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La Ética en la práctica Psicoanalítica y la práctica de la Ética
Dr. Carlos Valedón
En mi experiencia como analista, he podido apreciar mas a nivel
internacional que local, cuan difícil es detectar y mas aun sancionar las
diferentes actuaciones que podrían considerarse reñidas con la ética de nuestro
ejercicio, claramente evidenciado por el histórico retardo en la elaboración por
parte de la IPA, de un Código de Ética y la creación y el nombramiento de dicho
comité, del cual formo parte por Latinoamérica y que tiene un saludable carácter
rotatorio en cuanto a sus integrantes.
Nuestra condición de analizados y sujetos, supuestamente, con una
buena parte de nuestros conflictos inconscientes resueltos, añadida la exigente
formación que tenemos que llevar a cabo, en la cual los conocimientos y la
aplicación de los aspectos teórico-técnicos operarían como normas o
reguladores de la relación analítica con nuestros pacientes, además guiados
“por la disposición interna de cumplir con el deber, de hacer bien las cosas,
relacionarse con lo que uno debe o no debe hacer” (Conciencia humanística de
E. From), en nuestro caso conducir bien un análisis, nos haría pensar que la
ética en la práctica analítica estaría garantizada de mutuo propio y por lo tanto
los analizandos y las instituciones estarían protegidas de las amenazas y
consecuencias que conlleva, la no observación de las mismas. Esto, si
Miembro Titular de la Sociedad Psicoanalítica de Caracas, de IPA y de FEPAL. Trabajo para ser presentado en el XXVI Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis (FEPAL). Lima 2006.
asumimos que según Kierkeergard “El individuo verdaderamente ético
experimenta tranquilidad y seguridad porque no tiene el deber fuera de si mismo
sino en su conciencia, que es nuestra propia voz interior, independiente de
sanciones o recompensas externas”.
Quizás podríamos lamentar que en la realidad las cosas no resultan de
esta manera y la aparición, en la práctica de numerosos analistas,
independientemente de su nivel de formación y posición institucional, de graves
actuaciones reñidas con la misma, frente a las cuales hasta hace poco no se
podía actuar, presionaron para que esa ilusión fuese reforzada por la creación y
establecimiento de un Código de Ética que sirviera de orientación y guía,
además de observación obligada so pena de sanciones, ante las violaciones del
mismo que pudieran ser detectadas o denunciadas por las personas afectadas.
Aunque para muchos filósofos esta no es la verdadera ética y para E. From
constituye la “Conciencia autoritaria” que actúa “como un imperativo categórico”
al pretender regular desde afuera nuestro comportamiento profesional, la dura
realidad como decía Freud nos ha conducido a estos resultados.
Continúo desarrollando ideas relacionadas con la ética en la práctica,
facilidades y dificultades en su observación por parte de los miembros de las
distintas Sociedades, lo que dificulta el detectar, recibir y procesar sus diferentes
alteraciones, las cuales podrían ser referidas, de acuerdo a su gravedad, al
Comité de Ética de la IPA, cuyos integrantes pertenecen a las tres áreas
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geográficas hasta ahora existentes. Practicar la ética como propósito consciente
y voluntario también constituye una valiosa actividad para consolidar la ética en
la práctica.
Es importante destacar que en mi Sociedad, no se ha producido ninguna
denuncia importante de una posible violación de dicho código, que ameritara la
apertura de un proceso de esta naturaleza, al igual que aun existen muchas
sociedades que no poseen ni un Código de Ética ni comités encargados de un
aspecto tan importante. ¿Qué significa esto? Que los analistas somos fieles
observadores de un comportamiento que se mantiene natural y
espontáneamente dentro de los límites de una conducta profesionalmente ética,
o que, aun cuando se produzcan violaciones de la misma, existen marcadas
dificultades para proceder a su denuncia de manera seria y sustentable para que
dicho procedimiento sea posible y es preferible dejar ese aspecto sin tocar.
