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APENDICE ESCRITOS VARIOS

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APENDICE

ESCRITOS VARIOS

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SIMON BOLlVAR

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Las acciones de los hombres que han influido en eldestino de los imperios pertenecen a l dominio de lahistoria; y si la adulación y la calumnia, robándola suburil, se apresuran, en 10 general, a retratar a medidade su conveniencia al héroe del día, la verdad, por elcontrario, aguarda para pronunciar sus oráculos queéste haya terminado su carrera física o política.

El general Bolívar ha arrancado al rey de España lasmás preciosas joyas de Sil corona; las puertas de la eter-nidad se abrieron ya para él; y aquí era donde la im-parcialidad le aguardaba para fallar sobre su mérito.

Si el Libertador de Colombia no hubiese dispuestoen su lecho de muerte que se quemaran sus papeles, eranuestro ánimo haber solicitado de los albaceas permisopara consultarlos, con la mira de escribir algún día, enla calma del dolor y del entusiasmo, la vida del varónesclarecido que constituye el más bello título de honorde Colombia, y del cual se glorificarán, sin duda, mástarde, la América y el linaje humano. En vano ha pre-gonado el clarín de la fama, del septentrión al austro yde la aurora al ocaso, su nombre, su heroísmo, sus re-veses y sus triunfos. Se ignoran y quizá se ignorarán yapor siempre, los móviles secretos de su conducta en va-rias ocasiones importantes; sólo podían éstos descubrir-se en su vasta correspondencia privada con sus amigos

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y sus capitanes, como que allí era donde uno y otros re-fundían su pensamiento y su corazón. El haber dispues-to que se destruyesen tan interesantes documentos ates-tigua lo sublime de su delicadeza. Bolívar ha privadovoluntariamente a su historiador futuro de los mediosde justificar su comporte en varias circunstancias, atru~que de evitar sonrojos a algunos de sus más encar-nizados enemigos y de no comprometer a persona al-guna. No se crea que esta es una conjetura vaga: tene-mos certidumbre de lo que acabamos de indicar.

Obligados a renunciar a la gloriosa empresa de escri-bir una vida llena de más altos hechos que los que con-tiene la de cien personajes históricos y que habría sidouna de las obras más fecundas en lecciones de moral yde política; no permitiendo, por otra parte, ni la pre-mura del tiempo, ni nuestras ocupaciones, que ofrezca-mos a Colombia y al mundo la Necrología del Liber-tador, nos hemos propuesto tributar en estos renglonesel último homenaje de gratitud, de respeto y de venera-ción a los manes de aquel distinguido patriota, reco-rriendo rápidamente algunas de las escenas en que másha brillado como guerrero y como magistrado, y ha-ciendo resaltar la nobleza de su carácter privado.

Tan virtuoso Bolívar como Agripa; dotado de tanbrillantes cualidades como Carlos V, y como Ciro fun-dador o conquistador de estados, sentimos sobremane-ra que, para desempeñar dignamente la tarea de cele-brar sus acciones, no nos sea dado manejar la plumacomo Tácito, como Robertson o como Jenofonte, Mashabiendo merecido al cielo el beneficio inestimable dela amistad del grande hombre cuya pérdida lamenta

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hoy Colombia; habiendo tenido ocasión de estudiarleen muy distintas épocas de su vida, nos lisonjeamos depoder hacer justicia a la dignidad de su conducta comohombre público y a la generosidad de su corazón comohombre social. ¿Sería acaso posible que no hubiésemospenetrado en las profundidades de su alma, cuando letratamos tan de cerca bajo el dosel, en medio de loscuidados del mando y rodeado de todas las grandezasmundanales? ¿Cuando después de haber abdicado el po-der, le acompañamos en el convento de la Popa y, do-minando a un tiempo desde aquella eminencia las ex-tremidades del horizonte y la atmósfera de las pasioneshumanas, vimos explayarse su pensamiento gigantescoen la efusión de la confianza y del afecto, sobre lo pa-sado, lo presente y lo porvenir de Colombia? ••••¿Cuan-do no pudiendo sobreponerse su alma a las sospechasde sus conciudadanos, le vimos bajo un techo pajizo enlas inmediaciones de Cartagena, comenzando a lucharya con la muerte, que habian plantado en su pecho lacalumnia y la ingratitud?

