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Santiago, 05 de febrero de 2009
Saludos mi apreciada y estimada…
Muchas máximas, muchos poemas, mucha literatura, mucha filosofía de la existencia
me podría dar el honor de citar en esa epístola, pero, a decir verdad, de nada serviría
contigo, mi querida y apreciada amiga.
Me gustaría iniciar este escrito hablando de mi concepto de querer, y el porqué de mi,
quizás, insistente frase: “No digo ̀Te quierò a cualquiera”.
Para mi persona, querer significa, aunque suene algo redundante, y la típica
concepción filosófica del aburrido y a la vez afamado -quizá por lo mismo- Javier; un
sentimiento humano individual, que se manifiesta social y colectivamente, y que tiene
relación con el simple hecho de querer el bien del otro, y que el otro quiera el bien de
uno; porque, pienso yo, si yo quiero a otra persona, si realmente la quiero, entonces esa
persona también me quiere, porque si sólo fuera una relación unilateral, no sería
realmente “Querer”, sino más bien sólo una ilusión del verdadero querer.
Pues bien, en base a esta concepción de querer, es que yo digo, quizá de manera
excesiva y un poco latera, que casi nadie me quiere. La capacidad de querer va unida,
para mí, de acuerdo a las virtudes morales de la persona. Y es allí donde entra mi
pregunta, la cual, en el caso de la relación contigo, me hago muchas más veces: ¿Me
quiere?...
Días atrás le explicaba a mi, quizás tardíamente, amada madre mi teoría práctica del
amor, teoría que no quiero dignarme a explicarte, porque te sería francamente latoso.
Pero, de acuerdo a ella, me doy cuenta que te quiero mucho más que a las otras
personas, o a la gran mayoría de éstas. Pero siempre, e insisto con la idea, me viene la
pregunta: ¿Realmente me quiere, como yo a ella?… Yo digo: Los sentimientos se
demuestran, yo soy capaz de demostrar los míos hacia ella, pero sólo capaz, porque hay
algo dentro de mí -y es aquí donde me río, pero soy sólo yo el que entiende- que me
priva de hacerlo, al menos en tu caso… La llamo ley moral, y aunque suene algo tan
fastidioso y molestoso para ti, para mí no lo es. ¿Moral, porqué? -Te preguntarás-. Es
simple: He escuchado palabras, que han salido de esos labios tan platónicos, que me
hablaban de un sentimiento algo relacionado, en cierta forma –de acuerdo con mi
teoría- con el amor, aunque en una cantidad exhaustivamente inferior, creo yo –según
mi teoría no sería amor, más bien un sentimiento de querer unido al “gustar”-. Y de
acuerdo a esas palabras digo yo: son sólo palabras, yo puedo decir que te odio, yo
puedo decir que el Himalaya me causa un sentimiento de alegría, yo puedo decir que
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Barack Obama me causa un sentimiento de nostalgia y alegría, pero todo esto se queda
allí, es tan sólo sonido al aire, y dejará de serlo cuando se demuestre.
Me daré el gusto de relatar una historia, que me emocionó de sobremanera, y que tiene
relación con un joven, de quizás unos 25 años de edad, y que fue a pedirle un consejo a
un filósofo muy sabio. El chico le contó al filósofo de su situación: Tenía dos caminos,
de los cuales no sabía cuál seguir, uno con su madre, en Francia, observando la pobre y
dolorosa situación en la que se encontraba ella y ayudándola y acompañándola,
demostrando así su cariño y amor hacia ella; el otro camino era la guerra, en Inglaterra,
y servir y ayudar a su patria, demostrando así su lealtad y amor a ésta, su nación. En
cualquiera de los dos casos él estaría demostrando su sentimiento hacia la cosa que
eligió, ya sea a su país, como a su madre. No me daré el honor de decir qué rumbo
eligió el chico, pero es claro cuál es. Sea cuál sea el rumbo, su cariño debía demostrarlo,
porque no quedaba con decir –si es que se quedaba con la madre- que igual amaba a su
patria y podía luchar por ella en otra ocasión; o –si es que iba a Inglaterra a la Guerra-
no bastaba decir: madre, yo te amo, y volveré pronto a estar contigo… El sentimiento se
demostraba sea cual fuere la acción que él tomaba.Sin acción, hay sólo palabras…
Pero es allí donde cabe mi contradicción moral –de allí todo lo de moral-, porque me es
imposible, de acuerdo a mi norma moral, poderte demostrar todo lo que siento, y
aunque lo hiciese, de nada serviría, porque tú eres la más imposibilitada para ello,
tomando en cuenta la situación amorosa en la que te encuentras…
Me gustaría expresarte muchas más cosas, pero eso de seguro lo haré más adelante en
esta epístola, y ahora me limitaré a proferirte lo que pienso de ti, más que lo que yo
siento por ti.
