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CAMINO NEGRO 1 CAMINO NEGRO de Oscar VIALE Personajes Pereyra Mecha Lucio (Una gomería en el Camino Negro. La suciedad está enquistada ahí desde hace lustros. Paredes mal encaladas, piso de tierra. Hay neumáticos usados por doquier, amontonados o abandonadas al azar. En la mesa de trabajo también reina el desorden: las herramientas abandonaron el panel donde alguna vez estuvieron ordenadas: máquinas y potes de pegamento rinden culto al descuido. Hay una máquina de aire comprimido en el suelo, una bañera muy vieja llena de agua sucia, que sirve para comprobar las pinchaduras. Hay profusión de calendarios y publicidad del ramo, al lado de fotos con audaces poses femeninas, recortadas de revistas. Una escalera de pintor, toscamente casera, sirve para llegar a los altos, una especie de depósito. Abajo hay tres puertas: una da al baño, la otra a una miserable oficina y la tercera al exterior. Esta última se cerrará con una cortina metálica, oxidada y torcida. Al comenzar la acción se escucha una radio a todo volumen: es una audición de música popular de baja calidad artística, presentada por locutores gritones y confianzudos. Segundos después aparece desde el exterior un hombre trayendo una rueda de camión con una pinchadura. La hace rodar hasta dejarla apoyada por ahí. Como no encuentra nadie a la vista, llama la atención golpeando las manos. Nadie sale a recibirlo. Investiga entonces a través de las puertas.) PEREYRA: Si usted llega a parar, si estaciona... lo asaltan. Y si hay un accidente... hay saqueo. En un segundo dejan todo pelado, le sacan las cosas de valor que lleva encima y desmontan el auto. Es una mafia, tienen todo organizado. TERESA: ¡Qué salvajes! En vez de socorrer a la gente, resulta que... (Se corta) PEREYRA: Por eso, lo que estamos haciendo es lo mejor. Ponemos el parchecito y a volar que hay cinches (Sigue trabajando) TERESA: ¿La policía no hace nada...? (PEREYRA lanza una carcajada) PEREYRA: Colabora... Pero llegan tarde. Ellos también tienen miedo de estacionar. En esta ruta, si uno tiene que detenerse, lo mejor que le puede pasar es que ya esté muerto. TERESA: ¿Por qué? PEREYRA: (La estudia un momento antes de responderle) Quiere saberlo todo, eh. Es media, media, media morbosa usted. Mente podrida, que le dicen. TERESA: No me digan que se abusan... PEREYRA: (Sonriente) No me haga hablar. TERESA: Mientras yo no se lo pida, haga el favor de no sobreprotegerme PEREYRA: (Casi afrentoso) bueno, sí, se abusan. Los violan, a veces los matan. Y otras cosas peores (Un silencio) ¿Está contenta, ahora? Mente podrida, amigo. Tiene que saber todo lo que... (Se corta) TERESA: ¿No habrá teléfono por aquí? PEREYRA: Hará cosa de un año cayó una parejita. Iban en auto y pararon para... se estaban metiendo mano. Y loa agarraron. Les hicieron de todo (Sonriendo tétrico) To-do. ¿Quiere saber qué es “todo”...? Perfecto. A él lo tenían agarrado mientras a la chica... Diecisiete años, hicieron un desastre. La destrozaron por todas partes y encima la

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CAMINO NEGRO 1

CAMINO NEGRO de Oscar VIALE

Personajes Pereyra

Mecha

Lucio

(Una gomería en el Camino Negro. La suciedad está enquistada ahí desde hace lustros. Paredes mal encaladas, piso de tierra. Hay neumáticos usados por doquier, amontonados o abandonadas al azar. En la mesa de trabajo también reina el desorden: las herramientas abandonaron el panel donde alguna vez estuvieron ordenadas: máquinas y potes de pegamento rinden culto al descuido. Hay una máquina de aire comprimido en el suelo, una bañera muy vieja llena de agua sucia, que sirve para comprobar las pinchaduras. Hay profusión de calendarios y publicidad del ramo, al lado de fotos con audaces poses femeninas, recortadas de revistas. Una escalera de pintor, toscamente casera, sirve para llegar a los altos, una especie de depósito. Abajo hay tres puertas: una da al baño, la otra a una miserable oficina y la tercera al exterior. Esta última se cerrará con una cortina metálica, oxidada y torcida.

Al comenzar la acción se escucha una radio a todo volumen: es una audición de música popular de baja calidad artística, presentada por locutores gritones y confianzudos.

Segundos después aparece desde el exterior un hombre trayendo una rueda de camión con una pinchadura. La hace rodar hasta dejarla apoyada por ahí. Como no encuentra nadie a la vista, llama la atención golpeando las manos. Nadie sale a recibirlo. Investiga entonces a través de las puertas.)

PEREYRA: Si usted llega a parar, si estaciona... lo asaltan. Y si hay un accidente... hay saqueo. En

un segundo dejan todo pelado, le sacan las cosas de valor que lleva encima y desmontan el auto. Es una mafia, tienen todo organizado.

TERESA: ¡Qué salvajes! En vez de socorrer a la gente, resulta que... (Se corta) PEREYRA: Por eso, lo que estamos haciendo es lo mejor. Ponemos el parchecito y a volar que

hay cinches (Sigue trabajando) TERESA: ¿La policía no hace nada...? (PEREYRA lanza una carcajada) PEREYRA: Colabora... Pero llegan tarde. Ellos también tienen miedo de estacionar. En esta ruta,

si uno tiene que detenerse, lo mejor que le puede pasar es que ya esté muerto. TERESA: ¿Por qué? PEREYRA: (La estudia un momento antes de responderle) Quiere saberlo todo, eh. Es media,

media, media morbosa usted. Mente podrida, que le dicen. TERESA: No me digan que se abusan... PEREYRA: (Sonriente) No me haga hablar. TERESA: Mientras yo no se lo pida, haga el favor de no sobreprotegerme PEREYRA: (Casi afrentoso) bueno, sí, se abusan. Los violan, a veces los matan. Y otras cosas

peores (Un silencio) ¿Está contenta, ahora? Mente podrida, amigo. Tiene que saber todo lo que... (Se corta)

TERESA: ¿No habrá teléfono por aquí? PEREYRA: Hará cosa de un año cayó una parejita. Iban en auto y pararon para... se estaban

metiendo mano. Y loa agarraron. Les hicieron de todo (Sonriendo tétrico) To-do. ¿Quiere saber qué es “todo”...? Perfecto. A él lo tenían agarrado mientras a la chica... Diecisiete años, hicieron un desastre. La destrozaron por todas partes y encima la

CAMINO NEGRO 2

amasijaron. Como el chico protestaba y no se callaba le escucharon un... (Se corta) Se desangró, estuvo dos horas...

TERESA: ¡Basta, por favor! ¡Cállese! PEREYRA: Usted me obligó. Ahora aguántesela. (TERESA se aparta unos pasos. PEREYRA

termina la operación y saca la cámara desinflada) Bueno, listo. Si viene el gomero, en cinco minutos nos vamos. (Hay un silencio) Vuelva al camión, hágame caso. Trabas las puertas, enciende la radio y el mal trago pasa enseguida.

TERESA: Prefiero quedarme acá PEREYRA: Se va a poner la ropa a la miseria. Esto es una roña TERESA: (Recalcando) Le dije que prefiero acá (PEREYRA la mira y sonríe) ¿De qué se ríe? PEREYRA: Del carácter. Qué carácter, eh TERESA: Podrido, ya sé. Mente podrida, carácter podrido. Todo podrido PEREYRA: Eso lo está agregando usted. Yo quise decir otra cosa TERESA: Su sentido de la galantería es sorprendente. PEREYRA: Hablé del carácter. Carácter fuerte, quise decir. ¿Es tan malo eso? La ayuda, le sirvió.

Es una persona fría... seca. Nunca la vi reír, por ejemplo. Es una costumbre un poco medio, cómo le diré. Una cuestión de carácter. ¿O no...? En esta vida hay que reírse también ¿O usted tiene un contrato firmado como el cómico aquel que nunca podía reírse en público...? ¿Cómo se llamaba...? Sin embargo, ahí tiene, le sirvió. Un carácter así ayuda para llegar alto.

TERESA: ¿Qué quiere decir con “llegar alto”...? ¿Por qué dijo eso? PEREYRA: Por qué usted llegó alto. ¿Ahora se hace la chiquita...? La carrera que hizo en la tienda

es cosa seria TERESA: Y para usted eso sólo es cuestión de carácter. La inteligencia no tiene nada que ver.

La capacidad tampoco. PEREYRA: El carácter está dentro de la capacidad... O al revés, como le parezca. Usted es un caso

muy especial. Hay pocas mujeres que llegan a Gerente de Personal. Al menos que yo sepa.

TERESA: No es tan raro. El mundo está cambiando. ¿Se enteró...? Las mujeres ya no estamos únicamente en la cocina.

PEREYRA: Fenómeno, perfecto. Pero ahí a manejar ciento y pico de personas. TERESA: Doscientas trece, por si le interesa el dato (PEREYRA cabecea, TERESA se

impacienta) Bueno, haga algo. Consiga que venga a atendernos. Tenemos que irnos. PEREYRA: (Insiste) Vengan rápido, che. ¡Cuidado que La Paloma no perdona? ¡La paloma es

implacable...! TERESA: ¿Cómo...? ¿Qué es eso de La Paloma...? PEREYRA: (Tapándose cómicamente la boca) ¡Uh, ya tuviste que meter la pata, bocina! TERESA: ¿Qué quiso decir? PEREYRA: No dije nada, olvídese. Haga de cuenta que no escuchó nada TERESA: ¿A mí me llaman La Paloma? PEREYRA: No le contesto. ¿Me perdona si no le contesto? TERESA: (Degustándolo) La Paloma. Me gusta. No me cae mal, no sé a qué viene tanto... Es

poético ¿no? La Paloma (PEREYRA lanza una risotada, que luego trata de contener) No me puede negar que suena bien.

PEREYRA: (Sin poder contener ya el ataque de risa) ¡Ay, mamita querida, que reviento...! (Se calma, se seca las lágrimas) Me hizo llorar de la risa... ¡Mire! (Le muestra un dedo con lágrimas)

TERESA: Es algo malo (Se miran, hay tensión) Seguro que es algo malo. PEREYRA: Le dije que se olvidara. Me pisé, hablé de más. TERESA: ¿Qué quiere decir? Tengo que saber por qué me llaman así.

CAMINO NEGRO 3

PEREYRA: No pienso hablar TERESA: ¡Tiene que hacerlo! ¡Ahora ya es tarde para callarse! ¿Hable...! (PEREYRA la

observa un momento antes de hablar) PEREYRA: Conste que usted lo pidió. (Suspira) Le dicen La Paloma por la costumbre que tiene.

Parece que cada vez que da una vuelta por la tienda no perdona. Usted, como la paloma, para, caga a uno y después se va. (Vuelve a soltar la risotada que resulta cómica porque trata de reprimirla. Le sale como un chillido)

TERESA: (Herida) Son unos canallas, uno... (Gira y va hacia la salida, confusa) PEREYRA: Usted me obligó, usted quiso escucharlo. TERESA: No tienen el coraje de ir de frente. Miserables. Basuras PEREYRA: Eh, no es para tanto. TERESA: Yo les hago frente, soy franca, no mando a decir las cosas. PEREYRA: ¡Qué piola! Porque tiene autoridad. TERESA: Aunque no la tuviese. Yo nunca usaría un chiste vulgar para vengarme. PEREYRA: Cada uno se defiende como puede TERESA: ¿Por qué no me contestan? ¿Por qué se callan la boca cuando les digo algo...? PEREYRA: No pueden contestarle. Si dicen algo, capaz que usted todavía engrana más. TERESA: Y entonces usan el apodo para descalificar. Muy bien, hay que felicitarlos. PEREYRA: Es un chiste, no exagere. Ni siquiera le cayó mal de entrada. ¿Se acuerda? TERESA: Es vergonzoso que un hombre se permita agredirme cada vez que me nombra. En las

mujeres lo entiendo, pero en los hombres no. ¿Usted también me llama así? PEREYRA: (Esquivo, luego de una pausa) Ya le dije que mejor no hablemos de eso. TERESA: Vamos, no se achique. Usted presume de mucha hombría... ¿Usted también me llama

La Paloma? Dígalo, no me voy a ofender. PEREYRA: Si ya está ofendida TERESA: Mejor entonces. El daño ya está hecho. Adelante. PEREYRA: (Luego de un silencio, grita hacia fuera) ¡Morocho! ¡Vamos, vení a atender a la

clientela...! TERESA: (Tenaz) Dígalo. ¿Para usted también soy La Paloma? PEREYRA: (Intentando sonreír) Yo podría usar apodos más cariñosos TERESA: Se está escapando. Conteste. PEREYRA: (Imprevistamente feroz) ¡Basta! ¡Termínela de una vez...! ¿Hasta cuándo la piensa

seguir? TERESA: No me grite. PEREYRA: ¡Córtela, entonces! ¿No se da cuenta que ya está molestando...? TERESA: ¡Es una orden! PEREYRA: ¡Acá no estamos en la tienda! TERESA: Pero es un problema de trabajo. ¡Hable! PEREYRA: ¡Acá somos iguales, no hay diferencias! ¡Somos dos tipos, un hombre y una mujer...! TERESA: No es verdad, no se engañe. Hable, vamos. PEREYRA: ¡No quiero! ¡Y usted no me puede obligar! TERESA: ¡Soy su superior! PEREYRA: (Gritando) ¡Aquí no! TERESA: De acuerdo, muy bien. Mañana a primera hora lo hago llamar y va a tener que

decírmelo. PEREYRA: No sé. Vamos a ver. No se puede obligar a la gente a que se acuse a sí misma. TERESA: Quiere decir que usted me llama así. A lo mejor es el inventor de ese apodo. PEREYRA: Me quiere sacar de mentira, verdad. Espere hasta mañana. Llámeme y vamos a ver

qué le contesto. TERESA: ¿Qué me puede contestar...? Soy la jefa de personal

CAMINO NEGRO 4

PEREYRA: (Irónico) ¿Ah, sí? ¡Mire qué fácil! ¡El de arriba y el de abajo! Y el que arruga siempre es el de abajo.