Bolívar es un fenómeno en los anales de la humani-dad. Su nombre resplandecerá en los fastos de la civili-zación, cual resplandece el primer astro en la extensióndel firmamento. Brillará en ellos al lado de los geniosque el cielo envía de siglo en siglo a la tierra, para me-jorar la condición de las naciones. Madurado precoz-mente su entendimiento por el amor al estudio y por losviajes que emprendió en su juventud; poseyendo senti-mientos los más nobles; dotado de una imaginación defuego, que frecuentemente le transportaba más allá dela esfera de los sucesos comunes; al primer anuncio de

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las victorias de las huestes de Napoleón en España, selanzó con ardor en la carrera de la emancipación de Ve-nezuela. Desde aquel instante memorable se consagrótodo a quebrantar los grillos con que estaba aherrojadala América: digno émulo de Pelópidas, resolvió sacrifi-car por la libertad de la patria, reposo, regalo, fortunay hasta su vida misma. Desde aquel instante toda ellafue una serie no interrumpida de sentimientos heroicos,de combinaciones sublimes, de acciones portentosas.

Librada a la suerte de los combates la decisión de lagran cuestión que agitaba el continente americano, yhabiendo acudido la naturaleza en socorro de la tiraníapara que fuese sojuzgada la tierra de Venezuela, hubode buscar Bolívar un asilo en las murallas de Cartagenacontra la salia española, En las márgenes del Magdale-na, en esas mismas márgenes donde más tarde debíaterminar su carrera, comenzó en 1812 la de su gloria.De alli se lanzó después, cual nuevo Trasíbulo, a liber-tar a su país natal; y desenvolviéndose desde luégo todala energía de S11 carácter, acreditó con sus triunfos y susproeza~ en Cúcuta, los Taguanes y Araure, que era elhombre señalado por el dedo del Altísimo para regene-rar una parte muy considerable del mundo de Colón.

No tardó, sin embargo, la fortuna mudable en probarsu constancia y heroicidad. Luchando no sólo con lasuperioridad numérica de sus adversarios, sino tambiéncon la insubordinación, la apatía y el descontento delos mismos pueblos que pretendía emancipar, sucumbióen las infaustas jornadas de Cura, U rica y la Puerta; ycasi toda Venezuela volvió a ser el teatro de la vengan-za '1 del furor ibero,

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Refugiado otra vez en la Nueva Granada, sus servi-cios fueron útiles al congreso general de ella. Ya en vís-peras del asedio de Cartagena por Morillo, viendo queno le era permitido ser útil al país en las circunstanciasque mediaban, emigró a la isla de Jamaica, resuelto aesperar una coyuntura favorable para comenzar denuevo la guerra que en su corazón había jurado hacereternamente a los enemigos de la América. La Provi-dencia, que velaba sobre sus días, le salvó milagrosa-mente en Kingston de un puñal asesino que habían diri-gido sobre su pecho los secuaces de la España,

Rendida a continuación la heroica Cartagena por losestragos del hambre; empapada en sangre Venezuela;anegada la Nueva Granada de un diluvio de terror y deiniquidad; rodeados ambos países de cadáveres y' deruinas, determinó Bolívar preparar el renacimiento de lapatria. Zarpa de los Cayos con trescientos compañeros,que pudieran ser rivales de los compañeros de Leonidas,y da principio en Margarita al acto final de la revolu-ción de Venezuela. Desde los llanos de Casanare hastalas bocas del Orinoco, desde las montañas de Caracashasta las riberas del Apure, se traban cien combates:apréndese en las derrotas el arte de vencer; y si en laHogaza, la Puerta y Cumaná, la independencia no re-coge más que cipreses, en Guayana, Calabozo, en el Som-brero y en San Fernando se corona de abundantes lau-reles. Los soldados de la patria, desnudos, faltos de ar-mas, escasos de alimento, hacían milagros de consagra-ción y de heroísmo, acaudillados por Bolivar ,

N o bastaba, empero, que Venezuela comenzase a res-pirar el aura de la libertad, Las provincias ele la NUeV4

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Granada hacía tres años que gemían bajo un cetro debronce; clamaban al cielo por venganza; y escuchándo-las al fin el Padre de los humanos, mandó a Bolívar quelas redimiese.

