san francisco de asÍs - biblioteca nacional de españa
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SAN FRANCISCO DE ASÍS
NOTABIíB ESCUI»-TURA DE AI>ONSO GANO» EXISTENTE EN IJA C A T E *
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pru!ikHla<l ilt! la c:;sa de ¡os Srtís. \V^^. C(íí)PHíÍ v i:V0í5KIN0S. IJcrkItílmiilCíl (Inyiülrn-n)
La ai)ti!uil (lii (.istii rnza tiiM-rij'nei-n r s tin ¡-TU !urc¡(>n lio c a r n e fina y sui i rnsa, ijuf |>ur t(''cniini) n i n ü d [ji's.iii ;'i lüs t ros (lias de n a m ' (!i? 4 á ."i li'loíj!';;nKíy.
Dri'lns las coinilciimi's de la i-aza uc i-iii-.li'i-ii-; AK nin'^-ti"a Uegiún, su crnzanii i 'nt t i cutí r l St i rnp ]i\¡-\>. nos Haría un rosu i t ado iniíu-jorablt ' , asi m su ¡)riMlii(:i-¡t''n de l anas y caí iir'.s, corno t;n su (;x<|UÍ .¡¡a sahi 'os idad, ¡inc^'M que las liaría i ncon ipa rah los , liac¡i'iidi)ra} í'tulicia'i!-' ca nuest ros m e r c a d o s .
Diri'/irsi) a] Gerofito do la caáa Hrcs. VVP.l. '(-..' FÍ. y SOBRINOS vn Ciudad 15(«a], Cii latravn, 20 Uci-j.--, i, S.i;i. clli;/..
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jVíígucl Hparícto flrgamasilla de Calaíra^oa
(Ciudad Real)
A Ñ O I
C I U n A D - X ^ B A D
Jueves 23
de Mayo de 1912.
TELÉF. Nl'lM. 2 0
VIDH MMeHEGfl REVISTA SEMANAL ILUSTRADA
N Ú M . S
B N I ^ I Q U E P B í ^ B Z CabalteroH, 4
15 r-f,NT!MOS
DE NUESTRO TIEMPO
estilo literario, originaüsinio; otro tanto de quedarse en las cajas del editor y en puede decirse de Cataluña y Aragón. La las de los libreros. Mancha es una excepción; se ha queda- La literatura contribuye á la edu-
_ . . do á la zaga, y hoy por hoy fuerza es cación de los pueblos. En la literatura I^Ueratura reyíonai. ^.^^ regiones se confesar que carece de una literatura su- palpita el alma nacional. Como ha dicho diferencia entre si, unas de otras, por ya. Pero quizás no sea preciso crearla. Taine, el artista toma del ambiente aque-sus tradiciones, sus dialectos, sus arcáis- A falta de grandes maestros, la patria Hoque ha de ser útil para su obra, y así mos y cuantas otras cosas constituyen del Quijote es pródiga en jóvenes lite- vierte en ella después sus ideas, conse-la médula de su historia, el nervio y el ratos, inéditos casi todos, con estilo pro- cuencia de las observaciones á que tuvo carácter de las razas. El clima, la posi- pió algunos, los cuales, por sí solos, se- sometido el cerebro, cuyo disco—per-ción topográfica, el paisaje, el ambiente rían número sobrado para dar á conocer mitid la frase—fué impresionándose peen una palabra, colaboran juntos en la la literatura regional, si quien puede y po á poco, para luego devolver las imá-formación del espíritu regional, y asi re- debe les hallanase el camino. genes entre las maravillosas envolturas sulta que si las colectividades no se parecen, las del norte á las del mediodía,—pongo por caso—tampoco en los individuos hallamos semejanza alguna. Tal ocurre en el arte.
El esti lo arquitectónico catalán tiene t endenc ias diametral mente opuestas al de cualquiera otra región. Lo mismo pudiéramos decir en cuanto á la música; sobre todo la música popular. Entre la dulce y sumnolienta muñeira, la voluptuosa sevillana, la retozona seguidilla, y la jota bravia no es posible establecer un punto de contacto. Y bien claro se ve, si queremos verlo, que el nervio, el espíritu de cada una de esas manifestaciones responde perfectamente al nervio y al espíritu de su respectiva región.
•«El estilo—ha dicho Buftón—es el hombre.' Entiéndase el hombre sincero, íntegro, de ningún modo aquél otro que procura presentarse ante los demás, en la vida de relación social ó artística con la máscara de la hipocresía, la capa del amaneramiento, y la frase ampulosa, afectación y superficialidad siempre ridiculas. El espíritu del hojubre sincero, espontáneo, integro, se juzga fácilmente por el estilo. Leyendo las admirables poesías de Gabriel y Galán,el ambientedonde hallara su inspiración el poeta se manifiesta inconfundible. El gran pintor Romero de Torres, no tiene la menor
NUESTROS CObABOKADOKES de la inspiración creadora. La literatura puede prestar tan excelentes servicios como la historia y tiene la ventaja, sobre esta, de retlejar con más fidelidad y de una manera más completa la vida de los pueblos, en cuanto á sus costumbres, sus virtudes ó sus vicios se refiere, corrigiendo de paso sus defectos mediante la crítica. Y si por el estilo juzgamos el espíritu del escritor, y si el escritor es reflejo, á su modo, del ambiente, claro es que la obra literaria ha de responder á su época.
La literatura regional no es un lujo, no es un entretenimiento; es cosa conveniente, y si me apuráis diré que necesaria. Manjar del espíritu, que cuando es bien servido se traduce en alimento cultural. Sólo los incultos, vulgares, ó totalmente profanos se rebelarán contra esta afirmación. No hemos de hacerles caso. Todo nuestro esfuerzo imaginativo ha de ser para la Idea. Y pues en la Mancha no es preciso crear la literatura regional sino darle vida, hallanemos el camino á cuantos han de colaborar en tan noble empresa. Nosotros, descontando todo otro medio, nos hemos impuesto el compromiso de poner en constante comunicación con el lector á nuestros literatos de hoy. Ahora ha sido un concurso de cuentos, merced al cual se nos
La conquista de un lugar en la repú- manifiestan unos cuantos escritores,
AIíTlJKO U O M E Z - L G Ü O Admlrabltt prosista manchego, aulor do las novelas
corlas "ha snnda osIArll,, "ba ^Inia di^l mlslerl»,, V "lios (Inslorrados,,
semejanza con Zuloaga, ni menos con blica de las letras es cosa difícil, por no que son realidad más que promesa, Sorolla, ni con ningún otro de sus con- decir imposible,entre otras razones por- presente más que porvenir, de cuyos temporáneos, no obstante haber sido que antes que la lucha,estéril en la gene- trabajos literarios fluye el sabor de la discípulo de alguno de ellos. El alma ralídad de los casos, por el camino del tierruca. En otra ocasión anunciaremos soñadora de la región andaluza vive en arte—llenoderiscos y deespinas—los no cosa mayor. Y al correr del tiempo, es-él, y como consecuencia su visión artís- favorecidos de la fortuna han de entre- las páginas de VIDA MANCHCOA, que al-tica camina por otros derroteros. garse á otra lucha no menos importan- guien ha creído quizás flor de un día.
