valeria cortegoso et al

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CONDICIONES PALEOAMBIENTALES Y OCUPACIONES HUMANAS DURANTE LA TRANSICIóN PLEISTOCENO–HOLOCENO Y HOLOCENO DE MENDOZA Marcelo Zárate, Adolfo Gil y Gustavo Neme (comps.) Buenos Aires 2010 S O C I E D A D A R G E N T I N A D E A N T R O P O L O G I A

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condiciones paleoambientales y ocupaciones humanas durante la

transición pleistoceno–holoceno y holoceno de mendoza

Marcelo Zárate, Adolfo Gil y Gustavo Neme (comps.)

buenos aires2010

S O C I E D A DA R G E N T I N A D EA N T R O P O L O G I A

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Publicaciones de la Sociedad Argentina de AntropologíaSerie dirigida por Victoria Horwitz

comité asesor:

lic. carlos a. aschero (conicet / instituto de arqueología, universidad de tucumán)dr. billie r. dewalt (musical instrument museum)dra. dominique legoupil (cnrs / universidad de la sorbona)dra. lidia r. nacuzzi (conicet / universidad de buenos aires)dra. mónica Quijada (csic / centro de humanidades del instituto de historia, madrid)dra. alcida r. ramos (departamento de antropología, universidad de brasilia)dra. alejandra siffredi (conicet / universidad de buenos aires)dra. myriam tarragó (conicet / universidad de buenos aires)dr. david J. Weber (departamento de historia, southern methodist university, texas)dr. hugo d. yacobaccio (conicet / universidad de buenos aires)

diseño de tapa y composiciónde originales: beatriz [email protected]

© 2010, by sociedad argentina de antropología

Sociedad Argentina de Antropologíamoreno 350. (1091) buenos [email protected]

los mapas de la presente publicación se ajustan a la cartografía oficial, establecida por el poder ejecutivo nacional a través del iGn -ley 22.963- y fueron aprobados por expte. GG10 2411/5, de septiembre de 2010.

isbn 978-987-1280-15-5

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723impreso en argentina – printed in argentina

condiciones paleoambientales y ocupaciones humanas durante la transición pleistoceno, holoceno y holoceno de mendoza / compilado por marcelo zárate; adolfo Gil; Gustavo neme. - 1a ed. - buenos aires: sociedad argentina de antropología, 2010. 336 p.; 21x15 cm. - (serie publicaciones saa / Victoria horwitz)

isbn 978-987-1280-15-5

1. arqueología. i. zárate, marcelo, comp. ii. Gil, adolfo, comp. iii. neme, Gustavo, comp. cdd 930.1

Fecha de catalogación: 25/08/2010

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Índice

prólogo ....................................................................................................... 7

ambientes aluviales del pleistoceno tardío – holoceno del Valle de uco, cuenca del río tunuyán, provincia de mendozaAdriana Mehl .............................................................................................. 11

estratigrafía de la cuenca media del río desaguadero, san luis, argentinaJorge Chiesa, Edgardo Strasser y Daniel Gómez .............................................. 41

campos de dunas de la planicie sanrafaelina: patrones de dunas e inferencias paleoclimáticas durante el pleistoceno tardío-holocenoAlfonsina Tripaldi .................................................................................. 65

sucesiones eólicas y fluviales del pleistoceno tardío-holoceno de la planicie sanrafaelina: paleoambientes y paleoclimaAlfonsina Tripaldi, Marcelo Zárate y George Brook ..................................... 95

actividad tectónica cuaternaria en el piedemonte mendocino entre los 33º y 34º 30’sLaura Perucca ............................................................................................. 123

moluscos y paleoambientes del centro-oeste de argentina durante el cuaternarioClaudio De Francesco ................................................................................... 151

Vegetación y paleoambientes durante el holoceno en mendozaMarta Paez, Diego Navarro, Leandro Rojo y Alejandra Guerci ..................... 175

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el registro de mamíferos del pleistoceno tardío – holoceno temprano del centro oeste de argentinaMaría Susana Bargo, Claudia Montalvo, Jorge Chiesa, Analía Forasiepi, Esperanza Cerdeño, Natalia Lucero y Agustín Martinelli ............................. 213

registro arqueológico en la cuenca media del atuel: viejos y nuevos problemas; viejos y nuevos datosAdolfo Gil y Gustavo Neme ...................................................................... 239

la cría y tráfico de ganado mayor como factores de cambio ambiental en la cordillera central y piedemonte oriental de mendoza (siglos xvii a xx). una aproximación arqueológica e históricaValeria Cortegoso, Víctor Durán, Oriana Pelagatti y Gustavo Lucero ............. 277

integrando los registros: generalizaciones, alcances y limitacionesMarcelo Zárate, Adolfo Gil y Gustavo Neme ............................................... 309

los autores ................................................................................................ 331

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LA CRÍA Y TRÁFICO DE GANADO MAYOR COMO FACTORES DE CAMBIO AMBIENTAL EN LA CORDILLERA CENTRAL Y PIEDEMONTE ORIENTAL DE MENDOZA (SIGLOS XVII A XX). UNA APROXIMACIÓN ARQUEOLÓGICA E HISTÓRICA

Valeria Cortegoso, VíCtor Durán,oriana Pelagatti y gustaVo luCero

RESUMEN

A partir del análisis de información histórica y arqueológica se evalúan las formas en que la explotación pecuaria pudo afectar ambientes pede-montanos y cordilleranos del centro-oeste de Mendoza. Entre los siglos XVII y XX, en los campos del piedemonte oriental de la cordillera se con-centraba y engordaba ganado bovino, que era pasado después por el paso del Portillo para cubrir las demandas del mercado chileno. Se infiere que la sobrecarga de ganado introdujo en esos ambientes cambios de importan-cia, que derivaron en procesos de erosión acelerada, modificaciones hidro-lógicas y en un empobrecimiento de la biodiversidad. Por sus característi-cas ambientales, el piedemonte oriental, los valles cordilleranos orientales y el valle longitudinal ubicado entre las cordilleras Frontal y del Límite (Alto Valle del río Tunuyán) recibieron una presión antrópica particular, que se percibe en la infraestructura asociada con el camino ganadero y la fisono-mía actual del paisaje. Palabras clave: Cordillera - ganadería - impacto ambiental - arqueología - historia.

ABSTRACT

Historic and archaeological records are used to evaluate the impact

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produced by cattle raising in the piedmont and cordilleran environments of central–western Mendoza. Between the XVII and XX centuries cattle was concentrated at the eastern piedmont fields for fattening, and were transferred by the Portillo gangway to cover the requests of the Chilean market. It is inferred that the overload of these environments introduced important changes that derived in processes of accelerated erosion, hydro-logical modifications and impoverishment of biodiversity. According with their environmental characteristics, the eastern cordilleran valleys and the longitudinal valley located between Cordillera Frontal and Cordillera del Límite (Upper valley of Río Tunuyán) received a different anthropic pres-sure, inferred from the infrastructure of cattle roads and the present lands-cape configuration. Key words: Cordillera- cattle raising - environmental impact - archaeology - history.

