8 urbanidad de carreno

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    Manual de Buenas maneras y Urbanidad de Carreo

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    Manuel Antonio Carreo Muoz naci en Caracas,Venezuela en el ao 1812, fue Msico, pedagogo y diplomtico

    venezolano, falleci en Pars, Fran cia el 4 de septiembre de

    1874). Hijodelmsico Cayetano Carreo Rodrguez (maestrodecapilladelacatedralde Caracas) y Marade Jess Muoz.

    En su hogar l y sus hermanos obtuvieron una slida

    formacin cultural y musical, lo cual les permitira destacar

    como excelentes ejecutantes y compositores. Desde jovenManuel Antonio mostr una gran vocacin por la pedagoga, lo

    que lo llevara a fundar el 1 de septiembre de 1841, el colegio

    Roscio, queconeltiempollegagozarde ungranrenombreenCaracas. Fuesobrinode Simn Narciso Carreo Rodrguez,mejor

    conocido como Simn Rodrguez, el insigne maes tro delLibertador Simn Bolvar.

    Msico y pedagogo,clebre porsu Manualdeurbanidad ybuenas costumbres. fue fundador del colegio Roscio y padre de

    la pianista Teresa Carreo.

    A finales de 1853 naci su hija Mara Teresa y desde

    entonces, Manuel Antonio Carreo se dedic a su educacinmusical. Para ello escribi 500 ejercicios para piano, los cualesabarcaban todos los aspectos pedaggicos y tcnicos para el

    aprendizajedelinstrumento.

    Como parte de su trabajo como educador, tradujo con lacolaboracin del doctor Manuel Mara Urbaneja, el Catecismo

    razonado, histrico y dogmtico del abate Thriou, y la

    Introduccin al mtodo para estudiar la lengua latina de J.L.Burnouf.Ministro de Relaciones Exteriores (14.5.1861), en

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    agostodelmismoaoesdesigna doministrode Hacienda (1861-

    1862).

    Noobstantedebidoalainestabilidad poltica quese viva

    en Venezuela como consecuencia de La Guerra Federal, decideabandonarsucargo y marcharsealexteriorenbuscademejores

    condiciones paraeldesarrolloartsticodesu hija. Entalsentido,el 23 de julio de 1862 parten juntos a Nueva York, donde viven

    unos aos hasta que parten a Pars. En la capital francesaCarreo se desempe como profesor de piano, lograndoalcanzarciertanotoriedad.

    En 1853, public por entregas el Manual de urbanidad y

    buenas costumbres,obra quele vali ungranreconocimiento y

    fama. Dichotexto, hasidoreeditadonumerosas vecesenmuchos

    pases de Latinoamrica y fue un libro de referencia

    fundamental para diversas generaciones venezolanas y es muyledoenlaactualidadentodoelmundo;

    El 14 de marzo de 1855, el Congreso Nacional acord larecomendacin especial para el uso de esta obra. El Manual debuenas costumbres y modales por entregas que tuvo una gran

    acogida.

    Con el nacimiento de su hija, Teresa en 1853 escribi 500ejercicios paraelaprendizajedel piano paraella.

    DEBERES MORALES DEL HOMBRE

    DE LOS DEBERES PARA CON DIOS

    Bastadirigirunamiradaal firmamento,oacualquierade

    las maravillas de lacreacin y contemplar instante los infinitosbienes y comodidades que frece la tierra, para concebir desde

    luego la sabidura y grandeza de Dios, y todo lo que debemosamor,asubondad y asumisericordia.

    Enefecto, quinsino Dios hacreadoelmundo y g obierna,

    quin ha establecido y conserva es. orden inalterable con queatraviesa los tiempos la masa formidable y portentosa delUniverso, quin vela incesantemente por nuestra felicidad y la

    de todos los objetos que nos son queridos en la tierra, y por

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    ltimo quin sino l puede ofrecernos, y nos ofrece, la dicha

    inmensadelasalvacineterna? Smosle, pues,deudoresdetodo

    nuestro amor, de toda nuestra gratitud, y de la ms profundaadoracin y obediencia; y en todas las situaciones de la vidaenmediodelos placeresinocentes quesumanogenerosa derrama

    en el camino de nuestra existencia, como en el seno de ladesgracia con que en los juicios inescrutables de su sabidura

    infinita prueba a veces nuestra paciencia y nuestra fe, estamosobligados a rendirle nuestros homenajes, y a dirigirle nuestros

    ruegos fervorosos, para que nos haga merecedores de susbeneficios en el mundo, y de la gloria que reserva a nuestras

    virtudesenel Cielo.

    Dioseselser querenelainmensidaddela grandeza y de

    la perfeccin; y nosotros,aunquecriaturas suyas y destinadosagozarle portodaunaeternidad,somosunos seresmuy humildeseimperfectos;ases quenuestrasalabanzasnada puedenaadira sus soberanos atributos. Pero El se complace en ellas y las

    recibe como un homenaje debido a la majestad de su gloria, y

    como prendasdeadoracin y amor queelcoraznleofreceenlaefusin de sus ms sublimes sentimientos, y nada puede, por

    tanto, excusarnos de dirigrselas. Tampoco nuestros ruegos le

    pueden hacer ms justo, porque todos sus atributos son

    infinitos, ni por otra parte le son necesarios para conocernuestrasnecesidades y nuestrosdeseos, porque El penetraenlo

    ms ntimo de nuestros corazones, pero esos ruegos son unaexpresin sincera del reconocimiento en que vivimos de que

    El es la fuente de todo bien de todo consuelo y de toda

    felicidad, y con ellos movemos su misericordia, yaplacamos laseveridad de su divina justicia, irritada por nuestras ofensas,

    porque Eles Diosdebondad y subondadtampocotienelmites.

    Cun propio y naturalnoes queelhombresedirijaasu Creador,le hable de sus penas con la confianza de un hijo que habla al

    padremstierno y amoroso,le pidaelaliviode susdolores y el

    perdnde sus culpas, y conunamirada dulce y llena de uncin

    religiosa, le muestra su amor y su fe como los ttulos de suesperanza! As al acto de acostarnos como al de levantarnos,

    elevaremos nuestra alma a Dios; y con todo el fervor de un

    corazn sensible y agradecido, le dirigiremos nuestrasalabanzas, le daremos gracias por todos sus beneficios y le

    rogaremosnoslossigadispensando. Le pediremos pornuestrospadres, por nuestras familias, por nuestra patria, por nuestros

    bienhechores y amigos, as como tambin por nuestros

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    enemigos, y haremos votos porla felicidaddelgnero humano, y

    especialmente porel consuelo de los afligidos y desgraciados, y

    poraquellasalmas queseencuentrenextraviadasdelasendadela bienaventuranza. Y recogiendo entonces nuestro espritu, yrogando a Dios nos ilumine con las luces de la razn y de la

    gracia, examinaremos nuestra conciencia, y nos propondremosemplear los medios ms eficaces para evitar las faltas que

    hayamos cometido en el transcurso del da. Tales son nuestrosdeberesalentregarnosalsueo, y aldespertarnos,en loscuales,

    ademsdelasatisfaccinde habercumplidocon Dios y de haberconsagrado un momento a la filantropa, encontraremos la

    inestimable ventaja de ir diariamente corrigiendo -nuestrosdefectos,mejorandonuestracondicinmoral y avanzando enelcaminodela virtud, nico queconduceala verdaderadicha. Es

    tambin un acto debido a Dios, y propio de un corazn

    agradecido, el manifestarle siempre nuestro reconocimiento allevantarnosdelamesa. Sinuncadebemos olvidarnosdedarlasgraciasala persona de quienrecibimosunservicio por pequeo

    que sea, con cunta ms razn no deberemos darlas a la

    Providencia cada vez que nos dispensa el mayor de losbeneficios,cualeselmediodeconservarla vida?

    En los deberes para con Dios se encuentran refundidos

    todoslosdeberessociales y todaslas prescripcionesdelamoral;ases queelmodelodetodaslas virtudes,el padre msamoroso,

    el hijomsobediente,elesposoms fiel,elci udadanoms tilasu patria... Yala verdad, culeslaley humana,cu lel principio,cullaregla queencaminealos hombresalbien y losapartedel

    mal, quenotengasuorigenenlos Mandamientosde Dios, enesaley delasleyes,tansublime y completacuantose ncilla y breve?

    Dnde hay nada msconformeconelorden quedebereinarenlasnaciones y enlas familias,conlosdictadosdelajusticia,conlos generosos impulsos de la caridad y la noble beneficencia, y

    con todo lo que contribuye a la felicidad del hombre sobre latierra, que los principios contenidos en la ley evanglica?

    Nosotros satisfacemos el sagrado deber de la obediencia a Diosguardando fielmentesusleyes, y las quenuestra San ta Iglesia ha

    dictadoenelusolegtimodeladivinadelegacin queejerce; y es

    ste al mismo tiempo, el medio ms eficaz y ms directo paraobrar en favor de nuestro bienestar en este mundo, y de la

    felicidad quenosesperaenelsenodelagloriacelestial. Peronoesestotodo: los deberesde quetratamosnosecircunscribena

    nuestrasrelaciones internas con la Divinidad. El corazn

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    humano, esencialmente comunicativo,siente una inclinacin

    invencible a expresar sus afectos por signos y demostraciones

    exteriores. Debemos, pues, manifestar a Dios nuestro amor,nuestragratitud y nuestra adoracin, con actos pblicos que, almismo tiempo que satisfagan nuestro corazn, sirvan de un

    saludableejemploalos quenosobservan. Ycomoesel templolacasa del Seor, y el lugar destinado a rendirle nuestros

    homenajes, procuremos visitarlo con la posible frecuencia,manifestando siempre en l toda la devo- cin y todo el

    recogimiento que inspira tan sagrado recinto. Los sacerdotes,ministros de Dios sobre la tierra, tienen la alta misin de

    mantener el culto divino y de conducir nuestras almas por elcamino de la felicidad eterna. Tan elevado carcternos imponeeldeberderespetarlos y honrarlos,oyendosiemprecon inters

    y docilidad los consejos con que nos favorecen, cuando en

    nombre de su divino maestro y en desempeo de su augustoministerionosdirigesu vozdecaridad y de consuelo. Grandeessin duda la falta en que incurrimos al ofender a nuestros

    prjimos,sean stos quienes fueren; perotodavaesmuchoms

    grave ante los ojos de Dios la ofensa dirigida alsacerdote, puescon ella hacemos injuria a la Divinidad, que le ha investido con

    atributos sagrados y le ha hecho su representante en estemundo. Concluyamos, pues, el captulo de los deberes para conDios, recomendando el respeto a los sacerdotes, como una

    manifestacindenuestrorespetoa Diosmismo, y comounsigno

    inequvocodeunabuenaeducacinmoral, y religiosa.