N o luchó Alejandro con más dificultades, peligros yprivaciones para conquistar la India, que el caudillo ve-nezolano para satisfacer a la Nueva Granada su antiguadeuda de gratitud, arrancándola de la coyunda hispana.Atraviesa ríos caudalosos, llanuras inundadas, pára-mos helados: salva los llanos y los Andes; y después dehaber vencido a la naturaleza, triunfó completamentedel enemigo aguerrido y muy superior en número, enGámeza, Vargas, Bonza, y finalmente en la inmortaljornada de Boyacá. Levantáronse, en consecuencia, encasi todo el territorio granadino altares a la libertad.

Pero el resultado más benéfico de tan brillante campafia fue la unión en un cuerpo de nación de dos pue-blos, que estaban invitados a ello por sus más caros in-tereses. Tiempo hacía que el general Bolívar meditabaesta grandiosa obra, persuadido de que sólo por la com-pleta fusión de las dos partes podría adquirir el país im-portancia política y llegar a figurar en la escala de laspotencias civilizadas. El congreso de Angostura, com-puesto de los representantes de las provincias libres deNueva Granada y Venezuela, dictó la ley fundamentaly el 17 de diciembre de 1819 nació la república de Co-lombia, en medio de las antiguas selvas y de las vastassoledades del Orinoco,

Humillado el orgullo español hasta pactar con losque por espacio de tántos años había tratado de foraji-GOS y rebeldes, se firmó un tratado santo para la regu-

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larización de la guerra, y en Santa Ana se dieron Bolí-var y Morillo una mano amiga en nombre de la huma-nidad.

La victoria más completa coronó en los llanos de Ca-rabobo los esfuerzos del jefe colombiano; y purgado deenemigos casi todo el suelo de su patria, pudo marcharBolívar a romper las cadenas de los hijos del Ecuador.No fueron bastantes a impedir sus progresos ni el mor-tífero clima de Patía, ni las rocas inaccesibles del Jua-nambú y del Guáitara, ni la aguerrida Pasto. Triunfanteel Libertador en Bomboná, y Sucre en Pichincha, que-dó emancipado todo el Sur, y al cabo de trece años deuna lucha, en que habían corrido torrentes de sangre yacumuládose montones de osamentas, desde el río deCulebras hasta las bocas del Orino ca, y desde Túmbezhasta el Golfo Dulce, se presentó Colombia al mundo,unida, llena de héroes y colmada de gloria.

Mas como si todavía faltase algo a sus timbres e ilus-tración, los infortunios de un pueblo hermano obligan aBolívar a que vuele a segar nuevos laureles en los An-des del Perú. Bajo sus banderas, reúne soldados del Ríode la Plata, del Rímac, del Orinoco, del Magdalena:lucha con el desaliento y el desorden como con la con-fusión y la apatía; pugna con las facciones y la guerracivil, no menos que con la defección y con el españolenvalentonado y enrobustecido por las ventajas que ob-tuviera en Ica, Moquegua y el Callao. Desplegando ma-yor fuerza de alma cuanto más tremenda es la borras-ca, se retira a Pativilca y se encarga allí del papel deFabio, hasta que llega el momento de hacer el papel deAnibal, Escala entonces los Andes; afirman Bolívar y

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Sucre en Junín y Ayacucho la emancipación de todo elcontinente americano; los leones y las torres de Castillaceden el lugar a los colores de la independencia y de lalibertad, quedando humillados ante el valor y la peri-cia del Padre de Colombia los estandartes que tremolóPizarro cuando esclavizara la patria de los Incas.

Hasta aquí hemos visto al Hércules colombiano ate-rrando al león de Iberia. Examinemos ahora sus esfuer-zos como magistrado por echar sólidos cimientos al or-den público y sofocar la hidra de la anarquía.