INTRODUCCIÓN

Este trabajo se asienta en un supuesto inicial, que considera que el pi-edemonte oriental y los valles cordilleranos del centro-oeste de Mendoza son paisajes transformados por las distintas actividades económicas que se introdujeron a partir de la conquista hispana. Sobre la base del análisis de información histórica y arqueológica se evalúa cómo la explotación pecua-ria, introducida por los españoles en la segunda mitad del siglo XVI, pudo afectar aquellos ambientes. Para ello, se hace una síntesis de los distintos contextos históricos que influyeron sobre la actividad ganadera de los valles de Uco (departamentos de Tunuyán y Tupungato) y Jaurúa (departamento de San Carlos), destinada principalmente a cubrir las demandas del merca-do chileno. Se presentan también los resultados de relevamientos arqueo-lógicos efectuados sobre el camino ganadero del paso del Portillo. Desde el siglo XVII, este paso fue la vía principal para el tráfico de ganado hacia Chile, manteniendo su importancia hasta la primera mitad del siglo XX. Se analizan datos actuales e históricos referidos al impacto de la acti-vidad ganadera en otras zonas con características geográficas semejantes o que resultan comparables en función de distintos criterios. Dentro de un marco vinculado con la Arqueología ambiental (Butzer 1989; Dincauze 2000; Branch et al. 2005), se articulan esos resultados con la información histórica y arqueológica obtenida, con la intención de inferir distintas si-

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tuaciones de cambio ambiental y discutir cómo esos cambios pudieron afectar los sectores del piedemonte oriental y de los valles cordilleranos estudiados.

DESCRIPCIÓN GEOGRÁFICA DEL ÁREA ANALIZADA

Para realizar una breve descripción de las características biogeográficas de la región se seguirá una línea que une, de este a oeste, los dos extremos del camino del Portillo o del paso del Yeso. Se ha incluido en esta franja una parte de la Depresión de Los Huarpes, el piedemonte oriental de la cordillera, la cordillera, su piedemonte occidental y el valle central chileno (Figura 1). Aunque no se trata el problema del impacto ambiental produci-do por el tráfico de ganado en la vertiente chilena, se considera de interés efectuar un bosquejo de sus características geográficas, ya que el mismo ayudará a entender los problemas que debieron resolverse para hacer prac-ticable esa actividad económica. En esta amplia área, el funcionamiento de la cordillera como una ba-rrera climática ante el desplazamiento de las masas de aire húmedo del Pacífico y del Atlántico provoca marcados contrastes en las regiones con-sideradas (Capitanelli 1972; Abraham y Martínez 2000). El Piedemonte oriental de la Cordillera y la Gran Depresión o Depresión de Los Huarpes manifiestan un predominio de precipitaciones estivales generadas por el anticiclón del Atlántico, que se ubican entre 200 y 300 mm anuales (Norte 2000). Estas condiciones de aridez o semiaridez producen el desarrollo de estepas arbustivas con predominio de jarillas (Larrea divaricata y L. cuneifo-lia), tanto en la franja pedemontana como en las planicies orientales (Roig et al. 2000). Las márgenes de los ríos temporarios y permanentes presentan un estrato arbóreo disperso, en el cual se destacan, en las cotas más bajas de los valles (800/900 msnm), algarrobos (Prosopis sp.) y chañares (Geoffroea decorticans), y en las más altas (1.500 msnm), molles (Schinus sp.) y chacayes (Chacaya trinervis). En lo que hace al ambiente cordillerano o de montaña, la altitud provo-ca diferencias significativas en la distribución de las precipitaciones en am-bas vertientes. En la vertiente oriental se pasa de los ambientes pedemon-tanos a los de montaña al alcanzar aproximadamente los 1.500 msnm. En la franja estudiada, a esta altura las precipitaciones promedio llegan a los 400 mm anuales (Norte 2000), lo que permite el desarrollo de una estepa

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arbustiva con un estrato arbóreo en el que se destacan sobre todo molles1. En algunos sectores se presentan matorrales húmedos de Junellia scoparia y Colliguaya integerrima, entre otras especies. Desde allí hasta los 3.000 msnm dominan las comunidades de nanofanerófitos representadas por Adesmia pinifolia, A. schneiderii, A. obovata y pastizales de Poa holciformis y de Stipa sp. En las partes altas de las montañas se desarrollan comunidades de pul-vinadas con Adesmia subterranea, A. hemisphaerica, Poa holciformis, Nototriche trasandina y Trisetum preslei, alcanzándose el límite de la vegetación entre los 4.300 y 4.400 msnm (Roig et al. 2000). Las diferencias ambientales derivadas de los cambios de altitud son mu-cho más marcadas en la vertiente chilena. Se pasa allí de alturas superiores a los 6.000 msnm a otras próximas a los 500 msnm en distancias lineales menores a 70 km. A medida que se desciende, se observa una zonación climática motivada por el descenso de las precipitaciones y el aumento de la temperatura. Entre los 4.000 y 3.500 msnm la vegetación herbácea es prácticamente insignificante. Desde los 3.000 hasta los 1.500 msnm se desa-rrolla una especie de pradera andina donde predominan arbustos enanos (v.g Laretia aculis, Valeriana sidifolia, Plantago scirpus) y hierbas (v.g Aristida pallens, Teatinas sp.) (Madrid 1977). En las laderas montañosas bajas, el matorral está formado principal-mente por Acacia cavenia, en general de morfología achaparrada, aunque pueden darse ejemplares de cerca de 10 m. El espesor y vigor del mato-rral aumentan con la altura y en relación con las características del suelo y las condiciones locales. Es así como en laderas sombrías toma un aspecto semi-boscoso, en donde se le agregan plantas higrófilas como el quillay (Quillaja saponaria) y el litre (Lithrea caustica); mientras que en el fondo de las quebradas protegidas del sol, adquiere un franco aspecto boscoso, con presencia de boldos (Bolden boldus), litres, quillayes y maitenes (Maytenus boaria). Formaciones boscosas y matorrales abiertos con cubiertas herbá-ceas de plantas anuales son característicos hasta los 1.500 msnm. A esta altura, en determinados sectores las precipitaciones alcanzan los 700 mm anuales (Madrid 1977). En contraste con el piedemonte oriental, el Valle Central chileno tiene un clima mediterráneo con un régimen de precipitaciones invernal que apenas supera los 350 mm en sus cotas bajas próximas a los 500 msnm. Ese

1 Las actividades de tala de los últimos siglos han hecho desaparecer los bosques de Schinus que bordeaban la cordillera (Roig et al. 2000).

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factor y una estación seca prolongada hacen que se desarrollen allí mato-rrales abiertos dominados por acacias (Acacia cavenia), arbustivas espinosas y una cubierta herbácea de corta vida primaveral (Madrid 1977). En lo que hace a los aspectos zoogeográficos, si bien cada uno de los ambientes tiene características propias, en general se comportan como zo-nas de transición y comparten un gran número de especies (Roig 1965; Madrid 1977; Videla et al. 1998), por ejemplo: guanaco (Lama guanicoe),

Figura 1. Ubicación geográfica del área estudiada (ver mapa en página 335).