    DE LOS DEBERES PARA CON LA SOCIEDAD

    Deberes para con nuestros padres

    Los autores de nuestros das, los que recogieron y

    enjugaronnuestras primeraslgrimas,los quesobrellevaron. las

    miserias e incomodidades de nuestra infancia, los que

    consagraron todos sus desvelos a la difcil tarea de nuest raeducacin y a labrar nuestra felicidad, son para nosotros los

    seresms privilegiados y venerables queexistensobrelatierra.

    Enmediodelasnecesidadesdetodo gneroa que,sindistincinde personas ni categoras, est sujeta la humana naturaleza,

    muchas puedenserlasocasionesen queun hijo hayade prestarauxiliosasus padres,endulzarsus penas y aun hacersacrificiosa su bienestar y a su dicha. Pero podr acaso llegar nunca a

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    recompensarles todo lo que les debe?, qu podr hacer que le

    descargue de la inmensa deuda de gratitud que para con ellos

    tiene contrada? Ah!, los cuidados tutelares de un padre y unamadre son de un orden tan elevado y tansubl ime, son tancordiales, tan desinteresados, tan constantes, que en nada se

    asemejan a los dems actos de amor y benevolencia que nosofrece el corazn del hombre y slo podemos verlos como una

    emanacindeaquelloscon quela Providen ciacubre y protegeatodoslosmortales. Cuando pensamosen elamordeunamadre,

    en vano buscamos las palabras con que pudiera pintarsedignamenteesteafectoincomprensible,deextensininfinita,de

    intensidad inexplicable, de inspiracin divina; y tenemos queremontarnosenalasdelms puroentusiasmo hastaencontraraMara al pie de la cruz, ofreciendo en medio de aquella

    sangrienta escena el cuadro ms perfecto y ms pattico del

    amor materno. S!, all est representado este sentimientocomo les,allestdivinizado; y allestconsagradoel primerodelosttulos que hacendelamujerunobjetotandi gno y ledan

    tantoderechoa Laconsideracindel hombre!

    El amor y los sacrificios de una madre comienzan desde

    que nos lleva en s u seno. Cuntos son entonces sus

    padecimientos fsicos, cuntas sus privaciones por conservar la

    vidadel hijo quelanaturaleza haidentificadoconsu p ropioser,y a quien ya ama con extremo antes de que sus ojos le hayan

    visto! Cunto cuidado en sus alimentos, cunta solicitud yesmero en todos los actos de su existencia fsica y moral, porfundar desde entonces a su querida prole una salud robusta y

    sana,una vidasin dolores! El padrecuidadesuesposa conmsternura que nunca, vive preocupado de los peligros que la

    rodean, la acompaa en sus privaciones, la consuela en sussufrimientos, y seentregaconellaa velar poreldulce frutodesuamor. Y en medio de la inquietud, y de las gratas ilusiones que

    presentaestecuadrodetemor y de esperanza,esms quenuncadignodenotarsecunajenossondeun padre y deunamadrelos

    fros y odiosos clculos del egosmo. Si el hijo que esperan seencuentra tan distante de la edad en que puede serles til; si

    para llegar a ella les ha de costar tantas zozobras, tantas

    lgrimas y tantos sacrificios;si unatempranamuerte puede,enfin,llegaraarrebatarloasucario haciendoinfructuosostodos

    suscuidadoseilusoriastodassusesperanzas, qu habr quenosea noble y sublime en esa ternura con que ya le aman y se

    preparan a colmarle de caricias y beneficios? Nada ms

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    conmovedor,nada msbello, y ninguna pruebams brillantede

    que el amor de los padres es el afecto m s puro que puede

    albergarenelcorazn humano.

    Nace al fin el hijo, a costa de crueles sufrimientos, y suprimerasealde vidaes ungemido,comosieldestinoasistiera

    allarecibirleensus brazos,aimprimirensu frente elsellodeldolor que ha deacompaarle en su peregrinacin de lacuna al

    sepulcro! Los padres lo rodean desde luego, le saludan con elsculo de bendicin, le prodigan sus caricias, protegen sudebilidad y su inocencia y all comienza esa serie de cuidados

    exquisitos, de contemplaciones,condescendencias y sacrificios,que triunfan de todos los obstculos, de todas las vicisitudes y

    aun de la misma ingratitud, y que no terminan sino con la

    muerte. Un Nuestros primeros aos roban a nuestros padrestoda su tranquilidad y los privan a cada paso de los goces ycomodidadesdela vidasocial. D uranteaquel perododenuestrainfancia en quela naturaleza nosniegalacapacidad deatender

    por nosotros mismos a nuestras necesidades, y en que,

    demasiadodbilesei mpresionablesnuestrosrganos,cualquierligero accidente puede alterar nuestra salud y an

    comprometerla para siempre, sus afectuosos y constantes

    desvelos suplen nuestra impotencia y nos defienden de los

    peligros que portodas partesnosrodean. Cuntasinquietudes,cuntas alarmas, cuntas lgrimas no les cuestan nuestras

    dolencias! Cunta vigilancia no tienen que poner a nuestraimprevisin! Cun inagotable no debe ser su paciencia paracuidar de nosotros y procurar nuestro bien, en la lucha abierta

    siempre con la absoluta ignorancia y la voluntad caprichosa yturbulentadelos primerosaos! Cuntaconsagracin,en fin, y

    cuntoamor para haberde conducirnos porentretantosriesgos

    y dificultades, hasta la edad en que principia a ayudarnosnuestrainteligencia!

    Apenasdescubrenennosotros un destello derazn, ellos

    se apresuran a dar principio a la ardua e importante tarea de

    nuestra educacin moral e intelectual; y son ellos los queimprimen en nuestra alma las primeras ideas, las cuales nos

    sirven de base para todos los conocimientos ulteriores, y de

    norma paraemprenderelespinosocaminodela vida.

    Su primer cuidado es hacernos conocer a Dios. Qu

    sublime, qu augusta, qu sagradaapareceentonceslamisindeun padre y de una madre! El corazn rebosa de gratitud y de

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    ternura, al considerar que fueron ellos los primeros que nos

    hicieron formar idea deeseser infinitamentegrande, poderoso

    y bueno, ante e l cual se prosterna el universo entero, y nosensearon a amarle, a adorarle y a pronunciar sus alabanzas.Despus que nos hacen saber que somos criaturas de ese ser

    imponderable,ennoblecindonosasante nuestros propiosojosy santificando nuestro espritu, ellos no cesan de

    proporcionarnos conocimientos tiles de todo gnero, con loscuales vamos haciendo el ensayo de la vida y preparndonos

    paraconcurriraltotaldesarrollodenuestras facultades.

    En el laudable y generoso empeo o de enriquecernuestro corazn de virtudes, y nuestro entendimiento de ideas

    tiles a nosotros mismos y a nuestros semejantes, ellos no

    omitenesfuerzoalguno para proporcionarnoslaenseanza.

    Por muy escasa que sea su fortuna, aun cuando se vea ncondenados a un recio trabajo personal paraganar el sustento,

    ellossiempre hacenlosgastosindispensables para presentarnosen los establecimientos de educacin, prove emos de libros y

    pagarnuestrosmaestros. Ycuntas veces vemosaestosmismos

    padres someterse gustosos a toda especie de privaciones, para

    impedir queseinterrumpaelcursodenuestrosestudios!

    Terminadanuestraeducacin, y formados yanos. otrosa

    costadetantosdesvelos y sacrificios,no poresonuestros padres

    nosabandonannuestras propias fuerzas. Susombra protectora ybenfica nos cubretoda la vida, y sus cuidados, como ya hemosdicho, no se acaban sino con la muerte. Si durante nuestra

    infancia, nuestra niez y nuestra juventud, trabajaronasiduamente para alimentamos, vestirnos, educarnos y

    facilitarnos toda especie de goces inocentes, ellos no sedesprenden en nuestra edad madura de la dulce tarea de

    hacernos bien; recibiendo, por el contrario,un placer exqui sito

    en continuar prodigndonos sus beneficios, por ms quenuestroselementos personales, queellosmismos fundieron, nos

    proporcionen yalosmediosde proveeranuestrasnecesidades.Nuestros padressonalmismotiemponuestros primeros y

    ms sinceros amigos, nuestros naturales consultores, nuestrosleales confidentes. El egosmo, la envidia, la hipocresa, y todas

    las dems pasiones tributarias del inters personal, estnexcluidasde susrelacionesconnosotros;ases quenosofrecen

    los frutosdesuexperiencia y desus luces,sinreservarnosnada,

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    y sin que podamosjamsrecelarnosde quesusconsejos vengan

    envenenados por la perfidia o el engao. Las lecciones que han

    recibido en La escuela de la vida, los descubrimientos que han

    hecho en las ciencias y en las artes, los secretos tiles queposeen, todo es para nosotros, todo nos lo transmiten, todo lo

    destinan siempre a la obra predilecta de nuestra felicidad. Ysilos vemos an en edad avanzada trabajar con actividad y con

    ahncoenlaconservacin y adelantodesus propiedades, fcilescomprender que nada los mueve menos, que el provecho que

    puedan obteneren favorde una vida que ya vanaabandonar: sus hijos! s, el porvenir de sus queridos hijos, he aqu su

    generoso mvil, he aqu el estmulo que les da fuerzas en lamismaancianidad.

    Si, pues, son tantos y detan elevada esfera los beneficiosquerecibimosde nuestros padres,sisumisinestansublime ysuamortangrande, culserla extensindenuestrosdeberesparaconellos? Desgraciadodeaquel qu ealllegaraldesarrollo

    desurazn,nola hayamedido yaconlanoble y seguraescalade

    lagratitud! Porqueala verdad, el queno ha podidocomprenderpara entonces todo lo que debe a sus padres, tampoco habr

    comprendido lo que debe a Dios; y para las almas ruines y

    desagradecidas no hay felicidad posible ni en esta vida ni en la

    otra.

    La piedad filial es por otra parte uno de lo s sentimientos

    quems honran y ennoblecenelcorazn humano, y que mslodisponen a la prctica de todas las grandes virtudes. Tanpersuadidos vivimosdeesta verdad, que parajuzgardelandoley del valor moral dela persona quenos importaconocer,desde

    luego investigamos su conducta para con sus padres, y siencontramos queellaesbuena, vased espiertaennosotrosuna

    fuerte simpata y un sentimiento profundo de estimacin y debenevolencia.

    Cuando lamoroso padre vaadarala hijad esucorazn

    un compaero de su suerte, sus inquietudes se calman y sunimoseconforta, sientrancetansolemne puede exclamar: Esun buen hijo! .. . Y as compendia y exp resa, de la manera ms

    tierna y elocuente,todolo que hay degrande y desublimeenla

    piedad filial.

    Debemos, pues, gozarnos en el cumplimiento de l os

    deberes que nos han impuesto para con nuestros padres las

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    leyes divinas y la misma naturaleza. Amarlos, honrarlos,

    respetarlos y obedecerlos, he aqu estos grandes y sagrad os

    deberes, cuyo sentimiento se desarrolla en nosotros desde elmomento en que podemos darnos cuenta de nuestraspercepciones, y aun antes de haber llegado a la edad en que

    recibimoslasinspiracionesdelareflexin y laconciencia.