TERESA: No quise decir eso. PEREYRA: Y qué pasa si no le contesto nada, ¿eh...? ¿Qué pasa si el camionero se va al mazo sin

abrir la boquita...? ¿Lo despide? ¿Lo suspende? ¿Lo manda en cana...? TERESA: Usted recién me pidió que esperase hasta mañana para saber. Esperemos los dos ¿No

le parece...? (Hay una pausa. Se alejan, no se miran) PEREYRA: (Tratando de aliviar la situación) Pero caramba, parece mentira. Ya estamos con la

cara fruncida, a los gritos... La culpa es mía, perdóneme. Justo vengo a sacar el tema del... (Se corta) ¿Me perdona? Dígame que sí, hágame el favor. Habiendo tantos temas de conversación, justo vengo a... (Recordando algo) Uh, menos mal que me acordé. (Busca algo en la mesa de trabajo. Encuentra un lápiz y un papel de diario y se los ofrece a TERESA) Tome, escríbamelo por favor (TERESA lo mira sin moverse) Sea bueno, anótemelo.

TERESA: ¿Qué es lo que quiere que escriba? PEREYRA: El nombre de su perfume. ¿Se acuerda que veníamos hablando en el camión? El

mismo que usaba La Tana. (Insiste con el papel y el lápiz) Dele, escríbamelo. TERESA: (Sin tomarlos) “Nuits du paradis” PEREYRA: ¿Cómo...? ¿Qué...? TERESA: “Nuits du paradis”. Escríbalo usted. PEREYRA: No. Anótelo usted, que tiene letra más prolija. TERESA: (Sonriendo indulgente) Está bien, traiga. (PEREYRA le entrega el papel y lápiz y

ella anota. Lo devuelve. PEREYRA observa la anotación largamente, sin bajarla de ante sus ojos.) ¿No entiende la letra?

PEREYRA: Sí, si, entiendo... (Casi deletreándolo) Un... ist dddduuu pa-ra... ¿Está bien escrito así...?

TERESA: ¿No es mejor si lo aprende de memoria? PEREYRA: No, qué voy a aprender. Soy un tronco para los idiomas. Y La Tana también (Lanza

una carcajada) ¿Cómo hacía para pedirlo en la perfumería...? Para mí que se trabucaba toda; ¡porque era más cuadrada que yo...! ¡Una bestia! Pura, pura, pura polenta, vio. A La Tana, de las cosas del bocho no había que pedirle nada. Nada de pensamientos ni de palabras lindas... De eso nada. Era una tipa con sangre, polentosa, de carrera. Pura pura vitalidad. Una pila eléctrica. Yo la tocaba y... puf, mamita querida. Una fiesta. Y fíjese las casualidades, no; las dos usan el mismo perfume. Para mí era muy importante el perfume de La Tana. Porque le ganaba a otros olores, sabe. No piense mal, olores del ambiente quiero decir... Nos encontrábamos siempre en el mismo lugar, a las dos de la tarde más o menos. Ella y el marido tenían una fiambrería. Al mediodía cerraban y ella se quedaba sola porque el punto se iba a hacer bancos, pagar cuentas y esas cosas. Yo entraba a la fiambrería y nos quedábamos atrás del mostrador, en una silla: ella quería tener siempre a la vista la puerta de calle. ¡Uh, era una fiesta...! ¡Hay que ver lo que pasaba entre el cuartirolo y la mortadela...! Los salamines sudaban, el roquefort se reía... y nosotros dale que dale. ¡La silla crujía, no sé cómo nunca la desparramamos...! Porque ahora que me acuerdo, nunca lo hicimos de otra manera. Yo sentado y ella subida a caballito. Y me jineteaba. Me jineteaba. Me jineteaba. Eran cabalgatas largas, interminables. Como las de John Wayne en las películas, vió. John Wayne atravesando desiertos, desfiladeros, ríos. No aflojaba el gaucho. Parecía que se iba a caer del caballo, que iba a tirar la esponja... ¡Pero no...! ¡John Wayne seguía...! Espoleaba, castigaba y gritaba y rogaba, y... y... y... ¡La puta que lo parió a John Wayne! ¡Cómo me jineteaba!

CAMINO NEGRO 5

TERESA: (Una orden) Pereyra, tome la rueda y vámonos. (En un arrebato sale hacia el exterior. PEREYRA tarda en salir de sus recuerdos eróticos. Un silencio. TERESA regresa. Se queda en la puerta)

PEREYRA: Espere, no podemos. TERESA: Esto ha sido muy desagradable. No pienso quedarme un minuto más. PEREYRA: No quise ofenderla TERESA: No sé qué es lo que quiso. Pero vamos, venga. PEREYRA: No empecemos otra vez. Ya le expliqué que no podemos seguir. TERESA: (Gritando histéricamente) ¡No me hable como a una deficiente mental! ¡Sé lo que

estoy pidiendo! ¡Vamos, sigamos...! PEREYRA: (Bajo pero amenazante) Oiga, cuidadito con el tono. TERESA: Lo mismo digo. PEREYRA: No me venga con órdenes TERESA: Ni usted con suciedades PEREYRA: Acá no está en la tienda TERESA: Ni en una cancha de fútbol. Soy una dama ¿Viene o no...? PEREYRA: Acá no manda; somos iguales ¿Estamos...? TERESA: Es un bocasucia, un desubicado ¿Cómo se permite contar esas porquerías? PEREYRA: Hablaba del perfume ¡La estaba elogiando! TERESA: Bueno, está bien; no pienso discutir ¿Viene o tengo que llamar a la policía...? PEREYRA: Vaya... vaya... TERESA: Mañana usted va a tener noticias mías. PEREYRA: ¿Sabe por dónde me paso sus amenazas...? TERESA: Usted cambió. Usted no es el hombr... la persona que yo conozco. Desde que

llegamos aquí es otro. PEREYRA: ¿Ah sí? ¡No me diga! Y qué tal, ¿cómo le va con el otro...? ¿Le funciona o no...? (Se

pasea como un modelo) ¿Está rico este otro Pereyra...? TERESA: No sea grosero PEREYRA: Le resulta grosero... ¡Qué lástima! ¿Así que es mejor el Pereyra servil, el Pereyra

subordinado, el Pereyra camionero...! ¿O el que la atrae más es el Pereyra boludo...? TERESA: ¿Por qué me habla así...? PEREYRA: Claro, el Pereyra de la tienda es más dócil, se deja manejar, no protesta nunca. Es

mansito. Y entonces la gente se engaña: creen que es boludo. TERESA: ¡No puedo permitir que hable así...! (Hacia fuera) ¡La gente de la gomería! ¡Vengan!

¿Por qué no vienen...? ¡Señor gomero, venga! PEREYRA: (Sonríe sombrío) Siempre dando órdenes TERESA: Con usted no hablo (Insiste llamando) ¡Por favor, señor, lo estamos esperando! PEREYRA: Dijo “por favor” ¡Qué atenta! TERESA: En mi casa se van a preocupar, los conozco. Y van a hacer la denuncia. Mejor nos

vamos, se lo advierto. PEREYRA: Lo único que hice fue hablar del perfume TERESA: Es un tema que no me interesa PEREYRA: A mí sí. Fue muy importante el perfume de La Tana TERESA: Van a ir a la comisaría, estoy segura PEREYRA: Porque ganaba, se imponía. Un perfume extraordinario TERESA: O a lo mejor salen a buscarme. El vecino tiene auto y le van a pedir el favor. PEREYRA: Los estantes llenos de quesos, de candelarios, salchichones, fiambrín... y no se

notaban. TERESA: Si salen, seguro que van a pasar por aquí. PEREYRA: Un olor fuerte. Como en todas las fiambrerías

CAMINO NEGRO 6

TERESA: Y entonces puede tener un problema PEREYRA: Sin embargo, lo que yo tengo metido aquí, es el perfume de La Tana TERESA: Porque esto es grave PEREYRA: Lo que recuerdo es el perfume. El perfume TERESA: E un secuestro. O casi. PEREYRA: ¿Cómo...? ¿Qué dijo...? TERESA: Pero tiene solución. Todavía se puede arreglar. Si nos vamos ahora mismo yo no voy

a decir nada (Un silencio. Se miran) Salgamos. Vamos PEREYRA: (Luego de un silencio cargado) Pídalo por favor. TERESA: (A regañadientes) Salgamos... por favor. PEREYRA: Le cuesta, eh. ¿Por qué le cuesta tanto...? Mucho orgullo. TERESA: No es eso. Lo que pasa es que... estoy nerviosa. PEREYRA: (Capcioso) Ah, claro; los nervios son tan mal educados... TERESA: Aunque sea, acérquese adonde pueda tomar un colectivo. Sigo sola. PEREYRA: No hay necesidad. Tranquilícese. En dos patadas estamos de vuelta en el camino.

Viene el gomero y en cinco minutos, despachados... TERESA: Estoy nerviosa... Perdón. PEREYRA: (Histriónico) ¡Salute, hoy debe ser feriado! En cinco minutos pidió un perdón y dos

por favor ¿Seguro que se siente bien...? (TERESA parece relajarse un tanto. Deja la zona de la puerta de salida)

TERESA: Hace frío (Se toma los brazos. Sin que TERESA se dé cuenta PEREYRA se quita la campera y se la coloca sobre los hombros. TERESA da un respingo) ¡Ay! (Descubre la acción) Me asustó

PEREYRA: ¿Le doy miedo? ¿Yo tengo el apellido equivocado...? En vez de Pereyra yo debo ser Martínez de Hoz. (Se oye un ruido proveniente de la parte superior)

TERESA: (Buscando la cercanía de PEREYRA) ¿Qué fue eso...? ¿Oyó? ¡Pasó algo ahí arriba! PEREYRA: Espere, a ver. TERESA: Hay alguien ahí. PEREYRA: Shhh, déjeme escuchar (Presta atención unos segundos. El ruido no se repite) No,

no fue nada TERESA: Vaya a ver. PEREYRA: ¿Para qué...? Tranquila. (Nuevo ruido. Hay una sombre móvil) TERESA: (Señalando asustada) ¡Ahí, ahí! ¿La vió? ¡Una sombra! ¡Pasó una sombra! PEREYRA: Está bien, tranquila TERESA: ¡Hay alguien ahí! ¡Le digo que hay alguien! PEREYRA: Está bien, no grite. Parece una chancha degollada. (Va hacia la escalera y sube un

par de peldaños) Morocho... ¿sos vos...? ¿Estás ahí...? ¿Te estás mandando el chiste? (Como nadie le responde, termina de subir. Desde arriba satisface la inquietud de TERESA) No hay nadie

TERESA: ¿En serio...? PEREYRA: ¿Quiere venir a mirar usted? TERESA: Vi clarito una sombra... PEREYRA: Habrá sido una rata TERESA: No, era un ser humano PEREYRA: Las ratas son grandes acá TERESA: ¿Usted vió una rata? PEREYRA: Ahora se pone a temblar por la rata... TERESA: No, no les tengo miedo PEREYRA: ¿Ah, no? (Sonríe) Pánico les tiene. TERESA: Preferiría que fuese una rata y no un... (Se corta)

CAMINO NEGRO 7

PEREYRA: ¿Un qué...? TERESA: Un asaltante... o un.. (Se corta) ¿Se fijó bien? PEREYRA: En la tienda no le tiene miedo a nadie. Ahí la que produce miedo es usted. TERESA: No me diga que está cómodo en este lugar. PEREYRA: Es una gomería cualunque. Debe haber miles iguales. TERESA: Es un sitio espantoso. PEREYRA: Es la falta de costumbre. Usted nunca se topa con lugares como éste, los esquiva.