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puma (Puma concolor), zorros (Pseudalopex griseus y P. culpeus), tuco-tucos (Ctenomys sp.), además de otros roedores y diversas aves (avutardas -Chlo-ephaga picta-, entre otras), reptiles y batracios. En los ambientes medios y bajos de montaña, en ambas vertientes, se encuentran zorrinos (Conepatus chunga), chinchillones (Lagidium viscacia), chinchillas (Abrocoma sp.), gatos del pajonal (Oncifelis colocolo), patos corta-corriente (Marganetta armata) y perdices (Attagis gayi), entre muchas otras especies. Entre las especies pro-pias del piedemonte oriental, se destacan los ñandúes (Pterocnemia pennata y Rhea americana) y Dasypodidae (Zaedius pichiy y Chaetophractus villosus). En cuanto a lo suelos correspondientes al piedemononte oriental y a la cordillera debe destacarse su variabilidad. En una franja estudiada al norte del área de estudio se han encontrado suelos con diverso grado de evolu-ción: jóvenes (Entisoles e Inceptisoles), moderados (Molisoles) y avanzados (Alfisoles) (Regairaz 1984). Los del piedemonte oriental se ubican sobre conos aluviales, suavemente ondulados y se caracterizan por tener perfiles profundos con capas poco diferenciadas. En general, el horizonte super-ficial es de escaso espesor y consistencia muy suelta, y los restantes están constituidos por materiales arenosos a areno francos (Peña Zubiate y Mal-donado Pinedo 1990). Por debajo, aparecen cantos rodados que aumentan su tamaño a medida que se asciende por el piedemonte. Sobre ellos suelen presentarse acumulaciones calcáreas de menor o mayor grado de desarro-llo: desde pseudomicelios hasta horizontes petrocálcicos (Regairaz 1984). Es en los suelos de montaña donde se dan las variaciones mayores. En ge-neral se trata de suelos pobres, pero en algunas zonas con drenaje imper-fecto, dentro de valles coluvio-aluviales, se desarrollan turberas de reducida extensión. En las laderas de los valles cordilleranos, según la exposición al sol, los suelos pueden tener mayor o menor contenido de humedad y concentración de carbonatos. Tanto en las laderas de solana como en las de umbría se dan, en forma frecuente, movimientos de suelo (en especial por reptación y solifluxión), lo que hace que el primer horizonte presente espesores variables (Regairaz 1984).

CONSECUENCIAS AMBIENTALES DE LA ACTIVIDAD GANADERA

Algunas actividades económicas vinculadas con sociedades preindustria-les (agricultura, pastoreo, minería, comercio, entre otras) han tenido efec-tos muy significativos e incluso espectaculares sobre el medio. El pastoreo

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es una de las que presenta mayor potencial de generar cambios ambienta-les de importancia, ya que actúa directamente sobre la cobertura vegetal y la capa superficial del suelo. Es sabido que estos dos factores funcionan como amortiguadores entre la atmósfera y la corteza terrestre. Al modificar o eliminar la vegetación y el suelo y, por ende, interferir en el ciclo hidro-lógico, se desencadenan reajustes en el sistema medioambiental que regula los procesos hídricos, edáficos y geomórficos (Butzer 1989). Todos estos factores tienen una incidencia aún más significativa en una región como la estudiada, puesto que la topografía es un elemento clave en la probabilidad de erosión, siendo los terrenos con desniveles topográficos marcados sensi-blemente más vulnerables (Redman 1999). Butzer (1989) describe seis tipos principales de perturbaciones antrópi-cas sobre el sistema suelo-sedimento. Se han tomado las caracterizaciones de cada uno de ellos, dando énfasis a los aspectos vinculados con la ganade-ría y actividades vinculadas con la misma.

1- Modificaciones de la cobertura vegetal. El pastoreo puede hacer desapare-cer parcial o totalmente la cobertura vegetal, lo que provoca que el agua de lluvia impacte directamente sobre la superficie del suelo y aumente su capacidad erosiva (Butzer 1989). Las preferencias alimenticias del ganado mayor y el sobrepastoreo pueden hacer disminuir la cobertura de hierbas y arbustos (Guevara et al. 2001), que son los principales amortiguadores del agua de lluvia en ambientes pedemontanos y cordilleranos. También la práctica de quema de campos con el objetivo de mejorar las pasturas (Huss 1993) afecta el desarrollo de especies arbustivas y arbóreas y deja expuestas superficies mayores de terreno a la erosión hídrica y eólica. Por otra parte, la compactación a través del pisoteo ocasionada por el pastoreo pesado hace al suelo más vulnerable a la erosión del viento y reduce la capacidad de fotosíntesis de la planta por la remoción de hojas (Redman 1999). Según este autor, a medida que las plantas deseadas son comidas o eliminadas, la reducción de la competencia favorece la expansión de plan-tas no comestibles, generalmente xerófitas, subterráneas, o más resistentes en general.

2- Disgregación del suelo. Las pezuñas de los animales domesticados dañan la cobertura vegetal, deterioran las cualidades regenerativas del manto, con-tribuyen a comprimir el suelo y reducen su capacidad para absorber agua (Butzer 1989). Estas acciones se potencian en los ambientes pedemontanos

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altos y de cordillera, donde los suelos permanecen parte del año congela-dos o con coberturas de nieve que favorecen movimientos de suelos como la reptación, la solifluxión, el derrumbe y el deslizamiento rotacional (Re-gairaz 1984).

3- Cambios en las aguas de superficie y subterráneas. La pérdida de cobertu-ra vegetal y el deterioro del suelo tienen importantes efectos secundarios sobre la humedad de este último. En medios secos, el desarraigo de las plantas, la deshumificación y la compactación aumentan el escurrimiento superficial y disminuyen la filtración de agua de lluvia y su incorporación a la napa freática. Al bajar el nivel freático se reduce el caudal permanente de los manantiales y ríos (Butzer 1989) y las posibilidades de desarrollo de especies freatófilas.

4- La construcción. La construcción de estructuras vinculadas con el pastoreo (huellas, corrales, abrevaderos, pozos, canales, etc.) modifica la geometría del paisaje, lo que interfiere en el equilibrio armónico de los innumerables componentes de una superficie tridimensional. Ante estas modificaciones, la acometida de las aguas se concentra en los puntos débiles, provocando desajustes hidráulicos a varios niveles (Butzer 1989).

5- Erosión acelerada del suelo. Incluye el conjunto de procesos que destruyen un suelo en un tiempo más corto del que tarda en regenerarse. Se trata de un fenómeno cultural vinculado con la pérdida de cobertura vegetal y con la destrucción de la capa orgánica superficial producida por el cultivo o el pastoreo intensivo. La pérdida de cobertura vegetal es uno de los factores principales de la erosión y está directamente afectada por la acción de los humanos (Redman 1999). Estos procesos antrópicos pueden cambiar la forma de la superficie en períodos muy cortos y destruir más suelo que milenios de cambio medioambiental (Butzer 1989).

6- Hidrología. La erosión acelerada del suelo produce que una proporción mucho mayor de agua de lluvia se escurra aguas abajo en lugar de filtrarse en el subsuelo. Esto hace que se erosione rápidamente la superficie y se depositen masas de materia mineral y, a menudo, rocas al pie de las laderas. En las cuencas bajas los cauces suelen llenarse de limo y arena, creando ríos elevados que se desbordan con frecuencia y cambian su curso (Butzer 1989).