Desde el principio de su carrera se pronunció Bolí-var por la causa de la libertad racional, y desestimó to-das las bellas teorí is que otros miraban como el últimolímite de los conocimientos gubernativos. Cual Salón,deseaba que se adoptasen, no las mejores leyes posi-bles, sino las más adecuadas al estado de la sociedadque había de recibirlas. I'ara él, la libertad era la solagloria del orden social. Pero el Libertador entendía porlibertad, no aquel deseo desenfrenado de poder que im-pele al demagogo o al ambicioso a trastornar lo existen-te y sobreponerse a todo, aunque sea a costa de la rui-na del edificio político; no aquel furor democrático queaspira a nivelarlo y a innovarlo todo; no aquella voce-ría que denigra y calumnia infundada, escandalosa ymalignamente a todo magistrado, y aun a cualquierciudadano que opone un dique al torrente devastadorde la licencia popular y a las aspiraciones y a los dis-turbios, sino aquella facultad de hacer todo cuanto noperjudique a otro, todo lo que no esté prohibido porlas leyes; aquel derecho de participar del gobierno o devigilar lo que concedan las mismas leyes; aquella corn-

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pleta seguridad que en toda sociedad bien organizadadebe disfrutar el más ínfimo ciudadano en su individuo,en su industria y en su pensamiento. Desechó, por tanto,el republicanismo desenfrenado de nuestros nacienteshombres de estado, que proclamaban como el primerode los dogmas políticos la primera de las quimeras enlo físico y moral, la igualdad de los niveladores. El opi-naba que en una asociación constituida conforme a losdictados de la razón, no debe existir otra igualdad quela del punto de partida, la cual permite a cada uno co-locarse según su mérito y su utilidad. Era también desentir que no debe hablarse jamás a las pasiones paraponer en movimiento una masa inerte, incapaz de juz-gar por sí, insensible por su falta de virtudes y de cono-cimientos a las ventajas de una constitución libre, indi-ferente a todo cuanto concierne a la cesa pública, y queno conoce ni sus derechos ni sus deberes. El creía quedebía limitarse a ciertos actos el derecho de que todaslas clases participaran indistintamente en la interven-ción de los negocios de la comunidad, pues de lo con-trario se suscitarían a cada paso borrascas de la más tur-bulenta democracia.

Su talento e instrucción le hicieron conocer desde elprimer momento de la regeneración americana, que nopermitían la adopción. del sistema federativo en estos paí-ses, ni la ilustración, ni los hábitos ni los recursos de unapoblación como la nuestra, derramada en desiertos in-mensos, dividida en clases heterogéneas difíciles demanejar, separada en intereses, viciada por la supersti-ción, degradada por la tiranía y encenagada en la igno-rancia. Bolívar juzgaba que habiendo nacido y vividobajo las leyes de España; saliendo de pronto del despo-

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tismo más absoluto; careciendo de toda luz y prácticaen el modo de conducir los negocios; no existiendo elmenor espíritu de libertad; no conociéndose ninguna delas salvaguardias sociales, no poseíamos ninguno de loselementos de la federación, y no estábamos, por consi-guiente, en el caso de tomar por modelo a los EstadosUnidos de América, cuyos legisladores habían acomo-dado juiciosamente sus instituciones al estado de cosasexistente en la época en que las adoptaron.Consecuente a estos principios, cuando se reunió en

febrero de 1819 el congreso de Angostura, al dimitirel mando supremo, sometió a las luces de aquel cuerpoun proyecto de constitución. El discurso con que loacompañó contiene consideraciones profundas sobre lacausa de los males que nos habían afligido, reflexionesjuiciosas sobre la condición de nuestros pueblos, e in-dicaciones luminosas para la estabilidad del porvenir.Deseando, como verdadero hombre de estado, servir alpueblo antes que adularle, se expuso noblemente a ofen-der a las ideas dominantes, a trueque de hacer un bienduradero a su país. Habiendo sido testigo de los bene-ficios que la estabilidad de ciertas funciones públicas yla permanencia de las instituciones producían en la tie-rra clásica de la libertad y del orden, propuso un go-bierno vigoroso que, como el de la Gran Bretai'l.a, des-plegase los socorros tutelares de un poder que contu-viera en el estado la fiebre democrática; de un gobiernoque poseyese la energía necesaria para enfrenar la am-bición; de un gobierno que estuviese sostenido por unsenado hereditario, por una aristocracia constitucional,donde brillasen la riqueza, el talento, la gloria, la no-bleza de carácter; donde se reuniesen, en suma, todas

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las grandes ilustraciones cívicas, militares, eclesiásticase industriales. El Libertador anhelaba que se levantaseen Colombia un edificio a la libertad racional y a la es-tabilidad, inseparables de su grandeza y prosperidad.Mas como se adelantaba tánto a sus conciudadanos, és-tos concibieron que muchas de sus ideas eran atentato-rias a los derechos que creían haber leído en el gran li-bro de la creación; y así las repugnaron. Si, por el con-trario, las hubiesen acogido, se habría dado un paso gi-gantesco hacia la mejora de nuestra sociedad, y se hu-bieran evitado a Colombia los graves males que la hanaquejado y que la han conducido a la dolorosa agoníaen que hoy la vemos luchando.