Tiene los ojos dulces, mal acostumbrados. Está siempre mirando lo lindo. TERESA: ¿Por qué habla con tanta seguridad? PEREYRA: Estos lugares y la gente que anda en ellos. No hay que mirarlos. No existen. Para qué

mirar la parte fea de la vida. ¿no...? Mejor es borrarlos. Me jugaría que cuando se cruza con un pordiosero, usted da vuelta la cara. ¡Aj, esa cosa-tan-terrible!

TERESA: ¿Tan pobre impresión tiene de mí? PEREYRA: Vamos, diga la verdad. No le gusta mirar los granos que tiene el mundo, ¿no es

cierto? TERESA: Nadie puede dejar de verlos PEREYRA: ¿Entonces los ve...? ¡No me diga! ¡Qué bien! Y después qué hace, ¿se frota con

alcohol...? O va a la iglesia y le ruega a Dios. Claro, eso dá más resultado. TERESA: ¿Le parece mal? Seguro que usted no va. Se rebaja teniendo una fe. Ve los granos, ve

las cicatrices. Pero ahí se acaba la cosa. ¿De qué manera está luchando para modificar el mundo...? Ni siquiera reza.

PEREYRA: Algo hago TERESA: ¿Qué...? A ver, dígalo (Breve silencio) ¿Va al sindicato, es dirigente gremial...? No,

no tiene tiempo. Prefiere cuidar la pintita. PEREYRA: ¿Usted qué sabe? TERESA: Yo sé todo lo que quiero enterarme PEREYRA: ¡Me estuvo investigando! TERESA: Como todo el personal, tiene su foja de servicios. PEREYRA: El prontuario. Adonde van a parar todas las alcahueterías TERESA: Trabajo únicamente con hechos, con datos reales. PEREYRA: Si quiere saber cómo soy pregúnteme a mí, no ande atrás de los chimentos. A ver,

¿qué quiere saber? ¿Si soy curda, si soy choro, si le pego a mi vieja...? TERESA: A la firma no le interesa su vida privada, siempre que no influya sobre su conducta en

el trabajo. PEREYRA: ¿Qué está diciendo...? ¡Toda la vida influye! ¿Con qué me sale ahora...? ¡Soy el

resultado de donde nací, de cómo me crié, de las cosas que me tuve que bancar...! A ver, anote: nací al lado de una villa miseria y me crié con hijos de asaltantes, pero también de laburantes. Fui hasta cuarto grado, no tomé la primera comunión y una vez estuve preso... Qué tal, ¿Anotó bien? Fue por culpa del Cholo, de lo que le pasó al Cholo. Ibamos para la quema en el carro del Colorado, que juntaba cartón. El Cholo se puso a hinchar, estaba inaguantable: se movía, cargaba, jodía todo el tiempo. Hasta le clavó un cortaplumas en el lomo al caballo. El animal salió a los piques, el carro empezó a ir a los bandazos. De bronca lo empezamos a fajar entre los tres: el Colorado, Bartolo y yo. El Cholo pedía por la madre, pero no le aflojamos, lo estábamos dejando morboso. Por ahí se zafó, hizo pié en la baranda y se tiró a la calle. Pero se enganchó en la rueda, se fue abajo, y el carro le pasó por encima... (Se señala una pierna) Por acá. Tenía doce años.

TERESA: Por esos datos, usted no pasa a ser ni mejor ni peor para la firma

CAMINO NEGRO 8

PEREYRA: ¿Y a quién le importa la firma? ¡Es una cosa que no existe, que no tiene forma! Acá lo que importa es su opinión, porque usted es la cabeza de la firma. Usted es la que piensa, la que decide.

TERESA: No es verdad. Pero tampoco creo que éste sea el lugar para discutirlo. No se enoje, Pereyra, no quiero molestarlo... pero mire la hora que se hizo. (Muestra su reloj pulsera) ¿No piensa hacer nada para que podamos seguir viaje? (Se oye un ruido afuera. Se observan preocupados. PEREYRA toma una barreta y avanza hacia la puerta. Se vuelve y da una rápida y perentoria orden)

PEREYRA: Cante. (TERESA lo mira sin entender) Cante cualquier cosa. Así la oigo desde afuera y sé que no le está pasando nada... (TERESA asustada se pone a cantar un viejo tango. PEREYRA sale. Te va hacia la ventana y da la espalda un momento a la puerta. Aparece LUCIO, vestido de overoll y muy sucio. Trae una rueda desinflada. Cojea. Observa divertido a la mujer. TERESA se da vuelta y lo mira aterrada. Deja de cantar)

LUCIO: Hola. TERESA: (Vuelve a cantar y deriva en un grito) ¡Socorro! ¡Auxilio...! (PEREYRA reaparece

corriendo) PEREYRA: ¿Qué pasa? ¿Por qué grita...? (Observa a LUCIO con desagrado) ¿Qué le hizo? LUCIO: Nada, no le hice nada. La saludé PEREYRA: (A TERESA) ¿Le hizo algo? Dígame la verdad. LUCIO: La saludé y se puso a gritar. Qué escandalosa. (Los dos hombres se miran un

instante, como evaluándose) PEREYRA: (Agresivo) ¿qué quiere acá? ¿Qué busca? LUCIO: ¿Qué voy a buscar...? ¿Esto no es una gomería...? PEREYRA: ¿Cómo entró? LUCIO: Por la puerta PEREYRA: ¿Y cómo yo no lo ví...? LUCIO: Epa, un momento, pare la mano. ¿De qué se me acusa...? Vengo a traer un... a hacer

una consulta y resulta que... ¿Usted es el gomero? PEREYRA: el gomero no está. No hay nadie. LUCIO: (Capcioso) ¿Ah, sí? Mire qué cosa. ¿Y ustedes qué son? PEREYRA: Clientes. No tenemos nada que ver con la gomería LUCIO: Ah, son clientes. Yo también soy cliente. ¿Se puede saber entonces por qué corno me

trataron así cuando entré...? Un poco más y me mandan en cana. TERESA: La culpa fue mía, perdóneme. Como me puse a gritar, el señor pensó que me había

pasado algo... LUCIO: Pero no. TERESA: Pero no. LUCIO: Bueno. Entonces dígaselo. Que lo entienda bien, porque todavía me sigue fichando

con una bronca terrible... Bravo el “señor” PEREYRA: ¿Piensa quedarse esperando? LUCIO: ¿A usted qué le importa? PEREYRA: ¿Qué consulta vino a hacer? LUCIO: Son cosas mías PEREYRA: No puede quedarse LUCIO: ¿Quién dijo? PEREYRA: ¿No ve que molesta? TERESA: (Sorprendida por el tono agresivo) Pereyra, me parece que... PEREYRA: Usted no se meta. (A LUCIO) ¿Me oyó? LUCIO: ¿A quién molesto...? (A TERESA) ¿La estoy molestando, señora?

CAMINO NEGRO 9

TERESA: (Volcando sus simpatías hacia LUCIO) A mí no LUCIO: (A PEREYRA) Ahí tiene PEREYRA: Aquí estábamos nosotros LUCIO: ¿Y con eso qué? ¿El que llega primero tiene coronita? TERESA: (A PEREYRA) No haga más incómoda la situación. Haber llegado antes no nos dá

ningún derecho LUCIO: Usted y yo nos entendemos, señora. Estamos en la misma onda PEREYRA: (Despectivo) Qué poca calidad LUCIO: ¿A mí me está hablando? TERESA: Hay que avivarse un poco, viejo. ¿Siempre hace lo mismo cuando encuentra una

pareja a solas...? LUCIO: En una gomería sí TERESA: ¿Qué está queriendo insinuar? PEREYRA: Ciertos momentos se dan en cualquier lado LUCIO: (Irónico) ¿Pero qué me cuenta? TERESA: Pereyra, lo que está haciendo es una infamia LUCIO: Por lo que oigo, ni siquiera se tutean. ¿De qué “ciertos momentos” me está

hablando...? PEREYRA: Es una táctica. El vuelo del águila, se llama. Caída por sorpresa LUCIO: Es un truco viejo. Ya no cae nadie con eso TERESA: No piense mal, señor. Somos compañeros de trabajo LUCIO: Eso también es viejísimo. ¡Entre compañeros hay cada matufia! TERESA: ¡Pero en este caso no! ¡Estamos aquí por una pinchadura! (LUCIO lanza una

carcajada. PEREYRA sonríe) ¿Una pinchadura...? Entonces tiene razón el hombre. PEREYRA: ¿Qué le dije? TERESA: Se ofreció a acercarme con el camión. Es la primera vez que... LUCIO: (Cortándola) ¿La primera vez? ¡Qué emocionante! TERESA: Escúcheme: no hay nada entre nosotros. (A PEREYRA) ¡Arregle esto, por favor! PEREYRA: ¿Para qué se metió? (Le guiña un ojo ostensiblemente) Complica las cosas TERESA: ¿Ahora es culpa mía? PEREYRA: (Insiste con sus guiñadas) Cuando el señor se vaya, aclaramos todo TERESA: (Fuera de sí) ¡Exijo que se aclare ahora...! ¡No me puede calumniar y después

negarse a hacer las aclaraciones! LUCIO: (mordaz) ¡cómo lo mandonean, viejo...! ¿Usted se deja gritonear así por la señora...? PEREYRA: ¡Señorita! LUCIO: Ay, perdone. Ultimamente confundo mucho. Será la poca costumbre. TERESA: ¿Qué dijo? ¿Qué quiso decir...? PEREYRA: Tranquila TERESA: No soporto que hablen con doble sentido PEREYRA: Yo no hablo con doble sentido TERESA: ¡Todo el tiempo! Desde que entró el señor...¡la burla es constante! ¡No lo soporto!

¡Me subleva! LUCIO: ¡Salute! Me parece que se anotó una difícil, estimado. Esta va a ser una guerra. La

señora sabe cómo defenderse. PEREYRA: ¡Y dale con “señora”! TERESA: ¿Eso es lo único que le molesta? (A LUCIO) Puede seguir llamándome señora, no me

molesta PEREYRA: ¡Qué le va a molestar! Le encanta. Es fino, es elegante TERESA: (Tratando de ignorarlo) Y puede quedarse. Es más, le pido que se quede. LUCIO: No, gracias.

CAMINO NEGRO 10

TERESA: No es quién para echarlo de aquí LUCIO: Todo lo que usted quiera... pero mejor me las pico (Marca el mutis) TERESA: (Siguiendolo) ¿Se va...? ¿Sigue viaje...? ¿Para qué lado va...? (LUCIO se detiene.

Observa a TERESA y a PEREYRA alternativamente. Breve silencio) LUCIO: ¿Por qué me lo pregunta? TERESA: Le iba a pedir que me acercase hasta la parada del colectivo... LUCIO: ¿El camión que está afuera no es de ustedes...? TERESA: Sí, sí... Pero él no quiere seguir sin la rueda de auxilio en condiciones. Usted sí, ¿no

es cierto...? (Unos segundos de tensa espera) LUCIO: No, yo tampoco. Voy a seguir esperando al gomero (Camina hacia la salida) TERESA: Pero se va LUCIO: A esperar afuera. No quiero tener problemas con el hombre. A ver si me lo reprocha

toda la vida... TERESA: ¿Y eso a usted qué le importa...? ¡Recién lo acaba de conocer! LUCIO: Pero me mira con tanto odio que... (Finge temor) Ay, no; ¡me dá miedo! Mejor que

se saque el gusto TERESA: ¿El gusto...? ¿Pero no entiende que...? LUCIO: (Cortándola) Señora, hágame el favor: conmigo no levante presión, porque yo soy de

pocas pulgas. No todos tienen la paciencia del señor. ¿Estamos...? (Marca mutis) TERESA: (A PEREYRA) ¿Piensa dejar las cosas así? LUCIO: Mujer de pelo en pecho, carajo (Sale) PEREYRA: ¿Vio lo que gano con tantas “aclaraciones”...? TERESA: Esto no es de caballeros PEREYRA: ¿Ah, no...? (Corre hacia la puerta) ¡Por mí también puede quedarse, mi amigo!