Tratare de elaborar algunas ideas entorno a estas dos posibilidades,
quizás más en torno a la segunda, ya que la primera, no plantea problemas ni
dificultades de ninguna naturaleza en cuanto, indudablemente, un
comportamiento ético es inherente a la concepción que del ejercicio del
psicoanálisis tienen numerosos colegas, actitud claramente saludable para el
paciente y las instituciones. En cuanto a la segunda, las consideraciones son
más complejas y delicadas. No son pocos los comentarios que a lo largo de
nuestra vida de analistas y desde nuestra condición de candidatos, hemos
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escuchado en forma de “chismes de pasillos”, de historias referidas por parte de
otros colegas a diversas formas de trasgresiones éticas por parte de los
analistas, algunas de ellas hasta grotescas, que además tienen una velocidad de
difusión casi similar a las enviadas a través de la red, sin embargo existen y
sobreviven al paso del tiempo porque ninguna parece haber sido denunciada y
procesada como tal, en el momento en el cual supuestamente tuvieron lugar y
que sin necesidad de la existencia de un código ni de un comité pudieron haber
sido denunciadas y procesadas. Si tomamos este ejemplo como muestra, ya en
nuestros tiempos y disponiendo de instrumentos y procedimientos adecuados,
es muy probable que numerosas trasgresiones que ocurran tengan la misma
suerte que las mencionadas.
Cuáles serían los factores que contribuyen a que esto continúe ocurriendo
y se haga muy difícil el establecimiento de una cultura de la denuncia, como
ocurre normalmente en otros ámbitos cuando las normas son violadas, que
además tendría una acción profiláctica al actuar como elemento disuasivo para
evitar las tentaciones trasgresoras. El primero que se nos ocurre en pensar, con
toda razón, es la relación transferencia-contratransferencia o como muchos
pensamos, contratransferencia-transferencia (primero esta la contratransferencia
que la transferencia. Neyraut, 1980), que opera por medio de la gratificación
incestuosa inconsciente, aun en aspectos no explícitamente sexuales, de ambos
participantes, seguido de los sentimientos de culpa, vergüenza y persecución
y/o por el temor y miedo al castigo del otro poderoso. En Caracas tuvimos un
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ejemplo, que por haberse hecho del conocimiento público a través de una revista
no científica de circulación nacional e internacional (Exceso) puedo citar en
términos generales en este trabajo. Este colega proveniente de otro país,
gozaba de fama y prestigio en el ámbito psicoanalítico mundial y tenía una
selecta clientela constituida, entre otras, por algunas personas de excelente
posición social y económica, lo cual contribuyo a que cayera en la tentación de
utilizar cuantiosas sumas de dinero de los pacientes para involucrarlos en
negocios y transacciones comerciales, operando él como broker, en las cuales
terminaron perdiendo las grandes cantidades invertidas. Una de ellas, porque
fueron muchas las que luego se pusieron al descubierto, después de un tiempo
concedió una entrevista a dicha revista (llamada Exceso) donde revelo con lujo
de detalles como dicho analista la involucró en esta operación; como se revelo
en el reportaje en ninguna instancia se realizo denuncia alguna y cuando se hizo
público dicho analista había abandonado el país, sin embargo posteriormente
fue muy útil, porque cuando dicho analista aplico para ingresar a una nueva
sociedad, esta información fue requerida y utilizada para evitar su ingreso por
obvias razones éticas, personalmente me enteré de otras personas que por el
temor al ridículo dentro de su comunidad, prefirieron guardar total silencio al
respecto. Como vemos en este ejemplo la participación del paciente en la
trasgresión, compromete en su condición de agraviado, su derecho que lo
estimule a la denuncia, como considero que ocurre en numerosas violaciones de
cualquier naturaleza que pueden ocurrir entre analista y paciente, analista y
supervisando, analista en funciones docentes (grupos de estudios)
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institucionales o privadas. A pesar de la confidencialidad que el código de ética
y los comités que lo aplican ofrecen al agraviado denunciante, considero que el
temor que produce el procesamiento de la denuncia también y sus posibles
consecuencias contribuyen a esta dificultad, mas aun cuando las posibles
sanciones aplicables no lleguen al nivel de la suspensión definitiva del
agraviante y se mantenga la convivencia dentro del mismo espacio societario de
ambos individuos.
En nuestra institución (SPC), donde la elaboración de un Código y la
creación de un Comité se produjo desde el momento de su constitución en 1989,
precediendo en un buen numero de años al de la IPA, tanto los miembros como
los candidatos reciben los estatutos que les permite un conocimiento de dicho
código y los derechos y deberes que el mismo implica. En AVEPSI (Sociedad
Venezolana de Psicoterapia) cuyo código contribuí a elaborar y cuyo comité de
ética presido, los que ingresan están obligados a firmar un compromiso de
someterse y respetar dicho código so pena de procesos y sanciones en caso de
violación, este ha sido impreso en un pequeño formato que se les entrega al
momento de su inscripción.
