 6 de julio de aquel año untratado de alianza y confederación con el plenipotenciariode Colombia; y por él quedaron ambas partes comprome-tidas a interponer sus buenos ocios con los Gobiernosde América, antes española, para que, entrando todos enel mismo pacto, se vericase la reunión de la asambleageneral de los confederados. Igual tratado concluyó enMéjico el 3 de octubre de 1823 el enviado extraordinariode Colombia a aquel estado, y hay fuertes razones paraesperar que los otros Gobiernos se someterán al consejode sus más altos intereses.

Diferir más tiempo la asamblea general de los plenipo-tenciarios de las repúblicas que de hecho están ya confe-deradas, hasta que se verique la accesión de las demás,sería privarnos de las ventajas que produciría aquellaasamblea desde su instalación. Estas ventajas se aumen-tan prodigiosamente, si se contempla el cuadro que nos

ofrece el mundo político y, muy particularmente, el conti-nente europeo.

La reunión de los plenipotenciarios de Méjico, Colom-bia y el Perú se retardaría indenidamente, si no se pro-moviese por una de las mismas partes contratantes; amenos que se aguardase el resultado de una nueva y espe-cial convención sobre el tiempo y el lugar relativos a estegrande objeto. Al considerar las dicultades y retardospor la distancia que nos separa, unidos a otros motivossolemnes que emanan del interés general, me determinoa dar este paso con la mira de promover la reunión inme-diata de nuestros plenipotenciarios, mientras los demásGobiernos celebran los preliminares, que existen ya entrenosotros, sobre el nombramiento e incorporación de susrepresentantes.

Con respecto al tiempo de la instalación de la asam-blea, me atrevo a pensar que ninguna dicultad puedeoponerse a su realización en el término de seis meses,aun contando desde el día de la fecha; y también me atre- vo a lisonjearme de que el ardiente deseo que anima atodos los americanos de exaltar el poder del mundo de Co-lón, disminuirá las dicultades y demoras que exigen lospreparativos ministeriales, y la distancia que media entrelas capitales de cada Estado y el punto central de reunión.

Parece que si el mundo hubiese de elegir su capital, elIstmo de Panamá sería señalado para este augusto des-tino, colocando, como está en el centro del globo, viendopor una parte el Asia y por otra el África y la Europa.El Istmo de Panamá ha sido ofrecido por el Gobierno deColombia para este n, en los tratados existentes. El Ist-mo está a igual distancia de las extremidades; y por estacausa podría ser el lugar provisorio de la primera asam-blea de los confederados.

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queza, que espero me sea perdonada, que yo creo que lagloria de Colombia sufre con mi permanencia en su suelo;porque siempre se le supone amenazada de un tirano, yque el ultraje que a mí se me hace, mancha una parte delbrillo de sus virtudes, puesto que yo compongo una parte,aunque mínima, de esta república.

Excmo. Señor: Suplico a V.E. se sirva someter a la sabi-duría del Senado, la renuncia que hago de la presidenciade Colombia, cuya aceptación será la recompensa de misservicios en estas dos repúblicas.

 Acepte V.E. , los testimonios de mi distingui daconsideración.

Bí 

  1825

Con la batalla de Ayacucho no concluyen las tentati- vas del colonialismo y sus representantes en América.

 Además de El Callao, en donde aún resistían los últimoscombatientes del ejército realista en el Perú, en otras par-tes los derrotados y sus agentes conspiran por impedira las nuevas repúblicas establecer el nuevo orden. Pero

además, después de Ayacucho, los propietarios criollos—mantuanos o godos que en lo esencial conservaban laideología del colonizador— inician un reagrupamientopara apoderarse de todas las instituciones, por sí o pormedio de militares y funcionarios interpuestos: dirigen losministerios y los cargos de poder, emprenden gestionesdiplomáticas para favorecer sus intereses (recordemos latentativa de capitalistas allegados a Santander, apoyadapor éste, de construir un canal interoceánico, proyectoeminentemente comercial en el que quiso inmiscuir a Bo-lívar y éste rechazó), reanudan paulatinamente el ujo delos negocios y la producción de las haciendas con manode obra esclava, distribuyen los haberes militares entrelos antiguos combatientes de su propia clase o compran aprecios irrisorios los de los soldados repatriados. Para ellocuentan con juristas como Urbaneja o Mendoza en Vene-zuela, o Azuero y Mosquera en Nueva Granada; y con mili-tares como Páez y Santander, futuros grandes propietariosellos mismos. Los criollos, tal como señala Miguel AcostaSaignes, “no podían mantener unas concepciones socialesque les habían servido sí como valioso instrumento parala emancipación, pero chocaban, al concluir el proceso in-

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dependentista, con sus tradiciones y con los sistemas deproducción esclavista y de propiedad semifeudal, que nohabían sido destruidos con la emancipación política”.33

En su autobiografía, el propio Páez traza este perldel proscenio: “Cuando una nación como la nuestra haconquistado su independencia, suelen presentarse en laescena política tres clases de actores. Primera, los que conla espada o la pluma merecieron bien de la patria en lasépocas de la contienda y que aspiran a recoger el premio

de sus afanes y fatigas, pues no todos suelen contentarse,como Cincinato y Washington, con la gloria póstuma y elaprecio de las generaciones. (...) La segunda clase (...) sonlos que no habiendo tomado parte alguna en las cuestio-nes, mientras se debatían con las armas, aspiran despuésa ocupar los altos destinos de la nación, y para alcanzarlosse constituyen en censores del Gobierno (...) A la tercerapertenecen aquellos adeptos del antiguo orden de cosas,a quienes puede decirse que a viva fuerza se les ha hechoaceptar la reforma”.34

No es necesario argumentar en cuál clase se situabael propio Páez.

Mientras tanto, la situación de los desposeídos se

mantiene, en lo esencial, igual, pese a los justicieros de-cretos de los libertadores. Éstos deben sobreponerse inclu-so a sus propias vacilaciones y tradiciones familiares. “Nohacen (sic) ocho días —escribe María Antonia Bolívar a su

33. Op. cit., p. 475.34. Autobiografía del general José Antonio Páez, Caracas, Petróleosde Venezuela, 1990, p. 267, reproducción facsimilar de la ediciónoriginal de 1869).

hermano el 29 de enero de 1825— que he tenido que dar-le una paliza a uno de los carpinteros que me están com-poniendo El Ingenio porque me dijo cuantas picardías lesugirió su torpeza pero yo que he jurado no sufrir insultosde nadie, tomé una bara (sic) de medir y le abrí la cabe-za, y luego le hice dar mucho palo con mis criados, ahorasupón si esto hacen conmigo qué harán con los demás. Esindispensable traer aquí gente blanca, o hacer nuevas le- yes que los contengan porque las españolas no sirven”. La

propia María Antonia no olvida un instante su extracciónsocial: “Los negros del Tuy de tu hacienda —le escribeel 30 de julio— dicen que son libres: aquí se apareció elmayordomo a preguntarme si era cierto, que en la ciudadhabían (sic) siete de ellos y no querían irse con él, con quelos hice coger y llevar para la hacienda”. Y este acápiterevelador: “Perdiéndose esta gente se acaba la agricultura y por consiguiente el comercio decae mucho”.35

Particularmente, la situación de menoscabo y servi-dumbre de los pueblos indígenas de la sierra y el altiplanoandino continúa. Atados a viejas coyundas de hacendados,funcionarios y clero (amén de las ejercidas por caciquesdomesticados y envilecidos por el coloniaje), al estado de

postración sucede la esperanza frustrada. En una cartade Sucre a Bolívar, desde Bolivia, esta alusión a las estasreligiosas impuestas por la iglesia en comunidades indiasda cuenta de cómo algunos cuadros de aquella realidadintrincada e inicua no eran sólo asunto del pasado: “Res-pecto de los antiguos curas —escribe el Gran Mariscal—

35. Bolívar y las damas, las damas y Bolívar. Epistolarios, Caracas,Ediciones de la Presidencia de la República, Vol. 71, 1983, pp. 52 y 59.

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le diré que se han descontentado con la resolución de quea ningún indio se le obligue por fuerza a hacer estas,sino que sólo paguen las que voluntariamente quieran. Nopuede Vd. pensar las infamias que hacían los curas paraexigir de los indios el pago de estas estas; llegaba el casode que cuando un pobre no podía pagar los cincuenta ocien pesos de su esta, le quitaban una hija, la más boni-ta, para venderla al uso del primero que pagara (...) Estoyconvencido de que no los satisface sino dejarles sus inmu-

nidades, las riquezas todas del país, y aun creo que seríapreciso entregarles el Gobierno mismo para que fueran bien contentos”.36

 Y todo ello a despecho de que en defensa de los indiosel Libertador había interpuesto su autoridad prohibiendo bajo penas severas que se les emplease en ningún trabajosin que precediese ajuste libremente estipulado, y de quehabía decretado, el 8 de marzo del año 1824, la abolicióndel cacicazgo en los términos inicuos establecidos por lacorona española, la extinción de la servidumbre y el repar-to equitativo de tierras entre las familias indígenas.

La tarea central de Bolívar en aquellos años, fuera deconcluir la guerra libertadora que absorbía sus mayores

energías, consiste, por una parte, en promover y organi-zar la gran federación de repúblicas americanas liberadasdel coloniaje español, como ente disuasivo ante la Santa Alianza monárquica y el poderío creciente y cada vez másamenazador de los EEUU; y por la otra, crear instrumen-tos e instituciones que permitieran a los pueblos de lasnuevas repúblicas aprender a ser libres. Así, mientras fun-

36. Sucre, op. cit., p. 312.

da escuelas normales en cada capital de departamento,siguiendo el sistema de Joseph Lancaster —a quien escri- be para aceptar su propuesta de dirigir personalmente unproyecto en Caracas—, ordena utilizar los establecimien-tos conscados a los jesuitas como colegios de educaciónmedia. Además —tal como rememora Simón Rodríguezen su escrito en defensa del Libertador, en 1830— expi-de “un decreto para que se recogiesen los niños pobresde ambos sexos... no en Casas de misericordia a hilar por

cuenta del Estado; no en conventos a rogar a Dios por sus bienhechores; no en cárceles a purgar la miseria o los vi-cios de sus padres; no en hospicios, a pasar sus primerosaños aprendiendo a servir, para merecer la preferencia deser vendidos, a los que buscan criados eles o esposas ino-centes. Los niños se habían de recoger en casas cómodas y aseadas, con piezas destinadas a talleres, y éstos surti-dos de instrumentos y dirigidos por buenos maestros (...)Tanto los alumnos, como sus padres, gozaban de libertad—ni los niños eran frailes ni los viejos presidiarios—, eldía lo pasaban ocupados y por la noche se retiraban a suscasas, excepto los que querían quedarse. La intención noera (como se pensó) llenar el país de artesanos rivales o

miserables, sino instruir, y acostumbrar al trabajo, parahacer hombres útiles, asignarles tierras y auxiliarlos en suestablecimiento (...) Era colonizar el país con sus propioshabitantes”.

En la correspondencia dirigida a Santander el año1825 puede apreciarse la índole de las preocupacionesdel Libertador. Las cartas abundan en sugestiones, entre-líneas y mensajes cifrados sobre ambiciones, miras des-

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proporcionadas, recurrentes pretensiones y comprometi-das relaciones de poder. Parece obvio que cuando escribeal vicepresidente, pesan en él sentimientos encontrados,aunque su generosidad y su predisposición a no albergarrencores sobrepónense a todo resquemor y, colocandopor sobre los suyos los intereses de la república, nge ig-norar u olvidar propuestas que en circunstancias distin-tas habría rechazado con su natural vehemencia. Estosfragmentos de la correspondencia de Santander son, al

respecto, transparentemente reveladores: “Será bien des-pachado en el Congreso un negocio que introduje sobreel haber nacional de Vd. pagadero de los fondos públicos.No ande renunciando más estas miserables recompensas.Para vivir necesitamos de dinero y no de fama. Y el que yatiene un alto puesto necesita vivir con dignidad”;37 “Sobrenuestro negocio de haber militar, aquel que Vd. me indicó(!), me parece que saldrá del Congreso una resolucióndecorosa y más útil, pues según me han dicho Soto, eldoctor Méndez y Baralt, iban a decretar que se hiciese aVd. su ajuste desde 1819 y que se le pagase en dinero so-nante de cualesquiera fondos de la República. Yo aprobéesta indicación y Vd. déjese de renuncias de sueldos; por-

que la experiencia me está enseñando, que lo más seguroes tener uno con qué vivir. Los servicios y la gratitud seolvidan pronto y nadie se apura por otro”;38 “Muy moles-to se puso Vd. porque le pedí razón de lo que le debíande sueldos. No fue mi intención molestarlo. Hágame Vd.el favor de enviarme una carta poder para percibirle si-

37. 6 de marzo de 1825.38. 21 de marzo de 1825, los subrayados son de Santander.

quiera su haber: cuente Vd. con el porvenir y no pienseque todos los tiempos son unos. Este haber no es rega-lo que le hacen, es una recompensa justa que todos he-mos recibido (...) Nadie nos agradece estas liberalidades. A propósito de liberalidad, copio a Vd. lo que me escribePalacios, de Filadela, con fecha 31 de mayo: ‘Hemos sa- bido que el Congreso del Perú le decretó un millón de pe-sos para el peculio particular, que rehusó admitir nuestrohéroe; y este rasgo de generosidad y de desprendimiento

que le es tan propio, ha causado aquí la mayor admira-ción, pues como en este país todo está metalizado, se haconsiderado como una de las acciones más heroicas delgeneral Bolívar el que se hubiese negado a recibir la sumamencionada’. ¡Bravo! ¡Bravísimo!”.39

 Y todo ello pese a que desde el 30 de octubre del año1823 Bolívar habíale escrito tajantemente: “Siento muchoque Vd. haya sometido al congreso la idea de mi haber,después que ya se sabía que la constitución no se alteraba.Pensé irme si se destruía a Colombia y, por lo mismo, que-ría mi haber para irme. He sentido mucho más la pensión y el sueldo: con esto se borran todos mis servicios, porqueuna deuda pagada, no es deuda. Además, la generosidad

del congreso indica que yo soy capaz de aceptar con gustouna gracia que sin ofenderme hiere mi delicadeza, porquesiempre he pensado que el que trabaja por la libertad y lagloria no debe tener otra recompensa que gloria y libertad.Crea Vd. con franqueza que me ha herido hasta el almala lectura de este decreto y que lo he escondido hasta dePérez, Ibarra y los demás de casa. Mi desesperación en

39. 21 de agosto de 1825; etc. Santander, op. cit.

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guerra. Todo va perfectamente bien en lo interior. Los es-pañoles han perdido toda esperanzan de hacer más nadaen la sierra; pero los del Callao tienen esperanzas en Ola-ñeta, y se han puesto en comunicación con él por medio dela escuadra. Estas esperanzas pueden tener algún efecto;pero serán muy miserables, pues todo lo disponemos parano dejarle recurso ni a la fortuna ni a las armas de los es-pañoles, que ya poco deben contar con ventaja alguna en América; porque Ayacucho ha sido el juicio nal.

 Ayer ha venido un buque francés de Quilca, que da pornoticia de que los jefes españoles capitulados y no capitu-lados se están embarcando en buques franceses, que es-taban en el puerto, para Europa, según dicen. La verdades que todos no piensan más que ver cómo salen del malpaso en que están en este momento. La capitulación lesha quitado la desesperación que debía llevarlos a nuevosensayos militares. Si nosotros hubiéramos podido hacerotro tanto en Carabobo, mucho se hubiera adelantado porentonces.

 Vd. puede contar con que yo estaré el resto de este añoen el Perú, pero no como jefe del país, sino como jefe delejército unido, y cuando más con la primera autorizaciónque me dieron al llegar aquí.

He oído decir a muchas personas que desearían tenerpor algún tiempo, aun después de mi marcha a Colombia,algunas de nuestras tropas colombianas para asegurarla tranquilidad del país y la seguridad del gobierno. Diréfrancamente que el deseo es justo y necesario, y que anosotros no nos perjudica en nada, pues que las tropasque habríamos de mantener en el Sur las podríamos dejaraquí, sin que nos costara su manutención un real. Además,Colombia necesita de muchas tropas del Sur en el Norte, y este sería un nuevo recurso, en todo caso, para auxiliar

los departamentos en que fuesen necesarias tropas e-les y disciplinadas. Aun podríamos disponer de algunasperuanas en un caso semejante. Debo también decir, enapoyo de esta operación, que está muy en el sentido delos tratados del Perú y Colombia y del n de la federación.Últimamente vuelvo a mi tema: la América es una máqui-na eléctrica que se conmueve toda ella, cuando recibe unaimpresión de sus puntos. Sobre todo, los mejicanos y losperuanos son nuestros únicos vecinos, y a ellos debemosatender de preferencia a todo, siendo indudable que susconmociones serán extensivas a nosotros.

No hemos recibido aún el correo que ya debía haberllegado; pero contestaré cuando llegue.

Se me olvidaba decir a Vd., que la permanencia de tro-pas colombianas en el Perú, puede ser objeto de discusiónen el congreso del Istmo, y que deseo una respuesta de Vd.sobre este capítulo, para saber si debo o no contar sobreesta operación en lo futuro. No se olvide Vd. nunca que latranquilidad del Sur de Colombia estará siempre pendien-te de la del Perú; y que nuestro frente está en el Norte, y todas nuestras atenciones lo mismo; por consiguiente,más bien debemos contar con el Sur para auxilios quepara cuidados. Repito que esto es capital y que lo tengomuy bien meditado. Me parece que se lo he comunicado a Vd. antes de ahora y algunas veces.

Somos 7:Hemos recibido el correo de Colombia que no trae cosa

de mayor importancia. El de Méjico también ha llegadohoy, es decir, una correspondencia de Acapulco, que nostrae la conrmación de la muerte de Iturbe y el nombra-miento de Victoria a ser presidente. Todo esto es muy bue-no y aún lo mejor que podría suceder.

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el de Olañeta apenas alcanza a 3.000 de un modo u otropronto habremos terminado este negocio de lo que me ale-graré bastante para salir de una parte de los cuidados queme rodean.

El Callao se mantiene rme, porque aun no han llegadolas tropas de Guayaquil, y por fortuna está bloqueado. Noobstante todo, creo que no durará la plaza en poder de losespañoles dos meses.

Estos dos días hemos tenido aquí un disgusto con elasesinato que se hizo en Monteagudo, porque este sucesodebe tener un origen muy profundo o muy alto. Los asesi-nos están presos y ellos conesan dos personas que per-tenecen a la facción gótica de este país. Yo creo que estopuede tener origen en los intrigantes de la Santa Alianzaque nos rodean; porque el objeto no debía sólo ser matara Monteagudo sino a mí y a otros jefes.

He mandado salir un agente francés que estaba aquí,un Conde de Moges.

Por las gacetas hemos visto que la Francia manda mi-nistros de discordia a toda la América. Este gobierno estárealizando la imagen de la discordia, armada de las an-torchas y de las furias. ¡Qué inmoralidad! ¡Qué atentado!Parece que los aliados están como náufragos, que no re-paran en los medios de salvarse. Será mucho, si no tomanalguna medida desesperada luego que sepan el resultadode la campaña del Perú.

El señor Chasseriau parece que es el espión que tienenlos franceses en el Norte de Colombia y en Méjico. El llevó lamuerte de Iturbide a su gobierno como una infausta noticia.

El año de 24 no ha estado malo para los negocios de América, aunque empezó cubierto de tempestades.

No he recibido cartas de Vd. en estos días, ni en el co-rreo tampoco. Espero a O´Leary de un momento a otro

de Chile; parece que aquello está revuelto, y que clamanpor mí. El congreso del Río de la Plata se ha reunido enBuenos Aires. El resultado de este congreso no lo sé: loúnico que me imagino es que podrá conexionarse con losnegocios del Alto Perú en los cuales tendremos que reco-nocer nuestra parte, para no dejar en aquellas provinciasal godo y muy servil Olañeta que siempre estará pronto aobrar con la Santa Alianza, como lo dice públicamente ensus papeles. Las provincias del Río de la Plata no tiene unsolo ejército con qué bloquear a Montevideo, mientras elpríncipe del Brasil posee todos los medios de subyugarlos.Este emperador del Brasil y la Santa Alianza son uno. Ysi nosotros los pueblos libres no formamos otro, somosperdidos. Sobre esto, por más que hable, no podré decirbastante: por lo mismo, mi manía del día es enviar repre-sentantes al Istmo para formar el gran congreso federal.Pido, pues, de nuevo este envío como muy urgente y muyútil. Tanto es, que no hay un americano que no se con- venza de la reunión general. Yo creo que este es el últimoservicio que le podremos hacer a la América y sólo esperoque se realice para separarme del mando de todo, todo.

Diré a Vd., de paso, que estoy cansado de servir y de te-ner mi espíritu en contracción continua: ni aún la prospe-ridad me anima a llevar adelante la carga. Cada día sientomás la necesidad de dejarla por falta de fuerza física y deaspiraciones morales. Vd. no puede imaginarse el deseoque tengo de descansar, de una especie de letargo prolon-gado y profundo. Quisiera no existir por algunos mesesenteros, para ver si podría reposar tanto como deseo men-tal y físicamente. Ya me canso de todo, y con una facilidadextraordinaria.

Supongo a Vd. muy ocupado con su congreso; ¡quieraDios que salgan de él como de los otros! cuánto más con-

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sidero el gobierno de Vd. tanto más me conrmo en la ideade que Vd. es el héroe de la administración americana. Esun prodigio, que un gobierno amante sea eminentementelibre y eminentemente correcto y, además, eminentemen-te fuerte. Es un gigante que marcha al nacer, combate ytriunfa. Este gigante es Vd. Es una gloria que dos de misamigos y segundos hayan salido dos prodigios de entrelas manos. La gloria de Vd. y la de Sucre son inmensas.Si yo conociese la envidia los envidiaría. Yo soy el hombrede las dicultades; Vd. el hombre de las leyes y Sucre elhombre de la guerra. Creo que cada uno debe estar con-tento con su lote, y Colombia con los tres. Feliz madre quenunca puede dejar de tener un hijo que le sirva de bácu-lo, aunque el mayor la abandone como su ingratitud se loaconseja: la ingratitud del hijo, se entiende.

 Adiós, mi querido general, soy de Vd. de corazón.

Bí 

P.D.- S di csti h pdid gis p ss bitts

dmds s. y m h d iit d st idt.

Sp s d Pú mbá l M

d psidt, si hii s idi. P

i d ditd; p sí i i mtmt p ibm d pt d s s m

mst. adi vd. pb stá bi tt, id ti. aí m mp tis d Mi, í

mistsmt s spits si ds. l mpió p

m t, p i s tid t sí, tds s ti-

d mi.

  adiós t .

lIMa, 23 De feBrero De 1825

a S. e. el general f. De P. SanTanDer

Mi querido general:Se instaló el congreso del Perú el día 10, como lo sabrá

 Vd. Las gacetas le dirán una parte de lo que ha sucedido,porque no se dice siempre todo a causa de la imperfec-ción de nuestros gaceteros. El hecho es que el Congresose empeñe en continuarme en el mando, ni que yo lo he

aceptado condicionalmente hasta que me llame el go-bierno de Colombia.El congreso ha determinado mandar una comisión a

darle gracias al gobierno de Colombia y al congreso porlos benecios que le ha hecho. Además, lleva el expresoencargo de solicitar permiso para que yo pueda mandar-los un año más, que es todo lo que puedo hacer por estepaís. En este tiempo tomaremos el Callao y el Alto Perú y sacaremos nuestras tropas cuando Vd. quiera; perome parece que si no hay necesidad de ellas por allá, nodebemos apresurarnos a sacarlas por las siguientes ra-zones: primera, aquí se conservan mejor por estar lejosde su país; segunda, se ahorra una inmensa cantidad dedinero que valen la manutención de un cuerpo de tropas

tan grande; tercera, se mantiene el orden en todo el Surde la América; cuarta, se llena el objeto de la federación;quinta, tenemos el Sur de Colombia en paz y tranquilidad;sexta, a la primer orden podemos llevar al Norte 6.000hombres de la mejor tropa del mundo, eminentemente co-lombianos, sin contagios morales y dignas de mantener lagloria de Colombia.

Después de estas consideraciones se pueden sacarotras adversas, si sacamos nuestras tropas prontamente

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de este país, que, a la verdad, yo considero tal operacióncomo una falta capital. Crea Vd. que la salud de Améri-ca está pendiente en gran parte de este ejército. Es mag-níco, como Vd. no lo puede imaginar y además su con- versación sola es un benecio común a todos. El Río dela Plata es un país que amenaza a todas la América consu anarquía. Pertenece a cinco estados diferentes, todosigualmente enemigos unos de otros. El Brasil se lo quierecomer, el ejército de Olañeta es servil, godo y del partidode la Santa Alianza; este ejército quedará por algún tiem-po, parte con inuencia y parte con fuerza. El Paraguayestá bajo la inuencia del emperador del Brasil, y las de-más provincias enemistad abierta unas con otras. Chileestá de acuerdo con el gobierno de Buenos Aires, y ambosen una anarquía pasiva, y ambos contra la federación delas nuevas naciones. La Banda Oriental se come a Buenos Aires el día que quiera, y ya me tiene Vd. a la Santa Alian-za en campaña en los llanos del Río de la Plata.

Decir a Vd. que las revoluciones populares son conta-giosas en grados de superlativos, es decir una pamplinade todo el mundo sabe. De Buenos Aires viene la revolu-ción al Perú en triunfo y pasa hasta el Juanambú en mediode las aclamaciones. Es inútil decir a Vd. lo que es Vene-zuela y lo que puede hacer. Así, pues, yo creo que nosotrosdebemos imitar a la Santa Alianza en todo lo que es relati- vo a seguridad política. La diferencia no debe ser otra quela de los principios de justicia. En Europa todo se hace porla tiranía. Acá es por la libertad; lo que ciertamente nosconstituye enormemente superiores a los tales aliados.Por ejemplo: ellos sostienen a los tronos, a los reyes; no-sotros a los pueblos, a la república; ellos quieren la depen-dencia, nosotros la independencia. Por consiguiente, paraelevarnos a la altura correspondiente y capaz de sostener

la lucha, no podemos menos que adoptar medidas iguales.La opresión está reunida en masa bajo un solo estandarte y si la libertad se dispersa no puede haber combate. Poresta falta absurda, enorme, criminal, mil opresores de laEuropa moderna tienen subyugados hasta los extremosdel mundo. Los ejércitos de ocupación de Europa es unainvención moderna y hábil. Conserva la independencia delas naciones y el orden que se establece en ellas, y, al mis-mo tiempo, evita esa necesidad de conquistar para impe-dir la guerra. Por lo mismo, nosotros debemos tener esteejército nuestro en Alto y Bajo Perú, hasta la reunión delos estados que deben decidir del modo y medio de mante-ner la tranquilidad entre los confederados.

En el Sur de Colombia quedan ahora demasiado tro-pas. Además si por el Norte se necesitan algunos cuer-pos, diga Vd. de qué arma y de qué calidad, que marcharásin perjuicio de la tranquilidad del Sur. Los venezolanosque están en Guayaquil pueden servir el Istmo, si Vd. losquiere mandar allí, pero no los del Magdalena, porque de-sertarán todos. Si Vd. quiere 2 ó 3.000 peruanos para Ve-nezuela los podemos mandar incorporados en nuestrosbatallones, pues los tenemos en nuestras las, tomadosal enemigo y reclutados en el país en reemplazo de nues-tras bajas.

Me parece muy bien que Vd. mande un plenipotencia-rio con poderes e instrucciones para arreglar los negociospendientes entre Colombia y el Perú. Que traiga la cuentade los gastos para arreglar en pago, que se puede haceren Inglaterra, si Vd. quiere; para tratar sobre los límites;sobre las tropas que han de marchar, y las que han dequedar, por algún tiempo; y para tener con quién enten-dernos sobre éste ejército y los negocios de Colombia, queaquí son muchos. Armero es un comerciante que no tiene

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representación ni ningunos conocimientos de nada. Ade-más tiene poca representación personal y por enemigo dePérez, que lo despedaza públicamente, sin que yo lo pue-da evitar; porque el tal Pérez es más loco que antes. Nopuede Vd. imaginarse lo mal que habla de los ministrosque yo tengo, y todo, por los celos. Si Mosquera quisiera venir, sería el mejor: conoce los negocios del Sur y es unhombre admirable.