    En todas ocasiones debe sernos altamente satisfactorio

    testificarlesnuestroamorconlasdemostracionesmscordialesy expresivas; pero cuando se encuentran combatidos por ladesgracia,cuandoel peso de la vejez losabruma y los reducea

    ese estado de impotencia en que tanto necesitan de nuestrasolicitud y nuestros auxilios, recordemos cunto les debemos,

    consideremos qu no haranellos poraliviarnosanosotros y con

    cunta bondad sobrellevaran nuestras miserias, y no lesreservemos nada en sus necesidades, ni creamos nunca que

    hemos empleado demasiado sufrimiento en las incomodidadesquenosocasionensuscansados aos. Esteacendradoamordebe

    naturalmente conducirnos a cubrirlos siempre de honra,

    contribuyendo por cuantos medios estna nuestroalcancea suestimacin social, y ocultando cuidadosamente de los ext raos

    las faltas a que como seres humanos pueden estar sujetos,

    porquelagloriadel hijoesel honoral padre.

    Nuestro respeto debe ser profundo e inalterable, sin que

    podamos jams permitirnos la ms ligera falta que lo profane,

    auncuandolleguemosaencontrarlosalguna vezapartadosdelasendade la verdad y delajusticia, y auncuandoladesgracialoshaya condenado a la demencia, o a cualquier otra situacinlamentable quelosdespojedelaconsideracindelosdems.

    Siempre son nuestros padres, y a nosotros no nos tocaotracosa quecompadecerlos,llorar susmiserias, y colmarlosdeatenciones delicadas y de contemplaciones. Y respecto de

    nuestraobediencia,ellanodebereconocerotroslmites quelosde la razn y la moral; debiendo hacerles nuestras

    observaciones de una manera dulce y respetuosa, siempre queuna dura necesidad nos obligue a separarnos de sus preceptos.Pero guardmonos de constituirnos inconsiderada y

    abusivamenteenjuecesdeestos preceptos,loscualessern rara

    vez detal naturaleza que, puedan justificar nuestra resistencia,sobre todo en nuestros primeros aos, en que sera torpe

    desacatoelcreernoscapacesdejuzgar.

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    Hllase,en fin, comprendidoenlos deberesde que tratamos,el

    respetoanuestrosmayores,especialmenteaaquellosa quienes

    la venerable senectud acerca ya al trmino de la vida y les daderecho a las ms rendidas y obsequiosas atenciones. Tambinestn aqu comprendidas nuestras obligaciones para con

    nuestros maestros, a quienes debemos arriar. obediencia yrespeto, como delegados que son de nuestros padres en el

    augustoministeriodeilustrarnuestroespritu y formarnuestrocoraznenel honor y la virtud. Sienmediode lacapacidad y la

    indolencia de nuestros primeros aos, podemos a vecesdesconocer todo lo que debemos a nuestros maestros, y cunta

    influencia ejercen sus paternales desvelos en nuestros futurosdestinos, el corazn debe volver a ellos en la efusin de la mspura gratitud, y rendirles todos los homenajes que le son

    debidos, desde que somos capaces de distinguir los rasgos que

    caracterizan anuestros verdaderosamigos y bienhechores.

    Cun venturososdasdebeesperarsobrelatierrael hijo

    amoroso y obediente, el que ha honrado a los autores de su

    existencia,el quelos ha socorridoenelinfortunio,el quelos haconfortadoensuancianidad! Los placeres delmundosern para

    lsiempre puroscomoenlamaanadela vida:enlaadv ersidad

    encontrar los consuelos de la buena conciencia, y aquella

    fortaleza quedesarmalasirasdela fortuna, y nada habr para lms sereno y tranquilo que la hora de la muerte, seguro como

    estde haber hechoelcaminode laeternidadalasombrade lasbendiciones de sus padres. En aquella hora suprema,en que hadedarcuentaal Creadordetodassusacciones,losttulosdeun

    buen hijo aplacarn la justicia divina y le alcanzarn misericordia.

    Deberes para con la patria

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    Nuestra patria, generalmente hablando, es toda aquella

    extensindeterritoriogobernada porlasmismasleyes querigen

    en el lugar en que hemosnacido, dondeformamos con nuestrosconciudadanos una gran sociedad de intereses ysentimientosnacionales .

    Cuanto hay de grande, cuanto hay de sublime, seencuentra comprendido en el dulce nombre de patria; y nada

    nosofreceelsueloen que vimosla primeraluz, quenoest paranosotrosacompaadode patticosrecuerdos, y deestm ulosala

    virtud, al herosmo y a la gloria. Las ciudades, los pueblos, los

    edificios, los campos cultivados, y todos los dems signos ymonumentos de la vida social, nos representan a nuestros

    antepasados y sus esfuerzos generosos por el bienestar y la

    dicha de su posteridad, la infancia de nuestros padres, lossucesos inocentes y sencillos que forman la pequea y siempre

    querida historia de nuestros primeros aos, los talentos denuestras celebridades en las ciencias y en las artes, los

    magnnimos sacrificios y las proezas de nuestros grandes

    hombres, los placeres, en fin, y los sufrimientos de unageneracin que pas y nos dej sus hogares, sus riquezas y el

    ejemplodesus virtudes...

    Lostemplos,esoslugaressantos y venerables,levantados

    por la piedad y el desprendimiento de nuestros compatriotas,

    nostraenconstantementeelre-cuerdodelos primerosruegos y

    alabanzas que dirigimos al Creador, cuando el celo de nuestrospadres nos condujo a ellos por vez primera; contemplando conunaemocinindefinible, que tambinellosdesdenioselevaronallsualmaa Dios y lerindieronculto.

    Nuestras familias, nuestros parientes, nuestros amigos,todas las personas que nos vieron nacer, que desde nuestrainfanciaconocen y apreciannuestrascualidades, quenos aman y

    forman con nosotros una comunidad de afectos, goces, penas yesperanzas, todo existe en nuestra patria, todo est en ella

    reunido; y en ella est vinculado nuestro porvenir y el decuantos objetos nos son caros en la vida. Despus de estasconsideraciones, fcil es comprender que a nuestra patria todo

    lo debemos. En sus das serenos y bonancibles, en que nos

    brinda slo placeres y contento, le manifestaremos nuestroamor guardando fielmente sus leyes y obedeciendo a sus

    magistrados; prestndonos a servirla en los destinos pblicos,dondenecesitadenuestras luces y denuestrosdesvelos parala

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    administracin de los negocios del Estado; contribuyendo con

    una partedenuestrosbienesalsostenimientodelosempleados

    que son necesarios para dirigir la sociedad con orden y con

    provechodetodos,delosministrosdel culto,delos hospitales ydems establecimientos de beneficencia donde se asilan los

    desvalidos y desgraciados; y en general, contribuyen do a todosaquellos objetos que requieren la cooperacin de todos los

    ciudadanos.

    Pero en los momentos de conflicto, cuando la seguridad

    pblicaestamenazada,cuandola patrianosllamaensuauxi lio,

    nuestros deberes se aumentan con otros de un orden muysuperior. Entonces patria cuenta con todos sus hijos sin

    limitacin y sin reserva: entonces los gratos recuerdos

    adheridos a nuestro suelo, lossepulcros venerados de nuestrosantepasados, los monumentos de sus virtudes, de sugrandeza yde su gloria, nuestras esperanzas, nuestras familias indefensas,los ancianos, quefijan en nosotros su mirada impotente y

    acongojada y nos contemplan como sus salvadores,todo viene

    entonces a encender en nuestros pechos el fuego sagrado delherosmo, y ainspirarnos aquella abnegacin sublime que

    conduce al hombre a los peligros y a lainmortalidad. Nuestro

    reposo, nuestra fortuna, cuanto poseemos, nuestra vida

    mismapertenece a la patria en sus angustias, pues nada nos eslcitoreservarnosencomnconflicto.

    Muertosnosotrosendefensadelasociedaden que hemosnacido,ah quedannuestras queridas familias y tantosinocentesa quienes habremos salvado, n cuyos pechos,inflamados degratitud, dejaremos un recuerdo imperecedero que se ir

    transmitiendodegeneracinengeneracinah quedala historiade nuestro pas, que inscribir nuestrosnombres en el catlogo

    de sus bienhechores: ah queda a nuestros descendientes yanuestros conciudadanos todos, un noble ejemplo que imitar yque aumentar los recuerdosque hacen tan querido el suelo

    natal. Yrespectodenosotros,recibiremossin dudaenel

    Cielo el premio de nuestro sacrificio; porque nada puedeser ms recomendable ante losojos de Dios justiciero que ese

    sentimiento en extremo generoso y magnnimo, que noshace

    preferirlasalvacindela patrianuestra propiaexistencia.

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    Deberes para con nuestros semejantes

    No podramosllenarcumplidamenteelsupremadeberde

    amar a Dios, sin amartambin a los dems hombres, que soncomo nosotros criaturas suyas, descendientes deunos mismos

    padres y redimidos todos en una misma cruz; y este amorsublime, quetormaeldivinosentimientodelacaridadcristiana,

    es el fundamento de todos los deberes quetenemos para connuestros semejantes, as como es la base de las ms eminentes

    virtudessociales.

    La Providencia, que en sus altas miras ha queridoestrecharalos hombressobrelatierra,con fuertes vnculos queestablezcan y fomenten la armona que debe reinar en lagran

    familia humana, no ha permitido que sean felices en elaislamiento,ni queencuentrenen llosmediosdesatisfacersus

    ms urgentes necesidades. Las condiciones indispensablesde la

    existencia los renen en todas partes so pena de perecer amanos de lasfieras, de la inclemencia o de las enfermedades; y

    donde quiera quese veunareunindeseres humanos,desdelas

    ms suntuosas poblaciones hasta las humildes cabaas de las

    tribussalvajes, hay unespritudemutuabenevolencia,demutuaconsideracin, de mutuo auxilio, ms o menos desarrolladoy

    perfecto, segn es la influencia que en ellas han podido ejercerlos sanos y civilizadoresprincipios de la religin y de laverdadera filosofa.

    Fcil es comprender todo lo que los dems hombres

    tienen derecho a esperar denosotros, al slo considerar cunnecesarios nos son ellos a cada paso para podersobrellevar las

    miserias de la vida, contrarrestar los embates de la desgracia,ilustrarnuestroentendimiento y alcanzar,en fin,la felicidad, que

    es el sentimiento innato del coraznhumano. Pero el hombre

    generoso, el hombre que obedece a las sagradas inspiraciones

    delareligin y dela filantropa,el quetienela fortunade habernutridosuesprituenlasclaras fuentesdeladoctrinaevanglica,

    sienteensucoraznmsnobles y elevadosestmulos paraamar

    a sus semejantes, para extenderles una mano amiga en susconflictos, yaun para hacer sacrificios a su bienestar y a la

    mejora de su condicin social. De aqu lasgrandes virtudescvicas, de aqu el herosmo, de aqu el martirio de esos santos

    varones,queensumisinapostlica handespreciadola vida por

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    sacar a los hombres, de lastinieblas de la ignorancia y de la

    idolatra,atravesandolosdesiertos y penetrandoenlosbosques

    porenmediodelos peligros y lamuerte,sinmsarmas quelas

    palabrasdesalvacin,sinmsaspiraciones quelagloriade Diosy elbien y la felicidaddesussemejantes.