Tú eres una persona bastante bella en el sentido más lato de la palabra. Podría expresar
o proferir muchos juicios valorativos acerca de tu persona, pero de nada sirven, porque
no creo que los tomes en cuenta, a decir verdad, no creo que alguien me tome en
cuenta. En este preciso momento escucho una canción que es tan excesivamente
melancólica que mi capacidad creativa se eleva de una forma que raras veces ocurre.Así que me daré el honor de decir lo que pienso de ti: Eres alguien bello, como ya lo
dije; alguien que está tan alegre todo el día, que cuando se enoja es mucho más
hermosa y me daría el honor de comparar con Elena, el símbolo de la belleza; eres
alguien de muchos amigos, y ése es quizá tu mayor defecto, a ojos de mi persona, y es
quizá esa cualidad la que me hace dudar de ti para siempre y por la eternidad de cada
día que permanezco aquí, en este mundo, que tú tanto alegras. Esa cualidad, que te
distingue de muchos en alguna medida, pero que te distingue tanto de mi persona, o te
distingue tanto de mis ideales de una persona cercana a mí, es la que, a fin de cuentas,
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juega todavía en contra a la hora de poder decirte lo tanto que te quiero… porque a
decir verdad, no sé cuánto me quieres, o cuánto me distingues de los de tu mundo.
Podría seguir por horas escribiendo esto, porque para decirte la verdad, una verdad
quizá evidente, la soledad ahoga tanto mi ser, que hay tantos sentimientos reservados
dentro de él, que hacer todo esto me alivia mucho. Pero sé que el tiempo, en la mayoría
de la gente, como es la regla –y como regla, también existen excepciones a ella-, agota
los sentimientos, y los deja atrás, y eso creo pasa en ti, que ya poco y nada debes
acordarte de mí en comparación con lo de hace unos meses; pero así es la juventud, así
es la regla, y desafortunada, o quizá afortunadamente, yo y otros más somos la
excepción a ella. Porque, como creo bien escuchaste, yo no me olvido de alguien, no me
olvido de lo que sentí, no me olvido hasta de la persona que sólo haya compartido un
momento conmigo, y eso produce en mí, un chico de tan corta edad, un mar de
recuerdos que nunca terminan, y que creo sólo terminarán con la liberación total…
Ahora bien, ya que has leído todo, o parte, de lo que pienso de ti, cabe decirte todo lo
que siento, y me haces sentir.