Insto mucho porque se mande los diputados al Istmo;en el momento que se me avise, mandaré los del Perú. Nome cansaré de recomendar esta asamblea.

El pueblo de Chile, según dice O´Leary, que acaba dellegar está muy decidido por nosotros; pero su gobiernomuy envidioso. Desea el pueblo llamar a O´Higgins, y seespera que así lo hará. Este general, lo mismo que el almi-rante Blanco son excesivamente decididos por mí, y am-bos son unos excelentes caballeros. O´Higgins se ha vistoen las posiciones más horribles y no ha podido salir bien,porque sus lados eran detestables.

Me asegura que tiene Vd. muchos votos para presidente;si es así esto es prueba del juicio de Colombia, y más quetodo del acierto con que Vd. se ha manejado. Nada me hadado más gusto en estos días como saber que se piensa enasegurar la suerte de Colombia por medio de una eleccióntan brillante y sabia. Los colombianos deben olvidarse de mípara el ocio de presidente, y sólo deben pensar en Vd., quees el que ha hecho pruebas de buen constitucional. Muchospretenderán la tal presidencia, pero el pueblo sólo debe dár-sela a Vd., a lo mejor por ahora y hasta que esté establecidoel orden que debe salvarnos para siempre. Yo repito que noserviré más que hasta establecer, si puedo, ese congresofederal, y después me retiro a vivir, cansado de tantos cui-dados.

El congreso del Perú se ha mostrado muy generoso: algeneral Sucre le ha dado el nombre de Ayacucho y nos hacolmado de honores a todos; ha señalado dos millones depesos para el ejército y para mí. Se le señalarán algunasncas a los generales y jefes. A Heres lo han hecho gene-ral de brigada, y al vicario de nuestro ejército, canónigo. Yo suplico a Vd., que si le es posible, apruebe todas estasgracias, menos la mía porque no la quiero. Sobre todo, estan bonita la que le han hecho a Sucre, que sería lástimaque Vds., no la quieran aprobar; ha sido el pensamien-to mío inspirado al congreso. Mi agradecimiento a Sucreno tiene términos: primero, por justicia, y segundo, porgenerosidad, pues que él me ha quitado en Ayacucho elmás hermoso ramo de mis laureles, es el libertador delimperio de los Incas desde el Juanambú hasta el Charcas,de suerte que él es absolutamente mi competidor en gloriamilitar, de lo que no estoy nada sentido para merecer laque me queda, pues si me muestro envidioso no mereceréni una hoja de laurel. Lo mismo digo respecto de Vd. nadielo quiere, nadie lo aplaude más que yo, por sentimiento ypor raciocinio; porque yo creo que la más hermosa coronaes la que da la justicia. Miserable de mí si yo tuviera otrasideas. Si yo fuese envidioso, apenas podría merecer elnombre de hombre; porque solo las mujeres pertenecen aesta pequeña y mezquina pasión. Por desgracia este sen-timiento suelen sufrirlo algunas personas notables congran desdoro de las cualidades que las hacen apreciablespor otro lado. Yo tengo el orgullo de creerme superior atan infame debilidad.

 Yo pienso irme dentro de diez o doce días al Alto Perúa desembrollar aquel caos de intereses complicados queexigen absolutamente mi presencia. El Alto Perú perte-nece de derecho al Río de la Plata, de hecho a España,

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de voluntad a la independencia de sus hijos que quierensu Estado aparte, y de pretensión pertenece al Perú, quelo ha poseído antes y lo quiere ahora. Hoy mismo se estátratando en el congreso de esto, y no sé lo que resolverán. Yo he dicho mi dictamen y todo el mundo, haciendo la dis-tribución de los mismos términos que arriba quedan in-dicados. Sucre tiene la orden de tomar el país por cuentade la independencia y del ejército libertador, y creo que elderecho debe ventilarse en la asamblea del Istmo. Entre-garlo al Río de la Plata es entregarlo al gobierno de lasanarquías y someter a los habitantes, a las tropas de Ola-ñeta, que actualmente lo poseen, y entrarán por un arre-glo pacíco. Entregarlo al Perú es una violación del dere-cho público que hemos establecido; y formar una nuevarepública como los habitantes desean es una innovaciónde que yo no me quiero encargar y que sólo pertenece auna asamblea de americanos. El país es igual en recursosa Guatemala y a Chile; dista innito de Buenos Aires, ypoco menos de Lima. El centro viene a estar a 500 leguasde una y otra capital, o poco menos, pero siempre másdistante de Buenos Aires. Se dice que el país es hermoso y muy rico. Allá lo veremos y le escribiré a Vd. lo que meparezca mejor o más justo.

Hoy ha llegado el general Valero con un hermoso bata-llón y he dicho que le pongan el nombre de Caracas quedejó en Ayacucho el otro; porque es preciso que la cuna dela independencia tenga siempre su nombre en su ejército.El general sucre se quiere ir a Colombia, por causa de lamuerte de su padre; lo mismo Lara y Córdoba. Si Vd. lequisiera dar el empleo de general de división al generalSalom, podría mandar el ejército; porque es el mejor detodos en todo y por todo. Yo ruego a Vd. esta gracia comosi fuera para mí mismo. Ayer se ha batido brillantemente

contra la plaza del Callao y obtuvo un buen suceso. Salomha servido innito durante toda la vida y el Sur más quenunca, y el cuanto a valor tiene tanto como el que más.El gobierno del Perú le dará bien pronto el empleo de ge-neral de división con que anticipe Vd. Sus compañeros lohan dejado tan atrás, que no puede menos que sufrirlo enmedio de su modestia. Yo lo dejo encargado del ejército dela costa que pasa de 3.500 hombres, y cuando le venga eldespacho de general de división ya estará dueño del Ca-llao, que costará no poca sangre.

 Yo dejo encargado a un consejo de gobierno los nego-cios del Perú con el general La Mar de presidente y los mi-nistros de vocales. Estos sujetos son los más estimablesque tiene el Perú, y a la verdad, dignos de gran respeto yconsideración. Cada uno en su género, tiene mucho mé-rito. El general La Mar es un hábil ocial, un caballero yuna persona muy distinguida en todo. El señor Carrióntiene talento, probidad, y un patrimonio sin límites: lasmismas cualidades tiene el señor Unanúe, y además co-nocimientos naturales que ninguno otro posee en el Perú.

El ministro de guerra Heres marcha conmigo, porqueeste ministro queda siempre a mi lado: este ocial tieneexcelentes cualidades, aunque le faltan enemigos a causade su genio adusto; pero se lo recomiendo a Vd. para queno lo vayan a desairar con el tal despacho de general quele ha dado el Congreso espontánea y libremente, sin elmejor inujo de nadie.

 Al general Valero no he hecho más que verlo, pero meparece un excelente ocial, por lo que he oído de él y porsu sonomía. Le he dado el mando de la división que sitiael Callao las órdenes del general Salom.

Mi ausencia de esta capital durará el resto de esteaño probablemente.

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Si el congreso se sintiere, porque he pasado al AltoPerú, dígale Vd. que yo pertenezco ahora a este país, yque estando allí el ejército libertador no he podido ni debi-do abandonarlo; además aquel territorio está en disputa;que siendo actualmente español, mi deber es ocuparlo,pues el enemigo no tiene fronteras ni es país extranjeroel que ocupa el enemigo; y es el objeto posible del ejér-cito contendiente, y debe tomarlo para llenar el n dela guerra. Nunca se debe considerar como extranjero elpaís que se disputa, y si nos atenemos a palabras, lo quepropiamente se llama Perú, es el Cuzco al Potosí; comose sabe muy bien, en este país. Así es que dice vengo delPerú, voy al Perú cuando se trata del Alto Perú. Toda esta jerga es en cuanto a palabras; en cuanto a razones, yaestán expuestas.

Bueno será que el general del ejército de Colombia ten-ga facultades para hacer algunas promociones; porque ungeneral a mil leguas debe tener tales facultades. Sucre,para contentar al ejército se ha visto en la necesidad decometer esta falta. Este ejército merece esta considera-ción; porque es salvador de la América; y con el tiempopuede ser el conservador de nuestra tranquilidad. Porotra parte es de una grande belleza, ninguno le iguala en América: son los diez mil inmortales.

Mi carta es bastante larga, y debo concluirla recomen-dando a Vd. a los señores diputados del Perú. Haciéndoles Vds. cariños vendrán agradecidos, y entre naciones estasbagatelas producen mucho. En política nada vale tanto ycuenta menos como las demostraciones de respeto y con-sideración; sobre todo cuando la superioridad es marcada y todo se puede atribuir a timidez. El Perú puede formarun excelente hermana de Colombia. Nosotros estamosadorados aquí; hay una cordialidad nacional que no es

fácil concebir a cierta distancia; es preciso sentirla parapoderla apreciar.

He visto lo que Vd. le dice a Pérez sobre las dicultadesque hubo en Colombia para la expedición del Sur. No ex-traño nada en tales casos.

Soy de Vd. de corazón.

Bí 

eist d st t, ii dpid. e hi St-

d pdid st útim. e ii ti h 23 d b

d 1825, dpid d 18, pbbmt p .

lIMa, 23 De feBrero De 1825

 excMo. Sr. PreSIDenTe Del SoBeranocongreSo

Excmo. señor:Tengo la honra de responder a la comunicación en que

 V.E. se ha servido manifestar la generosa negativa del so-berano congreso a la mía, en que renunciaba en millón de

pesos que la representación nacional del Perú ha queridoponer a mis órdenes. Veo con innita satisfacción el em-peño de manifestarme un reconocimiento que, a la verdad,ha traspasado ya sus límites regulares. Por consecuenciade estas demostraciones excesivas, he venido yo a quedarde beneciado, y, por lo mismo, deudor de gratitud; pero,sea cual sea la tenacidad del congreso constituyente, lamía no puede ser excedida, no habiendo poder humanoque me obligue a obligar un don que mi conciencia repug-

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na. Yo repito a V.E., para que se digne hacerlo presente alcongreso, que, sin aceptar la gracia en cuestión, mis ser- vicios quedan recompensados innitamente más de lo que yo me atrevía a desear. V.E. sabe si el congreso ha dejadode hacer algo que no me sea glorioso. Me ha nombradoPadre y Salvador del Perú; me ha decretado los honoresde presidente perpetuo; ha mandado grabar mi busto enuna medalla; me ha llamado libertador; y me ha obligadoa encargarme del mando del Perú, y después me señalanuna enorme fortuna. Yo he aceptado todo con gozo, menoslo último; porque las leyes de mi patria y las de mi corazónme lo prohíben.

Sírvase V.E. aceptar los testimonios de mi alta conside-ración y respeto.

Bí 

lIMa, 8 De Marzo De 1825 a.S. e. el general f. De P. SanTanDer

Mi querido general:

Lo que más me ocupa en este momento, es la nota delministro francés que ha dado el  Morning Chronicle, yque se supone dirigida de Chasseriau. Este documentotiene una sonomía que parece ingenua, aunque puedeser ngido; pero yo no creo, porque las ideas de la Fran-cia están allí bien pintadas. Lo cierto es que los europeosestán empleando todo género de intrigas contra nosotros, y que nosotros no estamos como los españoles estuvieroncon su constitución, en la más grande apatía, mientras

que los enemigos trabajan con una actividad incansable.Se ha dicho que la Francia ha mandado más de veinte milhombres a sus islas. Unos han asegurado esta aserción, y otros lo han negado. Yo creo que deberíamos mandarespías de inteligencia a ver si es cierto, y qué tropas tie-nen esos señores en sus colonias. Además, creo que seríamuy conveniente que examinásemos cuáles son las mirasdenitivas del gobierno francés. Vd. Sabe que el príncipede Polignac ha dicho que la Francia desea que tengamosgobiernos monárquicos, o a lo mejor aristocráticos. Tam-bién el príncipe de Polignac le dijo a los enviados del Perú,que le era poco menos que indiferente el que se coronasenen América príncipes europeos o generales de la revolu-ción. Luego esto parece que todo lo que se desea es un or-den de cosas análogo al de Europa, sin el empeño decidióde someternos a la metrópoli.

Los franceses en España se empeñaron en que se re-formase la Constitución de un mundo análogo a la suya.Los españoles se cerraron a la banda y se perdieron. Sinosotros seguimos la misma conducta, no sé qué ganare-mos. Toda la Europa contra nosotros, y la América enteradevastada, es un cuadro un poco espantoso. Los ingleses y los norteamericanos son unos aliados eventuales, y muyegoístas. Luego, parece político entrar en relaciones amis-tosas con los señores aliados, usando con ellos de un len-guaje dulce e insinuante para arrancarles su última de-cisión, y ganar tiempo, mientras tanto. Para esto yo creoque Colombia, que está a la cabeza de los negocios, podríadar algunos pasos con sus agentes en Europa, mientrasque el resto de la América reunido en el Istmo se presen-taba de un modo más importante.

Si los americanos me creyeran, yo les presentaría me-dios para evitar la guerra, y conservar su libertad plena y

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absoluta. Mientras tanto insto de nuevo por la reunión delCongreso en el Istmo. Este paso y otros más son indispen-sables en estas circunstancias.

 Yo no quiero nada para mí: nada, absolutamente nada. Vd. que me conoce y los demás que deben conocerme, meharán esta justicia. Así, deberían poner toda su conan-za en mí, y dejarme obrar con mis aliados. Después lue-go digo, que ni aquí ni en Colombia ejerceré nunca PoderEjecutivo alguno, pero puedo servir algo en el Congreso ode enviado en Europa. Estos servicios no los haré sino enel caso de que las circunstancias sean terribles y muy pe-ligrosas, pues yo estoy resuelto a abandonarlo todo, todoen este año (si no vienen los franceses) para meterme alagradable ocio de simple ciudadano; para dar mis con-sejos; para hablar con libertad; y para que todo el mundo vea con sus ojos que no tengo miras ambiciosas. Crea Vd.,mi querido general, que entonces es que voy a servir biena mi patria: voy a servirla con libertad, sin hipocresía, y deun modo digno de gratitud, porque voy a sacricarle hastami popularidad.

Etc., etc…

lIMa, 16 De Marzo De 1825

al Señor joSé lancaSTer

Muy señor mío:He tenido la honra de recibir muy lisonjera carta de

 Vd. de Baltimore, cuya respuesta fue dirigida a los Es-tados Unidos de América con varios rodeos que debíandicultar mucho su arribo a manos de Vd. Ahora tengo

el mayor placer sabiendo, por la favorece de Vd. de Ca-racas, la determinación que ha tomado de permanecerentre nosotros con el laudable objeto de propagar y per-feccionar la enseñanza mutua que tanto bien ha hecho yhará a la cultura del espíritu humano; obra maravillosaque debemos al ingenio singular del mismo que ha tenidola bondad de consagrarse a la instrucción de mis tiernosconciudadanos.

 Vd. parece que a menester de protección para realizarsus designios benécos, por tanto, me adelanto a ofrecera Vd. veinte mil duros para que sean empleados en favorde la instrucción de los hijos de Caracas. Estos veintemil duros serán entregados en Londres por los agentesdel Perú, contra los cuales puede Vd. girar esta sumadurante tres o cuatro meses. Dichos agentes tendrán laorden de entregar esta cantidad a quien Vd. encargue lapercepción.

Siempre que no convenga a las miras de Vd. empleartoda la cantidad en Londres, nada es más fácil como ha-cer llegar a Caracas la parte de que Vd. quiera disponer.

También añadiré a Vd. que será muy agradable ade-lantar a Vd. mayor suma de dinero con el n, siempre que Vd. juzgue útil el empleo de otra cantidad adicional. Paracumplir esta oferta, particípeme su determinación en lostérminos que a Vd. parezca mejor.

El gobierno del Perú ha sido muy generoso conmigo amil modos y poniendo además un millón de pesos a misórdenes para el benecio de los colombianos. La educa-ción pública llamará mi preferencia en el reparto de estefondo. Por lo mismo no tengo el menor inconveniente enpromover la mejora de los establecimientos de educaciónque Vd. dirige con su hermoso genio.

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Reciba Vd. la expresión de mi admiración, de mi respe-to y de mi gratitud por la preferencia que Vd. ha dado a mipaís natal para establecerse con él.

Soy de Vd. afmo. y atento servidor.

Bolívar

D “ció d Dmts rtis d vid Púbi d

libtd d cmbi d Pú”. Impt Dism hms.

cs. 1826. tm Iv. p. 233.

lIMa, aBrIl De 1825

Señora Mara anTonIa Bolvar

Escribe tú, de mi parte, a los encargados en el Norte del joven Fernando Bolívar, encarneciéndoles el esmero conque yo quiero que se eduque a mi sobrino. Que aprendaslas lenguas sabias y las vivas, matemáticas, historia, mo-ral, bellas letras, etc. Un hombre sin estudios es un ser in-completo. La instrucción es la felicidad de la vida; y el ig-norante que siempre está próximo a revolverse en el lodode la corrupción, se precipita luego infaliblemente en lastinieblas de la servidumbre. Toma también mucho interésen que la hija de Juana se case bien, con hombre patriota y honrado. Este es un negocio en que todos debemos pen-sar, porque la familia es un tesoro en que todos los de ellatienen interés. Ayúdala tú con tus buenos consejos de her-mana y procedan siempre con atención, que no hay másdicha ni desdicha que prudencia o imprudencia. Yo no leescribiré a ningún juez sobre el pleito de Lecumberry, pormás que tú te empeñes. No quiero exceder los límites de

mis derechos, que, por lo mismo que mi situación es eleva-da, aquellos son más estrechos. La suerte me ha colocadoen el ápice del poder; pero no quiero tener otro derechoque los del más simple ciudadano. Que se haga justicia yque ésta se me imparta si la tengo. Si no la tengo, recibirétranquilo el fallo de los tribunales. No te inquietes, sin em-bargo, que mis títulos son los mejores.

Bí 

arequIPa, 20 De Mayo De 1825

a S. e. el general f. De P. SanTanDer

Mi querido general:El teniente coronel Elizalde, sobrino del general La

Mar y ocial de Colombia, como hijo de Guayaquil, va encomisión cerca de Vd. a conducir las banderas que ha to-mado al enemigo el ejército libertador, mandadas por elgeneral Sucre.

Este general me dice que escribe a Vd. muy largamen-te sobre todos los negocios del ejército; y yo me alegro

mucho de ello para que Vd. esté informado de su estadoactual y positivo.Supongo que Vd. habrá estado bastante incómodo con

estar privado de aquellos partes y estados que se debenmandar a todo gobierno por las tropas de su dependencia;no debe Vd. extrañarlo tanto, si se considera que yo queestoy más cerca no sé nada, sino por cartas condencia-les, pues ni el general Sucre ni yo tenemos Estado mayor,porque absolutamente no hay nadie que lo desempeñe.

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El país en que obramos pasa de mil leguas, y apenas soncuatro hombres los que pueden desempeñar uno que otroencargo muy importante. Estamos creando dos repúbli-cas a la vez, conquistándolas y organizándolas; estamosrodeados de inconvenientes políticos, porque la justicia ynuestra delicadeza exigen miramientos que no debemosdesatender. El Alto Perú es de la antigua dependencia del virreinato de Buenos Aires; el congreso de esta repúbli-ca no determina nada denitivo ni claramente. Nosotrosno debíamos dejar el país en poder del enemigo ni de laanarquía. Dichas provincias no quieren ser ni peruanasni argentinas sino independientes. Así, estamos llenos deembarazos para salir ilesos de un compromiso tan com-plicado como difícil. Toda mi política la fío en la buena fe yespero, por lo mismo, un resultado honroso.

He mandado reunir el congreso peruano para el 10 defebrero próximo a n de que la representación del Perútransija sus dicultades con sus vecinos. Luego que hayadado este paso me voy para Colombia a vivir libre de cui-dados algunos meses y continuar después mi marcha acualquier parte que no sea Colombia. Si el gobierno mequisiere emplear en Méjico como agente diplomático, mealegrará, porque al n es un país agradable, sano e inde-pendiente.

 A propósito de Méjico: un amigo de Victoria me ha es-crito instándome mucho para que verique la federación;con este motivo yo he instado al gobierno del Perú paraque vuelen sus diputados al Istmo. El mismo amigo medice que Méjico sufragará en mí para generalísimo de laUnión. Yo no quiero tan generalato, aunque mucho me li-sonjea; y mucho agradezco a los mejicanos la buena opi-nión que les merezco. Suplico a Vd. que prevenga a los di-putados al Istmo a que de ningún modo convengan en que

un general de Colombia y en particular yo, sea nombradocomo jefe militar de la liga. Este paso no es honroso y nonos atraerá sino rivalidades y disgustos.

No se olvide Vd. jamás de las tres advertencias polí-ticas que me he atrevido a hacerle: primera, que no nosconviene admitir en la liga al Río de la Plata; segunda,a los Estados Unidos de América, y tercera no libertara La Habana. Estos tres puntos me parecen de la mayorimportancia, pues creo que nuestra liga puede mantener-se perfectamente sin tocar a los extremos del Sur y delNorte: y sin el establecimiento de una nueva república deHaití. Los españoles, para nosotros, ya no son peligrosos,en tanto que los ingleses lo son mucho, porque son om-nipotentes; y, por lo mismo, terribles. Con respecto a LaHabana, nos conviene decir a España, que si no hace lapaz, pronto estará privada de sus grandes islas. Ya he di-cho a Vd. antes esto mismo; y lo repito por si acaso no hallegado a manos de Vd. mi carta. El general Sucre tienemuchas ganas de que se verique la expedición; pero yono he podido verlo aún para explicarle mis ideas.

Luego que se tome el Callao, que será en todo agos-to, mandaré al Istmo 3.000 soldados del Sur de las tro-pas de Colombia. Antes no lo hago porque no sé si Vd.estará pronto en el Istmo; y porque la escuadra que debeconducirnos está bloqueando el Callao. Sin embargo, si Vd. los quiere no tiene más que pedirlos, aunque yo su-pongo que Vd. no los necesitará por ahora. Todavía no sé,a punto jo, quien irá con las tropas, ni que batallones,porque esto dependerá de la resolución del momento y dela posición de las tropas. De todos modos Vd. tendrá es-tas tropas, y más si quiere, para aquel tiempo; para quelas destine donde crea conveniente, en la inteligencia deque serán hombres sanos de cuerpo y alma, utilísimos en

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los países amenazados del contagio revolucionario; perodesde luego, vuelvo a repetir que los coloquen en Turbacoo en Ocaña, en Valencia o en Caracas, hasta que se hayanaclimatado bien, y puedan guarnecer las plazas fuertes.Sobre esto, dé Vd. sus medidas previas, no solamente conrespecto a estos 3.000 hombres, sino otros 3.000 más quepueden ir luego que Vd. los pida: todos suranos. De resto,no cuente Vd. con que puedan ir más, sino veteranos deCundinamarca y Venezuela, que en el Sur pueden ser uti-lísimos, lo mismo que en Cundinamarca, donde el espíritupúblico es tan excelente y digno, a la verdad, de componerel alma de Colombia.

He llegado a esta ciudad hace ocho días: el país es bas-tante hermoso y las gentes agradables. Nuestros colom-bianos habían sido antes tan bien tratados aquí, que lesagradaba tanto, que me habían hecho concebir la idea deque rivalizaba a Lima, pero es falso: las reliquias de Limason preferibles a la esplendidez de Arequipa. Esta ciudades una gentil pastora, y Lima una hermosa matrona, des-pojada por los ladrones y un poco maltratada por el tiem-po; sin embargo, Arequipa es la segunda ciudad del Perú,aunque la de los Incas es más grande. Pasaré aquí quinceo veinte días más arreglando los negocios domésticos, queestaban en bastante confusión. Luego pasaré al Cuzco conla mira de visitar el templo del Sol, las ruinas de los Incas, y arreglar aquel departamento que no debe estar muy enel orden. En agosto pasaré al Alto Perú.

 Aquí he visto la división de Lara que tiene 3.500 hom-bres en el pie más brillante del mundo, lo mismo dicen queestá la de Córdoba. Estas tropas están muy bien vestidas,pagadas y alimentadas: la división de Colombia ha cos-tado más del medio millón en tres meses, y quién sabe simucho más. Sólo aquí se han gastado más de cuatrocien-

tos mil duros. Así es que todo el ejército de Colombia bienpuede haber costado un millón de pesos, en los meses deeste año, sin contar las relaciones, que casi todas las hadado el pueblo. Bien lo merece este bello ejército: y yo es-pero dos millones de pesos de Inglaterra para completarsu pago, sin dejar nada de atrasados.

 Vd. verá el decreto que le acompaño sobre el Alto Perú:los de Buenos Aires desean lo mismo que aquellas provin-cias: todos quieren que se consulte la voluntad del pueblopor lo que no he tenido inconveniente en ello, al contrario, yo lo deseaba más que nadie, pero como no me hallabaexpresamente autorizado por el congreso no lo había he-cho antes. En el día he dado este decreto por manifestarmi complacencia hacia el Río de la Plata, hallándome per-suadido de que ningún daño le resultará al Perú de estepaso liberal.

Tenga Vd. la bondad de entenderse con el gobierno deLima, con respecto a los 3.000 hombres que deben ir alIstmo, pues probablemente yo estaré en el Alto Perú cuan-do llegue la resolución de Vd.; los buques deben venir delCallao, pues por estas costas hay muy pocos, siendo hastaahora el comercio de poca monta, no habiendo permitidoantes los españoles la apertura de estos puertos.

He visto con mucho gusto en un artículo del Morning

Chronicle  el reconocimiento de Colombia y de Méjicoofreciendo para después el de Buenos Aires. Con respec-to a Chile dice que no tiene buenos informes el gobiernoinglés, y del Perú y Guatemala, no dice nada; ya dirá des-pués de Ayacucho, que es un excelente negociador y ungran principio de orden político. También que visto coninnito gusto lo que dice de Vd. Mr. de Mollien. A la verdadla alabanza de un godo servil embustero, con respecto aun patriota que manda una república no deja de ser muy

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lisonjera. El que dice que Vd. tiene talentos rarísimos deencontrarse. Esto es de un europeo que presume de sa-bio, que le pagan para que acredite a los nuevos estados.Mucho me he alegrado del sufragio que Vd. ha merecidode este caballero. Lo que dice de mí, es vago, falso e in- justo. Vago porque no asigna mi capacidad: falso porqueme atribuye un desprendimiento que no tengo; e injusto,porque no es cierto que mi educación fue muy descuidada,puesto que mi madre y mis tutores hicieron cuanto eraposible porque yo aprendiese: me buscaron maestros deprimer orden en mi país. Robinson, que Vd. conoce, fue mimaestro de primeras letras y gramática; de bellas letras y geografía, nuestro famoso Bello; se puso una academiade matemáticas sólo para mí por el padre Andújar, queestimó mucho el barón de Humboldt. Después me manda-ron a Europa a continuar mis matemáticas en la acade-mia de San Fernando; y aprendía los idiomas extranjeros,con maestros selectos de Madrid; todo bajo la direccióndel sabio marqués de Uztaris, en cuya casa vivía. Todavíamuy niño, quizá sin poder aprender, se me dieron leccio-nes de esgrima, de baile y de equitación. Ciertamente queno aprendí ni la losofía de Aristóteles, ni los códigos delcrimen y del error; pero puede ser que Mr. de Mollien nohaya estudiado tanto como yo a Locke, Condillac, Buffon,Dalambert, Helvetius, Montesquieu, Mably, Filangieri,Lalande, Rousseau, Voltaire, Rollin, Berthot y todos losclásicos de la antigüedad, así lósofos, historiadores, ora-dores y poetas; y todos los clásicos modernos de España,Francia, Italia y gran parte de los ingleses. Todo esto lodigo muy condencialmente a Vd. para que no crea quesu pobre presidente ha recibido tan mala educación comodice Mr. de Mollien; aunque, por otra parte, yo no sé nada,

no he dejado, sin embargo, de ser educado como un niñode distinción puede ser en América bajo el poder español.

Dicen que soy difuso; mejor diría que no era correc-to, pues realmente no lo soy por precipitado, descuidadoe impaciente: no sé como pueda ser difuso, un hombreimpaciente y precipitado. Yo multiplico las ideas en muypocas palabras, aunque sin orden ni concierto.

Soy de Vd., mi querido general, de todo corazón.

Bí l r admi d Bs ats d S fd dd

Mdid 1744; 1773 s istó mí dii h

p, nº 13 d d aá. e 1793 di s stt-

ts s stbió átd d mtmátis, td pim

p d Bit Bis dt más d mdi si p d

ati d vs. “B rs sb r admi d Bs

ats d S fd”, p. 4 8. Mdid. 1928.

