sinopsis › download › version... · 2014-02-04 · 2 sinopsis odo lo que quiero es pretender...
TRANSCRIPT
2
Sinopsis
odo lo que quiero es pretender que nada malo ocurrió, y evitarlo
todo eternamente, pero sé que es IMPOSIBLE...
Sam está enamorada de su mejor amigo Nick, pero parece que no puede
decírselo. Así que decide coquetear con el chico más popular, Carter Wellesley,
con la esperanza de que Nick los vea y finalmente, se dé cuenta de sus
verdaderos sentimientos por ella.
El lunes, todos en la escuela están diciendo que Carter violó a Sam. No lo hizo,
pero Sam no puede encontrar las palabras para decir la verdad. Lo peor de
todo, ella tiene miedo de perder a Nick si se entera de lo que realmente
sucedió...
A medida que se acerca la graduación, Sam descubre que vivir la mentira no es
tan fácil mientras sus nuevos amigos siguen insistiendo y decir la verdad
podría ser aún peor...
—Lo que pasó en la fiesta... Lo que Carter me hizo... Mi mundo perfecto se vino
abajo poco a poco...
"Una mentira puede ayudarte a conseguir lo que quieres, pero cuando se vuelve
en tu contra... puede hacerte perderlo...todo"
—T
3
Índice Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Amanda Grace
4
Capítulo 1
Traducido por Vero y Maru Belikov
Corregido por BrendaCarpio
ierra los ojos.
—¿Qué? ¿Por qué? —Nick Davis, mi mejor amigo, me da una
mirada asustada que me hace reír. Realmente es muy fácil de
alarmar.
Me recuesto en el asiento de cuero color manteca del Mustang de Nick. —¡Sólo
hazlo!
Él deja escapar un gran suspiro de exasperación y cierra los ojos, inclinando la
cabeza hacia atrás contra el reposacabezas. Agarro mi mochila del asiento
trasero y desabrocho mis pantalones, mirando hacia la oscuridad de la noche.
Un grupo de chicas pasan haciendo crujir la grava no muy lejos del auto de
Nick, sus risas rompen el silencio, se dirigen hacia la casa que brilla
intensamente en la distancia. No hay manera de que alguien pueda verme,
pero aún así me pongo nerviosa.
Cuando él escucha la cremallera de mis jeans, sus ojos se abren.
Me apresuro a cubrir mi nueva ropa interior de encaje. —¡No mires a
escondidas! ¡Dios!
Cierra fuertemente los ojos, mientras las mariposas revolotean en mi estómago.
No puedo creer que vaya a cambiarme delante de él. Si abriera los ojos
mientras mis pantalones están fuera, nunca se lo perdonaría.
—¿Qué estás haciendo?
—Cambiándome. —Me esfuerzo para sacarme los jeans en el espacio estrecho.
Esto parecía más fácil en mi cabeza. Gracias a Dios por el tono oscuro de las
—C
5
ventanas polarizadas, porque aún estoy tratando de desenredar los pantalones
de mis tobillos y comienzo a entrar en pánico.
—¿Por qué? —Su voz suena un poco extraña, entrecortada. Mi corazón se
acelera antes de que me obligue de nuevo a mantener el control.
—No es como si pudiera salir de la casa usando lo que yo quería. —Saco la
falda de mi mochila y atravieso mis pies descalzos subiéndola hasta mis
caderas. Cuando la cremallera lateral se desliza hacia arriba, Nick espía de
nuevo, un ojo al principio, luego ambos se abren, tanto que se parece a uno de
esos dibujos animados donde los ojos del lobo saltan fuera de su cabeza
Mi corazón está acelerado esta vez. Tal vez debería haber pensado en vestirme
así antes, vestirme más como Reyna, su actual o actual ex, novia.
En este momento, estoy bastante segura de que están de nuevo juntos. Para mi
completa decepción amorosa.
Luce indignado. —¿Qué diablos es eso?
Entorno mis ojos y trato de fingir que no es para tanto. —Se llama falda.
—Eso no es una falda, eso es una bandita.
Resoplo. —Sabes tan bien como yo que Carter no me dará un segundo vistazo
si me visto igual que siempre. —Creo que Nick se sobresalta cuando digo
"Carter". También creo que lo he imaginado. Este es el juego en mi cabeza cada
vez que estoy cerca de Nick en estos días. El juego de "lo hace, no lo hace". Lo
odio. Y esta noche se va a acabar.
Me di cuenta de que amaba a Nick la primera vez que lo vi con Reyna, observé
la forma en que sus labios se curvaban hacia arriba cuando la miraba vi sus
ojos brillar de una forma como nunca lo hicieron cuando estábamos sólo
nosotros dos. Y como reía coquetamente mientras los dedos de ella se perdían
en sus brazos, me di cuenta que no quería ser "sólo amigos" pero para ese
entonces ya era demasiado tarde
Ahora todo lo que hago es verlos romper, volver a estar juntos, se separan y
vuelven a estar juntos. Parece que nunca puedo decirle cómo me siento. Así
que he comenzado el Plan B. Voy a hacerle pensar que algo está pasando con
Carter Wellesley, el sinvergüenza más grande del mundo y una vez que vea la
6
reacción de Nick, finalmente sabré si alguna vez podrá verme como ve a Reyna.
Si tan sólo pudiera ser algo más que mi mejor amigo o mi vecino de al lado
Saca la llave del encendido, el enorme llavero hace ruido en su mano. El rugido
gutural de su Mustang de cinco años, corta el silencio que nos envuelve.
—¿Estás segura que quieres hacer esto?
Lucho contra el deseo de sonreír y en cambio me deslizo de una vez en el suave
asiento, tratando de no inquietarme. Aliso mi minifalda de lentejuelas verde
azulado y miro con atención hacia la oscuridad, intentando descifrar algunas
de las figuras borrosas que se acercan a la casa de Carter.
Carter Wellesley es el chico dorado de la Secundaria Mossy Rock, el único con
la sonrisa perfecta y una malvada bola rápida. Es el capitán del equipo de
fútbol, baloncesto y béisbol. Supongo que no es un gran logro, teniendo en
cuenta que cualquier persona que tenga la más mínima habilidad atlética está
prácticamente anotada en el equipo, pero él hace que se vea sencillo. No es
brillante, pero es divertido y la gente se siente atraída hacia él como una
libélula a la luz. Y aparte de salir con Tracey por el récord de dos meses, no
está con nadie, al menos que yo sepa.
En los doce años que hemos ido juntos al colegio, lo he visto coquetear con
todas las chicas incluyéndome una vez, a pesar de que podría haber estado
bromeando con la chica a mi lado. De todas maneras la mayoría de los chicos
me ignoran. Pero sigue siendo un sinvergüenza, razón por la cual él es perfecto
para esta noche.
Son apenas las nueve, pero la fiesta está avanzando a toda máquina. Incluso
desde nuestra posición ventajosa en la acera, puedo decir que la mayor parte
de la escuela ya está aquí. No es que en nuestra clase seamos más de cuarenta
y siete estudiantes. Cuarenta y cinco si no contamos a los gemelos Stoner, que
apenas han aparecido en todo este mes.
—Sí, estoy segura —le digo con falsa seguridad, las lentejuelas baratas se
clavan en las palmas de mis manos. Me obligo a dejar de lado la falda antes de
que la arruine—. Nos graduaremos en una semana. Si no lo hago ahora, Carter
nunca sabrá ni mi nombre.
—Él conoce tu nombre. Lo conoces desde jardín de infantes. Es imposible no
saber tu nombre.
7
Le disparo a Nick una mirada. —A veces me llama Pam.
—Es probable que lo haga a propósito. Además, por lo menos rima con Sam.
Estrechando la mirada digo. —No seas estúpido, Nick.
—No seas estúpido Nick —repite como loro hacia mí, en una molesta voz nasal.
No hay forma de que yo suene así. Está enojado, y me deja con la esperanza de
que eso signifique algo. ¿Por qué más le irritaría que estuviera tras Carter?
¡Dios déjame estar en lo correcto!
Nick deja escapar un largo y lento suspiro y apoya la cabeza contra el
reposacabezas de nuevo, lo que probablemente le dará un aspecto despeinado
aún más atractivo para las chicas en la fiesta. Mientras más desordenado se
vuelve su espeso cabello castaño más se le pegan las chicas como a Reynolds
Wrap. Apuesto a que si usara su calculadora gráfica, podría mostrar el
momento exacto en el que obtendría el máximo efecto.
Debe ser agradable. Pasé cuarenta y cinco minutos de esta noche tratando de
domar mis rizos de color rubio—oscuro hacia algo parecido a los de Taylor
Swift, pero me parezco más a un desastre inspirado en Lady Gaga. Nada
nuevo, sin embargo, no importa lo que haga, ser promedio es lo mejor que
puedo esperar. Eso es todo lo que quiero. Ser una chica promedio. Linda, si
tengo suerte. Probablemente siempre me quedaré corta para llegar a ser bonita.
Me golpea de nuevo un dolor agudo al pensar que tal vez si mi mamá aún
estuviera aquí, me podría ayudar.
Podría mostrarme cómo vestirme mejor, cómo utilizar el maquillaje correcto
para ocultar mi enorme nariz, delinear mis ojos demasiado pequeños.
Miro hacia a Nick, pero ahora no me mira. Creo que tengo una arritmia
cardíaca o es un espasmo, sólo siento un golpeteo, golpeteo, golpeteo.
Está enojado porque estoy interesada en Carter. Le molesta que esté vestida
con una minifalda. No encuentra mi mirada. ¡Por favor, deja que esto signifique
lo que yo creo que significa!
—Tu papá nos mataría a los dos si te viera usando eso —dice con resignación
en su voz.
Esa es la razón por la que nunca lo sabrá.
8
—Sabes que es una mala idea —añade, mirando por el parabrisas.
—No, no es una mala idea. Carter rompió con Tracey hace dos semanas. El
momento es perfecto. —¿Por qué Nick se esfuerza TANTO en convencerme de
no hacer esto? ¿Es porque piensa que no soy lo suficientemente bonita para
Carter, o porque en realidad le gusto?
Agarro la manija de la puerta. —En serio —le digo—, deja de tratar de usar
psicología inversa conmigo. Voy hacerlo.
—Como quieras —dice con aspereza—. Sólo entremos.
Asiento, tratando de tragar no tan visiblemente. Salgo del auto y cierro la
puerta más fuerte de lo normal, haciendo caso omiso a la mueca de dolor que
Nick me da. Sujeto mi bolso en una mano y uso la otra para ajustar la
minifalda que parece haber subido tan alto que podría estar mostrando mi
tanga.
Tanga. No puedo creer que me compré una de estas cosas ridículas. Pero he
visto a Carter por cuatro años y sé que no va a caer por mi aspecto de siempre:
camisetas y jeans. Carter es la perfección de la escuela secundaria, el hombre
de los hombres quién realmente tiene buenos modales, un tipo que puede
arreglar un auto, pero también sabe abrir las puertas y comprar flores para su
novia. Bueno, antes de que se separaran.
Lo elegí porque es la opción evidente. Es soltero, es un sinvergüenza y eso es
todo lo que necesito.
Tomo una profunda respiración y suelto el aire a través de mi boca mientras
paso a través de un césped tan bien cuidado que sería un orgullo como campo
de golf. Nick viene detrás. Mis nuevos y relucientes tacones de aguja se hunden
en la hierba, así que me subo a la vereda.
Hay tres tipos sentados en una maceta de ladrillos a mi derecha y puedo sentir
sus ojos atravesándome. La confianza que fingí en el auto desaparece por
completo y trato de caminar como si no me diera cuenta que me observan.
Vacilo en mi camino a la puerta de entrada, siguiendo a una pelirroja
larguirucha en una camiseta sin mangas con tirantes y pantalones tan
apretados que parecen pintados. Cuando se abre la puerta de vidrio externa y
la de roble interna, un golpe bajo retumba hacia afuera. Suena como Flo Rida.
9
Me imaginé que Carter escucharía estas cosas. ¿Qué hay de malo con un poco
de música country?
La multitud en el interior está apretada. Tengo que girar hacia los lados
presionando lo suficiente para dejar entrar a Nick detrás de mí. Incluso con
sus enormes seis metros de altura, la casa se siente un poco pequeña.
Quedé atrapada en la corriente de un montón de personas atascadas, hombro
con hombro que me obligaron a alejarme de Nick, hacia la cocina. No sé donde
encontró Carter esta cantidad de gente. Tal vez haya Junior aquí también.
Sé que estoy demasiado aplastada para que la gente me note o lo que llevo
puesto, pero siento que todos los ojos en la habitación están en mí. Hace calor,
y se siente como si cada centímetro de mi piel estuviera brillando por el sudor.
Esta fue una mala idea. Lo que había sonado brillante en el escenario seguro
de mi habitación ahora parecía ridículo.
Pero si me quedo, sé que funcionará. Nick me verá coquetear y sentirá una
punzada igual a la que yo sentí la primera vez que lo vi con Reyna, un dolor
muy agudo instalado en mi pecho.
Un enorme vaso de plástico repleto de hielo y botellas de alcohol es toda la
invitación que necesito. Agarro la primera cosa que veo, más fuerte que
limonada y desenrosco la tapa. Me tomo un largo trago, implacable, tomo al
menos la mitad de ella de un solo golpe. No soy una bebedora, normalmente
no. Mi papá es jefe de la policía, de hecho me mataría si supiera que fuimos a
una fiesta como esta. Así que las cosas son así, él piensa que estoy en una
reunión de simulacro para la Universidad. Ni siquiera creo que tengamos de
esas en nuestra escuela, pero en realidad no sabe nada de mí o quién soy, así
que no piensa mucho en ello.
Sólo he estado una vez borracha, en segundo año, cuando Nick y yo tomamos
alcohol a hurtadillas del refrigerador durante una barbacoa especialmente
entretenida un cuatro de julio en su casa. Pero ahora las mariposas se
multiplican demasiado rápido. Sólo necesito únicamente este trago. Tal vez
dos. Luego podré volver a evaluar el plan. Posiblemente deshacerme de todo a
la vez.
El efecto del alcohol es casi instantáneo. Es como dedos cálidos que se
despliegan dentro de mi estómago. Me tomo el resto de la botella, entonces la
tiro y recojo una cerveza, disfrutando del apaciguamiento de las mariposas.
10
Me tomo la cerveza, por fin apartándome del mostrador de granito y mirando
atrás hacia la gran sala. Los exámenes finales están la mayoría terminados y
parece que la clase completa de último año está aquí para celebrar. Supongo
que eso no es nada raro en un pueblo tan pequeño. Esto es sofocante. ¿Qué
otra cosa hay para hacer?
Escaneo la gente, busco el perfecto cabello rubio y ojos azules intensos de
Carter. Hace demasiado calor aquí para su chaqueta de marca Letterman,
posiblemente la única llena de parches que representan todos los deportes que
ha dominado.
En cambio, mis ojos se asientan en Nick. Todavía está atascado cerca de la
puerta y ya la gente está gravitando hacia él, saltando y dándole una palmada
en la espalda, contando chistes. Uno pensaría que acaba de ganar un Oscar a
la mejor película o algo así, por la forma en que todos llegan a él. Es el
presidente de la clase, no una celebridad.
Se encuentra con mis ojos, asintiendo con la cabeza, y elevo la barbilla de
vuelta hacia él. Y luego se pierde el momento, mientras una morena alta con
exóticos ojos oscuros arroja sus brazos alrededor de él.
Es Reyna, la ex—novia, no, —espera—, novia, sin el ex adjunto. Creo que se ve
un poco borracha, lo que hace que le dé un torpe abrazo con descuido.
Oh, Dios mío, estamos usando la misma desagradable minifalda con
lentejuelas pero ella era lo suficientemente inteligente como para llevar
sandalias de gladiador bajas en lugar de los altísimos tacones de agujas. Ella
luce playera—chic, y yo como una bailarina go—go. Sabía que me estaba
excediendo.
Aparto las lágrimas de mis ojos, sintiendo mis mejillas encendidas, y tomo la
cerveza en mi mano hasta que está vacía. El calor que siento ahora no tiene
nada que ver con la vergüenza.
La energía en la sala parece zumbar y cambiar y me doy cuenta de que Carter
va caminando. Tal vez "caminar" no es la palabra correcta. Él parece deslizarse,
flotando en la habitación como si estuviera por encima de todos los demás,
como si no necesitara tocar el suelo como nosotros que somos simples
mortales. Y las personas se hacen a un lado como el Mar Rojo para él,
sonriendo, saludando, mirando. Me sorprende que no se dejen caer de rodillas
y hagan reverencias.
11
Está caminando hacia mí. Directamente hacia mí. Trato de respirar despacio,
contener la necesidad de exprimir mis pulmones con demasiada fuerza.
Necesito que esto funcione. Necesito que me note, coquetee conmigo, ría
conmigo. Nick está al otro lado de la habitación. Si ve a Carter rodearme con su
brazo o meterme un mechón de cabello detrás de la oreja, tal vez finalmente
Nick haga algo. Enfrentarlo y admitir que siente algo por mí. Porque no importa
cuánto lo intente, no puedo ser la que dé el primer paso. No puedo sólo
preguntarle.
Es estúpido y lo sé, pero si se lo pido y no me gusta su respuesta, eso me
mataría. Y mataría nuestra amistad. Simplemente no puedo aceptar que su
respuesta no sea sí.
Cuando Carter encuentra mi mirada, me da esa sonrisa resplandeciente suya y
soy como la mantequilla en una sartén. Creo que podría derretirme justo sobre
mis terriblemente incómodos zapatos. Es deslumbrante, no es de extrañar que
todas las chicas estén detrás suyo.
—Oye —dice, deteniéndose tan cerca de mí que nuestros dedos de los pies
parecen tocarse. Su presencia es más intensa que nunca. Quiero retroceder e
inclinarme hacia adelante, al mismo tiempo. Nunca me di cuenta de lo alto que
es, casi tan alto como Nick. Debe tener casi un metro ochenta y yo apenas paso
el metro y medio cuando tengo un buen día.
—Hola —digo en mi voz más seductora, sonriendo tan ampliamente que
probablemente se podrían ver mis muelas del juicio.
¡Vaya si que es una locura! Probablemente debería haberlo atrapado con ese
aspecto frívolo y aburrido que su ex, Tracey, había dominado ¿Le gustarán las
chicas que se vuelven fuertes? No es como si fuera a dormir con él, por
supuesto. Nunca iría tan lejos. Sólo necesito coquetear, tal vez conseguir que
me diera un pellizco juguetón, un jalón de mis rizos, algo.
Compartimos un buen rato, en silencio. Sonrío tímidamente en su dirección.
Creo que no estoy del todo segura de cómo se siente sonreír tímidamente. Trato
de encontrar algo inteligente que decir, algo para romper el hielo y ponernos a
hablar. Algún coqueteo que le haga saber que estoy interesada.
Después él aclara su garganta y levanta la ceja. Mi sonrisa vacila. No puedo
leer su mirada.
12
—Um, estás bloqueando la cerveza —dice. Su voz es tan retumbante. Tan alta.
Creo que escucho a alguien reírse.
—¿Qué? —Cada movimiento que hago es extraño, torpe, mecánico. He perdido
toda habilidad para controlarme. Mi corazón se encuentra en algún lugar en
mis pies. Estoy quedando como una tonta. Esto nunca funcionará. Me giro
alrededor y me doy cuenta que he estado parada enfrente de la cerveza. Y
desde que hay tanta gente reunida alrededor, Carter no puede llegar a ella.
—Uh… oh.
Retrocedo, chocando justo con alguien más, y Carter llega hasta adelante.
Toma dos botellas por el cuello y después da un paso lejos de mí.
—Gracias —dice, y por un milisegundo se encuentra con mis ojos y siento el
brillo de su mirada, entendiendo como se sentiría si a él le importara quien
soy, si fuera una de las chicas lindas. Sinceramente entiendo porque otras
chicas están enamoradas de él, porque harían lo que sea por tener su mirada.
Pero no puedo decir ―de nada‖ antes porque ya se ha ido, desvaneciéndose
entre la multitud. Esto no es como lo imaginé. No es como resultaría en uno de
mis libros.
***
Quito la tapa de una cerveza y tomo otro largo, y solitario trago.
He perdido a Nick. Desapareció al menos hace una hora. Y él será quien me
lleve a casa. Lo veo ligando con Reyna, y me molesta. Y ese es el porqué no me
he movido para buscarlo. Porque no necesito verlo, no necesito confirmarlo.
Las personas se han diluido y pronto estaremos acercándonos a la
medianoche. Si no llego a casa pronto, mi papá sabrá que la excusa del modelo
U.N fue una completa mentira. Ninguna escuela con la que compitamos está a
más de una hora y media de camino.
Estoy borracha hasta el fondo. No borracha —voy a vomitar justo en mis
zapatos—, pero si borracha —bailar en un sofá suena como una buena idea—.
Aun desde el fracaso épico con Carter, he estado sentada en una banqueta de
la cocina, sorbiendo cerveza, aun cuando he conocido a todas estas personas
13
mi vida entera, a ninguno parece importarle si realmente me conoce. Seguro,
ellos saben quién soy. Todos nos conocemos entre nosotros. Comparto al
menos dos clases con cada uno de ellos. ¿Pero compartir mi formación y saber
quien realmente soy? Son dos cosas diferentes. Dentro de un año, cuando
todos estén en la universidad en algún vasto estado, si alguien pregunta mi
nombre, ellos probablemente entrecierren los ojos e inclinen la cabeza, y
vagamente me recordaran como la rubia que se sentó detrás de ellos en
matemáticas. Alguien con quien fueron emparejados en gimnasia.
Me hubiese gustado vestir mis pantalones vaqueros, porque se pegan a mis
muslos y no puedo parar de tirar de mi muy corta falda. Las personas miran a
donde estoy, como si fuera extraño que esté vistiendo algo más que pantalones,
y quiero encajar como ellos y tomar una fotografía ya que duraría más. Pero no
lo hago.
Hay cuatro botellas situadas cerca de mí. Cuatro botellas vacías. Todo es tan
cálido y borroso, a penas puedo reunir mi molestia hacia Carter.
Supongo que sabía que esto no funcionaría. Que no tenía una oportunidad de
tener la atención de Carter. Sólo pensé que si me vestía para la ocasión, me
notaría y reaccionaría lo suficiente para captar su atención.
Pero Nick probablemente supo todo el tiempo que Carter me haría volar lejos.
Suspiro y tomo otro sorbo de la ahora botella vacía. Quizás no fui lo suficiente
agresiva. Quizás debería hacer otro intento. Ir a buscarlo, coquetear con él.
Asegurarme de que Nick nos vea. Eso es todo lo que necesito. Quizás haya una
manera de hacerlo con una participación limitada de Carter. Sólo tengo que
reír como si él dijera algo increíblemente gracioso. Tocar su rodilla o acariciarlo
en el brazo o algo.
Me paro, tambaleándome más que nunca en los tacones altos, y hago mi
camino hacia el pasillo. Estoy bastante segura que hay una habitación de
juegos abajo en algún lado, mientras escucho a personas hablando sobre la
mesa de pool. La sala parece inclinarse un poco mientras cruzo el espacio. Es
como caminar a través de la cubierta de un barco.
Justo mientras llego a la esquina, veo a Carter. Alto, musculoso, perfecto, en
esa camiseta de algodón de manga larga que apenas se extiende a través de los
músculos que ha construido durante cuatro años sin escala por los deportes.
Normalmente, los chicos como Carter se quedan aquí en el pueblo después de
14
la graduación, perdiéndose para siempre. Teniendo dos niños, encontrando
trabajo en el aserradero de Morton. Comprándose una casa al cumplir
veintiuno y quedándose en el puesto para siempre.
Me pregunto cuáles son sus planes.
Él se desliza hacia una habitación, y mi corazón late aún más rápido. Me
pregunto si es la de él. Pero necesito que regrese a la fiesta, donde Nick y los
demás están.
Mis pies se impulsan a través de su propio acorde, siguiendo a Carter como si
fuera atraída. En algún lugar a lo largo del pasillo las paredes se ciernen más
cerca, y tengo que colocar mi mano para evitar chocar directo con ellas. Quizás
estoy un poco más borracha de lo que pensé. Tomo un profundo respiro más
para mantenerme, y después continúo.
Me detengo brevemente en la puerta, que él deja abierta unas pulgadas. Mi
mano tiembla mientras la alcanzo y descanso mi palma en contra de la
pintura, seis paneles de losa. La empujo para abrirla. Está casi oscuro adentro;
una pequeña lámpara en el escritorio en una esquina ilumina el espacio lo
suficiente que puedo ver sombras. Carter está dándome la espalda, y está
rebuscando a través de un cajón en su comoda.
Me adentro más en la habitación y miro alrededor. Luce exactamente como
esperaba: masculina, llena de madera oscura y arrugadas sábanas azul
marino, recuerdos deportivos que adornan las paredes color beige. Un gran
banderín de los halcones marinos cuelga sobre su cama. Cierro mis ojos y
respiro profundamente sólo para saber cómo huele. Fresco. Como lavandería,
pero algo picante, también, como loción después de afeitar. Carter tiene una
suave, afeitada mandíbula, ¿tiene él que afeitarse cada mañana?
Mis tacones se hunden en la alfombra, y mis ojos se abren mientras me
tambaleo, alzo una mano para salvarme de caer y aterrizo en la puerta
cerrándola de golpe.
Carter se gira asustado.
—Oh, lo siento —digo. Aclaro mi garganta, mi corazón está latiendo tan fuerte
en mi pecho que quizás se escape y deje la habitación completamente—. Yo,
uh, perdí el balance.
15
—¿Qué estás haciendo? —Sus palabras son tan altas que parece llenar la
habitación.
Aspiro en un largo, lento respiro. —Quiero hablar contigo.
—Entonces habla —dice. Su voz no fue dura, pero tampoco muy alentadora.
En la oscuridad de la habitación, las sombras llenan su rostro y es difícil
distinguir su expresión.
Corro una mano por mi cabello, y se enreda en mis rizos. —Yo solo… —Avanzo
un paso, los tacones todavía enterrándose horriblemente en la alfombra. El
espacio entre nosotros disminuye hasta que estoy tan cerca que puedo tocarlo.
Tomo el último paso, pero mi tacón aterriza en algo irregular, algo que no había
visto en la oscuridad. Mi tobillo se tuerce y mis brazos vuelan hacia arriba, y
Carter se lanza hacia adelante, pero su armario está más cerca. Golpeo mi
mejilla en la punta de este y mi cuerpo se tuerce, y una de las perillas en medio
del cajón atrapa la delicada tira de encaje de mi camiseta de tirantes.
Lo rompe mientras caigo al suelo. Mi cara podría explotar en llamas en
cualquier momento. Probablemente no debí tomar esa cuarta cerveza. ¿O era la
quinta? No había llevado la cuenta…
Me siento siendo levantada, siento las fuertes manos de Carter debajo de mis
brazos. Me tambaleo enfrente de él, mirando hacia arriba a sus intensos,
oscuros ojos. —Gracias —digo. No me deja ir. Mi mejilla palpita mientras su
mano se desliza fuera de mí, y me balanceo por unos pocos segundos hasta
que recupero mi equilibrio.
—¿Qué estás haciendo aquí dentro?
—¿Qué? —Mi voz suena ridícula, alta, aguda y chillona. ¿Por qué estoy tan
nerviosa? No es en realidad como si quisiera lanzarme sobre él—. Uh, no lo sé.
Yo sólo pensé… —Mi voz falla. En realidad no había planeado un modo de
cómo hacerlo regresar a la fiesta—. Yo solo pensé…
—¿Pensaste qué? ¿Pensaste que yo te quería a ti?
Parpadee, mis ojos finalmente ajustándose a la oscuridad lo suficiente para
poder verlo. Ver su burla, su frialdad, su disgustada mirada con ojos
ligeramente brillosos. Está borracho, como yo, y su mirada de puro disgusto no
es ni siquiera un poco contenida. Carter nunca había lucido tan feo.
16
—¿Estás bromeando? —pregunta.
Mi mandíbula se abre. Es como si mi lengua estuviera hinchada,
bloqueándome para poder hablar. Mi respiración se vuelve superficial dos
veces, tres veces, el dolor creciendo. Por supuesto que él no me quiere. —No.
Para nada. Yo sólo…
—Mira, tu cuerpo no está mal —dice escaneándome, pausando en el lugar
donde mi falda cubre seis pulgadas de mis muslos—. Lindas piernas, y todo,
pero eres como… hay que ponerte una bolsa en la cara. Hablando en serio.
Una lágrima corre por mi mejilla antes de que siquiera sienta mis ojos
húmedos, mi corazón torciéndose mientras me sonrojo de nuevo. Aún ebria, sé
lo que está diciendo. Una vez en un juego de futbol, escuché a dos tipos hablar
sobre una chica que era tan fea, que si querían acostarse con ella tendrían que
poner una bolsa sobre su cabeza, y una sobre ellos también, solo en caso que
la de ella se cayera. Ella era muy fea.
Trago las nauseas.
La habitación da vueltas rápido. Alzo la mano para darle una cachetada pero él
es más rápido y toma mi cintura. Él sacude su cabeza lentamente, mirándome
directo a los ojos con una mirada burlona. Es como si amara que intentara
pegarle. Mi turbio cerebro no puede procesar eso.
Después retrocede, lejos de mí, y se acerca a la puerta.
Lo sigo. Quiero gritar, saltar en su espalda, arrancar su cabello. Quiero decirle
lo que estaba haciendo, hacerle entender que ni siquiera lo quiero como él
piensa que lo hago, pero eso me haría parecer demente.
Quiero hacer algo… lo que sea… para hacerlo entender que acaba de
destrozarme, dijo muchas de las cosas que siempre escuchaba en mi cabeza,
las cosas que sé que Nick piensa sobre mí. La razón porque estoy atorada
firmemente en el territorio de amiga. Pero no puedo hacer que mis piernas se
muevan más rápido, y él está dejando la habitación mientras yo lo descubro.
Solo estoy unos pasos detrás de él, y estoy fuera en el pasillo antes de darme
cuenta que cometí un error. Debí recomponerme primero. Mis ojos están llenos
de lágrimas, brillando, haciendo todo dar vueltas. La tira de mi camiseta sólo
cuelga ahí, exponiendo el borde de mi sostén.
17
—Oh dios mío, ¿estás bien?
Miro hacia arriba estoy parada directamente en frente de Michelle Pattinson.
Hicimos un proyecto juntas. No puedo recordar de qué era. Su mandíbula
abierta, como si estuviera completamente trastornada.
Parpadeo rápidamente, tratando de aclarar mis ojos. Mi mejilla está palpitando
ahora, y hago una mueca de dolor cuando Michelle alza la mano para tocarla.
Y retrocedo.
—Carter Wellesley es un completo, total imbécil —digo. Mi voz es tambaleante.
Mis labios empiezan a temblar mientras el dolor prevalece a mi intento de
compostura—. No puedo creerlo. Él… él…
Una mirada oscura pasa sobre las delicadas características perfiladas de
Michelle. Barre con su mirada sobre su hombro, en dirección a Carter. —Él…
quiero decir, él acaba de…
Asiento con mi cabeza, aunque no estoy realmente escuchándola. Sus palabras
flotan alrededor de mí, aterrizando en algún lugar en mis pies. Creo que ella
todavía está hablando. Más lágrimas se deslizan y asiento otra vez y entonces
tambaleándome la paso, empujándola fuera de mi camino mientras sigo
tambaleándome por el pasillo.
Tengo que salir de aquí antes de que me rompa por completo.
Choco a través de una pareja besándose y tropezando con sus pies, lo que me
envía a toda velocidad a través de una puerta cerrada. Me golpeo tan fuerte que
el sonido parece hacer eco por todos lados, aun sobre la ruidosa música.
Todos están mirando.
Me apresuro al recibidor, tirando la puerta para abrirla, y caminar fuera a
través de la noche.
No me importa si tengo que caminar tres millas a casa.
18
Capítulo 2
Traducido por Susanauribe y sooi.luuli
Corregido por Naty
ntierro más profundamente mi cabeza en la almohada, ignorando el brillo
de luz amarilla calentando mi rostro. ¿Cómo puede ser ya de mañana?
Posiblemente no me pueda levantar cuando mi cabeza duele de esta
forma. Sin abrir mis ojos, me estiro para encontrar el edredón y lanzarlo
por encima de mi cabeza.
Me muevo, tratando de encontrar una manera cómoda de tenderme que no me
haga sentir como si la negrura de detrás de mis parpados estuviera girando.
Pero no funciona, y mi cama se siente como si estuviera moviéndome en la
corriente oceánica. Me siento rápidamente, las nauseas quemando en mi
garganta. Me apresuro hacia el pequeño baño, tropezando con mis tacones
tirados y aterrizando en mi rodilla justo a tiempo para vomitar los escasos
contenidos de mi estómago en el sanitario.
Nunca volveré a beber. Nunca, nunca de nuevo. Mi papá tenía razón al decirme
que no debería hacerlo. Sus reglas usualmente tienen propósitos, y esta es una
de ellas.
Agarro la porcelana mientras tengo arcadas de nuevo, luego tiro de la cadena y
me muevo hacia atrás en mis tobillos, limpiando mi boca con papel higiénico.
El baño se balancea hasta materializarse mientras me recuesto contra la
pared, la ventilación junto a mí entrando en acción y soplando mi cabello.
Mis tacones están tendidos junto a mí en el linóleo, endurecidos con barro.
Estrecho mis ojos. ¿Cómo conseguí barro en mis zapatos?
Pestañeo, una memoria borrosa nada a la superficie. Los campos de la escuela
en la calle. Los atravesé en mi camino a casa, mis tacones hundiéndose en la
suciedad y haciendo imposible caminar en línea recta. Estaba a mitad del
E
19
camino cuando me saqué los zapatos y caminé descalza el resto del camino,
mis dedos envueltos alrededor de las tiras.
Trato de recordar por qué caminé a casa, pero mi mente está girando tan fuerte
que es imposible pensar. Gruño y me froto mi rostro con mis manos, pero alejo
una mano cuando mi mejilla duele. Suavemente pruebo mi piel con mis dedos,
estremeciéndome.
Uso el estante de las toallas para ponerme de pie e ir al espejo. El reflejo
mirando es mío, y sin embargo hay una enojada marca roja que no pertenece a
ese lugar. Pestañeo, dispuesta a que el dolor cese lo suficiente para enfocar.
La última cosa que recuerdo de anoche es… estar sentada en la cocina de la
casa de Carter. Bebiendo. ¡Estúpida bebida! ¿Por qué pensé que eso era una
buena idea?
No… recuerdo seguirlo a él. A algún lugar. Una habitación. Su habitación.
Su armario. Me caí. Justo frente a él, como una total idiota tonta, me caí.
Pestañeo varias veces para aclarar mi cerebro difuso, pero no ayuda. No tenía
idea de que las resacas podían ser así. La otra vez que bebí, con Nick, sólo nos
atrevimos a tomar unas cuantas botellas. Debo haber tomado cinco o seis
anoche. Tal vez más, porque me siento bastante mareada. Probablemente es
mucha cerveza para alguien que pesa unos lastimeros cuarenta y cinco kilos.
Me hundo de nuevo en el piso y termino acostada, mi mejilla no herida
apoyada contra el frío linóleo. Barrí el suelo ayer así que sé que está limpio. Y
ahora mismo ni siquiera me importa. Me cubro con una toalla y cierro mis ojos,
esperando que todo esto sólo… se vaya.
Fea. Él me llamó fea. Entierro mi rostro en mis manos y gruño.
La casa está gloriosamente en silencio; mi papá está en su turno de noche,
luego volverá a la estación para organizar su papeleo… luego irá al café… no
estará aquí en unas cuantas horas para insistirme en los deberes o la tarea o…
las resacas. Horribles, horribles resacas.
Me las arreglo para ponerme de pie y saco mi cepillo de dientes, poniéndole
crema de dientes generosamente antes de meterlo a mi boca y fregar todo lo
que valgo.
20
Me detengo para escupir la espuma y luego a cepillar el otro lado y miro mi
reflejo en el espejo. Luzco como si la muerte me hubiera llegado, con una
mancha roja en una mejilla y rayas de rímel bajando por ambas mejillas.
Me doy vuelta y enciendo la ducha, girando la manivela para ponerla en lo más
caliente posible.
Me toma treinta minutos, galones de agua hirviendo, y alrededor de diecisiete
productos de maquillaje, pero eventualmente luzco como nueva. El color del
moretón ha sido oscurecido, y las líneas de rímel se han ido.
No me siento como nueva, pero lo que sea. Fíngelo hasta que lo sientas.
O algo así.
Voy a mi habitación y me pongo de rodillas, sacando una pila de cuadernos de
debajo de mi cama. Mis fallidos intentos de escribir un libro tan bueno como
los que he leído. Nunca terminé ninguno de ellos, y definitivamente no se los he
mostrado a nadie.
Seis, siete, ocho cuadernos. Llenos con mi escritura descabellada. Llena de
historias románticas. Soy una porrista en una, una damisela en apuros en
otra, una agente secreta en la otra. La única cosa constante es que Nick
aparece cada vez y salva el día, luego me profesa su amor y caminamos lejos en
un atardecer proverbial. Nadie sabe sobre estas historias, menos Nick. Él sabe
que quiero estudiar Inglés en la universidad, pero él no sabe sobre la parte de
escritura creativa.
Abro el primer cuaderno y arranco. La primera página, la segunda, la tercera.
Los destrozo todo hasta que hay una enorme pila de papel arrugado y
destrozado.
Estoy enojada. Totalmente enojada. No sólo Nick nunca me querrá, pero Carter
se rió con la única idea de quererme. ¿Es posible ser más perdedora de lo que
soy? Probablemente no. Me tomó veinte minutos destrozar cada cuaderno y
tirarlos todos a la basura, luego arrastrar la bolsa y lanzarla en el bote de la
esquina.
Escribiré algo nuevo. Algo que en verdad refleje la realidad; no puedo sufrir por
Nick por el resto de mi vida. Tal vez seré la mujer loca de los gatos al final de la
historia, pero al menos será real. ¿Cómo pude pensar que Nick me querría?
Carter seguro no.
21
Minutos después estoy enroscada en la silla del computador, jugando un juego
de rompecabezas en línea que apenas se las arregla para mantener a mi
cerebro de regresar a la noche anterior, cuando Nick entra en mi habitación sin
molestarse en tocar.
—¡Buenos días, solecito!
Trato de no estremecerme con su voz fuerte y alegre. En cambio, miro a la
pantalla del computador.
—No te estoy hablando.
Frunce su ceño. —¿Por qué?
—Me dejaste caminar a casa. Sola —digo. Hola, ¿siquiera notó que no estaba
en su auto? Gracias a Dios que el moretón está cubierto, ni siquiera quiero
explicárselo a él.
—No lo hice. Te fuiste sin decir adiós. Yo estuve en la habitación de billar todo
el tiempo. —Se detiene en la entrada—. ¿Tu papá estará en casa pronto?
—No, al menos no hasta dentro de una o dos horas. —Me doy la vuelta en mi
silla con ruedas, haciendo mi mejor esfuerzo por no mirarlo—. ¿Y qué estuviste
haciendo toda la noche en la sala de billar? ¿Matando al profesor Plum con un
candelero?
Nick se lanza sobre mi cama.
—Claro que no. Era el tubo de plomo. ¿Me veo como un chico que se pasea con
un candelero?
Me giro de vuelta a mi escritorio y cierro de un tirón la pantalla de mi laptop,
entonces le doy una mirada mordaz.
—Como si tú te pasearas con un tubo de plomo. Aunque supongo que me
tragaría que estuviste afuera en alguna esquina con la Pequeña Señorita
Scarlett.
Los celos se arrastran en mi voz y me odio a mí misma un poco más. ¿Cómo no
me ha entendido todavía? Ni siquiera estoy haciendo por estos días un muy
buen trabajo en ocultarlo, lo cual sólo me hace más patética. La verdad es que,
es imposible ocultarlo. Cada vez que estoy cerca de él, sólo quiero abrazarlo.
22
Tocarlo. Decirle las palabras que parecen siempre fijadas en mi garganta. Pero
todo lo que siempre hago es quedarme allí.
Quiero que él lo sepa. Pero entonces nuevamente no quiero.
—¿Qué? Miré por todos lados cuando estaba listo para irme, pero tú ya te
habías ido. Le pregunté a todos allí, y Michelle Pattison dijo que te vio irte.
¿Cómo es mi culpa que tú caminarás a casa?
Michelle Pattison. Oh Dios, ella me vio irme con lágrimas. Esto no está bien.
Michelle tiene esto de santurrona, pero es una terrible chismosa. Mi estómago
se aprieta de nuevo. No quiero que la gente sepa lo que ocurrió en la habitación
de Carter. ¿Cerré la puerta cuando entré? ¿O ella escuchó todo? Me pregunto
si se rió. Me pregunto si ella pensó que entré allí para arrojarme a él.
Me pregunto si Nick escuchó algo. No debe de haberlo hecho, ¿o por qué
estaría actuando tan normal ahora?
—Oh, como sea —digo—. Obviamente estabas tan metido en Scarlett como
para preocuparte lo que estaba haciendo yo. —Allí está de nuevo, ese pequeño
filo en mi voz.
—¿Cómo van las cosas con Carter? —dice Nick, en un obvio intento por
cambiar el tema.