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Para evaluar cómo pudo haber afectado el pastoreo la cobertura vegetal del piedemonte oriental y de los valles cordilleranos se han tomado datos de trabajos referidos a este problema, pero que corresponden a la llanura oriental mendocina. Guevara et al. (2001, 2006) determinan que se da una correlación inversa entre la distancia a las fuentes de agua y el grado de im-pacto del pastoreo sobre la cobertura vegetal. Dichos autores observan que la presencia de suelos desnudos es mayor en las proximidades de fuentes de agua, que se ven más afectadas las gramíneas forrajeras y que las mismas decrecen rápidamente cuando la presión del pastoreo se incrementa. Si bien estos datos corresponden a un ambiente donde la oferta de agua es mucho menor, pueden utilizarse para inferir respuestas ambientales ante situaciones de sobrepastoreo o de presión por tránsito de ganado. Los factores de cambio ambiental analizados se concentran sobre la vegetación y el suelo, ya que son los que provocan consecuencias de ma-yor magnitud sobre el paisaje. Se entiende que un cambio que afecta la biodiversidad vegetal tendrá una consecuencia directa sobre los animales silvestres que dependen de ella. Pero no es ésta la única manera en que las especies animales pueden verse afectadas por el pastoreo. Probablemente es la competencia por los recursos vegetales la que puede provocar un im-pacto mayor. Para el caso de los ambientes del piedemonte y montaña, la presión por competencia debe haberse concentrado especialmente sobre las poblaciones de guanacos y de Rheidae. Otra acción humana que pudo haber reducido e incluso hecho des-aparecer poblaciones de especies silvestres es la cacería. La práctica de actividades cinegéticas fue frecuente o permanente en establecimientos pecuarios. Hasta que se promulgaron leyes para la protección de la fauna, la cacería era algo habitual en las zonas rurales de Mendoza y San Juan. Para obtener guanacos y ñandúes, se organizaban complejas partidas de caza en la que participaban numerosos individuos (Agüero Blanch 1965). La caza de guanacos con armas de fuego tiene un registro histórico que se remonta a la colonia y una supervivencia hasta la actualidad entre arrieros y baqueanos de ambientes cordilleranos (Escolar 2000-2001). La incorpo-ración del perro europeo en las actividades pecuarias y cinegéticas tam-bién debió aumentar el impacto sobre las especies silvestres. Se trataba de animales de gran porte (a algunos se los trajo como perros de guerra) y eficiencia en la caza, por lo que fueron también rápidamente adoptados por las sociedades indígenas que se mantuvieron fuera del dominio espa-ñol (Durán 1994).

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EL REGISTRO HISTÓRICO DE LA ACTIVIDAD GANADERA

Desde el siglo XVII hasta el XX el paso del Portillo, descrito por Darwin (1899: 139-140) como “una grieta, a manera de puerta, tallada en la parte más alta de la cadena [montañosa]”, constituyó una de las principales rutas utilizadas para trasladar ganado a Chile desde Mendoza. Cada año miles de animales pasaban por este paso. La evidencia histórica existente sobre el traslado de ganado a través de la cordillera es abundante pero poco precisa, lo que impide cuantificar los cambios en la magnitud del tráfico a través del tiempo. Debe tenerse en cuenta que no todo era asentado en los registros oficiales, siendo probable que se declarara sólo una parte del ganado que pasaba. En este sentido, estos valores ofrecen una estimación mínima del volumen del tráfico. El arreo de ganado a través de la cordillera siempre fue una empresa riesgosa. Además del trabajo que suponía engordar y herrar a los animales, se debía enfrentar el peligroso cruce de dos divisorias y del río Tunuyán, como así construir y mantener refugios y corrales para evitar que los tem-porales provocaran pérdidas de ganado (Michieli 1994). Aunque las con-diciones climáticas variaron entre los siglos XVII y XX (Prieto 1983), era frecuente que el intenso frío y las tormentas dificultaran el traslado a través del Portillo durante el verano. En enero de 1816, las autoridades militares que custodiaban ese paso destacaban que: “los temporales allí de granizo y nieve han sido tan continuos que no se ha podido trabajar un día completo, y hoy mismo esta aquello imposible de trabajar” (Archivo Histórico Mendo-za [AHM], I, G, 237-2). Ante la imposibilidad inmediata de obtener información cuantitativa precisa sobre la magnitud de la actividad pecuaria y del tráfico hacia Chile, se decidió generar un esquema que dé cuenta en forma sintética de las transformaciones económicas de la región, para conjeturar variaciones en el uso ganadero de los valles de Uco y Jaurúa. Antes de la fundación de la ciudad de Mendoza, en 1561, los españoles reconocieron en las abundantes pasturas de los valles de Uco y Jaurúa, ex-plorados por Villagra en 1551, condiciones aptas para la cría de ganado. Sin embargo, la explotación del área se remonta a fines del siglo XVI. Cuando la ocupación del valle de Güentata (Mendoza) estaba afirmada, se inició la expansión española hacia los espacios periféricos al núcleo urbano. Hacia 1630 comenzaron a otorgarse mercedes reales de tierras para “ganado y ca-ballería” en Uco y Jaurúa, espacios que se destinaron para el ganado mayor

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(Michieli 1994; Prieto 1997; Gascón 2000). El desarrollo de la producción ganadera local estuvo impulsado por la demanda del mercado chileno, de cuya economía era subsidiaria. Hacia 1650 la producción ganadera del va-lle central chileno comenzó a resultar insuficiente para cubrir las necesida-des de la población, el ejército real y los requerimientos de una industria de productos derivados, como el sebo y los cueros, que se exportaban al Perú. Esta situación generó una creciente demanda de ganado a las ciudades cuyanas y vigorizó la actividad ganadera en Uco y Juarúa (Espejo 1954; Ban-dieri 1994; Michieli 1994; Prieto 1997; Gascón 2000). Por entonces, el Ca-bildo de Santiago de Chile calculaba que en todo Cuyo había unas 20.000 vacas (Michieli 1994: 77). La costumbre de mantener el ganado mayor en los valles australes de la jurisdicción y el menor en los alrededores de la ciudad (Prieto y Wuilloud 1986), permite pensar que una parte importante de aquel estaba ubicado en Uco y Jaurúa. Para esta época, también existe evidencia de que parte del ganado que se vendía en Chile provenía de San Luis (Michieli 1994). Las necesidades y el florecimiento de la Industria del Sebo hicieron que la ganadería aumentara notablemente. Al mismo tiempo se incrementó la presión de puelches y pehuenches sobre los establecimientos ganaderos. Estos indígenas habían conseguido mantenerse fuera del control hispano y se organizaron para robar animales y otros bienes en las estancias. Este ganado robado y el cimarrón que capturaban pasaban también por canales no formales al mercado chileno (Prieto 1989, 1997; León Solís 1991; Mi-chieli 1994; Durán y Novellino 2003). Durante el siglo XVIII esta situación de conflicto se mantuvo y queda claramente expresada en un documento que describe el resultado de una serie de malones alrededor de 1778:

La desolación de las estancias de los parajes: Papagayos, Cormañi, Lloccha, Ce-pillo, Saguapoto, Aguanda, Quebrada, Manzano, la de Arriba que fue de los jesuitas, Capi, estancia de Correa y otras…en que pudieran mantener 200.000 cabezas de ganado vacuno, menor y caballadas, hoy subsisten en las tres que han quedado 2000 cabezas... (Archivo General de la Nación [AGN], IX-30-1-7).