PoToS, 21 De ocTuBre De 1825

a S. e. el general f. De P. SanTanDer

Mi querido general: Voy a contestar a Vd. sus cartas desde el 6 de abril has-ta el 6 de julio, que, a la verdad, será bien difícil poderhacerlo.

No hubo nada de asesinato con respecto a mí en Lima, y así no debe Vd. tener cuidado por mí en estas regiones.

 A lo que Vd. me dice del decreto del congreso sobre missueldos, a esto he respondido que no necesito por ahorade nada.

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No he visto aún el tratado de comercio y navegacióncon la Gran Bretaña, que, según Vd. dice, es bueno; pero yo temo mucho que no lo sea tanto, porque los inglesesson terribles para estas cosas.

Sobre la administración de Vd. diré lo que de ocio en Arequipa, que Vd. ha aclimatado las leyes de América; yque ha burlado los axiomas de la política.

No mande Vd. publicar mis cartas, ni vivo ni muerto,porque ellas están escritas con mucha libertad y con mu-cho desorden.

Tengo idea del “Viaje” del señor Mollien, que hace a Vd. justicia sin restricción, y a los demás les da más o menosduro. Me alegraré de ver este “Viaje”.

Me alegro mucho de la tranquilidad de Venezuela, aun-que algunos me escriben de allá con temores. También mealegro de que se separen las intendencias de las coman-dancias de armas. Me pregunta Vd. del general Mires, ydiré, de paso, que siempre ha sido muy bueno; pero queen el día no sirve de nada, porque se le han cerrado lossentidos que antes tenía abiertos. En el Cauca deben man-dar los Mosqueras, porque son los mejores hombres delmundo.

 Voy a contestarle la carta del 6 de mayo en que me dice Vd. que los ministros no son de opinión de que yo vengaal Alto Perú. Ya he venido, y creo que con justicia y razón.Este territorio pertenece al Perú ahora, y cuando sea in-dependiente, me iré para el Perú, y de allí a Colombia, odonde Dios quiera, que yo no sé lo que haré mañana.

Todo lo que Vd. me dice sobre Alto Perú y Río de laPlata me parece excelente. Estos negocios van saliendomuy bien. La República Boliviana será reconocida porsus vecinos del Sur y Norte; porque les hemos quitado unmanantial de anarquía, disputas y disensiones: nos están

muy agradecidos. Ayer mismo, los enviados de Buenos Ai-res, en su recepción y comida, aplaudieron en sus brindisa la República Boliviana con un entusiasmo superior atoda exageración. Nosotros hemos manejado este nego-cio, o más bien no lo hemos manejado, de tal modo, quetodos están agradecidos a nuestra justicia y a nuestra im-parcialidad. Por lo mismo, nos han tomado de patrones,de mediadores, de amigos.

¿Cómo podré contestar la inmensa carta de Vd. del 6 demayo? ella está escrita en tres pliegos de papel y en letragriega con una tinta que mancha y obscurece todo.

He sentido mucho que hayan llegado tan tarde los en- viados del Perú, y más aun que sus credenciales sean parael congreso. En esto no me he metido, como en todo lo quepuedo dejar de meterme. Yo di a Vd. las gracias como de-bía y ésta era toda mi obligación, que llené con el celo einterés que me es natural.

Doy a Vd. las gracias por sus bondades en elogio demi mensaje que, a la verdad, no lo merece de una bocaque conoce los deberes y las reglas de este género de es-critos. Yo sabía que no debía ser brillante; pero tengo mielocuencia aparte, y no quiero sujetarme a políticos, ni areyes ni a presidentes. Por esta misma culpa, nunca mehe atrevido a decir a Vd. lo que pensaba de sus mensa- jes, que yo conozco muy bien que son perfectos, pero queno me gustan porque se parecen a los del presidente delos regatones americanos. Aborrezco a esa canalla de talmodo, que no quisiera que se dijera que un colombianohacía nada como ellos. Esta es, mi querido amigo, la causade mi silencio; por lo demás, nadie ve con más interés que yo la exposición de la marcha y el resultado de la presi-dencia de Vd.

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Celebro mucho de la aprobación de Vd. sobre mi con-troversia con el congreso por el millón de pesos y todavíame gusta más todo lo que Vd. me dice en seguida sobrela naturaleza de nuestras relaciones cordiales, y la ex-tensión de su amistad para conmigo, de la que cada díaquedo más agradecido.

Mucho sentí que el congreso peruano no hubiese expre-sado a Vd. su gratitud, más esta falta ha venido de que loscongresos no piensan sino en congresos, y que piensanque el ejecutivo hace su deber con los demás.

La presidencia y vicepresidencia de Colombia ocu-pan a nuestros ciudadanos y me ocupan también a mí:no por mí, sino por Colombia, y por Vd., que merecentoda mi atención. Yo deseo francamente recibir los su-fragios de mis conciudadanos, pero más deseo aún sa-lir de la presidencia para quedar libre de hacer lo queme convenga, sin tener que dar cuenta a nadie, pero acondición de que sea Vd. el presidente y no Montilla,ni aún el mismo Briceño. Tampoco deseo que lo sea Sucre,que después de Vd. es el primero de los hombres, aun-que todavía no tiene conocimientos de administración,ni de negocios diplomáticos. Vd. debe dar consistenciaa Colombia y Sucre fundar a Bolivia. Yo estoy cansadode mandos, aunque nunca lo he estado menos que aho-ra, porque la lisonja me está colmando con sus favo-res, y estoy viendo nacer los frutos de las plantas quehemos sembrado. Pero, amigo, acuérdese Vd. que del año13 al 26 van catorce años inclusives, y el Libertador de América del Norte no estuvo tantos, y, por lo mismo, yotampoco debo estar más, para que no digan que soy másambicioso que él.

Doy a Vd. las gracias por lo que ha hecho con Ibarra.El general Clemente es preferible en todo al general Mari-

ño, para cualquier destino, como ya dije a Vd. en la cartaanterior.

 Antes que se me olvide, creo que Revenga debe ser mi-nistro de hacienda, y así se lo digo al mismo. Si no se le daeste ministerio deseo que venga a reunirse conmigo, paraque arregle las rentas de Bolivia, que la estoy queriendomucho.

Doy a Vd. las gracias por lo que me dice de Anacleto.Ruego a Vd. lo haga salir de Caracas a todo trance. Yo sémuy bien cuál es su conducta, y estoy resuelto a quitarletodo, si no se porta como un caballero. Desde luego, no ledaré ni un maravedi, y lo abandonaré enteramente a susuerte.

Todo lo que Vd. me dice sobre los franceses es muyexacto y todo lo sabía yo de antemano. Sobre esto he ha-blado a Vd. varias veces lo que me parece: algunas vecesmis esperanzas, y otras mis temores. Yo considero a laFrancia y al continente con respecto a la Inglaterra, comoa Colombia con respecto a Santo Domingo. Examine Vd.esta comparación y la encontrará muy exacta. Jamás po-dríamos los continentes hacer la guerra a aquellas islasa causa de sus opiniones, y del poder moral que tienensobre sus oponentes. Siga Vd. la alusión y la hallará con- vincente.

En denitivo diré a Vd.: tenemos 20.000 hombres en elSur de tropas como las francesas, que marcharían inme-diatamente al Norte, a cualquier parte que las pidiesen:ellas decidirían la cuestión.

Lo que Vd. dice del gobierno inglés me parece bien, pero yo pienso mejor de aquel gobierno. Cada día que pasa loconsidero más en estado de decidirse a todo. El no estabapreparado para nada, en tanto que cada día se prepara más y más a tomar su posición natural en el mundo: dominarlo.

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 Ya he dicho a Vd. que el Brasil va a ser protegido de laInglaterra, para poner en dependencia al Portugal. Por lomismo, todo se arreglará pacícamente en el Brasil, pormedio del señor Stewart, embajador inglés, últimamentellegado allí. Esta causa misma es la que me ha decidido adar ayer esa terrible respuesta a los plenipotenciarios delRío de la Plata. El Brasil nos ha insultado, y no ha queri-do todavía darnos reparación alguna; por tanto he creídopolítico quejarme amargamente de su conducta, porquesi nosotros nos dejamos insultar hasta de los débiles, noseremos respetados de nadie, y no mereceremos ser na-ciones. Yo no he comprometido en nada a Colombia, ni lacomprometeré jamás en la menor cosa. Yo no mando aho-ra sino pueblos peruanos, y no represento un grano dearena de Colombia. Si los brasileros nos buscan más plei-tos, me batiré como boliviano, nombre que me perteneceantes de nacer.

El congreso del Istmo debería estar reunido meses ha.Parece que allá irán los de Buenos Aires y de Chile. Losargentinos quieren restringir las facultades del congreso, y yo creo que se deben ampliar hasta lo innito, y darle un vigor y una autoridad verdaderamente soberana.

Lo que Vd. me dice de la guerra que se nos preparapositivamente, ardua y universal, me parece muy justo, y muy sensato, aunque estoy muy lejos de creer en estatremenda frase de la carta de Vd. Yo no debo ir a Europaciertamente hasta que no sea reconocida toda la Américapor todo el continente.

Los ingleses ofrecen su mediación para nuestro reco-nocimiento, y esto es muy viejo, por lo mismo, raya.

He visto con placer lo que Vd. me dice sobre el agentede París: muy útil será.

No creo que los americanos deban entrar en el congre-so del Istmo: este paso nos costaría pesadumbres con los Albinos, aunque toda la administración americana nossea favorable, como no lo dudo por su buena composición.

Todo lo que Vd. me dice de las buenas disposiciones delemperador del Brasil hacia Colombia, no es muy creíble.El Emperador era íntimo amigo de estos godos del Perú, y tiene tal terror a los republicanos, como nosotros a losciudadanos de Etiopía. La mujer de Mr. Bonpland es muyamiga mía, y está de aya de los hijos del Emperador, y apesar de que habla de mí en términos muy favorables conla familia real, jamás esta familia se ha expresado biencon respecto a mí.

 Vd. concluye esta carta del 6 de mayo con ideas que meson muy agradables; porque me detalla los negocios di-plomáticos de Colombia, que deseo conocer con la mayoransia.

Con dolor he visto esas miserias de Petare, Baruta ySan Lorenzo, porque maniestan poca vigilancia de los jefes del país.

Empezaremos la respuesta de la carta del 6 de junio.He visto las comunicaciones del gobierno español con

el gobierno inglés sobre el reconocimiento de la América, y también he visto lo que Vd. me dice sobre esta mate-ria. Hay dos cosas muy notables en ella: primero, Españaasegura que no tratará jamás con nosotros; segundo, losembajadores europeos han protestado que no alternaráncon nuestros agentes. Todo esto es muy fuerte y muy ter-minante; y después sale el ministro francés ofreciendo sumediación. Luego, o no se entienden esos señores entresí, o se entienden muy bien para hacernos valer su media-ción y, por supuesto, hacerla pagar. Este negocio parececomplicado, grave y digno de mucha consideración.

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 Vd. me habla del sacricio de mi popularidad por no ver llegar aquí a los aliados. Yo responderé siempre a estoque haré cuanto pueda por la América y después, aunquetoda ella parezca, despreciaré todas las ofertas del Uni- verso por mi gloria.

Hablaremos del mensaje de Vd. último: me ha parecido elmejor de todos, porque contiene bellas cosas y bellas ideas.

Si Vd. se desagradó por la Ciudad Bolívar ¿qué hará Vd. ahora con la Nación Bolívar? Este sí que es golpe ala gratitud colombiana. Supongo que Vd. en el gozo de suindignación habrá envidiado la bondad de estos señores yhabrá deseado servirles para que se mostrasen, como lohan hecho con nosotros, superiores a los servicios.

Sobre la toma de Chiloé, diré que estoy resuelto a man-dar el año que viene una expedición si los chilenos no lotoman antes.

El bloqueo de La Habana me parece magníco; si fuerepreciso iremos allá, más preero la paz por las razonesde marras.

Doy a Vd. las gracias por el navío “Bolívar” y por elaumento de nuestras fuerzas marítimas: este es el másbello empleo del sacricio de los empréstitos, después deproteger la agricultura.

 Ya he dicho a Vd. que mientras no se liquide la cuentade Colombia con el Perú, no se puede pedir pagamentos, y Vd. convendrá que esto es muy justo y muy decoroso.

Es asombroso lo que Vd. me dice de los pagamentosque se han hecho en Colombia, y de lo que todavía debe-mos. Aborrezco más las deudas que a los españoles. No sécómo pagaremos los réditos anuales: esta dicultad mehará huir de Colombia.

 Vd. me dice que ha arrendado las minas y he visto porlos papeles públicos que se han dado tierras para colonias,

 y vendido parcialmente todos los benecios de que podíadisponer el Estado. Yo he vendido aquí las minas por dosmillones y medio de pesos, y aun creo sacar mucho másde otros arbitrios, y he indicado al gobierno del Perú que venda en Inglaterra todas sus minas, todas sus tierras ypropiedades y todos los demás arbitrios del gobierno, porsu deuda nacional, que no baja de veinte millones.

Mérida le pagará a Vd. los servicios que le ha hecho, ylo mismo hará el canalla de Escalona, que ha empleadoa aquel monstruo. Todos mis enemigos le pagarán a Vd.como Montilla. Mucho siento las calumnias que publicancontra Toro, que es el mejor hombre del mundo, al cualrecomiendo a Vd. innitamente.

 Aquí empiezo la respuesta de la carta del 21 de mayo.Los pastusos deben ser aniquilados, y sus mujeres e hijos

transportados a otra parte, dando aquel país a una coloniamilitar. De otro modo, Colombia se acordará de los pastusoscuando haya el menor alboroto o embarazo, aun cuando seade aquí a cien años, porque jamás se olvidarán de nuestrosestragos, aunque demasiado merecidos.

Me alegro que se haya ido la escuadrilla francesa, y quelos papeles de Caracas guarden un instante de silencio enel clamor de sus injurias. Las cosas de Venezuela no secompondrán jamás radicalmente hasta que no vayan allí4 ó 5.000 hombres vencedores en Ayacucho y tengan un jefe digno de mandarlos, y no dos canallas como Mérida yEscalona.

Empiezo la carta del 21 de junio: Vd. me dice que Castillo tiene una pereza invencible

para trabajar. Yo lo creo demasiado, y creo mucho más.Creo también que los negocios de Colombia en hacienda van muy mal. Guayaquil hizo milagros y el Perú los estáhaciendo, a pesar de que este país ha sido el más corrom-

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pido de la América. Todo esto es debido a la honradezde algunos empleados y al rigor de mis medidas. Yo másquiero que se quejen de este rigor, que de lo que se dice deColombia por el desorden de los negocios de hacienda. Vd.me perdonará esta franqueza que me parece debo a Vd.,porque quizá otro no lo dirá con la buena fe que yo. Reven-ga debe servir al ministerio de hacienda, y además, se de-ben despedazar en los papeles públicos a los ladrones delEstado, y tomar otras mil medidas que puedan adoptarse.

 Vd. me pregunta qué pienso del estado político del mun-do. Es preciso escribir mucho o no decir nada para respon-der. Todo nos tendrá cuenta, si los ingleses toman nuestraparte: si la paz, es bien al comercio y a la agricultura; ysi guerra, ganaremos en consistencia y solidez; mas meinclino a creer que la guerra no empezará antes de tres ocuatro años, a menos que un mal ángel la precipite.

Es indudable que el mensaje de Vd. último es muy bue-no, y que debía ser aplaudido en Europa, y que la respues-ta dada a Haití ha sido muy política, aunque el secretariola compuso muy mal, en mi opinión.

Es una necedad meternos a jacobinos, y mucho menosa criticar a los reyes, a menos que sea con respeto y con justicia, cuando ellos nos ofenden.

He visto la correspondencia de España con Inglaterrasobre nuestro reconocimiento. La consecuencia de ésta seconocerá en la medicación francesa que pretende sacarfruto de las negativas de España.

Me alegro mucho que vayan Gual y Briceño al Istmo,porque son papeles muy importantes.

Siento mucho los disgustos de Páez con los libera-les; sin embargo, deseo que Páez en Venezuela, y queBriceño lo dirija como su amigo, y como hombre detoda capacidad.

Contesto la carta de 6 de julio:Es muy importante lo que Vd. me dice sobre Francia,

Inglaterra y los Estados Unidos, sobre aumento de fuer-zas de mar y tierra: no sé qué pensar de tan alarmantespreparativos.

También son alarmantes las necedades de los cuervoscontra los extranjeros. Esto quiere decir que si nos des-cuidamos los cuervos nos comerán y si no vea Vd. lo delDr. Pérez. Pero Vd. tiene la culpa, porque no los ha sabidotratar por las majaderías de masones, y por los ataques asus principios por parte de algunos de los amigos de Vd.mismo. Conmigo siempre están bien, porque los lisonjeo, y los sujeto a los límites que me parecen justos. Malditosean los masones y los tales lósofos charlatanes. Estoshan de reunir los dos bellos partidos de cuervos blancos,con cuervos negros: al primero por quererlo humillar, y alsegundo por quererlo ensalzar. Por los lósofos, masones y cuervos, no he de ir a Colombia. Por acá no hay nada deesto, y los que haya serán tratados como es justo.

Soy de Vd. de corazón.

Bí 

PoToS, 27 De ocTuBre De 1825

a S. e. el general f. De P. SanTanDer

Mi querido general:He recibido ayer una carta de Vd. del 21 de julio en

la cual me habla Vd. muy pacícamente de todo, como sino hubiera novedad ninguna, y, por el mismo correo, medicen del Istmo, de Lima y de Arequipa que 10 ó 12.000

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franceses habían desembarcado en La Habana y PuertoRico. A la verdad, yo no sé qué creer de esto. Por una par-te me parece posible, y por otra muy difícil. También he visto una carta de Jamaica en que habla de esta expe-dición como una cosa positiva; también el capitán inglésde la “Isis” dijo en el Istmo en el mes de julio, que había visto desembarcar en La Habana 6.000 hombres y fusilesconvoyados por buques de guerra franceses. Esto me pa-rece no solamente natural, sino necesario, porque la Es-paña debe guarnecer La Habana. De cualquier modo quesea, Colombia puede contar con 15 ó 20.000 hombres delSur. Y desde luego dé Vd. las órdenes que guste al generalSalom y al general Lara, que tienen 5 ó 6.000 colombianosa sus órdenes, para que los lleven a donde sean más con- venientes y necesarios. Ahora mismo doy orden al generalSalom para que mande al Istmo 1.400 hombres de los quetiene a sus órdenes en Lima, sin esperar a que se rinda elCallao, para que estas tropas sirvan en el Istmo, o dondeconvenga para la defensa y guarnición el país. Con estos1.400 hombres se completan los primeros 3.000 que deben volver a Colombia, y de los cuales he hablado a Vd. hacemuchos meses. Mucho celebro que Vd. haya dado órde-nes para que tenga en el Istmo los transportes necesariospara llevar estos 3.000 hombres. Repetiré siempre que loprimero que se debe hacer ante todo es mandar buques alIstmo oportunamente, pues, de otro modo, todas las tro-pas perecen allí. Tenga Vd. entendido que el batallón deJunín, que estará ya en el Istmo, debe ir o a Mérida o a losaltos de Caracas, para que no perezca todo si lo ponen enalguna costa, o en Turbaco, o en Trujillo. El batallón delCallao puede resistir más bien esos climas calientes por-que acaba de salir del sitio del Callao. Además, es un ex-celente batallón, porque está muy acostumbrado al fuego.

Lo que Vd. me dice de la presidencia y vicepresidenciatiene de bueno y de malo: de bueno, el que generalmentese piensa en Vd..., y de malo, el que lo estén ultrajandopor causa de la ambición de esos señores. Vd. me consultasobre este negocio, y mi respuesta es muy sencilla: que, detodos modos, debe Vd. quedar en la presidencia, porque sino la patria se pierde, y yo no vuelvo a Colombia, pues ja-más, jamás ejerceré la presidencia de Colombia, y muchomenos de otros países. Estas palabras son irrevocablescomo las del destino.

Mucho me alegro de que la república esté prosperandoasombrosamente en el curso del año: era de esperarse.

Me alegró también mucho de que los Estados Unidosno entren en la federación, y siento innito de que en todo julio no haya Vd. mandado los diputados al Istmo, despuésque me convidó para mandar los del Perú en junio: esto nohará buen efecto en los que han cumplido su palabra.

La secretaría general manda a Vd. una carta reservadadel señor Funes, por lo cual verá Vd. la diferencia que hayentre las miras del gobierno de Buenos Aires y las preten-siones de sus plenipotenciarios. Este embrollo lo llamanpolítica y, por lo mismo, también yo me manejaré con polí-tica. Esta frase dice a Vd. todo lo que puede decirse en elcaso, y en los casos ocurrentes.

El tratado de amistad y comercio entre Inglaterra y Co-lombia tiene la igualdad de un peso que tuviera de unaparte oro y de la otra plomo. Vendidas estas dos cantida-des veríamos si eran iguales. La diferencia que resultara,sería la igualdad necesaria que existe entre un fuerte yun débil. Este es el caso; y caso que no podemos evitar.El tratado de Buenos Aires me hizo reír, y, por lo mismo,nada diré en su favor.

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He leído el ocio a Gual del cónsul francés. Es el col-mo de la insolencia. Me parece que este paso y los otrosde los ociales de marina franceses son verdaderos bus-carruidos.

Diré a Vd. de mi sueldo lo que me pregunta. Desde quesalí de Bogotá hasta Guayaquil, recibía dos mil cuatro-cientos pesos al mes, porque dejaba seiscientos pesospara pagar las pensiones en Bogotá. Después que mandédar dinero a París por mi cuenta, tomé solamente dos milpesos al mes hasta que me nombraron dictador en el Perú.En las cajas de Guayaquil consta esto. El presidente deColombia no debía estar a sueldo del Perú, y si hay di-cultad por estas mesadas mande Vd. que me las carguenpor mis sueldos atrasados. Todos ellos me montan a diez y seis mil pesos, y esta miseria no vale la pena de una con-tradicción, pues yo dije al Perú que mi gobierno lo pagaba y, por lo mismo, no quise recibir los cincuenta mil pesos,que me los dieron.

Me alegro mucho de los que Vd. me dice de Padilla, estees el hombre más importante de Colombia y lo quiero mu-cho por sus servicios, y por la adhesión que me tiene: Diosle conserve este sentimiento.

La carta de nuestro agente en París me ha gustado mu-cho, pero la mala fe de aquel gobierno me pone de acuerdocon las sospechas de Hurtado, y los movimientos de losfranceses me conrman en este sentimiento, y también loque Vd. me dice de la obstinación del gobierno español. Atodo respondo que tenemos 20.000 hombres en el Sur, ca-paces de destruir a los franceses y a los españoles juntos.

Soy de Vd. de corazón.

Bí 

cHuquISaca, 27 De DIcIeMBre De 1825

a S. e. el general f. De P. SanTanDer

Mi querido general:Contesto la apreciable carta de Vd. del 6 de agosto que

he recibido por el correo pasado y una de la misma fechadel general Soublette. Todavía no ha llegado el correo quehoy esperamos y, sin embargo, debe salir éste.

Todo lo que dice la carta de Vd. es agradable, sin que

dé materia para una contestación detallada, porque sobrelos mismos asuntos he escrito a Vd. muchas veces. Yo creo que Escalona no sirve para mandar en Vene-

zuela, porque no tiene bastante capacidad, y Venezuela,necesita de un hombre muy superior, o, por lo menos, quetenga una inmensa popularidad.

Tanto Soublette como Vd. me hablan de las elecciones, y para cuando Vd. reciba ésta, estarán ya hechas y sa-bidas. Yo no dudo que Vd. salga reelecto. Es muy sensi-ble que Páez se haya metido a candidato para un destinoque no puede ejercer, pues yo mismo le tengo miedo, contener más práctica en los negocios y más conocimiento.Soublette dice que Caracas está embochinchado y me citalos jefes y los agentes; también me dice que Cisneros y

Ramírez subsisten aún. Todo esto es muy sensible, puesde una división a una destrucción no hay en Colombia másque un paso.

He visto el extracto de Mollien y las notas que Vd. hatenido la bondad de hacer poner a sus observaciones. Detodo doy a Vd. las gracias.

Me alegro mucho que el general Soublette continúe sos-teniendo su carácter, sus servicios y su honradez. Siemprehe creído que es uno de los mejores hombres del mundo,sin que le falte más que energía.

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Mucho han dilatado los enviados de Colombia para elIstmo, después que Vd. nos convidó para junio. Ojalá Bri-ceño llegue aunque sea al n. Deseo ver la obra de DePradt del año 25.

El gobierno del Río de la Plata ha entrado por n enguerra con el Brasil. Ha mandado comprar una escuadra,levantar un ejército y pedir un empréstito para esta gue-rra. Están instando por concluir un tratado con la nuevarepública de Bolivia. También el Perú, de hecho, ha reco-nocido este Estado, de suerte que no lo proclamo porqueno se ha instalado todavía el congreso del Perú, que es elque debe decirme: Sea.

 A propósito, estoy haciendo una constitución muyfuerte y muy bien combinada para este país, sin violarninguna de las tres unidades y revocando, desde la escla- vitud abajo, todos los privilegios. Diré en substancia quehay un cuerpo electoral que nombra al cuerpo legislativo;pide cuanto quiere el pueblo y presenta tres candidatospara jueces, prefectos, gobernadores, corregidores, cu-ras y vicarios de los respectivos distritos. El cuerpo le-gislativo se divide en censores, senadores y tribunos. Losdepartamentos del gobierno están divididos entre cadacámara para la iniciativa de las leyes. Pero con veto delas otras cámaras. El poder judicial es nombrado partepor el pueblo, y parte por el senado, pero con aprobacióndel congreso.

El poder ejecutivo se compone de un presidente vitali-cio, que nombra todos los empleos de guerra, hacienda yrelaciones exteriores: es inviolable.

El vicepresidente es nombrado por el presidente con laaprobación del congreso: él es el jefe de la administracióncon dos secretarios de Estado y él es responsable de todala administración. El presidente nombra los empleados,

pero no responde de su manejo, como el cuerpo legislativohace las leyes, y el ejecutivo las cumple. El vicepresidentees el sucesor del presidente por muerte o por renuncia.

Los ciudadanos deben ser aquellos que tengan cualida-des y habilidades pero no fortuna. El que no sabe escribir,ni paga contribución, ni tiene un ocio conocido, no es ciu-dadano.

En general, la constitución está muy bien trabada y eldiscurso que daré para probar su utilidad será muy fuerte.No dudo que será mejor que el otro de Angostura, pues yano estoy en estado de transigir con nadie. Mi constituciónserá más liberal que la de Colombia, pero también másdurable. El general Sucre es necesario para esta constitu-ción, y sin él no hay nada: por lo mismo, ruego a Vd. instepara que le mande facultad para aceptar este mando poralgunos años. La asamblea lo ha pedido con esta mira, y sino ha llegado allá el plenipotenciario, es porque va a Limaprimero y después pasará a Bogotá. Desde luego, Vd. debehaber visto la demanda que me hicieron los representan-tes de este país de la persona del general Sucre. Él puedequedar aquí hasta el año 30, que es cuando puede ser útil,si acaso lo quieren para presidente o vicepresidente.

Soy &.

Bí 

Pbid ahi d Std, p , h d 27 d

tb. xIII, 256.

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Ica, 20 De aBrIl De 1825

a Manuela Senz

Mi bella y buena Manuela:Cada momento estoy pensando en ti y en el destino que

te ha tocado. Yo veo que nada en el mundo puede unirnosbajo los auspicios de la inocencia y del honor. Lo veo bien, y gimo de tan horrible situación por ti; porque te debes re-conciliar con quien no amabas; y yo porque debo separar-

me de quien idolatro!!!. Sí, te idolatro hoy más que nunca jamás al arrancarme de tu amor y de tu posesión se meha multiplicado el sentimiento de todos los encantos de tualma y de tu corazón divino, de ese corazón sin modelo.

Cuando tú eras mía yo te amaba más por tu genio en-cantador que por tus atractivos deliciosos. Pero ahora yame parece que una eternidad nos separa porque mi propiadeterminación me ha puesto en el tormento de arrancar-me de tu amor, y tu corazón justo nos separa de nosotrosmismos, puesto que nos arrancamos el alma que nos dabaexistencia, dándonos el placer de vivir. En lo futuro tú es-tarás, sola aunque al lado de tu marido. Yo estaré solo enmedio del mundo. Sólo la gloria de habernos vencido seránuestro consuelo. El deber nos dice que ya no somos más

culpables!! No, no lo seremos más.