Suspiro, mi feo flequillo rizado sacudiéndose en la brisa. Obviamente Nick no
escuchó sobre mi momento de gloria. Parece que en verdad soy una chica tan
fea que necesito usar dos bolsas por si una se me cae. Ese es el por qué de que
los chicos nunca me piden salir, el por qué de que Nick está feliz de que
seamos amigos y no me vea de ninguna otra manera.
—Está bien —miento—. Estuvimos en su habitación por un rato.
Nick me da una brusca mirada, y casi digo sin querer la verdad.
—¿Estuvieron?
—Uh—huh. —Agarro mis uñas de los pies y espero que él no pregunte nada
más. Puedo mentir por treinta segundos, pero no creo que pueda seguir con
esto si él lo presiona.
Él rueda sobre su espalda y enlaza sus dedos detrás de su cabeza, mirando
hacia las estrellas que brillan en la oscuridad que aplicamos hace cinco años.
23
Recuerdo cómo rodamos mi cama alrededor de la habitación y entonces nos
paramos sobre ella y pasamos toda la tarde saltando una y otra vez,
depositando estrellas por todo el lugar. La mitad de ellas ya se había caído. Así
como la mayoría de las cosas en mi vida. A mitad de camino entre lo perfecto y
un total fracaso.
—¿Quieres ir a Olympia? —pregunta él, aún mirando al techo.
Sonrío. En verdad está irritado ante la idea de que estuve con Carter en su
habitación. Tal vez no es esperanzador. Tal vez, por una milésima de segundo,
me imaginó con Carter y no le gustó.
—No gracias —digo—. Preferiría usar una mini falda.
—Tú lo hiciste… la noche anterior. —Casi puedo escuchar su traviesa sonrisa.
Él se está burlando de mí. Probablemente me veía tan cómoda en esa cosa
como me sentía.
—Ésa fue una ocurrencia de un instante. Después de hoy va a estar yendo a la
basura. —Quiero arrojarle algo. Miro de arriba abajo la gran grapadora de
plástico sobre mi escritorio. Está sosteniendo mi revista, bajo la cual he
ocultado mi papeleo de aceptación para la Universidad de Washington. No son
sólo unos trozos de papel. Son mi llave a la libertad.
—Bueno, porque es en cierto modo irritante.
Estrecho mis ojos. Antes de que él dijera eso, nunca habría querido usar otra
mini falda. Pero ahora quiero ponerme una sólo para molestarlo.
—¿Qué demonios? —digo bruscamente—. No me veas, entonces.
—No lo hice. Pero, ¡caray! todo el mundo lo hizo.
Mis labios se mueven nerviosamente. Tal vez no había necesitado a Carter
después de todo. Tal vez sólo necesitaba una minifalda y tacones. Tal vez hay
una razón por la que la multitud popular se viste así. En cierto modo me gusta
la idea de que los chicos me examinen.
—¿En serio? —pregunto.
—Sí, como que tú no lo notaste. —Levanta su cabeza justo lo suficiente para
observar la sonrisa agradecida que debe de estar iluminando mi rostro.
24
—¿Quién estaba mirando?
—No voy a estar allí contigo.
—Como sea, San Nick —digo, sonriendo incluso más ampliamente. ¿Estaba
Nick comprobándome? ¿Es eso incluso posible?
—Odio cuando me llamas así. —Agarra la pequeña almohada al lado de su
cabeza y me la lanza por lo alto sin mirar. La agarro en el aire y se la lanzo de
vuelta antes de que pueda reaccionar, y se la clavo en el rostro. Él sonríe
abiertamente, y ahora sé que es aceptable. Agarra tres almohadas de mi cama
y yo grito y me lanzo al piso, pero aún así me golpean, cayendo a mí alrededor
como bombas atómicas.
Tan pronto como se detiene, salto sobre mis pies y me lanzo hacia él, y de
alguna manera termino sentándome a horcajadas sobre él con una almohada
en cada mano. Él sonríe e intenta bloquear su rostro, pero lo bombardeo desde
ambos lados. Antes de que sepa lo que está ocurriendo, resiste violentamente y
yo termino enroscada, debajo de él. Sus ojos están brillando, la sombra más
brillante de azul que nunca jamás he visto en ellos. Brillantes, como el
horizonte de la primavera en un día despejado.
—Eres un gran idiota —digo. Incitar a Nick es la mejor parte de mi vida. La
mejor parte de nuestra relación. No son tantas las cosas en las que soy buena,
pero con Nick, siempre gano. Es el por qué de que no puedo dejar de querer
estar a su alrededor, el por qué no puedo dejar de soñar que podría haber algo
más allá de esto. De este baile a su alrededor, de estos mejores amigos que
luchan, de esta tensión de la que estoy asustada que sólo yo la sienta.
¿Por qué tiene que ser tan malditamente complicado?
¿Y por qué no es complicado para él?
Él pone los ojos en blanco, pero por un largo y lento momento continúa
cerniéndose allí, sin decir nada, sin moverse, sin nada. Trago, mi respiración
vuelta superficial.
El momento se extiende el tiempo suficiente como para hacerme consciente de
repente de la manera en que nuestros pechos suben y bajan, de la intensidad
en su mirada, de la manera en que una de sus piernas está yaciendo contra la
mía de una manera que hace que nuestros muslos se toquen.
25
Frunce el ceño y se inclina.
—¿Por qué estás usando tanto maquillaje?
Así no podrás ver mi moretón. En lugar de decir eso, sin embargo, lo empujo.
—¿Por qué? ¿Me veo como un payaso o algo así?
Me pongo de pie, refrenando mi respiración mientras voy al baño y enciendo la
luz, inclinándome para esforzarme en ver mi reflejo. No me veo así de mal, ¿o
sí? Quiero decir, normalmente no uso tanto, pero de esta forma no quiero
explicarle el moretón a Nick o a alguien más.
Él se aproxima detrás de mí, me observa contemplarme en el espejo.
—No, te ves realmente bien. —Su voz baja—. De hecho… bonita.
Mi boca se seca. ¿Qué significa eso? ―Realmente bonita’’ como… ¿si por una vez
me viera bonita? O, ―De hecho, te ves realmente bonita’’ Quiero preguntar, pero
eso sería patético. Estar a la pesca de elogios.
Nick nunca me ha llamado bonita. Así que pongo los ojos en blanco y apago la
luz.
—Y obviamente tú necesitas echarte un polvo —digo, dejando la habitación.
Me sigue fuera de la habitación.
—Lo hice. La noche anterior.
Mi corazón se desploma en mi estómago y toma todo lo que tengo darle una
mirada indiferente.
—Ewww, ¡no quiero saber! —Me tapo las orejas y comienzo a tararear una
melodía, como si la sola idea de escuchar fuera demasiado asquerosa para
lidiar. Si sólo él supiera.
Tiene un brillo diabólico en sus ojos y me destapo las orejas.
—¿Estás segura? Porque ella estaba…
Me tapo las orejas de nuevo, mi corazón metido en mi garganta.
26
—¡No! En serio, ve a decirles a tus amigos. DI1, Nick, DI.
A veces sólo no quiero ser una de los chicos. Bueno, la mayor parte del tiempo.
Todo el tiempo.
Él se encoge de hombros.
—Hey, tú preguntaste.
Saco los dedos de mis orejas.
—Como sea. ¿Quieres jugar a la Wii o qué?
—Obviamente.
Dejamos mi habitación, dirigiéndonos al estudio de abajo. Mi abuela me dio
esta cosa para Navidad el año pasado, y Nick y yo acumulamos innumerables
horas jugándolo.
Lanzo un control remoto hacia Nick, y él trastabilla y lo deja caer. Nick tiene la
habilidad atlética de una jirafa, todos los miembros veloces y la mala
coordinación. Gracias a Dios por eso porque si no habría estado convencida de
que él es alguna especie de ciborg adolescente. Saber que él tiene una cosa en
la que es terrible es lo que hace posible no odiarlo por ser tan perfecto.
—Entonces, ¿con quién conectaste? —pregunto, conduciendo el cursor en la
pantalla hasta que selecciono una ridícula Mii que tiene el perfecto cabello
rubio, amplios ojos azules, y bonitas, perfectas cejas. Ella es la yo que sería si
estuviera familiarizada con un mostrador de maquillaje.
—Pensé que era DI —dice él, alzando una ceja.
—¿Fue Reyna?
—Sí. —Nick hace click sobre la Mii de cabello oscuro que creó el día en que
desempacamos la consola. Él tiene al menos seis avatares diferentes para
elegir. A veces pasamos horas jugando este estúpido juego de tenis. El atado a
Yale, Nick, probablemente necesita tanta actividad sin sentido como yo.
Me cruzo de brazos.
—Así que no han roto.
1 DI: Demasiada Información.
27
—En un descanso.
—¿Un descanso que incluye dormir juntos? —Le doy una mirada y entonces
vuelvo a la pantalla y selecciono el juego de tenis, pretendiendo como que
estamos hablando del tiempo y no de algo que desgarra mis intestinos.
La cancha se mueve en la pantalla.
—Somos amigos con beneficios. —Nick parece terriblemente ocupado
ajustando la correa de la muñeca en su controlador. Quiero estudiarlo pero en
lugar de eso pretendo estar concentrándome en posicionar mis dedos sobre los
botones.
—Creo que va a conseguir que le roben en el departamento de beneficios.
—Sonrío, ocultando mi dolor, y entonces arrojo violentamente el control remoto
y la pelota vuela más allá de Nick antes de que él pueda moverse.
Él pretende estar indignado por mi maniobra, sus cejas alzadas con una
mirada fingida de soberbia.
—Sólo estás celosa.
—¿De qué? Podemos ser amigos y no tengo que renunciar a ello. —Intento
fingir una risa y parezco atragantarme con ella.
—Cientos de mujeres pagarían por esto. —Me arroja la pelota de vuelta y yo
salto al costado a tiempo para enviarla deslizándose a través de la parte
superior de la red. Voleamos la pelota digital una y otra vez en silencio.
Mi teléfono da un pitido, por lo que lo saco de mi bolsillo. Un mensaje de texto.
La única persona que me manda mensajes es Nick, y estoy de pie justo a su
lado. Doy un click sobre el icono del sobre.
Hey, sólo quería asegurarme que estás bien… te veías muy disgustada
ayer. Hazme saber si necesitas algo, besos, Michelle.
¿Huh? ¿Cómo siquiera consiguió mi número de teléfono?
Leo el mensaje de nuevo. ¿Por qué le importa siquiera? No somos amigas o algo
así.
28
—¿Qué ocurre? —pregunta Nick, mirando hacia mi teléfono.
—¿Huh? Oh. Nada. —Meto el teléfono de vuelta en mi bolsillo.
Nick me da una prolongada mirada, pero no presiona.
—Entonces, ¿estás nerviosa?
—¿Sobre?
—La escuela. —Se encoge de hombros.
Pierdo la pelota y frunzo el ceño. Los miembros de Nick vuelan por todas partes
cuando intenta servir y pierde.
—¿Qué? ¿Cómo finales? —pregunto—. Todo lo que he dejado es química.
Él sacude la cabeza.
—No, la universidad.
—Oh. —Me muerdo el labio, imaginándome en la UW, caminando las colinas
onduladas mientras las hojas carmesí caen de los árboles cercanos. En la
distancia, el agua espumeante del Lago Washington atrae. Por primera vez, mi
papá no está a segundos de distancia. Él no dará vuelta la esquina y enviará de
golpe mi corazón a mi garganta. No me sermoneará cada noche sobre las
clases, sobre las ropas, sobre todo.
No hará nada. Será la primera vez en mi vida que no estará respirando bajo mi
nuca. Me pregunto si finalmente averiguaré quién soy, falsificaré algún tipo de
identidad que no patinará por siempre bajo el radar.
Siempre es una imagen melancólica, sin embargo, porque estaré totalmente
sola y Nick estará en el otro lado del país. Finalmente sabré lo que es estar sin
que él me amortigüe por el extremo silencio de no tener amigos, no tener
aliados, no tener a nadie.
—Realmente no —digo—. Quiero decir, al principio sólo serán los
requerimientos de la educación general. Inglés, matemáticas, ese tipo de cosas.
—No me refería a los cursos. ¿Por qué siempre es lo académico en los que
piensas primero?
Resoplo.
29
—Uh, ¿porque ése es en cierto modo el punto de ir a la universidad?
Él se encoge de hombros.
—Hay más en ello, sin embargo. Hay una razón por la que todos la llaman la
experiencia de la universidad. —Hay un poco de brusquedad en su voz.
Me volteo y frunzo el ceño, dándole una mirada prolongada. Estoy asustada
por el aspecto social, pero nunca le diré a Nick eso. Y él es el chico que puede
encantar al anorak de un esquimal, así que ¿de qué está preocupado?
—Nicholas David, ¿estás nervioso de que no hagas ningún ammmmmiiiiiigo?
—digo, alargando la palabra para que suene todo el sonsonete, incapaz de
contener mi sonrisa. Nick nunca está nervioso.
Él me mira y me doy cuenta de que he tocado una fibra sensible.
—Oh deja de darme esa mirada. Sólo estás preocupado porque ahora eres todo
gran pez en un pequeño estanque, pero dame un descanso. Cuando llegue la
universidad, no tendrás problema. Te doy cuarenta y dos minutos en el campo
antes de que alguien se haya alistado para reemplazarme.
Él me da una brusca mirada.
—Nadie te va a reemplazar.
Me encojo de hombros.
—No es como que voy a estar alrededor para llenar la posición.
—Sam, somos mejores amigos. Eso no va a cambiar sólo porque unas pocas
millas nos separen.
—Prueba unas cientos.
—Aun así. Estaremos en casa para acción de gracias y Navidad y todo el largo
verano. Y puedes salir del este para el descanso de primavera.
Miro hacia mi control remoto. El dolor se arremolina a través de mí. No soy tan
inteligente como Nick. Él sabía cuando aplicó en las universidades de mayor
prestigio que yo no estaría allí. No puedo culparlo, pero la herida no se irá,
tampoco. A veces pienso en decirle que iré a alguna tonta universidad de la
comunidad en la Costa Este sólo para estar con él. Tendremos un apartamento
de dos habitaciones, y las dos docenas de metros actualmente entre nuestras
30
habitaciones se volverán casi un metro, y no tendremos que separarnos en
absoluto. Y tal vez, eventualmente, no necesitaremos dos habitaciones.
Pero cada vez que quiero decirle esto, me quedo sin habla.
Sé la verdad: en un par de meses, él va a salir de mi vida y olvidará mirar hacia
atrás. Es el por qué de que me siento un poco más nerviosa cada día. Nunca
me imaginé una vida sin él en ella, y de repente es todo lo que puedo ver, y él
no parece tan enloquecido por esto como yo.
Deja de jugar, dejando colgar al control remoto de su muñeca. Los
espectadores en la pantalla se balancean, ovacionando por la pelota perdida.
—¿Por qué siquiera estamos hablando sobre estas cosas? Pensé que estábamos
jugando a la Wii.
—Estábamos. Podemos jugar y hablar —digo—. Bueno, yo puedo. Tú, no tanto.
—Dale a un chico un poco de crédito, ¿sí? —Tiene la audacia de actuar herido.
Como si su ego necesitara ser masajeado.
Sonrío. ¿Cómo es tan fácil para él darle una vuelta a las cosas?
—Abre los ojos. Sabes que tu hermano absorbió todos los genes atléticos en tu
acervo genético.
—Me heriste. Realmente me hieres. —Nick pone una mano en su corazón.
Pongo los ojos en blanco y me pongo de nuevo en fila en el juego.
—¿Quieres una curita? ¿Una taza con tapa, tal vez?
Él suspira, un gran dramático suspiro que podría ganar un Oscar.
—Está bien, está bien, ya está. Estás bajando esta vez.
—Un perezoso podría golpearte en este juego. Cuanto más pronto asumas esto,
más pronto podremos seguir adelante.
—¡Nunca! —Golpea el botón de comenzar y golpea la pelota imaginaria, con
fuerza, y vuela de vuelta tan rápido que salto hacia atrás y golpeo al mismo
tiempo, apenas arreglándomelas para hacerlo. Pasa como un rayo a través de
la red y más allá de la Mii de Nick, la cual fracasa espectacularmente en
atraparla.
31
—¿Estabas diciendo?
Sus ojos brillan de esa feliz y radiante manera suya. La manera en que
enciende mis sueños.
—Voy a extrañarte este otoño —dice él.
—Sí. Yo también. Realmente voy a extrañarte.
—Cállate. —Está sonriéndome.
Intento verme poco convencida.
—Eres un gran idiota.
—Ése es el porqué me amas —dice, golpeando la pelota.
Sus últimas palabras suenan una y otra vez, porque a veces realmente me
pregunto si él lo sabe.
32
Capítulo 3
Traducido por Mari NC
Corregido por V!an*
l domingo, subo al auto de Nick mientras rock pesado sale de los
altavoces. Se estira para bajar el volumen, esperando silenciosamente
mientras abrocho mi cinturón de seguridad antes de cambiar a reversa y
deslizarse fuera de la calzada. Por un momento mientras se aleja, el ruido
gutural de su auto compite con la radio, y nos deslizamos por las calles
rodeadas de abetos, sin hablar.
—¿Estás totalmente emocionada? —pregunta, señalando a la derecha y
dirigiéndose hacia la avenida principal.
Resoplo.
—Sólo sigo recordarme a mí misma que esta es la última vez que tenemos que
hacer esto.
Nick mira sobre mí mientras hace una parada en la parpadeante luz roja.
—¿No eres tú la que me convenció de esto?
—Sí. Hace tres meses. Cuando pensé que íbamos a pasear perros, no a
bañarlos. Y antes que me cansara de conducir todo el camino a Chehalis sólo
para bañar perros tristes.
Nuestra ciudad, Mossyrock, está a más de treinta kilómetros de distancia de
las autopistas reales, recogida en contra de la cordillera llena de árbol de hoja
perenne Cascade Mountain y el Lago Riffe, un enorme y brillante lago artificial.
La sociedad protectora de animales más cercana está en Chehalis, cerca de la
I-5. A una media hora en auto.
—Ahora, ahora, ¿dónde está ese discurso sobre el bien mayor del mundo?
Soplo un suspiro irritado.
E
33
—¿Debes ser tan arrogante tan temprano en la mañana?
Nick da un golpecito en la radio.
—Son las nueve y media.
—En un domingo.
Se encoge de hombros.
—Aún así las nueve y media.
—Estoy inscribiéndome en clases nocturnas en la Universidad de Washington.
Nick gira hacia la carretera Jarvis y me doy cuenta de que vamos a pasar a por
la casa de Carter. Me hundo en el asiento posterior. No quiero siquiera pensar
en lo que pasó en la habitación de Carter.
—Jesús, mira el auto de Carter. —Señala Nick mientras desacelera su
Mustang. Nos deslizamos más allá del Charger negro aparcado en la acera
frente a la casa de Carter.
Amarillas yemas de huevo han dejado rayas bajando por la pintura negro
brillante.
—Wow, eso… apesta. —Me siento, mirando el automóvil. Creería que alguien
fue excluido de la lista de invitados, pero eso es estúpido. Diablos, yo estaba
allí. Esto es Mossyrock, todo el mundo está invitado a todas partes. No puedes
tener una fiesta y ser exclusiva en esta ciudad.
No puedo evitar sentirme sólo un poco presumida cuando pienso en Carter
insultándome. Tal vez de alguna manera merece los huevos.
Nick asiente con la cabeza.
—Le mandaré un texto cuando lleguemos a la sociedad humanitaria. Él no va a
querer dejar eso así.
Asiento con la cabeza, pero secretamente espero que Nick lo olvide.
34
***
Nick entra en el estacionamiento de la sociedad humanitaria. De mala gana
desabrocha el cinturón mientras se esfuerza por sacar su teléfono, lanza un
mensaje de texto, y luego lo deja caer de nuevo en la consola central.
Cuando llegamos a la entrada, Nick sostiene la puerta y me deslizo por delante
de él.
—Hola chicos —llama la recepcionista. Lleva puesto una bata con brillante
azul y rojos, gatos y perros todo sobre ellas, su cabello canoso recogido en una
cola de caballo baja. Ella ni siquiera mira hacia arriba mientras garabatea
algunas notas en un portapapeles.
Colgamos nuestras chaquetas en un gancho junto a la puerta y me subo las
mangas mientras camino junto a las ventanas de vidrio que permiten a los
visitantes ver los recintos de los gatos. Dos adorables gatitos calicó ponen la
pata en la ventana, y me detengo a poner mi mano en contra de sus patas. Van
a ser adoptados. Los gatitos siempre lo son.
Nick sostiene abierta la puerta de vaivén y lo sigo a las áreas de la perrera. Los
perros empiezan a ladrar de nuevo y suenan en mis oídos mientras pasamos
cada una de las perreras.
Siempre es triste saber que los perros que veo hoy se habrán ido para el
momento en que regrese la próxima semana. Adoptado o sacrificado,
cualquiera es su destino. Dejé de preguntar lo que les ocurre después de las
primeras dos semanas. Todo lo que importa es que les estamos dando un buen
tratamiento de spa para mejorar sus posibilidades de encontrar hogares.
La última puerta a la izquierda conduce a un cuarto de lavado grande con dos
lavados bajos. Tomo una respiración profunda y abro la puerta, la humeante
calidez saludándome. Cada uno de nosotros agarra un delantal, y termino con
el que tiene ridículos poodles por todas partes. Lo deslizo sobre mi cabeza,
sacando mi pelo del camino, luego me giro. Los dedos de Nick rozan la piel
desnuda encima de la cinturilla de mis jeans mientras ata las tiras en un lazo.
Parpadeo. No es nada fuera de lo normal, así que ¿por qué estoy tan consciente
de ello?
35
—Vamos, creo que vi un mastín grande babeando por ahí con tu nombre en él
—digo. Nick me da un pequeño empujón en el hombro, y me sonríe y golpea mi
cadera con la suya.
Terminamos con el mastín y un sarnoso que parecía un ―labradoodle‖ con el
pelaje sucio y enmarañado. Nick fácilmente sube labradoodle en el fregadero y
ata su correa en una abrazadera, y luego miramos al gigantesco mastín. Su
cabeza alcanza mi cadera.
—Eh, pido la parte delantera. —Maniobro hacia el frente, pero un vistazo a las
largas cadenas de baba cambia mi opinión—. Pensándolo bien…
Levanto la vista hacia Nick y ambos nos echamos a reír.
—Parece que se tragó un tazón lleno de espaguetis y la pasta todavía están
colgando —le digo.
—Probablemente puedo conseguirlo.
Nick envuelve sus brazos alrededor del cuerpo del perro y gruñe mientras lo
levanta, el mastín debe pesar al menos ciento veinte libras. El perro se sacude
un poco mientras Nick lo coloca en el lavabo grande. Paso al frente para
asegurar la correa justo mientras sacude de nuevo su cabeza, las grandes
papadas aleteando. Un trozo de saliva se desprende y aterriza en el pecho de
mi delantal. Parpadeo. Ugh, esto es repugnante.
Nick agarra una toalla y se estira para limpiarlo, pero justo cuando la toalla
toca mi pecho, él se congela y un rubor se extiende a través de sus mejillas.
—Uh, aquí —dice, empujándola contra mí.
Parpadeo, rozándolo mientras voy a mi fregadero y mojo al labradoodle con la
manguera, mirando a la pared en vez de a Nick.
—¿Cómo va tu proyecto de último año?
El silencio me saluda. Debe de haber asentido o se encogió de hombros o algo
así. Me giro y miro hacia atrás hacia él.
—Obtuve una A.
Sí, por supuesto.
36
—Genial. Recibí una B—, porque dejé caer la mitad de mis tarjetas y las mezclé
y salté de una parte a otra en el discurso.
—Eso apesta.
Miro hacia él. Su espalda está hacia mí mientras se inclina sobre el lavabo,
fregando vigorosamente el mastín. El delantal está atado holgadamente
alrededor de su cintura, y mientras se inclina más, su camiseta se estira sobre
los músculos en su espalda. Nick no es el mismo chico escuálido de que me
hice amiga hace tantos años. Quizá está todavía en el lado incómodo —el total
opuesto de esa confianza casual en Carter— pero está lleno, por lo que ya no es
tan desgarbado.
No es que alguna vez podría encontrar el valor para decirle eso.
Un pequeño equipo de música montado bajo uno de los armarios de suministro
emite un zumbido silencioso de rock clásico. Me giro de nuevo al labradoodle y
alcanzo la botella de jabón, arrojando una larga línea de la jalea rosada por la
espalda del perro. Justo cuando tapo el champú, colocándolo en la repisa al
lado del lavabo, agua caliente me explota en la parte posterior del cuello. Me
giro, levanto mis manos para protegerme, pero lo hace peor. El agua golpea mi
mano y rebota hacia arriba, dándome en la cara.
—¡Argh! —bramo y Nick retrocede, pero la pared está detrás de él. Usa la
boquilla como un elemento de disuasión, un fuerte chorro dirigido justo hacia
mi pecho, pero jalo la boquilla fuera de sus manos y permanezco a centímetros
de él, la manguera señalando justo a su cara.
—Dame una razón por la que no debería clavarte con esto —digo, uno de los
lados de mi boca subiendo en una sonrisa de suficiencia.
—¿Uh, porque somos los mejores amigos?
—Intenta algo más fuerte —le digo, acercando lentamente la boquilla.
—¿Porque no hay honor en un asesinato a corta distancia?
Sólo sonrío más amplio y presiono el gatillo. Agua salpica en todas partes, él
agarra la boquilla y mis muñecas y forcejea la manguera de las manos.
Giramos y pronto estoy atrapada contra la pared, la manguera entre nosotros.
Nick camina más cerca, se inclina, una sonrisa maliciosa en su rostro.
—Vamos a intentarlo otra vez —dice.
37
Me estremezco y cierro los ojos, esperando el choque frío del agua, pero no
viene.
En su lugar, es el suave calor de los labios de Nick sobre los míos. El aire
abandona mis pulmones a la vez, el mundo inclinándose.
Esto no puede ser real.
Mi pecho arde, pero mantengo mis ojos cerrados mientras escucho el ruido de
la manguera en el suelo, siento las manos de Nick en mi cara, tirando de mí
más cerca.
Cuando se retira tomo una irregular bocanada de aire, pero dejo mis ojos
cerrados.
Acabo de besar a Nick.
Nick acaba de besarme.
Cierro los ojos con más fuerza, asustada de que cuando los abra esté en mi
cama en casa, de que todo esto fue en mi imaginación.
Oigo el chorro de agua otra vez, y parpadeo abriendo mis ojos. Nick está de
espaldas a mí y está en su lavabo de nuevo. Me quedo allí hasta que él me
mira, encuentra mis ojos por un momento largo y persistente lleno de tal
intensidad que es difícil no mirar hacia otro lado. Me siento como que me está
leyendo.
—¿Qué fue eso?
Se sonroja y mira de nuevo al lavabo. Él no va a salirse del tema así de fácil.
Camino hasta su lado y pongo una mano sobre la boquilla de manera que así
tenga que dejar de enjuagar constantemente al perro.
—¿Nick?
Se encuentra con mis ojos, encogiéndose de hombros mientras una tímida
sonrisa tira de sus labios.
—Lo siento. Yo sólo... quería saber.
—¿Saber qué?
—Si besarte sería tan bueno como pensé que sería.
38
El aire abandona los pulmones.
—¿Y?
Su sonrisa crece, sus ojos azules volviéndose cálidos mientras mira fijamente
hacia mí desde su imponente altura de dos metros.
—Lo fue.
Parpadeo. Quiero preguntarle miles de cosas pero no puedo articular ninguna
de ellas. Nick me besó. Nick.
Él se vuelve hacia el lavabo.
—Te mentí. No dormí con Reyna. Rompimos definitivamente hace un mes.
—¿Por qué?
Él aprieta la boquilla de nuevo por un minuto.
—Porque no le gustaba lo mucho que hablaba de ti.
—Oh.
No estoy del todo segura de lo que escuché correctamente sobre mi corazón
estruendoso. Este es el tipo de conversación que he escuchado en mi cabeza.
Alrededor de 9.532 veces.
Mira fijamente al perro durante un largo momento antes de mirarme otra vez,
esos profundos sinceros ojos azules. Él no me está mintiendo.
—No voy a besarte otra vez si no me quieres.
Frunzo mis cejas.
—Yo no… —Trago. Quiero que él me bese. Quiero que él quiera besarme.
Quiero que esto sea algo, tan desesperadamente que duele.
—Está bien —dice, asintiendo.
—Esa no era la oración completa —le digo.
Se retuerce y apoya su cadera contra el lavabo, mirándome directamente a los
ojos y esperando.
—Quiero decir, no quiero que tú… no me beses.
39
Vaya, estoy complicando esto.
—Bésame otra vez —le digo.
—¿Qué?
—Bésame otra vez. —Retuerzo mis manos. No tengo que pedir una tercera vez.
Nick toma mi rostro entre sus manos y tira de mí más cerca, sus ojos abiertos
esta vez, perforando en los míos. Se detiene sólo a una fracción de pulgada de
mis labios, tentadoramente cerca, y el momento se extiende por lo que parece
una eternidad, chispas saltando entre nosotros.
Pero él no me besa. Sólo se queda así, nuestros labios a un aliento de
distancia, pero tan lejos.
Y entonces echo mis brazos alrededor de sus hombros y lo tiro contra mí,
cerrando mis ojos mientras lo beso.
Cuando su lengua roza mi labio inferior, me siento débil. Aprieto mis brazos
alrededor de sus hombros para impedir a mis rodillas doblarse.
Tiene razón. Es tan bueno como pensé que sería.
40
Capítulo 4
Traducido por Cami.Pineda
Corregido por Steffanie
uando volteo la esquina, veo la casa de mi papá. Su Dodge Charger azul
oscuro, con luces azules y rojas y un POLICIA pintado, está estacionado
en nuestro lugar de parqueo.
Hay dos policías en todo Mossyrock. Mi padre, y un chico de treinta y siete
años llamado Russ. Esos son todos. Toda la fuerza de la policía. Mi padre ha
trabajado para el departamento desde que tenía veinticuatro años, lo que le da
la antigüedad y automáticamente el título de Jefe de Policía.
Él creció en este pueblo. En un momento, quiso salir. Quería ver el mundo, ser
alguien fuera de este estúpido lugar que parecía atrapar a las personas. Así
que se unió a la armada e hizo un par de viajes, y eventualmente se encontró
en el soleado San Diego.
Y ahí es donde conoció a mi madre, Julianna. Ella era linda, cabello largo y
rubio y bronceada piel. No es que la recuerde, pero he visto las fotos.
Se enamoraron, y, por lo poco que he entendido, mi padre pensó que iba a ser
feliz por siempre. Mi papá fue transferido a Europa, y ellos se casaron para que
pudiera ir con él.
Pero un año después ella lo terminó todo. Terminó con él. Rompieron y ella
volvió a casa. Y luego se dio cuenta que estaba embarazada de mí. Casi al
mismo tiempo, el contrato de mi padre con el ejército se había terminado y
estaban contratando un policía en Mossyrock. Él la convenció que este
pequeño pueblo era el mejor lugar para criar a un niño. Mi padre compró una
pequeña casa, y ambos se instalaron en su ciudad natal, pero nunca fue
suficiente para mi madre. Estuvo por un tiempo, tuvo un bebé, se puso
inquieta, y lo dejó de nuevo. Excepto que esta vez, me dejó a mi también.
c
41
Hemos sido los dos desde entonces. Mi padre mantiene la casa, mantiene el
trabajo, y me mantiene y nada ha cambiado en 17 años. Y si no me alejo para
la universidad, tampoco nada va a cambiar en los 17 años.
Nick deja su Mustang en la entrada de su casa, lo apaga, y nos quedamos en
silencio.
El silencio normalmente es cómodo entre nosotros, pero no estoy segura si
alguno de los dos sabe cómo actuar en este momento.
—¿Te veo mañana? —pregunta.
Volteo de estar mirando la ventana y me encuentro con sus ojos.
—Sí. Suena bien.
Él sonríe, y antes de que pueda tomar una respiración, si inclina hacia mí, y
posa sus labios sobre los míos, y luego se sienta de nuevo y desabrocha su
cinturón.
—Genial. Entonces nos vemos.
Asiento y desabrocho el cinturón de mi asiento, mi corazón en mi garganta.
Tres. Tres besos en un día. Tengo que forzar a mis extremidades para poder
salir de su auto.
—Uh, hasta luego… —digo, empezando a caminar.
—¿Sam?
Me volteo.
—Olvidaste tu bolso.
—Oh. Uh, tienes razón. —Siento mis mejillas ponerse coloradas con el calor
mientras me inclino y agarro mi bolso del suelo. Ondeo un adiós, caminando
por el césped mientras oigo la puerta de entrada de Nick hacer clic cerrándose.
—Papá, estoy en casa. —Lo llamo, una vez dentro. Cuelgo mi bolso en el
gancho de la puerta y pongo mis zapatos dentro de una cesta. Un lugar para
todo y todo en su lugar.
—Estoy aquí —me responde.
42
Hago mi camino hacia la cocina, mis medias en silencio en el piso de madera, y
encuentro a mi padre en un banco leyendo el periódico, un té helado sudando
sobre un portavasos al lado de él.
—¿Tuviste un buen día? —pregunta, sin mirar arriba del papel.
—Aja. ¿Tú? —Camino hacia el refrigerador y sacó una coca—cola dietética,
abriendo la parte de arriba mientras camino hacia el armario para coger una
bolsa de papas. Pongo la coca—cola abajo y hago estallar un Dorito en mi boca.
—Esa cosa no es saludable —dice, finalmente mirándome. Como si el té helado
fuera mejor.
—¿Entonces para qué los compras?
Él parece si acaso suprimir la urgencia de voltear sus ojos.
—Recogí el catalogo de UCC hoy.
De repente las papas saben a tiza.
—Pero te dije que no quiero ir a la Universidad Comunitria Centralia.
—Es una opción perfectamente razonable. Si no te registras pronto, las buenas
clases se llenaran.
—Pero sabes que entré en la UW… —Y ya escogí mis clases, agregué
mentalmente.
—Y puedes ir en un año o dos, cuando tus clases fundamentales terminen y
tengas la madurez que se necesita para ir a una escuela en una ciudad grande.
—Seattle no es una gran ciudad, papá. Mossyrock es sólo…
—Fin de la discusión —Cierra su periódico y se para—. Sigue discutiendo y
estarás enterrada.
Sólo puedo observarlo mientras deambula por el pasillo. Luego lanzo todo el
paquete de papas a la basura.
43
Capítulo 5
Traducido por Little Rose
Corregido por Haushiinka
las siete y cuarenta en un lunes normal, me siento perezosa. Pero hoy,
mientras paso el edificio de la secundaria, hacia el de la preparatoria, me
siento extrañamente saltarina.
Nick me besó ayer. Lo besé. ¿Qué fue eso? ¿Volverá a pasar? Ese segundo beso,
cuando se acercó tanto pero me hizo tomar la distancia, fue la cosa más sexy
que podría haber imaginado. Quería que yo eligiera.
Mil cosas corrieron por mi mente toda la noche, manteniéndome despierta
hasta tan tarde que debería sentirme pesada y cansada, pero no puedo evitar
descargar la adrenalina que tengo mientras salto por las puertas.
Cuando estoy a unos pasos de los pasillos, algo cambia. Mi cuello comienza a
arder. Sujeto con más fuerza mi lata de Coca—Cola de dieta, camino más
despacio, e intento mirar alrededor sin girar la cabeza. Mi Mary Jane parece
ridículamente fuerte en el pasillo.
La energía que tenía antes se disuelve. Es como una de esas películas donde
todos hablan en susurros, y luego alguien entra al cuarto y callan.
Yo soy ese alguien. Grupos de estudiantes se reúnen en los casilleros, algunos
utilizando las puertas para cubrirse las bocas, susurrando, sin dejar de
mirarme. Mis mejillas arden cuando paso junto a ellos, sintiendo la presión de
cientos de ojos. El pasillo de repente parece más largo que nunca, mi casillero
a una distancia imposible.
Tengo un presentimiento extraño, como si todos supieran lo mío con Nick y
pensaran que es tan interesante como lo creo yo, pero en otro sentido. La
mitad de la escuela cree que Nick y yo llevamos dos años saliendo, sin importar
lo que dijéramos para desmentirlo. A nadie le importaba si estábamos juntos.
Nadie miraba.
A
44
Sigo caminando, mirando al frente, como si no notara la forma en que todos
me miran pasar. Pero mientras más camino, más se extiende el pasillo, y con
un velo de silencio cayendo sobre todos a mi alrededor. Hay un grupo de chicos
reclinados contra las ventanas, y me miran fijamente al pasar. De repente me
pregunto si cubrí lo suficiente mi moretón. Ahora se ve medio verde, y me costó
ocultarlo. ¿Parece que me caí y mi cara se llevó la peor parte?
Pero luego algo más —algo horrible— se me ocurre.
Carter lo dijo.
Carter les dijo a todos que me arrojé a él, y todos se rieron a mis expensas.
Espero que no incluyera la parte de los dos empacadores.
Busco en mi bolso, saco mis gafas de sol, y me las pongo, aunque está algo
oscuro para usarlas. Las compré en una feria hace un año y son la cosa menos
de moda que tengo, lo que es bastante considerando la ropa en mi armario.
Pero es más fácil fingir que no veo cómo el tiempo se detiene, no veo a todos los
pares de ojos en el cuarto en mi dirección, en la peor forma posible, y que no
noto que rehúsan mi mirada.
La atención repentina es desconcertante. Soy muy consciente de cada músculo
en mi cuerpo, y de repente es como si tuviera que indicarles a mis pies cómo
moverse.
¿Por qué tuve que ir a esta estúpida fiesta? ¿Por qué fui al cuarto de Carter?
Nick sabía que era una mala idea. Intentó que no lo hiciera. Debería haberlo
escuchado. Pero debe ser un día flojo en chismes para que la gente creyera que
Carter me rebotara fuera la gran cosa. Me pregunto si él embelleció los
insultos, los hizo cómicos.
Navego los largos pasillos y llego a mi feo casillero gris. Mi mano tiembla tanto
que apenas lo puedo abrir. Me lleva tres intentos. Tres tortuosos intentos. Sólo
quiero entrar al primer período, donde no veré a nadie y que empieza en diez
minutos.
Me las arreglo para abrir la puerta y tomo mis libros de inglés y matemática,
los únicos que necesito.
Cuando cierro la puerta, casi me muero del susto.
45
Verónica Michaels está de pie frente a mí, a cinco centímetros. Solíamos ser
amigas, en el primer año, pero ella se las arregló para ascender en la escalera
social, mientras yo me mantuve tranquila en el fondo. En clase, tenemos un
acuerdo tácito de no hacer ningún proyecto ni nada juntas, ni siquiera
sentarnos cerca.
Lo que es algo imposible en una escuela así de pequeña. Cada año, tenemos al
menos dos clases juntas.
—¿Estás bien? —pregunta.
Frunzo el ceño. —¿Eh… sí?
¿Por qué me está hablando? ¿Está saboreando mi humillación? ¿Acaso es tan
importante que Carter se riera de mí? ¿Acaso hay algo que los divierta a todos?
¿O sólo se ríen que una perdedora como yo realmente intentó ligar con él?
Ella me da una mueca de esas que uno hace cuando se entera de que la
mascota de alguien murió. Los labios hacia abajo, el ceño fruncido, la mirada
muy amplia. —¿Lo juras?
—Eh… sí.
Me mira realmente intensamente. Considerando que tiene una enorme
cantidad de sombra de ojos, parece divertido. Es raro pensar que fuimos
amigas una vez, porque, ¿esta chica? No la conozco.
Ella se inclina tan cerca que puedo oler su desayuno. —¿Es verdad?
—¿Si es qué verdad? —Mi corazón salta a mi garganta. Esto es sobre la fiesta…
¿verdad? Mis ojos vagan por el lugar, como si pudiera ver de qué hablan todos.
Como si me pudiera encontrar con un gran letrero que diga ―¡Oigan!
¡Estudiantes! ¡Samantha Marshall es virgen!‖
Oh Dios. ¿Y si les dijo a todos que no lo soy? ¿Y si les dijo que dormimos juntos
o que yo quería dormir con él? No fue así. Sólo quería llegar a Nick. Vuelvo a
mirar alrededor, confirmando que aún soy el centro de atención de todos en el
pasillo. Intento no imaginar qué rumor puede haber comenzado Carter que
pudiera causar tanto revuelo. Pero no sé si quiero saber.
Es más fácil mirar a Verónica, porque sé que tengo razón. La gente sí me está
mirando. Gente que no me miraba la semana pasada.
46
Verónica inspira muy hondo y se acerca aún más. Ahora realmente puedo
saborear su desayuno. —Sobre Carter Wellesley… en su cuarto…. ¿el viernes?
El aire escapa de mis pulmones hasta que estoy segura de que han colapsado
sobre sí mismos. Ya no puedo recibir oxígeno, se me cerró el pecho.
Él realmente le contó a todos que fui tras él, y apuesto a que lo exageró.
¿Es por eso todo el revuelo? ¿Por qué nadie me ve como ese tipo de chica, y no
pueden creer lo que hice?
Verónica sigue mirándome. Sólo puedo oler su aliento.
—Oh, eh… —Me paso las manos por el cabello. Miro a otro lado, y sólo
visualizo cientos de ojos fijos en mí. Luego asiento—. Em, algo así. Sólo, por
favor… no le digas a nadie, ¿de acuerdo?
Es estúpido porque claramente él ya se lo ha dicho a la mitad del colegio.