Obviamente la conducta y práctica de la ética de nosotros los analistas,
no se circunscribe solamente a las variables mencionadas anteriormente, aun
cuando son las mas destacadas y problemáticas, se extienden también a las
relaciones entre colegas, la institución, el manejo del material clínico para la
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elaboración de trabajos, investigación y producción científica en general, al igual
que a nivel familiar, social y comunitario. Considero imposible disociar la
condición ética de la conducta general del analista como individuo, del analista
como profesional; nuestro conocimiento de la importancia y papel en el
comportamiento de la compulsión a la repetición, nos impide desestimar este
aspecto en conocimiento de elementos no éticos en un analista, formado o en
formación, independiente de su rango o nivel institucional, a la hora de emitir
opiniones o participar en decisiones vinculadas a ellas.
En referencia al titulo de este trabajo, quiero plantear que así como la
ética debe ser una condición inherente al quehacer analítico en el sentido mas
amplio del termino, que abarca la totalidad de su conducta aun fuera de la
práctica, concepción holística, que incluiría una teleología de su hacer al igual
que una filosofía de la misma; lo cual llamaría disposición ética, que se
manifiesta en el placer de perfeccionarla por medio de su práctica, como ocurre
con la técnica o el conocimiento teórico –clínico. Practicarla en el sentido de
propósito consciente, es un medio de consolidarla tanto como componente del
mundo interno, internalización o subjetivación, como de su expresión manifiesta
en nuestro quehacer. Considero que la existencia o no de la disposición ética
individual es el resultado, al igual que ocurre con otros elementos de nuestra
organización y manifestaciones psíquicas, de un largo proceso de
identificaciones, internalización y subjetivación desde la mas temprana infancia
en permanente proceso de desarrollo y resignificaciones (apres coup), muy
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determinado por el ínter juego de los mundo pulsionales en la relación con el
otro, que en el trabajo analítico se despliega en la transferencia-
contratransferencia; momento privilegiado de una posible resignificación o
transformación en la mente del paciente y del analista. Aun cuando para nada es
un objetivo tener objetivos, mas allá de analizar, una observación cuidadosa de
los resultados de una cura analítica es la aparición de transformaciones que
podríamos incluir dentro de la disposición ética del individuo, quizás no hay
momento mas ético del ser humano cuando asume su deseo, al igual que los
medios, riesgos, ventajas, disfrute o sacrificios que implica el tratar de lograr su
realización, como también asumir las debilidades, virtudes, pecados y fortalezas
del ser individual. Esta práctica de la ética, como ejercicio voluntario, a mi
manera de ver, tendría un efecto mucho mas favorable en la preservación de la
ética en la práctica y en evitar sus posibles trasgresiones, que al atribuirlo a la
persistencia de conflictos no resueltos e invocando el reanálisis como el
instrumento idóneo para su corrección, obtendríamos muy pobres resultados y
seria muy difícil de instrumentar en la realidad. Si fuera el caso de estar frente a
un comportamiento perverso (estructura perversa), como lamentablemente
ocurre en caso de reiteradas trasgresiones, el reanálisis ni ninguna otra medida
ofrecería mejores resultados, en este caso alejar al profesional, al menos de la
práctica, para proteger pacientes e instituciones, es la única medida posible.
Desde mi punto de vista, las situaciones más complejas y de mayor
riesgo son las de los pacientes totalmente desvinculados del mundo psi,
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verdaderos, porque su motivación es la búsqueda de ayuda para lograr un
posible alivio de su sufrimiento psíquico y por lo tanto los mas expuestos a las
consecuencias devastadoras de una acción trasgresora, particularmente de
origen sexual y mas aun cuando se trata de una movilización
contratransferencial-transferencial, que se puede mantener detrás de la fachada
del tratamiento. En algunos casos donde se puede generar una relación
amorosa simultanea entra ambos miembros de la pareja, la interrupción del
tratamiento y la formalización o no de la relación es un acontecimiento humano
que preserva la ética a mi manera de ver, o por el reconocimiento, por parte de
uno de los miembros de la misma, de una atracción cuya intensidad se
reconoce, como imposible de manejar, para mantener el tratamiento dentro de
un desarrollo ético sustentable.