PoToS, 13 De ocTuBre De 1825

a Manuela Senz

Mi querida amiga:Estoy en la calma y leo tu carta del 2 se setiembre. No

sé lo que más me sorprende: si el mal trato que tú recibespor mí o la fuerza de tus sentimientos, que a la vez admiro y compadezco.

En camino a esta villa, te escribí diciéndote, que, si

querías huir de los males que temes, te vinieses a Are-quipa, donde tengo amigos que te protegerán. Ahora te lo vuelvo a decir.

Dispénsame que no te escriba de mi letra: tú conocesésta.

Soy tuyo de corazón.

PlaTa, 26 De novIeMBre 1825

a Manuela Senz

Mi amor:¡Sabes que me ha dado mucho gusto tu hermosa carta!

Es muy bonita la que me ha entregado Salazar. El estilode ella tiene un mérito capaz de hacerte adorar por tuespíritu admirable. Lo que me dices de tu marido es dolo-roso y gracioso a la vez. Deseo verte libre pero inocente juntamente; porque no puedo soportar la idea de ser elrobador de un corazón que fue virtuoso, y no lo es por miculpa. No sé cómo hacer para conciliar mi dicha y la tuya,con tu deber y el mío: no sé cortar este nudo que Alejandrocon su espada no haría más que intrincar más y más; pues

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no se trata de espada ni de fuerza, sino de amor puro y deamor culpable: de deber y de falta: de mi amor, en n, conManuela la bella.

1826 - Manuela

lIMa, 6 De aBrIl De 1826

a Manuela SenzMi querida amiga:

Mucho me complacen tus amables cartas, y la expresiónde tus cariños son mi placer en medio de la ausencia. Yadigo a Sucre que te recomiendo nuevamente, y no más. Atu mamá que no se vaya por nada, nada, nada; mira que yome voy a nes de éste para allá sin falta. Espérame a todotrance ¿Has oído? ¿Has entendido? Si no eres una ingrata,pérda y aún más que todo esto, eres una enemiga.

Tu amante.

la MagDalena, julIo De 1826a Manuela Senz

Mi adorada:¿Con que tú no me contestas claramente sobre tu te-

rrible viaje a Londres???!!! ¿Es posible, mi amiga? ¡Va-mos! no te vengas con enigmas misteriosos. Diga Vd. la verdad, y no se vaya Vd. a ninguna parte: yo lo quieroresueltamente.

Responde a lo que te escribí el otro día de un modo que yo pueda saber con certeza tu determinación.

Tú quieres verme, siquiera con los ojos. Yo tambiénquiero verte, y reverte y tocarte y sentirte y saborearte yunirte a mí por todos los contactos. ¿A que tú no quierestanto como yo?

Pues bien, ésta es la más pura y la más cordial verdad. Aprende a amar y no te vayas ni aun con Dios mismo.

 A la mujer ÚNICA como tú me llamas a mí.Tuyo.

IBarra, 6 De ocTuBre De 1826

la DécIMaa Manuela Senz

Mi encantadora Manuela:Tu carta del 12 de setiembre me ha encantado: todo es

amor en ti. Yo también me ocupo de esta ardiente ebreque nos devora como a dos niños. Yo, viejo, sufro el malque ya debía haber olvidado. Tú sola me tienes en este es-tado. Tú me pides que te diga que no quiero a nadie. ¡Oh!

no, a nadie amo: a nadie amaré. El altar que tú habitasno será profanado por otro ídolo ni otra imagen, aunquefuera la de Dios mismo. Tú me has hecho idólatra de lahumanidad hermosa o de Manuela. Créeme: te amo y teamaré sola y no más. No te mates. Vive para mí, y para ti: vive para que consueles a los infelices y a tu amante quesuspira por verte.

Estoy tan cansado del viaje y de todas las quejas detu tierra que no tengo tiempo para escribirte con letras

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chiquiticas y cartas grandotas como tú quieres. Pero enrecompensa si no rezo estoy todo el día y la noche enterahaciendo meditaciones eternas sobre tus gracias y sobrelo que te amo, sobre mi vuelta y lo que harás y lo que harécuando nos veamos otra vez. No puedo más con la mano.No sé escribir.

  1826

Mientras Santander, en ejercicio del gobierno de laGran Colombia, convoca al congreso anctiónico a

su modo, las preocupaciones de Bolívar se jan en la San-ta Alianza y en el papel que ahora puede desempeñar In-glaterra en el escenario político. Su correspondencia enesos meses no deja de ser contradictoria. El 22 de enero

de 1826 dice a Sucre: “La alianza con la Gran Bretaña esuna victoria en política más grande que la de Ayacucho, y si la realizamos, diga Vd. que nuestra dicha es eterna.Es incalculable la cadena de bienes que va a caer sobreColombia si nos ligamos con la Señora del Universo, y yoestoy enajenado de gusto y contento al solo pensar quepodemos unir nuestro interés y nuestra política a la de laGran Bretaña (...)”. Y más adelante, para conrmar anti-guos resquemores y jar la vista en la Santa Alianza: “Ten-go algunos papeles de Buenos Aires que nada contienende malo, antes bien. No los mando ni digo todo lo quecontienen, porque Vd. los habrá visto ya. Mas no puedodejar de detenerme sobre lo que dicen de los griegos; y yo veo como un acontecimiento muy importante que estanación se ponga bajo el amparo de la Inglaterra, pues quedebe causar un trastorno completo en las miras de la San-ta Alianza y descubre a toda luz la de la Inglaterra”.

En cambio, la carta enviada a José Rafael Revenga, el17 de febrero, hubo de rehacerla, sobre todo en su apre-ciación sobre la Gran Bretaña. En ambas, el borrador y laenmendada, asoman ya las vacilaciones bolivarianas quehabrían de profundizarse hasta el discordante y hasta con-tradictorio proceder de los años siguientes.

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La recriminación dirigida a la Municipalidad de Ca-racas en marzo denota por el contrario el vigor de sus con- vicciones sobre el poder revolucionario de la educación li- bre y los nuevos métodos de enseñanza. El pedagogo inglés Joseph Lancaster (1778-1838) había escrito a Bolívar ofre-ciéndose para dirigir y desarrollar en Caracas su sistema,que consistía fundamentalmente en formar monitores en-tre los niños de escasos recursos, quienes se transforma- ban así en instructores de otros niños. El mismo se conocía

en Inglaterra, en donde se había aplicado con gran éxito,con el nombre de Enseñanza Mutua. Cuando Bolívar viajóa Londres con Bello y López Méndez en 1810, tuvo opor-tunidad de conocer a Lancaster y su escuela, y se sabeque un hermano de Bello, Carlos, dirigió en Caracas, por1823, una institución bajo la estructura lancasteriana. Si-món Rodríguez, opuesto a Lancaster, llegó a comparar sumétodo con ciertas “sopas de hospital que llenan el estó-mago pero no alimentan”. Pese a profesar creencias cuá-queras, Lancaster excluía de sus programas la enseñanzade cualquier dogma religioso y esto, obviamente, le concitóla animadversión de la municipalidad caraqueña, que lodestituyó en noviembre de 1825. Bolívar habría de pagar

de su propio peculio los gastos del educador inglés.El 12 de abril de 1826, en carta a los profesores del

colegio francés de Tarbes, raticará sus convicciones so- bre la prioridad del sistema educativo, no sin añadir, alestablecer la gratuidad de la enseñanza, la obligación delEstado de asignar los recursos.

Resulta signicativo que, en las respuestas a su her-mana María Antonia, Bolívar omita las constantes alusio-

nes que sobre la esclavitud y otros asuntos capitales éstale hace, limitándose a los asuntos familiares o domésticos.El 12 de mayo de 1826 ésta le dice: “Ya viene la libertad delos esclavos puesta en las gacetas de Santafé y te la mandopara que la veas, esa gente no procura sino nuestra des-trucción. A lo que se agrega una porción de revoluciona-rios como Carabaño, Lander, Level de Goda, Pedro PabloDíaz, Núñez Casares (sic) y en n una turba de ellos quecreo están pagados por los españoles para incendiarnos en

una guerra civil”.48

El Libertador se había dirigido a las llamadas provin-cias del Alto Perú, en donde Sucre y su ejército habían li- brado los últimos combates contra las fuerzas españolas yderrotado a Olañeta, a mediados de 1825. El 18 de agostollega a La Paz, en donde, como narra Masur, “también leaguardaba una corona de oro preparada por sus admirado-res, y de hecho un miembro del clero deseaba seriamentecoronarlo. Pero Bolívar rechazó ese reconocimiento nalde su éxito. “La corona —dijo— no se me debe”. La pasó aSucre, quien también rechazó ese emblema de poder. Su-cre se la dio a Córdoba, y la corona quedó por n en poderde este joven héroe. En general, Bolívar, que tenía poco

interés por las cosas materiales, distribuía entre sus ca-maradas todos los obsequios que recibía: espuelas de oro,sillas preciosas, etc. Le importaban más la admiración, elelogio y la adoración, y esos atributos de la gloria lo satis-facían por completo. Le encantaba oírse llamar hombreprovidencial, y no le resultó difícil creer lo que todos susadeptos pretendían que era. ¿Acaso había olvidado que las

48. Op. cit., p. 73.

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“En la carta del 13 me convida Vd. a la expedición deLa Habana; no sólo la acepto por mil motivos de gratituda Vd. y de gloria, sino que la anhelo; creo que ella a untiempo sirve a los intereses de Colombia y de la América,sino que particularmente a mí me es de sumo bien, porcuanto me saca de la difícil posición en que me han co-locado los involuntarios compromisos de mandar a estospueblos. Leí con sumo gusto esta carta de convite; pero enla del 18 ya no me vuelve Vd. a hablar de esta expedición,

lo cual me ha desconsolado; pues en lugar de ello me in- vita Vd. a aceptar la Vicepresidencia de la gran confede-ración que se proyecta, o bien la unión de Colombia, Perú y Bolivia (...) En cuanto a la Vicepresidencia, permita Vd.mi querido general, que yo excuse comprometerme en undestino que me arrastraría a un descrédito y me llenaríade enemigos. Yo he declarado mil veces que no puedo nigobernar a Bolivia que es un pequeño país; ¿cómo tomarsobre mí mayores empeños? Vd. sabe que yo de 15 añoshe tomado las armas. Los Llanos de Venezuela no eran alpropósito para ninguna instrucción; he crecido, han pa-sado los años, y he hecho una carrera de fortuna, porquecircunstancias favorables y la protección de Vd. me han

conducido. Después que he podido terminar pasablemen-te bien esta carrera, entrar en otra enteramente nuevapara mí es una loca imprudencia”.52

52. Sucre, op. cit., pp. 318-319.

MagDalena, 17 De feBrero De 1826

al Señor joSé rafael revenga

Mi querido Revenga:Tengo a la vista sus cartas de Vd. de 21 de octubre, 6

 y 21 de noviembre del año pasado, en que Vd. me hablacon bastante extensión sobre la confederación americanadel Istmo y de los artículos adicionales que Colombia hapropuesto a los confederados. Ocialmente digo al Vice-

presidente, aunque sin mucha detención, lo que siento enla materia, y voy a hablarle a Vd. con más extensión.Por ahora me parece que nos dará una grande impor-

tancia y mucha respetabilidad la alianza de la Gran Bre-taña, porque bajo su sombra podremos crecer, hacernoshombres, instruirnos y fortalecernos para presentarnosentre las naciones en el grado de civilización y de poder,que son necesarias a un gran pueblo. Pero estas ventajasno disipan los temores de que esa poderosa nación seaen lo futuro soberano de los consejos y decisiones de laasamblea: que su voz sea la más penetrante, y que su vo-luntad y sus intereses sean el alma de la confederación,que no se atreverá a disgustarla por no buscar ni echarseencima un enemigo irresistible. Este es, en mi concepto, el

mayor peligro que hay en mezclar a una nación tan fuerte,con otras tan débiles.La facultad de los plenipotenciarios de formar por sí,

o por personas autorizadas por ellos, tratados de alian-za, aunque sea puramente defensiva, les da una facultadextraordinaria para resolver sobre negocios de un altatrascendencia, y que se extienden a toda la nación. Meparece que debería limitarse esta facultad a preliminaresque serían raticados con previa aprobación de los go-

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biernos respectivos. De resto, me parecen las adicionestan justas y tan benécas, como todo lo esencial del pro- yecto, y creo que como Vd. que adoptado éste por todo elcontinente americano y por la Gran Bretaña, va a presen-tar una masa inmensa de poder; que debe necesariamenteproducir la estabilidad de los nuevos Estados.

Diré a Vd. que no tengo ningunas esperanzas de queChile y las Provincias Unidas del Río de la Plata entrenen la confederación, ni adopten el proyecto tal cual se hapresentado, de buena fe, por el contrario las creo perjudi-ciales. Estos dos países están en una situación lamenta-ble, y casi sin gobierno, y por esta razón he sentido muchoque Vds. hayan enviado artículos adicionales a nuestrosagentes en aquellos gobiernos, antes de estar seguros deque entrarían en la confederación y de que los aproba-rían. Ellos no harán más que publicarlos con apéndicesburlesco, si no amargos y satíricos aunque sean infunda-dos. También habría querido que nada se hubiera dichode la invitación hecha al rey de la Gran Bretaña, antes deestar bien seguros de su asentimiento, porque si no se lo-gra, va a rebajar en mucho el crédito de la confederaciónesta negativa, mientras que, manejada la negociación se-cretamente, quedaba ileso su crédito, o recibía un grandeesplendor al ver aparecer en el Istmo los diputados britá-nicos, y esto habría apresurado a los que no hubieran en-trado en la confederación a solicitar su admisión en ella.

Este gobierno ha interpuesto sus buenos ocios conChile y Buenos Aires, pero repito que me parece todo in-útil por las razones que he dicho. Con respecto a él puedoasegurar que tiene la más perfecta deferencia por Colom-bia: que seguirá por mucho tiempo unido a ella, y que verácon complacencia cuanto estreche más con ella sus víncu-los y relaciones.

S pd st bd p t s diis t ii, sid.

MagDalena, 17 De feBrero De 1826

al Señor joSé rafael revenga

Mi querido Revenga:Tengo a la vista las cartas de Vd. de 21 de octubre, 6 y

21 de noviembre en que me habla extensamente sobre laconfederación del Istmo y de los artículos adicionales queha propuesto a los confederados. De ocio digo al Vicepre-sidente lo que siento acerca de ellos y voy a hablarle a Vd.con un poco más de extensión.

La alianza de la Gran Bretaña nos dará una grandeimportancia y respetabilidad. A su sombra creceremos, ynos presentaremos después entre las naciones civilizadas y fuertes. Los temores de que esa nación poderosa sea elárbitro de los consejos y decisiones de la asamblea; quesu voz, su voluntad y sus intereses sean el alma de ella,son temores remotos y que, aun cuando se realicen algúndía, no pueden balancear las ventajas positivas, próximas y sensibles que nos da ahora. Nacer y robustecerse es loprimero; lo demás viene después. En la infancia necesi-tamos apoyo, que en la virilidad sabremos defendernos. Ahora no es muy útil, y en lo futuro ya seremos otra cosa.

La facultad de los plenipotenciarios de formar por sí,o por personas autorizadas por ellos, tratados de alian-za, aunque sea puramente defensiva, les da una facultadextraordinaria para resolver sobre negocios de una altatrascendencia, y que se extienden a toda la nación. Meparece que debería limitarse esta facultad a preliminaresque serían raticados con previa aprobación de los go-

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biernos respectivos. De resto, me parecen las adicionestan justas y tan benécas, como todo lo esencial del pro- yecto, y creo que como Vd. que adoptado éste por todo elcontinente americano y por la Gran Bretaña, va a presen-tar una masa inmensa de poder, que debe necesariamenteproducir la estabilidad de los nuevos Estados.

Diré a Vd. que no tengo ningunas esperanzas de queChile y las Provincias Unidas del Río de la Plata entrenen la confederación, ni adopten de buena fe el proyectotal cual se ha presentado, por el contrario, las creo per- judiciales. Estos dos países están en una situación la-mentable, y casi sin gobierno, y por esta razón he sentidomucho que Vds. hayan enviado los artículos adicionalesa nuestros agentes en aquellos gobiernos, antes de es-tar seguros de que entrarían en la confederación, y deque los aprobarían. Ellos no harán más que publicarloscon apéndices burlesco, si no amargos y satíricos aun-que sean infundados. También habría querido que nadase hubiera dicho de la invitación hecha al rey de la GranBretaña, antes de estar bien seguros de su asentimiento,porque si no se logra, va a rebajar en mucho el crédito dela confederación esta negativa, y mientras que, manejadala negociación secretamente, quedaba ileso su crédito, orecibía un grande esplendor al ver aparecer en el Istmolos diputados británicos, y esto habría apresurado a losque no hubieran entrado en la confederación a solicitarsu admisión en ella.

Este gobierno ha interpuesto sus buenos ocios conChile y Buenos Aires, pero repito que me parece todo in-útil por las razones que he dicho. Con respecto a él puedoasegurar que tiene la más perfecta deferencia por Colom-bia: que seguirá por mucho tiempo unido a ella, y que verá

con complacencia cuanto estreche más con ella sus víncu-los y relaciones.

La necesaria meditación de los confederados con res-pecto a un extraño, creo que presentará muchas dicul-tades por parte de éstos. Sin embargo, para la federaciónsería ventajosísima.

 Voy a añadir a Vd. dos palabras con respecto a Buenos Aires y Chile. El primero no entrará nunca de buena fe enla confederación. Tratará de entorpecerlo y contrariarlotodo; no pondrá sino obstáculos a la marcha de la asam-blea. Esto está esencialmente envuelto en su actual orga-nización, y en el carácter y principios de sus turbulentoshabitantes. El segundo, si manda sus plenipotenciarios,quizá será de mejor buena fe, y serán más dóciles, y útilesen la confederación.

Tengo noticias muy recientes de Venezuela, por con-ductos dignos de crédito, que me aseguran que aunquelos de la oposición están menos agitados que antes, estatranquilidad es muy precaria y su origen de mala natu-raleza. El general Páez me habla de diferentes opinionesque reinaran allí, y yo pienso mandarle una constituciónque he formado para presentarla al congreso de la repú-blica de Bolivia, porque abraza los intereses de todos lospartidos, da una estabilidad rme al gobierno unida a unagrande energía y conserva ilesos los principios que hemosproclamado de libertad e igualdad. Si se va preparandola opinión por medio de la imprenta, ella podrá ser pre-sentada al congreso del año de 31, en cuya época puedelegalmente reformarse nuestra constitución.

 Aquí han convocado para el congreso constitucional alos diputados de las provincias de Jaén, de Bracamoros yde Mainas, reclamadas, mucho tiempo ha, como, pertene-

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cientes a Colombia. Yo he dicho a Armero esta ocurrencia y creo que Vds. le ordenarán a nuestro plenipotenciario enesta república, que introduzca el reclamo en forma hastaobtener su restitución a Colombia.

Me he complacido mucho de que Vd. está preparandomateriales para justicar al gobierno, Vd. debe hacerlo,porque es verdad, y porque no debe dejársele atacar coninjusticia. También me complazco de que Vd. esté ahora ala cabeza de ese ministerio.

Soy de Vd. afmo. que lo aprecia.

Bí Ms Bii, cs, n° 1.242.

MagDalena, Marzo De 1826

a la MunIcIPalIDaD De caracaS

Con el objeto de que el señor Lancaster adelantase encuanto le fuera posible los establecimientos de enseñanzamutua que ha formado en esa ciudad, puse a su disposi-ción la suma de veinte mil pesos en libranzas contra elnuevo empréstito que han ido a levantar en Londres losenviados del Perú. Mas cuál ha sido mi sorpresa al saber,por los informes de este mismo señor, que la M. Y. Muni-cipalidad del año pasado en lugar de propender a que seextendiese un plan tan útil a la juventud de Caracas loha combatido desde su principio. Por esta consideraciónes que al n me ha determinado a dirigirme a V. S. Y. conel objeto de reclamar contra un abuso que aun no puedocreer, y a interesar el celo y patriotismo de esa Munici-

palidad a n de que, lejos de oponerse a las miras verda-deramente benécas del señor Lancaster, les preste todaaquella protección que es su deber dar a los estableci-mientos que tienden a la propagación de las luces, y queinteresan tan inmediatamente al pueblo que ella tiene elhonor de representar.

lst ó cs 15 d m d 1824. vs ss ts

Bí, o’ l, xII, 243 siits.

MagDalena, 12 De aBrIl De 1826

 al Señor THollarD, ProfeSorDel colegIo real De TarBeS

Señor:S. E. el Libertador Presidente ha recibido la apreciable

carta de Vd. de 27 de junio del año último, en que proponetrasladarse a América con los demás profesores que com-ponen el Colegio Real de Tarbes.

Muy satisfactorio ha sido a S. E. el noble designio de Vd. y socios de venir a esparcir las luces en estos puebloshasta ahora sumidos en la ignorancia.

Deseoso, pues, S. E. de que se realice, a la brevedadposible, la traslación de Vd. y comprofesores de Tarbes,me manda hacerles las proposiciones siguientes:

 1º. Que los diez profesores se traslades a sus expen-sas de Francia al Alto Perú, que se me ha constituidoen nación soberana e independiente y ha tomado elnombre de Bolivia.

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 2º. Que traigan consigo aquellos libros, instrumentos y máquinas que sean absolutamente necesarias paraprincipiar la enseñanza de los jóvenes que concurrana los establecimientos que se formen. El gobierno de larepública de Bolivia pagará el valor de los libros, má-quinas e instrumentos a precios de Francia, pagará elete de allá a las costas de Bolivia. 3º. Los profesores escogerán la ciudad donde deban re-sidir y establecer sus escuelas. 4º. La enseñanza será gratis para todos los que concurran. 5º. El gobierno de la república de Bolivia asignará vein-ticinco mil pesos de renta anual que serán distribuidosentre los diez profesores. 6º. Deberán establecerse las cátedras que contiene lacarta del señor Thollard de 27 de junio del año de 1825.De resto el gobierno de la república de Bolivia dará la

más decidida protección a los profesores de ciencias y ar-tes tan útiles como agradables.

Ofrezco a Vd. los sentimientos de perfecta considera-ción con que soy de Vd. su muy obediente humilde servidor.

Bí 

MagDalena, 6 De Marzo De 1826

 al excMo. Señor general en jefejoSé anTonIo Pez

Mi querido general y amigo:He recibido la muy importante carta de Vd. del 1º de oc-

tubre del año pasado, que me mandó Vd. por medio del se-

ñor Guzmán, a quien he visto y oído no sin sorpresa, puessu misión es extraordinaria. Vd. me dice que la situación deColombia es muy semejante a la de Francia cuando Napo-león se encontraba en Egipto y que yo debo decir con él: “losintegrantes van a perder la patria, vamos a salvarla”. A la verdad, casi toda la carta de Vd. está escrita por el buril de la verdad, mas no basta la verdad sola para que un plan logresu efecto. Vd. no ha juzgado, me parece, bastante imparcial-mente el estado de las cosas y de los hombres. Ni Colombiaes Francia, ni yo Napoleón. En Francia se piensa mucho yse sabe todavía más, la populación es homogénea, y ademásla guerra la ponía al borde del precipicio. No había otra re-pública grande que la francesa y la Francia había sido siem-pre un reino. El gobierno republicano se había desacredita-do y abatido hasta entrar en un abismo de execración. Losmonstruos que dirigían la Francia eran igualmente cruelese ineptos. Napoleón era grande y único, y además sumamen-te ambicioso. Aquí no hay nada de esto. Yo no soy Napoleónni quiero serlo; tampoco quiero imitar a César; aun menos aIturbide. Tales ejemplos me parecen indignos de mi gloria. Eltítulo de Libertador es superior a todos los que ha recibidoel orgullo humano. Por tanto, es imposible degradarlo. Porotra parte, nuestra populación no es de franceses en nada,nada, nada. La república ha levantado el país a la gloria ya la prosperidad, dado leyes y libertad. Los magistrados deColombia no son si Rebosareis ni Marat. El peligro ha cesadocuando las esperanzas empiezan: por lo mismo, nada urgepara tal medida. Son repúblicas las que rodean a Colombia, yColombia jamás ha sido un reino. Un trono espantaría tantopor su altura como por su brillo. La igualdad sería rota y loscolores verían perdidos todos sus derechos por una nuevaaristocracia. En n, amigo, yo no puedo persuadirme de queel proyecto que me ha comunicado Guzmán sea sensato, y

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creo también que los que lo han sugerido son hombres deaquellos que elevaron a Napoleón y a Iturbide para gozar desu prosperidad y abandonarlos en el peligro, o si la buena felos ha guiado, crea Vd. que son unos aturdidos o partidariosde opiniones exageradas bajo cualquier forma o principiosque sean.

Diré a Vd. con toda franqueza que este proyecto noconviene ni a Vd. ni a mí ni al país. Sin embargo, creoque, en el próximo período señalado para la reforma dela constitución, se pueden hacer de ella notables muta-ciones en favor de los buenos principios conservadores y sin violar una sola de las reglas más republicanas. Yoenviaré a Vd. un proyecto de constitución que he forma-do para la república de Bolivia: en él se encuentran re-unidas todas las garantías de permanencia y de libertad,de igualdad y de orden. Si Vd. y sus amigos quisieranaprobar este proyecto, sería muy conveniente que se es-cribiese sobre él y se recomendase a la opinión del pue-blo. Este es el servicio que podemos hacer a la patria;servicio que será admirado por todos los partidos queno sean exagerados, o por menor decir, que quieran la verdadera libertad con la verdadera estabilidad. Por lodemás, yo no aconsejo a Vd. que haga para sí lo que noquiero para mí, mas si el pueblo lo quiere, y Vd. aceptael voto nacional, mi espada y mi autoridad se emplearáncon innito gozo en sostener y defender los decretos dela soberanía popular. Esta protesta es tan sincera comoel corazón de su invariable amigo.

Nota de Vicente Lecuna

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He aqu la carTa De Pez:

a SIMn BolvarcaracaS, ocTuBre 1° De 1825

Mi estimado general y amigo:La gran distancia a que se encuentra de nosotros me

proporciona muy de tarde en tarde ver letra suya; le ase-

guro que es uno de los muchos males que experimentamos y un bien para los malvados, a quienes conviene semejan-te posición. Hace mucho tiempo que deseaba explicarmecon Vd. con la franqueza de un amigo y compañero de ar-mas, pero no me atrevía a ar semejantes cosas a la plu-ma por los conductos ordinarios, pues la mala fe nos hareducido hasta el caso de desconar de los correos, y , porlo tanto, veo como un feliz acontecimiento la marcha delgeneral Briceño en dirección hacia Vd.: él es el conductorde la presente y mucho me alegraría que se viesen Vds.,porque el, bien enterado de todo por lo que hemos hablado y ha visto, puede decirle todo lo que se deja de expresaren este escrito.

¡Querido general! Vd. no puede gurarse los estragosque la intriga hace en este país teniendo que confesar queMorillo le dijo a Vd. una verdad en Santa Ana, sobre “quele había hecho un favor a la república en matar a los abo-gados”; pero nosotros tenemos que acusarnos del pecadode haber dejado imperfecta la obra de Morillo, no habien-do hecho otro tanto con los que cayeron por nuestro lado,por el contrario, les pusimos la república en las manos,nos la han puesto a la española, porque el mejor de ellosno sabe otra cosa y están en guerra abierta con un ejér-cito a quien deben todo su ser, y de cuyo cuartel general

han salido los congresos sin tomar la más mínima parteen ellos como corporación, y obrando con aquella buena feque sólo se conoce en la noble profesión de los militares.

La situación de este país es muy semejante en el día ala de la Francia cuando Napoleón El Grande se encontra-ba en Egipto y fue llamado por aquellos hombres de la re- volución, convencidos de que un gobierno que había caídoen manos de la más vil canalla no era el que podía salvaraquella nación, y Vd. está en el caso de decir lo que aquelhombre célebre entonces: “los intrigantes van a perder lapatria, vamos a salvarla”.