A fines del siglo XVIII se inició una política de pacto con pehuenches y puelches que, transformados en indios amigos, se encargaron de la defensa de la jurisdicción contra los indígenas no sometidos. El éxito de la alianza generó cierta estabilidad en el área, por lo que a principios del siglo XIX

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las autoridades coloniales adelantaron la frontera hasta el Atuel, donde se fundó el fuerte de San Rafael (1805), asegurando la explotación ganadera en el área (Prieto y Dussel 2001; Pelagatti 2006). La inestabilidad política de la primera mitad del siglo XIX alteró el frágil equilibrio que caracterizaba las fronteras del imperio e interrumpió breve-mente el comercio transcordillerano. A partir de 1814, cuando los realistas reconquistaron Chile, el paso de El Planchón fue cerrado, provocando el reclamo de los indios amigos pehuenches que fueron obligados a retirar sus haciendas de algunos puntos de la cordillera y suspender las relaciones comerciales con Chile (Pelagatti 2006). Esta breve interrupción del tráfico comercial permite constatar la permanencia de la comercialización de gana-do, practicada también por los grupos nativos, que durante la primera mitad del siglo XIX se convertirá en la principal actividad productiva local. Los cambios políticos y económicos de la primera mitad del siglo XIX provocaron la crisis de la vitivinicultura. Esta crisis se había iniciado en los años finales de la colonia y se profundizó a partir de 1810 con las políticas librecambistas aplicadas por las autoridades revolucionarias. Por otra par-te, la conflictividad social y política inherente a la organización nacional afectó la economía de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Las guerras de independencia y civiles, que consumieron grandes recursos materiales y movilizaron una parte de la población masculina, influyeron en la integra-ción con el mercado chileno afianzando la ganadería comercial destinada a satisfacer la demanda trasandina (Masini Calderón 1967; Richard Jorba 1998; Richard Jorba et al. 2006). Además de servir para la producción ganadera, las estancias de los valles de Uco y Jaurúa se especializaron en la invernada del ganado vacuno traído desde distintos puntos de la pampa. En los valles cordilleranos se multipli-caron los potreros plantados de alfalfa que eran utilizados para recuperar y engordar el ganado proveniente de San Luis, Córdoba o Buenos Aires antes de emprender el cruce de la cordillera (Richard Jorba 1998, 2001). Hacia mediados del siglo XIX la venta de ganado a Chile, calculada entre 14 y 15 mil cabezas anuales, era considerada por Hudson (1898) como la principal actividad comercial de la provincia. La demanda del mercado chileno, que se incrementó a mediados del siglo XIX, provocaba la subordinación de la actividad agrícola de estos valles al engorde de ganado, como permite observarlo el hecho de que el 80% de los campos irrigados estaba dedicado al cultivo de alfalfa hacia 1870 (Richard Jorba 1998). Un observador atento del paisaje como Justo Maeso destacaba por entonces que:

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La siembra de alfalfa, constituye un ramo productivo del trabajo para Mendoza, porque el incremento que ha tomado el negocio de los ganados que se llevan a Buenos Aires, se engordan en Mendoza y se venden en Chile, ha sido aumen-tado extraordinariamente el valor de los pastos y, consiguientemente, dado im-portancia e interés a este ramo de trabajo (Parish 1958: 479).

Es probable que las décadas comprendidas entre 1830 y 1870 hayan sido las de mayor utilización del paso del Portillo, que seguía siendo uno de los pasos principales para el comercio legal y el contrabando hacia Chile (Richard Jorba et al. 2006). En las décadas finales del siglo XIX, una serie de cambios económicos y políticos extra-regionales provocaron la dismi-nución de la actividad ganadera en el área. En efecto, la inserción de la Argentina en el mercado mundial transformó profundamente la economía local y la ganadería comercial fue lentamente reemplazada por la indus-tria vitivinícola. La integración de la economía mendocina en el mercado nacional resquebrajó los antiguos vínculos con el mercado chileno. El fa-vorable precio del ganado en los mercados europeos disminuyó la rentabi-lidad de la venta en dicho mercado, posibilitando que el capital acumulado en la ganadería de exportación contribuyera a la reconversión vitivinícola que dominó el escenario económico local desde la década de 1880. Estas transformaciones en la economía mendocina restringieron la integración económica entre el mercado chileno y el mendocino, limitando el uso del camino ganadero que, sin embargo, seguiría funcionando hasta el siglo XX (Lacoste 1996).

EL REGISTRO ARQUEOLÓGICO DE LA ACTIVIDAD GANADERA

El relevamiento de sitios arqueológicos prehispánicos e históricos del Área Natural Protegida El Manzano Histórico y valle del arroyo Grande (departamento de Tunuyán) se inició hace algo más de una década. El primero de los sitios ubicados, denominado Paso de Las Vacas (o Las Ace-quiecitas para algunos lugareños), se relevó en el año 1998 a partir de una denuncia y pedido de asesoramiento de las autoridades de la Dirección de Patrimonio de Mendoza. Por las curiosas formas de los canales tallados sobre el suelo, las autoridades locales de Cultura tenían particulares ex-pectativas sobre su origen. Se trata de un sector del camino ganadero que atraviesa una extendida formación de tobas, ubicada en la margen derecha

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del arroyo Grande. Se genera allí una red irregular de huellas superpuestas, que alcanzan en algunos casos profundidades próximas a un metro. Es un claro ejemplo del poder erosivo del pisoteo de ganado mayor, potenciado en este caso por tratarse de animales herrados actuando sobre una superfi-cie restringida y friable (Figura 2).

Figura 2. Paso de Las Vacas: ejemplo extremo de erosión por pisoteo.

A partir del año 2003, se realizaron tareas de rescate arqueológico sobre la ruta Provincial Nº 94 y en otros sectores del área protegida, obteniéndose registros correspondientes al período agroalfarero temprano-medio de la secuencia regional. Se colaboró también en el armado de una muestra y guión del Museo de la Reserva, que se encuentra bajo la gestión de la Mu-nicipalidad de Tunuyán y la Dirección de Recursos Naturales del gobierno provincial (Durán et al. 2004). En el marco de esas actividades, se ubicaron diversos sitios vinculados con el tráfico de ganado hacia Chile. En el año 2004 se realizó el primer relevamiento sistemático de un sector del camino, registrándose entonces

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algunos corrales y estructuras menores próximas al paso del Portillo. Se cruzó dicho paso y se llegó hasta el denominado Cementerio de Las Vacas (Figuras 3 y 4). Este lugar estaba casi descubierto de hielo, por lo que pudo registrarse la presencia de una enorme acumulación de huesos desarticu-lados y esqueletos completos de bovinos y equinos, generada por el desba-rrancamiento de estos animales en uno de los puntos más peligrosos de la senda.

Figura 3. Cementerio de Las Vacas.

En marzo de 2008 se participó de una expedición organizada por resi-dentes y baqueanos del Manzano, que se realiza cada año hacia el fin de la temporada turística para bajar los residuos acumulados en los refugios del Alto Valle del río Tunuyán. En esta campaña se efectuó el relevamiento del camino desde el refugio Doctor A. Scaravelli hasta el paso de Piuquenes

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en la divisoria argentino-chilena (alrededor de 30 km en línea recta2). A lo largo del trayecto pudo observarse un gran número de estructuras pircadas de diverso origen, funcionalidad y magnitud. Esta compleja infraestructura remarca el uso intensivo que se dio a este camino desde épocas coloniales y el impacto ambiental que pudo producir el tráfico de ganado bovino y las caravanas de mulas de carga. Los distintos sectores con infraestructura se han relevado en forma directa y georeferenciado mediante GPS. Un grupo menor pudo relevarse a través de imágenes satelitales de alta resolución3.

2 Debe tenerse en cuenta que en estos 30 km lineales se atraviesan dos divisorias, por lo que esta distancia debe relativizarse al medir el riesgo al que se exponen quienes la transitan.

3 Uno de los espacios con mayor concentración de estructuras se ubica entre el refugio Scaravelli y el valle de Yaretas. Sobre esta área se pudo acceder a una imagen Google Earth de alta definición, que permitió hacer un levantamiento planimétrico en detalle de los conjuntos de estructuras.