Sus esfuerzos fueron también ineficaces en gran parteen el congreso de Cúcuta, Los legisladores desoyeronla voz de quien tenía ideas tan exactas sobre la natura-leza y atribuciones a la autoridad, no menos que sobrelos deberes de los pueblos. Bolívar, que no vivía en unmundo de ilusiones, que no creía en el optimismo po-lítico y que estaba persuadido de que a la edad dehierro, que aún no había transcurrido, no podía suce-der inmediatamente el siglo de oro de la perfección so-cial; Bolívar quería que las instituciones fuesen adapta-das a nuestro estado intelectual y a nuestros hábitosantiguos; que se conservase el equilibrio debido entrelos altos poderes constitucionales y no se debilitara laacción del gobierno.

Por no haberse seguido sus consejos y por I:¡ complicación de otros sucesos de que no nos incumbe ha-blar, no tardaron en sentirse los efectos de la imprevi-sión con que se había procedido. Mientras el Liberta-dor paseaba en triunfo hasta la cima del Potosi los pen_

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dones de Colombia; en tanto que fundaba allá una nue-va república, y a solicitud suya la daba leyes; mientrasque pretendidos sabios y hombres de estado halagabansu ardiente imaginación con el gigantesco pero imprac-ticable proyecto de la unión de Colombia, Bolivia yel Perú; mientras se congregaba en Panamá el efímeroconsejo anfictiónico de los estados americanos, el omi-noso alzamiento de Valencia y los actos ilegales que sesiguieron en el oriente de la república pusieron en uninstante de manifiesto la debilidad de los cimientos quenuestros arquitectos políticos habían dado al gobiernode Colombia.

En aquella época de tristísima recordación se vio eltrastorno más completo de todos los principios. Difún-dense el malestar, la desconfianza y el temor por el ám-bito del estado; desconócese con escán dalo todo freno,toda autoridad; la bancarrota asoma su horrendo ros-tro; truena a lo lejos el cañón fratricida; el ángel exter-minador tenía ya su brazo alzado sobre Colombia, yestaba pronto a sumergirla en el caos de que la sacaranlos esfuerzos de tántos varones ilustres. N o estaba, porcierto, la Francia reducida a tan lastimosa situacióncuando volvió Napoleón de Egipto.

Pero Bolívar había recibido de lo Alto la misión deapaciguar las discordias. Llega a Guayaquil con un ra-mo de olivo en lB mano, y apenas pisa el suelo de lapatria cuando comienzan a serenarse las turbaciones.Despejado el horizonte en Cundinamarca a influjo desus medidas salvadoras, marcha en seguida a Venezuela,donde por todas partes asomaban el encono y la dis-cordia, y al rayar el afio de 1827, sin que se derramarauna sola !?ota de sangre, en medio de la relajación de

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todos los vínculos sociales, infunde nuevo espíritu devida a Colombia exhausta y moribunda. Sométese todoa su autoridad; la república se conserva integro; serestablece el orden legal. Pasaron, en fin, y hasta se ol-vidaron los días de dolor.

Aun antes de convocarse y de reunirse la gran con-vención de Ocaña para remediar las necesidades de lapatria, fue puesta a más duras pruebas la fuerza de almadel Libertador. Desencadenáronse contra él todas laspasiones; la escandecencia de los ánimos llegó a su col-ma; las furias se apoderaron de las prensas; la indisci-plina, la ambición y el liberalismo se conjuraron paraacabar con la república y con su fundador. Colombia yBolívar se encontraban sobre un volcán, que abría acada momento nuevos cráteres.