Viene á cuento todo lo que antecede, te; la prosaica y vulgar, pero muy hu- habrán llevado á cabo alguna obra de apropósito de la literatura regional. Las mana, en defensa de su existencia. Un mérito; quién sabe si trascendental. Por-provincias del norte tienen su literatura inédito no puede lanzar al mercado lite- que también hacer literatura es hacer propia, bien definida y mejor cimenta- rario sus obras, porque sabe que, apar- patria, da. Andalucía nos muestra orgullosa su te otras cosas, el producto de ellas ha AVICEO.
VIDA M A N C H E G A
LOS GRANDES POETAS MODERNOS
Rudvard Kipliny.
Rudyard Kipling es uno de los escritores ingleses contemporáneos más uni-versalmente conocidos. Debe el gran renombre que desde hace ya bastantes años lograra, no s(31o á sus poemas, sino también á sus novelas, á sus narraciones breves y á sus relatos de viajes. En sus obras nos presenta aspectos de vida tan nuevos para nosotros; nos hace vivir—siquiera sea imaginativamente— en un ambiente tan distinto al en que ordinariamente se desenvuelven nuestras existencias; nos rodea de un tan extraño y capitoso aroma de exotismo, que, necesariamente, aún dejando aparte el talento de su autor, la lectura de sus libros habrá de despertar el más vivo interés en nosotros.
Es imposible abarcar, en los estrechos límites de unas cuartillas, la labor completa de un escritor Rudvard tan interesante y tan fecundo como Rudyard Kipling. Además, estando ya traducidas al español varias de sus novelas, su lectura, mejor que cuanto sobre ellas pudiera escribirse, dará ¡dea clara de su talento como novelista. En cambio, sus versos, como los de todo buen poeta, son intraducibies, y en los países donde no se habla el idioma en que fueron escritos, sólo por una exigua minoría podrán ser saboreados. A ellos, pues, me limito.
No es este uno de los poetas que, como Shelley, Verlaine^ó Becquer, nos revelan en sus poemas la divina armonía de un alma sensible y refinada. No nos habla de la melancolía de los jardines otoñales, del doloroso encanto de un amor imposible, del placer de la serena meditación. Es un cantor de la acción y déla fuerza. -No somos—dice—niños ni dioses, sino hombres en un mundo de hombres». Es el suyo un espíritu imperioso amador de la vida plena y desbordante, que sabe gustar la embriaguez de la lucha y del peligro, un alma despreciadora del dolor y de la muerte. Su temperamento nos recuerda al de nuestros navegantes, viajeros y conquistadores de los siglos XVI y xvn—nuestros profesores de energía, como alguien los ha llamado—cuyas vidas maravillosas, mucho menos conocidas de lo que debieran, son de una grandeza incomparable.
Kipling nació, ya mediado el siglo último, en Bombay, una de las ciudades
más prósperas de la India inglesa, fundada en el siglo xvi por qnos navegantes portugueses; y á su ciudad nativa. de cuya magnificencia se siente orgulloso, dedica su volumen de poemas titulado Los siete mares (The seven seas).
Rudyard Kipling es el poeta de los marinos que han navegado por todos los mares, entre las brumas del norte y bajo el fuego del trópico; es el poeta de los soldados que en los confines del mundo luchan por la grandeza de! mayor de los imperios conocidos; es el poeta de los aventureros que arrastrados por la necesidad, por la ambición ó por la sed de lo desconocido, van cayendo al borde del camino que con sus
plantas abrieran, y por donde otros, luego, habrán de seguirlos; es el poeta de los mercaderes que, tras de haber explorado el misterio de infinitos horizontes, \uelven á la metrópoli cargados con los más preciados tesoros de la tierra; es el poeta de las grandes ciudades comerciales y de los puertos que
Ki„iinfl. visitan navios de to
dos los países y donde se codean todas las razas; él es, en fin, el cantor de la grandeza del imperio británico.
• Bello es nuestro destino, rica es nuestra herencia», dice al comenzar el libro citado; y por donde quiera podráis abrirle, hallaréis en sus versos frases palpitantes de orgullo y resplandecientes de fe en el porvenir y en la potencia de su raza.
Esto es algo, muy poco, de lo nui-cho que pudiera decirse sobre este gran poeta.
ANTONIO H E R A S .
El último de los Médicís El último descendiente de la ilustre
y riquisima familia de los Médicis, ha muertgt hace un mes escaso en la ciudad de Mons, donde ganaba su vida como portero de la iglesia de Santa Vandrine.
En el hospital de la citada ciudad encontró asilo para pasar sus últimos días.
No tenía el infeliz, como vulgarmente se dice, sobre qué caerse m\ierto.
EN TOLEDO se vende VIDA MANctifiOA en la Librería y Objetos de escritorio de Ramón Garrido, Zocodover, 41.
BAJO Eb SOb DE bA bbANURA
(Paisaje)
La iu7 se inicia en Oriente; asciende el sol á la altura y despierta sonriente
la llanura.
El resplandor matutino sorprende á la gañanía, que derrocha en el camino
su alegría.
Va la alegre caravana cantando y riendo á coro. Clonando nace la mañana
todo es oro.
Oro son los cascabeles; de oro herrajes, cincha, hevilla... Son los astros los troqueles
de Castilla.
La espiga esbelta y dorada levemente el viento agita. Canta el ave en la enramada
dulce cuita.
Verde el campo; azul el cielo; todo es luz; no hay ni un celaje que cubra de sombra el suelo
del paisaje.
Viene desde la ciudad de la campana el lamento, que rima en la soledad
con el viento.
Se escucha en la lejanía un cantar recio y profano. Es que vá la Poesía
por el llano.