Figura 4. Detalle de vacuno con pezuña herrada.

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En la Tabla 1 y en las Figuras 6 y 7 se presentan algunos datos prelimi-nares sobre la distribución y rasgos de las obras asociadas a este camino. Puede observarse que los puntos se agrupan en determinados sectores de la traza y se dispersan en otros. Cada uno de estos espacios presenta carac-terísticas particulares, según la altitud, disponibilidad de agua y recursos bióticos. Se distinguen en el conjunto total dos tipos de estructuras pirca-das. Uno corresponde a recintos menores, de formas circulares o irregula-res, construidos mediante el apilamiento de bloques de distintos tamaños, aprovechando en ocasiones la presencia previa de grandes rocas. Aparen-tan haber sido usados como refugios temporarios, sin techumbre, cuya fun-ción principal fue la de generar un área protegida de los vientos4. Al otro grupo lo conforman corrales que varían en sus formas y tamaños. Se trata de grandes estructuras en general cerradas, rectilíneas o curvilíneas, con muros más altos y parejos que los de los recintos menores. El camino ganadero tiene una impronta muy marcada en el terreno en la vertiente oriental del Cordón del Portillo e incluso puede verse con claridad en las imágenes de satélite. Desde el refugio Alférez Portinari de la Gendarmería Nacional (2.533 msnm), donde se encuentra actualmente el control aduanero, hasta alcanzar el refugio Scaravelli, la senda se proyecta sobre la margen izquierda del arroyo Grande, entre el cauce y el límite del faldeo norte de la quebrada. Presenta una anchura de traza de entre dos y cuatro metros y en algunos sectores abruptos ha sido reforzada y calzada. Entre el refugio Scaravelli y el paso del Portillo se ubica la mayor concen-tración de conjuntos de estructuras. Allí las instalaciones se ubican estraté-gicamente a lo largo del camino y están separadas por distancias regulares de aproximadamente 1 km. Cuatro grandes agrupaciones (arroyo Grande, Valle de Yaretas, Las Lagunitas y Lagunita del Portillo), dispuestas en una distancia de 3,3 km, reúnen al menos 19 recintos menores y 24 corrales que generan superficies protegidas superiores a los 6.100 m2. Aún cuando estos conjuntos se ubican próximos entre sí, se encuentran separados por una pronunciada diferencia altitudinal. En general la altitud varía entre 200 y 300 m, siendo la diferencia paulatinamente menor a medida que los emplazamientos están a mayor altura (Figura 7). Cada uno de los empla-zamientos ocupa sectores del terreno relativamente nivelados. La senda de animales, claramente marcada, tiene una traza rectilínea y gana altitud en tramos cortos y muy abruptos.

4 En el campo, a este tipo de estructuras se las denomina reales.

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Tabla 1. Distribución y características de los conjuntos de estructuras relevados.

Sectores con instalaciones Altitud (msnm)

Distancia entre conjuntos (km)

Extensión(m) Corrales Recintos

MenoresSuperficie

protegida m2

Aº Grande (R.Scaravelli) 3.163 870 7 3 1.785

Valle de Yaretas 3.479 1 930 8 7 3.010

Las Lagunitas 3.746 1,1 530 5 6 1.122

Lagunita del Portillo 3.960 1,2 68 4 3 214

Real de Mansa 3.736 5,3 1 16

Arroyo La Olla 3.179 4,1 100 4 64

Río Palomares (bajo) 2.890 3,6 1.600 3 12 542

Río Palomares (Caletón-Paso Hondo) 3.140 6 1.000 1 15 238

El primer sector con infraestructura destacada, bajo la forma de corrales y recintos menores pircados, se localiza en los alrededores del refugio Sca-ravelli, por encima de los 3.000 msnm, en las cabeceras del arroyo Grande. A esta altura predominan, en los faldeos del valle, las plantas en cojín y los pastizales bajos y en las márgenes del arroyo, pequeños parches de vegeta-ción de vega. Aproximadamente un kilómetro aguas arriba del refugio Scaravelli se alcanza la confluencia de los dos arroyos que forman el arroyo Grande. El afluente meridional surge de una naciente a poco más de un kilómetro; tie-ne una forma serpenteante y recorre un valle conocido como Yaretas. Este es el sector con mayor infraestructura en todo el camino y es precisamente el último con disponibilidad permanente de agua y pasturas. Se destaca allí la presencia de grandes corrales rectilíneos con muros de división interna (Figura 5). En el interior de los mismos y en sus alrededores puede obser-varse una sensible disminución de la cobertura vegetal. El siguiente conjunto de construcciones se denomina Las Lagunitas. Se trata de un área donde hay varias lagunas de carácter estacional que for-man una pequeña cuenca. A más de 3.700 msnm, la vegetación en este emplazamiento disminuye en relación con el valle de Yaretas; los pequeños manchones de pastizales están dispersos y aislados. Este ambiente, al car-garse las lagunas en los períodos de deshielo, ofrece ciertas ventajas que han llevado a construir y mantener allí instalaciones bastante complejas.

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Los recintos de Las Lagunitas son más pequeños que los del valle de Yaretas y se encuentran en mejor estado de conservación. La última estación, muy próxima al paso del Portillo, recibe el nombre de La Lagunita, por la presencia de un espejo de agua estacional. La infra-estructura es allí sensiblemente menor. A casi 4.000 msnm, este punto se encuentra por encima del límite de vegetación. La vertiente occidental del Cordón del Portillo muestra dos puntos con instalaciones. El primero se denomina Real de Mansa y corresponde a un recinto aislado que se ubica después de la bajada del Portillo. Se localiza aproximadamente a 5 km de La Lagunita y tiene casi 200 m menos de al-titud que dicho emplazamiento. En el mismo las condiciones ambientales son extremas y la oferta de recursos baja, ya que se encuentra en el límite del desarrollo de cobertura vegetal. El segundo punto, con 500 m menos de altitud y a 4 km del anterior, es un conjunto de reales que se ubica cerca

Figura 5. Corral en el valle de Yaretas.

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Figura 6. Distribución de sitios entre El Manzano Histórico y el Paso de Piuquenes.

Figura 7. Frecuencia de variación altitudinal entre sitios.

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del cruce del arroyo La Olla. Este lugar aterrazado, con abundante agua y pasturas, presenta recintos pircados de distinto tipo, emplazados entre grandes bloques. En el interior de algunos de los espacios acondicionados como refugios, se relevaron materiales pre hispanos, tales como productos de talla lítica y fragmentos cerámicos, lo que demuestra una recurrencia en la ocupación de estos espacios5. Los puntos siguientes se encuentran, al atravesar el río Tunuyán, en el valle del río Palomares, que es uno de sus afluentes. Este valle presenta un relieve afectado por la acción glacial y periglacial: se destacan allí formas onduladas y abiertas con una importante cobertura vegetal de pastizales bajos y sectores con vegas en las márgenes del río. La vegetación predomi-nante la constituyen distintas gramíneas (Poa holciformis, Stipa sp.) y, en me-nor medida, arbustivas bajas, adesmias subterráneas (Adesmia sp.) y yaretas (Azorella sp.). El camino que sigue es un angosto sendero poco destacado en el paisaje. Dentro de este valle se pudieron ubicar dos grupos de rea-les. En el sector más bajo y próximo a la confluencia con el río Tunuyán se encuentra un conjunto de estructuras con corrales y recintos menores agrupados (Real de la Overa), y otros reales aislados más pequeños a uno y otro lado del cauce. Estas instalaciones se extienden a lo largo de casi 1,5 km, están por debajo de los 3.000 msnm y se ubican aproximadamente a 3,5 km de La Olla. Esta distancia es menor a la que separa otros conjuntos, pero es importante remarcar que para unir los dos puntos hay que cruzar el río Tunuyán, que tiene allí un lecho profundo y un importante caudal de agua. El último grupo de estructuras relevadas comienza a 6 km del punto anterior y está comprendido por distintos tipos de recintos asociados prin-cipalmente con dos puntos significativos del paisaje: El Caletón y el Paso Hondo, ambos ubicados por encima de los 3.000 msnm. El primero es un gran refugio natural, un alero de casi 100 m de largo formado por la erosión del río sobre un potente conglomerado con estratificación de depósitos. El segundo es un profundo cañadón transversal generado por la erosión de