Este país, en lo general de su escasa población, no tie-ne más que los restos de una colonia española, de consi-guiente, falto de todo elemento para montar una repúbli-ca. Vd. y un puñado más de valientes, lo han hecho todo:el día que Vd. lo deje, deja de ser lo que Vd. lo ha hecho;de consiguiente, la existencia de un orden de cosas aquí,que puede llamarse gobierno, es consustancial con Vd., y en prueba es que sólo su alejamiento a producido unestado habitual de anarquía, que no puede atajar la ac-tual administración, a pesar de sus mejores deseos. Vd.se abismaría en ver las personas que dirigen su país!...Son de la especie que en cualquiera otra parte en quehubiese moral pública ocuparían el lugar más inferior, ymuchos de ellos ocuparían un presidio por sus crímenes;por más desgracia no es así. Ellos manejan a su antojolas elecciones, señalan el primer magistrado de la repú-blica, hablan de la reelección de Vd., no de buena fe, sinopor temor, pues aquellos que, en papeles titulados As-trónomos y Triquitraques se erigen en sus panegiristas,son sus mayores enemigos y toman el carácter de susdefensores por indisponer a otros. En n, el período delas elecciones me ha hecho observar que la gente de este

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país, casi en lo general, o es tan mala como los bribonesque la manejan o que el pueblo (y esto parece lo máscierto) es absolutamente indiferente a todo lo que se lla-ma acto de gobierno, y que se dejaría imponer cualquie-ra que se le quisiese dar.

Cuando veo todo esto en los que se llama pueblo, cuan-do veo a los que se llaman diputados de este pueblo hacersu viaje a lo que ellos llaman congreso, y que los más vo-cingleros contra lo que ellos llaman el despotismo tomanal instante un empleito de estos que ellos llamar tiranos yotra mil cosas, entonces me parece que se puede asegurarque este país necesita otra cosa distinta de la presenteque establezca el orden, le de la debida consideración alos que la merecen e imponga silencio a los tramoyistas.Para esto puedo asegurar a Vd. que este es el sentimientoo el deseo de todos los militares que conozco, todos losque están a mis órdenes y hasta se pueden agregar todoslos de la república, y esto es lo que Vd. debe creer, porquees la voz de un hombre capaz de sostener lo que dice, y nodice aquello de que no está bien convencido.

Casi tengo motivos para creer que puede haber quienle haya escrito a Vd. algo en contra de sus compañeros dearmas, pero creo que si me extendiese de este particular,por combatir esta idea, haría una ofensa a Vd. mismos,porque le supondría una credulidad pueril y me la haríaa mi mismo carácter. Vd. con los militares ha ido a todaspartes y a un puede ir quizás más allá, al paso que los ac-tos de aparente adhesión de los leguleyos, y demás familiaparecía a ellos, sólo tiene por objeto quitarles a Vd. esafuerza que le da la unión con el ejército.

¡Mi general! esta no es la tierra de Washington, aquí sehacen obsequios al poder por temor e interés, como se lehan hecho a Boves y a Morillo, y el fundador de la repú-

blica sería insultado por los hombres más viles el día que volviese al recinto de su casa.

Tengo no sé qué presentimiento de que Vd. piensa dejarel país y retirarse a Europa. Ha resistido esta idea porqueella es horrorosa; y, por si tiene algunos visos de verdad,le diré francamente que mi opinión es del todo contrariaal semejante acontecimiento. Vista losócamente nomás, sería un rasgo heroico de desprendimiento, más, porotra parte, sería el colmo de la fatalidad, y Vd. a los muypocos días tendría que pasar por la pena de ver desmo-ronar el edicio, cuyo único apoyo es Vd. mismo, y suscompañeros quedaban expuestos a ser el juguete de la in-triga, aun más de lo que ya son, estando aun presente. Espreciso, pues que Vd. se convenza de estas verdades y quecomplete su obra, que no consiste sólo en haber destruidolos enemigos exteriores, falta que hacer lo mismo con losdomésticos, cuya guerra es algo más complicada, cuantoque se hace con armas más desconocidas, en nombre dela misma libertad y bien general.

 A los valientes que han formado esta república se lesniega ya lo que las leyes conceden a las últimas clases delEstado. En Caracas se disputó el voto del ejército en laselecciones parroquiales, lo mismo que en Puerto Cabello;en Valencia y Maracaibo se eludió por aquellos medios deque sabe usar la superchería. Yo pude haber usado de lafuerza para ello, pero no quise dar este argumento, mása la intriga, porque todo esto es parcial y debe curarsecon otra cosa que remedie el todo. Los curiales pretendenreducirnos a la condición de esclavos y esto no se pue-de sufrir ni lo permite el honor y menos la seguridad delpaís, que aún no ha transigido con sus enemigos exterio-res. Nuestro ejército se acabará pronto si no se atajan las justas causas de su descontento, y estoy bien seguro que,

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en un caso de guerra, los señores letrados y mercaderesapelarán como siempre a la fuga, o se compondrán con elenemigo y los pobres militares irán a recibir nuevos bala-zos para volver a proporcionar empleos y fortunas a losque actualmente los están vejando. Es preciso, amigo quenos entendamos, y que nuestra incomunicación no noshaga parecer discordes, seguro de que nuestra voluntadno puede ser sino la misma, sobre la cual debe Vd. reposartranquilo; y se lo arma su invariable amigo y compañero.

Páez

MagDalena, 7 De Marzo De 1826

a S. e. el general f. De P. SanTanDer

Mi querido general:Remito a Vd. la respuesta que doy a Páez sobre la pro-

posición que me ha hecho por medio del señor Guzmán.Esta respuesta va un poco fulminante aunque modica-da con algunas cosas agradables a Páez. Después de ma-nifestarle que su proyecto es insensato le digo que si elpueblo le da a él su voto y lo acepta, puede contar conmi espalda y con mi autoridad para sostener la voluntadnacional. Le digo en el curso de mi respuesta, que le man-daré mi proyecto de constitución de Bolivia para que lesirva de guía con respecto a mis principios que están allíconsignados y a los cuales no cambiaré una línea. Deni-tivamente le digo que su proyecto no conviene ni a él ni amí ni a Colombia. Suponga que mi respuesta no le gustaráal general Páez, porque no convengo con sus ideas, pero

 yo creo que he debido hablarle con rmeza para que noprecipite la república.

Mando a Vd. esta respuesta abierta para que Vd. la cie-rre después de leída con lacre y con un sello cualquiera yque no sea conocido, luego se la mandará Vd. al generalPáez de mi parte, diciéndole que la llevó el coronel Picónque va a Bogotá casi con esta mira. Por supuesto, no lediga Vd. nada de haberla visto ni de saber su contenido, amenos que el imperio de las cosas sea tal que lo demandeasí urgentemente. Yo creo que mucho debe haber transpi-rado este proyecto para esta hora. Autorizo a Vd. para to-mar una copia de esta carta si Vd. lo juzga conveniente. Elgeneral La Mar se va a Guayaquil por enfermo y me ha pe-dido que lo recomiende Vd. Aunque el está muy agradeci-do con Vd. quiere que yo lo haga. Este hombre es el mejordel mundo y sobretodo el más desprendido de los morta-les. Aborrece tanto el mando como Bamba, que preferi-ría morir a subir al trono. Después de esto nos quedamossin tener con quien gobernar el Perú, lo que ciertamenteme embaraza mucho. Vd. haga todo lo que pueda por allápara que no me llamen, y si me han llamado que se con-formen con que no valla, pues de otro modo formarán dela América un inmenso campo de anarquía, pues Chile yBuenos Aires comunicarán su desorden hasta el Ecuador,pasará el Istmo y celebrará su reunión con Guatemala y Méjico como que deben uctuar largo tiempo antes deconsolidarse. Pienso mandar a Guayaquil un escuadrónde Húsares de Colombia y al Istmo el batallón de Vargas,con 1.000 plazas. Yo quisiera que este batallón fuese a Ca-racas a nes de abril o principios de mayo: tome Vd. pues,sus medidas para hacer de dicho batallón lo que quiera,en la inteligencia de que son todos serranos y se muerenpor temperamentos cálidos. Sólo el batallón Callao puede

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 vivir en Cartagena. Nos quedaremos entonces en el Alto y Bajo Perú con 5.000 colombianos. En n, por el correoescribiré a Vd. largamente.

Soy de Vd. de todo corazón.

Bí 

P.D. cd st lim 23 md ud.

s lóp ri pd d s lóp ad, i vd. db d mb p s ptitism p ss siis. rit

ud., mi id , mdió hi d

st b. y s s m hd. Si p ss s s p-

dis s mpd timt, dsí ud. ppis

dsti psi dis sbsisti, ps dbms

id s pd d t ptit h hh mhp s pmt h más. Tmbi mid ud.

s his d s lóp s h Btá.

DIScurSo Del lIBerTaDor al congreSoconSTITuyenTe De BolIvIa

¡Legisladores! Al ofreceros el Proyecto de Constituciónpara Bolivia, me siento sobrecogido de confusión y timi-dez, porque estoy persuadido de mi incapacidad para ha-cer leyes. Cuando yo considero que la sabiduría de todoslos siglos no es suciente para componer una ley funda-mental que sea perfecta, y que el más esclarecido Legis-lador es la causa inmediata de la infelicidad humana y laburla, por decirlo así, de su ministerio divino ¿Qué deberédeciros del soldado que, nacido entre esclavos y sepultado

en los desiertos de su patria, no ha visto más que cautivoscon cadenas, y compañeros con armas para romperlas?¡Yo legislador...! Vuestro engaño y mi compromiso se dis-putan la preferencia: no sé quién padezca más en este ho-rrible conicto; si vosotros por los males que debéis temerde las leyes que me habéis pedido, o yo del oprobio a queme condenáis por vuestra conanza.

He recogido todas mis fuerzas para exponeros mis opi-niones sobre el modo de manejar hombres libres, por losprincipios adoptados entre los pueblos cultos; aunque laslecciones de la experiencia sólo muestran largos períodosde desastre interrumpidos por relámpagos de ventura.¿Qué guías podemos seguir a la sombra de tan tenebrososejemplos?

¡Legisladores! Vuestro deber os llama a resistir el cho-que de dos monstruosos enemigos que recíprocamentese combaten, y ambos os atacarán a la vez: la tiranía yla anarquía forman un inmenso océano de opresión, querodea a una pequeña isla de libertad, embatida perpetua-mente por la violencia de las olas y de los huracanes, quela arrastran sin cesar a sumergirla. Mirad el mar que vaisa surcar con una frágil barca, cuyo piloto es tan inexperto.

El Proyecto de Constitución para Bolivia está divididoen cuatro Poderes Políticos habiendo añadido uno más,sin complicar por esto la división clásica de cada unode los otros. El Electoral ha recibido facultades que nole estaban señaladas en otros Gobiernos que se estimanentre los más liberales. Estas atribuciones se acercan engran manera a las del sistema federal. Me ha parecido nosólo conveniente y útil, sino también fácil, conceder a losRepresentantes inmediatos del pueblo los privilegios quemás pueden desear los ciudadanos de cada Departamen-to, Provincia o Cantón. Ningún objeto es más importante

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a un Ciudadano que la elección de sus Legisladores, Ma-gistrados, Jueces y Pastores. Los Colegios Electorales decada Provincia representan las necesidades y los intere-ses de ellas y sirvan para quejarse de las infracciones delas leyes, y de los abusos de los Magistrados. Me atreveríaa decir con alguna exactitud que esta representación par-ticipa de los derechos de que gozan los gobiernos particu-lares de los Estados federados. De este modo se ha puestonuevo peso a la balanza contra el Ejecutivo; y el Gobiernoha adquirido más garantías, más popularidad y nuevostítulos, para que sobresalga entre los más democráticos.

Cada diez Ciudadanos nombran un Elector; y así seencuentra la nación representada por el décimo de susCiudadanos. No se exigen sino capacidades, ni se necesitade poseer bienes, para representar la augusta función delsoberano; más debe saber escribir sus votaciones, rmarsu nombre y leer las leyes. Ha de profesar una ciencia, oun arte que le asegure un alimento honesto. No se le po-nen otras exclusiones que las del crimen, de la ociosidad, y de la ignorancia absoluta. Saber y honradez no dinero,es lo que requiere el ejercicio del Poder Público.

El Cuerpo Legislativo tiene una composición que lo hacenecesariamente armonioso entre sus partes: no se hallarásiempre dividido por falta de un juez árbitro, como sucededonde no hay más que dos Cámaras. Habiendo aquí tres,la discordia entre dos queda resuelta por la tercera; y lacuestión examinada por dos partes contendientes, y unimparcial que la juzga: de este modo ninguna ley útil que-da sin efecto, o por lo menos, habrá sido vista una, dos ytres veces, antes de sufrir la negativa. En todos los nego-cios entre dos contrarios se nombra un tercero para deci-dir, y ¡No sería absurdo que en los intereses más arduosde la sociedad se desdeñara esta providencia dictada por

una necesidad imperiosa! Así las Cámaras guardarán en-tre sí aquellas consideraciones que son indispensablespara conservar la unión del todo, que debe deliberar en elsilencio de las pasiones y con la calma de la sabiduría. LosCongresos modernos me dirán, se ha compuesto de solasdos secciones. Es porque en Inglaterra, que ha servido demodelo, la nobleza y el pueblo debían representarse endos Cámaras; y si en Norte América se hizo lo mismo sinhaber nobleza, puede suponerse que la costumbre de es-tar bajo el Gobierno inglés, le inspiró esta imitación. Elhecho es, que dos cuerpos deliberantes deben combatirperpetuamente; y por esto Sieyes no quería más que uno.Clásico absurdo.

La primera Cámara es de Tribunos, y goza de la atri-bución de iniciar las leyes relativas a Hacienda, Paz yGuerra. Ella tiene la inspección inmediata de los ramosque el Ejecutivo administra con menos intervención dellegislativo.

Los senadores forman los códigos y reglamentos ecle-siásticos, y velan sobre los Tribunales y el Culto. Toca alSenado escoger los Prefectos, los Jueces del distrito, Go-bernadores, Corregidores y todos los Subalternos del De-partamento de Justicia. Propone a la Cámara de Censoreslos miembros del Tribunal Supremo, los Arzobispos, Obis-pos, Dignidades y Canónigos. Es del resorte del Senado,cuanto pertenece a la religión y a las leyes.

Los censores ejercen una potestad política y moral quetiene alguna semejanza con la del Areópago de Atenas, yde los censores de Roma. Serán ellos los scales contrael Gobierno para celar si la Constitución y los tratadospúblicos se observan con religión. He puesto bajo su égidael Juicio Nacional, que debe decidir de la buena o malaadministración del Ejecutivo.

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Son los censores los que protegen la moral, las cien-cias, las artes, la instrucción y la imprenta. La más terri-ble como la más augusta función pertenece a los censores.Condenan a oprobio eterno a los usurpadores de la au-toridad soberana, y a los insignes criminales. Concedenhonores públicos a los servicios y a las virtudes de los ciu-dadanos ilustres. El el de la gloria se ha conado a susmanos. Por lo mismo, los censores deben gozar de unainocencia intacta y de una vida sin mancha. Si delinquen,serían acusados hasta por faltas leves. A estos sacerdo-tes de las leyes he conado la conservación de nuestrassagradas tablas, porque son ellos los que deben clamarcontra sus profanadores.

El Presidente de la República viene a ser en nuestraConstitución, como el Sol que, rme en su centro, da vidaal Universo. Esta suprema Autoridad debe ser perpetua;porque en los sistemas sin jerarquías se necesita más queen otros, un punto jo alrededor del cual giren los Magis-trados y los ciudadanos; los hombres y las cosas. Dadmeun punto jo, decía un antiguo, y moveré el mundo. ParaBolivia, este punto es el Presidente vitalicio. En él estribatodo nuestro orden, sin tener por esto acción. Se le ha cor-tado la cabeza para que nadie tema sus intensiones, y sele han ligado las manos para que a nadie dañe.

El Presidente de Bolivia participa de las facultades delEjecutivo Americano, pero con restricciones favorables alpueblo. Su duración es la de los Presidentes de Haití. Yohe tomado para Bolivia el Ejecutivo de la República másdemocrática del mundo.

La isla de Haití, (permítaseme esta digresión) se halla-ba en insurrección permanente: después de haber expe-rimentado el imperio, el reino, la república, todos los go-biernos conocidos y algunos más, se vio forzada a ocurrir

al ilustre Pétion para que la salvase. Conaron en él, y losdestinos de Haití no vacilaron más. Nombrado Pétion Pre-sidente vitalicio con facultades para elegir al sucesor. Nila muerte de este grande hombre, ni la sucesión del nuevoPresidente, han causado el menor peligro en el Estado:todo ha marchado bajo el digno Boller, en la calma de unreino legítimo. Prueba triunfante de que un Presidente vi-talicio, con derecho para elegir a su sucesor, es la inspira-ción más sublime en el orden republicano.

El Presidente de Bolivia será menos peligroso que el deHaití, siendo el modo de sucesión más seguro para el biendel Estado. Además el Presidente de Bolivia está privadode todas las inuencias: no nombra los Magistrados, losJueces, ni las Dignidades eclesiásticas, por pequeñas quesean. Esta disminución de poder no la ha sufrido todavíaningún gobierno bien constituido: ella añade trabas so-bre trabas a la autoridad de un jefe que hallará siempre atodo el pueblo dominado por los que ejercen las funcionesmás importantes de la sociedad. Los sacerdotes mandanen las conciencias, los Jueces en la propiedad, el honor, yla vida, y los Magistrados en todos los actos públicos. Nodebiendo éstos sino al Pueblo sus dignidades, su gloria ysu fortuna, no puede el Presidente esperar complicarlosen sus miras ambiciosas. Si a esta consideración se agre-gan las que naturalmente nacen de las oposiciones gene-rales que encuentra un Gobierno democrático en todos losmomentos de su administración, parece que hay derechopara estar cierto de que la usurpación del Poder Públicodista más de este Gobierno que de otro ninguno.

¡Legisladores! La Libertad de hoy más, será indestruc-tible en América. Véase la naturaleza salvaje de este con-tinente, que expele por sí sola el orden monárquico: losdesiertos convidan a la independencia. Aquí no hay gran-

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des nobles, grandes eclesiásticos. Nuestras riquezas erancasi nulas, y en el día lo son todavía más. Aunque la Igle-sia goza de inuencia, está lejos de aspirar al dominio, sa-tisfecha con su conservación. Sin estos apoyos, los tiranosno son permanentes; y si algunos ambiciosos se empeñanen levantar imperios. Dessalines, Cristóbal, Iturbide, lesdicen lo que deben esperar. No hay poder más difícil demantener que el de un príncipe nuevo. Bonaparte, ven-cedor de todos los ejércitos, no logró triunfar de esta re-gia, más fuerte que los imperios. Y si el gran Napoleón noconsiguió mantenerse contra la liga de los republicanos y de los aristócratas ¿Quién alcanzará, en América, fun-dar monarquías, en su suelo incendiado con las brillantesllamas de la libertad, y que devora las tablas que se leponen para elevar esos cadalsos regios? No, legisladores:no temáis a los pretendientes a coronas: ellas serán parasus cabezas la espada pendiente sobre Dionisio. Los Prín-cipes amantes que se obcequen hasta construir tronosencima de los escombros de la libertad, erigirán túmulosa sus cenizas, que digan a los siglos futuros como prerie-ron su fatua ambición a la libertad y a la gloria.

Los límites constitucionales del Presidente de Bolivia,son los más estrechos que se conocen: apenas nombrarlos empleados de hacienda, paz y guerra: manda el ejérci-to. He aquí sus funciones.

La administración pertenece toda al Ministerio, res-ponsable a los censores, y sujeta a la vigilancia celosa detodos los legisladores, Magistrados, Jueces y Ciudadanos.Los aduanistas y los soldados únicos agentes de este mi-nisterio, no son a la verdad, los más adecuados para cap-tarle la aura popular; así su inuencia será nula.

El Vicepresidente es el magistrado más encadenadoque ha servido el mando: obedece juntamente al Legislati-

 vo y al Ejecutivo de un gobierno republicano. Del primeroreside las leyes, del segundo las órdenes: y entre estasdos barreras ha de marchar por un camino angustiado yaqueado de precipicios. A pesar de tantos inconvenien-tes, es preferible gobernar de este modo, más bien quecon imperio absoluto. Las barreras constitucionales en-sanchan una conciencia política y le dan rme esperanzade encontrar el nal que la guíe entre los escollos que larodean: ellas sirven de apoyo contra los empujes de nues-tras pasiones, concertadas con los intereses ajenos.

En el Gobierno de los Estados Unidos se ha observa-do últimamente la práctica de nombrar el Primer Minis-tro para suceder al Presidente. Nada es tan convenienteen una república como este método: reúne la ventaja deponer a la cabeza de la administración un sujeto experi-mentado en el manejo del Estado. Cuando entra a ejercersus funciones va formado, y lleva consigo la aureola de lapopularidad, y una práctica consumada. Me he apoderadode esta idea, y la he establecido como ley.

El Presidente de la República nombra al Vicepresi-dente, para que administre el Estado, y le suceda en elmando. Por esta providencia se evitan las elecciones queproducen el grande azote de las repúblicas, la anarquía,que es el lujo de la tiranía, y el peligro más inmediato ymás terrible de los gobiernos populares. Ved de qué modosucede como en los reinos legítimos la tremenda crisis delas repúblicas.

El Vicepresidente debe ser el hombre más puro: la ra-zón es, que el primer magistrado no elige un ciudadanomuy recto, debe temerle como a enemigo encarnizado; y sospechar hasta de sus secretas ambiciones. Este Vi-cepresidente ha de esforzarse a merecer por sus buenosservicios el crédito que necesita para desempeñar las más

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altas funciones y esperar la gran recompensa nacional —el mando supremo. El Cuerpo Legislativo y el pueblo exigi-rán capacidades y talentos de parte de este Magistrado yle pedirán una ciega obediencia a las leyes de la libertad.

Siendo la herencia la que perpetúa el régimen monár-quico, y lo hace casi general en el mundo: ¿cuánto másútil no es el método que acabo de componer para la su-cesión del Vicepresidente? ¿Qué fueran los príncipes he-reditarios elegidos por el mérito y no por la suerte; y queen lugar de quedarse en la inacción y en la ignoranciase pusiesen a la cabeza de la administración? Serían sinduda, Monarcas más esclarecidos y harían la dicha de lospueblos. Legisladores, la monarquía que gobierna la tie-rra ha obtenido sus títulos de aprobación de la herenciaque la hace estable y de la unidad que la hace fuerte. Poresto, aunque un príncipe soberano es un niño mimado,enclaustrado en su palacio, educado por la adulación yconducido por todas sus pasiones, este príncipe que meatrevería a llamar la ironía del hombre, manda al géne-ro humano, porque conserva el orden de las cosas, y lasubordinación entre los ciudadanos, con un poder rme yuna acción constante. Considerad, Legisladores, que es-tas grandes ventajas se reúnen en el Presidente vitalicio yel Vicepresidente hereditario.

El Poder Judicial que propongo goza de una indepen-dencia absoluta: en una parte tiene tanta. El pueblo pre-senta los candidatos, y el Legislativo escoge los individuosque han de componer los tribunales. Si el Poder Judicialno emana de este origen, es imposible que conserve entoda su pureza la salvaguardia de los derechos individua-les. Estos derechos, Legisladores, son los que constituyenla libertad, la igualdad, la seguridad, todas las garantíasdel orden social. La verdadera constitución liberal está en

los códigos civiles y criminales; y la más terrible tiraníaque ejercen los Tribunales, por el tremendo instrumentode las leyes. De ordinario el Ejecutivo no es más que eldepositario de la cosa pública; pero los Tribunales son losárbitros de las cosas propias —de las cosas de los indi- viduos—. El poder Judicial contiene la medida del bien odel mal de los ciudadanos; y si hay libertad, si hay justiciaen la República, son distribuidas por este poder. Poco im-porta a veces la organización política, con tal que la civilsea perfecta, que las leyes se cumplan religiosamente, yse tengan por inexorables como el Destino.

Era de esperarse, conforme a las ideas del día, que pro-hibiésemos el uso de tormento, de las confesiones; y quecortásemos la prolongación de los pleitos en el intrincadolaberinto de las apelaciones.

El territorio de la República se gobierna por Prefectos,Gobernadores, Corregidores, Jueces de Paz y Alcaldes.No he podido entrar en el régimen interior y facultades deestas jurisdicciones; es mi deber, sin embargo, recomen-dar al Congreso los reglamentos concernientes al serviciode los departamentos y provincias. Tened presente, Legis-ladores, que las naciones se componen de ciudades y dealdeas; y que del bienestar de estas se forma la felicidaddel Estado. Nunca prestaréis demasiado vuestra atenciónal buen régimen de los departamentos. Este punto es depredilección en la ciencia legislativa y no obstante es har-to desdeñado.

He dividido la fuerza armada en cuatro partes: ejércitode línea, escuadra, milicia nacional, y resguardo militar.El destino del ejército es guarnecer la frontera ¡Dios nospreserve de que vuelve sus armas contra los ciudadanos!Basta la milicia nacional para conservar el orden interno.Bolivia no posee grandes costas, y por lo mismo es inútil

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la marina: debemos, a pesar de esto, obtener algún día,uno y otro. El resguardo militar es preferible por todosrespectos al de guardas: un servicio semejante es más in-moral que superuo: por lo tanto interesa a la República,guarnecer sus fronteras con tropas de líneas y tropas deresguardo contra la guerra del fraude.

He pensado que la constitución de Bolivia debiera re-formarse por períodos, según lo exige el movimiento delmundo moral. Los trámites de la reforma se han señaladoen los términos que he juzgado más propios del caso.

La responsabilidad de los Empleados se señala en laConstitución Boliviana del modo más efectivo. Sin respon-sabilidad, sin represión, el Estado en un caos. Me atrevoa instar con encarecimiento a los legisladores, para quedicten leyes fuertes y terminantes sobre esta importantemateria. Todos hablan de responsabilidad, pero ella sequeda en los labios. No hay responsabilidad, Legisladores:los Magistrados, Jueces y Empleados, abusan de sus facul-tades porque no se contienen con rigor a los agentes de laadministración; siendo entre tanto los ciudadanos víctimasde este abuso. Recomendara yo una ley que prescribieraun método de responsabilidad anual para cada Empleado.

Se han establecido las garantías más perfectas: la liber-tad civil es la verdadera libertad; las demás son nominales,o de poca inuencia con respecto a los ciudadanos. Se hagarantizado la seguridad personal, que es el n de la so-ciedad, y de la cual emana las demás. En cuanto a la pro-piedad, ella depende del código civil que vuestra sabiduríadebiera componer luego, para la dicha de vuestros con-ciudadanos. He conservado intacta la ley de las leyes —laigualdad: sin ella perecen todas las garantías, todos losderechos. A ella debemos hacer los sacricios. A sus pieshe puesto, cubierta de humillación, a la infame esclavitud.

Legisladores, la infracción de todas las leyes es la es-clavitud. La ley que la conservará, sería la más sacrílega.¿Qué derecho se alegaría para su conservación? Míreseeste delito por todos aspectos, y no me persuado que hayaun sólo Boliviano tan depravado, que pretenda legitimarla más insigne violación de la dignidad humana. ¡Un hom-bre poseído por otro! ¡Un hombre propiedad! Una imagende Dios puesta al yugo como el bruto! Dígasenos ¿Dóndeestán los títulos de los usurpadores del hombre? La Gui-nea nos los ha mandado, pues el África devastada por elfratricidio, nos ofrece más que crímenes. Trasplantadasaquí estas reliquias de aquellas tribus africanas, ¿qué leyo potestad será capaz de sancionar el dominio sobre es-tas víctimas? Transmitir, prorrogar, eternizar este crimenmezclado de suplicios, es el ultraje más chocante. Fundarun principio de posesión sobre la más feroz delincuenciano podría concebirse sin el trastorno de los elementos delderecho y sin la perversión más absoluta de las nacionesdel deber. Nadie puede romper el santo dogma de la igual-dad. Y ¿habrá esclavitud donde reina la igualdad? Talescontradicciones formarían más bien el vituperio de nues-tra razón que el de nuestra justicia: seríamos reputadospor más dementes que usurpadores.

Si no hubiera un Dios Protector de la inocencia y de lalibertad, preriera la suerte de un león generoso, domi-nando en los desiertos y en los bosques, a la de un cau-tivo al servicio de un infante tirano que, cómplice de suscrímenes, provocara la cólera del cielo. Pero no: Dios hadestinado el hombre a la libertad: él lo protege para queejerza la celeste función del albedrío.