¿Cómo pudo hacerlo? ¿Están todos divertidos porque la pequeña Samantha
Marshall se atrevió a algo? ¿De qué estuve bebiendo?
Desearía poder rebobinar, deshacer todo, en especial porque ni siquiera hacía
falta ir tras Carter. Nick rompió con Reyna hace un mes. Él pensaba en cómo
sería besarme.
El asunto de Carter había sido un error.
¿Y si Nick oye que fui con Carter y no quiere saber nada de mí? Me siento
enferma. ¿Y si la idea de lo que pude hacer para conseguir a Nick me lo quita
de las manos? Verónica me rodea con los brazos tan abruptamente que no
puedo reaccionar. Un rápido abrazo, y retrocede. La máscara que hace su
maquillaje desaparece cuando veo la suave y cariñosa mirada en sus ojos.
Me siento confundida. ¿Siente pena por mí? Quizás le da pena que todos crean
que le di mi virginidad a Carter en una fiesta. Todos dicen que ella odia los
hombres, por lo que debe tener sentido.
—Aquí estoy si me necesitas, ¿de acuerdo? Quiero decir, sé que suena estúpido
dado que hace años que realmente no hablamos, pero no te mereces… eso.
Asiento, pero no sé qué decirle. Sólo desvío la mirada, miro los rostros que me
contemplan.
47
Y entonces parpadeo; Nick camina hacia mí, con una adorable media sonrisa, y
todo desaparece.
—Después hablamos —digo alejándome de ella.
—Hola —dice Nick, agachándose para abrazarme. Su perfume me envuelve,
algo fresco, como a jabón de ropa.
—Hola.
—¿Cómo va tu mañana? —pregunta mientras vamos a nuestra clase de Inglés.
—Oh, ya sabes, lo de siempre. —Hago un gesto con mi mano. ¿Y si Nick quiere
saber por qué están todos mirando? ¿Y si oyó los rumores? Podría arruinarlo
todo.
—No dormí muy bien anoche —dice, tomando mi mano. Lo dejo entrelazar
nuestros dedos mientras siento su tibieza inundarme. Quiero mirar nuestras
manos, pero sólo puedo caminar normalmente y evitar parecer un robot
innatural porque mi mejor amigo me lleva de la mano.
—¿Por qué no?
Me mira y sonríe. —Tú.
—Oh —digo sonrojándome.
—Deberíamos hacer algo esta semana. Algo… diferente.
—¿Una cena?
Se encoge de hombros. —Quizás. O una película.
Intento seguir respirando. No hay un cine en Mossyrock. No hay cancha de
bolos, ni golf en miniatura, ni nada. Tendremos que ir a Morton o Chehalis.
—¿Como en una cita?
—Sí —dice apretando mi mano. Todo esto se siente irreal, como si lo estuviera
imaginando acostada en mi cama de noche, soñando con ello.
—Suena bien.
Estamos en la puerta del aula y soltamos nuestras manos al entrar. Lo que
probablemente es bueno, porque de haber seguido así, mi mano habría
comenzado a sudar. Me dejo caer en la silla junto a Nick y me pregunto cómo
48
me las arreglo para sentarme tan cerca de él, cuando todo está cambiando
radicalmente y quiero que estemos a solas.
***
Nick y yo compartimos las primeras dos clases de la mañana —primero Inglés,
y luego Matemática cruzando el pasillo— pero después, tomamos caminos
separados. Una vez estamos solos, no puedo dejar de notar las miradas en
clase, los cuchicheos en los pasillos —o aún peor, el extraño silencio. El pánico
comienza a invadirme, porque aún no sé de qué hablan todos… y me preocupa
que en las últimas horas, Nick lo haya averiguado, y podría ser malo.
Realmente malo.
Doblo en una esquina y me detengo en seco, viendo a Carter con unos amigos.
Sus compinches están reclinados contra los casilleros, y Carter está de pie con
la espalda hacia los alumnos.
Retrocedo un paso, luego otro, incapaz de mirarlo. Parte de mí quiere ir hacia
él y preguntarle qué les dijo a todos, pero sé que no tengo las agallas. Si la
valentía fuera mi fuerte, no estaría en esta posición para empezar.
Alguien con una gorra de béisbol se choca con Carter, haciéndolo tropezar.
Carter recupera el equilibrio y mira alrededor. —¿Cuál es tu problema amigo?
El chico lo mira sobre el hombro y sigue caminando. Qué raro. Creí que a todos
les gustaba Carter.
Carter se da vuelta y sigue con sus amigos, y yo hago lo mismo, esperando que
no me hubiera visto, y me voy en otra dirección. Tomaré el camino más largo a
la cafetería. Tomaré algo para comer y me sentaré en el patio o algo.
Mossyrock sólo tiene dos turnos para comer; uno para la secundaria inicial, y
otro para la preparatoria. Las dos escuelas comparten edificio administrativo,
campus, y cafetería. Básicamente son lo mismo. Lo que quiere decir que Carter
está en su hora de almuerzo, igual que Nick.
La gente se separa cuando paso, y cuando llego a la cafetería, casi estoy
corriendo. Llego antes que la multitud y hago fila con media docena de
alumnos.
49
¿Por qué bebí tanto? ¿Por qué, por qué, por qué? A veces las reglas de papá son
estúpidas, pero es verdad que nada así me había pasado cuando las seguía.
Sólo quiero ir a casa, pero tengo examen de Español. También es estúpido.
Sobre viajes —equipaje y aviones. Como si me fuera a ir a España pronto. Por
favor. Papá jamás, ni en un millón de años, me dejaría irme al extranjero.
Podría ganarme un viaje con todo incluido y aún así me lo prohibiría.
No, pasaré el verano aquí en Mossyrock, esperando que llegue agosto para
poder huir a la universidad y escapar de la mirada de mi papá.
Estoy nerviosa, esperando mientras la línea avanza cuando Tracey se acerca
hacia mí, con su perfección rubia.
Tracey, la ex novia del mismísimo Carter Wellesley.
Mierda. Debe haber oído… lo que sea que la gente diga que pasó. Si todos
piensan que dormí con él y ellos cortaron hace dos semanas, ella estará
enojada. Probablemente me confrontará. Me golpeará. Está en el equipo de
vóley y es ruda como el infierno, a pesar de ser la chica perfectita.
Ella ignora todo lo que nos rodea y se inclina cerca. —¿Realmente te hizo eso?
¿Hizo qué? ¿Se rió de mí? ¿Durmió conmigo y alardeó de ello?
Sus ojos perfectos están entrecerrados, pero parecen más preocupados que
enojados. No entiendo.
Trago, fingiendo que está hablando con alguien más, y sigo mirando la cabeza
de quien está delante de mí en la fila.
Baja la voz. —Quiero decir, siempre fue un cretino…
Espera, ¿qué?
Debe haber salido de su cuarto para decirles a todos que me arrojé a él o algo.
¿Pero por qué Nick no lo oyó? Tomo una bandeja para el almuerzo y miro el
mostrador de piedra mientras avanzo con la bandeja. Por favor, sólo déjame en
paz.
—Sam.
Levanto la cabeza.
50
—¿Es verdad?
¿Qué hago ahora? ¿Decirle que no sé la respuesta porque ni siquiera
comprendo la pregunta? Tiene que irse. Todo esto tiene que desaparecer.
No la miro mientras asiento lentamente, feliz de que al menos no tengo un
nudo en la garganta. Ni siquiera sé por qué me habla. Ellos cortaron.
Ella deja salir un millón de maldiciones que ni siquiera pensé que sabía.
—¡Maldición! ¡Es un maldito!
La gente está mirando de nuevo. Dios, espero que Carter no entre ahora
mismo. Miro alrededor, escaneando la multitud en busca de su chaqueta de
cuero o la cabeza oscura de Nick, sintiéndome atrapada.
—Ven aquí —dice, quitándome de la fila por el codo. Mi bandeja vacía queda
abandonada en el mostrador. Supongo que este día si podía ponerse peor.
Me lleva a una esquina. La veo asentir hacia alguien más, y antes de saberlo,
Macy, su pequeñita mejor amiga con cabello negro, se nos une. ¿No pueden ver
que no quiero nada de esto?
Se acercan más, como si estuvieran a punto de compartirme su secreto para
ser popular.
Pero no lo hacen. En su lugar, Tracy dice. —Me dejó porque dormí con él.
Su revelación es tan inesperada que jadeo, casi golpeándome la cabeza con la
pared. ¿Por qué me está diciendo esto? Esto es totalmente secreto. Sólo digno
de populares, nada que debería decirle a los peones como yo.
Los ojos de Macy se amplían pero intenta verse amigable, no sorprendida. —Y
me dejó porque no quería. Totalmente un imbécil. Tuve que decirle que no mil
veces, y luego comenzó a llamarme frígida.
¿Qué? No entiendo por qué me están hablando, y confesando esto. ¿Se supone
que nos unamos en odio hacia Carter? ¿Formar un club de odio a Carter?
—Sé que es raro —dice Tracey. ¿Eso crees?—, pero queríamos que supieras que
estamos aquí para ti, ¿de acuerdo? Para lo que necesites.
Macy asiente. —Totalmente. Eres tan valiente por venir a la escuela hoy.
51
—Tan valiente —añade Tracey.
Todo en lo que puedo pensar es, ¿eh? Sólo asiento y me encojo de hombros y
hago cualquier gesto que puedo.
Tracey y Macy, lo que rima, ahora que lo pienso, se van y me dejan sola con los
lobos, que me miran y se vuelven, para compartir algún chisme.
Ya no puedo soportarlo. No quiero explicarle esto a Nick, no quiero ver a
Carter, y no quiero sentirme un espectáculo. Ni siquiera entiendo lo que está
pasando, y mucho menos lo que debería hacer.
Corro al baño, apartando con la mano a una multitud de gente que no deja de
mirar.
52
Capítulo 6
Traducido por Maru Belikov
Corregido por BrendaCarpio
e estado sentada en el puesto para discapacitados del baño por al menos
una hora. Mis piernas tienen un hormigueo y están entumecidas, pero no
me importa lo suficiente como para moverme. Asumo que mi cuarto
período de clase tiene que continuar sin mí.
No importa, sin embargo. Nunca me he ausentado, y es Historia, mi segunda
mejor clase del día luego de Inglés. El Sr. Hawk no me marcará ausente incluso
si no estoy ahí. Él mismo se convenció de que estoy en la biblioteca trabajando
en una pieza para créditos extras que no necesito.
Además, Carter está en esa clase. Necesito saber qué es lo que ha estado
diciéndole a todo el mundo antes de que pueda asegurarme lo que quiero
decirle.
La sala de estudio estará comenzando pronto, y yo de verdad debería dejar este
baño, pero aun así no consigo moverme. Me sigo imaginando a mi misma
empujando la puerta del baño para abrirla y viendo a toda la cafetería llena de
mis compañeros de clases sentados ahí, mirando directo a la puerta, esperando
a que yo salga. Luego todos ellos se pararían y empezarían a gritarme cosas,
todos al mismo tiempo, como algún tipo de conferencia de prensa que se
caracteriza en hacerme sólo preguntas que no puedo responder.
Yo sólo debería ir y encontrar a Verónica. Decirle que no sé nada de lo que
todos están hablando, porque todos ellos están tan interesados en mí cuando
todo lo que realmente pasó fue Carter riéndose de mí. Ella podría llenarme con
los detalles, decirme cuáles son los rumores. Pero estoy asustada de caminar
afuera porque no quiero estar en los pasillos sola, ni siquiera sé en dónde está
ella ahora. Así que continúo sentada en el inodoro, pantalones arriba y
completamente abotonados, mi sien apoyada en la pared divisoria.
Probablemente está repleto de gérmenes, pero no me importa.
H
53
La puerta del baño se abre y unos pasos se escuchan, haciendo un eco de esa
manera que sólo en los baños se hace. Cierro mis ojos y tomo un largo, y
silencioso respiro. Desearía que ellos no hubieran perturbado mi santuario.
—No lo sé, no estaba ahí. Eso es todo lo que escuché —dijo la voz de una chica.
Sonaba realmente joven. De catorce más o menos. Y tenía un problema para
pronunciar la t—. Él sólo invita a estudiantes de último año a sus fiestas
—agrega ella. Suena envidiosa. Como si gastara todo su tiempo soñando con
esas fiestas.
—Eso es tan loco, aunque… —Una voz más aguda respondió—. ¿Carter
Wellesley? ¿Estás segura?
Mi boca se secó. ¿No puedo tener un poco de paz? ¿Incluso los estudiantes de
primer año saben acerca de mí? Por un segundo quiero huir. Irrumpir con una
rabieta. Pero entonces me doy cuenta… quizás puedo averiguar que piensan
los demás que pasó. Cada parte de mi se congela y mi respiración se vuelve
superficial. Ellas no pueden saber que estoy aquí.
Está silencioso por un momento mientras se detienen enfrente del espejo.
Estoy sorprendida que no se hayan dado cuenta que hay alguien aquí, el
puesto de la puerta está cerrado. Mi corazón late tan fuerte que puedo
imaginarlo pulsando como el corazón delator.
Puedo ver sus pies y los bordes raídos de sus pantalones. Una de ellas lleva
Converse negros con estrellas blancas, y la otra tiene unas zapatillas de ballet
de cuero marrón.
Imagino a la chica de los Converse asintiendo, ojos bien abiertos, disfrutando el
jugoso chisme.
—¿Quién fue la victima? —pregunta la chica de las zapatillas de ballet.
¿Victima? ¿Por qué me llamarían ellas así? Mi mente vuela a la marca rosada
en mi mejilla, la cual pasé diez minutos cubriéndola. ¿Pero qué si no hice un
buen trabajo?
Oh dios. ¿Qué si todos piensan que Carter me golpeó? ¿Es eso de lo que se
trata?
54
—Una chica llamada Samantha. —Escuché a la primera chica decir—. La vi en
el anuario. Totalmente una geek, club de ajedrez o algo así. Ella incluso tiene
lentes.
Tenía lentes. Tengo lentes de contacto desde el verano. Y no soy una geek. Y
tampoco estoy en el club de ajedrez. No estoy en ningún club. Lo que realmente
me gusta es escribir, y nadie ni siquiera sabe que hago eso.
Una de ellas abre el agua por un segundo y luego vuelve a cerrarse. Escucho
los sonidos de un compacto abrirse y cerrarse. ¿Están ellas en realidad
colocándose polvo en la nariz? ¿Quién hace eso?
—Aun así —La chica de las zapatillas de ballet argumenta—. Carter es tan
malditamente atractivo, él podría dormir con cualquiera que quisiera. Si quería
dormir con alguien como ella, ella caería a sus pies. No hay forma de que la
haya violado.
¿Violado?
Las nauseas que habían estado creciendo todo el día me golpearon todo al
mismo tiempo. Me concentro en respirar a través de mi nariz, mis uñas
clavándose en mis pantalones, mientras todo el baño da vueltas y se inclina de
un lado. Cada momento de la mañana se precipita enfrente de mí, como una
película completa avanzando como si fuera adelantada…
Las miradas, las preguntas, el ―¿Es verdad?’’ las cosas que Tracey y Macy me
dijeron.
—Él se puso realmente agresivo conmigo —dijo ella, dándome una compasiva
palmadita. Como si tuviera que entender o algo. Alguien lanzó huevos al auto
de Carter ayer. Alguien más chocó su hombro esta mañana en el pasillo. ¿Era
eso debido a esto?
No. No. Ellos no pueden pensar eso. Sólo no pueden, no es lo que pasó. Carter
me rechazó. Se burlo de mí. Él no hizo eso.
Las conversación de las dos chicas murió fuera mientras la puerta se
balanceaba cerrándose detrás de ellas, y luego me arrodillé, vomitando nada,
ya que mi estómago estaba vacío.
La escuela completa piensa que fui violada.
Por Carter.
55
Sujeto los bordes del duro asiento de plástico del inodoro, descansando mi
frente en mis rodillas mientras continúo agachada en la cabina del sucio baño.
¿Cómo puedo volver allá afuera? Ellos creen que Carter me violó, Carter
Wellesley, el chico que todos quieren, con el que todas coquetean, que todos
admiran. El chico que ellos quieren ser o estar.
Sólo no hay manera que ellos lo crean.
Mi cara se calienta más. No quiero hablar con nadie ahora, quiero esconderme
en un gran agujero y nunca salir.
Oh dios, y Carter… si es tan malo para mí, ¿Qué estarán todos diciéndole a él?
¿Qué clase de mirada están ellos dándole? Es el dios de los estudiantes de
último año. Todos adoran el suelo por dónde camina. Y él no lo hizo. Pero todos
creen que lo hizo, y yo inconscientemente seguí con ello, y todo es una mentira.
Las personas deben de estar mirándolo, cuestionándolo… juzgándolo por algo
que nunca hizo.
Me pongo de pie tan rápido que todo da vueltas y tengo que poner una mano
contra la cabina de baño
Tengo que salir de aquí. No puedo soportar verlo ahora mismo, él pensando
que yo inventé esto y que estoy esparciendo la mentira yo misma. Como si
estuviera resentida o algo acerca de su rechazo. Quería golpearlo en la nariz,
no acusarlo de violación.
Golpeo la cabina del baño al salir, la puerta balanceándose tan fuerte que
rebota dos veces, y salto fuera del baño, corriendo por los pasillos con mi
corazón en la garganta. Rezando que nadie me vea. No sé qué pasa si te
escapas de la escuela, pero no quiero descubrirlo tampoco.
Miro sobre mi casillero mientras paso, y entonces tropiezo con mis propios
pies.
Puta.
Está grabado con escritura enojada e irregular, marcado en negro contra la
pintura gris. Me tropiezo con ella, tratando de quitarlo con mis dedos, pero es
un marcador permanente. Mi pecho se aprieta mientras me giro, desesperada
de dejar este lugar, dejar la escritura de esa palabra atrás.
¿Si ellos piensan que me violó, por qué escribirían eso? ¿Quién escribiría eso?
56
Mantengo mi cabeza baja, esperando que nadie me detenga en el camino. Lo
conseguiré al llegar al estacionamiento. Treinta pasos hacia la libertad. Treinta
pasos al santuario de mi viejo Ford Focus de siete años de edad, amarillo
limón.
Y luego la cara de una chica entra en mi visión y me tropiezo de nuevo. El
cabello ondulado de color rojo. Brillantes ojos verdes enmarcados por gafas de
pasta. Piel pecosa.
Gina Berkeley, una chica en mis clases de Español y Matemáticas. Me aparto.
Sus ojos amplios pero ninguna de nosotras habla. Al menos, no por un largo,
bochornoso momento. Y luego ella dice: —No estoy sorprendida.
Su voz es plana, sin emoción. No se ajusta a la chica que estaba siempre
burbujeante mientras conjugaba verbos.
—¿Por?
—Carter.
Un nudo crece en mi garganta. No quiero hablar sobre esto, sólo quiero salir.
—Él es un horrible ser humano. ¿Sabías que lo invité una vez a salir? —Eso
hermosos ojos verdes empezaron a brillar—. Él sólo parecía… tener los pies
sobre la tierra. ¿Sabes? Un hermoso, perfecto exterior, y aún así de alguna
manera accesible. Yo no estaba totalmente loca para pensar que tenía una
oportunidad.
Asiento. Porque ahí no hay nada más que hacer.
—Estaba con dos amigos cuando caminé hacia él. No fue como si me arrojé a
sus pies o algo. Sólo le pregunté si quería que estudiáramos juntos para el gran
final de trigonometría. Quiero decir, Dios, tenía tres años de matemática con él.
Todo el tiempo desde la secundaria. No éramos extraños. —Ella apretó sus
labios y miró a las nubes por un momento antes de mirarme de regreso—. ¿Y
quieres saber qué dijo él?
No. No, no quiero saber que dijo él. Porque sé lo que dijo. Puedo ver por dónde
viene ella a una milla de distancia. Y no era algún tipo de aterrizaje fácil. Era
un completo choque y explosión. Una explosión de llamas que todavía la están
consumiendo, un año después.
57
—Él se puso realmente serio, se inclinó y me indicó que me acercara. Y luego
me dijo que tenía un problema de visión.
Arrugué mi frente, confundida, mientras ella tenía una mirada lejana en sus
ojos. Carter no usa lentes.
—Porque no podía ver pasando más de cuatro segundos en mi presencia,
porque yo era tan agradable de ver como un trasero de asno.
Me ahogué, entonces. El nudo en mi garganta fue tan fuerte como una roca.
Sus ojos consiguieron un brillo, como si fuera a llorar mientras parpadeaba
rápidamente. —Sus amigos se rieron tan fuerte que ellos apenas podían
respirar. Uno de ellos se inclinó y empezó a golpear la pared, y sólo
continuaron riéndose, y riéndose, y riéndose. Estaba tan avergonzada que no
parecía poder moverme. Sólo me paré allí mientras se burlaban de mí.
Sus labios temblaron, y tragó. Pero como yo, no era suficiente para alejar el
dolor. —Cuando escuché lo que te hizo…
Separé mis labios pero no podía hablar. Porque no hizo lo que ella piensa que
él hizo. Lo que todos piensan que hizo. La gigante roca, —no, montaña— en mi
garganta parecía bloquear toda habilidad de hablar.
—No estaba sorprendida. Él es el más egoísta centrado en sí mismo, ególatra,
idiota que jamás he conocido. Y yo sólo lamento que tuvieras que pasar…
—Realmente no quiero hablar sobre ello —dije—. Lo siento por… por lo que te
hizo.
No le di la oportunidad de responder, sólo escapé.
58
Capítulo 7 Traducido por Jo
Corregido por BrendaCarpio
lego a casa antes de la 1:15, y luego aterrizo en algún lugar bajo el
pesado confort de mi habitación, y todo lo que parezco poder hacer es
enterrarme. Voy profundo y más profundo, pero no es suficiente para
escapar de la realidad. Quiero que un agujero se abra y me succione
dentro. Un desmoronado pozo minero, donde nadie nunca intente rescatarme.
Cierro mis ojos e intento volver a la noche del viernes. Está todo borroso, es
como si estuviera mirándola a través de un par de binoculares fuera de foco.
Recuerdo sentarme allí en esos pellizcadores tacones, tragando sin parar
cerveza sólo para poder hacer algo. Continuaba mirando alrededor,
preguntándome si mi plan podía realmente funcionar. Preguntándome dónde
había ido Nick. Preguntándome por qué tenía que ser siempre la intrusa
mientras todos a mí alrededor estaban pasando un buen rato.
¿Cómo voy a entrar a la escuela mañana en la mañana y decirles a todos que él
no lo hizo? Tengo que hacerlo. Lo sé. Carter puede no ser el chico perfecto que
pensaba que era —de hecho, resulta que puede ser el más grande imbécil que
he conocido— pero no puedo destrozar su vida con una mentira destructiva.
No es como si yo hubiera mentido. No exactamente. Michelle, en la fiesta,
obviamente saltó a sus propias conclusiones. Yo asentí, lo recuerdo, cuando
ella estaba hablando. No sabía que había dicho, pero asentí.
¿Y… ahora? Todos creen que yo dije que lo hizo. Y de alguna manera, tal vez lo
hice, cuando estuve de acuerdo con Verónica, y dejé que me abrazara. Cuando
me paré con Macy y Tracey y acepté sus condolencias.
Todo el día, confirmé todo lo que dijeron.
Todos creen que él realmente lo hizo. Que él me… ¿golpeó en la cara? ¿Rompió
mis ropas? ¿Se forzó encima de mí? ¿Ellos realmente creen que Carter es capaz
de eso?
L
59
Y allí es cuando recuerdo la yema de huevo chorreando por su auto. Recuerdo
el texto de Michelle el sábado. Ellos sí lo creen. El rumor ha tenido todo el fin
de semana para correr sin obstáculos. Todo el fin de semana para hacer las
rondas. ¿Cómo lo evadió Nick? ¿Por qué nadie le dijo… o a mí?
Me hundo más profundo en mi suave almohada de plumas y suelto un suspiro
liberador de alma. Realmente lo eché a perder. Las cortinas en mi habitación
están cerradas tan fuerte que todo lo que puedo ver son sombras en el techo
con textura. Cierro mis ojos y rezo porque todo desaparezca.
***
No creo haberme quedado dormida. De hecho, estoy segura de que no he
pasado más de dos minutos con mis ojos cerrados cuando soy enervada por el
timbre de la puerta. Trago fuerte, y luego mis manos quitan la frazada.
Completamente vestida. Por supuesto que estoy vestida, nunca me desvestí.
Miro el reloj: 1:33 pm.
El timbre repiquetea, una y otra y otra vez, odioso. No quiero salir de la cama,
pero el repiqueteo es incesante, sin detenerse.
Bajo hacia el vestíbulo, la brillante madera cruje bajo mis pies. El repique
continúa. Bing Bing Bing Bing.
¿Qué si es Carter? ¿Qué si está acá afuera echando humo, esperando
venganza? Debe estar furioso en este momento. Me arrastro a la puerta, el frío
de la madera entrando por mis calcetines. Luego me inclino, lentamente, a ver
a través de la mirilla.
Nick. El alivio zumba dentro de mí, pero no dura más que un momento. Está
parado allí, agitado, sus brazos cruzándolo y separándolo mientras golpea el
timbre. Su Mustang está estacionado de forma torcida y sin cuidado en la
curva.
Me alejo, insegura de querer abrir la puerta. Figurativa y literalmente.
Lo necesito. Él es la única persona en el mundo en la que confío, y la única que
puede hacer que mi cabeza deje de girar. Lo necesito para entender como no
quise que nada de esto pasara.
Lo necesito para arreglarlo.
60
Miro de vuelta por la mirilla. Está andando de un lado a otro ahora. Cada vez
que pasa la puerta, se estira, aprieta el timbre, y luego se gira, da zancadas en
la dirección contraria, y repite el proceso. Zancada, bing, giro, zancada, bing,
giro, zancada, bing…
Él sabe que estoy aquí porque mi auto está estacionado en la curva, frente al
suyo, una pequeña capa de gotas de lluvia adornando la superficie.
No hay salida de esto. Tomo una larga, profunda respiración, y luego abro la
puerta.
Nick entra al vestíbulo y camina a mí alrededor. —He intentado llamarte por lo
menos veinte veces en la última media hora —dice, su voz estrecha—. Brian
Merrimont me preguntó cómo estabas en el almuerzo, luciendo todo
preocupado. No tenía idea de lo que estaba hablando. —Sus palabras están
saliendo tan rápido que es difícil discernir lo que está diciendo—. Y luego me
cuenta lo que escuchó el sábado, luego de la fiesta, sobre como tú… —Se
ahoga con sus palabras y se gira hacia mí—. No es verdad. Dime que no es
verdad.
Mis labios se separan pero estoy tan sorprendida por su explosión —del
calmado, fresco, diplomático Nick— que termino sólo mirándolo.
—Tiene que ser una mentira. Me habrías dicho algo el fin de semana si él hizo
eso. Además, jugué pool con Carter hasta las dos de la mañana y él estaba
actuando completamente normal. —Está… desesperado. Enloquecido—. Eres
mi mejor amiga. Lo sabría si fuera verdad, así que no puede serlo.
—¿Qué?
Nick no ha detenido su caminar de un lado a otro, a pesar de que está adentro
ahora. —¿Cómo pudo él haberte hecho eso a ti? ¿Cómo pudo haber pasado y
tú ni siquiera me contaste?
No me está mirando, sólo paseándose, y tengo el más extraño pensamiento de
que podría irme por el pasillo y él seguiría hablando, porque es como si
estuviera hablando consigo mismo.
Pero entonces se gira hacia mí. —¿Por qué estás mintiendo? —Su voz es una
octava más alta de lo que creí que podría.
61
Me está derritiendo por completo. El dolor se retuerce dentro de mí,
fundiéndose con confusión. ¿Cómo puede hacer esto? Necesito que sea la roca
que siempre es. Necesito que entre como siempre y arregle las cosas. Cuando
mi papá me hace llorar, Nick es el que lo hace desaparecer. Cuando mi auto
tuvo un pinchazo, Nick fue el que lo cambió para que no tuviera que decirle a
papá que su estúpida lección de neumático desinflado no se internalizó.
Cuando casi repruebo matemática, Nick fue el que me hizo tutoría.
Y tal vez es una mentira, pero yo nunca mentí. Muerdo el interior de mi mejilla
e intento evitar desmoronarme como él. —Yo no mentí —digo, con dificultad.
No lo hice. Yo no mentí.
Levanta sus manos. —¡No creo que Carter haga eso!
Y entonces exploto, mis manos en puños para no arrancarme mi propio
cabello. —¿Siquiera sabes quién es Carter? —Si lo hiciera, nunca me habría
dejado entrar a su casa. Él habría sabido lo que podría pasar y me habría
protegido de la humillación.
—¡He tenido clases con él por doce años, igual que tú! ¡Por supuesto que lo
conozco!
—¡Sólo porque te sientas junto a él en química no significa que lo conoces!
—grito, sorprendiéndome hasta a mí misma.
¿Cómo llegó a esto? Ayer me besó, esta mañana sostuvimos nuestras manos, y
ahora me está gritando. Creo que tengo un traumatismo.
—¡No puede ser verdad! ¡No puede serlo!
Estoy avergonzada y enojada y decepcionada y apenada todo a la vez. Nick
sabe que no es verdad. ¿Cree que mentí, que salí y le conté a la gente que
Carter hizo eso? Quiero romperme en lágrimas y gritar en voz alta. ¿Por qué no
puede sólo dejar de gritar? ¿Por qué tiene que volverse en mi contra como
todos?
¿Por qué nadie nunca es fiable y está allí para mí?
Ni siquiera noto las lágrimas al principio hasta que están brillando tan fuertes
que no puedo ver y de pronto es difícil respirar y a penas llego a las escaleras
alfombradas a tiempo para colapsar.
Quiero sólo a una persona. Una persona que esté aquí constantemente.
62
Este es el peor día de mi vida. Aquí está él, demandando que yo diga la verdad,
pero no me ha preguntado cuál es la verdad. Si sólo me hubiera preguntado, yo
le habría contado todo lo que pasó. Le habría rogado que entendiera como todo
giró fuera de control antes de que yo siquiera supiera qué estaba pasando.
Pongo mis piernas abajo y me doblo, acurrucándome en mi misma y llorando
tan fuerte que mis hombros se sacuden. Carter cree que soy tan fea que
necesitaría dos bolsas… los chicos de su equipo creen que soy una zorra… y el
resto de la escuela cree que soy un caso de caridad. Y si alguien no había oído
el rumor todavía, la palabra puta estampada en mi casillero asegurará de que
sepan ahora.
Y ahora, luego del primer beso que me ha hecho sentir algo, Nick me odia.
Mi nariz gotea mocos mientras las lágrimas humedecen mis jeans. Estoy
temblando tan fuerte que repiquetean mis pulmones. Y entonces allí está Nick,
sus brazos envolviéndose alrededor de mis hombros. Me empuja hacia él,
sobando sus manos tranquilizadoramente en mi nuca, como alisando mi largo
cabello rubio quitándole los nudos. Los sollozos no disminuyen al principio,
pero pronto lo escucho susurrando e intento forzar mi llanto a detenerse para
poder escuchar sus palabras.
—Lo siento. No debería haberte gritado así.
Sus manos frotan tan suavemente arriba y abajo mi espalda que apenas puedo
sentirlo. —Sé que tienes razón. No lo conozco realmente. He escuchado cosas
de él en los vestidores, pero sólo no quería pensar que iría tan lejos. Oh Dios,
siento no haber estado allí. ¿Estás bien?
De alguna manera sus brazos alrededor de mí son lo suficiente para volver a
tener al mundo bajo control. Lo suficiente para hacer posible el respirar de
nuevo. Limpio mi nariz en mi manga y me separo, sólo lo suficiente para tener
un poco de aire entre nosotros, y levanto la mirada hacia él.
Sus ojos azules, siempre tan alegres, se han vuelto más intensos y serios de lo
que he visto. Su dedo se levanta, recorre una de los caminos de una lágrima en
mi mejilla antes de limpiarla.
Y antes de tener la oportunidad de sostener la respiración, está besando el
punto donde estaba la lágrima. Cambia a mi otra mejilla, deteniéndose cuando
sus ojos caen en mi moretón, y sus hombros se ponen rígidos. El toque de sus
63
labios, besando mi moretón, es tan leve que es difícil creer que no lo estoy
imaginando.
—Nick… —digo, mi voz ahogada.
—Por favor no llores —susurra, descansando su frente contra la mía, su pulgar
acariciando mi mejilla—. Lo siento, no quería…
Y entonces el sonido de alguien aclarándose la garganta nos separa y mi
corazón martillea dentro de mi pecho.
Papá.
64
Capítulo 8
Traducido por Lorenaa
Corregido por V!an*
ick y yo nos echamos hacia tras cuando el reflejo de mi padre se vuelve
helado, sus manos tiemblan a sus lados. Por un segundo pienso que él
va a levantar a Nick del suelo, pero en vez de eso, su pecho sólo sube y
baja y él permanece ahí.
—Al salón, ¡ahora!
Me peleo con mis pies y ando deprisa hacia el salón, sintiéndome como un
perro con el rabo entre las piernas. Lloriqueo fuerte un par de veces,
enjuagando las lágrimas que siguen amenazando en mis ojos. Me siento en la
esquina de nuestro envolvente sofá y Nick se deja caer a mi lado, una milésima
de segundo más tarde se levanta, recoge un cojín lleno y se sienta otra vez.
—No pasa nada —digo agarrando una almohada fuertemente con mis manos.
—No me mientas, Samantha. Los vi a ustedes dos… —él aclara su garganta—.
Conoces las reglas. No tienes permitido estar sola con chicos. Nick no puede
poner un pie en esta casa, a menos que yo también este aquí. —Mi padre
siempre es diez veces más intimidante con uniforme, y ahora mismo él está
yendo y viniendo, sus botas con cordones golpeando la alfombra. He estado
viendo en la retina de Nick la pistola enfundada en sus caderas al menos tres
veces.
—Papá. Él es mi mejor amigo. No es así…
—Seguro como el infierno que era así
—Señor… —empieza Nick.
—¡Y tú! —dice elevándose sobre Nick—. ¿Qué dirán tus padres cuando
escuchen esto?
N
65
Nick para. Y luego, en voz baja dice. —No mucho. Ellos confían en mí.
—¡Yo confío en Sam! —dice apuntando al aire con su dedo.
No, no lo hace. Nunca lo ha hecho y nunca lo hará. Pero supongo que es justo,
porque no es como si yo confiara en él, tampoco.
Odio cuando él hace esto… mostrar este aire de autoridad, todo el ―tanto
tiempo como vivas bajo mi techo‖ y ―es lo que yo diga‖ y ―o a mi manera o a la
calle‖ o todo al mismo tiempo.
Siempre se las arregla para desinflarme como un balón al que él ha pisado.
No es como que me pega. O me insulta. Si intentara decirle a la gente como es
él… nunca lo entenderían. Él sólo es… intimidador. No sé si es su
entrenamiento militar o al ser policía o si es solamente él.
—Esto no es culpa de Sam, señor. Ella sólo estaba molesta…
Le disparo una mirada de pánico y él ahoga el resto de su frase.
—¿Molesta? —pregunta mi padre, levantando una ceja. Él le da a Nick una
larga mirada intensa. Del tipo que debe utilizar en los interrogatorios. Del tipo
que hace a un criminal confesar—. ¿Por qué estaba ella molesta?
—Ella…
—Una chica en el colegio me destrozó la taquilla —corto yo.
Papa levanta una ceja. Él no se esperaba esto. He atrapado al intimidador en
guardia baja. Él se para y me mira como si estuviera mascando algo, pero no
es como si tuviera un palillo de dientes saliendo de su boca, así que no sé lo
que realmente está haciendo. ¿Mordiendo el interior de su mejilla?
—Señor. Se lo prometo nada… pasó —entra Nick—. Ella sólo estaba molesta.
—Eso no explica lo de vosotros dos en la escalera.
—Le estaba dando un abrazo.
Sus ojos se estrechan. Por primera vez, la esperanza florece. Está claro que mi
padre no ha visto el beso. El tipo de beso. Fue sólo en la mejilla, después de
todo. Quizás si mi padre se hubiera tomado dos segundos antes de explotar,
habría tenido una mejor vista.
66
Él se gira y cruza sus brazos y mira hacia abajo a los dos, de alguna manera al
mismo tiempo a pesar de que estamos a unos pies de distancia. —Aun has roto
las reglas, Sam. Tomo tu teléfono por una semana. —Levanta su mano. Abro
mi boca para discutir, entonces la cierro de golpe por la dureza de sus ojos, en
vez de eso hurgo en mi bolsillo saco mi teléfono y lo pongo en su mano—.Y Nick
no pone un pie en esta casa a menos que esté yo. ¿Lo entiendes?
Quiero discutir… quiero preguntarle por qué estoy siendo castigada en primer
lugar… pero sé que es lo mejor. Asiento obedientemente. —No hay problema.
—Y si pillo algo desagradable ocurriendo entre ustedes, tendrás prohibido verle
del todo. ¿Está claro?
Asiento. Si todavía existiera el cinturón de castidad, estoy segura que mi padre
me haría usar uno, y luego se colgaría la llave en su cuello. ¿Por qué él siempre
asume lo peor de mí?
Por millonésima vez en mi vida, me pregunto qué habría pasado ahora misma
si mamá siguiera viva. Si ella se preocuparía por mí. Si ella hubiera estado
emociona porque mi mejor amigo a lo mejor tenía algo más que sentimiento
platónicos por mí… y que era mutuo. Si hubiéramos tenido una de esas
vergonzosas charlas sobre lo pájaros y las abeja. Si le hubiera podido contar
cosas que no puedo contarle a mi padre.
Un deseo feroz crece en mi pecho, pero lo apago. Siempre lo apago. Ella no me
quería. No debo quererla.
—Acompaña a tu amigo a la puerta, Sam. Estoy seguro de que tienes deberes.
Asiento y doy un salto con mis pies, contentos de que toda esta vergüenza se
haya acabado. Sigo a Nick hacia la puerta y luego salgo, sujetando la puerta
parcialmente cerrada.
—Lo siento —susurro.
—Está bien. Sé que tu padre es un poco… intenso.
Intenso. Claro. Supongo que esa es la palabra para él. —Debes irte —le digo.
Nick no se mueve, —Enciende tu walkie talkie.
67
No puedo evitar que mis labios se curven. No hemos utilizado esas cosas
estúpidas desde… siempre. Los dos tuvimos teléfonos por nuestros trece
cumpleaños y los walkie talkie desaparecieron.
—¿Por qué?
—Necesitamos hablar.
Trago. Con lo asustada que estaba con lo de papá. Casi olvido lo que estaba
sucediendo de verdad. Si se volvió loco viendo un abrazo, no puedo ni imaginar
lo que sucederá si oye los rumores sobre Carter. Él volaría a la casa de Carter
con las luces y las sirenas y probablemente tiraría abajo la puerta con su
hombro, pistola en mano.
Retuerzo mis manos. —No voy a hablar sobre… ya sabes.
Es gracioso que no pueda decir las palabras, cuando todos los demás no tienen
ningún problema.
—No puedes reprimirte. Vas a tener que hablar sobre ello. ¿No lo entiendes? Es
criminal, lo que él hizo. No puedo creer que no lo denuncies.
Sacudo mi cabeza, desesperada por que él cambie esta línea de pensamiento.
—¿A quién? ¿A mi padre? ¿O a otro policía del pueblo? —susurro—. Apenas
puedo ver la luz del día como es. No hay manera de que le diga esto.
—Es gracioso, lo fácil que es ir a través de esto, para evitar la verdad. Él lo
sabrá pronto, pero no puedo hacerlo así, susurrando en mi porche delantero,
esperando a que papá no me oiga—. Además, ¿no recuerdas cuando éramos
pequeños y utilizábamos las radios cada noche? La gente puede escuchar lo
que decimos y es tan…
Demasiadas mentiras.
—Vale, pero no me gusta que estés sola ahora mismo.
—¿Sam?
Mis ojos destellan cuando la voz de mi padre se oye desde el pasillo. Empujo a
Nick hacia las escaleras y susurro. —Vale, espera hasta las ocho, cuando
empieza el programa de mi padre, y luego estaré en el canal cuatro.
68
Él sonríe, con una sonrisa dulce. Y por un momento olvido todo lo demás.
—Luego hablamos.
Y luego me quedo ahí, viendo su retirada. Normalmente hace un giro en mi
camino de entrada con esa extraña y sin gracia forma suya de conducir, pero él
tiene que mover su auto primero. Estoy sorprendida que mi padre no le haya
dicho que ha roto al menos tres leyes por aparcar así. Si yo hubiera aparcado
así, me lo habría dicho.
***
Las palmas de mis manos estaban sudando. De alguna manera es en lo único
que puedo pensar, cuando las limpio contra mis pantalones rosa del pijama de
franela. Son ya las 8:06, pero me ha tomado un tiempo cavar entre el cajón de
la cocina para encontrar una nueva batería de nueve voltios. No hemos
utilizado estas cosas en tanto tiempo, que olvidé incluso que necesitaban
baterías.
Ahora, hago clic con el pulgar del dial y voy a través de los canales hasta
encontrar el cuatro.
Estática.
—¿Estás ahí?
Más estática. ¿Por qué me siento tan… nerviosa? Es Nick. El mismo chico al
que le di una paliza con la Wii el fin de semana pasado. El mismo chico del que
me burlo y bromeo.
Pero no es solamente el chico que conozco desde siempre. Es también el chico
que me besó el sábado, tres veces. El chico que sujetó mi mano en los pasillos
esta mañana. El mismo chico que secó mis lágrimas y besó mi mejilla.