5 En el Área Natural Protegida Laguna del Diamante (3.200 msnm), ubicada 55 km al sur del paso del Portillo Argentino, se han relevado casi 50 estructuras pircadas seme-jantes a las de La Olla que también presentan fragmentos cerámicos y productos de talla lítica en superficie. Se han obtenido allí varios fechados radiocarbónicos que prueban que este patrón de instalación se inició hace más de 2200 años y perduró hasta el perío-do de contacto hispano-indígena (Durán et al. 2006).

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un afluente del río Palomares. El Caletón está localizado sobre la margen izquierda del río Palomares y presenta varios acondicionamientos antrópi-cos. Un recinto con muros muy bajos en torno a un bloque rocoso se ubica casi en la entrada de la gran superficie plana que genera esta formación, en el nivel de la senda que recorre el valle. En la bajada hacia el río y hacia el alero, se localiza el último corral relevado en el camino a Piuquenes (Fi-gura 8). Se trata de una estructura de forma redondeada de casi 14 m de diámetro con un estrecho sector de ingreso hacia el lado del río. Finalmen-te también bajo el área protegida por el alero se disponen algunos recintos pequeños de formas redondeadas que presentaban restos de talla lítica. Entre El Caletón y el Paso Hondo se registraron pequeños recintos aisla-dos extendidos a lo largo de un kilómetro. En el último punto se relevaron algunos reales circulares a uno y otro lado del cañadón. Se observó también dentro de una de estas estructuras la presencia de productos de talla. Desde el Paso Hondo se alcanza el Paso Piuquenes (4.036 msnm). Este paso, que

Figura 8.Corral en El Caletón.

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demarca el límite entre Chile y Argentina, es más bajo que el del Portillo (4.380 msnm). Desde el mismo se puede descender sin mayores dificulta-des por el valle del Yeso hasta alcanzar el Cajón del Maipú, y de allí, el Valle Central chileno.

DISCUSIÓN

En un trabajo reciente, Prieto y Abraham (2000) analizan el impacto provocado por el tráfico de carretas y ganado sobre los ambientes de la llanura de La Travesía, ubicada en el NE y E de la provincia de Mendoza. A través de relatos de viajeros de los siglos XVII a XIX demuestran cómo importantes cambios en el paisaje se vinculan directamente con aquella actividad económica. Dichas autoras enumeran una serie de efectos antró-picos, entre los que se destacan: la compactación del suelo por pisoteo de ganado y tránsito de carretas, la erosión hídrica y eólica sobre el camino, la invasión de especies exóticas y el empobrecimiento de la flora y fauna. Concluyen que esos efectos generaron, en conjunto, cambios ambientales de mayor magnitud que los provocados por el clima. En una propuesta semejante a la de Prieto y Abraham (2000), en este tra-bajo se analiza información histórica y arqueológica para definir la magnitud que adquirió, desde los inicios del período colonial hasta el siglo XX, la cría y el traslado de ganado bovino a Chile, e inferir cómo esta actividad económica pudo afectar los ambientes pedemontanos y cordilleranos vinculados con el camino del Portillo (centro-oeste de la provincia de Mendoza). El análisis de la información histórica demuestra que, desde fines del siglo XVI, extensas áreas de los valles de Uco y Jaurúa se dedicaron a la ganadería bovina con el objetivo de abastecer al mercado chileno. Miles de cabezas de ganado mayor se criaban y/o engordaban en campos del piedemonte, que se caracterizaban por su buena oferta de gramíneas y arbustivas forrajeras. Además es importante destacar que, desde el siglo XIX, se practicó de manera intensiva la siembra de forrajeras, tales como la alfalfa, en los campos de invernada. Se infiere que las prácticas agrope-cuarias sometieron esos ambientes a sobrecarga, por lo que debieron pro-ducirse cambios de importancia en sus ecosistemas. Entre estos cambios debe haberse destacado la pérdida de cobertura vegetal y la consiguiente disgregación de suelos. En una situación de este tipo, se espera que se haya producido una erosión acelerada y un cambio en los procesos hidrológi-

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cos, que podrían manifestarse en forma de: a) cauces más profundos en las partes medias y altas del piedemonte, b) grandes depósitos de arenas y gravas en los cauces de las partes bajas de las cuenca, c) redes intrin-cadas de regueros, cárcavas y cursos profundos que avanzan por erosión ascendente y lateral sobre parajes que perdieron su estabilidad, d) suelos enterrados, e) abarrancamiento de las laderas de los valles, d) perfiles de suelos alterados, entre otros rasgos. En lo que hace al impacto sobre la fau-na por reducción de hábitat, competencia y cacería, el mismo debió ser de importancia sobre todo sobre especies de importancia económica como proveedoras de carne para los establecimientos pecuarios: guanacos, ñan-dúes y choiques. A partir del relevamiento arqueológico realizado en el camino ganade-ro, se puede destacar la existencia de algunas diferencias entre las instala-ciones de las dos vertientes del Cordón del Portillo. En la vertiente oriental se concentra la mayor inversión en infraestructura. Se observan allí cons-trucciones más complejas y particularmente la presencia de grandes co-rrales (Figura 6). Esta inversión de trabajo se relaciona directamente con las dificultades que ofrecía atravesar el paso del Portillo. Para vencer, en menos de 6 km, una diferencia de altura de más de 1.200 m, se instalaron cuatro emplazamientos con infraestructura adecuada para refugio y con-tención de los animales. La densidad de corrales ubicados en espacios con disponibilidad de agua y, en algunos casos, con oferta de pasturas, permite ver claramente en estos testimonios materiales el sentido de la circulación del ganado. En estas paradas, los animales recuperaban su condición física y se aclimataban para poder soportar el cruce. Además, la posibilidad de mantener encerrados a los animales pudo haber minimizado el riesgo de perder hacienda durante los frecuentes temporales de nieve que se regis-tran a esta altitud, aún durante las temporadas estivales. La facilidad del camino de bajada hacia el Alto Valle del río Tunuyán, la menor altitud de los emplazamientos y las excelentes condiciones ambien-tales (transitabilidad, disponibilidad de refugios naturales, de agua y de recursos vegetales y animales) hasta Piuquenes hicieron innecesario mon-tar una infraestructura similar a la de la vertiente oriental del Portillo. Las instalaciones registradas en el sector bajo y alto del río Palomares muestran un predominio de refugios para arrieros y una presencia menor de corra-les. Por las características del ambiente y la facilidad de control, podrían mantenerse los arreos fuera de encierro en los campos con pasturas para prepararlos para el cruce de la Cordillera del Límite.