¡Venga, vuelva! (Una breve pausa. LUCIO regresa, Se miran) LUCIO: ¿Cómo es la cosa? PEREYRA: No piense cosas extrañas. Por mí también puede quedarse. LUCIO: ¿En qué quedamos...? (Sonríe) ¿No era que estaba por...? (Se corta) PEREYRA: Estaba. Tiempo pasado. Ahora ya no. (Una pausa, se estudian) LUCIO: Mire que si insiste... me quedo. Afuera está fulero, hay muchos mosquitos PEREYRA: Estoy insistiendo (Nueva pausa) ¿Y...? LUCIO: No, mejor me voy (Gira, pero antes de salir) Eso, sí, si vuelve el gomero... me pegan

el grito ¿Puede ser? (PEREYRA asiente. LUCIO sonríe pícaro) Que lo disfruten con salud (Sale definitivamente)

TERESA: No es de hombres. Lo menos que se puede pedir a un hombre es que haga sentir su respeto por la mujer que lo acompaña

PEREYRA: ¡”La mujer que lo acompaña”! Usted está de prepo aquí. Por las circunstancias TERESA: Pero estoy. Y merezco el mejor de los tratos, esté donde esté. Usted procedió muy

mal, sembró dudas sobre mi persona PEREYRA: Estaba tratando de que el tipo se fuera, así nos quedábamos tranquilos TERESA: ¿Y por eso me tenía que enlodar...? PEREYRA: ¡Uy, qué palabras usa! Un poco de sentido del humor no le vendría mal TERESA: Es totalmente gratuito menoscabar así a una persona PEREYRA: Gratis usted no recibe nada. Lo tiene merecido. ¡Bien merecido lo tiene! TERESA: ¿Qué quiere decir? PEREYRA: ¡Si yo me pusiera a contar los renuncios suyos nos tenemos que quedar aquí hasta el

día del pirulo...! TERESA: ¿Usted qué tiene que reprocharme...? Si hoy fue la primera vez que intercambiamos

más de diez palabras juntas PEREYRA: Suficiente. Basta para mí.

CAMINO NEGRO 11

TERESA: ¿Qué quiere decir? Déjese de dar vueltas y hable concretamente PEREYRA: ¿Quiere que le deschave un fallo? ¿Uno solito...? TERESA: Hable PEREYRA: Sin órdenes, por favor (Breve silencio) Todas las garantías que se tomó hoy antes de

subir al camión TERESA: ¿Cómo garantías? PEREYRA: Sí, primero tuvo que asegurarse que no quedaba pagando. No fuera que se incendiase

saliendo con el camionero... TERESA: ¿Eso le pareció mal...? PEREYRA: ¡Si fue una invitación inocente! “¿Va para allá...? Si quiere, la acerco” TERESA: ¡Yo también acepté inocentemente! PEREYRA: ¡Por favor, no me haga reír! Me hizo esperarla a cuatro cuadras y tuve que aguantarla

como media hora. TERESA: Soy siempre la última en irme PEREYRA: No es verdad, la vi salir corriendo más de una vez. Pero hoy no; hoy esperó a que

saliera todo el mundo. Por miedo a quemarse. ¿Le da vergüenza que la vean con un subordinado...? ¿Por qué, dónde está el problema? En su bocho ¿Qué pensamientos inconfesables se le estarán cruzando...? ¿En qué sucias pasiones se estará enroscando...? ¡Qué papelón se le hace en el bocho a la señorita Urquiaga cuando un par de pantalones le flamean por delante...!

TERESA: ¡Ah, no! ¡Esto colma la medida! ¡Es superior a cualquier cosa que se pueda imaginar! PEREYRA: Acostúmbrese a ir de frente. ¡Respete sus necesidades! TERESA: ¡Usted ya sobrepasa cualquier límite! ¡Está loco! ¡Totalmente loco! PEREYRA: Anótelo en la foja de servicios. Es causal de despido, le puede servir TERESA: Es un resentido. No ha hecho otra cosa todo el tiempo que demostrar su rencor. Eso

no es nada inocente. PEREYRA: Soy clarito como el agua, transparente. Digo lo que siento. No soy como usted, toda

retorcida. ¡Ni siquiera tiene el valor de confesarse lo que siente por un hombre! TERESA: ¡No tengo nada que confesarme! ¡No siento nada por ningún hombre! PEREYRA: ¡Mentira! Por mí siente algo (A partir de ese momento comienza una acción de

acoso. PEREYRA busca acercarse y TERESA retrocede) TERESA: ¡Esto es el colmo! ¡Está loco! PEREYRA: (Vociferando) ¡Termínela con eso de loco! TERESA: ¡No me grite! PEREYRA: Usted siente algo por mí. Aunque lo niegue. Yo lo sé; esas cosas siempre las sé. TERESA: Por favor, Pereyra; usted está llevando las cosas a un... PEREYRA: (Cortándola) Lo supe cuando conocía a La Tana; lo supe ni bien saludé a La Pelusa, o

cuando me presentaron a Marta... Nunca fallo, siempre me doy cuenta TERESA: Conmigo se equivocó PEREYRA: (Sonríe) ¿Ah, sí...? ¿Quién se traga que la señorita Teresa Urquiaga, Jefa de Personal

de las Grandes Tiendas Bompiani, sube al camión de uno de los repartidores de la firma sin tener algo-bien-pensadito...?

TERESA: Yo no siento nada por usted PEREYRA: Me tiene ganas TERESA: ¡Basta! ¡Termine con eso! PEREYRA: Me desea TERESA: ¡No me toque! PEREYRA: Yo te caliento

CAMINO NEGRO 12

TERESA: ¡Déjeme salir...! (TERESA atraviesa la escena rumbo a la puerta, pero PEREYRA se le adelanta, impidiéndole salir. PEREYRA, con movimientos rápidos y precisos cierra el portón. TERESA gritando) ¡Socorro! ¡Señor, ayúdeme!

PEREYRA: ¡Shhh, calladita! TERESA: ¡Abra! ¡Déjeme ir! PEREYRA: ¡No grités! TERESA: (Arrojándose contra la puerta) ¡Señor, por favor! ¡Traiga a la policía! PEREYRA: ¡No grités te digo! (PEREYRA la aparta violentamente y TERESA va a caer sobre

unos neumáticos. Se toma el rostro y comienza a llorar. PEREYRA camina en círculos, tratando de calmarse) ¡Si no haces quilombo todo te va a salir bien! ¡Hablá, si decís las cosas como son, te va a ir mejor...! Yo le gusto, deschavate. Vos también me gustás; mirá con qué franqueza te lo digo.

TERESA: ¡Tenía todo organizado! ¡Estaba todo planeado! ¡Aquí no hay nada casual! PEREYRA: Vos contéstame lo que te pregunto TERESA: Hace mucho tiempo que tiene todo pensado PEREYRA: Shhh, cambiá de disco TERESA: ¿Qué me va a hacer...? PEREYRA: ¡Nada! ¡No te voy a hacer nada...! (Siniestro) O te voy a hacer de todo, no sé.

Depende. Vos qué idea tenés... ¿qué te gustaría? TERESA: Yo quiero irme PEREYRA: No te hagás la nenita. Enfrentá los hechos como una mujer. ¿De qué te asustás...? Acá

no es cuestión de calentura. No hay sexo en esto. TERESA: ¡Es lo único que hay! Estaba todo planeado PEREYRA: No hay sexo, en serio. O al menos, no como vos lo pensás. Esto es otra cosa, algo más

importante. (Un breve silencio) TERESA: ¿Qué quiere decir? PEREYRA: Hace rato que te tengo bajo la lupa, Paloma TERESA: ¿Me... me estuvo estudiando? PEREYRA: “¡Estudiando!” Esa palabra no es para mí. No tengo el bocho de un científico. ¡Ojalá

lo tuviese! Pero no, soy mas bien un analfa, un bestión. Pero son sentimientos. Un bestión que quiere, que sufre... y que odia.

TERESA: Y a mí... ¿qué sentimiento me toca...? PEREYRA: Odio. Odio, Paloma TERESA: ¿Por qué...? ¿Por lo que pasó hoy con la invitación...? PEREYRA: No, ésa fue la última gota TERESA: ¿Y cuál fue la primera? PEREYRA: No sé, del orden no me acuerdo. No tengo tanta memoria. TERESA: Entonces no tiene razones PEREYRA: ¿Cómo que no...? Ahora me acuerdo de una: Bertozzi TERESA: ¿Cómo? ¿Bertozzi, dijo? PEREYRA: Rodolfo Bertozzi, repartidor como yo. Hace dos años le diste el toque. TERESA: Ah, Bertozzi. El que adulteraba las boletas. Un ladrón. PEREYRA: Cuando un tipo hace una macana, siempre hay una explicación. TERESA: Estaba robándole a la firma. Lo pescaron y yo no hice otra cosa que cumplir con mi

deber. PEREYRA: Tu obligación era encontrar las causas, los motivos que tuvo Bertozzi para meter la

mano en la lata. TERESA: ¡Mi obligación es analizar los hechos! ¡Y Bertozzi robó! ¡Los motivos que tenía para

hacerlo no importaban!

CAMINO NEGRO 13

PEREYRA: Es que hay ladrones fáciles, Paloma: los que afanan simplemente para no laburar. Pero Bertozzi se amasijaba. Llevaba ocho años en la tienda, se lo conocía perfectamente.

TERESA: A lo mejor llevaba ocho años robando PEREYRA: ¡No es verdad! ¡Y lo sabés perfectamente! ¡El hombre empezó a macanear después

que le nació el hijo bobo! ¡No le alcanzaba el sueldo...! ¡Tenía un hijo, cómo se les dice, mongólico...! Bertozzi tenía una justificación: ¡el hijo mongólico...! ¡Pero nadie lo tuvo en cuenta! ¡Le diste el toque lo mismo...!

TERESA: ¡No soy de la sociedad de beneficencia! ¡Estoy en la oficina de personal para defender los intereses de la firma...! ¡Para protegerla de los delincuentes como ese señor...! ¡No puedo, ni tengo tiempo para ocuparme de la vida privada de todo el personal! ¡Son demasiados...! (Feroz) ¿Por ese tipo de cosas me odia...? ¿Usted qué pretende, que en vez de jefa de personal sea la madre de la gente...?

PEREYRA: A mí lo que me jode son tus vueltas, lo retorcida que sos. A Bertozzi, cuando supimos lo del hijo, le hicimos una colecta. Yo mismo pasé la lista. Cuando llegué a tu oficina, pasé de largo. Pero vos me mandaste llamar.

TERESA: Me acuerdo perfectamente PEREYRA: ¡Y pusiste más que nadie! TERESA: Era lógico. También gano más que la mayoría PEREYRA: Lo hiciste para sacarte la culpa de encima. A vos, Bertozzi te importa un pepino: lo

habías refundido. Pero quisiste quedar con la conciencia limpia. TERESA: Si se hace una colecta, entiendo que es porque alguien la necesita. Nunca me pregunto

qué hacer en esos casos ni de quién se trata. Tampoco creo haberlo hecho aquel día. Di porque sentí la necesidad de hacerlo. ¿Es tan reprochable eso...?

PEREYRA: A los veintidós que rajaste el mes pasado... ¿les pensás obsequiar algo? Tu alma dadivosa ¿qué te dice...? ¿Con qué te vas a poner, Paloma...?

TERESA: Esa fue una decisión de la empresa, yo no tuve nada que ver PEREYRA: ¿Ah, no...? ¿Y quién firmó los despidos? TERESA: ¡Es parte de mi trabajo! ¡Me dolió, pero lo tuve que hacer! El mío es un puesto que no

permite sentimentalismos... PEREYRA: Con el hambre y la desocupación que hay, esos veintidós tampoco van a poder

permitirse sentimentalismos... TERESA: ¡No puede pretender que me haga cargo también de los problemas del país! PEREYRA: ¡Sí, sí, sí...! Podrías haber convencido al Viejo de que aguantase un cacho. Explicarle

que no es justo mandar así la gente al matadero. TERESA: Lo hice, créame. Y la cosa estuvo demorándose más de quince días. No tengo

testigos, pero estuve parándolo, se lo juro. PEREYRA: Vos arrancaste de abajo, Paloma, pero ya te olvidaste cómo era la cosa. Ahora cinchás

siempre para arriba, a favor del Viejo. TERESA: ¡Es el puesto! No hay un Jefe de Personal que sea querido. Pero la gente tiene la

obligación de separar. No es cuestión de odiar por lo que una hace y por lo que deja de hacer.