    La benevolencia, que une los corazones con los dulceslazosde laamistad y lafraternidad, queestablece las relaciones

    que forman la armona social, y ennoblece todoslos estmulosque nacen de las di versas condiciones de la vida; y labeneficencia, queasemejandoal hombreasu Creador,leinspira

    todos los sentimientos generosos que llevanel consuelo y laesperanza al seno mismo de la desgracia, y triunfan de los

    mpetusbrutalesdelodio y la venganza. he aqulosdosgrandes

    deberes quetenemos pa raconnuestrossemejantes,deloscualesemanan todas las dems prescripciones de la religin y lamoral,que tienen por objeto conservar el orden, la paz y laconcordia entre los hombres, como losnicos medios que

    pueden asegurarles la felicidad en su corta mansin sobre la

    tierra, ysembrarles de virtudes y merecimientos el estrechocaminodela vida futura.

    Dignoesaqu de contemplarsecmo la soberanabondadque Dios ha queridomanifestar en todas sus obras, ha

    encaminado estos deberes a nuestro propio bi en, haciendoal

    mismotiempodeellosuna fuenteinagotabledelosm s puros y

    exquisitos placeres.

    Debemos amar a nuestros semejantes, respetarlos,

    honrarlos,tolerar y ocultarsus miserias ydebilidades:debemosayudarlos a ilustrar su entendimiento y a formar su corazn

    para lavirtud: debemos socorrerlos en sus necesidades,perdonar sus ofensas, y en suma, procederpara con ellas de lamisma manera que deseamos que ellos procedan para con

    nosotros.

    Pero, pueden acaso concebirse sensaciones ms gratas,

    que aquellas que experimentamosen el ejercicio de estosdeberes? Los actos de benevolencia derraman en el alma uncopiosoraudal de tranquilidad y de dulzura, que apagando elincendio de las pasiones, nos ahorralas heridas punzantes y

    atormentadoras de una conciencia impura, y nos preparalosinnumerables goces con que nos brinda la benevolencia de

    los dems. El hombre malvolo,el irrespetuoso, el que publica

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    lasajenas flaquezas,el quecede fcilmentealosarranquesdela

    ira, no slo vive privado de tan gratas emociones y expuesto a

    cada pasoalos furoresdela venganza,sino que,devorado porlosremordimientos, de que ningn mortal puede libertarse, porms que hayaconseguido habituarse al mal, arrastra una

    existencia miserable, y lleva siempre en suinterior t odas lasinquietudes y zozobras de esa guerra eterna que se establece

    entre elsentimiento del deber, que como emanacin de Diosjams se extingue, y el desorden desus pasiones sublevadas, a

    cuya torpe influencia ha querido esclavizarse.Y cmopudiramos expresar dignamente las sublimes sensaciones de

    labeneficencia? Cuando tenemos la dicha de hacer bien, anuestros semejantes, cuandorespetamos los fueros de ladesgracia, cuando enjugamos las lgrimas del desvalido,

    cuandosatisfacemos el hambre, otemplamos lased,o cubrimos

    la desnudez del infeliz que llega anuestras puertas, cuandollevamos el consuelo al oscuro lecho del mendigo,cuandoarrancamos una vctima al infortunio, nuestro corazn

    experimenta siempre un placer tangrande, tan intenso, tan

    indefinible,! que no alcanzaran a explicarlo las msvehementesexpresiones del sentimiento. Es al autor de un

    beneficio al que est reservado comprenderla naturaleza yextensin de los goces que produce; y si hay algn mortal quepueda leer ensu frente y concebir sus emociones, es el

    desgraciado que lo recibe y ha podido medir en sudolor la

    grandezadelalma quele protege y leconsuela.

    Lomismodebe decirsedeldebersoberanamentemoral y

    cristianode perdonaranuestrosenemigos, y de retribuirles susofensasconactossincerosen queresplandezcaaquelespritude

    amor magnnimo, de que tan alto ejemplo nos dej el Salvadordelmundo. Tansloelrendido,cuyoenemigolealargaunamanogenerosaal caer asus pies yel queen cambiode una injuria ha

    llegado a recibir un beneficio, pueden acaso comprenderlosgoces sublimes que experimenta el alma noble que perdona; y

    bien pudieradecirse queaquel quetodavano ha perdonadoaunenemigo, aun no conoce el mayor de los placeresde que puede

    disfrutar el hombre sobre la tierra. El estado del alma, despus

    que hatriunfado de los mpetus del rencor y del odio y queda entregadaaladulcecalma que restableceenellaelimperiodela

    caridad evanglica, nos representa el cielo despejado yserenoque se ofrece anuestra vista, alegrando a los mortales y a la

    naturaleza entera, despus de los horrores de latempestad. El

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    hombre vengativo, lleva en s mismo todos los grmenes de la

    desesperaciny ladesgracia:enelcorazndel hombreclemente

    y generosoreinanla paz y elcontento,y nacen y fructificantodoslosgrandessentimientos.

    "La primera palestrade la virtud es el hogar paterno" ha

    dicho un clebremoralista; y esto nos indica cun solcitosdebemos ser por elbien y la honra denuestrafamilia. El queen

    el seno de la vida domstica, ama y protege a sus hermanos ydemsparientes, y ve en ellos las personas que despus de sus

    padres son las ms dignas de sus respetos y atenciones, no

    puede menos que encontrar allanado y fcil el camino delasvirtudes sociales, y hacerseapto paradar buenosejemplos a

    sus hijos, y para regirdignamente la familia a cuya cabeza le

    coloquen sus futuros destinos. El que sabe guardarlasconsideracionesdomsticas,guardarmejorlasconsideraciones sociales; pueslasociedadnoesotracosa queuna ampliacin dela propia familia. Ybiendesgraciadadebeserlasuertedeaquel

    que desconozca la especialidad de estos deberes!, porque

    losextraos, no pudiendo esperar nada del que ningunapreferencia concede a los suyos, lemirarn como indigno de su

    estimacin, y llevaruna vidaerrante y solitariaenmediodelos

    mismos hombres.

    Ysitansublimessonestosdeberescuandolosejercemos

    sin menoscabo denuestra hacienda, de nuestra tranquilidad, y

    sin comprometer nuestra existencia, a cuntaaltura no seelevarelcorazndel hombre que porelbiendesussemejantesarriesgasufortuna,suscomodidades y su vidamisma? Estossonlos grandes hechos que proclama lahistoria de todas las

    naciones y de todos los tiempos, como los timbres gloriososdeaquellos hroes sin mancha aquienes consagra el ttulo

    imperecedero de bienhechores de la humanidad; y es ensuabnegacin y e su ardiente amor a los hombres, donde sereflejaaquelamorincomparablequecondujoaldivino Redentor

    amorirenlos horroresdelmsbrbarosuplicio.

    Busquemos, pues, en la caridad cristiana la fuente detodas las virtudes sociales:pensemossiempre queno es posible

    amar a Dios sin amar tambin al hombre, que es sucriatura

    predilecta, y que la perfeccin de este amor est en labeneficencia y enel perdnanuestrosenemigos; y veamosenla

    prctica de estos deberes, no slo el cumplimiento demandatodivino,sinoelms poderosomediodeconservarelordendelas

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    sociedades,encaminndola a los altos fines de la creacin, y de

    alcanzar la tranquilidad y la dicha quenos es dado gozar en es

    mundo.

    DE LOS DEBERES PARA CON NOSOTROS

    MISMOS

    Si hemosnacido paraamar y adorara Dios, y paraaspirara ms altos destinos quelos que nos ofrece esta vida precaria y

    calamitosa: siobedeciendolos impulsos querecibimosdeaquel

    Ser infinitamente sabio, origen primitivo de todos los grandes

    sentimientos,nosdebemos tambina nuestros semejantes y e n

    especialanuestros padres,anuestra familia y anuestra patria; ysi tan graves e imprescindibles son las funciones que nuestro

    corazn y nuestroespritutienen queejercer par acorresponderdignamente a las miras del Creador, es una consecuencia

    necesaria y evidente que nos encontramos constituidos en eldeber de instruirnos, de conservarnos y de moderar nuestras

    pasiones.

    La importancia de estos deberes est implcitamentereconocida en el simple reconocimiento de los dems deberes,los cuales nos sera imposible cumplir si la luz del

    entendimiento no nos guiase en todas nuestras operaciones, sino cuidsemos de nuestra salud y nos fuese lcito aniquilar

    nuestra existencia, y si no trabajsemos constantemente en

    precavernosdelaira,dela venganza,delai ngratitud, y detodoslosdemsmovimientosirregularesa quedesgraciadamenteestsujetoelcorazn humano.

    Cmo podramos concebir la grandeza de Dios sindetenernos con una mirada inteligente a contemplar la

    magnificencia de sus obras, y a admirar en el espectculo de la

    naturaleza todos los portentos y maravillas que se ocultan a laignorancia? Sinilustrarnuestroentendimiento,sinadquirir porlome nos aquellas nociones generales queson la base detodos

    los conocimientos, y la antorcha que nos ilumina en el sendero

    de la perfeccin moral, cun confusas y oscuras no serannuestrasideasaceradenuestrasrelacionesconla Divinidad,de

    los verdaderos caracteres de la virtud y del vicio, de la

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    estructura y fundamento de las sociedades humanas, y de los

    mediosde felicidadcon quelaProvidencia ha favorecidoeneste

    mundo a sus criaturas? El hombre ignorante es un seresencialmentelimitadoentodolo quemiraalas funcionesdelavida exterior, y completamente nulo para los goces del alma,

    cuando replegada est sobre s misma y a solas con lasinspiracionesdelaciencia,medita,reflexiona,rectificasusideas

    y, abandonando el error, causa eficiente de todo mal, entra enposesindela verdad, queesel principiodetodobien. Lamayor

    parte de las desgracias que afligen a la humanidad, tienen suorigen en la ignorancia; y pocas veces llega un hombre al

    extremodela perversidad,sin queensus primeros pasos,oenel

    progreso del vicio, haya sido guia do por ideas errneas, porprincipios falsos, o por el desconocimiento absoluto de sus

    deberes religiosos y sociales. Grande sera nuestro asombro, y

    crecera desde luego en nosotrosel deseo de ilustrarnos,si nosfuesedableaveriguar poralgnmedio,cuntosdeesosinfelicesque han perecidoenlos patbulos, hubieran podidollegaraser,

    mejor instruidos, hombres virtuosos y ciudadanos tiles a su

    patria. La estadsticacriminal podraconmayorraznllamarseentonceslaestadsticadeaignorancia; y vendramosareconocer

    queel hombre,laobrams queridadel Creador,no ha recibidopor cierto una organizacin tan depravada como parece de losdesrdenes a que de continuo se entrega, y de las

    perturbaciones y estragos que estos desrdenes causan en las

    familias,enlasnacionesenelmundoentero.