—Ya era hora —suena una respuesta fuerte. Salto y me apresuro a bajar el
volumen.
Le doy al botón del lado y pongo el micro en mi boca. —Lo siento. Olvidé que
estas cosas utilizaban baterías de nueve voltios, tuve que atracar el cajón de
los trastos. Papá tiene repuesto, por supuesto, para los detectores de humo.
69
Suelto el botón y espero por su respuesta, poniendo las mantas sobre mis
hombros.
—Tu padre está más preparado que un Boy Scout.
Me río y entonces me doy cuenta que no estoy apretando el botón. Es divertido,
cuan diferente son estas cosas de nuestros celulares. Pulso el botón. —No lo
sé.
—¿Estás segura de que estás bien? Tu papá a flipado un poco con nosotros.
Me inclino contra mi almohada y miro las sombras de la esquina de mi
habitación. ¿Lo estoy? Ahora mismo… sí. Es la primera vez en todo el día, que
no he pensado en… las cosas atroces del colegio. —Sí.
—¿De verdad? Me siento… terrible. Estuvimos juntos todo el fin de semana y
no tenía ni idea…
—Realmente no quiero hablar de eso. No ahora… por las radios.
—Vale.
Aprieto el botón unas cuantas veces pero no sé que decir así que lo dejo pasar.
—¿Qué? —dice él con su voz crepitante.
Me siento en mi cama y aparto las cortinas con el pulgar y la punta de mi dedo
índice sólo un par de centímetros para poder ver la oscuridad creciente.
—Abre tus cortinas —digo.
Revolotearon por un segundo y luego ahí está él, sentado en la cama, apoyando
el codo en el alfeizar de la ventana. De repente tengo de nuevo diez años y
estamos hablando de nuestra fortaleza compartida, pasamos un año
construyéndola con maderas detrás de su patio trasero. Las preocupaciones de
la escuela de desvanecen mientras miro hacia él.
—Esto es de alguna divertido. —Suelto el botón y dejo caer el walkie talkie en
mi regazo, y tiro de las persianas por lo que hay una brecha de dos pies sobre
el travesaño. Ahora puedo verlo sin tener que sujetar las persianas con una
mano.
—De alguna manera me recuerda a los Legos —dice.
70
Me rio. —¿Por qué?
Miro como se acerca el walkie talkie a su boca, bloqueando sus labios. Es raro,
mirarlo pero no verlo hablar pero oyendo sus palabras crepitar por el walkie
talkie. —Porque es todo lo que hice el verano que conseguí los walkie talkies.
Jugar a los Legos.
—Estaba pensando en nuestro fuerte.
Veo sus hombros sacudirse y luego sacude su cabeza. —Me sorprende que
ninguno de nosotros se cayera y se matara. Carpinteros, no somos.
—Oh, vamos, no estuvo tan mal —digo yo indignada.
—¿Estas bromeando? Pensábamos que podíamos usar grapas para asegurar
árboles de dos por cuatro. —Él sujeta el walkie talkie lejos de su cara y levanta
las cejas, con la sonrisita más linda en sus labios. Sólo puedo hacerlo en las
sombras, la caliente luz amarillenta de su habitación se derrama en la
oscuridad de su alrededor.
Intento actuar indignada. Me alegro de que casi sea verano, o estaría
demasiado oscuro para ver su expresión. —Descubrimos que eso no
funcionaba —dije.
—Con el tiempo.
No puedo evitarlo, me río. Es raro como estamos tan lejos, la expansión de
césped entre nuestras casa, separándonos y aún así puedo ver el brillo azul de
sus ojos, como si se estuvieran reflejando en las estrellas y la luna encima de
nosotros. Están profundamente dentro de mí. Mirándome de una manera en la
que no estoy segura de que lo hayan hecho antes. Me inclino hacia delante
hasta que mi nariz casi toca la pantalla. Luego pulso el botón otra vez. —Como
la chica, se suponía que sería tu mejor asistente. Como el chico se suponía que
tú serias el carpintero.
—Cierto. Bueno, según esa teoría, esas galletas que hicimos eran
completamente tu culpa.
Me burlo, luego pulso el botón. —En mi defensa tu madre nos dijo que mezclar
soda y levadura era lo mismo.
—Eh, ¡al menos mi madre intentó ayudar!
71
Mi sonrisa se desvanece, y un segundo después también lo hace la de Nick.
—Dios, lo siento. Me he expresado mal.
Me encojo de hombros y arrugo mis labios. Nick levanta el walkie a sus labios
otra vez. —Tu padre te quiere, lo sabes, o él no hubiera enloquecido con
nosotros de esa manera.
Sacudo mi cabeza. —No, él quería a mi madre. Y… —suspiro—. Vamos a
hablar de otra cosa.
Lo veo subir la radio a sus labios: —Pepinillos.
Estallo en risas, pillándome en la guardia baja. —¿Pepinillos?
—Sí, soy partidario de los dulces y crujientes. Para mí, picantes de preferencia.
Ruedo los ojos, pero estoy riéndome otra vez. —Eres tan raro a veces.
—Por eso es porque me quieres —dice.
Nunca he notado antes lo mucho que él dice eso. Quizás porque ahora pienso
que puede ser verdad. ¿Lo sabe él de alguna manera? ¿Es por lo que lo ha
dicho?
Ignoro la larga mirada que me da, forzando nuestra conversación a permanecer
clara. —Sí, es eso y tu vieja camiseta de los Sonic Seattle, los agujeros en las
axilas me alocan todo el tiempo. —Pongo mi mano en mi pecho como si mi
corazón estuviera revoloteando, y él se burla de mí. Entonces estoy sonriendo
otra vez.
Nick inclina su cabeza a un lado, dándome una seria mirada, y mi sonrisa se
desvanece. Sé que piensa que no debería reírme de esto, o quizás piensa que
estoy utilizando esto para cubrir mis temas más oscuros. Temas oscuros que
en realidad no existen. —De verdad necesitas decirle a tu padre lo que ha
pasado —dice.
—Te lo dije, no quiero hablar de esto.
—Él es el jefe de policía, Sam. Sabrá que hacer.
—La última vez que lo comprobé, él no tenía su propia máquina del tiempo, así
que hay nada que se pueda arreglar o cambiar. Solo déjalo, Nick.
Él suspira. No puedo oírlo, pero veo sus hombros elevarse.
72
—Tengo que irme a la cama antes de que mi padre se pregunte qué está
pasando aquí y suba a comprobarlo.
Nick asiente. —Bien. Buenas noches, Sam.
Bajo las ventanas y caigo contra mi cama otra vez. —Buenas noches, Nick.
Y luego antes de que lo apague, él dice una última cosa: —Dulces sueños.
Pero para soñar, tengo que dormir, y eso va ser imposible. Me acuesto bajo mis
mantas y miro la luz plateada que entra a través de la venta.
Desearía que hubiera una manera de retroceder el tiempo… para volver a la
fiesta y permanecer lejos de la habitación de Carter. Desearía poder haber
pasado esa noche con Nick, jugando al billar.
Fue estúpido tratar de utilizar a Carter para conseguir la atención de Nick.
Golpeo mi almohada unas cuantas veces, remodelándola hasta que pueda
meter mi brazo por debajo. Cierro mis ojos, pero mi cuerpo sigue zumbando
con energía.
Va a ser una noche larga.
73
Capítulo 9
Traducido por Lore_Mejia
Corregido por BrendaCarpio
espués de tres horas me rindo, sacando una libreta vacía de debajo de
mi cama y cogiendo un lapicero de la mesita de noche. Prendo mi
pequeña lámpara blanca y luego me recuesto en las almohadas.
He escrito por lo menos tres docenas de novelas en los últimos tres años.
Lindas y tontas novelas. No son nada como la vida real, sólo son un escape
total, el equivalente literario de una comedia romántica. Como son basura
ahora, es hora de escribir algo nuevo.
Algo real.
Mi lapicero se posa sobre el papel y hace el sonido de rasgado que siempre
parece calmarme.
Pero después de escribir las palabras ―Capítulo Uno’’, lo único que hago es
quedarme mirando las líneas del cuaderno hasta que se fusionan y mis ojos se
siente como una lija y han pasado dos horas.
Nada. Eso es lo que escribo. Cuando la alarma se activa, descubro que me
quedé dormida en una hoja en blanco.
***
Cuando me miro en el espejo por la mañana, veo oscuras sombras bajo mis
enrojecidos ojos.
Sólo puedo pensar en cómo se siente Carter ahora. Con este rumor a su
alrededor. Tal vez sólo se echó a reír. Tal vez la gente no lo cree.
Por favor permite que la gente no lo crea.
D
74
Pero Nick si lo cree. Porque lloré y ahora él me cree, y no debería, Dios me
siento tan culpable ahora, el peso de todo me está presionando.
Quiero llamar al colegio y decir que estoy enferma. Revolcarme en la cama e
ignorar la fiera tormenta que se forma entre esos pasillos. Pero mi papá notará
mi auto en la entrada porque se toma en serio patrullar nuestra casa cuando
no está, como si alguien estuviera lo suficientemente loco como para entrar en
la casa de un jefe de policía.
Así que me alejo del espejo que me acosa con mi demacrado reflejo y me ducho,
demorándome bajo el calor del agua hasta que el calentador, predeciblemente,
se detiene y no sale sino agua fría. Luego me visto, me cepillo el cabello
quitándome los nudos mientras miro mi feo reflejo.
Bajo por las escaleras, mis medias no hacen ruido sobre la alfombra, y me voy
a la cocina a buscar una manzana y las llaves del auto. Mi papá está en la
encimera, echando café dentro de un termo de acero inoxidable que deja en su
yate todo el día. Si pensara que me podía salir con la mía, me daría la vuelta y
me iría, pero mis llaves están en un aro que está justo detrás de él.
—Buenos días —digo, pasando por su lado.
—Buenos días. —Pone la olla vacía en el fregadero y me mira sobre su
hombro—. Tu celular está en la mesa —dice, extrañamente arrepentido.
Me detengo, parpadeando. ¿Por qué mi padre está haciendo una oferta de paz?
—Pensé que me lo ibas a quitar por una semana.
—Puedes tomarlo. Pero las otras reglas, sobre Nick, siguen vigentes.
Entrecierro los ojos. —Así que no estoy en problemas, ¿pero mi mejor amigo
aún no puede venir?
—Sé qué piensas que inventé estas reglas para torturarte, pero es por tu propio
bien.
—¿Cómo es por mi propio bien que Nick no pueda venir a menos que tú estés?
Nunca discuto así, y tan pronto como las palabras salen, quiero tragármelas.
Se voltea y me lanza una mirada tan fría que puede congelar las Bahamas.
—No discutas conmigo o perderás tu celular —dice—. Ahora, ¿vas a decirme
75
por qué estabas molesta ayer? ¿Necesito hablar con tu director acerca de tu
casillero?
El pánico se apodera de mi pecho. —Papá, no puedo decirte, no tenemos ese
tipo de relación. Y no necesito que vayas al colegio como si fueras a arreglar las
cosas. No fue nada grave. Probablemente ya arreglaron mi casillero. —Espero.
—¿Qué quieres decir con —ese tipo— de relación?
Hago todo lo que puedo hacer para no voltearle los ojos. —Tú sabes, una
relación abierta.
—Puedes hablar conmigo —dice.
—¿En serio? ¿Puedo?
—Por supuesto —dice, colocándole la tapa a su termo.
Está delirante. Ni siquiera sabe que está delirante. —Lo que sea —digo y me
dirijo a la puerta.
—Sam lo digo en serio. Soy tu padre. Si necesitas que vaya a hablar con el
director…
—No, te lo dije. Yo lo manejo —digo.
Dos meses más y puedo escapar a UW. Dos meses más.
Me pongo unas bailarinas y me dirijo a mi auto sin decir adiós.
Lo enciendo y me voy, pero por un largo rato no me puedo obligar a ir al
colegio. Termino dándole vuelta a las calles residenciales por diez minutos,
hasta que reconozco que me estoy arriesgando y que me pondrán un retraso si
no me rindo.
Finalmente, giro a la derecha como debería, y el colegio surge en la distancia.
Me siento enferma. Débil y un poco mareada. Parece que no pudiera sino
parquear como si estuviera en piloto automático, dándome cuenta de cómo la
chica que va pasando le da un codazo a su amiga y asiente en mi dirección.
Hoy, tengo que deshacer esto. Devolver el tiempo y hacer que la gente entienda
la verdad de la situación, y no la mentira que tan fácilmente creyeron.
76
Algo cambió ayer, entre Nick y yo, cuando me puse a llorar. ¿Cómo le voy a
decir que estaba llorando por lo que me estaba pasando en el colegio y no
porque Carter lo haya hecho en realidad?
Todo lo que quiero hacer es pretender que nada está mal y evitarlo todo, para
siempre, pero sé que no puedo. Necesito encarar a Nick, decirle la verdad, y
pedirle que me ayude. Él es el presidente de la clase, el que tiene todo el poder.
Puede arreglar esto.
Luego fingiré un dolor de estómago y me iré a acostar donde la enfermera. Todo
va a pasar. Desaparecerá. Cuando llegue mi última clase, será como si nunca
hubiera pasado. Nada más que la horrible palabra en mi casillero, la cual
espero, haya sido removida.
Es sólo cuestión de tiempo.
Sostengo mi maletín sobre mi pecho con ambos brazos, como si fuera un
chaleco antibalas. Pero las palabras son más mortíferas que las balas. Aunque
sean las palabras que no dijiste y no las que sí.
Voy a mi casillero, evitando mirar a alguien. El marcador se ha ido y una capa
fresca de pintura brilla en mi dirección. El alivio me recorre. Rápidamente abro
el candado, abriendo la puerta en segundos. Un pedazo de papel flota hasta
mis pies. Extraño.
Miro el papel rasgado y le doy la vuelta.
Di la verdad. Ahora. O te vas a arrepentir.
No es la misma letra del casillero. Es más pequeña, sesgada.
Carter la escribió el mismo. Con mi mano temblando meto en papel en mi
bolsillo. Cuando tomo mi libro de inglés, una mano toma mi brazo. Mi corazón
se me quiere salir por la garganta y me doy la vuelta.
Nick. Su agarre se afloja un poco cuando ve mi expresión. —Iba a recogerte
esta mañana, pero ya te habías ido.
77
Le doy un toquecito a mi lata de Coca Cola. —Necesitaba mi dosis así que me
detuve en una gasolinera. —Otra mentira más para la lista
—Oh. —Él suelta mi brazo. No estoy segura de lo que está pensando. ¿Que
necesito un guardaespaldas? Él nunca me trae al colegio porque siempre se
queda después en sus actividades.
Sus ojos me recorren, como si quisieran verificar que sigo en una pieza.
—No voy a explotar en cualquier momento, sabes —digo, cuadrando los
hombros y esperando que se lo crea. No lo sé, realmente podría explotar.
Se acerca tanto que sus labios están rozando mi piel, su aliento se siente cálido
en mi oído.
—Lo siento, no sé cómo actuar ahora. Estoy preocupado por ti.
Retrocedo. —¿Qué tal si actúas normal? —Le dirijo una mirada de que está
siendo ridículo, pero tal vez no sea así. ¿Qué tal que Carter si me hubiera
violado? ¿Necesitaría que alguien me recogiera y me mantuviera cuerda?
¿Hubiera venido al colegio hoy?
Nick mira a todos los que nos están mirando. Mi bravuconería se desinfla como
una llanta con un clavo. No hay nada normal en esta situación. Y mi actitud no
está engañando a nadie.
Tengo que decirle, pero no puedo decirle aquí. No ahora. Se va a enloquecer,
justo como lo estaba haciendo ayer, y las cosas acabarán peor. Tengo que
pensar en lo que pienso decir, y luego hablar con él en privado, donde no
pueda huir hasta que yo no haya terminado de explicarle.
Le diré hoy en la casa. Le diré por qué pasó y cómo se salió de control. No es
como si lo hubiera hecho a propósito. Dios, al mismo tiempo en que descubrí lo
que estaba pasando alguien ya estaba escribiendo zorra en mi casillero. ¿Por
qué querría esto?
Él entenderá. Él me ayudará.
—Normal. Está bien —dice—. ¿Y si te acompaño a clases? ¿Eso va con la
definición?
78
Pero cuando se gira hacia la fila de puertas de los salones, toma mi mano y
cruza sus dedos con los míos. Ir tomada de manos con mi mejor amigo no es
normal. Es… nuevo. Siento su calor junto a mí, quiero recostarme en él.
Cuando aprieta mi mano, me sonríe tentativamente, una sonrisa que dura
tanto que parece que me estuviera deleitando con ella, empapándome en ella y
dejando que borre el mundo a mi alrededor, hasta que sólo quedamos él y yo.
—Bueno es ver que tu papá no te encerró por toda la eternidad —dice.
—Le encantaría. Si por un seguro pensara que podría hacerlo y salirse con la
suya lo haría.
Llegamos a la puerta de nuestra clase de inglés, y justo cuando estamos a
punto de entrar, él me detiene. —¿Estás segura de que podrás manejar esto
hoy? Yo podría…
Pongo un dedo en sus labios para silenciarlo. Hace algunos días lo habría
hecho sin dudar, pero ahora lo único que puedo sentir son sus labios, calientes
y suaves bajo mi dedo. Quiero que me bese otra vez, como lo hizo cuando
estábamos bañando al perro, como en su auto. Parpadeo y trato de recordar lo
que iba a decir. —Está bien, no voy a desintegrarme en un millón de pedacitos.
Me odio a mi misma más con cada palabra que le digo.
Cada cosa que parece implicar que estoy lidiando con las repercusiones de una
violación. Cada cosa que le dice que estoy contaminada con algo oscuro que ni
siquiera puedo comprender.
Puedo decirme a mi misma yo no mentí cien veces, pero sé lo que estoy
haciendo ahora. Sé lo que todos piensan.
Él se inclina, rozando sus labios con los míos, sólo por una milésima de
segundo. Puedo sentir la sangre en mis venas, más espesa que la melaza; es
como si pudiera escuchar mis latidos golpeando en mi pecho, cada vez más
lentos.
Nick sonríe, me lleva al salón y nos sentamos en nuestras sillas uno junto al
otro justo cuando el timbre suena.
Espero no perderlo cuando se entere de la verdad.
79
Capítulo 10
Traducido por Aria25
Corregido por Haushiinka
engo una bolsa de patatas aplastada enterrada en el fondo de mi
mochila, así que doy una vuelta por la cafetería sólo el tiempo suficiente
para coger una soda antes de ir corriendo a la biblioteca. Nick irá a
buscarme a la hora del almuerzo, sé que lo hará, y es por eso que
mantengo mis ojos abajo, sin atreverme a mirar a nadie, mi capucha puesta
alrededor de mi pelo.
No estoy preparada para contárselo todavía, y no quiero contarle en la escuela,
así que sólo necesito tiempo a solas.
Estoy cruzando el patio, casi a la biblioteca, cuando una mano me alcanza y
me doy la vuelta, golpeando directamente en el duro pecho de un chico por lo
menos un pie más alto que yo. El aire es eliminado de mis pulmones pero el
chico apenas se estremece por la forma en la que he ido directamente hacia él.
Cuando me encuentro con su mirada, mis entrañas parecen encogerse.
Brent. Se mudó a Mossyrock en sexto grado. Vive a una manzana de la casa
de Carter y está en el equipo de futbol. Me alejo, pero me golpeo con alguien
más. Giro alrededor pero sólo consigo dar media vuelta, ya que Brent no ha
liberado mi mano. Y luego de repente lo hace, pero sólo para poder empujarme
hacia el otro chico, Anton, quien inmediatamente me empuja de vuelta. Y así
como así, soy un pinball.
—Queremos saber cuándo conseguimos nuestro turno —dice Anton, su voz
calmada, con acento seductor. Mi piel se arrastra—. Palabra que tú has dado
de buena gana.
Parpadeo furiosamente, tratando de quitar mi brazo de su agarre. ¿Qué está
diciendo él? ¿Hay otros rumores?
T
80
No, están del lado de Carter. Ellos no creen los rumores, eso es lo que quieren
decir. Me están diciendo que no pasó. La falsa seducción cae y él me mira,
duro.
—Esta es tu advertencia. Deshazlo ahora.
Y de repente, ambos se han ido y yo me quedo ahí de pie, temblando a setenta
grados al sol. Giro alrededor y todo pero corro a la biblioteca, mi capucha
cayendo de mi cabeza y mi cabello manando detrás de mí.
Cuando finalmente consigo llegar dentro, apenas cierro la puerta. El silencio
absoluto de la biblioteca me saluda, en desacuerdo con la fuerte voz de la
puerta contra la jamba2. Un par de ojos entrecerrados me miran desde la mesa
del bibliotecario. Ella levanta un dedo a sus labios y sigue mirando. Me
estremezco y me encojo, zigzagueando entre los altos estantes de la sección de
referencia. Encuentro un silencioso sofá en el fondo y me hundo en él, dejando
caer mi mochila y deseando que mi corazón vaya más despacio.
Tiro mis zapatillas de ballet y enrosco mis piernas por debajo de mí, llegando a
bajar la cremallera de mi mochila y sacar mi carpeta. Tal vez si pretendo estar
ocupada, nadie me molestará.
Mi teoría dura un solo minuto y medio, porque antes de que sepa qué está
ocurriendo, Michelle Pattinson está sentada en la otra punta del sofá, toda
sonrisas incómodas y miradas tímidas.
Michelle Pattinson es la ruina de mi existencia. ¿Qué cree que está haciendo
sentada así? ¿Qué puede correr el rumor más grave y negligente de la historia
del universo y que todo va a estar bien? ¿Qué yo estaría dispuesta a darle la
hora después de lo que ella empezó?
Si ella no me hubiera visto salir de la habitación de Carter, si no hubiera hecho
esas estúpidas preguntas que no estoy del todo segura si respondí, esto no
habría pasado.
—Hey —dice ella, hundiéndose más profundo en el sofá. Este sofá tiene que ser
remplazado. Es como si estuviera intentando comerse a los estudiantes con
vida, empujarles directamente adentro para que no puedan salir.
2 Jamba: Parámetros laterales internos de los vanos de puertas y ventanas
81
—Hola. —Apenas miro hacia arriba. Saco un lápiz y empiezo a rellenar notas al
azar en una vieja página de deberes de inglés.
Espero que ella entienda el punto, pero no parece hacerlo. Estoy muy jodida.
—¿Estás bien? Quiero decir, te veías tan azorada en donde Carter —dice,
apoyándose. Quiero creer que está siendo sincera y amable o algo, pero sé la
verdad. Quiere más cotilleos.
—Sip. La vida es gloriosa —digo, deseando que pille mi sarcasmo.
—Me siento muy mal sobre lo que te pasó, ¿lo sabes? Tienes que estar pasando
un infierno total en este momento.
Sí. Algo como eso. Aclaro mi garganta, intento no encontrarme con sus ojos.
—Bueno. Tú sabes. Uh, estoy… manejándolo.
Me inclino más cerca de mis deberes, entrecerrando mis ojos como si estuviera
intentando muy, muy duro en concentrarme.
—Mira, esto es un poco incomodo, pero te he traído algo. —Y luego empuja
algo enfrente de mí, encima de mis deberes que he estado mirando tan
intensamente—. He ido al consejero y he conseguido alguna información para
ti. Pensé que tal vez…
Su voz se apaga mientras agita el panfleto bajo mi nariz.
Mi cara quema mientras vergüenza al rojo vivo corre a través de mí. Le arrebato
en panfleto y lo meto en mi carpeta mientras las palabras Asistencia para
Víctimas de Asalto Sexual se registran.
Esto no puede estar pasando. No puedo estar discutiendo esto con ella. Mi
cabeza de repente se siente pesada, mi garganta gruesa. Realmente lo creen.
De verdad creen que Carter fue demasiado lejos en su habitación el viernes
pasado. Realmente creen que soy una víctima, rota por Carter.
Realmente creen que él es capaz de eso.
—Gracias, Michelle. Eso ha estado, uh, bien de tu parte.
—¿Quieres ir conmigo donde el consejero? —pregunta Michelle, su voz suave—.
Ella es muy dulce, y te prometo que te escuchará sin juzgarte. A veces voy sólo
82
para hablar sobre el divorcio de mis padres. Oh Dios, no como si eso fuera lo
mismo que una violación o algo.
Trago.
—Uh, realmente necesito trabajar en mis deberes de inglés, ¿sabes?
Ella arruga su nariz, me mira fijamente, y en ese momento tengo esta
sensación espantosa que ella sabe y está a punto de decirme sobre eso.
—Pensé que esos papeles era los anteriores deberes. ¿No estoy perdiéndome
algo, no? Sería injusto si el Sr. Grant asignara algo en el último minuto cuando
la mitad de los estudiantes están ya fuera de la puerta.
—Uh, no. Quiero decir… es crédito extra.
—Oh. —Esta respuesta parece de alguna forma apaciguarla y se ve como si
fuera a cuestionarlo, pero mantiene la boca cerrada—. Espero que sepas, si
alguna vez me necesitas, para cualquier cosa, yo estoy ahí para ti. Quiero
decir, pensar que fui la primera persona ahí… Ojalá hubiera sabido lo que
estaba pasando y hubiera hecho algo por ti, ¿sabes? Realmente… lo siento. No
puedo dejar de pensar en ello y sentirme muy culpable.
Si no lo deja, como, en los siguientes cinco segundos, creo que podría gritarle
totalmente. Quiero culparla por todo esto, quiero dar rienda suelta a la ola de
culpabilidad construyéndose dentro de mí, directamente en ella. Quiero que
ella lo rebobine todo, desdecir las cosas que dijo, deshacer las cosas que he
hecho.
No es culpa suya, pero quiero que lo sea.
—De todos modos, tengo que ir a comer antes de que Katie me eche de menos,
pero en serio, hazme saber si me necesitas, ¿vale?
Si, lo tengo. Si no a la primera o la segunda vez, en la tercera.
—Seguro. Sólo quiero estar sola ahora, ¿vale?
—Bien, así que, ten un buen día, ¿bien? O quiero decir, tan bueno como pueda
ser, teniendo en cuenta.
—Adiós, Michelle.
83
Finalmente pilla la pista. La veo irse, sintiendo mi oportunidad deslizándose de
mi agarre cuando la puerta se cierra. Sus palabras empezaron esto, y tal vez
pudieron haberlo terminado. Parecía no poder decirlo.
Me pregunto si había estado siendo sincera todo este tiempo, no sólo buscando
cotilleos. Tal vez la tengo del todo mal. Tal vez estaba queriendo ayudarme de
verdad. Si necesitara ese tipo de ayuda.
Ella y sus pequeñas amigas probablemente se sentaron y discutieron la idea de
ella yendo al consejero, consiguiéndome un folleto. Ellas probablemente se
preguntaban cómo estaba llevando ser violada, pensando que necesito un
sistema de apoyo. Probablemente ella está corriendo a la cafetería ahora mismo
para contarles cómo fue.
Mis mejillas queman otra vez. Se están imaginando qué pasó, pensando sobre
mí en la habitación de Carter… él encima de mí…
Suspiro y me hundo contra el sofá. Es raro, como esto se está convirtiendo en
un gran tren destrozado y sin embargo yo sigo observándolo, incapaz de
encontrar las agallas para simplemente dejar salir la verdad. ¿Por qué sigo
haciendo esto? No puedo dejar de lado el control en esto. Tengo que ser capaz
de averiguar cómo se enteraron. Necesito que todo el mundo sepa que yo
nunca dije que él lo hizo.
Y de alguna forma tengo que hacerlo sin perder a Nick.
84
Capítulo 11
Traducido por Caami
Corregido por Steffanie
parentemente, solo toma un día dominar mirar al frente. Navego por los
pasillos con los ojos vendados, fingiendo no ver las miradas curiosas, las
sonrisas, la compasión.
Odio la compasión. Ellos deben odiarme, no sentir pena por mí.
—¡Sam! —Oigo mi voz siendo llamada, y miro hacia atrás mientras camino,
tratando de averiguar de dónde viene—. ¡Sam, detente!
Me giro de vuelta para ver dónde voy, y luego tropiezo con una parada.
Estoy de pie cara a cara frente a Carter.
Los dos estamos tan sorprendidos que no nos movemos por un segundo, pero
luego doy un gran paso hacia atrás, lejos de él, mientras mi corazón toma vuelo
en mi pecho y mis manos tiemblan mientras agarran mi libro te texto.
—Tu pequeña…
—¡Sam! —Verónica está a mi lado ahora, agarrando mi brazo, tirando de mí
lejos de Carter. Él da un paso adelante.
—¿Quién demonios te crees que eres? —pregunta, alzando la voz—. Maldita…
—Carter —grita alguien, una voz profunda y autoritaria—. ¿Qué piensas…
—¡Que ella es una mentirosa de mierda, eso pienso! —Carter le grita, y me
tuerzo para ver al señor Trenton, un profesor de ciencias que he tenido durante
tres años consecutivos. Él está mirando por encima de mi cabeza, mirando
airadamente a Carter.
—¡Señor Wellesley! —Ruge—. Te estás dirigiendo directamente a la dirección…
A
85
—¿Yo voy a la oficina? Cuando ella…
—Vamos a salir de aquí —susurra Verónica en mi oído—. Ahora.
No puedo hablar, porque casi no puedo respirar mientras el pánico se apodera
de todo y el instinto de vuelo finalmente me patea.
Carter está discutiendo con el Señor Trenton el tiempo suficiente para que
rodee una esquina y lo pierda de vista.
—Eso estuvo cerca —dice Verónica—. No puedo creer que él te persiguiera
aquí. ¡Después de lo que hizo! ¿Está totalmente delirante?
Asiento. Creo que mis rodillas se van a pegar entre sí. Verónica me conduce a
un banco fuera, al lado de un gran rododendro.
—Bueno, sólo siéntate, toma un par de respiraciones profundas. Dios, estás
tan pálida en estos momentos. ¿Quieres ir a la enfermería?
La oficina de la enfermera está al lado de la puerta de la dirección. —No, estaré
bien.
—¿Estás segura? Estás temblando.
Miro mis manos, que todavía están temblando, todavía agarrando con fuerza
mis libros.
—Sólo dame un minuto —digo.
—Está bien. Dios, eso fue intenso. Traté de advertirte, pero estabas a mitad de
camino por el pasillo. No puedo creer que él haya hecho eso. ¡Te acusó justo en
frente de un profesor!
Tomé el aliento más profundo que pude manejar y comencé a sentir los latidos
de mi corazón volver bajo mi control, a sentir que la sangre regresaba a mis
extremidades.
—Tal vez deberías denunciarlo —dijo ella—. Probablemente se podría obtener
una orden de restricción…
—No quiero hablar de esto ahora —le digo—. Por favor, deja de hablar de ello.
Mi voz sale más dura de lo que había querido, y Verónica ajusta su mandíbula
cerrada.
86
—Lo siento. Estoy… estoy estresada en este momento y no quiero pensar en
eso.
—Está bien. No hay problema.
Nos sentamos allí hasta que suena la campana y estamos oficialmente tarde, y
luego me levanto y la sigo de vuelta a través de las puertas, en los pasillos,
ahora vacíos.
***
Cuando llego a casa esa tarde, mi plato de cena ya está esperando por mí en el
microondas. Una especie asquerosa, parecida a lasagna, de una caja congelada
sin duda. Pero mi papá va a explotar si no lo como porque cree que me veo
demasiado delgada como estoy, así que lo caliento en el microondas durante
tanto tiempo que sólo quemará mis papilas gustativas y no voy a saber a qué
sabe. Está todo pegajoso y humeante cuando lo saco. Lo cubro con sal y
pimienta y un poco de queso rallado, con la esperanza de que sea más fácil de
tragar.
Me pregunto si voy a aprender cómo cocinar, si llego a la universidad. O si
serán más comidas congeladas.
Sí. Solamente dije sí. ¿Por qué estoy pensando en ello de esa manera? Es
cuando llegue a la universidad.
¿Verdad? Ya he enviado el papeleo. Los depósitos. Tengo dieciocho años, así
que no necesito el permiso de papá.
Legalmente, lo es.
Lo llevo hasta la mesa de la cocina, porque —no comemos delante de la
televisión en esta casa a menos que seas mi padre, que lo es, y uno de sus
preciosos juegos esté siendo televisado. Entonces él olvida poner un portavasos
bajo su cerveza de raíz, y gotea salsa en su camisa—, y evito la sala de estar.
Uso el tenedor en mi mano izquierda y una pluma en la derecha, y abro el
mismo cuaderno blanco en la primera página, todavía prístina y sin marcas, y
me quedo mirando el lugar donde escribí: Capítulo Uno.
87
Todavía estoy sentada allí una hora más tarde, garabateando distraídamente
en los márgenes de una página en blanco de otra manera, mi plato vacío a mi
lado, cuando mi papá entra.
Dang. Pensaba que estaba en el turno de la tarde o algo así. La mayor parte del
tiempo, se va por doce o catorce horas al día, aunque sé que su cambio no
dura tanto tiempo.
—Los pies fuera de la mesa —dice, yendo a la nevera. Ruedo mis ojos mientras
está de espaldas y pongo mis pies en el suelo, apoyando los talones en la barra
debajo de mi silla.
—¿A qué hora comenzará la ceremonia de graduación?
Sigo dibujando círculos en el bloc de notas, llenándolas con azul oscuro. —No
es sino hasta este fin de semana.
—Eso no es lo que te pregunté.
Mastico el interior de mi mejilla. —Cuatro, creo.
—¿Lo crees o lo sabes?
Aprieto mis dientes. —La invitación está en el refrigerador a tres centímetros de
tu cara. ¿Por qué no sólo lo lees?
Gira alrededor. No puedo creer que acabe de decir eso.
—No me hables descaradamente —dice.
—¿O qué? —Me recuesto, sintiéndome extrañamente desafiante.
Agarra el mango de la heladera aún más fuerte. —O elijo tus clases del
trimestre de otoño por ti.
Resoplo. Él no elije mis clases. Ni siquiera elije mi universidad. Él solo piensa
en él.
—¿Algo gracioso?
Cruzo los brazos. —¿Cuándo vas a ceder el control, papá? ¿Cuándo tenga
treinta?
—Si tienes suerte —dice, volviendo a la nevera.
88
Abro la boca. Quiero decirle. Necesito decirle. Pienso en el papeleo que está en
el piso de arriba. Las clases que ya he registrado, muchas gracias. Una parte de
mi fantasía con… hacer las maletas y dejar nada más que una nota. Él puede
entenderlo.
Pero no digo nada. Acabo de romper mi mandíbula al cerrarla, empujo mi silla
hacia atrás, y piso muy fuerte a mi habitación, preguntándome si realmente
seguiré adelante con ello.
Echo un vistazo a través del patio a la ventana de Nick. Necesito que llegue a
casa, de inmediato. ¿Qué le está tomando tanto tiempo? Tengo que decirle lo
que no fui capaz de decirle a Michelle. Lo que no he sido capaz de decirle a
nadie.
Dejó sus cortinas abiertas, y puedo ver el escritorio de su computadora y un
póster gigante de la Tierra en la pared encima de su cama arrugada, deshecha.
Se parece al tan cómodo y casual Nick. Es probable que ni siquiera se dé
cuenta.
Es probable que salga de la cama, tome algo de ropa al azar y una gorra de
béisbol, y se pasee por la escuela para ser admirado.
Mi padre se pondría loco si salgo de mi cuarto con un desastre como ese. Seria
castigada durante una semana. A veces pienso que mi papá corre por todos
lados sólo mirando y esperando razones para castigarme, para encerrarme bajo
este techo para siempre. Quiere que yo sea la princesa en la torre, encerrada
para toda la eternidad, suspirando por un príncipe que nunca llegará.
Nick no tiene idea de cuántas veces fantaseé que su ventana era la mía, que
sus padres eran los míos. Me imaginé a mi misma caminando dentro de su
casa, acercándome al mostrador, y diciéndole a su mamá acerca de mi día. Ella
sonreiría y reiría y me prepararía un bocadillo y haría que todo desaparezca.
Él debe tener una idea, sin embargo. A duras penas pasamos tiempo en mi
casa, en absoluto. Siempre encuentro razones para irnos. Si no fuera por mi
papá, sería un poco tonto, porque nuestras casas son exactamente las mismas.
Los planos están simplemente al revés, de modo que su garaje está a la
derecha y el nuestro a la izquierda. Nuestras habitaciones están dispuestas
como si alguien hubiera puesto un espejo entre ellas, haciendo un perfecto
reflejo: un gran armario en la misma pared que la puerta de entrada, y dos
grandes ventanales, uno cerca de cada una de nuestras camas. Y sin embargo,
89
su habitación siempre se siente como la felicidad, como un santuario, y la mía
se siente más como una prisión.
Mi padre ama a los padres de Nick, y piensa que nos pasamos todo el tiempo
en la cocina o la sala de estar, bajo la supervisión de un adulto. Si él supiera
que sus padres no son del tipo que vigilan como halcones, probablemente no
me dejaría visitar a Nick allí, tampoco.
Hoy, Nick no viene a mi casa. A las cinco, después de saber que su reunión del
consejo de estudiantes terminó, me siento en el borde de mi cama y
simplemente miro por la ventana. Tan cerca y tan lejos. Mi corazón palpita más
con cada segundo que pasa. Era más fácil imaginar decirle esto unas horas
antes, pero ahora, parece casi imposible pensar en sentarme frente a él y
decirle la verdad que le hice creer acerca de Carter no era una verdad en
absoluto.
Finalmente, escucho el estruendo de los sonidos de su Mustang en la
distancia, cada vez más fuerte a medida que se desliza por el camino, se
detiene en su camino de entrada. Todo lo que puedo ver a través de las
ventanas polarizadas son su manos agarradas al volante. No se mueve durante
un buen rato y quiero saber cuál es su expresión. Nunca se sienta en su auto
así. Se limita a saltar hacia fuera con ese paso desbaratado, a través del césped
y sube los escalones de su casa. Imagino que está con el ceño fruncido,
molesto por lo que él piensa que me pasó.
Realmente tengo que ir allá y confesar todo.
Solamente el pensamiento de ello envía a mi interior una ráfaga de nudos.
Por último, sus manos desaparecen, la puerta del conductor se abre, y él está
parado. Protege sus ojos del sol de primavera y mira hacia mí. Acabo de
apoyarme en mi codo y me encuentro con su mirada. Levanta las cejas en
dirección a su dormitorio y luego menea su dedo. Asiento y desaparezco de
nuevo en mi habitación, para lanzarme en mis zapatillas y descender por las
escaleras.
Tengo que decirle. Se lo diré. Ahora. Inmediatamente.
Resbalo afuera y en apenas un segundo estoy de pie delante de él.
Nick se queda ahí, masticando su labio, parpadeando, mirándome fijamente
por un largo momento. —¿Aún haciendo las cosas bien?
90
Asiento.
—¿Quieres ver una película?
Asiento otra vez. Lanza un brazo libremente alrededor de mis hombros y me
guía hacia el porche de cedro, todas las lindas macetas de geranios recién
comienzan a florecer. Nuestro portal está desolado y vacío, como el resto de la
casa.
Tengo el repentino impulso de robar una maceta y llevarla a mi casa.
Moriría, si lo hiciera.
En el interior, pateamos fuera nuestros zapatos y tira de mí por las escaleras.
Trato de no fijar la vista en los lugares en que nuestra piel se toca, cada vez
que los brazos o caderas chocan, pero es imposible. Tres besos, y es como si
nunca hubiéramos sido sólo amigos. Es como si siempre hubiéramos sido lo
que yo quería que seamos. Pero, ¿qué importa? Tengo que decirle la verdad
sobre Carter, y qué si no me perdona.
Tal vez sea demasiado tarde. Tal vez es imperdonable. Mi corazón se tambalea.
No sé si podré manejar esto. Necesito que Nick entienda que no soy una mala
persona, que no hice correr ni hice creer esta mentira.
Vamos arriba a su habitación, y presiona la puerta de un golpe, sus padres
nunca hicieron una regla sobre muchachas viniendo porque Nick es demasiado
perfecto a sus ojos; él no puede hacer algo incorrecto. Tan pronto como está
cerrada, Nick se da la vuelta, me envuelve en un abrazo, sosteniéndome contra
su pecho.
—¿Lo estás haciendo realmente bien? Estoy preocupado por ti. Es como si
hicieras de cuenta que no ha ocurrido o algo así. Fingiendo que es normal y
esperando que sea verdad.
Aquella misma culpa chamusca a través de mí.
No, no lo estoy haciendo bien. Y no, no es lo que piensas que es.
Aprieto mi mandíbula y trago, deseando poder decírselo en este momento, con
él sosteniéndome contra sí, cuando no puedo ver sus ojos. Pero acabo de
respirar profundamente y recuerdo el olor de él tan cerca, cierro los ojos y
siento el reconfortante peso de sus brazos a mí alrededor, y tengo miedo.
Aterrorizada.
91
Tengo miedo de perder esto antes de tenerlo. Tengo miedo que después de
meses y meses de haber suspirado por él, que pueda darme la espalda, ir a
Yale, y nunca mire hacia atrás.
Tengo miedo de perder a la única persona que siempre ha estado allí para mí. Y
entonces todo lo que hago es asentir y tratar de memorizar exactamente cómo
se siente, porque sé que sin duda me va a dejar.
Besa la parte superior de mi cabeza y luego desliza sus brazos por mis
hombros.
Va a la televisión y hojea su montón de DVD, presentando dos.