Tu vida es alegría, mas no en ciertas ocasiones, pero que son la excepción. Tu vida me
alegra.Yo, ser que cree vivir en un mundo de ascetismo y pesar. Usted, todo lo contrario a
tristeza y ascetismo, más bien me parece que me ilumina, le da luz y claridad a mis ojos…
Me gustaría expresarte mi sentimiento de un día, bueno, uno de los tantos días en que
he estado contigo, que a decir verdad no son muchos, pero que siempre anhelé fueran
más y más. Ese día, después de despedirme, vez que quizá fue el momento en el que te
dejé ir –aunque suene redundante, porque dejar ir y despedirse es lo mismo, pero, creo,
entiendes a qué me refiero- tuve una sensación extraña, desde ese momento el sol, la
luna y las estrellas podían seguir tranquilos con sus obligaciones, que yo no sabía si era
día o noche, y el mundo entero se perdía a mi alrededor. Cada momento que estoy
contigo ocurre eso…
¡Bien hallada, la luz de crepúsculo que ese santuario llenas y penetras! ¡Invade mi alma, dulce
pena amante, que vives del rocío de esperanza! ¡Cómo se exhala en torno un sentimiento de
calma, de orden, de satisfacción! Dentro de esta pobreza ¡Qué abundancia! En esta cárcel ¡Qué
felicidad! Tú que abriste tus brazos, en la pena y en el goce, a los demás, ¡hoy acógeme! ¡A este
trono ancestral, ay, cuántas veces se subieron los niños en tropel! Quizá mi amor allí, con
mejillas niñas, me dio la mano. Siento rodar en torno de mí, niña, tu espíritu ordenado y
generoso, que, maternal, te enseña día a día a poner el mantel blanco en la mesa. ¡O, mano
amada, mano celestial! Haces reino divino de un mundo cruel. Aquí querría estarme horas
enteras. Aquí, Naturaleza, en leves sueños has formado aquel ángel hecho carne. Aquí vivió de
niña, lleno el pecho de tibia vida, y luego aquí, en textura sagrada y pura, se desarrolló esaimagen divina. Y a mí, ¿qué me ha traído? ¡De emoción se me llenan las entrañas! ¿Qué
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quieres? ¿Por qué así te pesa el alma? ¡Mísero yo! Ya no te conozco. ¿Un aroma de encanto
me rodea? ¡Venía con apremio del placer, y me derrito en sueños amorosos! ¿Somos sólo
juguetes de las brisas? Y si ella estuviese en este mismo instante. Me fundiría echándome a sus
pies…
Después de esto me gustaría ya no decir nada… Pero mi deber contigo me lo impide.
Te quiero, estimada, hay miles de formas de demostrarlo, pero creo que la menos
dolorosa para ti, aunque la más dolorosa para mí, es ésta… Quizá ya ni pienses en
mí, ése es el gran drama de la lejanía de la amada o querida… La inspiración se va, la
pasión se agota… Las reglas son reglas mi querida: Ocurre con el amor: Un corazón
joven se esclaviza a una muchacha: pasa todas las horas del día con ella y disipa todas sus
fuerzas y todos sus haberes para expresarle a cada momento que se le entrega por completo–es lo
que haría alguien que tiene la capacidad, como la mía, de amar-Y si llegara entonces unburgués, un hombre que esté en un cargo público, y le dijera: ¡Estimado Joven! ¡Amar es
humano, pero hay que amar humanamente! Distribuya sus horas, las unas para el trabajo o el
estudio, y las otras dedíquelas a su amada. Eche cuentas de su hacienda, y lo que le sobre de lo
indispensable, no le prohíbo que lo emplee en algún regalo, pero no con demasiada frecuencia,
por ejemplo: el día de su cumpleaños, el día de su santo, etc. Si obedece a este hombre, habrá un
joven útil, y yo mismo aconsejaría a algún parlamentario o presidente que lo sentara en algún
consejo; pero se acabó su amor, y, si es artista, se acabó su arte. ¡Oh amiga mía! ¿Por qué brota
tan raramente el torrente del genio; porque tan raramente mugen en altas olas, estremeciendo
vuestras almas atónitas? Querida amiga, ése es el porvenir del enamorado, del real enamorado y
romántico, que todo lo busca, mas no todo lo encuentra…
No falta decir mucho más… pienso tantas cosas, mas no quiero seguir con ellas…
porque me daña, me sofoca pensar tanto en algo imposible; se compara al hecho de que
una persona pretenda, mediante cualquier pensamiento posible, imaginar a Dios, esa
idea trascendental que a tanta gente apenas le importa indagar, pero que se basan en
ella como aval para todo…
¿Qué podría prometerte? Todo… la posibilidad de la palabra, sobre todo en un eruditode ella, es eterna… pero, como ya dije, queda en eso solamente… Te podría prometer
mi vida; podría escribirte “Los sufrimientos del joven Werther” completos, historia en