Legisladores! Haré mención de un artículo que, segúnmi conciencia, he debido omitir. En una constitución polí-tica no debe prescribirse una profesión religiosa, porque

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según las mejores doctrinas sobre las leyes fundamen-tales, estas son las garantías de los derechos políticos yciviles; y como la religión no toca a ninguno de estos dere-chos, ella es de naturaleza indenible en el orden social y pertenece a la moral intelectual. La Religión gobiernaal hombre en la casa, en el gabinete, dentro de sí mismo:sólo ella tiene derecho de examinar su conciencia ínti-ma. Las leyes, por el contrario, mira la supercie de lascosas, no gobiernan sino fuera de la casa del ciudadano. Aplicando estas consideraciones ¿Podrá un Estado regirla conciencia de los súbditos, velar sobre el cumplimentode las leyes religiosas, y dar el premio o el castigo cuandolos tribunales están en el cielo y cuando Dios es el juez?La inquisición solamente sería capaz de reemplazarlosen este mundo. ¿Volverá la inquisición con sus teas in-cendiarias?

La religión es la ley de la conciencia. Toda ley sobreella la anula, porque imponiendo la necesidad al deber,quita el mérito a la fe, que es la base de la Religión. Lospreceptos y los dogmas sagrados son útiles, luminosos yde evidencia metafísica; todos debemos profesarlos, máseste deber es moral, no político.

Por otra parte, ¿cuáles son en este mundo los derechosdel hombre hacia la Religión? Ellos están en el cielo; alláel tribunal recompensa el mérito y hace justicia según elcódigo que ha dictado el Legislador. Siendo todo esto de jurisdicción divina, me parece a primera vista sacrílego y profano mezclar nuestras ordenanzas con los manda-mientos del señor. Prescribir, pues, la Religión, no toca alLegislador; porque este debe señalar penas a las infrac-ciones de las leyes, para que no sean meros consejos. Nohabiendo castigos temporales, ni jueces que los apliquen,la ley deja de ser ley.

El desarrollo moral del hombre es la primera intencióndel Legislador: luego que éste desarrollo llega a lograrseel hombre apoya su moral en las verdaderas reveladas, y profesa de hecho la Religión, que es tanto más ecaz,cuanto que la ha adquirido por investigaciones propias. Además, los padres de familia no pueden descuidar el de-ber religioso hacia sus hijos. Los Pastores espirituales es-tán obligados a enseñar la ciencia del Cielo: el ejemplo delos verdaderos discípulos de Jesús, es el maestro más elo-cuente de su divina moral; pero la moral no se manda, niel que manda es maestro, ni la fuerza debe emplearse endar consejos. Dios y sus Ministros son la autoridades dela Religión que obra por medios y órganos exclusivamenteespirituales; pero de ningún modo el Cuerpo Nacional quedirige el poder público a objetos puramente temporales.

Legisladores, al ver ya proclamada la nueva Nación Bo-liviana, ¡cuán generosas y sublimes consideraciones nodeberán elevar vuestras almas! La entrada de un nuevoestado en la sociedad de los demás en un motivo de jú-bilo para el género humano, porque se aumenta la granfamilia de los pueblos. ¡Cuál, pues, debe ser el de sus fun-dadores! —y el mío!!! Viéndome igualado con el más céle-bre de los antiguos —el Padre de la Ciudad eterna! Estagloria pertenece de derecho a los Creadores de las Nacio-nes, que, siendo sus primeros bienhechores, han debidorecibir recompensas inmortales; más la mía, además deinmortal tiene el mérito de ser gratuita, pero no mereci-da. ¿Dónde está la república, donde la ciudad que yo hefundado? Vuestra municencia, dedicándome una nación,se ha adelantado a todos mis servicios; y es innitamentesuperior a cuantos bienes pueden hacernos los hombres.

Mi desesperación se aumenta al contemplar la inmen-sidad de vuestro premio, porque después de haber ago-

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tado los talentos, las virtudes, el genio mismo del másgrande de los héroes, todavía sería digno de merecer elnombre que habéis querido daros, ¡el mío!!! ¡Hablaré yode gratitud, cuando ella no alcanzará jamás a expresar midébilmente lo que experimento por vuestra bondad, que,como la de Dios, para todos los límites! Sí: sólo Dios teníapotestad para llamar a esa tierra Bolivia... ¿Qué quieredecir Bolivia? Un amor desenfrenado de libertad, que alrecibirla vuestro arrobo, no vio nada que fuera igual a su valor. No hallando vuestra embriaguez una demostracióninadecuada a la vehemencia de sus sentimientos, arrancó vuestro nombre, y dio el mío a todas vuestras generacio-nes. Esto, que es inaudito en la historia de los siglos, loes aún más en la de los desprendimientos sublimes. Talrasgo mostrará a los tiempos que están en el pensamientodel eterno, lo que anhelabais la posesión de vuestros de-rechos, que es la posesión del ejercer de las virtudes po-líticas, de adquirir los talentos luminosos y el goce de serhombres. Este rasgo, repito probará que vosotros eraisacreedores de obtener la gran bendición del cielo —laSoberanía del Pueblo— única autoridad legítima de lasNaciones.

Legisladores, felices vosotros que presidís los destinosde una República que ha nacido coronada con los laurelesde Ayacucho y que debe perpetuar su existencia dichosabajo las leyes que dicte vuestra sabiduría, en la calma queha dejado la tempestad de la Guerra.

Lima, a 25 de mayo de 1826.

Bí 

Btá: imps p S. S. f, P d S fis. 1826. Dmp imps sd, bsid libtd. S s

s cs nt.

MagDalena, 23 De junIo De 1826

 al Señor generalDon aguSTn gaMarra

Mi querido general: Ayer he recibido un ocial en posta, de Panamá, tra-

 yéndome la noticia de que el general Páez ha desobede-cido la orden que le dio el gobierno a consecuencia de laacusación que se introdujo contra él en el senado. El gene-ral Páez, antes de ahora, me propuso la fundación de unimperio, que yo rechacé, como Vd. lo podrá imaginar. Perotal vez mis cartas no hay llegado a sus manos, cuando élha querido aprovechar esta ocasión para llenar su objeto.Sea lo que sea, yo me he determinado a ir a Colombia aarreglar este desorden, que podría sernos tan funesto, ya dar la última mano a la consolidación de Colombia, queestá amenazada de una ruina completa. Para esta empre-sa, cuento particularmente con mis amigos en el Perú en-tre los cuales es Vd. uno de los principales.

El consejo de gobierno está lleno de los mejores sen-timientos con respecto a mí, y nada desea tanto como laconsolidación de América y mi gloria. Así, debe Vd. tenerla mayor conanza en este gobierno, durante mi ausen-cia, sobre todo, hallándose en él el general Santa Cruz,que se expresa con respecto a Vd. en los términos más fa- vorables, y en quien debe Vd. conar. Tanto él como yo es-tamos convenidos de que Vd., mi querido general, es una

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de las columnas más sólidas sobre que debe apoyarse elgobierno, Vd. que está a la cabeza del mejor y más impor-tante departamento de la república. Por estas considera-ciones, yo recomiendo a Vd. la amistad del general SantaCruz y la de todo el consejo de gobierno.

El Dr. Torres está ya al partir. Este joven tiene muchotalento; ha vivido a mi lado algunos años, y, por lo mis-mo, ha aprendido a ser moderado y prudente. Yo lo re-comiendo a Vd. lo mismo que le he recomendado queguarde con Vd. la mayor armonía en los negocios queocurran entre Vds. Yo espero que él será útil.

Repito, mi querido general, que tengo en Vd. una con-anza ilimitada, pues que conozco sus buenos sentimien-tos y aprecio innito su buena amistad.

Bí 

adiió.- Sbá vd. ttms d i Bii Pú;

p st sitms d pió d vd. d l ft.

Tds stms si d d st pt. l pit sá

c aip.

D Revista Peruana, d P Sdá. cpi d P St.

Hms id útim pá.

PaSTo, 14 De ocTuBre De 1826

a S. e. el general f. De P. SanTanDer

Mi querido general:He recibido la apreciable carta de Vd. de 21 de septiem-

bre ayer al llegar aquí. Contesto hoy, pues me está espe-rando el correo para partir.

Esta ciudad me ha recibido muy bien, y aunque estáarruinada empieza a revivir. Me piden muchas gracias, y

como las armas de mi mando la han arruinado, me parece justo darles esperanzas de alivios para que no me creanimplacable; al n, es un pueblo de Colombia y un pueblode mucha importancia para el Sur.

La carta de Vd. tiene tres pliegos de letra metida, porlo mismo es difícil contestarla punto a punto. Además elcorreo del Sur me está esperando también para partir, ytodo el mundo me sofoca con mil reclamos y mil demandasque debo satisfacer al menos en parte para que no sea in-útil mi venida y dejar contentos a tantos quejosos.

Las tropas que están aquí son muy beneméritas, y sehallan regularmente vestidas, pero mal pagadas, por loque hace a atrasados. Yo les he traído una paga íntegrapara que vean que no los he olvidado. En Quito hice otro

tanto. ¡Qué abominablemente tratados están aquellos po-bres soldados, todo por causa de la contribución directa,que hace llorar a los ricos y a los empleados! Yo les hedado esperanzas de poner una personal, a los menos en elSur. En los Pastos dicen que ya no trabajan los indios por-que no tienen contribución: lo mismo me dijeron en Quito,Otavalo e Ibarra.

Tiene Vd. innita razón en lo que dice de las opinionesde las provincias, que unos quieren una cosa y otros otra.

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Mi opinión es que un congreso en el día es casi imposible,porque Venezuela no mandará sus diputados y el Sur nolo veo dispuesto a mandar los suyos, tanto más que todossus pueblos me han proclamado dictador, y han pedido laconstitución boliviana para después de la dictadura. Yono pienso que esta constitución valga cosa mayor, perosí imagino que tiene más solidez que la de Colombia. Losque la critican son unos miserables, que no pueden ele- varse a la altura de un legislador: yo no lo soy, pero tengomás experiencia y más inspiraciones que esos pigmeos.Con la constitución boliviana goza el pueblo de una partede las ventajas federales y de la estabilidad de un gobier-no hereditario. Vd. ha sido admirable hasta que se tratóde elecciones: por obtener el destino de Vd. se ha levan-tado una inmensa facción en Venezuela, la que al n hadado en tierra con la república. En Quito hubiera sido otrotanto, si no hubiera sido por mí que inspiré a mis amigos. Aguirre quería ver vicepresidente para hacer bien al Sur yturnar la vicepresidencia entre todos los colombianos. ElSur lo quería también, pero nadie se atreve a oponérseme, y Flores ahogó a todo el mundo, lo mismo que Torres enel Azuay.

No dudo de que Páez quiera ser libertador de Venezue-la como Vd. dice, pero más fácil es que siga a Piar, puesen Venezuela hay muchos Páez que se le opongan. Páezno puede nada si no abraza el partido de la canalla, queél teme porque tiene que perder. Tampoco dudo de queCarabaño y Peña sean mis enemigos, pero ¿Qué hacen dosgotas de agua dentro del océano?

 Vd. me dice que sólo mi genio puede salvar esta repúbli-ca, Dios lo quiera. “La Estrella del Sur” ha dicho ya lo quese debe hacer: ella indica el camino que se ha de seguiren el océano proceloso de tantas pasiones y principios

opuestos. La dictadura con su omnipotencia fundirá todoslos partidos, y los hará entrar en el silencio, después sedebe consultar la voluntad nacional para saber qué quie-re: luego es preciso hacer lo que ordene el soberano, y si elsoberano divide sus opiniones, que las divida; y si quierehacer tres o cuatro repúblicas, que las haga.

La dictadura ha sido mi autoridad constante; Molliendice que nadie se ha quejado de ella; la autoridad es recu-sable, aunque errónea. Esta magistratura es republicana;ha salvado a Roma, a Colombia y al Perú. Supongamosque un congreso se reuniera en enero ¿Qué haría? Nadamás que agriar los partidos existentes, porque a nadiesatisfaría y porque cada uno traería sus pasiones y susideas. Jamás un congreso ha salvado una república. Yose lo repito a Vd. este congreso traería los reclamos másagrios de Venezuela y del Sur. Cartagena mostraría suspretensiones. A este cúmulo de hogueras no hay más queecharle un Chimborazo de nieve.

 Vd. me aconseja de que no admita el mando sin unaautorización especial como la que traje al Sur. Ciertamen-te que yo no admitiré la autoridad que ha puesto a Vd.en el estado en que se halla. Por otra parte, ¿qué haría yo en medio de ese caos? Mi única resolución es pasar a Venezuela a terminar aquella disidencia y a preguntarleal pueblo lo que desea; lo mismo haré con toda la repúbli-ca, si toda ella me proclama dictador; y si no lo hace noadmito mando ninguno, pues tengo demasiado buen tactopara dejarme atrapar por esos imbéciles facciosos que sellaman liberales.

En una palabra, mi querido general, yo no conozco máspartido de salud, que el de devolver al pueblo su sobera-nía primitiva para que rehaga su pacto social. Vd. dirá queesto no es legítimo; y yo, a la verdad, no entiendo qué delito

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se cometa en ocurrir a la fuente de las leyes para que re-medie un mal que es del pueblo y que sólo el pueblo cono-ce. Digo francamente que si esto no es legítimo, será nece-sario a lo menos, y, por lo mismo, superior a toda ley; peromás que todo es eminentemente popular, y, por lo mismo,muy propio de una república eminentemente democrática.

 Yo coneso sin rebozo que Colombia no se puede gober-nar como está; que nadie tiene una popularidad univer-sal, y que cada una de las tres secciones tiene un espírituaparte, y, por consiguiente, que salgamos de estos com-promisos por la gran vía popular, dejando que el bien o elmal se haga por la voluntad de todos. También conesocon sinceridad, que aunque gozo de una popularidad ge-neral, yo no sé como contentar a cada uno de los coloresde que se compone nuestro pabellón. Esto me desespe-ra hasta el último punto, de los que resulta que tengo undesaliento mortal y un desgano de mandar en Colombia,que no puede Vd. imaginarse. Esté Vd. cierto, mi queridogeneral, de que yo no encuentro otro medio de salir biende nuestros compromisos, sino adoptando el partido quehe indicado.

Me parece muy bien la carta de Vd. a Páez, pero dirécon franqueza, que escribir condencialmente para publi-car estos escritos, no es muy propio de la amistad ni deldecoro de un gobierno. Si Páez ha empezado con esta ca-rrera indecente, nosotros no debemos seguirla. A mí medisgusta innito esta conducta con respecto a mí, puesuna conanza que se hace pública, es una violación delsecreto. Mil veces he estado tentado a no escribir más car-tas ¿qué dirá la Europa de documentos semejantes?

Doy a Vd. las gracias por la composición de la quinta,tanto más que deseo vivir en ella, como porque Bogotá noestá habitable y menos aun el palacio.

He deseado escribir a Páez para que mandase su mi-sión al gobierno, pero no quiero recibir otra negativa comola de Panamá, que tiene órdenes para no dejar pasar miscomisionados a Venezuela. No negaré que tal medida meha desagradado bastante. Vd. no quiere que yo lo desau-torice con el público, en tanto que Vd. lo hace conmigo. Vd.no quiere que yo abrace ningún partido hasta no vermecon Vd., y Vd. está tomando los suyos sin consulta mía. Nodudo que mi proclama le habrá parecido a Vd. mal: sepa Vd. que la he dado sospechando esto mismo, pero usandode mi libertad para hacerlo, ya que Vd. me ha dado tantosejemplos de esta especie.

 Aguardo a Vd. con ansia en la provincia de Neiva parasaber el estado de las cosas.

Mañana sigo para Popayán donde estaré hasta el 28 deoctubre para que descansen las bestias, se lave la ropa ysepamos las opiniones de aquellos amigos.

Soy de Vd. de corazón.

Bí 

San joSé De ccuTa, 11 De DIcIeMBre De 1826

al excMo. Señor general en jefejoSé anTonIo Pez

Mi querido general: Al entrar en esta villa he visto las actas que se ha ce-

lebrado en Venezuela y he tenido la noticia confusa de loque ha pasado en Caracas y Puerto Cabello. No puedo me-nos de extrañas que, después de haber llegado Guzmán al

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cuartel general que Vd., hayan tenido lugar sucesos tanextraordinarios; y que mi nombre haya servido de juguetea las más infames intrigas. Vd. sabe muy bien que Guz-mán no ha ido a Lima sino a proponerme de parte de Vd.la destrucción de la república a imitación de Bonaparte,como Vd. mismo me lo dice en su carta, que tengo en mipoder original. Por el coronel Ibarra y Urbaneja me hamandado Vd. proponer una corona que yo he desprecia-do como debía. Tanto el general Mariño, como Carabaño,Rivas y otros de esos señores me han escrito en el mismosentido instándome a que me hiciese príncipe soberano.Todo el mundo sabe esto en el Perú y Colombia; y por con-siguiente, es una necedad atribuirme un proyecto tan dia-bólico, que yo he despreciado como la ebre de la más vilambición de unos satélites.

Después de estas tentativas pérdas ocurrieron los ne-gocios que han puesto a la república en el estado en quese halla. Desde luego hablaron de federación esos señoresdel complot, y Guayaquil me pidió dicho sistema hallán-dome yo en Lima. Yo respondí a Guayaquil que mis opi-niones políticas estaban consignadas en mi constituciónpara Bolivia. Para entonces Guzmán había dado espontá-neamente su ojeada sobre dicha constitución, instándomecon encarecimiento para que lo mandase en comisión acalmar los ánimos en Colombia, agitados por la revolu-ción de Valencia. En efecto, yo lo envío donde Vd. a decirlemis pensamientos que se reducían: primero, a que no mu-riera la patria en manos de la guerra civil; segundo, a quetodo quedase en inacción hasta mi próxima venida a Co-lombia; tercero, a promover la opinión pública sobre lasfacultades que debían dárseme para arreglar los negociosde Venezuela, pues la constitución no me autorizaba másque para castigar según las leyes; y cuarto, a defender mi

constitución contra los que la atacaban. Vd. sabe que estaconstitución es la más popular y la más libre de cuantasexisten. Yo no sé que Guzmán ha hecho durante su comi-sión: en unas partes ha hecho demasiado; y en Venezuelaha hecho bien poco, según se ve.

En una palabra, general, he referido todo esto para ve-nir a mi conclusión. Yo he venido a Colombia para salvara Vd. y a la patria de las mayores calamidades, ningunaambición me ha conducido hasta aquí. Por consiguiente,no sé porqué se me pueda atribuir miras de ninguna es-pecie. He dicho a Vd. desde Bogotá bajo de mi rma, quehe servido a Venezuela, a Colombia, al Perú y Bolivia porsalvar a Caracas de los males que la aigen y que yo noquiero mandar ni a Caracas ni a Venezuela, ni a Colombia,ni a la América entera. Esto mismo dice mi proclama deBogotá con más fuerza todavía. Yo no quiero el trono ni lapresidencia ni nada, nada. Así, pues, no ansío más que latranquilidad de Venezuela para renunciar el mando; peroantes debemos armar el destino de la patria sin sangreni combates. Este voto es el más sincero y el más encare-cido. Yo me ofrezco para víctima de este sacricio; masno permitiré que nadie se haga el soberano de la nación; Vd. no tiene este derecho ni yo ni una fracción del pue-blo. Por consiguiente, todo lo que se haga será nulo y laconstitución que den el 15 de enero próximo en Venezuelapara aquel departamento, tendrá tanto valor como la quediese una aldea, pues con respecto al todo de la nación,toda parte aislada es nula. Últimamente, yo envío a Vd.al general Silva para que trate con Vd. en Apure, dondeme han dicho que debe Vd. estar. Este general lleva lasinstrucciones que he creído convenientes darle para queconvenga con Vd. en el reconocimiento de mi autoridadhasta que se convoque la asamblea nacional, donde yo la

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depondré. Sobre todo, el objeto de su comisión es impedirla reunión de la asamblea constituyente para Venezuela; y rogar a Vd. fuertemente para que venga a verme dondequiera que yo esté. La misma comisión llevará cerca de Vd. el general Briceño por la parte de Puerto Cabello.

Ruego a Vd., mi querido general, que no desoiga estaspalabras de concordia, estas palabras de salud, que en- vuelve cada una de ellas toda la sangre de nuestros ciu-dadanos y todos los destinos de nuestros hijos. Aparte Vd. de su lado los que otra cosa le aconsejan. Conmigo ha vencido Vd.; conmigo a tenido Vd. gloria y fortuna; y con-migo debe Vd. esperarlo todo. Por el contrario, contra míel general Castillo se perdió; contra mí el general Piar seperdió; contra mí el general Mariño se perdió; contra míel general Rivas Agüero se perdió y contra mí se perdió elgeneral Torre Tagle. Parece que la Providencia condenaa la perdición a mis enemigos personales, sean america-nos o españoles; y vea Vd. hasta donde se han elevado losgenerales Sucre, Santander y Santa Cruz. Estos ejemplos y estos consejos son inútiles para un amigo tan sincerocomo lo es Vd.: su corazón sólo le servirá más que toda lahistoria entera; yo fío en él como en mi espada, que no se volverá jamás contra mi pecho; y ambos están con Vd. contoda la sinceridad de un amigo que lo ama de corazón.

Bí 

D st t ist ii bd. e pim, -

ió d ts d Bí Pá, psó d aístids rs P

St ió. e sd s d hi d libtd. e

bd stá hd 12 d diimb mi sí: “a t

st ”... t hd 11 mpi d st md: “at st i”... ests ps diis, m s h i-

did, s bs m pt d s ts ss bds.

coro, 23 De DIcIeMBre De 1826

 a S. e. el general en jefe joSéanTonIo Pez

Mi querido general: Al llegar aquí he visto con satisfacción una proclama de

 Vd. de 15 de diciembre, en manuscrito venido de Curazao:en ella están mis verdaderos sentimientos. Yo he celebra-

do innito que la carta llevada a Vd. por el coronel Ibarrahaya causado este documento tan honroso a mí como a Vd. ¡Quiera el cielo que los presagios de Vd. se realicenaún más allá de lo que yo deseo! Mi ambición es la felici-dad de Venezuela y de la América toda, si fuera posible. Aseguro a Vd., con toda mi sinceridad, que estoy suma-mente fastidiado de la vida pública y que el primer mo-mento dichoso de mi vida será aquel en que me desprendadel mando delante de los representantes del pueblo en lagran convención. Entonces se convencerán todos de mismás íntimos sentimientos. Y, a la verdad, ¿a qué puedo yoaspirar? Yo tiemblo de descender desde la altura en quela fortuna de mi patria ha colocado mi gloria. Jamás hequerido el mando: en el día me abruma y aún me desespe-

ra. No combatiré yo por él, digo más, me harían favor ensacarme del caos en que me hallo por una pronta muerte. Yo me estremezco cuando pienso, y siempre estoy pensa-do, en la horrorosa calamidad que amaga a Colombia. Veodistintamente destruida nuestra obra, y las maldicionesde los siglos caer sobre nuestras cabezas como autoresperversos de tan lamentables mutaciones. Quiero salirciertamente del abismo en que nos hallamos, pero por lasenda del deber y no de otro modo.

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La proclama de Vd. dice que vengo como un ciudadano:¿qué podré yo hacer como un ciudadano? ¿Cómo podré yo apartarme de los deberes de magistrado? ¿Quién hadisuelto a Colombia con respecto a mí y con respecto a lasleyes?

El voto nacional ha sido uno sólo: reformas y Bolívar.Nadie me ha recusado, nadie me ha degradado. ¿Quién,pues, me arrancará las riendas del mando? ¿Los amigosde Vd., y Vd. mismo?!! La infamia sería mil veces másgrande por la ingratitud que por la traición. No lo puedocreer. Jamás concebiré que Vd. lleve hasta ese punto laambición de sus amigos y la ignominia de su nombre. Noes posible, general, que Vd. me quiera ver humillado porcausa de una banda de tránsfugas que nunca hemos vistoen los combates. No pretenda Vd. deshonrar a Caracashaciéndola aparecer como el padrón de la infamia y el lu-dibrio de la ingratitud misma. ¿Qué no me deben todos en Venezuela, y hasta Vd. no me debe la existencia? El Apuresería la habitación del vacío, el sepulcro de sus héroes sinmis servicios, sin mis peligros, y sin las victorias que heganado a fuerza de perseverancia y de penas sin n. Vd.mi querido general, y los bravos de aquel ejército, no esta-rían mandando en Venezuela, y los puestos que la tiraníales habría asignado serían escarpias y no las coronas degloria que ahora ciñen sus frentes.

 Yo he venido desde el Perú por evitar a Vd. el delito deuna guerra civil: he venido porque Caracas y Venezuelano volvieran a mancharse con la sangre más preciosa. ¡Yahora me quiere Vd. como un simple ciudadano! ¡Sin auto-ridad legal! No puede ser. Este título me honraría millonesde veces recibiéndolo por fruto de mi desprendimiento.

No hay más autoridad legítima en Venezuela sino lamía, se entiende suprema. El Vicepresidente mismo ya no

manda nada aquí, como lo dice mi decreto. Ya no habrámotivo para queja ni desobediencia. El origen del man-do de Vd. viene de municipalidades, data de un tumultocausado por tres asesinatos. Nada de esto es glorioso, miquerido general.

Ofrezco a Vd. con la mayor franqueza toda mi amistad,todos mis servicios y cuanto pueda serle honroso; mastodo debe marchar por la senda del orden, por la verda-dera soberanía, que es la mayoría nacional. Cumaná mis-ma no ha desconocido al gobierno. Ojalá que el generalMariño haya sido bien recibido, para que Cumaná no seconvierta en Nueva Guinea y se entienda conmigo pararestablecer la paz pública.

Lo que más me asombra de todo es que Vd. no hablauna palabra de mi autoridad suprema ni de mi mediación. Vd. me ha llamado, y ni siquiera me escribe una letra des-pués de tan graves acontecimientos; todo esto me dejaperplejo. Crea Vd., general que a la sombra del misteriono trabaja sino el crimen. Quiero desengañarme: deseosaber si Vd. me obedece o no, y si mi patria me reconocepor su jefe. No permita Dios que me disputen la autoridaden mis propios hogares, como a Mahoma, a quien la tierraadoraba y sus compatriotas combatían. Pero él triunfó no valiendo su causa tanto como la mía. Yo cederé todo por lagloria; pero también combatiré contra todo por ella. ¿Seráesta la sexta guerra civil que he tenido que apagar? ¡Diosmío!, ¡me estremezco!

Querido general, conmigo será Vd. todo, todo, todo. Yono quiero nada para mí: así Vd. lo será todo sin que sea acosta de mi gloria, de una gloria que se ha fundado sobreel deber y el bien.

La prueba más invencible de mis sacricios a Venezue-la y a Vd. es mi decreto que ahora le mando. Yo me com-

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prometo con el deber y con la ley a convocar la conven-ción nacional; no le debo, y sin embargo me inmolo paraevitar una guerra civil. ¿Y aun quiere Vd. más de mi con-sagración?

Crea Vd. que no pretendo hacer triunfar un partido so-bre otro ni en la convención ni fuera de ella. No me opon-dré a la federación; tampoco quiero que se establezca laconstitución boliviana. Sólo quiero que la ley reúna a losciudadanos; que la libertad los deje obrar y que la sabi-duría los guíe para que admitan mi renuncia y me dejenir lejos, muy lejos de Colombia. Testimonio de este senti-miento es la venta de Aroa y la venta de todos mis bienes,que mi hermana negocia.

 Adiós, querido general, yo parto mañana para PuertoCabello: allí espero la respuesta de Vd. Puerto Cabello esun gran monumento de su gloria: ¡Ojalá que allí se alcetanto que pase la mía! Este voto es sincero porque no ten-go envidia de nadie.

Reciba Vd. la expresión de ardiente afecto con que leamo de corazón.

Bí 

e ii ti siit t: “est t s h ibid h 15d b d 1827”.