Va la luz agonizando en la tierra y en el cielo. El ave al nido, cantando
tiende el vuelo.
Al resplandor vespertino regresa la gañanía, sin que atruene ya el camino
su alegría.
El sol muere en Occidente " al descender de la altura, y se duerme tristemente
la llanura.
M. SANTOS CANTERO.
VIDA M A N C H C G A • DESDE PARÍS
'•MAGIC CITY.. Hemos llegado á París á medio día.
Después de un baño que reparase los estragos del viaje, hemos comido deprisa, impacientes por pasear estos bou-levares y estas avenidas enormes.
La operación primera, ha sido, claro es, cambiar nuestro dinero, por moneda francesa. Esta es una operación desagradable; los treinta y dos francos que me han descontado en este primer cambio, me producen un mal humor y una contrariedad grande.
Después, vamos en busca de un ' coif-feur*. Recorremos medio bou-levar des Italiens y al fin encontramos en un portal una peluquería modesta y tan pobre que hay un solo oficial; como tenemos prisa, seguimos andando y en una bocacalle vemos el anuncio de un <coiffenr>. AI-íonso y yó padecemos bajo las manos inhábiles de dos barberos una cruel desolladura y nos miramos adivinando nuestros pensamientos que ya en !a calle exteriorizamos poco agradablemente para estos brutos.
Vamos en busca de Emiliano Ranu'rez-Angel. Nuestra visita le sorprende y á mí me alegra encontrar aquí á un antiguo amigo, con quien poder hablar de todo con toda libertad. Hecha la visita quedamos citados para después de cenar y nos aconseja que invirtamos las dos horas que nos quedan en pasear por el Bois de Bou-iogne. Damos órdenes al chau-íer y atravesamos la plaza de la Concordia, con sus edificios enormes, asombrosos, después por la Avenida de los Campos Elyseos llegamos al Arco del Triunfo y entramos en la del Bosque.
A mí me hace mucha gracia la indumentaria de estos «cocheros de punto-que llevan una levita gris clara y un antiestético sombrero de copa, blanco como la leche y barnizado.
Los autobús, me parecen cosas inverosímiles y ridiculas acostumbrado á los tranvías de Madrid limpios y pintados de colores claros y agradables. Me parece que los viajeros van en un inminente peligro de darse un buen porrazo.
Son fantasías, claro es, producidas por el rápido cambio de cosas y costumbres.
En el «Bois* la animación es enorme. í in embargo, me parece que en la Castellana hay más gente y esto es debido a la diferencia de dimensiones de uno y otro paseo. Aquí en el «Bois» pueden estar sin que nos parezca exagerada la
concurrencia, diez veces más carruajes que en la Castellana. Este paseo es sencillamente encantador. Todas las mujeres van vestidas con un primor y un gusto exquisito. Las hay feas de un feo subido, que están muy agradables por la indumentaria.
En D'Arnienouville, un restaurant elegante, hacemos un alto para tomar un helado. Es la hora del -five o' clok tea^ y en este sitio de cinco á siete de la tarde pueden verse á las mujeres más elegantes de París. Allí dejan el volante del auto, las mas lindas se bajan á tomar un té con pastas ó una copa de vino de Madera con \\n pastel de fresa. El ambiente es muy chic; nuiy distinguido y muy
elegante que así lo diríamos en Madrid ó en Ciudad-Real.
Regresamos al Hotel; es la hora de la comida y Emiliano, quedó en venir á buscarnos. Llega cuando tomamos café, y apresuramos el fin para salir á la calle.
—¿Dónde quieren ir ustedes?—nos pregunta.
Nosotros dejamos á su elección el sitio siempre que sea un espectáculo al que acudan mujeres bonitas, y tenga carácter de cosa parisién.
En relación con nuestro deseo, Ramírez-Ángel nos lleva á uii parque de recreos: -Magic-City' que es el favorecido por la gente de París.
Allí se encuentran emociones diversas y espectáculos para todos los gustos. Hay mil saca-dineros con aspecto de ri
fas de feria, y en cada puesto tres é cua* tro señoritas vocean pregonando lo divertido de la distracción y os invitan á tomar parte en el juego. Hay cines, viajes á la luna, visiones estéticas, montaña rusa, pozo encantado, barracas de magia, caída al agua, skating, paguebot misterioso, palacio de brujas, bailes mágicos, canal subterráneo y otras mil distracciones, todas, naturalmente, con pomposos nombres en todos los idiomas, menos en español.
Hay bar, figuras de cera, aeroplanos cautivos, y una fotografía rápida.
Emiliano propuso que nos retratásemos y Plana y yo aceptamos la idea. Un retrato hecho en «Magic-Clty» era un re-
cv.erdo muy agradable de nuestra primera visita á París, y si en él estaba acompañándonos un amigo tan cariñoso y tan agradable como Emiliano, mucho más. Elegimos para la fotografía un vapor. Ir á bordo, y verse así retratado, ni más n¡ menos que un personaje ó un torero, todo por cuatro francos cincuenta las seis copias, era una cosa muy agradable. Otro día nos retrataremos en aeroplano (') en submarino. Mon-sieur Eleury, está por complacer á sus clientes y dispone de aparatos y artificios para ello. Efectivamente no exageraban en lo de la rapidez; el local de la fotografía estaba lleno. Esperamos turno, y á las once y diez nos decía el Sr. Eleury en francés:
—Quietos un momento señores, es solo un pequeño momento, acabo enseguida. Ya está.
A las once y media, presentamos el cupón y recogimos las seis postales.
Y tuve la satisfacción de verme en un gran vapor, donde había estado tranquilamente sin temor al mareo y sin salir
del «Magic-City todo por muy poco dinero.
Esto es muy agradable. La gente un momento antes de las do
ce abandona el Parque y se vá á dormir ó á uno de los contados sitios que aquí están abiertos toda la noche.
A la una hay menos gente en las calles de París que en las de Madrid.
Veremos estas noches Folies Bergé-res, el Casino de París, Marígny, Eldo-rado, Luna Park, y lo más típico de aquí. De estas cosas enviaré impresiones, sinceras, sin intentar descubrir nada, ni ser un nuevo cronista de la capital del mundo, porque tanto valdría sentar plaza de pedante y ridículo á sabiendas.
JULIÁN MORALES RUIZ.