PEREYRA: (Sonríe sombrío) ¡Y mirá que hace rato que vos venís “haciendo”...! El puesto mismo te lo ganaste “haciendo”... En la camita del Viejo

TERESA: ¡No te lo permito! ¡Me lo gané en buena ley! ¡Hice méritos! PEREYRA: Eso es lo que los compañeros dicen. TERESA: ¡Pero si es un anciano...! ¡Puede ser mi padre! PEREYRA: Claro, cómo no: un padre degenerado (Capcioso) El viejito todavía se manda sus

zafarranchos. Travieso el hombre. Cuando La Paloma no está a la vista, mete mano por ahí, sin mucho disimulo...

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TERESA: (Yendo hacia él, fuera de sí) ¡Usted es una basura, una porquería, un...! (Trata de pegarle, pero PEREYRA la toma de las manos)

PEREYRA: (Feroz, zamarreándola) ¿Y vos? ¿Vos que sos...? ¡Una puta! ¡Te pagaron los favores con un puesto! ¡El de cagadora!

TERESA: ¡No es verdad, no es verdad...! PEREYRA: ¡Si hasta te vestís como una jovata, para que el viejo no sienta tanto la diferencia...!

¡Mirá la ropa que usas! ¡Mirá cómo te peinás...! TERESA: (Separándose) Me visto así porque me gusta... PEREYRA: ¡Si te vistieras como corresponde, les de la papa a todas! ¡Pero no, querés tenerlo

contento al Viejo...! Es lo único que te preocupa. TERESA: (Riendo y llorando al mismo tiempo) ¡Es increíble! ¡Nunca me lo hubiera

imaginado...! ¡Ahora resulta que me disfrazo, para...! PEREYRA: Si sos capaz de cualquier cosa para conservar lo que conseguiste. Aunque hay cosas

que se te escapan, como tu hermana. Esa se cansó de que la persiguieras, de que la tuvieras cortita... y se las picó.

TERESA: ¿Cómo lo sabe? ¿Quién le contó eso? PEREYRA: Nadie, me enteré yo solito. Conozco tu casa, conozco a tus viejos. TERESA: ¡Me estuvo siguiendo! PEREYRA: Gente fenómena, por eso todavía los tenés. Pero con tu hermana no hubo caso, ésa es

brava. Esa muestra lo que vos ocultás: el temperamento y la mente podrida. Es de carrera la chica. Y lo sigue siendo, aunque esté casada y tenga un hijo.

TERESA: Por favor, como chiste ya es suficiente PEREYRA: A tu hermana no la conformás con chistes. Ella va a los bifes. Nada de chistes: ella

necesita machos bien provistos TERESA: (Tratando de controlarse sin éxito) No lo pienso escuchar más... tranquila, no te

dejes llevar por... Es un manejo. Quiere lastimarte, hacer pasar un mal momento. Pero eso de Clarita no podés tragártelo. Es mucho. Todo lo otro pudo averiguarlo, está dentro de lo... (A PEREYRA) No puedo demostrarle en este momento que conoce a mi hermana tan, tan...

PEREYRA: Vamos, decilo, “No me banco que te hayas acostado con mi hermana!... Decilo, llenate la boca de sexo, aunque sea por una vez. Decía algo feo, algo que quede bien, que no sea fino. Tu hermana es una yegua que necesita un padrillo cada dos por tres. Con el marido no le alcanza (Sonríe) Bueno, no hubo más remedio que conformarla ¿Sabés en donde”... En su propia casa...

TERESA: ¿Ahora me quiere hacer creer que conoce su casa...? PEREYRA: Un sábado por la mañana. Yo tenía reparto cerca y combinamos. TERESA: No le creo. ¿Cómo hizo para sacarle la cita? ¿De qué manera trabó relación? PEREYRA: Dejé el camión a tres cuadras. Fue en el living, porque no quiso hacerlo en el

dormitorio. El chiquito estaba en la cunita, y le dio no se qué. Estaba recontra caliente la desgraciada. Caímos al suelo, nos revolcamos. Ella tiró al suelo una botella de coñac que se hizo polvo. Pero no paramos, seguimos igual. El coñac mojó el piso, ella se empapó la espalda. Que mezcla: sexo y coñac.

TERESA: Ellos no toman coñac. Nunca vi una botella de coñac en la casa. Esta inventando todo. PEREYRA: Cuando terminamos, ella apoyó una mano en el piso para levantarse y se cortó la

palma de la mano... (Muestra su mano) Un tajo así. Hace tres meses. ¿No te acordás de su mano vendada...?

TERESA: (Tratando de ocultar la verdad) No, no sé nada. PEREYRA: Como no te vas a acordar, si fue un tajo impresionante. ¡Le dieron como cinco

puntos! La tuvieron que llevar de raje al hospital. Yo mismo llamé a su marido al

CAMINO NEGRO 15

laburo, haciéndome pasar por un vecino... (Silencio. TERESA está al borde de un ataque de nervios) ¿Y? ¿Miento? ¿Estoy inventando...?

TERESA: (Estallido) ¡el odio nunca puede justificar tanta bajeza...! ¡Es toda una sucia venganza! Si me odia porque soy mala o porque le hice un daño... ¡él es mucho peor! ¡Porque fue a buscar a un ser débil, a una persona enferma para vengarse...! ¡No se atrevió con alguien con quien le podía hacer frente...! ¡Pobre hermanita mía...! ¡Recibe hasta los castigos que no merece...! (Desgarrada) ¡Ese grandísimo hijo de puta la usó para vengarse! (Comienza a descargarle trompadas) ¡Te mato, hiena...! ¡Dame una oportunidad y te mato...!

PEREYRA: (Divertido, haciéndole frente) ¡Eso, así me gusta! ¡Calentate! ¡Sacá el veneno que tenés escondido...!

TERESA: ¿Por qué no te animaste conmigo, basura...? PEREYRA: ¡Todo llega! TERESA: ¡No fue ninguna hazaña, porquería...! ¡A ella es fácil ganarle por el sexo...! PEREYRA: Y a vos no ¿no es cierto...? ¡No importa! ¡Ahora te toca a vos...! (TERESA se

detiene. Lo observa temerosa) Te habrás imaginado que no vinimos aquí solamente para que escucharas mis historias...

TERESA: Me vas a violar PEREYRA: Digamos TERESA: Sos un enfermo PEREYRA: Vos también TERESA: ¿Te das cuenta que en el fondo no es odio lo que sentís...? PEREYRA: Siempre reconocí que estabas buena TERESA: Es calentura PEREYRA: Puede ser TERESA: Y como no te atreviste a ganarme de frente... te inventaste todo ese odio y esa

venganza... (PEREYRA le toca el cabello, que ahora luce suelto) PEREYRA: Qué te hiciste en ese pelo, mirá cómo te lo cortaste, parecés un milico. (TERESA,

con los ojos y el pensamiento extraviados, lo deja hacer mansamente. PEREYRA comienza a soltarle los botones de su vestido) Y el cuerpo seguro que también lo tenés hermoso... Lo ocultás, no dejás que nadie lo vea, lo cubrís con esa ropa tan... Pero yo sé cómo es...

TERESA: Despacio, sin violencias, por favor... PEREYRA: Lo adivino. Conozco cada redondez de tu cuerpo, el peso de tus pechos. TERESA: ¡Todo puede ser tan lindo! No hay necesidad de... PEREYRA: Esa cintura... ¿ves que sos buena...? Dejás que toque tu cuerpo. (Efectivamente.

TERESA deja que PEREYRA dé rienda suelta a sus manos ansiosas) TERESA: ¿Por qué no sos siempre así...? Sos dulce cuando querés PEREYRA: Ese perfume. Me vuelve loco. Vamos a disfrutar, Teresa. Te voy a pedir todo. Me vas

a dar todo. TERESA: (Con los ojos cerrados) Sí, sí... Pero sin violencia. Dulcemente (Unos segundos de

caricias silenciosas. Se besan) PEREYRA: Vos también lo tenías todo planeado, ¿no es cierto...? Querías salir conmigo, decí la

verdad. Estabas decidida a todo, ¿verdad? TERESA: Sí, estaba dispuesta a todo. PEREYRA: ¿Y ahora? TERESA: Ahora también PEREYRA: Entonces pedímelo. Te lo quiero oír. Yo te gusto, ¿no? TERESA: Mucho, mucho PEREYRA: Bueno, entonces pedímelo. Pedime que te coja.

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TERESA: (Totalmente entregada) Cojeme, vamos, cojeme. Se buenito. (La actitud de PEREYRA sufre una drástica transformación. La aparta y comienza a gritarle)

PEREYRA: ¡Yegua! ¡Mente podrida! ¡Sabía que eras una atorranta como todas...! ¡Te gané...! ¡Te había ganado desde el día que te ví...!

TERESA: ¿Por qué te ponés así? PEREYRA: ¡Mienten! ¡Siempre mienten! TERESA: ¡Los dos nos deseamos! ¡Estoy dispuesta! ¿No era lo que querías? PEREYRA: ¡Esconden! ¡No quieren demostrar lo que realmente son! ¡Putas...! ¡Calentonas!

¡Yeguas...! ¡Hay que matarlas a todas...! ¡Hay que barajarlas, hay que liquidarlas...! (Mientras lo dice, PEREYRA comienza a buscar algo entre las herramientas. Localiza un cortafierro y lo blande amenazante ante TERESA, quien se siente presa del terror)

TERESA: ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Vengan aquí, por favor...! PEREYRA: ¡Te descubrí el juego, basura! ¡Nunca me engañaste...! (Se lanza sobre TERESA,

quien lo esquiva un par de veces, dando aullidos. TERESA consigue finalmente filtrarse por la puerta del cuarto de baño y hecha llave. PEREYRA golpea la puerta) ¡Abrí guacha! ¡Abrí o rompo todo...! (Se oyen golpes en el portón y la voz de LUCIO desde el exterior)

LUCIO: (Fuera) ¡Qué pasa ahí...? ¡Abran...! PEREYRA: (Ante el portón, gritando) ¡Andate! ¡Picátelas o te amasijo! LUCIO: ¡Quiero entrar, pibe...! ¡Dejame entrar...! (TERESA aprovecha la distracción de

PEREYRA para asomarse. PEREYRA vuelve a correr hacia ella, quien vuelve a encerrarse a tiempo.)

PEREYRA: ¡Bueno, está bien! ¡Ya vas a tener que salir! ¿Cuánto tiempo creés que tardo en romper esta mierda!

LUCIO: (Siempre fuera) ¿Puedo ayudar en algo? ¿Puedo ayudar...? PEREYRA: (En medio de la gomería, sonriendo) ¡Yo no tengo apuro, Paloma! ¡Yo espero! LUCIO: ¡Pibe, dejame que ayude...! (Implorante) ¡Dejame ayudar...! (PEREYRA comienza a

jugar con el cortafierro, largándolo al aire y volviéndolo a tomar) ¡Quiero ayudar...! (Casi sollozante) ¿Por qué no me dejás ayudar...?