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Para la cordillera, la información arqueológica obtenida permite infe-rir la existencia de importantes procesos de cambio ambiental vinculados con el tráfico de ganado mayor. De los seis grandes tipos de perturbacio-nes enunciados por Butzer (1989) se constató la presencia de dos que aparecen claramente vinculados: disgregación del suelo y construcción de estructuras u obras vinculadas con el pastoreo/tráfico. En los ambientes de montaña actúan intensamente mecanismos de erosión periglacial (De-rruau 1970). Allí el hielo, el agua de fusión de la nieve y del deshielo y el viento provocan importantes transformaciones de los suelos y de las rocas expuestas. Estas transformaciones debieron acelerarse al incorporar en esos ecosistemas miles de cabezas de ganado mayor. Para los períodos de máxima actividad, se infiere que se produjo una pérdida de la cobertura vegetal en los valles utilizados como vías de tránsito, una marcada destruc-ción de suelos, una erosión acelerada y un cambio en los procesos hidroló-gicos. En esos espacios de tránsito, el impacto sobre la fauna debió haber sido aún más importante que en los ambientes pedemontanos, ya que en la cordillera la oferta mayor de recursos vegetales se da sobre todo en los fondos de los valles y vegas. La ausencia actual de guanacos en los valles de la pendiente oriental del Cordón del Portillo constituye una prueba de este impacto. Debe considerarse también que durante el período de análisis (siglos XVII al XX) la región estudiada no mantuvo un clima homogéneo. Asocia-das al fenómeno ENSO, se han dado a lo largo de ese período oscilaciones frecuentes en los valores de temperatura y humedad (Villalba 1994). In-formación dendrocronológica obtenida en el Valle Central chileno mues-tra cómo, desde el 1.000 AD, se sucedieron lapsos de 150 a 200 años con diferencias promedio de precipitaciones y oscilaciones internas menores. Hasta el 1.650 AD perduraron condiciones húmedas y frías (Pequeña Edad del Hielo). Desde aquella fecha hasta 1840 predominaron condiciones templadas y secas. Hacia fin del mismo siglo, se experimentó otro pico de humedad y de menor temperatura (Corte 1976; Boninsegna 1988). Ciclos prolongados de sequía, sumados a una sobrecarga de ganado, debieron afectar especialmente la cobertura vegetal de los ambientes pedemontanos, en donde se instaló la mayor parte de los establecimientos pecuarios. Una situación semejante pudo darse en ambientes de altura donde la sequía, el frío y el traslado de ganado y mercancías pudieron impactar, en conjunto, la cobertura vegetal y degradar el suelo.

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CONCLUSIÓN

La evidencia histórica revela que extensas áreas de los valles de Uco y Jaurúa se dedicaron en los últimos cuatro siglos a la explotación ganadera con el objetivo de abastecer al mercado chileno. Las prácticas agropecua-rias vinculadas con esta actividad económica sometieron a esos ambientes a una sobrecarga que introduciría en sus ecosistemas cambios de impor-tancia. De ello se infiere que en el paisaje actual del piedemonte es posible percibir los resultados de procesos de erosión acelerada y modificaciones hidrológicas generados principalmente por un empobrecimiento de la co-bertura vegetal. Un fenómeno semejante también se produjo en los valles cordilleranos por donde atravesaba el camino ganadero del Portillo. Se ha hecho un rastreo de información histórica y arqueológica sobre este paso. El registro arqueológico estudiado ha permitido definir particularidades de la infraes-tructura desarrollada a uno y otro lado del Cordón del Portillo, destacando diferencias en las características del impacto que el tránsito pecuario pudo tener en los ambientes cordilleranos. El estrecho y escarpado camino de subida de la vertiente oriental de la Cordillera Frontal requirió de la ins-talación de cuatro sectores con espacio para refugio de arrieros y encierro de animales, como así el mantenimiento de una senda única. El desplaza-miento recurrente de miles de cabezas de ganado mayor sobre espacios estrechos (fondos y faldeos de valles escarpados) generó impactos de im-portancia. En algunos casos la erosión por pisoteo resulta particularmente llamativa. La pérdida de cobertura vegetal vinculada con los corrales es notable y se estima que los sectores inmediatos a los mismos están también muy afectados. El cruce hacia la Cordillera del Límite desde el Alto Valle del río Tunu-yán requirió de una infraestructura menor, más dispersa y con escasa capa-cidad de encierro de animales. Las pendientes más suaves, la oferta más dis-tribuida de recursos, la fácil transitabilidad del sector y el menor riesgo ante un eventual desmejoramiento climático son las causas principales de esta diferencia. En estos valles el efecto del tránsito y pastoreo de animales sobre el ambiente parece haberse distribuido sobre espacios mayores, por lo que no es fácil de observar en la fisonomía actual del paisaje. Sin embargo, se estima que la introducción estacional continuada de grandes cantidades de ganado y las actividades cinegéticas asociadas a las prácticas pecuarias habrían provocado una disminución y/o desplazamiento de los herbívoros

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silvestres mayores. El estudio diacrónico de la biodiversidad del área podrá demostrar la validez de las inferencias paleoambientales derivadas de este análisis inicial del registro arqueológico. Entender cómo las distintas adaptaciones y actividades antrópicas de-gradan el ambiente ha cobrado un interés cada vez más marcado en la arqueología. Resultados de estudios arqueológicos desarrollados en diver-sos lugares del mundo proveen de ejemplos sorprendentes de profundos impactos humanos sobre el ambiente, que en algunos casos se remontan a varios miles de años (Redman 1999; Morales et al. 2009). Según Redman, el aporte que la arqueología realiza sobre esta problemática es verdaderamen-te significativo, ya que muchas de las categorías de datos que contribuyen a evaluar esos procesos de cambio ambiental (reconstrucciones climáticas, características ambientales, recursos alimentarios, estimaciones de pobla-ción y cronología de las ocupaciones) son recolectadas en forma frecuente por los arqueólogos. Este trabajo debe considerarse como un estudio preliminar, cuyo obje-tivo principal es llamar la atención sobre la posibilidad de que el paisaje actual del centro-oeste de Mendoza sea el resultado de procesos de cambio ambiental recientes generados por factores naturales y antrópicos, entre los que se destacan el pastoreo y el tráfico de ganado mayor. La profundización del estudio del registro arqueológico reciente del área y el inicio de líneas de investigación paleoambientales, permitirán contrastar las inferencias realizadas. Hasta entonces, las mismas mantendrán un valor tentativo.

AGRADECIMIENTOS

Los estudios presentados en este trabajo se realizaron en el marco de los siguientes proyectos: CONICET-PIP-2005- Nº 5819 (Paleoambientes y ocupaciones humanas del Centro Oeste de Argentina durante la transición Pleistoceno-Holoceno y Holoceno, Período 2007-2008); Secretaría de Cien-cia y Técnica, Universidad Nacional de Cuyo (Holoceno medio y tardío en el Centro Oeste Argentino. Análisis del registro arqueológico de sitios cor-dilleranos: cambios en la subsistencia y la tecnología, Período 2007-2009). Se agradece a la Dirección de Recursos Naturales del Gobierno de la Pro-vincia de Mendoza y a la Municipalidad de Tunuyán por el apoyo brindado. Un agradecimiento especial para Pedro Rosell y Rubén “Yagua” Rodríguez y familia.

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