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R ACHEL V INCENT SOUL SCREAMERS

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R A C H E L V I N C E N T

SOUL

SCREAMERS

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RACHEL VINCENT

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AGRADECIMIENTOS

Traducido en colaboración de los siguientes foros:

PURPLE ROSE: http://purplerose1.activoforo.com/

ALISHEA DREAMS: http://alisheadreams.foroactivo.com/

DE LOS CAIDOS: http://lanochedeloscaidos.foroactivo.net/

ROMÁNTICA VAMPÍRICA: http://romanticayvampirica.foroactivo.com/

SHADOW SIDE: http://shadowsidebydana.foroactivo.com/

Staff de TRADUCCIÓN:

Billie

Steffanie Mirella

Linetas

Lexie

Staff de CORRECCIÓN:

Kanon ♪♫♪

Blood Eva!

Estef

Vanille

Nanis

V!an*

Mona

RECOPILACIÓN:

Mona

DISEÑO:

Virtxu

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RACHEL VINCENT

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INDICE

Sinopsis Pág. 5 Capítulo 1 Pág. 6 Capítulo 2 Pág. 17 Capítulo 3 Pág. 28 Capítulo 4 Pág. 40 Capítulo 5 Pág. 53 Capítulo 6 Pág. 65 Capítulo 7 Pág. 79 Capítulo 8 Pág. 91 Capítulo 9 Pág. 103 Capítulo 10 Pág. 115 Capítulo 11 Pág. 128 Capítulo 12 Pág. 140 Capítulo 13 Pág. 151 Capítulo 14 Pág. 163 Capítulo 15 Pág. 175 Capítulo 16 Pág. 187 Capítulo 17 Pág. 202 Capítulo 18 Pág. 214 Capítulo 19 Pág. 228 Capítulo 20 Pág. 237 Capítulo 21 Pág. 143 Sobre la autora Pág. 250

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Sinopsis

Cuando Kaylee Cavanaugh grita, alguien muere. Así que cuando la estrella de

Pop juvenil Eden muere en el escenario y Kaylee no grita, ella sabe que algo

muy extraño está sucediendo. Ella no puede llorar por alguien que no tiene

alma.

Lo último que necesita Kaylee ahora es estarse escapando de clases,

rompiendo la hora de llegada escrita en tablas de acero de su padre y

poniendo a prueba la lealtad de su demasiado ardiente, para ser real novio.

Pero adolescentes con estrellitas en sus ojos están vendiendo sus almas: una

pasajera vida de fama y fortuna por una eternidad en el otro mundo - por

una consecuencia que es imposible que ellos entiendan. Kaylee no puede

dejar que eso suceda, incluso si el tratar de salvar sus almas pone la suya en

peligro.

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Capítulo 1

Traducido por Billie

Corregido por Mona

ddison Page tenía el mundo a sus pies. Tenía el rostro, el cuerpo, la

voz, los movimientos, y el dinero. No olvidemos el dinero. Pero las

ventajas, parece que tienen un precio. Debería haber sabido que era

demasiado bueno para ser verdad....

* * * *

—¿Qué? —grité, mi garganta ya lastimada por gritar por encima del ruido de

la multitud y de la música de docenas de enormes altavoces. A nuestro

alrededor, miles de cuerpos se balanceaban al compás del ritmo con las

manos en el aire, labios formando las palabras, gritando las letras junto con

la hermosa y brillante mujer pavoneándose en el escenario, vista de cerca en

un par de pantallas digitales gigantes.

Nash y yo teníamos unos buenos asientos, gracias a su hermano Tod, pero

nadie estaba sentado. La emoción rebotaba en todas las superficies sólidas,

alimentada por la multitud, y creciendo con cada segundo que pasaba hasta

que el auditorio parecía ensancharse por las emociones de todos. La energía

zumbaba a través de mí, haciendo arder mis terminaciones nerviosas con

tanto golpe como para mantenerme saltando desde la Secundaria hasta la

universidad.

No quería saber cómo Tod había conseguido los asientos entre las quince

primeras filas del escenario, pero a pesar de mi sospecha más oscura, no me

quedé en casa. No podía dejar pasar la oportunidad de ver en vivo el

concierto de Eden, aunque eso significara renunciar a un sábado por la

noche a solas con Nash, durante el turno extra de mi papá en el trabajo.

Y esto era sólo el acto de apertura del Edén…

Nash me jalo cerca de él, con una mano en la cadera, y gritado en mi oído.

Dijo—: ¡Tod solía salir con ella!

A

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Monté la ola de adrenalina que recorría mis venas cuando inhalé su olor.

Seis semanas juntos, y aún sonreía cada vez que me miraba y me sonrojaba

cada vez que él realmente me miraba. Mis labios rozaron su oreja mientras

hablaba. —¿Tod solía salir con quién? —Había varios miles de posibles

sospechosos bailando a nuestro alrededor.

—¡Ella! —gritó Nash, indicando con la cabeza por sobre el mar de

aficionados a los conciertos, hacia la atracción principal, cuyo puntiagudo, y

deliberadamente desordenado cabello se encontraba momentáneamente

destacado por una transitoria luz.

Addison Page, en el acto de apertura de Eden, se pavoneaba por el escenario

con delgadas botas negras, unos jeans rasgados de corte bajo, un cabestro

apretado blanco; y un cinturón de plata brillante, llorando un lamento

amargo pero-con-ritmo sobre aquel que se marchó. La brillante franja azul

en su recto cabello rubio platinado brillaba bajo las luces y se movía a su

espalda cuando se dio vuelta para enfrentar al público desde el centro del

escenario, alzando la voz con facilidad en el claro tono resonante por el que

era famosa.

Me quede viéndola, de pronto inmóvil mientras todo el mundo a mí

alrededor se balanceaba con el crescendo. No podía evitarlo.

—Tod salió con Addison Page.

Nash no podía escucharme. Yo misma apenas me escuchaba. Pero él asintió y

se inclinó hacia mí, y envolví mi brazo alrededor de él para mantener el

equilibrio mientras el vaquero en mi otro lado pasó un ansioso puño

bombeando peligrosamente cerca de mi hombro. —Fue hace tres años. Ella

es local, sabes.

Como nosotros, la muchedumbre de ciudad natal había salido tanto para la

propia futura estrella de Texas como para la estrella principal. —Ella es de

Hurst, ¿verdad? a menos de veinte minutos de mi propia dirección en

Arlington.

—Sí. Addy y yo fuimos a primer año juntos, antes que nos mudáramos de

regreso a Arlington. Ella y Tod, salieron la mayor parte de ese año. Él era de

segundo año.

—¿Y qué pasó? —le pregunté mientras la música se desvanecía y la

iluminación cambiaba para dar paso a la segunda canción.

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Me acerqué más a Nash mientras me hablaba al oído, aunque en realidad no

era necesario en ese momento, la nueva canción era una melódica, y

angustiosa sonata de arrepentimiento. —Addy consiguió estar en el elenco

de un piloto para la red HOT. El espectáculo se volvió un éxito y ella se

mudó a Los Ángeles. —Se encogió de hombros—.Una relación a larga

distancia es bastante difícil cuando tienes quince años, e imposible cuando

tu novia es famosa.

—Entonces, ¿por qué no ha venido esta noche? Yo no habría sido capaz de

resistirme a ver a un ex famoso en el escenario, y con suerte darle un beso,

asumiendo que yo era la que lo había botado.

—Él está aquí en alguna parte. —Nash miró a su alrededor, a la multitud

mientras esta se calmaba un poco debido a la canción. Pero no es como si

necesitara un boleto. Como un ángel de la muerte, Tod puede elegir si desea

o no ser visto o escuchado, y por quién. Lo que significaba que podía estar de

pie en el escenario al lado de Addison Page, y nunca lo sabríamos.

Y conociendo a Tod, era donde exactamente estaba.

Después del grupo de Addison, hubo una interrupción breve, mientras que el

escenario se alistaba para la estrella principal. Esperaba que Tod apareciera

durante el descanso, pero aun no había ni rastro de él cuando el estadio

repentinamente se puso negro.

Por un momento, sólo había un oscuro silencio, subrayado por susurros

sorprendidos, pulseras brillantes y las pantallas de los teléfonos celulares

encendidos. Entonces, un resplandor azul oscuro vino desde el escenario y el

público estalló en aplausos frenéticos. Otra luz se encendió, iluminando una

nueva plataforma en el centro del escenario. Dos ráfagas de llamas rojas

explotaron cerca de las alas. Cuando se desvaneció, a excepción de la huella

detrás de mis párpados, ella apareció el centro del escenario, como si

hubiera estado allí todo el tiempo.

Eden.

Llevaba una chaqueta blanca media abierta sobre un sujetador de cuero de

color rosa y una falda corta de color rosa con flecos, que exageraba cada

movimiento de sus famosas caderas. Su cabello largo y oscuro se balanceaba

con cada movimiento de su cabeza, y los gritos frenéticos de la multitud

zumbaban en mi cabeza, cuando Eden se agachó, micrófono en mano.

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Se levantó lentamente, balanceando las caderas con el ritmo de su propia

canción. Su voz era baja y gutural, un gemido con música, y nadie era inmune

a los cantos sexuales de sirena.

Edén era hipnótica. Fascinante. Su voz fluía como la miel, dulce y pegajosa.

Escucharla era ansiarla, quisieras o no.

El sonido corrió a través de mí como la sangre en mis venas, y sabía que

horas a partir de entonces, cuando yaciera despierta en mi cama, Eden aún

cantaría en mi mente, y que cuando cerrara los ojos, aún la vería.

Era aún más fuerte para Nash, pude darme cuenta de un vistazo. Él no podía

apartar la mirada de ella, y estábamos tan cerca del escenario que su visión

prácticamente era ininterrumpida. Sus ojos se arremolinaban por la

emoción – con la necesidad – pero no por mí.

Un violento aumento irracional de celos disparó a través de mí al igual que el

sudor fresco que humedecía su frente. Él apretó las manos a los lados, los

largos y apretados músculos en sus brazos se abultaron debajo de las

mangas. Como si estuviera concentrado. Ajeno a todo lo demás.

Tuve que forzar su mano a abrirse para entrelazarlos con los míos. Él se dio

la vuelta para sonreírme y apretó mi mano, hermosos ojos color avellana se

adaptaban a un lento giro mientras su mirada se cruzaba con la mía.

El anhelo aún estaba ahí – dirigido a mí esta vez – pero era más profundo y

coherente. Lo que él quería de mí iba más allá que una estúpida lujuria,

aunque ese sentimiento estaba allí también, gracias a Dios.

Rompí el hechizo. Por el momento. No sabía si tenía que agradecer a Tod por

las entradas o escariarlo.

En el escenario, luces suaves iluminaban a los bailarines que se pavoneaban

camino a reunirse con Edén, la pantalla enorme seguía todos sus

movimientos. Los bailarines se acercaban a ella, retorciéndose en

sincronización, manos deslizándose suavemente sobre sus brazos, los

hombros y el estómago descubierto. Luego se emparejaron para que ella

pudiera pavonearse por la pasarela en la que se extendían varias filas de la

multitud.

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De repente, me alegré de que no tuviéramos asientos de primera fila. Habría

tenido que raspar el charco de baba en que habría convertido Nash en un

frasco sólo para llevarlo a su casa.

Un respiro tibio resopló contra mi cuello un instante antes de que las

palabras golpearan en mi oído. —¡Hey, Kaylee!

Salté, tan asustada que estuve a punto de caer en mi silla. Tod estaba de pie a

mi derecha y cuando el brazo oscilante del vaquero fue a través de él, supe

que el ángel de la muerte estaba allí solo para mi placer visual.

—¡No hagas eso! —susurre bruscamente. Probablemente no podía oírme,

pero no iba a levantar la voz y arriesgarme a que el tipo a mi lado pensara

que estaba hablando sola. O peor aún, que le hablaba a él.

—¡Agarra a Nash y vamos! —Desde el bolsillo delantero de su holgados

jeans gastados, Tod sacó dos tarjetas oficiales revestidas de plástico,

adjuntas a cuerdas de seguridad. Su sonrisa traviesa no podía hacer nada

para oscurecer las facciones angelicales que había heredado de su madre, y

tuve que recordar que no importaba lo inocente que él pareciera, Tod era

problemas. Siempre.

—¿Qué es eso? —Le pregunté, y el vaquero frunció el ceño en gesto de

interrogación. Lo ignore –tanto para no verme como una loca– y en

cambio le di un codazo Nash—. Tod, —articulé con la boca, cuando él me

levantó ambas cejas.

Nash hizo rodar sus ojos y miró más allá de mí, pero me di cuenta por su

mirada errante, que no podía ver a su hermano. Y que, como siempre, estaba

enojado de que Tod se me había aparecido a mí y no a él.

—Pases para los camerinos. —Tod extendió su brazo a través del vaquero

para agarrar mi mano, y si no me hubiese echado hacia atrás del agarre del

ángel de la muerte, hubiese tenido un toque bastante íntimo de uno de los

admiradores más groseros de Edén.

Me puse en puntillas para alcanzar el oído de Nash. —Él tiene pases de

camerinos.

El ceño fruncido de Nash convirtió en una máscara de irritación todo su

rostro, mientras sobre el escenario, Edén se deshizo de su chaqueta,

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quedando vestida sólo con una parte superior de un bikini y falda corta. —

¿Dónde los consiguió?

—¿Realmente quieres saberlo? —A los ángeles de la muerte no les pagaban

con dinero –al menos no de la especie humana– por lo que ciertamente no

había podido comprar los pases. O las entradas.

—No —murmuró Nash. Pero de todos modos me siguió.

Mantenerse al ritmo de Tod era una causa perdida. Él no tuvo que pasar fila

tras fila de fans extasiados, o detenerse y pedir disculpas cuando pisaba el

pie de una chica o derramaba la bebida de su pareja. Simplemente se fue

derecho a través de los asientos y de los asistentes al concierto, como si ellos

no existieran en su mundo.

Probablemente no lo hacían.

Como todos los ángeles de la muerte, el estado natural de existencia de Tod

–si es que siquiera podía llamarse natural– estaba en algún sitio entre

nuestro mundo, donde los humanos y los Bean Sidhe residen en paz relativa,

y el Mundo de las Tinieblas, donde moran la mayor parte de las cosas

oscuras y peligrosas. Él podía existir completamente en cualquiera, si

escogiera, pero raras veces lo hacía, porque cuando era corpóreo,

típicamente olvidaba el evitar obstáculos como sillas, mesas, y puertas. Y la

gente. Por supuesto, fácilmente podía volverse visible para mí y Nash, pero

evidentemente era mucho más divertido meterse con su hermano. Nunca

había conocido a un grupo de hermanos con menos en común que Nash y

Tod. Ni siquiera eran de la misma especie, por lo menos, ya no.

Los hermanos Hudson habían nacido Bean Sidhe –que era la forma correcta

de llamarnos, aunque la mayoría de la gente nos conocía como Banshees– de

padres Bean Sidhe normales. Como lo era yo. Pero Tod murió hace dos años,

cuando tenía diecisiete años. Y ahí fue que las cosas se pusieron extrañas,

incluso para los Bean Sidhe. Tod fue reclutado por los sombríos ángeles de la

muerte.

Como un ángel de la muerte, Tod viviría en su propio cuerpo sin edad. A

cambio, trabajaría un turno de doce horas cada día, recogiendo las almas de

los seres humanos, cuya hora de muerte había llegado. Él no tenía que comer

o dormir, así que se aburría bastante en las otras doce horas de cada día. Y

ya que Nash y yo éramos de los pocos que sabíamos sobre él, normalmente

se quitaba el aburrimiento en nosotros.

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La cual era la razón por la que nos echaron de un centro comercial, una pista

de patinaje, y una bolera, todo en el último mes. Y mientras me abría paso

entre la multitud tras Tod, tuve la sensación de que el concierto sería el

siguiente en la lista.

Un vistazo a la irritación que brillaba en las mejillas de Nash, me dijo que

todavía no podía ver a su hermano, así que tire de él mientras seguía la

cabeza con el revoltijo de rizos rubios, ahora varias filas por delante de

nosotros, en dirección a una puerta lateral, debajo de una señal roja de

salida.

La primera canción de Edén llegó a su fin con un gran destello de luz violeta,

que se reflejó en las miles de caras a mí alrededor, luego las luces se

apagaron.

Me detuve, no quise moverme en la oscuridad por temor a tropezarme con

alguien y caer en un charco de algo no identificado. O en un regazo.

Segundos después, el escenario explotó en luces giratorias e intermitentes, y

ahora Eden se movía con el nuevo ritmo en un traje diferente, pero

igualmente escaso. Le eché un breve vistazo, luego volví mi mirada de nuevo

a Tod, pero solo logré un vislumbre fugaz de sus rizos al desaparecer por la

puerta lateral cerrada.

Nash y yo nos precipitamos tras él, pasando sobre una serie de dedos de pies

y saltando sobre una botella medio vacía de Coca Cola que alguien había

pasado en contrabando. Estábamos sin aliento cuando alcanzamos la puerta,

eché un último vistazo al escenario, luego empujé la puerta, agradecida

cuando está en realidad se abrió.

Las puertas por las que Tod pasaba, por lo general resultaban estar cerradas.

Tod estaba de pie en el pasillo, sonriendo abiertamente, ambos Pases de

camerinos alrededor de un brazo. —¿Qué han hecho, arrastrarse todo el

camino hasta aquí?

La puerta se cerró tras nosotros, y me sorprendió notar que apenas se oía la

música, aunque había sido lo suficientemente fuerte para ahogar mis

pensamientos en el auditorio. Pero todavía podía sentir el golpe del bajo,

vibrando a través de mis pies por el suelo.

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Nash me soltó la mano y miró a su hermano. —Algunos de nosotros estamos

limitados por las leyes de la física.

—No es mi problema. —Tod agitó los pases, luego lanzó uno a cada uno de

nosotros.

—Snoozin, loozin, y toda esa mierda.

Deslicé el cordón de nylon del pase en mi cuello y e hice mi cabello castaño

largo a un lado. Ahora que tenía el pase puesto, sería visto por cualquiera

que me viera; todo lo que Tod sostiene solo es tan visible como lo es él en el

momento.

Entonces el ángel de la muerte se volvió completamente corpóreo, sus

zapatillas de deporte chirriaron en el suelo cuando nos condujo por una

serie de enormes pasillos blancos y por varias puertas, hasta que llegamos a

una que estaba cerrada. Tod nos dio una sonrisa maliciosa, y luego pasó por

la puerta y la abrió desde el otro lado.

—Gracias. —Pase junto a él para llegar a la nueva sala, y el aumento

repentino de la música me advirtió que nos estábamos acercando al

escenario. A pesar del origen cuestionable de nuestros pases de backstage,

mi pulso saltó de emoción cuando doblamos la esquina y el edificio se abrió

a un largo y ancho vestíbulo, con un techo cavernoso. Equipos se apilaban

contra las paredes, tarjetas de sonido, altavoces, instrumentos y luces. La

gente daba vueltas por todas partes llevando ropas, alimentos, y

portapapeles. Ellos hablaban por radios de doble comunicación y por

micrófonos de auriculares, y la mayoría llevaba credenciales similares a las

nuestras, aunque la de ellos decían —Equipo— en letras de color negro.

Los guardias de Seguridad en camisetas negras y con sombreros a juego

holgazaneaban, sus gruesos brazos cruzados sobre el pecho. Los bailarines

de fondo se desplazaban por el espacio abierto en todos los escenarios del

próximo cambio de ropa, mientras a una mujer con un portapapeles

puntiagudo los apresuraba a terminar.

Nadie nos notó a mí y a Nash, y me di cuenta de que Tod se había vuelto

nuevamente incorpóreo, por el silencio de sus pasos. Nos dirigimos

lentamente hacia el escenario, donde la luz parpadeaba y la música golpeaba

demasiado fuerte para que cualquier alboroto detrás del escenario fuera a

ser oído en el frente. No toqué nada, con el irracional miedo de que al sacar

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una galleta de la mesa de aperitivos, nos expondría finalmente como

ladrones de pases de camerino.

En las alas del escenario, una pequeña multitud se había reunido para ver el

espectáculo. Todos llevaban credenciales similares a las nuestras, y varias

personas sostenían equipos o accesorios, lo más notable un pequeño mono,

usando un collar y un divertido sombrero de colores brillantes.

Me reí en voz alta, preguntándome qué diablos haría en el escenario la reina

del pop actual de Estados Unidos con un mono.

Desde nuestra posición ventajosa, vimos el perfil de Eden, ahora encajada en

ceñidos pantalones de cuero negro y un top medio a juego. La nueva canción

era arenosa, con un riff crujiente de guitarra, y su baile había cambiado para

adaptarse a ella, ella hacía cada pose con fuerza, y su pelo se movía a sus

espaldas. Chicos en vaqueros ajustados y con camisas oscuras danzaban a su

alrededor y detrás de ella, tomándole cada uno la mano a su vez, y alzándola

de vez en cuando.

Edén lo dio todo, incluso cuando ya habían transcurrido varias canciones.

Las revistas y noticias promocionado su arduo trabajo y dedicación a su

carrera, y las horas y horas al día que entrenaba, ensayaba y planificaba. Y se

notaba. Nadie daba un espectáculo como ella. Era la chica de oro de la

industria del entretenimiento, abundando en dinero y fama. Corría el rumor

de que había firmado por el protagónico en su primera película, para

empezar a rodar después que su gira terminara.

Todo lo que Eden tocaba se convertía en oro.

La miramos, cautivados por cada postura que daba, hipnotizados por cada

nota. Estábamos bajo el hechizo de tal manera, que al principio nadie se dio

cuenta cuando algo salió mal. Durante el solo de guitarra, los brazos de Eden

cayeron a los lados y ella dejó de bailar.

Pensé que era otra transición dramática para la siguiente canción, así que

cuando la cabeza cayó hacia adelante, pensé que estaba contando en

silencio, lista para mirar hacia arriba con sus penetrantes ojos negros

hipnóticos y cautivar a sus fans de nuevo.

Pero entonces los otros bailarines lo notaron, y varios dejaron de moverse.

Luego varios más. Y cuando terminó el solo de guitarra, Eden todavía estaba

allí, en silencio, un vacío virtual succionando la vida de la música de fondo.

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Respiraba agitadamente. Sus hombros temblaban. El micrófono resbaló de

su mano y se estrelló contra el suelo del escenario.

El chillido de la estática cruzó por todo el escenario, y el baterista dejó de

tamborear. Los guitarristas –tanto el plomo y el bajo– se volvieron hacia

Edén y dejaron de tocar, cuando la vieron.

Eden se derrumbó, las piernas dobladas, derramando el largo cabello oscuro

a su alrededor en el suelo.

Alguien detrás de mí gritó en el silencio repentino, y salté, sobresaltada. Una

mujer corrió hacia el escenario pasando junto a mí, seguida por varios

hombres grandes. Mi cabello voló de nuevo por la corriente de aire creada

por la repentina prisa, pero apenas me di cuenta. Mi mirada estaba pegada a

Eden, que yacía inmóvil en el suelo.

La gente se inclinó sobre ella y reconocí a la mujer que pasó cerca de mí

como su madre, la mamá/agente más famosa del país. La madre de Eden se

puso a llorar, tratando de sacudir a su hija para que despertara, mientras un

miembro de seguridad trató de alejarla. —¡No está respirando! —gritó la

madre, y todos escuchamos con claridad, porque la muchedumbre de miles

de personas habían quedado en silencio por la conmoción. —¡Que alguien la

ayude, no está respirando!

Y de pronto tampoco yo lo estaba.

Mi mano apretó a Nash, y mi corazón se aceleró en previsión del terrible

lamento que rasgaría su camino por mi garganta cuando el alma de la

estrella del pop abandonara su cuerpo. El lamento de un Bean Sidhe no solo

puede romper vidrios, sino también los tímpanos. La frecuencia resuena tan

dolorosamente en el cerebro humano, de modo que el sonido parece

repiquetear tanto de fuera como dentro de él.

—Respira, Kaylee —me susurró Nash al oído, envolviendo ambos brazos

alrededor de mí mientras su voz se encerraba en mi corazón, su influencia

relajante, reconfortante. Una voz de un hombre Bean Sidhe es como un

audio sedante, sin los efectos secundarios de la versión química. Nash podía

hacer detener el grito, o al menos reducir el volumen de intensidad—. Sólo

respira. —Así lo hice. Vi el escenario por encima del hombro y respiraba,

esperando que Eden muriera.

Esperando el grito que se construía profundo dentro de mí.

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Pero el grito no llegó.

En el escenario, el pie de alguien golpeó el micrófono de Edén, que rodó por

el suelo y cayó en un hoyo. Nadie se dio cuenta, porque Edén aún no estaba

respirando. Pero yo tampoco estaba llorando.

Despacio, aflojé mi apretón sobre Nash y sentí el alivio porque la lógica

prevaleció sobre mi temor. Eden no llevaba el velo de muerte, la neblina

translúcida negra que rodea al próximo a morir, visible sólo para las Bean

sidhes femeninas. —Ella está bien. —Sonreí a pesar de las expresiones de

horror que nos rodeaban—. Ella va a estar bien.

Porque si ella fuese a morir, yo ya estaría gritando.

Soy una Bean Sidhe femenina. Eso es lo que hacemos.

—No, no lo está —dijo Tod suavemente, y dimos vuelta para encontrarlo

todavía mirando fijamente al escenario. El ángel de la muerte apuntó hacia

él, seguí la dirección de su dedo, hasta que mi mirada encontró nuevamente

a Eden, rodeada por su madre, guardaespaldas, los miembros extraños de su

equipo, uno de los cuales le estaba dando respiración boca a boca. Y

mientras observaba, una sustancia etérea, parecida a una niebla comenzó a

emerger lentamente del cuerpo de la estrella, como una serpiente saliendo

de su cesta, a pedido de la música de su encantador.

Pero en lugar de flotar hacia el techo, como debería hacerlo un alma normal,

la de Eden parecía pesada, como si pudiera hundirse a la tierra alrededor de

ella. Era espeso, descolorido; y rodeándola había cintas de oscuridad,

girando como si fuera agitado por una brisa imperceptible.

Contuve la respiración en mi garganta, pero la dejé pasar casi de inmediato,

porque aunque no tenía idea lo que era la sustancia que recién había visto,

sin embargo sabía sin duda lo que no era.

Eden no tenía alma.

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Capítulo 2 Traducido por Billie

Corregido por Mona

Qué es eso? —susurré frenéticamente, halando de la mano

de Nash—. No es un alma. Y si está muerta, ¿por qué no

estoy gritando?

—¿Qué es qué? —dijo Nash entre dientes, y me di cuenta que él no podía ver

la no-alma de Eden. Los hombres Bean Sidhes sólo pueden ver elementos del

Otro mundo incluyendo almas liberadas-cuando una mujer Bean Sidhe llora.

Aparentemente, lo mismo valía para lo que sea que fuera el lodo etéreo que

manaba del cuerpo de Eden.

Nash miró alrededor para asegurarse que nadie nos oía, pero realmente no

era necesario. Eden era el centro de atención.

Tod rodo los ojos y sacó la mano del bolsillo de sus holgados jeans. —

Mira ahí. —No señaló el escenario, sino detrás, donde más gente observaba

el espectáculo desde el ala opuesta—. ¿Pueden verla?

—Veo muchas chicas. —La gente se movía al otro lado del escenario, la

mayoría hablando por celulares. Un par de buitres incluso tomaban fotos de

la caída cantante, y la indignación ardió profunda en mi pecho.

Pero Tod seguía señalando, así que me esforcé por ver dentro del ala oscura.

Lo que sea que quiera que vea probablemente no pertenecía al mundo

humano así que no sería inmediatamente obvio.

Y ahí fue cuando la encontré.

La figura delgada y alta de la mujer creaba un punto más negro en las

espesas sombras, una simple insinuación de una figura. Sus ojos eran la

única parte de ella que podía ver, brillando como brasas verdes en la

penumbra. —¿Quién es? —Miré a Nash y él asintió, diciendo que también

—¿

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podía verla. Lo que probablemente significaba que nos estaba permitiendo

verla...

—Esa es Libby, de Proyectos Especiales. —Una extraña y ansiosa luz brilló

en los azules ojos que Tod usualmente mantenía ensombrecidos bajo sus

cejas marrones—. Cuando la lista de esta semana llegó, ella vino también,

únicamente para este trabajo.

Tod hablaba de la lista de los ángeles de la muerte, la cual contenía los

nombres, el lugar exacto y hora de muerte de todos los programados a morir

en el área local dentro del plazo de una semana.

—¿Sabías que esto iba a pasar? —Incluso sabiendo que él era un ángel de la

muerte, no podía creer cuán diferente a la mía era la reacción de Tod frente

a la muerte. A diferencia de la mayoría de la gente, no era mi propia muerte

a la que temía, era a la todos los demás. La vista de un alma fallecida

marcaba mi propio descenso a la locura. Al menos, eso era lo que la mayor

parte de la gente pensaba de mis ataques de gritos. Los humanos no tenían

idea de que mi —chillido histérico— en realidad suspendía el alma de una

persona mientras dejaba el cuerpo.

Algunas veces deseaba todavía vivir en la ignorancia humana, pero esos días

habían terminado para mí, para bien o para mal.

—No podía rechazar la oportunidad de ver trabajar a Libby. Es una leyenda.

—Tod se encogió de hombros—. Y ver a Addy era un bonus.

—Bueno, ¡muchas gracias por arrastrarnos contigo! —dijo Nash

bruscamente.

—¿Qué es ella? —pregunté mientras otro grupo de gente nos pasaba

corriendo dos guardaespaldas más y un hombre bajo y delgado cuyo rostro

lucía ceñido con preocupación profesional y curiosidad. Probablemente un

doctor—. ¿Y qué hay de especial en esta misión?

—Libby es un ángel de la muerte muy especial. —La barba de Tod, rubia y

corta, brilló bajo las luces azules sobre nosotros mientras hablaba—. Fue

llamada porque eso —señaló la sustancia que la ángel de la muerte estaba

inhalando incesantemente del cuerpo de Eden, a casi veinte palmos y

docenas de cabezas—, no es un alma. Es el Aliento de un Diablo.

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De repente, me alegré de que nadie más pudiera oír a Tod. Deseé que no

pudieran oírme a mí tampoco. —¿Diablo, así como un demonio? —susurré,

tan bajo como podía hablar pero aún pudiendo ser escuchada.

Tod asintió con su usual sonrisa lenta y nefasta. Solo la palabra demonio

mandó una descarga de terror por mi cuerpo, pero los ojos de Tod brillaban

con entusiasmo, como si de verdad se excitase con el peligro. Supongo que

eso es lo que obtienes cuando mezclas el aburrimiento con la vida después

de la muerte.

—Vendió su alma... —murmuró Nash, la repugnancia hacía eco dentro del

repentino entendimiento en su voz.

Nunca había conocido a un demonio —afortunadamente, no podían

abandonar el otro mundo— pero era íntimamente familiar su apetito por las

almas humanas. Seis semanas antes, mi tía había intentado intercambiar

cinco almas de adolecentes robadas por juventud y belleza eterna, pero su

plan salió mal al final, y terminó pagando en parte con su propia alma. Pero

no antes que cuatro chicas murieran por su vanidad.

Tod se encogió de hombros. —Eso es lo que me parece.

El horror me llenó. —¿Por qué alguien haría eso?

Nash parecía compartir mi asco, pero Tod solo volvió a encogerse de

hombros, claramente impasible ante el concepto más espeluznante que yo

había encontrado. —Usualmente piden fama, fortuna y belleza.

Todo de lo que Eden tenía de sobra.

—De acuerdo, así que le vendió su alma a un demonio. —Esa afirmación

sonaba mal de tantas maneras... —¿Quiero saber cómo el Aliento de Diablo

se metió en el cuerpo de Eden en su lugar?

—Probablemente no —susurró Nash, mientras unas pesadas cortinas

negras se cerraban en el frente del escenario, cortando la charla sorprendida

y horrorizada del auditorio.

Pero como siempre, Tod estaba feliz de darme un pequeño y mórbido

vistazo del otro mundo completado con gestos irreverentes. —Cuando el

demonio literalmente chupó su alma, la reemplazó con su propio aliento. Eso

la mantuvo viva hasta su tiempo de morir. Que es por lo que Libby está aquí.

El Aliento de diablo es una sustancia controlada en el otro mundo, y tiene

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que ser eliminada muy cuidadosamente. Libby esta entrenada para hacer

eso.

—¿Una sustancia controlada? —Sentí mis cejas ceñirse con confusión—,

¿como el plutonio?

Tod soltó una risita, recorriendo con los dedos un panel de equipo

electrónico apagado y apoyado contra la pared. —Más como heroína.

Suspiré y me acerqué a Nash, dejando que el calor de su cuerpo me

confortara. —El otro mundo es taaaan raro.

—No tienes idea. —Los rulos de Tod se agitaron cuando se volvió para

mirar a Libby otra vez, donde el ángel de la muerte había inhalado la mayor

parte del viscoso Aliento de Diablo. Este se arremolinaba lentamente hacia

su boca en una larga y espesa hebra, como un fantasmal rastro de espagueti

podrido—. Vamos, quiero hablar con ella. —Se dirigió hacia el escenario sin

esperar nuestra respuesta y estiré la mano hacia él, esperando que fuera lo

suficientemente sólido como para tocarlo.

Lo era-al menos para mí. Aunque estaba segura de que la mano de Nash

habría atravesado limpiamente al ángel de la muerte.

—Espera —Lo arrastré de vuelta a pesar de la extraña mirada que me

dedicó un tramoyista en una remera negra—. Nosotros no podemos cruzar

el escenario sin ser vistos. —Aunque había ciertos momentos en los que

deseaba ser invisible. Como por ejemplo, durante educación física. La

entrenadora de básquet femenino tenía algo conmigo, estaba segura de eso.

—Y no creo querer conocer a esta súper ángel de la muerte. —Nash metió

las manos en sus bolsillos delanteros—. La variedad del jardín es lo

suficientemente rara.

Además, la mayoría de los ángeles de la muerte no guardan ningún cariño

por los Bean Sidhes. La combinación natural de las habilidades de un

hombre y mujer Bean Sidhe —el potencial de regresar un alma a su

cuerpo— era directamente opuesta al entero propósito de un ángel de la

muerte en la vida. O, la vida después de la muerte.

Tod era una extraña excepción a esta aversión mutua entre las especies, por

el hecho de ser ambos, Bean Sidhe y ángel de la muerte.

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—Está bien, pero no esperen que les pase ninguna perla de sabiduría que

ella arroje... —La mirada de Tod cayó sobre mí, y sus labios rellenos y

perfectos se arquearon en una sonrisa maliciosa. Sabía que me tenía: yo

estaba tratando de aprender todo lo que podía sobre el otro mundo, para

compensar el vivir dieciséis años en completa ignorancia, gracias al errado

intento de mi familia de mantenerme a salvo. Y por muy aterrada que

estuviera por la repentina muerte de Eden sin alma, no dejaría pasar la

oportunidad de aprender algo que ni Tod ni Nash podían enseñarme.

—Nash, ¿por favor? —saqué su mano del bolsillo y enredé mis dedos entre

los suyos. Habría ido sin él, pero prefería tener su compañía, y estaba

bastante segura que la tendría. Él no me dejaría sola con Tod, porque no

confiaba plenamente en su hermano no muerto.

Y yo tampoco.

Percibí la decisión de Nash es las arrugas alrededor de sus labios antes que

asintiera, así que me puse de puntillas para besarlo. La excitación cosquilleó

a lo largo de mi columna y se asentó para arder más abajo cuando nuestros

labios se tocaron, y cuando me alejé, sus ojos color avellana daban vueltas en

espirales verdes y marrones, un signo seguro de que un Bean Sidhe sentía

algo fuerte. Pero no es como si los humanos pudieran verlo.

Nash asintió otra vez en respuesta a mi pregunta no expresada. —Los tuyos

también giran.

Aventuré una sonrisa a pesar de las solemnes circunstancias, y Tod puso los

ojos en blanco por nuestra escena. Luego se fue silenciosamente para

conocer a esta —especial ángel de la muerte.

El revoloteo en mi estómago se asentó convertido en una pesada ancla de

pavor mientras seguíamos a Tod tras el escenario, esquivando a técnicos y

tramoyistas en nuestro camino al ala opuesta. Necesitaba toda la

información que pudiera encontrar sobre otro mundo para evitar toparme

accidentalmente con algo peligroso, pero no buscaba exactamente más

encuentros con reapers. Especialmente la atemorizante e intimidante mujer

tragando la siniestra fuente de vida que había mantenido a Eden viva y

cantando por quién sabe cuánto.

—Y, ¿qué la hace una leyenda? —susurré, caminando entre Nash y Tod,

cuyos zapatos seguían sin hacer ruido sobre el suelo.

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Por un momento Tod me observó como si hubiera preguntado qué es lo que

hace verde a la hierba. Luego pareció recordar mi ignorancia. —Es antigua.

El ángel de la muerte más vieja aún recolectando. Quizás la más vieja de

todos. Nadie sabe con qué nombre nació, pero allá en la Roma antigua tomó

el nombre de la diosa de la muerte. Libitina.

Levanté las cejas a Tod. —¿Así que te diriges al ángel de la muerte más vieja

y terrorífica en la historia por un apodo?

Tod se encogió de hombros, pero creí verlo sonrojarse. Aunque podrían

haber sido los paneles rojos de satín de fondo viéndose a través de su casi

traslúcida mejilla. —En realidad, nunca me he dirigido a ella. No nos hemos

conocido oficialmente.

—Genial —solté, poniendo los ojos en blanco. Estábamos acompañando a

Tod el ángel de la muerte—fan a conocer a su heroína. No podía ponerse

más penoso sin una convención de Star Trek y un diccionario de español a

Klingon.

Cuando dimos vuelta a la esquina, mi mirada encontró a Libby justo cuando

chupaba el último poco de Aliento de Diablo del aire. El final del hilo golpeó

su mejilla antes de deslizarse entre sus labios fruncidos, y la longeva ángel

de la muerte pasó el dorso de su brazo cubierto en cuero por su boca, como

si limpiara una mancha de salsa de su rostro.

No quise saber en qué clase de salsa había nadado el Aliento de Diablo.

—Allí está —dijo Tod, y el tono inquietante e intimidado de su voz hizo que

lo mirara.

Parecía...tímido.

Mi propia intimidación se disipó al encarar los primeros nervios que había

visto en el novato ángel de la muerte, y no pude resistir hacer una mueca. —

Bien, vamos. —Tomé su mano y lo arrastré dos pasos en dirección a Libby

antes que sus dedos desaparecieran súbitamente alrededor de los míos.

Paré y miré hacia abajo, irritada al ver que había difuminado su apariencia y

su presencia física hasta apenas estar ahí, todo para escapar de mi agarre. —

¿Qué pasa?

—Nada que un poco de dignidad no arregle —soltó Tod—. Así que, podemos

no atacar a la ángel de la muerte de tres mil años como adolescentes cursis

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en un concierto de un grupo pop de chicos? —Pasó sus transparentes manos

sobre su igualmente transparente camiseta y marchó hacia Libby con sus

hombros erguidos, evidentemente complacido de que su compostura

estuviera intacta.

Se volvió un poco más sólido con cada paso que daba, y miré alrededor,

asustada de que alguien lo viera aparecer de repente en medio de nosotros.

Pero como sus zapatos seguían sin hacer ruido, me di cuenta que no era

apreciable a la vista humana. Pero no era como si importara. Todos los ojos

estaban pegados al escenario, donde el doctor seguía trabajando sin parar —

y sin resultados— en Eden.

Seguimos a Tod, y supe por la repentina seguridad en los pasos de Nash que

ahora podía ver a su hermano. Y que deseaba secretamente que Tod hiciera

o dijera algo estúpido frente a la más experta en su campo.

Lo alcanzamos cuando paró, y como eran de la misma altura, los brillantes

ojos verdes de Libby observaron fijamente a los azules de Tod con la

suficiente intensidad para hacer que incluso yo me encogiera. —¡Hola! —

comenzó Tod, y tuve que darle crédito por no tartamudear.

Mi lengua estaba completamente paralizada.

Libitina era muy vieja, con mucha experiencia, y claramente, muy poderosa

todo obvio en su porte. También era imposiblemente hermosa y de repente

me sentí avergonzada por el maquillaje que seguramente se había salido con

el sudor durante el concierto y el cabello castaño que podía ver

encrespándose por el rabillo del ojo, a pesar de mis esfuerzos con la

planchita.

Libby usaba un largo sobretodo de cuero negro, amarrado a su minúscula

cintura para mostrar su esbelta cadera. Habría dicho que el sobretodo era

cliché para alguien íntimamente relacionado con la Muerte, excepto que, por

lo vieja que era, probablemente venía usando cuero negro desde mucho

antes que hubiera estado de moda para prostitutas y superhéroes por igual.

Su cabello se mantenía apartado de su rostro en una tensa cola de caballo

que dejaba caer apretados rulos negros hasta mitad de su espalda. Su piel

era oscura e impecable, y tan suave que quería tocar su mejilla, solo para

asegurarme que no eran tan perfecta como se veía. No podía serlo.

¿Verdad?

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—¿Si? —dijo Libby, con su penetrante mirada aún clavada en Tod. No nos

había notado ni a Nash ni a mí, y súbitamente estuve segura que como la

mayoría de los ángeles de la muerte, odiaba a los Bean Sidhes. Quizás no

deberíamos haberla seguido.

Aún así, ella no se había vuelto invisible para nosotros...

—Mi nombre es Tod, y trabajo para la oficina de la sucursal local. —Hizo una

pausa, y me sorprendió notar que las mejillas de Tod estaban encendidas y

esta vez no tenía nada que ver con el fondo del escenario—. ¿Puedo hacerte

un par de preguntas?

Libby frunció el ceño, y un escalofrío recorrió mi columna. —¿Estás

insatisfecho con mis servicios? —Cortó el final de sus palabras con ira,

distorsionando un acento que yo no podía identificar, y los tres dimos un

paso atrás al unísono, deseando no enfrentar su furia.

—¡No! —Tod levantó ambas manos, y yo estaba demasiado ocupada

ahogándome en mi propio miedo como para sorprenderme con esto—. Esto

no tiene nada que ver con la oficina. Hoy no estoy trabajando. Solo siento

curiosidad. Sobre el proceso...

Las cejas de Libby, finas y marrones, se arquearon, y creí ver pasar

diversión por sus ojos. —Pregunta —dijo finalmente, y de repente me caía

bien —aún si no le gustaban los Bean Sidhes— porque fácilmente podría

haber hecho sentir a Tod como un tonto.

Él metió las manos en sus bolsillos e inhaló lentamente. —¿Cómo se siente?

El Aliento del Diablo. Lo mantienes...dentro, ¿verdad?

Libby asintió ligeramente, luego dio la vuelta y se marchó, dirigiéndose a un

corredor idéntico a ese por el que habíamos llegado al escenario.

Vacilamos, preguntándonos con las miradas. Luego Tod se encogió de

hombros y corrió tras ella. En realidad tuvimos que trotar para alcanzarla

mientras sus botas se movían silenciosa pero velozmente sobre el suelo.

—Lo respiras, profundo en tus pulmones. —Su rico acento hablaba de

lenguas muertas, de culturas perdidas a los estragos del tiempo y la

memoria inconstante mucho tiempo atrás. Su voz era baja y áspera. Arcaica.

Poderosa. Me provocaba escalofríos, como si oyera algo que no debería

poder escuchar. Algo que nadie más había oído en siglos—. Te llena. Quema

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como el hielo, como si el Aliento fuera a consumir tu interior. Alimentarse de

él. Pero eso es bueno. Si el ardor para, lo has mantenido demasiado. El

Aliento de Diablo matará tu alma.

Los estremecimientos crecieron hasta que noté mis manos temblando. Tomé

la mano de Nash con mi izquierda, y metí la otra en el bolsillo.

Un par de técnicos pasaron a nuestro lado llevando equipos, y Tod esperó

hasta que se fueron para exponer su próxima pregunta. —¿Cuánto tiempo

tienes? —Ahora paseaba al lado de la ángel de la muerte. Nash y yo

estábamos contentos de ir detrás, lo suficientemente cerca como para oírlos.

—Una hora —Sus labios se movieron de perfil contra la pared blanca cuando

se volvió para encararlo a medias—. Más tiempo y arriesgas demasiado.

—¿Qué haces con él? —pregunté, no pude evitarlo y Libby se congeló a

medio paso. Giró sobre sus talones lentamente para enfrentarme, y vi

tiempo en sus ojos. Años de vida y muerte, y existencia sin final. Los

escalofríos en mis manos se volvieron temblores que hacían eco al resto de

mi cuerpo.

No debería haber atraído su atención.

—¿Quién es esta? —Libby miró a Tod otra vez.

—Una amiga. La novia de mi hermano. —Asintió hacia Nash, quien se

mantuvo erguido ante su escrutinio de rizos destroza nervios. Luego Libby

giró sobre un pie embotado y siguió la marcha.

Un fresco alivio me atravesó, y solo entonces me di cuenta que Tod no le

había dicho nuestros nombres. Nash prácticamente le había incorporado a

golpes esa precaución; nunca es conveniente decir tu nombre a un emisario

de la Muerte. Aunque, si un ángel de la muerte quisiera saber tu nombre,

sería fácil de averiguar, especialmente en el mundo de hoy. Por lo cual

también es poco conveniente atraer la atención de un ángel de la muerte.

Las sirenas sonaban fuera del estadio, y otro grupo de gente que lucía

profesional se apresuró por el pasillo hacia el escenario, pero Libby no

pareció notarlos. —Hay lugares para la eliminación apropiada del Aliento de

Diablo. En el otro mundo —añadió, como si hubiera alguna duda sobre eso.

—Si un ángel de la muerte quiere comenzar en eso —recolectar Aliento de

Diablo en vez de almas— cómo se empieza? —preguntó Tod mientras

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seguíamos a Libby doblando una blanca esquina, con sus pasos silenciosos

en el manchado piso de linóleo.

—Sobreviviendo los próximos mil años. —Su acento se volvió severo, sus

palabras se tiñeron con advertencia—. Si todavía estas vivo para entonces,

búscame. Te mostraré. Pero no lo intentes solo. Los tontos sufren muertes

miserables, chico.

—No lo haré —le aseguró Tod—, pero fue impresionante verlo.

Libby paró, ojeándolo con una extraña expresión en sus facciones, como si

no supiera con certeza lo que pretendía decir hasta que las palabras salieran

solas. —Podrás verlo otra vez. Regresaré en cinco días.

—¿Por más Aliento de Diablo? —pregunté, y otra vez su aterrorizante

mirada se deslizó hacia mí, como si quemase a través de mis ojos y dentro de

mi cerebro.

—Por supuesto. La otra tonta soltará el suyo el jueves.

—¿Qué otra tonta? —demandó Tod entre dientes, y lo miré, sorprendida

por su tono cortante. Sus ceño estaba fruncido, sus hermosos labios

apretados con pavor.

—Addison Page. La cantante —dijo Libby, como si fuese obvio.

Tod de verdad dio un traspié hacia atrás, y Nash puso una mano en su

hombro, pero pasó derecho. Por un momento, tuve miedo que cayera a

través de la pared perfectamente blanca.

—¿Addy vendió su alma? —Tod pasó una mano por su casi transparente

frente—. ¿Estás segura?

Libby arqueó las cejas, como si preguntase si hablaba en serio.

—¿Cuándo?

—Ese no es mi problema. —La reaper deslizó sus delgadas y oscuras manos

en los bolsillos de su abrigo, mirando a Tod con desdén ahora, como si su

presentimiento de que no estaba listo para recolectar el Aliento del Diablo

hubiera sido confirmado—. Mi ocupación es recoger por lo que vine y

disponer de ello apropiadamente. —El tiempo vuela, chico, y yo debo

hacerlo también.

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—¡Espera! —Tod tomó su brazo, y no estuve segura de quién se sorprendió

más, si Libby o Nash. Pero Tod siguió como si no lo hubiera notado—. ¿Addy

va a morir?

Libby asintió, luego desapareció sin más que un parpadeo de advertencia. De

repente ya no estaba, pero su voz permaneció por un momento más, un eco

de su propia existencia.

—Liberará el Aliento del Diablo quitándose la vida. Y yo estaré allí para

reclamarlo.

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Capítulo 3 Traducido por Steffanie Mirella

Corregido por Nanis

ddy vendió su alma. ―La voz de Tod sonaba extraña.

Distante creo que estaba en shock o tal vez solo se

trataba de un eco provocado por el pasillo vacio.

Si una voz no es audible en el rango del oído humano, ¿puede tener eco?

―Uhh, sí. Eso parece. ―Los ojos de Tod estaban muy abiertos por el pánico y

horror. Nunca antes lo vi asustado y no me gusto como el miedo hacia que

sus labios se presionaran hasta ser una delgada línea como cuando su

entrecejo se fruncía.

―Tenemos que detenerla, advertirle o algo ―Tod salió corriendo por el

pasillo, y Nash y yo fuimos tras él.

Si no lo seguimos el paso desaparecerá en una pared o algo así, y nunca lo

encontraremos. Al menos no a tiempo para terminar de discutir con él.

―¿Advertirle de qué? ¿Qué se va a suicidar? ―Los zapatos de Nash

rechinaron cuando doblamos en una esquina―. ¿No crees que ella ya lo

sepa?

―Tal vez no ―Tod se detuvo cuando el pasillo termino en una T, miro a

ambos lados indeciso―. Tal vez lo que sea que la conduzca al suicidio aun no

ha sucedido aun ―Volvió a ver a la izquierda nuevamente, luego se fue hacia

la derecha.

―¡Espera! ―me lance hacia él y él me tomo del brazo, me sentí aliviada

cuando mi mano no lo atravesó―. ¿Al menos sabes a dónde vas?

―No tengo idea ―encogió los hombros, luciendo tan parecido a Nash como

nunca antes―. Sé donde está su camerino, pero no sé cómo llegar desde aquí,

y no puedo simplemente aparecer ahí sin perderlos a ambos.

—A

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No quise saber cómo conocía el camerino, pero considerando todas las veces

que se ha vuelto invisible para espiarme, la respuesta es obvia.

―Sí, el tener un cuerpo físico apesta ―Nash rodo sus hermosos ojos avellana

y se recostó con un hombro contra la pared como si no tuviese nada mejor

que hacer―. No tienes porque esperarnos.

Sin importar lo grandioso que hubiese sido conocer a Addison Page, el hecho

de decirle a una estrella en crecimiento que iba a terminar su carrera y su

vida en menos de una semana, no estaba para nada en mi lista de cosas por

hacer.

―Creo que esta vez me quedo en la banquilla ―Coloque las manos en mis

caderas y voltee a ver si Nash me apoyaba, pero tanto él como Tod, tenían

idénticas expresiones medio entretenidas y medio reluctantes―. ¿Qué?

―Estoy muerto, Kaylee ―Tod se detuvo frente a la primera puerta con que

nos encontramos y puso su mano en el pomo―. Addy vino a mi funeral. No

me puedo aparecer en su camerino dos años después de ser enterrado y

decirle que no se suicide. Eso sería simplemente grosero.

Me reí ante su idea de etiqueta después-de-la-muerte, muy segura que —

Grosero— era solo una subestimación. Pero me recupere pronto cuando

comprendí lo que decía.

―Espera. ¿Quieres que nosotros le digamos?

―Si me ve, se asustara y pasara los últimos días de su vida en el ala de

psiquiátrica.

Me erice, irritada por el recordatorio de mi breve estadía en la tierra de los

sedativos y las camisas de fuerza.

―Se llama unidad de Salud Mental, gracias y no le vamos a decir a tu famosa

ex novia que se alegre porque se te unirá seis pies bajo tierra. Eso sería

grosero.

―De todas maneras no nos creerán ―dijo Nash cruzando los brazos sobre el

pecho en gesto de solidaridad. Lo más probable es que llame a los guardias y

haga que nos arresten.

―Entonces hagamos que les crea ―dijo Tod exasperado. Como si fuera tan

fácil―. Estaré ahí para ayudarles pero ella no me vera.

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Mire a Nash, y me sentí aliviada de ver mi renuencia aun reflejada en su

rostro. Aun cuando me encantaría ayudar a salvarle la vida a Addison Page.

No quería ser sacada de su camerino con las manos esposadas. Y mi padre

estaría tan molesto de tener que sacarme de la cárcel. Pero antes de poder

terminar de contemplar lo malo que eso seria, comprendí algo más…

―Tod, espera un segundo ―Soltó el pomo cuando me coloque entre él y la

puerta, pero su extrañamente angelical entrecejo me dijo que no estaba feliz

al respecto―. ¿Como sabemos que esto funcionara? Digamos que nos cree y

decide no suicidarse, acaso no morirá de alguna otra cosa la próxima

semana, ¿en el mismo instante en que se supone se abría suicidado? Si su

nombre realmente está en la lista, ella morirá de una forma u otra, ¿no es

así? No puedes evitar que Libby venga por ella, y sinceramente, creo que

serias un idiota en siguiera intentarlo.

Nash y Tod me habían explicado cómo funcionaba todo el negocio de la

muerte justo después que me entere que era una Bean Sidhe, en la semana

más estresante de mi vida. Evidentemente las personas vienen con fecha de

expiración estampada en la partida de nacimiento muy parecido a la comida

en los supermercados. El trabajo de los ángeles de la muerte era reforzar esa

fecha de expiración, luego recolectar el alma del muerto y llevar para que

sea reciclada.

Hasta ahora la única manera que conocía para extender la vida de una

persona era el intercambiar su fecha de muerte por la de otra persona, y así

mantener la vida y la muerte en balance. Así que si salvamos la vida de

Addison Page —cosa, que al ser Bean Sidhe, Nash y yo técnicamente

podíamos hacer—alguien más tendría que morir en su lugar, y ese alguien

podría ser cualquiera. Nash o yo, o cualquier desconocido que estuviese

cerca.

Y sin importar cuánto deseara ayudar a Tod y a Addison, no estaba dispuesta

a pagar ese precio, y tampoco le pediría a alguien más que lo pagase.

Tod parpadeo, y aun cuando su ceño fruncido permaneció en su lugar, sus

ojos tristes revelaron la verdad.

―Lo sé ―suspiro, y sus anchos hombros decayeron con el movimiento―.

Pero aun no está en la lista, así es que no me voy a preocupar de eso ahora.

Lo que hare es tratar de que no se suicide. Pero necesito ayuda. Por favor

chicos. ― Su mirada viajo de mí a Nash y viceversa.

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Nash frunció el ceño y se recostó nuevamente en la pared al lado de la

puerta, colocándose en la pose que yo—no—puedo—ser—conmovido que

reconocí gracias a varias de nuestras anteriores discusiones.

―Tod, siempre dices que es peligroso que los Bean Sidhes se metan en los

asuntos de los ángeles de la muerte.

―Y que el saber cuándo morirá solo hace que los últimos días de la persona

sean miserables.

Añadí, perversamente complacida de tener la oportunidad de tirarle en la

cara sus propias palabras. Tod encogió los hombros

―Lo sé, pero esto es diferente.

―¿Por qué? ―demando Nash, su mirada se volvió dura al mirar a Tod―. ¿Por

qué esta vez se trata de una ex? una que obviamente nunca superaste...

La ira paso por el rostro del ángel de la muerte, igualando la de su hermano,

pero bajo ella yacía una fundación de dolor y vulnerabilidad que incluso él

no podía esconder.

―Es diferente porque vendió su alma Nash. Sabes lo que eso significa.

Los ojos de Nash se cerraron por un momento, e inhalo profundamente.

Cuando estos se encontraron nuevamente con los de Tod, sostenían más

compasión que ira.

―Esa fue su decisión.

―No sabía en lo que se estaba metiendo ¡No pudo saberlo! ―Grito el ángel de

la muerte, y fui impactada por la profundidad de su ira y frustración. Nunca

lo había visto mostrar tanta emoción pura.

―¿En que se estaba metiendo? ―Mire de un hermano a otro y cruce los

brazos, esperando por una respuesta.

Odiaba ser siempre la que no tenía ni idea. Finalmente Nash suspiro y volvió

su atención hacia mí.

―Ella vendió su alma a un demonio, pero no podía hacer completo uso de

esta hasta que ella muera. Cuando eso pase, su alma le pertenece toda la

eternidad. Para siempre. Él puede hacer lo que quiera con ella, pero debido a

que los demonios se alimentan del dolor y el caos, probablemente torturara

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el alma de Addison —y por ende lo que quede de Addison— hasta el fin de

los tiempos. O el fin del otro mundo. Lo que pase primero.

Mi estómago revolvió la cena que había comido antes del concierto,

amenazando con devolver la hamburguesa.

―¿Es eso lo que paso a las almas que intercambio la tía Val con Belpheyore?

―Nash asintió, y el horror volvió mis manos en paños húmedos y fríos―.

Pero no es justo. Esas chicas no hicieron nada malo, y ahora sus almas serán

torturadas por toda la eternidad.

―Por eso es que la caza de almas es ilegal. ―La voz de Tod era suave por la

compasión y pesada por la congoja.

―¿También es ilegal el vender tu alma? ―una chispa de esperanza me lleno.

¡Tal vez Addison podría recuperar su alma por un detalle técnico!

Pero el ángel de la muerte negó con la cabeza.

Las almas no pueden robársela a los vivos. Solo pueden entregarse al ser

vendidas por el dueño, o robadas luego de la muerte, una vez que han dejado

el cuerpo. Hay un gran mercado en el otro mundo para almas humanas que

lo que hizo Addy es perfectamente legal. Pero no tenía idea de en que se

estaba metiendo. No pudo tenerla.

No sabía que decir. No podía decidirme si estaba más horrorizada por esas

cuatro inocentes almas o por mi tía, quien había entregado su propia alma a

cambio de la de su hija. O por Addison Page, quien pronto sufriría el mismo

destino.

―Tenemos que decirle ―mire los ojos de Nash y me encontré con el verde y

café nuevamente arremolinándose, esta vez por el miedo y la reluctancia,

basándose en la expresión de las ventanas de su alma―. No podría vivir

conmigo misma si al menos no lo intentamos.

―Kaylee, esta no es nuestra responsabilidad ―dijo él, su propuesta

fortificaba con una salida de sentido común―. ¿El demonio ya tiene su alma,

que se supone que hagamos?

Encogí los hombros.

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―No lo sé. Tal vez podríamos ayudarla a romper su contrato demoniaco, o

algo. ¿Es eso posible? ―Nash asintió reluctantemente.

―Hay procedimientos, pero Kaylee, es demasiado peligroso ―pero él sabía

que no podría cambiar mi opinión. No esta vez, podía verlo en su rostro.

―No puedo irme y dejar que su alma sea torturada si hay algo que pueda

hacer para evitarlo. ¿Tú podrías?

No contesto, su pesado silencio me asusto más que el pensar en el demonio

esperando a tener la completa posesión del alma de Addison. Luego él tomo

mi mano y suspire profundamente por el alivio.

―Muéstranos el camino ángel de la muerte ―dijo él―. Y es mejor que te

apresures, con Eden muerta lo más probable es que Addison no se quede

para el final ―las funciones anteriores habían terminado con un dueto del

próximo álbum de Addison.

Con la advertencia de Nash en la cabeza hicimos nuestro camino por el área

detrás del escenario, Tod ocasionalmente desaparecía dentro de cuartos

cerrados y pasillos laterales para asegurarse que estábamos en el camino

correcto. También entro a la habitación de Addison dos veces, para

asegurarse que aun estaba ahí. Mientras más nos acercábamos veíamos a

más personas en los pasillos y todas estaban hablando del colapso de Eden

en el escenario.

Se la habían llevado al hospital momentos después de que nos fuéramos y

aun cuando le habían estado dando RCP y boca a boca cuando se fueron,

nadie parecía pensar que viviría.

Cosa de la que ya estábamos seguros.

Gracias a los pasos alrededor de nuestros cuellos nadie trato de sacarnos o

siquiera preguntarnos a dónde íbamos, así es que cuando finalmente

llegamos al camerino de Addison, no pude evitar pensar que todo había sido

demasiado fácil.

Tenía razón, un guardia de seguridad estaba postrado fuera de su puesta. Él

sostenía un periódico enrollado en su puño y bíceps del tamaño de un cañón.

―¿Ahora qué? ―susurre doblándome para beber agua de una fuente a veinte

pasos de la puerta cerrada.

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―Déjame asegurarme de que aun esta sola ―dijo Tod, y me sobresalte por lo

alto que hablaba hasta que me di cuenta que nadie podía escucharlo―.

Después me desharé del guardia.

Antes de que pudiésemos preguntar como planeaba hacer eso, el ángel de la

muerte desapareció.

Nash y yo caminamos tomados de la mano por el pasillo, tratando de no lucir

sospechosos, y a cada segundo estuve cada vez mas agradecida que él

hubiera decidiera venir con nosotros —porque lo habría hecho aun sin él. El

guardia llevaba lenes de sol, pese a que era de noche y estábamos dentro de

un edificio, así que no podía decir si nos observaba o no, pero podría apostar

que sí.

De la nada, una mano toco mi codo, y Tod súbitamente apareció a mi lado.

Casi salte fuera de mi piel, y la cabeza del guardia lentamente se movió en mi

dirección.

―¡No hagas eso! ―susurre molesta.

―Lo siento ―dijo Tod. Pero no lucia como si de verdad lo hiciera―. Su madre

está ahí con ella, pero está a punto de irse para llamar el auto.

Apenas había dicho la última palabra cuando la puerta del camerino se

abrió, y una mayor, y más oscura versión de Addison Page emergió. Ella le

asintió al guardia, luego se fue por el pasillo pasándonos, sin una palabra o

una mirada dirigida a nosotros.

―Bien… ―esta vez Tod susurro, como si se estuviera preparando para

comenzar la rutina Acme de andar a puntillas que estábamos a punto de

intentar―. Ustedes métanse en el baño que esta doblando la esquina. Alejare

al guardia en lo que se escabullen en el camerino de Addy, luego me

apareceré ahí. Atraigan su atención rápido y no dejen que grite.

Pero algo me dijo que eso sería más fácil decirlo que hacerlo.

―Te matare si esto sale mal ―Nash siseo en lo que seguimos al ángel de la

muerte por la esquina hacia el cuarto de baño.

―Es un poco tarde para eso ―Tod respondió de golpe. Un instante después

se había ido nuevamente.

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Abrí la puerta para el baño de damas para asegurarme que estuviese vacio,

luego le hice una indicación a Nash con la mano para que entrase y deje la

puerta ligeramente abierta. Mientras él miraba a su alrededor sorprendido

por la limpieza y las flores frescas, yo miraba por la rendija, esperando la

señal de Tod de no hay moros en la costa.