la que él, Werther, pretende a una chica, Carlota, que está comprometida con otro… y
tanto sentimiento de frustración y desesperanza me produce estragos… creerás que soy
la persona más fría e insensible que conoces, pero te equivocas… Hasta llego a llorar,
incluso, al leer; sufro por dentro al observar tanta injusticia; me alegran muchas cosas,
también; mas me apenan muchas también…
Cuando empecé a reflexionar, harto tarde para decir verdad –porque, como verásdespués, hasta último momento te creí sólo mi amiga, y hasta dudaba de ello, a decir
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verdad dudaba de todo lo tuyo-, sobre qué había pasado contigo, me di cuenta del
problema, que creo ya dejé más que claro: mi incapacidad de observar y darme cuenta
de los sentimientos tuyos, porque mientras no sepa qué siente el otro, no sé que siento
yo, porque creo que todo es una ilusión… Las ilusiones pasan con el tiempo, las vivencias
no… Lo más probable, y repitiéndolo quizá molestosamente, es que ya no te importetanto como antes. Pero la juventud es así… ahora bien, a cualquier edad, uno se da
cuenta del valor de las cosas que tenía cuando ya no las tiene… Lamentablemente,
dejando de lado las vivencias hormonales o “biológicas” que a todos rigen, mi juventud
no es la misma, no creo haberla vivido en plenitud, y dudo realmente si la vivo, o la he
vivido o la viviré…
Después de reflexionar es cuando sentí mi culpabilidad: perdí a alguien hermoso, a
alguien sublime, a alguien bello…
Me pesa el corazón
se ha acabado mi paz.
Nunca más tendré calma,
nunca, nunca jamás.
En cuanto no le tengo
me siento agonizar;
el universo entero
se ha oscurecido ya.
Mi pobre cabecita
enloquecida está,y mis tristes sentidos,
se me pierde, se me van.
Me pesa el corazón,
Se ha acabado mi paz.
Nunca más tendré calma,
nunca, nunca jamás.
Me asomo a la ventana
a ver cuando vendrá;
y si salgo a la calle
es por ella nada más.
Su figura tan noble
y su gallardo andar,
su boca sonriente
y su claro mirar,
La magia que me envuelve
cuando hablándome va,
el toque de su mano,
su beso también, ¡ay!
Me pesa el corazón,
se ha acabado mi paz,
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Nunca más tendré calma,
nunca, nunca jamás.
Mi alma salta y le busca
y le quiere abrazar;
¡si pudiera encontrarle,
que no se fuera más,
si pudiera besarle,
como quiere mi afán,
me desvanecería
de tal felicidad!
Por último, me gustaría relatar algo breve: Cómo pensé de ti, y qué pensaba de ti hacia
ya tiempo, previamente al período que denominaste “El tiempo”, que, a decir verdad,
no entendí mucho. Desde la primera vez que te conocí sentí a alguien al lado que era
muy alegre, y que por eso se diferenciaba mucho de mí. Te conocí en un período difícil
de mi vida, quizá el segundo mayor, después del período que pasé previo a conocerte,
que fue mucho más duro, pero del que aprendí mucho menos. Sentía a alguien alegre,
a alguien diferente a mí, pero a alguien igual al resto –para no mentirte-. Y quizá por
eso te creía tan distinta a mí, porque te creía igual a la mayoría, y yo obviamente no lo
soy, y trato de no serlo. Después fui conociéndote mucho más, y me di cuenta que eras
alguien en algo distinto al resto: eras mucho más alegre, y pocas cosas te amargaban y
te complicaban. Desde ese momento, cuando me di cuenta de eso, fui tomándote más
atención –porque, para decirte la verdad, poco y nada te tomaba en cuenta-. Te empecé
a tomar cariño, estimada amiga, pero –y aquí recuerdo una conversación que tuve con
un amigo mío, conversación muy densa, porque le confesé muchas cosas, y una de lasque me confesó él es que era gay, y que estaba enamorado de mi mejor amigo, otro que
todavía no se define. En esta conversación le conté sobre ti; espécimen (tú) que me
causaba sentimientos contradictorios- mientras más te conocía, más sentía que era otro
más, que en realidad, aunque me tuvieras cariño, era en la misma cantidad y calidad
que el que le dabas a todo el mundo, o a todas las personas que te caían bien. Entonces,
y a consejo de él -pero, bueno no entro en detalles, pero me gustaría decir que cuando
pido un consejo, en realidad la decisión ya la tengo tomada- decidí no tomarte en
cuenta más, y sólo en ciertas ocasiones. Fue esa decisión la causa de que se generara
una lejanía entre nosotros; todo causa de la observación que había hecho yo acerca de
tu relación con los demás, y del trato hacia mí, comparado con el resto.