PEREYRA: ¿Qué pasa? ¿Por qué grita? LUCIO: (Fuera) Macho... aquí hay cada mosquito que parecen cuatrimotores. Me están

haciendo pelota. PEREYRA: Jódase LUCIO: Habíamos quedado en otra cosa. Esto iba a ser de otra forma. PEREYRA: ¡Basta! ¡Calladito la boca! ¡Usted no me puede imponer nada! LUCIO: ¡Pero viejo, no hay derecho! PEREYRA: ¡Calladito, dije! ¡O salgo de ahí y te hago bolsa! ¿Me entendiste? (Se escucha una

protesta ininteligible de LUCIO. PEREYRA pega un barretazo sobre la puerta sobre la puerta con el propósito de intimidarlo) ¡Andate de ahí, vamos! (Ahora hay un silencio total, PEREYRA va hacia la puerta del baño y trata de hablar dulcemente hacia adentro) Salí tranquilamente, no te voy a hacer nada. Lo de antes fue un ataque de bronca. Pero ya se me fue, creeme. A lo mejor vos tenés razón: no es odio lo que te tengo. Me confundí, qué se yo. En una de esas, hasta terminamos siendo amigos. O algo más. ¿Me oíste...? (Por toda respuesta se oye claramente una descarga del inodoro. PEREYRA se aparta fastidiado) ¡Si será desgraciada...! ¡Mirá cómo me contesta! (Se aleja de la puerta y vuelve a la mesa de trabajo. Cuando está de espalda y distraído, la puerta del baño comienza a abrirse lentamente. PEREYRA presiente algo y se da vuelta nuevamente con el cortafierro en la mano, a la defensiva. Aparece TERESA, totalmente transformada: Peluca rubia, y en

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incitante ropa interior. Se toma del marco de la puerta, en una pose de vedette y lanza un gritito. Superada la sorpresa, PEREYRA comienza a disfrutar del “espectáculo”. Se nota la violencia de interpretar una mujer de este tipo, que está sufriendo TERESA. Asume poses provocativas y evoluciona danzando torpemente, llena de miedo y vergüenza) ¡Eso! ¡Muy bueno! ¡Haceme la vedette, vamos! ¡Vos sos una vedette que está calentando a su público...! (TERESA sigue dando unos pasos vacilantes) ¡Ay mamita, qué rica que estás...! ¡Esas son minas! ¡Qué lomo que tenés! ¡A ver, levantá la patita, hacé como las vedettes...! (TERESA trata de complacerlo torpemente) ¡Una pierna sola, nena, que si no te vas de culo...! (Trata de ayudarla cantando un rosario de pequeñas canciones de moda. Se pone a bailar con ella) ¡Vamos, mové todo, mostrame todo...! ¡No hay que parar! (PEREYRA ya está integrado al “show” y canta y baila con ella. TERESA se toma la cabeza se detiene)

TERESA: Estoy mareada. PEREYRA: ¡No, dale! ¡Seguí! ¡Ahora que empezaste no podés parar...! (TERESA hace un

último esfuerzo) ¡Vamos, che: con alegría! ¡Cómo al principio! TERESA: Sí, sí... (Se mueve presionada) Estoy mareada PEREYRA: ¡Qué fuerte que estás...! ¡Ay, mamita, que te como! (Ríe generosamente. TERESA se

detiene tomándose un costado) Eh, ¿qué me hacés? ¡Seguí! TERESA: (Dolorida) Me vino un. PEREYRA: ¿Qué te pasa? TERESA: (Inclinándose hacia adelante) Me parece que voy a... (Se arquea nauseosa. Se tapa

la boca y sale corriendo hacia el baño) PEREYRA: ¡Eh, no! ¡Así no vale...! ¡Volvé... volvé....! (Va hacia la puerta del baño) ¡Te pasaste!

¡Parecías una bataclana, una de esas yeguas de la revista! ¿De dónde sacaste esa peluca...? ¿Es la que tiene el Cholo para...? ¿La encontraste ahí, no es cierto? Si, es la que usa el Cholo. Se la pone a los bagayos que trae... Si te llega a ver, se cae de espaldas. Nunca vino una mina como vos... (Hay un silencio) ¿Pasa algo...? Salió genial el “show” (Se oye un claro esfuerzo de vómito) Ahora te vas a sentir mejor, vas a ver. Es lo mejor que pudo haber pasado. Aspirá hondo, llená los pulmones de aire. (Cabecea sonriendo) Mirá dónde te digo que aspirés hondo.

TERESA: No me sale. No puedo. No sirvo. (PEREYRA se aparta unos metros) PEREYRA: tenés inventiva, eh. Qué chiste te mandaste. Sos graciosa. Mirá si te llegan a ver en la

tienda así como estás... TERESA: (Desde adentro) ¿Aquí traen mujeres... y las disfrazan...? PEREYRA: Qué se yo TERESA: Nombraste a un Cholo. ¿Quién es, el dueño de esto...? (PEREYRA se encoge de

hombros) PEREYRA: Yo no nombré a nadie TERESA: Este lugar es muy conocido para vos. (Pausa) ¿Le pediste la gomería al Cholo para...?

(No se atreve) ¿Te prestaron la gomería para que... para que me trajeras, no? PEREYRA: ¿Cómo voy a buscar una gomería para traer a una mina...? (Se abre la puerta y

aparece TERESA, vestida) TERESA: No te enojes, no tiene importancia PEREYRA: Pero mirá la pavada que preguntás TERESA: (Sonriendo forzadamente) Lo que quiero decir, es: para qué venir aquí habiendo

otros lugares más... más apropiados, ¿no...? (Pausa, se miran) Donde estar más tranquilos. A solas.

PEREYRA: ¿Un hotel, querés decir? TERESA: Por ejemplo. Es lo natural en estos casos, ¿no te parece?

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PEREYRA: No sé. ¡Hubiera sido un espectáculo entrar con el camión al hotel...! (Ríe) ¡Aquí llega Rabione con el paquetón!

TERESA: (Tratando de imitarlo) ¡Ay, qué gracioso hubiera sido...! Ya hubiésemos encontrado la forma de solucionarlo. Si pudiera opinar. Porque yo no estaba enterada de nada. Yo soy una persona organizada.

PEREYRA: Puf, una barbaridad. Cuando te da un ataque de organización despedís gente en bloques de a veinte.

TERESA: en mi vida privada, quiero decir. Es algo instintivo, siempre fui así... Yo necesito el acuerdo, saber lo que piensa el otro. Y después me juego hasta las últimas consecuencias. Mis cosas me gusta resolverlas de frente. ¿Vos querés estar conmigo? Perfecto. Pero llevame a otro lado. No pido mucho, sólo algo razonablemente más limpio (Hay un silencio. Se miran) Yo también quiero estar a solas con vos. Pero aquí no.

PEREYRA: No. Si te toca morder el polvo... que sea aquí... TERESA: ¿Pero por que? ¡No tiene sentido! PEREYRA: ¡Para mí sí! ¡Pero vos querés hacerlo de otra manera, ya entendí! ¡Vos querés la cosa

programada! ¡Organizar cómo hay que hacer la porquería! TERESA: Yo sola no: organicemos entre los dos. Hasta ahora, quien decidió siempre fuiste vos.

¿Qué puede salir de bueno de una relación donde decide siempre uno? Elijamos un momento y un lugar... pero los dos. Estoy harta de ver relaciones que fracasan porque uno se impone al otro... Muchas veces me pregunté por qué estoy sola, por qué no tengo un (Se corta) Yo necesito tanto amor como respeto. Nunca encontré un hombre que me tratase de igual a igual. Y no justamente porque saliese perdiendo de este trato, todo lo contrario. En rigor de verdad, lo que conseguí hasta ahora sólo fueron hombres sometidos.

PEREYRA: Doscientos trece. Grandes Tiendas Bompiani. Con el Viejo Bompiani a la cabeza. TERESA: No mezclemos. Hablaba de otra cosa PEREYRA: De la cama, hablabas de la cama, que la tenés mezclada en toda tu vida. TERESA: De acuerdo: enfocalo así. Hablemos de la cama ¿Quién manda ahí? PEREYRA: ¿Quién manda...? (Sonríe cáustico) ¡Ahí manda papito! ¡Si papito no está en

condiciones, no pasa naranja...! TERESA: Ahí mandan los dos. Un poco uno, un poco el otro. Son necesarios los dos. En la

cama siempre hacen falta la sábana de arriba y la sábana de abajo. PEREYRA: ¡Mirá qué piola! TERESA: Pero como vos estás manejando las cosas, aquí eso no corre. Esto tiene el aspecto de

una violación. PEREYRA: Puede ser. A lo mejor, quién te dice. TERESA: Pero como yo también quiero hacerlo, como yo también estoy de acuerdo en que entre

nosotros pase todo lo que tiene que pasar... la violación no ocurre, no tiene lugar. PEREYRA: ¿Ah, no...? Esperá un cacho, acá no terminó la cosa. TERESA: Aunque aquí pase de todo, ya no es una violación... Porque yo la acepté, ¿entendés...?

Aquí, la víctima participa del crimen (Abre sus brazos) Adelante, vení. Servite. De la manera que quieras. No vas a conseguir que te odie (Hay un silencio tenso, que PEREYRA rompe esbozando una sonrisa) ¿De qué te reís...?

PEREYRA: Es increíble. Quién podía decir, hace apenas dos horas, que la señorita Urquiaga y el señor Pereyra, dos tipos que a gatas si se saludaban, iban a estar ahora hablando de la sábana de arriba y la sábana de abajo...

TERESA: Del neumático de arriba y el neumático de abajo. Porque el señor Pereyra está empecinado, no quiere saber nada de sábanas...

CAMINO NEGRO 19

PEREYRA: Las sábanas del señor Pereyra reciben únicamente sueños. O cachitos de sueños, para ser justos (Sonríe tristemente) Nada de fantasías completas; pedacitos apenas. En vez de un cuerpo entero... solamente las piernas. Esas piernas (Las señala), por ejemplo, ya estuvieron entre las sábanas del señor Pereyra

TERESA: Mente podrida. PEREYRA: No, eran lindos sueños. Con toda la... toda la poesía, como a vos te gusta TERESA: (Irónica) Ah, ahora voy entendiendo. En sueños, la poesía. En la realidad, comino

negro, comería, mugre, violencia... PEREYRA: En los sueños uno no tiene opinión. Vos, en mis sueños, salís ganando. TERESA: A lo mejor ahí no soy tan mala persona como en la realidad. PEREYRA: Sos una persona, no un puesto. No sos La Paloma, sos Teresa Urquiaga TERESA: Soy casi perfecta PEREYRA: (Luego de observarla seriamente) Sos perfecta del todo. (Hay un silencio largo.

TERESA se aparta, buscando explicaciones. Su cabeza es un torbellino) TERESA: Vos separás. Me estás queriendo decir que Teresa Urquiaga es una cosa y La Paloma

otra. En tus sueños están separadas... pero en la vida real no. Una es querible, la otra no. Y entonces tuviste que decidir. Voy bien, ¿eh? (PEREYRA no responde) En la vida real están las dos juntas, y entonces merecen un mismo destino... ¡Paloma Urquiaga, Teresa Paloma! Fueron juzgadas y se las encontró culpables. Son odiosas, maltratan a sus subordinados, los despiden, los hacen esperar... Entonces, hay que castigarlas. No sirven, están de más. Hay que bajarlas, están sentenciadas, deben ser ajusticiadas.

PEREYRA: (Asistiendo, pero corrigiendo) No, matarlas no. Escarmentarlas, nada más. TERESA: ¡Ah! Escarmentarlas, claro. Reeducarlas, traerlas hasta un agujero asqueroso y –por

ejemplo- ¡hacerles sentir entre las piernas lo equivocadas que están...! Es mejor que matarlas; ¡El crimen perfecto consiste en que queden vivas...! (Pausa, se pasea pensativa) Por eso la cosa tiene que ser acá, las víctimas nunca eligen su forma de ejecución. (TERESA va resueltamente hacia un rincón y se recuesta sobre unos neumáticos, en posición de entrega física) ¡Bueno, adelante...! Te estamos esperando (PEREYRA no se mueve) Ejecútenos, señor verdugo.

PEREYRA: ¡Basta, cortala...! ¿Aquí también querés tener la última palabra...? ¿Aquí la manija la tiene papito! ¿Estamos...?

TERESA: (Irónica) Qué pasa, “papito”, ¿no tiene lista la manija...? ¿Hay que demorar la ejecución porque la manija de papito no está en condiciones...? ¡Ay, qué mal organizado está todo...! ¡En otras partes siempre está la guillotina limpia, la silla eléctrica enchufada, la cuerda bien tensa...! ¿Será el subdesarrollo...? (Sonríe provocativamente) ¡vamos, señor verdugo, no me diga que hay que incentivarlo...! (Mueve las piernas en el aire, seductoramente) Vamos, Pereyra, ¿dónde está el macho argentino? (PEREYRA la observa torvamente, pero no le responde. TERESA siente el exceso en que ha caído y deja de mover las piernas. PEREYRA camina unos pasos y se vuelve lentamente hacia ella. Echa mano a su cintura y toma otra vez el cortafierro. Lo hace girar en el aire, amenazante. Avanza lentamente hacia ella. TERESA se asusta, teme lo peor. PEREYRA avanza con el cortafierro hacia la mujer, ella contiene la respiración. El cortafierro se mete debajo de la peluca rubia y, enganchándosela, se la quita. Con la peluca en alto, enarbolándola como un trofeo, va hacia el baño. TERESA sigue sus movimientos, asustadísma. PEREYRA regresa trayendo las ropas de TERESA ensartadas con el cortafierro. Con un seco movimiento le tira las prendas))

PEREYRA: Vestite (Ella duda un instante, pero luego le hace caso apresuradamente. PEREYRA le da la espalda) Pero con una condición

CAMINO NEGRO 20

TERESA: ¿Cómo...? PEREYRA: Que no tengamos mala memoria, que no salgamos de aquí y volvamos a la misma de

siempre... Aquí apareció una persona distinta, diferente de la que se conoce en la tienda. Una tipa de carne y hueso, que sufre, se calienta, ríe y que empieza a entender cómo es la cosa, eh... Bueno, ésa es la que se salvó. Y la que tiene que seguir. ¿Estamos...?