Solo habíamos estado unos segundos en el baño cuando pasos rápidos se

escuchaban venir hacia nosotros de la dirección del camerino de Addison.

Tod apareció en la esquina, completamente corpóreo, con una maniaca

sonrisa en su rostro, y con el periódico del guardia bajo su brazo. El guardia

corrió hacia él, pero el pobre hombre obviamente estaba construido para ser

fuerte no para ser veloz, porque Tod puso más distancia entre ellos a cada

paso.

―¡Regresa aquí, pequeña sabandija! ―grito el guardia, con sus enormes

brazos amenazando inútilmente a sus lados.

Tod me miro mientras pasaba el baño, y pude jurar que lo vi guiñarme el ojo.

Luego doblo la siguiente esquina y el guardia lo siguió.

Tan pronto como desaparecieron de la vista, Nash y yo corrimos hacia el

camerino, con nuestros corazones golpeando por la adrenalina, temerosos

de que el guardia regresara en cualquier segundo. Nos quedamos frente a la

puerta, con las manos tomadas, y mi pulso se acelero por los nervios. Nash

me miro a los ojos, y asintió hacia el pomo de la puerta.

―Tu hazlo ―susurre―. Ella no me conoce, pero puede que te recuerde.

Nash rodo los ojos pero alargo la mano hacia la puerta. Su mano dudo sobre

el pomo por un segundo, luego vi la determinación —¿o era resignación?—

brillar en su rostro. Dio vuelta al pomo y abrió la puerta en un suave

movimiento, tan impetuoso que casi le envidie los nervios de acero.

Dio un paso dentro y me halo con él, luego cerró la puerta.

Me prepare, esperando escuchar a Addison gritar que viniesen los guardias.

No escuche nada, ni había señal de Addison Page.

Pero su camerino era increíble. Un perchero de trajes yacía contra una de las

paredes al lado de un espejo de cuerpo completo. El cual estaba a la par de

un tocador iluminado por varias bombillas glaseadas. En una esquina se

encontraba una pequeña mesa cubierta por bandejas con diferentes tipos de

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carnes, quesos, frutas, y mini postres. Y en el centro del cuarto, un sofá con

dos sillas estaban colocados alrededor de una pantalla plana conectada a un

PlayStation 3.

Pero nada de Addison Page.

Nash me miro con sus cejas levantadas en interrogación, y encogí los

hombros. Luego salte cuando el sonido de agua corriendo atrajo mi

concentración hacia una puerta abierta que no había notado antes, el

camerino tenía un baño privado. Y Addison Page estaba en él.

―¿Esta listo el auto? ―la cantante salió del baño y cruzo el piso hasta su

tocador, con la cabeza inclinada lejos de nosotros mientras se quitaba el

arete de la oreja izquierda. Luego levanto la mirada y se congelo. Solo por un

segundo, realmente creí que iba a gritar. Pero en ese instante Nash hablo, y

sus facciones se relajaron, solo lo suficiente para mantener el miedo a raya.

―Hola, Addison ―dijo él, y su poder fluyo por el cuarto como una cálida y

consoladora briza, acariciando sus plumas erizadas y calmando mis nervios.

Los machos Bean Sidhes eran magníficos con eso del audio―anestesia,

mientras que las mujeres de nuestra especie solo tenían el grito

destruye―tímpanos.

¿No era justo, cierto? Pero si conveniente a veces.

Un breve parpadeo de molestia se mostro en el famoso rostro, con forma de

hada de Addison, reemplazado un instante después por una cortés, y

brillante sonrisa.

―Um, este realmente no es un buen momento. Voy de camino a revisar como

esta Eden ―dijo, haciendo atrás un rayo azul de su pálido cabello mientras

tomaba un lapicero de su tocador―. Pero creo que tengo tiempo para un

rápido autógrafo.

Pensó que éramos fans. Y no sabía que Eden estaba muerta. No estaba

segura de cual malentendido corregir primero, así es que comencé por el

menor de dos males.

―Oh, no somos fanáticos. ―Encogí los hombros, metiendo las manos en mis

bolsillos. Pero entonces ella frunció el ceño, y me di cuenta de cómo había

sonado eso―. Digo, somos fanáticos. Amamos tu música. Pero esa no es la

razón por la que estamos aquí.

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El ceño fruncido se profundizo. Aun con el poder de Nash, mi mejor

conjetura era que teníamos menos de un minuto antes de que comenzase a

gritar llamando al guardia de seguridad, quien seguramente ya había

regresado a su puesto.

―¿Entonces que quieren? ―los hermosos e imposibles ojos azul pálido de

Addison se entrecerraron, aunque su sonrisa permaneció amigable. O al

menos precavida.

Mire a Nash, esperando algo de ayuda pero él solo encogió los hombros y me

hizo señas de que yo empezase a hablar. Después de todo, yo lo había metido

en esto.

―Tenemos que decirte algo ―dude, mirando al sofá―. ¿Tal vez, podríamos

sentarnos?

―¿Por qué? ―ahora obviamente desconfiaba de nosotros, y una mano se

escabullo en su bolsillo, donde un bulto dejaba claro que era un celular―.

¿Quiénes son?

―Mi nombre es Kaylee Cavanaugh, y este es Nash Hudson. Creo que ustedes

dos solían conocerse.

Las líneas en su frente se profundizaron, y ella coloco una mano en su

cintura.

―No, yo…espera. ¿Hudson? ―la comprensión parpadeo tras sus ojos.

Nash asintió.

―El hermano de Tod. ―Addison saco la mano del bolsillo y la coloco

cruzando sobre su pecho como si estuviese cubriendo sobre su corazón.

―Lamento no haberte reconocido. No te he visto desde el funeral. ¿Cómo

estás?

―Estoy bien ―Nash le ofreció una pequeña y triste sonrisa―. Pero tú no.

Alarma brillo en su rostro y su mano se deslizo dentro de su bolsillo

nuevamente, su fino brazalete dorado de cadena subió sobre su brazo con el

movimiento.

―¿Que pasa aquí?

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Antes de poder contestar, Tod apareció a mi lado, aun sin aliento por la

carrera con el guardia de seguridad.

―¿Que me perdí?

―Nada ―dijo Nash, obviamente habiéndolo oído aunque no visto―. Aun no

le hemos dicho.

―¿Decirle que a quien? ―saco el teléfono del bolsillo y lo abrió, ahora estaba

verdaderamente asustada―. ¿Qué está sucediendo?

―Di algo ―Tod urgió, dándome un codazo. Lo mire con enojo, y Addison

siguió mi mirada hacia la nada. Ella no podía verlo, y obviamente no podía

escucharlo―. Empieza a hablar o ella va a llamar a alguien.

―¡Lo sé! ―susurre, devolviéndole el codazo. No servía el pretender que él no

estaba ahí solo por ella. Ya pensaba que estábamos locos―. Addison, por

favor siéntate. Tenemos que decirte algo, y va a sonar muy…extraño.

―Ya suena así. Creo que debo irme ―ella se movió hacia la puerta, alzando

una mano frente a ella, como si apuntara el camino―. Me están asustando.

―¡Has algo! ―Tod grito esta vez, sus ojos muy abiertos y desesperados.

Nash suspiro pesadamente, y supe lo que iba a hacer un momento antes de

que las palabras dejasen su boca. Pero no lo suficientemente antes como

para prevenirlas.

―De acuerdo. Esto es lo que pasa, te vas a suicidar en cinco días y estamos

aquí para convencerte que no lo hagas.

Addison parpadeo, la confusión le gano al miedo, luego perdió la batalla

frente a la ira en lo que su mano apretó fuertemente el respaldo del sofá.

―Fuera. Ahora.

―¿Que, no pudiste usar un poco de tu poder al decir eso? ―regañe, mirando

molesta a Nash.

―No si quieres que entienda ―su mirada pasó de mí a Tod―. Te dije que no

escucharía.

―¿Con quién estás hablando? ―demando saber Addison, su voz se elevaba

tanto en tono como en volumen.

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―Tendrás que mostrarle ―le dije a Tod, súper consciente del casi pánico de

la cantante―. Ella no nos escuchara, pero no puede ignorarte a TI.

Tod miro a Nash en busca de una segunda opinión, pero su hermano solo

asintió, inclinándose sobre una de las sillas con un lado de la cadera.

―No veo otra manera.

Tod suspiro, y supe por la expresión de sorpresa en el rostro de Addison que

lo había escuchado. Un segundo después ella dio un salto hacia atrás y su

mano libre se fue a su garganta por el impacto.

―No…

Ella podía verlo.

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Capítulo 4 Traducido por Lexie

Corregido por Nanis

ddy, por favor no te asustes. ―Tod levantó las manos con

las palmas hacia fuera, como tratando de calmarla.

―¿Hay otra opción? ―-Addison retrocedió lentamente

hacia el tocador, plantando cuidadosamente un tacón detrás del otro a cada

paso―. Estás muerto. Te vi en tu ataúd.

―¿Lo hizo? ―Me volví a Tod con una mano apoyada en mi cadera,

sorprendida―. Espera, ¿de veras estuviste en el ataúd?

―No por mucho tiempo ―murmuró. Luego dijo―. Ese no es el punto, Kay.

Oh, sí. Estrella del pop sin alma pensando en el suicidio. Concéntrate, Kaylee.

―¿Quién eres? ―demando Addison. La parte posterior de sus muslos golpeó

el tocador y se agarró al borde para no caer―. ¿Cómo hiciste eso?

Me tomó un segundo para darme cuenta de que se refería a su súbita

aparición de la nada. Y tal vez a todo el asunto de regreso a la vida.

―Addison, es Tod. Sabes que es él ―le dije, desesperadamente deseando que

fuera verdad. Que al menos estuviera escuchándome, pese a que su

sobresaltada mirada ―de ojos muy abiertos― estaba pegada a su ex-novio

no-muerto.

Su respiración se volvió más lenta y entrecerró sus ojos azul pálido. Lo

estaba estudiando, probablemente tratando de decidir si entraba en pánico y

empezaba a gritar para pedir ayuda, o para calmarse y escuchar.

Honestamente no sé qué habría elegido en su posición. Pero negó con la

cabeza una vez, como si estuviera tratando de alejar el sueño, y la negación

brilló fuertemente en sus ojos otra vez.

—A

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―No, tú no eres él. No puede ser. Esta es una especie de broma o truco. Es

una de las jugarretas de Punk, ¿cierto? ¡Ashton, si estás por ahí, esto no es

divertido! ―Su rostro se puso rojo de ira, y lágrimas se formaron en sus ojos.

―Vas a tener que demostrarlo ―dije en voz baja, mirando de reojo a Tod.

Suspiró, y estaba impresionada con lo tranquilo que se quedó.

―Me conoces, Addy. Salimos por ocho meses en la secundaria, en Hurst,

antes de que tuvieras el piloto. Tú eras estudiante de primer año y yo de

segundo. ¿Te acuerdas?

En lugar de contestar, Addy cruzó los brazos sobre su pecho y rodó los ojos.

―Mucha gente sabe eso. Una vez mencione a Tod en una entrevista, y los

paparazzi me siguieron a su funeral. Buen intento, pero ya terminaste. Sal

antes de que grite y llame a Seguridad.

¿Le habló de Tod a la prensa? Wow. Deben haber sido muy cercanos....

―Addy, ¿recuerdas nuestra primera cita? no hablaste con la prensa de eso,

¿verdad?

Ella negó lentamente con la cabeza, escuchando, aunque mantuvo los brazos

cruzados.

―Fuimos al West End por helados en el Marble Slab, y nos hicimos una

caricatura por un tipo con un caballete en la acera. Todavía lo tengo. Luego

te mareaste de camino a casa y vomitaste a un lado de la carretera. ¿Te

acuerdas? no le dijiste a nadie sobre eso, ¿cierto?

Ella negó con la cabeza, con los ojos muy abiertos.

―¿Tod? ―la famosa voz de Addison se torno chirriante, y se rompió en

monosílaba. Él asintió con la cabeza, y ella se abrazó a sí misma―. ¿Cómo...?

Es imposible. Te vi, y estabas muerto. ¡Estabas muerto!

―Sí, bueno, resulta que no siempre es tan permanente como suena. ―Nash

habló con calma, suavemente, y la tensión en mi propio cuerpo parecía

evaporarse con sus primeras palabras―. Estaba muerto. Pero ya no. Más o

menos.

Los hombros de Addison se relajaron mientras su mirada iba de Tod a su

aún vivo hermano.

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―¿Cómo? Eso no tiene sentido. ―Sin embargo, no estaba molesta como debía

estarlo. Con un poco de suerte, Nash podría lograr un equilibrio entre

demasiado aterrorizada-para-escuchar y demasiado relajada-para-entender.

―No tiene sentido aquí arriba... ―Nash golpeó su sien―... pero creo que

sabes la verdad en tu interior. Has visto cosas extrañas, ¿no es así, Addy? ―

Su voz tomó ritmo con la pregunta y él dio un paso adelante, capturando su

mirada―. Vendiste tu alma, y debes de haber visto algunas cosas muy

extrañas en el proceso...

El impacto que recibió Addison rompió por un momento el leve

aturdimiento en que se encontraba, y abrió la boca, pero antes de que

pudiera preguntarle cómo sabía acerca de su alma, Nash continuó.

―Pero todo eso era real, como lo es esto. Y también Tod.

Su mirada se deslizó al ángel de la muerte de nuevo, y ahora que Nash había

calmado su miedo y acallado la obstinada negación humana, pude darme

cuenta que ella realmente lo vio.

―¿Cómo… llegaste hasta aquí?

El ángel de la muerte encogió los hombros, y una media travesura elevo la

comisura de sus labios.

―Distraje al guardia de la puerta, luego me metí.

Addison frunció el ceño, después una pequeña sonrisa comenzó en su boca y

se extendió para incluir a aquellos famosos, y misteriosos ojos pálidos.

―Veo que la muerte no ha matado su sentido del humor.

Ella se rio de su mala broma.

―Wow. Esa es una frase que espero nunca decir.

―Entonces, ¿estás bien con todo esto? ―pregunté, cruzando los brazos sobre

el pecho―. ¿Ya no te espantaras?

Ella encogió los hombros y apoyó ambas manos en su cintura.

―No puedo prometer que no habrá una recaída, pero Tod claramente está

aquí y vivo. Realmente no puedo discutir con los hechos.

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Ella ya me gustaba.

―Y, ¿podemos sentarnos? ―Tod señaló los asientos de felpa a disposición.

―Síp ―Addy rodeó uno de los sillones tapizados de verde de rígido aspecto y

se hundió en él, agitando una mano en el sofá a juego de rayas verdes―. Pero

mi mamá regresara en unos minutos, y ella no va a tomar esto ni de lejos tan

bien como yo.

―Sin duda ―murmuró Tod. Se sentó en la silla frente a Addy, mientras que

yo tomé el sofá.

A la señal de Tod, Nash le puso el seguro a la puerta para advertirnos cuando

su madre regresara, luego se sentó en el sofá conmigo.

―¿Te acuerdas de mi hermano, ¿no?

―Por supuesto. Nash. Ha pasado mucho un tiempo ―Cruzó las piernas y

sonrió, como si no hubiésemos venido a hablar de su alma inmortal y

suicidio inminente. Addison estaba mucho más preparada de lo que yo

hubiera estado en su posición, y tengo que admitir que estaba un poco

celosa de su compostura. Pero entonces, quizás esa era una de las ventajas

de ser actriz.

Eso, la masiva fama y fortuna.

Su mirada se deslizó a mí, y realmente hizo contacto visual.

―Y tú eres Kaylee, ¿verdad?

Asentí y le di una sonrisa genuina. La gente casi nunca se acordaba de mi

nombre después de sólo una presentación. Yo era bastante olvidable. Al

menos cuando no estaba gritando.

Tod se aclaró la garganta para llamar la atención de todos, y me volví solo

para verlo observando ávidamente a Addison en la silla frente a él. Un pie

impecablemente sólido golpeaba la gruesa alfombra.

―Addy, no te puedes suicidar ―dijo, y nos tomó al resto de nosotros un

segundo para absorber su entrada abrupta en una conversación a la que

nadie parecía preparado.

Addison se recuperó primero.

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―No planeado hacerlo. ―Encogió de hombros y sonrió, luego lanzó una

pregunta―. Y, ¿cómo es que estas vivo ahora, si hace dos años estabas

muerto? ¿Tu mamá enloqueció, o qué? ―Su curiosidad desenfrenada

iluminaba su impecable rostro mejor de lo que podría hacerlo cualquier luz

en el escenario.

―Es complicado ―Tod tiró brevemente sobre el vello rubio al final de su

barbilla―. Te diré todo al respecto más adelante, pero ahora sólo necesito

saber que no vas a suicidarte.

La gravedad de su voz me sorprendió, nunca había visto a Tod tan asustado.

Tan genuinamente preocupado por otra persona.

―Por favor ―dijo, y esa última palabra arrancó una punzada de simpatía de

mi corazón, aunque no estaba segura por cuál de ellos me sentía peor: la

estrella del pop sin alma, con cinco días de vida, o el ángel de la muerte, que

la perdería otra vez.

Las cejas de Addison se fruncieron.

―Dije que no. Me encanta mi vida. ―Ella abrió los brazos para abarcar toda

la sala, como preguntando quién no amaría su vida.

Tod exhaló lentamente, su cara tensa por la duda y la preocupación. No le

creía.

¿Cómo podía, teniendo en cuenta la información privilegiada de Libby?

―Tal vez no lo ha planeado todavía. ―Me acomode para apoyarme en el

pecho de Nash. Su brazo me rodeó, y sus dedos se extendieron sobre mis

costillas, mi pulso se aceleró en respuesta―. Tal vez lo que la lleva a eso, no

ha ocurrido todavía.

Tod asintió, y su mirada se volvió distante.

―Sí ―se volvió de nuevo a Addison―. ¿Pasa algo malo, Addy? Probablemente

estás bajo mucho estrés. ¿Es tu madre la que te obligar a esto? ¿Estás

tomando algo? Hubo rumores un par de meses atrás...

―No ―Addison le corto, su sonrisa marchitándose igual que una flor

cortada―. No pasa nada, Tod. Nada serio. Hay presión, pero eso pasa, no

importa quién eres o qué hagas.

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Esa no es la verdad...

―¿Y que si estoy tomando algo...? ―Sus cejas formaron una línea dura, y

apretó los brazos de su silla, y su pulsera se presiono contra la tapicería―.

No puedo creer que siquiera me preguntes eso, con mi mamá todavía metida

en las malditas pastillas para el dolor.

Tod suspiró y se inclinó hacia delante con los codos sobre sus rodillas.

Nunca lo había visto lucir tan tenso. Tan preocupado.

―¿Otra vez esta tan mal?

Addy giró su brazalete.

―Nada que no puede manejar.

―¿Estás segura? ―preguntó Tod, obviamente pensando lo mismo que yo.

Un padre adicto podría ser mucho estrés. Especialmente para alguien como

Addison Page, para quien la vida privada era solo un concepto vago.

―Tan segura como que estás sentado ahí ―Addy se rio forzadamente de su

propia broma, y el ángel de la muerte rodo los ojos―. No pasa nada malo,

Tod. Aparte de Eden colapsando en el escenario. Iremos a verla en un par de

minutos. ―Hizo una pausa y miró a sus manos ahora entrelazadas sobre su

regazo―. ¿Quieren venir? No creo que los dejen entrar a verla, pero

agradecería la compañía.

―Addison... ―empecé, pero luego vacilé. Nunca antes había sido portadora

de tan malas noticias, pero alguien tenía que decírselo―. Eden murió en el

escenario.

Addison negó con la cabeza regresando a su negación anterior.

―¿Cómo sabes...? ― Ella se detuvo cuando se le ocurrió algo, y miró a los dos

chicos―. ¿Tiene esto algo que ver con eso de que... voy a suicidarme?

Me volví a Tod, insegura de de cómo responder esa.

―No lo sabemos ―dijo finalmente―. Pero, Addy, necesito que me prometas...

De repente, el pomo de la puerta dio la vuelta a nuestras espaldas, y fue

seguido por un golpe en la puerta cuando alguien se dio contra ella,

obviamente esperaban que esta se abriera.

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―¿Addy? ―una voz nasal de mujer llamó―. ¿Qué estás haciendo? Abre la

puerta.

Addison se paró tan rápido que la cabeza me dio vueltas, ella froto las

palmas de sus manos nerviosamente a los lados de sus pantalones vaqueros.

―Un momento, mamá ―le dijo―. Estoy... en el baño.

Me paré y hale a Nash del sofá, mi pulso se acelero. Ninguna mamá humana,

―incluso una adicta a los analgésicos― entendería lo que habíamos venido a

decirle a Addy. Pero Tod podría ser invisible, y Nash y yo podríamos

pretender ser fanáticos.

Si Addison no hubiera entrado en pánico y mentido...

Ella miró hacia la puerta con miedo, pero antes de que pudiera decir nada

más, Tod tomó su mano.

―Addy, prométeme que no importa lo que pase, no te vas a matar.

Prométemelo.

―Yo... ―La mirada de Addison fluctuó de su rostro, revestida de

desesperación, a la puerta, la cual su madre estaba golpeando.

―¡Addison Renee Page, déjame entrar ahora mismo! ¡Mi nariz está

sangrando!

―¿Estás bien? ―dijo su guardaespaldas, y el pomo giro de nuevo.

Nash me halo hacia la pared, ya sea para dar a la ex pareja más espacio o

para ponernos fuera de la línea de fuego cuando la puerta abriera.

―¡Prométemelo! ―Tod siseó, tan fuerte que sabía que él se había vuelto

inaudible para todo el mundo fuera de la sala―. Tú no quieres morir sin tu

alma. Créeme.

Addy empezó a respirar rápido. Su yugular se destacaba en su cuello,

palpitando violentamente por el miedo y la confusión. Su voz era un susurro

desigual.

―¿Cómo saben acerca de eso?

―De la misma manera que sabemos de la muerte de Edén. ―Tod la acerco a

él, hablando casi directamente en su oído, su voz baja y ronca por el miedo―.

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Addison, si mueres mientras ese demonio tiene tu alma, él te dará forma en

el Infierno y te poseerá para siempre. PARA SIEMPRE, Addy. Él se alimentara

de tu dolor. Te cortará el cuerpo y te dejará sangrar. Usará tus intestinos

alrededor del cuello y te desollara centímetro a centímetro mientras gritas.

Lágrimas se formaron en los ojos de Addison, y sus manos comenzaron a

temblar mientras trataba de empujar lejos a Tod. Pero él aun no había

terminado.

―Te volverá loca con tus propios recuerdos. Va a explotar todos tus miedos,

y cada punzada de culpa que hayas sentido alguna vez. Luego te curará por

dentro y por fuera y empezará de nuevo.

Tod la sostenía con el brazo extendido para que poder verla, y yo

interrumpí, siseando suavemente mientras trataba de apartarlo de ella,

mientras que Nash intentaba detenerme.

―¡Tod, detente! ¡La estás asustando! ―Y a mí.

Pero eso era lo que él quería. La asustaba para mantenerla con vida. Aunque

seguramente sabía que su esfuerzo era inútil. Él me había enseñado que no

se puede engañar a la muerte. No sin pagar el precio...

―Addison! ―La Sra. Page gritó desde fuera de la puerta, y una nueva

sacudida de alarma se disparó en mi espina dorsal y recorrió mis

miembros―. Abre o hare que Roger rompa la puerta. ―Pero esta vez apenas

la escuchamos.

―¿Hablas en serio? ―la aterrorizada mirada de Addison estaba pegada a

Tod, sus manos temblaban peor que nunca.

Él asintió.

―Tienes que salir de eso, Addy. Consigue de nuevo tu alma. Hay una cláusula

de salida en tu contrato, ¿cierto? Es la ley de los demonios. Tiene que haber

una cláusula de salida.

Oh... No sólo estaba tratando de salvar su vida, lo que sería prácticamente

imposible, de cualquier modo. Él estaba tratando de salvar su alma.

Addison asintió, las lágrimas rodaban por su rostro.

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―Eden lo hizo, también ―sollozó en voz baja―. ¿Esta ella... él... la tiene el

ahora?

Tod asintió y la dejó ir, luego la envolvió con sus brazos cuando ella se

desplomó contra él.

―Ellos no nos dijeron eso. Acerca de la tortura ―sollozó en su hombro―.

Sólo dijo que los humanos no necesitan sus almas, y que si la vendíamos,

podríamos tener todo. Todo. ―tembló en silencio, y luego dio un paso atrás

para mirarlo, sus ojos brillantes por el miedo y la indignación. Y delirio, tal

vez―. ¡Me dijo que no necesitamos almas!

―No la necesita para mantenerte viva ―dijo Nash en voz baja―. El aliento

del demonio hará eso igual de bien. Pero mientras que un demonio tiene tu

alma, no puedes seguir adelante. Estarás atrapada ahí, un juguete para

quienquiera que te posea.

―Tienes que recuperarla, Addison ―me aventuré, abrazándome a mi misma

por el horror. Yo tampoco sabía mucho sobre demonios―. Tienes que

conseguir de nuevo tu alma, con esta... cláusula de salida.

Lo que sea fuera eso.

Addison miró a Tod con fiereza, aferrándose a sus brazos.

―¡Ayúdame! ―le rogó en voz baja―. No sé lo que estoy haciendo. Me tienes

que ayudar. ¡Por favor! ― mirando por encima de su hombro nos vio a Nash

y a mí―. ¡Todos ustedes, por favor!

No tenía idea de qué decir, pero Tod asintió.

―Por supuesto que lo haremos.

Nash se tensó a mi lado, pero antes de que pudiera protestar, más gritos

procedían del pasillo.

― ¡Está bien, rómpela! ―la madre gritó, y Addison miró a su alrededor

frenéticamente, probablemente en busca de un lugar donde escondernos.

―¡Espera, ya voy! ―gritó―. Aquí ―susurró halándome del brazo hacia la

puerta. Nash me siguió, y ella nos apretó contra la pared detrás de la puerta,

por lo que estaríamos ocultos cuando se abriera. Ella trató de tirar de Tod en

línea con nosotros, pero él sólo sonrió y negó con la cabeza.

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―Yo puedo ocultarme solo. ―Forzó una sonrisa y Addy asintió, enjugándose

las lágrimas de su rostro con las manos desnudas.

―Oh, sí. ―Ella vaciló, y luego miró hacia la puerta de nuevo―. ¡Un momento,

mamá! ―Entonces se volvió a Tod y le susurró―: Me quedo en el Adolfo,

como Lisa Hawthorne. Llámame mañana en la noche y les veo a escondidas

chicos. ¿Por favor?

Tod asintió, pero su sonrisa era más sombría de lo que nunca había visto.

―Te llamaré a las ocho.

―Gracias ―articuló.

Tod nos guiñó un ojo a Nash y a mí, y luego desapareció. Addy presionó un

dedo en su boca en la señal mundial de —shhhh—, entonces abrió la puerta.

―¡Mamá! ¿Estás bien? ¿Qué pasó? ―Sus zapatos cepillaban la alfombra

mientras conducía a su madre al baño, pero todo lo que podía ver era la

parte de atrás de la puerta, a un centímetro de mi nariz. La mano de Nash

enroscada alrededor de la mía, y nuestros pulsos al mismo ritmo.

―No esperaba que la puerta estuviera cerrada ―dijo molesta su madre

mientras el agua corría, y no pude resistir una sonrisa―. Addy, te ves como

un tomate. ¿Ha estado llorando?

―Estoy preocupada por Edén. Date prisa y límpiate para que nos podamos

ir. ―Más voces se escucharon en nuestra dirección, y Addy gritó―: Roger,

¿puedes ir a buscar unos trapos mojados o algo?

―Claro, Sra. Page ―dijo una voz profunda desde fuera de la habitación. Los

pasos pesados se alejaban, y Addy abrió la puerta, señalando que estaba

despejado.

Me permito una última sonrisa, simpática, entonces Nash me halo hacia el

pasillo, todavía felizmente desierto.

Caminamos rápido por el laberinto de pasillos, a través del vacío Auditorio, y

salimos al estacionamiento medio vacío, donde Tod se encontraba apoyado

contra la puerta cerrada del coche de su madre.

La mano de Nash se puso rígida en la mía en cuanto vio al ángel de la

muerte, y Tod puso las manos en alto para evitar la ira de su hermano

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mucho antes de que llegáramos a una distancia donde él nos pudiese

escuchar.

―¿Qué se supone que debía hacer? ―preguntó, antes de que ninguno de los

dos pudiera decir una palabra.

―¡No es mi problema!— ―Nash intentó empujar a Tod fuera del camino

para que poder abrir mi puerta, pero el ángel de la muerte se volvió

incorpóreo en el último segundo, y Nash lo atravesó.

Su hombro se estrelló contra el coche, encima de la ventana, y cuando se dio

la vuelta, la ira ardía en sus ojos―. ¡Podrías haber hecho cualquier cosa!

Salvo decirle que le regresaríamos su alma de nuevo.

Abrió la puerta del lado del pasajero y la cerró cuando me instalé en mi

asiento y aun seguía gritando cuando abrió su puerta.

―¿Cómo vamos a hacer eso? ¿Pasear por el Infierno preguntándoles al azar a

los demonios si se apoderaron del alma humana de una estrella del pop, y en

caso afirmativo, le rogamos que consideren la posibilidad de regresarla por

la bondad de sus podridos corazones?

Nash se deslizó en su asiento y cerró la puerta, dejando a Tod solo en el

estacionamiento oscuro con un puñado de seres humanos ahora mirándonos

con cautela. Hizo girar la llave en el contacto, hizo los cambios, y luego se

dirigió hacia la salida con su recibo de estacionamiento ya en su puño.

Tan pronto como salimos del lote, algo me llamó la atención en el espejo

retrovisor y me giré en mi asiento para ver a Tod mirándome fijamente, con

su habitual ceño inusualmente feroz.

―¡No hagas eso! ―le dije, por al menos la milésima vez desde que nos

conocimos―. ¡La gente normal no se mete en el coche mientras aún está en

marcha!

Nash le fulminó con la mirada por el espejo retrovisor.

―Pero mientras estás aquí, es necesario que entiendas algo, y sólo lo voy a

decir una vez, no vamos a rastrear el alma de Addison Page. No es nuestra

responsabilidad, y no sabríamos ni por dónde empezar. Pero lo más

importante, es demasiado. Malditamente. Peligroso.

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―Bien ―dijo Tod con los dientes apretados ya sea por miedo o ira. O las dos

cosas.

―¿Qué? ―Nash se detuvo en un semáforo en rojo y miró en el espejo de

nuevo, las cejas bajas en confusión. Había esperado, obviamente, un

argumento, yo también.

Tod se giró en el asiento de tela, su ropa corpórea rozando con el

movimiento.

―He dicho que —bien—. Este es mi problema, no el suyo. Voy a hacerlo yo

mismo.

―Este no es tu problema, tampoco ―insistió Nash, y me di la vuelta en mi

asiento para poder verlos a ambos a la vez―. Ella vendió su alma por

voluntad propia por fama y fortuna. El contrato es legalmente vinculante, y

tiene una vinculante cláusula de salida. Deja que ella la recupere por sí

misma. ―Él pisoteó el acelerador cuando la luz cambió, y los neumáticos

chirriaron debajo de nosotros mientras yo me agarraba.

―Ella no sabía lo que estaba haciendo, Nash, y todavía no lo sabe. ―Tod se

inclinó hacia delante, mirando con enojo al espejo retrovisor―. Ella no tiene

idea de cuáles son los derechos que tiene en el Infierno, y ni siquiera puede

llegar por su cuenta. La cláusula de salida no es buena si no la puedes

cumplir. Tú lo sabes.

―Espera... ―aflojé mi cinturón de seguridad y encontré una posición lateral

más cómoda a medida que el miedo me retorcía el estómago en nudos que

un explorador no podría desatar―. ¿Ella realmente no puede hacer esto por

si misma?

Tod negó con la cabeza.

―No tiene ninguna oportunidad.

Suspiré y me hundí de nuevo en mi asiento.

Nash desvió la mirada de la carretera el tiempo suficiente para leer mi

expresión, sombras cambiantes opacaron su rostro mientras conducíamos

bajo una serie de farolas.

―No, Kaylee, no podemos. Podrían matarnos.

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―Lo sé ―cerré los ojos y dejé caer la cabeza contra el reposacabezas―. Lo sé.

―¡No! ―repitió, los nudillos blancos en el volante, la mandíbula apretada ya

sea por el miedo o la ira. Probablemente ambas cosas.

―Nash, tenemos que hacerlo. Tengo que hacerlo, de todos modos. ―Me

quedé mirando su perfil, desesperada por encontrar palabras para hacerle

comprender―. No pude salvar las almas que tía Val vendió. Heidi y Alyson, y

Meredith, y Julie van a ser torturadas para siempre, porque no pude

salvarlas. ―Sentía la garganta espesa, y mi voz se quebró mientras las

lágrimas me quemaban los ojos.

―Kaylee, eso no es tu cul...

―Lo sé, pero, Nash, puedo ayudar a Addison. Puedo evitar que lo mismo le

ocurra.

No estaba segura de cómo, pero Tod no habría ofrecido nuestra ayuda, si no

hubiera nada que pudiéramos hacer. ¿Cierto?

―Tengo que hacer esto.

Nash agarró el volante, incluso más fuerte, y parecía que quería torcerlo

hasta convertirlo en un pretzel. Luego exhalo, y relajo sus manos. Había

tomado su decisión, y sostuve la respiración, esperando.

―Muy bien. Si estás dentro, yo también ―Su atención se centró en el espejo

retrovisor, donde fulminó con la mirada a Tod―. Pero estoy en esto por

Kaylee, no por ti, y no por tu princesa idiota del pop. ―La mirada que me

dirigió luego estaba cargada en parte de decepción, en parte de ira, en parte

de lealtad, y todo Nash. Su mirada me escaldaba de adentro hacia afuera, y

me retorcí en el asiento mientras el calor se establecía en mis partes

inferiores.

Pero cuando se dio la vuelta, las llamas chisporroteaban bajo una estela de

frío miedo.

Nash se involucraría por mí, pero la verdad era que yo no tenía idea de lo

que estaba haciendo.

¿En qué acababa de meternos?

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Capítulo 5 Traducido por Lexie

Corregido por Vanille

stá bien, Kaylee, concéntrate… —Harmony Hudson, la

madre de Nash, se reclinó hacia atrás en el sofá color

oliva desvaído, lamiéndose los labios con concentración

mientras me observaba. Vestía jeans y otra camiseta ajustada, sus rizos

rubios estaban recogidos en la usual cola de caballo, unos cuantos rizos

colgaban alrededor de su rostro. Harmony era la madre más ardiente que yo

había conocido personalmente. Parecía de treinta años, a lo mucho, pero yo

la había visto soplar sus velas de cumpleaños el mes anterior.

Todas las ochenta y dos.

—Cierra los ojos y piensa en la última vez que sucedió —continuó, y

succioné una bocanada de aire con esencia a brownies—. La última vez que

supiste que alguien iba a morir.

Y ahí fue cuando perdí mi motivación. No quería pensar en la última vez. Aún

me daba pesadillas. Pálidas cejas cayeron sobre los brillantes ojos azules de

Harmony, la copia exacta de los de Tod, y su hoyuelo se profundizó cuando

frunció el seño.

—¿Qué pasa?

Miré fijamente el suelo lleno de rasguños.

—La última vez fue… Sophie y la tía Val.

—Oh… —Los ojos de Harmony tomaron un brillo familiar de sabiduría, la

cual, a primera vista, parecía extraña con su juvenil apariencia. Ella estaba

ahí cuando el ángel de la muerte mató a mi prima y trató de tomar su alma.

Ella vio a mi tía dar su vida en lugar de la de Sophie, un acto de coraje y

desinterés de último minuto que fue más allá de la redención a mi parecer.

—E

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Hasta que supe que las otras almas que ella había vendido a Belphegore

serían torturadas por la eternidad junto con mi tía. Ahora yo estaba

inclinada decididamente ante el pensamiento de que había tenido lo que

merecía.

Harmony vio las emociones flotar en mi rostro, pero como siempre, se

reservó su criterio. Es por eso que me agradaba. Bueno, eso, y el hecho de

que siempre tenía delicias recién horneadas para devorar después de las

lecciones de cómo ser Bean Sidhe.

—Bueno entonces, escoge un tiempo diferente. Sólo piensa en una

premonición mortal. La que haya sido menos traumática.

Pero la verdad es que todas eran más traumáticas. Sólo he sabido que soy

una Bean Sidhe por seis semanas, y cada una de las premoniciones que he

atravesado me había asustado a no más. Y cada grito era enormemente

incontrolable.

Hasta estas lecciones.

—De acuerdo… —Cerré los ojos y me recosté en los cojines suaves y

desvaídos, pensando en la premonición más memorable. Además de la

anterior.

Emma.

La muerte de mi mejor amiga fue difícil, y se hizo peor porque supe que

venía. Vi a Em vistiendo la sombra de la muerte por al menos dos minutos

antes de que colapsara en el piso del gimnasio, rodeada por cientos de

padres y estudiantes, reunidos por la muerte de un compañero de clase.

Pero escogí la muerte de Emma porque tuvo un final feliz.

Bueno, un final agridulce, pero mejor que el griterío, pánico y desmayo que

la mayoría de las otras tenía. Suspendí el alma de Emma sobre su cuerpo con

mi grito para evitar que el ángel de la muerte la matara, mientras Nash la

dirigía de vuelta a su cuerpo. Emma había vivido.

Pero alguien había muerto en su lugar. Ese era el precio, pero la decisión la

habíamos tomado. Me sentí culpable desde eso, pero lo haría de nuevo si

tuviera que hacerlo, porque no podía dejar morir a Emma antes de tiempo,

sin importar quién tomara su lugar.

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Así que dos mese después, estoy sentada en el sofá de Nash junto a su

madre, imaginando la muerte de mi mejor amiga.

Emma, en el gimnasio, varios pasos adelante. Voces sonando alrededor de

nosotras. El brazo de Nash alrededor de mi cintura. Sus dedos curveados en

mi cadera. Entonces, la mortaja de la muerte.

Manché su cabello rubio con negro líquido, como las acuarelas de un niño.

Los rayos mancharon su ropa y sus brazos, y el grito se formó dentro de mí.

Arañó mi garganta, raspando la piel cruda aún cuando apreté la mandíbula,

negándole la salida.

En los recuerdos, en la vida real.

El grito se levantó otra vez, y mi garganta se sentía llena. Caliente. Lastimada

desde adentro hacia afuera. Mis ojos se abrieron de golpe, presa del pánico y

Harmony me miró con calma. Ella sonrió, una pequeña mejora en sus labios

gruesos que sus dos hijos habían heredado.

—¡Ya lo tienes! —susurró, con los ojos brillantes de orgullo—. De acuerdo,

aquí viene la parte difícil.

¿Se pone más difícil?

No pude hacer mi pregunta, una vez que el grito de una Bean-Sidhe asume el

poder, su garganta no se puede utilizar para otra cosa hasta que su grito se

libera o se traga. Yo no podía tragarlo, no sin la voz de Nash para calmarme,

para persuadir a mi derecho de nacimiento a someterse, y yo no estaba

dispuesta a dejar que se soltara. Nunca más, si podía evitarlo.

Esta lección era acerca de aprovechar mi grito. Haciéndolo funcionar para

mí, y no al revés. Cabeceé, diciéndole a Harmony que estaba lista para la

parte difícil.

—Bien. Quiero que mantengas la rienda firme en esto. Entonces, déjalo ir un

poco a la vez, como un muy lento escape, sin realmente abrir la boca. Sólo

mantén el volumen bajo. Quieres oírlo apenas.

Porque el punto entero era que yo fuera capaz de ver y oír otro mundo a

través de mi grito, sin que los seres humanos notaran algo extraño. Como yo

gritando ruidosamente, lo suficiente para quebrar sus mentes. Pero eso era

más fácil decirlo que hacerlo, especialmente si se considera la cantidad de

veces que había pasado tratando de contener mi llanto. Evidentemente,

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suprimirlo por completo y dejarlo escapar sólo un poco eran dos habilidades

muy diferentes. Pero lo intenté. Mantuve los labios sellados, abrí un poquito

la garganta, obligando a mi paladar a relajarse. Ahí es donde todo fue cuesta

abajo. En lugar de que esa pequeña fuga de sonido que Harmony había

mencionado, todo el llanto brotó de mi garganta, abriendo mi boca. Mi grito

llenó la habitación. La casa entera. Mi cuerpo entero zumbaba con el

lamento, un acorde discordante de sonidos violentos que ningún ser

humano podría haber producido. La cabeza me latía, mi cerebro parecía

rebotar dentro de mi cráneo.

Cerré los ojos. No podía soportarlo.

Fríos y suaves dedos me rozaron el brazo, y abrí los ojos otra vez para

encontrar que Harmony me hablaba. La habitación a su alrededor se había

convertido en un torbellino de colores y texturas, gracias a mi incapacidad

para centrarme. Su bello rostro se deformó en una mueca de dolor de los

trazos de acero que mi grito había conducido a su cerebro. Los machos bean

sidhes oían el llanto como una canción extraña, una canción bella del alma.

Anhelan el sonido, y son tirados hacia ella. Casi seducidos por ella.

Las hembras bean sidhes lo oían como era. Como los seres humanos lo

escuchaban. Como una raqueta titánica lo suficientemente alta para

ensordecer, y lo suficientemente aguda para no sólo romper vidrio, sino

también tu amada cordura. Harmony miró a la ventana de su sala de estar, el

vidrio temblando en su marco. Porque compartimos un género y especie,

aunque yo estaba confundida exactamente sobre cómo funcionaba, pude oír

sus palabras a través de mis propios gritos, pero sonaban como si vinieran

de dentro de mi propia cabeza.

Cálmate. Toma un respiro. Cierra la boca...

Cerré mi mandíbula, apagando el ruido, pero no erradicándolo. Zumbaba en

mi boca ahora, haciendo sonar mis dientes, y todavía se filtraba como un

gemido en esteroides. Pero yo podía oír normalmente.

—Respira profundamente, Kaylee —me tranquilizó Harmony, frotando mis

brazos hasta que la piel de gallina disminuyó debajo de mis mangas—.

Cierra los ojos y retráelo. Todo, menos un poco.

Dejé que mis párpados cayeran, a pesar del poco esfuerzo llevó mucho

coraje, porque cerrar los ojos la bloqueaba y me encerraba en mi oscuridad

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privada. Estando a solas con el lamento despiadado. Con el recuerdo de la

muerte de Emma, antes de que yo hubiera sabido que sería temporal.

Pero lo hice.

—Muy bien, ahora retrocede. Profundo dentro de ti. Imagínate tragando tu

gemido, forzándolo a pasar de tu garganta hasta llegar al corazón. Puedes

liberarlo ahí. Déjalo rebotar. El corazón humano es una cosa frágil, todo con

bucles delgados y delicadas bombas. Pero el corazón del Bean Sidhe está

blindado. Tiene que ser, para que podamos sobrevivir.

Me imaginé a mi corazón con el hierro galvanizado. Forcé mis brazos a

descansar, mis manos cayeron en mi regazo. Escuché cómo mi llanto se filtró

de mi garganta, obligándome a escuchar cada nota disonante

individualmente. Y lentamente, dolorosamente, las eché hacia atrás en mí

misma. Forzándolas a bajar a mí centro. Sentí el grito en mi garganta, a la

inversa. Era tangible, y la sensación era extraña. Francamente espeluznante.

Era como tragar humo, si el humo fuera agudo. Espinoso, como si estuviera

atado con espinas. Cuando me trague todo a excepción de un poco, el hilo

más insustancial, sentí una sonrisa propagarse lentamente por las comisuras

de mi boca hacia mis mejillas, y luego a mis ojos.

Oí sólo una cinta de sonido, tan débil que podría haber sido mi imaginación.

Mis hombros se desplomaron cuando una paz extraña se filtró a través de

mí, estableciéndose en cada extremidad. Lo había hecho. Llamé a mi llanto

cuando lo necesitaba, y lo restringí en mis propios términos.

Abrí los ojos, sonriendo ya a Harmony. Pero mi sonrisa se congeló, y luego

rompió antes de que mi mirada siquiera se hubiera enfocado. Harmony me

devolvía la sonrisa a mí, con sus rizos enmarcando su rostro, sus hoyuelos

en las mejillas que deberían haber sido color rosa con la buena salud y buen

humor. Pero ahora eran grises. Como todo lo demás. Un nebuloso filtro como

la niebla había caído sobre mi visión cuando estaba modificando mi llanto, al

igual que mis ojos se había abierto más de lo que debería haber sido posible.

La niebla del otro mundo. Un velo entre nuestro mundo y el inframundo. El

llanto de una hembra Bean Sidhe le permitía (y a cualquier otro bean sidhes

lo suficientemente cerca para escucharlo) ver a través de la niebla entre el

mundo humano y el otro de alguna manera más profunda simultáneamente.

O viajar de una a la otra. Mi cabeza se volvió, con los ojos bien abiertos con

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horror. Yo quería aprender sobre el inframundo, ¡pero no tenía ningún

interés en ir allí!

—¿Kaylee? Está bien, Kaylee. ¿Lo ves? —Las palabras de Harmony eran

suaves y cálidas, como Nash, pero no llevaban nada de la calma sobrenatural

que él podía llevar. Harmony y yo compartimos un conjunto de habilidades,

y aunque la voz de Nash podía calmar y dar comodidad a humanos y Bean

Sidhe por igual, nuestro llamado era a la oscuridad, dolor y la muerte

anunciada.

Nash y yo éramos dos caras de la misma rara moneda, y no me gustaba

llorar sin él.

Mi corazón galopaba dentro de mi pecho, saltando algunos golpes y

corriendo los demás, incapaz de encontrar un ritmo constante. Mis palmas

se humedecieron por el sudor, y yo las frotaba sobre los cojines raídos del

sofá, tanto para secarlos y como para anclarme a la realidad que entendía. La

única verdad de la que yo quería alguna parte.

—¡Kaylee, mírame! —Harmony me acarició la mano cuando ella se inclinó

hacia un lado para ponerse en mi campo de visión—. Se supone que esto

sucede. Estoy aquí contigo, y todo está bien.

¡No-no-no-no-no! Pero yo no podía hablar mientras ese último hilo de

sonido no se perdía en mí. Yo sólo podía mirar alrededor en pánico por la

niebla cubriendo la casa de Nash como una capa de polvo muy fino

asentándose. Colgaba en el aire sobre Harmony, maltrataba la mesa de café y

el viejo televisor, oscureciendo mi mundo, mi visión y mi corazón. El pulso

se me aceleró, y cada respiración se hizo más rápida que la anterior. Conocía

el patrón. Primero venía la oscuridad, luego venían las criaturas. Los había

visto antes. Seres con muchas o muy pocas extremidades. Con las

articulaciones inclinándose por el lado equivocado, o sin doblarse todas.

Algunos tenían rabos.

Algunos no tenían cabeza. Pero los peores eran los que no tienen ojos,

porque sabía que me estaban mirando. Yo no sabía cómo.... Sin embargo, no

aparecieron las criaturas. Harmony y yo estábamos solas en su casa en el

mundo humano, y de alguna manera, solas en el inframundo. Con esta

realización vino la calma que tanto ansiaba. Mi tensión disminuyó y

desapareció mi llanto, los pensamientos de la muerte de Emma se fundieron

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en el recuerdo para ser utilizados de nuevo cuando fuera necesario. O mejor

aún, olvidados.

La neblina se disipó lentamente, hasta que Harmony estuvo bien enfocada.

Su cabello parecía más dorado que nunca, con los ojos mucho más brillantes

de lo que recordaba, en contraste con los tonos grises que la habían cubierto

momentos antes.

—¿Estás bien? —preguntó ella, con su frente fruncida por la preocupación.

—Sí. Lo siento. —Me froté las manos en la cara, metiendo mis propios

mechones marrones detrás de las orejas—. Sabía qué iba a venir, pero

todavía me da mucho miedo. No creo que nunca vaya a acostumbrarme a

eso.

—Sí lo harás. —Ella sonrió y se puso de pie, haciendo una seña para que yo

le siguiera a la cocina—. Se hace más fácil con la práctica.

Eso es lo que yo temía.

Harmony agitó un brazo en la mesa del desayuno redonda, y me sacó una

silla de respaldo tipo escalera con acabado transparente desde la parte

trasera y le faltaba un peldaño, mientras que ella se dirigió a la estufa. El

temporizador parpadeó por encima de la estufa contando en retroceso

treinta y ocho segundos, y nunca dejaba de sorprenderme cómo Harmony

siempre sabía cuando estaba a punto de apagarse. Ese temporizador nunca

había interrumpido una de nuestras lecciones, y ninguno de sus placeres

había llegado jamás muy cocido o poco hecho. A diferencia de las galletas al

horno que había dos noches antes.

—Hay refrescos en la nevera. —Ella deslizó su mano en un guante de

agarradera, y abrió la puerta del horno.

—¿Qué tal leche?

Me gusta la leche con mi chocolate.

—Estante de arriba. —Sacó una sartén de cristal con brownies del horno y lo

deslizó en el enfriador en el mostrador. Tomé un vaso corto del gabinete

sobre el fregadero y lo llené de leche, luego me senté en la mesa de nuevo

mientras se servía otro para ella.

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—Así que, explícame ¿por qué necesito aprender a hacer eso. —Bebí de mi

vaso, de repente agradecida por la fría leche blanca, y por todas las cosas

normales y funcionales.

Harmony me dio una sonrisa comprensiva mientras deslizaba la caja en el

estante superior de la nevera, a continuación, cerró la puerta.

—Es más que nada para ayudarte a aprender a controlar tu llanto. Si puedes

manipularlo a tu propio ritmo, debes ser capaz de evitar gritar con toda tu

fuerza frente a una habitación llena de seres humanos.

Porque los seres humanos tienden a encerrar a las niñas que no pueden

dejar de gritar. Créeme.

—Pero aparte de eso, es útil ser capaz de mirar en el Inframundo cuando

necesitas hacerlo. Aunque, yo no recomendaría intentarlo a menos que

tengas que hacerlo. Cuanto menos eres notada por los habitantes del

inframundo, más fácil será tu vida.

Ella no recibió respuesta de mí. Pero yo tenía curiosidad en un punto....

—Así que... ¿por qué estuvimos solas?

—¿Mientras estabas llorando? —Harmony cruzó el linóleo hacia mí y sacó la

silla junto a la mía mientras yo asentía—. Bueno, en primer lugar, no

estábamos realmente allí. Sólo miramos un poco. Fue como ver a los osos en

el zoológico a través de esa pared de vidrio grueso. Puedes ver y te pueden

ver, pero nadie puede cruzar la barrera.

—¿Así que pudieron vernos?

—Si alguien hubiera estado allí, sí. —Tomó un sorbo de su vaso de nuevo.

—Así que, ¿cómo es que no había nadie?

—Debido a que esta es una residencia privada. Aquellos sólo existen en un

solo plano o en otro. Sólo grandes edificios públicos con mucho tráfico

existen en ambos mundos.

—¿Como la escuela? —Estaba pensando en todas las criaturas extrañas que

había visto cuando me asomé al Inframundo en el gimnasio, el día que Emma

murió—. ¿O el centro comercial?

Esto trajo una incluso peores recuerdos...

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—Sí. Las escuelas, oficinas, museos, estadios... En cualquier lugar donde haya

un montón de personas a la vez.

Fruncí el ceño y tomé otro sorbo de mi leche cuando una nueva

preocupación se me ocurrió.

—¿Cómo voy a ir allí en realidad?

—No lo haces. —Los ojos azules de Harmony de repente quedaron oscuros y

duros, como si el cielo se hubiera nublado. No se agitaban, porque tenía más

de ochenta años de experiencia ocultando sus emociones, pero me di cuenta

que estaba preocupada—. Kaylee, no tienes nada que hacer en el

Inframundo.

Esperemos que tenga razón.

—Lo sé. —Sonreí para tranquilizarla—. Sólo quiero asegurarme de no

terminar allí accidentalmente, practicando lo que aprendí hoy.

Se relajó ante mi explicación, y la luz se filtró de nuevo en sus ojos.

—No lo harás. La diferencia entre mirar a través del cristal y forzarte a

través de él es una cuestión de intención. Tienes que querer ir allí para estar

allí.

—¿Eso es todo? —Fruncí el ceño cuando ella se levantó y rebuscó en un

cajón, golpeando los cubiertos en busca de algo—. ¿Teniendo el deseo,

viajas?

No podía ser tan fácil. O tan espeluznante.

—Bueno, eso y la canción del alma.

Por supuesto. Sentí la tensión de mi cuerpo relajarse, y di otro sorbo a mi

leche, guardando el resto para bajar mi brownie. Harmony, finalmente sacó

un cuchillo del cajón, seguido de una fina espátula larga de metal.

Corrió el cuchillo sobre el plato de vidrio, cortando los brownies en grandes

cuadrados.

—¿Harmony?

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—¿Hmm? —Deslizó la espátula en el primer cuadro y lo levantó con cuidado

del plato de cristal a un pequeño plato de papel. Le gustaba hornear pero

odiaba lavar los platos.

—¿Cómo puede alguien vivir sin un alma?

—¿Qué? —Harmony se congeló con un brownie a mitad de camino a su boca

y la espátula aún en la otra mano—. ¿Por qué...? ¿Qué está pasando, Kaylee?

Sus ojos se entrecerraron, y yo me sentí culpable por preocuparla.

Me decidí a decirle la verdad. Parte de ella, de todos modos.

—Nash y yo fuimos al concierto de Eden anoche en Dallas, ¿recuerdas?

—Por supuesto. —El miedo se drenado de su rostro de nuevo, y ella puso un

brownie extra grande en un segundo plato, llevó ambos a la mesa, sin

tenedores. Los Hudson se comían sus brownies de la manera apropiada con

los dedos. Mi tía hubiera lanzado un ataque, pero yo estaba disfrutando ser

convertida—. Lo vi que en las noticias esta mañana. —Puso un plato frente a

mí, luego se hundió en su silla con el otro cuadro, el más pequeño. Sus ojos

se iluminaron mientras la siguiente pieza del rompecabezas se deslizó en su

lugar—. ¿Estás diciendo que Eden murió sin alma?

Asentí con la cabeza, a continuación, mastiqué, tragué, y bajé cada mordida

con un sorbo de leche antes de contesta.

—Fue extraño. Cayó muerta justo ahí en el escenario, pero pensé que se

había desmayado, porque no había ninguna premonición. Ninguna mortaja.

Ni impulso de gritar. Pero Tod dijo que estaba muerta y, por supuesto, unos

segundos más tarde, esta cosa extraña y oscura subía desde su cuerpo.

Demasiado oscuro y pesado para ser un alma.

—Aliento de demonio, probablemente. —Harmony dio otro mordisco,

lamiendo una migaja de su labio antes de masticar.

—Eso es lo que dijo Tod. —Moví el vaso medio lleno de leche sobre la

mesa—. Que Eden vendió su alma a un Hellion.

Ella se encogió de hombros y apartó un rizo de la frente.

—Esa es la única explicación que se puede imaginar. Un alma no puede ser

tomada de un ser vivo. Puede ser robada después de la muerte de una

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persona, o en un asesinato, al igual que las víctimas de la tía Val, o puede ser

entregada voluntariamente por su propietario. Pero entonces algo más tiene

que tomar su lugar, para mantener el cuerpo vivo. Por lo general, esa otra

cosa es el aliento del demonio.

—Pero yo creía que el alma de una persona es lo que determina la duración

de su vida. La de Edén ya no estaba, ¿cómo los ángeles de la muerte saben

cuando se supone que debe morir? —Harmony levantó un dedo mientras

tragaba, y yo di otro mordisco impropio de una dama de mi brownie. Se

limpió los labios con una toalla de papel, ya sacudiendo la cabeza.

—El alma de la persona no determina cuánto tiempo vive. La lista lo hace.

—Así que... ¿de dónde procede la lista? ¿Quién decide cuándo todo el mundo

tiene que morir?

Harmony alzó una ceja, como si estuviera impresionada.

—Ahora estás haciendo las preguntas buenas. Por desgracia, no tengo una

respuesta para eso. Pero tal vez eso es algo bueno....

Fruncí el ceño, torciendo mi servilleta utilizada en una cuerda de papel fino.

—¿Qué quieres decir?

—En realidad, nadie sabe quién hace la lista. Nadie que yo conozca, de todos

modos. —Tomó un sorbo del vaso antes de continuar—. Tal vez las Destinos

han cambiado sus hilos y tijeras por papel y lápiz. Tal vez la lista es de

alguna impresora automatizada en un cuarto seguro que ninguno de

nosotros jamás verá. A lo mejor viene directamente de Dios. Pero tiene que

haber una razón por la que no sabemos los detalles, y francamente, estoy

bastante feliz por esa pepita particular de ignorancia.

—Yo también. —No estaba exactamente ansiosa por ver quién trazaba mi

línea de vida, yo había establecido un límite en ello. Aunque, lo más probable

era que viviría más de lo que tendría como un ser humano ordinario.

—Lo único que realmente sé es que alterar el equilibrio entre la vida y la

muerte no es una opción. Alguien tiene que morir por cada entrada en la

lista. Afortunadamente, hay un pequeño de margen de maniobra para

circunstancias especiales. —Harmony vaciló y luego me miró a los ojos antes

de continuar—. ¿Es esa la forma en que tu mamá pudo comerciar su fecha de

muerte por la tuya?

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Me aclaré la garganta y tragué mi último bocado, intentando tragar mi culpa

junto con ello. Se suponía que yo muriera cuando tenía tres años, pero mi

madre tomó mi lugar. Yo no había sabido la verdad sobre su muerte hasta

que descubrí mi herencia Bean Sidhe y mi familia se vio obligada finalmente

a contármelo todo. A pesar de su insistencia en que lo que le pasó a mi mamá

no fue mi culpa, el hecho es que si no fuera por mí, ella todavía estaría viva.

La culpa era inevitable, ¿no?

—Teniendo en cuenta el sacrificio que tu madre hizo por ti, me resulta difícil

entender cómo Eden, o cualquier otra persona para el caso, podría ver a su

propia alma como una moneda aceptable. Como pago por otra cosa. —Me

encogí de hombros y deje caer la servilleta arrugada en mi plato vacío.

—Yo no creo que ella entendiera en lo que se estaba metiendo. Los seres

humanos no saben nada de esto.

—Se supone que saben, antes de firmar el contrato. Las leyes Hellion exigen

la plena de la divulgación. Pero quién sabe si el pobre tonto leyó en verdad

su contrato antes de firmarlo. Qué desperdicio. —Harmony negó con la

cabeza en decepción y empujó el resto de su brownie hacia mí—. Tanto

potencial, desperdiciado. Para qué, ¿sabes?

Negué con la cabeza, mirando su plato. Había perdido el apetito. Mi mejor

conjetura sería que el Edén vendió su alma por fama y fortuna, pero yo no lo

sabía con seguridad. Lo único que sabía con certeza era que ella

probablemente lamentaba esa decisión ahora, y que si no podíamos

conseguir el alma de Addison de nuevo en cuatro días, iba a sufrir el mismo

destino. No dejaría que esto ocurra.

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Capítulo 6 Traducido por Steffanie Mirella

Corregido por Vanille

, por qué usar el nombre falso en el hotel? ¿Estará

evadiendo a la prensa? —Traté de distraerme mientras

tecleaba —Demonio— en la barra de búsqueda en la

parte superior de la pantalla de mi laptop, luego le di enter. Los enlaces

llenaron mi pantalla más rápido de lo que yo podía leer las entradas, y mi

vista empezó a volverse borrosa por lo exhausta que estaba. No había

dormido muy bien anoche, gracias a las pesadillas sobre jovencitas siendo

torturadas en el otro mundo, y había gastado el resto de mi energía en mi

clase de Bean Sidhe esta tarde.

—Eso creo. —Nash se recostó en mi cama y lo miré por el espejo, mi corazón

marchó más rápido cuando él colocó sus manos detrás de su cabeza y los

cordones de sus músculos resaltaron bajo sus mangas cortas. Algunas veces,

aún se siente raro estar saliendo con un deportista, pero Nash Hudson no

era el normal jugador de futbol. Su sangre Bean Sidhe, su padre muerto, su

hermano no-exactamente-muerto, y su familiaridad con un mundo que

pondría a la mayoría de humanos en una camisa de fuerza significaba que,

en el fondo, Nash no pertenecía a la escuela más de lo que yo lo hacía.

Él sólo lo escondía mejor.

Y definitivamente, tenía sus ventajas tener un novio tan…estéticamente

bendecido como Nash. Lo malo era que tenía problemas concentrándome en

cualquier otra cosa mientras estaba cerca.

Enfócate, Kaylee… respiré profundo y forcé a mis pensamientos a volver a lo

que tenía que hacer.

—¿No es algo cliché eso del nombre falso?

Él encogió los hombros sin bajar los brazos.

—¿Y

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—Mientras funcione.

En la pantalla, la página había terminado de cargarse, y revisé los resultados,

el primero era sobre un tipo de motor para los Mustang, y el segundo era un

enlace para la reseña de wiki sobre un comic. El resto de los enlaces iban por

ese lado. Para lo que sirve el internet.

—Dime otra vez, ¿por qué estamos haciendo esto? —La normalmente

hipnótica voz de Nash se había vuelto delgada y cortante por su reluctancia.

Y tal vez un poco de molestia.

—Porque Addison necesita ayuda y yo creo en el karma. —Mire nuevamente

el espejo para encontrarme con que ahora Nash me estaba mirando

entretenido.

—Me refiero a la comida.

—Oh. —Empujé mi silla un poco del escritorio y casi me caí cuando una de

las ruedas traseras se atascó en la bendita carpeta. Parándome, me puse en

su lugar la camiseta, luego me senté con las piernas cruzadas enfrente de

Nash—. Porque mi papé realmente está tratando que esto de ser padre

único funcione, y el tío Brendon es el único con quien puede hablar.

Después que mi mama murió, mi padre me envió a vivir con mis tíos, para

que ellos lo ayudaran a esconderme del ángel de la muerte que quería

vengarse y que había cambiado la vida de mi madre por la mía. Pero ambos

sabemos que mi parecido con ella es por lo menos un aliciente igual de

grande en el por qué de la ausencia de mi padre en mi vida. Cada vez que me

miraba, él la veía a ella, y su corazón se rompía un poco más.