Que hacer ante el desconocimiento por parte de los pacientes de los
lineamientos éticos dentro de los cuales debe operar su terapeuta para lograr
sus objetivos, muchos pacientes, por efectos de la transferencia, se pueden
sentir muy alagados y gratificados frente a las propuestas seductoras del
terapeuta al igual si se corresponde a las propuestas insinuantes de ellos,
algunos podrían suponer, como se comenta de ciertas técnicas, que tener
relaciones sexuales forma parte de los recursos para conducir la terapia en bien
de la curación. ¿Debería cada terapeuta tener el compromiso de entregarle a
todas las personas que toma como paciente, un ejemplar del código de ética
para que sepa a que atenerse en el desarrollo del mismo? ¿Estarían obligados
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los Comité de Ética, dentro de sus funciones, promover reuniones con el público
proclive a terapia o en terapia, donde se les ponga en contacto con la existencia
de este código y su contenido? ¿Cuántos de los pacientes conocen que existe
en las instituciones psicoanalíticas, un código de ética y un comité para procesar
cualquier denuncia que en un momento quisieran realizar, frente a una posible
violación de los límites de un tratamiento y que será tomada en serio y atendida?
¿No sería este un aspecto importante a difundir públicamente por parte de los
comités de ética? ¿Cuáles podrían ser las consecuencias y la preparación y
capacidad de dichos comités para atenderlas y procesarlas? ¿Podría tener esto
un efecto disuasivo y preventivo ante muchas trasgresiones que se podrían
limitar ejerciendo una acción voluntaria contra el impulso? ¿Qué papel
desempeña la ausencia de una cultura de la denuncia, procesamiento y
penalidad, a cualquier nivel o ámbito de la vida profesional o institucional, para
que dichas violaciones ocurran, mas que debido a conflictos no resueltos o
acting- in de acuerdo a Sánchez Medina, A. en la relación terapéutica?.
En nuestro país en general y en Caracas en particular tenemos un claro y
cotidiano ejemplo, de cómo la ausencia de autoridad que vigile y haga cumplir
las normas estimula sus trasgresiones, mas aun cuando el actual presidente
justifica el delito y su no penalización por hambre o carencia de recursos,
actualmente nadie respeta los semáforos, ni las señales de transito, ni las zonas
prohibidas para estacionarse o hablar por celulares mientras se conduce, porque
no existe en la mayoría de los municipios autoridades que vigilen y hagan
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cumplir la ley o son fácilmente sobornables, solo hay dos municipios, no por
coincidencia en manos de alcaldes de la oposición (Baruta y Chacao), donde
estas leyes se cumplen o son penalizadas y por lo tanto las respetan.
Es también necesario, en este propósito de promover una cultura de la
ética, el estudio de la misma desde todas las perspectivas (filosófica,
psicopatológica, meta psicológica, sociológica, etc.,) y no solo en su contexto
normativo-punitivo con los riesgos de talibanizar dichos preceptos,
transformándose en una cruzada de supervisión moralizante estéril y sin ninguna
probabilidad de profundizar en su estudio y comprensión. Creo que cada uno de
nosotros ha experimentado el cambio progresivo, que se produce en el ejercicio
con el paso de los años y la experiencia, en cuánto al manejo del encuadre
como una suerte de ética en la práctica, que nos preteje, no solo de
trasgresiones sino de una mala praxis, mientras menos experiencia y seguridad
interna mayor rigidez en la aplicación del mismo y mientras mas experiencia y
seguridad mas flexibilidad, sin compromiso de una praxis adecuada, por el
contrario, una mayor posibilidad de aplicación de la misma y mejores resultados.
En el lado opuesto a lo que podría considerarse ligereza o laxitud en la
denuncia, proceso y penalización de trasgresiones éticas por parte de
numerosas sociedades, Arnold Lazarus (1994) en su trabajo Ética: Algo debe
hacerse en relación a la mentalidad totalitaria de numerosos Comités de Éticas
y de Licencias profesionales. Continua planteando que “mientras que en la
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justicia ordinaria la inocencia se presume hasta que se compruebe la
culpabilidad, los profesionales en psicología clínica o reconocidos como
terapeutas se ven obligados a demostrar su inocencia cuando son convocados a
comparecer ante un Comité de Ética o de Licencia profesional, tarea sumamente
difícil sino imposible”. Cita una serie de ejemplos y situaciones que muestran las
marcadas desventajas y serios riesgo de sufrir severas penalidades sin recursos
legítimos para llevar a cabo su defensa. Considero, de acuerdo a estos
ejemplos, que la manera como se establecen las acusaciones y se desarrollan
los procesos de acuerdo con el Código de IPA y nuestras sociedades, en los
cuales se presume la inocencia hasta que se demuestre la culpabilidad, difieren
significativamente de lo planteado por este autor
Otro importante aspecto en relación al tema, es lo referente a la
confidencialidad que implícita y explícitamente caracteriza y debe caracterizar el
tratamiento analítico, base fundamental para el trabajo y elaboración de la
desconfianza consciente o inconsciente, que promueve la retención del material
y dificulta la libre asociación, que en niveles extremos puede promover un
pseudos análisis, donde aspectos importantes de la vida del paciente se
mantienen fuera de éste. Esta disociación podría no sustentarse en temores
imaginarios transferenciales, sino también en la experiencia en la cual,
involuntariamente, pueden ser testigos de que “los analistas comparten
socialmente” las confidencias de sus pacientes, como lamentablemente puede
ocurrir.