    Laignoranciacorrompeconsu hlitoimpurotolas fuentes

    de la virtud, todos los sentimientos el corazn, y conviertemuchas veces en dao del individuo y de la sociedad las ms

    bellas disposiciones naturales. Apartndonos del conocimientode lo verdadero y de lo bueno, y gastando en nosotros tolosresortes del sistema sensible,nosentrega a torpes impulsos de

    la vidamaterial, queesladeloserrores,deladegradacin y deloscres. Porelcontrario,lailustracinnosloaprovechatodas

    lasbuenasdotescon que hemosnacido, y nosencaminaalbien ya la felicidad, sino que iluminando nuestro espritu,

    mostrndonos el crimen en toda su enormidad y la virtud en

    todo su esplendor, endereza nuestras malas inclinaciones,consumeen sullamanuestrosmalosinstintos, y conquista para

    Dios y para la sociedad muchos corazones que, formados en laoscuridad de la ignorancia, hubieran dado frutos de escndalo,

    de perdicin y deignominia.

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    En cuanto al deber de la propia conservacin, la

    naturaleza misma nos indica hasta qu punto es importante

    cumplirlo, pues el dolor, que martiriza nuestra carne y enervanuestras fuerzas, nos sale siempre al frente al menor denuestros excesos y extravos. La salud y la robustez del cuerpo

    sonabsolutamente indispensables para entregamos, encalma ycon provecho,atodaslasoperacionesmentales quenosdan por

    resultadolainstruccinentodoslosramosdelsaber humano; ysin salud y robustez en medio de angustias y sufrimientos,

    tampoco nos es dado entregarnos a contemplar los atributosdivinos,arendiral Ser Supremolos homenajes q ueledebemos,

    a corresponder a nuestros padres sus beneficios, a servir anuestra familia y a nuestra patria, a pr estar apoyo almenesteroso, a llenar, en fin, ninguno de los debere s que

    constituyennuestranoblemisinsobrelatierra.

    A pesardetodaslas contradicciones queexperimentamosen este mundo, a pesar de todas las amarguras y sinsabores a

    que vivimos sujetos, la religin nos manda creer que la vida es

    un bien; y mal podramos calificarla de otro modo, cuandoadems de ser el primero de los dones del Cielo, a ella est

    siempre unido un sentimiento innato de felicidad,que nos hace

    ver en la muerte la ms grande de todas las desgracias. Y silos

    dones de loshombres, silos presentes de nuestros amigos, nosvienen siempre con una condicinimplcita de a precio y

    conservacin, que aceptamos gustosamente, qu cuidadospodran ser excesivos en la conservacin de la vida querecibimos de la misma mano de Dios como el mayor de sus

    beneficios? Yasedeja ver queelsentimientodelaconservacinobrageneralmente porssoloenelcumplimientodeestedeber ;

    pero las pasiones lo subyugan con frecuencia, y cerrandonosotros los ojos al siniestro aspecto de la muerte, divisadasiempre a lo lejos en medio de las ilusiones q ue nacen de

    nuestros extravos, comprometemosestrilmentenuestrasalud

    y nuestra existencia, obrando as contra todos los principios

    morales y sociales, y contra todos los deberes para cuyocumplimiento estamos en la necesidad imperiosa de

    conservarnos. La salud del cuerpo sirve tambin de base a la

    salud del alma; y es un impo el que se entrega a los placeresdeshonestos que la quebrantan y destruyen, o a los peligros de

    queno ha de derivarningn provecho para la gloria de Dios niparaelbiendesussemejantes.

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    En cuanto a los desgraciados que atentan contra su vida

    tansloconel findeabandonarla,sonexcepcionesmonstruosas,

    hijas de la ignorancia y de lams espantosa depravacinde lascostumbres. El hombre que huye dela vi da por sustraersea losrigores del infortunio,esel ltimo y elmsdegradadodetodos

    losseres:extraoalasms heroicas virtudes y porconsiguienteal valor y alaresignacincristiana,tansloconsigue horrorizar

    a la humanidad y cambiar los sufrimientos del mundo, que danhonor y gloria y abrenlas puertasdelabienaventuranza, porlos

    sufrimientos eternos que infaliblemente prepara la justiciadivinaalos queasdesprecian los bienesdela Providencia,sus

    leyessacrosantas, susbondadosas promesasdeuna vida futura,

    y su emplazamiento para ante aquel tribunal supremo, cuyosdecretos han de cumplirse en toda la inmensidad de lo s siglos.

    Entre las piadosas creencias populares, hijas de la ca ridad,

    aparecelade queningn hombre puederecurriralsuicidioenlaplena posesin de sus facultades intelectuales; y a la verdad,nada debe sernos ms grato que el suponer que esos

    desgraciados no han podido medir toda la enormidad de su

    crimen, y el esperar que Dios haya mirado con ojos demisericordia y clemencia el hecho horrendo con que han

    escandalizado a los mortales. Sin embargo, rara ser la vez quehaya tenido otro origen m s que el total abandono de lascreencias y delosdeberesreligiosos.

    Rstanos recomendar porconclusin,eltercer deber quehemosapuntado:el demoderarnuestras pasiones. Excusado essin duda detenernos ya a pintar con todos sus colores las

    desgracias y calamidadesa que habrndeconducirnosnuestrosmalos instintos, si no tenemos la fuerza bastante para

    reprimirlos,cuando,como hemos visto, ellos puedearrastrarnosaunalms horrorosodeloscrmenes, queeselsuicidio. En vistade lo que es necesario hacer para agradar a Dios, para ser

    buenos hijos y buenos ciudadanos, y para cultivar el hermosocampo de la caridad cristiana, natural es convenir en la noble

    tarea de dulcificar nuestro carcter, y de fundar en nuestrocoraznelsuaveimperiodelacontinencia,dela mansedumbre,

    de la paciencia,delatolerancia,dela resignacincristiana y de

    lagenerosabeneficencia.

    La posesin de los principios religiosos y sociales, y el

    reconocimiento y la prctica de los deberes que de ellos se

    desprenden,sernsiemprelaanchabasedetodaslas virtudes yde las buenas costumbres; pero pensemos que en l as

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    contradicciones de la suerte y en las flaquezas de los hombres,

    encontraremos a cada paso el escollo de nuestras mejores

    disposiciones, y quesin vivirarmadoscontralosarranques delaclera, del orgullo y del odio, jams podremos aspirar a laperfeccin moral. En las injusticias de los hombres no veamos

    sinoelreflejodenuestras propiasinjusticias;ensusdebilidades,el de nuestras propias debilidades; en sus miserias, el de

    nuestras propias miserias. Son hombres como nosotros; ynuestra tolerancia para con ellos ser la medida, no slo de la

    tolerancia que encontrarn nuestras propias faltas en estemundo, sino de mayores y ms slidas recompensas que estn

    ofrecidas a todos nuestros sufrimientos y sacrificios en el senode la vida perdurable. El hombre instruido conocer a Dios, seconocer a si mismo, y conocer a los dems hombres: el que

    cuide de su salud y de su existencia, vivir para Dios, para s

    mismo y para sus semejantes: el que refrene sus pasionescomprendera Dios,labrarsu propiatranquilidad y su propiadicha, y contribuir a la tranquilidad y a ladic ha de los dems.

    He aqu, pues, compendiados en estos tres deberes todos los

    deberes y todaslas virtudes,lagloriade Dios, y la felicidaddeloshombres.

    PRINCIPIOS GENERALES

    1 Llmase urbanidad al conjunto de reglas que tene mos que

    observar para comunicar dignidad, decoro y elegancia a

    nuestras acciones y palabras, y para manifestar a los dems la

    benevolencia,atencin y respeto quelessondebidos.

    2 La urbanidad es una emanacin de los deberes morales, y

    comotal,sus prescripcionestiendentodasalaconservacindel

    orden y de la buena armona que deben remar entre loshombres, y a estrechar los lazos que los unen, por medio de

    impresionesagradables que produzcanlosunossobrelosotros.

    3__ Las reglas de la urbanidad no se encuentran ni p ueden

    encontrarse en los cdigos de lasnaciones; y sin embargo, nopodraconservarseningunasociedad en queestas reglas fuesen

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    absolutamentedesconocidas. Ellasnosenseanaser, metdicos

    y exactos en el cumplimiento de nuestros deberes sociales; y a

    dirigir nuestra conducta de manera que a nadie causemosmortificacinodisgusto;atolerarloscaprichos y debilidadesdelos hombres;aseratentos,afables y compla cientes,sacrificando,

    cada vez que sea necesario y posible, nuestros gustos ycomodidades a los ajenos gustos y comodidades; a tener

    limpieza y compostura en nuestras personas, para fomentarnuestra propia estimacin y merecer la de los dems; y a

    adquirir, en suma, aquel tacto fino y delicado que nos hacecapaces de apreciar en sociedad todas las circunstancias y

    procederconarregloalo quecadaunaexige.

    4 Esclaro, pues, quesinlaobservanciadeestasreglas, mso

    menos perfectas,segnel gradodecivilizacindecada pas,loshombres no podran inspirarse ninguna especie de amor ni

    estimacin;no habramediodecultivarlasociabil idad, queeselprincipio de la conservacin y progreso de los pueblos; y la

    existencia de toda sociedad bien ordenada vendra por

    consiguienteaserdetodo puntoimposible.

    5 Por medio de un atento estudio de las reglas de la

    urbanidad, y por el contacto con las personas cultas y bieneducadas, llegamos a adquirir lo que especialmente se llamabuenasmanerasobuenosmodales,locualnoesotracosa queladecencia, moderacin y oportunidad en nuestras acciones ypalabras, y aquelladelicadeza y gallarda queaparecen entodosnuestros movimientos exteriores, revelando la suavidad de lascostumbres y laculturadelentendimiento.

    6 Laetiquetaesuna parteesencialsimadelaurbanidad. Dase

    estenombrealceremonial delosusos,estilos y costumbres quese observan en las reuniones de carcter elevado y serio, y en

    aquellosactoscuyasolemnidadexcluye absolutamentetodoslos

    gradosdela familiaridad y laconfianza.

    7 Por extensin se considera igualmente la etiqueta, comoel

    conjunto decumplidos y ceremonias quedebemos emplearcon

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    todas las personas, en todas las situaciones de la vida. Esta

    especie de etiquetacomunica altrato en general , aun en medio

    de la ms ntima confianza, cierto grado de circunspeccin queno excluye la pasin del alma ni los actosms afectuosos delcorazn, pero que tampoco admite aquella familiaridad sin

    reserva y sin freno querelajalosresortesdelaestimacin y delrespeto,baseindispensabledetodasla srelacionessociales.