Pero después de lo que la tía Val había hecho, el volvió, asumiendo que sería

más fácil protegerme él mismo, ahora que sabia el gran secreto de mi

especie. Y estaba bastante segura que se sentía culpable por marcharse

durante tanto tiempo. Así que mi padre había renunciado a un gran trabajo

en Irlanda por un trabajo de basura en una fábrica de Texas, y juntos

estábamos intentando no arruinar demasiado eso de padre-e-hija. ¿Y que si

eso significaba vivir en una casa rentada, sin dinero extra, y comidas

semanales con mi tío y mí malvada prima?

Las rodillas de Nash tocaron las mías y tomo mis manos entre las suyas,

dejándolas descansar en el espacio entre nuestras piernas.

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—Lo sé, pero Sophie se está convirtiendo en un verdadero dolor de cabeza.

Tenía razón sobre eso.

Sophie no entendía lo que había ocurrido la noche en que murió su madre.

Mi prima despertó de lo que le dijimos era una simple perdida del

conocimiento debido a la impresión, pero que en realidad era su muerte

temporal, para encontrar a su madre muerta en el piso, y a mí sosteniendo

una pesada cacerola de acero como si fuera un bate de baseball.

Pese a que el coronel había dicho que la tía Val murió de una falla cardiaca,

Sophie seguía convencida que de alguna manera, yo era la responsable de la

muerte de su madre. Pero, realmente no podía culparla, considerando lo

confusa y atemorízate que su vida se acababa de volver. Mi prima no tenía

idea que el resto de su familia no era humana, o que el mundo contenía cosas

más peligrosas que los criminales normales que aparecían en la lista de los

más buscados del FBI. Pero sabía que había algo que no le estábamos

diciendo, y nos resentía por ello.

Sabía que era mejor no culparme abiertamente, o lanzarme una sola palabra

hostil durante nuestras noches de cena familiar, pero en la escuela era la

temporada de caza de Kaylee. Y Nash no era el único que lo había notado.

El sonido de algo de metal golpeándose se escucho desde la cocina, y me reí.

No pude evitarlo. Mi padre no servía mucho para ser cocinero, pero

realmente lo estaba intentando.

—¿Qué hay para la cena? —El pulgar de Nash acarició el dorso de mi mano,

enviando temblores de anticipación por todo mi cuerpo.

—Lasaña y ensalada de bolsa.

—Suena bien. —Los cafés y verdes en sus ojos se movían placida, y

pícaramente—, y ya sé qué es lo quiero para el postre… —Él se inclinó y sus

labios se encontraron con los míos, al principio suavemente. Luego con

entusiasmo.

Incliné mi cabeza para tener un mejor ángulo, y le correspondí el beso,

amando la sensación de sus labios sobre los míos, y de su mano en la parte

trasera de mi cuello. Mis dedos encontraron su pecho, recorriendo

ligeramente su camisa para poder sentir la firmeza que había debajo.

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Mi corazón se aceleró, mientras que la adrenalina me recorría en ritmo

firme, y cargado, dejando pesados mis labios, y mi cuerpo ansioso. Mi boca

se abrió bajo la de Nash, y el gimió. El sonido de su necesidad rozó

ligeramente mi piel como una sombra con una figura definida, calentándome

mientras bajaba por mi cuello, sobre mi clavícula, y entre mis pechos hasta

arder profundamente dentro de mí.

Él me jaló sobre su regazo y entrecrucé mis tobillos en su espalda,

sosteniéndonos firmemente juntos mientras sus labios se movían sobre mi

cuello. Pude sentir lo que quería a través de las capas de nuestra ropa que

nos separaban, y mi cabeza dio vueltas con el conocimiento de que yo lo

excitaba.

Nash Hudson podía tener a cualquier chica que quisiera, y ya había tenido

más que unas cuantas, pero estaba conmigo.

Es porque eres una Bean Sidhe. Dijo una voz traicionera desde mi interior

mientras entrelazaba mis dedos en un puñado de su espeso cabello marrón.

Eres una novedad. Una nueva presa que cazar. Pero una vez que el

realmente te tenga, el juego llegará a su fin, y él pasara a la siguiente cacería.

Y no tendré a nadie que me ayude a contener mi lamento.

No. Nash no haría eso. No me dejaría ayudar a Addison si únicamente

estuviera tratando de quitarme la ropa. Yo no era un gran premio, y había

formas más fáciles de conseguir sexo, especialmente para él. Y realmente no

ha presionado el tema.

No tanto, de todos modos.

Nash jaló mi cabeza hasta que nuestras bocas se encontraron nuevamente,

rodeando su cuello con mis manos, tiré a un lado mis dudas. Sus manos

encontraron mi cintura, y él les dio un apretón en lo que nuestro beso se

intensificaba. Profundamente. Sus dedos viajaron gradualmente hacia arriba

mientras sus labios se deslizaban bajo mi barbilla y sobre mi cuello,

quemando a su paso hacia mi cuello. Mi cabeza cayó hacia atrás, mi boca se

abrió, cada aliento se deslizaba dentro y fuera silenciosamente mientras yo

me concentraba en el placer de su piel sobre la mía.

Él empujó a un lado el cuello de mi camiseta para luego cerrar sus labios

sobre mi hombro, succionando gentilmente. Mordisqueando sólo un poco.

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Apreté mi mano alrededor de sus bíceps. No lo detenía. Ni lo urgía.

Sólo…esperaba.

Inhalé suavemente cuando su otra mano se deslizo hacia arriba por un

costado, bajo mi camisa. Besó nuevamente mi hombro, sus labios se sentía

calientes al tocar mi piel, y su pulgar rozó la parte inferior de mi seno. Mi

aliento se detuvo, mi corazón latía fuerte mientras nacientes llamas de deseo

lamían profundamente.

Mi piel se sentía sonrojada, mi cuerpo pulsaba son un súbito conocimiento,

con deseo impulsivo….

—No se detengan por mí.

Salté, y Nash se alejó de mi tan rápido que mi cabeza dio vueltas, mi piel se

sentía repentinamente fría en su ausencia.

—¡Demonios, Tod! —dijo molesto en lo que me arreglaba la camisa. Mis

mejillas ardían.

Evadiendo los ojos del ángel de la muerte, me bajé de Nash y cerré la puerta

de mi cuarto completamente; probablemente mi papá no escucharía a Tod,

pero definitivamente podría escuchar la otra mitad de la conversación. Miré

con odio a mi intruso.

—Si no aprendes a tocar como las personas normales, juro que… le diré a tu

jefe que estas abusando tus poderes de ángel de la muerte para conseguir

una vida de voyerismo y libertinaje.

Tod nos dio una sonrisa irónica.

—Ya lo sabe.

Resoplé y me senté en la cama con Nash, relajándome contra él cuando sus

brazos rodearon mi cintura.

—¿Qué pasa? Y dilo rápido. Mi papá está en casa. —Y aún con lo agradecido

que estaba para con Tod por ayudarnos a salvar a Sophie, mi padre no

estaba muy cómodo con la idea que ande con un ángel de la muerte, o (como

él los llama) uno de los secuaces de la muerte.

Y siendo sincera, algunas veces yo tampoco.

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Tod rodó los ojos y miró hacia la puerta, luego su mirada se deslizó

nuevamente hacia mí.

—Acabo de hablar con Addy y arregló algo de privacidad para hoy a las ocho

treinta, máximo una hora, en su cuarto en Adolphus.

¿Ocho treinta? Eso sólo dejaba como una hora y media para cenar y conducir

hasta Dallas. Nunca lo lograríamos.

—El tío Brendon estará aquí con Sophie en unos minutos. Y no me puedo

escapar antes.

—Cuatro días, Kaylee. —El ceño fruncido del ángel de la muerte se

profundizo—. Addy solo tiene cuatro días.

Encogí los hombros.

—Eres bienvenido a explicarle a toda mi familia lo que estamos haciendo…

Tod saltó, y ese simple movimiento me dijo justamente cuánto respetaba la

amenaza combinada de mi padre y mi tío cuando estaban unidos. Puede que

los Bean sidhes no tengan muchas habilidades ofensivas obvias, pero juntos,

mi papá con mi tío tenían casi trescientos años de experiencia. Y no eran

exactamente hombres pequeños.

—Bien. Sólo estén ahí lo más pronto posible.

—¿Tienes algún plan, o sólo nos tiras a todos en el abismo? —El dedo de

Nash lentamente dibujaba ochos en la parte baja de mi espalda, y deseaba

acércame más a su toque. O aún mejor, continuar donde nos habíamos

quedado.

Tod se sentó cansadamente en la silla de mi escritorio con los brazos

cruzados sobre el respaldo.

—Bueno, obviamente necesitamos saber a qué demonio le vendió el alma.

—Sip. Buena suerte con eso. —Apunté al monitor tras él, y el ángel de la

muerte se dobló en su asiento para mirar. Cuando su mirada se topó de

nuevo con la mía, una arrogante sonrisa había levantado un lado se su boca,

y sus ojos azules brillaban con una ensombrecida alegría.

—¿Creíste que podrías averiguar eso en la red? De alguna manera, no creo

que a los demonios les guste mucho la red social en internet.

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—¿Tienes un mejor plan? —Nash me acerco más, y mi corazón palpitó un

poco más rápido en respuesta a ello.

—Sip, pensé que podríamos preguntarle.

—Eso lo puedes hacer solo —Nash dijo irritado.

Tod negó con la cabeza.

—Necesito a Kaylee. A Addy le agrada.

—¿Y Addy siempre obtiene lo que quiere?

Prácticamente pudo escuchar el gesto de enojo en la voz de Nash, y me di la

vuelta para verlo.

—¡Como si tuvieras el derecho de hablar!

Sus cejas se elevaron, y su ardiente mirada viajó al sur de mi rostro.

—No tengo todo lo que deseo. Aún no. —Me sonrojé, y me di la vuelta hacia

Tod justo a tiempo para verlo rodar los ojos—. De cualquier manera, no irán

sin mí.

Nash estiró una pierna sobre mi arrugado edredón.

—¿Pero en serio crees que sabrá el nombre del demonio?

Tod encogió los hombros otra vez.

—Creo que vale la pena inten…

Antes que pudiese terminar, mi puerta se abrió y mi papá apareció en la

apertura. Su mirada se endureció cuando nos vio a Nash y a mí, que

estábamos reclinados juntos en la cama, y sabia que si él no tuviera tanto

control sobre sus emociones, los irises de mi padre estarían

arremolinándose furiosamente.

—Kaylee, sé que soy nuevo en esto, pero no soy tan nuevo. Esta puerta

permanecerá abierta mientas ustedes dos estén aquí solos.

Volteé a ver a Tod, quien me sonrió desde mi propia silla de escritorio.

—Nosotros no… —Y entonces es que me di cuenta que mi padre no podía

ver al ángel de la muerte, y que probablemente no debería remediar eso.

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Prefiero que mi padre piense que Nash y yo estábamos rompiendo las

normales reglas humanas que al caso las extrañas reglas Bean Sidhe—. No

estábamos hacienda nada —terminé vacilantemente.

—Sólo estábamos hablando, Sr. Cavanaugh. —Nash ni siquiera le dio un

vistazo a su hermano, que ahora se encontraba haciendo gestos obscenos y

rodando sus ojos como loco.

Incrédulo, mi padre asintió secamente, luego desapareció en el pasillo, justo

cuando el timbre de la puerta se escuchó.

—¿Kaylee, puedes abrir? Estoy quemando el pan.

—Come rápido. —Tod se reclinó para cruzar ambos brazos sobre su pecho

mientras me ponía de pie. Luego se fue antes de que pudiese contestarle. Al

menos pensaba que se había ido, pero era difícil de estar seguro con Tod.

Nash me siguió a la puerta, tras de la cual, la voz de mi prima se escuchaba

fuerte y clara.

—…no veo por qué no podemos hacer esto en nuestra casa. Apenas hay

lugar para dar la vuelta en su cocina. Y la casa del tío Aiden huele extraño.

—No huele raro, y se hizo en nuestra casa la semana pasada. —El tío

Brendon sonaba exhausto, pero mucho más paciente con su única hija de lo

que yo lo hubiese sido. Especialmente, considerando lo mucho que había

sufrido con la pérdida de su esposa, pese a todo lo que nos había costado a

cada uno.

Pero Sophie parecía estar ciega al dolor de su padre.

—Es su turno.

Le sonreí resignadamente a Nash, luego abrí la puerta, preparándome para

el encuentro con Sophie o para la presencia ácida de Sophie.

—Hola, pasen.

Mi prima pasó a nuestro lado como si no me hubiese escuchado,

murmurando entre dientes cómo preferiría pasar sus sábados en la noche.

Ella nos dejó ahogándonos en una nube de su perfume, el cual era

sobrecogedor en nuestra pequeña y oscura entrada.

—Lamento eso. —El tío Brendon cerró la puerta después de entrar—. Aún…

está sufriendo.

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Y asegurándose que su miseria tenga más que suficiente compañía.

Media hora después, los cinco nos encontrábamos sentados alrededor de la

mesa rectangular en nuestra cocina, yo me encontraba en la esquina entre

Nash y Sophie. Realmente no había lugar en la mesa para colocar la comida,

así que si alguien quería repetir tendría que levantarse y rellenar su plato

tomando de los que estaban sobre el mostrador. Pero eso no parecía ser algo

de qué preocuparse, considerando que la orilla del plato de Sophie tenía

pequeños pedazos de papel encerado con marinara, el cual mi padre había

olvidado quitárselo a las lajas de queso que le había puesto en capas a la

lasaña.

Si no hubiese humillado a mi padre a más no poder, habría sido casi gracioso

el ver cómo el rostro de ella se torcía con horror cada vez que sacaba un

lacio pedazo de papel de su comida.

No es que ello importara. De cualquier manera, ella no comía lo suficiente

como para mantener viva a una ardilla, y había perdido varias libras en las

semanas siguientes a la muerte de su madre.

No había mucha conversación durante la cena, pero cada cierto tiempo, mi

tío miraba a su hermano al otro lado de la mesa y se reía mientras sacaba

otro pedazo de papel de su pasta para luego envolverlo en su servilleta,

rompiendo la tensión por unos cuantos minutos más. Por lo que le estaba

profundamente agradecida.

Nash y yo nos disculpamos inmediatamente después de la cena, asintiendo

ante el recordatorio de mi padre de regresar a casa a las diez treinta, yo

conduje porque la mamá de Nash tenía su auto. Nunca había conducido en el

centro de Dallas y jamás había estado en el Hotel de Addison, así que nos

consideré afortunados cuando llegamos en una pieza.

El vestíbulo del Adolphus estaba lleno de muebles ornamentales oscuros y

elegantes candelabros, y me sentí mal vestida caminando por el vestíbulo en

jeans y zapatillas. Afortunadamente, antes de poder tener el valor de

preguntarle al presumido detrás de un exagerado escritorio dónde se

encontraba la habitación de —Lisa Hawthorne—, Tod apareció en una

esquina, usando respetablemente limpios e intactos jeans y con una camisa

de botones sin arrugas y abierta sobre su usual camiseta negra. Él indicó con

la cabeza a un grupo de ascensores al final del vestíbulo, y lo seguimos

aliviados dentro del primero que se abrió.

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—Está muy nerviosa, así que no la presionen mucho —dijo Tod, mirando a

Nash tan pronto como las puertas se cerraron y el ascensor se puso en

movimiento.

—No es la única. —Pasé una mano temblorosa por mi cola de caballo,

preguntándome si debí haber dejado mi cabello suelto. O si debí limpiarme

los pies antes de entrar al vestíbulo. Pero el carísimo hotel no era la causa de

mis nervios.

Le había dado un vistazo al otro mundo esa misma tarde, y no estaba con

ganas de querer hacerlo tan pronto. Pero sin importar lo mucho que me

asustaba el prospecto de en realidad tener que caminar en ese mundo de

sombras, mi horror era mucho mayor ante el pensamiento de condenar a

Addison Page a pasar una eternidad ahí. Incluso si había vendido su alma.

Tod tenía razón. No sabía en lo que se estaba metiendo. No tenía manera de

saberlo.

El timbre del ascensor sonó para indicar la parada y el movimiento

disminuyó hasta detenerse suavemente, seguidamente, las puertas se

abrieron casi silenciosamente. Tod fue el primero en salir, y Nash y yo lo

seguimos por un pasillo con una gruesa alfombra, pasando al menos doce

puertas antes de que se detuviese frente a la última, la más cercana a la

escalera de incendios.

—Esperen un minuto —dijo, luego desapareció antes de que pudiéramos

protestar, dejándonos a Nash y a mí parados en el pasillo como un par de

idiotas, deseando que nadie saliese y nos preguntase si habíamos perdido la

llave. O que llamaran a seguridad.

¿Quién, yo? ¿Paranoica?

Absolutamente.

Varios segundos después, la puerta se abrió desde adentro, y por segunda

vez en varios días, entramos a la habitación privada de la estrella de rock

Addison Page. Tuve un pasajero momento de consternada certeza que

nuevamente, ella no nos esperaba. Que Tod se había inventado todo lo de la

reunión. Pero Addison yacía de pie en el centro de la habitación,

observándonos con ojos rojos por llorar, y no lucía sorprendida de vernos.

Gracias a Dios.

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—Gracias por venir —dijo mientras nos dirigíamos a la colección de sofás

reunidos alrededor de otra televisión plasma—. Sé que probablemente

piensen que no merezco su ayuda, y la verdad es que yo tampoco estoy

segura.

Ni yo, pero el hecho que tenga sus propias dudas me hace querer ayudarla

por sí misma, y no sólo por la necesidad que tengo por no haber sido capaz

de salvar a las chicas que mi tía condenó a una eterna tortura.

—Sí la mereces. —Tod la guiaba hacia un sillón de diseño audaz

manteniendo una mano en la parte baja de su espalda. Ella no se alejó de él,

y nuevamente estaba impresionada por su compostura. Yo no habría estado

tan calmada si tuviera a un muerto viviente como ex-novio.

O la impactante falta de un alma.

Nash se sentó en el sofá color crema y me jaló con él, sus labios firmemente

sellados ante la opinión discrepante que podía leer claramente en su rostro.

No estaba convencido que tuviéramos algo que hacer aquí. O que Addison

tuviese algún derecho de pedir nuestra ayuda.

Tod se sentó en la otra silla, inclinándose hacia adelante con los codos sobre

sus rodillas. Su mirada no se había movido de Addy desde que entramos al

cuarto. Y tenía el presentimiento que eso no cambiaria en el futuro próximo.

Addison retorció juntas sus manos, doblando sus dedos hasta que estuve

segura que uno de ellos se rompería.

—¿Y… qué sigue? ¿Cómo puedo ayudar?

—Necesitamos saber qué… —comenzó Tod, pero Nash lo cortó secamente.

—Addy, antes que empecemos, necesitas entender lo peligroso que es esto.

No sólo para ti sino para nosotros. —Su voz era tan dura e inflexible como

nunca antes, y apretó mi mano mientras hablaba—. Estamos poniendo en

peligro nuestras propias vidas por ti, y sinceramente la única razón por la

que estoy aquí es por Kaylee. Porque no quiero que salga herida.

Mi corazón saltó a mi garganta, y una sonrisa se dibujó en mi rostro pese a

las solemnes circunstancias.

—Entiendo…. —dijo Addison, pero Nash volvió a interrumpir.

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—No creo que lo hagas. No creo que puedas hacerlo. Somos bean sidhes. —

Ambos observamos su rostro muy cuidadosamente en busca de una

reacción, pero no hubo alguna—. ¿Sabes algo de sobre los bean sidhes?

—Un poco —admitió, mirando brevemente al ángel de la muerte—. Tod me

dijo… algunas cosas. —Sus mejillas se encendieron, y me pregunté qué más

le había dicho Tod.

—Bien. —Nash lucía aliviado de finalmente escuchar algo que aprobase—.

¿Te dijo Tod que el otro mundo es un lugar muy peligroso para los bean

sidhes? ¿Que no tenemos defensa contra las cosas que viven ahí? ¿Que ni

siquiera podemos desaparecer como él si algo va mal?

Ella asintió nuevamente, tímidamente. Culpablemente. Y pude ver que

Addison Page no estaba acostumbrada a pedir ayuda. Lucia… humillada.

Como si el admitir que no había nada que pudiese hacer pudiera romperla.

Y sólo eso me dijo que era más fuerte de lo que creía ser. Más fuerte de lo

que Tod pensaba que era.

Bien. Necesitará serlo.

—De acuerdo, lo primero que queremos saber es… —Me miró para

confirmar, y asentí pese al sospechoso brillo en los ojos de Tod. Nash y yo ya

habíamos discutido esto—. ¿Cómo te metiste en este lio? ¿Por qué demonios

venderías tu alma? Sé que estoy viendo tu vida desde afuera, pero tengo que

decir que desde donde estoy parado, parece que tienes todo lo que alguien

pudiera desear.

Addison sonrió con nostalgia, con pesar y Tod nos miró con odio.

—Lo sé —dijo ella, su famosa y melodiosa voz era tan suave que apenas

pude oírla—. Pero cuando vinieron a mí con este trato, no tenía nada más

que sueños y desesperación. Sé que suena melodramático, pero es la verdad.

Dijeron que podían crearme o romperme, y tenían razón.

—¿Quién? —pregunté, hablando por primera vez desde que entramos.

—Dekker Media.

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, dejándome fría de adentro hacia

afuera.

Dekker Media era un Titán de los medios. Tenían parques de diversiones,

estudios de Producción, Canales de televisión y más influencia en el Mercado

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que cualquier otra compañía en el mundo. Dekker Media tenía sus pegajosos

dedos en todos los pasteles imaginables. Los niños crecían viendo sus

películas, escuchando sus CD, jugando con sus juguetes, usando sus

patentados zapatos y ropa y durmiendo entre sabanas con los rostros de sus

súper limpias, estrellas amistosamente familiares.

La compañía lo impregnaba todo. Ubicua. Detestable.

Ellos hacían los contraltos con sus estrellas justo luego de salir de la

secundaria, ordeñando una adolecente vaca de dinero tras otra.

—Espera, no entiendo —Nash dijo, habiendo vuelto a sus sentidos antes que

yo.

—¿Le vendiste tu alma a Dekker Media? —Me frunció el ceño brevemente,

luego dejo que su mirada se deslizara a su hermano—. Pensé que se la había

vendido a un demonio.

—Lo hizo. —La mandíbula de Tod se abultó apenas con la ira reprimida—.

Pero el trato fue a través del mismísimo John Dekker.

Vaya. Por segunda vez en minutos, me quedé en silencio por la impresión.

John Dekker era el CEO y el rostro público de Dekker Media, nieto del

legendario fundador de la compañía, y más reconocido entre los adolecentes

en el mundo que el presidente de los Estados Unidos.

—De acuerdo, ¿podrías comenzar desde el principio? —Me recosté en el

sofá, mi cabeza me daba vueltas por tanta información.

Addison asintió, y una vez que comenzó, las palabras fluyeron rápidamente,

y tuve que escuchar cuidadosamente para entender.

—Fue hace dos años, después que cumplí los dieciséis. La vida privada de

Megan Ford acababa de terminar su primera temporada y estaba para ser

renovada. John Dekker me encontró en el Set el primer día de la filmación de

la segunda temporada y me llevó a su oficina. Sola. Me dijo que los ratings

estaban bien hasta el momento, y si el programa continuaba o no dependía

de mi. Era mi decisión. Pero que si lo deseaba realmente, Megan Ford podía

llegar a ser un éxito total. Podría volverme famosa. Volverme rica.

—¿Vendiste tu alma por fama y fortuna? —preguntó Nash, el desprecio era

tan espeso en su voz que miré al suelo para ver si no había goteado un poco

en la alfombra.

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Addison saltó, pero Tod habló, su propio enojo rivalizando el de Nash.

—No fue así. ¿No recuerdas su familia? Su padre había muerto hace mucho y

su madre estaba desempleada. Siempre tomando una u otra píldora. Estaban

viviendo de lo que ganaba Addy, y Dekker le dijo que si no firmaba en la

línea punteada eso se acabaría. Le dijo que se aseguraría que ella nunca

volviera a trabajar. Le dijo que su madre iría a la cárcel por fraude en las

prescripciones de medicamentos y negligencia, y Addy y su hermana menor,

Regan, serían puestas en diferentes orfanatos.

Las manos de Addison temblaron sobre su regazo, pero no le añadió nada a

lo que decía Tod. Y tampoco lo negó.

—Él la atemorizó a morir, Nash.

—¿Le dijiste a alguien? —pregunté gentilmente, tratando de no alterarla

más de lo que estaba—. ¿Tu madre? —Pero tan pronto como lo dije supe que

su madre no habría sido de ayuda—. ¿Un amigo?

Addison asintió miserablemente.

—Le dije a Edén. —Sollozó ella, obviamente reteniendo las lágrimas.

—Ella hizo una aparición como estrella invitada en el programa, y nos

volvimos amigas. Dijo que yo era afortunada. Que solo le ofrecían ese trato a

los mejores de nosotros. Los que tenían verdadero potencial de convertirse

en estrellas. Dijo que había firmado dos años antes y que no lo había

lamentado ni por un segundo. Y su primer CD acababa de volverse Platino.

¡Platino! —repitió, mirando a Tod con desesperación, implorándole con su

mirada que le creyese. Que entendiese su decisión—. Podía firmar para

convertirme en una estrella o podía dejar a todos los del Set sin trabajo y

dejar que mi familia se muriera de hambre. Lo hice por ellos…

Vi el conflicto en el rostro de Nash. Él entendía su decisión. Pero no quería

hacerlo. Sin embargo, yo ya me había movido a una escena más grande.

Ellos sólo le ofrecían ese trato a los mejores de nosotros. Las palabras de

Addison me perseguían, y su implicación envió nuevos escalofríos por mi

columna hasta llegar a las extremidades mientras mis dientes castañeaban.

Lo habían hecho antes. Muchas veces. Dekker Media estaba hacienda tratos

con demonios, y dejando que sus estrellas adolecentes pagaran el precio.

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Capítulo 7 Traducido por Steffanie Mirella

Corregido por Estef

spera, ¿Dekker Media esta chantajeando niños para que

vendan sus almas? —Nash lucía tan horrorizado como

me sentía.

—Honestamente, no creo que todos tuviéramos que ser chantajeados. —

Addison se reclinó en la silla del hotel y pasó sus palmas nerviosamente

sobre muslos cubiertos en jeans de diseñador.

Nash miró a través de la mesa, de ella a Tod. —Pero ¿Cómo se beneficia la

compañía con eso?

—Codicia, simple y llena. ¿Verdad? —Miré a Addy para confirmar.

Ella encogió de hombros y tragó grueso, como si la cena estuviera tratando

de hacer una reaparición. —Esa es mi suposición. Creo, que si somos ricos y

famosos, también lo son los diseñadores y los empresarios, ¿Verdad?

Nash frunció el ceño. —¿Y qué pasa si sus estrellas dejan la corporación? ¿Se

vuelven independientes, como Edén?

Addison cruzó sus brazos sobre su pecho, probablemente para mantener sus

manos quietas.

—Edén se volvió independiente en la pantalla hace dos años, pero sólo

después de seis años y tres contratos con Dekker, durante los cuales ella

estuvo trayendo efectivo más rápido que cualquier otro niño estrella en la

historia. Pero ella sigue en su sello discográfico, y yo también.

La cantante inhalo profundamente, como si sus siguientes palabras fueran

difíciles de decir. —Cuando firmas con Dekker, incluso si no estás vendiendo

tu alma, estás vendiendo. Consiguen a la mayoría de nosotros antes de llegar

a la pubertad, y te conviertes en lo que quieren que seas. Diseñan tu

—E

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apariencia, te lanzan en sus espectáculos, y te ponen al menos en una

película para la televisión al año. Las películas en si no hacen mucho dinero,

pero en su comercialización, ahí si se obtiene bastante.

Ella suspiró y empezó a marcar puntos con los dedos. —Ellos escogen las

canciones que grabaremos, programan las apariciones, y reservan los tures.

Incluso eligen tu corte de cabello, a menos que tu agente sea un verdadero

tiburón. Pero la mayoría de los agentes también están en el bolsillo de John

Dekker, porque ellos quieren clientes con carreras garantizadas.

Muy. Escalofriante. Dekker Media estaba empezando a sonar mucho más

espeluznante que el inframundo.

—Bueno, quizás estoy entendiendo mal, pero estamos hablando de Dekker

Media, ¿Verdad? ¿Los de las brillantemente felices comedias para niños?

¿Con la ardilla de dibujos animados y los inmaculados cuentos de hadas?

¿Ese Dekker Media está cosechando las almas de sus estrellas a cambio de

éxito comercial?

Addison curvó su labio en una sonrisa amarga. —¿Irónico, verdad?

No sabía que contestar. Hasta que ellos crecieran y fueran independientes,

las estrellas de Dekker ni siquiera se habían perforado los ombligos. Y sin

embargo eran una cascara humana sin alma. Ironía no podía ni siquiera

comenzar a cubrirlo.

Y yo que pensaba que todo eso del grito Bean Sidhe era extraño….

Tod le dio a Addison una sonrisa de apoyo, y Nash se frotó la cara con ambas

manos. Acido se revolvía en mi estomago, que amenazaba con devorarme de

adentro hacia fuera, y el mismísimo aire tenía un sabor amargo, con el sabor

que quedaba luego de esas acidas palabras. Pero tuve que preguntar…

—Addison, ¿Hace cuanto tiempo que sucede esto? ¿Este tráfico de almas?

Ella encogió los hombros y haló un mechón de su cabello rubio ceniza sobre

su hombro, enrollándolo del borde con los dedos mientras hablaba. —No lo

sé, pero corre el rumor de que un par de artistas de la década de los

cincuenta vendieron las suyas, antes cuando todo lo que producían era en

blanco y negro. ¿Quién era la chica que hizo todas esas películas y

promocionales después que ella dejó a Dekker?

—Las películas Campfire Stalker, —Tod corrigió.

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—Sí, esas. Esa chica vendió su alma. Y ella se está poniendo vieja… — La voz

de Addison se apagó pero el horror que había en su rostro era fácil de leer.

—Chicos, esto es mucho más grande de lo que pensábamos. — Crucé mis

brazos sobre mi pecho, mirando con un rostro sombrío e impactado al

siguiente—. Demasiado Grande. —La idea de localizar a un demonio con un

alma de segunda mano era bastante aterrador. Pero no tenía idea de cómo ir

en contra del inframundo y Dekker Media por un acuerdo que

evidentemente habían tenido por más de medio siglo.

Todo lo que podíamos hacer era llevar a Addison al inframundo para que

pudiera hacer efectiva la clausula de salida.

—Y, ¿Qué pasa con la clausula de salida? ¿Qué pasa si pides que te devuelvan

el alma?

—Se llevan todo. —Tod agitó las manos para indicar el cuarto de hotel, y la

carrera de Addison, luego cruzo el cuarto hacia un pequeño refrigerador

contra la pared—. Todo por lo que ella ha trabajado sólo… desaparecería.

—Si ella no estaba preparada para eso, no debería haber vendido su alma, —

Nash contestó, sus iris cómo un mar agitado color café y verde. Pero sabía

que no era tanto porque estaba enojado con Addy como por lo preocupado

que estaba por nosotros, en su opinión arriesgar dos vidas básicamente

inocentes y una vida después de la muerte por un alma comprometida no

tenía mucho sentido.

Estaba empezando a estar de acuerdo con él. Quería ayudar a Addy, pero no

si no estaba dispuesta a ayudarse a sí misma. ¿Qué era la fama y la fortuna

en comparación con una eternidad de torturas? —Así es cómo funciona el

contrato, Addison. Lo cumple o si no tiene que devolver todo cuanto le han

dado. ¿Pero acaso no lo vale tu alma eterna?

Ella parpadeó frente a mí, y sus lágrimas se desbordaron finalmente. —No es

por el dinero, o la fama. Hay días que me gustaría cambiar mi cara por una

que nadie haya visto. —Addison se quitaba las lágrimas de sus mejías con

ambas manos, manchándose con el delineador en el proceso, y empuje una

caja de pañuelos hacia ella.

—¿Entonces, que es?

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Ella respiró hondo. —Si yo demandara mi alma de vuelta, van a recuperar

todo lo que he conseguido como resultado de haber firmado ese contrato… y

todo lo que cualquiera haya conseguido por mí. Me van arruinar, pero las

consecuencias llegaran hasta mi agente, mi abogado, publicista y todos lo

que han trabajado conmigo. Va a devastar a mi familia. —Ella sollozó, pero

ahora había un tono agresivo en su voz—, Mi mamá, Regan. Mi papá, y con

cualquier menor de veinte años con la que se esté acostando esta semana. Y

no sólo estoy hablando del dinero. Fuimos pobres y podremos ser pobres de

nuevo. Estoy hablando de deudas, desgracia y humillación pública, mil veces

peor que si hubiera rechazo la oferta original.

Nash entrecerró los ojos mientras Tod pateaba el refrigerador y volvía con

cuatro gaseosas de dieta coca-cola, evidentemente todo lo que Addy tenía a

la mano. —No pueden hacer eso. ¿O sí?

Addison rió con amargura, y aceptó la lata que Tod le entregó. —¿Recuerdas

a Whitney Lance? ¿Lindy Cohen? Entre los dos, tienen tres divorcios, siete

arrestos, cinco intentos de rehabilitación, y dos niños que les quitó la corte. Y

se pone mucho peor. Otros han tenido escándalos con fotos de desnudos,

ataques de histeria públicos y semanas pasadas en la sala de psiquiatría.

Carolina Burke pasó dos años en prisión por evasión de impuestos, y

Denison Clark fue arrestado por conducir ebrio dos mese antes de su

cumpleaños número veintiuno. Y nuevamente seis meses después por

violación de menores.

—Sí, pero ellos realmente hicieron esas cosas, ¿Verdad? —Nash abrió la lata,

cada vez luciendo menos compasivo—. Por favor dime que no tienes

antecedentes de arresto o un niño enamorado escondido en algún lugar.

—Por supuesto que no. —Los ojos de Addy brillaron con ira, y me alegré de

verla. ¿Si no podía enfrentarse a nosotros como podría demandarle a un

demonio que le devolviese el alma?

—Bueno, si no les has dado ninguna cuerda, ¿Cómo te van a colgar?

—¡No soy perfecta, Nash! —Addison utilizó los brazos de su silla para

impulsarse y ponerse de pie y se quedó mirándolo—. No me digas que nunca

has bebido. O que eres virgen.

El rostro de Nash se endureció, pero se quedó callado.

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—Mi contrato mantiene protegida, pero si recupero mi alma, no sólo van a

quitar la protección, sino que van a comenzar a lanzarme cuchillos. Van a

tomar cada decisión que haga y la van a lazar en mi contra. Cada tragó que

tomé será una pública borrachera. Cada relación en la que me meta será un

desastre publicado a todo color en los periódicos en todo el mundo. Mis ex

venderán historias y fotos a las revistas. —Ahora estaba caminando, las

palabras salían de su boca más rápido de lo que podía entenderlas—. Los

paparazzi obtendrán fotos de mi madre drogada. Diablos, probablemente

ella vaya a prisión por comprar narcóticos en internet, o algo así. Los

prestamos de mi padre lo alcanzarán y sin mí para sacarlo de prisión, sus

acreedores se lo comerán vivo. Y ni siquiera quiero saber lo que le sucederá

a Regan. Ella acaba de conseguir un papel en un programa nuevo de

adolecentes. Su carrera terminará antes de que empiece. —Addison cayó

nuevamente en la silla y prácticamente se derritió en la tapicería—. Me

volverán loca, y eso sólo le pondrá más gasolina a la locura de los medios.

Me recosté en el respaldar, tratando de imaginar mi vida bajo el

microscopio, cada una de mis indiscreciones expuestas.

—De acuerdo, sí, suena mal. Pero tus padres cavaron sus propios hoyos, y no

te puedes culpar cuando caigan en ellos. —Abrí mi soda y tomé un sorbo,

aún pensando—. ¿Son la pobreza y la vergüenza realmente peores que la

tortura eterna?

Addy negó con la cabeza medio convencida. —No, y sé que probablemente

merezco lo que me pase. Pero Regan no, y tampoco nadie más que termine

hiriendo. —Ella encontró mi mirada, sus pálidos ojos azules nadando

nuevamente en lágrimas—. Recuerdas el año pasado. ¿Cuando ese Evans

estrelló el auto? Él mató dos personas y arruinó su rostro para siempre

cuando salió por la ventana. Luego perdió casi todo lo que tenía en las

demandas interpuestas por los chicos muertos, y el resto de ello en los

abogados y contadores. Y que de…

—Hey, espera un minuto. —Froté mi frente con ambas manos, luchando

contra un dolor de cabeza causado por sobrecarga de información cuando

finalmente empecé a comprender todo lo que nos dijo—. ¿Estás diciendo

que todas las estrellas de Dekker con grandiosa presentación y

rechinantemente limpios antecedentes son en realidad cascaras humanas

sin alma, y los chicos y chicas malas de Hollywood son en realidad chicos

buenos, por que recuperaron sus almas?

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Ella miró fijamente su propia soda. —No los llamaría exactamente chicos

buenos por tomar la cláusula de salida.

—¿Qué quieres decir? —Nash sacó una almohada de detrás de él y luego la

dejó caer en el suelo al lado del sofá. Addison miró a Tod en lugar de

contestar. El ángel de la muerte suspiró y se inclinó hacia adelante con los

codos apoyados en la rodilla, y su concentración cambio de Nash a mí, luego

devuelta a Nash.

—Hay una pequeña complicación con la clausula de salida.

Mi estómago dio vueltas. Algo me dijo que su definición de `una pequeña

complicación´ y la mía no tendrían mucho en común.

—Addy no tiene una copia de su contrato….

—Apenas tenía dieciséis. —Interrumpió Addison, con sus mejillas

encendidas por la vergüenza—. Nunca se me ocurrió pedir una copia.

Nash le frunció el ceño, ojos avellana arremolinándose rápidamente con una

creciente ira. —O al menos leer la maldita cosa antes de firmar, según

adivino.

—Espera, ¿No son dieciséis años demasiado joven para firmar un contrato

sin el permiso de su madre? —Pregunté, esperando haber encontrado un

brillante vacío legal.

La Mirada de ojos azules de Tod pareció ensombrecerse. —En el infierno

consideran a los humanos adultos una vez lleguen a la pubertad.

Fruncí el ceño. —Eso es extraño.

Encogió los hombros. —Es el infierno. Y ella no tenía idea que poseía el

derecho a una copia de su contrato, y los demonios no son conocidos por

explicarte tus derechos. —Deliberadamente cambio su foco a mí—. De

cualquier forma, hoy anduve preguntando por ahí… —La expresión en su

rostro me dijo que no querría saber con quién había hablado, o que era lo

que había tenido que hacer para conseguir esa información—. …y si el

contrato de Addy es igual que el resto de los otros -y estoy seguro que así es-

su cláusula de salida requiere de un intercambio.

—¿Qué? —Parpadeé, esperando haber escuchado mal, o que estuviera

malentendiendo algo—. ¿Un intercambio como el que hizo mi madre? ¿Una

vida por una vida? —El horror que me embargaba no tenía igual. Me froté el

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brazo en un intento por mantener a raya los escalofríos, pero aun así ellos

sucedieron.

—Un alma por un alma, —corrigió Tod, mirando fijamente el piso antes de

encontrar mí mirada nuevamente—. Pero básicamente sí. Addy sólo puede

recuperar su alma intercambiándola por la de alguien más.

—Espera… —Nash frotó su frente, como si eso ayudase a comprender la

nueva información. —Las almas no pueden ser robadas. Sólo pueden ser

tomadas cuando la persona muere, o entregadas libremente por su dueño.

Busqué el rostro de Addison, luchando contra la nausea que empeoraba a

cada momento. —¿Así que todas esas personas que mencionaste, tuvieron

que matar a alguien para recuperar sus almas?

—O reclutar a alguien, —dijo Tod, dándole vueltas a la tapa de su soda como

si no le importase este nuevo acontecimiento.

—¿Y tú llamas eso una pequeña complicación?

Tod encogió de hombros y volteó a mirar a Nash como si buscase una

segunda opinión. —Se que estamos cortos de tiempo, y sugeriría que nos

alejáramos de la idea del asesinato para mantener las cosas simples, pero

estoy seguro que Addy conoce a alguien buscando un rápido impulso en su

carrera…

—¡No! —Las dos gritamos en unisonó, lanzándole miradas gemelas de

horror al ángel de la muerte—. No puedo tomar la clausula de salida, Tod, —

continuó Addison—. Incluso si estuviera dispuesta a tirar a mi familia a los

lobos, no puedo poner a alguien más en mi posición.

—¿Preferirías morir sin tu alma? —Por primera vez parecía estar irritado

con ella.

¿Estaba verdaderamente listo para condenar a alguien más al inframundo

con tal de salvar a Addison?

Sí. Podía verlo en sus ojos, en la forma que se iluminaban cada vez que ella

hablaba. En la manera en que sus ojos nunca la dejaban por mucho tiempo.

Él haría cualquier cosa por ella, literalmente, y ese conocimiento me

asustaba casi tanto como el pensar en viajar al inframundo.

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—No, —contestó ella finalmente, dándole vuelta lentamente a su lata sobre

la mesa—. Por eso es que necesito su ayuda. Necesito recobrar mi alma sin

usar la clausula de salida.

—¡Demonios! —Nash golpeó su lata vacía contra la mesa, sus irises brillaban

con una confusión de colores de ira.

—Ella tiene razón, —dije suavemente. Luego fijé a Tod con la mirada—. No

te ayudaré a llevar a otro cordero al matadero. Si hacemos esto, lo haremos

sin el intercambio.

Tod frunció el ceño, y nuevamente su disposición a tomar la ruta fácil me

congeló la sangre. Pero entonces miró la desesperación en el rostro de

Addison y asintió.

—¿Nash? —Tomé su mano y la rodeé con mis dedos—. Entenderé si quieres

retirarte.

Él exhaló pesadamente. —Como si pudiera dejarte hacer esto sola.

Mi alivio era una amarga merced. No quería hacer esto más de lo que él

quería. Pero mucho menos quería hacerlo sin él.

—¿Y… dónde comenzamos? —Addison miró de mí hacia Nash, luego a Tod—

. ¿Qué puedo hacer?

Respiré profundamente, luego tomé un sorbo de mi soda. —Primero

tenemos que saber que demonio era este. Porque es un él, ¿Cierto? —

Pregunté, cuando se me ocurrió que había estado pensando en el demonio

como un él.

—Sí, es un… un… hombre demonio. —Ella se sonrojó y meneó la cabeza—.

Pero no se su nombre. Ni siquiera estaba segura que tuviesen nombres.

—Pero sí lo conociste ¿Verdad? —La frustración sazonaba mis palabras, y

todos podíamos oírla.

—Sí lo hizo. —Tod contestó por ella, apretando sus manos en tensos puños

sobre su regazo—. El proceso de trasferencia es… en persona.

Wow. Eso podía significar tantas cosas…

—Bueno. Dinos todo lo que recuerdas. —Froté mis húmedas palmas en mis

jeans, medio temiendo lo que estábamos a punto de oír. Pero si yo lo estaba

medio temiendo, Addison estaba temiéndolo por completo. Ella miró a Tod,

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su reluctancia era obvia en la forma en que presionaba juntos sus labios y en

el pánico que se veía nadar en sus ojos.

—Está bien. —Él se inclinó para frotar su brazo desnudo—. Necesitamos

saber lo que tú sabes.

Pero las manos de Addison empezaron a temblar, pese a su consuelo.

Le di un codazo a Nash e indiqué a Addy. Rodó los ojos, y asintió cortes

mente. —Sólo dinos lo que recuerdas. —Pese a su reluctancia de consentirla,

su voz irradiaba seguridad y comodidad que nos cubría como una cálida y

familiar sabana—. Si lo necesitas cierra los ojos. Pretende que no estamos

aquí. —Luego de unos instantes, Addy asintió y se recostó hacia atrás en la

silla con los ojos cerrados—. Comienza cuando firmaste el contrato. —Calmó

Nash—. ¿Dónde estabas?

—En la oficina de John Dekker. Tenía las cortinas cerradas y el aire

acondicionado estaba al máximo. Me estaba congelando.

—Bien, muy bien… —Nash dijo, y miré mi reloj. La hora de privacidad de

Addison terminaría en veinte minutos, y no estaba en las condiciones para

otra escapada bajo presión—. ¿Firmaste el contrato y luego qué pasó?

¿Se firma un contrato demoniaco con tinta o con sangre? No pude evitar

preguntármelo.

—Dekker se llevó el contrato a otro cuarto. Cuando regresó había una mujer

con él. Era alta y bonita, pero me miraba extraño. Como si ella tuviera

hambre y yo fuera la cena.

Me moví incómodamente en el sofá hasta que Nash tomó nuevamente mi

mano y la apretó gentilmente.

El sentir su piel contra la mía tenía casi la misma reacción calmante en mí

que su voz.

—¿Qué hizo la mujer? —Preguntó.

Addy aclaró la garganta y siguió, sus ojos continuaban bien cerrados. —Ella

alargó las manos y comencé a sentirme mareada. Cerré los ojos y cuando los

abrí… —En ese momento abrió sus ojos para mirarnos, como si actuase lo

que recordaba—. …ya no estaba la oficina de Dekker.

Ambos hermanos encontraron mi mirada, confirmando mis sospechas.

Dekker tenía un ángel de la muerte renegado con él.

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—¿Dónde estabas? —Pregunté. No pude evitarlo. Varias veces había tenido

un vistazo del inframundo, pero nunca había estado ahí.

—No lo sé. —Su mirada se volvió distante mientras se perdía en su propio

recuerdo—. Estábamos parados sobre un piso de mármol blanco en un

cuarto tan grande que no podía ver las paredes, pero por el eco sabía que

habían paredes. Y por un minuto o dos había una extraña neblina gris sobre

todo. Pero luego se despejó por completo de una vez, como si nunca hubiese

estado ahí. Pero sé que la vi….

Nash miró a Tod, y un mensaje sin palabras pareció pasar entre ellos, le di

un codazo a Nash, esperando una explicación, pero él sólo levantó un dedo

diciéndome que esperara. Asentí reluctantemente, luego tomé de mi soda en

silencio mientras él continuo. —¿Qué ocurrió después, una vez que la niebla

se aclaró?

—Al principio nada. —Los ojos de Addy recobraron enfoque, y su mirada

sostuvo la mía por un minuto antes de deslizarse hacia Tod—. Luego

escuché pisadas sobre el piso de mármol, y vi a alguien caminando hacia

nosotros detrás de la mujer.

—¿Ese era el demonio? —Preguntó Tod, sus palabras cortadas por la ira. ¿O

era miedo?— ¿Cómo lucia? Dinos todo lo que recuerdes.

Addy volvió a cerrar los ojos para concentrarse. —Lucia bastante normal.

Como cualquier hombre de negocios. Llevaba puesto un simple traje negro y

tenía cabello castaño. No parecía muy atemorizante, así que empecé a

relajarme. Pero entonces vi sus ojos. No tenían color. En absoluto. —En ese

instante se abrieron su ojos, bañados de un miedo tan fresco que casi podía

probarlo—. Eran sólidas bolas negras pegadas en su cabeza, sin pupilas o

irises. Era… extraño. No sabía si se estaban moviendo, y no sabía si me

estaba mirando o no.

Tod y Nash volvieron a verse el uno al otro, y luego a Addy. —¿Qué hizo?

—Me besó. —La voz de Addison se quebró en la última palabra, y todo su

cuerpo comenzó a temblar. Cuando Tod se puso de pie y se movió hacia su

silla, sus ojos captaron su movimiento y volvieron a enfocarse.

—¿Estás bien? —Pregunté mientras Tod abría la puerta del ropero y sacaba

una manta de la repisa inferior.

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—Sip. —Ella le agradeció a Tod con una sonrisa cuando este cubrió su

regazo con la manta y la metió a sus lados—. Es sólo que no quiero pensar

en lo que hizo. En lo que le dejé hacer.

Asentí con simpatía, y Nash aclaró la garganta. —De acuerdo. ¿Así que te

besó…?

—Sí, sólo que no era un beso verdadero. —Addison se inclinó hacia adelante

para tomar un sorbo de su lata, luego la puso sobre la mesa y se arropó

fuertemente con la manta—. Su boca se abrió, y me… succionó.

—¿Te succionó? —Repetí, confundida por su parafraseo—. No es eso lo que

es un beso. —A menos que yo lo haya estado haciendo mal…

Sus dientes comenzaron a tiritar, y era obvio el esfuerzo que le tomó hablar

claramente. —Él me succionó como si yo fuera una paleta humana, y sentí

como si me hubiera tragado un huracán. Como si él hubiera movido algo

dentro de mí, y podía sentirlo golpear en mi interior. Después eso salió…

entre mis labios y dentro de él.

Wow. Los demonios succionan. Literalmente.

—Cuando acabó, sentía mi interior frío. Estaba temblando tan fuerte que

apenas y podía ponerme en pie. Sentía mi cuerpo tan vacío que pensé que

colapsaría, como si fuera una aspiradora que no podía ser llenada. En ese

momento supe que había cometido un error. Pero era demasiado tarde.

Addy se inclinó hacia adelante para tomar nuevamente su lata de soda, pero

tembló tanto en su mano que derramó soda a los lados. Ella la devolvió a la

mesa disgustada y presionó sus manos juntas entre sus rodillas, tratando en

vano de detener los temblores. —El hombre… el demonio dio un paso atrás

y se lamió los labios, como si yo supiera bien. Me sonrió, y me sentí sucia.

Como si pudiera lavarme por horas y nunca librarme de su suciedad. —Sus

manos se frotaron contra sus jeans con tanta fuerza que sus dedos se

pusieron blancos—. Después él se inclinó y me besó nuevamente, pero esta

vez el exhaló en mi boca, y su aliento se sintió espeso y pesado.

Ella se detuvo y cerró los ojos, frotando su rostro ásperamente como si

quisiera borrar el recuerdo de su memoria. Pero este no desaparecía. Por

experiencia sabía cómo era eso. Los peores recuerdos se quedan con uno,

mientras que los buenos parecen desvanecerse entre los dedos.

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—Pensé que estaba fría antes, pero eso no fue nada en comparación con el

estar llena con su aliento. Llena de él. El demonio tomó parte de mí y dejó

parte de sí en su lugar. Podía sentirlo moviéndose dentro de mí.

Explorándome desde adentro. Tan frío que quemaba cada parte de mí que

tocaba. Las primeras veces que exhalé, mi aliento era blanco, como si fuera

invierno. Mis dientes tiritaron por dos días después de eso. Pero lo peor era

el frío. —Ella tembló y tomó con fuerza la manta—. Ese horrible y vacío frío,

que me tragaba del interior hacia afuera…

—¿Cuándo desapareció eso? —Pregunté, mi voz era tan suave y horrorizada

que apenas podía escucharla.

Addison me miró y sonrió suavemente, su expresión vacía, y mucho más

atemorizante por ello. Luego alzó una mano y levantó su párpado. Con su

mano libre, pinchó el frente de su ojo, y algo calló en su palma.

—¿Cuándo se fue el frío? —En ese instante parpadeó, y cuando me miró, vi

que sin su lente de contacto, su ojo izquierdo era completamente blanco, sin

pupila ni iris—. Nunca.

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Capítulo 8 Traducido por Steffanie Mirella

Corregido por Estef

aya. —Nash se acercó para poder verlo mejor mientras

mi corazón saltaba hasta mi garganta, y si no fuera

porque estaba ocupada estando horrorizada por el ojo

sin forma de Addison, puede que su curiosidad sin miedo me hubiera

sorprendido—. ¿El demonio le hizo eso a tu ojo?

Addison asintió. —A ambos. —Ella alargó la mano para que pudiésemos ver

el pequeño y curveado disco plástico acunado en la palma de su mano, era

demasiado grande para ser un lente de contacto normal, ella debió haber

notado mi confusión—. Tecnología demoniaca. Dekker la da para poder

vernos normales.

Con mi pulso aún acelerado, me incliné para tener una mejor vista y noté

que el lente tenía las especificaciones de los ojos humanos. El extraño iris

azul pálido de Addison estaba justo ahí en su palma, rodeando una pupila

negra como la cabeza de una aguja.

—Las pupilas incluso se dilatan o contraen, dependiendo de la cantidad de

luz en la habitación. —Ella sonrió amargamente y parpadeó con un

atemorizante par de ojos desiguales—. ¿Acaso no aman la tecnología

extranjera?

No sabía cómo contestar eso, y esperaba que lo estuviese diciendo de forma

irónica. No estaba particularmente encariñada con la tecnología que

permitía que elementos del infierno se escondiesen en nuestro mundo. Pero

sí tenía preguntas. —¿Por qué hizo eso? ¿Acaso no sería más conveniente

para el demonio el evitar que sobresalgas?

—No tiene opción. —Tod regañó—. Es un efecto secundario del proceso.

¿Conoces esa frase que dice que los ojos son las ventanas del alma? —

Preguntó, y tragué grueso antes de asentir. No me gustaba la dirección que

—V

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llevaba—. Evidentemente es algo literal. Una vez que el alma se ha ido, ya no

hay nada que ver a través de las ventanas.

Nash silbó suavemente. —Esa tiene que ser la cosa más extraña que haya

visto. Y eso significa mucho viniendo de un Bean Sidhe.

—Quieres que me vuelva a poner el lente, ¿Cierto? —Addison inclinó la

cabeza y le ofreció una pequeña y sombría sonrisa.

—Eso sería grandioso, gracias. —Nash asintió decisivamente.

Addy se paró y caminó hacia el cuarto de baño. Regresó en un minuto y su

ojo lucía normal. Sólo que también seguía luciendo algo extraño,

probablemente era porque ahora sabía lo que escondía el lente de contacto.

—Así que, cuando recupere su alma, ¿Sus ojos volverán a ser normales? —

Nash dirigió su pregunta a su hermano en lugar de a Addison, y me di cuenta

que estaba evitando verla.

A mí también me asustaban sus ojos, pero no pude evitar divertirme con el

hecho de que Nash estaba más cómodo tratando con un ángel de la muerte -

un chico muerto-vivo que mataba gente y recolectaba almas humanas- que

con una casi normal chica humana que había perdido la de ella.

—Deberían.

—Bien, espera un minuto. He visto cadáveres… —No era algo que me

hubiese imaginado diciendo hace un par de meses—. …y ninguno de ellos

lucía así, incluso después que el ángel de la muerte se llevó sus almas.

Tod asintió, sosteniendo la mano de Addy entre las suyas. —Cuando el

corazón y el cerebro se detienen, los ojos dejan de funcionar. Ellos reflejan el

estado en que estaba el alma cuando la persona murió. Es como cuando se le

acaba la batería a un reloj. Las manecillas no desaparecen, pero ya no se

mueven. Se quedan congeladas en el último minuto que marcaron.

—Bueno, eso tiene sentido. —De una realmente muy extraña manera. Pero

no planeaba quedarme meditando en eso. Estaba lista para darle su

privacidad a Addison e irme a trabajar en su problema en algún lugar donde

las ventanas vacías de su alma no se me quedaran mirando fijamente a

través de su extraña fachada humana. Pero primero necesitábamos la

información por la que habíamos venido—. Addison, ¿Notaste algo sobre el

demonio que nos pudiese ayudar a identificarlo? ¿Una nariz rota o barbilla

partida? ¿Dientes torcidos?

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Incluso mientras se lo preguntaba, me di cuenta que su respuesta

probablemente no ayudaría, incluso si hubiese notado algo, no sabía mucho

de demonios, pero sí sabía que podían tomar más de una apariencia, así que

cualquier descripción que nos diera puede que no concordara con el

demonio un instante después de haberlo conocido.

Negó lentamente con la cabeza. —No. Aparte de los ojos, lucía normal.

Cabello castaño, estatura normal, ropa usual, y no, ninguna marca de

nacimiento o algo parecido.

—¿Y estás segura que no escuchaste el nombre del demonio? —Preguntó

Nash.

—Si lo hubiera hecho, creo que abría podido olvidarlo.

—¿Y qué de tu contrato? —Pregunté, golpeada por un súbito relámpago de

ingenio—. ¿Él firmó también, no es así? ¿Viste lo que escribió?

Negó miserablemente. —Debieron haber hecho eso luego de que me

marché. El lugar para su firma aún estaba en blanco cuando firmé.

Mi mano apretó la de Nash, mi frustración se estaba volviendo difícil de

controlar. —De acuerdo, entonces piensa con cuidado. ¿Te dijo algo? ¿O a la

mujer que te llevo con él? —No había por qué decirle que esa mujer era un

ángel de la muerte, no estaba segura de cuanto sabía ella de Tod, o del

infierno en general.

—Um… —Addy cerró los ojos concentrándose, pero los abrió luego de unos

segundos.

—No. Él nunca habló, ni siquiera escuché su voz.

—¿Qué de la mujer? —El pie de Nash golpeaba la capeta y su rodilla

golpeaba contra la mesa de café una y otra vez. Obviamente él estaba tan

ansioso por irse como yo—. Le dijo ella algo a alguno de ustedes?

—No. —Addy no dudo esta vez—. No, nadie habló mientras estuvimos en…

ese lugar. —Su nariz se arrugó en señal de disgusto, o tal vez por miedo.

—¿Y qué de cuando volviste? —Puse mi mano sobre la rodilla de Nash para

hacer que se detuviera—. ¿Dijo algo cuando regresaron a la oficina de

Dekker?

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—¡Sí! —Los extraños y falsos ojos de Addy se ensancharon, e

inadvertidamente noté que sus pupilas sí se dilataban con los diferentes

niveles de luz. Eso habría sido increíble, si no fuera tan extraño—. Cuando

volvimos Dekker aún estaba ahí. Cuando ella iba saliendo de la habitación, la

mujer pasó su mano por el brazo de Dekker y sobre su hombro, sonriéndole

como si él fuera comestible. Ella dijo: —Tu avaricia está a salvo por otro

año—. Después ella simplemente salió por la puerta.

Avaricia… prácticamente podía escuchar los engranes en la cabeza de Tod

dando vueltas, mientras buscaba en su memoria, pero si no dio con nada, no

podía estar segura.

—¿Significa algo para ti eso? —Addison estudió el rostro del ángel de la

muerte con obvia esperanza.

—Avaricia significa codicia, ¿Cierto?

—Sip, —dije cuando Tod no respondió. Recorrí los nudillos de Nash con mi

pulgar, por donde sus dedos aún estaban rodeando los míos.

—Y, ¿Te dice eso quién es el demonio?

—No. —Aunque odio admitirlo—. Pero con una pequeña investigación

podría.

Me puse de pie, señalándoles a los chicos que estaba lista para irme.

Inmediatamente. —¿Tod, podrías intentar obtener una copia del contrato de

Addy? Seguramente Dekker tiene el expediente en algún lugar. —Esa me

pareció la manera más fácil de identificar al demonio, teniendo en cuenta

que Tod podía aparecer dentro de cualquier lugar cuando lo deseara.

El asintió, pero su rostro mostraba la poca esperanza que tenía.

—Bien. —Me volví a Addy y logré darle una sonrisa esperanzadora—. Te

mantendremos al tanto de lo que encontremos.

* * * * *

Abrí la puerta del frente y me guardé las llaves en el bolsillo, primero vi

dentro de la sala y luego en la cocina para asegurarme que Nash y yo

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estuviéramos solos. Mi padre trabajaba un turno extra la mayoría de los

lunes, así que no debería estar en casa hasta después de las nueve, lo cual

nos daría a Nash y a mí varias horas a solas.

Pero no podía acostumbrarme a tener la casa para mi sola -la tía Val casi

siempre había estado en casa- así que sólo por las dudas le di un grito

llamándolo en lo que Nash cerraba la puerta atrás de mí. —¿Papá?

No hubo respuesta, pero dejé mi mochila en su silla reclinable, luego revisé

su cuarto para estar segura. Él me mataría si supiera que me estaba

inmiscuyendo en cosas de ángeles de la muerte. Otra vez, sin mencionar a

los demonios.

El cuarto de mi padre estaba vacío, y para cuando regresé a la cocina, Nash

se había quitado la chaqueta y sacado dos latas de soda del refrigerador. Me

quité el abrigo y lo tiré sobre el espaldar de una silla, apenas mirando las

roturas en la tapicería. Hubiera sido demasiado caro para mi padre el traer

sus muebles desde Irlanda, así que lentamente habíamos estado equipando

nuestra nueva-para-nosotros casa como habíamos podido. Afortunadamente

la casa alquilada era pequeña, así que no necesitábamos mucho. Y el tío

Brendon insistió que me quedase con todo lo que había usado en su casa, así

que mi cuarto lucía muy parecido, excepto por las simples paredes blancas y

el poco espacioso piso. No me importaba nada de eso. Todo lo que realmente

importaba era que Sophie no estaba alrededor para meter su nariz en mis

cosas. A excepción de los sábados en la noche. E incluso entonces, ella solía

ignorarme completamente.

—¿Tienes hambre? —Abrí uno de los gabinetes de arriba, y saqué una bolsa

plana y doblada de palomitas de maíz.

—Muero de hambre, —dijo Nash, así que la metí en el microondas y puse el

temporizador. En lo que el microondas zumbaba, abrí mi soda y me coloqué

con la espalda apoyada en el mostrador, apreciando la vista mientras que

Nash revisaba el refrigerador. Evidentemente dos minutos y medio eran

demasiado tiempo para esperar a que estuviera listo un bocadillo.

Pero, con los juegos estatales acercándose, el entrenador Rundell había

estado haciéndolo trabajar más duro las últimas semanas. No era de

extrañarse que Nash siempre estuviera hambriento.

—Y, ¿Tienes alguna idea? —Pregunté cuando se escuchó el primer pop del

microondas. Entre itinerarios conflictivos en la escuela, su práctica de fútbol,

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y mi trabajo en Cinemark, apenas habíamos tenido tiempo de hablar durante

el día.

Nash tenía un tarro de salsa en una mano, así que le lancé una bolsa medio

vacía de frituras que estaba sobre el mostrador. —Ni una. —Rodeé la

península y me dejé caer en una de las sillas alrededor de la mesa plegable

que actualmente amueblaba nuestra cocina—. ¿Encontraste algo en la red?

—Juegos de Rol y letras de canciones. —Dije abriendo la mugrienta puerta

del microondas cuando este zumbó. Obviamente, el infierno todavía tenía

que extender su influencia al internet. Aunque ahora que lo pensaba, eso

probablemente era algo afortunado.