TERESA: Sí, sí PEREYRA: Ojo, que no haya que traerla todos los días al camino negro para que se acuerde.

Porque del Camino Negro te salvás una vez, pero la segunda... (Silencio, se miran intensamente)

TERESA: De acuerdo, entendí. PEREYRA: Ahora estás mansa, una tipa ubicada: te sabés hacer respetar, pero también querer...

Recordalo. La cosa es mañana. Porque si mañana vuelve a volar La Paloma... hay que bajarla. ¿Entendiste...?

TERESA: Desde mañana todo va a ser distinto. Te lo prometo. (Sorpresivamente le da un tierno pero pudoroso beso en los labios. Se escucha fuertes golpes en la puerta. Se separan rápidamente)

LUCIO: (Fuera) ¡Abran, che! ¿Hasta cuándo van a estar encerrados...? ¡Hay que tener un poco de consideración con la gente...! (TERESA se encamina a la puerta, pero PEREYRA la detiene tomándola de un brazo)

TERESA: Abrile. Total, ya nos estamos por ir LUCIO: ¿Oyeron? ¡Hace dos horas que me tienen aquí afuera...! TERESA: (Gritando) Señor, el gomero no va a venir (A PEREYRA, “sotto voce”) Pobre

hombre LUCIO: ¡Ahí adentro está mi rueda, señora! ¿Quiere que me vaya sin la rueda? Ábrame, por

favor. TERESA: Tarde o temprano tenemos que abrir. ¡Si enseguida nos vamos! ¿no? PEREYRA: Abrimos en ese momento, antes no. Es un tipo medio... ¿No le viste la pinta? A ver si

tenemos problemas. LUCIO: ¿Cómo dijo, señora? ¿Se van. Ustedes se van...? ¡No pueden hacer esto! ¿Quieren irse

y dejarme en...? (Se corta) ¡Ahí hay algo de mi propiedad y ustedes se hicieron dueños...! ¡Van a tener que dar explicaciones...!

PEREYRA: ¿Viste? (Hacia fuera) ¡Callate, terminá de protestar, llorón...! ¡No nos vamos ni pensamos abrirte! Picátelas y no jorobés más

LUCIO: ¿Pero quién entiendo esto...? Escuchame, viejo: aquí mejor que pongamos... PEREYRA: (Cortándolo) ¡Andate porque te reviento...! (Se para amenazante ante la puerta) ¡Te

reviento! ¿Entendiste? (Unos segundos de tensa espera. LUCIO parece haber desistido de sus reclamos. TERESA trata de calmarse vanamente. PEREYRA dando por satisfecho su cometido primario, se aleja de la puerta)

TERESA: (Acercándose, en voz baja, cómplice) ¿No es cierto, verdad? Vos le dijiste que no nos vamos para que no molestara pero... Nosotros nos vamos ¿no?

PEREYRA: (De mal modo) ¿Ahora empezás a hinchar vos? TERESA: Shhh, no grites, que escucha todo. Habíamos quedado en que nos íbamos. PEREYRA: Habíamos quedado, pero ahora no quedamos más TERESA: ¿Por qué, qué pasó...? ¿Hice algo que...? PEREYRA: (Cortándola) ¡Basta, cortala! ¡Nos quedamos y punto! TERESA: está bien, está bien... Pero recién dijimos que... PEREYRA: (Ídem) ¡Dijimos! ¡Puf, dijimos tantas cosas! ¡Ahí está el problema! De boca para

afuera, todo bárbaro. “Voy a cambiar”, “gracias por hacerme ver las cosas de otra manera”, “lo que vos quieras: desde mañana todo es distinto...” (Feroz) ¡Mañana! ¿Y

CAMINO NEGRO 21

dentro de un rato...? ¿Qué pasa si te saco de acá y a los diez minutos me mandás en cana...? ¿Qué garantías tengo...?

TERESA: Creo que quedó claro que entre nosotros se produjo un... (Se corta) PEREYRA: ¿Un qué...? ¡Aquí no quedó claro un carajo! ¡Vos me estás dando vuelta en el aire!

¡Me estuviste trabajando la moral, me hiciste un laburo fino! ¡Menos mal que me avivé a tiempo!

TERESA: ¿De qué estás hablando? PEREYRA: Una persona no cambia de un momento para el otro. La gente agarra una conducta y

chau. Vos tenés la tuya: pisotear, mandonear... Salís de acá y agarrás la misma vía. ¿Por qué ibas a cambiar, qué razón hay...?

TERESA: Lo que estuvo pasando aquí. Es, es, es algo modificador. PEREYRA: ¿Ah, sí...? Y si mañana te llega a tocar en la tienda otro caso como el de Bertozzi...

¿vos reaccionarías distinto? (Hay un silencio, se estudian) TERESA: (Defendiéndose con el ataque) ¿Y cómo reaccionarías vos si tenés un accidente con

el camión y le aplastás la pierna a otro chico...? PEREYRA: Esa sería una desgracia TERESA: ¡Otro Bertozzi en la tienda también! PEREYRA: ¡Acabás de despedir a veintidós y ninguno se llamaba Bertozzi! ¿Esas también son

desgracias para vos...? TERESA: Confundís las cosas. Estamos como al principio. Mezclás a la persona, la conducta de

una persona, con las funciones que cumple. PEREYRA: ¡Porque vos sos feliz con tu puesto! TERESA: ¿Por qué no...? ¡Luché toda mi vida por algo así! PEREYRA: ¡Ja! ¡Y todavía lo dice...! ¡Está orgullosa! ¡Disfruta jodiendo a la gente! TERESA: ¿Qué pretendés, que te firme un compromiso de fidelidad a la clase trabajadora...?

¡Mi puesto es intermedio! Yo tengo que negociar entre la patronal y el obrero. PEREYRA: Pero pateando siempre para la patronal. TERESA: ¡Tengo su confianza, estoy obligada a cuidad sus intereses! PEREYRA: Lo tenía bien clarito. Sabía que no había que dejarla hablar, porque si habla te la

enrosca. Pero uno es tarado y se olvida. ¡Y deja que lo empaquete una mina! (El diálogo se ha ido transformando en monólogos interiores)

TERESA: ¿Cuál es la solución, renunciar...? ¿Eso busca? Con mi renuncia se queda tranquilo. Hasta que aparezca mi reemplazante. Entonces, otra vez Camino Negro.

PEREYRA: Todo arreglado, todo dispuesto y resulta que en dos horas la tipa te hace el coco y da vuelta el estofado. Hay que ser flojo, carajo. ¡Cómo me estaba ganando! (Pese a la mutua increpación, los cuerpos van sufriendo una fuerte atracción. Irán acercándose lenta pero decididamente, hasta llegar al franco contacto físico) ¿qué pasó? ¿Por qué salió así?

TERESA: No tengo que ceder. Es el esfuerzo de toda una vida. PEREYRA: Para mí que fue el perfume. Se me mezclo con La Tana. TERESA: ¿Quién es para juzgarme? Ni siquiera está bautizado. Es un animalito. PEREYRA: Pero La Tana era más hembra. Más mujer TERESA: ¡No quiero renunciar! PEREYRA: ¡Nunca me metí con ninguna! ¡Ellas se metieron conmigo! TERESA: ¡Tengo derecho a defender lo que es mío! PEREYRA: ¡No hay que mirarla, no hay que oírla, no hay que olerla! TERESA: ¿Por eso me quiere escarmentar? PEREYRA: Es una mala persona. Una cagadora TERESA: ¡Es un asesino PEREYRA: Hay que seguir. Hasta las últimas consecuencias.

CAMINO NEGRO 22

TERESA: ¡Tarde o temprano la vas a pagar! PEREYRA: ¡Aquí no se vuelve atrás! ¡No se vuelve atrás! (Se abrazan con pasión,

dispensándose besos y caricias con excitación y premura. El cuadro resulta patético, grotesco. Trenzados en caricias comienzan a trasladarse. Caen sobre neumáticos) ¡Lloro de bronca, no te confundas!

TERESA: Es bueno. Hace bien llorar (Las caricias crecen en intensidad. Las frases son dichas entrecortadamente)

PEREYRA: ¡No me ganaste! ¡Yo todavía tengo el control! TERESA: Acariciame, protegeme... Estoy sola, alguien tiene que ayudarme. Sola no soy capaz

de seguir. Te necesito. PEREYRA: Esto es parte del plan. No me estoy traicionando. TERESA: Los dos juntos vamos a salir adelante... PEREYRA: No hay sexo en esto. Está pensando todo en frío, sin... Acá no hay sexo. TERESA: Igual no importa, da lo mismo PEREYRA: ¡No, que quede bien en claro! ¡Esto no es sexo! TERESA: Bueno, de acuerdo, está bien... (Continúan dando rienda suelta a su instinto. Hay

quejidos, reclamos, frases ininteligibles, etc. De pronto se abre violentamente la puerta: aparece LUCIO, amenazante, con una barreta en la mano. PEREYRA y TERESA se incorporan asustados, tratando a la vez de cubrir sus desnudeces) ¡Ay! ¡Cuidado! El señor...

PEREYRA: ¡¿Pará, qué hacés...?! LUCIO: (Con la barreta en alto) ¿qué hago yo...? ¡Qué está haciendo usted hay que

preguntarse! TERESA: (Amagando ir hacia LUCIO) Escúcheme, señor. Tomemos las cosas como con... PEREYRA: ¡Callate! LUCIO: ¡No le haga caso! ¡Venga! PEREYRA: ¡No te muevas, quedate ahí! LUCIO: ¡Oia, pero escuchámelo! ¡Ahora se me hace el protector! TERESA: (A mitad de camino, indecisa) Cálmese, señor. Se lo pido por favor. LUCIO: Yo estoy tranquilo. Los que están nerviosos son ustedes. Especialmente el estimado.

(PEREYRA da un paso al frente, y LUCIO golpea con la barreta en el entrepiso, amenazante)

TERESA: ¡Sin violencia, señor! LUCIO: ¿Y dónde está la violencia? ¡Yo no hice nada! TERESA: ¿Cómo que no? (Muy alterada) Tiene la... agarró esa... está con una barreta en las

manos LUCIO: ¡Ah, sí! Pero tranquila: no es para usted. La barreta es para el estimado (Sonríe

siniestro) Se portó mal. Es un chico travieso, muy egoísta. PEREYRA: Córtela. Se está pasando. LUCIO: ¡Usted se está pasando! Es un desagradecido. Le abro cancha, le doy todas las

facilidades y me deja afuera. TERESA: (A PEREYRA) Te dije que había que dejarlo pasar PEREYRA: Está hablando de otra cosa LUCIO: La señora, en cambio, se portó muy bien, pero muy bien. Para usted no hay barreta,

hay otra cosa PEREYRA: ¡Córtela! ¡Mejor conversamos afuera! TERESA: ¿Qué quiso decir? LUCIO: Aquí ya se chamuyó mucho. Venga señora. PEREYRA: Ella no va. Mejor hablemos. TERESA: Aquí hay una confusión

CAMINO NEGRO 23

LUCIO: Dejala venir porque te conviene PEREYRA: (Toma a TERESA de un brazo y la obliga a ir hacia un costado) Quedate ahí. LUCIO: Mirá que te la doy. Estoy muy chivo, esto no es joda. PEREYRA: ¿Me estás amenazando, pulguiento...? Vení a buscarla si sos macho. (PEREYRA

lanza una cubierta contra LUCIO, pero no da en el blanco) TERESA: (Dando un grito, asustada) ¡Por favor! ¡Por favor! (PEREYRA, lidiando con su

pobre estabilidad, esquiva el envío y a su vez aplica un golpe de barreta. PEREYRA cae al suelo, dolorido)

LUCIO: ¿Y ahora qué hacés...? (Feroz) Quedate mosca o te amasijo. (Cierra el portón) ¡A mí no me pasa nadie!

TERESA: ¡No hace falta la violencia! Le doy la plata, las alhajas...! ¡Tranquilícese, señor! (Señalando) Ahí tiene mi cartera: llévesela.