PuerTo caBello, 31 De DIcIeMBre De 1826

a S. e. el general en jefe j. a. Pez

Mi querido general: Acabo de llegar a esta plaza, y al poner pie en tierra he

sabido con sumo sentimiento que Vd. se había alarmadopor noticias falsas o ciertas; y que había tenido una inco-modidad tan fuerte, que había sido preciso llevarlo a lacama desde la plaza de Valencia. El motivo más positivo

que Vd. tiene para todo esto se funda, según se dice, enque yo mando venir tropas a Venezuela. Yo he escrito a Vd. esto mismo desde Pamplona y Maracaibo. La comu-nicación de Pamplona no sé si la ha recibido y la de Ma-racaibo ha llegado hoy mismo conmigo; porque el ocialconductor se ha extraviado por los malos caminos de laprovincia de Coro. No mando a Vd. estos pliegos porqueno probarán nada; pero los he abierto solemnemente enpúblico para que Guzmán lo pudiera certicar.

Si yo traigo tropas tengo mil motivos para ello. En elOriente se están batiendo hermanos contra hermanos; yen el Occidente lo mismo. (Además, yo sabía desde Bo-gotá que había tramas secretas contra mi vida, y aun almismo Guzmán lo quisieron asesinar siendo amigo de Vd.

 y viviendo en su casa). En la iglesia de San Francisco seha juzgado mi delidad y mi patriotismo: hoy mismo he visto un pasquín de Valencia en que se dicen horrores demí. (Como mi autoridad no está reconocida en el territorioque Vd. manda, he debido traer conmigo una fuerza ne-cesaria para hacerme respetar) en una palabra, general,Cumaná y Vd. le hacen la guerra a los que me obedecen amí y a la república y yo no puedo dejar sacricar a los quese consagran a su deber y mi persona.

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Mi querido general, un libro no bastaría para explicarde una parte y otra los motivos de queja que podemos te-ner. Diré mi excusa: que no he tenido parte en las tur-bulencias de Venezuela; que he venido porque Vd. me hallamado, ninguna ambición me anima, puesto que no hequerido aceptar las ofertas de Vd. ni la dictadura que mehan ofrecido las actas de los pueblos. Ahora bien, tampo-co quiero la guerra, porque ella matará la patria. Yo ofrez-co convocar al pueblo para que determine lo que quiera yhaga cuanto alcance su poder. Haré más, me iré a Colom-bia el día que se reúna; por consiguiente, ninguna mirapolítica me animará a tomar partido por nada.

Unámonos, pues, para salvar a nuestros infelices her-manos. Basta de sangre y de ruinas en la pobre Venezuela,¡mil maldiciones le acompañen al inerno al que pretendalevantar su poder sobre escombros amasados en sangre!Entendámonos, general. Nadie será infeliz, ningún espíri-tu de partido me guía. Jamás la venganza ha entrando enmi pecho, y en cuanto a Vd. toda la vida lo he amado y aunen el día excita Vd. a mi corazón una ternura mezclada depena. ¡Vd. se pierde, y Vd. se pierde!

Si Vd. quiere venir a verme, venga. Morillo no desconóde mi lealtad y desde entonces somos amigos. Si Vd. no tu- viere por conveniente hacerlo así, mande Vd. una personade su conanza a tratar conmigo. Mande Vd. a quien quiera,todos me son iguales. Me han dicho que Ferguson ha dete-nido al Dr. Peña: no lo creo porque Ferguson sabe muy bienque O’Leary por haberse excedido ha perdido su empleo.

En n, yo espero con ansia la respuesta de esta cartaque la lleva el teniente coronel Wilson, hijo del general Wilson, único edecán que tengo ahora a mi lado. Le ruegoa Vd. trate muy bien a este ocial que tiene mucha reco-mendación para mí.

  1827

Tal vez por juzgarla demasiado avanzada en algunos desus aspectos cardinales —aspectos revolucionarios en

el cuerpo de ideas e instituciones, entre ellas la esclavitud,imperantes para la época en las repúblicas recién desco-lonizadas—, la Constitución boliviana nunca fue bien re-cibida por los gobernantes de las nuevas repúblicas. Era

lógico: muchas de aquellas propuestas, aún las más sen-satas o humanitarias, se hallaban en franca contradiccióncon los intereses de clase de quienes habían dirigido oapoyado la empresa emancipadora, o estorbaban las ape-tencias y ambiciones de caudillos que anhelaban cobraren especie los servicios a la revolución. Por lo demás, lapolítica aislacionista aplicada por España en sus colonias(o provincias, como el eufemismo colonizador las denomi-nara para excluir, de un plumazo, la presencia de los pue- blos originarios que resistieron y continuaban resistiendoal invasor) impidió el intercambio económico y culturalentre ellas, estableció abismos entre sus pobladores y con-tribuyó a formar espíritus locales fuertemente arraigados. Y aunque la guerra de emancipación logra borrar las fron-teras y permite que nalmente puedan encontrarse enlos campos de Ayacucho venezolanos y neogranadinos yguayaquileños y quiteños y peruanos y chilenos y argenti-nos (al lado de ingleses, franceses o irlandeses), la propiageografía, aunada a aquellos apetitos de poder y a aquellosdeseos de autonomía, apresuran el n de la unión.

 A partir del año 1827, Bolívar no hará otra cosa queintentar impedir o retardar el proceso de disolución que

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había previsto y temido. Acusado de querer usurpar el po-der para erigirse en monarca, echado su nombre a rodarcomo tirano y ambicioso, desde entonces su itinerario seráel más ingrato, el más triste y el más contradictorio parasu corazón y para sus principios. La ruptura con Santan-der, entrevista desde los inicios de la campaña del Sur, hatrascendido. “He visto las cartas y copias de la correspon-dencia entre Vd. y el general Santander —escribe el 19de mayo de 1827 al clérigo y coronel José Félix Blanco—.

 Agradezco innito el interés con que Vd. ha combatidopor mi opinión, y en cuanto a las respuestas de Santander,nada diré: el mundo nos conoce. A mí me fuera muy fácilescribir otras tantas gacetas en mi elogio, y en despreciode otro; pero no es ésta mi ocupación. La patria y el bienme quitan el tiempo que el señor Santander invierte endesfogar pasiones muy ajenas de un magistrado”. Y el 6 de junio: “He visto las copias de cartas entre Vd. y el generalSantander, que me ha remitido por el correo último. Vd.me pregunta si será posible que aquel hombre se hayaconvertido enemigo mío, ¿y aun tiene Vd. la bondad dedudarlo, después de las pruebas con que ha sellado suenemistad, su venganza, su envidia para conmigo? El ge-

neral Santander no es ya mi amigo, y así se lo he dicho enuna carta rogándole no me vuelva a escribir”.

Es una confesión extraña en él, impropia de su ca-rácter, pero dictada por quién sabe cuánta acumulada sos-pecha o certidumbre.

 A Caracas debe trasladarse, luego de cinco años deausencia, para evitar la guerra civil y en procura de quePáez y sus seguidores de La Cosiata no rompan una unión

que sabe ya gravemente fracturada por cierta trama urdi-da en Bogotá por el partido de Santander y por sucesivasasonadas y atentados. La correspondencia que envía alpresidente del senado grancolombiano expresa sólo partede sus inquietudes, pues en su ciudad natal ha sido reci- bido como otrora, con honores, aunque esta vez por los so- brevivientes de un país que había dejado en los caminos,integrado para siempre al polvo de la guerra y al olvido,más que ningún otro de la América española, gran parte

de su población. Ante el sombrío panorama y ante las nuevas realida-

des europeas, se ve obligado a cambiar de planes: a Ur-daneta le escribe para suspender los preparativos de laexpedición liberadora de Puerto Rico (liberar Cuba, comohemos visto, formaba parte también de su proyecto y él ySucre habían acordado algunas ideas preliminares. ¿Has-ta qué punto las pretensiones de los EEUU sobre las islaslo obstaculizaron o impidieron?).

De estos días es también la carta que escribe al reyde Inglaterra para solicitar la exculpación de los soldados y ociales ingleses que lucharon en los ejércitos libertado-res y que una ley promulgada en 1819 por el parlamento

 británico condenaba, como a todos los que participaran enejércitos extranjeros, a severas penas.

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caracaS, 5 De feBrero De 1827

a S. e. el PreSIDenTe De la HonoraBlecMara Del SenaDo

Excmo. señor:En ninguna circunstancia era tan necesaria a la Repú-

blica la augusta autoridad del Congreso, como en la épocaen que los disturbios internos habían dividido los ánimos y aun conmovido toda la nación.

Llamado por V. E. para prestar el juramento de estilocomo Presidente de la República vine a la capital, de don-de me fue preciso salir prontamente para estos departa-mentos de la antigua Venezuela.

Desde Bogotá hasta esta ciudad he dado decretos tanimportantes, que me atreveré a llamar de instante urgen-cia. V. E. se servirá reclamar la atención del Congreso so-bre ellos y de encarecerle de mi parte que los considere ensu sabiduría. Si yo me he excedido de mis atribuciones, esmía la culpa; pero yo consagro gustoso hasta mi inocenciaa la salvación de la patria. Este sacricio me faltaba, y yome glorío de no haberlo ahorrado.

Cuando supe en el Perú, por aviso ocial, el nombra-miento de Presidente de la República que el pueblo había

hecho de mí, respondí al Poder Ejecutivo denegándomea aceptar la primera magistratura de la nación. Catorceaños ha que soy Jefe Supremo y Presidente de la Repúbli-ca; los peligros me forzaban a llenar este deber; no exis-ten ya, y puedo retirarme a gozar de la vida privada.

 Yo ruego al Congreso que recorra la situación de Co-lombia, de la América y del mundo entero: todo nos lison- jea. No hay un español en el continente americano. La pazdoméstica reina en Colombia desde el primer día de este

año. Muchas naciones poderosas reconocen nuestra exis-tencia política, y aun algunas son nuestras amigas. Unagran porción de los estados americanos están confedera-dos con Colombia, y la Gran Bretaña amenaza a la Espa-ña. ¡Qué más esperanzas! Sólo el arcano del tiempo puedecontener la inmensidad de los bienes que la Providencianos ha preparado: ella sola es nuestra custodia. En cuantoa mí, las sospechas de una usurpación tiránica rodean micabeza y turban los corazones colombianos. Los republica-nos celosos no saben considerarme sin un secreto espanto,porque la historia les dice que todos mis semejantes hansido ambiciosos. En vano el ejemplo de Washington quie-re defenderme, y, en verdad, una o muchas excepciones nopueden nada contra toda la vida del mundo oprimido siem-pre por los poderosos.

 Yo gimo entre las agonías de mis conciudadanos y losfallos que me esperan en la posteridad. Yo mismo no mesiento inocente de ambición: y, por lo mismo, me quieroarrancar de entre las garras de esta furia para librar amis conciudadanos de inquietudes, y para asegurar des-pués mi muerte una memoria que merezca bien la liber-tad. Con tales sentimientos, renuncio una, mil y millonesde veces a la presidencia de la República. El congreso yel pueblo deben ver esta renuncia como irrevocable. Nadaserá capaz de obligarme a continuar en el servicio públicodespués de haber empleado en él la vida entera. Y ya queel triunfo de la libertad ha puesto a todos en uso de tan su-blime derecho. ¿Sólo yo estaré privado de esta prerrogati- va? no; el Congreso y el pueblo colombiano son justos; noquerrán inmolarme a la ignominia de la deserción. Pocosdías me restan ya; más de dos tercios de mi vida han pasa-do: que se me permita, pues, esperar una muerte oscuraen el silencio del hogar paterno. Mi espada y mi corazón

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siempre serán de Colombia; y mis últimos suspiros pedi-rán al cielo su felicidad.

Excmo. Señor, yo imploro del Congreso y del pueblo co-lombiano la gracia de simple ciudadano.

Dios guarde a V.E.

caracaS, 5 De feBrero De 1827

 al excMo. Señor generalrafael urDaneTa

Mi querido general: Ayer ha llegado a La Guaira un buque de Liverpool

con treinta días de viaje. Por los informes que me hadado el Dr. Foley, que ha venido en él, y por los papelespúblicos, se ha alejado infinito la esperanza que tenía-mos de un rompimiento entre la Inglaterra y España.Parece que todo se ha reducido a amenazas de la pri-mera. No creo, pues, que tenga lugar la guerra y, porlo mismo, tampoco tendrá lugar la expedición a PuertoRico. Suspenda Vd. todos los preparativos hasta otraorden.

La adjunta para el general Montilla, a quien digo lomismo que a Vd., mándela en posta por mar y por tierra. Aquí todo está tranquilo.Expresiones a la señora y créame su amigo de corazón.

Bí 

caracaS, 1° De julIo De 1827

Señor francISco De ITurBe

Recibo con mucho placer un bastón que Vd. me da: es laimagen del mando, que yo aborrezco, por lo que jamás usotal insignia.

Los pañuelos son de su señora esposa: yo los tendré enmi aprecio innito.

Soy de Vd. afectísimo servidor.

Bí 

BogoT, 20 De DIcIeMBre De 1827

 a nueSTro granDe y Buen aMIgoel Muy alTo y Muy PoDeroSo PrncIPegeorge Iv, rey Del reIno unIDoDe la gran BreTaña e IrlanDa,DefenSor De la fe, &, &, &.

Grande y buen amigo:Observando algunos generosos súbditos de Vuestra

Majestad la horrorosa contienda que soportaba todo unhemisferio, se arrojaron en ella por salvar esta importan-te porción del linaje humano. En tanto el parlamento bri-tánico lanzó una ley contra aquellos que continuasen en elservicio beligerante de países extraños. No vacilaron losnobles súbditos de Vuestra Majestad en preferir la saludde los desgraciados a la suya propia; y como ingleses noabandonaron a los débiles, aun a costa de su deber: ellos

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pues incurrieron en la pena señalada; mas no les es po-sible sobrellevar el doble dolor de haber faltado a la ley yexcitado el desagrado de tan magnánimo Monarca.

Señor, a nombre de Colombia, yo imploro la gracia de V.M. en favor de estos beneméritos auxiliares.

De V. M. buen amigo y devoto servidor.

 S. B.

Td st bd s d p t d libtd. vs tás

ts hds 15 d diimb.

  1828-1830

El 4 de julio de 1827, en goleta de guerra inglesaque lo conduce a Cartagena junto al plenipotencia-

rio de esa nación Alexander Cockburn, Bolívar mirapor última vez las costas de su país natal. Deja atrásno sólo querencias y evocaciones: las diferencias entrelos gobernantes de Venezuela y la Nueva Granada han

avivado irreversibles tensiones que habrían de culminaren el movimiento separatista de la llamada Cosiata.El mismo día le escribe a Páez:“Yo estoy al partir y quiero despedirme de Vd. antes

de dejar a Venezuela. Vd., general, conoce perfectamente bien la situación en que queda este país, y, por lo mismo,recomiéndole muy encarecidamente procure mantener elorden y la unión en todas partes.

Mi renuncia no ha sido admitida por cincuenticuatro votos contra venticuatro, mientras que la de Santander notuvo sino cuatro. Vea Vd. qué espíritu público; ya se ve, eltal Santander estaba a tres varas del congreso, mientrasque yo he estado a trescientas leguas. De todos modos yosigo a Cartagena como lo he determinado, resuelto a nodejarme burlar y a sostener las medidas que he tomado en bien de todos”.

No obstante, no es el mismo hombre de antaño. Presa deldesasosiego y acosado por las dudas, presiente tras lasmuestras de conciliación o adhesión que le dispensan entodas partes, turbias llamaradas. De algún modo, paracontener la disolución de Colombia y preservar el frutode tantos esfuerzos, lo asaltan también, en estos últimos

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años, aires de autosuciencia, arrogancia y vanidad des-conocidos en él. Otrora “débil paja en el huracán revolu-cionario” y ahora desconcertada víctima de los endemo-niados aunque previsibles intereses de su clase, acude porúltimo al maniqueísmo. El 12 de julio, llegado a Cartage-na, expresa a Cristóbal Mendoza: “Anteayer llegué a estaciudad donde he sido recibido del modo más lisonjero paramí. He tenido la buena suerte de encontrar todos los par-tidos casi acallados y no deseando sino que yo me ponga

a la cabeza del gobierno; ellos creen que este único pasolos salvará de los desastres que los amenazan. Después detodo lo acaecido en Bogotá, después de todo lo que allí seha escrito, siento, en verdad, una gran repugnancia para ira Bogotá, pero al n cederé a los intereses comunes y mar-charé dentro de pocos días a la capital. Los asuntos del Sur van de mal en peor: allí nadie se entiende; divididos lospartidos sin un objeto jo a que dirigirse, sus operaciones ysus ideas vagan igualmente. Entretanto el país se destruye y la opinión se pierde. En el Perú sucede lo mismo, peromás en grande: los colombianos son perseguidos allí comoenemigos, y la administración es la más inepta que se haconocido. En Bolivia nada ha cambiado, el país se mantie-

ne tranquilo y Sucre había pedido explicaciones al gobier-no del Perú por su conducta con respecto a Colombia”.

No es que se haya erigido en autócrata, sino que anteel inminente desplome de su sueño, actúa casi como silo fuera, pese a sus protestas de renunciamiento y a susalegatos a favor del veredicto popular. El hombre provi-dencial ha pasado a creerse, por obra de las circunstan-cias y acaso del tiempo implacable, imprescindible, y susenemigos se aprovechan hasta de sus antiguas palabras

 y principios para zaherirlo y difamarlo. A medida que losmeses transcurren, nada parece para él cierto ni lisonjero;sólo de la Bolivia acosada por las pretensiones de caudillos y oligarcas peruanos recibe en veces una que otra halaga-dora noticia. Todo lo demás es hervidero de pasiones, quela carta del 7 de enero de 1828 a Montilla reeja.

 Ante el sombrío panorama, convoca, en 1828, la Con- vención de Ocaña que le deparará nuevas amarguras. En-tretanto, el 2 de agosto, Sucre dirige en Chuquisaca su

último mensaje al Congreso boliviano:“No concluiré mi mensaje —dice— sin pedir a la re-

presentación nacional un premio por mis servicios que,pequeños o grandes, han dado existencia a Bolivia, y quelo merecerán por tanto. La constitución me hace invio-lable; ninguna responsabilidad me cabe por los actos demi gobierno. Ruego, pues, que se me destituya de estaprerrogativa, y que se examine escrupulosamente toda miconducta. Si hasta el 18 de abril se me justica una solainfracción de ley; si las cámaras constitucionales juzganque hay lugar a formación de causa (...) volveré de Co-lombia a someterme al fallo de las leyes. Exijo este premiocon tanta más razón, cuanto que declaro solemnemente

que, en mi administración, yo he gobernado: el bien o elmal, yo lo he hecho; pues, por fortuna la naturaleza me haexcluido de entre esos miserables seres que la casualidadeleva a la magistratura, y que, entregados a sus ministros,renuncian hasta la obligación de pensar en los pueblosque dirigen.

“No he hecho gemir a ningún boliviano; ninguna viu-da, ningún huérfano solloza por mi causa; he levantadodel suplicio porción de infelices condenados por la ley, y

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he señalado mi gobierno por la clemencia, la tolerancia yla bondad. Se me culpará acaso de que esta condescen-dencia es el origen de mis mismas heridas; pero estoy con-tento de ellas, si mis sucesores con igual lenidad acostum- bran al pueblo boliviano a conducirse por las leyes, sin quesea necesario que el estrépito de las bayonetas esté peren-nemente amenazando la vida del hombre y asechando lalibertad”.

Mientras aguarda en Bucaramanga durante más de

dos meses los resultados de la Convención de Ocaña, elLibertador conesa a sus contertulios, entre quienes sehalla Luis Perú de Lacroix, pasajes de su vida y aspectosdesconocidos de su pensamiento. Pero la Convención sedisuelve sin que aore otra salida que la abierta hostilidad.Entonces decide regresar a Bogotá y asumir nuevamentela dictadura.

En ejercicio de ella, dicta una serie de decretos sor-prendentes. Sorprendentes porque echan por tierra prin-cipios... y hasta varias de sus resoluciones anteriores.Cuando en octubre de 1828 promulga un edicto que obli-ga a los indios colombianos a pagar la contribución llama-da “personal de indígenas”, contraviniendo los que había

decretado antes y después de Ayacucho (que liberaba a lospueblos indígenas de toda exacción); cuando suprime lasmunicipalidades; cuando coloca nuevamente la Universi-dad de Bogotá en manos del alto clero; cuando devuelvea éste los conventos expropiados en 1821 y 1826; cuandodispone dar por el gobierno “todos los auxilios y protecciónque necesiten los Superiores de los conventos de regu-lares para hacerse obedecer por sus súbditos y para que

éstos cumplan exactamente sus deberes”; cuando prohí- be las sociedades secretas (entre ellas la francmasonería),etc., el Libertador cede a oscuras presiones, se desdice ycapitula ante las fuerzas más retrógradas. “Los clérigosestán muy contentos contigo —le escribe su hermana Ma-ría Antonia el 6 de septiembre de 1828—, dicen que estásdando unas providencias muy sabias; yo les digo que noeres tú sino la Santísima Trinidad que te ha elegido paraagente de sus divinos decretos en América”.

 Además, como observa Acosta Saignes, tantea en el vacío social: mientras sectores identicados con Santan-der, pero no sólo con Santander, lo atacan acusándolo detirano y usurpador y de actuar como jefe absoluto de unejército que blande como amenaza de las instituciones ylas libertades, otros sectores —entre ellos el clerical tra-dicionalista— en otro tiempo feroces adversarios u ave-zados oportunistas, esta vez le brindan apoyo y le recitanalabanzas. “Temeroso especialmente de la anarquía, a laque anatematizaba, confundía los anhelos populares consignos de descomposición social y para lograr un equili- brio siguió el consejo y la ducción de clérigos, militaresambiciosos, criollos deseosos de inmovilizar la República

para explotar a los sectores populares a satisfacción. Fueentonces cuando surgió el que llamaban partido antiboli- variano de liberales”.

Terrible sacricio. Unos días antes de sus decretosde octubre, el 25 de septiembre de 1828, casi consiguensus enemigos asesinarle en la casa de gobierno. No lo lo-gran gracias a la valerosa intervención de Manuela Sáenz y algunos de sus edecanes (allí morirá Ferguson asesinado

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por Carujo), pero a partir de entonces su espíritu, incré-dulo y confuso ante la certeza de aquel odio, no conocerápaz (porque reposo nunca había tenido).

No faltaron entonces masivas, francas y devotas so-lidaridades. Se hallaba metido Bolívar en el corazón desu pueblo tan hondamente que ninguna turbulencia niiniquidad parecía menguar aquel fervor. Pero los pueblosseguían siendo víctimas de desafueros y escisiones. Laguerra civil parecía inevitable pese al castigo aplicado a

algunos de los conspiradores a instancias de los generales bolivarianos (él los había perdonado, como recuerda encarta a O’Leary Manuela Sáenz). Acaso harían falta millibertadores como él para multiplicar esfuerzos, doblegar bajas ambiciones y cumplir los propósitos de la revolución.El atentado pareció acicatear aún más en su espíritu la voluntad de resistir. Pero era tarde.

 Aunque quizá no: simplemente era así.Cuando pocos meses después se pone de nuevo a la

cabeza del ejército para dirigirse al Guayaquil amenazadopor las tropas del general La Mar, otro giro idéntico, aun-que bajo distintas circunstancias y protagonistas, parecíahaber ejecutado el reloj de la historia en su vida.

El 27 de febrero de 1829, Sucre, que había renuncia-do a la Presidencia de Bolivia, inige contundente derrotaa la invasión peruana en Tarqui. Bolívar llega a Guayaquil y obliga al general Gamarra a rmar armisticio que resta- blece la paz. Entonces cree llegada la hora de renunciaral poder y marcharse, esta vez sí. Pero de nuevo algunosinsisten ante él con la pretensión de verle convertido enmonarca o, si no él, un príncipe extranjero. Al encarga-

do de negocios de Gran Bretaña, Patrick Campbell, deberesponderle para manifestarle su rechazo a esta idea. Enla misiva, fechada en Guayaquil el 5 de agosto de 1829,resalta esta interrogante: “¿Cuánto no se opondrían todoslos nuevos estados americanos, y los Estados Unidos queparecen destinados por la Providencia para plagar la Amé-rica de miserias a nombre de la Libertad?”.

El 6 de diciembre de 1829 escribe a Urdaneta des-de Popayán: “Esta patria no tiene remedio: el hombre no

quiere más que absoluto: ni en la república ni en nadahará sino impedir. Divídase el país y salgamos de compro-misos: ¡nunca seremos dichosos, nunca!

“Estoy bastante molesto con otra ocurrencia domés-tica de Venezuela. Me dicen que mis propiedades no sonlegítimas y que no hay ley para un hombre como yo. Estoquiere decir que soy un canalla. Se me despoja de la he-rencia de mis abuelos y se me deshonra. Diga Vd. si tengomotivos para desear salir de esta infame vida política. Yaesto es demasiado, no quiero más estar empleado ni aun vivir en Colombia”.

La resolución de marcharse, aunque irrevocable, dejasin embargo una hendija: tal vez si Sucre presidiera la re-

pública... Pero Sucre es antípoda del mando y la ambición,aunque sobre él recaen los mismos odios que lo suponeninstrumento de Bolívar. Éste ha convocado para enero de1830, en Bogotá, un congreso constituyente que decidala suerte de la unión, aunque ha decidido no interveniren las deliberaciones. Las palabras que pronuncia en lainstalación son las de un hombre desesperanzado, presade tristeza y frustración ante el cuadro de su sueño hecho

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pedazos. “La independencia es el único bien que hemosalcanzado a costa de todos los demás”, dice.

Esta jornada que intuye o sabe denitiva no carece deangustias adicionales: ¿Cuándo salir? ¿Adónde ir? ¿Cómosobrevivir lejos, asilado en Europa, él que nada tiene aho-ra? ¿Qué hacer para apresurar la venta de sus minas de Aroa, ahora también en litigio, que habrían de procurarlesustento y cura de sus males en tierra extranjera? Ya notiene esclavos ni haciendas, ha donado sus casas de Cara-

cas a sus hermanas y la quinta de Bogotá a Pepe París, haregalado o gastado con generosidad sus dineros en fami-liares, amigos o gente necesitada, ha rehusado el millónde pesos otorgado por el gobierno peruano después de la victoria de Ayacucho y la pensión vitalicia de 30.000 queel congreso de Bogotá le había asignado, ha dispuesto sussueldos (cuando los cobraba) en el auxilio de otros y ven-dido en n sus pocas pertenencias por 17.000 pesos.

¿Qué hacer entonces?El 8 de mayo de 1830, cuando emprende el viaje nal

 y deja atrás las frías mesetas de Bogotá para bajar hasta elmar por el Magdalena, es apenas una sombra de lo que fue.

Un fantasma, pero un luminoso fantasma todavía

a galope.

fuSca, 7 De enero De 1828

al Señor general MarIano MonTIlla

Mi querido general:Estando en el campo probablemente llegará el correo

 y no veré las cartas de Vd. que nos deben traer noticiasinteresantes sobre las elecciones de esa ciudad que de-seo conocer para ver quiénes serán los diputados. Su-pongo que Vd. ya conocerá los de esta capital. Como

lo creí desde el principio el señor Santander está a lacabeza, siguen Azuero, Soto, Gómez, etc. Esta elecciónse ha hecho del modo más infame e inicuo que se puedeimaginar, ellos y su partido se apoderaron de las elec-ciones y llevaron sus listas. Entre todos sólo uno buenoha salido: el señor Caicedo. En cuanto a Santander, estehombre perverso ya nada le queda que hacer, toca todoslos resortes de la intriga, de la maldad y la maldad paradañarme y formarse su partido: entra en una chicheríacomo entraba antes a palacio, y, en n, se ha quitado lamáscara enteramente; no tiene consideración por mí, ni vergüenza de sus acciones. En las pascuas tuvo su estaen Cipaquirá; allí mezclado con los pillos de la calle real y la canalla, promovía sentimientos contra mí, todo esto

me importara poco en otras circunstancias, pero ahoratodo nos daña. Yo no veo modo humano de mantener aColombia, la convención nada hará que valga, y los par-tidos, la guerra civil será el resultado. Para evitar esteconicto claman por mí; ¿pero qué haré yo, cuando portodas partes me faltan; cuando me llaman tirano porquehago cumplir una ley, y últimamente, cuando se ha hecho ya casi un deber prodigarme insultos, y tenerme por am-bicioso? ¿En esta terrible y desagradable posición qué

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haré yo? Yo sé el mejor partido, y es abandonar el país.Mucho siento tener que pensar de este modo; pero es

preciso hablar claro con los amigos y tomar al n algúnpartido.

 Afortunadamente por el Sur no hay nada de nuevo;aquello parece que va bien. Dele Vd. memorias a la familia y mande a su afmo. amigo.