Dejé caer las palomitas de maíz en el tazón más grande que había en el

gabinete y vacié una pequeña botella de queso sabor nachos sobre ellas,

luego tomé mi soda de camino a la mesa.

—¿Y… qué sabes de demonios?

—Sólo lo que nos dijo Addy anoche. —Nash metió una de las frituras en la

jarra, y salió bañada de salsa con trocitos.

—Después de ver sus ojos, no quiero poner los míos en un demonio. Jamás.

— Comí varias palomitas de maíz—. Pero parece que no tendremos mucha

opción al respecto.

—Podría matar a Tod por meternos en esto.

—Es un poco tarde para eso. —Arrugué la nariz cuando lo vi meter una

palomita en la jarra de salsa, y luego tirarla en su boca.

—Raro. —Nash inclinó la cabeza hacia un lado, masticando mientras

consideraba la extraña combinación—. Pero un raro bueno.

—¿Quieres algo para poner eso? —Me puse de pie para tomar un tazón

antes que pudiese contestar—. ¿A qué hora se supone que Tod viene?

Miró su reloj. —Tomará su descanso en quince minutes. Pero conociendo a

mí hermano ya está aquí en algún lado, espiándonos.

Coloqué el tazón en la mesa y vertí la salsa en él. —Necesita una vida propia.

Una novia. Addison parece muy interesada en el… —Me aventuré,

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inclinándome sobre su hombro para meter una palomita en la salsa. Dudé,

finalmente cerré los ojos y la metí en mi boca.

¡Asco! Uno pensaría que saborizante de nachos y salsa irían bien juntos, pero

no es así. Al menos no en las palomitas. Nash se rió de mí mientras me

quitaba el sabor tomando un sorbo de soda.

—Lo último que Tod necesita es una cascara humana sin alma por novia.

Especialmente una famosa. Él está legalmente muerto, y a ella la siguen los

fotógrafos todo el día, puedo ver el encabezado “¡Addison Page sale con

chico muerto!”

—De acuerdo, no es una pareja obvia. —Encogí los hombros y tomé otro

puñado de palomitas normales—. Pero no es como si tú y yo fuéramos

exactamente una pareja normal. —No con su madre enseñándome cosas de

Bean Sidhe, y mi padre observando cada uno de sus movimientos. Aunque,

estaba el pequeño detalle de ser de la misma especie…

—Me gusta un reto. —Nash se puso de pie, sus irises se movían lentamente.

Hambrientamente.

—Oh, ¿En serio? —Le sonreí y retrocedí lentamente hasta que mi cadera dio

con el mostrador, mi interior echaba humo por el calor de su mirada.

—Sip… —Nash se paró tan cerca de mí que podía sentir la calidez de su

pecho a través de nuestras camisas. Pero no me tocó. Su cabeza se dirigió a

mi cuello, y yo inhalé bruscamente cuando su aliento rozó mi clavícula.

Incliné mi cabeza hacia atrás. Mi Corazón golpeaba fuertemente contra mis

costillas, y contuve el aliento, esperando sentir sus labios sobre mí. Serían

suaves, y calientes. Lo sabía. Lo deseaba. Pero no ocurrió.

Su cabeza se elevó gradualmente, su aliento viajando sobre mi cuello con

una insoportable lentitud. Mi pulso se aceleraba con cada húmedo y caliente

soplo sobre mi piel. —Nash… —Levantando mis brazos dejé mis dedos a

milímetros de de su camisa cuando sus cálidas manos rodearon mis

muñecas. Sosteniéndome. Deteniéndome.

—¿Mmm? —Su aliento acarició mi oído en ese instante, y varios escalofríos

subieron por mi columna, permaneciendo en lugares placenteros en todo mi

cuerpo.

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—Déjame tocarte. —Salió como un gemido, y una parte de mí estaba

mortificada por la necesidad que había en mi voz. Pero a él le gustaba. Podía

verlo, y eso hacía que estuviera bien.

—Aún no —murmuro él, sus palabras indistinguibles, sólo eran un gruñido

con lo mínimo de consonantes. El sonido golpeó el lóbulo de mi oreja,

quemándome.

—Ahora —susurré. No podía respirar. No hasta que pudiera tocarlo. O que él

me tocase—. Ahora, por favor, Nash.

—¿Estás segura? —Sus palabras surgieron como una ola de calor, pulsando

con deseo apenas contenido. Poder. Compulsión.

Considerando sus particulares talentos, probablemente habría podido

convencerme de hacer cualquier cosa que él quisiera, y ese conocimiento me

asustaba y excitaba al mismo tiempo. Pero él no lo haría. Él quería que lo

desease por mí misma. Oh, y vaya que lo hice. Lo deseaba tanto que cada

parte de mi dolía, unos lugares más que otros.

Nash se alejó lo suficiente para que pudiese ver lo café de sus ojos

agitándose en un mar de verde. Y aun así su aliento rozo mi barbilla,

enviando una ola de sensaciones sobre mí, era tan delicada que me quedé

paralizada para no romperla. Luego asentí. Estaba completamente segura.

Nash soltó mis muñecas, y una mano se deslizó sobre mi piel hasta la parte

trasera de mi cuello. Inclinó mi cabeza a un lado y sus labios se encontraron

con los míos. Tan cálidos y suaves como sabía que serían.

Le abrí mi boca, llevándolo más allá. Más profundo. Tanto como podía

aguantarlo. Y aun así quería más. Mis manos fueron a su pecho, tocando

atrevidamente cada plano, cada musculo, y pronto eso tampoco era

suficiente, así que le saqué la camisa, ansiosa de sentir su piel debajo de mis

dedos. La mano libre de Nash encontró mi cintura, y la apretó. Sus dedos se

deslizaron bajo el borde de mis jeans, tomando mi cadera, quemándome con

cada toque. Gemí en su boca cuando sus dedos apretaron más, y él me besó

con más fuerza, jugando conmigo.

Mis manos envolvieron su cintura, viajando sobre la gran expansión de su

espalda, suave y dura, y…

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—Déjenlo un rato, quieren, —Tod regañó desde algún punto atrás de su

hermano—. Aquí ya huele a sexo, y ustedes dos aún están vestidos. No

tienen ni idea de lo retorcido que es eso.

Nash se quedó rígido y luego se alejó de mí. Su cabeza calló sobre mi

hombro, y le gruñó en advertencia a su hermano, mientras mis manos se

deslizaron bajo su espalda y por debajo de su camisa.

Nash respiró pesadamente contra mi cuello en lo que sacaba sus dedos

lentamente de debajo de la cintura de mi pantalón. Él quería más. Estaba

listo para más. Podía sentir lo listo que estaba contra mi cadera.

No podía hacer que mi corazón dejara de palpitar tan fuerte. No podía

controlar mi respiración entrecortada. Ni enfriar mis ardientes mejillas.

Finalmente Nash dio un paso lejos de mí, y aún seguía respirando

pesadamente. Metiendo sus manos en los bolsillos se dejó caer en una de las

sillas.

—Tienes suerte que nadie más los encontrara. —Continúo Tod, sacando una

fritura de la bolsa, completamente ignorante de nuestra incomodidad, como

siempre—. Si yo fuera su padre, esta noche estarías cojeando a casa con tus

bolas en la mano, hermanito.

—¡Cállate Tod! —Regañé, arreglando mis jeans en su lugar bajo mi ombligo,

estaba encantada y mortificada de darme cuenta que aún podía sentir el

calor de las manos desnudas de Nash sobre mi cadera—. ¡O no vas a estar en

condición de poder ayudar a Addison!

—Hablando de ello… —Tod mojó su fritura en la salsa, luego habló mientras

la comía—. Apreciaría su ustedes dos pudieran mantener sus pegajosos

dedos fuera de mi vida personal…

—¿Qué vida? —Murmuró Nash enojado—. Sólo siéntate para que podamos

terminar esto. El padre de Kaylee regresará a las nueve, y nos gustaría un

par de horas a solas antes de eso.

Tod sonrió malvadamente. —¿Crees que esta lista para un poco más de

tiempo a solas contigo?

—No es asunto tuyo, Tod. Yo decidiré para lo que estoy lista. —Me senté en

la silla frente a él—. Lo tuyo es encontrar el demonio que tiene el alma de

Addy, y planear cómo recuperarla. ¿Encontraste su contrato?

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Tod frunció el ceño derrotado. —No. Me llevó tres horas de cavar, y espiar

esta mañana sólo para darme cuenta que todas las copias de papeleo

demoniaco son mantenidas en el infierno.

—Así que ella nunca tuvo la oportunidad de hacer efectiva su clausula de

salida. — Empujé el tazón de salsa al otro lado de la mesa, de pronto estaba

demasiado molesta para comer—. ¿Cómo lo hicieron los demás?

—Probablemente ellos sí leyeron el contrato, —Nash contesto molesto—. O

lo hicieron a través de Dekker. Adivino que no le importa si ellos no quieren

seguir, mientras den un alma que los reemplace. —Tod se movió adelante y

atrás sobre las patas disparejas de la silla plegable.

—Adorable, —escupí, cerrando brevemente los ojos por el disgusto—.

¿Alguna idea de cómo identificar al demonio por nuestra cuenta?

—No. —Suspiró el ángel de la muerte con frustración y tomó otro puñado de

palomitas—. En realidad jamás he conocido un demonio, y por todo lo que

sé, no hay un directorio de demonios del cual tomar referencia. No que

tengamos un nombre cual buscar.

—¿Pero los demonios tienen especialidades verdad? —Preguntó Nash—.

Como un demonio para el dolor, otro para la lujuria…

—…y un demonio de felicidad, y uno de esperanza, e incluso uno de amor, —

Tod terminó, indicando con una fritura—. Hay un demonio por cada

emoción o debilidad conocida por el hombre. Más de uno. Hay cientos de

demonios en el infierno. Tal vez miles. El saber en qué se especializa el

demonio de Addy no será de mucha ayuda sin algo más específico.

—Pero es un lugar para empezar, ¿Cierto? —Le di vueltas a mi lata de soda

encima de la mesa—. Es más de lo que sabíamos ayer.

Tod asintió lentamente. —Para lo que nos sirve.

—Espera… —Mis pensamientos quedaron varados en algo que dijo, como

una espina atrapada en un hilo suelto—. ¿Cómo puede haber un demonio de

amor? ¿O de esperanza? Pensé que los demonios se alimentaban del dolor y

sufrimiento. Y del caos. ¿Cómo es posible que se alimenten de emociones

que hacen feliz a la gente?

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Nash me sonrió. Pero era una dulce sonrisa de lastima. Como si me estuviera

siguiendo la corriente. Como si fuera demasiado inocente para decírmelo.

Pero fue Tod quien contestó, como siempre más que dispuesto de

informarme de la parte más oscura de la vida.

—Un demonio puede sacar dolor y caos de cualquier emoción, Kaylee. Si

quieres amor, el te da amor no correspondido. Punzadas tan profundas que

te vuelves loco y mueres. Si pides esperanza, él la convierte en vana

esperanza, esperanza tan vacía que después que la tomas, que la aprietas

con fuerza, eventualmente pierdes la razón y mueres. Y si suplicas por fe, te

dan fe ciega. Una fe a la que te aferras y sobre la que construyes, hasta el día

en que te das cuenta que no tenía fundamento, y tú…

—Entiendo, —interrumpí, con una fritura a medio camino de mi boca—. Te

vuelves loco y mueres. Los demonios son la suma de todas las cosas crueles

y malas. Gracias por clarificarlo.

Nash rió, y no pude detener una sonrisa.

—Los dos están locos, —Tod regañó.

Mi sonrisa se ensanchó. —Lo dice el no-muerto enamorado de la estrella de

pop sin alma.

Tod frunció el seño, y pensé ver sus mejillas sonrojarse. Lo cual me pareció

extraño para un hombre que había muerto hace dos años. —No estoy

enamorado de ella.

—¿Así que nos halaste dentro de una trama potencialmente mortal para

salvar a una chica que ni siquiera te importa?

Su ceño se profundizó, y Tod empujó su silla plegable sobre el desgastado

linóleo. —Bien. ¿No quieren ayudar? Lo haré yo mismo. —Él se puso de

pie—. ¿Y qué importa se muero en el proceso? Esta vez será

permanentemente.

Rodé los ojos. —Siéntate ángel de la muerte, vamos a ayudarte. —

Simplemente no podía resistirme a vengarme por invadir nuestra privacidad

constantemente—. Pero estamos sufriendo de una conspicua falta de ideas.

Necesitamos a alguien que sepa más de demonios. O al menos del infierno en

general.

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—¿Hola? Ángel de la muerte aquí. —Exasperado, Tod colocó una mano

extendida sobre la mesa—. Se sobre el infierno.

—Aparentemente, no lo suficiente. —Nash tiró otra palomita en su boca,

ignorando el murmuro bajo de Tod—. Necesitamos hablar con alguien que

ha estado vivo más tiempo. —Me miró solemnemente—. Kaylee,

necesitamos hablar con tu padre.

—No. —Negué firmemente con la cabeza—. De ninguna manera. Si sólo llego

a mencionar la palabra demonio me va a encerrar en mi cuarto y se tragara

la llave.

—Es el más viejo no-humano que conozco, y no tienes que decirle lo que

estamos haciendo.

Nash encogió los hombres, como si mi decisión debiera ser pan comido. —

Sólo dile que tienes curiosidad. O inventa algo que no lo haga preocuparse.

Además prometió no tener más secretos para contigo.

—Sip, pero nunca prometió darme el reporte interno de los demonios. —Lo

miré directo a los ojos para reforzar mi última palabra en el asunto—. Si le

pregunto a mi papa sobre demonios, será el fin de todo esto. —Luego sonreí

mientras se me ocurría una solución alterna—. ¿Por qué no le preguntas a tu

madre?

Nash frunció el ceño y la expresión en el rostro de Tod era un eco de la de él.

—Porque ella no sólo se espantaría, sino que llamaría a tu padre para poder

espantarse en estéreo.

—Así que estamos de vuelta donde empezamos. —Mis hombres decayeron,

y metí una fritura en el tazón de salsa—. Necesitamos a alguien lo

suficientemente viejo para tener mucha experiencia sobre el infierno, pero a

quien no le interesaría que es lo que estamos haciendo.

Tod se sentó firme en su silla, como si la bombilla sobre su cabeza acabara

de encenderse.

—Libby. Tenemos que hablar con Libby.

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Capítulo 9 Traducido por Steffanie Mirella

Corregido por Kanon ♪♫♪

n cuántos problemas estarás metida si nos atrapan? —

preguntó Nash, la preocupación envolvía los bordes de su

perfecta y prácticamente comestible boca. Un chico alto

con chaqueta de cuero paso corriendo a nuestro lado en el corredor llevando

en sus brazos un gran estuche de tuba. Él estuvo a punto de romper mi

hombro con él, y cuando Nash me tiró fuera de su camino, el tubista golpeó

contra los casilleros con un horrible sonido de metal siendo aplastado.

—Te refieres a si nos atrapan aquí… en el mundo humano. ¿O ahí? —

susurre, reacia a decir “El Inframundo” en publicó. Especialmente en la

escuela, con el tocador de tuba aun recobrando su balance a unos cuantos

pasos de nosotros.

—Cualquiera. —Nash se alejó de los casilleros verde oscuro, yo lo seguí, y

entramos a una alcoba cerca de los baños de la primera planta.

—Bueno, dudo que el entrenador Rundell siquiera note que no estoy ahí. —

En el último período tenía Historia Americana, y con las finales de fútbol

aproximándose, el entrenador ha estado demasiado ocupado estudiando su

libro de estrategias como para realmente dar la clase, así que hemos estado

viendo partes de un documental sobre la guerra civil durante semana y

media—. Pero si se dan cuenta y llaman a mi papá… tendría que estar en

casa antes del atardecer por el resto de mi adolescencia.

Mi padre estaba esforzándose mucho por ser un buen padre, y no estaba

hacienda un trabajo tan malo, considerando que había estado ausente por

los pasados trece años de mi vida, pero estaba exagerando en algunas partes

vitales. Como en el tiempo de calidad familiar —razón de las cenas

sabatinas—, y su necesidad de saber donde estoy todo el tiempo.

—¿E

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Eso era apropiado la última vez que compartimos una casa… antes cuando

tenía como tres años. Pero a los dieciséis, necesitaba un poco más libertad, y

muchas menos intromisiones.

—Y si nos atrapan ahí… —Encogí los hombros—. Nos puede pasar cualquier

cosa.

Nash tragó pesadamente—. Con algo de suerte no tendremos que realmente

cruzar al otro lado… Aún. —Pero ambos escuchamos la duda en su pausa—.

¿Dónde piensa tu padre que iras?

—A la ciudad conmigo —dijo Emma, sorprendida, me di la vuelta para

encontrarme a mi mejor amiga apoyada contra un gran y brillante poster del

club de ajedrez pegado a la pared a nuestras espaldas—. Después del

trabajo, compraremos una pizza e iremos de compras para el cumpleaños de

mi mamá. —Emma parpadeó con unos ojos color chocolate profundo hacia

mí y me sonrió con el blanco perfecto de sus dientes. Era lo suficientemente

bonita como para ser espectacularmente popular, pero lo suficientemente

lista como para que no le importe, y la amaba por eso.

Había convencido a un compañero del trabajo enfermo de amor de cambiar

mi turno del jueves por el suyo del viernes solo con mencionar que pasaría

cuatro horas bajo el sol con Emma en la taquilla. Tan pronto como dije su

nombre se ofreció a cambiar todos los turnos.

—Dije que la llevaría a casa a las diez treinta así que no lleguen tarde —

Emma embromó a Nash.

El sonrió y me halo más cerca de él, deseaba poder derretirme dentro suyo.

—No hay problema. —Pero no pude evitar cruzar mentalmente mis dedos.

Tod había hecho algo de investigación y se enteró de que Libby estaría

recogiendo otra dosis de aliento de demonio esa noche en Abeline. Pero el

viaje a Abeline duraba seis horas. Contando las veces que nos detendríamos

para descansar, la cena y el tiempo que gastaremos en realmente

convencerla, esta iba a ser una larga noche.

—Y, ¿a dónde van realmente? —Em metió un mechón de su largo y liso

cabello rubio detrás su oreja y nos miró a ambos con una sabedora sonrisa—

. ¿O será algo que no quiera saber?

—Probablemente no. No es lo que piensas. —Suspiré, deseando que fuese lo

que ella pensaba. Y lo deseaba con fuerza.

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Su sonrisa se disolvió en una mirada de preocupación que igualaba a la de

Nash, y ella acomodó su mochila un poco más arriba en su hombro. —

¿Cosas de Bean Sidhe? —susurró, mirando dramáticamente a su alrededor

por potenciales fisgones.

—Sip. —Tuvimos que decirle a Emma algunas cosas básicas del inframundo

cuando Nash le devolvió el alma, salvándole así la vida. Y accidentalmente

condenando otra, un hecho que me perseguía constantemente. Pero Emma

no sabía de Tod, o que los ángeles de la muerte en realidad existían, y no le

iba a decir nada que pudiera hacerla objeto de atención de algún peligroso

elemento del inframundo. No la había salvado sólo para dejarla ir

nuevamente. Nunca más.

Lo cual es la razón por la que me sentía culpable por hacer que me cubriera.

Desafortunadamente no tenía era opción, ya que Nash estaría conmigo.

Realmente necesito hacer más amigos…

—No te saltaras francés, ¿verdad? —el pánico se dejo entrever en los

contornos de la expresión de Emma. Y me reí.

—No, sólo historia. —La memoria de Emma para los lenguajes extranjeros

era tan frágil como la mía para fechas y números. Yo la ayudaba en francés, y

ella me devolvía el favor la siguiente clase en historia. Era un buen sistema, y

en realidad no estábamos copiando. Sólo nos… ayudábamos.

Probablemente nunca necesite saber cuando terminó la guerra de 1812,

¿cierto?

—Entonces vámonos, llegaremos tarde.

Sonriendo, Nash se inclino hacia delante y me beso, pero Emma me halo de

un brazo ante de poder obtener más que una solo una probadita. Nash me

guiño el ojo y se fue en la dirección opuesta. Me quede mirándolo durante

varios segundos, hasta que Emma susurró mi nombre, y yo la seguí, aún

mirando sobre mi hombro.

Cuando finalmente me di la vuelta, jadee al encontrarme a menos de cuatro

pulgadas de la mueca de disgusto de la boca sobre-pintada de Sophie. —

Casi me golpeas —dijo molesta, ojos verdes de hielo brillaban con una ira

que corría más profunda que el simple resentimiento por mi intrusión en su

círculo social.

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—Lo lamento —murmuré, lancé fuera de balance por la inesperada

confrontación. Era más fácil estar molesta con ella, cuando lo perra que era,

era algo superficial en su naturaleza. Pero ahora que el dolor y la congoja se

asomaban detrás de su armadura de arrogancia, encontré mucho más difícil

sentir por ella algo más que lástima.

Incluso si ella verdaderamente me culpaba por la muerte de su madre.

Cuando mi orgullo no me permitió quitarme de su camino —bueno, el

orgullo del firme agarre que Emma tenía de mi brazo, rehusando a dejarme

retroceder—, Sophie se movió a un lado con una mirada tan presumida que

pudo haber quemado el alma de alguien con un espíritu más débil. Pero yo

sólo pude contestarle su mirada con una de lástima, lo cual le echó más leña

al fuego de su ira.

—Tu prima es todo un fenómeno —dijo la mejor amiga de Sophie, Laura

Bell, a su lado.

Sophie me rodó los ojos en lo que se volvía para caminar por el pasillo—. No

tienes ni idea…

—Sólo ignóralas —insistió Emma, mientras la seguía alrededor de la esquina

y dentro de la primera puerta a la izquierda, justo cuando sonó la

campana—. Laura esta celosa de que salgas con Nash. —Porque ella lo tuvo

primero, hecho que me recordaba en cada oportunidad que tenía—. Y

Sophie siempre ha sido una perra.

Me deslicé en mi asiento en la quinta fila en lo que Madam Brown —quien

probablemente nunca había ido a Francia—, se aclaraba la garganta frente a

la clase. —Perdió a su madre Em.

—¡Tu también! —siseó Emma, abriendo su libro de texto en busca de la

tarea que mantenía doblada entre las paginas. Cuando en realidad yo la

había hecho—. Y tú no practicas siendo “perra” como si fuera un arte

perdido.

Antes de poder recordarle que yo había tenido trece años para superar la

muerte de mi madre, Madame Brown ojeó a Emma desde el frente de la

clase, con un plumón de tinta seca ya listo en su mano. —¿Mademoiselle

Marshall? —dijo ella, con sus finas cejas arqueadas dramáticamente—.

¿Avez-vous quelque chose pour dire?

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—Uh… —las mejillas de Emma se tornaron escarlata, y le dio vuelta

frenéticamente a las páginas en su libro, murmurando bajo—. Diré… diré…

—Algo que decir —susurré, sin mover los labios. Me estaba volviendo

realmente buena en eso—. ¿Tienes algo que decir?

—Oh. Non, Madame —dijo ella finalmente para que toda la clase pudiera

escucharla.

—Bon. —Madame Brown volvió a la pizarra.

Emma se dejo caer en su silla en incredulidad, sonriéndome en

agradecimiento. —¿Como dices, “Odio esta clase?” ¿En Francés?

* * * * *

—¿Debemos esperarlo? —Tamborilee en el volante, y miré el reloj de mi

celular por centésima vez en los últimos cinco minutos—. Tal vez esta

atorado en el trabajo. —Como un ángel de la muerte novato, Tod trabajaba

desde el medio día hasta la media noche en un Hospital local, terminando la

vida de los pacientes en su lista, luego llevándose sus almas para ser

recicladas. Era una línea de trabajo que da miedo, según yo, pero el dar

miedo es algo que le sienta bien a Tod.

—Nah, tenía cambio de turno con otro de los otros traficantes de la muerte.

Tod se aparecerá cuando y como quiera. —Nash se dobló a la mitad para

verme a través de la ventana abierta al lado del pasajero de mi carro, y

mientras los números digitales se dejaban ver al frente del medidor de gas

en lo que el precio se elevaba con cada aumento en los galones de gasolina

que bombeaba. —Cálmate todo saldrá bien.

Forcé una sonrisa y apreté mis brazos sobre mi regazo. Pero en el instante

en que mis manos se detuvieron, mis pies comenzaron a golpear

incontrolablemente el suelo. Nunca antes me había saltado una clase, y

conociendo como es mi suerte, el que me atraparan parecía algo inevitable.

Pero con tal que nos atrapen después de haber recuperado el alma de

Addison, estaba dispuesta a enfrentar las consecuencias.

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Nash arranco su recibo de la máquina de bombeo y lo deslizo en su bolsillo

trasero, luego se dejo caer en el asiento del pasajero, y cerró la puerta. —

¡Vámonos!

Sólo he tenido mi licencia por seis meses y nunca he conducido más allá de

Fort Worth. Afortunadamente, una vez que salimos del Metroplexc, Abeline

se encontraba en línea recta por la ruta I-20, y con Nash guiándome, la parte

más complicada del viaje seria decidir donde detenernos para cenar.

Al menos, hasta que Tod se apareció en el asiento trasero sin advertencia

previa, en lo que yo me inclinaba para tomar un trago de mi soda. Sus

brillantes ojos azules me miraron por el espejo retrovisor y me

sorprendieron tanto que me metí la pajilla en la nariz en lugar de la boca. —

Auch —me agarré la nariz y bote el vaso en mi regazo, pero Nash lo tomó

antes que se derramara el contenido, su mano libre se dirigió al volante en

caso que también lo soltara.

Afortunadamente, un buen viraje nos devolvió a la posición entre las líneas

de la carretera, incluso mientras mi corazón golpeaba dolorosamente luego

de un casi choque con la barandilla del la orilla del camino.

—¡Demonios, Tod! —gritó Nash en mi oído, y salté aún cuando sabía que

sucedería. Esas eran las palabras que más gritaba.

Cuando me hube recobrado del impacto —tanto de mi nariz como de mi

corazón—, miré con enojo a Tod por el retrovisor. —¿Qué te tomó tanto

tiempo?

—Estaba con Addy. —El miró fijamente hacia fuera por la ventana del

pasajero, pero incluso en ese ángulo, pude ver la tensión en la línea apretad

de su cuadrada mandíbula—. Está hecha un desastre, y odio dejarla sola con

los que la manejan. Esos malditos parásitos son peor que las sanguijuelas del

inframundo, drenándola con un comercial de radio o de televisión a la vez.

Volveré con ella cuando hayamos hablado con Libby.

—¿Qué está haciendo en Abilene?

—Recolectando el aliento de demonio de un magnate de petróleo de ochenta

años. —Tod no me miró hasta que me aclaré la garganta para llamar su

atención, mientras encendí las luces intermitentes y cambie de carril para

darle espacio a un policía detenido detrás de una estación de camiones al

lado del camino.

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—¿Dónde se supone que va a morir exactamente este magnate? —me

imaginé un enrome cuarto en una inmensa casa antigua decorada con

tapetes y fotografías de sonrientes nietos cubiertas de polvo. Donde no

habría lugar en que nos pudiésemos esconder, si es que llegamos a entrar.

Tal vez debimos haber dejado que Tod fuera solo…

—Está en un asilo de ancianos. Conozco al ángel de la muerte en turno, y

está planeando tomarse un súper largo descanso. Creo que Libby le asusta.

Tengo el presentimiento que nosotros también debimos habernos asustado,

y el hecho de que no era así estaba comenzando a darme un poquito de

miedo.

Una hora más tarde, seguí las direcciones de Nash dentro del parque del

asilo Robles del Sur, justo cuando el sol se hundía en el techo del bajo

edificio de ladrillos. Ya era tarde, así que corrimos por el asfalto, con el

temprano aire de noviembre quemando nuestros pulmones, y a través de las

puertas dobles, nos detuvimos para tomar aliento y no hacer que el personal

sospechara de nosotros.

A excepción de Tod, quien había desaparecido en un parpadeo en el carro y

reaparecido en el asilo tan pronto como llegamos a Abilene, para poder ver

trabajar a Libby otra vez. Y evitar que se marchara antes que pudiésemos

alcanzarla. Pudo haber venido solo, pero Tod pareció pensar a que agrado a

Libby —ella se había fijado que estaba en el pasillo del concierto—, y sería

más probable que contestara nuestras preguntas si yo las hacía.

Estaba escéptica, pero dispuesta a intentarlo con tal de ayudar a Addison.

Acabábamos de pasar la oficina de la entrada, asintiéndole políticamente a la

enfermera de turno, cuando Tod apareció detrás de nosotros. La enfermera

ni siquiera parpadeo ante su súbita aparición… obviamente no podía verlo.

—Henry White. —Tod nos hizo señas hacia delante—. Habitación 124.

Rápido, casi es hora.

Pero aún sabiendo que no iba a gritar, estaba menos que ansiosa de ver a un

pobre anciano morir. Había visto suficientes muertes en lo poco de vida que

llevo hasta el momento. Desafortunadamente, aún conmigo arrastrando los

pies, llegamos justo a tiempo para el show.

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Libby se encontraba de pie en una esquina oscura, vestida en otra variación

de cuero negro sobre cuero negro, luciendo psicóticamente atemorizante

con una sobra de ojos de profundo azul y dorado. El sudor se notaba en su

frente, señal obvia del esfuerzo que conllevaba succionar la oscura

substancia espesa que lentamente salía del arrugado hombre yaciendo

flácido sobre la cama.

Henry White se encontraba solo en su habitación, a excepción de nosotros y

el monitor cerca de su cabeza, que dejaba salir un continuo y alto tono que

traspasaba mi cabeza casi tan filosamente como mi propio grito lo habría

hecho. Me froté la frente, estaba tanto sorprendida como triste por el hecho

de que los únicos visitantes en el lecho de la muerte de White eran dos Bean

Sidhes y dos ángeles de la muerte, uno de los cuales había venido a matarlo.

¿Donde estaban sus hijos? ¿Sus nietos? ¿O incluso el contador del pobre

hombre, o el saca dinero del abogado? Seguramente el había significado lo

suficiente para alguien como para tener algo de compañía cuando la muerte

viniese a tocar su puerta.

Cuando ese último pensamiento curso por mi cabeza, se escucharon pasos

apresurados por el pasillo. Una enfermera robusta apareció en la puerta,

llevando un traje brillante púrpura. Ella miro hacia mí y sonrió con simpatía

mientras pasaba a mi lado para presionar un botón en el monitor. —¿Eres

familiar? —preguntó, mientras el molesto sonido terminó y un bienvenido

silencio descendió.

—No. —Miré la quieta figura de Henry White, y luego la esquina, donde

Libby estaba sorbiendo lo ultimo del aliento de demonio como algún tipo de

pútrido y etéreo fango.

—Somos… visitantes —terminó Nash, entrelazando sus dedos con los míos

cuando mi mano comenzó a temblar. Tod observaba a Libby fascinado,

prácticamente salivaba en lo que ella se limpiaba la boca con un delicado

dedo enguantado. Pero yo estaba tan asqueada que escalofríos me recorrían

todo el cuerpo.

Si eructaba humo negro, me largaba de aquí, no importa lo que pudiera

decirnos.

Apretando la mano de Nash, me acerqué hacia la pared. Seguía esperando

que la impresión de la muerte se volviera rutina para mí. Pero no había

ocurrido, y pensándolo mejor, decidí que eso probablemente era algo bueno.

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Si la muerte alguna vez dejaba de molestarme, sería por que había visto

demasiada.

La enfermera siguió tomando el pulso de Henry White, pensé que en ese

punto era obvio que ya se había ido. —Bueno, en ese caso creo que tendrán

que marcharse —dijo, sin levantar la mirada de su trabajo.

Estaba feliz de hacerlo. —¿Por qué no le dio resucitación? —le pregunté a

Nash mientras salíamos del cuarto. Todos sabíamos que no podría salvarlo,

pero ni siquiera lo intentó.

—Dulzura, el firmó un NR hace años —dijo ella, mirándome con esa extraña

desprendida simpatía detrás de sus ojos. Probablemente hubiera sido una

buena ángel de la muerte.

Volví a verla desde el pasillo. —¿NR?

—No resucitar. Firmó el formulario para que no lo resucitáramos cuando su

corazón se diera por vencido. Estaba listo para irse.

Sus palabras enviaron nuevos escalofríos por mi columna. No tenía duda que

si Henry White hubiese sabido en qué consistiría su vida después de la

muerte, nunca hubiera firmado ese papel. O su contrato con el diablo.

Tod y Libby nos siguieron en el pasillo, aunque nadie podía verlos u oírlos.

—¿Estas siguiéndome? —le preguntó a Tod.

—Um, sip. Algo así —dijo Tod, y me volteé para encontrármelo sonriéndole

a Libby—. En verdad estoy interesado en hacer esto. En recolectar aliento de

demonio en lugar de almas. Cuando supe que ibas a estar aquí, no pude

resistirme a hacerte unas cuantas preguntas más.

—Este no es un trabajo para niños. —Los ojos de Libby brillaron fieramente.

Su severa sonrisa lucía más como un gruñido—.Tienes cinco minutos.

Tod exhaló aliviado, y los ángeles de la muerte nos siguieron al frígido

estacionamiento, mientras Nash y yo pretendíamos estar solos, una

habilidad en la que me estaba volviendo muy buena. Detrás del asilo, Libby

se sentó sobre la capucha de mi auto y encendió un cigarrillo, mirando a Tod

expectantemente, y me pregunté si los transeúntes podrían ver el humo que

exhalaba.

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—Es eso… —las palabras de Tod salieron de su boca en un vaho blanco. ¿Te

ayuda eso a mantener el aliento de demonio?

—¿Esto? —Sostuvo levantando su cigarrillo mientras botaba la ceniza en el

asfalto. Tod asintió, y ella negó lentamente con la cabeza—. Esto sólo sabe

bien.

Tod se sonrojó bajo la luz de la lámpara sobre su cabeza. Tan incómoda

como me sentía andando con un ángel de la muerte que ya era vieja cuando

el nuevo mundo fue descubierto, casi valía la pena con tal de ver a Tod

demasiado avergonzado para hablar.

Casi.

—Tres minutos —dijo Libby, sin siquiera mirar su reloj—. Cuando termine

esto… —levantó nuevamente el cigarrillo—. Habré terminado contigo

también.

—Bien. —Tod me miró primero, luego a Nash, pero nosotros sólo nos

quedamos viéndolo. Este era su espectáculo, el ángel de la muerte aún tenía

que reconocer que alguno de nosotros existía. —¿Um… todos los alientos de

demonio saben igual, o varía dependiendo el demonio? ¿Tú sabes, como

treinta y un sabores?

Los ojos de Libby se entrecerraron mientras lo observaba, y estaba segura

que le iba a preguntar algo, y nuestro pequeño viaje por carretera terminaría

en desastre. Pero luego de un momento de duda —solo el tiempo suficiente

para echarle humo en la cara—, contestó. —Todo sabe igual. Asqueroso.

Probablemente te mataría así que no intentes probarlo.

—No lo haré. —Pero Tod no parecía tan ofendido por la idea como debería

haberlo estado—. ¿Así que… no sabes de qué demonio puede provenir ese

particular aliento?

—No. —Ella inhaló su cigarrillo y cruzó el brazo opuesto sobre su pecho—.

Ni me importa.

Tod exhaló frustrado y nos volvió a ver, pero sólo pude encógeme de

hombros, no tenía idea de dónde ir desde ahí. —¿Cuando te dan la primera

lista, dice ahí que demonio tiene el alma del objetivo?

—No. —Libby tiró su cigarrillo a medio terminar y lo pateo con la bota, y

estaba segura que simplemente desaparecería sin decir otra palabra. En su

lugar se dio la vuelta para vernos de frente. A los tres. Y literalmente me

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retorcí bajo su mirada. —¿Por qué me están siguiendo, y me preguntan por

demonios? El aliento de demonio no es algo con lo que los niños deban jugar.

Quise insistir que no éramos niños, pero mantuve la boca cerrada por que

discutir con Libby probablemente no era la mejor manera de sacarle

información. Y porque comparados con ella, incluso el pobre anciano del

Señor Henry era un niño.

—Sólo tengo curiosidad… —Comenzó Tod. Pero su boca se cerró de golpe

ante una mirada molesta de la antigua ángel de la muerte, quién claramente

podía oler su mentira. —Nos… sólo tratábamos de ayudar a una amiga.

—¿A quién? —Libby se levantó de mi auto y cruzó ambos brazos esta vez,

mirándonos con enojo.

Nash y Tod intercambiaron miradas pero permanecieron en silencio, así que

yo conteste. El quedarnos en silencio obviamente no nos llevaba a ningún

lado. Pero puede que la verdad sí.

—Estamos tratando de que Addison Page recobre su alma.

—Eso no puede hacerse —dijo Libby, sin perder un segundo. Cualquier

sorpresa que pudo haber sentido fue instantáneamente tragada por su

perpetuo ceño fruncido—. Y morirás intentándolo. Pero ella puede

reclamarla. Su contrato tiene una clausula de salida. Todos la tienen.

—Lo sabemos. —Suspiré y dejé caer mis hombros, esperando que por mi

postura no supiera que estaba a punto de decir una verdad a medias… tenía

miedo que no nos ayudase si sabía lo que estábamos planeando realmente.

—Pero ella no sabe el nombre del demonio. Ella no puede hacer cumplir la

clausula si no puede encontrarlo, sólo sabe que es un demonio de avaricia.

—No tengo contacto directo con demonios. —Libby frunció el ceño—.

Humanos estúpidos. —Cerró los ojos brevemente antes de encontrarse

nuevamente con los míos otra vez—. ¿No tiene una copia de su contrato?

—No, y tampoco podemos conseguir una copia.

—Esos bastardos nunca juagan limpio —murmuró Libby—. Pero no hay

nada que puedas hacer al respecto. Vete a casa. —Se dio la vuelta como si ya

se fuera, pero sabía que no ha terminado. Si realmente hubiera terminado

con nosotros, simplemente habría desaparecido.

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—Por favor. —Me la quedé viendo y se dio la vuelta, la larga chaqueta de

cuero se encendió tras ella. La mirada sorprendida y enojada de Libby me

encontró de inmediato, y me obligué a hablar, pese a los nervios

apretándome el cuello. —Cualquier cosa que puedas decirnos ayudara.

—No sé quien tiene su alma, y no preguntare para ayudarles. Eso está más

allá de lo que es seguro, incluso para mí.

—Bien, entiendo. Pero… —cerré los ojos pensando de prisa—. ¿Qué más

puedes decirnos de tu trabajo? ¿Dónde llevas el aliento luego que lo

recolectas?

Una esquina de su boca se movió, como si estuviera deteniendo una sonrisa,

y repentinamente estuve segura que estaba orgullosa de mí. Como si

estuviera en el camino correcto, y ella secretamente deseara que lo siguiera.

—Hay centros de eliminación en el otro mundo. El más cercano esta por

Dallas. En el gran estadio.

—¿El estadio de Texas? ¿El Viejo verdad? —pregunté aun pensando, y ella

asintió—. ¿Nos ayudara alguien ahí?

La boca de Libby volvió a moverse. —No. Definitivamente no.

Pero, ella tampoco había planeado ayudarnos. —Gracias. —Exhalé

lentamente, segura de que íbamos por buen camino—. Muchas gracias.

—Niña —me llamó, mientras me daba la vuelta hacia mi auto con las llaves

en la mano. Cuando alce la mirada hacia ella una extraña emoción paso por

su rostro. ¿Preocupación? ¿O tal vez entretenimiento? Quién diría que

entretuve a un ángel de la muerte. —El aliento de demonio es muy poderoso,

y atrae a los desesperados y a los peligrosos. Cuídate de los toxicómanos.

Asentí, tratando de no revelar en mi postura el miedo. Pero mientras

encendí el motor, con Nash colocándose el cinturón a mi lado, mis manos no

dejaron de temblar.

No tenía idea de lo que era un toxicómano, pero algo me dijo que pronto lo

averiguaría.

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Capítulo 10 Traducido por Steffanie Mirella

Corregido por Kanon ♪♫♪

o puedo creer que hiciste eso! —dijo Nash, y aparté la

mirada de la oscura carretera el tiempo suficiente para

verlo en el asiento del pasajero con una sonrisa de oreja a

oreja, sus iris remolineando en las sombras. Lucia… excitado.

—¿Hacer qué? —un auto lleno pasó en dirección opuesta, y cuando se fue

volví a encender las luces.

—No puedo creer que le pidieras a un ángel de la muerte de varios miles de

años ayuda para devolverle el alma a un ser humano —Tod respondió desde

el asiento trasero. Tenía los brazos cruzados sobre su acostumbrada

camiseta oscura, pero sabía por la inclinación de la barbilla y el brillo de sus

ojos en el espejo retrovisor, que estaba complacido. Tal vez incluso un poco

impresionado.

Encogí los hombros y ahogué una vertiginosa sonrisa mientras me di la

vuelta para volver a ver la carretera. Sí, fue un poco emocionante. —Imaginé

que no dolería pedírselo…

—Pero sí pudo. —Nash dirigió las rejillas de la ventilación del calentador

hacia el centro del carro y cerró el roto que no giraba—. Sigues olvidando

que a la mayoría de los ángeles de la muerte no les agradan los Bean Sidhe y

viceversa.

—Tal vez lo sigo olvidando porque el primer Bean Sidhe y ángel de la

muerte que conocí son hermanos. Ninguno de los cuales parece odiarme.

Todavía medio sonriendo, Nash se volvió para mirar a Tod. —Tal vez

debimos haberla presentado con Levi primero.

—Aún hay tiempo —dijo Tod, y ésta vez realmente sonrió, un poco.

—¡N

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Levi era el jefe de Tod, el ángel de la muerte más antiguo y con más

experiencia en Texas. A excepción de Libby, que trabajaba en todo el sur de

los Estados Unidos, cuándo y dónde quisiera según necesitaba. Pero Levi era

evidentemente amenaza suficiente para mantener a varios cientos de

ángeles de la muerte en regla.

—Y, ¿Cual es el plan? —apagué el calentador ahora que mis escalofríos

habían cesado—. Tengo que estar en casa a las diez y media, por lo que no

puedo buscar esa estación de desechos. Así que… ¿mañana después de la

escuela?

Nash asintió y cerró otro ventilador, pero el ceño Tod se profundizo en el

espejo retrovisor. —¿Estás diciendo seriamente que tu toque de queda es

más importante que el alma de Addison?

—No estás en posición de quejarte. —Nash sujetó la parte trasera de mi

asiento para darse la vuelta y mirarnos ambos—. Kaylee y yo no les

debemos ninguna maldita cosa a ti o a Addy, y si no te callas estás solo en

esto.

Solo que ambos sabían que nunca haría eso. Dije que estaba dentro y lo dije

en serio. Pero…

—Si llego tarde a casa, estoy castigada, y no seré de mucha ayuda a Addy

mientras estoy atrapada en mi habitación. —Miré a Tod a los ojos a través

del espejo retrovisor y apague la luz cuando otro auto se acerco en el carril

opuesto—. No está destinada a morir hasta el jueves, así que todavía

tenemos todo el día de mañana, ¿verdad?

En lugar de contestar, Tod frunció el ceño, y sus rizos brillaron bajo el

resplandor de los faros de los autos al pasar. —¿No puedes escaparte

después que tu padre se haya dormido?

Asentí y encendí de nuevo las luces. —Probablemente. Pero si me

descubren, estamos de nuevo donde empezamos, sólo que ser descubierta

escabulléndome es mucho peor que llegar tarde al toque de queda. Podría

llegar tarde debido al tráfico, problemas con el auto, o el natural retraso que

conlleva salir con Emma. Pero escabullirse implica que estoy haciendo algo

que no le va a gustar a mi papá. —Lo cual era cierto, aunque no en la forma

en que mi padre estaría pensando—.Y entonces comenzaría a chequear lo

que estoy haciendo todo el tiempo. Es nuevo en esto, y además

excesivamente celoso.

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Nash y Tod lo tenían fácil. Ambos eran mayores de edad —Nash había

cumplido los dieciocho a finales de agosto— y por lo tanto quedada libre de

la mayoría de los toques de queda y otras restricciones irrazonables de los

padres. Especialmente Tod, quien no solo tenía la edad, sino que además,

técnicamente estaba muerto.

Es difícil castigar alguien que ni siquiera existe oficialmente. Y que además

pueda caminar a través de las paredes.

—Como sea. —Pasó su mano por una maraña de rizos—. ¿No te puedes

escapar de la escuela mañana?

—Me encantaría —dije, y los ojos de Tod brillaron. Hasta que continúe—.

Pero no puedo. Falte al último período de hoy por este pequeño viaje, y si lo

hago de nuevo, los de la escuela llamarán a mi papá.

—La secundaria es un dolor de trasero —contestó molesto Tod, y casi me

pongo a reír en voz alta de lo absurdo de su eufemismo—. Me alegraré

cuando cumplas los dieciocho años.

Esta vez me puse a reír. —Yo también.

—Ya somos tres. —El calor en los ojos de Nash me dijo que el que él

estuviera de acuerdo no tenía nada que ver con ayudar o no a Tod o Addison,

y tenía todo que ver con la privacidad sin interrupciones. Al menos en lo

concerniente a mi padre.

Algo me dijo que deshacernos de Tod sería un poco más difícil.

Mi teléfono sonó mientras tomaba una curva larga, y gradual en la carretera

y Nash me ayudo a mantener el carro derecho mientras sacaba mi teléfono

de mi bolsillo. No reconocí el número, por lo tanto mi padre no se ha

figurado nada aún.

Abrí el teléfono y me lo acerqué a mi oído derecho mientras conducía con la

mano izquierda. —¿Hola?

—¿Kaylee? —Era Addison, y sonaba congestionada, como si estuviera

resfriada. O hubiera estado llorando.

—Addy, ¿Qué ocurre? —pregunté, y la imagen de Tod se movió en el

retrovisor cuando se inclinó hacia adelante. Su brazo rozó la parte de trasera

de mi hombro mientras se movía cerca de mi teléfono para escuchar.

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—Tod no tiene teléfono, así que me dio tu número —dijo Addison,

resoplando en mi oído—. Espero que este bien. —Ella exhaló de nuevo, y

quería decirle que se sonara la nariz.

—Está bien. ¿Qué sucede? —pregunté de nuevo, mientras la respiración de

Tod comenzó a calentar la parte trasera de mi cuello, revolviendo mi cola de

caballo. Qué extraño que él estaba lo suficientemente vivo como para

respirar aire caliente, pero no para llevar consigo un teléfono celular. Tal vez

era difícil conseguir una cuenta a nombre de un muerto…

—Es Regan. —Addison sollozó entrecortadamente mientras daba vuelta al

volante hacia la izquierda para mantenernos en la carretera cuando se tornó

en una curva. De repente sentí como si estuviera tratando de hacer una

docena de cosas al mismo tiempo. Y fallando.

—¿Qué pasa con Regan? —Tod preguntó sobre mi hombro, y debió haberlo

escuchado—. ¡John Dekker le ofreció el contrato, y ella dijo que si! —Su voz

se elevó en incredulidad cuando dijo las últimas palabras, e hizo eco en mi

cabeza como cuando una sirena de alarma se enciende. Por un momento me

pregunté de lo seguros que estábamos sobre la humanidad de Addison—.

Está en camino ahora. Siempre trae el contrato personalmente… No se lo

confía en nadie más.

Mi corazón latía tan fuerte que sentía el pecho lastimado. John Dekker

vendría a Texas, y traía un demonio succiona… almas con él.

La carretera se meció frente a mis ojos, mientras horror y confusión crecían

en una alarmante ola de desorientación. Nash tomó el volante de nuevo,

pese a que yo no lo había soltado y respiré hondo, forzando a mis

pensamientos a separarse. Cada uno en su propio rincón dentro de mi

mente. Esa era la única forma de concentrarme en uno a la vez.

Apreté con más fuerza el volante, bajé la velocidad y me enfoque en la

carretera, asintiéndole distraídamente con la cabeza a Nash para decirle que

me encontraba bien. Hasta que un auto de trasmisión semiautomática paso a

toda velocidad a nuestro lado, casi sacándonos de la carretera.

Tal vez debería detenerme….

—Espera, ¿tu hermana vendió su alma? —dije, golpeando el altavoz cuando

mire por encima de mi hombro para asegúrame de que no había nada en el

otro carril. Pero toda la carretera estaba bloqueaba por el rostro Tod,

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arrugado por el miedo, una expresión extraña de encontrar en el rostro de

un ángel de la muerte.

—¡Muévete! —le dije, entregué el teléfono a Nash, y Tod inmediatamente se

dejo caer en el asiento del pasajero en la parte de atrás. Me desvié

demasiado rápido en el carril derecho —que afortunadamente estaba

vacío—, luego me coloque a un lado de la carretera.

—En realidad no ha firmado el contrato todavía —Addison continuó, ajena a

mi espantosa forma de conducir—.Pero lo hará tan pronto llegue Dekker.

Chicos tienen que ayudarme. Por favor. A mí no me va a escuchar, pero ella

no puede discutir contigo. Sabe que Tod está muerto. Todos ustedes tienen

que venir y decirle lo que me dijeron. Lo que le pasara cuando muera.

—¿Por qué no te escuchara? —Empujé la palanca de cambios en parqueo, y

Nash golpeó un botón en el tablero para encender las luces de emergencia.

—Cree que estoy tratando de detenerla. —Addy sollozo de nuevo y unos

resortes crujieron cuando se sentó en algo. Sonaba como una cama, en lugar

de una silla—. Dijo que estaba cansada de cantar bajo mi sombra.

Nash habló en voz alta, para asegurarse que ella podía oírlo. —¿Addy, donde

está tu mamá?

Addison resopló de nuevo, sonaba mucho más joven que dieciocho años.

Supongo que eso hace el verdadero terror. —Salió, y no contesta el teléfono.

—No dio más detalles. Pero reconocí el tono de vergüenza y asco en su voz.

Su mamá estaba drogada, y no estaba ahí cuando más la necesitaban.

—¿Sabe lo que tu hermana está a punto de hacer? —Nash continúo.

Addison sollozó miserablemente. —Sí, pero no entiende. Trate de decirle

que Regan estaba vendiendo su alma, pero pensó que hablaba

figurativamente. —Sollozó otra vez—.De todas maneras dudo que le

importe. Solo puede ver el signo de dólar.

Ya odiaba a la señora Page, aunque nunca la hubiera conocido.

Tod se inclinó hacia delante, esta vez con los brazos cruzados sobre el

respaldo del asiento de Nash. —¿Dónde está Regan ahora?

—Estamos en casa —dijo Addy—. La casa de mi mama está en Hurst. ¿Te

acuerdas cómo llegar?

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Tod asintió, luego se dio cuenta que no podía oírlo. —Sí. —Pero luego dudo,

obviamente sin saber cómo podíamos ayudarla.

Pero tuve una idea —un golpe de genialidad, en serio—, que envío

adrenalina por mis venas lo suficientemente rápido como para dejarme

mareada. —Después de que ella firme el contrato, Dekker tiene que llevarla

al inframundo como hizo contigo, ¿verdad? —Mi pequeño carro se sacudió

violentamente mientras otro camión paso al lado de nosotros sin molestarse

en moverse al carril más lejano.

Addison se aclaró la garganta, y los resortes de la cama tronaron. —Sí, pero

no podemos dejar que eso pase. Tenemos que evitar que firme.

—Lo sé. —Levanté un dedo para decirle a Nash y Tod que esperen… que

realmente iba alguna parte con eso—. Pero mi punto es que para llevarte al

inframundo, Dekker tiene que traer al ángel de la muerte, ¿verdad? ¿La

señora que te llevó con el demonio?

—Sí, supongo…

—Y, Tod… —me di la vuelta en el asiento del conductor para quedar cara a

cara con él, pese a que el volante me lastimaba los costados—. Usa sus

habilidades de ángel de la muerte para otra cosa que no sea colectar la lista

aprobada es ilegal para un ángel de la muerte ¿cierto? Incluyendo el llevar

humanos al inframundo para facilitar la remoción de sus almas —asintió, y

continúe—. ¿Llamarías eso ofensa suficiente como para despedirlo?

—Por supuesto. —Sus ojos se iluminaron, cuando mi punto le quedo claro.

—¿Y estaría tu jefe interesado en la oportunidad de despedir a ese ángel de

la muerte?

Sus cejas se arquearon. —Eso haría que esta década valga la pena.

—Eso es lo que pensé. —Me volteé de nuevo para aliviar mis costillas, justo

en el momento que las primeras gotas de la tormenta golpean bruscamente

el parabrisas—. Y sin su mascota ángel de la muerte, Dekker no tiene forma

de llevar a Regan a él inframundo. ¿Verdad? —mi excitación incremento

cuando Tod y Nash asintieron con entusiasmo. Tenemos oportunidad de

salvar a Regan de cometer un enorme error y hacer justicia al renegado

ángel de la muerte involucrado. Además si pudiera dar un vistazo al

inframundo, al menos podría ver bien al demonio que necesitábamos

identificar—. Entonces, ¿qué te parece? ¿Funcionara?

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Nash sonrió de oreja a oreja hacienda un áspero ruido feliz en lo profundo

de su garganta. —Pienso que sí.

—Así que, ¿tienen un plan? —Addy chilló en el teléfono.

—Sí, creo que sí. —Torcí la llave del arranque, y el carro volvió a la vida, más

como un gato casero enfermo, que un tigre ronroneando, pero siempre y

cuando el pobre carro se mueva no tengo por qué quejarme.

—¿Qué debo hacer?

Reajuste mi cinturón de seguridad y encendí el parabrisas. —Busca la forma

de detenerlos hasta que lleguemos ahí. —El limpia brisas del lado del

pasajero chirrió a través del cristal una vez, y luego murió sin siquiera gemir.

Afortunadamente, no necesitaba ver de ese lado—. Dile lo que tengas que

decirle. Pero no dejes que firme el contrato, y no dejes que el ángel de la

muerte lleve a Regan al inframundo.

—Está bien, trataré. — Pero sonaba más que insegura.

—Esfuérzate, Addy. —Apreté el botón de las vías para que dejaran de

parpadear y mire por encima de mi hombro al lado izquierdo para entrar en

la carretera de nuevo—. Sólo tienes una hermana, ¿cierto? Y ella sólo tiene

un alma.

—Sí está bien. —Ella resoplo de nuevo, pero esta vez su voz hizo eco como

un juramento hecho en una caverna—. La retendré aquí aunque tenga que

encadenarla a los gabinetes de la cocina.

—Espero estés bromeando, pero en el caso que no lo estés., eso no

funcionara. Porque ni tus gabinetes ni tu silla existen en el inframundo,

porque estas en una residencia privada. —Huh. Genial. Había aprendido algo

de las lecciones de cómo ser una Bean Sidhe…

—Sí, pero el concepto tiene verdadero potencial —Tod murmuró detrás de

mí, y mire por el espejo sólo para verlo sonreír lascivamente.

—Ya se me ocurrirá algo —dijo Addison. Obviamente no había escuchado el

último comentario del ángel de la muerte.

—Bien. Estaremos ahí tan pronto como nos sea posible. —Asentí a Nash, y

cerró mi teléfono, pero lo conservo, por si volvía a sonar. Pateé el acelerador,

y casi tuve un ataque al corazón cuando mi pobre carro anduvo diez pies

antes de encontrar tracción de nuevo.

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—Prefiero llegar tarde pero en una pieza, que puntualmente muerto —

sugirió Nash, burlándose mucho más calmadamente de lo que lo hubiera

podido hacer yo si el casi me hubiera matado.

—Voy a buscar a Levi y luego me reuniré con ustedes chicos —dijo Tod, y

fruncí el ceño cuando me di cuenta que el miedo brillaba en sus ojos tanto

por mi manera de conducir y la posibilidad de morir por segunda vez, cómo

por que lleguemos tarde a la recolecta del alma de Regan.

¿Era alguna clase de residual miedo humano, o un choque puede herir a un

ángel de la muerte si no desaparecía a tiempo? Y por primera vez, me

pregunte qué tan muerto estaba Tod…

—¡Espera! —grité, y Nash agarró nuevamente el timón cuando estiré el

cuello para capturar la mirada de su hermano en el espejo retrovisor. Tod

me arqueó una ceja. Lo pille justo antes que desapareciera—. Los ángeles de

la muerte no tienen fecha de deceso, porque ellos ya están muertos, ¿cierto?

—pregunté, y Tod asintió—. ¿En ese caso… aún tienen sus almas?

Frunció el ceño. —¿Te parece que mis ojos están vacios?

Respire más tranquila, sabiendo que el chico muerto en el asiento trasero no

estaba sin alma… aún cuando su conciencia, no era exactamente

transparente y brillante. —Entonces, ¿qué pasa con el alma de un ángel de la

muerte una vez que es confiscada? —pregunte, mirando su rostro por algún

tipo de reacción. Porque un ángel de la muerte despedido es un ángel de la

muerte muerto. Permanentemente muerto.

—Es reciclada, al igual que la de un ser humano —dijo Tod, y podía ver

moverse los engranajes de su cabeza en sus ojos, mientras trataba de seguir

mi línea de pensamiento. La expresión de su hermano era inquietantemente

similar, pero sin ese filo de sospecha. Puede que Nash no supiera lo que

estaba pensando pero confiaba en mí completamente.

No estaba segura si eso lo volvía tierno o ingenuo.

—Entonces… ¿cómo las colectas? —pregunté, sin extrañarme de ver mi ceño

fruncido en el retrovisor—. ¿Puede cualquier ángel de la muerte matar a un

compañero ángel de la muerte y tomar su alma?

Tod encogió los hombros, y de repente parecía completamente metido en a

la conversación… un poco extraño en él. —En teoría, sí. Pero esa sería una

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buena forma de enojar a tu compañero de trabajo. Así que usualmente se lo

dejamos a los jefes y a los ángeles de la muerte oscuros, como Libby.

La lluvia comenzó a cesar, así que me atreví a acelerar un poco más. —¿Es

igual que con los seres humanos?

—Hasta donde sé. Aunque, las almas de los ángeles de la muerte son más

raras que las almas humanas, por lo que nunca he visto hacerlo.

—¿A dónde quieres llegar, Kaylee? —preguntó Nash, mientras yo encendía

la vía para poder pasarle a un viejo pickup en el carril derecho.

—Solo tenía curiosidad —dije, ya que no estaba dispuesta a revelar el

corazón de una idea que poco a poco surgía en mi cabeza—. ¿Sabes cómo

llegar a la casa de la mamá de Addison? —le pregunte a Nash, y cuando el

asintió, mire a Tod en el espejo—. Ve a buscar a Levi. Te veremos allá tan

pronto como nos sea posible.

Asintió, y entonces desapareció.

Conduje lo más rápido que pude, sin arriesgarme a sufrir un accidente o que

me detenga la policía, y cuando llegamos a Hurst, Nash me dio instrucciones

para hallar su vecindario. Que es donde nos perdimos. Los caminos en la

subdivisión de Addison se envolvían en círculos interconectados y

carreteras sin salida, varios de los cuales parecían variaciones del mismo

nombre. Y todas las casas lucían iguales, especialmente en la oscuridad.

Mi toque de queda de las diez y media vino y se fue mientras vagábamos en

el vecindario, tratando de llamar a Addy todo el tiempo, pero nunca contesto

su teléfono. Finalmente, Nash sugirió que el condujera mientras yo echaba

un vistazo en el Inframundo para ver si le podía dar una mejor dirección

desde ahí. Reluctantemente —muy reluctantemente—, estuve de acuerdo.

En el asiento del copiloto de mi propio auto, mientras una niebla como la de

la madrugada se veía aún en mi parabrisas, invoque el recuerdo de la muerte

de Emma, forzándome a revivirla una vez más. Me dije a mí misma que era

por una noble causa. Estaba intentando salvar el alma de una niña de trece

años que no tenía idea de que era en lo que se estaba metiendo en lugar de

simplemente explorar mis propias habilidades.

Eso no ayudó.

Provocar mi propio grito era una de las cosas más difíciles que he tenido que

hacer, quizás porque realmente quería recordar como lucía Emma cuando

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murió. Cómo su rostro había quedado en blanco, con sus ojos mirando al

techo del gimnasio como si pudiera ver a través de él y hacia el cielo.

Aunque, en realidad ella no miraba nada en absoluto….

Eso lo provocó. El gemido inicio en lo profundo de mi pecho, luchando por

liberarse de mi garganta, pero lo contuve. Me trague la mayoría tal y como

me enseño Harmony. Lo que salió fue un suave, y agudo lamento, que zumbó

en mis oídos y pareció resonar en mi interior. Y finalmente, una niebla gris

se formó sobre todo, a pesar del hecho que había poca luz que pudiera

filtrarse por ella. Que pudiera reflejarse fuera de ella.

Como sólo me asomaba al Inframundo, en lugar de ir a él, mi visión parecía

dividirse mientras una realidad se superponía a la otra. Era como ver una

película en 3-D sin las gafas de cartón apropiadas. Las imágenes no lograban

alinearse bien.

Y el Inframundo —en lugar de iluminarse por la luz de la luna que brillaba

en el mundo humano—, estaba iluminado por una omnipresente luz blanca

proveniente de arriba, similar a las luces de la ciudad que se reflejaban en

las nubes de baja altitud en la oscuridad. Esta luz era indefinible y de alguna

manera, fría, y parecía volver borroso el mundo ante mí, en vez de

iluminarlo verdaderamente.

Sin embargo, eso era parte de la lección, al menos en lo que pude ver. Nunca

he había sido capaz de ver muy lejos en el Inframundo, porque me dio la

impresión de que si daba un paso más allá de lo debido me caería en un

enorme agujero, o por el borde del mundo. Ese pensamiento, y la luz fría y

brumosa, me hacían querer ser muy cuidadosa, o cerrar los ojos y sacudir la

cabeza hasta que el Inframundo desapareara por completo.

Pero me resistía a la tentación de negar el Inframundo, a pesar de que cada

instinto de supervivencia que tenía gruñía dentro de mí. Nunca encontraría

a Regan y Addy a tiempo si no miraba en ambos mundos.

—¿Qué es lo que ves? —Nash preguntó. Como él podía escuchar mi lamento,

habría sido capaz de ver el Inframundo al igual que yo, si hubiera querido.

Pero alguien tenía que conducir.

No podía contestarle —no mientras estaba conteniendo el grito—. Así que

encogí los hombros, y entrecerré los ojos para ver a lo lejos, dando vueltas

lentamente en mi asiento. Al principio no había nada más que la habitual

niebla gris, más pálida según iba ascendiendo, y la extraña impresión de

movimientos fuera de mi campo de visión.