—¿Comedia o drama?
—Comedia. —Algo estúpido y sin sentido es exactamente lo que necesito. Me
pongo en el borde de la cama y agarro algunos pedazos de pelusa de su colcha
de gamuza. Los dedos de mis pies se entierran en las profundidades de la
alfombra color crema a los pies de la cama. Me quedo mirando el trasero de
Nick mientras da pasos hacia atrás, el control remoto en la mano y dirigido al
reproductor DVD. La pantalla aparece y el pulsa —play—. Espero a que se
siente a mi lado, pero va a la puerta primero y apaga el interruptor de luz. Mi
estómago se sacude.
Todavía hay luz en la habitación, por lo que Nick desliza las cortinas
cerrándolas, y mi estómago se lanza de nuevo. ¿Hemos visto películas en la
oscuridad antes? De repente no puedo recordar. Quiero que la respuesta sea
no.
Cuando se sienta junto a mí, esto es todo lo que puedo hacer para mantener
mis ojos en la pantalla y no en el pequeño fragmento de espacio entre nuestros
muslos, sólo una pequeña porción de colcha verde. Mis músculos se tensan y
quiero cerrar esa distancia, sentir el calor de su cuerpo a través de mis
vaqueros.
Estoy sentada en el borde de la cama, mis piernas colgando, con la espalda
tiesa como una tabla. Cuando Nick se empuja hacia tras sosteniéndose a sí
mismo en las almohadas, me pongo rígida, permaneciendo congelada en el
borde de la cama.
—Uh, ¿vas a sentarte como atravesada toda la película? Tu gran cabeza es una
especie de bloqueo de la televisión.
92
La mitad de mis nervios se desbordan con las palabras de Nick. Tan parecidas
a nuestras conversaciones normales. Tan… Nick. Algo me golpea y me doy
vuelta para ver a su media sonrisa tonta. Recojo la almohada y ruedo mis ojos.
—No.
Me deslizo hacia atrás hasta que me apoyo en al menos tres almohadas.
¿Cómo no me di cuenta de lo pequeña que es esta cama? ¿Cómo nuestras
rodillas y codos se tocan?
Me muevo alrededor, tratando de ponerme cómoda, con ganas de deslizarme
más cerca de él y más lejos, al mismo tiempo. ¿Soy yo o está ligeramente
inclinado hacia mí?
Dios, estoy perdida. ¿Por qué es una gran cosa si Nick se inclina hacia mí?
Esto no es una loca cita.
¿Lo es?
Parpadeo varias veces y me quedo mirando el póster que cuelga en la parte
superior del televisor. El mismo póster que he visto mil veces antes. Este es
Nick. ¿Por qué me estoy volviendo loca con esto? Él es mi mejor amigo.
Lo he visto ir a bañarse desnudo. Bien, la mayoría de las veces me tapé los
ojos, pero vi la piel. Trato de convencerme de ir también, pero me acobardé,
sólo porque estaba segura que él esperaba eso.
Ahora me gustaría no haberme acobardado.
Nuestros brazos se están tocando sin duda. Su cabello sobre el mío se levanta.
Respiro con la mayor normalidad posible, pero juro que mis pulmones no se
están llenando.
—Ciento haberme vuelto loco sobre ti ayer —dice.
Agito mi mano. —Agua pasada no mueve molino —le digo.
Ahora. Debo decirle en este momento lo que realmente sucedió.
—No, no merecías eso. Yo sólo… entré en pánico. Y te hice llorar. Y con lo que
estás pasando, es necesario que alguien esté ahí, no que te grite. Me siento tan
culpable…
93
—No eras tú. Era mi día entero. Estaba muy confundida cuando llegué a la
escuela… —Tomo una respiración profunda. Solamente tengo que dejarlo todo
ahí—. La gente estaba mirando y yo no entendía por qué, que era lo que todos
estaban hablando, y luego oí a estas chicas en el baño y me di cuenta de lo que
todo el mundo estaba diciendo sobre Carter… —Mi voz se quiebra y no puedo
verme diciendo esas palabras. No creo que alguna vez les tenga que decir,
supongo que es la parte irónica, ¿no? ¿Ni siquiera puedo decir esas palabras y
todos los demás no tienen ningún problema?
Me siento asfixiada por todo. Rota y lastrada por la mentira. La mitad de mi
quiere decir la verdad y acabar con todo, pero la otra mitad quiere seguir
adelante, actuar como si no hubiera nada malo en absoluto. Estoy consumida
por dentro.
Me siento en la cama y mastico fuerte mi labio. —Nunca quise que nada de
esto sucediera. Quiero decir, no es como que salí y dije a la gente que él hizo
eso. Ya lo sabes, ¿verdad?
Nick se sienta junto a mí, toma mi barbilla entre su pulgar y dedo, y me gira
para mirarlo, sus ojos clavados en mi. Por un largo segundo, me pregunto si
puede ver la verdad en mis ojos. Casi esperaba que me tirara lejos y me
llamara mentirosa. —Por supuesto que lo sé. Nadie quiere que algo así suceda.
Gimo por dentro, rompiendo el contacto con los ojos y mirando hacia abajo a
mis dedos mientras los tuerzo y tiro de ellos juntos. Él no está entendiendo lo
que estoy tratando de decir. Lo que necesito decir.
Nick se aclara la garganta, retorciendo un mechón de mi cabello entre los
dedos, y cierro mis ojos y memorizo la sensación de él. Estamos tan cerca,
nuestra piel a pulgadas. ¿Qué pasa si le digo y nunca me siento así otra vez?
¿Qué pasará si se disgusta conmigo?
—Tengo que decirte algo —dice Nick.
—Yo también. —Dejo escapar. El pánico y el miedo hinchan inmediatamente.
—Quiero decir, uh, tú. Puedes ir primero.
Suelta un largo suspiro, deja caer su mano así que ya no está tocándome.
—Reyna me dio un ultimátum.
Parpadeo. No me esperaba eso. —¿Huh?
94
—Antes de separarnos. Me dijo que era ella o tú.
—Me dijiste que no le gustaba hablar mucho sobre mí.
—Bueno, fue más que eso. Se dio cuenta que quería ser más que amigos. Dijo
que tenía que dejar de verte o sino a ella, porque no iba a jugar a ser la
segunda.
Mi mandíbula no parece funcionar. Estoy mirándolo, con los labios
entreabiertos. ¿Incluso Reyna sabía que yo le gustaba? ¿Cómo podía hacerlo
cuando yo no lo hacía?
—Es gracioso, de hecho —dice.
—¿Qué es?
—Ella se dio cuenta antes que yo. Que tan fuerte me sentía hacia ti. Quiero
decir, yo sabía, supongo, pero tenía miedo de arruinar nuestra amistad. Tenía
miedo de que no te sintieras de esa manera. Así que estaba tratando olvidarme
para sacarme de ello. Pero ella podía ver a través eso.
Sus dedos dejaron de acariciar mi piel. —Y ahora me odio porque yo debería
haber actuado sobre eso hace un mes, cuando nos separamos. Cuando me di
cuenta de que ella tenía razón. Podría haber estado allí para ti el viernes,
podría haber detenido lo que estaba sucediendo. Pero estaba demasiado de mal
humor en la sala de juegos, imaginándome a ti con Carter.
Sonríe con una sonrisa suave, triste. —Voy a odiarme para siempre, ¿sabes?
Debería haberte protegido.
El silencio se cierne sobre nosotros como un velo demasiado pesado, y estoy
asfixiada.
Se siente culpable. Sobre algo que él no detuvo que no sucedió.
Mi estómago es como una bola de boliche, pesada e incómoda, y me muevo en
la cama, pero no desaparece. Tengo que decirle a Nick la verdad. Tengo que
hacerlo.
Se aclara la garganta. —De todos modos, ¿qué querías decir?
—¿Huh?
—Dijiste que tenías algo para confesar también.
95
Parpadeo. —Oh.
Mis labios tiemblan mientras trato de forzar a las palabras a atravesar mi
garganta. ¿Qué pasa si lo pierdo antes de siquiera tenerlo?
No puedo. No lo puedo perder, no ahora. Es el único en mi vida quien alguna
vez realmente importó.
—Uh, se me olvidó.
—Oh.
Mañana. Se lo diré mañana.
96
Capítulo 12
Traducido por Areli97
Corregido por V!an*
espués de la película, estoy de vuelta en casa, acurrucada en mi silla
con el mismo cuaderno en blanco, sintiéndome más inferior que nunca.
Lo pospuse para otro día. ¿Cómo pude haberle contado, sin embargo?
¿Cuando me escogió por encima de la hermosa y exótica Reyna?
Nunca podré ser lo que ella es: linda y extrovertida. Siempre voy a estar
atascada en este cuerpo demasiado delgado con rizos demasiado encrespados y
ojos demasiado pequeños. No lo merezco. Nuestra amistad es fuerte; podría
sobrevivir a mucho. Pero no sé si podría sobrevivir a esto. Nick jamás me
dejaría arruinar a Carter como lo estoy haciendo y luego sólo… perdonarme.
Quizás no debería decirle. Quizás no debería decirle a nadie.
Cerré mis ojos y respiré profundamente. Por supuesto que diría la verdad.
Tomé una pluma y me incliné hacia adelante, mirando fijamente los garabatos
y líneas en blanco en las páginas del cuaderno.
Solían llegarme fácilmente las palabras. Incluso antes de que quisiera ser
escritora para vivir, ya era una escritora. Las palabras fluirían desde el
momento en que pusiera la pluma en el papel.
Pero esta noche…
Nada pasó. Estoy vacía de palabras, de historias, de todo. Estoy tan vacía como
la página enfrente de mí. Gemí y arrojé la pluma por la habitación. ¿Cómo iba
a ser una escritora profesional cuando… cuando parece que no puedo escribir?
Cliqueé en mi marcador de Facebook, dándole un vistazo al calendario clavado
sobre mi escritorio. Cuatro días para la graduación. Cuatro días para decirle a
mi papá adonde iré a la universidad.
D
97
Cuando miro de nuevo la pantalla, no puedo evitar retroceder, volver a
sentarme en mi silla. Toda mi página está llena de mensajes, y una burbuja me
dice que también tengo siete mensajes privados.
Tracey: *Abrazos*. Espero que estés bien.
Vic: Eres una maldita mentirosa.
Vic es él co—capitán de Carter en el equipo de baloncesto. Seleccioné la X y
borré su comentario.
Britney: ¡¡OMG!! ¡Sé que hace mucho que no hablamos pero espero que
estés bien!
Mindy: Mis pensamientos están contigo…
La gloria de vivir en una ciudad con una clase de graduados de cuarenta y
cinco. Todos nos conocemos, y Facebook es más o menos hacerse amigos
automáticamente. Las animadoras no me hablaban, pero no les importaba
mandarme solicitudes de amistades.
Brent: Quise decir lo que dije.
El chico que me agarró en el patio. El mejor amigo de Carter. Mi estómago se
aprieta mientras borro su comentario. Él no estaba en el cuarto. No sabe lo que
realmente pasó.
Pero está en lo correcto.
98
Empecé a borrarlos todos, sin leerlos. La mitad de la escuela quiere darme
abrazos virtuales y la otra mitad quiere golpearme, y ninguno de ellos es mi
amigo de todas formas. La mayoría de estas personas no me han dirigido ni dos
palabras en meses, a menos que sea parte de una asignatura de la escuela.
Él único que es mi amigo es el que su ventana está enfrente de la mía, pero no
importa, porque la verdad nos separara.
Abrí mi bandeja de mensajes privados y empecé a borrar esos, también. Pero
entonces vi uno que estoy asustada de darle click.
¿Quién demonios crees que eres? Es el asunto. Y es de Carter. Llegó esta
mañana.
El puntero de mi mouse sobre la X. Debería sólo borrarlo. No hay nada en ese
mensaje que pueda ser bueno. Carter tiene que estar completa y totalmente
enfurecido ahora, pensando que me inventé las mentiras a propósito. Que las
esparcí en alguna especie de venganza.
Pero tal vez pueda responder. Explicar. Me disculparé y le diré que nunca dije
que él lo hubiera hecho. Que la gente me vio y sólo saltó a las conclusiones. Le
diré como voy a repararlo.
Así que cliqueé en el mensaje.
Tú, maldita perra. Te dejé entrar a mi casa, ¿y así es cómo me pagas?
¿Mintiendo? Vas a decirles a todos la verdad. O tu vida será miserable te
lo prometo. Hoy sólo fue una probada de lo que vendrá si no deshaces
esto.
Me senté hacia atrás y parpadeé rápidamente, releyendo el mensaje una y otra
vez.
¿Qué haría si lo viera en persona? ¿Cómo voy a poder ir de nuevo a la escuela
sin hacer totalmente claro que no quería que esto pasara? Tiré mis piernas en
la silla conmigo y descansé mi barbilla en mis rodillas, mirando en blanco a la
pantalla, deseando haberle solamente contado la verdad a todo el mundo tan
pronto como escuché a esas dos chicas en el baño.
99
Volví a mi página principal. Cliqueé en el pequeño recuadro de actualización de
estado. Con dedos temblorosos, empecé a teclear.
ESCUCHEN: Carter no hizo nada malo. Nunca dije que él me violo.
Alguien malinterpreto las cosas y esparció una mentira. CARTER NO LO
HIZO.
Debí de haber pensado esto más temprano. Decir la verdad sin enfrentar a
nadie. Entonces me quedaría mañana en casa, asegurándome de que la verdad
tuviera tiempo suficiente para hacer las rondas. Para el momento en que
volviera a la escuela, serían noticias viejas. Todo este asunto simplemente… se
alejaría. Tomé el mouse y lo moví hacia el botón de ―publicar‖.
Me detuve por poco de hacer click, la flecha simplemente suspendida sobre
―publicar‖. ¿Qué haría Nick si se enteraba de esta forma?
Pero tengo que hacerlo, y todo lo que hago es seguirlo posponiendo. Publicaré
esto aquí ahora mismo y eso me forzará a caminar hacia su casa y escupir la
verdad antes de que lo vea aquí y se haga peor. Esta es mi garantía, una vez
que lo publique aquí, no me puedo echar para atrás de contarle la verdad.
Mi dedo tiembla cuando lo muevo hacia el botón.
Una burbuja aparece en la esquina de la pantalla. Un mensaje instantáneo.
Escucha, puta.
Me eché para atrás tan rápido en mi silla que rodó lejos del escritorio, y tengo
que deslizarme de nuevo hacia adelante e inclinarme para ver el mensaje. Es
Carter. Su cabello dorado resplandece hacia mi desde su pequeño icono de
usuario, la misma sonrisa perfecta de oreja a oreja, mostrando sus perfectos
dientes.
100
Mi vida es un infierno ahora mismo por lo que tú hiciste. Arréglalo ahora
o lo arreglaré por ti, pero no será bonito.
Whoa.
TE tiraste a ti misma a MÍ, y yo no te quería, ¿o no recuerdas esa parte?
Tragué. Nunca me tiré hacia él. Pero si recuerdo su fea mueca mientras se reía
de mí, pasando sus dedos por su perfecto cabello. Recuerdo el tono cruel en su
voz cuando me llamó una dos bolsas de papel. Recuerdo el brillo en sus ojos,
su arrogancia al descubierto.
Deslicé hacia atrás mi silla, lejos de la computadora, escuchando la bandeja de
MP pitar una y otra vez mientras él llena mi página con una ráfaga de
comentarios enojados. Ping. Ping. Ping. Ping. Ping.
Los comentarios se desplazan tan rápido que no puedo leerlos, no que lo trate
de hacer.
Me imagino a esa chica en el estacionamiento, sus ojos esmeraldas brillando
con lágrimas al relatar la manera en que Carter se burló de ella, su grupo de
amigos graznando junto a él. Pienso en Tracey, que le entregó su virginidad
sólo para ser tirada. Pienso en la forma en la que sus ojos se detuvieron en mis
muslos, esa sonrisa satisfecha en sus labios, antes de que me dijera que era
demasiado fea para conseguirlo. Pienso en la palabra ―puta‖ estampada en mi
casillero, para que todos la vieran.
Y entonces, una imparable ola de furia me alcanza, tiro mi silla más cerca del
escritorio y empiezo a teclear.
Yo no te hice esto. ¿Pero sabes qué? Te lo mereces un poco.
Di ―enviar,‖ y luego cerré sesión antes de que pudiera responder.
101
Capítulo 13
Traducido por Vero
Corregido por BrendaCarpio
la mañana siguiente, me tomo casi una hora para prepararme. Apenas
puedo lavarme los dientes sin tener arcadas porque estoy con náuseas, y
no puedo hacer que mi cabello quede en una cola de caballo derecha,
porque me tiemblan las manos. ¿En qué estaba pensando, ayer? Carter
tiene más poder en su dedo meñique del que tengo en todo mi cuerpo. Todo un
grupo de amigos —equipos de deportes enteros— cuidando su espalda.
Me siento en mi cama por un segundo y miro fijamente mi computadora. No es
demasiado tarde para iniciar sesión y enviar el mensaje. Debo hacerlo, ahora
mismo, antes de que las cosas se pongan peor.
Pero en lugar de abrir mi portátil, sólo me siento y contemplo la computadora a
través de la habitación, mis pies golpeando el suelo. Carter vino sobre mí y me
discutió sobre algo que yo ni siquiera hice. Y está metido con un montón de
gente. Los utiliza para conseguir lo que quiere, o para reírse en sus caras. Él
camina alrededor como si todo el mundo le debiera algo, como si fuera una
especie de dios y nosotros fuéramos sólo los campesinos, para su uso.
Desechables.
Tal vez pueda retorcerse, sólo por un día más, y entonces lo arreglaré. Le doy a
la portátil una última mirada prolongada y luego me pongo de pie.
***
Sólo estoy a medio camino de los escalones de la entrada antes de detenerme.
Nick está caminando hasta mi vereda.
A
102
—Pensé que te gustaría un paseo —dice metiendo sus manos en los bolsillos.
Echa un vistazo detrás de mí, hacia la puerta de entrada, como si el interés de
mi padre pudiera estallar.
Miro hacia atrás, también. Papá todavía está dentro. —Oh. Uh, ¿no tienes
ninguna... actividad después de la escuela?
Su cara se cae. —Oh. Um, sí. Un par de cosas para la ceremonia de
graduación.
—Puedo seguirte.
—Sí. Eso suena bien. —Da un paso adelante y, después de echar un vistazo a
mi casa para estar seguro que papá no está mirando, me da un rápido abrazo.
Nos separamos dirigiéndonos a nuestros autos, y doy un suspiro profundo una
vez que estoy en el mío. Se lo diré cuando lleguemos a la escuela. Voy a subir a
su auto y hablaremos, y luego, cuando entre por los pasillos, o bien estará
conmigo o no lo hará.
Aceleramos por las calles, las flores de cerezo secas de semanas atrás se
arremolinan en el aire que nos rodea. Sería bonito si mi estado de ánimo no
estuviera tan oscuro.
No se necesita mucho tiempo para poder llegar, y me meto en una plaza de
estacionamiento vacío algunos espacios más abajo que él y salto fuera de mi
auto. Está abriendo su puerta justo cuando llego al Mustang, pero me deslizo y
cierro la puerta del pasajero detrás de mí. Así que se sienta de nuevo y se
vuelve hacia mí.
—¿Estás bien? —pregunta, apretando mi hombro.
—Mmm, bien, supongo. —No en realidad. El pánico aumenta en ondas. Lo
estoy haciendo. Voy a decirle.
—¿Lo estás diciendo de verdad?
Sacudo la cabeza y trago, tratando de despejar la piedra en mi garganta para
que no tropiecen mis palabras.
—¿Quieres ir a la fiesta de los Senior juntos?
Parpadeo. —¿La fiesta de los Senior? ¿Cómo en una cita?
103
Él sonríe. —Sí. Básicamente.
Mi mandíbula cae. —Sí. Quiero decir, me encantaría.
—Genial.
Me siento como si mi estómago hubiera caído por completo.
—No puedo creer que nos graduamos este fin de semana —añade—. Siempre
me pareció tan lejano, y ahora, aquí está.
Me giro en torno a mi asiento y me apoyo en el reposacabezas. De alguna forma
nos inclinamos uno contra el otro, unidos como imanes. —Lo sé, es como...
Un tap tap tap, me enderezo, mi corazón latiendo violentamente. Entonces
recuerdo... no estamos en casa, estamos en la escuela, por lo que no puede ser
mi padre.
Nick visiblemente traga y luego hace clic en el botón de la ventana, y espero, mi
corazón en mi garganta, mientras baja, el polarizado se aleja y entra la luz del
sol de primavera.
Todo lo que veo es la campera de piel, y mis manos sobre la puerta se tensan,
sobre todo cuando veo el símbolo de béisbol dentro de la campera, cuatro
barras a su lado. Un estudiante de último año. Un tipo que ha jugado béisbol
cada año.
Carter.
Pero cuando se agacha, veo que sólo es Gary, un tipo que ha estado en el
equipo con Carter cada año. Mi estómago se afloja cuando se pone en cuclillas
al lado del Mustang con sus antebrazos apoyados en la ventana. Mi alivio de
que no es Carter no dura mucho tiempo. Debido a que sigue siendo uno del
grupo de Carter.
Me siento sudar, mi piel se calienta demasiado, el cuello de mi camiseta está
muy apretado. Abre la boca para hablar con Nick, y luego sus ojos se deslizan
hacia mí y se detiene.
Y entonces lo sé. No esperaba que esté aquí, porque se congela por un largo
segundo antes de recuperarse. —Hey Sam, ¿has estado bien?
104
Su voz es suave, tranquila, como si tuviera miedo de que vaya a enloquecer en
cualquier momento. Supongo que es mi agarre de muerte sobre la manija de la
puerta. Asiento con la cabeza, pero no hablo porque casi no puedo tragar. Gary
está en mi clase de química AP. Hemos sido compañeros de laboratorio en
varias ocasiones.
Me mira mortalmente a los ojos. —Mmm, sólo iba a hablar con Nick. Acerca de,
ya sabes, asegurarme de que cuidara de ti. Quería asegurarme de que no
pensaras que estábamos... —Su voz se apaga un poco y traga, se desplaza
alrededor—. Todos en el lado de Carter. Sólo porque estamos en el mismo
equipo.
No me puedo mover.
Gary se vuelve a Nick. —Sé cómo es Carter con las chicas. Lo que haría para
conseguir lo que quiere. Tengo que escucharlo todos los días. ¿Sabías que le
dijo a Tracey Pearson que la amaba sólo para que finalmente cayera? Algunos
de los chicos lo aplaudieron, incluso después de que se enteraran de que la
había dejado. Aún así, nunca pensé que llegaría tan lejos... —Su voz se
convierte en un susurro y me mira. Como si no hubiera escuchado del todo.
Mi respiración se vuelve superficial. Esto es surrealista. Apenas conozco a este
tipo y él cree en mí, incluso cuando no debería. ¿Por qué la gente confía en mí
de esta manera? ¿Por qué creen las cosas que estoy diciendo? No deberían.
Deberían confiar en Carter, el único chico en esta escuela que realmente es
importante para todos.
Nick lanza una mirada por encima de mí.
—No tienes que hablar de mí como si no estuviera aquí sentada —le digo.
Gary mira a Nick. —Mira, no iba a decir nada, pero he oído hablar a los chicos
anoche y van a tomar represalias. Y pensé que necesitabas saberlo. —Se aclara
la garganta—. Sólo he venido a decírtelo para que pudieras, ya sabes,
protegerla o algo así.
Es como si toda la sangre se drenara de mi cuerpo a la vez.
Gary se pone de pie. —Sólo mantén un ojo sobre ella, ¿de acuerdo?
No puedo ver su rostro, ahora que está de pie, sólo su campera de piel. Y luego
se gira y se aleja, justo mientras un sonido profundo retumba en el aire. Me
105
giro en mi asiento y veo el Charger grande y negro entrando al
estacionamiento. Debe de haberlo lavado, porque no se ven las rayas de color
amarillo.
Lucho con mi cinturón de seguridad. Carter. Oh Dios, es Carter. Mis manos no
pueden encontrar la hebilla.
—Sam —dice Nick.
Tiro, retuerzo y doy golpes sobre ella, mi corazón subiendo directamente a mi
garganta y me sofoca.
—Sam —Nick repite. Una súplica frenética gira libre de mi garganta mientras
tiro duro la hebilla.
—¡Sam!
Me quedo quieta al sonido de su voz.
—Cálmate. Estás en mi auto. Carter no espera que estés aquí. Y las ventanas
están polarizadas. —Hay un borde en su voz que no esperaba. Un extraño tipo
de gruñido. Pulsa el botón y la ventana sube.
Un escalofrío me recorre. Él piensa que me estoy volviendo loca porque Carter
me violó y por eso estoy aterrorizada.
Giro en torno a mi asiento, mirando a Nick. —Lo siento.
Se inclina otra vez. —No me debes ninguna disculpa.
—Pero si lo hago —le digo. Las palabras giran alrededor de mí, pero las que
más necesito no se materializan. ¿Cómo puedo decirle en una forma que lo
haga entender?—. Todo esto se ha ido tanto... de las manos.
Me doy vuelta, miro a través de su ventana trasera como Carter sale del auto, a
sólo media docena de plazas de estacionamiento de nosotros. Cierra la puerta
mientras su amigo sale del asiento del acompañante, y los dos cruzan el lote.
Todavía tiene esa arrogancia suya, la forma en que camina hacia la escuela
como si le perteneciera.
No puedo quitar mis ojos de él. Mira a su izquierda, y luego a su derecha,
metiéndose las manos en los bolsillos de la campera de piel. Observamos en
silencio como cruza el césped hacia la entrada trasera de la escuela.
106
—Se ve nervioso —dice Nick, mientras me deslizo profundamente en mi
asiento.
—Sí, estaba pensando en eso.
—Voy a hablar con él —dice, tirando las llaves del encendido.
—¡No lo hagas! —digo, demasiado alto. Dejo caer mi voz—. Por favor.
Simplemente... no es necesario.
—Sam, ¿Cómo puedes simplemente dejarlo que se salga con la suya en esto?
Alguien tiene que...
—Escúchame, Nick. —Mi estómago sube hacia mi garganta. Tengo que decirle
ahora, antes de entrar a la escuela—. La cosa es que... —Arrastro una
profunda bocanada de aire—. Carter...
El sonido estridente de la campana me interrumpe.
—Mierda, todavía tengo que sacar un libro de mi casillero —dice
Nick—. ¿Podemos hablar y caminar?
—Oh, eh, seguro.
Salgo del auto, tirando la mochila sobre mis hombros a medida que
avanzamos.
—¿Qué estaba diciendo?
El valor que tenía en el auto se tambalea. Los estudiantes corretean por
delante de nosotros, preocupados por llegar tarde. Tengo tres, cuatro minutos
como máximo, antes de que suene la siguiente campana. Nick odia llegar tarde.
Ha recibido un premio de asistencia cada trimestre desde que lo conozco.
—Nada —digo, cuando llegamos a las puertas—. ¿Podemos ponernos al día
después?
***
Mi final de Química es un desastre. Gary está sentado a mi lado y sigue
lanzándome pequeñas preocupadas y tristes miradas. Como si en realidad
fuera capaz de ver las grietas en mi propagada fachada si se mira con la
107
suficiente atención. Lo único que hace es reforzar mi determinación de fingir
que todo está bien.
Completo las últimas cinco respuestas de opción múltiple, sin leer las
preguntas. Las palabras realmente no se registran en mí de todos modos, así
que ¿cuál es el punto?
El altavoz en la esquina posterior de la sala cruje a la vida. Me giro en mi
asiento y miro la caja negra. —Samantha Marshall, por favor repórtese en la
oficina del director.
Me tenso. Mierda. Mierda. Mierda. Deben de haber descubierto mi escapada de
clases el lunes, cuando salí corriendo del cubículo de los baños y nunca
regresé a la escuela. Nunca debería haber hecho eso. Otra regla rota. ¿Qué
pasa conmigo? ¿Puedo meterme en serios problemas tan cerca del final del
año?
Todo el mundo se gira en su asiento para mirarme, dos docenas de expresiones
sumamente curiosas. No soy el tipo de chica que se mete en problemas. Hasta
ahora. Me estiro y agarro mi mochila, mi silla cruje. Enlazo mis brazos a través
de las correas y asiento hacia la profesora mientras me dirijo a la puerta. Estoy
caminando como si entrara en la sala subiendo una escalera. ¿Quién sabe lo
que hay en el otro extremo?
¿Qué le voy a decir al director? Necesito una excusa para haberme escapado,
pero no creo que la haya. No es como si la escuela pudiera expulsarme a tres
días de la graduación. ¿No?
Aún así, nunca he tenido problemas, y mi estómago sigue anudado mientras
deambulo por el pasillo. Esto, probablemente, va a estropear mi registro
académico. Pero supongo que no importa. Sólo voy a ir a la Universidad de
Washington, a diferencia de Nick que va a ir a la Universidad de Yale. Mi
corazón se retuerce cuando pienso en ello. ¿Quién va a aparecer al mediodía,
cuando se dé cuenta de que me quedé en casa enferma, y va saquear mis
alacenas hasta encontrar una lata de sopa de pollo?
La gran puerta de madera se mantiene abierta, paso el pequeño escritorio de la
secretaria y me paro en la entrada a la oficina del Sr. Paulson. Está sentado
detrás de un escritorio de roble enorme, una placa de cobre amarillo brillante
por delante proclamando con orgullo su título. Un helecho marchito decora la
esquina opuesta. Una maltratada estantería de madera llena una de las
108
paredes, libros y carpetas amontonados en ella. Las persianas se levantan y las
corrientes de comienzos de verano se derrama debido al sol, iluminando el
polvo suspendido en el aire.
—Tome asiento, señorita Marshall.
Me muerdo el labio inferior mientras me siento con un ruido sordo en la silla
enfrente de su escritorio, tratando desesperadamente de parecer casual y
despreocupada. Necesito algún tipo de plan, alguna razón apremiante para
huir de la escuela. ¿Un virus de la gripe? Debería haber ido a la enfermería.
¿Una emergencia en el hogar? Querrá comprobarlo con mi papá.
—¿Sabes por qué te he llamado aquí?
Niego con la cabeza. Juego inocente.
—Ha llegado a mis oídos...
Su teléfono suena. Estuve a punto de saltar de mi asiento. Levanta un dedo en
señal de: "un minuto" —Paulson.
Está asintiendo, escuchando el zumbido débil en el receptor. —Uh—huh.
Claro. Tres de la tarde. Nos vemos entonces.
El auricular se golpea abajo y vuelve su atención hacia mí. Cruzo mis piernas y
luego las descruzo. Me siento derecha.
—Como iba diciendo. Ha llegado a mi conocimiento que su casillero fue objeto
de vandalismo. —Creo que podría hundirme directamente en el suelo. ¿Esto no
es acerca de mi ausencia injustificada?—. Fue solucionado, por supuesto, por
nuestro personal de mantenimiento. —Hace una pausa e imagino que mi gesto
le dice que lo he visto—. ¿Tiene usted alguna idea de por qué alguien habría
hecho una cosa así?
Trago y sacudo la cabeza, retorciendo las manos. —Um, no, no sé quién lo hizo
—digo.
Se me queda mirando por un momento largo, apoyado en su codo, con los ojos
entrecerrados. Es imposible no tragar. ¿Sabe que estoy mintiendo?
—El vandalismo no ocurre en MHS —dice—. Y esto es particularmente...
vulgar.
109
Abro mucho mis ojos y asiento, rezando para verme más inocente que presa del
pánico. —Esperemos que este sea el único y último incidente. Puede regresar a
clases.
Es difícil no saltar de la silla y escabullirme fuera antes de que él tenga la
oportunidad de mirarme con atención. Estoy fuera en los pasillos antes de que
pueda tomar un respiro.
Ajusto los cinturones en mi mochila mientras giro a la derecha, hacia la
cafetería. Suena el timbre agudo a mi alrededor y las puertas se abren de par
en par, los estudiantes se derraman en los pasillos, llenando el lugar con un
zumbido audible. Disminuyo mi paso. No quiero correr a través de la mitad de
los estudiantes en esta escuela. No entre los jugadores de fútbol, los jugadores
de baloncesto, los jugadores de béisbol. No estoy segura de que alguna vez me
diera cuenta de la influencia que Carter tenía sobre esta escuela.
Ahora lo hago.
Un brazo pasa alrededor mío y antes de que pueda reaccionar, me arrastra a
través de una puerta lateral. Estoy a punto de darme la vuelta y lanzarme
sobre el extraño pero luego veo la cara de Verónica.
—Carter estaba más adelante —susurra, arrastrándome hacia el patio—. En
serio necesitas prestar más atención.
—Oh.
—¿Estás bien?
Gimo. —¿Todo el mundo tiene que preguntármelo una y otra vez?
Se encoge. —Lo siento, nosotras estamos preocupadas por ti.
—¿Quiénes son nosotras?
—Macy, Tracey y yo. Estuvimos hablándolo y pensamos que las cuatro
deberíamos reunirnos después de la escuela. Conseguir algo para comer en la
ciudad o algo así.
Levanto una ceja. —¿Estás segura? No estoy convencida de que en realidad me
guste...
110
Asiente con la cabeza. —Sí. Quiero decir, realmente se preocupan por lo que
está pasando contigo.
Me muerdo el labio, tratando de ocultar la culpa. Nada está pasando conmigo.
Pero Verónica se ve extrañamente optimista.
Emocionada, tal vez. —¿En serio? ¿Quieres ir? —pregunto.
—Sí. Y creo que te haría bien.
—Está bien. Claro. Sólo tengo que enviarle un mensaje de texto a mi papá.
—Increíble. Yo conduzco. Nos vemos en el lote superior a las tres.
***
—Permítanme dejar mi mochila en mi auto y podemos irnos —le digo mientras
Verónica y yo caminamos por el estacionamiento de grava.
—Claro —dice, asintiendo con la cabeza.
Unos cuantos latidos de silencio se extienden entre nosotras antes de que deje
de caminar. —Conduces un auto amarillo, ¿no? —pregunta.
Miro hacia arriba para ver un grupo de chicos caminando lejos de mi auto.
Chicos de Béisbol, altos y musculosos, fácil de detectar en sus chaquetas
Letterman y gorras. Pasan de largo, mirando como si fueran los dueños del
mundo. Brent, el chico del patio, levanta su llavero y lo sujeta mientras
tintinea, el brillo de la arrogancia brilla en sus ojos mientras me mira
fijamente.
Mis ojos se abren y trago, miro por encima de mi auto.
Puta.
—Mierda —dice Verónica—. ¡No puedo creer que lo hicieran! —Se da vuelta
alrededor como si fuera a ir tras ellos, pero no se mueve. En cambio, se acerca
y tira de mi brazo y me da un apretón.
Está esculpido directamente en la puerta del lado del conductor, con una
flecha apuntando hacia arriba. Así cuando esté sentada en el asiento del
conductor, apuntará hacia mí. Mi mano revolotea hacia mi boca y las náuseas
111
que no terminan de salir, de nuevo, aumentan. Parpadeo, es difícil contener las
lágrimas desde donde pertenecen. ¿Qué hice para merecer esto? ¿Cualquiera
de estas cosas?
Uno de los chicos deja escapar un silbido y me doy la vuelta, lo veo haciendo
algún tipo de gesto obsceno con la mano cerca de su entrepierna, y luego
desaparecen, orgullosos de lo que han hecho.
Están eligiendo el lado de Carter. Ni siquiera saben si es cierto o no, sólo están
de su lado. Tal vez ni siquiera se preocupan si es verdad lo que quieren es
joderme.
Me golpeo contra la horrible revelación de que esto podría estarme pasando si
fuera verdad... realmente lo era...
Una víctima.
Harían sin importar qué. Tomarían el lugar del chico de oro y me arruinaran.
Si realmente hubiera sucedido, estaría destrozada en mil pedazos.
Pero tú no eres una víctima.
¿Lo soy?
Saco mis propias llaves fuera del bolsillo, mientras el resplandor de las
lágrimas, se libera. Desesperadamente, me escabullo a mi auto y raspo el
metal. Mis manos tiemblan tan fuertes como mi corazón late, mis dedos
agarrando las llaves con tanta fuerza que duelen. Adelante y atrás, adelante y
atrás, hasta que he arrancado tanta pintura de la puerta que la palabra ya no
es legible. Pintura de color amarillo mancha la basura del suelo que nos rodea.
Verónica se aclara la garganta, pero no habla. Sólo permanecemos allí por un
segundo, mirando a la parte metálica de la puerta del auto. —Así que... eso
apesta.
Asiento con la cabeza, sintiéndome derrotada. —Sí. Vámonos. Voy a lidiar con
esto más tarde. —Arrojo mi mochila en mi auto y después hago clic en el botón
de bloqueo, siguiéndola a su propio auto, que, afortunadamente, está libre de
vandalismo. Es todo lo que puedo hacer para mantener mi respiración bajo
control.
—¿Seguro que estás bien? Tal vez deberías quedarte y presentar una denuncia
o algo así.
112
¿Con quién? ¿Mi papá?
—No, en serio, vamos, salgamos de aquí. —Saco mi celular y disparo un
mensaje de texto a mi papá, y luego guardo mi teléfono.
—Está bien, como quieras —dice, desbloqueando su propio auto.
Tiro de la puerta abriéndola y me hundo en el asiento individual de su pequeño
Chevy, abrochando mi cinturón mientras ella tira su mochila en el
desordenado asiento trasero.
—¿Estás de acuerdo con la pizza? Tracey quería algo con queso así que va a
reunirse con nosotras en la ciudad. Espero que eso esté bien.
Asiento con la cabeza. —Claro.
El auto se llena de silencio, mientras lo saca del estacionamiento, en dirección
a la pizza y pasta conjunta donde la mitad de la escuela pasa el tiempo.
Ninguno de nosotras habla mientras cruzamos la ciudad, y cuando llegamos al
restaurante, el silencio es más pesado que nunca.
Tracey y Macy ya están aquí, saliendo del jeep de Tracey. Me da una sonrisa
brillante y un saludo con la mano mientras se dirige hacia nosotras.
—¡Hola chicas!
—Hola —le digo, mordiendo mi labio. Esto es extraño. Incómodo. Nick ha sido
mi único amigo durante tanto tiempo, y a nadie realmente le importaba
invitarme a las cosas. Y ahora estoy cenando con tres chicas que apenas he
mirado por mi camino en los últimos años.
Me inquieto bajo sus miradas, me alegro que estén más interesadas en la pizza
que en mí, porque un instante después estamos sentadas en una cabina, los
menús extendidos delante de nosotras. Mantengo mi mirada sobre eso, aunque
sé que todo lo que quiero es una Hawaiana.
—¿Vieron el sombrero de Matt Lewis hoy? —Macy pregunta.
Miro hacia arriba y sacudo la cabeza.
—Estaba este horrible vendedor de periódicos de naranja. En serio, deberías
haber visto. En verdad atroz.
Me río, lo cual me sorprende incluso a mí.
113
—Me gustan tus zapatos —dice Tracey, asintiendo con la cabeza a las
zapatillas de ballet que llevo puestas. Son planas de color marrón con hebilla
de plata en el dedo.
—Oh, eh, gracias. —Sonrío, un poco incómoda, y ocupada desenvolviendo la
pajilla y poniéndola en mi vaso de agua. Nunca sé qué hacer cuando alguien
me elogia. ¿Agradecerles? ¿Devolverle el elogio?
—Entonces, ¿qué vamos a hacer con Carter? —Macy pregunta.
Estrecho mis ojos. —¿Qué quieres decir?
—Bueno, hemos escuchado acerca de él enloqueciendo sobre ti en el pasillo.
Entonces Tracey y yo hablamos de ello durante el almuerzo, y algo hay que
hacer. Debes sentirte segura en los pasillos de la escuela, no como si pudieras
ser atacada de nuevo en cualquier momento.
—Brent acaba de arruinar su auto, también —agrega Verónica.
—Esto está es un desastre —dice Tracey—. En realidad, deberíamos hacer algo.
—Oh, eh ... —Se me escapó una carcajada incómoda—. Quiero decir, yo no sé
si hay algo que realmente se pueda hacer, ¿sabes? Y no es cómo que realmente
me atacara en la escuela.
—Pero no se trata sólo de lo que te hizo —dice Tracey.
—¿Ah no?
Niega con la cabeza. —No. Se trata de lo que le hace a todo el mundo. Me pasé
el fin de semana en el baño después de que me dejó, fingiendo darme un fin de
semana de spa para que mi mamá no llegara y viera mis ojos inyectados en
sangre de tanto llorar. Tuve que mantenerme en la bañera durante una hora
para cubrir los sonidos de mi llanto mientras yacía en el suelo, hecha un ovillo.
¿Y sabes lo que Carter hizo? —Frunce los labios, levantando una ceja y
mirándome hacia abajo—. Fue a acampar con sus amigos, y se terminaron
metiendo junto con algunas chicas del campamento del lado. Oí todo acerca de
ello el lunes en la escuela.
Macy se inclina. —Y a pesar de que no dormí con él, les dijo a todos que lo
hice.
114
Me recuesto. ¿Cómo puede ser este chico y tener una reputación de chico
dorado? ¿Cómo pude haberme perdido las cosas que deberían haber sido tan
evidentes?
Suspiro. —Creo que deberíamos dejar que todo esto pase al olvido, ¿saben? —
Dejo salir una especie de hipo extraño o de risa y agito mi mano por el aire.