< V I D A M A . N C I I K C A • MENÉNDEZ PEbAYO
Hace cuatro días murió en Santander, la pintoresca capital montañesa, un hombre bueno, un hombre sabio, un hombre enciclopedia, un cerebro portentoso, una voluntad escogida, hombre enciclopedia cerebro y voluntad, que llevaron estos tres nombres: Marcelino Menéndez y Pelayo.
Basta escribir esos nombres para que la pluma esté relevada de prodigar elogios; para que la imaginación deje de atormentarse en busca de adjetivos laudatorios, hay nombres que lo dicen todo, que lo abarcan todo; que flotan en el ambiente aureolados por un timbre de inmortalidad, esculpidos en los cerebros y en las conciencias con áureos é imborrables caracteres.
¡Menéndez y Pelayo! La generación presente te conocía demasiado para que una humilde y exhausta péñola provinciana pretenda hacer visible tus rasgos físicos y morales, tu labor intensa, tu labor analítica-crítica-histórica y bibliográfica. Trabajaste intelectualmente tanto y con provecho tan difusivo, que no necesitarán los tiempos venideros más recomendación que tus obras, que irradian torrentes de luz tan copioso, tan claro, que ellas han de iluminar las tenebreces de muchas inteligencias.
No es hora esta ni soy yo el llamado á ponderar tu valimiento. Es hora solamente de señalar con piedra negra la infausta de tu muerte. Muerto eres para las letras del mundo entero, muerto para el cultivo de los extensos campos del saber, muerto para las digresiones morales y filosóficas, muerto para la erudición que llenaba páginas y páginas de tus libros, muerto para la poesía que esculpiste con cincelación broncínea en infinidad de volúmenes, muerto para todo lo grande, para todo lo bello, para todo lo sublime. De tal modo arraigó todo eso en tu intelecto, faro de potencialidad inconmensurable, y en tu corazón, viscera excepcional, que al dejar de latir estay al no brillar aquel, llanto derrama la patria que te llamó su hijo, vacío imposible de llenar sienten los que te admiraron, crespones funerarios visten las letras españolas, sarcófago gigante é imponente se levanta en el templo déla literatura donde tú fuiste sacerdote de mágica palabra y de pluma que levantaba pensamientos como pirámides.
Al enterarse en un teatro de la muerte del sabio la orquesta, tocó la marcha fúnebre del «Ocaso de los dioses»
Hay dioses que se van y se lo llevan todo. Hay dioses que se van y no vuelven. Menéndez Pelayo, no. Hemos llorado su muerte, se han quedado la Historia, la Poesía, la Crítica, la Filosofía y la Moral sin una de sus más firmes bases y el templo amenazado de ruina, pero las enseñanzas, el recuerdo del maestro
nos obligará á un supremo esfuerzo para evitar la catástrofe.
P. SASTRE MORENO.
RECUERDOS Vi por última vez al más glorioso es
pañol contemporáneo en Santander, el día de Reyes.
Salíamos de misa. Le hallé muy decaído; andaba con dificultad; su demacración le había trocado en un viejo del Greco. Sus ojos no tenían ya el brillo aquél de otros días, sino un mortecino fulgor como de lámpara que pronto dejará de lucir.
^Estoy mal, muy mal; reumático perdido... comenzó á decirme.
Luego, como la conversación recayera sobre autores y libros, hube de manifestarle mi gratitud poratenciones suyas, dos veces inolvidables: por llegar de tan alto y por sinceras.
...Cuando nos despedimos tuve un presagio que es hoy amarguísima realidad: ya no volvería yo á ver al coloso de la intelectualidad española. Mirando como se alejaba, recordé que un día paseábamos un anciano y yo por Ei Sardinero, lugar muy visitado por Menéndez Pelayo, cuando pasó junto á nosotros el gran santandcrino y apenas se distanció, quedósele mirando mi acompañante para exclamar conmovido; <¡¡Y pensar que ese hombre haya de morirse como un pelele cualquiera!!* ¡Por
qué no ha de ser eterno! «*•
Mi pensamiento sólo tiene alas hoy para volar á mi barrio santanderino. Allí se alza una vivienda que es templo de la sabiduría. Es una casa cuyos aposentos me recuerdan muchas cosas: mis años de estudiante, cuando el padre de Menéndez Pelayo se desvivía por hacernos ameno el estudio de las matemáticas. Aun me parece sentir el asombro, el temor y respeto con que entramos una semana á recibir lección de geometría en la biblioteca del perinsigne historiador de las Ideas estéticas.
....Pasaron los años... Un dia hice versos. ¿Serían buenos, pasaderos, inadmisibles?
—Vete á casa de D. Marcelino Menéndez Pelayo. Su hijo Enrique, el poeta, puede orientarte — me dijo un compañero. Y allá fui, para volver muchas veces. En la casa donde ha muerto el gran polígrafo sonaron para mí voces alentadoras primero; después no merecidos elogios, siempre consejos valiosísimos.
De ella salieron, firmadas por el coloso, dos cartas que guardo como reliquias. Una contiene apreciaciones sobre mis versos; la otra es muy triste, desconsoladora: trata de academias. . .
. . . En estos momentos, deudos y admiradores del muerto inolvidable, sacarán en hombros por el jardín de esa ca
sa un ataúd. Santander entero desfilará por las calles de mi barrio para ver como se va para siempre alguien que no tiene predecesores, émulos ni herederos de su gloria.