Además de eso, había decidido no estar, y no compartir, con las personas que había
conocido previo a un período de pesar que tuve; y sólo compartir con las personas que
seguían conmigo, sea como sea; los que me apoyaron, y los que siguieron conmigo,
aunque yo me alejara. Tú no seguiste conmigo… no sentí un apoyo, y, tomando en
cuenta que eras mujer –Tú ya conoces mi sentimiento hacia las mujeres- me hacía daño
seguir compartiendo con alguien, encima mujer, que no me tomaba en cuenta, y que no
me quería, siquiera como amigo, porque a todos los quería igual,“El que es amigo de
todo el mundo, en realidad es amigo de nadie”, decía yo. (Ahora me tomo una pausa,
porque escucho el 2do movimiento de la 5ta Sinfonía de Tchaikovski… cosa que poco te
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interesa) Todo esto debí haberlo dicho al principio… pero esa es la cualidad de alguien
que escribe poco, mas piensa mucho más: que se equivoca en el orden…
Dudé mucho, dudé mucho de ti… pero hicieron falta muchas horas de reflexión, de
análisis de la situación, para que yo me diera cuenta de lo que sentía por ti… aunque
todavía no me doy cuenta de lo que sientes por mi… pero no debo saberlo –digo yo-,
mas si quiero… Quiero estar contigo, pero no debo –por todo lo antes explicado-.
Me gustaría seguir contigo, al menos de amigo, porque el sufrimiento para mí es poco;
son las alegrías las que busco. Quiero, pero no debo, por mí… porque seguiría
pensando en cuánto te quiero, siendo tu amigo… Me ofrecí a serlo, teniendo en vista
las consecuencias, pero no me aceptaste… Qué quiere, entonces, de mí –preguntábame
yo-
Me gustaría escribir un poema que me parece grandioso, y que he sustraído de un libro
que cuenta la historia de dos personas, hombre y mujer, que en vidas pasadas fueron
pareja, y que están destinadas a estar juntos nuevamente, pero ni se conocen…
¿Eres tú la misma doncella que otroraa detestable tierra abandonó, oh, dímelo en verdad,
y ha regresado una vez más a visitarnos?
¿O eres esa joven de dulce sonrisa?
¿O algún miembro de la prole celestial
venido en un trono de nubes para hacer bien al mundo?
¿O perteneces a las huestes de doradas alas,
Que ataviadas con ropaje humano
descienden a la tierra desde su asiento designado
y tras una breve estancia alzan el vuelo y raudas regresan para mostrar qué suerte de criaturas engendra el cielo,
y de ese modo inflamar el corazón de los hombres
con el fin de que desdeñen este mundo miserable y aspiren al cielo?
- John Milton
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Esperando tu comprensión y cariño, se despide atentamente Javier Ignacio
P.D: Disculpa los términos incomprensibles,
y los poemas con alegorías,
pero esperé que para ti fueran asequibles,
y que no los menospreciarías.
Cabe decir que no menciono tu nombre porque el nombre Camila no me gusta en
español, mas sí en francés e ingles, como Camille…