—¿Pase al olvido? ¿Después de lo que te hizo? ¿Lo que nos ha hecho a todas
nosotras? El chico se merece que un poco de todo lo que tiene se vuelva contra
él. —dice Tracey.
Mi boca se seca, tiene un sabor calcáreo. —Eh, ¿Qué lo que tiene se vuelva
contra él?
Tracey y Macy se miran y sonríen. Yo lanzo mis ojos a Verónica, pero ella sólo
está afirmando con la cabeza.
—Espera, ¿qué tienes en contra de Carter?
Me da una mirada mordaz. —No me digas que no has oído los rumores acerca
de mi primer año.
—En ese momento éramos amigas. Y no.
—La primavera del primer año.
—Oh. —Mi boca se seca. He oído algunos rumores acerca de ella, pero eran tan
más allá de lo ridículo que nunca les dediqué un segundo pensamiento.
Mira fijamente durante un largo segundo. Luego rueda los ojos.
—Carter me invitó a salir —hace una pausa—. ¿Qué? No me mires tan
sorprendida. De todos modos, él no era un dios todavía. No es mi tipo de
cualquier manera, así que le dije que no, y les dijo a todos que yo era lesbiana.
Me ahogo en el agua que estoy bebiendo. Sí, esos eran los rumores que
escuché, pero sólo los descarté. Más o menos.
Quizá casi los creí, ya que Verónica comenzó a meterse en el feminismo. Pero
nunca pensé que tuviera algo que ver con Carter. Nunca pensé que alguien los
empezó con malicia.
Tal vez de eso se trataba.
115
—He pasado los últimos tres años siendo acosada por eso. Y nadie me invita a
salir, porque piensan que es verdad. Voy a graduarme de la secundaria y
nunca he sido besada.
—Oh. —Dios ¿Es eso realmente cierto? Cuanto más sé del Carter que otras
personas conocen, más me odio a mí misma por caer en su fachada. Pero él fue
el villano todo el tiempo. La idea hace que mi estómago se revuelva.
—Así que de todos modos —dice Tracey—, todas estuvimos hablando, y
creemos que es necesario presentar cargos. Es posible que pueda obtener una
orden de restricción de emergencia o algo así, por lo que no tendrías que
preocuparte por él. Y entonces no podría ir a la graduación o al partido.
Estarías a salvo de esa manera.
Mi estómago cae como un peso de plomo. —No puedo hacer eso. No puedo
quitarle la graduación.
Macy se inclina. —Podría ser más difícil de atrapar porque no has ido a la
policía de inmediato, pero creemos que es importante. Tienes que denunciarlo.
No está bien que él se salga con la suya.
Es difícil no apartar mis ojos. En cambio, me encuentro con sus ojos. —No. No
quiero que esto sea más grande que lo que ya es, y si lo hago, sólo será más
difícil para mí. Todo el mundo ya sabe, y me mira. En los pasillos, en la
cafetería, en clase.
—Esto es importante —dice Verónica—. ¿No te sentirías culpable si le
sucediera a otra persona, y podrías haberlo detenido? ¡Tienes que ser valiente
por un tiempo más e ir a la policía.
Macy tiene este aspecto suave en su cara y se estira, apoyando sus manos
sobre las mías. Hay algo más acerca de todo esto. —Cariño, sucedió. No
presentar cargos no significa que vaya a desaparecer. Vamos a ir contigo si lo
deseas.
Retiro mi mano, sintiéndome mal del estómago, el mundo presionando sobre
mí. Todas están aquí en este momento porque piensan que Carter me ha hecho
daño como se los ha hecho a ellas. No saben que yo estoy arruinándolo. Creen
que Carter es capaz de violar y están aquí para solucionarlos de alguna manera
por mí. Quieren ayudarme a superar algo que nunca sucedió.
Estoy disgustada conmigo misma. Y no puedo hacer esto por más tiempo.
116
—No puedo presentar cargos —insisto.
—Tienes que hacerlo —dice Tracey.
—Pero él no lo hizo —dejo escapar. Al instante, mis mejillas se encienden.
Trago, mirando nerviosamente de una chica a la otra, lista para saltar sobre
mis pies y correr.
Las tres intercambiaron miradas de nuevo. —¿Qué? —Verónica dice
finalmente.
—Nunca... —Mi voz sale débil e inestable. Bajo mi voz, descanso las manos en
mi regazo porque están temblando fuera de control—. Me violó.
Macy me mira fijamente mientras bebe su agua, y Tracey se sienta en su silla.
—Pero...
—¿Han decidido lo que quieren chicas?
Miro fijamente mi regazo mientras la camarera garabatea la orden de pizza, mis
mejillas arden. Las chicas miran directamente hacia mí, esperando. Cuando
finalmente se va, quiero irme con ella.
—Así que simplemente... ¿lo inventaste? —pregunta Tracey
Niego con la cabeza. —No fue así. Alguien comenzó el rumor.
Cuando Verónica me preguntó si era verdad, yo ni siquiera sabía a qué se
refería. Estaba demasiado avergonzada para preguntar, por lo que sólo asentí.
Tracey se inclina hacia adelante —¿Pero por qué? Si nunca lo acusaste de algo
así. ¿Por qué todo el mundo piensa eso?
Me muerdo el labio. —Estaba bebiendo, y nunca bebo. Entré en su habitación
y tropecé, mi camisa se rasgó en la manija de su cómoda y golpeó mi mejilla. Él
me ayudó a levantarme... —Echo un vistazo a Tracey—. Pensaba que yo fui a
su habitación para arrojarme sobre él, o algo así. Y no lo hice, en realidad no.
Pero me dijo que era demasiado fea para engancharse conmigo. Dejé su cuarto
con lágrimas en los ojos y Michelle Pattison me vio, ahí se debe haber iniciado
el rumor.
117
El silencio perduró por siempre, pero se sentía bien finalmente dejarlo salir.
¿Cómo puedo decirle la verdad a tres chicas a las que apenas conozco, y no a
mi mejor amigo?
Tracey se cruza de brazos mientras su mirada se detiene en mi cara. —¿Y
seguiste adelante con eso?
Trago, asintiendo con la cabeza. —Cuando ustedes dos se me acercaron en la
cafetería, todavía no tenía idea de lo que pensaban que Carter hizo. Sólo estaba
asintiendo para deshacerme de ustedes. Fue por lo menos una hora después
cuando escuché a algunas chicas en el baño y me di cuenta de lo que todo el
mundo estaba diciendo.
Me siento frágil, débil, insegura, lista para correr todo el camino a casa si todo
esto sale mal. Nunca planeé decirles esto, y ¿qué es lo que van a hacer?
¿Regresar a prisa a la escuela y decirles a todos que soy un gran mentirosa?
¿Tomar represalias en nombre de Carter? ¿Odiarme?
—Les juro que si hubiera comprendido lo que la gente pensaba que había
pasado, les habría corregido de inmediato —termino—. Pero ahora me doy
cuenta, que parece muy difícil arreglarlo.
Todas asientan sus espaldas en las sillas, intercambian miradas. Verónica
agarra un tenedor y como que lo gira a su alrededor. Tracey muerde sus labios
mientras mira hacia sus uñas. El silencio es lo suficientemente pesado para
ahogarme, y sólo quiero deslizarme debajo de la mesa, esconderme hasta que
todo esto termine.
—Wow —Tracey dice finalmente.
—Sí. Wow —Macy repica.
Verónica simplemente sigue girando el tenedor.
Macy deja escapar un suspiro largo y lento. —¿Sabes lo que es raro, sin
embargo?
Me encojo de hombros, sintiéndome un poco nauseosa ahora.
—Nunca lo dudé. —Echa una mirada sobre Tracey—. Tan pronto como escuché
los rumores, los creí totalmente.
—Yo también.
118
—Conmigo tres —dice Verónica, luciendo un poco tímida.
—Eso es muy malo —dice Macy, volviéndose hacia mí—. Que ni siquiera
consideremos que podría ser inocente.
Tracey le da un vistazo. —No es culpa nuestra, es suya. Quiero decir, si él es el
tipo de persona que hace que sea fácil para todo el mundo creerlo, entonces no
es un tipo muy bueno.
Macy se muerde el labio. —¿Pero no le hemos dado el beneficio de la duda?
Somos como una turba de linchamiento o algo así, simplemente creyéndolo de
inmediato.
Tracey sacude la cabeza. —No. Te estoy diciendo, es que sus acciones hacen
que el rumor sea creíble. Las cosas que nos ha hecho. Es un hecho que
creeríamos, porque sabemos la clase de persona que es.
Las pestañas de Verónica se enardecen y ella parece brillar. —Exactamente.
Así que por supuesto no deberías sentirte tan mal.
Niego con la cabeza. —No creí que todo el mundo lo creyera. Sólo les gusta el
chisme.
Macy me ofrece su mirada. —Se lo creyeron. Confía en mí.
—Tengo que arreglarlo, sin embargo. Simplemente no sé cómo. El chisme se
propagó tan rápido y es como si estuviera fuera de control, y he tenido tanto
miedo de decirle a cualquiera la verdad.
—No tienes que decirle a nadie —dice Tracey. Sus ojos se mueven a Macy y
Verónica—. Ya es hora de que Carter obtenga lo que se merece.
Mi mandíbula cae. —No puedo hacer eso. Esto es... —Me inclino más y más
abajo, mi voz en un susurro—. Es de violación de lo que estamos hablando, no
un rumor de poca monta. Es algo serio.
Se encoge de hombros. —¿Y? El tipo es un idiota y ha pasado toda su
existencia en la escuela secundaria como un dios intocable, y es necesario que
se tome un respiro.
Aprieto mi mandíbula. No puedo creer esto.
119
O a lo mejor puedo. ¿No pensé lo mismo en algún momento? ¿Que él de alguna
forma se había ganado resolver todo lo que había hecho? ¿No le había dicho
eso a él en Facebook?
Pero entre un par de días de mentira y un para siempre son dos cosas
diferentes.
¿No es así?
—Esto no es sólo una mentirita —murmuro—. Es tocar fondo. No se puede
llegar a algo mucho peor que esto.
Tracey y Macy se reclinan en sus asientos y me miran desde el otro lado de la
cabina. Un segundo atrás se sentían como aliadas, y ahora se ven como si
estuviera en mi contra. —¿Sabías que se mudará a California, justo después de
la graduación? —Tracey pregunta—. Nadie se preocupará por algunos rumores
estúpidos de secundaria. Dos días más, Sam. Luego viene la graduación, y
estará fuera de peligro. Carter puede manejar unos malditos pocos días en el
que no es adorado por todos en un radio de cien millas. Luego se alejará y todo
esto desaparecerá.
Y todo esto desaparecerá.
—Pero, no está bien —le digo, mi voz ya no tan firme.
—¿Y es justo dejarlo caminar como si fuera la maldita Madre Teresa? Vamos,
Sam. Toma el camino fácil y deja que el rumor siga su curso. Él va a alejarse, y
puedes seguir adelante con tu vida como si nada de esto hubiera pasado.
Como si nada de esto hubiera pasado.
Trago y observo a Verónica, que me da un guiño y una sonrisa leve. —¿Por
favor? He pasado tres años esquivando los rumores que él creó sobre mí. Esto
es tan sólo una semana.
Me aclaro la garganta. —Pero la gente está destrozando mi casillero. Me
amenaza.
—Vamos a cuidar tu espalda, y una vez que colegio termine, no estarán para
hacer nada. Y cuando Carter se mude, simplemente lo olvidarán.
—Pero si estoy de acuerdo, eso significaría no más venganza. Ningún tipo de
represalia más allá de este rumor.
120
Tal vez la mayoría de las personas en la escuela no lo creen de todos modos. Es
sólo un rumor. Tal vez sea inofensivo. Puedo manejar las amenazas y el
hostigamiento de un par de días más, si esto significa evitar la verdad. Después
el rumor se apagará y todo el mundo se olvidará de él.
Tracey y Macy intercambian otra de sus miradas, y a continuación, me sonríen
alegremente. —Trato hecho.
Alivio se desliza a través de mí. No tengo que afrontar esto en adelante. Sólo
desaparecerá cuando Carter deje la ciudad. Justo como quería.
121
Capítulo 14
Traducido por Aria25, Jo y Vettina
Corregido por Steffanie
sta mañana he encontrado otra nota en mi taquilla, una que
simplemente dice: Cuenta la jodida verdad, pero por otra parte, me las
he arreglado para evitar a Carter hoy. Él no puede averiguar que hacerme
durante clase, así que todo lo que consigo son miradas duras. En los
pasillos hemos tenido tres casi accidentes, pero él no ha sido capaz de
confrontarme. Está funcionando. Carter está a distancia, y la graduación es
pasado mañana.
Estoy cansada, sin embargo. Mis pies se arrastran a través de los pasillos. Mis
cuadernos están vacíos y tampoco he dormido. Pasé la otra noche mirando al
techo.
Cuando me llaman a la oficina del director por segunda vez esta semana, no
puedo ni pretender estar sorprendida. Mis dedos ya conocen el frío acero de la
perilla de la puerta, mi cuerpo conoce la incomodidad de las sillas de cuero
rígido. Y de este modo me encuentro sentada cruzando mis tobillos, fingiendo
como si fuera correcta y formal y perfecta cuando soy todo menos eso.
Junto mis manos en mi regazo y espero a que el señor Paulson me llame la
atención a todas las cosas que he hecho esta semana. Esperar a que me
suspenda, que me expulse, que me diga que sabe el fraude monumental que
soy. Me he saltado las clases, causado alteración en los pasillos…
—Lamento tener que verte aquí otra vez tan pronto —él dice, recostándose en
su silla de respaldo alto.
Trago, fuerte, y estudio su expresión fría. Donde antes él había sido tan amable
y servicial, hoy parecía desconfiado, su cabeza inclinada hacia el lado. Me
deslizo en mi silla, me inclino contra el cuero agrietado y pretendo estar
despreocupada, pero es casi imposible, porque significa que mis manos no
E
122
pueden temblar y no puedo morder mi labio o tirar mi jersey de lana más
apretado a mí alrededor. Significa que tengo que sentarme ahí, rígida y sin
embargo fingir que es natural.
Se arregla la corbata, una cosa fea azul a cuadros que pertenece a la basura de
reciclaje. —Un estudiante acaba de informarme que tu auto ha sido
destrozado. Y tu taquilla ha sido destrozada otra vez.
Estoy sorprendida de que sepa que los daños del auto pasaron en los terrenos
de la escuela. Alguien ha tenido que ver a los chicos antes de que yo
apareciera. Mierda. Respiro profundamente y asiento.
Hoy, mi taquilla dice puta. No rotulador, esta vez, pero rasguños reales en la
completamente nueva pintura gris. Profundos, feos surcos. Rayones que me
merezco.
—He mirado su asistencia, señorita Marshall. No estoy contento de descubrir
que te has perdido un par de cursos esta semana. Con ausencias
injustificadas.
Es todo lo que puedo hacer para no moverme en mi silla, morder mi labio. En
su lugar miro hacia delante, casi sin parpadear, y simplemente asiento otra
vez, un movimiento rígido, poco natural.
Se aclara la garganta, luego se inclina adelante, y me mira hacia abajo,
intenso, exigente. Un mirada que funcionaría en una sala de interrogatorios del
FBI.
—Ahora, ¿le gustaría decirme si estos temas están, tal vez, relacionados? Tu
registro de asistencia normal es casi impecable, y nunca has tenido ningún
problema de comportamiento.
No puedo mirarlo a los ojos. Miro por la ventana, un pequeño manzano
soplando suavemente por la brisa, las flores rosas yendo a la deriva lejos de las
ventanas. Quiero estar fuera inclinándome contra el árbol, mis ojos cerrados, el
mundo lo suficientemente lejos que no tenga que pensar en ello.
La silla del señor Paulson cruje cuando se inclina hacia atrás, cruza los brazos
sobre su pecho. —Señorita Marshall, esta es una escuela pequeña. Es bastante
fácil saber cuando algo marcha mal.
123
Aparto la vista de la ventana y le miro. —No estoy segura de saber lo que quiere
decir.
—Estuviste en un altercado verbal recientemente con Carter Wellesley. —Mi
corazón se cierra de golpe en mi garganta.
—Si tus relaciones personales causan problemas bajo este techo, yo causaré
problemas en tu impecable expediente escolar. ¿Tenemos un acuerdo?
Asiento.
—Un incidente más, con cualquiera de los dos, y cavaré mucho más profundo
de lo que quieres. Voy a hacer que uno de ustedes —los dos— vean las
consecuencias. No me importa quién. Con tal de que estos problemas
desaparezcan. Vandalismo, falta de respeto, no está bien en esta escuela.
Asiento tal vez con demasiado entusiasmo, queriendo desesperadamente que
toda esta cosa… termine.
—Mossyrock es una comunidad idílica, señorita Marshall, y no quiero que tú
perturbes eso.
Asiento otra vez, vigorosamente, desesperada porque se calle.
—Muy bien. Puedes irte. Pero un problema más... incluso el más pequeño de
los problemas, y espero verte sentada en esa silla otra vez.
—Sin problemas. Lo prometo —digo, saliendo como una flecha hacia la
puerta—. Gracias, señor Paulson.
Suelto el aliento que estoy aguantando mientras salto por los pasillos,
sintiéndome como un presidiario escapando. Eso ha estado cerca. Muy, muy
cerca. Sólo tengo que pasar por un día más de escuela. Pero el director sabe lo
suficiente para darse cuenta de que algo está pasando. ¿Todo el resto del
mundo lo sabe, también? ¿Se dan cuenta de que les he mentido todo este
tiempo? Niego con la cabeza. Eso es estúpido. Me creen a mí, no a Carter.
Creen el rumor, no a Carter. Dos días más y estoy impune. Dos días más y nos
graduamos, y Carter se va a California, y se acabó.
Dos días más, y la mentira no importará nunca más.
124
***
De vuelta a casa después de la escuela, vestida en chándal, estoy comiendo
cereales encorvada en una silla para que pueda descansar mi barbilla en mis
rodillas, cuando papá entra por la puerta vestido con su atuendo completo de
policía. Mi respiración se queda atrapada. Esperaba que él no estuviera en casa
hasta que yo estuviera en la cama. No quiero hablar con él.
—Hey papá —digo, sorbiendo la leche de mi cuchara, echándole un vistazo lo
más discretamente posible. No se ve furioso, por lo que todavía no debe de
haber visto el vandalismo en la puerta de mi auto.
—¿Cereales para la cena?
Me encojo de hombros. —Sonaba bien.
Sostiene el correo. —Tienes algo.
Un cosquilleo baja por mi columna cuando reconozco el emblema púrpura en
la esquina del sobre. El grueso sobre. Querido Dios, ¿por qué no se me ocurrió
comprobar el correo?
—¿Algo que contarme?
Mi boca se seca, y me encojo de hombros como si no hay nada raro en
conseguir un grueso sobre ocho—por—once de una universidad a la que no
cree que vaya a asistir. —No.
Intento tomar otra cucharada de Froot Loops, con sabor a leche, pero mi mano
tiembla y la leche se derrama.
Evado sus miradas y lo vuelvo a intentar, hasta que oigo el rippp y me doy
cuenta de que está abriendo el sobre. Empujo mi silla hacia atrás pero no estoy
ahí antes de que él este leyendo la carta.
—Adjunta, por favor llene nuestra encuesta estudiantil —lee—. Esta es
necesaria para asignarle un apropiado compañero de habitación en el
dormitorio. Le pedimos que regrese la encuesta para el 31 de junio.
Cuando él baja la carta y me mira, sus ojos son abrazadores.
—¿Asignaciones de dormitorios?
Trago y sólo miro fijamente.
125
—Ve a buscar el resto.
—¿El resto de qué?
—El papeleo. Si están asignándote un dormitorio, eso significa que te
registraste. Así que anda a buscarme el papeleo. Ahora —grita, su pecho
comenzando a palpitar con ira.
El miedo me atraviesa, pero me niego a mostrarlo. Cruzo mis brazos en mi
pecho y levanto mi barbilla un poco. —Nunca acordamos nada —digo—. Elegí
la Universidad de Washington.
—No voy a pagar para que vayas a la UW. Está en Seattle. No es seguro, es
demasiado lejos, y demasiado cara.
—No necesito tu dinero. Tengo apoyo financiero.
Él bufa, se aleja a zancadas, y mira fijamente fuera de la ventana por un largo,
oscuro momento. —No puedes haber recibido apoyo financiero. Tendría que
haberte dado mi información, número de seguridad social, ingresos, todo.
Frunzo mis labios. —Lo hiciste. El año pasado, cuando llené Solicitud Gratuita
de Ayuda Federal para estudiantes, ¿recuerdas?
Se gira, su rostro poniéndose rojo. Oh Dios, se está enojando. Seriamente
enojado. Mi estómago se retuerce.
—Eso era para la escuela comunitaria —rechina.
Me encojo de hombros, espero que no vea las grietas en mi fachada. —Agregué
la UW.
Golpea el sobre en la mesa. —¡Me mentiste!
La desesperación me ahoga. —¡Intenté decirte, pero tú nunca quieres
hablarme!
—¡Porque no vas a ir! —ruge.
—¡Si lo haré! —digo, mi voz áspera, patética. No puede hacer esto. No puede
quitármelo. Si Nick se va y todo lo que hago es quedarme aquí, estoy cerrando
mi destino como una don nadie, un camino muerto, para siempre.
126
—No puedes ir a la universidad con solo ayuda financiera. Vas a necesitar
efectivo. Gastos básicos.
Asiento. —Tengo suficiente ahorrado para pasar el primer semestre, y
conseguiré un trabajo…
Él avanza, mirándome fijamente hacia abajo, y me encojo un paso. —No vas a
ir a la UW. Fin de la historia. Irás a la CCC, como discutimos. —Rompe la
encuesta estudiantil mientras siento mis ojos humedeciéndose, mirando todo
lo que he querido haciéndose tiras frente a mis ojos—. Si me presionas con
esto, lo lamentarás.
Pisotea hasta el cubo de basura, y cuando se levanta la tapa, bota los trozos
dentro y lo cierra.
—Dame el resto —dice, su voz dura.
—Papá…
—¡Ahora!
Lágrimas corren por mis mejillas. —¿Por qué tienes que ser así?
–¿Así cómo? Estoy siendo práctico, y te estoy protegiendo, pero eres muy joven
para verlo. Ahora anda a buscar el papeleo.
—Te odio —susurro, luego me giro y subo corriendo las escaleras, cerrando mi
puerta de un golpe detrás de mí y asegurándola. Encuentro mi papeleo y me
apuro al armario, deslizándolo bajo algunas ropas en el fondo donde él no lo
encontrará.
Luego me lanzo a la cama y lloro.
***
Media hora más tarde, miro a mi papá retrocediendo su auto de policía azul en
nuestra entrada. Debe haber estado en un descanso o algo. Llevaría su auto
personal si no estuviera volviendo al trabajo.
Espero cinco minutos, luego me escabullo por la puerta principal, cruzando el
césped en apenas segundos.
127
La hierba en la casa de Nick no ha sido mantenida por el equipo de esculpido
perfecto de césped, como el nuestro, y tiene algunas setas germinando. Salto
en su entrada de cedro y no me molesto en tocar el timbre. En la casa de Nick,
tú sólo entras.
Empujo la puerta principal y giro a la izquierda, hacia las escaleras, las cuales
subo de dos en dos. Abajo, puedo escuchar a su mamá y papá hablando
mientras su mamá cocina, probablemente algo como una ensalada de pasta o
sándwiches de jamón o algo.
Por milésima vez, deseo vivir aquí. Es un feo dolor que crece en mi pecho, un
poco más cada día. Nunca sabré como es crecer en un lugar como este. Esa
oportunidad se terminó. Se destrozó. Mi papá no sabe, no le importa. No nada.
Algún día finalmente me mudaré, —¿y entonces qué?— Entonces no tengo a
nadie.
Golpeo dos veces en la puerta de Nick antes de empujarla abierta. Nick está en
su computador, recostado en su silla negra de escritorio. No es muy diferente
de la imagen que él debe haber visto cuando entró a mi habitación la semana
pasada. Antes de que todo se fuera al infierno.
Es bueno estar tan cerca. Repitiendo la historia. Entendiéndonos el uno al
otro. Pero ahora hay un secreto entre nosotros y todavía espero que no nos
separe.
—Oye —digo, cayendo sobre su cama. Se da la vuelta. Contemplo lanzarle una
almohada para incitar otra lucha. Si pensara que iría por ese camino, podría
hacerlo. Pero todo es tan complicado ahora.
—¿Qué pasa? —Se gira alrededor, tirando de sus pies en la silla y dándome un
vistazo. Una mirada que dice que quiere saber cómo estoy, cómo lo estoy
procesando todo.
Porque él cree que fui violada la semana pasada.
—No mucho. —Me encojo de hombros, apoyándome en el montón de
almohadas en su cama—. Sólo me alegro de haber terminado con los finales.
Me hundo, desearía poder tirar una manta sobre mi cabeza y acurrucarme más
profundamente.
—¿Sí? Yo también.
128
Dejo escapar un largo, lento suspiro. —¿Estás listo para avanzar de todo esto?
—Uh, sí. Me muero por ir a Yale.
Frunzo el ceño. —¿Por qué? ¿Es este pueblo tan malo? Estás tan ansioso por
irte... —Mi voz se apaga y agito mis manos alrededor—. ¿De esto?
¿Por qué estoy incluso preguntándole esto? Estoy ansiosa por irme también.
Pero Nick va a Yale y yo voy.... a UW. Creo. Dios, después de hoy, ni siquiera
sé. Me dije que iría sin importa lo que dijera, juré que no importaba cómo
reaccionara, todavía iría. Pero ahora no sé si puedo hacerlo.
Estar por mi cuenta así, mi papá soberanamente enojado. Nick al otro lado del
país. Un extraño por compañero de cuarto. Mientras más se acerca, más
inverosímil parece.
Una parte de mí está desesperada porque Nick me diga que no vaya a UW. Que
me pida que lo siga.
Lo haría, si él me preguntara.
—¿Dejarte? No mucho. ¿Todo lo demás? Seguro.
—¿Pero por qué? Lo tienes bien. Lo tienes todo —digo, mi voz con un toque
muy envidioso—. ¿Qué hay de malo en todo esto?
Se encoge de hombros, y por un segundo es como si toda esta conversación lo
aburriera. —Sólo quiero más. Quiero ver el resto del país. Quiero ser desafiado.
Quiero... más —repite.
Me desinfla. Incluso sin todas las mentiras que pronto nos separaran, sé que
nunca podría ser suficiente para él.
—No puedes decirme que un viejo pueblo maderero es realmente suficiente
para ti —dice—. ¿No te emociona ir a UW?
—Mi papá dice que no voy a ir —digo.
—¿Por qué?
Me siento. —Él quiere que vaya a la universidad comunitaria y viva en casa,
para que pueda mantener un ojo en mí.
129
—¿Por qué está así? Nunca te has metido en ninguna clase de problemas.
¿Piensa que puede envolver en una burbuja el mundo por los próximos dos
años mientras te mantiene en casa?
Me encojo de hombros. —No lo sé. Tal vez.
—Vas a seguir adelante con ello, ¿cierto? ¿Cómo siempre dijiste?
Muerdo mi labio inferior. —Yo…
—¡Sam! Prométeme que no vas a ceder de nuevo.
—¿Qué quieres decir, de nuevo?
Nick me da una mirada exasperada. —En sexto grado, no quería que fueras al
campamento, así que te quedaste en casa. En octavo, te saltaste el viaje del
grupo a Olympia porque no creía que tuviera suficientes acompañantes. No
tuviste tu licencia hasta que tuviste diecisiete años, a pesar de que habías
ahorrado lo suficiente para comprar un auto. No participaste en el día de
escaparse de los de último año porque tenías miedo de que te atrapara. Vas a
UW. No vas a dejar esto por él.
—Para ti es fácil decir —murmuro.
—¿Qué
Tiro mis manos al aire. —¡Tu ve ahí y dile eso! ¡Ve a vivir a mi habitación y yo
viviré en la tuya y verás cuanto tiempo puedes ser tan arrogante con tus
decisiones!
Nick tiene la audacia de lucir exasperado. —¿Por qué lo dejas tener tanto
poder?
¡Argh! —¡Porque él lo tiene! ¡Es por eso!
—Nadie puede hacerte sentir…
—Inferior sin tu consentimiento. Sí, lo sé, señor Sábelo todo. Pero no es tan fácil
como tú piensas —digo, mi voz goteando con desesperación—. ¿Te acuerdas de
ese verano que llevaba zapatillas de deporte a la playa?
Levanta una ceja.
130
—Es porque fuimos a comprar sandalias e insistí en estas sandalias de goma
porque eran lindas y brillantes, pero me dijo que se romperían. Sólo cedió,
porque le rogué y la gente estaba observando. Se rompieron en dos días, pero
se negó a comprarme cualquier sandalia porque se suponía que debía vivir con
mi elección. Parece tan estúpido y trivial, pero es como hace todo. Quiere
controlar lo que hago, y cuando no puede, me castiga. Si no voy a donde él
quiere que vaya, va a encontrar la manera de hacer mi vida un infierno.
Nick sacude la cabeza, y tiene el descaro de lucir como si sintiera lastima por
mí. —No es todo acerca de él, Sam.
—¿Como no es acerca de él? —pregunto, mis dedos se clavan en la palma de
mi mano.
—Siempre tomas el camino más fácil. Haces tus decisiones por defecto.
—¿Qué significa eso?
—Dejas que las personas decidan todo por ti. Quiero decir Dios, nos volvimos
amigos porque vivo al lado y estaba disponible. Podrías haber hecho otros
amigos, pero no lo hiciste.
—No me tires eso —digo, con ira y derrota que se arremolinan en mi interior.
Tiene razón, sé que tiene razón, pero quiero desesperadamente mantener la ira.
—¿Por qué no? E incluso ahora, estás conmigo porque quieres estarlo, ¿o
porque fui la primera persona cerca cuando las cosas con Carter salieron mal?
Mi mandíbula se cae. La cierro enseguida, rechinando mis dientes. Entonces
me pongo de pie y giro hacia él.
—Fui detrás de Carter para ponerte celoso porque no podía decirte como me
sentía, ¿de acuerdo? —grito—. ¿Eso te hace sentir mejor? Entré en su
habitación, porque pensé que era la manera más fácil para que finalmente me
vieras como algo más que una mejor amiga.
Su cara se pone blanca, y parpadea. Una, dos, tres veces. Cuando llega a mí,
me alejo.
—Lo siento, yo.
—Te veré en la escuela —digo, girando y dejando a su habitación.
131
—¡Sam! ¡Lo siento!
Me detengo en la puerta, sintiendo las lágrimas brillar. —No, no lo sientes.
Tienes razón. Parece que no puedo hacer nada por mí misma, y seguro parece
que no puedo hacer nada bien.
Entonces giro salgo a trompicones por las escaleras, corriendo por el césped y
de vuelta a mi casa. Mi celular está vibrando en mi bolsillo, pero lo ignoro.
132
Capítulo 15
Traducido por Caamille
Corregido por Haushiinka
l último día de clases. El quinto día de mi mentira. O el séptimo, si se
cuentan los días que ni siquiera sabía de ella y que todos los demás sí
sabían.
Estoy justo en la mitad de nuestras escaleras alfombradas, mi mano
deslizándose a lo largo de la barandilla de roble de oro, cuando mi papá
aparece a los pies de las escaleras, mirándome.
—¿Hay algo que te gustaría decirme? —pregunta.
Hay un centenar de cosas que están pasando, ninguna de las que me gustaría
decirte, pienso.
—Um… ¿no?
—Así que, ¿no estabas planeando decirme que chocaste tu auto? Oh.
—No pensé que fuera la gran cosa…
—¿Cuándo te volverás alguna vez una persona responsable? —ladra—. ¿Qué
hiciste? ¿Lo chocaste contra un poste, un árbol o algo así?
—¿Qué? ¡Soy responsable! —Lo soy, ¿verdad? Tengo buenas notas aunque no
soy naturalmente dotada. Hago mis tareas y mantengo mi nariz limpia.
Generalmente.
Lo dejo atrás y agarro mis zapatillas, sentándome en la mesa del comedor y
metiendo mis pies en ellas, con la ira hirviendo.
—Esto sólo prueba mi punto. Piensas que puedes ir a deambular en la
universidad y no puedes siquiera ser responsable de tu auto cuando todavía
estás en casa.
E
133
—No voy a ir a deambular…
—Exactamente. No vas a ir…
Me paro, luego saco mis cuadernos de la mesa y los dejo caer de golpe en el
suelo. Y entonces prácticamente grito.
—¡Papá!
Mi pecho subiendo y bajando, simplemente nos quedamos ahí, mirándonos el
uno al otro.
—Te voy a dejar. Lo quieras o no.
Me di vuelta y lo dejé de pie ahí, mis libros y los papeles desordenados en el
suelo a su alrededor. Algún día lo entenderá. Si no me deja primero. Pero eso
no será hoy.
***
En la escuela, espero impacientemente entre Tracey y Macy mientras la línea
de la cafetería avanza lentamente. Me gustaría que Nick estuviera aquí ahora.
Necesito hablar con él, necesito disculparme por el total descontrol de anoche.
Pero como presidente de la clase, tiene algo que hacer. En relación con la
graduación o la fiesta de último año o algo así.
—En serio, pensarías que saldrían con un método mejor que esto para la
distribución de anuarios. Es patético —dice Tracey. Asiento. La cafetería está
llena de gente, y no puedo dejar de escanear los rostros por unos conocidos
que le pertenecen a los deportistas. A los amigos de Carter. Al menos éste es el
último día que necesitaré andar sigilosamente como un criminal. Lo que
supongo es irónico, desde que todos piensan que Carter es el criminal. Macy
está masticando una pajita.
—Mis padres pagaron por uno de esos anuncios de atrás, donde pusieron una
foto de un bebé. Pero se rehusaron a decir cuál de los dos era, y voy a gritar si
es ese pastel de barro que tienen en la envoltura.
Bufo, y Macy sonríe. —Apuesto que agregaron cosas como Mi pequeña niña,
creció mucho —dice Macy con esa falsa voz tonta—. Con corazones y margaritas
por todo el borde.
134
—Dios, mi mamá ya me mostró lo que hizo. Es mi foto del ballet de segundo
grado, con algún poema acerca de perseguir tus sueños o alguna mierda.
—Tracey cruza sus brazos—. ¿Qué hizo en el tuyo?
Toso.
—Uh, nada. No he visto a mi mamá en años.
Tracey y Macy se congelan.
—Oh, Dios…
—Lo siento mucho…
Me encojo de hombros alejando sus simultáneas disculpas. —No es totalmente
una gran cosa. Quiero decir, se fue hace mucho tiempo.
Trato de imaginarme a mi papá presentando alguna de mis fotos de bebé en la
parte posterior del anuario, pero no puedo verlo. Casi no tengo ninguna foto de
bebé. Las únicas que tengo fueron casi totalmente tomadas por otras personas.
Si él puso algún tipo de frase o enunciado con mi foto, sería algo como
―esfuérzate‖ o ―eres demasiado grande para llorar.‖ Jesús, cuando comencé mi
período me dio diez dólares y me dijo que condujera mi bicicleta a la tienda de
la esquina.
La línea avanza lentamente y estamos finalmente de pie en frente de la mesa.
Damos nuestros nombres a los voluntarios de la facultad, y tachan nuestros
nombres de la lista antes de entregarnos los libros. Agarro firmemente el mío
en mi pecho y sigo a Tracey y Macy al extremo opuesto de la cafetería.
En el último día de clase de todos los años, los estudiantes de último año
tienen todo el tiempo libre para las ―Actividades del Espíritu Escolar‖ que
realmente se traduce en absolutamente nada que otro tiempo de firmar el
anuario y la tonta asamblea de fin—de—año. Probablemente me la debería
haber saltado. Me siento en una mesa redonda con mi espalda hacia las
ventanas, al otro lado de las chicas, y pongo mi mochila en el suelo. Abro el
anuario y rápidamente lo volteo hacia la sección Senior, mi labio se encrespa
cuando veo mi foto mirándome fijamente. Ugh. Papá se había negado a pagar
por las lujosas fotos que la mayoría de los Senior consiguen ―cuando un
perfectamente buen fotógrafo viene a la escuela y toma tu foto del anuario
135
gratis.‖ Dios, me veo horrible. Mis rizos están todos desiguales, colgaban más
sobre un lado que del otro, y tengo un gran grano en mi barbilla. Yick.
Volteo hacia atrás unas cuentas páginas y veo el perfecto rostro de Nick
mirándome. Y como era de esperar, tal como pronosticaron, Más probable para
ser Presidente de los Estados Unidos está justo bajo su foto.
No he conseguido un superlativo. Lo que es patético, cuando calculas que hay
al menos veinte superlativos y sólo cuarenta y cinco estudiantes. Por lo menos,
Allan Eldred, nerd de la clase, consiguió más probable para Ser el creador del
siguiente Facebook. Y por supuesto Carter recibió Más probable para jugar a un
deporte profesional. Por otra parte, después de esta semana, quizás ser
invisible es lo mejor. Al menos no tengo esas expectativas.
Volteo más páginas y ahí está Carter, el rey de la bienvenida. Levanto la vista
hacia Tracey. Está en la foto también, en su brazo. Paso la página así no puede
ver lo que estoy viendo, pero la siguiente página no es mucho mejor. Hay una
cita en la siguiente foto del equipo de fútbol, donde Carter es citado mientras
dice: Fútbol es vida.
Busco en el libro y con el pulgar paso a través de él rápidamente. Hay una foto
de Carter en baloncesto, una foto de Carter en béisbol, la foto Senior de Carter.
Cuando llego al índice, escaneo hacia abajo para ver Wellesley, Carter: 7, 11,
29, 46, 52, 70, 112, 139, 150. Está en este libro nueve veces. Jesús.
—Aquí, firma el mío —dice Tracey, deslizando su anuario a través de la mesa.
Parpadeo. Todavía estoy un poco asombrada que sepa mi nombre, y que ahora
quiera que firme en su anuario.
Volteo la página en blanco al reverso.
—Dame el tuyo —dice, estirando el brazo para tomar el mío. Pesco un
bolígrafo del frente de mi mochila y luego descanso la punta en la página, pero
no sé qué decir. ¿Estoy contenta de que ambas odiemos a Carter? ¿Gracias por
creer mis mentiras? Correcto. La escucho rayar con su propio bolígrafo a través
de la página y entonces sólo garabateo: Tracey, espero que tengas un gran
verano. Sam Marshall.
Lo empujo de regreso frente de ella, pero en lugar de darme mi libro, se lo
desliza a Macy, quien no vacila mientras toma el bolígrafo de Macey y
garabatea en el reverso. Luego me da mi libro y el suyo, y garabateo un
136
derivado de lo que ya había dicho y se lo regreso. Volteo el anuario abierto y
miro el reverso. Ambas dejaron sus números. Mensajes de ¡Llámame!
Pequeños corazones. Hace que mi corazón duela, viendo sus positivas y cursis
pequeñas notas.
¿Realmente les agrado? ¿O esto es todavía por Carter? ¿Por qué no puede
parecer creíble que en realidad quieran ser mis amigas? Cierro de un golpe mi
anuario y lo empujo en mi mochila, cierro la cremallera. Cuando miro hacia
arriba, Tracey y Macy están mirando fijamente al otro lado de la habitación,
sus espaldas rígidas, sus expresiones idénticas. Giro en mi silla y sigo sus
miradas, hundiéndose mi estómago. Carter acaba de entrar en la cafetería con
los chicos quienes rayaron mi auto. Mi respiración sale de mis pulmones y
encuentro mis manos temblando mientras agarro las correas de mi mochila.
—No —dice Tracey—. No le des esa satisfacción.
Mi respiración se atrapa en mi garganta. —Pero no quiero…
—No te muevas. Si viene por aquí, te protegeremos.
¿Protegerme? ¿Qué significa eso, en realidad? ¿Que jugaran a un escudo
humano si se lanza hacia mí, como debería? ¿Cómo lo merezco? Lanzo mis ojos
hacia él, y encuentro difícil dejar de mirarlo como quería. Ahora, él es diferente.
No está flotando en la habitación como antes, si no que camina, con una
especie de saltos y pesados pasos. A menos que yo cambiara. A menos que lo
estuviera viendo diferente, viendo al chico que siempre ha sido. Pero no, no soy
sólo yo. Donde antes, las personas solían apartarse como el Mar Rojo, ahora lo
están ignorando. Tiene que empujar en su camino a través de la multitud.
Accidentalmente golpea el hombro de alguien. No es el dios que siempre fue. Lo
que sea que hice, le quité la apariencia que solía tener. Eso hizo que las
personas lo vieran por quién es. No, hizo que las personas lo vieran por quién
no es. Porque creían una completa y total falsedad. Ahora, se tropieza un poco.
No, espera. Como que parece que alguien intencionalmente lo golpea en el
hombro. Se da la vuelta y mira, pero el chico no mira hacia atrás, sólo sigue
caminando. No conozco a ese chico. ¿Por qué haría eso? ¿Escuchó el rumor y
eligió mi lado sin siquiera conocerme? Un rumor no puede ser tan poderoso. Mi
rumor no puede ser tan poderoso.
Parece que no puedo arrancar la mirada de él. Estoy fascinada viéndolo caer en
desgracia, viendo las diferencias. Sus hombros se encorvan un poco hacia
137
adelante, pero sus ojos no miran al suelo. Queman, incluso desde aquí, con
ira.
Trago.
—Chicas, realmente creo…
—No. Tu trasero se queda en esa silla —dice Tracey—. Y si te mueves, eso sólo
hará que te vea.