    8 Delodichosededuce quelasreglasgeneralesdelaeti quetadeben observarse en todas las cuatro secciones en que estndivididas nuestras relaciones sociales, a saber: la familia o el

    crculo domstico; las personas extraas de confianza; las

    personas con quienes tenemos poca confianza; y aquellas con

    quienesnotenemosninguna.

    9 Slo la etiqueta propiamente dicha (aparte 6) admite la

    elevada gravedad en acciones y palabras, bien que siempre

    acompaada de la gracia y gentileza que son en todos casos elesmaltedelaeducacin. Encuantoalasceremonias quetambin

    reclamaban las tres primeras secciones, la naturalidad y la

    sencillez van mezclndose gradualmente en nuestros actos,hasta llegar a la plenitud del dominio qu deben ejercer en el

    senodenuestra propia familia.

    10 Si bien la mal entendida confianza destruye como ya

    hemosdicho,laestimacin y el respeto quedeben presidirtodasnuestrasrelacionessociales,la faltadeunadiscretanaturalidadpuede convertir las ceremonias de la etiqueta, eminentemente

    conservadoras de estas relaciones, en una ridcula afectacinque a su vez destruye la misma armona que estn llamadas aconservar.

    11 Nada hay ms repugnante que la exageracin de la

    etiqueta, cuando debemos entregarnos a la ms cordial efusin

    de nuestros sentimientos; y como por otra parte esta

    exageracin viene a ser, segn ya lo veremos, una regla de conducta paraloscasosen que nosimportacortar una relacin

    claro es que no podemos acostumbrarnos a ella, a sin alejar

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    tambindenosotrosalas personas quetienenderechoanuestra

    amistad.

    12 Pero es tal el atractivo de la cortesa, y son tantas las

    conveniencias que de ella resultan a la sociedad, que nossentimossiempremsdispuestosatolerarla fatiganteconducta

    del hombre excesivamente ceremonioso, que los desmanes delhombre incivil, y las indiscreciones y desacierto por ignorancia

    nos fastidia a cada paso con actos de extempornea y ridcula

    familiaridad.

    13 Grande debesernuestro cuidado enlimitarnosa usar, en

    cada uno de los grados de la amistad, de la suma de confianza

    que racionalmente admite. Con excepcin del crculo de lafamilia en que nacimos y nos hemos formado, todas nuestras

    relaciones deben comenzar bajo la atmsfera de la ms severa

    etiqueta; y para que sta pueda llegar a convertirse en

    familiaridad, se necesita el transcurso del tiempo, y laconformidad de caracteres, cualidades e inclinaciones. Todo

    exceso de confianza es abusivo y propio de almas vulgares, y

    nada contribuye ms eficazmente a relajar y aun a romper loslazos de la amistad, por ms que sta haya nacido y pudiera

    consolidarse. bajo los auspicios de una fuerte y recprocasimpata.

    14 Las leyes de la urbanidad, en cuanto se refieren a ladignidad y decoro personal y a las atenciones que debemostributar a los dems, rigen en todos los tiempos y en todos los

    pases civilizados de la tierra. Mas aquellas que forman elceremonial de la etiqueta propiamente dicha, ofrecen gran

    variedad, segn lo que est admitido en cada pueblo

    paracomunicar gravedad y tono a los diversos actos de la vidasocial. Las primeras, comoemanadas directamente de los

    principiosmorales,tienenuncarcter fundamentale inmutable;

    las ltimas no alteran en nada el deber que tenemos de serbondadosos y complacientes, y pueden por lo tanto estar,como

    estnenefecto,sujetasalandole,alas inclinaciones y aunalos

    caprichosdecada pueblo.

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    15 Sin embargo, la proporcin que en los actos de puraetiqueta puede reconocerse a un principi de afecto o

    benevolencia, y que de ellos resulta a la persona con quien seejercen algunacomodidado placer,oelahorrode una molestia

    cualquiera, estos actos son ms universales y admiten menos

    variedad.

    16 _ La multitud de cumplidos que hacemos a cada paso, aun a

    las personas denuestramsntimaconfianza,con loscualesno

    les proporcionamos ninguna ventaja de importancia, y de cuya

    omisin no se les seguira ninguna incomodidad notable, sonotras tantas ceremonias de la etiqueta, usadas entre las

    personascultas y civilizadasdetodoslos pases.

    17 Es una regla importante de urbanidad el someter nos

    estrictamente a los usos de etiqueta que encontremos establecidos en los diferentes pueblos que visitemos, y aun en

    los diferentes crculos de un mismo pueblo donde se observen

    prcticas quelesean peculiares.

    18 El imperio de la moda, a que debemos someternos encuanto no se aparte de la moral y de las buenas costumbres, influye tambin en los usos y ceremonias pertenecientes a la

    etiqueta propiamente dicha, haciendo variar a vece s en unmismo paslamanerade procederenciertosactos y situacionessociales. Debemos por tanto, adaptar en este punto nuestra

    conducta a lo que sucesivamente se fuere admitiend o en lasociedaden que vivimos, delamismamanera quetenemos que

    adaptarnosalo que hallemos establecidoen losdiversos pasesen quenosencontremos.

    19 Siempre que en sociedad ignoremos la manera de

    proceder en casos dados, sigamos el ejemplo de las personasmscultas queenellaseencuentren; y cuandoestononossea

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    posible, por falta de oportunidad o por cualquier otro

    inconveniente, decidmonos por la conducta ms seria y

    circunspecta; procurandoalmismotiempo, ya queno hemosdeobrar con seguridad del acierto, llamar lo menos posible laatencindelosdems.

    20 Lascircunstanciasgeneralesdelugar y detiemp o;landoley elobjetodelas diversasreunionessociales;laedad,elsexo,el

    estado y el carcter pblico de las personas; y por ltimo, elrespeto que nos debemos a nosotros mismos, exigen de nos -otros muchos miramientos sial obrar no proporcionamosa los

    demsningnbien,nilesevitamosningunamortificacin.

    21 Estos miramientos, aunque no estn precisamentefundadosen labenevolencia,silo estn en lamisma naturaleza,

    lacualnos hacesiempre verconrepugnancialo quenoes bello,

    lo quenoesagradable,lo queesajenoalascircu nstancias, y en

    suma, lo que en alguna manera se aparta de la propiedad y eldecoro; y porcuantolos hombresestn tcitamenteconvenidos

    en guardarlos, nosotros los llamaremos convencionalismos

    sociales.

    22 Es muy importante que cada individuo sepa to mar ensociedad el sitio que le corresponda por su edad, investidura,

    sexo, etc., etc. Se evitaran muchas situaciones ridculas si losjvenes fueran jvenes sin afectacin y los viejos mantuvieranensusactoscierta prudentedignidad queessiempremotivoderespeto y nodeburla.

    23 A poco que se medite, se comprender que los

    convencionalismossociales quenosenseanaarmonizarconlasprcticas y modasreinantes, y a hacer quenuestraconducta seasiemprelams propiadelascircunstancias que nosrodean,son

    muchas veces el fundamento de los deberes de la misma

    civilidad y delaetiqueta.

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    24 El hbito de respetar los convencionalismos sociales

    contribuyetambin a formar en nosotros el tactosocial, elcual

    consiste en aquella delicada mesura que empleamos en todasnuestras acciones y palabras, para evitar hasta las ms levesfaltas de dignidad y decoro, complacer siempre a todos y no

    desagradarjamsanadie.

    25 Lasatenciones y miramientos quedebemosalo sdemsno

    pueden usarse de una manera igual con todas las personasindistintamente. La urbanidad estima en mucho las categorasestablecidas porlanaturaleza,lasociedad y elmismo Dios:ases

    queobligaadar preferenciaaunas personassobreotras,segnes suedad,el predicamentode quegozan,el rango queocupan,

    laautoridad queejercen y elcarcterde queestninvestidas.

    26 Segnesto, los padres y los hijos, los obis pos y los dems

    sacerdotes,los magistrados y los particulares,losancianos y los

    jvenes, lasseoras y lasseoritas,la mujer y el hombre,eljefey elsubalterno, y engeneral, todaslas personasentrelascuales

    existendesigualdadeslegtimas y racionales,exigendenosot ros

    actos diversos de civilidad y etiqueta que indicaremos msadelante, basados todos en dictados de la justicia y de la sana

    razn, y en las prcticas que rigen entre gentes cultas y bieneducadas.

    27 Hay ciertas personas para con las cuales nuestrasatenciones deben sermsexquisitas que paracon elrestodelasociedad, y son los hombres virtuosos que han caldo en

    desgracia. Su triste suerte reclama de nosotros no slo elejercicio de la beneficencia, sino un constante cuidado encomplacerlos, y en manifestarles, con actos bien marcados de

    civilidad, que sus virtudes suplen en ellos las deficienc ias de lafortuna, y que no los creemos por lo tanto indignos de nuestra

    consideracin y nuestrorespeto.

    28 Pero cuidemos de que una afectada exageracin en l asformasno vayaa producirun efectocontrarioal querealmente

    nos proponemos. El hombre que ha gozado de una buena

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    posicinsocialse hacems impresionable, y susensibilidad y su

    amor propio se despiertan con ms fuerza, a medida que se

    encuentra ms deprimida bajo el peso del infortunio; y en estasituacin no le son menos dolorosas las muestras de unaconmiseracin mal encubierta por actos de cortesa sin

    naturalidadnioportunidad, quelos desdenesdeldespreciaadela indiferencia, con que el corazn humano suele manchar en

    talescasossusnoblesatributos.

    29 La civilidad presta encantos a la virtud misma; yhacindoladeestemodoagradable y comunicativa,leconquista

    partidarioseimitadoresenbiendelamoral y delasbuenas

    costumbres. La virtud agreste y despojada de los atractivos deuna finaeducacin,no podrabrillarniaunenmediodela vida

    austera y contemplativa de los monasterios, donde seres

    consagrados a Dios necesitan tambin de guardarse entre s

    aquellos miramientos y atenciones que fomentan el espritu depaz,deorden y debenevolencia quedeben presidirlas.

    30 Lacivilidad prestaigualmentesusencantosala sabidura.

    Un hambre profundamente instruido en las ciencias divinas y

    humanas, pero quealmismotiempodesconocieselos mediosdeagradar en sociedad, sera como esos cuerpos celestes que no

    brillan a nuestra vista por girar en lo ms encumbrado delespacio; y su saber no alcanzarla nunca a cautivar nuestraimaginacin, ni atraerla aquellas atenciones que slo nossentimos dispuestos a tributar a los hombres, en cambio de las

    quedeellosrecibimos.

    31 Laurbanidadnecesitaacada pasodelejerciciodeunagranvirtud, que es la paciencia. Y a la verdad, poco adelantaramoscon estar siempre dispuestos a hacer en sociedad todos los

    sacrificiosnecesarios paracomplaceralosdems,siennuestros

    actos de condescendencia se descubriera la violencia que nos

    hacamos, y el disgusto de renunciar a nuestras comodidades, anuestros deseos, o a la idea ya consentida de disfrutar de un

    placercualquiera.