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Como me había explicado Harmony, las residencias privadas no existían en

el Inframundo, por lo que cuando me asome en él, el barrio de Addy fue

súbitamente sobrepuesto con una segunda serie de calles de grava y

caminos que no llevaban a ninguna parte. Y algunas partes oscuras intuitivas

de mi mente insistían en que la grava era en realidad huesos destruidos,

aunque de qué tipo de criatura no podía siquiera imaginarlo…

Me preguntaba qué es lo que vería si yo estuviera realmente en el

Inframundo. ¿Cómo lucirían las residencia? ¿Podría entrar en ellas?

¿Querría entrar?

—¿Y bien? —la urgencia en la voz de Nash me recordó el tic tac del reloj.

Entrecerré los ojos para ver en la niebla y esta vez reconocí una serie de

formas más oscuras de lo normal en la siempre presente niebla gris

empalmada en nuestro mundo. Formas que no se estaban moviendo. O al

menos, no se estaban alejando.

Apunté a mi derecha, y me sorprendí cuando mi mano se estrelló con el

vidrio de mi propia ventana. Aunque seguía sentada corporalmente en el

mundo humano, mis sentidos estaban tan intensamente centrados en el

Inframundo que me había vuelto ignorante de mi entorno físico. El auto no

existía en el inframundo, donde parecía flotar sola sobre el camino, en una

silla invisible.

Raro.

Nash giro en la dirección que había señalado, y el vértigo se apoderó de mí,

mientras me movía con un vehículo que sólo podía ver y sentir en un plano.

En una sola realidad.

Doblemente raro.

Aparentemente me mareo en los autos en la infra-realidad. A medida que

nos acercábamos, las formas se hacían un poco más claras. Dos formas altas,

y una pequeña. Pequeña como una niña, una joven adolecente, tal vez.

Mierda. Regan ya había cruzado.

Un poco más de mi grito salió, y me sorprendí de nuevo cuando el eco de mi

voz rebotó en los alrededores del auto, en vez de irse a lugares

desconocidos. Nash siguió mi dedo, y tuve que colocar una palma sobre mi

boca para no vomitar cuando el auto se inclinó hacia arriba repentinamente,

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y el colocó la palanca de cambio en parqueo. Estábamos en una entrada

altamente inclinada, a solo los pies de las tres figuras.

La puerta del conductor se abrió, y el aire frío se arremolino a mí alrededor.

Un momento después, la puerta a mi lado se abrió y Nash me ayudó a salir

del carro agarrándome del brazo. Una niebla helada se acomodó sobre mí,

poniéndome instantáneamente húmeda y fría, distante deseé haber usado

una chaqueta.

Los labios de Nash me rozaron la oreja. —Déjalo ir… —Sus palabras se

deslizaron sobre mí como satín caliente sobre mi piel. Me sentí relajada aún

cuando la figura más grande se dio la vuelta para marcharse—. Ya estamos

aquí, así es que sólo suéltalo.

Dejando que el llanto se desvaneciera, el gris se desvaneció de mi visión,

dejándome con la garganta áspera y las imágenes inquietantes persistentes

detrás de mis ojos. Tenía la imagen perfectamente clara de una casa grande

de ladrillos con una fachada de piedra alrededor de una puerta de color rojo

brillante, iluminada por una serie de reflectores.

Estacionada en la calle de enfrente de la casa estaba una limusina de un

simple color negro —si es que a una limusina se le puede decir simple—, con

el motor aún en marcha, y el conductor medio dormido detrás del volante.

Eso habría sido un espectáculo extraordinario en mi calle, pero en el de

Addy, era probablemente algo común.

Nash se precipitó hacia la casa, y corrí tras él, sin tomarme el tiempo para

verdaderamente reorientarme en el mundo humano. Tropecé en el primer

paso, pero me agarró con una mano, y giró el pomo de la puerta con la otra.

Se abrió con facilidad. Dekker y el ángel de la muerte, obviamente, no

esperaban compañía. Afortunadamente, Addison sí.

Corrimos a través del vestíbulo con azulejos, hasta una enorme sala de estar

donde John Dekker agarraba a Addison Page por la parte superior de su

brazo, y en la otra mano sujetaba un folder cerrado por una banda de goma.

¿Era el contrato de Regan? La emoción me recorrió como una corriente

eléctrica. ¿Podría realmente estar tan cerca el nombre del demonio?

Un momento después, aparecieron dos figuras femeninas en el centro del

piso, sostenidas de la mano.

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Asumí que la más alta era el ángel de la muerte renegado. La otra era Regan

Page. La recocí de los anuncios publicitarios de su nuevo programa. Solo que

en la TV, ella tenía ojos azules cristalinos de un tono más oscuro que el de su

hermana.

Ahora sus ojos eran de un blanco sólido, atravesados por pequeñas venas

rojas como si las blancas habían absorbido sus pupilas e iris.

La desesperación me golpeó, pesada y casi demasiado espesa para poder

respirar. Mi mano apretaba la de Nash. Llegamos demasiado tarde. Ella

había vendido su alma y la breve, borrosa y oscura visión del demonio que

se la había llevado no era suficiente para que pudiera identificarlo, y mucho

menos para encontrarlo.

Había fallado —de nuevo—, y otra chica había perdido su alma.

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Capítulo 11 Traducido por Linetas

Corregido por Mona

egan... —gimió Addison, mirando a los ojos sin rasgos de

su hermana, sacudiendo lentamente su cabeza. Sus

propios sombríos y falsos ojos azules estaban llenos de

lágrimas y sus manos comenzaron a temblar.

—Tomaste la decisión correcta —le dijo Dekker a Regan, destellando esa

famosa sonrisa de un millón de dólares. Como los que venden drogas y

regalan un millar de boletos para un parque de diversiones. Su abuelo se

habría sentido orgulloso—. Vas a ser rica y famosa por el resto de tu vida.

Una ira repentina flameo detrás de los anillos color azul hielo de los lentes

de contacto de Addy, llameando a través de emociones más débiles como

leña. Ella arrancó su brazo del agarre de Dekker y apartó a Regan del

ángel de la muerte. —¿Sigue ahí el demonio? —preguntó ella, cambiando su

enfoque entre Nash y yo, mientras sostenía el delgado brazo de su hermana

con un apretón de granito—. ¿Si destruimos su contrato, acabaremos con el

pacto?

—¡No! —Regan trató de alejarse retorciéndose, y Dekker siguió la mirada de

Addison hacia mí y Nash, de pie en el borde de la habitación como

estudiantes de primer año en la fiesta de graduación.

—¿Quiénes son ellos? —preguntó con calma, claramente hablándole a su

colega femenina, aunque él nos miraba a nosotros.

El ángel de la muerte hizo una mueca de disgusto, pero parecía que

realmente quería sisear. —Bean Sidhes —ella escupió.

—Amigos —dijo Addison—. Yo... los invité.

Dekker nos descartó con una mirada y se volvió hacia Addy, abriendo la

carpeta para que todos pudiéramos ver que estaba vacía. Porque, como Tod

—R

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había descubierto, el papeleo demoniaco se mantenía en el Inframundo.

—No funciona así, Addison. —Dekker le lanzó una paciente y presuntuosa

sonrisa—. Los contratos de un demonio son indestructibles por medios

humanos. Como un papeleo blindado a prueba de fuego. Y si Regan invoca su

cláusula de salida antes de tener un pedestal del cual caer, su fuerza de

voluntad y decoro se corroerán hasta que no sea capaz de reconocer una

buena decisión incluso si estala atropella en la calle. Tú probablemente serás

tía en un par de años, y estoy seguro de que el padre del mocoso será un

convicto o un traficante, o algo igualmente prestigioso.

—Los defectos de Regan serán explotados y magnificados, y como su

hermana es famosa, cada tropiezo suyo será noticia de primera plana. —

Hizo una pausa y sus ansiosos ojos castaños parecían chispear con más

ánimo—. Ah, y cualquier tendencia hacia la adicción, algo que podría haber

heredado, ¿por ejemplo? —Sus cejas levantadas indicaban que Dekker

estaba más que familiarizado con el cariño de la Sra. Page por los

fármacos—. Bueno, solo digamos que van a ser terriblemente difíciles de

resistir para una nueva y deshonrada madre adolescente...

Regan se le quedó mirando a Dekker con creciente horror, y la rabia

encendió las mejillas de Addy. —No importa —insistió ella, mientras que la

cabeza de su hermana se batía de atrás hacia adelante en negación—. Ella no

está tomando la cláusula de anulación.

—¿Por qué no? —Regan exigió, pero Addy se volvió hacia mí sin

responderle.

—¿El demonio sigue ahí? Quiero hablar con él.

—Se ha ido —dije, recordando la más alta de las tres figuras oscuras que

había visto en el Inframundo. El que se había ido cuando dejé que mi llanto

se desvaneciera.

—Llévanos —exigió Addy en voz baja—. Lo vamos a encontrar.

—No —Nash sacudió la cabeza con firmeza—. No pueden ir allí, y tampoco

Kaylee. No es seguro.

—¡Ni lo es esto! —Addison empujó a su hermana hacia adelante, y Nash

respingo cuando su mirada encontró los nuevos ojos vacíos de Regan.

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—¿Qué está pasando? —Regan gritó, lágrimas llenando sus ojos—.

¿Quiénes son? —Ella ondeó un brazo hacia mí y Nash, luego su mirada

perpleja se deslizó de nuevo a Dekker—. ¿Por qué está amenazando con

destruir mi vida?

Dekker se cruzó de brazos sobre el pecho, la carpeta vacía aplastada contra

su costado. —No te estoy amenazando. Simplemente estoy señalando los

hechos. Firmaste un contrato, y se espera que mantengas tu palabra.

—Ella no tenía idea de lo que estaba firmando —dijo Addy—. No le dijiste la

verdad.

—Nunca mentí —Dekker insistió con calma.

—¿De qué están hablando? —Regan exigió, más perpleja que realmente

asustada.

—¡Estamos hablando de esto! —Addison dio vuelta a su hermana hasta que

quedo frente a un espejo colgado en la pared sobre un sofá beige—. ¡Mira!

Regan miró, y sus ojos se ampliaron como los de un anime. Pero aunque sus

mejillas estaban encendidas de color rojo brillante, ningún color volvió a sus

ojos. Ese hermoso azul había desaparecido, junto con su alma.

—¿Qué...? —Regan comenzó a acercarse más al espejo para ver mejor, pero

cambió de parecer y retrocedió, negando lentamente la cabeza. Luego se

volvió hacia John Dekker y su ángel de la muerte con una rabia y confusión

casi igual a la de su hermana—. ¿Qué le pasa a mis ojos? ¿Cómo puedo ver si

no tengo ojos? No dijiste nada sobre esto.

—Estaba en la letra pequeña. —El ángel de la muerte se cruzó los brazos

sobre un huesudo pecho, vestido de negro, desprecio brillo en sus ojos grises

normales—. Tienes la edad suficiente para leer, ¿verdad?

Dekker puso una mano sobre su antebrazo, y el ángel de la muerte pareció

encerrarse en sí misma, como si él hubiese pinchado su botón de apagado.

—No hay nada malo con tus ojos. —Su voz era tranquila y suave, pero no se

comparaba con la de Nash—. Es un efecto secundario del proceso. Y tenemos

una solución fácil para esto, ¿no es así, Addison?

Dekker echo un vistazo a la hermana mayor Page, pero ella sólo lo miró

furiosa, su mandíbula apretada por la viciosa ira cuando él le entregó dos

cajas blancas a su hermana. —Esta es tu prescripción, creo, y una virtual

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copia exacta de tu color de ojos. Cada seis meses te entregare nuevas cajas.

Estos deben durar hasta entonces, pero por favor ten cuidado con ellos. —Le

guiño con sus indescriptibles ojos marrones—. No son precisamente

baratos.

Los ojos vacíos de Regan se llenaron de lágrimas de nuevo, y no pude

recordar haberle tenido alguna vez miedo a una de octavo grado que

estuviese llorando. Pero tenía miedo en ese momento. La incongruencia de

sus muy humanas lágrimas con esos ojos claramente inhumanos me dio

escalofríos en lugares en los que ni siquiera sabía que se podía tener frío. —

¿Van a quedar así? —Ella se volvió vacilante de nuevo hacia el espejo,

entonces se alejo, antes de realmente poder haberse visto a sí misma—. ¿Por

qué se ven tan... vacíos?

—Porque están vacíos —dijo Tod, y todos nos dimos la vuelta ante el sonido

de su voz. Tod estaba cerca de la puerta de la cocina, junto a un niño

pelirrojo que apenas le llegaba a los hombros al ángel de la muerte—. Los

ojos son las ventanas del alma, y sin tu alma, no hay nada para que ellos

reflejen.

La ángel de la muerte mascota de Dekker se puso tiesa en el borde de la

habitación. ¿Era Tod realmente tan espeluznante?

—¿Tienes otro hermano? —susurré, parada sobre los dedos del pie para

alcanzar los oídos de Nash.

—¿Y tu papá tenía el pelo rojo?

—Ese es Levi —él me contestó en susurros, y el pequeño niño me asintió

políticamente, encogiéndose de hombros con sus manos dentro de los

bolsillos de un par de pantalones holgados.

—¿Levi-el-ángel-de-la- muerte? —Pregunté, un poco avergonzada cuando

mi voz se elevó por la sorpresa.

Después de todas las cosas realmente extrañas que había visto desde que

descubrí que era una Bean Sidhe, un pequeño niño pecoso—ángel de la

muerte no debería haberme desconcertado en lo más mínimo. Pero lo hizo.

—¿El jefe de Tod, Levi-el-ángel-de-la-muerte?

—El mismo y único. —Levi me lanzó una arrebatadora dulce sonrisa. Una

con la que sus ojos no hacían juego.

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Luego lanzó una mirada feroz al ángel de la muerte renegada. —Bana.

Ella se quedó paralizada con esa única silaba—su propio nombre, hablado

en la suave y elevada voz de un niño— y sus dedos temblaron

nerviosamente a su lado. Parecía que ella quería salir corriendo, pero no

podía.

—No estaba seguro de a quien esperar, pero debo admitir que tu nombre

nunca se me ocurrió. —Levi se paseo hacia adelante como un niño en el

parque, y tuve la idea absurda de que debería haber estado llevando un bate

de béisbol en el hombro, o un monopatín bajo el brazo. Se detuvo a varios

pies de Bana y su jefe, y le dio a John Dekker sólo una mirada fugaz, como si

no reconociera a una de las caras más famosas del mundo.

Lo que me pareció especialmente irónico, considerando la edad aparente del

ángel de la muerte.

—¿Quién es éste? —preguntó Dekker, pero antes de que Bana pudiera

responder— y tengo serias dudas de que hubiese hecho— el muchacho sacó

su pecosa mano derecha de su bolsillo.

—Levi Van Zant. El ángel de la muerte de mayor jerarquía en este distrito.

He venido a relevar a Bana de sus funciones. Y de su alma.

Los brazos de Bana se pusieron rígidos por la anticipación, y me di cuenta de

que estaba tratando de desaparecer de la casa de Addy, y salir del alcance de

Levi. Mi respiración se detuvo. Íbamos a perderla.

¿Pero acaso importaba? llegamos demasiado tarde para impedir que

transportara a Regan al Inframundo.

Pero a pesar de su evidente esfuerzo por desaparecer, permaneció

totalmente corporal.

Y antes de poder exhalar el aliento —antes de que Bana pudiera incluso

tomar uno—la pequeña mano de Levi salió disparada y se envolvió

alrededor de su muñeca. Sus dedos apenas se encontraron en la parte

posterior de su brazo, pero cualquier duda que tenía sobre la fuerza de su

agarre se suspendió con una mirada al rostro de ella, torcido en agonía,

como si su toque quemase.

—Bana, mírame.

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Ella trató de rehusarse. Su mano libre arañaba inútilmente la pared detrás

de ella, rasguñando las placas de yeso, la resistencia estaba grabada en las

aterradas y enfadadas líneas de su mandíbula y frente. Pero no pudo

resistirse. Ni tampoco desaparecer. De alguna manera, Levi estaba

bloqueando sus habilidades.

Garantizando su cooperación.

¿Tendrá Tod alguna vez ese poder?

—Mírame, Bana.

Sus ojos se abrieron de golpe y un grito escapó de su boca. Ella miró directo

a los ojos verdes de Levi, que parecían… brillar. Resplandecer con una luz

radiante y fría.

Observamos, cada uno de nosotros estaba fascinado. Incluyendo a Dekker,

pero sobre todo Regan Page, quien estaba teniendo su primera aterradora

visión del mundo al que acababa de entrar. El mundo al que se había

vendido a sí misma.

Los hombros de Bana decayeron y sus parpados se agitaron, como si fuesen

a cerrarse. El agarre de Levi en su brazo se apretó visiblemente. Dekker dio

un paso atrás y la ángel de la muerte repentinamente se puso rígida. Sus ojos

se abrieron de nuevo, pero comenzaron a opacarse. Hasta que simplemente

se... apagaron.

Y fue entonces cuando el pánico me ataco. Mi corazón latía con fuerza,

lastimando el interior de mi pecho. El sudor se forma entre la mano de Nash

y la mía. El grito subió en mi garganta, arañándome de adentro hacia afuera,

exigiendo una salida. Una audiencia. La canción del alma de Bana quería ser

oída.

Apreté la mandíbula contra el lamento, mi mente zumbando con preguntas.

¿Una canción del alma por un ángel de la muerte? Tenía sentido —después

de todo tenía un alma— pero de alguna manera nunca me hubiera esperado

llorar en realidad por un ángel de la muerte. ¿Significa eso que Nash y yo la

podríamos salvar si queríamos? Pero ¿por qué íbamos a querer? ¿Y si lo

hiciéramos, alguien más tomaría su lugar? ¿Las almas condenadas de los

ángeles de la muerte requerían un intercambio?

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Por supuesto que no. Tod había dicho que las almas de los ángeles de la

muerte eran mucho más raras que las almas humanas, de modo que si

salvamos a Bana, ¿otro ángel de la muerte tendría que morir? Porque un

alma humana no sería suficiente, ¿verdad?

La semilla de una idea que había tenido antes exploto en mi cabeza con tal

violencia que se sentía como si mi cráneo fuera a partirse. Porque no era

sólo una idea. Era una idea. El tipo de idea que podría cambiar vidas.

O salvar almas.

Mi mano apretó la de Nash, y él quito su mirada de Bana para mirarme

sorprendido, casi en el momento exacto en que el grito se escapaba de mis

labios sellados. Sólo una pequeño sonido al principio, agudo y doloroso, pero

controlado. Por el momento.

—¿Bana? —él susurró, con los ojos color avellana amplios, y la frente

arrugada.

Asentí con la cabeza y deje a otra parte del sonido deslizarse de mí.

Tod lo notó entonces, y le disparó una mirada inquisitiva a Nash, quien sólo

pudo encogerse de hombros. —Puedes hacer que se detenga, Kaylee —dijo

por fin, sus labios rozando mi oreja, su influencia pacífica rozando mi

corazón—. Te he visto hacerlo. Tráela de vuelta. Contenla.

Pero me retorcí lejos de él, sacudiendo la cabeza firmemente. No quería

contenerla. Quería dejarla ir. Dejar que mi grito perfore cada cráneo en la

habitación y sacudir las ventanas.

Y dejar que capturara el alma sucia de Bana.

La renegada ángel de la muerte estaba a punto de pagar por su parte en el

círculo del tráfico de almas de Dekker, y yo iba personalmente a sacarle la

recompensa.

Addy y Regan me miraron ahora, en lugar de a Bana y a Levi, y sus miradas

me pusieron nerviosa. Rompiendo mi concentración.

Cerré los ojos un instante, entonces los volví a abrir junto con mi boca.

Espinas afiladas de sonido estallaron de mí, bañando la habitación como una

ola de fragmentos de vidrio. Addy, Regan y Dekker se estremecieron como

uno, mientras sus cerebros eran perforados por la evidencia de mi intención.

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Sus manos volaron a sus oídos. Sus ojos cerrados fuertemente. Sus narices

arrugadas en descontento bordeando el dolor.

Levi se estremeció, pero su concentración nunca vaciló. Bana estaba

sufriendo demasiado por la brutal extracción de su alma como para incluso

notar lo que yo estaba haciendo. Pero tanto Nash como Tod llevaban

extrañas sonrisas, sus rostros aflojados con placer. Ellos oían mi llanto como

una hermosa, y misteriosa canción, una melodía sin equivalente en el mundo

humano. Un regalo de la mujer Bean Sidhe, que sólo los machos de nuestra

especie podían experimentar.

Al parecer, incluso los muertos.

El pánico fluía dentro de mí, conduciendo al trozo de sonido fuera de mi

centro y dentro del cuarto.

Con esa presión en libertad, fui capaz de concentrarme en mi parte en el

plan que estaba formando. Y para comunicar de alguna manera la parte de

Tod a él.

Un instante más tarde, el último fulgor de luz murió en los ojos de Bana, y su

alma se levantó de su cuerpo. Se veía exactamente como un alma humana—

pálida y sin forma. No estoy segura de lo que esperaba, pero no era eso. ¿No

debería el alma de un ángel de la muerte ser diferente, de alguna manera? ¿Y

si no lo era, siquiera funcionaria mi plan?

Sólo había una manera de averiguarlo...

Canté por su alma. Llamándola, suspendiéndola en el aire como una niebla

espesa mientras Levi soltaba el brazo del ángel de la muerte fallecida. Él dio

un paso atrás y ella se desplomó sobre la alfombra de felpa de la sala de

Addy, una maraña de brazos doblados y piernas torcidas torpemente.

Dekker saltó lejos de su empleada muerta tan rápido que se tropezó con sus

propios pies y habría caído si no fuera por la silla que tomó para mantener el

equilibrio. Si no hubiera estado gritando lo suficientemente fuerte como

para despertar a los muertos, me habría reído. Nunca habría pensado que

alguien que negociaba tan estrechamente con ángeles de la muerte y

demonios se asustaría por una pequeña muerte.

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Pero a pesar entretenimiento pasajero, mi plan no era gracioso. Era

producto de la desesperación y la inspiración, y nunca funcionaría si Tod no

subía a bordo. Rápido.

Incapaz de apartar mis ojos del alma de Bana, busque a tientas a mi

izquierda, alcanzando a ciegas el brazo de Tod. Lo encontré, y tiré de él hacia

adelante justo cuando Nash se inclinó para susurrarme al oído.

Esa era la única manera en que podría oírle por encima de mi llanto, y yo

probablemente no habría oído una voz humana. —¿Qué estás haciendo? Ella

está muerta. Déjala ir. No voy a traerla de vuelta.

Sacudí la cabeza con vehemencia, frustrada por mi incapacidad para

comunicarme. Cuando la cabeza de Tod entró en mi campo de visión, lo

empuje hacia Bana, señalando hacia su alma sobrevolando con mi mano

libre, luego hacia Tod. Específicamente, hacia su boca. Necesitaba que

aspirara su alma, al igual que Libby había aspirado el Aliento del Demonio.

Para contenerla, sólo por un rato.

Y, finalmente, pareció entenderlo. —¿Quieres que yo tome su alma? —

preguntó, y yo asentí con la cabeza, el alivio me cubrió con tanta rapidez que

los bordes de mi visión se volvieron negros.

Agarré a Nash para mantener el equilibrio y me concentré en mantener de

mi canción.

—¿Por qué? —Tod preguntó, encogiéndose de hombros cuando Levi le

dirigió una mirada inquisitiva.

Pero no podía explicar hasta que él tomara su alma para que yo pudiera

dejar de llorar. Hice más gestos desesperados con mis brazos, y finalmente

asintió con la cabeza en concesión. Entonces abrió su boca y succionó el

alma de Bana. En cuestión de segundos, esta se había ido.

Cerré mi boca y la habitación quedó en silencio, excepto por el horrible

ruido en mis oídos, el cual por experiencia sabía que no desaparecería por

completo durante un par de horas.

Tod se limpió las migajas inexistentes de alma de su boca, y me estremecí.

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—Eso fue... surrealista —le dije, mi voz tan chirriante como un viejo

tocadiscos. Tropecé, débil por el esfuerzo, y Nash me atrapo. El medio me

llevó cargada hasta el sofá a lo largo de la pared del fondo, que fue cuando

me di cuenta de que John Dekker se había ido. Se había escapado de la sala

mientras todos los demás me miraban gritar, y la puerta principal estaba

abierta todavía.

Afuera, neumáticos chirriaron en la calle y los faros desaparecieron desde la

ventana del frente. La limusina que habíamos visto al frente se había ido.

Como el alma de Regan.

Giré hacia las hermanas Page, mis ojos muy abiertos. —¿Captaron el nombre

del demonio?

Addy sacudió su cabeza lentamente, con rabia. —Nunca lo dijeron—. Sus

facciones se oscurecieron con torturada decepción y ella miró a su hermana.

—¿Sabes cómo se llama?

Regan negó con la cabeza en silencio, sin dar excusas.

—Genial. Entonces, ¿qué fue todo eso? —Addison me preguntó, envolviendo

un brazo sobre los hombros de su hermana. Regan sólo miró, demasiado

sorprendida para formar una pregunta coherente.

Sabía exactamente cómo se sentía.

—¿Pudieron ver algo de eso? —Pregunté, frotando mi garganta.

Nash sacudió la cabeza. —Tod, explica lo que puedas. Kaylee está perdiendo

su voz. Voy a conseguirle algo de beber. —Con eso, cerró de golpe la puerta

principal y se dirigió a la cocina de Addy, su cara enrojecida con una rabia

apenas controlada.

Addy no pareció darse cuenta.

—Bana era una ángel de la muerte —comenzó Tod, guiando a las dos

hermanas abismadas al sofá vacío frente al que yo estaba sentada—. Al igual

que Levi y yo. —Él asintió con la cabeza hacia el muchacho, todavía parado

en la esquina con las pequeñas manos una vez más escondidas en sus

bolsillos, evidentemente, contento de ver y escuchar por el momento—. Sólo

que ella era... mala. Así que Levi la despidió.

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—Quieres decir que la mató —dijo Addison, obviamente, luchando para no

quedarse mirando al cadáver sobre su alfombra.

—Bueno, técnicamente ya estaba muerta. —Tod encogió los hombros—. Así

que realmente él solo terminó el trabajo. Y Kaylee estaba cantando la

canción de su alma.

—Eso no era un canto. —La nariz de Regan se arrugó como si oliese algo

horrible—. Eso fue una masacre de vocales.

Si mi garganta no se sintiese como si me hubiese tragado un alambre de

púas, me hubiera reído. Estaba totalmente de acuerdo.

—No fue una canción como tú piensas en la música. —Nash salió de la cocina

con un vaso de agua helada—. Fue una llamada al alma de Bana. Kaylee la

suspendió el tiempo suficiente para que Tod... la tomara.

—Hablando de eso... —Tod se sentó en el otro sofá, lo más cerca que pudo

llegar de Addison, sus piernas tocando desde los muslos hasta la rodilla,

mientras que Levi observaba con una expresión extraña que no podía

interpretar—. ¿Por qué tomé su alma? ¿Tiene algo que ver con todas tus

preguntas sobre los ángeles de la muerte en el auto?

—De hecho, si —dije, después de un largo trago de agua. Mi garganta todavía

dolía, pero mi voz tenía un volumen decente, teniendo en cuenta por lo que

acaba de pasar—. Vamos a negociar con el alma de Bana.

Las cejas de Nash se arquearon como si estuviese impresionado, y la

repentina luz en los ojos de Tod decía que él entendía por lo menos parte de

lo que quería lograr. —Dijiste que el alma de un ángel de la muerte es más

rara que la de un ser humano. —Cambié mi concentración de Tod a su jefe—

. ¿Estoy en lo correcto al suponer que eso la hace más valiosa?

Levi asintió con la cabeza, y ahora su sonrisa mostraba una línea de

pequeños dientes blancos. Todos estaban allí, por suerte. Si le hubiera

faltado alguno, él habría sido demasiado espeluznante para mirarlo.

—¿Tan valiosa como, por ejemplo, dos almas humanas? —Eché un vistazo a

las hermanas Page, luego otra vez a Levi, cuyas cejas estaban arqueadas por

la sorpresa.

—Esta, ella es inteligente —dijo—. Por supuesto, no puedo oficialmente

aprobar lo que estás pensando, así que me despido ahora...

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—¿Pero estoy en el camino correcto? —Pregunté cuando él se arrodilló

junto al ángel de la muerte fallecida.

—Me temo que no sé de qué me estás hablando. —Levi me guiñó un ojo, sin

dejar de sonreír.

Luego cogió a Bana en ambos brazos como si no pesara nada, aunque tenía

más de un pie que él, y los dos desaparecieron.

—¿Qué está pasando? —Regan, finalmente exigió, impotentes puños

apretados a sus costados.

Sonreí dulcemente, tratando de calmarla, aunque sus extraños, ojos vacíos

me espantaban.

—Vamos a negociar el alma de Bana al demonio. Por las dos de ustedes.

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Capítulo 12 Traducido por Linetas

Corregido por Mona

hh —le susurré a Nash mientras cerraba suavemente la

puerta principal, preguntándome cuáles eran las

posibilidades de que mi padre se hubiese dormido

temprano y no se había percatado de que llegaba tarde. El salón estaba

oscuro, y en la cocina, sólo la luz sobre el fregadero estaba encendida, por lo

que todo parecía bastante bien hasta ahora...

—Kaylee, ven aquí. Ahora.

O no.

Nash me apretó la mano y me siguió hasta la sala, donde la silueta de mi

padre se inclinó hacia delante en el abultado sillón, delineado por la poca luz

que penetraba las cortinas desde la lámpara de la calle. Me quedé en el

medio del piso, mirando fijamente el lugar oscuro donde sus ojos estarían,

con el pecho de Nash presionado contra mi espalda. —¿Por qué estás

sentado en la oscuridad?

Un brazo ensombrecido se estiró hacia arriba y a la izquierda. La lámpara de

pie cliqueo y la luz inundó la habitación. Mi papá todavía llevaba la camisa

de franela con la que había trabajado, y sus ojos estaban enrojecidos por el

cansancio. —¿Por qué llegas con hora y media de retraso?

Técnicamente, era sólo una hora y veinticuatro minutos, pero él parecía

mucho menos dispuesto a ser corregido de lo que yo estaba de hablar de mi

paradero.

—Ni siquiera es medianoche. —Tiré de Nash hacia adelante y él lo tomó

como una señal para intervenir, aunque no era a lo que me refería.

—Lo siento, Sr. Cavanaugh. No nos dimos cuenta de que era tan tan…

—S

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—Vete a casa, Nash. —Un músculo saltó a lo largo de la línea de la

mandíbula de mi padre—. Tu mamá te está esperando, también.

Las cejas de Nash se levantaron, y frunció el ceño. —Hablaré contigo

mañana, Kaylee —dijo volviéndose hacia la puerta con mi mano aún tomada

de la suya, nuestros brazos extendidos entre nosotros.

—Eso está por verse, —contestó mi papá bruscamente.

Sonreí, esperando aligerar los ánimos. —¿No vas a dejarme ni ir a la escuela?

Él estaba poco divertido. —Buenas noches, Nash.

—Tengo que llevarlo. —Probablemente debería haberlo llevado a casa

primero, pero estaba esperando que mi padre estuviese dormido y

pudiéramos discutir nuestro próximo movimiento, a la luz del fracaso de

esta noche.

Saqué las llaves del bolsillo y me volví para seguir a Nash, pero él sacudió la

cabeza con un vistazo a mi papá.

—Caminaré. Son sólo unas cuantas cuadras. —Mientras la puerta se cerró

detrás de él, repentinamente deseé que no viviéramos tan cerca.

—¿Dónde estabas? —preguntó mi papá mientras se hundía en el sofá a su

izquierda—. Y antes de que empieces, sé que no te tocaba trabajar esta

noche, y claramente no estabas con Emma.

Genial. —No es lo que estás pensando. —Virtualmente podía garantizar eso.

Pero no podía decirle dónde había estado realmente, porque a él gustaría

eso, incluso menos que la idea de que estaba afuera bebiendo, fumando o

durmiendo con Nash.

—Entonces, ¿dónde estabas? —Cruzó los brazos sobre su pecho, y me

pareció ver sus irises arremolinarse sólo un poco, aunque eso podría haber

sido la chispa de un faro que pasó sobre los ojos.

—Fuera conduciendo. —En su mayoría.

Cuando se inclinó hacia delante para mirarme a los ojos, me di cuenta de que

sus irises estaban realmente girando. Curioso. Por lo general tenía un mejor

control sobre sus emociones...

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—¿Va a ser Nash un problema? —La voz de mi padre era profunda y áspera.

Preocupada.

Juguetee con un pedazo desgastado de jeans en mi rodilla. —¿Por qué iba a

serlo?

Cerró los ojos un instante, y cuando se abrieron, su rostro sostenía una

nueva resolución y los colores de sus irises había dejado de moverse. Había

recuperado el control de... algo. Algo que no entendía y él no parecía estar

listo para explicarme. —Kaylee, sé que él te gusta, y sé que él... no es un

chico malo. Y todos sabemos que estaba allí para ti cuando yo no, y lamente

eso, más de lo que algún día podría llegar a explicar. Pero no quiero que tú...

Vaciló y se frotó la frente, entonces empezó otra vez. —No es una buena idea

que te involucres demasiado con él. Eres tan joven, y... maldita sea, desearía

que tu madre estuviese aquí para explicar esto...

Una repentina comprensión me inundó y la sangre se agolpó en mis mejillas.

—Papá, ¿esto es sobre sexo?

Esta vez se ruborizó, y casi sentí pena por él. Paternidad de tiempo completo

era algo nuevo para él, y todavía estábamos buscando a tientas nuestro

camino en algunas áreas. Como los toques de queda, y al parecer esa

mortificante charla después-de-clase.

—No se trata sólo de sexo...

—De acuerdo, por favor detente. —Alcé ambas manos, con las palmas hacia

fuera, y rodé mis ojos—. Esto es simplemente extraño.

—Kaylee...

—…y realmente no es asunto tuyo. —Gesticulé con un brazo.

Él se puso de pie, con el ceño fruncido hacia mí. —Esto sin duda es asunto

mío, ¡y no te necesito interviniendo para decirme lo que puedo y no puedo

hacer! —Me puse de pie para ponernos en un terreno de igualdad.

—Ese es mi trabajo. —Su boca se arqueó en una sonrisa irónica, pero me

negué a verle la gracia.

—Bueno, ¡no eres muy bueno en eso!

Su sonrisa se derrumbó, y sus ojos giraron lentamente. Con tristeza.

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Me sentí culpable de inmediato. Lo estaba intentando tan duro. —No quería

decir eso.

—Lo sé. —Exhaló pesadamente—. Pero todavía estás castigada. Por regresar

a casa tarde, no por herir mis sentimientos.

Genial. Cerré los ojos, tratando de pensar con rapidez. Sabía cómo tratar con

mi tía y tío, pero con mi papá, más que todo estaba en un territorio

inexplorado. —Está bien, pero este es realmente un momento desastroso

para estar castigada. —Crucé los brazos sobre mi pecho.

—¿No podemos arreglar algo más? Lavaré los platos toda la semana. Y la

ropa. —Por supuesto, ya me encargaba de la mayor parte de la ropa, de

todos modos, por que el no servía para separar la ropa.

—¿Bren y Val realmente se deciden por eso? —La ira afilaba su voz ahora.

Me estaba acercando a algún tipo de límite, y realmente no tenía ganas de

cruzarlo. Mi padre era en realidad muy relajado por lo general, y no quería

accionar cualquiera que sea el mecanismo de auto-bloqueo que la mayoría

de los padres tienen cableados en sus cerebros. Incluso los itinerantes

padres recién vueltos.

—No —En realidad ellos rara vez me castigaban, generalmente Sophie era la

que estaba en problemas.

Aunque, tampoco podía recordarlos castigándola, ahora que lo pienso... —

Pero tengo algo importante que hacer esta semana.

—¿Qué?

Todo mi cuerpo se sentía pesado por la culpa. —No te puedo decir.

—¿Al igual que no puedes decirme dónde estabas esta noche?

—Algo así —exhalé pesadamente y encontré su mirada—. Papá, necesito

que confíes en mí. Esto es realmente importante.

Él tendió una mano, con la palma hacia arriba. —Dame tu teléfono.

Metí la mano en el bolsillo, enrollándola protectoramente alrededor de mi

celular. —¿En serio? —No podía decirlo en serio.

—Sí. Una semana, sin teléfono.

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—¡No! —Clavos de justa ira se dispararon por mi espina, hormigueando

todo el camino hasta mis dedos. ¡Estaba tratando de ayudar a alguien! Si él

hubiese estado cerca el tiempo suficiente para llegar a conocerme, sabría

eso, incluso sin los detalles—. ¡No es seguro andar por ahí sin un teléfono!

Especialmente para alguien tan metida en los negocios de los demonios que

tendría que mirar hacia arriba para saludar al diablo.

—Bueno, eso no será un problema, porque no vas a ir a ninguna parte. Dame

tus llaves.

—Puedes tomar el autobús a la escuela mañana.

—¡Esto es ridículo! —Grité, de mala gana sacando mi teléfono del bolsillo, y

mis llaves del otro. Y completamente injustificado. No es como si yo hubiese

estado fuera bebiendo y acostándome con cualquiera.

Mi papá se frotó la frente y se sentó de nuevo en el sillón, luciendo tan

cansado como nunca lo había visto. —¡Kaylee, no sé lo que estabas haciendo,

porque no me lo dirás!

—Bien. —Coloque bruscamente mi teléfono sobre su palma. —Pero mis

razones para no decirte todo ahora son tan importantes como tus razones

para no decirme nada en los últimos trece años. Y esta tan completamente

de cabeza que esperas que confié en ti cuando no estás dispuesto a devolver

el favor.

Mi comentario sarcástico dio en el blanco y mi padre se estremeció de

nuevo. —Estoy cansado, Kaylee, y no tengo la energía para esto. —Puso el

teléfono sobre una mesita y se frotó la cara con ambas manos.

—Dame tus llaves y vete a la cama. Por favor.

¿Y qué se supone que iba a decirle a Addy y Regan? Lo siento, no puedo

salvar sus almas inmortales, ¿porque estoy castigada?

Dejé caer mis llaves sobre la encimera de la cocina, luego camine con

dificultad por el pasillo hasta mi habitación, clasificando las posibles formas

de rodear esta nueva dificultad. ¿Cómo se supone que encontremos al

demonio sin un auto? ¿Caminando por todo el Metroplex? Con la puerta de

mi habitación abierta, me senté con las piernas cruzadas sobre mi cama y

escuché cuando mi padre echó llave, luego, caminó por el pasillo hacia su

habitación. Quince minutos más tarde, sus ronquidos resonaron en el pasillo

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y un rayo de irritación me atravesó. Nuestra primera pelea real no había

interrumpido su sueño en lo más mínimo.

Todavía irritada, crucé el pasillo para ir al baño y me lave los dientes, luego

me cambie a una camiseta sin mangas y pantalones holgados de pijama

antes de desplomarme sobre mi cama de nuevo. Tenía tarea de química para

hacer, y estaba demasiado enfadada para dormir, pero había dejado mis

libros en el auto y no podía llegar a ellos, sin mis llaves.

—¿Estás bien? —Tod preguntó desde el sillón cerca a mi cabecera, y casi

salté fuera de mi cama por la sorpresa—. Lo siento. —Él me agarró del brazo

para estabilizarme.

Estuve tentada a gritarle, pero me resistí porque por una vez su intrusión en

realidad podría ser útil. Y porque no quería despertar a mi papá. —¿Cuánto

de eso oíste? —ondeé un brazo en dirección a la sala para indicar la pelea

con mi papá.

—Sólo el último pedazo. Nash me pidió que viera como estabas. —Movió

ambas cejas y puso una sonrisa maliciosa—. No te preocupes, me di la

vuelta, cuando te cambiaste.

No pude evitar una carcajada. Tod podría coquetear conmigo para molestar

a Nash, pero era obvio que realmente le importaba Addy, más allá de

cualquier enamoramiento que hubiesen tenido en la escuela. —Me alegro de

saber que has mantenido al menos una pequeña fortaleza moral desde tu

desafortunada muerte.

—La reservo para ocasiones especiales. Y la gente que me gusta.

Le Arrojé mi almohada.

—¿Así que, todo esto es porque llegaste tarde?

—Por eso, y porque no le dije dónde había estado. Estoy castigada por una

semana.

Tod frunció el ceño. —Pero todavía vienes mañana después de la escuela,

¿verdad?

Ladeé mi cabeza hacia él, entornando los ojos en confusión fingida. —¿Qué

parte de “castigada” no entendiste?

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—La parte donde se entromete en mis planes. —Pero supe por el serio ceño

fruncido que era en realidad no eran sus planes por los que estaba

preocupado. Sino por el alma de Addy.

Puesto que no habíamos llegado a tiempo para detener a Regan de vender, o

siquiera para identificar al demonio que compró su alma, estábamos de

nuevo en el plan A: esperando a que alguien de la instalación de

almacenamiento del Aliento del Demonio estuviese dispuesto a ayudarnos.

Pero primero teníamos que llegar allí, lo que sería muy difícil sin un auto.

Por lo menos ahora teníamos algo con que negociar, una vez que

encontráramos al demonio. Afortunadamente, Tod podría sostener el alma

de Bana mucho más de lo que un ángel de la muerte podría aferrarse a una

bocanada del Aliento del Demonio. No es que yo estuviese exactamente

ansiosa por poner en marcha esa parte específica del plan...

—Mira, es tu culpa que este castigada —le susurré-siseé a Tod—, nada de

esto habría sucedido si no me hubieses arrastrado a esto en primer lugar.

¿Qué quieres que haga?

—Que salgas a hurtadillas. —Se encogió de hombros, como si eso debería

haber sido una cosa muy fácil de pensar. Pero para él era fácil decirlo. Estaba

muerto. ¿Qué otra cosa podían hacerle, quitarle su cumpleaños?—. Si te

pillan, te lo compensare. Te lo juro. Por favor, Kaylee. No podemos hacer

esto sin ti.

—¡Sí pueden! —Me cambié a un susurro de nuevo, en el caso de que mi

padre se despertara y escuchara las palabras más incriminatorias que había

hablado en mi vida—. Tienes el alma de Bana. Puedes hacer el trato por tu

cuenta.

Su rostro cayó y se quedó mirando la almohada en su regazo durante un

momento antes de encontrar mí mirada una vez más, la frustración ardía

como llamas detrás de sus ojos. —No, no puedo. Sigo siendo un ángel de la

muerte novato, Kaylee. Sólo puedo llevar una cantidad limitada de carga al

Inframundo a la vez, y ya tengo que encargarme del alma de Bana. Incluso si

puedo llevar a Addy, también, te necesito para traer a Regan. Y a Nash.

Tengo la sensación de que vamos a necesitarlo.

Sentí que mis ojos se ampliaban, y mi reflejo en el espejo parecía tan

horrorizado como me sentía. —¿Puedo hacer eso?

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—¿No puedes? —La confusión se dibujó en su rostro—. ¿No se supone que

es eso lo que mi mamá te está enseñando?

—¡No lo sé! No me ha mostrado un plan de estudios. ¿Ella puede transportar

gente?

—Sí. —Él asintió con firmeza—. Y tienes que hacer que te enseñe cómo

hacerlo. No podemos hacer esto sin ti, Kaylee.

Suspiré, y el desolado peso de la responsabilidad se estableció casi

físicamente sobre mí. No tenía más remedio. Pero mi papá me iba a matar

cuando se enterara, y el daño colateral probablemente incluiría tanto a Nash

como a Tod. Y a Harmony, cuando descubriese su ayuda involuntaria. Pero

esperanzadamente eso no sería hasta después de que hubiésemos regresado

las almas de Addy y Regan a sus respectivos cuerpos.

—Muy bien. Pero me debes una. A partir de ahora.

—Absolutamente. —El alivio medio relajo sus rasgos, y el ángel de la muerte

se inclinó hacia delante sobre mi silla.

—Lo que quieras.

—¿Puedes sacar mi teléfono de la habitación de mi padre sin despertarlo?

—No hay problema. —Se había ido antes de poder advertirle que tuviese

cuidado.

Algunos segundos después, mientras estaba sentada congelada sobre mí

cama, irracionalmente asustada de moverse en caso de que el chirrido de los

resortes despertara a mi padre, Tod apareció de nuevo en mi habitación,

acunando mi delgado teléfono rojo en una palma.

Él me lanzó una sonrisa torcida, los ojos azules chispeantes de malicia. —

¿Sabías que tu papá duerme en bóxers?

—Ew. Gracias por la imagen. —Agarré mi teléfono y me desplacé a través

del menú para ver mis llamadas perdidas. Cinco de mi padre y cuatro de

Emma. Debíamos haber pasado una zona muerta en la carretera, y no había

revisado mis mensajes.

Seleccioné el último correo de voz que Emma había dejado y sostuve el

teléfono a mi oído, una mano en mi cadera mientras miraba a Tod. —

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Necesito que traigas los libros de mi auto, y luego voy a necesitar que pongas

esto de vuelta donde sea que mi padre lo dejó.

Tod me hizo una reverencia burlona. —¿Algo más? ¿Puedo abanicarte con

una hoja de palmera? ¿Alimentarte con uvas mientras escribes tu tarea con

mi sangre?

—¡Shh! —susurré, mandándolo afuera mientras la voz de Emma me hablaba

desde mi teléfono—. ¡Dijiste que me debías una!

Él frunció el ceño y salió de mi habitación a tiempo para que yo escuchara la

mayor parte del mensaje perdido. —...Tratamos de cubrirte, pero él llamó al

teatro primero, y le dijeron que no estabas trabajando. Es mejor que lo

llames y hagas un poco de control de daños, Kaylee. Nos vemos mañana...

El teléfono dio un pitido en mi oído cuando su mensaje terminó. Ella había

intentado advertirme.

Tod apareció de nuevo en mi habitación llevando mi texto de química y un

cuaderno cuando presioné un botón para devolverle la llamada a Emma. Ella

contestó al tercer ring, y gesticulé hacia él para que pusiera mis cosas sobre

el escritorio.

—¿Kay? Son las doce y media de la mañana —murmuró Emma. Sonaba

como si tuviese su cara enterrada en el teléfono—. ¿Qué pasa?

—Lo siento, Em, pero es una especie de emergencia. ¿Nos puedes dar a Nash

y a mí un aventón a la escuela mañana?

—Por supuesto. —Parecía un poco más alerta, y los resortes chirriaron

mientras se sentaba en la cama.

—¿Qué pasó con tu auto?

—Mi padre me quito las llaves y mi teléfono por una semana.

—Ouch. Estaré allí a las siete y media. —Lo que significaba a las siete-

cuarenta-y-cinco,-en tierra-Emma. Llegaríamos tarde a la escuela, pero eso

era mejor que viajar en el autobús con los estudiantes de primer año.

—Gracias. Eres increíble.

—Lo sé —ella articuló mal, ya medio dormida de nuevo—, Chao. —El

teléfono hizo clic en mi oído y Emma se había ido. Me reservé un momento

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para tener la esperanza de que nos recordara en la mañana. Entonces me

hundí en mi cama, de repente muy somnolienta, ahora que el problema

inmediato estaba resuelto.

—Dile a Nash que esté aquí a las siete y media si quiere un aventón. —Lo he

llevado a la escuela casi todas las mañanas desde que empezamos a salir.

Eché un vistazo al libro de texto sobre mi escritorio, examinando

brevemente mi tarea. Pero estaba demasiado cansada como para meterme

con eso. La haría en el almuerzo—. Entonces, ¿cuál es el plan para mañana?

—Vamos a ir al centro a encontrar la instalación de almacenamiento, luego,

empezaremos a hacer preguntas hasta que sepamos lo que necesitamos

saber —dijo Tod, encorvándose sobre mi silla de nuevo.

—Simple. Me gusta. —Me senté sobre mi almohada y deslice mis piernas por

debajo de mis cobertores.

—¿Cuándo?

—¿Después de la escuela?

—No. Mi papa llamará, y si no estoy aquí para responder, él... no sé. Llamara

a la policía o algo así.

Tod frunció el ceño, una mirada extraña en su rostro angelical. —No estás

mirando el panorama general, Kaylee. El alma de Addy está en juego. He

intercambiado dos turnos seguidos en el hospital y, probablemente, tendré

que hacerlo de nuevo mañana. Lo menos que puedes hacer es dejar el radar

de tu padre por un par de horas después de la escuela.

—Muy bien, en primer lugar, aún no se nos acaba el tiempo todavía. Mañana

es miércoles, y Addy no se supone que muere sino hasta el jueves. Y

nosotros no podemos hacer esto hasta que aprenda a convertirme en un

transbordador al Inframundo. —Lo que significaba que tendría que

convencer a mi padre de que me dejara ir a mi lección de cómo-ser-una-

Bean-Sidhe después de la escuela, pese a estar castigada.

Luego tendría que hablar Harmony para que me enseñara lo que necesitó

saber, sin decirle por qué tenía que saberlo.

—Además, necesitamos un auto. Tú puedes aparecerte en Dallas cuando

quieras, pero Nash y yo no. Y no voy a tomar el autobús en medio de la

noche.

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—¿En medio de la noche? —Se inclinó hacia delante en mi silla, las cejas

hundidas hacia abajo con preocupación.

—¿No es eso dejarlo demasiado cerca de limite?

—En realidad no tenemos otra opción, Tod. —Me escabullí en la cama hasta

que los cobertores se recogieron en mi cintura—. El único momento en que

mi papá no me fiscaliza es cuando está dormido, lo que significa que no

podemos salir hasta mañana por la noche. Eso te da casi un día para explicar

todo a Addy y a Regan, y para encontrarnos un auto. —Debido a que su

mamá trabajaba el turno de noche en el hospital y necesitaría el suyo—. No

robes uno. Lo último que necesitamos es ser arrestados de camino al

Inframundo.

Ya podía ver el titular: Adolescente Mentalmente Frágil Detenida en un Auto

Robado, dice que Estaba Buscando un Demonio.

Sophie no tendría que trabajar duro para convencer a todos de que yo

estaba loca después de eso.

—No es suficiente tiempo, Kaylee. —Tod parecía tan triste como nunca lo

había visto.

—Tendrá que serlo. —No estaba segura de la mejor manera de calmar a un

ángel de la muerte—. Para la mañana del jueves, Addy estará en plena

posesión de su alma.

No era mucho de una promesa, pero como no podía garantizar su vida, su

alma era todo lo que podía ofrecerle.

—Ahora, ¿por favor podrías poner mi teléfono de nuevo donde lo

encontraste? Y apagar la luz al salir. —Con eso, me eché hacia atrás y tiré de

los cobertores sobre mi hombro. Necesitaba dormir.

Mañana prometía ser el miércoles más extraño en la historia.

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Capítulo 13 Traducido por Linetas

Corregido por Nanis

ealmente sólo debería dejarlos aquí. Merecen viajar en el

autobús, por mantener tantos secretos ―Emma cerró de

golpe su casillero cuando la campana sonó por última

vez, pero sus brillantes ojos color marrón la delataron. No estaba realmente

enojada. Estaba pescando en busca de pistas acerca de la misión súper-

secreta Bean Sidhe en la que se imaginaba que estábamos.

Acomodé mi mochila más alta sobre mi hombro y tire de mi camiseta ceñida

hacia abajo sobre la cintura de mis vaqueros.

―Confía en mí, no te estás perdiendo nada ―si supiera la verdad, su

curiosidad, sin duda, daría paso al terror. Razón por la que no podía decirle.

Pero Emma nos daría otro aventón, de todos modos, para compensarnos por

hacernos llegar con casi media hora de retraso al primer periodo. Debería

haber sabido que no se acordaría de una promesa-de-medianoche-velada-

por-el-sueño. Ella había llegado hasta el estacionamiento de la escuela

faltando cinco minutos para que sonara la campana antes de acordarse de

mí y de Nash. Le habría enviado un mensaje de texto, pero mi papá se fue a

trabajar con mi teléfono, y no tengo su número memorizado. Tampoco Nash

lo tenía programado.

Los tres tuvimos tardanzas injustificadas, lo que hizo juego con mi ausencia

no justificada a la clase de historia el día anterior. Añade a eso la tarea de

química a medio terminar a la que le había derramado salsa de queso de los

nachos en el almuerzo, y estaba empezando a pensar que no podía manejar

al mismo tiempo la escuela y los asuntos de Bean Sidhe. Por no hablar del

trabajo.

—R

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―Hey, Emma ―una voz masculina llamó desde el pasillo. Miramos hacia

arriba para ver a Doug Fuller pavoneándose con un montón de jugadores de

fútbol en iguales chaquetas escolares, Nash entre ellos.

―¿Tienes planes para esta noche?

El grupo se cerró alrededor de nosotras en una alta pared de amplios

hombros vestidos de color verde y blanco, bloqueando la mayor parte del

pasillo y efectivamente atrapándonos, aunque Emma no pareció notar la

repentina y sofocante falta de espacio personal. Di un paso atrás y mi

mochila golpeo los casilleros. No había dónde ir a menos que estuviera

dispuesta a romper la línea ofensiva y exponer mis problemas de

confinamiento. Lo cuál sería como agitar una bandera roja frente a una

manada de toros.

Nash debió haber visto el remolino de pánico en mis ojos, porque de pronto

estaba a mi lado. Dejé que mi mochila se deslizase hasta el piso, y él envolvió

ambos brazos alrededor de mí desde atrás. Su aliento rozó mi oreja en un

privado, y susurrante saludo, y me relajé contra él como si los otros asnos-

atletas ni siquiera existiesen.

Me habían aceptado en su banda con bastante facilidad, aunque antes

rondaba solo en los márgenes, gracias a varias aventuras de Emma en citas

—porque Nash y yo estábamos prácticamente pegados de la cadera.

O la entrepierna, como sin duda suponían los otros chicos. Después de todo,

¿por qué si no iba a pasar el rato con la mejor amiga sin dinero y sin curvas

de Emma, incluso si no tenía un rostro horrible?

Una muy buena pregunta...

Nash no tenía más dinero que yo. Tal vez, incluso menos. Pero era rico en

otra moneda: el atletismo. Había ayudado a llevar al equipo de fútbol a los

Estatales ―eran los grandes favoritos para el partido del viernes por la

noche— y lo harían de nuevo cuando la temporada de béisbol llegara en la

primavera. Esa destreza, junto con una cara y cuerpo —por no hablar de una

voz— a la que pocas chicas podrían decir que no, lo mantenía firmemente

anclado al luminoso y brillante reino de la Aceptación Social, un mundo

seguramente más extraño y aterrador que cualquier cosa con la que pudiera

toparme en el Inframundo.

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Emma tenía un pase libre a ese mundo, expedido únicamente sobre la base

de su rostro perfecto y curvas generosas. Ella revoloteaba entre los elegidos

a voluntad, deteniéndose cada vez que un mentón fuerte y abultados brazos

le llamaban la atención. Pero esto nunca duraba mucho. Se aburría

fácilmente —sobre todo de chicos con manos errantes— y pronto volvía

portando cuentos, sin ser mejorados por el entusiasmo, de torpes e

inadecuados.

Fuera de la escuela, era fácil olvidar que Nash también pertenecía a ese

mundo, y que tenía mucho en común con sus amigos, menos la parte de

torpe e inadecuado. Pero preferiría caminar sola por el Inframundo, con mi

alma seguramente clavada en mi manga, que pasar unas horas a solas con

cualquiera de sus compañeros de equipo. De alguna manera, eso parecía más

seguro.

―Sí, tengo planes ―Emma se puso de puntillas y se apretó contra el pecho

de Doug, de manera que sus pechos se aplastaran contra su chaqueta de

cuero, su nariz a pulgadas de su barbilla. La mano de él se deslizó por su

cintura hasta desplegarse en la base de su espina dorsal, los dedos

avanzando lentamente más abajo―. Tengo planes muy interesantes...

Sus amigos se rieron con disimulo y Emma se estiró más alto, dejando que

sus labios rozaran su mandíbula cerca de su oreja mientras la mano de él se

deslizaba más abajo, agarrando la curva superior de su trasero.

―Lástima que no te incluyen.

Con eso, ella se dejó caer en sus talones de nuevo y le sonrió, con una mano

apoyada sobre la dramática inclinación de su cadera.

Me eché a reír. No lo pude evitar. El juego de Emma era un poco como

burlarse de un gorila furioso a través de una endeble alambrera, pero ¿qué

puedo decir? Era divertido verla.

―Vas a cambiar de opinión ―Doug sonrió y guiñó un ojo, caminando hacia

atrás, lejos de nosotras para mantener a Emma en su vista. Era un mucho

mejor deportista de lo que yo le había dado crédito.

―No creo ―Emma se volvió hacia su casillero y ensartó el candado a través

de los huecos de la cerradura, y luego lo cerró mientras Nash hacia caso

omiso de las muchas llamadas de sus amigos, para que poder pasar el rato

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conmigo. Y su madre―. ¿Vamos, peatones, donde los dejo? ¿En tu casa o en

la suya?

―La suya ―contesté con tanta rapidez que las cejas de Emma se dispararon

con diversión.

―¿Problemas en casa? ―Encogió los hombros y puso su mochila sobre un

hombro mientras yo agarraba la mía desde el suelo, y la seguíamos por el

pasillo en la dirección opuesta de la línea ofensiva.

―No más de lo habitual, pero tengo una clase esta tarde ―lo dejé algo vago

porque sabía de lo que estaba hablando.

Nash se metió atrás en el Sunfire color azul metálico de Emma y yo adelante.

Su coche estaba lejos de ser nuevo ―era el que uso una de sus hermanas

mayores— sin embargo, hacia que el mío pareciese una antigüedad en

comparación. Sin embargo, la mayor ventaja del vehículo de Emma sobre el

mío era que ella estaba realmente en posesión de sus llaves.

Me abroche el cinturón mientras ella salía de prisa del estacionamiento

hacia una calle lateral, apenas mirando en su espejo retrovisor antes de

cambiar de carril justo en frente del primer semáforo.

―Dame una pista ―Em me miró de reojo, cuando en realidad debería haber

tenido los ojos en la carretera―. Sólo una pequeña. ¿Alguien más va a morir?

¿Es otra animadora?

Me reí de su alegre inquisición.

―Tal vez deberías decirle ―dijo la voz de Tod de la nada, y salté con tanta

fuerza que el cinturón de seguridad me cortó en el cuello.

―¡Deja de hacer eso! ―Nash gritó, y me volví para ver a Tod en el asiento

junto a él, un dedo presionado sobre sus labios en una exagerada señal de

"shh", mientras que su otra mano señalaba a Emma.

―¡Lo siento! ―ella dijo bruscamente, asumiendo que Nash estaba hablando

con ella. Se desvió hacia el carril de la derecha, sin molestarse en poner su

direccional, y el conductor del coche de atrás tocó la bocina, gesticulando

enojado―. No es como si realmente estuviera deseando más porristas

muertas. Sólo digo que, si alguien se tiene que ir...

Tod soltó un bufido.

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―¡Ella me agrada!

Nash le dio un codazo en el costado, y Emma levantó ambas cejas hacia él en

el espejo retrovisor.

Había visto el gesto, pero no podía ver al ángel de la muerte ahora

sosteniendo sus costillas, ni oyó su oof de dolor.

―Lo siento ―Nash finalmente encontró su mirada―. No te estaba hablando

a ti.

Su boca se abrió, pero corté una pregunta que estaba segura que no

seríamos capaces de responder.

―Em, ve. ―Señalé fuera del parabrisas, donde los coches delante de

nosotros ya habían conducido por la intersección cuando la luz cambió a

verde. El hombre detrás de nosotros tocó la bocina de nuevo, y Emma pisó

fuerte el acelerador. Nos tambaleamos hacia adelante, y ella se olvidó del

extraño comportamiento de Nash. Al menos por el momento.

―¿Tiene esto algo que ver con Edén cayendo muerta en el escenario?

No pude pensar lo suficientemente rápido en una respuesta, y la sonrisa

alegre de Em murió cuando se dio cuenta de que había dado en el centro.

―Kaylee... ―Tod dijo desde el asiento trasero.

―¿Qué sucede? ―Me di la vuelta para poder ver a los otros ocupantes.

―Simplemente no vi la luz cambiar ―Emma pisó el freno cuando el autobús

escolar frente a nosotros se desaceleró en una parada retumbante, la salida

de improvisto de la señal de alto oscilando por un lado.

Por supuesto, no estaba hablando con ella. Estaba hablando con el no

invitado, invisible ángel de la muerte en su asiento trasero.

―No puedo conseguir que Addy y Regan estén solas el tiempo suficiente

para explicarles el plan. Están rodeadas de toda esta comitiva. Asistentes, y

publicistas, y seguridad, y su madre, quien, por cierto... ―se volvió hacia

Nash―... no ha cambiado ni un poco, a excepción de toda una red de nuevas

arrugas. Todavía tiene la nariz metida en todo lo que Addy hace.

―¿Todo esto tiene algún punto? ―miré de un hermano a otro.

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―¿Un punto para qué? ―Emma miró en el espejo retrovisor de nuevo para

ver lo que se estaba perdiendo―. ¿Qué les pasa hoy chicos?

―Lo sentimos, Em ―me volví para enfrentarla más directamente―. Esto

es...

―Un asunto de Bean Sidhe. Lo sé. Y estoy muy, muy cansada de todo esto.

―Ella golpeó el volante con la base de su palma, luego se desvió en la curva

a la derecha sin siquiera tocar el freno.

Agarré la manija de la puerta, pero ella sólo pisoteó el acelerador de nuevo

antes que el volante incluso se enderezara.

―Le mentí a tu padre la noche anterior, y me quedé atrapada en la cabina de

tickets con Glen “el aspersor humano" Frank durante cuatro horas ayer. Y

hoy los he paseado alrededor como su chofer personal. Lo menos que

podrían hacer es explicar por qué ustedes dos están actuando tan extraño.

Con un suspiro, miré a Nash, entonces fijamente a Tod, levantando mis cejas

en una pregunta. ¿Deberíamos decirle?

Él encogió los hombros, dejando que la decisión dependiese de mí. Ella era

mi mejor amiga.

Cambié de posición para hacer frente a Emma, exhalando lentamente.

―No quiero que estés metida en todo esto. Es peligroso.

Ella rodo los ojos, y cuando se dio la vuelta hacia mí, accidentalmente hizo

girar el volante, también, y el neumático delantero derecho rayó la acera.

Emma no pareció darse cuenta.