Hollada y vilipendiada la constitución que nos re-gía, disuelta aquella asamblea sin haber podido hacerel bien, de todos los puntos del estado se creyó deberconferir plenitud de facultades al Libertador para quesalvase a Colombia. Qué digo, en la extraordinaria des-organización que amagó, los pueblos se arrujaron todosen sus brazos, sin precaución, sin poner límite algunoa su autoridad. La república quedara en orfandad siBolívar no se hiciera cargo de sus negocios; pero quienen tántas veces se había ofrecido en holocausto en lasaras de la patria, no podía ser indiferente a su suerte.Tomó sobre sí la enorme responsabilidad que las cir-cunstancias y la voluntad nacional exigían; y fue asíotra vez el ángel custodio de Cclornbia,

Atento, sin embargo, a lo que demanda el espíritudel siglo, solícito de su propia reputación y dictadorsin ejemplo, limitó su propio poder promulgando el de-

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creto orgánico, y convocó la representación nacionalpara 1830. Mas, en el intervalo entre estos dos actos, seintentó el crimen atroz de asesinar al padre de la patria,siendo cómplices de tamaña iniquidad algunos que, co-mo Bruto a César, debían a Bolívar mil consideracionesy aun gratitud personal. Salvado el Libertador milagro-samente, jamás se recobró después de la impresión queen él produjo tan horrendo atentado, íntimamente con-vencido de que se había manejado en toda su conduc-ta pública con el más sublime desprendimiento, con eldesinterés más noble y el más acendrado patriotismo,persuadido de que en el ejercicio de la suprema auto-ridad había procedido siempre con la última dulzura yclemencia, no pudo obviar nunca que se había llevadoel desafuero al extremo de atentar a sus días, y que pu-do haber pasado a la posteridad con la nota más horri-ble a sus ojos: la de tirano. Desde la malhadada nochedel 25 de septiembre de 1828, todos los resortes del al-ma magnánima de Bolívar quedaron rotos; desde aque-lla noche perdió gran parte de su entereza y de su vi-gor mental.

Ahogada la guerra civil que asomó en Popayán, yterminada la del Perú del modo más glorioso para Co-lombia, se reunió el congreso constituyente, compuestode diputados de toda ella, en circunstancias de haberdado Venezuela al mundo el escándalo de un alzamien-to infundado. En esta gran crisis fue donde más se notó la decadencia de ánimo del Libertador. Si él hubie-se poseído su energra primitiva habría marchado contralos facciosos; y a favor de la tranquilidad de que aúngozaba la Nueva Granada, y sostenida a la sazón porla influencia del congreso, apenas cabe duda de que

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hubiera reducido los alzados a su deber. En vez de se-guir en esta parte los dictados de la razón y los conse-jos de la amistad, se sobresaltó con la idea de que pu-diera atribuírse su resolución a las sugestiones de laambición, o al deseo de satisfacer venganzas personales,y permaneció en inacción. Acosado por las sospechasde los que le suponían miras de perpetuarse en el man-do; queriendo probar si podría desarmar a la calumnia; .anhelando que la nación ensayase otro piloto en la ho-rrible tempestad que rugía sobre Colombia, cuando yael congreso estaba para concluír sus trabajos e iba aproceder al nombramiento de los altos funcionarios, elLibertador se obstinó en hacer dimisión de la supremaautoridad, y empeñó a sus mejores amigos a que le exo-nerasen de la primera magistratura. Si Bolívar hubiesesido electo presidente, como indudablemente habríasucedido sin su propia resistencia, la revolución de Ve-nezuela no habría progresado en los términos que he-mos visto; no se habría segregado indebidamente el Sur;no hubieran tenido lugar los acontecimientos del Cen-tro' y se habrían evitado a Colombia el deshonor y lascalamidades de que se ha cubierto. Empero, el Temis-tocles colombiano creyó que debía retirarse de la esce-na política; y con efecto, se retiró de ella para siempre.

Pasó a Cartagena con la intención de embarcarsepara Inglaterra y salir de una tierra donde sus servi-cios no habían sido apreciados justamente. Mas las au-toridades y todo cuanto había de respetable en la ca-pital del Magdalena se esforzaron en persuadir al Li-bertador que el bien común exigía su permanencia enel país: cedió con repugnancia a la solicitud de sus ami-gos, como si presintiese su destino, y toda Cartagena y

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todo el Departamento son testigos de la pureza, de lointachable de su conducta, durante el tiempo de su re-sidencia allí.