Ahora veo porque ella es quien es. Porque es la reina suprema entre las chicas,
porque todos la escuchan. Porque cuando habla, es una orden y todos
escuchan. Suspiro, un poco profundo, tembloroso suspiro que sólo me hace
sentir más nerviosa.
—Está bien —digo, aunque no estoy segura que realmente lo esté. Me hundo
en mi silla mientras Carter consigue su anuario. La línea ya no es muy larga, y
consigue su libro en unos minutos. Lo mete bajo su brazo, y sus amigos lo
siguen. Se acerca a un grupo de Seniors, mitad chicas, mitad chicos. Parejas,
por lo que se ve, la mitad de ellos encima uno de otros. Unas pocas chaquetas
letterman mezcladas, pero algunas chicas están usándolas. Se detiene en el
borde de la mesa, dejando su anuario, empujándolo hacia el primer chico.
Contengo mi respiración. Lo firma, lo pasa al siguiente chico. El siguiente
chico, un pelirrojo, empuja el libro hacia él, pero la chica golpea su codo y él lo
deja caer. Hay una larga, incómoda pausa, algo que puedo ver desde aquí.
Carter se queda ahí, moviéndose nerviosamente, en una extraña manera
mientras lo mira fijamente. El chico no lo mira, porque está demasiado
ocupado mirando a su novia. Su perfecta, rubia, animadora novia. Puedo ver,
incluso desde aquí, que la chica está mirando a Carter, sus ojos se estrechan.
Fuertemente. Lentamente, glacialmente lento, empuja el anuario hacia el
siguiente chico. Uno a la vez, lo codean alrededor de la alineación hasta que
regresa a las manos de Carter. Ninguno de ellos lo ha firmado. Me siento
enferma mientras lo veo recoger el libro. Lo abraza en su pecho, luciendo más
vulnerable de lo que alguna vez lo he visto. Luciendo más pequeño de lo que
alguna lo he visto. Sus hombros, una vez tan cuadrados, se encorvan, y su
barbilla, antes tan alta, parece curvada hacia su pecho. Quiero gatear bajo la
mesa, acurrucarme, y morir ahí.
Es un imbécil.
138
El más grande que han hecho. Pero no quería hacerle esto. No quería ser esa
chica, la que lo culpó, la que creó este castigo. Mi papá siempre dice, ―Lo que
siembras se cosecha‖ Lo que quiere decir, sigue las reglas y todo funcionará.
Quiere decir que aquellos que hacen lo que quieren nunca prospera, que tu
cosechas lo que siembras. No creo lo que él quiere decir, ―Se un imbécil y
alguna chica te acusará de violarla, y luego las personas lo creerán y la vida en
realidad apestará.‖
Me hundo más en mi silla, excepto que no es realmente posible, porque no hay
ningún lugar a dónde ir. Carter gira alrededor y mira hacia atrás a la mesa
mientras se aleja, se dirige hacia la puerta, dándose cuenta que no es quién
solía ser. Lo puedo ver en él. Quiero pararme, trepar a la mesa, decirles que
todos están equivocados.
Gritarles que dejen de castigarlo. Y no lo hago. Una retorcida, enojada parte de
mí está feliz de estar hundiéndose en la silla, feliz de que justo ahora esté
sufriendo, al igual que yo. Al igual que Tracey, Macy, la chica pelirroja en el
estacionamiento. Estoy muda, y sólo me siento ahí. Carter se detiene sólo
tímidamente en la puerta, gira de nuevo, y me ve. Sus ojos me queman. Se
detiene, pausa. Sus pies dejan de moverse y el pánico brota en mí. Algo en su
cuerpo cambia. Va desde abatido a determinado.
Mierda. Mierda. Mierda. Mierda.
Tracey y Macy se mueven, y sus sillas suenan mientras se levantan, Carter se
empuja hacia nosotras. Sus zancadas enojadas giran mientras se apresura
hacia mí, mientras mi estómago sube hacia mi garganta y pienso que podría
atacarme. Está tan enojado ahora, sus ojos centellean. Pero no consigue
acercarse lo suficiente para eso. Un grupo de personas parecen salir de la
nada, empujándose hacia él, surgiendo en una gran ola, una multitud, un
grupo de personas quienes parecen preocuparse por mí cuando no deberían.
Carter no se acerca a ningún lugar que esté cerca de mí. Las personas se
convierten en una pared, y su rubio, alborotado cabello desaparece. Mi boca se
seca. La multitud cambia, y alguien empuja a Carter. Su cara cambia. Y
entonces se da la vuelta, caminando, la puerta se cierra de un portazo detrás
de él con un ruido sordo. Y entonces todos se giran y me miran.
139
Capítulo 16
Traducido por Carmen170796
Corregido por V!an*
i Verónica no hubiese agarrado mi brazo en un doloroso agarre de la
muerte, estaría en el estacionamiento ahora mismo, saliendo de aquí.
Pero estoy en el gimnasio y ella me está arrastrando hacia la tribuna
descubierta. No puedo encontrar una manera de decirle que no puedo
hacer esto, no hoy día.
Creo que ella realmente podría estar emocionada por esta asamblea. Y en algún
lugar, en lo más recóndito de mi mente, recuerdo una escena o dos como esto
del primer año. Cuando Verónica era más compasiva, más que la chica
nerviosa e inocente que hoy día es. Siento remordimiento. No debí haberla
abandonado. Pudimos haber seguido siendo amigas. En lugar de eso la observé
alejarse, y ni siquiera intenté recuperarla.
Las personas nos observaban mientras subimos los escalones, pasando los
grupillos a los cuales no pertenecemos. Justo cuando pienso que va a seguir
hasta la fila superior, ella se sienta en un lugar vacío. Mis ojos se mueven más
arriba de las gradas, y veo una fila de chaquetas de deportistas verdes y
blancas. Me doy la vuelta y me dejo caer en la banca de madera, deseando
poder hundirme en las gradas, o incluso mejor, desaparecer debajo de ellas.
Las voces y pisadas resuenan contra el techo del grande y tenebroso gimnasio.
Los aros de básquet han sido arrancados, quitados de encima. Estandartes por
nuestros últimos campeonatos ondean silenciosamente contra las paredes. La
mitad de ellos eran parte de equipos en los que estaba Carter. Nuestro nuevo
estandarte del campeonato de básquet tiene un lugar excelente, justo en el
medio. Observo en silencio mientras los asientos alrededor de nosotras se
llenan continuamente de la multitud de estudiantes entrando al gimnasio. Me
pregunto si hay un letrero de neón sobre mi cabeza, una gigante flecha
S
140
señalando los miles de nombres con los que deben asociarme: Mentirosa. Zorra.
Víctima.
Empiezo sentirme caliente, y ojalá hubiera usado algo más ligero que esta
camisa de manga larga con cuello V.
Bajo mi mirada y miro la hebilla en el dedo gordo de mis zapatos marrones.
—¿Todo bien? —La voz baja de Verónica en mi oído, me asusta.
Asiento. —Uh. Uh.
Ella se estira y me da un apretón en mi mano mientras el Sr. Paulson sale a
grandes zancadas hacia el centro del escenario, un micrófono inalámbrico en
su mano. Se aclara la garganta en el micrófono y el ruidoso bramido se
convierte en un bajo murmullo
—¡Bienvenidos a la última asamblea del año!
Las ovaciones estallan. El verano esta tan cerca que puedes saborear la sandía,
sentir la fría agua del Rio Riffe. Trato de concentrar en eso. Todo esto
simplemente… desaparecerá.
—¡Todos están aquí hoy día para celebrar otro año exitoso en la MHS! ¡Y
mañana, nuestros estudiantes de último año se graduaran!
Su voz suena cómica y de locutor en las dos últimas palabras, pero a nadie
parece importarle cuan cursi suena. En lugar de eso todos empiezan a golpear
con los pies y aplaudir, eso hace que todas las gradas, se sacudan y retumben,
llenando al gimnasio de un sonido que haría orgulloso a un trueno
—Ahora presentaremos a los atletas Senior, los más recientes alumnos
graduados de nuestro celebrado programa de deportes de la Secundaria
Mossyrock —Declara el Sr. Paulson—. Por favor denle la bienvenida al equipo
universitario Senior de porristas de este año. —Él se hace a un lado mientras
un ritmo pop empieza a sonar desde los altavoces. Un pequeño grupo de
porristas saltan desde su lugar al pie de la tribuna, formando una perfecta V
en el piso a través de series de volteretas, saltos y saltos de manos.
El ritmo de la canción tamborilea en mis pulmones, pero no estoy sintiendo la
energía. No quiero estar aquí.
141
—¡Por favor reciban a los retraídos miembros de su equipo de básquet!
¡Empezando con su capitán, Carter Wellesley!
Él baja tranquilamente las gradas, esa fanfarronería habitual ahora lucia
arrogante, y desde esta distancia todo lo que puedo hacer es imaginar ese cruel
brillo en sus ojos mientras se deslizaban por mis piernas desnudas. Él debe
estar fingiendo esa confianza, sin embargo, porque dos horas atrás él parecía
tan solo y vacío.
Lo que había sido un ruidoso y retumbante show de ovaciones se vuelve…
desagradable. Detrás de mí y debajo de mí, las ovaciones estallan, pero son
ahogados por algo más.
Abucheos. Empieza como un murmullo, después se vuelve un débil sonido que
aumenta como un trueno hasta que llena el lugar. Miro alrededor y veo a mis
compañeros haciendo bocina con sus manos, abucheando con todo lo que
tienen.
El niño bonito y perfecto Carter, al que todos amar vitorear, está siendo
abucheado.
Carter pone el pie en el piso del gimnasio y su sonrisa radiante y brillante
flaquea, se vuelve falsa y tiesa.
Los abucheos se hacen aún más fuertes mientras avanza hacia el centro del
gimnasio. Sus ojos están escaneando las gradas, buscando una respuesta para
esto pero sabiendo que ya la tiene.
Los abucheos son más fuertes. Las personas se giran, buscándome en las
gradas. Unos cuantos profesores se pone de pie, haciendo gestos para
―terminarlo‖, tratan de acabar con los abucheos. Otro profesor se pone de pie
de un salto en las gradas de enfrente y corre a toda prisa hacia la capitana de
porristas, diciéndole algo al oído.
Siento como mi cara se calienta mientras gotas de sudor corren entre mis
omoplatos. Tiro del cuello de mi camisa.
Verónica se inclina —Esto es tan asombroso —dice en voz baja— ¡Míralo. Ni
siquiera sabe que hacer!
Las porristas luchan por invertirlo. Una avanza, le quita el micrófono al Sr.
Paulson.
142
—¡Y su jugador estrella, Chad Biggins!
Los abucheos se extinguen mientras Chad toma la palabra, y Carter se aparta
y se va para hacer espacio para Chad. Los veo inclinarse, susurrando algo.
Planeando mi desaparición, estoy segura.
—Finalmente sabe cómo es. Tres años, y finalmente lo sabe —dice Verónica,
levanto una ceja y la miro—. ¿Crees que lo pensó dos veces antes de decirle a
todos que era lesbiana? ¿Crees que siquiera le importó que causara eso? Fue
en su casa, sabes. En una de sus fiestas, donde le dijo a todos: ―Verónica
Michael es una mujer de pene chiquito‖ Él me destruyó, y ahora su propia
fiesta es lo que lo ha puesto en problemas. Bastante adecuado, ¿no crees?
Frunzo los labios y tiemblo. ¿Cómo sabe que esto es lo correcto?
—No te sientas mal. Después va a ser capaz de todo esto. A mí no me
permitieron hacerlo.
Asiento.
—¿Quieres salir de aquí?
Sonrió. —Sí. Eso sería asombroso.
143
Capítulo 17
Traducido por LizC
Corregido por Naty
igo a Verónica a través de la puerta, dos campanillas de plata tintinean
a medida que avanzamos en la tienda de ropa, la única en la ciudad. Es
un lugar pequeño, pero los bastidores están concurridos.
Verónica levanta un jersey de terciopelo carmesí.
—Deberías absolutamente usar esto —dice ella.
—Sigamos —le digo, cruzando la sala. Asiento con la cabeza hacia la chica de
ventas, quien está tirando de una cadena de goma de mascar de su boca,
mientras hojea una revista—. Este es lindo —le digo, sacando una camisa sin
mangas de color melocotón.
—Más o menos. Es bastante normal, pero supongo que si agregas accesorios...
Asiento y lo pongo de nuevo en el mostrador, mordiéndome mi labio inferior.
—Oye, ¿Verónica? —le pregunto, girando alrededor—. ¿Por qué estás siendo
tan agradable conmigo?
Verónica mira duramente a la percha en su mano, y luego me mira a mí.
—No lo sé. Supongo que me siento culpable, a veces, por dejarte atrás.
—No me dejaste atrás ―le digo.
—Sí, lo hice. Empecé a salir con Miranda Rogers. Tú me invitaste, y yo te dije
que estaba con ella, y nunca volviste a llamar.
—Oh.
Ella ladea la cabeza hacia un lado.
S
144
—¿Por qué no trataste de llamar alguna vez después de eso?
—¿Qué?
—¿Por qué no lo hiciste tú?
Se encoge de hombros.
―Fui una estúpida, y me estaba divirtiendo con Miranda, yendo a conciertos y
esas cosas. Me quedé pensando que llamarías, y luego cuando me di cuenta
que el año escolar había terminado, y era verano, y simplemente nunca
hablamos otra vez.
¿Por qué estoy sintiendo una tendencia? ¿Por qué parece que todo lo que he
perdido fue por mi maldita culpa? ¿Es realmente tan difícil luchar por las cosas
que quiero?
—Ha sido agradable, ya sabes. Hablar otra vez.
Asiento con la cabeza.
—Sí, lo sé. Quiero decir, me ha gustado. —Me dirijo de nuevo al estante—.
¿Cómo está tu hermana menor? ¿Ella debe tener qué, nueve ahora?
—Acaba de cumplir once. Ya está en lo de maquillarse. Mi madre está
aterrorizada.
Yo me río. Verónica sonríe.
—¿Cuál es el asunto contigo y Nick en estos días? Te he visto sosteniendo su
mano en el pasillo.
Saco un vestido de lunares que resulta ser feo y lo meto de nuevo en el estante.
—Uh, creo que estamos en cierto modo juntos. Creo. Vamos a la fiesta de
último año juntos.
Por lo menos, íbamos. Tal vez él ya no quiere ir conmigo. No hemos hablado
todavía.
Sus ojos se encienden de par en par.
—Debería haber apostado por eso. Lo vi venir a una milla de distancia.
—¿Sí?
145
Ella asiente con la cabeza.
Mis hombros caen.
—Pero si él se entera que lo de Carter es una mentira, no hay forma de que no
me deje.
—Oye. Él no se enterará. No hay ninguna razón para que él lo haga. ¿Quién va
a decirle?
Me encojo de hombros, con uno solo, sin llegar a creerlo. Saco un bonito
vestido de cuentas, sosteniéndolo contra mi cuerpo.
—Todavía no estoy tan segura acerca de todo esto —le digo—. No se siente
bien.
—Mira, sé que te sientes mal por ello, pero no lo hagas. Carter se hizo esto a sí
mismo. Todo el mundo habría ignorado el rumor si él no fuera tan idiota.
Dos errores no hacen un acierto, es lo único que puedo pensar. Otra de las
consignas estúpidas de mi padre.
Pero no lo digo.
—¿Qué piensas de este? —Paseo por los bastidores para que Verónica pueda
tener una mejor visión.
—Es tan bonito —dice ella—. Tienes realmente que ir a probártelo.
—¿Estás segura de que no se vería mejor en ti? —Le empujo el vestido a ella.
Ella me da una mirada aguda.
—Está bien ser egoísta de vez en cuando, sabes —dice, sonriendo.
—Oh, lo que sea —digo, paseando lejos a los vestuarios.
En el interior, me deshago de mis vaqueros. El puesto a mi lado, suena al abrir
y cerrarse.
—¿Te sirve? —grita Verónica.
—No lo sé todavía —le digo—. ¿Has encontrado algo?
―Sí. Es un vestido con flecos a la moda. Negro.
146
Riéndose. Está siendo diferente aquí a como es en la escuela.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —le pido, sacándome la camiseta por encima
de mi cabeza.
—Claro.
—¿Por qué querías ser uno de ellos?
Se queda en silencio, y por un momento dudo que ella me escuchara.
Entonces:
—No lo sé. Es sólo que en cierta forma caí en ello. Quiero decir, siempre
estuvimos más o menos en las afueras de la escuela, y siempre me sentí como
si la gente me juzgara, y supongo que sólo estaba cansada de eso. Quería saber
lo que era estar en el otro lado.
Deslicé la blusa por encima de mis hombros, retorciéndome para subir la
cremallera del costado.
—Eso es... muy perceptivo de tu parte —digo, buscando las palabras
adecuadas.
—En realidad no. Simplemente pasé un montón de tiempo pensando en ello.
Estoy más o menos enferma de ello, para ser honesta.
—¿En serio? —Salgo del puesto y camino hasta el espejo de tres vías en el
extremo del vestidor. Las cuentas plateadas centellan desde todos los ángulos,
pero sólo cuando la luz incide en ellas, así que no es estridente ni nada así.
Verónica sale de su puesto también.
—Sí. Quiero decir, siempre pensé que estar en el exterior era más difícil. Pero
una vez que eres uno de ellos... es simplemente un acto de equilibrio sin parar
—hace una pausa—. Ése es increíble. Te voy a matar si no lo compras.
Me miro en el espejo de nuevo. —¿Me lo prometes?
—¿Que te voy a matar? —dice, riendo.
—No, que se ve bien.
147
—Lo digo en serio. Ahora ponte tu ropa regular de nuevo para que puedas
conseguirlo. Me voy a llevar éste también. Vamos a ser las mejores chicas
vestidas de la fiesta de último año —dice ella, sonriendo.
—Está bien, lo que tú digas.
Vuelvo a los vestuarios, y por primera vez, estoy deseando que llegue la fiesta.
148
Capítulo 18
Traducido por Paaau
Corregido por Naty
n el automóvil camino a la graduación, el silencio es desagradable. Si
pensara que podía salirme con la mía, escaparía hasta una señal de pare,
corriendo y sin mirar nunca hacia atrás. En cambio, sólo me hundo un
poco más en mi asiento, envolviendo el vestido blanco a mí alrededor. No
le he dicho ni una sola palabra a mi papá en veinticuatro horas.
Estamos a medio camino de la ceremonia antes de que él finalmente rompa el
silencio.
—Estoy orgulloso de ti.
Se sienta, inmóvil en el asiento junto a mí mientras se detiene en un semáforo.
¿Qué? ¿Primero se pone a gritar y ahora está orgulloso de mí?
—¿Por? —pregunto.
—Por graduarte —dice con voz lacónica, dándome una mirada como si ésa
fuera una pregunta estúpida.
—Todo el mundo se gradúa —digo, mirando mi vestido.
—Pero tienes un gran promedio —añade bruscamente. El orgullo no es algo
que pueda decir y ya. Le queda tan bien como una camisa pequeña en sus
marcados músculos.
Y en todo lo que puedo pensar es, demasiado poco, demasiado tarde.
¿En dónde estaba él hace diez años, cuando quería desesperadamente que me
llevara al baile de padres e hijas porque los papás de mis compañeras de clase
iban a ir? ¿En dónde estaba cuando quería ir a clases de ballet y fui la única
E
149
que se presentó en pantalones de deporte cuando debería haber tenido un
moño, calzas y mallas?
—Corta la mierda, papá.
—¿Perdón?
—Mi promedio es mediocre, como mucho.
Frunce el ceño.
—Ésa es la razón de porque deberías ir a la escuela comunitaria, aumentar tu
promedio…
—¡No voy a ir a la escuela comunitaria! —exploto. No sé si es por mi papá, por
Nick o por todo, pero de pronto, no puedo contenerme—. ¡Ya te dije esto!
Quiero ser una escritora. Quiero ir a la UW, estudiar Inglés y hacer algo para
mí por una vez.
Su mirada se endurece.
—¿Por qué estás tan molesta?
—¡Porque, por una vez, quiero un papá como todo el resto del mundo! ¡Un papá
que me apoye y que se emocione porque vaya a la Universidad! ¡En cambio,
tengo a uno que quiere que me quede aquí por siempre!
Parpadea, luego se da la vuelta para mirarme; tiene el descaro de mirarme
como si lo hubiera lastimado.
—Te apoyo.
—Tienes una forma graciosa de demostrarlo. —Mi voz sale afilada y con rabia,
derramándose de una forma que es imposible de detener. Incluso yo estoy
sorprendida por eso.
Mi papá parpadea.
—Sam, quizás no siempre lo demuestro…
No puedo soportar eso.
—¿Quizás no siempre? ¡Dame un respiro, papá! ¿Cuándo lo has demostrado
alguna vez? ¿Cuándo demuestras algo? Eres una maldita máquina o algo así.
¿Sabes cómo es crecer así? ¿Acaso te importa?
150
Mi voz sale una octava más alta. Quizás toda esa locura en la escuela se ha
transformado en algo. En… mi habilidad para decirle a él la verdad. Porque
hace una semana, todo estaba bien. Era la Sam perfecta y obediente. Pero ya
no quiero ser esa chica.
Él se estremece.
Aprieto mi mandíbula, retengo mi rabia, que el daño se quede dentro, donde
debe estar.
—¿Mamá era como tú? ¿Habría sido ella una idiota todo el tiempo?
Se hace hacia atrás como si lo hubiera golpeado. Por un segundo, me siento
mal. Pero estoy cansada de sentirme mal por todo, de sentirme culpable, de
sentir como si todo es mi culpa.
Mira hacia el camino, parpadeando unas cuantas veces pero no parece poder
responder. En cambio, detiene el auto bajo un gran sauce llorón. Apaga el
motor y nos sentamos aquí, envueltos en la sombra del árbol. No sé por qué se
detuvo, qué está pensando, pero no puede ser bueno. Si sé algo, es que las
conversaciones con mi papá nunca son buenas.
Por un largo tiempo, estoy molesta y quiero golpearlo, pero no puedo reunir el
coraje.
—No la conoces. Realmente no sabes cómo era.
Espera… ¿qué?
—Nunca supuse que tendría que hacer esto solo.
Mi corazón se sacude. Hay emoción en su voz. Emoción real… el más pequeño
toque de vulnerabilidad que rompe su fachada perfecta.
—Tú simplemente… llegaste de la nada —dice él, inhalando aire fuertemente.
Quiero creer que está sintiendo algo, algo real, pero es nada. Tiene que ser
nada. Mi padre es un total y completo idiota.
Tiene que ser nada, me repito una y otra vez.
—Nunca podría deshacer nada de esto, pero… no sabía que ella podría irse y
que tendría que manejar todo solo, haciendo un horrible trabajo al criarte.
151
El silencio nos envuelve, confusión corriendo dentro de mí. ¿Qué puedo decirle
al hombre que jamás me ha mostrado algo de vulnerabilidad? Todo lo que
puedo hacer es respirar con normalidad. Tengo un nudo en la garganta y él
simplemente se sienta ahí, duro como una roca, no se ve afectado para nada.
Suspira.
—Ella no era como yo. Era cálida, divertida y cambiaba todo sólo con entrar a
una habitación. Tenía esta forma de ver la vida como si fuera un juego. Como
si… el mañana no fuera una garantía así que teníamos que vivir en el hoy.
Inhala aire entre los diente. Mis propios pulmones arden. ¿Está molesto por
esto? ¿Por qué tiene que esconderlo?
—Todo lo que quería era que no fueras como ella y que fueras como ella al
mismo tiempo —dice él—. Todo el mundo la amaba, amaba lo que traía a la
vida y aún así, apostaría todo lo que tengo a que es infeliz incluso ahora, a
donde quiera que esté. Ella es una de esas personas que nunca puede
encontrar satisfacción en algo. Todo lo que siempre quise para ti fue que
entendieras que lo que tenemos… no es tan malo.
Parpadeo contra las lágrimas que vienen de la nada. La voz de mi papá es
plana, grave. No le demostraré emoción si él no me la demuestra a mí.
Carraspeo.
—Pero me haces sentir atrapada aquí. En Mossyrock, para siempre.
—Necesitas quedarte aquí. No eres lo suficientemente madura para manejarte
ahí afuera. Necesitas entender… que lo que tú y yo tenemos no es tan malo.
—Pero, ¿cómo voy a aprender eso si nunca aprendo nada diferente? ¿Si me
quedo dentro de esta maldita burbuja que construiste para mí?
Se gira para mirarme y casi no creo lo nublado que están sus ojos. Parpadea y
la neblina se va, y sé que la he imaginado. Lo quería. Quería un papá que se
preocupara por mí, que estuviera orgulloso de mí, que fuera cualquier cosa
menos un idiota.
—Sé que estoy haciendo mal toda es cosa de ser papá, pero no sé hacerlo de
otra forma. Tu mamá se fue seis meses después de que nacieras. Supongo que
nunca entendí qué demonios estaba haciendo. Y estando en este trabajo, es
demasiado fácil imaginarse lo peor y quiero protegerte de eso, endurecerte y un
152
millón de otras cosas. Todavía sigo sin saber qué demonios hago. Y ahora te
estás graduando.
Me doy la vuelta para verlo.
—No es tan difícil. Todo lo que quise era que me dijeras que me amabas.
Quería que confiaras en mí. Dejarme ser quien quería ser. No quería sentirme
tan sola todo el tiempo.
—Sí te amo —dice papa—. Eres todo lo que tengo. Pero también te pareces
tanto a ella.
Cierro mis ojos, descansando mi cabeza en el asiento e inhalo profundamente,
intentando frenar el espiral de emociones. El dolor, la rabia, la confusión. Papá
nunca quiere hablar sobre ella y de pronto, está diciéndome todo esto. Más de
lo que ha hecho antes. Y nunca dice ―te amo‖ y me odio a mi misma por sentir
algo cuando lo dijo.
Todo gira y simplemente quiero salir de este automóvil. El aire está caliente,
sofocante y no es suficiente.
—Esa es la razón de porque necesitas quedarte. Por eso necesitas entender mi
punto de vista. No estás lista.
Su respiración es superficial, rápida. Me pregunto si acaso, si abro mis ojos,
vería emociones reales en su rostro.
—Eres todo lo que me queda de ella y no sé qué haría si algo te sucediera.
Su voz se rompe y finalmente abro mis ojos, mirándolo y el aire desaparece de
mis pulmones. Sus ojos están brillando. Como si, en alguna realidad paralela,
él en realidad derramara una lágrima.
No puedo mirarlo cuando está así, tan diferente al papá que siempre he
conocido, así que miro por la ventana. Está comenzando a nublarse por el frío
aire de la primavera y la calidez del automóvil. Paso un dedo por ella.
—Estoy intentando comprender. De verdad. Pero ya no quiero vivir en una caja
—digo, mi rabia se ha ido—. Voy a ir a la UW.
Él medio suspira, medio gruñe.
—No te dejaré.
153
—Tienes que.
—¿Tengo? —pregunta.
—Sí. Tengo dieciocho. Si no me das tu bendición, voy a ir de todas maneras.
Avanza hasta detenerse en el signo pare, pero no sigue adelante. Miro en el
espejo retrovisor, medio aliviada de que nadie esté esperando tras nosotros.
—No quiero que te vayas —dice finalmente.
Vuelvo a inclinarme contra el asiento.
—Lo sé. Pero iré.
—No creo poder apoyar eso.
—Iré de todas formas —digo, mi voz ahogada.
—Que así sea —dice él.
Sí. Que así sea.
***
Si no fuera por la insistencia de mi papá, no estaría aquí ahora, de pie en la
esquina de la habitación, escondiéndome bajo esta toga holgada y negra y este
tonto birrete, una borla dorada colgando en mi rostro. Sigo buscando a Carter,
quien estará en una toga verde como el resto de los chicos, pero no lo he visto.
Quizás se saltó la ceremonia.
Encuentro una silla y me siento contra la pared, viendo a cuarenta y tantos
chicos de mi clase reír y bromear, emocionados de dar este paso, nerviosos de
darlo, preocupados de perder a sus amigos.
No puedo dejar de pensar en mi papá, en lo pequeño que se veía en el asiento
del conductor. Me abrazó cuando bajó del automóvil. No puedo recodar la
última vez que me abrazó. Se sintió… extraño. Pero agradable.
Aunque, al final, todo lo que siento es una tristeza profunda, que ambos
hayamos llevado una vida tan larga de aislamiento cuando no tenía por qué ser
de esa forma. No hay resolución en esta paz inestable que hemos hecho. Sólo
otro borde afilado.
154
Le doy un vistazo a mi reloj, miro como el segundero hace tic tac al menos
unas cien veces. Nick y yo aún no hemos hablado. No sé que está pensando
ahora. Me siento más sola que nunca mientras lo busco en la multitud. Quiero
hablar con él. Quiero sabes que está bien. Quiero que me vuelva a besar.
Él entra a la habitación justo cuando alguien más entra y silba. Esa es nuestra
señal para ponernos en fila en orden alfabético. Estoy en el medio con los otros
M. Nick me da una sonrisa y un saludo que me llena de alivio. Es tan normal,
como si no estuviera molesto conmigo para nada. Termina en la fila, una
docena de estudiantes o más delante de mí.
Camino, siguiendo la fila, sintiendo como si estuviera caminando hacia el
tablón de la muerte, aunque no estoy segura por qué. Veinticuatro horas más a
partir de ahora, todo lo relacionado a la escuela y a mis compañeros de clase
estará detrás de mí. Veinticuatro horas.
Encuentro mi asiento en el medio de la tercera fila y me siento en la silla
chirriante. Levanto mi mano para comprobar mi cabello, acariciando los rizos
de salón que me hicieron esta mañana. Miro hacia atrás en el momento justo
para ver a Carter entrar por la puerta tras nosotros y tomar el último asiento
que queda atrás. No está sentado en orden. Trudy Xander y Paul Zimmerman
deberían estar después de él.
Esperó hasta el último momento para sentarse con sus compañeros.
Alguien aleja su silla lejos de la de él. Sólo unos pocos centímetros, pero
también podría ser el Gran Cañón; el mensaje que envía es igual de duro.
Carter pretende no darse cuenta, simplemente se desploma en su silla y mira
fijamente hacia adelante.
Me doy la vuelta, miro hacia donde los padres y la familia se sientan en hileras
que forman una herradura alrededor de los estudiantes. Trato de encontrar a
mi papá, pero su rostro sólo es uno entre cientos, así que vuelvo a darme la
vuelta y miro fijamente hacia adelante, a la borla que cuelga del birrete del
chico frente a mí.
El señor Paulson camina hacia el frente y da un discurso seco y aburrido. Nos
dice que recogeremos nuestros diplomas y luego, la mejor estudiante, una
chica tímida con la que he compartido una o dos clases, dará su discurso.
Técnicamente, ella y Nick son los mejores estudiantes, los únicos estudiantes
155
en esta escuela que han tenido un 4.0 perfecto 4 años seguidos. Pero él ha
dado muchos discursos y esto significará algo para ella.
Toma más tiempo del que debería, leer cuarenta y cinco nombres. Me pregunto
cómo será ir a la escuela con cuatrocientos compañeros en vez de 40. Me
muevo incómoda en mi silla hasta que mi fila está lista, luego me levanto y sigo
la línea hasta que estoy de pie en el escenario, sacudiendo la mano del director
mientras recibo mi diploma. Un ruidoso silbido eclipsa los amables aplausos.
Me giro para ver a mi padre. Reconozco ese silbido; lo usa todo el tiempo como
policía.
Sin quererlo, le sonrío, sintiendo como un poco de la pared de hielo entre
nosotros se descongela. Luego me giro nuevamente y sigo a mis compañeros
hasta que estoy sentada de nuevo en mi silla y la fila detrás de mí se levanta
para tomar su turno para caminar por el pasillo, estudiante tras estudiante,
flash tras flash, ovaciones y aplausos.
Estoy apoyada en el respaldo de mi silla, mirando a la nada, cuando escucho:
—Carter Wellesley.
Parpadeo y levanto la mirada y el gentil y consistente aplauso se convierte en
nada, por lo que las ovaciones que vienen desde su familia son obvias ante el
silencio. Es como gritar en el medio de los SAT.
Y luego, lo sé. El rumor ha viajado más allá de nuestra escuela. Consumió al
pueblo. Si los adultos saben de eso, ¿cómo es que mi papá no lo sabe?
Carter toma su diploma sin sacudir la mano del director. Luego, otro nombre
es anunciado y los aplausos regresan y es tan diferente como un balde de agua
y el océano.
Me giro para mirar desde donde provienen los sonidos de la familia de Carter y
puedo ver sus cabezas inclinadas hacia adelante; se susurran los unos a los
otros, confundidos.
Debe ser su mamá, con el cabello rubio-dorado, su hermana y su hermano,
ambos son al menos diez años menores por su apariencia.
Mi estómago de hunde.
156
Capítulo 19
Traducido por Cami.Pineda y Susanauribe
Corregido por Otravaga
Doy una vuelta frente al espejo, bajando la mirada a mi vestido plateado
bordado con cuentas, ajustando mi lisa diadema negra. Todo el mundo se viste
de gala para estas cosas, así que no es como si estuviera vestida extrañamente,
pero estoy nerviosa de ser tan… visible. Me había convencido a mí misma,
mientras seguía en la tienda con Verónica animándome, de que podía lograrlo.
Pero ahora parece una locura imprudente. Brillante, reluciente, completamente
no yo. Llevo unos tacones plateados de tiras que le pedí prestados a Verónica.
Rozan un poco la parte de atrás de mis pies. Sólo son de casi cuatro
centímetros de altura, pero en realidad nunca antes había usado tacones,
excepto por esa desastrosa noche con Carter.
Mi cabello no ha cambiado desde la ceremonia de graduación que terminó hace
veinte minutos, pero luce mejor con el brillante vestido bordado con cuentas.
Mastico mi labio y bajo la mirada a mi silueta, agradecida de que ninguna de
mis compañeras de clase se haya metido al baño. Nick está esperándome, lo sé,
pero encuentro difícil el salir del baño. Se supone que me veo bien. Y si Nick y
yo estuviésemos así juntos sin este secreto colgando sobre mí, me sentiría feliz.
Tal vez emocionada, como si estuviera al borde de algo más que lágrimas.
En vez de eso, estoy parada aquí sabiendo cuantos pares de ojos van a estar
mirándome fijamente. Cuantas personas van a estar observándome, esperando
que caiga en pedazos porque supuestamente, hace sólo una semana, Carter
fue muy lejos.
Si doy un tropezón, estoy jodida.
Esto pudo haber sido diferente. En primer lugar nunca tuve que haber actuado
como si fuese tras Carter. Nick me besó en la sociedad humanitaria porque
quiso hacerlo; Reyna lo dejó porque él no podía parar de hablar de mí. Si
157
hubiese pensado las cosas —si, sólo una vez, me hubiese esforzado allí— tal
vez habríamos podido ser algo.
Pero la escuela se acabó. La graduación pasó. Esta es en realidad la última vez
que voy a tener que ver a cualquiera de mis compañeros. He resuelto todo justo
como Tracey y Macy dijeron. Todos creyeron la mentira, creyeron todo. Carter
―tuvo lo que se merecía‖, y la próxima semana se va a California.
Sabe amarga, esta victoria. Como si hubiera chupado un limón podrido, y
ahora me hubiera arruinado todo lo demás. Me salí con la mía. Carter ha sido
castigado, y todos me creen.
Pero ya no quiero esto. Tengo todo lo que pensé que quería, pero ya no vale el
precio.
Voy a decirle a Nick, esta noche. Él será el primero. Y luego de alguna manera
les diré a todos los demás. No puedo seguir mintiéndole. No puedo seguir
destruyendo a Carter. Tal vez sea un idiota. Tal vez sea un montón de cosas.
Pero no es un violador.
De alguna manera haré que todos lo crean, que todos sepan la verdad.
Retrocedo y me miro en el espejo de nuevo. Tuerzo la boca hacia un lado y
lucho con la urgencia de recoger mi cabello, luego salgo del baño. Mis zapatos
resuenan en el concreto, hasta que giro en la esquina y veo a Nick apoyado
contra su Mustang.
Está vestido con un pantalón vaquero azul claro y una nueva camisa de
abotonar azul oscuro, una gorra de béisbol puesta torcida en su cabeza. Me
sonríe y es imposible no devolverle la sonrisa. —Te ves increíble —dice, sus
ojos recorriéndome.
—Gracias, tú también te ves muy bien.
Es loco, pensar que realmente voy a una fiesta de los de último año con él, mi
mejor amigo todos estos años. Odio que nos tomara todo esto para al fin estar
juntos, que perdiéramos esos tres o cuatro años en los que pudimos haber sido
algo.
Y voy a extrañar los próximos años luego de que se entere de lo que en realidad
pasó. Probablemente le tome mucho para que me perdone. Pero no puedo vivir
conmigo misma de otra manera. Todo se convertirá en una calabaza a
158
medianoche, pero por ahora, puedo pretender que en realidad soy la chica en el
baile, la chica a la cual su amor verdadero podría amarla de vuelta.
Nick abre el auto con una floritura, una clase de cursi ondular sobreactuado
de su brazo que me hace reír, y una parte de mí se relaja.
—Su carruaje espera —dice.
Pienso que voy poner los ojos en blanco, pero no lo hago, porque de alguna
manera encuentro encantadora toda esta estúpida cosa. Tengo horas hasta que
tenga la intención de contarle, así que bien podría disfrutarlas.
Me hundo en el asiento, alisando el vestido con cuentas, con cierta ansiedad
cruzando mis tobillos, lo cual es medio tonto porque…. es Nick. Pero estando
vestida así, sabiendo que tal vez ésta sea mi última noche con él si no
reacciona bien a la verdad…
—Deberías vestirte así más seguido —dice.
Yo resoplo. —¿Como si fuera a salir en el pueblo? ¿Cuándo no hay lugar a
donde ir en este pueblo?
—Bueno, no, no así. Sólo… con tu cabello arreglado y maquillada y todo eso.
Le lanzo una mirada escéptica.
—No me refiero a toda adornada. Simplemente me refiero a que… siempre te
estás enterrando en sudaderas y gafas de sol. Es agradable ver que lo aceptas.
—¿Acepto qué? ¿Congelarme el trasero?
—Yo iba por tu belleza natural, pero como sea.
Me río nerviosamente. Belleza natural. No sé si creerle, pero me gusta escuchar
esas palabras siendo dichas sobre mí. —Eres todo un nerd.
—Es por eso que me amas —dice.
Resoplo y termino en una extraña tos, y muy pronto me estoy arruinando los
pulmones. Esta es la tercera vez que lo dice esta semana.
Me sonríe, y entonces sé que él sabe, y mis mejillas enrojecen. Me volteo para
mirar fuera de la ventana mientras sale en reversa de su puesto de
estacionamiento.
159
***
Viajamos hacia el norte, el silencio cayendo a nuestro alrededor mientras nos
dirigimos hacia un muelle en Olimpia. El estacionamiento que se extiende a lo
largo del camino está mayormente lleno cuando nos deslizamos en uno de los
últimos espacios disponibles. Nick estaciona y nos sentamos en silencio por un
largo rato, mirando fijamente hacia la brillante agua frente a nosotros, las
luces de la cuidad reflejándose en el agua oscura.
—¿Estás bien? Has estado un poco callada.
Su tono tentativo hace que mi corazón se apriete. Lo dice como si estuviera
preocupado por mí, como si yo todavía estuviera confrontando el problema de
la supuesta violación.
Creo que la gente tiene razón. Tal vez la verdad en realidad me hará libre. Sin
embargo, no lo hace más fácil de decir. Me volteo hacia él y sonrío, esperando
que llegue a mis ojos. —Sí. Sólo estoy lista para dejar todo esto atrás.
Se estira y aprieta mi mano y luego me dice que me quede tranquila mientras
rodea la parte trasera del auto. Abre mi puerta, se estira para agarrar mi mano,
y me pone en pie. Aliso las cuentas de mi vestido mientras me pongo de pie,
luego cruzo los brazos sobre mi pecho. Es más frío aquí, en el agua. El
primaveral aire nocturno ha dado paso a una suave brisa salada proveniente
de Puget Sound.
Tomo el brazo de Nick mientras me guía a través del desnivelado pavimento,
hacia arriba a la gran rampa que nos llevará al bote alquilado para la ocasión.
Todos tuvimos que pagar cien dólares en entradas, pero es una tradición…
una fiesta de ocho horas que dura hasta las cuatro de la mañana. No tenemos
permitido saber nada más acerca de la fiesta antes de tiempo, o por qué,
exactamente, pagamos cien dólares.
Subimos la rampa, mi mano deslizándose por la fría barandilla de hierro hasta
que estamos en la cubierta del bote. Centelleantes luces blancas navideñas
zigzaguean de un lado a otro sobre la cubierta, creando un toldo bajo el que
caminamos mientras nos abrimos paso hacia las puertas dobles abiertas.
Hay un enorme salón de baile adentro. En el fondo suena música swing
mientras una bola disco envía centelleantes luces esparciéndolas a través de
160
las paredes. Una multitud de personas, mezclándose en grupos, se esparce en
la pista de baile. Unas cuantas mesas se extienden de un lado al otro del salón,
y los meseros están ocupados trayendo bandejas de comida. La pared opuesta
tiene docenas de mesas redondas, cubiertas en fieltro verde, con hombres y
mujeres en camisas negras de botón parados en un lado, manejando cartas.