―No estoy pidiendo ir con ustedes en algún tipo de excursión de miedo. Es

que odio estar en la oscuridad todo el tiempo.

Sabía exactamente cómo se sentía, pero antes de que pudiera decir nada,

Tod me encogió los hombros, sus ojos azules brillando con malicia.

―Parece que quiere ayudar. Pregúntale si podemos tomar prestado su

coche.

Preferiblemente antes de que ella lo conduzca dentro de las paredes de un

edificio...

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―¡No! ―Nash y yo contestamos al unísono. Luego, antes de que Emma

pudiese ponerse incluso más enojada, fulminé con la mirada a Tod―.

Muéstrale.

―¿Estás segura? ―él frunció el ceño, sin duda pensando en mi orden

permanente de que permaneciera tan alejado de Emma como fuera posible y

no dejara que ella lo viera. No quería que la muerte se enamorara de mi

mejor amiga.

―Sí, estoy segura.

―Que... ―Emma empezó. Luego dio un grito, y sus ojos se ampliaron

mientras miraba en el espejo retrovisor en estado de shock total.

Agarré el volante cuando sus manos se desprendieron de él, tratando de

mantenernos en el lado derecho de la carretera, mientras su pie se volvía

más y más pesado sobre el acelerador.

―Te dije que esto era una mala idea ―dijo Tod desde el asiento trasero,

mientras Nash le gruñía sin decir nada en señal de frustración.

―¡Em! ―grité―. ¡Pisa el freno! ―Estábamos corriendo hacia una parada de

cuatro vías, donde un grupo de pre―adolescentes esperaban para cruzar la

calle en bicicleta.

―¿Quién...? ¿Cómo...? ―Ella parpadeó, entonces realmente se giró para

mirar en el asiento trasero y el coche se abalanzó hacia adelante aún más

rápido cuando se apoyo en el acelerador en lugar de en el piso del auto.

―¡Emma, para! ―grité, y ella se dio la vuelta y pisó el freno con fuerza,

llevándonos a detenernos a dos pies del paso de peatones.

―De acuerdo, probablemente no debimos haber hecho eso mientras estaba

conduciendo ―Nash estudió su perfil con preocupación.

―¿Llamas a eso conducir? ―Tod cruzó casualmente sus brazos sobre el

pecho como si no hubiésemos estado cerca de aplastar a tres niños y

destrozar el coche de Emma.

Los pre―adolescentes llevaron sus bicicletas al otro lado de la calle,

mirándonos con enojo a través del parabrisas. El último nos hizo un gesto

grosero con la mano, luego arrojó el pelo largo, con rayas púrpura por

encima de su hombro y se marchó, de pie sobre sus pedales.

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RACHEL VINCENT

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En el asiento del conductor, Emma se congeló, mirando con los ojos abiertos

en el espejo retrovisor. Su pecho subía y bajaba pesadamente con cada

respiración, y sus manos temblaban sobre el volante.

―¿Quieres que conduzca? ―me ofrecí, poniendo una mano sobre su brazo.

Ella negó con la cabeza sin apartar la mirada de Tod.

―Quiero que me digas qué diablos acaba de pasar. ¿Quién es él y cómo

entro en mi auto?

―Muy bien, pero no nos podemos quedar sentados aquí para siempre

―otro auto se había detenido detrás de nosotros en el cruce, y ya estaba

tocando la bocina―. Entra en el estacionamiento de allí y te explicaremos

―parte de ello, de todos modos.

Emma forzó su atención fuera del espejo retrovisor con evidente esfuerzo.

―¿Esto es parte de tu asunto de Bean Sidhe? ¿Quién es ese? ―ella miró

rápidamente a Tod otra vez, mientras conducía lentamente a través de la

intersección.

Nash sujetó su brazo sobre el respaldo de mi asiento, armándose de valor

por algo que, evidentemente, no quería decir.

―Emma, éste es mi hermano. Tod. ―La calma corrió con sus palabras, y me

di cuenta del momento en que esta golpeó a Emma, porque sus hombros se

relajaron, y su agarre sobre el volante aflojó un poco.

―Tienes un... Espera ―giró el coche sin problemas en un pequeño espacio

en frente de un parque lleno de niños en edad preescolar y sus padres, y

luego entró en el primer lugar vacío, frente a la carretera.

Emma apagó el motor y se volteo sobre sus rodillas para mirar sobre el

respaldo de su asiento.

―¿Tienes un hermano? ―le dijo a Nash, después de un rápido vistazo a mí

para la confirmación. Nadie de la Secundaria Eastlake sabia del hermano

muerto de Nash, porque él y Harmony se habían movido — y cambiado de

escuelas— después del funeral, dos años antes―. Y él puede... ¿qué?

¿Teletransportarse dentro de autos ajenos? ¿Es eso una capacidad de Bean

Sidhe?

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―No... ―empecé, tratando de decidir cuánto decirle. Pero entonces el ángel

de la muerte me quito esa decisión de mis propias manos, en el clásico estilo

de Tod.

―Muy bien, tenemos una agenda apretada aquí, así que vamos a acabar con

esto...

―Tod... ―Nash contestó bruscamente, pero su hermano levantó una mano y

se apresuró antes de que cualquiera de nosotros pudiera detenerlo.

―Soy un Bean Sidhe, al igual que Nash y Kaylee. Excepto que yo estoy

muerto. Tele-transportación —realmente nunca había oído que lo llamaran

así— no es una habilidad Bean Sidhe. Es una habilidad de un ángel de la

muerte. Soy un ángel de la muerte. Puedo aparecer donde quiera, cuando

quiera, y puedo elegir quién me ve y me oye ―vaciló, y me pregunté si mi

cara podría estar tan roja como la de Nash. O mis ojos tan amplios como los

de Emma.

―Eres hermano de Nash. ¿Y un ángel de la muerte? ―ella parpadeó de

nuevo, y me preparé para la histeria, o el miedo, o la risa. Pero conociendo a

Emma, debería haberlo sabido mejor―. Así que tú, ¿qué? ¿Matas gente? ¿Me

mataste ese día en el gimnasio?

Ella apretó el cabecero, su expresión una extraña mezcla de ira, temor y

confusión. Pero no había incredulidad. Había visto y oído lo suficiente de los

extraños acontecimientos que le siguieron a su propia y temporal muerte,

que la admisión de Tod, obviamente no llego como una gran sorpresa.

O tal vez la influencia de Nash estaba todavía afectándola un poco.

―No ―Tod negó con la cabeza con firmeza, pero las comisuras de su boca

se elevaron con diversión―. No tuve nada que ver con eso. Hago que la

gente muera, luego cosecho sus almas y las llevo para ser recicladas. Pero

solo la gente que está en mi lista.

―Entonces, ¿no eres... peligroso?

Su sobresaliente sonrisa se profundizó en algo casi depredador, como el Tod

que había conocido por primera vez dos meses antes.

―Oh, soy peligroso...

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―Tod... ―le advertí, mientras Nash golpeaba a su hermano en el brazo, lo

suficientemente fuerte como para que realmente le doliera.

―Solo que no para ti ―concluyó el ángel de la muerte, encogiendo los

hombros hacia Emma―. Te veo todo el tiempo, pero nunca me has visto,

porque Kaylee dijo que si me acercaba demasiado a ti, sufriría eternamente,

sin mis testículos.

―¡Por Dios, Tod! ―grité, mi ira amenazando con desbordarse y escaldarnos

a todos.

El ángel de la muerte se acercó más a Emma y le habló en un susurro.

―Ella no es tan temible como piensa que es, pero respeto su intento.

Em parecía no saber si reír o llorar, y yo rodé los ojos hacia Tod.

―¿Tienes que ser tan problemático?

Encogió los hombros y se recostó en su asiento.

―Querías que le mostrara, así que le mostré. Ahora pegúntale si podemos

tomar prestado su auto para que pueda volver a mi parte en el plan.

―Tomar prestado un auto era tu parte del plan, y no usaremos el de Emma.

―Incluso si estaba dispuesta a prestárnoslo, yo no estaba dispuesta a

pedírselo. Quería el menor contacto entre ella y el Inframundo como fuera

posible.

Y ya estaba lamentando pedirle a Tod que se dejara ver.

―Espera, ¿por qué necesitan mi auto? ―Emma miró a Tod, a Nash, y luego a

mí.

―El padre de Kaylee tomó sus llaves ―dijo el ángel de la muerte.

―No necesitamos tu auto ―fulminé con la mirada a Tod―. Aunque,

realmente agradecemos que nos lleves a la casa de Nash. Suponiendo que no

estés completamente aterrada por todo esto.

―Oh, estoy totalmente aterrada ―Emma sonrió lentamente, y me pregunté

qué tan profunda era su sorpresa―. Pero pregunté, ¿cierto? Además, esto no

es mucho más extraño que tú y Nash regresando personas a la vida. En

realidad no ―dijo como si estuviera tratando de convencerse a sí misma―.

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Y es mucho mejor que escucharlos hablando con personas que no están allí.

O gritándome ―levantó una ceja hacia mí―. Estabas gritándole a él, no a mí,

¿verdad?

―Sí ―le devolví su vacilante sonrisa fácilmente―. Nosotros le gritamos a

Tod mucho.

―Puedo ver por qué. Así que... ―ella nos miró a los tres nuevamente―.

¿Necesitan tomar prestado mi auto?

―Sí ―dijo Tod, justo cuando Nash y yo dijimos:

―No.

―Mira ―Tod dirigió una mirada oscura hacia mí―. Todos los que conozco

están muertos, y no les sirve de nada un auto. Excepto mamá, y ella lo

necesita para ir a trabajar esta noche. Así que, o me dejas tomar uno, me

dejas recuperar tus llaves de tu padre, o pedirle prestado el auto a Emma.

Esas son las opciones.

―¿Y el de Addy? ―pregunté, antes de que Emma pudiera interrumpir y

ofrecer voluntariamente su auto. Y eso es exactamente lo que habría hecho.

Reconocí el destello de curiosidad en sus ojos, y sabía que si usábamos su

auto, insistiría en venir con nosotros. Y eso no podía suceder―. No puedes

decirme que Addy no tiene un auto.

―No lo tiene ―Tod frunció el ceño, y tuve la clara impresión de que estaba

un poco irritado con su princesa del pop―. Nunca consiguió su licencia,

porque siempre hay alguien a su alrededor para llevarla a donde quiere ir.

Lo que plantea un problema completamente nuevo. Si no podemos pasar

tiempo a solas con ella, el que podamos o no conseguir un auto no

importara.

―¿Quién es Addy? ―preguntó Emma.

―Nadie ―fulminé con la mirada a Tod para que no me contradijera―. Sólo

una chica por la que Tod se siente atraído.

―No me siento atraído ―él escupió, como si la palabra le quemase la

lengua―. Estoy tratando de salvar su vida.

―En realidad, no su vida ―lo corregí, cuando la frente de Emma se arrugó

con preocupación. Ella sabía que cada vida tiene un precio, y no podía dejar

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que creyera que estábamos dispuestos a matar a algún probable transeúnte

inocente para salvar a la novia de Tod―. Estamos tratando de salvar su

alma.

―¿Qué hay de malo con su alma? ―Emma le preguntó a Tod, habiendo,

obviamente, llegado a la conclusión de que él era su mejor fuente de

información.

El ángel de la muerte se encogió de hombros.

―Nada. Solo que no está actualmente en posesión de la misma. Por el

momento.

―Whoooa... ―Emma se hundió en su asiento poco a poco, su expresión

sombría, y me di cuenta de que de alguna manera entendía la gravedad de lo

que acababa de escuchar, aunque no estaba al tanto de toda la historia. Y si

por mí fuera, no lo estaría―. Yo salgo a las ocho. Mi auto es de ustedes

después de eso.

―Emma, no ―negué con la cabeza, una mano apoyada sobre el lado de mi

cabecero, pero ella se limitó a sacudir la suya hacia mí―. Gracias, pero...

―Necesitan el auto. Tómenlo. No dejes que una pobre chica pierda su alma

porque eres demasiado terca para conducir uno prestado.

Suspiré y cerré los ojos un instante antes de ceder con una corta inclinación

de cabeza, a pesar de mi buen juicio.

―Gracias, Em.

―No hay de qué ―su sonrisa fue creciendo, y sus ojos brillaron con malicia

inquietantemente similar a lo que suelo ver en los de Tod―. Y ustedes van a

comprar su propia gasolina. A menos que me dejen seguirlos...

―No ―sonreí, para amortiguar el golpe―. Es demasiado peligroso. Y si

argumentas, no voy a tomar tu vehículo.

―Sí, eso pensé. Bueno, vamos. Tengo que estar en el Cinemark a las cuatro

―Emma se irguió en su asiento y arrancó el coche de nuevo―. Aunque,

¿cómo se supone que sirva palomitas de maíz durante cuatro horas después

de esto?, no tengo ni idea...

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Capítulo 14 Traducido por Linetas

Corregido por Nanis

igan, entren ―Harmony Hudson sostuvo la puerta

abierta para nosotros antes de que hubiésemos siquiera

salido del auto―. ¿Qué le sucede a Emma?

Nash volteo a verla mientras cruzaba la hierba muerta, y yo seguí su mirada

para encontrar a Emma luciendo un poco aturdida mientras cerraba su auto,

como si lo que había aprendido por fin hubiese realmente penetrado su

mente. El ángel de la muerte había desaparecido por completo.

―Acaba de conocer a Tod. ―Di un paso en la oscura y cálida sala de estar de

Nash y dejé caer mi mochila en el suelo junto al sofá.

―Aah... ―Harmony sonrió sabedora, mientras Emma llegaba al porche―.

Vas a necesitar un poco de azúcar procesada. Entra y comete galleta.

Emma ni siquiera trató de resistirse. Ella había probado suficientes de las

delicias de Harmony como para saber que no debía rechazar la oferta, a

pesar de que ya iba tarde para el trabajo, gracias a nuestro pequeño desvío.

Harmony cerró la puerta y nos siguió hasta la cocina, donde nos reunimos

alrededor de la mesa y un plato de galletas de chocolate aún calientes,

brillando bajo las luces fluorescentes con una rociada de azúcar granulada.

―Lo juro, Harmony, que si no dejas de hornear, no voy caber en mi propio

auto. Suponiendo que lo recupere. ―Dejé que mi mochila se deslizara hasta

el suelo mientras mordía la galleta, sorprendida al descubrir un centro

endulzado de mantequilla de maní―. Siento que mi papá te molestase

anoche ―le dije masticando otro bocado―. Él sobre reacciono totalmente.

―Sabes, no te haría daño llamarlo de vez en cuando, para evitar que se

preocupe ―la madre de Nash alargo el brazo por sobre la mesa para golpear

—O

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a su hijo en el hombro―. Tú también. Tienes un teléfono celular por una

razón.

Nash se encogió los hombros y evitó responder empujando una galleta

entera en su boca. Pero me sentí obligada a contestar.

―Es mi papá. Se va a preocupar, no importa lo que haga. ―Y una parte de

mí estaba agradecida de que estuviese preocupado por algo legítimo, en

lugar de algo estúpido, como el contenido del plomo de mi botella de

champú. Pero la otra parte de mí no podía escapar de la ironía.

Durante los últimos trece años, ni siquiera sabía cuando era mi toque de

queda, y ahora se portaba como el-padre-del-año.

Antes de que Addy nos llamara, íbamos de camino a casa antes de lo que

todos pensaban. Si hubiera sabido lo que iba a pasar, habría llamado a mi

padre, aunque sólo fuese para inventar una razón por la que llegaría tarde.

Pero tras la llamada de Addy, las cosas habían avanzado tan rápido que

sinceramente había olvidado que tenía un celular, y mucho menos un toque

de queda.

―Mmm ―Emma gimió alrededor de su primer mordisco, y juro que sus

ojos casi se enrollan en su cabeza―. ¿Puedo tomar una para el camino?

Harmony resplandeció y de inmediato comenzó a escarbar a través de uno

de los cajones de la mesa.

―Te empacare varias.

Emma se fue cinco minutos después, armada con una bolsa de papel con

galletas-sorpresa-de-mantequilla y una promesa privada de reunirse con

nosotros en la entrada de la casa de Nash a la media noche. Su mamá ya

estaría en el trabajo, y seguramente mi papá estaría durmiendo en ese

momento. Suponiendo que no lo despierte cuando salga a escondidas de la

casa.

Con Emma yéndose, Harmony envió a Nash a su habitación con un plato

lleno de galletas y una fuerte sugerencia de que aprovechase la privacidad

para hacer un poco de tarea.

Cuando su Xbox zumbó a la vida un minuto más tarde, compartimos una

rodada de ojos. Nash dejaría su tarea hasta el último momento posible, y

probablemente sólo terminaría la mitad. Y aún así solo sacaría B+. Si él

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alguna vez se hubiese aplicado, probablemente podría haber sido quien

diera el discurso de despedida.

Harmony vertió soda en dos vasos con hielo, luego gesticuló con una

inclinación de cabeza para que tomase un par de galletas en nuestro camino

a la sala.

―Tu padre sabe que estás aquí, ¿verdad? ―Tomó un sorbo de su vaso

mientras caminaba hacia atrás por la puerta de vaivén, para mantenerla

abierta para mí.

―Sí. Estas lecciones fueron su idea. Dice que armarme a mí misma con

información es la mejor manera de evitar los problemas. O algo así. Un hecho

―le recordé― cuando amenazo con hacerme volver a casa directo de la

escuela.

Con un poco de suerte, no adivinara que el conocimiento con el que estaba a

punto de armarme podría meterme en más problemas de lo que él podría

imaginarse.

Con esperanza esto sería suficiente para sacarnos a todos de problemas,

también.

Tenía un vago plan sobre cómo conseguir que Harmony me enseñe lo que

necesitó saber, y hacerla pensar que era su idea. Psicología inversa. Sólo

funciona en niños en edad preescolar y adultos.

―Podríamos omitir la lección de hoy y engullir comida chatarra en su lugar

―me hundí en el sofá y puse el manojo de galletas envueltas en servilletas

sobre la mesa de café―. No tenemos que decirle a mi papá.

Los tonos azules en los iris de Harmony se revolvieron lánguidamente, y su

ceño parecía imposiblemente lindo para una mujer de ochenta y dos años de

edad. Pero, se estaba manteniendo muy bien para una octogenaria.

―Kaylee, necesitas aprender acerca de tu herencia Bean Sidhe y de tus

habilidades. No me gustaría que luego te tropezaras con algo por accidente,

como lo hiciste con Belphegore.

―Oh, no lo haré. No ahora que sé lo que soy. Y no es como si fuese a utilizar

nada de esto, ¿verdad? ―encogí los hombros, pero por dentro me encogí

ante su mirada herida―. Quiero decir, ya sé cómo detener mi llanto, y eso es

todo lo que necesito, ¿no?

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Odiaba fingir desinterés en lo que tenía que enseñarme, cuando en realidad

tenía mucha curiosidad. Y odiaba aún mas sonar tan ingrata por su ayuda.

Pero las almas de Addy y Regan dependían de hacer que Harmony quiera

enseñarme algo que mi padre no aprobaría. Algo que normalmente nunca

me enseñaría.

―Nunca se sabe, Kaylee. ―Bebió de su vaso de nuevo, probablemente para

esconder su decepción, que había borrado prácticamente los hoyuelos de

sus mejillas―. Las emergencias suceden, y es posible que tengas que saber

cómo ir al Inframundo algún día, en lugar de sólo asomarte en él.

Fruncí el ceño, mostrando mi indecisión mientras mordía el último bocado

de galleta.

―¿No es peligroso?

Ella encogió los hombros y levanto las mangas de su cómodo jersey color

lila.

―Sin supervisión, sí. Sin embargo, el riesgo sería bastante mínimo si

cruzamos desde aquí.

―¿Debido a que las viviendas humanas, no existen en el Inframundo?

―estaba pensando en lo que ella me había dicho el domingo.

―Eso es cierto, pero los habitantes del Inframundo tienen sus propias casas,

y si cruzas sin saber a dónde saldrás, podrías terminar en alguna parte en la

que no desees estar.

Apostaría a que ese era un eufemismo bastante grande.

―¿No podemos simplemente mirar y ver lo que hay aquí en el plano del

Inframundo?

―Algo así ―Harmony se sentó mas derecha, estaba animándose ahora que

me encontraba abiertamente curiosa―. Cuando miras en el Inframundo

desde aquí, o viceversa, estás viendo las dos realidades en capas, una sobre

la otra. Eso puede ser muy confuso si no estás acostumbrada a clasificar

mentalmente lo que estás viendo. Fácilmente podrías pasar por alto algo

importante. O peligroso.

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―Entonces, ¿cómo sabes que es seguro cruzar la frontera desde tu casa?

―le pregunté, luego deje que mis cejas se alzaran con ansiedad―. Lo has

hecho, ¿no? ¿Dónde terminaríamos?

Harmony dejó su vaso en la mesa final, luego encontró mi mirada con

franqueza.

―Sí, lo he hecho. Tuve que cruzar, cuando nos mudamos aquí, para

asegurarme de que era seguro en caso de una emergencia. Aun lo hago

periódicamente, para asegurarme de que nada ha cambiado.

―¿Qué podría cambiar?

Ella encogió los hombros.

―El panorama allí evoluciona, al igual que el nuestro, basado en las

necesidades de la población.

―Entonces, ¿es seguro?

Ella sonrió, obviamente disfrutando de mi interés.

―Sí, es seguro. Comparativamente hablando, de todos modos. Este lugar en

el Inframundo... ―extendió sus brazos para abarcar su casa entera―...

está...desocupado. Pero, Kaylee, las cosas son diferentes allí. Es como un

reflejo deformado de nuestro mundo. Todo es asimétrico, como si el mundo

en cierto modo cambiase después de todo lo que fue construido.

Sabía exactamente a qué se refería, aunque nunca había estado realmente en

el Inframundo, porque había visto las cosas que vivían allí. Ellas también

eran asimétricas. Desproporcionadas, como las imágenes estiradas o

deformadas en los espejos del carnaval. Sólo podía imaginar lo que sus

alrededores tenían que lucir.

Y sólo quería imaginarlo. Pero mi imaginación no recuperaría las almas de

las hermanas Page. O me sacaría de la casa si mi padre no se fuese a la cama

a una hora decente...

―¿Alguna vez has cruzado desde mi casa? ―Mi corazón latía dolorosamente

mientras decía las palabras. Ella vería a través de mi pregunta. Sabría lo que

estaba haciendo. Ella le diría a mi papá, y todo habría terminado. Addy

moriría sin alma, y Regan seguiría a su hermana, cuando llegara su tiempo.

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Pero Harmony sólo inclinó su cabeza hacia un lado, frunciendo el ceño hacia

mí mientras las desagradables posibilidades se le ocurrían.

―Sólo una vez. ¿Por qué?

Pensé rápidamente, y me fui con una verdad a medias.

―Me aterra pensar que alguien más —alguna extraña familia del

Inframundo— podría estar viviendo en una versión alterna de mi casa. ¿Y si

tengo una de esas emergencia y tengo que cruzar? Prefiero saber en qué me

estoy metiendo antes de llegar allí. Para asegurarme de que es seguro. ―Cité

sus propias palabras, y los brillantes ojos azules de Harmony se

ensombrecieron por un momento, antes de aclararse como el cielo después

de una tormenta de verano.

Admiraba su control. Su perseverancia. Harmony se había levantado del

suelo y reconstruido su vida dos veces, después de las muertes de su marido

y su hijo mayor, y todavía encontraba lo suficientemente de sí misma para

compartir con la gente que la necesitaba. Para protegernos tanto a mí como

Nash, y por extensión, a Emma, Addy, y Regan.

―No tienes que preocuparte por eso ―ella me pasó la galleta que ella aun

no había probado, como si un poco de azúcar pudiera hacer realmente que

todo fuese mejor―. El Inframundo está mucho más escasamente poblado

que nuestro mundo ―continuó ella mientras yo mordía la galleta―. Así que

no es como si cada casa aquí representara una casa allí. Si cruzas desde tu

casa, encontrarías campos de maleza, con edificios a lo lejos, en la dirección

del centro de nuestro distrito. Muy similar a lo que verías si cruzas desde

aquí.

Bien. Seguí masticando para disimular mi exhalación de alivio.

―Pero, Kaylee, eso no significa que debas intentarlo ―ella era solemne

ahora, los ojos azul brillando con una advertencia urgente―. El Inframundo

es peligroso, especialmente para los Bean Sidhes, y nunca debes ir allí a

menos que, literalmente, no tengas otra opción.

Sólo pude asentir.

¿Pero y si necesito hacerlo? ¿Si llego a tener esa emergencia? ―hice una

pausa y encontré sus ojos, dejando a los míos brillar con partes iguales de

afán y cauteloso temor. Como si quisiera el conocimiento, pero esperase no

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tener que usarlo. Lo cual era totalmente cierto, mi temor era suficiente real

para pasar el escrutinio―. Dijiste que funciona exactamente igual que

asomarse, ¿verdad?

―Sí ―sostuvo su vaso con ambas manos y se recostó en el brazo del sofá,

luciendo fácilmente un cuarto de su edad real con un pie metido debajo de

su delgada pierna―. La diferencia está en la intención. Si invocas tu llanto a

propósito, como aprendiste a hacer el lunes, pero con la intención de ir al

inframundo, y no sólo verlo, vas a cruzar.

Dejó el vaso sobre la mesa y se sentó más derecha, como para subrayar la

importancia de lo que ella iba a decir.

―Es terriblemente simple, Kaylee. Lo más importante es aprender cómo no

ir, cuando sólo quieras echar un vistazo, porque una vez que hayas cruzado

esa primera vez, tu cuerpo recordará cómo hacerlo. Y a veces parecerá como

si quisiera estar allí, incluso si no es así.

De acuerdo, eso es espeluznante. Me estremecí con un aumento repentino de

miedo que dejó escalofríos a lo largo de mis brazos.

―Por lo cual no vas a intentarlo ―Harmony se echó hacia atrás de nuevo, y

su habitual agradable sonrisa estaba en su lugar―. Creo que el conocimiento

teórico es suficiente por ahora.

Me encontré asintiendo con la cabeza, a pesar de que realmente necesitaba

la experiencia real.

―¿Una vez que estás ahí, regresas de la misma forma? ¿Por el llanto con la

intención de ir a casa?

Harmony asintió con la cabeza.

―Pero, Kaylee, este conocimiento es solamente para emergencias. No puedo

enfatizar eso lo suficiente ―asentí con la cabeza, pero, ella continuó―. No

hagas turismo en el Inframundo. Prácticamente brillas con juventud y

vitalidad, y eso atraerá....gente. Los habitantes del Inframundo.

Yyyyy, se pone aún más espeluznante...

―No te preocupes ―exhalé y sonreí para calmarla―. No ando por ahí en

busca de peligro ―sin embargo, de alguna manera, este siempre parece

encontrarme...

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―Lo sé.

Bebió el resto de su soda y nos sentamos en silencio durante casi un minuto,

escuchando a los embotados sonidos de lucha desde la habitación de Nash.

Luego, aunque estaba más nerviosa de lo que quería admitir gracias a lo que

había aprendido, jugué mi última carta, desesperada por ese pedazo restante

de información.

―Ya que revisaste para asegurarte que era seguro cruzar desde aquí, mi

padre probablemente hizo lo mismo, ¿verdad? ¿Cruzar desde nuestra casa

para asegurarse de que es segura?

Harmony sonrió como si le acabara de preguntar cuál era la diferencia entre

niños y niñas.

―No exactamente ―dijo ella, sin dejar de sonreír―. Tu papá no puede

cruzar por su cuenta. ―Lo cual sabida, gracias a Tod―. Así que yo lo llevé.

Los seres humanos y los Bean Sidhes masculinos no pueden cruzar sin el

llanto de una Bean Sidhe femenina.

―Oh ―dejé que mis ojos se abrieran con sorpresa y preocupación―. ¿Qué

pasa si tenemos una emergencia y ambos necesitamos cruzar? ¿Cómo puedo

hacer eso? ¿Llevarlo conmigo?

No pensé que ella respondería. Sinceramente, no lo hice. Y probablemente

no lo habría hecho, si no fuera por la evidente culpa que sentía por haberme

asustado a morir con el conocimiento de que algún día podría tener que

abandonar a mi padre en un edificio en llamas porque él no puede cruzar.

―Sólo tienes que aferrarte a él cuando cruces, e ira contigo. Esa es la misma

forma en que funciona con cualquier cosa que estés sosteniendo o usando.

Lo cual es lo que impide que aparezcas desnudo en el Inframundo.

―Harmony sonrió ante su propia broma, y me obligué a reír para hacerle

saber que no estaba totalmente asustada.

―¿Ya casi acaban? ―Nash preguntó, y miré hacia arriba para encontrarlo

observándonos desde su pequeño y oscuro pasillo. Él miró fijamente a su

reloj, luego a mí―. Son casi las cuatro y media. ¿A qué hora se supone que

debes estar en casa?

―Mi papa probablemente llamará pronto. Ya sabes, para asegurarse de que

no estoy teniendo algo de diversión o actuando como una adolescente. ―Me

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levanté y recogí mi mochila, y Harmony se puso de pie, también. Ella captó el

mensaje.

―Toma con calma a tu padre. Es bastante nuevo en esto.

―Lo sé. ―Pero eso era culpa suya. Había tenido los últimos trece años para

restablecer su papel en mi vida después de la muerte de mi madre, y hasta

ahora, “tarde” estaba demostrando ser apenas mejor tarde que nunca―. ¿Me

llevas a casa? ―Le pregunté a Nash, dirigiéndome a la puerta.

―Me encantaría.

―Gracias por las galletas, Harmony. Y la lección ―agregué, aun tratando de

compensarla por actuar como si no me importasen sus esfuerzos por

ayudarme.

―No hay problema ―ella se dirigió hacia la cocina con dos vasos vacíos―.

Y, Nash, por favor, no te demores. Dudo que pasar el rato contigo esté en la

lista de las actividades aprobadas de Kaylee por el momento.

Esto era un eufemismo, teniendo en cuenta que lo que sea que mi padre

pensó que había estado haciendo, él sabía que había estado haciéndolo con

Nash.

Nash rodo sus ojos hacia su madre y mantuvo la puerta de tela metálica

abierta mientras yo metía ambos brazos entre las mangas de mi chaqueta, y

luego tomaba la mochila que él sostenía por mí.

―Adiós, mamá...

No escuchamos su respuesta, porque la puerta se cerró detrás de nosotros, y

ya estábamos caminando de la mano, a pesar del frio que entumecía mis

dedos. Caminamos en un cómodo silencio, y abrí la puerta de la entrada con

un llavero al cual notoriamente le faltaba la llave de mi auto. Nash entró, a

pesar de las advertencias de su madre.

―¿Se te antoja un bocadillo? ―Me quite la chaqueta y la mochila y las dejé

caer sobre el sofá, y cuando levanté la vista, Nash estaba allí, tan cerca que

contuve la respiración.

―Te me antojas tú. ―Sus ojos ardían, y sus labios se separaron un poquito.

Lo suficiente para hacerme querer llenar ese vacío con los míos. Degustar su

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labio inferior, y dejar un rastro de besos sobre los pequeños vellos de barba

en su mandíbula y abajo a su cuello.

―Mmm ―murmuré mientras sus labios encontraban el hueco debajo de mi

oído, y vagamente me di cuenta de que era el mismo sonido que Emma había

hecho cuando mordió su primera galleta.

Nash era igual de delicioso, solo que de una manera completamente

insatisfactoria.

Insatisfactoria, porque no importa cuánto tiempo pasáramos juntos, no

importa cuánto me apretara contra él, siempre quería más.

¿Pero que si más era demasiado para mí, y sólo lo suficiente para él? Ese

miedo permanecía, esa secreta certeza de que si me acostaba con Nash —si

nos daba lo que ambos queríamos— él seguiría adelante en la búsqueda del

siguiente desafío. Ya había ocurrido antes, una y otra vez. La lista de sus

conquistas pasadas era larga y distinguida, por lo menos para los estándares

del Eastlake.

No podía meter mandar a dormir mi paranoia. De hecho, esta crecía con

cada gemido que él dejaba escapar, porque ellos me decían lo mucho que me

deseaba. ¿Pero que si desearme era como esperar que las palomitas de maíz

estallen, o que esté listo el café? Ambos olían tan bien, pero el sabor no

podría cumplir con esos aromas tan deliciosos. Y tampoco eran una comida

muy satisfactoria. ¿Qué pasa si yo era el equivalente sexual a las palomitas

de maíz? ¿Conveniente solo para un bocadillo ligero?

Los labios de Nash encontraron los míos, y alejé esos miedos. Abrí mis labios

para él, chupando su lengua en mi boca, saboreándola. Él se inclinó hacia mí,

y nos habríamos caído sobre los cojines si él no hubiera asegurado su mano

contra la parte posterior del sofá. Él empujó mi mochila y chaqueta al suelo,

luego me bajó suavemente, lentamente. Con exasperante paciencia.

Incluso ahogando mis propias dudas, yo no tenía paciencia.

Se acomodó sobre mí, las caderas presionando en mí, el pecho pesado sobre

el mío, sosteniéndose sobre un codo. Su rodilla se deslizó entre las mías y

jadee, succionando aire de él. El calor se levantó desde la boca de mi

estómago, hormigueando por todo el camino arriba. Él sabía tan bien. Se

sentía tan bien. Y yo lo entendía de una manera que ninguna chica humana

jamás podría.

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Seguramente él sabía eso...

Los labios de Nash se arrastraron por mi cuello, desencadenando una serie

de hormigueantes explosiones, la adrenalina golpeando a través de mi

corazón. Mi mano apretó la orilla de su camisa, luego la empujé hacia arriba,

arrastrando mis dedos sobre su vientre.

Y en ese momento, me convertí en una fanática del fútbol, por el simple

hecho de que este, literalmente, le había dado forma. No pude resistir pasar

mis manos alrededor hasta llegar a su espalda, mientras esta se

contorsionaba y agrupaba bajo mis dedos. Él era la fuerza personificada, y

simplemente tocarlo me hacía más fuerte. Más dura. Más capaz de todo por

delante de nosotros.

Si tenía a Nash, podría hacerlo. Podría hacer cualquier cosa.

El teléfono sonó, y Nash gimió en mi oído, su aliento un soplo cálido de

frustración alimentando la mía.

―¿Tu papá?

―Probablemente.

Se desplomó sobre mí, inmovilizándome en el sofá por un momento cuando

el teléfono volvió a sonar, y yo no quería moverme. No quería que él se

levantara. Él tenía que, por supuesto, pero lo hizo leeentamente,

deslizándose fuera de mi una deliciosa pulgada a la vez hasta que se sentó en

el suelo junto al sofá, una mano abierta sobre mi estómago.

Curvé un brazo sobre mi cabeza y agarré el teléfono, moviendo lo menos de

mi cuerpo como fuera posible.

―¿Hola?

―¿Supongo que estás en casa? ―Mi padre dijo mientras metal repicaba en

el fondo.

―Contesté el teléfono, ¿no? ―Cerré los ojos con remordimiento, mi

respuesta había salido más dura de lo que había previsto, mi voz afilada por

la irritación por haber sido interrumpida.

Mi padre suspiró, y oí dolor en su exhalación.

―¿Esta Nash allí?

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―Me acompañó a casa.

Él suspiró de nuevo y levantó la voz.

―Nash, vete a casa.

Nash frunció el ceño.

―Yo me... estaba yendo.

―Saluda a tu mamá ―dijo mi padre. Después sólo había silencio y el

repiqueteo de más metal sobre la línea, y me di cuenta de que él estaba

esperando que Nash se fuera. En ese mismo momento.

―Um, lo haré. ―Nash se puso de pie y se inclinó para besar mi mejilla, lo

máximo que él haría con mi padre allí, aunque sólo sea en espíritu. Y dijo en

voz alta―. Hasta luego, Kaylee ―dijo, y luego cerró la puerta al salir.

―¿Feliz? ―contesté bruscamente en el teléfono. Entonces no lo lamente.

―No, Kaylee. No soy feliz. Estaré en casa a las siete y media con la cena.

¿Qué quieres del restaurante chino?

Me mordí los labios para no decir algo de lo que me arrepentiría

posteriormente. Probablemente mucho más tarde.

―Arroz frito con camarones. ¿Quieres que yo lo pida?

―Eso sería genial. Gracias. ―Colgó el teléfono, y me quedé en la sala de

estar vacía, deseando saber de alguna manera en la que pudiera llevarme

bien con mi padre y salvar el alma de Addy. Pero hasta ahora, las dos

parecían ser mutuamente excluyentes.

Afortunadamente, todo habría terminado en cuestión de horas, y mi vida

volvería a la normalidad. Suponiendo que sobreviva a la noche.

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Capítulo 15 Traducido por Linetas

Corregido por Blood Eva!

i padre entró por la puerta delantera a las siete y veinticuatro, con

una bolsa de papel blanco oliendo a metal y sudor. Se veía terrible.

Agotado. Me sentí mal por él. Y realmente culpable.

Después que murió mi madre y que me entregaran a mis tíos, mi padre se

fue a Irlanda para administrar el bar que tenían sus padres. Había hecho una

vida decente, pero la mayoría de su dinero extra iba a pagar mis gastos

imprevistos y para financiar mi cuenta de la universidad. Así que cuando

regresó a Estados Unidos, no traía nada más que una maleta y el dinero

suficiente para hacer el depósito para una casa de alquiler y comprar un

segundo auto usado—yo todavía tenía el que me había comprado para mi

decimosexto cumpleaños.

Ahora trabajaba en una fábrica todo el día, haciendo horas extras donde

pudiera conseguirlas, porque pensaba que al menos debería tratar de hacer

tanto dinero como su hermano.

No me importaba el dinero. Un poco de dinero sólo hacía que la gente

quisiera más. Y me gustaban nuestros muebles usados, porque si dejaba caer

liquido sobre ellos, nadie se enojaba, lo que significaba que podía merendar

en la sala, frente a la televisión. Pero mi padre insistía en que cenáramos

juntos todas las noches.

Nuestro miserable juego de mesa de la cocina era la varita mágica que él

seguía ondeando para convertirnos en una verdadera familia. Pero algunas

noches, toda lo que esa magia parecía hacer, era irritarnos y frustrarnos a

los dos.

Y aún así seguía intentándolo…

M

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—Traje algunos wantán fritos1 —Puso la bolsa grasienta sobre la mesa de

juego y cubrió con su chaqueta el respaldo de una silla de metal plegable.

—Gracias —Él sabía que eran mis favoritos. Conocía toda mi comida

favorita para llevar, porque rara vez tenía tiempo para cocinar, y no me

importa si nunca comía otro bocado de sana comida casera después de vivir

con la tía Val durante trece años.

Comimos casi en silencio, a excepción de la intrusión ocasional en mis

pensamientos cuando me preguntaba si había hecho mi tarea —sí— y

¿Cómo les va a Nash y Harmony? —bien.

Él nunca preguntaba por Tod, lo cual era mejor así, porque si lo hubiera

hecho, sabría por mi respuesta que había estado saliendo con el ángel de la

muerte también. Y eso sólo lo pondría todavía más enojado, y preocupado.

—¿Cuánto tiempo vas a ser así? —Mi papá me preguntó, mientras empujaba

mi silla hacia atrás y arrojaba el plato de papel al cubo de basura—. ¿Cuánto

tiempo vas a estar enojada?

—No estoy enojada. —Caminé a la sala y metí mis libros de trigonometría e

historia en mi mochila, las tareas correspondientes dobladas por la mitad

dentro de ellos—. Yo solo… — tengo cosas que no puedo decirte. Cosas con

las que probablemente podrías ayudarme. Pero no lo harás. Así que hablar

no nos hace ningún bien—. Tengo cosas en mi mente. No tiene nada que ver

contigo.

Quería explicarle que las cosas mejorarían. Él dejaría de esforzarse tanto

—empezaría a darse cuenta de que tengo dieciséis años, no seis— y,

finalmente, entendería que Nash me mantenía alejada de problemas, no me

metía en ellos.

Cuando eso ocurriese, podríamos relajarnos.

Tal vez hasta podría hablarme sobre mi madre, sin que sus ojos se llenen de

lágrimas e inventar alguna excusa para dejar de hablar.

Pero todavía no. Nada de esto podría suceder mientras aún este ayudando a

Addy y a Regan a sus espaldas. Porque él sabía que algo andaba mal, y no

moverse de eso hasta que esto estuviera resuelto. Yo no podría mirarlo a los

ojos hasta que dejara de mentirle.

1 Wantán: Es un entremés y guarnición, consistente en piezas fritas de masa wantán a menudo

acompañadas de salsa de tamarindo.

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Pronto, sin embargo. Sería muy pronto.

Mi papá se quedó dormido en su sillón reclinable poco después de las once,

y estuvo sentado allí roncando durante varios minutos antes de que yo

pensara en apagar la televisión. Sólo podía mirarlo desde el sofá, enfurecida

con frustración.

Se suponía que debía quedarse dormido en su cama, ¡no en la sala!

Podría despertarlo y decirle que se fuera a la cama. Eso aún me dejaba más

de media hora para que volviera a dormirse antes de que yo tuviera que salir

para donde Nash. Pero la última vez que había hecho eso, él había decidido

que no estaba listo para la cama todavía, y se había quedado levantado para

ver alguna estúpida película de acción hasta después de la medianoche.

Podría dejarlo donde estaba y esperar que no me verificara cuando se fuera

a la cama. Pero entonces correría el riesgo de despertarlo cuando abriera la

puerta principal. Porque la ventana de mi habitación cerrada, y la tela

metálica de la puerta de atrás chirriaría como una arpía cabreada.

Eso sólo dejaba mi plan de respaldo, el que realmente había esperado evitar.

La puerta del dormitorio de mi papá estaba abierta, y vi mi celular sobre su

mesita de noche, solo y pareciendo triste. Nunca sabría si lo tomaba, y

tendría una red de seguridad en caso de que algo fuese terriblemente mal

mientras yo estaba fuera.

Tomé mi teléfono —era demasiado cobarde como para meterme en algo tan

peligroso sin una red de seguridad— luego me miré a mí misma en el espejo

de mi tocador, preguntándome si tenía el valor para hacer lo que debía

hacerse. Metí un mechón de pelo lacio castaño, detrás de mi oreja y me

pregunté si mis irises estaban girando. No pude verlos por mí misma, pero si

Nash estuviese allí, vería las sombras de azul revoloteando con el temor que

pulsada por mis venas, dejando a su paso carámbanos, amenazando con

romperse con mi siguiente movimiento.

¿Podría entrar en el Inframundo como si perteneciese a él? ¿Podría exigir

una audiencia con un demonio y ofrecerle un canje?

Incluso si pudiera, ¿sobreviviría a semejante audiencia? Y si lo hiciera, ¿a que

estaría abriéndome? Parecía una idea extraordinariamente mala que trajera

la atención de un demonio sobre mí. Prácticamente lo contrario de la

filosofía de no- dejarse –notar- para -sobrevivir de mi papá.

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Por lo menos no estaría sola. Tendría a Nash y a Tod. Suponiendo que

sobreviva a salir escondidas de mi propia casa.

¿Qué debería llevar?

Algo que realmente funcionaria en el Inframundo. Viajar ligero parecía

prudente, pero ¿realmente quería entrar en otra realidad nada más llevando

un teléfono inservible y alguna pelusa de bolsillo? deslicé mi llavero

lamentablemente incompleto en mi bolsillo. Efectivo no me haría ningún

bien en el Inframundo —Nash me dijo que ellos gastaban otro, efectivo

impensable— pero podría ser útil antes de que cruzáramos.

Una pequeña caja de piedra sobre mi tocador, contenía todo lo de valor

tangible que poseía: el anillo de compromiso de mi madre, y los cuarenta y

ocho dólares que quedaban de mi último pago. Metí los billetes en mi bolsillo

delantero. Por lo general, un pequeño bulto de dinero en efectivo se sentía

tranquilizador, representaba dinero de emergencia para gasolina, o el

tiquete de autobús a casa, en caso de que lo necesitase. Pero esta vez,

todavía me sentía triste y muy mal preparada para enfrentar al mundo con

tan poco a mi favor.

Lo que realmente necesitaba era un arma. Por desgracia, lo más peligroso en

toda la casa era el cuchillo de carnicero de mi papá, y algo me decía que no

sería de mucha utilidad contra cualquier cosa que me encontrase en el

Inframundo.

Jalé mi pelo en una cola de caballo y me puse la chaqueta, entonces me

dictamine a mi misma que estaba preparaba para irme. Por lo menos, tan

lista como iba a estar.

Mi corazón latía fuertemente, y de repente mi garganta se sentía demasiado

espesa para respirar a través de ella. Mi padre se despertaría si trataba de

destrancar y desencadenar la puerta del frente, pero no se sabía qué más

despertaría si cruzaba al

Inframundo. Harmony dijo que no habría nada más que un campo vacío,

¿pero qué si se equivocaba? ¿Qué pasa si las cosas habían cambiado desde

que ella había cruzado por última vez?

Me sacudí el miedo, forzando mi columna recta y mi cabeza en alto. La mejor

manera de entrar en la guarida del león es un paso a la vez.

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Con eso, me zambullí en mi recuerdo de la muerte. Era como caer de cabeza

en una piscina de dolor y horror, y en un principio, parecía que me hundiría.

Que me ahogaría en el dolor.

Luego obligué a mi dolor a centrarse, luchando desesperadamente por

manejar mi propia emoción. Sophie. Emma. Y por último, mi madre —lo

poco que podía recordar de ella.

Los recuerdos de sus canciones del alma borbollaron dentro de mí. La

oscuridad me envolvió, y el sonido escapó de mi garganta.

Apreté mis labios para evitar que estallaran en un grito rompe-silencioso de

dolor y miseria. Si mi padre me escuchaba lamentándome —o cantando,

desde su perspectiva— todo habría terminado. Así que me tragué el sonido,

como Harmony me había enseñado. Forzándolo hacia abajo y dentro de mi

corazón, donde el eco resonaba dentro de mí, golpeando mi frágil

autocontrol, arañando mis entrañas.

Era más fácil esta vez, como ella había prometido. O más bien, como ella

había advertido. Pude ver el brumoso Inframundo floreciendo ante mí, un

filtro gris colocado sobre mi habitación, cubriendo mi cama, mi tocador, y mi

mesa, en varios tonos de sombra. Ahora sólo tenía que añadir la intención de

mi llanto.

Lo que sea que eso signifique...

Tengo la intención de cruzar, pensé, cerrando los ojos. Cuando los abrí, mi

habitación estaba todavía gris, y seguía ahí justo como hace un momento.

Sería mucho más fácil si hubiera una clave secreta, o un saludo de manos.

Inframundo, ¡ábrete sésamo! sí, eso no funcionó tampoco.

Cerré mis ojos de nuevo, cuidando de mantener llanto en lo profundo de mi

garganta —todo menos un escaso mechón de sonido que serpenteaba hacia

arriba y dentro de la habitación, como una delgada cinta de energía del

Inframundo siendo jalada a través de mí y dentro del plano humano. Si tan

sólo pudiera seguirla, como un rastro de migas de pan, estaba segura de que

me llevaría a donde necesitaba ir.

A donde ya estaba en marcha...

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El zumbido de fondo de la nevera se desvaneció y un aire frío me rozó la

cara. Abrí los ojos y jadeé tan repentinamente que me atraganté con mi

propio lamento. Tosí, y el hilo de sonido terminó en un gorgoteo húmedo.

Mi habitación se había ido. Al igual que toda la casa. Las paredes, las puertas,

los muebles. Todo se fue. Mi padre, también.

Estaba parada en medio de un gran campo de algún tipo de hierba que no

reconocí.

Había crecido lo suficientemente alto como para que los delgados racimos

de semillas me rozaran los codos, y supe, sin dar un solo paso, que sería

doloroso caminar a través de ello.

Pasé mis dedos sobre los granos, sorprendida por el sonido áspero y

susurrante que hicieron contra mi piel. Los tallos eran rígidos y quebradizos,

y extrañamente fríos al tacto, como si fueran alimentados por un viento frío

en lugar de por el sol. Y no eran verdes o incluso un marrón otoñal como los

tonos de la hierba de noviembre en mi mundo. Todo el campo era como de

una tierra color oliva, con tonos de color ámbar profundo cerca de la base de

los tallos.

Curioso, doblé un racimo de semillas y casi saltó de mi propia piel cuando

este se rompió con un chasquido audible y se destrozó entre mis dedos. No

se desmoronó. Se dividió en cientos de pequeños fragmentos de planta fría.

Los pedacitos sonaban como campanillas al caer, rozando los otros tallos en

el camino hacia abajo.

Un fragmento puntiagudo de hierba quedó atrapado con su punta

atravesando el tejido de mis vaqueros. Cuando intenté removerla,

accidentalmente empujé la astilla más profunda, sobresaltándome cuando la

diminuta punta pinchó mi piel.

Usé mis uñas como pinzas para sacarla con cuidado, y me sorprendí al ver

un pequeño punto de sangre manchando mis pantalones vaqueros.

¡La estúpida hierba puntiaguda me había cortado! Esto da un nuevo

significado a la frase "Hojas de hierba."

Miré hacia arriba lentamente, y luego me volví para ver lo más que pude de

la hierba que me rodeaba sin romper ningún tallo más. Me encontraba en

medio del campo, por lo menos un centenar de metros del lindero más

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cercano, que estaba delante de mí. No podría caminar por la hierba sin

rallarme en el proceso.

¡Demonios! Cuando Harmony dijo que el Inframundo era peligroso, ¡había

pensado que quería decir los residentes!

Miré alrededor, a mi entorno exterior, esperando inspiración de la escena.

Lo que pude ver del Inframundo era hermoso, en una oscura y espeluznante

manera. El cielo nocturno era de un profundo púrpura jaspeado con tonos

enfermizos de azul y verde, como si la tierra hubiese apaleado su dosel hasta

la sumisión.

La delgada luna creciente era de color rojo oscuro, como la luna llena

después de una masacre, y sus puntas parecían perforar el cielo, en lugar de

honrarlo. Era espeluznantemente hermoso, pero de ninguna manera

ayudaba a sacarme del campo. No podría atravesar cien pies de frágiles

agujas de vidrio, sin cortarme toda en rodajas.

Pero tal vez no tendría que.... sólo tenía que permanecer en el Inframundo el

tiempo suficiente para salir de mi casa, y para evitar despertar a mi papá.

¿Habría matado a Harmony mencionar que la vida vegetal en el Inframundo

era dolorosa?

Bueno, Kaylee, concéntrate... ¿cuán lejos estaba el patio lateral fuera de mi

ventana, desde mi cuarto?

Antes de que hubiese cruzado, estaba de pie delante de mi espejo. Cerré los

ojos y me visualicé girando, luego, cruzando mi estrecha habitación hacia la

pared del fondo.

Diez pasos, más o menos. Si pudiera hacerlo ocho pies a mi derecha,

terminaría justo afuera de la ventana de mi dormitorio. Suponiendo que no

juzgara mal y cruzara dentro de la pared de ladrillo...

Mejor ir nueve pies, para estar segura.

Respiré hondo y levanté los brazos para protegerlos de rozar los tallos de

hierba y que se lastimaran. Luego deslicé mi pie derecho al lado, un paso.

Cuatro tallos como vidrios se destrozaron cuando mi pie los atravesó. Se

disolvieron en una lluvia de trozos afilados de vegetación del Inframundo

sobre mi pierna, y estos pedazos se destrozaron aún más. Pero el daño a mi

cuerpo fue mínimo, porque no traté de quitar los fragmentos.

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A mi izquierda, algo gruñó en voz baja, y un sonido reptante se acercaba

proviniendo cerca del suelo. A diez pies de distancia, varios tallos se

sacudieron sin romperse.

El pulso se me aceleró, y empecé a sudar a pesar del frío. Un mechón perdido

de mi cola de caballo cayó sobre mis ojos, y lo pasé hacia atrás, en alerta por

más movimiento o ruido desde el suelo a mi alrededor. Pero no hubo

ninguno, al menos por el momento.

Me moví rápidamente después de eso, arrastrando los pies hacia los lados a

través de la hierba, haciendo una pausa después de cada paso, para dejar

que la vegetación se asentara y para asegurarme de que no me había cortado

demasiado. Más del crujido seco encontró mis oídos, y fue seguido por una

ráfaga de pánico de aquellas que inducen náuseas. Pero no vi ningún

movimiento más.

Las plantas crujían bajo mis zapatos, y pronto aprendí a alinear mi pie

derecho para que los tallos cayeran lejos de mí, en lugar de sobre mí. Los

ruidos reptantes continuaron, como un eco oscuro de alguna parte en pánico

de mi cerebro, y me moví en la dirección contraria, rogando que lo que sea

que estuviese haciendo esos sonidos no saltaría sobre mí. O mordería. O lo

que sea.

Diez pasos más adelante, estaba segura de que había ido lo suficientemente

lejos.

Cerré los ojos y metí mis dedos en los oídos para bloquear las imágenes y

sonidos del Inframundo, sin preocuparme de lo estúpida que debo parecer.

Quería parecer estúpida en mi propio jardín.

El llanto llegó aún más fácil esta vez, y en lugar de preocuparme por eso, me

deleité en eso, agradecida de que no tuviese que luchar por concentrarme

con esa criatura reptante deslizándose hacia mí. La intención tampoco fue

difícil de encontrar en ese momento, En serio quería ir a casa.

Justo a tiempo para escaparme. Mantuve los ojos abiertos, y me sorprendí al

ver el Inframundo simplemente desvanecerse a mí alrededor, volviéndose

primero gris y luego insustancial. Los tallos puntiagudos se desenfocaron, y

finalmente desaparecieron, y me encontré de pie en corta y muerta hierba, a

tan sólo seis pulgadas o menos, de la pared de ladrillo de la casa y la ventana

de mi dormitorio.

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Oops, esto estuvo demasiado cerca. Aunque, había dado dos pasos

adicionales, sólo para estar segura. ¿Eran las distancias desiguales en el

Inframundo?

Mi cerebro bailaba alrededor de las posibles consecuencias de ese

pensamiento, pero luego lo sacudí. Tenía que llegar a donde Nash.

Reservé un momento para arrancar los obvios trozos de hierba del

Inframundo de mis pantalones vaqueros, vagamente asustada de que no se

hubiesen simplemente desvanecido de la existencia con el resto del

Inframundo. Luego, abroche mi chaqueta y me fui hacia la casa de Nash a

trote, esperando que las astillas restantes se liberaran con el movimiento.

Cualquier otra noche, habría estado nerviosa por estar sola afuera, pero

después de varios minutos en el Inframundo, avanzando pausadamente a

través de un campo de hierba mortal para alejarme de algo que se deslizaba

a través de los tallos atrás de mí, la noche en el mundo humano parecía

francamente acogedora.

Me encontré respirando con dificultad para cuando llegué a la casa de Nash,

donde él, Tod, y Emma se amontonaban en su auto. —¿Se van sin mí? —

Jadeé, apoyándome con las manos sobre las rodillas para recuperar el

aliento.

—¡Kaylee, cielos, me asustaste! —Emma gritó, lo suficientemente fuerte que

si alguno de los vecinos hubiese estado despierto, la habrían oído.

—No nos íbamos a ir sin ti. —Nash me saludó con un dócil beso en la punta

de mi nariz, un saludo que hablaba de consuelo, en lugar de calor—. Íbamos

a buscarte.

Envolví mi brazo alrededor de su cintura, presionándome en él para

compartir su calor —Estoy sólo un par de minutos... —Mi voz se fue

apagando cuando miré mi reloj. Eran las doce treinta y cinco.

Había dejado mi habitación alrededor de las once cincuenta y cinco, y no me

había tomado más de diez minutos correr de mi casa a la de Nash. Y había

pasado menos de cinco minutos en el Inframundo. Estaba segura de ello.

Lo que significaba que había perdido veinticinco minutos....

El miedo se apoderó de mí como una fría ola del mar, y ambos chicos

Hudson lo vieron en mi rostro.

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—¿Cómo saliste de tu casa, Kaylee? —Tod preguntó, su voz profunda por la

sospecha, y cuando todas las cabezas se volvieron hacia él, supe que Emma

podía verlo y oírlo.

Me apreté contra Nash y me quedé mirando a mis pies. —Mi papá se quedó

dormido en la sala de estar. No tenía otra opción.

—¿Así que cruzaste? —la voz de Nash fue más baja y más peligrosa de lo que

la había oído nunca, y sus palabras no tenían ningún indicio de calma. Él me

sujetó con los brazos extendidos, ambas manos sobre mis hombros—. No

vuelvas a hacer eso. ¿Entiendes?

Me encogí de hombros fuera de su agarre, mi temperamento ardiendo en un

borde caliente y cortante. —Será muy difícil recuperar el alma de Addy

sin cruzar, —contesté bruscamente.

—¿Cruzar? —Las cejas de Emma se hundieron en la confusión—. ¿A dónde?

—Quiero decir sola, —aclaró Nash, ignorando su pregunta—. No puedes ir

allí sola, Kaylee. No tienes idea de que... cosas andan por ahí.

—¿Qué cosas están dónde? —Emma exigió, apoyando ambas manos en sus

caderas.

—Bueno, tengo mejor criterio ahora. —Apartándome de Nash, me deslicé en

el asiento del pasajero, luego, llamé la atención de Emma, y sacudí la cabeza

hacia el lado del conductor, instándola silenciosamente a entrar.

Los chicos siguieron nuestro ejemplo de mala gana.

—¿Qué pasó? —Nash preguntó en voz baja, mientras abrochaba su cinturón

de seguridad en el asiento trasero—. ¿Viste algo?

Giré y sonreí para que se relajara. No me gustaba su lado mandón, pero sabía

que se debía a su interés por mí. —Sólo un campo lleno de una extraña

hierba con algo deslizándose a través de ella.

—Lagartos, —dijo Tod, y supe basada en la reacción de Emma —o la falta de

ella— que no le había permitido oírlo ese momento. Lo cual significaba que

no estábamos hablando de lagartos ordinarios.

Eché un vistazo a Nash con mis cejas levantadas en pregunta, pero él se

limitó a negar con la cabeza. Hablaríamos de ello más tarde, después de que

llevásemos a Emma a su casa. O mejor dicho, después de que ella se hubiese

llevado a sí misma.

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Emma todavía estaba irritada por nuestra negativa a explicar lo que estaba

pasando, pero me abrazó cuando se bajó del auto y me dijo que tuviera

cuidado al hacer... lo que sea que estuviésemos haciendo.

La abracé y le di las gracias sinceramente. Luego la abracé de nuevo,

esperando que no fuera la última vez que la vería. Realmente no quería

morir en el Inframundo. O en cualquier otro lugar, para el caso. Todavía no,

de todos modos.

Me deslicé en el asiento del conductor y Nash saltó la consola central para

sentarse a mi lado.

Entonces me giré para mirar por el parabrisas trasero, mientras retrocedía

lentamente fuera del camino de entrada de Emma, mientras que se dejaba

entrar en su casa. —¿Así que el tiempo transcurre más lento en el

Inframundo? Eso hubiera sido bueno saberlo.

—Si hubiésemos sabido que ibas a ir, te habríamos dicho, —dijo Tod con

total naturalidad.

—Junto con el hecho de que la mayoría de las especies de lagartijas del

Inframundo son venenosas para los seres humanos.

—Y para los Bean Sidhes, —aclaró Nash, en caso de que yo no lo entendiese.

—Sí, gracias. Y las plantas son exactamente olas ambarinas de granos. —Tod

sonrió, y sabía que él, al menos, me había perdonado—. No va a ser así nada

más cerca de la ciudad. El Inframundo es como un reflejo de nuestro mundo,

anclado en ciertos lugares muy poblados. Al igual que los edificios públicos.

Sin embargo, cuanto más lejos vas de las mechas, menos se parece el

Inframundo al nuestro. Incluyendo la vida vegetal y animal. Y el espacio y

tiempo. —Así que realmente había ido más lejos en el Inframundo de lo que

había ido en el plano humano.

—¿El espacio y el tiempo? —Tomé la siguiente curva demasiado rápido,

distraída por la nueva información.

—Sí. —Tod se trasladó al centro del asiento de atrás, para que pudiera verlo

mejor en el espejo—. El mundo humano es el constante, y el tiempo en el

Inframundo nunca irá más rápido de lo que lo hace aquí. Y nunca te moverás

más lejos aquí, de lo que lo harías allí. Pero el tiempo se mueve más lento en

las partes del Inframundo que están menos ancladas al plano humano, y es

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muy fácil pensar que has viajado lo suficiente, sin embargo, cuando cruzas

de nuevo, no has llegado tan lejos aquí, como lo que habías pensado.

Qué fue exactamente lo que me había sucedido.

—Entonces, ¿cómo se supone que debemos viajar en el Inframundo, si no

sabemos dónde o cuándo vamos a estar cuando crucemos de nuevo? —

Lancé una mirada preocupada a Nash.

—Con mucho cuidado, —dijo con voz sombría y oscura de nuevo. Pero esta

vez dejó que un hilo de calma serpenteara a través de ella para envolverse

alrededor de mí, y me acomodé en esa calma, inhalándola sólo por el sabor

de Nash—. Porque la mayoría de los errores cometidos en el Inframundo no

se pueden arreglar.

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Capítulo 16 Traducido por Steffanie Mirella

Corregido por Vanille

omamos la ruta I-30 a la autopista 12, en Irving, donde los vaqueros

de Dallas estaban terminando su última temporada en el Viejo

estadio. Yo conduje y Nash me guiaba. Afortunadamente, él había ido

un puñado de veces al estadio de Texas, y quitando que nos pasamos una

salida —odio cuando las señales de la autopista no están marcadas con

suficiente antelación—, no tuvimos problemas en llegar. Aunque estaba un

poco asustada por la atmosfera nocturna y casi desértica del área.

Parqueamos en un estacionamiento al sur del Estadio, y el sonido de la

puerta al cerrarse hizo eco a través de la expansión de concreto. El aire fuera

del auto era más cálido y húmedo que dentro de él, pero unos escalofríos

aparecieron en ambos brazos, como si mi piel supiera mejor que mi cabeza

que debería tener miedo.

El oscuro frío de la anticipación probablemente se le podría atribuir a mi

imaginación. O al miedo de que cruzara del mundo humano a un campo

donde el césped es de lanzas, o algo peor.

—¿Estás lista? —preguntó Tod al otro lado del auto de Emma con una mano

sobre la capota que nos separaba. Nash yacía de pie a su lado, observándome

cuidadosamente, como si me fuera a deshacer en una masa gelatinosa de

miedo y nervios en cualquier minuto. O como si me pudiera poner a llorar.