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    32 La mujer es merecedora de todo nuestro respeto ysimpata, por su importantsimo papel en la humanidad como

    esposa y sobre todo como madre. Su misin no se limita a lagestacin Y crianza fsica del ser humano, que por s sola le

    importatantossacrificios,sino quesuinfluenciamental y moralesdecisivaenla vidadel hombre.

    33 Piensen pues las jvenes que se educan, la gran

    responsabilidad que Dios ha puesto en su vida. Ellas sern las

    sembradoras de las preciosas semillas de la moral y los nobles

    sentimientos;ellasdarnasus hijoslamaravillosaambicindelsaber.

    Detrs de todo gran hombre hay casi siempre una gran mujer,llmese sta madre o esposa. Dnse cuenta pues de la gran

    importancia quetienelaculturaenlamujer,no solamentecomo

    adorno,sinocomonecesidad. Elmejoramientodela humanidad

    puede estar en las manos de las madres futuras con una slidaeducacineinstruccinapropiadas.

    34 La mujerdebe ser esencialmente femenina y orgu llosade

    serlo. Su instruccin, educacin y finos modales la ayudarn enla vidaen familiatantocomoensociedad.

    35 Parallegaraser verdaderamentecultos y corteses,nonos

    basta conocer simplementelos preceptos de la moral y de la

    urbanidad;esadems indispensable que vivamos posedosde lafirme intencin de acomodar a ellos nuestra conducta, y que

    busquemos la sociedadde las personas virtuosas y bieneducadas,eimitemossus prcticasenacciones y palabras.

    36 Pero esta intencin y esta solucin deben estar

    acompaadas de un especial cuidadoen estudiar siempre elcarcter, los sentimientos, las inclinaciones de lo s crculos

    quefrecuentemos, a fin de que podamos conocer, de un modo

    inequvoco,losmedios quetenemos queemplear paraconseguirquelosdemsestnsiempresatisfechosdenosotros.

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    37 A veces los malos se presentan en la sociedad con. cierta aparienciadebondad ybuenasmaneras, y aunllegana fascinarla

    con la observancia de las reglas ms generales dela urbanidad,porque la urbanidad es tambin una virtud, y la hipocresa

    remeda todas lasvirtudes. Pero jams podrn engaar pormucho tiempo, a quien sepa medir con la escala dela moral los

    verdaderos sentimientos del corazn humano. No es dable, porotra parte, quelos hbitosdelos viciosdejencampearentodasuextensinladulzura y elegantedignidaddelacortesa,lacualse

    aviene mal con la vulgaridad que presto se revela en lasmanerasdel hombre corrompido.38 Procuremos, pues,

    aprender a conocer el mrito real de la educacin, para no

    tomarpor modelo a personas indignas, no slo de eleccintanhonorfica, sino de obtener nuestra amistad y lasconsideraciones especiales que tan slo sedeben a los hombresdebien.

    39 Pero tengamos entendido que en ningn caso nos ser

    lcito faltaralasreglasmsgeneralesdelacivilidad,respectodelas personas quenogozandebuenconcepto pblic o,nimenosde

    aquellas que, gozndolo, no merezcan sin embargo nuestra

    personalconsideracin . La benevolencia, la generosidad y

    nuestra propia dignidad,nos prohbenmortificarjamsanadie;y cuando estamos en sociedad, nos lo prohbe tambin el

    respetoquedebemosalasdems personas quelacomponen.

    40 Pensemos, por ltimo, que todos los hombres tienen

    defectos, y queno porestodebemosdejardeapreciarsusbuenascualidades. Aun respecto de aquellas prendas que noposeen, y

    de que sin embargo suelen envanecerse sin ofender a nadie, la

    civilidad nosprohibe manifestarles directa ni indirectamente

    que no se las concedemos. Nada perdemos,cuando nuestraposicinnonosllamaaaconsejaroaresponder,condejaracada

    cual en la.idea que de s mismo tenga formada; al paso que

    muchas veces seremos nosotros mismosobjeto de esta especiedeconsideraciones, puestodostenemoscaprichos y debilidades

    quenecesitandelatoleranciadelosdems.

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    DEL ASEO

    Del aseo en general

    1 El aseo es una gran base de estima cin social, porquecomunica a todo nuestro exteriorun atractivo irresistible, yporqueanunciaennosotros una multitud debuenascualidades dequela pulcritudesunsignocasisiempreinfalible.

    2 El aseo contribuye poderosamente a la conservacin de la

    salud, porquemantienesiempreenestadode purezaelaire querespiramos, y porque despojamos nuestro cutis detoda parteextraa queembarace latranspiracin, favorece laevaporacin

    de los maloshumores, causa y fomento de un gran nmero de

    nuestrasenfermedades.

    3 Nada hay, por otra parte, que comunique mayor grado de

    belleza y elegancia a cuantonos concierne, que el aseo y la

    limpieza Nuestras personas, nuestros vestidos,

    nuestrahabitacin y todos nuestros actos, se hacen siempreagradables a los que nos rodean, y nosatraen su estimacin y

    aun su cario, cuando todo lo encuentra presidido por eseespritudepulcritud quelamismanaturaleza ha

    querido imprimir en nuestras costumbres, para ahorrarnossensacionesingratas yproporcionarnosgoces y placeres.

    4 Los hbitos del aseo revelan adems hbitos de orden, deexactitud y de mtodo en losdems actos de la vida; porque no

    puedesuponerse quese practiquendiariamentelasoperacionesque son indispensables para llenar todas las condiciones delaseo, las cualesrequieren cierto orden y mtodo y una juiciosa

    economa de tiempo, sin que exista unadisposicin constante a

    procederdelamismamaneraentodolodems.

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    5 Losdeberes quenosimponeelaseo,noselimitananuestras

    personas y alo quetienerelacinconnosotrosmismos,sino que

    se extienden a aquellos de nuestros actos queafectan o puedenafectar a los dems; pues seria grande incivilidad el excitar dealgn modoel desaseo de los que nos rodean, no slo con

    nuestrasacciones,sinotambin connuestraspalabras.

    6 Delamismamanera,seraunaindignidad imperdonable, y

    adems un hecho impropiode la honradez que debe reinar entodosnuestrosactos, y contrarioalacaridad y alabenevolencia,el poner pocoesmero y cuidadoenelaseodel o queotra persona

    ha de tomaren sus manos o llevar a sus labios, cuando se hallaausente y debe porlotantosuponerseconfiadoennuestrabuena

    fe y enladelicadezadenuestraconciencia.

    Del aseo en nuestra persona

    1 Elaseoennuestra personadebe hacerun papelimportante

    en nuestras diariasocupaciones; y nunca dejaremos de

    destinarle la suma de tiempo que nos reclame, porgrande quesea la entidad y el nmero de los negocios a que vivamos

    consagrados.

    2 Ascomonodebemosnuncaentregarnosal sueosinalabar

    a Dios y darle gracias portodos sus beneficios, lo que podrallamarse asear el alma, tratando de despojara por mediode la

    oracin de las manchas que las pasiones han podidoarrojar en

    elladuranteelda,tampocodebemosentrarnuncaenl acamasin

    asearnuestrocuerpo; no slo por lasatisfaccin que produce lapropia limpieza, sino a fin de estar decentemente

    prevenidospara cualquier accidente que pueda ocurrirnos enmediodelanoche.

    3 Esto mismo haremos al levantarnos. Luego que hay amosllenadoeldeberdealabaraDios, y deinvocarsuasistencia para

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    que dirija nuestros pasos en el da que comienza, asearemos

    nuestrocuerpotodavamscuidadosamente quealacostarnos.

    4 El bao diario es imprescindible para conservar una

    limpieza perfecta. Seaconsejacompletarloconunlavadogeneralal final del da antesde irsea acostar,o viceversa; elbao en la

    noche y ellavadogeneral porlamaana. Aunquenoestdemsdecir que enverano y siempre que se tenga tiempo se puedan

    tomardosomsbaos.

    5 No nos limitemos a lavarnos la cara al tiempo delevantarnos: repitamos esta operacin por lo menosuna vezen

    elda, y adems,entodosaquelloscasosextraordinarios en que

    lanecesidadasloexija.

    6 El bao se debe suprimir slo en caso de enfermedades y

    por decreto mdico,encuyo caso ste indicaren qu formaseharelaseo.

    7__Unbuendesodoranteenlasaxilasdespusdelbaodiarioe s

    imprescindible paratodoser humano quenoseaunnio. Estaesuna regla inflexible para toda persona que no quiera ofender asussemejantes.

    8 Como los cabellos se desordenan tan fcil mente, esnecesario quetampoconoslimitemosa peinarlos porlamaana,

    sino que lo haremosademstodas las veces que advirtamosnotenerloscompletamentearreglados.

    9 Alactodelevantarnosdebemos hacergrga ras,lavarnoslaboca y limpiar escrupulosamente nuestra dentadura interior y

    exteriormente. Los cuidados que empleemos en el aseo de la

    boca,jamssernexcesivos. Peroguardmonosdeintroducirel

    cepillo en el vaso, y de cometer ninguna de las dems faltas de

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    aseo en que incurren las personas de des cuidada educacin al

    ejecutarestasoperaciones.

    10 Despus que nos levantemos de la mesa siempre q ue

    hayamoscomidoalgo,debemos limpiarcuidadosamentenuestradentadura; pero siempre a solas. No hay espectculo ms feo,

    aun paralas personasmsntimas, queelusodelescarbadientesolosdedosintroducidosenlaboca. Paraesoexistenlassalasde

    bao,donde podremosasearnosa solas.

    11 El que se afeita debe hacerlo, si es posible, diariamente.Nada hay msrepugnante queesasombra quedaala fisonoma

    unabarbarenaciente,ni hay, p orotra parte,enlos hombres,un

    signo ms inequvoco de un descuido general en materia deaseo.

    12 Nuestras manos sirven para casi todas las operacionesmateriales dela vida, y son por lotantola partedel cuerpo quems expuesta se halla a perder su limpieza. Lavmoslas, pues,

    con frecuencia durante el da, y por de contado, toda s lasocasiones en quetengamos motivo para sospechar siquiera que

    noseencuentran perfectamenteaseadas.

    13 Siempre que hayamos ejecutado con las manos algunaoperacin que racionalmente pudiera su ponerse haberlas

    hecho perder su limpieza, las lavaremos inmediatamente, aun

    cuando estemos seguros de no haber as sucedido,especialmentesisomosobservados poralguna persona.

    14 Los que fuman, deben procurar impedir que sus dedostomen esa mancha de un fesimo amarillo subido que va

    formandoel humo,lacualnoslodaalasmanosunmal aspecto,

    sinounolor verdaderamenteinsoportable.

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    20 Lo mismo debe decirse respecto de la costumbre dellevarse la mano a la boca al estornudar toser, etc. De esta

    manera se conseguir, sin duda nomolestara las personas queestndelante, perolamano quedarnecesariamente desaseada;

    y ambosmales estn evitados pormedio del pauelo, quee sel

    nico quedebeemplearseensemejantescasos.