Nos detenemos en la entrada mientras lo asimilo todo.
—Es noche de casino —dice Nick—. Genial.
Asiento, mirando fijamente a través del espacio abierto a la multitud riendo y
hablando. El bullicio de sus voces se vuelve más fuerte. Esto es tan importante
como el receso de primavera y el día libre de los de último año.
—Vamos a registrarnos y ver cómo funciona esto.
Nos movemos más adentro en el salón y tiro de mi vaporoso chal más cerca,
como para protegerme de las miradas de mis compañeros de clase. Sigo a Nick
a la larga mesa más cercana a la puerta, y él se inclina y da nuestros nombres.
La mujer pelirroja, una de las dos profesoras de matemáticas en el MHS, estira
su brazo debajo de la mesa y saca dos pequeñas canastas de plástico. —Éstas
son sus fichas. Juéguenlas de la manera que quieran. Al final de la noche,
podrán cambiarlas por premios.
—Entendido —dice Nick, dándome las fichas.
Nos abrimos paso entre la multitud, Nick sosteniendo mis dedos para así no
separarnos. Finalmente, salimos en un claro cerca de la bola disco. Las luces
amarillas se esparcen a través del piso bajo nuestros pies.
—Bailemos —dice Nick, con su voz cerca de mi oído.
—Nadie está bailando —digo, lanzándole una mirada a la pista vacía, luces
blancas de la bola disco brillando a través de suelo de madera.
—¿Y qué?
—Que todo el mundo estará mirando. Y tú eres un bailarín terrible.
—Pretenderé no estar insultado. Además, de todas maneras todos van a estar
mirándote. Así que démosles algo que ver —hace una pausa—. Aunque sea yo
haciendo el idiota.
—¿Qué hago con éstas? —pregunto, sosteniendo las fichas en alto.
161
—Hay algo llamado bolsillos. —Nick toma las fichas de mi mano y se las mete
en sus bolsillos, luego echa las de él en el bolsillo opuesto. Sus pantalones
vaqueros se abultan con las fichas y se ve ridículo, pero él sólo me sonríe de
esa genuina manera suya.
Trago y levanto la mirada hacia él, encontrándome asintiendo aun cuando no
lo había planeado.
Entrelaza sus dedos con los míos y me jala hacia la pista, y esquivamos el
grupo de nuestros compañeros de clase hasta que estamos de pie en el espacio
vacío bajo la bola disco. Algunos de ellos se voltean a mirarme, a observarme,
pero los ignoro hasta que estamos cara a cara y no tengo que mirar a nadie
más excepto a Nick.
La canción de swing pasa a algo más lento, algo que ambos podemos manejar.
Y luego él está alcanzando mi otra mano y poniéndolas ambas sobre sus
hombros, y sus manos en mi cintura mientras la canción parece subir de
volumen y los susurros parecen irse callando.
Le permito acercarme lo suficiente como para poder apoyarme en él, cerrar mis
ojos y concentrarme en el balanceo de nuestros cuerpos. Los susurros mueren
completamente y estoy encantada, en este momento, de estar aquí. Me está
gustando esto. La primera cosa normal que me ha pasado en una semana.
Creo que es una bendición que la fiesta de los de último año sea toda la noche.
Tal vez nunca acabe.
Los minutos pasan y mantengo mis ojos cerrados, así que me sorprendo
cuando los abro para encontrar que la pista se ha llenado. Una docena de
parejas están salpicando la pista a nuestro alrededor y reconozco a Tracey, a
Macy y a Verónica entre ellos. Ellas me sonríen y asienten mientras se
balancean con sus parejas, y yo les devuelvo la sonrisa.
—¿Ves? No es tan malo, ¿verdad? —Nick le da un apretón a mi espalda y yo
asiento.
—No. No es para nada malo.
La canción cambia y el ritmo se pone un poco más rápido. —¿Quieres seguir
bailando o ir a buscar algo de beber? —pregunta Nick.
Me aparto. —Una bebida estaría bien.
162
Él me lleva de regreso a través de la multitud, la cual ha continuado
aumentando. Puede que sólo sea yo, pero juro que las miradas no son tan
intensas como lo fueron antes. ¿Toma sólo una semana para que la gente se
canse de un rumor sobre una violación? ¿Ya lo superaron, moviéndose hacia la
próxima gran cosa?
Una cuantas personas con las que nunca he hablado fuera de la escuela me
sonríen y me asienten con la cabeza. Inclusive un jugador de fútbol americano.
Aprieto más fuerte la mano de Nick mientras empujamos a un par de personas
para poder pasar.
Pronto estamos parados al lado de un par de grandes contenedores de hielo.
—¿Pepsi está bien?
Asiento y tomo la congelada lata sudorosa de su agarre y abro la parte de
arriba.
—¿Y ahora qué?
Doy un vistazo al grupo de mesas. —Vamos a probar suerte en el póquer
—digo—. Como que me quiero sentar. Estos tacones ya me están matando.
Él se ríe. —Tengo que admitir, que son medio sexys, pero no estoy seguro que
seas del tipo de tacones altos.
Sonrío, sintiendo un sonrojo calentar mis mejillas. —No lo soy. Por lo tanto,
están matándome.
—No se diga más —dice, llevándome una vez más de la mano. Tal vez es tonto,
pero me hace sentir un poco menos…. perdida.
Cruzamos el atestado salón y siento mi confianza creciendo, como que puedo
lidiar con cualquier cosa que cualquiera me presente. Como que esta noche
puede ir bien, que puedo decir la verdad, y las cosas no se van a desmoronar.
Tomamos asiento en los taburetes cercanos a las mesas de póquer. Ahora que
estamos sentados, me doy cuenta de que el balanceo de la embarcación que
era apenas perceptible ha adquirido un lento vaivén grácil. Debemos haber sido
sacados del muelle. Me volteo y miro hacia afuera por las enormes ventanas
polarizadas mientras la brillante orilla se aleja.
163
El repartidor, un chico de algo más de veinte años con el cabello rubio muy
corto, explica el juego y nos pide una porción de nuestras fichas. Saco cinco
azules de la bandeja de plástico y las apilo en el fieltro frente a mí.
Incluso con las reglas, no estoy segura de lo que estoy haciendo. Obtengo un
Jack, un Dos, un Cinco, un Tres y un Siete. Pongo todos abajo menos el Jack.
—Uh, tomo cuatro.
Él desliza cuatro cartas hacia mí. Nick pide una, y obtiene un remplazo.
Tengo dos Jack. De alguna manera eso significa que gano, y tengo una ficha
adicional por mi esfuerzo.
Nick pone sus fichas abajo. —Necesito usar el baño. ¿Vas a estar bien por un
rato?
Asiento.
—¿Segura?
—Sí, puedo sobrevivir por cinco minutos. Ve —le digo, ondeando mi mano—.
Pero muy seguramente usaré tus fichas si se me acaban las mías antes de que
llegues.
Se aparta de la mesa y desaparece en la multitud. Me volteo hacia el fieltro y
pido otra mano, poniendo una ficha abajo.
Juego un par de rondas, pero no hay rastros de Nick. Mis compañeros de clase
se filtran en mi dirección, llenando las mesas a mi alrededor. Me pongo a alisar
mi vestido, los nervios volviendo. Luego de otra mano, tomo las fichas que me
quedan y me pongo de pie, un poco tambaleante sobre mis tacones,
moviéndome a través de la multitud en busca de Nick. Paso cerca de mis
compañeros, asiento y sonrío. Una chica de cabello rojo, Britney, me mira con
interés, pero todos los demás solo me sonríen cálidamente y se vuelven a su
grupo.
Hay un bote de basura por la pared de la parte de atrás, así que me voy en esa
dirección, esperando deshacerme de mi lata vacía de Pepsi. La dejo caer en la
basura y me volteo para dirigirme hacia los baños, cuando me estrello con
alguien. Mis fichas suenan con fuerza en el suelo.
Furiosos ojos azules me miran fijamente. Mi boca se pone seca al instante.
164
Carter.
—Yo…
—Cállate. Solo cállate —gruñe.
Los vellos en mis brazos se erizan ante el tono de su voz, ante el absoluto
veneno entrelazado en sus palabras.
Mis ojos recorren su rostro, captando las oscuras sombras bajo sus ojos. Él se
acerca amenazadoramente, y entonces me doy que cuenta de que no son
sombras en absoluto. Su ojo izquierdo, normalmente de un chispeante azul, se
ve un poco inyectado en sangre y tiene un oscuro círculo negro por debajo. Su
mejilla está tan hinchada que él luce como una ardilla, y su labio inferior está
partido, con costras de sangre fresca. ¿Él fue a la ceremonia así? ¿O eso
sucedió aquí?
Todo dentro de mí desinfla. No luce para nada como el perfecto dios dorado que
era hace una semana.
—Tú me hiciste esto, y quiero saber por qué —dice, en un furioso tono bajo.
A propósito o no… realmente no importa, ¿o sí? Le hice esto a él.
—Fui atacado por sorpresa por tu culpa —dice, escupiendo las palabras—. Por
culpa de tus mentiras.
Trato de formar palabras, pero parece imposible con él tan cerca de mi rostro.
Sólo respirar es difícil… olvida el hablar. Hay al menos treinta centímetros de
aire entre nosotros, pero se siente como si no hubiese nada, como si él
estuviese absorbiendo el oxígeno justo desde mis pulmones, empujando hacia
abajo sobre mi caja torácica.
Doy un vistazo alrededor, pero estamos de pie detrás de un cartel posado sobre
un caballete y nadie se ha fijado en nosotros. —Carter…
—¿Por qué coño tuviste que hacerme esto? ¿Ah? ¿Sólo por despecho? ¿Porque
no te quise?
Desesperada por respirar, tomo una respiración irregular, pero no hace nada
para detener el dolor en mi pecho.
165
Quiero decirle. Todo. Decirle que siento lo que hice, lo siento más de lo que él,
ni en un millón de años, podría saber. Decirle que nunca quise que esto
pasara… que no corrí y creé la mentira, sólo me quedé ahí parada y observé
todo salirse de control.
Decirle que me merezco lo que sea que quiera hacerme.
—¿Por qué? ¿POR QUÉ tuviste que arruinarme? —Su voz se quiebra, y yo
tiemblo.
Él no es tan fuerte como pensé que era. Su inquebrantable y sólida fachada da
paso al dolor que le he causado, y es suficiente para hacer que mis rodillas se
doblen. Tengo que poner mi mano contra la pared para sostenerme.
Soy una basura. Más baja que lo bajo. Este chico está abatido, y yo lo hice, y
de alguna manera lo justifiqué, y está mal. Más errado de lo que pude haber
imaginado.
—Mis padres escucharon sobre esto. Querían saber por qué fui abucheado en
mi graduación. Mi propia madre me miró como… como… ¡ARGH! —Pasó sus
manos por su cabello y por un segundo, creo que en realidad va a arrancárselo.
Se da la vuelta y su pecho sube y baja y vuelve a mirarme, tan abatido y
furioso al mismo tiempo.
Mi labio tiembla. —Carter, yo…
—No —dice, con la ira ganando—. Has hablado suficiente. Es mi turno.
Trago fuertemente contra el peñasco en mi garganta, pero es inútil. Siento
como que estoy ahogándome.
—Todos te creen. Todos creen que realmente lo hice.
—¡No empecé el rumor! —digo de buenas a primeras—. Lo juro…
—No soy un violador —dice él, su voz casi un gruñido—. Todos creen que lo soy
y no lo soy. —Aprieta sus dientes—. No entiendo cómo pudiste hacerme esto.
—Su voz ha regresado al dolor. Ahora suena vacío, como un niño pequeño.
¿Está tan en conflicto, tan confundido? Él retrocede, y por primera vez, hay
más de treinta centímetros entre nosotros. Tomo una gran bocanada de aire,
tratando de recomponerme, tratando de hacerlo entender que de alguna
manera, resolveré esto. De alguna manera, todos conocerán la verdad.
166
Justo cuando abro mi boca para decir algo, un puño vuela.
Hacia Carter. Me conmociono cuando Carter se desploma en el suelo y Nick se
apresura hacia adelante, lanzando sus brazos alrededor de mí, y me arrastra
cerca. Pestañeo contra la luz.
—¿Estás bien? —Su calor parece envolverme por completo a la vez y debería
sentirme a salvo, pero no lo hago. Me siento enferma—. Sam… Dios, lo siento.
No debería haberte dejado. No sabía que él estaba aquí o no te habría dejado
sola.
Carter gime desde un lugar cerca de nuestros pies. El terror me llena como un
saco de arena gigante, volviéndose más y más pesado hasta que no quiero nada
más que hundirme en el suelo.
—No puedo creerlo… Dios, ¿estás bien?
Las lágrimas brotan, bajando por mis mejillas. Me odio más que cualquier cosa
en el mundo en este momento, mientras los brazos de Nick se tensan a mi
alrededor y veo a unos chicos del equipo de básquetbol apareciendo alrededor
de nosotros, ayudando a Carter a ponerse de pie.
Quiero enterrar mi rostro en la camisa de botones de Nick y soltarlo todo,
decirle todo, de principio a fin, como debería haber empezado.
Me retuerzo, pongo mis manos en el pecho de Nick. Empujo, necesitando algo
de aire, suficiente distancia para decirle la verdad. Lo tomo fuera de guardia y
afloja sus brazos, y una abertura se profundiza entre nosotros. Mis ojos brillan
al encontrarse con los suyos, estudiando el azul profundo, las chispas
amarillas alrededor de la pupila. Porque cuando abra mi boca, cuando le diga
la verdad, probablemente nunca estaré así de cerca de nuevo.
He terminado con esto. He terminado con todo esto. He arruinado la vida de
Carter y la mía con una pequeña mentira. Tal vez nunca quise decirlo —tal vez
no fui quien lo inició en primer lugar— pero tuve la oportunidad de detenerlo y
no lo hice. Me dejé llevar. Tomé decisión tras decisión que condenaron a
Carter. Yo le di el labio partido, el ojo morado, la mejilla hinchada. Yo lo
arruiné a él, cada día un poco más.
Trato de aclarar mi garganta pero hay una roca gigante y arenosa instalada
ahí. Lo intento de nuevo. —Nick…
167
—¡Sam! —Alguien está gritando mi nombre. Me doy la vuelta y son Verónica,
Macy y Tracey, empujando para pasar por la multitud.
Les niego con la cabeza, y la expresión de Verónica cambia. Mira a Carter y
luego de nuevo a Tracey y Macy. Los labios de Tracey se abren y empieza a
caminar hacia adelante, y sé por su expresión que quiere detenerme de lo que
estoy a punto de hacer. Pero alzo una mano y ella se congela, y luego me volteo
hacia Nick.
Gimoteo y miro la multitud reuniéndose a mi alrededor, a los confundidos ojos
azules de Nick y a los entrecerrados de Carter mientras él pone una mano en
su mejilla pronta a hincharse.
Aclaro mi garganta, y luego en palabras fuertes y articuladas, digo: —Mentí.
Nadie se mueve. Ni siquiera respiran. Trago, alzando mi voz. —Carter no lo
hizo.
La expresión del rostro de Nick me golpea directamente. Es repugnancia,
decepción, conmoción.
Verónica se queda ahí de pie, sus ojos brillando, como si estuviera sorprendida.
Hay una extrañan sensación de poder que me rodea mientras la miro.
Estoy haciendo lo correcto.
Me giro para mirar a la creciente multitud. —Fui a su habitación esa noche.
Pero estaba borracha… —Me detengo. No necesito poner nada de la culpa
sobre Carter. No necesito decirles lo que me dijo esa noche—. Me tropecé,
golpeé mi mejilla con su cómoda y mi top se desgarró. —Aclaro mi garganta de
nuevo—. Cuando él se fue de su habitación y yo lo seguí, creo que estaba
llorando. Alguien me observó sollozando, y vio mi mejilla con un moretón y mi
camisa desgarrada, y saltó a las conclusiones.
Las lágrimas bajan sin restricción ahora, me quedo de pie sola, con el círculo
de estudiantes sin cruzar la barrera invisible. Es mejor que me acostumbre,
supongo.
Nick luce como si estuviera jugando estatuas… no se mueve, no pestañea, no
hace nada. Me siento como un actor en una obra Shakesperiana, dirigiéndole
mi monólogo a una audiencia impactada y cautivada.
Ésta es definitivamente una tragedia.
168
—No tenía idea de lo que todos pensaban que había pasado hasta la mitad del
lunes. Simplemente… se salió de control.
Escaneo la multitud, y veo un lugar donde una persona se ha separado del
resto.
—Lo siento, Carter. Sé que sentirlo no es suficiente para compensártelo, pero lo
hago.
Un sollozo se escapa de mi garganta, muevo mis hombros, pero
desesperadamente trato de mantenerme de pie, mis mejillas están calientes.
Me doy la vuelta para mirar a Nick, que está de pie frente a mí, con aversión en
su rostro. Bajo el tono de mi voz, y miro fijamente a sus ojos. —Nunca quise
esto. Nada de esto.
—¡Pero me mentiste! —dice él, su propia furia alzándose para igualar la de
Carter—. Eres mi mejor amiga y me mentiste.
—¡Porque nunca me lo preguntaste! —Mi voz es un chillido—. Entraste a mi
casa lanzando improperios y decidiste que sabías la verdad.
—¡Era la verdad! —dice él, lanzando sus manos al aire—. Sabía que no tenía
sentido. Sabía que no había sucedido. ¡Tenía razón!
—Lo sé. Simplemente no sabía qué hacer porque entraste tan molesto, y sólo
preguntaste si yo había metido, y no lo había hecho. No en ese momento…
porque nunca dije que él hizo esto. No empecé el rumor. —Mi voz se quiebra—.
No lo entiendes. Nunca quise que esto pasara. Nunca creé esta mentira.
Él palidece visiblemente, da un paso hacia atrás, arranca su mirada de mí y
mira a Carter, que ahora tiene un segundo ojo morado para combinar con el
primero. Está hinchándose rápidamente, apenas puedo distinguir uno de sus
ojos azules.
Y luego Nick niega con su cabeza, y vuelve a mirarme. —No importa. No confío
en ti.
Mi nariz está llena de mocos y mi garganta duele. —Lo sé.
Lo que sea que tuvimos, lo que pudimos haber tenido… se terminó.
Mi corazón se ha hecho añicos, haciendo un agujero en mi interior. Estoy
enamorada de Nick y ahora nunca podré tenerlo, porque nunca me perdonará.
169
Los besos tiernos, los juguetones tirones de cabello, las bromas estúpidas…
todo se ha terminado y lo he perdido.
Nos miramos fijamente el uno al otro por una larga extensión de un momento.
Dura una eternidad, mientras sus ojos taladran los míos y yo trato de
memorizar la forma en que luce en este momento, tan cerca de mí. Porque
después de esto… él nunca va a volver a mirarme.
Estoy usando la letra escarlata, pero ésta es por mentirosa.
***
Trastabillo por la cubierta, poniendo mi chal más apretado alrededor de los
hombros mientras mis lágrimas brillan. Encuentro un lugar cerca de las
barandillas y me siento, mis piernas estiradas frente a mí, cruzadas por los
tobillos.
Y luego me inclino hacia atrás y miro a lo largo del agua oscura como la
medianoche, una parte de mí deseando que pudiera saltar y ver al bote de
vapor alejarse sin mí.
Jugué con fuego, esperando tanto tiempo para decir la verdad, que me quemé.
Nunca debería haber dejado que Verónica, Macy y Tracey me convencieran
para continuar la mentira. Nunca debería haber dejado que Nick pensara que
sucedió.
Nunca debería haber arruinado la vida de Carter de esta manera.
Eso es a lo que realmente se reduce esto, al final. No a mí.
Arruiné a Carter.
Lo arruiné a él. No fue Michelle, quien comenzó el rumor, o Nick, que se asustó
por mí, o Tracey, Macy y Verónica que me convencieron de que lo continuara.
Fui yo.
Suspiro y recuesto mi cabeza contra la barandilla, mis ojos se cierran, y siento
como el bote debajo de mí se balancea suavemente en las olas. Una semana fue
todo lo que me tomó destrozar las cosas. Dieciocho años viviendo en este
pueblo dejado de la mano de Dios, y una semana para arruinarlo todo.
170
Escucho el taconeo de zapatos cruzando la cubierta, y abro los ojos para ver a
Verónica sonriéndome tentativamente. —¿Hay espacio para que me siente?
Dejo salir una bocanada de aire. —Sí, adelante. Pero no sé si querrás estar
asociada conmigo después de esto.
Se deja caer pesadamente cerca de mí en el siguiente poste de la barandilla,
estirando sus piernas tanto que las nuestras casi se tocan. Por un momento,
sólo escuchamos el agua golpeando contra el lado del bote. —Lo lamento.
Pestañeo. —¿Qué tienes que lamentar? Este es mi desastre.
—Tal vez. Pero me siento un poco como una idiota, liderando la brigada contra
Carter. No te gustó desde el principio. Y eso obviamente ha hecho las cosas
más difíciles para ti.
La brisa del agua enreda mi flequillo. —Pude haber dicho que no. Pude haber
dicho la verdad. Tuve miles de oportunidades para decir la verdad, y escogí no
hacerlo. Seguí con tu plan porque era la manera más fácil de evadir el
problema.
Ella asiente, pero no habla. Los minutos pasan, y yo tironeo las cuentas de mi
vestido.
Ella me mira. —Es medio difícil creer que esto ya casi se acaba, ¿sabes? Tantos
de nosotros vamos a irnos de Mossyrock.
—No hay razón para quedarse.
Asiente. —Lo sé. Supongo que ese el punto, en realidad. No hay nada para
nadie en nuestro pueblo. Pero las personas todavía se quedan.
Asiento. —Sí. Sin embargo estoy lista para seguir adelante.
—¿Tú crees?
No me sorprende que ella esté sorprendida. Tal vez pensó que yo sería una de
las que se quedaría para siempre.
—Sí. Tal vez hace una semana, no lo habría estado. Quiero decir, tenía todo el
papeleo listo, pero yo no estaba lista. Pero ahora, con todo… no lo sé. Estoy
lista para ir a algún lugar, ser alguien. Tomar decisiones por mí misma, por
primera vez.
171
—¿A dónde vas?
—UW. ¿Y tú?
—UCLA —dice ella.
Asiento, mirando fijamente el agua.
—Será extraño, ir a un lugar donde nadie te conoce —dice ella.
—Creo que necesito eso. Sólo volver a comenzar y ser alguien nuevo. Quiero
probar cosas nuevas, ¿sabes? Expandirme.
Asiente. —Yo también. Estoy lista para una reputación totalmente nueva.
Me río, una especie de risa baja y sin aliento. No es la única. —Ha sido
agradable, ya sabes. Tenerte de vuelta.
Asiente. —Sí. Lo mismo. Medio apesta que tuvimos que hacer que algo tan
estúpido sucediera con el fin de volver a hablarnos la una a la otra. No te
pierdas, ¿está bien? —Está poniéndose de pie, con una mano en la barandilla.
—Sí, claro.
Le da un vistazo a su reloj. —¿Vas a sentarte aquí afuera por las próximas
cinco horas?
Sonrío. —Sí. Eso creo.
Se saca su pequeña chaqueta. —Entonces al menos toma esto.
Quiero refutar, pero un escalofrío me estremece y entonces sólo sonrío y agarro
la chaqueta. —Gracias.
—En cualquier momento. ¿Estás segura de que realmente estás bien aquí
afuera?
—Sí —digo, suspirando—. Lo estaré. Eventualmente.
—Está bien. Nos vemos —dice, caminando de vuelta a la fiesta, con los brazos
cruzados en su pecho.
Una brisa golpea de nuevo y aprieto la chaqueta de Verónica a mi alrededor.
Detrás de mí, cuando ella abre la puerta, los sonidos de una melodía de piano
flotan hacia mí, antes de desparecer.
172
***
Horas después, el bote desacelera, acercándose al muelle. Pestañeo y reajusto
la forma en como estoy sentada porque mis piernas están entumecidas. Puede
ser junio, pero el agua ha enfriado el aire de la noche y es como si lentamente
me estuviera congelando.
El bote se detiene y yo suspiro. La noche ha terminado, definitivamente ya no
soy Cenicienta. Mi carruaje es una calabaza y mi vestido se ha convertido en
jirones, y el príncipe sabe que soy una campesina. No quiero nada más que
encontrar el camino a casa a mi cálida cama, trepar dentro, apagar las luces y
esperar que el mundo de afuera sólo desaparezca.
Me pongo de pie, dándole una última mirada al agua. Ahora voy a tener que
llamar a mi papá. Y explicar el por qué tiene que conducir sesenta minutos
para recogerme.
—Tienes un teléfono celular, ¿cierto? —Giro para ver a Nick de pie ahí, sus
manos metidas en los bolsillos de sus pantalones vaqueros, con una fría
mirada en su rostro.
—¿Me estás hablando?
—Lo que has hecho es seriamente jodido —dice él—. No estoy hablándote.
¿Tienes tu teléfono celular?
Trago. Nick no maldice. Como, nunca. Asiento.
—Bien. Encuentra tu propio camino a casa.
Se da la vuelta y camina resueltamente por la cubierta del bote, y salgo
disparada tras él. —¡Nick!
—¿Qué? —ruge él, dando la vuelta—. ¿Crees que tienes derecho a esperar algo?
Me detengo, pestañeando.
—Bueno, no, pero…
—Simplemente no lo hagas. Ni siquiera lo pienses.
173
Da la vuelta y se aleja a zancadas, y es todo lo que puedo hacer para mantener
el paso en estos pequeños tacones que pinchan mi dedos y rozan mis tobillos.
Lo sigo a su auto, desesperada por que se dé la vuelta, para que sólo me
escuche. Su auto yace en oscurecidas sombras en el estacionamiento que se
vacía rápidamente. Se escabulle hacia su Mustang y azota la puerta. Pestañeo,
fuertemente, contra las lágrimas. Por un largo segundo me quedo ahí de pie,
temblando, sintiéndome como si la puerta se hubiera azotado en mi rostro.
Cuando lo enciende y el profundo escape resuena a través del silencio,
finalmente me escabullo hacia él, los tacones arañando contra el concreto roto,
y luego abro de un tirón su puerta.
—¡Detente! Por favor, sólo détente.
Él no me mira, pero tampoco cierra su puerta de un tirón. Todo lo que puedo
hacer es esperar que esto signifique algo.
—Lo siento —digo, la desesperación goteando en mi voz.
El aprieta sus dientes, sus ojos estrechados en una expresión que difícilmente
reconozco.
Gimoteo. —¿Nunca vas a volver a hablarme de nuevo?
Él no habla, sólo agarra el volante más fuerte.
—¿Nick? —Muerdo mi labio, rogándole con mis ojos que sólo me mire,
mientras mis dedos agarran el frío metal de su puerta—. ¿Por favor?
Él voltea y me da una mirada que congela mi corazón. Es dolor, y odio, y
traición, y miles de cosas mezclándose.
—¿Cómo? ¿Eh? ¿Cómo pudiste hacerle eso? ¿A mí? —Aleja su mirada y mira
por el parabrisas de nuevo, su mandíbula tensa.
Abro mi boca y la cierro de nuevo. —No lo sé —digo finalmente.
Deja salir un furioso ladrido de amarga risa. —¿Arruinaste su vida y no sabes
cómo fuiste capaz de hacerlo?
Miro hacia abajo, al sucio concreto debajo de mis tacones. —No. Lo hago. No
inicié el rumor, pero lo mantuve porque era más fácil.
174
Sacude la cabeza. —Eres increíble, ¿sabías eso? —Me lanza una mirada que
me golpea—. ¿Fue fácil mentirme? ¿Dejar que creyera que alguien había
violado a la única chica que realmente he amado? ¿Sabes cuántas veces quise
jodidamente matarlo por lo que pensé que hizo?
Mi labio tiembla. —Daría cualquier cosa por deshacerlo.
—Entonces supongo que es demasiado malo que no puedas, ¿eh? —dice,
furiosamente.
—¿Me odias?
Él lanza sus manos el aire. —No, Sam, yo te amo. ¿Pero sabes qué? No estoy
seguro de que en realidad me gustes tanto.
Trago, porque es la única cosa que puedo controlar, y me doy la vuelta hacia el
brillante cielo, intentando desesperadamente no llorar y fallando mayormente.
Las lágrimas se deslizan por mis mejillas. El tiempo pasa en un sofocante
silencio agobiante mientras Nick mira directamente hacia adelante,
rehusándose siquiera a mirar en mi dirección. Finalmente, se estira y quita mis
dedos de su puerta antes de azotarla para cerrarla y sacar su auto del
estacionamiento.
Luego me siento en la cuneta y lloro, mandándole un mensaje de texto a mi
padre mientras limpio las lágrimas de mis mejillas.
***
Aunque le debería tomar una hora a mi papá llegar, lo hace en
aproximadamente cinco minutos. Frunzo el ceño y miro mientras su Charger
cruza el estacionamiento, sus neumáticos chirriando. Antes de que pueda
levantarme de mi espacio en el frío concreto en la cuneta, él está fuera de su
auto, dando zancadas a través del estacionamiento tan rápido que quiero
ponerme de pie de un salto y huir.
—¿Qué demonios ha estado pasándote?
Siento la sangre drenándose de mi rostro mientras me paro, mirando a mi
padre mientras se vuelve rojo, da la vuelta y se pasea un rato antes de venir
directamente hacia mí. —He estado dando vueltas en este maldito
175
estacionamiento por dos horas, echando humo. Hablé con la madre de Nick
hace horas porque ella escuchó una… historia interesante del vecino.
Me hundo de nuevo en la cuneta y entierro mi rostro en mis rodillas. Oh. Esa
clase de historia.
—¿Cómo pudiste no decírmelo? —pregunta, su voz alzándose. Y ni siquiera es
toda furiosa, como normalmente es. Hay miedo entrelazado ahí—. ¿Cómo
pudiste dejar que lo escuchara de alguien más?
Por supuesto. Otra cosa que debería haber hecho, otra forma en la que todo
esto salió mal. Debería haberme dado cuenta de que mi papá escucharía esto.
—No sucedió —digo.
—¿Qué? —dice él, dando un salto.
—No sucedió —repito, alzando mi rostro para mirarlo. Su expresión está
congelada en un lugar entre el alivio y el miedo—. Fue una mentira. No mía…
—Mi voz se apaga—. No, sí. Yo mentí. Las personas pensaron que sucedió, y no
les dije que no, así que es mi mentira, pero no pasó. No realmente.
Mi padre es como un globo desinflándose. Al mismo tiempo, se hunde junto a
mí, apoyándose en mí, respirando profundamente. Por primera vez en mucho
tiempo, siento el calor de su cuerpo contra el mío, puedo oler el aroma de Old
Spice en él. —Entonces estás bien —dice.
—Mayormente —respondo, pero mi voz suena tan triste y vacía—. Físicamente,
de todos modos. Arruiné algunas cosas. Pero eso… que tú escuchaste… no
sucedió.
Él deja salir el suspiro más grande que he escuchado, y por un segundo, casi
me hace sentir cálida, querida, apreciada. Creo que él simplemente podría
tenderse en el concentro en una extraña especie de aturdimiento eufórico. Miro
a las estrellas parpadeantes por un largo momento, escuchando la laboriosa
respiración de mi padre.
—Gracias a Dios —dice finalmente.
No sé por qué, pero suelto una risita sofocada. Sacudo la cabeza, sabiendo que
todo se ha terminado, pero sin embargo, suelto una risita sofocada. He perdido
todo y al final mi papá están tan aliviado, que es cómico.
176
—No sé lo que habría hecho si fuese verdad —dice él, su voz es calmada,
solemne, tan diferente de su voz normal—. Aparte de dispararle.
Alzo una mano para callarlo. Las líneas en su rostro parecen más profundas de
lo que eran hace unas horas. Abro la boca, como para refutar lo que dijo, pero
me encuentro sólo ahí sentada. En cambio digo: —No es cierto. Pero es una
larga historia.
Me estrujo y entierro el rostro en mis rodillas, inhalando el olor de detergente,
la única cosa reconfortante en la que puedo pensar en este momento.
Luego me siento y miro a mi padre fijamente a los ojos. Por primera vez en
mucho tiempo, sus ojos están preocupados, solemnes, y él está listo para
escuchar en vez de mandar.
—Comenzó hace una semana…
177
Capítulo 20
Traducido por Mona
Corregido por Otravaga
stoy sentada al borde de mi cama, mirando fijamente a través del patio
dentro de la habitación de Nick. Las cortinas están abiertas de par en
par, revoloteando en la cálida brisa de finales de julio. Las paredes de la
habitación de Nick están sorprendentemente vacías, incluso su pequeña
pantalla plana no está. Sólo queda una caja sobre su cama, y veo como Nick
entra en su habitación para recuperarla. Sabía que él se estaba yendo para la
Costa Oriental con anticipación, para instalarse, encontrar un trabajo de medio
tiempo y todo eso, pero no estaba preparada para que este día llegara tan
pronto.
Me inclino hacia adelante, un codo sobre mi alféizar, rogándole que se gire y
me mire. Rogándole que recuerde quién soy, que se preocupe, incluso en lo
más mínimo, sobre cómo lo estoy haciendo. Que de algún modo encuentre el
perdón que ha dejado de lado. El perdón que no merezco.
Lo extraño. Tan ferozmente que duele.
Cuatro semanas de silencio. Le he enviado mensajes de texto, correos
electrónicos, lo he llamado y se niega a hablarme. Mis correos de voz son
patéticos, suplicantes, llenos de lágrimas, pero eso nunca importa, porque lo
que hice es imperdonable. El silencio es lo que merezco. Pero todavía duele, un
tipo de dolor en lo profundo de los huesos que nunca cede, que me atormenta,
que me sigue a todas partes a donde voy. Él ha sido mi mejor amigo durante
más de una década, y ahora estoy sola.
Miro fijamente a través de la extensión del patio, dentro del dormitorio que yo
siempre deseé que fuese mío, cuando Nick se dobla para recoger la caja y me
atrapa mirándolo.
E
178
El momento está plasmado en algún lugar, suspendido. Él se detiene, y mi
corazón corre al galope cuando me devuelve la mirada, encontrando mis ojos
por primera vez en semanas. Los segundos se extienden y mi corazón trepa a
mi garganta, la esperanza hinchando mi pecho. No ha hecho mucho más que
reconocer mi existencia durante el último mes. Y ahora, por primera vez, está
mirando directamente hacia mí.
Trato de sonreír. Lo intento, pero no sé qué es real, qué importa, porque se
siente incómodo… rígido y poco natural. Ni siquiera sé si está bien sonreír para
él, si está bien para mí. ¿Es normal, o aceptable, estar sonriendo y pretender
que lo merezco, considerando todo lo que ha pasado?
Él camina hacia su ventana y me siento más derecha, agarrando el alféizar,
todavía sonriéndole suavemente, tímidamente.
Entonces él tira de las cortinas para cerrarlas.
Todo dentro de mí cae en picada a mis pies, y las lágrimas brotan de mis ojos
cuando me doy cuenta que él me ha rechazado otra vez.
Me recuesto sobre mi cama y momentos más tarde, escucho su auto
encenderse. Escucho con un sentimiento de vacío mientras lo pone en marcha.
Me esfuerzo para escuchar cualquier sugerencia de su auto girando… hasta
que los sonidos mueren a lo lejos, la última vez que escucharé su auto.
Él ni siquiera se despidió.
179
Capítulo 21
Traducido por Mona
Corregido por Otravaga
eambulo por el pasillo de la tienda de comestibles Mossyrock, mis
zapatillas de ballet arrastrándose sobre los feos azulejos mientras las
luces fluorescentes demasiado brillantes resplandecen. Mis ojos vagan
por los paquetes apilados a casi dos metros de altura, y luego regreso a
mi lista de compras. Me siento perdida dentro de esta tienda, una tienda
en la que he comprado toda mi vida. Es asombroso cuán rápidamente puedes
olvidar las cosas más básicas, lo fácil que es distanciarse a sí mismo de otro
mundo, de otra vida. Una vida anterior.
Paso los paquetes de condimento y hago una pausa, agarrando dos paquetes
de salsa marrón del anaquel.
No me gusta la salsa, pero a mi papá sí. Lo mismo sucede con su nueva novia.
Novia. El simple pensamiento envía a la vez mariposas e incertidumbre a través
de mí. No puedo recordar a mi papá teniendo una novia alguna vez y
definitivamente no puedo recordarlo alguna vez diciendo tales cosas cursis
dignas de vómito sobre cuán maravillosa es esa mujer. Él nunca ha hecho eso.
Ella es la nueva secretaria del ayuntamiento o algo. No la he conocido todavía,
y una parte de mí quiere excusarse, volver a mi dormitorio, y fingir que este no
es el fin de semana de Acción de Gracias. Yo podría comer en la cafetería
durante los próximos cuatro días. Ponerme al día con la tarea y con los
maratones de El Mundo Verdadero.
Yo podría trabajar en mi libro. Está medio terminado. En algún momento
después de la graduación, mi bloqueo de escritor se rompió. Encontré mi voz
otra vez. Ahora la historia no es un romance. Es oscura y retorcida,
desplegándose a medida que la escribo. A diferencia de todas aquellas novelas
románticas melodramáticas que escribía antes, ésta no tiene un final
D
180
predecible, no se sabe en lo que se convertirá. Llené un cuaderno entero, y sigo
escribiendo, y todavía sigue surgiendo.
Pero… es diferente que antes. No he compartido el libro entero aún, porque no
está listo, pero he compartido algunas partes. En vez de ocultar los libros bajo
mi cama, me uní al club de escritores. Nos reunimos una vez a la semana en
una cafetería y escribimos. Esto es una mierda total, y sé que es una mierda,
pero…
Se siente bien. Terapéutico, en cierto modo. Perdí todo por la mentira. Merecía
perderlo todo. Pero de algún modo me reconstruyó. De algún modo, me
encuentro a mí misma entre los pedazos hechos añicos.
Lanzo los paquetes en mi cesta y luego doy vuelta para buscar la crema agria,
pero apenas he avanzado tres pasos antes de mirar hacia arriba y ver el rostro
que envía mi corazón cayendo en picada a mis pies.
Los dos nos congelamos… de pie a menos de dos metros de distancia y sólo nos
miramos fijamente. Tomo una fuerte respiración, siento la necesidad
abrumadora de abandonar mi cesta y huir, pero no lo hago.
En cambio miro fijamente a Carter.
Él se ve bien. Se ve como solía verse… cálido, piel bronceada y brillantes ojos
azules, con su enmarañado cabello rubio. El marcado contraste entre el chico
que me contempla fijamente y el que estuvo de pie delante de mí en la fiesta de
graduación me desgarra.
—Oh —digo finalmente.
Él traga.
—Yo… —Tengo que aclarar mi garganta—. Lo siento —agrego—. Por… todo.
Él me da una especie rara de sonrisa, una mirada a mitad de camino entre la
compasión y la repugnancia. —¿Y piensas que aceptaré tu disculpa?
Suspiro. —No. No realmente.
—Bien.
Él se aleja pasándome, su cesta chocando con la mía y haciéndome girar.
—Nunca quise hacerte daño —digo tras él.
181
Él da media vuelta. —Juro por Dios, que si sigues hablándome, lo lamentarás.
Oh. Trago y asiento. Él pone los ojos en blanco, con la mandíbula apretada y se
voltea de nuevo, caminando hacia el frente de la tienda.
Lo miro desaparecer a la vuelta de la esquina, luego tengo que sacar una mano
y apoyarme contra las estanterías. Es curioso… como borré todo lo que él
significaba, y sin embargo él es quien de algún modo siguió adelante, quien de
algún modo se encontró otra vez, y aquí estoy yo, todavía en pedazos
harapientos, uniendo una pequeña pieza a la vez.
Está sucediendo, sin embargo. Un poco a la vez, me estoy encontrando.
Tal vez ayude que para empezar en realidad nunca me conocí. Nunca supe lo
que quería, quién era yo, qué podría ser. Nunca me arriesgué, nunca defendí lo
que quería, nunca destaqué.
No es como que me levanté el primer día de clases y declaré mi amor por la
escritura. No es que yo destaque todavía. Pero tomo pasos de bebé. Lo estoy
averiguando.
El asunto es, que en algún lugar a lo largo del camino, aprendí dos cosas.
Primero, existir y vivir son dos cosas diferentes.
Y en segundo lugar…
Algunas cosas no se pueden deshacer.
La mentira es una de ellas.
Fin
182
Amanda Grace
Mandy Hubbard, también conocida como Amanda Grace, es la
autora de Prada & Prejudice, You Wish, But I Love Him, y varias
otras novelas YA. Es también agente literario para D4EO literaria,
donde representa a los autores de grado medio y de ficción
adolescente. Sus principales clientes incluyen a Jessica Martínez
(Virtuosity, Simon Pulse) Bross Lanie, (Parcas, Delacorte) e Imogen
Howson (Conectado, Simon & Schuster Books para jóvenes
lectores). Actualmente vive feliz para siempre con su marido y su
hija pequeña en Tacoma, Washington.
183
Créditos Moderadora
Mona
Traductores
Areli97
Aria25
Caami
Carmen170796
Caamille
Cami.Pineda
Jo
Little Rose
LizC
Lore_Mejía
Lorenaa
Mari NC
Maru Belikov
Mona
Pau
sooi.luuli
Susanauribe
Vero
Vetinna
Correctores
BrendaCarpio
Naty
V!an*
Haushiinka
Steffanie
Otravaga
Recopilación y Revisión
BrendaCarpio
Diseño
Mari Nc & July