¿Realmente pensaba que yo era tan frágil?

No, no estaba lista. Pero tampoco iba a retrasar nuestra misión. El tiempo de

Addy se estaba acabando.

—Este es un lugar público con una alta concentración de fuerza vital

humana la mayoría del tiempo, así que esta sección del Inframundo debería

estar muy bien anclada al nuestro —comenzó Tod, metiendo sus manos en

T

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los bolsillos de su chaqueta—. Lo que significa que generalmente puedes

confiar que el tiempo y espacio están corriendo en líneas bastante normales.

—Pero no ha habido un juego aquí en un par de semanas, ¿cierto? —Miré de

un hermano al otro—. ¿Esa falta de actividad no debería hacer que el ancla

se desajuste un poco?

Nash rodeó la capota del auto para tomar mi mano, y su hermano encogió

los hombros.

—Puede que se desajuste un poco cuando no hay juegos, pero aquí se ha

acumulado tanta energía humana a través de los años que dos semanas no

son suficientes para hacer la gran diferencia. —El ángel de la muerte

recorrió una mano por entre sus rubios risos y se nos unió al frente del

auto—. Debe haber una ligera discrepancia en el tiempo y espacio porque

estamos a la mitad de la noche y no hay nadie alrededor, pero será muy

pequeña. Definitivamente mucho menor de lo que sientes en casa.

—¿Qué hay del césped? ¿Vamos a ser cortados en tiras por la vegetación

cuando crucemos? —Nash frotó mis brazos por sobre la chaqueta mientras

yo temblaba.

—Lo dudo, aquí hay demasiada actividad como para que el trigo de navaja

pueda asentarse en la tierra. Se toma un tiempo para que esa mierda

establezca raíces fuertes, cosa que no puede hacer con inframundanos

pateándola todo el tiempo, ¿verdad? —Él volteó a ver a Tod para

confirmación, y el ángel de la muerte asintió. Luego Nash levantó mi barbilla

hasta que nuestros ojos se encontraron—. Y por cierto, si alguna vez tienes

que hacer eso otra vez, cosa que no recomendaría, usa botas altas. Al menos

hasta la cintura. Mamá dice que esa es la única manera de salir del trigo de

navajas sin ser cortado en pedacitos.

Asentí y me mordí el labio para no decirle sobre el procedimiento de pasos

laterales, porque eso sonaría como si hubiera dominado el trigo de navajas y

quisiera mantener la habilidad. Cosa que no era así. A menos que tuviera que

hacerlo. Aun así, las botas sonaban como una buena idea…

—Así que si el Inframundo paralelo a mi casa es un campo de trigo de

navajas, eso significa que nadie ha estado ahí por algún tiempo, ¿verdad?

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—Significa que no ha habido suficiente actividad para evitar que crezca, o

matarla al pisarla —dijo Nash mientras Tod caminaba por el

estacionamiento hacia el estadio, con nosotros siguiéndolo.

—Probablemente es por esa razón por la que tu padre escogió esa sección

del vecindario.

Su opinión parecía correcta. Podía ver fácilmente a mi padre tratando de

protegerme aislándonos de centros con actividad del Inframundo.

Una punzada de culpa me recorrió con ese pensamiento, por la manera en

que le había gritado. Es verdad que estaba siendo todo un dolor de cabeza

pero sólo porque no le había dicho lo que yo estaba haciendo. No era culpa

suya. Cuando todo esto termine, ya no le mentiré. Le haré una cacerola de

brownies.

El Chocolate dice “Lo siento” mucho mejor que las palabras.

—El hecho que no vaya a haber trigo de navajas no significa que las plantas

serán seguras.

—Nash sonaba grave y casi molesto mientras se paraba sobre un borde de

concreto. No quería que cruzáramos, y sinceramente, tampoco yo—. Por si

las dudas, no toques nada.

—¿Así que todas las plantas son peligrosas?

Tod aclaró su garganta y se dio la vuelta por completo caminando hacia

atrás, mirándonos de frente mientras hablaba, y atravesando barricadas de

acero y postes de luz.

—El sol en el Inframundo no brilla tan puramente como lo hace aquí; está

como… filtrado. Anémico. Así que las plantas se han adaptado. Ellas

complementan su alimentación con sangre, de donde sea que puedan

encontrarla. Mayormente de roedores, y lagartijas, y otras criaturas. Pero

irán por tu sangre también, si la muestras.

Adorable… Un oscuro escalofrió me cubrió, y me froté los brazos en busca de

calor. Ya odiaba el Inframundo, y sólo había pasado unos minutos ahí.

—Suena como la pequeña tienda del horror.

Tod resopló fuertemente y se dio la vuelta al frente.

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—Esa era sólo una planta.

Me paré sobre la elevada acera frente al estadio, caminando confiadamente

para esconder el miedo que recorría mis venas, y me congelaba desde el

interior.

—Así que no toques nada, y aléjate de la vida vegetal.

—Correcto.

Tod asintió, aparentemente satisfecho.

—Vámonos. No se está hacienda más temprano en ninguno de los planos.

El lamento fue más fácil esta vez que la anterior, y para mi sorpresa (y

preocupación) fui capaz de hacerlo sin recordar conscientemente la muerte

de nadie. En vez de eso, me obligué a endurar la pesadilla que se

desarrollaba en mi mente, como una flor goteando sangre.

La muerte de Nash.

Era una premonición. Lo supe ante el primer toque empapado de terror de la

espinosa vid subiendo por la base de mi cráneo. No estaba prediciendo la

muerte de Nash. Me la estaba imaginando con detalles horribles y

desgarradores. Mi más grande anti-deseo. Podía verlo detrás de mis ojos

cerrados, sacándome un grito tan fuerte que las primeras delgadas

enredaderas de sonido quemaron mi garganta como si me hubiera

atragantado con llamas vivas.

Quería regurgitar esas llamas. Necesitaba sacarlas de mi cuerpo por mi

propia salud mental. Pero me obligué a tragarlas, todas a excepción de un

hilo de sonido que vibraba en mis cuerdas vocales, pasando por entre mis

labios sellados. Mi interior ardía, humo etéreo hacía que la parte trasera de

mi garganta picara.

Abrí los ojos, y el mundo se había vuelto gris.

El estadio seguía ahí, elevándose frente a mí como un adobado hongo de

metal y concreto. Pero ahora una niebla del Inframundo envolvía las

expuestas vigas y la parte inferior de las masivas bancas.

Nash se quedó mirándome fijamente, sus ojos arremolinándose sin color

porque temía por mí. Por todos nosotros.

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Tod nos miró cuidadosamente, y leí duda en cada línea de su rostro. No

estaba seguro que pudiera cruzar. O al menos que pudiera llevar a Nash

conmigo.

El escepticismo del ángel de la muerte le dio fuerza a mi determinación,

empujándome a dejar atrás el dolor en mi garganta y el horrible miedo en mi

interior, como si mi interior se pudiera romper pronto por haber contenido

mi grito. Pensé en el Inframundo y en la intensa necesidad que tenía de estar

ahí. De encontrar al demonio que había succionado las almas de las

hermanas Page. De recobrar esas almas.

Al principio, no sucedió nada. Luego, cuando la frustración amenazaba con

arrancarme todo el grito de mi garganta. Comprendí el problema. Seguía

pensando en el trigo de navajas, y en mi deseo de nunca volver a poner un

pie ahí. Y esos pensamientos interferían con mi deseo de cruzar.

Gruñendo un poco, en un notorio y disonante contraste con mí canto, forcé

los pensamientos sobre tallos como cristal a salir de mi mente y me

concentré en que Nash me había asegurado que no podían crecer en un área

tan poblada.

Repentinamente, el estadio comenzó a desvanecerse en esa neblina sin

rasgos, y por un largo tiempo no vi nada más que el color gris. No sentí nada

más que lo gris. La primera vez que cruce tenía los ojos cerrados, así que me

perdí de este vacío claustrofóbico, como si el mundo me hubiera tragado

entera para luego envolverme en niebla.

Mis manos se agitaban frente a mí, tratando desesperadamente, ciegamente,

de encontrar a Nash, antes que fuera demasiado tarde para llevarlo conmigo.

No quería tener que cruzar nuevamente.

Sus manos tomaron las mías con una calmante calidez. Mis dedos rozaron el

callo provocado por el bolígrafo en su dedo índice de la mano derecha, y la

larga cicatriz en la palma de su mano izquierda, donde se había herido

arreglando su bicicleta cuando tenía doce. Apreté sus manos y un instante

después el mundo a mí alrededor se enfocó nuevamente.

Sólo que no era nuestro mundo. Era el Inframundo. Otra vez.

La ocasión anterior que crucé me había preparado para este viaje tanto

como un viaje a una granja prepararía a un alienígena para una visita a la

ciudad de Nueva York.

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Lo que más me sorprendió fue que el Inframundo tuviera aceras, una señal

de civilización y orden avanzado que no me había esperado. Sabía que el

estadio existiría en ambos mundos. Como uno de los más grandes centros de

actividad humana, era una de las anclas uniendo el mundo humano al del

Inframundo como un patrón de vestido sobre un trozo de tela. Donde el

alfiler traspasaba ambas, las piezas permanecían planas e iguales, y el

tiempo y espacio eran relativamente constantes. Pero entre los alfileres, la

tela del fondo —el Inframundo—, podía apuñarse, moverse, y arrugarse. Y

ahí era donde las cosas tendían a ponerse de lo más extrañas.

No es que fueran exactamente normales en una de las anclas….

—¿Cómo es que el Inframundo tiene aceras? —susurré, soltando la mano de

Nash para limpiar el sudor nervioso de mis manos en el frente de mis jeans.

Mi pulso golpeaba en mis oídos tan rápido que estaba un poco mareada— ¿Y

el parqueo? ¿Acaso hay algún tipo de macabra compañía de construcción por

aquí?

Ni siquiera quería saber qué era lo que la mafia del inframundo podría

enterrar en los cimientos de los edificios….

—No. —Tod sonó entretenido de nuevo, en su apática manera de ser—.

Todo esto es tomado de nuestro mundo, junto con enormes cantidades de

energía humana. Entre más fuerte es el ancla, más se parece el Inframundo

al nuestro.

—Entonces, el equivalente en el Inframundo de lugares como Los Ángeles, y

Nueva York deben lucir…

—Casi iguales —terminó Nash por mí, sonriendo pese a las circunstancias.

—A excepción de las personas caminando en las aceras.

Coloqué ambas manos sobre mis caderas, justo bajo el borde de la chaqueta,

y eché un vistazo alrededor.

—El estadio no luce muy diferente… —Aunque, los pocos vehículos

esparcidos en el parqueo y el área que rodeaba el enorme complejo ya no

estaban—. ¿Y dónde está el lugar donde se dispone de los desechos?

—Um… —Tod indicó el estadio—. Creo que es ese. —Encogió los hombros—

. No es como si en verdad jugaran fútbol aquí, ¿cierto?

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Estudié el estadio con más cuidado, buscando alguna señal de actividad.

Seguramente si este lugar era un depósito de substancias peligrosas, habría

guardias, o signos de advertencia, o algo.

—¿Dónde están todos? ¿Qué hay de esos toxicómanos? ¿No deberían estar

por aquí en algún lado? —No es que estuviera ansiosa de encontrarlos. A

menos que el encontrarlos nos ayudara a no toparnos con ellos.

—Yo no… —Tod comentó.

Pero en ese momento, Nash tomó mi brazo, susurrándome intensamente:

—¿Viste eso?

Seguí su mirada hasta la entrada principal y al espeso banco de sombras que

la extraña luna roja creciente arrojaba sobre ella. Por sí misma, una luna tan

débil no hubiera sido capaz de producir mucha luz, pero noté que el cielo

nocturno del Inframundo no era tan oscuro como aquel bajo el cual yo había

crecido, y la extraña expansión púrpura también lanzaba un débil brillo.

Aún así las sombras eran virtualmente impenetrables, y al principio no

podía ver nada dentro de ellas.

Luego algo se movió. La gran expansión oscura pareció retorcerse.

Serpentear, como si las sombras cubrieran un gran nido lleno de cuerpos

arrastrándose unos sobre otros, compitiendo por la poca luz que se reflejaba

desde el cielo extrañamente coloreado.

—¿Qué es eso? —Estaba varios pies más cerca antes de siquiera darme

cuenta que me había movido, pero Tod colocó una mano en mi hombro para

detenerme.

—Creo que esos son los toxicómanos.

Grandioso.

—De acuerdo, tal vez haya una puerta trasera. —Porque no íbamos a luchar

todo el camino desde la entrada contra una masa de toxicómanos, lo que sea

que fuesen, retorciéndose—. Vamos a dar la vuelta —sugerí. Y ya que

ninguno de los chicos tenía una mejor idea, caminamos.

No podía superar el hecho de que todo lucía tan normal (mientras siguiera

mirando el piso). El parqueo era virtualmente idéntico al que estaba frente a

nuestro estadio de Texas, con todo y baches. Había unas despintadas y

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descascaradas líneas amarillas y blancas en el asfalto, e incluso varias rayas

negras de caucho quemado, que habían cruzado junto con todo el parqueo.

Mientras más nos acercábamos al edificio, más resaltaban las pequeñas

diferencias. Lo primero fueron las banderas. En el mundo humano, el estadio

estaba rodeado por una serie de banderas azules y blancas mostrando a un

jugador de futbol con su casco, y la única estrella de Texas. Pero en el

Inframundo esas banderas eran manchadas banderas grises a rayas, rotas

por el viento del inframundo. Varias habían sido reducidas a girones de tela

sin color, visiblemente destrozadas por el tiempo y la negligencia.

Los murales también eran grises, y sin rasgos, mostrando sólo un vestigio de

contornos humanos. Algunos de ellos parecían tener extremidades de más. Y

podía jurar que una tenía dos cabezas.

—Esto es raaaaaro —canté suavemente, rodeando los dedos de Nash con los

míos cuando su cálida mano encontró la mía—. Sólo encontremos la entrada

y preguntémosle a la primera persona que veamos. Tal vez Libby ande por

aquí…

—No va a ayudarnos. —Tod viró ligeramente a la derecha, lejos de la

entrada principal, donde lentamente se veían mejor las figuras que se

retorcían—. Ella nos dijo todo lo que podía decirnos, y dudo que cualquier

otro ángel de la muerte haga más. Tendremos que preguntarle a alguien

más.

—¿Qué son esos? —pregunté, nuevamente esforzándome por ver dentro de

las sombras bajo el toldo. Ahora podía discernir cuerpos individuales y me

sorprendió que no tuvieran figura serpentina, pese a la imagen que sus

movimientos habían conjurado en mi cabeza.

Tenían cabeza (afortunadamente de una pieza) y el número normal de

piernas y brazos. Pero ahí es donde terminaba la similitud con mi especie.

Estas criaturas eran pequeñas —aunque desde esta distancia no podía estar

segura de cuan pequeñas—, y estaban desnudas. Su piel era más oscura que

la mía pero más clara que la de Libby, no podía decir cuánto del color era

culpa de las espesas sombras en las que se arrastraban.

Ah, y tenían colas. Colas largas y sin pelo que se enroscaban y desenroscaban

alrededor de sus piernas y de otros apéndices con tanta fluidez que no era

posible que tuvieran huesos. Y sus colas no eran la única parte de su cuerpo

sin pelo. Estas pequeñas criaturas eran completamente calvas, y una parte

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de mí se preguntó si ellos se revolcaban unos sobre otros sólo para

mantenerse caliente.

¿Algún tipo de defensa grupal contra el frio?

—Esos son los toxicómanos —dijo Tod suavemente, y por primera vez me di

cuenta que estaba actuando extraño. Hablando suavemente. Caminando con

nosotros en lugar de desaparecer e ir al otro lado del estadio para buscar la

entrada. ¿Acaso no funcionaban sus habilidades de ángel de la muerte en el

Inframundo?

—No pueden ser toxicómanos —dije, decidiendo guardar mi pregunta para

después—. Son demasiado pequeños.

Ni siquiera me llegaban a la cintura, y por la manera en que Libby describió

a los toxicómanos, estaba esperando enormes y corpulentos monstruos,

golpeando las puertas del lugar, luchando por otra dosis de aliento de

demonio.

—El tamaño no lo es todo —dijo Tod, y mis mandíbulas se apretaron ante su

tono de hombre sabio—. Esos son los toxicómanos. Mira cómo se arrastran

uno sobre otro para llegar a la puerta. No que eso los vaya a ayudar.

Probablemente está cerrada con llave por dentro.

Oh. No estaban tratando de mantenerse calientes. Estaban tratando de

entrar. Pateé una cascara suelta de concreto. Pensando.

—Si está cerrada por dentro, ¿cómo entran los ángeles de la muerte?

—Probablemente Cruzan desde el interior del estadio. —Algo fácil para un

ángel de la muerte que podía desaparecer y reaparecer justo en el campo de

fútbol en el mundo humano, incluso cuando estaba cerrado.

—¿Y cómo vamos a entrar?

—Aun no lo sé. —Tod frunció el ceño, aún mirando a los toxicómanos.

—¿No puedes simplemente aparecer ahí dentro?

Negó lentamente con la cabeza y fingió interés en una grieta de la acera.

Nash resopló, sonando casi presumido.

—La mayoría de las habilidades de los ángeles de la muerte no funcionan

aquí —dijo, confirmando mi anterior presentimiento.

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Tod suspiró y encontró mi mirada; en su frente había líneas de frustración.

—Pude haberlo hecho desde el mundo humano, pero dudo que quien sea

que trabaje ahí estuviera ansioso de ayudar a un ángel de la muerte novato

que se apareciera sin permiso, y sin aliento de demonio.

—¿Así que aquí eres como nosotros? —No pude quitar la mirada de los

pequeños cuerpos subiendo uno sobre el otro en un intento de llegar a la

puerta. Mientras miraba, la cola de una de las criaturas rodeó el cuello de

otra y lo arrancó forzosamente de la cima de la pila, sólo para dejarlo caer a

varios pies del suelo. El desplazado toxicómano chocó y rodó abajo de la

montaña de cuerpos retorciéndose hasta que golpeó el concreto, donde se

raspó un lado del rostro y se levantó sangrando.

Vaya. Era como ver una multitud llena de pánico tratando de salir de un

edificio en llamas, sólo que ellos trataban de entrar.

Y fue entonces cuando noté que varios toxicómanos estaban de pie en la

orilla de la multitud, observando a sus espásticos hermanos empujarse unos

a otros por un lugar. Aparte del ocasional maniaco tic de cuerpo entero,

lucían bastante normales. Para ser pequeños tipos desnudos con colas.

—Tal vez deberíamos preguntarle a uno de ellos —susurré, apuntando hacia

los toxicómanos en la orilla.

—Parece que vienen aquí muy a menudo.

—Kaylee, no puedes simplemente acercártele a un toxicómano y comenzar

una conversación —susurró Nash, halándome hacia él con una mano

alrededor de mi cintura. Pero esta vez el movimiento se sintió que era

menos para confortarme y más para protegerme. Para alejarme de los mini-

monstruos.

—¿Por qué no? —Fruncí el ceño y miré nuevamente a la pila de toxicómanos

tratando de escalar la expuesta, lisa y brillante puerta de vidrio. De acuerdo,

lucían bastante fieros. Pero también eran tamaño pinta. Si uno atacaba,

seguramente nosotros… nos pararíamos encima de ellos.

—Porque son venenosos —contestó Tod, parándose abruptamente—. Y

muerden.

—¿Comen gente? —Di varios lentos y cuidadosos pasos hacia atrás, mirando

con más atención a los toxicómanos. Con su tamaño sólo podrían comerse

mi mano en una comida.

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Tal vez compartían… Aunque, juzgando la naturaleza competitiva de su

desesperada escalada, lo dudaba mucho.

—No, no comen gente. Ni humanos ni bean sidhes. No hay muchos de

nosotros por aquí. Pero muerden todo lo que se pone en su camino, y su

saliva es tóxica para criaturas nativas del mundo humano.

—Adorable. —Di otro paso atrás, pero era demasiado tarde. Habíamos

llamado su atención.

O mejor dicho, yo había llamado su atención.

El toxicómano del centro cruzó el parqueo hacia mí, casi saltando con cada

paso, y dos más los seguían de cerca, sacudiéndose cada pocos segundos.

—¿Aperitivos? —preguntó el segundo toxicómano, su tono de voz alto y

ansioso, como un niño que ha comido mucho azúcar. Y cuando abrió la boca,

logré ver dos hileras de puntiagudos dientes tipo aguja que parecían de

metal, tanto abajo como arriba.

Brillaban como la sangre bajo la luz de la luna roja.

Los toxicómanos se acercaban cada vez más, sus dedos sacudiéndose con

entusiasmo. Y saliva se acumulaba en las esquinas de sus grises y delgados

labios. Mi corazón me subió hasta la garganta, y para mi humillación, grité y

me tomé del brazo de Nash. Traté de dar otro paso atrás, pero mi pie se

atoró en algo, y hubiera caído sobre mi rostro si no fuera por el agarre que

tenía de la chaqueta de Nash.

Una mirada al piso reveló el problema, y bombeó más quemante miedo a

través de mi torrente sanguíneo, lo suficientemente rápido para hacer que

me mareara. Una delgada hiedra crecía en una de las fisuras del concreto,

roja como las hojas del arce japonés en otoño. La maldita cosa se había

enredado en mi tobillo derecho, subiendo por mis jeans con espinas tan

filosas como los dientes de una pequeña sierra.

Tiré de mi pierna, mi mirada aún seguía pegada a los toxicómanos que

continuaban acercándosenos lentamente, pero eso sólo apretó la hiedra. Las

espinas traspasaron la tela y lancearon mi carne en una docena de puntos de

dolor.

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—¡Ay! —grité, inmediatamente después me tapé la boca con la mano. Lo

último que necesitaba era atraer más atención.

Nash miró abajo, y en un instante estaba sobre su rodilla, con un cuchillo de

bolsillo afuera y listo. No podía meterlo entre la hiedra y mi pierna sin

cortarme, así que simplemente cortó la hiedra del suelo, y me jaló hacia

atrás antes de que lo que había sobrevivido pudiera tomarme nuevamente.

La hiedra cortada goteó varias gotas de un rojo oscuro sobre el concreto. O

tal vez era mi sangre. Un sentimiento enfermo se enrolló alrededor de mi

estómago, apretando como lo había hecho la hiedra en mi pierna.

¿Qué estoy haciendo aquí? El tobillo me dolía donde la hiedra me había

pinchado, mi pulso corría en mis oídos, con tanta fuerza que apenas podía

escuchar la lucha de los toxicómanos contra el vidrio.

¿Había tiempo para cruzar de vuelta al mundo humano antes de que los

toxicómanos que se nos acercaban saltaran sobre nosotros? Porque

repentinamente estaba segura que eso era lo que estaban planeando.

—Huelen gracioso —dijo el tercero, seguido de un estruendo de risas

maniáticas—. ¿Besan demonios? —Cuando cerraban sus bocas, sus diente

sonaban como metal vacío, y mi pulso volvió a subir—. ¿Respiran aliento de

demonio?

—No —dijo el primero, mientras Nash, Tod, y yo lentamente retrocedíamos,

lejos de los pequeños monstruos, que claramente nos estaban siguiendo. No

estaba segura de si podían herir a Tod, pero él obviamente no se iba a

arriesgar—. Están limpios.

—Lastima… —cantó la segunda voz en tono alto. Entonces, los dos

toxicómanos en la parte de atrás se dieron la vuelta sobre sus pequeños y

descalzos talones, y saltaron, sacudiéndose cada cierto tiempo de regreso al

grupo escalando las paredes del estadio.

Con la amenaza reducida por dos pájaros, mi pulso se desaceleró sólo un

poco. Pero el primero seguía mirándonos. Mirándome. Olió, pequeñas y

planas fosas nasales abriéndose y cerrándose.

—Extranjeros. —Su brazo derecho se sacudió violentamente, como si

quisiera liberarse del resto de su cuerpo. Después, su pie derecho se movió

como si estuviera tratando de despertarlo. Sólo que estaba segura que no lo

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había hecho a propósito. Estaba desesperado por una dosis, y su cuerpo no

funcionara correctamente hasta que la obtuviera.

—Ustedes no pertenecen aquí, humanos. —Dio un paso al frente al mismo

tiempo que una esquina de su boca comenzaba a saltar. El toxicómano me

miró rudamente, evaluándome, y comprendí que claramente estaba en

medio de algún tipo de síndrome de abstinencia, aún pensaba y hablaba

coherentemente. Al menos más que sus amigos—. Quédense y seguramente

algo más grande se los comerá…

—No som… —comencé, pero Nash apretó mi mano con fuerza,

deteniéndome de negar nuestra humanidad—. Estamos buscando un

demonio —dije, y Nash gruñó audiblemente. Evidentemente esa no era

manera de empezar una conversación en el Inframundo.

¿Quién lo hubiera sabido?

Pero el toxicómano me sorprendió.

—Como todos nosotros —dijo con añoranza, y sentí cómo mis cejas se

levantaban casi hasta salir de mi cabeza. Estaban desesperados por una

dosis de aliento de demonio. Por supuesto que estaban buscando un

demonio.

—Um, me refiero a que estamos buscando un demonio en específico. —Esta

vez, Tod apretó mi otra mano, pero lo ignoré. Si el toxicómano quería

mordernos, ya lo habría hecho varias veces—. ¿Conoces algún demonio de

avaricia?

Los brillantes ojos amarillos del toxicómano se iluminaron más, y puede que

se hayan humedecido sólo un poco, como cuando uno recuerda algo querido.

—Ah, avaricia… —respiró, su chillona voz penetró hasta lo más profundo de

mi cerebro—. Mi sabor favorito.

La excitación corrió por mis venas, alejando las últimas sacudidas de temor.

Conocía al demonio de avaricia. O al menos conocía a un demonio de

avaricia.

Me atreví a dar un paso adelante, luchando contra el deseo de agacharme y

mirarlo a los ojos, y Nash se sostuvo fuertemente de mi mano para impedir

que me acercara más.

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—¿Puedes decirnos dónde encontrarlo?

—Sí puedo. —La criatura asintió con su cabeza calva con forma de bulbo, y

bajo la luz roja de la luna, tuve un buen vistazo de las oscuras venas sobre

ella, venas que sobresalían como las de un verdadero levanta pesas.

—Pero hay un precio.

Fruncí el ceño.

—No tengo mucho dinero. Casi cincuenta…

—Kaylee… —Nash se apresuró a detener mi mano cuando intenté meterla

en el bolsillo.

—No tengo ningún uso para tu moneda de papel —escupió el toxicómano,

labios grises volteándose hacia abajo sobre dientes tan filosos como una

cuchilla de afeitar—. Te diré dónde encontrar tu demonio, por una porción

de su aliento. Pagada por adelantado…

—¿Qué? —La ira ardía en mis mejillas. Las fosas nasales del toxicómano

resoplaban nuevamente, como si mi ira perfumara el ambiente, y por todo lo

que sabía, así era.

—Vámonos… —Tod me haló del brazo.

—¡No! —Me volteé hacia el toxicómano, tratando de controlar mi voz.

Obviamente, mi ira lo complacía y eso no me ayudaría en nada—. ¡Si

superamos dónde obtener una dosis de su aliento, no tendríamos que

preguntarte donde encontrarlo!

Pero el toxicómano sólo parpadeo hacia mí, sus pequeñas manos

sacudiéndose, claramente despreocupado de cómo conseguiría el pago.

¿Acaso no tenía lugar la lógica en el Inframundo? Como se suponía que iba

a…

Me paré firme en lo que se me ocurrió una posibilidad.

—¿Es suficiente una hora? —Mis labios se curvaron hacia arriba en lo que se

sintió como una sonrisa maliciosa.

El toxicómano asintió lentamente. Ansiosamente.

—Esperare aquí. Una hora. Mi tiempo —dijo, como si se le hubiese ocurrido

eso ultimo después.

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—Trato hecho. —Mi sonrisa se amplió.

Nash y Tod me fruncieron el ceño, pero en lugar de explicar, despedí al

pequeño y horripilante monstruo y me apresuré al otro lado del parqueo

con ambos chicos cerca a mis espaldas; mi concentración estaba en la suelo

frente a mí, pendiente de cualquier cosa que pudiera envenenarme,

agarrarme, o comerme.

Porque los chicos tenían razón: si no tenía cuidado, estaba segura que este

monstruoso País de las Maravillas se iba a tragar completa a Alicia…

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Capítulo 17 Traducido por: Steffanie Mirella

Corregido por: Blood Eva!

dónde vamos? —preguntó Nash desde el asiento del

conductor en lo que yo ponía un pie en el piso del auto,

estaba feliz de estar en mi lado del espejo, incluso si es

sólo algo temporal.

—Aún no lo sé. Toma. —Me di la vuelta para arrojarle mi teléfono a Tod

quien estaba en el asiento trasero.

Desafortunadamente, él ya no estaba completamente con nosotros —¿tal

vez se había vuelto incorpóreo debido al estrés?— y el teléfono atravesó su

cuerpo hasta caer en el asiento, como si hubiese caído a través de un

holograma. Ahora su trasero y mi teléfono ocupaban el mismo espacio al

mismo tiempo. No se suponía que un evento como ese hiciera que el mundo

explotara, ¿o algo así?

El ángel de la muerte bajo la mirada sorprendido, luego alargó a través de sí

mismo la mano para levantar mi teléfono del asiento —algo que tiene que

ser una de las cosas más extrañas que alguna vez haya visto. Incluso más

extraña que ver plantas asesinas y pequeños toxicómanos calvos con colas y

dientes como aguja.

El cuerpo de Tod se volvió sólido, y se me quedo viendo con el rostro en

blanco.

—¿Para qué es esto?

—Bueno, la mayoría de las personas lo usan como una forma de

comunicación, pero probablemente también funcione como un proyectil, sin

problema.

Tod frunció el ceño. —Graciosa. ¿A quién se supone que llame?

—¿A

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—Addy. Averigua dónde está. Tengo una idea. —Mientras él marcaba,

cambié mi atención hacia la enredadera con espinas aún enrolladas

apretadamente en mi tobillo. Nash la había cortado cerca del suelo para

soltarme, pero aún había suficiente hiedra para envolver mi pierna dos

veces, largas y delgadas espinas atravesaban tanto la tela, como mi piel. En

intervalos de dos pulgadas colgaban agrupaciones de cuatro hojas, con un

verde oscuro al centro y rojo sangriento en las aserradas orillas.

—Ten cuidado con eso —me previno Nash, mirando del camino a mi tobillo,

y viceversa—. Creo que esa es la enredadera carmesí, y de ser así, sus

espinas son venenosas.

Por supuesto que lo eran. ¿Acaso había algo en el Inframundo que no fuera

toxico?

—Es un poco tarde para eso. Las estúpidas espinas traspasaron por

completo mis jeans. —Tomé el final de la enredadera entre mi pulgar y el

dedo índice, horrorizada completamente cuando un hilo de liquido rojo

goteo de donde había sido cortada, y la quite de mi pierna con cuidado.

Afortunadamente, ahora que la extraña enredadera estaba muerta, se

desenrolló fácilmente. Pero cada vez que una espina salía de mi piel, un rayo

fresco de ardiente dolor se disparaba por mi tobillo, como si estuviera

siendo el blanco de pequeños relámpagos. Para cuando dejé caer la planta en

el piso del auto —la enredadera tenía que tener ocho pulgadas de largo— un

dolor caliente se había asentado en la articulación de mi tobillo, pulsando

con cada latido de mi corazón.

Me mordí el labio inferior mientras enrollaba el dobles de mis jeans.

Entonces jadeé por la impresión. Mi tobillo se encontraba hinchado. Cada

uno de la docena, o algo así, de pequeños agujeros se habían levantado y

estaba arrugado, y las heridas estaban casi tan rojas como la misma hiedra.

—¡Demonios! —Silbó Nash entre dientes—. Definitivamente es la hiedra

carmesí. Mi madre sabrá que hacer para aliviar eso, pero si le decimos, va a

llamar a tu papá. —Los ojos de Nash encontraron los míos, y me pregunté si

yo lucía en tanto conflicto como él—. ¿Crees que puedes esperar un par de

horas, o debemos ir de inmediato?

Al Hospital por supuesto. Donde Harmony trabajaba como una enfermera

registrada en el ala ortopédica, donde era menos probable que se murieran

los pacientes.

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Experimentalmente presioné mi pie contra el piso del auto. El dolor era

constante y no incrementó con la presión, lo que significaba que

probablemente podría caminar. —Puedo esperar. —Cerré brevemente los

ojos y exhalé, lamentando la muerte de la última parte de la esperanza que

tenía de que mi padre nunca se enterara de lo que habíamos estado

haciendo. Ahora que estaba herida, era inevitable que todo se supiera —con

esperanza, eso sería después de reclamar las almas de Addy y de Regan.

Cuando todo esto haya terminado, probablemente pase mucho tiempo sola

en mi habitación.

—¿Hola, Addy? —dijo Tod desde el asiento trasero, y aflojé el cinturón de

seguridad para poder darme vuelta y verlo, estudié su rostro para tener

alguna pista de lo que Addison decía—. ¿Te desperté?

Ella se rió amargamente en el teléfono, pero no pude descifrar sus

verdaderas palabras.

—Sí, probablemente yo tampoco podría. —Tod sacó un hilo raído de la

delgada capa de dril sobre su rodilla derecha—. ¿Dónde estás? Creo que

necesitamos pasar por un minuto… —Él me miró para confirmar, y asentí

mientras Addison decía algo más que no pude entender—. Bien. ¿Puedes

arreglar para tener unos minutos de privacidad?

Otra pausa. —Estaremos ahí en diez minutos.

—Veinte —corregí—. Primero tenemos que hacer otra parada.

Tod le comunicó la corrección a Addison, después se despidió, colgó, y me

arrojó el teléfono. —Está en la casa de su madre. Es el único lugar donde

puede evadir a la mayoría de su sequito.

—Bien. —Deslicé el teléfono dentro de mi bolsillo y miré por la ventana para

leer los letreros de la carretera.

—Nash, necesitamos un súper-mercado, que abra las veinticuatro horas, o

tal vez una farmacia.

Él asintió y se deslizó fácilmente al carril derecho, apenas deteniéndose para

prender las vías de Emma. —Hay un 2Walgreens que abre las veinticuatro

horas a un par de millas de la casa de Addy. ¿Te sirve eso?

2 Walgreens: es un Supermercado, uno muy concurrido en Estados Unidos

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—Con algo de suerte. ¿Crees que debería conseguir algo para esto en lo que

estamos ahí? —me levanté el dobles del pantalón para mostrarle mi tobillo,

y Tod inhaló bruscamente desde el asiento trasero, luego se inclinó hacia

adelante, agarrando el respaldo de mi asiento.

—¿Demonios, Kaylee, es por la hiedra?

—Sip. —Presioné gentilmente una de las inflamadas marcas, luego siseé

cuando una nueva sacudida de dolor de disparó por mi adolorida piel, hasta

llegar al centro de la articulación. Una pequeña gota de líquido claro manó

del agujero, y la sequé con un pañuelo de papel que tome de la caja que tiene

Emma en la consola central.

—Nash cree que es la enredadera carmesí.

—Tiene razón. Gracias a Dios que era una pequeña. Por supuesto, si hubiese

estado completamente desarrollada, nunca la abrías pisado.

—¿Completamente desarrollada? ¿Qué tan grandes llegan a ser?

Tod levantó ambas cejas, sorprendido por lo ignorante que era. Aunque, no

debió estar considerando que hace un par de meses ni siquiera sabía de mi

propia especie.

—Cincuenta pies o más. Y una punción de una de ese tamaño te mataría en

un par de horas, si no te rompe la columna primero. Son como pitones

gigantes con raíces.

—Y espinas —agregué amargamente.

Tod lucía como si quisiera decir algo más, pero lo que sea que estaba

pensando se perdió cuando Nash habló.

—Vas a necesitar algo para ese tobillo. —Nash volteó a mirarlo nuevamente,

hasta que me bajé el dobles del pantalón y puse el pie en el piso del auto—.

Pero no sé si la medicina del mundo humano funcionará en una toxina del

Inframundo. —Hizo una pausa y encendió nuevamente la vía, cuando vio

nuestra salida—. ¿Y qué más necesitamos de Walgreens?

—Globos. —Sonreí ante la expresión perpleja de Nash, disfrutando el que

por primera vez yo entendía más que él.

Tod metió su cabeza entre los asientos delanteros, luciendo tan confundido

como su hermano.

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—¿Le vamos a llevar globos a Addy? ¿Deberíamos detenernos también por

un pastel y regalos?

Mi sonrisa se ensanchó. —Los globos no son para Addison. Son para el

toxicómano. Addy sólo va a… inflar unos para nosotros.

Por un instante, los ojos de Tod se entrecerraron más. Luego su expresión se

suavizó cuando entendió, y la mitad de su boca se elevó.

—Lista… —Nash asintió hacia mí, en obvio respeto—. Me gusta.

—Sólo esperemos que funcione.

En Walgreens, Tod encontró una bolsa de globos de látex de varios colores

para fiestas, mientras Nash y yo buscábamos un tubo de antiséptico en

crema. Cuando nos encontramos en la caja registradora, el ángel de la

muerte también tomó tres barras de chocolate, yo pagué —sabía que mi

“moneda de papel” serviría—, después nos apresuramos a la casa de

Addison, más que agradecidos por el ligero tráfico de la media noche, porque

teníamos que estar de vuelta en el estadio en media hora.

Nos estacionamos al lado de un brillante Lexus en la entrada de Addison, ella

debió haber escuchado el motor, porque abrió la puerta del frente mientras

subíamos las escaleras, luego nos apresuró a la sala vacía.

Addy cerró la puerta tras nosotros y se quedó de pie en la entrada con las

manos en lo profundo de los bolsillos de sus apretados jeans. Aún estaba

completamente vestida, ni siquiera había intentado ir a dormir. No que

pueda culparla.

—¿Dónde está tu madre? —preguntó Tod en medio del cuarto. Nadie se

sentó.

—Está inconsciente en su habitación. —La sonrisa irónica de Addy decía que

por una vez estaba agradecida por “los asuntos” de su madre.

—¿Qué hay de Regan? —froté mi pie izquierdo contra mi tobillo derecho,

apenas resistiéndome al deseo de inclinarme y rascarme, porque eso

hubiera expuesto mi herida del Inframundo y provocado preguntas que no

teníamos el tiempo de contestar. Y porque estaba segura que el rascarme

haría que más líquido claro saliera de las heridas, en vez de aliviar la intensa

picazón ardorosa que se había asentado.

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—Está durmiendo gracias a un par de las aspirinas de mamá —Addison me

miró, y luego a las uñas despintadas de sus pies—. Tenía que dárselas.

Estaba volviéndose loca, y yo sólo quería que se fuera a dormir y se callara.

Traté de advertirle, pero no quiso escuchar. Ella nunca escucha…

Mi corazón dolía por Addy, y la disidente relación que tenía con su hermana.

Ellas me recordaban a Sophie y a mí, y ese pensamiento dejó un sabor

amargo en mi boca, como si me hubiese tragado una de las pastillas de la

madre de Addy.

—Está bien. —Claramente a Tod no le importaba lo que le sucediera a

Regan. Él sólo tenía ojos —y preocupación— para Addison. —Estamos a un

paso de encontrar al demonio, pero primero necesitamos que infles una de

estas.

—Tal vez dos o tres —intervine, arrojándole a Tod la bolsa de globos de

fiesta—. No estoy segura de la dosis que busca el toxicómano, o cual es la

concentración… dentro de ella. Así que puede que se necesite más de una.

Tod rompió la bolsa mientras Addison nos miraba del uno al otro como si

hubiéramos perdido la cabeza.

—Está en tu aliento —expliqué, mientras Tod sacaba un globo color cereza

de la bolsa y lo estiraba para que fuera más fácil de inflar—. El aliento de

demonio. Está en tu centro. Y en tus pulmones, y creo que cada vez que

exhalas, sueltas un poco de él en el aire.

Obtuve la idea de los toxicómanos que querían saber si exhalábamos aliento

de demonio.

Por supuesto, nosotros no lo hacíamos. Pero Addy posiblemente podría.

No estaba segura de cómo funcionaba. Si era que ella perdía un poquito de la

fuerza que la mantenía viva cada vez que exhalaba, o si el aliento de

demonio se auto reemplazaba cada vez que un poco se perdía. Pero estaba

virtualmente segura —basada en el extraño dialogo de los toxicómanos—

que Addy llevaba dentro de ella el tipo de moneda que necesitábamos.

Ella tomó el globo de las manos de Tod, y se le quedó mirando por unos

segundos como si a eso le fueran a salir dientes y la mordiera. Después Addy

puso el látex en su boca mientras observábamos desde un semicírculo

vagamente formado sobre la carpeta beige.

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—Espera. —Encogí los hombros, con mis brazos aún cruzados sobre mi

pecho—. Cuando Eden murió, me pareció que el aliento de demonio es más

pesado que el aire, así que probablemente está en el fondo de tus pulmones.

Tendrás que vaciarlos para obtener lo que realmente necesitamos. Así que

exhala tanto como puedas con cada aliento, ¿de acuerdo?

Addison asintió insegura, luego puso nuevamente el globo en sus labios

mientras Tod sacaba uno amarillo de la bolsa. Ella comenzó a soplar y el

globo creció lentamente, volviéndose más translúcido con cada milímetro

que ganaba en circunferencia. Ella sopló sin inhalar, forzando a salir más

aire de sus pulmones de lo que jamás pensé que fuera posible, hasta que su

rostro estaba tan rojo como la vejiga.

Los cantantes deben tener muy buenos pulmones.

Cuando ya no pudo exhalar más, el globo estaba medio lleno. Ella lo cerró

apretando la boquilla entre el pulgar y su dedo índice, yo lo tomé de sus

manos para atar la abertura. Cuando lo solté, el globo callo rápidamente

como si estuviera atado a un pequeño peso.

Tod le dio el globo amarillo y ella repitió el proceso sin decir una palabra o

mirar a alguno de nosotros, cuando el segundo globo se había unido al

primero en el piso, no pude evitar más que sonreír mientras los miraba, el

cuarto estaba completamente en silencio a excepción de la forzosa

exhalación de Addy dentro de un tercer globo, uno púrpura.

Los globos en el suelo lucían festivos, de una forma barata, como para una

fiesta de cumpleaños para niños.

Parecía como si se burlaran de su peligroso contenido. Pero, tal vez eso era

apropiado, considerando los orígenes de dicho contenido: un mundo donde

sus residentes con mucho gusto nos comerían vivos. Si es que la vida vegetal

no nos atrapaba primero.

Cuando Addy terminó con el tercer globo, Nash decidió que teníamos

suficiente, no porque realmente estuviéramos seguros que teníamos lo

suficiente, sino porque se nos estaba acabando el tiempo. ¿Por qué no pedí

dos horas? No que eso importara. El reloj de la vida de Addy estaba

corriendo hacia su último tac, aún sin la hora límite del toxicómano. Según

los números digitales en su DVD, eran pasadas la una de la mañana del

jueves. Addy morirá en algún momento de las próximas veintitrés horas —

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probablemente antes, que después— y cada minuto que desperdiciábamos

trajo más cerca ese desconocido momento.

—Regresaremos por ti tan ponto como podamos —dijo Tod mientras yo

recolectaba los globos llenos.

—Levanta a Regan y tenla lista. —Si hubiese estado despierta, nos

habríamos llevado a ambas hermanas Page—. Llamaremos cuando estemos

en camino, pero no puedo prometerte que será con mucho tiempo de

antelación.

Porque no tenemos idea de donde estará este demonio, o cuánto tiempo

tomará llegar hasta ahí. Y encontrarlo.

—Trataré. —Addy frunció el ceño hacia la cocina—. Ella no tocará el café,

pero creo que tenemos algo de Jolt en el refrigerador.

—Bien. Te llamaré cuando sepamos más, —prometió Tod, y dejó un beso en

su mejilla de camino a la calle.

Addison nos miró desde el pórtico mientras retrocedíamos en la entrada

para los autos, con sus brazos cruzados sobre el frente de una camiseta larga

y delgada, aparentemente ignorante del frío de media noche de noviembre.

Mi conjetura era que eso no era nada comparado con el frío dentro de ella.

Nash condujo nuevamente, y yo pasé la primera parte del camino al estadio,

aplicando antibiótico en crema a mi tobillo, y la segunda parte deseando

desesperadamente no haberlo hecho. Apenas acababa de limpiarme los

dedos cuando las heridas comenzaron a burbujear y sisear débilmente,

como si les hubiese echado agua oxigenada. El molesto dolor/ardor que

había estado tratando de ignorar por los últimos cuarenta minutos se volvió

una completa hoguera en mi tobillo.

Removí lo que pude con los pañuelos de papel de Emma, deseando que ella

tuviera algo húmedo para poder quitármelo todo. El poquito que quedó en

las incisiones de mi piel burbujeaba suavemente, derramando pequeñas

gotas de líquido que ahora era blanco. Para cuando nos estacionamos en el

parqueo del estadio, pequeñas líneas como redes habían comenzado a salir

de los dobles anillos de incisiones hacia todas direcciones. La red se extendía

menos de una pulgada hasta el momento, pero no tenía duda alguna que

seguiría esparciéndose.

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Nash volteó a mirar mi tobillo dos veces, cada vez su ceño se fruncía más, y

consideré seriamente su oferta de llevarme al hospital. Para acabar con el

dolor que subía por mi pierna y terminar con el asunto de nuestra confesión.

Pero eso terminaría efectivamente nuestra noche, dejando que Addy muera

sin su alma. Condenándola a una eternidad de torturas. Y yo no podía hacer

eso. No, sabiendo lo que le había pasado a las almas con las que mi tía había

negociado. ¿Cómo podía dejar que Addy sufriera el mismo destino?

Además, habría tiempo para tratar mi herida después que hayamos

reclamado las almas de las Page, ¿cierto?

Porque según Tod, no importa lo mal que se ponga mi tobillo, no moriré

hasta que mi nombre aparezca en la lista de alguno de los ángeles de la

muerte, y si eso pasaba, ninguna cantidad de cremas o pastillas del

Inframundo podrían salvarme. Me rehusé a pensar sobre el hecho que la

lista de Tod no podía predecir, la perdida de mi pierna o del pie. Así que

continúe pese al dolor.

Navegamos por el parqueo en el mundo humano —yo con globos de

brillantes colores bajo los dos brazos, y uno debajo del de Nash— para evitar

pisar otra de las enredaderas carmesí, y no nos detuvimos para cruzar hasta

que juzgué que nos encontrábamos aproximadamente donde estábamos

cuando negociamos con el toxicómano. Luego nos movimos varios pies a la

izquierda, para evadir esa estúpida hierba. Estaba bastante segura que la

estimación de la distancia era lo suficientemente buena, porque, por todo lo

que sabía, no habíamos perdido nada de tiempo en cruzar la última vez. El

ancla del estadio era bastante fuerte.

Tod cruzó primero, para asegurarse que todo estaba bien y que el

toxicómano nos estaba esperando, porque yo no iba a hacer el esfuerzo si el

pequeño monstruo nos había dejado plantados, o si no era seguro estar en el

Inframundo en ese preciso momento y lugar. Sólo cuando volvió diciendo

que todo estaba bien invoqué mi llanto —ahora con menos esfuerzo que

nunca— y llevé a Nash conmigo al Inframundo.

El toxicómano se encontraba parado muy cerca de donde lo habíamos

dejado, recorriendo la punta de su cola una y otra vez, a través de un

pequeño puño ligeramente apretado. Su mirada saltaba de un lugar a otro.

Sus espasmos se habían vuelto más fuertes, y claramente no podía

permanecer quieto. Y súbitamente se me ocurrió con una indescriptible

sacudida de horror que me había vuelto traficante de drogas en el

Inframundo.

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Luego de respirar profundo varias veces, decidí que podía vivir con eso,

mientras el fin justifique los medios. Además no había sido yo la que metiera

al pequeño monstruo en lo del aliento de demonio para empezar, y sólo le

estaba dando para una dosis. ¿Cierto?

Los ojos del toxicómano se ensancharon con una sola mirada a los globos

que llevábamos, y por primera vez noté que sus brillantes ojos amarillos

estaban drásticamente dilatados y relucientes.

—¡Dame! —jadeó, tratando de alcanzar el globo rojo con sus pequeñas y

anchas manos, fue el que primero llamó su atención. Brevemente me

pregunté si era daltónico, y me sentí aliviada cuando me di cuenta que no

tenía uñas. Al menos no tendría que preocuparme que me rasguñara en una

carrera por su dosis.

—La información primero —insistí, sosteniendo ambos globos sobre mi

cabeza, por los nudos que los mantenían cerrados.

—¡No! —sus brazos comenzaron a temblar, incluso mientras su cola se

sacudía furiosamente. Él estaba con mucho dolor, y si no obtenía lo que

necesitaba pronto, alguien saldría herido.

Desafortunadamente, yo no tenía dientes como agujas de metal con los

cuales defenderme.

Pero mi columna estaba comenzando a sentirse un poco como el acero.

—Dinos donde encontrar el demonio de la avaricia, o vamos a reventar los

globos uno a la vez. Demasiado alto para que puedas inhalarlo. —Le asentí a

Nash, y él sacó su navaja del bolsillo, y la abrió presionando un botón.

—¡No! —chilló el toxicómano, saltando por el globo en vano.

Nash se fue para atrás por la sorpresa, y la navaja perforó el globo que

llevaba. El látex explotó, bañándolo con pedazos de plástico morado. El tosió

y ondeó una mano frente a su rostro, casualmente alejando la misma

substancia que nuestro pequeño informante ansiaba.

Que necesitaba…

El toxicómano cayó sobre sus rodillas, recogiendo un pedazo de látex a la

vez, oliéndolos desesperadamente. Pero después de varios segundos,

levantó la mirada hacia nosotros con amarga y dolorosa derrota.

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Sostuve el globo rojo. —Dinos, o reventaremos también este —amenacé

suavemente, esperando no atraer la atención de los toxicómanos que aún

seguían tratando de escalar las paredes del estadio como locos. Muchos de

ellos yacían ahora inconscientes en la acera, ya sea porque se les había

negado su dosis química, o por haber sido pisoteados por sus hermanos más

fuertes.

El toxicómano chilló por la furia, y sus manos se apretaron en pequeños

puños, su cola golpeaba furiosa tras él, levantando polvo de la superficie del

parqueo. —Bien. Monstruos Humanos. Sin piedad… —murmuró, y casi me

reí. Toda su especie parecía lista de acabar con sigo misma con tal de tener

una dosis más, de una substancia que no debían estar aspirando. U

olfateando. O lo que sea. ¿Aun así, nosotros no teníamos piedad?

—Habla. —Sostuve el globo cerca de la navaja de Nash, mientras él posaba

amenazadoramente.

La pequeña criatura se paró firme, y cuadró los hombros, envolviendo la

poca dignidad que poseía a su alrededor como una capa. —Los demonios

holgazanean donde comen. Ustedes quieren a Avari, un demonio de avaricia.

Él estará donde la codicia mejor supura.

—¿Qué es donde? —acerqué el globo rojo a la punta de la navaja de Nash.

El toxicómano encogió los hombros, pero el movimiento no era lo

suficientemente normal como para disfrazar el temblor que estremecía todo

su cuerpo. —En la ciudad. En la más grande Bastión de codicia que conozco.

—El toxicómano jadeó, como si no pudiera inhalar un aliento lo

suficientemente profundo. Al menos no uno que no estuviera contaminado

con el veneno de su elección— Los humanos lo llaman Prime Life.

—¿La compañía de seguros? —Nash aclaró cautelosamente su garganta.

Prime Life era la firma de seguros más grande del país, y tenía sus oficinas

principales en Dallas.

Hmm, pensé, un instante antes de que el toxicómano asintiera

silenciosamente. Eso tiene sentido.

—Bastión de codicia… —repitió el toxicómano—. Probablemente está ahí

ahora… —él extendió ambas manos pequeñas, como un niño rogando ser

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tomado en brazos. Sólo que este niño quería un globo de fiesta lleno con

Infra-toxinas adictivas.

Se lo entregué, aunque mi estómago se revolvió en respuesta a la acción

menos honorable que cualquier otra que haya hecho. Luego de pensarlo, le

di también el globo amarillo. No nos servía de nada, y el claramente lo

necesitaba. Cuyo pensamiento empeoró mi estómago.

Pero teníamos aquello por lo que habíamos venido, y crucé al mundo

humano satisfecha, aunque no exactamente complacida conmigo misma.

¿El fin eventualmente justificará el medio, cierto? ¿Entonces como es que me

siento como si acabara de vender mi alma…?

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Capítulo 18 Traducido por Steffanie Mirella

Corregido por Estef

stás bien? —Preguntó Nash, cuando notó que estaba

cojeando de camino al auto.

—Bien. —Aunque no estaba muy segura de eso. Mi tobillo

ardía con furia, y estaba tan hinchado que parecía agitarse con cada paso.

Pero tenía tanto miedo de verlo, que mejor miré mi reloj.

Eran las 2:15 a.m. del día en que Addy estaba destinada a morir.

Desafortunadamente no habíamos pensado en pedirle a Libby una hora más

específica, y Levi había estado cuidando de cerca las listas de los ángeles de

la muerte desde que Tod les echó un vistazo hace seis semanas, así que

desde ahora me sentía como si estuviéramos trabajando en la oscuridad.

Pese a eso, no había tiempo de buscar atención médica hasta que Addy y

Regan tuvieran de vuelta sus almas y el mal hubiera conocido a su igual.

Hasta entonces pretendería que mi tobillo estaba hecho de acero, como

algún tipo de articulación biónica, y que yo no podía sentir ningún dolor. Era

súper-humana. Podía hacer cualquier cosa.

Pero por si acaso me tomaría unos Tylenol. Muchos Tylenol.

Nash se deslizó de nuevo tras el volante del auto de Emma, porque no me

sentía en condiciones de conducir. Quería dormir, pero el sueño al igual que

todas las otras cosas agradables, no era una opción por el momento.

Nash dobló la llave en el encendido y miró a su hermano en el retrovisor.

—Recogeremos a Addy y a Regan. —Le dio vuelta al volante hacia la derecha

hasta donde llegaba para lograr hacer un círculo cerrado en el desierto

estacionamiento—. Tú vete a Prime Life y ve si puedes encontrar a Avari.

Ten, toma esto. —Nash arqueó un brazo hacia tras por sobre su hombro en

la dirección de Tod sosteniendo su teléfono ligeramente en su puño.

—¿E

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—Eso no funcionara en el Inframundo, —dije. Y aún si lo hiciera, apuesto

que acumularía un infierno de cargo por llamadas de larga distancia.

Tod pasó por la lista de los contactos de su hermano. O tal vez por la de las

canciones que tenía. —Sip, pero una vez que encuentre a Avari, puedo

cruzar nuevamente y llamarte.

—Oh, cierto.

Tod guardo el teléfono y se inclinó para meter la cabeza en medio de los

asientos. —Gracias chicos. Realmente les debo una por esto.

Estoy segura que mi sonrisa lucía más bien como una mueca de dolor. —Y

por esto… —Coloqué nuevamente el pie sobre el tablero y subí el ruedo de

mis vaqueros para revelar mi tobillo. Punto en el cual mi mueca de dolor se

convirtió en una expresión de repugnancia y miedo, y mis palabras

desaparecieron en un silencio de shock.

Mi tobillo era el doble de su tamaño normal. La carne debajo del doble anillo

de punzadas se encontraba inflamada y cubierta por esas extrañas venas

rojas, las cuales ahora sobresalían por debajo de mi calceta y estaban a

medio camino de llegar a mi rodilla. El fluido se movía a un lado y al otro

bajo la piel de mi tobillo, colgando más bajo en la parte trasera, justo sobre

mi zapato, donde la gravedad lo halaba más.

La súbita inhalación de Nash siseo por todo el auto, y levanté la mirada para

verlo observándome, en lugar de estar viendo el camino. —Kaylee, tenemos

que llevarte a que te vean eso.

—¿Tú crees? —Traté de reír, pero mi sentido del humor me había

abandonado—. ¡Ojos en la carretera!

Él saltó, y luego le dio vuelta al volante para volver al camino, pero siguió

dándole furtivas miradas a mi tobillo mientras yo trataba de decidir si

tocarlo o no. —Esa crema antibiótica lo empeoró, — dije—. ¿Y un doctor

humano sabrá al menos que hacer con esto?

—Lo dudo. —Nash dividió su atención entre mi tobillo y la escasamente

poblada autopista—. Pero si mi mamá.

Volteé a ver a Tod ansiosa por una segunda opinión. —¿Qué crees? ¿Puede

esperar esto?

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El ángel de la muerte tragó grueso y estudio mi tobillo por un momento.

Luego encontró mi mirada, sus ojos azules ensombrecidos en el asiento

trasero del auto. —Eso creo.

—¿Seguro? —pregunté. Porque no sonaba muy seguro.

—Sip. —Tod asintió firmemente—. Estarás bien. De todas maneras no

queremos alargar esto.

—De acuerdo. Bien. —Me hundí nuevamente en el asiento, sintiéndome un

poco mejor ahora que habíamos decidido un curso de acción—. Tan pronto

como terminemos en Prime Life, llamaremos a tu madre y haremos que nos

encuentre en tu casa, —le dije a Nash, luego me di vuelta para ver a Tod—.

Llamare a Addy y le diré que estamos en camino. Tú ve y encuentra este

demonio Avari. Pero trata que no te vea. Si lo hace no le digas que

llevaremos a Addy y a Regan. De alguna manera dudo que estará

entusiasmado por regresarles sus almas, aun si piensa que tendrá otras dos

a cambio.

Por una vez, Tod asintió sin discutir. Después me dio un inesperado beso en

la mejilla y desapareció con el teléfono de Nash antes de poder recobrarme

de la sorpresa.

—Supongo que eso era un gracias, —murmuré, frotando el punto en mi

mejilla donde los labios del ángel de la muerte me habían tocado. Eran más

cálidos de lo que había esperado que tuviera un hombre muerto.

Nash resopló, pero realmente no lucía molesto. El beso de su hermano

hablaba más de gratitud que de otra cosa.

Mientras él estaba pendiente de nuestra salida en la autopista, forzando la

mirada bajo las luces de la carretera que estaban a intervalos regulares,

saqué mi teléfono del bolsillo. Pero antes de poder buscar el número de

Addy entre mi historial de llamadas, un pequeño mensaje en la parte inferior

de la pantalla apareció para decirme que tenía cinco llamadas perdidas.

Mierda. Mi papá había descubierto mi cama vacía.

—¡Por favor díganme que no llamó a la policía!

Tres mensajes eran de él, como era de esperarse. Los primeros dos entraron

a menos de una hora luego dejar la casa, mientras estábamos en el

Inframundo negociando con el toxicómano por primera vez. Virtualmente

eran idénticos, la airada voz de mi padre demandando saber dónde estaba, y

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qué demonios estaba haciendo. Mi padre no maldecía mucho. Sólo cuando

estaba realmente molesto. O asustado.

La tercera llamada era de Emma, advirtiéndome que mi padre la había

llamado a la casa a la una de la madrugada. Lo que despertó a su madre y

llevó a todo tipo de preguntas a las que Emma tuvo que evadir responder.

Oops. Hice una nota mental de hornear también una bandeja de brownies

para Emma, para tratar de resarcir el problema en que la estaba metiendo.

Afortunadamente, su madre no había notado que faltaba del auto, y no se le

había ocurrido a mi padre, aún, el preguntar si lo había tomado prestado.

La cuarta llamada era de Harmony, quien estaba preocupada, y sonaba un

poco molesta.

Ella dijo que mi padre estaba -como loco- y como a dos segundos de irme a

buscar en el auto por las calles. Después quería saber si había visto a Nash,

quien tampoco contestaba su teléfono, lo que significaba que él también

tendría llamadas perdidas.

Esa era su manera de advertirnos que sabía que estábamos juntos en esto -lo

que sea que fuera- y que sería mejor que tuviéramos una buena explicación

cuando finalmente nos entregáramos.

Me gustaba Harmony, y tenía miedo que una vez que supiera lo que

habíamos estado haciendo, acortara la larga correa de la que Nash había

disfrutado desde mucho antes de conocernos. Y eso también sería culpa mía.

La quinta llamada también era de mi padre, diciendo que iba a conducir por

la ciudad buscándome, y si no había oído de mí a las tres, iría a la policía.

Maravilloso.

Un rápido vistazo al reloj de la pantalla de mi teléfono me dijo que eran las

dos cincuenta y cuatro de la madrugada.

—Tengo que llamar a mi papá, —dije, mirando temerosa a Nash. Él asintió

sombríamente, obviamente había escuchado al menos una parte del

mensaje.

Mientras el teléfono de mi padre repicaba en mi oído, bajé el ruedo de mi

pantalón y coloqué mi pie en el piso, jadeando cuando incluso ese leve

movimiento hizo que el fluido acumulado se meneara.

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—¿Kaylee? —Ladró mi padre en mi oído—. ¿Eres tú?

—Sip, soy yo. Estoy bien, —añadí antes que él pudiera preguntarlo. Y era

cierto, hablando relativamente. No me habían asaltado, ni raptado, o

atropellado—. Mira, no tengo mucho tiempo para hablar, el punto es que

lamento haberme escapado, pero tenía que hacerlo. Debo terminar algo

importante, después volveré a casa. Serán un par de horas a lo sumo.

—¿Está Nash contigo?

Suspiré, y dejé caer mi cabeza contra el respaldo, observando cómo las luces

de la carretera pasaban sobre nosotros en un ritmo fijo e hipnótico. —Esto

no es culpa suya, —insistí—. Le pedí que me ayudara. Lo explicaré todo

cuando llegue a casa.

—Kaylee…

—Papá, debo irme. Sólo quería decirte que estoy bien. Y por favor no vayas a

la policía. Ellos no entenderán. —Con eso cerré el teléfono y presioné el

botón de ignorar la siguiente llamada cuando comenzó a sonar un momento

después. En vez de contestar, llamé a Addison. Ella contestó en el primer

tono y me aseguró que Regan estaba levantada, aunque no exactamente

despierta.

Le dije que le metiera otro Jolt por la garganta y que la vistiera. Estaríamos

ahí en diez minutos.

Nuevamente, Addy nos encontró en la puerta, pero esta vez Regan se

encontraba sentada en el sofá usando unos jeans y un par de apretadas

camisetas manga larga de capas. Ella miraba fijamente al otro lado del

cuarto con esos extraños ojos de un sólido blanco hasta que nuestra llegada

llamo su atención y me sonrió con la mirada vacía, sus labios curvándose

hacia arriba lo suficiente como para calificarlo como una expresión.