LUCIO: ¿Para qué quiero su cartera...? (Herido) ¿Tengo pinta de chorro, acaso...? TERESA: Perdón, fue sin intención. No quise ofenderlo. Pero la plata está ahí. LUCIO: Lo que quiero es otra cosa... (Huele el aire) Te la hiciste, ¿no? Hay olor a... Te la

hiciste, quedaste recontracaliente, y ahora no la querés largar. PEREYRA: No pasó nada, te lo juro. LUCIO: (Olisquea el aire) Te la hiciste, decí la verdad: este olorcito re vendió PEREYRA: Pará, fanático. Te digo que no pasó nada, no te hagás el bocho. LUCIO: Ella recién gritaba, yo oí todo. Negalo, a ver. Bramaba la estimada. PEREYRA: Por otra cosa. Estuvimos discutiendo, loco, creeme LUCIO: Estuvo desnuda, yo la vi (Vuelve a oler al aire) Fue justito aquí. Tengo un radar, yo.

(Lo agarra de los pelos. Sonriente) Y ¿qué tal? ¿sirve o no sirve la señora? PEREYRA: La mano cambió, flaco. Se dio vuelta. Ahora todo es distintos, estamos en otra cosa.

Si me dejás te explico. No hay nada de sexo acá. LUCIO: (Sonriendo capcioso) ¿Sabés lo que sos vos...? Un angurriento, un enfermo (A

TERESA) Es un piantado, señora; usted ni se imagina con quien se metió. Venga, yo la vine a salvar

TERESA: ¿Salvarme de qué? LUCIO: ¡La tenía amenazada con un cortafierro! TERESA: Le juro que no. Nada que ver, señor. En un primer momento, puede ser, pero ahora... LUCIO: ¡La tiene amenazada! ¿Cómo que no...? TERESA: Usted tiene que entender algo, señor: entre gente adulta, a veces, ocurren cosas

vertiginosas, cambios de ánimo inesperados, que modifican una situación de un momento para el otro...

LUCIO: ¡Es lo que le estoy diciendo! ¡Sálvese, vamos! ¡Mueva las patas! TERESA: ¡Ay, no me entiende! Es que no es sencillo... o yo lo estoy complicado, no sé. LUCIO: (Sube los primeros escalones) Está muy lejos, venga acá. ¿Cómo ES la cosa...?

Cuéntemelo aquí, yo quiero entenderla, venga. PEREYRA: Vos no te muevas. ¡Quedate ahí! (Se para y amaga moverse. LUCIO lo encañona) TERESA: Señor, ¿por qué no deja el arma y hablamos como personas civilizadas? LUCIO: (Una carcajada) ¡Mire lo que está pidiendo! ¡Hace un rato, ése la quería amasijar!

Ubíquese, comprenda de una vez dónde está la verdad. PEREYRA: Eso pasó hace una hora, flaco LUCIO: ¡Hace una hora, mirá que bien! Ahora todo es distinto, ¿no? Vos funcionás como los

taxis, vas marcando siempre cosas distintas: una cuadra la querés reventar y a la otra le levantás un monumento...

TERESA: Algo de eso hay; ¡algo así pasó! (A PEREYRA) ¿No es cierto? LUCIO: (Irónico) ¡Ay, qué linda película me perdí!

CAMINO NEGRO 24

PEREYRA: (Apartando a TERESA) No te metás, por favor, que complicás todo. Dejame hablar a mí, que yo lo conozco.

TERESA: ¿A quién? PEREYRA: (Impotente, nervioso) ¡A nadie! Dejame hablar a mí, que yo conozco a esta clase de

gente. ¿Te animás a escucharme, flaco...? Te mandaste mal; complicaste todo. No hacía falta, se arreglaba con dos palabras.

LUCIO: Con chamuyo no me vas a arreglar. Hay que cumplir con la palabra, viejo. PEREYRA: Primero escuchame. Después hacé lo que quieras. ¿Puedo hablar? LUCIO: (Luego de un silencio) Dale PEREYRA: Todo estaba saliendo bien. Tal cual lo habíamos... (Se corta. Mira a TERESA) Pero

el hombre propone y... LUCIO: Y Dios dispone... Andá al grano. PEREYRA: Entra ella y yo empezó a darse, algo cambió, se vino una, hay una especie de corriente

de cariño TERESA: Ustedes se conocen. Son amigos LUCIO: Así que te vino una corriente... Estás electrocutado. Es lo que pasa con las corrientes

(Explotando feroz) Estuviste tres meses dale que dale, rompiendo las tarpiles con esta mujer. Que era una desgraciada, una yegua, una malparida... Que la tenías que reventar, porque así salvabas a doscientos compañeros de laburo...¡Y ahora me salís con que te vino la corriente...!

TERESA: (Temática) Son amigos, se conocen. LUCIO: (Exaltado) ¡Cumplí, carajo! ¡Recibite de hombre de una vez por todas, maricón! PEREYRA: Pará Cholo: no hablés de más LUCIO: ¡Me tenés desviando clientes desde las seis de la tarde...! ¡Estoy regalando la guita,

perdiendo el tiempo, pasando vergüenza! ¡Haciéndome mierda contra las paredes, para que el señor se saque el gusto! ¡Y cuando me toca a mí, resulta que al señor le agarra la corriente y me deja afuera...!

TERESA: ¡Es el Cholo! ¡Es el Cholo! LUCIO: ¡La tenés que entregar! ¡La tenés que entregar, comilón...! ¡Quedamos en que me la

dejabas servida! ¡Ahora me toca a mí! TERESA: ¡Era una trampa! ¡Es el Cholo! PEREYRA: Tranquila. Eso era lo que habíamos arreglado. Teresa. Pero ahora las cosas son

distintas. En serio, creeme. No te va a pasar nada. LUCIO: No le prometas. ¡Vos sabés muy bien que ésa no sale de aquí si no se cotiza! ¡Vamos:

poniendo estaba la gansa! TERESA: Me iban a violar entre los dos. Por eso no se quería ir. LUCIO: ¿Violar...? No ¿cómo violar? Nada de eso. Aquí hacemos todo por las buenas. Acá

aparece la señorita, nos presentamos, saludamos y entre todos colaboramos... TERESA: Nunca sintió nada por mí. LUCIO: Cosa de amigos. La mercadería unas veces la aporta uno, y otras veces, otro PEREYRA: No le creas, Teresa. No es verdad LUCIO: tiene razón, no es verdad. El nunca trajo a nadie. Siempre moja con lo que aportan

otros. Usted es la primera. Y la está queriendo salvar, así que estamos en la misma. TERESA: ¿Otros...? Dijo “otros”. ¿Hay más? PEREYRA: La cosa se complicó porque no es la que pensaba traer, Cholo. Esa no vino, no la pude

enganchar. LUCIO: (Sonriendo irónico) Vos sos como Pinocho, te va a salir una jorobita atrás. ¿Te

olvidás que hace tres meses que la venís vendiendo, Mario...? La describiste con pelos y señales. La guacha es ésta. ¿Por qué la querés salvar...?

TERESA: (Estallando furiosa) ¡Decí que soy yo! ¡Reconocelo! ¡Terminá tu obra, basura!

CAMINO NEGRO 25

LUCIO: ¡Muy bien, señora! ¡Así me gusta! PEREYRA: ¿Qué hacés...? ¿Por qué hablás de más, estúpida...? TERESA: ¡Soy yo, soy yo! ¡La que él había prometido traer soy yo! LUCIO: ¡Está bien, ya la entendí! No grite, que no soy sordo. Menos mal que la señora va de

frente... TERESA: (A PEREYRA) ¿Querías entregarme? Lo conseguiste, disfrutalo. ¡Aquí estoy! PEREYRA: ¿Pero será posible que no se pueda parar esto...? Teresa, por favor: hace un rato

habíamos llegado a un acuerdo; bueno, yo sigo en eso. Mis sentimientos cambiaron, creeme

TERESA: ¡Sentimientos...! Nunca tuviste un buen sentimiento para mí. PEREYRA: (Suplicante) No me des la espalda. Lo peor que te puede pasar ahora es que no me

creas... TERESA: ¿Y quién tiene la culpa? PEREYRA: Decile que me querés, Teresa, es mi amigo, te va a entender, vos sos mía. TERESA: ¡Me estaba salvando! Tenía que hacerlo... ¡Hasta que llegó este rengo hijo de puta y

arruinó todo! LUCIO: ¡Muchas gracias, doña! TERESA: (A PEREYRA) Yo no soy tuya aunque me violés, porque nunca vas a poder violarme

acá (Cabeza) ¡Delincuente! (Le escupe la cara) LUCIO: ¿Viste? Todo por complicar las cosas al divino botón. Estas cosas son sencillitas, sin

tanto grito ni tanta amenaza. A los bifes y chau. Acá lo hacemos de otra manera, vos lo sabés bien.

PEREYRA: ¡Menos mal que entraste, Cholo! ¡Menos mal! ¡Me estaba comiendo el garrón! LUCIO: ¡Porque la dejaste hablar! Es una mina muy astuta, se ve que le funciona la... Para qué

tanto hablar si el fierro manda, ¿no es cierto? Vos mismo te cansaste de decirnos: “es una mina peligrosa, muy peligrosa...”

PEREYRA: Muy peligrosa. Como todas las de su especie. (Abatido, marca medio mutis. Se detiene cuando LUCIO le habla)

LUCIO: ¿Qué hacés, adónde vas? PEREYRA: Ahí la tenés; yo cumplí con mi palabra. Ahora me voy. (Marca mutis) LUCIO: (Yendo hacia PEREYRA) ¿Por qué? Sacale el jugo a tanto laburo. Te escupió. Que

pague. PEREYRA: (Mira a TERESA) Esta ya pagó LUCIO: Pero no seas gil, quedate. La vamos a pasar bárbaro. PEREYRA: No, la parte realmente importante... ya está hecha. LUCIO: ¿Estás loco? ¡Ahora viene lo mejor! TERESA: Para mí, no. Chau, que lo disfrute con toda la poesía, señora. (PEREYRA sale

lentamente. LUCIO lo va acompañando. Se queda en el vano de la puerta hablando hacia fuera)

LUCIO: Pero qué salame que sos. ¡Vení, te dejamos ser el primero...! (Espera una respuesta que no llega) Y buen, que se joda (Entrando. A TERESA) Vio lo que logró; se va ofendido. Si a mí me llega a escupir una mujer en la cara, no sé lo que haría. Bueno, ahora nos toca a nosotros.

TERESA: ¿Cuántos son? LUCIO: Tres. Ahora somos tres. Eramos cuatro con el Mario, pero vió como es- Se las picó.

Pero no se preocupe, los que quedan son todos buenos muchachos. Bartolo es un fenómeno, el Colorado un manicito, pero son amigos de ley, de los que nunca fallan. El Mario también es un buen pibe, pero medio... vio. Tiene sus rayes. Se le cruza algo, y... ¡Con decirle que una vez me tiró debajo de un carro...! (Se golpea la pierna

CAMINO NEGRO 26

que suena a hueco) No tá mash. Te fe. (Sonríe) Qué se le va a hacer, más se perdió en la guerra, no.

TERESA: Son tres, entonces. Muy bien. (Comienza a desabrocharse la blusa) LUCIO: (Preocupado, activándose) ¡No, espere! Despacito, no se apure. ¡A la que te criaste,

no...! Esta es la parte más linda. Hay que preparar el ambiente... (Corre renqueando hasta la radio y la enciende. Sonriente) Con música es otra cosa. Acuéstece. (Hacia fuera) ¡Bartolo! ¡Colorado! ¡Ya está el chivo en el lazo! (Sale renqueando hasta el baño y regresa con la peluca rubia) ¿No le molesta? Póngasela otra vez. Le queda bárbara. Es impactante. (Como TERESA no se decide a tomarla, LUCIO se la coloca. Le queda ridícula, un poco chanfleada) Ahí está. Ahora sí, empezá a desnudarte. Pero despacito. (1 le hace caso. Lascivo, sin perder la sonrisa) Me copás. Estás refuerte, tenía razón el loco... (La contempla un momento) ¿Cómo era que te llamabas...? Tu gracia. Para decirle a los muchachos. Queda fulero llamarte señora.

TERESA: (Altanera) La Paloma. Yo soy La Paloma. Llámenme así. (La música proveniente de la radio crece de volumen hasta inundar todo el ambiente. Afuera hay movimiento: unas sombras humanas se acercan. LUCIO sale feliz a recibirlas.

LUCIO: ¡Pero che, viejo, cómo se hacen desear...! ¿Qué esperan...? (La luz desciende lentamente)