    21 No acostumbraremos llevar la mano a la cabeza, ni

    introducirla por debajo de la ropa con ningn objeto, y menos

    conelderascarnos.

    22 Tambin son actos asquerosos e inciviles el eructar, ellimpiarseloslabiosconlasmanosdespusde haberescupido, y

    sobretodoelmismoactodeescupir, queslolas personas pocoinstruidasenmateriadeeducacin creen imprescindible, y que

    no es ms que un mal hbito que jams se ver entre laspersonas verdaderamentecultas.

    23 Hay personas que al eructar acostumbran soplar

    fuertemente vueltas hacia un lado; lo cual es aadir una

    circunstancia todava ms repugnante y radcula que el actomismo. El quese veenladesgraciadanecesidaddeeructar,debeproceder de una manera tancauta y delicada, que las personas

    queestndelantenolleguennuncaa percibirlo.

    24 Escupiren pblicoes unagrosera que se debee vitar;ascomolascarrasperasdesagradableseinnecesarias.

    25 Los vellos quenacenen la parteinteriordelanarizdeben

    recortarse cada vez que crezcan hasta asomarse por defuera; ylos quenacenenlasorejasdebenarrancarsedesde elmomento

    en quese hagannotables.

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    26 Procuraremos no emplear en otros usos el pauelo que

    destinemos parasonarnos; llevandosiempreconnosotros,sino

    nosesabsolutamenteimposible,otro pauelo que aplicaremosaenjugarnoselsudor y alosdemsusos que puedenocurrirnos.

    27No usemos ms que una sola cara del pauelo destinado a

    sonarnos. Cuando se emplean ambas indiferentemente, esimposible conservar las manos aseadas. Pero tngase presente

    que es sobre manera ridculo llevar el pauelo, como lo hacenalgunas personas paraevitaraquelmal,conlosmismosdobleces con que se plancha, abrindolo cuidadosamente por un lado

    parasonarse, y volvindoloadoblar paraguardarlo.

    28 Hay quienes contraen el horrible hbito de observaratentamente el pauelo despus de haberse sonado. Ni sta ni

    ninguna otra operacin est permitida, en un acto que apenas

    hacetolerableunaimprescindibleeimperiosanecesidad.

    29 Es imperdonablemente asqueroso y contrario a la buena

    educacindeescupirenel pauelo; y noseconcibecmoes quealgunosautoresdeurbanidad hayan podido recomendarusotan

    sucio y tanchocante.

    30 Jams empleemos los dedos para limpiarnos los ojos, l osodos, los dientes, ni mucho menos las narices. La persona que

    tal haceexcitaunascoinvencibleenlosdems, y cuntanoser

    la mortificacin de aquellos que se ven despus en el caso dedarlelamano!

    31 No nos olvidemos de asearnos con un pauelo ambos lagrimalestresocuatro veces enelda, pues pocascosas hay tanrepugnantes a la vista como el humor que en ellos se deposita

    pasado cierto nmero de horas. Esta operaci n se ejecutardesde luego, aun cuando la hayamos ejecutado poco antes;

    siempre que se hayan humedecido nuestros ojos por la risa, el

    llantoocualquieraotroaccidente.

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    32 Tambin limpiaremos con el pauelo tres o cuatro vecesen el da los ngulos de los labios, donde suele igualmente

    depositarse una parte de la humedad de la boca que el airesolidifica y que hacemuy malaimpresinala vista.

    33 No permitamos nunca que el sudor de nuestro rostro se

    echede ver porlosdems; enjugumosloconstantementeconelpauelo, y cuidemos igualmente de lavarnos la cara, cada vez

    que la transpiracin se haya aumentado por algn ejercic io

    fuerte o por cualquiera otra causa, esperando para esto que el

    cuerpo haya vuelto a su natural reposo, pues hallndonosagitados, la impresin del agua podra comprometer nuestra

    salud.

    34 Cuandoalacercarnosaunacasaadonde vayamosaentrar,

    nossintamos

    transpirados,enjugumonoselsudor delrostroantesdellamar

    a la puerta; pues siempre ser bien que evitemos en todo lo

    posibleelejecutarestaoperacinensociedad.

    III

    Del aseo en nuestros vestidos

    1 Nuestros vestidos pueden ser ms o menos lujosos, estarms o menos ajustados a las modas reinantes, y aun aparecer

    con mayor o menor grado d e pulcritud, segn que nuestras

    rentas o el producto de nuestra industria nos permita emplear

    enellosmayoromenor cantidaddedinero; perojamsnosserlcito omitir ninguno de los gastos y cuidados que seanindispensables para impedir el desaseo, no slo en la ropa que

    usamosensociedad, sinoenla quellevamosdentrodela propiacasa.

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    2 Lalimpiezaenlos vestidosnoesla nicacondi cin quenosimpone el aseo: es necesario que cuidemos adems de no

    llevarlosrotosniajados. El vestidoajado puede usarsedentrodelacasa,cuandoseconservalimpio y noestamosderecibo;masel

    vestidorotonoesadmisibleniaunenmediodelas personascon

    quienes vivimos.

    3 La mayor o menor transpiracin a que naturalmente

    estemossujetos y aquella quenos produzcannuestrosejercicios

    fsicos, el clima en que vivamos y otras circunstancias que nos

    sean personales, nos servirn de gula para el cambio ordinariodenuestros vestidos, pero puedeestablecerse porreglageneral,

    queenningncasonosest permitido hacereste cambiomenosdedos vecesenlasemana.

    4 Puede suceder que nuestros medios no nos permitancambiarcon frecuencialatotalidaddenuestros vestidos:eneste

    caso,noomitimos sacrificioalguno pormudaral menosla ropa

    interior. Sialguna vez fueradable v erconindulgenciala faltade

    limpieza en los vestidos, sera nicamente respecto de unapersona excepcional cuya ropa interior estuviese en perfecto

    aseo.

    5 Hay algunas personas que ponengranesmeroenlali mpiezade aquellos vestidos que se lavan, y al mismo tiempo sepresentan en sociedad con el traje o el sombrero

    verdaderamente asquerosos. La falta de aseo en una piezacualquieradel vestido,desluce todosuconjunto, y no porllevar

    algo limpio sobre el cuerpo, evitamos la mala impresin quenecesariamente hadecausarlo quellevamosdesaseado.

    6 Asimismodescuidanalgunoslalimpiezadelcalzadoa pesar

    de depender de una operacin tan poco costosa y de tancortosmomentos; y es necesario que pensemos que esta parte del

    vestido contribuye tambin a decidir del lucimiento de la

    persona. Lagente de sociedad lleva siempreelcalzado limpio y

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    con lustre, y lo desecha desde el momento en que el uso lo

    deteriora hasta el punto de producir mala vista, o de obrar

    contrael perfecto y constanteaseoen quedebenconservarselos

    pies.

    7 Las personas que por enfermedad se ven obligadas a

    sonarse con frecuencia, no deben conservar por mucho tiempounmismo pauelo. Enlosclimasclidos,el pauelodestinado a

    enjugarelsudordebetambin variarse amenudo.

    8 Cuando por enfermedad u otro cualquier impedimento nohayamos podido limpiamos la cabeza cuidemos de que no

    aparezca sobre nuestros hombros la caspa que de ella suele

    desprenderse.

    9 Noesreprobablelacostumbredellevarlos vesti dos, y sobre

    todo los pauelos, ligeramente impregnados deaguasolorosas;masadvirtase queelexcesoeneste puntoesnocivoalasalud, yal mis-no tiempo repugnante para las personas con quienes

    estamosencontacto,especialmentecuandoempleamosesen ciaso preparacionesalmizcladas.

    Del aseo. Del aseo de nuestra habitacin.

    La entrada de la casa, los corredores y el patio principal,son lugares que estn a la vista de todo el que llega a nuestra

    puerta; y portantodeben, inspeccionarseconstantemente.

    1. Delamismamanera quedebemosatenderconstantementeelaseo en nuestra persona y en nuestros vestidos, as debemos

    poner un especial cuidado en que la casa que habitamos, sus

    muebles y todos los dems objetos que en ell a se encierrenpermanezcansiempreenunestadode perfectalimpieza.

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    2. Este cuidado no debe dirigirse tan slo a los departamentos

    que habitualmenteusamos:esnecesario queseextiendaatodo

    el edificio, sinexceptuarningunade sus partes, desdela p uertaexterior hasta aquellos sitios menos frecuentados y que estnmenosala vistadelosextraos.

    3. La entradade lacasa, los corredores y el patio principal,sonlugares queestnala vistadetodoel quellegaanuestra puerta;

    y por tanto deben, inspeccionarse constantemente, a fin deimpedir que en ningn momento se encuentren desaseados.Comogeneralmentesejuzgadelascosas porsuexterioridad,un

    ligero descuido en cualquiera de estos lugares, sera bastante

    para que se formase una idea des ventajosa del estado de

    limpieza de los departamentos interiores, por ms aseados que

    stosseencontrasen.

    4. Lalimpiezadel pisocontribuyeengranmaneraallucimiento

    de los edificios,alaconservacinde losmuebles, y aahuyentarlosinsectos y reptilescuya presenciaescasisiempreunsignode

    suciedad y de incuria. Deben, pues, conservarse los suelos en

    perfectoaseo,sinexceptuar paraestolos patiosnilacocina.

    5. No hay ninguna habitacin, ningn lugar de la casa, que noreclamenuestros msexquisitos cuidadosen materiadeaseo y

    limpieza; pero consideremos que si una pequea falta puedealguna vezserexcusableenla parteinterior,jamsloserenlasala ni en los dems puntos de recibo. Una manchaen nuestrosvestidos tomada en un asiento, podr ser imputada a nuestros

    sirvientes;enlos vestidosdeunextrao,nossersiempre, y conrazn,imputadaanosotros.

    6. El aseo en las habitaciones no debe limitarsea los suelos y alosmuebles:esnecesario quelostechos,las paredes,l as puertas,

    las ventanas y todaslas dems partesdeledificio, permanezcan

    enestadode perennelimpieza.

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    cmo el lugar destinado a preparar las viandas, se descuide a

    veces hastael puntode quesuaspecto produzcalasms fuertes

    sensacionesdeasco.

    12. Tampoco estnexceptuados el corral,el garage y las demsdependencias del orden y del aseo. Cuando estos lugares estn

    llenosdebasura y otrasinmundicias, y sus paredesmanchadas ydeterioradas, difcil es que en el resto de la casa se encuentren

    observadaslasreglasaquiestablecidas.

    13. Una familiadelicada y cultano permite qu ela parteexteriorde su casa se encuentre nunca desaseada. Como la calle puede

    perderinstantneamentesulimpieza, pormuchascausas quees

    excusado enumerar, se hace indispensable que cada cualexamine con frecuencia el frente de su habitacin a fin de

    hacerloasearcada vez queseanecesario.

    14. Lacradeanimales quenonostraenunautilidadreconocida,a ms de sergeneralmente un signo de la frivolidad denuestro

    carcter, es un germen de desaseo, al cual tenemos que oponerun constante cuidado, que