—Va a tener que ponerse sus lentes de contacto, —dije, obligándome a

mirar a algo que no fueran los ojos de Regan. Lo que sea—. No puede salir

así.

Addison cruzó el cuarto hacia su hermana, llevando una chaqueta de cuero

doblada sobre un brazo.

—No creo poder ponerlos en sus ojos, y ella aún no está lista para hacerlo.

¿No puede usar lentes de sol?

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—Estamos en la mitad de la noche. — Tomé uno de los lánguidos brazos de

Regan y lo metí en la manga de la chaqueta que sostenía su hermana.

—No estamos tratando de llamar la atención con la ropa, Kaylee. —Addy

metió la mano restante en la manga—. Sólo tratamos de evitar que nos

noten.

—¿Tendremos que preocuparnos de los paparazi a las tres de la mañana? —

Pregunté en lo que Addison se arrodillaba para deslizar un par de zapatos de

lona brillantes en los pies de su hermana. No era exactamente ropa de

invierno, pero igual serviría. Lo mismo que los lentes de sol.

—No en tu auto, —dijo la princesa del pop, y no me molesté en decirle que

no era mi auto. Estaría mucho mas avergonzada de aparecer en el mío que

en el de Emma—. No a menos que alguien les haya dicho. Y si ese es el caso,

tenemos mayores problemas de qué preocuparnos. —Se levantó y haló a su

hermana por ambos brazos.

Regan sólo se quedó ahí.

—¿Cuánto le diste? —Nash se acercó a la más joven de las hermanas Page

con los brazos extendidos, como si fuera a atraparla. Porque ella lucía muy

inestable.

—¿Te refieres a las píldoras o al Jolt?

—Píldoras.

—Dos. Pero creo que en parte es por la impresión.

Nash exhaló profundamente, frunciendo el ceño. —Llévate otra Jolt para el

camino. —Él rodeo con el brazo los hombros de Regan y la dirigió a la

puerta. Addy se metió en la cocina mientras yo tomaba un par de grandes y

súper oscuros lentes de sol del mostrador entre la sala de estar y la cocina,

deslizándolos en su lugar sobre las orejas de Regan justo antes de que Nash

la empujara gentilmente sobre el umbral y al pórtico.

Addy se sentó al lado de su hermana en la parte de atrás, y me deslicé en el

asiento del pasajero, colocándome el cinturón mientras Nash encendía el

motor. Me resistí a la urgencia de darle otra mirada a mi tobillo porque no

quería que Addy o Regan lo vieran.

En realidad yo tampoco quería verlo.

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—¿Regan, puedes oírme? —Preguntó Nash, mientras tomábamos la rampa

de vuelta a la carretera.

—Sí… —dijo Regan, frunciendo ligeramente el ceño.

—Toma, bebe esto. —Addison le quitó la tapa a la bebida y la sostuvo contra

los labios de su hermana.

—No… —Regan empujó lentamente la lata, y Addy la alejó para evitar que se

derramara.

—Te necesitamos coherente, Regan, —dije, deseando tener la influencia de

Nash en lugar de mis habilidades que eran mucho más ásperas—. ¿No

quieres recobrar tu alma?

Regan encogió los hombres, y ni siquiera estaba segura si me estaba

mirando gracias a esos enormes lentes de sol.

—Sigue obligándola a beber. —Me acomodé en mi asiento, concentrándome

en el dolor de mi pierna para evitar quedarme dormida.

Mis ojos estaban comenzando a cerrarse cuando el celular zumbo en mi

bolsillo. Mi papá me había llamado dos veces más cuando íbamos de camino

a la casa de Addy, pero verifiqué la pantalla para estar segura.

Era Tod, llamando del celular de Nash.

—¿Aló? —Toqué el brazo de Nash mientras contestaba, y luego pronuncié

silenciosamente el nombre de su hermano.

—¿Kaylee? Lo encontré. Si llegan acá antes que se vaya, puede que esto

funcione. —Tod inhaló tensa y preocupadamente—. Pero, Kay, este lugar no

es como el estadio. Está… congestionado. Tendrás que cruzar el

estacionamiento, luego meterlos a todos por la puerta lateral, porque en el

mundo humano el edificio aún está cerrado. Y ten cuidado, no toques nada…

—Como si no hubiera aprendido mi lección sobre eso… —interrumpí.

—Y tampoco dejes que Addy y Regan toquen nada. O que hablen con alguien.

—Seremos cuidadosas. —Estaba tan ansiosa como cualquiera de salir viva

de esto.

—Asegúrate que no se marche. Estamos a quince minutos. —

Afortunadamente era demasiado temprano para la hora pico del tráfico, y la

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mayoría de nuestros compañeros de carretera eran camioneros en rutas

nocturnas.

—No creo que lo haga. Todos están aquí para absorber la fuerza vital

humana que se filtra, y no se van a ir hasta que el día laboral comience. Ese

momento es cuando la energía a aquí subirá hasta el techo. —Otra pausa—.

Pero por si acaso, apresúrate.

—Vamos tan rápido como podemos. —Sin terminar desparramados por

toda la carretera.

Para cuando Nash se estacionó en el último piso del garaje de Prime Life,

Regan estaba comenzando a estar lúcida, ya sea por que las pastillas estaban

perdiendo el efecto, o por que el Jolt estaba haciendo efecto. O tal vez la

importancia de nuestra misión por fin estaba hundiéndose en su cabeza.

Su mano temblaba mientras Nash la ayudaba a salir del auto, y ella se

levantó inestablemente, casi botando sus lentes cuando trató de limpiarse

los ojos. Me paré, con la intención de ayudarle con ella, pero en el instante en

que mi pie tocó el suelo, el eco de mi anterior dolor fue tragado en una ola de

fresca agonía, tan intensa que casi caigo sobre mi rostro justo ahí en el

estacionamiento.

Addison me atrapó. —¿Que sucede, Kaylee? ¿Estás bien? —Preguntó ella,

mientras recobrara mi balance y me alejaba cuidadosamente de ella.

—Sip. —Deposité peso sobre mi pierna lastimada, dando un respingo

cuando llamas de dolor destellaron tan alto como mi cadera—. Me herí el

tobillo antes, y se está poniendo peor. —Levanté la mirada, sonriéndole a

Nash para indicarle que estaba bien.

—Vamos a terminar con esto para encargarnos de tu pierna, —dijo él, con

un brazo aún rodeando a Regan, y sólo pude asentir.

Moviéndonos lentamente debido a mi cojera y el estupor químico inducido

de Regan, Nash nos guió hasta la puerta de vidrio cerrada, donde ambos nos

dimos la vuelta para ver de frente a Addison y a Regan. —Voy a llevarnos

al otro lado, — explique—, como lo que Bana hizo cuando sostuvo sus

manos. Cuando lleguemos ahí no será como la última vez. Tod dice que

Prime Life esta… poblada a esta hora del día en el Inframundo, así que hay

un par de reglas que necesitan seguir, a toda costa.

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Ambas hermanas asintieron, los falsos ojos azules de Addison se agrandaron

tanto con temor como con determinación. No pude ver los ojos de Regan

debido a las gafas -no que hubiera importado si hubiera podido- pero sabía

por la delgada línea en que estaban presionados sus labios que me estaba

escuchando y tomando en serio.

Gracias a Dios.

Accidentalmente puse demasiado peso en mi pierna mala y siseé de dolor,

así que Nash continuó mientras yo respiraba para calmarlo. —No toquen

nada, — comenzó—. No miren a nadie a los ojos. Ni siquiera miren a nadie

excepto a nosotros.

—Y asegúrense de no pisar nada —añadí, sonriendo irónicamente cuando el

dolor pareció asustar a Regan—. ¿Listas? —Pregunté, ambas hermanas

asintieron. Tomando sus manos las sostuve al frente. Nash tomó mi brazo,

pero tenía miedo de que si él no tocaba realmente mi piel, no vendría con

nosotras, así que me subí la manga de la camisa y de la chaqueta, y él tomo

mi muñeca desnuda.

El cruzar fue un poco más violento esta vez, lo que me dejó extrañamente

aliviada, a la luz de la advertencia de Harmony de que el cruzar se volvería

eventualmente demasiado fácil. Esta vez el dolor en mi pierna me distraía

tanto, que fue difícil convencerme a mi misma de que realmente quería

regresar a la fuente de mi herida. Pero después de unos cuantos frustrantes

minutos, mi necesidad de terminar esto trascendió el dolor, y mi intención

de cruzar se volvió real.

Abrí los ojos cuando Regan jadeó, no estaba sorprendida de encontrarla

mirando fijamente con la boca abierta a través de las puertas de vidrio a mis

espaldas. La versión del Inframundo de Prime Life ya estaba abierta para los

negocios, y basada en el número de seres que ahora podía escuchar

agrupándose ahí dentro, tuve que preguntarme si alguna vez cerraban.

—¿Qué es este lugar? —Susurró Regan, acercándose a la puerta. Ella se quitó

las gafas como si estas le impidieran ver, y yo estaba casi tan agradecida de

verla finalmente regresar a un estado de verdadera conciencia como estaba

de crispada al ver nuevamente esos extraños ojos blancos. Ellos eran mucho

mejor aquí que en nuestro mundo.

Nash debió haber estado pensando lo mismo. Él miró de Regan, que sostenía

sus gafas, a Addy, usando sus lentes de contacto, y a mí y mis normales y

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aburridos ojos azules. —Um, Addy, creo que aquí estarás más segura sin tus

lentes de contacto —dijo él—. Y Regan, dale a Kaylee tus gafas.

—¿Por qué? —preguntó ella mientras Addison sacaba un estuche blanco del

bolsillo de su jean, lanzándole a Nash una mirada interrogante casi idéntica a

la de su hermana.

—Porque la mayoría de las cosas ahí dentro… —apunté sobre mi hombro,

todavía no había reunido el coraje para mirar realmente la cueva de los

leones que tendríamos que atravesar— …no tienen motivo para molestarte

si saben que no tienes alma. Pero mis ojos me delataran en un instante.

Ninguna discutió, y casi me sentí culpable por no mencionar que algunos de

ellos podrían tratar de comernos, tuviéramos o no alma. Pero no lo

suficientemente culpable como para decirles toda la verdad, que podría

enviarlas gritando hacia la Infra-noche.

Regan me dio sus gafas, que me puse inmediatamente, luego sostuvo el

estuche de su hermana mientras Addy se quitaba los lentes de contacto.

Nash parecía dispuesto a entrar ahí con los ojos desprotegidos, y tuve que

confiar en que él había cruzado más veces de las que lo había hecho yo, por

lo que sabía lo que estaba haciendo. Y finalmente cuando todos estuvimos

listos para entrar, me obligué a dar la vuelta y mirar.

El impacto de lo que vi era casi tan poderoso como el dolor que subía por mi

pierna con cada movimiento.

Pese a que nunca he estado en la versión de nuestro mundo de Prime Life,

estaba dispuesta a apostar mi próximo pago que el ancla de mundos lo había

halado completamente. Los muebles, los pisos de mármol, la fuente de

piedra, y todo. Pero las criaturas ocupando ese espacio tenían poco en

común con su contraparte del mundo real.

No debimos haber venido aquí, pensé mientras Nash abría la puerta. Él la

sostuvo por nosotras en lo que yo guiaba a Addy y a Regan adentro. Aunque,

otra vez, Regan necesitó un pequeño empujón para que caminara.

No que pueda culparla.

Cuando la puerta se cerró tras nosotros, me concentré en poner un pie

frente al otro sobre el liso piso de mármol. ¡Paso-auch! ¡Paso-auch! Una y

otra vez, respirando a través del dolor y evadiendo obstinadamente contacto

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visual con cualquiera de las criaturas en la habitación. Al menos con

cualquiera que realmente tuviera ojos.

La respiración de Regan se aceleró hasta que prácticamente estaba

jadeando, y por la esquina del ojo, vi su mano temblar. Rodeé su mano con la

mía y la apreté para decirle que ella estaba bien. Todo estaba bien. Luego me

obligué a levantar la mirada; aunque no hacía nada en particular, cuando me

di cuenta que caminar con los ojos al piso era prácticamente anunciar mi

estatus de presa.

Y no iba a ser la presa de nadie.

Cerca de la fuente al centro de la habitación, dos formas humanoides sin

cabeza yacían de pie con la espalda hacia nosotros. Una era masculina y la

otra femenina, y ella estaba inclinada para dejar que su mano se bamboleara

en el flujo de agua que lucía espesa y olía horrible. Cuando y si es que

volteaban, encontraríamos sus facciones faciales incrustadas en sus pechos,

como si se hubieran tragado sus propias cabezas, y las partes perdidas

estuvieran tratando de liberarse del interior. Sabía eso porque había tenido

un vistazo de su especie brevemente el día que Emma murió.

Pero lo que no sabía -ya que el sólo dar vistazos lo cubría todo con un tono

gris- era que su tono de piel sería de un liso y delicado rosa, como si ellos

nunca hubiesen perdido el suave sonroso del proceso de parto. Si es que

criaturas así se daban a luz en primer lugar.

—Sólo sigue caminando. —Susurró Nash, y miré rápidamente su perfil para

encontrarme que tenía la mandíbula tensa, y las manos en sus bolsillos—.

Tod nos espera en los elevadores. Ya casi llegamos.

Seguí la línea de su mirada. En verdad Tod nos estaba esperando en un

banco de elevadores que lucían muy normales, con los brazos cruzados

sobre el pecho. Su expresión era fuerte, cerrada, y arrogante, como si

quisiera decir que podía que no perteneciera ahí, pero tampoco tenía miedo.

Pero no estábamos en casa ahí. Habíamos avanzado menos de un cuarto del

camino, sólo lo suficientemente para llamar la atención.

Mientras cruzábamos la extrañamente iluminada habitación, extraños

fragmentos de conversación captados comenzaron a desvanecerse en

silencio en lo que una criatura tras otra notaba nuestra presencia. Entonces,

cuando pasamos por grupo de sofás color borgoña formalmente arreglados,

esa conversación volvió a empezar, como si yo acabara de bostezar para

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destaparme los oídos y repentinamente pudiera oír nuevamente. Esta vez

logré captar verdaderas palabras aquí y ahí.

—Otromundistas…

—…saboreó su miedo…

—…cáscaras usadas…

—…gorda y suave piel…

—…faros de energía…

—…nadando en dolor…

—…corazones jóvenes y fuertes…

Escalofríos viajaron por sobre mis brazos y bajo mi espina. Me di cuenta de

un movimiento constante hacia nosotros, como si las criaturas lentamente

convergieran, escabulléndose, serpenteando, tambaleándose, y deslizándose

en dirección nuestra desde cada esquina de la habitación. Capté vistazos de

brazos extra, colas arrolladas y brillantes ojos en todo tipo de extraños

colores. Siseos susurrados nos seguían.

Apéndices extendidos nos daban la bienvenida.

Algo quitó un mechón de cabello de mi hombro, luego bajó ligeramente por

mi espalda.

Me tragué un estremecimiento de repugnancia y me obligué a mirar hacia

adelante. A seguir caminando.

—Esta huele a putrefacción caliente…. —Susurró una voz femenina en mi

oído, aunque por lo que me daba cuenta, quien hablaba estaba al otro lado

del vestíbulo, al lado del escritorio de recepción.

Manos esqueléticas sobresalían bajo mangas largas y amplias, pero ella

estaba sobre nada que yo pudiera ver. Ni pies. Ni garras. Ni aletas. Ella

simplemente colgaba en el aire, ojos hundidos emanando un oscuro y

extraño azul.

Mientras nos movíamos hacia adelante, la muchedumbre se apartó

reluctantemente, algunos seres se movían tan lento que tuvimos que esperar

que abandonaran nuestro camino. Dobladillos de textura rara rozaron mi

pantalón. Dedos que quemaban tiraban de los míos. Y algo frío y airoso,

como una briza hecha de alguna manera solida, se envolvió en mis tobillos,

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formando una resistencia casi física a mi movimiento hacia adelante e

introdujo un nuevo, espinoso dolor frío a la agonía aún pulsando en mi

pierna.

Cuando finalmente alcanzamos a Tod en el banco de los ascensores -llegué a

verlos como la mismísima salvación- mi suspiro de alivio era audible. Sin

decir una palabra presionó el botón en la pared, y un set de puertas se abrió.

Nos adentramos, y Addy pinchó repetidas veces el botón de `cerrar puerta´

con un tembloroso dedo.

Cuando la puerta se cerró, ella se volteó hacia nosotros, con lágrimas

rezumándose en sus extraños ojos blancos. —¿Qué demonios fue eso?

—Precisamente eso, demonios, —murmuré, y ella se giró hacia mí, feroz ira

abrumando su miedo por primera vez.

Estaba agradecida de verlo. El exudar miedo en el Inframundo era como

sangrar en un tanque de tiburones.

—¡Pudiste habernos advertido!

—¿En qué pensaste que te estabas metiendo cuando vendiste tu alma? —

Demandó Nash, y lo miré sorprendida. El desprecio brilló en sus ojos—. Esas

criaturas viven de la fuerza vital humana que traspasa desde nuestro mundo

al de ellos. Algunos de ellos comen almas. Algunos comen carne. A algunos

sólo les gusta tener juguetes nuevos. De cualquier manera, el caminar por

ese vestíbulo fue como colgar un filete ensangrentado enfrente de un tigre, y

Kaylee y yo lo hicimos por ustedes dos, aun cuando ella siente un dolor

horrible y está en graves problemas con su padre. Y ninguno de nosotros

tiene nada que ganar de esto. Así que si tienen alguna otra queja, te la

puedes meter en el trasero, estrella de pop, porque a nadie aquí le importa

quién eres o cuánto vales. Sin nosotros, eres pura y simplemente carne.

¿Entendido?

Addison parpadeó con sus grandes y vacios ojos. Luego asintió, aún

temblando, y no pude resistir sonreír.

Pero entonces el ascensor sonó y las puertas se abrieron, y mi corazón saltó

tan arriba de mi garganta que pude haberlo escupido en el piso.

Tod salió primero y lo seguimos rápidamente, contentos de encontrar el

pasillo desierto. Y alfombrado, lo que significaba que nuestros pasos serían

silenciosos. El ángel de la muerte nos guió a una puerta cerca del final del

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pasillo, donde se detuvo y se volvió para susurrar. —Él está ahí dentro. Di un

vistazo justo antes de que llegaran ustedes. —Él dudó, y forzó una sonrisa

tensa hacia Addy y Regan—. ¿Están listas?

Addy asintió cautelosamente y apretó la mano de Regan hasta que ella

también asintió.

—Bien. Vamos a hacerlo. —Tod puso una mano en la perilla. Mi corazón

palpitaba tan rápido que me sentí mareada.

Le dio vuelta a la perilla, y mi pulso bombeó quemantes cintas de adrenalina

por mis venas. Empujó la puerta, y tuve que tragarme mi vomito.

Tras un escritorio a la mitad de una oficina de aspecto normal se sentaba un

hombre de aspecto normal, con traje, corbata, y un par de lentes de sol. No

mostró ninguna sorpresa por nuestra llegada. ¿Este era el demonio de

codicia?

—¿Avari? —Dijo Tod, y el hombre asintió lentamente, silenciosamente—.

Estamos aquí para negociar por las almas de Addison y Regan Page.

Y mientras la imposibilidad de lo que estábamos tratando de hacer

verdaderamente se hundía en mi cerebro, me enfoqué en un pensamiento

para de mantenerme calmada: El miércoles. Más. Extraño. De. Mí. Vida.

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RACHEL VINCENT

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Capítulo 19 Traducido por Steffanie Mirella

Corregido por V!an*

vari Rose, colocó ambas palmas sobre la superficie brillante de un

escritorio que yacía vacío en el Inframundo, pero que probablemente

en nuestro mundo estaba desordenado con papeles, lapiceros y una

taza de café de algún adicto al trabajo.

—Entren —dijo él, sus palabras eran tan suaves y oscuras como un buen

fudge, pero ni cerca de ser tan dulces. Su voz envió escalofríos a través de

todo mi cuerpo, que dejaban pequeñas estalactitas para congelarme la

sangre en las venas.

Tod dio un paso dentro y lo seguimos reluctantemente. Yo era la última, para

luchar contra la mueca de dolor que mis facciones querían formar, y para

negar el gruñido alojado en mi garganta. No me voy a exponer como el

miembro más débil de la manada.

Con el movimiento casual de una mano, Avari cerró la puerta tras nosotros,

desde el otro lado de la habitación.

—Addison. Regan —Asintió formalmente el demonio, rodeando su escritorio

hasta estar frente a nosotros.

—¿Asumo que ambas han venido para invocar sus respectivas cláusulas de

salida?

—No —Addy habló firme y claramente, pese a las manos temblorosas que

tenia entrelazadas en la espalda.

—No condenaremos a nadie más a una eternidad contigo. Estamos aquí para

hacer otro tipo de intercambio.

Avari se sentó con una cadera en la esquina de su escritorio, tirando de las

mangas de una inmaculada chaqueta gris-carbón para acomodarlas en su

lugar. Si no fuera por las gafas para sol y la habilidad de cerrar las puertas

A

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sin tocarlas el pudo haber sido cualquier ordinario diente de engranaje en la

máquina de seguros de vida.

—¿Qué te hace pensar que estoy abierto a semejante intercambio? —el

poder irradiaba de él en olas de penetrante frío, parando los vellos de mi

piel, incluso debajo de mi chaqueta.

—Eres un demonio de avaricia —comencé, pero cuando la cabeza del

demonio se volteó en mi dirección, las palabras se congelaron en mi

garganta, y tuve que toser para forzarlas a salir.

—¿Por qué no querrías más por menos?

Las cejas de Avari se elevaron por encima de sus gafas, y mi corazón pálpito

dolorosamente debido al conocimiento que tanto su atención como su

mirada estaban enfocadas en mí. El ser escudriñada por un demonio

definitivamente no era parte del plan.

Nash dio un paso protectoramente más cerca de mí, su mano rozo la mía,

pero Avari no lo noto.

—Apestas, Bean Sidhe —Las palabras del demonio se tejieron a través de mí

en una ráfaga de aire frío, enrollándose alrededor de mi pecho hasta que

apenas pude sentir los latidos de mi corazón entre el frío entumecedor y la

simultánea presión gélida.

—La putrefacción se extiende rápidamente dentro de ti. Lo huelo. Lo siento,

aunque disfrazas tu dolor con insólita fuerza y fortaleza. Ambas cualidades

que encuentro bastante apetecibles en tu alma.

Él se levantó de su escritorio y dio sólo un paso hacia mí. Lo contesté dando

un paso hacia atrás, tragándome un grito mientras mi pie enfermo golpeo el

piso. Un dolor como aguja se lanzó abajo en mi pie y hacia arriba de mi

pierna, esta vez envolviendo también mi pelvis.

Me estaba poniendo peor. Rápido.

La larga y recta nariz del demonio se movió al inhalar, y un aterrorizante

destello de hambre paso a través de su —por lo demás— expresión vacía. —

Puedo comerme tu dolor. Y salvar tu vida.

El pánico se lanzó a través de mí y lo aplaste completamente, a excepción del

temblor en mis manos. —Cuando mi muerte llegue, no podrás detenerlo. Y

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yo ni siquiera lo intentare. Si se supone que muera por el veneno de la

enredadera carmesí, que así sea.

No que estuviera exactamente ansiosa de irme, pero no moriré sin mi alma.

Ni siquiera por la promesa de una muerte rápida e indolora.

—¿Y si no se supone que mueras por ese veneno? —las cejas de Avari se

elevaron una vez más al dar otro paso hacia delante, y nuevamente cojeé

hacia atrás, mi visión se volvió gris por el súbito y violento movimiento.

—Veo tu línea de la vida extendida frente a mí como un largo camino, y las

millas de distancia deberán marcar tu pasajera e insignificante vida por

algún tiempo. Aún así la peste de la muerte se aferra a ti. Ella fluye por tus

venas como un río por su canal, y la toxina alcanzara tu corazón en minutos.

Se detuvo, y creo que vi un oscuro destello de placer, pese al tinte opaco de

sus lentes.

—Si permaneces en el Inframundo por más tiempo, morirás aquí.

Un miedo fresco se deslizó por mi espina hasta asentarse en mi garganta, y

mi mirada revoloteo de la horrorizada expresión de Nash al presumido

demonio. Luego hice la pregunta que el claramente quería escuchar, pese a

un fuerte instinto que me urgía a refugiarme en el silencio. Pero tenía que

saber.

—Pero tú dijiste que mi vida continúa.

—Me detuve para respirar en lo que pasaba otra ola de agonizante dolor. —

¿Cómo puedo morir aquí?

—La fecha estampada en tu débil cuerpo no significa nada aquí en el

Inframundo. Si sufres una herida mortal o contraes una mortífera infección

aquí, morirás entre nosotros. Como una de nosotros. Pero aún te quedan

unos minutos. Suficiente tiempo para hacer el intercambio de tus amigas. O

de escapar a tu propio mundo.

¿Estaba diciendo la verdad? El horror volvió mis manos en puños tan

apretados que las uñas cortaron mi piel. Si huía del Inframundo para

salvarme, no habría nadie que suspendiera las almas de Addy y de Regan

una vez que el demonio las suelte, para que Nash pueda guiarlas de vuelta a

sus respectivos cuerpos. Pero si me quedo a ayudar, yo moriré.

A menos que le venda mi alma a Avari.

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—¿Qué será, pequeña Bean Sidhe? —la falsa sonrisa compasiva del demonio

envió una estocada de terror a través de mi corazón—. ¿Tu vida, o tus

amigas? ¿O tu alma?

—¿Tod? —me volví hacia él, demandándole silenciosamente la verdad,

manteniendo al demonio siempre en mi visión periférica. La expresión

torturada y en conflicto del ángel de la muerte me encontró.

—Kaylee, él sólo está tratando de comprar tu alma. Por supuesto, sabía eso.

Pero también sabía que Tod diría lo que fuera para salvar el alma de

Addison.

También podría quedarse callado con ese mismo objetivo en mente.

—Dime la verdad, Tod. ¿Puedo morir aquí?

El ángel de la muerte suspiro pero asintió. —Tu fecha de expiración no

significa nada aquí. Tú sabes ´Oferta no válida en el Inframundo, el Triángulo

de las Bermudas, y varias zonas de deformaciones a través del globo…´

Cerré los ojos brevemente y exhale. —Impresionante. Tod. Gracias por eso.

—Ira llameó a través de mí, descongelando algo de la gelidez que la voz de

Avari había dejado en mis venas. Pero no podía hacer nada por la agonía

arañando su camino sobre mi pierna y hasta mi torso. —Gracias por

advertirme antes de que cruzáramos.

Y súbitamente lo comprendí. Lo recordé. —¡Lo sabías! —él casi había dicho

algo en el auto. Había comenzado a decirme que mi tobillo no podía esperar.

Pero no lo hizo.

En el filo de mi visión, las manos de Nash se enroscaron en puños a sus

lados, y sus ojos se arremolinaban furiosamente con miedo e ira.

—Lo siento, Kay —Tod empezó mientras Addy y Regan me miraban

fijamente, horrorizadas—. Lo siento tanto… —Le di la espalda, ignorando su

silenciosa suplica de perdón—. Si muero aquí, será con mi alma en mi

posesión —le dije al demonio, invocando cada onza de la fortaleza que él

había mencionado.

—Nunca será tuya. —Hice una pausa, en lo que una fría y traicionera ira

fluyo rápidamente sobre el rostro del demonio—. ¿Entendiste eso, Tod?

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—Entendido —susurro detrás de mí. Si muero él tomara mi alma, para

mantenerla fuera del alcance del demonio. Era lo menos que me debía. Eso, y

unas cuantas lágrimas derramadas sobre mi tumba…

—Que así sea, Bean Sidhe —La voz de Avari era silenciosa y mortal como el

invierno Ártico. El volvió esa hambre toxica hacia Addison.

—¿Qué ofreces?

Addy asintió hacia Tod, quien recobró la mayoría de su compostura. —Tu

colega Bana ya no está con nosotros —dijo el ángel de la muerte—. Al

menos, no con un cuerpo.

La expresión del demonio no cambio, pero yo sufrí en silencio por varios

tensos momentos antes de que hablara nuevamente. —¿Tienes el alma de

Bana?

—Si —Tod dejo una lenta sonrisa extenderse a lo largo de su rostro.

Ella tenía más de cien años. Su alma tiene más energía acumulada que las de

Addison y Regan combinadas, y personalmente puedo dar fe de la calidad de

esa energía. —Se dio varios golpecitos en el estómago como si hubiera

acabado de comer una hamburguesa particularmente sustanciosa.

Nuevamente, Avari no dejo ver pensamiento o emoción, y la frustración hizo

que mi pulso se acelerara. No sabía si al menos estaba interesado en nuestra

carnada, mucho menos que tan cerca estábamos de un trato.

Todo el lado derecho de mi cuerpo pulsaba durante el silencio de Avari, el

dolor aumentaba y disminuía con cada latido de mi corazón. Pequeñas, y

filosas lenguas de angustia lamieron la base de mi espina, reemplazando el

frío entumecedor con un agudo calor. Casi pude sentir el veneno de la

enredadera carmesí fluyendo a través de mí, apoderándose de mi cuerpo,

una célula a la vez, un miembro tras otro.

—No —habló finalmente el demonio, y me concentre en sus palabras para

distraerme del dolor que encorvó mi espalda y quemo mis terminaciones

nerviosas.

—Las almas humanas son puras, y las almas de los niños son

particularmente inocentes. —En ese instante su mirada pareció enfocarse en

Regan, aunque no pude estar segura con sus ojos escondidos.

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—Si quieren sus almas de vuelta, ofrecerán un intercambio justo. Ese es el

acuerdo que firmaron. Regan gimió, y Addy apretó la mano de su hermana.

—Por favor —rogó la estrella de pop, parándose frente a Regan para

bloquearla de la vista del demonio, y viceversa. Pero en el instante en que las

palabras dejaron su boca, tanto Nash como Tod se pusieron rígidos, y no me

llevo mucho el entender porqué. Addison acababa de mostrarle al demonio

otro eslabón débil en nuestra cadena, y exactamente como explotarlo.

El demonio sonrió, y la temperatura en la habitación se desplomó. Lo

erizado de mi piel empeoro, y mi nariz comenzó a moquear, como si hubiera

atrapado un resfrió. Comencé a tiritar, y cada pequeño movimiento envió

frescas olas de dolor a través de mi cuerpo, una tras otra, llegando a su

punto máximo en mi lastimado tobillo.

—¿Quieres salvar a tu hermana? —la voz de Avari me atravesó como un

enorme carámbano a través del pecho, y no pude detener un jadeo. No era la

única; Regan lucia como si su sangre se acabara de congelar en las venas.

Addison dudó, y Nash trató sin éxito de atraer su atención sin hablar.

—Sí —dijo finalmente Addy, su hermoso rostro torcido con el miedo y la

desesperación. La sonrisa del demonio se ensanchó casi

imperceptiblemente, y un pequeño movimiento en su escritorio atrapo mi

atención. Mire hacia abajo para ver una delgada capa de escarcha azulada

formarse sobre el vidrio del escritorio, arrastrándose sobre la superficie en

pequeñas y planas vidas de hielo. La escarcha se ramifico en todas

direcciones, una red de copos de nieve capturados. Era hermoso.

También era una de las cosas más atemorizantes que hubiese visto.

—Intercambiaré un alma humana pura por la energía acumulada de ésta

ángel de la muerte. —Las suaves palabras de Avari rodaron sobre mí como

un trueno mientras el hielo continuaba extendiéndose hacia la orilla del

escritorio.

—Muéstrame el alma de Bana.

—Tú primero —jadeé, apretándome el abdomen mientras la toxina que se

esparcía en mi hizo arder mi estómago, pronto las flamas del veneno se

encontrarían con el hielo con que las palabras de Avari me habían

atravesado el pecho, y sabia que no servía el esperar que se cancelarían

entre ellas.

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—Danos primero el alma —repetí, ignorando los impactados rostros

mirándome fijamente—. O no hay trato.

Un gruñido retumbo desde la garganta del demonio que hizo estremecer la

habitación, y un súbito torrente de frígido poder hizo surgir más escarcha

sobre el borde del escritorio y la cual cayo piso. Avari se arrancó los lentes

de sol de su rostro y estos se congelaron en su mano, pequeños carámbanos

colgaban de las patillas y del lente izquierdo. Su puño se cerro, y el plástico

congelado se rompió, tintineando en el piso como el vidrio.

Sus ojos, ahora expuestos, eran esferas de un sólido negro, justo como había

dicho Addison. Pero lo que sus palabras habían fallado en comunicar era la

absoluta oscuridad abarcada en esos orbes obsidianas. El mirar dentro de

los ojos de Avari era como mirar en las profundidades del limbo. Dentro de

la destilación de la nada.

El era la mismísima ausencia de todas las cosas consideradas de la luz y

buenas, y el mirar dentro de esos ojos trajo a cuenta mi peor temor: que si

yo fuera a ver dentro de mi propio corazón y alma, no encontraría nada más.

Que yo sería igual de vacía. Que mi propio vacío igualaría el suyo.

Pero no lo dejaría. Si tenía que morir, al menos lo haría ayudando a un

amigo.

—¿Te atreves a demandarme algo? —rugió el demonio, rompiendo una

pesada estalactita que había crecido en el techo. Esta se estrelló contra el

suelo, y ambas hermanas Page saltaron.

Yo sólo sonreí. Estaba un poco mareada, y más que un poco loca por el dolor

y por mero pensamiento de mi muerte aproximándose rápidamente.

—Me atrevo completamente. Tú no me asustas.

Apenas note la expresión enferma en el rostro de Nash, que se volvía peor

con cada palabra que yo hablaba. El dirigió hacia mis acrobacias con las

cejas, tratando de callarme, pero lo ignore. ¿Que tenía que perder? —De

todas formas, voy a morir —continué—. Y si no liberas un alma ahora. Tod

se irá con el alma de Bana al igual que con la mía, y no habrás ganado nada

con esta pequeña reunión.

¿Qué tan bien se asentaba ese concepto con el demonio de la codicia? Avari

gruño nuevamente, y más lanzas de hielo cayeron del techo para luego

despedazarse a nuestros pies. Pero después su gruñido murió, y el piso se

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aquieto bajo mis pies, una temporal piedad para mi torturada pierna

derecha. Y cuando el sonido se desvaneció, los labios del demonio de

arquearon hacia arriba en la más terrorífica sonrisa que jamás haya visto.

—Bien. Ten tu alma, para lo mucho que te ayudara…

Él exhaló profundamente, sin inhalar un aliento preparatorio, y lo que al

principio confundí con vaho exhalado en la fría habitación pronto se reveló a

sí mismo como un alma. Un alma humana.

¡Lo hicimos!

Miré a Nash y a Tod de pura alegría, ignorando el dolor que ahora se

enrollaba sobre mis costillas y hacia mi hombro.

—!Kaylee! —Nash suspiró fieramente, desesperadamente y seguí su mirada

hacia el alma que ahora se encontraba flotando hacia el techo lleno de

carámbanos.

Oops. Se me había olvidado la parte más importante. Ya que Regan no estaba

realmente muriéndose, no había sentido la necesidad de llorar por ella, y su

alma se estaba escapando. Así que use lo que había aprendido de Harmony

para invocar mi llanto a voluntad, suspendiendo el alma con la delgada

astilla de sonido que se escapaba entre mis labios fuertemente sellados.

El alma se balanceaba justo debajo del techo, rodeando una de las

estalactitas de hielo. Sudor salió de la frente de Nash, pese a la gélida

temperatura, mientras se concentraba en guiar el alma dentro del cuerpo de

Regan mientras todos los demás miraban. Tod miraba fijamente a su

hermano con alivio, mientras Addy y Regan observaban asombradas

evidentemente en el Inframundo los humanos podían ver las almas.

¿Pero Avari lucia… entretenido? ¿Me estaba perdiendo de algo?

Me concentré en mi llanto, en retener la mayor parte, para distraerme del

dolor que ahora traspasaba mi hombro derecho y estaba moviéndose bajo

mi brazo. Nash llevo establemente el alma cerca de Regan, y en un súbito

momento de comprensión, Addison empujo a su hermana hacia el alma

balanceándose para hacer más fácil el trabajo de Nash.

Mi corazón latió más fuerte por la anticipación. El asalto de adrenalina a

través de mis venas trato de sobrecoger el dolor en mis huesos. En cualquier

segundo, Regan y su alma serian reunidas. Podría clamar éxito al menos por

parte de una de las hermanas Page. No podríamos ayudar a Addy ella tomó

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su decisión pero habíamos hecho lo que pudimos. La súbita expresión

horrorizada y de ojos agrandados de Nash fue el primer indicio que algo

había salido mal.

—¡No cabe! —respiró, y no estaba segura si de verdad lo había oído o sólo

leí sus labios.

—¡No es la de ella!

Súbitamente la improcedente amabilidad del demonio y su expresión de

estar entretenido tenían sentido, y todos parecimos sacar la misma

conclusión a la vez: Avari nos había engañado. El había liberado el alma de

Addison en lugar de la de Regan.

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Capítulo 20 Traducido por Steffanie Mirella

Corregido por Kanon ♪♫♪

o! —gritó Addison, con su voz fuerte y estridente,

potenciada por los pulmones entrenados de una cantante.

Los cuales me hubieran servido en ese momento,

mientras mi acallado lamento se debilitó. Pero su protesta no significaba

nada para Avari.

—Esta es mi oferta —dijo él, aún más suave que antes, aun así sus palabras

enviaron un etéreo frío por sobre mi piel, haciendo que mi piel llena de

vellos erizados se estremeciera—. La decisión es tuya.

—Nooo —Addison gimió esta vez—. No. Tómame. Dijiste que tomarías mi

alma.

Avari negó lentamente con la cabeza, como un profesor cruel enseñándole a

una ingenua estudiante. —Tu mal interpretaste mis palabras. Eso pasa más

de lo que piensas.

Mientras mi grito vaciló, mi mente corría mientras intentaba recordar todo

lo que el demonio dijo. ¿Había realmente dicho que intercambiaría el alma

de Regan por la de Bana? ¿O sólo dijo alma? No podía recordarlo…

—Escoge —Avari chasqueó su lengua hacia Addison—. Tus amigos no

pueden sostener tu alma para siempre. No con esta cercanía a la muerte. —

La mirada del demonio encontró la mía, y súbitamente su cruel verdad se

hundió en mí. Estaba muriendo. El veneno se había extendido a mi mano

derecha y ahora fluía sobre mi lado derecho camino a mi corazón. No podría

sostener el alma de Addy por mucho tiempo.

Mi mirada le rogaba en lo que yo luchaba por mantener el sonido en mi

garganta estable.

—¡N

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Los ojos de Addison se llenaron de lágrimas y miró de mí hacia Regan, quien

yacía de pie aterrorizada, apretando la mano de su hermana con tanta fuerza

que ésta se volvió púrpura. Luego su mirada se movió en mi dirección, y ella

se enfocó en algo sobre mi hombro. Y creo que vi un centello de esperanza

en sus grotescos ojos blancos. ¿Era posible eso? ¿Había pensado en algo?

Addy se volvió hacia Tod y le dijo algo sólo con los labios que no pude

interpretar.

Yo seguí, y lo que me dijo silenciosamente fue. —Un minuto más. Por favor.

—Cerré los ojos brevemente, luego los abrí y asentí. Continuaría, sólo por un

poco más.

Addison me sonrió con gratitud, y luego asintió decididamente, mirando

nuevamente por sobre mi hombro.

Un instante después Addy colapsó. Sus piernas simplemente se doblaron

bajo ella y su cabeza golpeó contra el congelado piso de mármol. Eso no

importaba. Ella estaba muerta antes de dar contra el piso.

—¡No! —gritó Regan, con lágrimas corriendo bajo su rostro. Ella se abalanzó

hacia su hermana, pero Tod la detuvo, rodeando sus hombros con sus brazos

para mantenerla quieta.

La sorpresa secó el riachuelo fluyendo de mi garganta, y el alma de Addy se

balanceó, hasta que lamenté nuevamente un segundo después. Luego las

cosas se pusieron aun más extrañas.

Una figura dio un paso delante detrás de mí y a mi derecha, su boca abierta,

de una vez succionando una larga y espesa corriente de Aliento de Demonio

del cuerpo inerte de Addy.

Libby. Mi Corazón se condolió cuando comprendí que Addison la había visto

sobre mi hombro. Ella le había asentido a Libby, no a mí.

Entonces Tod habló, con Regan ahora llorando sobre su hombro, y comencé

a juntar las piezas. —El trato ha cambiado Avari. Si quieres el alma de Bana,

toma el alma de Addison con la de ella y regresa la de su hermana. O si no,

nos iremos con las dos almas que tenemos en posesión, y tú te quedaras sólo

con la que tienes ahora.

Diablos. El impacto me atravesó, sangrando con el dolor que ahora corría en

cada terminación nerviosa de mi cuerpo. De alguna manera Addison sabía

quién era Libby y a que había venido.

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¿Le había dicho Tod, o acaso el conocimiento llegó en los últimos momentos

de su vida?

De cualquier manera, con un simple movimiento de su cabeza, Addison le

había pedido a Libby que acabara con su vida, para obligar al demonio a

cambiar su alma por la de Regan. Por que Addison estaba lista para morir

ahora, y el alma de Regan no sería realmente de él hasta que ella muriera

décadas después.

El rostro de Avari palideció por la ira, y el abismo en sus ojos pareció

arremolinarse, aunque no pude detectar ningún movimiento cuando miré

directamente dentro de esas esferas negras.

—Cinco segundos, o te quedas sin suerte —dijo Tod mientras Nash seguía

sudando, y mi voz gorjeaba—. Tenemos un poco de prisa. —Él me indicó con

la cabeza, y comprendí que planeaba llevarme a casa antes que muriera. El

estaba intentando salvarme, ya que no pudo salvar a Addison.

Todo lo que pude hacer fue cantar. Observar a Libby tomar al Aliento de

Demonio. Y esperar.

—Cinco… cuatro… —Tod lo provocó mientras Regan exhalaba con

silenciosos sollozos y Avari bramaba por la ira. El piso se volvió resbaladizo

por el hielo bajo mis pies, y mi aliento se volvía visible en el aire frígido.

Entonces, justo cuando pensé que había acabado —que la muerte de

Addison había sido por nada—, el demonio escupió una corta y poderosa

exhalación dentro de la habitación, y el alma de Regan se balanceo cerca del

techo.

A la señal de Nash, solté el alma de Addison y canté por la de su hermana.

Libby trago lo último de Aliento de Demonio y desapareció sin siquiera

darnos una mirada al resto de nosotros. Avari sorbió el alma de Addy en una

fracción del tiempo que le tomó a Nash guiar el alma de Regan a su lugar. Y

sólo entonces soltó Tod el alma de Bana dentro de la habitación.

En lo que Avari la devoraba, Nash corrió hacia mí sobre el suelo resbaladizo,

halando a una impactada Regan de una mano. Sólo tuve un momento para

notar que sus ojos nuevamente eran normales de un hermoso azul. Entonces

ellos convergieron sobre mí, deslizándose tan rápido que casi me botaron

como a un pin de bolos.

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—¡Ahora! —susurró Nash desesperadamente, halándome hacia abajo hasta

que yo estuviese en una agonizante posición de cuclillas para así poder

tocarlos tanto a él como a Regan, y al brazo inerte de Addison—. ¡Llévanos

de regreso!

Esta vez, la intención de cruzar no fue problema, y una vez que me

encontraba lamentando, el rugido de furia de Avari se desvaneció

rápidamente de mis oídos. Un instante después colapsé sobre el piso de una

común y corriente oficina llena de cubículos y una carpeta industrial barata.

Addy yacía a mi lado, y Nash y Regan me miraron fijamente, con una mezcla

de pesadumbre y alivio cursando sobre sus facciones.

Un momento después, Tod apareció al lado de su hermano.

—¿Estás bien? —Nash se arrodilló a mi lado, pero para entonces lo único

que podía hacer era menear la cabeza. Había perdido completamente mi voz,

y sentía tanto dolor que dolía respirar—. Llama a mamá —Nash ordenó,

deslizando una mano tras mi espalda, y la otra bajo mis rodillas. El me llevó

cargada fuera de la oficina y al pasillo mientras Regan nos seguía, llorando y

buscando entre los contactos de Nash un nombre que ni siquiera conocería,

porque Tod cargaba el cuerpo de su hermana.

Cada segundo que esperamos por el elevador fue pura agonía. Todo me

dolía, y más los lugares en los que él me tocaba. Pero estaba agradecida

por ese toque. —Estarás bien —susurró Nash—. Tu fecha de expiración es

completamente valida aquí, así que no morirás. Pero te va a doler a morir

hasta que arreglemos esto.

Eso había pensado.

Acababa de pensar que Prime Life apagaba los elevadores en horas no

laborales cuando las puertas idénticas se abrieron con un suave ding. Abajo

cruzamos el inquietante vestíbulo vacio y Nash me colocó en un sofá

borgoña en lo que él le daba patadas a las cerradas puertas de vidrio que

llevaban al parqueo. Le tomo tres intentos, pero aún así estaba

impresionada.

Harmony contestó su teléfono mientras Nash me ponía el cinturón de

seguridad en el asiento delantero, y Regan le dio el teléfono a Tod en lo que

el cerraba el porta equipaje, donde había depositado gentilmente a Addison.

El explicó lo básico, demandándole a su madre que nos encontrara en mi

casa con los suministros necesarios. Ella dijo que estaría ahí en diez minutos.

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Nos tomo veinte minutos a nosotros, y una vez que él nos dejo a Nash y a mí,

Tod se llevó a las hermanas Page a casa, donde Regan “encontrará” el

cadáver de su hermana en el piso de su propio cuarto. Luego devolvió el auto

de Emma.

La puerta del frente se abrió de golpe antes que Nash y yo siquiera

llegásemos al porche, y mi padre me tomó de sus manos sin una palabra. Su

enojo había sido eclipsado momentáneamente por un miedo que no había

visto desde hace mucho tiempo, en un día que apenas podía recordar.

El día en que mi madre había muerto salvándome.

—No de nuevo —murmuró, acostándome en el sofá. Gemí, y las lágrimas se

derramaron de sus ojos.

—Ella estará bien —Harmony lo empujó gentilmente a un lado. No sabía que

ella estaba ahí, pero repentinamente estaba a mi lado, sus dedos se sentían

fríos contra mi brazo, y tenía una jeringa ya lista en su otra mano—. Tod dijo

que es la enredadera carmesí.

—Dónde demonios encontró ella enr… —Sus ojos se ampliaron con horror, y

algo de ese enojo regreso—. ¿Kaylee, que hiciste?

—Puede explicarlo después, Aiden —dijo Harmony firmemente. La aguja se

deslizó en mi brazo, y aún cuando era maravillosamente fría, la medicina

que invadió mi cuerpo me quemó como uno de los originales piquetes de la

enredadera—. Por ahora, déjala dormir. Necesitara otra dosis en cuatro

horas. —Ella sostuvo otra jeringa para que mi padre la viera, y el asintió—.

Si la red roja no ha desaparecido cuatro horas después de eso llámame.

Pero ella regresaría para revisar como estaba antes de eso. Nash se

encargaría de ello.

—Vámonos, Nash —dijo Harmony, y el duro filo en su voz dijo que Nash

tampoco se libraría tan fácil de esta.

—No… —Gemí, sorprendida cuando mi voz realmente produjo el tortuoso y

roto sonido. Tome su muñeca con lo último de mi fuerza.

Harmony frunció el ceño hacia mí, luego hacia mi padre. —¿Puede quedarse,

Aiden? Ella quiere que se quede.

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Mi padre quiso evadir, pero le rogué con los ojos. Los necesitaba a ambos.

Nunca había sentido tanto dolor en mi vida, pero la voz de Nash podía

ayudar, sabía que podría. —Bien —dijo finalmente.

—Pero tú debes irte a dormir, jovencita.

Discutiremos sobre la parte de “jovencita” después. Pero estaba de acuerdo

con el resto de la oración.

Lo último que vi antes de que el sueño —maravilloso sueño libre de dolor—,

me reclamara fueron sus rostros, lado a lado, mirándome con idénticas

expresiones de preocupación.

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Capítulo 21 Traducido por Steffanie Mirella

Corregido por Mona

racias por venir. —Regan aliso su vestido negro sobre su

estómago plano, sus perfectos ojos azules estaban rojos

de llorar. Pero su expresión era de pura fuerza y

elegancia.

Su madre yacía de pie al lado del ataúd, mirando fijamente más allá de todas

las lápidas en un olvido inducido químicamente. Ella estaba lidiando con la

muerte de Addy de la única manera que conocía—con píldoras, alcohol y

encierro. No había dejado su casa en casi una semana, y sólo había salido

esta vez para el funeral. Porque Regan la había obligado.

—No nos lo habríamos perdido —dijo Nash, y yo asentí. El hablo por los dos.

Regan había hecho todos los arreglos, escogió las flores, la música, y la

poesía favorita de su hermana así como también el ataúd y el tema. Era

mucha responsabilidad para alguien de trece años que de por si se

encontraba devastada por la muerte de su hermana—de su sacrificio—y

rompió mi corazón que ella tenía que hacerle frente una ocasión tan trágica.

Pero estaría bien. La línea determinada de su mandíbula y la línea recta de

su espalda lo dijo claramente. Lo que sea que suceda, Regan Page estaría

bien.

Addy se había encargado de eso.

Regan volteo a mirar brevemente a su madre, luego a la muchedumbre de

paparazis reunidos detrás de una larga barricada antes de regresar su

atención a mí. —¿Cómo te sientes?

—Estoy bien. En serio —añadí, cuando la duda parpadeo detrás de sus

afortunadamente verdaderos ojos.

—G

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La red roja había desaparecido de mi piel para el momento en que el sol se

había ocultado en el día en que murió Addy, pero pasaron otros tres días

antes de que el dolor disminuyera. Y las marcas de punzadas alrededor de

mi tobillo izquierdo dejaron marcas—un doble anillo de brillantes puntos

rojos. No fui a la escuela lo que quedo de la semana, pero Harmony sólo le

había permitido a Nash faltar el jueves, y sólo porque habíamos estado

despiertos toda la noche del miércoles.

Y como estaba lo suficientemente bien para el funeral, regresaría a la escuela

el lunes.

El entierro de Addy era privado, pero Regan nos metió. Tod lloro todo el

tiempo, pero creo que fui la única que pudo verlo. La muerte de Addy casi lo

mato. De nuevo. Levi le había dado un par de semanas libres, y estaba

cubriendo personalmente sus turnos en el hospital. Y nosotros no habíamos

visto a Tod ni una vez entre esa noche y el funeral.

Creo que estaba teniendo muchos problemas con el conocimiento que el

alma de Addison ahora era propiedad de un demonio de codicia, y que el

resto de su existencia la pasaría en dolor agonizante, de todas las variedades

posibles.

Yo tampoco estaba lidiando con eso muy bien. Realmente había querido

salvarla. Y tendría mucho tiempo para pensar en mi fracaso, porque estaba

castigada por un mes entero.

Mi padre no fue conmovido por nuestras intenciones altruistas. Él

consideraba que nada sobre la faz de la tierra—en cualquiera de los

mundos—valía la pena el arriesgar mi vida.

Después que dijo eso, encontré muy difícil de quejarme sobre el ser

castigada, incluso cuando sólo veré a Nash en la escuela y en las lecciones de

Bean Sidhe.

Lo único bueno que salió de todo este desastre—aparte de regresar el alma

de Regan—fue el hecho que no fuimos señalados por el —allanamiento— en

Prime Life. Gracias a Dios. Eso hubiera sido imposible de explicárselo a los

policías. Tampoco fue un día de campo el explicárselo a mi padre.

—Y, ¿qué vas a hacer? —Me recosté en el pecho de Nash tanto por la

comodidad como por la calidez.

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Regan encogió los hombros y colocó un mechón de sus rubios cabellos

tras su oreja. —Cuidar de mi madre, creo. Y quedarme lejos de John Dekker.

Asentí. Regan nos había hecho orgullosos a todos. En honor al sacrificio de

Addy, ella rompió su contrato con Dekker Media y estaba buscando otras

oportunidades de actuación.

Hay rumores de que Teen Network— la mayor competencia de Dekker—

quería que hiciera un piloto para ellos, pero ella ni siquiera recibiría sus

llamadas hasta que hubiera puesto a descansar a Addison.

El hecho que los lobos ya estuviesen mordisqueándole los talones me hizo

preguntarme si alguien en la industria del entretenimiento seguía en

posesión de un alma.

En lo que respecta a Dekker Media, por todo lo que sabía, no podía seguir

proveyéndole almas a Avari sin alguien que llevase a las estrellas

adolescentes al Inframundo por ellos. Así que al menos por el momento, la

población de adolescentes de Hollywood estaba a salvo. Aunque aún me da

nauseas casa vez que pienso el todas las victimas sin alma aún esperando

sufrir la vida después de la muerte en las manos de Avari.

Pero no había nada que pudiera hacer al respecto.

Mi padre dijo que no podía salvarlos a todos, y en mis días buenos, tenía que

admitir que tenía razón. Eventualmente las personas tienen que aprender a

tomar sus propias decisiones, y a lidiar con las consecuencias.

Incluyéndome.

—Creo que el que está ahí es tu padre —dijo Regan, y me di la vuelta para

seguir su mirada. Más que seguro, mi padre—más apuesto que nunca en su

traje oscuro—estaba de pie al lado de su recién lavado auto, esperando

pacientemente por mí.

—Sip, mejor me voy. —Di un paso lejos de Nash mientras Regan abría los

brazos para abrazarme.

—Gracias, Kaylee —me susurro en el oído, al mismo tiempo que me

apretaba con tanta fuerza que apenas podía respirar—. Muchas gracias. —

Sollozo, y sus siguientes palabras sonaron espesas, como si estuviera

reteniendo más lágrimas—. No olvidare lo que hiciste por mí. Lo que le

ayudaste a Addy a hacer.

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Le correspondí el abrazo porque no sabía que decir.

¿Por nada? Pero si había algo. Casi morí.

¿Cualquier otro hubiera hecho lo mismo? Pero eso tampoco era verdad.

Ayude a Addy y a Regan porque no podía no ayudarles. Porque en la mayoría

de los casos, creía que las personas merecían una segunda oportunidad. Y

porque no habría podido haber vivido conmigo misma si me hacía a un lado

y las dejaba morir sin alma, cuando podía ayudarlas.

Finalmente, Regan dio un paso atrás y miro dentro de mis ojos, los suyos aún

rebosando de lágrimas.

—Quiero que sepas que entiendo a lo que Addy renuncio por mí. Y haré un

mejor esfuerzo por merecerlo.

—Sé que lo harás. —Con eso, apreté su mano, luego me volví hacia Tod,

quien miraba fijamente el ataúd desde abajo de las esqueléticas ramas de un

gran roble. Necesitaba hablar con él antes de irme, porque no estaba segura

de cuándo sería la próxima ver que lo vería.

O si Nash podía verlo en ese momento. Pero entonces su mano se puso rígida

en mi brazo cuando se dio cuenta a donde lo llevaba, y supe que podía ver a

su hermano. —¿Kaylee, tenemos que hacer esto ahora? Realmente esta

adolorido.

—También Regan —dije, y mi mano libre se deslizo en el bolsillo de mi

formal abrigo negro, comprado exclusivamente para el funeral de Addy. —

Tengo que saber si él hizo esto.

—¿Realmente importa? —preguntó Nash, y levante la mirada hacia él para

encontrar sus ojos arremolinándose lentamente, aunque no podía identificar

la emoción—. Lo que está hecho, hecho está, y la justicia no siempre es linda.

Y de cualquier modo, realmente quieres ¿saber?

—Sí. Necesito escucharlo. —Porque una parte de mi no podía creer que

realmente lo hubiera hecho.

Nash frunció el ceño pero me siguió. Cuando nos detuvimos bajo el árbol de

Tod, el cuerpo de Nash nos protegió de la mirada de las personas rezagadas

que aún vagaban alrededor del ataúd, saque de mi bolsillo la página de un

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periódico doblada a la mitad y mantenida así por un clip. —¿Sabes algo

respecto a esto?

Tod quito el clip y la desdoblo. No pudo haber leído más que el encabezado

antes de devolvérmelo, su rostro cuidadosamente en blanco, aunque la rabia

se arremolinaba violentamente en las cerúleas profundidades de sus ojos. El

hecho que podía verlo seguramente significaba que la albergaba en lo

profundo de su alma. Y ese pensamiento me asusto.

—Kaylee, no hagas preguntas que no quieras que sean contestadas —dijo el

ángel de la muerte, su voz más fuerte y sin humor de lo que jamás la había

escuchado.

—Lo mataste —lo acuse, mirando el encabezado por al menos la

quincuagésima vez.

BILLONARIO CEO DESAPARECIDO, SU HERMANA TEME LO PEOR

—No. La muerte es demasiado buena para John Dekker —Tod dijo sin un

ápice de remordimiento. Su despiadada expresión me dio escalofríos.

—¿Dónde está? —preguntó Nash, cuando comprendió que su hermano no

iba a elaborar.

—Lo dejé en la oficina de Avari.

Mi corazón saltó a mi garganta, y repentinamente podía escuchar mi propio

pulso. —¿Lo dejaste varado en el Inframundo?

El ángel de la muerte encogió los hombros. —Un juguete vivo es algo raro en

ese lado. No lo mataran.

—Le harán cosas peores —escupí.

Tod ladeo una ceja hacia mí. —¿Acaso merece algo menos?

Tuve que pensar sobre ello. John Dekker había sido responsable de que

docenas de adolescentes perdieran sus almas, y había tratado de evitar que

Addy y Regan recobraran las suyas. ¿Merecía algo menos que tortura

eterna?

Probablemente no. Pero esa no una decisión que me correspondiera tomar.

El mero pensamiento de tener tanto poder me aterrorizaba.

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Aunque, parece no haberle molestado a Tod.

—No puedo creer que hicieras eso…

—Y aún así no me has pedido que lo traiga de regreso. —El corrió una mano

por su cabello. —No creo que tengas problema creyéndolo. Creo que

desearías haberlo hecho tú misma.

—No. —Negué con la cabeza, incomoda por la chispa de enojo que vi

ardiendo libremente dentro de él. Era esta la razón por la que mi padre no

quería que anduviera con un ángel de la muerte? Porque, como él siempre

había insistido, Tod era peligroso?

Alejé ese pensamiento. Era demasiado en que pensar con Addy ni siquiera

en el suelo, y el haber fallado en ayudarle me perseguía. Tome la mano de

Nash nuevamente y metí el papel con el clip en lo profundo de mi bolsillo. —

Debo irme —dije, ya volteada hacia el auto de mi padre.

—Kaylee, sólo dilo —Tod me dijo, y estaba agradecida que nadie más podía

escucharlo. Esta vez, ni siquiera Nash. Podía decirlo por el alivio en su

rostro—estaba feliz de alejarse de su hermano—. Di la palabra. Y lo traeré

de vuelta. Lo rescatare de una tortura sin fin. Es tu decisión…

Calientes y amargas lágrimas llenaron mis ojos, mientras horror me llenaba

el corazón. Él no podía poner una decisión como esa en mis manos. No era

correcto.

Aún así en lo que me dirigía hacia mi padre con mi novio al lado, mis labios

permanecieron cerrados, y estaba más aterrorizada de lo que podía expresar

por el pensamiento de lo que mi silencio probablemente decía sobre mí, en

lo profundo de mi interior.

Mi padre encendió el motor, y Nash me beso gentilmente antes de que me

hundiera en el asiento del pasajero en la parte del frente. Luego metí mi

falda debajo de mí y el cerró la puerta del auto. Saque a John Dekker y a Tod

de mi mente. Los forcé a la parte de atrás de mi cerebro para hacer espacio

para Nash.

Sólo pensare en Nash. Confió en Nash. Lo amo. Lo entiendo, como nunca

entenderé a su hermano.

Nash me saludo con la mano en el retrovisor lateral mientras nuestro auto

se movía hacia adelante lentamente, mi padre evadiendo cuidadosamente a

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miembros de la prensa. Me incline con la cabeza contra la fría ventana,

observando cómo su imagen se hacía cada vez más pequeña en el espejo.

Tratando de pensar respecto a cuánto tiempo pasaría antes de poder estar

los dos solos nuevamente.

Tres semanas, cinco días, y cuatro horas hasta que mi castigo termine.

Tres semanas, cinco días, cuatro horas, y cincuenta y cuatro segundos.

Cincuenta y tres segundos… cincuenta y dos segundos…

¿Pero quién está contando?

Fin…

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Acerca de la autora…

Rachel Vincent La serie de fantasía para jóvenes adultos, Soul

Screamer, trata de una adolescente Bean Shide

(banshee) que intenta equilibrar su experiencia

normal como estudiante de secundaria con el

espeluznante y aterrador mundo que acaba de

descubrir.

Residente de San Antonio, Rachel Vincent tiene

una licenciatura en Inglés y una en imaginación

demasiado activa, constantemente encuentra la

última manera para ser más práctica. Ella

comparte su oficina con sus dos gatos negros

(Kaci y Nyx) y sus fans # 1. Rachel es más

mayor de lo que parece – en serio- y más joven

de lo que se siente, pero está convencida de que por cada día que ella pasa

escribiendo, un día más le será añadido a su vida.

Saga Soul Screamers:

My Soul to Lose

My Soul to Take

My Soul to Save

My Soul to Keep

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No te pierdas el próximo libro de la saga:

My Soul to Keep

Cuando Kaylee Cavanaugh grita, alguien muere y Kaylee está a punto de gritar

como loca...

Kaylee tiene una adicción: su muy ardiente, y popular novio, Nash. Un banshee

igual que Kaylee, Nash la entiende como nadie más. Nada se puede interponer

entre ellos.

Hasta que algo lo hace.

El Aliento de Demonio. No, no el que ni la pasta dental quita. Sino el del tipo del

Inframundo. El tipo de aliento que realmente puede matarte. De alguna manera, la

super-adictiva sustancia ha logrado llegar al mundo humano. ¿Pero cómo? Kaylee y

Nash tienen que cortar la fuente y proteger a sus amigos—uno de los cuales ya es

adicto.

Y cuando la epidemia llega demasiado cerca de casa, Kaylee tendrá que arriesgarlo

todo para salvar a los que ama.