. . . Y yo, mientras dejo correr la pluma, nublados los ojos por el llanto, no se lo que diera por encontrarme hoy en mi ciudad querida, por sufrir la tremenda emoción de ver como la tierra montañesa se abre para otorgar el descanso eterno al hombre cuyo entendimiento, fuerte, dilatado y hondo como el mar, ha de resplandecer en libros inmortales, mientras el mundo sea,
Luis BARREDA. El 21 <le Mayo. Día del ciiLierro dflgraii o. paTiol
DEb AYER En Octubre de 1877, un día, no re
cuerdo cual, fui á la Biblioteca de la Universidad de Sevilla á despedirme del entonces bibliotecario el insigne literato y gran escritor y poeta D.Juan José Bueno, uno de los pocos que quedaban ya de aquella brillante escuela sevillana donde figuraron como astros de primera magnitud Lista, Gallego y Reinoso, y estando en el despacho de mi viejo amigo, entró un joven delgado, no muy alto, con la cara larga, el pelo rapado y la barba, aún escasa, acabada en punta. Era hombre muy modesto que apenas levantaba los ojos del suelo y que se sentó conservando el sombrero sobre los muslos y colocando los pies en ei travesano delantero de la silla en que reposaba. El Sr. Bueno me hizo la presentación de D. Marcelino Menéndez y Pelayo, que por aquellos días empezaba á sonar. El futuro publicista deseaba ver muchos libros raros y salió del despacho acompañado de un empleado de la Biblioteca para recorrer salas y revisar armarios, y, durante su ausencia, el señor Bueno me dijo que no comprendía como un hombre tan joven y al parecer tan apocado tenía tantos conocimientos bibliográficos, pues daba señales de haber leído todos los incunables depositados allí y todos los libros raros de las prensas andaluzas. En aquellos días había regalado no se quién á la Biblioteca un magnífico álbum encuadernado en piel de Rusia y en unas de las primeras páginas había firmado el no menos ilustre académico D. José Amador de los Ríos que murió pocos días después y á continuación de mi sabio compatriota firmamos D. Marcelino y yo. Pocos meses después hizo las oposiciones á la cátedra de la Universidad de Madrid y después no ha cesado de sonar con elogio creciente el nombre de ese hombre que ha llegado á ser una de las más altas glorias nacionales y que dejó de existir en su casa bibUoteca de Santander.
RAFAEL RAMÍREZ DE ARELLANO. Ciitdad-Retü 20 de Hayo de 1912.
A ñ o I N ú t n . 8
C i u d a d R e a l 2 3 d e Ma^'o d e 1Q12
NUESTROS REPRESENTANTES EN CORTES
•
I L M O . S R . D . T E S I F O N T E G A L L E G O G A R C Í A
D i r e c t o r g e n e r a l d e A g r i c u l t u r a , M i n a s y M o n t e s : D i p u t a d o p o r e l D i s t r i t o d e A l b a c e t e .
TOLEDO, FERNANCABAbbERO Y CIUDAD KEAb
B u s c a n d o e l c a d á v e r d e l G r e c o , e n T o l e d o . t i ' l . V, M. I 'iitt y . WilUU i c i K7..
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Visllaiili^s al l'aiilaiKK iiM'r<-iidaiulii m iiri» dt^ s u s
Panorama d(« una d(< las avotildas dtt alIninnlaclAn dni Panlann "(íussi^r... I). MaiiUíO MartitH^z Kosalt^s. r iurv» ad-i i i l i i lsi i ' i idnr d i ' ( '«rrt 'os d i ' r i i idad l ínal .
ASUNTOS DE VALDEPEÑAS Y AbBACETE
Adiilín ( 'nrni ' ln, Nnvillri'ii l[irl|ili>iilr. iiiuv ii|)l<iiiiilclt) i'ii lii ('iiiTidií I <'li-hriitlii el |u('i'(ís úllliiin i-ii Viilclc|MM~i¡is (li- cloti-
l'i'i'Siiiiiil íli- la l^sUicltiii nioirii i i i ;) riMiit^nldiiH'iilo (T*a(l:i i'n V;ii(l<»pi'ñns. I ini|i>n1<M-i) Oin r l t t r I). Ilciiiiiniio l<iii><)¡i: i Aviuliinlc 1). J o s ó Miii-((iii-7.;
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P l a z a d e A b a s t o s c f u e s e e s t á d e r r u y e n d o . m i s , i ' \ i i \ V. \i . i'Mi,' I , iri Kni \
< V I D A MAMCHKOA • ALEGRÍA DE ALMAS
(Del carnet de un románl lco)
En la penumbra del jardín, óyese ruido de remos que avanzan por el espa" cioso lago, más tarde rumor de besos..-y luego, vemos muy difusas, dos figuras <iue saltan á tierra y unidas en amoroso
un solo instante mi memoria, haciéndome olvidarte, eso nunca; en mi memoria, está incrustado de tal forma tu nombre y tu persona, que sería imposible arrancarlo á no ser que me arrancaran esta.
¡Elena mía, esa frase es la que creo, es la que se apodera de mí, incrustándose en mi ser, igualmente que en tu memoria mi nombre esas palabras, que al pronunciarlas han revelado que tienes el alma en los labios ó que te salen de ella, han llegado hasta la mía haciéndome feliz
Yo también soy feliz, Mario, muy feliz esta noche, es la única noche de felicidad pasada en mi vida tus preciosos versos, esos que al compás de los remos recitabas, esas magnas odas, esos sonetos divinos, que al oírlos me parecía estar en un cielo nunca soñado, me han hecho ser dichosa á tu lado.
Y tú, con tu dulce voz, con tu melodiosa voz, has llenado un gran vacío en mi corazón, has hecho que llegue hasta él la felicidad ¡tiempo há que el pobre no gozaba! jamás olvidaré, Elena mía, la noche pasada á tu lado, la que si el vulgo se enterara, me llamaría tonto ó algo más; la^noche^que'sin gozar/de la mujer he gozado del alma de ésta, del espíritu femenino, de la sensación de encontrar un alma de mujer, tan loca como la mía, tan loca ¿ves á lo que llama el mundo locura?
abrazo, andan con lentitud, internándose Si llaman locura al amor. en el espeso bosque, volviendo á oir el Llaman locura á todo lo que]ellos no rumor de besos y una risa clara, cristalina, risa de mujer bella, simpática...
Yo curioso, los he seguido y he oído su conversación.
* •« ¡No te creo, Elena de mí alma, es im
posible creerte! A poco llamas imposible, tú que dices
conocer tan bien el corazón de la mujer. r^or esto mismo, como le conozco, si v >
no el de todas por lo menos el tuyo, lo digo; sé muy bien, que cuando mañana vuelvas á salir á escena, cuando el público te aplauda, te olvidarás de la felicidad que dices gozar ahora; aquella será mayor que ésta ó por lo menos más nueva. Y tu novio, ó lo que sea, hará caer un velo sobre mi humilde persona, avasallando tu memoria, haciéndote desechar de ella, el poco recuerdo que te quede de este romántico poeta, en esta noche tan de amor, gozada con él, gozada espi-ritualmente, quizás para tí no el verdadero goce, no el placer verdad, pero para mí, soñador ó loco, como me llaman todos, el más verdadero, porque goza el alma...