También ha presenciado la nación su resistencia areasumir 11; autoridad que le confiaron todos los pue-blos desde Pasto hasta Santa Marta y desde Panamá aBuenaventura, a fin de que enfrenase la demagogia,restableciese la concordia y cimentara la integridad na-cional. A vista de la religiosidad con que el Libertadorha cumplido sus promesas, cuando es constante que enlos últimos ocho meses de su vida ha mostrado comociudadano el más profundo respeto a la ley, ¿será posi-ble que aún no enmudezcan y enmudezcan por siemprela negra envidia y la vil calumnia?

El hombre ha perseguido siempre en su semejantetodo aquello que podía eclipsársele y ens alzar a la es-pecie; no han evitado sus tiros la virtud y el talento.Luégo que el Libertador dimitió el mando quedó justi-ficado el famoso dicho de Sila el día de su abdicación.No hubo insulto ni calumnia, por atroces, por infunda-dos que fuesen, que no le prodigasen ciertas personas.Plumas que en otro tiempo se emplearon en celebrarlas glorias de Colombia y de Bolívar se ocupaban aho-ra en fomentar la disociación del estado y en aplaudirtodos los hechos criminales de los asesinos de éste y delos de aquélla. No de otra manera los mármoles quehabían servido para honrar a Trajano, defensor y con-servador del imperio romano, sirvieron después paraerigir arcos triunfales al que, dividiéndolo, había prepa-rado su decadencia y su ruina.

Minada la salud de Bolívar por tánta ingratitud e in-justicia; profundamente herido en su delicadeza por el

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inicuo ostracismo que decretó el Congreso de Venezue-la, no le fue posible resistir más tiempo a ultrajes tama-fías. En vano le prodigaron sus amigos y todos los pa-triotas honrados del Magdalena cuantos consuelos ca-bían en la esfera de lo posible. Agotadas ya hasta lasúltimas heces del cáliz de amargura, expiró el 17 de di-ciembre, a los cuarenta y siete años y medio de su edad,conservando hasta su instante postrero la serenidad yla pureza de alma de Sócrates; perdonando noblementea los que le persiguieron hasta los umbrales del sepul-cro; recomendando a todos los ciudadanos la obedien-cia al gobierno actual de Colombia; encareciendo lanecesidad de conservar la unión, y sin haber desmenti-do ni aun en su hora final una vida tan bella. En elhermoso pasaje del sueño de Escipión, pretende el pa-dre de la elocuencia romana que etodos los que hubie-ren salvado, defendido o engrandecido su patria, tienenen el cielo un lugar cierto y prefijado, donde deben go-zar de eterna felicidad". Si Cicerón fuera contemporá-neo nuéstro, no vacilaría un momento en afirmar queBolívar habita la mansión de los justos.

Por una coincidencia singular, él ha fallecido precisa-mente el día en que la república contaba su undécimoaniversario. ¡Quiera el padre de las naciones que en lamisma tumba que se ha abierto para el fundador, nosean sepultados también la gloria, el honor y la existen-cia de Colombia!

Si como guerrero y como :magistrado tenía Bolívartántos derechos al respeto público, como hombre socialno era menos digno del aprecio, de la consideración y

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afecto de cuantos le trataban. Nadie era admitido a suint.midad sin ser completamente sojuzgado y seducidopor la dignidad de su trato, por la afabilidad y la finu-ra de sus modales. Su comunicación estaba llena de en-cantos. Cada excursión que hacía en el territorio de lafilosofía, de la política, de la moral o de la literatura,era materia de instrucción y de recreo. Su facilidad paraexpresarse igualaba la elegancia y cultura de su lengua-je. Profundamente versado en la historia, hablaba consingular propiedad de todo cuanto ha brillado en sus pá-ginas; imperios, ciudades, monumentos, instituciones,nombres, todo estaba clasificado admirablemente en sumemoria prodigiosa. Habiendo registrado las accionesy las ideas de los pueblos que fueron, y visitado la ma-yor parte de los pueblos cultos que son, había recogidograndes verdades de orden social, y lecciones sumamen-te útiles sobre la vida de las naciones.