Bí 

Ms Bii, cs. n° 637.

guayaquIl, 5 De agoSTo De 1829

al Señor coronel PaTrIcIo caMPBell,encargaDo De negocIoS De S.M.B.

Mi estimado coronel y amigo:Tengo la honra de acusar a Vd. el recibo de la aprecia-

ble carta de Vd. de 31 de mayo fecha en Bogotá.No puedo dejar de empezar por dar a Vd. las gracias

por la multitud de bondades que Vd. derrama en toda su

carta hacia Colombia y hacia mí. ¿Cuántos títulos no tiene Vd. a nuestra gratitud? Yo me confundo al considerar loque Vd. ha pensado, lo que Vd. ha hecho desde que estáentre nosotros por sostener el país y la gloria de su jefe.

El ministro inglés residente en los Estados Unidos,me honra demasiado cuando dice que espera en Colom-bia sola, porque aquí hay un Bolívar. Pero no sabe quesu existencia física y política se halla muy debilitada ypronta a caducar.

Lo que Vd. se sirve decirme con respecto al nuevo pro- yecto de nombrar un sucesor de mi autoridad que seapríncipe europeo, no me coge de nuevo, porque algo se mehabía comunicado con no poco misterio y algo de timidez,pues conocen mi modo de pensar.

No sé qué decir a Vd. sobre esta idea, que encierra en símil inconvenientes. Vd. debe conocer que, por mi parte, nohabría ninguno, determinado como estoy a dejar el mandoen este próximo congreso, mas ¿Quién podrá mitigar laambición de nuestros jefes y el temor de la desigualdaden el bajo pueblo? ¿No cree Vd. que la Inglaterra sentiríacelos por la elección que se hiciera en un Borbón? ¿Cuán-to no se opondrían todos los nuevos estados americanos, y los Estados Unidos que parecen destinados por la Pro- videncia para plagar la América de miserias a nombre dela Libertad? Me parece que ya veo una conjuración gene-ral contra esta pobre Colombia, ya demasiado enviada decuantas repúblicas tiene la América. Todas las prensas sepondrían en movimiento llamando a una nueva cruzadacontra los cómplices de traición a la libertad, de adictosa los Borbones y de violadores del sistema americano. Porel Sur encenderían los peruanos la llama de la discordia;por el Istmo los de Guatemala y Méjico, y por las Antillaslos americanos y los liberales de todas partes. No se que-daría Santo Domingo en inacción y llamaría a sus herma-nos para hacer causa común contra un príncipe de Fran-cia. Todos se convertirían en enemigos sin que la Europahiciera nada por sostenernos, porque no merece el NuevoMundo los gastos de una Santa Alianza; a lo menos, tene-mos motivo para juzgar así, por la indiferencia con que senos ha visto emprender y luchar por la emancipación dela mitad del mundo, que bien pronto será la fuente másproductiva de las prosperidades europeas.

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En n, estoy muy lejos de oponerme a la reorganizaciónde Colombia conforme a las instituciones experimentadasde la sabia Europa. Por el contrario, me alegraría in-nito y reanimaría mis fuerzas para ayudar en una obra,que se podrá llamar la salvación y que se conseguiría nosin dicultad sostenidos nosotros de la Inglaterra y de laFrancia. Con estos poderosos auxilios seríamos capacesde todo, sin ellos, no. Por lo mismo, yo me reservo para darmi dictamen denitivo cuando sepamos que piensan losgobiernos de Inglaterra y de Francia sobre el mencionadocambio de sistema y elección de dinastía.

 Aseguro a Vd., mi digno amigo y con la mayor sinceri-dad, que he dicho a Vd. todo mi pensamiento y que nadahe dejado en mi reserva. Puede Vd. usar de él como con- venga a su deber y al bienestar de Colombia. Esta es micondición, y en tanto reciba Vd. el corazón afectuoso de suatento obediente servidor.

Bí 

es pi.- udt.

l pi p ti h 25 d st. e hi ist t

d t d o’ l p hms id pst.Só i spíit d ptid t s tmpás, s

piis d histids mpds sst tsis ó,

h pdid tm st t m pb d Bí spib t. así pst Pá s Autobiografía, I, 477; p s-

bms ss sts d s m póstm

d libtd.

guayaquIl, 31 De agoSTo De 1829

al Señor joSé Manuel reSTrePo

Mi estimado amigo:He recibido su apreciable carta de 22 de julio y con ella

la lista de los diputados de las provincias del centro. Por logeneral me parecen muy buenos y respetables los sujetosque ella contiene. Vds. habrán visto ya los que han salidode esta parte, que no pueden mejorarse; y los de Caracas

no serán tampoco malos, pues, los electores que sabemoshan salido no pueden menos que darnos buenos diputados. Así podemos lisonjearnos ya de que tendremos un congre-so selecto y capaz de hacer el bien a la nación.

He recibido de ocio, como Vd. me anuncia, el asun-to del señor Elbers, y vuelve despachado muy desfavora-blemente, así porque no le hallo ninguna justicia, porquecomo Vd. dice, dependiendo el negocio de mi autoridad esasunto concluido; y además ya se han comunicado las ór-denes consecuentes a mi revocatoria al general Montilla ya nuestros agentes en Francia, Inglaterra y Estados Uni-dos. Yo no me he opuesto a que naveguen el Magdalenabuques norteamericanos, sino que lo hiciesen con bande-ras que no fuese la colombiana, porque de otro modo sería

una degradación abominable.Por acá tampoco tenemos ninguna novedad y todo si-gue bien. Yo me hallo en mi isla, convaleciendo muy bien; y sólo la miseria de estos pueblos me hace sufrir bastante.

Tenga Vd. la bondad de ponerme a los pies de su seño-ra; y quedo de Vd. su afectísimo amigo.

Bí 

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adiió 4 d stimb.- cd s b st ibí d vd. 28 d i ist d s diptds d c-t, St Mt, Mmp, Pmp, Bis, Mi-d Mib: p m p sts msptbs; d vd. s is p s bs tiis m mi mism. P stí mit i, p s pbs s is t-s mit ss piis mt sb m dbi s md, p st m i  spsbiidd mst iútimt.

PoPayn, 6 De DIcIeMBre De 1829

al Señor anTonIo l. guzMn

Mi querido amigo:Con muchísimo gusto he recibido su estimable carta

 venida en el último correo, y doy a Vd. mil y mil graciaspor todo cuanto se sirve decirme. Las opiniones de Vd.están muy de acuerdo con las mías, y antes de ahora y mucho antes he dicho a Vd. cuanto pienso respectoa nuestras instituciones. Si algunas personas inter-pretan mi modo de pensar y en él apoyan sus errores,

me es bien sensible, pero inevitable: con mi nombre sequiere hacer en Colombia el bien y el mal, y muchos loinvocan como el texto de sus disparates. No son pocoslos que me han hablado de un sistema monárquico y endiferentes épocas, pero siempre he dicho francamentelo que pienso en tal sentido. La nación puede darse laforma que quiera, los pueblos han sido invitados de milmodos a expresar su voluntad y ella debe ser la únicaguía en las deliberaciones del congreso; pero persuáda-

se Vd. y que se persuada todo el mundo que yo no seréel rey de Colombia ni por un extraordinario evento, nime haré acreedor a que la posteridad me despoje deltítulo de Libertador que me dieron mis conciudadanos y que halaga toda mi ambición.

Páselo Vd. bien, mi querido amigo, y créame siempreSu afmo. amigo de corazón.

Bí 

fucHa, 6 De Marzo De 1830

Señor joSé fernnDez MaDrID

Mi estimado amigo:Recibí a su tiempo la última carta de Vd. del correo pa-

sado, y por la cual quedo instruido de que los señores quehan comprado las minas piden nuevos documentos, losque Vd. no me indica ni yo puedo adivinar. El hecho es quemi situación se está haciendo cada día más crítica, sin te-ner esperanza siquiera de poder vivir fuera de mi país deotro modo que de mendigo; pues no vendiéndose las minaspuedo sufrir alguna conscación de parte del gobierno de Venezuela, porque tal es el encono que hay contra mí departe de aquellos jefes. Todo esto considerado, me atre- vería a indicar a Vd. que tiente a ese caballero para versi se logra que él represente mis derechos como nuevopropietarios de las minas, dándose como ya posesionadode ella a virtud de haberse cumplido el contrato por am-bas partes: y como dicho comprador posee un contratomuy anticipado a esta revolución, nadie tendrá derechode oponer obstáculos a esta venta perfecta.

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Es en vano advertir a Vd. que debe consultar el pun-to con un abogado para que se den los documentos co-rrespondientes en favor de cada parte, tomando nosotroscuantas seguridades sean dables para no dejarnos enga-ñar de modo alguno y cobrar a su tiempo el valor corres-pondiente.

El congreso sigue sus tareas y ya ha concluido el pro- yecto de constitución, que es muy republicano y liberal,propio para agradar a todos los partidos moderados. Den-tro de un mes debe estar sancionada la constitución, ypara entonces se harán nuevas elecciones de presidente y vicepresidente de la república. También para entoncesse sabrá el resultado de la misión que ha mandado el con-greso a Venezuela, la que probablemente no traerá ningúnresultado de importancia sino repeticiones de los actosanteriores. El congreso en vista de esto decidirá si se de-cide o no la separación de ambos países; en lo que habrápoca duda, porque parece que la opinión pública está porevitar la guerra.

Desde luego debe usted contar con que yo no seré máspresidente, sea lo que fuere, y que me pondré en posiciónde no sufrir más vejaciones saliendo del país, con ánimode seguir a donde pueda, según mi escasa fortuna. Sobreeste punto sabrá Vd. más el correo que viene.

Había pensado remitir a Vd. los documentos de mi vidapública, pero he sabido por el coronel Wilson que el gene-ral, su padre, tiene la obra en dieciséis volúmenes, y quepuede Vd. pedírselos prestados para poder responder alas calumnias que están prodigando contra mí.

No vacile Vd. en negar positivamente todo hecho con-trario a lo que Vd. conoce de mi carrera.

Primero, nunca he intentado establecer en Colombia niaun la constitución boliviana: tampoco fui yo quien lo hizo

en el Perú; el pueblo y los ministros lo hicieron espontá-neamente. Sobre esto lea Vd. el maniesto de Pando deaquel tiempo, y este es un canalla que no ocultaría nadapor favorecerme.

Segundo, todo lo que es pérdo, doble o falso que se meatribuya, es completamente calumnioso. Lo que he hecho y dicho, ha sido con solemnidad y sin disimulo alguno.

Tercero, niegue Vd. redondamente todo acto cruel con-tra los patriotas. Y si lo fui alguna vez con los españolesfue por represalia.

Cuarto, niegue Vd. todo acto interesado de mi parte, ypuede Vd. armar sin rebozo que he sido magnánimo conla mayor parte de mis enemigos.

Quinto, asegure Vd. que no he dado un paso en la gue-rra, de prudencia o de razón que se pueda atribuir a co-bardía. El cálculo ha dirigido mis operaciones en esta par-te, y aun más la audacia. El hecho de Ocumare es la cosamás extraordinaria del mundo: fui engañado a la vez porun edecán del general Mariño, que era un pérdo, y porlos marinos extranjeros que cometieron el acto más infa-me del mundo dejándome entre mis enemigos en la playadesierta. Iba a darme un pistoletazo, cuando uno de ellos(Mr. Bidau) volvió del mar en un bote y me tomó para sal- varme. Este hecho necesita de una explicación detallada.

En n, mi querido amigo, los documentos de mi vidadan bastantes medios de defensa, aunque faltan la mayorparte de los primeros períodos de mi historia; mas, comoson los últimos años los que más atacan, encontrará Vd.siempre argumento en los hechos que se han visto y estánescritos.

Remito a Vd. la gaceta de hoy, por la cual se informaráde algunas explicaciones satisfactorias y verá, al mismotiempo, que he dejado el mando al señor Caicedo con mo-

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tivo de los males que padezco, aunque no son graves. No volveré a tomar más el mando, porque ya me es insoporta-ble bajo de todos respectos. Por fortuna, no se dirá que heabandonado a la patria, siendo ella la que me ha renegadodel modo más escandaloso y criminal que se ha visto nun-ca. Yo no soy tan virtuoso como Foción, pero mis serviciosme igualan con él; y sin embargo de que no me creo tandesgraciado como aquél, algo se parece la ingratitud denuestros conciudadanos.

El general Ibarra acaba de llegar de Venezuela, dondeha podido observar la opinión pública con bastante deten-ción. Me asegura que todo el pueblo está en mi favor, nosiendo más que unos pocos intrigantes favorecidos del te-rror los que han causado la revolución. Esto no parecerácreíble sino a los que conocen el pueblo americano. Eche Vd. la vista sobre todo nuestro continente y verá la mismacosa; antes la historia nos había enseñado el inujo de losoclócratas de la Grecia y de Roma. Con estos ejemplos, nohay nada que esperar más.

 Adiós, mi querido amigo, conserve Vd. su salud y créa-me su mejor amigo de corazón.

Bí 

cpi d Pd fád Mdid.

rpdid t m, p. 685 d Historia Eclesiástica y

Civil de la Nueva Granada, p js M gt, Btá, 1870, si

psió t

Pd: “ st s ”.

guaDuaS, 11 De Mayo De 1830

Señor gaBrIel caMacHo

Mi querido amigo: Al n he salido de la presidencia y de Bogotá, encontrán-

dome ya en marcha para Cartagena con la mira de salir deColombia y vivir donde pues; pero como no es fácil mante-nerse en Europa con poco dinero, cuando habrá muchosde los sujetos más distinguidos de aquel país que querrán

obligarme a que entre en la sociedad de alta clase, y des-pués que he sido el primer magistrado de tres repúblicasparecerá indecente que vaya a existir como un miserable.Por mi parte, le digo a Vd., que no necesito de nada, o demuy poco, acostumbrado como estoy a la vida militar. Masel honor de mi país y el de mi carácter me obligan imperio-samente a presentarme con decoro delante de los demáshombres, mucho más cuando se sabe que yo he nacido conalgunos bienes de fortuna y que tengo pendiente todavía la venta de las minas heredadas de mis padres y cuyos títulosson los más auténticos y solemnes.

 Yo no quiero nada, nada del gobierno de Venezuela; sinembargo, no es justo, por la misma razón, que este go-bierno permita que me priven de mis propiedades, sea por

conscación o por injusticia de parte de los tribunales. Mecreo con derecho para exigir del jefe de ese Estado que ya que he dejado el mando de mi país sólo por no hacerlela guerra, se me proteja a lo menos como el más humil-de ciudadano. Mucho he servido a Venezuela, mucho medeben todos sus hijos y mucho más todavía el jefe de sugobierno; por consiguiente, sería la más solemne y escan-dalosa maldad que se me hubiese de perseguir como a unenemigo público. No lo creo, sin embargo, y, por lo tanto,

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SIMÓN BOLÍVAR, ESCRITOS ANTICOLONIALISTAS

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GUSTAVO PEREIRA

le ruego a Vd. se sirva hacer presente todo lo que llevodicho y todo lo que Vd. sabe en mí favor al general Páez y al doctor Yanes, porque éstos deben ser los que más in-uyen, sea directa o indirectamente, en este negocio. Sesabe que tengo justicia y que estoy desvalido. Con estostítulos solos me creo ya en seguridad contra los tiros demis enemigos.

No sé todavía a donde me iré, por las razones dichas;no me iré a Europa hasta no saber en qué para mi pleito, y quizás me iré a Curazao a esperar su resultado, y si noa Jamaica, pues estoy decidido a salir de Colombia, sea loque fuere en adelante. También estoy decidido a no volvermás, ni a servir otra vez a mis ingratos compatriotas. Ladesesperación sola puede hacerme variar de resolución.Digo la desesperación al verme renegado, perseguido yrobado por los mismos a quienes he consagrado veinteaños de sacricios y peligros. Diré no obstante, que no lesaborrezco, que estoy muy distante de sentir el deseo de la venganza, y que ya mi corazón les ha perdonado, porqueson mis queridos compatriotas y, sobre todo, caraqueños...

Tenga Vd. la bondad, mi querido amigo, de escribirme aLondres por medio de Sir Robert Wilson, y a Jamaica porel señor Hyslop. Ambas cartas deben ser duplicadas, paraque me llegue alguna, aunque se pierda otra, y porque lasprimeras las recibiré en Las Antillas. Escriba Vd. ademásal señor Madrid sobre todo lo que ocurra en el pleito.

En el correo anterior escribí a Vd. diciéndole que habíaaprobado la transacción propuesta por el señor Ackers,debiendo yo pagar por ella las cuatro mil libras esterlinas,pues quiero terminar el negocio de cualquier manera, ysobre esto he escrito ya también al señor Madrid.

El congreso ha mandado que se me pague elmente lapensión y me ha dado las gracias por mis servicios; a

pesar de todo, no puedo contar con esta gracia, porquenadie sabe los acontecimientos que sobrevendrán y laspersonas que tomen el mando. Por lo mismo, lo más segu-ro es mi propiedad que reclamo una y mil veces, para vivirindependiente de todo el mundo.

Salude Vd. a su mujer y a mis hermanas.De Vd. de corazón.

11 De Mayo De 1830?

a Manuela Senz

Mi amor:Tengo el gusto de decirte que voy muy bien y lleno de

pena por tu aicción y la mía por nuestra separación. Amor mío, mucho te amo, pero más te amaré si tienes aho-ra más que nunca mucho juicio. Cuidado con lo que haces,pues si no nos pierdes a ambos perdiéndote tú.

Soy siempre tu más el amante.

Bí 

Td t d Bí.

a m di t t: Written from Guaduas, 1830.

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  CONtENIDO

Introducción: Bolívar anticolonialista ................................... 5

1804 .................................................................................. 23París, 1804 Al caballero Denis De Tobriand .................... 25 

1811 .................................................................................. 28Discurso pronunciado en la Sociedad Patriotica

de Caracas, el 4 de julio de 1811 .................................... 30

1812 .................................................................................. 32 Maniesto de Cartagena. Cartagena de Indias,

15 de diciembre, 1812. Memoria dirigida a los ciudadanos

de la Nueva Granada por un caraqueño ......................... 36

1813 .................................................................................. 50Cuartel General de Valencia, 2 de octubre de 1813

  Excmo. Señor Gobernador y Capitán General

  de la isla de Curazao y sus dependencias ........................ 53

1814 .................................................................................. 62 Maniesto de Carúpano. Simón Bolívar, Libertador

de Venezuela y general en jefe de sus ejércitos ............... 64

Simón Bolívar, Libertador de Veneuela y General

en Jefe de sus ejércitos, &., & .................................... 70

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1815 .................................................................................. 72Discurso pronunciado el 13 de enero de 1815,

en Bogotá, con motivo de la incorporación

de Cundinamarca a las Provincias Unidas ........................ 77 

Carta de Jamaica, contestación de un americano

 meridional a un caballero de esta isla .......................... 83

1816  ........................................................................................ 111Simón Bolívar, Jefe Supremo y Capitán General

de los Ejércitos de Venezuela y Nueva Granada, &., & .. 115

Carúpano, 27 de junio de 1816. Al señor General

 Marion, Gobernador del departamento de Los Cayos ..... 116

1817  ........................................................................................ 118Simón Bolívar, Jefe Supremo de la República,

Capitán General de los Ejércitos de Venezuela

y de Nueva Granada, &., &. .......................................... 123

Simón Bolívar, Jefe Supremo de la República

de Venezuela, &., &. ...................................................... 125

1818  ........................................................................................ 127San Fernando de Apure, 20 de mayo de 1818

  Al Excmo. señor Teniente-General

  don Mariano Renovales ............................................... 131

 Angostura, 12 de junio de 1818

  Al Excelentísimo señor Supremo Director

de las Provincias Unidas del Río de la Plata,

 Juan Martín Pueyrredón .............................................. 133

   Angostura, 19 de junio de 1818. Al señor coronel

G. Hippisley ................................................................. 136

Cuartel General de Angostura, a 14 de agosto de 1818.

  Al señor Presidente de la República de Haití,

 Juan Pedro Boyer .......................................................... 138

 Angostura, 29 de julio de 1818. Al señor Agente

de los Estados Unidos de la América del Norte,

Bautista Irvine  .............................................................. 140

 Angostura, agosto 6 de 1818. Al señor B. Irvine Agente

de los Estados Unidos de la América del Norte, cerca

de la República de Venezuela ........................................ 142 

 Angostura, 20 de agosto de 1818. Al señor Bautista

Irvine agente de los Estados Unidos de la América

del Norte cerca de Venezuela .......................................... 152 

 Angostura, 24 de agosto de 1818. Al señor B. Irvine, Agente de los Estados Unidos de la América del Norte,

cerca del Gobierno de Venezuela .................................... 155 

 Angostura, 6 de septiembre de 1818. Al señor B. Irvine,

  Agente de los Estados Unidos de la América

del Norte, cerca de Venezuela ......................................... 165 

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438

   Angostura, 29 de septiembre de 1818. Al señor B. Irvine,

agente de los Estados Unidos de la América

del Norte, cerca de Venezuela ......................................... 169 

 Angostura, 7 de octubre de 1818. Al señor B. Irvine,

agente de los Estados Unidos de la América

del Norte, cerca de Venezuela ......................................... 173 

 Angostura, 12 de octubre de 1818. Al señor Bautista Irvine,

  agente de los Estados Unidos de la América

del Norte, cerca de Venezuela ........................................ 176

1819  ......................................................................................... 179Discurso pronunciado por el Libertador ante

el Congreso de Angostura el 15 de febrero de 1819,

  día de su instalación ..................................................... 182

Simón Bolívar, Presidente Interino de la República

de Venezuela, Capitán General de sus Ejércitos

  y los de la Nueva Granada, &., &................................. 217

1820 ........................................................................................ 219

San Cristóbal, 26 de mayo de 1820. Al señor don Guillermo White ....................................... 222

1821 ................................................................................ 224Por la libertad de los hijos de los esclavos A S. E.

El señor Presidente del Congreso de Colombia .............. 226

Bogotá, 22 de noviembre de 1821  Al señor General Carlos Soublette ........................ ........ 227

1822 ................................................................................ 230República de Colombia, Simón Bolívar Libertador

Presidente de Colombia &., &. Al Excmo. Señor Director

Supremo de Chile .......................................................... 236

Publicada por J.D. Monsalve. El ideal político del Libertador,

  1916, P.199. Boletín de historia y antigüedades.

  Nos. 231-232, P.379. Popayán, 29 de enero de 1822.

 AS. E. el General F. de P. Santander  .............................. 237

Popayán, 18 de febrero de 1822. Excmo. señor

don Melchor Aymerich, etc., etc. ................................... 243

Popayán, 21 de febrero de 1822.

 A S. E. el General F. de P. Santander   ........................... .. 246

  Cuenca, 14 de septiembre de 1822.

 A las señoras Garaycoas ............................................... 249

Cuenca, 23 de setiembre de 1822.

 Al señor General Fernando Toro .................................... 250

1823 ................................................................................ 254Guayaquil, 15 de junio de 1823.

  Al señor José Rafael Arboleda ........................................ 260

  Babahoyo, 16 de junio de 1823.

  A la señora Eufemia Llaguno de Garaycoa ................... 261 

Guayaquil, 5 de agosto de 1823.

  Al señor Bernardo Monteagudo ..................................... 263

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1824  ........................................................................................ 267  Pativilca, 19 de enero de 1824.

 Al señor Don Simón Rodríguez ..................................... 281

Lima, 7 de diciembre de 1824. A los Gobiernos

de las Repúblicas de Colombia, Méjico, Río de la Plata,

Chile y Guatemala ........................................................ 283

Lima, 22 de diciembre de 1824.

  Excmo. señor Presidente del Senado de Colombia ......... 287

1825 ................................................................................ 289Lima, 6 de enero de 1825.

 A S. E. el General F. de P. Santander ............................. 299 

Lima, 9 de febrero de 1825.

 A S. E. el General F. de P. Santander ............................. 305 

Lima, 23 de febrero de 1825.

 A S. E. el General F. de P. Santander ............................. 309

  Lima, 23 de febrero de 1825.

Excmo. Sr. Presidente del Soberano Congreso ............... 317

Lima, 8 de Marzo de 1825.

 A.S.E. el General F. de P. Santander .............................. 318 

Lima, 16 de marzo de 1825.

 Al señor José Lancaster ................................................. 320 

Lima, abril de 1825. Señora María Antonia Bolívar .... 322

  Arequipa, 20 de mayo de 1825.

 A S. E. el General F. de P. Santander ............................ 323 

Potosí, 21 de octubre de 1825.

  A. S. E. el General F. de P. Santander ............................ 329

  Potosí, 27 de octubre de 1825.

 A S. E. el General F. de P. Santander ............................. 339 

Chuquisaca, 27 de diciembre de 1825.

 A S. E. el General F. de P. Santander ............................. 343 

Ica, 20 de abril de 1825. A Manuela Saénz ................... 346 

Potosí, 13 de octubre de 1825. A Manuela Sáenz .......... 347 

Plata, 26 de noviembre 1825. A Manuela Sáenz ........... 347 

1826 - MANUELA

Lima, 6 de abril de 1826. A Manuela Sáenz ................. 348 

La Magdalena, julio de 1826. A Manuela Sáenz ........... 348 

Ibarra, 6 de octubre de 1826. La décima

  a Manuela Sáenz .......................................................... 349

1826 ................................................................................ 351 Magdalena, 17 de febrero de 1826.

  Al señor José Rafael Revenga ........................................ 357 

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  Magdalena, 17 de febrero de 1826.

  Al señor José Rafael Revenga ........................................ 359 

 Magdalena, marzo de 1826.  A la Municipalidad de Caracas ..................................... 362 

 Magdalena, 12 de abril de 1826.

  Al señor Thollard, profesor del Colegio Real de Tarbes .. 363 

 Magdalena, 6 de marzo de 1826.

  Al Exmo. señor General en Jefe José Antonio Páez ........ 364 

He aquí la carta de Páez: A Simón Bolívar 

  Caracas, octubre 1° de 1825 .......................................... 368 

 Magdalena, 7 de marzo de 1826

  A. S. E. el General F. de P. Santander ............................ 372 

Discurso del Libertador al Congreso Constituyente

de Bolivia ...................................................................... 374 

 Magdalena, 23 de junio de 1826.

 Al señor General don Agustín Gamarra ........................ 389 

Pasto, 14 de octubre de 1826.

 A. S. E. el General F. de P. Santander ............................ 391 

San José de Cúcuta, 11 de diciembre de 1826.

  Al Exmo. señor General en jefe José Antonio Páez ........ 395 

Coro, 23 de diciembre de 1826

  A S. E. el General en Jefe José Antonio Páez .................. 399 

Puerto Cabello, 31 de diciembre de 1826.

 A S. E. el General en Jefe J. A. Páez ............................... 403

1827 ................................................................................ 405Caracas, 5 de febrero de 1827.

 A S. E. el Presidente de la Honorable Cámara

del Senado ..................................................................... 408 

Caracas, 5 de febrero de 1827.

  Al Excmo. señor General Rafael Urdaneta .................... 410 

Caracas, 1° de julio de 1827. Señor Francisco

de Iturbe ........................................................................ 411 

Bogotá, 20 de diciembre de 1827. A nuestro grande

y buen amigo el muy alto y muy poderoso Príncipe

George IV, Rey del Reino Unido de la Gran Bretaña

e Irlanda, defensor de la Fe, &, &, &. ............................ 411 

1828-1830 ...................................................................... 413Fusca, 7 de enero de 1828.  Al señor General Mariano Montilla ............................... 421

Guayaquil, 5 de agosto de 1829. Al señor Coronel

Patricio Campell, Encargado de Negocios de S. M. B. ... 422

Guayaquil, 31 de agosto de 1829.

  Al señor José Manuel Restrepo ...................................... 425

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  Popayán, 6 de diciembre de 1829.

 Al señor Antonio L. Guzmán ........................................ 426 

Fucha, 6 de marzo de 1830.

Señor José Fernández Madrid ....................................... 427

Guaduas, 11 de mayo de 1830.

Señor Gabriel Camacho ................................................ 431

11 de mayo de 1830? A Manuela Sáenz ....................... 433

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Este libro de Ediciones Correo del Orinoco

se terminó de imprimir en junio de 2013

en los talleres de la Imprenta Nacional,

La Hoyada - Caracas.

El tiraje fue de 10.000 ejemplares.

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Simó Bí psmó sti s hhh is. S st hi ts-