Me sorprende en extremo lo que dices, Mario sabes que es mortificarme... los aplausos de mañana, no borrarán el placer de esta noche; el novio ó sienten á todo lo que no hagan; bueno, lo que sea, también de mañana, el novio Elena, tu tienes que descansar... vete... que me impone el destino, que me im- No, no tengo prisa; cuanto más tiem-pone la fatalidad, no avasallará ni por po permanezca á tu lado, mayor será
mi felicidad; me has hecho olvidar todo, he perdido la noción de la vida...
¿Sueñas como yo? No sé... ¿Nunca has soñado despierta? ¡Nunca!... Entonces sueñas por vez primera ¿y
con qué? contesta ¿con qué sueñas? Contigo... contigo... ¿De veras? Sí, solo contigo... con un hombre co
mo creí no encontrarle nunca... á todos los juzgué iguales.
¿No te acuerdas de nadie?... ¿ni de él?. ¿De quién? De tu no.... Calla, no interrumpas el encanto que
me rodea, sólo su nombre me hace sufrir... bastante es, con recordar el ser de mis entrañas...
¡¿Tu hijo?! ¡Sí, mi hijo; por el cual tengo que re
sistir al hombre que me posee, al hombre odioso como todos los hombres, como todos... menos tú; por el cual, también tengo que salir á escena á entretener al público, no menos odioso, porque le componen los hombres y las mujeres que hacen caso á éstos... á los hombres malos, no á los que son como tú... !o oyes...
¡Pobre niño! Mario, ves como no te puedo olvidar,
tú quieres á mi hijo. Cómo no, queriéndote á tí...
* * * El silencio vuelve á imperar en el
bosque; la .tibia claridad del día que empieza á amanecer, hace que de las obscuras sombras de antes, podamos distinguir dos claras figuras: una de mujer, pequeña, morena, de ojos muy grandes, de traje blanco, es la pecadora sin pa-recerlo... otra, de hombre, de semblante sereno, joven, casi un niño, de traje negro; es el poeta, también sin parecer-lo, no tiene melenas, ni lleva lazo grande de corbata, ni sombrero estrafalario... solo se distingue de los demás, interiormente...
í'or las mejillas de ambos, resbalan gruesas lágrimas... andan cautelosamente, sin mirarse, los dos imploran al cielo... ¡quizás sus pensamientos vuelen á la misma altura!...
Abandonan el bosque; á lo lejos, en la ciudad, se oyen tristes tañidos de campanas llamando á misa...
El Sol empieza á Iluminar la tierra.
SANTÍ.\ÜO C A M A R A S A .
Los trabajos que recibamos, sin haberlos solicitado, no serán devueltos aunque no se publiquen. Tampoco contestaremos á las cartas de sus autores, inspiradas en tal sentido. Conste asi, á los que á diario envían artículos y reclamaciones.
VIDA M A N C H C C A >
DE MADRID En el Ateneo.
Nunca fui poeta, pero admiré la poesía como sin ser músico amo la música y sin ser pintor siento pasión por la pintura. Sin embargo, durante la fiesta literaria celebrada anoche en el Ateneo en honor de Rubén Darío me sentí poeta, del mismo modo que escuchando una producción wagneriana me creería músico ó pintor contemplando un cuadro de Velázquez. Rubén Darío, es todo un gran poeta.
Sus poesías llegan á sentirse, penetran en el alma y como aroma delicado perfuman suavemente el corazón. Su lírica encierra una sugestión tan sutil, tan aguda, que no puede menos de transportarnos á las regiones por él ideadas y amar con el poeta. Solo amar. Un poeta como Rubén no siente sino el amor. Con él amamos en la «Marcha triunfal» como el abuelo y el nieto al paso del héroe. Con él amamos la eterna risa de la princesa Eulalia. Con él amamos los versos de Campoamor...
Yo no soy quién para juzgar, no soy poeta, pero ingenuamente confieso, que cuando leía los versos_del Duque de Ri-vas, Campoamor, Núñez de Arce, Zorrilla, Becquer, etc., hacia un descanso en la lectura para sonreirme con risa de niño lleno de plena satisfacción, y anoche también me sonreía, y loco de entusiasmo aplaudía.
Engolfados en este ambiente de dulzura, de belleza sentida, cegados por el rayo amoroso de su corazón, hubiéramos pasado días, meses y años, como el sacerdote indio iluminado por el rayo divino de Brahma en la eterna contemplación de la naturaleza, y al fina!, ebrios de admiración, un sueño de paz cerraría nuestros ojos para meditar en la gloria de Rubén.
Declaro con rubor que de este poeta no había leído composición alguna, pero tenía gana de ello. Había oído hablar muy elogiadamente de él y anoche mismo [ienavente, González Blanco, Bar-badillo y D. Juan Valera por labios de Amado, nos dijeron tanto bueno, que tenía expectación por leerie ú oirie. Pero aún así ¡oh rara contradicción! no creía hallar en él al poeta. Grave, sobrio, inmóvil, permaneció sentado durante la velada. Con las manos cruzadas en postura patriarcal, más parecía monje de hierático monasterio que poeta de alma soñadora. Sus labios rara vez se extendieron para sonreír quedamente, muy tenue, cuando se aplaudía. Es alio, recio y en su frente espaciosa centellea la llama del genio.
Al fin vi al poeta. Dos bellas actrices Anita Marios y Qelaberi y Nilo Fabra y Ricardo Calvo, supieron mostrarlo. Admirablemente leyeron *Fliort>, «Cam
poamor», -Retratos», -Mar.cha triunfal*, «Sonatina», «La niña-rosa», «Madrigal exaltado», «Era un aire sueve • «Canción de Otoño en la Primavera» y 'Soneto á Margarita». Con religioso silencio el público escuchaba entusiasmado y ¡oh mágica sugestión del poeta! cuando se leía «Marcha triunfal» en todos los rostros se advertía el gesto del héroe y cuando oíamos -Canción de Otoño», -Era un aire suave> en todos los labios se dibujaba una sonrisa plácida, evocadora. Porque como dice Barbadi-11o, Rubén es—sutil, sencillo, elocuente, balbuciente, lírico, épico, viejo é infantil—. Nacido en América, escritor en lengua castellana, llamado en nombre judío, apellidado en nombre persa, es, según expresión de Valera, un poeta cosmopolita.
En las manos del autor de 'Sonatina-las bellas actrices colocaron dos flores blancas, y el público con estas flores y las arrancadas de—los floridos rosales del poeta—con frenéticos aplausos, formó una corona que como sagrada ofrenda cedió á Rubén.