Generoso en demasía, quemó en un solo día mil titu-los de opresión, dando libertad a todos sus esclavos; yha muerto dejando muy disminuida su herencia pater-na. Bondadoso en extremo, ha perdonado muchos cri-minales, faltando a lo que demandaban la común tran-quilidad y la justicia social. Cortés con sus inferiores,si alguna vez se mostraba impaciente, y aun irascible,como sucede a casi todo hombre de ingenio trascenden-te, luégo recobraba su serenidad, y sintiendo vivamentelo que pudiera haber hecho sufrir a los que lo rodea-ban, trataba de repararlo. Dotado de una gran docili-dad, escuchaba atentamente a las personas que mere-cían su confianza, y seguía con frecuencia su dictamen,aun sacrificando la opinión propia. Sabiendo conciliarla religión con la tolerancia, ni fue fanático, ni fue im-

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pío. Buen pariente, amigo consecuente, dadivoso, elLibertador hacía las delicias de cuantos tenían relacióncon él. Dominado por una ambición desmedida de glo-ria, era muy delicado sobre todo cuanto podía ofuscarla que ya había adquirido; se irritaba fácilmente en to-cando a ella, y no había sacrificio que no estuviese dis-puesto a hacer para conservarla inmaculada.

Colombia, la América y el orbe civilizado, necesita-ban todavía por largos anos de los servicios de aquelque había emancipado medio mundo. Su poderoso auxi-lio era necesario en el país que libertó, para enfrentara un tiempo la ambición, la licencia y la demagogia; ycomo las sociedades humanas están más o menos liga-das en sus destinos por la comunicación que han intro-ducido entre ellas la civilización y el comercio, sus es-fuerzos para promover la causa de la libertad racionalde Colombia no habrían sido probablemente inútiles ala causa de la humanidad.

Mas cuando el buen sentido de sus compatriotas y laimperiosa voz del interés nacional le habían designadocomo el salvador de la patria; cuando haciendo justiciaa sus virtudes cívicas, le volvían a llamar al timón delos negocios, la Providencia tuvo a bien llevarle a otromundo mejor, sea que quisiese ahorrarle nuevos sinsa-bores, o que juzgase que era demasiada gloria para unsolo mortal el haber libertado y fundado tres estados, yel consolidar la existencia de Colombia y sus libertadespúblicas. Al fallecimiento de Bolívar, se halla el univer-so en un estado de agitación, cuyo termina no es fácilprever: como si el orbe moral y político debiera trastor-narse con el vacío que en él dejara el Libertador, ve-mos que su muerte ha sido precedida o acampanada de

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acontecimientos extraordinarios: bambolean los tronos;cámbianse las dinastías; sucédense las ínstitucíoness ;todo sale de quicio. En cuanto a Colombia, toda elladebiera vestir traje funerario, pues jamás iluminó en suhorizonte el sol escena más sombría. Nada ha debilita-do tánto las esperanzas de los amantes de su bien,como el saber que está extinguido aquel brillante me-teoro, que en su rápido tránsito sobre la tierra ha deja-do vestigios tan luminosos.

La posteridad ha comenzado ya para Bolívar; y sumemoria debe ser cara como el interés, sagrada como elhonor. Los patriotas honrados de todos los partidos de-bieran acudir a la tumba del Libertador de Colombia;y sobre la losa fría que cubre sus cenizas venerandas, de-poner las animosidades y los odios contemporáneos.¡Cuán honroso sería que en esta solemne circunstancia,nos penetrásemos todos de un solo sentimiento! ¡Quetomásemos a Colombia por guía en la tempestad queruge sobre nuestras cabezas! ¡Que fuese Colombia el fa-nal que alumbrara a todos los ciudadanos sobre susdeberes y los encaminase al puerto de la unión!

¡Y tú, Bolívar, ángel tutelar de esta tierra que por tusesfuerzos libertaste, desde la mansión donde reposas,cúbre a la patria con tus alas! Infúnde tu espíritu a tushijos! Feliz yo si al dulce rocío de las alabanzas que tusbellas acciones han arrancado a la verdad y a la justi-cia, creciesen las virtudes de los hijos de la noble Co-lombia, cual crecen las plantas al rocío benéfico delcielo!