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Rómulo Lander (2001) en su trabajo El Analista Incontinente plantea en el
apartado titulado Ruptura de la Confidencia “¿Por qué un analista inteligente y
capaz que ha sido entrenado adecuadamente rompe la oferta de
confidencialidad que sinceramente ha ofrecido al analizando? ¿Por qué algunos
analistas hablan indiscretamente de sus analizandos, en un ámbito social aún
cuando no mencionen sus nombres? Creo que este tema ético de la ruptura
voluntaria del secreto profesional es de enorme interés para nuestra comunidad
analítica. El acto analítico requiere de la capacidad del analista de ocupar su
<lugar analítico> de escucha privilegiada sin ejercer <un juicio de valor> y de
ocupar <la posición analítica> de intervenir aceptando que el analista <no posee
la verdad-toda>. Para aproximarnos a este complejo problema, propongo
examinar un grupo de fenómenos que podrían afectar al analista y que lo
llevarían, entre otras cosas, a la ruptura de la confidencialidad analítica. Me
refiero a la presencia de la angustia, la soledad, las deficiencias narcisistas y el
síntoma del analista.” Posteriormente termina, asignándole la mayor importancia
en su origen, al hecho de trabajar con el paciente en lo que llamaría,
coincidiendo con Lacan, trabajar en simetría o asimetría.
No es la oportunidad para discutir mis diferencias en cuanto al origen de
dicha ruptura, pero coincido plenamente en la importancia y significación que le
asigna como trasgresión ética.
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Para terminar quisiera tocar con miras ha promover su observación,
reflexión y discusión, la delgada “línea amarilla” que puede separar o confundir
problemas éticos y una mala praxis, en el trabajo analítico y provocar resultados
negativos o daños atribuibles al tratamiento, que en ocasiones se pueden
mezclar de tal manera, que puede ser verdaderamente difícil su diferenciación.
Planteare algunas preguntas, mas que opiniones o consideraciones, para pensar
e intercambiar ideas y puntos de vista sobre este asunto. ¿Tomar en tratamiento
un paciente y luego de manera separada tratar al conyugue, aunque sea en un
encuadre combinado, por ej.: uno de ellos, el primero, en individual y el segundo
en grupo? ¿Iniciar el tratamiento de un paciente en terapia individual con una
frecuencia x semanal y al cabo de algún tiempo transferirlo a una terapia grupal?
¿Tratar simultáneamente por separado a los miembros de una misma familia
incluyendo la o el amante de uno de los conyugues? ¿Interpretar
sistemáticamente como resistencia los deseos de un paciente que desea
terminar la terapia? ¿Hacer señalamientos de peligro o riesgo para la vida
emocional futura de un paciente con varios años de terapia si desea interrumpir?
¿Tomar en tratamiento familiares que poco o nada frecuentamos? ¿Incorporar
simultáneamente indicaciones de psicofármacos que no ameritan un manejo
mas cuidadoso y especializado? por los momentos formularía estas
interrogantes ante las cuales, confieso, no tengo en ocasiones claro los límites,
muy delgados, entre ambas condiciones. ¿Será posible establecerlos para bien
de todos los involucrados? Considero que estos espacios son los adecuados
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para plantearnos y compartir estas y muchas otras interrogantes relacionadas,
para mí, con el trascendental tema de estudio y discusión, como es la ética.
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Referencias
FROM, E. En la Ética. (Referencia electrónica).
GABBARD, G. and Lester E. Boundaries and Boundaries Violations in
Psychoanalysis. Basics Books. 1996
KIERKERGARD, S. La Ética. (Referencia electrónica).
LANDER, R. El Analista Incontinente. Caracas. 2001
LAZARUZ, A. Ethics. Something Must Be Done About the Totalitarian
Mentality Of Many Ethics Committees and Licensing Boards.1994
NEYRAUT, M. Le Transfer. PUF. Paris, 1980.
VALEDÓN, C. Consideraciones Generales en torno a la Ética.
Caracas, 2004.
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