Y hay que advertir que quien más aplaudió no éramos el público profano, era el público culto, el público de literatos, el público de los más prestigiosos ateneístas.
Al finar el acto, pausada, lentamente, lívido de la emoción, levantóse el festejado poeta. Del bolsillo interior de la levita sus manos extrajeron un pape! blanco. Colocóse las gafas y con voz clara, sonora, leyó unos versos. —¿Hermosos, sublimes?— ideales — ¿Aplaudisteis? — Mucho, muchísimo. Después, todos nos miramos y en la expresión de nuestros ojos se veía el alma de poeta.
FRANCISCO HERENCIA.
MEDITACIONES Al declinar la tarde de hermoso y
abrasador día de Agosto, cuando ya los últimos reflejos de la luz escondíanse entre las espumosas olas para dejar el paso franco á las sombras de la noche, sentado yo á la orilla del mar cuyo soberbio oleaje venía humilde á recibir el saludo cariñoso de la frágil arena, de ese constante centinela puesto por el Criador para indicar al coloso que allí termina su arrogancia donde empieza su humildad y que de allí no pasará, hallábame, triste, meditando sobre los atractivos de esta vida, á la vez, que pensando en sus dolores y amarguras.
La encontraba hermosa, cuando la infancia nos convida á soñar en dulces y sencillos placeres, y aves, luces y flores son el encanto y alegría de nuestra existencia; cuando en la alborada fúlgida del amor, miramos de color de rosa nuestro risueño porvenir y en cuya edad alegórica la dicha es constante y sin segundo; cuando, intrépido, el corazón
anida bellas ilusiones, florecientes siempre, jamás veladas de sinsabores, marchando por la tierra ni envidiado ni envidioso, cercano á la dicha tranquila, perfumado por la gracia, oloroso y puro cual flor pura y olorosa, cubierto de honor y ávido de gloria; cuando el alma sigue ligada á la vida por halagadoras esperanzas que no languidecen, sin que jamás la duda luche con la fé, turbando la tranquilidad y el espíritu... ¡Que hermosa es la vida, sí, cuando el hombre atraviesa esos períodos, sin asperezas ni contratiempos, sin borrascosas pasiones ni dolores, sin amarguras ni tormentos!
Pero..., cuando desde la virginal aurora de la infancia en que hasta el llanto con que el niño se engalana es precursor de delicias y alegrías, la espantosa orfandad rodea su edad prematura y su suerte, solo, le invita el dolor; cuando la sociedad marcha por empedrados caminos de calumnias y hasta la más infiel amistad se compra entre los hombres, y es más fuerte el más osado y más sabio quien más habla y adula; cuando la virtud, la caridad y el deber, astros hermosos que pululan en el cielo de nuestra alma, bórranse de ella como barrera de hielo ante el cráter de un volcán; cuando el cariño y el amor puros, son en humo convertidos por el desdén y la coquetería de fementida mujer; cuando la ár ida vejez amargada por los años solo vé desengaños terribles, recuerdos tristes y ayes dolorosos del pasadd, y el corazón languidece, y la duda intimida, y avasalla la creencia, y la esperanza se pierde, y la fé vacila dejando al alma en espantoso osario, porque nada vé... ¿Qué es entonces la vida?... ¡Leve aliento exhalado entre la noche del recuerdo muerto; alba de la dicha q\ie nunca llega; tempestad de la pasión que estalla; máquina devastadora que rotando, intrépida, gira engañando sin cesar; vértigo, impotencia, duda, miseria, nada...!!
JORGE DE MATEO.
ba muerte repentina. En muchos casos resulta inexplicable
esta muerte. Los doctores Gilbert y Baudoin han
llamado la atención acerca de estos hechos poco conocidos y menos comprendidos, explicando por qué mueren algunas personas sin causa que lo justifique ó que lo haga esperar.
La razón de semejante fallecimiento no hay que buscarla en ninguna lesión del corazón, puesto que no existe, sino en una predisposición hereditaria.
En estos casos hay realmente una especie de diátesis no reconocida hasta ahora: «la diátesis de la muerte>.
< VIDA MA.NCHKGA • CARTAS A UNA lUUdER
I He recibido, Mary del alma, la últiina
carta tuya, que me ha llenado de alegría. Parece que estoy viendo los lindos y finos labios insinuando una caricia y tus dedos pequeños y tibios estrechar mi mano febril. Hace muchos días que no salgo al campo: me hace sufrir hasta el martirio recorrer solo las sendas que la húmeda hierba hacia tan blandas, y por las que tú cruzaste de mi brazo, bañado el blanco rostro por una luz interior más viva que !a luz misma. Estoy pensando siempre en tí.
Hoy consumé el sacrificio. Las últimas tabletas de morfina las tiré el estanque de los tilos, ese estanque que tantas veces sirvió de liquido espejo á tus ojos impenetrables de sibila, el vera-nal, ¿verdad que me vas á dejar que lo tome todavía unos días? Pero, sobre todo, no quiero disgustarte en nada. Solo la idea indecisa de que pueda tornarse inaccesible para mí el paraíso de tus besos, me hace enloquecer.
Quiero contarte una cosa que quizá te hará reír intensamente. Ayer hizo mucho fresco. Yo estaba en el cuarto de trabajo—en ese pequeño despacho que tu conoces tan bien—y mientras trazaba las lineas finales de una enfadosa Memoria, sufrí unos escalofríos tan fuertes que quise abrigarme, y ¿á que no sabes con qué? Con tu chai rojo que lo dejaste olvidado. Si supieras qué p lacer tan inefable sentí. ¿Te acuerdas de lo que Moiltaigne decía cuando se cubría con la capa de su padre? Es una frase conmovedora que á mi casi me hace llorar. "Parecióme que me envolvía en mi padre.,, Tu chai saturado todavía de violeta, me hacía creer eras tu misma; la firme y dulce presión de tu piel, tu alegría gozosa que hace borrar de mis labios el victus amargo del dolor, tu viva palabra que fulgura como un diamante, me parecía tenerla cerca; tu alta miradade visionaria lasuponíafijaen mi.
Amor de vida y muerte. ¡Cuantas veces me lo has repetido! Yo, sin tí no puedo vivir, y sin embargo al lado tuyo he de morir de dicha al sólo encanto del sonido de oro de tu voz. Quiero que vayamos otra vez á Granada. En la seca desolación de esta tierra siento abrumarme de tristeza. Allá, en la Al-hambra, junto á la frescura eterna de las aguas corrientes, bajo la sombra de los árboles seculares, decorados por el muérdago y el helécho, adivinando el monte Mauror, me referirás con el hechizo peregrino de tus labios, finos y fríos la historia conturbadora del hijo dé Aixa y me leerás las hermosas páginas de Irving.
Contéstame pronto largamente; cuéntame como va tu cuadro y dime cuando voy en tu busca. Out of sigfit, oat mind. Yo quis ie ra entretanto, como Rückert, tu poeta predilecto!
;Alas... volad latnbícii sobre la vida Fadad al nirn lada de la muerte.
CfisAR HUERTA.
CRÓNICAS DE ALBACETE
Teatpalepías
Albacete se aficiom* al género ínfimo, á las amenas varietés. A la fuerza ahorcan. La empresa que monopoliza el negocio en nuestros coliseos, segura de que nadie ha de hacerle la competencia,
I.A FAVORITA Notable arllíí la de "varlfíl(V<s,,qQo ha a<;(ua'
do con flran ¿xllo on Albacole.
sólo de tarde en tarde se digna brindarnos teatro en serio, y el resto del año nos ofrece todo género de canzonetistas, bailarinas y excéntricos que, tras unas películas cinematográficas, amenizan el tedio de las veladas en esta humilde ciudad manchega.
Toca por ahora á su término la temporada de varietés.
El cronista quiere dedicar unas líneas á algunas de las artistas que últimamente desfilaron por el Salón Liceo y por el Teatro-Circo.
He de hablar primeramente de La Favorita, gentil canzonetista en quien el público ha visto, no sin razón, á una futura gran estrella del género. Tiene una bonita voz que emite con delicadeza y gracejo; realza sus inspiradas y correctas canciones con una adorable ingenuidad que no puede fingirse; sus hermosos ojos miran serena y francamente, sin esos gestos abominables que otras cupletistas emplean, y cuando el púbH-co la aplaude entusiasmado, La Favorita, ruborosa, encantada, saluda sin esas neurasténicas explosiones de ridicula afectación á que estamos tan acostumbrados...
Manolita Menendez, La Favorita, es una lindísima gatita, muy joven, casi una niña, y muy simpática, que aún no hace un mes actuó por vez primera en el Teatro Madrileño de la villa y corte. Después ha trabajado en Calatayud, en el Salón Madrid y en Albacete, donde en Octubre próximo volveremos á tener ucasión de aplaudirla.
Últimos números de la temporada son la hermosa canzonetista FíesureccionQui-iano y la genial bailarina Eloísa Carbo-[lell, artistas ambas de positivo mérito y Lie reputación bien sólida.
Cuando, al pasar feria, se reanude la lemporada de varietés, vendrá una notable canzonetista que seguramente muchos manchegos habrán aplaudido en los teatros de Madrid, sin sospechar que ovacionaban á una discretísima paisana. Me refiero á Conchita Valliery, LaTirana, que ni se apellida asi ni ejerce otra tiranía que la de su belleza y su arte. Esta sujestiva canzonetista, que ahora obtiene triunfos colosales en el extranjero; ha nacido en esta provincia, en Chinchilla precisamente, y es hija de mi antiguo amigo Pepe Maza de Lizana. Reciba la artista manchega, en estas líneas, un tributo de admiración, de simpatía y de afecto que con singular complacencia la dedico.
Y perdone el lector que en obsequio á las demandas imperiosas de la actualidad, hayamos dedicado hoy á estas menudas teatralerías la crónica Albacetense, á mi modestísima pluma encomendada, por la bondad del director literario de VIDA MANCHKOA.
FERNANDO FRANCO.
En el numero próximo publicaremos los nombres de los autores que han obtenido premio en nuestro concurso de cuentos, y los de aquellos otros cuyos trabajos han merecido mención honorífica.
i V^if'^-^^^/sv/jfS'^vnmma, SECCIÓN RECREATIVA
CANTARES Un instante te dejé
y en él pensé tantas cosas que tuve penas y llantos para muchísimas horas.
I]
A mi corazón, morena, quisiera ponerle alas, porque fuera tras el tuyo por donde quiera que vaya.
111
No presumas tanto y tanto que llorarás algún día y es fácil que en ese llanto encuentre yo mi alegría.
IV ¿Que piensas hacer de mí?
¡Me matas á fuego lento y no me quejo de tí!
V
¡Que vueltas el mundo dá! ¡la joya que desprecié es la que ambiciono más!
VI
Fui á matarla dispuesto y al mirar aquellos ojos sentí la herida en mi pecho.
NARCISO DÍAZ DE ESCOVAR.
SObUCIONES Al gcroglffico.
Parte porosa.
A ia charada
Entrar por uvas.
CHISMES Y CUENTOS Bafurrada: ^ Y tu tía ¿se murió? —Ni pensarlo. Está tan buenecica. —¿Pues no le dio un acídente que
por poco se queda en él? —Sí; pero como no llamamos al mé
dico...
En el depósito de cadáveres: —Vengo á ver si han traido aquí el
cadáver del individuo que se ahogó ayer. —¿Que señas particulares tiene? —Hablaba tres idiomas.
Charada. Es tan prima tercera
cuarta con tercia que si la miden pasma
y á más es fea. Pero la tercia quinta
nada te importe sí dos tercera.
¿Quieres el toda? Búscalo en las ciudades
donde se encuentra.
Geroglífico.
Cuando ponen más las gallinas.
Dos agrónomos americanos Mr. Peorl y Mr. Sulfose, han estudiado durante
nueve anos las variaciones en las puestas de las gallinas durante las diversas estaciones, observando 2.400 gallinas de la raza -Borsed Plymouth Socks», y han comprobado que la producción media más baja tiene lugar en Noviembre.
En Diciembre y en Enero aumenta con bastante rapidez y vuelve á descender en Febrero, para alcanzar en Marzo un máximum que es casi igual en AbriK
A partir de esta época, la disminución es regular hasta Octubre.
En general pueden admitirse cuatro periodos de puesta: desde 1." de Noviembre á fin de Febrero; desde 1." de Marzo á 1." de junio; desde esta fecha á 1." de Septiembre, desde éste á 31 de Octubre. Cerca de tres cuartas partes del total de los huevos los ponen las gallinas en los seis primeros meses del ano.
Se ha observado que si las aves vives en grupos numerosos en corrales pequeños, la producción disminuye sensiblemente durante el periodo estival y UH poco en la Primavera.
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